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¿ES EL CRECIMIENTO ECONÓMICO EL PRINCIPAL

FACTOR DE REDUCCIÓN DE LA POBREZA? 1


patricio reyes

El crecimiento que ha experimentado la economía chilena entre 1987 y 1997, a tasas


de aproximadamente 7% anual, elevó en grado diverso los niveles de vida de la po-
blación: significativamente a los sectores sociales privilegiados, en forma escasa o
insignificante a los más pobres.
Este alto crecimiento, se afirma, ha sido posible gracias a un entorno macroeconó-
mico estable y equilibrado,2 y a un ambiente de gran estabilidad social.3
Durante la década de los 90, incluso hasta el año 2000 la pobreza había disminuido
constantemente, aun cuando en forma decreciente, según la encuesta CASEN. De
acuerdo a esta medición, que cuestionamos, Chile habría pasado de cerca de 5 millo-
nes de pobres en 1990 a 3,08 en el 2000.
En este sentido, el desempeño de la economía en el nivel macro, el crecimiento y la
disminución de la pobreza, medida en términos absolutos, habrían estado asociados,
por lo que se podría establecer una relación causal necesaria entre los dos últimos
términos y el primero.
Larrañaga plantea que el rápido crecimiento económico explicaría el 80% del nivel de
reducción de la pobreza (entre 1987 y 1992). Habría aquí dos mecanismos mediante

1
Suele hoy afirmarse hoy que las políticas de flexibilización laboral son una acomodación a las
exigencias implícitas en los Tratados de Libre Comercio firmados en fecha reciente por la administra-
ción Lagos. Esta visión no tiene en cuenta que la Agenda Pro Crecimiento, elaborada por la SOFOFA
y que la Concertación ha hecho suya, es anterior a esos tratados y que obedece a otra lógica, a la situa-
ción interna del capital, pero por sobre todo que el proceso de precarización del empleo (que hoy se
denomina con el eufemismo flexibilización) tiene larga data. En este artículo se demuestra que estamos
en presencia más bien de la legitimación y legalización de políticas y procedimientos, insertos dentro
de la mecánica económica del actual modelo, cuyos efectos comienzan a observarse desde hace ya una
década [nota de diciembre de 2003]
2
Ver Marfán, Manuel. El Financiamiento Fiscal en los Años 90, en R. Cortázar y J. Vial Editores,
Construyendo Opciones, Propuestas Económicas y Sociales para el Cambio de Siglo, CIEPLAN-
Dolmen Ediciones, Santiago, 1998.
3
En este punto es necesario anotar, que la estabilidad social es consecuencia de un discurso político-
publicitario que consigue, en los primeros dos años de la administración Aylwin, la postergación de las
numerosas demandas sociales heredadas, esto es, surgidas durante la dictadura, bajo la consigna de una
democracia a preservar, de una democracia siempre en peligro.

I
los cuales el crecimiento económico acelerado operaría, a propósito de la reducción
de la pobreza:
1. la generación de fuentes de empleo, y
2. el aumento de las remuneraciones reales.
El desempleo es, no cabe dudas un factor de alta incidencia en la condición de las
personas y familias que sufren pobreza. En este sentido el argumento es que la maxi-
mización del crecimiento económico es el factor fundamental para reducir y eliminar
la pobreza, y que las políticas sociales solo tendrían un efecto marginal en esta mate-
ria.4
Meller, por su parte, afirma que si bien el elevado ritmo de crecimiento constituye un
factor fundamental para reducir la pobreza, su incidencia es cercana al 60%. Por otra
parte, afirma, que las políticas sociales, aun en una economía que crece al 7% anual,
participarían en una proporción de alrededor de un 40% en la reducción de la po-
breza.5
En el plano político, el discurso oficial, no sólo de gobierno sino también de oposi-
ción de derecha, ha planteado que la disminución de la pobreza depende más de un
crecimiento sostenido, capaz de generar empleos, que de una intervención estatal a
través de políticas sociales. Apelando a los dictámenes del Banco Mundial, se ha con-
cluido que la pobreza, en condiciones de globalización, no se resuelve por medio de
políticas sociales o creando nuevas instituciones estatales, sino que incorporando a
los pobres al mercado de trabajo. Se trataría entonces de crear empleos productivos, y
dado que éstos son el resultado del crecimiento cuyo motor es el sector privado,
existe la mejor razón para no hacer política económica que contravenga la dinámica
de los mercados abiertos y competitivos.6
Es necesario tener en cuenta que la mejora en la situación de los pobres, para unos, la
superación de la pobreza para otros, ha ocurrido fundamentalmente durante un pe-
ríodo en que no se han aplicado planes de emergencia contra la pobreza (1990-1994),
donde han prevalecido los criterios de focalización de las políticas sociales, y que,
además, se ha caracterizado por una mayor apertura al comercio exterior, principal-
mente por la disminución de protecciones, y por una expansión del empleo que ha
disminuido las tasas de desocupación, situación que constituye un fuerte argumento
para considerar al crecimiento como principal factor de reducción de la pobreza.

4
Ver Larrañaga, Osvaldo. Pobreza, Crecimiento y Desigualdad: Chile 1987-1993, Revista de Análi-
sis Económico Nº 2, Santiago, 1994, pp 69-92.
5
Ver Meller, Patricio. El Modelo Económico y la Cuestión Social, en www.dii.uchile.cl/~cea.
6
Ver Agacino, Rafael. Acumulación, Distribución y Consensos en Chile, en Revista de Economía y
Trabajo, Año II, Nº 4, julio-diciembre, PET, Santiago, 1994.

