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Cuadernos del Archivo Histórico Universitario

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GUILLERMINA MEANEY

CANOA
EL CRIMEN IMPUNE

GOBIERNO DEL ESTADO DE PUEBLA


BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA
CUADERNOS DEL ARCHIVO HISTÓRICO UNIVERSITARIO

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Gobernador Constitucional del Estado de Puebla,
Melquiades Morales Flores

Rector de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla,


Enrique Doger Guerrero

Director del Archivo Histórico Universitario,


Alfonso Yáñez Delgado

Portada: María Tomasa Arce García viuda del labriego Lucas García García
quien fue inmolado sólo porque en un gesto humano y generoso dio
alojamiento en su choza a los cinco empleados de la Universidad Autónoma
de Puebla que iban de excursión a la Malinche.

© Benemérita Universidad Autónoma de Puebla


Archivo Histórico Universitario
4 Sur 104
Centro Histórico
Tel: 2327479
e-mail: tiempo@siu.buap.mx

Impreso y hecho en México


Printed and made in Mexico

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"Recuerdo, recordamos.
Esta es nuestra manera de ayudar
a que amanezca sobre
tantas conciencias mancilladas,
sobre un texto iracundo,
sobre una reja abierta,
sobre el rostro amparado
tras la máscara
Recuerdo, recordemos
hasta que la justicia
se siente entre nosotros.
Rosario Castellanos

A la memoria de
Guillermina Meaney
autora de este libro y de
Roberto Rojano, testigo del
drama, quien contribuyó de
manera decisiva a la
elaboración de este trabajo.
A la memoria de
Ramón Gutiérrez Calvario,
Jesús Carrillo Sánchez,
Odilón Sánchez Islas y
Lucas García quienes
perdieron la vida en
la tragedia de Canoa.

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AGRADECIMIENTOS

Deseo expresar mi gratitud para con una serie de personas sin


cuya ayuda la realización de esta obra habria resultado mucho
más difícil. Mencionaré en primer lugar a Eva Ballena y Guillermina
Ramos, quienes colaboraron conmigo en la transcripción de las
grabaciones; a la talentosa pintora poblana Graciela Abascal, quien
me sirvió de guía durante mi visita a San Miguel Canoa; al señor
Carlos E. Sevilla, jefe de redacción de Novedades de Puebla y
autor de un extenso reportaje sobre el caso, que gentilmente me
proporcionó las fotografías de la masacre que aparecen en estas
páginas; al licenciado Vicente Villegas, Secretario General de la
Universidad Autónoma de Puebla, sin cuya amable intervención
no habría tenido acceso al expediente legal del caso; a Enrique
Mañón, quien me suministró bibliografía sobre el movimiento
estudiantil de 68; a los vecinos de Canoa —tanto campesinos como
los jóvenes dirigentes de la Unidad Popular— que me propor-
cionaron información de inapreciable valor, y en general, a todas
aquellas personas —en especial mi familia y mis amistades— que
de alguna manera me ayudaron con sus opiniones y consejos, o
simplemente con su estímulo.
He dejado hasta el final a los tres sobrevivientes —Julián,
Roberto y Miguel—, no por considerar que tengan menor impor-
tancia, sino todo lo contrario, por que merecen mención aparte.
Durante los constantes viajes que realicé a Puebla en el curso de
varios meses, siempre encontré en ellos la disposición más cor-
dial, así como el sincero deseo de colaborar conmigo en todo lo

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posible. Me proporcionaron una gran cantidad de impor-tantes datos
sobre su experiencia, me pusieron en contacto con diversas per-
sonas que resultaron ser informantes muy útiles, y en todo momento
estuvieron dispuestos a allanar cualquier dificultad que se me
presentara. Pasamos horas enteras conversando, y así, lo que de
otro modo habría sido tan sólo una conexión de trabajo, se convirtió
en una agradable y amistosa relación.
Gracias por todo, Julián, Roberto y Miguel...
G.M.M.

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PREAMBULO

“Yo igualo a los hombres; al verdugo


y a la víctima... ".
José Revueltas

Las campanas repicaban furiosas... por los aparatos de sonido,


voces exaltadas clamaban venganza.
Un bosque de antorchas pobló de repente la oscura noche
de San Miguel...
Cuatro cadáveres quedaron tendidos en el suelo.
Una multitud enloquecida y ebria empujaba hacia el centro
del pueblo a los tres muchachos que aún permanecían vivos,
enmedio de un torrente de insultos, patadas, golpes, machetazos...
La sangre cubria sus rostros, sus ropas... la sangre viscosa
se mezclaba con el agua que corria por las calles empedradas a
causa de la pertinaz lluvia, y formaba un pequeño río rojo.
Los cuerpos de Julián, Miguel y Roberto eran un puro dolor;
una masa tumefacta de sufrimiento.
Eran tres lastimosos despojos humanos, a los que sólo un
imperceptible hilito ataba aún a la vida Se estaban enfrentando a
una de las experiencias más aterradoras que pueda vivir un individuo,
al ser linchados inesperadamente por una turba furiosa, sin razón
alguna, y sin la menor posibilidad de escapar o defenderse.
El presente libro pretende relatar ese linchamiento —dentro
del marco formado por las circunstancias que lo propiciaron—,
así como la historia de los protagonistas del drama: tanto las víctimas
como los verdugos...

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Trasladémonos, pues, al sitio donde tuvo lugar el aconteci-
miento, así como al momento histórico en que se dieron los hechos:
San Miguel Canoa... en el año de desgracia de 1968.

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CAPÍTULO I

LAS CAUSAS

“Cuán fácil (es) mover al pueblo favoreciendo


sus instintos de egoísmo apropiatorio y...
sus tendencias religiosas”.
Sergio Méndez Arceo

Para recrear la atmósfera que reinaba en el país, y en particular


en Puebla, en septiembre de 1968, fecha en que tuvo lugar el
linchamiento de San Miguel Canoa, preferí utilizar —por consi-
derarlos mucho más elocuentes de lo que podría ser una explicación
elaborada en forma individual— un bloque de testimonios de per-
sonas de los más diversos estratos de la población, y que indican
claramente cómo pudo gestarse tan lamentable suceso; el cual,
fuera de ese contexto resulta incomprensible.
Como fuente básica para ejemplificar la información —si
es que se le puede llamar así— que se proporcionó al público en
aquella época, escogí al diario El Sol de Puebla, por considerarlo
el más representativo de la prensa reaccionaria en esa ciudad.
Observará el lector que las primeras noticias aparecidas en
dicho períodico en relación con el movimiento estudiantil de 1968
fueron publicadas con fecha 28 de julio, a pesar de que desde el
día 22 del mismo mes tuvieron lugar los incidentes que originaron
el conflicto.
En realidad, no se le dio una gran importancia al movimiento
en la prensa poblana sino hasta el 28 de agosto, o sea un día después
de la manifestación durante la cual se izó una bandera rojinegra en

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el zócalo y se echaron a vuelo las campanas de catedral. De esto se
valió la prensa vendida para armar un escándalo de inusitadas
proporciones, esgrimiendo el pretexto de que tanto la enseña nacional
Como la mencionada iglesia habían sido profanadas.
Desvirtuaron completamente el hecho de que la bandera
rojinegra es el símbolo internacional de huelga —y por lo tanto
patrimonio común de todos los pueblos de la Tierra—, y trataron
de presentarla, en todo momento, Como una enseña extranjera.
Los “defensores de las instituciones” emprendieron la tarea
de lavar la afrenta infligida a la religión ya la patria, apelando al
sentimentalismo barato y al fanatismo religioso que por desgracia
todavía predominan en una gran parte de nuestro pueblo. Y alre-
dedor de la bandera principalmente, se creó una sicosis colectiva
que afectaría en forma decisiva a la gran masa de gente ignorante,
embrutecida por el alcohol, la desnutrición, los sermones domi-
nicales y la propaganda del PRI.
En honor a la verdad, hay que hacer constar que no todo
clero aceptó unirse a la conspiración en contra de los estudiantes.
Entre las honrosas excepciones se cuentan las autoridades ecle-
siásticas de la catedral y de la Mitra, quienes negaron categó-
ricamente que se hubiera cometido alguna profanación al encender
las luces y hacer repicar las campanas del Templo Mayor; los 37
sacerdotes mexicanos que se denominaban a sí mismos obreros
de Cristo y que manifestaron su solidaridad para Con el movimiento
estudiantil; y por supuesto, el doctor Sergio Méndez Arceo, obispo
de Cuernavaca, cuya influencia renovadora ha sido como un fresco
y saludable ventarrón que soplara a través de la polvosa e inquisi-
torial estructura de nuestra iglesia.
Es obvio que en aquellos momentos ya existía la consigna
por parte del gobierno de embestir duramente contra los jóvenes
huelguistas, presentándolos bajo los aspectos más negativos. Había
que asustar al pueblo para recuperar el poder que por momentos

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parecía escapárseles a aquellos que lo detentaban. La mano tendida,
en la cual se habrían encontrado huellas de sangre de habérsele
practicado la prueba de la parafina, temblaba...
Las fuerzas oscurantistas se unían para el ataque final,que
culminaría en la masacre de Tlatelolco, y de la cual la tragedia de
Canoa fue un significativo y siniestro avance.
Veamos, pues, cuáles fueron las causas del linchamiento...

RECHAZAN LA INFILTRACIÓN
ROJA EN LAS FILAS ESTUDIANTILES.
EXHORTACIÓN AL ALUMNADO DEL
IPN PARA QUE VUELVA A CLASES.
Encabezados primera plana
El Sol de Puebla, 28 de julio de 1968

“La policía estableció plenamente y tiene pruebas concretas


de que los sucesos ocurridos (e1 26 de julio)l, en que se perturbó
el orden público y se atentó contra la integridad cívica, fueron
obra de un grupo de extranjeros de ideologías políticas extremistas
que se infiltraron en la masa estudiantil”.
El Sol de Puebla, 28 de julio de 1968

“...Ios lincharnientos de San Miguel Canoa esencializaron la


respuesta de un primitivismo colérico, la parte de la población que, idólatra
de la Palabra de sus Autoridades, teme a lo desconocido, lo otro, lo ajeno,
lo sitiado 'fuera de nuestra tradición' o nuestra comprensión inmediata”.
Carlos Monsiváis, en su artículo
“Los linchamientos, de Canoa”,
Excélsior, 20 de marzo de 1976

1 N. de la A.: Las acotaciones en cursivas y entre paréntesis fueron incluidas en


los casos en que eran imprescindibles para la claridad del texto.

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CONFIESAN SUS NEXOS CON LOS ROJOS
DECLARAN 18 DE LOS DETENIDOS
Encabezados primera plana
El Sol de Puebla, 30 de julio de 1968

“Dieciocho de los treinta y un sujetos consignados...como


presuntos responsables de los desórdenes estudiantiles registrados
el26 del actual rindieron hoy su declaración preparatoria... La
mayoría de ellos aceptaron tener conexiones directas e indirectas
con el Partido Comunista...”
El Sol de Puebla, 30 de julio de 1968

MÁS DISTURBIOS HUBO AYER,


PERO YA TERMINARON.
HUELGA DE SOLIDARIDAD EN CHAPINGO.
MAs DE UN MILLAR DE DETENIDOS EN EL D.F.
Encabezados primera plana
El Sol de Puebla, 31 de julio de 1968

“La violencia jamás ha sido el camino para llegar a la


resolución de los problemas de la juventud”.
Declaraciones de Manuel Bernardo Aguirre,
Presidente de la Gran Comisión del Senado.
El Sol de Puebla, 31 de julio de 1968

SÓLO UNO DE LOS DETENIDOS QUEDÓ LIBRE


INJERENCIA EN LOS DISTURBIOS DEL
PARTIDO COMUNISTA
Encabezados primera plana
El Sol de Puebla, 1° de agosto de 1968

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“La derecha se agitaba: el obispo de Puebla llamó a los
fieles a una enorme concentración guadalupana con estribillo de
combate: Cristianismo sí, Comnusmo no”.
Carlos Monsiváis, en Días de guardar

“En contraste con la pacífica y ordenada manifestación que


más de 75 mil auténticos estudiantes realizaron la tarde de hoy (1°
de agosto), grupos de vándalos se dedicaron a cometer, en otros
sitios, una serie de desmanes...”
El Sol de Puebla, 2 de agosto de 1968

“Con voz casi patética, que provocó gritos y lágrimas de


más de trescientas perosnas que lo observaban, Díaz Ordaz
extendió la diestra y dijo que estaba tendida la mano de un hombre
que ha demostrado ser leal, para que los mexicanos decidan si se
queda tendida en el aire o se ve acompañada de millones de manos
que quieren restablecer la paz y la tranquilidad de las conciencias”.
El Sol de Puebla, 2 de agosto de 1968

“En su oportortunidad nos oslidarizamos con el orden, pues


no podemos desarrollar nuestro trabajo en ningún otro clima”.
Declaraciones de Francisco Cano Escalante,
Presidente de la Confederación de Cámaras
Nacionales de Comercio.
El Sol de Puebla, 3 de agosto de 1968

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“Sabíamos que la policía usaba grupos de pandilleros y
malvivientes que al grito de '¡Vivan los estudiantes!', cometían
atropellos contra la población”.
Declaraciones de Gilberto Guevara Niebla,
del Consejo Nacional de Huelga, citadas
Por Elena Poniatowska en La noche de Tlatelolco

“El jerarca máximo de la CNC, Augusto Gómez Villanueva


expresó hoy el apoyo cabal de los campesinos del país al...
Presidente Gustavo Díaz Ordaz... Por otra parte, hizo ver que los
estudiantes que tienen acceso a la enseñanza superior son los más
obligados a reflexionar sobre el compromiso que han contraído
con la Patria”.
El Sol de Puebla, 4 de agosto de 1968

“EL SECTOR POPULAR DEL P.R.I. EN EL ESTADO


DE PUEBLA, SE SUMA A LOS MILLONES DE MEXICANOS
QUE EMOCIONADOS EXTIENDEN SU MANO PARA
ESTRECHAR LA SUYA, SELLANDO ASÍ LA FE EN SU
POLÍTICA y EN EL DESTINO DE MÉXICO”.
Telegrama firmado por la Federación de Organizacion
Populares del Estado de Puebla
El Sol de Puebla, 4 de agosto de 196

“La gran manifestación,organizada hoy (5 de agosto) por


los politécnicos, concluyó cuatro horas y media después de iniciada,
con el anuncio de hacer una huelga nacional estudiantil si en 72
horas el gobierno no atiende sus peticiones... Marchó la columna
estudiantil de Zacatenco a Santo Tomás, pero sin que la encabezara
el director general del IPN, doctor Guillermo Massieu”.
El Sol de Puebla, 6 de agosto de 1968

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“¿Qué pretenden los agentes subversivos? Simplemente crear
una atmósfera de malestar y zozobra en vísperas de los Juegos
Olímpicos. En la 'heroica lucha del estudiantado' no había siquiera
una bandera, ni el propósito de resolver un problema, ni el deseo de
modificar una situación. Fue algo que se sacó de la nada,
aprovechando... la intensa adoctrinación marxista de la juventud”.
Dr. Bernardo Escalante, en su artículo
“La Inquietud Estudiantil”
El Sol de Puebla, 9 de agosto de 1968

“—Parece que (en Topilejo) han tenido problemas con el


cura —dijo Escudero, que había llegado en el yip con Enrique.
—¿Está en contra? —pregunté dístraídamente.
—Todos los días lanza sennones en contra de los comunistas
ateos”.
Luis González de Alba, en Los días y los años

“Los dirigentes del comité de huelga delIPN se muestran


resistentes al diálogo con la comisión que ha sido integrada por
acuerdo del titular de la SEP... La conducta observada hoy por los
estudiantes se concretó a proseguir con los ataques al gobierno, a
la policía y a la prensa”.
El Sol de Puebla, 10 de agosto de 1968

“El Congreso del Trabajo, como representativo mayoritario


del movimiento obrero mexicano, ha programado variado tipo de
actividades en toda la República, en adhesión al gobierno del
Presidente Díaz Ordaz, en torno al prGblema que privó en esta
capital a causa de los desórdenes estudiantiles”.
El Sol de Puebla, l1 de agosto de 1968

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“En todas las escuelas universitarias y técnicas ha circulado
con profusión un Corrido del 26 de julio, cuya letra no puede
ser más reveladora: 'Del día 26 de julio/nos queda un triste recuerdo,/
han muerto unos estudiantes/ por órdenes del gobierno'. Aparte
de que es una monstruosa mentira.. .se ve muy clara la intención
de los agitadores en la siguiente estrofa... 'Este pueblo tan sufrido/
se está quedando sin luz/ porque el gobierno bandido/ le mata a su
juventud'. ¿ Verdad que tiene toda la razón el doctor Massieu al
demandar: 'Manos fuera del Politécnico'?”.
Editorial
El Sol de Puebla, 12 de agosto de 1968

“Los obreros tienen hojas fijas, turnos establecidos, ¿cómo


van a ir a mítines? ¿Y los campesinos? ¿En qué se vienen? ¿Qué,
los va acarrear el PRI para que vayan al zócalo con los estudiantes
a abuchear al presidente?”.
Declaraciones de Maria Salazar de Obregón, madre de familia, citadas por
Elena Poniatowska en La noche de Tlatelolco.

“El secretario general de la FSTSE, don Edgar Robledo...


lamentó que se haya usado la fuerza, pero dijo que en todos los
países del mundo, la policía, e inclusive el Ejército, están para cuidar
el orden”.
El Sol de Puebla, 13 de agosto de 1968

“Ante la indiferencia del pueblo metropolitano se efectuó


ayer una manifestación estudiantil, en que los líderes de los
escolares mitoteros se desgañitaron con injurias y calumnias para
las autoridades y la prensa”.
Editorial
El Sol de Puebla, 14 de agosto de 1968

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“...en esta época en la que la juventud mundial y en particu-
lar la de nuestro país se debate en un medio de desorientación
cívica y en la que los valores humanos están al borde de un precipicio
lleno de ambiciones, doctrinas exóticas y violencias injustificables,
es motivo de orgullo y satisfacción ver y comprobar la actitud que
asume la juventud militar”.
Declaraciones del Teniente Coronel Alfredo RamÍrez
López, director del cu.rso de Capacitación para
Jefes y Oficiales Oficinistas.
El Sol de Puebla, 16 de agosto de 1968

“El martes último la capital del país fue escenario de una


manifestación en la que intervinieron contingentes escolares y
también muchos agitadores profesionales, como el comunistoide
Manuel Marcúe Pardiñas... Se exhibieron cartelones con el retrato
del Che Guevara y... Fidel Castro, y algunos con alusiones
majaderas para los Estados Unidos”.
Editorial
El Sol de Puebla, 12 de agosto de 1968

“Gratitud del pueblo de Canoa, Pue. La Divina Providencia


nos trajo al señor C. don Enrique Meza Pérez, el17 de agosto de
1961. Gracias mil veces, gracias a Dios. Como antorcha encendida
e inflamada en su alma y en su mano, para levantar y despertar al
pueblo de Canoa de su eterno letargo...”.
Inscripción en una placa de mármol
en la iglesia de San Miguel Canoa.

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“...en el ejido de Jonacatepec, Elpidio Cacique Baeza, presi-
dente del Comisariado Ejidal del lugar, había repudiado la actitud
asumida por los grupos estudiantiles de la capital de la República”.
El Sol de Puebla, 18 de agosto de 1968

“En las explanadas de Ciudad Universitaria y de Zacatenco


se efectuaron hoy actos simultáneamente organizados por los
estudiantes huelguistas... con escasísima asistencia”.
El Sol de Puebla, 19 de agosto de 1968

“Sólo es demagogia y de la peor especie mantener en pie


comose mantiene el llamado conflicto estudiantil —que ni es
estudiantil sino político, ni es mero conflicto sino abierta subversión—
mediante el subterfugio de sostener como bandera ese mítico pliego
de inadmisibles peticiones que sitúan el problema en un ominoso
callejón sin salida”.
René Capistrán Garza, en su artículo
“Solidaridad con el Presidente”.
El Sol de Puebla, 24 de agosto de 1968

“Lo primero que les enseñan cuando entran a la Universidad


es que no hay Dios”.
Declaraciones de José Cannen Zepeda Pérez,
director de una escuela primaria de Canoa
y secretario del párroco local.
“Ecos de un linchamiento en el pueblo de las bocinas”
Revista Contenido, junio, 1976

“No obstante que los organizadoresde la manifestación estu-


diantil anunciada... (para el 27 de agosto) no han solicitado el
permiso correspondiente, el Departamento del DF dijo que permitirá

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su celebración, conforme al propósito de las autoridades de no
estorbar ninguna manifestación de las ideas...”
El Sol de Puebla, 27 de agosto de 1968

DEGENERÓ EN MITIN ANTIMEXICANO


LA MANIFESTACIÓN ESTUDIANTIL
PROFANARON EL ASTA DE LA BANDERA
LA EFIGIE DEL “CHEGUEVARA” EN PALACIO
MÁS ALBOROTOS NO SERÁN YA TOLERADOS
Encabezados primera plana
El Sol de Puebla, 28 de agosto de 1968

“Retratos del Che Guevara pendían de la fachada del Palacio


Nacional y la bandera rojinegra ondeaba en el asta monumental
del zócalo, en donde una multitud escuchaba la furiosa embestida
oratoria contra las instituciones...”
“A la una de la mañana de hoy los alborotadores que
encabezaban a los estudiantes y otras personas, fueron desalojados
de la Plaza Mayor, Zócalo, después de haber sido conminados por
altavoces a retirarse de ese lugar”.
“ Ayer alas 20 horas un grupo de diversas alas de la Esfuela
de Derecho de la Universidad Autónoma de Puebla decretó... un
paro de actividades por el término de diez días o por tiempo
indefinido, como postura oficial en apoyo de los estudiantes de la
ciudad de México”.
El Sol de Puebla, 28 de agosto de 1968

“ Ante la negativa de todos los periódicos a publicar su mani-


fiesto donde exigían el restablecimiento del orden constitucional, respeto
a las garantías individuales y el cese de la campaña de desprestigio

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desatada contra la UNAM y la elevada investidura de su rector, más de
ciento ochenta periodistas lo repartieron mimeografiado, No se aceptó
su publicación ni como inserción pagada”.
Luis González de Alba, en Los días y los años

DESAGRAVIO A LA BANDERA EN LA PLAZA


DE LA CONSTITUCIÓN. HOSTILIDAD DE
ESTUDIANTES ROJOS HACIA LOS PATRIOTAS
CONDENA EL SENADO A LA SUBVERSIÓN
CONDENAN LOSMITOTES LOS SINARQUISTAS
UNA BANDERA TIENE MÉXICO:
LA TRICOLOR—DÍAZ ORDAZ
Encabezados primera plana'
El Sol de Puebla, 29 de agosto de 1968

“Con gran fervor y valor cívico, el pueblo de México lavó hoy


la afrenta que hicieron a la Bandera Nacional grupos de exaltados”.
“Hubo rudas batallas campales a puñetazos: los estudiantes
trataron de impedir que su bandera rojinegra fuese echada
al suelo, y los grupos de trabajadores lucharon por cambiar ese
trapo —'que no representa a México'— y elevar nuevamente al
cielo, la Bandera Tricolor”,
“Los jóvenes de Acción Católica lucharán dentro de sus
posibilidades por el feliz desarrollo de la Décimonovena Olimpiada,
y están dispuestos a detener cualesquiera acciones que se
encuentren encaminadas a obstaculizar su marcha”.

“... Las Escuelas de Derecho y Ciencias Sociales y de


Medicina (de la Universidad Autónoma de Puebla) eran las
que estaban en paro por diez dias, desde ayer”.
El Sol de Puebla, 29 de agosto de 1968

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“Ese curita nomás nos hizo mala obra... Desde tres años
atrás venía diciendo que un día iban a llegar los comunistas. Decía
desde el púlpito: 'Cuando lleguen los comunistas... yo nomás se los
voy a comunicar, pero ustedes tienen que saber lo que necesitan
hacer'. Hasta les decía a los niños: 'Ustedes, con sus cuchillitos que
usa su mamá pa limpiar el nopal, ustedes lo tráin...' y las mamás y
los papás, ni modo: 'es sacerdote, pos lo vamos a obedecer...', decían”.
Declaraciones de Serafin Flores Manzano,
Presidente de la Comisión de Vecinos encargada
de ayudar a las escuelas de San Miguel Canoa.
“Ecos de un linchamiento en el pueblo de las Bocinas”
Revista Contenido, junio, 1976

“En los lugares donde los provocadores pretendían realizar


mítines, intervino la policía y el ejército. Hubo corretizas y leves
choques, que dejaron algunos golpeados, y propiciaron la
aprehensión de los principales agitadores”.
“... se hizo una campaña de mentiras tendientes a provocar
reacciones emotivas, como la de los 'muertos' en los motines
del 26 de julio, que según la malévola imaginación de los agitadores
profesionales fueron incinerados, aunque nunca se dieron a conocer
nombres y direcciones de las supuestas víctimas”.
“... los estudiantes de la Escuela de Economía (de la Univer-
sidad Autónoma de Puebla) se solidarizaron con la Escuela de
Derecho, declarándose en asamblea permanente y constituyendo
un comité de lucha en pro del movimiento estudiantil de la ciudad
de México”.
El Sol de Puebla, 30 de agosto de 1968

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LA SUBVERSIÓN REPUDIADA
POR LA PROVINCIA
REPUDIO DE LOS OBREROS A TODAS
LAS INCITACIONES CONDENAN
LOS INDUSTRIALES LA LABOR
DE LOS AGITADORES LOS COLORES
PATRIOS DEBEN ESTAR EN TODAS PARTES:
INICIATIVA DE LA C.G.V.2
Encabezados primera plana
El Sol de Puebla, 31 de agosto de 1968

“Se logró... la detención de más de 100 jóvenes estudiantes,


sorprendidos secuestrando camiones y en otras actividades para
subvertir el orden”.
El Sol de Puebla, 31 de agosto de 1968

“La película Canoa es un lenguaje dramático para


enfrentarnos a las consecuencias de una predicación simplista y
aterrorizadora contra el comunismo, frecuente en la década de los
sesenta, y no del todo desarraigada ahora. Es necesario decir que
tanto los poderes económicos como los políticos, han sido
responsables de semejante hipersensibilidad popular, alimentada
constantemente por las agencias transnacionales al servicio del
imperialismo mundial”.
Doctor Sergio Méndez Arceo, obispo de Cuemavaca,
en su homilia del 4 de abril de 1976

2 Cadena García Valseca.

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“PERDONA A TUS OFENSORES”
Este sitio de honor de El Sol de Puebla será destinado a la
Bandera durante el mes de septiembre, mes de su desagravio, por
iniciativa de los 32 diarios de la Organización Periodística García
Valseca”.
Pie de una foto que representa una bandera
El Sol de Puebla, 1° de septiembre de 1968

“Como poblanos y como mexicanos y debido a los últimos


acontecimientos ocurridos en la ciudad de México, tenemos la
obligación de desagraviar a nuestra Bandera”,
Declaraciones del licenciado
Manuel Cerón Vélez, del PRI
El Sol de Puebla, 1° de septiembre de 1968

“En Canoa todos me obedecían...”


Declaraciones del padre Enrique Meza Pérez,
ex cura párroco de San Miguel Canoa
Novedades de Puebla, 10 de abril de 1976.

“Nadie ni nada tiene derecho de mancillar el símbolo más


sagrado de los mexicanos”.
Declaraciones del diputado poblano
José I. Alonso Carreón
El Sol de Puebla, 1° de septiembre de 1968

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“En todos los sectores ha sido acogida, con entusiasmo y
beneplácito, la idea de rendir justo homenaje durante todo el mes
de septiembre a la Bandera Nacional, agraviada en días pasados
por personas de extrañas doctrinas que pusieron en su lugar el
símbolo de la sangre y el luto: el paño rojinegro”.
El Sol de Puebla, 1° de septiembre de 1968

“Todos los habitantes de San Luis Potosí... respondieron


hoy... a la iniciativa... de rendir ferviente homenaje a nuestra gloriosa
enseña nacional, como manifestación de desagravio a la afrenta
de que fue objeto por parte de entes apátridas”.
El Sol de Puebla, lo de septiembre de 1968

“Nuestra gloriosa bandera mexicana, que hace 15 días sufrió


agravio de irresponsables, flotó hoy esplendorosa en el limpio cielo
de México”.
El Sol de Puebla, l° de septiembre de 1968

“Es evidente que en los recientes disturbios intervinieron


manos no estudiantiles...”.
Gustavo Díaz Ordaz, en su IV Informe ante el
Congreso de la Unión, l° de septiembre de 1968.

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“Todos los mexicanos nos sentimos ofendidos por el desacato
cometido en contra de nuestra gloriosa Enseña Patria en la Plaza
de la Constitución de la capital del país... El pueblo de México no
debe permitir nunca la intromisión de elementos extraños, que
traten de dañar el pensamiento de nuestra juventud”.
Declaraciones de Francisco Javier Alonso,
secretario de la Cámara Nacional
de Comercio de Zacatecas
El Sol de Puebla, 1° de septiembre de 1968

“...la 'prensa vendida' de México está controlada por un arreglo


notablemente sencillo: el papel para periódicos y revistas es un monopolio
del gobierno, administrado por la agencia Productora e Importadora de
Papel, S.A. (PIPSA). Los editores mexicanos dicen a la PIPSA cuánto
papel necesitan, para que el gobierno pueda planear la producción y las
importaciones. Para los periódicos hacia los cuales el gobierno dispone
una actitud favorable, la PIPSA garantiza un crédito más o menos ilimitado”.
Tomado de un artículo publicado en la revista
Ramparts y citado por Jorge Carrión,
en Tres culturas en agonía

“Son del dominio público la sistemática provocación, las reiteradas


incitaciones a la violencia, la violencia misma en distintas formas, el
tratar de involucrar a grupos estudiantiles —en ocasiones hasta a niños
de estuela primaria—, en resumen, los evidentes y reiterados propósitos
de crear un clima de intranquilidad social, propició para disturbios
callejeros o para acciones de mayor envergadura, de las más encontradas
tendencias políticas e ideologías, y de los más variados intereses,en
curiosa coincidencia o despreocupado contubernio”.
Gustavo Díaz Ordaz, en su IV Informe ante el
Congreso de la Unión. 1° de septiembre de 1968

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“La Confederación de Trabajadores de México orientará
convenientemente a sus huestes en todo el país para que no se
dejen sorprender por agitadores...”
Declaraciones del profesor Bernardo Cobos,
Secretario de Educación Obrera de la CTM
El Sol de Puebla, 10 de septiembre de 1968

“La injuria no me ofende; la calumnia no me llega; el odio


no ha nacido en mí...”
Gustavo Díaz Ordaz, en su IV Informe ante el
Congreso de la Unión, 1° de septiembre de 1968

“...El padre sí tenía su gente, por las comisiones de trabajo


del pueblo; le hacían mucho caso. Tenía a todos en sus manos... En
sus sermones lo que hacía el padrecito era referirse a la gente de la
CCI del pueblo... El asunto era interno: CCI y el PRI... Yo digo que el
padre estaba a favor del PRI”.
Declaraciones de Pánfilo Zepeda García
vecino de San Miguel Canoa,
preso en la cárcel de San Juan de Dios, en Puebla, Pue.,
por el linchamiento del 14 de septiembre de 1968
Novedades de Puebla, 8 de abril de 1976

“Veamos ahora, aspectos de los que mucho se habla, pero


poco se escribe: Aquellos que se refieren a las personas que han
sufrido daños a veces graves; ya se trate de acaudalados camioneros
o de modestos integrantes del sistema de transporte... los propietarios
de grandes y pequeños comercios que han sido víctimas de
destrucción o saqueo... las fábricas y los locales de organizaciones
de obreros y campesinos, atacados con violencia...”
Gustavo Díaz Ordaz, en su IV Informe ante el
Congreso de la Unión 1° de septiembre de 1968

28
“El señor procurador era mi amigo. Me conocía. Siempre
he estado bien con el gobierno... El gobernador era Aarón Merino
Fernández, también amigo mío”.
Declaraciones del padre Enrique Meza Pérez,
ex cura párroco de San Miguel Canoa.
'Canoa, una película que deforma la realidad de lo que pasó'
Revista Impacto, 31 de marzo de 1976

“México entero sabe que cuando el Ejército interviene es


para salvaguardar la tranquilidad, no para oprimir al pueblo”.
Gustavo Díaz Ordaz, en su IV Informe ante el
Congreso de la Unión 1° de septiembre de 1968

“En unas semanas o en unos meses, los acontecimientos


tomarán, con la perspectiva del tiempo, su verdadera dimensión y
no pasarán como episodios heroicos, sino como absurda lucha de
obscuros orígenes e incalificables propósitos”.
Gustavo Díaz Ordaz, en su IV Informe ante el
Congreso de la Unión 1° de septiembre de 1968

“El (cura) le dijo a la gente que los muchachos se iban a


robar a San Miguelito. Por eso la gente salió armada a la calle”.
Declaraciones de Cecilia “X”, vecina de San Miguel Canoa
“Las campanas de la iglesia llamaban a difuntos...”
Revista Síempre, 5 de mayo de 1976

“Que grave daño están haciendo los modernos filósofos de


la destrucción que están en contra de todo y a favor de nada!”.
Gustavo Díaz Ordaz, en su IV Informe ante el
Congreso de la Unión 1° de septiembre de 1968

29
“No es posible... minimizar la influencia del ámbito supre-
mamente autoritario del 68, la ira desatada contra quienes di sentían
del Padre Magnánimo cuyo reino indiscutido exigía de continuo, a
modo de besos filiales en la mano, exhibiciones de vasallaje. Incapaz
de conceder la existencia del error, el gobierno puso en acción aun
aparato represivo que de inmediato visualizó a las manifestaciones
estudiantiles como el reto que por serIo se convertía en sacrilegio”.
Carlos Monsiváis, en su artículo
“Los linchamientos de Canoa”,
Excélsior, 20 de marzo de 1976

“No quisiéramos vernos en el caso de tomar medidas que


no deseamos, pero que tomaremos si es necesario; lo que sea
nuestro deber hacer, lo haremos; hasta donde estemos obligados a
llegar, llegaremos”.
Gustavo Díaz Ordaz, en su IV Informe ante el
Congreso de la Unión 1° de septiembre de 1968

ENÉRGICA CONDENA PRESIDENCIAL A LOS MOTINES


Y ALGARADAS DE SER NECESARIO HARÁ USO DE
LAS FUERZAS ARMADAS PARA REPRIMIRLOS
DECLARO QUE TODO TIENE UN LÍMITE Y DEJO
LAS PUERTAS ABIERTAS AL DIÁLOGO
Encabezados primera plana
El Sol de Puebla, 2 de septiembre de 1968

“Ensoberbecidas turbas parecían señorearlo todo y ame-


nazaban con pulverizar la estabilidad, el orden, la paz social... Una
tarde sombria —predominio momentáneo de la antipatria—se hizo
ondear el trapo rojinegro en el centro de la Plaza mayor. La efigie de
un aventurero argentino presidía la marcha de una multitud frenética

30
y ululante que parecía que iba a hollarlo todo, hecha un huracán de
odio y venganza.
...¿Están cumpliendo con su misión las universidades y centros
de cultura? ...¿Han salido de las aulas los jóvenes que queman
autobuses, que vejan a transeúntes, que desnudan a mujeres en la
vía pública, que lapidan comercios, que saquen tiendas, que profieren
injurias, que allanan templos, que enarbolan extraños símbolos? ¿No
será que en nuestras universidades y centros de altos estudios se
está traicionando la misión de la educación... ? ¿Son forja de hombres
o son cuevas de trogloditas?”.
Editorial
El Sol de Puebla, 2 de septiembre de 1968

“ Al dar respuesta al informe del presidente Díaz Ordaz, el


diputado José de las Fuentes Rodríguez ponderó la verdad que encierra
el documento, criticó los motines y asonadas estudiantiles y la sustitución
de los símbolos de México por otros que no son nuestros, y rechazó la
conversión de las universidades en catedrales al estilo de la Edad
Media, para tomarse en refugio de delincuentes de orden común”.
El Sol de Puebla, 2 de septiembre de 1968

“Insultar a la Bandera es igual que insultar a la propia madre...”


Declaraciones del licenciado Carlos Arruti,
presidente de la Unión Ganadera
Regional del Estado de Puebla.
El Sol de Puebla, 2 de septiembre de 1968

“ Apoyamos a nuestras autoridades contra los delincuentes


de nuestra Patria...”
Declaraciones de Justino Martínez
—comerciante poblano.
El Sol de Puebla, 3 de septiembre de 1968

31
“La peor bajeza de apátridas y renegados... es agraviar el
símbolo más respetable de una nación”.
Declaraciones de Jorge Castillo
—industrial poblano.
El Sol de Puebla, 3 de septiembre de 1968

“Juan Figueroa...de la FROC-CROC... agregó que el sector laboral


reprueba totalmente los actos... en que ofendieron a la Enseña Patria”.
El Sol de Puebla, 3 de septiembre de 1968

“Los reclusos que pueblan la cárcel municipal enviaron al


director del penal una emotiva carta, suplicándole sea el portavoz
de sus sentimientos ante el gobierno y el pueblo de México, ya que
el estar privados de su libertad no les quita el derecho de honrar a
la Bandera Nacional con devoción en este mes de septiembre,
mes de desagravio a nuestro Lábaro Patrio”.
El Sol de Puebla, 3 de septiembre de 1968

“El único contacto real que tuvimos con el campesinado fue


Topilejo, y Topilejo no se puede considerar zona rural o
'campo', puesto que queda a menos de treinta kilómetros del DF...”
Declaraciones de Raúl Reséndiz Molina,
estudiante de Ciencias Políticas de la UNAM,
citadas por Elena Poniatowska en La noche de Tlatelolco.

LISTAS PARA CUMPLIR CON SU DEBER


LAS FUERZAS ARMADAS SABRÁN SER
UN CELOSO GUARDIÁN DE LA PATRIA
Encabezados primera plana
El Sol de Puebla, 3 de septiembre de 1968

32
“Pediré a todos los sectores sociales de Coahuila... que em-
prendan la campaña para que en cada hogar flamee la Enseña
Patria y se le rinda el más emocionado homenaje como desagravio
a las ofensas que recibió”.
Declaraciones del licenciado Braulio Fernández Aguirre,
gobernador del estado de Coahuila.
El Sol de Puebla, 3 de septiembre de 1968

“El secretario general de la Confederación de Trabajadores


de México, Fidel Velázquez... reiteró que (el movimiento estudiantil)
está provocado por manos extrañas cor:npletamente alejadas de los
intereses de la juventud estudiosa del país”.
El Sol de Puebla, 3 de septiembre de 1968

“Señores gobernantes... debemos preguntarles a los jóvenes


si están preparándose par ser útiles a nuestra Patria... o para
convertir nuestro México en un desastre lleno de miseria. También
digo que... debían acordarse del... campesino, que siempre está
trabajando, sufriendo aires, frío, ya la vez padeciendo sin que los
estudiantes se acuerden de ellos”.
Carta de Miguel Sánchez Pérez,
campesino de San Miguel Tianguistengo,municipio
de Tlahuapan, Puebla, incluida en un boletín de la
Confederación Nacional Campesina.
El Sol de Puebla, 4 de septiembre de 1968

“...el gobierno cuando va a un pueblo, primero se dirige al


párroco ya veces ni al presidente municipal”.
Declaraciones de! sacerdote
Filogonio Sánchez.
Novedades de Puebla, 3 de abril de 1976

33
FORMAL PRISIÓN PARA 11
SEUDOESTUDIANTES ALBOROTADORES
4 DELITOS LES FUERON
ACUMULADOS
Encabezados primera plana
El Sol de Puebla, 4 de septiembre de 1968

“...Se expresará la necesidad de que se investigue quién


entrega dinero a los falsos líderes que incitan a la violencia”.
El Sol de Puebla, 5 de septiembre de 1968

RESPALDO AL PRESIDENTE, AL FJÉRCITO,


Y DESAGRAVIO A LA BANDERA.
EMOTIVA MANIFESTACIÓN (en Puebla)
MILLARES DE GENTES CANTARON
CONMOVIDAS EL HIMNO NACIONAL
El Sol de Puebla, 6 de septiembre de 1968

“Triste repercusión del desprestigio estudiantil es la negativa que


hacen las industrias para recibir en vacaciones a los alumnos pasantes...
Ahora las fábricas se han negado a recibir a dichos practicantes venidos
de la ciudad de México, tanto de la UNAM como del Politécnico”.
Columna “Punto”
El Sol de Puebla, 6 de septiembre de 1968

“En el momento que la Patria nos reclame, descolgaremos


el fusil de nuestros padres o de nuestros abuelos, y junto con Díaz
Ordaz, defenderemos las gloriosas instituciones de México”.
Declaraciones del diputado poblano
Pablo Aguilar Méndez
El Sol de Puebla, 6 de septiembre de 1968

34
“El gobierno no utiliza únicamente bazucas, gases, macanas
y ametralladoras. Se ponen en marcha maniobras para sembrar y
'organizar la confusión'. La prensa, la radio y la televisión no se
conforman con su papel desinformador: exigen que se actúe con
mayor fuerza y se castigue implacablemente a los 'agentes
provocadores' que el gobierno no puede mostrar...”
Jorge Carrión, en Tres culturas en agonía

“...las doctrinas extrañas y atentatorias contra México,


fueron condenadas enérgicamente a la largo... de la manifestación”.
El Sol de Puebla, 6 de septiembre de 1968

“La Escuela Nacional de Agricultura informa... que Luis


Cervantes Cabeza de Vaca, mencionado como alumno, fue dado
de baja por mal aprovechamiento a partir de febrero de 1966”.
El Sol de Puebla, 6 de septiembre de 1968

“Las algaradas estudiantiles recientes... han manchado el


nombre bendito de México”.
Declaraciones del licenciado
Antonio Cobos Panamá, del IEPES
El Sol de Puebla, 7 de septiembre de 1968

“De cerca de mil alumnos, sólo 160 mantienen un precario


y negativo estado de huelga en la Escuela Nacional de Agricultura
de Chapingo, México”.
El Sol de Puebla, 7 de septiembre de 1968

35
“...PRI y PPS manifestaron con toda claridad que tras el
movimiento estudiantil se esconden turbios intereses...”
El Sol de Puebla, 7 de septiembre de 1968.

“Los templos de la Arquidiócesis ostentarán a partir de la


próxima semana, tanto en sus frontispicios como en el asta de la
bandera, nuestro Pendón Tricolor, con lo cual la Iglesia de Durango
se une al desagravio nacional de que es objeto nuestro Lábaro
Patrio”.
El Sol de Puebla, 7 de septiembre de 1968

“A pesar de que, en efecto, se izó lanoche del 27 (de agosto)


una pequeñísima bandera rojinegra que desgraciadamente nadie
podía ver en un asta de tales dimensiones, y entre aquella enorme
multitud, fue arriada al terminarse el mitin, por lo cual el gobierno
quedaba imposibilitado para iniciar la campaña sobre la
profanación; además, no había una sola fotografia que captara la
bandera. Pero esta dificultad no era insalvable. Una bandera más
grande y de mejor tela fue colocada por el ejército, para hacerla
arriar posteriormente, poseídos de justa indignación y de suficientes
fotógrafos”.
Luis González de Alba,
en Los días y los años

“El comercio capitalino reiteró hoy su aplauso ala reafir-


mación presidencial del principio de autoridad y legalidad, de libertad
y de respeto mutuo, y declaró que las instituciones de México son
susceptibles de ser modificadas, y no para ser destruidas por la
anarquía”.
El Sol de Puebla, 7 de septiembre de 1968

36
REITERAN LOS CAMPESINOS SU APOYO
A DÍAZ ORDAZ
LLAMADO A LOS ESTUDIANTES
PARA QUE CUMPLAN SU DEBER CON MÉXICO
Encabezados primera plana
El Sol de Puebla, 8 de septiembre de 1968

“ A la huelga por tiempo indefinido se lanzaron los estudiantes


de la Escuela de Ingeniería Civil de la UAP (Universidad Autónoma
de Puebla)... en apoyo al movimiento llevado a cabo por los
estudiantes capitalinos”.
El Sol de Puebla, 8 de septiembre de 1968

NUTRIDA MANIFESTACIÓN DE
DESAGRAVIO A LA BANDERA
NACIONAL
DEFENSA DE LAS INSTITUCIONES
AMENAZADAS
Encabezados primera plana
El Sol de Puebla, 9 de septiembre de 1968

“Una multitud entusiasta —que lanzó, hasta enronquecer,


vivas a México y mueras a los enemigos del país—, asistió hoy al
acto de desagravio a la Bandera Nacional efectuado en la Plaza
México... Una veintena de muchachos irrumpió con un enorme
muñeco que representaba a un guerrillero cubano”.
El Sol de Puebla, 9 de septiembre de 1968

37
“...Hubo dos caravanas y en la foto vemos la que realizó su
ceremonia en el atrio de la Basílica de Guadalupe”.
Pie de una foto de la manifestación de desagravio, en la
que se ve una pancarta que dice: MÉXICO
PROFANADO POR LA BANDERA COMUNISTA.
El Sol de Puebla, 9 de septiembre de 1968

“Un solo ejemplo, el de García Valseca —propietario de la


cadena de periódicos más sucia de México, y es posible que del
continente— ilustra las ligas de clase y explica el carácter monolítico
y corrompido, anticomunista siempre, de la prensa llamada libre”.
Jorge Carrión, en Tres culturas en agonía

“En solidaridad con las demás escuelas de la UAP, los alumnos


de la Preparatoria Nocturna licenciado Benito Juárez, se lanzaron
también a la huelga desde ayer”.
El Sol de Puebla, 10 de septiembre de 1968

“Nueva manifestación de apoyo al movimiento estudiantil


de la capital se efectuó ayer por las principales calles de esta
ciudad (Puebla)... Hicieron uso de la palabra diversos oradores
que en tono violento, incitaron a los asistentes para sostener el
pliego de peticiones presentado por los huelguistas de la capital”.
El Sol de Puebla, 11 de septiembre de 1968

38
ADVERTENCIA DEL SENADO A
QUIENES SUBVIERTEN EL ORDEN
APOYO A DÍAZ ORDAZ PARA QUE
USE LAS TROPAS SI ES NECESARIO
HOMENAJE A LAS FUERZAS ARMADAS
POR SU PATRIÓTICA ACTUACIÓN
Encabezados primera plana
El Sol de Puebla, 11 de septiembre de 1968

“El canciller mexicano, Antonio Carrillo Flores declaró a la


prensa nipona que México cumplirá sus compromisos olímpicos a
pesar de los alborotos estudiantiles”.
El Sol de Puebla, 11 de septiembre de 1968

“HIJO MÍO: TEN CONFIANZA EN TU PÁRROCO”


Inscripción en una placa en el curato
de Santa Inés Ahuatempan, Pue., donde
radica actualmente el padre Enrique Meza Pérez,
ex cura párroco de San Miguel Canoa

“Durante el mitin celebrado hoya mediodía en la explanada


de Ciudad Universitaria, el agitador ingeniero Heberto Castillo...
atacó a la prensa, a los legisladores... a la policía... y finalmente al
rector”.
El Sol de Puebla, 12 de septiembre de 1968

39
ENÉSIMA MANIFESTACIÓN SE
EFECTUÓ AYER EN EL DF,
AHORA FUE “MUDA” PERO
CONSIDERABLEMENTE MENOR
Encabezados primera plana
El Sol de Puebla, 14 de septiembre de 1968

EL CHE GUEVARA, UN FRACASADO


Encabezado en la sección editorial
El Sol de Puebla, 14 de septiembre de 1968

TRATARON DE IZAR UNA


BANDERA ROJO Y NEGRO (sic)
Y FUE LA CONSECUENCIA
Encabezado de una nota en la sección policiaca,
sobre el linchamiento ocurrido en San Miguel Canoa,
El Sol de Puebla, 15 de septiembre de 1968

“La policía que intervino para acabar con la trifulca, afirmó


que los vecinos de Canoa manifestaron que los empleados y la
gente que llevaban, quisieron saquear una tienda donde tomaban
refrescos y además implantar una bandera rojinegra en la torre
del templo, y por eso fueron atacados”,
El Sol de Puebla, 15 de septiembre de 1968

40
“No remito más diligencias por no haber quien declare...
Varias personas lo dice (sic) que hay gente maleante y que quieren
entrar al curato los estudiantes... por lo que se piden los auxilios
necesarios... Miguel Flores Cruz dio su declaración... No fue
posible hacer más declaraciones porque los otros dos están por
fallecer... Dicen que esos son los comunistas y que querían entrar
al templo o sea al curato, y es por la gente se encuentra indignado
(sic) y por eso pasa esta gran alarma”.
Informe de Nicolás Arce Arce, agente
Subalterno del Ministerio Público en:
San Miguel Canoa, fechado
el 14 de septiembre de 1968

“Todo lo que pasó en aquella noche de 1968 se lo buscaron”,


Declaraciones del padre Enrique Meza Pérez,
ex cura párroco de San Miguel Canoa.
“Canoa, una película que defonna la realidad
de lo que pasó”
Revista Impacto, 31 de marzo de 1976

41
Bajo el pretexto de cooperar con ellas, el cura Enrique Meza controlaba
a las autoridades del pueblo.

A pesar de su miseria, los habitantes tienen que mantener a cuerpo de


rey a los representantes de la iglesia.

