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Chop Suey

Una novela punk


Bernardo Páez

1
ISBN: 978-84-941952-6-6

© Bernardo Páez
© 2013 de esta edición: Literadura
www.Literadura.net

Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización escrita de los


titulares del copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la
reproducción total o parcial de esta obra por cualquier procedimiento.

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Índice

Apunkalipsis

Sangre para Jhony

Amor enfermo

Chop Suey

Eyakulación

Extraterrestres y gusanos

Lado A Aullidos

Sabia y bruja

El último gran arte

Maestros y discípulos

Un tache clavado en mi corazón

Paga lo que debes

Lado B Un buen perro

La luz

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Dedicado a
María Paula

Chop Suey
Con las sobras

Seguro estoy de que el hombre no dejará nunca de amar el verdadero


sufrimiento, la destrucción y el caos.
Fedor Dostoyevski

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Apunkalipsis

No tengo un arma. No espero el cielo.


Ya nadie escucha mis plegarias.

10 de octubre de 2002
Estoy tirado en el piso, boca abajo. Mi cuerpo yace en el centro de la
sala como si fuera un muñeco de trapo. Tengo veintiséis y no tengo fuerzas para
levantarme del piso. He pasado nueve días aquí encerrado, metiendo,
olvidándote. Me he dejado caer en el pozo de mi oscuro designio, sin
resistencia. Los recuerdos zumban en mi cabeza como moscas erráticas. Soy un
planeta que se ha salido de su órbita. Me desplazo como un bólido sin rumbo.
Quisiera estrellarme, volar en mil pedazos, iniciar el big bang personal hasta
fulminarme. Varias veces he caído y siempre me he roto el mismo costado del
corazón. Escupo rabia y sangre, la sangre de siempre que corre hacia el mismo
destino. Un río de tedio y mugre se pierde en los abismos de un mar que no
tiene fondo y mientras toda mi sustancia me abandona, Orión me lame el rostro,
trata en vano de animarme. Tiene un aliento que apesta. Quiero a este animal
como a nadie en la tierra. Él es el mejor regalo que me diste. Sabes que fui un
gran artista en esa vieja dialéctica de las incertidumbres, cuántas veces te
preguntaste si lo que dije era cierto, si lo que hacía tenía algún significado. Soy
un enfermo, un romántico. Hoy escucho cómo bulle el veneno en mi corazón,
cómo se agita hasta llegar a mis labios. Hoy veo el fin del abismo y tiene la
forma de tu rostro, Sofía, de tu mirada. No siempre fue así, antes de ti, todo era
distinto.
31 de diciembre, 1999
Abro los ojos, me rasco la axila, corro la cobija y descubro una erección
monumental. Tengo una verga larga y gruesa, inclinada hacia el lado derecho.
Me la meneo un rato hasta que me aburro y hago roña un rato más. Hay cassetes
de música punk regados en el piso, un demo de mi grupo encima de una
grabadora vieja y más de ciento cuarenta libros dormidos en los rincones. Me
levanto de un salto y voy al baño. Saco el arma y disparo un chorro tibio.
Descanso. Juego a matar los pequeños moscos con mi ácido amarillo. Vuelvo a
la sala y me visto. No hay mucho qué escoger. Un Levis desteñido y roto. Unas
Convers rojas de segunda y una camiseta blanca a la que quiero hacerle un
adorno. Esculco en el baúl de mi madre ―un alma buena― y encuentro lo que
busco: un spray color negro. Dibujo en un lado de la camisa una A mayúscula
encerrada en un círculo. La visto y me siento mejor. Luego me pongo una
chaqueta de cuero con taches en los hombros. Desparramo un poco de pegante
en mis manos y lo unto en mi cabello moldeando una cresta de quince
centímetros. Veo a través de la ventana que las nubes en el cielo tienen un
especial color plomizo y le dan a Bogotown un aspecto de postal londinense,
esa maldita ciudad donde nunca sale el sol.

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Mi nombre es Jhony X, así, mal escrito. Me gustan los días grises y las
mujeres jóvenes y salvajes. Soy fotofóbico. Odio las luces de los escenarios, de
los automóviles y de los avisos publicitarios. Siempre ando bajo las sombras de
los muros. Prefiero el borde de las aceras y las noches frías y serenas. Guardo el
spray en un bolsillo de la chaqueta y salgo.
Camino con estilo sobre la sucia epidermis de concreto. Los ñeros me
saludan con respeto. Un respeto ganado a punta de dribles micro futbolísticos.
Dos cuadras adelante entro a la tienda de la señora Flema. Se llama Clema, le
digo Flema de cariño.
―Una cerveza doña Fle― grazno.
Mi voz ronca la distrae de su tradicional telenovela. Me mira de pies a
cabeza. Un gesto de asco y ternura aflora en su rostro. Me conoce desde niño.
Doña Flema tiene alpargatas, falda con flores, saco rojo de lana, delantal
percudido, tripa hinchada, tetas caídas, verruga encima del labio superior,
cincuenta y ocho años y su molesta mirada sigue sobre mí, inconmovible.
Pone la cerveza en la mesa. Alargo la mano, la agarro y bebo. Cerveza
marca Águila, 350 centímetros cúbicos de líquido, 4% volumen de alcohol. Fría
como el corazón de mi vecina. Un sorbo y me devuelve el alma al cuerpo. Meto
la mano en el bolsillo, saco una M14 y la pongo en la punta de mi lengua. Flema
se estremece. Bajo la pepa con otro sorbo de cerveza. Un desayuno saludable.
Fondoblanco. Flema desaprueba con un movimiento de cabeza. Me pongo en
pie, me acerco y le estiro un billete de dos mil pesos. La vieja lo toma con sus
garras, escarba en el delantal y al entregarme el cambio me dice:
―¿No le da vergüenza, Jhony? Piense en su mamá. Usted era un buen
muchacho. ¡Cambie, usted puede, hijo!
Le devuelvo su consejo con una mirada de desdeño y me despido con un
sonoro eructo sabor a cerveza marca Águila, 350 centímetros cúbicos, 4% de
alcohol.
Hoy estoy contento porque tengo un buen presentimiento: el mundo se
va a acabar. Cruzo la Nueva Santa fe, el suntuoso condominio de los ricos. Los
gomelos se alejan de mi indeseable presencia y se acercan a los tipos vestidos
de paño. Les produzco temor, horror o desagrado. No lo entienden. Los
mayores criminales de la historia vestían formalmente. Hitler era un esposo
ejemplar y Mussolini un ciudadano correcto. Un gomelo es un tipo entre quince
y veinticinco años. Le fascina embutir carne transgénica en Mc Donalds e
hincha una mejilla al expresarse. Sus conversaciones se resumen en marcas
comerciales, la telebovela de moda y pensamientos muy profundos sobre su
look. Un gomelo es una especie de retrasado mental orgulloso de la condición
económica de sus padres. Son una pena. Volteo la esquina y me encuentro con
una hilera de autos estacionados a lo largo de la calle. Sobresale un Mazda,
Miata, modelo 98, color blanco como el plumaje de la paloma de la paz. Detesto
a las palomas. No aguanto la tentación, saco el spray, quito la tapa y con
disimulo hundo el sistema. Suena el chorro de pintura negra que divide el
blanco del Mazda en dos. Más adelante mi interés se lo roba un muro. Nuestro

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lienzo de cemento. Tiene pintadas unas figuras sicodélicas de raperos, una
svástica, el triángulo de la pandemia, la estrella de David, la cara del diablo, el
símbolo del anarquismo y las siete esferas del Dragón. Este muro resume el
pensamiento juvenil citadino, pero lo que más me irrita es que arriba del muro
han puesto una inmensa valla publicitaria de un moralismo hipócrita,
insoportable. La inscripción sentencia lo siguiente:
QUIEN TE OFRECE DROGA NO ES TU AMIGO.
Subo al filo del muro y complemento:
ES TU HERMANO.
Paso la séptima con la esperanza viva. Todo se va a hacer cenizas. Ando
con los ojos rojos, no por el consumo sino porque un tombo roció gas pimienta
en mi rostro demasiado cerca. El químico quemó una parte de la glándula
lacrimal y me jodió para siempre. Me cuesta llorar o lloro, pero no me salen
lágrimas. Esto ocurrió hace un año. Un tombo es un verde. Un verde es un
cerdo y un cerdo es un policía.
Antes creía que la brutalidad y estupidez policíacas eran características
locales hasta que vi Los Simpson. No hay programa en donde el jefe Gorgori y
sus secuaces no cometan una idiotez abismal. El prototipo universal del policía
es el jefe Gorgori. Llego a la avenida diecimuerte y en la acera contraria, diviso
a otro enemigo de la selva de concreto, los neo nazis, me pongo alerta, pero solo
van dos de ellos. Estos son como las hienas. Solo actúan si van en manada.
Cuando sube mi rabia veo dientes en sangre. Nos miramos fijamente. Ellos no
pueden aceptar la diferencia, tengo el físico que siempre soñaron. Mido1.77 de
estatura; tengo ojos azules, nariz larga y delgada, mi piel es blanca como la
nieve. Facciones largas y rudas. Mi cresta es de cabello rubio. Sus ojos
verdosos, su piel blancuzca y sus botas amarradas con cordones blancos, para
saludar al “white pride” me hacen cagar de la risa. Tengo mucho de apariencia
aria, pero sé que el 70% de la sangre que corre por mis venas es de ascendencia
chibcha, arawak, ibérica, gala... Los latinos somos los hijos bastardos del
mundo. El tabique parece recto, pero esta partido. Una cicatriz en forma de luna
creciente alarga mi ceja izquierda. Soy feo, seguro y perverso. A ciertas mujeres
les gusta esta mezcla y nunca me he enamorado.
Camino y pienso que esto es un error, alguien en la distribución del
mundo no respeta las reglas y pone las fichas donde quiere. El cocinero cósmico
está haciendo un plato con las sobras de todos los tiempos. He leído apartes de
papá Bakunin y me inspiran. Creo tener claro el significado de la palabra
Anarquismo. Soy partidario de un anarquismo destructivo. Alardeo de la vieja
consigna punk como si fuera mía: vive rápido, muere joven y tendrás un
cadáver bien parecido. Con el tiempo descubrí a su verdadero autor: Goethe.
Camino por la sucia epidermis de Bogotrack, esta ciudad es una criatura viva
que ronca y ruge como cualquier bestia humana; el color de su piel es gris y por
sus venas corren ríos de mierda. Camino sin saber a dónde ir.

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Siempre comienzo los días así. Es bueno entregarse al mundo, divagar
sin razón alguna, deambular sin sentido, aplicar la ley de Heisemberg a la vida
(si esa, la de la incertidumbre), y entonces experimento una ligera sensación de
libertad, no le hago daño a nadie y todo va bien hasta cuando escucho la voz
más pobre de esta “nación”.
―¡A ver el civil... una requisa!
Soy sospechoso por la forma como luzco. Me ha elegido entre un millón
de insectos.
―¿Y eso, señor?
―¿Qué? ¿No le gusta que lo requisen o qué?―. No es acaso ésta la
pregunta más estúpida que hayas escuchado. ¿A quién diablos le gusta que lo
requisen? Sin embargo, me despacho con un: “Como usted ordene, mi capitán”.
Es un cabo, pero si quieres que te traten bien, hínchales el ego
subiéndoles de rango. Luego viene la segunda orden, “manos a la pared, abra
las piernas”. Te agarran de la nuca con fuerza, una patadita nada sutil en el
empeine y la correspondiente estrujada. Te hacen quitar los zapatos. Te los
revisan y vuelve a hacer otra pregunta digna de la sagacidad de Sherlock
Homes.
―Y, ¿las drogas ..? ―me dan ganas de decirle que las tengo
escondidas en el orto de su madre.
―Las dejé en casa, mi coronel.
―Muy chistoso el punketín... ―Me pega con el kepis en la cabeza―.
Bájese los pantalones.
―¡Pero mi general!
―Los-pan-ta-lo-nes.
―¡Pinche cabo hijueputa! ―le digo en silencio.
Para su decepción, no encuentran nada y me dejan ir. Esta situación se
repite con frecuencia.
Sigo mi periplo y doy rienda suelta a la imaginación. La pepa hace
efecto e invento una raza de cerdo distinta, algo inconcebible, un cerdo educado
que se dirige hacia mí y dice:
―Señor, es tan amable me permite una requisa.
Yo le respondía:
―¿Podría usted contestarme el por qué de este inusual requerimiento,
eminente gendarme posmoderno?
Entonces él con voz galante, concluiría:
―Porque el estado es un gigantesco patrono que dispone de la suma del
poder público y de todos los medios de coerción y persuasión a través de mí. Además, en la
construcción ecléctica de las leyes criollas, nuestro estado recibió, en gran parte, su
fundamentación del sistema hegeliano y cuando quiero apalear a algún parroquiano que se niega
a las disposiciones de la ley, pues lo apaleo con la tranquilidad de conciencia que tiene un buen
policía tercermundista cuando sabe que su acción está garantizada y justificada por los
argumentos de un profesor catedrático o un filosofo extranjero.

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Si un solo tombo se despachara con lo anterior, te lo juro, me dejaría
arrastrar y lacerar con gusto. Uno tiene derecho a imaginar lo que no va a pasar
nunca.
Decido visitar a Mike. Bajo por la calle 24 y cruzo la pésima (carrera
décima). Paso la avenida Caracas y llego al barrio Santa fe. El barrio de las tres
pes: patos, putas y policías.
Golpeo y una señora de tez morena y de origen campesino se sobresalta
al verme. Le produzco desconfianza, en varias oportunidades ha asegurado que
yo le daño a su Mike, pero es incapaz de ver el verdadero color del corazón de
su vástago. Me dice que cree que no está, lo veo pasar por el corredor y le digo
que se equivoca. Hace un esfuerzo por cerrar la puerta, pero Mike ya viene en
camino ―Mike es otro de esos afortunados que no tiene padre―. La mamá le
pide que no se vaya a volver loco. Mike le recuerda lo especial de la fecha. Su
mamá me mira con preocupación mientras me dirijo a la sala. Mike se sienta a
mi lado.
Es cómico mirar a Mike ahí desparramado en el sillón. Prende el
televisor y zappea. Él tiene el pelo largo, negro; es alto, enjuto y siempre viste
jeans entubados oscuros y una camiseta de manga larga que en la parte de atrás
trae dibujada una horrenda calavera de ojos rojos y adelante el nombre de un
grupo de black metal: SAMAEL, grupo que nunca ha escuchado en su vida.
Hace poco le dio por tatuarse un pentagrama en el ombligo y un escorpión en el
brazo izquierdo. Según él, el pentagrama era la exigencia de la iglesia y lo del
escorpión es porque él es de ese signo y cree en el zodiaco occidental. Ahora
dizque es feligrés de una iglesia negra. A mi toda esa esas charadas
supersticiosas me tienen sin cuidado.
―¿Qué signo eres, Jhony?
Años de amistad y hasta ahora quiere saber acerca de mi designio astral.
―Del signo más puro del zodiaco: virgo.
Se desprende de la tv y me dice con aires de autoridad:
―Los virgos son fríos, calculadores, analíticos, aburridos y
generalmente se duermen después de echarse el primer polvo.
―En todo has acertado, Mike, menos en lo último, a veces nos
dormimos antes.
TOC-TOC.
Llega Rai con Elía. Hace unos días no nos veíamos. Nos abrazamos
como hermanos. En sus manos traen alcohol, cigarrillos y otras buenas
sorpresas. Se va acabar el milenio, el siglo, la década, el año y el mundo. Somos
amigos desde hace más de diez años. Digo “amigos” porque siento que hemos
pasado las cosas que uno debe vivir con alguien para considerarlo con ese título
(bebidas, trabadas, peleas, lágrimas, mujeres). Somos seres de bajo perfil
dispuestos a despedir el siglo con todo metido en la testa ésta noche.
Rai saca unas cervezas en lata y las reparte. Elía destapa una botella de
vodka marca Ivanov. Lo único que tiene de ruso ese trago es el nombre. La
mamá de Mike vigila. Elía sirve en copas de plástico. Alzamos las copas.

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―¡Por el fin del mundo, hijueputa! ―brinda Rai, entusiasmado.
―¡Por el fin del mundo!―, respondemos al unísono y bebemos.
Mike pone música en su equipo de sonido marca Samsung, MX-J2000,
1400 Bass, made in Japan, ensamblado en China. Suena Thumbs de Cradle of
Filth. Su progenitora ora. Elía abre una bolsa de veneno blanco preparado en
algún lugar de Colombia. Lo desparrama en el vidrio de la mesa de centro que
dice París, pero es hecha en Panamá. Elía saca su carné del seguro social, pica y
divide el polvo en ocho líneas.
Este polvo blanco, fino y cristalino será aspirado en los próximos diez
segundos por nosotros como estimulante de placer. Vía nasal. Inhalaremos 0.5
gramos de cocaína cada uno y serán necesarios 30 segundos para que la
sustancia circule por nuestro torrente sanguíneo. Cinco minutos después la
cocaína alcanzará la zona productora de dopamina del cerebro. Nuestro pulso
aumentará y las frecuencias cardiacas y respiratorias se acelerarán. Pasados
quince minutos las vías de neurotransmisión serán bloqueadas por las moléculas
de la cocaína. En treinta minutos la euforia estallará, beberemos más alcohol,
Elía sacará de su bolsa mágica otras ocho líneas y volveremos a repetir la
acción. En treinta y cinco minutos la mamá de Mike se emputará, nos
amenazará con llamar a la policía y nos echará de su casa. Dos horas después
estaremos en un lugar poco seguro en espera del fin del mundo.
La verdad sufrimos contradicciones inconmensurables, por ejemplo Rai
fue una especie de nazi mestizo, créeme, un digno sucesor de una mezcla entre
negros y huitotos, un día lee Mein Kampf de Hitler y se convierte en un skin
head nazi cundiboyacense. Con el tiempo Rai dio cuenta del error y dejó la
estupidez a un lado. Por fortuna, él entendió que Hitler fundamentó el nazismo
única y exclusivamente en la supremacía de la raza aria. Al mirarse en el espejo
Rai se decepcionaba de sus rasgos aindiados, se avergonzaba de sus padres y
del resto de su familia color marrón, le daban ganas de matarlos; le daba ganas
de suicidarse y volver a nacer, ojalá cerca de Bönn, lo más posible. Hoy por
hoy, Rai es un tipo variable y casi indefinible, gusta del hardcore, el electro y
las pepas.
A Mike solo le gustan el licor, las drogas, el metal y las putas.
El buen Elía me trajo un regalo de navidad: un libro. El Idiota de Fedor
Dostoievski. Por un momento me siento aludido, pero Elía sabe que considero a
ese escritor como el más grande outsider de todos los tiempos. Elía sufre de un
optimismo irracional, es al que peor le ha ido en la vida y su corazón aún está
lleno de bondad y esperanza para el mundo, algo que me cuesta compartir con
él. Elía es un rockero crossover, escucha todos los géneros y se los soda igual.
Queremos extender nuestra adolescencia hasta los 40 años, es un mal de
nuestra época; un vergonzoso designio de nuestra generación a quienes
acuñaron ese detestable símbolo: la X. Todo lo que esta en boga en el exterior
nos llega diez o quince años más tarde. La X es una incógnita o un error y yo
siempre me he sentido más lo segundo que lo primero.

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―Y ¿dónde estás viviendo? ―me pregunta Elía y pica con el carné
de salud la segunda dosis en el vidrio de la mesa de centro.
―Sigo en Las Cruces.
Me comenta que un tal Yin le dijo que había una casa abandonada en
el barrio histórico y como Yin pertenece al universo rastafarai, su religión le
prohíbe violentar la puerta. Elía sabe que yo siempre he querido hacerla de
okupa y la casa de mis padres esta muy deteriorada. Le recuerdo que ya no
es necesario meterme en ninguna casa porque tengo la firme esperanza de
que hoy todo acabará.
―¡QUE SE LARGUEN DE AQUÍ O LLAMO A LA POLICÍA!
―Vámonos, vámonos que mi mamá se emputó―. Nos apresura
Mike.
Salimos.
El cielo de Bogosale es adornado con las luces de los juegos
pirotécnicos. Otras ciudades del mundo deben tener su cielo como un temblor
de joyas brillando en la noche. Más arriba las estrellas nos miran indiferentes.
Estamos parados en un muro derruido, al borde de la ciudad. Las casas viejas
las han tumbado porque los inversionistas extranjeros construirán condominios
y conjuntos cerrados donde viviremos felices (lo dijo el ministro). Hay un hedor
a vómito de borracho revuelto con pólvora y cannabis. Un sopor de optimismo
se extiende por la sabana, se esparce a lo largo del país, del continente, de todo
el planeta y yo no lo entiendo, no puedo entenderlo.
Tenemos los ojos rojos y bebemos licor barato mientras la gente abajo
baila, goza y se abraza. Me emputa esa felicidad tan comercialmente preparada.
Paso cristales molidos por la garganta cuando pienso en mamá. Ella creía en la
navidad, la navidad es el tiempo en que los comerciantes se vengan de Cristo
por haberlos echado del templo. Ella creía en la navidad, en el año nuevo y en
una vida nueva. Seguramente la tiene al lado de su Dios. Dios, otra palabra que
me deja sin motivos. Dejé de creer en Él hace ya un buen tiempo, cuando se
separaron mis padres. Rai grita que venga el fin del mundo. Comparto su deseo,
estoy ansioso. Es la hora. Quiero que venga el vendaval radioactivo y que borre
toda esa alegría. Deseo con todas las fuerzas de mi ser que se haga la noche de
mil años bíblica para no tener que ver más sus sucios rostros bronceados. Añoro
que se borre la tercera parte de los habitantes de la tierra acorde con el vaticinio
nostradámico y que no faltemos a la fiesta de la muerte, al festín de la desgracia.
Esta mierda se tiene que acabar hoy, los hijos de Caín así lo esperamos. Los
falsos y los verdaderos profetas lo predijeron, no me pueden quedar mal. Les
daré la bienvenida a los cuatro jinetes de la Apocalipsis con una amplia sonrisa
dibujada en mi rostro. Ayudaré a levantar los siete sellos, solidario, siempre
solidario. Quiero escuchar alto y claro las trompetas de los ángeles que traerán
la destrucción total o al menos que colapse el sistema computarizado del mundo
y ¡plas!, sanseacabó hijos de puta, ricos y pobres, todos en la misma bolsa, esa
es la imagen de la justicia perfecta. Tengo fe en ese cabrón que oprimirá el
botón y al diablo todas las formas de autoridad, en ti confiamos el final de esta

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mala película que lleva tantos miles de años. Soy un resentido, quizás algún día
cuente la historia de la separación de mis padres, todo comenzó ahí, pero
prefiero que esta noche el mal ángel o el buen demonio baje el telón.
Siento una mano en mi hombro mientras termina mi descarga interior, es
Elía, el buen Elía. Nos sentamos en un extremo del muro. Mike se acerca y Rai
no deja de mirar al cielo y gritarle afónico improperios.
―Se fueron los noventa, Jhony ―dice Elía.
―¿Qué fueron los noventa? ―digo yo.
Rai calla, por fin. Hay un silencio. Luego dos silencios y
finalmente una lluvia de ideas y de imágenes que ninguno comparte mientras el
cielo explota en mil destellos. Pasa la noche, llega el día y todo sigue igual.
¡Otra maldita decepción!
El camino
A los quince me encontraba solo en casa. Había visto “Romeo y
Julieta” y había leído “Las tribulaciones del joven Werther”. Mis padres ya se
habían separado y a mi resentimiento le faltaba un poco de alimento para
madurar. Pensé que si vivía solo podría llegar la mujer de mi vida. Conseguí
una chica llamada Andrea, era mi Julieta y quería dármelas de aventurero para
enamorarla. No pensaba en sexo, lo juro. Creía en el amor verdadero. Después
de leer “La isla del tesoro” convencí a Elía y a Frank de vivir una experiencia
como la de Jim Hawkins y conocer el mar. Nos fuimos haciendo autostop. Nos
encontramos en el camino gente increíble. Gente buena. Besaba esta tierra y
creo que la amaba. Cuando viajas en un camión no te pierdes un olor, un
paisaje, una mirada y el viento en el rostro es el soplo de Dios, una bendición.
Estirábamos los brazos y jugábamos a ser Superman. Un camión se varó y nos
bajamos en un pueblo en el departamento del Cesar. Frank tenía nueve
pirciengs colgando en la cara y yo dos. Elía pronto se perforaría también.
Pasaron tres tipos con sombrero y brazalete. Nosotros estábamos sentados en
una acera cerca al camión. Bajo la sombra. Uno de los tipos se acercó. Nos
miró con un desprecio inigualable y dijo: “O se quitan los areticos o se los
quito con alicates, maricones”. Sus compinches se acercaron. Estaban
armados. Frank bajó la cabeza, trató de obviar la orden y uno de los sujetos lo
agarró del pelo y le puso un cuchillo de sierra en la cara. “¿Cree que esto es
un juego, malparido?”. Mientras desenroscábamos los piercings, temblábamos.
Nos dejaron ir.
En el mar olvidamos lo sucedido. No me fue bien en ese viaje. Me
convertí al punk sin culpa. Jugando en un camión de carga larga, me cayó una
guaya de hierro en la cabeza. Me dormí y casi muero. Me estaba desangrando
y la clínica quedaba lejos. Así que el conductor paró en una finca y me cosieron
con cáñamo, con lo que cosen a los caballos. Nueve puntos. Para hacerlo
tuvieron que rasurarme la mitad de la cabeza. Cuando llegué a casa estaba
solo y deforme. El golpe acható una parte del cráneo y tenía hinchado un lado
del rostro. Andrea llegó a visitarme. Fue una visita relámpago y vi su asco al
darme el beso de despedida. Un par de días después la vi pasar con otro de la

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mano. La alcancé y le escupí el rostro. Romeo se estaba convirtiendo en un
gamín y mi Julieta en una puta. El otro chico tuvo miedo de mi apariencia y
prefirió no intervenir.
En el colegio ya no pasaba inadvertido. Unos sintieron asco; otros
pena. Otros un revuelto de esos dos preciosos sentimientos. Pero para los
punks de la época mi look resultó ser de lo más innovador, provocador y
auténtico, especialmente por la chamba, puesto que era tan original. Comencé
a envidéarme con la nota.
Iba a la plaza de las Nieves, me impresionaban sus atuendos, la
violencia de la forma que desplegaban. Había algo de guerrero moderno en
cada uno de ellos. Uno podía sentir el aire de inconformidad social que
exhalaban a kilómetros. Escuché su música directa, sarcástica y primitiva. Me
gustó el punk sin cerebro, el hecho de no tomar en serio la vida y lo que la
rodeaba. Realmente era un chico demasiado impresionable. Vi Mad Max y
Rodrigo D. Días después llevé una chaqueta de jean con el símbolo del
anarquismo en un parche, pegado en el ángulo superior derecho. No tenía ni
idea de lo que eso significaba. A pocas cuadras del colegio iba pateando
piedras y sentí un golpe seco en la nuca, comenzaron a golpearme. Trataba de
cubrirme la cara, pero una punta de acero de una bota militar quebró la
defensa y me rompió la ceja izquierda. Me dieron una de las mejores palizas de
mi vida. Eran más de diez calvos. Traían un perro bóxer, pero el perro era
inofensivo. Supe que el bóxer era el más sensato de todos porque cuando
terminaron. Una de las bestias le llamó “Führer, ¡vamos, Führer!”. El perro
era el guía. Probé el sabor de la sangre cobriza en mi boca, me tapé la ceja
con la mano y comencé a reír. Todo cuesta en la vida. Nada es gratuito. Me iba
a hacer a cientos de enemigos. Los que ansían el poder, los que ejercen la
autoridad, los que odian a la gente lista y libre y a toda esa tracamanada de
brutos que creen siempre tener la razón y no han abierto los ojos para darse
cuenta que quien tiene toda la razón soy yo.
Yo no elegí el punk, el punk me eligió a mí.

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Sangre para Jhony

Todo hombre, en algún momento de su vida, ha tenido el noble


deseo de matar a su padre.
F. Dostoievski.

Los años 90 fueron un pase gol en barrio bajo, el eterno lamento del
hombre ordinario, una ráfaga de batería, un solo de guitarra mal ejecutado, cajas
de cartón vacías, botellas de licor rotas y un arrume de desencantos. Los 90
fueron una resaca permanente, la lectura de libros despiadados, el silencio
eterno de alguien importante; sueños que se fueron por el inodoro, pedazos de
mi piel en tus uñas blancas y un aborto de esperanzas no autorizado; los 90
fueron el concierto de los gunners, los ojos de mamá al otro lado de la vida en el
quirófano, las palabras de mamá y cinco goles, la única victoria memorable.
Polvo y humo, eso fueron los 90. Caras y cuerpos bellos en la tv. Tetas y culos
celestiales en los afiches. Caminé y busqué el rostro de la belleza noches enteras
y no encontré sino mugre, violencia y pobreza. Hubo un grito y una lagrima
enquistada en el alma. Hubo pétalos de metal y sangre en la almohada. Hubo
canciones cortas, letras gélidas, malos poemas y cientos de orgasmos. Los 90
fueron las cien bombas que hicieron temblar el cielo bogotano. Calles oscuras,
balas zumbando, pasos en falso. Yo fui el hombre que vio la luna de una década
pasar en el fondo de un charco. Los 90 fueron una noche salvaje y fría, helada
como el aliento de la muerte, negra como el asfalto citadino. Polvo y humo, eso
fueron los 90.
25 de Enero de 2000
Me metí a la casa de la mejor manera. No hice más esfuerzo que el de
empujar la puerta. Yin y sus rastas se sintieron tumbados. Cogieron el primer
piso y yo el segundo. Las piezas las pinté de rojo, Frank me regaló la pintura.
Son dos. Las uní con un marco para tener más espacio y hay un baño con
baldosín blanco, viejo y percudido; rojo y blanco para contrastar. El piso es de
listón largo, acanalado. Esta manchado y sucio. Los servicios los tenemos de
contrabando. Unimos el tubo del agua que habíamos cortado con una manguera
y del poste mandamos un cable de energía hasta la casa. También lo había
hecho en la casa de Las Cruces. Es un pecado pagarle un peso a las empresas.
Mi religión no me lo permite. Vivo como un yonqui que no tiene plata para
consumir heroína. Técnicamente me puedes considerar un consumidor social.
Consumo drogas y alcohol sólo cuando veo a mis amigos. El problema radica
en que todos los días veo a mis amigos. Hoy, por ejemplo, cuento con la
presencia de Michael, lo llamé para pedirle un favor.
―Pruébalo... es un buen perico ―invita Mike― se lo compré a
Maeterling.
―¿Cuál Maeterling?―, indago por la procedencia del material.
― El amigo de Pericles ―aclara Mike.
―Ahh... Pericles, claro... un buen dealer, en él sí confío.

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Hay dos largas líneas de polvo blanco sobre la portada de Justine del buen
Marqués. Me inclino, tapo con el dedo índice un orificio de mi nariz, esnifo y
¡Fuuaaa ..! Siento cómo se electrizan mis nervios.
―Quedaste cojo ―observa mi fraternal compañero.
Vuelvo a inclinarme, tapo el orificio contrario y ¡Fuuuaaa! Lamo la portada y el
rostro de Justine.
El perico es una droga que no llega a ser coca por falta de pureza, pero
tampoco es tan rastrera y pesada como el bazuco.
―Oye Jhony, me gusta como quedó tu ratonera, ¡cómo le da vida el
rojo! Me siento en las entrañas del diablo.
Le comento la razón por la que lo necesito. Bate las manos con un
entusiasmo hasta ahora desconocido para mí.
―Y recuerda Mike, te dejo las llaves. En tres días regreso y espero encontrar todas las
cosas en orden ―le digo con especial énfasis.
―Pero, ¿Cuáles cosas? Sólo tienes ese colchón tirado en el piso, esa
grabadora que apenas sirve y este viejo afiche pegado con cinta ―señala Mike.
―Que quiero ver todas las cosas en orden ―Le repito.
Me despido. Chocamos los puños y los acercamos al corazón. Antes de
salir volteo a mirar. Una cortina de cabello cae sobre sus ojos y extraños
círculos reflejan.
―No te irás a volver loco ―advierto.
―¡¡Cóoomo se te ocurre, Jhony!! Somos amigos. Confía en mí.
Ese “¡somos amigos!”, le suena tan sincero. Le creo y salgo.
No conozco a nadie menor de treinta que no haya cambiado siquiera seis
veces de empleo. Mi vida laboral también está fragmentada. He sido vendedor
de antigüedades, marquetero, panadero, fotógrafo (en Foto Sol Rojo S.A),
limpia baños, friega platos, mesero, cocinero de hamburguesas (en Mc Tío
Rico), entrevistador (para enganchar bobos en vacaciones). He sido mensajero,
portero, cuida putas (en Paísas Club), niñero, profesor, celador y ahora soy
comerciante de libros y música. En ninguna empresa duré más de un par de
meses laborando y cada vez que pude, los tumbé. Trabajar más de diez horas
diarias por un mínimo y una hamburguesa no es vida para nadie, en ese caso es
mejor estar muerto. El mínimo es la cuota salarial suficiente para que siempre
andes endeudado. Es una estrategia del sistema. El que no debe no es
ciudadano.
Entré a la universidad del distrito no para estudiar sino para vender. Allí
nunca entraría la policía, a excepción de que hubiese marcha o protesta. Es un
chiste. Los únicos marxistas que quedan son los que nacieron en marxzo del 78.
De la universidad del distrito a la cárcel del distrito hay un sólo paso. Los
estudiantes lo saben. A todos los rectores de esa institución les han dado la casa
por cárcel.
A veces me encapucho. Soy un agitador. La única forma de luchar y
sobrevivir contra el status quo es encapuchándose, de lo contrario, te
desaparecen. Desaparecer ha sido la práctica cotidiana de los gobiernos de este

15
país. Voy duro contra los cerdos. Lo hago para sentir emoción, para sentirme
vivo. Estoy acostumbrado a los gases, a la violencia, al motín, me encanta
fomentar el desorden. Después corro. Un día a Rai le dispararon un petardo de
gas lacrimógeno en el pecho, me pude reír. Duró tres días sin respirar bien. A
veces colaboro con hacer cócteles en los sótanos. Sé hacer molotovs, bombas de
nitrato, de sodio, la conocidísima bomba tenis-ball, la bomba de spray y la
especialidad de la casa, la bomba Chop Suey.
Elucubro sentado en una banca del terminal. Voy a irme a Ibagué con un
colega para comprar un saldo de otra editorial que quebró. Eso es lo que hago
comprar saldos y revolverlos con cd’s y libros piratas. Los estudiantes necesitan
precios cómodos y justos y yo estoy para servirles.
El colega no llegó. Son casi las once de la noche, quedamos de vernos a
las diez. Nada qué hacer. Tomo el bus de vuelta a casa. Llovizna y frío, dos
adjetivos que acompañarán a Bogorain por siempre. Hay un misterioso efecto
que produce la lluvia en los habitantes de ciudad. Veo a las personas que miran
por las ventanas, ensimismadas, idas, concentradas en algo indescifrable.
Caminan por un paisaje solitario con la pálida luz de un sueño frágil que borra
la fluorescencia del neón. Divago y miro los diamantes que la lluvia crea en el
asfalto. El autobús frena y se sube un tipo que tiene estampa de ultratumba. Se
sienta a mi lado. Me recuerda al presentador de un programa que nunca me
perdía los domingos en la noche: Clásicos del terror. Vi La profecía I, II, III,
IV, El ente, El exorcista I, II, III, Poltergeist I, II, III, Hellriser I II, III, Psycho I
y II, El bebé de Rosemary, La mano asesina, Pesadilla sin fin I, II, III, IV...,
Nosferatu, Frankenstein, Sangre para Drácula, How to make a monster, Zombis,
Los muertos vivientes y Jack, el destripador. Es curioso, tengo un tío llamado
Jack. Los mejores filmes de terror fueron creados a finales de los 70s y
principios de los 80s. Es un milagro que yo no esté perturbado. Siempre quise
que me pasara algo de terror seguro en vida. Quise ver algo paranormal. El
único terror que viví fue cuando se separaron mis padres, pero hoy tengo un
presagio de buen augurio.
Estoy a una cuadra de mi destino. Oprimo el timbre y me bajo. Invitaré a
mi amigo Mike a tomarse una pola.
Llego a casa. I wanna love you corean los rastas. Estos rastas, lugar al
que llegan ponen una tienda de artesanías o un bar. A estos les dio por montar
un bar.
BAR
POR LOS KENKEN DE MARLEY
Subo las escaleras y escucho una oscura tonada de Demo Vorguer, los
príncipes del dark. El buen Mike debe escucharla con ese volumen porque odia
el reggae. Golpeo. No abren. Golpeo más fuerte. Nada. Abro la puerta de una
patada y aproximadamente 35 tipos y tipas vestidos de negro mueven sus
cabezas como una bascula al ritmo del metal. Yo voy de camiseta blanca para
contrastar. Busco a Michael. Ese cabrón. Lo encuentro al lado de una mesa
grande puesta en el centro. Han recogido el colchón y en su lugar han puesto

16
esa horrible mesa que parece un taburete de disección. Justo cuando voy a
dirigirme a él. Se silencia el ambiente.
―Te dije que no te fueras a enloquecer, maldito perro ―le reclamo.
― Ssshhhh.... Chiiito ―me calla colocando el dedo índice en sus labios― ¿es que no
ves que va a comenzar el rito?

―¿Cuál rito?
―El de la hermandad...
―...Pero, ¿cómo te atre...
―Sshhhh... Si lo interrumpes, los hermanos de Lucifer te cuelgan de
las pelotas, Jhony ―me lo dice susurrando.
Miro a mi alrededor. La fraternidad se ve amenazante. Recreo la
imagen de los metachos colgándome de los huevos y siento un tirón en la
pelvis. Mike está trabado, me pasa una botella e ingiero un licor extraño.
Compra mi voluntad con un poco de alcohol.
―Todo bien, Jhony, pásame esta ―me pide con su voz afónica.
Acepto a regañadientes.
Un tipo vistiendo una túnica negra, encapotado, sale del baño. Se detiene
frente a la mesa. La música termina y surge un silencio sepulcral. El tipo
descubre el rostro. Es negro, de cabello largo negro. Nunca había visto un
metalero negro, menos de cabello largo, lacio. Me hace gracia. Otro metacho
pone sobre la mesa un conejo blanco. Es tierno (el conejo). El ministro satánico
comienza una letanía en latín. Me asombra, nunca había visto un metacho
negro, de cabello lacio largo y menos hablando latín. En una esquina de la mesa
hay una daga medieval. El cura toma la daga y de un tajo degolla al conejo. Con
el cuerpo del conejo sin cabeza comienza a rociarles sangre a sus feligreses,
emula el rito católico. Me caen gotas de la sangre del roedor. Las limpio de mi
rostro. Cagada por el conejo. Un momento después sale una joven mujer de
quince años aproximadamente, desnuda y amarrada. Noto cómo tiemblan sus
rodillas. La nena es una afrodita. Es rubia, de rizos dorados y piel tostada. La
han dopado. Detallo que tiene un pequeño lunar al lado del pezón del seno
derecho. La acuestan sobre la mesa. Una niña muy parecida de unos 12 años
llora mientras se desarrolla el rito. Un metacho alto la tiene aprisionada y le tapa
la boca para que no grite. Con la daga, el cura rasga una de las muñecas de la
víctima quinceañera. Llena un vaso grande de aluminio con su sangre. Lo alza
al cielo y se da la bendición católica al revés. Toma y los demás repiten la
operación. Llega el vaso a mis manos. Me miran expectantes. Miro a Mike con
mis nervios de punta. “Es teatro, Jhony, sigue el juego”. Entonces bebo, sabe
bien, tomo otro sorbo, ¿qué hay de malo?, es sólo un poco de sangre virgen. No
hay dilema moral en ello. La victima tiene que ser pura si no, el rito se invalida.
Eso me dice Mike. Ahora el cura ha alzado el cuchillo, amenazante. Apunta al
vientre de la chica. Las dos chicas lloran con más fuerza. El demonio inmenso
le tapa los ojos a la chica pequeña.
―Mike, esto ya es muy gore para mí, yo mejor me voy.

