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a sus hijos
Está demostrado que los niños que reciben castigo físico y humillante como
palmadas, agarrones, cachetadas o encierros tienen más riesgo de sufrir
enfermedades como obesidad, artritis u otros trastornos mentales.
Hay un chiste que siempre hacen los adultos cuando ven que sus hijos no se están
portando bien: “¡Le hizo falta correa!”. La frase, que pasa desapercibida, es un
claro ejemplo de cómo durante años el castigo físico y humillante contra
niños ha sido un acto normalizado en la educación. En el pasado no solo los
padres educaban así, con pellizcos, palmadas, agarrones o cachetadas a sus hijos,
sino que los profesores daban reglazos para disciplinarlos.
Entonces se creía que la mano dura forjaba el carácter y era garantía de que un
niño crecería con disciplina. Pero gracias a los estudios científicos, psicólogos,
neurólogos y educadores, han comprobado que ejercer este tipo de castigos no es
efectivo, sino que, por el contrario, desencadena una serie de traumas o
actitudes perjudiciales para el desarrollo de un niño.
A pesar de esta evidencia y de las campañas que existen, hoy muchos padres en
Colombia acuden a estas estrategias para formar a los pequeños y creen que
hacen lo correcto. Pero “las investigaciones en los últimos 15 años han arrojado
que el castigo físico y humillante los pone en mayor riesgo de enfermedades
cardiovasculares, artritis y obesidad”, dice a SEMANA Ximena Norato, directora de
la Agencia PANDI y miembro de la Alianza por la Niñez Colombiana. Además,
desde el punto de vista de su salud mental, incrementa significativamente las
conductas indeseadas, como por ejemplo la irritación, la depresión o la
ansiedad. “Como saben que les pegan y eso les causa dolor, también
empiezan a mentir, engañar y a esconder”, explica.
A esto también se suma que hay una alta probabilidad de que los niños castigados
con golpes desarrollen conductas delictivas. Los estudios demuestran que de los
menores que han delinquido, el cien por ciento reporta que en su casa recibió
maltrato verbal y físico. Lo más preocupante es que el riesgo de llegar a sufrir
violencia física aumenta desde estos actos que aún hoy son
normalizados. “Empieza por el zarandeo, la palmada, pero termina en
correa y luego en Medicina Legal por fracturas graves o encerramientos
largos sin aseo”, afirma Norato.
Las cifras así lo demuestran. La más reciente Encuesta Nacional de Demografía y
Salud hecha en colombia expone que el 85 por ciento de los encuestados
aseguran han vivido castigo físico o humillante en su casa. El Instituto de
Medicina Legal también publicó recientemente que entre enero y marzo del de
2018 se registraron 5.870 casos de violencia infantil en Colombia; y de acuerdo
con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar cada día se atienden alrededor
de 68 casos de este tipo en todo el territorio nacional.
Sin embargo, lo más alarmante es que los datos muestran que el 87 por
ciento de estos casos de violencia contra niños ocurre en la casa y los
victimarios principales son los familiares. Además, Medicina Legal advierte
que de diez casos que se presentan sólo tres son denunciados, lo que confirma
que aún existe un subregistro muy grande de esta problemática.
“Pegarle a los niños y a las niñas es tan normal que cuando se habla de abolir el
castigo físico y humillante se hacen encuestas sobre a quién le parece que está
bien y a quién no le parece… como si no estuviéramos hablando de pedir que se
respete un derecho humano. ¿Cómo sería la misma encuesta preguntando si les
parece o no pegarle a las mujeres? ¡¡Los niños son seres humanos!! Y eso no
habría que recordarlo”, recalca la Alianza por la Niñez Colombiana.
En 1979, Suecia fue el primer país del mundo en prohibirlo como método
disciplinario. Desde entonces, otros 53 países se han unido a esta prohibición,
motivados por la gran cantidad de investigaciones que demuestran las
repercusiones a corto y largo plazo sobre la salud, física y mental, su
inefectividad para modificar la conducta, y su efectividad para reforzar
conductas no deseables ni en la niñez ni en la vida adulta. Otros 56
Estados están comprometidos en reformar su legislación hacia la prohibición total.
Estas son algunas pautas que recomiendan los expertos para cambiar el castigo y
la humillación por acciones respetuosas y educativas:
1. Utilice siempre el diálogo como estrategia para transmitir mensajes. Los niños
son seres humanos que entienden explicaciones e instrucciones, responden muy
bien a esta clase de estímulos al estar en continuo aprendizaje.
2. Establezca normas básicas de convivencia y buen comportamiento en su hogar
y fuera de él, socialícelas y discútalas con sus hijos e hijas y cúmplalas usted
mismo.
3. Llegue a acuerdos con sus niños y niñas, sobre los temas que generalmente son
foco de discordia, esto implica negociar (escuchar, exponer ideas y llegar a un
consenso).