42
CAPÍTULO II

SAN MIGUEL CANOA


(antes de la tragedia)

“Cuando la gente calma su sed con


alcohol, se nutre mal y se llena de terrones
acerca de su vidafutura, es evidente
que... se dispondrá de una masa de gente
imbecializada, de acuerdo con los fines
de una clase dominante”.
Felipe Cazals

A pesar de que la leyenda afirma lo contrario, el nombre de Canoa


—voz cuya procedencia es probablemente caribeña— debe haberle
sido puesto al pueblo mucho después de la llegada de Hernán Cortés.
Seguramente fue bautizado así debido a que los habitantes del pueblo
construían canoas de madera que acomodaban en algunos ameyales
que existían en las faldas de la Malinche, para abastecerse de agua.
Los antiguos pobladores conocían ala Malinche como montaña sa-
grada o encantada, porque cuando se retrasaban las lluvias, el pueblo
preparaba numerosos regalos, aunque fueran de poco valor, como
aretes, collares y peines, e inclusive llevaban música azteca —de
teponascles—, cohetones y alimentos en honor de la Malinche, para
que hiciera el milagro de que lloviera... Y efectivamente, por
coincidencia, a los pocos días empezaba a llover.
La mayoría de los pobladores de Canoa son descendientes
de los aztecas, y su lengua es el náhuatl, aunque actualmente muchos
hablan ya el español. Sin embargo, los pueblos circunvecinos están

43
poblados por grupos de diferente origen, como tlaxcaltecas,
cholultecas, etcétera.
Se sabe que durante el imperio de Maximiliano, por los años
de 1860 a 1862, los habitantes de Canoa bajaban a la ciudad de
Puebla a levantar trincheras. Desgraciadamente, por su ignorancia,
desempeñaban este trabajo sin ningún afán político y sin saber
siquiera si era en beneficio o en perjuicio de ellos mismos, por no
tener quien los orientara o dirigiera.
Según cuentan los ancianos, en tiempos de don Porfirio Díaz
los pobladores de Canoa no conocían el hambre, el costo de la
vida era muy bajo, y tenían de todo en abundancia, ya que el pueblo
no eran tan grande como ahora; la mayoria de los habitantes
contaban con terrenos de siembra, y se levantaban buenas cosechas
de maíz, trigo, haba, ayocote, papa, cebada, centeno y arvejón. y
los que carecían de tierra o tenían poca, bajaban a las haciendas
que había cerca de Puebla, a trabajar como peones.
En aquellos tiempos las costumbres que imperaban en el
pueblo eran muy diferentes. A los niños se les obligaba a respetar
a los ancianos, y al encontrarse con uno de ellos tenían que
arrodillarse para besarle la mano y pedirle su bendición. El niño
que no cumplía con este mandamiento, recibía un castigo.
El gobiemo de Don Porfirio era riguroso. Estaba prohibido
por ley formar grupos; los vecinos no podían andar por las calles a
altas horas de la noche para no ser confundidos con los bandidos,
y los asaltantes de caminos que caían en manos de las autoridades
eran colgados para escarmiento del pueblo.
Al estallar la revolución en el año de 1910, el gobierno hizo
la leva en muchas poblaciones, entre ellas Canoa, y de los hombres
que se quedaron en el pueblo, algunos se alistaron voluntariamente,
y muchos otros se marcharon porque continuamente, habria robos
y asesinatos que cometían los diferentes grupos de revolucionarios,

44
quienes además secuestraban a las mujeres o simplemente se
burlaban de ellas.
La revolución tenninó finalmente, pero no para San Miguel
Canoa, porque cuando regresaron los revolucionarios tanto rebeldes
como gobiernistas, continuó el odio que sentían los unos por los
otros, y como se mataban entre ellos, de ahí nació la fama de
asesinos que tienen los vecinos de este pueblo, ya que frecuen-
temente llevaban cadáveres en parihuelas —transportadas por los
familiares del difunto—, a la ciudad de Puebla, para que les hicieran
la autopsia.
Ante esta situación, el gobierno optó por enviar a los prin-
cipales matones a que colonizaran unos ejidos retirados del pueblo,
que son San Miguel Espejo y Capulac, ambos perte-necientes a
San Miguel Canoa. Entre ellos se contaban Casimiro Rojas, ya
difunto; Ignacio Arce, que todavía vive; Miguel Pérez, alias el
Chilyéuatl, que estuvo preso algún tiempo en la Penitenciaría;
Nicolás Arce, que fue aprehendido por la policía en una piquera
en la ciudad de Puebla, remitido a la Inspección, sacado de ahí al
otro día en la madrugada, y asesinado en el camino real de Canoa,
cerca de San Aparicio; Juan Inocente “X”, ya difunto, Faustino
Arce, Dimas “X” y muchos más. Miguel, Casimiro y Nicolás fueron
los más sanguinarios.
Una vez alejados los matones por el gobierno, el pueblo
quedó más tranquilo y se terminaron los asesinatos.
A pesar de que se encuentra a unos 13 kilómetros de la
capital del estado, San Miguel Canoa careció de una verdadera
escuela durante mucho tiempo, ya que el gobierno, posiblemente
desde la Independencia de México, le negó toda ayuda. Los mismos
habitantes construyeron dos piezas; una para la presidencia mu-
nicipal, y la otra para la escuelita. Los maestros eran personas de
la localidad que iban a cursar la primaria a la ciudad de Puebla.

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Por los años de 1932 o 1933 llegaron a Canoa unas monjas
que contribuyeron grandemente a la educación, ya que algunos
alumnos cursaron con ellas hasta el tercero o cuarto año. Sin em-
bargo, por equis causa abandonaron San Miguel en el año de 1939,
y la instrucción quedó nuevamente a cargo de los maestros del
pueblo.
El catolicismo de los habitantes de Canoa siempre ha sido
acendrado; sin embargo, los párrocos nunca habían intervenido en
cuestiones políticas sino hasta que llegó el sacerdote Enrique Meza;
quien, con el pretexto de cooperar con ellas para el mejoramiento
del pueblo, comenzó a controlar a las autoridades.
Asimismo, de entre las congregaciones católicas seleccionó
a una determinada cantidad de personas, y se valió de ellas para
recaudar todas las aportaciones económicas que exigía.
Enrique Meza empezó a animar a la gente para la
introducción y entubación del agua desde un lugar en la Malinche
llamado Huetziatl, que quiere decir “agua que cae”. Estos trabajos
se hicieron con la cooperación del pueblo y en parte con la ayuda
del millonario español, Don José González Soto, quien por su buena
voluntad, mandó sembrar árboles frutales. Por medio de dicho
señor González fue que el sacerdote Enrique Meza trabó amistad
con el que era gobernador del Estado de Puebla en aquella época,
general Antonio Nava Castillo, y desde entonces se sintió con
mayor poder para mandar y disponer de las autoridades del pueblo.
Para granjearse la simpatía de Nava Castillo, y también
seguramente con la esperanza de obtener una buena recompensa,
construyó la carretera e introdujo la luz eléctrica; aunque por supuesto,
ambas obras fueron costeadas por los habitantes de la localidad.
Comprendió el sacerdote que el pueblo se encontraba en
sus manos, y empezó a organizar a la gente de su confianza. Entre

46
dichas personas se contaban Rafael Arce y su hermano Carmen
Arce Marcial; Lucas Romero, que fungía como su guardaespaldas,
y su hijo Pascual Romero, que era muy pobre y que ahora cuenta
con una casa de dos pisos, yuntas de mulas, una tienda bien surtida,
donde está instalado el único teléfono del pueblo, y dinero en
efectivo, ya que vende grandes cantidades de abono químico;
Miguel Monarca y su esposa, Andrea Arce, que agitó al pueblo
por medio de los magnavoces el día del linchamiento; Antonio
García, Samuel Luna y sus hermanos; el cacique Silvestre Pérez,
Juan de Dios Sánchez y su hijo Felipe, y otros más.
Con todas estas personas integró sus comisiones para
recolectar las limosnas, así como el diezmo, las primicias, las
dominicas, y otras cuotas que imponía. Para que todos cumplieran
con esta exigencia, el párroco les rehusaba todos los servicios
religiosos, como bautizos, casamientos, bendiciones, entierros,
primeras comuniones, etc., a los que se negaban a pagar, y además
los mencionaba en sus sermones para que el pueblo los identificara
como comunistas y enemigos de Dios.
Dichas personas volvían a tener derecho a los servicios
cuando se ponían al corriente en sus pagos, pero como las cuotas
eran exageradas y los más pobres no podían cubrirlas, no tenían
más remedio que trasladarse a otros pueblos o ala ciudad de Puebla,
ya fuera para bautizar a sus hijos o para casarse.
Continuamente criticaba en sus sernlones a los que no pagaban,
señalándolos como herejes y responsables del atraso del pueblo, por
lo que nuevamente se fornló una división en San Miguel Canoa;
entre los que estaban a favor del cura, y los partidarios de la CCI, a
quienes llamaban comunistas, llegando ambos bandos hasta el
extremo de matarse entre ellos. El 27 de febrero de 1966, día en
que se iban a celebrar las elecciones para presidente municipal, la
gente de Enrique Meza, armada con piedras, se parapetó en la azotea
del curato para amedrentar a sus opositores. Algunos empezaron a

47
acusar al párroco en el obispado de Puebla, pero nunca les hicieron
caso, por las influencias que tenía el sacerdote.
En aquel entonces estaba como presidente municipal de
Canoa, Carmen Arce Marcial, y una de las mayores fechorías
que cometió fue ordenar la expropiación de unos lotes que
colindaban con la presidencia municipal y la plaza principal,
propiedad de los señores Luis Arce Ramírez, Gaspar Ramírez y
Ascensión Arce Gachupín, obedeciendo instrucciones del cura.
Enrique Meza dio esta orden durante un sermón, y tan pronto
como salió la gente de la iglesia, se dirigieron todos a los predios,
que estaban completamente sembrados. Empezaron a destruir las
milpas, así como la cerca de piedra que las protegía, e introdujeron
en los terrenos varias máquinas motoconformadoras, al mando
del ingeniero Felipe Vallejo. Los propietarios de dichos predios, al
ver tales atropellos, tuvieron que recurrir a la justicia; cuyo fallo,
por fortuna les fue favorable.
Y ahora escuchemos la historia de San Miguel Canoa...
contada, con toda la frescura y el candor que sólo puede tener
quien no ha sido beneficiado —ni contaminado— por la civilización,
por varios campesinos del pueblo, y sin más correcciones que las
imprescindibles para la claridad del lenguaje. Por razones obvias,
los nombres de mis informantes deben permanecer en el secreto.
Venían a pasiar los tlaxcaltecas ala Malinche, y un día salieron
de Tlaxcala y vinieron a quedarse en Canoa, porque allá, donde
paraban, había agua. El ameyal, donde se junta el agua, estaba abajo,
en forma de canoa, y ese nombre les gustó. Dieron en venir y
quedarse allá...y cuando amanecía, ya todos se iban pa la Malinche.
Cuando llegó la gente de Cortés, los tlaxcaltecas preguntaron
por Cuauhtémoc, y les dijeron:
—Cuauhtécmoc ya murió; lo mató Cortés. Ese que viene a
verlos es Cortés.

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Cortés, al llegar a Tlaxcala, dialtiro los amenazaba y les
gritaba y los corría y les decía:
—¿Qué no vieron que ya llegué? ¡Fórmense pronto!
¡Fórmense rápido! ¡Corran!
Y al que no corría, no se formaba pronto, le pegaba.
Entonces el pueblo de Tlaxcala se enojó y se arrepintió por
la muerte de Cuauhtémoc. Y platicaban entre ellos y decían:
—Pos mejor matamos a Cortés, si es que mató a Cuauhtémoc.
—No, no... —les dijeron unas gentes de allá de Tlaxcala—
. Capaz que lo que le pase a Cortés, luego nos pasa a nosotros...
Pero a los que querían matarlo no les asustaba Cortés, y no
se quedaron conformes y dijeron:
—Bueno, pos vamos a hacer otra cosa. Vamos a quedarnos
en la Malinche, onde vamos a pasiar, y que allá nos siga Cortés. Si
viene él, lo van a encaminar a la salida de Tlaxcala, onde tenemos
el camino pa' Canoa, y nos avisan nomás que se vaya, y allá lo
esperamos.
Salieron todos con sus familiares y fueron a parar al lugar que
ya habían nombrado Canoa. Esas personas que recibieron el lugarcito
del ameyal eran de Tlaxcala; sí, los primeros que fueron a quedarse.
Después se apareció San Miguel del Milagro aquí en Canoa,
nomás que ese día estaba un destacamento de la Federación, y se
apareció allá entre la gente, cerca de la iglesia. Se paró así como está...con
sus alas, con su machete, con su mano p'ariba. Ya un militar le dijeron y
fue corriendo, y quería darle un manazo, pero no le dio. Se hizo un poco
p'atrás, y al segundo que quería darle, se desapareció. Pero no dilató...a
los cuantos días se apareció otra vez San Miguel del Milagro. Se volvió
a aparecer en el pueblo; allá arriba, en la parte denominada Tepopotla,
y el padre fue allá, pero ya no lo encontró, y entonces dijo:
—Pos vamos a hacerle un jacal grande; vamos a hacerle
misas y rosarios, y a ver si la gente lo ve.

49
San Miguel sí quería que lo vieran, nomás que se dio cuenta
de que no toda la gente del pueblo creía, así es que de momento no
podía aparecer. El esperaba a que más gente estuviera conforme,
pero el cabresto presidente del pueblo fue a darle cuenta al
gobernador, y el gobernador tampoco creyó.
Decía que cómo iba a estar la agente amontonada, porque
harta gente salía de los pueblos cercanos y se daba la vuelta por
aquí. Y entonces dijo el gobernador:
Antes de que se junte más gente, se le prende fuego a ese jacal.
Y entonces la Federación que va y que le prende fuego, y
de la lumbre salió una paloma que jaló p'arriba y se perdió...
Pero como hartas gentes de Canoa estaban contentas y
tenían buen corazón, se arrepintieron por lo que pasó; lloraban, se
juntaban y platicaban cómo le iban a hacer. Y en ese tiempo había
hartas haciendas aquí cerca que eran de extranjeros españoles, y
como esos patrones tenían sus buenas imágenes, a los de Canoa
les gustaron, y entonces dijeron:
—Vamos a pedirles el favor a los patrones de que nos
consigan al que se apareció.
Buscaron y pidieron el favor, y al que se lo pidieron no se
negó. Les dijo:
—Nomás pregunto cuánto cuesta esa imagen y les aviso:
“Tanto”, pero no me vayan a quedar mal con el dinero.
—Por el dinero no hay cuidado —le dijeron—; nomás
queremos saber cuánto.
—Pos vienen tal día y les aviso —dice.
Después se presentaron y ya les dijo:
—Fue tanto.
Hasta ese momento vino a quedar completo el nombre del
pueblo: San Miguel Canoa. Ya se le quedó ese nombre; el anterior
nomás era Canoa.

50
Un padre anterior, Arcadio Muñoz, también tuvo muchos
líos en el pueblo. A quien quería, atendía, y al que no quería, no lo
atendía, y la gente del pueblo tenía que andar dando molestias allá
en la ciudad para los bautizos de los niños, para los casamientos. Y
de los pueblos cercanos también tenían que ir a pedir el favor.
Arcadio Muñoz le cobraba al pueblo, solamente que el dinero
no pasaba por catedral, y no podía terminar la obra. Desde ese
tiempo se puso a cobrar; recibía el dinero y lo juntaba, y ninguno
del pueblo se daba cuenta de qué tanto gastaba en una semana.
La obra sí se venía haciendo, pero la gente no se daba cuenta del
dinero, de nada. El pueblo daba... dio lo que nombramos nuestra
parte de la iglesia. Eran cuatro partes, y una cuarta parte tenía
montes, pero el padre no podía venderlos. En ese tiempo se arrimó
con el cura ese cabresto de Rafael Arce. y como lo obedecía en
todo, le dijo el padre:
—Para terminar la iglesia, solamente que vendamos esos
montes, esas encineras...
Y entonces pusieron a un hombre que se llama Lucas Ro-
mero de fiscal, y el padre le ordenó que fuera a tratar el asunto,
que fuera a arreglarlo, que fuera a vender. Quién sabe cuántos
miles sacaron, pero no recibió el dinero el que fue a entregar los
montes, sino el padre.
Esos montes los nombramos del Príncipe Miguel; él es el dueño...
Y el padre pensó: “Pos ora sí ya va a entrar dinero pa su iglesia”, pero
el pueblo siempre se oponía... ¡Ay, Dios, quién sabe qué va a pasar con
el dinero del Príncipe Miguel! ¿Va a entrar? ¡No, no va entrar!
No vendieron los terrenos, no; nomás los montes, nomás las
encineras, a los que trabajan el carbón. Siempre sintió el fiscal, el
que fue a entregarlos. Y dijo:
—Pos no estuvo güeno... y yo tengo la culpa porque los
entregué.

51
Entonces fue a dar cuenta allá a catedral, y se agarraron a
juicio el padre y ese hombre. ..De momento ayudaron al fiscal unas
personas que vinieron en comisión y que levantaron finas y dieron
vueltas, pero después lo dejaron solo...ya nomás el padre y él. Aguantó
como tres años, porque cada año cambian a los fiscales, pero se
terminó el año ya él no lo cambiaron. Se agarraron a juicio, y ya el
padre mejor cada domingo decía un sermón... y siempre le mentaba
mentadas al fiscal.
Después de que vendieron los montes, limpiaron los terrenos
y los sembraron. y en ese tiempo de veras salió frijol revuelto, y lo
sembramos y salió bastante semilla, pero nomás para el padre
Arcadio. Recibía todo, tanto el dinero como la semilla. Ya no era
del Príncipe dueño de la iglesia; ya nomás recibía todo para él.
Se fue el padre Arcadio... Después llegó el padre Manuel,
que se dilató más de dos años y no quería salir, pero otro padre era
el propietario; ya habían nombrado la iglesia de él. Y cuando llegó
el nombramiento del padre Enrique; Lucas Romero, el fiscal, dialtiro
lo corrió al pobre del padre Manuel.
Durante unos 15, 20 días no hubo padre, y decían:
—Bueno, ¿pero cómo nos van a dejar sin padre?
Pero ninguna gente se comprometía a reclamar, no.
Solamente el encargado de la iglesia, el fiscal, que iba y daba
vueltas, hasta que le dijeron:
—Tú no sabes; tú cuida el curato.
Enrique Meza llegó una mañana, pero ya llegó tarde, y llevó
a esta muchacha Ofelia. Cuando ella llegó era casi muchacha;
cuando mucho, su edad era de 28 años. Sí, era bonita, pero hace
tiempo. Orita ya se está acabando pronto.
Llegó el padre de Ahuatempan; allá ya debía muertos... dicen
que varios. Llegó solito. No avisaron que iba a ir; no, no... porque
el encargado que daba vueltas quería saber cuándo iba a llegar,

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para irlo a recibir y traerlo acá, pero el padre Meza no quiso. Ya
después el fiscal platicó con él y le dijo:
—Caramba, pos yo me daba vueltas para irlo a recibir.
—No —dice—, no quería que el pueblo se diera cuenta de
cómo iba a entrar.
Entonces llegó a la calle. Como no fue a alcanzarlo el
encargado de la iglesia, el padre Enrique Meza estuvo como dos o
tres horas allá en la plaza. Llegó con Ofelia; nomás ellos dos, sin
nada de cosas. Y preguntó:
—¿A quién le tengo que pedir permiso para entrar?
De momento, de a bien de a bien, la gente no le hizo caso.
Pero uno de los dueños de los camiones, nomás uno de ésos le dijo:
—Padre, pos si asté ya vino a quedarse, pos entre; aunque
no está el encargado, el fiscal, pero al rato va a venir .
Y ya lo metió a la iglesia. De momento, al padre no le gustó;
no sabía cómo acostumbrarse.
—Aquí está feo —dijo—; la iglesia está dialtiro fea. ¿Dónde
me voy a acomodar? Pero caramba, si Dios quiere, voy a derrumbar
esto. Orita no; ai después, dentro de unos días, a ver si me quedo
o no me quedo.
A los poquitos días que llegó, juntó a la gente. Que les platica,
los aconseja, y dice:
—Seguramente no me voy a quedar acá.
La gente le rogaba y le decía:
—Ya vino asté, padre, pos quédese asté. Estamos contentos.
El padre pasado hacía esto, hacía l'otro, y pos de a bien de a bien,
quién sabe si entraba todo el dinero o no entraba.
—¿Saben? Tengo unos animales —dice el padre—. ¿Y pos
dónde me acomodo?
—Pos acá. Uh,padre, pos si la iglesia está grande...
Parecía que él no quería, pero unos días después dijo:

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—Miren; seguramente que me quedo, pero solamente que me
obedezca la gente, y si no hacen lo que les mande, no voy a estar acá.
—Cómo no lo vamos a obedecer; pos si acá estamos —le
dijeron.
—Bueno, miren; cooperen con diez pesos —dice—.
Tumbamos esta casa, y la vamos a hacer nueva y con diez
pesos por cabeza de veras hizo todo; rindió mucho el dinero. Pero
después dijo:
—Aquí está lo que pusieron, pero pos no alcanzó. Ora vamos
a hacer otro tanto, pero ya van a dar 20 pesos. Vamos a echarle
otro piso.
Era para la casa de él, pero de momento no lo dijo.
—Si es que el gobierno no hace el colegio —dice—, y si el
pueblo tampoco lo hace, yo voy a hacer tantos cuartos. Con uno o
dos me acomodo, me conformo, y los demás se van a quedar
mejor pa su colegio.
Hicieron, sí, todo el trabajo, ypronto...y el dinero alcanzó.
Un millonario de Ahuatempan, que era muy conocido, le daba
algo al padre para que volviera allá. Ese millonario, José Pepe
González Soto, le estaba regalando dinero al pueblo de Ahuatempan,
y de momento todavía no quería el pueblo de San Miguel Canoa.
—Mire —le decía al padre—; se va asté a volver a Ahua-
tempan, y le voy a regalar tanto.
Pero el padre le contestó:
—Yo voy a ganar almas; yo quiero estar bien con la gente.
Si viene nomás a saludarme, bien, y si no, pos muchas gracias, don
Pepe.
Unos días después se presentó el millonario en el pueblo, y
fue a saludar al padre. Ya estaban haciendo el trabajo, entonces a
don Pepe le gustó San Miguel más que Ahuatempan. Le dio gusto
y dijo:

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—¡Qué caramba! Yo me voy a quedar aquí en el pueblo. El
Príncipe Miguel está bonito. No, siempre no se vaya asté, padre, y
yo le voy a regalar el teléfono al pueblo de San Miguel Canoa,
como se lo regalé al pueblo de Santa Inés Ahuatempan. Aquí vamos
a trabajar y allá vamos a dejar todo.
Y dijo el padre:
—Como le digo a asté...Aunque me dé asté tanto, yo no me
voy allá a Ahuatempan. Yo voy a trabajar aquí.
—Pos trabajamos —dice don Pepe.
Entonces ya le fue dando al pueblo dinero y materiales que
se necesitaban para la obra; cal, cemento, varilla, alambrón y pago
de albañil. Pero el padre todavía no estaba conforme: agarraba la
parte del millonario. Todavía no se metía mucho, pero después, de
por sí agarró el dinero de don Pepe y el dinero del pueblo.
Hicieron la escuela, secundaria para más seguro, pero de a
bien de a bien, después de algún tiempo el millonario desconoció al
padre, porque la gente se dio cuenta, y decían:
—¿Por qué nos está pidiendo dinero el padre, si es millonario
el que está poniendo p'al colegio?
Y don Pepe ya no quiso seguir ayudando; no por la gente,
sino por los líos, nomás por el padre.
Pusieron ahí el retrato del millonario, pero no de papel, sino
de mosaico, y él decía:
—Me voy a quedar en España, y un día van a ver que mi
retrato tiene una corona de muerte, de luto, y entonces se van a
dar cuenta de que ya no estoy.
Tiempo después el millonario se despidió del padre; ora ya está
finado, está enterrado allá en España. Y Enrique Meza sí hizo el colegio,
pero por don Pepe, porque él estaba dando dinero para esa escuela
secundaria. Y aquí en el pueblo, la gente estaba pagando con dinero, y
aparte trabajaba sin cobrar. Algunos acarreaban arena, agua... ayudaban

55
a los albañiles, y el cura nombraba diez personas cada día para que
trabajaran en la obra. Esos eran los que no cooperaban con dinero.
Enrique Meza vivía con Ofelia, pero después llevó a otra
muchacha para que le ayudara un poco. Era de Canoa y el padre
pronto le puso una casa regular y un molino de masa de electricidá,
con tal de que quisiera estar con él. Después, cuando lo corrieron,
cuando se fue del pueblo, la muchacha no se hallaba y fue a
quedarse a Ahuatempan, allá con él.
El papá de Ofelia; su hermana, que es muchacha y soltera,
su hermano que no es soltero —que es viudo, dicen—, y hasta dos
o tres de los hijos del viudo, todos vivían con el padre Meza. y
cuando llegaron, se ponían ropa dialtiro corriente; de a bien de a
bien no tenían. Pero qué tal pronto...Como luego empezó la obra,
unos días después comenzó el hermano de Ofelia a trabajar de
albañil, y como era tan listo, también ayudaba al padre todos los
domingos con la venta. Porque el padre Arcadio y el Padre Manuel
todavía no hicieron la venta, pero el padre Meza empezó, y hasta
con el aparato de sonido. Hasta allá lejos se oía.
Vendía cosas de comer; todos los antojitos, y hasta más...
Pulque, cerveza, copa, y había funciones de cine y comedia; aquí
le decimos comedia bailada. Era como una kermesse; había baile
en la plaza del pueblo para la gente mayor, y para los muchachos
y muchachas, de las dos en adelante. No les cobraba por bailar,
pero pa la comedia sí cobraba el padre la entrada. y mandaba a
los muchachos del colegio, les ordenaba y les decía:
—Esténse un rato, pa que saquen algo de dinero par la obra.
Participaban todas las hermandades, y les pedía todas las cosas que
se necesitaban para hacer los antojitos. A cada quien le encargaba:
—Tú vas a traer carne; tú vas a traer esto...
Decía que todo era en beneficio de la iglesia, y ganaba
bastante dinero, pero nomás para él, porque la obra pos sí...se iba
viendo, pero poco, porque todavía le faltaba mucho.

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Enrique Meza, desde que llegó y después, nunca quiso llegar
a un acuerdo con los fiscales. A los fiscales no les hacía caso;
siempre estaba de acuerdo con el juez, con el presidente, con el
agente y con los comandantes, porque si alguna gente lo quería
atacar, lo agarraban.
Entonces ya empezó a cobrar lo atrasado; le decimos atrasado
a lo del año pasado, porque como se acostumbra en el pueblo, la
gente paga la dominica. Veníamos pagando cinco o seis pesos al
año...Sí, la dominica, de los domingos. Le cobraba al pueblo; cada
habitante pagaba seis pesos, y él aumento otro tanto en ese tiempo.
Ya quería 12 pesos...Ni los padres anteriores hacían eso, pero Enrique
Meza ya empezó a pedir el recibo del año pasado, y el que no lo tenía,
pagaba lo del año pasado, porque lo debía. Cobraba la dominica, el
diezmo y las primicias del año pasado y parte de éste. y le decían:
—No tengo...
—Pos si debes del año pasado y de éste, pagas; porque si
no, no voy a enterrar a tu hijo ni a tu papá, según sea el entierro.
Y pos le daban, pero no todos pagaban; por eso los de los
pueblos cercanos a San Miguel ya estaban molestos, porque...pos
pedía 200 pesos, y entonces mejor iban a pedir el favor ala
ciudá...para casamientos, bautizos y bendiciones. Por ejemplo: un
niño se iba a bautizar; su padrino le regalaba la túnica, y se iban
allá ala ciudá, porque aquí luego luego les decían: “Es tanto”.
El padre no les decía nada cuando no pagaban, pero ellos
ya no se arrimaban, ya no iban con él. No los atendía; no, no,
no...pos cómo los iba a atender. Les decía:
—Si pagas, te atiendo; si no, no.
Se molestó la gente, y ya empezaron a ver pa dónde jalaban.
Si iba a haber un casamiento, decía el padre:
Bueno, son dos, trescientos, cuatrocientos pesos.
De a bien de a bien iba saliendo más, porque les decía:

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—¿Saben la doctrina los dos? Pero bien... Les voy preguntar,
y si no saben, pos me tienen que dar tanto.
Cuando no le contestaban bien, les decía:
—Tú no sabes... Bueno, me dan tanto, y con todo y la misa,
les sale en tanto.
Ya venía saliendo caro...Un hombre, Rafael Arce, le aconsejaba
siempre lo que tenía que hacer, hasta que dialtiro se hicieron amigos.
No solamente con las autoridades de aquí, sino hasta con el gobiemo
traían acuerdo. El padre Arcadio y el padre Manuel no tenían acuerdo
con la autoridá; solamente el padrc Meza, y él siempre ponía a algunas
personas que tenían cargos en el pueblo, como por ejemplo Nicolás
Arce, al que lo nombraban quesque el Secretario. Rafael Arce no
tenía ningún cargo; se dedicaba a los camiones, manejaba camiones
nomás en las tardes.
Nosotros, en estos años, sembramos segurito el maíz, el frijol
en veces se da, pero nomás en veces. De a bien de a bien, haba, ejote
y otras semillas; como trigo y frijol delgado, revueltc de varios colores.
Antes la fruta; por ejemplo, el durazno, se daba mucho... se daba.
Pero ahora ya no quiere darse pa nada. Solamente se da la pera; eso
sí, todavía la pera se da. Antes se sembraba siempre calabaza; se
daba mucha, se daban grandes, pero ahorita no. Como antes había,
ahora ya no hay.
En el tiempo del padre anterior todavía no había abono —le
decimos el abono químico—, pero después ya salió. Entonces el
padre Meza lo compró con el dinero del pueblo, y se lo echó alas
tierras. De por sí eran tierras nuevas, y con el abono químico se
daba todo, pero igual... todo era para él. Nomás mandaba a la
gente, los mandaba sin pagarles; las tierras eran de la iglesia, pero
el padre agarraba todo...
Han de ser más de diez hectáreas de tierra; bueno, una parte
de matas y encineras. Esa parte no la abrieron, no la limpiaron; así se

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quedó, pero han de ser más de diez, más...Cada año se cosechan
como unas 200 cargas. Por ejemplo, ora sembramos frijol, y ya no
sale bien. Pero en ese tiempo, ¡uh...!, salía lo doble de frijol, y todo lo
agarraba el padre. Cuando el padre Arcadio, todavía no le pedían al
pueblo rollos de hojas, pero el padre Enrique ya le empezó a pedir a
cada habitante su rollo de hojas, Sacamos hojas del maíz; sirven pa
los tamales. El padre engafiaba a la gente; decía que era para la
obra. El las llevaba y las vendía; allá vendía sus hojas y decía:
—Yo las vendo, y aquí voy metiendo el dinero.
¿Dónde íbamos a ir a dar? Le sacaban mucho dinero a la
gente. El padre Arcadio venía sacando dinero, y el padre Enrique
más... El padre Arcadio ordenaba mayordomos, y el padre Enrique
también. Antes los fiscales los nombraba el pueblo, pero Enrique
Meza vino a cambiarlo, y eso no lo hacían ni los padres anteriores.
Nombraban fiscales cada afio; el 8 de diciembre, el día de la fiesta
grande. Pero luego dijo el padre Meza:
—No, mejor los nombramos en octubre...
Los mayordomos hacen la fiesta que les toque. Tenemos
algunas fiestas grandes, como la del Carmen de Ocotlán, y otras.
Por ejemplo, las de septiembre son tres fiestas: el 29, San Miguel
Arcángel, el 30, San Miguel del Milagro, y el día 1° de octubre, San
Miguel Espejo. Ese, San Miguel Espejo, estaba en la hacienda de
ese nombre, y en el tiempo de la revolución la gente lo fue atraer de
allá. Al tiempo de la revolución lo nombramos el zapatista; se levantó
harta gente, y como el Principe San Miguelito Espejo estaba allá,
fueron a levantarlo y lo pusieron aquí en la iglesia.
Entonces son tres días de fiesta... Antes nomás una per-
sona hacía la fiesta, pero una costumbre del padre Enrique era
hacer una misa de más de diez o hasta de más de 20 personas. Ya
no iba a ser nomás una persona cada día; ya iban a ser quién sabe
cuántas...¿Por qué? Por el pago, porque el padre queria más dinero.

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La gente ya no podía, se endrogaba mucho, pero Enrique Meza
seguía invitando, y les decía a todos:
—Trabajen, junten dinero, pidan pulque, pidan cosas pa que
ayuden al que va a hacer la fiesta.
Pero eso sí, el que hace la fiesta tiene que cumplir...con sus
hijos, pero tiene que cumplir fielmente. Ellos hacen el gasto de la
casa y de la iglesia, segurito. De a bien de a bien, unos hasta piden
prestado, y pasa el tiempo, y todavía no pueden pagar la fiesta.
Orita ya está apuntando poco más o menos hasta 1985, a
quien le va a tocar. Por ejemplo, una gente que quiera hacer la
fiesta en dos, tres años, no puede. y si pregunta cuántos años
faltan pa que le toque, para hacer la fiesta del 29, le dice el padre:
—Aquí ya están apuntados tantos.
—Pos quiero que me apunte asté, porque voy a hacer la fiesta.
—Bueno, pero dame dos, 300 pesos p’l apunte.
—No hay cuidado; quiero que me apunte asté con dinero.
El padre Enrique pedía dinero y nomás decía que para la
obra. La gente pensaba: “¿A dónde va? ¿A dónde va tanto dinero?
Y decía el padre:
—Les voy a enseñar una lista de las cosas que estoy
haciendo; en qué estoy gastando. Hasta me van a deber, porque
estoy poniendo. Miren, pos si estoy ganando dinero y lo estoy
metiendo aquí para ustedes.
Para llevar el agua al pueblo hizo una junta; le pidió ala
gente 25 pesos, y dijo:
—Esto no va a alcanzar, pero vamos a ver, yentonces, si no
alcanza, los cito.
Y ya después dijo:
—Miren, miren tienen que dar este otro tanto; seguramente
va a alcanzar con 50 pesos.
Pero no alcanzó, y les pidió otros 25 pesos a cada uno...
Necesidad de agua la había; iba a ser agua buena, de ameyal, no

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de pozo y entonces la gente pos sí cooperó, pero luego se
encabronaron porque primero fueron 25, luego 50, luego 75, luego
100. Pos no, mejor que lo deje; 100 pesos ya no. y ya se peliaba la
gente, y pasaban los encargados casa por casa por el dinero p’al
agua potable. Pero no, ya no querían dar, y entonces dijo el padre:
—¿Ora cómo le vamos hacer?
Y dice el cabrón:
—No, pos vamos a hacer algo mejor; vamos a pedir patrullas
y encerramos al que no dé, pa que el pueblo se asuste y vaya
pagando.
Siguió cobrando, pero de todos modos no pagaban. Después
fue con el gobernador, y dice el padre:
—Ya fui a ver al gobernador, y no quiere ayudarme el cabresto.
Entonces se encabronó la gente, porque el padre fue a ver
a un licenciado. Seguramente no iba a haber nada bueno.
El padre dividió al pueblo en secciones.
—Va a ser mejor sección por sección —dice.
Los encargados de sección entraban casa por casa, y de
por sí le quitaron a harta gente sarapes, metates, chivos, burros.
Al que se oponía: o no le alcanzaba el dinero, lo metían a la cárcel.
Se llevaron las cosas pa que la gente se presentara a hacer el
pago; es lo que llamamos embargo. ¡Uta!, pos se encabronó la
gente, y le hicieron el primer corrido... Lo escribió Domingo Arce
y decía así:

NEFASTA DIVISIÓN Y ODIOS

Voy a cantarles un negro corrido,


De cinco años de negras estafas;
Que el pueblo de Canoa ha sufrido,
Por un puñado de chacales y cafres.

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El primero el cura Enrique Meza,
El segundo J. Carmen Arce Marcial;
El tercero J. Carmen Zepeda Pérez,
El cuarto Rafael Arce Marcial.

El quinto Santiago Pérez Cóyotl,


El sexto el matón Lucas Romero;
El séptimo Ricardo Marcial Xólotl,
Y el octavo Luis Sánchez Moreno.

Asociados todos estos tales,


Opinaron hacer una reconstrucción;
Principiando por la casa cural,
Costando una gran inversión.

Desbaratados los techos y paredes,


Pero no habiendo ningún fondo;
Acordaron a todos designarles,
Una cooperación enorme sin rumbo.

Salieron por todas las secciones,


A exigirles dinero a cada cabeza;
Y al que no daba, le imponían sanciones,
Cometiendo bestiales torpezas.

¡Pobres gentes!, las hicieron sufrir,


quitándoles los sarapes de su cama,
dejándolas vacías, ni para dormir,
y los niños todos, lloraban sin calma.

Las pobres madres secundaban el llorido,


De sus hijitos desnutridos y desnudos;

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Desde temprano no habían comido,
Pues les quitaron todo lo de valor.

Estos casos cometían por el dinero,


Y al no tener con qué cooperar en algo;
Los nefastos procedían a lo negrero,
Cometiendo arbitrariedades de embargo.

Los embargos los hacían a las tres horas,


Dejándolas en el desamparo;
Quitándoles ovejas, puercos y cabras:
Negándoles toda clase de amparo.

Hubo varios casos tristes y funestos,


Pues detenidos los animales, sin comer ni beber,
Pasando días y amanecían muertos,
Al no cuidarlos ni darles de comer .

¡Qué dictadura de hombres infames!


No acababan esta obra e idearon otra;
Bajar agua del cerro con tubería,
y recogerla para evitar derrames.

Siguieron los embargos y maltrato,


Sobre los pobres e indefensos vecinos;
Propinándoles patadas a cada rato,
Estos desgraciados viles asesinos.

Sólo así quedaban contentos,


Aconsejados por el Cura Meza;
Exigir dinero para realizar sus inventos,
Aunque esto nos cause llanto y tristeza.

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Aún no terminaba la entubación,
y se presenta otro proyecto;
Que pocos entraron en su aprobación,
Dizque para impulsar y dar mayor efecto.

Fue la proporción de electrificación al pueblo


Los cuales comprometieron al pueblo;
A seguir con la máxima cooperación,
Y así lo dispuso con satisfacción “El Cuervo”.1

Viendo todos que les favorece el tiempo,


Volvieron a la carne muerta, como buitres;
A devorar el cuerpo de las víctimas,
y cada ocho días tocaban la puerta, cobrando.

A “pelar” al vecino sin compasión,


y ni oponerse, pues ellos son los amos
De la tierra, del cielo y de tal mansión,
Y que nadie puede ni alargar las manos.

El grupo que antecede al principio,


Se ha hecho de muchos bienes;
Los que dicen no tener ningún capital,
Aparentando ser unos inocentes.

Fingiendo que son unas blancas palomas,


Son en cambio unos hijos consumados;
Obrando con torpeza e inicua explotación,
Al pueblo lo tienen bien amolado.

1. N. de la A.: A Enrique Meza lo apodaban “Cacálotl”: cuervo.

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Los “gatos” aconsejados por su cuervo,
Exigen hojas de tamales para venderlas;
Dizque no tiene el templo Bautisterio,
Del que hasta el momento, no hay ni sombra.

Ha transcurrido más de año y medio,


De esa ilusión loca y falsa promesa;
De hacer pila Bautismal muy costosa,
Para cumplir el proyecto del tal Meza.

Sabes pueblo que es anticonstitucional,


De que sufras las exigencias y embargos;
Que no te traten como un simple animal,
Y de que se burlen de ti, tantos vagos.

Violando nuestras Leyes de Reforma,


y profanando la Ley de Dios;
Debiendo respetar en toda forma,
A nuestra culta religión así como las dos.

Por causa de todo esto, ya no hay respeto,


Se han odiado parientes con parientes;
Y compadres con compadres; sin miramiento,
Y hermanos con hermanos. ¡Que indecentes!

Con qué adversidad atraviesa el pueblo,


Corrompido por causa de un infiel;
Dictador y usurpador de sotana,
Que vino a perturbar como un Lucifer.

(CONSÉRVESE ESTE CORRIDO PARA LA HISTORIA)

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Pos dónde íbamos a ir, qué caray. Pero de por sí, como la
gente estaba de acuerdo con un licenciado recomendado de la
oficina de la CCI, se encabronó el padre Meza.
—¿Quién los mandó? —dice— ¿Quién fue a esa oficina?
Ese es comunista. Ora a ver cómo le vamos a hacer.
Cuando los de la cci supieron del embargo, dijeron:
—Bueno, ¿y qué derecho tiene el padre para hacer el embargo?
Si deben l’agua, tienen que pagar, pero no así... eso es peliar. Ora,
¿cómo van a saber cuánto dinero entró? Está claro que sobró el dinero.
Ahí paró todo, pero de por sí el cabresto padre, si se
descomponía la tubería, pedía veinte, treinta pesos, y parejito. El
que no tenía recibo, ya no iba por agua. Y si en las noches querían
agarrar agua, también le pedían el recibo.
De ai en adelante, el padre mentaba mentada cada domingo
en la iglesia: “Uh, que el fulano este...”.
—Ustedes, los que me obedecen, no me dejen —decía—;
porque si no hacen lo que les mande, me voy a ir.
La gente, pa que no se fuera, dialtiro lo obedecía... El pueblo
le tenía miedo, porque como él se llevaba bien con la autoridá, con
el gobierno, ¿pos cómo no iba a tener más valor?
Un día domingo acusaron al padre en la catedral de Puebla,
porque regañó a San Miguel Arcángel allá en la iglesia. Estaba
diciendo misa, y comenzó el sermón. Y en ese tiempo empezó a
nombrar cada domingo a los que le habían hecho groserías en la
semana. Decía:
—Fulano vino y dijo esto y l’otro.
De repente se volvió el padre hacia el lado del Príncipe
Miguel, el patrón del pueblo, que está en su trono, y le dijo:
—Tú les ordenas a tus hijos; ellos tienen y no tienen culpa
de lo que hacen conmigo. Tú los mueves, tú les ordenas y tú les
ayudas, pero me voy a ir de aquí para no tener más disgustos.

66
La gente dialtiro se amontonaba.
—No se vaya asté, padrecito —le decían.
Y algunos ya lloraban.
Enrique Meza también les decía a los muchachos y muchachas:
—Los muchachos que tengan buen trabajo, que les consigan
a las muchachas un trabajo, y de lo que ganen, cada sábado vienen
a dejar la mitá.
Decía que no era para él, sino para la obra.
—Las muchachas, como todavía no tienen hijos, pueden
trabajar —decía—. Busquen trabajo; hay para lavar, para barrer...
y las que no consigan trabajo, hagan tortillas, pa que vayan a
venderlas, y de lo que vendan también vienen a dejar la mitá.
Lo bueno fue que la gente no lo obedeció, porque ninguna le
dio nada.
Luego el padre Meza quiso cambiar de presidente municipal.
Decía:
—¿Ora a quién vamos a poner? Pos solamente que yo lo
ponga... Voy a poner al Martín.
El pueblo nombró a otro, pero ése no quería entrar.
—Yo no tengo dinero —dice.
Nomás que cuando supo que el pueblo iba a cooperar,
aceptó y dijo:
—Pos entonces sí.
Pero ese cabresto de Rafael Arce dialtiro sabe dirigir, aunque
para mal. No es seguro ese cabrón... P’al cambio de presidente
nomás hablaban de matar gente...
—Como ya va a llegar el día de la votación, la gente se va
a levantar, va a alborotar, se van a dar —decían.
Ese mero día las mujeres traían piedras en sus rebozos, y
estaban hasta adelante. Otros no tenían piedras, pero traían tierra...
El padre les aconsejó que les echaran tierra en la cara a los contrarios,

67
porque ya iba a empezar la pelea. Ni siquiera dijo la segunda misa,
para acabar temprano, porque la es tarde. Y entonces dijo el padre:
—Orita ya va a comenzar la votación, y la gente candidato
ya está. Sálganse.
Los sacó de la iglesia; ya no hubo misa, porque los aconsejó.
Y los encargados le preguntaban a la gente:
—¿Ya están preparados? ¿Llevan bastantes piedras? Del
alboroto que se armó, del gobierno mandaron unos de la xxv Zona
Militar, y otros de la delegación, y también mandaron a una señorita.
Y entonces la señorita a la que le nombraban el orden, dijo:
—Pónganse de este lado una parte, y los que están de parte
del Martín del otro lado.
Un sargento primero era el encargado de la xxv Zona Militar.
Ese llevó seis hombres, o llevó 11; un pelotón. Y entonces dijeron
los encargados de la gente del padre.
—Miren, que le toquen dos piedras a la señorita, y al sargento
primero que le toque una en su gorra, su casco o como le digan.
Entonces empezaron a echar tierra. Los de la patrulla de la
delegación los calmaban...
—No echen tierra; tengan respeto —les decían—, Orita
vamos a ver quién va a ganar.
El sargento primero decía:
—Pero qué groserías hacen de este lado... No echen tierra;
no puede empezar esto.
¡Híjole!, pero cuando de veras empezaron, les hecharon unas
piedras a la patrulla de la Delegación.
—Miren; no tiren —les decían—, porque van a matar a
alguno.
Y de por sí, pos les dieron en la cabeza. Al sargento primero
también le tocó: le dieron de parte del padre… lo tiraron lejos. Y a
un niño que estaba en su cama le aventaron una piedra y murió;

68
era nieto de Domingo Arce. Nomás murió el niño, pero... ¡útale!,
hubo muchos heridos, y llegaron las ambulancias y todo eso... pero
el cabrón padre citó al doctor pa que atendiera a la gente de él. Y
aunque el pueblo ganó la votación, siempre pusieron al Martín... a
Martín Pérez, al que quería el padre.
Después de eso fue cuando Domingo Arce hizo este otro
corrido, el segundo.

