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APOLOGÍA
DEL ALTAR Y DEL TRONO,
ó
HISTORIA DE LAS REFORMAS HECHAS EN ESPAÑA
EN TIEMPO DE LAS LLAMADAS CORTES i É IMPUG-
NACIÓN DE ALGUNAS DOCTRINAS PUBLICADAS EN
LA CONSTITUCIÓN , DIARIOS Y OTROS ESCRITOS
CONTRA LA RELIGIÓN Y EL ESTADO.
TOMO S E G U N D O .
ÍNDICE
De los capítulos contenidos en este tomo segimdo,
Prólogo Pag. 1
Capítulo I. Primeros proyectos para reformar el-trono de nues-
tros reyes, y mudar nuestro gobierno : impugnación de ios
escritos que los pub!icaror. = F.l hombre es sociable por na-
turaleza, y por la ruismn dependiente siempre de una autori-
dad soberana 3
/ §. I. Cartas del conde de... al Príncipe de la Paz, para
que reforme el trono déla España y su gobierno,. . . 4
§. IJ. Poesías de don M. J. (¿, se denigran nuestro* me-
jores reyes en los cantos titulados; i,° Si y»">¡ <-¡£ P"~
dula: 2.a -&V Panteón del Kscorial: so hace la apolo-
gía de estos soberanos. . Í23
§. I I I . Otros escritos contra el trono: mie.yiros. reyes siem-
pre han sido soberanos. Su poder viene de Dios. . . . 37
§. IV. El Conciso prepara el camino á las cortes , anun-
cia la mudanza del gobierno, SS
Cap. If, Se instalan las cortes el 24 de Setiembre: su primer de-
creto es hacerse soberanas: se impugna la soberanía po-
pular, como contraria á los pueblos misino? . 60
Cap- I I I , Nuevos decretos de las cortes consiguientes á la sobe-
ranía popuSar: los papeles públicos y algunos diputados prin-
cipian á hablar de constitución: se refutan las doctrinas en
que se apoyaron , , . . . . . . . 72
Cap. IV. Siguen las reformasdel tTOnu: nuevas restricciones í\ la
autoridad real: injusto proceder de las cortes, y de ios publi-
cista* que i-as adulaban ÍS7
Cap. V. Se prepara al pueblo para que desee nueva constitución:
determinan las cortes hacerla: protestan algunos diputados
contra este proyecto: efectivamente !us caites carecían de
facultades para darnos nueva legislación D7
Cap-. VJ. Se presenta el proyecto de constitución:; principian las
conferencias de sus artículos: protestan algunos diputados:
falta d-e libertad en el congreso para deliberar ¿Oí
Cap. VII, Jura de la constitución : no hubo libertad para resistir-
la : se impugnan algunos escritos de aquellos días. •> . . . 1 1 6
Cap. VIIÍ, Análisis de la constitución: examen de sus principa-
les artículos: plan de la reforma general establecida en ellos:
se impugna , i . . . . . . . . . , 134
348
§, I. Se esaltan los derechos del pueblo: nuestro gobierno
monárquico se muda casi en el de una república. . . . . 136
§. II. Artículos de la constitución que reforman el trono y
declaran mas la mutación de gobierno. , 145
§. JTÍ. Artículos de la constitución para que el gobierno
estuviese siempre pendiente de los que se dijesen repre-
sentación nacional 161
Cap. IX. La constitución de Cádiz está copiada eu su mayor
parte de la de los asambleístas de París 173
Cap. X. La constitución de Cádiz deprime mas el trono que ía
de París. 197
Cap. XI. Deposición de la regencia llamada constítuciona).—
Igual suerte pudiera temerse todo rey que reinase por la
constitución. 204
Cap. XII. Se trata de formar nueva regencia : la observancia
de- la constitución sirvió de pretesto para eludir el nom-
bramiento de !a sefiora infanta Carlota. : = La constitución
fue siempre el escudo de loa facciosos. 22ÍJ
Cap. XIII, Medios por los cjue se estendieron ¡as reformas contra
e¡ trono.—La-Rspaña no suscribió jamas á semejantes planes. 234
Cap. XIV. Prosigue la materia del capítulo anterior: proyectan
algunos reformadores perpetuar el gobierno de las cortes es-
traordinarias para sostenerlas nuevas instituciones,™ Cuún
débil era e\ poder de la constitución para la seguridad del
estado 244
Cap. XV, Estado de la Espafia por la constitución. La anarquía
fue el término á que nos condujo la nueva legislación. . . 257
Cap. XVI. La-fispana se declara contra la constitución: esfuer-
zos extraordinarios de algún otro reformador porque no se
llegue á anular: por estos medios el odio á las reformas se
generalizó mas 273
Cpp. XVII. Entrada del rey en Valencia. Se proscribe la consti-
tución: acaban las cortes: plan de algunos reformadores para
Gfaslawar el gobierno fuera de Mudrid: solo su narración bas-
tará para Impugnarlo, 292
Cap. XVIII. Reliquias délas reformas contra el trono- se refutan
algunos escritos públicos remitidos á Espafia desde Francia, 303
Cap. XIX. Continúa el argumento anterior. Impugnación del
Amante de la ley y de su rey, último impreso venido de Bur-
deos en defensa-de la constitución 317
Cap. XX. Epilogo de las reformas hechas contra el trono 330
Cap. XXI. Conclusión de las Apologías del altar y del trono. El
autor da gracias ú üios por haber conservado entre nosotros
su religión , y defendido nuestro rey y trono: pide por la sa-
lud del soberano, y por la paz de todos los españoles. . . . 333
Á NUESTRO AUGUSTO
Y MUY AMADO SOBERANO
SEÑOR:
(i) En uua carta dirigida á los regentes , y firmada' por uno- que
salió diputado. Manifiesto del sefior Lardizabal, pág. 14,
xxrn
Los papeles públicos tenían ya divididos algu-
nos ánimos: el espíritu público siempre era el mis-
m o , pero padecía sus alteraciones, y los que es-
taban por las novedades se valían de estas vicisitu-
des para cambiar la opinión de la España. Las refor-
mas del trono eran las materias de sus conversa-
ciones y los argumentos de sus escritos. Respetaban
á su rey , Fernando vivía en sus corazones, sus la-
bios le nombraban con respeto, con amor, con en-
tusiasmo i mas luego que principiaron las reformas,
de día en dia avanzaban hacia el trono, tal vez sin
conocer que le arruinaban. Insensiblemente se fue
introduciendo la autoridad de los diputados hasta
lo interior del trono mismo. Ellos se constituyeron
en otros tantos soberanos.
Por la soberanía de ias llamadas cortes el rey
solo quedó por el ejecutor de la ley, totalmente
sometido á la constitución que se le pondría en
sus manos. Cuanto decia íntima unión con el tro-
no todo padeció. Los consejos del rey todos se
abolieron. Sus propiedades les fueron cnagenadas;
hasta su subsistencia y decoro se le puso por ta-
sa y medida. La constitución reunía todas las re-
formas establecidas en trescientos ochenta y cua-
tro artículos. El gobierno de la España no er¿í
ya el monárquico , el antiguo. La constitución
lo demuestra. Yo haré su análisis, y manifestaré
xxrv
el mal que de ella resultó á toda España.
Unas leyes revolucionarias, destructoras de to-
do orden , entraron á sustituir las antiguas. La na-
ción, pues, no podía quedar pasiva al trastorno gene-
ral que cada dia se aumentaba. Los desórdenes, las
divisiones , la anarquía se veían en todos los pue-
blos, en todas las provincias. La nación estaba
ya al umbral de la muerte; el último período de
su vida iba á acabarse. El español lloraba inconso-
lable su ruina. ¿Quién nos salvará, decíamos todos,
del naufragio ? i Ah!
En Marzo de 814 llegó nuestro rey á España. El
Dios que le llevó á lejas tierras para que en su au-
sencia recibiéramos el castigo de nuestros pasados
delitos, nos le trajo compadecido de nosotros, y
con él nos restituyó la paz , la unión , la felicidad
que suspirábamos. En 4 de Mayo habló por la pri-
mera vez á sus hijos, y sus palabras calmaron los
sustos, deshicieron los partidos, y abolieron las re-
formas. El decreto de aquel dia volvió á la España
su primitivo ser, á su orden antiguo, al gobierno
monárquico y paternal que hasta alli nos había re-
gido. Se borraron del medio de los tiempos cuan-
tas ordenaciones y reformas en su ausencia se ha-
bian establecido.
"Declaro*, dijo nuestro amado Soberano, decla-
ro, que mi Real ánimo es no solamente no jurar
ni acceder á dicha constitución ni a decceto algu-
no de las cortes genérale*, estraordirtarias- ó ordi-
narias , sino el declarar aquella constitución y ta-
les decretos nulos^ y de ningún valor y efecto1 > a ha.
ra ni en tiempo alguno , como si no hubiesen pa-
sado jamas tales actos, y se quitasen de en medio
de los tiempos."
