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KARL MARX

En 2018 se cumplen 200 años del nacimiento


de Karl Marx. Hace no tanto, en 2014,

Y MAX
celebramos el 150º aniversario de Max Weber.
 Dos autores de origen alemán, culpables en

WEBER
gran medida de la gestación de la Sociología
como disciplina y del conocimiento científico
de la sociedad moderna. Como objeto de
estudio ambos se interesaron por el desarrollo
del capitalismo, si bien desde dos enfoques
MANUEL RODRÍGUEZ radicalmente diferentes. Marx entendía que el
origen del mismo está en la economía
Politólogo, licenciado en Derecho y
(infraestructura), que genera una determinada
codirector de Cámara Cívica.
manera de pensar (superestructura). Weber
. Especializado en teoría política,
dedicó su La Ética Protestante y el Espíritu del
comunicación política, incidencia
Capitalismo a demostrar que una determinada
política y Sáhara Occidental.
(@ManuRodriguezCC) forma de pensar puede impulsar un tipo de

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modelo económico. ¿Qué podemos aprender hoy en día de estos dos


autores?

Los buenos alemanes


Karl Marx nació en Tréveris, Prusia, en 1818. Hijo de una familia judía,
estudió a los clásicos, se casó con la aristócrata Jenny Von Westphalen
y sufrió detenciones y exilio, viviendo en París, Bruselas, Colonia y
Londres, entre otros lugares. Max Weber, también alemán, nació en
Erfurt, Turingia, en 1864. A lo largo de su vida fue soldado, profesor,
escritor y político. Menos de medio siglo de distancia separan a estos
dos autores a los que tanto les debe la Historia del Pensamiento. Estos
dos buenos alemanes se interesaron por la Historia, la Economía, el
Derecho y, junto a Émile Durkheim, se consideran fundadores de la
Sociología. Marx pretendía un conocimiento científico y materialista de
la Historia contra los socialistas “utópicos” de su época; Weber defendió
un modelo antipositivista a contracorriente con la moda de la época.
Podríamos seguir haciendo paralelismos, pero quizás es más
interesante ver qué podemos aprender de ambos autores en cada área
de pensamiento.

La Sociología
Estos dos autores merecen ser tenidos en cuenta por cualquiera que
tenga un mínimo de interés en cómo funciona la sociedad, pero para
quien se inicie en las ciencias sociales es fundamental. Esto se debe a
que desde ópticas muy diferentes tomaron como objeto de estudio los
mismos elementos: la sociedad burguesa, el capitalismo y el Estado. Por
una parte, Max Weber aplicó conceptos de la temprana “teoría social” o
Sociología: desarrolló la “sociología comprensiva” para describir y
entender (verstehend) el funcionamiento de la sociedad de su tiempo. Su
crítica no es más que su forma de describir los fenómenos sociales con
su propia perspectiva y metodología. En cambio, Karl Marx enfoca su
análisis de la sociedad burguesa en comprender su funcionamiento para
generar herramientas para transformarla: el objetivo es la praxis
transformadora y revolucionaria que traiga la sociedad socialista y la
emancipación de la clase obrera. En la famosísima Tesis XI sobre
Feuerbach decía: “los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo; de

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lo que se trata ahora es de transformarlo”.

La Historia
Merece la pena detenerse en un hecho clave: la importancia que otorgan
ambos intelectos a la Historia. Los dos autores concebían a ésta como
fundamental, pues en tanto repositorio de experiencia nos permite
comprender las dinámicas humanas y comparar con nuestro propio
presente. Para Weber, la ciencia histórica o “ciencia de la cultura” era la
comprensión de la manera en que los seres humanos precedentes había
vivido. Permitía adentrarse en sus existencias, en los valores que daban
sentido a sus vidas, a la jerarquía entre ellos y el esfuerzo de la acción
política para promoverlos en la constitución de cada sociedad y cada
ser. El intercambio entre el medio y el individuo son los que hacen que
esos valores vayan cambiando con el tiempo y determinan la
historicidad del ser humano. Por su parte, Marx encontraba en la Historia
un método para estudiar de forma científica el devenir de los tiempos. El
materialismo histórico permitía comprobar cómo los modos y relaciones
de producción, las formas de control social, las religiones y todo lo
demás estaba determinado en última instancia por la propiedad de los
medios de producción. Esclavos y amos, siervos y señores, proletarios y
burgueses. Un ciclo que se repite y que inequívocamente acabará en la
sociedad socialista, dado que las contradicciones del capitalismo son
irresolubles. La dialéctica hegeliana que Marx adapta tiene un sentido
teleológico, dado que se ve capaz de prever el final del ciclo (la sociedad
socialista), al contrario que Weber cuya interpretación del mundo y de la
Historia no buscaba anunciar cómo será el futuro y mucho menos
prescribir una determinada actitud (como sí hacía Marx promoviendo la
práctica revolucionaria).

