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· Gregorio Kaminsk
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La ética del cuidado de sí' como práctica de libertadVI1
Nos gustaría saber cuál es el objeto de su pensamiento en estos momentos.
Hemos seguido el desarrollo de sus últimos trabajos, especialmente sus cursos
en el College de France (1981-1982) sobre la hermenéutica del sujeto. Nos
gustaría saber si su investigación filosófica actual continúa determinada pqr
los polos subjetividad y verdad.
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144
de finido como un in?ividuo que habla�'::!�_ tra��.,-�q�y�1 E?
_ _
mis cursos en el College de France trate de 6ósque¡ar las generali
dades de este problema.
¿ Un trabajo del yo sobre sí, que puede interpretarse como una especie de libe
ración, un modo de liberación?
145.
1 �'4\1,,....,.'1:!·)f.//;•) t,,.I'¡: ,.,.,..\1,to;.,• •.•¡rl�./
..-, - ---
Debo ser más cuidadoso con respecto a eso. Siempre he sido un poco
desconfiado del tema general de la liberacim} debido a que, si no es
¡ tratado con ciertos cuidados y dentrode ciertos límites, corremos el
· l riesgo de volver a la idea de que existe una naturaleza o 1m carácter ...
) fundacional humano'·g\íé:"··como·•srt:"suffaaó•"'ae··-¿;erto'"1ú'.iíñero"'•de'··
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con las r�daciones ,.
sl..i: �w��k Esto significa para mí algo distinto de
los estados- d e dommac1on. Las .
relaciones de poder son extremada-1
mente extensas'·en las relaciones humanas. Hay una gran trama de
--=-"T,?.. · , ..-.;mCiñññ: u
147
. rei�h�anó, que derivaba de una particular lectura de Freud. Supo
�'niá qu�·el problema era enteramente del orden de la liberación.
Para decirlo esquemáticamente, estaba el deseo, la pulsión, los
tabúes, la represión y la internalización. Es haciendo desaparecer
estos tabúes, por ejemplo, liberando el propio yo, que el problema
se resolvería. En ese caso, creo que estamos olvidando por comple
to el problem� l'.lJ9X-ª_l -y admito que estoy caricaturizando algunos
puntos·ae·vistá;muy°'precisos e interesantes de varios autores- que
\ es la práctica de libertad. ¿Cómo puede practicarse la libertad? Con
; respecto a la sexualidad, ¿es cierto que al liberar los propios deseos
l .
1.
¿Eso significa que concibe a la libertad como una 'í-{;k1iJ;a'�tca en sí misma?
7
j La li?�r_t�� esla co11dición ontológica de la éti�a. Pero la ética es la
:1 forfoa deliberada asumida por la libertad. ·
!'
¿Es la ética, entonces, el resultado de la búsqueda o del cuidado de sí?
148
o interés individual, en contradicción con el cuidado que debe
·" mostrarse a los demás, o el necesario sacrificio del yo. Todo eso
/ OCU!f.!Ó <:!} la era cristiana, pero no diría que se debe exclusivarneñ:
r
te:" ..al crisÜañ1smo·.- :a ·sfruación es mucho más compleja ya que,
para el cristianismo, el alcanzar la salvación es también un cuidar
se. Pero para el cristianismo, la salvacióp.se.ol:>tiene por la renun
. .
.c� __a(io.-·Hay· Ü·na j:iaradoja �n -eJ cristianismo con respécio .al
cuid�cio' de sí, pero ése es otro problema. Volviendo a su pregunta,
creo que para los griegos y romanos -especialmente para los
primeros-, para comportarse correctamente, para practicar la
libertad apropiadamente, era necesario él cuidado de sí, tanto para
conocerse -:-el familiar gnothi�faUton- como para mejorarse, pata
füp-erarsé a sí mismo, para gobe-thar los ape.titois qiie ·pue?:leii.
a La
áiisorbei:fo uno: ·116ertad Tñdív1oüarera "iiúíy· frnportáni:e para
::..:.mas
lci'i(gri�gos allá de la expresión trivial derivada de Hegel,
según la cual la libertad del individuo no tendría importancia al ser
:; confrontada con la noble totalidad de la ciudad-, no ser un esda
' vo (de otra ciuq::id, de aquellos que nos rodean, de q_i#e11es·noi
' gobiernan� de Ías propias pasionºes) era un tema absolutamente
ffundamental: la preocupación pÓ; la libertad fue un problema
'básico y constante durante ocho siglos de cultura antigua. 1ene-
mos en ella una ética completa, que produjo el cuidado de sí y que
le dio a la ética antigua su forma particular. No estoy diciendo que
la ética es el cuidado de sí, sino que en la antigüedad, la ética,
como práctica deliberada de la libertad, nos legó · · este
· ·· imperativo
básico: <<Cuísl�te a ti mismo>>.