Solo de este modo pudo calmarse la tempestad
en que zozobrábamos. Por este medio , el único,
el solo necesario, quedó la España tranquila, A tan
sabia disposición le debemos todo el bien que dis-
frutamos. Yo voy á dar; las pruebas de esta mi
aserción, tejiendo la historia de las reformas del
trono, hechas por las Ramadas cortes, y manifes-
tando que Íbamos á perecer á no haberse anulado
la constitución tan decantada.
Haré la demostración mas sencilla, la mas cla-
ra. A hechos públicos, clásicos, no hay quien resis-
ta su asenso. Ellos nos van á hablar, y al tiempo
que nos digan el estado infeliz en que estaba la
España por la constitución, nos dirán la paz que
por su proscripción disfrutamos. No, no negaré que
después hubo algún celaje sobre nuestro hori¿onte,
sentimos tal cual indicio de nuevo temporal, nues-
tra salud pública tuvo alguna alteración después
del 4 de Mayo; mas estas no fueron señales de
muerte, solo eran efectos necesarios de nuestra si-
Tomo II 4
XXVI
tuacion pasada. Un enfermo de muchos años no se
restablece en el momento j una borrasca no calma
en un instante, la naturaleza obra sucesivamente,
y lo mismo sucede en los estados.
3
CAPITULO PRIMERO.
i i.
Cartets del Conde dev,(„„, d Pvíndipe 4e Ja Tnz
para que reformase el trono de la España
y su gobierno (*).
(1) En la pág. Í1J dice que ¡os gastos de la casa real suben al
pie de quinientos millones, y en la pág. 142 dice son ciento.
(3) Pág. 139- Lo mismo se repitió después por un señor ministro
de hacienda en su memoria presentada á las cortes en Mayo de 8 i ¿ .
Me abstengo ue citar sus palabras; solo diré, que después de poner
mentidamente ha«ra lo que se gastaba en la composición de los rapi-
ces Je la casa real, esclama, uOCsfe es vi resumen de vuestros sacrifi-
cios: Jetpertuti, yu que una tan sangrienta como noble resolución hn
puesto en vuestras manos el libro del erario escondido hasta aqui k
vuestras indagaciones. Españoles , no dejéis vulnerar por mas tiem-
po derechos t:m sacrosantos." A la pág. 73 cita la Enciclopedia, ro-
HIO 1, Hnmamlo ce'Jeíne economista al-autor de su Advcrtisscment, y
confirma su memoria con la autoridad de Neker en su obra Adminis-
trution Jes fi»unccs, tomo 2 , pág. 397, dándole el epíteto de sensible.
¡Con tales maestros se ¡fcn ¡i reformar el trono!
(3) J?ág. 13». (4) Pag. M9.
9
vantar el plan de nuestra felicidad1, alucinando á la E s -
p a ñ a , para que trate de reducir ¡os gastos de Ja casa real,
y después pase á reformar el trono en los atributos de su
poder.
Yo di re al español: con estos mismos colores retra-
taron á los reyes Volter, Rousseau, Diderot, Condoeet:r:
En los moldes de su filosofía parece está vaciado seme-
jante pian: solo de sus lecciones se pudo formar la idea que
se nos hace concebir de la magestad del trono. " E l brin-
co rústico , dice , en que una nación entera colocare
-á su representante (asi habla del r e y ) , caudillo en la
g u e r r a , magistrado en la paz, será siempre respetable, y
tocios los accesorios estertores serán muy miserables ( Í 7 9 ) . "
Un banco rústico quiere nuestro reformador sea el trono
de nuestros reyes, y conforme á esta idea "para que las
diversiones reales no sean tan funestas á los pueblos, in-
dica que acabado el trabajo el rey se vaya á la casa de cam-
po , tome S. M. el arado y se ponga á divertir. ¿Quién
sabe, dice, si renovando la mas sublime de las ceremonias
que haya visto e! s o l , no veremos al rey de dos mundos
con el arado en la mano?... Todo esto esperaba yo (conti-
n ú a ) , y todo lo hubiera hecho Carlos I H , y singularmen-
te su hijo, mas necesitado de acción y de movimien-
to ( < 2 ó ) " .
El autor del plan se queja amargamente de que nues-
tros reyes carecen de la felicidad pública, y que su trono
no tiene aquella pompa y magostad debida (í3 f J). Para
restituirle el verdadero brillo y esplendor propone la idea
de un banco rústico por trono , y de un arado en manos
de! rey, á fin de que S. M. renueve la mas sublime de las
ceremonias que haya visto el soí'(12(i) % Se podrá algu-
no persuadir de semejante propuesta ? Admire todo el
mundo los planes de una filosofía regeneradora : aun no
he acabado el estracto; lo voi á concluir.
El señor G... para manifestar al Príncipe de la Paz
que tío habia mas remedio que hacer entrar á la España
en el plan de la regeneración proyectada por la fiiosorta
Tomo II. í
contra el trono , -le dice asi. " L a luz triunfa de todos tos
obstáculos, se introduce por todos los resquicios; y si el
•gobierno -tío se anticipa á recibirla, si no pregara íes áni-
mo*, el gobierno , vuelvo á decir, será vict'm^de ia lucha
sangrienta que hubiera podido evitar (70), Una luz in-
mensa ha nacido con ia imprenta , que iluminando poco <í
poco á to.las las naciones ha de disipar infaüoiememe las
tiaieblas del error (70). J\m'go mió, no p'crda vmd. un
Justante en restituir á los diez millones de hombres que
.pueblan esta península el sueño, la tranquilidad y la se-
guridad (~'2). Para que se logre mi pían no es necesario
traitornnr la constitución monárquica: se trata al contra-
rio de regenerarla (21)."
Juzgo que este reducido apunte de algunos pensa-
mientos de nuestro señor conde bastará para que mi leo-
tpr se convenza de que al tiempo que en la Francia se ha-
cia la mas cruel esperlencia de los proyectos de los filóso-
fos contra todos los reyes, habia también en nuestra E s -
paña quien trabajase por el mismo-plan; aun cuando no
fuese su ánimo sumirnos en lo-profundo de los males, en
quepo? el mismo tiempo naufragaba la primera potencia,
que se dejaba seducir con las ideas de una nueva regene-
ración, E¡ señor C,... no tiene á menos corroborar sus
ideas con lo que acababa de hacerse por ia asamblea de
París, á quien llama rt-la mayor, y mas célebre agrega-
ción de talentos y de grandes conocimientos, qus tal VÍZ
haya hanrado á h humanidad (íJ¿C¡). " Para mí esta es la
mas terrible prueba de que el plan del señor C - . no dista-
ba mucho de los proyectos de semejante agregación.
Las cartas ne escribían en 9 2 , es decir cuando aquella
célebre agr-egacion de talentos y de grandes conQcimieti<-
Xoi h'a,bia decretado enlre ríos de sangre., que el pueblo
era el soberano de su rey,, y en su virtud k> juzgó, y lo
guillotinó. Las cartas se escribían cuando ei mundo ente-
ro , horrorizado de tantos crímenes como se cometían por
aquellos que mas hubian honrado á la humanidad (en
sentir del señor G...-),se habla armado para libertar á ia
a
afl'g'da Francia de la genera! proscripción, y de una m a -
tanza universal. Las cartas, se escribían cuando la Francia
entera, anegada en la sangre de sus reyes y de sus verdu-
gos, de sus sacerdotes y de sus asesinos, de sus nobles y
de los que envidiaban sus bienes, de sus mayores sabios y
justos , y de las heces de todo el pueblo, no presentaba á ia
faz de la Europa mas que un campo Inmenso lleno de cadá-
veres , de escombros, de ruinas, y en donde solo domina-
ba la fiera muerte con todas sus furias. El autor de tantos
horrores era la asamblea constituyente: la Europa entera
lo estaba viendo. Nuestra España peleaba por destruir tan
monstruosa asamblea: no obstante, al mismo tiempo hay
en España quien proponga ¡a mayor parte de los proyec-
tos de aquella , y quien diga á nuestro ministro que
es la asociación de hombres qtt¿ mas ha honrado a la hit*
mnidad. \Ay[....
La reflexión del tiempo y circunstancias en que se es-
cribían estas cartas , y el lenguaje de que en todas ellas se
u s a , bastarán solo para su impugnación. Pero es mucho lo
que se nos dice en el p h u : es mayor ia identidad que o b -
servará el lector entre los proyectos de nuestro señor ' re-
formador , y ¡os de la asamblea de París, y los de miestras-
cortes: es sin duda indispensable rebatir algunas doctri-
nas esparcidas en las cartas; y mas necesario demostrar
la identidad de planes, de principios y de lenguaje entre
los filósofos de Ja Francia, los proyectos del señor CJ,„, y
lo decretado por nuestras cortes.
