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(PROCESOS COGNITIVOS)
Neuroética
Las bases neurales del juicio moral
Lydia Feito Grande
TESIS DOCTORAL
Director: Dr. Emilio García García
Programa de Doctorado: Neurociencia
2015
«Hace mucho tiempo, el hombre oía extrañado el sonido de
un golpeteo regular dentro de su pecho y no tenía ni idea de su
origen. No podía identificarse con algo tan extraño y desconocido
como era el cuerpo. El cuerpo era una jaula y dentro de ella había
algo que miraba, escuchaba, temía, pensaba y se extrañaba, ese algo,
ese resto que quedaba al sustraerle el cuerpo, eso era el alma.
Hoy, por supuesto, el cuerpo no es desconocido: sabemos que
lo que golpea dentro del pecho es el corazón y que la nariz es la
terminación de una manguera que sobresale del cuerpo para llevar
oxígeno a los pulmones. La cara no es más que una especie de
tablero de instrumentos en el que desembocan todos los mecanismos
del cuerpo: la digestión, la vista, la audición, la respiración, el
pensamiento.
Desde que sabemos denominar todas sus partes, el cuerpo
desasosiega menos al hombre. Ahora también sabemos que el alma
no es más que la actividad de la materia gris del cerebro. La dualidad
entre el cuerpo y el alma ha quedado velada por los términos
científicos y podemos reírnos alegremente de ella como de un
prejuicio pasado de moda.
Pero basta que el hombre se enamore como un loco y tenga
que oír al mismo tiempo el sonido de sus tripas. La unidad del
cuerpo y el alma, esa ilusión lírica de la era científica, se disipa
repentinamente.»
Índice
Prefacio…………………………………………………………………………. 9
Resumen …………………………………………………………………………. 11
Summary ……………………………………………………………………….. 17
1. Introducción ………………………………………………………………… 23
2. Objetivos de esta investigación ……………………………………………. 31
3. Aspectos metodológicos ……………………………………………………. 33
4. La neuroética como campo de estudio ……………………………………. 37
4.1. Ética y neurociencia. Mente y cerebro ………………………….. 37
4.2. Breve historia de la ética de la neurociencia ……………………. 44
4.3. La neuroética como disciplina …………………………………… 46
5. Ética de la neurociencia ……………………………………………………. 51
5.1. Problemas éticos derivados de las técnicas de neuroimagen ….. 53
5.2. La posibilidad de la mejora y el perfeccionamiento cerebral ….. 56
5.2.1. De lo terapéutico a lo perfectivo ……………………….. 58
5.2.2. La cuestión de la identidad ……………………………… 63
5.2.3. La idea de una naturaleza humana ……………………… 67
5.2.4. Neurociencia cultural …………………………………… 72
5.2.5. La mejora moral, hacia el binomio biológico-cultural …. 74
6. La investigación neurocientífica sobre la ética ……………………………. 77
6.1. Neurociencia de la moral: el mapa del cerebro moral ……………. 79
6.1.1. El modelo dual de toma de decisiones morales ……….. 83
6.2. El estudio de las emociones ……………………………………… 87
6.2.1. Anatomía de las emociones …………………………….. 90
6.2.1.1. El sistema límbico …………………………….. 90
6.2.1.2. La corteza prefrontal ………………………….. 91
6.2.1.2.1. La hipótesis del marcador somático …. 93
6.2.1.2.2. Estudios con neuroimagen funcional …. 95
6.2.1.3. La amígdala …………………………………….. 97
6.2.1.4. Otras regiones cerebrales implicadas en la
emoción ………………………………………………….. 99
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Prefacio
Considero pues que esto es tan sólo una pieza de un conjunto más grande en el que
se ponen en comunicación el análisis de problemas éticos, la toma de decisiones, la
educación en valores, la neurociencia, etc. Adentrarme en el conocimiento de las bases
neurales del juicio moral me ha permitido entender cómo funciona nuestro cerebro y cómo
interactúan los aspectos racionales y emocionales. La diversificación de los estudios en
neurociencia de la ética muestra la amplitud de factores que influyen en la toma de
decisiones morales, y cómo el procesamiento es más integral y complejo de lo que se
pensaba. Todo esto es esencial para comprender mejor la peculiaridad del ser humano, de
ese ser que construye mundos e inventa narraciones e historias para dar sentido a su vida.
Pero también para proponer cómo mejorar las capacidades humanas, como desarrollar el
potencial creativo, intelectual y moral de las personas, principalmente a través de la
educación y la formación en actitudes y valores. Por eso este trabajo, que es autónomo y
que tiene entidad por sí mismo, es sin embargo un conjunto de puertas abiertas para
investigaciones ulteriores.
Como en toda empresa humana, la tarea ha sido posible gracias a las enseñanzas y
el apoyo de otras personas. Quiero expresar mi agradecimiento a mi director de tesis, a
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
quienes me han transmitido sus conocimientos, a todas las personas que me han ayudado a
pensar, tanto desde el acuerdo como desde la discrepancia. Y, por supuesto, a quienes con
su cariño y dedicación, me sirven de soporte para mis proyectos, profesionales y
personales, y me dan razones para vivir. Gracias.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Resumen
Introducción
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Objetivos y método
Las hipótesis que se proponen son tres: (1) la filosofía –la ética— es pertinente a la
neurociencia y la neurociencia a la ética, ya que ambas se aportan recíprocamente,
resultados y reflexiones que contribuyen a un enriquecimiento mutuo. La
interdisciplinariedad es el único modo de conocimiento acorde con la realidad, en el
ámbito de los temas que atañen a la neuroética.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Conclusiones
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
7. Las teorías éticas juegan una papel fundamental en el diseño de las investigaciones
sobre ética de la neurociencia y neurociencia de la ética. Explicitarlas y tomar conciencia
de los compromisos que implican es imprescindible para abordar adecuadamente estas
cuestiones.
8. Las dificultades principales de los estudios que tratan de determinar los correlatos
neurales de la moral, especialmente cuando se plantean diseños experimentales con
dilemas hipotéticos, radican en su poca validez ecológica.
9. La mayoría de los estudios existentes se dedica a buscar los sustratos del “cerebro
moral”, tratando de encontrar los elementos comunes, con una activación cerebral
homogénea en todos los individuos, y ajena al contexto. No obstante, se observan también
diferentes tipos de actividad neural y procesamiento, que están influidos por factores
contextuales, culturales y personales.
10. Los contextos sociales y culturales son importantes para la toma de decisiones en el
ámbito de la moral.
11. Los estudios sobre neurociencia de la ética afectan a conceptos filosóficos como la
libertad y la voluntad. Se ha afirmado que el cerebro determina la conducta, y por tanto no
existiría la libertad. Pero es un error considerar que la toma de decisiones no es libre si
existe una causa.
12. Las investigaciones que buscan los correlatos neurales de la moral tienden a
incurrir en un materialismo radical, que ha dado lugar a una nueva versión del naturalismo.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
14. Existe una conexión entre lo cognitivo y lo emocional, y esa relación tiene que ver
principalmente con la evolución del cerebro para optimizar la supervivencia y encontrar
soluciones a las dificultades de la vida en un contexto que es necesariamente social. La
plasticidad cerebral abre el espacio para la educación, como factor determinante de la
modificación cerebral en contextos culturales y en interrelación con otras personas.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Summary
Introduction
The next section is devoted, in a more detailed and comprehensive manner, to the
critical analysis of neuroscientific research on moral. Some of the most remarkable results,
organized according to three conceptual approaches are presented: (a) the study of the
neural basis of emotion, (b) social neuroscience research on theory of mind and mirror
neurons, and (c) experiments trying to establish the neural correlates of morality,
specifically studying abstract moral dilemmas.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
The main objective of this research is to analyze the field of neuroethics, clarifying
their contributions and their features, and explaining some of its most important results,
then critically investigate the contributions that neuroscience can make to ethics, especially
as it refers to the ability to provide valid explanations on the development of moral
judgments.
(2) The design of the research on the neural correlates of moral lacks of contextual
and cultural dimension that gives meaning to such decisions, and on the other hand, lack of
attention to the underlying ethical theories leads to biased interpretations of results.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Conclusions
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
4. Studies in neuroscience of ethics can be classified into three groups, depending on the
key element discussed: experiments based on emotions and their influence on morals,
those addressing the theory of mind and social cognition, and those looking for the neural
correlates of decision making in the abstract moral reasoning. Despite having identified
brain areas involved in these processes, it is not possible to define specific areas for
morality.
5. Emotions are essential in moral cognition. However, there is considerable debate about
the role of emotions in making moral decisions.
7. Ethical theories play a fundamental role in the design of research about ethics of
neuroscience and neuroscience of ethics. To explain these theories and to realize the
commitments that imply it is essential to adequately address these issues.
8. The main difficulties of the studies that try to determine the neural correlates of
morality, especially when experimental designs with hypothetical dilemmas arise, lie in its
low ecological validity.
9. Most of the studies is dedicated to find substrates of "moral brain", trying to find the
common elements with a homogeneous cerebral activation in all individuals, and outside
the context. However different types of neural activity and processing, which are
influenced by contextual, cultural and personal factors are also observed.
10. The social and cultural contexts are important for decision-making in the area of
morality.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
11. Studies on neuroscience of ethics affect philosophical concepts such as freedom and
will. It has been asserted that the brain determines behavior, and therefore there would be
no freedom. But it is a mistake to think that the decision is not free if there is a cause.
12. Research seeking the neural correlates of moral tend to incur a radical materialism,
which has resulted in a new version of naturalism.
13. The description of the architecture and functioning of the brain cannot generate moral
norms. This means incurring the naturalistic fallacy, trying to figure out what ought to be
from what is. Neuroscience cannot claim to stipulate what the contents are morally correct,
or to prescribe how should be making moral decisions.
14. There is a connection between the cognitive and the emotional, and that relationship is
primarily with brain evolution to optimize survival and finding solutions to the difficulties
of life in a context that is necessarily social. Brain plasticity opens up space for education
as a determinant of brain change in cultural contexts and in interaction with others.
15. Philosophy and ethics are relevant to neuroscience and viceversa. Interdisciplinarity
and plurality of approaches and perspectives in addressing the neural correlates of moral
decision-making is an essential feature of neuroethics. The study presented here opens
many doors to continue work on further research on the implications of the knowledge of
the neural basis of moral judgment in thinking about ethics, and on how to achieve moral
improvement through education.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
1. Introducción
Suele considerarse que William Safire, periodista del New York Times y presidente
de la Fundación Charles A. Dana, fue quien acuñó el término “neuroética” en 2003,
definiéndola como «el campo de la filosofía que discute lo correcto y lo incorrecto del
tratamiento o la mejora del cerebro humano». 1
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
(a) La ética de la neurociencia se refiere a los problemas éticos suscitados por los
nuevos conocimientos que nos ofrecen las neurociencias acerca de los mecanismos
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
La primera sería una “ética de la práctica”, que tendría una fuerte conexión con la
bioética, en tanto que aplicada a la neurociencia. Así, abordaría problemas comunes con
otras áreas bioéticas, tales como el diseño de los ensayos clínicos, las directrices en el uso
de células madre o tejidos fetales, las cuestiones relativas a la privacidad de los datos
obtenidos en la investigación neurológica, etc. Y también se referiría a elementos más
específicos como el consentimiento informado para participar en ensayos en las personas
con trastornos psiquiátricos.
La segunda tendría más que ver con las implicaciones éticas de la neurociencia. Un
área ciertamente más novedosa y peculiar, en donde sería preciso analizar las
potencialidades, y también los riesgos, de los conocimientos que se van obteniendo sobre
nuestro cerebro, el control del comportamiento, las disfunciones mentales, etc. Cuestiones
tales como el posible reduccionismo de las explicaciones neurofisiológicas para dar cuenta
de las acciones o pensamientos humanos –un tema de índole más filosófica que, sin
embargo, está generando una fuerte controversia—, o las consecuencias legales y éticas
que se derivarían de la supuesta demostración de una lesión cerebral en las personas que
cometen crímenes, o de la disponibilidad de técnicas de neuroimagen que pudieran
demostrar si una persona miente o dice la verdad, son sin duda retos para la reflexión, que
exigen un planteamiento interdisciplinar y que justifican la existencia de un campo
específico de la ética dedicado a la neurociencia.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
pueden examinar a la luz de la función cerebral, buscando áreas o sistemas que puedan dar
cuenta de ellos.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
En uno y otro caso, estas investigaciones se inscriben dentro del campo más amplio
de la Bioética. No existiría una diferencia epistemológica importante respecto del análisis
de otros problemas éticos ligados a la biomedicina, si bien, en algunos de los problemas
analizados, es necesario tomar en consideración la especificidad propia de los mismos.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
neurociencia social relativas a la teoría de la mente y las neuronas espejo, y (c) los
experimentos que tratan de establecer cuáles son los correlatos neurales de la moral,
estudiando específicamente dilemas morales abstractos.
Con ello se abre paso al penúltimo apartado, relativo a las implicaciones filosóficas
de la investigación neurocientífica. Se comentan aquí algunas de las dificultades generadas
por la neurociencia, al obligar a reconsiderar conceptos filosóficos fundamentales, como la
idea de libertad, a la luz de esta epistemología naturalizada. Y también la imposibilidad de
lograr contenidos normativos a partir de las investigaciones sobre los correlatos neurales de
la moral. El intento de deducir lo correcto a partir de las observaciones de zonas de
activación cerebral incurre en la falacia naturalista y excede su ámbito de trabajo,
pretendiendo ir más allá de la descripción y la explicación. La fuerte controversia que ello
ha suscitado remite de nuevo a los problemas éticos de la neurociencia, cerrando así el
círculo entre ética de la neurociencia y neurociencia de la ética.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
El estudio de las bases neurales del juicio moral se revela como un apasionante
recorrido en el que se abren innumerables perspectivas. Cada una de ellas enfatiza y
profundiza en un aspecto relacionado con la toma de decisiones, pero todos ellos son
necesarios para ofrecer un panorama de los resultados actuales de las investigaciones.
Estos datos tienen una capital importancia para pensar en la ética, en la capacidad de elegir
en el mundo de los valores, y nos plantean el reto de modelar nuestro cerebro, a través de
la educación, buscando con responsabilidad una mejora moral.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
obedecen en buena medida a un deficiente análisis y a un todavía escaso debate sobre los
elementos en juego.
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3. Aspectos metodológicos
Por otro lado, dada la amplitud de los temas que aborda la neuroética, y teniendo
en cuenta que todavía es objeto de discusión el mismo estatuto epistemológico de esta
disciplina, parece lógico que se hagan aproximaciones metodológicas muy diferentes, o
bien que queden englobadas bajo el título de “investigaciones en neuroética”, trabajos y
estudios de muy diversa índole, que abordan cuestiones muy variadas.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Por otro lado, muchos artículos constatan esta dificultad, y repasan lo que ya se
conoce, o proponen un planteamiento programático de los numerosos temas a tratar, sin
que se encuentren análisis profundos de dichos temas. En concreto muchos artículos
dedicados sobre todo a los aspectos éticos de la neurociencia, tratan de exponer los
interrogantes y problemas suscitados por este tipo de investigaciones, dedicando sus
esfuerzos a la descripción de los mismos y a la identificación de los puntos álgidos que
sería preciso abordar, sin embargo, escasean los trabajos de fondo en que, más allá de la
mera descripción, se emprendan exploraciones sobre dichos problemas, y se analice la
relación entre unos y otros temas.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
diferenciación entre dimensiones de la neuroética, haya una conexión que nos permite
afirmar la existencia de un dominio más amplio.
Es esta línea metodológica que siguen las investigaciones de filósofas como P.S.
Churchland o A. Roskies la que se toma como inspiración metodológica en esta
investigación. Para poder analizar hasta qué punto es viable esta interdisciplinariedad entre
neurociencia y ética, y en qué medida está siendo utilizada en los diversos estudios que se
están llevando a cabo, se ha realizado una revisión bibliográfica amplia y una ordenación
de la información aportada por los numerosos estudios. Ello permite determinar cuáles son
las limitaciones y dificultades existentes en estas investigaciones, desde el punto de vista
de su pertinencia en el abordaje de la ética, y también explorar hasta qué punto se
reconocen los problemas en dichas investigaciones, o se asumen presupuestos tácitos o
nombres comunes.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Se trata, pues, de un trabajo de revisión, que no pretende ser exhaustivo, pero que
ofrece un panorama general de lo que actualmente se conoce sobre las bases neurales de la
toma de decisiones morales, y de la inscripción de estas investigaciones en el contexto más
amplio de la neuroética. Además, se ha realizado un análisis crítico de esta información,
tratando de comprobar si las hipótesis apuntadas eran adecuadas, esto es, determinar si son
válidas las conclusiones relativas a los correlatos neurales de la capacidad de tomar
decisiones morales.
Puede considerarse que estas son también las limitaciones de este trabajo: al no ser
exhaustivo, no puede ofrecer una pormenorizada relación de todos los resultados de
investigación en este campo. Sin embargo, esto se justifica porque el propio avance de los
estudios ha ido ampliando y diversificando la extensión del terreno de exploración en lo
concerniente a los fundamentos cerebrales de la toma de decisiones morales. Hemos creído
más conveniente ofrecer una revisión general del estado de la cuestión, enfatizando
algunos aspectos, que trata de ser completa, si bien, como se ha indicado, no exhaustiva.
Por otro lado, al ser una revisión, no aporta resultados empíricos novedosos, pero sí ofrece
un análisis crítico que trata de determinar las limitaciones y las posibilidades de la
neurociencia de la ética, y aportar algunas sugerencias relativas a la importancia de estas
investigaciones y los retos que plantea para la ética y la educación.
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Reflexionar sobre la relación entre los aspectos éticos y el cerebro es una tarea que
puede considerarse antigua, tomada en un sentido amplio, ya que la cuestión acerca del
significado de la mente y su imbricación en un sustrato material ha sido uno de los grandes
temas de la historia del pensamiento. Planteado en sus términos clásicos, como el debate
entre alma y cuerpo, o en una nomenclatura más cercana, mente y cerebro, ha estado
presente desde hace siglos en la historia de la filosofía y ha sido objeto de análisis por obra
de pensadores como Platón, Aristóteles, Descartes, Spinoza, Zubiri y muchos otros.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Filosofía
Antropología Psicología
Neurociencias
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
De aquí se derivan dos importantes consecuencias para el tema que nos ocupa: por
una parte, los descubrimientos generados por la investigación neurocientífica pueden
obligarnos a repensar conceptos que tienen una larga tradición en la historia del
pensamiento y que son el soporte, por ejemplo, del sistema jurídico-legal en el que se
mueven las sociedades occidentales. El tema, como puede observarse, dista de ser banal. Si
la afirmación, por ejemplo, de la existencia de ciertos patrones generales de activación
cerebral ante ciertos dilemas morales, pudiera dar como resultado algún cambio en nuestro
concepto de responsabilidad –tema éste que es objeto de discusión, como se verá más
adelante—, será preciso analizar qué consecuencias tendría esto desde un punto de vista
social, político y cultural.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
que se están empleando y, sobre todo, exigen un cuidadoso análisis de cuáles son los
elementos que se observan.