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Usted dice que es cuestión de hacer de esta verdad, aprendida, memorizada,
progresivamente puesta en acción, una suerte de cuasi-sujeto que reine sobe
ranamente en uno. ¿Cuál es el status de este cuasi-sujeto?
150
reaccionaba ante los acontecimientos, etcétera. Para ellos, ésa era la
expresión concreta de libertad. De ese modo abordaron el <<proble
ma>> de la libertad. El hombre que tiene un buen ethos, que puede
ser admitido y admirado como ejemplo, es una persona que practi
ca la libertad en una cierta forma. No creo que una conversión sea
necesaria para que la libertad sea reflejada como un e{b.ºr,qg� es
bu<;no, ,btl!Q., honorable, valioso y q1,1e pueda servir comb ejeñrpio;
s'é·necesita uñ·uaoajódel yo sobre sí.
e
,.."1�; .��iiáz��� ��: :���.%1á�Ofe�'. ,�s,��
1
El cuidado de sí, como usted dijo, es en cierto modo el cuidado de los otros.
En este séritido, también es algo ético. Es ético en sí· mismó.
151
¡ · para realmente cuidar de sí mismo., debe atenderse a las enseñan
zas de un maestro. Se necesita un guía, un conseje,ro., un amigo
-alguien.que le diga a uno la verdad-. De este modo, se preserttáel
próblema de la relación con los demás paralelamente al desarrollo
del cuidado de sí.·
152
vista como opuesto a la esclavitud: �1 abuso. de po9er.. Por el abuso
de poder se va más allá de lo que es el legítimo ejercicio del poder,
y se imponen a otrns caprichos, apetitos, deseos. Así, vemos la ima
gen del tirano o simplemente la del hqmbre rico y poderoso que
toma ventaja de su poder y de su riqueza para utilizar a otros, para ,
4
imponerles indebidamente su poder. Pero se puede ver, al menos e
lo que dicen los filósofos griegos, que tal persona es, en realidad,
un esclavo de sus apetitos. Mientras que el buen gobernante e�.
aq� ejerce su poder correctamente� .9 sea,. ej�rciérid.9 ·al.
mismo tiempo su poder sobre sí mismo. Y es el poder. sobre sí
mísmcrkrqueregiilaría el poder sobre. los demás.
El cuidado de sí, independizado del cuidado de los demás, ¿no corre el riesgo
de volverse, <<absoluto,)? ¿No podría esta <<absolutización» del cuidado de sí,
transforrrÍ;rse en una especie de ejercicio de poder sobre otros, en el sentido
de dominación del otro?
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los vínculos mundanos. Es el renunciamiento a todo lo que puede
ser amor por el yo, apego por un yo mundano. Pero opino que para
el pensamiento griego y romano el cuidado de sí no puede por sí
mismo tender a esta exageración del amor por sí mismo que, con
el tiempo, se traduciría en descuido de los demás, o peor aun, abu
so de poder sobre los demás.
Pero la cog_9.ición hym.ana, s11 carácter fiqito, ¿no juega un papel importante?
Ha mencionado la· muerte. Si no se teme a la muerte, no se puede abusar del
propio poder sobre otros. Nos parece que este problema de la condición fini
ta es muy importante: el temor a la muerte, el temor a la finitud, a ser heri
dos. Todo esto constituye ·elnudeo del cuidado de sí.
1S4
,. · \ tem�: «apurémonos a envejecer: apurémonos a llegar _al momento
i
·¡preciso en que podamos reumrnos con nosotros mismos». Esta
:. especie de momento anterior a la muerte, en el que nada más
- puede ocurrir, es distinto del deseo de la muerte que se encuentra
'entre los cristianos, que esperan la salvación a través de la muerte.
Es un momento de articulación entre la propia existencia y el
punto donde no hay nada más po,r delante, sino la posibilidad de
la muerte.
Pero usted siempre nos objetó que le hablásemos del sujeto en general.
