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Adiós al correazo: por qué los expertos dicen que nunca debería golpear

a sus hijos

Está demostrado que los niños que reciben castigo físico y humillante como
palmadas, agarrones, cachetadas o encierros tienen más riesgo de sufrir
enfermedades como obesidad, artritis u otros trastornos mentales.

Según el Instituto de Medicina Legal, entre enero y marzo del de 2018 se


registraron 5.870 casos de violencia infantil en Colombia. Foto: Istock

Hay un chiste que siempre hacen los adultos cuando ven que sus hijos no se están
portando bien: “¡Le hizo falta correa!”. La frase, que pasa desapercibida, es un
claro ejemplo de cómo durante años el castigo físico y humillante contra
niños ha sido un acto normalizado en la educación. En el pasado no solo los
padres educaban así, con pellizcos, palmadas, agarrones o cachetadas a sus hijos,
sino que los profesores daban reglazos para disciplinarlos.

Entonces se creía que la mano dura forjaba el carácter y era garantía de que un
niño crecería con disciplina. Pero gracias a los estudios científicos, psicólogos,
neurólogos y educadores, han comprobado que ejercer este tipo de castigos no es
efectivo, sino que, por el contrario, desencadena una serie de traumas o
actitudes perjudiciales para el desarrollo de un niño.

A pesar de esta evidencia y de las campañas que existen, hoy muchos padres en
Colombia acuden a estas estrategias para formar a los pequeños y creen que
hacen lo correcto. Pero “las investigaciones en los últimos 15 años han arrojado
que el castigo físico y humillante los pone en mayor riesgo de enfermedades
cardiovasculares, artritis y obesidad”, dice a SEMANA Ximena Norato, directora de
la Agencia PANDI y miembro de la Alianza por la Niñez Colombiana. Además,
desde el punto de vista de su salud mental, incrementa significativamente las
conductas indeseadas, como por ejemplo la irritación, la depresión o la
ansiedad. “Como saben que les pegan y eso les causa dolor, también
empiezan a mentir, engañar y a esconder”, explica.

Lea también: Maltrato infantil, ¿qué nos está pasando?

A esto también se suma que hay una alta probabilidad de que los niños castigados
con golpes desarrollen conductas delictivas. Los estudios demuestran que de los
menores que han delinquido, el cien por ciento reporta que en su casa recibió
maltrato verbal y físico. Lo más preocupante es que el riesgo de llegar a sufrir
violencia física aumenta desde estos actos que aún hoy son
normalizados. “Empieza por el zarandeo, la palmada, pero termina en
correa y luego en Medicina Legal por fracturas graves o encerramientos
largos sin aseo”, afirma Norato.
Las cifras así lo demuestran. La más reciente Encuesta Nacional de Demografía y
Salud hecha en colombia expone que el 85 por ciento de los encuestados
aseguran han vivido castigo físico o humillante en su casa. El Instituto de
Medicina Legal también publicó recientemente que entre enero y marzo del de
2018 se registraron 5.870 casos de violencia infantil en Colombia; y de acuerdo
con el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar cada día se atienden alrededor
de 68 casos de este tipo en todo el territorio nacional.

Sin embargo, lo más alarmante es que los datos muestran que el 87 por
ciento de estos casos de violencia contra niños ocurre en la casa y los
victimarios principales son los familiares. Además, Medicina Legal advierte
que de diez casos que se presentan sólo tres son denunciados, lo que confirma
que aún existe un subregistro muy grande de esta problemática.

Para Norato la ausencia de denuncias explica la poca información y educación que


tienen los padres sobre el tema. Incluso demuestra que los adultos no ven a los
niños como seres humanos iguales en dignidad, sino como inferiores a quienes
pueden vulnerarles sus derechos. “Si vemos que un hombre zarandea a una mujer
en la calle le gritamos abusivo, pero si ocurre con un niño en un centro comercial
porque está haciendo pataleta, la gente va a decir que está bien hecho”, dice la
experta Aunque los más pequeños tienen derechos humanos superiores,
las personas siguen justificando la misma violencia en contra de los
niños y las niñas lo que no justifican para los adultos.

“Pegarle a los niños y a las niñas es tan normal que cuando se habla de abolir el
castigo físico y humillante se hacen encuestas sobre a quién le parece que está
bien y a quién no le parece… como si no estuviéramos hablando de pedir que se
respete un derecho humano. ¿Cómo sería la misma encuesta preguntando si les
parece o no pegarle a las mujeres? ¡¡Los niños son seres humanos!! Y eso no
habría que recordarlo”, recalca la Alianza por la Niñez Colombiana.