Más aún, cada vez más se va haciendo patente que buena parte de las afirmaciones
que la neurociencia puede hacer, aportando evidencias científicas, coincide con lo que los
filósofos han venido explicando desde hace siglos con otro lenguaje y otros métodos de
análisis. No parece prudente desdeñar todo este trabajo teórico.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
tantas acusaciones de dualismo le han sido dirigidas—: con una “tercera sustancia”, el ser
humano, diferente de lo material y lo mental.
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cultural, lo motivacional, etc. y todos éstos son campos que remiten a otras disciplinas y
aproximaciones. Como mostraremos más adelante, no es posible dar cuenta de lo moral sin
una perspectiva compleja, dinámica, interdisciplinar, con un fuerte apoyo en la reflexión
filosófica.
Años más tarde, en 1978, el Informe Belmont –elaborado para determinar los
principios que deberían regir la investigación con seres humanos, tras el desvelamiento del
lamentablemente famoso estudio de la sífilis de Tuskegee— se convirtió en la clave de la
moderna bioética. Con ello hemos podido llegar a la situación actual, en la que se afirma
de modo generalizado que los criterios éticos no son en modo alguno un mero ornamento o
añadidura prescindible, sino que, antes bien, son un requisito imprescindible para poder
considerar que una investigación es técnicamente correcta.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
llevaron a que durante la primera mitad del siglo XX se realizasen operaciones quirúrgicas
en lóbulo prefrontal para intentar aliviar el sufrimiento de los pacientes cuya enfermedad
era resistente a los tratamientos. Las consecuencias nefastas desde el punto de vista de los
cambios de personalidad de los pacientes, suscitaron una gran preocupación acerca de la
eficacia e idoneidad de esta terapia. No obstante siguieron empleándose. Esto, unido al
incremento de investigaciones relativas a la relación entre cerebro y comportamiento, llevó
al establecimiento, por parte de la UNESCO, de la Organización Internacional para la
Investigación Cerebral (International Brain Research Organization).
Por otro lado, los avances en biología molecular, la puesta en marcha del Proyecto
Genoma, y las posibilidades futuras de aplicar los conocimientos genéticos, generaron una
notable preocupación, que dio como resultado la decisión de dedicar una parte de los
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
fondos para la investigación al estudio de los aspectos éticos, legales y sociales –lo que se
denominó ELSI, Ethical, Legal and Social Issues—. Un hecho sin precedentes en la
historia de la investigación que ha influido notablemente en el planteamiento posterior de
las implicaciones éticas de la investigación en neurociencia. De hecho, las interrelaciones
entre genética y neurociencia son destacadas por numerosos investigadores, y, del mismo
modo, desde el punto de vista ético, así como la genética originó una subdisciplina, la
GenÉtica, la neurociencia ha propiciado la NeuroÉtica. 22
Las primeras alusiones a la “neuroética” aparecen a finales del siglo XX. Según J.
Illes y T. Raffin 23, la primera referencia a este término y al nuevo campo que se abre es la
de R.E. Cranford, en 1989, que habla del papel que debe jugar el neurólogo en cuanto
experto que se enfrenta con el cuidado del paciente y con decisiones al final de la vida,
donde el componente ético es esencial. 24 No mucho después, desde el terreno de la
filosofía –o, para ser más precisos, desde la neurofilosofía, campo éste también de gran
novedad e interés, que tiene su figura más representativa en P.S. Churchland 25—, se
comienza a indagar la implicación del estudio del cerebro en el concepto de la identidad
personal y el yo. Y también comienza a analizarse la influencia de la neurofisiología y la
neuropsicología en la educación, como muestra el trabajo de A. Pontius. 26
Con todo, el punto de arranque oficial de esta nueva disciplina puede situarse en
2002. Ese año la revista Neuron y la AAAS organizaron un simposio interdisciplinar
titulado “Comprender las bases neurales de los comportamientos complejos: las
implicaciones para la ciencia y la sociedad”. También en 2002, la Royal Institution
organizó en Londres un evento titulado “El futuro de la neurociencia” para analizar la
neurociencia y sus implicaciones sociales. En 2002 algunos autores empezaron a publicar
artículos en los que planteaban problemas éticos de las neurociencias. 27 Y, sobre todo, tuvo
lugar la primera conferencia mundial sobre neuroética, celebrada en mayo de 2002 en San
Francisco (California, Estados Unidos), auspiciada por la Fundación Dana y organizada
por las Universidades de Stanford y California. Esta reunión, que convocó a
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- Sea lo que sea a lo que llamamos libre albedrío (o voluntad libre), el cerebro opera
para elegir entre varios deseos o elecciones con que se presenta. En este sentido
existe una autodeterminación (o al menos el cerebro está dispuesto conscientemente
a dar crédito al trabajo que hace).
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Con todo ello, queda patente que éste es un campo interdisciplinar cuya potencialidad
es enorme y cuyo ámbito de reflexión es “transversal” por cuanto afecta a todas las áreas
relativas a la neurociencia. De ahí, que, como reconocen J. Illes y T. Raffin, exista una
irrenunciable responsabilidad, no sólo de conocer más, sino de analizar ese conocimiento:
«Nuestra responsabilidad en la persecución de nuevo conocimiento es un mandato
histórico; más allá de la neurociencia, sin embargo, con capacidades sin precedente para
ahondar más profundamente en el pensamiento humano en salud y en enfermedad, nuestras
responsabilidades éticas han alcanzado un amplio nuevo nivel.»29
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Son también relevantes los proyectos que últimamente se han puesto en marcha
para incentivar y promover la investigación en neurociencia. Entre ellos, por ejemplo,
podemos mencionar dos: En 2013, el presidente de EEUU B. Obama, decretó la creación
de la Presidential Commission for the Study of Bioethical Issues, como parte de la
Iniciativa BRAIN (Brain Research through Advancing Innovative Neurotechnologies), 31
un proyecto financiado con 100 millones de dólares, similar en importancia para la
neurociencia a la que tuvo el Proyecto Genoma para la genética. El objetivo es impulsar la
investigación sobre el cerebro, para afrontar enfermedades como el Alzheimer, el
Parkinson o las lesiones producidas por los traumatismos cráneo-encefálicos.
Por su parte, en ese mismo año, la unión europea puso en marcha el Proyecto
Cerebro Humano Human Brain Project) 32 con la intención de desarrollar tecnologías de
computación y nuevos tratamientos para el cerebro. Para ello se han diseñado seis
plataformas dedicadas a la neuroinformática, la simulación cerebral, la computación de
alto rendimiento, la informática médica, la computación neuromórfica y la neurorobótica.
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Columbia, en Vancouver, por citar sólo algunos de los más activos), o en la profusión de
publicaciones que se pueden encontrar (existen ya revistas dedicadas exclusivamente a este
campo, como Neuroethics, o American Journal of Bioethics Neuroscience), desarrollando
líneas de trabajo tan diferentes como la cognición moral, la voluntad y la libertad, la
neuroantropología, la modificación y mejora del cerebro, la responsabilidad legal, las
interfaces cerebro-computador, la neurocirugía, el neuromarketing, etc.
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5. Ética de la neurociencia
Buena parte de los problemas éticos suscitados por la neurociencia son similares a
otros problemas bioéticos que han ido surgiendo previamente en la biomedicina, como la
seguridad de los métodos de investigación y tratamiento, la limitación en las expectativas
generadas por las nuevas terapias, la disponibilidad de pruebas predictivas para
enfermedades futuras que no tienen curación (como el Alzheimer o la enfermedad de
Huntington), o la amenaza a la confidencialidad y la privacidad.
Sin embargo, hay otras cuestiones neuroéticas que son específicas y únicas de la
neurociencia, por razón de la peculiar materia de la que trata este campo. El cerebro, como
órgano de la mente, es el lugar en donde reside el sentido de nuestra identidad. Por ello, las
intervenciones en el cerebro tienen implicaciones éticas distintas a las realizadas en otros
órganos. Además, el conocimiento creciente que vamos adquiriendo sobre las relaciones
entre mente y cerebro afecta a las definiciones de capacidad, salud o enfermedad mental, e
incluso de muerte. Igualmente, en la medida en que cambie nuestra comprensión de los
mecanismos que subyacen a los comportamientos, pueden verse afectados conceptos que
no sólo tienen implicaciones éticas sino también legales, como la responsabilidad.
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(1) la capacidad de visualizar la función cerebral en los seres humanos vivos, con
una resolución espacial y temporal suficiente como para captar fluctuaciones de actividad
con significación. Esto está llevando a la posibilidad de explicar procesos cognitivos o
comportamientos en función de las activaciones cerebrales, en ocasiones con un
planteamiento excesivamente simplificador.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
MEG No-invasiva, bien tolerada, buena resolución Alto coste, mercado y disponibilidad
temporal extremadamente limitados
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fMRI No-invasivo, repetibilidad del estudio, sin Alto coste del equipo, necesidad de
riesgos conocidos. Nuevas aplicaciones de la experiencia para utilizar y mantener los
resonancia en mapas de difusión (difusión tensor sistemas
maps, DTI) muestran buena correlación con
inteligencia, capacidad lectora, personalidad y
otras medidas de rasgos
Todas estas técnicas generan una serie de problemas éticos, 35 y muchos de ellos no
son nuevos, como los riesgos que puede conllevar su uso, la necesidad de obtener un
consentimiento informado válido (y las dificultades que esto comporta cuando se trata de
pacientes con enfermedades mentales), o la posibilidad de encontrar hallazgos inesperados
de anormalidades cerebrales y la duda acerca de su revelación. 36
Pero también hay problemas éticos nuevos que exigen un cuidadoso análisis.
Evidentemente, las nuevas técnicas de neuroimagen permiten, cada vez más, inferir rasgos
y estados psicológicos de los individuos, y en muchos casos esto puede hacerse sin
cooperación ni consentimiento de las personas, con lo que se convierte en una peligrosa
arma de “lectura de la mente”. 37 Haber encontrado rasgos en el cerebro de enfermedades
como la depresión o la esquizofrenia, abre la posibilidad de que la historia o el futuro
psiquiátrico de una persona puede inferirse a partir de la neuroimagen, con las
implicaciones sociales y personales que eso puede conllevar.
Algo parecido ocurre con los correlatos neurales de la personalidad. Rasgos como
la extroversión/introversión, el neuroticismo, la búsqueda de novedad, la evitación del
daño, o la dependencia del premio se estudian con técnicas de neuroimagen, si bien
obteniendo resultados muy variados, algunos convergentes y otros divergentes. 38 Algunos
de estos estudios pueden tener consecuencias notablemente complejas, por ejemplo los que
se refieren a actitudes raciales. 39 Pero lo mismo probablemente cabría decir de las
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Por supuesto, tanto estas cuestiones como las que se mencionarán a continuación,
parten de la base de una confianza excesiva en la posibilidad de hacer interpretaciones y
predicciones psicológicas certeras y objetivas de las medidas de activación cerebral
obtenidas por neuroimagen, lo cual es, cuando menos, cuestionable. El problema reside en
que se tiende a ver los datos de la neuroimagen como algo más preciso, correcto y objetivo,
de lo que realmente es. 41 Una buena dosis de escepticismo parece, en este caso,
recomendable.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
individuos que todavía no habían cometido un crimen, pero que se estimaba que eran una
potencial amenaza para la seguridad pública. Esos individuos se diagnosticarían como
“Grave desorden de personalidad peligrosa”, un término que no tenía definición médica ni
legal. 46
Existen técnicas no farmacéuticas que pueden alterar la función cerebral y que, por
tanto, también se convierten en herramientas de mejora. Las más importantes son la
estimulación magnética transcraneal (TMS), la estimulación del nervio vago, o la
estimulación cerebral profunda. Estos métodos se han utilizado ya para mejorar la función
mental o el ánimo en pacientes con enfermedades neuropsiquiátricas médicamente
49
intratables.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
sobre todo del uso de psicofármacos u otras técnicas neurocientíficas, donde, en primer
lugar, existe una gran preocupación por la seguridad, los efectos colaterales y las
consecuencias no deseadas. En segundo lugar, también hay una fuerte inquietud respecto a
las influencias sociales que estas técnicas de mejora cerebral pudieran tener: cómo
afectarían a nuestro modo de vivir, si se introducirían nuevas formas de discriminación, si
habría una fuerte presión social, o coacción, a favor de la mejora que influyera en la
competitividad y desarrollo académico o profesional, etc.
El debate más relevante en torno al tema del perfeccionamiento cerebral tiene que
ver con los psicofármacos. La psicofarmacología ha ido desarrollándose y mejorando sobre
todo en los problemas derivados de los efectos secundarios. Sin embargo, los
medicamentos cuya intención era terapéutica, afectan a la función cerebral también en la
gente sana, lo que genera la posibilidad de su utilización para la mejora de las funciones
normales –no patológicas o disfuncionales—. Este potencial de mejora no es, ciertamente,
nada nuevo, ni exclusivo de los medicamentos psicotrópicos. El uso de sustancias químicas
para alterar los rasgos afectivos o cognitivos normales es habitual (por ejemplo, el
consumo de alcohol), y en la medida en que los efectos secundarios puedan ser más
tolerables, su uso puede hacerse más atractivo.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Muchas personas valoran este tipo de usos de los fármacos, por una parte, como
algo preocupante que tiene que ver con el problema, más global, del uso de las drogas, y,
por otra parte, como una forma de engaño o falsificación, pues los logros obtenidos de este
modo no serían fruto del esfuerzo personal, sino de una ayuda química. 56
Buena parte de los problemas éticos generados por esta posibilidad son similares a
los que se han planteado ante otras posibilidades de mejoras físicas, como el dopaje en el
deporte para lograr marcas o ganar competiciones, o la utilización de la hormona del
crecimiento para mejorar la altura de los niños. Pero también hay algunos problemas éticos
nuevos que surgen en relación a la mejora cerebral, pues estos cambios afectan al modo de
pensar y sentir de la gente, lo que genera nuevas preocupaciones en relación a lo que se ha
dado en llamar “libertad cognitiva”.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
La mejora de los estados de ánimo es, probablemente, uno de los aspectos que más
dudas suscitan, en la medida en que parecen no sólo propiciar un cambio adaptativo,
posibilitando que ciertas capacidades puedan desarrollarse mejor, sino que parecen influir
y modificar aspectos que tienen que ver con la identidad de los individuos.
Algunos casos relacionados con el Prozac, indicaban que los pacientes parecían
“mejor que bien”, y los autores lanzaron la hipótesis de que este efecto se podría observar
también en individuos sin ningún trastorno psiquiátrico. A partir de ese momento, el uso de
la llamada “píldora de la felicidad” se ha extendido de un modo vertiginoso. Sin embargo,
sigue siendo controvertido este uso de un fármaco en situaciones no patológicas, que
refleja de modo visible cómo nuestras sociedades desarrolladas amplían progresivamente
sus demandas de salud hacia la búsqueda incesante del bienestar. Por otro lado, es también
objeto de debate la veracidad de las promesas y expectativas generadas por estos fármacos
60
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
La pregunta abierta es si estas técnicas de mejora son adecuadas. Por una parte,
como apunta Caplan, parece que los individuos deberían tener la posibilidad de elegir
cómo quieren vivir y lograr sus objetivos. Así, al disponer de técnicas que puedan
favorecer el desarrollo de las capacidades, sería una cuestión de libertad elegir su uso o no.
Este es el planteamiento de Julian Savulescu quien, partiendo de la constatación de que
todos buscamos mejorarnos, esto es, ser más inteligentes, estar más sanos, tener más
fuerza, estar más atractivos, etc., afirma que, en el caso de que dispusiéramos de una
técnica biomédica que nos permitiera hacer mejoras, no sólo no sería inmoral utilizarla,
sino que sería obligatorio. 61
Savulescu considera que si pudiéramos hacer que nuestros hijos tuvieran más
posibilidades, desde el punto de vista biológico, sería legítimo ofrecérselas. No habría
razón para aceptar las mejoras ambientales y no las biológicas, éstas también deben ser
utilizadas, pues pueden ser igual de determinantes y/o posibilitadoras. En buena medida, su
argumentación trata de buscar la coherencia: si aceptamos tratar enfermedades, debemos
aceptar la mejora, pues hay una difícil distinción entre enfermedad o discapacidad –que
justifica la terapia— y malestar –que abre paso a la mejora—, teniendo en cuenta la
pluralidad en la definición de salud.
La “mejor vida” se define como aquella que pueda disfrutar de mayor bienestar. Y
la legitimidad de su persecución radica en el hecho de que los padres siempre buscan ese
61
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
objetivo, aunque por medios ambientales (por ejemplo, eligiendo el momento de tener a su
hijo cuando su situación económica sea favorable). La novedad está en la aceptación de
medios biológicos para lograrlo.
Sin embargo, por otro lado, las modificaciones biológicas introducen de modo muy
palpable una cuestión importante: el cambio de la identidad de los individuos. Conviene
tener en cuenta que esto no es exclusivo de las intervenciones farmacológicas, ni de las
técnicas de mejora biológica. También los cambios educativos, culturales, ambientales, son
determinantes para la vida de los individuos, los configuran y les dotan de unas
capacidades y posibilidades, a costa de perder otras. Y sus cambios pueden ser tan
irreversibles e impuestos como los biológicos. No obstante, permanece una convicción,
quizá irracional, de que sólo –o mayormente— lo biológico es lo que puede cambiar
“nuestra naturaleza” y, por tanto, puede hacernos perder nuestra misma humanidad.
A ello cabe añadir que nuestra cultura ve con buenos ojos el esfuerzo, la constancia,
el empeño en ser mejor, como virtudes que muestran un afán de superación y un cultivo y
desarrollo de nuestras capacidades. Pero siempre por medios ambientales y culturales. De
hecho, en relación al mencionado fármaco Prozac, se hizo famoso hace años un libro
titulado Más Platón y menos Prozac en el que Lou Marinoff 64 se planteaba la necesidad de
62
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
no confiar tanto en los fármacos, y dedicar más atención al cultivo de una reflexión serena
sobre uno mismo, de un análisis racional de las propias emociones y del modo de afrontar
los conflictos y, en definitiva, de promover y favorecer un crecimiento y maduración
personal, antes de abandonarse a las bondades de un fármaco en el que depositamos todas
nuestras esperanzas de recuperación y, quizá, de logro de la felicidad.
Pero, cabe preguntarse por qué confiamos tanto en estos cambios culturales, y
sospechamos de las modificaciones biológicas. Por qué concedemos tanta importancia a
nuestras capacidades intelectuales y afectivas, y sin embargo, creemos que es mejor
cultivarlas con esfuerzo en lugar de mejorarlas desde su sustrato material. O incluso, por
qué pensamos que podríamos perder nuestra humanidad, nuestra identidad, por modificar
nuestra condición biológica. Parecería que nos genera una gran preocupación la posibilidad
de “no ser nosotros mismos” si utilizamos psicofármacos –u otras técnicas— para
incrementar nuestras capacidades, a pesar de que un “yo mejorado” no sería,
necesariamente, menos yo que el “natural”. De hecho, no está claro que exista realmente
un “yo natural” no modificado, teniendo en cuenta que somos realidades dinámicas en
permanente cambio, influidos por factores de muy diversa índole. Posiblemente, incluso,
podría afirmarse que un yo que pudiera desarrollar al máximo sus capacidades, actualizar
sus potencialidades, sería la realización plena, y por tanto “más yo”.
