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UNED: ASIGNATURA DE HISTORIA ANTIGUA II: EL MUNDO

CLÁSICO
CURSO 2018-2019 PEC núm. 3
Realizada por JUAN ANTONIO ARCAS DATO Mayo-2019

PARTE A: Lea detenidamente el texto, indique las palabras o frases que


consideran relevantes para su interpretación. Realice un brevísimo
resumen breve del mismo.
Palabras o frases relevantes del texto:

• Fue de una bondad tal que ocultó y excusó los vicios de Lucio Vero,…

• Le otorgó el título de divino después de su muerte….ayudó a sus hermanas y


familia….honró su memoria multiplicando las ceremonias religiosas.

• …le rindió todos los honores que se tributan a los emperadores divinizados

• No hay ningún príncipe que no se vea salpicado por la mala fama….

• ….sobre él se difundió el rumor de que había dado muerte a Vero.

• …éste (Marco Aurelio) fue tan bondadoso con los suyos…ofreció a todos sus
parientes todo tipo de distinciones y cargos…

• Confirió enseguida el nombre de cesar a su hijo Cómmodo – hombre criminal y


depravado - …..el sacerdocio….el título de emperador.

• Después de la muerte de Vero, Marco Aurelio Antonino gobernó sólo la nación


mucho mejor……mostrándose más virtuoso…..no se veía embarazado de los
extravíos que Vero solía disimular…….ni por aquellos vicios que disgustaban de un
modo especial a Marco Aurelio.

Breve resumen del texto

El texto es un breve fragmento de un capítulo del libro “Historia Augusta”, del que
hablaremos después, en concreto del referido a la “Vida” (así se denomina en el citado
libro a lo que son una especie de biografías) del emperador Marco Aurelio, denominado
en el mismo como Marco Antonino, el Filósofo.

En los párrafos seleccionados el autor del citado capítulo, Flavio Vospisco, hace
referencia en concreto al excelente trato de Marco Aurelio hacia su hermano (de
adopción) Lucio Vero, tras su muerte y que había asociado al poder imperial como
corregente por expresa iniciativa de Marco (cumpliendo de alguna forma la voluntad inicial
de Adriano).

Se refiere en particular al buen trato respecto a honores póstumos, honras fúnebres y


atenciones a familiares directos tras la muerte de Vero, ocurrida de forma repentina, por lo
que incluso refiere el autor (dejando claro que se trata de rumor malintencionado) la

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posibilidad de que fuera provocada por Marco mediante envenenamiento por él mismo o
en complot con el médico que le atendió tras sufrir un ataque.

A continuación el texto cita cómo tras la muerte de Vero, Marco asocia mediante el
nombramiento como cesar (sucesor) sacerdote y emperador a su hijo Cómmodo,
asociándolo de esta forma a su gobierno imperial, si bien el autor no pasa por alto su
negativa opinión sobre el hijo y sucesor.

Asimismo en el fragmento, y en el capítulo del libro, queda clara la predilección del autor
sobre Marco Aurelio, sus virtudes y dotes, en contraposición a Vero al que claramente
denigra, manifestando que incluso había sido mejor y más virtuosa la gobernación del
Imperio por parte de Marco Aurelio una vez desaparecido Vero.

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PARTE B.

1.- Sitúe el texto cronológicamente, el texto: Autor, época en la que


escribe, época a la que se refiere, importancia del texto.
El Texto

El texto, tal y como hemos citado, corresponde a un fragmento del libro conocido como
Historia Augusta, obra de capital importancia, según numerosos historiadores, para
conocer la historia de Roma de los siglos II al IV d.C.

Como es frecuente en fuentes provenientes de hace casi dos mil años, ha habido y hay
controversias sobre el grado de fiabilidad de dicho libro, su fecha de creación y hasta de
su autoría.

Desde el siglo XVI se la llama popularmente Historia Augusta, debido al título que propuso
Isaac Casaubon en su edición de 1603, “Historiae Augusta escriptores sex”.

Época en la que se escribe

Respecto a la fecha de datación del libro las controversias son múltiples. A la teoría inicial
de que el libro habría sido escrito en el periodo Diocleciano-Constantiniano (284-337 d.C)
se opone de forma contundente Hermman Dessau, quien en el año 1889, negó la
datación tradicional y propone retrasarla hasta los años 385-388, en época de Teodosio el
Grande.