Observemos primero que á la portada de las cartas se
nos dice: "se va á hacer nuestra felicidad, 'removiendo
los obstáculos que para su consecución oponen nueitras
leyes, nuestra opinión, y aun' nuestra naturaleza." Los
filósofos de la Francia decían Ib mismo en sus e.s'critós á
vóda la Europa. Bu-onaparté ío dijo asi1 a todo país que de-
vastó-: mas puntuaímente lo dijo á la E s p i n a : Murat su
intérprete y su. ejecutor lo repitió también. La España
era vieja, nuestras institución?.s anúguas. Elios vinie-
ron á regenerarnos; y con estas-'mismas palabras lo pubü-
12
carón en sus manifiestos y gacetas.de Madrid (i). Lo nns-
nio prometieron también, nuestros publicistas desde Agos-
to de iíHO en Cádiz: lo mismo dijeron nuestras cortes;
y esta, fue su cantinela hasta el 814,, en que acabaron de
mandar.
Una sola diferencia hallo entre el señor C... y los
demás señores que prometieron hacer nuestra regenera-
ción; y es que el primero se proponía regenerar hasta
nuestra naturaleza, opuesta al goce de la felicidad j y
los demás no pensaron en esto. Semejanteísparadoja no
salió de ninguna cabeza, ni de Francia, ni de España,
ni de. algún otro país. Nuestro autor es original en esta
parte nada mas. En todo pueblo donde la filosofía entró
á hacer su regeneración se contentó con quitar sus leyes,
poner otras., trabajar por cambiar la opinión, y cortar
con la misma cuchilla la cabeza del principe , magistrado,
noble, sibio , artista ó plebeyo que no se avenían al plan,
removiendo de este modo las abuáculos que ellos oponían
á su felicidad. Nuestro reformador pasa á mas: él quie-
re que .nuestra regeneración sea en Lodo rigor,, porque
hasta la misma .naturaleza va á fundir de nuevo con su
plan. El va á remover los obstáculos que ella pone para
Ja felicidad.. Semejante reforma no se ha •.visto ni se ha
pensado jamas. Este es un favor especial que la filosofía
bienhechora de nuestro siglo va á hacer al pueblo es-
paríok
Nuestro autor no duda que pueda realizarse st plan,
sj el gobierno decidido por sus opiniones trata de tr ¡apo-
derarse de la generación creciente; y solo por este medio-
veinte años, dice , sobran para regenerar á la nación (98).
Criada asi-elementalraente .una generación como la. hemos
propuesto, es fácil prever .que sin convulsiones ai es-
fuerzos se corregirán tantas equivocaciones ($7 y 8S).'1
Yo diría que por este medio se lograria corromper ep su
principio la generación naciente; mas no hacer su rege-
i. II.
i O Padilla (i),
Indignamente ajado!
Nombre inmortal ¡ Oh gloria de Castilla,
Mi espíritu agitado
Buicando alta virtud renueva ahora
Tu memoria ; infeliz sombra sublime,
Rompe el silencio de tu eterna tumba:
Rómpele y torna á defender tu España
Que atada 6 presa envilecida gime.
Sí, tu virtudes solas,
Solo tu ardor intrépido podría
Volvernos at valor, y sacudido
Por tí solo seria
Nuestro torpe letargo y ciego olvido.
Tú el único ya fuiste
Que osó arrostrar con generosa frente
Al despotismo atroz que ya insolente
Nuestra querida playa amenazaba.
¿De qu¿ pues nos valieron
Sicre siglos de af;in, y nuestra sangre
A torrentes verter? Lanza do en vano
Fue de Canilla el Árabe inclemente,
Si otro opresor mas pérfido y tirano
Prepara el yugo á su infelice frente,
Al furor de vuestros brazos
Caiga rata en pedazos
La soberbia del déspota insolente
Que á todos amenaza ¿En los oídos
Nos dan los alaridos,
Las tristes quejas de la edad siguiente,
Que á ominosa cadena
i Yo los desastres
De España comencé 4 y el triste llanto
Cuando esperando en VHIalar Padilla
Morir vio en éi su libertad Castilla,
T ú lo seguístes, y con su (id Límuza
Cayó Aragón gimiendo. Aú arrollados
Los nobles, fueron la¡ sagradas leyesi
Que eran dei pueblo fuerza y energía.
2Quién, insensato, imaginar pudiera
Que en sí abrigando corazón de esclavo,
Señor gran tiempo el español seria?
¿Qué importaba después con la victoria
Dorar la esclavitud*.,,
Esas voces
De maldición y escándalo sonando
De siglo• en-siglo irán, de gente en gente.
Yo el trono abandoné: te cedí' el mando, (a Felipe II).
Te vi reinar... ¡Ó errores! ;Ó imprudente
Temeridad ! ¡O miseros humanos!
v£i vosotros no hacéis vuestra ventura,
•¡La lograreis jamas de los tiranos*
s. III.
Otros varios escritos contra cí trono. Nuestros
reyes siempre han sido soberanos.
Su poder viene de Dios.
(i) Ley t'3, tít, 1, ptrtíd. 1, ley 17, tít, í partid. 3 , ley 18,
tír. + t ley 14, t.if. 1. Véa.se ;i Gregorio López glosando estas layes y
& Diego Pérez en las Cuestiones proemialas á los cuatro primeros l i -
bros de las ordenanzas reales, cuest. 1, p«g- 6-
('2) 1-ey 1 , tít. 2, lib. 2, EJ oficio ¿al n¿y es hacer juicio y jus-
ticia ,:/>3ív/af cié la cefatthtt magestatl recibí ti poderío tcmparnl. Si
1
de Dios recibe esto po</erfo, solo til le pusde juigar: r.o. hay otro se-
bcraa» en la tierra mas que él.
*7
tienen en -sí: lo abrogan á si mismas .es una usurpado?,
es nuio su poder. Luego nuestras cortes jamas han esía~
do ni pueden £star en el derecho, ó en la poseúcui de depo-
ner á nuestros reyes^ y juzgarlos por las causas mas gra-
ves que se quieran imaginar.
La soberanía de los reyes, su supremo poder sobre
todo otro poder de la tierra, su responsabilidad á solo
Dios, como puestos únicamente por él, son otras tantas
verdades, ó por mejor decir una sola verdad de que al
cristiano no le es lícito dudar. Jesucristo dijo ji PUatost
**no tendrías sobre mi potestad alguna si del cielo no te
se hubiera dado (i):::::::Dad al César Jo que es del Ca-
sar (2), dijo á sus discípulos, Oid reyes, dice el Espíritu
Santo, oid reyes, y entended que la potestad se os ha
conferido por Dios (3)::::::::: Por mí reinan los reyes, y
por mí establecen sus leyes {•*)•"
n
Estad sujetos, decia el apóstol san Pedro., á loda
humana criatura por Dios, bien sea rey como soberano
que es,, ó bien sean sus gobernadores mandados por él...,,
&t& es la voluntad de Dios, para que cumpliéndola
hagáis enmudecer la Ignorancia de los hombres impru-
dentes como hombres libres; pero que no tienen la li-
bertad como velo para cubrir la malicia, sino como Jtier»-
f os de Dios debéis honrar á todos, amar la hermandad
de todos, temer á Dios, y honrar al rey (í). Toda alma,
dice san Pablo, «srá sujeta á postestades superiores, JSp
hay poder que no sea de Dios. E! que resiste á la potes-
tad, resiste, á la orden de Dios. Los que resisten se ad-
quieren la condenación. El príncipe es el ministro de Dioj^
por esto lleva la espada...».,. Por lo tanto necesariamente
debéis estarle sujeto, no solo por el temor de s-u ira, sino
por conciencia 'Por esta causa le pajjaís ios tributos,
(1) Homii. 23. in epist. tul Rom. y homil. 37. in Matthaeutn: Po-
píilus crea! sihi regem, quem elegerit. Cum rex Ule fuerit factus el
confirmatus in regno, jam haba poiestateni in hominib'us, et non po-
test populus jugum ejus de cervice sua repeliere.
(3) Véase á San Bernardo, iib. del oficio dé los obispos, cap,, í.
(3) Primero que al$un otro monarca del orbe cristiano. El carda-
nal de Aguirre en su &Qllectio máxima conciliorum omnium Hispa*
niae tt nobis orbis^iom. 1, epist. ad Carohm 2 , regem Hispania-
TUOl.
Tomo U. ÍQ
ÍO
con bastante claridad que nuestros concilios estati acor-
des en.el unán'rae sentir de la escritura y Padres acerca
de la soberanía de los reyes, y su suprema autoridad, sin
ser responsable á algún otro poder.
