Beruflich Dokumente
Kultur Dokumente
Analía Forasiepi
Agustín Martinelli
Jorge Blanco
COORDINACIÓN
Jorge Deverill
EDICIÓN
Cecilia Repetti
ASISTENTE DE EDICIÓN
Alejandra Blanco
LECTURA CRÍTICA
Juan Carlos Chebez
CORRECCIÓN
Guadalupe Rodríguez
DISEÑO Y DIAGRAMACIÓN
Mariano Masariche
ILUSTRACIONES
Jorge Luis Blanco
ISBN 978-950-24-1101-9
No se permite la reproducción parcial o total, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro,
en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos,
sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11723 y 25446.-
Forasiepi, Analía
Bestiario fósil-mamíferos del pleistoceno en la Argentina / Analía Forasiepi ; Agustín Martineli ; Jorge Blanco - 1a ed. -
Buenos Aires : Albatros, 2007.
192p. : il. ; 23x24 cm. (Sudamérica Prehistórica)
ISBN 978-950-24-1101-9
1. Mamíferos Fósiles. I. Martineli, Agustín II. Jorge Blanco III. Título
CDD 569
DEDICATORIA
Introducción ........................................................................... 20
El origen de los mamíferos y su evolución en el
Mesozoico y Cenozoico .................................................................... 22
Paleogeografia de América del Sur .................................................. 29
Los mamíferos fósiles y el tiempo ..................................................... 37
Tras los restos de los mamíferos desaparecidos ................................ 39
Palabras preliminares
Siempre se dice que Sudamérica es el “continente de las aves” y África el
“de los mamíferos”, y más allá de lo relativo de esas apreciaciones y de las
inevitables excepciones, es la impresión que se tiene en una mirada super-
ficial. Pareciera que los mamíferos voluminosos y de formas raras quedaron
para el continente negro, y en la América austral se concentraron las aves
de mayor envergadura del mundo, brillante plumaje y picos increíbles.
Por supuesto que los estudiosos saben que infinidad de micromamíferos
pueblan el Nuevo Mundo, pero son diminutos, difíciles de reconocer y en su
gran mayoría nocturnos. En la otra punta, el avestruz africano, el raro pájaro
secretario (una rapaz zancuda) y los laboriosos tejedores también son nume-
rosos y merecen reconocimiento. Pero evidentemente quedaron relegados y
opacados entre rinocerontes, elefantes, hipopótamos, leones y jirafas.
Cabe preguntarse entonces, ¿eso siempre fue así? Y la respuesta rotunda
es que no.
Hubo un tiempo en que grandes paquidermos se paseaban por la pampa,
que caballos sin jinetes las galopaban, que grandes gliptodontes de cara-
pacho abovedado y colas como mazas se vislumbraban en las tardes y que
mastodontes —que nos costaría reconocer de los actuales elefantes— se
recortaban en el horizonte. Una época donde los perezosos de tan gigan-
tes eran terrestres y el esmilodonte o “tigre dientes de sable” acechaba en
las aguadas. Hubiéramos necesitado una guía de campo como las que hoy
se usan en los parques nacionales africanos para distinguir las diferentes
especies. Hubo etapas húmedas y cálidas, y otras frías y secas, e ingreso y
reemplazo de faunas a través de puentes continentales, pero esos procesos
no invalidaron que ese conjunto de seres —que en buena parte desapare-
cerían para siempre “por no acudir al llamado de Noé” al decir del inefable
Domingo F. Sarmiento, y por razones que aún distan de estar claras para el
mundo científico—, formaran un conjunto increíble de bestias que justifi-
can la existencia de un catálogo ilustrado.
La tierra los tapó durante décadas y la erosión de la orilla de los ríos o la
excavación de edificios o del subterráneo los exhumó para que Francisco
Muñiz, Carlos Burmeister, Carlos Rusconi, Lucas Kraglievich y tantos más
los sacaran a la vista y al conocimiento científico. Sin olvidarnos de Floren-
tino Ameghino y su inseparable hermano Carlos, que proyectaron el nom-
BESTIARIO FÓSIL
15
PRÓLOGO
Los bestiarios de la Antigüedad tardía y el Medioevo eran libros en don-
de —algunos con ilustraciones maravillosas—, se recopilaban comentarios
sobre distintos animales basados en observaciones directas, pero las más
de las veces en relatos de viajeros, a veces no muy fiables, y que recogían
observaciones de primera mano mezcladas con leyendas u observaciones
no veraces. Así junto con animales comunes y otros de aspecto relativa-
mente fantástico para los europeos, pero reales como el elefante, también
aparecían criaturas fantásticas como el ave fénix o los dragones, que para
las personas de aquellos tiempos de ingenuidad y enormes áreas geográficas
desconocidas aparecían como reales o, al menos, muy probables.
El tiempo transcurrió y junto con el progreso científico, la exploración
geográfica acorraló a las criaturas maravillosas, llevándolas a áreas cada
vez más remotas o profundidades recónditas. Por último, la evidencia fue
inapelable: los unicornios, las aves fénix, las serpientes marinas y otras
criaturas fantásticas ya no se hallaban salvo en nuestras ilusiones.
A pesar de ello, todavía en nuestros tiempos —aunque cada vez con me-
nor frecuencia y muchas veces en curiosa asociación con las temporadas
turísticas—, los monstruos reaparecen en su versión reptiliana bajo la for-
ma escocesa de Nessie, o en nuestra versión más criolla del Nahuelito; pero
como siempre, las evidencias faltan y nos dejan sin evidencia palpable de la
supervivencia de tales portentos animales. Y aunque la gigantesca ballena
azul o el calamar gigante que habitan las profundidades nos recuerdan
que en nuestro mundo actual todavía podemos encontrar reminiscencias
reales de leviatanes y de krakenes, la fascinación perdida por los animales
fantásticas no encuentra reparo en la contemplación de tales criaturas.
Sin embargo y paradójicamente, mientras las criaturas fantásticas fueron
desapareciendo barridas implacablemente por la ciencia, nuevas criatu-
ras —en algunos casos aun más fantásticas que las de los antiguos bestia-
rios—, salieron a la luz descriptas precisamente por hombres dedicados a
la ciencia de la paleontología. Así, entonces, en forma de dinosaurios, ple-
siosaurios y otros reptiles extinguidos, los dragones, las serpientes marinas
y por qué no también tal vez Nessie, volvieron otra vez a nosotros, pero
esta vez con la evidencia concreta de sus vestigios óseos que demuestran
fehacientemente que tales criaturas sí existieron, pero en tiempos pretéri-
BESTIARIO FÓSIL
17
Grabado en madera de
Bernhard von Breydenbach,
Itinerarium Hierosolymitanum
ac in Terram Sanctam, de la
edición de 1490, Magonza
(tomado de Kappler, 1986).
18
B ESTIARIO FÓSIL
los murciélagos con su vuelo a ciegas o las ballenas con su más que nota-
ble adaptación a la vida acuática que antaño hizo confundirlas con peces.
Del mismo modo veremos que, dentro de los mamíferos, se encuentran
criaturas extinguidas extraordinarias como los gliptodontes, gigantescos
armadillos acorazados con su armadura de placas óseas, también animales
parecidos a camellos con trompa como las macrauquenias, o los toxodon-
tes, gigantescos animales que nos recuerdan vagamente a un hipopótamo
con una enorme cabeza hacia abajo como el fantástico “catoblepas” de los
antiguos griegos y romanos.
En este Bestiario fósil se encontrará el lector con la historia de estos ani-
males desde los antiguos orígenes cuando los mamíferos ancestrales eran
amenazados realmente por los dragones —léase “dinosaurios”—, hasta su
expansión luego de haber desaparecido los viejos terrores con la extinción
de hace 65 millones de años. Además de una interesante introducción
al desarrollo de los mamíferos en Sudamérica con los cambios físicos y
climáticos acaecidos en estos últimos 65 millones de años, el lector se en-
contrará con una exposición de los mamíferos presentes en la Argentina,
durante el Pleistoceno, es decir, antes de la última gran extinción que hizo
desaparecer a los gigantes de nuestras pampas, aquellos cuyos restos in-
trigaron e hicieron pensar mucho a Charles Darwin en su notable viaje
alrededor del globo.
Leyendo estas páginas, el lector se encontrará con muchas criaturas, al-
gunas de ellas familiares, como la mara o la vizcacha, tan criollas pero de
ancestros africanos, y muchas otras criaturas desaparecidas, algunas muy
extrañas, aunque otras más conocidas como varias especies de caballos
extinguidos que poblaron nuestro territorio y que luego con una especie
cercana fueron nuevamente traídos a estas tierras por los conquistadores
españoles. Acá no más, en excavaciones para edificios, pozos para agua,
etc. —muchas veces en la arcilla colorada que es tan común ver en la pam-
pa—, surgen estos restos que componen esta grandiosa fauna recreada con
la rigurosidad que pusieron en su elaboración Analía Forasiepi y Agustín
Martinelli, dos paleontólogos a los que conozco y aprecio como colegas y
amigos, sabedor de su entusiasmo y preocupación por los temas que estu-
dian. También Jorge Blanco, un ilustrador especializado en reconstruccio-
BESTIARIO FÓSIL
19
INTRODUCCIÓN menterios fósiles. Ello ha contribuido al estudio de las faunas fósiles comparadas,
permitiendo establecer algunas leyes y formular varias hipótesis sobre la emigración
de las especies extinguidas a través de los diversos continentes. En este sentido, nadie
podrá ocuparse con acierto de Paleontología comparada sin conocer y discutir las
doctrinas y los descubrimientos argentinos”.
1
INTRODUCCIÓN
22
B ESTIARIO FÓSIL
Reconstrucción del
cinodonte carnívoro
Chiniquodon.
Descubierto en el
Triásico medio de
América del Sur.
INTRODUCCIÓN
BESTIARIO FÓSIL
23
una inusual combinación de características tanto reptilianas como mamalianas. Algunas
especies eran herbívoras y de gran tamaño, similares a un tapir; mientras que otras eran
carnívoras o insectívoras, de tamaños muy variables, desde pequeñas criaturas semejantes
a una rata hasta formas del tamaño de un perro. Los pequeños cinodontes carnívoros fue-
ron adquiriendo novedosos rasgos anatómicos, como el desarrollo del cerebro y del sistema
nervioso, la reorganización del oído medio, la modificación del hocico y de los dientes, que
persistieron y se especializaron en los mamíferos. Restos fósiles de cinodontes no mama- ENTRE CINODONTES
lianos se hallaron en todo el mundo, y son muy abundantes durante el Triásico, hasta su Y MAMÍFEROS
declinación y extinción al comienzo del Cretácico. Numerosas especies han sido halladas
en el Triásico de América del Sur, especialmente en la Argentina y Brasil. Los pequeños
Son varias las características que diferencian a los mamíferos de los restantes vertebra- cinodontes carnívoros
dos, como los anfibios, los reptiles y las aves. Algunos de estos rasgos incluyen: la presencia
de mamas o glándulas cutáneas para la alimentación de las crías; el desarrollo intrauterino
fueron adquiriendo
del embrión en la mayoría de ellos; la temperatura corporal alta, constante (endotermia) novedosos rasgos
y regulada por el propio organismo (homeotermia); la presencia de una cubierta aislante anatómicos, que
de pelo que ayuda a conservar la temperatura y que además es de función sensitiva; un persistieron y se
corazón con cuatro cámaras, que impide la mezcla de la sangre arterial, oxigenada, con la especializaron en los
sangre venosa, desoxigenada; el cerebro bien desarrollado; la presencia de un oído medio
formado por tres huesecillos: el martillo, el yunque y el estribo; la mandíbula compuesta
mamíferos.
por un solo hueso: el dentario, que articula al cráneo a través del hueso escamoso; la for-
mación de un paladar secundario muy extenso, que permite respirar durante la masticación
y maceración de los alimentos; y los dientes diferenciados en incisivos (cortantes), caninos
(punzantes), premolares y molares (machacadores), con un tipo de reemplazo dentario
determinado.
INTRODUCCIÓN
24
B ESTIARIO FÓSIL
Como en la paleontología se trabaja casi siempre sólo con huesos aislados, muchas de las
características que poseen los mamíferos vivientes son imposibles de ser observadas en los
fósiles (como los caracteres blandos de la piel o los órganos internos). Por esta razón, los
paleontólogos prefieren restringir el término mamífero (Mammalia) al grupo que compren-
de a los mamíferos vivientes (monotremas, marsupiales y placentarios) y todos sus descen-
dientes. Con esta definición se excluyen a numerosas formas fósiles que sólo se conocen
a partir de sus huesos y que, a pesar de no ser mamíferos, están muy cercanamente rela-
En las rocas Triásicas del cionados con ellos. Para incluir a estas especies fósiles, los especialistas crearon el término
Valle de la Luna, provincia “Mammaliaformes”, más amplio, que incluye a todos aquellos animales que se encuentran
de San Juan, abundan los más cercanamente relacionados con los mamíferos que con los cinodontes no mamalia-
nos y a su vez, incluye a los mamíferos propiamente dichos. Con ambas definiciones, por
restos fósiles de cinodontes ejemplo, podemos decir que todos los mamíferos son mamaliaformes, pero no todos los
no mamalianos. mamaliaformes son mamíferos. El término “mamaliaformes” es más amplio y corresponde
a un nivel taxonómico mayor.
INTRODUCCIÓN
BESTIARIO FÓSIL
25
INTRODUCCIÓN
26
B ESTIARIO FÓSIL
INTRODUCCIÓN
BESTIARIO FÓSIL
27
de dentición recibe el nombre de “tribosfénica”, y de un patrón primitivo con numerosas
cúspides y crestas derivaron todos los demás tipos de molares conocidos (molar carnicero,
molar de roedor, de elefante, y de nosotros mismos) tanto de metaterios como de euterios.
Los Metatheria incluyen a los marsupiales y a varios grupos fósiles cercanamente rela-
cionados con ellos. La mayoría de los marsupiales (como el canguro y la zarigüeya) poseen
en el abdomen una bolsa o marsupio, donde la cría, inmadura, continúa y termina su cre-
cimiento. Los metaterios fueron muy abundantes y diversos en América del Sur durante
todo el Terciario, ocupando los roles ecológicos de carnívoros, insectívoros, herbívoros y
omnívoros, de hábitos terrestres, arborícolas y fosoriales. También los hubo de distintos
tamaños, desde grandes similares a un oso, a pequeños, similares a una rata. A pesar de su
abundancia en el pasado, en la actualidad son relativamente pocas las especies que habitan
en América del Sur. Al contrario de lo que sucede hoy día en nuestro continente, los mar-
supiales siguen siendo muy diversos y abundantes en Australia e islas aledañas.
Los Eutheria incluyen a los placentarios actuales y a sus parientes fósiles cercanos. Se
caracterizan por tener un tejido complejo, la placenta, que le suministra alimento al em-
brión, permitiéndole completar su desarrollo dentro del útero materno. La gran radiación
adaptativa del grupo se produjo en la Era Cenozoica, alcanzando morfologías muy variadas
y extremas, como la de los cetáceos (mamíferos marinos) o la de los quirópteros (mamíferos
voladores), ocupando de este modo casi todos los ambientes del mundo.
Adaptaciones de
los miembros de los
mamíferos.
