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AUTORES, TEXTOS Y TEMAS Roberto Várela

ANTROPOLOGÍA
C olección d irig id a p o r M . J e s ú s B uxó

40
CULTURA Y PODER
Una visión antropológica
para el análisis
de la cultura política

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Cultura y po d er: Una tbSM aniropdógíea para «I nnilisís d r la cultura
pjli'tlci t Roberto V a r e i i R » - b l <Barcelona): Ar.tltropo» KiU'.cil j ! ; México:
UnlocreSdAdA'jtéooma M etropoliuna. Im pxU juu 2005
I ' i p .: 20 cin. — (Autores. Texto» y Temas. Air.rojxóag!»: 40)

H:tl!osrafí. r- MM7«
ISBN" «t-TOSS.TM O
1 AmiviV.*1,:.;!» 7 « . l : t } Cultuia política J. Etnología I. l'aWentdad
Autónoma Metropolitana • DiapiAip» (Me>tc-j> li. Titulo III. Coleeclfln
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J16Tí:)S nueva luz

R.V.

Piinicra edición: 2035

t> Roberto Varcla, 2005


O l'AM • Izupslapo. División de Ciencias Sociales y Humanidades, 2035
O Amhropos Editorial, 2035
Edita: Artthropos Editorial. Rubí (Barcelona)
\s\w.»nthropos«l¡torial com
En coedicíón con la División de Ciencias Sociales y Hunnmldadc»-
Univcrsxiad Autónoma Metropolitana • IzUpalapa, México
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1. No veo que se haya establecido como un concepto analíti­ C a p ít u l o II
co el concepto mismo de cultura política: a lo más es un cómodo
concepto descriptivo que puede servimos en forma limitada para LA CULTURA
circunscribir provisionalmente un fenómeno.
2. Sería importante profundizar, contrastando con lo que se
ha hecho en otros campos de la antropología, por ejemplo, con
los sistemas de parentesco y matrimonio, por qué no necesita­
mos acudir a la «cultura del parentesco y matrimonio» para en­
tender suficientemente esos sistemas.
3. Me parece que sería importante preguntamos y respon­
demos de entrada qué esperamos obtener al analizar la cultura
política: ¿buscamos explicaciones del comportamiento político
de tal modo que la cultura sea la responsable de dicho compor­
tamiento? ¿Buscamos un entendimiento cabal del comportamien­
to político de tal modo que dicho comportamiento no sería inte­ 1. I n tr o d u c c ió n
ligible sin estudiar la cultura política de los actores sociales?
¿Buscamos explicar la incongruencia entre la cultura política y Las sociedades contemporáneas occidentales son sociedades
el comportamiento político de los actores sociales? ¿Buscamos, sumamente complejas: de esta complejidad surge la dificultad para
por el contrario, encontrar una lógica del comportamiento polí­ su análisis. Tanto sociólogos como antropólogos sociales estarían
tico al rescatar el factor subjetivo? ¿Buscamos nada menos y de acuerdo. Desde siempre los antropólogos sabían que las socie­
nada más la cultura pues ésta (Ackerman) es «the matrix, both dades que originalmente estudiaban eran sociedades más simples
consciuos and unconsciuos, thatgives meaning to social behavior que las suyas de procedencia y por ello se prestaban a un análisis
and belief»? holístico —el hecho social total de Marcel Mauss (1999). Aunque
4. De la revisión anterior desprendo que debemos definir y los sistemas de parentesco y matrimonio de las sociedades sim­
discutir con amplitud los dos conceptos clave que entran enjue­ ples aparecían con una enorme complejidad comparados con los
go en la cultura política: cultura y política. Es lo que me propon­ de las sociedades occidentales contemporáneas, no por ello deja­
go explorar en los siguientes capítulos: la cultura (capítulo 2) y la ban de insistir en las estructuras elementales del parentesco de las
política (capítulo 3). primeras y del pasaje a las estructuras complejas de las segundas
(modelos mecánicos vs. modelos estadísticos).
Por más paradójico que parezca, es precisamente el hecho de
estudiar sociedades con estructuras simples lo que más nos puede
ayudar para entender las sociedades complejas. En las primeras
podemos estudiar procesos sociales en cierta forma nítidos que
no es posible o es extremadamente difícil detectarlos en las segun­
das. Así, por ejemplo, las estructuras del parentesco, los mecanis­
mos básicos del poder o los procesos de identidad social se ven
con más claridad en esas sociedades. Aunque estos mecanismos
elementales se encuentran en las estructuras complejas, no son,
sin embargo, fácilmente perceptibles a menos que previamente se
hayan estudiado en las estructuras simples. El proceso inverso

