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Universidad de La Serena

Departamento de Educación

Asignatura ORIENTACIÓN EDUCACIONAL


Profesora Wilma Molina Lazo

LA ORIENTACIÓN COMO MUNDO EDUCATIVO


(G. Castillo I. 1990 Ponencia PUC)

Influencia del mundo:


Sabemos ya que los hombres se educan o se deseducan, se educan bien o mal, en la interacción de su
intimidad con su mundo. En la interacción de la totalidad de su intimidad con la totalidad de su mundo.
La totalidad de la intimidad alude al pensar y al sentir, a los movimientos llamados instintivos, a los
anhelos, a los procesos conscientes y no conscientes, a todo lo que en el mundo interior del hombre ahora
surge o viene desde antes, a todo aquello que el hombre ya tiene cuando enfrenta a su mundo.
La totalidad del mundo incluye el entorno físico y el medio humano.
No podemos tratar aquí, como quisiéramos, la ponderación en la vida humana, del mundo físico,
tenemos que hablar, por ahora, solamente del medio humano. Sin embargo bueno sería conversar un día,
sobre el poder educativo que se guarda en el mundo físico, en la tierra vista no sólo como un planeta, sino,
como lo que más propiamente es: como la casa del hombre.
Francisco de Asís, es un arquetipo humano, un signo de lo que supone ser verdaderamente un hombre,
porque fue capaz de descubrir el valor de los hombres, y con ellos, el valor de los animales, de los árboles, del
sol.
Todavía está escondido para algunos el valor de todo ser humano. Más guardada yace aún la razón de
ser de los animales, las plantas y las cosas. Sin embargo éstos últimos no están en la existencia por azar,
tampoco están accidentalmente a nuestro lado. El agua, la gravitación, el sonido, la luz, el perro, el trigo, nos
dicen algo, nos enseñan algo, por alguna razón habitan con nosotros. Si aprendiéramos a escucharlos
advertiríamos que se encuentran como nosotros, con nosotros, en la afirmación definitiva de la vida, en el
término de la muerte, en la búsqueda de la misma liberación.
Pero dejemos por ahora el mundo físico, vayamos al medio humano. Digamos entonces que las
tendencias, las pulsiones, los gérmenes de ser existentes en la interioridad dialogan con su entorno, con las
cosas, los lugares, los hombres, las creencias, los usos, las valoraciones. Es el ser iniciando, desde el
comienzo el movimiento hacia fuera, hacia el encuentro con los otros. Es el ser pugnado por interrogar a su
espacio, a su tiempo, a su grupo social, acerca del camino para dar consigo mismo, para organizar las fuerzas
de la interioridad en el sentido del llamamiento que lo trajo a la vida.
El mundo no hace al hombre, sólo el hombre puede seguir su propio ser, pero el mundo condiciona ese
seguimiento, porque las respuestas que le dé, a la intimidad que anda en búsqueda, la pueden tanto encaminar
como descaminar, la pueden iluminar como oscurecer, le pueden abrir el paso como pueden cerrárselo.
Hay hombres que pasan la vida golpeando las puertas de su mundo sin encontrar las respuestas que
necesitan. Por otro lado hay hombres que tienen la suerte de hallar una respuesta todavía más clara y más
completa que la que hasta entonces esperaban.
Existen hombres que han sido de tal manera apretados por la adversidad que su intimidad no ha podido
ni siquiera saber la dignidad a que estaban convocados.
Sea porque los aprisiona la miseria, o el abandono u otra forma de olvido y marginación, hay hombres
que no han contado con un mundo que los ayudara a crecer, su mundo de interacción no ha estado de su parte.
En la literatura existen muchas historias de príncipes que no saben que lo son por haber pasado la vida
prisioneros en una torre aislada y oscura, en realidad, esto ocurre más veces que en la ficción..
Cuando Teresa de Calcuta acoge a los miserables que están muriendo botados en las calles de la India,
dice que lo hace para que, al menos antes de morir, esos miserables sepan que son seres humanos. Ella quiere
que, como en los cuentos, la historia termine bien, que el príncipe prisionero, aunque sólo sea por un instante,
llegue a conocer y vivir su condición.
Por otro lado hay hombres que han tenido oportunidades de tanta iluminación, de tanto acogimiento, de
tanto respeto, que no logran distinguir en qué grado crecieron por su cuenta, y en qué grado fueron acrecidos.
Los casos citados son situaciones extremas. No en todas las situaciones de vida, el mundo se presenta tan
agobiante o tan luminoso. Habitualmente el mundo de interacción es mezclado, comprende tiempos y
espacios variados, cambiantes, distintos. Pero el mundo influye poderosamente, para bien para mal, en el
crecimiento del hombre, no hace ese crecimiento, pero pesa fuertemente en él.
El mundo es, pues, uno de los polos de la educación del hombre, es el dialogante inevitable, necesario de
la intimidad, el mundo es el compañero de camino que va a nuestro lado, desde que nacemos hasta que
morimos, dándonos informaciones sobre nuestro sentido.
Sus datos son habitualmente variados, distintos, dispares . Nosotros esperamos que en algún momento, en
algún espacio tengamos la noticia de los que realmente somos, nosotros presentimos lo que somos, por qué,
para qué fuimos llamados a existir, pero anhelamos contrastar nuestro presentimiento, dialogar sobe él, con el
mundo humano y físico en que nos movemos.

