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PRIMER AÑO

EJE: PRACTICA ARTÍSTICA

TEMA: PROYECTO ARTÍSTICO

APRENDIZAJES ESPERADOS: Identifica los elementos que conforman la danza ritual a escenifi-
car (tipos e intención de los movimientos, música, vestuario, historia, significado, vigencia

LOS SONAJEROS
Se desarrolla lo relacionado con la danza tradicional de “Los Sonajeros”, que se ejecuta en algunos pueblos y ciudades
de la región denominada “Sur de Jalisco” del occidente mexicano: su significado, su historia, la ejecución de los sones, el
vestuario y la contextualización de la práctica de esta danza tradicional.
LAS CUADRILLAS DE “LOS SONAJEROS” EN EL SUR DE JALISCO, MÉXICO.
Esta danza, conocida en los pueblos del sur de Jalisco como de “Los Sonajeros”, integra la continuidad de la tradición
que tiene sus raíces en la cultura del México antiguo, siendo sostenida en las localidades de la región por quienes com-
parten en la vida cotidiana el “México Profundo”, que conceptualizó Guillermo Bonfil Batalla. Esta expresión cultural es
uno de los elementos que conforman la identidad de la región.
Significado
Anualmente, en algunos pueblos y ciudades del sur de Jalisco, al acercarse los días de la fiesta religiosa tradicional, las
agudas notas de la flauta de carrizo, acompañadas rítmicamente por las percusiones de los tamborcitos de doble mem-
brana, inundan al anochecer las calles por diferentes rumbos, tocando las fibras más íntimas de los descendientes de
aquellos que, desde inmemorial tiempo, por medio de la danza merecían del dador de la vida, las condiciones favorables
para que se renovara la vegetación, dieran frutos abundantes los árboles y las semillas cultivadas germinaran y con ello
se diera la posibilidad de una cosecha abundante.
Ese poder de la naturaleza iba a ser conquistado, merecido, obtenido, por medio del baile ritual, para el beneficio hu-
mano. Por eso esta danza rememora, en su ejecución e indumentaria, la belicosidad de los antiguos guerreros mesoa-
mericanos; la música ejecutada con carrizo y tamborcitos, sirven de fondo al fuerte grito acorde de toda la cuadrilla de
danzantes al momento de iniciar la ejecución de un son; es como aquel impresionante vocerío que preludiaba las bata-
llas en el México antiguo.
Como estas actividades rituales estaban ligadas a la renovación de la vegetación, a la fertilidad, se utilizaba el color rojo
asociado al amarillo. Éstos eran los colores dominante en la vestimenta: el rojo, que simbolizaba la salida del sol, el rena-
cimiento, la vegetación tierna; el amarillo es el color del sol, del fuego, elemento importante para el desarrollo de las
plantas tiernas.
Antecedentes históricos
La danza fue una de las manifestaciones rituales autóctonas aceptada y utilizada por los frailes en sus actividades cate-
quísticas. Su ejecución fue permitida a los nativos en las celebraciones cristianas de importancia, a las que daban realce
con su vistosidad, para goce y gusto de propios y extraños, como fue el caso de la visita que, en 1587, hiciera a los pue-
blos de la región el comisario general franciscano Alonso Ponce.
Ejecución
Las fuertes pisadas que marcan el ritmo de la danza concuerdan rítmicamente con los sones interpretados por los músi-
cos-piteros, acompañándolos con giros y evoluciones que crean una vorágine multicolor con el conjunto del vestuario de
los danzantes, sobresaliendo los chalecos ornamentados con flecos y orlas de listones, a semejanza del ichcahuipilli, co-
tón protector del guerrero en las batallas; por otra parte el macuahuitl (espada con navajas de obsidiana) se ha transfor-
mado en un madero labrado, cuyas oquedades contienen varias ruedas metálicas en acomodo tal que, al mínimo movi-
miento, provoca sonido convirtiéndose en una sonaja. La sonaja representa los rayos solares que fecundan la tierra; en
el México antiguo esta sonaja era llamada xicahuaztli, y era uno de los elementos que distinguían a las deidades masculi-
nas y femeninas de la fertilidad (Toci, Xipe Totec, los tlaloques, Chalchiuhtlicue, Xillonen, etc.), a quienes se les represen-
taba con esta sonaja-bastón en las manos.