4. Si su hijo comete alguna infracción a las normas establecidas pregunte ¿Por qué
lo hizo? ¿Qué lo motivó? Dialogue y después del diálogo… dialogue.
5. Concilie con él o ella la sanción que deberá cumplir por faltar a una norma. Así
entenderá que los actos tienen consecuencias y que requieren reparación.
8. No castigue con actos que no vaya a cumplir (no ver televisión una semana, no
salir a jugar un mes)
10. Aprenda, busque en Internet, pida apoyo. Se necesita una aldea para criar a
una familia (dicho africano).
Romper el ciclo perverso del
maltrato
Durante los últimos años, las cifras de maltrato infantil han crecido paulatinamente
en Colombia. La tendencia prende las alarmas de una sociedad que necesita
trabajar mucho más por la primera infancia. Este será uno de los temas a tratar en
la Cumbre Líderes por la Educación.
66 casos de maltrato y abuso contra menores son reportados diariamente al Instituto Colombiano
de Bienestar Familiar. Foto: Semana
Las cifras son espeluznantes. 66 casos de maltrato y abuso contra menores son
reportados diariamente al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF).
Según el Sistema de Información Misional (SIM), en 2016 se abrieron 23.101
procesos administrativos de restablecimiento de derechos a menores de edad; en
2017 la cifra aumentó en 1.229 casos más y en los primeros cuatro meses de 2018
ya se contaban 8.282 procesos. Los números no parecen decrecer y, lo que es más
preocupante, existe una clara tendencia: en los tres años los principales motivos
de apertura de estos procesos son maltrato por negligencia, maltrato físico
y violencia sexual.
Los efectos de estos maltratos inciden tanto en la vida educativa de los niños como
en su futuro desarrollo como ciudadanos. Lo agravante del caso es que estudio
tras estudio muestra que se trata de un ciclo: quienes fueron víctimas de maltrato
en su infancia tienen más probabilidad de convertirse en victimarios. Romper este
círculo vicioso depende de un gran esfuerzo que incluya acompañamiento
psicológico y, más que eso, educación y formación de la ciudadanía.
El maltrato y el desarrollo
El efecto que este tipo de agresiones tiene en el desarrollo integral de los niños es
imposible de desligar de su educación, y menos aún si se está hablando de sus
primeros años de vida. Según el documento “Sentido de la educación inicial”,
durante esta primera etapa los niños aprenden a convivir con otros, a establecer
vínculos afectivos con pares, a conocerse, a desarrollar confianza en sí mismos y,
finalmente, a empezar a construir una identidad propia. Para la Comisión
Intersectorial para la Atención Integral de la Primera Infancia, “el desarrollo infantil
[está] estrechamente relacionado con los entornos de socialización de las niñas y
los niños y las interacciones cotidianas [son] reconocidas por su potencial
educativo”. Por ende, cuando se trata de casos en los que los niños han sido
maltratados, asegurar la educación implica tener en cuenta “de manera sensible
los sentimientos, las experiencias y las huellas que estas situaciones hayan dejado
en niñas y niños”.
Le recomendamos: ¿Cambiará la inteligencia artificial y el análisis de
datos el futuro de la educación?
Si uno de estos episodios ocurre durante los primeros 5 años, las secuelas pueden
acompañarlo durante toda la vida. Así, el impacto de estos momentos de violencia
crece en la persona. Según el último censo del Dane, la primera infancia en
Colombia alcanza una población de 5.132.760 niños, de los cuales más de la mitad
hacen parte de los estratos más bajos. Del total de esta población, solo el 24%
recibe atención integral. El panorama educativo de los niños que han sido
maltratados es complejo y, como establece el programa De Cero a Siempre,
necesita estrategias de acompañamiento para asegurar la superación de
experiencias traumáticas con la ayuda de equipos de trabajo psicosocial, con otros
actores clave de la sociedad y con los agentes educativos que hacen parte de la
atención integral.
El esfuerzo institucional
Aunque en este momento no todos los agentes educativos están capacitados como
docentes, muchos hacen parte de nuevos programas de capacitación. De acuerdo
con cifras del ICBF, desde 2011 se han formado 95.000 agentes educativos y
desde 2010 el número de niños atendido integralmente ha aumentado de 386.000
a 12.600.000 en 2018. Además, el ICBF ha propiciado espacios de formación
relacionados con la gestión de diferentes riesgos de la primera infancia. Dentro de
estos están incluso programas con los padres como La Familia es mi Cuento, que
busca fortalecer los vínculos familiares por medio de la literatura. Sin embargo, el
panorama para los niños que han sido víctimas de violencia sexual y que no
cuentan con un apoyo familiar es aún más complejo.
Este será uno de los temas a tratar en la Cumbre Líderes por la Educación 2018, el
evento más esperado del sector. Se llevará a cabo en Bogotá el próximo 19 y 20
de septiembre.