Mundos seguros, mundos inciertos

A ese ponerse el mundo de parte del hombre, es aquello que llamamos educar.
Educar no es desarrollar al hombre, pero es crear condiciones para ese desarrollo. Esa formación y ese
crecimiento puede ser también desde afuera afirmado y confirmado. Educar es ser parte sana, viva del mundo
con que la persona que intenta educarse , entra en relación. Es integrar aquellas zonas en las que el hombre
que interpela y que peregrina, encuentra sentido.
A veces, el hombre sin esperarlo se topa con esas zonas de sentido, siente una mano tendida cuando nadie
lo reconoce: hojeando por casualidad un libro descubre la palabra que tanto tiempo ha venido buscando,
mientras cruza un espacio o un tiempo de odiosidad, allí donde todo es agresión, se hace de un amigo ,
entonces bendice su suerte.
Pero a veces el hombre se dirige a una zona en que se está seguro de que tendrá noticias ciertas de su ser
en la existencia, llega a una zona del mundo donde un gran letrero reza: aquí se ayuda a encontrar el sentido ,
y entra a esa zona y no halla lo que busca, sale confuso, cansado, con menos alegría..
Entra en el hogar, está seguro que allí lo espera el amor, el pan y el cuidado y no los encuentra.
Entra en el mundo de la amistad y le fallan.
Ve entonces la pizarra en la puerta de la escuela : “ Aquí se educa, aquí se aprende”, y entra esperanzado.
Sale después con un disgusto que todavía no puede borrar.
Cada vez que el mundo incierto se hace cierto, cada vez que donde menos lo esperábamos irrumpe un trozo
de mundo que nos llena de significado, la alegría es muy grande, es grande porque la noticia que nos llega de
súbito es nada menos que la noticia de ser.
Lamentablemente, cuando el mundo seguro resulta ser inseguro, cuando el sitio al que arribamos para ser
afirmados no nos reconoce, la desazón es profunda: es que no sólo nos sentimos rebajados, sino que además
nos disminuye la capacidad de creer.
Hay pues, mundos considerados inciertos y mundos considerados seguros para la educación del hombre.
Mundos de los que el hombre no sabe si se pondrán de su parte o estarán en su contra, y mundos en los que él
pone toda su esperanza.
La Calle, un libro pueden ser inciertos. El hogar, la familia es habitualmente esperado como un mundo
seguro. Cuando se ama a una Escuela de formación se le llama Alma Mater, la madre que alimenta el ser. Es
el lenguaje y la seguridad de la familia que se traslada a otras interacciones para comunicar la expectativa de
la seguridad.
El Hombre quiere que un mundo se ponga de su parte, que se ponga de su lado mientras busca su ser,
quiere un mundo estable, a lo menos una zona del mundo que le sea segura, la seguridad que busca es la de
poder dar con su razón de ser en la existencia, que al menos una zona del mundo advierta y alimente en él su
dignidad de ser humano, que más allá de su apariencia, tal vez banal, tal vez torpe, desmañada, perdida,
reconozca su ligazón con lo absoluto y reverencie esa condición.
Asimismo espera una zona de mundo que se dé cuenta que él es un visitante enteramente nuevo y distinto,
que no estuvo antes en la existencia y que no volverá a venir, que está ahora y de paso, y que solamente ahora
se lo puede atender.
También espera una zona de mundo en donde se esté construyendo la Justicia, de modo que él, que ha
venido para participar de esta construcción, conozca la línea conductora de lo que se edifica, se informe de las
distintas tareas, asuma su puesto en ellas y empiece a trabajar desde ahora.
Espera en suma, una zona de mundo que no repare tanto en lo que ahora puede mostrar, sino en aquello a
que viene, sin detenerse en su lenguaje torpe, ni en su alma cansada, sino por el contrario, comprenda el
llamamiento que lo convoca y, respetuosamente, como ante una semilla limpia y viva, le deje abrirse camino a
la tierra, al agua, al aire y al sol que necesita para poder dar cumplimiento a su aporte a la sociedad de
justicia..
Anhelamos pues, que en algún momento y espacio de nuestra vida tengamos acceso a una zona de mundo
que nos sea segura, es decir que nos dé una idea cierta de los que somos. No queremos que nos den esa idea
hecha, pero deseamos que nos pongan en camino de hallarla.