Estas preguntas son las que conducen al debate acerca de la identidad, y las claves
de la continuidad del yo. David DeGrazia 65 distingue entre dos sentidos diferentes de
identidad: la identidad numérica y la identidad narrativa. Algunas tradiciones filosóficas se
han centrado en la identidad numérica, entendida como la relación que tiene una entidad
consigo misma, como siendo una y la misma a lo largo del tiempo. Los cambios que se van
produciendo a lo largo de los años son accidentales, de modo que la persona puede
asumirlos, aunque sean enormes, sin perder la noción de que dichos cambios le ocurren a
él o ella. Esta continuidad psicológica, y también biológica –pues, según las diferentes
teorías, se enfatiza una u otra—, incorpora también una concepción de un sustrato esencial
63
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
de la persona, que sirve de soporte para sus características. Los debates se centran en cuál
es ese elemento subyacente, una entidad autoconsciente, o un organismo vivo.
64
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
El tema, obvia decirlo, es complejo y muy interesante, pero excede los objetivos
que aquí pretendemos. Baste decir que, desde el punto de vista de la posible modificación
de la identidad, los dos tipos suponen aproximaciones diferentes. La preocupación por los
criterios que determinan si alguien sigue siendo el mismo en diferentes tiempos, a pesar del
cambio, conciernen a la identidad numérica, a la mismidad, mientras que la pregunta
acerca de qué es lo nuclear en la autoconcepción de una persona, y por tanto, qué sería
necesario preservar para que siga siendo la misma, 67 concierne a la identidad narrativa.
65
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Con todo, el problema sigue abierto, pues la pregunta acerca de la bondad de una
modificación que pretende mejorar estos rasgos no se puede responder de modo
simplificador afirmando que ese núcleo de identidad es inviolable. De hecho, las
modificaciones que todos experimentamos a lo largo de nuestro tiempo vital, y que
configuran nuestra biografía, son en ocasiones casuales e inesperadas (por ejemplo, un
accidente que deje secuelas físicas o psíquicas en una persona), pero también, en otros
casos, buscadas deliberadamente (por ejemplo, alguien que se realice algunos cambios
quirúrgicos en su cuerpo, para sentirse mejor y más seguro). Por supuesto, la valoración
que se pueda hacer acerca de la seriedad o frivolidad de las razones para el cambio, no
afecta a la valoración moral sobre su corrección, en la medida en que fuera voluntario y
libremente elegido, y salvando las situaciones en que se pudiera detectar una alteración en
la interpretación de la realidad, susceptible de ser abordada desde otra perspectiva (por
ejemplo, que la elección de una cirugía transformadora fuera fruto de un evento traumático
que hubiera generado una depresión en la persona).
Por tanto, que las personas elijan cambios que alguien pueda considerar absurdos,
no es un argumento sólido para afirmar que la mejora pueda ser incorrecta moralmente. El
problema se sitúa en el rechazo a una modificación de rasgos, considerados nucleares, que
66
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Resulta evidente que definir estos rasgos resulta complejo, quizá imposible, y no es
nuestro objetivo aquí, pero sí es necesario subrayar que, sean cuales sean, y aun
suponiendo que pudiéramos acordar universalmente cuáles son, no son resultado exclusivo
de la biología, no están determinados de modo absoluto por lo orgánico, sino que son el
resultado de una interacción entre la naturaleza y el medio, entre lo biológico y lo cultural.
Y por ello, insistir en la objeción a la modificación biológica puede ser un planteamiento
parcial y una visión reduccionista del problema.
Uno de los autores que ha abordado esta cuestión desde la ciencia actual es S.
Pinker, quien afirma que existen diferencias innatas de comportamiento que resultan
significativas entre los individuos. Este tipo de planteamientos ha reabierto un viejo debate
relativo a la influencia de lo biológico-genético y lo ambiental-cultural en la configuración
de los sujetos. Es la clásica distinción entre naturaleza y cultura, que vuelve a resurgir al
enfatizarse los aspectos neurofisiológicos y genéticos del ser humano y considerarlos
determinantes.
Según Pinker, 69 el miedo a afirmar una naturaleza humana, con raíz en la genética,
responde a cuatro temores básicos: en primer lugar, la desigualdad, ya que si las personas
tuvieran, por naturaleza, facultades mentales diferentes, esto significaría una mejor
67
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
dotación para ciertas actividades, lo cual podría dar lugar a discriminaciones o a una nueva
forma de eugenesia.
En último lugar, el nihilismo, en tanto que si los motivos y los valores humanos son
productos de la fisiología cerebral, forzados por la propia evolución, en realidad no
existirían, tan sólo serían resultados explicables biológicamente.
68
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Pinker no tiene reparos en afirmar, a partir de los datos científicos, que existen
diferencias biológicas –genéticas, neurológicas, etc.— entre los individuos, y que éstas son
determinantes. En este sentido, los seres humanos no serían tablas rasas, sino que
dispondrían de una serie de posibilidades o limitaciones innatas, que, no obstante, pueden
ser, al menos parcialmente, modificadas. Enfatizar estos elementos frente a la fuerza de las
explicaciones socioculturales no es, en su opinión, incompatible con la defensa de los más
vulnerables, con la lucha por la igualdad, o con la búsqueda de la justicia. Por ejemplo, en
relación a las diferencias entre varones y mujeres, Pinker subraya la importancia capital
que tiene distinguir entre la proposición moral de que las personas no deben ser
discriminadas por motivo de sexo, que él considera el núcleo del feminismo, y la
proposición empírica de que hombres y mujeres son biológicamente indistinguibles. 70 Para
él, resulta evidente que son dos cosas diferentes, y que la distinción entre sexos no obsta a
la lucha contra la discriminación, antes bien, considera que es esencial, precisamente para
proteger ese núcleo del feminismo. 71
69
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Además, como animal de realidades, el ser humano tiene que realizar el modo de
realidad que le es propio: el ser persona. Esa peculiaridad es la que le permite que su modo
de ser real sea la autoposesión, es decir, estar sobre sí, ser “suyo”, y esto es lo que le
confiere su “personeidad”, su ser persona. La forma de realidad humana, la personeidad,
adquiere después modulaciones concretas que son su personalidad. Cuando hablamos de
persona, por tanto, entendemos por tal la unidad concreta de la personeidad según la
personalidad. Esto quiere decir que hay un cierto elemento “constructivo” en la
configuración de la personalidad, dependiente en parte de las posibilidades biológicas que
ese sujeto concreto tiene, y en parte de las posibilidades ambientales, temporales, históricas
y culturales que se le abren en su mundo. Por eso, dice Zubiri “el hombre tiene naturaleza e
historia; y en el marco de su naturaleza, el hombre inscribe su existencia personal. De
manera que una persona determinada es lo que en su historia y en su vida le pertenece;
porque "no todo lo que pasa en mí o conmigo es mío". 73
70
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
71
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Según lo visto, a menos que se insista en que sólo se puede hablar de naturaleza
humana desde una perspectiva formal, enfatizando la existencia de unas capacidades que
son posibilidades que pueden desarrollarse o no, el debate acaba por dar la razón a quienes
buscan un sustrato material para todo lo que somos y, con los datos de la neurociencia, ese
sustrato es básicamente el cerebro y sus procesos. Pero, como se ha indicado, conviene
completar y matizar esta perspectiva con una dimensión más ambiental y cultural. Todos
los seres humanos están sujetos a interacciones ambientales, culturales y sociales. Y las
diferencias en esas experiencias determinan también distintos estilos cognitivos. Cada vez
más, los estudios en neurociencia sugieren que esas diferencias ligadas a la cultura tienen
una importancia capital. Así, por ejemplo, algunos estudios muestran cómo los
occidentales tienden a procesar los datos con una perspectiva más analítica, mientras que
los asiáticos tienden a prestar más atención a la información contextual. 75
72
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
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Autores como Savulescu consideran que, dada la peligrosa tendencia de los seres
humanos a la autodestrucción, sería justificable buscar una mejora moral que disminuyera
la maldad, contribuyera al desarrollo de actitudes más benevolentes, más amables, más
altruistas, etc. Si, como apuntan los resultados de las investigaciones neurocientíficas,
nuestras disposiciones morales están basadas en nuestra biología, sería razonable modificar
nuestros comportamientos a través de un cambio biológico, que podría ser tan sencillo
como la introducción de determinadas sustancias químicas en el agua que bebemos. 81 Y
esto, como en otras ocasiones, se plantea no sólo como una posibilidad aceptable, sino
como un imperativo moral: si podemos mejorar la vida y la convivencia humana, tenemos
obligación de hacerlo. 82
74
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Así las cosas, si tenemos en nuestras manos la posibilidad de hacer que el mundo
sea más humano, que la justicia se vea desarrollada y completada por la solidaridad, sin
que otros intereses se antepongan ante el florecimiento de las personas. Si estamos
desarrollando fármacos que, una vez probada su seguridad, puedan ofrecernos la
posibilidad de ser más comunicativos, más abiertos, tener mayor atención y memoria,
pensar mejor y más rápido, eliminar recuerdos que nos disturban o nos duelen, estar más
alegres y plenos de energía. Si todo esto nos permite ser más y desarrollar al máximo
nuestras posibilidades, hacer que podamos elegir con mayor libertad, dando lo mejor de
nosotros mismos. Si todo esto es posible, y el ejemplo de los neurofármacos apunta en esta
dirección, queda planteada la pregunta acerca de qué es lo que resulta tan perturbador y
alarmante.
75
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Sin duda, el estudio de lesiones sigue siendo capital en este tipo de aproximaciones,
pero a ello se ha unido un creciente énfasis en las bases neurales afectivas de los juicios
sociales. Los estudios de A. Damasio 84 en relación con pacientes con daños en porciones
77
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
ventrales y mediales del lóbulo frontal revelan, como se comentará más adelante, que esas
lesiones producen déficits emocionales e incapacidad para generar y utilizar los llamados
“marcadores somáticos”, representaciones neurales de estados corporales que imbuyen de
significación afectiva las opciones de comportamiento, guiando así en la toma de
decisiones. Sin embargo, no hay afectación de la función cognitiva, lo que parece apoyar la
hipótesis de que la toma de decisiones tiene más que ver con los aspectos emocionales de
lo que se creía.
En esta línea se han realizado estudios dirigidos a analizar aspectos tales como la
tendencia a la agresividad y la violencia en las personas con lesiones en estas áreas, 85 o las
diferencias entre pacientes que han sufrido la lesión en la infancia y los que eran adultos en
ese momento. 86 Y también a indagar en los interrogantes que suscita este tipo de
cuestiones, 87 por ejemplo, la incapacidad de los pacientes con daño en la zona órbitofrontal
para planear adecuadamente las acciones con una cierta previsión de futuro, 88 o la posible
asimetría hemisférica en las lesiones –que parece apuntar una interesante conclusión: que
el procesamiento de comportamientos de aproximación y emociones positivas se asocia
con la corteza prefrontal izquierda, mientras que el procesamiento de los comportamientos
de evitación y las emociones negativas están ligadas a la corteza prefrontal derecha—. 89
78
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
supuestos parten y qué resultados ofrecen. En la medida en que se han planteado también
diferencias entre hemisferios en estos trabajos, dedicaremos atención específicamente a las
asimetrías en los patrones de activación de determinadas áreas del cerebro en relación a las
emociones positivas y negativas. Nos acercaremos a las diferencias existentes también en
relación al género y al proceso de desarrollo del cerebro. Y finalmente comentaremos la
dimensión social, las bases neurales de la teoría de la mente como clave para la interacción
con otras personas.
Buena parte de los estudios en este campo de la neurociencia de la ética han tratado
de elaborar una suerte de “mapa del cerebro moral”. El énfasis ha estado en localizar las
áreas cerebrales implicadas en determinados procesos, presuntamente relacionados con el
juicio moral (pensamientos y comportamientos morales).
1. Giro medial frontal (Brodmann 9 y 10): se asocia con los juicios morales personales,
también con los impersonales. 96 Con la visión de imágenes con contenido moral y con los
juicios relativos al perdón. Lo cual implica que su lesión produciría un empobrecimiento
en la capacidad de juzgar, ciertas reacciones agresivas y ausencia de empatía.
3. Surco temporal superior, lóbulo parietal inferior (Brodmann 39): está relacionado con
los juicios morales personales. Su lesión origina incapacidad para el juicio.
79
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
5. Polo temporal (Brodmann 38): tiene relevancia en los juicios morales simples. Y su
lesión afecta a la memoria autobiográfica.
80
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Algunos resultados muy interesantes apuntan que la activación cerebral para las
respuestas emocionales en dilemas morales (básicamente la zona mencionada de la corteza
prefrontal ventromedial) difiere de la que se produce cuando hay un razonamiento
abstracto y se trabaja con principios morales, que tendría lugar principalmente en la corteza
prefrontal dorsolateral. 101 Esto parece apoyar la hipótesis de que parte del procesamiento
moral tiene que ver con lo emocional, si bien es una tarea más distribuida por otras áreas
cerebrales.
81
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Todos estos hallazgos han llevado a plantear que los seres humanos poseen
capacidades y sensibilidad para responder a los estímulos, aprender del ambiente y de los
82
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
otros, esto es, habilidades que actuarían como un terreno proto-moral que permitiría
adquirir posteriormente conceptos morales como “lo bueno” o “lo correcto” (como se verá
más adelante, esto tiene importantes repercusiones desde el punto de vista educativo).
Estos patrones de activación cerebral ligados a lo moral se muestran vinculados a factores
diferenciales como la edad, 108 el sexo, 109 la influencia del grupo, 110 las perspectivas en
primera o tercera persona, 111 o los resultados esperados. 112
El intento de buscar una mayor precisión para encontrar zonas de activación que
fueran únicas para la moral se ha revelado infructuoso. El cerebro moral está relacionado
con el cerebro emocional y con el cerebro social, y sin duda son otras muchas regiones
cerebrales las que sustentan las capacidades cognitivas necesarias para la elaboración de
juicios morales (evaluación, causación, razonamiento, agencia, control cognitivo, etc.).
Capacidades que, por su parte, exhiben su funcionamiento en otros ámbitos no
relacionados con la cognición moral. A ello cabe añadir que se observan diferencias en
función de los contextos, culturas e individuos.
Todo esto hace pensar que no existen sistemas, regiones o substratos cerebrales
específicos para la moral. Aunque existen zonas del cerebro que con mucha frecuencia
aparecen activadas durante la toma de decisiones morales. Más bien el cerebro moral
descansa sobre procesos multimodales, se apoya en muchas partes del cerebro y, por tanto,
se podría decir que la moralidad está “en todo el cerebro”. 113
83
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
existe algún control racional sobre las emociones, etc.— puede interpretarse de modos
diferentes. La relación entre lo emocional y lo cognitivo es afirmada por todos, pero el
modo de darse esa relación difiere según las investigaciones.
Los dilemas empleados son algunos de los clásicos dilemas morales empleados en
filosofía, como el del tranvía. Este ejemplo fue propuesto hace algunas décadas por
Philippa Foot en el contexto del debate sobre el aborto, 117 para diferenciar entre las
acciones de matar y dejar morir, y desde entonces se ha utilizado profusamente para tratar
cuestiones relativas a la decisión moral, y ha sido analizado como modelo de
exploración. 118
El dilema del tranvía propone una situación en la que una persona se encuentra ante
una vía en la que están cinco personas, cuando observa que se dirige hacia ellas un tranvía
a gran velocidad que, con toda seguridad, las arrollará. Esa persona se haya en disposición
84
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
de activar un cambio de agujas, de modo que el tranvía se desviaría hacia otra vía
divergente, en la que hay una sola persona. La pregunta que se plantea es si el sujeto en
cuestión activaría o no el cambio de agujas, matando a una persona pero salvando a cinco.
Estos dilemas se han utilizado en otros muchos estudios. En todos ellos se pide a
los participantes elegir si la solución propuesta es apropiada o no. Y al parecer la respuesta
mayoritaria es que sería aceptable hacer el cambio de agujas para salvar a cinco personas, a
costa de la vida de una (en el dilema del tranvía), mientras que no sería adecuado empujar
al desconocido (en el dilema de la pasarela) a pesar de que ello tuviera como consecuencia
que murieran cinco personas. La explicación que se aporta para esta diferencia reside en el
distinto compromiso emocional en uno y otro caso.
Greene y cols. propusieron que la respuesta mayoritaria de los sujetos era una
respuesta emocional de aversión a un acto dañino, que conducía a rechazar dicho acto. Se
genera así una respuesta que puede calificarse como “utilitarista” en la medida en que se
realiza un cálculo (cinco vidas frente a una vida) que justifica racionalmente una acción
inmoral. La respuesta utilitarista sería así una incongruencia emocional, una predominancia
de lo cognitivo. Los sujetos tienen que superar su aversión emocional al acto dañino,
comprometiéndose con un razonamiento cognitivo. Por eso hablan Greene y cols. del
control cognitivo y del conflicto entre las emociones y la razón, apoyándose en la
evidencia de una mayor activación de las áreas cerebrales asociadas con el conflicto
cognitivo y el razonamiento abstracto (corteza cingular anterior y corteza prefrontal
dorsolateral). 119
En un estudio similar 120 se propuso el mismo dilema del tranvía, pero se hizo una
doble presentación: en primera persona, es decir, el sujeto de experimentación era el actor,
85
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Greene plantea que ese modo de tomar decisiones morales no es la forma natural de
proceder. Más bien está basado en un componente emocional (por ejemplo, una
repugnancia a dañar a un ser humano), que no aparece en los juicios utilitaristas, pues éstos
86
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
sólo pueden elaborarse a partir de un cálculo de costes y beneficios que, aunque tenga
algún componente afectivo, es eminentemente un análisis racional.
El estudio de las emociones es uno de los temas más apasionantes a los que se
enfrenta la neurociencia. De hecho, como se ha comentado, a lo largo de la última década
del siglo XX, se produjo una “revolución afectiva” ligada al desarrollo de explicaciones
sobre el modo en que el cerebro afronta la resolución de problemas.