II
Las cifras oficiales muestran que en período 1987-1990 por cada punto porcentual de
aumento del empleo, la pobreza se redujo en 0,43%, o, visto de otro modo, por cada
punto de crecimiento del PIB esta disminuyó en 0,25%. Ambos indicadores mejora-
ron significativamente en el período 1990-1992, subieron a 3,11 y 0,86% para el em-
pleo y el PIB respectivamente. Esto, se afirmaba, además de dar cuenta del éxito de la
política económica del gobierno, demostraba la eficacia del crecimiento para dismi-
nuir la pobreza.
No obstante, las cifras para el período 1992-1994, mostraron que los efectos espontá-
neo del crecimiento habían sido, al menos, sobrevalorados. Así, el efecto empleo bajó
a 1,65% y el efecto PIB creció levemente a 0,92%. En otras palabras, en el bienio
1990-1992 se redujo la pobreza en 854.000 personas, pero en el siguiente la reduc-
ción sólo llegó a 432.000 personas. Más relevante resulta la comparación si se ob-
serva el caso de la indigencia: esta se redujo entre 1990-1992 en 612.000 personas,
mientras que a pesar de la gran expansión económica del período 1992-1994, sólo se
logró una reducción de unas 74.000 personas. Más todavía, en este período los efec-
tos empleo y PIB, son menos significativos que en el período 1987-1990. En este
último caso, en términos de empleo, por cada punto de crecimiento la indigencia dis-
minuyó en 1,11% y en términos de PIB en 0,63; para 1992-1994 la disminución fue
1,04 y 0,58% respectivamente.
Es decir, las cifras entregaban ya la evidencia7 de que cada vez resultaba más difícil
que el mero crecimiento, y el empleo, garantizaran la superación de la pobreza o,
visto de otro modo, que se estaba en las cercanías del llamado “núcleo duro” de la
pobreza, donde todo indica que el “chorreo” no llega.
La tendencia marcada por los indicadores empleo y PIB tendió a revertirse o estan-
carse a partir de 1994. Visto esto en términos de empleo exclusivamente, tenemos que
el ciclo de expansión de la economía dio por resultado que la tasa de desempleo na-
cional pasó de 9,3% en 1987, al 6,0% en 1990, 4,9% en 1992 y 4,6% en 1993. Para
los hogares del quintil más pobre significó una disminución del desempleo desde
22,8% al 14,2% entre 1990 y 1992. De ahí en adelante, como decíamos, el proceso se
revierte, siendo la desocupación en 1994 de 5,9%. De acuerdo a la encuesta CASEN,
los mas afectado fueron los dos deciles más pobres, pasando las tasas de desempleo
del 18,2 y 9,6% en 1992 al 22% y 11,4% en 1994 respectivamente.
En 1992, un 45,5% de los ocupados percibía menos de dos sueldos mínimos. Esto es,
cerca de la mitad de los ocupados estaba bajo o en la línea de pobreza. Hacia fines de
1994, un 46,2% de los ocupados se encontraba en igual situación. Estas cifras nos
indican que un porcentaje significativo de los pobres no eran, en rigor, excluidos, sino
que población incorporada al mercado de trabajo. Siendo esto así, es posible entonces

7
Evidencia corroborada en lo que va corrido hasta hoy, marcando un ciclo decreciente, aun si sólo se
considera hasta antes de la “crisis asiática” y el ajuste subsecuente.

III
afirmar que el mercado de trabajo mismo es uno de varios mecanismos que opera
como reproductor de la pobreza. Y siendo el empleo el medio por excelencia a través
del cual el crecimiento se manifiesta entre los pobres, tenemos entonces que el creci-
miento puede por igual provocar disminución o perpetuación de la pobreza.
Como decíamos, el desempleo sobre quienes pesa más fuertemente es sobre los más
desposeídos, pero no es menos cierto que lo es también el tipo de ocupaciones a las
que pueden acceder. Si nos remitimos a la CASEN 1994 y vamos más al detalle, en-
contraremos que en algunas regiones ya se manifiesta un fenómeno que irá creciendo
en los años siguientes y se hará nacional: un contexto general de pérdida de empleos,
donde la mayoría de los nuevos puestos de trabajos creados son empleos para po-
bres.8 En los hechos, los ocupados no pobres disminuyen, en tanto los ocupados indi-
gentes y pobres no indigentes aumentan. En rigor, lo que está sucediendo es una pre-
carización del trabajo.
Se hace aquí presente, ligado estrechamente a lo anterior, un principio ideológico
(sustentado por el empresariado, el gobierno y la derecha) funcional a la acumulación
del capital, asunto que en la óptica económica actual, podada de toda retórica dema-
gógica, es el objetivo prioritario y final de las políticas de crecimiento: la flexibiliza-
ción del trabajo en todas sus dimensiones, salario, contrato, tareas, horarios. La im-
plementación de esta particular forma de relación laboral implica en el corto plazo la
inestabilidad, tanto en el empleo como en el ingreso, así como el aumento de la sus-
tituibilidad y de la sobreexplotación.
Para concluir, como segunda conclusión podemos establecer que el crecimiento, aun
cuando se aceptara como el más importante factor en la reducción de la pobreza en
algún aspecto; también debiera aceptarse, en otro, que a partir de las necesidades de
su propia lógica dentro del modo de producción capitalista, agudizada en su fase neo-
liberal, genera las condiciones para, a lo menos, la perpetuación de grados significati-
vos de pobreza dentro de una sociedad.

Bibliografía
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• Todo lo Flexible se Desvanece: el Caso Chileno, en R. Agacino y M. Echeverría edito-
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8
Ver Agacino, Rafael. Todo lo Flexible se Desvanece: el Caso Chileno, en R. Agacino y M. Echeve-
rría editores, Flexibilidad y Condiciones de Trabajo Precarias, PET, Santiago, 1995.

IV
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agosto 2001

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