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RESEÑAS CATÁLOGO AUDISEA

Audisea editora
Tal como se presenta una editorial amiga: “Ni comercial ni cultural” y en cambio,
reclamando para sí “la fuerza elemental de resistencia que procede de una
disyunción que no se ha de resolver asumiendo ninguno de los dos términos”,
Audisea intenta algo parecido, salirse del lenguaje bien hablado: nada de lo
cultural; y salirse del lenguaje especular: nada de lo comercial. Entre “ni lo uno ni
lo otro” se decide el trabajo de la editorial. Y entre “ni lo uno ni lo otro”
—creemos— está la poesía, espacio literario al que se dedica Audisea a
sabiendas del manto de invisibilidad que esta decisión le arroja encima.
Y sin embargo, los libros no tienen otra opción que ser distribuidos por la fuerza
del mercado. Pero una vez ahí, más allá de los números, los títulos y las ventas,
pasa algo misterioso: el comienzo de la vida perecedera de un libro que se cruzará
—con suerte— durante su camino con más de un lector.
De ahí que lo mejor sea pensar con Víktor Shklovski: “Entonces hay dos caminos.
Irse, atrincherarse, ganar dinero con otra cosa que no sea la literatura, y escribir
en su casa para uno mismo. Hay otro camino: salir a describir la vida y buscar
concienzudamente una nueva forma de vida y una correcta concepción del
mundo. No existe un tercer camino. Y es justo por ése por el que hay que ir.”
Audisea está en ese brete, que en el fondo es su espacio vital. Dedicada a la
publicación de poesía, sus colecciones reúnen poesía en traducción, poesía
latinoamericana y ensayos de poesía. Espacios todos ellos destinados a una
suerte de ​non serviam ​pero que, aún así, realizan su tarea por otros medios.

Crudas
No es casual, el primer poema ​Amor a los 5 nos habla de una experiencia fuera de
término: una escena de sexo a los cinco años de una niña. El último poema de la
última serie, concluye: “Y yo sin un ritual, sin religión”. Paz Busquet pareciera
hablarnos otra vez de una experiencia fuera de término: algo que está de más o
de menos ―en su vida, en la vida― algo que no es posible digerir con este cuerpo
tal y como se lo tiene. Demasiado pequeño, demasiado mujer, demasiado animal.
Leer ​Crudas es ir a un demasiado. Leerlo en palabras jóvenes, y por qué no, casi
inocentes.

RESUMEN
Paz Busquet pareciera hablarnos otra vez de una experiencia fuera de término:
algo que está de más o de menos ―en su vida, en la vida― algo que no es
posible digerir con este cuerpo tal y como se lo tiene. Demasiado pequeño,
demasiado mujer, demasiado animal.

Templo del mundo


Templo del mundo arrastra épocas. Vemos los siglos transcurridos desde esa
Grecia arcaica de templos y panteones, hasta la actualidad. Actualidad que sin
embargo sigue siendo mítica. Yannis Yfantís escribe: “Que vivimos míticamente se
nos escapa”. Pareciera decirnos: el tiempo del mito ―tiempo heleno donde los
dioses se peleaban y se gustaban con los hombres―, es también nuestro tiempo.
¿Qué vemos en ​Templo del mundo​? Vemos los mitos del hombre tan antiguos
como actuales, dichos por un griego, un poeta griego de hoy, que vive hoy en esta
Grecia atravesada por el mito imperial de un mundo que dice andar plantado en la
razón.

RESUMEN
Yannis Yfantís escribe: “Que vivimos míticamente se nos escapa”. Pareciera
decirnos: el tiempo del mito es también nuestro tiempo. Templo del mundo
recupera los mitos del hombre tan antiguos como actuales, dichos por poeta que
vive hoy en esta Grecia atravesada por el mito imperial.