87
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Con todo, hay algunos aspectos en los que es posible apuntar algunas afirmaciones,
que son las hipótesis más sólidas en la investigación: el primero de ellos es que ciertas
formas de emociones positivas y negativas muestran diferentes patrones de asimetría
cerebral funcional, especialmente en los territorios corticales prefrontales. 124 Así, parece
que el procesamiento de comportamientos de aproximación y emociones positivas se
asocia con la corteza prefrontal izquierda, mientras que el procesamiento de los
comportamientos de evitación y las emociones negativas están ligados a la corteza
prefrontal derecha. 125
88
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Puede afirmarse que los estudios actuales rechazan la separación entre lo emocional
y lo racional. Más bien apuntan a una relación, de modo que el razonamiento moral se
muestra como algo que no es dependiente exclusivamente de regiones corticales, y las
emociones no parecen surgir de modo aislado de la actividad límbica. El sistema es
complejo y no todos los investigadores aceptan la teoría dual propuesta por Greene. Para
muchos, a pesar de la especialización existente, no existirían límites tan claros ni
competición entre emoción y cognición. En realidad las distintas opciones posibles se
evidencian cuando las elecciones racionales están dotadas de un rasgo emocional
sobresaliente. 129
89
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
El estudio de las emociones tiene una larga historia. Desde las teorías de Darwin o
Freud sobre el papel que el cerebro jugaba en la expresión de las mismas, pasando por las
teorías de James-Lange (1884) y Cannon-Bard (1927), entre otros, hasta los estudios de la
neurociencia actual, han sido muchos los intentos por explicar la conexión entre las
emociones y los sentimientos, que tan importantes son en nuestra vida, y el cerebro. Las
bases neurales de las experiencias emocionales son objeto de estudio y, como se ha
comentado, con un interés renovado en los últimos años.
90
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Los estudios posteriores han ido descubriendo que, a pesar de la existencia de las
conexiones que Papez establecía en su circuito, los elementos implicados en él
efectivamente participan en las emociones, pero no hay evidencia de que formen un
sistema como el descrito. Con todo, el concepto de un sistema límbico unificado es un
modo abreviado, aunque conveniente, de explicar los circuitos neurales implicados en la
experiencia y expresión emocional. 131 Las teorías de Papez y MacLean han tenido una
importantísima influencia en las investigaciones posteriores sobre la emoción.
91
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
para las metas generales de la persona. En tal caso, se requiere que la corteza prefrontal
produzca una señal de tendencia a otras áreas del cerebro que guíen el comportamiento
hacia la adquisición de una meta más adaptativa, que en este caso supondría retrasar la
gratificación.
Este tipo de estudios 136 permite afirmar que hay sistemas cerebrales que captan la
asociación entre diferentes decisiones y sus consecuencias afectivas, antes de que el sujeto
alcance un conocimiento explícito de las contingencias vigentes y, por otro lado, parece
que el conocimiento implícito contribuye a la realización deliberada de decisiones
adaptativas. 137 Esto guarda relación con la importante teoría propuesta por Antonio
Damasio, denominada “teoría del marcador somático”. 138
92
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Esta hipótesis trata de explicar la relación entre las emociones y los procesos de
razonamiento y toma de decisiones. Afirma que el “feed-back” somático que proporciona
93
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Una de las críticas que se han vertido contra la hipótesis del marcador somático es
que los marcadores no son realmente necesarios para la toma de decisiones, ya que es el
conocimiento previo lo que puede guiar para tomar decisiones ventajosas. 143 Para defender
94
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
su hipótesis frente a esta crítica, y para subrayar el papel de las emociones en la toma de
decisiones morales, y su intrínseca relación con los procesos racionales, Reimann y
Bechara 144 se apoyan en otras dos aproximaciones complementarias que enfatizan este rol
de lo afectivo: el “afecto anticipatorio” y “la red de fuerza de respuesta emocional”.
95
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
verse activadas por situaciones de interacción social, como el rechazo por parte de otros
individuos, o por la empatía por el sufrimiento de otros. 149
A todo lo dicho cabe añadir que, según Rolls, 150 la corteza prefrontal también
tendría una función de mantenimiento de las asociaciones de refuerzo, de modo que se
producirían unas modificaciones sinápticas en la zona orbitofrontal que permitirían al
organismo retener el valor de recompensa de un gran número de estímulos. Estas
asociaciones se almacenarían durante largos períodos de tiempo y se recurriría a ellas
siempre que se encuentre de nuevo en el futuro un estímulo aprendido. Este concepto de
memoria de trabajo afectiva es diferente del que defienden Davidson, Jackson y Kalin, 151
quienes consideran que se trata más bien del mantenimiento de la emoción actual durante
periodos en que el estímulo emocional ya no está presente, proceso que jugaría un
importante papel en la dirección del comportamiento en ausencia de incentivos
inmediatamente disponibles.
Por otro lado, también hay diferencias funcionales en los sectores dorsolateral y
ventromedial de la corteza prefrontal: este último estaría implicado mayormente en la
representación de estados afectivos elementales, tanto positivos como negativos, en
ausencia de incentivos inmediatamente presentes, mientras que el dorsolateral estaría más
directamente relacionado con la representación de metas hacia las que están dirigidos esos
estados elementales. 152
96
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
6.2.1.3. La amígdala
Uno de los puntos en que la amígdala parece tener un papel primordial, y que está
generando un enorme número y variedad de estudios, es el reconocimiento de emociones
en los rostros. Por ejemplo, Adolphs y cols., 156 Calder y cols., 157 y Broks y cols.158
muestran que el reconocimiento de signos faciales de temor estaba dañado en pacientes
con lesión bilateral de la amígdala, mientras que el reconocimiento de otras expresiones
faciales estaba intacto.
En general, los estudios de pacientes con lesión amigdalar sugieren que esta
estructura juega un importante papel tanto en la percepción como en la producción de
ciertas formas de emoción negativa. Sin embargo, no se ha respondido a la pregunta por el
papel que pueda tener en las emociones positivas. De hecho, es importante que estos
estudios de lesiones se complementen con otros de neuroimagen funcional en sujetos
intactos. Los que se han realizado hasta ahora con resonancia magnética funcional (fMRI)
y tomografía por emisión de positrones (PET) sólo han permitido comprobar que se
producen cambios en la amígdala en respuesta a estímulos emocionales, lo cual deja
97
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
abierta la pregunta acerca de si la amígdala está implicada en todas las emociones, a pesar
de la relevancia que parece tener en los afectos negativos.
98
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Los estudios de Davidson y su equipo sobre esta cuestión han permitido afirmar
que la activación frontal extremadamente derecha o extremadamente izquierda
correlaciona con diferencias sistemáticas en la disposición al afecto positivo o negativo.
Del mismo modo, sostienen que otras medidas de asimetría prefrontal podrían predecir la
reactividad ante elementos experimentales que provoquen emoción. Y así lo muestran los
resultados de sus estudios: aquellos individuos con activación basal prefrontal izquierda
mostraron afectos más positivos ante estímulos positivos –películas—, y aquellos con
activación prefrontal más derecha mostraron más afecto negativo ante estímulos negativos.
Estos hallazgos les permiten apoyar la idea de que las diferencias individuales en las
medidas electrofisiológicas de la asimetría en la activación prefrontal marcan algún
aspecto de la vulnerabilidad a los elementos que provocan emociones negativas y
positivas. Todo ello supone una vía de estudio de los componentes del estilo afectivo,
algunos de los cuales tienen más que ver con la activación prefrontal, mientras que otros,
como la regulación de la emoción o su duración, tienen que ver también con la amígdala, y
obligan a estudiar la posible relación con la asimetría en la activación. Además, las
diferencias individuales en la asimetría prefrontal tienen que ver con el tiempo de
recuperación ante un estímulo emocional importante, lo que puede tener repercusiones en
algunas patologías, como la depresión o la ansiedad, y también con ello se abre la puerta a
inquietantes preguntas acerca de la relevancia del estilo afectivo en los comportamientos
con interacción social. 163
99
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
La primera de ellas, el striatum ventral, tiene que ver con el afecto positivo. Esta
región está muy inervada por neuronas dopaminérgicas y algunos estudios con PET han
encontrado incrementos de dopamina en esta región durante el disfrute de un videojuego.
El sistema de dopamina mesolímbica está implicado en la motivación por incentivo o
premio, y parece que juega un importante papel en lo que Davidson 166 denomina “afecto
positivo de motivación de logro pre-meta”, una forma de afecto positivo que surge cuando
alguien se acerca progresivamente hacia una meta deseada.
100
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
derecho. 167 En estos estudios, la mayoría de las lesiones incluyen más de un sector de la
corteza prefrontal, pero la mayoría de los pacientes tienen afectada la zona dorsolateral.
También se ha encontrado una correlación entre la lesión de la corteza prefrontal
dorsolateral izquierda y los síntomas depresivos, lo que se interpreta como demostración
del papel que juega este área en el afecto positivo que, al verse afectada, incrementa la
posibilidad de sintomatología depresiva. Aunque no todos los estudios actuales son
consistentes con estos resultados, la mayoría vienen a apoyar la idea de que el daño en
corteza prefrontal izquierda tiene relación con el ánimo deprimido. 168
101
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Como se ha comentado anteriormente, los estudios revelan que los individuos con
mayor activación basal prefrontal relativa en el lado izquierdo tienen mayor capacidad de
recuperación del estado inicial tras un estímulo negativo, lo cual hace pensar que las
diferencias individuales en la activación prefrontal asimétrica tienen que ver con el tiempo
de la respuesta emocional, y que los individuos con mayor activación izquierda se
recuperan más rápidamente de los afectos negativos o del estrés, que los que tienen mayor
activación derecha. El mecanismo que puede estar subyacente a este resultado lo
explicaron LeDoux y sus colaboradores: 172 existe un camino descendente entre la corteza
prefrontal medial y la amígdala, que es inhibidor y que, por tanto, representa un
componente de extinción. En ausencia de este input inhibitorio normal, la amígdala
continúa activada.
Por otro lado, conviene tener en cuenta que varios autores coinciden en distinguir
dos formas principales de motivación y emoción, representadas en circuitos neurales
diferentes. Un primer sistema es el de aproximación, que facilita el comportamiento
apetitivo y genera ciertas formas de afecto positivo. El segundo es el sistema de retirada,
que facilita la separación de un organismo de las fuentes de estimulación aversiva y genera
ciertas formas de afecto negativo. Las regiones que sustentan estos sistemas son las ya
mencionadas anteriormente. Algunas de ellas participan en ambos circuitos, mientras que
otras están implicadas mayormente en uno de los sistemas que en el otro. Por ejemplo, el
nucleus accumbens tiene que ver con el sistema de aproximación, mientras que la amígdala
está implicada en el sistema de retirada.
Existiría también una valencia en algunos, pero no todos, los componentes de estos
circuitos, de tal modo que hay interacciones complejas entre las estructuras dentro de un
circuito con influencias excitadoras e inhibidoras. Y el comportamiento emocional puede
102
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
ser generado sin la activación de todos los componentes del circuito. También hay
interacciones entre ambos sistemas, pero parecen diferenciados. En particular, se ha
mostrado la importancia de examinar los niveles de activación en los componentes de estos
circuitos separadamente en los hemisferios derecho e izquierdo, ya que algunas formas de
psicopatología o estilo afectivo implican diferencias bilaterales en estos sistemas. Por
ejemplo, como se ha mencionado, la disminución de la activación en la región prefrontal
izquierda y derecha se muestra asociada con déficits tanto en el sistema de aproximación
como en el de retirada, respectivamente, y como tal, está asociada con síntomas como la
anhedonia.
Todos estos estudios han dado lugar a dos teorías que se refieren a la diferenciación
en la especialización hemisférica del procesamiento de la emoción: una de ellas es la
“hipótesis del hemisferio derecho” que sugiere que el hemisferio derecho está
especializado únicamente en el procesamiento de la emoción y que el hemisferio izquierdo
tiene, como mucho, un papel de apoyo en la percepción emocional. 174 Por su parte, la
103
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Un estudio posterior de estos mismos autores 179 ratifica la ventaja del hemisferio
derecho para la percepción consciente y su déficit para la percepción inconsciente, pero
104
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
105
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
enfatizando sus emociones positivas. Más aún, el estudio se plantea la posibilidad de que
una asimetría hemisférica pudiera afectar a los juicios del espectador ante la obra de
Rembrandt. Es decir, que las diferencias hemisféricas fueran más perceptivas que
expresivas. 180
Éste es un modelo que han utilizado también otros autores, presentando rostros
felices o tristes, frente a rostros neutros, en el campo visual derecho o izquierdo, y
observando que los tiempos de reacción son más rápidos al juzgar las presentaciones en el
lado derecho, cuando la expresión era feliz (es decir, estaba siendo juzgada por el
hemisferio izquierdo del observador), y viceversa cuando era triste. 181 Esto sugiere que
cada hemisferio estaría especializado en juzgar, además de producir, exposiciones
emocionales positivas y negativas.
Si esto es así, los retratos que muestran el lado izquierdo de la cara serían
procesados mayormente por el hemisferio derecho, que es más sensible a las emociones
negativas. Por tanto, aparecerían como menos agradables, ya sea porque son vistos más
directamente por el hemisferio derecho del observador, o porque el hemisferio derecho del
modelo expresa emociones más negativas en el lado izquierdo de su cara. Esta idea se
apoyaría en la investigación sobre belleza facial, que sugiere que es la fisonomía de
composiciones derecha-derecha e izquierda-izquierda lo que determina que un rostro sea
atractivo, y no los procesos perceptivos asimétricos que puede generar una imagen
182
invertida en espejo.
En una línea semejante, hay estudios que tratan las asimetrías en el movimiento
facial que acompaña a la expresión facial de las emociones. De nuevo estamos ante
investigaciones que plantean la existencia de asimetrías en patrones de activación de
regiones específicas del cerebro, en respuesta a ciertos tipos de emociones negativas o
positivas. Y de nuevo la organización asimétrica del afecto en los dos hemisferios
cerebrales sirve de base conceptual para investigar cómo la emoción actúa de modo
asimétrico en los dos lados de la cara. Según lo dicho anteriormente, se podría esperar,
especialmente en la zona inferior de la cara, que las expresiones emocionales se mostraran
mayormente en el lado izquierdo, y que las emociones negativas también aparecieran más
106
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Uno de los fundamentos teóricos más sólidos y admitidos de modo más general es
el de Davidson que, como se ha comentado, se refiere a los dos sistemas aproximación-
retirada en relación con la actividad frontal izquierda y derecha. Harmon-Jones 186 afirma
que este modelo incluye componentes de motivación y de valencia. Así, identifica un
“modelo de valencia” de asimetría EEG en el que los niveles relativos más altos de
activación frontal izquierda están asociados con la expresión y experiencia de las
107
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
emociones positivas, y los niveles altos relativos de actividad frontal derecha se asocian
con la experiencia y expresión de emociones negativas; y también un “modelo
motivacional” en el que los niveles altos de actividad relativa frontal izquierda se
relacionan con la expresión de emociones de aproximación, y los niveles altos de actividad
relativa frontal derecha se relacionen con la expresión de emociones de retirada. Existiría
además un “modelo de motivación con valencia” –donde se sitúa Davidson—, que sería
una combinación de los dos anteriores, al asociar los afectos positivos con la
aproximación, y los afectos negativos con la separación. Y éste es el que toman como
base la mayor parte de los estudios con EEG.
108
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Este tipo de “llamadas de atención” resultan de gran importancia, ante los avances
de estos estudios. Así, Davidson, como ya se comentó anteriormente, alerta respecto a la
bibliografía existente sobre la asimetría en EEG frontal, insistiendo en el hecho de que la
corteza prefrontal –o los sectores particulares de la corteza prefrontal que son objeto de los
estudios con EEG— representa sólo una pequeña porción del circuito de la emoción. De
modo que, para ciertos tipos de procesos emocionales, la presencia de un patrón particular
de asimetría prefrontal funcional puede ser necesario, pero no suficiente, para el estado
emocional en cuestión, o puede ser simplemente una causa que contribuye al estado
emocional.
Los viejos debates han estado centrados en dos distinciones que resultan útiles y
que van cobrando nuevas dimensiones. La primera de ellas es la separación y diferencia
entre el sexo y el género. Al hablar del sexo se hace referencia a los aspectos biológicos del
dimorfismo sexual. Por tanto, están aquí contenidos elementos de genética, endocrinología,
anatomía, fisiología, neurología, etc. que describen las diferencias observables. Por su
parte, el género se refiere a los aspectos psicológicos, sociales y culturales. Es decir, a
elementos que contribuyen y construyen una cierta identidad, y que por tanto se estudian
desde la psicología, la sociología, la antropología, etc.
109
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
La novedad actual reside en que las nuevas investigaciones aportan alguna luz y
datos relevantes a esta vieja cuestión, reabriendo el debate y suscitando una y provocadora
cuestión: ¿podríamos hablar de racionalidades, modelos de pensamiento, o sistemas de
toma de decisiones, diferentes en hombres y en mujeres?
En los años 90 del siglo XX, al comienzo de la famosa década del cerebro, la
medicina abandonó la idea de que las mujeres son “hombres pequeños” para comenzar
investigaciones específicas sobre la cuestión de género. Desde entonces los datos
científicos han ido incrementándose y generando nuevos planteamientos. 189
110
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Se apuntaron algunos datos que son relevantes para la posible distinción entre los
cerebros de hombres y mujeres. 190 Sólo por citar algunos ejemplos: que los hombres tienen
un 4% más de neuronas que las mujeres, aunque las mujeres tienen más conexiones
neuronales. También que las mujeres tienen un cuerpo calloso mayor, lo que significa
mayor conexión interhemisférica y a más velocidad. Los estudios muestran también que el
lenguaje suele estar situado en el hemisferio dominante (izquierdo mayormente) en los
hombres, mientras que en las mujeres parece haber actividad en ambos hemisferios. O que
el sistema límbico es mayor en las mujeres (lo que se interpreta como una mayor capacidad
para la comprensión de sentimientos, también un olfato más desarrollado, y una mayor
tendencia a la depresión. Mientras que los hombres mostrarían una mayor tendencia a los
comportamientos violentos y menor empatía).
111
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Uno de los estudios que han reabierto este debate es M. Hines quien, en una
conocida investigación, 192 trataba de buscar una posible correlación entre los sexos y las
preferencias ante los juguetes presuntamente masculinos (balón y coche), los
presuntamente femeninos (muñeca y sartén) y los presuntamente neutros (perro de peluche
y libro de colores). Sus resultados apuntan a que ellos pasan casi el doble de tiempo que
ellas con el coche y la pelota, y viceversa, mientras que apenas hay diferencias en los
juguetes neutros. Lo que parece corroborar una experiencia que muchos calificarían de
claramente aprendida. Sin embargo, lo más interesante de este estudio, es que la
explicación es biológica, no cultural, porque los sujetos de experimentación eran monos.
Si a ello unimos que todos los individuos tienen sus propias opiniones sobre esta
cuestión de las diferencias entre sexos, y que, al ser una cuestión de valores, hay que tener
un exquisito cuidado en no proyectar las convicciones personales en la interpretación de
los resultados, es claro que dista mucho de ser un tema neutro. Más bien, en muchos casos,
en las investigaciones sobre este tema nos encontramos afirmaciones subjetivas, relativas a
los roles de hombres y mujeres. Y también se constata que la mayor parte de los
investigadores buscan diferencias entre sexos, siendo mucho más minoritaria la
112
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Cabe destacar que un sistema tiene normas, o leyes, y que se puede esclarecer cómo
funciona el sistema mediante la comprensión de las leyes. Parece que a los hombres les
interesan más los sistemas y su funcionamiento.