Más tarde W. Hartke en el año 1940 publicó un minucioso estudio sobre el ambiente
político, literario y filosófico que late en la Historia Augusta y considerando que en ella se
hace propaganda en pro de un usurpador de la época de Teodosio y de sus partidarios,
con la finalidad de conseguir que el emperador perdonara a los insurrectos, propone que
la obra habría sido escrita en el periodo que siguió a la usurpación de Eugenio, esto es,
entre 394 y 398 y en concreto propone datar la obra en el 394.

Corrientes posteriores de diversos autores, como Peter en 1860, proponen la teoría, no


desdeñable, basándose en la autoría de la obra por parte de 6 autores distintos
(scriptores) de que los capítulos escritos por cada uno de ellos lo habrían sido en fechas
distintas desde los años 292-305 d.C. en que Esparciano habría escrito las Vidas de
Adriano o Nigro, hasta el 324 en que éste mismo autor escribe las de Geta y Caracalla o
Capitolino las de los “Dos Máximos” o los “Tres Gordianos”.

Romano, tomando como base de su argumentación el consulado de Furio Placido, ha


llegado incluso a fijar determinadas etapas biográficas de Vopisco, autor de este
fragmento y varios capitulo (“vidas”). Asi, piensa que su nacimiento tuvo lugar alrededor
del año 280 y que llegó a Roma hacia el año 300. Entre el 304 y 306 escribiría la Vida de
Aureliano y entre el 306 y 313 escribiría las otras cuatro.

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Autor

El problema de la autoría se plantea sobre si se debe la obra a una sola persona o a


varias que trabajaban en equipo, o se trata de seis nombres ficticios que solaparían un
autor único de ella.

La tradición de los manuscritos atribuye seis autores a la obra con sus nombres propios y
a cada uno de ellos se les imputan distintas vidas que en su mayor parte contienen
dedicatorias específicas, lo que es tenido en cuenta por los filólogos para la datación.

El autor más productivo, supuesta la diversidad de autoría, es Julio Capitolino que


compuso 9 vidas. Le siguen Elio Esparciano con 7, Flavio Vopisco con 5, Elio Lampridio y
Trebelio Polion con 4 cada uno y Vulcacio Galicano con 1.

Sin embargo Dessau observó que en cada una de las vidas se daban “las mismas
tendencias extravagantes, los mismos giros extraños, las mismas manías y el mismo
amor a las falsedades”, y desde entonces se ha ido imponiendo la hipótesis del autor
único en numerosísimos estudios que han ido apareciendo en este sentido. Los
argumentos en pro de esta hipótesis se basan fundamentalmente en la homogeneidad de
tendencias de todo tipo que se dan en ellas tanto de carácter ideológico como de carácter
lingüístico.

Todo ello abunda en la hipótesis de la falsificación intencionada del autor, dado que se
observan las mismas tendencias entre los documentos y las vidas, siendo así que de
haber sido de distintos autores no tenían por qué coincidir con estas.

Otros autores llegan a la misma conclusión fijándose en la unidad lingüística y de


composición de las distintas biografías, por lo que se considera legitimo estudiar todas
ellas en conjunto como formando una unidad.

Época a la que se refiere

La Historia Augusta relata el periodo comprendido entre el año 117 d.C. (Adriano) hasta el
285 d. C. (Carino) pero falta la etapa transcurrida entre Gordiano y Valeriano (los 8
reinados entre el 253 d.C. -reinado de Filipo el Árabe- y el 253 d.C. -reinado de Emiliano-)

Importancia del texto.

La importancia de la Historia Augusta reside en el caudal de datos que contiene, lo que la


convierte en una fuente básica para el conocimiento de una etapa del imperio que no es
pródiga en ellos.

De ahí que se hayan apoyado en ella los más famosos tratados históricos que se han
escrito desde el siglo XVIII, aunque a veces la han utilizado sin las suficientes reservas
críticas.

La materia está distribuida en 30 biografías que no guardan uniformidad alguna, puesto


que unas narran la vida de un solo personaje, otros incluyen la de dos o más; unas
contienen el relato de la vida de los emperadores reinantes {Augusti), otras relatan las de
los presuntos herederos (Caesares) y otras incluso las de los aspirantes al trono
(Tyranni).