Los mamíferos
generalizados, como
la zarigüeya, están
capacitados para
realizar diferentes tipos
de movimientos (trepar,
saltar, correr), mientras
que otros mamíferos
poseen especializaciones
Por lo que podemos observar actualmente en nuestros paisajes naturales, los euterios son que favorecen alguna
los mamíferos dominantes en América del Sur. Sin embargo, es fundamental destacar que actividad en particular en
durante el Terciario en Sudamérica tanto los mamíferos euterios como los metaterios fue- detrimento de otra.
ron muy diversos y convivieron en los mismos ecosistemas. En otras regiones del mundo,
la situación fue muy distinta. En Australia e islas vecinas, los metaterios fueron siempre
los mamíferos más sobresalientes de la fauna terrestre, mientras que en los restantes con-
tinentes, como Asia, África y Europa, los euterios fueron los mamíferos dominantes. La
composición faunística mixta de mamíferos metaterios y euterios que tuvo América del Sur
durante el Terciario hace de este un continente muy peculiar.
Por último, debemos mencionar que existe un tercer grupo viviente de mamíferos, los
monotremas o Monotremata, representados por el ornitorrinco y el equidna, que se ca-
INTRODUCCIÓN
28
B ESTIARIO FÓSIL
racterizan por ser los únicos mamíferos ovíparos (nacen a partir de huevos) de hoy día. En
la actualidad, se encuentran distribuidos sólo en Australia y Nueva Guinea; sin embargo,
es meritorio resaltar, que al menos en el Paleoceno, los monotremas habitaron también la
entonces cálida y húmeda Patagonia.
Los ornitorrincos (Ornithorhynchus anatinus), al igual que los equidnas, son los
mamíferos vivientes más peculiares, pues nacen a partir de huevos.
En la localidad de
Punta Peligro, situada
en la costa atlántica
chubutense, fueron
hallados restos de un
antiguo monotrema.
Monotrematum, como
fuera llamado por los
científicos, es el único
monotrema encontrado
fuera del continente
oceánico.
INTRODUCCIÓN
BESTIARIO FÓSIL
29
Mapas
paleogeográficos
que muestran la
distribución de los
continentes durante
el Cretácico y el
Cenozoico temprano.
En el Cretácico, los
continentes estaban
unidos en Laurasia,
al Norte, y Gondwana,
al Sur; para el
Cenozoico temprano,
los continentes
iban tomando
paulatinamente la
disposición actual.
INTRODUCCIÓN
30
B E STIARIO FÓSIL
El fin del Mesozoico, hace unos 65 millones de años, está determinado por una de las
extinciones masivas mejor conocidas de la historia de los vertebrados. Afectó no sólo a
varios grupos de mamíferos, sino también ocasionó la extinción de los reptiles voladores
(pterosaurios), los reptiles marinos (ictiosaurios, plesiosaurios, pliosaurios, mosasaurios)
EDAD DE y los extraordinarios dinosaurios (aunque, las aves, un exitoso grupo de dinosaurios, son
LOS MAMÍFEROS uno de sus sobrevivientes). Ya en el Cenozoico, en el Paleoceno, inmediatamente después
de esta terrible catástrofe que dejó devastada a la mayoría de los ambientes naturales de
El Cenozoico es aquel entonces, comenzó una lenta y paulatina recomposición de la biota. Los mamíferos
conocido como la “Edad metaterios y euterios, hasta ese entonces habitantes exclusivos de Laurasia, ingresaron a
de los Mamíferos” por América del Sur, en donde se diversifican y gradualmente se convirtieron en los elementos
más representativos de la fauna terrestre sudamericana. Aparentemente, los marsupiales
la gran radiación que fueron los únicos mamíferos de origen laurásico que llegaron a Australia, antes de alcanzar
tuvo el grupo, luego su completo aislamiento geográfico. Al contrario, América del Sur y la Antártida perma-
de la extinción de los necieron conectadas hasta el Eoceno, compartiendo hasta ese entonces una fauna terrestre
grandes dinosaurios. similar. Durante el Mesozoico y el principio del Cenozoico, el clima fue mucho más homo-
géneo que en la actualidad, con temperaturas más cálidas y húmedas. Sin embargo, en el
Eoceno se produce la apertura del pasaje de Drake y el emplazamiento de la Antártida en
el Polo Sur. Como consecuencia, el clima comenzó a enfriarse y a formarse lentamente la
cubierta de hielo que caracteriza hoy al “continente blanco”.
Como fuera notado muy tempranamente por nuestros científicos como Florentino
Ameghino, durante la mayor parte del Cenozoico (desde el Eoceno al Plioceno), América
del Sur estuvo separada de otros continentes, forman-
do una gran isla, similar a lo que sucede actualmente
con Australia. Durante este período de aislamiento,
América del Sur, con su gran extensión territorial y
riqueza en diversidad de ambientes naturales y climas,
propició el desarrollo de una fauna y flora endémicas
con características exclusivas y una riqueza biológica
formidable. Como dijimos anteriormente, durante la
mayor parte del Cenozoico, y en particular en sus pri-
meros momentos, el clima predominante en América
del Sur al igual que en el resto del globo, fue algo más
cálido y húmedo que hoy día, con amplios bosques que
se extendían bien al Sur y cubrían nuestra actual este-
pa patagónica.
INTRODUCCIÓN
BESTIARIO FÓSIL
31
Los mamíferos que caracterizaron los primeros momentos del Cenozoico sudamericano
fueron diversos grupos de metaterios (didelfimorfios, paucituberculados, microbiotherios,
polidolopimorfios y esparasodontes) y de peculiares euterios (como edentados, piroterios,
astrapoterios, litopternas, notoungulados y “condilartros”. Estos últimos, entre comillas
porque son una asociación no natural de mamíferos ungulados generalizados, omnívoros-
Estratificación
de la fauna de
mamíferos en
América del
Sur como fue
propuesta por
el paleontólogo
G. G. Simpson,
basándose
principalmente
en el cuadro
geocronológico
realizado por
Florentino y
Carlos Ameghino.
herbívoros que vivieron en el Paleógeno de América del Sur y en el hemisferio norte) que
ingresaron desde Laurasia. Puesto que dichos mamíferos constituyen los primeros repre-
sentantes (o el primer estrato faunístico) de mamíferos cenozoicos de América del Sur, el
destacado paleontólogo norteamericano George G. Simpson los llamó informalmente en su
conjunto “Inmigrantes antiguos” (Ancient Immigrants u Old Timers). En otras palabras, esto
hace referencia a que constituyen el primer elenco faunístico de mamíferos que arribaron
a América del Sur y comenzaron su radiación y evolución en los ecosistemas terrestres
cenozoicos.
Hacia fines del Eoceno, ocurrió una nueva extinción en masa, aunque mucho menor que
aquella del final del Mesozoico. Muchos de los grupos arcaicos de metaterios, edentados
y ungulados sudamericanos se extinguieron, mientras que nuevos linajes se diversificaron.
Al mismo tiempo, hacia fines del Eoceno-principios del Oligoceno, se formaron vínculos
terrestres entre América del Sur y África, a través de un archipiélago de islas que atravesó
INTRODUCCIÓN
32
B ESTIARIO FÓSIL
el océano Atlántico. Esta unión temporaria entre ambos continentes favoreció la migra-
ción de varios grupos de animales. En consecuencia, mamíferos de estirpe africana, como
los roedores caviomorfos y los primates, arribaron a América del Sur. La llegada de estos
nuevos inmigrantes o “Antiguos Saltadores de islas” (Old Island-Hoppers como fuerón de-
nominados por G. G. Simpson) marcó un nuevo escenario o estrato faunístico en América
del Sur.
El Mioceno fue un momento de diversificación y apogeo de la fauna autóctona, en parti-
cular durante los primeros momentos de esta época. En la Argentina, existen varios sitios
paleontológicos en la Patagonia y en especial en la provincia de Santa Cruz, muy extensos
por cierto, que han brindado abundantes y valiosísimos restos fósiles. Muchos de ellos son
esqueletos casi completos pertenecientes a mamíferos totalmente extintos y han permitido
a los científicos de todo el mundo crear y contrastar hipótesis sistemáticas y evolutivas, y
reconstruir la geografía de aquellos tiempos a partir de comparaciones con las faunas de
otras partes del globo.
Yacimiento
paleontológico
del Mioceno (17
millones de años
aproximadamente)
de la provincia de
Santa Cruz. Este ha
sido tradicionalmente
uno de los sitios
paleontológicos más
codiciados por los
científicos de todo el
mundo debido a los
importantes hallazgos
de mamíferos fósiles.
Hacia fines del Mioceno, comenzó un segundo evento migratorio de fauna exótica, los
“Modernos Saltadores de Islas” (Late Island-Hoppers), esta vez arribando desde América
del Norte. Este hecho ocasionó el ingreso de los primeros carnívoros placentarios a Amé-
rica del Sur y definió, de esta forma, un nuevo estrato faunístico, el cual tuvo su mayor
apogeo unos millones de años después, con el surgimiento de un puente terrestre: el ist-
mo de Panamá, en América Central. Durante el Mioceno, los continentes iban tomando
ya la disposición actual. Hubo un intenso vulcanismo relacionado con la elevación de la
Cordillera de los Andes que propició drásticos cambios climáticos. Enormes cantidades de
INTRODUCCIÓN
BESTIARIO FÓSIL
33
ceniza fueron expulsadas a la atmósfera (seguramente impidiendo la directa llegada del Gran Intercambio Biótico
sol por varias semanas), cubriendo grandes superficies de tierra, e imposibilitando, de este Sudamericano del fin del
modo, el hasta ese entonces normal funcionamiento de los ecosistemas. En consecuencia,
los extensos bosques húmedos que habían dominado el sur de América del Sur fueron
Cenozoico. Carnívoros,
reemplazados por pastizales, montes y estepas; y algunos grupos de mamíferos se extinguie- artiodáctilos, perisodáctilos,
ron, o bien fueron adquiriendo novedades evolutivas para un mayor ajuste a las nuevas proboscídeos, insectívoros,
condiciones del ambiente. lagomorfos, múridos, sciúridos
Como adelantamos anteriormente, la formación del istmo de Panamá en el Plioceno y homínidos migraron desde
(hace unos 3 millones de años, aproximadamente) favoreció el libre movimiento de la América del Norte a América del
fauna terrestre entre América del Norte y del Sur. Este evento, conocido como el “Gran
Sur; marsupiales, notoungulados,
Intercambio Biótico Americano” (o GABI por sus siglas en inglés), ocasionó un rápido
enriquecimiento de la composición faunística sudamericana. Los mamíferos que migraron platirrinos y caviomorfos
desde América del Norte fueron carnívoros, artiodáctilos, perisodáctilos, proboscídeos, emigraron desde América del Sur
insectívoros, lagomorfos, múridos, sciuridos y homínidos; mientras que marsupiales, no- hacia América del Norte.
toungulados, platirrinos y caviomorfos lo hicieron desde América del Sur hacia América
del Norte.
El Pleistoceno es el período de tiempo que abar-
ca desde los 1,8 millones de años hasta hace unos
10.000 años. En este libro nos focalizaremos en los
mamíferos que vivieron en nuestro territorio duran-
te este momento de la historia de la tierra. Como
ya mencionamos, la composición de los mamíferos
pleistocénicos es muy compleja y está integrada por
una amalgama de especies autóctonas, que llevan
consigo una larga historia en el continente, y nu-
merosas especies alóctonas, que llegaron desde el
hemisferio norte para adaptarse, competir y dejar
su descendencia en estas tierras australes.
Al final del Pleistoceno, se registró por primera
vez el ser humano (Homo sapiens) en América del
Sur. El hombre arribó a nuestro continente desde
Asia, a través de Beringia, un corredor terrestre ro-
deado de hielos ubicado en lo que es actualmente
el Estrecho de Bering. Desde Beringia, los primeros
hombres se dispersaron a América del Norte por
tierra o a través del océano con sus navíos, cerca
de la costa pacífica, y de allí se movilizaron hacia
América del Sur. Aún se conoce poco sobre los pri-
meros asentamientos humanos en ambas Américas.
Es probable que el poblamiento haya sido pausado,
condicionado por los pulsos climáticos fríos y cá-
lidos típicos del Pleistoceno (cuanto más cálido y
propicio era el clima, mayor habría sido la disper-
sión de las antiguas poblaciones). Algunos científi-
cos sugieren que el hombre habría arribado a Amé-
rica hace unos 15.000 años aproximadamente, pero
INTRODUCCIÓN
34
B ESTIARIO FÓSIL
Durante el
Pleistoceno y el
Holoceno el mar
ocupó repetidas
veces áreas
actualmente
emergidas,
migrando, de este
modo, la línea de
costa varias decenas
de kilómetros tierra
adentro (tomado
de Nabel y Pereyra,
2002).
El fin del Pleistoceno-principios del Holoceno está marcado por la última gran extinción en
masa que afectó en especial a los mamíferos de gran talla, hasta ese entonces habitantes de
América del Sur. Los proboscídeos gomfotéridos, félidos dientes de sable, grandes edentados,
últimos notoungulados y litopternas, entre otros, desaparecieron en este momento. Las cau-
INTRODUCCIÓN
36
B ESTIARIO FÓSIL
sas de esta extinción estuvieron probablemente relacionadas con los repetidos cambios climá-
ticos y con la presión de la sobrecaza realizada por los primeros hombres sudamericanos.
El Holoceno se extiende desde los 10.000 años hasta la actualidad. La composición taxo-
nómica de mamíferos de los ecosistemas terrestres de hoy día ya estaba establecida para el
comienzo de esta época.
En la localidad de Pehuén-Có (provincia de Buenos Aires) fue hallada una extensa área con
numerosas huellas de megamamíferos, que dejaron su impronta en suelos arcaicos.
En la foto se observan las pisadas de un megaterio, un gran edentado que vivió hace algo
más de 10.000 años (foto de T. Manera).
INTRODUCCIÓN
BESTIARIO FÓSIL
37
INTRODUCCIÓN
38
B ESTIARIO FÓSIL
Desde la segunda mitad del siglo XIX, se han realizado numerosos estudios, especialmente
en la región pampeana, entre los que se destacan el trabajo de los paleontólogos Florenti-
no y Carlos Ameghino, Germán Burmeister, Carlos Rusconi, Lucas Kraglievich, Osvaldo
Reig, Rosendo Pascual, entre muchos otros. Asimismo, en los últimos años se han
desarrollado una serie de revisiones y estudios de detalle de la fauna y de su suce-
sión en el área pampeana, revisando los trabajos primarios y fundamentalmente
aportando un gran cúmulo de información adicional novedosa. Esta excelente
labor, actualizada y detallada, está siendo en parte realizada por los paleontólogos
Eduardo P. Tonni, Alberto L. Cione y colegas del Museo de La Plata, quienes
están dándole al estudio de los mamíferos fósiles cuaternarios de la Argentina el
impacto y la importancia que realmente la temática merece.
La fauna continental del Pleistoceno al Holoceno ha sido dividida en cuatro
edades (Ensenadense, Bonaerense, Lujanense y Platense), que están basadas en
estratos de rocas con una asociación única de especies (biozonas). El registro fósil
conocido más completo de este lapso temporal proviene de la región pampeana,
por lo que las inferencias y conclusiones extraídas a partir de rocas mayormente
bonaerenses, se han extrapolado y adecuado a otras partes de la Argentina y de
América del Sur.