La Escuela . ¿ Mundo seguro o incierto?

¿ En qué zona del mundo está la escuela? , ¿ está entre las zonas que lo apoyan o entre las que le son
hostiles?, ¿ es asunto de suerte o de certeza que el hombre encuentre en la escuela un ámbito educativo?
Si la pregunta se le formula a las personas que han llegado hasta un centro escolar en busca de una ayuda a
su aprendizaje de hombre, las respuestas son múltiples y se inscriben en un continuo que va desde aquellos
que se lamentan de haber ido alguna vez a la escuela, hasta aquellos que la recuerdan como una de sus
instancias más gratificantes.
Si la pregunta es formulada en la escuela misma , su contestación es una sola y es dada sin vacilaciones:
Ella es un mundo positivo para el hombre, al menos quiere serlo, se empeña en serlo.

La escuela quiere ser un mundo educativo. Sería bueno que lo fuese porque ella no sólo nos puede iluminar
sobre nuestro llamamiento sino que , además nos puede ayudar a adquirir las competencias necesarias para
que la sociedad de justicia que construyamos sea una obra bien hecha, espiritual y materialmente bien hecha.

La escuela explica sus déficit en el hecho de que no siempre cuenta con los medios deseables, que no
siempre tampoco dispone de las ayudas necesarias por deficiencias de la familia o de la comunidad. Además,
declara, que en ocasiones, son los alumnos los que no saben aprovechar las oportunidades educativas que se
les ofrecen, no pueden o no quieren.