Por su parte, el cerebro femenino estaría más capacitado para la empatía, esto es, la
capacidad de reconocer las emociones y pensamientos de otra persona, pero también de
responder emocionalmente a los pensamientos y sentimientos de esa persona. Esto se ha
comprobado en otros estudios posteriores 194 mostrando cómo las mujeres muestran una
mayor activación en la corteza prefrontal derecha y en el surco temporal que los hombres,
en tareas de reconocimiento de expresiones faciales. Esto lleva a pensar que en las mujeres
se activan más las áreas de neuronas espejo en las interacciones cara a cara, lo que puede
suponer una mayor capacidad de “contagio emocional” y, por ende, mayor empatía.
113
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
También se ha apuntado que las mujeres muestran una mayor activación del
cíngulo posterior durante la evaluación de dilemas morales relativos al cuidado, frente a los
dilemas relativos a la justicia. 196 Esto coincidiría con la conocida propuesta de C.
Gilligan, 197 corrigiendo la teoría del desarrollo moral de L. Kohlberg 198 en lo relativo a las
aproximaciones más propias de las mujeres.
Por su parte, los hombres tendrían una activación mayor en el surco temporal
superior, que parece estar implicado en el juicio de dilemas personales complicados. 201 Se
sugiere que esto significaría que los hombres utilizan más recursos cognitivos para obtener
información contextual y evaluar los aspectos de violación moral en los estímulos
presentados. Mientras que las mujeres se centrarían más en la percepción del individuo que
sufre la transgresión moral, donde hay un componente emocional más acusado. 202
114
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
115
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
a lo que llamamos identidad, y es también la biografía, la historia que narra a cada uno de
nosotros como persona. Eso nos diferencia y distingue, haciéndonos únicos, pero también
nos iguala en la condición humana y en la vida.
116
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
que actúa y de los estímulos provenientes del movimiento biológico de otra persona—, los
polos temporales –que están asociados con procesos mnemónicos, aportando un contexto
semántico y episódico a los estímulos que se están procesando— y la corteza prefrontal
medial –que analiza los estímulos y produce una representación de los estados mentales
propios y ajenos—. De modo menos importante también parecen estar implicadas la
amígdala y la corteza órbitofrontal. No obstante, las investigaciones relacionadas con las
llamadas “neuronas espejo” (MNS, mirror neuron system) van aportando, día a día, nuevos
datos que obligan a revisar y ampliar estas descripciones. Las neuronas espejo son un tipo
especial de neuronas que se activan cuando un individuo realiza una acción y también
cuando observa una acción similar llevada a cabo por otro individuo.
Será necesario, y cada vez más, analizar las implicaciones que tiene el hecho de que
la neuroimagen, más que cualquier otra técnica de investigación cerebral, indique, como
afirma M.J. Farah, que «importantes aspectos de nuestra individualidad, incluyendo
algunos de los rasgos psicológicos que nos importan a la mayoría como personas, tienen
correlatos físicos en la función cerebral.»209 Esto tiene que ver, por ejemplo, con la
investigación sobre los correlatos neurales de la conciencia, 210 o con la más polémica
relación entre experiencia religiosa y cerebro, establecida a partir de los estudios con
pacientes que padecían epilepsia del lóbulo temporal, y que en ocasiones mostraban
intensos sentimientos religiosos durante las crisis. 211
117
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
118
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
pensar en ellas, sino también comprender las acciones observadas, sin necesidad de
razonamiento alguno.
Dicho de modo más sencillo: si hasta ahora considerábamos que el movimiento, por
ejemplo de una mano, era el resultado de un proceso mental en el que, analizadas por el
cerebro las percepciones y datos sensoriales, se emitía una respuesta adecuada (que, en el
caso de acciones intencionales complejas, requeriría de unas capacidades cognitivas
realizadas por regiones especializadas para ello), y que la zona motora del cerebro era la
encargada de ejecutar dicha respuesta en forma de movimiento, ahora parece ser que el
sistema motor es mucho más complejo, y puede ser el sustrato neural de procesos
atribuidos al sistema cognitivo.
Esto tiene dos importantes consecuencias: por una parte, obliga a revisar lo que
hasta este momento se ha venido afirmando respecto a las regiones motoras del cerebro (el
sistema motor no puede ser ya concebido como un mero “ejecutor pasivo” de órdenes
emitidas por otra región cerebral, parece tratarse más bien de un complejo entramado de
zonas corticales diferenciadas, capaces de realizar las funciones sensoriomotoras que
parecerían propias de un sistema cognitivo superior) y por otro lado, supone un importante
reto para nuestras convicciones filosóficas acerca de la importancia de la comprensión
consciente de los actos humanos.
El propio Rizzolatti reconoce que las neuronas espejo nos permiten entender la
mente de los demás, no sólo a través de un razonamiento conceptual sino mediante la
simulación directa. Sintiendo, no pensando. Y ello porque somos criaturas sociales, y
nuestra supervivencia depende de entender las acciones, intenciones y emociones de los
demás.
119
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Ramachandran llama a las neuronas espejo “neuronas de la empatía” por ser las
implicadas en la comprensión de las emociones de los otros. De algún modo, si la
observación de una acción llevada a cabo por otro individuo activa las neuronas que
permitirían al observador realizar la misma acción, estaríamos ante una suerte de “lectura
de la mente”. Las neuronas espejo del observador actúan como un sistema que permite la
comprensión de las acciones y por tanto la empatía, la imitación, y la teoría de la mente.
Incluso se ha sugerido que el sistema de neuronas espejo sería el mecanismo neural básico
para el desarrollo del lenguaje. 214 Rasgos todos ellos de capacidades relevantes para la
hominización, desde un punto de vista evolutivo.
120
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Buena parte de las investigaciones afirman, en la misma línea, que una deficiencia
en ToM y en la capacidad de empatía sería la explicación más plausible para el autismo.
Hace tiempo que se sabe que existe un componente del electroencefalograma (EEG), la
onda mu, que se bloquea cuando una persona hace un movimiento muscular voluntario.
Este componente también se bloquea cuando una persona ve a alguien realizar la misma
acción, lo cual ha dado lugar a que Ramachandran y Altschuler sugieran que la supresión
de la onda mu serviría para disponer de una prueba sencilla y no invasiva para monitorizar
121
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
la actividad de las neuronas espejo. En los niños con autismo se observa que la supresión
de la onda mu sí se produce cuando realizan un movimiento voluntario, pero no cuando
observan a alguien realizar la acción, de lo cual se deduce que el sistema motor está
intacto, pero no así el sistema de neuronas espejo. Estos hallazgos se han comprobado
también con otras técnicas como la magnetoencefalografía, la resonancia magnética
funcional o la estimulación magnética transcraneal. En todos los casos se muestra que en el
autismo existe una disfunción de las neuronas espejo. Esto explicaría la mayoría de los
síntomas del trastorno autista: falta de habilidades sociales, ausencia de empatía, déficits de
lenguaje, imitación pobre, dificultad para comprender las metáforas, etc.
Todo esto nos hace pensar que las neuronas espejo son el mecanismo esencial para
comprender las intenciones de otros, para desarrollar una teoría de la mente y, por ende,
para capacitarnos para la vida social. Como indicaba V.S. Ramachandran, las neuronas
espejo suponen la disolución de la barrera entre yo y los otros. La capacidad de adoptar el
punto de vista de otro supone, entre otras cosas, la posibilidad de una imitación intencional
y, por tanto, de un aprendizaje basado en la imitación. Este elemento tiene importantes
consecuencias desde el punto de vista evolutivo, lo cual, además, según este autor, permite
afirmar que el sistema de las neuronas espejo marca un antes y un después en el debate
entre naturaleza y cultura. La naturaleza humana depende de modo crucial de la capacidad
de aprendizaje facilitada, al menos parcialmente, por este sistema. Gracias a él el cerebro
humano se especializó para la cultura y se convirtió en el órgano por excelencia de la
diversidad cultural. O, lo que es lo mismo, es lo que nos permite ser esencialmente
humanos.
122
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
123
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
La importancia que todo esto puede tener desde el punto de vista de las relaciones
entre personas pertenecientes a grupos culturales diferentes es enorme. Si las experiencias
previas son determinantes para la activación de las neuronas espejo, este mecanismo será
un elemento de importancia indiscutible para la socialización y la interacción con otros
humanos en un entorno de sentido homogéneo, pero no posibilitará, o al menos no
facilitará, la interacción social con individuos procedentes de otro entorno de sentido
diferente. Se producirá continuamente lo que, por otra parte, es una constante en nuestro
modo de interpretar la realidad: un intento de comprensión sometiéndolo a nuestras
experiencias previas. Pero probablemente esto no es exclusivo de una teoría de la
simulación, pues otro tanto ocurriría con las teorías que utilizamos, como patrones
explicativos previos, según la teoría-teoría.
Quizá pudiera pensarse en la posibilidad de que ambas hipótesis tengan razón: las
neuronas espejo estarían mostrando un mecanismo de activación que tiene que ver con las
experiencias previas, que propician una simulación o representación por parte del
observador, posibilitando la comprensión de las intenciones, y que, dependiendo de las
circunstancias y la acción en cuestión, también se ve modulado por teorías o reglas
mentales. En este sentido, las teorías actuarían a modo de esquemas producidos por las
propias experiencias, pero modificados por elementos no experienciales.
Pero también, inversamente, las experiencias se verían modificadas por las teorías.
De modo que la construcción de unas bases psicológicas para la vida cotidiana, de un
124
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
También es verdad que no todos los autores que defienden la teoría-teoría están de
acuerdo con esta afirmación de que el proceso de enculturación sea tan relevante. Los que
mantienen que los conocimientos o reglas (teorías) se obtienen por teorización o
enculturación, proponen también una analogía entre el modo en que el científico cambia
sus teorías, y el modo en que el niño va cambiando sus patrones o reglas. Otros, sin
embargo, sostienen que la teoría está en un módulo de la mente, innato y prefigurado, que
se desarrollará, independientemente de las experiencias que el sujeto tenga, o siendo estas
experiencias un mero desencadenante del desarrollo de dicha teoría.
125
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
consciente. En tal caso tendríamos que pensar que la mayor virtud de las neuronas espejo
es también su mayor defecto: posibilitar la comprensión de las intenciones de un modo
unívoco y condicionado. Nos abre la vía de la comunicación con otros de un modo muy
radical y definitivo, pero también nos incapacita para una comprensión alternativa o
discordante. Necesitaríamos recurrir a la teoría (conceptos, conocimientos) para salvar esta
situación.
Quedan abiertos muchos interrogantes en este tema, algunos de ellos serían, por
ejemplo, si se podría cambiar el patrón de activación de las neuronas espejo por medio del
aprendizaje de teorías, si sería posible pensar en “cambiar de mente”, cómo se modifican
los patrones de activación de las neuronas espejo en función de experiencias y teorías, y
acercándonos a las aplicaciones y, por tanto, al campo de la ética de la neurociencia, qué
implicaciones tiene todo esto para la educación. La investigación aún tiene mucho que
hacer, por ejemplo para explicar si es posible esta interacción entre simulación y teoría, y
si dicha interacción es igual en las diferentes etapas del desarrollo, o en los niños y en los
adultos, y también para encontrar una explicación plausible de la teoría de la mente y su
relación con las neuronas espejo, o para responder a la pregunta acerca del módulo
intérprete y su sustrato neural.
Puede que Ramachandran exagere al afirmar que las neuronas espejo serán a la
psicología lo que el ADN a la biología, 219 pero, en cualquier caso probablemente estamos
ante uno de los puntos de inflexión de este interesantísimo campo de conocimiento.
126
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Buena parte de estos estudios intentan resolver interrogantes abiertos como por
ejemplo si existen diferencias entre las perspectivas planteadas en primera persona y en
tercera persona. Habitualmente las investigaciones que plantean dilemas morales se
presentan en primera persona, esto es, el sujeto es el actor que ha de realizar la acción,
mientras que los estudios que analizan la reacción de los individuos se presentan en tercera
persona, como un observador. Esto genera un importante problema metodológico: el
debate sobre la relación entre lo racional y lo emocional en la cognición y el juicio moral
está influido por una diferente aproximación en los estudios. Los protocolos más
“racionalistas” usan los dilemas morales para estudiar los juicios morales, y lo hacen con
una perspectiva en primera persona. Por su parte, los protocolos más “emocionalistas”
emplean sentencias o imágenes con valor emocional, presentadas en tercera persona, para
evaluar las reacciones morales. Esto supone estar introduciendo otras variables, que
interactúan y modifican los resultados sobre los mecanismos neurales de la moral.
Son bastantes los estudios que han encontrado diferencias entre las dos
perspectivas. Se observa, por ejemplo, una mayor activación en la corteza prefrontal
medial dorsal y en la unión temporoparietal (ambas consideradas partes de la red ToM) en
las presentaciones en tercera persona. 220 También hay estudios que muestran mayor
activación en la corteza prefrontal medial y la corteza cingulada posterior en las
presentaciones en primera persona. 221
Hay estudios que han mostrado que las situaciones negativas hacen visible una
tendencia a atribuir las acciones propias (en primera persona) a causas externas, mientras
que los comportamientos de otros individuos (tercera persona) se imputan a causas
internas. Es lo que se ha llamado “sesgo actor-observador”. 222 El estudio de Nadelhoffer y
Feltz muestra, utilizando el famoso dilema del tranvía, que si dicho dilema se plantea en
primera persona (esto es, el sujeto es actor, comprometido activamente en ser quien tiene
que cambiar la aguja del tranvía), el 65% de los participantes encuentran que la acción de
cambiar la aguja (y por tanto matar a una persona para salvar a cinco) es moralmente
aceptable, mientras que cuando el dilema se plantea en tercera persona (es decir, el sujeto
127
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
es un observador) ese porcentaje asciende al 90%. Por tanto son diferentes procesos los
que están operando en esas dos perspectivas.
Avram, M. et al. encuentran también estas diferencias. 223 Muestran que la corteza
prefrontal ventromedial juega un papel importante en la relevancia emocional, mientras
que la corteza prefrontal antero-medial contribuye a sintetizar la información moral,
permitiendo estrategias apropiadas para la toma de decisiones.
También afirman que el hipocampo está implicado en los juicios morales en tercera
persona. Esto es compatible con hallazgos de otros estudios que han relacionado la
actividad del hipocampo en la comprensión de las emociones y comportamientos de
otros. 224 La activación del hipocampo estaría relacionada con la inducción y
mantenimiento de las reacciones emocionales, y también sugiere una relación con el papel
que juegan los recuerdos y la proyección de la conciencia de uno mismo en la elaboración
de juicios sobre otras personas.
Con todo, parece haber evidencia tanto para una diferenciación en los patrones de
activación neural como para patrones comunes. La interpretación de Avram et al. es que
las diferencias tienen que ver con el “sesgo actor-observador”. Las presentaciones en
primera persona se evalúan en función de la situación. Si los sujetos no pueden controlarla,
se distancian del estímulo a pesar de tener una fuerte reacción emocional. Las
presentaciones en tercera persona generan una evaluación que considera las características
internas de los actores. Para ello recogen información relevante y se internan en procesos
ToM.
128
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Todo esto debería ser tenido en cuenta en los estudios sobre decisiones morales. De
hecho, lo más interesante son las conclusiones que se pueden extraer: en primer lugar, es
imprescindible ser cuidadoso en la interpretación de los estudios de neuroimagen sobre los
sustratos neurales de la moralidad, ya que la misma elección de los estímulos que se
propone a los sujetos que participan en las investigaciones puede ser determinante, dando
lugar a activaciones neurales diferentes.
Así, aunque puedan existir elementos comunes en ese sustrato neural de las
decisiones morales, también se evidencian diferencias en función de la situación y las
circunstancias del individuo, lo que nos conduce a la necesidad de atender a esas
peculiaridades particulares.
129
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Aunque parece evidente que no existe un “cerebro moral”, esto es, una región
cerebral específica para el razonamiento y el juicio moral, sino que más bien son muchas
las áreas implicadas, también es cierto que, como se ha expuesto anteriormente, hay
algunas zonas especialmente relevantes en el procesamiento del juicio moral. Entre esas
áreas sin duda tiene notable preeminencia la corteza prefrontal. Las investigaciones han
demostrado que se producen cambios funcionales en los circuitos neurales que soportan la
cognición moral, específicamente en la corteza prefrontal ventromedial. Más aún, se ha
mostrado que la capacidad de elaborar juicios morales superiores está ligada con una
actividad reducida en la corteza prefrontal dorsolateral y el surco temporal superior. 226 E
incluso se han encontrado diferencias en valores morales ligadas con el volumen de
materia gris. 227
Basándose en estos datos, Prehn y cols. 228 han hallado diferencias entre los sujetos
que alcanzan un nivel postconvencional de razonamiento moral y los que tienen un
desarrollo moral inferior. Comparando los estilos de razonamiento moral, las personas que
se sitúan en el nivel postconvencional mostraban un mayor volumen de materia gris en la
corteza prefrontal ventromedial. Además observaban en estos sujetos mayor apertura a las
experiencias nuevas y menor neuroticismo.
130
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
131
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
También es posible cambiar la estructura y función del cerebro por medio del
aprendizaje, el hábito y el entrenamiento. Por ejemplo, los taxistas que necesitan aprender
las calles y los recorridos en una gran ciudad, muestran un crecimiento significativo del
hipocampo, región que se asocia con la memoria espacial. 233
Y lo que resulta más interesante es que el cambio también puede producirse por
medio de los pensamientos, con la mera actividad mental. El estudio de Pascual-Leone es
un buen ejemplo: 234 tomando un grupo de voluntarios, a la mitad de ellos se les enseñó a
tocar con la mano derecha una pieza de piano para cinco dedos. Por medio de técnicas de
neuroimagen determinaron qué parte de la corteza motora estaba implicada en mover esos
dedos, y observaron una expansión de dicha zona. A la otra mitad del grupo de voluntarios
se les indicó que debían imaginar que tocaban las notas (sin tocar las teclas), y las
imágenes mostraron que también se había incrementado la corteza motora en estos sujetos.
El pensamiento, pues, había cambiado la corteza motora.
132
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Dejando de lado las diferentes definiciones y estudios sobre la empatía, 237 conviene
centrarse en el interrogante que abre esta posibilidad de “sentir lo que sienten otros”. En
muchos casos, se insiste en la necesidad de promover la empatía como modo de combatir
los comportamientos antisociales, los conflictos o agresiones, y como vía para potenciar la
solidaridad, el altruismo o la ayuda humanitaria. Se concibe así la empatía como uno de los
factores que podrían promover una “mejora moral” reduciendo el egoísmo.