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también se da: el estudio de las estructuras complejas nos ayuda a dos grupos de descendencia mientras los paralelos son del mismo
entender estructuras más simples, pues la forma cristalizada de grupo. Aquí entra la mente humana haciendo separaciones que
una institución nos advierte de la existencia de formas embriona­ no existen en la naturaleza y después cerrando la separación me­
rias de tal forma que, si no viéramos las primeras, posiblemente diante el don sintético más valioso para una sociedad: intercam­
no caeríamos en la cuenta de la realidad de las segundas. bio de mujeres. Hacemos notar, ahora que todo el mundo está
obsesionado buscando «identidades culturales», al mismo tiem­
po que la identidad del grupo no tiene contenido cultural diferen­
2. N a tu r a le z a y cu ltu ra te: son miembros de la misma cultura (Várela: 1995). Entende­
mos, entonces, que el mecanismo elemental de la identidad no se
Un tema pivote de la reflexión antropológica ha sido el de la sigue necesariamente de la diversidad cultural: le es previa por la
prohibición del incesto, pues es la única regla verdaderamente acción arbitraria de la mente humana de separar y distinguir (cul­
universal que se han dado todas las culturas. Las otras reglas son tura) lo que la naturaleza no discrimina.
particulares. Reflexionando sobre el universo de las reglas con André Leroi-Gourhan (1971: 29), en su libro El gesto y la pa­
Lévi-Strauss (1967), podríamos decir con toda propiedad que la labra, nos rescata un texto de Gregorio de Nisa de su Tratado de
cultura comienza cuando termina la naturaleza. La naturaleza no la Creación del Hombre, escrito en el 379 de nuestra era, donde
impone reglas, sino actúa espontáneamente; la cultura, por el con­ establece el vínculo entre el útil —la mano— y la facultad simbo­
trario, impone reglas sobre lo que no es necesario, sobre lo que lizante —la boca—:
puede ser de otra manera: la cultura es la irrupción de lo arbitra­
rio en la naturaleza. Ahora bien, la prohibición del incesto es pa­ [...] Así, gracias a esta organización, es como el espíritu tal como
radójica, pues proviene simultáneamente de la naturaleza (uni­ un músico, produce en nosotros el lenguaje y llegamos a ser ca­
versalidad) y de la cultura (es una regla sancionada en todas las paces de hablar. Este privilegio no lo tendríamos, sin duda, ja­
culturas): es el transito de la naturaleza a la cultura. Hay un con­ más, si nuestros labios tuvieran que asegurar, para las necesida­
junto de fenómenos estrechamente relacionados con la prohibi­ des del cuerpo, la tarea pesada y penosa de la nutrición. Pero las
manos se encargaron de esta tarea y liberaron la boca para el
ción del incesto: exogamia, organizaciones dualistas, matrimonio servicio de la palabra.
preferencial entre primos ciuzados y prohibición entre primos
paralelos, terminologías del parentesco. Todo este conjunto de fe­ Sintetizando el argumento del libro, hago notar que la diferen­
nómenos se explica si y sólo si se concibe que la estructura del cia decisiva de la especie humana respecto a otras especies anima­
parentesco es una estructura de intercambio matrimonial: es la les está en la cuádruple liberación o extensión humanas: la expe­
base de la sociabilidad misma en sentido fuerte. Vamos hacer hin­ riencia inmediata por el símbolo.1 la memoria individual por la
capié entre el matrimonio preferencial entre primos cruzados y la del grupo social, la mano por el útil, el cerebro por la máquina
prohibición entre paralelos. Es muy frecuente que las sociedades electrónica. Podríamos, quizá, añadir una quíntuple: los indivi­
de estructuras simples reputen la descendencia por una sola vía,
duos y las unidades domésticas por la organización social.2
patrilineal o matrilineal. Los primos cruzados son hijos de herma­
nos de diferente sexo (hermano y hermana); los paralelos, hijos de
hermanos del mismo sexo (hermano y hermano, hermana y her­ 1. En una teoría del conocimiento más radical que supere tanto al realismo
mana). Ahora bien, ¿por qué se permite el matrimonio entre pri­ ingenuo como al crítico, postularía que se da una liberación o extensión del
pensamiento —lo verdaderamente real de la «realidad»— por el símbolo acús­
mos cruzados y se prohíbe entre paralelos? Obviamente que no tico o gráfico o representación material mental y por el símbolo objeto extra­
existe ninguna razón biológico-genética, ecológica, económica, mental «natural» o creado por el hombre. La «realidad» extramental, en este
política o de contenido cultural diferente. Si se observa con aten­ contexto, no es más que un símbolo del pensamiento, y los símbolos que trata­
mos de analizar los antropólogos y semiólogos son símbolos de símbolos.
ción caerá uno en la cuenta que los primos cruzados pertenecen a 2. Adams, 1975.

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Su argumento, sin embargo, es más complejo, pues trata de bir el comportamiento como parte de la cultura de tal modo que
mostramos el soporte biológico de la evolución de la especie si no incluimos el primero en la segunda no damos cuenta cabal
hum ana y que tenemos que tener en cuenta cuando nos aventu­ de un solo fenómeno indivisible? ¿Es pertinente, por el contra­
ramos a disertar sobre la cultura. Leroi-Gourhan se hace a sí rio, separar el uno de la otra sin postular necesariamente que no
mismo la pregunta explícita sobre los criterios comunes a la to­ exista relación entre ambos? ¿Qué tipo de relación, en todo caso,
talidad de los hombres y sus antepasados para dejar de forjar postularíamos entre ellos: de oposición, de concomitancia, de
fantasías sobre la evolución hum ana sin ninguna base científica complementariedad, de mutua causalidad, de causalidad unidi­
o con una base científica equivocada. Se responde, y prueba su reccional? ¿Bastaría la relación de sólo esos dos términos o re­
argumentación a lo largo del libro que he estado citando, en es­ queriríamos de un tercero como el de dispositivos habituales?
tos términos (op. c i t 23-26): Comencemos por establecer que el campo es problem áti­
co. Si hiciéramos una arqueología de las obras escritas en cien­
[...] El primero y el más importante de todos [los criterios] es la cias sociales que se produjeron en México entre 1970 y 1985,
posición vertical [...] Otros dos criterios son corolarios del primero: nos sorprenderíamos de las pocas alusiones que se hacían so­
la posesión de cara corta y manos libres durante la locomoción. [...] bre la cultura como un elemento explicativo de los fenómenos
La libertad de la mano implica casi obligatoriamente una ac­
tividad técnica diferente de la de los monos, y su libertad duran­
sociales que estaban analizando. Por el contrario, a partir de
te la locomoción, unida a una cara corta y sin caninos ofensivos, la última fecha y hasta el presente, la preocupación por la «cul­
impone la utilización de órganos artificiales que son los útiles. tura» se está haciendo parte de nuestra cultura mexicana. Ante
Posición de pie, cara corta, manos libres durante la locomoción los comportamientos negativos de los mexicanos —juzgados
y posesión de útiles son verdaderamente los criterios fundamen­ así por extranjeros y por los sectores «modernos» o «posmo­
tales de la humanidad. Esta enumeración deja completamente dernos» de nuestra sociedad—, hay que arm ar la gran cruzada
de lado las características de los monos, delineando al hombre nacional: cultura política, cultura científica, cultura tecnológi­
de modo irreconciliable con las formas de transición en las cua­ ca, cultura ecológica, cultura de la productividad, cultura de
les se habían complacido los teóricos antes de 1950. [...]
la evaluación, cultura de la competitividad, más las que se acu­
[...] Las condiciones humanas de posición vertical desembocan
en las consecuencias del desarrollo neuropsíquico que hacen del mulen este fin de semana. Pareciera, entonces, que para un
desarrollo del cerebro humano algo más que un aumento de volu­ buen número de intelectuales o para legiones de comunicólo-
men. La relación entre la cara y la mano permanece tan estrecha en gos la relación entre cultura y comportamiento es de causali­
el desarrollo cerebral como en el pasado: el útil para la mano y el dad unidireccional: si se cambia la cultura se cambia el com­
lenguaje para la cara son dos polos del mismo dispositivo [...] portamiento, y apliqúese al campo específico que se quiera:
político, científico, tecnológico, etc.
Y termino con una bellísima cita del mismo autor (op. cit.: 261): En ocasiones, la palabra «cultura» se sustituye por la de «acti­
tud» y se prosigue con el mismo razonamiento: cambiemos la
Si, un día, las máquinas electrónicas escribieran piezas de tea­ actitud y cambiaremos el comportamiento. El punto está en que
tro perfectas y pintaran cuadros inimitables, podríamos plan­
se establece sin más que la modificación de un proceso intramen-
teamos serias preocupaciones. Si llegaran a amar, la suerte de la
especie zoológica estaría liquidada.3 tal traerá consigo un cambio en el comportamiento. Lo que es
evidente es que se dan cambios intramentales y que posiblemente
estos cambios produzcan otros cambios intramentales, pero no
3. La cu ltu ra es evidente que los cambios intramentales produzcan cambios
* ex tramentales, pues el efecto producido por un cambio intramen-
El campo amplio en que se presenta la discusión es el de la tal se recibe en la misma facultad que lo elicitó. Elemental: se
relación entre cultura y comportamiento: ¿es pertinente conce trata de acciones inmanentes, no de acciones transeúntes. Los