Nuestros reyes convocaban los concilios* ó los man-
daban convocar. El rey tomaba el primer asiento. El rey
exhortaba á los obispos, condes y títulos á que trabajasen
en las sesiones, en cuanto contribuyese al bien de la Igle-
sia y del reino (i). Los obispos y demás diputados le lla-
maban señor, ungida de Dios; le decian que Dios le ha-
bla, dado, el reinoi, y la habla elevada sobre toda la tiacion^
Pedían todos en el mismo concilio por la salud del rey,
y anatemízaban i todo el que le faltase á la fidelidad
prometida.. Al finalizarse los concilios, se hacia una ex-
hortación, humildísima al rey, para que hiciese cumplir
cuanto' se habia acordado á beneficio de la nación (2),
dándole gracias por el cuíctado y zelo con que atendia al
mayop bien de la Iglesia^
ífcifistras. leyese conformes." con. la doctrina de la escri-
tura, de la% Padres, de tos concilios, asi ecuménicos, co-
me nacionales, dicen terminantemente que de la celestial
tnagestad, reciben, nuestros reyes el poderío temporal (3) ¿No
es, esta, la doctrina común de, nuestros concilios y de nues-
tras, cortes, aquellas, á; que ooa, quieren llevar nuestros
maestros de la soberanía popular} i Hay algo que opo-
nte é tan clásicos; documentos ? ¿Puede manifestarse coa
mas claridad que la nación no se consideró jamas, con p o -
de* para; deponer á sus reyes í
Cuantos casos nos presenta, el autor de la antigua COJ-
tambre de. convocar cortes de Castilla , ninguna prueba
(i) Aguirre, tom. 3 , conc. Tolet. 3, pág, 22L conc. Tolet. 4j
pág. 3óS. cocc. Tolet. ó,, pág. 413, y en el tom.. l v parL 3» De or-
tline servato in. concilUs Híspaniae, pág. 228,
(2) Véase tom. 1 del cardenal. .Aguine pág. 22S, tora. 3,
pag. 380, tom, 4 , pág. ü71. Ltíase. pri/icipaijnente,el concilio Tole-
dano 4, üt, 75, De commoniüone. phbls t in frincipem delin-
(3) Partidas, ley i , tít. 1, lib. 2.
que la nación tiene derecho por nuestras leyes, roíTiitti-
bres ó prácticas á departir nuestros reyes. Lo que sí de-
muestra con la mayor solidez es la utilidad y aun la ne-
cesidad de que se convoquen cortes en Jos casos arduos
y en las urgencias mas apuradas del reino, tales como
las que acabamos de sufrir. Aprecíese este pape! por los
conocimientos de su autor j pero sépase que cuantos he-
chos refiere de minoridades de reyes, de reinas viuda?,
de guerras y disputas sobre la sucesión á la corona, de
mteregnos y regencias, en los que las cortes se han con-
vocado para salvar a la nación, y convenir en cuanto se
debía hacer, estos son otros Cantos testimonios que de-
muestran que nuestros reyes no han sido despotas, tiranos,
que han mirado siempre por conservar tos fueros de la
nación, que no han atropellado sus leyes, y que necesitan*
do de las luces y socorros de sus pueblos para el buen
gobierno de sus vasallos, los ha llamado á s í , les ha ma-
nifestado «la situación de la corona, y ellos, reunidos en
cortes, han dado su parecer. Estos son los hechos, no
hay mas.
Nuestro autor da por sabido que desde el tiempo de
ta dominación austríaca en España principió el despotis-
mo y gobierno arbitrario...... Con la venida de Oírlos V,
dice, comenzó et despotismo ministerial y el trastorno
de nuestra eonstítuctou, lo que movió la guerra civil de
las comunidades. Es necesario, concluye, correr un velo
para ocultar este horroroso cuadra de nuestro pasada
gobierno, y consolarnos con la esperanza de una nueva,
justa y per manéate organización de la monarquía.
Á esto último no doy mas respuesta queret desengaño
que su autor habrá tenido después en la organización de
¡a monarquía hecha por las cortes. De las comunidades de
Castilla está bien informada la nación. Yo me be dete-
nido mas de lo justo en hacer ver quiénes eran los comu-
neros; porque todos nuestros reformadores han sacado á
lucir el heroísmo de semejantes revolucionarios. El despo-
tismo y la arbitrariedad de Carlos V y de sus sucesores
52
que tan exagerada é injustamente repíren los autores re-
feridos, no han sido siuo pretestos para reformar la nacionr
mudar et gobierno,'y arreglarlo todo al gusto de la filo-
sofía reinante. Los resultados hablan, y yo no tengo nada
que añadir.
Únicamente diré á los panegiristas de las cortes, que
tanto las han adulado con su poder soberano, con faculta-
des' d'& legislador: tomad este papel, ved en compendio
los anales de nuestra libertad; pero advertid en el qua
las íórtes no decretan, sino que esponen, piden, supli-
fían. Con este .nombre hacían las .propuestas.. El rey, la-
reyna.,; la regencia las aprobaba. Estos son- los únicos depo-.
sitados del supremo poder de iu soberanía de la nación,
los solos soberanost los que solo pueden llamar á cortes.,:
y, dar á las ..leyes su valor. Nuestras corres no han sido'ja-
mas- comiituyenttSy absolutas, soberanas,.cani(), nos lo
han¡ dicho nuestros, publicistas y .diputados.. La filosofi*
da nuestro siglo es ia u.ue ha halagado á los pueblos con-
este poder, la eme íos ha seducido y desktinbrado con
su brillo estenor, para asesinar sus reyes, y después,
vengarse, de la religión de Jesucristo ^ sentándose ella s o -
bre los tronos, altares¡, palacios y templos destruidos y;
amalgamados coalla sangre ,y los esqueletos de millones
de victimas, sacrificadas á:su,furor.„„ ÉntEemos en eí exa-
men de otro plan contra el trono de nuestros reyes.
La antigua costumbre de convocar cortes de Castilla
se aontenta solo con decir que la nación puede juzgar y
d&poner á nuestros reyes. El señor don A. F.. S< pasa
á mas. No se contenta con que se deponga. á los reyes,
se les juzgue ; sino que establece que la naülor les puede
imponer pena cipital. , c t El rey, .dice,, tendrá ej mismo.
tratamiento de señor y ireagestad;, pero no el de sobera-
no (r), ¿ a persona del rey será considerada como sagran
da; y.süikinetUc-Qt soberano le podrá juagar, deponer; y:
aun'írw/jofjtir pena cupit-aL <¿¿).n Estas son dos. leyes áa la;
( 0 ''-ey S:í, püp. 39:
?S(> Ley 5.3, plg. 3í>.
S3
constitución presentada, á ja junta, central en el año de 9.
Sobre tales principios quería jai,señor ,£,,.,. levantar <A
plan de nuestra regeneración-
Quizás no habrá una constitución en-tocios los rciuos
del mundo en que se hallen estampados dos artículos c o -
mo los que acabo de citar. Los jacobinos en el.desenfreno
de su furor revolucionario, respetaron !a persona del rey
en la constitución., y decretaron que era sagrada á invio-
lable. En toda nación culta su 'gefe está fuera de la ley
de la responsabilidad i porque de lo,contrarío el estado se
vería girar de continuo en un tuerte; torbellino., que p o í
instante* le baria desaparecer. La seguridad del individuo
está necesariamente unida con la existencia-del. xupenor-,
sea el que se quiera poner. Si hay otro superior que sea
ej que mande, de este hablo i si no existe mas que uno, es-
te es el únicamente soberano^ :<i quien todo otro puasr. sG
debe sujetar. El poder supremo de una nación por L'i.CQn-
servacion misma deí titano no puctle estar espuesta ;i rjur-
otra autoridad le haga comparecer como veo ,. y mucho
menos que le:fu¿da-deponer ni irt}pone*t<¡ pana capital.
Es verdad que nuestro autrx d'ce con Ja misma ley
que la persona del rey strá considerada como s¿¡gradn$
¿mas esta no es una implicación? La persona del rey, d i -
ce, será considerada camo sagrada; y sin. medí a r tcrm : uo
alguno sigue: ¡alamente <el soberana ie ^drá jwz^ar. fLeñO-
ner y ¿j\m imponer pena capiial,Si es sagutd«^í^6mo se le
puede juzgar? ¿cómo se le puede deponer? jcómo se ie
puede imponer pena capital? ¿No es esto el mayor délo*
absurdos, ó la contradicción mas inaniíie,sta:'í
Otra implicación de primer, orden- se observa,también
entre la ley 52 y la 101. E n la prímera-dtee: ^ quc-el ríjí
tendrá el mismo tratamiento de señor y mügestad-%" y á
•la 101 propone que tc ningún español sea llamado vasa-
•lio (ÍJ.'^Los términos de señor y de.vasallo ,son cpi'relaú*
vos. E l señor en rigor dice tener vasallos: el vasalla s u -
(1) Pig. S*
pone tener señor. Sí nuestros reyes son señores, los espa-
ñoles seremos sus vasallos.
jDe dónde podrá provenir en un hombre de instruc-
ción como nuestro escritor, estas equivocaciones? Juzgo
que solo de querer formar una constitución en todo repu-
blicana, guardando en algo !a apariencia del gobierno
monárquico que nos ha regido hasta aquí. Mas en vano
era esta simulación. La constitución habla de rey; pero
ella respira por todas sus páginas un republicanismo sin
igual. La constitución intenta regenerar la España; mas
todos sus artículos tiran á su destrucción. La constitución
se dirigirá á consolidar el estado; pero en realidad sus
leyes todas lo disuelven, lo arruinan.
