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PRÓLOGO

Los mundos de Keko Chacón


por Ramón Díaz Eterovic

El cuento breve o la ficción súbita como también se le conoce ha llamado la atención de muchos escritores
chilenos como una forma de expresión que tiene sus desafíos y complejidades, y que bien desarrollada permite
crear ficciones significativas, es decir, ficciones que tengan trascendencia y vayan más allá del juego verbal
ingenioso o el chiste rápido o de doble sentido. La aparente facilidad del cuento breve es engañosa y su escritura
apunta más bien al despliegue de un estilo riguroso y una aguda capacidad de síntesis. Por lo anterior, muchos
cuentos que se leen ocasionalmente en libros o como jurado de concursos son textos breves que no alcanzan la
categoría de cuentos, y menos a la de buenos cuentos. La brevedad exige rigor en el uso de cada palabra.
«Hoja en blanco» de Keko Chacón es un libro de cuentos o relatos breves que desde su inicio muestran a un
autor con capacidad para descubrir historias en ese flujo incesante de hechos y personas que dan sentido al pasar
de los días. Sus relatos tienen el sello de lo auténtico y de un autor que sin duda sabe observar lo que acontece a
su alrededor y escoger las hebras que darán color y forma a historias donde están presentes la tristeza y la alegría,
las tragedias individuales y colectivas, la ironía y el humor, y una humanidad latente en hechos y personajes que
hace que el lector se sienta rápidamente seducido por cada una de las historias que se proponen a lo
largo del volumen.
Si las historias interesantes fueran oro, uno podría decir que Chacón sería una especie de Midas que convierte
en cuentos todas las anécdotas que imagina o que supongo pasan por su lado. Si uno quisiera buscar temas que
estén presentes y le den unidad a este libro, podría pensar en siete u ocho por lo menos. El paso del tiempo y la
identificación con el padre está en cuentos como «Manos» y «Mi viejo». El dolor de las tragedias sociales está
bien reflejado en el cuento «¿Dónde están?» en el que presenta la angustia de una madre que cada día reconstruye
en su memoria la desgraciada desaparición de su hijo.
Hay cuentos que ganan por su ingenio («Personas de colores» y «Carta abierta», entre otros); o por la ironía,
como ocurre en «Fono ayuda», en el que los centros de llamadas no quedan muy bien parados. Y están los que
nos remiten a situaciones desconcertantes, como «La mascota» o «El profeta» donde un Dios de carne y hueso
increpa a curas y feligreses diciéndoles: «La idea era que me imitaran, no que me adoraran». «Piscina municipal»
es un cuento que destaca por su anécdota picaresca y su profundo sentido de humanidad, al mostrar a niños
pobres que desarrollan habilidades insospechadas para entrar gratis a la piscina municipal. «Primer beso» nos
instala en la realidad de la diversidad sexual, y «A nadie le importó» nos remite a migrantes que buscan una
nueva vida en un entorno que muchas veces es violento e intolerante.
En pocas palabras, estamos frente a un conjunto de cuentos que se disfrutan y luego permanecen dando
vueltas en nuestros pensamientos, como agujas punzantes que obligan a mantener los ojos abiertos para
observar la realidad con todos sus matices. En su texto «Escribo», Chacón nos dice que «cada anécdota
es una lección». Una frase que bien resume el sentido último de este libro, donde cada historia nos
entrega distintas ventanas para observar y entender la vida que nos rodea.
Un volumen de cuentos breves impone un prólogo igualmente breve. Y, por lo tanto, parafraseando «El
Dinosaurio», clásico cuento breve de Augusto Monterroso, puedo decir: Cuando cerré el libro, los cuentos de
Chacón seguían ahí: atractivos, ingeniosos, significativos y bien logrados. Un buen aporte a este género de
creciente desarrollo en nuestro país.

Santiago, marzo de 2019

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