La Economía
Cuando Dios dejó de ser la respuesta a todas las preguntas del ser
humano quedó una vacante libre. La modernidad hizo que fuera el
mercado y, en general, la economía, quien se erigiera en el faro que
guiaba a la sociedad burguesa. Si Friedrich Nietzsche popularizó en La
Gaya Ciencia (1882) la frase “Dios ha muerto”, Weber habló en 1919 del
“desencantamiento del mundo” (Entzauberung der Welt). Ambos se

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referían a ese proceso por el que el misterio ha dejado de rodear al ser


humano y no hay poderes ocultos que sometan a la sociedad. Si todo
puede ser objeto de cálculo y previsión, la racionalidad es la nueva forma
de entender el mundo. La secularización de la vida cotidiana y la
desacralización de la cotidianidad explican la burocratización y
organización racional de la sociedad. Ésto, sin embargo, puede derivar
en la paradoja de que una creciente racionalización deriva en
irracionalidad: el progresivo énfasis en las formas más eficientes de
hacer las cosas y el formalismo que debería asegurarnos mayores cotas
de libertad puede tornarse en “jaulas de hierro” que nos aprisionan. La
forma supera al fondo y se pierde el sentido para lo que la organización
fue creada.

Análogamente, Marx estudió cómo el modo de producción capitalista


tendía a alienar y cosificar al ser humano. Las mercancías y sus
secretos, las cuentas, los balances, se convierten en fetiches, en objetos
con voluntad propia al margen de los trabajadores que las hacen
funcionar. De este modo, el proceso productivo se autonomiza de la
voluntad del ser humano. Yendo más allá, como han estudiado
numerosos autores marxistas, la superestructura ideológica se encarga
de colocar los intereses de la clase dominante en una posición casi
teológica: si en el siglo XIX las constituciones de las revoluciones
burguesas presentaban la propiedad privada como un derecho natural,
en el siglo XXI la disciplina fiscal se ha constitucionalizado a menudo sin
discusión (véase el caso del artículo 135 de la Constitución Española).
En definitiva, para ambos autores hay una perversa inversión de valores:
el proceso productivo domina al ser humano en vez de éste dominar a su
creación en Marx y los medios se vuelven más importantes a los fines en
Weber.

La Racionalidad
Llama la atención que ambos autores coincidieran en la centralidad de la
“racionalidad” que debe sustentar el funcionamiento de las sociedades.
Marx creía que usando herramientas provenientes de la economía había
descubierto la ley de desarrollo de la sociedad capitalista, que determina
un proceso que culminaría con la destrucción de este modo de

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producción y su sustitución por una sociedad socialista. Frente a otros


socialistas de la época, a los que Marx y Engels denominaban
despectivamente “socialistas utópicos”, esta doctrina acerca del
hundimiento del capitalismo se presenta como “científica”, dado que se
ha obtenido siguiendo metodologías y fundamentos económicos.

El Legado
Las ideas de Karl Marx y su trabajo desarrollado en colaboración con
Friedrich Engels son probablemente de las más influyentes de la
Historia, habiendo desarrollado toda una escuela de pensamiento e
inspirando gobiernos y movimientos políticos por todo el mundo. Por su
parte, Max Weber contribuyó con todo un acervo de definiciones a
estructurar las ciencias sociales y algunos de sus trabajos e ideas
movilizaron a insignes alumnos (como Carl Schmitt). Aunque a menudo
existe la tentación de catalogarlos en función de si eran intelectuales de
izquierdas (Marx) o derechas (Weber), toda persona interesada en el
pensamiento político debería tener en cuenta a estos dos autores
independientemente de su adscripción política. Al fin y al cabo, sus ideas
siguen explicando la realidad y fructificando en continuas
reinterpretaciones, aunque usemos nuevos términos: fenómenos como
la desigualdad (diferencia de clase), el paro estructural (“ejército de
reserva”), el imperialismo cultural (superestructura) u otros le deben
mucho a Karl Marx. En cambio, los procesos electorales en los que
buscamos “líderes carismáticos”, la “burocracia” formalista y rígida sin
sentido o las ideas de winners losers y autoayuda (moral calvinista) que
tanto nos suenan ya fueron anticipadas por Max Weber hace un siglo.

Por todo ello y más, merece la pena acercarse a estos dos buenos
alemanes. Les debemos mucho.

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