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Mommsen distinguió dos tipos entre todas estas biografías. Llamo “Vitae maiores” a las
dedicadas a los emperadores y “Vitae minores” las que narran las vidas de los Cesares,
emperadores “iuniores”, usurpadores y pretendientes. Precisamente la característica más
acusada de estas vidas minores es que en ellas se multiplican los datos documentales, tal
vez para compensar con ello la falta de documentación que existía sobre los personajes
en cuestión.

No obstante y aunque hay muchos detractores de la fiabilidad y veracidad de lo recogido


en la obra, a la que en muchos casos se acusa de tratarse realmente de un panegírico a
mayor gloria de determinados personajes o de denigración de otros, también desde
posiciones críticas es posible sacar fruto tanto en los hechos como en las vertientes
lingüísticas y filológicas.

Por tanto estamos sin duda ante un texto que es básico en estudio de la época
mencionada de la historia de Roma, pero siempre con el espíritu crítico y utilizando
procedimientos de contraste de diversas fuentes, básico en cualquier ejercicio histórico
con un mínimo de rigor.

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2.- ¿Qué sabemos del personaje central de este texto?
El capítulo de la Historia Augusta al que pertenece el texto se refiere a la “Vida” de Marco
Aurelio Antonino Augusto (121-180 d.C.) Emperador romano entre el 161 y e1 180 d.C.,
los primeros 8 años (hasta el 169 d.C.) corregente con Lucio Vero.

Conocido también como el Filósofo o el Sabio, nacido en Roma, pertenecía a una gens
originaria de Itálica en la Bética Hispánica y ya de niño llamó la atención del emperador
Adriano, quien quedó admirado por su franqueza y su inteligencia, que ordenó a Antonino
Pío (heredero de Adriano) que lo adoptara (138 d.C.). Éste así lo hizo quedando pues
asociado al poder a los 17 años y recibiendo una impecable educación.

Estudió retórica griega y latina con Herodes Ático y Marco Cornelio Frontón. Este último
desde entonces habría de ser su amigo y consejero espiritual. Seducido por el estoicismo,
vistió muy pronto el manto de filósofo (133 d.C.). Fue nombrado césar (sucesor) en 139
d.C y cónsul en 140 y 145 d.C.. En éste último año Antonino Pío lo favoreció dándole en
matrimonio a su propia hija Annia Faustina (Faustina la menor).

Antes de acceder al gobierno del imperio, Marco Aurelio había adquirido el hábito de
escribir durante sus viajes cartas diarias a su maestro Frontón, a quien comentaba
cuestiones de estilo y retórica e informaba sobre el curso de sus estudios y acerca de su
delicada salud, castigada por el rígido ascetismo que se imponía; después pasó escribir
para sí mismo, y en griego, cuando antes lo había hecho sólo en latín.

Sus textos, influido sin duda por los maestros estoicos, denotan un tono muy personal, ya
que parten de una reflexión íntima y crítica, y acusan una tendencia a transformar la
doctrina en un constante examen de conciencia.

Su gran legado, Las Meditaciones o Pensamientos, es el resultado de las reflexiones


morales que, ya al final de su vida, fue dejando por escrito, sin seguir un plan estricto o
preestablecido. Dividida en doce libros y redactada en griego, la obra se basa en una
serie de reflexiones inspiradas por su experiencia cotidiana y deja traslucir la influencia
estoica, en particular la de Epicteto.

Las ideas filosóficas de Marco Aurelio no presentan elementos originales de


consideración. Su importancia estriba en el esfuerzo constante por adecuar, en la medida
de lo posible, su actuación en el gobierno del Imperio con sus ideas morales y filosóficas.
Buscaba siempre una congruencia entre su vida privada e intelectual y la pública.

En cuanto a su actuación como militar y gobernante, no destacó por sus dotes militares,
sin embargo supo rodearse de importantes colaboradores como Claudio Severo, Claudio
Pompeyano, Septimio Severo y Avidio Casio, sobre todo este ultimo alcanzó importantes
victorias en las provincias orientales si bien protagonizó un levantamiento apoyado por
Siria y Egipto que terminó con su vida, asesinado por sus propios soldados.