La unidad de tiempo conocida como “Ensenadense” fue originalmente pro-
puesta por F. Ameghino sobre la base de estudios realizados en la localidad de
Ensenada, en las cercanías de la ciudad de La Plata (provincia de Buenos Aires),
en la década de 1880. Esta edad está basada en la biozona de Tolypeutes pampaeus
caracterizada, al igual que las edades más modernas, por la abundancia de espe-
cies de origen holártico. El Ensenadense se extiende desde los 2 millones de años
(fines del Plioceno-inicio del Pleistoceno) hasta aproximadamente los 500.000 años antes
Florentino Ameghino
del presente. Durante el Ensenadense se produjo una sucesión de períodos cálidos y húme-
(1854-1911) fue uno dos, y fríos y secos, relacionados con ciclos glaciales e interglaciares, y concomitantemente,
de los paleontólogos movimientos de ascenso y descenso del nivel del mar. Al comienzo del Ensenadense, hacia
argentinos más los 2 millones de años atrás, el clima era mucho más cálido que en la actualidad. En la
destacados de fines del provincia de Buenos Aires, por ejemplo, se ha reconocido una asociación de mamíferos
siglo XIX y comienzo del integrada por tapires (Tapirus), pecaríes (Catagonus), prociónidos (Cyonasua), roedores
equímidos (Clyomys) y una variedad de especies extintas emparentadas con animales que
siglo XX. Su vasta obra se
actualmente viven en zonas selváticas o de monte, como la región chaqueña. Estas condi-
focalizó principalmente ciones propicias, sin embargo, se vieron deterioradas alrededor de 1 millón de años atrás, a
en el estudio de la fauna mediados del Pleistoceno, cuando el clima se hizo más frío y seco, dando inicio a un ciclo
de mamíferos cenozoicos glacial. Esta vez, las especies de mamíferos registradas en la provincia de Buenos Aires
sudamericanos (retrato de corresponden a aquellos actualmente distribuidos en la estepa patagónica, como el gua-
R.Veroni, 1943). naco (Lama), la comadrejita patagónica (Lestodelphys) y el huroncito (Lyncodon). Varios
pulsos cálidos y fríos fueron registrados durante el Ensenadense, lo que claramente indica
la ciclicidad climática típica de la “edad de los glaciares”, característica del Pleistoceno.
A fines del Ensenadense-comienzos del Bonaerense se produce un nuevo calentamiento
global, y consecuentemente, un aumento en el nivel del mar. Al retirarse las aguas, quedó
depositado un banco de conchillas en forma de cuña al este de nuestro país, conocido
como Belgranense.
El Bonaerense fue también reconocido por F. Ameghino, allá por el 1889. Este lapso
temporal se extiende desde los 500.000 hasta los 130.000 años antes del presente y está ba-
INTRODUCCIÓN
BESTIARIO FÓSIL
39
INTRODUCCIÓN
BESTIARIO FÓSIL
41
INTRODUCCIÓN
42
B ESTIARIO FÓSIL
te importante de hallazgos de mamíferos pleistocénicos son las
prolijas excavaciones de los arqueólogos en busca de los primeros
pobladores sudamericanos. Se han hallado numerosos sitios ar-
queológicos en las provincias de Buenos Aires, Mendoza y princi-
palmente en la Patagonia con restos de mamíferos, los cuales no
sólo están indicando la persistencia y convivencia de mamíferos
extintos con el hombre, sino además el uso que ellos les han dado
a estos animales, ya sea como alimento, protección usando las
pieles, o fabricando adornos y herramientas con dientes u otras
partes del esqueleto.
Las barrancas de los ríos son sitios donde frecuentemente se en-
cuentran restos fósiles de mamíferos pleistocénicos. La ribera del
río Luján, por ejemplo, es un sitio clásico donde el sabio F. Ameg-
hino buscó fósiles desde muy joven. Otras riberas, como las del
río Salado (en la foto), río Reconquista, río Arrecifes, entre otros,
en la provincia de Buenos Aires, han brindado también novedosa
información sobre los mamíferos extintos.
Cráneo del
perezoso extinto
Glossotherium,
hallado en
la ribera del
río Salto, en
proceso de
preparación.
INTRODUCCIÓN
BESTIARIO FÓSIL
43
NATIVOS
CAPÍTULO
2
MAMÍFEROS
NATIVOS
46
B ESTIARIO FÓSIL
Introducción
Los primeros mamíferos representados en este libro corresponden a los mamíferos nativos;
es decir, aquellos grupos que evolucionaron y se diversificaron en América del Sur durante
la mayor parte del Cenozoico, como consecuencia del aislamiento geográfico sudamerica-
no. Los grupos taxonómicos involucrados incluyen a los linajes de mamíferos del primer y
segundo estrato faunístico de mamíferos de América del Sur. En otras palabras, podríamos
referirnos como a los componentes netamente autóctonos de la fauna sudamericana, dado
que la diferenciación de los grupos taxonómicos mayores y menores (esto es, órdenes, fa-
milias, géneros y especies) tuvo lugar en América del Sur.
Los grupos de mamíferos nativos que fueron registrados en el Pleistoceno son: marsupiales,
edentados, notoungulados, litopternas y roedores caviomorfos. Entre estos, tanto los no-
toungulados como los litopternas no poseen representantes en la fauna actual, extinguién-
dose a fines del Pleistoceno-principios del Holoceno.
El renombrado paleontólogo
Rosendo Pascual realizando
tareas de campo en la
Patagonia. Sus amplios estudios
se focalizaron principalmente en
la evolución y en la sucesión de
las comunidades de mamíferos
sudamericanos del Cenozoico.
Al mismo tiempo, Pascual
consolidó una escuela de
paleontología en la Argentina
formando numerosos discípulos
que estudian los más diversos
aspectos de la evolución
de los mamíferos fósiles
sudamericanos (foto de J. Gelfo).
M A M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
47
AGREGAR DIBUJO
COLOR
MAM Í F E R O S N A T I V O S
48
B ESTIARIO FÓSIL
M A M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
49
más antiguos datan del Paleoceno tardío de Brasil y de la Patagonia. La mayor diversidad del
grupo aparentemente tuvo lugar durante el Mioceno, en donde se reconocen más de cinco
especies diferentes. Los microbioterios son un grupo de marsupiales muy interesantes porque,
según estudios tanto morfológicos como moleculares, estarían vinculados filogenéticamente
a los marsupiales australianos. Algunos autores los ubican como grupo hermano de los
marsupiales australianos, mientras que otros los ubican entre ellos, cercanamente
relacionados con los Diprotodontia (canguros, wombats, etcétera).
Los Paucituberculata son marsupiales de pequeño tamaño, mayormente
terrestres y de alimentación insectívora a omnívora. Son muy caracterís-
ticos porque tienen los incisivos inferiores muy desarrollados, extendidos
hacia delante, como los de algunos placentarios insectívoros. Fueron muy
diversos en el Terciario de América del Sur, incluyendo varias especies de
diferentes tamaños y morfologías. Actualmente existen sólo tres géneros: Cae-
nolestes, Lestoros y Rhyncholestes; los dos primeros, habitantes del norte-oeste
de América del Sur, y el último representado en la Argentina y Chile en los bosques
andino-patagónicos. Los restos más antiguos de paucituberculados fueron hallados en
yacimientos del Paleoceno de Brasil. Curiosamente este grupo de marsupiales fue prime-
ramente descripto como fósil por F. Ameghino en 1876-77, y poco después, en 1895 fue
denominada la especie viviente Caenolestes obscurus.
Las relaciones filogenéticas de los paucituberculados con respecto a otros marsupiales
son aún debatidas. Según algunos autores, los paucituberculados son los marsupiales sud- Craneo y mandíbula de
americanos vivientes más basales, otros autores opinan que se relacionan con los didélfidos, Ryncholestes, vista
mientras que otros los ubican cercanamente relacionados con los marsupiales australianos lateral que muestra su
o vinculados con algún grupo de marsupiales australianos en particular. Hasta ahora, no
largo incisivo inferior.
fueron hallados restos fósiles de este grupo en el Pleistoceno de la Argentina, pero dada la
antigüedad del grupo en América del Sur y su persistencia en la fauna actual, es probable
que en cualquier momento se den a conocer sus restos fósiles.
Los Didelphimorphia son los marsupiales sudamericanos más comunes y diversos; de
tamaño pequeño a mediano y alimentación insectívora, carnívora a omnívora. Son ani-
malitos mayormente arborícolas, aunque también hay formas terrestres (como los colicor-
tos, Monodelphis) y semiacuáticas (como la cuica de agua, Chironectes). Los didelfimorfios
Monodelphis o colicorto,
género representado por
varias especies en la
actualidad, se lo conoce
desde el Holoceno. El
hallazgo de fósiles de estos
marsupiales en la región
pampeana ha sido utilizado
como indicador ambiental,
pues prefiere los ambientes
cálidos y húmedos a los
fríos y secos.
MAM Í F E R O S N A T I V O S
50
B ESTIARIO FÓSIL
estuvieron también bien representados en el pasado, aparentemente desde el Paleoceno,
con numerosas especies fósiles, de tamaños y requerimientos alimentarios diversos. Para
el Plioceno más tardío (edad Marplatense) la mayor parte de los linajes de marsupiales vi-
vientes ya se habían establecido. En el Pleistoceno son cuatro los géneros de didelfimorfios
reconocidos en la Argentina (Didelphis, Lutreolina, Thylamys y Lestodelphys), todos ellos con
representantes en la actualidad. Los didelfimorfios son aparentemente sudamericanos en
origen; en el Plioceno, una vez formado el istmo de Panamá, migraron hacia América del
Norte, persistiendo hasta nuestros días con la zarigüeya de Virginia (Didelphis virginiana).
Este género es el más común entre los marsupiales sudamericanos vivientes y el primer
marsupial sudamericano conocido por los naturalistas europeos. Durante uno de los viajes
de Cristóbal Colón, el cronista Pietro Martire d’Anghiera describió a la “zorrilla” (Didel-
phis marsupialis), enviando sus observaciones al Vaticano, por el año 1494. Por demás está
ahondar en la exaltación de los naturalistas, los reyes católicos, y el público en general al
tomar contacto con estos particulares animalitos cuyas crías terminaban su desarrollo ¡en
una bolsa externa del cuerpo!
El género Didelphis se conoce desde el Plioceno tardío, mientras que la especie viviente,
D. alvibentris (la zarigüeya o comadreja overa) se conoce desde el Pleistoceno tardío (edad
Lujanense). D. albiventris es un marsupial de mediano tamaño, terrestre a arborícola, de
alimentación omnívora. Habita en ambientes muy variados, desde pastizales abiertos a
selvas.
Lutreolina Thomas, 1910. Actualmente representado por la comadreja colorada (L. cras-
sicaudata), la cual se conoce desde el Pleistoceno tardío (edad Lujanense). L. crassicaudata
es un marsupial de mediano tamaño y con un aspecto similar a un hurón, de cuerpo del-
gado y largo. De hábitos alimenticios mayormente carnívoros, es una animal predominan-
Huellas de Didelphis. temente terrestres aunque también ágiles al trepar y nadar. Habita preferentemente en
Al caminar, las áreas abiertas cercanos a cuerpos de agua. El género Lutreolina se conoce desde el Mioceno
zarigüeyas apoyan toda tardío hasta la actualidad.
la palma y las plantas
de los pies; asimismo,
el dedo 1 del pie carece
de garra, es oponible,
por lo que su impronta
es muy peculiar.
M A M Í F E R O S N ATIVOS
BESTIARIO FÓSIL
51
GRAN DIVERSIDAD
Lestodelphys Tate, 1934.
Los didélfidos son
Este género incluye a pequeños marsupiales de alimentación principalmente carnívora. los marsupiales
En la actualidad está representado por la especie L. halli (comadrejita patagónica) de dis-
tribución austral, habitante de ambientes templados a fríos, áridos a semiáridos. El hallazgo
vivientes más diversos
de Lestodelphys en diversas localidades de la región pampeana durante el Cuaternario ha de América del Sur.
sido una herramienta útil para la interpretación paleoambiental del área, dado sus prefe- Estuvieron también
rencias a ambientes de climas fríos y secos. El género Lestodelphys es registrado desde el representados en el
Plioceno tardío en yacimientos de la provincia de Buenos Aires. pasado por varias
especies ahora extintas.
Didelphis albiventris o
zarigüeya, actualmente
con una amplia
distribución en la
Argentina, hasta el
norte de la Patagonia.
La distribución de estos
animales ha aumentado
en los últimos tiempos
siguiendo el avance de
la urbanización dado que
en nuestros desperdicios
encuentran fuentes de
alimento.
MA M Í F E R O S N A T I V O S
52
B ESTIARIO FÓSIL
M A M Í F E R O S N ATIVOS
BESTIARIO FÓSIL
53
Cladograma de los
grandes grupos de
euterios (basado
en Novacek, 1999).
Si bien los euterios
están presentes
desde el Mesozoico, es
durante el Cenozoico
cuando adquieren
la mayor radiación y
diversificación.
MA M Í F E R O S N A T I V O S
54
B E STIARIO FÓSIL
MA M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
55
Magnorden Xenarthra Cope, 1889
Orden Pilosa Flower, 1883
Suborden Vermilingua Illiger, 1811
Los Vermilingua son xenartros de tamaño mediano, terrestres a semiarborícolas, especia- LOS EDENTADOS
lizados en la ingesta de hormigas y termitas. Actualmente en América del Sur se encuen-
tran representados por los géneros Cyclopes (serafín del platanar), Myrmecophaga (oso hor-
miguero) y Tamandua (osito melero o tamandúa), agrupados en dos familias: Cyclopedidae Los vermilinguas (como
(el primero) y Myrmecophagidae (los dos últimos). El registro fósil de los Vermilingua es el oso hormiguero) son
relativamente escaso comparado con otros xenartros; los ciclopédidos se conocen desde los únicos xenartros que
el Mioceno tardío (hace menos de 10 millones de años), mientras que los mirmecofágidos no poseen dientes (los
desde el Plioceno (hace 5 millones de años, aproximadamente), ya con morfologías simila-
res a las actuales. Hasta el momento no han sido registrados vermilinguas en el Pleistoceno
verdaderos “edentados”).
de la Argentina aunque esta ausencia es probablemente una carencia del registro fósil. Hasta ahora no hay
Fueron hallados en otras regiones de América del Sur, como en el Pleistoceno de Brasil. registros de vermilinguas
en el Pleistoceno de la
Argentina.
Myrmecophaga
tridactyla u oso
hormiguero, actualmente
vive en zonas de montes
y sabanas de las
regiones chaqueña y
mesopotámica.
MAM Í F E R O S N A T I V O S
56
B ESTIARIO FÓSIL
Magnorden Xenarthra Cope, 1889
Orden Pilosa Flower, 1883
Suborden Tardigrada Latham y Davies, 1795
El grupo de los Tardigrada incluye a una gran variedad de perezosos, la mayoría de
ellos extintos. Si bien en la actualidad los perezosos son formas arborícolas de mediano
tamaño, en el pasado, los hubo de gran talla, de hábitos principalmente terrestres. Las
relaciones filogenéticas entre las distintas familias de perezosos son aún tema de debate
(representadas gráficamente en el cladograma como una politomía). Aquí nos referi-
remos a tres familias: Megatheriidae, Mylodontidae y Megalonychidae, que estuvieron
presentes durante el Pleistoceno.
MAM Í F E R O S N A T I V O S
58
B ESTIARIO FÓSIL
Placentalia, Xenarthra, Pilosa, Tardigrada, Megatheriidae
M A M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
59
acompañado por una carta del virrey, el Marqués de Loreto, y estudiado por el naturalista
francés G. Cuvier. Cuentan las crónicas que el rey Carlos III de España estaba tan asom-
brado por el esqueleto del Megatherium que encomendó le trajeran un ejemplar vivo o
desecado y relleno de paja. El esqueleto del Megatherium de Manuel Torres se encuentra
actualmente en exhibición en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid, España.
Huella del pie
izquierdo de
OTROS MEGATERIOS DEL PLEISTOCENO Megatherium.
Rastrilladas muy
En el Pleistoceno existieron además varios otros géneros y especies de megaté-
bien preservadas de
ridos, muchos de ellos conocidos de forma más incompleta y fragmentaria que este perezoso fueron
el popular Megatherium: encontradas en
Pehuen-Có, provincia
Diheterocnus Kraglievich, 1928 (Montehermosense-Ensenadense). de Buenos Aires.
