Sie sind auf Seite 1von 3

Alumno: Juan Diego Arévalo Calisaya

Código : 20162713G

RESUMÉN DEL CAPITULO I DEL LIBRO “LA TEORÍA DE LA


ORGANIZACIÓN INDUSTRIAL”
Según Jean Tirole plantea el concepto de monopolio como una estructura de mercado en
la cual, en una industria que produce un bien, un recurso o un servicio determinado y
diferenciado, existe un productor (monopolista) oferente que posee un gran poder de
mercado y es el único de la industria que lo posee. Se debe tener en cuenta que en dicho
mercado no existen productos sucedáneos, es decir, no existe ningún otro bien por el cual
se pueda reemplazar sin ningún inconveniente y, por lo tanto, este producto es la única
alternativa que tiene el consumidor para comprar.
El monopolista controla la cantidad de producción y el precio. Pero eso no significa que
pueda cobrar lo que quiera si pretende maximizar los beneficios. Para ello el monopolista
ha de conocer sus costos y las características de la demanda del mercado (elasticidad-
precio, preferencias, etc.). Con esta información decide cuál es la cantidad que va a
producir y vender; y su precio. Desde un punto de vista económico se puede afirmar que
el costo marginal del monopolista sirve para representar la oferta total del mercado y el
ingreso medio del monopolista -precio por unidad vendida- no es más que la curva de
demanda del mercado. Para elegir el nivel de producción maximizador del beneficio, el
monopolista debe conocer su ingreso marginal (variación que experimenta el ingreso
cuando la oferta varía en una unidad).
Poder de mercado del monopolista
Se denomina poder de mercado a "la capacidad de un vendedor o de un comprador de
influir en el precio de un bien". En caso de que el poder de mercado recaiga sobre un
único comprador se habla de una estructura de monopsonio, sin embargo, si recae
sobre un único vendedor, se habla de una estructura de monopolio. El poder de
mercado del monopolista está totalmente condicionado por 1) el efecto de la
elasticidad-precio de la demanda (∈QP), que establece la relación de las variaciones
de la cantidad demandada por variaciones en el precio del producto (P), y 2) las
restricciones de su tecnología, que seguiremos describiendo mediante su función de
costos C(Q) dado que mantendremos el supuesto de que los precios de los factores
que entran en su función de costos se mantienen fijos. Para poder maximizar su
beneficio, el monopolista buscará incrementar los precios, pero eso supondrá
inevitablemente una reducción de la cantidad demandada, que será mayor o menor en
función de la elasticidad-precio de ese producto en ese mercado. La oferta deseada
por el monopolista será aquella que maximice su beneficio, equilibrando los dos
efectos. Sabiendo que la elasticidad-precio viene dada por la fórmula:
Ahora recordemos que la fórmula de la elasticidad-precio de la demanda es ∈QP =
(ΔQ/Q)/(ΔP/P). Su inversa viene dada por Q/P(ΔQ/ΔP). Por lo tanto, el ingreso
marginal medido en el nivel de producción que maximiza el beneficio es:

El cociente −1/∈QP es llamado índice de Lerner. En una empresa completamente


competitiva el precio óptimo competitivo es igual al costo marginal de dicha empresa
en ese nivel de producción por lo que L = 0. Cuanto mayor sea L mayor será el poder
de monopolio. Esta regla facilita un cálculo simple para la fijación de precios del
monopolista. El 1º miembro es el margen del precio sobre el costo marginal de
producción, como una proporción del precio. Este margen debería ser igual a la
inversa de la elasticidad-precio de la demanda (con signo cambiado). Los bienes que
son más inelásticos con respecto a su precio deberían tener un mayor margen, por
ende. Otra forma de visualizar esta relación es reacomodando los términos para
obtener:

Estas condiciones implican que


una empresa no experimentará
una presión de precios de sus
competidores, aunque tal vez
enfrente la presión de sus
competidores potenciales. Si el
monopolista eleva mucho sus
precios, otras empresas pueden
entrar al mercado para ofrecer el
mismo bien o sustituto a un
precio más bajo. Un cambio
profundo del pensamiento hacia
la teoría del monopolio se produjo en los ‘80 con la teoría de los mercados disputables7 .
La idea central de estos mercados es que, cuando hay entrada fácil (=a bajo costo), el
monopolio no debería ser regulado. Un mercado disputable registra un precio
competitivo, aunque haya una sola empresa abasteciendo al mercado, lo que normalmente
sería clasificado como un monopolio. Su característica fundamental son sus bajas barreras
a la entrada y salida; un mercado perfectamente disputable no tendría barreras de entrada
ni de salida. Si una empresa en semejante mercado elevara sus precios por encima del
costo marginal y comenzara a tener beneficios anormales, los rivales potenciales entrarían
al mercado y aprovecharían estos beneficios.
Más recientemente se ha definido la “Teoría de la Regulación” como una parte de la
economía industrial que estudia cómo determinar tarifas compatibles con los incentivos
económicos a la eficiencia, así como el estudio de los efectos económicos de la estructura
y el comportamiento empresarial en sectores que tradicionalmente han funcionado como
monopolios, básicamente los que utilizan redes únicas de transporte y distribución
(Lasheras, 2006). Es ésta una definición adecuada pero aplicable a sectores específicos,
en general a los llamados servicios públicos (ahora servicios de interés general): y para
conseguir tanto que el excedente de los consumidores sea lo mayor posible, como cubrir
los costes en que las empresas hubieran incurrido con una gestión eficiente. De ahí
derivan las teorías desarrolladas para determinar las estructuras tarifarias (precios
Ramsey, discriminación, orientación a costes, etc.), en buena parte ligadas al análisis de
los monopolios naturales. En suma, la regulación tiene importantes efectos, que pueden
ser positivos o negativos, por lo que desde hace varios años hay consenso en que cualquier
medida regulatoria que se pretenda adoptar ante la existencia de un fallo de mercado, para
ser efectiva, debería incorporar un análisis costo/beneficio, de forma que los costes
previstos sean menores que los beneficios esperados; y a partir de ahí habría que
determinar el “óptimo regulatorio”, que será aquel que minimice los costes totales, como
puede mostrarse en el gráfico siguiente:

donde dicho óptimo se alcanza en el punto en que coinciden los costes y beneficios
marginales de la regulación. Descartándose, por tanto, aquellas regulaciones cuyos costes
(pérdida de bienestar social) sean superiores a los beneficios (ganancia de bienestar
social).
El tema es polémico, ya que la desregulación puede requerir una reestructuración de los
sectores que se quiere desregular y requiere también elaborar y aprobar numerosas
normas, es decir, pudiera ocurrir que la desregulación vaya asociada con alguna o incluso
más regulación (aunque ésta sea transitoria) y dirigida a un fin concreto, como se verá en
el caso de la reestructuración del sector de las telecomunicaciones.

Das könnte Ihnen auch gefallen