En un informe presentado el pasado 20 de noviembre por esta institución, cuyo


llamado es abolir este tipo de reprimenda, se afirma que el castigo físico y
humillante sigue siendo la forma de violencia más usada en contra de los infantes
en todo el mundo. Este se refiere al tipo de violencia a través de la cual los
adultos usan la fuerza para hacerle vivir al niño o niña una experiencia
de dolor, independientemente de que con ello causen una herida visible o no.

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La mayoría consiste en golpear con la mano o con un objeto: un látigo, un palo, un


cinturón, un zapato o una cuchara de madera. Pero también aplica acciones como
patear, sacudir, lanzar, pellizcar, morder, tirar del cabello o de las orejas y obligar
a los niños a permanecer en posiciones incómodas o ingerir forzosamente un
alimento, por ejemplo, lavado de boca de los niños con jabón o forzarlos a tragar
especias, como el picante.

Foto: En un ejercicio hecho por PANDI, los niños respondieron a: ¿Qué


tipo de castigo físico y humillante cambiarían y por qué? Este fue el
resultado.

En 1979, Suecia fue el primer país del mundo en prohibirlo como método
disciplinario. Desde entonces, otros 53 países se han unido a esta prohibición,
motivados por la gran cantidad de investigaciones que demuestran las
repercusiones a corto y largo plazo sobre la salud, física y mental, su
inefectividad para modificar la conducta, y su efectividad para reforzar
conductas no deseables ni en la niñez ni en la vida adulta. Otros 56
Estados están comprometidos en reformar su legislación hacia la prohibición total.

Aunque Colombia es uno de los pocos países en América Latina


que actualmente no cuenta con una Ley que prohiba cualquier tipo de castigo
físico en niños —a diferencia de Perú, Argentina, Bolivia, Venezuela, Brasil,
Uruguay, Paraguay y Costar Rica—. la Alianza por la Niñez Colombiana está
preparando el primer borrador de un proyecto de ley para que Colombia se ponga
al día con los mandatos en derechos humanos y niñez. “Esta Ley no será punitiva
pues tendríamos que meter a 85 de cada 100 padres a la cárcel, sino que pretende
ser informativa y educativa”, explica la experta.

La idea es que, en escenarios deportivos, culturales y recreativos haya campañas


donde los padres entiendan las consecuencias de este tipo de maltrato. La Alianza
en colaboración con el ICBF, esperan radicar esta Ley en febrero de 2019. Sin
embargo, uno de los grandes retos para que prospere, es fortalecer y acompañar
a las familias en la crianza, y ayudarles a desaprender lo que tradicionalmente
conocieron. Para Norato, abolir el castigo físico sería una de las formas
más eficaces de prevenir el riesgo de todo tipo de violencia en este
país. “A punta de golpes lo único que vamos a lograr es una Colombia
desintegrada por siglos, tenemos que empezar a firmar la paz en la mesa del
comedor de cada familia”.

Estas son algunas pautas que recomiendan los expertos para cambiar el castigo y
la humillación por acciones respetuosas y educativas:

1. Utilice siempre el diálogo como estrategia para transmitir mensajes. Los niños
son seres humanos que entienden explicaciones e instrucciones, responden muy
bien a esta clase de estímulos al estar en continuo aprendizaje.
2. Establezca normas básicas de convivencia y buen comportamiento en su hogar
y fuera de él, socialícelas y discútalas con sus hijos e hijas y cúmplalas usted
mismo.

3. Llegue a acuerdos con sus niños y niñas, sobre los temas que generalmente son
foco de discordia, esto implica negociar (escuchar, exponer ideas y llegar a un
consenso).

4. Si su hijo comete alguna infracción a las normas establecidas pregunte ¿Por qué
lo hizo? ¿Qué lo motivó? Dialogue y después del diálogo… dialogue.

5. Concilie con él o ella la sanción que deberá cumplir por faltar a una norma. Así
entenderá que los actos tienen consecuencias y que requieren reparación.

6. Enseñe a su hijo a participar activamente en el acto de reparación. Haga un


acompañamiento durante esta etapa, para generar reflexión. Le rompió la tarea a
su
hermana, tiene que hacerla nuevamente, pedir perdón, escribir la nota a la
profesora.