Sin embargo, bastantes estudios muestran que la empatía está ligada al sesgo del
238
grupo, de modo que los comportamientos altruistas se dirigen hacia las personas o
grupos que se perciben como similares o más cercanos a uno mismo. Así, por ejemplo, será
más fácil sentir empatía con personas de la misma etnia, 239 o con aquellos con los que no
exista una relación competitiva sino cooperativa — por ejemplo, se siente más empatía con
el dolor de los jugadores del equipo de quien uno es fan, que con los del equipo
contrario—. 240
133
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Esto implica varias cosas importantes: en primer lugar, las investigaciones deberían
diferenciar los niveles de observación de la activación neural de las descripciones más
conceptuales relativas a la empatía, para no establecer relaciones causales erróneas. 243
134
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Los enfoques en la investigación y las teorías que subyacen detrás de ellos, difieren
notablemente, de modo que puede afirmarse que los marcos de referencia utilizados tienen
implicaciones directas en la comprensión de las bases neurales de la cognición moral,
algunas fructíferas, otras que limitan seriamente sus posibilidades. Según lo expuesto, entre
las perspectivas de investigación más relevantes pueden citarse las siguientes: 245
- Control cognitivo en el juicio moral. Ésta es la apuesta de Greene y cols. 246 Su hipótesis
se deriva en parte del estudio de Millar y Cohen 247 sobre la función dla corteza prefrontal,
135
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
- Hipótesis del marcador somático. A partir de las observaciones de pacientes con lesión
en corteza prefrontal ventromedial, que no podían tomar decisiones apropiadas en la vida
real, a pesar de comprender las implicaciones de las situaciones sociales, 248 Damasio y
cols. trabajan con la hipótesis del marcador somático, según la cual estos pacientes no son
capaces de “marcar” esas implicaciones con una señal que automáticamente distinga las
acciones ventajosas de las perniciosas. Bechara y cols. 249 mostraron que los individuos
normales desarrollaban respuestas galvánicas en la piel anticipatorias cuando
contemplaban una elección arriesgada, y comenzaban a elegir de modo ventajoso aún antes
de ser conscientes de la mejor estrategia. Los pacientes con lesión en corteza prefrontal
ventromedial no desarrollan respuestas autonómicas anticipatorias y se comportan como si
fueran insensibles a las consecuencias futuras, sean positivas o negativas, guiándose
primariamente por previsiones inmediatas que al final les llevan a una pérdida neta.
136
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
- Sociopatía como fallo de una teoría de la mente (ToM). Lough y cols. 253 proponen que es
una disociación entre la deficiencia en los mecanismos de ToM y la ejecución normal lo
que subyace a los cambios de personalidad observados en algunos casos de demencia
frontotemporal, y consideran que esto es compatible con una cognición moral anormal
como la que se observa en el autismo y en el síndrome de Asperger, que típicamente se
asocian con deficiencias en ToM. 254
- Modelo del intuicionismo social, de J. Haidt. 257 Considera que hay una primacía de la
intuición moral, entendida como los procesos rápidos, automáticos y habitualmente
137
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
138
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Por su parte, Damasio 259 resume las aportaciones de los estudios de lesiones
cerebrales en las siguientes afirmaciones: la lesión de un conjunto de regiones cerebrales
limitadas puede comprometer el aprendizaje y desarrollo del comportamiento moral
aunque permita la mayoría de las otras funciones cerebrales importantes. El conjunto de
regiones cerebrales identificadas por estos correlatos patológicos también están implicadas
en las decisiones que no pertenecen específicamente a las normas éticas. Estas regiones
parecen ser parte de un sistema implicado en la toma de decisiones en general, y en las
decisiones referentes al comportamiento social.
Por otra parte, el hecho de que las regiones críticas estén implicadas también en el
procesamiento de las emociones, especialmente de las emociones con componente social,
hace que sea razonable sugerir que los sistemas cerebrales que soportan la toma de
decisiones –general, social y moral—, y los que soportan la emoción, se solapan en los
territorios de la corteza prefrontal, en la que la lesión produce el síndrome de sociopatía
adquirida. El sector ventromedial de la corteza prefrontal, dada su posición anatomo-
funcional, parece adecuado para controlar la conexión entre decisión-opción y acción,
además del resultado de la opción/acción, tanto de hecho como en términos emocionales.
Ese control está basado en las experiencias acumuladas, en el sistema de premios y
castigos, que tiene valor emocional, y en la especificación sociocultural del desarrollo del
individuo.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
riguroso y serio, entre neurociencia y filosofía es el único camino válido para no caer en la
trivialidad, ni en la descalificación fácil y mutua.
(1) “El afecto y la cognición son sustentados por circuitos neurales separados e
independientes.” Además de que los circuitos del procesamiento cognitivo y afectivo se
solapan, como se ha comentado, parece claro que la emoción tiene que ver con muchos y
diferentes subcomponentes y que se comprende mejor como un conjunto en una red
distribuida de circuitos corticales y subcorticales.
(2) “El afecto es subcortical.” Algunos autores sostienen esta idea. Sin embargo, en
los estudios con humanos se muestra que el afecto es cortical y subcortical, y que depende
de cuál es el proceso afectivo específico que se está estudiando. La amígdala es requerida
para el aprendizaje inicial de los estilos afectivos, pero no se necesita una vez que esas
tendencias han sido aprendidas. Los resultados son, pues, complejos, y exigen una gran
cautela antes de sacar conclusiones.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
(5) “Las emociones son similares en su estructura a lo largo de las edades, y entre
especies.” La tendencia a considerar que los procesos emocionales básicos son siempre los
mismos resulta difícil de sostener, ya que hay importantes cambios madurativos e
inducidos por la experiencia en los circuitos que soportan la emoción y su regulación. Los
cambios de desarrollo que ocurren en la función cognitiva, también influyen en la
emoción. Y, en cuanto a la posibilidad de trasponer los resultados obtenidos en animales a
los humanos, parece claro que hay diferencias que no es posible dejar de lado y que exigen
cautela a la hora de establecer analogías.
En una línea semejante, Cacioppo y cols. 262 apuntan cuatro principios que, en su
opinión, deben tenerse en mente al investigar en el tema de la neurociencia social:
142
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
apunta Raine. Sin embargo, establecer una relación causal es extraordinariamente difícil,
incluso en animales menos complejos que el ser humano, y para conductas conservadas y
controladas por el cerebro como los ciclos de sueño. La relación entre genes y conducta es
menos clara, sencilla y directa de lo que se nos quiere hacer creer. Los genes son parte de
redes, y hay interacciones entre elementos de la red y su ambiente.
Por eso, según afirma Churchland, 263 la relación causal entre un gen y ciertas
estructuras del cerebro implicadas en el comportamiento agresivo es una vasta y elaborada
red de elementos interactivos. Más aún, algunas de estas estructuras del cerebro responden
al sistema de recompensas, el cual modula la probabilidad de que se dé un comportamiento
agresivo hacia otros humanos en función de la sensibilidad a normas culturales. Además, la
conexión puede entenderse no como un enlace al comportamiento criminal como tal, sino
como un rasgo más general, tal como la susceptibilidad a la impulsividad en contextos que
implican miedo o rabia.
144
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
En relación con este problema señalado, hay algunas limitaciones que comparten
todas estas aproximaciones y que se pueden considerar dificultades propias del estudio de
los correlatos neurales de la moral:
145
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
que son difíciles de estudiar. Los juicios morales en casos hipotéticos, que suelen ser
extremos y que definen situaciones irreales, pueden probar algunos puntos de vista, pero se
alejan notablemente del razonamiento moral tal como se ejecuta en la vida real. Las
opciones suelen ser dicotómicas, los casos son extremos e improbables, no hay modo de
matizar, comentar o hacer excepciones, no se explican las razones de las decisiones
tomadas, y no se analizan los factores de familiaridad con la situación o de contextos
culturales o valorativos que pudieran estar condicionando la respuesta. De ahí que todo
resulte meramente “aproximativo”.
(a) La cognición moral es “caliente”, es decir, los estados afectivos son parte del
juicio moral, de modo que una persona que considere que una acción es inmoral, tenderá a
enfadarse ante quienes la ejecuten. Este componente emocional es difícil de identificar
como tal en los experimentos.
(b) También es social. Los juicios morales no se hacen en el vacío, sino que forman
parte de un marco social en el que hay normas, valores, derechos, obligaciones. Este
contexto es esencial en el análisis de cualquier problema moral, pero es difícilmente
reproducible en un entorno experimental. Una propuesta que trata de salvar esta dificultad
es la de Montague y cols. 269 que realizan resonancias magnéticas funcionales
simultáneamente a varios individuos mientras éstos realizan una interacción social.
(c) La cognición moral es distribuida, lo que significa que es parte de una red más
amplia que se ve modificada por las interacciones con el mundo. El comportamiento social
y moral tiene su base fisiológica en el eje tronco cerebral-sistema límbico-corteza
prefrontal, y tiene conexiones con la corteza sensorial y multimodal. Esto significa que
buena parte del cerebro está implicada en estos procesos. Las condiciones limitadas y
reducidas del entorno experimental no son las más adecuadas para evaluar la capacidad
neural para la moral.
146
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
(d) Así mismo, la cognición moral es orgánica, esto es, los juicios morales son
dependientes del contexto, de modo que, en función de las circunstancias, una misma
acción puede ser valorada positiva o negativamente. Obviamente, en los experimentos es
necesario tener en cuenta este contexto, pero puede ser difícil plantearlo sin comprometer
otros aspectos a analizar.
Los dilemas que se utilizan en la investigación sobre los correlatos neurales del
juicio moral proceden del ámbito de la ética, donde se analizan de un modo más complejo.
Tal como se plantean en los estudios aquí comentados cabría objetar, desde este mismo
planteamiento “orgánico”, que el dilema sigue siendo dependiente del contexto. Los
valores morales de los individuos diferirán notablemente dependiendo de lo que hayan
aprendido en su contexto social, de sus creencias o de otros factores también emocionales
que puedan ser relevantes. De ahí que sus respuestas ante un dilema abstracto sean muy
diferentes de lo que serían en la vida real. Por ejemplo, las personas que aparecen en los
casos no tienen rostros, ni nombres, ni género, ni edad, ni etnia, ni vínculos con el sujeto
que toma la decisión. Nada de esto es real. Difícilmente pueden analizarse los elementos
emocionales, con validez ecológica, en un caso hipotético de estas características.
(e) Los juicios morales son genuinos, en el sentido de que las emociones, las
razones y las acciones van unidas. Muy en relación con lo que se acaba de comentar, las
fuerzas que operan en el comportamiento real no aparecen en los planteamientos
hipotéticos. Los experimentos son pensamiento “a secas” sobre problemas morales. Sin
embargo, en la vida real existen cosas tales como la motivación, o la ausencia de la misma,
que no son fácilmente reproducibles en las investigaciones.
147
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
148
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
A todo esto cabe añadir que las teorías éticas juegan un importante papel en el
diseño e interpretación de los estudios. Este es, probablemente, un punto crucial de las
limitaciones de estas investigaciones. Como se apuntó anteriormente, parece claro que las
teorías éticas que sean aceptadas o rechazadas por los investigadores, determinarán el
modo en que se plantearán los estudios, y también el modo en que se explicarán los
hallazgos de los experimentos. Desde un punto de vista taxonómico –y ciertamente
simplificador— se podría decir que es relevante ser kantiano y defender un enfoque basado
en la obligación moral y en el cumplimiento de los mandatos morales, o ser utilitarista y
componer la toma de decisiones a partir de un cálculo de consecuencias, o ser aristotélico y
entender la moral como una vía de realización del ideal de vida buena. Cualquiera de las
teorías éticas en la que se apoye la investigación, introducirá un marco de referencia
interpretativo.
Así, por ejemplo, la teoría dual propuesta por Greene y cols. parte de los datos
obtenidos en una investigación en la que se presume que los sujetos toman decisiones
morales basándose en una suerte de control racional de las emociones. El hecho de que la
mayor parte de las personas decida que es aceptable sacrificar a un individuo para salvar a
cinco se interpreta como un resultado de ese control que, sin embargo, fracasa cuando el
componente emocional es excesivamente impactante. Y, lógicamente, cuando el dilema se
presenta en tercera persona, y el sujeto de experimentación es un mero observador, se
incrementan las respuestas etiquetadas como “utilitaristas”, puesto que, sin ser el ejecutor
de la acción, es mucho más sencillo controlar la parte afectiva. Esto incluso le permite a
Greene concluir que las decisiones “deontológicas” serían realmente las más emocionales,
puesto que son las que no se someten al control racional.
149
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Esta teoría está basada en la afirmación de una separación entre los procesos
racionales y los afectivos, en donde se produce un conflicto que es necesario resolver. Y la
solución del control racional es favorable a las decisiones utilitaristas. Esto presupone que
“lo más correcto” es un cálculo de consecuencias típico del planteamiento utilitarista, y
este punto evidencia una deuda con un marco teórico determinado. En el contexto
anglosajón –y de modo creciente en otros contextos culturales—, esta teoría ética tiene un
fuerte arraigo, frente a los modelos más deontológicos y basados en principios, que tienen
más vigencia en el continente europeo, y por ello no sorprende su apuesta.
Sin embargo, desde otra perspectiva teórica, se podrían extraer conclusiones muy
diferentes. El modelo deontológico afirma que las leyes morales que los seres humanos se
dan a sí mismos son de obligado cumplimiento, sean cuales sean las consecuencias que se
deriven de ello. Lo que otorga moralidad a la acción es la observancia de un principio
moral, la salvaguarda de un valor fundamental, que no se negocia, ni cede ante ninguna
consecuencia. De ahí que la afirmación del valor de la vida no sea objeto de posible
cuestionamiento. Alguien formado en este modelo y que asume sus compromisos teóricos,
considerará que el dilema planteado no tiene más que una salida posible: no hacer nada.
Porque el principio moral que obliga a defender el valor de la vida es un principio
absoluto, sin excepciones. Aunque las consecuencias sean dramáticas, el mandato es claro
y contundente: no matar. El sujeto no puede asumir la responsabilidad de ser el ejecutor de
una acción de matar. Incluso aunque sepa que las consecuencias son desastrosas y terribles
para otros. En este caso, no parece extraño que la lucha interna del sujeto de
experimentación dispare el factor emocional. Sin embargo, el control racional parece
evidente. Y ese control, que ejercen ciertas áreas del cerebro sobre otras, es, sin duda,
aprendido, y fruto de la aceptación de una cierta teoría moral. Esto supone que las
conclusiones extraídas pueden interpretarse de diferentes modos, según los presupuestos
teóricos que se admitan.
Este ejemplo sirve para ilustrar el problema del marco teórico, esto es, que en las
investigaciones se observa una importante carencia en el análisis de los presupuestos
teóricos que subyacen al diseño experimental y que van a jugar un papel determinante en la
interpretación de los resultados y en las conclusiones que se obtengan. Los resultados de
150
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Esto, que puede parecer un mero problema teórico, tiene implicaciones evidentes en
la investigación sobre los correlatos neurales de la moral. En el ejemplo del tranvía y la
pasarela, el hecho de utilizar estos dilemas supone ya una cierta toma de posición en ética,
ya que, en primer lugar, se aborda una perspectiva dicotómica, en la que caben sólo dos
opciones, que son opuestas y que admiten una única posibilidad correcta, en segundo lugar
se plantea la necesidad de decidir, pero sin tener que exponer las razones de la decisión
tomada, y en tercer lugar, no se evalúan las diferencias posibles entre personas procedentes
de entornos culturales y valorativos distintos.
Los resultados de estas investigaciones son, por otra parte, bastante previsibles,
pero no nos dicen gran cosa acerca de cuáles son los elementos que están jugando un papel
en la toma de decisiones. Quiere esto decir que estamos ante una aproximación claramente
decisionista. Es cierto que se justifica por razones metodológicas, para llevar a cabo un
estudio cuya pretensión es, exclusivamente, determinar si hay activación en zonas
151
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
cerebrales implicadas en la emoción, cuando los sujetos han de tomar una decisión moral.
Pero, de hecho, se ha tomado partido por una teoría ética.
De hecho, en un estudio posterior 276 se puso a prueba esa aparente correlación entre
los juicios utilitaristas asociados con tiempos más largos de respuesta y con una mayor
activación de la corteza prefrontal dorsolateral y el lóbulo parietal, y los juicios
deontológicos asociados con una mayor activación en áreas relacionadas con la emoción,
como la corteza prefrontal ventromedial, el surco temporal superior y la amídgala. Las
diferencias en la activación neural se han interpretado como reflejo de distintos
subsistemas neurales que subyacerían a los juicios morales utilitaristas y deontológicos de
modo general (no sólo en el caso de dilemas tan extremos como los que propone Greene).
Sin embargo, estos autores consideran que esa propuesta teórica no está avalada por los
datos, y requiere mayor investigación.
Desde esta perspectiva no se puede afirmar una asociación general entre zonas de
activación y juicios utilitaristas o deontológicos. Más bien es necesario tener en cuenta la
disposición previa de los sujetos, si los dilemas les resultan intuitivos o no. Y por ello
encuentran también que los juicios morales de las personas que no son filósofos no están
basados en teorías morales explícitas (como el utilitarismo o el deontologismo), sino que
tienen que ver con los casos particulares. 277 Esto subraya la importancia de tener en cuenta
los múltiples factores que pueden influir en la toma de decisiones, y la necesidad de que
los enfoques de investigación incluyan esa complejidad para poder ofrecer una explicación
mínimamente completa del fenómeno de la moralidad.
152
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Cada una de estas teorías, cada corriente y escuela filosófica que ha hablado de los
comportamientos morales ha tenido que enfrentarse a la pregunta acerca de la clave
fundamental, el núcleo de lo que permite decir de un ser humano que tiene un
comportamiento moralmente válido. Todas ellas aportan una visión sobre la moralidad,
pero un estudio que pretende hablar de la cognición moral, de la toma de decisiones
morales en el ser humano, no puede comprometerse con un contenido específico y,
seguramente, tiene que poder dar cuenta de todos ellos.
Los juicios morales tienen que ver con la elección entre unos determinados valores,
que pueden promover algo considerado bueno o generar algo considerado malo. Y al
hablar de lo bueno y lo malo estamos ya excediendo el marco planteado, pues la capacidad
moral se refiere a la posibilidad de elegir, no al contenido de la elección.
Esta distinción, que propusiera J.L.L. Aranguren, entre una moral como estructura y
una moral como contenido, 278 se revela como algo tremendamente útil. En los estudios de
neurociencia se analiza la estructura moral de las personas, es decir, los sustratos neurales
subyacentes a esa capacidad de realizar juicios morales, de elegir y de actuar en
consecuencia. Por otro lado, también han sido objeto de análisis los contenidos de las
decisiones, de modo que se ha establecido, por ejemplo, cuál es la respuesta más frecuente
ante un dilema moral. E incluso se ha querido llegar más allá, sobrepasando las
competencias y posibilidades de los estudios, determinando si la respuesta era o no
“correcta”, o podía etiquetarse dentro de un modelo ético. Sin embargo, a pesar de que
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
algunos han querido llegar más lejos, la descripción del dato empírico de la frecuencia de
los contenidos elegidos no dice nada sobre la validez de la decisión, sobre su corrección o
bondad, ni sobre cuáles son las causas de que los sujetos elijan dicho contenido.