Canto fijo
Canto fijo no se deja medir por los conceptos históricos. Hace callar al relato
conocido para que se oiga lo que no se sabe en lo sabido. Nos resta la pregunta:
¿quién es el que así habla?
Si el pasado debe ser recordado desde el punto de vista de los vencidos, entonces
leer ​Canto fijo es buscar ese punto donde los hechos vuelven a decirse en la voz
de los caídos. Esa voz recoge el autor, para anunciarla a sabiendas de una justicia
imposible, pero en el ánimo, con el ánimo de esa justicia. Es indudable, hay un
hecho de justeza en el poemario de Fernando Herrera. No solo hablamos de la
temática del libro, que recoge la herencia judeo-cristiana y su paso por esta parte
del mundo occidental, sino que, en palabras concisas, más bien justas, Herrera
logra tomar esa voz que la historia olvida. La historia olvida siempre que dice “así
fueron las cosas”. Los poemas de ​Canto fijo reclaman: “así dejamos que fueran”
“así no debieron ser”.

RESUMEN

Canto fijo no se deja medir por los conceptos históricos. Fernando Herrera logra tomar
esa voz que la historia olvida. La historia olvida siempre que dice "así fueron las cosas".
Los poemas de Canto fijo reclaman: "así dejamos que fueran" "así no debieron ser".

Siguiente vitalidad
¿Qué dosis de extranjería podemos recibir? Si leemos desde acá, ​Siguiente
vitalidad nombra extrañas palabras: Gómel, Chernóbil, Prípiat. Palabras lejanas,
que dichas por Natalia, se arriman sin tocarnos. Hay una ofrenda en la poesía de
Litvinova y hay, a la vez, una distancia infranqueable. Hay una promesa y una
retraída. Lo vemos en sus paisajes, la autora escribe: “O mejor el bosque, donde
hay flores, hongos/ radiación y casi no hay recuerdos.” Este ofrecimiento idílico,
se interrumpe de improviso por la historia de un país ―hoy en día― desaparecido.
Bielorrusia rompe la lírica del poema, trae la extranjería que pedimos, sí, pero
contada dulce, dulcemente.

RESUMEN
¿Qué dosis de extranjería podemos recibir? Hay una ofrenda en la poesía de
Litvinova y hay, a la vez, una distancia infranqueable. Este ofrecimiento idílico, se
interrumpe de improviso por la historia de un país ―hoy en día― desaparecido.
Bielorrusia rompe la lírica del poema, trae la extranjería que pedimos, sí, pero
contada dulce, dulcemente.

Lo atenuado
“Tu nombre, como nada en nadie más”, Javier Galarza termina más de un poema
así. Remate que vemos aparecer en otro de sus libros. Queremos decir, remate
que insiste, que cobra el lugar de una insistencia: yo y tú. O más bien: tú entonces
yo. Galarza antepone un tú, un tú cualquiera, ese, alguien, alguno, al menos uno,
para decir luego “mendigo yo. Extraño yo.”
“Alguno es el que queda cuando ya no hay nadie” escribe Blanchot, autor que
Galarza cita en el epígrafe de ​Lo atenuado.​ Esa textualidad entonces. Al menos
alguien y luego el mundo.

RESUMEN
“Alguno es el que queda cuando ya no hay nadie” escribe Blanchot, autor que
Galarza cita en el epígrafe de ​Lo atenuado.​ El poemario antepone un tú, un tú
cualquiera, ese, alguien, alguno, al menos uno, para decir luego “mendigo yo.
Extraño yo.” Esa textualidad entonces. Al menos alguien y luego el mundo.

Disparó el arma
Disparó el arma ​se centra en los acontecimientos que tuvieron lugar en los últimos
años de la República Federal de Armenia. Pero sus poemas no dejan de resultar
cercanos a los lectores hispanohablantes en gran medida por la sencillez con la
que la autora se decide a escribir. “Antipoesía” es uno de los lemas de Petrossian.
Nada de elocuencia y excesos de lirismo. Entre la poesía y el periodismo, la
escritora se maneja en un límite que sorprende. Criada en la URSS, su punto de
vista también nos deja llenos de preguntas.

RESUMEN
Disparó el arma ​se centra en los acontecimientos que tuvieron lugar en los últimos
años de la República Federal de Armenia. “Antipoesía” es uno de los lemas de
Petrossian. Entre la poesía y el periodismo, la escritora se maneja en un límite que
sorprende. Criada en la URSS, su punto de vista también nos deja llenos de
preguntas.