7. No castigue suprimiendo derechos: no cenar, no jugar, no compartir con la


familia. Ponga límites realistas: no poder salir durante 1 día a jugar a la calle, pero
en cambio, puede jugar con su hermano con quien peleó.

8. No castigue con actos que no vaya a cumplir (no ver televisión una semana, no
salir a jugar un mes)

9. No castigue obligándolo a realizar cosas que de por sí ya debería hacer como


parte de la familia: ayudar a lavar la loza, arreglar su cuarto. Esto le enseña a que
los deberes del hogar son un castigo y no un compromiso de la familia.

10. Aprenda, busque en Internet, pida apoyo. Se necesita una aldea para criar a
una familia (dicho africano).
Romper el ciclo perverso del
maltrato
Durante los últimos años, las cifras de maltrato infantil han crecido paulatinamente
en Colombia. La tendencia prende las alarmas de una sociedad que necesita
trabajar mucho más por la primera infancia. Este será uno de los temas a tratar en
la Cumbre Líderes por la Educación.

66 casos de maltrato y abuso contra menores son reportados diariamente al Instituto Colombiano
de Bienestar Familiar. Foto: Semana

Las cifras son espeluznantes. 66 casos de maltrato y abuso contra menores son
reportados diariamente al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar (ICBF).
Según el Sistema de Información Misional (SIM), en 2016 se abrieron 23.101
procesos administrativos de restablecimiento de derechos a menores de edad; en
2017 la cifra aumentó en 1.229 casos más y en los primeros cuatro meses de 2018
ya se contaban 8.282 procesos. Los números no parecen decrecer y, lo que es más
preocupante, existe una clara tendencia: en los tres años los principales motivos
de apertura de estos procesos son maltrato por negligencia, maltrato físico
y violencia sexual.

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resultados en la Prueba Saber?

En 2017 esta última razón correspondió al 46,7% de los casos reportados y, en lo


corrido de este año, representa el 49,8%. La historia de una niña de 3 años que
en los primeros días de abril apareció en una clínica en Bogotácon lesiones graves
de maltrato no es un caso aislado, es la realidad de muchos menores en Colombia.
Aunque durante los últimos años los esfuerzos gubernamentales por cuidar la
primera infancia han aumentado, todavía hay un largo trecho por recorrer.
Mientras los entes gubernamentales crean nuevas políticas y estrategias para
proteger a la primera infancia, las cifras muestran que se trata de un fenómeno
social y cultural que necesitará de una participación activa de la ciudadanía.

Los efectos de estos maltratos inciden tanto en la vida educativa de los niños como
en su futuro desarrollo como ciudadanos. Lo agravante del caso es que estudio
tras estudio muestra que se trata de un ciclo: quienes fueron víctimas de maltrato
en su infancia tienen más probabilidad de convertirse en victimarios. Romper este
círculo vicioso depende de un gran esfuerzo que incluya acompañamiento
psicológico y, más que eso, educación y formación de la ciudadanía.

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maltrato infantil

El maltrato y el desarrollo

El efecto que este tipo de agresiones tiene en el desarrollo integral de los niños es
imposible de desligar de su educación, y menos aún si se está hablando de sus
primeros años de vida. Según el documento “Sentido de la educación inicial”,
durante esta primera etapa los niños aprenden a convivir con otros, a establecer
vínculos afectivos con pares, a conocerse, a desarrollar confianza en sí mismos y,
finalmente, a empezar a construir una identidad propia. Para la Comisión
Intersectorial para la Atención Integral de la Primera Infancia, “el desarrollo infantil
[está] estrechamente relacionado con los entornos de socialización de las niñas y
los niños y las interacciones cotidianas [son] reconocidas por su potencial
educativo”. Por ende, cuando se trata de casos en los que los niños han sido
maltratados, asegurar la educación implica tener en cuenta “de manera sensible
los sentimientos, las experiencias y las huellas que estas situaciones hayan dejado
en niñas y niños”.
Le recomendamos: ¿Cambiará la inteligencia artificial y el análisis de
datos el futuro de la educación?

El impacto de las agresiones tiene un efecto directo en el desarrollo educativo de


los niños. En todo el mundo, estudios como “Neurodevelopmental Biology
Associated with Childhood Sexual Abuses”, publicado por la revista Journal of Child
Sexual Abuse, muestran que el efecto de la violencia sexual –principal causa de
vulneración de los derechos infantiles en Colombia– está relacionada con “déficits,
fallas o retrasos de logros motores, emocionales, comportamentales, psicosociales,
sociales, cognitivos y del lenguaje”. Para Victoria Cabrera, psicóloga y coordinadora
de investigación del Instituto de la Familia de la Universidad de La Sabana, el
desarrollo emocional de los niños está estrechamente relacionado con el desarrollo
cognitivo.

