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El problema de Hume en la filosofía de Karl Popper

Jacob Buganza Torio

Dentro de la reflexión epistemológica llevada a cabo por sir Karl Popper, hay dos problemas
recurrentes etiquetados de manera sugerente. Hay lo que él llama, por un lado, el problema de
Hume y, por otro, el problema de Kant. Esta no es otra cosa que una manera distinta de referirse a
dos problemas tradicionales de la filosofía (por lo menos de la filosofía moderna, aunque ya desde la
antigua se atestigua una preocupación semejante). Al problema de la inducción por la vía lógica es al
que llama el problema de Hume, mientras que al de la demarcación entre la ciencia y la
pseudociencia (metafísica), o sea, al problema de saber hasta dónde llega el conocimiento científico
por la sola fuerza de la razón, le llama el problema de Kant. En este artículo pretendo reflexionar
sobre el problema de Hume. Para ello, será pertinente reflexionar por separado sobre dos conceptos
fundamentales de esta discusión. Estos conceptos son los de ciencia e inducción. Ellos servirán para
discutir el problema de Hume en la filosofía de Popper.

La definición de ciencia

Desde la episteme de los griegos y la scientia de los medievales, se ha dicho que la ciencia es un
conocimiento acerca de las causas de los entes; por ello, la ciencia es primariamente un saber, un
conocimiento. Sin embargo, el saber científico no es “cualquier” saber. El filósofo mexicano Mauricio
Beuchot, siguiendo a Aristóteles y a Santo Tomás de Aquino, señala que es un saber por medio de
causas. Este saber, recurriendo a la interpretación de los filósofos mencionados, debe conseguirse
por medio de la evidencia de los entes, que a su vez provoca una certeza en el sujeto que conoce.
Es así que, ante la evidencia, normalmente se asiente, aunque no en todos los casos (por ejemplo,
la evidencia del movimiento solar). De esta manera, se contrapone al conocimiento heredado, al
conocimiento por autoridad, etcétera.

Sin embargo, ese saber que tiene la ciencia no es un saber acabado, monolítico, frío, invariable y
que todo lo abarca. La ciencia tiene actualmente dentro de sus notas el carácter de limitado, esto es,
estudia una cierta parte de la realidad sin agotarla completamente. Un ejemplo ayudará. La biología
estudia a los seres vivientes, mientras que la biología celular estudia tan sólo a una parte de los
seres vivientes, o sea, la célula.

Cada vez hay más especialistas en campos de estudio cada vez más reducidos, y esto pone de
manifiesto el carácter limitado de la ciencia, la cual se encuentra dinámicamente dirigida a aspectos
cada vez más específicos de la realidad. Ahora bien, ¿por qué pregunta el hombre? ¿Por qué buscar
una explicación de la realidad? Una respuesta posible es que necesita resolver sus problemas, tanto
fundamentales como circunstanciales. Es parte de la esencia del hombre el preguntar y el buscar las
respuestas que resuelvan los problemas. Todo ello se puede resumir de la siguiente manera: el
hombre pregunta y busca la verdad. Es claro que no se puede contentar con respuestas falsas, pues
de hecho no desea que su conocimiento sea erróneo; busca, en cambio, que su conocimiento sea
verdadero; no busca que su conocimiento sea falso o inadecuado con la realidad. El propósito de la
ciencia –al igual que el de la filosofía– es encontrar la verdad, aunque el hombre sólo tenga la
capacidad de acercarse a ella sin poseerla definitivamente.
Pero la respuesta a las preguntas fundamentales y circunstanciales del hombre no es el único
propósito de la ciencia. Hay otra característica más, y esta parece ser una idea moderna impulsada
por Francis Bacon y René Descartes. Esta característica es que se busca dominar la naturaleza y
ponerla al servicio del hombre. Por ejemplo, al conocer las características del petróleo, se buscó
ponerlas al servicio humano, por lo que paulatinamente se le fueron encontrando diversas
aplicaciones, una de las cuales es muy común hoy día: la g a s o l i n a .

Para finalizar este primer punto, puede decirse que la ciencia es, por una parte, la búsqueda de la
verdad para poder explicar los fenómenos; por la otra, es la búsqueda de un saber que sirva para
poder dominar la naturaleza y ponerla al servicio de la humanidad (en donde ya entra el problema
ético, pues las aplicaciones pueden ser buenas o malas).