Léanse íos diversos artículos en que está dividida se-
mejante constitución; y sin necesidad mas que de la sim-
ple lectura aparecerá cuanto llevo dicho. Ella hace sobe-
rana á la nación: vincula en las cortes formar las leyes y
reformarlas. El rey no es mas que un ministro de la nación,
debe darle cuenta de sus operaciones; y para que no pue-
da eludir su juicio, y dejar de comparecer ante las cortes
cuándo sea 1 ¡amado, forma tantos egércltos,al rededor de
la capital cuantas son las provincias, para que todos ob-
serven al monarca y celen que cumpla la constitución. ¿Po-
día esperar la España una constitución por este orden .de
Un español ? Si aun no me he esplicado lo bastante sobre
el espíritu de esta constitución, léanse los apuntes para
la historia de Eípflna, obra del mismo autor, y etta con-
firmará cuanto acabo de decir.
Necesito acercarme ya al tiempo en que van á tocar-
se Jos funestos resultados de tan perjudiciales escritos.
Veamos al gobierno de nuestra España sitiado en una
plaza por enemigos poderosos de dentro y de fuera, y á
los periódicos de Cádiz tomando á su cargo llevar ade-
lante las reformas proyectadas contra el trono. Los pla-
nes son los mismos que llevo detallados: no hay diferen-
cia esencial entre nuestros primeros reformadores y los
últimos que los realizaron. Entremos en el año de 10.
55
J. IV.
CAPITULO TT.
(1) P i * 20,
(2) Decreto i «Je l a í cortes.
(3) Decreto 2.
Tomo II. 12
66
guti las leyes solo á la loberanía (i), ¡Qué absurdos!
¡Ya unos pocos de hombres son los soberanos de su rey!...
No hay en los estados un peligro mas terrible que el
proclamar soberanos á los pueblos. La pasión de la liber-
tad innata en los hombres no es fácil contenerla dentro de
sus justos límites. El pueblo, en donde siempre se fermen-
ta el germen de le insurrección contra todo poder que le
mande, rara vez conoce sus verdaderos intereses, y nun-
ca está contento con las órdenes del superior que le d i r i -
je. Montesqu'eu y otros políticos atribuyen las victorias
de los romanos á esta pasión dominante y destructora. Yo
diré con mas verdad: su libertad fue la raíz de sus fac-
ciones crueles , de sus guerras intestinas, de sus p r o s c r i p -
ciones , muerres, horrores indecibles.
Desde la fundación de Roma hasta su imperio gene-
ral, no vemos en aquellos pueblos sino desórdenes, sedi-
ciones, muertes,injusticias. Siete reyes la dominaron p r i -
mero , y cuatro los mas dignos de elogio fueron asesina-
d o s , y el último (Tarquino) sufrió el destierro. Desde
esta época aborreced el dictado de rey, porque le substi-
tuyen por tirano : fieros por su libertad eligen cónsules,
y pn menos de diez anos abusan de su gobierno. N o m -
bran dictadores, que eran en realidad unos reyes j y á los
cinco años piden tribunos , declarando sagradas sus p e r -
sonas, y estendíendo sus facultades hasta donde ñolas ha-
bía tenido poder alguno. Cuarenta años bastan para que
el tribunado se suprima, y entren en§u lugar Jos ásesm-
viros ¿Puede darse mayor inconstancia í
Apio, aborrecido del pueblo, es adorada por un n u e -
vo titulo. Toda Roma se llama feliz bajo el decemvirato.
¿Mas quien lo diría? Esta dignidad no duró mas que en
los primeros electos. La tiranía sucedió á la. moderación,
y los romanos se armaron contra el decemviro Apio- por
la nv»ma eau^a que contra Tarquino. A los diez años de
electos los dt;cemviros eligen los censores, A poco restitu-
(t) Decreto 3 y 4. Véase e! manifiesto del sefíor Lardizahal pág,
20 y 21.
67
yen c! consulado, estendiéndolo á los plebeyos. En toda»
estas mutaciones hubo alborotos, tumultos, sangre, muer-
tes , horrores.
No nos cansemos: donde el pueblo es el soberano, allí
está el país de la discordia. El hombre virtuoso no puede
morar en tal estado. La emulación, la envidia, los perse-
guirá siempre, y tendrán que, ó desterrarse, ó perecer á
manos dé un partido que les pone siempre asechanzas.
UnCorioiano, un Camilo, un Siccinio Dentato, un Si-
món , un Arístides.... los mejores hombres de Atenas y de
Roma tuvieron que abandonar su patria, porque el pue-
blo, que primero los respetaba, luego por su veleidad
misma los proscribía. Nadie sea- superior entre nosotros,
y- si se halla un hombre ¿mínente, qui salga de aquit di-
jeron los efesios cuando desterraron á Hermodoro, El mé-
rito sobresaliente es un delito en h república, dijo Tu-
llo (<)•
Para todo hombre que píense como debe, la sobera-
nía del pueblo es un fantasma político. No obstante él, co-
mo los wampiros de Bohemia, han chupado la sangrede
muchos millones de hombres, ha degollado reyes y prín-
cipes , ha trastornado la Europa, y ha envuelto todos los
tronos entre las ruinas de los palacios, pueblos y provin-
cias. La filosofía inspiro á los franceses la rebelión contra
su rey, predicándoles no - había mas soberanía que la del
pueblo. Las cortes siguieron este partido, se proclamaron
soberanas para mandar con un imperio absoluto.
Ya estamos á nivel de las otras potencias ilustradas por
los filósofos. La filosofía entra á reinar en el imperio de
la fe; y el juramento que esta predica indisoluble , aque-
lla dice puede romperse como una débil arista ::: Las cor-
tes exigen de todos-los españoles un nuevo juramento,
contrario al que ya tenían hecho á favor de su rey legíti*
rao, Ellas mandan que todos los españoles juren fide*
lidad á les nación, á las cortes que la representan) y á
CAPÍTULO III.
CAPITULO IV.
CAPITULO V.
• •lIIH' i
CAPITULO VI.
Se presenta el proyecto de constitución:
principian las conferencias do sus artícu-
los ' protestan algunos diputados : falta
de libertad en el congreso para
deliberar.
En solo el t!empo de ochos meses, es decir, desde
•el 23 de Diciembre de 1810, en que se formó la comi-
sión de constitución, hasta el 17 de Agosto de 811 , en
que el señor secretario de ella dijo á todo el congreso*
que estaba ya hecho el proyecto de constitución (1), se
formó un código de trescientos ochenta y cuatro artícu*
los , que eternamenri habia de regir á la nación, sin d e -
jarle libertad á la misma de poder variar un;i ley desde
que ia jurase hasta ocho anos después. No sé qué es mas
de admirar, si la celeridad en la formación de tantas le»
(i) En los capítulos en que trate estas materias daré ios documentos.
ííí
sin poder eludir la fuerza que aí intento se íe hacía. En
tres dias distintos el señor presidente anunció á rodos lo*
diputados que el 19 era e! juramento de la constitución , y
que ninguno faltase. Desde el principio de Febrera se es-
taban ya leyendo en e! congreso las felicitaciones,que.- de
varías partes se hacían venir adulando á las cortes por la
constitución que habían concluido , y manifestando que
todos deseaban jurarla. El 17 se leyeron cuatro felicita-
ciones , tres de Estremadura, y una de la junta provincial
de Cádiz. E1Í8 se leyó públicamente la lista de los que
con Ucencia estaban fuera del congreso , para que tiingu-
no de los que estaban en Cádiz pudiese faltar ai juramento
sin ser notado.
Con tales disposiciones jquién se atrevería á faltar al
juramento? ¿á resistirse , ó á protestar la fueriaí Las ba-
yonetas estaban á disposición de las cortes : el juramento
de las nuevas leyes ó ia espatríacion* son los dos 'términos
que se dan á escoger á ios diputados : no hay remedie , ó
á la costa del moro al dia siguiente, ó al templo de Dio*
vivo, para que allí se solemnice la jura del código que
acababa de formarse. ¿Es esta {a iibertad tan decantada?
¿Se dejó libre al diputado? ¿No es esta la mayor de las vio-
lencias , el despotismo mas cruel , la tiranía mas clasifica-
da ?... Yo entro eu el capítulo;séptimo. He, demoitrado nO
hubo libertad para discutir r» constitución t voy á maüí-
festac que tampoco quedó para juraría.
ÍÍ6
CAPITULO VII.
Jura de la conslllucion. No hubo libertad
para resistirla. Se impugnan algunos
escrilos de aquellos días.
CAPITULO VIII.
s. i-
Se exaltan los derechos del pueblo. Nuestro
gobierno monárquico se muda casi en el de
una república.
(l) Historia secreta del gabinete de St. Cloud. pág. í)i , y en las
adiciones
{'¿) Consticuciún francesa , ait.. 2 , pig. Z¿.
Í50
el rey. Ei senado de Roma declaró también que Césat
era sagrado é inviolable; y Erufo y Cayo le acometen
á poco, y Cesar lo deja de ser. Las leyes poco sirven, sí
Jos que (as dan las dejan de cumplir. Menos podrán r e -
mediar un mal, que por otros títulos se manda y sé sos-
tiene COÍI tesón. ¿Qué imporra que nuestros reyes se
digan inviolables, exentos de toda rc¡ponsabi!¡dad,s\a.\mis-
mo tiempo que se aprobaban estos artículos, se oponían
otros para poderlos eludir?