Una novedad institucional importante durante el mandato de Marco Aurelio es la


asociación al poder imperial de Lucio Vero, a quien por expreso deseo de Marco (parece
que cumpliendo los deseos de su mentor Adriano) y obviando el control del Senado,
convirtió en un verdadero y real augusto, con los mismo poderes y titulos que él mismo
salvo el Pontificado Máximo que solo ostentó Marco.
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La Historiografía antigua, como podemos comprobar en el texto, contrapone la figura de
Lucio Vero a la de Marco Aurelio considerando al primero como vicioso e incapaz y a
Marco como virtuoso y gobernante de mérito.

En el 163 d.C. se inicia la guerra con el Imperio Parto, que se había rebelado en el limes
oriental invadiendo éstos Armenia y Siria. Marco envía a Lucio Vero quien tras duras
campañas derrota finalmente en el 167 d.C. a los partos, más por las acciones de sus
generales, sobre todo Avidio Casio, que por las propias de Lucio quien sin embargo
regresa entre honores a Roma donde es recompensando con un triunfo.

Pero Lucio y sus legiones trajeron de oriente un terrible plaga de peste asiática (otras
fuentes citan viruela o sarampión) que conocida como la Plaga Antonina, se cobró entre
otras y durante los siguientes años muchísimas vidas, entre ellas la de Lucio en el 169
d.C. y la reputación del Emperador al denominarse a la pandemia con el apellido de su
familia.

En el 176 d.C. y confirmando determinadas cargas del poder que ya había traspaso a su
hijo Cómmodo tras la muerte de Lucio, Marco invistió del poder imperial a Cómmodo
(aspecto que también se recoge en el texto), con tan solo quince años de edad,
reforzando de esta forma por un lado el derecho del emperador a designar su sucesor y
posiblemente influenciado por la contraposición que las cualidades viriles de Cómmodo
suponían a las suyas como hemos comentado de carácter enfermizo. Posiblemente este
mismo criterio influiría en su inicial designación de Lucio Vero.

Políticamente, destacamos algunos aspectos de su mandato:

• Buena relación con el Senado (aún que lo obvió para la declaración de prínceps de
Lucio y Cómmodo), haciendo alarde de prudencia y moderación y respetando sus
funciones de consulta y judiciales.

• Aumentó el número de curatores civitatis, dando el cargo a senadores, en parte


debido a un afán de intervencionismo en el gobierno de las ciudades por su mala
situación y proceso de decadencia, que también se extendió a algunas provincias
como la Bética.

• Notables prerrogativas para el orden ecuestre, incrementando el número de


caballeros en la burocracia romana.

• Institucionalización y regulación del Consilium Principis. Los miembros en su mayor


parte juristas se convirtieron en funcionarios estables con un salario.

• Gran obra legislativa, en la que se refleja sus ideales estoicos y su interés por
rodearse de un cuerpo de juristas.

Respecto al tema religioso, destaca el progreso del cristianismo (no mostró especial
oposición aunque fue estricto en las medidas adoptadas contra ellos, de hecho los
cristianos nunca lo incluyeron en su lista de perseguidores.) y cultos mistéricos sobre todo
en las provincias orientales, si bien Marco Aurelio prestó gran atención a la religión
tradicional Romana., con sus ritos y liturgias.

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Por último y respecto a su política exterior, durante su principado se iniciaron una serie
intermitente de guerras entre el Imperio romano y pueblos vecinos que serían el preludio
del fin de la Pax Romana, que había alcanzado su apogeo en tiempos de Adriano y
Antonino Pio.

Además de los problemas ya comentados con los partos en el Limes Oriental hay que
significar las fuertes tensiones en el Limes Occidental o danubiano con diversos pueblos
germánicos que se desarrollaron con dos guerras, la Bellum Sarmaticum entre el 174-175
d.C. contra sármatas y yázigos y las Bellum Germanicum I y Bellum Germanicum II
contra cuadros y marcómanos entre el 168-179 d.C. que finalizó con un aniquiladora
victoria imperial que llegó a penetrar hasta las actuales Chequia y Eslovaquia.