17
―Toma algo de esto, consume fresco y disfrútalo. Es teatro amigo ―me
reitera este hijo del infierno.
Me da otro trago que en mi vida había probado. Tiene un sabor
agridulce, pero agradable al paladar. Es espeso y de color verdoso oscuro,
parecido a la absenta. Tomo un trago largo y otro. Caigo en éxtasis. Cuando el
cura va a enterrar la daga. La victima grita.
―¡¡Noooooo!!
―¿No, qué? ―quiere saber el ministro.
―¡No me dejen morir así ..! ―implora.
―¿Así cómo?
La chica balbucea algo. El verdugo acerca el oído a su boca. Se
reincorpora y nos dice:
―Nuestra ofrenda a Satán ha pedido ser deshonrada.
Todo me parece una absurda comedia negra. Creo que es ese brebaje.
Los metaleros hacen fila y acceden obedientes a su petición. Yo también lo
hago. Estoy excitado. Voy de tercero. Continúo bebiendo hasta enlagunarme.
Pasan tres días y no sé cómo amanezco en la casa de Rai. Le cuento lo
sucedido y me pide que termine la historia. Gracias a El Espacio ―el
informativo más leído de tu país― pude reconstruir el resto de los hechos.
En la mañana siguiente, el cabo Pérez y el teniente Flórez entran
abruptamente a la casa. Suben al segundo piso (el fatídico lugar de los macabros
hechos). Abren de un empujón la puerta de las piezas y un vaho hediondo los
recibe a la entrada. Todo está oscuro y apesta a podredumbre. Los dos dan un
paso adentro cogidos de gancho. El cabo Pérez en un acto de inteligencia fuera
de lo común, oprime un botón de la linterna y del tubo brota una luz con la cual
pueden guiarse. No se hace esperar el elogio del superior.
―¡Muy bien Cabo Pérez, muuuy bien!
―Gracias, mi teniente... muchas gracias.
Con un espasmo de terror los dos colegas reciben la primera imagen. Un
cuerpo liviano y desnudo agujereado en pecho y abdomen sediciosamente. Un
palo de 1.80 mts de largo por 20 centímetros de espesor había sido introducido
por el orificio de su sexo y saliente por el de la boca. Sherlock y Watson se
persignan. Cuando el cabo sube la linterna, en la pared ven escrito un 666 hecho
con la sangre de la víctima y reteñido con ceniza. En el piso, encuentran
dibujado un pentagrama encerrado en un círculo hecho con sal. Símbolo
máximo de los seguidores de Belcebú.
Pese al desconcierto y al horror que invade la serenidad de los
gendarmes, el señor Watson se atreve a opinar con tono perspicaz y misterioso:
―Uich... jefecito... a mi me parece que este crimen es obra de una
abominable secta satánica.
―¡Muy bien cabo Pérez... muuuy bien!
―Y eso fue lo que ocurrió ―le digo a Rai
―No te creo Jhony, hablas mucha mierda.

18
―No lo digo yo, lo dice El espacio, El tiempo y las demás
dimensiones desconocidas del periodismo criollo.
―A esos tampoco les creo...
―Nadie con un milímetro de sentido común podría creerles, Rai.
Pero algo malo ocurrió esa noche y prefiero tenerlo en el olvido.
Rai me dejará quedar en su casa mientras pasa la tormenta. Su madre no
estará de acuerdo, pero como es hijo único, accederá. Nos consentirá y nos
cocinará de una manera estupenda. Michael se irá para Pereira. Tratará de
convertirse en ministro satánico. En un mes volveré a las piezas. Me alejaré de
mis amigos para no cometer tantos errores. La investigación policíaca durará un
poco más de lo que vivió Matusalén.
¡Una y al corazón!
La verdad la separación de mis padres fue cruel y su recuerdo aún me
revienta por dentro. Mis hermanos ya se habían ido, él se encargó de echarlos.
Mi padre a veces dejaba de ir por días a casa y mi madre consumía alcohol con
más frecuencia. Yo tenía más libertad y eso me gustaba. Era una especie de
“Pobre angelito” con amigos y ganas de aventurarme a la selva de concreto.
Un sábado llegué a casa tarde. Abrí la puerta, subí las escaleras, llegué al
balcón, abrí la segunda puerta y entré a la sala. Al lado de la sala estaba la
habitación de mis padres. Estaba abierta la puerta. Entré y encontré a mamá
sumida en una buena borrachera, dormía. Le di un beso en la mejilla, yo era su
adoración. Me iba a alejar y escuché que alguien entró detrás de mí. Era mi
padre, también borracho. Yo le tenía miedo y respeto, pero al mismo tiempo, lo
amaba. Varias veces me había defendido, Las Cruces no era un buen lugar
para vivir. Mi presencia insegura y nerviosa le fastidiaba. Así que sólo se
cercioró de que estuviera mamá en su puesto y me dijo “hasta mañana, Jhony”,
“hasta mañana, pa”, le contesté. Pasé la sala, luego el comedor, llegué a la
cocina, entré al baño, me lavé los dientes y la cara. En la cocina vi a mi padre
coger la olla y comer. Se sentó en las escaleras que daban a mi cuarto. Pasé
por un lado sin incomodarlo, ni siquiera se inmutó. Entré a mi cuarto, cerré la
puerta y cuando me recosté, sentí un cuerpo en la cama y me paré de un salto.
Un tipo que en mi vida había visto dormía en una laguna de alcohol, no sabía
qué hacer. Primero me asusté, abrí la puerta y mi padre volteó a mirarme, con
la olla en la mano, masticaba. Seguramente mi palidez lo alertó porque en
medio de su borrachera que ya menguaba un poco por el efecto de la comida,
me preguntó. “¿qué le pasa?”, y yo no sabía qué decir. Dejó la olla a un lado
con el cubierto adentro, con un esfuerzo se incorporó y subió, dando tumbos.
Mi padre era un tipo amenazante y violento, a veces le pegaba a mi madre,
otras veces a nosotros, sus hijos. Echó a mi hermano a bala por ser homosexual
y a mi hermana la echó por quedar embarazada muy joven. El tipo sufría de
una extraña contradicción, se levantaba temprano siempre, oraba a un cuadro
del Sagrado Corazón, llamaba a los niños del barrio y a nosotros a jugar micro
fútbol, luego nos daba leche y pan. La buena gente lo quería. Después de
desayunar fumaba marihuana e iniciaba su labor con algo de licor en sus

19
venas. Cuando llegaba la noche la maldad asomaba por encima de su nariz y
yo no podía soportar su mirada. Cuando llegó, se instaló debajo del marco de
la puerta de mi cuarto. Yo estaba paralizado de temor, “¿Qué, qué le pasa?,
apenas podía respirar. Me apartó con su brazo izquierdo. Llevaba un gabán,
vestía de paño y gafas. “¿Quién es este hijueputa?”, me agarró del saco y me
sacudió. Casi llorando le dije: “no sé, pa”. Se devolvió hacia el tipo y comenzó
a descargarle puños en el rostro, lo tiró al suelo y cada golpe que estrellaba
contra su cara le hacía impactar la nuca contra el piso. Salía sangre y el tipo ni
siquiera reaccionaba. Agarré a mi padre por el brazo pidiéndole que se
calmara. Respiró y gritó: “Traicioneros hijueputas”, dirigiéndose a mí, “¿este
es un mozo de su mamá?, ¿cierto?”. Bajó las escaleras estrepitosamente. Traté
de despertar al tipo, intenté arrastrarlo y sacarlo de casa, era tan pesado como
llevar el cuerpo de un muerto. Mi padre volvió, esta vez con el revólver en la
mano. Temí lo peor. Le suplicaba que no lo hiciera, no pude aguantar y lloré.
Mi viejo cargó el arma y le apuntó al rostro del enlagunado. “No, papá, por
favor, no lo haga”, le imploraba. Apretó los dientes, respiraba forzado,
temblaba, su dedo índice iba hundiéndose y yo sentí terror. Caí arrodillado
frente a la víctima inconsciente y su verdugo. Tapé los ojos con mis manos y me
privé de lágrimas. Escuché el cañonazo y creí caer en el peor de los infiernos.
Escuché su voz. ”Saque a este malparido de mi casa antes que lo mate”. El
alma me volvió al cuerpo, por poco tiempo. Mi padre salió con el arma en la
mano. Sacudí al extraño. Le pegué bofetadas y la mano me quedó empapada de
sangre. Traje agua del baño y comencé a ahogarlo, entonces despertó. Le
ayudé a incorporarse. “Salga de aquí que lo van a matar”, el tipo apenas
caminaba. Bajé las escaleras con mucho esfuerzo. No quería que se cayera y
atravesé la casa. El cuarto de mis padres estaba cerrado, pensé que mi padre
descansaba o se había ido. Al tipo lo dejé en la calle y cerré la puerta. Cuando
volví, vi la peor escena de mi vida, me dejó una huella imborrable, una herida
que nunca para de sangrar. Cada vez que tengo miedo, la recuerdo y entonces
pierdo el miedo, me dan ganas de morir. La luz del poste eléctrico alumbraba
una parte de la sala y mi madre estaba de rodillas, con la cabeza gacha,
sollozando. Estiró el brazo con el puño cerrado, abrió la mano y me mostró sus
dientes en un charco de sangre sobre la palma. Levantó su cabeza. “¿Qué
pasó, mamá?”, “Su papá” balbuceó mi madre, mientras brotaba sangre de su
boca. Mi padre la golpeó con la cacha del revolver hasta reventarla, gritándole
“Puta...”. Yo tenía trece años y sentí el nacimiento del odio adentro. Él mató
una parte de mí esa noche. Tomé un destornillador. En el extremo contrario de
la puerta del balcón, había otra puerta que daba a un lote, la casa era inmensa.
Él había construido una especie de estudio donde se refugiaba. Me dirigí hasta
ese lugar, envuelto en llamas, decidido. Pensé en atravesarle el destornillador
mil veces o en que me matara. Entré. Hacía honor a su viejo rito, alcohol y
marihuana. Me miró con los ojos inyectados en rojo. Tenía el revólver cargado
en la cintura. Lo sacó y lo puso en una mesa. Se acercó y yo temblaba. Solo
quería hacerlo sufrir por lo que le había hecho a mi madre. La imagen se me

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repetía y mientras se acercaba, quise actuar, iba a actuar. Caminaba hacia mí,
sabía que le iba a meter el destornillador, deseaba sacarle sangre, deseaba con
todas las fuerzas de mi alma herirlo. Entonces se detuvo a un metro, se puso de
rodillas, se quitó la camisa, me miró desde ahí abajo y me dijo: “una y al
corazón, no vaya a hacer sufrir a su padre”, y acto seguido, señaló el lugar con
la mano abierta donde debía hacerlo y yo quería matar a ese señor que tenía al
frente y era mi padre y lo amaba y ahora lo odiaba como a nadie en la tierra.
No podía pasar por alto su castigo, me temblaba la mano, apreté los dientes y
el arma en mi mano y me porté como un cobarde y me eché a llorar sobre el
piso. Él se levantó, vistió su camisa y su saco, enfundó el revólver y se fue.
Nunca más lo volví a ver. Mi madre murió detestándome, pensó que yo había
tenido la culpa de lo sucedido y se fue de este mundo recriminándome mi falta
de valor, lo cual, comprendo. Entonces me convertí en un espectro, era casi
invisible y a nadie le importa lo que pueda ocurrir con un fantasma.

21
Amor enfermo

Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el


número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.
Leonardo Ferrari

10 de octubre de 2002
Soy heredero de un odio ancestral. Tengo una psiquis enferma mutando
desde hace más de quinientos años; tengo una psiquis enferma hecha pedazos.
Digo pedazos y soy un hombre fragmentado, dividido en cien; un pequeño
desadaptado suburbano que siempre supo disfrazarse, adquirir otro color. Es
domingo en la tarde, el día y la hora predilectos del buen suicida. Hoy quisiera
llegar a una decisión certera y determinante. No aguanto más. Tengo un
cansancio del alma, un aborrecimiento superior contra el mundo. Hace poco
cumplí 26 y no tengo fuerzas para levantarme del piso. No quería volver a este
lugar. Estoy en las entrañas de un dragón triste, así siento mi casa. Soy un
metálico Jonás y ella una ballena melancólica. Esta casa es tan vieja y oscura
como el nombre de este barrio. Al barrio lo maldijo un cura y, desde entonces,
hay una cruz por muerto: Las Cruces. Cerca del final veo cómo pasan las
imágenes de un filme mediocre. Una vida pobre y egomaníaca desfila frente a
mis ojos; otras veces recuerdo un pasado feroz y desalmado.
La casa se está cayendo. Hay goteras, humedad y madera podrida…
29 de junio de 2001
Hoy es jueves. He vivido a gusto un año y medio aquí. Trato de alejarme
de los amigos para no cometer tantos errores. Lo que vi en Las Cruces no es ni
sombra de lo que ocurre en este barrio. Hay mucho guiri, mucho extranjero.
Apenas les raponean sus cosas o los atracan gritan “Police, police”. Eso está
bien. Un poco de acción para sus cómodas vidas. He hablado con algunos
cuando están ebrios. Me cuentan que vienen porque la droga is so cheap y las
mujeres are so fucking bitches. Parece que se divierten mucho. A veces me
asquean, he dañado a algunos. No puedo soportar que digan que la mejor droga
del mundo, nuestra droga es “barata”. Lo demás importa un soberano culo. El
resto del tiempo los foreigners tienen miedo. Les han dicho que este país es
peligroso y les han dicho lo correcto. Ahora merodean por aquí los nazis. Si los
“nacional socialistas” criollos tuvieran algo de cerebro se darían cuenta que esa
clase de guiri es su verdadero enemigo. No creo que Hitler dejara coger su país
de cantina y putiadero para extranjeros. Dicen que las ideas de Adolfito
persisten. Sostienen que esta vivo. Presumen que le aman. Es un amor sincero e
ininteligible. Digamos que me lo creo, que es cierto, que el lavado de cerebro
les funcionó. Que me domesticaron. Que su educación sirve para manipularme.
Que soy un milicop y no pienso, que otros lo hacen por mí. ¡Hip, hip, hurra!
¡Hitler vive!
Berlín. Bunker.
Der tod ist ein meister aus Deutschland.

22
La muerte es un maestro que viene de Alemania. Paul Celán.
―¡HEIL FÜHRER! Solicito permiso para hablar, señor.
―Permiso concedido, Sargento Kleist.
―Mein Führer, se han encontrado nazis en las lejanas estepas
cundiboyasences.
―¿Dónde demonios queda ese lugar?
―En Sudamérica, señor.
―Especifique, sargento.
―En la capital de un país llamado Colombia.
―¡Ach so ..! ¿El del café, los narcos y las motosierras?
―Sí, señor.
―¡Ja! Y, esos nazis, ¿son alemanes?
―No, señor.
―¿Son hijos de alemanes?
―Tampoco, señor.
―Entonces, ¿de dónde rayos provienen?
―En esas tierras antes había una raza indígena que tomaba una
repugnante bebida llamada “chicha” y decían poemas a la tierra. Los hispanos
de la peor ralea los invadieron, los violaron, los saquearon y no contentos con
ello, les metieron negros, judíos y árabes.
―¡Virgen santísima! Cuénteme, Kleist, ¿ningún alemán dejó buena
semilla en ese lugar?
―Hubo uno señor, Leo Von Lengerke. Tuvo 150 hijos con 150
indias diferentes.
―¡Se tiró la raza!
―Sí, señor. Esa es la región genéticamente más mezclada del
mundo, señor.
―O sea que ni pedirles el certificado de pureza racial que le exijo a
mi guardia personal. Dígame una cosa, sargento. ¿Esos “nazis” han leído
Mein kampf?
―Sí, señor.
Hitler comienza a colorearse de pura y auténtica indignación.
―¿Y es que no saben leer? Está claro y explícito que mi filosofía está
fundamentada sobre las férreas bases del pangermanismo y nosotros somos una
sola raza, la raza ARIA, ¡carajo! He luchado por mi nación desde que nazí.
Somos superiores en todos los aspectos. Los judíos lloran por esos 6 millonsitos
de muertos y cuándo ha escuchado la queja de un alemán por los 10 millones de
compatriotas que hice matar entre la guerra y después de ésta, ¿cuándo,
sargento? A ver, ¿cuándo?
―Nunca, mi señor.
―Odio a los intrusos, a los Judíos, ingleses, franceses; aborrezco a esos
gringos oportunistas hijos de puta; odio a los negros, a los amarillos y a los
homosexuales. Maté a mi mejor amigo por maricón siendo un nazi. Lo que no
entienden es que en el fondo yo adoro la anarquía destructiva, la aniquilación

23
absoluta de todas las razas y la mía propia para fundamentar el nacimiento de
un nuevo hombre, un ario, claro está. Ahora cómo va usted a creer que voy a
aceptar mezclas sudacas de mierda, por favor, que respeten.
Hitler escupe, respira profundo y arregla su rebelde mechón.
―Imagino que por lo menos habrán leído a Heidegger.
―Señor, ellos confunden a Heidegger con un tipo de cerveza
finlandesa.
―Ni más faltaba. De Nietzche si deben saber o ¿tampoco?
―Lo pronuncian mal, dicen “Niche”. Que realmente es un grupo de
salsa tropical de su región y significa negro.
Adolf le pega a la mesa violentamente con el puño de su mano derecha.
―Entonces, ¿a costa de qué se hacen llamar nazis estos imbéciles?
―Mi Guía, ellos propugnan una nueva forma de nazismo. Ponen el
prefijo neo antes del sustantivo porque esta de moda. Ahora todo es neo. Neo
liberal, neo conservador, neo republicano... Neo nazis.
El Führer suspira y hace un último esfuerzo por entender.
―Bueno, pues si son neo nacional socialistas por lo menos harán alarde
de sus propias costumbres como lo hace un buen nazi. Yo amo la música de
Wagner; me extasío con Beethoven; me vengo con Bach; adoro leer a Goethe, a
Shiller, a Heinrich Von Kleist, su tocayo, sargento. Me muero por un poema de
Höllderlin o Schelling y algún día tendremos nuestro propio Papa nazi.
¡Alemanes, por Dios! ¡Alemanes! ¿Ellos hacen algo de esto con los suyos,
Kleist?
―No, señor. Todo lo que aman sale de aquí, Inglaterra o Estados
Unidos.
―¡Uich, qué asco! Ya me engolfaron. Sargento, envíe una división de
las SS a ese lugar y ordéneles que me traigan las tapas de los cráneos de esos
neo como ceniceros.
―Mein Führer, ¿no desea más botones?
―¡¡CENICEROS, NECESITAMOS CENICEROS. ESTOY HARTO
DE LAS CENIZAS Y TRÁIGAME UN CAFÉ PARA CALMARME!!
―¿Colombiano, señor?
―¡Por supuesto, sargento!
¿Hay algo más peligroso que un hombre estúpido? Si un latino se
convierte al nazismo, no es malvado, es estúpido. Ten cuidado, la estupidez
suele ser una enfermedad contagiosa e incurable y lo demuestra el creciente
número de nazis en Latinoamérica.
Viernes 30 de junio.
Los rastas me caen bien. Viven y dejan vivir, no joden para nada. Son
marihuaneros y me saludan con una amplia sonrisa en el rostro.
―Buena, brother...
Es viernes en la tarde y el movimiento humano es mayor que cualquier
otro día de la semana. Adoro los viernes. Los viernes hay furor, sangre y beat;
se multiplica la libido por mil. Hay cinturas, caderas, senos que quieren volar,

24
bocas que quieren besar y un manantial de movimientos felinos desfilan en la
calle. Los perros van a la caza de amores relámpagos. Las chicas se ven más
lindas los viernes que cualquier otro día de la semana. Hay trampa en los
moteles. Acecho erótico en las discotecas y en cada esquina que cruzas la
ciudad ruge y te muerde un pedazo de alma. Los viernes Bogotramp tiene la
belleza de una flor... carnívora. Es viernes y yo estoy solo, metido en dos piezas
pintadas de rojo. Ningún menor de cuarenta años debe estar tan desprogramado
como lo estoy yo ahora. Es viernes y tengo dos cajas de “Bakanales” para
compartir con alguien y no hay nadie a mi alrededor. Es viernes y tengo
sombras en los ojos. Destapo una de vino y comienzo a beber. El sol cae y a mi
joven corazón le hace falta algo de emoción. Ya estoy prendido y cierro la
puerta tras mis espaldas. Bajo las escaleras. Miro de lejos a los rastas, no me
gusta que se compadezcan de mí. Salgo a la calle y me encuentro con una
aparición más que perfecta y decir “divina” sería poco. Un ángel de ultratumba,
embellecida por todos los dioses del averno. Mide quizá 1.68 de eros y
demonios; pesa 52 kilos de arrojo y seducción y unos cuantos años de perdición
que me hacen pensar que todo en ella esta fuera de la ley. Hay algo de misterio
y fuego en su mirada. Un halo de oscuro magnetismo rodea su aura. Delgada,
curvilínea. Serpentea, acercándose más. Tiene la cabeza rasurada a lado y lado,
casi calva y en el centro se desprende una mata de pelo roja que va desde la
frente hasta la nuca. Sus ojos traslucen un color violeta porque sus párpados y
largas pestañas están reteñidos por sombras negras y lápiz, tiene rostro de
muñeca manga. En vez de aretes lleva jeringas. Viste apenas un strapless de
cuero brillante que cubre su pequeño busto, una minifalda del mismo material
del strapless talla sus caderas; sus largas piernas están forradas con mallas
negras y sus pies están calzados por un par de botines de cuero negro platinados
y adornados con taches metálicos. Su piel es canela suave. Una princesita
cyberpunk, una Minerva gótica frente a mí, una Afrodita tercermilénica con
todos los atributos de la femme fatale, la mezcla de una belleza inexplorada. Un
tatuaje en forma de flecha cerca al ombligo señala su sexo y dice: “Directo al
paraíso”. En su mano derecha carga una caja del mismo vino barato que yo
consumo, estamos hechos el uno para el otro. Tiene pinta de cantante. La
reconozco. Recuerdo que la vi cantar hace unos meses en el bar “Vómito de
muerte”. Quise hablarle, pero no pude levantarme de la silla, estaba colgado. A
cualquier hombre ante su sola presencia se le prendería el bombillo rojo de la
advertencia ¡CUIDADO, PELIGRO!, pero Jhony X no es cualquier hombre, la
aborda y enfrenta su destino aunque sea una estupidez.
―¡Hey! ¿Tú cantas para éste grupo... de punk femenino..? Ehhh...
¿cómo se llama?
―¡Flujo Menstrual! ―confirma y pica el anzuelo
―Es el mejor grupo femenino de la ciudad ―digo― yo también tengo
uno, estamos comenzando, pronto lanzaremos un demo.
―Y, ¿ya le tienes nombre?
―Sí, claro. Eyaculación Precoz.

25
―¿Imagino que hacen honor a ello?
―Sólo el baterista.
―¿De veras?
―En lo personal, puedo darte los mejores treinta segundos de tu vida...
Sonríe. El kamasutra dice que cuando haces reír a una mujer tienes el
90% del polvo asegurado, pero yo no creo en el Kamasutra. Está tocada. Es
fácil percibirlo.
―¿Quieres conocer mi apartamento? ―invito.
―¿Puedo confiar en ti?
―Como en tu hermano mayor.
―¡Vamos! ―resuelve.
Mis hormonas se disparan.
Pasamos el Bar Por los kenkes de Marley, sube ladeándose y perdiendo
el equilibrio a ratos. Abro la puerta. Entramos. Se estremece al ver las paredes,
el piso y el techo pintados de color rojo.
―¡Lindo apartamento! ―dice.
Avanza y se queda en el afiche.
―¿Quién es?
―Es Ian Curtis, el lider de Joy División. Se mató a los 24 años. Dejó un
gran legado musical de estética postpunk.
Levanto la caja y brindo dirigiéndome a Curtis.
―Un duro... un verdadero duro, al igual que su grupo. Joy División ha
sido el único grupo en la historia del rock que ha sobrevivido a la muerte de su
líder. The Doors murió con Morrison y Nirvana con Cobain. Poco tiempo
después Joy se convirtió en New order y resucitó con todos los honores.
Ella me estudia con su mirada, me ausculta. Toma un trago. Comienza el
viejo juego de aguantar la mirada sin reírse. No nos lo decimos. Flirteamos,
todo fluye. Alguien dijo que la coquetería es la promesa de un polvo sin
garantía y sin garantía, no te fíes.
―Me gustas, soy Sofía, Sofía significa sabiduría.
―Soy Jhony y mi nombre no significa nada.
―Bueno... nada es algo ―dice ella.
―Algo es nada ―digo yo.
Me pide música. Pongo el primer Cd que tengo a la mano. “La Polla en
tu Recto” de la Polla Records. Un buen álbum.
Muy punk muy punk. La cosa tiene su gracia. Ya tenemos ídolos.
Fabricamos nuestros dioses, preparamos nuestras poses, siempre atentos a la
foto.
―¿Te gusta La Polla? ―le pregunto en broma.
―Sí, mucho ―me contesta en el mismo sentido.
La cerco. Me acerco. Su boca me da la bienvenida y nos tragamos con
un beso inmenso. Perdido en sus labios me separa de un empujón.
―¿Qué quieres Jhony?, se directo, ¿qué quieres en este momento?
―Quiero que te desnudes ―le digo sin pestañear.

26
Eso te va a costar .
―¿Cuánto? ―le pregunto y mando mi mano al bolsillo.
―No seas tonto, no se trata de dinero. Quiero que me digas un poema.
Un poema que haga vibrar cada fibra de mi corazón.
Me desconcierta. Si una chica te pide un poema en lugar de un fajo de
billetes por desnudarse, quiere decir que tiene el alma en su sitio. Soy muy malo
para la poesía, tanto como para ser el peor letrista de grupo alguno sobre la
tierra. Nunca aprendí a volar en una nube; a drogar mi escritura para tocar el
cielo. Soy descendiente de una legión de forajidos de una tierra maldita. Dizque
“Tierra de poetas”, nadie que se considere serio podría comerse ese cuento.
Y un impulso sordo, bendito o maldito, no lo sé, toca la punta de mi
lengua, rasga el vórtice de mi inspiración y nace una palabra detrás de otra
como un antiguo sortilegio y quiebro su coraza, embriagado, haciendo honor a
Baco, descubro el hermético secreto de su enigma hasta desnudarla.
El poema surte efecto y la pruebo. Sabe bien, huele bien. Debido a un
pesimismo cultivado por siglos, espero la desagradable sorpresa. Pero todo en
ella es perfecto, paradisíaco. Caigo arrodillado, tomo sus caderas en mis manos.
Ella mira a su esclavo y se quita el strapless. Sus senos caben en mi boca. Son
pequeños y bien formados. Ahora se quita la minifalda y el resto de sus ataduras
y frente a mí, veo el ojo de la muerte, el rostro del arte, la esencia de la verdad,
el triangulo de los misterios. Y, ¿qué haces si tienes todo esto frente a ti?
Beso su sexo y siento cómo se estremece. Me sumerjo un poco más
mientras ella se derrumba en mi cama y se abre como una flor. No dejo de
lamer mientras su líquido fluye y me inunda. Puedo beber todo lo que salga de
allí. Introduzco el dedo del corazón sutilmente, es casi virgen. Tiene un sexo
estrecho y los pliegues de sus labios menores son de color rosado. Hurgo
mientras mi lengua busca ese pequeño infierno. Podría nadar dentro de ella;
bucear en sus entrañas, ahogarme en su interior. Sigo el croquis de su cuerpo
con mi boca mientras me desvisto. Sofía toma con sus delgadas manos mi
miembro erecto. Hay un singular vaho que reconozco. Estoy que escupo el
corazón. Lo apunta a su paraíso.
―¿Cuántos años tienes?
―¿Importa? ―dice, mientras se acomoda.
―Sí, dime ¿cuántos?
―Catorce.
―¡Eres una maldita Lolita! ―le digo tratando de alejarme suavemente.
―No, Lolita tenía doce ―asegura sin soltarme, me sorprende―. Pórtate
como un hombre, Jhony y termina lo que comenzaste.
Un esfuerzo más y se penetra. Suelta sus manos y me agarra de las
nalgas. Siento lo bien que cazamos. Está hecha a mi medida. Quisiera tener
fauces y devorarla. Su sexo es una serpiente húmeda que aprieta el mío poco a
poco hasta el delirio. Camino sobre el filo de mi perdición. La canción va a
terminar y yo tatúo mi nombre en el centro de su alma. No quiero acabar tan
pronto. Sería una pena. Tengo técnicas que aprendí en relaciones pasadas.

27
Comienzo a pensar en los negocios de mañana y me calmo por un instante, más
ella es tan real. Gime con movimientos rítmicos y espasmódicos. Jadea. Trato
de bajar el ritmo para controlarme y ella suplica. Pienso en cosas feas como la
cara de Bush junior y me calmo un poco; ella me muerde y quiero durar un
poco más; pienso en cosas horribles como la sonrisa de Don King y tomo
control; ella clava sus uñas en mi espalda y forja nuevas cadenas, pero hay un
momento en que ni pensar en lamer el horrendo culo de Bush padre me haría
detener y entonces estallo. Esa parte de mi fluye por su vientre y llena mis
vacíos en un estremecimiento salvaje y tierno a la vez. Me quedo ahí, dentro de
ella mientras desaparece mi erección y cubro su cuerpo de estrellas y diamantes.
Es extraño, no quiero alejarme. Beso sus ojos cerrados. Nos acariciamos y este
momento de ternura, lo pedía a gritos mi piel, mi humanidad.
No me había sentido así desde los 5 que le metimos a Argentina. Lo
hicimos cinco veces y dormimos. Mi madre solía decir que el amor surge en ese
momento, cuando los amantes duermen, el amor de mujer, las madres siempre
sueltan sus pequeñas joyas, cómo no recordarla, es cierto.

Te veo y la serpiente en mí se agita otra vez.


Muerde y su veneno mortal bulle y se desliza por mis venas.
El ave dormida vuelve a aletear su misterio, a sacudir su tristeza.
Te veo y siento una orquesta imperfecta en mi corazón
Puedo sentir el orgullo sensual que brota de tu piel
Puedo olfatear el irresistible celo que emanas desde tu sexo
Soy un animal,
la vergüenza social.
No me pidas que vuele,
no me exijas control.
Los demonios no tenemos alas.
El amor es el arte del diablo
Y no el camino blanco de Dios.
Tienes rostro de virgen
y corazón de escorpión.
Tu amor es un embarazo no deseado,
un monstruo que se gesta lento y silente en mis entrañas
y, sin embargo, lo quiero tener.

Amanecimos abrazados. Un ángel en mi cama. Hoy tengo alas y valor.


Beso su rostro, acaricio su cuello, abre los ojos y la pupila cambia de tamaño, es
un efecto mágico. Detallo que el color es azul zafiro. Me sonríe con dulzura.
Agradezco al cielo por su compañía. Revisa el lugar y se sobresalta.
―¡Conozco este lugar!
Se pone de pie, precipitada. Sus ojos sólo declaran asombro mezclado
con angustia.

28
―No puede ser...
―¿Qué te pasa? ¡Cálmate! ―trato de abrazarla.
―¡Déjame! ―me rechaza con un empujón.
―Te caen bien los metachos, ¿cierto? ―pregunta, clavándome su
mirada en los ojos.
―¡Cómo se te ocurre! ¡Los detesto! ―contesto con evidente
artificiosidad.
―En este lugar hubo una rumba satánica hace casi dos años y
sacrificaron a una mujer joven ―me dice ahogándose en cólera,
recordándome lo que había quedado sepultado en el pasado.
―Creo que estás confundida―, le digo, pero, ¿cómo lo sabe?
Tiembla de indignación y desespero. Las piezas del rompecabezas se
aclaran en mi cabeza y recuerdo a la niña que un metalero aprisionaba.
―Y, tú estabas ahí―, asegura y aprieta los dientes.
―Estás... estás desvariando, Sofía.
―Había un imbécil vestido de blanco... tan parecido a ti...
Mira, Sofía... salgamos y desay...
―¡¡ESA MUJER ERA MI HERMANA, HIJO DE PUTA!! ―y me
salta encima, dándome patadas y puños que apenas me hacen daño. No me
defiendo. Siento que lo merezco. Dejamos de ser ángeles tan pronto. Otra
vez estoy expulsado, desterrado del paraíso.
―¡¡ASESINO, ASESINO!! ―dice y se echa a llorar.
Trata de irse y la abrazo con fuerza, me aferro a ella como el gusano
que soy, como si fuera lo único que tuviera en mi vida y es que realmente,
ella es lo único que tengo en mi vida.
Hay gente que pasa veinte años de su vida con la persona equivocada y
un día conocen su verdadero amor en el corazón de un aparecido. Otros han
durado la misma cantidad de tiempo compartiendo con alguien que apenas
aprecian y sólo entonces dan cuenta de ese extraordinario sentimiento. Y hay
otros que necesitamos algunas horas, una cuantas palabras, una noche y el
actual Cupido que ya no tiene arco ni flechas sino un rifle M16 con mira
infrarroja y balas rellenas de cianuro, impacta, justo ahí donde uno es
vulnerable y no falla. Esa mañana viendo a Alicia en el país de las decepciones,
Jhony X supo que estaba perdidamente enamorado.
Salimos a la azotea. El cielo está tan gris como la epidermis de concreto
de mi gran ciudad, por donde circulan habitantes con sentimientos grises y
presagios negros. Ella viste una camisa leñadora mía y no más. Ella tiene la
mirada perdida en el horizonte. Ella camina sobre el fuego de su odio, en
silencio. El dolor le ha dado una nueva aura a su estampa, su belleza se ha
multiplicado y yo no quiero perderla. Deseo con todas las fuerzas de mi alma
enamorarla y uno siempre debe tener cuidado con lo que desea.
En el borde de los muros de las casas vecinas hay cientos de palomas
grises, jaspiadas y blancas. Para muchos la paloma simboliza la paz, para otros
el espíritu católico y otra gente sin visos de gusto alguno se toma fotos con ellas

29
en la plaza de Bolívar. Para mí es simplemente una plaga de buches nerviosos;
ratas del aire que hay que exterminar. Quiero hacer algo descocado. Bajo y subo
al instante con un frasco de cianuro que hace mucho tiempo me regaló un amigo
y pan francés que le robo a los rastas. Los hago migajas y les unto el veneno.
Las aves hambrientas se lanzan en picada. Las comensales comen hasta
hartarse. Las satisfechas inician su ascenso a los tejados, ya en el aire el veneno
hace efecto y comienzan a caer una tras otra y se estrellan contra el pavimento.
Una lluvia de aves sin vida baña la azotea y yo las recibo a patadas. Me siento
en el equipo del cielo y mi uniforme blanco se mancha de rojo sangre. Sofía ríe
y pedazos de carne y plumas quedan pegados en su rostro. Su sonrisa es
demente y esto la hace ver putamente especial. Cesa la lluvia y yo quedo
arrodillado en el centro. Ella se acerca en medio de una cortina de plumas, se
pone de rodillas, me abraza y rompe el silencio con una frase que me queda
pegada en la memoria como una sanguijuela:
―Te amo Jhony... pero me vengaré.
Y hacemos el amor encima de los cadáveres del genocidio ovíparo.
Juegos y azares
Isabel Z cruzó la calle, entró a la tienda y compró el alimento para hacer
la comida del día. Olvidó el dinero del pago en la mesa de noche, sin embargo,
la señora Clema le dejó llevar el pedido y le pidió su reloj como prenda de
garantía. Isabel Z volvió a la casa, descargó en la cocina las bolsas, abrió un
cajón de la mesa de noche y sacó el dinero. En el camino hacia la tienda se
encontró con Omar, su sobrino. Él bebía desde la noche anterior porque su
mujer, Juliet, lo había abandonado. Omar le suplicó a Isabel que se tomara una
cerveza con él. Isabel sólo bebía con familiares. Entonces accedió, siempre y
cuando fuera en casa. Hacía tres días no veía a su esposo. Se preocupaba y se
moría de celos y pensó que sería una buena idea beber y tranquilizarse. A Isabel
Z le gustaban los boleros, especialmente Alci Acosta, la música de Celia y jugar
parqués, cartas y dominó. Omar era el mejor jugador que ella conociera y un
excelente peleador callejero y aún así, lo dejó Juliet por su propio padre, un
comerciante de calzado, una situación conveniente. Isabel pagó a la señora de la
tienda y Omar compró medio petaco de cerveza. La cerveza estaba al clima.
Mientras Omar se quejaba de la perdida de amor, Isabel cocinaba, más para su
hijo que para su esposo. Su hijo se había ido a jugar al parque y su esposo
trabaja y seguía sin llegar a casa. Las cervezas se acabaron.
Jimmi le daba gracias al cielo por su buena suerte. Se había ganado un
bingo de cincuenta mil pesos, lo que nunca en sus veintiocho años le había
ocurrido. Iría a dejarle algo de dinero a su esposa y correría al bingo de nuevo.
Quería aprovechar la buena racha. Pasó la cera y se topó con Omar que iba
para donde Clema a comprar más cerveza. Jimmi lo contagió de su entusiasmo
y le gastó unos tragos al descorazonado. Isabel Z quiso saber el por qué de la
demora de su sobrino. Apagó la estufa y salió a buscarlo. Los encontró y se
sentó con ellos. Era estar como con dos hijos y se alegró de que Omar sonriera
y olvidara un poco lo de Juliet. Sir Leonard odiaba a cualquiera que se le

30
acercara a su esposa sin importar parentesco, raza o condición. Los dos
amigos convencieron a la tía de ir al bingo para ver ganar a Jimmi y de paso
divertirse un rato. Jimmi compró una botella de ron. Los tres se divirtieron,
ganaron y luego casi lo pierden todo. Salieron a las 6:35 pm y se dirigieron a
un bebedero llamado “El pequeño almacén” para escuchar tangos. Bebieron
más. Isabel consoló a su sobrino que lloraba y Jimmi gastó más licor. Salieron
a petición de la tía. Ningún taxista quiso llevarlos tanto por la condición en que
se encontraban como por el destino que nombraron. Caminaron hasta la casa.
Omar era un roble y los ayudó como pudo a llegar. Acostó a Isabel en su cama
y a rastras condujo a Jimmi hasta el cuarto de su primo, Jhony. Omar se
acostó al lado de su amigo, pero sentía punzadas en el corazón y susurraba el
nombre de la traidora en la oscuridad. Bajó las escaleras con la poca
conciencia que le quedaba. Salió de casa y se fue a buscar a Juliet para tratar
de...R
Rebeca escupió el semen y él le cruzó la cara de una bofetada. Ella
comenzó a llorar y le volvió a pedir que dejara a su esposa. Él le dijo que
pronto lo haría, pero por ahora tenía que volver a casa. Ella le pidió algo de
dinero y él ya estaba cansado de sus requerimientos. Se negó y le dijo que la
mujer que lo amara tenía que beber su semen completo. Ella volvió a pedirle
dinero y él le advirtió que no jugara con él. Él se vistió, sacó un pucho de
billetes de mil pesos y se los tiró al lado. Es hora de volver a casa, le repitió y
le prometió que se volverían a ver. Ella le ofreció su cama una noche más. Sir
Leonard miró su sexo de dieciocho años, con un esfuerzo volvió a negarse y se
marchó.
Era más divertido jugar en la noche. El parque se atestaba de chicos no
mayores de quince años. Los equipos tenían cinco jugadores y se jugaban
partidos a muerte súbita. Llevaban siete juegos invictos. Los dos estaban
inspirados, hicieron una estrella de siete puntas esa noche. El frío de
Bogocrash los refrescaba. Un negro caleño descargó un cañonazo y acabó con
el sueño de la octava punta. Rai dijo que ni lo había visto y felicitó a Elía y a
Jhony por la faena. Elía los invitó a quedarse en su casa, Elía no tenía padre y
la pasarían bien. Rai aceptó la invitación y aunque Jhony estaba tentado
prefirió despedirse. Argumentó que no podía dejar sola a su mamá. Rai y Elía
lo entendieron. Jhony entró en la casa, encontró a su mamá sumida en una
profunda borrachera, dormía. Jhony le dio un beso en la mejilla, ella era su
adoración. Se iba a alejar, pero escuchó que alguien entraba tras de él, era su
padre, también borracho. Jhony fue a su cuarto. Encontró a un desconocido en
su cama, se quedó debajo del marco de la puerta, pálido, miró a su padre y este
le preguntó “¿Qué le pasa? y ya conoces el resto de la historia...
Si Isabel Z no hubiera olvidado el dinero; si Isabel hubiera olvidado el
reloj; si no hubiera tenido que dejarlo como prenda de garantía. Si doña Clema
hubiera muerto el día anterior; si hubiera estado cerrada la tienda; si Juliet no
hubiera engañado a Omar con su padre; si Omar lo hubiera sabido una noche
más tarde; si la cerveza hubiera estado fría; si Jimmi hubiera conservado su

31
suerte de perdedor; si Isabel no hubiera apagado la estufa; si lo hubieran
ganado todo; si lo hubieran perdido todo; si los tangos fueran boleros; si un
taxista se hubiera arriesgado; si Jimmi hubiera ido a su casa; si Omar se
hubiera quedado dormido; si Rebeca no hubiera escupido su semen; si Sir
Leonard se hubiera quedado una noche más; si ese chico negro no se hubiera
ido de Cali; si Rai lo hubiera visto; si hubiéramos hecho otro gol; si me hubiera
quedado donde Elía; si mi madre estuviese viva; si el cielo... si Dios... si
alguien... si... si...

