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1. El problema general
En la historia del arte y la cultura la palabra “Romanticismo” se usa en varios sentidos.
Por un lado, para designar conjuntos de características estilísticas emparentadas pero distintas y, por otro
lado, de manera correspondiente, para designar períodos históricos en que se dan esas características.
El asunto se complica porque al hacer la historia de la cultura moderna en general, y luego en las historias
de las disciplinas artísticas en particular, los períodos que se consideran “románticos” difieren de manera
importante en el tiempo, y también en los rasgos estilísticos que se consideran típicos.
2. Tres sentidos
Se puede ordenar esa diversidad en la teoría de la cultura y del arte distinguiendo al menos tres sentidos,
de distinto alcance, para el término.
a. De la manera más general posible, se puede llamar “románticos”, como conjunto, a los diversos momentos
anti racionalistas a lo largo de la modernidad.
En este sentido se pueden agrupar, y distinguir características comunes en ellos, al llamado “barroco
medieval”, al manierismo, al romanticismo de fines del siglo XVIII, al romanticismo del siglo XIX, al
expresionismo, el Art Nouveau, el llamado “modernismo” en literatura, al surrealismo, y luego a los
movimientos naturalistas y/o irracionalistas como el movimiento hippie, el movimiento New Age, o el punk.
b. Un uso mucho más restringido consiste en llamar “romántico” al período del arte y la cultura europea que va
desde 1780 hasta 1860.
Claramente, sin embargo, en un período tan amplio, y con tantos cambios culturales, es necesario
establecer distinciones internas. Y ocurre que los historiadores del arte difieren drásticamente en cuál de los sub
períodos posibles es el “verdaderamente” romántico, sobre todo cuando se compara una disciplina artística con
otras.
Las diversidades del período hacen necesario distinguir, al menos:
i. el “romanticismo revolucionario”, asociado al momento entusiasta de la revolución francesa, entre
1790 y 1800;
ii. el “romanticismo conservador”, asociado a la cultura burguesa que emerge tras las guerras
napoleónicas, entre 1830 y 1860.
Si se consideran una serie de precursores en la época que va de 1770 a 1790, luego el agudo desencanto
romántico que acarrea el terror revolucionario y las pretensiones ilustradas de Napoleón, entre 1800 y 1830 y,
por último, las prolongaciones “post románticas”, desde 1860 a 1900, se tiene, en un período largo, toda la
evolución interna, la dinámica y las contraposiciones, que caracterizan a lo que se puede llamar “cultura
romántica” en general.
c. Es posible, por último, asumir una decisión específica, contraviniendo a unos u otros historiadores del arte y
de la cultura, y llamar, de manera precisa, “romanticismo como tal” a un momento determinado dentro de esa
gran deriva.
i. En general, los historiadores de la música y la danza, la plástica (pintura, escultura, grabado), la
literatura, como disciplinas, por un lado, y los historiadores italianos, españoles y franceses, por otro, han
preferido designar como “romántico” al período 1830-1860.
ii. En cambio, los historiadores de la cultura, de la filosofía, de la estética, por un lado, y los
historiadores alemanes e ingleses, por otro, han preferido el período 1790-1800.
En cada caso, por supuesto, se considera mutuamente “precursores” o “continuadores” a los autores y las
obras que contempla la distinción opuesta.
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Los “romanticismos”
Sentido general La época romántica Sentidos específicos
Movimientos anti racionalistas, La deriva completa y Las dos opciones principales
“anti modernos”, característica, históricamente entre los historiadores del
contra hegemónicos situada arte y la cultura
Barroco medieval, s. XIV Precursores, 1770 – 1790 Romanticismo revolucionario
Manierismo, 1540 – 1600 1790 – 1800
Romanticismo revolucionario Romanticismo revolucionario Inglaterra, Alemania
1790 – 1800 1790 – 1800 De Hamann a Fichte
Romanticismo conservador Transición al conservadurismo
1830 – 1860 1800 – 1830
Expresionismo, 1890 – 1920 Romanticismo conservador Romanticismo conservador
Modernismo, 1890 – 1920 1830 – 1860 1830 – 1860
Art Nouveau, 1890 – 1910 Prolongaciones Francia, Italia
Surrealismo, 1920 – 1940 “post románticas” De Delacroix a Walter Scott
Mov. hippie, 1955 – 1965 1860 - 1900
Mov. New Age 1970 – 1990
Mov. Punk 1980 - 2000
3. La deriva romántica
El romanticismo como movimiento cultural puede entenderse, en general, como reacción y oposición al
racionalismo moderno, encarnado ejemplarmente en la Ilustración.