Falleció en marzo del 180 d.C. en Vindobona (actual Viena) donde había viajado con su
hijo y sucesor Cómmodo. Tras su muerte fue deificado y sus cenizas transportadas a
Roma.

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3.- ¿Como surge y en qué consistía la divinización del emperador?
Aunque la idea de adorar a un ser humano como un dios era algo extraño a la mentalidad
romana, Augusto instauró la veneración a Julio César, que se convirtió en un “divus iulius”
(Divino Julio) tras ser deificado por el Senado en el 42 a.C., iniciando además la
construcción de un templo en su honor en el Foro Romano.

Tras su muerte el mismo Augusto fue declarado “divus”, y su heredero, Tiberio le erigió un
templo. En adelante los emperadores podrían también ser considerados dioses después
de morir.

Tanto Augusto como sus sucesores no aceptaron la divinización de su persona en vida,


que por otra parte hubiera sido rechazado en Occidente (el único emperador que se
declaró a sí mismo dios mientras aún vivía fue Domiciano lo que causó escándalo). Sin
embargo, la antigua costumbre romana aceptaba el honrar al Genius del Pater familias.
Ello unido a influencias de distinto origen, sobre todo el ejemplo de las monarquías
teocráticas helenísticas, conformaron un culto al Genio del príncipe (Genius Augusti), en
vida y su apoteosis y divinización tras su muerte.

A lo largo del siglo I d.C., la divinización del Princeps se generalizó y consolidó. Ya en el


siglo II d.C. el culto imperial estaba aceptado y extendido en todo el Imperio, no sólo del
princeps, sino también de algunos miembros de la familia imperial, aunque la auténtica
consideración del césar como divinidad no estaba aceptada oficialmente hasta que el
Senado decretaba su Apoteosis.

La consagración (consecratio) era establecida por un sucesor del emperador muerto (no
necesariamente el heredero inmediato) y como hemos citado debía ser refrendada por el
Senado, siendo los méritos del gobernante, sobre todo político y militares, lo que
justificaba tal designación.

Se consideraba divina la autoridad o aquello que representaba la institución del princeps,


más que la persona física del mismo, al menos en Occidente. En esta parte del Imperio la
divinización de los gobernantes no estaba tan arraigada como en Oriente, donde el culto
al monarca tenía una tradición de siglos.

Todo esto no era más que una justificación teórica del acontecimiento, Durante el siglo II
d.C. cuando la sucesión al trono se llevó a cabo mediante la adopción del mejor, los
emperadores decretaron la divinización de los antecesores que los habían elegido con el
fin de legitimar su propia situación. Esto ocurrió con todos los miembros de la dinastía
Antonina que fueron honrados con la “consecratio”

El culto imperial contó con eficaces instituciones dedicadas a mantener e incluso a


fomentar el mismo, como los Colegios sacerdotales de los Flamines augustales,
extendidos desde la época flavia en todas las provincias del Imperio. Pero no solo fue la
política de los césares, también las artes y la literatura ayudaron a implantar y difundir el
culto imperial.

La ceremonia de la “consecratio” se conoce con bastante detalle gracias, entre otros al


relato de Herodiano, historiador del siglo III d.C., quien describe las ceremonias fúnebres
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que se llevaban a cabo, la pira funeraria, y cómo un águila (símbolo de Júpiter) era
soltada en el momento de la cremación “para que se remontara hacia el cielo con el
fuego”. Finalmente un testigo (generalmente un senador), afirmaba haber visto al espíritu
del emperador abandonar la pira y subir hacia el cielo.

En las monedas la ceremonia era evocada con la leyenda: CONSECRATIO y el


ocasiones con las siglas S.C. aludiendo a la intervención del Senado.

Al mismo tiempo se formaba toda una ideología en su entorno. El princeps, además de


ser divinizado en su Genius y su Numen, era con frecuencia hijo de la divinidad (Divi
Filius).

Incluso era identificado con virtudes y abstracciones divinizadas relacionadas con la


propia propaganda política de Roma: Honos, Pax, Fides, Virtus, etc. y con su propia
ideología política. Así príncipes como Nerón, Cómmodo o Diocleciano se identificaron con
un dios (Apolo-Helios, Hércules o Júpiter).