HISTORIA DE UN CURA IMPIO

Voy a narrar un dramático corrido,


lo que sucedió en febrero veintisiete;
del año sesenta y seis sin olvido,
de un cura maligno y muy vejete:

El día veintisiete a las cinco horas,


llamó a misa y en el púlpito dijo:
“Es día de plebiscitos, bien se apuran,
hermanos castos obrar sin prolijo.

A las nueve horas estáis reunidos,


enfrente de la casa cural todos;
los partidarios de MARTIN bien prevenidos,
y tengan cuidado no quedar mudos”.

Volvió a llamar a misa a las ocho.


y en vez de oficiar el Credo como es;
detuvo a toda la gente asistente
para formarlos en fila después.

Mando cerrar la puerta del templo,


Para no dejar salir a ninguno

69
hasta empezar a hacer recuento.
de sus partidarios y no dejar alguno.

Dándose cuenta que ya era hora del voto,


obligó a su grey a salir por el curato;
para llevar piedras, palos y de todo,
y apedrear al contrincante candidato.

Estando los dos grupos frente a frente,


se procedió al recuento de uno y otro;
para saber quién resultará Presidente,
y el cura se enfureció como un potro.

Quería que su grupo fuera aplastante,


pero en el acto fueron muy pocos;
y los ejidatarios fueron bastante,
Dor eso se volvió v todos como locos.

Mientras aplaudían al triunfante,


el cura desde arriba por la ventana;
incitaba y azuzuba a su gente,
v empezó a llamar con la campana.

Para reunir más gente y oponerla al instante,


y arrojarse sobre sus adversarios;
echando tierra y piedras a la gente,
haciendo sufrir a los ejidatarios.

Pobres representantes de ambos grupos,


notando los malos actos del cura;
sin presto salieron a pedir auxilio,
mientras sonaban lluvias de piedras duras.

70
Se retiraron los ejidatarios todos,
y el zócalo quedó triste y desolado
por los MARTINISTAS atrevidos, locos,
y el campo quedó triste y dramático.
El cura y Ofelia no quedaron conformes,
dijeron: “A lapidar la casa y tienda;
matar a los dueños como es costumbre,
y saquear y quemar toda esa vivienda.

Oyendo todas las voces de sus amos,


desde la ventana alta de la casa rural;
sigan tirando piedras con ánimo,
sobre esa habitación sin titubear”.

Fue un desastre tétrico en aquella vivienda,


quebraron trastos, botellas y mucho comal;
dejaron la casa como una molienda,
por el elemento que hoy gobierna.

Un niño estando en su cuna,


le arrojaron una piedra;
que pereció sin culpa alguna,
y todo esto queda en la historia negra.

Desde lejos se oían las agudas sirenas,


de ambulancias y policía patrullera;
en sus carros y coches bien llenas,
a prestar auxilio a toda la gente.

Al llegar desapareció la gente


muchos heridos tomaron su rumbo;

71
pocos son los que quedaron presentes,
todos heridos y uno moribundo.

Fueron trasladados para su atención


con el médico legista del Estado;
y los demás recordarán esta agresión
y permanecerá toda su vida grabada.

Para tener una triste remembranza,


de las tiranas y arbitrarias autoridades;
que trataron al pueblo con gran desconfianza,
que sirva de experiencia a las edades.

No hay que dar el poder a un cura impío


que divide al pueblo en dos
que no haga maniobras con mayor brío,
como un malvado explotador y terco.

Estos plebiscitos no tuvieron éxito,


se repitió al cabo de ocho días;
para aparentar que se hizo con legalidad,
siendo con represalias y anomalías
con táctica pantomima se efectuó.

Volver a formar nomás para presenciarla


y gente de otros pueblos se agregó,
para tener más votos vino a engrosarla.

Así consiguieron enorme triunfo,


a caballazos, sombrerazos y piedrazos;
sobre la gente de un pueblo muy tonto
con sus fraudes, mañas y chanchullos.

72
Señoras y señores, tengan presente,
lo que en el año sesenta y seis sucedió;
por imponer a un torpe Presidente,
la mayor parte del pueblo se dividió.

Con esto, queda grabada la historia,


de los que obraron con bravura;
por los consejos de un incrédulo cura,
estando ya propenso a la locura.

De a bien de a bien, el padre engañó al pueblo con que los


estudiantes lo iban a matar y también iban a matar al Príncipe. No
nos dimos cuenta de lo que de veras venía pasando en México
con los estudiantes, pero Enrique Meza decía:
—Ustedes no pueden hacer groserías, porque el gobierno
hace la ley, y le toca dirigirla nación. Unos muchachos y muchachas
allá en México ya fueron a poner una bandera rojanegra y ésa es
una grosería y una vergüenza. Acá no van a hacer eso; ni lo quiera
Dios... pero seguramente van a llegar.
Pero de a bien, como nosotros nos sabíamos unas partes,
pos creíamos y no creíamos. Pocos días antes ya habían ido al
pueblo unos estudiantes, y ai de repente hablaban, pero con mucho
respeto. No molestaron para nada. Eran estudiantes de Puebla,
pero como el padre quería tener asustado al pueblo, los acusó de
que se ponían contra él.
Pos si, ya habían ido al pueblo, y no pasó nada... Si acaso
allá en México, pero pos acá no. Y entonces dijo el padre:
—Van a venir, van a poner la bandera y me van a matar, y
al Príncipe lo van a matar y lo van a sacar.
Como el padre sabía que iban a llegar, a los tres días ya
andaba el comandante Luis Pérez Domínguez con sus muchachos
armados a la salida del pueblo, porque el padre los obligaba.

73
—Ande, comandante —le decía—, hace rato los vieron en
tal parte.
El comandante, claro... le creía.
—Por tal parte pasaron los estudiantes —le decían. Diario
aseguraban así; los nombraban comunistas.
—A ver, ¿dónde están los comunistas?
—En tal parte.
Ai iba corriendo; ai iba a buscar rastro.
—Onde me mandaron no hay nada —decía—; ni su madre
pasó... ni un rastro.
—Parece que entraron a la sección primera a las siete —le
decían—. Ya entraron y sacaron cosas.
Luis Pérez Domínguez hacía investigaciones entre la gente,
y decía:
—Ustedes no sirven par nada.
Más se encabronaba el comandante... Tenía diez ayudantes;
eran 11 con él. Y al rato le volvían a decir:
—Otra vez pasaron por la sección tercera.
—¿Cómo?
—Pos sí.
Pobre del comandante; ya no había ni pa' dónde ir. Y llegó
el sábado y dijeron:
—No, pos hoy van a venir.
Y de veras llegaron. Cuando llega gente que viene hasta
acá, no pasa nada, pero a ellos ya los estaban cuidando. Unos
querían avisarles pa’ que se fueran, pero ya no pudieron...

74
CAPÍTULO III

LAS VÍCTIMAS
(antes de la tragedia)

“Vivir es separarnos del que


fuimos para internarnos en el que
vamos a ser”
Octavio Paz

Miguel
El pueblo donde nací, un 29 de septiembre de 1946, se llama San
Andrés Laguna, y pertenece al estado de Oaxaca. Mi familia se
compone de nueve personas; mis padres y siete hermanos. Somos
puros hombres, y yo fui el segundo hijo.
Viví en mi pueblo hasta los 16 años. Allá fui a la escuela; allá
estudié la primaria. En mi tierra la gente es campesina, o sea que
nosotros cuidábamos a los animales y todo lo que había. Teníamos
bueyes, vacas, burros, caballos; de todo había un poco. Sembrábamos
maíz, fríjol, trigo, haba; todo lo que se siembra en el campo.
Me parece que mi infancia fue... pues muy tranquila; con
sus pobrezas, ¿verdad?, pero feliz. Mi familia siempre ha sido unida;
de vez en cuando hemos tenido algunos problemas, pero de ahí no
ha pasado. Siempre hemos estado juntos, y hasta la fecha seguimos
bien unidos.
En mi pueblo tenemos dos llanos, que se llenan de agua
cuando llueve. Me gustaba nadar allá en la laguna cuando había
agua, y también me gustaba bastante jugar el deporte del
basquetbol, que es el que siempre he practicado.

75
Miguel Flores Cruz en la época actual.

76
Una vez, cuando era yo chico —tendría aproximadamente
unos siete, ocho años—, estaba yo jugando con un amigo de allá de
mi mismo pueblo, y de repente me dio un guamazo acá en la frente.
Aquí tengo la cicatriz que casi no se nota, ¿verdad?, pero sí se me
quedó. Después yo quise desquitarme y también traté de pegarle,
pero nada más le di con una piedra en el pie, y entonces mi papá me
pegó muy feo. Se me quedó muy grabado que no lo debería yo
hacer, que no se remedia nada pegándoles otra vez a las personas
que nos lastimaron; que no se soluciona nada. Me acuerdo que mi
papá me pegó pero duro, duro, y pues...no, no se me olvida.
Casi todos los del pueblo nos conocíamos, y yo me llevaba
bien con todos. Es un pueblo muy humilde. No hay, pues...nada en
qué divertirse, pero el campo en sí es muy bonito. Ahorita mi pueblo
tiene como unas 800 personas nada más. Antes había más gente,
pero al ver que no había cosechas, mucha gente ha optado por
salirse, sobre todo los jóvenes. No les gusta el pueblo y se salen.
Por ejemplo, en mi caso, pues yo vi que no era posible seguir
viviendo allá, y me tuve que venir para acá.
A los 16 años llegué a Puebla, con toda mi familia. Mi
hermano mayor se vino antes. El ya estaba trabajando acá, se
compró un lotecito, hizo unos cuartitos, y nos mandó llamar porque
vio que aquí podríamos vivir mejor. Y entonces mi papá vendió los
animales que tenía, y nos vinimos.
Al año más o menos de llegar aquí, estudié soldadura y
herrería, y sí aprendí y sé de ese oficio, nada más que no lo he
desempeñado porque... pues no ha sido necesario; por eso es que
no le hecho. Mi ilusión era estudiar una carrera profesional. Me
gustaba la carrera de ingeniero civil, pero desgraciadamente no se
pudo. Éramos muchos hermanos, y por la situación de mis padres...
pues era muy difícil sostenerme.
Entonces me conformé con seguir trabajando; ayudando a
mi padre, ¿verdad?, porque mi hermano el mayor ya se había casado,

77
y se puede decir que yo era el más grande, el que le seguía. Con lo
que ganaba mi padre, pues no era suficiente; teníamos que trabajar
los dos para de ese modo poder seguir viviendo aquí.
Al principio, cuando llegamos del pueblo, sufrimos bastante,
porque somos muchos en la familia, y pues… no teníamos un buen
trabajo, o sea que de lo que ganábamos, apuradamente salía para
comer. Para vestimos no alcanzaba bien, y pues sí sufrimos, pero
estábamos ¿cómo diré? , resignados. Teníamos que aguantarnos,
y poco a poco fue cambiando nuestra vida.
Allá en el pueblo, la vida que llevábamos era... pues diferente;
más tranquila. Ahí no se ven tantas broncas como aquí en la ciudad;
que coches, que atropellamientos y todo eso. No, nunca; allá en
mi pueblo no conocíamos esas cosas. Allá la vida es muy tranquila
a comparación de acá. Pero los problemas económicos eran
mayores, porque ahí se siembra a principio de año y se cosecha
hasta fin de año. Entonces, si se daba la siembra, había de comer,
y si no, pues... Todavía ni se cosechaba, y ya teníamos que andar
comprando en el mercado, ¿y con qué dinero, si no había? Era una
situación difícil, ¿verdad?
Cuando llegamos a Puebla, mi papá y yo comenzamos a trabajar
como ayudante de albañil, porque...pues de momento no encontramos
un empleo regular. Tardé como año y medio dedicado a eso. Luego
comencé a pintar también; aprendí porque en el tiempo que estuve de
albañil, me fijaba cómo trabajaban los maestros y todas esas cosas.
Estuve como otro medio año de pintor, y después entré a los Viveros
del Estado; los de Santa Cruz. Ahí sigue mi papá hasta la fecha, como
agricultor; cultiva las plantas para la reforestación.
Después me buscaron trabajo aquí en la Universidad, y entré
como auxiliar de Intendencia. Tenía yo que barrer los salones,
darles borradores a los maestros; en fin, cualquier cosa Que se
necesitara en la escuela donde estaba. Esas eran mis obligaciones.

78
Trabajaba de las siete de la mañana a las tres de la tarde, y después,
al año, me cambiaron a la antesala de la Rectoría, y me dieron el
nombramiento de auxiliar de Rectoría y Secretaría.
Cuando nada más trabajaba por las mañanas acá en la
Universidad, en las tardes me dedicaba a trabajar como cobrador;
o sea que en una casa me daban unas letras para ir a cobrar las
mensualidades que pagaban los clientes. Después ya me dieron
otro medio tiempo aquí en la Universidad y empecé a trabajar
todo el día; no tiempo completo, sino tiempo y medio.
Aquí en la Universidad he hecho bastantes amigos, porque...pues
tengo carácter para eso, ¿no? He tenido y tengo cantidad de amigos, y
pues sí me estiman, así como yo también los he llegado a estimar.

Julián
Nací en el estado de Puebla, el 22 de noviembre de 1942, Yo fui el
segundo hijo. La primera murió; era una niña. Actualmente soy el
mayor, y tengo dos hermanos.
Con los que más viví fue con mis tíos; los que en cierto
modo me dieron escuela, ya que mis padres se separaron cuando
yo tenía unos siete años. Me crié con mis tíos; con ellos me enseñé
a trabajar, y ellos me dieron la primaria y parte de un curso de
radio y televisión.
La mayor parte de mi infancia la pasé en Puebla, y otra
parte, y también la adolescencia, en México...Recuerdo muy
vagamente la primera casa donde viví; en la 5 de mayo y 40
poniente, en la ciudad de Puebla. Aquí también estudié los dos
primeros años de primaria, en la Escuela Cuauhtémoc.
En México viví en la colonia Aquiles Serdán; me acuerdo
mucho de mi escuela, donde pasé cuatro años de la primaria... la
Simón Bolívar. Tampoco se me olvidan los bailes que hacían el 15
de septiembre, la noche libre y todo eso que me gustaba mucho.

79
Mapa del pueblo, el cual muestra el camino que siguieron los excursionistas al
llegar, así como su viacrusis desde la casa de Lucas García hasta el frente del
templo (marcado con un círculo), las cruces indican los lugares donde quedaron
los cadáveres de las cuatro víctimas.

80
Ahí me enseñé a ganar un poco más de dinero del que yo empezaba
a ganar aquí en Puebla. Recuerdo también de esa época las
exigencias de mi tío Francisco para que yo cumpliera bien con mis
tareas. Mi mamá era católica, y mis hermanos y yo, digamos hasta
los 10, 12 y 17 años, pues todos fuimos católicos.
Me gustaba ir los domingos a misa; era una costumbre muy
arraigada en mí. Me gustaba también, entre otras cosas, jugar al
trompo ya las canicas, y andar haciendo, pues... travesura y me-
dia. Una de las que recuerdo es que me gustaba subirme a los
camiones de “mosca”, y en una ocasión me caí muy feo. Salí bien
raspado y con un golpe en la cabeza.
Pero en realidad no me quedaba tiempo para diversiones;
trabajaba yo de tahonero en una panadería, de las siete de la noche
a las siete de la mañana. Más o menos de las ocho de la mañana a
la una de la tarde iba yo a la escuela, y después de la una dormía
unas cuantas horas. Esto fue de los ocho años en adelante, cuando
estuve en la primaria. Ese era mi horario, ¿no? Trabajar en la noche,
ir a la escuela en el día, y descansar unas horas. Recuerdo entre
otras cosas que uno de los maestros, sin saber todavía por qué me
dormía, me sacaba de la clase, me ponía en ridículo y me mandaba
a lavar la cara, pero cuando supo el porqué, llegó a tener
consideraciones conmigo. A la hora del recreo yo me quedaba dormir,
y cuando él veía que me dormía en su clase, no me decía nada.
Lo que sí se me grabó bien es que nos enseñaba y nos trataba
en una forma muy liberal. Precisamente de él empezamos a recibir
instrucción sobre la cuestión del sexo, la cuestión de la educación
sexual, ¿verdad? Nos explicaba de una manera muy abierta, muy
sincera, y nos decía que era más conveniente que de una vez lo
supiéramos bien todo, tal como es; desde cómo nace uno y cómo se
tienen relaciones con el sexo contrario, en este caso cuando ya se
anduviera de novio. O sea, todo nos lo explicaba bien. Ahorita no

81
recuerdo su nombre, pero nos hablaba más bien como padre que
como maestro. La escuela me gustaba, sí; me gustaba bastante...
Sinceramente, yo no tuve una infancia feliz. Ahora que tengo
hijos, yo les digo que coman, que no jueguen a la hora de la comida,
y les hablo de una cosa que a mí me pasaba en la infancia; que yo
nunca tuve... pues esa exhortación por parte de mis padres de
decir: “Come porque te va a hacer bien el alimento, porque vas a
estar bien”, sino que fue lo contrario. Como mis padres no estaban
juntos, yo pasé mucha hambre. Cuando estaba yo en la primaria,
desde luego porque mi mamá no se daba abasto para tener todo lo
necesario, pasamos una pobreza, pues… muy fuerte, muy fuerte;
yo creo que de las más feas, sí...
Yo recuerdo que había afecto por parte de mis tíos, pero yo
sentí siempre que me faltó el afecto de mi padre y de mi madre;
no porque ellos no me lo quisieran dar, sino que más bien cada uno
de los dos hizo su mundo aparte, y nos veíamos, pues...cada medio
año, cada año.
Recién que se separaron dilatamos para vernos. Primera-
mente estuvimos con mi papá y tardamos, creo yo, como unos ocho
meses para ver a mi mamá. Luego estuvimos un tiempo con mi
mamá y también dejamos de ver un período muy grande a mi papá.
Una de las calamidades más fuertes que pasamos fue con mi pa-
dre, porque él se iba a trabajar, y... pues no había quien guisara.
Comíamos lo que había, ya veces ni comíamos, o comíamos puras
porquerías...
Después de que mis padres se separaron, cuando estaba yo
con uno y veía al otro me daba mucho gusto, y creo que a ellos
también. Desde la infancia, siempre nos hemos llevado bien;
siempre nos han querido mucho, ahora ya de grandes, pues nosotros
siempre les hemos guardado respeto, y ellos nos siguen apreciando
y queriendo como a sus hijos ¿verdad?

82
Pienso yo que en mi infancia cometí muchos errores por no
tener la orientación de mis padres. No salí de la escuela a una edad
correcta, por ejemplo. Esto es un error; que yo no saliera a los doce
años, como es más o menos la regla, sino mucho después. Otro error
es que no tuve principios morales como los puede tener cualquier
niño, ¿no? O sea, nos criamos así, al azar de la vida, con amigos, en la
calle. Ese era nuestro ambiente; la calle, la calle siempre. Nos criamos
así, al natural, sin tener orientación, principalmente del padre.
Terminé la primaria como a los 15 años, y al salir de la
escuela mi tío me dijo que si quería seguir la secundaria. Opté por
entrar a una academia de radio y televisión a estudiar un curso, y
lo trunqué también. Eso fue en México; la escuela estaba, si no
estoy mal, en Costa Rica y el Carmen, o sea por donde está .la
cárcel del Carmen, por ese rumbo. Estudié ahí siete meses y
después me desesperé; no era una cosa que me gustara. Sentí
que no tenía vocación para ese trabajo, o para ese oficio. Y entonces
mejor lo dejé.
Creo yo que en ese entonces estaba desorientado, y que a
lo mejor si hubiera escogido otra cosa, también me habría
equivocado. Ahora que ya pasó el tiempo, considero que lo más
correcto hubiera sido entrar a la secundaria, a la preparatoria, y
haber hecho una carrera. La oportunidad la tuve, porque mi tío me
lo propuso y no lo hice, pero creo yo que aquí tampoco hubo quien
me orientara; o sea, yo creo que arrastraba ya errores sicológicos,
o no sé, de mi infancia, y estaba yo totalmente desubicado. No
sabía ni lo que quería.
Entonces me dediqué más ampliamente al oficio de tahonero,
y llegué a ser oficial de la panadería; o sea que llegué a ganar,
pues... digamos bien: En esa época yo no tenía más ambiciones
que vivir y trabajar. O sea, no había ningún futuro que yo anhelara,
que yo ambicionara. No era yo un hombre ambicioso, sino que me

83
gustaba trabajar y divertirme después de las horas hábiles, y tener
una novia... y ésa era toda mi vida.
A mi primera novia la conocí en México, después de que
salí de la primaria. Era una muchacha igual que yo de desubicada
y alocada, o sea que en cierto modo había afinidad entre los dos.
Sus padres estaban separados; ella tampoco tenía la orientación
de la que yo carecía, y nos juntamos. Con eso hicimos una pareja,
¿no? , de desubicados, y al fin y al cabo, pues sí nos divertíamos.
Nos queríamos yeso, pero con errores propios de ese tipo de vida
que los dos habíamos tenido.
Ese noviazgo duró como un año. Nuestras distracciones eran
el cine, ir a la Villa o al zócalo. Me gustaban todos esos detalles,
¿no? Ir al zócalo, ir a la Villa, ir a nadar también a los balnearios que
están a la entrada de México; ésas eran nuestras diversiones.
Aparte de mi trabajo y de salir con la novia, no tenía ninguna
otra actividad. Realmente eran una monotonía; lo mismo de
siempre: trabajar, descansar, comer, ir con la novia, ir alguna vez
al cine o al centro.
Esa era mi vida y así fue hasta que, para ser bien sincero y no
omitir nada, conocí a una mujer que no me convenía, y tuve una
relación amorosa con ella. La esposa de mi tío se enteró, y entonces
le avisaron a mi mamá, le escribieron; mi mamá se trasladó a México
y con engaños me trajo a Puebla, diciendo que nada más iba a ser
por una semana. Yo me vine realmente en contra de mi voluntad,
porque sentía un gran amor por esa muchacha; un amor, por decirlo
así, más bien de jóvenes, ¿no? Los dos primeros meses fueron
insoportables para mí, pero me aclimaté y me acostumbré. Olvidé a
la muchacha, empecé a tener otras novias, ya rehacer mi vida aquí.
Estuve trabajando en unos baños y posteriormente en una carpintería.
Mi mamá me trajo a Puebla a mediados de 1960. Estuve en
esos dos empleos como un año, y el 1° de mayo de 61 entré a

84
trabajar a la Universidad. Ahí empecé, pues...a hacer una nueva
vida. En la Universidad, donde hay pura gente dedicada a estudiar
o con metas de estudio, empecé a ver las cosas de otra forma, y
creo yo que ahí fue donde empecé a ambicionar ser algo y tener
algo en la vida.
Entré de intendente a la Escuela de Medicina. Hacía el aseo
de las aulas y les daba borrador a los maestros; ése era mi trabajo.
Si no me sentía contento, por lo menos era un trabajo que me
estaba proporcionando, pues...la satisfacción de mis necesidades,
y lo aceptaba con gusto.
Ahí comencé a tener muchas amistades con los compañeros
estudiantes, así como con trabajadores, ya relacionarme con mucha
gente del medio estudiantil. Al principio era yo un neófito por completo;
no sabía nada, y me dedicaba únicamente a mi trabajo. Después
empecé a tener contacto con la organización incipiente del sindicato
de los empleados. Comencé a participar mínimamente, pero se puede
decir que ya era otra actividad que empezaba yo a desarrollar.
Al entrar a trabajar a la Universidad, conocí a una muchacha
después de haber tenido otras novias. Conocí a la que ahora es mi
esposa, Pilar Flores Cancino; dilaté con ella de novio como medio
año, y el 28 de diciembre de sesenta y uno me casé con ella.
Actualmente tenemos cinco hijos: Elizabeth, Josué, Pilar, Rosa Isela
y Rosario, de 12, 10, nueve y siete años y la última de cuatro meses.
Desde que me casé hasta la fecha, siempre he tenido muchos
problemas económicos. Aparte de esos problemas, considero yo
que sí hemos sido felices, nada más que ha habido divergencias en
gustos; en eso nunca hemos estado de acuerdo. A mí, por ejemplo,
me gusta el deporte, la natación, el excursionismo, y a mi esposa
no; ella tiene otros gustos.
También me gusta estudiar, cada vez que hay tiempo y tengo
oportunidad, me gusta escudriñar cualquier tipo de libro, y creo yo

85
que es muy necesario hacerlo. Me gusta mucho el tema de la
Biblia; me gusta también toda la cuestión de la izquierda, o sea,
me refiero a leer, por ejemplo, a Marx, al Che Guevara, a Camilo
Torres. Todo ese tipo de bibliografía me gusta mucho. Yo empecé
a leer ya conocer ya saber un poco acerca de estos personajes,
ya través de uno y otro libro, pues...he sentido mucho interés en
saber más de ellos. Desde que entré a la Universidad empecé
también a escudriñar la Biblia, y he encontrado cosas muy
importantes en ella.
En 1962 recibí la visita de unos misioneros, y ellos me
llevaron el mensaje del Evangelio. Yo lo analicé más o menos
unos seis meses, y acepté ese mensaje; acepté ser miembro de
esa nueva religión, que es el mormonismo. Estuve con mucho
entusiasmo aproximadamente unos tres años, y llegué a destacar;
como principiante, pero sí llegué a destacar. Posteriormente, o
sea después de esos tres años, he sido un mal miembro en el
mormonismo, ya que no he cumplido correctamente todos los
principios que yo acepté cuando ingresé a esta iglesia.
Yo no recibí la instrucción necesaria para analizar amplia-
mente la religión católica, pero en base a la observación, me daba
cuenta de que no había...pues, una justificación correcta como
para seguir llevando esa religión. Estuve analizando las otras
mínimamente, porque no profundicé en ellas, y cuando escuché a
estos misioneros me dieron una explicación amplia. La vi muy
lógica y la empecé a analizar; esto duró unos seis meses y encontré
que había mucho de verdad, y por ese motivo la acepté, porque
—según creo yo— no estaba completamente satisfecho, en el
sentido de que veía y observaba demasiados errores; más que en
los curas, en toda la religión católica.
Cuando yo tenía ya unos años en la Universidad, me había
dado cuenta de cuáles eran las inquietudes de los estudiantes, y
aunque siempre veía errores en ellos, sí me daba cuenta por lo

86
menos de que el poder estudiantil era el único que podía muchas
veces hacerle frente tanto al gobierno como a los líderes sindicales,
que siempre están pisoteando al campesino, al obrero, al empleado.
Me di cuenta de muchas luchas que se presentaron y que se
ganaron, y empecé a ver que los estudiantes son una fuerza, un
poder; aunque con errores, pero para mí son uno de los poderes
más limpios que existen el1 México.
Durante el movimiento de 68, estuve observando, y me
parecía que había muchas cosas positivas; que había errores, como
ya dije, pero que siempre se buscaba la superación. Participé en
el movimiento nada más moralmente, porque como empleado no
había una organización como la que tenemos en la actualidad;
nuestra organización de ese entonces era una asociación apolítica,
indiferente a los problemas. Pero moralmente yo sí estaba con los
estudiantes.
Por ese entonces, en la Universidad de Puebla se comenzó
a hacer causa común con la opinión estudiantil a nivel nacional.
Las cosas se tomaron en serio, y creo yo que esto se debió a que
empezó a haber más gente interesada en ese tipo de problemas.
Recuerdo que vino una comisión del Comité de Huelga de la
Universidad de México, y entonces fue cuando se comenzaron a
formar los comités de lucha aquí en Puebla. Entonces había una
constante comunicación para saber cómo iban los problemas, cuál
era la causa de los mismos y todo eso.

Roberto
Soy de Puebla, y nací el 14 de julio de 1947. Fuimos nueve de
familia; mi madre, mi padre y siete hermanos —dos mujeres y
cinco hombres—. El primero de mis hermanos es Miguel; luego
sigue Yolanda, Jorge, Javier y yo, y dos más chicos: David y
Esperanza.

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Realmente considero que tuve una infancia feliz; bueno, no
sé, soy una persona que siempre ha vivido con optimismo. Siempre
he tratado de dejar atrás mis problemas; digamos, de verle el lado
bueno a cualquier cosa que me suceda...nunca el lado malo,
¿verdad?
Hasta la fecha somos una familia muy unida. Con mis hermanos
me llevo bastante bien; con todos sin excepción. Inclusive cada mes o
cada mes y medio hacemos dizque unas juntas todos los hermanos;
nos reunimos y platicamos sobre los problemas que tenemos. Ellos
me han sacado de varios problemas, y pues... todos nos ayudamos,
¿no? Hacemos de cuenta que somos una sociedad anónima, más que
una hermandad.
Cuando yo era muy chico; tendría siete, ocho años, era yo
muy chillón, y también el consentido de la casa. Creo que hasta la
fecha lo sigo siendo, aunque ya estoy viejo...Entonces mis hermanos
los mayores jugaban con títeres de barro que mi madre les
compraba. Nosotros vivíamos en el primer piso, o sea segunda
planta, y en la casa de enfrente había un viejecito que hacía títeres
de barro, muy bonitos por cierto. Creo que los vendía a 50 centavos
en aquella época, que eran como cinco pesos de ahora...
Mis hermanos jugaban con esos títeres, y ahora me comentan
que ya hasta me tenían miedo, porque yo llegaba y estaban jugando,
y de repente escondían las manos. Yo no sabía qué tenían, pero
me ponía a llorar y venía mi mamá:
—¿Qué le hacen a mi hijo? —No, pues no me quieren dar
lo que tienen —le decía yo. —Pues dénselo.
Y me daban lo que tuvieran, ¿no?, precisamente porque era
yo el consentido, aunque en ese entonces había un hermano más
chico, al que le llevo cuatro años de edad.
En mi infancia, lo que más me gustaba —y creo que hasta
la fecha— eran los carros: armar, componer... componer, pues...

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todas esas cosas de la infancia; que tiene uno un carrito, lo desarma
para ver qué tiene y lo vuelve uno a armar. Inclusive ya de más
grande; digamos, a los doce años, cuando comencé a trabajar,
recuerdo que había carritos de dos o tres pesos. Les compraba
motorcitos, se los adaptaba, y me ponía a jugar carreras en un
patio bastante grande que había en la casa.
Durante la mayor parte de la primaria; cuarto, quinto y sexto,
tuve el mismo maestro... Para esto, yo era de lo más guerrista,
travieso, inquieto... Siempre estaba yo levantándome del asiento,
moviéndome, jugando, ¿no?, sin poner atención a las clases.
Entonces el castigo que nos imponía este maestro era pegarnos
en las manos, pero con una regla y de canto. Eran unos dolores
intensos, yeso hasta la fecha lo recuerdo. Cada vez que me veo
las manos me acuerdo de ese maestro.
Sin embargo, en general sí me gustaba la escuela...Precisamente
en cuarto, quinto y sexto, hubo la oportunidad de que dos hermanos y
yo, uno más chico y otro mayor, fuéramos a la escuela juntos, y los
tres nos llevábamos mejor que todos los demás hermanos. Nos
llevábamos dos años. Íbamos uno en primero, otro en tercero y otro
en quinto. Estuvimos dos años juntos, y eso es lo que más recuerdo,
que conviví mucho con ellos.
Desde que salí de la primaria comencé a trabajar. Mi ramo
siempre fue la farmacia. Empecé a trabajar como repartidor, y
después despachando. Antiguamente se hacían medicinas con
recetas y me enseñaron a hacerlas. En la farmacia comencé a los
doce años, y estuve ahí como ocho años, hasta los 20.
Cuando entré a la secundaria, en el primer año, estaban de
moda los famosos rebeldes sin causa; se usaban las chamarras de
cuero, pantalones pegados, botas, cadenas, la calaveras en la
espalda, y pues... como yo trabajaba, tenía manera y posibilidades
de adquirir todas esas cosas.

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En primero de secundaria estuve en el Instituto Ni del
Estado; entré ahí con muchos trabajos, porque había demasiados
alumnos, pero entré. Nada más que me dio por pelear con los
compañeros ¿no?, por hacer un programa de peleas. Llevábamos
un récord en el grupo en que estaba, para ver quien tenía más
peleas, y yo, desgraciada y afortunadamente, logré el índice más
alto de peleas con los compañeros, así como los mejores pleitos. Y
digo desgraciadamente, porque ése fue el motivo, por el que me
expulsaron de la escuela; por peleonero, ¿no?
Ese medio año no la perdí, porque me fui de oyente a otra
escuela, en la cual ingresé nuevamente a primero de secundaria.
Ahí comencé a usar la chamarra de cuero, el pantalón de mezclilla
pegado, las botas, y andaba yo con un grupito de muchachos con
los que hasta la fecha, aunque ellos siguen estudiando ya en carrera,
me llevo bastante bien. En ese entonces éramos los rebeldes sin
causa; pandilleros, vagos, como se les llame. A veces teníamos
ganas de ir al cine, y nos veíamos a la entrada de la escuela.
Como era vespertina, llegábamos a las cinco y salía a las diez,
pero en vez de entrar a la escuela, nos íbamos al cine.
Precisamente en el segundo año hubo una muchacha; más
bien una nena, que me gustó bastante, y comencé a pretenderla,
¿no?, a hacerle la ronda. Me costó mucho trabajo y cuando logré
convencerla, anduve con ella, pero me pasaba una cosa muy chistosa...
Mientras anduve con ella de novio, nunca le di un beso. A pesar de
ser inquieto y un poco despierto de mente, a ella la veía, pues... no
como algo normal, sino como un ángel al que no podía tocar. Y hasta
la fecha la recuerdo, aunque ya se casó con un ingeniero.
Después de eso, pues más o menos en cuatro años no volví
a andar con ninguna persona, y comencé de nuevo precisamente
cuando estaba en la farmacia. Sí, empecé a tener novias, pero no
muchas; una cosa regular, la normal… Digamos andaba con una
chica medio año o cinco meses, algo así.

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En esa época mis diversiones eran excursionar, hacer
caminatas. Dentro de las farmacias conocí a los señores Ávila;
son varios hermanos, y entre ellos hay uno, Froilán, que fue con el
que estuve conviviendo más tiempo. Inclusive fui trabajar a su
farmacia, y él estaba en un grupo de montañista. Tenían un
programa de excursiones; desde caminatas suaves, caminatas
ligeras, caminatas pesadas y montañismo en baja escala, hasta
gran montañismo, ¿verdad? , ya profesional. Entonces empecé
con ellos; porque siempre me ha gustado el campo, la naturaleza.
Así comencé... Mi deporte favorito era pues, la caminata; conocer
lugares, subir montes, cruzar ríos, todas esas cosas... el
excursionismo.
Al mismo tiempo terminé la secundaria, y luego estudié
electrónica por medio de cursos por correspondencia, y me diplomé
en acústica y grabaciones. Después, el 1° de mayo 1966 entré a
trabajar a la Universidad como auxiliar de intendencia, o sea mozo.
Intendencia está encargada del aseo determinadas secciones,
oficinas o salones. El primer día que trabajé cayó en domingo.
Entré con un grupo de 11compañeros sea que éramos 12. Entramos
a trabajar y nos pusieron a barrer la calle. En ese tiempo estaba
yo pelón. Me rapé por días antes había hecho una apuesta con
unos compañeros, y yo perdí y me tuve que rapar, ¿no? Así es que
llegué pelón escuela.
Varios amigos de la secundaria me vieron. Para entonces
yo ya no estudiaba; pero ellos me vieron y pensaron que una
novatada, porque nunca se había visto que los de intendencia en
grupos numerosos, barrieran la calle, y ahí íbamos los 12 por una
calle, barriendo todo. No sé; quizás eso fue para calar o porque no
había mucho trabajo. Luego nos metieron al interior de la Univer-
sidad a limpiar los faroles; a barrer todos los pasillos que no son
pocos ni pequeños, y en seguida a lavar las fuentes. El primer día

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fue agotador, pero ya al otro día nos asignaron a cada quien nuestro
trabajo. Por ejemplo, a mí me tocó el teatro; barrer los camerinos,
muy chiquitos, darle una coleada al teatro, limpiarlo y todo eso, y
después andar por ahí cuidando.
Luego me cambiaron al Salón Barroco...Es un salón muy bonito,
donde en ese entonces había dos pianos; uno de cola y otro de estudio,
y además un órgano antiquísimo, que creo aún se conserva en la
Universidad. A mí me tocaba cuidar el salón, barrerlo, limpiarlo y
tenerlo listo para conferencias, sesiones y homenajes, así como otros
tres salones adjuntos, que están a mano izquierda. Ahí fue precisamente
donde conocí a Ramón, a Julián a Miguel ya Jesús... a todos.
En la Universidad hice amistades que me han servido, me
han ayudado mucho moralmente y también en cuestión de trabajo,
y amigos con los que, hasta la fecha, me voy a equis lugar; a
pasear, a bailar, o a cualquier otra cosa.

Como planearon el paseo


A Julián le gustaba el excursionismo y lo practicaba...pues cada
vez que había oportunidad. Bueno, no cada 15 días o cada mes,
pero por lo menos cada dos o tres meses; cuando había unos días
de descanso, él salía de excursión. Tenía más o menos unos tres
años de practicar este deporte.
Según nos cuenta, Julián había estado en Canoa en dos ocasiones
anteriores. La primera vez fue con otro grupo diferente de compañeros,
y todo estuvo muy correcto. Fueron en la mañanita, pasaron por el
pueblo y solamente hubo una observación de un campesino, que le vio
a Julián un machete que había llevado de su casa; que era con el que se
cortaba la alfalfa para los pollos, y les preguntó a dónde iban.
Le contestaron que iban al cerro, y él dijo: “Bueno, pues allá
los alcanzo”. Esa fue la única observación... Pasaron por las
tiendas; compraron ocote y un jarro para hacer café arriba, y todo

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estaba muy tranquilo. Casi no se detuvieron ahí; siguieron,
atravesaron el pueblecito, llegaron a donde empieza el monte, y no
hubo ningún problema. Se quedaron a dormir allá en la boca de la
cantera, o sea donde mero está la pared, y ahí pasaron la noche.
Al otro día hicieron la ascensión y todo estuvo muy bien.
Más o menos por el mes de julio de 1968, hubo otra excursión
a la Malinche, en la que participó un grupo de seis: José Marroquín,
Francisco Martínez Martínez, Francisco López Martínez, Pedro
Gutiérrez, Ramón Gutiérrez Calvario y Julián. Esa segunda vez, al
pasar por Canoa, jugaron un poco de básquet, ó 21 como le llaman,
y dos muchachos del pueblo se unieron al grupo para jugar. Ahí
pasaron el rato... Luego, más arriba, se tomaron una jícara de
pulque entre todos, y nada más. Siguieron su camino y no hubo
ningún problema.
Tomaron la ruta de la barranca, y al llegar a la pared de la
montaña hubo divergencias acerca de los caminos. Entonces Julián
se llevó a dos compañeros y José a otros dos. Esto fue porque no
se pusieron de acuerdo; los dos creían que su camino era el
correcto, y cada quien tomó el suyo. El grupo de José se adelantó
demasiado, y como el de Julián estaba formado por dos gorditos, a
uno de ellos le dio mal de montaña, y entonces Ramón se quedó a
cuidarlo, a darle masaje. Julián vio que ninguno de los dos iba a
seguir, y entonces les dijo que se bajaran al albergue donde tenían
guardadas las cosas, y que él iba a continuar. Así lo hicieron, y
ésta fue una de las razones por las que se programó otra excursión,
porque Ramón se quedó picado por no haber llegado hasta la
cúspide, ya que nada más pisó los arenales.
Al regreso llegaron al pueblo, compraron algo en las tiendas
y tomaron el autobús. Todo estaba tranquilo; sin ninguna cosa que
les causara alguna extrañeza; todo normal.

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Después Ramón insistió en que se hiciera una nueva
excursión a la Malinche, y se dirigió a Julián, porque sabía que
tenía una salida más que él y que con ésa serían tres salidas; ya
había llegado a la cúspide y conocía el camino. Sabía también que
a Julián le gustaba mucho organizar excursiones y todo eso.
Entonces la comenzaron a planear como con una semana de
anticipación; empezaron a invitar, y ya tenían apuntados a cerca
de once compañeros. Entre ellos estaba Amado Pérez, Miguelito,
Roberto, Ramón, Jesús, Miguel Pérez; o sea que hacíamos un
total de once...No recordamos los nombres de los demás...
Un mes antes de hacer esta excursión, con el mismo grupo
de compañeros hicimos un viaje al puerto de Veracruz y estuvimos
muy contentos. El señor rector que estaba en ese entonces nos
prestó el camión y nos dio un cheque de 600 pesos para gastos, y
regresamos muy bien de esa excursión.
Todos éramos muy amigos, aunque Julián tenía una
estimación hasta cierto punto especial por Jesús, porque había
llevado una amistad muy bonita. Por eso, cuando fue a su casa a
invitarlo sin explicarle muy ampliamente, y él aceptó, se debió a
que tenía una amistad muy buena con Julián.
Pero todos nos llevábamos muy bien y nos teníamos mucha
confianza. Había afinidad entre todos, ¿no?
En realidad, Miguel nunca había practicado el excursionismo;
aquélla iba a ser la primera vez...Bueno, claro que él dice que en su
tierra también hay cerros altos, y que casi todos los días iban ahí a
pastorear a los animales, pero aquí en Puebla nunca había ido a
ningún monte. Había ido a la excursión a Veracruz, pero eso fue
muy diferente, desde luego...
Julián invitó a Miguel; le dijo que los mismos compañeros
que habían ido a Veracruz decían que por qué no organizaba una
excursióna la Malinche, aprovechando que íbamos a tener unos

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días de vacaciones por las fiestas patrias. Miguel contestó que sí,
que estaría encantado de ir. Quería subir a la Malinche; quería
conocer el cerro.
A Miguel siempre le había gustado hacer deporte; practicaba
la tensión dinámica. Tenía un curso de Charles Atlas y todas las
mañanas hacía bastante ejercicio. Corría desde su casa hasta el
cerro de Guadalupe; regresaba, se bañaba con agua fría, almorzaba
y se iba a trabajar, o sea que sí tenía condición física en ese tiempo,
y por eso estaba entusiasmado con la excursión.
Miguel era muy amigo de Julián; se habían conocido en el
trabajo, porque los dos eran auxiliares de intendencia. O sea, todos
los que fuimos a la excursión éramos empleados de intendencia.
Roberto entró a trabajar en la misma fecha en que entró Miguel,
así es que eran muy amigos. Julián se prestaba para llevarse bien
con él, y Ramón también. Al que Miguel no conocía muy bien era
a Jesús, porque tenía poco tiempo de haber ingresado a trabajar a
la Universidad. Tenía como un año aproximadamente, o menos de
un año...
A Roberto también lo invitó Julián. El no quería ir; le dijo
que no, que mejor se iba a ir con sus cuates, que habían organizado
otra caminata con el señor Ávila. Porque hasta esa fecha seguía
con ellos. Fue a pocas caminatas, pero de vez en cuando sí iba...
Julián le dijo que había como quince personas en la lista, y Roberto
le contestó:
—Bueno, apúntame; a ver... Nos habían retenido una
quincena por un acuerdo. Y entonces Roberto dijo que si nos
pagaban sí iba, porque ya no tenía dinero ni para el pasaje...
El miércoles o jueves anterior al 14 de septiembre, Julián se
encontró a Ramón y él le insistió nuevamente en que se hiciera la
excursióna la Malinche. Y Julián le contestó que si nos pagaban,
con gusto la haríamos.

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En realidad, Julián les había dicho como a tres compañeros
que ojalá no pagaran, porque había norte en Veracruz y el tiempo
había estado muy malo en Puebla. El no quería que se hiciera la
excursión por ese motivo, porque pensaba que íbamos a tener mal
tiempo en la montaña. Hubo también un comentario de la mamá
de Julián que le decía que no fuera, pero ella siempre le hacía esa
observación porque no le gustaba el excursionismo, no le gustaba
que su hijo fuera a la montaña. y Julián siempre le decía que tenía
sus peligros, pero que no pasaba nada si uno tenía cuidado.
Si esto se puede tomar como presentimiento, hubo una per-
sona a la que Julián le dijo:
—Señor Zavala, ojalá que no paguen, porque yo no quiero
ir a la excursión.
Seguro que nos va agarrar un aguacerazo muy fuerte allá
arriba; nada más que los muchachos ya están entusiasmados y
Ramoncito se quedó picado, porque en la otra nada más llegó a los
arenales. Y por no faltar a mi palabra, pues si pagan... ni modo,
pero ojalá y no paguen.
Y por cierto, el señor Zavala le decía: —Cómo eres...¿Qué no
paguen? No la amueles. Todo dependía de que nos pagaran. El 14 de
septiembre era sábado y tenían que pagar la quincena. Pensábamos
salir ese mismo día y regresar a Puebla el domingo por la tarde.