155
No, no les objeté. Qu_izás algunas formulaciones eran inade
c1:1ac:las. Lo que objetaba era precisamente que ustedes en pr1mer
lugar estableciet"an UD?. teqrfa .deLsuj�to -como podría hacersé en
la fenomenología y··e( éxistencialismo- y que, partiendo de la
teoría del sujeto, 1legaq1.g ª plantear la cuestión ele saber, por
ejemplo, cómo tal o c:ual forma de saber eran posibles� Lo que yo
quería saber era cómo el suj�to se constituía a sí mismo, en tal o·
cual forma determinada; ·coµÍo loco . o normil!, a i:i"ávés de un
cierto número de prácticas, que eran jueg�s de verdad; aplícádo
nes del poder, etcétera. Debía rechazar una cierta teoría a priori
\ del sujeto, con el fin de hacer este análisis de la relaciones que
1
pueden existir entre la constitución del sujeto o las diferentes
formas del sujeto, y los juegos de verdad, prácticas de poder, y así
sucesivamente.
�fo es upa sustancia. Es una forma, y esta forma no es, por sobre
toda las cosas ni siempre, idéntica a sí misma. Uno no tiene hacia
uño mismo ·-ia misma clase de relaciones cuando se constituye
como sujeto político, que va y vota o habla en una reunión, o
cuando trata de realizar sus deseos en una relación sexual. Hay sin
duda algunas relaciones e interferencias entre estos distintos tipos -
de sujeto, pero no estamos en presencia del mismo tipo de sujeto.
l En cada caso, se establece con el propio yo una forma distinta de
irelación.Y lo que me interesa es precisamente la constitución histó
: rica de estas diversas formas de sujeto relacionadas a los juegos de
1 la verdad.
156
Si es cierto, por ejemplo, que la constitución del loco puede, de
hecho, ser considerada como el resultado de un sistema de coer
ción -éste es el sujeto pasivo-, ustedes saben absolutamente bien
que el loco no es un sujeto no libre, y que el enfermo mental se
constituy<:: a sí mismo como loco en relación y en presencia de
q).li�n lo declara como tal. La histeria, que fue tan importante en la
historia de la psiquiatría y en las .instituciones para enfermos
mentales en el siglo XIX, me pa{ece que es la ilustración misma
que hace patente el modo en que el sujeto se constituye a sí mismo
como loco. Y no es ninguna coincidencia que los importantes fenó
menos de la histeria hayan sido estudiados precisamente en lugares
en los que el individuo era forzado al máximo a considerarse a sí
mismo como loco. Por otra parte e inversamente, yo <liria que si
ahora estoy interesado en el modo en que el sujeto se constituye a
..,ii mismo de un modo activo, por las práéticas del yo, éstas no son, '
sin embargo, algo que el individuo inventa por sí mismo. Son pa'tro- ..
nes que halla en su cultura y que sori propuestos, sugeridos e ·
impuestos sobre él por su cultura, su sociedad y su grupo social.
158
podían revertir la situación. En estos casos de dominación -eco
nómica, social, institucional o sexual- el problema es de hecho
,::iverigt1ar dónde se va a organizar la re�i.�t�11c:fa: Será, por ejemplo, ·
'üna clase trabajadora que se··propone resistir la dominación polí
tica -dentro del sindicato, en el partido- ¿bajo qué forma: una
huelga, un paro general, una revolución, una lucha parlamentaria?
En tal situación de dominación, up.o debe responder todas estas
preguntas de una manera muy específica, en función del tipo y
forma precisa de dominación. Pero la proposición: msted ve poder
en todos lados, y por lo tanto no hay lugar para la libertad>> me
parece totalmente incompleta. No puede imputárseme la idea de
que el poder es uri. sistema de dominación que controla todo sin
dejar espacio para la libertad.
Hace brevés momentos, usted hablaba del hombre libre y el filósofo como si
fueran dos modalidades diferentes del cuidado de sí. El cuidado de sí del filó- =
sofo tendría una cierta especificidad, por lo que no se confunde con el del
hombre libre.