32
Chop Suey

Prende tu televisor para que no te sientas tan solo.


E.P

Este es mi tiempo. Existen mestizoides subnormales que se declaran


nazis. Existen criollos japonizados que desean suicidarse a diario y nunca lo
logran. Si matas uno, les haces un favor y después, se indignan. ¿Quién los
entiende? Existen adoratrices de Bob Marley que se han dejado crecer los dreds,
en la orilla del río Bogoshit. Ésta es mi época. He visto gente que practica
sesiones de sexo tántrico regulado por unas buenas dosis de alcohol y unas
cuantas anfetaminas. Existe una resistencia virtual y un cyberterrorismo. Hubo
gente estúpida que se mató por el color del partido. La estupidez no cambia,
muta. Hoy rojos y azules se apuñalan por dos equipos de fútbol que hace más de
veinte años no conocen el dulce sabor de la palabra Victoria. Los bancos roban,
el estado los apoya, los idiotas útiles los legitiman y el país de las masacres es el
país más feliz del mundo. Esta es mi época o lo que sobra de todas las épocas.
Cualquier idea puede ser mezclada con lo más descabellado que pienses y
funciona. He visto muñecos de vudú nadando en una coca cola. Hay terror
vegetariano. La amapola mata; la marihuana, mata y la coca, mata. ¿A qué
publicista subdotado se le ocurrió decir que una flor te puede asesinar? Si hay
algo que admire de los países del norte son sus narices. ¡Cómo consumen esos
cabrones, son los mejores! El futuro es amarillo, si todos los chinos saltaran al
tiempo, la tierra se saldría de su orbita. Desconfía de los chinos. Hay judíos
nazis, árabes sionistas, chinos negros, latinos arios y un girasol será lo más
peligroso que puedas ver en la vida. Yo soy un punkero decimonónico. Un
punkero que caga lo poco que sabe; un anarkopunk que vomita su filosofía. Un
gamín culto, dostoievskiano. Un amante del terror ochentero que hace uso de su
derecho a expresar lo que piensa. En dos horas comeré Chop suey en la calle
veintidós con séptima. Bogosnash no tiene barrio chino, pero si muchos
putiaderos. Estamos hechos con lo que sobra de la historia. El cine es un muerto
bien embalsamado y se fabrica con pedazos de cadáveres de los demás. Somos
el reducto reciclado de todos los tiempos. No hay otra cosa qué hacer sino
revolver. La televisión fue un espía en mi hogar, un asesino de la nostalgia y la
imaginación; la televisión hizo mella en mi espíritu, el gran gurú de las
imágenes. Cuántas veces he tenido el control remoto en mis manos, cuántas
veces sentí el poder, sueño que lo tengo, oprimo ON y aparece el mosaico de
pensamientos, elucubraciones e instantes de mi vida, canal por canal. Me
enamoré de una chica punk hace poco. Mi amor está enfermo y voy a hacer lo
que sea por conquistar su corazón, su alma y su cuerpo.
Zap. Canal 1
Lu Shing, hijo del legendario arquero Chiang Shing, quien combatió
contra las fuerzas de Tai Po en la provincia de Guangxi, al sur de China. Tenía

33
por amigo a Shu Wang, hijo del temerario Cheng Wang o el viejo Cheng como
le llamaban sus admiradores más cercanos.
Lu Shing y su amigo Shu Wang decidieron partir de su natal Guangxi a
mediados del siglo XIX hacia New York, en busca del sueño americano
decimonónico. Oleadas de chinos fueron a trabajar en la construcción de las
líneas del ferrocarril trasatlántico y entre ellos, Lu Shing y Shu Wang.

Zap. Canal 13
Sótanos de la 13. 13 de septiembre 1999. Noche.
El Instituto de Cultura del distrito convocó a un descalabrado concurso
para telonear al grupo Herpes ―una de las bandas sonoras de el filme Rodrigo
D, por lo tanto, legendaria, pese a que Rodrigo había vendido el culo―
aumentamos una que otra actuación importante en nuestro currículo, se lo
creyeron.

Solo hemos preparado nueve canciones, serán apenas 10 minutos de


prueba en el polígono de la simiesca fama underground citadina y ahí está el
público, ese monstruo de mil cabezas y dos mil ojos. Cientos de punkeros
drogados y embriagados dispuestos a golpear y a destruir el lugar por un buen
pogo y un buen punk. Si algo no gusta en el escenario, lo desaparecen, ese es el
axioma.
Zap. Canal 1
William Rojack, orgullosamente norteamericano, nieto del conocidísimo
pirata, Robert Rojack, alias RR, la hiena del mar del norte, quien tuvo por abuela
a Brenda Mckenzie, la mejor puta de Devonshire y sus alrededores, era un
verdadero pistolero a sueldo. Cansado de su mortal labor decidió enlistarse en
las filas de los constructores de su nación.
Zap. Canal 25
Grafiti: La Anarquía es hija única de Doctor Kaos.
Zap. Canal 1
Se sabía de Rojack que no perdonaba la mala comida y mucho menos a
un mal cocinero. Entre los asesinatos cometidos por Rojack se contaba el de un
tal Antonio Sánchez, descendiente directo de los Sánchez de Guadalajara,
México, prestigiosos por su picante y sabrosa gastronomía. Rojack también
perforó el pecho de Rita Watari, afrodescendiente y esclava, quien provenía de
sangre de príncipes en Senegal y, pese a su linaje, no le bastó para satisfacer el
exigente gusto culinario del ex pistolero a sueldo. Giusepe Ricci, experto
hacedor de toda clase de spaghetis intentó un plato romano que le costó la vida,
pues no había pasta en la cocina. Antes de morir los tres se quejaron del mismo
asunto “¿Cómo se puede hacer un plato respetable si no hay una zanahoria
completa, solo sobras?”. Rojack fue implacable.
Zap. Canal 52.
SS News. La noticia criolla.
¡¡Bienvenidos al país más feliz del mundo!!

34
Lo dicen las estadísticas.
Zap. Canal 13
El presentador del instituto sale al frente del escenario a lanzar su
perorata. “Buenas noches, familia punkera capitalina. Hoy tenemos una corta y
sustanciosa presentación de un singular grupo salido de las entrañas del barrio
Las Cruces. Que se sepa que Las Cruces no es sólo rap y delincuencia,
TAMBIÉN VIVE EL PUNK EN ESE ANTRO, reciban con un fuerte aplauso al
grupo EYAKULACIÓN PREKOZ con su primera canción de la noche
SIGNOS”. El nombre del grupo causa estupor, susurros y marca, de antemano,
cierta distancia entre público y artistas. Las luces nos ponen en evidencia. Hay
bulla y chiflidos. Tomo aire y me atrevo a hablar “Buenas noches...”. No hay
respuesta. “... Ésta canción duré seis meses componiéndola, después de una
larga y horrible depresión, espero que la disfruten al máximo”. “Yo veré, peso
en las bolas señores, estos son los minutos de fama que nos corresponden”.
Trato en vano de dar ánimo y valor al resto del grupo. “Un, dos, tres...”, entra el
bajo sin destreza alguna y luego la guitarra, batería y voz al tiempo.

Ella era tauro


Ella era tauro
Y yo era virgo

Y Yo era virgo

Ella era tauro


Ella era tauro
Y yo era virgo
Y yo era virgo

Y un buen día ella


Me lo quitó

Me lo quitó...
Tauro, virgo
Tauro, virgo... (Bis)
(tan tan).

Zap. Canal 1
Jeff Tatchman, otro irlandés que huyó dejando a su patria a la buena
de Dios o de los ingleses, era el capataz del tramo que unía Manhattan con
el centro de New York. Cada semana reunía a los valerosos obreros y
estiraba un dedo para designar al siguiente cocinero. Esa mañana estiró la
mano y, entre los cientos de obreros, señaló el rostro de Shu Wang quien
sintió palidecer ante la elección.
Shu Wang trabajó toda la mañana e hizo cuanto pudo. Después de
probar la primera cucharada, Rojack sacó el arma y le apuntó a la cabeza.

35
Shu Wang se arrodilló ante sus pies e imploró clemencia, pero Rojack no le
entendió una palabra, porque Rojack no hablaba mandarín. Lu Shing dio un
paso al frente y le dijo a Rojack en un lastimero inglés que le diera tres
horas para mejorar el plato de su amigo. Rojack le advirtió que si tampoco
le llegaba a gustar, los mataría a ambos. Lu Shing aceptó el reto, ayudó a
ponerse a su amigo en pie y se metió en la cocina. El nuevo cocinero le
pidió a Shu Wang que corriera hasta su tienda y trajera el Wok, el arco y las
flechas para invocar a Zao Wang, deidad de los fogoneros y la gastronomía
chinos e imploró ayuda al alma de su abuela. En un santiamén Shu Wang
trajo lo requerido por su compañero e hizo entrega de la olla inmensa y el
arma.
Zap. Canal 25
El país con más nazis y psicópatas del mundo es Norteamérica.
Zap. Canal 13
Hemos cumplido con lo nuestro, corta e intensa ha sido la canción. Por
un momento creo que han entendido el profundo mensaje de nuestra propuesta,
porque el público salta y dice en coro algo al unísono, pero al aclararse lo que
pide me hace sentir ultrajado. “HERPES, HERPES...”, gritan. Yo trato de coger
al monstruo por los cachos. Ahora nos abuchean, no lo puedo creer, les
estábamos dando lo mejor de nosotros. “Tenemos otra canción...”. “FUERA”,
“HIJUEPUTAS”, el monstruo se pone indecente. “... Es el himno de nuestra
banda...”. Y vemos con un terror absoluto cómo algunos rompen el delgado hilo
de seguridad e intentan subirse al escenario. Yo los amenazo con mi Gibson.
Nada los va a detener. El toro se pone intolerante y con más astucia que
valentía, huimos.
Nos encontramos en el bar “Vómito de muerte”, Caracas con calle
veintidós. Juramos no contar esta desgraciada anécdota a ningún mortal hasta el
fin de nuestros días.
Zap. Canal 52
SS news. La noticia criolla.
Las estadísticas dicen que el índice de homicidios del año actual solo
subió el 0.3 %. Se registraron apenas 16.563 muertes violentas en tu país. Una
razón más para ser absolutamente felices.
Zap. Canal 1.
Lu Shing miró a su alrededor, solo habían trozos de apio, cebolla,
porotos verdes, pimientos, tomates espichados, zanahorias picadas, dos pedazos
de perniles de pollo duros, un trozo de carne cruda y grasa reciclada. Los
moscos sobrevolaban la comida y Lu Shing recordó que en Chao Men, su
provincia, la forma de aprender el manejo del arco estaba directamente
relacionada con las artes sexuales, manuales y marciales, pero Lin Huicheng, su
abuela paterna, le había enseñado que quien experimentaba en la cocina
desarrollaba habilidades superiores para las otras destrezas. Así que Lu Shing
era diestro en los oficios culinarios también.
Zap. Canal 52. SS News. La noticia criolla

36
―Y cuéntenos, señor Florence, ¿qué se siente ser uno de los 29 millones
de pobres de éste país?
―Ay, señorita Gurría, la verdad se siente una felicidad tan hijueputa...
(Bip de censura)
Zap. Canal 25
Literatura sin conocimiento es telenovela.
Zap. Canal 1 Lu Shing no perdió tiempo, tensó la flecha en el arco y la
soltó hacia un rincón de la cocina. Repitió varias veces la misma acción y con
ello cazó tres ratones. Con un manejo marcial de cuchillos picó en trozos más
pequeños carnes y vegetales, después de un cuidadoso proceso de limpieza y
adobado. Puso los vegetales a todo fuego con un mínimo de aceite y luego
salteó la cocción. Vertió una poca de su saliva para dar un mejor sabor a la
cocción y continuó salteando hasta extraer el qi del wok. A Rojack desde su
puesto de capataz le pareció que no olía mal.
Zap. Canal 25.
¡El Punk es directo, honorables gonorreas!
Zap. Canal 99
Dragón triste. 10 de octubre. 2002
Un pedazo de techo cae en un rincón de la sala. Tengo un hueco en el
pecho. La muerte me acaricia mientras me acerco al balcón. Orión ladra y aúlla.
Me arrodillo y abro la puerta. ¿Qué queda de mí? Siento el frío de tu estornudo
en el rostro, vieja ciudad, inmunda ciudad. ¿Qué has hecho de nosotros?
¿Dónde están mis hermanos? Bogohole, estrellaré mi cráneo contra tu
pavimento y seré parte de ti. Mi sangre correrá por tus alcantarillas y la noche
se llevará mi aliento. Hay espinas que caen del cielo.

Zap. Canal 61
Sir Leonard está a punto de cruzar la puerta para ir al trabajo. Jhony
lo alcanza.
―Papá, necesito un favor.
―¿Cuánto?
―Necesito veinte mil pesos, pá.
―¿Para qué?
―Viene Guns and Roses, padre. Quiero ir al concierto. ¡Es un
grupazo!
―Eso es música del demonio. Usted tiene doce años. No me va a
eso, es una orden.
―Papá, es la banda sonora de Terminator 2
―¿Y?
―Y usted me dijo que le encantó la película.
―La película, sí. Tiene acción y violencia, lo que me gusta, pero el
rock es una porquería. No le voy a dar un peso para eso.

37
Jhony se encierra en su cuarto, triste. Tocan a la puerta. Son sus dos
hermanos, Sameli y Alex. Entran, se cercioran que no haya nadie cerca.
Cierran.
―Jhony, júrame que lo que te voy a decir no lo vas a compartir con
nadie ―dice Sameli.
―Te lo juro.
―Te lo hago jurar porque de niño eras más sapo. Todos los vecinos
sabían de los secretos familiares gracias a ti.
―Ya he crecido, nunca más vuelvo a divulgar nada.
Sameli baja la voz y cuenta.
―Hace una semana mi papá llegó borracho y se le cayeron 85 mil
pesos a la entrada de la casa. Los encontré yo. Él asegura que se los robaron
en el billar. Yo sola no me puedo gastar todo esto. Te voy a dar los 20 mil
para tu concierto y a Alex otros 20 mil. Lo demás es mío. Si se da cuenta,
nos pegan a los tres. ¿Les parece?
―¿Y por qué Jhony y yo 20 y tu 45, si a todos nos van a pegar por
igual? ―pregunta Alex.
―Porque soy la mayor y yo fui la que los encontré. ¿De acuerdo
o los devolvemos?
―De acuerdo, hermana ―contestan Alex y Jhony.
Sameli saca la plata y la reparte.
―El viernes tengo una rumba de salsa. Tienes que hacerme el cuarto
Jhony y yo te ayudo para que vayas al concierto tranquilo. ¿Vale?
―Vale.
Sameli sale de la habitación después de haberles advertido sobre una
absoluta discreción.
―Alex, ¿en qué vas a gastar el dinero?
―Me voy a comprar una lycra.
―¡¡UNA LYCRA!!
―Sí, para hacer danza contemporánea. Pero tienes que guardármela
aquí. Si mi padre me la pilla, me mata. ¿Vale?
―Vale.
Antes de que su hermano cruce la puerta, Jhony lo llama.
―¡Alex!
―¿Qué?
―¿Y si mi papá me la pilla a mí?
―...
Zap. Canal 25.
Para lo único que sirve el ¡Hipno Nazional! es para saber si son las
6 de la mañana o las 6 de la tarde.
Zap. Canal 26.
―Aún queda una profecía y ésta es segura, Jhony.
―¿Sí?, ¿cuál, Mike?

38
―Los mayas. En el 2012. El año cósmico. No estamos en la
frecuencia indicada. No hay salvación. Este barco se hunde ahí, justo en ese
año.
―¡Ay, amigo! ¡Qué más quisiera yo!
Zap. Canal 3.
Jhony esta ebrio en el bar Vomito de Muerte, en el centro de
Bogosoul. A tumbos va hasta al baño. Se dispone a mear en el orinal. Sube
la mirada y ve un graffiti. El más grande cartel de Colombia es la DEA.
―¡Putos gringos de mierda! ¡Hip! ―rezonga.
Zap. Canal 13.
Demo de Eyakulación Prekoz
Los nueve escupitajos musicales de la banda habían sido grabados en
el estudio de un amigo de Rai que apoyaba a grupos underground de
Bogostream. En la capital reptan cientos de grupos que le huyen a cualquier
tipo de reconocimiento como Repunknantes, Insumisión, Ambigüedad, La
Marturbanda, etc. Este trabajo, absolutamente prescindible para la historia
del rock nacional y universal, nacido en el ombligo de Bogostar, fue hecho
con el mayor desparpajo posible y en menos de tres días. En la tapa,
aparecía la foto del grupo en blanco y negro, caricaturizados, con botella de
licor en mano, casi ebrios y detrás de nosotros se extendía el paisaje
capitalino, gris como de costumbre. La foto había sido tomada desde una de
las terrazas de la universidad del distrito en el barrio La Macarena.
El orden del Demo fue el siguiente:

1. Ineptos. 0.23
2. Basura. 0.35
3. Pichurrias. 0.42
4. Garbimbas. 0.40
5. Koskorrías. 0.38
6. Signos. 1.30
7. Sólo un minuto. 1.00
8. Plástica y vacía. 0.50
9. Ésta patria es un cadáver. 2.00
Zap. Canal 52.
SS News. La noticia criolla.
―Usted es uno de los 4 millones de desplazados, háblenos sobre su
experiencia, el mundo lo escucha.
―Ser desplazado es una de las mejores cosas que me ha pasado en
mi vida, señorita Gurria, uno conoce su lindo país a pie... Gracias al
gobierno y a ustedes por colaborarnos. La verdad no me cabe la dicha en el
corazón...
Zap. Canal 1.
Se cumplió el tiempo y los obreros rodearon el comedor expectantes.
El temible pistolero se sentó en el centro del comedor. Shu Wang le pasó los

39
cubiertos y detrás de él, Lu Shing traía en sus manos el suculento plato.
Rojack miró el aspecto y le pareció de lo más desagradable. Los dos chinos
cruzaron dedos e invocaron la ayuda de sus ancestros. Rojack metió la
cuchara tomando un bocado y llevándolo directo a sus fauces. Masticó,
tragó y dejó el cubierto metido en el plato. Se levantó de la mesa, sacó el
arma y le apuntó a Lu Shing. Con frialdad y humildad el joven arquero bajó
el rostro y cerró los ojos aceptando su destino.
―¿Cómo se llama este plato?―,preguntó con su voz gruesa el
pistolero.
Lu Shing sólo atinó a decir:
―Chop Suey, Mr.
Rojack se echó a reír y repitió la expresión, porque Chop le
sonaba a compras y Suey a un canal que se habían robado sus antepasados
en África.
El Chop Suey le salvó la vida a dos chinos en New York. Poco
tiempo después se establecerían en San Francisco, montarían un restaurante
de comida china y difundirían su invención culinaria por el resto del mundo.
Zap. Canal 49

Jhony: Odio la luz.


Sofía: Yo también la odio.
Jhony. Deberías dejarme.
Sofía: Pronto lo haré.
Jhony: ¿De dónde eres?
Sofía: De un pueblucho inmundo de Cundinamarca, un
verdadero moridero. Y ¿tú?
Jhony: De aquí, soy hijo de bogotanos y nieto de ellos según mis
padres, no hay de qué enorgullecerse... ¿Por qué te fuiste de casa?
S: Mi padre se portó mal con nosotras. Mi hermana Mary fue
quien lo decidió.
J: ¿Qué les hizo?
S: Nos trató de violar. Parece que iba en las noches al cuarto de mi
hermana. A veces me tocaba. No aguantamos más y nos largamos.
J: Y, ¿tu madre?
S: Ya había muerto, sospecho que mi padre tuvo que ver con ello...
Pero cambiemos de tema.
J: ¿Cómo son tus sueños?
Zap. Canal 25
Cada vez que cae la bolsa de New York hacen una guerra.
Zap. Canal 13
Esta Patria es un Cadáver.
(Un homenaje a The Crass)

40
Coro
Huele mal
Sabe mal
Esta patria es un cadáver
Huele mal
Sabe mal
Esta patria es un cadáver
I
Mira cómo comen
Mira cómo cagan
Esos avechuchos
Tienen el pico muy largo
Qué asco
No les creo, no les creo
(Coro)
II
Tiene cara de cóndor
UAHH UAHH
Mira cómo devora
UAHH UAHH
carne podrida
UAHH UAHH
con sus polluelos
UAHH UAHH
Son lo mismo, son peores
Coro
III
Un día le meteré
un cuchillo en la garganta
a ese pisco de mal agüero
me comeré a sus hijos fritos
y los vomitaré en ésta maldita tierra
UAHH UAHH
coro

Zap. Canal 13
Odio a las mujeres plásticas y las odio más si están vacías. Una de
las canciones que más me gustaba de Eyakulación prekoz, sin lugar a dudas,
era “Plástica y Vacía”. Fue una creación colectiva, todos participamos en su
composición. La canción resultó ligeramente repetitiva. Cuando la
cantábamos en el parque, los transeúntes reían y se divertían al escucharla.
Se la dedicamos al ícono comercial de las mujeres rebosantes de esa
condición, a París Hillton. Con el tiempo hice una carta que a Sofía le
encantó, mis amigos la disfrutaron y yo la traduje a un inglés pobre y se la

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envié. Nunca recibí respuesta. La muy puta obvió la sinceridad de mi
misiva. Quería enviarle cartas a más íconos pusilánimes y hacer con el
resultado del material una novela epistolar, de esencia decimonónica. Pero
como todos mis proyectos, se quedó en buenas intenciones y lo eché al cesto
de la basura.
Zap. Canal 16
No eres los zapatos que calzas, no eres la ropa que vistes, no eres el
celular ni el auto que manejas. No eres el reloj ni las cuentas que pagas. No
eres la guerra que no elegiste, no eres la tierra empeñada donde naciste. No
eres la lavadora coreana ni el equipo de sonido japonés. No eres lo que te
embuten en imágenes, no eres la felicidad que te venden. No eres la
pornografía, ni la corrupción, ni el tráfico ilícito de esos malparidos. No eres
la visa que te exige, ni el aval de los cuervos burocráticos. No eres el
ciudadano del mundo que te dicen, ni tampoco eres los derechos que
pregonan y nunca te respetan. Te han convertido en el hombre X, un cero,
un 13, un cualquiera, un don nadie. Una incógnita a despejar, a desaparecer.
Solo cuentas como voto y no eres el voto de ningún hijo de perra.
Zap. Canal 52.
SS News. La noticia criolla.
―Sí. Aquí estamos con una de los sobrevivientes de la masacre de
Cerdillo. Cuéntele a SS News ¿Cómo se siente después de esta tragedia,
señora Gómez?
― Ay... señori... (Pausa)
―¿Esas son lágrimas, señora? (Un primer plano en la cara de la
señora. Música de fondo, melodía de consuelo)
―Sí, son lágrimas... lágrimas de felicidad, señorita. 1.117
masacrados a punta de motosierra, es un motivo de suprema alegría. Ahora
Cerdillo tiene su primer Guiness Records y los 13 sobrevivientes vamos a
festejar toda la semana...
―Como lo ven, este es un ejemplo de berraquera y empuje. Gente
que no se vence ante las adversidades y los pequeños impases de la vida.
Gente que no se queja, esta es Colombia. Pero sigan en estudio. Informó
para SS News, Gurría Zati, porque la objetividad y el compromiso es lo
único que nos interesa (Risas).
Zap. Canal 18.
Hablas con un gringo y tienes la sensación de estar hablando con una
persona maravillosa. Hablas con dos y sus bromitas de American Pie
comienzan a incomodarte. Hablas con tres y en segundos comienzas a estar
de acuerdo con el secuestro y el terrorismo.
Zap. Canal 49
Sofía: No tengo sueños, hablo de que no hay anécdotas o
historias qué contar. Son como collages de fotografías. Mis sueños son
como ir a una exposición de fotos sin sentido. Veo rostros, ojos, montañas,
cosas y cosas desconectadas. Me aburren, siempre son así, y ¿tú?

42
Jhony: ¿yo qué?
S: Tus sueños, ¿cómo son?
J: Ah, son horribles. Sufro de pesadillas. Algo de culpa tuvieron las
películas de terror y mi padre. Por una cuestión de salud mental he decidido
olvidarlos, desde hace años no recuerdo ninguno.
S: Bueno, entonces ¿cómo eran?
J: Recuerdo que tenía un sueño recurrente, soñaba que me
encontraba frente al espejo y de repente veía un pedazo diminuto de carne
roja en mi ojo izquierdo. Comenzaba a mover ese pedazo con un dedo.
Luego trataba de quitarlo y al jalarlo, salía más y más carne sangrienta,
como si estuviera sacando el intestino de un cerdo. Al final me quedaba con
el ojo en la mano. La respiración se me alteraba y me era necesario
despertarme.
S: ¡Vaya, deberías escribir cuentos gore!
J: No me gusta el gore.
S: Deberías escribir tus pesadillas.
J: No me gusta escribir.
S: Cuéntame más.
J: Bueno, un día soñé que un tipo me iba a violar. Eran tiempos del
apagón en Bogodark. Las calles estaban oscuras y yo corría hasta que me
atrapó y me puso una chaqueta en la cabeza. Entonces me desperté. Yo era
aún muy niño y vivía con mis padres. Bajé a contarles, eran quizás las 11 y
30 de la noche. Caminaba y lloraba. Mamá salió del cuarto de dormir
acomodándose su bata y me abrazó. Al detallarla bien, mi madre tenía la
cara deforme, me sonreía extraño y me sujetaba con fuerza, yo trataba de
soltarme y no podía, entonces abrió su bata de dormir y vi con horror que
tenía tres senos, yo agarré dos de ellos, los exprimí y comenzó a salir
excremento por los pezones y ahí sí pude realmente despertarme.
Zap. Canal 25.
Las minas antipersonales que estallan en este país son made in
USA, England o Israel.
Zap. Canal 77
Comencé a vender libros porque no tenía un centavo. Conseguí un
carné falso que me acreditaba como estudiante. No quería volver a tener
jefes, hay tanto hijo de puta con ínfulas de grandeza y tanto incompetente
con buenos cargos en este país. Los detesto a todos, pero especialmente a
los burócratas. Los índices de desempleo crecían y yo hacía parte de ellos.
Así que pegué el carné en la solapa de mi chaqueta. Me puse una cachucha
para esconder la cresta y golpeé en una de las puertas de casa de familia del
barrio la Candelaria. “Señora, buenas tardes. Soy estudiante de la
Universidad del distrito que por ser de carácter público su biblioteca esta
muy mal abastecida. Esta es una campaña para recolectar los libros que ya
han leído o no utilizan. Desprenderse de un libro olvidado de su biblioteca
ayudaría al fortalecimiento intelectual y académico de los estudiantes de

43
nuestra pobre nación. ¿Colaboraría usted con su formación y su futuro,
señora?”. Entonces, convencidos por mi discurso humanista, sacaban cinco
o diez libros, mucha basura y una que otra joya. Yo los vendo baratos.
Después pasé a los barrios Teusaquillo, La soledad, La Macarena. En
Galerías leen poco, no hay que perder el tiempo. Y así me hice librero. Un
viejito Mormón me dio los datos de los saldos de editoriales y de los libros y
cds piratas. Para ello tuve que volverme mormón quince días. Me leí la
Biblia de Smith y en las reuniones soltaba mis hipótesis de que Bochica era
el mismísimo Jesucristo que trajo a los españoles para que castigaran a los
indios por degenerados y bla bla bla... y era aplaudido. Por ello el viejo me
dio toda la información de saldos y piratas.
Zap. Canal 52.
SS News. La noticia criolla.
Sección: Las buenas noticias de la farándula.
―Por su excentricidad, su simpática demencia y su agradable
desorden, el premio para el personaje de la década es (Suena el redoblante):
para Doctor Kaos (Aplausos y silbidos).
Doctor Kaos es gordo, moreno, bizco. Le falta un diente y otro
reluce en oro macizo. Tiene un extraño peinado con el cabello teñido de tres
colores: Amarillo, azul y rojo. Usa tenis marca Adidas, los cordones
desamarrados. Vestido de frac negro, la camisa verde fuera del pantalón y
sin corbata.
―Y por su capacidad de ser otras al mismo tiempo, por dividirse en
muchas y seguir siendo la misma, el premio al personaje femenino de la
década es (Redoblante otra vez): Para la Chica Fractal (Aplausos y urras).
Doctor Kaos atraviesa el escenario y besa a la chica Fractal. Luego le
mete la lengua en la oreja a la chica y esa será la foto de la portada de las
revistas faranduleras.
Zap Canal 25
Sé que hay gringos buenos, desgraciadamente solo llegan aquí esos
republifachos hipócritas. Ellos nos compran la coca y nos venden las armas.
¡Qué bonito negocio! ¡Qué poesía! ¡Qué maravilla! ¡Qué hijueputas!
Zap. Canal 21
―¿Por qué tanta rabia y odio, Jhony? Mira toda nuestra riqueza, las
montañas, los ríos, las piedras y, lo más importante, la gente. Siéntete orgulloso de ser
colombiano.
―ES UNA MIERDA SER COLOMBIANO, Elía y ni todo el verde de
tus putas montañas, ni la belleza de tus piedras, ni el agua pura y cristalina van a
cambiar el presente ni el destino de este país. ¿Y la gente ..? ¡Por favor! No me
vengas con patriotismos chimbos a mí, ya estoy muy viejo para creer en eso.
Esta patria es un cadáver, solo merodean cóndores sobre ella y por más cuello
blanco que tengan, no dejarán de ser chulos carroñeros que son. Piensa en ti o
huye lejos de ésta cárcel, amigo, si tienes suerte, dinero y te lo permiten.
Zap. Canal 49

44
Sofía: ¡Qué divertidos, uno más!
Jhony: No son tan divertidos para mí, no quiero acordarme de
ellos.
S: ... ¿Crees en Dios?
J: Solo creo en el anarquismo destructivo fundado por
Nietchaiev.
S: ¿Quién diablos es ese?
J: Organizó grupos de ataque contra el régimen de la Rusia zarista.
Su lema era: “Para crear un nuevo orden, primero hay que destruirlo todo”.
Hirió a diplomáticos, agredió a oficiales y mató a traidores. Dostoievski
inspirado en la actuación de Nietchaiev escribió: Los demonios.
S: ¿Y si crees en el “anarquismo destructivo”, por qué no haces algo
que corresponda con eso?
J: Se necesita gente para ello, por ahora he mantenido un lento
camino de consumo de alcohol y drogas para asegurar mi autoliquidación y
con ello contribuir al deterioro del sistema.
S: Tu muerte o tu vida no hace ninguna diferencia y sí hay gente,
cada día somos más los inconformes.
Zap. Canal 61
Sir Leonard le pega en el rostro a Jhony con la mano abierta.
―No me vuelva a dar un beso. Los hombres no se besan, eso es para
maricas y no vuelva a tutearme. A los mayores no se nos tutea por respeto.
¿Entendido?
―Entendido, pá.
Jhony se dirige a su cuarto, sobándose la mejilla, con sus 8 años a
cuestas para reflexionar.
Zap. Canal 49
Jhony: No hay gente. Hubo un tiempo en que los jóvenes tenían en su
ideal de ser a los grandes hombres, hoy la mayoría quieren parecerse a Ricki
Martín. Los jóvenes de este país han perdido su espíritu de rebeldía. Creen que
rebeldía es unirse a una tribu y tener rencillas en la calle. Somos manipulables,
nos dividen con facilidad para que peleemos por estupideces, para que no
pensemos. Hemos adoptado mierdas de otros países con un fanatismo sin igual.
Somos punkies, skins, metachos, barristas, pero nunca colombianos. Lo único
que queda de nuestra identidad es la violencia y el arribismo.
Sofía: Y tú, ¿qué haces? Te quejas y te quejas como una puta mal paga.
¡Haz algo!, haz honor al tal Nechaef ese y da ejemplo de destrucción, así quizás
te crea.
J: Una vez lo hice. Rai me llevó de profesor en un instituto para niños
desamparados y les di la mejor lección de sus vidas en el salón de química.
S: Me imagino, les enseñaste a partir el queso con tu navajita.
J: No. Les enseñé a hacer bombas.
S: No te creo.
J: Mi padre me enseñó. Fue lo único que hizo bueno por mí.

45
S: Quiero ver algo nuevo.
J: Lo haré, quizás algún día cuando logre vencer la pereza. Es el mal de
nuestra época, la pereza.

S: ¡Bah! Eres un asqueroso gusano, al igual que tus amigos. Mucho


seso y poca acción. Me aburres. Deberías morirte pronto.
J: Descuida, así lo haré.
S: ...pero procura llevarte a tus amigos.
Zap. Canal 25
Ni izquierdo ni derecho, Anarko hasta la muerte.
Zap. Canal 52
SS News. La noticia criolla. Sección: Las buenas noticias de la
farándula.
Entrevista con Doctor Kaos y la chica Fractal.
―Doctor, háblanos un poco de ti.
―Mira, Vicki. Muchos creen que soy una persona incorregible,
imprevisible. Que me escapé directo del reino de las matemáticas para
convertirme en el amo supremo del arte postmoderno. Otros creen que
traigo el desorden, el trastorno de los sentidos, el desbarajuste de la realidad
y la ficción. Pero todos saben que en el fondo soy un hombrecillo pulcro y
ordenado, atado a las lógicas correctas del establishment y que vivo en
espera de que vuelva Anarquía, esa hija rebelde y solitaria con la que
siempre sueño.
La entrevistadora, Vicki Gavilán, hace cara de no entendí una
palabra y se lanza sobre la chica Fractal haciéndole una pregunta que pone
en evidencia su absoluta falta de inteligencia.
―Chica Fractal. Te acabas de ganar el premio al personaje de la
década, cuéntanos ¿cómo nace la Chica Fractal?
La chica Fractal se alisa su teñido cabello rubio. Cruza las piernas,
muestra su bronceado y contesta:
―Bueno Vicki, gracias por invitarme a tu programa. Me siento muy
emocionada y muy contenta de estar aquí. Yo, de niña, sufría del complejo
de ubicuidad, quería estar aquí y allá y en tiempos distintos. Me di cuenta
que eso era imposible, pero gracias a un trabajo arduo me fragmenté, me
dividí en muchas partes y llegué a estar en varias ciudades y otras regiones
del mundo. Mi cabeza vagó por Europa, mis intestinos por los Estados
Hundidos, mis brazos por el oriente extremo y adivina en dónde encontré mi
vagina.
―No me digas... déjame pensarlo... ¿aquí?
―Sí, Vicki, en Latinoamérica. Cuando pude ser íntegra otra vez, me
di cuenta que era toda una ninfomaníaca y me sentí tan feliz. (Propagandas)
Zap. Canal 49
J: ...Sofía.
S: ... ¿Qué?

46
J: No quiero pelear. Estoy enamorado de ti.
S: Ja, ¿sí?
J: Es en serio.
S: Tú estás encoñado y nada más.
J: ¿De qué hablas, Sofía?
S: De esto, (coge mi mano y la pone en su sexo), siéntelo bien,
¿te gusta?
J: Sí... pero hay algo más.
Zap. Canal 93
No soportaré que otros se acerquen a ti. Mandaré a la mierda mi filosofía
libertaria con tal de que estés aquí, a mi lado. Viviremos lo que tiene que vivir
un amor verdadero. Ya tuvimos nuestro encuentro, damos rienda suelta a
nuestra pasión, pelearemos, te irás, sufriré tu ausencia, volverás, descargarás la
fuerza de tu amor y tu oscuridad. Volveré a ver dientes que nadan en un charco
de sangre. Traerás en tus manos a un perro punk que me acompañará hasta el
final como lo hace un buen perro.
Zap. Canal 29.
Isabel Z prende la estufa, pone encima de la llama la olla express, se
pone un pedazo de cuero en el dedo pulgar de la mano izquierda. Se arma de un
cuchillo con la derecha. Echa en la olla aceite desde el tarro y sal. Años de
cocina le han dado el cálculo perfecto. Isabel corta el tomate en pequeños
trozos, luego la cebolla y después el pimentón. Jhony la contempla, sentado en
las escaleras que van a su cuarto. Los codos en las rodillas y las manos en su
cara. Isabel canta con grave vozarrón “Mooozooo... sírvame la copa rota...”,
suena Alci Acosta, el asesino de la canción. Las papas ya están cortadas al igual
que las presas de pollo. Jhony mira cómo su madre cocina en el aire. El lado A
del disco acaba. Ella tapa la olla.
―Hijo, pon el lado B, por favor.
Jhony vuela hasta la sala. Sube la tapa del tocadiscos. Corre el brazo.
Saca el acetato, le da vuelta, lo asegura en el centro. Velocidad 33 y corre la
palanca a la orden Start. El asesino toca el piano y el niño vuelve a la cocina.
Isabel saca una bolsa llena de libros y se la entrega. Jhony los saca de la
bolsa y le llama la atención uno en especial. Las Memorias del subsuelo de
Fedor Dostoievski. La olla ha pitado tres veces. Isabel quita la tapa y el olor de
la comida le hace olvidar todo interés literario a su hijo. Isabel pone sus ojos
sobre él.
―Esto es lo único que vas a extrañar de mí, la comida.
―No digas eso, Má...
―Júrame que no dejarás que te roben la luz.
―Te lo juro, mamá
Isabel se acerca al hijo, le da un beso en la frente y el asesino mata otra
canción.
Zap. Canal 25.

47
Los únicos que hacen cursos de inteligencia sobre la faz de la tierra son
los milicos y los tombos, lo curioso es que nunca se les nota.

Zap. Canal 49
Jhony: ¿Me amas?
S: Sí, claro, te amo.
J: Eres una maldita bruja. Ese te amo no es sincero. Sólo quieres
hacerme daño. Sólo piensas en vengarte.
S: No. Ya olvidé que ayudaste a violar y a matar a mi hermana.
J: Eso fue un error, te pido perdón.
S: Perdón y olvido, vaya palabras. Solo las almas pobres y los
espíritus vacíos perdonan y olvidan.
J: ... Tienes razón mi vida, tienes razón.
Zap. Canal 25.
Faltan pocos años para que la humanidad coma más Chop suey
en restaurantes chinos que hamburguesas en mc Donalds.
Zap. Canal 21.
―¿Cuánta sangre más será derramada?
―La que sea suficiente, Elía. Aunque en este infierno nada es
suficiente.
OFF

Muñecas y placeres
Lo que ha hecho la televisión con mi psiquis no tiene nombre. Solía
llegar del colegio directo a prender el televisor. Recuerdo que sólo eran
tres canales. Dos de ellos privados y el canal público era una verdadera
porquería. Además de las películas de terror, las miniseries y los comics
gringos nos salvaban del tedio de las tardes y los fines de semana. Había un
programa que se titulaba Manimal, se trataba de un detective que había
nacido con la facultad de convertirse en diferentes animales. Dependiendo
de la situación, él se transformaba en el adecuado. Yo no parpadeaba esa
media hora que duraba el programa. Cuando terminaba un capítulo corría
al baño, cerraba con seguro, prendía la luz y me paraba frente al espejo,
concentrado. Estiraba los brazos, encogía los dedos y comenzaba a inhalar
y a exhalar aire con fuerza y trataba de que las orejas en algún momento se
enroscaran o que me saliera pelo, plumas o garras. A veces me concentraba
en una serpiente, pero un par de horas más tarde, me daba cuenta con
tristeza que seguía siendo el mismo idiota. Un día mi madre abrió de un
empujón la puerta porque pensó que me estaba masturbando.
―¿Qué haces, Jhony?
―Nada, Má.
―¿Por qué respiras así?
No supe qué decirle. Cómo le iba a contestar que me estaba
convirtiendo en otro animal.