Aquel 14 de septiembre
Ese día, por la mañana, Julián se desayunó, y antes de salir de la
casa le mencionó a su esposa algo de la excursión.
—Es muy posible que me vaya de excursión hoy en la tarde
—le dijo.
Pero no le aseguró que sí, que a tal hora nos íbamos. Estuvo
trabajando en la prefectura con la correspondencia, y pensaba
desde luego ver si pagaban, para después decirnos a nosotros:

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“Hay que comprar esto”, o sea lo que se necesitaba para llevar.
Desafortunadamente sí pagaron, y Julián comprendió que no
quedaba más remedio que hacer la excursión. Nos vimos a las
diez Roberto, Miguel, Ramón y Julián, y todos estuvimos de acuerdo
en hacer la excursión. Uno se dirigió a comprar una chamarra,
otro zapatos, otro la manta para hacer una tienda de campaña, las
provisiones, etc., y quedamos de vernos en la prefectura, para
salir lo más pronto posible. Julián regresó en la tarde a su casa, y
entonces fue cuando le dijo a su esposa:
—Hazme mi “lonch”, porque sí me voy.
Aquel 14 de septiembre, Miguel estuvo trabajando en 18
rectoría desde temprano. Después llegó Roberto y fueron a comprar
unas mantas que íbamos a llevar a la Malinche También fueron a
una armería para comprar una pistola que quería Roberto, pero no
le alcanzó el dinero y no se la compró y luego fueron a comprar
una gorrita que llevó Miguel; como de beisbolista, pero con orejeras.
Eso fue el mediodía; después, como a la una y media más o
menos, Miguel regresó al trabajo. Le pagaron y salió antes de las
tres. Se fue a su casa; comió, se midió la gorra : todo eso, y estuvo
ahí diciéndole a su mamá que se iba a la Malinche de excursión,
pero que regresaría luego. Ella que dijo que para qué iba, que se
quedara ahí a descansar, y él le contestó que ya estaba
comprometido, que ya no podía quedar mal con sus amigos...
Después, todavía les fue a dar de comer a unos marranos que
tenían en su casa, y luego salió. En la Universidad se fue a despedir
de su hermano mayor —porque a él le toca trabajar en las tardes—
y a avisarle que se iba a ir a la excursión porque no le había dicho
nada. El también le preguntó que qué iba a hacer ahí, y Miguel le
explicó lo mismo que a su mamá...
—El gusto es gusto, y me voy —le dijo ya para despedirse,
Se enojó su hermano, lo regañó, y otro compañero que estaba
trabajando ahí con él, le dice:

97
—Te voy a echar la bendición, porque a lo mejor ya no
regresas...
Parece que ya presentían ellos, ¿ verdad?, que algo nos iba
a pasar...
Miguel había quedado con nosotros en que iba a llevar un
rifle, pero la cosa estuvo en que no se lo pidió a su hermano, pues
si lo hubiera hecho, no lo habría dejado ir. Le dijo a su mamá, y ella
le contestó:
—No, ¿para qué lo vas a llevar? Te vayas a comprometer
por ai, o te lo vayan a quitar .
y pues no...le dijo que no lo llevara. A su hermano menos se
lo quiso pedir, porque ya sabía que se iba a enojar; a él casi no le
gusta salir a excursiones. Miguel estaba seguro de que si le decía,
no se lo iba a prestar, y después vio también que pesaba bastante,
y que si lo cargaba se iba a cansar. Entonces no lo llevó, ni tampoco
la guitarra que queríamos que llevara, porque a él le gusta tocar...
O sea que llevó lo necesario nada más: una cobija, un radio, una
bolsita de tortas, unas latitas de jugos, y nada más.
Julián le platicó a Roberto cómo estaba la cosa y cómo nos
íbamos a organizar, para lo cual había designado a unos para que
compraran los víveres, a otros para que compraran otras cosas
que se necesitaban, ya otros para ver los equipos y todo eso.
Entonces Roberto le mencionó que podíamos improvisar una tienda
de campaña con un pedazo grande de manta, porque él lo había
hecho con los otros compañeros; y Julián le dijo que sí, que se
encargara de ello. Entonces, como no nos habían pagado, Roberto
le dijo: —y quién me va a dar dinero? —Espérate —le dice Julián—
porque les voy a pedir 15 pesos de adelanto para los pasajes.
—Bueno, préstame dinero; voy por la manta —le contestó
Roberto.

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Miguel lo acompañó, y se fueron a la plaza a comprar los
cordeles y la manta; anduvieron consiguiendo manta ancha y barata.
Miguel le comentó que iba a llevar su rifle, y entonces Roberto no
se quiso quedar atrás, y le dijo:
—Pues vamos a conseguir una pistola; aunque sea una 22.
Fueron a varias casas, nada más que no le alcanzaba el
dinero para comprar la pistola, y no la compró. Queríamos tirarles
en el monte a las piedras, botellas, o lo que hubiera por allá arriba.
Compraron lo que necesitábamos y Roberto le dijo a Miguel:
—Vete a tu casa, y yo me voy a la mía. Voy a coser la
manta; voy a hacerle unos dobleces que necesita, para ya nomás
desplegarla... Un cordón arriba, dos palos, y así se hace una casa
de campaña.
Entonces se despidieron; Roberto llegó a su casa y le platicó
a su mamá que se iba de excursión. Ella se opuso totalmente;
quizás tuvo un presentimiento, porque su mamá es de las personas
que presienten las cosas. Le dijo que no fuera, y él trató de
convencerla.
Roberto invitóa la excursión a dos de sus hermanos ya varios
amigos de la vecindad. Como Julián le había dicho que podía llevar
a quien quisiera, pues invitó a bastantes personas. Inclusive uno
de sus hermanos le aseguró: “Yo sí voy contigo”. También fue a
ver al señor Ávila para invitarlo; le dijo que si no nos acompañaba,
y él contestó que no: que tenía que atender su farmacia, porque
era sábado, día bueno, ¿no? Que si fuera el domingo, si iría. Que
tenía muchas ganas de ir, pero no podía por su trabajo. Entonces
Roberto le pidió prestada una cámara fotográfica: desde ese
entonces ya tenía afición por la fotografía.
También invitó a otras personas; a dos de sus compañeros
de la secundaria —porque se frecuentan hasta la fecha—, y ellos

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le dijeron que sí, pero Roberto dice que siempre ha sabido cuando
es sí y cuando es no... No creyó que fueran, pero quedó de verse
con ellos en la prefectura de la Universidad.
Le pidió a su mamá que le preparara unas tortas. Como ya
había rayado, le dio su gasto y le dijo:
—Toma 20 pesos más para las tortas.
En ese entonces la vida no era tan cara como ahora; le dio
20 pesos y ella le preparó un montón de tortas, pero exagerado,
¿no?, y Roberto hasta le dijo a su mamá:
—Oye, no pienses que voy a llevar un regimiento. Llevó
también refrescos, chocolates; bastantes víveres. Iba bien
aprovisionado.
Ocho días antes, cuando lo invitó Julián, Roberto se mandó
hacer una especie de chamarra cazadora verde militar muy bonita,
con botonadura dorada y forrada por dentro, precisa mente para ir
a la excursión. Y el 14 de septiembre, cuando salió de su casa con
la manta, se fue corriendo a recoger su chamarra ya comprar una
gorra tipo Castro Ruz, para que combinara los colores. Llevaba
un pantalón verde, y más que otra cosa parecía militar, por el color.
Llevaba también una! botas de goma para caminatas pesadas,
porque nos habían dicho que no íbamos a escalar, sino más bien a
caminar; a subir por un lado, por donde fuera más fácil y accesible.
Llegó con su equipo a la Universidad; nos habíamos citado
a las cuatro de la tarde. Fue de los primeros; se encontró con
Miguel, y después fuimos llegando los demás; todos más o menos
puntuales. Éramos cinco y estuvimos esperando y cotorreando el
punto ahí con los compañeros. Roberto no había subido nunca a la
Malinche, pero nos dijo:
—A ver qué nos falta; no conozco el camino, pero
necesitamos esto v esto otro.

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Más o menos lo que él sabía, ¿no? , que linternas, que una
lámpara de petróleo, o si llevábamos cocineta, pues qué mejor...
cosas así.
Ahí nos dimos cuenta de que Miguel no llevaba el rifle que
había prometido para ir a tirar al blanco allá arriba, y según Roberto,
él se sintió un poco en ridículo, porque llevaba una mochila de
excursionista. Era el mejor equipado en cuanto a ropa y todo,
incluyendo a Julián, que ya había subido a varias montañas... Jesús
traía un casco amarillo, con una pequeña visera, y Miguelito llevaba
hasta una petaca, de ésas para el baño, y ahí había metido sus
tortas. Y entre broma y broma Roberto nos advirtió:
Eso no les va a servir; se debe usar la espalda u otra parte
para cargar las cosas, porque las manos las necesitamos para subir.
Esperamos bastante tiempo, como una media hora, y nada;
no llegaba nadie más. A las cuatro y media Julián nos dijo que era
necesario salir, y entonces decidimos irnos, pero Jesús y luego
Ramón dijeron que ya no querían ir; que no tenía caso, que nomás
éramos cinco. Y hasta hubo un momento en que Roberto también
titubeó y propuso:
—Pues sí, vámonos a la casa del señor Maldonado. Este
era un señor ya grande que trabajaba en la Universidad y que era
una persona a todo dar con los trabajadores, inclusive con los
desconocidos. Nomás decían: “Soy trabajador de la Universidad”,
y los recibía en su casa y los atendía como reyes. Le gustaba
mucho platicar, era muy ameno... contaba muchos chistes y hacía
unas reuniones muy bonitas donde la pasábamos muy bien.
Entonces surgió esa idea, y la secundó Jesús, que era uno
de los que mejor conocían al señor Maldonado, pero después
Roberto se puso a pensar que ya había hecho bastantes gastos, y
que no había razón para perder todo por nada. Y entonces nos
dijo:

101
—Vamos a volar... ya llegamos acá, y ahora nos vamos.
Aunque seamos pocos, podemos subir. Es más, es mejor así, porque
luego demasiada gente estorba...

Se inicia la excursión
Cuando salimos de la Universidad nos fuimos caminando sobre la
4 norte. Pasamos por una tienda, y Miguel compró una caja de
galletas. Fue cuando surgió la idea por parte de Julián de comprar
algo, porque según dijo, hacía mucho frío allá arriba en la montaña,
y entonces Roberto sugirió:
—Pues vamos a comprar chocolate y leche, y si quieren
hacemos chocolate, porque yo tengo una lámpara de alcohol para
cocinar allá arriba lo que se ofrezca.
—No —dijo Julián—, algo que de veras caliente.
Entonces cooperamos para unas botellas; bueno, más bien
pensábamos llevar una “mulita”, o sea medio cuarto de cualquier
bebida, cualquier licor, ¿no?, una botella aplastada. Fuimos a una
vinatería, y como cooperamos lo suficiente, alcanzó para comprar
dos botellas; una de tres cuarto de Presidente, y una botella de
tequila de un cuarto. Miguel no cooperó en esa ocasión, porque
como no tomaba, le dijimos:
—Si no tomas, ¿para qué vas a cooperar?
En ese tiempo él andaba mal de dinero, pero los demás
cooperamos y compramos las botellitas y ya nos fuimos.
Después pasamos a “Nevados Hermilo” a comprar unas
tortas; cada quien pidió de lo que quiso, menos Roberto, que no
compró porque ya llevaba bastantes.
Seguimos caminando por la 4 norte, y al llegar a la altura de
la 10, compramos plátanos en una verdulería que hay por ahí.
Para esto, andábamos medio desorientados, porque aunque Julián
ya sabía dónde estaba la terminal de los camiones a San Miguel

102
Canoa, que era la ruta que teníamos que seguir para llegar a la
Malinche, nos fuimos por otro lado. Ahí todavía hubo otro momento
en que Jesús se adelantó unos pasos y dijo:
—Ai nos vemos, ai que muera; yo no quiero ir. Nuevamente
lo exhortamos los cuatro a que nos acompañara, que no fuera
rajón. Y nos contestó:
—Bueno, si quieren hacer una excursión, vamos a hacerla
en Atlixco, o con el señor Maldonado.
Total, por fin lo convencimos; accedió y nos fuimos a la ter-
minal, que está exactamente entre la 3 norte y 5 de mayo, sobre la
22. Los camiones paran en la calle; en realidad no hay terminal ni
nada. Al llegar ahí compramos unas piezas de pan en una panadería.
Íbamos echando relajo, y diciendo que el que se quedara hasta el
final pagara. Se quedó Roberto, y él pagó.
Mientras comprábamos el pan, le dimos dinero a Julián para
los pasajes, para que sacara los boletos. Y al rato regresó y dice:
—Fíjense que no hay lugar; nomás parados. Y el próximo
camión sale dentro de media hora.
—Pues vámonos parados —dijimos todos. Entonces Roberto
se regresó con Julián y compraron los boletos; abordamos el camión
y éste salió inmediatamente. Nos dirigimos a las faldas de la
Malinche, en San Miguel Canoa. El cielo estaba medio nublado;
parecía como que iba a llover.
Nos tocó ir de pie, porque el camión iba bien lleno. Ya en el
camino, Ramón empezó a cantar y le hizo coro Miguelito. Íbamos
alegres los cinco, y nos pusimos a cantar. Pero hubo una persona
que se molestó porque íbamos cantando; un señor que estaba
tomado. Y entonces que se voltea y nos grita:
—¡No sigan molestando; ya cállense!
Roberto le contestó quién sabe qué, y nosotros le dijimos:
—Hombre, no seas así, ¿No ves que ya vamos a llegar al pueblo?
No busques problemas.

103
—¿Pues qué le hacemos? —contestó Roberto—. Estamos
cantando porque venimos contentos.
El señor aquel nos decía que nos calláramos, que estábamos
haciendo mucho escándalo, pero nosotros seguimos cantando.
Terminamos la canción y nos callamos.
En el camino ya comenzaba a chispear, y cuando llegamos
al pueblo, casi al bajar, se soltó el aguacero...

104
CAPÍTULO IV

LA TRAGEDIA

“La oscuridad engendra la violencia


y la violencia pide oscuridad
para cuajar el crimen”
Rosario Castellanos

La gente se nos quedó mirando cuando llegamos... pero el agua


ya estaba fuerte, y entonces nos fuimos a una tienda que está,
subiendo a San Miguel Canoa, enfrente del camino, a un costado
del curato. Era una tienda de dos puertas, donde había una televisión,
un mostrador al frente, y estantería al fondo. Al llegar ahí, para no
hacer mala obra, pedimos refrescos; Miguel compró galletas y
cacahuates y ahí estuvimos platicando un rato, mientras el agua
se calmaba un poquito. Estuvimos viendo en la televisión un
programa de Tarzán, donde los negros asesinaban a un científico,
a un excursionista blanco. Lo ataban a un palo y lo quemaban en
la hoguera y todas esas cosas. Quizás fue algo así como un signo...
Así estuvimos hasta que se hizo más tarde, y entonces Julián
le preguntóa la señora que estaba despachando en la tienda, si no
había un lugar ahí donde pudiéramos quedarnos.
—Pues a ver... voy a ver qué dice mi marido —contestó ella.
Ya después salió el esposo, y como que quería y como que no
quería. Claro, nosotros éramos intrusos, extraños, ¿no? Y nos dijo
que él tenía un cuartito ahí, pero que era lo único que tenían para

105
dormir, y que no era posible, que estaba muy reducido. Nos dijo que
fuéramos a la iglesia, que ahí si nos podría dar lugar el cura.
Después le preguntamos si vendía pilas ahí en la tienda; porque
nosotros llevábamos varias linternas, pero la mayoría no tenían foco
ni baterías, y se nos había olvidado comprarlos en Puebla.
—Aquí a calle y media o dos calles —nos dijo el señor,
señalando hacia el frente— hay una tienda donde pueden comprar
las pilas.
Ramón y Julián se fueron a buscar los foquitos y pilas que nos
hacían falta para las lámparas, y entonces los demás decidimos ir a la
iglesia a ver si nos daban posada. Nosotros no conocíamos el pueblo
como Julián, que en dos ocasiones anteriores había ido, y pensamos
que se entraba a la iglesia por la puerta principal. Al llegar ahí, vimos
como a tres o cuatro personas protegiéndose del agua, con gabanes y
sombreros y, con la cara casi completamente cubierta.
Les preguntamos si nos podíamos quedar ahí esa noche;
que nosotros habíamos llegado al pueblo porque íbamos de
excursión, y que no teníamos dónde guarecernos del agua. Pedimos
albergue, dijimos que si era posible que nos dejaran instalamos en
la iglesia, que no pensábamos hacer nada. Que éramos
excursionistas; que queríamos subir a la Malinche y no otra cosa.
Y muy cortantes nos dijeron:
—No, pos acá no.
Y como insistimos, uno de ellos se abre el gabán y saca una
escopeta. Que se la pone enfrente a Jesús, que era el que estaba
hasta adelante, y le dice:
—Acá no pueden quedarse. Y váyanse, porque si no de
aquí no salen.
—Bueno, ¿y en qué estamos molestando? —le dijo Roberto al
señor—. ¿Qué es pecado pedir albergue? ¿Es eso un crimen o qué?

106
—¡Váyanse! —nos dijo.
Entonces ya jalamos a Roberto y que nos vamos a la tienda.
Nos extrañó la actitud del señor, pero desde años atrás habíamos
sabido que San Miguel Canoa era un pueblo de gente inculta, agresiva,
inhóspita. Inclusive a cada rato había asesinatos ahí, y por eso... pues
sí nos extrañó, pero no tanto. Nos molestamos mucho cuando nos
corrieron, ¿verdad?, pero nuestra sorpresa no fue muy grande.
Mientras tanto Ramón y Julián, que habían salido a buscar
baterías, también habían ido a hablar con el cura... El agua todavía
estaba tupida, y unas personas estaban afuera, debajo de una
marquesina. Llegaron a la puerta del curato, y pidieron hablar con
el sacerdote. Después salió el señor; le indicaron que éramos cinco
excursionistas, y que queríamos que nos dieran oportunidad de
quedarnos ahí. El les preguntó que quiénes éramos, que si teníamos
identificación, y le dijeron que no, pero que éramos empleados de
la Universidad. El se mostró hasta cierto punto desconfiado, y
contestó que no era posible.
A la salida, afuerita, estaba un señor alto. Fornido, cubierto
con una manga. Era el comandante —después escucharon que sí
le decían—, ya él se dirigió Julián. Le hizo la misma solicitud, que
nos diera oportunidad de quedarnos ahí; aunque fuera en la cárcel.
—Pues sí, pero los encierro —contestó él.
—Sí, enciérrenos, como si estuviéramos haciendo escándalo
o cualquier cosa, y mañana nos deja libres —le dijo Julián.
Titubeó el señor; como que iba a aceptar la propuesta, pero
después cambió.
Les explicó que no nos podíamos quedar en la presidencia,
porque el presidente municipal no estaba, y les propuso que
habláramos con el de la tienda.
—El tiene un cuarto ahí y se los puede alquilar por una
noche. Total; que los encierre y que mañana los saque —les dijo.

107
Pero con ése ya habíamos hablando, sí es que Ramón y
Julián regresaron a la tienda; estaban muy disgustados, y Ramón
decía:
—No; ya vámonos. Ya nos platicaron cómo había estado la
cosa; esperamos ahí un rato y estuvimos discutiendo otra vez.
Comenzó a caer la noche —habíamos llegado cuando estaba
apenas el claroscuro de la tarde—, y de nuevo surgió la proposición
de que nos regresáramos por parte de Jesús y Ramón. En esa
ocasión pusieron a dudar a Julián, que les contestó:
—¡Pues yo qué puedo hacer! ¿Yo los traje, ¿no? Pues ai lo
que digan; si quieren nos vamos, y si no, pues nada más esperamos
a que pase el aguacero.
Roberto se molestó bastante y dijo:
—¡Carambas! Si ya llegamos acá, pues ahora subimos.
—Está lloviendo...
—Pues esperamos a que pase el agua.
Todos nos pusimos de malas; más que con los compañeros
y la actitud de la gente, con la lluvia, porque era lo único que nos
impedía seguir adelante.
No encontrábamos un lugar donde guarecernos, y pues...
no podíamos quedarnos ahí en la calle, ¿verdad? Entonces
decidimos regresar a Puebla y nos salimos de la tienda. Enfrente
está el zocalito... y nos fuimos caminando. Recorreríamos como
media cuadra, y desde ahí la tienda se veía perfectamente.
Volteamos y que vemos que bajan las cortinas. Cerraron, pero a
nosotros no nos habían corrido; o sea, no nos dijeron en ningún
momento: ”Váyanse, porque ya vamos a cerrar”.
Pasamos por otra tienda; una que también es caseta de
teléfonos, pero a ésa no entramos. Seguimos caminando; queríamos
bajar hasta la orilla de la carretera... Íbamos platicando y nos
metimos en otra tienda, que está más bien a la entrada del pueblo,

108
yendo como para Puebla. Era una tienda chiquita; tenía al frente
un espacio como de dos metros y medio, y había una rocola a
mano derecha.
Ahí pedimos otros refrescos, y corno ya pensábamos
regresamos, que sacamos las tortas y comenzamos a darles baje.
Nos pusimos a platicar, y Julián le dijo a Roberto:
—Oye, vamos a entrarle a las botellas, ¿no? No tiene caso
que regresemos con ellas. ¿Qué te parece?
—Sí —dice Roberto—; nos echamos un trago.
Pero cuando se lo propuso a Jesús, lo regañó.
—No Julián, no seas necio; ¿no ves cómo están las cosas?
—¿Cuáles cosas, hombre? No ha pasado nada.
—Nos corrieron.
—Pues sí, pero así es la gente aquí.
Bueno, estábamos ahí discutiendo de esto y el otro. Comen-
zamos a echar veintes en el aparato; a poner canciones, y estuvimos
bailando...Ramón principalmente. Una de las piezas fue La pollera
colorá; Roberto puso Espinita, y en fin, escucharnos varias otras
canciones de la época, de tipo ranchero.
Habíamos optado ya por regresarnos a Puebla, y le
preguntarnos al dueño de la tienda:
—Oiga, señor, ¿dónde podemos tomar el camión de regreso?
Ya sabíamos dónde, pero no veíamos camiones por ahí.
—De regreso ya no hay camiones —dice el señor—; todavía
sube otro, pero ya no regresa. Si quieren, hay coches de sitio que
vienen atraer a personas de acá, y como se regresan vacíos,
ustedes se pueden ir en uno de ésos.
—Ah, pues buena idea... —dijimos.
Entonces nos pusimos a espiar por la puerta, a ver si pasaba
algún coche, pero nada...ni uno solo. Esperamos ahí un buen rato;
luego vimos pasar un camión, y que de ese camión bajaban varias

109
personas. Llegaron a la tienda dos hombres y dos mujeres, y
nosotros estábamos discutiendo que si regresábamos, que quién
sabe qué. Oyeron la plática, y en cuanto hubo oportunidad, Julián
se acercó a ellos y les mencionó que éramos unos muchachos de
la Universidad que queríamos subir a la montaña, pero que no
teníamos dónde quedarnos. Y entonces uno de los hombres nos
dijo:
—Si quieren subir a la Malinche, no hay problema; los llevo
a la casa de mi hermano. Yo no vivo aquí, vengo de México a
cobrar unos centavos, pero hablamos con mi hermano y nos
quedamos allá; yo los acompaño. A ver si mañana vamos a
“lamparear” conejos.
—¿Qué les parece? —nos preguntó Julián.
Ramón y Jesús decían que no; ellos optaban porque nos re-
gresábamos a Puebla, y ahí fue cuando Jesús propuso nuevamente
que nos fuéramos con don Panchito Maldonado; que ahí íbamos a
estar mejor. Pero insistimos en que ya habíamos empezado la
excursión y la deberíamos terminar. Y entonces, para que no lo
tomaran como una imposición, Roberto sugirió:
—¿Por qué no hacemos una cosa? Vamos a echar un
volado. Los que quieran irse de un lado, y los que quieran quedarse,
del otro.
Hicimos dos grupos, pero entonces Julián dijo:
—No; mejor vamos a hacer otra cosa... Águila, nos vamos;
sol, nos quedamos.
—Bueno, pues órale.
Todos estuvimos de acuerdo; echamos el volado para ver
quién ganaba, y desgraciadamente nosotros les ganamos a Ramón
ya Jesús, y nos quedamos.
El señor que nos había invitadoa la casa de su hermano se
llamaba Pedro García. Iba con dos muchachas que eran sus
sobrinas; María de los Ángeles y Josefina, y con un compañero,

110
Odilón Sánchez Islas. Una de las sobrinas, Josefina, era novia de
Odilón.
Las muchachas tenían como 14 y 16 años; eran chicas
todavía. Pedro tendría unos 28 años, Odilón era más joven, como
de 20 años más o menos.
Pedro pidió una cerveza en la tienda, y sus sobrinas pidieron
refrescos. Se los tomaron, se pagó la cuenta, y entonces ya nos
dirigimos a la casa del hermano de Pedro, o sea de Lucas García.
Caminamos como un kilómetro y medio. Por fin llegamos
allá, y la casa estaba cerrada. Pedro tocó, y desde adentro, Lucas
preguntó quién era.
—Soy yo; Pedro —le contestó.
Y ya nos abrió la puerta. Pedro nos presentó; le informó
que éramos unos amigos que querían quedarse ahí, y el señor nos
invitó cordialmente a pasar y nos trató muy bien.
La casa era de piedra y estaba revocada...Era un solo cuarto
grande, rectangular, de unos diez o 12 metros de largo, por cinco de
ancho aproximadamente, y con una puerta nada más. La puerta era
más o menos de un metro ochenta de alto por setenta centímetros,
o sea más chica de lo normal. Pero como ellos eran bajitos, no había
problema... El techo era de tipo...catalán o algo así.
Al fondo, sobre la pared contraria a donde estaba la puer-
tecita, había una especie de cómoda o cajón grande, con un montón
de estampas, cuadros, y una virgen del Rosario; una virgen con un
niño y un manto negro. También tenían a San Miguel Arcángel ya
San Miguel Caballero, y una veladora o quizás dos. Había una
mesita; unos banquitos de la misma madera, que era lo que tenían
para sentarse, y una camita que era de madera también. Había
una pala colgada, y del otro lado unos listones; o más que listones,
varias tablas como de 30 centímetros de ancho, ya viejas o cuando
menos sucias... Eran unos listones gruesos, como para trancas, y

111
Odilón Sánchez Islas recibió una descarga en el Los cadáveres de Ramón Gutiérrez Calvario y
cráneo Jesús Carrillo Sánchez

112
estaban en el fondo del cuarto. A mano derecha, del lado. de la
puerta, había un petate matrimonial con varias cobijas, donde estaba
acostada la señora con los niños; cuatro chamaquitos, uno de ellos
de brazos. De un lado tenían, sobre un clavo o alcayata, un quinqué,
y del otro lado una vela gruesa, un cirio. En la entrada, a mano
izquierda, quedaba un espacio como de un metro. Ahí había varios
bultos de maíz, unas trancas atravesadas, petates, y pues... una
bola de porquerías, ¿no? Era una casa bastante pobre; casi no
había nada de muebles.
Todos nos sentamos ahí... Miguelito prendió su radio y que
le dice Jesús:
—Oye, mano, están dormidos los chamaquitos; no los vayas
a despertar.
Pero ya se habían despertado... La señora se levantó y
Lucas García, el dueño de la casa, nos presentó a su esposa Tomasa
ya sus hijos. Después prendió unas velas...
Lucas era una persona de estatura un poco baja, robusto,
moreno. Tenía un bigotito tipo Juan Diego, y se veía, pues...
desaliñado. Llevaba un pantalón de dril de color azul, una camisa
amarilla de popelina, nomás que ya usada, raída, sucia...y zapatos,
no huaraches. En ese entonces tendría unos 35 años, y se veía...pues
si no preparado, cuando menos inteligente. Hablaba bien el español,
nada más que con sus modismos de gente de pueblo.
Nos dijo que qué bueno que su hermano nos hubiera
encontrado y llevado ahí. Que eso sí, íbamos a pasar una mala
noche, porque él estaba, pues... en muy mala situación. No tenía
camas, no tenía nada. Nosotros le dijimos que a eso estábamos
acostumbrados, que no había problema. Julián invitó un cigarro a
cada uno, y Miguel les dio galletas a la señora y a los niños. A esa
hora sacamos todo lo que nos quedaba y comenzamos a comer.

113
Los que más hablaron con Lucas fueron Julián, Roberto y
Jesús, porque Miguel estaba con Pedro, Odilón y las muchachas.
Y después se fueron a la azotea de la casa y estuvieron platicando
y contemplando desde ahí la ciudad de Puebla.
Empezamos a conversar con el dueño, y él nos comentó,
entre otras cosas, que había tenido muchos problemas con el
sacerdote del lugar, porque les pedía constantemente que cooperaran
en varias cuestiones; como por ejemplo, con una parte de la cosecha.
El había colaborado en todo, pero en lo que no estuvo de acuerdo
con el padre fue en lo de sus tierras. También quería perjudicarlo en
ese sentido, porque le pedía que donara parte de uno de los terrenos
que el señor tenía y sembraba en el monte; según el sacerdote, para
beneficio del pueblo. Pero Lucas no estuvo de acuerdo; empezaron
a tener piques, y el cura se había enojado con él.
Lucas nos contó también que tenía una deuda pendiente de
la última cosecha, porque no había dado a la iglesia el diezmo, que
es el l0 por ciento de la cosecha. Como el cura no podía controlar
esto, ya nomás les pedía: “Tú me vas a dar un costal, y tú me vas
a dar medio”. El tenía que dar un medio costal, porque su pedazo
de terreno era chico.
—Yo no hago caso —nos comentó—. A veces sus ayudantes
me vienen a exigir, pero yo no les doy nada, porque a mí todo me
cuesta mucho trabajo, y no tengo por qué darles.
O sea que estaba en contra de las ideas del cura. Nos platicó
muchas cosas y nos enseñó unos corridos y otros papeles...una
serie de documentos. Pero lo que más se nos grabó fueron los
corridos, porque pensábamos cantarlos, y él nos dijo:
—No, porque si nos oyen aquí, nos linchan.
Tocó también el tema de los dos caminos que tiene la
montaña, que son el de la barranca y el del tubo, o sea un tubo que
llega hasta donde está el ameyal. Por cierto que no sabíamos qué

114
era eso, y él nos explicó de qué se trataba. Según nos dijo, es
donde se junta el agua, y por ese tubo llegaba el agua al pueblo.
Fue entonces cuando escuchamos unos balazos o cohetes;
no sabemos qué fueron, como a unos 100 metros de distancia de
la casa. El primero que se levantó sorprendido, quizás por su
nerviosismo, fue Jesús, y comentó con Ramón y Roberto que qué
era eso, que si eran cohetes o qué se traían. Y en seguida le
preguntamos a Lucas García que qué había.
—¿Por qué? —nos preguntó. —No; pues esas detonaciones,
o cohetones... ¿qué son? —Ah, pues es que como mañana es día
15, a lo mejor ya se están adelantando, porque la gente de aquí
bebe mucho pulque, y casi todos están tomados los sábados.
Pero se oyeron más detonaciones, y quizás presintió algo el
dueño de la casa, porque dijo:
—Voy a decirles a los muchachos que se bajen, porque a lo
mejor algún borracho está echando balazos por ai, y no les vaya a
pegar un tiro.
Y ya que va y les grita: —¡Pedro, bájate, porque creo que
están echando balazos! Entonces se bajaron y se metieron a la
casa.
Al rato comenzaron a tocar las campanas, y Pedro dijo que
a lo mejor iba a haber muerto al día siguiente, porque estaban
repicando mucho, pero no lo tomamos en cuenta.
Ya estando todo el grupo adentro de la casa, Julián le dijo a
Jesús que si nos tomábamos una copa con el señor; él se negó
nuevamente, y entonces empezamos a escuchar que hablaban por
los aparatos de sonido, diciendo que había intrusos en el pueblo y
que estuvieran pendientes. Hablaron primero en mexicano y luego
en español... Se oían voces de hombre y de mujer; como tres o
cuatro personas estuvieron hablando.

115
Le preguntamos al señor qué pasaba, y él nos comentó
nuevamente que eran cosas del padre. Nos contó lo que hacía; cómo
les quitaba las tierras a la gente cuando no querían pagar, las
arbitrariedades que cometía, conjuntamente con las autoridades del
pueblo, que eran el fiscal, el presidente municipal, el juez, el comandante
de la policía y otras personas, como los allegados del cura, los
permisionarios de los camiones, la gente de dinero y los caciques.
Después de un rato de plática, Lucas nos extendió unos
petates en el lado contrario a donde ellos habían estado durmiendo.
La señora se volvió a acostar, hizo caso omiso de nosotros, y todos
nos dispusimos a descansar. Julián le dijo a Jesús.
—Hay que agarrar los mejores lugares.
Julián se quitó las botas, Jesús los zapatos, y se acostaron,
al igual que Ramón y Roberto. Seguíamos oyendo, no con mucha
atención, pero sí estábamos escuchando lo que decía el señor; que
la CCI, que el padre, que esto y el otro. Por las magnas voces le
seguían hablando a la gente en mexicano o náhuatl, en lo que se
habla allá. Nuevamente le preguntamos a Lucas qué decían.
—Son puros revoltosos —dice—; cosas del padre. No más
están alborotando a la gente.
—Sí, ¿pero qué dicen? —No, pos nada de importancia... no
se fijen.
Al rato escuchamos que gritaba, ya en castellano una señora
que —según supimos después— se llama Andrea, y a la que le
dicen “la Andreya”.
—¡Levántense, gente! —decía—. Los bandidos ya llegaron;
vienen a matarnos, a robarnos nuestros animales, a llevarse a las
mujeres.
—Alborotos del padre... —dijo Lucas.
Y nos platicó que había gente de otros pueblos que en
camionetas llegaban ahí y se subían a los animales a punta de

116
pistola y echando tiros. Se robaban cochinos, chivos, borregos,
gallinas, de ahí del pueblo.
Lucas nos decía, muy tranquilo, que no hiciéramos caso.
—Ustedes descansen —dijo—, y mañana, a las cinco de la
mañana, yo los encamino. Continuamos con la plática; hablamos
de la excursión, y el señor siguió haciendo comentarios sobre los
mismos temas. Decía muchas groserías, pero hablaba en una forma
muy sincera, muy abierta...
Voces de hombre, excitadas, hablaban por los magna voces
y azuzaban a la gente... Gritaban que había unos bandidos, rateros,
abigeos...y que se juntaran todos para irlos a sacar.
Entonces Roberto, que era medio precipitado para esas cosas,
dijo:
—Pues vamos a ayudarlos, ¿no? Vamos a ver qué pasa.
—¿Cómo crees? —le dijimos.
Pero como que nos estábamos animando a ayudar a sacar
a la gente mala que decían que había ahí en el pueblo, cuando nos
dijo el señor de la casa:
—No, no vayan; son puros cuentos del padre para espantar
a la gente. Ni han de ser ladrones; no se metan en problemas.
Después Lucas García nos contó de unos estudiantes que
habían ido unos ocho o quince días antes al pueblo, a hacer una
especie de mitin. Se habían juntado los de la CCI, a la cual pertenecía
el señor, para platicar con ellos; para que les dijeran cómo estaba
el problema estudiantil y para ver si apoyaban la famosa huelga
que había en esos días. Fueron unos, muy poquitos, a orientar a la
gente. Iban en un camión de la Universidad y en otro camión. El
señor nos platicó también que algún maldoso, por puntada de
estudiante, se bajó del camión, agarró unas gallinas y vámonos. Se
las robó, y entonces unas cuantas gentes les tiraron piedras, y ahí
quedó la cosa.

117
Así quedó la puerta de la casa de Lucas García,
después de haber sido casi derribada a
hachazos.

Polícias y curiosos rodean el cuerpo


de Lucas García.

118
Nosotros ya queríamos dormir, para levantamos temprano, pero
en ese momento empezamos a escuchar que había bastante movimiento
afuera. Miguel salió al baño, y cuando regresó, comentó con el dueño
de la casa que había mucha gente en la calle. Pero en realidad todos
estábamos más o menos tranquilos; el único que estaba inquieto era
Jesús. Dijo que la cosa no le gustaba nada, y Julián le contestó:
—Jesús; nosotros no tenemos por qué temer, si no hemos
hecho nada. Ya vez, el señor dice que así pasa luego con la gente
de aquí del pueblo. .
Seguimos oyendo movimientos de gente que hablaba y
pasaba por allá afuera, y después de cinco o diez minutos fue
cuando escuchamos venir a una multitud vociferando. Y de repente
oímos la famosa voz de mujer, de la Andreya, que gritaba:
—¡Gente; vamos a reunimos en la iglesia! Todos nos vamos a
dirigir a la casa de Lucas García, donde están los asesinos, los ladrones...
Por la sorpresa que llevamos, nosotros nos quedamos quietos
como treinta segundos; escuchando, ¿no? y en ese momento ya
nos espantamos; ya nos entró la desesperación.
—¡Pues entonces es con nosotros! ¡Vámonos!
—¡Agarren sus mochilas!
—¡Que mochilas! ¡Vámonos!
Lucas se alarmó y nos preguntó como con reproche qué
habíamos hecho, y nosotros le contestamos que en ningún momento
habíamos hecho nada ahí en el pueblo. Como ya habíamos platicado
con él y nos había agarrado cierta confianza, creyó en nuestras
palabras, y entonces le dijo a su hermano:
—Pedro, llévatelos por la barranca; ahí no les hacen nada.
Por los tubos...por allá se van para Puebla.
Pero cuando quisimos salir, la casa estaba totalmente
rodeada... Lo único que pudimos hacer fue cerrar la puerta... y
Pedro la atrancó con un madero atravesado.

119
—¿Y ahora qué hacemos? —decíamos.
Hubo reclamaciones a Julián, por parte de Jesús y Ramón
principalmente, e inclusive malas palabras.
—¡Ya ves, pendejo? —le dijeron.
Julián no contestó, pero comprendió que con esa palabra le
estaban reprochando todo lo que sentían. Los demás lo defendimos
porque, ¿pues él qué culpa tenía? No sabía lo que iba a pasar; de
haber sabido no hubiera ido él también al matadero.
La gente, ya cerca de la puerta, gritaba: “¡Entrégalos!”, “¡Ahora
sí se los va a llevar la chingada!”, “¡Mueran los comunistas,” “¡Mueran
los bandidos!”, “¡Comunismo no; cristianismo sí!”, y echaban mentadas
de madre y vivas al cura, a la Virgen de Guadalupe y al Príncipe San
Miguel. La gente comenzó a tirar piedras y balas a la casa, y una
persona empezó a pegarle a la puerta con una hacha...
El dueño de la casa gritaba que se calmaran, que sí íbamos
a salir, pero que no nos hicieran nada, porque no éramos lo que
ellos decían; que nosotros éramos excursionistas y empleados de
la Universidad.
Ahí empezamos a vivir escenas de terror; todos temblábamos
y estábamos pálidos como pambazos, como veladoras. Lucas
estaba igual; desesperado y también temblando, pero tomó una
pala que tenía ahí, y se quedó a la expectativa, viendo, cómo
destruían la puerta. Si no lograron derribarla, por lo meno uno de
los golpes que le dieron aventó la tranca, y que abren la puerta
casi la tiraron. Entró la gente de repente, pero se quedaron a escaso
metro y medio de la puerta. Iban con antorchas y con toda clase
de instrumentos de labranza; con hoces, palas, horquillas, machetes,
escopetas, y uno que otro con pistola. Eran más hombres que
mujeres, pero había de todo, hasta niños. Había una niña de unos
cuatro años, que entró ahí arrastrada pos su madre.

120
Entró la gente, pero se detuvo... Lucas seguía agarrando la
pala, que era la única arma que había en su casa, porque no tenía
ni siquiera machete, y comenzó a hablar con la gente, tratando de
detenerla. Les decía que estaban equivocados, que no éramos
estudiantes, que éramos empleados pero la gente no entendía;
insistían en que éramos comunistas, que éramos los bandidos y
que nos iban a matar, que iban a hacer justicia por su propia mano.
Uno de ellos golpeó a Lucas con un palo y él quiso pegarle con la
pala, pero cuando volteó la cara le dieron un machetazo en el lado
izquierdo del cuello... en la yugular.
Fue una impresión muy fuerte, porque brotó una gran cantidad
de sangre, y luego vimos cómo se caía poco a poco el señor. La gente
seguía gritando, y cuando Lucas cayó al suelo, comenzaron a golpearlo
con palas y machetes, y después alguien le dio un tiro.1 Lo siguieron
golpeando; la gente gritaba que lo sacaran; vimos que lo arrastraban
como aun perro hacia fuera de la casa, y ya no lo volvimos a ver. Doña
Tomasa, la esposa, estaba histérica y gritaba junto con sus niños. Llegó
una señora y la golpeó, pero ella no hacía caso de los golpes; lo único
que le interesaba era su esposo, al que le acababan de matar. Después
salió casi corriendo y ya no le hicieron nada; seguramente por sus hijos.
Mientras tanto, nosotros cinco tratamos de arrinconarnos y
buscar dónde meternos. Julián vio una tabla inclinada, como de
unos siete metros de largo, y trató de esconderse en ese lugar,
pero ya se había metido ahí Jesús. Al verlo llegar se salió, y Julián
se escondió, tratando de salvarse. Pensaba que no lo iban a
1 N. de la A.: Al practicársele posteriormente la autopsia a Lucas García, se le
encontraron trece heridas por proyectiles múltiples de arma de fuego (postas de
escopeta) en el tórax, los cuales atravesaron el corazón, así como dos heridas
causadas con algún instrumento corto contundente (hacha, según aseguran los
testigos presenciales); una en la cabeza y otra de l7 centímetros de longitud en el
cuello.

121
encontrar, aunque la tabla tenía 30 centímetros de ancho, y
realmente nadie se podía esconder ahí.
Julián vio que muchos campesinos ya estaban enfrente de
Miguel y Roberto, gritándoles e insultándolos, y que una señora
empezaba a golpear, con un palo que llevaba, a Ramón y a Jesús.
Julián los miraba y seguía escondido en ese lugar, pero de repente
pensó (porque según él se había salvado): “Bueno, yo los traje, yo
los invité; lo que a ellos les pase, que me pase a mí también”.
Entonces salió y se alineó junto a nosotros.
Pedro estaba a mano izquierda; las muchachas y Odilón
nada más se pegaron a la pared, y nosotros nos habíamos replegado
al fondo, en una especie de hilera. Estábamos espantados por la
forma en que había muerto Lucas... porque estábamos seguros
de que había muerto; casi habíamos visto cómo lo despedazaron.
Roberto dice que cuando derribaron la puerta y entró la
gente, él sintió un gran miedo... un terror indescriptible, pero cuando
vio que caía Lucas García ya no sintió nada. Escuchó dentro de su
mente un timbrazo; un “¡tooong!” que se quedó para siempre,
pero ya no sintió ni nervios ni nada. Como que le entró resignación
ante lo que sucediera. Y cuando iba entrando la gente, se volteó y
le dijo a Ramón, que estaba a su lado:
—Ahora sí, mano, ponte a rezar, porque aquí ya nos llevó la
chingada.
—No, qué rezar ni qué nada. Vamos a ver cómo nos salimos
—le contestó Ramón.
Y sí, Roberto se puso dizque a rezar oraciones, pero no
decía ni una palabra, porque en ese momento no recordaba nada.
La gente llegó a donde estábamos nosotros, y comenzaron
a amenazamos con sus rifles y sus machetes. Las dos muchachas
estaban histéricas, y una de ellas empezó a gritar que no nos hicieran
nada, pero la gente no hizo caso. Comenzaron a preguntarnos que

122
dónde estaba la propaganda, que cuántos éramos, que dónde
estaba la camioneta, pero ellos se contestaban solos, porque en
cuanto nosotros habríamos la boca nos llovían los palos.
—¡Somos trabajadores!, ¡Vinimos a la Malinche! —gritábamos
nosotros.
El primer golpe que sintió Julián fue el de una señora que le
pegó con un palo. Después llegó un señor con un hacha, y de
canto, o sea con la cabeza de metal, lo golpeó en el estómago y lo
tiró. Roberto, muy nervioso, dijo:
—¡Ya lo lastimaron...!
Julián sintió un dolor muy fuerte y se tocó el esternón para ver
si estaba sangrando, si lo habían herido. En eso se acercó un viejecito
como de unos 70 años por lo menos. El no escuchaba bien su voz y
trató de incorporarse, pensando que era un amigo y que estaba tratando
de decirle alguna cosa...pero el señor le estaba mentando la madre,
diciéndole que ahora sí se lo iba a llevar la chingada...
En ese momento perdimos a Pedro —que se había escapado
sin que nadie se diera cuenta—;2 volteamos y sólo vimos a las dos
muchachas; las estaban golpeando. Nosotros estábamos en fila;
Roberto estaba en el centro... a su derecha Julián y Miguel, y a su
izquierda Jesús y Ramón.
De repente llegó un señor, un campesino vestido cor los demás,
que se supone era policía, pero no era el comandante; nunca supimos
quién era. Llevaba una pistola en alto, y que calma a la gente.
—¿Qué no ven lo que están haciendo? —les dijo—. Van
matar a esas gentes. Ahorita me los llevo a la cárcel.
2 N. de la A.: Al rendir su declaración ante el agente del Ministerio Público, la
ciudad de Puebla e1 18 de septiembre de 1968, Pedro García declaró que había
logrado salir de la casa pegándole a uno de los del pueblo con una piedra para
privarlo del conocimiento, y que una vez que hizo esto, se salió por una barranca
que es poco transitada y que él conocía desde niño.

