Más crianza, menos terapia, una de las frases con las que se abre la conferencia y
presentación, lo cual hace referencia y nos recuerda la importancia de la atención temprana
en la infancia para la prevención de problemas de salud mental tanto en esta etapa de la vida como en posteriores, dado que como se ha comprobado en innumerables ocasiones, la crianza de los hijos está profundamente ligada a su salud emocional. ¿Qué es hacer crianza?, ¿cuándo se sabe que estamos haciendo una crianza buena? Unos de los puntos más relevantes de la exposición que se ofrece a través de la presentación del libro es esta idea de que los niños a través de su inexperiencia y su forma fresca y original de pensar, nos obliga a nosotros como adultos a construir y reconstruir nuestras experiencias a través de las dudas que nos plantean los niños. Los niños se plantean problemas y cuestiones que para los adultos ya han sido olvidadas o en muchos casos se plantean de tal manera que no han sido consideras jamás por éstos. Poseen menos diques en su pensamiento, no han cerrado tantas habitaciones privadas. En este sentido, la duda y búsqueda de los niños termina abriendo nuevos caminos y construcciones para el pensamiento del adulto, esta relación se va recreando de tal manera que trasforma a ambos. La relación entre los hijos y los padres es algo que los transforma en su pensamiento y forma de relacionarse. Dependiendo el punto de vista que se tome al respecto, a la curiosidad misma de los niños se le puede considerar como un deseo puro de conocimiento, un hambre de entendimiento, que a través de sus preguntas inocentes obliga al adulto a crear nuevas nociones que le permitan considerar aristas de la realidad que no había alcanzado a ver. Esta dialéctica da pie a categorías conceptuales que cambian la mirada ante el mundo. Por desgracia, estas dudas constantes de los hijos pueden hacer que también se caiga en cierto autoritarismo, esa fatiga, ese cansancio de los padres que no están siempre en la mejor posición de resolver de manera satisfactoria las dudas de sus hijos, para finalmente arribar en un “Porque sí” o “porque yo lo digo”. El saber es autoritario. En los adultos es político. Estas obligaciones nuevas que se le van presentando a los padres a través de las incesantes dudas y cuestionamientos que les hacen sus hijos, los llega a poner en situaciones suficientemente incómodas cuando toca temas para los cuales el padre carece de respuestas claras o satisfactorias. Lo anterior no llega a estar libre de conflictos. La Filosofía en sus orígenes busca satisfacer la curiosidad y la comprensión del mundo, sin embargo, un punto comúnmente olvidado dentro de la búsqueda filosófica es la parte lúdica, ese juego, ese placer que obtienen los niños no sólo al comprender algo, sino hacerlo de manera juguetona. Desde los orígenes del psicoanálisis del juego, se ha comprendido al juego es una forma de expresión inconsciente, que además busca lo lúdico. Los niños juegan al matrimonio, que es cuando lo pueden hacer funcionar, mientras que los adultos que no juegan al matrimonio, sino que lo sintomatizan. Los hijos necesitan ser eso mismo, hijos, estar filiados, de otra forma las expresiones emocionales corren el riesgo de vivirse de forma negativa en el sentido que se padecen de manera que no llevan a una trasformación, no hay progreso psicológico. Muchas de las actividades que se tienen dentro de la relación de crianza buscan precisamente la disminución de la angustia de los padres en lugar de la de los hijos. Es sabido que esta angustia es muchas veces proyectada en ellos, al no ser reconocida conscientemente en el adulto. El dejar de lado la postura de que la Academia es la única autorizada a poseer y expresar el saber, hace que se pierdan otras opciones de saber, como el saber que tienen los niños. No es estar en contra del conocimiento científico académico, sino una forma monopólica ante el saber. El entrar en contacto con los niños y sus dudas, su búsqueda de explicación y su facilidad de expresar ideas con conexiones desconcertantes, nos recuerda que el mundo no está hilado, sino que lo vamos hilando constantemente y de forma activa en nuestro hacer en el mundo.