El artículo 181 anula el 168 en estos términos:** La*
cortáis deberán escluir de la sucesión á aquella persona ó
personas que sean incapaces para gobernar, ó hayan he-
cho cosa por que merezcan perder la corona (f)." Adviér-
tase que las últim;is palabras de esta íey no dicen pierdan
el derecho de suceder á la corona, como hablando de los
príncipes ó infantes de España, que por su nacimiento
tienen derecho de sucesión, sino habla, de positivo de
los que la tienen, y hayan hecha cosa por que merezcan
perder la corona. La corona no la pierde el que no la
tiene. Si la constitución da facultades para escluir de la
corona á la persona ó personas que sean incapaces y ó
hayan hecho cosa por que lo merezcan , la constitución
autoriza á las cortes para que juzguen al rey, y le ha-
gan perder la corona. Juzgo ser esta una legítima ila-
ción.
No es este el único artículo marcado en la constitu-
ción , para poder las cortes exigir la responsabilidad á
nuestros reyes. En el momento en que rt sin consentimien-
to de las cortes se ausentase del reino, se da por hecho que
cbdica la corona (2)." Cuando tratase de contraer ma-
trimonio, debe pedir el consentimiento á sus tutores los
señores diputados, ó á su señora la nación j y si no lo hi-
S. III.
CAPITULO IX.
La constitución de Cádiz está copiada en
su mayor parto de la de los asambleístas
da París,
ttmo«o^*
10
AKT. 124, Las cortes no El cuerpo legislativo ce-
:- sará de ser cuerpo delibe-
podrán deliberar en la pre-
sencia del rey. rante mientras el rey estu-
viere presente; art, 8, p. Í7.
JS
ART. Í28. Los diputados Los representantes de la
serán inviolables por susis nación son inviolables: ar-
opiniones. tículo 7 ? pág. 30,
2. a Facultad. Recibir el
;1 La asamblea recibió el
i-
jiír^rnento al rey y al prín- juramento del rey de ser fiel
cipe de Asturias. á la constitución: p. 97,
CAPITULO XI.
C A P I T U L O XII.
(t) Todo C'iarto digo y ftias qiie callo fused'e verse en el pnpel ipie
ios mismos de in f.ccion imprimieron :'i poco con e¡ rindo de Rcltidon
de los públicos regocijos con que las dos reuniones putriótktts de los
caics, alto de Apolo y de b plaza de Oria , e:i esta ciudad celebraron
el triunfo de ia libertad española, conseguido en los di;»s fi y 1!'¿ de
Marzo defe13. Su «stracto me servirá'de documento. (2) Pág. 71.
228
pos contra íos mas, La Intriga, la osadía, la procacidad
Vencieron á ¡a justicia y al honor. El revolucionario se ma-
nifestó al público erguida su frente, desaliando á todo
twmbrede bien. Este bajó. su.cabeza, y se entregó á h
.timidez, á. la. niayor debilidad. Se perdieron en ambas
cortes-Jas. votaciones, mas bien puestas; y el español, que
consideraba el; gobierno con el interés que debía, no pu-
dó -.meaos que .perder, la confianza de su salvación por un
gobierno tan débü, y .solo ponerla en Dios,
A l a verdad, el que considerase al gobierno de la Es-
j>aña desde el S de Marzo hasta el 2 2 ; el que viese los
alborotos de estos días, y de] modo con que se trataba la
representación nacional por los mismos que se alababan de
ser sus padres y sus mentores; quien tomase en fin la cons-
titución en la mano, y viese la pública fracción que coa
toda solemnidad se hacia desús tan decantadas leyes por
sus mayores entusiastas, ¿esperaría este que por tal g o -
bierno,, y por la constitución que nos regia nos habíamos
de salvar? ¡Ah! El gobierno estaba pendiente siempre de
un hilo: todo el que quería lo podía cortar en el momento
que acudicie á la constitución, para que protegiese sus
miras. La constitución-se acomodaba á todo; y eí que la
tomaba en sus manos ó la invocaba en sus labios, estaba
seguro de salir bien en sus empresas, aun cuando fue-
ran contra las mismas corres y contra mi constitución.
La Relación dt> los públicos regocijos; por haber caldo
la regencia anterior, ,y -.no haber salido -, electa ia señora
iuíanta Carlota, dará-una idea justa de loque quiero ma-
nifestar. Este papel fue publicado por los mismos autores
de Ja revolución del 8 y i9 de Marzo : mi estrado no al-
tera su propia narración,-;,Díce asi: "alguna,-vez los espa-
ñoles han de salir del tono cáustico con que promueven
Jas titiles reformas, para, asociarse al entusiasmo y e m -
briaguez de la alegría nacional, cuando es provocada por
aquellos acaecimientos mas señalados de nuestra revolu-
ción. Es acaso ei mayor de ellos el que d<ó ú la nación
e'i eternamente memorable 8 de Marzo, en que fueron r o -
229
tas á un solo impulso de los dignos representantes del
pueblo español las ominosas cadenas del despotismo , que
por donde quiera tenían aprisionada la libertad política y
cU-ii. El voto público , pronunciado mucho antes de este
acaecinvento por los verdaderos patriotas,ya de palabra,
y ya por escrito , escítaba á una novedad que el bien de
la patria imperiosamente ex'gia ; y esta novedad era la
remoción de la antigua regencia , y el nombramiento de
la otra. Tuvieron cumplido efecto nuestros deseos , y de-i
temas confesar que tamaño beneficio se debe en una bue-
na parte á los patriotas concurrentes al alto café de Apo-
lo , incesantemente dedicados á promover el espíritu de
una bien entendida libertad , aquel , á saber , que cifra
la felicidad publica en la observancia de la santa carta
constitución:;!."
"Llegó el día Í 9 , aniversario de la publicación del
código sagrado ; se es pare Y) la voz alarmante de que al
dia siguiente se propondría en el congreso á la señora in-
fanta Carlota pura regenta del reino , y se indicaba el
nombre de quien por su cuenta habia tomado dar esta'
señal de ataque á todas nuestras instituciones, para agos-
rarías de una, vez con Ja seguridad de que unos' ochenta
estaban dispuestos para apoyarle en todo trance. En se-
mejante eonfi'eto , y en aquella misma mañana , dos p a -
triotas del café alto de Apolo , bien conocidos par su sóli-
da ilustración t y entusiasmo decidida .por lo mejor , se
buscan en la plaza de la constitución para acudir al peli-
gro que corría la patr'a : se encuentran acordes en el em-
peño de salvarla, aun ú cost.i de comprometer sus vidas:-
deliberan sobre ¡os medios de conjurar ¡;< tempestad ; se
entearga. el uno de ellos , joven de ricas esperanzas, de es-'
cribír un sencillo pero enérg'eo manifiesto Los patriotas
di 1;calé alto de Apolo disponen de consuno costear b
impresión del manifiesto: en ¡a mañana del 20 aparece fi-
jado por las esquinas de esta ciudad , y de él se reparten
ejemplares á todos las anotes diputados del congresn:
en el mismo impreso se anunciaba en sustancia , que el
230
autor del papel ? á par ¡fo millares de patriotas , estaba
dispuesto á derramar la última gota de su sangre en de~
jema de la constitución , si por desgracia fuese a t r o p e -
llada;::: Contentemónos con decir que todos los indivii
dúos de aquella reunión patriótica se disputaron á porfía
la gloria de concurrir con cuanto valían para asegurar la
salvación de la patria , que se veía tan comprometida. 1 *
<r
Al c:ibo amaneció el 22 para llenar de alboroto á
rodos ¡os buenos , puesto que ( gracias í la entereza de
nuestros representantes) hemos visto convertida la nueva
regencia provisional en propietaria, y desde entonces cal-
man los -rezelos que antes nos habían inquietado::::: No
podrían los patriotas del alto de Apolo dejar de tomar
p a n e en esta manifestación sencilla para esíofzarla. Asi
pues, entre los brindis de un convite de generosos licores,
abierto á todos ¡os concurrentes, y costeado por un patrio-
ta , y entre las composiciones poéticas que improvisaban
en celebridad de! acaecimiento que motivaba tan noble e n -
tusiasmo , se nombró á uno para que pasase í anunciar
ai patriota , conocido con e¡ nombre del Duende de ¡os
dijes, (¡Lití l:i reunión del alto de Apolo le aguardaba' con
impaciencia para congratularse con él , porque ya el pu-
pilo, llamado don Patricio Cortés, había salido de ias m a -
nos tiránicas de sus tutores (1). El patriota mismo se pre-
senta entre mil aclamaciones, y de concierto con él, y con
el empuño de acelerar todos la espiesíon soléame de los
sentimientos de gratitud de que estaban henchidos, dispo-
nen (previa la competente venia de las autoridades cons-
tituidas , á las cuales envió una diputación) una numerosa
imísica militar, que en la noche del mismo 22 llevase por
toda !;t ciudad el anuncio de la victoria de nuestra l i -
bertad."