123
Julián González Báez con una de sus hijas.

124
Se voltea y nos pregunta:
—¡Quiénes son ustedes?
—¡Señor, sálvenos; llévenos a la cárcel! —le imploramos
nosotros.
—¿Pero que vinieron a hacer aquí, bola de cabrones!
Por su culpa ya mataron al dueño de la casa.
—Vinimos a la Malinche, señor; somos empleados, somos
trabajadores. ¡Sálvenos! ¡Llame a más policías!
Ya no decíamos que éramos de la Universidad, porque nos
dimos cuenta de que era a la Universidad a la que estaban golpeando,
no a nosotros.
—Más vale que obedezcan; porque si no, aquí los van a
matar —nos dijo.
Si no nos mataron ahí mismo fue por la intervención de ese
señor. Hubo un momento en que él contuvo a la gente, pero alguien
se dio cuenta de que nos quería defender, y entonces como que lo
jalaron hacia atrás; se lo fueron llevando para afuera y no volvimos
a saber nada de él.
Nos apuntaban a cada rato con sus rifles como si ya nos
fueran a matar, y eso nos asustaba más. Después acordaron
sacarnos de la casa para llevarnos al zócalo, y fue entonces cuando
Ramón y Jesús, que estaban muy desesperados, trataron de ganar
la puerta. Vimos que corrieron; se echaron encima de la gente, y
entre golpes trataron de salir...
En ese cuartito de cinco por diez había como cien personas,
o sea que estábamos apretadísimos adentro de la casa, y afuera
había una muchedumbre gigantesca. Se oía que por dondequiera
estaban golpeando la casa... y entonces nuestros compañeros se
salieron... No sabemos hasta dónde llegaron; quizá ni a la puerta,
porque había demasiada gente.
Mientras tanto a nosotros nos golpeaban con palos y nos daban
puntapiés... Lo único que hacíamos era tratar de quitarnos uno que

125
otro golpe. Después comenzaron a amarramos. A Roberto lo primero
que le ataron fue una soga al cuello; todavía pudo agarrarla para
que no se la apretaran. Luego, alguien le tomó el brazo derecho y se
lo ató junto con el izquierdo de Julián, un poquito abajo del hombro,
con una cuerda; bien apretada. A Julián también le pusieron sogas
al cuello, ya Roberto le amarraron la mano izquierda a la cintura con
otra cuerda. La gente comenzó a jalarlos; ellos todavía trataban de
impedirlo, porque las sogas les castigaban el cuello.
Enseguida amarraron a Miguel ya Odilón —a cada uno por
su lado—, y después de eso nos sacaron. Íbamos... en primer
lugar Julián y Roberto, después Miguel, y al final Odilón.
A empellones, patadas y palos, nos sacaron afuera de la
casa. Al salir, junto a la puerta, Julián sintió el que debe haber sido
el primer golpe de machete, porque se privó. Dice que sintió una
oscuridad, un sabor amargo, y no supo más. Cuando volvió en sí
estaba bajando los escaloncitos de lo que era el solar del señor.
Había una valla a la derecha y otra a la izquierda, o sea que de los
dos lados había gente, como en una especie de desfile... de desfile
macabro donde toda la gente; niños, jóvenes, mujeres y hombres
nos golpeaban. Atrás de nosotros también venía una muchedumbre
gritándonos, insultándonos y pateándonos.
Después de recibir muchos palos y bofetadas, Roberto sintió
que en la parte de atrás del cráneo le caía algo pesadísimo, que
medio lo atontó, y así anduvo todo el camino, pero se daba cuenta
de lo que estaba pasando, o sea que todavía funcionaba su
cerebro... Iba quizás semiconsciente.
A los 15 o 20 metros cuando mucho, en los linderos de la
casa de Lucas García, Roberto vio un cuerpo... ese cuerpo era el

126
de Ramón.3 Un hombre le estaba quitando los zapatos... “Tal vez
le servirán a él”, pensó Roberto.
No nos paramos en ningún momento, porque la gente nos iba
empujando. Pasamos a unos 20 centímetros de distancia de Ramón
o quizás encima de él. Si no lo pisamos fue porque brincamos. Ya no
reaccionaba... estaba boca abajo; bien estirado, bien extendido, y
tenía toda la ropa ensangrentada. Por la forma en que estaba
acostado, tan inmóvil... comprendimos que estaba muerto...
Como a 50 metros de la casa de Lucas, distinguimos el
cuerpo de Jesús, Lo reconocimos porque traía ropas más claras;
zapatos de gamuza y unas calcetas que ya no eran blancas, pero
que se distinguían dentro de lo sucio. También nos imaginamos
que estaba muerto, porque pasamos encima de él. Estaba de lado,
más que boca arriba, con una mano en el pecho, y casi lo pisamos.
Vimos que la gente pasaba pateándolo y él no se movía, y entonces
pensamos: “Está muerto”.4
En el camino, antes de que llegáramos al puente, asesinaron a
Odilón. Miguel vio cuando lo mataron porque estaba casi junto a él y
les iban pegando muy duro. En ese momento escuchó que uno gritaba:
3 N. de la A.: La autopsia de Ramón Gutiérrez Calvario reveló que había recibido ocho
heridas en la cabeza, causadas con instrumento corto contundente (machete); dos en
la parte posterior del tórax, de ocho y catorce centímetros de longitud respectivamente
(una de las cuales interesó la columna vertebral); dos en el antebrazo derecho, y una
en el índice de la mano izquierda, que produjo la amputación del dedo.
4 N. de la A.: Jesús Carrillo, según el informe de los médicos legistas que le practicaron
la autopsia, sufrió seis heridas provocadas por un instrumento corto contundente
(machete) en la cabeza; dos en el labio superior (una de las cuales, de ocho centímetros,
llegaba hasta el cuello); una entre el pómulo y la nariz, una en la oreja derecha; cuatro
en el brazo derecho, dos en la mano izquierda y tres en los dedos de esa misma mano,
dos en la región de los omóplatos, y una más en la parte superior del muslo derecho.
De todos los que perecieron, él fue el más duramente castigado.

127
—¡Muérete de una vez, desgraciado!
Y que le da un tiro. El todavía gritó, desesperado, y cuando
ya estaba tirado, Miguel vio que un niño le seguía dando de palos.5
Un poco más adelante, por donde está el puente, Julián vio
a Miguel... Tenía la cara totalmente cubierta de sangre, y ésa fue
la única vez que lo alcanzó a ver en todo el camino.
Nos iban pegando a todos, y hubo un momento en que Julián
y Roberto cayeron por primera vez. Ya estaban muy golpeados...
Después Roberto pudo desamarrarse el brazo izquierdo, y como
ya tenía más movilidad, empezó a llevar a rastras a Julián. En esos
momentos el deseo de sobrevivir lo hace a uno fuerte, y trató de
levantarlo; lo llevó casi cargando.
Seguimos caminando; la gente nos iba jalando, golpeando,
pegándonos patadas. Y ya desesperado, Julián le dijo a Roberto:
—¿Cómo ves? ¿Nos desatamos y corremos?
—No; está muy duro —le contestó Roberto.
Pasando el puente cayeron por segunda vez, porque a Roberto
le dieron una patada en la parte de atrás del muslo, y se cayó. Jaló
a Julián y se fueron al suelo... Estando ahí tirados se acercó una de
las personas que los iban golpeando, un muchacho como de unos 19
años, y le volvió a preguntar a Julián que dónde estaba la propa-
ganda y la camioneta, y qué habíamos ido a hacer al pueblo. Le

5 N. de la A.: A Odilón Sánchez se le encontró durante la autopsia una herida causada por
proyectil de arma de fuego (escopeta), de forma circular y de un centímetro de diámetro,
en el pómulo derecho, y una herida contusa en la porción frontal de la cabeza. En la base
del cráneo tenía una perforación, y en ese sitio se encontraron varias municiones, así
como el taco de la misma escopeta, por lo que se deduce que el disparo debe haber sido
hecho prácticamente a quemarropa. Los cuerpos de las cuatro víctimas presentaban,
además de las heridas, diversas contusiones y hematomas de menor importancia, que
seguramente les provocaron al darles puñetazos y patadas, y al golpearlos con palos.
No se encontraron rastros de alcohol en ninguno de los cadáveres.

128
puso una hoz en el cuello... Julián lo vio muy decidido; sintió una
gran desesperación, y esto le hizo cambiar su versión original de
que éramos universitarios. Trató de hacerle entender que nuestro
objetivo era subir a la montaña, que ya anteriormente habíamos ido
ahí y que habíamos parado en casa de la abuelita de Marroquín. Y al
oír eso, el muchacho gritó:
—A ver, ¿quién conoce a la abuelita de Marroquín?
Nadie contestó, y entonces Julián trató de contarle puras
mentiras.
—Por favor no me mates, mano —le dijo—. Soy empleado
de “La Violeta”; tengo cuatro hijos y tengo a mi mamá.
En su desesperación, Julián casi lloró...de miedo, de
impotencia, de todo eso que había en él. Convenció al muchacho de
que no lo matara, y los volvieron a levantar. Después de eso, Julián
ya no hablaba. Y Roberto le decía.
—Espérate, Julián; ya vamos a llegar.
Roberto no sabía a dónde, pero íbamos allegar. En sus
adentros le iba pidiendo a Dios que le dieran el último machetazo,
porque ya sentía dolores por todos lados. Estaba bañado en sangre;
desde el primer machetazo comenzó asentir que le escurría algo
caliente... Julián también se llevaba la mano a la cabeza en ocasiones,
y la sentía calientita por la misma sangre.
En esa segunda caída, alguien le pegó a Roberto en la cara
con un rifle o una escopeta. Le dieron un culatazo en la mandíbula,
y ya no pudo hablar más que con gran dificultad; le dolía todo el
cuerpo, pero sobre todo esa parte.
Faltaban una o dos calles para que llegáramos a la plaza; en
el camino una persona golpeó a Julián en la espalda con un palo, y
al tercer golpe el palo se rompió. Julián dice que sí sentía el golpe
que caía, pero ya no le dolía, y también se daba cuenta de que la
gente le apuntaba con las escopetas, pero él nada más las hacía a

129
un ladito, con la mano. Se fijó en que algunos agarraban el ma-
chete y daban el golpe como cachetada, con la superficie plana, y
otros tiraban el golpe al revés. Quién sabe si estarían borrachos, o
por qué lo hacían, pero el caso es que uno de ellos le tiró un
machetazo a Julián, y como él trató de cubrirse, que le corta un
pedazo de dedo. Nada más sintió el golpe, pero tampoco le dolió.
Después de caminar otro poco, cayeron por tercera vez.
Roberto dice que le vino a la mente la idea de un vía crucis. Recordó
que Cristo había caído tres veces... Eran “flashazos”, ¿no?..
pensamientos rápidos, los que él tenía.
En ese momento estábamos cerca de la iglesia, junto a un
borde, un montículo de tierra o una bardita. En la parte del fondo
estaba la iglesia, toda iluminada como en día de fiesta. Nosotros
estábamos abajo, y arriba Roberto vio a una persona que... no puede
dudarlo, y nadie dudaría, porque estaba vestida con sotana... que
era el cura. A su lado, como en una especie de escena teatral, estaban
otras personas. El no hacía nada, pero observaba todo. Estaba parado
y nada más veía...
Cuando caíamos, la gente como que se tardaba un poco más
en pegarnos, pero en esa tercera caída, uno de ellos se acercó con
una escopeta, la puso en medio de las cabezas de Julián y Roberto, y
disparó. Se oyó un tronido muy fuerte y la lumbre salió de la escopeta;
el flamazo les dio cerca de la cara. Entonces pensaron que si seguían
tirados ahí les iban a soltar otro balazo, y que se levantan.
Roberto y Julián siguieron caminando, y donde ya no aguan-
taron más fue cerca del zocalito, o sea en la explanada de la iglesia.
Ahí se derrumbaron completamente... Roberto hasta llegó a pensar
que ya estaba muerto.
Alguien volvió a golpear a Julián, y perdió el conocimiento...
Sintió que estaba en un lugar gigantescamente espacioso, con mucha
luz, pero parecido a un desierto. Al pisar, sentía como si estuviera en
una nube, y en ese momento empezó a analizar su vida, se acordó de

130
sus hijos y pensó: “¿Cómo los dejo? Todos están bien chiquitos... Mi
esposa no tiene nada de experiencia; ¿Qué va a ser de ellos?”. Todo
eso lo analizaba a una velocidad fantástica, porque en esos momentos
él cree que estaba un paso más para allá que para acá. Se acordó de su
trabajo, de sus vicios, porque ya tomaba y fumaba, y también pensó que
le quedaban escasos momentos de vida y que hasta ahí había llegado su
existencia. Tuvo también un momento de arrepentimiento, y se puso a
llorar… Empezó a pedirle a Dios que le diera una oportunidad más; que
ahora sí se iba a portar bien, que iba a dejar de tomar, que iba a dejar de
fumar, que iba a cumplir con la iglesia como lo prometió cuando aceptó
el mormonismo; que iba a ser un hombre entregado a su obra. ..Todo
eso prometió, pidiendo que se le diera la oportunidad de estar a cargo de
sus hijos, de educarlos y de ser su sostén.
Estaba lloviznando —la lluvia no se había quitado para
nada—, y por entre los cuerpos de Roberto y Julián; a la mitad de
la calle, que tiene un desnivel en el centro pasaba una especie de
riachuelo rojo por la sangre de nosotros, y de nuestros compañeros
de todos nosotros, ¿verdad?
A Julián no le dolía la mano —sólo sentía como si tuviera un
raspón— ni la cabeza ni la espalda, pero en los riñones tenía un
dolor muy fuerte. Estaba tirado en el suelo, junto a Roberto, pero
en una posición bien incómoda; con parte de la cara contra la
tierra y sintiendo molestias en los brazos que tenía amarrados.
Trataba en cierto modo de moverse, pero no se atrevía a hacerlo,
porque sabía que ahí estaban los campesinos.
Todos gritaban que nos iban a enterrar, que nos iban a quemar,
que nos iban a ahorcar... Roberto estaba tendido en el suelo y escuchaba
cómo la gente decía que iban a matar a Miguel porque no se caía. El
venía atrás, pero Roberto no había podido voltear a verlo. Odilón también
se le había desaparecido. Miguel venía a unos 20 metros, quizás, pero
entre el bullicio y la gritería de la gente, pues no se entendía nada. Oía
como que hablaba, como que gritaba, pero no sabía qué.

131
La multitud seguía empujando a Miguel; iban caminando
despacio y le estaban pegando bastante fuerte. Al llegar cerca del
zócalo vio que Julián y Roberto se habían desmayado y que los iban
a rebanar con un hacha, y Miguel les gritó que no les pegaran,
porque ya los habían matado, sino que le siguieran pegando a él.
Entonces fue cuando vio que le cortaban los dedos a Julián. Lo
estaban pateando y quisieron darle un machetazo en la cabeza, pero
él tenía la mano en la frente. Estaba tirado y trató de protegerse la
cabeza con la mano... afortunadamente, porque si no lo hubieran
destrozado, pero le cortaron tres dedos.
Todavía los patearon, les pegaron y los dejaron ahí tirados. Entonces
toda la gente que les estaba pegando a ellos se siguió con Miguel. Le
siguieron pegando; en ese momento Roberto pudo medio voltear y vio a
Miguel. Lo habían parado encima de un tronco de árbol o de una piedra,
como a unos tres o cuatro metros de distancia de ahí. Fue algo
impresionante... Vio cómo varios indios se paraban frente de él, con
escopetas y pistolas, y le disparaban: ¡Pas, pas, pas!... pero nadie le dio.
No fue una descarga, sino varias, y que la gente comienza a gritar:
—¡No se cae; es el diablo, es el diablo! ¡Vamos a quemarlo!
Estaban muy borrachos... por eso no le tocó ninguna bala, pero se
enojaron, y que llega una señora y golpea a Miguel en la boca con
una piedra. El trataba de evitar que le pegaran. Gritaba que ninguno
de nosotros había hecho algo para que estuviéramos pagando así,
pero la gente no lo dejaba hablar. Nomás lo amenazaban y le
preguntaban lo mismo de siempre: que dónde estaba la propa-
ganda y todas esas cosas.
Hubo momentos en que Miguel les gritó desesperado que nos
estaban confundiendo; que entendieran que no éramos estudiantes,
que éramos empleados que iban a una excursión, pero de nada servía...
Lo tupían de golpes; por todas partes le pegaban.

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Habían dicho que nada más que nos cayéramos nos iban a
quemar en una barranca, para que no se diera cuenta la policía. Al
ver que Roberto y Julián ya estaban tirados, Miguel comprendió
que si se caía, nos iban a llevar a quemar, ¿verdad? y trató de vivir
otro poquito, y resistió todos los golpes. Le dolían bastante, pero él
trataba de seguir en pie todavía.
Entonces, al ver que no se caía, que le dan un martillazo en
el oído izquierdo... y tampoco así. Se mareó por un momento, pero
luego reaccionó, se sostuvo en pie y le siguieron pegando. Como
no se caía, dijeron que era el diablo, que no lo podían matar como
a nosotros, y que lo iban a quemar, porque solamente en esa forma
se iba a poder morir. Les gritaron a unos señores que estaban ahí
que llevaran la gasolina, la leña y todo eso, para colgarlo y prenderlo.
Le acercaban unos leños ardiendo, o sea unas antorchas que
llevaban, al ojo derecho, con el que todavía veía.6 Dice él que sentía
muy feo con la sangre que le escurría y la lumbre que le chamuscaba
la cabeza. Sí, sentía horrible... Ahí sí comenzó a llorar, a gritarles
que no lo quemaran.
En ningún momento se desmayó, y todo el tiempo —más de una
hora— lo golpearon muy fuerte; más que a nosotros, porque estuvieron
como una media hora pegándole a él solo. Pero desde antes Miguel
hacía mucho ejercicio, y él cree que eso le ayudó bastante. Cuando lo
golpeaban se ponía en tensión, así que nomás le pegaban por encima, y
luego esquivaba otros golpes, o sea que todo eso le sirvió.
Roberto estaba volteado para un lado, viendo a Miguel,
cuando escuchó que una persona que estaba junto a nosotros decía,
refiriéndose a él:
—Este ya está bien muerto.

6 N. de la A.: El otro lo tenía completamente cegado por la sangre que le escurría


de una herida en la ceja izquierda.

133
Entonces le dio una patada, le volteó la cara, y atrás de la
oreja izquierda, con el filo del machete nada más, le hizo una cortada
y volvió a decir:
—Ya está bien frío. Al oír eso, Roberto trató de no moverse,
para que no dijeran que estábamos vivos y nos remataran, aunque
pensó otra vez que quizás sería mejor un machetazo bien dado,
para ya morirse.
Después, con algún instrumento que tenían, le alzaron una
mano a Julián, y él la dejó caer adrede.
—Sí, éste también —dijo otro. Era la mano izquierda, en la
que Julián sólo sentía un raspón. Luego seguimos escuchando el
diálogo de dos campesinos. Uno hablaba de sus animales,
comentando que le había ido mal, y el otro decía:
—Pos ahora la siembra no se dio muy bien. En el momento
en que escuchó ese diálogo, a Julián hasta le dio risa y pensó: “Bueno,
qué gente, lo que están viendo les parece muy común”. Por dentro
se rió con una risa burlona, sarcástica, por lo que estábamos oyendo.
Uno de los dos —Roberto o Julián— hizo algún movimiento
con los brazos o las piernas, y entonces alguien dijo:
—De una vez vamos a rematarlos. Vamos a balacearlos;
háganse a un lado.
—No, ya déjenlos; ya es suficiente —oímos que gritaba
otra persona.
Julián sintió primero como un cubetazo de agua fría, y luego
como una bendición con la intervención del segundo señor. La
gente seguía hablando, ya cada rato oíamos que decían: “Mi
comandante”, y “¿Dónde está el comandante?”... Mencionaban
mucho a esa persona.
A Roberto comenzó a nublársele la vista, o más bien a
borrársele por la sangre que le escurría desde la cabeza, cuando

134
sintió que lo bañaban con algo —por el olor supo que era gasolina—
y comprendió que nos iban a quemar.
Ya venía una persona con una antorcha. Roberto medio vio
la luz, y en ese momento escuchó un ruido...Como tenía el oído
pegado, al suelo, oyó una vibración que a él le pareció como de
tanques. Era un camión con granaderos; él no los vio, no sabía si
eran granaderos, policías o soldados,7 pero sí oyó que gritaban
todos:
—¡Ahí está la policía!
—¡Son pocos; vamos a darles a ellos también! Al oír eso,
Miguel agarró más fuerzas, más resistencia, porque comprendió
que la llegada de la policía era nuestra salvación; que ya no nos iban
a quemar, o por lo menos que ellos nos iban a defender. La cosa ya
era diferente, ¿verdad?, porque un momento antes estaba a punto
de caerse. Pensaba que era ya lo último que él estaba viviendo.
Cuando llegaron los granaderos, la gente gritó que no los
dejaran entrar; pero ellos, para poder pasar, comenzaron a gritar:
“¡Que viva la virgen de Guadalupe!”, y la gente también gritó: “¡Qué
viva el Príncipe San Miguel!”, y todas esas cosas. Comenzaron a
calmarse un poco, y al ratito, los policías llegaron hasta donde estaba
Miguel. La gente le seguía pegando; no lo soltaban. Entonces lo
separaron de ellos, a empujones y todo; poco a poco lo fueron jalando,
lo pusieron dentro de un círculo y lo estuvieron cuidando.
Julián escuchó que cerca de nosotros alguien decía:
—Ya viene la ambulancia.
El no la había escuchado, no había oído la sirena, pero cuando
oyó esas palabras, pensó: “Nos hemos salvado”. Ya nomás había
que esperar a que llegaran los camilleros y nos levantaran, pero al
rato alguien dice:
7 N. de la A.: Eran 111 policías, armados con mosquetones, al mando del teniente
coronel Fidel Vergara.

135
—La ambulancia ya se fue.
Ese fue un golpe muy fuerte para Julián, porque pensó que
en cualquier momento alguno de los campesinos le podía tirar un
balazo si se movía. Se le vino a la mente dicha idea, y esos minutos
le parecieron bastante largos. El cree que ya estaba viendo
alucinaciones... Ya no veía perfectamente; como que había perdido
la vista. Pero en ese momento llegaron los de la ambulancia. Julián
se dio cuenta de que alguien nos estaba levantando, y también oyó
que gritaban que nos dejaran ahí. Sintió que lo pusieron en una de
las camillas, y perdió el conocimiento.
Roberto dice que no sabe cuántos minutos estaría ahí en el
suelo; quizás diez o cinco, pero el tiempo se le hizo eterno. Después
llegaron las ambulancias, los camilleros de la Cruz Roja. La gente
gritaba que no nos subieran hasta que estuviéramos muertos, y
algún campesino fue a ver si de veras lo estábamos. Julián ya no
se movía; quien sabe si se estaría haciendo, pero Roberto si se
hizo. Trató de aguantar la poca respiración que le quedaba, y
solamente así nos dejaron subir a las ambulancias. Todavía nos
quedamos un poco de tiempo parados ahí, en lo que subían a Miguel.
Quizás fueron un par de minutos, pero a Roberto le parecieron
larguísimos.
A Miguel no lo dejaban salir. La gente decía que a él lo iban
a encerrar en la cárcel, y hasta fueron a buscar al agente del
Ministerio Público. Al rato llegó... un policía le preguntó si él era el
agente; dijo que sí, pero iba bien tomado. Entonces pidieron datos;
que cuántos habíamos ido, y qué habíamos ido a hacer allá. Miguel
contestó que pensábamos ir a una excursión y que éramos cinco
empleados los que íbamos. Les dio los nombres de todos, y los del
pueblo dijeron que a él lo encerraran allá en la cárcel, pero uno de
los médicos lo vio muy malo y dijo que si en una hora más o menos
no lo atendían... pues se iba a morir ¿verdad? Estaba muy grave,

136
muy macheteado en la cabeza, y entonces que se lo jala y se lo
lleva. Con tal de salvarse, Miguel todavía corrió con el médico,
para llegar hasta donde estaban nosotros. Toda la gente comenzó
a gritar, pero él ya estaba cerca de la ambulancia.
Ya habían cerrado las puertas de la ambulancia; Julián
Roberto estaban acostados en el suelo, en unas camillas después
subieron a Miguel, a un lado. Siguieron gritando y todo eso, pero él
ya estaba adentro y se sentía muy contento. Hasta se estaba riendo
de toda la gente de allá, porque se acordó que en la primera tiendita
estuvimos viendo una película Tarzán. Entonces eso se le quedó
grabado; tantos que perseguían a ese señor, y él les había ganado
a todos. Se le vino a la mente esa idea y se estaba riendo; a lo
mejor nervios, pero sí estaba contento.
Quien sabe qué decía Miguel, pero era algo así como…
algo bonito, ¿no?, como que ya regresábamos… Dijo:
—Ahora si ya me voy pa' mi casa.

137
Roberto Rojano... nueve años después de la tragedia.

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CAPÍTULO V

LAS VÍCTIMAS
(después de la tragedia)

“Más he aquí que toco una llaga:


es mi memoria”
Rosario Castellanos

Miguel
Me trajeron amarrado hasta la Cruz Roja; hasta ahí me soltaron.
Al llegar al hospital me atendió una enfermera que se espantó al
verme. Luego llegó un doctor y me preguntó:
—¿Qué comes que todavía vives y puedes caminar?
—Pues lo que come un pobre: frijoles y salsa —le dije yo.
Ya me comenzaron a curar, pero en ningún momento perdí
el conocimiento. Me acuerdo bien de todo lo que pasó. En la Cruz
Roja me hicieron las primeras curaciones; ahí me cosieron la
cabeza y todo, y al día siguiente me pasaron al Sanatorio Guadalupe.
Recuerdo que a los tres días yo no quería vivir, porque me sentía
todavía peor que la noche que me pegaron. No soportaba la
cabeza; sentía que me explotaba, o sea que no podía estar en
ninguna forma. Quería morirme ya; le pedía a Dios que me matara
y no seguir viviendo y sufriendo por los dolores que tenía. Es mas,
pensaba yo; si me muero, pues ya vi a mis padres, por lo menos
pude despedirme de ellos. Ahora sí que estaba yo desesperado,
estaba yo loco; no aguantaba los dolores.
Y estaba, pues… muy nervioso también. Me acuerdo que
fue el día 16 cuando nos pasaron al Sanatorio. Entonces echaban

139
cohetes por las fiestas patrias, y yo me imaginaba que ya venían
los campesinos, que iban a entrar por la ventana. Y a mis hermanos,
que me cuidaban, los regañaba y les decía:
—¿Por qué no me cuidan? ¡Van a venir por mí!
Bueno, era una cosa horrible lo que estaba yo sufriendo. Y
así duré mucho tiempo.
Me quedé en el Sanatorio Guadalupe como quince días, y
cuando me dieron de alta, todavía no estaba yo bien recuperado,
bien aliviado. El doctor que me atendió, cuando me quitaba los
puntos, me curaba muy feo. Me jalaba los hilos, y me salían otra
vez chorros de sangre. Y pues... ya no quise estar allá. Después
me fui a internar al Hospital Civil, que hoy es el Universitario, y
ahí estuve otros ocho días. Fueron como veinticinco días los que
pasé en el hospital.
Aquí en el oído izquierdo tengo un martillazo; atrás de la
oreja una cortada con cuchillo, en la mejilla otra, y en la ceja
también. En la cabeza tengo siete heridas de machete de consi-
deración, y cantidad de golpes, pero los que cuentan son las cortadas
grandes que me hicieron.
Afortunadamente no tuve ninguna fractura. Se estrelló un
poco el hueso, pero de ahí no pasó. En el cuerpo recibí puros golpes,
pero no me cortaron. Me lastimaron, porque me pegaron muy feo y
hasta se me reventó la piel, pero fue por encima nada más.
Poco a poco me fui recuperando...AI principio no escuchaba
bien con el oído izquierdo, pero últimamente me he compuesto. Ya me
he sentido, pues bien, ¿verdad? Sí he notado algunos malestares; por
ejemplo, tengo un tic nervioso aquí en el ojo. Creo yo que viene de allá
mismo también; porque como me pegaron aquí en la ceja, me tuvieron
que coser, y desde entonces no ha quedado muy bien que digamos.
Me molesta un poco, pero así que me fastidie, pues no.

140
Después de que salí del hospital, recibí un tratamiento como
de cuatro meses. Me estuvo tratando un siquiatra, y c sí que él fue
el que me alivió de mis males, o sea del trauma que yo tenía.
Al principio sí sentía deseos de encontrarme sobre todo al cura
que había propiciado el linchamiento. Yo pensaba que lo encontraba
lo iba a matar ahí mismo, pero poco a poco me fue borrando eso.
También a la gente de allá del pueblo tenía mucho odio; porque me
habían hecho eso, sin deberla, s haber ningún motivo. Pero ya
analizando las cosas, pues comprendí que esa gente no tuvo la culpa.
Si lo hicieron fue p su ignorancia, por su fanatismo...Eso fue lo que
acarreó que nos pegaran; y otra cosa, que nos confundieron, ¿verdad?
En ese tiempo nos ayudaron, sobre todo, los estudiantes
Cuando nos sucedió eso, hubo un consejo universitario, y trataron
el problema del accidente. Entonces acordaron que todos los
alumnos dieran cinco pesos más de inscripción para beneficio de
nosotros. Y ese dinero lo repartieron equitativamente entre las
cinco personas que éramos. Me tocaron ocho mil pesos, y a los
demás también; a los compañeros y a las viudas... nos toco parejo.
Y la Universidad nos ayudó bastante; por ejemplo, tiempo que
estuvimos hospitalizados, nos siguieron pagando nuestro sueldo.
Nos llegaban a visitar; a ver si nos estaban atendiendo bien y todo
eso, o sea que sí hubo ayuda.
Yo no me acuerdo del comienzo del movimiento estudian de
1968, pero sí recuerdo cuando los periódicos de acá de Puebla
comenzaron a atacar a los estudiantes directamente, porque, había
puesto una bandera rojinegra, y según decían era señal de que se
estaba perdiendo la fe. Entonces los periódicos ya atacaron muy
duro a los estudiantes, y creo yo que... pues no tenían 1as bases, o
sea no sabían en el fondo ni por qué se había organizado ese
movimiento, ¿verdad? Yo tampoco me di cuenta al principio pero
creo que para publicar algo se deben analizar las noticias; pero no,

141
las sacaban a primera hora, atacando a los estudiantes y al
movimiento, y yo digo que también por eso nos sucedió aquello. Sí,
pienso yo que fue el resultado de todas esas versiones, y más que
en los pueblos hay muy poca comunicación sobre lo que realmente
está pasando. O sea que no se dan cuenta, sino que se enteran de
las cosas por medio de los periódicos. En nuestro caso, el señor
sacerdote decía que los comunistas iban a ir, y pues ése fue el
resultado, que nos confundieron, aunque nosotros nunca tratamos
de hacerle mal a ninguna persona allá en el pueblo.
A mí en lo personal no me gusta la política. No me gusta
porque... pues no tiene caso planear tantas cosas para que nunca
se lleven a cabo. A mí sí me gustaría entrarle a la política, pero
siempre y cuando las cosas se llevaran a su fin, ¿verdad? , o sea
como se planean, pero yo me he dado cuenta de que siempre
salen al revés. Por eso, pues lo que yo trato es de vivir, de respetar
a todos, y cada quien su vida, pero realmente la política no me
interesa.
Acerca de la religión, sobre todo de la religión católica, he
analizado que no desempeña el papel que debe tener, de enseñar
el bien a toda la gente, sino que al contrario, los curas persiguen
otros intereses. Ellos tratan de estar bien; de controlar a la gente
para tener el poder en cualquier momento que se necesite, y pues
a mi manera de ver, yo creo que eso no es la religión, ¿verdad?
Allá en mi pueblo no hay sacerdote. Es un pueblo muy
alejado de la civilización, y el cura que hay en el distrito al que
pertenecemos nosotros, va únicamente cada año. Se puede decir
que cada vez que es la fiestecita del pueblo, es cuando le pagan a
ese señor para que vaya a decir misa, y era cuando nosotros íbamos
a la iglesia también. Eso si, creemos en Dios, pero... vaya, así que
digamos que somos católicos, pues no. Creemos en Dios y creíamos
en los sacerdotes que iban de vez en cuando...

142
Pero ahora, pues sí he cambiado; más que nada, ya no he
ido a la iglesia. De por sí no me gusta ir, ¿verdad? , y actualmente
ya no voy. He acompañado a mis hermanos, porque ya se casaron
y tienen niños, y luego, pues en la escuela ya les preguntan también
si son católicos, y si no lo son, no los admiten en ningún rezo. Por
todo eso, en unas cuantas ocasiones he ido a bautizar a mis hijos o
a los de mis hermanos, pero así, que yo tenga deseos de ir a la
iglesia, pues no, porque yo creo en Dios y con eso me basta. O
sea, no necesito ir a la iglesia para quedar tranquilo, sino que yo
trato de hacer lo mejor, de no tener enemigos...A toda la gente la
respeto, y soy feliz con mi modo de vivir.
Mi esposa se llama Oliva Cristóbal, y es de allá, de mi pueblo.
La conocí desde chica, o sea desde que éramos niños, ¿verdad?
Estábamos en la escuela. Yo tuve varias novias allá...Después me
vine para acá y ella se quedó, pero luego se vino también. Tiene
una abuelita aquí en Puebla, y se vino con ella. Y ya nos hicimos
novios y nos casarnos en el pueblo, el 24 de diciembre de 1969.
Desde que me vine para acá para Puebla, mi hermano me
dijo que comprara un pedazo de terreno, y que lo fuera pagando
poco a poco. Y pues...sí, seguí su consejo y me compré mi lotecito
con facilidades. Después fui juntando unos centavos, y cuando
me sucedió el accidente y me dieron los 8 mil pesos, o sea de lo
que cooperaron los estudiantes, con lo que yo tenía construí dos
piecesitas ahí en el lotecito, y cuando me casé, pues ya tenía los
dos cuartitos, y con eso comencé a vivir.
Así como he sufrido con relación a lo económico, en mi
vida matrimonial he sido muy feliz. Mi esposa ha sido muy
comprensiva; hemos estado juntos ahora sí que en las buenas y en
las malas, y pues yo creo que eso es lo ideal, porque de nada sirve
tener dinero, tener otras cosas, si no hay amor, ¿verdad? , si no se
comprende uno. Para mí lo mejor es que haya una comprensión

143
entre mi esposa y yo, y somos, pues muy felices. Claro que sí
hemos tenido algunos problemitas, pero todo se ha solucionado, y
vamos muy de acuerdo. Actualmente tenemos tres hijos: la más
grande, Graciela, tiene cinco años; la que le sigue, Leticia, tres; y
Miguel, el más chico, tiene un año dos meses.
Después del accidente, al principio cambié un poco, porque
me sentía muy mal. Entonces yo pensaba que nunca me iba a
componer, que nunca me iba a sentir como me siento ahora; ya
como si nada me hubiera pasado, simplemente con el recuerdo
que se me quedó, ¿verdad? , de aquella pesadilla. Pero realmente
se puede decir que ahora ya llevo mi vida de antes. He tratado de
cuidarme, de recuperarme todo lo posible, de olvidar hasta cierto
punto ese accidente; me he dedicado a trabajar, a jugar básquetbol,
ya otras cosas. Así se me ha pasado el tiempo; he tratado de ver
por mis hijos, yeso es todo. O sea que mi vida...pues pienso yo que
va bien.
Mis diversiones son las de acá de la ciudad, como ir al Paseo
Bravo, o de vez en cuando al cine. Y los domingos me voy con mis
hermanos a jugar básquetbol. Pero más que nada nos gusta estar
en el campo; sobre todo los domingos, que es cuando descanso en
mi trabajo, y no quiero saber nada de la ciudad. Rumbo a Valsequillo
hay un monte, y luego nos vamos por ahí, donde esté solitario,
¿verdad? Ahí estamos tranquilos... en el campo.
Me gusta tocar la guitarra; ésa es mi distracción. También
leo libros de literatura general y todo eso. Me doy cuenta más o
menos de cómo está actualmente la situación en todo el mundo,
¿verdad? y pues ésa es mi vida.
Llevo diez años cumplidos trabajando en la Universidad;
ando en once ya, y pues... creo que he progresado un poquito,
porque antes yo trabajaba como auxiliar de intendencia, y ahora
estoy como auxiliar de la rectoría y la secretaría, o sea que estoy

144
haciendo un trabajo que no cualquier compañero de intendencia
puede hacer, si no lleva tiempo ahí. Y yo llevo nueve años de estar
en la rectoría, y creo que ya puedo desempeñar ese puesto.
Entonces me siento bien por haber mejorado, porque antes me
dedicaba a barrer, y ahora...pues dialogo con los muchachos, o
sea los estudiantes, con los maestros, con el rector. Con toda la
gente tengo contacto, y me siento a gusto en mi trabajo, sí...
A mí nunca me había sucedido un accidente así tan grave
como éste que me pasó, y pues... me he puesto a pensar que hay
que cuidar más la vida, porque como dice el dicho: “La vida no
retoña”, y depende de uno mismo cuidarse mejor. Si se cuida uno,
puede durar un ratito más. Como en nuestro caso, a mis com-
pañeros ya mí nos gustaba salir de excursión, distraemos y estar
en ambiente con los amigos y todo eso. Desde luego era algo
sano, ¿verdad?, pero pasan tantas cosas en la vida, que más vale
reservarse y cuidarse un poco más.
Yo creo que... vaya, que en la vida siempre hay gente buena
y gente mala; gente que entiende y gente que no entiende. Yo creo
en las personas. Desde luego, les doy la razón cuando la tienen: y
cuando no, pues discuto lo que sea, pero siempre soy respetuoso
con la gente.
Pienso seguir trabajando como hasta ahora, ¿verdad?,
trabajando para el bien de mi familia, porque tengo tres hijos, y si no
pienso en ellos ahorita que soy joven; mañana, cuando ya esté grande
o me pase otra cosa, porque nunca sabemos, ya no lo podré hacer...
Entonces, lo que yo trato es de trabajar, de ahorrar unos centavos.
Por ejemplo, con el dinero que me dieron de la película, pues yo
traté de arreglar mi casita; aunque sea chiquita, pero lo que quiero
es que mis hijos tengan algo y no sufran el día de mañana.
Lo que yo pienso darles es educación más que otra cosa;
quiero que estudien alguna carrera para que no sufran como yo

145
ando sufriendo, porque si yo tuviera una carrera...De todos modos
sufre uno, pero ya es diferente; no lo humillan, no lo mandan a
uno. Uno se manda ¿verdad? En cualquier lugar encuentra uno
trabajo, y en mi caso, pues es difícil conseguirlo, porque no tengo
la preparación que se requiere para otro tipo de empleo. Eso es lo
que pienso hacer en el futuro con mis hijos...ya que yo no pude
estudiar, aunque tenía deseos de hacerlo, pero la situación
económica de mis padres era muy difícil... Yeso es lo que no quiero
que les pase a mis hijos.

Julián
Cuando la ambulancia de la Cruz Roja ya iba caminando fue cuando
me empecé a quejar muy fuerte de los riñones, y creo que fue la
única vez que vi cómo tenía la mano. Pero de lo que no dejaba de
quejarme era de los riñones, y después de eso, pues no sé si la
ambulancia se fue muy rápido, pero de repente ya estaba yo en
una plancha de la Cruz Roja, gritándole a la enfermera por qué me
estaba quitando la chamarra. Yo le gritaba que me la cortara y que
me diera agua; y tanto le estuve grita y grita, que hasta que llegó
con un vaso y me lo aventó así, en la boca...
Eso fue más o menos lo que sucedió en la Cruz Roja, donde
estuve, no sé, podría ser una hora. De ahí me llevaron al Hospital
Universitario, adonde debo haber llegado a la una de la mañana,
pero yo no sentí ese traslado. Cuando me di cuenta, estaba yo
tratando de reconocer al que me estaba atendiendo. Era un
estudiante de Medicina que, se llamaba Ríos, y yo le dije:
—¡Ríos, sálvame! ¡Sálvame, Ríos!
Luego se acercó otro estudiante, uno gordito, y constan-
temente le decía yo:
—Oye, ¿crees que salga yo de ésta? ¿Crees que me
salvaré?

146
—Sí —me contestaba él, sí te vas a salvar; ten confianza.
Ya te estamos curando.
Sin embargo, yo seguía quejándome bastante, y creo que
ahí fue cuando me pusieron una sonda en el miembro y me hicieron
gritar. Yo tenía el dolor en los riñones y pensaron: “Pues no ha de
poder orinar”, pero donde me perdí fue cuando este Ríos me empezó
apelar .Le vi una maquinita de rasurar y comenzó a enjabonarme
ya raparme, y sentí un dolor horrible. Luego de esa rapada recuerdo
muy vagamente que me echó alcohol. Para mí eso fue el acabóse
y me perdí; de’ esta pérdida de conocimiento, pues...me recobré
hasta la madrugada, yo creo; no sé si serían las dos o tres de la
mañana. Y de ahí volví a recuperar nuevamente el conocimiento
hasta el domingo, cuando desperté en una cama en el Sanatorio
Guadalupe.
Entonces empecé a ver quiénes estaban por ahí, ya darme
cuenta un poco de la situación. Estaba yo muy mal todavía; en ese
momento fue cuando empecé a sentir un martirio. La sonda fue
uno de los primeros, y la espalda; la espalda y los riñones. Fue
cuando también obligué por mi insistencia, por estar molesta y
molesta a la enfermera, a que me quitara la sonda.
—Yo no estoy malo de los riñones —le dije—; no estoy
malo, quítemela.
—Pero es que el doctor...
—Quítemela.
Y hasta que me la quitó.
Todo ese domingo en la noche, y también el lunes, martes y
miércoles, sufrí unos dolores horribles en la espalda; pero de los
más horribles. Recuerdo que uno de mis hermanos se solidarizó
mucho conmigo; no se quiso ir a descansar, y ahí se quedó día: y
noche. Lo molesté bastante; estaba yo boca arriba escasos tres
minutos, y después le decía:

147
—Cámbiame, mano; cámbiame.
Me ponía de lado, y al rato ya no aguantaba.
—Ahora cámbiame para el otro lado —le pedía de nuevo.
Y eso duró, pues...como unas sesenta horas por lo menos.
Molestaba yo demasiado a las enfermeras. Me inyectaban y les
decía yo:
—No, señorita, no se me quita el dolor; a ver qué me da.
Bueno, se me quitó el dolor del riñón, y entonces me vino el de la
espalda. Cuando se me quitó el de la espalda, me vino el de la
cabeza. Sentía yo una cabeza así, enorme, y unas punzadas y dolores
muy feos. La mano no me dolía; no sentía yo nada de dolor, pero los
primeros siete días más o menos, entre la cabeza, la espalda y los
riñones, fueron muy pesados. Lo de la mano fue mínimo realmente;
se me infectó, me volvieron a coser y todo eso, pero lo que sí fue un
dolor espantoso fue el de la espalda. Me decían después mis
familiares que tenía yo la espalda bien negra, bien morada.
Analizando ya todo esto, creo yo que lo más feo, lo más
fuerte, lo más difícil, lo más duro de pasar fue precisamente,
pues...la cuestión sicológica, por así decirlo. Porque al fin y al
cabo los golpes sí fueron fuertes, y cuando el cuerpo se enfrió se
sintieron los dolores muy fuertes también; pero lo más espantoso
es tener encima un grupo así, grandísimo, o a lo mejor aunque
fuera mínimo, ¿no? , pero armado, gritándole a uno, insultándolo, y
uno sin poder hacer nada. Y creo que aun pudiendo, o teniendo un
arma, de todas formas sería una cosa de espanto estar presente
ante un grupo gigantesco. O sea, fue más difícil reponerse de la
cuestión síquica. Creo que eso fue lo que dejó más huella.
En total, estuve 17 días en el hospital. Si no estoy mal, tuve
una fractura múltiple en la región témporoparietal derecha; una
fractura en la región occipital, un hundimiento en el lado derecho

148
del cráneo, y lo de la mano, que es la pérdida de tres dedos.l Lo de
los dedos sucedió cuando traté de cubrirme de un golpe, pero
sinceramente no lo recuerdo. Miguel vio cuando un campesino
me tiró un golpe con el machete, y creo que más bien en forma
instintiva yo alcé la mano y me cubrí, pero me cortó los dedos. No
quedaron desprendidos en ese momento; creo que los sostuvo un
pedazo de piel, porque esos dedos le fueron entregados a mi mamá
más tarde en el hospital.
Aparte de eso tengo una herida en el cuello, que es mínima y
que me hicieron con una hoz; dos en el hombro, y una aquí en la
espalda, pero ésas no sé con qué hayan sido. Los demás golpes fueron
con palos nada más, en la espalda principalmente. Puntapiés también
hubo, pero realmente fue fácil reponerse de ese tipo de golpes.
Como me estuve quejando tanto de la espalda, en el hos-
pital me tomaron radiografías, y no encontraron ninguna lesión en
las costillas ni nada por el estilo. Yo creo que nada más eran los
golpes... ¿contusos? ... en la espalda.
Después del accidente, como un gesto muy humano,
principalmente por parte del estudiantado de la Universidad, hubo una
cuota extraordinaria en la matrícula de ese año de 68. En el Consejo
Universitario del 17 de septiembre, los alumnos acordaron dar cinco
pesos más aparte de su cuota. Se reunieron aproximadamente unos
40 mil pesos, que nos repartimos entre los cinco; las dos viudas y los
tres sobrevivientes, o sea Roberto, Miguel y yo.
En el Hospital Civil nos atendieron gratuitamente; nos pusieron
sangre, nos curaron y todo eso. Los gastos de los días que estuvimos
en el Sanatorio Guadalupe fueron pagados por el gobierno.
Además del gesto de los estudiantes a nivel general, hubo
muchos otros. Yo era empleado bibliotecario de los compañeros

1. N. de la A.: El meñique, el anular y el cordial de la mano izquierda.

149
de Ingeniería Civil y Química. Y entonces ellos mismos se
organizaron independientemente, y cuando ya estaba en mi casa,
uno me llevó 200 pesos; otro 565 pesos con 70 centavos... EI caso
es que entre tres compañeros jefes de grupo me juntaron alrededor
de mil pesos. Y estando en el hospital, hubo una persona que me
llevó el Nuevo Testamento de obsequio. Otra persona, a la que no
conocía, me dijo que no me ofendiera y me llevó un peso... cinco
veintes. Otra persona más me llevó una bolsita de uvas. O sea
que hubo mucha solidaridad de parte de empleados y estudiantes,
y también gestos de personas a quienes ni siquiera conocíamos.
En la primera versión que dio la prensa sobre el hecho, lo
que hicieron fue tergiversarlo todo, porque se hablaba de que
nosotros habíamos ido a izar una bandera a la iglesia del pueblo, y
que a la gente lógicamente no le gustó, y por eso nos habían atacado.
Decían que ellos habían tomado la información de la gente del
pueblo. Fueron La Voz y El Sol de Puebla los que dieron la ver-
sión en ese entonces, pero parcialmente, a su conveniencia...
Pasando ya unos dos meses y medio, Excélsior sacó una versión
más imparcial, dando un análisis más exacto de los hechos. Vino
un reportero y sacó un reportaje muy amplio, muy completo. La
revista Alerta y la Revista Gráfica de Puebla, que editaba
Turismo, también fueron más imparciales; dieron la versión de
que en un pueblo se había actuado en una forma... pues absurda,
arbitraria, tratando así de señalar que habían cometido un error
muy grande con cinco empleados, y había una frase que decía
“que quedaban cuatro tumbas bajo muchas conciencias”.
El Esto sacó también una fotografía donde yo aparezco
inconsciente; me está observando un médico, ¿no?, tomándome el
pulso. Y un amigo que trabaja aquí en la Universidad y que es
estudiante, estaba becado entonces en Alemania, y él me contó
más tarde en qué forma habían salido allá los encabezados. Me

150
los leyó en dos idiomas, en francés y en alemán; o sea que esto sí
tuvo resonancia y llegó inclusive al exterior.
Pero por lo menos localmente, el clero si influyó para que esto
no se divulgara, y más que el clero, la gente que estaba al frente de la
prensa, y que a mi manera de ver, está con la iglesia católica, como el
señor coronel García Valseca. Este señor manejaba una cadena a
nivel nacional, y por lo menos todos sus periódicos, si sacaron algo,
fue a la conveniencia de ellos. Excélsior sacó algo más amplio y
posiblemente algún otro periódico lo hizo también, pero me parece a
mí que se le vino a echar tierra a este asunto con la matanza del 2 de
octubre, o sea que eso acabó de cubrir la masacre de Canoa.
Creo que sí hubo conocimiento del hecho a nivel nacional;
de México vino una comisión del Consejo Nacional de Huelga, y
esa comisión se entrevistó, entre otros grupos de aquí de la
Universidad, con el comité ejecutivo, o sea los que estaban al frente
en la asociación de empleados. Vinieron a saber los motivos de
este linchamiento; ellos tenían entendido que éramos estudiantes,
y se había dicho que ese grupo de cinco estudiantes había ido al
pueblo y que los habían atacado por comunistas y todo eso. Y uno
de los que estaban al frente y que era consejero universitario pidió
que no se tomara como bandera a los empleados; o sea, con esto
se demuestra que no había mucha politización, concientización,
organización ni nada entre los trabajadores.
Las autoridades universitarias nos apoyaron, dándonos cinco
meses y medio de incapacidad, hasta que estuvimos totalmente
repuestos. Nos pagaron íntegramente nuestro sueldo y también
recibimos tratamiento psiquiátrico por parte de un catedrático de
la Universidad.2

2 N. de la A.: El doctor Raúl Córdova Olguín, quien los atendió en forma gratuita
durante muchos meses, y que contribuyó en forma decisiva a restablecer la salud
mental de los tres sobrevivientes.