La inducción

Ahora bien, retomando la segunda cuestión, que se refiere a la inducción, se puede decir que es uno
de los grandes problemas filosóficos y metodológicos que ha habido en la historia. El término
“inducción” (e p a g o g é), propiamente hablando, fue tratado en Grecia por Aristóteles en sus
tratados de lógica1, quien lo definía de la siguiente manera: “La inducción es un paso de los
individuales a los universales”. Dicho término fue evolucionando hasta que Boecio lo tradujo al latín,
pero con ciertas matizaciones. Él lo llamó indutio, aunque también utilizó el término intuitio. No son
completamente distintos ambos vocablos, pero tampoco son completamente iguales. La intuición,
hablando con propiedad, es la capacidad humana de alcanzar los primeros principios de la
demostración, y en este sentido equivaldría al n o u s a r i s t o t é l i c o2; en cambio, la inducción
tendrá otras características que en el pensamiento contemporáneo la diferencian de la intuición.

La inducción, siguiendo la definición actual de José Rubén Sanabria, es el “razonamiento por el cual,
a partir de una o de varias proposiciones particulares, se establece una proposición universal”,
definición similar a la aristotélica. Ciertamente, tanto la intuición como la inducción van de lo
particular a lo general, y es por ello que hay cierta semejanza entre ambas ya que su camino es
ascendente. Pero en este caso nos centraremos en la inducción para así poder acceder al
pensamiento de Karl Popper, pues este pensador alude a la inducción y no a la intuición.

Pues bien, se puede decir que la inducción es un método lógico utilizado por la ciencia para acceder
a ciertas verdades que comparten un grupo de seres (o bien podría ser el caso de todos los seres,
como en el caso de la ontología o metafísica). Se va de los casos particulares a las proposiciones
universales. Habiendo visto sucintamente en qué consiste la inducción, ¿qué tiene que ver todo esto
con David Hume? Hume fue un gran filósofo empirista, y en el contexto del método científico tiene
dos grandes propuestas: a ) se opone a que los efectos tengan las mismas causas, es decir, se
opone a la “regularidad” de la naturaleza, y b ) se opone a la inducción. Según su visión, no se
pueden superar los límites de la experiencia dada fáctica mente y, así, su filosofía se convierte en
una especie de actualismo.

Y esto se sostiene porque es el propio Hume quien escribe que: “Más allá de la constante conjunción
de objetos similares, y la consecuente inferencia de uno a otro, no tenemos noción alguna de cierta
necesidad o conexión”. Hume responde que el pasar o aceptar que los sucesos siempre se darán de
la misma manera es porque nos hemos acostumbrado por experiencia. No hay ninguna razón por la
cual pueda aceptarse lógicamente, dice Hume, la necesidad del efecto por la causa. Ello sólo es
psicológico, una costumbre.

El problema de la inducción

Es hora de exponer qué piensa Popper acerca del problema de Hume. Y la mejor manera de hacerlo
es comenzando por saber qué entiende Popper por inducción con sus propias palabras: “Es usual
llamar inferencia inductiva al paso de estados singulares (llamados también estados particulares),
como el resultado de observaciones o experimentos, a estados universales, como hipótesis o
teorías”. Popper entiende por inducción lo que se ha visto de manera general en el punto anterior
con base en Aristóteles y Sanabria. Ciertamente, Popper está de acuerdo con dichas definiciones,
pues todas ellas subrayan el paso de lo particular a lo universal, con la aportación temática
popperiana de decir que la forma universal se da en hipótesis o teorías. Popper, para decirlo de la
manera más sencilla posible, no está de acuerdo con otros teóricos de la ciencia, como
Reichenbach, que sostienen que la inferencia proveniente de la inducción es válida. Tampoco lo está
con Kant, quien había dicho que la inferencia provocada por una inducción es válida a priori.

Tampoco queda satisfecho con autores como Keynes, que había dicho que la inducción es por lo
menos probable, o con Konrad Lorenz, con quien concuerda en aceptar el método hipotético-
deductivo y la crítica racional, pero rechaza los argumentos de éste a favor de la inducción. Popper
busca una nueva fundamentación, en la cual la valoración del método inductivo será negativa. Si la
inducción fuera analítica no habría problema. Pero como no lo es, el problema persiste porque no es
lógica su aceptación ni es tampoco una verdad evidente (elemento que metodológicamente exige la
ciencia).

De la experiencia de un animal (x) coloreado con cierta tonalidad, no se concluye o se sigue que
todos los animales (x) tengan dicha coloración. Por eso, para Popper, el problema es lógico y no
puede ser aceptado por la ciencia dado que esta trata de explicar todo partiendo de inferencias
evidentes. Por ello, dice Popper, la inducción no puede ser, en definitiva, aceptada. Sin embargo, lo
que realmente sucede (en la vida del científico, si se quiere) es que la ciencia sí procede
inductivamente (incluso también surge de los experimentos, como acertadamente ha mostrado Ian
Hacking). Si se observan bien las cosas, pareciera retomar, aunque con otra perspectiva, las ideas
de Aristóteles. Para el Estagirita, la ciencia es esencialmente deductiva, es decir, pasa de unos
enunciados a otros pero sin concluir leyes generales; sin embargo, sí considera la inducción como
un paso necesario para la ciencia, porque si la ciencia no tiene de donde partir y busca demostrar
todo, se caería en un regresus ad infinitum.