D. holmbergi (Ensenadense)
Megatherium fue
uno de los perezosos
más asombrosos
del Pleistoceno
sudamericano, con una
masa corporal cercana
a la de un elefante.
MAM Í F E R O S N A T I V O S
60
B ESTIARIO FÓSIL
Mylodon era un perezoso de gran tamaño, que alcanzó los 4 metros de largo aproxima-
damente. Poseía un cráneo con los premaxilares convexos, proyectados hacia adelante y
arriba, y unidos con los huesos nasales, dejando así un enorme orificio para las
narinas. Los dientes, alejados del extremo anterior del hocico, tenían cua-
tro molariformes superiores y cuatro inferiores de sección oval.
En enero de 1895, el capitán Hermann Eberhardt y acompañantes
hallaron en el distrito de Última Esperanza (sur de Chile), pedazos de
cuero con pelos gruesos y largos de color marrón, y con pequeños huesos
incrustados de forma redondeada (osteodermas). Estos restos pertene-
cieron a un gran perezoso extinto, actualmente atribuido a la especie
Mylodon listai (fragmentos de uno de estos cueros se encuentran en ex-
hibición en el Museo de La Plata y en el Museo Argentino de Ciencias
Naturales). Excavaciones sucesivas revelaron la existencia de restos óseos
de Mylodon, como así también de otros animales extintos en la región, y gran
cantidad de restos fecales (coprolitos) atribuidos a este mismo perezoso. En un
primer momento los científicos, creyeron que se trataba de animales criados en cauti-
verio por los primeros habitantes humanos de la Patagonia, pero la ausencia de elementos
líticos o evidencia de presencia humana contemporánea llevó a pensar que esta cueva
Serie dentaria
superior
izquierda en
vista oclusal.
M A M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
61
(conocida como “Cueva del Milodón”) fue un sitio de ocupación natural de varias gene-
raciones de milodontes, seguramente utilizada para refugiarse del frío extremo o inclusive
para hibernar por cortos períodos de tiempo.
Varias otras cuevas con restos de milodontes han sido encontradas al sur de Chile y de la
Argentina. En algunos casos, se piensa que grandes felinos, como el yaguar (Panthera onca)
Mylodon fue un perezoso
y el puma (Puma concolor), habrían sido activos cazadores de milodontes y que acumulado de gran talla que vivió
esporádicamente los restos de sus cacerías en dichas cuevas. Por ejemplo, en la Cueva hasta tiempos recientes.
Lago Sofía (Chile), no muy lejos de la Cueva del Milodón, se encontraron diversos huesos “… todo el cuerpo…
mordidos de milodontes, guanacos (Lama) y caballos (Hippidion), que para algunos arqueó- estaba protegido por
logos, habrían sido acumulados por un gran felino. Otro caso llamativo está ejemplificado millares de pequeños
en Tres Arroyos (Isla Grande de Tierra del Fuego, Chile). En esta localidad fueron hallados
huesecillos dérmicos
fragmentos de huesos de milodontes, un gran camélido (Lama sp.), caballos (Hippidion),
zorros (Dusicyon), roedores, aves y conchillas de caracoles marinos en los bordes de un sumamente duros y
antiguo fogón, en varios casos calcinados y con claras evidencias de cortes hechos por compactos, parecidos
herramientas humanas. Este hallazgo estaría evidenciando la utilización como recurso por a granos de café algo
parte del hombre de estos animales con los que convivía. No obstante, existen algunas dis- irregulares embutidos,
crepancias sobre si los antiguos humanos cazaban o no los grandes perezosos. Para algunos en el espesor del cuerpo
arqueólogos, es probable que los paleoindios sudamericanos hayan utilizado el Mylodon
y colocados uno junto a
cuando este ya estaba muerto, dado que no hay indicios claros en los huesos hasta ahora
hallados que indiquen una cacería. Otros autores opinan, al contrario, que sí eran cazados, otro como los adoquines
a tal extremo que la extinción de este perezoso a principios del Holoceno habría estado en de un empedrado.”
parte contribuida por la sobrecaza. F. Ameghino, 1910.
MAM Í F E R O S N A T I V O S
62
B E STIARIO FÓSIL
Procedencia: Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Paraguay, Perú, Ecuador, Venezuela, México y Estados
Unidos.
Antigüedad: Plioceno tardío-Holoceno temprano (Marplatense-Lujanense).
Glossotherium es Especies del Pleistoceno de la Argentina:
G. robustum (Bonaerense-Lujanense)
uno de los perezosos G. myloides (Bonaerense-Lujanense)
pleistocénicos más G. emmersoni (Bonaerense-Lujanense)
abundantes y el de
mayor distribución
geográfica conocida,
extendiéndose desde la
Patagonia hasta el sur
de América del Norte.
MA M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
63
Glossotherium es uno de los tardígrados más abundantes de la fauna del
Pleistoceno de América del Sur. Era un perezoso de gran talla, con unos
3,5 metros de largo aproximadamente y unos 1,5 metros de altura en
las ancas. El cráneo posee un hocico relativamente corto y grueso;
donde se ubican cinco dientes superiores y cuatro inferiores. El pri-
mer diente está desgastado en forma de bisel, lo que le da aspecto
de canino, los restantes dientes son subcilíndricos, mientras que el
último es bilobulado.
Los miembros de Glossotherium eran robustos. Las manos eran
pentadáctiles (cinco dedos), con garras en los dedos I, II, III y IV,
mientras que los pies eran tetradáctilos (cuatro dedos) con garras en los
dedos II y III. Al igual que otros milodóntidos, dentro del cuero poseían
pequeños huesecillos (osteodermas) de forma variable. Su alimentación fue
posiblemente a base de gramíneas, arbustos y hojas de los árboles.
El género Glossotherium fue registrado en América del Norte en el Pleistoceno tar-
dío, lo que indica que fue uno de los pocos perezosos que se aventuró a incursionar hacia Resconstrucción del
el hemisferio norte una vez formado el istmo de Panamá. cráneo y mandíbula
de Glossotherium en
vista lateral.
Resconstrucción
de cabeza de
Glossotherium, Serie dentaria
típico por su hocico inferior izquierda
corto y grueso. en vista oclusal.
MAM Í F E R O S N A T I V O S
64
B E STIARIO FÓSIL
MA M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
65
teriores, es filoso y tiene aspecto de canino; los restantes son de sección oval, a excepción
del último que es bilobulado. Todos los dientes están separados por un pequeño espacio o
diastema.
Los miembros de Lestodon eran grandes aunque algo más gráciles que otros milodónti-
dos. Habría habitado ambientes abiertos de pastizales y arbustos de los cuales se habría
alimentado.
MAM Í F E R O S N A T I V O S
66
B ESTIARIO FÓSIL
Scelidotherium era un perezoso terrestre de gran talla, aunque más esbelto y algo menor
en comparación con los restantes perezosos extintos (habría alcanzado los 3,5 metros de
largo, aproximadamente). Su cráneo es delgado y largo, más que cualquier otro milodonte,
con cinco dientes superiores y cuatro inferiores, de sección oval hacia adelante y bilobula-
dos hacia atrás. Las manos tenían cinco dedos y llevaban fuertes garras en los dedos II y III.
Los pies tenían tres dedos funcionales con sólo una garra en el dedo III.
Scelidotherium se habría alimentado de pastos altos, arbustos y vegetación arbórea.
Habría habitado en áreas abiertas, de pastizales, subarboladas y de clima templado.
Scelidotherium fue un
perezoso más grácil que
otros milodóntidos con el
hocico largo y estrecho.
MA M Í F E R O S N ATIVOS
BESTIARIO FÓSIL
67
En las barrancas de la costa atlántica, cerca de la ciudad de Mar del Plata (pro-
vincia de Buenos Aires), fueron encontradas una serie de amplias cuevas, de las
cuales las mayores alcanzan los 1,8 metros de diámetro y 20 metros de largo. Las
paredes y el techo de las cuevas presentan marcas de grandes y robustas garras, por
lo que algunos científicos suponen que grandes perezosos, como el Scelidotherium o
el Glossotherium, fueron los probables constructores y que las habrían ocupado para
protegerse.
Los primeros ejemplares conocidos de Scelidotherium fueros coleccionados por Los restos fósiles de
Charles Darwin en los alrededores de Bahía Blanca en la década de 1830, llevados Scelidotherium son
a Europa y estudiados por el paleontólogo inglés Sir Richard Owen. Numerosos ha- muy frecuentes en los
llazgos fueron posteriormente realizados por Carlos Ameghino, Florentino Ameg-
hino, Carlos Rusconi, Lucas Kraglievich, hasta nuestros días, ubicando a Scelidothe-
sedimentos pampeanos
rium entre uno de los perezosos más abundantes del Pleistoceno. del Pleistoceno.
COLECCIONADO
POR DARWIN
MAM Í F E R O S N A T I V O S
68
B ESTIARIO FÓSIL
Scelidodon era un
perezoso similar
al Scelidotherium
aunque algo más
robusto y con el
hocico más corto y
ancho.
Serie dentaria
inferior izquierda
en vista oclusal.
M A M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
69
Procedencia: Argentina.
Antigüedad: Pleistoceno (Ensenadense).
Especies del Pleistoceno de la Argentina:
M. carlesi (Ensenadense)
Megalonychops es un
Megalonychops era un tardígrado de gran tamaño, posiblemente de hábitos terrestres. Este perezoso hasta ahora
género es conocido de manera muy fragmentaria, hasta el momento sólo fueron encontra- conocido por escasos
dos unos pocos huesos de las extremidades. La familia Megalonychidae fue muy diversa du- restos fósiles. La
rante el Mioceno-Plioceno temprano, mientras que para el Pleistoceno ya se la conoce de
manera relictual. Es probable que los megaloníchidos hayan vivido asociados a áreas bosco-
reconstrucción de su
sas y que el régimen alimenticio haya sido preferentemente folívoro (comedores de hojas). aspecto general se basa
Por esto, es probable que la escasez de los megaloníchidos para el Pleistoceno esté ligada a en otras especies de
la reducción de los ambientes boscosos y al predominio de áreas abiertas de pastizales (por megaloníchidos más
el contrario, favorables para otros tardígrados, como los Megatheriidae), y que por lo tanto antiguas, aunque mejor
los cambios climáticos del Pleistoceno hayan sido los responsables de su extinción. representadas y más
completas.
MAM Í F E R O S N A T I V O S
70
B ESTIARIO FÓSIL
Magnorden Xenarthra Cope, 1889
Orden Cingulata Illiger, 1811
GRANDES ACORAZADOS
Familia Dasypodidae Gray, 1821
Los cingulados La familia Dasypodidae incluye a los armadillos, peludos y mulitas, tanto fósiles como
del Pleistoceno vivientes. Son mamíferos acorazados de mediano tamaño, de hábitos terrestres, cavadores
se destacaron por y de alimentación omnívora, insectívora a carroñera. El caparazón está formado por el
haber alcanzado escudo escapular y lumbar inmóvil, y por varias hileras de placas móviles (el número de
tamaños enormes. bandas móviles varía según las diferentes especies). Además poseen un escudo cefálico
ubicado sobre la cabeza y un estuche caudal que cubre la cola. Esta familia se registra desde
Entre los grupos el Paleoceno tardío (hace algo más que 55 millones de años) hasta la actualidad. Los restos
más significativos fósiles más antiguos de dasipódidos fueron hallados en Brasil.
se encontraban los
gliptodóntidos, dotados
de rígidas corazas. Familia Pampatheriidae Paula Couto, 1954
Los Pampatheriidae son xenartros acorazados de morfología similar a los dasipódidos
aunque de talla gigantesca. A pesar de su aspecto general, según algunos autores, esta
Panochthus fue uno de familia está más cercanamente emparentada con los gliptodontes que con los dasipódidos.
La familia de los pampatéridos se registra desde el Oligoceno (hace más de 25 millones de
los gliptodóntidos más años atrás) hasta el Pleistoceno tardío (edad Lujanense). Algunos representantes de esta
grandes, llegando a familia ingresaron a América del Norte durante el Intercambio Biótico Americano.
medir unos 4 metros de
largo aproximadamente.
Familia Glyptodontidae Gray, 1869
La familia Glyptodontidae incluye a los animales acorazados más extraordinarios
registrados hasta tiempos relativamente recientes. En general, fueron anima-
les de gran talla, terrestres y de alimentación herbívora. El caparazón es
macizo, grueso e inmóvil. Poseen además un escudo cefálico sobre la ca-
beza, un tubo caudal cubriendo el extremo de la cola y una serie de anillos
variables en número, en la base de la cola. Esta familia se registró desde el
Eoceno (hace más de 45 millones de años atrás) hasta el Holoceno temprano
(edad Lujanense) en América del Sur. Durante el Pleistoceno algunos miem-
bros de este grupo migraron a América del Norte a través de América Central.
Las numerosas especies que vivieron durante el Pleistoceno en la Argentina
se agrupan en tres subfamilias: Doedicurinae, Hoplophorinae y Glyptodonti-
nae. En el Museo de La Plata, varias corazas de gliptodontes pertenecientes a
las distintas subfamilias están en exposición. Una rápida comparación evidencia
la gran variedad alcanzada por estos gigantescos acorazados.
M A M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
71
Procedencia: Argentina, Uruguay, posiblemente Paraguay, Brasil, Bolivia, Colombia, Venezuela, Ecua-
dor y Estados Unidos.
Antigüedad: Pleistoceno (Ensenadense-Lujanense).
Especies del Pleistoceno de la Argentina:
P. grandis (Ensenadense-Lujanense)
Propraopus era un armadillo similar a las actuales mulitas (Dasypus), aunque de gran
tamaño, superando el metro de longitud. Tenía un caparazón alargado y convexo, de 70
centímetros de largo. Cerca de la región media del caparazón existían alrededor de nueve
bandas móviles. Las placas móviles tenían dos surcos paralelos muy profundos, mientras
que la tecla era lisa.
Propraopus es el armadillo extinto de mayor distribución geográfica, conocido desde la
Argentina a los Estados Unidos. Habría habitado preferentemente ambientes abiertos.
Placas fijas (a la
Propraopus fue un derecha) y móviles (a la
dasipódido de aspecto izquierda) del caparazón
similar a las actuales dorsal de Propraopus.
mulitas, aunque
alcanzó un tamaño
corporal mucho mayor.
MAM Í F E R O S N A T I V O S
72
B E STIARIO FÓSIL
M A M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
73
Además de los acorazados fósiles mencionados, varios de los géneros de dasipódidos vi-
vientes estaban ya presentes en el Pleistoceno:
Tolypeutes matacus
Tolypeutes Illiger, 1811(Chapadmalalense-Reciente) o Mataco Bola
La especie viviente T. matacus (mataco bola) es típica por su caparazón flexible, el cual
tiene la capacidad de enroscarse totalmente. En el Pleistoceno se reconoce la especie T.
pampaeus, propia del Ensenadense, dándole nombre a la biozona.
Este género incluye a los pichiciegos, representados hoy día por la especie C. truncatus,
endémico de la Argentina. Habitan en ambientes áridos, mayormente en arenales. La pre-
sencia de Chlamyphorus en el área pampeana durante el Pleistoceno sugiere condiciones
mucho más áridas que las actuales para la región en ese momento geológico.
MAM Í F E R O S N A T I V O S
74
B ESTIARIO FÓSIL
Pampatherium es el último
Detalle de una placa
representante de la familia
fija (a la derecha) y una
Pampatheriidae; a pesar
móvil (a la izquierda)
de su aspecto similar a los
del caparazón de
dasipódidos, este xenartro
Pampatherium.
estaría probablemente
más emparentado con los
gliptodontes.