Un asterisco Polonia
Ir por los tiempos donde no se estuvo para buscarles las palabras y entonces
quedarse ​—​como quien dice: a pasar la noche​— en el tiempo que nos toca. José
Kozer salta, al mejor estilo paratáctico, de un momento a otro: no solo el contenido
de sus poemas viaja en las épocas, son también los usos del lenguaje los que
llevan al lector de un español antiguo “oh muchachos al galope ved” hasta el uso
de un inglés​ ex machina:​ “a) coprolitos, b) copyright, c) kozer josé.”
Un asterisco Polonia es un poemario escrito por un cubano expatriado que vive
actualmente en Estados Unidos y lleva la lengua ​—​perdida, por eso mismo
poética​— de​ Chéjonov, la aldea natal de su padre en la frontera con Ucrania,
pueblo que más tarde los nazis destruyeron hasta volverlo inexistente.
La migración de Kozer es doble: desde el niño que comienza a escribir en el
cuarto con muebles de caoba durante las horas muertas en La Habana, hasta el
hombre que lleva al día de la fecha más de once mil poemas escritos. Pero
también la escritura de José migra del yiddish al cubano y del cubano al inglés,
que es como decir: de las rémoras de la guerra en Polonia, pasando por esa Cuba
en plena estampida revolucionaria hasta las fauces mismas de occidente.
Recordemos del latín ​occidens:​ el que mata y el que muere.

RESUMEN:
​ igra de las rémoras de guerra en
Un asterisco Polonia es un poemario que m
Polonia, pasando por esa Cuba en plena estampida revolucionaria hasta las
fauces mismas de occidente.

Litoral Central
​ s su
Desde que Diego Alfaro Palma llegó a la Argentina en 2013, ​Litoral Central e
segundo libro publicado. Luego de ​Tordo (​ Premio Municipal de Santiago 2015)
―obra que se mete directamente con la flora de Chile y sus geografìas―, ​Litoral
se incrusta de lleno en ese campo chileno que son sus plantas, sus yuyos, su
arena, el mar. Y desde ese suelo crecido, Diego Alfaro habla codo a codo con los
grandes poemas de su tierra.
Porque tres cosas ocurren en ​Litoral Central:​ un amor por lo simple, un amor por lo
poco ―o lo que podría no estar―, y una voz que reúne esas dos cosas en forma
de devoción. Devoción que no deja de hacernos ver, sin embargo, la inserción de
ese mundo íntimo en la acuciante realidad: “Perdona a esos industriales que no
saben lo que hacen / Danos la fe de aguardar la lluvia para las verduras”. Esta es
la experiencia que se lee en ​Litoral Central. ​El libro a
​ madrina lo personal pero lo
diferencia de lo privado, muestra lo íntimo pero lo diferencia de lo individual. Y esa
experiencia hermana al lector con la poesía de este autor y con esta región que
llamamos Sudamérica.

Pero algo especial pasa también en el poema “En el Bowen”, pertenciente a la


primera sección del libro titulada “Vaguada costera”. Ahí leemos: “Te digo hay
robles peumos y boldos para regenerar la tierra / y una flor de azar me respondes
una flor de azar una flor de azar / y me calmo”. Nos recuerda a Gertrude Stein,
que escribe: “A rose is a rose is a rose is a rose”, aunque en una versión distinta,
quizá más vívida: una flor ―de azar― y el alivio por esa flor ―que por azar y de
azar― llegue y sea. El alivio también porque al repetir la frase, el mismo verso se
pone a rezar o a florecer, como exhorta Vicente Huidobro, la flor en el poema. Y
así Alfaro Palma la ​crea​, un poco como pidiéndola y otro poco como
agradeciendo. Y eso calma al lector, y —como dice el epígrafe del libro— nos
devuelve al verano.
El verano que devuelve esa flor de azar evocada por Alfaro, podría leerse, incluso,
como la tarea de la poesía. El detalle, mínimo y frágil, de esa flor restituye una
historia que se ha encargado de arrasar la posibilidad de toda devoción frente a lo
ínfimo. En esos versos leemos entonces también la tarea de la poesía: contar la
historia que ni los gobiernos ni las instituciones de nuestra latitud han contado. Lo
dice el mismo poeta en una entrevista: “Creo que gran parte de la historia la
pudimos conocer gracias a la poesía. Y es nuestro valor moral frente al
decaimiento de las instituciones”.
En todo caso, hay algo cierto: la voz de Alfaro Palma ​es una mirada sobre las
cosas. Eso llamamos su física: una mirada que le hace una piedad a la realidad
que tenemos. Una piedad que le acaricia el lomo a la vida.