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partidarios de la conexión mecánica entre cultura y comporta­ malo, lo debido y lo indebido, lo correcto y lo incorrecto, lo de­
miento se las ven negras para explicar la desviación social. seable y lo indeseable, etc.; los mismos suscitan sentimientos y
Pero, por otra parte, también es cierto que existen comporta­ emociones: odios, amores, temores, gozos, etc.; expresan ilusio­
mientos diversos y culturas diversas que nos hacen sospechar de nes y utopías: deseos, veleidades, anhelos, etc.
la existencia, al menos, de algún tipo de relación entre ambos En esta reflexión quizá nos pueda iluminar Víctor Tumer (1967)
fenómenos. En suma, seamos minimalistas: hay alguna relación cuando trata de las cualidades de los símbolos dominantes del
entre cultura y comportamiento. Regresaré más adelante sobre ritual. Habría que señalar que Tumer emplea el término «orectic»
esta distinción, pues antes tengo que precisarlo que estoy enten­ (p. 54) y habría que recordar también que fue estudioso de las
diendo por cultura. letras clásicas antes de estudiar la antropología. Por ello emplea el
La pregunta obvia que surge es sobre qué se entiende por término entrecomillado de «orectic»: esta palabra la toma del griego
cultura. No pretendo rehacer el recorrido histórico-turístico por opecic que, según el diccionario griego-inglés de Oxford (1953),
todos los lugares —santuarios sagrados— en que se encuentran connota toda la clase de appetency, connation, e incluye ejciGopía
las diversas concepciones escritas de la cultura por los antropó­ (deseo con pasión), Gopóq (deseo, apetito, inclinación) y PoóLpou;
logos, comenzando por la de Tylor en 1871.3 Me adhiero a una (voluntad deliberada). Los símbolos dominantes, nos dice Tumer,
definición reciente —mera osamenta— propuesta por Ackerman poseen dos polos, uno normativo y otro «oréctico»: el símbolo
(1987:1) para llenarla de carne, músculos, órganos vitales: «the logra sintetizar los dos elementos de tal manera que se haga de­
matrix, both counscious and incounsciuos, that gives meaning to seable (con ETuGujiía) lo normativo social (lo oneroso).
social behavior and belief’». Destaco las ilusiones y utopías, pues Esteban Krotz, en va­
Las unidades mínimas de la cultura son los signos y símbolos rios artículos sobre la cultura política (1984; 1985; 1986; 1997),
interrelacionados entre sí de tal manera que forman un conjunto, nos ha hecho ver la importancia de la «cuarta dimensión» para
pero no necesariamente una estructura: ni el mismo Lévi-Strauss rescatar el factor subjetivo de los actores sociales.
lo sostendría. Explícitamente nos dice: «Tout n'est pas structuré, En un artículo inédito (1992) traté de relacionar la utopía
et il n’y a pas nécessairement de la structuré partout».34 Éstos tie­ con la cultura y contraponerla a la ideología siguiendo a Ri-
nen en común que representan una cosa diferente a ellos mismos coeur. La ideología nos lleva a la cultura, pues puede y debe ser
y ambos suponen una elección humana para crearlos, pero no tratada como un sistema cultural (Geertz, 1973:193-233) al igual
necesariamente consciente: A está por B, pero no es B; A está por que la ciencia y la utopía (Ricoeur, 1989), con las que está ínti­
B, pero A no es causa eficiente de B. Con Leach (1976:9-16) esta­ mamente relacionada. La ideología opera en tres planos: como
blecería: A está por B, pues al existir una relación intrínseca pre­ deformación en su carácter de imagen invertida, como integra­
via entre ellos, pertenecen al mismo contexto cultural —signo emi­ ción en su carácter de «fuente extrínseca de información en cu­
nentemente metonímico—; A está por B, pero al no existir una yos términos la vida hum ana puede ser modelada» (Geertz, op.
relación intrínseca previa, pertenecen a dos contextos culturales cit.: 216), como legitimación en su carácter de condición de po­
diferentes —símbolo (eminentemente metafórico). sibilidad para el ejercicio del poder. La utopía en forma comple­
Los signos y símbolos transmiten conocimientos e informa­ mentaria opera como fantasía en su carácter de evasión, como
ción sobre algo: quizá sea lo más patente; pero los mismos sig­ imaginación creadora en su carácter de exploración de lo posi­
nos y símbolos portan valoraciones: juicios sobre lo bueno y lo ble, como subversión en su carácter de alternativa al uso del
poder existente o al mismo poder. La ciencia, por su parte, se
opone a la ideología como imagen invertida, pero no necesaria­
3. 1. S. Kahn, 1976. Consúltese también el texto de Gilberto Giménez Mon- mente a la ideología como integración o legitimación: la obliga,
tiel, 1987.
4. En Raymond Belloui; Le Livre des autres, 1978: 406, París, 10x18, citado eso sí, o a ajustarse a la realidad o a explicitar y justificar racio­
por Hénaff, 1991: 17. nalmente sus últimos fundamentos. No quiero caer en la inge­