Pampatherium tenía el aspecto externo similar al de un armadillo, aunque con una talla
mucho mayor que cualquiera de las especies conocidas (llegó a medir alrededor de 2 metros
de largo aproximadamente). El cráneo es relativamente ancho, pero con el hocico angosto.
Posee nueve dientes superiores y nueve inferiores; los dos primeros son ovales, mientras
que los posteriores son bilobulados. El caparazón tiene el escudo escapular (sobre los hom-
bros) mucho más corto que el pelviano (sobre las caderas), separados por alrededor de tres
bandas móviles. Las placas móviles poseen una figura central, rectangular, rodeada de una
superficie porosa. La tecla es lisa.
Posiblemente Pampatherium haya tenido hábitos pacedores a pastadores, similares a los
gliptodóntidos.
M A M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
75
Serie
Panochthus Burmeister, 1866 dentaria
inferior
Procedencia: Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivia, Paraguay y Perú. derecha
Antigüedad: Pleistoceno (Ensenadense-Lujanense). en vista
Especies del Pleistoceno de la Argentina:
P. tuberculatus (Bonaerense-Lujanense) Craneo de oclusal.
P. intermedius (Ensenadense) Panochthus en
P. frenzelianus (Bonaerense-Lujanense) vista lateral
P. morenoi (Bonaerense-Lujanense)
Detalle de
la placa del
caparazón de
Panochthus.
MAM Í F E R O S N A T I V O S
76
B ESTIARIO FÓSIL
Detalle de
una placa del
caparazón de Doedicurus fue uno de los gliptodontes de
Doedicurus. mayor tamaño que habitó en la Argentina,
su cola provista de agudas espinas córneas,
habría sido utilizada para la defensa.
M A M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
77
MAM Í F E R O S N A T I V O S
78
B ESTIARIO FÓSIL
Fragmento del
Neosclerocalyptus paskensis
caparazón de
habría vivido en ambientes
Neosclerocalyptus
abiertos, con predominio de
con cuatro placas.
vegetación herbácea y extensas
estepas. Aparentemente esta
especie fue endémica de la
actual región chaqueña.
MAM Í F E R O S N A T I V O S
80
B E STIARIO FÓSIL
Procedencia: todo América del Sur (desde la Argentina hasta Venezuela), América Central, y sur de
América del Norte (los que habrían migrado una vez formado el istmo de Panamá).
Antigüedad: Pleistoceno-Holoceno temprano (Ensenadense-Lujanense)
Especies del Pleistoceno de la Argentina:
G. clavipes (Bonaerense-Lujanense). Detalle de una placa del
G. principalis (Ensenadense).
caparazón de Glyptodon.
G. gemmatum (Ensenadense).
G. laevis (Ensenadense).
G. munizii (Ensenadense).
G. reticulatus (Bonaerense-Lujanense).
G. elongatus (Bonaerense-Lujanense).
G. perforatus (Bonaerense-Lujanense).
Glyptodon es uno de
Glyptodon es uno de los gliptodontes con los que estamos
los gliptodontes más más familiarizados. Posee un caparazón grueso, con placas or-
característicos y frecuentes namentadas en forma de rosetas: un círculo central rodeado
del Pleistoceno de la región de figuras periféricas poligonales más pequeñas separadas por
pampeana y uno de los un surco profundo, sobre el que se encuentran los orifi-
grandes acorazados extintos cios pilosos. Las placas del borde del caparazón son de
con los que estamos más forma cónica punzantes. La región caudal tiene una serie de anillos móviles,
de diámetro progresivamente menor hacia la punta. El cráneo es alto y cor-
familiarizados to, y la mandíbula, robusta. Los dientes son columnares de crecimiento
continuo y la superficie de masticación tiene forma trilobulada. Las
manos son tetradáctilas (cuatro dedos), mientras que los pies son
pentadáctilos (cinco dedos).
Glyptodon habría habitado en áreas abiertas con pastizales, de
clima templado a frío y se habría alimentado de pastos. La es-
pecie G. clavipes fue uno de los gliptodontes más corpulentos,
llegando a superar los 1.500 kilogramos.
El primer hallazgo de un espécimen del género Glyp-
todon se debe al jesuita Thomas Falkner entre los años
1752 y 1756, en la zona costera del río Carcarañá
(provincia de Santa Fe). Luego de este, numerosos
esqueletos o restos de caparazón fueron recolectados
hasta nuestros días, en especial en la región pampea-
na por lo que se convierte en uno de los fósiles más re-
presentativos de los depósitos pleistocénicos de la región.
Los restos más modernos de Glyptodon fueron hallados en sitios
arqueológicos, en algunas ocasiones asociados a restos humanos. Un
caso muy interesante fue el que hacia 1881, descubrió Santiago Roth, en
MA M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
81
ese entonces científico del Museo de La Plata, en las cercanías de Arrecifes (norte de la Placa del caparazón
provincia de Buenos Aires). El hallazgo consistía en un fragmento del caparazón de Glyp-
todon enterrado en posición invertida (es decir con la parte cóncava hacia arriba) cubrien-
de Neuryurus. Éstas
do parte de un esqueleto humano. Junto a estos restos además se encontró un fragmento son gruesas, de textura
de asta de ciervo y un bivalvo. Este sensacional hallazgo, conocido como el esqueleto de rugosa y porosa.
Fontezuelas, fue interpretado como un entierro humano y llevó a convencer a numerosos
estudiosos de fines del siglo XIX de la contemporaneidad de la megafauna sudamericana
con los antiguos pobladores humanos. Otro ejemplo curioso fue el hallazgo, en el sitio de
Arroyo Seco (provincia de Buenos Aires), de una placa del caparazón de Glyptodon junto
a un esqueleto de un infante a modo de ajuar funerario. Si bien en este caso no es posible
demostrar que el gliptodonte vivió simultáneamente con los humanos (hoy día se hacen
hermosos collares con dientes fosilizados de tiburones) estaría indicando la utilidad que los
paleoindios dieron a sus restos, posiblemente como amuletos.
Doedicurinae
Daedicuroides Castellanos, 1941 (Ensenadense). Lomaphorus poseía un
D. eguiae (Ensenadense).
caparazón formado por
Plaxhaplous Ameghino, 1884 (Ensenadense-Lujanense).
P. ensenadensis (Ensenadense). placas delgadas porosas,
P. canaliculatus (Bonaerense-Lujanense). con una figura central
circular, rodeada por figuras
Hoplophorinae periféricas poco demarcadas.
Neuryurus Ameghino, 1889 (Ensenadense-Lujanense).
N. rudis (Ensenadense).
Lomaphorus Ameghino, 1889 (Ensenadense-Bonaerense).
L. imperfectus (Ensenadense-Bonaerense).
L. compressus (Ensenadense).
L. elevatus (Bonaerense).
L. elegans (Bonaerense).
Neothoracophorus Ameghino, 1889 (Ensenadense-Lujanense).
N. elevatus (Ensenadense).
N. depressus (Bonaerense-Lujanense).
Placa del caparazón de
Neothoracophorus. Son
pequeñas, con grandes
forámenes pilosos.
MA M Í F E R O S N A T I V O S
82
B E STIARIO FÓSIL
MA M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
83
MAM Í F E R O S N A T I V O S
84
B E STIARIO FÓSIL
Macrauchenia tenía aspecto similar al de un camello, pero con los miembros más robustos
dotados de tres dedos. Llegó a medir cerca de 2,5 metros de largo. El cráneo posee las
Cráneo de Macrauchenia fosas nasales sobre la superficie dorsal, por detrás de la altura de los ojos, por lo
en vista lateral. que se infiere habría tenido una trompa similar a la de un tapir. La dentición
consiste en tres incisivos, un canino similar en aspecto a un incisivo, cua-
tro premolares y tres molares de crecimiento prolongado.
La alimentación de Macrauchenia habría sido de tipo ramoneador-
pacedor. Estuvieron ampliamente distribuidos en el continente sud-
americano, habitando ambientes abiertos, de clima templado a frío.
Sus restos son muy frecuentes en yacimientos de edad Lujanense. Los
restos fósiles más modernos de Macrauchenia han sido hallados en si-
tios arqueológicos. Por ejemplo en la provincia de Buenos Aires, en la
localidad arqueológica de Arroyo Seco (datada entre 11.500 y 7.500
años) se encontraron restos de Macrauchenia, asociados a otras especies
extintas como Megatherium, Glossotherium, Toxodon, Hippidion, Equus
(Amerhippus) y Paleolama, los cuales, a su vez, habrían convivido con los
paleoindios sudamericanos.
M A M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
85
Procedencia: Argentina.
Antigüedad: Pleistoceno temprano (Ensenadense).
Especies del Pleistoceno de la Argentina:
M. ensenadensis (Ensenadense)
Macraucheniopsis era
un litopterna similar a
Macrauchenia, aunque más
grande y robusto.
MAM Í F E R O S N A T I V O S
86
B ESTIARIO FÓSIL
Neolicaphrium
era un litopterna
pequeño, similar
a un ciervo, y
posiblemente
bien adaptado
para correr. Este
género representa
el último
Proterotheriidae
conocido.
M A M Í F E R O S N ATIVOS
BESTIARIO FÓSIL
87
MAM Í F E R O S N A T I V O S
88
B ESTIARIO FÓSIL
Cladograma mostrando
las relaciones
filogenéticas de
las familias de
notoungulados (basado
en Cifelli, 1993).
M A M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
89
Toxodon platensis,
uno de los últimos
notoungulados
conocidos y
paradójicamente, el
Familia Toxodontidae Owen, 1845 primer notoungulado
descubierto por los
Los Toxodontidae fueron ungulados sudamericanos muy diversos; incluyen animales de
científicos.
mediano a gran tamaño, de alimentación herbívora y de hábitos terrestres a posiblemente
semiacuáticos. El biocrón de esta familia se extiende desde el Oligoceno al Holoceno más
temprano, es decir durante algo más de 25 millones de años. Se desarrollaron en América
del Sur durante el Cenozoico; en el Pleistoceno, algunos representantes de esta familia (por
ejemplo, Mixotoxodon) alcanzaron América Central una vez formado el istmo panameño.
Los Mesotheriidae eran mamíferos notoungulados de tamaño mediano, de hábitos te- En el Pleistoceno, al
rrestres y alimentación herbívora. Los integrantes de esta familia habían adquirido adap-
taciones similares a los roedores actuales, con incisivos de crecimiento continuo. El es-
menos dos familias
queleto postcraneano de los mesotéridos presenta numerosos rasgos que sugieren fueron de notoungulados
animales relativamente veloces. Los mesotéridos se agrupan entre los Typotheria, nombre estuvieron representadas
con el que se los suele asociar inmediatamente. Esta familia fue registrada exclusivamente (Toxodontidae y
en América del Sur, data del Oligoceno al Pleistoceno (es decir, durante algo más de 25 Mesotheriidae). Para ese
millones de años), aunque fueron muy diversos y variados en el Mioceno.
entonces eran ya un grupo
relictual.
MAM Í F E R O S N A T I V O S
90
B E STIARIO FÓSIL
MAM Í F E R O S N A T I V O S
92
B ESTIARIO FÓSIL
Procedencia: Argentina.
Antigüedad: Plioceno tardío-Pleistoceno (Marplatense-Ensenadense).
Especies del Pleistoceno de la Argentina:
M. cristatum (Ensenadense)
M A M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
93
MAM Í F E R O S N A T I V O S
94
B ESTIARIO FÓSIL
Cladograma mostrando
las relaciones filogenéticas
de distintos grupos de
roedores (basado en
Sánchez-Villagra et ál.,
2003 y Meng y Wyss,
2005).
M A M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
95
Finalmente, quedaría por mencionar a los Lagomorpha, el grupo de mamíferos más cer-
cano relacionado con los roedores. Los lagomorfos se caracterizan por poseer un segundo
par de incisivos detrás de los anteriores hipertrofiados. Los más antiguos lagomorfos datan
del Eoceno de Asia y América del Norte, lugar donde posteriormente radiaron y se diver-
sificaron. En América del Sur se registran desde el Holoceno, ingresando desde América
del Norte una vez formado el puente terrestre panameño. Actualmente se encuentran re-
presentados por las especies silvestres del género Sylvilagus (conejo tapetí), y por las liebres
y los conejos (Lepus europaeus, Oryctolagus cuniculus), especies exóticas introducidas por
el hombre a fines del siglo XIX. Hasta el momento, no han sido registrados lagomorfos en
yacimientos pleistocénicos de la Argentina.
MAM Í F E R O S N A T I V O S
96
B ESTIARIO FÓSIL
Familia Caviidae Fischer de Waldheim, 1817
Serie dentaria
La familia Caviidae incluye roedores de tamaño pequeño a mediano y de alimentación
derecha superior
herbívora. Las formas vivientes son principalmente diurnas y terrestres y anidan gene-
(izquierda) e ralmente en cuevas. El registro más antiguo de esta familia data del Mioceno medio de
inferior (derecha) Patagonia y Colombia (hace algo más de 12 millones de años), pero es a partir del Mioceno
de Microcavia tardío cuando adquieren una mayor diversificación. Para el Pleistoceno, cuatro géneros
australis. La fueron reconocidos en la Argentina, Cavia, Microcavia, Galea y Dolichotis, todos ellos con
superficie de representantes en la actualidad.
El género Cavia se conoce desde el Plioceno tardío (edad Marplatense). Actualmente,
masticación de
dos especies habitan en la Argentina (C. aperea y C. tschudii), que son conocidas como
los molares es cuis. Son animales pequeños, de cabeza relativamente grande y sin cola. A la llegada de
bilobulada, similar los primeros europeos, los cuises eran criados por los aborígenes sudamericanos para el
a otras especies de aprovechamiento de la carne.
la familia Caviidae. El género Microcavia fue originalmente descripto por H. Gervais y F. Ameg-
hino en 1880 sobre la base de material fósil. Revisores posteriores, sin em-
bargo, propusieron a la especie viviente M. australis como la especie de
Dolichotis patagona o mara referencia (especie tipo). El género Microcavia se registra desde el Plioce-
fue confundida por los primeros no temprano (edad Chapadmalalense) hasta la actualidad. Incluye roe-
dores muy similares a los del género Cavia aunque de menor tamaño
naturalistas del Viejo Mundo
y con la cabeza más redondeada. Dos especies (M. australis y M.
con los conejos y liebres, shiptoni) viven actualmente en la Argentina, y son conocidos
por su velocidad al correr y vulgarmente como cuis.
esporádicos saltos al andar. El género Galea incluye a la especie viviente G. musteloides,
de aspecto similar a los representantes de los géneros Cavia y
Microcavia, aunque con un tamaño intermedio a ellos y con
los incisivos de color amarillo. Son también conocidos vulgar-
mente como cuis; habitan en climas áridos y cálidos. El género
Galea data del Pleistoceno temprano (edad Ensenadense) hasta la
actualidad.
El género Dolichotis se encuentra hoy día representado por la espe-
cie, D. patagona (mara o liebre patagónica), la cual se conoce desde
el Lujanense. Son animales de patas largas y delgadas. Habitan prefe-
rentemente en ambientes áridos a semiáridos. Restos asignados ten-
tativamente al género Dolichotis datan del Plioceno temprano (edad
Chapadmalalense), sin embargo, son sin duda registrados a partir del
Pleistoceno.
Cráneo de Dolichotis
en vista lateral.
M A M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
97
Serie dentaria
izquierda superior
(a la izquierda)
e inferior (a la
derecha), en vista
oclusal.