Sí, por supuesto. Creo que las relaciones <'!ntre filosofía y política.
son permanemes y fundamentales. Es cierto que si se ioiñaláhisio�.
ria'delciiidado cié'sCeri élpensamiento griego, la relación con la
política es obvia. De una forma muy compleja: por un lado usted
ve, por ejemplo, a Sócrates, -también como Platón en el Alcibíades
o como Jenofonte en los Memorabilia- quien exhorta a los jóvenes:
<1Eh tú, tú quieres llegar a ser una persona política, gobernar la
159
ciudad, tú por lo tanto quieres cuidar a los demás, pero ni siquiera
cuidas de ti mismo; si no lo haces, serás un mal dirigente. >> Desde
esta perspectiva, el cuidado de sí mismo aparece como una condi
ción_ p�_d,agógifa, morál·etrtcluso oritólógica parniá cónsifrud6n de
uiihuen dirigen.te: CórisÚtuírse á síiñisfo como sujeto que gobier
ü
Debo admitir que no he ido muy lejos en esa dirección, más bien
preferiría referirme a algunos problemas más contemporáneos,
para tratar de ver qué podemos hacer con todo eso en la problemá
tica política real. Tengo la impresión de que en el pensamiento polí
tico del siglo XIX -y podríamos tener que ir más atrás todavía, a
Rousseau y a Hobbes- el sujeto político ll.a s_ ido pensado esencial
mente como sujeto a la ley, ya sea en términos de derechq !J.IÜ,l.Ü-il.
, 6 de derecho positivo. Además, me parece que la cuéstión de u�
' ' sujeto ético no tiene mayor cabida en el pensamiento político
,,,..,'\ l contemporáneo. Finalmente, no me agrada contestar sobre proble
mas que no he examinado, Por lo contrario, preferiría reflexionar
una vez más sobre las cuestiones que he relevado en la cultura de
la antigüedad.
160
Por espiritualidad entiendo -pero no estoy seguro de que sea una
': definición que podamos sostener por mucho tiempo- aquello que
} precisamente refiere a un sujeto que accede a un determinado
\ modo de ser y a las transformaciones que debe realizar sobre sí
mismo para acceo.er a ese modo de ser. Creo que, en la espiritua-
., lidad an.tigua, espiritualidad y filosofia eran idénticas, o casi lo
eran. De cu�lquier manera, la preocupación más importante de la
filosofía giraba en torno al yo, al conocimiento del mundo venide
ro, y las m.ás de las veces, éomo soporte del cuidado de sí. Cuando
se lee a Descartes, es sorprendente encontrar que en las Meditacio
nes se halla exactamente este mismo cuidado espiritual para acce
der a un modo de ser donde la duda no estaría permitida, y donde
finalmente conoceríamos. Pero definiendo así el modo de ser al
que la filosofia da acceso, obs.e_rv:a111os quef . este modo de ser está
--'¾
. /
-1'.()t�lmente
,.. , ··
determinado. por
. . .
eI S!l,j)e�; ....yti"°
. .. .. . . •· ..
· ·· • ··
ilosofia ·s·e definiria"'iCsf
, . . .
,. misma·como accéio a µn sujeto de saber, o a aquello que califica-
·••.
. ·•·•
ríá al sujeto como tal. Y desde' esta ópÜca, pienso que se superpo
nen las funciones de la espiritualidad sobre un ideal basado en la
cientificidad.
161
Esto me lleva a la pregunta:. ¿por qué deberíamos hoy tener acceso a la
:':'�!E.�9.__e,p,_eJ__s.�_i:iJ:jqq.pofüic.o, esto es, en el sentido de e�trat.egi�_pql!tica_ que
-confronte
a
los muchos . puntos
.. de <<oculramiento>> o de poder en el sistema de
relc1oñés?
Ése es, de hecho, un problema. Después de todo, ¿por qué la
vp-fl.ag? ¿Por qué nos interesamos por la verdad n,:i�s que por d yo?·
; ¿Po¡·qué nos pr�ocüpamós por nosotros sólo preocupándonos ·por
{ la verdad? Creo que nos aproximamos a una cuestión que es funda-
, mental y que es, yo diría_, la cuestión del mundo occiden_!al: ¿qué ha
h�cho que toda la cultura occi'dental.. com1eijce·a·giraren totño.. -a
esta' ol3lígaciori· a la ·vérdad, qÜe ha adquirido··Üua· variedad de
formas··aífererites?TaTcomó' están las cosas, hasta el presente nada
ha probado que podamos definir una estrategia exterior a ella. Es
, realmente en el campo de !a obligación a la verdad que a veces
'podemos evitar, de una u otra forma, los efectos de la dominación,
'vinculada a estructuras de la verdad o a instituciones encargadas de
; la verdad. Para decir estas cosas más esquemáticamente, podemos
dar muchos ejemplos: .h a habido un movimiento ecologi§1a -que es
muy antiguo, no sólo un fenómeno del siglo XX- que ha estado, en
cierto sentido, en relación hostil con la ciencia, o al menos con una
tecnología garantizada en términos de verdad. Pero en realidad, la
ecología también hablaba un lenguaje de la verdad. Era en nombre
del conocimiento de la naturaleza, del equilibrio, de los procesos de
los'iteresvivos�··et�Jtera, que s� podía nivelar fa. éritica. Escapamos
entoncés a "una dominación de la verdad, pero no lo hicimos parti
cipando de un juego que fuera completamente ajeno al juego de
verdad, sino jugándolo de otra manera, jugando otro game, otro
set, con otro palo de triunfo, pero siempre dentro del juego de
verdad. Creo que es lo mismo en materia política, donde podría
mos criticarla -comenzando por ejemplo, con los efectos del esta
do de dominación de esta política indebida- pero sólo podríamos
hacerlo jugando un cierto juego de verdad, mostrando cuáles serian
los efectos, mostrando que existirían otras posibilidade::s r�cicmales,
enseñándole a la gente lo que ignora sobre su propia situación, sus
condiciones de trabajo, la explotación que se hace de ella.