Precisamente ésta es una de las críticas que se le puede plantear a algunos estudios
de neurociencia de la moral: que exceden su campo, establecen relaciones causales, y
tratan de extraer conclusiones normativas de lo que es meramente una descripción. Se
plantea incluso la posibilidad de establecer una suerte de ética universal con base cerebral.
Volveremos sobre ello más adelante.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Será necesario analizar las implicaciones que tiene el hecho de que la neuroimagen,
más que cualquier otra técnica de investigación cerebral, indique que «importantes
aspectos de nuestra individualidad, incluyendo algunos de los rasgos psicológicos que nos
importan a la mayoría como personas, tienen correlatos físicos en la función cerebral.»280
Esto tiene que ver, por ejemplo, con la investigación sobre los correlatos neurales de la
conciencia, 281 o con la más polémica relación entre experiencia religiosa y cerebro,
establecida a partir de los estudios con pacientes que padecían epilepsia del lóbulo
temporal, y que en ocasiones mostraban intensos sentimientos religiosos durante las
crisis. 282
Así, por ejemplo, para dar cuenta de por qué los seres humanos tenemos creencias y
formamos “narraciones con sentido” acerca de la realidad que nos rodea, M. Gazzaniga
propone la hipótesis del “intérprete del hemisferio izquierdo”. Como se ha comentado, el
cerebro no es una estructura unitaria, sino que parece funcionar de manera modular,
157
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
158
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Uno de esos conceptos es, por ejemplo, el de libertad o voluntad libre. Uno de los
descubrimientos que más discusión han generado es el de Libet. Este investigador midió, a
través de potenciales evocados, la actividad cerebral de los sujetos de estudio al realizar
movimientos voluntarios con las manos, llegando a la conclusión de que existía una
activación cerebral anterior al momento en que los sujetos eran conscientes de su decisión
voluntaria de mover la mano. Ese “potencial de preparación” previo hace pensar que el
cerebro “decide” antes de que seamos conscientes de ello. Muchas personas han
considerado que este resultado suponía una negación de la libertad, en la medida en que el
cerebro toma decisiones antes de que seamos conscientes de ellas, lo cual significaría una
determinación involuntaria.
Sin embargo, hay dos elementos importantes que conviene tener en cuenta: en
primer lugar, el propio Libet afirma que el tiempo de antelación (potencial de preparación)
es entre 500 y 1000 milisegundos anterior al movimiento de la mano, lo cual significa que
en algún punto dentro de ese intervalo se toma la decisión consciente. Dado que la señal
neural para que se produzca el movimiento tarda entre 50 y 100 milisegundos en viajar
desde el cerebro hasta la mano, resta un tiempo en el que la parte consciente puede decidir
si sigue adelante con el movimiento o lo detiene. El libre albedrío se sitúa entonces en este
“poder de veto”. 287
159
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
decide antes que yo” supone una suerte de dualismo que parece querer salvaguardar un
reducto del individuo al margen de sus procesos cerebrales. Pero el procesamiento también
es parte de la identidad de la persona, por más que no seamos conscientes de ello ni
podamos controlarlo del todo.
Es el cerebro quien decide, pero el cerebro soy yo. Churchland 288 afirma que la
hipótesis más plausible de cuantas ahora se están manejando es que el cerebro es quien
hace elecciones y decide sobre las acciones. Más aún, estos eventos serían el resultado de
unos procesos causales extremadamente complejos. Sin embargo, la idea de causalidad
requiere un cuidadoso tratamiento. Que un acontecimiento sea causado por factores
antecedentes no significa necesariamente que dicho acontecimiento sea predecible. En los
sistemas complejos, pequeños cambios momentáneos pueden amplificarse en el tiempo
dando como resultado grandes diferencias que, además, son resultado de interacciones
múltiples, impredecibles.
Por otro lado, una opinión frecuente es que los actos voluntarios no son causados,
de modo que la libertad radica en la ausencia de causa. Las razones podrían justificar elegir
una opción, pero no afectarían causalmente a la voluntad, de suerte tal que la voluntad
actuaría en un “vacío causal”. Recurriendo a las clásicas teorías de D. Hume, Churchland
afirma que las elecciones no pueden ser independientes de factores tales como los hábitos,
las creencias o los deseos. Las decisiones libres lo son, no porque no estén causadas, sino
precisamente por lo contrario: porque son causadas y exigen un acto de voluntad. Dicho de
otro modo, la voluntad libre consiste en el control que el agente tiene de sus actos,
deliberadamente, con conocimiento e intención. La libertad tiene que ver con la posibilidad
de controlar las acciones y decisiones, no con el hecho de que tengan una causa. Desde el
punto de vista de la responsabilidad esto es esencial: las personas pueden actuar porque
hay elementos –causas— que han propiciado una elección o una acción. Si esas causas
han impedido una decisión voluntaria, es decir, han sido determinantes, el agente será
menos responsable que si pudo decidir voluntariamente. De ahí que la clave resida en el
control que la persona puede ejercer sobre las causas que influyen en sus acciones.
Las regiones o sistemas cerebrales que son importantes para el mantenimiento del
control son las que se han mencionado: corticalmente, las áreas órbitofrontal, ventromedial
160
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
frontal, dorsolateral frontal y el córtex cingular. Subcorticalmente, todas las áreas que
tienen un papel en las emociones y las motivaciones, y que pertenecen al sistema límbico,
como la amígdala, el hipotálamo, etc. Y, además de todo ello, sistemas de enlace entre
estas regiones cerebrales, los llamados sistemas de proyección de neurotransmisores no-
específicos, que se identifican a través del neurotransmisor secretado en la terminación
axonal: serotonina, dopamina, norepinefrina, epinefrina, histamina y acetilcolina, y que se
consideran “no-específicos” porque tienen un efecto general en su función de modulación
de la actividad neuronal.
8.2. Naturalización
161
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
en los años 60 del siglo XX, 291 se asume que el modo de revelar cómo podemos conocer la
realidad se deriva de una explicación biológica sobre el funcionamiento del cerebro
humano. 292 Esto supone asumir varias afirmaciones, de las cuales la primera y más
importante es que el cerebro es fruto de la evolución, lo que nos asemeja a otras especies
en la medida en que se den capacidades derivadas de desarrollos similares del sistema
nervioso. Esa dimensión evolutiva también nos permite comprender que la cognición no
puede separarse del “nicho ecológico” que la sustenta, la estructura corporal. Es decir, que
lejos de entender el cerebro como un mera computadora capaz de realizar operaciones
generales –como quizá en su día defendió la metáfora fuerte del ordenador para explicar el
funcionamiento del cerebro—, más bien es preciso observar el cerebro como una
herramienta para la supervivencia del individuo. Así, un mayor control sensoriomotor y
una mayor velocidad de procesamiento le dan al sujeto más posibilidades de sobrevivir.
162
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
En la misma línea se sitúa Alva Noë al afirmar que «el sujeto que experimenta no
es una parte del cuerpo. No somos nuestro cerebro, sino que el cerebro es una parte de lo
que somos.» Y por ello, para entender fenómenos complejos, como la conciencia, la
capacidad de pensar, sentir y comprender el mundo, «debemos considerar un sistema más
amplio, del que el cerebro no es sino un elemento más. (…) La conciencia requiere la
operación conjunta del cerebro, el cuerpo y el mundo.»295 No se trata de que la mente sea
sustituida por el cerebro, como parecen defender en ocasiones autores como P.
Churchland, 296 y que, por tanto, las explicaciones teóricas puedan suplirse con
explicaciones empíricas, sino de que el cerebro es el sustrato material de la mente, pero
ésta es propia de los sujetos, no del cerebro por sí mismo. Los cerebros no tienen mente,
las personas sí.
Cuando A. Damasio nos indica: «el amor, el odio y la angustia, las cualidades de
bondad y crueldad, la solución planeada de un problema científico o la creación de un
nuevo artefacto, todos se basan en acontecimientos neurales en el interior de un cerebro, a
condición de que el cerebro haya estado y esté ahora interactuando con su cuerpo. El alma
163
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
respira a través del cuerpo, y el sufrimiento, ya empiece en la piel o en una imagen mental,
tiene lugar en la carne»297, apunta que Descartes se equivocaba al separar mente de cuerpo
y al establecer una disociación entre sentimientos y razón. 298
Quizá haya que hacer algunas relecturas de Descartes para hilar más fino en esta
crítica, pues si bien es cierto que considera que mente y cuerpo son dos entidades
separadas, también es verdad que su referencia al “pensar” dista mucho de ser ajena al
sentir. Así, en la Segunda Meditación define la “res cogitans” como una cosa «que duda,
que comprende, que concibe, que afirma, que niega, que quiere, que no quiere, que
imagina también, y que siente.»
Pero sobre todo, sin desmerecer el trabajo de Damasio, conviene recordar que
frente a ese “pienso, luego existo” que parece tan excesivamente racionalista, ya había
quienes, contemporáneos de Descartes, buscaban las razones del corazón, como B. Pascal,
o trataban de analizar la relación entre la sensibilidad y la intelección, como Malebranche
o, posteriormente, Maine de Biran; también había ya reaccionado M. De Unamuno con su
encendido “Siento, luego existo”, y ya había pensadores que buscaban relaciones, por otro
lado lógicas, entre emociones y pensamiento. Baste mencionar a P. Laín Entralgo, cuya
teoría respecto a cuerpo y alma está sólidamente fundamentada en un autor como X.
Zubiri, con su “inteligencia sentiente”. Aunque Laín llega a una posición emergentista con
matices quizá algo diferentes de los que apunta Damasio, lo cierto es que su posición se
asemeja mucho a la de este autor: «La compleja estructura del cerebro sólo puede ser
correctamente entendida viéndola como una subunidad, todo lo eminente que se quiera, en
la total estructura del cuerpo. El hombre no es un cerebro que gobierna la actividad del
resto del cuerpo, como el capitán la del navío a sus órdenes; el hombre es un cuerpo
viviente cuya vida en el mundo –vida personal, vida humana— requiere la existencia de un
órgano perceptor del mundo y rector de la acción personal sobre él: el cerebro.» 299 Véase
también este otro texto lleno de referencias que nos recuerdan la “razón vital” de J. Ortega
y Gasset: «en toda estructura física, y el cerebro lo es, el todo es más que la suma de sus
partes; más que ellas y antes que ellas. Y, regida por el cerebro, la estructura del cuerpo
entero. Certeramente lo vio y supo decirlo Miguel de Unamuno: “Yo, el yo que piensa,
quiere y siente, es inmediatamente mi cuerpo vivo, con los estados de conciencia que
soporta (y crea, añado yo). Es mi cuerpo vivo el que piensa, quiere y siente.” 300 “Se piensa
164
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
con la vida”, ha escrito Julián Marías. Sí; con la vida, en tanto que realizada y operante
como actividad cerebral.» 301
Puede que la neuroética sea una oportunidad más de aprender a escucharnos desde
las distintas disciplinas, de comprender que no puede hacerse filosofía sin ciencia, ni
ciencia sin filosofía, de entender que para poder saber algo es preciso querer seguir
sabiendo.
A la altura de nuestro tiempo sería ingenuo pensar que la ciencia está exenta de
valores. Como la filosofía de la ciencia se ha encargado de poner de manifiesto, cualquier
investigación científica —como cualquier empresa humana— está teñida de intereses,
compromisos epistemológicos y valores. De ahí que los métodos de investigación deban
ser también puestos a prueba, por su dependencia de los marcos teóricos y valorativos que
los sustentan. Esto es relevante para el tema que nos ocupa porque la “naturalización”
supone afirmar que la neurociencia puede ofrecernos datos esenciales para explicar por qué
tomamos ciertas decisiones morales, ya que describe lo que de hecho se da en la realidad.
Esos hechos descriptivos se presumen independientes del contexto, y se exponen como
datos válidos, sin dependencia de una cierta interpretación. Y, lo que es peor, se incurre en
una falacia, al intentar extraer proposiciones normativas de los que es meramente una
descripción.
165
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
elaboración de este tipo de juicios, parece claro que elegir unos u otros contenidos resulta
extremadamente relevante. En buena medida, la diferente activación puede obedecer al
tipo de dilema planteado, a los contenidos de la decisión, pero también al bagaje cultural
del individuo, a las expectativas que tenga, a sus experiencias previas y a las influencias
que todo esto pueda tener en la elección del contenido concreto.
Sin embargo, no existe tal acuerdo en esos contenidos morales básicos. Propuestas
como la del intuicionismo social de Haidt, 302 que trata de establecer un núcleo de
intuiciones morales básicas, son fuertemente criticadas desde otras posiciones más
constructivistas que consideran que no existe un conjunto básico de contenidos morales
sino que, más bien, esos contenidos se van definiendo en función de los valores que una
cultura va considerando irrenunciables. De este modo, a pesar de los esfuerzos por lograr
un cierto “sentido común moral”, se pone de manifiesto la enorme diversidad de opciones
morales, y la imposibilidad de reducir el fenómeno moral a un conjunto mínimo básico.
Desde esta perspectiva, lo que compartimos todos los seres humanos es la capacidad de
elaborar juicios morales, pero no así los contenidos de las decisiones. La investigación
sobre los correlatos neurales de lo moral debería quedar restringida a esa dimensión
estructural (la capacidad de hacer juicios morales), so pena de incurrir en un sesgo cultural.
166
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
En este sentido, Young y Koenigs 303 comentan que los estudios realizados han ido
iluminando aspectos de la cognición moral normal, en sujetos sanos, y cómo se altera en
situaciones patológicas. De este modo, la emoción parece jugar un papel integral y quienes
padecen un déficit en el procesamiento emocional, exhiben también, sistemáticamente, un
“juicio moral anormal”. En realidad, “normal” hace referencia a lo que es más frecuente.
No tiene un valor normativo, no establece lo que es correcto, tan sólo indica que, en ciertas
circunstancias, con ciertas variables, es lo que aparece en un mayor número de casos. Por
eso, afirmar que un juicio moral es “anormal” tan sólo indica que es infrecuente.
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
es una forma naturalista de realismo moral, esto es, la convicción de que existen verdades
morales, hechos morales, que son objetivos y que pueden descubrirse en la realidad. Y este
naturalismo moral rechaza la distinción entre hechos y valores, entre los datos y las
normas. Así, las observaciones de la actividad cerebral subyacente a los juicios morales
lleva a extraer conclusiones normativas sobre lo correcto.
Este naturalismo moral incurre en una grave falacia, denunciada en el siglo XVIII
por D. Hume, y denominada “falacia naturalista” por G.E. Moore en el siglo XX. Esa
falacia consiste en establecer conclusiones morales, relativas al ámbito del “deber ser”, a
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
partir de afirmaciones descriptivas, de hechos, relativas al “ser” de las cosas. Pasar de los
hechos a los valores es una inferencia errónea. Lo normativo no puede derivarse de lo
descriptivo, sencillamente porque pertenecen a esferas diferentes.
Esta es una grave controversia filosófica que ahora se hace patente en los estudios
sobre neurociencia de la moral. Afirmar que, de hecho, las personas toman con mayor
frecuencia ciertas decisiones morales, o que se activan ciertas áreas cerebrales al procesar
los estímulos con contenido moral, no puede convertirse en una proposición normativa que
establezca que esas decisiones son las correctas, o que ese es el modo adecuado de tomar
decisiones.
Más aún, no se ha estudiado cuál es la razón de que la mayor parte de las personas
decidan de ese modo. Asumir que existe una base biológica para un determinado contenido
de los juicios morales es una afirmación excesivamente arriesgada. Es muy posible que
exista un aprendizaje previo que explique por qué se elige una determinada acción
considerada correcta, y que, por tanto, independientemente de que el área cerebral
implicada para tomar la decisión se pueda identificar, haya sido un factor cultural y externo
el que haya generado esa respuesta que, una vez aprendida, se repite y ratifica, fortificando
las conexiones neuronales que la posibilitan.
Un interesante estudio de Molenberghs y cols. 305 muestra que las áreas cerebrales
implicadas en la toma de decisiones relacionadas con dañar a otros, esto es la corteza
órbitofrontal lateral, están menos activas cuando los individuos consideran que la violencia
contra un grupo determinado está justificado, como en el caso de los soldados en una
guerra. Evidentemente esto implica que la sensación de culpa tiene que ver con marco
teórico, dentro del cual el juicio moral cobra sentido, lo cual induce a una cierta acción,
considerada aceptable. Sin duda esto introduce un factor cultural que explica el marco
teórico en que se inscribe el sujeto. Y también nos muestra que los individuos, otrora
pacíficos, que asumen que matar a las personas es algo inaceptable y que no tienen
intención de dañar, pueden convertirse en asesinos, si consideran que la acción está
justificada. A pesar de que pudiera pensarse que el cerebro tiene una innata tendencia a
rechazar el daño, y que está diseñado para sentir empatía y no infligir daño, parece
perfectamente posible que individuos normales y sanos elijan comportamientos
169
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
inaceptables, cuando existen razones, culturalmente válidas, para justificar esas acciones y
exonerarles de la culpa.
Las propuestas del naturalismo moral en neurociencia han abierto el camino para un
proyecto aún más ambicioso: la búsqueda de un patrón universal para el juicio moral. A.
Cortina 307 lo resume del siguiente modo: si se pudieran descubrir en el cerebro algunos
170
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
códigos acuñados por la evolución, que pudieran explicar nuestro modo moral de conocer
y obrar, entonces estos códigos permitirían fundamentar un tipo de ética que sería común a
todos los seres humanos, precisamente por estar inscrita en el cerebro. Encontraríamos así
una ética universal.
171
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Por eso es esencial la educación. De hecho, las normas vigentes en una sociedad,
los valores que se promuevan, tienen influencia real en el curso de los acontecimientos.
Cambian a las personas y las sociedades. Porque normas y valores no sólo prescriben las
acciones, sino que las promueven o contribuyen a que se den. Educar con razones
vinculadas a emociones es, pues, algo que puede contribuir a que lo biológicamente
adaptativo se convierta en lo deseable, o a que convenga cuestionarlo.
172
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
9. El cerebro es modificable
9.1. Neuroeducación
«La razón de que el hombre sea un animal social más que cualquier abeja y
que cualquier otro animal gregario, es clara. La naturaleza no hace nada en vano.
Sólo el hombre, entre los animales, pose la palabra. La voz es una indicación del
dolor y del placer; por eso la tienen también los otros animales. (Ya que por su
naturaleza han alcanzado hasta tener sensación del dolor y del placer e indicarse
estas sensaciones unos a otros). En cambio, la palabra existe para manifestar lo
conveniente y o dañino, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio de los
humanos frente a los demás animales: poseer, de modo exclusivo, el sentido de lo
bueno y lo malo, lo justo y lo injusto, y las demás apreciaciones. La participación
comunitaria de ésas funda la casa familiar y la ciudad.»309
173
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Los estudios con lesiones en el área prefrontal nos han mostrado que, sin un
adecuado control emocional, no es posible tomar decisiones adecuadas, de modo que el
pensamiento racional se ve comprometido, por más que las áreas cerebrales que lo
controlan permanezcan indemnes. Esto significa que existen procesos emocionales
relacionados y subyacentes a nuestro proceso de toma de decisiones y también,
necesariamente, a nuestro aprendizaje. Por eso las implicaciones educativas de estos
hallazgos son importantes.