Pero, mientras los momentos ilustrados de la modernidad han sido siempre hegemónicos y poderosos, y
han ido acompañados por momentos de enorme desarrollo económico y político, los momentos románticos han
sido siempre contra hegemónicos, relativamente breves y débiles, y han sido derrotados por el empuje de la
corriente principal de la modernidad.
El romanticismo ha surgido siempre como respuesta a las crisis del desarrollo moderno, que se ha
caracterizado por violentas conmociones sociales y económicas periódicas, recurrentes. Surge en el momento
revolucionario y optimista de esas crisis, desarrolla su impulso en medio de la conmoción, pero luego es
derrotado culturalmente por las sucesivas fases de industrialización y estabilidad racionalista.
Esto hace que los momentos románticos se constituyan como una deriva que recorre un amplio arco
anímico que va desde una cultura de la libertad, la subversión, optimista, hasta una cultura melancólica,
inclinada a la contemplación y la mística, marcada por la sensación de desilusión y derrota. Es por esta deriva
que el brioso y expansivo Barón Munchausen puede llegar a ser considerado como pariente espiritual de
oscuros y depresivos como Chopin o Baudelaire.
Hay autores extraordinarios que presentan incluso en ellos mismos todo este ciclo. Ejemplarmente
Beethoven: desde las alegres primeras soatas para piano, o la Séptima Sinfonía hasta las últimas sonatas para
piano, o los últimos cuartetos para cuerdas.
4. La contraposición ejemplar
El momento más claro y desarrollado de la contraposición entre Ilustración y Romanticismo se da,
considerado de manera amplia, entre 1780 y 1820.
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i. Aunque, considerados en detalle, cada uno de estos pensadores es mucho más complejo que los
términos de una contraposición simple, los actores principales podrían ser los siguientes:
Quizás las ubicaciones más problemáticas en esta tabla, lamentablemente dicotómica, sean Rousseau y
Hume, por un lado, en cuyas obras se pueden encontrar elementos que inspiraron fuertemente a los románticos,
y Goethe y Fichte, por otro, que hicieron profundas críticas de los rasgos románticos de sus propias obras.
Ambos Schlegel y Schelling, por otra parte, en sus largas trayectorias teóricas, conocieron un profundo e
intenso, pero breve período romántico, que los hace paradigmáticos, pero luego derivaron a posturas cada vez
más alejadas de este modelo.
En términos generales, los rasgos característicos tanto de su patrimonio común como de su contraposición
podrían ser los siguientes:
Ilustrados y Románticos
Ilustrados Rasgos comunes Románticos
Universalismo, abstracción Antropocentrismo Particularismo, concreción
Intelectualismo, racionalismo Secularización Sensualismo, intuición
Idea mecánica de la naturaleza Naturalismo Idea orgánica de la naturaleza
Libertad como emancipación Libertad Libertad como arbitrio
Democratismo igualador Democracia Comunidad diferenciada
Igualdad homogeneizadora Igualdad Igualdad diferenciada
Lo popular como ignorancia Pueblo y Espíritu del Pueblo Lo popular como espíritu
Intereses comunes Fraternidad Sentimiento de comunidad
Individuo puro, autónomo Individualismo Héroe, genio y genio del pueblo
Razón dominando las Pasiones Dicotomía Razón/Pasiones Pasiones sobre la Razón
Utilitarismo, ética kantiana Ética idealista Idealismo estético
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Saber empírico experimental, Valoración de la experiencia Saber empírico
metódico, racional en la experiencia común
Equilibrio, simetría Desequilibrio, caos creativo
Armonía y cálculo Complejidad e intuición
Día, luz, amanecer Crepúsculo, oscuridad, noche
Lo común, lo regular Lo exótico, lo extravagante
Burguesía democratista Sentimiento aristocrático
No a la originalidad, Imperativo de originalidad,
desconfianza del misterio pasión por lo misterioso
Cosmopolita Nacionalismo
Objetivismo racionalista Subjetivismo libertario
Perfección, métrica, compás, Imperfección, improvisación,
esquema, plan variación, cambio repentino
Modelos griegos y romanos Modelos medievales
Sociabilidad Rebeldía
Ateísmo Religiosidad
Fe racionalista Religiosidad popular
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iii. Este duro contraste, sin embargo, resulta moderado cuando, a partir del romanticismo conservador
ocurre una consagración académica de sus formas. Esto es particularmente visible en música, donde después de
las exaltaciones de Schubert, Chopin y Berlioz se asiste al enriquecimiento y a la vez aquietamiento que son
capaces de dar Brahms, Liszt, o los nacionalistas rusos. Algo similar ocurre al contrastar a Pushkin con
Dostoievski o a Dumas con Stendhal.