El culto Imperial tuvo adversarios como los filósofos estoicos que lo ridiculizaban. El
cristianismo, que no aceptaba más que su propio y único Dios, fue su principal enemigo.,
logrando que la autoridad imperial pasara a ser asignada y refrendada por esta Divinidad.

Puesto que era una herramienta de propaganda centrada en los líderes, el culto imperial
romano puede considerarse un culto a la personalidad. El número total de emperadores
augustos y miembros de sus familias divinizados fue de cuarenta y siete siendo el primero
Julio Cesar (que no fue emperador) y el último Constantino.

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4.- Semejanzas y diferencias entre los dioses tradicionales del panteón
romano y los emperadores divinizados.
La religión romana era una religión politeísta, emparentada con la religión griega antigua.
A los romanos les inquieta el poder de los dioses por lo que intentan vivir en buena
armonía con ellos, reconociendo su superioridad, y rindiéndoles culto a través de los ritos.

Podríamos decir que la religión es un acto "diplomático" con los dioses: se busca la paz
de los dioses (Pax deorum). La finalidad del culto no es ni personal ni del más allá, sino
que es colectiva y terrestre. Por tanto, la religión es el conjunto de las prácticas rituales
cívicas que buscan el bienestar de la ciudad.

Incluso en el momento de la fundación de la ciudad por Rómulo, se piensa que los dioses
han dado su acuerdo a esa decisión y han trasmitido buenos presagios sobre la misma.
Este acuerdo no es sólo un apoyo de los dioses, sino que los romanos veían más allá:
Este acuerdo significa que los dioses le son favorables a Roma y que, por tanto, los
romanos están en paz con los dioses. Esto les asegura protección eterna.

Este favor y este soporte de los dioses son esenciales y, por tanto, es importante
mantenerlos. Los dioses al estar del lado de Roma, ayudarán constantemente a los
romanos. Así, todo acontecimiento desfavorable para la ciudad de Roma, se pensaba que
era consecuencia de una ofensa hecha a los dioses y que convenía reparar lo antes
posible.

Para los romanos la religión era, ante todo, el temor a lo sobrenatural. En Roma, la
religión tenía dos vertientes: una pública, el culto estatal, y otra privada, el culto a los lares
familiares.

El sacrificio es el rito más importante porque permite mantener el "Pax Deorum"


reconociendo la superioridad de los dioses a través de un voto. Es practicado por un
magistrado o por un padre de familia para la religión doméstica.

El panteón romano se creó influido por el griego y el etrusco. Los dioses son casi los
mismos, aunque cambien de nombre. Para comprender la religión romana es importante
entender que para ellos no implicaba la asunción de una filosofía, una moral y un
programa de vida (que es lo que hoy entendemos, tras la influencia del cristianismo o el
islam), sino la participación en los ritos.

El hombre religioso era el que participaba en el rito (no el creyente), de esta manera se
explica que en Roma se asentasen todas las religiones del Imperio ya que no modificaban
las creencias individuales, sino que permitían participar en sus celebraciones.

Los romanos también veneraban, en casa a los dioses protectores del hogar y de la
familia: en cada casa había un altar dedicado a estos dioses. Además, los romanos eran
muy supersticiosos y, antes de tomar una decisión, consultaban la voluntad de los dioses,
expresada por medio de los oráculos.

En su gran mayoría la masa popular, sobre todo en el campo, era fiel a la religión
tradicional romana. El ateísmo no existe y siempre hubo una religión oficial del Estado
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romano, a la vez que éste mantuvo una relevante libertad con la mayoría de las creencias
ajenas al mismo, sin embargo la clases más altas y cultas se aficionaron a las doctrinas
filosóficas como el epicureísmo y el estoicismo que enseñaban una moral y unas normas
de vida.

Tras las conquistas y expansión del Imperio hubo influencias externas aceptando otras
religiones que cubrían otro tipo de necesidades espirituales como las religiones llamadas
mistéricas o de salvación.

Los gobernantes eran escrupulosos con los cultos y ritos religiosos intentando que
permanecieran invariablemente en su forma tradicional y asociando los distintos
sacerdocios a los cargos de los altos magistrados. La religión romana nunca dejó de estar
asociada a la vida pública.