La ambivalencia

Y aquí reside el mayor drama de la institución escolar: sabe que quiere ser una instancia educativa, pero no
sabe por qué no puede serlo. Y, aunque resulte violento declararlo tan derechamente, digámoslo todavía con
más exactitud. No sabe por qué no quiere serlo.
Porque la escuela ciertamente quiere y al mismo tiempo no quiere ser un mundo educativo, ése es su
gran drama.
Es verdad, asimismo que su esfuerzo, en muchas ocasiones no recibe el apoyo necesario de la comunidad,
que a veces es contrarrestado por la acción negativa de otras agencias sociales y, que a veces, incluso es
desestimado por las mismas personas que debían beneficiarse de él.
Pero es también verdad que al interior de la misma escuela existe la tendencia a paralizar el apoyo que
desea prestar a la educación del hombre. Quiere ser un mundo seguro, es verdad, pero al mismo tiempo quiere
ser un mundo seguro condicionado, esto es . no seguro.
Es verdad que desea ponerse de parte del hombre, de todo hombre, pero simultáneamente no desea estar de
parte de cualquier hombre, más todavía, a aquellos a quienes acepta, tampoco los acepta en forma definitiva,
los acepta mientras cumplen sus exigencias, el día que no las cumplen, aunque lleven ya un largo tiempo en
ella, la escuela los rechazará y se desprenderá de ellos.
La Escuela suela denominar a algunos de los hombres aceptados, alumnos condicionales. Son aquellos que
por no estar cumpliendo algunas exigencias reciben la advertencia de que , si no se enmiendan, deberán salir
del mundo escolar. Pero en los hechos, todos los alumnos son condicionales, ninguno es un habitante
definitivo. No importa cuanto tiempo lleve un alumno cumpliendo a plena satisfacción de la escuela las
exigencias impuestas, el día que por algún motivo, no las cumpla, perderá su ciudadanía.
La escuela es pues, una institución ambivalente, es un mundo seguro de educación y un mundo incierto, es
un mundo que quiere y no quiere ser educativo, por fuera y principalmente dentro de sí mismo dispone de
resistencia a su querer ser educativo.

Conviene indicar que los obstáculos que la institución escolar señala en relación con el cumplimiento de su
misión educadora son reales. Es claramente muy ancha la brecha entre lo que se espera que la escuela realice
y los medios que se le entregan.
Es por otra parte, una cuestión obvia, la de que la escuela no puede responsabilizarse de la educación de
quienes no quieren hacer uso de las oportunidades educativas que se les brindan.
Ya hemos declarado que educar no consiste en producir educación en Alguien, sino, solamente en crear
condiciones para que ese alguien, desde dentro de sí genere su educación.
Es verdad pues que la escuela intenta ser un mundo positivo y seguro para la educación del hombre, pero esta
ambivalencia se da también en la sociedad y en toda persona.
No se trata por lo tanto de ubicar únicamente en la institución escolar una contradicción que ciertamente no le
es exclusiva. De lo que se trata es de advertir que las dificultades educativas de la escuela no proceden
solamente desde fuera de ella, sino también desde dentro. Y no solamente de las inadecuaciones de su
estructura, en su administración, en sus normas curriculares, en sus instrumentos y materiales, sino en una
zona más profunda, en su cultura, en sus hábitos y valoraciones, en las fuerzas que interiormente la mueven.

La Orientación un campo cercado

Hablaremos aquí de una de esas maneras, aquella por la cual la escuela acoge una forma educadora y le
da un campo a su expresión, pero luego ese campo lo cerca, lo circunscribe. De modo que aquella fuerza
educadora se mueve en su ámbito propio, pero de tal manera acotada, que no puede afectar la intencionalidad
del cuerpo total de la organización escolar.
Es lo que pasa con los llamados Servicios de Orientación, estos son ciertamente acogidos y apoyados,
pero luego del acogimiento, la institución escolar trata de restringir su acción a tiempos y situaciones
puntuales de la vida de los alumnos.
La Orientación sostiene la necesidad de ocuparse de la vida de todos los alumnos sin forma alguna de
discriminación; la escuela admite esta propuesta, la considera coherente con sus principios, pero al mismo
tiempo le fija límites, declara que está de acuerdo con ocuparse de todos los alumnos, pero no a cualquier
precio, no podrá hacerse cargo de quienes no alcancen sus niveles de exigencia.
La Orientación propugna una organización del aprendizaje dispuesta de tal manera que al alumno que
aprende no se lo separe de la totalidad de su vida, en que no se aparte la aprehensión de los saberes, de la
asunción de los valores, en que el alumno no sienta una división entre el mundo del estudio y el del trabajo.
La escuela aplaude este propósito de la Orientación, ve con agrado un saber vivo, amarrado a la realidad
del hombre, pero al mismo tiempo esta posición le disgusta, le trae serias dificultades de mensura y con ello,
de discriminación.
Porque estima que de nada sirve vincular la vida total de un alumno al aprendizaje que éste realice de un saber
determinado, si, al final, lo que importa es el rendimiento que el alumno obtiene y la ubicación que alcanza en
una escala impersonal de resultados.
Por otra parte cree que es hermoso, en teoría, ocuparse del desarrollo conjunto de saberes y valores, pero
que es mejor desarrollarlos separadamente, pues solamente son los rendimientos en saberes los que inciden en
las normas de promoción, esto es en el “éxito escolar”.
En cuanto a la vinculación con el mundo del trabajo la escuela tiene una particular dificultad para
entenderla en su justo sentido. Ella tiende a asociar el trabajo con los alumnos que no pueden proseguir
estudios.
La escuela acepta pues la propuesta de la Orientación porque advierte en ella su querer ser, pero
simultáneamente la rechaza, pues la ve como un impedimento a una tarea a la que se ha habituado: la tarea de
seleccionar, la función de elegir a los que va a atender.
La escuela se debate en esta contradicción. En el interior de ella misma reside la primera resistencia a
constituirse en un mundo educativo.