""Tampoco podemos callar que los dignos patriotas y
honrados ciudadanos del cale de Orto, entusiasmados con
(I) Rsto nliíJe i mi articulo publicado pocos cuas antes , firmado
por don Putíirio Cortifs , en e! que se stipnnia 1 J:is cenes bajo la
tacata de i¡i regencia , y peuia íueseti ubres de su esclavitud,
23 i
ía celebridad de la noche del 22' , y no podiendo resistir-
se al noble impulso de rivalizar coa sua dignos- hermanos
los del alto Apolo , dirigieron á estos en la noche del 2 J
una diputación para congratularse con ellos porque habían
solemnizado- tan dignamente el triunfo de ¡a. libertad ; y á
tan agradable saludo correspondió uno de los patriotas, del
alto Apoto con una bien sentida y espresada arenga. D e
esta manera la hermandad^ que antes, e&raba afianzada en
las dos, reuniones,, quedó enteramente consolidada* Debe-
mos decirla ya con orgullo. Los- patriotas del de. Orla nos-
han dada esos días celebres de las dos pr'mtetat. repúbli-
cas de? manda civilizado , por los- ctialet- ansiábamos tanto,.
Su diputación anunció á ios patriotas, del alto Apolo-que
á, la noche siguiente les aguardaban en. la sala en donde
se- juntan, para hacerles, á viva voz, la manifestación de Ja
complacencia que les. cabía por la cordialhima herman-
dad que acababa de cimentarse."
" E n efecto , en la noche del 24 fueron electos- éntre-
los, patriotas del alto de Apolo ocho de sus individuos, para
que en diputación pasasen al de Or.ta á tributar á sus.
hermanos eL justo homenage de ternur.¡yde agradecimien-
to? á que se habian hecho- acreedores Todo corresponda
al entusiasmo que seguía , observando desde cerca el éxi-
to, que tendría esta diputación en su recibimiento y en el
obsequio que le estaba preparado., El aparato modesto de
»na mesa, que1 se presentó, cubierta- de damasco- carmesí,,
y em ella. BU. frondoso? rama de oliva t ceñido á trechos.
con elegantes luzos de cintas- vades ,. de colur de catict
jl de rosa r que como símbolo de la luñon que debía r e i -
n a r entre unos y otros, patriotas presento á la diputación
d*'!Los> del alto de Apolo-,. colocada en torno de la mesa,
el presidente de los- que convidaban , el digno- ciudada-
no?..:.., las. copas, de- licor que se aprestaban.para que den--
tro-de poco:.distribuyesen ia alegría entre los concurren-
tes, por medio de los brindis patrióticos que hab.imde en-
salzar la celebridad de aquella entrevista , el aparato- de
los, coros, de- música que estaban dispuestos para cantar
232
himnos de urt'on y de confraternidad á la primera señal
que se les diese , el silencio , en fin , de aquella asamblea,
que parecía estar allí pendiente de los citas destinos que
se promete la nación , todo embargaba la voz del orador
que iba comisionado por los patriotas del alto de Apolo,
para satisfacer á sws hermanos ¡a grata deuda de su reco-
nocimiento y cordialidad. Al fin rompió la palabra el mis-
ino orador , bien conocido por el entusiasmo de libertad,
y de. aterrar á la .maldad con las de consignar en los
periódicos sus pensamientos y observaciones dirigidos á pro-
mover ¡as grandes reformas..."
"A esta breve peroración siguiéronse los mas encare-»
cidos brindis. Después de un corto intermedio de música,
y de una enérgica manifestación que un militar patriota,
individuo de ¡a diputación de Apolo , hizo al concurso,
preparándole para escuchar, leyó otro individuo de la mis-
ma diputación una composición poética, que en nada des-
dice de otras muchas con que en nuestros periódicos canta
el triunfo del patriotismo, y en ella pintaba la complacen-
cia que resultaba á rodos de ver abatido al suelo el poder
colosal que oprimía ala libertad de la patria, A su vez le-
yó también el orador del alto de Apolo otra composición
poética con igual alusión al objeto. En esto parece que.
el fuego sacro de las musas había prendido en todos los
espíritus , puesto que aparecieron muchos ingenios i m -
provisantes. Después de ¡os brindis que se repitieron,siem-
pre celebrando los dignos objetos de nuestra admiración
y de nuestro cariño,y después de otro intermedio de mú-
sica que acompañó á\las canciones de himnos patrióticos,
un individuo de la reunión de Oita leyó otra composición
poética celebrando tan grata confraternidad. Otra vez los
brindis , la música y canciones patrióticas , y los vivas
que resonaban por todas partes se sucedieron á la segun-
da lectura que se hizo de las composiciones poéticas."
"Fue entonces cuando el célebre (I).,...„ que á todo
CAPITULO XIII
CAPITULO XIV.
{[) Numero 3.
2íí
d a : en ¿I se atribuye á Cádiz lo que fue obra de unos
pocos forasteros asistentes del café de Apolo y de tas'
galerías. "Sin la en&gía y valor, dice, qae manifesté el
pueblo de Cádiz en la memorable noche del i 9 de Mar~
zo y '2 de M^ya de 8 0 8 , hoy ya no hay patria la re-
gencia sería la primara víctima...... Esto lo debía" p r e v e -
nir el señor secretario, sin esperar á que por tanta estu-
pidez le1 reconviniese un español decidido."
Un particular se cree ya autorizado solo por ser es-
pañol á reconvenir A un ministro, á censurar el gobier-
no, y aun á amenazar á sus individuos. La regencia, la
diputación permanente, rodos los que en rigor compo-
nían e! gobierno de la España, todos ceden ai impulso de
unos hombres, que sin autoridad, sin représenmeioü al-
guna , y sin mas que decir iban á defender la patria y la
constitución, acometían a la misma autoridad que regía, 1
y atropeltab.in las leyes que les servían de pretesto para
su insurrección y anarquía. Lis cortes estraordimnas vol-
vieron á mandar::::::: no digo bien: unos pocos de cv~di-
putados, que ya nada tenían que intervenir en los asun-1 •
tos políticos, se instituyen en gobierno de¡ la España^ soló--'
porque asi lo pedían unos nombren exaltados, sin conse-
j o , sin ley, sin mas que su capricho. Los ex-d'putados
dejaron de mandar cuando los alborotos lo .permitieron.
Las cortes ordinarias se instalaron; pero no por esto per-
dieron sus apasionados las esperanzas de reunirías de nue-
vo y perpetuarlas.
En Mudrid volvieron otra vez a suscitar este plan. El
Conciio del í de Marzo de 814 publicó fr que los dipu-
tados de las cortes ordinarias no eran todos los mas ap-
tos para aquel ministerio; que algunos eran ignorantes é
ineptos." Al día siguiente 2 , dijo: " h a b e r ciertos rumo-
res muy verosímiles de que no seria estraño se viesen de
nuevo llamados para las cortes los diputados de las cele-
bres estraordinarias, para que sostuviesen aquella libertad
díl pueblo español, que cotí tama sabiduría como heroís-
mo supieron cimentar."
256
Cualquiera conocerá que el primero de estos núme-
ros iba k> prevenir la opinión pública contra las cortes or-
dinarias, y que en el segundo señalaba el rumbo que de-
bía seguirse en caso de accederse á lo que él proponía.
Ko se verificó por fin tan terrible proyecto. La vuel-
ta de nuestro amado soberano en el 2+ del mismo mes
deshizo los planes de los reformadores. Sin este suceso
prodigioso algunos de los ex-diputados de las antiguas cor-
tes hubieran acaso reunido todo el mando., y no se hu-
biera hecho mas voluntad que la suya. Seamos ingenuos,
sin faltar por ello á los respetos que nos ligan con los
hombres. Estábamos ¿ orillas del sepulcro; la España to-
caba ya el último escollo: de revolución en revolución ca-
minábamos, como arrastrados de un torbellino, á la muer-
te. La anarquía era el gobkrno de la España: Jos pilo-
tps no podían corregir su rumbo: en una tempestad hor-
rorosa no hay una prudente estima. La constitución re-
gia la nave del estado , y la constitución tenía al estado
en una perpetua anarquía, jPodian los particulares, la re-
gencia, las cortes, impedir ya los terribles resultados de
unas leyes que necesariamente obraban nuestra ruina?
íAh! Yo voy á manifestar que este era el estado de la
España» no por falca del gobierno, sino por la constitu-
c;oti misma que regia.
257
C A P I T U L O XV.
Estado de la España por la constitución.
La anarquía, fue el término d que nos
condujo la nueva legislación*
(í.) Att. 3. (i) Art. 2. (3) Are. 1SS. (4) Sesión del D.