RESUMEN
Litoral Central a ​ madrina lo personal pero lo diferencia de lo privado, nos muestra
lo íntimo pero lo diferencia de lo individual, y esa experiencia hermana al lector
con la poesía de este autor y con esta región que llamamos Sudamérica. Hay algo
cierto: ​Litoral Central es una mirada sobre las cosas. Eso llamamos su física: una
mirada que le hace una piedad a la realidad que tenemos. Una piedad que le
acaricia el lomo a la vida.

De la materia en forma de sonido


Alcanza un poema para que todo el materialismo de Óscar de Pablo increpe:
“Patroclo en Chinameca”. De Pablo reescribe la tragedia al retomar el emblema de
la guerra trágica: Troya. ¿Pero cuál es la verdadera tragedia?
Para el poeta está claro: fue Patroclo, amante de Aquiles ―breve y espléndido
como los héroes y los amantes―, la tragedia fue él. “Pero ocurrió tu ego al poco
tiempo, como ocurren las grandes / derrotas de la historia”. Unos versos antes, el
poeta ya anunciaba: “¿Quién te iba a dar permiso ―a ti― de ir a la guerra? Y
desde luego que me fui contigo…”. Ese muchachito precoz que Aquiles llevó
consigo para el amor más que para la guerra, para el esplendor más que para la
historia, para él más que para los aqueos, fue Patroclo, que en la versión de de
Pablo, dice:
“Y me vestí la plata de tu traje de charro”... “La vestí enamorado, toda esa plata
tuya”... “Porque a mí me mataron para que tú lloraras. No para que llorara mi
madre ni mi pueblo. Pues nadie sabe el nombre de mi madre. Pues nadie sabe el
nombre de mi pueblo”.
Acá está el hilo que desenvuelve la tragedia que saca a la luz de Pablo: ni la
muerte de Aquiles, ni la de Héctor, ni la Helena robada, ni su sombra: la tragedia
son las tantas carnes que se fueron con el ego de uno. El individuo ―que bajo el
manto del héroe― arrasa las historias y oculta con su lumbre los desahucios de
los pueblos.
“Saben el nombre de tu carne morena, saben el nombre de tu olor a montura (...)
Aunque fuera mi cuerpo el que caía en el polvo, cuando el tuyo caía, digamos, en
Criseida”.
Como las crisis actuales del capitalismo ―que según dicen― nunca las sufre el
capital, sino los pueblos, así las guerras de antaño en manos de un héroe,
Aquiles, la bella Helena o quien fuere que en su nombre se monte el destino del
pueblo, las sufren los que para esa guerra no tienen más que su propio esqueleto:
“Porque el guapo eras tú, y el de la noble rabia, mientras yo no tenía más que el
pellejo y eso fue lo que di”.
Si quisiéramos encontrar la lectura materialista que revela la tragedia de aquellos
que solo tienen su fuerza de trabajo para ofrecer al mercado, nada indica que el
poema de de Pablo no pueda ser leído bajo este lente. Las batallas heroicas que
Homero narró, de Pablo las actualiza al verlas ―lejos del esplendor heroico―
como el desastre que se repite en la historia:
“Han de llorar por ti, mi general. Han de llorar por ti, mierda de siglos. Por tu carne
morena, por tu olor a montura”. Y ahí nomás, agrega:
“Pero todos los reyes, aún los más pequeños, han nacido cobardes (...)
demasiado cobardes para el anonimato”.