174
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Los datos obtenidos de estas investigaciones les permiten afirmar que carecer de
ese “timón emocional” supone un problema aún más grave en la medida en que no pueden
guiar su vida diaria. Sin el acceso a ese conocimiento social y cultural, estos niños no
pueden utilizar su conocimiento. Los sistemas neurobiológicos que soportan el
funcionamiento emocional en las interacciones sociales y la conducta moral son también
los que soportan la toma de decisiones en general. Esto es, el comportamiento social es un
caso particular de la toma de decisiones, y la moralidad es un caso particular de
comportamiento social.
Más aún, los mismos procesos son necesarios para las respuestas morales, lo que
hace pensar que el juicio moral, las respuestas creativas a los problemas morales, y el
pensamiento social necesario para afrontarlos, tiene que fomentarse con una educación que
tenga en cuenta los aspectos emocionales. La creatividad es esencial para la supervivencia
175
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Desde el punto de vista educativo esto implica que no sólo será necesario promover
el aprendizaje del pensamiento racional y el razonamiento lógico, sino que también será
necesario cultivar las emociones, como mecanismo para utilizar esas capacidades en el
mundo real.
Immordino-Yang y Faeth 311 proponen tres estrategias para integrar las emociones
en el aprendizaje:
176
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Con estrategias como éstas se busca desarrollar esa conexión entre lo emocional y
lo racional, asumiendo que el ser humano opera como un sistema integrado en el que no
pueden disociarse ambos factores.
A pesar del enorme desarrollo que está teniendo la neuroeducación, 312 hasta ahora,
buena parte de las propuestas existentes se han centrado en la utilización de los datos de las
neurociencias para mejorar el rendimiento en funciones cognitivas, atención, lenguaje,
memoria o cálculo matemático. 313 Todos estos aspectos son esenciales, y el rol de la
estimulación cognitiva o la motivación para potenciarlos es muy útil. Sin embargo, es
preciso ir más allá logrando mejorar procesos complejos con la toma de decisiones,
específicamente en el campo de la moral. Esto implica no sólo fortalecer procesos básicos,
como la memoria o la atención, sino optimizar los procesos de integración pues, como se
ha visto, los mecanismos subyacentes al juicio moral son distribuidos e interrelacionados.
Un pensamiento complejo como la ponderación de las circunstancias de un problema
moral en la vida real, exige desarrollar y perfeccionar ese “cerebro moral” en su doble
dimensión cognitiva y emocional.
Por ejemplo, las diferencias en las respuestas de los sujetos de investigación ante
las presentaciones en primera persona y en tercera persona, que se mencionaron
anteriormente, son una clave a tener en cuenta para esa mejora del cerebro moral. Buena
parte de la ética atañe a la capacidad de comprender el punto de vista de otras personas,
como modo de promover el respeto mutuo, la tolerancia, y buscar una resolución pacífica
de los conflictos. Esto implica el desarrollo de una teoría de la mente, pero también exige
tomar conciencia sobre las diferencias de perspectiva cuando se elabora un juicio sobre la
conducta ajena, y cuando se toma una decisión sobre una acción personal.
177
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
El “estilo afectivo” del que habla Davidson hace pensar en las motivaciones de los
individuos, en las capacidades, talentos y talantes, actitudes y aptitudes, que distinguen a
identifican a los individuos. En buena medida, la identidad moral está determinada por
esos estilos afectivos, por un “carácter” que tiene, qué duda cabe, un anclaje biológico. Sin
embargo, ese talante o carácter, es también construido, en la medida en que es el resultado
de lo aprendido, de las experiencias, de la influencia cultural, del lenguaje, y de las
posibilidades y situaciones a las que el individuo ha tenido que enfrentarse. De hecho,
también los estudios neurocientíficos apoyan la idea de que el cerebro muestra una gran
plasticidad y mecanismos reguladores para la adaptación al medio. Es un sistema
dinámico, en constante interacción con el ambiente, modificado por lo interno y lo externo.
Por ello es difícil pensar que la cultura –en tanto que estímulos generados por la acción
humana— no pueda tener un papel muy relevante en su configuración, si bien no exclusivo
ni absoluto.
178
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
atención en los últimos tiempos. Más allá de la moda pasajera, la meditación es ahora
utilizada para tratar a los pacientes con trastorno obsesivo-compulsivo, depresión y
trastornos de ansiedad, cáncer, dolor crónico, etc. 315 En todos los casos parecen obtenerse
resultados muy positivos. Y la neurociencia analiza estos resultados, desde el conocimiento
de que el cerebro puede cambiar como respuesta a la actividad mental. 316 Investigadores
bien conocidos como Davidson y Goleman llevan décadas estudiando esta cuestión, 317
promoviendo cambios en las actitudes y en los valores (por ejemplo la compasión),
poniendo en comunicación la cultura oriental y occidental –a través de su relación con el
Dalai Lama— y buscando un modo de mejorar a las personas y el mundo que las rodea. El
potencial del cerebro es enorme para lograrlo.
Este dinamismo propio de la inteligencia humana y acorde con los datos de las
neurociencias, ya fue visto por un filósofo como X. Zubiri, para quien el cerebro
condiciona, posibilita, adapta y permite la creación:
Las dimensiones del “pensar” y el “sentir” no están disociadas, sino que forman
parte del modo propio de ser inteligente y tomar decisiones el ser humano. Sin embargo,
las emociones han sido consideradas tradicionalmente “sospechosas” en el ámbito del
juicio moral. La toma de decisiones tenía que recaer necesariamente en lo racional, pues
son los argumentos y razonamientos los que pueden determinar lo correcto, los que pueden
aspirar a universalizarse. Y en ese espacio, las emociones parecen distorsionar el juicio y
llevar a un subjetivismo. Es lo que se ha dado en llamar el “intelectualismo moral”.
179
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
La filosofía ha ido dando cabida a las emociones en los últimos tiempos, generando
enfoques que concilian y articulan ambas dimensiones. Así, la razón vital de J. Ortega y
Gasset, o la inteligencia sentiente de X. Zubiri, abren un espacio para esta integración. Los
180
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
No se puede “pensar sin sentir”, entre otras cosas porque en la dimensión práctica,
que es la que atañe a la ética, no es posible tomar decisiones sin valorar, y en la valoración,
además de los elementos racionales que pudiéramos utilizar como justificación explicativa,
hay sin duda emociones. Qué es lo importante para el ser humano depende, en buena
medida, de su idoneidad para la supervivencia, y por tanto tiene sentido entender que el
cerebro se caracteriza por su capacidad de adaptación evolutiva. Sin embargo, el modo
humano de sobrevivir en un entorno que ha sido modificado culturalmente es radicalmente
diferente de la mera supervivencia física, y la posibilidad de valorar influye y es influida
mutuamente por la cultura. El ser humano es un animal cultural, interpretativo, creador, su
cerebro le dota con herramientas para este privilegiado y único modo de vivir:
interactuando con el medio para convertirlo en un mundo con sentido, y en esa tarea se
encuentran y compenetran las funciones cognitivas y las emocionales. La ética es, como
dice P. Ricoeur, el ideal de vida buena, vivida para y con los demás en instituciones
justas, 319 el papel de las emociones en la toma de decisiones relativas a la vida buena es
esencial, y esta empresa es la específicamente humana.
181
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
se excedan los límites del campo de la neurociencia para hacer afirmaciones que pretenden
mostrar cómo quedan obsoletas e inútiles otras disciplinas como la filosofía.
La apuesta por la mejora humana cobra así un nuevo sentido, innegable y necesario:
un mayor conocimiento exige un compromiso para hacer que los seres humanos puedan
desarrollar al máximo sus capacidades, cognitivas y afectivas. Puede ser discutible si esa
mejora debe realizarse sólo mediante la educación, la formación y el entrenamiento mental,
o si adicionalmente pueden emplearse modificaciones biológicas como los neurofármacos
o la implantación de dispositivos electrónicos, pero sin duda, es imprescindible lograr una
humanidad mejor, que no busque su destrucción sino su florecimiento.
Esta mejora debería darse en varios ámbitos. Tomando como base la propuesta de
D. DeGrazia, 320 se puede afirmar que la mejora ha de realizarse en tres niveles: (a) la
mejora motivacional, esto es, promover motivaciones y rasgos de personalidad que inviten
a hacer lo correcto. Este es el campo de las emociones, que deberían ser educadas hacia
decisiones que impulsen la justicia y la compasión. Esto debe ir acompañado –pues
irremediablemente, como hemos visto, lo emocional y lo racional caminan unidos— de (b)
una mejora de la introspección y el autoconocimiento, una mejor comprensión, al nivel
más cognitivo y racional, de lo que implican las acciones y las decisiones, de lo que resulta
más correcto. Y todo ello que conduce a (c) una mejora del comportamiento, más
conforme con las normas morales y con la promoción de valores.
182
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
Sin duda, que existan normas morales y que deba realizarse “lo correcto”, promover
“lo justo” y buscar “el bien”, dista de aclarar cuáles son las conductas más adecuadas en
cada situación. El hecho de que podamos promover, principalmente a través de la
educación y el entrenamiento, actitudes y compromisos morales, no implica que vayamos a
lograr un acuerdo sobre lo que es correcto, o que vayamos a determinar de una vez por
todas cuál es la decisión más indicada en cada caso. Por eso el nivel de los contenidos
morales no puede estar predeterminado, y todos los esfuerzos que se hagan en intentar
deducir un elemento normativo de lo que ocurre, o traten de encontrar contenidos morales
específicos e innatos en nuestro cerebro, están abocados al fracaso. La multiplicidad de
modos de lo moral es enorme, y cada sistema de valores es deudor de los aprendizajes y
experiencias, de la cultura, las tradiciones y creencias, del lenguaje, e incluso de una
realidad histórica determinada.
Pero, además, es que la ética, por definición, es un saber de lo práctico. Tiene que
ver con la decisión y la acción humana adecuada a cada situación, en cada circunstancia,
valorando lo que está en juego en cada caso, y exigiendo, por tanto deliberación y
prudencia. Y como ya nos advirtiera Aristóteles, no existen verdades absolutas, es
necesario ponderar todo lo que está en juego. Para ello, nada mejor que un cerebro
entrenado, que tenga la capacidad de elaborar juicios morales complejos:
183
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
184
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
10. Conclusiones
2. Es esencial abordar los problemas neuroéticos, tanto por sus consecuencias sociales
y legales, como por sus influencias para tales conceptos fundamentales. Sin
embargo, es necesaria una exquisita atención a los muchos y complejos factores
implicados, y a las posibles malas interpretaciones que pudieran generar falsas
creencias, expectativas o miedos en el público.
185
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
en las decisiones morales. Sin embargo, no es posible definir áreas específicas para
lo moral, no existe el “lugar de la moral”, se podría decir que la moral está en todo
el cerebro.
5. Las emociones son esenciales en la cognición moral. Hay acuerdo en que son la
clave de la motivación, tienen que ver con los valores del grupo, y determinan las
decisiones morales. Sin embargo, existe un importante debate en relación al papel
de las emociones en la toma de decisiones morales. El modelo dual afirma que
existe un control cognitivo sobre las emociones. Sin embargo, otras aproximaciones
hablan de un intuicionismo moral que parece regido por las emociones. No hay
acuerdo sobre el papel de causa o consecuente de las emociones en el juicio moral.
7. Las teorías éticas juegan una papel fundamental en el diseño de las investigaciones
sobre ética de la neurociencia y neurociencia de la ética. Explicitarlas y tomar
conciencia de los compromisos que implican es imprescindible para abordar
adecuadamente estas cuestiones. No son adecuados los planteamientos simplistas
que califican las decisiones de los sujetos de experimentación como opciones
utilitaristas o deontológicas, sin analizar lo que implica asumir estas teorías, los
conceptos subyacentes, y la influencia en la interpretación de los resultados.
8. Las dificultades principales de los estudios que tratan de determinar los correlatos
neurales de la moral, especialmente cuando se plantean diseños experimentales con
dilemas hipotéticos, radican en su poca validez ecológica. Son poco realistas y, por
tanto, inadecuados para el estudio de la moral, que es un fenómeno complejo. Las
decisiones morales están influidas por multitud de variables que no pueden ser
186
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
incluidas en los estudios, por razones de limitación metodológica. Por ello, las
investigaciones sólo pueden aportar descripciones parciales que, en ningún caso,
explican la complejidad del juicio moral real.
9. La mayoría de los estudios existentes se dedica a buscar los sustratos del “cerebro
moral”, tratando de encontrar los elementos comunes, con una activación
homogénea en todos los individuos, y ajena al contexto. A pesar de que pueda
existir ese elemento común, se observan también diferentes tipos de actividad
neural y procesamiento, que están influidos por factores contextuales, con sesgos
en función de cómo se presentan los estímulos a los sujetos de experimentación y,
sin duda, condicionados por diferencias culturales y también por características
personales como el estilo afectivo o las experiencias vividas.
10. Los contextos sociales y culturales son importantes para la toma de decisiones en el
ámbito de la moral. Cada vez se van presentando más estudios que analizan estos
factores. No obstante, los experimentos aportan datos respecto a zonas de
activación cerebral implicadas en los procesos de juicio moral, pero no abordan los
razonamientos, quedando una “zona oscura” en la investigación, que es sin
embargo de enorme interés. La experiencia subjetiva y el dato objetivo no pueden
ser analizados del mismo modo y es difícil establecer una correlación entre ellos.
11. Los estudios sobre neurociencia de la ética afectan a conceptos filosóficos como la
libertad y la voluntad. Se ha afirmado que el cerebro determina la conducta, y por
tanto no existiría la libertad. Pero es un error considerar que la toma de decisiones
no es libre si existe una causa. La voluntad libre consiste en el control que el agente
tiene de sus actos, deliberadamente, con conocimiento e intención. La libertad tiene
que ver con la posibilidad de controlar las acciones y decisiones, no con el hecho de
que tengan una causa.
12. Las investigaciones que buscan los correlatos neurales de la moral tienden a
incurrir en un materialismo radical, que ha dado lugar a una nueva versión del
naturalismo. Esta perspectiva trata de reducir todos los procesos mentales a sus
bases biológicas, de modo que la “naturalización” supone afirmar que la
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Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
neurociencia puede ofrecernos datos esenciales para explicar por qué tomamos
ciertas decisiones morales, ya que describe lo que de hecho se da en la realidad. El
problema de la naturalización reside en simplificar y reducir la realidad a lo
biológico, y en tratar de determinar lo correcto a partir de lo natural.
14. La neurociencia de la ética aporta evidencias de que existe una conexión entre lo
cognitivo y lo emocional, y que esa relación tiene que ver principalmente con la
evolución del cerebro para optimizar la supervivencia y encontrar soluciones a las
dificultades de la vida en un contexto que es necesariamente social. La plasticidad
cerebral abre el espacio para la educación, como factor determinante de la
modificación cerebral en contextos culturales y en interrelación con otras personas.
Los conocimientos que aporta la neurociencia pueden orientar en la “modelación”
del cerebro, ofreciendo sugerencias sobre cómo potenciar el desarrollo moral para
lograr juicios más elaborados, propios del nivel postconvencional, sobre cómo
generar emociones compatibles con valores como la tolerancia, la compasión, la
solidaridad o la justicia, o sobre cómo incrementar la creatividad y la capacidad de
innovación para encontrar respuestas novedosas a los problemas éticos. Lograr este
desarrollo de las capacidades humanas es la apuesta por la mejora humana que se
convierte en reto para el futuro.
188
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
189
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
11. Notas
1
Safire, W. (2003).
2
Safire, W. (2002) p.5.
3
Gazzaniga, M.S. (2006) pp.14-15.
4
Wolpe, P.R. (2004a).
5
Parens, E. & Johnston, J. (2007). Wilfons, B.S. & Ravitsky, V. (2005).
6
Roskies, A. (2002).
7
Roskies, A. (2006b).
8
Roskies, A. (2002).
9
Churchland, P.S. (1986). Churchland, P.S. (2002b).
10
Casebeer, W.D. & Churchland, P.S. (2003) p.171.
11
Changeux, J.P. y P. Ricoeur (1999).
12
A estas seis añaden también, algunos autores, otras dos disciplinas, más matizadamente: distinguen entre
psicología cognitiva y neuropsicología (siendo dos, por tanto, y no sólo una, psicología) por una parte, y
entre filosofía de la mente y epistemología evolucionista (en lugar de filosofía). Cf. E. García (2001).
13
Aunque dista mucho de ser favorable a los filósofos, M. Bunge también se manifiesta a favor de un
encuentro entre filosofía, psicología y neurociencias, ya que comparten algunos conceptos y principios, y
están necesariamente imbricadas. M. Bunge (1994).
14
X. Zubiri «Sentido de la vida intelectual». En: J.A. Nicolás & O. Barroso (eds.) Balance y perspectivas de
la filosofía de X. Zubiri. Comares. Granada, 2004. p.7.
15
Gazzaniga, M. (2006).
16
Gazzaniga, M. (2006) p.170.
17
Changeux, J.-P. & Ricoeur, P. (1999) p.32.
18
Evers, K. (2007). Evers, K. (2010).
19
http://www.sfn.org
20
Office of Technology Assessment (1984)
21
International Bioethics Committee UNESCO (1995)
22
Roskies, A.L. (2007).
23
Illes, J. & Raffin, T.A. (2002).
24
Cranford, R.E. (1989).
190
Neuroética. Las bases neurales del juicio moral
25
En concreto, Illes, J. y Raffin, T.A. se refieren a la contribución de P.S. Churchland en: Roy, D.J., Wynne,
B.E. & Old, R.W. (eds.) (1991).
26
Pontius, A.A. (1993).
27
Canli, T. & Amin, Z. (2002). Farah, M. (2002). Illes, J. & Raffin, T.A. (2002). Roskies, A. (2002). Rose,
S.P.R. (2002).
28
S. Marcus (ed.) (2002).
29
Illes, J. & Raffin, T.A. (2002) p.344.
30
Meeting of Minds European Citizens’ Panel (2006).
31
http://braininitiative.nih.gov
32
http://www.humanbrainproject.eu
33
Farah, M. (2005). Recoge aquí, de modo actualizado, lo que exponía en otro artículo anterior: M. Farah
(2002).
34
Illes, J. & Racine, E. (2005a). Esta es una versión simplificada de la tabla más completa que ellos
presentan.
35
Ethics and Humanities Subcommittee of the American Academy of Neurology (1998). Illes, J. (2004a).
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se habla de unos rasgos de realidad humana como persona (“personeidad”) y de una concreción por
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violaciones morales que cumplen los siguientes requisitos: pueden causar daño serio a una persona en
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particular, de modo que el daño no es resultado de desviar una amenaza existente a otra parte, que serían las
denominadas personales, y las que no cumplen tales criterios que serían las impersonales. Greene, J.D.,
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