48
Esos programas tenían tremendas historias. Recuerdo “Starman, el
hombre de las estrellas”. Se trataba de un tipo que tenía tres bolas,
imagínalo, tres bolas y con esas bolas Starman hacía maravillas. Había un
enano que se dedicaba a la brujería, “El hechicero” y siempre ayudaba a
los niños y a los buenos. Y qué decir del “Auto fantástico”, el auto tenía
más gracia que el dueño y si lo hubieran traído a este país, pobre de Kid, lo
hubieran deshuesado y vendido por partes. “Los Superamigos y el Salón de
la Justicia”, no podía perdérmelos. Los únicos superpoderes que descubrí
en mí fueron que podía leer mi propia mente, adelantar el tiempo un
segundo y tele transportarme de un salto a 5 centímetros de donde me
encontraba.
Mc Gyver, hay que hablar de Mc Gyver, un verdadero campeón.
Este tipo nos enseñó a ser recursivos. Cuando mi padre viajaba, le
entregaba el revólver a mi madre; a Sameli, la mayor, le daba un arma
hechiza de un solo tiro que él se había encargado de fabricar y a mi
hermano y a mí nos enseñaba a hacer bombas caseras, esencialmente
molotovs. El muro del lote de la casa en Las Cruces era fácil de saltar. Si
mi padre estaba en casa no había problema. Sin él, las noches no eran
fáciles.
―¡Jhony!
―Señor.
―Coja esta botella, prenda el trapo con la otra mano, eso, así.
¡Ahora, arrójela duro contra la pared!
Hacía lo que me ordenaba y la casa ardía en la noche.
―Si escuchan algo raro, si alguien se asoma en ese muro, ya saben
qué tienen que hacer.
Mi padre era el Mc Gyver sádico de nuestro hogar y su hermano, el
tío Jack, un destripador frío y desalmado, afortunadamente, lejano.
Heather Thomas, rubia, delgada, con un buen juego de tetas,
aparecía vistiendo un bikini azul. “Profesión peligro” era un programa
único y lo protagonizaba el mismo actor del “Hombre nuclear”, Lee
Mayors. Los apéndices del hombre nuclear como “La mujer biónica”, “El
perro automático”, “El niño robótico y “El abuelo con los cables por
fuera”, fueron un bodrio. Pero yo realizaba 800 metros a la redonda de
exploración matutina para encontrar una mujer parecida a Heather,
imposible. Mi hermana se bañaba conmigo para ir al colegio. Ella tenía 14
y yo 9. El agua estaba tibia. Ella enjuagó mi cabello y pasó sus manos
rápidas por mis brazos y mi pecho. Me di cuenta que Sameli se parecía a
Heather y estaba desnuda. Sufrí una tremenda erección y ella gritó
alterada:
―¡Mamá, mamá!
Mi madre abrió la puerta.
―¿Qué te pasa?
―Mira.

49
Mi hermana señaló mi miembro erguido. Volteé a mirar a mamá y se
alarmó. Cogió la toalla del gancho y me la tiró.
―¡Tápate, Jhony, por Dios!
Sameli salió corriendo y, desde ese día, me obligaron a bañar solo.
Sameli cumplía el 31 de octubre. Ese día por ser el día de los
niños, Sir Leonard decidió llevarnos a San Victorino a comprarnos los
juguetes y los trajes. Alex pidió un Batman de plástico, yo escogí a
Superman y mi hermana, por ser su cumpleaños pudo elegir dos muñecas:
Gatubela y La Mujer Maravilla. Los muñecos eran plegables. Selina Kyle
tenía un pequeño látigo de cuero y Linda Carter, un diminuto lazo dorado.
El sábado siguiente, no encontraba a mi Superman. Mis padres no
estaban en casa. Me acerqué al cuarto de mi hermano y vi por la rendija de
la chapa que jugaba con ambos. No jugaba a chocarlos ni al combate. Todo
lo contrario. Mi hermano tenía a Batman en cuatro, como eran plegables
había extendido su tronco horizontalmente y sus brazos y piernas tocaban el
piso. Alex incrustó una aguja en la pelvis de Superman y recreaba los
diálogos:
―Ya no es un secreto para nadie en el Salón lo tu homosexualidad,
Batman. Me alegra que dejes de fingir.
―Siempre me he sentido atraído por ti. ¡OH! Eres todo acero,
Super.
Alex empujó la cadera de Superman y penetró con la aguja el
trasero de Batman varias veces. Después los cambió y esta vez mi hermano
puso una tachuela que emuló el batipene del hombre murciélago. El
multimillonario Bruno Díaz, escondido en el traje del enigmático héroe de
ciudad Gótica, batisodomizó al visitante de Kriptón. Creí que los dos ya
tenían bastante, pero quien no tenía suficiente era mi hermano, pues sacó
una puntilla de dos pulgadas, la puso entre las piernas de Superman, el
turno era para Batman otra vez, y justo cuando le iba a destrozar las
entrañas, yo entré por su rescate. De alguna u otra forma, aún le guardaba
devoción y respeto a los superhéroes. Miré la escena y juzgué a mi hermano
con una mirada reprobatoria. Alex, apenado, compuso los muñecos y me
entregó a Superman. Me dijo que si quería jugar con Batman, no había
ningún problema. Me los llevé a mi pieza para salvarlos de todo mal.
El domingo mi familia salió a hacer deporte. Me hice el
enfermo y me quedé solo en casa. Encontré en la mesa de noche de Sir
Leonard un moño de marihuana. Fui por un encendedor a la cocina. Rompí
el salmo 23 del capítulo de algún profeta de la Biblia. Traté de armarlo,
pero fue una misión imposible. Pensé que la hierba me daría un superpoder
o al menos multiplicaría mi fuerza como a Popeye. Mientras la masticaba y
jugaba con el encendedor, vi “Profesión peligro” y no aguanté más. Fui a
la pieza de mi hermana y rapté a Gatubela y La mujer maravilla.

50
Las llevé a mi cuarto y las senté en el borde de mi cama. Batman y
Superman yacían recostados en la almohada. Habían dormido conmigo.
Saludé a las superheroinas.
―Es un placer tenerlas aquí en mi cama, señoritas.
―¡Gracias, buen chico! ―contestó Gatubela, incitándome.
La mujer maravilla no contestó mi saludo, quizás por su educación
altamente conservadora se portó opaca conmigo.
Me sentí excitado y besé a Gatubela. La señorita Kyle respondió a
mi beso y no cerraba sus grandes ojos azules. Traté de besar a Linda y
volteó el rostro. A esa edad no sabía qué era un rechazo. Tuve rabia y la
tomé a la fuerza. La lamí desde la punta de los pies hasta su corona de
diosa cazadora y aún así no me respondía como yo lo deseaba. Entonces vi
que miró con vergüenza a Superman y entendí lo que ocurría. Arrastré de
un pie a Clark hasta el borde y le arranqué de un cuajo su brazo derecho.
―¿Lo quieres?―no me contestó― . Estos dos son maricas ―le
informé.
Acerqué a Batman y le mostré las perforaciones en boca y trasero.
Linda continuó indiferente. Clark y Bruce lo negaban. Los amarré con el
lazo de la verdad de la Mujer Maravilla y supe que eran inmunes a ese
poder. Saqué el encendedor, le di chispa y puse la llama en un pie del
hombre murciélago. El traje le sirvió de poco. El plástico se derritió y le
quedó un deforme muñón. Luego hice lo mismo con el brazo restante del
hombre de acero. El acero también se derritió. Ninguno de los dos gritó.
Seline Kyle lo disfrutaba, pero ya saben lo ambigua que es la naturaleza de
Gatubela. Se acercó y me dijo al oído:
―¡Basta, Jhony! Sácalos de aquí. Es la presencia de otros
superhéroes lo que indispone a Linda. Sácalos y nos divertiremos.
Le di una patada en el culo al par de superinvertidos cercenados y
los arrojé escaleras abajo. Cerré la puerta y pasé el cerrojo. Me desnudé en
el acto y me arrodillé ante mis dos pequeñas. Las hice besarse y lo hicieron
con pasión. Me uní al dúo y les llené de saliva sus rostros cuando las besé.
Le mordí el cuello a Linda y gimió, hice lo mismo con Gatubela. Me puse de
pie y se asombraron ante el tamaño de mi verga. Cuatro manitas
comenzaron a frotármelo. Puse una mano en la cabeza de Seline y, la otra,
en la de Linda. Acaricié el cuero de la máscara y la corona de oro y eso
duplicó mi deseo. La señorita Carter me aplicó una buena mamada y luego
lo hizo Gatubela. Estaban hambrientas de mí. Inspirado en la imaginación
de Alex, las obligué a ponerse en cuatro. Con el látigo de Gatubela
castigaba las nalgas de La mujer maravilla y con el lazo dorado, flagelaba
las de Gatubela. Linda jadeaba y Seline maullaba. Me eché encima de las
dos y les mordí el cuello y las tetas, salvajemente. Dejé las marcas de mis
dientes en sus cuerpos. Quería penetrarlas al tiempo. Azoté sus nalgas una
y otra vez, pero comencé a sentirme incomodo. El roce me dolía. Me puse
en pie y me di cuenta que eran de plástico. Quizás el efecto de la cannabis

51
menguó, no lo sé. Las agarré con mi mano izquierda. Movían las piernas en
el aire. Sentí rabia de lo que estaba amando. Les quité la cabeza y las tiré
al piso. La cabeza de Gatubela se perdió debajo del armario y la de la
Mujer maravilla rodó y quedó inmóvil debajo del borde de la cama. Miré
adentro de sus cuerpos y no solo eran plásticas, también eran huecas,
vacías. Ahora tenía un revuelto de oscuras sensaciones. Las puse a la altura
de mi sexo. Comencé a masturbarme con la mano derecha y, en el
paroxismo de mi excitación, llegué dentro de ellas. Las llené de mí y me
sentí conmovido y feliz.
Alcancé a ponerme la ropa y no me di cuenta que mi familia había
vuelto. Mi hermana entró con Batman y Superman en las manos y me
encontró con las muñecas decapitadas.
―¿Qué haces, Jhony?
En un acto desesperado, le dije que había ido a la cocina, que había
abierto una lechera Nestlé y que se la había echado adentro a las muñecas.
―¿Para qué hiciste eso? ―dijo confundida, pero intuía algo.
―Para que tuvieran peso.
―¡Vaya, qué raro! Huele a decol. No importa. Vacíalas.
Iba a acercarme a la ventana y Sameli ordenó detenerme.
―Creo que si es lecherita Nestlé es alimento, ¿cierto?
Asentí.
―Y, ¿ya sabes qué se hace con el alimento?
Mientras bebía el líquido viscoso, Batman y Superman no paraban
de reír. Sin embargo, dirigí mi atención debajo de la cama y vi los ojos de
Linda Carter mirándome con miedo.

52
Eyakulación prekoz

Soy de esa clase de hombres que empieza por el final.


E.P
1. Punk
Frank bebe licor barato, mete y fuma. Caminamos hacia el parque de
Los Mártires. Hoy hay toque. Franki se estrella contra las paredes y yo contra
las rejas de los locales comerciales. Las alarmas suenan y las calles están casi
solitarias. Esta noche Bogoroot arde. Frank arranca a patadas las canecas de la
basura y yo rompo las luces de los semáforos con piedras. Las sirenas de los
cerdos suenan a lo lejos. Vemos el cajero de un banco, arremetemos contra él y
los fragmentos del vidrio en el piso se parecen al granizo de nuestro cielo.
Suenan las alarmas. En quince minutos veremos en escena a Repunknantes. Es
hora de unirnos a la tribu. Una niña se asoma en una ventana. Frank se golpea
con su mano empuñada en la boca. Le muestra sus dientes disparejos llenos de
sangre. La niña corre y los perros ladran. Sofía piensa que Frank es un punkero
verdadero. Frank quiere morirse y no se va a detener. Frank es una bala perdida.
Un par de emos huyen a nuestro paso. Frank inicia la cacería. Atrapa uno y lo
revienta. Es un chico de diecisiete años. Me siento en el borde de la acera y
bebo. Contemplo la escena. Recuerdo que otros hicieron lo mismo conmigo.
―¡Ven y lo rompes, Jhony!
―No, gracias, Frank.
―Estos son nuestros enemigos.
―No, Frank, esos no son.
El chico se levanta, se limpia la sangre de la cara y corre. Continuamos
nuestro descenso. Hay corazas de llantas incendiadas en las esquinas del parque.
Hay una humareda más negra que la noche. Los parches se han dado cita y el
pogo en el centro hace que mi adrenalina suba y me desboque. Frank toma
impulso y cae directo en el cráter del pogo y yo lo sigo. Hay golpes, patadas,
codazos, puños, empujones. Nos perdemos. La sangre hierve detrás de mis ojos.
Hacemos honor al espíritu de Sid, a su indomable presencia, a nuestro único rito
de odio y guerra. Nos pertenece. Nos limpia y no deja que alguno tome un arma
y una decisión. La banda se descarga y las llamas crecen. Ya no siento los
golpes. Son mis hermanos. Podridos y bellos, en comunión. Rabiosos y
honestos. Brutos y desafiantes. Esto es punk, ira, filosofía, tendencia, moda.
¡Punk!, forma de vida, derrotero, urbe, sin salida, sin retorno. ¡Punk!, basura,
estiércol, sobras, fealdad. ¡Punk!, realidad, crudeza, libertad, resentimiento.
¡Punk! ¡Punk!, dos tiros, uno a la cabeza, otro al corazón.
2. Sólo un minuto

La filosofía del grupo correspondía a canciones cortas, violentas y


letras triviales. Una ráfaga de notas y alaridos demenciales, una descarga de
tonos altos y bajos sin mayor sentido. Ganas de joder a la gente de “buen
gusto” y ganas de gritarle al mundo: “Somos malos, pero lo hicimos por

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nosotros mismos”. Queríamos volver al punk primitivo, idealizábamos el
inexperto comienzo de “Los Ramones”. Por fortuna el grupo estaba
subscrito a esa estética. La gracia consistía en no tener ningún talento y en
eso, no tuvimos que esforzarnos un ápice. Rai había tocado una batería
hecha con las ollas de su mamá y hacía un escándalo de los mil demonios;
Elía tenía en sus pocos haberes un bajo de dos cuerdas; Mike sabía las
posiciones básicas de los dedos en guitarra y tres acordes. Por mi parte,
aporté la voz y la composición de las letras de la banda.
El nombre del grupo nació gracias a una noche de tragos compartiendo
nuestras “secretas intimidades” y exitosas experiencias con el reino femenino.
Todos solemos hacer alarde de nuestra potente y monumental capacidad sexual
y de lo satisfechas y agradecidas que quedan nuestras amantes de turno bajo una
sesión etílica, pero todo ello corresponde al campo de la ficción. Al otro lado de
la ciudad ellas tienen otra versión del asunto, totalmente contraria a la nuestra.
Esa noche Rai nos habló tímidamente de un polvo muy mal echado ―a bad lay
como dicen los gringos― con una compañera. Luego dijo que realmente le
pasaba muy a menudo, que no duraba más de un par de minutos. Lo metía y
escupía, esa era la función. Al principio, haciendo éstas vergonzosas
confesiones, Rai se pasaba la mano por la cabeza y agachaba la mirada. Luego
se enfrentó a sí mismo cogiéndose el paquete y recriminándole el hecho de la
ausencia absoluta de control. Rai, el ex neonazi amigo mío, se levantó de la
mesa, se hizo en un rincón y miró derrotado a su bragueta. Hace años Rai había
bautizado a su propia verga con el nombre de Pepe. Hablaba en voz baja y
apenas pude imaginarme lo que le decía.
Rai: Se que no nos la llevamos bien, Pepe... pero puedo quererte... sólo
tienes que cambiar.
Pepe: No, Rai. La culpa no es mía, compréndeme: te acercas a un sexo
febrilmente femenino y yo puedo olerlo, sentirlo... casi tocarlo y entonces se me
hace agua la boca y me atasco de sangre y hormonas hasta que me lleno de
rigidez y me dan ganas de explotar... Soy demasiado sensible, lo siento.
Rai: Pues si eres demasiado sensible te voy a golpear y a quemar hasta
que se te quite esa puta sensibilidad. La sensibilidad es sinónimo de debilidad,
Pepe.
Pepe: Todo sería más fácil si yo fuese circunciso.
Rai: Esa cabronada es una costumbre judía y sabes bien que aborrezco a
los judíos, pero si es preciso te rebanaré el glande con tal que no me hagas
quedar mal con otra mujer.
Pepe: Una mujer debe aceptarnos como somos Rai
Rai: ¡¿Sí?! Y, ¿cómo somos, malparido?
Pepe: Precoces, Rai, precoces.
Rai: NOOOO, NOOOO... CÁLLATE PEPE, NO ME TORTURES
MÁS, NO PUEDO MÁS.
Pepe: La solución no está en mí... todo está en el poder de tu mente.

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Rai: ¿El poder de mi mente ..? Sí, claro, lo intentaré. Creo que tienes
razón. Eres sabio, Pepe Zen. En el fondo, ¡te quiero!
Pepe: Y yo a ti...
Rai: ¡MENTE..!, ¿crees que lo lograremos?
Mente: ...
Rai volvió a la mesa defraudado y, al mismo tiempo, resignado de su
singular coloquio con Pepe. Compungido, tomó aire. Nos enfrentó con lágrimas
al borde de la caída de sus ojos e hizo un esfuerzo por mantener irregular la voz,
dijo:
―Señores: Soy eyaculador precoz ―y dejó caer su cabeza en la
superficie de la mesa.
Rai esperaba esa noche escuchar que estamos en tiempos del hombre
hiperexcitado; que el bombardeo de imágenes eróticas del que había sido
víctima desde niño lo habían dañado; que las modelos semidesnudas que
pusieron en las tapas de sus cuadernos cuando era un adolescente no lo
inspiraron en el estudio, todo lo contrario; que las verdaderas estampas que
debieron haber puesto eran las de Platón o Aristóteles, pero esas jetas no venden
tanto como un coño bien rasurado. Rai esperaba escuchar algo medianamente
inteligente y ninguno lo dijo. Después de un par de minutos, rompí el silencio y
con voz desafinada y mal entonada, comencé a cantar una balada punk que en el
futuro se convertiría en el himno de la banda:

Solo un minuto
Encima
De ti
Solo un minuto
Dura
esta canción
Porque soy
E ya ku la dor pre koz
Y es que soy
E ya ku la dor pre koz
Sin pena
Ni vergüenza
De gritarlo
en la calle
Soy precoz, soy precoz
Soy precoz, soy precoz
Aaaayyy ¡qué ahorro!

―Y si hacemos un grupo ―propuso Mike.


―¡Les tengo el nombre! ―aseguró Elía, iluminado.

3. Plástica y vacía

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La moda es una puta que se acuesta con todos.
Plástica y vacía
Plática y vacía
Plástica y vacía
Plástica y vacía.
Plástica y vacía
Plástica y vacía
Plástica y vacía
Plástica y vacía
Plástica y vacíaaaaaaaa.

4. CARTA A PARIS HILTON

Jhony X.
Carrera 3ª No 13-
67, Candelaria
Bogoporn, Colombia
Paris Hilton
2000 Westchester Avenue
White Plains, NY 10850

Desestimada, indeseada y siempre odiada Paris Hilton:


Seguramente no me conoces y muy seguramente nunca lo harás. Soy
Jhony X, un tercermundista con ínfulas de punkero anarko inglés que por un
error geográfico y del destino nació en este lugar. El mundo es una mierda y yo
he aprendido a divertirme en él. Sé muchas cosas sobre ti Paris y a lo largo de
esta misiva te iré confesando todo lo que me provocas.
La primera vez que te vi, lo hice en el noticiero criollo, en la sección de
“Las buenas noticias de la farándula” ―los noticieros en este “país” son la cosa
menos seria que hay―. Ver uno completo es la peor pérdida de tiempo que
puedes sufrir, pequeña zorra, es tan asqueroso como sentarse cinco minutos a
ver tu reality show, “The simple life”. Me bastó tres minutos para comprender
que te fascina que te llamen, “Zorra”.
Ese día me encontraba con mi entrañable amigo, Mike. Un metalero
amante de Judas Priest, Cradle of Filfth, Sepultura, Iron Maiden y los boleros
antillanos. Y ahí estabas con tu piel broncínea, tus largas piernas, tu culo parado
y tu confuso razonamiento abstracto. Entonces apenas pudimos reírnos de ti. La
presentadora, un remedo de lo que eres, leía en el telepronter acerca de tu papel
secundario en el filme La casa de cera, donde se cumplió el sueño de muchos:
verte morir. Aunque no he visto la película sé, de antemano, que lo hiciste mal y
demostraste una vez más tu invisible talento para la actuación.
Nunca pensé que fueras tan puta ni tampoco tan bruta. Estás llena de
desagradables sorpresas. Lo del libro fue un verdadero fracaso Paris, cuántas

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criticas, todas en tu contra y sin embargo, te atreviste a salir con tu inmundo
perro chihuahua Tinkerbell en la rueda de prensa, lo acariciabas y sonreías a las
cámaras como si te fueras a ganar el Nóbel. Yo también tengo un perro, su
nombre es Orión, sus orígenes son indefinidos, es decir, es un chanda, un
sarnoso, canchoso, en suma, latinoamericano. Nunca le pongo cadena, a los
latinos no nos gustan las cadenas, aunque nos embuten telenovelas y mierda en
el noticiero que es algo peor que eso. No, miento, hay algo peor, creerles.
Orión era un callejero, bueno, la verdad, nunca lo ha dejado de ser. Es
un rehabilitado, mi programa personal fue un poco ortodoxo, pero ahora come
concentrado en contra de su voluntad. Me alegró mucho tu tristeza cuando se te
perdió ese cánino cacorro que llevas por mascota. Felizmente lo recuperaste,
hubo portadas de revistas, Tinkerbell y tú, pero tu Tinkerbell siempre llevaba
las orejas empinadas como dos antenas de acero y este Tinkerbell que te
entregaron apareció en la foto con las orejas gachas, quien lo detalló fue Mike,
es increíble que no te hayas dado cuenta, Paris. Otra vez te timaron y con el
bicho que más querías. Pronuncio tu nombre y se me pone duro porque
recuerdo lo que hacía con tu cuerpo en la pantalla.
Sofía, la mujer que amo, sostiene que Los Simpson equivalen a los
Beatles y South Park a los Sex Pistols. Me gustó su comparación. Imagino que
viste el programa de South en el que comienzas un singular concurso y
compites con un marica para ganar el trofeo a “las más perra”. Todos teníamos
puestas nuestras esperanzas en ti, no obstante el marica te traga por el culo y
desapareces. No te pierdas ese capítulo, eso sí es entretenimiento.
Como me alegró el video que mostró tu ex, Rick Solomon. ¡Vaya
mamada la que le aplicas a Rick! Lo envidié porque para eso sí tienes talento de
sobra, naciste dotada feladora ricachona, pero al mismo tiempo, sentí verdadero
placer. No te puedo mentir mi querida Zorra. La heredera de la cadena de
hoteles más prestigiosa del mundo, muestra al público mundial su única
habilidad, aparte de caminar en una pasarela, chupar. Quise que todas las niñas
ricas del mundo fueran como tú, aunque creo que has hecho algo importante por
este planeta: las inspiraste y cada país de Latinoamérica y de este planeta tiene
sus cuantas Parisillas Hiltons, recreaciones palurdas y poco más pusilánimes de
lo que eres y eso me alegra. He dado con algunas, más ninguna como tú.
Este Rick si es de admirar. Un verdadero perdedor, sin talento, sin genio,
sin dinero y mayor que tu catorce años, te conquista o (¿lo conquistas?), no lo
sé. Y parece que Ricki quería responderte sentimentalmente, tenía buenas y
sanas intenciones contigo, pero tú te comiste a un amigo en uno de tus juegos de
niña mala. Ese amiguito lo hizo contigo para ganar la misma notoriedad de Rick
con los medios faranduleros de tu país y te digo algo importante para que lo
tengas en cuenta el resto de tu puta vida: te puedes comer lo que quieras, pero a
un amigo de tu novio, nunca, perra estúpida.
Ricki pedía venganza a gritos, escupía odio en cada latido de su corazón.
La venganza es equidad y, la equidad, es buena y sana, pensaba tirado en el sofá
de un apartementucho donde vivía cerca al Bronx. Recordó el video que le

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mostraba solo a sus amigos y del que se jactaba en secreto. Cobró duro para
mostrarlo en la red y otro tanto para la tan codiciada primicia de los medios. Tu
abuelo no lo podía creer, no daba crédito a sus ojos. Mi nieta de 19 años pone
sobre el suelo el prestigioso apellido de los Hiltons, ¡Oh, por Dios ..! Entonces
te desheredó de la parte que te correspondía.
Rick perdió a un amigo y a una zoquete plástica y vacía como lo eres.
Tú perdiste 60 millones de dólares y terminaste de cagar la poca reputación que
te quedaba. El amigo de Rick sigue siendo un pobre desconocido y Ricki tuvo
sus 15 minutos de fama que le correspondían y quedó con una cuenta de
muchos ceros en el banco.
Cuando conocí a Sofía, todo apetito sexual hacia ti y tu sucio video,
desaparecieron.
Despierto en la madrugada y veo a Orión que dormita en la esquina de la
cama y “mi mujer” acaricia mi cuello con la suave exhalación de su sueño, en
las manos de Morfeo, abandonados en el centro de esta ciudad, sin otra
esperanza que la de seguir amaneciendo con ellos a mi lado. Esto se parece
tanto a la felicidad, Paris y yo sé que no lo entiendes. Te falta cerebro, corazón
y es evidente que careces de alma. Tu atención es el combustible de mi rabiosa
prosa. ¿Me has visto cantar, hija de perra? ¿Sabes por qué sé tanto de tu operado
culo? ¿Tienes idea de lo que significa pasar una calle de Bogofuck y encontrar
tu pornográfico rostro detrás de los vidrios, tirado en la calle y uno inocente?
¡Es un puto asalto! y me estoy cansado, Zorra subnormal. Algún día iré a NY, te
buscaré con la excusa de obtener un autógrafo tuyo. Trata de estar atenta a mi
sombra, no me menosprecies. Agáchate cuando me veas. Jugaremos al
“Kidnapping”. Nuestro deporte nacional, ¿no lo conoces? Es sencillo, yo te
escondo y que nadie te vea. Te protegeré de papparazis y chismosos. Te salvaré
la vida y recobrarás tu alma y me lo agradecerás por siempre, loba engreída y
petulante.
Nunca tuyo,
Jhony X.

Lluvia de noviembre

Es verdad que me gustaron Los Gunners. Cinco imbéciles que no


hacían otra cosa que beber, vomitar y hacer chirriar sus voces y guitarras
en un sucio garage de Los Angeles. De pronto, sin esperarlo, un día
cualquiera son disparados a la gloria y la fama. Pura ampulosidad vacía y
sin sentido. Algunos amigos punkeros como el radical Frank, me
recriminaron el hecho de admirar a Axl Rose. Lo consideró una traición al
movimiento. Argumenté que Axl tenía una actitud muy punk, lo mismo que
Jim Morrison y Elvis Prestley. Hay que precisar aquí que su primer álbum,
el “Apettite for Destruction” bebió de las fuentes inmundas del punk y pese
a los tintes rosas del glam con el que fue salpicado, ese trabajo provocó en
mí, siendo un niño, una primera sensación de interés y cercanía por el rock.

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Después escuché el Spaguetti Incident, una serie de covers en honor a los
clásicos del punk. De los Gunners pasé a The Clash y, de The Clash pasé a
The Crass, abruptamente y, era extraño, me buscaba en un pasado cercano.
Si sacas las letras del punk aparte de la música te encuentras con un
verdadero discurso contra el orden establecido. No hay metáforas subidas
ni tampoco sutilezas estéticas, sólo grito, rabia y demencia. Siempre quise
escupir algo de mi enfado en ese tono y un día lo hice y me sentí satisfecho.
Descubrí el secreto de la cordura, el punk era un movimiento cuerdo que
luchaba contra las ilógicas ataduras del sistema. Los que parecían cuerdos
eran los dementes y no temía equivocarme. Aunque, ¿de qué está hecha la
historia?, de errores y más errores. En ese sentido valía la destrucción
social, la autodestrucción y la degradación del alma. Lo experimenté todo,
de la manera más deportiva y sus consecuencias me han tenido cerca de la
hoguera. Sofía era una niña y en algún lugar del mundo jugaba con su
Gatubela. Quién iba a pensar que sus pasos la iban a enviar justo a mi
ratonera y luego el destino me la iba a arrebatar de la peor manera. Con su
ausencia mi dolor se iba a convertir en furia; mi fracaso en una broma
macabra y mi fe en la humanidad, en un mal chiste. Todo se ha confabulado
en mi contra y me ha señalado el camino del suicidio.
Creo que todo rockero local debería valorar a Los Gunners, el único
grupo que cagándose en el top No 1 de los listados musicales decide
descender desde cielo de la fama hasta la ciudad más violenta del mundo
―según las estadísticas de la época―, Bogostruction. Los demás grupos y
estrellas de rock vienen cuando están hechos polvo y sus discos valen
menos que la mierda y saben que el único lugar en el orbe terrestre donde
llenarían un estadio sería aquí. Los Gunners hicieron un estupendo álbum
de covers de punk, el Sapghetti incident y cantaron una hermosa canción de
Charles Manson, Look at your game girl. ¡Mis respetos para los Gunners!
El concierto duró 42 minutos en vivo. Fuimos con Elía, lo conozco
desde niño. Ese cabronazo de Axl, el hombre de las mil voces, el showman
más irritable de la escena en su momento, seguramente tenía heroína hasta
la médula, corría y cantaba. Era delirante y contagiante, era noviembre. El
estadio estaba hasta los tuétanos, la gente coreaba en mal inglés sus
canciones. Slash, el hombre de la mascara de pelo, se lucía en la guitarra,
Gilbi Clark y Cuff Mckagan marcaban la pauta oscura de la noche y Matt
Sorum descargaba toda su violencia en la batería y había más. Mientras
tanto, Los Rodríguez, Los López, Los Pastrana, Elía y yo saltábamos e
intentamos ser algo norteamericanos y parecía la más bella verdad.
Axl se sentó al piano, las notas rasgaron un silencio con eco en el
estadio y como un milagro de Satán comenzó a llover, las gotas cayeron
sobre los rostros sudacas. La gente se estremeció de alegría y nostalgia
porque sabíamos cuál canción venía. Afuera, cientos de inconformes, que
en el diario llamaron “desadaptados”, destrozaron los barrios aledaños.

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Esta es Bogowild, pensé. Podemos cantar una balada gringa en medio de
una masacre nacional.

60
Extraterrestres y gusanos

El exceso de droga es benéfico para la imaginación.


Frank Kestein.

Dragón triste. 10 de octubre 2002


Esta corta canción que es la vida como todas las canciones tendrá que
terminar. De este hondo lamento punk no quedará sino un eco inaudible y
olvidable. Esta pequeña noche desparecerá y vendrán otras peores o mejores,
mas no será más la mía. He ido muy lejos, esta edad es demasiado, ha llegado el
momento de detenerme. Quiero unirme al corazón de la autopista, quiero
escuchar sus eléctricos latidos y que los brazos del concreto me reclamen.
¿Podré ver de qué están hechos mis sesos en el piso? ¿Podré ver algo desde el
otro lado? Todo lo que no existe, todo lo que fue invisible, ¿podré verlo
también? Me he incorporado en la baranda del balcón. Quiero batir mis alas
rotas en el fuego. Fiel a mi imagen; leal a mi propia destrucción. El vacío hace
que te recuerde una vez más. Eres la nube negra en mi destino. Eres la noche sin
luna que me hizo perder el camino. Sin ti no hay retorno. Tendré que abrir la
puerta para que Orión vuelva a la libertad. Huirá y correrá, eso hace un buen
perro. El olor de la muerte invade cada calle de este barrio. Las cruces se
levantan de sus tumbas y sus tumbas piden muerto y sus muertos gritan patria,
podrida patria y mi vida ahí, a punto de bajar el telón como en un pésimo filme
donde soy el único espectador.
30 de julio de 2001
Esta mañana Sofía se fue al ensayo con su grupo “Flujo menstrual”. La
bajista, Débora, trata de ser un escándanlo muy a menudo. El problema es que
se le nota la locura, quiere serlo, pero no lo es. Es fácil hallar sus influencias
musicales, admiran al grupo “Policarpa y sus viciosas”, a “Los Gonokokos” y a
Niko de la “Velvet underground”. No sé si Sofía me es fiel o no, sé tan poco de
ella. Esa chica tiene un alma vieja atrapada en un cuerpo joven de mujer letal.
Ella habla como si tuviera diez años más y actúa como si me llevara un paso
adelante. Voy a hacer mi trabajo, que bueno es no tener jefes, no me va mal.
Vendo un libro titulado “El santo de los sicarios”, Ed. Miedos. 1997. 10.000
pesos. La tipa queda contenta con el precio. Vendo “Las conchas de oro del jet
set”, en la traducción de Valverde, 15.000 pesos, barata ¿no? Me los cedió
voluntariamente una viejita y como si fuera poco, tumbo a un baboso por
25.000 pesos con esta joya: “Confieso que he matado y ¿qué?”. Traquetos,
putas, sicarios y dementes. Eso es lo que consumen y los entiendo, me fascinan
estos temas. Sin literatura no sabría qué odiar, qué despreciar, qué amar ni qué
vender. Y para que me envidies vendo unos cuantos cd´s piratas de rock
comercial.

Antes de irme compro un pequeño saldo de libros. Esculco y


encuentro un libro que se titula Documentos UFO de Peter Brookesmith.

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Tiene infinidad de casos y los comenta con la misma estructura: Título: Tres
entidades extrañas. Tipo. Lugar. Fecha. Y luego describe el caso: Situación,
los hechos y conclusión. Este libro se venderá fácil pues está de moda el
programa X Files. ¿Estamos solos en el universo? ¿Existe vida interestelar?
¿Cómo nos comunicaremos con ellos, Scully? Ja, ja, ja, estos tipos y sus
creencias, son un chiste intergaláctico.
He pasado apenas una mañana sin ella y ya me hace falta.
No pago IVA ni derechos a ningún hijo de perra. Almuerzo donde
los chinos. El Chop Suey de la séptima con 22 es de lo mejor. Mis respetos
para la Chifa, el Chang yao y la sopa Wan Tai. Comida buena y económica.
Los chinos lo han inventado todo, menos el punk.
En el camino a casa, bajo por la calle 26 y me encuentro con Frank.
Vamos a ACME bar. Estoy contento por el gran día que he tenido. Lo
intento abrazar de manera fraternal y me empuja. Creo que Frank tiene un
marica adentro que él reprime de la peor manera y por ello sufre de una
constante actividad agresiva hacia cualquier manifestación de cariño o
sensibilidad. Trato de entenderlo. Frank saca un ácido, lo parte por la mitad
y me da una parte. Nos tomamos seis birras y antes de anochecer me
despido.
―¿Por qué te vas, Jhony?
―Mi mujer, me espera en casa.
―¿Tu mujer?
―Sí, Sofía―, ella detesta esa expresión “mi mujer”. Sólo la digo
cuando esta ausente.
―¿Vives con ella?
―Sí, no me di cuenta cómo se instaló. Es un idilio que lleva un mes.
―Esto huele a matricidio y mas te vale recordar que un anillo en el dedo
es ese mismo dedo entre el culo.
―Gracias, Frank. Lo tendré en cuenta Nos vemos.
Estrellamos las botellas con el último cuncho y me largo.
Camino a casa. Son casi las seis. A esa hora las aceras se encuentran
atestadas de esclavos que han cumplido con su labor. Comienzo a sentir el
efecto del ácido. Cruzo la avenida diecimuerte, luego la Jiménez. Paso el
Bar de los rastas, subo y hallo la puerta abierta. Ambiente de reunión. Hay
música y voces. Entro y encuentro sentados en el borde de la cama a Mike y
al otro lado a un extraterrestre que se hizo como amigo.
―¡Quiubo, viejo Jhony! ―me dice, se acerca y me abraza― cuánto
tiempo sin verte, hermano. Llegué de Pereira la semana pasada. Estoy de
paso, en tres días tengo que volver.
Sofía está recostada contra la baranda en la mitad de la cama y ellos
a lado y lado. El panorama me cabrea de una.
―Te presento a Javi, acaba de llegar de E.U.
El extraterrestre tiene los ojos desorbitados, es alto de una tez blanca
pálida, tiene el color de un queso rancio. Le faltan tres dientes de su

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mandíbula inferior. Cuenta que se los quitaron en un pogo en “Rock al
parque”, antes de irse a viajar. Sofía tiene una minifalda morada y cae sobre
sus caderas un cinturón grueso de taches metálicos. No tiene medias y mi
amigo y el invitado pasan sus miradas mal disimuladas por encima de ellas.
Ella lo sabe. Yo lo sé. Ellos saben que ella lo sabe. Ellos tratan que yo no lo
sepa, pero yo lo sé también. ¡Mierda! Esto no es natural. Pienso en Peter
Brookesmith, también en Scully y Mulder. Pienso que no estamos solos en
el universo. Creo que tengo al enemigo en casa.
Título: Un Extraterrestre en Bogotrance
Tipo: Contacto con el tercer tipo.
Lugar: Mi casa okupada.
Fecha: 30 de julio 2001
SITUACIÓN
―Bien, y ¿cómo te fue en E.U?, le pregunto con familiaridad al
extraterrestre para romper la tensión. (Tengo que ser cuidadoso)
Veo que Sofía trajo una mesa cuadrada de centro, pequeña y tiene
por base un vidrio de cristal. Encima hay tres botellas de licor barato
“Eduardo III”, solo dos de ellas están llenas.
―¡Como un culo! ―contesta Javi.
El alienígena nos cuenta que le tocó vivir en un sótano de una casa
de familia en New Orleans, por donde solo entraba luz por unas rendijas a
ras del piso externo. (Sospecho que está armando una treta). Comenzaba el
invierno y la familia marchó a vacaciones. Lo dejó solo. Ahora detallo que
Javi sufre de un ligero desvarío, al recordar su experiencia le da vuelta al
cuello como un boxeador que calienta antes de empezar la contienda, pero
con ese gesto se le transfiguran los ojos como si cada uno tuviera vida
propia o quisieran escapar hacia lados opuestos. (Sé que se hace pasar por
ser humano y le cuesta conservar el disfraz). Dice que se quedó solo por tres
meses y la nieve tapó las rendijas del lugar por donde entraba la luz natural.
Salió para ver gente y se encontró con un paisaje de nieve, frío y desolación
(busca mi condescendencia).
―Is this my american dream? ―confiesa que se preguntó nuestro
amigo interplanetario. (Los marcianos utilizan tácticas de simpatía antes de
atacar).
Por fortuna llevaba una grabadora de periodista y para no enloquecer
grababa su voz y luego la devolvía y se escuchaba, emulaba un diálogo, así
continuó durante un par de meses más. (Su patetismo me hace pensar que es
un extraterrestre venido a menos. No me confío). Pienso que este
extraterrestre llegó a Bogostrange hace algunos años desde un mísero
planeta perdido en algún lugar del universo y empeñó su averiada nave
espacial en una compraventa por diez mil pesos y se los metió en bazuco,
eso me dice su apariencia. Creo que Javi esta utilizando sus poderes
telepáticos y esta convirtiendo a Mike en un gusano y a mi mujer en una
puta. Imagino para no poner atención a Sofía y Mike que hablan en susurros

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al oído y ríen a carcajadas. Pero no aguanto más y me quedo observándolos.
Me contengo.
LOS HECHOS
Mike le ha pedido a Sofía que le muestre el tatuaje. Ella accede y sube
su blusa. Mike aprovecha y toca su ombligo, yo siento un quemón en mis
entrañas. Me pongo en pie. Ella vuelve a sonreírle y me mira de soslayo, un haz
de luz en su mirada me hace entender que lo hace de adrede, mas eso no me
calma. (Tengo que pensar en otra cosa, el extraterrestre lee mis pensamientos,
tengo que andar con cautela). Tomo dos tragos largos de aguardiente. Voy a la
ventana. Saco una felpa. Hundo los dedos y me meto un pase.
―Comparte envidioso ―me pide ella.
Le tiro la bolsa.
Voltea hacia Mike y le invita el polvo de ángel en su dedo meñique.
Hacen miraditas aprobadoras que me enferman. Sofía cruza las piernas. Mike la
mira de arriba a abajo y veo con horror que ahora tiene cara de tenia. Le sale
baba espesa de las comisuras y la piel está recubierta de una sustancia mucosa.
(Ya no es mi amigo, lo han convertido en un gusano). El extraterrestre saca
unos alambres y juega con ellos (se comunica con sus hermanos que lo esperan
en la estratosfera).
―Pensé que te caían mal los gusanos metaleros ―le digo a Sofía con
ironía.
―Este no ―dice ella― si tan solo supiera que éste que le cae bien fue el
artífice de la muerte de su hermana.
Mike comienza a hacer sus caras de gusano travieso y juguetón. Quiere
ganar de sano y limpio, como si yo no supiera que este cabrón se ha comido a la
mitad de la población de putas del barrio Santa fe y Chapinero. Sólo con las
putas se porta como realmente es, lo conozco bien. El gusanillo inmundo de los
celos ha iniciado su ascenso y se atasca en mi garganta como un clavo de odio y
repugnancia. Bebo más duro para ahogarlo.
―No le hagas caso ―dice Sofía, señalándome con un movimiento de
cabeza, (y ésta ya no es más mi mujer).
Mike le sube el volumen a la grabadora para que yo no escuche lo que
hablan.
―Mike, bájale el volumen ―le ordeno.
―¿Cómo?, Jhony. No te escucho ―ríen.
―¡QUÉ LE BAJES A ESA MIERDA!
Le baja y vuelve y le sube. Repite el acto y vuelve a burlarse. Yo palpo
mi navaja. El alienígena piensa en su planeta con sus tentáculos rozándole las
piernas a “mi mujer”. (Quiere abducirla, extirparle su pequeña concha y
estudiarla a fondo, lo sé). Detesto a los extraños en mi hogar. El volumen baja y
vuelve y sube en mi cabeza y las risotadas de los tres me hacen sentir como el
payaso de la noche. Quieren convertirme en su hazmerreír. (Traigo paz, dice el
bicho interestelar, traigo amor, babea). Conmigo no van a poder. El ruido y sus
risas me acaban de emputar. Quieren un acto. Veo dientes que nadan en sangre.

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Saco la navaja y sube mi rabia que se materializa en una patada a la mesa. Se
quiebra el cristal y salen a volar destellos brillantes. Botellas y líquido
transparente. Una de las botellas le cae en la rodilla al marciano que salta a la
puerta y le lanzo la navaja que pega contra la madera después de que él se ha
desintegrado. La navaja cae al piso. Sofía trata de correr y la alcanzo cogiéndola
del pelo y la lanzo violentamente contra un rincón de la pieza. Se estrella contra
la pared y cae. Mike se queda sentado en el borde de la cama, asustado.
“Lárgate, maldita larva”, le digo. No se mueve, mira al piso y espera como un
niño que va a recibir diez azotes por su mala conducta. Lo agarro del saco y lo
tiro de un empujón afuera.
Cierro la puerta.
Un extraterrestre, un gusano y mi mujer querían un acto.
Ella vuelve a intentar salir y la tiro al piso. La aprieto del cuello con la
mano izquierda y busco la navaja con la derecha, la encuentro. Se la pongo en el
pecho y se rinde. No opone resistencia. Con mis rodillas le inutilizo los brazos.
―Vamos. Hazlo. No te arrugues, clávala como lo hiciste con mi
hermana ―sus ojos azules solo muestran desafío―. ¡Vamos hijo de puta, ¿qué
esperas?!
Me nace una risilla tonta y crece hasta convertirse en una carcajada
asfixiante. Epiléptico de la risotada, me retuerzo encima de ella.
―¡Voy a hacer lo que se me dé la puta gana! ―me grita.
No me puedo detener, es casi demente. Pero por dentro lloro un río de
rabia y odio. Paro de reír.
―El extraterrestre te quería comer.
―¿De qué mierda hablas?
―El extraterrestre y el gusano te querían comer y tú querías jugar
conmigo.
―Me voy a acostar con los que quiera, hijo de perra.
―Antes de hacerlo, te voy a dejar un buen recuerdo―, le advierto,
pasándole el filo por el rostro.
―No eres un punkero ni un hombre. No eres ni mierda. Encarnas otra
clase de autoridad. Eres débil Jhony, débil y estúpido.
Le cruzo la cara con la mano abierta y con ese golpe le digo adiós a
nuestro idilio.
―¡Vuelves a joder con un amigo mío y te mato, maldita perra!

CONCLUSIÓN
La libero. Sofía se pone en pie con los ojos enlagunados. Agarra la
chaqueta. Yo estoy arrodillado. Suelto la navaja. Vuelvo en mí. Me calmo.
El efecto del ácido se apacigua. Tomo control. Ella alcanza la puerta y se va
con una parte de mi alma. Una promesa rota. Le sostengo un pie, sin
violencia, conciliador. Ella me pega con la chaqueta en la cara. Me escupe la
cabeza y se larga con un portazo que me deja en silencio, en un abismo.
Dejo de escuchar sus pasos. Clava un tache en mi corazón. Hay espadas que

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caen del cielo. Quizás exageré. Caigo en cuenta de la herencia. Estoy
cometiendo los mismos errores de papá. No quiero ser como él. Me
avergüenzo.

Visitantes.
Los tres estaban cansados. La negrura del bosque y la noche no dejaban
avanzar hacia su destino. Llevaban tres días de camino a pie. El hambre, la sed
y el frío hacían mella en sus fuerzas y calaba duro en sus huesos. Vieron una
casa en medio del bosque y se dirigieron hacia ella pensando encontrar abrigo.
Temieron que su estado y su apariencia provocaran miedo o repulsión en las
personas que habitaran el lugar. Golpearon a la puerta y un viejo torvo y
encorvado los recibió con una amable sonrisa. Los invitó a pasar y azuzó el
fuego de la chimenea. Los hombres se sentaron alrededor. No querían molestar
al viejo por comida y se dispusieron a dormir. Pero el anciano, esa misma
tarde, había matado una res mediana. Les cocinó y les trajo parte de las
vísceras asadas. Les dio de beber agua del río. Los tres extranjeros se sintieron
afortunados y bendecidos por su hospitalidad. Tuvieron una hermanable
conversación con el viejo. Antes de dormir, uno de los tres hombres le preguntó
sobre la peor de sus desgracias. El anciano no lo pensó mucho y les dijo que
entre todas sus desgracias, la peor había sido no haber tenido un hijo. Su mujer
había muerto joven y, desde entonces, siempre había vivido solo en medio del
bosque.
Los visitantes madrugaron, fueron a la parte trasera de la casa. Se
acercaron a la piel del animal, sacaron sus miembros al aire y comenzaron a
orinar al tiempo encima de la piel. El viejo los encontró en el acto y colérico,
les hizo el reclamo por la falta de respeto. ¿Con ésta clase de modales pagan
mi cortesía?, les imputó. El viejo iba a arremeter contra ellos con su bastón,
pero al mirar sus rostros quedó impávido. Con estupor y asombro los
reconoció. Se arrodilló y no dejaba de repetir la palabra perdón. La cara de
uno de ellos era la de Mercurio, la otra, era de Hermes y, la tercera, era del
padre Zeus.
De los orines en la piel de la bestia nació un niño. Zeus lo tomó en sus
manos y se lo entregó al anciano. El hombre se deshizo en lágrimas. Agradeció
a los dioses por el celestial obsequio y le dio nombre a su retoño: Orión.
Isabel Z cierra el libro.
―Mamá, ¿Le puso Orión por lo orines de los dioses?
―Sí.
―¿Y cuál es la historia de Orión, Má?
Es hora de dormir. Mañana volveré a leer. Por ahora duerme, hijo.

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Lado A Aullidos

Ámame cuando menos lo merezca porque es cuando más lo necesito.


R.L Stevenson.

I. La noche suele ser peligrosa, pero en la oscuridad puedes


mostrar tus heridas.
Ella volverá, se que volverá. Su tarea esta inconclusa y ha dejado sus
pertenecias. Fisgoneo y saco de su morral las prendas de chica punk que
siempre la acompañan, huelo su ropa intima, me masturbo y me deprimo,
quiero retener su aroma. Sé que volverá, pronto va a volver, este amor
quedó en pause y no hemos escuchado todas las canciones. Aguanta Jhony,
se duro, reviéntate en silencio. Recuerda amar la soledad. Sigo sacando sus
cosas y descubro cuatro esencias en pequeños frascos, matas secas, un libro
de quiromancia y una libreta de datos que ella recoge en letra pequeña y
pegada que no se puede leer bien. Parece que son hechizos y recetas de
bruja posmoderna, las mujeres tienen esto por moda desde el principio de
todos los tiempos. Yo no creo en nada de esta joda, solo quiero que vuelva,
antes que la diminuta chispa de mi voluntad se apague. Vuelve, vuelve,
vuelve, digo y muevo mis manos como un mago triste ante tus inmundos
fetiches.
II. Aún no he pagado todas mis deudas con el infinito
Ella no duró sino cuatro días fuera de casa y yo casi enloquezco.
Trato de hacerme el fuerte, aunque tenga una alegría imposible de disimular.
El solo hecho de verla bajo el marco de la puerta me hace pensar en la
posible existencia de Dios. Esta arrepentida. Sigue siendo una niña. En sus
manos trae envuelto algo en un trapo. La abrazo y le pido perdón por la
violencia. Me dice que me extraña y quiere volver a intentarlo. ¿Vale? Vale,
le contesto. Destapa el trapo y se levanta una cabeza de perro pelada. Es casi
un recién nacido que iba a morir a la entrada de la casa. Es un gozque con
cancha y sarna, lleno de pulgas.
―No creo que podamos tenerlo aquí, le digo con suavidad.
―Fresco Jhony, solo serán ocho días. Mientras se cura. Yo me
encargo de todo. Por favor.
Acepto sin más reparos.
―¿Ya le tienes nombre?
―Sí, se llama Orión. Míralo, parece un cazador, ¿no te parece?
Hago un esfuerzo.
―Sí, claro, aunque recuerda que a Orión lo mató Artemisa.
―Y valió la pena, pues se convirtió en constelación. ¡Ven! ―, me
coge de la mano y me lleva hasta la ventana―. ¿Ves esas tres estrellitas en
línea? ―asiento con la cabeza―, ese es el cinturón de Orión. Un poco de
imaginación y ves al inmenso cazador. Su recuerdo está inmortalizado en el
cielo, gracias a Artemisa. Ella lo mató por error, fue una argucia de Apolo.

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Miras al cielo y recuerdas a Orión. Para recordar a Apolo, hay que ir a un
bar de maricas musculosos.
Pone su mano derecha en la cabeza del canino enfermo. Mira al
cielo, masculla unas palabras con los ojos cerrados y le dice:
―De hoy en adelante te llamarás Orión, crecerás, te multiplicarás y
serás un buen perro―. Ahora le asesta un beso en su frente sarnosa y el
esquelético sabueso saca la lengua y le lame una mejilla.
Ésta frágil y pequeña sabia. Cada acto suyo, incluso los más sucios y
triviales, me enamoran.
III. Entre la calle y los libros ha nacido ésta horrible filosofía.
Elía, el chico crossover, trajo un casete de The Doors. Le da play en
la grabadora. Suena Roadhouse Blues mientras me arreglo para salir. Al
escuchar la voz de Jim, Orión se empina y comienza a ladrar buscando un
aullido hasta que lo logra. Elía y yo nos miramos con extrañeza. Voy a la
grabadora y oprimo stop. Para la música y también los aullidos de Orión.
“Y, este ¿qué?”, pregunta Elía. “Hmmm, se enloqueció”, observo. Le doy
play de nuevo y el enano se despacha con un sonoro auuuuuu. Es la voz de
Jim, nunca lo había visto en éstas. No pudimos escuchar la canción gracias a
la aulladera de mi desequilibrada mascota.
Elía me acompaña a sacar al perro. Ya lleva dos meses aquí. Antes
de ayer lo dejé a veinte cuadras de la casa. Me quería deshacer de él y el
enano volvió. En la noche lo encontré frente a la puerta, subió la mirada y
me dijo: “No seas malparido, Jhony, hace frío y tengo hambre”. ¿Cómo
puedes echar de tu lado a un animal que con una mirada te lo dice todo?
Con el meneo de su cola dijo que me amaba. Me quedé con Orión.
Está bonito. Le ha crecido pelo amarillo color oro, parecido al de los
labradores y sin embargo, no es labrador. Tiene patas largas y delgadas
como las de un galgo inglés, aunque no es galgo, mucho menos inglés.
Tiene la altura de un salchicha, 25 centímetros y pesa 9 kilos, lo que pesan
dos pateables french poodles, más por fortuna, tampoco es french poodle.
Me cae bien Orión. Es la primera vez que lo acompaño afuera. Sofía
casi siempre lo hace. Yo simplemente abro la puerta, lo dejo salir y a la
hora, hora y media, mi can vuelve. Es un perro anarquista. A Elía le ha
empezado a gustar porque el enano esta lleno de vida, así que se nos lanza
encima y salta a nuestro lado y nos da pellizcos con sus dientes. Tiene unas
orejas doradas, grandes y flexibles. Me encanta apretárselas. Me desestreza.
Un ojo es café y el otro café claro. Me recuerda a David Bowie. Orión no
tiene origen único, algo muy latinoamericano de su parte.
De pronto, el enano se despega de nosotros, corre y se mete en la
panadería de la esquina y el panadero sale con un pan blando “Hola,
Orión...” y le da el pan, el cual devora en un parpadeo. Ahora se mete a la
carnicería y sale con un trozo de carne que de dos chasquidos desaparece.
Son pocos los que tratan bien a los animales. Orión sabe pasar las calles
solo. Le tiene miedo al ruido de los motores. Debió pasarle algo muy jodido

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para saberlo hacer. Es un perro prudente y perspicaz. Es más conocido que
Sofía y yo juntos. Me alegra su independencia. Si yo muero, él sabrá
defenderse.
Voy a un paraje cerca al cerro de Monserrate. Pasan un montón de
perros encadenados por sus amos. Los han vuelto prisioneros o esclavos.
Los demás canes envidian la libertad de Orión. El enano va les huele el culo
y vuelve. El anarcokan es feliz en la ciudad, el paraíso de los olores, es un
perro urbano. Huele en las esquinas, la basura, los despojos de comida, la
orina de sus otros colegas. Él descubre este universo capitalino a través de
su olfato. Orión es un pequeño cazador que riega matas y postes.
Gandhi dice que el espíritu de un pueblo se mide en la forma como
sus habitantes tratan a los animales. Das un vistazo a Bogohell, la relación
que tiene su gente con los animales y te das cuenta de la vergonzosa bajeza
de nuestro espíritu.
Llegamos a una zona verde amplia y Orión comienza a correr en
círculos, es rápido y ágil. Corre como si se hubiera deschavetado, corre con
una alegría en su rostro maravillosa, como si sonriera. Elía y yo jugamos a
atraparlo, es más fácil atrapar una liebre. Nos cansamos y nos tiramos en el
pasto a conversar.
―¿Vas bien con Sofía?
―Parece que sí.
―¿No es jodido vivir con una mujer así?
―Es jodido vivir con cualquier mujer.
―...
Orión vuelve, me lame una mejilla y juega encima mío hasta que se
queda quieto, levanta las orejas y luego bate la cola. Orión me mira y yo
siento que tengo un nuevo amigo, un amigo que no habla, el amigo perfecto.
Con mis gudiz soy feliz
Alex miró al hombre fuerte que aparecía en la propaganda del tarrito
rojo. De niño a Alex le decían Bam Bam porque tenía una fuerza descomunal.
Mesas, sillas, materas, todo a su paso caía al suelo. Sir Leonard pensaba que
su hijo iba a ser fisicoculturista y esa idea no le desagradaba. Más cuando mi
padre se daba vuelta, Alex besaba al hombre fuerte de la publicidad del tarrito
rojo.
Alex y yo nos sentábamos en el sofá de la sala a ver “Los magníficos”.
Los niños soñábamos con tener la colosal fuerza de Mario Baracus; el poder
seductor de Faz; la simpática locura de Murdok y la sofisticada inteligencia de
Aníbal Smith. Esos cuatro reunían al hombre perfecto. Cuando crecimos nos
dimos cuenta con tristeza que habíamos adoptado la simpática locura de Anibal
Smith; la colosal fuerza de Faz; el poder seductor de Murdok y la sofisticada
inteligencia de Mario Barakus. Alex soñaba con ser Melinda Culea, ¡curioso
apellido!, la incomparable salvadora de sus buenas fechorías.
Una de las propagandas que acompañaba a la serie tenía un pegajoso
estribillo que cantábamos al unísono con mi hermano.

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Con mis gudíz soy feliz porque son de maíz
son bolitas de colores, dulces sus sabores
cuando me como la amarilla, sale el sol y brilla
y si me como la verde, todo de color se vuelve...
Recuerdo que Alex comenzaba a hacer una coreografía con absoluta
gracia y desparpajo. No parábamos de divertirnos. Él bailaba toda clase de
ritmos y aprendía con increíble facilidad. Más si sir Leonard se encontraba
presente desaparecía el humor y reinaba una seriedad del alma
insoportable; la seriedad que nace de la mezquina autoridad. Sameli, mi
hermana, gozaba de una belleza nórdica y también era dotada para el
baile. Ambos tenían un espíritu tropical. Cuando los dos rubios bailaban se
llevaban todos los aplausos y ovaciones. Sameli hablaba y capturaba la
atención inmediata de quienes la rodeaban, su naturalidad y espontaneidad
formaban un poderoso afrodisíaco, así que le llovían invitaciones y
declaraciones. Alex adoptó muchas características de su personalidad.
Quizás, sin ninguna conciencia, trataba de verse como ella y esto indignó a
mi padre. Siendo un adolescente Alex mostró su verdadera identidad sexual
y mi padre como casi todos los de su condición y época, no pudo aceptarlo
y lo echó de casa violentamente, sin reparos.
Vi llorar a mi hermano, armando una maleta. No entendía bien lo
que pasaba. Lo vi salir por la puerta del balcón y mi madre lo despidió con
mil abrazos, bendiciones y besos. Mi madre se quedó llorando en el balcón
mientras su hijo se alejaba. Un par de minutos después salí corriendo.
Llegué a la esquina, entré a una tienda, buscándolo y antes de que
desapareciera en la avenida lo alcancé. “Alex, Alex”. Me abrazó y me dijo
que volviera a casa. Yo solo quería entregarle algo y saqué del bolsillo un
paquete de Gudiz para que fuera feliz. Esbozó una sonrisa. Me dio un beso
en la frente y prometió que volvería.

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Sabia y bruja

Muelas de hipopótamo, cuernos de dragón,


¡que nunca nadie hiera tu corazón!

Esta ciudad con sus borrachos orinados en las esquinas, con sus
parques y sus héroes de mentiras, con sus noches frías y violentas y el
abrigo de la muerte que cubre sus miserias. Esta ciudad con sus mendigos y
sus proxenetas, con sus diablos y sus desplazados, con sus vagos y sus
tumbadores, con sus payasos y sus travestis, con sus hordas de perros
miserables, con sus burros y sus zorras medievales. Esta ciudad con sus
putas y sus violadores, con sus enanos y sus mutilados, con sus sucios
extranjeros y sus tristes campesinos. Esta ciudad hecha de ladrillo, cemento,
bóxer, madera; erigida con sangre, odio y semen. Esta ciudad con sus pobres
y sus feligreses, con sus elitistas y sus arribistas, con sus traidores y sus
redentores, sus vendidos y sus vendedores, con sus maestros y sus
discípulos. Esta ciudad con sus dudas, sus mujeres, sus amores, sus miedos
y rencores. Esta ciudad con sus vilezas y abyecciones, con su lluvia y
decepciones, con su fiesta y su dolor. Esta ciudad donde reina el caos, un
caos que está más allá de toda comprensión. En esta ciudad pasa a diario el
carnaval de la muerte. Bailamos y esquivamos el filo de la hoz, algunos
conservamos intacto el cuello para sonreír una vez más. En esta ciudad
reptan desgraciados alegres y divertidos, eso somos, el mejor vívidero del
mundo. Esta ciudad es el basurero de la creación divina. Esta ciudad es mi
ciudad, pronunciar su nombre completo duele y, sin embargo, la quiero.
29 de agosto de 2001
Le doy con gana, le doy con fuerza. La tengo en cuatro y le jalo su
mata de cabello roja. La cabalgo sin descanso, sin consuelo. Le gusta que se
lo haga así. Entro y salgo con un ritmo vertiginoso, la sangre fluye desde
hace mil años, siempre hacia el mismo destino. Cambiamos y le pongo las
manos en el cuello. Le excita que juegue a ahorcarla y le doy parejo,
estrello salvaje mi pelvis contra su sagrada concha, siento cómo llega, una
reacción clitoriana en cadena, un orgasmo tras el otro, en rosario, reza y
suplica, le tapo la boca, juego a asfixiarla, respira forzoso por la nariz, sueño
que la violo y lo quiere, moja las sábanas, el borde de la cama y aún no
termino, aguanto. Sé que quiere más. Ahora la tengo boca abajo. Saco la
navaja y rasgo su piel con la sierra. Dibujo líneas suaves en espalda, nalgas
y brazos. Saca el culo, la penetro y la corto. Lamo sus marcas, bebo su
sangre. Me pongo en pie y ella se arrodilla en la cama y chupa mi verga,
come con gana y me quita el cuchillo. Traga y corta mi piel, adornando mis
piernas con líneas largas y profundas, me duele y me enferma su
perversidad, tengo temor y entro en el paroxismo de mi excitación. Orión se
desquicia en el piso por el olor que destilamos, lame su sangre, mi sangre,
nuestra sangre y aúlla sin la voz de Jim en el aire. Es un perro vampiro, es

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un lobochupasangre. Llueve, relampaguea, el cielo está furioso con la tierra
y siento que es la hora. Mis nervios hacen corto, la electricidad interna va de
polo a polo, pongo mis manos en su nuca y la expulsión de mi semilla se
materializa adentro, muy adentro, para que no haya dudas de que todo lo
que tengo es suyo. Baja el ritmo, juega con sus labios, salen unas pocas
gotas más que quedan en sus mejillas. Estoy en el trance de esa pequeña
muerte, la acaricio. Siempre se lo bebe completo, pero hoy decide sacar un
frasco pequeño de vidrio y mete la mitad del líquido en él.
―El semen es bendito. Evita el cáncer, el acné y la infidelidad, por
lo menos, las dos horas siguientes al polvo ―me dice, midiendo la porción.
Sé que la perdida vulgar de semen conduce a la muerte. Su
preservación trae la vida y la auténtica vitalidad del hombre. El semen es un
tesoro escondido, si lo mantienes, te ilumina el semblante, fortalece tu
mente y te colma de un bienestar sin igual. El semen, esencia de las
esencias. Sol blanco y espeso deslizándose en tus cavernas. Debería
retenerlo, mas con ella no puedo, no quiero. Disfruto de un especial deleite
al saber que eso que sale de mí queda dentro de ella. Violencia y sexo, un
animal primitivo. El semen es agua bendita, se lo daré a beber cuantas veces
pueda, así nunca morirá de cáncer, desaparecerá el leve acné de su espalda y
me mantendré fiel, sin ganas para otras, sin ganas para el mundo.
―Hoy tiene un sabor agrio, porque has bebido y metido ―me acusa,
arrastrando con los dedos las gotas blancas que quedaron en sus mejillas
hasta su boca.
―No creo que sepa mejor si cambio mis hábitos de consumo.
―Te equivocas, come fruta y verdura, te sabrá dulce.
―¿Para qué quieres esa muestra del frasco?
―Para tenerte atado a mí, por siempre―, imita una sonrisilla de bruja
malévola y hunde su cabeza en mi sexo riendo de verdad. ―¿Crees en la
magia? ―me dice elevando su divino rostro desde mi entrepierna.
―¡Bah! Todo eso es basura. Supercherías baratas y populares. La
superstición es la religión de los hombres débiles.
―Siempre tan inteligente.
―No lo digo yo, lo dice Marx.
― Imagino que el semen de Marx sabía a mierda ―recrimina y le
cambia el semblante.
―No lo creo, era judío y ateo.
―Entonces no sabía a nada.
―Quizás sabía bien, porque no bebía ni fumaba.
―¿Tuvo hijos?
―Muchos, la mayoría murieron.
―Entonces la mierda es más provechosa que el semen de Marx.
Sus ojos parecen la ponzoña de un alacrán. Está a punto de estallar
de rabia. Sofía es un alfa de su especie, no es sensato contradecirla.
―¿Para qué lo quieres? ―cambio el tema.

72
―Compré una belladona. La sembraré en la azotea y la regaré con
éstas gotitas, si crece es porque gozas de una gran virilidad.
―Y, ¿si muere?
―En ese caso, mejor sigue citando a Marx.
Duermo. En Bogocold, llueve. Hiela, en Bogohurt, hiela. Hoy morirá
la cosecha de la calle, los hijos del cemento y muchos animales. Habrá
helada. Me entristece que mueran los animales. Llueve a cantaros. Me
fascina dormir cuando llueve. El golpe de la lluvia en los tejados funciona
como una vieja canción de cuna, como el catalizador de las pesadillas que
olvido. Despierto, busco a Sofía para abrazarla. No la encuentro. Sigo su
rastro hasta la azotea y veo con estupor que siembra su belladona a
medianoche. Parece que le habla, parece que le ora. ¿Qué puede decirle uno
a una mata? ¡Qué rara es esta chica! Me figuro que no solo quiere a los
animales, también a las plantas. Espero que la belladona crezca y no me
haga quedar mal.
La maldición.
La maldición cubrió el amargo destino de este barrio. Hasta el día de
hoy ha estado sepultado bajo el halo infernal del crimen y la desgracia. Todo
ocurrió a finales del mes de abril del año 1962. Aún se pueden escuchar los
improperios insultantes del cura. Aún se puede ver la gran mandíbula
gesticulante, la lengua saliente, la campanilla temblando, las entrañas del odio.
Puedo ver su gesto iracundo, sus manos empuñadas, arrodillado, impotente
frente a los pedazos de las estatuas, con su sotana negra, su cruz de plata
colgando en el pecho, gritando al cielo:
―MALDITO, MALDITO BARRIO DE MIERDA. NUNCA
PROGRESARÁN. USTEDES Y SU PROLE SERÁN MALDITOS SIEMPRE.
Minutos antes las estatuas fueron a dar contra el concreto. La virgen
santísima, San Pablo apóstol, San Ignacio, San Antonio, San Fermín y el Señor
crucificado se hicieron astillas contra el pavimento. Estaban hechas de madera
por un notable escultor capitalino del siglo XVII. Los hombres que las
cargaban en la procesión del día viernes de semana santa, la semana mayor, no
pudieron sostener el equilibrio porque había llovido y las cáscaras de plátano,
banano y las pepas de mango fueron pisadas por los buenos feligreses. Caían
como fichas de dominó. Uno tras de otro. La calle empinada se prestaba para
una peor reacción. Los chicos lo sabían. Tiraron los desperdicios con el mayor
disimulo bajo los pies de los cargueros. Mientras se iban cayendo las estatuas y
la gente se alejaba con estrépito, ellos no podían aguantar la risa. Se
escabulleron entre la multitud. Antes de llegar a la calle empinada por donde
iba a pasar la procesión habían caminado doce cuadras. Venían de la
panadería “El roble”. En esa panadería habían ultimado detalles. Pagaron.
Bebieron leche con bocadillo. Una hora antes de comer en la panadería, se
habían encontrado en la plaza de mercado del barrio. Uno de ellos había
avistado el lugar de los despojos. Recogieron en bolsas negras de plástico las
cáscaras de banano, plátano y las pepas de mango. Uno de ellos venía de

73
almorzar y el otro de colaborarle a su padre en el noble oficio de la
construcción. Leo se había levantado temprano y lo armaron con guantes,
palustre y un balde. Peter le colaboraba en una tienda a su tía. Lo mejor de la
jornada laboral era la hora del almuerzo. Antes de levantarse de la cama e ir a
laborar esa mañana. Peter soñó que era el hombre eléctrico, que le soltaba
corrientazos a todo el que tocaba o lanzaba descargas a unos cuantos metros.
Lo despertó el ladrido de un perro e intentó volver a soñar lo mismo, pero no
pudo. Leo soñó con un castillo donde encontraba cientos de juguetes para él
solo y no los compartía con nadie, después se aburrió, pero no quiso salir del
sueño ni tampoco del castillo.
La noche antes de irse a dormir. Habían jugado a las carreras con más
chicos de su edad. Llegaron exhaustos a una esquina del barrio. Les robó su
atención un cartel tamaño afiche, hecho en papel periódico, pegado con cola en
la pared. En letras rojas decía lo siguiente: “SEMANA DE LA PASIÓN.
Invitamos a la comunidad a compartir el vía crucis del viernes santo.
Coordina: Parroquia del Barrio Las Cruces. Dirige la procesión Padre
Vicente”
―Ese cura manoseó a mi hermano ―dijo rabioso Peter.
―A mi me cae mal ese hijueputa ―respondió Leo.
―Quiero hacerle una buena broma para desquitarme.
Leo maquinó la situación, el momento y la hora para hacer la broma.
Peter propuso el instrumento. La noche ocultó esa complicidad infantil a lo
largo de muchos años y desde ese día el barrio Las Cruces quedó maldito.
Esta historia me la contó Sir Leonard, mi padre y se sentía orgulloso de
que la maldición no lo hubiera tocado, pero yo creo todo lo contrario pues él
aún no sale del castillo ni sus viejos juguetes.

74
El último gran arte

Es el tiempo de los asesinos.


J.A. Rimbaud

Ésta es la historia de un niño a quien su padre llevó a ver la “Fiesta


brava”. Ésta es la historia de un niño en medio de una multitud eufórica que
gritaba “¡Ole! ¡Ole!”, mientras le metían ganchos en el lomo a un animal. En
ésta historia el niño vio cómo el primer torero de la tarde erró la estocada final y
metió la espada en medio de los ojos del toro. La espada salió por el cuello. La
multitud abucheó al torero. El niño quiso llorar, saltar a la arena y abrazar al
animal. El toro fue apuñalado en el corazón para que no sufriera. El niño no
quería estar más en ésta historia, pero su padre lo obligó a ver las otras dos
faenas de la tarde. A ésta historia hay que sumarle la algarabía, el alcohol, el
sol, la victoria, orejas, un rabo de res y la pregunta final de su padre: ¿Le gustó?
En ésta historia el niño responde que muy poco. Ésta respuesta no es la que
espera su padre. Usted sabe que esto es arte, dice él. ¿Qué es el arte, pa? Es algo
muy bonito, muy bello. Sólo vi sangre y dolor, no vi nada bello. Usted es un
ciego, hijo, se lo voy a explicar: Un hombre de 65 kilos se enfrenta contra una
bestia de más de media tonelada, arriesga su vida para entretenernos, ¿no lo ve?
Este es el símbolo de la victoria del débil contra el fuerte, eso es arte, ¿entiende?
Ésta es la historia de un niño que no supo decirle que no a su padre. Entiendo,
pa... Entiendo.
29 de agosto de 2001
Eres mío Jhony y te poseo. No podrás hacer el amor con nadie más que
conmigo. Mientras esta planta este sana y salva, me perteneces. Hoy hay luna
llena. Llueve y la tierra húmeda a medianoche es propicia para mi sortilegio. Te
encargarás de regar y cuidar esta belladona y nunca sabrás que es tu cadena, tu
atadura, tu condena. Sin mí morirás, el desespero te matará. Seré tu peor droga,
tu oscura obsesión y harás cuanto yo desee. Te convertiré en mi juguete, en mi
títere y el día que me vaya, te cortaré los hilos. Te dejaré sin voluntad. Te
llevaré hasta el límite. Haré que te mates. Los elementales están a mi favor. Lo
que aprendí desde esa noche de la secta satánica hoy se concreta en forma de
ligamento para ti, enviado para tu sangre, para que tu fuego se apague en mis
manos. Esta es mi venganza, sutil y sensual; suave, lenta y amorosa. Es lo justo.
Me beberé tu savia, chuparé tu energía y morirás seco, de rodillas, ante mí.
11 de septiembre de 2001
Me encuentro con Rai en la cafetería que queda en el extremo norte del
Chorro de Quevedo para charlar un rato y mostrarle la letra de una canción. Es
temprano y tengo ojeras por la farra de la noche anterior con Sofía en la little
hot shop, la tiendita caliente. Donde Ceci. Un montón de personas se agolpan y
miran la pantalla de un televisor. Nos acercamos. En la pantalla repiten la
secuencia de un avión impactando contra una de las torres gemelas y, en
minutos, el segundo avión atraviesa el concreto de la segunda.

75
Rai se acerca y pregunta a uno de los chismosos:
―¿Está buena?
―¿Qué?
―La película.
El chismoso le hace un gesto de desagrado y se aleja.
A mi lado, hay un señor con gorro blanco, delantal percudido y rodillo
de madera en mano. Es un panadero con la boca abierta mirando la pantalla. Le
doy dos golpecitos con mi dedo índice en su hombro derecho. El panadero
voltea a mirarme.
―¿Cómo se llama esa película, señor?
―No es ninguna película. Está pasando de verdad. ¡Les están dando por
el culo a los gringos! ―dice y deja ver una sonrisilla malévola en su rostro.
―¿Qué..?, no puede ser cierto ―alega Rai― eso es un montaje, los
gringos son espectacularistas, especialistas en el arte de fabricar mentiras y
venderlas. Eso es el performance de un ilusionista.
―¿Pero no escucha al periodista? ―dice el panadero― ¡¡ES UN
ATENTADO TERRORISTA!!
Pongo atención un momento. El periodista que informa parece el
narrador de un partido de fútbol.
Las torres arden. La gente grita.
―Pero parece una película ―observo.
―Es un montaje ―vuelve a la carga Rai― como lo de la luna, la
defensa de la democracia y la buena moral estadounidense.
―Muy cierto ―apoyo a mi amigo―, lo único bueno que han hecho los
gringos es el rock, el cine y la literatura underground.
El panadero nos corta y se abre.
―Y los montajes, Jhony. ¿Te acuerdas de La Bruja de Blair?
―Muy poco.
―Los medios se prestaron para hacernos creer que el video fue
encontrado enterrado como una guaca e informaron que todo era real.
Jugaron con nosotros. Lo presentaron dizque sin edición alguna. Esta
mierda que estamos viendo es más de lo mismo.
La estructura de una de las torres cede y comienza su derrumbe ante la
estupefacción de los espectadores.
―¡Pero qué montaje, Rai! De todas maneras esos gringos son unos
duros.
Bajamos por la calle del embudo. En los negocios y locales comerciales hay
más gente en torno a los televisores.
Yo salgo de la duda.
―Esto es de verdad, Rai.
Mi amigo sigue firme en su escepticismo.
―No, Jhony. A la fija nació otro genio como Wells. ¿Recuerdas que
medio New York se comió el cuento de los ovnis?
―Sí.

76
―Ahora quieren hacerlo con el mundo entero.
Nos estacionamos frente a una vitrina inmensa de venta de
electrodomésticos. Veinte pantallas de televisor marca Daewoo, 36 pulgadas,
hecho en Korea, presentan la misma imagen. Un empleado cambia el canal en
línea y la mayoría de los canales están transmitiendo la misma noticia.
Rai comienza a ceder como la segunda torre, prende un cigarrillo y se
sienta en una banca.
―No lo puedo creer. ¡Es cierto! Pero parece un montaje. ¡Mira, mira,
cómo corren!
Desenvuelvo un chicle, trident, sabor a fresa. Lo meto a mi boca y
masco.
―¡Qué maravilla, ha resucitado el verdadero arte, Rai! Este es el último
gran arte. Disfrutémoslo.
Hay un montón de gente feliz. Nos quedamos frente a la pantalla por
horas.
02 de Octubre. 2001
En estos tres meses no he hecho otra cosa que vender la mercancía y
sostener nuestra ilusión, nuestros viajes secretos, nuestros paraísos artificiales.
Marihuana, roches, poppers, coca, ácidos y antihistamínicos. La verdad, desde
hace una semana no queda un libro por vender. El consumo fue mayor al
producto. En pocas palabras, nos metimos hasta el último centavo. Ella saca lo
peor de mí con tan poca poesía. No tengo la certeza de que me ame
verdaderamente, dice esa expresión como se compra un cigarrillo. Yo cometo
locuras, tomo riesgos, me atrevo a realizar acciones peligrosas para que ella no
se vaya a aburrir y me deje solo.
Con ella soy un asesino; sin ella, un suicida.
Voy a pedir libros pero ya he agotado a los benefactores de mi empresa.
“¿Otra vez usted? “Ya colaboramos con su campaña, señor”. Pateo piedras, bajo
hacia la plazoleta del Rosario. Siempre he tenido ingenio para conseguir dinero.
Paso la Casa de Burguesía Silva. Está atestada de poetas, ¡qué aburrimiento!
Llegando a la plazoleta, veo una camioneta 4x4, Mitsubishi. Modelo 98. Roja.
Al lado dos tipos beben cerveza, me muero por una birra. Me llama la atención
el tipo de pelo blanco, barba simétrica y gafas oscuras. Lo detallo bien. Me
acerco y vaya sorpresa, no puede ser. Es mi padre. Con canas y más barriga. Me
instalo frente a él. Me mira con rencor. Piensa que le voy a robar o a pedir. Ya
está entonado. Se quita las gafas y aclara el foco.
―¿Jhony?
―Hola, padre ―contesto con una leve agitación en mi garganta.
―Hace cuánto tiempo... ―me pone las manos en los hombros. ―Cómo
ha cambiado― me mira de arriba abajo.
No soy lo que esperaba. Lo sé. Aguardo en silencio.
―¿Quiere tomar algo?
―Una birra.
―Una ¿qué?

77
―Una cerveza.
Bebo la cerveza como si hubiera estado perdido en el desierto por una
semana. No han pasado diez minutos y ya sé que le empieza a molestar mi
presencia. Mi padre me cuenta de sus negocios. Que vivió afuera del país un
tiempo. Ahora tiene un almacén de víveres y licores, una finca, un apartamento
y una compraventa. Menciona que ha hecho vida con una extranjera. Le ha ido
bien.
―Y, usted, ¿qué ha hecho?
―Tuve una librería... especializada en literatura.
―¿Y?
―Bueno... ya sabe... aquí se lee medio libro al año. Lo dicen las
estadísticas y así no se puede. La librería quebró―. Busco una explicación
decente y solo atino a decir lo anterior―. Además, esos medios libros deben
tratar de traquetos, putas y sicarios, invariablemente, si no, no se venden. Las
otras historias, las que me gustan, no existen, papá.
Sir Leonard vuelve a mirarme con cierto disimulado asco.
―¿Está estudiando?
―Lo estuve. Estudié literatura.
―¿En dónde?
―En la del distrito.
―¿La cárcel?
―No. La universidad.
―¿Terminó la carrera?
―No, señor. Como quebró la librería no pude continuar.
Le digo esto porque recuerdo que desde niño, él siempre nos aseguró a
mis hermanos y a mí que si alguno estudiaba él nos patrocinaría, pero por mi
facha y mi estado, descubre que tergiverso la historia. Se nota en mí la ansiedad
del adicto. La ansiedad de las ansiedades.
―¿Qué hay del tío Jack? ―le pregunto.
―Se reintegró a la sociedad. Con la plata que se ganó montó una
carnicería en el barrio Belén. Debería ir a visitarlo. Es un ejemplo de hombre.
―¿Y todo lo que hizo?
―Las familias que afectó ya lo perdonaron. Todo crimen que se cometa
por la patria siempre tiene perdón, Jhony.
―¿Cuál patria, padre?
La pregunta le ofende. Él es un patriota. Tomo otra cerveza, la termino
en un minuto. Mi padre saca una petaca de uno de los bolsillos de su bléiser.
Desenrosca el frasco y bebe.
―Es Whisky. ¿Ha bebido Whisky?
―No. Nunca.
Me la pasa y bebo. Es Chivas Regal. 12 años. Fabricado en la destilería
Strahisla, en el pequeño pueblo de Keith cercano al río Spey y traído a
Colombia de contrabando.

78
―Sabe. Lo que yo veo es que usted es un vago mentiroso y hablador,
Jhony. ¿Ya cuántos años tiene?
―25.
―Ya está viejo y no ha hecho nada. Si su madre lo viera, le daría
vergüenza de usted. Mírese, con el pantalón roto, ese horrible pelo en punta y
abrazando símbolos asquerosos. ¿Sabe cómo conseguí lo que tengo?
―No, no lo sé.
―Trabajando. Detesto a los parásitos...
Me dan ganas de gritarle que en gran parte gracias a él soy lo que soy.
Que el hecho de que yo haya venido a este mundo fue su decisión. Me dan
ganas de preguntarle por qué no me abortó como hizo con otro de sus hijos. Me
dan ganas de recordarle la dulce forma como se despidió de mi madre y el
abandono en que nos dejó. Me dan ganas de explicarle que todo se hereda, el
alcoholismo, el odio y la adicción. Pero solo me dan ganas y callo. Desvío la
mirada, dejo que me insulte y me controlo.
―No pienso dejarle nada de lo que he conseguido con tanto esfuerzo.
Incluso su casa materna, también la voy a vender.
―Puede hacerlo. No le estoy pidiendo nada. Todo es suyo. Solo
necesito que me ayude para estudiar este semestre. Lanzo mi último dardo para
conseguir dinero, mientras me como la rabia que me invade.
―¿Cuánto necesita?
―Un millón quinientos.
―Eso no cuesta un semestre en la universidad del distrito.
―Pero sostenerse, sí.
Parece que el dardo pega donde quiero. Me mira, suspira.
―¡Vamos, acompáñeme! ―rezonga.
Subimos a la camioneta. Él pasa el cinturón de seguridad por su
burguesa barriga, asegura la hebilla a un lado. Saca la llave, la mete en el
encendedor, da vuelta y el rugido del motor estremece el duro corazón de mi
padre.
―¡Esto es poder!―, exclama.
Un anarkopunk y su ejemplar progenitor en Mitsubishi, automática, con
propulsión a gas, cruzan la Caracas hasta llegar al barrio Chapinero. Pasamos la
calle 57 y el panorama es de lo más singular. Al lado oriental te encuentras con
la manzana de los mariachis. Vestidos negros ajustados, adornos brillantes,
grandes sombreros y estruendosas trompetas. Al otro lado frente a los meros
machos, te encuentras con la manzana de los caimanes. Tacones, minifaldas,
caderas, cinturas, vergas, operaciones y sexo en venta. Un caimán es un travesti.
Todos en la ciudad sabemos que no es bueno meterse con un caimán porque
muerden duro y no sueltan. Los meros machos prefieren tocar sus trompetas y
tolerarlos.
Entramos a un edificio sobre la calle 63. Sir Leonard estaciona la
camioneta en un parqueadero interno. Nos bajamos y nos dirigimos al ascensor.
Entramos y oprime el botón 7. Llegamos a su apartamento decorado con

79
antigüedades y otros lujos. Bebe otro trago de la petaca. Saca una botella del
cuarto y la llena otra vez. Luego saca una pipa y mete hierba en la boquilla.
Prende un encendedor y carbura. Yo comparto con mi padre. Parece que las
cosas van bien. Es un festín. Estar trabado con mi viejo y bebiendo alcohol es
una experiencia magnífica, pese a la clase de tipo que es. Me queda algo de
miedo hacia él, lo puedo sentir, y no sé cómo aún ejerce esa forma de autoridad
rancia y vetusta de la que no logro desligarme.
―¡Papá!, y ¿su mujer? ―le pregunto con la lengua seca.
―Los rusos dicen que solo hay dos momentos de la vida en que un
hombre quiere ver a la mujer que ama: el día que se casa y el día que ella se
muere.
Me hace gracia.
―Y usted, ¿qué dice?
―Está en la finca.
Ahora con una llave abre uno de los cajones de un bargueño. Introduce
la mano en el cajón y saca un anillo enorme. El anillo es en oro de dieciocho
quilates, según me informa. En el centro tiene incrustada una esmeralda gota de
aceite de forma triangular. Alrededor de la esmeralda doce diamantes diminutos
la rodean. Mi padre se pone el anillo en el dedo del corazón derecho y lo luce.
―Este anillo es lo que más quiero en mi vida.
―¿Más que a mí? ―le digo en broma.
―Por supuesto ―me contesta en serio―. Es más difícil conseguir un
anillo de estos que hacer un hijo como usted.
Besa el anillo, le echa saliva a la esmeralda, la brilla con la manga de su
saco y lo exhibe para que la luz haga iluminar la piedra.
―Lo voy a empeñar para prestarle el millón quinientos. Escuche bien,
dije “prestarle” porque yo no le regalo nada a nadie.
Mi padre se tambalea cuando se pone en pie. Desandamos el camino
recorrido. Yo lo sigo. Salimos calle abajo hasta que llegamos a una prendería en
la avenida trece, es su propia compraventa. Empeña el anillo a su empleado y él
mismo me hace el recibo.
―Solo tendrá que pagar setenta y cinco mil pesos de intereses por mes,
5.0%, es un regalo, y esto lo hago porque usted es mi hijo, ¿entiende?
―Sí, señor.
Me da un bolígrafo y me hace firmar después de indicarme el lugar
donde debo hacerlo. Firmo y no se por qué siempre que firmo un papel de
negocio serio, siento que le vendo mi alma al diablo.
Desprende la copia y me la entrega.
―¿En cuánto tiempo saca mi anillo?
―En dos meses, padre.
―Espero que venga, no quiero ir a buscarlo. No quiero tener problemas
―, me advierte metiendo la mano al bolsillo, corre la punta de su blaiser con el
antebrazo y me muestra la cacha de su 38. Parecida al arma con la que le
rompió la boca a mi madre.

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Subo la mirada y me quedo en sus ojos. Descubro que lo poco que
quedaba de mi amor por él ha desaparecido. Ha concebido un corazón práctico,
un alma mercantilista y unos sentimientos de piedra que solo cogen color si hay
suficiente en sus bolsillos. Es una pena de hombre.
―No se preocupe papá, yo le saco el anillo y le pago sus intereses.
Estrechamos las manos y nos despedimos como los dos extraños que
somos, haciendo un negocio.
15 de septiembre de 2001
El panadero tenía razón, le dieron duro por el culo al pueblo gringo, su
propio gobierno. Ha comenzado el Apocalipsis justo en el centro de New York.
Hubo un error de cálculo temporal en mis estimados profetas del fin. Lo vimos
todo en vivo y en directo. Desde hoy, todo aquel que no esté de acuerdo con el
pensamiento oficial será señalado como terrorista.
Algunos con sensibilidad de artistas se han cansado de las bellas
mentiras que el arte profesa. Han decidido realizar acciones, obras estéticas,
reales, crudas y sin opciones. Tan certeras como la hoz de la muerte en tu
garganta. Han repetido una y otra vez la histórica imagen. Esto es verdadero. Es
real, único e irrepetible. ¡Qué suerte vivir en este tiempo! No importa quién es
el culpable. Eso es nimio e irrelevante. Lo que importa es que se hizo, lo están
grabando y lo disfruto. La mejor obra de arte ante mis ojos y gratis como me
gusta. El más maravilloso acto performático hecho nunca jamás. Esto es cine,
del mejor. Imagino el inicio del filme.
Terrorist Groups Productions
Presenta:
A George W. Bush y a Bin Laden
En
9 11
La película
Acción, peligro, venganza, ambición, velocidad, explosiones, armas,
guerra, muerte, mentira y destrucción.
La mejor película de todos los tiempos.
¡No te la puedes perder!
¡Coming Soon!
Co Producida por La Agencia Internacional de Inteligencia (CIA)
Como sea, muchos se están cansando. No aguantan más. Quieren hacer
de sus miserables vidas algo simbólico o medianamente interesante. Quieren
dejar huella. Si quieres entender cómo va el espíritu de ésta época, pon los ojos
en los marginados. Les vendieron la idea del éxito y el reconocimiento. Creen
que si no salen en la pantalla, no existen. Sueñan con una entrevista sobre sus
vulgares oficios. Desean una foto con su estampa en la portada de revista.
Añoran ver su nombre esculpido en el hall de la fama. Pero vives en un pequeño
país tercermundista, haces parte del ejército de hormigas que trabaja más de 10
horas diarias por un mínimo. Sabes que ganas lo suficiente para vivir
endeudado. Te obligan a pensar en las deudas. Matan tu espíritu; envenenan tu

81
alma. Te levantas temprano, te duchas, te vistes, comes, sales y mueles, hora
tras hora. Así cada día. Una vida desperdiciada, solo para enriquecer a dueños
de multinacionales. Una vida para el provecho de otros. Si un hombre ordinario
toma conciencia del pobre croquis de su destino, se emputa, grita, vocifera,
muestra los dientes y huye o se arma. Cuántas obras de arte crudo y real se ven
en las ciudades actuales. Tipos que explotan con una granada en el bolsillo.
Pedazos de cuerpos humanos apilados en una nevera para el disfrute de un
caníbal diplomático. Edificios viejos dinamitados. ¿Has visto la belleza que
despliega el derrumbe de un edificio? Hoy podemos asistir a esa belleza del
horror. Hoy todo se graba, queremos registrar. Algunos dejan video
autobiográfico antes de una masacre y su consecuente suicidio. Queremos ser
artistas serios. El verdadero arte lleva veneno y fuego en los rieles. Todo artista
quiere reconocimiento. Ser ungido por el sagrado dios del éxito occidental. Que
su obra se conozca sobre las funestas bases de la popularidad. El asesino es un
artista. El arte es una mentira, murió hace más de un siglo, el arte es apenas un
cadáver bien conservado. La muerte es una verdad. Solo quedan asesinos. Un
hombre estrella un avión contra las torres de una potencia mundial, si es cierto
que lo hizo un talibán, entonces eso corresponde a la estética del débil contra el
fuerte, me lo dijo mi padre y los padres no mienten, por lo menos no el mío. Por
suerte sabemos que el exterminio del hombre vendrá por la mano del hombre,
solo hay que tener paciencia.
Hoy veo el futuro del cine. El 3D será un juego de niños. Podrás ver la
muerte de Julio César en vivo. Te salpicarán con su sangre. Podrás ver las
masacres y los holocaustos. Podrás ponerle la mano en la frente al César, ver las
heridas en su cuerpo y tranquilizarlo mientras su aliento desaparece. Podrás ver
el suicidio de Hitler y tendrás que limpiarte sus sesos en tu rostro. Podrás
disparar el arma y sentir el bello resplandor de la venganza. Lo vivirás cuantas
veces así lo quieras y será entretenido. Lo disfrutarás tanto como el toreo,
porque si la tortura de un animal es arte, entonces el crimen lo es también, el
último gran arte, el arte perfecto.
K
Algunos grupos de Londres buskaban el anarkismo komo si fuera el
santo grial; algunos anarkistas hallaron en el punk su piedra filosofal. Kuando
se enkontraron en la mitad de la escena rock nació el Anarkopunk. Género
temátiko, musikal, juvenil y polítiko. Tendencia y forma de vida. Crass es el
grupo símbolo de una lucha ke hasta el día de hoy sigue vigente. Los Groseros
fomentaron el anarkismo a través del punk. Mientras los Sex pistols apenas
multiplikaban unas konsignas políticas para vender y hacer eskándalo, Crass
las kiso hacer realidad. Ellos eran pacifistas, pero al mismo tiempo, eran la
klase de gente ke prefería kemar una tanketa antimotines en una marcha antes
ke firmar un pakto de aceptación reglamentaria. Ningún grupo de la historia
del rock fue más konsecuente entre su músika y sus aktos. Ningún otro grupo
llevó hasta sus ultimas konsecuencias el ideal anarkista komo lo hizo Crass. A
ellos los sucedieron bandas komo The Exploited, Conflict, Dead Kennedys y

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Black Flag, entre otras. Y éstas a su vez, influenciaron el nacimiento del punk
bien hecho, el llamado Grunge autodestructivo y toda la onda de los noventa.
Su reflejo en español fue continuado por Sin Dios, Los Muertos de Cristo y
Soziedad Alkoholika. Kería de mi banda, Eyakulación Prekoz, transformarla en
un instrumento de expresión politika y social. Kería dejar atrás las letras de
punk sin cerebro y darles un sentido krítiko y antikontrol. Por ello, eskribí
letras komo Esta patria es un Kadáver y Somos terroristas, iban dedikadas, de
todo korazón, a los putrefaktos korazones de kienes dirigen y manejan este
antro. Koskorrías, Garbimbas y Pichurrias eran Kanciones ke kreé kontra los
imbéciles ke desean parodiar el punk. Estaba harto de ke en propagandas,
telenovelas y en sesiones mediokres de komediantes insulsos tipo Sábados
felices apareciera la parodia de un símpatiko punkero entreteniendo a tu
familia. No fui eso ke te kisieron vender. Entonces komencé a reírme de ellos.
Tenía mis bromas bajo la manga. Fui un joker, un burlador. Yo también fui
bueno para hacer malos chistes. Ya te contaré algunos para que te mueras de la
risa.

83
Maestros y discípulos

Vamos por partes.


Jack, el destripador.

Somos Terroristas
(Canción inédita de Eyakulación Prekoz)
I
Si eres negro
Eres terrorista
Si eres rojo
Eres terrorista
Si eres verde
Eres terrorista
Coro
Yo terroréo
Tu terroréas
Él terroréa
Todos terréoramos
Yo terroréo
Tu terroréas
Él terroréa
Somos terroristas
II
Si estás afuera
Eres terrorista
Si estás a un lado
Eres terrorista
Si estás al otro
Eres terrorista
Coro
Terroristas, terroristas.

Lección 1
13 de septiembre. 2002
Lea cuidadosamente y conteste las preguntas que al final se encuentran.
La plata de papá se acabó en menos de un par de semanas. Sirvió de
poco.
Estamos parados frente a la ventana de las piezas ocupadas. Todas las
mañanas una enfermera le da un paseo en su silla de ruedas a un vejete de unos
setenta años. La enfermera coquetea con el vigilante del edificio de la manzana
siguiente. Él le da una vuelta al perro por el parque cada mañana también,
coincidencialmente. El vejete es padre de un sucio ex congresista. Sofía y yo
vemos cómo la enfermera descuida al viejo mientras flirtea con el celador.

84
―¿Lo harías? ―indaga.
―¿Hacer qué?
―Subir al viejo y cobrar por su entrega.
―¡¿Cómo se te ocurre?..! ¿Sabes cuánto te meten por secuestro?
―Ahh... para violar quinceañeras con tus amiguitos si eres un duro,
pero para actuar solo eres un pobre maricón.
Me mira ferozmente. Me reta. Lo dudo un instante. Me decido y parto.
Bajo las escaleras y armo una estrategia, pienso en coger la silla, el viejo
pedirá por ayuda, entonces la enfermera gritará, el celador irá detrás de mí, soy
bueno para correr, huiré airosamente de la persecución, Sofía dará cuenta de mi
valor y no le haré daño a nadie. Los rastas están foqueados a ésta hora de la
mañana. Cruzo la calle sin voltear a mirar a la ventana. Se que ella esta ahí.
Camino hasta los límites del parque. Me acerco a la silla con nervios
controlados porque lo he previsto todo. Es fácil. Sólo tengo que seguir el plan
urdido. Tomo la silla y primera sorpresa: el viejo duerme. La zarandeo y,
segunda sorpresa, el viejo no despierta. Miro a los responsables del viejo, pero
Romeo, el celacho está perdido en la mirada de Julieta, la enfermera y
viceversa. Pongo cara de psicópata para que alguien se alerte y nadie lo nota.
Algunas personas pasan a mi lado y ven a un joven paseando a su abuelito.
Continúo manejando la silla con brusquedad y a nadie le importa. Me dan ganas
de gritar. ¡ESTOY SECUESTRANDO UN VIEJO EN SUS NARICES
MALDITOS ZOMBIS”, y nadie descubre mis ganas. Llego a casa, cruzo el
corredor. El sueño de Marley y sus hermanos sigue imperturbable. Con esfuerzo
subo a viejo y silla de ruedas por las escaleras. Entro y se lanza Sofía con un
abrazo, me besa. Me dice que soy un duro. Cierro la puerta. Amarro al anciano.
Sofi me ayuda, es una buena compañera. El viejo tiene una presencia
cadavérica. Reviso sus signos vitales. Respira y ronca. ¿Quién sabe qué clase de
somnífero le suministran al dinosaurio? Así joderá. No lo puedo creer, he
secuestrado a un hombre con la lapida pegada al culo. ¡El cielo me perdone!
1. Del texto se infiere que el viejito tiene cara de llamarse:
a. ¿Adolfo?
b. ¿Benito?
c. ¿José?
d. ¿Mijailovitch?
e. ¿Mahatma?
2. Son acciones de un terrorista:
a. ¿Empeñar un ovni?
b. ¿Aullar a The Doors?
c. ¿Cocinar con las sobras?
d. ¿Envenenar palomas?
e. ¿Desfalcar el erario público?

85
Lección 2
El viejo despertó hace poco. Iba a gritar y le metí un trapo en la boca. La
lívida palidez de su epidermis me preocupaba un tanto. Tiene ojos pequeños,
húmedos y brillantes. Es como tener una momia sin vendas en casa. Sacarle el
teléfono para llamar a su hijo fue una experiencia titánica. Gracias a algunas
tácticas de persuasión de mi adorable compañera pudimos hacerlo. Me preocupa
que el vejete no haya comido en todo el día. Mientras Sofía alquila Transpotting
(para evitar sospechas), yo le cocino algo suave (en la cocina de los rastas).
Arroz blanco revuelto con carne molida. Albóndigas de res, papas rellenas de
mechones de chuleta de cerdo y cabanitos. He visitado al tío Jack a su carnicería
en el barrio Belén. Vaya sorpresa la que le di. Me fió el pedido, le agradecí y
me despedí.
El vejete se niega a comer y le embuto a la fuerza la comida. Prefiero
que se atragante un poco y no que muera, por lo menos no antes de pedir la
recompensa. El viejales me amenaza con que su hijo, el ex congresista, me
mandará a torturar en sus escuelas de destajamiento. En Colombia un montón
de sicópatas enseñan a destajar seres humanos. Le meto un trapo en la boca.
Tiene las venas hinchadas. Nos decidimos a llamar. La conversación tiene que
ser rápida y al grano. Es un riesgo. Pienso pedir unos millones y vivir cómodos
con Sofía. Ir a viajar o algo así. Pincho el cable de un teléfono vecino. Cojo la
bocina. Pongo una media en el auricular para distorsionar la voz. Marco. Sofía
espía a mi lado. Del otro lado contesta una voz de un hombre de cuarenta o
cuarenta y cinco años.

―¿Aló?
―¿El señor David Bustamante?
―Sí... con él...
― Señor David. Si usted quiere volver a ver a su padre con vida
tendrá que pagar por su rescate cuarenta millones de pesos. Hablo en serio.
Ya lo volveré a llamar para fijar el lugar, el día y la hora.
―Yo le pago lo que usted quiera, señor ―dice suplicante el
malnacido― pero tenga cuidado con la alimentación de mi padre, él es
vegetariano.
Volteamos a mirar al tiempo. El viejo está retorcido y tieso. Con la
mirada brillante al techo. Las manos como si estuvieran encalambradas a la
altura del pecho y un líquido amarillo espeso sale de su boca con pedacitos de
carne. El trapo sucio en sus piernas.
―Deme una prueba de superviven... ―cuelgo.
―Ésta no nos la perdonarán, Jhony ―dice desesperada Sofía―. ¿Qué
vamos a hacer?
―Calmémonos, todo tiene solución. No fue nuestra culpa ―digo
acelerado― el anciano comió y murió, eso es lo que le vamos a decir a las
autoridades.
―¿A las autoridades? ¿Eres imbécil?

86
―¡Jueputa! Entonces, ¿qué quieres? ―le grito y se calla.
Prende un cigarrillo. Fuma ansiosa. Tiembla. Nos quedamos en silencio.
Mi calabaza surte muy pocas alternativas hasta que...

―Lo tengo, nena... el viejo esta muerto, ya no siente, lo destajamos


en hartos pedacitos, él haría con nosotros lo mismo. Lo metemos en bolsas
de basura y lo dejamos en la avenida...
―Eso está mejor, pero ni creas que voy a tocar ese cadáver... de solo
pensarlo me dan nauseas...
Bajo a la cocina. Vuelvo con un cuchillo pequeño con filo de sierra.
Cojo un dedo del viejales y le paso el filo varias veces. Está tieso como una
estatua de yeso. Es como intentar cortar un zapato de cuero. Le imprimo
velocidad al corte. Veo cómo se troza la piel bajo el yugo del metal. Pasan cinco
minutos y yo estoy haciendo un esfuerzo superior para acabar de arrancar un
dedo.
Ella me mira y sonríe con su acostumbrada pérfida y malvada expresión.
―¿De qué putas te ríes?
―Al paso que vas no creo que te baste un mes...
Quiero contestarle como se merece, pero vuelve a tener ese aspecto de
niña tocada por un ángel.
Me encuentro vencido en el piso con un dedo en la mano, pero recuerdo
a mi tío Jack. Cansado de rebanar seres humanos con motosierra, machete y
otros instrumentos poco convencionales, se reintegró a la vida civil. Pidió
perdón y olvido, no sé quién diablos lo hizo. Su sueño era tener una carnicería.
Ahora la tiene, Carnicería Castaño y CIA. Quizá él me pueda ayudar, es una
autoridad en la materia. Tendré que inventarle algo y le daré un obsequio.
Busco en las pocas películas de CD`s piratas que me sobraron y saco una
apenas para él.

―Sofía, cuida de que nadie entre. Iré donde mi tío. Trato de no


demorarme.
No contesta.
Salgo y cierro.
3. Según su criterio, el viejito pudo haber pertenecido a la religión:
a. ¿Adventista?
b. ¿Israeliana?
c. ¿Testigo de Jehová?
d. ¿Maradoniana?
e. ¿Cienciologista?
4. Si lo invitaran a marchar, usted iría por:
a. ¿Los descomplicados?
b. ¿Los extraterrestres?
c. ¿Los despechados?
d. ¿Los desplazados?

87
e. ¿Los enamorados?
Lección 3
―Hola, Jhony.
―Hola, Tío.
―Ya bajo, chino.
Jack baja y abre la puerta.
―Necesita más carne o ¿qué?
―No, para nada, tío. Necesito que me explique algo sobre su oficio.
―Claro, mijo. Pero oiga, me quedé pensando en su pinta esta tarde. ¿Por
qué lleva esos pelos así? ―se refiere a mi cresta.
―Es la moda, tío―. No es bueno entrar a discutir con Jack.
―Ahh, ya. Y esa “A” encerrada en ese círculo, ¿qué quiere decir?
―Significa “Amor”, tío.
―Mmmm ―se rasca la barbilla―, muchachos locos, ¡cómo les falta
disciplina!
Jack mide 1.85 mts de estatura, tiene bigote y panza. El pelo corto, estilo
militar. Siempre anda uniformado, antes de verde, ahora se acaba de poner una
bata blanca, tan blanca como la ropa ejemplo de los detergentes.
―Mire mijo, la cosa es muy fácil si sabe hacerla bien ―me explica Jack
―ya que está duro el cuero del animal―. Le dije que se me había muerto un
burro dentro de la casa y si me pillaba la Defensoría de animales se me iba
honda―, ponga a hervir agua.
Jack llena una olla con agua del chorro. De su estufa brota una llama
poderosa que pone a zapatear el agua después de cinco minutos. Mi tío alisa sus
bigotes y piensa.
―Es que llegó al lugar indicado, sobrino. Tengo un marrano ahí en el
congelador hace tres meses. ―Bate las manos―. Está duro, pero no
descompuesto. Hace harto quería entrenar con ese animal.
Jack abre el inmenso refrigerador, entra y sale arrastrando el cerdo por la
cola de unos noventa kilos de peso. Cierra el refrigerador, se sacude las manos y
se acerca a una pared donde hay colgadas tres hachas de distinto tamaño. Antes
de tomar la más grande, mi tío mira fijo a un punto de la pared con ternura y
dice:
―¡Ay, Jhony, si tan solo tuviera mi motosierra! ―recuerda con los
ojos enlagunados.
Me doy cuenta que Jack es un verdadero romántico, las cosas que
expresa:
―Ay, mi Black and Decker, cuántas aventuras haciendo patria por los
campos de Colombia, refundando esta nación. Sobrino ―continúa Jack―,
¿sabe qué es lo que más extraño de esos tiempos?
Niego con la cabeza.
―La palabra “no”, eso lo que más extraño. Usted pensará que a mi
nadie se atrevería a decirme esa palabra, pero se equivoca. Yo me acercaba con
mi Black and Decker a esos gusanos y comenzaba la función del “NO, NO, NO,

88
POR FAVOR...”, “NO, NO, LO HAGA SEÑOR...”, “NOOOOO...”. Era toda
una sinfonía del terror, me encantaba, en boca de los niños se escuchaba mejor.
Ahora inventa una motosierra invisible en sus manos, la prende y emula
con la boca el sonido de la motosierra, RRRGGGGG, RRRRGGGG y cruza el
salón de lado a lado con su pesado y ancho cuerpo.
Saco del bolsillo la película en Cd para consentirlo y se la entrego. Se
detiene, desaparece su motosierra, lo toma y lee con dificultad.
―Ma... Mar- tesss... Tre- tree- ce. ¡Martes trece!, ¡cómo me gusta esta
película!
Estudia la publicidad que no es otra que Jason con su rostro cubierto por la
inexpresiva máscara blanca y la motosierra.
―Gracias, Jhony. Usted si tiene gusto ―me dice con una ternura
clerical.
―Tío, el burro ―le recuerdo―, no tengo tiempo.
Jack deja la nostalgia a un lado y en un santiamén trae el agua hirviendo.
La esparce a lo largo y ancho del cuerpo del cadáver del animal. Deja a un lado
la olla y comienza a darle palmadas en el cuerpo, para que la piel afloje más,
mostrando su increíble y deslumbrante experiencia.
―Usted coge ésta hacha que le voy a prestar y mire bien cómo es el golpe
porque le voy a dar la lección de su vida.
Mi tío desprende el hacha de la pared, se pone al lado de él. Apunta al
centro de su cabeza, toma impulso con el hacha en el aire y descarga PAFFF, el
hocico del cerdo rueda por el baldosín blanco del piso, dejando un rastro grueso
de sangre; PAFFF, desprende la cabeza; PAFF, una pata...
―En las coyunturas ―me aclara, no dejo de sentir repugnancia― de esa
manera, las extremidades salen más fácil y no deja ese reguero de sangre por
toda la casa.
PAFF, PAFF...
Mi tío termina su lección. Resplandece como un diablo que ha hecho bien su
trabajo, revestido de sangre y gloria, mira al horizonte.
―¿Si entendió, hijo?
―Entendido, tío Jack. ¡Usted es un sabio! Gente como usted es la que
debería dirigir este país―. Le digo en broma.

―¡Lo estamos haciendo, hijo, y lo volveremos a hacer!―. Lo dice


muy en serio.
5. Teniendo en cuenta las facultades pedagógicas de Jack, usted
cree que él debería impartir clases en:
a. ¿Un jardín infantil?
b. ¿Una escuela pública?
c. ¿Un matadero?
d. ¿Una discoteca?
e. ¿El congreso?

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6. El tío Jack aprendió a destripar de manera tan profesional
entrenando con:
a. ¿Poetas?
b. ¿Modelos?
c. ¿Extraterrestres?
d. ¿Gusanos?
e. ¿Enamorados?
Lección 4
Regreso a casa con el hacha envuelta en papel periódico. En el bar “Por
los kenkes de Marley” suena Bufalo soldier, para variar. Cuando voy a abrir la
puerta, encuentro que está abierta, apenas ajustada. Tengo un mal
presentimiento. Como si se hiciera presente el aborrecimiento que Sofía me
carga y como si ese aborrecimiento me lamiera el corazón y lo rasgara. Entro a
mi apartamento. Cierro la puerta. Sofía no está. Se ha ido con sus cosas. El alma
me pesa y siento un vacío en mis entrañas. Me falta el aire, algo comienza a
podrirse a mí alrededor. Sólo hay una nota en las manos del muerto que dice:
“Ésta es mi venganza, Jhony, sutil y femenina. Termina lo que comenzaste,
destaja al viejo y piensa en mí”.
El diablo está escupiendo en mi cara. Está metiendo su pezuña en mis
costillas, mientras ella huye, mi dolor cae adentro como un relámpago.
No dejó rastro.
Salgo y corro hasta la avenida diecimuerte. Grito su nombre como si la
noche fuera a devolvérmela. Bajo hasta la carrera séptima y me resigno. Estrello
mi cabeza contra las paredes del banco. Siento que mis pies se queman con cada
paso que doy. Otro capítulo de un libro que espesa la sangre. Escucho una
música salvaje que ensordece el miedo y la ansiedad, una música que marchita
mis raíces, que hace saltar el polvo y la tristeza, que incrusta esquirlas y resucita
el odio y el desespero. La sombra de la noche cubre mi alma y la luz de
Bogobad se apaga. Me miento, volverá como la vez pasada. Sí, eso es, Jhony.
Solo hay que aguantar y esperarla.
Me engaño, una vez más.
Vuelvo a casa y me encuentro con el vejete muerto en mi habitación.
Reflexiono y no encuentro la puerta de escape. Trato de comprender, de ver la
salida, sé que no volverá. Veo el hacha y pienso que no le va a doler, que ya
está muerto, que lo trajo la marea hasta mis pies. Él lo haría conmigo en carne
viva como lo ha hecho con miles de campesinos. Él y su hijo lo harían sin una
muesca de arrepentimiento. Él lo dijo y lo odio. Bajo a la cocina de los rastas y
caliento agua. Soy un zombi tercermundista, la creación maldita de una
verguenza, sólo me mueve este oscuro sentimiento. Soy un títere inerte y
alguien muy perverso mueve los hilos.
Meto al baño el cuerpo del viejales. No volveré a dormir nunca. Pongo
She´s lost the control de Joy División. Desenvuelvo el hacha. Riego el agua
hirviendo en su cuerpo. La piel del viejo cede. Recuerdo la lección de Jack,
“...en las coyunturas”, recuerdo su voz, el color sucio y agrio de su voz.

90
Empuño el hacha en el aire y la dejo caer con todo su peso, imprimo fuerza y el
filo rompe los ligamentos del cuello. Repito el golpe sobre la brecha sangrienta
y PAFFF, le doy hasta que desprendo la cabeza, y PAFFFF-PAFFF, desgarro
un brazo y mutilo el otro. Imagino que destajo a Sofía, que no puede irse de mi
lado, que la prefiero muerta y luego la devoro. Continúo con las piernas, las
parto en tres partes y finalizo con el tórax, lo reduzco en cuatro pedazos
desiguales. Es lo bueno de tener ancestros carniceros, uno aprende rápido.
Somos hijos de violentos sabios descuartizadores. Somos los hijos de Jack, el
sueño de los destajadores, caminamos felices sobre el país de las fosas
comunes. Termino y me miro en el espejo. Me voy a derrumbar. Estoy a punto
de llorar. Hay sangre salpicada en las paredes, en mi rostro, en mi ropa. Veo mis
ojos desorbitados en el espejo. No soy el mismo. Nunca más seré el mismo.
Ellos alimentaron mi odio y ésta furia helada contra las cosas que amé. Afino la
mirada y en el espejo aparece un rostro que no es el mío. Es el rostro de Ian
Curtis.
―¿Qué hiciste, Jhony?
―He cavado una tumba dentro de mí, Ian.
―Has hecho justicia. Eres un buen chico. Ésta es tu canción, es tu herencia, acéptala
como una bendición.
―No, Ian. Tengo miedo, estoy perdiendo la luz.
―No te ablandes ahora, Jhony. Limpia y corre. No te venzas ―me dice y tiembla
con su acostumbrada epilepsia.
Y como si fuera una orden cumplo con sus palabras, aunque tenga que vivir con el
peso de lo que he hecho.
7. Sofía ha abandonado a Jhony para siempre. Esto le puede
provocar:
a. ¿Rabia?
b. ¿Impotencia?
c. ¿Angustia?
d. ¿Dolor?
e. ¿Desolación?
8. El rápido aprendizaje de Jhony se debe a una educación:
a. ¿Tradicional?
b. ¿Moderna?
c. ¿Heterodoxa?
d. ¿Conservadora?
e. ¿Moral?
Lección 5

Quizás estoy rayando en la demencia, pero las palabras de Ian me


recomponen. Limpio y meto lo pedazos del cuerpo en las bolsas de basura.
Cuento trece trozos. Para los judíos es un número de buena fortuna, el
problema es que yo no soy judío. Quemo lo que sobra en la azotea. Salgo a
la avenida para que el servicio de aseo las desaparezca y todo va bien hasta
que escucho una voz que me es familiar:
―A ver el civil... una requisa.

91
Dos uniformados en moto. El cabo Pérez y el Teniente Flórez. Me hacen
la respectiva requisa. Miran la bolsa.

―¿Qué es eso? ―pregunta el oficial.


―Basura ―digo con voz temblorosa y entrecortada.
―¿Está asustado o trabado? ―indaga el teniente Flórez.
―Soy adicto, mi capitán ―trato de distraerlos.
Una de las bolsas se ha ladeado y comienzan a caer gotas rojas sobre el
pavimento.
Los dos se extrañan. Avanzan hacia el fardo.
Se terminó, estoy acabado. Estoy muerto. Me veo detrás de unas rejas
vestido a rayas blancas y negras, arrastrando los pesados grilletes y página en
primer plano de un periódico nacional: “MONSTRUO DESTAJA A VIEJO
CON HACHA”. Mi foto con un aire de malignidad sin igual y otra foto del
vejete inofensivo y tierno.
―Mire esto tan raro, mi teniente―. El cabo acerca el bolillo a la bolsa
que acabo de descargar. Voltean a mirarme. Ni siquiera puedo invocar a mi
instinto de conservación.
Resignado, esperando lo peor, justo cuando el teniente se agacha para
recoger una muestra de sangre con su dedo, la divina providencia me ilumina y
caminando se acerca la antigua enfermera del vejete. El teniente la pispea. Ella
atiende y Flórez la aborda, dejando una orden en el aire.

―Pérez... lo dejo en sus manos ―se aleja conquistador.


El suboficial distrae su concentración hacia las piernas de la enfermera.
Lo entiendo. Tengo una aliada y ese culo es mi mejor señuelo. Ahora, Pérez da
unos pasos hacia mí. Me mira con sospecha. Levanta una ceja, gesto que nunca
pude imitar. No bajo la mirada. No se de dónde saco valor para enfrentarlo.
Quiero soñar que este tipo que tengo al frente no existe. Es otro, mi padre.
―¿Usted... alguna vez se ha enamorado? ―me pregunta vacilando.
―Me acaba de abandonar la mujer de mi vida, Pérez ―me sincero.
―Eso es duro joven ―se compadece.
Estiro las manos juntas.
―No tengo papeles, Pérez ni tampoco muchos lugares a donde quiera ir.
Si usted desea, lléveme ―le digo dramáticamente.
―Usted se ve mal... usted es raro, pero le voy a dar una oportunidad―
vuelve a mirar el fardo y sigue goteando la sangre―. Quiero que me diga la
verdad, ¿qué hay en esos bultos?
Estira el bolillo y recoge una muestra con la punta. Unta su dedo y lo
lleva a su nariz. Mi corazón bombea como el de un canario que presiente un
terremoto.
―Es sangre, ¿cierto? ―me sofoca la energía que destila― si me miente,
lo enciendo a bolillo, ¿entiende? ―amenaza, dándole vueltas al madero que
tiene en sus garras.

92
No hay salida, tarde que temprano a todo hombre le toca enfrentarse a la
verdad.
―Sí, Pérez, es sangre―. No sé bien de qué clase de porquería estoy
hecho, pero es bueno sorprenderme de que aún me queda valor para desfigurar
esa verdad―. Maté a mi mujer por traidora.
A Pérez se le deforma la cara en una mueca malvada y victoriosa, un
rictus de triunfo y dolor. Emana de él una pérfida alegría. Se acerca a mí un
poco más, estoy hecho de sangre y furia, no sé qué fuerza interna me hace
sostener en pie. Espero la descarga de su arma en mi cabeza, pero en vez de eso
recibo una exhalación de su pútrido aliento en mi rostro.
―Buen muchacho... muy bien ―dice Pérez― dándome palmaditas con
la palma de su mano libre en la mejilla.
El carro del aseo capital se estaciona al frente.
―Tiene usted valor ―me dice quejumbroso.
Dos trabajadores con overol color anaranjado y tapaboca comienzan a
arrojar al camión los desperdicios diarios de las buenas familias del barrio
antiguo.
―A mí también me pasó, pero no tuve el valor para matarla, la dejé
inválida.
Los aseadores recogen las bolsas donde se encuentran los pedazos de
vejete descuartizados y lo lanzan a la trituradora sin aspavientos.
―Todavía me arrepiento de no haberlo hecho ―baja la mirada como un
niño ante un regaño, consternado por su recuerdo.
―¿Qué pasa, Pérez? ―grita el oficial.
―Nada mi teniente, todo bajo control ―responde el cabo,
recomponiéndose.
―Déjeme estrechar su mano joven ―estira su mano y yo la mía. Su
mano es blanda como una medusa y casi tan repugnante. La sacude dos veces y
la suelta.
―¿Cuál es su nombre? ―se lo digo―. Quiero que corra Jhony, si a la
voz de tres aún esta en mi mira, disparo y voy en dos.
Le doy la espalda y corro hacia el oriente a guarecerme en las montañas.
De pronto me dispara por la espalda, pienso. Es mejor morir así que estar
encerrado. Me alejo y olvido mis premoniciones y los malos augurios. No lo
puedo creer, un cerdo fue mi redentor.
9. El cabo Pérez absolvió a Jhony porque se sintió extrañamente:
a. ¿Humano?
b. ¿Nostálgico?
c. ¿Conmovido?
d. ¿Melancólico?
e. ¿Triste?
10. El amor es:
a. ¿Bendito?
b. ¿Satánico?