La misión de la Orientación

¿cómo salir de este atascamiento?

Reavivando, aunando y fortaleciendo las fuerzas educadoras de la escuela.


Para ello es necesario poner en una misma línea las fuerzas señaladas con todas las demás fuerzas existentes
en la sociedad que pugnan por edificar, desde ya, un mundo de justicia, que la están edificando o que siguen
la obra inconclusa que otros hombres empezaron.
Entre estas fuerzas está la Orientación

La Orientación históricamente nace como una zona de acogida ante adolescentes que no encontraban sitio
en el mundo de la escuela ni en el mundo del trabajo. Nace como una tierra firme para los que en otras partes
habían sido rechazados, y este punto de partida la marca, le da un sello: surge del lado de las fuerzas de la
justicia y de ahí no se quiere mover.

Es verdad que en algunas escuelas, en pocas, los equipos de Orientación han transado con las tendencias
discriminadoras. Tal vez fueron avasallados por presiones que no pudieron soportar, ahí se los ve ubicando y
reubicando a los alumnos en los cursos que ayudaron a diseñar para atender por separado a los alumnos
clasificados como de mayores y de menores capacidades, interiormente de acuerdo o trágicamente en
desacuerdo, el hecho es que ahí están, distantes de su sentido, sirviendo a banderas que no son las suyas.
Necesitan ayuda, hay que rescatarlos a su verdadera identidad.
También es verdad que en diversas escuelas la Orientación no ha logrado todavía romper la clausura en
que ha sido confinada, allí transcurre su vida y la de la escuela en un callado pacto de no intromisión.
El alumno sabe que si se siente atropellado, dolido, desalentado, inadaptado, puede acudir al sitio en que
reside la Orientación, pero sabe , asimismo, que salido de allí volverá a reinsertarse en el ámbito que causa su
perturbación.
Sabe también que si no puede obtener un aprendizaje aceptable de un saber determinado, puede recurrir al
lugar de Orientación para recibir alguna guía sobre técnicas y hábitos de estudio, pero sabe al mismo tiempo,
que la escuela no mejorará sus hábitos de enseñanza.
Otra cosa que el alumno sabe es que al llegar a un nivel determinado de sus estudios en la escuela, los
equipos de Orientación llegarán hasta él y le ayudarán a optar entre las oportunidades que le ofrecen los
cursos electivos. Pro al mismo tiempo lamentará no haber llegado a este punto con las capacitaciones que
habría podido tener si los Orientadores, en lugar de sólo ayudarlo a ubicarse en los cursos más adecuados, le
hubieran ayudado a desarrollar sus capacidades cuando se encontraba en cursos inferiores. Lamentará que los
orientadores se limiten a administrar las capacidades ya alcanzadas y no se hayan ocupado previamente de
asegurar las condiciones deseables para su desarrollo.
Estas experiencias de separación entre la acción circunscrita de la Orientación y el quehacer total de la
escuela, generan una imagen de irrealidad del esfuerzo orientador. La Orientación parece un conjunto de
hermosas ideas y de acciones de valor, pero a la luz de la intencionalidad general de la escuela, se ven no
operantes, ajenas.
Felizmente hay también escuelas en donde la orientación trasciende, atraviesa su quehacer total, no se
trata de que la escuela viva ya , según los principios y propósitos de la Orientación, pero lucha por dirigirse a
ellos, ya tomó la decisión de ser educadora y está buscando la manera de serlo.
El equipo de Orientación ilumina el plan de aprendizaje de la escuela, orienta y promueve su desarrollo, va
revisando su evolución con los demás integrantes de la comunidad escolar, suscitando nuevos avances, nuevas
profundizaciones, nuevas extensiones. Al hacerlo la escuela empieza a elegir su camino educativo, y la
Orientación se adentra en su real significado.
Porque la Orientación no entró en la escuela únicamente para ayudar a los alumnos, entró también para
ayudar a la escuela, para ayudar a ambos a ser lo que están llamados a ser.
