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(I) Introducción
(II)
Dado que las interrogantes que aquí nos hacemos parten del marco teórico del
socio-constructivismo, una buena manera de dar comienzo a nuestra investigación
sería definir y delimitar el concepto mismo de constructivismo. No obstante, ello
resulta una tarea difícil si no es que imposible. Dicha dificultad se debe a que,
como han señalan algunos autores (Rosas-Balmaceda, p. 7), no existe una única
definición que sea aceptada por todas las corrientes filosóficas y psicológicas y a
que, por otra parte, dentro de la psicología conviven concepciones bastante
diferentes de lo que se entiende bajo este concepto. Por lo tanto, puesto que el
objetivo de este ensayo no es buscar la definición última y absoluta del concepto
de constructivismo, me limitaré a señalar algunas de las que pueden considerarse
como características afines a todo constructivismo.
Como señala Haack (2001, p. 21), si bien el filósofo William James merece el
crédito de haber sido el primero en acuñar la palabra “pragmatismo” como término
filosófico y hacerlo famoso, fue en cambio otro filósofo norteamericano, Charles
Sanders Pierce, quien la introdujo por primera vez durante sus disertaciones de
1870 en el “Club Metafísico” de Cambridge, Massachusetts. La propuesta
pragmática de Pierce y su interés por desarrollar lo que él llama una filosofía
científica reformada parecen estar en gran parte motivados por su inconformidad
con la metafísica de su época y las soluciones propuestas por la epistemología
cartesiana. Así, para Haack (2001, p. 26), Pierce considera que “la aspiración de
Descartes a la certidumbre está desubicada, y su subjetivo criterio de verdad es
viciosamente individualista”. En su intento por apartarse del individualismo de la
epistemología cartesiana y hallar una nueva manera de plantear los problemas, el
pragmatismo de Pierce dio lugar a una teoría en la que la relación del individuo
con la sociedad es de gran importancia para el proceso cognitivo. En palabras de
Haak (2001, p. 27), “en la filosofía de Pierce, el individuo aparece como locus de la
ignorancia y el error, y como alguien que sólo toma conciencia de sí mismo a
medida que interactúa con otros”.
A las valiosas aportaciones hechas por Pierce se sumarán, posteriormente, las del
filósofo norteamericano de origen sueco William James. Una de las contribuciones
de este filósofo que más nos interesa destacar aquí es la de haber hecho hincapié
en la importancia que tiene la praxis para entender los procesos cognitivos. Así,
señala Haack (2001, p. 31), la interpretación de James de la máxima pragmática
subraya las consecuencias prácticas de la aplicación de un concepto. Pero, no
será sino hasta que John Dewey formule su propia versión del pragmatismo que la
relación entre individuo y sociedad de Pierce y la importancia de la praxis de
James aparecerán hermanadas en una sola y misma teoría. De esa manera, el
pragmatismo de Dewey hace referencia, en opinión de Haack (2001, p. 36-37), a
“una forma de aludir a la preocupación pragmática por la cuestión de cómo
funciona el pensamiento en la determinación experimental de la conducta futura”.
Así mismo, para Dewey la filosofía social está íntimamente relacionada con la
filosofía de la educación y, a consecuencia de ello, la educación es vista como un
medio de reforma social e, incluso, como una contribución a la democracia y los
valores democráticos (Haack, 2001, p. 41).
(III) Conclusión
Haack, Susan, Viejo y nuevo pragmatismo, Diánoia, Vol. XLVI, Núm. 47, 2001, pp.
21-59.