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El fenómeno del desplazamiento forzado por la violencia en amplios sectores del país,
es un hecho que si bien no es nuevo, ha adquirido en los últimos años un impacto
significativo sobre la sociedad colombiana, al lograr cifras tan significativas de personas
desplazadas, las cuales han posicionado a Colombia entre los diez primeros países que
registran esta situación. Más allá del impacto internacional evidente, la mayor
inquietud radica en la situación a la que quedan sometidas las personas expulsadas de
sus tierras, ya que la gran mayoría enfrentan dificultades para adaptarse a la sociedad
y por su condición son apartados de ella.
Es por todo esto que se requiere reorientar las políticas sociales sobre la atención hacia
los desplazados, en especial a la población más vulnerable, como los niños, las mujeres
y las personas de la tercera edad. Este rol debe ser asumido en primera instancia por el
Estado, como principal ente responsable de la protección de sus ciudadanos, porque
cabe hacer énfasis en el hecho de que son también ciudadanos colombianos los que
han sido afectados por esta situación; ciudadanos que son objetivo de nuestra carta de
derechos y del Derecho Internacional Humanitario (DIH). Pero la atención debe
orientarse no sólo a ofrecer ayuda de tipo asistencial al desplazado (como suele
suceder con gran parte de las actividades humanitarias), sino que debe encaminarse
hacia el reconocimiento de este sector de la población como personas con derechos
que merecen ser respetados y de los que es imperativo darles a conocer para su
autodeterminación y desarrollo.
Sin embargo, el problema va mucho más allá de la situación de los desplazados en sus
lugares de refugio, ya que consigo cargan otros problemas no menos importantes
como la desintegración familiar, la pérdida de sus tierras y sus propiedades, el
desarraigo cultural, el abandono de sus actividades económicas que bien les
garantizaban sustento permanente en sus lugares de origen como la agricultura y la
ganadería, el choque psicológico y afectivo que les genera un nuevo ambiente que es
muy difícil para ellos. Esto conduce a que el desplazado necesite una solución integral
a su situación, derecho que el Estado y la sociedad están en la obligación de responder.
Los derechos de los desplazados, al igual que todos los ciudadanos colombianos, se
resumen en el simple derecho a una vivir dignamente como cualquier otro nacional.
Estos derechos deben ser respetados por las autoridades y obligan al Estado a su
pronta atención, por tratarse de personas cuya situación social es crítica.
Sin embargo, y a pesar de que este fue el primer paso para la solución de los
problemas inherentes al desplazamiento forzado (mediante la creación de políticas
encaminadas a su protección en las áreas de salud, saneamiento básico, subsidios de
vivienda y de trabajo, entre otros), todavía quedaban para estas personas cabos
sueltos por resolver como la atención en su derecho legal de la verdad, justicia y
reparación jurídico-administrativa frente a los delitos cometidos por grupos armados
sobre sus comunidades. Además, la ley no tuvo la suficiente fuerza de aplicación como
para disminuir los indicadores de desplazamiento forzado, lo cual se reveló en una
sentencia de tutela de la Corte Constitucional (T 025 de 2004), la cual declaró que
como estaba organizado el sistema de respuesta frente a la población desplazada en
ese año, era prácticamente inconstitucional.
Esta fue la señal de alerta al Gobierno Nacional para hacer que el Sistema de Atención
a la Población desplazada sea cada vez más efectivo en garantizar el “goce efectivo de
derechos” para estas personas. En tal razón, y en el afán de dar una solución efectiva
a toda la problemática ligada al desplazamiento forzado, surgieron las leyes de
promoción de los derechos de las personas desplazadas (ley 1190 de 2008), y la ya
conocida Ley de justicia y paz (Ley 975 de 2005, para procesos de desmovilización de
grupos armados).
Como está mencionado en la Ley 387 de 1997, los desplazados tienen derecho a recibir
la ayuda estatal e internacional que lo requieran para garantizar el goce de sus
derechos fundamentales como ciudadanos. Y como tal tienen acceso a las
herramientas jurídicas y administrativas expresadas por la Constitución y la Ley para
que estos derechos sean reconocidos y para que sean atendidos con el peso de la ley
en caso de vulneración de los mismos. Tal es el caso de las acciones de tutela, derechos
de petición y demás mecanismos contemplados en la Constitución y el DIH.
En el marco de la ley 1190 de 2008, también se reconoce que el Estado debe estar en
constante seguimiento de sus políticas de atención a los desplazados, mediante los
indicadores de goce efectivo de los derechos establecidos por la Corte Constitucional.
Además, esta ley es una herramienta de trabajo para las Organizaciones No
Gubernamentales (ONGs) y demás organismos de asistencia al desplazado, para así
reclamar al Estado el cumplimiento del papel que le corresponde ante esta población.
Por otra parte, existen vías de acción local a través de las Personerías Municipales y
Distritales, las cuales como agentes del Ministerio Público están encargadas de los
siguientes procedimientos para la atención de la población desplazada:
REFERENCIAS: