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Familia, comunidad y experiencias de vida


Iván tenía once años. Leía a Julio Verne. Siempre soñaba con subir a lo
más alto del mundo, tocar una nube y contemplar desde allí todos los
ríos y mares. Preguntó mucho, leyó en los libros y se enteró de que
eso estaba muy lejos de su casa. Se puso muy triste, no quería comer
ni dormir. Su hermana más pequeña al verlo así le sugirió: si quieres
ver todos los mares y ríos, ¿por qué no te subes a la luna?, ella está
muy alta.

La idea de su hermana le pareció genial. No sabía que los niños


pequeños tuvieran ideas tan extraordinarias. Desde ese día se
encerraba todas las tardes en su cuarto a construir la escalera más
grande que llegara hasta la luna. Su madre intrigada le preguntó para
qué era tanta la madera que recogía; él le explicó su proyecto y ella le
sugirió que mejor hiciera un cohete, era más rápido y podía ir y volver
muy pronto.

Leyó libros sobre cohetes y se imaginó mil formas de armarlos, pero


no sabía como hacerlo; solo cuando le contó a su papá y este a su vez
al abuelo, que tenía en su casa un taller de mecánica, empezaron a
armarlo. El trabajo duró muchos meses y al fin estuvo terminado. Solo
quedaba un problema: ¿cómo impulsar el cohete para que despegara?
Los vecinos se ofrecieron a traer todos sus carros y tractores y unirlos
en una gran yunta; así Iván pudo al fin cumplir su deseo: viajó a la
luna.

Observó desde allí todos los mares y ríos, tocó las nubes, se sintió muy
feliz. Pensó que allí se podía quedar toda la vida, pero esa noche
empezó a extrañar a su familia y a sus amigos y regresó rápidamente
a la tierra a agradecerles a todos por haber ayudado a hacer su sueño
realidad.

Se despertó. Había sido un hermoso sueño….Al principio se sintió triste


al saber que no había sido real su viaje espacial, pero pronto le pasó,
pues la realidad le mostraba que el amor de los suyos era muy
importante para él y que siempre, aun en sueños, su familia apoyaba
sus proyectos.

Reflexionemos y compartamos
 ¿Sus hijos conocen la historia y tradiciones de la familia?
 ¿Les contamos a nuestros hijos como fue nuestra niñez y juventud?
 ¿Qué es lo más importante que quiere trasmitir a sus hijos?

Consultemos y debatamos
Nosotros nacemos en medio de una familia que pertenece a una
comunidad que a su vez tiene una larga tradición. Los seres
humanos aprendemos las cosas más importantes para nuestra
vida en medio de la familia y la comunidad: a amar y ser
amados, a respetar a los demás, a cuidar nuestro cuerpo, a
alimentarnos.

En la familia construimos los vínculos emocionales más intensos


y duraderos. Allí se hace el aprendizaje básico para la vida social, si los
niños aprenden en su familia a comunicarse, a expresar sus
sentimientos, a escuchar y ser escuchados, van a poder después
disfrutar las relaciones sociales fuera de casa y a relacionarse
adecuadamente con otras personas. La familia recibe la herencia
cultural de los valores y normas de la sociedad y muchas veces los
comparte, otras veces no los acepta porque considera que son
inadecuados para transmitirlos a sus hijos, lo más importante es dialogar
y fortalecer los vínculos afectivos para que sus hijos sean ciudadanos
felices y miembros partícipes de la comunidad.

El legado de la familia y la sociedad es un capital para nuestra


vida. Pero no solo recibimos la tradición de nuestra comunidad, también
podemos continuarla y a la vez aportar y construir cosas nuevas. Y
además ante ese legado debemos también tener espíritu crítico, pues
hay valores y tradiciones de respeto y tolerancia pero también hay otras
tradiciones como el machismo y la desigualdad social que atentan
contra la dignidad de la mujer y la de las personas, por tanto deben
cambiarse a través del diálogo familiar reflexivo y la educación
democrática. Si la familia cambia entre todos podemos cambiar la
sociedad entera.

Los padres, hermanos y adultos significativos de los niños pequeños con


frecuencia no son conscientes de lo importantes que son ellos, así como
el resto de la familia, en la vida de los hijos. Ellos son el ejemplo digno
de imitar. El escolar es y se siente parte importante de su familia; si bien
comparte con sus amigos el colegio o el juego, con su familia comparte
los momentos más íntimos, las alegrías, las enfermedades, las tristezas,
los premios y los castigos. Su familia está siempre ahí, pase lo que pase.

Las relaciones familiares, con padres, hermanos, tíos, primos y


abuelos, se constituyen para el niño en una parte insustituible
de su vida, que le da sentido de identidad familiar y siente el afecto y
solidaridad familiar. En el mundo moderno, en el que cada vez se tiende
a estar más solos, los niños están volviéndose huraños, sufren la
soledad, la indiferencia y la tristeza. El compartir la vida familiar y
comunitaria hace a los niños más alegres y sociables, mejores hijos y
mejores ciudadanos.
Hoy el agitado ritmo de vida ha disminuido los tiempos para
estar en familia; a las familias de hoy, sobre todo en las ciudades, les
falta tiempo para disfrutar espontáneamente, para hablar de las cosas
cotidianas, para comer juntos, para conversar, para aprender
habilidades necesarias para la vida como la cocina o el cuidado del
jardín, para visitar a los miembros de la familia extensa y a los amigos,
para asistir juntos a eventos, para participar en proyectos comunitarios,
para explorar la belleza de la naturaleza.

Del poco tiempo que queda para compartir con los hijos, se gasta mucho
en actividades como ver televisión, preparar la comida, limpiar la casa,
etcétera. Las conversaciones se limitan a temas como la ropa, la
comida, la plata y no se habla de sentimientos, de esperanzas, de planes
compartidos, de los problemas y necesidades comunes, ni de las
aspiraciones de cada uno.

Es necesario, entonces, recuperar el tiempo y espacio para estar


y compartir en familia y hacer el mejor uso de él. Los niños
necesitan tiempo de sus padres para ellos, no para hacer nada especial,
sino para estar con ellos, sin prisas. Pueden ser simplemente momentos
para el ocio compartido, para salir a caminar o acostarse en el pasto y
contemplar las estrellas. Debemos recuperar el tiempo para compartir
con nuestros seres queridos y la calidad de ese tiempo.

Ciertas costumbres familiares se convierten en rituales, son esas


actividades cotidianas que se repiten una y otra vez y que tienen un
gran significado emocional para los niños. Las comidas en familia son el
ritual cotidiano más importante en la vida familiar y en muchos hogares
es el único momento en que se reúne toda la familia; pueden ser una
oportunidad para relajarse, discutir, conversar, debatir, reír. Otro ritual
muy importante es el momento de irse a la cama, durante el cual se
puede conversar, leer, orar o simplemente acompañar.

Igualmente son fundamentales los rituales familiares en los que


participa la familia extensa (primos, tíos, abuelos), y los amigos y
vecinos, como los cumpleaños o las fiestas religiosas o navideñas. Estas
actividades enseñan la importancia de vivir en comunidad, de
compartir las alegrías. También, visitar a un familiar enfermo, a una
persona mayor que vive sola o asistir al entierro de un ser querido
enseña valores y fortalece en el niño su capacidad de relacionarse con
los demás y ser sensibles a sus necesidades.

Los juegos en familia son una oportunidad de diversión y


aprendizaje. Ganarle un partido al hermano mayor o a los primos y
vecinos una carrera en bicicleta es todo un suceso para los niños.
Compartir con los padres los juegos y adivinanzas, las muñecas o los
carros es muy significativo, porque los perciben mucho más cercanos a
ellos. Así como también los viajes y las vacaciones familiares son uno de
los recuerdos más gratos que tiene todo ser humano, visitar la vivienda
de los abuelos es una experiencia inolvidable en la niñez.

Los abuelos y las personas mayores transmiten las tradiciones de


generación en generación, mediante cuentos, canciones, juegos y
anécdotas. Esto permite a los niños hacer el puente con otros tiempos,
entender el ciclo de la vida y mantener vivos los principios relacionados
con las raíces de la familia. Los niños que tienen buena relación entre
ellos, con sus abuelos, son más solidarios, tienen sentimientos más
positivos hacia los ancianos y seguramente van a ser mejores padres y
abuelos en el futuro.

Las familias en las que las relaciones están basadas en la confianza y se


logra un equilibrio entre la autoridad y el amor se constituyen en
espacios de crecimiento individual, que permiten y facilitan la
comunicación, de tal modo que todos pueden expresarse libremente sin
temor a ser juzgados, hay tolerancia hacia las debilidades de cada uno y
hacia las diferencias entre todos, pero igualmente se reconocen los
logros y se apoyan los talentos y fortalezas.

Pertenecer a una familia unida, afectuosa, respetuosa de sus


integrantes, en la que se aprenden y practican valores como la
solidaridad, la honestidad, la generosidad y la tolerancia, es el
mejor legado que los padres pueden dejar a sus hijos; el dinero y
los bienes se terminan, pero lo aprendido y compartido en el seno de la
familia queda para toda la vida. También es necesario el respeto y el
apoyo cuando los padres están separados para que tanto la madre como
el padre puedan acompañar a sus hijos y ser guías de crianza.

Otro gran espacio de identidad para los niños es su comunidad,


el grupo de personas con quienes conviven diariamente en el mismo
espacio geográfico y con quienes comparten actividades, luchas,
problemas, alegrías y tristezas. Los padres debemos facilitar y
promover la integración de los niños en la vida de la comunidad,
siendo ejemplo de ello, conversando con ellos sobre el tema e
impulsándolos a participar con entusiasmo en las actividades
comunitarias.

Igualmente en la familia los niños desde muy pequeños se dan cuenta


de las simpatías y antipatías de los padres y adultos ante presidentes,
parlamentarios, alcaldes, ediles y cuando hay elecciones tienen una idea
bastante clara de quien quisieran que ganara.

Ellos están aprendiendo sobre aspectos fundamentales de la vida de la


comunidad y es responsabilidad de la familia orientarlos en este
aprendizaje. Es conveniente tener materiales que ellos puedan leer para
formarse una opinión propia y alentarlos a que participen en proyectos
de servicio público, como campañas de recolección de fondos para
causas justas, apoyo a niños desamparados, participación en actividades
ecológicas, etcétera.

Criar hijos con amor es educar para la vida familiar y cultural. La


familia inicia el proceso de integrar a los niños en la vida cultural, allí
aprenden las tradiciones, la manera de expresarse, la música, las
costumbres de su comunidad. Es responsabilidad de la familia mostrarle
al niño las bondades de su cultura y fomentarle el sentido de
pertenencia a ella, más hoy que en las ciudades se mezclan diferentes
culturas y los medios de comunicación promueven valores y patrones
culturales y formas de vida basadas en el consumismo que no son los
nuestros.

En el seno de la familia aprendemos las enseñanzas más


importantes para la vida que se nos quedarán grabadas de una
manera profunda y duradera.
Comprometámonos y evaluemos
 Compartamos en familia la mayor parte del tiempo posible
 Dialoguemos con los hijos/hijas sobre la familia, contándole sobre los
abuelos, sobre el lugar donde nacimos, sobre nuestros juegos de niñez,
sobre nuestras costumbres de infancia
 Fortalezcamos las costumbres familiares, como las celebraciones navideñas,
los cumpleaños, los grados, los bautismos, etcétera
 Llevemos a nuestros niños a visitar a los familiares durante un
acontecimiento especial o una enfermedad
 Participemos en actividades de la comunidad y en actividades de servicio
social y llevemos a los hijos con nosotros
 Hablemos con los hijos sobre la vida de la comunidad y del país, sobre la
ética y problemática social, elecciones y democracia
 Promovamos en nuestros hijos el conocimiento crítico de nuestra cultura y
tradiciones

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