Myocastor coypus
o coipo, se lo conoce
también con el nombre
de nutria, como fuera
bautizado por los
primeros naturalistas
del Viejo Mundo; sin
embargo, el animal con
el que fue comparado es
un mamífero carnívoro
del género Lontra, con el
cual no comparte ningún
parentesco cercano.
MAM Í F E R O S N A T I V O S
98
B ESTIARIO FÓSIL
Familia Chinchillidae Bennett, 1833
La familia Chinchillidae incluye a roedores de mediano tamaño, herbívoros, de hábitos
Cráneo de Lagostomus terrestres. Actualmente, se hallan distribuidos en zonas templadas del sur de América del
vista lateral. Sur; los géneros Chinchilla (chinchilla) y Lagidium (chinchillón) habitan en zonas de al-
tura, mientras que el género Lagostomus (vizcacha) lo hace en planicies. Los restos fósiles
más antiguos de esta familia datan del Oligoceno (hace más de 25
millones de años). En el Pleistoceno, hasta ahora, sólo fue
registrado el género Lagostomus, el cual se conoce desde
el Plioceno tardío (edad Marplatense). Por su parte, la
especie viviente, L. maximus (vizcacha), se conoce des-
de el Pleistoceno temprano (edad Ensenadense). Son
animales cuadrúpedos, adaptados al salto. Poseen la ca-
beza grande y aplanada con el hocico corto y ancho. Viven
en cuevas (vizcacheras), comen por la noche y mantienen
un sistema social complejo. Habitan en áreas de pastizales
y zonas arbustivas.
M A M Í F E R O S N A TIVOS
BESTIARIO FÓSIL
99
Familia Abrocomidae Miller y Gidley, 1918
La familia Abrocomidae incluye a roedores de tamaño pe-
queño, herbívoros, de hábitos semiarborícolas. Los más an-
tiguos abrocómidos datan del Mioceno tardío (alrededor
de 7-8 millones de años). Durante el Pleistoceno, esta
familia estuvo representada por el género Abrocoma el
cual se conoce desde el Plioceno tardío (edad Marpla-
tense). Denominadas vulgarmente como ratas chinchi-
llas, hay varias especies vivientes en nuestro territorio
distribuidas principalmente en zonas áridas elevadas de
la región cuyana. Son animales pequeños de miembros
cortos, hocico algo puntiagudo, orejas grandes y cola
larga. Las formas fósiles del Pleistoceno probablemente
habrían tenido un aspecto similar.
Serie dentaria
inferior y superior
de Abrocoma en
vista oclusal.
Cráneo de Abrocoma en
vista lateral.
MAM Í F E R O S N A T I V O S
100
B ESTIARIO FÓSIL
Familia Hydrochaeridae Gray, 1825
Huellas de un carpincho.
Las manos dejan la La familia Hydrochaeridae incluye a los roedores vivientes de mayor tamaño (con más
impronta de cuatro de 50 kilogramos de peso). Esta familia data del Mioceno tardío (hace unos 10 millones de
dedos, mientras que los años aproximadamente) en América del Sur, donde está representada por varias especies.
pies, de tres. En el Pleistoceno, fueron también hallados en América del Norte.
En el Pleistoceno de la Argentina dos géneros, Hydrochoerus y Neochoerus,
fueron reconocidos hasta el momento. El primero incluye a los carpinchos o
capibaras (Hydrochoerus hydrochaeris), los cuales se conocen desde el Luja-
nense. Son animales terrestres a semiacuáticos de alimentación herbívo-
ra. El cuerpo es voluminoso, las orejas pequeñas y carecen de cola. Los
miembros son relativamente largos, con membranas interdigitales.
Por su parte, el género Neochoerus incluyó a formas similares al car-
pincho actual, pero el doble de su tamaño. Son roedores exclusivamente
fósiles, conocidos sólo en el Pleistoceno (edades Ensenadense al Luja-
nense), representados por la especie N. aesopi.
Cráneo en
vista lateral.
Serie dentaria
izquierda superior
(a la izquierda)
e inferior (a la
derecha) en vista
oclusal. Los molares
están formados
por prismas
laminares; el último
molar superior
posee 14 láminas Hydrochoerus hydrochaeris, también
transversales. llamado carpincho o capibara, es el roedor
viviente más grande del mundo, superando
el metro de longitud.
M A M Í F E R O S N ATIVOS
BESTIARIO FÓSIL
101
MA M Í F E R O S N A T I V O S
MAMÍFEROS
INVASORES
CAPÍTULO
3
MAMÍFEROS
NATIVOS
104
B ESTIARIO FÓSIL
Introducción
Bajo el nombre de “mamíferos invasores” se reúnen aquellos grupos de mamíferos que
ingresaron a América del Sur al final del Terciario, como consecuencia de la formación
del istmo de Panamá, un puente terrestre que comunicó América del Sur con América
del Norte. Luego de un largo período de aislamiento, la extravagante fauna autóctona de
América del Sur fue afectada por la llegada de los invasores del norte, y juntos escribie-
ron un nuevo capítulo de la historia de la fauna sudamericana. Los mamíferos inmigran-
Las barrancas de
Chapadmalal, en
la costa atlántica
bonaerense, han
sido una localidad
clásica para el
estudio de los
mamíferos que
vivieron durante el
Plioceno.
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
105
tes corresponden a varios grupos de mamíferos del tercer estrato faunístico. En este caso,
y a diferencia de los “mamíferos nativos”, los grupos taxonómicos involucrados (órdenes,
familias y en muchos casos géneros) ya estaban diferenciados al momento de ingresar en
América del Sur, aunque subsiguientemente, hubo una diferenciación local de algunos
géneros y especies. En otros términos, los mamíferos inmigrantes del Pleistoceno podrían
considerarse como la fauna alóctona sudamericana, dado que el origen de los grupos
taxonómicos mayores había tenido lugar en América del Norte, Asia o África (o sea, en
un área geográfica distinta de América del Sur).
En esta parte del libro, nos vamos a ocupar de aquellos “mamíferos invasores” que
vivieron durante el Pleistoceno en nuestro territorio: carnívoros, múridos, proboscídeos,
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
106
B ESTIARIO FÓSIL
El destacado
paleontólogo José
Bonaparte sosteniendo
el cráneo de Smilodon
en las colecciones del
Museo Municipal de
Ciencias Naturales
“Carlos Ameghino”,
Mercedes, provincia
de Buenos Aires.
Smilodon fue uno de los
mamíferos carnívoros
invasores más
llamativos por poseer
grandes caninos en
forma de daga.
perisodáctilos, artiodáctilos y primates. Algunos de estos linajes se extinguieron de Amé-
rica del Sur al fin del Pleistoceno, pero otros se diversificaron y forman parte de la fauna
autóctona actual de nuestro continente.
Si bien el puente terrestre entre América del Norte y del Sur data del Plioceno, mo-
mento en el cual una gran cantidad de grupos se vieron involucrados en el intercambio, el
movimiento biótico esta aún vigente.
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
107
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
108
B ESTIARIO FÓSIL
M A M Í F E R O S I N VASORES
DIBUJO COLOR
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
110
B ESTIARIO FÓSIL
Familia Procyonidae Gray, 1825
La familia Procyonidae incluye a los primeros carnívoros placentarios que ingresaron a
América del Sur en el Mioceno tardío (entre 7 a 8 millones de años). Los prociónidos vivien-
tes son formas de mediano tamaño, mayormente arborícolas; sin embargo, las especies fósiles
del Mioceno-Plioceno alcanzaron tamaños mucho mayores, similares a pequeños osos. La
familia Procyonidae incluye actualmente varios géneros vivientes de mapaches (Procyon),
coatíes (Nasua, Nasuella), kinkayús (Potos), entre otros, en América del Sur. En el Pleistoce-
no de la Argentina, esta familia estuvo representada sólo por el género Cyonasua.
MA M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
111
de alimentación mayormente carnívora. En América del Sur se registran desde el Plioceno
tardío (hace 2 millones de años aproximadamente); en el Pleistoceno, los géneros repre-
sentados son Galictis, Lyncodon, Stipanicicia, Eira (todos ellos correspondientes a hurones)
y Lontra (lobito de río).
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
112
B ESTIARIO FÓSIL
Procedencia: Argentina.
Cyonasua fue un Antigüedad: Mioceno tardío-Pleistoceno temprano (Huayqueriense-Ensenadense).
prociónido de mediano Especies del Pleistoceno de la Argentina:
C. meranii (Ensenadense)
tamaño del Pleistoceno
de la Argentina. Cyonasua es un prociónido de tamaño mediano y aspecto robusto, con miembros penta-
Los prociónidos son los dáctilos (cinco dedos) y plantígrados (apoyan toda la planta de la mano y el pie al caminar,
primeros inmigrantes que como nosotros). El cráneo tiene el rostro corto y los dientes presentan numerosas cúspi-
llegaron desde América des bajas y redondeadas, lo que sugiere una alimentación preferentemente omnívora. A
del Norte en el Mioceno diferencia de los mapaches (Procyon) y coatíes (Nasua), Cyonasua era un prociónido más
generalizado, posiblemente de aspecto similar a sus parientes más remotos del hemisferio
tardío, iniciando el
norte.
fenómeno conocido como Se reconocen varias especies de Cyonasua, las que posiblemente hayan tenido diferentes
“Gran Intercambio Biótico hábitos ecológicos. Algunas habitaron en climas templado-cálido, mientras que otras, en
Americano”. un clima más moderado relacionado con zonas abiertas no forestadas.
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
113
Placentalia, Carnivora, Canidae
El género Canis, que incluye a los perros domésticos (C. familiaris), se diferenció en Amé-
rica del Norte en el Pleistoceno y una vez establecido el puente terrestre panameño ingresó
a América del Sur. Durante el Pleistoceno se diferenciaron especies propias sudamericanas
(C. gezi), de aspecto algo más lobuno que el perro doméstico, las cuales se extinguen para el
Lujanense. En tiempos relativamente recientes, el género volvió a ser registrado en Améri-
ca del Sur, lo que sugiere hubo un reingreso probablemente junto con el hombre. Algunos
datos históricos, como los de Francisco Cortés Ojeda, señalan para el 1558 la existencia
de una raza de perros pequeños criados por los aborígenes en la zona de Chiloé (Chile);
mientras que otros cronistas, como Francis Drake, destacaron que para fines del
siglo XVI, los tehuelches al sur del Golfo San Jorge (provincia de Santa Cruz,
Argentina) cazaban choiques (Pterocnemia pennata) con perros domestica- Canis gezi del
dos. Estos datos, más restos de Canis hallados en asociación con Pleistoceno de
artefactos líticos y culturales, apoyan la idea de que el América del Sur.
perro doméstico se hallaba presente en Améri- Su aspecto era
ca del Sur en épocas prehispánicas, formando algo más lobuno
parte de la economía de los grupos indíge-
que el perro
nas. Es posible que el perro aborigen se
haya mestizado con los perros europeos actual.
después de la Conquista.
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
114
B ESTIARIO FÓSIL
Theriodictis Mercerat, 1891
Cráneo de Theriodictis.
Vista lateral.
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
115
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
116
B ESTIARIO FÓSIL
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
117
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
118
B E STIARIO FÓSIL
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
119
Cráneo de Smilodon,
vista lateral.
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
120
B E STIARIO FÓSIL
EL PRIMER SMILODON
DE LA ARGENTINA
El primer Smilodon de
la Argentina lo dió a
conocer públicamente
el célebre médico
militar Francisco J.
Muñiz, en 1845, en
el diario La Gaceta
Mercantil, como
Muñifelis bonaeriensis.
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
121
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
122
B ESTIARIO FÓSIL
Era un animal macizo, de cuello corto, miembros cortos y robustos, y un corto rabo. Los
caninos eran considerablemente largos, llegando a medir unos 30 centímetros, con un
sutil aserramiento posterior, similar a un cuchillo de cocina. En vida, los caninos
habrían estado expuestos aun cuando el animal cerraba la boca. Los restan-
tes dientes (tanto premolares como molares) formaban láminas cortantes,
como en los felinos actuales. Se han formulado distintas hipótesis respecto
a la funcionalidad del canino. Para algunos autores, el canino les habría
servido para cortar a la presa una vez derribada; mientras que otros su-
ponen que era utilizado para apuñalarlas. Posiblemente, Smilodon era
hábil trepador y corredor, al menos por cortos trechos. Habría habi-
tado en ambientes forestados.
El primer resto de un Smilodon en la Argentina fue dado
a conocer por el médico militar Francisco Javier Muñiz,
también reconocido como el primer naturalista argentino.
En 1845, Muñiz publicó en el diario La Gaceta Mercantil,
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
123
PARA CORTAR O
APUÑALAR
EL CARNÍVORO
MÁS LLAMATIVO
Smilodon o “tigre
dientes de sable”
fue, sin lugar a
dudas, el carnívoro
más llamativo
registrado en América
del Sur durante el
Pleistoceno.
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
125
Y posiblemente:
Herpailurus Severtzov, 1858 (Bonaerense-Reciente).
Oncifelis Severtzov, 1858 (Bonaerense-Reciente).
Cráneo de Panthera
en vista anterolateral.
En la actualidad, este
género está representado
por el yaguareté (P.
onca), el félido viviente
de mayor tamaño de
América del Sur, el cual
supera los 2 metros de
longitud. La cantidad
de estos animales es
muy escasa (habitan en
ambientes selváticos del
norte argentino), pero al
momento de la llegada
de los conquistadores,
tenían una distribución
mucho más amplia,
alcanzando hasta la
provincia de Río Negro.
Puma, género de félido de relativamente gran tamaño. Actualmente se conoce sólo una
especie de este género, P. concolor, el puma o león americano, presente en ambientes
muy variados desde montes y pastizales hasta áreas selváticas y boscosas.
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
126
B ESTIARIO FÓSIL
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
127
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
128
B ESTIARIO FÓSIL
de cuerpos de agua, como lagunas, arroyos y ríos. Por su parte, otros roedores como Akodon,
Calomys y Reithrodon viven en ambientes de pastizales de gramíneas y vegetación herbá-
cea, en áreas con buen drenaje. Mientras que otros múridos como Eligmodontia, Phyllotis,
Scapteromys está actualmente Graomys habitan en zonas áridas. Los dos primeros soportan un amplio rango de tempe-
representado por la rata raturas, mientras que el tercero se halla en zonas cálidas, como el monte y espinal. Como
acuática, S. aquaticus. Vive en ejemplo concreto de la utilidad de los sigmodontinos en la caracterización de un ambiente,
citamos un estudio realizado por los paleontólogos Ulyses Pardiñas y Maximiliano Lezcano
ambientes húmedos, surcados
en las barrancas del río Reconquista, entre los partidos bonaerenses de Merlo y Moreno. Los
por ríos o esteros. El género científicos estudiaron en detalle numerosos restos fósiles de roedores múridos recolectados
Scapteromys se conoce desde en niveles de edad Bonaerense. Entre estos restos, aparecen Akodon, Calomys y Reithrodon
el Plioceno Tardío. (indicadores de ambientes de pastizales de gramíneas), y Lundomys y Oxymycterus (típicos
de ambientes templados a cálidos, con la presencia de cuerpos de agua). Conjuntamente,
se han encontrado peces, tortugas acuáticas y moluscos. Asimismo, y asociados con estos
vertebrados se han hallado restos de cuises (Microcavia), mataco bola (Tolypeu-
tes) y tucu-tuco (Ctenomys) que indican condiciones ambientales más áridas.
Todo este conjunto de restos fósiles contemporáneos se ha interpretado
como una asociación local templada y húmeda, de corta duración tem-
poral, desarrollada en un ambiente regional más árido.