La ejecución de la danza la realiza un número de danzantes que va de 30 hasta más del centenar formados en dos filas,
por parejas, quienes siguen en la ejecución del son los pasos y evoluciones de la pareja delantera de capitanes o punte-
ros (generalmente los más habilidosos).
Los sones son interpretados por uno o dos músicos con flauta de carrizo y tamborcillo de doble membrana percutido
con una vara corta de madera. Cuando son dos los músicos, uno lleva la “voz primera” y otro la voz “segunda”. Muchos
de los sones tradicionales no tienen nombre; algunos de estos sones han sido designados con nombres diferentes en los
pueblos en los que se conserva esta tradición. No es raro encontrarse con que a un mismo son se le conoce con nombre
distinto en diferentes localidades (aunque sea el mismo en cuanto a la melodía, puede variar el nombre de un lugar a
otro); algunos de los sones con nombre más conocidos son: “El maíz negro”, “El sonajero”, “San Antonio”, “La pájara
pinta”, “La culebra”, “La pozolera”, “La ola”, “La morisma”, “El monito”, etc., el número de sones y sus nombres varían
de acuerdo con el lugar donde se ejecutan. Algunos músicos-piteros reúnen elementos melódicos de varios sones para
crear uno nuevo, al que nombran de acuerdo con su gusto muy particular.
El periodo de preparación o “ensayes” es de duración variable, siendo en muchos de los casos hasta de un mes o más de
anticipación al día de la fiesta. Diariamente, en la casa donde va a realizarse “el ensaye” -por lo general la de un miem-
bro de la cuadrilla-, se acomoda un sencillo altar donde se coloca el nicho de madera que contiene la imagen del santo
patrón de la población, el que se cambia todos los días al lugar donde se realizará “el ensaye” siguiente; el adiestra-
miento diario tiene una duración de entre una hora y una hora y media sin descanso intermedio. Las familias vecinas se
reúnen a “ver el ensaye”; cuando éste termina, se reparte a los danzantes alguna comida ligera como tostadas y tacos,
agua fresca y/o ponche de granada o de tamarindo; ocasionalmente se reparte atole y tamales o pozole. Esta prepara-
ción culmina con el “ensaye real” la noche anterior al día principal de la festividad religiosa.
Cuando un individuo desea formar parte de la cuadrilla o tiene una “manda” que cumplir, pide permiso a los capitanes
de organización, los que a la vez informarán al representante general de la cuadrilla y/o a los capitanes punteros para
responder al solicitante; si no hay inconvenientes (por lo general para cumplir una manda no lo hay), el solicitante se
incorpora a “los ensayes”.
Entre los miembros de las cuadrillas se establece una relación de fraternidad, de compañerismo que perdura más allá de
los días de la fiesta tradicional y se refleja en la vida cotidiana a través del compadrazgo y/o invitando o informando a
sus compañeros sobre buenas oportunidades de trabajo; en el caso de Ciudad Guzmán en la industria de la construc-
ción. En esta ciudad no es raro encontrar que los trabajadores de una obra en construcción son todos conocidos y perte-
necen a una de las cuadrillas o que, en pequeños grupos, se trasladan a trabajar a otros lugares y ciudades retiradas de
su lugar de origen, volviendo a la localidad los días principales de la fiesta para participar danzando en las cuadrillas. Una
vez terminados los días de la fiesta, regresarán a los diferentes lugares donde trabajan.
La danza de sonajeros en Ciudad Guzmán (Zapotlán), localidad articuladora de la dinámica regional.
Aunque al inicio de la colonización española los Pueblos de las cuencas y valles de lo que ahora es el sur de Jalisco estu-
vieron habitados por población autóctona, poco a poco, con el transcurrir de los años empezaron a avecindarse en los
pueblos algunas familias de españoles, debido a que las autoridades coloniales otorgaron mercedes de tierras consisten-
tes en estancias y caballerías. Al aumentar la población española en Zapotlán, la cabecera de la Alcaldía Mayor que tenía
por sede al Pueblo de Tuxpan -de mayor número de habitantes “naturales”-, fue cambiada a aquél lugar, lo que dio
inicio a la importancia de esta población, consolidándose en el transcurso de los siguientes años al avecindarse en Za-
potlán muchos propietarios y comerciantes de la región quienes, desde esta localidad, articulaban redes comerciales
que se extendían hasta las ciudades de México, Puebla, Querétaro, Zacatecas, Guadalajara, y las regiones de Acapulco,
Coahuayana, Colima, etc..
