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TEMA: Corrupción en Colombia

FECHA: 15 de Febrero del 2019

NOMBRE: Andrés Felipe Pérez Niño

CURSO: 802 J.M.

La corrupción en Colombia ha sido tradicionalmente señalada por muchos analistas como


uno de los principales problemas políticos del país. El Índice de Percepción de Corrupción
2016 (IPC), de la agencia para la transparencia internacional, que califica de 0 (Muy
Corrupto) a 100 (Muy Transparente) de los niveles de corrupción percibidos por el sector
público en 175 países y territorios evaluados Colombia, en ese estudio obtuvo una
calificación de 37 puntos, muy por debajo del promedio global que es de 43 puntos,
convirtiendo a Colombia en uno de los países más corruptos del mundo. Se ubica a
Colombia en el puesto 98 a nivel mundial, teniendo como base que Nueva Zelandia y
Dinamarca están en el puesto 1 como los países menos corruptos del planeta.

Se estima que el costo anual de la corrupción en Colombia es de más de 50 billones de


pesos; aproximadamente 17 mil millones de dólares anuales, representa el 5% del PIB y el
21% del presupuesto nacional.

En Colombia no desfallecemos en medir el índice de transparencia de las entidades del


Estado, como ejercicio de control social que identifica los espacios donde los débiles diseños
institucionales le dejan espacio a la corrupción. Los resultados siguen siendo malos, dice
Elisabeth Ungar, directora de Transparencia por Colombia.
Las contralorías regionales, cuya misión principal es controlar el manejo eficiente y pulcro de
los recursos de los entes territoriales, tienen más alto riesgo de corrupción que sus vigilados.
Esa es la conclusión del último informe de Transparencia por Colombia a 28 ciudades
capitales, 13 municipios pequeños, 32 gobernaciones y 32 contralorías.
Los resultados resultan preocupantes, más ahora cuando el país intenta caminar hacia la
transición y se habla, tras la firma del acuerdo entre el Gobierno y las Farc, de la creación de
nuevas instituciones que se encargarán de ejecutar programas para la consecución de la paz
en Colombia. Si las que hay no juegan totalmente limpio ¿cómo será las que vienen?
Las cifras del informe son vergonzosas. Las contralorías departamentales obtienen un
promedio general de 55 sobre 100. Es decir que el 56% de esas entidades del orden
departamental se encuentran en nivel alto y muy alto de riesgo de corrupción. De hecho solo
dos contralorías logran un nivel moderado de riesgo, es decir que pasan raspando. Son ellas,
Huila y Meta.
Entre tanto, las Gobernaciones lograron una calificación promedio de 59 y los municipios, 57.
Unos cuantos puntos por encima de esas contralorías. Pero de nada sirve porque de acuerdo
con el estudio, las tres mediciones señalan un alto riesgo de corrupción.
Los resultados de la evaluación muestran una institucionalidad departamental débil y plagada
de fallas en el diseño de su proceso de gestión. Esta situación eleva la posibilidad de que la
misión de estas entidades no se cumplan y se arriesgue la gestión de los recursos púbicos,
explica Elisabeth Ungar, directora de Transparencia por Colombia.
En el caso de las gobernaciones, solo cuatro están en riesgo moderado de corrupción:
Antioquia, Santander, Caldas y Meta. Todas las demás están en los niveles medio y alto. Y
las peores en el ranking son Putumayo, La Guajira, Caquetá, Guainía, Vaupés y Chocó.
En cuanto a los municipios, Barranquilla y Pereira pasan raspando, mientras que las demás
ciudades capitales dejan mucho que desear en sus procesos de transparencia. Los peores
son Puerto Carreño, Quibdó, Inírida, Mitú, Sincelejo y Leticia.
Es importante mirar que tanto en gobernaciones como en municipios, los peores lugares los
ocupan justamente las regiones por donde es casi seguro que comience la inversión de
programas para construir la paz, dados los conflictos que se han vivido allí por décadas y el
número de víctimas. “Sin embargo, estos resultados encienden las alarmas acerca de la
eficacia de una institucionalidad que dice prepararse para afrontar los inmensos retos de
transparencia, integridad y anticorrupción que demandará un manejo acertado del Estado y
de la sociedad en general, una vez se llegue a la etapa del pos acuerdo y el posconflicto”,
menciona Úngar.
El ITN O Índice de Transparencia Nacional, mide las condiciones que tienen las instituciones
para favorecer la transparencia y controlar posibles riegos de corrupción. Para calcularlo se
califican y promedian tres variables.
Visibilidad: Disposición de la entidad para facilitar el acceso a la información sobre su gestión
administrativa y la calidad de los datos que se pueden consultar.
Sanción: Los fallos de responsabilidad fiscal y disciplinaria que han afectado a la entidad que
se evalúa así como la eficiencia de las oficinas de control interno.
Institucionalidad: El cumplimiento de las normas, procesos y procedimientos que rigen la
entidad.
La extensión y persistencia de las prácticas corruptas en el país demuestran que no se trata
de un fenómeno ocasional y aislado, ni que es exclusivo de la política, sino que estamos ante
tendencias profundamente arraigadas en la cultura que afectan los códigos morales más
profundos.

La primera reacción ante este alud de corrupción es poner en entredicho la eficacia de los
organismos de control y del sistema judicial. Pero aunque el papel de estas instituciones es
muy importante, hay que notar que su actuación tiene ciertos límites y se reduce a los
hechos cumplidos: estas entidades no hacen mucho en la prevención y poco o nada a la
hora de combatir las raíces sociales del problema.

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