66 casos de maltrato y abuso contra menores son reportados diariamente al


Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.

Si uno de estos episodios ocurre durante los primeros 5 años, las secuelas pueden
acompañarlo durante toda la vida. Así, el impacto de estos momentos de violencia
crece en la persona. Según el último censo del Dane, la primera infancia en
Colombia alcanza una población de 5.132.760 niños, de los cuales más de la mitad
hacen parte de los estratos más bajos. Del total de esta población, solo el 24%
recibe atención integral. El panorama educativo de los niños que han sido
maltratados es complejo y, como establece el programa De Cero a Siempre,
necesita estrategias de acompañamiento para asegurar la superación de
experiencias traumáticas con la ayuda de equipos de trabajo psicosocial, con otros
actores clave de la sociedad y con los agentes educativos que hacen parte de la
atención integral.

El esfuerzo institucional

Asegurar este acompañamiento es verdaderamente un desafío. El ICBF ha estado


adelantando programas y estrategias para ofrecer una atención integral a los niños
desprotegidos, especialmente a aquellos que han sufrido episodios traumáticos. El
nivel educativo de las madres comunitarias y otros agentes educativos ha sido uno
de los puntos más discutidos respecto a la capacidad de atención de la institución.
Según la Encuesta Nacional de Demografía y Salud de 2015, el 14,3% de los
agentes educativos tiene algunos años de primaria; el 15%, la primaria completa;
el 21,3%, una parte de la secundaria; el 22%, la secundaria completa, y el 7,7%
no tiene ningún nivel educativo.

Aunque en este momento no todos los agentes educativos están capacitados como
docentes, muchos hacen parte de nuevos programas de capacitación. De acuerdo
con cifras del ICBF, desde 2011 se han formado 95.000 agentes educativos y
desde 2010 el número de niños atendido integralmente ha aumentado de 386.000
a 12.600.000 en 2018. Además, el ICBF ha propiciado espacios de formación
relacionados con la gestión de diferentes riesgos de la primera infancia. Dentro de
estos están incluso programas con los padres como La Familia es mi Cuento, que
busca fortalecer los vínculos familiares por medio de la literatura. Sin embargo, el
panorama para los niños que han sido víctimas de violencia sexual y que no
cuentan con un apoyo familiar es aún más complejo.

Si bien el equipo de Defensoría de la Familia del ICBF es el encargado de


salvaguardar la integridad y velar por los derechos de los menores que han sido
vulnerados, según Cabrera, el tratamiento de estos casos necesita un
acompañamiento especial: “Es necesario que alguien al interior del ICBF tenga un
vínculo afectivo con el niño. Además de las enfermeras que lo cuidan, debe haber
alguien que le ofrezca acompañamiento y apoyo, alguien que pueda decirle ‘aquí
estoy’”. El afecto, entonces, es una de las herramientas necesarias para superar
este tipo de experiencias traumáticas.

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Para Cabrera, el ‘cancer’ de la violencia infantil es una respuesta a un problema


que, paradójicamente, viene de una falla educativa de generaciones pasadas que
no son conscientes de la importancia de la familia en el acompañamiento y el
crecimiento infantil. Así, el estado de la primera infancia en Colombia es en parte
el resultado de esfuerzos de formación de generaciones pasadas. Según Gloria
Carvalho, secretaria ejecutiva de la Alianza por la Niñez Colombiana, el país debe
esforzarse por resolver este problema articulando diferentes estrategias. Así, las
soluciones deben estar orientadas a resolver problemas estructurales, como la falta
de educación en muchos hogares del país. Formar a las familias en prácticas de
crianza positivas que potencien el desarrollo integral de los niños es necesario. Sin
duda, el incremento de las cifras de maltrato infantil prende las alarmas de los
entes gubernamentales y la ciudadanía, de cuyo esfuerzo depende romper este
ciclo perverso.

Este será uno de los temas a tratar en la Cumbre Líderes por la Educación 2018, el
evento más esperado del sector. Se llevará a cabo en Bogotá el próximo 19 y 20
de septiembre.

El artículo hace parte de la edición 35 de la revista Semana Educación. Si quiere


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