93
c. ¿Sagrado?
d. ¿Destructivo?
e. ¿Todos los anteriores?
Las respuestas al quiz son: Lección1: 1b y 2e; lección 2: 3e y 4a; lección
3: 5e y 6a; lección 4: 7b y 8d; lección 5: 9c y10e.
Memory 10. Malos chistes o Lecciones de anarkodestrucción
Rai trabajaba para una fundación “sinónimo de lucro”. En este país
pululan esa clase de empresas. Me llamó para que me ganara unos pesos. Así
me dijo, unos pesos. Tenía que ir hasta el extremo sur de Bogorisk. La cosa
estaba pesada en esa zona. Mi labor consistía en impartir dos horas de clase de
literatura a un grupo de veinte niños. Rai me advirtió que dejara cualquier
opinión política y religiosa afuera. “A ellos no les interesa nada de eso”.
Estuve de acuerdo. Preparé unos cuantos cuentos apenas para los niños. “La
máquina de follar” de Charles Bukowski; “Tripas” de Chuck Palhaniuk y
“Euroescoria” de Irving Welsh. Todos aquellos escritores honestos que
hablaban mal de las supuestas bondades de sus sociedades los había convertido
silenciosamente en mis hermanos. Mis hermanos espirituales. Pero los niños no
atendían a las lecturas, pese a lo fascinantes que eran. Tenían más hambre y
aburrimiento que ganas de leer. Un niño se asomó por la ventana y casi se
lleva a toda la clase al salón contiguo de una escuela que más parecía un
campo de batalla. Era el lugar donde Rai me había enviado. El niño había
abierto, no se cómo diablos, el salón de química. Trasteé la clase a ese lugar.
Les advertí del cuidado con los químicos y atrapé su atención al acordarme de
las viejas enseñanzas de mi padre y todo el arsenal de conocimiento que había
obtenido gracias a los libros y al Internet.
―Está bien. Veo con tristeza que no quieren escuchar una buena
historia. Entonces les voy a enseñar algo que les va a servir toda la vida. Les
voy a enseñar a hacer bombas.
No se hizo esperar la alegría y entusiasmo de esos pequeños anarkos
naturales, de esos inocentes amantes de la destrucción, de esos futuros
terroristas, porque de un mundo en manos de niños hambrientos, sálvanos
Señor. Y escuché un “Urra, Eehhh, Iujuuu, Si profesor, que bien”, en sus
vocecitas agudas.
Entré en el salón de química y vaya sorpresa. Tarros, frascos, pipetas,
quemadores, kerosén y toda clase de sustancias materiales, gaseosas y líquidas.
Un refrigerador viejo e inmenso almacenaba fetos de animales, fetos humanos,
hielo, amebas y bacterias.
Encontré una bata sucia y la vestí. Los chiquillos estaban expectantes y
ansiosos.
―Niños, hay tres clases de bombas ―les dije―: Las primeras son “las
bombas para divertirse”.
Bomba de Hielo seco. Materiales: Una Coca-cola de 2 litros. Hielo seco
y agua. Abrí la botella. Los niños pidieron gaseosa y les dije que esa porquería
daba cáncer de próstata. La Coca-cola es sangre árabe. Les recomendé tomar

94
agua. El agua de Bogohealth es la mejor del mundo. James fue hasta el
refrigerador y trajo el hielo seco. Lo introduje en la botella, se rebosó el
líquido negro y eché un poco de agua. Salí al patio, puse la bomba en el piso y
un par de minutos después de descongelarse el hielo, PUM, explotó el tarro
plástico y las paredes quedaron decoradas con el líquido inmundo. Escuché las
expresiones de júbilo y triunfo de los prematuros aprendices.
Pasé a explicar cómo se creaba otra bomba para divertirse. La Bomba
de humo. Es linda, simple e increíblemente segura, les informé. Busqué nitrato
en el estante donde reposaban los materiales. ¡Bingo! Lo encontré. Le pedí a
Linda, una niña de once años, que buscara azúcar. La trajo y me la entregó.
Mezclé la cuarta parte de azúcar por cuatro de nitrato de potasio, comúnmente
llamada salitre. Les recordé que no se pueden pasar de porciones porque si lo
hacen, se frustraría la labor. Puse a funcionar un pebetero y revolví bajo el
calor de una llama lenta. Me sentí como un cocinero del infierno. Los niños no
despegaban los ojos de su maestro. Los más aplicados tomaban nota.
Antes de que la sustancia se endureciera, puse varias cabezas de fósforo
como mecha en la cocción. Una libra de la nueva masa llenaría un cuarto
completo con humo blanco. Le di fuego y los niños salieron toteados de risa,
tosiendo y tapándose boca y nariz con la manga del saco.
Afuera, les dije que la bomba de humo es propicia e ideal para
comenzar a aprender este milenario arte de la destrucción.
James, un niño regordete de pelo negro, alzó la mano y me preguntó:
―Profesor, Jhony, y si quiero joder a unos cuantos hijueputas, ¿qué
bomba recomiendas?
―Ya iba para allá, pequeño James. Si estás cansado de tus
extremidades u odias que otros las tengan completas, la siguiente clase de
bombas solucionarán ese problemita.
Cogí una botella mediana de vidrio, la destapé y la llené de gasolina
hasta la mitad. Corté un pedazo de tela de un saco sucio que yacía en el piso.
Lo unté de kerosén. En la tapa de la botella hice un pequeño hueco. Pasé el
trapo por el hueco de la tapa. Metí el trapo y cerré la botella. El pedazo de tela
saliente funcionó como mecha. Me acerqué a la ventana, le di fuego y la lancé
contra la pared del patio exterior. La pared ardió y los niños chiflaron y
aplaudieron. ―Ésta belleza se llama el Koctail Molotov, creado por el gran
anarquista y artista que lleva su nombre. Como se pueden imaginar es bastante
doloroso si cae encima de alguien o de mucha gente.
Los infantes sonrieron conmigo. Les advertí que lo mejor era arrojarla
de inmediato. “No querrán tener una de éstas en sus manos cuando exploten,
suele ser perjudicial para la salud”.
―Para quienes gustan del fuego o gozan de tendencias pirómanas, no
hay nada mejor que el NAPALM. Los gringos quemaron medio Vietnam con
esta sencilla sustancia y pronto quemarán media Sur América.
El NAPALM es simple, se constituye de una parte de jabón y otra de
gasolina. Marcos, un niño negro, me trajo varias barras de jabón. Las piqué

95
con un cuchillo. Hice un baño maría y lo llené con agua. Puse a hervir la
cocción y volví al patio. Añadí gasolina en la parte superior, luego vertí el
jabón y removí hasta espesar. Se convirtió en una especie de gel, era altamente
inflamable, lo sabía. Hice apenas una muestra. Lo suficiente para incinerarme
a mi solo. Ordené a los niños que no salieran del salón. Se agolparon en las
ventanas. Hice una mecha de funcionamiento lento. La prendí y caminé hasta
el salón para contemplar el espectáculo con los primorosos enanos. El fuego es
peligroso y hermoso, uno nunca debe perderlo.
No terminé el bachillerato. Alguna vez vi un profesor que le hablaba a
los niños como si fueran idiotas y estaba lejos de entender que el único idiota
que había en ese recinto, era él.
Les expliqué cómo volar un edificio. La Oklahoma Bomb. Ideal para
usar en bancos y financieras. En Oklahoma un jardinero que iba perder su casa
hipotecada por la usura del banco local, tuvo una idea brillante. Inventó una
bomba con fertilizante verde de plantas y flores, equivalía a 500 kilogramos de
dinamita. A eso le sumó periódico, algodón y Nafta, un buen combustible.
Gracias a este buen hombre, hoy los bancos tienen muchas precauciones con
los jardineros que contratan ya quienes hacen prestamos. Hice un saco con el
periódico y puse el fertilizante adentro. Luego dejé algodón encima del saco.
Lo unté de gasolina, lo prendí y corrí hasta el recinto.
Volví a escuchar la algarabía de los mocosos.
―Bueno, chiquillos, el tiempo se acaba. Queda una enseñanza. Si
prendes el televisor y ves a toda esa gentecita feliz recordándote el miserable
que eres. Si estás cansado del mundo y sus asquerosos buitres, tengo dos clases
de bombas que pondrán la justicia en su lugar: La especialidad de la casa
―hago un par de movimientos marciales― la increíble Bomba Chop Suey o, la
espectacular, eficaz y bien comprobada por los gringos, La Bomba Nuclear.
¡Elijan una!
Los enanos gritaron en coro: “NU-CLEAR, NU-CLEAR, NU-CLEAR”.
Los niños saben que el sagrado derecho a la destrucción no debe ser de interés
particular sino general.
Sabía de buenos tipos que les habían cerrado sus páginas en la red solo
por explicar cómo se hace una bomba nuclear. ¿Qué hay de malo en ello?
¿Cómo pueden coartar nuestro inviolable derecho a la libertad de expresión?
Lo reclamé en silencio y di los pasos e instrucciones para crear una bomba
nuclear con el secreto deseo que todos la pusieran en práctica.
―Hacer una bomba nuclear es lo más fácil que existe. Si quieres
disimular que tienes una bomba nuclear, consigue una caja de zapatos o una
bolsa de basura, aunque se te dificultará meter los ingredientes ahí. Lo que
exige la lógica científica es conseguir un recipiente fabricado en titanio que,
por lo general, tiene una forma capsuloide. Es altamente recomendable que
vaya provista de un espiral verde fosforito o color naranja, de ser posible, y
que la circunde seis veces. Unas lucecitas azules intermitentes te informarán
que esta activada. Todo esto debe ir dentro de un cilindro de cristal de unos 60

96
centímetros de largo, y protegido exteriormente por barras metálicas cromadas
circulares a su alrededor.
”Ahora viene lo más importante: dentro del recipiente de titanio debe
encontrarse el material radiactivo, preferiblemente uranio o plutonio.
Ciertamente, pueden ser los componentes más complicados de encontrar.
Aunque en las montañas de Colombia, abunda. Yo recomiendo visitar las
tiendas de los chinos, ellos tienen de todo un poco, pero antes deberás ganarte
su confianza, pues es mercancía prohibida cuya venta les supone un alto riesgo.
También puedes proponerles un cambalache por coca o heroína. Suele ser
suficiente con aprender unas palabras en chino para que vean tu buena
voluntad:
―Achi kiuco kun li (chino) ―Buenas tardes, señor chino (español).
― Lu cha lí yoma kin ―¿Tendría por ahí un poquito de uranio?―,
agregas.
”Ya sólo falta la forma de activar la bomba. Lo más efectivo suele ser
introducir una cuerda de esparto desde el exterior hasta el uranio o plutonio.
Previamente habrá que realizar una prueba para determinar cuánto tarda en
arder esa longitud de cuerda, pues debes tener en cuenta que tras poner la
bomba hay que salir corriendo.
”Aquí tienes las instrucciones completas. Sólo debo pedirte que si haces
alguna, no la pongas en Sudamérica. Preferiblemente en Francia, Inglaterra o
USA y no reconozcas que fuiste tu, puedes verte inmerso en un indeseable
problemilla de difícil solución.
―Niños, terminó la clase.
―¡Gracias, maestro Jhony! ―dice James con los ojos llenos de luz―
pero lo de la bomba nuclear era un chiste, ¿cierto?
―Sí, muy cierto.
―¡Qué mal chiste, maestro! Y, ¿la bomba chop suey?
―Ese es el más malo de todos los chistes. Les dejo una tarea. Adiós,
enanos.
Tarea: Hacer una bomba y arrojarla en cualquiera de estos lugares a
escoger:

a. La presidencia.
b. El senado.
c. El congreso.
d. El banco.
e. Los canales de los noticieros.

97
Un tache clavado en mi corazón

Es el calor lo que nos mueve a pensar que estamos vivos. Calor de


hogar, calor humano. Es extraño que ninguno quiera ir al lugar más cálido de
todos, al infierno.
Bryan Vilka.

Octubre 2002. Dragón Triste


Hice todo lo que me dijiste que hiciera. Hace unos minutos quise matar a
la belladona. Quité la planta y arrojé la tierra con la matera. No tuve el derecho
a elegir dónde y cómo nacer, pero tengo el derecho a elegir una forma de
muerte. Camino por el borde de la baranda. Conservo el equilibro. El panorama
desde el balcón es de lo más alentador. Un atractivo paisaje para suicidas. Ya no
hacen paredes tan altas. Las hacían así para que los colonos entraran las
carrozas y los caballos. Ésta casa es colonial. He presenciado su derrumbe. Los
ojos de Orión brillan en la oscuridad y llueve. Aparte de mí, algo esta muriendo
en este espacio vacío, algo muere en soledad, puedo olerlo. Me lanzaré de
cabeza. Metí todo cuanto pude. Quería morir ahogado en alcohol o pasado de
drogas. Perdí sangre. Busqué problemas y maldije al mundo por lo sucio y
contaminado que esta su aliento. Nada. No pasó nada. Caen balas de la noche.
Doy otro paso y tambaleo. Hay una bestia suelta en Bogojungle, a veces
duerme. He dormido con la locura tantos años que no me reconozco. La lluvia
cae sobre mí como una caricia del infierno. Mi estomago es un pozo de culebras
hambrientas. Doy otro paso y resbalo.
21 de septiembre. 2002
He vuelto a casa y siento como si le hubieran dado una pincelada de
magia a mi existencia. Pérez se lo reservó todo como me lo esperaba. Preferiría
estar equivocado, pero no lo estoy. Los culpables nos vemos hermosos dice el
impenetrable señor K. Somos culpables por el hecho de haber nacido, la culpa
en Kafka es metafísica; en Dostoievski, en cambio, la culpa siempre tiene un
móvil. Adoro a este escritor, he comenzado a leer Los hermanos Karamazov.
No entiendo su fe ciega en Dios, pero me gusta su crítica a la iglesia y a la
Biblia. Ian Curtis habló de él mismo en sus canciones, al igual que Dostoievski
escribió de él en tercera persona. Dostoievski es Stavroguin, Rodia, Alexei
Ivanovich, el burócrata de Las memorias del subsuelo, Ivan Karamazov y así.
Ian y Fedor eran epilépticos. Por mucho tiempo Fedor no supo que su
enfermedad era la epilepsia. No la habían bautizado. A Ian lo abandonó su
mujer y optó por besar al niño bobo del suicidio y Fedor, en cambio, aguantó y
mató a unos cuantos en sus libros.
Recuerdo a Rascolnikof, el representante universal del estudiante de
universidad pública. Vaciado, desesperado y afligido, pero no vencido. Su
móvil era el hambre, la justicia y la familia, y su objetivo, la lepra humana
encarnada en una usurera y la vida miserable de su hermana, Elisabeta. Rodia

98
pensó que era un hombre extraordinario tanto como Napoleón. Ya no es tiempo
de hombres ordinarios. La culpa no sirve para nada. Siento un hedor agrio en
mis manos, el mundo me sabe a vinagre.
Caigo así de pronto bajo el yugo de tu recuerdo, bajo la autoridad de
necesitarte, bajo esa tiranía de piel y lágrimas que encarnas, Sofía. Te busco en
el centro, en el parque, en los putiaderos; te busco en la noche, en los ladridos
de Orión, en el cine, en el alcohol, en la hierba. Sigo el curso de los cables
eléctricos y de los pájaros ciegos que se posan en ellos. Pinto mi mano con
spray y dejo dibujada su silueta en los postes de concreto para que me
reconozcas, para que sigas mi huella, para que acabes con mi tristeza. Me
alimento poco, ¿sabes? He perdido el apetito, las ganas de vivir. Han
secuestrado una promesa de mi alma y no puedo pagar por su rescate. He
echado de casa a los rastas en un ataque de violencia demencial. Estoy fuera de
control. ¿Dónde estás, maldita? Deja a un lado ese relámpago de orgullo
sensual, rojo como tu voz y vuelve. Pienso en no cometer el mismo error de
Pérez. Si vuelves te echo mil polvos y te meto mil puñaladas hasta acabar con tu
sonrisa, el amor es un voto del infierno y no un obsequio del cielo. Muerta y
mía, así te quiero; mía y muerta, esa es mi elección. Vamos mi peligrosa
compañera, da el salto hacia atrás y mata mi soledad. Nunca fuimos en el
mismo camino, ni aún cuando dormíamos juntos, siempre fuimos en direcciones
opuestas. Perdidos, desamparados, resueltos y, por lo tanto, bellos. ¿Hay algo de
malo en que mires hacia atrás? Yo disparé la flecha y perforé tu escudo; yo
quemé y mutilé la gloria para ganar el cielo oculto de tu amor y me pagas con tu
ausencia. Decías “me vengaré...” y yo soñaba con que me ibas a matar, con que
me ibas a ajusticiar en una noche, dormido, por lo que le hice a tu hermana y
morir en tus manos hubiera sido un placer y un honor. Esas palabras aún vibran
en tu lengua y se deslizan en mi cabeza como terciopelo líquido.
Nuestro amor nació enfermo. Quise salvarlo mientras tú le ponías la
almohada en la cara. No debiste haberte ido. Estás dentro de mí. Fundida en mí
centro. Tengo un tache clavado en mi corazón. Tú eres mi verdadera patria y yo
sigo siendo un exiliado. Quisiera volver a tu río de agua sucia y saludable, al
inmenso placer que me daba tu presencia, a la tormenta de quererte; quisiera
volver a esa liviana felicidad de saberte cerca y mía. La tristeza crece y sale de
mí untando el piso, las paredes y la cama; la tristeza se rompe como el mercurio
y vuelve a unirse en mi alma. No sabes como duele esta ciudad sin ti. Ni
siquiera Orión aguanta tu ausencia. Lleva las orejas gachas y le ha dado por no
comer, hasta en eso me acompaña. Te recuerdo a pedazos, no puedo retenerte
completa en mi memoria. Tu cabello en rojo, en azul; tu pequeño sexo, tu
sonrisa malvada. Tu sexo era una culebra húmeda. Estoy dispuesto a saltar los
raíles, si no vuelves.
No siento emoción con ninguna otra mujer. Lo único que se acerca a una
experiencia sexual es un asesinato. El suicidio es un niño asexuado, un ángel
tarado que a veces acaricio, pero no lo beso como hizo Ian, quiero seguir hasta
donde pueda la lección de Dostoievski.

99
Juego a armar una Sofía con cuerpos de un mosaico mental que
me hago. Veo mujeres como un amargo voyerista sin ganas desde mi ventana
“Ésta tiene las piernas parecidas, ésta otra los ojos claros, ésta otra ríe
semejante...” y así me imagino que te armo, me figuro un rompecabezas de tu
forma, pero ni de siete mujeres resulta una Sofía. Pensarás que me estoy
desquiciando.
Veo una larga noche estableciéndose en mi corazón como un centinela
invencible. Veo en el fondo de una botella vacía mi imagen y esta soledad que
he cuidado como a una madre enferma. Me estás arrancando las entrañas. Estás
haciendo trizas mi voluntad. Escucho tus pasos cada vez más lejanos y un
metálico veneno crece en mis labios. Todo este patetismo no tiene excusa
alguna y te necesito y puedo llorarte una noche más aunque mis ojos estén
secos, ¿qué más puedo decir?, ¿qué más puedo hacer? Tengo un tache clavado
en mi corazón.

Desesperado voy a la casa de tu amiga Débora. Golpeo. Ciudad Jardín.


Sur. Vive bien. No es bueno para mí estar en este lugar, es zona neo nazi. Abre
la puerta una vieja que parece ser su mamá. Débora me invita a pasar. Me
conduce a su cuarto. Despacha a su mamá con un ademán. Es evidente que ella
manda en esa relación.
―¿Sabes dónde está? Solo quiero hablar con ella, una vez más.
―Te ves mal, Jhony. Tienes pinta de adicto. Siempre me has gustado.
―Débora... la necesito.
Débora me abraza, me siento incómodo. Nunca me ha caído bien. Siento
que esta chica de diecisiete años era una mala influencia para Sofía.
Me da un beso en la mejilla y luego pone su boca en la mía. Me quedo
quieto. No la rechazo porque si se enoja perdería la oportunidad de saber dónde
rayos está Sofía. Me pasa la lengua por los labios. Aprieta su cuerpo contra el
mío y yo estoy quieto como un árbol, solo pasa savia y oxigeno por dentro. No
siento emoción.
―¿De verdad la quieres tanto?
―Sí.
―¿Tanto como para no estar conmigo?
―Sí.
―Me alegra, Jhony. Solo quería saber si lo que ella me dijo era cierto.
―¿Qué te dijo?
―Cosas. No importa. Te voy a decir dónde está no porque me gustes, la
verdad se que no me pasas ni yo tampoco a ti. Quería ver si caías. Sofía
tampoco fue una gran amiga. Entre mujeres siempre nos jodemos. Me pidió que
no lo hiciera, parece que tendrás problemas, serios problemas, si vas a verla.
―¿Dónde está?
―Con su padre.
―¿En Chía?
―Creo que sí.

100
―No puede ser. Ella odia a su padre, me lo contó.
―No lo sé. Lo que sí sé es que allá está. ¿Irás?
―Por supuesto.
―Sí que la amas.
―La adoro.
―Yo también me estoy enamorando...
―Ah, ¡qué bien! ¿De quién?
―De Javi.
―¿Javi? ¿El extraterrestre?
―¿Cuál extraterrestre?
―Javi...
―¿Lo conoces?
―Si... un poco. Dile por favor que me disculpe. Él entenderá.
―¿La cagaste con él?
― Me parece que sí. Bueno, olvídalo. Me tengo que ir.
―¿Jhony?
―Dime.
―¿Qué se siente estar enamorado? ¿Es bello?
―No lo sé. Tienes que vivirlo, es difícil explicarlo.
―Haz un esfuerzo. Me lo debes.
―... A ver, el amor es como la historia de la Biblia. Todo comienza con
una felicidad paradisíaca y termina con un holocausto apocalíptico.
―¡Qué pesado eres, pero gracias!
―Vale... Una última pregunta, Deborah.
―¿Qué?
―Sofía, ¿me era fiel?
―...

El invierno de los epilépticos


1
Llegaste a la casa y la encontraste más sola que nunca. Viste su
nota, la leíste y algo se desprendió de ti como un pedazo de hielo en el
ártico. Nieva y el cielo de Manchester es apenas una sombra gris, el sueño
de un fantasma. Vas al baño y te echas agua helada en el rostro. Te miras
en el espejo y no tienes forma. Quisieras ayudarle a alguien al otro lado del
mundo. En otro tiempo. Añoras una voz que te comprenda. Quieres
ayudarte pero un plomo pesado oprime tu pecho. Ya es tarde. Abres el
botiquín y encuentras los medicamentos. Nombres extraños. Palabras
inertes y frías. Un ataque acecha bajo tu piel como un lobo en un bosque
oscuro, pronto se acabará el invierno. Sales del baño y una aguda punzada
lacera tu alma. Caes y te azotas contra el piso. Una espuma de baba cubre
tu boca. El diablo te sacude y luego te ciega. Duermes sin descansar por un
par de horas. Nadie llama, nadie dice tu nombre. Recuerdas tu vida
mientras lo piensas y te decides. Miras la cuerda que lleva directo a tu

101
infancia. Pones una silla y escuchas el coro de una canción que escribiste.
Cientos de ojos, cientos de bocas, personas que no conociste. El amor nos
destrozará una vez más. Haces el nudo y repites una frase de Wordsworth
como si fuera una sentencia. El cielo de Manchester se parece a la nada.
Inglaterra es una lápida gris sin nombre ni epitafio. La madre de todas las
guerras. En ese lugar amaste. En esa inmunda tierra aprendiste a odiar, a
odiarte. Y te acuerdas de ella. Su sonrisa quiebra el cristal de tus entrañas y
lloras porque los hombres si lloran, lloramos. Te subes a la silla y amarras
la cuerda a una viga del techo. Pasan tus miedos y tus angustias; pasan las
noches y las plegarias de mamá para que fueras un hombre mejor, para que
fueras feliz. Todas las esperanzas puestas en ti las mandaste al estanco con
los silencios, los acordes, las derrotas. Sientes la cuerda en tu cuello. Nadie
te esperará al otro lado. Lo sabes. Nadie te dará la bienvenida. Estás listo.
Te lanzas al vacío. El amor nos destrozará y nos enviará directo al infierno.
2
No tienes elección. Echas mas madera en la chimenea y el fuego
alimenta tu rencor. Miras el hueco en tu pantalón y la chaqueta raída.
Escuchas el lamento de un espíritu abatido. Todos tus hijos nacerán
lastrados por la enfermedad mental. No crees en la dignidad ni en el
orgullo. Tus pensamientos están más allá de la desesperanza. La muerte de
Mariya Dmítrievna corroe tu voluntad. Por un instante, dudas de la fe que
te acompaña. No todo lo puedes soportar. Era tu esposa, hasta hace un mes
era tu compañera, otra vez la soledad te abraza. Escuchas golpes en la
ventana y en la puerta. Una tormenta de nieve horizontal arrecia. Es el frío
soplo de la madre Rusia que hoy te vuelve a saludar. Tienes ganas de
acabar con algo bello, tienes ganas de enterrar el puñal, pero la humanidad
es despreciable y carece de belleza. Ves la Biblia y te conmueve. Le refutas
a Dios por su decisión. No puedes odiarlo. Hay algo dentro de ti que te lo
impide. Piensas que tu fe te volverá a salvar. Ya lo hizo en la cárcel, en el
juego, en la enfermedad y en la soledad. Piensas que Dios te escucha, que
estás signado para el dolor y la humillación. Lo has perdido todo otra vez.
Te levantas de la poltrona. Tomas un periódico para apaciguar la tristeza.
Una súbita vibración en el brazo te estremece. Te llenas de angustia y
pánico. Ya viene la visita del demonio y esa maléfica posesión momentánea.
Te agarras del borde de la poltrona. El mundo se desconfigura. Dentro de ti
solo hay violencia y todo termina en pequeños espasmos físicos y el horror
de que vuelva. Te limpias la baba con la manga del saco. Otro diente quedó
colgando. Lo perderás. Respiras. Son las 3.20 de la mañana. No tienes
sueño y hace mucho no ves el sol. Te pones de pie. Tomas agua. Recoges el
periódico y vuelves a sentarte, adolorido. Lees: 4 de abril de 1866.
Deberías matarte. Terminar el camino. Dejar de pensar, poner el punto
final, sin embargo, comienzas a leer la noticia. Captura tu atención. Ya no
necesitas el sol. Estás viejo y solo, curtido, aunque en el fondo sabes para
qué estás aquí. Sabes de qué madera estás hecho. Lo sabes bien. Has visto

102
el rostro del alma humana y te han dado ganas de vomitar. Ningún otro
hombre nos hablará de la destrucción como tú lo harás. Con la palabra
escrita y esos antiguos demonios a cuestas. Te levantas. Vas al escritorio.
Prendes la lámpara de aceite. La acercas. Alistas una hoja. Sacas tu pluma
y vuelves a pensar en la noticia: un estudiante que padecía terrible pobreza
le disparó al zar Alejandro II. Lamentas que no lo haya matado. Te
conectas y escribes en la parte superior de la hoja un titulo premonitorio:
Crimen y Castigo.

103
Paga lo que debes

Ahora sabrás lo que es tener las alas rotas,


Ahora verás lo que es sufrir con la derrota,
Lo que me trajo tu maldad no tiene nombre…
Alci acosta

Consigo unos cuantos pesos. Me tomo unos tragos. Guardo la botella.


Hace mucho no me miraba al espejo. Estoy demacrado. Me baño. Meto al
bolsillo la navaja. Le doy un beso a Orión. Voy a salir y clava sus pequeñas
fauces en la tela del pantalón. Me quiere detener. No lo había hecho antes. Lo
acaricio y lo calmo. “Tranquilo voy a traer a tu mamá”. “No vayas, ¿qué voy a
hacer sin ti?”, me dice con la mirada. “Voy a volver, no pasa nada, mi buen
amigo”. Cierro la puerta.
Dicen que no hay nada más peligroso que un hombre decidido.
Bajo por el eje ambiental. Llego a la estación del autobús rojo.
Privatizaron nuestras calles y quieren que uno pague caro por ello. Antes de
pagar, me lo tienen que chupar. Es tan fácil colarse en este sistema que he
llegado a tomarle cierto aprecio. Muchos lo hacen y los aplaudo de todo
corazón. Ésta mierda está atestada de miserables como yo.
El bus cruza la ciudad y yo bebo. Bajo de la estación y me dirijo al lugar
donde salen los colectivos para Chía. Calle 170, frente al centro comercial
Éxito. Las hormigas del consumo pululan alrededor, su paso marca un
matemático croquis que solo le sirve al dios supremo de la economía. Me subo
en un colectivo, bus pequeño e incómodo. No estoy acostumbrado. Por lo
regular ando a pie, casi nunca salgo del centro. Bogoboom es como una
amalgama de ciudades pequeñas y casi todos vienen de otras partes o son hijos
de gente de otras regiones. A veces no pasa nada y cuando pasa, todo estalla,
hay gente corriendo y mujeres llorando y los chulos televisan la tragedia. La
mayoría de los buenos bogotanos murieron o se fueron de su ciudad.
Voy llegando a Chía y bebo el último trago y con él, me trago el miedo.
Se me revuelven los gusanos en mi estomago de solo saber que me voy a
enfrentar al papá de Sofía. ¿Cómo será?, ¿qué hará?, ¿quién diablos es?, ¿por
qué tanta advertencia de que me irá mal?, y cuídate y todo eso. Me cansa y
debería escucharlos, pero ya estoy aquí, preguntándolo. Menos mal no es tan
grande el pueblo. Las indicaciones me conducen a un edificio de cinco pisos,
hecho en ladrillo. Entro. Saludo. Pregunto y la recepcionista me pide que le diga
mi nombre. Se lo digo y me toma una foto con la cámara de su computador.
Sale un papel de la impresora con mi estampa a blanco y negro, borrosa. Me lo
entrega y me dice que me lo pegue en un lugar visible. Lo pego en una manga
de mi chaqueta. Tomo el ascensor y marco el número tres. Dos tipas y un tipo
vestidos de paño me miran como si fuera el mejor fenómeno de un circo.
Imagino que no hay punks en Chía. Se muy poco de este lugar, lo único que se
es que Chía significa luna en el idioma de los muíscas. Me pregunto para qué

104
mantienen el nombre de un grupo indígena del que se avergüenzan y
prácticamente exterminaron hace siglos. Llego a mi destino.
El nogal y la caoba; el marfil y el roble son los materiales que decoran
una oficina de unos 100 metros cuadrados. Una librería jacobea con vitrinas tipo
rococó guardan los sagrados libros de justicia y ley que han formado por años a
este estupendo grupo de abogados, es el Buffet Sáenz y compañía. “Porque la
verdad es lo único que nos interesa” Eso reza la publicidad. Verdad, justicia,
ley, ésta gente desperdicia el tiempo estudiando algo que para nosotros no
existe. Donde hay abogados hay crimen, ellos huelen a crimen. El padre de
Sofía es el presidente de este Buffet. No hay peor lepra que los abogados. Si el
mundo es un infierno se debe, en gran parte, a esa innoble labor. Creo que el
95% de los abogados no son otra cosa que delincuentes escudados detrás de la
tarjeta profesional. Los pocos abogados honestos difícilmente consiguen dinero
o los matan. La secretaria informa al “doctor” Edward que un tipo desaliñado y
mal vestido necesita hablar con él. El “doctor” aprueba mi entrada a su cubículo
privado. Todo aquí es impecable, el orden mata mi imaginación, por ello me es
tan querida la anarquía, el caos y el desorden.
Entro y me siento, sin permiso alguno, en una silla frente a su escritorio.
El “doctor” Edward es calvo, mide algo más de 1.70, tiene bigote simétrico y
viste paño negro almidonado. Está en la ventana con su hija mayor. Le dice a
Melissa que no se vaya, que espere. Melissa es como un sapo inmenso de ojos
grandes color gargajo, embutida en ropa cara tipo europeo. Una lámina de base
de dos milímetros de espesor cubre su regordete rostro. Ha teñido de pestañina
negra y cara el rededor de sus ojos y usa un colorete rojo que le hace resaltar los
labios de tal forma que parece más un payaso del infierno que la modelo teutona
que quiere emular. Me mira de arriba abajo y frunce el ceño con actitud
desafiante. Yo le aparto la mirada y entiendo que Sofía tuvo más razones para
separarse de estas dos víboras. Nunca pensé que los orígenes de Sofía tuvieran
que ver con la comodidad.
―Mr Edward deja conocer su leguleya voz:
―¿Así que usted es Jhony X?
―Sí, señor. El mismo.
―Mi hija me habló de usted. ¿A qué ha venido?
―Quiero verla, señor.
―¡Imposible! ―sentencia el jurista.
―Solo necesito hablarle, una vez más. ¡Por favor! Su hija es mi novia.
―Usted no es más que un pobre rata citadina ―veo el mismo temple de
Sofía en sus ojos―. Mi hija no es novia de nadie. Además, usted es un
abusador, ella sólo tenía catorce cuando la conoció, usted le lleva diez años a mi
niña, lo voy a hacer podrirse en una cárcel.
Me quiere intimidar.
―Mr. Edward, después de los catorce una chica puede decidir con quién
está. Su hija decidió estar a mi lado. Yo nunca la obligué.

105
―De todas maneras sigue siendo un bastardo mayor. Yo soy un hombre
católico señor X, profundamente católico y siento decirle que si no es por la ley,
de todas formas pagará por su afrenta ante la ley divina.
―Este no es el primer caso de un hombre mayor enamorado de una
menor ni será el último. Dante se enamoró de Beatríz cuando ella apenas tenía
nueve años. Edgar Allan Poe se enamoró de su prima de doce; Jerry Lee Lewis
se casó con su prima de catorce. Chaplin y Woody Allen no se salvaron de su
embrujo. Estoy hablando de Amor, señor, con mayúscula. Lo de sus curas
católicos si es una enfermedad y un crimen―. Lo ilustro con el ánimo de que
entienda mi situación.
Mr. Edward se incomoda en su silla. Suelta su corbata y mira de soslayo
a su hija. Pensó que era fácil apabullar a un gamín maleducado, quería mostrar
su poder ante su hija mayor. El sapo inmenso que solo sabe de botox y tinturas.
El rico de cuna generalmente es culto y sencillo, aunque ingenuo, no tienen la
culpa; éstos se nota que son levantados, así que desprecian a los pilos que
venimos de los bajos fondos. Volteo a mirarla mientras disfruto del silencio en
que han caído y, ésta vez es ella quien me esquiva.
―Melissa, déjanos a solas, por favor.
―Pero, papá… tú eres ex senador.
Debería darle pena de decir eso. Senador en este país es sinónimo de
delincuente, amigo personal de traquetos, destajadores y asesinos.
―¡Por favor, Melissa!
―¿Llamo a Ramón, papá?
―No es necesario,
El sapo croa su desprecio por mí y se larga a regañadientes.
―Bueno, señor Jhony ―me dice quitándose el saco y acomodándolo en
el espaldar de la silla― cuénteme, ¿aún vive usted en La Candelaria?
―Mr Edward se sienta.
―Pero, esto ¿qué tiene que ver...?
―¡Conteste!
―Sí, aún vivo ahí.
―¿Es usted el poseedor?
―Soy okupa.
―¿Hay diferencia?
―Un poco.
―¿Desde hace cuánto?
―Desde hace algo más de un par de años.
―¿Sabe usted que hace dos años mataron a mi hija menor en esa
casa?
Una súbita fatiga posee mi cuerpo. Otra vez vuelve ese maldito error del
pasado.
―…Sí… sí señor.
Mr. Edward nota mi desconcierto,

106
―Mi hija fue violada en medio de un rito satánico, luego la mataron.
¿Estuvo usted presente?
Un imperceptible “no” sale de mi boca.
―¿Qué dice?
―Que no, señor.
―¿Está seguro?
―Estoy seguro.
―Usted es un mal tipo, Jhony.
Del miedo y la opresión, una rabia inusitada comienza a invadirme. El
fulgor de mi desespero por ver a Sofía una vez más está llegando a su tope.
―Usted no es mejor que yo, Mr Edward ―le digo sosteniéndole la
mirada.
―¿De qué está hablando?
―Usted es un abusador. Sofía me contó que trató de violarla a ella y
a su hermana y por eso se fueron de casa.
―¡Hijo de perra, cállese! Usted no sabe nada de lo que ocurrió. Se
fueron de casa porque su madre se suicidó. Ellas pensaron que mis infidelidades
fueron la causa de esa nefasta decisión.
―Señor, no vine a recriminarle nada de su pasado. No soy quién para
juzgarlo. Déjeme hablar con Sofía. Se lo suplico.
Mr. Edward ríe y saca un puro de uno de los cajones del enorme
escritorio hecho en cedro. Muerde el chicote y lo escupe en el cesto que se
encuentra al lado de sus pies.
―Sofía nos ha hecho sufrir a todos y lo hará sufrir más de lo que se
imagina. Ella es una mitómana compulsiva, por eso puede ser que este
mintiendo en cuanto a que usted haya estado el día del asesinato de su hermana.
Es mentirosa, se lo digo yo, que soy su padre―. Prende un encendedor de plata
que tiene un relieve de una figurilla que no alcanzo a detallar.
Chupa y exhala. El humo sube y sube mi desespero.
―Quiero hablar con ella. ¿Dónde está?
―Lo que sí creo es que usted es un delincuente…
―Me importa un culo lo que usted crea, necesito verla.
―No voy a permitir que la vuelva a ver en su vida. Usted se va a
pudrir en una cárcel.
Este tipo es un sádico, disfruta tanto como su pequeña hija de jugar
conmigo. No tengo nada que perder, es lo bueno de no pensar en el futuro. No
existen más razones. Pego un golpe en la mesa, me pongo en pie y saco mi
navaja. “Doctor sadicus” se pone pálido como un papel y oprime un botón
debajo del escritorio.
―¡RAMÓN, RAMÓN! ―aúlla el desgraciado pensando en que le voy a
cortar el cuello.
Me arremango la chaqueta, descubro mi brazo izquierdo y entierro la
filosa punta de la navaja en las líneas de mi muñeca y rasgo, hundiéndola, la
deslizo de arriba abajo como un suicida serio y siento como corta mis venas.

107
Saco la navaja de mi brazo y un generoso chorro de sangre brota y me tiro
encima del “doctor”. Mr. Edward grita que lo suelte mientras lo lavo en sangre,
lo bendigo, lo purifico. Le pongo mi herida en su rostro. Dos tipos entran por la
puerta y yo le imploro:
―Solo quiero ver a su hija… déjemela ver, déjemela ver, por Dios.
―¡Quíteme este loco de encima, Ramón!
Ramón y su compadre me sacan a la fuerza de la oficina, me llevan hasta
el parqueadero del edificio y me azotan mientras llega la policía. Otra paliza
más, soy un romántico Don Quijote sin escudero ni corcel.
Pasé cuatro días en la Comandancia General de Policía de Chía. Los
gendarmes locales hicieron todo lo posible por darme una “buena estadía”. No
tuve un libro para entretenerme ni un ñero para conversar. Hay un veneno en la
atmósfera de Bogosadness que me hace falta. Muero por volver a mi ciudad.
Envidié a Alex, el personaje central de “Orange O’clockwork”. Y no sabéis
vosotros, mis queridos drugos, de las tribulaciones y vejámenes a las que fue
expuesto vuestro humilde narrador. El enfermero me cosió tres puntos internos
y nueve externos. Me dijo que tengo mucha suerte. Veo un bordado en mi piel
hecho con nylon que sólo puede corresponder a la estética del horror. Me
aplicaron dos inyecciones anti tétano y me decomisaron la navaja. Me la había
regalado mi madre en mi cumpleaños número dieciséis para que me defendiera
y así lo hice. La sutura interna remendó un tendón. “Nada grave…”, dijo el
enfermero. Es verdad, tengo la suerte del campeón y otra cicatriz para alardear
por el resto de mi afortunada vida. Al cuarto día se me permitió hacer una
llamada y Frank vino como un tiro, al lado de Podro, un punkero del parche del
centro. Los tombos no querían comprometerse conmigo en el caso de que mi
salud se quebrantara. Son muy sensatos. Me iban a empapelar con sus viejas
técnicas de te tomo una foto con la media libra de perica y el arma de fuego con
la que ibas a atracar al honesto “doctor”, quien no quiso denunciar en mi contra.
¡Qué extraño! Frank y Podro me trajeron de vuelta a Bogodream. Querían saber
lo ocurrido, pero a lo largo del trayecto sufrí de mutismo. Me invitaron algo de
alcohol en el centro y me acompañaron a casa. Frank se encuentra en un estado
físico deplorable. Parece estar peor que yo. No sé por qué diablos sonríe. El bus
nos lleva camino a Bogoqueers.
Abro la puerta y todo está en orden o en el mismo desorden que lo dejé.
Orión está desesperado. Me recibe con la felicidad que solo un perro puede
expresar. Se me abalanza encima y abraza mis piernas con sus paticas. Le traje
pan y salchichón. Corre como un bólido y lo dejo afuera, él siempre vuelve.
Podro me regaló media caja de tequimón (tequila y limón). Recojo agua en un
vaso de aluminio y subo a la azotea a regar la belladona. ¡Vaya! Ha crecido y
reboza de un color verde vida saludable. Si tan solo Sofía la viera, daría cuenta
de lo fértil que soy. Bajo a la pieza y me tiro en la cama. Extrañaba mi cama,
dormí cuatro días sobre concreto. Me duele el cuerpo entero. He perdido sangre
y he comido mal. No soy exigente, pero la comida de los carceleros es una
verdadera mierda. Estoy agotado y no logro concebir el sueño profundo. Tengo

108
un sueño débil acompañado de la sensación de una caída. Sueño que alguien me
empuja desde el borde de un abismo y me despierto agarrándome de las cobijas,
una y otra vez. Bebo y trato de calmarme. Veo el libro de Los hermanos
Karamazov en la esquina del cuarto. Lo alcanzo moviéndome de forma senil.
Trato de concentrarme en la lectura y mis ojos se apagan. Ahora escucho que
golpean, no atiendo. Golpean más duro y hago caso omiso. Van a tirar la puerta
al suelo de lo duro que le dan y con esfuerzo me asomo a la ventana, envuelto
en una cobija. Miro hacia abajo y me encuentro con la coronilla calva de mi
padre. Él me mira y ordena.―Baje. Tenemos que hablar.Sus ojos rojos y su
actitud desafiante confirman que viene a montarla. Pensé que las cosas no
podrían estar peor, pero mira, siempre hay algo peor en el camino.―Le dije que
no me hiciera venir a buscarlo y preciso, cabrón… No quiero tener problemas,
quiero mi plata ¡ya!
Mi padre viste un abrigo verde, ancho, fabricado con lana gruesa y trae
las manos en los bolsillos. Este familiar abrigo se lo pone solo cuando va a
pelear. Lo conozco bien.
―Mire papá… he estado enfermo ―digo con voz quejumbrosa.
Saco la mano herida de entre las cobijas y se la muestro con el ánimo de
ablandarlo.
―Hay gente que trabaja sin piernas ―responde y clava sus ojos rojos en
los míos, no solo va a tener jodida esa garra, si no me paga ya, yo me encargo
de joderlo completo―. Amenaza mi progenitor.
Se altera su respiración, sus fosas nasales se abren y cierran como las de
un jabalí. Se desprende de él un olor animal y yo le sostengo la mirada.
―¿No me va a pagar? ―se acerca, amenazante.
No bajo mi cabeza. Sé qué es lo que quiere. Piensa que aún soy un niño
al que puede intimidar cuando se le venga en gana. No se ha dado cuenta que
las cosas han cambiado. He crecido y mi odio puede alcanzarlo como el suyo
me ha alcanzado a mí desde que nací.
―¿No me va a pagar, malparido? ―repite con una voz ahogada de la
rabia.
Un extremo de su labio superior tiembla y yo siento que me salta una
parte del rostro. Mi miedo se esfuma y la adrenalina invade mi cuerpo como un
barniz de oro y plata en mis venas. Empuño mi mano derecha. Se templan mis
músculos. Somos dos animales.
―No, no le voy a pagar un puto peso y haga lo que quiera ―digo
desgarrado.
Descarga sus grandes manos en mi pecho. Trastabillo, me enredo en la
cobija y caigo de espalda a unos cuantos pasos de él, al otro extremo del pasillo.
Sale algo de sangre de la herida de mi antebrazo.
Me pongo en pie con esfuerzo, no solo le he perdido el miedo sino
también el respeto. Mi padre es mi patria. El dolor se ha desvanecido. Mi
procreador de pie, esperándome bajo el marco de la puerta para romperme, para
herirme por una deuda miserable. Doy un paso hacia él, seguro, bajando un