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nuidad de que la fuerza de las razones obligue por sí sola al 1) conocimientos e información, 2) valoraciones, 3) emociones y
poder a un ejercicio diferente. sentimientos, 4) ilusiones y utopías. Ahora bien, una cosa es com­
Me satisface más, sin embargo, la definición de ideología partir en el sentido de aprobar, consentir, aceptar, sentir, experi­
—que restringe con razón a lo político— que propone Luis Villo- mentar, y otra en el sentido de conocer, interpretar, saber, enten­
ro (1985: 28-29), pues encuentro que crea un concepto riguroso der, comprender. Como antropólogos creemos poder, y quizá
unívoco: algunas veces lo logramos, entender otras culturas, interpretarlas,
traducirlas, pero no necesariamente postulamos que asumimos
Las creencias compartidas por un grupo social son ideológicas como nuestro su mundo de creencias, sus afirmaciones de verdad
si y sólo sí: o falsedad sobre la «realidad», que nos adherimos a su mundo
1) no están suficientemente justificadas; es decir, el conjunto valorativo, menos aún que podamos experimentar sus mismas
de enunciados que las expresan no se funda en razones objetiva­ vivencias emocionales, afectivas y sentimentales, o que sus ilusio­
mente suficientes;
nes y utopías sean las nuestras. Los que comparten una cultura en
2) cumplen la función social de promover el poder político de
ese grupo; es decir, la aceptación de los enunciados en que se el primer sentido, por el contrario, la «viven», la «experimentan»,
expresan esas creencias favorece el logro o la conservación del la «sienten», aunque no necesariamente la comprendan. Hago hin­
poder de ese grupo. capié en que una cultura debe compartirse para que sea tal: los
nortee symbols, en términos de Leach (op. cit.: 12-15), los descar­
Aceptada esta definición de ideología, definiría, por mi parte taría del concepto de cultura, a menos que por repeticiones habi­
con temor y temblor, paralela e inversamente a la ideología, si tuales lleguen a ser standardised symbols.
como propone Ricoeur que la ideología y la utopía se entienden No estoy de acuerdo en que se conciba el proceso de compar­
en un solo marco conceptual —aunque no estoy plenamente con­ tir signos y símbolos como un mercado donde se producen, cir­
vencido de ello—, la utopía política como: culan, negocian y consumen significados como si fueran consu­
Las creencias compartidas por un grupo social son utópicas mibles. Por una parte, el intercambio de significados comparado
si y sólo si: con el intercambio de bienes es un intercambio meramente me­
tafórico: no se da una analogía intrínseca entre ellos. En un in­
1) están suficientemente justificadas; es decir, el conjunto de tercambio estricto un agente cede a otro el control del bien que
enunciados que las expresan se funda en razones objetivamente intercambia, de tal modo que el control sobre el objeto pasa de
suficientes; unas manos a otras. En un intercambio simbólico, el primer agen­
2) cumplen la función social de favorecer el logro del poder
te no pierde el control sobre el supuesto objeto que el segundo
político de ese grupo; es decir, la aceptación de los enunciados
en que se expresan esas creencias favorece el logro del poder de agente recibe. Si yo, por ejemplo, le comunico una idea a otra
ese grupo que ha estado excluido del poder político. persona, no significa que yo pierda mi propia idea: sigo teniendo
mi propia idea, y puede ser que la otra persona adquiera, aun­
Pero no bastaría la sola dimensión del contenido para caracte­ que no siempre estoy seguro, la comprensión de la idea que traté
rizar la cultura: es preciso añadir que ese conjunto de signos y de comunicarle: sólo por el comportamiento manifiesto del es­
símbolos se comparte con otros. No debería postularse que los cucha, sabré si hubo o no una comprensión al menos aproxima­
significados que se atribuyan a los signos y símbolos sean iguales da de lo que traté de trasmitir.
en cada persona que los recibe, sino sólo que sean equivalentes: de No pongo en duda que las metáforas sean útiles como fuentes
facto es lo único que podemos saber (Adams 1975:105-107). Qui­ de inspiración para generar un pensamiento, pero no para conti­
zá convenga detenerse en este punto para aclarar con más preci­ nuarlo: toda metáfora, por su propia naturaleza, al final de cuen­
sión lo que entiendo por «compartir». He dicho más arriba que tas claudica. Es bonito, aunque trillado, comparar a una mujer
los signos y símbolos, en cuanto a su contenido, se. refieren a: con una bella flor. Pero ño podré tratar a la primera como si fuera

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un vegetal: cortarla, ponerla en un florero y suministrarle un poco El panorama es más complicado, pues se puede compartir (en
de agua para que sobreviva unos cuantos días en plena lozanía. la segunda acepción del término) un rubro de los cuatro anterior­
En el fondo, lo que está en juego es que los partidarios del mente expuestos sin hacer suyos los demás. Más aún, los rubros
intercambio de signos y símbolos no tienen la menor idea de lo no son necesariamente unitarios sino múltiples de tal modo que
que es el proceso del conocimiento humano: creen que el enten­ se pueden aceptar «paquetes», pero difícilmente la totalidad.
dimiento es una simple potencia pasiva que puede ser determi­ Pongo un ejemplo para aclarar lo que quiero decir: supon­
nada intrínsecamente por un objeto externo. No se dan cuenta gamos que mi lengua m aterna sea el español —conjunto de
que el entendimiento es esencialmente constructivo, que es exci­ signos y símbolos que soy capaz de interpretar (no implico que
tado sólo externamente: aquí cabe la distinción que hicimos más conozca toda la lengua española)—; supongamos, además, que
arriba entre acciones inmanentes y transeúntes. La teoría del aprenda a leer otra u otras lenguas extranjeras —conjunto de
social exchange de Peter Blau (1964)5como la remozada de Bour- signos y símbolos—; supongamos que soy físico, que mi campo
dieu (1990: 143) sobre el mercado de los bienes simbólicos de especialización sea la física del estado sólido y que por mi
•—habitus lingüístico + mercado lingüístico = expresión lingüís­ dedicación estoy al día en todo lo que se refiere a mi especiali­
tica, discurso— es una simple construcción metafórica que no dad; supongamos que me he dedicado en forma tan intensa a
resiste un razonamiento riguroso. mi campo de estudio que en la práctica no sé nada de otros
¿Qué sentido puede tener, por ejemplo, negociar significa­ campos como la filosofía, la literatura, la música, la biología, la
dos? Supongamos que a una palabra dada le añado un nuevo economía, etc. ¿Qué comparto, entonces, con otros colegas fí­
significado original que antes los usuarios del español no le da­ sicos mexicanos y extranjeros? Quizá sólo una parte —física
ban. Si se acepta por muchos el nuevo significado, éste se adjun­ del estado sólido— de los conocimientos que poseen los que sí
tará a la lista de significados que ya poseía la palabra sin que han incursionado en otros campos disciplinarios aunque no
nadie se ponga a negociar el nuevo significado. Éste simplemen­ necesariamente como expertos. Más aún: el compartir con otros
te, si se acepta, pasa a formar parte del acervo previo; si no se colegas físicos una parte del m undo de sus conocimientos e
acepta, no ingresa al léxico. Hay que anotar en todo caso que los información, no implica que comparta ni en la prim era ni en la
antiguos significados no necesariamente quedan cancelados. Esto segunda acepción del término sus mundos de valores, de senti­
sucede continuamente en todas las lenguas. Uno se lleva la sor­ mientos, de utopías.
presa constante que nuevos significados se le van dando a las Respecto, entonces, al primer rubro —conocimientos e in­
mismas palabras que uno está utilizando: simplemente caemos formación— tenemos, por una parte, que es inmensamente am­
en la cuenta que la palabra ya tiene un nuevo significado, sin que plio en nuestro mundo contemporáneo y, por la otra, inmensa­
esto nos impida a seguir utilizando la palabra con un significado mente restringido para cada individuo. Si nos contentáramos
previo. Veo difícil cómo se podría mantener la polisemia de los con una definición de cultura que sólo tomara en cuenta el fac­
signos y símbolos, cuya cualidad esencial nos la hizo ver Tumer tor conocimientos e información sería sumamente difícil distin­
(op. cit:. 27-30), con la negociación de significados de Bourdieu. guir entre una cultura y otra, a menos que estuvieran en polos
Lo que sí podría suceder es que en el rubro de los valores, no de culturales muy alejados. La premisa de la ciencia moderna es su
los significados, un nuevo valor desplace a otro: de nueva cuenta ubicuidad: está en todas partes, no tiene barreras nacionales o
esto es perfectamente entendible sin hacer intervenir verduleras culturales; su pretensión es ser apátrida, cosmopolita, universal;
ni carretoneros que presurosos acudan al mercado a vender sus reconocible y aceptable por cualquier persona que siga las reglas
valores como si fueran mercancías perecederas, y se preparen del «método científico» sin importar las distinciones ya consa­
para entrar a la puja del regateo. gradas en las democracias modernas de sexo, raza y religión,
más las nuevas de extravagancia, desfachatez, mal gusto, cursi­
5. Consúltese una exposición y crítica al autor en el siguiente capítulo. lería y sentimentalismo ramplón.