151
Después de lo que pasó tenía yo unos deseos muy grandes
de meter a toda aquella gente a la cárcel. Pensaba que si había
oportunidad en los careos, legalmente, de obtener la aprehensión
de esa gente, a todos les iba a echar con ganas, hasta verlos en la
cárcel; principalmente a los cabezas, a los que a mi manera de ver
eran los que habían manipulado al pueblo, y también a los autores
materiales. Ese era mi deseo nada más... meterlos a la cárcel.
No he vuelto a Canoa, ni sé si lo que pasó habrá hecho
reaccionar en alguna forma a la gente del pueblo. A veces pienso
que sí, y otras me parece que todavía no, ya que... por lo que sé, la
gente sigue tan cerrada como siempre. Me acuerdo de una cosa
que dijo un sacerdote a quien invitamos a nuestra función. Nos decía
que a ver si con esto que sucedió, el gobierno hace algo no nada
más por Canoa, sino por todo México, por todos los pueblos como
Canoa. Que no traten nada más de ilustrar a través de un documento
como la película, sino que en la práctica no sigan haciéndose los
ciegos. Lo estoy diciendo con las propias palabras de él...
En lo personal, creo que en la cuestión que más hubiera
deseado cambiar no he cambiado, que es precisamente en la
promesa que me hice a mí mismo y le hice a Dios, de que no
volvería a tomar, no volvería a fumar; que trataría de ser un mejor
padre, un mejor esposo, una mejor persona, ¿verdad? Creo que lo
principal: ser un hombre mejor y un mejor cristiano, no lo he hecho,
o sea que en ese sentido he fallado a la promesa que hice.
Pero desde luego, en la cuestión, por decirlo así, social, o
sea ver los problemas que existen en nuestra sociedad, pues en
eso creo yo que es en lo que más he cambiado, porque desde que
sucedió ese zafarrancho he tenido varios puestos en mi trabajo
como representante de los empleados, incluyendo el de consejero
universitario. Ahora soy delegado sindical de una organización
donde ya estamos mejor agrupados o donde ya tenemos una

152
auténtica organización. En este sentido creo yo que sí he
progresado, que he ido avanzando un poco, que me he educado
un poco más. Estoy teniendo una conciencia más, amplia de lo
que es nuestro país, lo que es el sistema en que vivimos, lo que es
la explotación que sufrimos; todo eso lo entiendo mejor.
Sigo creyendo en Dios y en la religión a la que teóricamente
acepto con todo el corazón, pero que prácticamente no cumplo.
Respeto a todos los miembros de la iglesia católica y también a los
sacerdotes, pero como personas nada más. La iglesia católica ha
sufrido fuertes golpes; ha tenido cambios en sus sistemas, y todo
eso se debe a que no hay una base firme desde su origen. Creo yo
que la gente se está dando cuenta por sí sola de todo ese mito que
es la iglesia católica. Cada vez se da más cuenta y se hace más
creyente, pero de sí misma, ¿no? Cree en un Dios, pero a ese
Dios también lo puede encontrar, si no en otra iglesia evangelista o
equis, en su hogar. En su hogar puede adorar a Dios, ¿verdad?
Para mí la iglesia católica se está yendo a pique.
Actualmente trabajo en la Universidad; en la mañana, repar-
tiendo correspondencia, más bien como mensajero, y en la tarde
tengo un puesto en la biblioteca, o sea soy empleado bibliotecario...
ése es mi trabajo. He recorrido varias escuelas, y actua-lmente
estoy en la Dirección y Procesos Técnicos, o sea donde está la
matriz de todas las tarjetas y catálogos que hay en las escuelas;
donde se clasifican y catalogan los libros.
Podría decir que en la actualidad apuradamente voy saliendo,
porque la situación está muy apremiante. Puedo vivir con 10 que
gano, pero vivir como la gente, o sea no con lujos, sino con todas
las comodidades a las que tenemos derecho, eso no...
No pertenezco a ningún partido político; simpatizo con un
cambio, con una situación donde haya, pues... más equidad; donde

153
todos los señores líderes sean los que estén abajo, y los obreros
sean los que estén arriba; donde el campesino verdaderamente
tenga su tierra, y no nomás sea pura demagogia. O sea, un cambio
total en todo el sistema; no sé si a esto se le pueda llamar socialismo,
comunismo o no sé qué, pero cuando haya un cambio donde se
manifiesten estas cosas, pues ése es el que yo deseo.
Como padre, como jefe de casa, deseo darles educación a
mis hijos...al máximo, hasta donde ellos lleguen. Si mis hijas se
casan en el camino, no importa; que ellas tengan una preparación,
la que hayan logrado... y también quiero darles una casa donde se
sientan a gusto; que sea un hogar...pues si no con lujos, sí agradable.
Como persona, me gustaría tener una preparación mucho más
amplia... y como trabajador, pues colaborar con todos en mi
sindicato, aunque sea mínimamente, pero colaborar siempre con
ellos; con el Sindicato de Trabajadores de la Universidad Autónoma
de Puebla, del cual soy delegado sindical.

Roberto
De repente la ambulancia frenó bruscamente, y Miguel, como
todavía iba medio amarrado, se cayó encima de nosotros. Fue
cuando abrimos los ojos y ya pude ver algo. Julián levantó la mano
y que nos enseña; tenía los dedos colgando.
—Miren lo que me hicieron. Pero no lo decía con sentimiento,
sino con emoción, porque ya habíamos salido de ahí. Yo lo escuché
así, y también me sentí muy emocionado. Después de haber querido
dejar de existir minutos antes, en ese momento renació algo grande
en mí, y pensé: “No, pues ahora por nada del mundo me muero”.
Cuando frenamos y se cayó Miguel; el médico, un
practicante que iba con nosotros, y un camillero, trataron de
incorporarlo, pero el que iba adelante en la ambulancia, les dijo:

154
—No los muevan, no los muevan.
Entonces alguien abrió la ambulancia por atrás y que nos
revisan.
—Sí —dicen—, ya están muertos; ya déjenlos.
Volvieron a cerrar; habían puesto piedras para detener a la
ambulancia, y que no sacaran vivo a nadie. En la Cruz Roja, o más
bien en el camino, nos desataron. Y entonces ya empezamos a
platicar:
—Ya ves, mano, lo que pasó.
—¿Y Chucho y Ramón? —preguntó Julián.
—Vienen en la otra ambulancia.
Me di cuenta desde el principio que Julián no aceptaba que
hubiera muerto nadie, más que el dueño de la casa, porque a ése
lo habíamos visto, y el decía:
—Mataron al dueño de la casa rete feo, ¿verdad? —Sí,
mano, y ya nos estaba tocando a nosotros. Apestábamos a gasolina
y no sé a qué. De repente a Julián comenzaron a molestarle los
riñones; decía que le dolían los riñones y los riñones. Llegamos a
la Cruz Roja, y ahí nos pusieron en unas planchas. Alguien llegó, y
sin hacer nada por nosotros dijo:
—Déjenlos; ya están agonizando.
Recuerdo que yo ya no podía hablar nada. Me quedé mudo
por un momento...ya estábamos agonizando. Pero entonces pasó
alguien que me conoció la cara. Vio que éramos compañeros de la
Universidad; bueno, nosotros como trabajadores y ellos como
estudiantes...y se me acercó. Le venía diciendo a otro:
—Mira no más qué soba les pusieron. ¿Pues qué se cayeron
o qué?
—No, creo que los lincharon.
Entonces lo vi, lo reconocí y le digo:
—Javier...

155
Que se me queda viendo y me dice:
—¿Quién eres?
—Javier Ríos... —repetí.
—Soy yo, mano; ¿pero tú quién eres?
El había sido compañero de uno de mis hermanos, que ahora
es ingeniero.
—Rojano —le contesté.
—¿Cuál Rojano? ¿Miguel? ¿Jorge?
—Roberto, el que trabaja en la Universidad. Ayúdame.
—Sí, espérate; ahorita nos movilizamos.
—Se fueron, y al rato que regresan otra vez con camillas y
que nos llevan al Hospital Civil. Allá estaban ellos trabajando y
comenzaron a curarnos. Nos atendieron varios doctores; Javier
Ríos, Amaro Barranco, y otros dos muy a todo dar. Me empezaron
a coser la cabeza...No sé cuántos puntos me pusieron; creo yo
que más de cien. Según decía este muchacho Ríos, tenía 17 cortes
de machete en la cabeza y cuatro fracturas: dos pequeñas en el
temporal izquierdo; una, también pequeña hasta arriba, y otra, que
era la peor... Aparte tenía una fractura en la mano, que no soldó
bien, y un estrellamiento del hueso del antebrazo.
Nos habían rapado y nos comenzaron a curar. A mi derecha
estaba Julián con suero de un lado y del otro sangre. Entonces me
volteé y le pregunté al doctor Ríos:
—Oye, ¿cómo está Julián?
—Como ves, no amanece —dice.
—No, no puede ser; hagan algo por él.
— Pues ya se hizo todo, y mira…
Dentro de su gravedad, le seguían cosiendo la mano. Seguían
atendiéndonos, ¿no? Nos desnudaron por completo para ver cómo
estábamos; teníamos todo el cuerpo amoratado, hinchado, pero
creo que no recibimos ningún machetazo fuerte en el cuerpo, porque
íbamos bien protegidos. Al menos yo llevaba una playera, una

156
camisola gruesa de dril, un suéter, un chaleco tipo borrega, y encima
la chamarra de gabardina gruesa que me había mandado hacer.
La tela estaba cortadísima, pero lo demás no. No me había tocado
ningún corte en el cuerpo sólo en las manos y en la cabeza.
Las heridas en las manos ni las sentía. En esta mano casi
no se ve, pero tengo un corte. Y por acá tenía un pellejo colgando.
Sin embargo, lo que más me preocupaba era Julián.
Después llegaron varias personas y yo entré en un estado
no se de qué...De repente ya no reconocí, pero sin estar el coma,
o sea que para mí cambió por completo todo el ambiente. Yo me
acuerdo que me dormí, pero según me decía el doctor, estaba yo
despierto, estaba platicando. Y después comencé a hablar de otras
cosas. De una fiesta...
Al rato mi mamá se enteró del accidente; le fueron a avisar.
Quiso verme, entró donde yo estaba, y no la reconocí. Inclusive la corrí,
ya una tía que entró ya un hermano, también los corrí. Decía que qué
querían esas señoras y cosas así. Eso me lo platicó después el doctor.
No reaccioné ya sino hasta el otro día que me vi en el hospital, en el
Sanatorio Guadalupe, donde nos trasladaron a petición de la mesa
directiva de los empleados, porque antes no había sindicato, sino una
Asociación, de la cual yo era secretario de Prensa y Propaganda.
Ya en el Sanatorio Guadalupe, me acuerdo que en la mañana
llegó el agente del Ministerio Público, que en aquel entonces era el
licenciado Isauro González Méndez. El me preguntó qué había
sucedido, y yo no quería hablar con nadie ni dar razón de nada,
porque para esto, cuando desperté en el Sanatorio Guadalupe, me
enseñaron un periódico, donde decía que unos empleados o
estudiantes habían tratado de izar una bandera rojinegra en el pueblo
de San Miguel Canoa, y por eso los habían linchado, y cosas así.
Eso me molestó muchísimo...
—Eso no es cierto —dije Es falso como nada.

157
Y cuando llegó el agente del Ministerio Público, le advertí:
—No quiero hablar de nada.
Sin embargo, como el licenciado era conocido; había sido
secretario de la Universidad y muy amigo de nosotros, o al menos
mío, me hizo ver las cosas. Llegó con su secretaria, que también
era una buena amiga y compañera de trabajo.
—Mira, Roberto, comprende —me dijo ella—. El licenciado
es agente del Ministerio Público; viene a levantar un acta. Esto no va
a salir en los periódicos, sino que es tu declaración a las autoridades.
Me hizo entender y ya le dije cómo había estado todo. En
ese momento, los únicos nombres que yo sabía eran el de Enrique
Meza Pérez, el cura; el de Lucas García y el de Pedro, más no los
de la gente… Sólo sabía que nos habían agredido, y que reconocería
yo quizás a más de veinte personas, pero no podía decir sus
nombres, porque no los conocía.
Ese mismo día, o sea el domingo 15 de septiembre, me enteré
de que Julián se encontraba en estado de coma, y que no sabía que
Jesús y Ramón habían muerto. Entonces mis familiares me llegaron
con esa misma mentira, porque pensaron que yo estaba igual.
—¿Dónde están los demás? —les pregunté.
—Pues Julián está aquí, y Miguel en el otro cuarto. Y Jesús
y Ramón están en la Cruz Roja.
—Pero si ellos murieron...
—No...
—Claro que sí; yo me acuerdo que murieron.
Se me había quedado perfectamente grabado que ya habían
muerto...
Después de 15 días me dieron de alta; para esto, yo tenía
una herida que hasta la fecha me sigue dando problemas, muy
leves ya, pero es una herida en el cráneo que tiene más o menos
de 15 a 17 centímetros de largo, y el hueso está abierto unos siete

158
milímetros, o sea que en esa hendidura no hay hueso. Fue la que
más lile trastornó; de esa herida me curaron, me atendieron, en el
Sanatorio Guadalupe. Y también de la mano derecha, porque la
tenía rota, y cortada además.
Un doctor me la enyesó. Yo no me quería dejar enyesar y le dije:
—Primero cúreme la herida, y después me enyesa.
—Mira —me dice—, no es necesario. Ahorita te vamos a
hacer una curación, te enyesamos y verás cómo te alivias.
Entonces me enyesó con todo y todo. Salí del sanatorio, y la
mano me comenzaba a doler. Inclusive antes de salir, se lo comenté
al doctor, y él me revisó y me dijo:
—La mano está bien; no hay problemas. ¿Puedes moverla?
—Sí, sí la muevo, pero me duele, me arde.
—No te preocupes; regresa en dos meses.
Bueno, salí del sanatorio, y yo todavía me sentía mal. Eran
las doce del día, y sería más o menos a fines de septiembre. Mi
hermano fue por mí, porque le quise dar la sorpresa a mi mamá de
que ya estaba bien. Ella no sabía que me habían dado de alta. Llegué
a mí casa a las doce y media, y me senté en la cama...Me sentía
débil todavía, y no sé por qué, estornudé. A la hora de estornudar
sentí un fuerte dolor de cabeza y que caigo al suelo, pero todavía
agarrándome, o sea que caí muy despacio. No fue un trancazo
durísimo; quedé casi acostado en el suelo. Y ya estaba perdiendo el
sentido, cuando mi hermano se dio cuenta y me preguntó:
—¿Qué te pasa?
—Quien sabe —le contesté.
Pero en el momento de levantarme que se ve la mano, y
que me dice:
—Oye, ¿qué escupiste o vomitaste?
—No —le dije—. ¿Por qué?

159
La herida en la cabeza se me había abierto; había cerrado
en falso. Tenía yo una osteomielitis, o sea que se infectó e hueso,
y la carne también estaba ya toda infectada; nomás cerró por
encima.
Después llegó mi mamá, y mi hermano, en vez de darle la
buena noticia de que yo ya estaba en casa, le tuvo que decir
—Mamá, se puso mal otra vez.
Me llevaron al Civil, que ahora es Hospital Universitario,
Regresé al hospital, y ahí me dieron calmantes y me atendieron.
Después llegó el doctor Pedro Báez, me examinó y me dijo:
—Te doy 24 horas para pensar qué haces; si quieres que te
opere o no.
—¿Pues qué tengo?
—Tienes una infección, no te voy a ocultar nada porque ya
está más p’allá que p’acá. De una vez sábelo: te operas, puede
que te salves: no te operas, te mueres, mano.
—¿Y qué hago?
—Consíguete un peluquero que te rape de nuevo, porque ya
tienes un poco de pelo, o que te lo hagan aquí las señoritas, pero son
medio tontas para eso. Así que avísale a tus parientes. Que firme tu
mamá o tu papá, porque eres hijo de familia; no hay otra.
Entonces se lo dije a mi hermano... También le conté a mí
mamá, y ella me contestó:
—Pues si es necesario, que te operen.
En la noche me prepararon, y al otro día, a las ocho de la
mañana, entré a la sala. Ya me operaron, pero ahí no me pusieron
anestesia general, sino local, porque decía el doctor que si me
anestesiaba por completo no iba a saber si respondía yo a la operación.
A ese doctor le tengo mucho agradecimiento porque me
salvó la vida por segunda vez, y él tuvo serias dificultades con el
doctor Ramón Cervantes, neurólogo, quien le dijo que porqué se

160
había metido en eso, que él no era especialista, que ése no era su
trabajo. Yo nunca me molesté, porque estuvo bien lo que me hizo,
¿no? Actuó en el momento necesario, y además el otro señor me
iba a cobrar quien sabe cuántos miles de pesos.
Estuve dos meses en convalecencia, porque tenía yo fuertes
dolores, y sobre todo, desde el principio, desde que estuve en el
Sanatorio Guadalupe, nada más veía que comenzaba a oscurecer, y
sentía un pavor, un pánico por la noche, porque me recordaba todo
eso. Pensaba que alguien se iba a meter por la ventana y me iba a
matar o a machetear. Inclusive hubo una ocasión en que pasó un
carro con sonido anunciando no sé qué. Yo oí altavoces y confundí
lo que decía; comencé a escuchar otra vez aquello. Sí, esta yo com-
pletamente traumatizado; pero poco a poco me recuperé. Cuando
salí del hospital, todavía tenía ese trauma, pero después varios
doctores, inclusive amigos, me ayudaron a restablecerme en la
cuestión sicológica, ya la fecha creo que he superado todo eso.
A los dos meses salí de ahí, pero todavía andaba yo con mi
brazo enyesado. Para esto, en el Hospital Civil nunca le mencioné
al doctor que me dolía el hueso, pero cuando ya estaba otra vez en
la casa, me comenzó a arder. Entonces en la Universidad me
recomendaron con otro médico. Me dijo que fuera a verlo, y él me
atendió y no me cobró nada.
—¿Cuánto tiempo tienes con esto? —me preguntó—. ¿Qué
es lo que tienes?
Le expliqué que tenía una herida y que me ardía la mano.
—¿Pero quién te enyesó?
—Fulano de tal.
—Ahorita te voy a quitar el yeso —me dijo.
Cuando me lo quitó, ni en la parte de encima ni en la de abajo
había piel, y tenía todo negro, una bola de pus, pelos... Bueno, tenía
la mano horrible, o sea que la herida se me había infectado, y la

161
infección se había extendido por toda esa parte. Se molestó bastante
el doctor; inclusive me dijo que le iba a reclamar al otro, pero yo le
pedí que no lo hiciera; que él había hecho lo que había podido, ¿no?
Yo también estaba molesto, pero ese médico me atendió hasta
que sané. Creo que estuve incapacitado como ocho meses; hasta
que se me curó completamente la mano.
Estuve recibiendo tratamiento psiquiátrico durante mucho
tiempo: sicoanálisis y sicoterapia; pensar en cosas, jugar juegos,
cosas así... lnclusive el doctor me ponía a contarle otra vez todo
aquello, para que se me fuera olvidando, y como una recomendación
especial me dijo:
—Siempre que tengas oportunidad platícalo tal como estuvo,
porque es la mejor cura; que lo tomes muy a la ligera, muy así
como si nada.
Iba yo a ver al siquiatra una vez cada 15 días, y me quedaba
con él como tres horas. Creo que ahí fue donde salí avante; me ayudó
bastante, porque ya no tengo ningún trauma. Yo tenía un complejo;
cuando me dieron el machetazo en la oreja creí que la había perdido.
Inclusive me sentía desfigurado de la cara, porque cuando me dieron
el culatazo en la mandíbula no tuve fractura, pero me dejaron sin
músculo. Hasta la fecha sé que tengo un defecto, pero no me gusta
mencionarlo. Trato de que pase desapercibido; sonrío mucho porque
así se me nota menos, y pues... actualmente creo que estoy normal.
Únicamente cuando va a llover, o me duele la cabeza o me
duele la mano. Cuando el tiempo está húmedo, o cuando estoy en
alguna casa y está lloviendo y de repente salgo, me duele la mano;
un dolor como reumático. Y tuve dolores de cabeza hasta hace
tres años. Eran tales los dolores que me privaba, pero eran rápidos.
Por ejemplo, ahorita comenzaba un dolor, me dejaba inmóvil y
caía desvanecido. Inclusive se lo comenté al doctor y pensaron
que eran ataques epilépticos o algo así, pero no, sino que no

162
soportaba el grado de dolor que tenía. Era un dolor que iba subiendo,
subiendo, subiendo rápida-mente, y me acribillaba. De esto ya me
curé también a base de medicinas, a base de tratamientos por
parte del Seguro Social, porque después de que me salí de la
Universidad, en 1970, entré a trabajar a una farmacia, y ahí me
dieron seguro.
La Universidad nos ayudó económicamente; hubo un consejo
extraordinario donde un consejero, un alumno, hizo la proposición
de que las cuotas de inscripción aumentaran cinco pesos por cada
estudiante, para ayuda de los damnificados, que en este caso
éramos nosotros, por lo cual recibimos ocho mil pesos cada uno.
Creo yo que la Universidad nos dio mucho; o más que la
Universidad, las autoridades que estaban en aquel entonces en la
Junta Administrativa y que nos apoyaron grandemente, porque nos
dieron un permiso para que nos restableciéramos. O sea que mientras
yo no estuve trabajando, me pagaron mi sueldo íntegramente.
Pedimos ayuda al gobernador del estado, que era Aarón Me-
rino Fernández; fuimos con el secretario, y nos trajo alargas casi medio
año. Íbamos a pedir... qué sé yo, una beca o dinero, porque nuestro
estado de salud ameritaba pagar especialistas. Entonces nos trajeron
a largas, largas, largas; que mañana, que pasado, que ahora sí, que no
está el gobernador, que mañana viene, que esto y que el otro, y total...
nunca nos atendió personalmente, y tampoco nos ayudó en nada.
Después del linchamiento, en un principio, yo estaba muy
confundido. Cuando salí del hospital, sentía deseos de venganza
hacia las personas que les habían quitado la vida a mis compañeros
y que nos habían humillado, porque aparte del sacrificio al que
fuimos sometidos, creo yo que fue una humillación muy grande,
porque ahí perdimos todo, todo. En nosotros murió algo que es el
valor, el valor humano, y para recuperarlo cuesta mucho trabajo.

163
Y en cuanto a la venganza, pasé por varias etapas. Después,
sentí indiferencia hacia esas personas, y actualmente, pues cierta
lástima... y si estuviera a mi alcance hacerlo, hasta ayudaría yo a
la gente que de veras lo necesitara. No económicamente, sino
moral y sicológicamente.
Durante toda mi vida yo había sido creyente; inclusive, creo
que era un buen creyente. Pero después de lo que me pasó, mis
ideas cambiaron totalmente. Ahora sólo respeto la religión ya que
podría decir que me regí por sus normas durante equis tiempo,
pero hasta ahí nomás. He llegado a comprender bastantes cosas;
sobre todo a raíz de esto me he puesto a estudiar dichos temas y
creo que he profundizado bastante. He conocido, he sabido muchas
cosas, y cuando se llega a la duda, ya no se puede creer en nada.
Actualmente no practico ninguna religión, aunque cuando
recibo alguna invitación para una fiesta; en la que tiene uno que
asistir a la iglesia, he asistido. Como ya dije, yo respeto... y no
estoy hablando nada más de la católica, sino que respeto igualmente
cualquier religión.
Antes de los sucesos yo no estaba, podríamos decir,
politizado. Actualmente no considero que ya lo esté, pero antes
estaba peor, o sea que en realidad desconocía por qué peleaban
los estudiantes, o más bien las bases. Sabía los motivos, el porqué
de la huelga y todo el movimiento, pero no le encontraba yo un
fondo real. Y siempre decía que los estudiantes eran una cosa y
los trabajadores éramos otra.
Con tristeza me he dado cuenta, no ahora, sino desde hace
tiempo, que la prensa distorsiona siempre las noticias, o sea que
uno da una información y la falsean totalmente, pero creo yo que
en aquel tiempo, en 1968, el estudiante era algo nefasto para la
prensa. Como que se veía que era una cuestión personal; no política,
sino que ya era una batalla entre prensa y estudiantes.

164
Creo que de toda la República, los estudiantes de la Univer-
sidad de Puebla fueron los que más se adentraron en el problema
en aquel entonces; inclusive los estudiantes de Puebla eran los
primeros que se organizaban para asistir a las manifestaciones
que se hicieron en la ciudad de México.
Después de lo que nos pasó, la primera manifestación que
hicieron los estudiantes fue precisamente el 16 de septiembre, cuando
llevaron los cuerpos de nuestros compañeros a su destino; es decir, a
los panteones. Fue más que un cortejo fúnebre, un acto donde
manifestaron su repudio a las gentes que por atrás habían movido
todo este suceso, o sea a la prensa ya todas las personas que trataron
de distorsionar las noticias y de azuzar indirectamente al pueblo. Los
estudiantes daban a entender que ellos eran los autores intelectuales.
Cuando nosotros estábamos en el hospital, varios compañeros
del Directorio Estudiantil Poblano se acercaron a nosotros.
Recuerdo al presidente, Guillermo Camacho, y a otros compañeros,
como son los hermanos Márquez. Fueron hasta el hospital, y nos
dijeron que estaban dispuestos tres camiones con estudiantes para
ir a Canoa a tomar venganza.
Esta fue otra de las manifestaciones que tuvieron los
estudiantes, para demostramos que estaban con nosotros. Yo traté
de convencer a los muchachos; de decirles, inclusive llorando, que
no había necesidad de más sangre, puesto que ya se había derramado
bastante para crear conciencia en la gente. Pero por desgracia esa
gente es tan cerrada que mataría a otros y a otros y a otros, y por lo
que veo no les importaría hacerlo, inclusive en la actualidad.
Pero los estudiantes hicieron caso omiso de lo que les dijimos.
A los dos días decidieron ir, y al llegar allá fueron rechazados. No
en una batalla o algo así, sino que miembros del ejército estaban
apostados en la carretera, y simplemente no los dejaron pasar. Se
bajaron los dirigentes; hablaron con los comandantes de los grupos

165
militares, y ellos los convencieron de que no fueran a hacer algo al
pueblo, porque habría más muertos, y sería un problema.
Como ocho meses después de lo que nos sucedió regresé a
la Universidad, pero no al mismo puesto. Anteriormente había
estado en intendencia, y después...no sé si por la consideración
que se nos tenía, me subieron a la rectoría. En ese puesto también
duré muy poco; ¿Qué sería?.. dos meses. Más tarde, como yo
tenía aptitudes para la electrónica y había estudiado acústica y
grabaciones, llegué a ser el técnico en sonido de la Universidad.
Inclusive coloqué bocinas e hice una serie de arreglos para el
sonido local en el Barroco y en el Paraninfo, que son los salones
que más se usan para ceremonias y esas cosas.
Estuve trabajando en la Universidad hasta el 17 de agosto de
1970; de ahí, inmediatamente pasé a la cadena de farmacias San
Román. Me tocó entrar a trabajar en la que está frente a la Catedral,
como gerente de esa farmacia. Ahí duré aproximadamente un año;
después me ofrecieron un empleo mejor, y di las gracias y me fui a
trabajar a una compañía que se llama Alumex, S.A. Se dedican a
hacer aluminio. Estuve allá cuatro años, en el departamento de
Coordinación y Programación, y me salí de la compañía el 15 o 16
de abril de 1975, precisamente para asistir a la filmación de la película
Canoa, que había comenzado el 13 de abril en Santa Rita Tlahuapan.
Siempre tuve interés por la fotografía; podríamos decir
que desde que estaba yo en la secundaria, cuando comencé a
trabajar con el señor Ávila, porque hacíamos excursiones y había
cosas maravillosas en el campo; faldas de montañas, montes... o
sea, paisajes tan bonitos que eran dignos de plasmarse en alguna
forma, ¿no? y de ahí me nació ese interés, nada más que nunca
lo concreté. Ya después, cuando comencé con la fotografía como
hobby, fue muy bonito, pero era demasiado cara, y entonces tuve
que dejarla.

166
Cuando trabajaba yo en Alumex, ya tenía yo bastante
experiencia; inclusive tomé cursos aquí en Puebla. Tengo por ahí un
par de diplomas de cursos que he tomado: uno fue de color directo, y
el otro también de color, porque se puede decir que el blanco y negro
lo aprendí aquí en la Universidad, en el departamento de fotografía.
Aparte estuve trabajando con unos compañeros en un grupo
que formamos. Y después de que me salí de la: fábrica; durante la
filmación, o sea entre idas y venidas, monté mi estudio, y estuvo
funcionando bastante bien. Nada más que, aproximadamente a
principios de mayo de 1976, quebré porque me robaron, me
saquearon todo el estudio y me quedé sin nada.
Yo tenía una serie de amigos, y como nos llevábamos
bastante bien, inclusive les di llaves a cinco de ellos. Entonces
todos entraban y salían y quién sabe... tal vez alguno le dio llave a
otro, y ese otro me sacó las cosas. No sé ni cómo estuvo; yo ya
los investigué a todos, y ninguno de ellos fue. Un viernes me fui a
México, y regresé el domingo en la mañana. Fui sacar unas fotos,
porque todos los domingos me salía yo con mi cámara a cualquier
parte, a tomar fotografías. Y ese domingo me encontré con la
sorpresa de que el estudio estaba semivacío. Entonces ya no tenía
caso seguir con él. Habría necesitado, pues... otros 30 o 40 mil
pesos para comenzar de nuevo, y ya estaba muy difícil la cosa.
Pero me gustaría volver a hacerlo. Inclusive he buscado una
oportunidad de entrar ya sea a un laboratorio o a alguna parte donde
se haga fotografía; desde tomarse y procesarse hasta entregarse.
Dentro de unos días entraré a un nuevo trabajo. Y también
me proponen que me vaya a Los Ángeles a trabajar, pero no sé...
Siempre me ha gustado ir a lo seguro; o sea pensar las cosas para
hacerlas, y no hacerlas para pensarlas. A mí no me gusta echarme
albures, a ver si me va bien o me va mal. Si me va mal, es porque
no planeé las cosas muy bien.

167
En cuanto a mi vida personal... yo me casé exactamente el
11 de abril de 1971, y me duró muy poco la felicidad, porque el 15 de
julio de 1972 falleció mi esposa... Se llamaba Haydeé Olivera y me
dejó una nena de mes y medio. Lo que le pasó a mi esposa fue... yo
le he llamado siempre un accidente estúpido. Sucedió de la siguiente
manera... Ella estaba en la casa, bañando a mi hija precisamente.
La terminó de bañar, y luego se iba a bañar ella. Para esto, ella era
excesivamente limpia. Cuando terminó de bañarse, se acabó el agua.
Quiso dejar limpio el baño —vivíamos en el primer piso— y bajó por
unas cubetas de agua, según me dicen los vecinos. Primero bajó por
una, y debe haber tirado agua en las escaleras. Bajó por la segunda,
se resbaló, cayó de las escaleras y se desnucó.
Yo no me encontraba en la casa en ese momento; estaba
trabajando. Eso le sucedió a la una de la tarde, y creo que yo me
había salido como a las nueve y media de la mañana. Regresé a
mi casa como a las dos, porque iba a haber una fiesta en la casa
de mi mamá. Se bautizaba uno de mis sobrinos y se confirmaba
otro; los dos del mismo hermano, el que es cuatro años mayor que
yo: Javier. Primero pasé a la casa de mi mamá y vi cómo estaba la
cosa, para ver si podíamos ir con la bebita, que tenía mes y medio
apenas. Pasé por allá y me dijo mi mamá:
—Oye, ¿por qué no traes a mis hijas?
—Se refería a mi esposa ya su nieta, ¿no? Entonces me fui
a la casa por ellas, y al llegar allá me encontré a una de las primas
de mi esposa. Y que me detiene y me dice:
—Espérate, cálmate, no entres así.
Yo todavía no sabía de qué se trataba y le pregunté:
—¿Qué es lo que pasa?
—No; espérate, espérate —me dijo ella.
Para esto, yo ya había visto el coche de mis suegros afuera,
y pensé: “¿Habrá habido algún pleito o qué cosa?” y total, que me

168
enojo y entro a la recámara... y ahí estaba ella tendida. Murió
inmediatamente; una de las vecinas que vivían arriba fue la que se
dio cuenta de cómo estuvo la cosa. Abajo de mi casa vivían unos
estudiantes de Medicina. Ellos fueron los que trataron de auxiliarla;
le inyectaron coramina en el corazón e hicieron todo lo posible...pero
nada, no respondió; ya estaba muerta. Tenía 25 años cuando falleció.
Realmente esto fue, pues...bastante duro, pero después de
tantas cosas que suceden...Claro, no se asemeja a lo que me pasó;
fueron cosas muy diferentes, aunque al fin mortificaciones las dos,
pero creo que se enseña uno a ser fuerte.
Por ejemplo, a mi mamá le acaban de hacer una operación.
Parece que tiene cáncer, y yo realmente... No es que ya no sienta
nada; la quiero mucho, la adoro, pero... pues ya tomo las cosas
como vienen.
Mi hija también las ha pasado muy duras desde el principio.
Gracias a Dios que su mamá no le daba el pecho —porque habría sido
la muerte, ¿no? ,—sino que ya tomaba biberón, ya tomaba leche de
bote. Entonces eso ayudó bastante... Después le dio una como neumonía,
y ha tenido sus problemas, como todos los niños, pero ha salido avante.
Actualmente tiene cuatro años, los cumplió el 24 de mayo de 1976. Se
llama María del Rocío, y vive con mi mamá y conmigo.
He pensado en rehacer mi vida, pero más adelante, cuando
cuente con una estabilidad económica...o por lo menos con un
buen trabajo, y entonces sí me lanzo al ruedo nuevamente.
En realidad a mí me hubiera gustado estudiar una carrera y
es más, creo que estoy empezando de nuevo. Yo estudié la
secundaria, la terminé, más no recogí mi certificado por deber
materias. Entonces, como ya no recuerdo nada de la secundaria
comencé con este curso abierto de la Secretaría de Educación.
Lo comencé porque veo que es necesario estar preparado par el
mañana, que para mí ya es el ahorita, ¿no?

169
Tengo en mente estudiar una carrera; en un principio siempre
me gustó la arquitectura o la ingeniería civil. Sin embargo, ahora me he
dado cuenta de que hay otra carrera más bonita; aunque más difícil,
pero que me gustaría precisamente por lo difícil, que es la medicina.
Aparte de eso, mis planes para el futuro son: hacer mucho
dinero, porque me he dado cuenta de que, aunque muchos dicen
que el dinero no es la vida, creo que es lo que mueve todo... Después,
juntarme o irme o casarme con otra mujer, y pues... hacer mi vida
normal; tratar de obtener la felicidad, aunque siempre me ha fallado,
y creo que a todos nos falla, pero creo que algún día voy a llegar a
lograrla.
Realmente creo que de alguna manera todos esos golpes que
he sufrido me han servido, porque como dicen: entre más caídas,
agarra uno más práctica para caer, y después ya cae uno hasta
riéndose. Entonces pienso yo que sí he recibido golpes duros, pero
también que hay gentes que las han pasado peores, aunque por
desgracia muchos se amargan fácilmente. Yo no; yo siempre trato
de sonreír... No es que me valga sombrilla todo, como me dicen en
mi casa, sino que trato de ver las cosas por el lado bueno, y si no lo
tienen, al menos no con desilusión, sino más bien con filosofía.

El proceso
El agente del Ministerio Público ya había levantado un acta, que
se suponía que era una acusación, porque eso se persigue de oficio.
Nosotros comenzamos a mover esto como a los dos meses de lo
que nos pasó, cuando ya nos sentíamos un poco recuperados;
cuando ya estábamos, se puede decir, capacitados para hacerlo.
El licenciado Isauro González era el agente del Ministerio Público,
y él nos había prometido que se iba a hacer justicia. Entonces
nosotros fuimos únicamente a declarar y a reforzar la acusación.
Roberto cooperó muy poco, porque él ya quería dejar todo por la

170
paz; decía que ya bastante nos habían hecho. Pero después de
algún tiempo, cuando le dijimos:
—Vamos a careamos con equis persona.
—Pues sí, sí lo hago —contestó él—, y si lo reconozco, se
va a arrepentir.
Nosotros pedíamos una indemnización por daños y perjuicios.
Hacíamos cargos al gobierno, porque realmente consideramos que
éste en cierto modo tuvo la culpa, ya que los alcaldes que ponen al
frente de los pueblos muchas veces no están ahí por la voluntad
de la gente, sino que son impuestos; todos sabemos de ese sistema
del PRI. También lo culpamos porque no nada más está a cargo
de los alcaldes, sino que también está al frente de la educación, y
si no hay una supervisión correcta, el gobierno es culpable de esto.
Por eso lo señalamos y pedimos una indemnización. Estuvimos
tratando esto con el licenciado Castorena; ese señor era el
secretario del gobernador. A él le dirigimos varios escritos, exigiendo
el castigo para los culpables y una indemnización para los heridos
y para los familiares de los muertos.
Nos estuvo recibiendo el licenciado Castorena; cuando
llegábamos nos decía: “Compañeritos; pasen, compañeritos”, y nos
abrazaba y todo eso. Este señor supo de nuestros problemas, como
autoridad que representaba al gobierno del estado, pero realmente
lo único que hizo fue traernos así y decir que estaba encauzando
nuestras peticiones. Fue una persona que siempre nos trató
demagógicamente, y que le dio carpetazo al asunto. Creemos que
esto se debe a que había intereses clericales o personales de por
medio, y por ese motivo nunca hizo nada, ¿verdad? Porque en ese
entonces él pudo haber actuado, y no lo hizo nunca.
El licenciado Palafox, que había sido secretario de la
Universidad, también fue a vernos y nos dijo que él estaba dispuesto
a colaborar con nosotros para que se castigara a las personas que
nos habían atacado. Y sí, aproximadamente a los dos meses, aquí

171
en la Universidad nos proporcionaron un pasante de leyes que
estaba haciendo su servicio, para que nos asesorara y todo eso.
Se presentó una lista que nos habían dado el hermano del difunto
Lucas García, su hermana y otras personas que proporcionaron datos
sobre todos los que habían participado en el linchamiento. Los que
encabezaban la lista eran el sacerdote del lugar, el presidente munici-
pal, el comandante, los dueños de los altavoces, los dueños de los
camiones de la línea Puebla-Canoa, y otros. Julián llegó a saber hasta
el nombre del que le cortó los dedos; o sea que todo eso lo sabíamos,
pero los señores de la ley nada más creyeron conveniente señalar a
11 personas. Nosotros teníamos una lista más amplia, pero todo se
manejó a la manera de ellos, a su conveniencia.
También con el licenciado que nos estaba llevando el asunto
tuvimos una divergencia. Tres o cuatro meses después nos
mandaron citar para careamos con una persona que había caído
en la cárcel. Era un señor grande; se llama Pablo Sánchez, y Miguel
se acordaba de que lo había visto. No era el que encabezaba
directamente, pero sí participó, y por eso lo habíamos acusado.
Pero el pasante, o sea el abogado que nos estaba asesorando, nos
dijo que él no era culpable, que había habido un error; y que nosotros,
al declarar, no debíamos señalarlo culpable. A nosotros nos pareció
sospechoso todo eso y nos desligamos de él. Cuando nos careamos
con ese señor, a Julián le dio mucha lástima, y no lo señaló ni
culpable ni inocente; simplemente dijo que no lo conocía. Pero
Roberto y Miguel y las sobrinas de Lucas garcía lo reconocieron,
y se quedó como dos años en la cárcel.
Después de esto, el juez encargado del asunto, que era
el licenciado Armando Romero Marroquín, nos dijo que él se
encargaría de ordenar todas las aprehensiones, y que cuando
cayera alguna persona nos avisaría, pero ya no nos volvió a
llamar.

172
Luego nos entrevistamos nuevamente con el secretario par-
ticular del gobernador, y le pedimos que se hiciera justicia. Le
dijimos que ya nos la estaban haciendo cansada, que no se
aprehendía a ninguna persona ni nada. Fuimos muchas veces a
querer hablar con el gobernador, pero no nos recibió él, sino su
secretario, y él nos dijo que personalmente se encargaría de
presionar al procurador; pero allí quedó la cosa, porque nomás nos
decían que sí... y pues no, no se hizo justicia.
Estuvo en la cárcel Pablo Sánchez, que ya salió, y otros dos
señores... No recordamos sus nombres. Después cayeron como
otras cuatro personas, pero salieron luego; alguno estuvieron ahí
cuando mucho unos 15 días y los sacaron, pero ya no nos mandaron
llamar a nosotros, sino que ellos hicieron todo. Por ejemplo, uno de
los que cayeron se llama Miguel Monarca. Nosotros hemos
comprobado que ese señor participó también igual que su mujer,
pero lo dejaron libre. Luego nos llegó el rumor de que los agentes
que tenían las órdenes de aprehensión iban con los campesinos, o
sea con la gente que había participado; les pedían dinero y ya no
los detenían. O sea que ellos buscaban su conveniencia y ya con
eso los dejaban. También a algunos que cayeron, luego luego los
sacaron libres bajo fianza, o quién sabe cómo, pero el chiste es
que no los ajusticiaron y no se hizo nada.
Las personas que fueron a la cárcel no eran las principales...
Nosotros acusamos directamente al padre, por ejemplo de azuzar
e incitar a la gente, ya que es una persona que manipula al pueblo,
y si él en cualquier momento hubiera actuado, habría parado toda
la situación, ¿no? , máxime que estaba presente, puesto que Roberto
lo vio. Y también acusamos a las autoridades del pueblo ya los
permisionarios de los camiones de San Miguel Canoa, así como a
una serie de personas que no eran autoridades pero que eran
allegados del padre en ese entonces.

173
El proceso duró más o menos como tres o cuatro años, y
después le dieron carpetazo… Inclusive a la fecha el caso no está
terminado; está abierto pero prácticamente archivado, podríamos decir.
En vista de que los careos y la cuestión legal y todo eso no
sirvieron para nada, pues realmente nos decepcionamos. No tenía
caso seguir perdiendo el tiempo con los citatorios, para que nos
dieran atole con el dedo con que ya se estaba tratando de hacer
justicia...y todo era falso, ¿no? Entonces lo dejamos por la paz, y
pues eso realmente quedó impune, porque cayó en la cárcel un
señor que posiblemente era el menos indicado. Otros cayeron
después; tal vez sí tengan culpa, pero a los principales nunca los
aprehendieron. Cayó uno de ellos, que era el presidente munici-
pal; este señor estuvo en la cárcel y nos avisaron, pero ya después
de que lo habían soltado, o sea que todo esto nos parece sucio, y
pues... sinceramente no creemos en ese tipo de autoridades.
Total, que no recibimos ninguna indemnización. El licenciado
Castorena decía que estaban en trámite nuestras peticiones, pero
él también trató de engañarnos, de darnos largas hasta que nos
cansáramos, y eso fue lo que pasó, ¿no? Nosotros ya no creímos
más, y ya nunca regresamos.

La película
En 1971 Roberto comenzó con eso de la fotografía y fue entonces
cuando se le metió en la cabeza la idea de hacer una película que
quizás se llamaría El linchamiento, Memorias de un linchamiento,
La noche macabra o Pesadilla; algo así... jamás pensó en Canoa.
Pensaba hacer un corto metraje, o más bien una película en Súper
8, pero salía demasiado caro, y él no estaba en posibilidades de
hacerlo.
Pasaron dos años más, y en 73, o a principios de 74, comentó
con dos compañeros; los mismos que ha tenido siempre, desde la

174
secundaria, que le agradaría mucho hacer una película, y que quería
ver si la podía hacer conjuntamente con la Universidad. Y sus
amigos le dijeron que el monto era excesivo y que no iban a aceptar,
porque no iban a querer hacerla en Súper 8, sino en 16 milímetros.
Siguió pasando el tiempo, y un día invitaron a Roberto a una
reseña de películas de protesta y cosas así, aquí en Puebla, en el
Teatro Principal. El no pudo asistir, pero un día, uno de sus
compañeros que necesitaba unas fotos, le dejó recado en su casa
de que lo alcanzara en el Teatro Principal: Ese día era la clausura;
se acababa el ciclo de conferencias y cine, y después de eso había
un cóctel. A las conferencias habían asistido varias personalidades
del cine, como Tomás Pérez Turrent, Sergio Olhovich y otros.
Después de esto invitaron a todos los asistentes al teatro a
que fueran a “Hermilo”, y Roberto se les pegó y se fueron al cóctel.
Le tocó sentarse frente a Tomás Pérez Turrent, sin conocerlo
siquiera, más que de nombre. Nunca pensó decirle:
—Me gustaría hacer una película de 35 milímetros.
Lo veía imposible, y además Pérez Turrent nunca había
hecho una película tampoco.
Estaban ahí varios universitarios y otras personas. Pérez
Turrent comenzó a platicarles que él iba a hacer un cine nuevo, y
que precisamente tenía la idea de hacer una película sobre ciertos
hechos consumados en Puebla. Aquí en Puebla han sucedido
muchas cosas, así es que Roberto nunca se imaginó que fuera lo
de Canoa. Entonces Turrent siguió diciendo que se trataba de algo
que la prensa había ocultado; que había hablado de ello durante
dos o tres días, pero después vinieron las Olimpiadas y se calló por
completo. Y Roberto comenzó a pensar: “No, pues eso es Canoa”.
En seguida el señor Pérez Turrent se puso a platicar con
una maestra de historia de aquí de la Universidad; le preguntó si

175
había manera de localizar a los sobrevivientes, y entonces Roberto
intervino en la conversación y le indicó:
—Oiga, señor, yo se los podría localizar. Además yo sé como
estuvo todo el relajo, le podría dar santo y seña de todo lo que pasó.
—¿De veras?
—Sí, mire; pasó esto y esto otro.
Entonces el señor Turrent le creyó.
—Bueno —le dije—, ¿pero dónde puedo conseguir a los
sobrevivientes?
—Pues yo soy uno de ellos.
Turrent casi se carcajeó.
—¿Cómo va a ser usted uno de los sobrevivientes? —le
dice.
El se imaginaba a una persona quizás introvertida, mutilada,
o en peores condiciones físicas.
—No, no se lo creo —repitió.
—Mire —le contestó Roberto—; a uno de los muchachos
le dieron un machetazo en el cráneo, ¿no? bueno, le dieron muchos,
pero uno de los principales fue éste...
Que se agacha y le enseña la herida; una herida grandísima.
El señor Turrent había leído los partes médicos y policíacos en los
juzgados, y le dijo:
—No, no puede ser. ¿Cómo se llama usted?
—Roberto Rojano.
—Sí, sí es usted —aceptó por fin.
Entonces Turrent ya le dijo que tenía ganas de escribir el
argumento, para una de las próximas películas de paquete.
A él se le ocurrió la idea de hacer esta película. A Roberto
también, aunque por otro lado, ¿no?, o sea en forma más pequeña,
pero al señor Turrent se le había ocurrido ya en grande; con más
técnica; con mayores conocimientos.