La Orientación entra en la escuela para recordarle que ella es la única institución social que lleva el
nombre de mundo educativo- sistema, unidad-centro educativo. Que por tanto no puede seguir en su
condición de mundo incierto para el crecimiento de todo hombre, por el contrario, necesita decidirse a ser un
mundo seguro.
Le recuerda que, para constituirse en un mundo educativo requiere pasar por dos procesos: uno, tomar
conciencia de su tener que ser, plantearse el tema de su vocación; otro, ponerse en camino para iniciar una
acción consecuente.
Le indica que para lo primero tiene que atreverse a mirar su propia contradicción, que puede atender
también las dificultades que vienen desde afuera, como a las disfunciones en estructura, normativa o en
medios que operan desde su interior. Pero con la condición de no esquivar el encuentro con su propia
contradicción. Por violento que le resulte tiene que mirar derechamente y sin contemplaciones a sus
tendencias contraeducativas, y aunque en un primer tiempo le parezca utópico o muy lejano, tiene que tener
la audacia de establecer con letras claras lo que tendría que afirmar, lo que tendría que abandonar, lo que
habría de ocupar el puesto esencial y lo que debería quedar en un lugar secundario. Le explica que no importa
que empiece con un esclarecimiento puramente racional, lo que importa es que empiece a mirar de frente su
mayor mal, si después no hace nada, si se queda como antes, que al menos lo haga en la conciencia de que
está actuando en contra de sí misma.
Para lo segundo, para la acción consecuente le señala que en 1º lugar ha de examinar si está eligiendo
libremente la opción de llegar a ser un mundo educativo, porque de nada le sirve aceptarla como un
mandamiento externo. Si entiende que su adhesión afectiva es libre, habrá dado el primer paso. Después viene
la revisión de lo que hace y la puesta en práctica del cambio, la adhesión de la intimidad de las personas es la
fuerza que decide la velocidad con que una escuela determinada sume y realiza su condición de mundo
educativo.
Sobre el particular le da una indicación muy importante: que no se instale en su hábito selectivo y desde
allí considere su vocación de educar, porque no la entenderá desde el punto de vista discriminador.
La Orientación le hace ver a la tendencia educativa de la escuela, que el hombre nace para participar, no
viene a mirar el paso de la vida, viene a tomar parte, a ser actor. Hay dos maneras de quedarse fuera de la
participación : no aprender y no trabajar. El hombre que no encuentra un lugar en donde aprender y aquel que
no encuentra un sitio donde trabajar, son víctimas de una violación del derecho humano a participar en la
construcción de la nueva sociedad, son señal de una sociedad enferma.
La nueva sociedad se hace para todos, pero también se hace entre todos. Para que esto ocurra es necesario
que todos asuman su parte en el descubrimiento de los bienes y de los valores existentes en el medio físico y
social para luego acrecerlos y dirigirlos hacia la edificación de una relación humana que posibilite a todos el
crecimiento en la ciencia, en la economía, en la espiritualidad.
La realización de esta tarea supone la organización de oportunidades de participación entre las cuales
ocupan un lugar preferente las de estudiar y trabajar, y si se miran estas dos formas de participación a la luz de
su sentido de crecimiento humano de cada hombre y de la sociedad, no se las entenderá como acciones
separadas y se advertirá, en cambio su constante interacción. Se entenderá, asimismo, la enfermedad social
que entraña el hecho de que no todos los hombres pueden acceder a las oportunidades de desarrollo hu8mano
que significan el poder aprender y el poder trabajar.
Esta es pues la misión de la Orientación en la escuela: ayudarle a rescatar su sentido, ayudarle a no quedarse
fuera de la historia de dignificación colectiva que los pueblos van construyendo.