En 1813, por las disposiciones de la Constitución de Cádiz, se conformó el primer ayuntamiento español del lugar, cuyos
cargos fueron ocupados por los “Vecinos Principales”: españoles criollos, propietarios, comerciantes y profesionistas
avecindados.
Conforme pasó el tiempo, preocupados por mantener el control de las manifestaciones de la población nativa, quienes
estaban inconformes porque el ayuntamiento administraba a favor de varios “vecinos españoles” parte de las tierras
comunales, se tomaron acuerdos en las sesiones de cabildo del ayuntamiento prohibiendo la celebración de manifes
ciones o festejos, incluidas las danzas, dado que podían prestarse, en momentos críticos, a “desórdenes” o a la organiza-
ción de tumultos. Por su parte algunos integrantes del gobierno eclesiástico, deseando arrancar los vestigios de “idola-
tría” entre la población, dictaron medidas tendientes a evitar estas expresiones tradicionales en los rituales cristianos.
Así se fueron perdiendo en el antiguo Zapotlán diversas manifestaciones culturales practicadas por la población autóc-
tona; entre ellas los denominadas “Toros de petate”, asociadas a la celebración del carnaval o carnestolendas.
Una de las manifestaciones que han sobrevivido, quizá por estar muy ligada a la fiesta religiosa anual en honor de San
José durante el mes de octubre, es la danza llamada “Los sonajeros”, cuya práctica es sostenida por mestizos -integrados
a la actividad económica como jornaleros, desempeñando oficios diversos e incluso algunos como profesionistas-, here-
deros de esta tradición, la que mantienen viva como parte de su herencia cultural.
En Ciudad Guzmán existen casi dos decenas de cuadrillas de sonajeros. La preparación en algunos grupos, sobre todo los
de organización más reciente, inicia desde los últimos días de agosto; la mayoría inicia en las primeras semanas de sep-
tiembre. Los “ensayes” se realizan en la calle, fuera del domicilio de uno de los integrantes de la cuadrilla. Llegados los
días del novenario las cuadrillas pasan a danzar diariamente por fuera de la catedral hasta antes de que inicie la quema
de los tradicionales juegos pirotécnicos: el castillo y los “toritos”.
Se revisten con su indumentaria completa los días principales de la festividad: el 22 de octubre día de la “misa de fun-
ción”; el 23, día del desfile de carros alegóricos y el 24, día en que acompañan las imágenes de los Santos Patronos
desde la casa del mayordomo de la festividad hasta la catedral.
Antes y después de cumplir con lo propio de cada día de los principales de la función, los integrantes de la cuadrilla, jun-
tamente con los familiares que los acompañan, se dirigen a la casa del capitán de asistencia que corresponde para al-
morzar o comer respectivamente.
Después de almorzar y antes de dirigirse a donde corresponde según el día, la cuadrilla ejecuta algunos sones como
agradecimiento a quienes ofrecen la asistencia de los alimentos; igualmente después de haber comido. Los alimentos
por lo general se compone de algunos de los siguientes platillos: sopa de arroz; mole, pepían o birria; tacos de frijoles
fritos; tortillas; agua de frutas, cerveza o ponche de granada y para completar, si "no ha llenado", un buen plato de po-
zole. Por la tarde del último día, después de comer, volverán a “dar gracias” frente al altar de las imágenes.
Algunas consideraciones sobre el tema:
A más de ciento cincuenta años de que las comunidades autóctonas del Estado de Jalisco y de la región recibieran la “he-
rida de muerte” con la aplicación de leyes liberales que no reconocieron la propiedad comunal y que pusieron énfasis
para que se individualizara la propiedad comunal -favoreciendo con ello el enajenamiento o venta de las mismas, por la
extrema pobreza y/o ignorancia de muchos naturales, ampliándose y fortaleciéndose las propiedades de rancheros y
hacendados locales-, sigue firme la danza de sonajeros, importante elemento de la herencia cultural autóctona.