176
Esto fue más o menos en agosto de 1974, y quedaron de
verse a los 15 días. Roberto esperó 15 días; Turrent no le habló ni
vino a Puebla, pero como le había dado su teléfono, él insistió.
Que le habla y entonces le explicó que no había tenido tiempo,
pero que a los ocho días sí vendría. Y por fin vino y le dijo:
—Ahora sí vamos a ver a los otros dos.
Y Roberto ya lo llevó a la Universidad, para que habláramos
los cuatro. Se planteó la propuesta para ver si aceptábamos o qué
hacíamos, ¿verdad? Y entonces ya platicamos. Nos preguntó qué
opinábamos, y le dijimos que estábamos de acuerdo en que se
hiciera la película, porque íbamos a denunciar que no se había
hecho justicia, pero siempre y cuando saliera todo tal y como
nosotros lo narráramos. El nos aseguró que sí, y aceptamos.
El señor Turrent nos dijo que primero quería hacer el argumento,
sin proponernos nada económicamente. Pero a nosotros nos entusiasmó
la idea y nos abrimos de capa. Estuvimos en contacto para narrarle
todo, y le dimos todos los datos necesarios, toda la información que
quería. Se puede decir que hicimos conjuntamente el argumento; todo
el guión es información nuestra, es... nuestro vía crucis, ¿verdad?
Cuando el señor Turrent se fue, nos dijo:
—Espérenme unos 15 días, porque se va a hacer un con-
curso de guiones para las películas de paquete. Si el mío sale
premiado, se hace la película.
Esperamos 15 días, un mes... y al mes nos comunicamos
nuevamente con él.
—¿Qué pasó? —le preguntamos.
Les tengo una buena noticia; se hace la película.
Ahora nada más espero que el banco autorice el presupuesto.
Nosotros creíamos que la cosa iba a ser muy rápida, y él nos había
dicho 15 días. Esperamos otro mes y le hablamos...
—No, pues todavía no —dice.

177
Entonces nosotros ya dejamos eso por la paz. Pero como a
los dos meses, un día que nos localiza:
—Muchachos —nos dijo—, ya se comenzó a filmar la
película desde ayer. Vengo de parte de Conacine; les ofrecen 5
mil pesos a cada uno. Píenselo y díganme.
Pues nos emocionamos, ¿no?, y le dijimos:
—Mire, no necesitamos pensar; queremos 10 mil pesos, no
5 mil.
El dijo que no se podía, que quién sabe qué. Y entonces le
insistimos.
—A ver si puede usted conseguirnos esa suma.
Turrent nada más pensaba en nosotros, en los tres
sobrevivientes. Pero le explicamos que también necesitábamos
darles algo a las viudas de nuestros compañeros. El dijo que era
muy difícil, pero que en fin.. y se fue. Al otro día regresó y dice:
—Vámonos a Tlahuapan, donde se está filmando la película.
Ya nos explicó que no se había podido filmar en San Miguel
Canoa porque había problemas... Que él había hecho el intento de pedir
permiso allá, pero que no quisieron. Era obvio, ¿no? Y entonces se
buscó otro pueblo que tuviera más o menos las mismas características.
Nos fuimos a Santa Rita Tlahuapan; llegamos allá un viernes,
nos liquidaron los 10 mil pesos y nos quedamos a la filmación.
Después nos trajeron a Puebla nuevamente; nos dijeron que nos
habían dado ese dinero, pero que querían que colaboráramos
asesorando a los artistas y técnicos; al director, al argumentista...
a todos, durante la filmación. O sea que nos pidieron que los
ayudáramos, para que la película saliera... pues más real, ¿verdad?,
para que nosotros viéramos los detalles que se les pasaran y para
que opináramos sobre las escenas.
Y sí, estuvimos como asesores. Claro que no nos pagaron
nada por eso, sino únicamente la cantidad que nos habían dado. Nos

178
dieron esa ayuda no como colaboradores ni como asesores, sino
nada más para poder usar nuestros nombres. En la película no
tenemos ningún crédito; eso fue lo que alegamos después con el
director, pero él nos dijo que no, que podíamos tener problemas...En
fin, lavadas de cerebro.
Estuvimos asesorando a los actores; ellos querían que les
explicáramos más en detalle nuestra forma de ser… qué sentimos
en esos momentos, qué hacíamos; en fin, todas nuestras reacciones,
para que ellos interpretaran más profundamente el personaje. Igual
sucedió con el director y los técnicos; hubo detalles que nos
preguntaron y les informamos.
Todos los días íbamos a Santa Rita Tlahuapan, que está
delante de San Martín Texmelucan. Estuvimos trabajando ahí como
seis semanas, y se nos fue...pues una cantidad considerable. De
los 10 mil pesos que nos dieron a cada uno, como tres mil se nos
fueron en gastos.
Nosotros queríamos actuar en la película, y nos dijeron: “No,
les falta experiencia; no pueden. Y además el Sindicato acaba de
tener un problema laboral, y esto y el otro”. Pero nos dieron papeles
pequeños. Por ejemplo, en la escena en el zócalo, salimos mar-
chando y nos pagaron aparte. Miguel salió en ésa y en otra en el
Salón Barroco. Julián hizo una escena, y Roberto tres; sale al
principio de la película, junto a uno de los féretros, en el acto que
se les hace a las víctimas en el Paraninfo; luego sosteniendo una
pancarta en el desfile sobre el zócalo, y al final de la película, en el
hospital, haciendo el papel de su propio hermano. Nos pagaron
por cada escena como 500 pesos.
Desde que empezó la filmación, varios de los actores y los
técnicos nos regañaron. Nos dijeron que nos habían transado, que
nos habían robado, porque esa cantidad era muy pequeña; era una
limosna, ¿verdad? Que de menos nos tenían que dar de cincuenta

179
a 100 mil pesos a cada uno, porque era una cosa con la que —si
pegaba— iban a sacar mucho dinero. Todavía no sabían si iba a
ser un éxito, pero por lo que veían era una película muy buena,
muy bien realizada, y sobre todo con un argumento muy apegado
a la realidad... y nos aconsejaron que pidiéramos más.
Entonces nosotros hablamos con el señor Turrent, ya que a
él lo conocíamos, y le preguntamos si no había forma de que se
nos diera otra ayuda, aparte de lo que nos habían dado.El nos
contestó que iba a hablar con el licenciado Rodolfo Echeverría, y
que nos comunicaría lo que se decidiera. Pasaron algunos días, y
después nos dijo que estuviéramos pendientes porque él iba a ir a
la filmación, y que ahí habría oportunidad de que nosotros le
planteáramos el problema; que a él le era un poco difícil, porque
ya habíamos aceptado otra cantidad.
Nosotros hicimos un escrito, estuvimos esperando la llegada
del licenciado Echeverría, y nos dieron largas; que no podía, que ahora
va a llegar, que mañana. Total, que no se pudo, porque se terminó la
película y él no fue a la filmación. Después fuimos muchas veces a
México; y por fin, un día antes del estreno de la película aquí en
Puebla, el 11 de diciembre de 1975, el señor Turrent nos dijo que nos
esperaba el licenciado, y que iba a tratar el problema con nosotros.
Hablamos con el licenciado Echeverría; nos felicitó y le
dijimos que queríamos ver si se reconsideraba la cantidad que nos
habían dado porque veíamos que era muy poco, ¿verdad? Nada
más que nosotros no conocíamos nada de cine, nada de ese
ambiente, y por eso no habíamos pedido lo justo.
Le presentamos un escrito al licenciado, en donde solicitá-
bamos 25 mil pesos aparte de los 10 mil que ya nos habían dado; o
sea, que en total fueran 35 mil pesos para cada uno de nosotros y
las viudas. El nos dijo que sí, que con mucho gusto, que él estaba
de acuerdo, que contáramos con él. Que se nos iba a dar esa

180
cantidad; que nada más esperáramos a que extendieran los
cheques. Y además nos prometió que se iba a hacer una premier
a beneficio de nosotros allá en la ciudad de México, vendiendo los
boletos a 100 pesos. La condición era que al otro día nos teníamos
que presentar en el estreno de la película, o en los estrenos que
hubiera. El 12 de diciembre nos presentamos aquí en Puebla, en el
cine Variedades, y tuvo bastante éxito el de ese día. Hubo preguntas
por parte de la gente, y nosotros las contestamos y todo eso.
Realmente estábamos muy contentos, y después estuvimos
comunicándonos con el señor Turrent para preguntarle qué pasaba con
el dinero, porque él había quedado de avisarnos lo que hubiera. Nos dijo
que no habían aprobado nada todavía, pero nosotros creíamos que
estábamos en lo dicho por el licenciado y... pues, estuvimos esperando
un tiempo y no nos llamaban. La película ya se había estrenado también
en México, y no habían hecho caso de la premier. Le planteamos eso al
señor Turrent, y nos dijo que el licenciado Echeverría se había ido a Los
Ángeles y que no se podía solucionar nada.
Ya después nos hicieron una entrevista en el periódico El
Universal, y ahí pedimos que cumplieran con lo que nos habían
prometido. Y en otra entrevista que nos hizo el señor Manolo
Fábregas en el canal 13, pedimos que nos ayudaran, porque
necesitábamos ese dinero. A los tres días de esa entrevista nos
hablaron por teléfono, para decirnos que ya estaba la cantidad que
habíamos pedido; nada más que cuando fuimos a México nos
informaron que había diez mil pesos para nosotros, que era lo que
había acordado, porque él había acordado el licenciado Echeverría.
Nosotros no estuvimos de acuerdo, porque él había quedado
de que nos iba a dar 25 mil pesos, y aparte la premier, ¿ verdad?
En último caso, pues la premier ya no la peleábamos, sino que nos
dieran esa cantidad nada más. Pero no estaba el licenciado Echeve-
rría y no se pudo arreglar nada. Entonces nos regresamos a Puebla

181
y llamamos otra vez al señor Turrent, pero él ya nos habló un poco
molesto. Nos dijo que por qué no habíamos aceptado esa cantidad,
que después se habría peleado más; bueno, eso nos dio a entender.
Nosotros no quisimos, y entonces Julián fue a México con un
pasante de aquí del Jurídico de la Universidad, para pedir que se
nos respetara lo que se había acordado, y tampoco hubo nada,
ninguna resolución, sino que ya más tarde nos hablaron por teléfono,
para decimos que se nos habían concedido 15 mil pesos, que con
los 10 mil que nos habían dado, sumaban los 25 mil pesos. Que si
los queríamos; que eso era lo último que había. El oficio en donde
pedíamos 25 mil pesos para cada uno, aparte de lo que habíamos
recibido, está muy claro, pero nosotros, para no seguir batallando
mas, pues aceptamos lo que nos dieron.
Habíamos pedido también 25 mil para la viuda de Canoa, o
sea la de Lucas García, porque ella no había recibido nada. Y a
todos nos completaron 25 mil pesos nada más. Entonces, pensamos
que hasta cierto punto nos tomaron el pelo, nos estafaron, ¿verdad?
Respecto a la función, nos dijeron que nosotros la organi-
záramos y que la hiciéramos en Puebla. Nosotros les explicamos
que la película ya se había exhibido aquí durante muchas semanas,
y que iba á estar difícil. Pero ellos nos contestaron que si había
algún problema, se nos volvería a hacer en otra ciudad.
La función se llevó acabo el 26 de mayo de 1976, a las
nueve de la noche. Eran 2 mil 600 boletos a 65 pesos, y apura-
damente vendimos como unos 400, pero los estuvimos vendiendo
a dos por uno, o sea que ya en pesos, fueron 200 boletos. No
tuvimos éxito; fuimos a la quiebra porque toda la gente ya había
visto la película, y todavía nos quedamos endrogados como con
mil pesos por los gastos que hicimos, los trámites y todo eso, o sea
que en vez de que mejoráramos, quedamos peor.

182
Desde luego, nosotros ya no tenemos ganas de hacer otra
función, porque nos fue muy mal en ésta, y ya no queremos más
problemas.
En un principio, nosotros pedimos que nos dieran un
porcentaje, y ellos nos hablaron, por una parte, de la cuestión sindical,
y por otra parte, de la coproducción entre estado y trabajadores y
actores; o sea, nos dieron salidas, argumentos, pero a su conve-
niencia. Creemos que lo más equitativo hubiera sido lo que hicieron
con actores y trabajadores; porque a ellos sí les van a dar regalías
por todo el tiempo que la película se esté explotando, tanto en el
país como en el extranjero.

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184
CAPÍTULO VI

SAN MIGUEL CANOA


(después de la tragedia)

“Dende entonces tenemos


enfermedá... enfermedá de espanto”
Tomasa García

Desde aquel día...


Los estudiantes pidieron el favor para poderse quedar, porque cuando
llegaron ya estaba lloviendo y ya era tarde. Por eso nos siguieron;
por eso ya no se fueron. De manera es que empezó la campana;
empezaron los aparatos de sonido. Y los muchachos de l’Universidá
que vinieron, oyeron doblar las campanas, pero no se dieron cuenta.
Hablaron varios por los radios que hay en el pueblo —cada
sección tiene sus aparatos de sonido—, y dijeron que se juntara la
gente, que se levantara la gente.
La campana ya estaba doblando, pero muchos no quisieron
salir, porque si no les pasaba a los estudiantes, les iba a pasar a los
del pueblo. A todos les iba a tocar, porque el pueblo ya estaba
dispuesto, y naturalmente, el padre lo orientaba y lo ayudaba, y
pior el comandante Luis Pérez Domínguez….Ya andaba orientando
a su gente, y ya andaba con particulares que se iban a levantar.
Una mujer, Guadalupe Vivanco, dijo por los aparatos:
—¡Ustedes, levántense!, porque orita ya pusieron la bandera
rojanegra en la torre; no se ve porque ya es de noche. ¿Ora cómo
vamos a estar mañana, pasado mañana? ¿Qué tantas más banderas
queremos? Nomás una, pero queremos la tricolor; no queremos la

185
rojanegra. ¡Mátenla, mátenla; levanten gente! Miren, unos ya
salieron, unos ya van corriendo por la carretera con otros que los
acompañan de acá, pero ya los tenemos conocidos, ya sabemos
quiénes son. Aquí los vamos a agarrar en unos días. Siguen, siguen;
se van derecho por la carretera.
Andreya Arce, ésa que de a bien es carmelitana1 vive cerca
de ónde los sacaron a los de la l’Universidá, y gritó también con el
aparato de sonido de su propia casa.
Le gritó a la gente y le dijo:
—¡Auxilio, señores! ¡Levántense, salgan de sus casas! Vamos
corriendo; ¿qué estamos haciendo aquí abajo? Ya vienen sacando
cosas casa por casa... ¡Vamos, vengan, amontónense! Orita los
vamos a agarrar, orita los vamos a matar. Vénganse armados,
corriendo; en casa de Faustino “el Tragaveinte” ya sacaron cosas,
y allá mero están con sus vecinos. ¡Vamos corriendo!
Y de por sí gritaron de más secciones, y como en algunas
partes no se daban cuenta ónde estaban, por el aparato gritaban:
—Están en tal parte; en la sección cuarta. Allá están; en
casa de Lucas García.
Corrió la gente, hombres y mujeres, y como el padre les
había dicho, se levantaron. Quien traía hacha, quien traía machete,
quien traía bieldo, quien traía barra, pico; lo que podían, pero ese
día se levantaron, y agarraron de sus casas lo que pudieron. Y de
por sí se vio que les dieron, porque hasta entre ellos mismos se
lastimaron, de tanto que se amontonaron. Y aunque ya los habían
matado, aunque ya los habían dejado tirados, los que pasaban de
nuevo les pegaban y de nuevo los lastimaban.
Cuando pasó, cuando los acabaron, ya salió el cabresto del
padre; salió gente de la iglesia, pero no del lado de ónde dicen misa.

1 N. de la A.: Carmelitana; de la orden del Carmen.

186
No… del lado de onde le decimos zaguán; la entrada del padre, la
casa de la iglesia. y entonces ya salió y aconsejó a la gente.
Lucas García nunca andaba pidiendo, por ejemplo, que lo
orientaran. Pero sí se defendía. No estaba de acuerdo con el cura,
porque no le gustó, segurito, el acuerdo que tenían el cura y
l’autoridá. No le gustó... al contrario, parecía que estaba en con-
tra de él. Pero tampoco se juntaba con el encargado de los contrarios
del padre, porque en parte pos no tenía tiempo, y en parte también,
pos no creía ni en los encargados, ni en los contrarios del padre, ni
en el padre, ni en las autoridades. No les tenía miedo, ni pensaba
que algún día iba a tener que pedirles un favor, ni les creía nada.
Por eso sus primos, los dueños de los camiones, se armaron con lo
que pudieron y levantaron a harta gente pa’ que lo mataran. Sí,
porque ya le traían ganas...
El finado Lucas sí pagaba el dinero que pedía el padre, pero
a veces, según, cuando quería darlo, porque cómo pedía dialtiro
ese viejo… ¡Uh...! Por ejemplo, en mayo y junio diario decía misa,
y se iba cambiando todos los vestidos, y los encargados ya les
pedían 50, hasta 60 pesos a los que tenían, y a los otros les pedían
diez o cinco... asegún. Pero Lucas estaba conforme con dar tanto
cuando quería. Y cuando no pagaba, no entraba a la iglesia.
No pasó como dicen... Cuando murió el finado Lucas y
luego amaneció: la gente, hombres y mujeres, decían que no se
habían dado cuenta quién los llevaba, y que Lucas estaba de acuerdo
con los estudiantes. Mentira, no traían acuerdo... Es que la fortuna
quiso que ya fuera tarde, que estuviera lloviendo, que se hiciera de
noche y que no tuvieran donde quedarse y que se encontraran con
su hermano. Y por eso los llevó a su casa. No es cierto lo que
decían...Uh, pos que la bandera estaba destendida, que estaba
allá en su casa; que tenían la bandera rojanegra, y otra ropa con la
que se vestían de comunistas. Allá se quedaron, de allá los sacaron,

187
pero no es cierto que allá había harta ropa; nomás lo dijo la gente.
A Lucas le inventaban que no trabajaba, que andaba haciendo
relaciones en Puebla, pero no era cierto.
De por sí le dieron varios tiros a Lucas; no muchos, pero sí
le dieron. Primero le pegaron con el hacha; de a bien de a bien,
casi le cortaron la cabeza. Y dicen que el segundo que le dio fue
Salvador Zepeda, con una escopeta de dos cañones, y que después
le dio con retrocarga su primo, el dueño de camiones Samuel Luna.
Y otras gentes, aunque ya estaba tirado, todavía le pegaron.
Lo llevaron allá a Puebla junto con los muchachos; los levantaron
juntos. Y cuando volvieron y lo trajeron aquí, a la viuda le ordenaron
tener la casa cerrada, porque de l’Universidá dijeron que iban a mandar
gente pa que la registraran, pa que vieran cómo lo habían sacado y si
la bandera estaba allá, así es que de momento quedó cerrada. Entonces
la viuda llegó con el finado al patio de la casa y lo dejó ahí un rato. Y
llegó la noche, pero no se quedó ahí, porque fue a verlo su tía, y
entonces lo pasaron a otra casa, ahí cerca, a la casa de su tía; lo
velaron, y a la mañana siguiente lo enterraron. Muy pocos fueron a
enterrarlo; hasta les pedían el favor porque la gente no quería
aceptarlo... Así son los vecinos; aunque sean compadres, aunque sean
familiares, pero por el susto que pasaron, y como aquí viven sus primos
y son ricos, y como vieron lo que pasó en el pueblo, pos no... de veras
tuvieron miedo. Entonces le ayudaron a la viuda del finado Lucas,
pero no se acercaron. Lo enterraron poquitos...
Desde lo que le pasó ese día, en aquel tiempo, al finado
Lucas, sus hijos se quedaron aquí, y pos no les pasa la pena. Siempre
tienen tristeza por el finado, por su papá. La gente ve que esos
niños se pasan las mañanas, los mediodías y las tardes sin hacer
nada, y que les falta qué comer y les falta qué vestir. Al mayor,
como ya es muchacho, a veces la ocupa la gente pa que les ayude
a trabajar, y pos ya va saliendo un rato.

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Una vez, harta gente vio a Tomasa, la viuda, allá en la orilla
del puente, al lado de la casa. Y se encontró a esa mujer Andreya
Arce, y que la para y que platican. La gente que pasaba vio que
estaba llorando la Tomasa, y oyeron que le decía a Andreya:
—No, pos lloro por lo que le pasó a mi dijunto, porque mataron
a Lucas, por lo que pasó y por lo que le hicieron... y yo los quiero
a todos.
Lloraba la viuda del finado Lucas. Entonces Andreya dialtiro
le rogaba más y agarraba confianza con ella.
Después de lo que pasó, el padre Meza más se encabronó,
porque ya mentaba más mentadas cuando hacía misa. Decía
mentadas a la gente, al que se quejaba, al que no le parecía, que si
fulano se encabronó... y de todo se daba cuenta él, pero cómo no
se iba a dar cuenta... Todo le decía y le llevaba Rafael Arce.
Cuando el padre levantó firmas y dinero p’arreglar con el
gobierno lo de los muertos de l’Universidá, unos que no se metieron,
firmaron, y otros que se metieron y mataron, no firmaron. Los
encargados decían:
—El padre dialtiro es amigo del gobierno, tanto el de acá
como el de México, y está en contra de l’Universidá... Por eso
pasó lo que pasó.
Al Ministerio Público le tocó hacer un escrito cuando los
muertos de l’Universidá. Y que lo mandan allá a Puebla, y decían
que no sabían quién les había dado, porque todo el pueblo se había
levantado; que no se sabía con seguridá quién los había matado.
Eso fue porque se habían puesto de acuerdo Nicolás Arce, el
secretario, y Carmen Arce Marcial... Así traían al pueblo... a pura
mentira; que platicaban con el gobierno, que rendían parte... La
gente se queja desde hace tiempo; por eso vienen dividiendo al
pueblo, porque entre las mismas autoridades traen ese acuerdo y
no hacen justicia. Los que están de autoridá no quieren salir, pero

189
no por su pueblo, sólo por el dinero, porque las multas que agarran
son enteramente para ellos y para sus conocidos en el gobierno.
Enrique Meza salió de Canoa y se regresó a Ahuatempan,
pero no pronto. De momento mandaron a la Federación para que
cuidara al padre de la gente que estaba en su contra; para que ni
unos ni otros lo fueran a atacar al pueblo. Pero ese destacamento
no aguantó; ellos mismos se retiraron porque decían que sufrían y
que no les gustaba estar aquí.
La gente de San Miguel acusaba al padre con escritos en la
catedral de Puebla. En ese tiempo ya estaba acusado con el
arzobispo de México, y hasta le habían mandado una carta al Papa,
pero él echaba mentadas los domingos y decía:
—Ustedes no me pueden hacer eso, porque voy a salir de
aquí... pero no vivo, sino muerto.
Y la gente le creía; por eso lo ayudaban mucho.
Pero de por sí los dejó sin avisarles; nomás lo buscaron y ya se
había ido. Se fue a quedar a Ahuatempan, y de ahí da vueltas a su casa
de la ciudá, allá en Puebla... Porque el padre Arcadio compró casa en la
ciudá; el padre Manuel también, y el padre Enrique igualmente consiguió
casa propia en la ciudá. Cada vez que la arreglaba iban trabajadores del
pueblo: ellos le regalaban su trabajo, pero no los olvidaba, los consideraba.
Por eso saben dónde está su casa, por eso van a preguntar por él. y si
no viene a Canoa, entonces ya lo van a buscar hasta allá.
Aquí en el pueblo ya casi todos vieron la película, y se
enojaron los que se metieron. De a bien de a bien, algunos se dan
cuenta de lo que hicieron y se arrepienten, pero ya lo hicieron, y
otros no se dan cuenta de que lo que hicieron es pecado, y dicen:
—El padre nos mandó... y cuando nos llegue la hora, él nos
va a pasar allá al cielo.
Cuando pasó lo de l’Universidá, cambió de cara harta gente
del pueblo. El que no mató, el que no se metió, trae la cara como

190
antes, y al que se metió se le nota; la gente siempre se da cuenta...
Los que se metieron a veces ponen la cara de lado; antes siempre
saludaban, pero ora se agachan. y otros no se saludan por lo que
pasó, y ésos pior... Vienen de la ciudad; andan trazando calles y
traen cuidado; andan llevando cara no contenta, y todavía quieren
matar a otros. Ahora tienen conocidos en la ciudá, y entre ellos
mismos platican:
—Pos no se dan cuenta si yo también me metí; si yo también
maté.
A unos que mataron y que trabajan en la ciudá, les preguntan:
—¿Tú te metiste?
Y sí se metieron, pos contestan:
—No, pos yo no me metí; yo no salí.
Ellos se juntan y platican qué van a hacer; que si se van a dar
cuenta, que traen pláticas con el gobierno o con la oficina de la CCI;
que mejor van a matar a algunos pa que se quede contento el pueblo
y queden contentos ellos. Ese acuerdo traen, y juntan y ofrecen
dinero porque deben delito y están pagando. Después de lo que
pasó, dan vueltas, a Ahuatempan con el padre, porque quieren que
vuelva, quieren que regrese... Por sí, porque dicen que está bien
con el gobernador, y no nornás con él, sino hasta con el presidente
de la República. Ora apenas vino, el 29 de septiembre de 75...
Llegó diciendo de la película. Vino a ver a la gente en
septiembre, y les contó. Dialtiro la gente quería amontonarse ahí, y
platicaron y todo. En diciembre llegó la película y llegó Año Nuevo,
y todos corrían, todos daban vueltas, y que no estaban contentos, y
que vamos a ver con qué cosa nos van a engañar. El padre Enrique
volvió a venir en febrero; un sábado en la tarde vino a quedarse, y a
la mañana siguiente empezó la misa y el sermón, y dijo:
—Miren señores de Canoa; aquí llegué y aquí estoy, pero
hablé primero al cielo con nuestro patrón San Miguel Arcángel.

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Le pedí permiso para venir acá, para poder verlo. Quédense
contentos por mí, y yo por ustedes voy a rogar a Dios. No le hagan
caso a la película; ya llegó... No la vayan a ver al cine, porque el
cine no es bueno. Filmaron la película, pero de aquí del pueblo salió...
Ese que informó es un enemigo que no quiere a su prójimo, que no
perdona a su prójimo. Cuando se muera se va a ir al infierno, y
ustedes no. Una vez que quieran al padre, y una vez que lo obedezcan,
cuando se mueran se van a ir al cielo. Aquí el padre está represen-
tando a Jesucristo; hagan de cuenta como abogado...como abogado
va a abogar allá en el cielo por ustedes. Si aquí el pueblo obedeció,
allá lo va a pasar el padre, pero el que aquí le haga groserías al
padre, cuando se muera no va a tener ayuda.
Cuando llegó el padre en la tarde, corrieron todos, ya la
mañana siguiente, cuando acabó la misa, ya estaban esperando a
que saliera de la iglesia para darle su regalo. Le dieron maíz, pollo,
fríjol, unas totolas, lo que podían regalarle... y no solamente el
pueblo de San Miguel, sino hasta el pueblo de San Isidro, porque
como están juntos, y como manda el curato de San Miguel Canoa,
entonces la gente también viene, de allá. Cuando pasó lo de
l’Universidá también se metió la gente de ese pueblo, nomás que
San Miguel Canoa está en Puebla y San Isidro en Tlaxcala.
Orita está de cura en San Miguel Canoa el sobrino del pa-
dre Meza, Rafael Cahuatzin. Pos no hace política, no hace pelea,
no se mete ni quiere tener acuerdo con l’autoridá que está, pero
eso sí, sigue con los cobros pa la obra, como siempre.
El padre Meza decía que el agua potable nomás él la podía
conseguir; que la luz y la carretera, solamente él, y que ninguna
gente lo iba a hacer. Pero no es cierto; las gentes que estaban en
contra del padre le demostraron cómo podían ayudar a su pueblo,
porque el que hizo los corridos, Domingo Arce, fue al gobierno
con sus conocidos, y perdió tiempo y gastó de su bolsa, pero
consiguió que el gobierno le regalara mucho dinero. Puso una

192
escuela primaria con todo; con patio, con agua potable, con jardín
y con baño, y no molestó al pueblo ni con un centavo, ni con trabajo,
como con la obra de la iglesia, que iban tocando casa por casa,
sección por sección. No pidió que hicieran ningún viaje por arena,
ni por agua. Los maestros no ayudaron; todo lo hizo el gobierno.
Le pusieron la escuela al pueblo regalada; sin pedir difiero, y sin
nada de molestias, nada de firmas. El padre Enrique Meza dice
que solamente él puede hacer las cosas, pero no... Otras gentes sí
pueden hacerlas, y las hacen mejor.
Los dueños de los camiones son Carmen Arce Marcial,
Rafael Arce, Teodomiro Luna, Juvenal Luna y Samuel Luna. Ganan
centavos, ganan mucho, pero la gente del pueblo dialtiro sufre,
porque los llevan apretados ai como animales, ya unos ya los
mataron, de tanto que se amontonan. Un señor murió en su mero
natalicio; se cayó del camión... y más antes un niño como de siete,
ocho años se murió en el camión del que es dueño Teodomiro,
porque éste dejó que se apretaran mucho, y el niño murió.
Son nueve carros; a la señora Francisca Luna, no hace mucho
tiempo, la mató el carro 1, y le avisaron a su esposo y al dueño del
camión. Cuando llegaron, su marido mentó mentadas, y el dueño dijo:
—Ah, por este pueblo, esta gente que no tiene cuidado...Pos
ora ya murió; así es que vamos a arreglamos con el padre.
No tuvo la culpa la señora, sino el chofer, que ha de haber
venido borracho, segurito, pero no le hicieron nada porque es cuñado
del dueño del camión.
La gente espera mucho tiempo el camión en la carretera...
Los carros nomás están parados ahí en la plaza, y no bajan pronto;
sino hasta la hora que ellos quieran, porque nadie les ordena desde
que principiaron hasta orita. Muchas veces formaron a la gente
con sus dos pesos en la mano, y el que no tenía, no subía. Y si uno
llevaba nomás uno cincuenta, le decían:

193
—Uno cincuenta no.. Este pasaje vale más.
Pero ahora ya no cobran doble, porque se levantó la gente y
los acusaron...

Tomasa y Pascual
El de Lucas es tan sólo un lejano recuerdo en la memoria de Tomasa
Arce, su viuda, y del hijo mayor de ambos, Pascual García. Nada de
lo que ellos cuentan evoca la figura maciza, concreta, de un hombre
de carne y hueso... Se ha convertido en un personaje legendario,
cuyos contornos se hacen cada vez más vagos, más borrosos... La
casi oligofrenia de Tomasa, el alcoholismo adquirido por el obligado
consumo diario de pulque como parte fundamental de la alimentación,
la incultura total, la barrera lingüística, su desconfianza y reserva,
hacen muy difícil, casi imposible, la comunicación con ellos. Las
palabras salen de sus labios como de un cuentagotas artrítico que
dejara escapar, penosa y lentamente, los últimos restos de su
contenido... Los “quién sabe”, los “no sé”, se repiten monótonamente,
denunciando el azoro, la angustia y la impotencia ante una realidad
que para ellos resulta totalmente incomprensible.
¿Qué pueden decirnos de Lucas García? Que era campesino,
que tenía sus tierritas y muy poco dinero, que sembraba maíz, que
era bueno con su mujer y sus hijos, y muy trabajador. Las rígidas
piezas van formando el rompecabezas acartonado... pero la risa del
hombre, sus chistes, sus picardías, sus toscas caricias, su elemental
ternura... todo eso quedó inédito, perdido para siempre entre las
cuatro paredes del cuarto de piedra donde vivió y murió, y donde
fue y seguirá siendo un extraño para su familia. Ahora su retrato
ocupa un lugar preponderante en el humilde hogar... Lucas de papel,
de cartón; mítico y quijotesco Lucas, caballero medieval vestido de
manta y montando un caballo de petate que cumplió —hasta la
última gota de su sangre— con el sagrado deber de la hospitalidad.

194
—Me llamo Tomasa Arce García y nací en Canoa; bueno,
en San Isidro. Tengo 39 años...31 cuando murió mi dijunto; ya va
para ocho años. Teníamos como siete años de casados y cuatro
niños: dos niñas y dos niños...
Mi dijunto era campesino; sembraba... pos máiz, pero no
tanto... poquito. De dinero no tenía nada...nada de dinero. Pero
era güeno, y trabajaba bien, ajá.
Orita yo ya no puedo andar. Ya agarré cosa de enfermedá.
Cosas del pueblo, culpa del pueblo, por eso ya agarré la enfermedá.
Dicen que de bilis, ajá... por culpa del pueblo, cuando se murió el
dijunto Lucas García.
No quería al siñor cura; quén sabe por qué. Era algo político
también el siñor cura. No quería al dijunto porque estaba con la
CCI y no sé cuantas cosas.
El siñor cura pedía muncho, muncho, muncho dinero, quén
sabe para qué; yo creo que para comprar terrenos. Mi dijunto no
quería dar nada de dinero nunca; nunca pagaba mi dijunto...
Tuvieron pleitos; se quejó la gente una vez, hace tiempo.
Pero unas personas dicen que algo bueno tienen de parte del siñor
cura. Tienen una escuela.
Cuando llegaron los muchachos de l’Universidá a mi casa,
hablaban de que iban a ir al cerro. Eran buenas gentes... Nomás
querían ir a la Malinche; no es cierto que iban a robar...Es pura
chismosería. Pensaron que iban a robar porque dende antes decían
que había muncha gente mala.
Pero la siñora Andreya Arce dijo que trajeran barreta, cuchillo,
bieldo, martillo...arma, escopeta; cualquier cosa, vaya...Dijo que
trajeran unas cuantas cosas para matarlos, que ya habían llegado
los comunistas, y que ya saliéramos a la calle, ajá... Hablaba en
mexicano. Ellos estaban en mi casa; luego echaron tiros, luego
sacaron a los muchachos, les amarraron sus manos, y a la señoritas
también las agarraron y se las llevaron.

195
Se quedaron en nuestra casa, pero luego salimos; que salgo
con mis muchachitos. Nomás me fui a la barranca y no vi nada de
lo que pasó.
Primero murió el dijunto; primero él. Dice un hombre:
“Cuando le pegaron a su esposo, le pegaron acá”. Le cortaron el
cuello con un hacha, y luego le echaron, dice él también, un tiro
hasta su corazón.
Quén sabe quén lo mató; eran varios, no nomás unos cuantos.
Tuvieron la culpa el siñor cura, la campana; nomás el siñor, pues...
Cuando les pasó eso a los muchachos de Puebla y también
al difunto Lucas García, dicen que una señora que se llama Berta
Beatriz Pérez juntó de a 25 pesos por cada cabeza. Que iba de
casa en casa pidiendo dinero. Decía la siñora: “Órale, paguen de a
25 pesos para la viuda”.
Pero no me dieron nada, nada de dinero; nada más dicen. Lo
recogieron y al siñor cura creo se lo llevaron, y hasta orita... y cuando
lo juntaron, después se fueron... se fueron todos a Santa Inés.
Todavía dicen en el pueblo: “Grita está comiendo con el
dinero de nosotros que juntó la siñora”, pero no es cierto. Dicen
ques que se juntaron 30 mil pesos, pero yo no vi nada de dinero.
El marido de Andreya fue a la cárcel, y Pánfilo, que orita
está también... ajá, Pánfilo Zepeda. Nada más dos, creo. Los
dueños de los camiones; un siñor Samuel Luna, y un Juvenal Luna
y un Teodomiro Luna, no cayeron en la cárcel... no, ni uno. Y el
Martín, que estaba entonces de presidente municipal; Martín Pérez,
tampoco. Vive orita en el pueblo, y andaba también esa noche...
una siñora dice que andaba en la plaza Pero nadien quería dejarse
que lo metieran a la cárcel.
Ora dicen que queren matar otra vez unos cuantos de allá del
pueblo, porque ya están mal acostumbrados y queren matar a unas
gentes; quén sabe por qué. Orita están bien malos aquí en Canoa;
ya cuando voy a mi casa, cuando voy a alguna parte, pues cuando

196
voy tan siquiera a la tienda, ya dicen: “Miren, ya se va quién sabe
por dónde, ya tiene dinero, ya vendió otra vez a su pueblo”. Cuando
me voy en camión de pasajeros, de a bien que hago harto coraje.
Dicen unas personas que el padre Enrique Meza ya vino
otra vez a Canoa. Vieron que vino aquí tres días y ya, pero yo no
lo vi. Orita está en Santa Inés.
Yo no vi a los muchachos de l’Universidá cuando estaban
malos. A los muertos sí, cuando fui por mi dijunto... ¡Hijole, uno
estaba abierto de acá y también de acá...! Al hospital no fui; al
hospital no. Pos apenas hace como tres o cuatro meses vi a los
muchachos, cuando me dieron el dinero de la película.
Voy a misa nomás cada y cuando, igual, igual… De todas
maneras, qué culpa tiene San Miguel. Tiene la culpa la gente.
Del diezmo, no dimos nada de parte del maguey, porque
orita no tenemos nosotros, pero los demás sí, si...
Orita no sacamos nada con la cosecha. El otro año, como todo
estaba en contra, no sembramos. Apenas este año, aunque sea tres terrenos.
y no tenemos animales, no tenemos nada; gallinas y guajolotes... eso sí.
Comemos frijoles, sopita; cuando tenemos dinero, un poco
de carne. Leche no... nomás pulquito.
Con mi siñor di orita ya tenemos otros tres niños, ya tenemos
siete... vivimos en la misma casa; sí.
Agua...a veces hay, a veces no hay. Y la tenemos casi junto
al terreno de nosotros, pero hasta la Malinche... ajá. Pero cuando
quere subir, a m’ijo le queren pegar. Y por eso tengo muina, porque
les queren pegar a mis niños cuando agarran l’agua. Queren peliar
ellos también, si...
Todos se llevaban bien antes, pero nomás con el siñor cura
no... Quén sabe por qué. Sabía mi dijunto, pero yo no sé por qué...
Traen mucho pleito en Canoa, sí. Dicen que ya vendí a mi pueblo,
pero no es cierto. De la película nomás me dieron 25 mil pesos. Ya
vi la película... Me dio algo de pena...

197
—Yo soy Pascual García y tengo 14 años; ya entré a 15.
Nomás estudié primero; leer sí sé... no mucho, pero escribir no.
Tengo seis hermanos: Arturo, de 13 años, Silvia de 10, Al-
berta de 8, y las tres más chicas... Luisa de 6, Sebastiana de 4 y
Francisca de 2 años.
Trabajo la tierra; le ayudo a mi padrastro... sembramos maíz
y fríjol. El terreno es de cachitos; nada más tres. Me levanto a las
seis y me voy al campo a raspar los magueyes. Trabajo nada más
hasta las cinco, y luego descanso, porque ya estoy muy cansado.
Mi mamá tiene el terreno del agua; tiene nomás una parte.
No nos cobran el agua, nomás nos dan recibo, pero cuando se
descomponen los tubos y no vamos a limpiarlos, no nos dejan
acarrear agua. Eso lo manda el presidente municipal.
En el pueblo no hay cine, ni baile, ni nada que hacer. ¿Los
domingos? Pues... nada más andar paseando por ahí...
Cuando mataron a mi papá me faltaba un mes para los seis
años y no me acuerdo bien; nada más sé lo que pasó.
A mi mamá la quieren matar aquí en Canoa; la quieren
traicionar muchas personas. No la quieren por el dinero que dicen
que recogió. A mí también me hacen cosas... Pero aquí nos vamos
a quedar... porque aquí tenemos nuestros terrenos y nuestra casa;
bueno, de mi papá.
No es verdad que el mundo sea ancho y ajeno... es dolorosa-
mente propio y angosto como los cachitos de terreno pedregoso
que le has arrancado a la montaña, Pascual García, sumergido a
tus 14 años en la ignorancia, en la resignación, en el no-hacer-
nada para derribar los muros que te aprisionan.
El horizonte se enjunta, se reduce, se limita, se circunscribe;
nace y viene a morir aquí mismo, en las ásperas faldas de la
Malinche…

198
Nueve años después
Un letrero anuncia la inminente llegada...
(San Miguel Canoa; 5 mil 945 habitantes en 1968...6
mil 831 según el último estudio socioeconómico, realizado en
mayo de 1976; 8 mil 300 incluyendo los ejidos circunvecinos,
de acuerdo con otra fuente. El crecimiento demográfico ha
sido considerable si tomamos en cuenta que alrededor de 5
mil personas han emigrado a otros pueblos o ciudades).
Hombres de apariencia impasible pastorean el ganado que
avanza por la carretera...
(Población económicamente activa, 28.4 por ciento, de
la cual el 82.1 por ciento se dedica a actividades agropecuarias,
el 3.6 por ciento trabaja en industrias, y el 7.0 por ciento en
empresas de servicios públicos).
Unas cuantas casuchas van apareciendo a ambos lados del
camino, y su número crece cada vez más, hasta convertirse en
dos filas nutridas al llegar al corazón del pueblo...
(Total de construcciones para habitación: mil 063, de
las cuales el 93.3 por ciento son propias).
La pequeña plaza se encuentra casi vacía. Unos cuantos
niños se divierten en los juegos infantiles... Se escuchan canciones
ramplonas que difunden las bocinas que infestan el pueblo, y también
uno que otro mensaje que se entiende con dificultad... Fulano de
tal dedica a Zutanita, de la sección equis, la siguiente canción...
(Aparatos de sonido para uso público en tiendas y casas
particulares: 23... todos con bocinas o parlantes),
Descalzas, con la cabeza cubierta con el rebozo que forma
una especie de rodete sobre el cual descansa el cántaro, varias
mujeres se reúnen alrededor de la toma de agua, cerca de la iglesia...
(Viviendas con agua entubada o toma: 7.0 por ciento...
Con drenaje o canal de desagüe: 7.8 por ciento)

199
Escasean las casas de piedra o de ladrillo. La mayoría son
de adobe, o de materiales todavía más rudimentarios. Los silos, de
pequeñas dimensiones, están construidos sobre pilotes de madera...
(Viviendas de materiales rústicos como adobe, madera.,
lámina, cartón y palma, con piso de terracería; 73.8 por ciento).
Afuera, en los corrales, los animales domésticos —cerdos,
chivos, burros, gallinas, guajolotes, pichones— buscan en el suelo
restos de alimentos. En el interior de los jacales se vislumbran
escasos enseres: petates, cuadros, imágenes religiosas... casi
ningún mueble.
(Viviendas con luz eléctrica: 31.0 por ciento; con radio:
40.5 por ciento; con televisión: 3.8 por ciento).
Dos o tres mujeres ofrecen su mísera mercancía: exiguos
montoncitos de ciruelas, cacahuates, nopales y chiles verdes, sobre
una banqueta enfrente de la Plaza...
(En la actualidad, la productividad de las tierras ha
disminuido grandemente, a causa de la destrucción casi total
del cinturón boscoso que rodeaba al pueblo, y de la erosión
que ésta provocó como consecuencia. Ahora las principales
fuentes de ingresos son la leña y el carbón, así como la
explotación del maguey, ya que la tierra se presta para el cultivo
de dicha planta. Los que extraen el pulque introducen este
líquido en varios poblados y en la ciudad de Puebla, aunque
con grandes dificultades, para evadir el pago al fisco).
Plastas de estiércol salpican las calles empedradas; aquí y
allá se forman lodazales...
Los niños... sucios, panzones, desgreñados, con ropas
andrajosas y llenas de mugre, juegan entre la tierra...
La iglesia parece señorearlo todo desde la orgullosa altura
de sus cúpulas...