Y aquí es donde entronca la divinización de los emperadores en su relación con el poder


del estado y su utilización para el “control” de la plebe. Es posible que la tradición romana
de honrar a los muertos, llevara a Augusto a la deificación de Julio Cesar, lo que
automáticamente implicaba la realización de ritos, festejos y ceremonias que agrandaban
su memoria y a la vez de alguna forma “pretendían” que mantuviera su influencia positiva
desde el “más allá”.

Por tanto era una herramienta utilizada por los herederos (que deificaban a sus
antepasados) para justificar por un lado su propio nombramiento, su propio mandato (no
podía haber duda de que era el gobernante adecuado si lo había designado un dios) así
como para establecer cierto nivel de no-revisionismo de sus actos y decisiones tomadas
en vida pues siendo dioses no podían ser equivocadas.

El culto a dioses tradicionales, mitológicos, o emperadores divinizados perseguía al fin y


al cabo el mismo objetivo, buscar su favor o al menos no despertar su “ira”, por ello no
cabe duda que la “manipulación” se producía al “elevar” a la categoría de “dios” a quien
únicamente había sido un gobernante del que se habría constatado (algo imposible en los
dioses mitologícos) que por muchas que fueran su virtudes políticas o guerreras, no
serían de ninguna forma sobrenaturales.

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5.- Opinión personal sobre la divinización de los dirigentes
La divinización de los Emperadores Romanos es sin duda un arma de propaganda, un
resorte político, utilizado por éstos, como había ocurrido con anterioridad y ocurrirá con
posterioridad en otras culturas, épocas y civilizaciones con el fin de asentar su poder
terrenal sobre bases sobrenaturales, que inspiren sino temor, sí un gran respeto y
obediencia ciega del pueblo al que gobiernan.

Se ponen de manifiesto determinadas virtudes imperiales que han acompañado la acción


política del gobernante y al adorar las mismas, se está adorando al propio gobernante.

Este culto proclamado, propagado y convenientemente publicitado facilita de alguna forma


la cohesión social, incluso en territorios muy extensos (como es el caso del Imperio
Romano) que pueden tener dioses tradicionales distintos por lo que es más fácil
cohesionarse creando una referencia más cercana y única a todos ellos.

No es desdeñable que los propios dirigentes imbuidos de alguna forma de ciertos “aires
de grandeza y superioridad”, se identificaran de tal forma con la idea de su origen divino y
que lo asumieran como real, más allá de tratarse de una simple manipulación política,
pero en esta época de los primeros siglos de nuestra era, ya ha habido corrientes de
pensamiento sobre todo helenistas que han buscado, estudiado y filosofado sobre el por
qué de las cosas, de la tierra, del hombre y ya no es tan facil “engañar” a todo el pueblo
que tiene miedo a todo lo que no entiende. Creo que hay más de imposición aceptada por
la autoridad de quien emana que una creencia sincera.

Por tanto estoy convencido que como ha ocurrido en civilizaciones anteriores como la
griega o la egipcia y más aun en cualquier grupo social desde que el hombre se convierte
en sedentario y empieza a organizarse socialmente de forma compleja, la religión, como
respuesta a fenómenos que el hombre desconoce, se vuelve en un arma de poder que
será utilizado por los gobernantes, que normalmente habrán llegado al poder por la fuerza
(suya o de otros), para legitimarse de forma que sean aceptados y obedecidos por su
pueblo con las menos reservas posibles.

Hay un paso inicial que se ha repetido a lo largo de la historia del humanidad y que aún
todavía se da en algunas civilizaciones y religiones (islam) que es la íntima unión-relación
entre el jefe civil y el jefe religioso de forma que las obligaciones religiosas influyen en las
normas civiles y viceversa, pero el caso de la divinización o deificación de los
emperadores romanos o en su caso de los faraones egipcios es sin duda el paso máximo
de un poder absoluto y teocrático que sólo puede ser admitido desde la ignorancia o la
imposición por la fuerza.

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BIBLIOGRAFÍA

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Historia. Un sitio para los apasionados de la Historia.
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• http://anatomiadelahistoria.com/2012/03/el-culto-al-emperador-a-traves-de-las-
virtudes-en-el-imperio-romano-i/ El culto al emperador a través de las virtudes en el
Imperio Romano.

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