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Es más, los rubros 2) valores, 3) sentimientos y emociones y en continuo cambio y transformación. Dejémoslo asentado. A mi
4) ideales y utopías también pueden considerarse como «conoci­ modo de ver, el problema no está en explicar el cambio cultural,
mientos e información» y ser tratados como compartir en la segun­ sino su permanencia. Si atiende uno a la base de sustentación de
da acepción del término. Así, en una interlocución verbal decimos los signos y símbolos —las memorias individuales fincadas en los
«entiendo que estés enojado», pero sin que signifique que uno tam­ sistemas nerviosos de cada portador de ellos, aunque comparti­
bién lo esté: simplemente estamos recabando información. dos por los miembros de una sociedad— encontramos que es su­
Plantearía, entonces, que cuando queremos caracterizar una mamente frágil. Lo que es difícil de explicar, entonces, es cómo es
cultura como diferente de otra lo significativo no está tanto en el posible que se mantenga y qué es lo que a cada sociedad particu­
mundo compartido según la segunda acepción del término, sino lar le interesa consciente o inconscientemente preservar. Aquí ha­
según la primera: aprobar, consentir, aceptar, sentir, experimentar. bría que recordar a Leroi-Gourhan sobre la segunda liberación o
Aquí es donde buscaría «la matriz tanto consciente como incons­ extensión de la especie humana (cfr. supra).
ciente» de Ackerman. Si hablo de matriz, quiero explicitar que
ésta la concibo como la combinación particular que de los cuatro
rubros anteriores cada cultura conforma en un conjunto integra­ 4. C om portam iento
do. También aclaro que no entiendo lo que podría significar una
cultura fragmentada: lo que sí puedo entender es que los miem­ Retomemos la distinción, ahora sí, entre cultura y comporta­
bros de una unidad operante estén fragmentados. Si ni siquiera miento. Si la cultura es un conjunto de signos y símbolos, el
compartieran los miembros de un conjunto los significados en la comportamiento en sí es una acción, sea ésta un movimiento del
segunda acepción del término, no compartirían la misma cultura. cuerpo, una elocución verbal, una acción ritual: una manifesta­
Dicha matriz la conceptualizó con Lévi-Strauss (1962) como ción exterior perceptible por otros actores sociales. Esto no in­
un «enrejillado» (grille) que anunció en El pensamiento salvaje, o valida que también pueda manifestarse como signos y símbolos.
los «esquemas» que aplicó en su análisis estructural de «La gesta Los signos y símbolos se alojan en el sistema nervioso de cada
de Asdiwal» (1979), pero no me quedaría con tan sólo el elemen­ persona y sólo los podemos conocer cuando de alguna manera
to cognitivo, sino trataría que el enrejillado comprendiera los nos los hacen compartir, al menos en la segunda acepción del
valores, los sentimientos, las utopías. La forma particular en que término. ¿Todo comportamiento es el resultado de la cultura?
esa matriz conjuga los cuatro elementos anteriores incide en la No necesariamente. Algunas veces sí, otras no: a priori, no sa­
orientación de la percepción y en la modelación de las pasiones. bríamos decirlo. Conviene precisar más: la cultura —conjunto
No es lejana la concepción que me hago de la cultura a la del compartido de signos y símbolos— no necesariamente es la cau­
estilo étnico de Leroi-Gourhan quien la define «como la m anera sa de un comportamiento determinado, pero el comportamien­
peculiar a una colectividad de asumir y m arcar las formas, los to siempre presupone o una idea o un valor o un sentimiento o
valores y los ritmos» (op. cit.: 274). una utopía no necesariamente compartidos con otros. Recuerdo
Por último, para romper el círculo infernal de «yo interpreto una idea de Mauss en el Essai sur le don (1999: 276):
lo que tú interpretas lo que yo interpreto que él interpreta lo que
yo interpreto», de la thick description de Geertz (1973:3-30), hago Nosotros también vemos cuerpos y las reacciones de estos cuer­
hincapié en que los signos y símbolos se refieren a algo energéti­ pos, las ideas y sentimientos de los cuales son de ordinario las
co que está fuera de mis procesos intramentales, como bien lo interpretaciones y, más raramente, los motivos.
señala Adams (op. cit.: 105-107) en el mismo pasaje que cité an-
teriorménte. Si nos aferráramos a que la cultura es la causa del comporta­
En las últimas décadas la literatura antropológica ha insistido, miento, llegaríamos a un impasse para explicar el cambio cultu­
con razón, en que la cultura no es un todo estático, sínq que está ral: si los signos y símbolos deben compartirse al menos en la