162
Con respecto a la cuestión de los juegos cie verdad y los de poder, ¿no cree
que se puede encontrar en la historia la presencia de una modalidad particu
lar de estos juegos de verdad que tendrían un status específico en relación con
todas las otras posibilidades de juegos de verdad y de poder, y que estarían
ca:r.acterizados por su apertura esencial, su oposición a todo (<Ocultamiep,to>> de
todci".poder, al poder en el sentido de dominación/ sometitniento? . --•. '·
163
puede hallarse en psiquiatría. De todas maneras, no puede decirse
que los juegos de verdad no son más que juegos de poder.
Este tema nos remite al problema del sujeto, porque en los juegos de verdad,
la pregunta es: ¿quién dice la verdad, cqmo se dice, y por q11é se dice? Pues
s�
en el juego de verdad, pµede jugar a decir la verqad. Hay· un solo juego:
· s�
·
juega a la verdad, o la verdad es un juego.
.·1
totalidad del juego de verdad. Sin duda es esto lo que ha dado a
1
occidente, en relación otras sociedades, posibilidades de d,�sarrollo
164
describir cosas en una determinada manera. El, que <;la :µna descrip
ción antropológica de la sociedad, no nos da un constructo sino
una descripción -que incluye, en fo que le toca- un cierto número
de reglas que se desarrollan históricamente, de modo que se puede
decir que hasta cierto punto, es un constructo en relación cqn otra
descripción. Eso no significa que no haya nada allí y que todo se
genere en la mente de alguien. Podemos decir, por ejemplo, acerca
de esa transformación de lós juegos de verdad, como alguien
concluyó, que yo dije que nada existía -me han hecho decir que la
locura no existe, aunque el problema era justamente lo contrario-.
Era cuestión de saber cómo la locura, bajo las más variada defini
ciones que pudiéramos darle, podría ser,_ en determinado momen
to, integrada a un campo institucional que la considere una enfer
medad mental, ocupando un cierto lugar junto a otras
enfermedades.
Sí, y eso no significa, sin embargo, que lo que diga no es cierto, como
la mayoría cree. Cuando se les indica que puedé haber relación entre
verdad y poder, dicen: <<jAh, bueno!, entonces no es la verdad>>.
165
comunicación tal que los juegos de verdad podrían circular libre
mente, sin obstáculos, sin limitaciones y sin efectos coercitivos, me
parece una utopía. Es estar ciego al hecho de que las relaciones de
poder no son negativas en sí mismas, algo de lo que uno tiene que
desligar e:.No..cre<>Jl,���E,�e!'-��ti� �11a �qc:it!da,?.!in relaci��e�Ae__ .
\\ ..Bºd.�r s1� fas entendernos como medio.s poct1rS--qcre�md1�11duos
1
¡ 'ffafa�_cie conducir, determinar el comportamiento de lós ot;()s. El
f' problema no es i:ratar de disolverlos en la utopía de una
Cómunica-
¡ ción perfectamente transparente, smo darle al propio yo las reglas
qe J� ley, las técnicas administrativas, y también la ética, e1 eihos;"fa
pfáCtica fiel yo, que permitiría jugar estos juegos de poder con un
mínimo de dominación.
