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Las recomendaciones de agua para adultos mayores se mantienen en los mismos niveles de

adultos jóvenes, pues hay constancia de que con esas cantidades se puede mantener un
adecuado equilibrio hídrico. No obstante determinadas mermas funcionales hacen más hábil al
adulto mayor aumentando el riesgo de deshidratación. En personas de edad avanzada hay una
mayor frecuencia de deshidrataciones por diversas razones, siendo habitual constatar
deshidrataciones hipertónicas con natremias de 150-160 mEq/l. Una deshidratación puede
provocar confusión mental, dolor de cabeza e irritabilidad y si estos síntomas se presentan la
primera cosa a determinar es su situación hídrica.

Tabla 8: Factores que afectan el equilibrio hídrico en personas mayores (tercera edad)

 Disminución de la ingesta de agua

• Disminución de la sensación de sed

• Disminución de la apetencia y tolerancia a determinados alimentos

• Reducción de la autonomía física y psíquica

• Pérdida de la capacidad de manipulación de determinados alimentos ricos en agua

• Presencia frecuente de incontinencia urinaria

• Dificultades de deglución

Alteraciones en la eliminación de agua

• Disminución de la capacidad funcional del sistema renina-angiotensina-aldosterona

• Pérdida de capacidad de concentración renal

• Aumento de la resistencia del túbulo renal a la acción de la hormona antidiurética

• Incremento de la diuresis causada por algunas enfermedades o fármacos

• Incremento de pérdida de agua a través de las heces por enfermedades o fármacos

• Presencia de polipnea

• Aumento de la sudoración

• Aumento de la excreción de agua vía urinaria por la inclusión en la dieta de alimentos con
acción ligeramente diurética

Algunos de los riesgos de deshidratación más sobresalientes se especifican en la Tabla 8 y


son los siguientes:

a) Factores que pueden disminuir la ingesta de agua

 Disminución de la sensación de sed que afecta a una ingesta adecuada de líquidos,


contribuyendo así a una mayor incidencia de deshidratación e hipernatremia. La
disminución de la sed y de la ingestión de líquidos pueden ser parte del proceso de
envejecimiento, o bien también de un estado patológico, como una embolia, deterioro
cognitivo o disfunción endocrina.
 Disminución de la apetencia y de la tolerancia a alimentos con un elevado contenido
hí- drico, como por ejemplo la leche.

• Disminución de la accesibilidad al agua provocada por mermas en la autonomía física


y psíquica.

• Pérdida de la capacidad de manipulación de algunos platos en la que el agua es un


componente básico, como por ejemplo los caldos o las sopas. Esta disminución puede
estar provocada por enfermedades con elevada prevalencia entre las personas
mayores, tales como artritis, artrosis, hemiplejías, párkinson, etc.

• Temor a incrementar el riesgo de incontinencia urinaria, en especial en las horas


previas a acostarse (nicturia o enuresis nocturna). De ahí que sea recomendable evitar
la ingesta de agua antes de acostarse, haciéndolo preferiblemente por la mañana.

• Dificultades para la deglución. Estas dificultades pueden tener un origen


multifactorial, tal como el envejecimiento, la presencia de prótesis mal ajustadas, la
sequedad de boca, hemiplejías o los efectos secundarios de algunos medicamentos
como los hipnóticos o los sedantes.

b) Factores que pueden conducir a alteraciones en la eliminación de agua


• Disminución de la capacidad funcional del sistema renina-angiotensina-aldosterona,
que favorece la reabsorción renal de sodio, con la consiguiente retención de agua. Este
hecho puede retrasar la recuperación del equilibrio de electrolitos y líquidos perdidos,
tras un episodio de vómito, diarrea u otras causas.

• Alteraciones de la capacidad de concentración renal, se asocian a una mayor


incidencia de reducción de la volemia con la hipernatremia consiguiente, al requerir
eliminar más agua en la disolución de los solutos a excretar por el riñón.
• Aumento de la resistencia del túbulo renal a la acción de la hormona antidiurética,
que comporta una mayor eliminación de agua a través de la orina.

• Incremento de la diuresis causada por algunas enfermedades tal como la diabetes


no controlada o por la administración crónica de algunos medicamentos sin el control
adecuado, como diuréticos y broncodilatadores derivados de la teofilina.

• Incremento de la pérdida de agua a través de las heces, provocado por la


administración incontrolada de laxantes, o por una mayor incidencia de procesos
diarreicos.

• Presencia de polipnea, frecuente en ancianos con insuficiencia respiratoria, que


provoca una pérdida más elevada de agua en la respiración.

• Aumento de la sudoración por incremento de la temperatura ambiental o por la


presencia de fiebre elevada.

• También se puede producir un aumento de la excreción de agua vía urinaria por la


inclusión en la dieta de alimentos con acción ligeramente diurética, como los
espárragos, bebidas de cola o té, caldos de verdura (cebolla, apio, etc.) o infusiones de
plantas medicinales a las que muchas personas de edad avanzada suelen recurrir sin el
consejo ni el control adecuados.
El mayor aporte de agua puede hacerse entre comidas para evitar la dilución del jugo
gástrico, aumentando en especial la hipoclorhidria y provocando una sensación de
plenitud que puede reducir la ingesta alimentaria. No obstante, la ausencia de aquella
en la comida, conduce a una sensación de sequedad bucal que limita la cantidad
ingerida. El aporte hídrico puede hacerse a través del agua y de alimentos y asimismo
de caldos, infusiones variadas, bebidas con sales minerales, refrescos, zumos, etc. La
variabilidad de sabores permite un mejor y mayor consumo de líquidos, lo que
conlleva una más adecuada hidratación como consecuencia de un mayor consumo de
líquidos. Uno de los problemas detectados en esta franja de edad es el escaso o nulo
consumo de líquidos entre comidas. No debe abusarse de café, té, bebidas con cafeína
y chocolate, pues pueden ser estimulantes e irritantes y en grandes cantidades tienen
carácter diurético. Asimismo, las bebidas alcohólicas, incluso las de baja o muy baja
graduación, no son una buena fuente hídrica, entre otras cosas por el carácter
diurético del alcohol.

La deshidratación de tipo hipertónica en adultos mayores merece una preocupación


especial, pues se asocia a un creciente riesgo de caídas, infección del tracto urinario,
enfermedad dental, trastornos broncopulmonares, cálculos renales, cáncer,
estreñimiento y deterioro de la función cognitiva.

En la Tabla 9 se muestran para las distintas edades y situaciones fisiológicas las


ingestas adecuadas (IA) de agua total a través de cualquier fuente, sea agua, líquidos
diversos y alimentos. Asimismo, en la columna de la derecha se sugiere la cantidad en
litros de líquido a beber, entendiendo que la diferencia de la IA es como consecuencia
del agua contenida en los alimentos.

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