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segunda acepción del término para que sean cultura, ¿cómo ex­ relaciones sociales que favorecían distintas actitudes hacia la
plicar el cambio cultural cuando todos comparten lo mismo? sociedad y la política.
Debemos dejar la posibilidad de que alguno o algunos propon­
gan nuevos significados -—que en principio todavía no son cultu­ No habría que olvidar que —sobra decirlo— aunque la cultu­
ra— para que a su vez otros o todos los compartan y se haga ra de alguna m anera pueda influir en el comportamiento, no
cultura. Podría uno rastrear este problema, no su solución, aun­ toda la cultura impulsa a la acción: puedo entender, valorar, sen­
que empleando otro lenguaje, desde la División del trabajo social tir un poema sin que me lleve a tomar una decisión conductual;
de Durkheim (1967), pasando por el análisis situacional de Gluck- puedo tener un conjunto de creencias míticas sin que necesaria­
man (1958), o la explotación de las inconsistencias o alternativas mente implique de mi parte un comportamiento determinado.
de la estructura por el individuo de Leach (1954), hasta La con­ Se ha puesto, por último, tanto énfasis en los estudios antro­
tagión des idées de Sperber (1996). pológicos sobre la determinación o influencia unidireccionali-
Kuper (1999: x-xi) recientemente argumenta en forma parecida: dad de la cultura sobre el comportamiento que se ha dejado de
lado el proceso inverso: la influencia o modificación que sufre
Mi conclusión será que entre más uno considera los mejores tra­ la cultura por el comportamiento. Paul Bourget escribió una
bajos en cultura por los antropólogos, lo más recomendable debe­ novela que, si mal no recuerdo, tituló Nos actes nous suivrent.
rá aparecer el evitar la palabra misma hiper referencial, y hablar
más precisamente de conocimiento, o creencia, o arte, o tecnolo­ Algunos actos que alguna vez consideramos que serían repro­
gía, o tradición, o aun ideología (aunque problemas similares se bables, llegan a justificarse una vez cometidos. La historia del
susciten por ese concepto multivalente). Existen problemas epis­ derecho positivo de una sociedad determinada nos lo podría
temológicos fundamentales, y éstos no podrán resolverse yendo corroborar. Asimismo nos ilustraría la transformación de las
de puntillas alrededor de la noción de cultura, o refinando las costumbres, por ejemplo, que exigían años atrás un trato for­
definiciones. Las dificultades llegar a ser más agudas cuando (a mal y respetuoso hacia personas desconocidas o mayores en
pesar de todas las protestas que se han hecho en contra) se cam­ edad o en dignidad. La relación entre cultura y comportamien­
bia de algo que debe ser descrito, interpretado, aun quizá explica­
do, y se trata por el contrario como fuente de explicación misma. to no es unidireccional, sino bidireccional.
Esto no significa que se niegue que alguna forma de explicación Existe, sin duda, una relación entre cultura, tanto en la pri­
cultural pueda ser bastante útil, en su lugar, pero reclama que mera como en la segunda acepción del término, con dispositivos
la cultura puede ofrecer sólo una explicación parcial de por qué la habituales. Pero para que tenga influencia la cultura en los dis­
gente piensa y se comporta como lo hace, y de lo que causa que positivos habituales deben darse condiciones materiales deter­
altere sus maneras. Las fuerzas políticas y económicas, las insti­ minadas en los recipientes de la cultura: veo difícil que cambie­
tuciones sociales y los procesos biológicos no pueden desestimar­
mos comportamientos dietéticos de los que sólo tienen para
se, o asimilarse a los sistemas de conocimiento y creencia. Y esto,
sugeriré, es el último escollo en el camino de una teoría de la comer tortillas, chile y frijoles con predicarles —cultura— rece­
cultura, ciertamente dadas sus pretensiones actuales. tarios de l&haute cuisinefrangaise, o de predicar el ejercicio de la
democracia en un sistema totalitario.
En otros términos: el explanandum —cultura— se convierte
en el explanans del comportamiento. Estoy, por el contrario, de
acuerdo con el punto de vista (cfr. supra, p. 32) de Guillermo de la 5. Dispon h ab itu ales
Peña (1990: 86):
Un caso cial de comportamiento lo constituyen los hábi­
Más en concreto, interesaba examinar, en la construcción que tos. Voy a introducir en el texto dispositivos habituales para refe­
hacían los propios informantes de sus biografías individuales e rirme a comportamientos habituales, no casuales, pues el inte­
historias de familia, cuáles eran las experiencias y conjuntos de rés del analista social no está en los actos únicos y esporádicos

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sino en los comportamientos de alguna manera pautados. Creo mos que echar a andar un conjunto complejo y complicado de
ganar mayor rigor con el nuevo término. operaciones conscientes e inconscientes, de actos reflejos, y siem­
Trataré de aclarar con un ejemplo la distinción entre cultura pre estaríamos sujetos a múltiples titubeos y errores. Podríamos
y dispositivos habituales. Tomo como hecho la ejecución musi­ adentramos en el mundo de los hábitos, desde la filosofía, por
cal de una ópera o de una sinfonía. En escena se encuentran el ejemplo, con la Summa Theologica de Santo Tomás de Aquino.7
director de la orquesta, los músicos y los cantores con sus res­ Quiero aclarar que el concepto de hábito que estoy empleando
pectivos instrumentos y partituras musicales. Supongamos que difiere del habitiis de Bourdieu (1977): si él habla en singular, yo lo
la obra musical en ejecución es ampliamente conocida por un hago en plural. Me parece imposible sostener que se forme un
público que es capaz de opinar si la ejecución corresponde al habitas singular compuesto por un conjunto de hábitos diferentes.
título de la ópera o de la sinfonía anunciada y no a otra y si la Acudo al Artículo IV de la Quaestio L W de Santo Tomás. La pre­
ejecución es al menos correcta. Supongamos también que entre gunta explícita que se hace en el artículo es si un hábito singular se
el público se encuentran algunas personas que, sin ser ellas mis­ constituya de muchos hábitos,8y su respuesta es negativa, pues:
mas instrumentistas o cantores, son profundas conocedoras de
la historia de la música clásica occidental o de la obra que se [....] el hábito, al ser una cualidad, es una forma simple. Pero
toca, tanto o más que algunos de los músicos o cantores. Supon­ ningún ente simple se constituye de muchos. Luego un hábito
gamos, además, que de entre las personas del público conocedo­ singular no se constituye de muchos hábitos.9
ras de la música, hay algunas dotadas de gran sensibilidad musi­
cal que pueden gozar intensamente de la audición musical y hacer En el cuerpo del artículo Santo Tomás desarrolla con am ­
juicios valorativos sobre la ejecución de la obra que están oyen­ plitud su pensam iento.10El error de Bourdieu radica, me pare­
do, tanto o más que los mismos músicos y cantores. ce, entre otros, como con su aberrante habitas de clase (mera
Podríamos, así, hacer una somera comparación entre los eje­ unidad operante agregada o a lo más de identidad), en confun­
cutantes de la obra musical y el público que sólo escucha. Entre los dir un ejercicio de simple elaboración de operaciones intra-
primeros y algunos de los segundos podríamos encontrar una si­ mentales con realidades extramentales: unifica en la mente
militud en tres rubros: l.° acervo de conocimientos musicales; —habitas— una realidad extramental plural —hábitos.
2.° disposiciones emotivas para gustar y sentir la música; 3.° capa­ Detengámonos, aunque sea en forma breve, en la posición de
cidad para emitir valoraciones correctas sobre lo que es bueno o Bourdieu. No pretendía él que todos y cada uno de los miembros
malo en música. Lo que los distingue radicalmente es la habilidad de una «clase» tuvieran exactamente el mismo comportamiento.
en el uso de los instrumentos o en las modulaciones de la voz de los
primeros y de que carecen los segundos, es decir, la existencia de 7. Quaestiones XL1X, L, LI, LII, LUI, LIV de la Prima Secandae.
una competencia en los primeros que implica un comportamiento 8. Utrum unas habitus ex multis habitibus constituatur.
habitual, no casual, para ejecutar al menos esa obra musical. 9. habitus, cum sit qualitas quaedam, est forma simpiex. Sed nullum simplex
Iría más allá: se necesitan de necesidad los hábitos.6 Desde la constituitur ex pluribus. Ergo unus habitus non constituitur ex pluribus habitibus.
10. Respondeo dicendum quod habitus ad operationem ordinatus [...] est per-
filosofía, argumentaría que el ser humano requiere de hábitos como fectio quaedam potentiae. Omnis autem perfectio proportionatur suo perfectibili.
disposiciones permanentes para la operación, pues no siempre Unde sicut potentia, cum sit una, ad multa se extendit, secundum quod conveniunt
está en acto. Desde la antropología, argumentaría que el compor­ in uno aliquo, id est, in generali quadam ratione objecti; ita etiam habitus ad multa
se extendit, secundum quod habet ordinem ad aliquod unum, pula ad unam specia-
tamiento humano sería casi imposible, pues a cada paso tendría- lem rationem objecti, vel unam naturam, vel unum principium [...] Si igitur consi-
deremus habitum secundum ea ad quae se extendit, sic inveniemus in eo quamdam
multiplicitatem. Sed quia illa multiplicitas est ordinata ad aliquid unum, ad quod
6. Tomo el concepto de hábito en el sentido aristotélico de la ífyC, y que el principaliter respicit habitus, inde est quod habitus est qualitas simplex non consti­
Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define acertadamente tuía ex pluribus habitibus, etiamsi ad multa se extendat. Non enim unus habitus se
como «costumbre adquirida por la repetición de actos de la misma especie». extendit ad multa nisi in ordine ad unum, ex quo habet unitatem.