La Orientación como mundo educativo

¿Cómo hace esto la Orientación? ¿ con la palabra?

También con la palabra, pero con una palabra creíble, que provenga de un vivir confiable, de un ser testigo de
lo que propone. Para cumplir esta intención, la Orientación tiene que empezar por ser ella misma lo que está
llamada a ser.
Porque la Orientación no quiere cambiar la escuela y la sociedad cambiándola, sino mostrándole cómo
sería si cambiara.
Por eso la Orientación quiere ser un mundo educativo, una zona del mundo que se ponga de parte del
hombre y que, en los hechos y no en las palabras, le diga a la escuela y a la sociedad en qué consiste construir
la justicia, lo cual significa haber optado por el mundo educativo que deseamos, intentar ponerlo en vigencia.
A veces serán tan serios los obstáculos que se nos interponen que nuestro avance será escaso, lento, no
importa, lo que interesa es que si no podemos contener la injusticia, al menos dejemos claro que no queremos
que sea ella la que diga la última palabra.
Es bueno citar aquí una experiencia, ciertamente reducida, puntual, pero que da cuenta de lo que entraña
dar testimonios de buscar un mundo educativo, en el que lo más importante sea el crecimiento del hombre.
En el recinto de una institución escolar se celebraba un Seminario sobre programas de estudios. Había
especialistas de varios países y de organizaciones distintas. En la tarde del segundo día llegaros súbitamente
hasta el departamento de Orientación de la Institución en que tenía lugar el Seminario, una delegación de sus
organizadores, dijeron : necesitamos un orientador, queremos a alguien que intervenga en nuestras discusiones
como abogado del alumno, como alguien que en medio de nuestros análisis de modelos de elaboración y
desarrollo de programas, nos esté preguntando cómo se resguarda en ellos el desarrollo del niño real y
concreto que está en nuestras escuelas.
Al ver lo que los orientadores significaban para esa Institución y para los que vinieron a pedir ayuda , no
pude evitar la asociación de este hecho con aquel otro que tuvo lugar cuando el poeta Pablo Neruda fue
invitado a conocer la maravillosa ciudad de piedra descubierta en Perú. Describió y cantó la ciudad de
prodigio, pero el centro de su cantar no fue la ciudad, sino el hombre que la hizo, el trabajador que puso allí su
pensamiento, su mano, su esfuerzo, su esperanza, su sueño:
Piedra en la piedra, ¿el hombre dónde estuvo?
Aire en el aire, ¿el hombre dónde estuvo?
Tiempo en el tiempo,¿el hombre dónde estuvo?
Esta es la misión de la Orientación en la escuela y fuera de ella: ser testigo de que no hay ciudad ni hay
programa si el crecimiento del hombre, su vocación y su dignidad, no ocupan su lugar.
Dijimos antes que la Orientación , como la conocemos, históricamente nació cuando una masa de
muchachos se quedaron al lado afuera del trabajo y de la escuela. Nació para decirles a esos muchachos que
no estaba dicha la última palabra y que se podía seguir buscando una vida humana.
Hoy día también la Orientación nace y sigue naciendo cuando a la sociedad, al mundo del trabajo y al
mundo de la escuela les recuerda que su sentido lo toman del crecimiento que generan en los hombres y no al
que producen en su propia organización.
Sigue naciendo cuando ante los hombres, ante la sociedad, ante el trabajo y ante la escuela, es testimonio de
un mundo educativo, de ámbito de interacción en que cada hombre vale por el hecho de ser humano. Como
testimonio de esa actitud nació la Orientación. Sólo si ese testimonio sigue, la Orientación sigue también
naciendo.

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