iv. Es importante considerar que hay autores excepcionales que han derivado, en uno y otro sentido, entre
ambos extremos a lo largo de sus obras. El caso ejemplar es Beethoven. Pero también, en filosofía, Friedrich
Schlegel, y en un sentido algo distinto, Arturo Schopenhauer.
v. Nuevamente, aunque, considerados en detalle, cada uno de estos autores es mucho más complejo que
los términos de una contraposición simple, los actores principales, y las obras más representativas, de esta
contraposición podrían ser los siguientes:
vi. Al considerar estos autores y obras resulta muy evidente que entre ellos hay diferencias, e incluso
contraposiciones, profundas. Que ambos pertenezcan a una misma cultura, en dos fases de su desarrollo, sólo es
visible cuando se comparan y contraponen a su vez al polo ilustrado.
En términos generales, los rasgos, tópicos y características que diferencian a ambas formas del
romanticismo podrían ser las siguientes:
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Lo bello y lo sublime Lo bonito, lo cómico
Tragedia Melodrama
Sentimiento trágico Sentimiento existencial
Autores y público de elite Autores y público burgués masivo
La cultura y el arte como educación estética La cultura y el arte como lucimiento
Utopismo burgués en el Ancien Régime Satisfacción de la burguesía triunfante
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Para esta nueva burguesía, la diferencia entre el romanticismo revolucionario y el conservador representa,
de manera arquetípica, la deriva de su sensibilidad. La que ocurre en el tránsito desde su origen, progresista,
democrático a pesar de su modelo de aristocracia idealizada, hasta su triunfo, en que la satisfacción y el
reconocimiento conferido y auto conferido, hacen que descanse, que ya no requiera de ninguna lucha para
establecer su lugar en el mundo, y que adopte, en consecuencia, una actitud conservadora, quietista, en que
aparecen otros problemas, muy distintos al del momento de la lucha originaria.
Si a la burguesía en ascenso, revestida de ideales, el arte, la belleza, le sirve de emblema y guía hacia su
auto reconocimiento, en la burguesía triunfante, en cambio, el camino del auto conocimiento culmina en los
grandes y sombríos misterios del individualismo moderno. Surgen las dudas profundas sobre el sentido
personal, existencial, de la gran gesta que han realizado las generaciones inmediatamente anteriores, sobre el
significado humano, individual, personal en el sentido de único, que ha tenido tanto esfuerzo y furia. Hay dos
actitudes dramáticamente distintas, que coexisten en el romanticismo conservador, que se convierten en las
salidas aparentes de estas dudas: la evasión (en el consumo, en el lucimiento social, en el melodrama), y la crisis
existencial.
La crisis existencial del individualismo moderno, que ha sido anunciada en el campo del arte una y otra
vez desde Francisco de Asís (s. XIII) hasta Kierkegaard, emerge de manera relativamente masiva (siempre la
alternativa de la evasión es la abrumadoramente mayoritaria) en las capas medias desde fines del siglo XIX.
Kierkegaard, Schopenhauer, Nietzsche, Heidegger, Camus, son sus voceros mayores. El expresionismo, la
novela existencial, el teatro del absurdo, la cultura beatnik, son sus reflejos en el campo del arte.
De la exaltación y el optimismo a la evasión y la crisis existencial, el romanticismo es la expresión clave y
característica del destino del individualismo moderno.