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Si dejamos de lado el habitas y proponemos los hábitos, podría­ guerreros al estado absolutista— supone un conjunto de proce­
mos entender mejor el comportamiento diferencial de los actores sos simultáneos sin hacer intervenir primariamente a la cultura:
sociales: unos compartirían algunos hábitos semejantes pero no
todos los hábitos serían compartidos por la totalidad. Tendríamos No es posible entender independientemente uno del otro la lenta
desaparición del primer estado y la correspondiente disminución
diferencias entre sexos, edades, ciclos de los grupos domésticos,
de su poder potencial, la pacificación del segundo estado, y el
experiencias individuales de vida laboral, etc. Me parece que po­ ascenso gradual del tercer estado, como tampoco, por ejemplo, el
dríamos entender por qué podemos postular que una cultura tie­ desarrollo del comercio en este período es comprensible indepen­
ne que compartirse para ser cultura y por qué no tenemos necesa­ dientemente de la formación de poderosos monopolios de la fuer­
riamente comportamientos uniformes. Sostendría, entonces, que za física y el surgimiento de cortes poderosas. Todos estos son
más que postular la cultura como motor de la acción social, el resortes en el proceso integral de diferenciación creciente y exten­
omnis agens agitpropterfinem ocuparía su lugar. sión de todas las cadenas de acción que ha jugado un papel deci­
Desde la antropología tendríamos que profundizar bajo la sivo en el curso total de la historia occidental. En este proceso
guía de Leroi-Gourhan (op. cit.: 215-231) sobre los hábitos y com­ -—como se ha mostrado desde diversos ángulos— las funciones
portamientos. Él distingue cadenas operatorias que se refieren de la nobleza se transformaron, y con ellas las funciones de la
burguesía y la forma de los órganos centrales. Y mano a mano
unas al comportamiento automático, otras al maquinal y otras
con este cambio gradual, en la totalidad de las funciones sociales
más al lúcido. De las primeras, ligadas a la naturaleza biológica, e instituciones, se produjo una transformación del autocontrol
poco se ha interesado la antropología; lo ha hecho sobre las prác­ individual —primero en los grupos destacados de la nobleza y de
ticas nacidas del ambiente colectivo: prácticas elementales y co­ la burguesía— en la dirección de mayor previsión y más estricta
tidianas -—«habitas corporal, prácticas de alimentación o de hi­ regulación de los impulsos libidinosos [2000:413].
giene, gestos profesionales, comportamiento de relación con los [...] la estructura de las funciones psíquicas, los modos habi­
próximos»—; prácticas periódicas o excepcionales —«repetición tuales de orientar el comportamiento, están relacionados con la
estacional de los actos agrícolas, el desarrollo de una fiesta, la estructura de las funciones sociales, con el cambio en las rela­
construcción de un edificio, la conducción de una pesca o de ciones interhumanas [1987: 525].
una cacería colectiva».
Habría que considerar, por último, que el comportamiento En otras obras vuelve, con mayores matices, a plantear la
habitual podría ser parte de la misma cultura en cuanto que el misma tesis:
receptor de los signos y símbolos a su vez emite otros signos y
símbolos como respuesta al primer emisor: las mutuas respues­ Las unidades sociales a las que llamamos naciones se distin­
guen unas de otras en gran medida en función de su forma de
tas de emisores y receptores —comportamientos habituales: sig­
organizar su economía afectiva, esto es, según los esquemas
nos verbales, gestos, reacciones emotivas, etc.— si son equiva­ por medio de los cuales se modela la vida afectiva del indivi­
lentes a sus expectativas están en el mismo campo cultural; en duo a través de una tradición que se ha hecho institucional, así
caso contrario, no. Veo, entonces, el comportamiento habitual como a través de la situación actual [1982: 81].
también como un indicador de la cultura en común. Un factor central para una aproximación a los problemas hu­
Encuentro en la obra de Norbert Elias'1una reflexión soste­ manos y, por tanto, también al problema de la civilización es la
nida sobre procesos de larga duración que me ha ayudado a cla­ investigación de las restricciones a que se encuentran sujetas las
rificar mis propias ideas. En efecto, nos hace ver, por ejemplo, personas. Podemos distinguir a grosso modo cuatro tipos de ellas:
en El proceso de la civilización, la transformación de las socieda­
a) Las restricciones a que se ven expuestas las personas debi­
des occidentales del siglo XIII al siglo xvin —de la sociedad de1
do a las peculiaridades de su fisiología...
b) Aquellas cuyo origen se encuentra en eventos naturales de
11. Norbert Elias 1982, 1999, 2000. índole no humana, esto es, sobre todo, la búsqueda de alimento