En síntesis, el análisis de las asociaciones de vertebrados fó-
siles, y en particular el estudio de los roedores, es de suma
importancia, porque permite interpretar cuáles fueron las
condiciones ambientales reinantes del pasado en un lugar
determinado.
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
129
Cráneo de Holochilus en
vista lateral.
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
130
B ESTIARIO FÓSIL
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
132
B ESTIARIO FÓSIL
Cráneo de Stegomastodon,
en vista lateral.
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
133
de mastodontes, estos carecen de indicios de utilización por parte del hombre, al contrario
de lo que sucede con los caballos (Hippidion) y los guanacos (Lama).
Los primeros hallazgos de mastodontes en la Argentina (los cuales también representan
los primeros restos de mamíferos fósiles descubiertos en nuestro país) se remontan al siglo
XVI, cuando el fray Reginaldo de Lizárraga encuentró una muela que atribuyó a una raza
humana de gigantes. Una similar conclusión fue posteriormente realiza-
da por el párroco José Guevara, en 1740, luego de encontrar más
restos de estos “gigantes” en las barrancas del río Carcara-
ñá (provincia de Santa Fe). Un hallazgo que favorecería
luego la determinación de estos animales fue efectuado
algo más tarde, por el año 1766. El capitán Esteban
Álvarez del Fierro encontró en las barrancas del
río Arrecifes (provincia de Buenos Aires) mue-
las y varios otros huesos. Luego de ser obser-
vados por varios hombres de ciencia de la
Argentina, los restos fueron enviados a
España y catalogados por los especialistas
como pertenecientes a un cuadrúpedo
parecido al elefante.
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
134
B E STIARIO FÓSIL
Cuvieronius, a Procedencia: El Salvador, Panamá, Guatemala, Nicaragua, Costa Rica, Colombia, Chile, Ecuador,
diferencia de Perú, Bolivia, Argentina y América del Norte.
Stegomastodon, Antigüedad en América del Sur: Pleistoceno (Ensenadense-Lujanense)
es un elefante Especies del Pleistoceno de la Argentina:
C. hyodon (Ensenadense- Lujanense)
característico de
zonas andinas. Cuvieronius fue el proboscídeo de menor tamaño de América del Sur. El cráneo es rela-
tivamente largo y bajo. Las defensas (incisivos) son alargadas y algo retorcidas en forma
helicoidal. A diferencia de su pariente Stegomastodon, los individuos adultos
de Cuvieronius presentan las defensas cubierta por bandas espiraladas de
esmalte.
Posiblemente, Cuvieronius habitó en regiones de clima templado a frío.
En América del Sur, se lo registra a lo largo de los Andes. Se habría ali-
mentado de gramíneas duras, hojas y semillas de arbustos.
Los restos más antiguos del género Cuvieronius datan del Plioceno tardío
de América del Norte. El paleontólogo norteamericano Henry Osborn dio
nombre a este elefante, en homenaje al científico francés George Cuvier,
conocido como el “padre de la anatomía comparada”.
Cráneo de Cuvieronius
en vista lateral, con
las típicas defensas
recurvadas.
MA M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
135
Durante el Pleistoceno
los équidos estaban tiempos históricos, los équidos son reintroducidos por los conquistadores europeos, con
representados por formas la especie actual (E. caballus). En nuestro territorio, aparentemente los caballos traídos al
autóctonas sudamericanas, Río de La Plata por Pedro de Mendoza en el 1536 son los primeros de esta segunda etapa
como lo es el Hippidion (en de colonización y tuvieron una particular importancia en la cultura argentina durante los
siglos posteriores.
el dibujo) o la subespecie
Equus (Amerhippus), las
cuales se extinguen a
Familia Tapiridae Gray, 1821
principios del Holoceno.
Los Tapiridae están representados actualmente por el tapir (Tapirus terrestris). Son peri-
sodáctilos de tamaño mediano, herbívoros ramoneadores, muy característicos por poseer
una corta trompa o probóscide. En general, los tapires están asociados con ambientes selvá-
ticos. Los restos más antiguos de esta familia datan del Oligoceno de Europa. En América
del Sur, estuvieron presentes desde el Pleistoceno temprano (hace algo menos de 2 millo-
nes de años), representados por el género actual.
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
137
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
138
B ESTIARIO FÓSIL
provincia de Buenos Aires) como en el sur de la Argentina y Chile (Los Toldos, Santa
Cruz, Argentina; Cueva Lago Sofía, Cueva del Milodón, Cueva del Medio, al sur de Chile;
Tres Arroyos, Isla Grande de Tierra del Fuego, Chile), mostrando en numerosas ocasiones
marcas de corte y quemado. Si bien los más antiguos pobladores sudamericanos habrían
UN RECURSO
convivido con el Hippidion, no existen evidencias de que hubieran sido domesticados, al
ALIMENTICIO contrario, habrían sido sumamente importantes como fuente de alimento. Según algunos
científicos, la extinción de Hippidion habría estado relacionada con los cambios ambienta-
Se cree que el les de fines del Pleistoceno y con con la sobrecaza producida por los primeros aborígenes
Hippidion, cuyos restos sudamericanos (si bien los paleoindios habrían tenido un rol secundario en la extinción
son frecuentes en de la megafauna en general, probablemente este habría sido algo más importante para los
sitios arqueoógicos, caballos y los mastodontes, los que habrían sido utilizados para consumo).
fue una fuente de
alimento importante
para los aborígenes Hippidion, un pequeño y robusto caballo
sudaméricanos. característico de América del Sur, habría vivido
hasta tiempos relativamente recientes (hay registros
que datan de unos 8.500 años), conviviendo con los
primeros pobladores sudamericanos.
M A M Í F E R O S I N VASORES
BBEESSTTIIAARRIIOO FFÓÓSSIILL
139
139
MAMÍF
MAMÍ FEERROOSS IINNVVAASSOORREESS
140
B ESTIARIO FÓSIL
El género Equus, entre los que se incluye el caballo actual (E. caballus), se diferenció en
América del Norte en el Plioceno. En América del Sur data del Pleistoceno, haciendo su
arribo una vez establecido el istmo de Panamá. Las formas de Equus netamente sudameri-
canas se agrupan en el subgénero Amerhippus.
Equus (Amerhippus) era un caballo robusto, similar al caballo actual. Se conocen cuatro
especies de este género, pero sólo una de ellas, E. (A.) neogeus, es registrada en la Argenti-
na. Esta especie es la de mayor tamaño y gracilidad. Habría habitado en ambientes abiertos
Equus (Amerhippus),
de pastizales y estepas.
caballo típico Equus (Amerhippus) se extinguió a fines del Pleistoceno, junto con otros integrantes de la
sudamericano de megafauna sudamericana. Su desaparición sigue siendo una incógnita para los estudiosos
aspecto algo más del tema, dado que el caballo, luego de ser reintroducido por los europeos, se adaptó muy
robusto que la especie cómodamente a los ambientes sudamericanos.
actual (E. caballus).
MA M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
141
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
142
B E STIARIO FÓSIL
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
144
B ESTIARIO FÓSIL
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
145
Hemiauchenia fue el camélido de mayor tamaño de América del Sur, alcanzando tallas
de 2,5 metros de altura y cerca de 1 tonelada de peso, a diferencia de otros camélidos
como Lama o Eulamaops que rondaban entre los 90 y 150 kilogramos, respectivamente.
Hemiauchenia poseía un rostro alargado y miembros largos y gráciles, lo que sugiere que
eran buenos corredores.
Habitó en áreas abiertas, de pastizales, de los cuales probablemente se alimentaba. Tuvo
una amplia distribución geográfica, aunque fuera del área andina.
Hemiauchenia fue el
camélido de mayor
talla del Pleistoceno
de América del Sur,
mucho mayor que el
guanaco.
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
146
B ESTIARIO FÓSIL
Paleolama fue un camélido de gran tamaño, alcanzando tallas hasta un tercio mayor que
el guanaco actual (Lama guanicoe). El cráneo es alargado, con un hocico delgado y lar-
go. Los molares, de corona alta, se disponen en series convergentes. Los
miembros eran robustos, con los metápodos relativamente
cortos. A diferencia de Hemiauchenia, Palaeolama fue ca-
racterístico de áreas andinas. Existen algunos restos
de camélidos de gran talla en la Patagonia austral,
por ejemplo en la localidad arqueológica de Mon-
te Verde, al sur de Chile, que fueron identificados
como Paleolama. Es probable, entonces, que este
gran camélido haya vivido hasta tiempos relativa-
mente recientes.
Paleolama era un
camélido grande,
mayor que el guanaco,
característico de las
áreas andinas.
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
147
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
148
B E STIARIO FÓSIL
Morenelaphus, ciervo
característico del
Pleistoceno de América
del Sur, poseía una gran
cornamenta con numerosas
ramificaciones. Su nombre
es en honor a F. P. Moreno.
MA M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
149
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
150
B ESTIARIO FÓSIL
Antifer alcanzó un
gran tamaño corporal,
similar al ciervo de los
pantanos (Blastocerus
dichotomus).
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
151
Procedencia: Argentina.
Antigüedad: Pleistoceno (Ensenadense-Lujanense).
Especies del Pleistoceno de la Argentina:
P. fragilis (Bonaerense-Lujanense)
Paraceros era un ciervo de tamaño relativamente pequeño, pero que en comparación po-
seía cuernos muy largos y delgados de sección cilíndrica. En general, las ramificaciones de
las astas están de un solo lado y se encuentran inclinadas hacia atrás. Hasta el momento,
solo se ha registrado una única especie, Paraceros fragilis, la cual está restringida a la provin-
cia de Buenos Aires, aunque probablemente tuvo una distribución mayor.
A pesar de ser un
ciervo de tamaño
relativamente pequeño,
Paraceros poseía
cornamentas muy
largas y gráciles.
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
152
B ESTIARIO FÓSIL
Asta de
Epieuryceros Ameghino, 1889
Epieuryceros
Procedencia: Argentina.
Antigüedad: Pleistoceno temprano (Ensenadense).
Especies del Pleistoceno de la Argentina:
E. truncus (Ensenadense)
E. proximus (Ensenadense)
Epieuryceros era un ciervo de gran tamaño con una cornamenta muy ramificada. Los
cuernos tienen forma de palma, con cuatro o seis candiles distribuidos como abanico; el
candil posterior termina en dos prolongaciones en forma de horquilla.
La cornamenta de Epieuryceros difiere en gran medida de las presentes en otros cérvidos
fósiles y actuales de nuestro territorio.
Durante el Pleistoceno, la diversidad alcanzada por los cérvidos fue significativa, pose-
yendo muchos de ellos cornamentas muy complejas, actualmente ausentes en nuestros
ciervos nativos.
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
153
Esqueletos primates
(macaco, gorila y
hombre)
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
154
B E STIARIO FÓSIL
nos, junto con los roedores caviomorfos, se conocen infor-
malmente como los “Antiguos saltadores de islas” porque
habrían ingresado a América del Sur por medio de rutas
de azar desde África, cruzando el océano Atlántico, proba-
Cladograma de los blemente hacia fines del Eoceno-principios del Oligoceno.
Hasta el momento no han sido hallados monos platirrinos
monos vivientes en sedimentos pleistocénicos de la Argentina. Al contra-
más cercanamente rio, los únicos primates registrados en el Pleistoceno son
relacionados al hombre los seres humanos (Hominidae, Homo sapiens), los cuales
(Hylobates: gibón, evolucionaron en el Viejo Mundo e hicieron recién su apa-
Pongo: orangután, rición en el continente americano en el Pleistoceno más
Gorilla: Gorila y Pan: tardío (probablemente hace unos 20.000 años).
chimpancé). Entre ellos,
es con el chimpancé con
quien compartimos una
muy estrecha similitud
genética y anatómica.
MA M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
155
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
156
B ESTIARIO FÓSIL
Familia Hominidae Gray, 1825
Género Homo Linnaeus, 1758
La historia evolutiva del
hombre tuvo lugar en el Los registros más antiguos del género Homo fueron hallados en el este de África en yaci-
mientos de hace unos 2,5 millones de años. Las especies más antiguas, H. habilis y H. rudol-
Viejo Mundo. En América
fensis, emigraron rápidamente de África a Asia. Estos primeros representantes eran de baja
hacen su aparición en el estatura (1 a 1,5 metros de altura), postura erecta, con los brazos largos y los pies adaptados
Pleistoceno tardío, hace para trepar. Homo erectus es una especie algo más reciente, con una antigüedad máxima de
probablemente unos 1,9 millones de años y de amplia distribución geográfica, encontrándose en África, Asia y
20.000 años. Europa. Eran algo más altos (1,5 a 1,8 metros), con un mayor desarrollo cerebral, dientes
más pequeños y miembros con una proporción similar a la de los humanos actuales. Hacia
los 800 mil años se registra H. heildelbergensis y hacia los 300 mil años, la especie H. neander-
thalensis; ambas muy abundantes en el registro fósil, distribuidas en África, Europa y Asia la
primera, y en Europa y Asia Menor la segunda.
La especie Homo sapiens, de la cual nosotros somos parte, aparece por primera vez en el
registro en África, hace unos 130 mil años. La habilidad tecnológica y cultural de nues-
tra especie creció rápidamente, permitiéndole colonizar cada rincón del planeta. En
América del Sur, dataciones en los sitios arqueológicos más antiguos sugieren que el
H. sapiens estaba ya presente en el Pleistoceno más tardío, posiblemente hace unos
20.000 años atrás. Los sitios más conocidos en el cono sur de América del Sur,
con indicios de antiguas ocupaciones humanas son: Los Toldos (provincia
de Santa Cruz, Argentina), Cueva Lago Sofía y Tres Arroyos (ambos al sur
de Chile) de hace unos 13.000 a 11.500 años (edad Lujanense tardío), y
algo más modernos: Arroyo Seco y La Moderna (ambos en provincia de
Buenos Aires, Argentina). En muchos casos, los restos humanos o
indicios de ocupación o actividad humana fueron encontrados aso-
ciados a restos óseos de la megafauna extinta.
La capacidad intelectiva de nuestra especie no deja de
asombrarnos, ya que no sólo fuimos capaces de mirar
hacia nuestro interior, sino también de conquistar
el mundo de la filosofía, la ciencia y la técnica,
y extender nuestras fronteras más allá de los lí-
mites del planeta Tierra. De todos modos, no
debemos olvidar que no somos más que una de
las tantas especies actualmente vivientes, que
nuestra capacidad intelectual no es más que
un carácter peculiar del que estamos dotados
(como lo es el nadar en los cetáceos) y por lo
tanto, no debemos sentir particular suprema-
cía sobre los demás seres vivos. Cada una de
las especies que actualmente puebla nuestro
planeta, incluso nosotros mismos, no somos más
que un simple componente del árbol de la vida.
M A M Í F E R O S I N VASORES
BESTIARIO FÓSIL
157
MAMÍF E R O S I N V A S O R E S
MAMÍFEROS
MARINOS
CAPÍTULO
4
MAMÍFEROS
MARINOS
160
B ESTIARIO FÓSIL
Mamíferos marinos
Hasta ahora, nos hemos referido exclusivamente a los mamíferos continentales, a la his-
toria de la Tierra, enfatizando en la gráfica de los continentes y a sus consecuencias en el
desarrollo y evolución de los ecosistemas terrestres. Sin embargo, los mamíferos también
conquistaron los mares y océanos, como bien los ejemplifican los cetáceos (ballenas y del-
fines), los sirenios (dugones, manatíes y vacas marinas) y los pinnípedos (morsas, focas,
elefantes y lobos marinos).