109
peldaño más hacia el infierno. No se ha dado cuenta que no tengo nada que
perder. No tengo futuro ni otra elección. Otro paso y mi padre saca su 38. Su
arma me trae sucios y horrorosos recuerdos. Camino firme y él me apunta a las
piernas. Ahora es él quien tiembla. Me pide que me quede quieto, que solo
quiere su plata y se larga. Pero yo continúo mi descenso. Alista el gatillo y no
me detengo. Esta es mi venganza papá, mira cómo es de sabia la vida. La vida,
la madre de todas las artes. Si lo hubiera maquinado, jamás me hubiera salido
así de perfecto. Me quedo quieto a un paso de él. Está consternado. Su orgullo
no puede permitirle que se porte como un cobarde frente a su hijo menor. Me
advierte que me pega un tiro si lo toco. Ahora es él quien baja la mirada. Él es
el niño y yo lo recuerdo todo. Las ganas que tuve de matarlo. Veo dientes
nadando en sangre. La venganza es equidad, este es mi desquite, padre. Me lo
debía. Pongo una rodilla en el piso, seguida de la otra. Quedo frente al cañón.
Me quito la camisa. Estiro el dedo índice de mi mano derecha señalando el
lugar donde debe hacerlo y le digo:
―Una y al corazón, no vaya a hacer sufrir a su hijo.
Somos iguales, el mismo animal.
Nada va a cambiar.
Vuelvo a la lectura de Los Karamazov después de que se va mi padre.
Pienso que podría acabar el día con un poco de paz y vuelvo a equivocarme.
Dostoievski me hace recordar el tiempo en que creía en Dios. No podría volver
a contemplar su existencia jamás. Un sol naranja disipa mis dudas al respecto.
Voy al baño y echo un poco de agua en la herida de mi antebrazo. La materia
desaparece. Son casi la seis de la tarde. Vi los ojos vencidos de mi padre. ¡Qué
dolorosa ha sido nuestra historia! Confieso que hace tiempo lo amé, amaba a mi
padre, eso es cierto. He matado esa rauda autoridad de un tajo. Con poca
violencia y sin sangre. Estoy creciendo, no madurando. Todo lo que madura
queda a un paso de podrirse. Nunca madures.
Pasadas las seis, vuelven a golpear la puerta. Es Mr. Edwards
acompañado de un séquito de colegas. Vienen a encerrarme de por vida en una
celda, imagino. Si tuviera fuerzas escribiría mi epitafio. Por fortuna dejó al
cerdo de ojos claros que tiene por hija mayor en casa, a Melissa. Quiere hablar
conmigo sobre algo que me interesará mucho, enfatiza. Contrario a mis
premoniciones, percibo un tono cálido pese a la seriedad de su voz. Pienso en
Sofía, en Dios, en Fedor, en el cielo y trato de recomponerme. Un dolor agudo
cruza mi cuerpo mientras abro la puerta. Mr. Edwards me pide que le deje ver la
casa y me entregará un escrito que ella ha enviado para mí. Casi me derrumbo
ante sus pies para ver su carta. Ella me escribió. Accedo sin pensarlo. Soy su
siervo si así lo quiere. Entran, supervisan el segundo piso y luego la parte de
abajo. Hacen miradas y gestos de aprobación. Se lamentan por mi condición de
vida. Susurran y comentan sobre el estado material de la casa. El abogado
revela su ambición. Tiene unos principios bonitos como sus zapatos y una moral
como sus uñas, siempre que crece puede cortársela. Yo lo sigo en silencio,
mientras él tenga una carta de ella, le puedo decir adiós a mi dignidad sin

110
aspavientos. Orión no para de ladrar. Lo encierro. Pienso en Fedor, en Ian, en
Gandhi, en Shu Huang. Sofía me enseñó que los animales perciben las malas
intenciones. Las malas energías. Estoy por creer en las energías. Las cosas van
mal dentro de mí. Estos no le caen para nada bien a mi mascota. En otra
situación los hubiera echado a machete. Pienso en mi Padre, en Yahvé, en Buda,
en E.T y en todos sus hermanos. Terminan su inspección y Mr Edwards se
acerca.
―Señor X, Sofía mandó esto para usted.
Me muestra un sobre con la estampilla de la cara de Isabel II. Reconozco
su letra en los remites. Estiro la mano y el abogado esconde la carta en su
bolsillo. Estoy tan débil que no puedo arrebatársela. Pienso en Hitler, en Benito,
en Jack, en Mike, en el presidente y en todos los destajadores de mi hermosa
nación.
―¿Qué quiere, señor? ―digo. No parece una pregunta, parece un ruego.
―Un trato con usted ―contesta―. Necesito ésta casa. Le voy a dar tres
millones de pesos y no lo denuncio. Lo dejo en paz y le entrego la carta que le
envió mi hija. Dese por bien servido. Esto no es una posesión. También quiero
que desaparezca de nuestras vidas rata asquerosa. No quiero mover mis
influencias y hacer de su vida un infierno. ¿Lo toma o lo deja?
Me muestra otra vez la carta en sus garras y yo no tengo opción.
El buitre leguleyo sabe que el barrio La Candelaria esta destinado a
convertirse en el epicentro turístico y económico de Bogostyle. Mi casa es un
regalo para Melissa, la cerda de ojos claros. En un par de meses la cochina
pondrá una peluquería; se hará unas cuantas liposucciones y rozará su regordete
culo solo con gomelos y extranjeros para mostrarle al mundo que ella es tan
importante como Peggy, la rosada marrana de los Muppets.
La gente que siempre vivió en este barrio venderá sus casas a precios
bajos y La Candelaria perderá su espíritu y sus historias. Solo habrán sucios
extranjeros e hijos de ricachones incultos manejando negocios, pero todo eso
poco importa. Este asqueroso gusano se la pasa haciendo entuertos en los
juzgados. Así son todos los de su extirpe. Pena de muerte o más secuestros es lo
que merecen. Podría gritarlo, pero callo como todos en este lugar, callo.
Estiro la mano y el buitre, antes de entregarme la carta y el dinero, me
hace firmar una cláusula de cumplimiento, según me indica.
Firmo sin leer. Me entrega el dinero y sonríe como si fuera una gran
victoria.
―En tres días tiene que irse, señor X. Disfrute el dinero. ¿No está
contento?
Si en este momento vieras su rostro, te darías cuenta que no existe otro
lugar más sucio donde escupir. No le contesto. Pienso en Molotov, en Bakunin,
en Nietchaiev y en Tolstoi. Subo a mi cuarto. Dejo que se larguen. Leo su
nombre y el lugar desde donde proviene. Londres, Inglaterra. No lo puedo creer.
Está en la mierda. Leo sus palabras y un aguacero de agujas cae en mis
entrañas. Se que aún me ama. La leo una docena de veces hasta que el sueño me

111
abraza. Pienso en Zeus, en Morfeo, en Hipnos, en Tanatos y tengo un tache
clavado en mi corazón.
La colonia
A las diez de la mañana me bañé, desayuné con Orión, eché el dinero en
el bolsillo y me fui a la embajada inglesa. Hice la solicitud y en la tarde ya
estaba en la entrevista. Así de eficiente es la puta Commonwealth. El colono,
sin dejar de aterrarse por mi apariencia, me preguntó nombre, edad, estado
civil y lugar de nacimiento. Le dije América. Sonrió socarronamente y me dijo
que de qué parte de América. Le contesté que del sur. “¿Missouri?”, indagó el
malnacido. “No, Colombia”, aclaré. “Colombia no es América”, me dijo el
ignaro hijo de puta. Por fortuna tenía un mapamundi y le señalé el continente
americano. Entonces sacó un sello y me puso DENEGADO, en inglés. También
ayudó el hecho de que no tengo finca raíz, vida crediticia, profesión ni empleo.
Este país es una cárcel. Parece que algunos colombianos han hecho sus malas
cositas afuera. Como si los ingleses, gringos y demás europeos no hubieran
robado, saqueado y borrado naciones enteras. Tendrían que indemnizar a
medio mundo. Respeto mucho a los países que les piden visa a estos hijos de
perra. Eso sería lo justo o ¿no? Antes de irme, el colono me sugirió pedir la
visa a los Estados Hundidos, que era dizque más fácil. Le dije que lo únicas
cosas que quería conocer de ese país ya las habían derribado. La diplomacia
inglesa desapareció cuando me dijo “Lárguese” en un español clarito. Pensé
en Sofía, en mi imposibilidad de ir a buscarla. Otra vez la tristeza me abrazó y
la amargura caló mas hondo.
Fui a Chapinero. Busqué el negocio de mi padre. Llegué a su
compraventa. Casi se cae de la silla al verme.
―Vine a pagarle.
A la voz de dinero se iluminaron sus ojos. Conté un millón setecientos y
le regalé cien mil pesos más. Me dijo que así se portaba un hombre de bien, que
estaba demostrando madurez y, que de pronto cuando él muriera, me dejaba
algo. Me fui de su prendería y le compré a Orión un bulto de la mejor purina
que encontré. Fui a San Victorino e hice un buen mercado. Veinte felpas de
perico, veinticinco M14, quince rubinol, doce ácidos, una libra de marihuana,
setenta papeletas de bazuco. Compré tres botellas de Whisky, cigarrillos,
mentas y maní. Le di cincuenta mil pesos a un viejito indigente. Duró dos
cuadras agradeciéndome. Le dije que si seguía con eso mejor me devolviera el
dinero y desapareció. Fui a una ferretería y compré una segueta y una pica.
Volví a casa de la Candelaria y corté el borde de las vigas que sostenían el
techo, las bisagras de las puertas y las ventanas; piqué los cimientos y el
asfalto de la azotea para que le costara algo más al cerdo ex senador. Lo vi en
una película criolla, quizás la mejor.
Volví a Las Cruces, la fachada de la casa estaba peor. La gente en las
esquinas se veía más peligrosa que dos años atrás. La cosa no pintaba bien. Me
lo esperaba. Un par de indigentes se habían apoderado de ella. Los saqué
amenazándolos con la pica. Traje a mi perro y la belladona. Iba a tirar la

112
belladona desde el balcón. Sofía me dijo en la carta que la destruyera. Ella y su
superchería. En vez de ello, le cambié la tierra, conecté los servicios de
contrabando, cerré las puertas y me dispuse a meter hasta la muerte.

113
Lado B Un buen perro

Solo quien ha visto el profundo color de la destrucción, sabe algo


acerca de Dios.
Bryan Vilka
Una Bala Perdida
A Frank

Y fuiste una bala perdida


Un eco en el asfalto
Negro como la tristeza.
Buscaste la noche plena
El cielo gris de las estrellas
Alguien te disparó hacia fuera
Y no encontraste a tu paso
Sino mugre y violencia

¿Y qué ibas a hacer?


No eras más que eso
Una bala perdida
En el asfalto negro

Quisiste mirar hacia atrás


Oprimir stop
Apagar las voces y las ansias
Para recordar quién eras
Para descubrir el ritmo
Pero fue más fuerte
el impulso hacia el vacío
El amor a los abismos
El deseo de caer

¿Y qué ibas a hacer?


No eras más que eso
Una bala perdida
En el asfalto negro

Eras un bólido sin rumbo


El buen designio no te eligió
Preferiste el fuego
Decidiste arder
Antes que vivir
En el saludable confort de los muertos

114
¿Y qué ibas a hacer?
No eras más que eso
Una bala perdida
En el asfalto negro

10 de octubre. 2002. Dragón triste


Resbalas y te agarras de uno de los barrotes del balcón con tu mano
izquierda. Relampaguea y te aferras al madero en contra de tu voluntad, como si
otro decidiera por ti. Un par de puntos de la sutura se totean y no te sueltas.
Todas las heridas arden a esta hora de la noche y el can aúlla. Por las calles de
Bogoend corre un viento carnívoro y no puedes caer. Tienes los huesos hechos
sopa y quisieras hacerlo. Aún persiste un débil deseo de descender hasta el
pavimento mojado. Das un impulso y coges otro barrote como si saludaras la
vida. Subes con esfuerzo. Sientes un aire fresco que se instala en tu cabeza
como la letra de una vieja canción perdida. Eres un cobarde, la determinación
del suicida es de valientes. Juras que tu deseo de saltar era puro, intenso y
agradable. Penetras en una extraña calma, una calma incomoda, desconocida,
envuelta en ésta nostalgia hecha de miedo y odio. Un hálito de tumba rodea la
noche. Has perdido otra parte de ti. La luna se fue con su sonrisa y tu derecho a
poner punto final. Tuviste miedo. Algo te ha abandonado para siempre. Aquella
capacidad de tu alma para renunciar a tiempo, encajar en la derrota y caer con
dignidad. Péndulas entre el sueño y la poesía; tienes un pie en la alucinación y
otro dentro de un dragón triste. Un lametazo en tu mejilla te hace abrir los ojos.
―¿Cuánto tiempo llevo aquí?
―Tres días.
―Tengo hambre.
―Yo también.
Tienes la apariencia de un cadáver, de un sobreviviente.
―Quiero más droga.
―Ya lo has consumido todo.
―¿Estoy muerto?
―No.
―Ya sé. Estoy tan drogado que pienso que puedo hablar contigo.
―Has llegado a tal punto que puedes hablar conmigo.
―¿Por qué te quedas aquí? Eres libre. ¿Por qué no te vas? ¡Vete!
―No tengo a donde ir este es mi lugar estaré contigo hasta el final.
―Este es el final.
―Si así lo quieres así será cuidaré tu cadáver de las ratas.
―Estás flaco, Orión.
―No tanto como tú.
Apoyas tu espalda contra la pared y dejas las piernas estiradas sobre el
suelo.
―¿A dónde van los perros cuando mueren?
―Al cielo de los perros.

115
―¿Hay un Dios para los perros?
―Sí tenemos un Dios.
―Y, ¿cómo es?
―Tiene cara de perro.
―Quiero ir al cielo de los perros.
―Allá te espero.
―¿Cómo hacer para ganarse ese cielo?
―Solo tienes que ser un buen perro los buenos perros aguantamos
siempre vamos hasta el final.
―¿Hay perros que no van al cielo?
―Sí los que traicionan a sus amigos.
Orión posa su raquítica figura sobre tus piernas, se sienta y continúa:
―En el último parto mamá tuvo ocho crías dormíamos bajo un puente
un mal día un auto la atropelló arrastró la mitad de su cuerpo hasta donde
estábamos ella quería despedirse ahora está en el cielo la veo en la luna aullar es
un saludo una oración no sé qué pasó con mis hermanos Sofía me rescató y tú
me salvaste la vida.
―Yo quise botarte. Soy un traidor. No iré al cielo de los perros.
―Pero te retractaste me cuidaste todo este tiempo he crecido a tu lado y
me dejas dormir en tu cama sin importarte mis pelos ni mis pulgas.
Estiras tu mano y lo acaricias, le aprietas suavemente las orejas y se
dibuja una sonrisa en su esquelético hocico.
―Eres un duro ―le dices.
―Soy un buen perro ―te contesta.
―¿Crees que nosotros tenemos Dios?
―Sí.
―Nunca lo he visto.
―Los dioses solo dejan ver sus rostros de los que resisten no apresures
el final no pierdas la luz.
Son las palabras de tu mamá en la voz de niño que tiene tu mascota.
―¿Si resisto, veré el rostro de Dios?
―Sí.
―Quiero volver a creer y resistir, Orión.
―Se resiste mejor si uno come. Estoy que me parto del hambre.
Te pones en pie con mucho esfuerzo, te acercas a la cama y sacas unos
billetes debajo del colchón.
―Vamos a la Plaza. ¿Qué quieres, amigo? ¿Caldo con costilla?
¿Huevos? ¿Pan? ¿Chocolate?

Londres, Inglaterra
He cambiado, Jhony. Te pido perdón. Lo del viejo estuvo pesado. Se que
hubieras volado media ciudad por mí. Te amaba, aunque no lo creas, te amaba.
No se lo que hiciste la noche de la secta con mi hermana. Te hallé culpable y

116
luego me ensañé contigo. Aquella primera vez que nos separamos, yo quería
que hirieras a Mike, tu amigo. El tiro me salió por la culata. No confíes en él.
No es un buen tipo. Jamás pensé que podías llegar hasta ese punto. Extraño todo
de ti. Tus manos, la forma como me tocabas. Extraño tus ronquidos suaves,
sentía que un león me cuidaba y tu pierna encima de mis caderas. Me hacen
falta tus historias, tus recuerdos de infancia. Tú me contabas y yo sentía que
estaba viviendo otra vida, otro sueño. Me protegiste y nada es lo mismo. Ahora
me queda mucho tiempo para leer. Eso lo heredé de ti. Londres es una ciudad
cara y aburrida. Estoy limpia. Llevo días sin consumir. Los ingleses no son tan
cómicos y queridos como Mr. Bean. Más bien son apáticos y fuera de Londres
se siente la xenofobia. La semana pasada fui a Devon y vi como un grupo de
rubios borrachos golpeaban a un zambo. Tenías razón, no nos quieren y no
tenemos por qué hacerlo, tampoco. A ésta ciudad llegan miles de turistas y
extranjeros, todo cambia en minutos. Los edificios son gigantescos y el tráfico
es ágil. Aquí te sientes mas pequeño, mas invisible, mas don nadie. Nadie mira
a nadie, parecen autómatas. Los jóvenes pierden los papeles en la noche.
Consumen y beben. Desean huir.
No quiero a mi país, pero fuera de él extrañas muchas cosas,
especialmente la vitalidad de esos seres miserables que saboteábamos y la
comida, el ajiaco que hacías, y beberme una cerveza contigo un lunes en la
tarde. Es algo difícil de repetir. No quiero este nuevo país y no puedo volver,
Jhony. Cuando Melissa, mi hermana, estuvo aquí, la trataron como el gusano
arribista que es. ¡Pobre enferma materialista! Ojalá nunca la conozcas. Por eso
volvió a Colombia. Con la plata de papá, ella parece alguien allá, es lo único
que me gusta de este lugar, que la gente con plata es uno más y punto. Eso ya lo
superaron.
Aquí todo está planeado, tu futuro y tu destino. Hasta los punkeros mas
podridos y antisistema que nunca conozcas son fácilmente controlados en casas
de apoyo, asistencia médica, pequeñas dosis de metadona y ayuda sicológica.
Casi me reviento de la risa cuando vi todo esto. Apenas puedo pensar lo que
haría uno de ellos en Colombia ocho días sin un peso. Perderían el alma y luego
la vida, fácilmente como nos suele ocurrir.
La hicimos completa, Jhony. Deseo que estés bien. Quise destruirte de la
peor manera. Se que no necesitabas ayuda en ello, pero quería verte mal por mí.
Cambia, tú sabes que el agua que se estanca, se pudre. Aunque la gente como tú
nunca cambia; mejora o empeora, entonces mejora, te lo pido. Te hice cosas
malas y nunca te fui infiel, aunque esto tampoco lo creas. Quiero que lances la
belladona por la ventana. Mátala y volverás a ser libre, se romperá un conjuro
que te lancé. Olvídame y vuelve a ser quien eras, el chico indomable del que me
enamoré, rescata tu humor y tu carisma. Cuida a Orión, sácalo al parque y
quiérelo como me has querido a mí.
Con amor,
Sofía.
El Monólogo de Orión

117
Corro y corro a lo largo de las anchas calles de la ciudad me gusta sentir
el viento en el rostro en las orejas y en los ojos haciéndome a la libertad
corriendo y comiendo lo que encuentro tirado en el piso defendiéndome con las
garras y con los dientes me rasco las pulgas como un malabarista de circo y
escarbo en la basura de la calle buscando un milagro o un pedazo de pan me
siento y lamo mis partes nobles olfateo y persigo los vestigios úricos de otro can
porque yo también marco mi territorio aquí y allá y entonces corro buscando el
placer de la velocidad haciendo alarde de mis cuatro patas y observando todo en
blanco y negro como eran las películas de antaño así veo las cosas y veo más y
escucho más y cuando llega la noche aúllo a la luna y me uno con otros para
entrar en ese rictus sagrado de mi antepasado de lobo que no puedo evitar soy
un buen hijo de perra muy acomedido y mi madre era buena y nos alimentó y
nos crió porque éramos una docena hasta que llegó un verdadero hijo de puta y
la sacrificó y quise vengarme pero todo lo olvidé porque eso es lo bueno de ser
un buen perro que olvidas a los hijos de puta y sigues tu camino corriendo tan
rápido como puedes porque es bueno sentir cómo rompes el aire y cómo sueñas
que soy yo Orión no conozco a mi padre y no importa esa es la manera cómo
actuamos los perros soy Orión cuando me recogieron tenía sarna y más pulgas
de las que tengo ahora y llovía en la noche más oscura y fría de esta maldita
ciudad y le estaba dando la bienvenida a la muerte tullido en una puerta de casa
antigua yo tenía seis meses y mi epitafio escrito en el lomo y unas manos suaves
me recogieron y el cielo de la noche se despejó y ella la mujer más bella que
han visto mis ojos en blanco y negro miró al cielo y ahí estaba clara la
constelación de Orión sentí el calor de humano y nunca antes lo había sentido y
me sentí amado y bautizado por primera vez entonces entramos y discutió con
su novio por mi presencia pero él también la amaba con ese amor de hombre
que no puede decirle no a una mujer y me quedé en la casa de él yo sabía que
cuando me curara tendría que irme esa era la advertencia ella se preocupaba por
salir conmigo y con el tiempo él comenzó a hacerlo también me cambiaron la
comida por pedazos duros con sabor a pollo y a carne y de cuando en cuando
leche pan huevo arroz salchicha y papa porque ellos saben que en la calle
aprendí a comer de todo y me gusta más que el concentrado sin embargo lo
como porque ríen y son felices no se de qué y juego con las medias los zapatos
y los papeles del baño y me regañan no se por qué no lo esperaba pero él se
encariñó conmigo yo meneo la cola cuando entra al cuarto meneo la cola
cuando me aprieta las orejas meneo la cola símbolo de mi agradecimiento y él
juega conmigo me encanta jugar y saltar y morderlo suave así me convertí en su
cómplice y llegué a saberlo todo de él él sabe que yo si sé guardar secretos y
un día él con su amor de hombre ese amor que es frenético enfermizo y
desequilibrado se convirtió en otro quizá en un perro pero no corría ni olfateaba
ni aullaba a la luna cómo lo hacen los buenos perros pero seguía ordenes de su
pequeña amada y supe que volaría la ciudad completa por su amor y ella lo
adoraba y lo odiaba con ese odio que se parece otra rara forma del amor ella
quería vengarse y en poco tiempo lo logró le cortó los hilos y él quedó como un

118
muñeco sin gracia hundido en alcohol y drogas y yo sentí tristeza algo que no
conocía y lamí su rostro en la mañana para que me acariciara y me sacara al
parque porque él sabe que me gusta correr y jugar que me descargo de toda mi
energía comprimida y él debería hacer lo mismo pero prefiere mantenerse ahí en
el pozo él no sabe huir y me empuja y me echa de su lado y yo sólo quiero estar
con él hasta el final porque los buenos perros somos fieles y sabemos de
fidelidad y somos leales porque sabemos como ningún otro de la lealtad veo
cómo mete cosas por la nariz por la boca y cómo le hacen daño cómo se
transforma y me habla de cosas que no entiendo y escucha música de Doors y
yo aúllo porque la voz de Jim se parece a la luna y veo cómo mete otras mujeres
en la cama y no entiende que eso lo podemos hacer nosotros porque venimos
de otro mundo porque somos distintos en cambio el hombre este hombre no
sabe que por cada mujer que mete en su cama el vacío de su vida aumenta se
multiplica y está abriendo un hueco horrible un boquete por el cual caerá sin
remedio porque ustedes tienen un amor así se parece a un abismo da vértigo y
quieren caerse golpearse perderse porque el vértigo es eso te quieres caer y
sabes que te harás daño y de ahí no se puede salir y así caerá él con toda su
derrota con toda su nostalgia y también su tristeza y su ira y yo estaré aquí
aguardando porque yo soy Orión su pequeño guardia cazador su diminuto
amigo fiel un perro que nunca quiso ser labrador porque no le importan las
razas ni las insignias puedo ladrar y romper el viento cuando corro puedo sentir
la libertad acariciando mis orejas puedo volar en cuatro patas puedo
convertirme en cien estrellas y cuando él muera entonces partiré hacia el cielo
hacia mi casa y no podré olvidarlo jamás o duraré siglos haciéndolo porque así
somos los buenos perros no olvidamos a nuestros amigos y corremos hacia la
libertad y sabemos huir a tiempo y esto nunca lo sabrán ustedes no pueden
entenderlo en cambio yo si y eso es lo bueno de ser perro.
Un sueño
Si quieres aprender sobre el anarquismo natural, el que corre en la
sangre pestilente de la humanidad, te recomiendo leer Los Demonios; y si
quieres recuperar la fe perdida en Dios, solo tienes que leer Los hermanos
Karamazov. Así me he despertado, un poco contrariado, bordeando la siguiente
noche. Tuve un sueño, lejos de ser una pesadilla. Lo recuerdo. Iba caminando
por un sendero bucólico, solo. El paisaje era paradisíaco. Llegué al centro, había
varios caminos de igual belleza y yo escogí el más largo. Había arroyos,
plantas, flores, enredaderas, valles, colinas y pequeños animales inofensivos.
Orión apareció de la nada y caminó al lado mío. Sentí murmullos y volteé a
mirar. Una multitud me seguía a unos cuantos metros, mi familia, Sofía, los
fantasmas literarios, los amargos anarquistas y los sacrílegos rockeros que
admiraba, todos llenos de luz y bondad. Uno en los sueños se puede ver. Seguí
caminando y ellos continuaron tras de mí. La cámara del sueño se alejó como en
el final de un filme clásico. Y vi que los senderos eran líneas; los riachuelos,
huellas; los valles, dedos y descubrí con horror y alegría que estaba caminado
sobre las manos de Dios.

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Me pongo en pie. Camino hasta un rincón de la casa. Me arrodillo y
hablo con Él.
Siete Palabras
Señor, hace mucho no me veía en éstas. Quizás no me recuerdas. Soy
Jhony X, el chico de Las Cruces. Estuve un poco alejado de Ti unos cuantos
años. Alguien ha dado cuerda en el reloj de mi fe perdida. Alguien ha hecho una
recarga de credulidad en mi alma. Te había abandonado y estoy de vuelta. Una
débil luz ilumina mis cavernas. Apenas ayer quería matarme y hoy necesito que
me escuches. No he sido un buen tipo ni nunca quise serlo. Hice cosas malas y
dañé a otros que quizás no se lo merecían. Te pido perdón, Señor, perdóname.
He pagado por mis errores. Puse un pie en el infierno, me he quemado y estoy
de regreso.
Señor, no quiero dejar mi simpatía por el anarquismo. Fuiste el más
grande anarquista de todos los tiempos. El primer feminista; el más insigne
rebelde. En ese sentido seré un buen cristiano. Anarkrista, AnarcoKristiano; sin
amo, sin estado, pero con Dios. Leeré a Tolstoi, a Gandhi, a Thoreau. Te serviré
lejos de las iglesias. La única iglesia que ilumina es la que arde, lo dijo
Kropoktin. Hablaré Contigo cada noche, oraré, sin ministros ni ayudantes.
Estuviste contra ellos y ellos se aprovecharon de Tu sagrada imagen.
Cometieron horribles crímenes en Tu nombre. Jamás dejaré un hijo mío en al
lado de un cura. Algún día tendrán que pagar.
Señor, bendice a Sofía y perdónala porque no sabe lo que hace.
Ayúdame a soportar el peso de la distancia. Todo lo que hice, lo hice por ella,
para conservarla, para retenerla un día más. Padre, ¿por qué me ha abandonado?
¿Cuánto tiempo durará su ausencia? ¿Cuántas noches podré soportar? La
necesito, ayúdame, una palabra Tuya bastará para que vuelva. Un chasquido de
Tus dedos, una orden, un soplo, una canción, devuélvemela. Me estoy secando
como la belladona que me obsequió, aún no termina la larga noche y tengo sed
de besarla y tengo hambre de abrazarla y amarla unas cuantas miles de veces
más. Bebo el vinagre amargo de su ausencia y tengo un tache clavado en mi
corazón. Te lo aseguro, Señor, un día estuvimos con ella en el paraíso. Un día
que fue la felicidad absoluta. Un día que no hubo miedo ni temor; solo verdad,
solo certeza. Ella me pide que la olvide ¡como si fuera tan fácil! Ella me pide
que cambie, que mejore y yo no lo entiendo. Ella me pide que me salve y acudo
a Ti, mi Pastor. No se hacerlo solo; no pude hacerlo solo. Conviérteme en un
bello instrumento del caos. Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu, mi
suerte y mi destino. Creeré en Ti por los siglos de los siglos. Amén.
¡Y, ten cuidado con lo que deseas!
Ayer visité a Elía y lo encontré en un idilio sin par. En una
bambificación de las relaciones sentimentales extrema y patética. Ella le decía
a Elía “Mi pollo” y Elía le contestaba “Mi polla”. De ninguna manera esto
podría sonar bien. El amor siempre es cursi y envidié a mi amigo. Me contó
acongojado que Frank había muerto hacía una semana. Se tomó un ácido y en
la avenida Diecimuerte una buseta arrasó con todos sus sueños. Era de

120
esperarse, le dije. Elía esta estudiando ingeniería industrial en la universidad
del distrito, lo felicité y me largué. Quedó de visitarme.
Fui a una cabina y llamé a Mike. Volvió a repetirme la fatídica noticia
de la muerte de Frank. Mike sigue en Pereira. Me contó que estaba viviendo
con una secretaria. Que ya casi no iba donde las putas, que había dejado la
onda satánica y que ahora era profesor de inglés, casi me voy de culo.
―Y tú, Jhony, ¿qué has hecho? ¿Sigues con Sofía?
―… No, Mike. Terminamos.
―¿Te ha dado duro la separación?
―Un poco, Mike.
―¡Ey!, Jhony. Te pido perdón. No quería coquetear con ella. No sabía
que la querías tanto.
―No te preocupes. Ya pasó.
Nos despedimos y quedamos de volver a hablar pronto para montar algunas
canciones y resucitar el grupo.
Luego busqué a Rai. Fui a su casa y su mamá me dio una dirección donde
está trabajando. Pasó de una fundación sinónimo de lucro a un buró de un
juzgado. Me vio en la puerta y saltó para decirme.
―Jhony ve a tu casa y ahora en la tarde paso y hablamos. Te tengo un
trato, pero tienes que irte.
Pensé que le había dado pena mi facha, No quise poner en riesgo su
trabajo.
Volví a casa y descansé un rato. Escribí una larga canción a la memoria
de Frank. Una bala perdida. Con ello traicioné la esencia de la banda. Tendré
que cambiar su nombre, también. Luego encontré unos billetes del pago que me
dio Mr. Edwards. Bebí una cerveza. Puse el album Punk is dead de The Crass e
hice oficio. Arreglé las goteras, ordené los libros y bañé a Orión.
Antes de anochecer llegó Rai. Vestido con gabán y gafas gruesas de
intelectual. En la mano traía una bolsa negra. Me propuso trabajar en el
juzgado W15. Me dijo que había una entrevista para el siguiente día a las diez
de la mañana.
―¿Qué tengo que hacer? ―pregunté solo por curiosear.
―Archivar. Es para ser archivador. Te pagarán casi dos salarios
mínimos mensuales.
―Sigue siendo una miseria.
―También harás otra clase de labores extras y secretas con lo cual
ganarás dos millones de pesos o algo mas.
―¿Labores extras y secretas? ―repetí.
Rai enumeró las acciones como si fuera a decorar un apartamento.
Modificarás fechas, cambiarás nombres, sacarás documentos, meterás papeles
falsos. Te presentaré unos amigos y te pagarán bien.
―Es un riesgo, Rai.
―Este es el estado más corrupto del mundo ―argumentó―. Aquí solo
hay sátrapas asquerosos manejando nuestro destino. Los conozco, Jhony.

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Todos están sucios. Hace poco los estúpidos pusieron al papá de los
destajadores en el poder, un sucio paramilitar. Quieren un inmenso ejército que
les cubra el culo. Nuestro futuro es un fusil.
Y después me salió con esta joya digna de un gran anarko
―Le ley y la justicia en manos del hombre común es crimen, Jhony; el
crimen y la delincuencia en manos del estado es ley, así están las cosas.
―¡Vaya, Rai! Desde que dejaste el pseudo nazismo has
desarrollado algo de cacumen.
―Ese fue un capítulo tonto de mi vida. Ahora mira:
En la bolsa negra había un vestido de paño, un par de zapatos de
charol, una máquina de afeitar y una rasuradora. Sacó del bolsillo del blazer
unos documentos y me los entregó. Dos carnés, uno del seguro y otro
estudiantil. Con mi nombre, número de cédula y fotos. Mi pasado judicial y un
registro de asuntos disciplinarios. Según esos documentos jamás había hecho
nada incorrecto.
―Te limpiamos y estás tomando clases de derecho en la universidad de
La libertad. Eso es lo que tienes que decir mañana en la entrevista. Nada más y
estás adentro.
Luego me advirtió que no podía ir a la entrevista con mis usuales
atuendos de punkero. Me hizo ver que a los punkeros nos habían uniformado.
―¿O dejarás de ser punkero si vistes distinto? ―me preguntó,
retándome―. Un punkero viejo no puede ser. Te matas o cambias.
Entonces lo entendí todo. Dios me había puesto en el camino a Rai. El
Señor me había escuchado y me estaba convirtiendo en un bello elemento del
caos y el desorden. Ya estaba cansado de que me dieran palo a este lado. Ahora
podía aumentar la mentira estatal hasta su destrucción. Sería el gusanillo
dentro de la manzana; la tenia en el intestino estatal; un poco mas de cáncer
burocrático y mentiroso hasta su deceso. Lo vi todo y me sentí feliz.
―Eres un enviado de Dios, Rai.
―¿De qué hablas, Jhony? Siempre has sido un ateo incorregible o
¿te deschavetaste?
―No, amigo. Ahora soy AnarcoKristiano o, mejor aún, Anarkrista.
Rai sonrió.
―Jhony, te enloqueciste. No eres nada de eso. Tu lo que eres es un
perro viejo. Un buen perro.
Para rematar la noche llegó Elía. Rai ya se había ido. El buen Elía
llegó con un ajedrez de madera debajo del brazo. Hace años no jugábamos. Mi
padre nos había enseñado de chicos. Siempre tuvimos el mismo nivel. El
ajedrez es un juego fantástico. Mientras el juego se desarrollaba yo no dejaba
de pensar en que iba a matar algo mas de mí. No estaba dentro de mis planes
convertirme en lo que mas había odiado. Pensé en Sofía como de costumbre.
Mis ojos saltaban de escaque en escaque. Elía me quitó la reina en la mitad de
la partida.
Me desdibujé.

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―No importa, Jhony. Sin dama sigue el juego, sigue la vida. Además la
puedes volver a rescatar ―Dijo mi buen amigo.
Continué jugando, pero aun así, perdí.

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La luz

Así es el hombre total. Cuando lo veamos hundido en el fango,


recordemos lo sublime que hay en él; cuando se encuentre planeando por los
más altos ideales, recordemos sus abismos.
Fedor Dostoyevski

No creo en los cometas milagrosos, ni en las palabras salvadoras, ni en


la redención de los ministros, ni aquí en la tierra ni allá en el cielo. No creo en
la fortuna de ruleta, ni en el éxito social, ni en la gloria de sus perfectos
asesinos. No creo en la risa que me insertan, ni en la tristeza con música de
fondo, ni en la limpieza de sus sucios corazones. ¡Creo en tu Amor como en un
señuelo perdido, como en una oscura expiación!
No creo en sus verdades programáticas, ni en sus promesas emplumadas,
ni en la buena voluntad de extraños mercaderes. No creo en las formas de sus
cuerpos, ni en los polvos de sus rostros, ni en sus chistes de cajón. No creo en
sus mesiánicos discursos, ni en sus cifras oficiales, ni tampoco en sus sanas
intenciones. Creo en tu Amor como en una dulce trampa, como creo en Dios.
Esta es la sombra de mis memorias, una sombra marchita, llena de odio
y violencia. Aquí quedan consignados la herencia y el fracaso; aquí yacen mis
restos de solitario anarkopunk como un largo gemido, como un frío epitafio.
Tengo los últimos acordes a punto de caer de las cuerdas; tengo esta insana
melancolía desprendiéndose de mi piel. Estoy armado de música y veneno y eso
me convierte en un hombre peligroso. Hoy escupo en el rostro de esos viejos
patriarcas, hoy vomito en el símbolo del poder, los detesto, los aborrezco,
ustedes no podrán quitarme el alma, ustedes nunca podrán robarme la luz
porque no les creo.
15 de octubre. 2002
Abro los ojos, me rasco la axila. Corro la cobija y descubro una erección
monumental. Me la meneo un rato hasta que me aburro y hago roña un rato
más, pienso en ella con menos dolor. Me levanto de un salto. Voy a la sala y
veo la bolsa negra que me dejó Rai. Saco la maquina de afeitar y la rasuradora.
Entro al baño y orino. Descanso. Tomo un duchazo con agua fría. Me seco y
veo en el espejo al hombre converso que soy. Paso la cuchilla por la piel de mi
rostro y desaparece el sombreado de vello corto. Enchufo la máquina y rasuro
mi cabeza a ras del cuero cabelludo. Desaparece la cresta y con ella todos mis
recuerdos. Vuelvo a mirarme en el espejo, calvo y siniestro. Me he quitado cien
años de encima. No estoy acabado. Regreso a mi cuarto y arrumo en el patio mi
antigua investidura. Esto es doloroso y necesario. Echo gasolina encima de las
viejas prendas de guerrero citadino y les doy fuego. La llama se levanta
poderosa, peligrosa y bella como su amor.
Visto el traje de paño y me siento extraño, criminal. Saco a Orión y
desayunamos. El cielo se esta despejando, parece que va a ser un buen día, hoy

124
el sol brilla como nunca, un sol que no es natural. Meto los documentos en el
bolsillo. Le doy un beso en la frente a mi mascota y me despido.
Camino con estilo sobre la sucia epidermis de concreto. Los
ñeros me saludan con asombro. Dos cuadras adelante entro a la tienda de la
señora Clema que no me reconoce hasta que hablo.
―Una cerveza, doña Cle ―grazno.
La vieja afina la vista. Tarda un poco en darse cuenta de quién soy.
―¿Jhony? ―me descubre y se alegra―. Su madre se sentiría
orgullosa de verlo así.
Deja la botella en la mesa. La agarro y bebo, fondoblanco. Estiro la
mano, se asusta. Inmóvil. Ve con espanto cómo pongo dos dedos en su arrugada
frente y le digo:
―¡Te perdono, Clema! ―y me despido con un eructo cerveza marca
Águila, 350 centímetros cúbicos, 4% volumen de alcohol.
Continúo mi periplo. Paso los edificios de la Nueva Santa fe. Los
gomelos no se inquietan, confían en mi nueva presencia. Llego a la trece y los
tombos acechan en la esquina. Espero la tradicional requisa, pero en cambio de
ello, recibo un “Buenos días, señor. Adelante”. ¡Vaya, cómo se ve el mundo
desde aquí!
Sigo el croquis que me depara el azar. Sé que el mundo ha comenzado a
agonizar y este será un fin lento, doloroso y sucio. Se me escapan palabras de
errático profeta porque tengo fe y mi esperanza ha renacido. Volteo por el
parque de Las Nieves y me encuentro con una jauría de neo nazis. Debe haber
doscientos de ellos. Ya no puedo echar para atrás. Voy de frente y comienzan a
abrirse a mi paso. Todo va bien hasta que escucho que me llaman.
―¡Ey! ―si me reconocen, estoy muerto. Un cerdo de 1.90 mts de alto
se acerca―, ¿tiene horas que me haga el favor y me diga?
―Van a ser las diez ―contesto.
―¡Gracias, caballero!
―De nada, amigo.
Le doy la espalda y sigo mi destino, piso firme. Ando con la mitad del
alma perdida al otro lado del mundo y con la otra mitad aguanto, resisto. Tengo
un perro, una planta y un trabajo, tengo la luz en mis entrañas y esto no es
precisamente lo que pedí a Dios en mis plegarias, pero no se puede negar que es
un buen comienzo.

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