Esta danza ha sido utilizada con fines políticos, como en el sexenio 1970-1976, cuando el gobierno en turno la promo-
cionó a nivel nacional e internacional, haciéndosele aparecer como originaria de Tuxpan (donde tenía gran influencia la
familia de la esposa del presidente de la república en turno), lo que provocó inconformidad entre las cuadrillas de las
diferentes poblaciones del sur de Jalisco, dado que su práctica ha sido expresión cultural de los pueblos de origen nativo:
Amacueca, Juanacatlán, Tapalpa, Sayula, Usmajac, San Sebastián, Ciudad Guzmán (Zapotlán), Huescalapa, Zapotiltic y
Tuxpan.
La intromisión de personas ajenas a la organización de las cuadrillas (ejerciendo el poder que les otorga una investidura)
ha llevado a graves deformaciones y fricciones que han puesto en peligro esta expresión cultural. Ejemplos de lo primero
es la deformación de la vestimenta inducida por los sacerdotes franciscanos en las cuadrillas de sonajeros de Sayula y la
intromisión de la Coordinación que ha organizado la autoridad municipal en Ciudad Guzmán para coordinar las cuadrillas
de sonajeros, dado que les han inducido a introducir cambios en la vestimenta “para que no se parezcan” a las demás,
cuando se ha integrado una nueva cuadrilla.
En cuanto a las fricciones las provocó un "concurso" anual introducido por el comité de feria de Ciudad Guzmán, ya que
las personas que calificaban la ejecución de los sones, al no tener los conocimientos ni relación alguna con la danza, da-
ban mayor importancia a algunos elementos del vestuario o de la ejecución, sin valorar la expresión dancística en su
conjunto. Afortunadamente en la actualidad tal concurso ha desaparecido (el último se efectuó en 1984).
Una problemática aparte es la realización de “Los Encuentros de Cuadrillas de Sonajeros” que se organiza año con año
en Ciudad Guzmán, en el cual, más que encuentro, se trata de un ritual en el que cada una de las cuadrillas pasa a inter-
pretar uno o dos sones de la danza frente a una tarima donde están los representantes del poder civil y eclesiástico. Esta
práctica inició en 1993, cuando al 12 de octubre instituyó oficialmente el gobierno municipal en turno el “Día del sona-
jero”, y se celebró el primer encuentro, que sirvió de marco para hacer pública la solicitud que ese gobierno enviaría al
Congreso del Estado, para el pretendido cambio de nombre de la ciudad que ese ayuntamiento auspiciaba.
En la actualidad la problemática que enfrenta esta manifestación cultural desde “dentro” de las cuadrillas, no solo en
esta ciudad sino en los demás lugares donde todavía se practica, está muy ligada a las condiciones socioeconómicas de
quienes la sostienen. Obligados a emigrar en busca de trabajo o a habitar las nuevas colonias periféricas en las ciudades,
se les dificulta la asistencia a los “ensayes” y han perdido la identidad con el barrio o la calle donde tradicionalmente se
reunía la cuadrilla. Lo anterior es un problema para los capitanes de organización ya que se les dificulta avisar a los inte-
grantes de la cuadrilla sobre una invitación a una “bailada” y conocer su disposición o posibilidades de participación.
Otra situación que ha afectado a las cuadrillas es la falta de músicos-piteros por el deceso de los mayores, de edad avan-
zada. Alguno de los danzantes, ante la necesidad, se convierten en músicos-piteros, pero por la falta de preparación de-
forman la interpretación de los sones o los tocan incompletos, demeritando con ello la unidad de música y danza.
Sin embargo, a pesar de estos problemas, quienes sostienen esta expresión cultural están dispuestos a continuar con
ella. Los vecinos, al paso de las cuadrillas por la calle danzando los días de la fiesta, no ocultan su gozo, y ante la belleza
de la ejecución de algún son, aplauden y exclaman: “¡Que vivan los sonajeros!” y “¡Que no muera nuestra tradición!”

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