El clásico ejemplo que se cita para ver la teoría de Popper es el siguiente: “Todos los cisnes son
blancos”. Si alguien encuentra un cisne negro, la teoría cae, se desvanece, se refuta, se falsea, en
términos popperianos. Y es que por ver un cisne blanco, luego otro, y muchos más, no se concluye
que todos ellos sean blancos. En este ejemplo sale a la superficie una de las grandes y más
famosas teorías del filósofo austriaco: la falsación. Según Popper, la ciencia avanza falseando. Si
alguien (en este caso un científico) propone una teoría, la mejor forma de corroborarla es mostrando
que no puede ser falseada, pues de lo contrario esa teoría caerá sin duda alguna. Dice Mariano
Artigas: “La epistemología de Popper es falsacionista porque niega que sea posible verificar los
enunciados científicos y afirma, en cambio, que la falsación de esos enunciados, que lleva consigo la
detección de errores, es el camino para el progreso científico”. Es algo bueno de Popper, no sólo
lógicamente hablando, sino como una actitud que debe tener el científico, quien debe estar abierto y
dispuesto a tratar de falsear su teoría. Además, muestra una posición humilde ante la verdad, porque
verificar algo sería afirmarlo, y esto es algo que muy pocas veces ocurre (si es que alguna). Es, en
cierto sentido, una actitud ética. La actitud del científico debe ser crítica, tolerante y rechazar
cualquier dogmatismo, pues se debe estar abierto a la refutación.

Sin embargo, su crítica a la teoría de la inducción pareciera no ser acertada. Si la ciencia utiliza el
método inductivo es porque le ha servido para proponer tesis que antes no se articulaban. Así es
que la crítica popperiana queda totalmente invalidada. Muchos de los grandes científicos de la
humanidad han utilizado el método inductivo; es decir, la argumentación de Popper puede
rechazarse pragmáticamente.

Los científicos utilizan comúnmente el método inductivo, y por ello la crítica de Popper no ha de ser
aceptada. En lo que tiene razón Popper, así como otros filósofos, es en que no hay una justificación
estrictamente lógica para la inducción. La ciencia ciertamente avanza descubriendo y examinando p
r o p i a (en el sentido escolástico del término) y e s t r u c t u r a s (que sería una importante
acepción del término f o r m a de la filosofía aristotélico- tomista). Dice Aristóteles que la ciencia no
avanza con accidentes (en sentido ontológico), como en el ejemplo que se utiliza por inspiración
empirista para demostrar la carencia de lógica de la inducción (el caso del color de un ave). La
ciencia tiene por objeto lo que siempre acontece o lo que se da en la esencia de los seres por ella
estudiados, y no precisamente se dedica a la seguridad de la salida del sol, pues el sol no es el que
sale, ni tampoco se encarga de estudiar, propiamente, el color de las aves. De lo que se encarga la
ciencia es, preferentemente, de las funciones somáticas, las causas que hacen que emigren las
aves, etcétera.

En conclusión…

Parece que se ha logrado exponer el problema de Hume según Karl Popper, añadiendo una
modesta crítica a su posición negadora de la inducción. Si la ciencia utiliza en muchos de los casos
el método inductivo es porque, ciertamente, le ha ayudado mucho a su propio progreso.
Posiblemente Popper tiene razón en que la inducción no tiene un asidero lógico, pero también es
cierto que la ciencia constantemente utiliza la inducción en sus investigaciones. Esto es,
pragmáticamente hablando, la inducción sí funciona y de facto se utiliza en la investigación.

Finalmente, habría que recalcar que algo muy importante que puede encontrarse en el pensamiento
de Popper es que los científicos deben estar abiertos a la falsación. Es una actitud indispensable y,
en ciertos momentos, difícil para el científico, pues habrá casos en los que se tendría que negar el
trabajo realizado durante una vida entera. El planteamiento o la teoría que un científico propone son
como un hijo propio, pues también ellos crecen y maduran, aunque también pueden envejecer y
morir.

Pero no por eso la apertura es algo imposible. Es necesario estar abiertos a la crítica, lo que es una
actitud, una actitud científica. Incluso pudiera decirse que el mismo Popper debió estar abierto a la
crítica, que es la que permite ver que los propios planteamientos necesitan ser completados. Y esta
actitud, que también ya vieron John Eccles y Bryan Magee, puede ser, ahora sí, expandida. Todos,
sea en el ámbito político, en el científico o en el filosófico, debemos estar abiertos a la crítica, a la
falsación, como bien ha enseñado Karl Popper que debe ser la ciencia.

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