27 i
ella había establecido : la fuerza armada, ó el poder eje->
cutivo debían velar por su observancia> y.cargar los de-
lincuentes. Las cortes > el gobierna , los, jueces veían que
el español no entraba por el nuevo- orden de cosasj, su
propia conservación, el mantenerse en los destinosf el ha-
cer su carrera, todo esto estimulaba á los diputados y á
los jueces á llevar el plan adelante t á defender la consti-
tución,.y á impedir que. el gobierno y la nueva ley seatro*
pellasen» Por esta se arman á su defensa; por esta se al-
teran á. la voi de que la constitución no sé aprecia y poc
esto se desviven por su cumplimiento. Pensaban, que una
revolución cruel, desastrosa , sanguinaria, sucedería á la
caída de la constitución, y que arrastraría al gobierno
con peligro casi infalible de codo el estado. Este juicio s
aunque incierto para rodo español que estaba fuera ,del
jnando. (como la esperiencia lo mostró a la venida de nues-
tro soberano), no era tan infundado para los que no oian
mas que constitución , leian en todo constitución , juzga-
ban por la constitución::: Creían que lu. constitución no
era la de París, que todos la amaban.; y aun cuando
vieran. lo contrario > elloa debían defenderla, coma uiía ley
jurada, ínterin nuestro soberano no la llegase á: pros-
cribir.
Atribuyanse X estas causas aquel decreto del 2 de Fe-
brero y el manifiesto del 19 coa. que se trató de alucinar á
\x España, en la vuelta de nuestro- rey. No busquemos,
otros principios para aquellas dos cartas dirigidas por la
regencia en 8 de Enero, de 8 i + á nuestro amado monarca.
De este mismo origen parten et dictamen del consejo de.
estado dado á la regencia en f.° de Febrero sobre la con*
diteta que debía observarse en el CUÍO d¿ pr¿seniun8- BUÍr—
ira amado rey en las fronteras, de JU reino (t) y y los.
doce artículos que la comísíao de cóítes. esrendió-, co-
mo ceremonial en el recibimiento, de nuestro augusto
Fernando. En los. mismos, principios se apoyaron las. cor--
CAPITULO XVI.
C A P I T U L O XVII.
CAPITULO XVIII.
CAPITULO XIX.
i MLH t>ce«.ni •—
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CAPITULO XX.
Epílogp de las reformas hechas contra
el trono.
(i) Pag. 43. (2) Pág. SS. (3} Cap. 2 y 3. (4) Cap. 6 , 11 y 12.
33 +
quedó , real , todo se mudó en nacional. Hospitales , fá-
bricas , marina , ejércitos:::: hasta los estancos y portaz-
gos perdieron el título de real que tenían a las puertas(f).
Las cóctes se declararon á roas de soberanas , consti-
tuyentes , para que nada les fuese vedado , ni nadie entra-
ñase que el estado se volviese de arriba á abajo. Una infi-
nidad de decretos , que directamente atacan la autoridad
del rey,' una constitución republicana de 304-artículos co-
piada casi toda de la Francia , tres años continuos de se-
siones, en 1 s que casi diariamente sufría el rey menosca-
bos de su poder , supresiones en sus facultades, dicterios,
imputaciones arbitrarias, sirven de manifiesto de las refor-
mas proyectadas contra el trono. Los diarios de las sesio-
nes son los documentos que cito por mas irrecusables ('¿).
Los Redactares T Diarios mercantiles , Abejas , Tri~
bufos , diez , doce y quince periódicos á la vez atacaron
el trono de nuestros reyes , y te m'naron por el espacio
de cuatro añoj. Cada vez que se intentaba un nuevo in-
sulto á la nación , sali:m nuevos periódicos y papeles pú-
blicos , para que fascinando al pueblo con sus libertades,
este no se opusiese á sus planes.
Las cortes estraordinarias sostuvieron con el mayor
tesoa el sistema quí adoptaron , é insistieron en no per-
der una línea del terreno que una vez llegaron á adqui-
rir. La señal de los re forma i o res era la constitución. Su
juramento los llenó de confianza ; con el pretesto de su
defensa , generalizaban por los pueblos las alarmas (3).
El poder legislativo , el judicial y ejecutivo , la re-
gencia y ministros , los intendentes y geíes políticos , to-
das las autoridades de la primera escala hasta la mas ín-
fima , todo estaba pendiente de la facción revolucionaria.
Quitaba y ponía regencias á su arbitrio , se ensayó con-
tra el trono; en ia regencia del año de i2 removió los
regentes que hacían por la constitución las veces de un
rey constitucional , los privó de su autoridad sjn oírlos,
C A P I T U L O XXI.
ÍNDICE
De los capítulos contenidos en este tomo segimdo,
Prólogo Pag. 1
Capítulo I. Primeros proyectos para reformar el-trono de nues-
tros reyes, y mudar nuestro gobierno : impugnación de ios
escritos que los pub!icaror. = F.l hombre es sociable por na-
turaleza, y por la ruismn dependiente siempre de una autori-
dad soberana 3
/ §. I. Cartas del conde de... al Príncipe de la Paz, para
que reforme el trono déla España y su gobierno,. . . 4
§. IJ. Poesías de don M. J. (¿, se denigran nuestro* me-
jores reyes en los cantos titulados; i,° Si y»">¡ <-¡£ P"~
dula: 2.a -&V Panteón del Kscorial: so hace la apolo-
gía de estos soberanos. . Í23
§. I I I . Otros escritos contra el trono: mie.yiros. reyes siem-
pre han sido soberanos. Su poder viene de Dios. . . . 37
§. IV. El Conciso prepara el camino á las cortes , anun-
cia la mudanza del gobierno, SS
Cap. If, Se instalan las cortes el 24 de Setiembre: su primer de-
creto es hacerse soberanas: se impugna la soberanía po-
pular, como contraria á los pueblos misino? . 60
Cap- I I I , Nuevos decretos de las cortes consiguientes á la sobe-
ranía popuSar: los papeles públicos y algunos diputados prin-
cipian á hablar de constitución: se refutan las doctrinas en
que se apoyaron , , . . . . . . . 72
Cap. IV. Siguen las reformasdel tTOnu: nuevas restricciones í\ la
autoridad real: injusto proceder de las cortes, y de ios publi-
cista* que i-as adulaban ÍS7
Cap. V. Se prepara al pueblo para que desee nueva constitución:
determinan las cortes hacerla: protestan algunos diputados
contra este proyecto: efectivamente !us caites carecían de
facultades para darnos nueva legislación D7
Cap-. VJ. Se presenta el proyecto de constitución:; principian las
conferencias de sus artículos: protestan algunos diputados:
falta d-e libertad en el congreso para deliberar ¿Oí
Cap. VII, Jura de la constitución : no hubo libertad para resistir-
la : se impugnan algunos escritos de aquellos días. •> . . . 1 1 6
Cap. VIIÍ, Análisis de la constitución: examen de sus principa-
les artículos: plan de la reforma general establecida en ellos:
se impugna , i . . . . . . . . . , 134
348
§, I. Se esaltan los derechos del pueblo: nuestro gobierno
monárquico se muda casi en el de una república. . . . . 136
§. II. Artículos de la constitución que reforman el trono y
declaran mas la mutación de gobierno. , 145
§. JTÍ. Artículos de la constitución para que el gobierno
estuviese siempre pendiente de los que se dijesen repre-
sentación nacional 161
Cap. IX. La constitución de Cádiz está copiada eu su mayor
parte de la de los asambleístas de París 173
Cap. X. La constitución de Cádiz deprime mas el trono que ía
de París. 197
Cap. XI. Deposición de la regencia llamada constítuciona).—
Igual suerte pudiera temerse todo rey que reinase por la
constitución. 204
Cap. XII. Se trata de formar nueva regencia : la observancia
de- la constitución sirvió de pretesto para eludir el nom-
bramiento de !a sefiora infanta Carlota. : = La constitución
fue siempre el escudo de loa facciosos. 22ÍJ
Cap. XIII, Medios por los cjue se estendieron ¡as reformas contra
e¡ trono.—La-Rspaña no suscribió jamas á semejantes planes. 234
Cap. XIV. Prosigue la materia del capítulo anterior: proyectan
algunos reformadores perpetuar el gobierno de las cortes es-
traordinarias para sostenerlas nuevas instituciones,™ Cuún
débil era e\ poder de la constitución para la seguridad del
estado 244
Cap. XV, Estado de la Espafia por la constitución. La anarquía
fue el término á que nos condujo la nueva legislación. . . 257
Cap. XVI. La-fispana se declara contra la constitución: esfuer-
zos extraordinarios de algún otro reformador porque no se
llegue á anular: por estos medios el odio á las reformas se
generalizó mas 273
Cpp. XVII. Entrada del rey en Valencia. Se proscribe la consti-
tución: acaban las cortes: plan de algunos reformadores para
Gfaslawar el gobierno fuera de Mudrid: solo su narración bas-
tará para Impugnarlo, 292
Cap. XVIII. Reliquias délas reformas contra el trono- se refutan
algunos escritos públicos remitidos á Espafia desde Francia, 303
Cap. XIX. Continúa el argumento anterior. Impugnación del
Amante de la ley y de su rey, último impreso venido de Bur-
deos en defensa-de la constitución 317
Cap. XX. Epilogo de las reformas hechas contra el trono 330
Cap. XXI. Conclusión de las Apologías del altar y del trono. El
autor da gracias ú üios por haber conservado entre nosotros
su religión , y defendido nuestro rey y trono: pide por la sa-
lud del soberano, y por la paz de todos los españoles. . . . 333