200
Un hombre pasa dando traspiés por la calle, y dejando tras
de sí una estela olorosa a pulque.
Atrás de la iglesia, un puente atraviesa una barranca, cubierta
por espesa vegetación...
El sol suelta sobre las cabezas un chorro de plomo fundido...
Enjambres de mosquitos zumban por doquier...
Acurrucado como un niño en el regazo de la Malinche, San
Miguel Canoa dormita su sueño de siglos... Es un pueblo pintoresco...
con todo el pintoresquismo de subdesarrollo. Situado a poco más de
l0 kilómetros de Puebla, en 1976 continúa completamente alejado
de la civilización, del progreso, de la cultura...
Mas entre la ignorancia y la barbarie comienzan a levantarse
voces nuevas, voces firmes, voces no aguardentosas por el pulque,
voces que hablan un fluido y correcto español.
La esperanza no ha muerto, aunque pretendan ahogarla entre
faldones de sotanas y discursos de políticos; la esperanza es una
verde enredadera que sigue reptando tenaz, empeñada en brotar
en un diminuto resquicio entre las rocas.
Sí, la esperanza surge por fin y retumba, vigorosa, en el
coro de las jóvenes voces de Canoa...
A nuestro grupo lo nombramos Unidad Popular. Nuestro
movimiento fue iniciado a fines de 1974; en los primeros días de
diciembre, y se vino a organizar mejor a principios de enero de 75,
cuando los obreros de aquí protestamos en contra del alza del pasaje
—que aumentaron los permisionarios de los camiones en forma
repentina, sin avisarle al pueblo, ni nada— así como por el mal servicio
que daban. Entonces nos alzamos, levantamos firmas, llegamos a
aglutinar a unos 800 jóvenes, e hicimos nuestra primera junta en la
plaza principal; una asamblea en la cual les marcamos el alto.
En esa junta se les preguntó a los jóvenes de qué partido
eran, y ya empezaron a decir que unos era del PAN, otros del PRI,
otros de distintas organizaciones, como la CCI, y nosotros los

201
encargados no pertenecíamos a ningún partido. Entonces, como
era una asamblea de diferentes grupos, acordamos ponerle el
nombre de Unidad Popular a nuestra organización.
Los miembros de la dirección somos obreros, y otro tanto por
ciento son obreros de la construcción, pero la mayoría son jóvenes
campesinos, o más bien semiproletarios, porque cuando se acerca la
época de siembra o de cosecha se dedican a cultivar sus campos, y
cuando no hay nada que hacer en el monte, van a trabajar a Puebla
ya sea como obreros de la construcción o como estibadores...según
el trabajo que les den, porque aquí en el pueblo no hay nada; ninguna
fuente de trabajo. Aquí el ingreso, después de lo que se cosecha,
proviene del pulque. Hay un buen número de personas que explotan
el maguey, pero ésos también...nada más la van pasando.
Las personas adultas de nuestro grupo son de la CCI, pero
no estamos afiliados a ella; somos completamente independientes.
Formamos un solo grupo con los de la Central Campesina, pero de
hecho ellos ya no pertenecen a esa organización, porque no cumplen
con los estatutos ni hay politización por parte de la CCI.
Ese domingo en que hicimos la junta acordamos no pagar el
nuevo precio de dos pesos por el pasaje, sino el de uno cincuenta
que siempre se había venido cobrando. Después fuimos a la
Universidad Autónoma de Puebla, y ahí nos llevaron al Bufete
Jurídico y nos proporcionaron dos licenciados. Esos primeros
abogados que tuvimos hicieron un convenio a nuestras espaldas
con los permisionarios de los camiones, porque nosotros
presentamos un proyecto de convenio más tarde, y notamos que
ya estaban de parte de ellos. De inmediato le avisamos al director
del bufete, y después nos fuimos al PC, donde nos pusieron en
contacto con un pasante de leyes y con el asesor de un sindicato
independiente de obreros de la construcción.
Ellos fueron los que ya se encargaron de asesoramos hasta
firmar un convenio, en el cual estipulamos la cantidad de uno

202
setenta y cinco como precio máximo del pasaje, exigimos boletos
y viajes más frecuentes para que la gente fuera más cómoda.
Después de eso acordamos participar en las elecciones para
las juntas auxiliares, para lo cual nombramos a un candidato
independiente, uno de nuestro grupo. Las autoridades del pueblo
son el presidente municipal, el agente subalterno, el juez y el presidente
auxiliar... Luego siguen el regidor de Justicia, el de Hacienda, el de
Educación, y el síndico. Esos son los que componen el Ayuntamiento,
nada más que el único que es nombrado por el pueblo es el presidente
auxiliar; el agente subalterno y el juez de paz son nombrados por el
procurador del estado. También hay un comandante de policía, pero
trabaja en forma gratuita, puesto que los que ganan son los del
Ayuntamiento; son los que registran y hacen actas de nacimiento,
de matrimonio y de defunción. Y tienen otros ingresos, como el
alquiler de la plaza en época de fiestas.
Nos pusimos a trabajar y elaboramos un programa en el
que nos comprometíamos con el pueblo a cambiar totalmente todo
lo que se había venido haciendo, como el cobro de cuotas exa-
geradas, completamente elevadas, por las actas, tanto de naci-
miento como de matrimonio, porque la gente ya no estaba de
acuerdo en pagar eso.
El pueblo nos respaldó ampliamente, aunque hubo mucha
división entre padres e hijos, puesto que nosotros representábamos
a la juventud. Los padres querían obligar a los hijos a votar por un
candidato que lanzó el PRI, y hubo muchas peleas entre las familias,
pero a la hora de las elecciones nos presentamos...
Antes de eso, las autoridades y los representantes del PRI
nos habían dicho que solamente se iba a poder votar con credencial
de elector, y con eso también boicotearon nuestro trabajo, porque
los jóvenes íbamos a la presidencia municipal a sacar nuestras
boletas, y nos preguntaban de que grupo formábamos parte. Y
como la mayor parte de los jóvenes somos de la Unidad Popular,

203
nos negaban la boleta, nos pedían documentos y todo eso, o sea
que no nos querían dar nuestra credencial de elector.
A la hora de la votación se presentaron los representantes:
del Ayuntamiento, para decir que en esas elecciones eran impres-
cindibles las respectivas boletas, pero nosotros nos opusimos puesto
que no nos habían querido dar nuestras credenciales. Y como había
un grupo mayoritario, muy fuerte, de jóvenes, se obligó a los
representantes del gobierno a que aceptaran que votáramos así,
directamente, nada más con el nombre y la firma de cada uno.
Nos tildaron de comunistas e incitaron nuevamente a la gente
a que no votara por nosotros. Lanzaron unos volantes muy costosos,
en los que nos calumniaban y decían que estábamos en contra de
San Miguel. Todo eso lo manejaron, pero a la hora del recuento
ganamos; por pocos votos, porque el bando contrario gastó mucho
dinero para hacer su propaganda, pero sintieron e empuje de la
juventud, y tuvieron que aceptar su derrota.
Ocho días después, los jóvenes que formábamos el comité
que había sido nombrado en la primera junta en la plaza nos
presentamos ante el presidente auxiliar, Víctor Pérez Manzano
que era de nuestro grupo, para trabajar sobre el programa elaborado,
pero de inmediato vimos que ya había cambiado totalmente.
Después nos dijo que ya no pertenecía a la Unidad Popular; que
ya era empleado del gobierno y que por lo tanto tenía que acatar
órdenes del Ayuntamiento, no de nuestra organización.
Entonces la juventud comenzó a inquietarse; citamos a una
asamblea, llenamos la presidencia, y le dijimos a Pérez Manzano que
nosotros queríamos trabajar conforme a lo que habíamos prometido
en la campaña. Y él se cerró completamente; se unió a los
permisionarios, y en fin, se creó una división entre nosotros mismos,
entre la Unidad Popular. Después seguimos en pugna con el
presidente... Al verlo solo, los permisionarios también lo abandonaron,
puesto que ya no les servía, y tuvo que renunciar posteriormente.

204
Entró otro presidente auxiliar, que también era de nuestra
organización; ése se alió inmediatamente con los contrarios, y así
han seguido las cosas…
El actual interino, Andrés Bautista, es un individuo que reúne
todas las características del atraso... No tiene carácter ni reúne
ningún requisito para poder resolver los problemas. Es completa-
mente cerrado. Nosotros hemos ido a verlo y siempre nos rechaza.
Como consecuencia de esto, ya que el primer candidato
que lanzamos ganó y no cumplió con lo que prometimos, la juventud
empezó a desconfiar de nosotros.
Llegamos a aglutinar en forma espontánea a unos 700, 800
jóvenes, pero hubo varios errores a nivel dirección, y como aparte
nos han levantado calumnias, muchos de ellos tienen ya cierto temor,
y está en peligro de desintegrarse nuestra Unidad Popular. Nada
más unos 50 jóvenes estamos bien firmes, puesto que los caciques
y el sacerdote han hecho muchas maniobras con el fin de desintegrar
el grupo que tenemos. Pero el comité sigue en pie, y estamos
planeando como reestructurar el grupo y como reorganizarnos bien.
Ya vimos la película Canoa. Nos parece que esta apegada a
la realidad, pero que todavía le faltan muchas cosas que hizo ese
sacerdote aquí en el pueblo. Algunos de nosotros éramos muy
pequeños en esa época y no teníamos la suficiente capacidad para
analizar una masacre de ese estilo. Todavía no comprendíamos lo
que sucedía en aquellos tiempos, pero sí nos causó una impresión
muy grande. y al ver todo eso en la película, como que siente uno
temor y hasta piensa: “ A lo mejor algún día me puede pasar a mí”...
A raíz de los hechos del 68, varios de nosotros nos hicimos
una interrogación: “¿Por qué habrá pasado esto?”. Y desde
entonces siempre tuvimos la idea de saber que era el comunismo
y por que lo odiaban tanto... Nosotros no somos comunistas;

205
creemos que lo son los que manejan a la perfección el marxismo
leninismo, y nosotros apenas si hemos leído uno que otro folleto.
Ya más tarde fue cuando llegamos a conocer la realidad; o sea
que el sacerdote y los permisionarios de los camiones están en
contra de esa doctrina porque son enemigos del pueblo, y de hecho,
ellos mismos tampoco son capitalistas. Son reaccionarios, que es
muy diferente, y sirven a la burguesía; son instrumentos de la
burguesía, pero ni ellos mismos saben qué es el comunismo.
Hemos visto que la película Canoa sí ha contribuido a crear
conciencia, puesto que los jóvenes tenemos la inquietud de luchar
porque San Miguel Canoa cambie, y estamos dispuestos a hacerlo.
No importa que nos pongan cientos de trabas; el gobierno también
nos está poniendo muchos obstáculos, pero nosotros tenemos ese
empeño de cambiar nuestro pueblo a como de lugar:
Creemos que podremos lograrlo elevando principalmente la
cultura de la niñez, puesto que la gente adulta ya está completamente
corrompida, y por más que uno quiera educarla, ya no es posible,
porque ellos se criaron en un ambiente muy corrupto completamente
diferente al nuestro. No tenemos ninguna esperanza de que los adultos
nos respalden; al contrario, se puede decir que ellos son los que nos
están estorbando, pero s confiamos en la juventud, y sobre todo en la
niñez. Por eso nos preocupa tanto la construcción de la primaria, y
más adelante queremos construir una escuela secundaria...
Y es más, ahora tenemos el deseo de borrar lo que pasó...
Bueno, no borrar, porque eso sería como estar contra la historia.
Ya se cometió ese error y ya no se puede borrar, pero sí se le
puede dar otra imagen a nuestro pueblo...
Es indudable que la película Canoa presenta una realidad
y de ahí tomamos la idea de construir una escuela. En el pueblo
hay tres primarias: La escuela Benito Juárez tiene la primaria
completa, del primero al sexto año, pero la de Adolfo López

206
Mateos y la José María Morelos —que es ejidal— tienen nada
más dos salones.
La escuela secundaria fue costeada por el pueblo en la época
en que estaba Enrique Meza. Nosotros sabemos perfectamente
bien que un señor muy rico, de nombre José González Soto, dio
una cierta cantidad de dinero para construir esa escuela, nada
más que el sacerdote tomó el dinero y empezó a recolectar cal,
piedra y mano de obra en el pueblo. Se hizo la secundaria; es un
edificio muy bien construido, y actualmente está en manos del
sacerdote Cahuatzin. Es una secundaria particular, de paga...Ahí
estudian los que tienen posibilidades de pagar la colegiatura, mas
no todos los niños; hay muchos alumnos que cuando terminan la
primaria no pueden seguir estudiando por falta de recursos. Muy
pocos son los que mandan a sus hijos a la secundaria; sólo unas 50
personas tienen recursos económicos para poder sostener a sus
hijos en esa escuela.
A nosotros nos giraron un oficio donde nos dicen que hay
632 alumnos inscritos en las escuelas primarias de Canoa, pero
aquí hay más de mil 700 niños, o sea que se quedan sin instrucción
más de mil. No solamente son niños de Canoa, sino que también
vienen los del otro pueblo, de San Isidro...Allá hay una escuela,
pero es insuficiente también. Y eso es lo que más nos preocupa.
Viendo que se quedaban cientos de niños sin escuela,
empezamos a elaborar nuestro programa de trabajo, y nombramos
un comité pro construcción de la escuela, para que se encargara de
hacer trámites con Conacine. El 25 de marzo de este año fuimos a
ver a Rodolfo Echeverría Álvarez; no lo encontramos, pero nos
recibió Salvador Robles Quintero. Le expusimos nuestros problemas
y él nos dijo que nos iban a ayudar, que qué queríamos. Le dijimos
que lo que más nos urgía era la escuela, y nos contestó que iban a
estudiar las ganancias, el costo de la película y todo eso, y que

207
regresáramos después. Volvimos y nos dijeron que el asunto estaba
en trámite, que todo iba bien y que no nos preocupáramos.
Después de esto, el 28 de marzo hubo un incidente en la
toma de agua. Ese día hubo una junta para recibir a los candidatos
del PRI. Se presentaron Blas Chumacero y otros dirigentes de
ese partido. Había mucha gente en el centro del pueblo y muy
poco lugar. En la toma de agua se habían juntado decenas de
mujeres que hacían cola para tomar ese líquido, y un camión de
los permisionarios, manejado por un chofer completamente ebrio,
atropelló a dos señoras. No hubo consecuencias graves; unos
jóvenes de nuestro grupo que iban pasando por ahí le reclamaron
al chofer, le dijeron que tuviera más precaución, y las señoras se
enojaron y rompieron dos cristales, pero hasta ahí nada más.
Nosotros no hicimos caso; creíamos que era una cosa sin
importancia, pero después supimos que ya había órdenes de
aprehensión contra cinco jóvenes obreros, miembros de nuestra
organización. Nos pusimos a investigar por qué, y resulta que los
permisionarios, valiéndose del incidente, nos habían levantado una
calumnia y se nos había acusado de asalto a mano armada con
metralleta y todo eso. Ya nos habían prefabricado una calumnia
pero bien hecha.
Empezamos a defender a nuestros compañeros y dejamos
un poco lo de la escuela, pero entonces los señores del Ayuntamiento,
en contubernio con la oficina coordinadora de presidencias auxiliares,
se presentaron inmediatamente en Conacine con el director, y
manifestaron que la escuela no era muy necesaria. Lo que querían
ellos era la ampliación de la presidencia municipal, y de inmediato
les dieron la cantidad de 40 mil pesos.
Al saber esto, nosotros nos trasladamos nuevamente a la
ciudad de México, para ver al gerente del Banco Cinematográfico.
Le preguntamos qué había pasado con nuestro problema, y por

208
qué se nos había rechazado. Y él nos dijo que les habían hecho
caso a los otros porque iban de parte de Cué Merlo, presidente
municipal de la ciudad de Puebla, y que les habían dado 40 mil
pesos en materiales, según ellos para hacer un centro social.
De todos modos nos dijeron que nos iban a ayudar, y nos
mandaron con el director del CAPFCE. Ahí nos dijeron que nos iban
a construir un edificio de dos pisos, para darles cupo a todos los
niños que no alcanzaron lugar... Una escuela completa, del primero
al sexto año de primaria, y que también iba a tener secundaria.
Pero hasta ahora no hemos tenido ninguna respuesta positiva,
ya que nos han puesto toda clase de obstáculos para hacer nuestra
escuela. Las autoridades del pueblo se niegan a firmar los
documentos que tenemos que entregar al CAPFCE. Y así andamos...
Nuestros enemigos han llegado al grado de meter a la cárcel
aun compañero nuestro, Jorge Arce Sánchez, que está en la cárcel
de San Juan de Dios, en Puebla, desde el día 19 de julio de 1976.
Después de la calumnia que nos levantaron cuando el incidente en
la toma de agua, nosotros inmediatamente sacamos un amparo.
Nuestro abogado logró que este compañero hiciera su declaración
preparatoria amparado, y hasta ahí nada más se llevó el proceso.
Después se dictó el auto de formal prisión —porque según nosotros
sabemos, los permisionarios pagaron—, y fue cuando agarraron a
Jorge Arce; al bajar del camión y yendo ya rumbo a la fábrica
donde él trabajaba.
Lo detuvieron a las siete, lo llevaron al departamento de
Policía Judicial, y lo entregaron en la cárcel hasta las nueve de
la mañana. Todo ese tiempo lo estuvieron interrogando y
golpeando; después lo mandaron a las galeras donde están los
drogadictos y ahí por la noche nuevamente lo golpearon, hasta

209
que Pánfilo Zepeda, un muchacho de Canoa que está cum-
pliendo una condena por los sucesos del 68, se dio cuenta de
que ahí estaba nuestro compañero, y fue en su auxilio. Lo llevó
a su galera, y desde entonces ya no le ha pasado nada, puesto
que él se encarga de que no se le moleste.
Sin embargo, constantemente lo están interrogando, y le
quieren hacer firmar un papel donde acepte que él sí cometió el
asalto, mas eso nos es cierto. Nosotros estamos conscientes de
que él no tuvo nada que ver en esto; es una calumnia. Es más,
comprendemos que los que roban son los que no tienen trabajo.
Pero ese muchacho tenía un empleo de planta y ganaba un
salario que más o menos le alcanzaba para que su familia viviera bien.
El no tiene ningún antecedente de ser ratero, y tampoco ningún vicio.
Que sea un trabajador que forma parte de la Unidad Popular y de la
comisión pro construcción de la escuela es muy diferente, pero él no
tiene ningún antecedente que lo identifique como malviviente.
Pánfilo Zepeda nos ha dicho que él es completamente
inocente. El tenía y todavía tiene gente que lo sigue, y continúa
considerándose un líder político. Claro que eso piensa él, pero de
hecho no tiene ninguna concepción política ni nada de eso. Nos
explicó que si utilizaron el nombre de la gente de Pánfilo cuando el
linchamiento, fue por rencillas que tenía con los permisionarios de
los camiones; o sea los auténticos culpables, los autores materiales
de la matanza del 68.
Nos ha manifestado que si le damos un apoyo, él está dispuesto
a desenmascarar a los verdaderos culpables, porque se siente molesto
al estar pagando una condena por un delito que no cometió. Inclu-
sive está dispuesto a ir a ver al presidente de la República, para
borrar todos esos antecedentes que le han creado. Y si él está
consciente de que no se metió, nosotros estamos dispuestos a
apoyarlo.

210
Los hermanos Luna y los hermanos Arce son los permi-
sionarios de los camiones; son los que nos están calumniando y
poniendo obstáculos para que nosotros ya no intervengamos en
sus asuntos. Ellos piensan que al encarcelamos, ya no vamos a
poder luchar en contra de ellos, y que podrán seguir haciendo todo
lo que han hecho hasta ahora.
También el sacerdote nos ha obstaculizado, diciendo en sus
sermones a la gente adulta, o sea a los padres de los jóvenes, que
no dejen que sus hijos se unan a nuestro grupo, porque nosotros
somos unas personas sin experiencia y que no tenemos buenas
intenciones. Que los llevamos por un camino por el que a lo mejor
pueden llegar hasta a perder sus terrenos o lo que sea.
El cura actual se llama Rafael Cahuatzin; él entró inmediata-
mente después de Enrique Meza... lo sustituyó. Nosotros, desde un
principio nunca creímos que fuera a cambiar la situación, puesto que
sabemos perfectamente que todos son de la misma calaña. La gente
adulta, principalmente lo de la Central Campesina Independiente,
estaba confiada y creía que al salir Enrique Meza, con el nuevo
sacerdote las cosas iban a cambiar. Y de hecho, para ellos sí cambiaron,
puesto que Rafael Cahuatzin llevó otra táctica, que fue la de unirse a
los de la CCI. Prácticamente se puede decir que ellos fueron los que
sacaron a Enrique Meza del pueblo, porque en aquella época los de la
Central Campesina eran fuertes como grupo... Demandas, cartas al
Papa, y al obispo de Puebla y todo eso, obligaron al sacerdote a
abandonar el lugar. Se fue como un año después de los sucesos del
68; no por su propia voluntad, sino por la presión que hizo la CCI.
Cahuatzin buscó a los principales cabecillas, los llevó a su
lado, trató de convencerlos, y actualmente muchos de la CCI están
con él, pero por lo que se refiere a las cuotas que pide, siguen
siendo exageradas. Está llegando a la misma posición que el otro,
o sea que antes de hacer un bautizo exige recibo, exige que la

211
gente haya cumplido con lo que la iglesia les pide, y si no, pues les
pone trabas también.
Las fiestas grandes son las que más ganancias le han dejado...
Cada año hay como cuatro, yen esas fiestas nombran 25, 30 ó 40
mayordomos, y les cobra una cantidad excesiva. Por una parte le
pagan al sacerdote, y por otra gastan en comida y bebida, porque la
gente que va a misa puede ir después, si quiere, a la casa del mayor-
domo, y ahí le tienen que dar de comer y beber.
Una fiesta les viene saliendo como en ocho mil pesos, pero
de todos modos muchos quieren ser mayordomos, porque creen
que van a tener el perdón de Dios y se van a ir al cielo. Y por el
mismo temor de ir al infierno, pues hacen la fiesta, y con eso
creen que ya están salvados.
También hay otras fiestas que inventó el sacerdote ante-
rior; como por ejemplo, la de un santo que está en las faldas de la
Malinche, que se llama San Juan Hosco. Para esa fiesta, el cura
actual nombra unos 30 ó 40 mayordomos, les cobra la cantidad de
200 pesos o más a cada uno, y les promete llevar tres padres para
hacer la misa. Al final de cuentas ni lleva tres sacerdotes, sino que
nada más va él, y está última vez ni siquiera se presentó, pero sí
cobró. Doscientos o trescientos pesos que pide, multiplicados por
cuarenta, es una cantidad exagerada, y un ingreso muy fuerte
para él. En el poco tiempo que lleva en el pueblo ya se compró una
casa y dos coches, y de los terrenos comunales —que son del
pueblo, pero que están en sus manos—, recoge una buena cosecha,
la cual sirve para alimentar a decenas de marranos que tiene en
su casa.
Obliga a la gente a abonar los terrenos comunales, a cul-
tivarlos, a cuidarlos, y de ahí no saca nada más maíz, sino que hay
cientos de magueyes que también explota... Y a dónde va a ir a
parar todo ese dinero, más que a las bolsas del sacerdote.

212
Por supuesto, no les paga ni un quinto a los que trabajan
para él. Apenas este año le pidió a la gente del pueblo de San
Isidro, que es la que menos recursos tiene —si nosotros estamos
pobres, ellos están peor— que fueran a desgranar el maíz que él
recoge, con el fin de vendérselos a un precio más bajo. Vinieron
decenas de señoras a desgranar todo el maíz, pero su sorpresa
fue que a los cuantos días se presentaron varios camiones
cargueros, y el cura vendió todo el maíz aun precio más alto. Así
que a estas señoras les hizo perder su tiempo y trabajar de balde,
porque mi siquiera cumplió lo que les prometió... las engañó.
A los fiscales los nombra el sacerdote, pero primero tienen
que hacer su fiesta, su mayordomía. Ya después de eso los nombran
fiscales y entran a servir al curato...
Casi siempre están de planta seis, siete fiscales. O sea que
gastan en la mayordomía una cierta cantidad de dinero, y después
de eso van a que los exploten en forma descarada allá en la iglesia,
donde más bien son mozos del sacerdote, porque hacen trabajos
como barrer la iglesia y hasta lavar los baños.
El fiscal tiene que estar un año pegado en la iglesia; un año de
trabajo que le hace mucha falta a su familia, puesto que ese tiempo
que él presta servicio en la iglesia no recibe ni un quinto por parte del
sacerdote. A pesar de que tiene fuertes ingresos, él nunca le da para
un pantalón ni para nada; al contrario, cuando hay faenas en los terrenos
comunales, el cura obliga al fiscal a comprar pulque. Después de que
está trabajando como un esclavo, puesto que no recibe ningún salario;
ni alimentos ni nada, todavía el sacerdote le impone ese castigo, que
es el de pagarles el pulque a los que van a trabajar allá...
Aquí no hay ninguna diversión para la gente, más que la
cantina... Durante las fiestas toda la plaza se llena de carpas que
expenden cerveza, porque no se lleva a cabo ningún acto cultural.
Venden pura cerveza y copa, hay pleitos, y al otro día amanece la

213
plaza llena de vidrios. Tomando en cuenta todo eso, ya hablamos
con el secretario de la presidencia municipal de Puebla, y le pedimos
que para las fiestas de septiembre se nos proporcionara la plaza
principal y se prohibiera la venta de cervezas y de bebidas alcohólicas.
Nosotros, los de la Unidad Popular, queremos presentar aquí
un evento cultural, con la ayuda de otras instituciones; como por
ejemplo, la Universidad Autónoma de Puebla. Pensamos traer a
un grupo teatral, y ya no queremos ver ningún expendio de cerveza.
Esperamos que esto se cumpla, porque de lo contrario querrá decir
que también hay un cierto acuerdo entre la cervecería y toda la
gente que está aquí en el Ayuntamiento.
Y así, así estamos aquí en el pueblo de San Miguel Canoa.

214
EPÍLOGO

“...hasta que la justicia se siente entre nosotros”


Rosario Castellanos

El 16 de julio de 1976, la película Canoa obtuvo un “Oso de Plata”


(segundo premio) en el Festival Internacional de Berlín. El jurado
decidió otorgarle dicha presea por considerar que el filme
mencionado “condena la intolerancia, la agresión y la manipulación”.
Según declaraciones del Banco Cinematográfico, la película
había recaudado, hasta esa misma fecha, 16 millones 200 mil pe-
sos tan sólo en nuestro país, y se esperaba que la recaudación
final llegara a los 35 millones de pesos.
En comparación con esa cifra, la cantidad pagada por
Conacine a los tres sobrevivientes ya las viudas de Lucas García,
Ramón Gutiérrez y Jesús Carrillo Sánchez —25 mil pesos a cada
uno, o sea 150 mil pesos en total—, resulta irrisoria, ya que no
representa ni siquiera el uno por ciento de lo recaudado hasta ahora.
Si en verdad existe un afán renovador dentro de nuestro
cine, debería regir un criterio menos mercantilista, una menor
voracidad para acaparar las mayores ganancias posibles en bene-
ficio de unos cuantos, y en detrimento de los trabajadores. Y en
este caso, los sobrevivientes, que contribuyeron en forma decisiva
a la realización y al éxito de la película, deben ser considerados
trabajadores, independientemente de que pertenezcan o no a un
sindicato cinematográfico.
Estuvo en manos de Rodolfo Echeverría, máxima autoridad
de nuestro cine en aquel entonces remediar la injusticia que se

215
había cometido con las víctimas de la tragedia de Canoa. Y estaba
moralmente obligado a hacerlo, tomando en cuenta que él les había
prometido a los sobrevivientes que se les daría una cantidad mayor
a la que habían recibido, y que además se organizaría una premier
en la ciudad de México a beneficio de ellos.
¿Acaso la palabra de un funcionaría tan importante no tiene
ningún valor? ¿O seguimos instalados en la demagogia, en la
palabrería vana y hueca, en el prometer-no-empobrece con que
se ha engañado siempre a nuestro pueblo?
Canoa es una película digna, valiente, veraz... una brillante
muestra de lo que puede ser el nuevo cine mexicano. Su valor como
realización artística y como documento histórico y político no debe
ser empañado por cuestiones de pesos… aún cuando sean miles.
Conacine y quienes estén al frente de dicha empresa en el
presente sexenio, tienen la última palabra.
En cuanto al proceso, la lista que proporcionó Pedro García
a las autoridades con fecha 23 de septiembre de 1968, incluía a 83
personas. En ella se señalaba, como principales responsables del
linchamiento ocurrido el 14 de septiembre del mismo año en San
Miguel Canoa, al párroco del lugar, Enrique Meza Pérez, al
presidente municipal auxiliar, Martín Pérez Arce, y al agente del
Ministerio Público en el pueblo, Nicolás Arce Arce. Se mencionaba
también que los dueños de los magna voces: Aparicio Luna, Cirilo
Pérez Flores, Ocotlán Zepeda, Manuel Luna Cóyotl, Miguel
Monarca, José Guadalupe García, Martín Zepeda, Ma. Isidra
Zepeda, Ma. Andrea Arce Pérez y Vicente Marcial; los encargados
del templo o fiscales: Nicolás Flores, Isidro Arce Luna y Benito
García y 66 personas más (entre las cuales figuraban seis vecinos
del cercano pueblo de San Isidro Buensuceso, Tlaxcala ), habían
tomado parte en el linchamiento como dirigentes, movilizando a
toda la gente del pueblo.

216
No obstante, las autoridades decidieron —con fecha 18 de
octubre— ejercer acción penal contra sólo 16 de las 83 personas
incluidas en la lista original. Estas eran: Pánfilo Zepeda, Sebastián
Manzano, Aurelio Zepeda, Miguel Monarca, Andrea Arce, David
Zepeda, Santiago Arce Zepeda, Ascensión Arce, Nicolás Arce,
Leonardo Sánchez, Delfino Arce Espía, Pablo Sánchez, Josefa
Manzano, Miguel Pérez y Martín Pérez, o sea las mismas que
había señalado el agente del Ministerio Público en su averiguación
previa, la cual fue enviada al Juez Primero de Defensa Social el
25 de septiembre. Los delitos que se les imputaba a las personas
mencionadas eran los siguientes: portación de armas prohibidas,
asociación delictuosa, provocación de un delito, amenazas,
allanamiento de morada, privación ilegal de la libertad, lesiones,
homicidio calificado, ataques peligrosos y daño en propiedad
ajena...cometidos en agravio de Pascual Romero Pérez, Julián
González Báez, Miguel Flores Cruz, Roberto Rojano Aguirre, Odilón
Sánchez Islas, Lucas García García, Ramón Gutiérrez Calvario y
Jesús Carrillo Sánchez.
Las declaraciones de dos de las personas involucradas en
los hechos señalaban claramente la injerencia del sacerdote Enrique
Meza Pérez en el linchamiento, como veremos a continuación:
El día 15 de septiembre, la viuda de Lucas García, María
Tomasa Arce, declaró ante el licenciado Isauro González Méndez,
que en aquella época era agente primero del Ministerio Público en
la ciudad de Puebla, que “el cura Enrique Meza llamó al pueblo
tocando las campanas de la iglesia, que es una forma
sobreentendida por todos los del pueblo de que deben reunirse
inmediatamente”.

217
Pascual Romero Pérez, que resultó herido durante el
linchamiento,1 declaró a su vez el 24 de septiembre, “que se disponía
a dormir cuando oyó que alguien tocaba la puerta, y al salir a ver qué
era lo que pasaba, llegó Miguel Sánchez a manifestarle que el padre
Enrique Meza lo había mandado a que hablara a la ciudad de Puebla
con el fin de manifestar que había unos estudiantes universitarios que
trataban de poner en la iglesia una bandera comunista”.
Además de estas dos declaraciones, tenemos la acusación
de Pedro García, quien como ya hemos visto, señaló al sacerdote
como uno de los principales responsables, y el testimonio de uno
de los tres sobrevivientes, Roberto, quien vio al cura contemplando
impasible la masacre desde la iglesia.
Pero a pesar de todas estas evidencias, nunca se dictó orden
de aprehensión en contra de Enrique Meza, ni siquiera se le obligó
a que compareciera para rendir su declaración. El licenciado
González Méndez, en una entrevista publicada en Novedades de
Puebla el 5 de abril de 1976, manifestó que había citado al
sacerdote para que declarara, y agregó: “Si públicamente se le
señalaba, tenía la obligación legal, como cualquier agente del
Ministerio Público, de llamar a todas las personas para esclarecer
los sucesos. Pienso que lo que hice entonces pudiera tomarse como
una imprudencia mía: el citarlo. Y quedé como el cohetero... No
asistió. Insistí y sin resultados. Y me dijeron: ‘Hombre, pues que
vaya la policía’. También lo medité; no viene el señor, era mi deber
mandarlo traer con la policía...nada más que el agente del Ministerio
Público también tiene funciones sociales y me pareció demasiado
peligroso traer al cura con la policía; probablemente no hubieran
1 N. de la A.: No se sabe con exactitud cómo fue lesionado Pascual Romero —en
cuya tienda está instalado el único teléfono que existe en San Miguel Canoa—,
aunque varias personas del pueblo aseguran que estaba completamente ebrio y
que se hirió a sí mismo al meterse la pistola al cinto.

218
entrado... El sacerdote nunca se presentó a declarar... nunca. Lo
llamé dos veces.2 No acudió”.
El mismo licenciado González Méndez reconoce que: “En el
caso de Canoa no se ha sido justo; existe responsabilidad en muchas
personas que no han sido castigadas. La investigación fue razona-
blemente incompleta... porque me faltaron los elementos necesarios.
Nunca pude ir a Canoa para una reconstrucción de los hechos. Se
consideró poco oportuno... Al entonces procurador, licenciado Ignacio
M. Farquet,3 se lo dije. Repuso que era una imprudencia. No recuerdo
exactamente sus palabras, pero fueron duras. Hoy, con más calma,
entiendo que ya era bastante tragedia la muerte de cuatro personas
como para provocar un conflicto de mayor trascendencia. No fui”.
Y en otra parte de sus declaraciones, González Méndez
añade: “Hubo presiones para que se enderezaran los hechos en
contra del padre Enrique Meza Pérez”.
Considerando el curso que siguieron tanto la averiguación
como el proceso, ¿no sucedería todo lo contrario?
En total, de las 16 personas acusadas, sólo 7 fueron apre-
hendidas: Pablo Sánchez Rojas fue detenido el 2 de marzo de
1969; el 5 del mismo mes se dictó auto de formal prisión contra él,
y el 5 de agosto de 1970 fue absuelto, ordenándose su inmediata
libertad.
Martín Pérez Arce —el presidente municipal auxiliar—, fue
aprehendido junto con Miguel Pérez Flores, el 10 de marzo de

2 N. de la A.: La que esto escribe revisó el expediente completo del caso, sin haber
encontrado rastros de algún citatorio enviado a Enrique Meza.
3 N. de la A.: El licenciado Farquet, en aquel entonces procurador de justicia del
estado de Puebla, se entrevistó con uno de los sobrevivientes, Julián González Báez,
y cuando éste le pidió que se castigara a los culpables, le contestó: “Ustedes tuvieron
la culpa de lo que pasó. Si saben lo peligroso que es ir allá, ¿para qué lo hicieron?...

219
1969, sólo para que ambos fueran liberados el día 13 de ese mismo
mes, por falta de méritos.
Ascención Arce Flores fue detenido el 7 de julio de 1969 y
se decretó su formal prisión cuatro días después, o sea el 11 de
julio. El 5 de agosto fue condenado a nueve años de cárcel y salió
libre hace alrededor de dos años, al ser indultado.
Miguel Monarca Zepeda fue aprehendido el 12 de julio de
1969. Se le dictó auto de formal prisión el 17 de ese mes fue
condenado a nueve años de cárcel el 5 de agosto de 1970, y puesto
en libertad el 17 de noviembre de 1972.
José María Leonardo Sánchez Pérez fue detenido el 29 de
noviembre de 1972; al día siguiente se decretó su formal prisión, y
el 3 de septiembre de 1973 salió libre por falta de méritos.
Pánfilo Zepeda fue aprehendido el 2 de marzo de 1972 y
sentenciado a 11 años de prisión, es la única persona involucrada
en el linchamiento que continúa —hasta el momento de escribir
estas líneas— en la cárcel de San Juan de Dios, en Puebla, si bien
espera obtener próximamente indulto.
Muchos de los inculpados pagaron determinadas cantidades
de dinero a personas relacionadas con la policía, y esto lo demuestra
el informe del agente número 8 de la Policía Judicial en Puebla, J.
Manuel Castro Bautista, fechado el 12 de julio de 1969, y el cual
extractamos a continuación:
“El suscrito vio llegar en la Terminal de la Línea de Camiones
de San Miguel Canoa a Miguel Monarca Zepeda, pero al ver que se
dirigía con rumbo a la 30 poniente número 104, lo dejó entrar a la
casa, y momentos después llegó el dueño de la casa, Esteban Ramírez,
al cual se le había confiado una lista de los nombres de los responsables,
mismo que al ver al suscrito se atemorizó, por lo que de inmediato le
dije que había defraudado la confianza depositada en él, y alejándome
(sic) con el detenido, manifestando (sic) que únicamente lo iba a saludar,
pues estaba muy agradecido del asunto que le había arreglado, ya que

220
en el mes de junio le dio la cantidad de 700 pesos en relación a los
hechos que sucedieron en San Miguel Canoa”.
Esteban Ramírez era confidente o “madrina” de la policía.
A partir de noviembre de 1972 no se ha efectuado ninguna
nueva detención, y el caso se encuentra prácticamente archivado.
Se nos ocurren muchas preguntas...
¿Por qué no se ejerció acción penal contra todas las per-
sonas mencionadas en la lista que proporcionó Pedro García, o al
menos se les citó para que declararan?
¿Por qué no se efectuó una reconstrucción de los hechos
en San Miguel Canoa?
¿Por qué no se logró nunca la aprehensión de nueve de los
acusados, a pesar de que todos ellos radicaban en Canoa y eran
ampliamente conocidos ahí?
¿Por qué dos de los detenidos fueron liberados por falta de
méritos días después de ser aprehendidos, cuando había pruebas
abrumadoras en su contra? Por ejemplo, en el caso del presidente
municipal auxiliar, Martín Pérez Arce, los testimonios de varias
personas lo señalaban como a uno de los principales instigadores.
E inclusive el padre Meza, en declaraciones a la prensa (Revista
Impacto del 31 de marzo de 1976 y Novedades de Puebla del
10 de abril de 1976), asegura que aquél se encontraba en Canoa la
noche del linchamiento, en contradicción con la que el propio Pérez
Arce afirma, o sea que se hallaba fuera del pueblo.
¿Por qué sólo se careó a los sobrevivientes con uno de los
detenidos?
¿Por qué no se obligó a comparecer al padre Meza?
Mientras estas preguntas queden sin respuesta, tendremos que
reconocer con tristeza que la justicia que se imparte en nuestro país
es sumamente deficiente, ya que cae implacable sobre las cabezas de
los humildes, en tanto que se resiste, pudibunda, a exigir cuentas a los
poderosos: llámense políticos, curas o caciques.

221
En Canoa naufragaron todos los valores: la ecuanimidad, el
respeto, la solidaridad humana. Y no será posible correr un piadoso
telón sobre el escenario de la masacre ni esperar que restañen las
heridas de víctimas y verdugos, mientras no se remedien las
monstruosas injusticias que a manera de cuentas engarzadas en
un collar interminable, constituyen la historia de este hecho...
Desgraciadamente, todo parece indicar que el de Canoa
continuará siendo el crimen impune. Esperar que se haga justicia
es sólo un descabellado anhelo, una aspiración imposible en un
país como el nuestro, donde la arbitrariedad es la norma, y el abuso
el pan cotidiano y la atmósfera que respiramos.
No, la justicia no se sentará entre nosotros...

222
ÍNDICE ONOMÁSTICO

Abascal, Graciela, 7
Aguilar Méndez, Pablo, 34
Aguirre, Manuel Bernardo, 14
Alonso Carreón, José I., 25
Alonso, Francisco Javier, 27
Arce Arce, Nicolás, 41, 45, 58, 189, 216, 217
Arce Domingo, 61, 69, 192
Arce Flores, Ascensión, 48, 217, 220
Arce García, Ma. Tomasa, 113,121, 185, 189, 194, 195, 217
Arce Luna, Isidro, 216
Arce Marcial, Carmen, 47, 48, 62, 189, 193
Arce Marcial, Rafael, 47,51, 58, 62, 67, 189, 193
Arce Pérez, Ma. Andrea, 47, 116, 119, 186, 189, 195, 196, 216, 217
Arce Ramírez, Luis, 48
Arce Sánchez, Jorge, 209
Arce Zepeda, Santiago, 217
Arce, Delfino, 217 Arce, Faustino, 45
Arce, Ignacio, 45 Arruti, Carlos, 31
Ávila, Froilán, 91, 95, 99, 166
Báez, Pedro, 160
Bahena, Eva, 7
Barranco, Amaro, 156
Bautista, Andrés, 205
Bosco, San Juan, 212

223
Cacique Baeza, Elpidio, 20
Cahuatzin, Rafael, 192, 207, 211
Camacho, Guillermo, 165
Cano Escalante, Francisco, 15
Capistrán Garza, René, 20
Carrillo Flores, Antonio, 39
Carrillo Sánchez, Jesús, 5, 92, 94, 95, 101, 103, 106, 108, 109, 110, 113, 114,
115, 116, 119, 120, 121, 122, 123, 125, 127, 155, 158, 215, 217
Carrión, Jorge, 27, 35, 38
Castellanos, Rosario, 5, 105, 139, 215
Castillo, Heberto, 39
Castillo, Jorge, 32
Castro Bautista, Manuel J., 220
Castro Ruz, Fidel, 100
Cazals, Felipe, 43
Cerón Vélez, Manuel, 25
Cervantes Cabeza de Vaca, Luis, 35
Cervantes, Ramón, 160
Cobos Panamá, Antonio, 35
Cobos, Bernardo, 28
Córdova Olguín, Raúl, 151
Cortés, Hernán, 43, 48, 49
Cristóbal, Oliva, 143
Cué Merlo, 209
Chumacero, Blas, 208
Díaz Ordaz, Gustavo, 15,16,17, 22, 26, 27, 28, 29, 30, 31, 34, 37, 39
Díaz, Porfirio, 44
Echeverría Álvarez, Rodolfo, 180, 181, 207, 215
Escalante, Bernardo, 17
Fábregas, Manolo, 181
Farquet, Ignacio M., 219

224
Fernández Aguirre, Braulio, 33
Figueroa, Juan, 32
Flores Cancino, Pilar, 85
Flores Cruz, Miguel, 7, 8, 9, 41, 75, 92, 94, 95, 97, 98, 99, 100, 101, 102, 103,
105, 113, 114, 119, 122, 123, 126, 127, 128, 131, 132, 133, 135, 136, 137, 139,
149, 154, 158, 172, 179, 217
Flores Manzano, Serafín, 23
Flores, Nicolás, 216
Fuentes Rodríguez, José de las, 31
García García, Lucas, 5, 111, 113, 114, 115, 116, 117, 119, 120, 121, 122, 126,
127, 158, 172, 182, 186, 187, 188, 189, 194, 195, 196, 215, 217
García Valseca, Cadena, 24, 25, 38, 151
García, Antonio, 47
García, Benito, 216
García, José Guadalupe, 216
García, Pascual, 194, 198
García, Pedro, 110, 111, 114, 115, 119, 122, 123, 158, 216, 218, 221
Gómez Villanueva, Augusto, 16
González Báez, Julián, 7, 8, 9, 79, 92, 93, 94, 95, 96, 97, 98, 99, 100, 101, 102,
103, 105, 106, 107,108, 109, 110, 113, 114, 115, 116, 119, 120, 121, 122, 123,
126, 128, 129, 130, 131, 132, 133, 134, 135, 136, 137, 146, 154, 155, 156, 157,
158, 172, 179, 182, 217, 219
González de Alba, Luis, 17, 22, 36
González Méndez, Isauro, 157, 170, 217, 218, 219
González Soto, José, 46, 54, 55, 207
Guevara Che, Ernesto, 19, 21, 40, 86
Guevara Niebla, Gilberto, 16
Gutiérrez Calvario, Ramón, 5, 92, 93, 94, 95, 96, 97, 101, 103, 106, 107, 108,
109, 110, 115, 116, 120, 122, 123, 125, 127, 155, 158, 215, 217
Gutiérrez, Pedro, 91

225
López Martínez, Francisco, 93
Luna Cóyotl, Manuel, 216
Luna, Aparicio, 216
Luna, Francisca, 193
Luna, Juvenal, 193, 196
Luna, Samuel, 47, 188, 193, 196
Luna, Teodomiro, 193, 196
Maldonado, Panchito, 101,103, 110
Manzano, Josefa, 217
Manzano, Sebastián, 217
Mañón, Enrique, 7
Marcial Xólotl, Ricardo, 62
Marcial, Vicente, 216
Marcué Pardiñas, Manuel, 19
Marroquín, José, 93
Martínez Martínez, Francisco, 93
Martínez, Justino, 31
Massieu, Guillermo, 16, 18
Meaney, Guillermina, 5
Méndez Arceo, Sergio, 11, 12, 24
Merino Femández, Aarón, 29, 163
Meza Pérez, Enrique, 19, 25, 29, 39, 41, 46, 47, 48, 52, 53, 55, 56, 57, 58, 59,
60, 62, 63, 64, 65, 66, 67, 73, 158, 189, 190, 191, 192, 193, 197, 207, 211, 216,
217, 218, 219, 221
Monarca Zepeda, Miguel, 47, 173, 216, 217, 220
Monsiváis, Carlos, 13, 15, 30
Muñoz, Arcadio, 51, 52, 56, 58, 59, 190
Nava Castillo, Antonio, 46
Olhovich, Sergio, 175
Olivera, Haydeé, 168
Paz, Octavio, 75

226
Pérez Arce, Martín, 67, 68, 69, 196, 216, 217, 219, 221
Pérez Cóyotl, Santiago, 62
Pérez Domínguez, Luis, 73, 74,185
Pérez Flores, Cirilo, 216
Pérez Flores, Miguel, 45, 217, 219
Pérez Manzano, Víctor, 204
Pérez Turrent, Tomás, 175, 176, 177, 178, 180, 182
Pérez, Amado, 94
Pérez, Beatriz Bertha, 196
Pérez, Miguel, 94
Pérez, Silvestre, 47
Poniatowska, Elena, 16, 18, 32
Ramírez López, Alfredo, 19
Ramírez, Esteban, 220, 221
Ramírez, Gaspar, 48
Ramos, Guillermina, 7
Reséndiz Molina, Raúl, 32
Revueltas, José, 9
Ríos, Javier, 146, 147, 155, 156
Robledo, Edgar, 18
Robles Quintero, Salvador, 207
Rojano Aguirre, Roberto, 5, 7, 8, 9, 87, 94, 95, 97, 98, 99, 100, 101, 102, 103,
104, 106, 107, 108, 109, 110, 114, 115,116, 117, 122, 123, 126, 127, 128, 129,
130, 131, 132, 133, 134, 135, 136, 137, 149, 154, 156, 158, 170, 172, 173, 174,
175, 176, 177, 179, 217, 218
Rojas, Casimiro, 45
Romero Marroquín, Armando, 172
Romero Pérez, Pascual, 47, 217, 218
Romero, Lucas, 47, 51, 52, 62
Salazar de Obregón, María, 18
Sánchez Espía, Pablo, 172, 173, 217

227
Sánchez Islas, Odilón, 5, 111, 114, 122, 126, 127, 128, 131, 217
Sánchez Moreno, Luis, 62
Sánchez Pérez, José Ma. Leonardo, 217, 220
Sánchez Pérez, Miguel, 33, 218
Sánchez Rojas, Pablo, 219
Sánchez, Filogonio, 33
Sánchez, Juan de Dios, 47
Sevil1a, Carlos E., 7
Torres, Camilo, 86
Val1ejo, Felipe, 48
Velázquez, Fidel, 33
Vergara, Fidel, 135
Vil1egas, Vicente, 7
Vivanco, Guadalupe, 185
Zepeda García, Pánfilo, 28, 196, 210, 217, 220
Zepeda Pérez, José Carmen, 20, 62
Zepeda, Aurelio, 217
Zepeda, David, 217
Zepeda, Ma. Isidra, 216
Zepeda, Martín, 216
Zepeda, Salvador, 188
Zepeda, Ocotlán, 216

228
ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS.............................................................................................7

PREÁMBULO........................................................................................................ 9

CAPÍTULO I
Las Causas..................................................................................................... 11

CAPÍTULO II
San Miguel Canoa (antes de la tragedia)................................................... 43

CAPÍTULO III
Las Víctimas (antes de la tragedia)..............................................................75
Miguel..............................................................................................................75
Julián................................................................................................................79
Roberto............................................................................................................87
Como planearon el paseo *......................................................................... 92
Aquel 14 de septiembre *............................................................................ 96
Se inicia la excursión *................................................................................102

CAPÍTULO IV
La Tragedia *.................................................................................................105

229
CAPÍTULO V
Las Víctimas (después de la tragedia)...................................................... 139
Miguel............................................................................................................139
Julián..............................................................................................................146
Roberto..........................................................................................................154
El proceso *..................................................................................................170
La película *...................................................................................................174

CAPITULO VI
San Miguel Canoa (después de la tragedia)............................................185
Desde aquel día............................................................................................185
Tomasa y Pascual.........................................................................................194
Nueve años después.....................................................................................199

EPÍLOGO..........................................................................................................215

ÍNDICE ONOMÁSTICO.......................................................................................223

*En estos capítulos se utilizó una combinación de las versiones de los tres
sobrevivientes.

230
Canoa, el crimen impune,
se terminó de imprimir el 28 de julio
de 2000 en Litografía Magno Graf, S.A.
de C.V., Calle E número 6, Parque Industrial
Puebla 2000. El tiraje fue de dos mil ejemplares,
financiado por el Gobernador Melquiades
Morales Flores. Diseño de portada e interiores de
Ileana Gómez Torres, la captura de Luz María
Muñoz, revisión y elaboración de índice
onomástico de Irma Quiroz Luna.

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