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DAWSON / Aristóteles España

(selección)

Poemas escritos en el Campo de Concentración de Isla Dawson


Septiembre 1973 – Septiembre de 1974

LLEGADA

Bajamos de la barcaza con las manos en alto


a una playa triste y desconocida.
La primavera cerraba sus puertas,
El viento nocturno sacudió de pronto
mi cabeza rapada
el silencio
esa larga fila de Confinados
que subía a los camiones de la Armada Nacional
marchando
cerca de las doce de la noche del once de septiembre
de mil novecientos setenta y tres en Isla Dawson
Viajamos
Por un camino pantanoso que me pareció
Una larga carretera con destino a la muerte.
Un camino con piedras y soldados.
El ruido del motor es una carcajada,
mi abrigo café tiene barro y bencina:
nos rodean
bajamos del camión
uno dos tres kilómetros
cerca
del
mar
y
de
la
nada,
¿Qué será de Chile a esta hora?
¿Veremos el sol mañana?
Se escuchan voces de mando y entramos en un callejón
esquizofrénico que nos lleva al Campo de Concentración,
se encienden focos amarillos a nuestro paso
las ventanas de la vida se abren y se cierran
Y NO ERAN PERROS

Anoche al acostarme
escuché ladridos
en algún lugar del Campamento
Y NO ERAN PERROS

ENGRANAJES

Este miércoles se le agotaron las pilas al firmamento,


octubre moja su cola entre las hojas,
Pablo Neruda ha muerto,
el tiempo se deshace en las literas,
seguramente continúan los fusilamientos,
pasado mañana cumplo dieciocho años,
América es un torbellino,
volverán los yanquis,
nos mantienen en una constante incertidumbre,
frecuentemente nos visita un sacerdote,
anoche soñé que bailaba un tango en la penumbra,
¿cómo será el rostro de los torturadores?
las ampolletas de la barraca están encendidas,
estamos acostados,
se apagan las luces,
la alegría y la libertad
deben ser como dos muchachas bonitas.

MAS ALLA DE LA TORTURA

Fuera del espacio y la materia


en una región altiva (sin matices ni colores)
llena de un humo horizontal
que atraviesa pantanos invisibles,
permanezco sentado
como un condenado a la Cámara de Gas.
Descubro que el temor es un niño desesperado,
que la vida es una gran habitación
o un muelle vacío en medio del océano.
Hay disparos,
ruidos de máquinas de escribir,
me aplican corriente eléctrica en el cuerpo.
Soy un extraño pasajero en viaje a lo desconocido,
Arden mis uñas y los poros, los tranvías,
en la sala contigua golpean a una mujer embarazada,
las flores del amor y la justicia crecerán más adelante
sobre las cenizas de todas las dictaduras de la tierra.

LA VENDA

La venda es un trozo de oscuridad


que oprime,
un rayo negro que golpea las tinieblas,
los íntimos gemidos de la mente,
penetra como una aguja enloquecida,
la venda,
en las duras estaciones de la ira
y el miedo,
hiriendo, desconcertando,
se agrandan las imágenes,
los ruidos son campanas
que repican estruendosamente,
la venda,
es un muro cubierto de espejos y musgos,
un cuarto deshabitado,
una escalera llena de incógnitas,
la venda
crea una atmósfera fantasmal,
ayuda a ingresar raudamente
a los pasillos huracanados
de la meditación y el pánico.

BALAS Y REENCUENTROS

Pido a alguien un poco de café


y soplo hacia el oeste como en un juego;
de mis dedos brota una serpiente imaginaria
que se eleva por encima de la Base Naval.
Me piden galletas.
Hoy es la final de la Copa del Mundo en Alemania (1974)
¿Qué será de mis buenos amigos de colegio?
En la radio que hay en la cocina, escuchamos:
“El Estado de Emergencia se mantendrá inalterable
para proteger a la ciudadanía de los delincuentes”
nosotros seguimos pelando papas.
La naturaleza humana es incomprensible.
Saco mi chaleca pues hay un calor endemoniado.
Me gustaría escuchar a Chopin en esta horta.
O un poco antes de dormir,
aproximadamente a las 21 horas.
Aletargaría un poco el ruido de las balas.
Las barracas “Charlie” e “Isla” están vacías,
(“Alfa”, “Bravo” y “Remo” siguen su ajetreo)
en las garitas del cerro los centinelas bostezan,
pienso en los cuentos de aventuras que leía en mi niñez,
en nuestros muertos,
¿Cuál será la cifra exacta de cadáveres?
hago preguntas, anoto, observo todo lo que ocurre;
quisiera que el cielo fuera completamente rojo
y el mar infinitamente verde.
Miro las alambradas,
el gorro de lana que ha sido testigo
de todos mis desplazamientos,
una gaviota que se eleva como un cohete hacia lo alto.

PARTIDA

Me avisan que debo alistar mi maleta,


ordenar las frazadas,
quedo mudo y perplejo.
No me atrevo a despedirme.
Somos un grupo numeroso.
¿Adónde vamos?
Se cruzan nuestras miradas,
escondo mi cuaderno,
son momentos de mucha intensidad,
me duele el estómago,
hay un gran desplegué de tropas,
inusual y desmedido,
surgen conjeturas,
caen granizos,
todo se llena de ausencias,
escribo mis iniciales en la pared.
Afuera hay un vehículo con destino desconocido
Y después una lancha torpedera o un avión,
Hay cierta claridad glacial
Que va blanqueando nuestro andar;
Veo norillas que se hunden como barcos,
troncos quemados,
hombres que entran y salen de sí mismos.
Siento un leve escozor en las rodillas,
Cierro mis párpados ahora.
Hasta siempre camaradas,
Toda esta lección no ha sido en vano.

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