RESUMEN:
Alcanza un poema para que todo el materialismo de Óscar de Pablo increpe. Si
quisiéramos encontrar la lectura materialista que revela la tragedia de aquellos
que solo tienen su fuerza de trabajo para ofrecer al mercado, nada indica que el
poema de de Pablo “Patroclo en Chinameca” no pueda ser leído bajo este lente.
Las batallas heroicas que Homero narró, de Pablo las actualiza al verlas ―lejos
del esplendor heroico― como el desastre que se repite en la historia: “Han de
llorar por ti, mi general. Han de llorar por ti, mierda de siglos. Por tu carne morena,
por tu olor a montura”. Y ahí nomás, agrega: “Pero todos los reyes, aún los más
pequeños, han nacido cobardes”. “Demasiado cobardes para el anonimato”.

Las ciudades de agua


Todos sabemos que Raúl Zurita trabaja con los datos básicos de su vida. Porque
tal como él dice: “Una obra es el correlato de la vida o no es”. Pero quizá sea ​Las
ciudades de agua uno de sus libros más originarios, o al menos, aquel que revela
una imagen del autor más ligada a su intimísima querencia. El libro habla del
comienzo, y lo hace con una lengua primordial, tan primordial como lo fueron los
primeros ríos que el poeta evoca, y que al nacer surcaron la tierra, los valles y lo
que con ellos viniera. Esta es la lengua de ​Las ciudades de agua.​ Lengua que
habla de distintos modos a lo largo del libro, sin dejar de remitirnos a un origen
siempre buscado y siempre perdido. Son tres las series que mejor la muestran:
primero “América”, ese tríptico de poemas que con el mapundungún y el folklore
andino arma una lengua filial con la tierra y sus hablas precolombinas: “Pasarai
kumpa el risco chau peñita ñi veli / mamayeska huasca leufu del zorro río / si en
bote o en llorito la pasarai kumpa / Antoño ¿la noche? ¿la noche? ¿la noche?”.
Luego la serie “¿Por qué te mueres?”, donde la lengua habla un poco descorrida
de nuestros castellanos, y que justamente por eso, agarra esa ternura del lenguaje
de los pueblos: “Él suelta que mismo que los animales el pariente / muere, sin
palabras, dejando negro el noche y el / día también. Mi hermana le contesta que
sólo el / lloro es lluvia y que ella ni nadie parará de / llover ni pájaros ni arrumacos
oirá más”.
La tercera serie, titulada “Cielo abajo”, habla una lengua ya no mapuche, ya no
andina, ya no alterada en su sintaxis, pero que sin embargo resulta tan primordial
como las otras. Esta serie de poemas con la que el libro empieza —y termina—
evoca un padre que no responde. El último verso del primer poema: “No me
hablas papá”, y el último verso del último poema: “Nunca me respondes papá”,
recuerdan al mismo Jehová que en los comienzos no respondió a sus hijos para
que creyeran en él.
Las ciudades de agua parece remitir entonces a ese origen que a la vez de
perdido, está siendo buscado, con esa delicadeza con la que sólo la poesía puede
señalar lo ausente. Por eso resulta que este libro, en su expresión y en sus
materiales, sea uno de los más originarios, si vale llamarlo así, de la obra
zuritiana. Y por eso quizá sea ​Las ciudades de agua también un buen punto de
partida para obras posteriores tales como ​Cuadernos de guerra o ​Los países
muertos,​ donde estos mismos temas alcanzan otras vivencias históricas, como lo
fueron Hiroshima y Auschwitz.

RESUMEN
Todos sabemos que Raúl Zurita trabaja con los datos básicos de su vida. Porque
tal como él dice: “Una obra es el correlato de la vida o no es”. Pero quizá sea ​Las
ciudades de agua uno de sus libros que mejor revela una imagen del autor más
ligada a su intimísma querencia. El libro habla del comienzo, y lo hace con una
lengua primordial, tan primordial como lo fueron los primeros ríos que el poeta
evoca, y que al nacer surcaron la tierra, los valles y lo que con ellos viniera. Esta
es la lengua de ​Las ciudades de agua​. Lengua que habla de distintos modos a lo
largo del libro, sin dejar de remitirnos a un origen que a la vez de perdido, está
siendo buscado, con esa delicadeza con la que sólo la poesía puede señalar lo
ausente.
Colección Azor
Obras de poesía en lengua española.

Colección Artesa
Obras de poesía bilingüe.

Colección Anacoreta:
Selección de ensayos y crítica literaria.

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