:l
r Sí,, y ���-ü;te.a.fü��µ,egJemente §C.. �e..h?_�.tz:il:>�i.q()�.. a_p���.�..4.�.-�-�tar
·r·tiú-i lejos de lo que yo pienso. El pod,er no es un �lil�iis•
jue.gos· e�,fráiég{i;;os� Sahemos muy bien que ez'��r no es un mal.
, Th1tteñtos"'pór'ej�mplo, la rel!lción sexual o amorosa. El ejercicio
l del poder sobre el otro, en una especie de juego estratégico abier
¡ to en el que la situación puede revertirse, no es malo. Es parte del
i amor,Ja pasión, el placer sexual. Tomemos también un caso que
i ha s1do motivo de crítica, a veces, justificada: la institución educa
\ tiva. Yo no veo qué tiene de malo la práctica de quien, en un juego
\de verdad dado, sabiendo más que otro, !e aconseja qué hacer, le
\enseña, le transmite conocimientos, le enseña a desarrollar habili
\dades. El problema, más bien, es saber cómo deben evitarse en
'estas prácticas -donde el poder no puede no entrar en juego, ni es
malo en sí mismo- los efectos de dominación que harán al sujeto
\
niño someterse a la autoridad arbitraria e inútil de un maestro, o
pondrán a un estudiante bajo el poder de un profesor abusiva
; mente autoritario, etcétera, etcétera. Creo que estos problemas
-
i deberían exponerse en términos de reglas de la ley, de técnicas
: relacionales de· ·· gobiernq y del ethos, de práctic;lcl, _cl_eLYO y ele Ja
, n��:ttacC
166
¿Podemos interpretar lo que acaba de decir como los criterios fundamentales
de lo que ha denominado una nueva ética? Se trataría de jugar en un mínimo
de dominación... ·-- · · · ·· ···
Cuando Sartre habla del poder como mal supremo, parece referirse a la reali
dad del poder corno dominación. ¿Concm:rda con Sartre en este criterio? ....--,,-
' Pienso que todas esas nociones han sido erróneamente definidas, y
· no indkan claramente qué significan. Yo mismo, cuando comencé
· ·a interesarme por el problema del poder, no estoy seguro de haber-
me expresado con claridad o de haber utilizado las paU:1bras �pro
piadas. Ahora tengo una idea mucho más predsa sobre esto. Me
\ parece que debemos distinguir las relaciones de poder como juegos
estratégicos entre libertades -juegos que dan como resultado el
ij hecho de· que alguna gente trata de determinar la conducta de
¡• otros- y estados de dominación, que es lo que comúnmente llama-
mos poder. Y entre ambos, los juegos de poder y los estados'de
. dominación, ap;reéen las tecnologías de gobierno -en un sentido
muy amplio, porque abarca tanto el modo de gobernar a la esposa,
- a los hijos, como el de gobernar una institución-. El análisis de
estas técnicas es necesario, porque a menudo es a través de éstas
que se establecen y mantienen los estados de dominación. En mi
análisis del poder, se distinguen tres niveles: las. relaciones estraté
gicas1 las técnicas degobierno y los niveles de do�inaci6�: - ·--
167
Considero que la gohernab.iJ.idad im.,.elica una relac�óp d�! yo conjj_
_go, lo que significa exactamente que en la rel:;1d6n.de gobernabili
difd se está apuntando a la totalidad de las prácticas por las que .se
puede constituir, definir, organizar e instrumentar las estrategias
que· los individuos, en su libertad, pueden utilizar con respecto a
,cada uno. Son los individuos libres quienes intentan controlar,
! determinar yaeliriiitárlá libertad ajena, y para hacerló disponen de
¡ cie�tos iñstrurnerifos para gobernar�. Esto se basa en la liber-
1 tad, en la relación del yo consigo, y en la relación con el otro. Pero
si se � l':in;ilizar el poder, no desde el punto de vista ae·la
liberúid, de estrategias de gobernabilidad, siño desde el punto de
vista de una institución política, no se puede considerar al sujeto
como un sujetq. de derecho. Tenemos sujetos que han sido conce
bidos eón cforechos, ·y otros que no lo han sido, y quienes han reci
bido o perdido derechos por la institución de una sociedad políti
ca. Entonces, debemos volver a coI_J.sidt!t:ai: el conc<::pto jurídico de
sujeto. Por otra parte, la nócion de gobernabilidad posibilita la
libeffad del sujeto y su relación con los demás, o sea, lo que consti
tuye la materia misma de la ética.
¿Cree que la füosofia tiene algo que decir sobre el por qué de esta tendencia
a determinar la conducta de los demás?
169