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y de protección de las inclem encias del tiem po, por n o m brar 8. temor 10. audacia
sólo algunas. 11. ira, que no tiene contrario 14
c) Las que se ocasionan entre sí los seres hum anos en la con­
vivencia... [Restricciones heterónom as.]
Por otra parte, concibe que las pasiones concupiscibles son
d) [Restricciones autónomas]: restricciones individuales a [las]
que... nos referim os con un concepto com o «autocontrol»... E s­ anteriores (prioridad de naturaleza) a las irascibles, y dentro de
tas diñeren de las naturales instintivas porque, biológicamente, cada categoría hay también un orden. Así, si consideramos las
lo único que tenem os es u n potencial de restricción autónom o. concupiscibles, podemos distinguir el orden en cuanto a la eje­
Si este potencial no se actualiza po r medio del aprendizaje, se cución o en cuanto a la intención. Según el primero, el orden es:
m antiene sólo com o algo latente. Tanto el grado como la form a
de su activación dependen de la sociedad en que u n individuo 1. amor 4. odio
crece, transformándose, además, de m anera específica en el curso 2. concupiscencia (o deseo) 5. fuga
de la evolución hum ana [1999: 43-44].
3. delectación (o gozo) 6. tristeza (o dolor)

Según el segundo:
6. In cu rsió n p relim in ar en las pasiones
1. delectación (o gozo) 4. tristeza (o dolor)
Quiero, por último, hacer una breve referencia a las pasio­
2. concupiscencia (o deseo) 5. fuga
nes. Tómese como una mera aproximación, pues estoy en la fase
3. amor 6. odio
exploratoria.
Voy a tomar como guía la Summ a Theologica de Santo To­
Si consideramos las irascibles, el orden sería:
más de Aquino,12y no justificaré, por ahora, mi elección.
Compartimos las pasiones con algunos animales. Aunque Tomás
1. esperanza 3. desesperación
de Aquino no da una definición, se puede presuponer que él está
2. temor 4. audacia
refiriéndose a un movimiento de la potencia apetitiva sensible que
5. ira
proviene de la imaginación de lo bueno o lo malo13 (definición que
casi a la letra se toma del Damascenus y que al parecer hace suya).
Sí, por otra parte, quisiéramos ordenar a todas las pasiones
Puesto que las pasiones están fincadas en el apetito sensitivo
según la vía de la generación o de la ejecución, el orden sería
y éste se divide en dos potencias —concupiscible e irascible—, se
como sigue:
darán pasiones de dos tipos. Las primeras y sus contrarias son:
1. amor 5. odio
1 . amor 4. odio
2. concupiscencia (o deseo) 6. fuga
2. concupiscencia (o deseo) 5. fuga
3. esperanza 7. desesperación
3. delectación (o gozo) 6. tristeza (o dolor)
4. temor 8. audacia
Las segundas y sus contrarias son: 9. ira
10. delectación (o gozo) 11. tristeza (o dolor)
7. esperanza 9. desesperación
14. Aclaro que Santo Tomás excluye en el artículo III de la Quaestio XXIII la
12. Quaestiones XXII a la XLVIII de la Prima Secundas. existencia de una pasión contraria a la ira. No hay que confundir pasiones con
13. Motus appetitivae virtutis sensibilis quae ex imaginatione boni vel malí virtudes y vicios, que tratará posteriormente cuando acomete el estudio de los
provenit. hábitos.

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Sin embargo, las pasiones principales son: Resumo: el comportamiento y la estructura de las relaciones
sociales son dos aspectos de una realidad única que sólo admite
1. delectación (o gozo) una distinctio rationis', la cultura —signos y símbolos—, en cam­
2. tristeza (o dolor) bio, es una realidad diferente tanto del comportamiento como
3. esperanza de las relaciones sociales.
4. temor Para terminar, pongamos un caso etnográfico bien documen­
tado por Renato Rosaldo (1991). Los ñongotes de Filipinas, los
Lo que para mí tiene mayor interés, sin embargo, es que las famosos haed-hunters, descargan su ira, producida por una pro­
pasiones son modificables en cuanto se pueden exacerbar o tem­ funda aflicción, cortando la cabeza de sus enemigos. ¿Cómo in­
perar, es decir, modelar para convertirse en hábitos. En Santo terpretar este hecho? La tentación latente es responder que este
Tomás la importancia está en que los hábitos toman relevancia comportamiento se explica por la cultura de ese pueblo. En par­
en cuanto son susceptibles de convertirse en virtudes y vicios; te es cierto, pero no de m anera causal inmediata. ¿Por qué los
para mí, en cuanto son hábitos modificables por la cultura... ñongotes cortan la cabeza de sus enemigos? ¿Por qué no, como
en la mitología griega, se contentan con que un águila les devore
el hígado, como lo hacía con Prometeo? ¿Por qué no arrancarles
7. C onclusión el corazón todavía palpitante para ofrecerlo al sol, como los anti­
guos aztecas? Aquí sí entra la explicación cultural. Mientras no
A manera de conclusión de lo que he tratado de expresar, entendamos el significado de la cabeza o del hígado o del cora­
quiero proponer como ejemplo un análisis somero de la institu­ zón en una cultura determinada no podremos entender la pecu­
ción castrense, de una unidad operante especializada para m a­ liaridad de esos comportamientos, que siendo igual de «bárba­
tar. Los soldados han adquirido a través de la repetición cons­ ros», se practican en forma diferente. Recordemos la definición
tante de acciones de la misma especie un conjunto de hábitos de cultura inicial: «la matriz, tanto consciente como inconscien­
corporales, cinéticos, tan extremadamente especializados que los te, que da significado —no que causa— al comportamiento y a la
civiles no podemos imitar y repetir. Estos hábitos han arraigado creencia social». Podemos y debemos buscar el significado de
en ellos no por el simple hecho de que comprendan o entiendan los signos y símbolos para dar cuenta cabal de una situación
lo que sus entrenadores les han inculcado o porque los hayan social, pero no le pidamos a la cultura una explicación causal de
hecho parte de su mundo valorativo, sino porque ellos mismos los fenómenos sociales.
los han ejercitado una y otra vez hasta volverse automáticos. Pero En el siguiente capítulo me acercaré a la política.
no basta con la formación de hábitos individuales, sino que és­
tos tendrán que realizarse con subordinación a superiores y en
coordinación con otros semejantes, es decir, actuarán en una
organización social, en una unidad operante autoorganizativa
centralizada (advierto: organización social no es lo mismo que
cultura). Ahora bien, para conformar estos grupos sus miem­
bros tendrán que interiorizar —aquí sí entra la cultura— deter­
minados principios, sin duda r eforzados por severas sanciones
ante el incumplimiento: obediencia incondicional a un superior-
para curhplir mande lo que mande, eliminación de cualquier
principio ético o moral, de tal modo que sin mayor reflexión
también se vuelve un hábito automático.

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