Al contrario que para la fauna terrestre, la conexión insular de América del Sur durante
casi todo el Cenozoico implicó la comunicación entre el océano Atlántico y el océano Pa-
cífico, y concomitantemente favoreció la comunicación entre las poblaciones de mamíferos
marinos de océanos vecinos, no sólo a través de las aguas gélidas australes sino a través
del cálido Mar del Caribe, al Norte. La formación del istmo de Panamá en el Plioceno,
cortó dicha conexión y de esta forma, las poblaciones de mamíferos que migraban entre
M A M Í F E R O S M ARINOS
BESTIARIO FÓSIL
161
ambos océanos por el Norte, quedaron aisladas, o bien debieron extender por varios miles
de kilómetros su recorrido, para acceder al otro océano, ahora sólo por el sur, a través del En las barrancas de
pasaje de Drake. Puerto Madryn (provincia
El registro fósil de mamíferos marinos sudamericanos es relativamente abundante y va- de Chubut), en la costa
riado, aunque, sin embargo, no ha recibido la suficiente atención en comparación con atlántica patagónica, se
los mamíferos terrestres. Cabe destacar que actualmente en nuestras costas los mamíferos han hallados restos de
marinos más representativos son los cetáceos y pinnípedos, sin embargo, hace unos millo-
nes de años, durante el Mioceno, dugones y manatíes eran también habitantes de nuestras
antiguos cetáceos que
costas y estuarios. Las aguas de entonces eran más cálidas que en la actualidad y posible- poblaban los mares, en
mente los cambios climáticos de fines del Cenozoico fueron las causas de la retracción aquel entonces cálidos,
en la distribución de estos mamíferos al norte de América del Sur (hoy día los manatíes del Mioceno.
sudamericanos se distribuyen cerca de las costas tropicales del Amazonas) o bien llevaron
a la extinción de varias de sus especies.
Durante el Pleistoceno, y en relación con los ciclos cálidos interglaciares, el mar avanzó
reiteradas veces sobre el continente (eventos conocidos como ingresos marinos), dejando
en tierra firme tanto sedimentos como restos de invertebrados y de vertebrados marinos.
Por ello es que se tiene registro de los cetáceos y pinnípedos que vivieron en el Pleistoceno
en las aguas contiguas a la Argentina. A pesar de que el cambio del nivel del mar afectó la
línea de costa de todo nuestro terreno, los restos fósiles de mamíferos marinos del Pleisto-
ceno hasta ahora conocidos provienen de la provincia de Buenos Aires.
MAM Í F E R O S M A R I N O S
162
B ESTIARIO FÓSIL
M A M Í F E R O S M ARINOS
BESTIARIO FÓSIL
163
MAM Í F E R O S M A R I N O S
164
B ESTIARIO FÓSIL
Los misticetos vivientes que habitan o al menos visitan los mares australes se agrupan en
dos familias: Balaenidae y Balaenopteridae. Los Balaenidae, que incluyen entre otros a la
ballena franca austral (Eubalaena australis), se registran en la Argentina desde el Mioceno
temprano (hace más de 20 millones de años), sin embargo, restos atribuibles a esta familia
aún no fueron hallados en rocas del Pleistoceno. Al contrario, la única familia de misti-
cetos representada en el Pleistoceno de la Argentina son los Balaenopteridae, conocidos
para nuestros mares desde el Mioceno tardío (hace algo más de 5 millones de años). En la
LOS MISTICETOS actualidad, los balaenoptéridos son muy diversos en los océanos de todo el mundo y están
representados por ejemplo, por la ballena Minke (Balaenoptera acutorostrata), la ballena
Los misticetos azul (Balaenoptera musculus), la ballena yubarta (Megaptera novaeangliae), entre otros. En
el Pleistoceno tardío de la Argentina, sólo una especie fue descripta, Notiocetus romerianus,
(como las ballenas y dada a conocer por F. Ameghino en 1891. Esta especie se basa en material muy fragmen-
rorcuales) no tienen tario (una bula timpánica aislada) por lo que futuros estudios y nuevos materiales podrían
dientes, poseen revelar diferentes conclusiones.
numerosos filamentos
(barbas) con los que ÚNICO MISTICETO RECONOCIDO PARA EL
filtran el alimento.
PLEISTOCENO EN LA ARGENTINA
Los Odontoceti son los cetáceos que poseen dientes. En general, los dientes son todos
muy similares entre sí, cónicos, puntiagudos, con una sola raíz, y con una función parecida.
Algunas especies tienen más de 100 dientes en cada hemimandíbula, mientras que otras,
poseen sólo dos. Los odontocetos son conocidos desde el Oligoceno, mientras que en la
Argentina datan recién del Mioceno temprano (hace alrededor de 20 millones de años).
Los odontocetos vivientes que habitan o visitan los mares de la Argentina se agrupan en
cinco familias: Phocoenidae, Physeteridae, Pontoporiidae, Delphinidae y Ziphiidae (las tres
últimas también con representantes en el Pleistoceno).
MAM Í F E R O S M A R I N O S
166
B ESTIARIO FÓSIL
dientes, llegando a tener sólo dos en la mandíbula inferior y únicamente en los machos.
Los zífidos son registrados desde el Mioceno medio en la Argentina (hace 15 millones de
años aproximadamente). En el Pleistoceno, se registró sólo la especie Mesoplodon grayi o
zifio negro, actualmente habitante también de nuestros mares.
M A M Í F E R O S M ARINOS
BESTIARIO FÓSIL
167
Tradicionalmente, los mamíferos carnívoros acuáticos con los cuatro miembros transforma- Bajo el nombre
dos en aletas eran agrupados bajo el nombre de “Pinnipedia”. Algunos científicos, sin em-
bargo, creen que este no corresponde a un grupo natural ya que al menos dos de las familias
“Pinnipedia” se
clásicas reconocidas (Phocidae y Otariidae) no comparten un ancestro común cercano. ha agrupado a los
A fin de mencionar conjuntamente a las focas y a los lobos marinos, dadas sus notables mamíferos acuáticos
peculiaridades distintivas en comparación con otros carnívoros, usaremos informalmente con miembros
el término “Pinnipedia”. transformados en
Los pinnípedos son mamíferos carnívoros adaptados para llevar una vida acuática, aun-
que ligados al continente para parir sus crías. La mayoría de los pinnípedos son marinos,
aletas (focas y
aunque hay una foca en Asia (Phoca sibirica o foca del Lago Baikal) que habita en agua elefantes marinos).
dulce. Tienen el cuerpo fusiforme, los miembros tanto anteriores como posteriores transfor- Estos, sin embargo, no
mados en aletas y la cola corta o casi ausente. Los dientes en general son simples, de forma son un grupo natural
cónica (aunque en algunas especies como en el leopardo marino, Hydrurga, tienen además ya que no derivan de
varias cúspides adicionales) y no existe una clara diferenciación entre premolares y mola-
res. Los pinnípedos habitan las costas de casi todo el mundo, aunque son más frecuentes en
un ancestro común.
aguas frías y polares. En los mares y costas de América del Sur se reconocen dos familias:
Phocidae y Otariidae.
MAM Í F E R O S M A R I N O S
168
B ESTIARIO FÓSIL
Los Phocidae están actualmente representados por la foca cangrejera (Lobodon carci-
nophagus), el leopardo marino (Hydrurga leptonyx), el elefante marino (Mirounga leonina),
entre otros. Están altamente adaptados a la vida marina, y visitan la costa sólo para re-
producirse. El desplazamiento en tierra se basa en movimientos del torso, sin ayuda de los
miembros. Se caracterizan por carecer de pabellón auricular, a diferencia de sus parientes
cercanos, los otáridos. En la Argentina, los fócidos se conocen desde el Mioceno tardío
(hace algo más de 5 millones de años), aunque aún no han sido hallados fósiles en el Pleis-
toceno.
M A M Í F E R O S M ARINOS
BESTIARIO FÓSIL
169
Los Otariidae, llamados así por presentar un pequeño pabellón auricular (oreja), son
los pinnípedos más frecuentes de nuestra costa atlántica. Los otáridos pueden ubicar los
miembros anteriores debajo del cuerpo y ayudarse con ellos en el desplazamiento en tierra. LOS OTÁRIDOS
Las especies vivientes de la Argentina se reúnen en dos géneros: Otaria y Arctocephalus,
ambos representados también en el Pleistoceno. Los otáridos como
Las especies reconocidas para el Pleistoceno son Otaria flavescens (actualmente cono- el lobo marino, a
cido como lobo marino de un pelo) y Arctocephalus holmbergi. El registro de Otaria del
Pleistoceno fue dado a conocer por Carlos Rusconi como Eumetopias jubata olivinensis
diferencia de los
sobre la base de un húmero aislado. Autores posteriores, sin embargo, luego de revisar el fócidos, presentan
material, consideraron más probable que pertenezca a la especie actual Otaria flavescens. un pequeño
La segunda especie del Pleistoceno, Arctocephalus holmbergi, fue originalmente estudiada pabellón auricular.
por el científico francés H. Gervais y por F. Ameghino en 1898, basándose en un fémur
aislado muy fragmentario. Si bien aún no está del todo confirmado por los científicos,
algunos autores opinan que más probablemente corresponda a la especie viviente A. aus-
tralis (lobo marino austral o de dos pelos).
Los lobos
marinos (Otaria y
Arctocephalus) han
estado presentes
en nuestras costas
al menos desde el
Pleistoceno tardío.
MAM Í F E R O S M A R I N O S
BIBLIOGRAFÍA
174
B ESTIARIO FÓSIL
Alberdi, M. T. y J. L. Prado (1993): “Review of the genus Hippidion Owen, 1869 (Mammalia, Perisso-
dactyla) from the Pleistocene of South America”, Zoological Journal of the Linnean Society 108: pp.
1-22.
Alberdi, M. T. y J. L. Prado (1995): “Los mastodontes de América del Sur”, en M. T. Alberdi, G. Leone y
E. P. Tonni (eds.): Evolución Biológica y Climática de la Región Pampeana durante los Últimos Cinco
Millones de Años. Un Ensayo de Correlación con el Mediterráneo Occidental. Monografías CSIC,
Madrid 12: pp. 279-292.
Alberdi, M. T. y J. L. Prado (2004): Los Caballos Fósiles de América del Sur. Una historia de Tres Millones
de Años. Buenos Aires: Universidad Nacional del Centro de la provincia de Buenos Aires, IN-
CUAPA, Serie Monográfica 3.
Ameghino, F. (1880-1881): La Antigüedad del Hombre en el Plata. Tomo I y II. Buenos Aires.
Ameghino, F. (1887). “Observaciones generales sobre el orden de los mamíferos extinguidos sudameri-
canos llamados toxodontes (Toxodontia). Sinopsis de los géneros y especies hasta ahora conoci-
dos”, Anales del Museo de La Plata 1: pp. 1-66.
Ameghino, F. (1889): “Contribución al conocimiento de los mamíferos fósiles de la República Argenti-
na” (obra escrita bajo los auspicios de la Academia Nacional de Ciencias de la República Argen-
tina para presentarla en la Exposición Universal de París de 1889), Actas de la Academia Nacional
de Ciencias de Córdoba 6: pp. 1-1027.
Ameghino, F. (1917): Doctrinas y Descubrimientos, 2.º ed. Buenos Aires: La Cultura Argentina.
Ameghino, C. y L. Kraglievich (1925): “Un prociónido cercoleptoide en el Pampeano inferior de la
Argentina, Brachynasua meranii n. gen., n. sp”, Comunicaciones del Museo Nacional de Historia
Natural 2. Buenos Aires, pp. 181-191.
Aramayo, S. A. y T. Manera de Bianco (1987): “Hallazgo de una icnofauna continental (Pleistoceno
tardío) en la localidad de Pehuen-Có (partido de Coronel Rosales), provincia de Buenos Aires,
Argentina. Parte I: Edentata, Litopterna, Proboscidea. Parte II: Carnívora, Artiodactyla y Aves”.
IV Congreso Latinoamericano de Paleontología, Santa Cruz de la Sierra, Bolivia, Actas 1: pp.
532-547.
Barquez, R. M., M. M. Díaz y R. A. Ojeda (eds.) (2006): Mamíferos de la Argentina. Sistemática y Distri-
bución. Tucumán: SAREM.
Bagnalasta, M. B. (1978): “Algunas consideraciones sobre la validez del género Epieuryceros Ameghino,
(1889)”. II Congreso Argentino de Paleontología y Bioestratigrafía y I Congreso Latinoamerica-
no de Paleontología III, Actas: pp. 182-192.
Beard, K. C. (1993): “Phylogenetic systematics of the Primatomorpha, with special reference to Dermoptera”,
en Szalay F. S., Novacek M. J. y McKenna M. C. (eds.): Mammal Phylogeny: Placentals, pp. 129-
150. Nueva York: Springer-Verlag.
Berta, A. (1985): “The status of Smilodon in North and South America”, Contributions in Science 370.
EE.UU.: Natural History Museum of Los Angeles County, pp. 1-15.
Berta, A. (1987): “Origin, diversification, and zoogeography of the South American Canidae”, Fieldiana Zoo-
logy new series 39: pp. 455-471.
Bloch, J. I. y D. M. Boyer (2002): “Grasping primate origins”, Science 298: pp. 1606-1610.
Bond, M. (1986): “Los carnívoros terrestres fósiles de la Argentina: resumen de su historia”. Mendoza:
IV Congreso Argentino de Paleontología y Bioestratigrafía, Actas 2: pp. 167-171.
BESTIARIO FÓSIL
175
Bond, M., E. Cerdeño y G. López (1995): “Los ungulados nativos de América del Sur”, en M. T. Alberdi,
G. Leone y E. P. Tonni (eds.): Evolución Biológica y Climática de la Región Pampeana durante los
Últimos Cinco Millones de Años. Un Ensayo de Correlación con el Mediterráneo Occidental. Mono-
grafías CSIC, Madrid 12: pp. 257-275.
Bond, M. (1999): “Quaternary native ungulates of Southern South America. A synthesis”, en J. Rabassa y M.
C. Salemme (eds.): Quaternary of South America and Antarctic Peninsula 12: pp. 177-205.
Bordas, A. F. y N. Cattoi, (1946): Archivos del Suelo Argentino. Colección Nadir N.º 1. Buenos Aires:
Sociedad Geográfica Americana.
Borrero, L. A. (2001): El Poblamiento de la Patagonia. Toldos, Milodontes y Volcanes. Buenos Aires: Eme-
cé.
Cabrera, A. (1929): “Una revisión de los mastodontes argentinos”, Revista del Museo de La Plata 32.
Buenos Aires, pp. 61-144.
Cabrera, A. (1929): “Sobre los ciervos fósiles sudamericanos llamados Paraceros y Morenelaphus”, Memo-
rias de la Real Sociedad Española de Historia Natural 15: pp. 53-64.
Cabrera, A. (1935): “Sobre la osteología de Paleolama”, Anales del Museo Argentino de Ciencias Naturales
Bernardino Rivadavia, Paleontología 66, 38: pp. 283-312.
Cabrera, A. (1936): “Las especies del género Glossotherium”, Noticias del Museo de La Plata (paleonto-
logía) 1: pp. 193-206.
Cabrera, A. y J. Yepes (1940): Mamíferos sudamericanos (Vida, Costumbres y Descripción). Buenos Aires:
Historia Natural Ediar, Compañía Argentina de Editores.
Campbell, B. G. y J. D. Loy (2002): Humankind Emerging. The Concise Edition. Boston: Allyn and Bacon.
Campbell, K. E. jr., C. D. Frailey y L. R. Pittman (2000): “The Late Miocene gomphothere Amahuacathe-
rium peruvium (Proboscidea: Gomphotheriidae) from Amazonian Peru: Implications for the Great
American Faunal Interchange”, Instituto Geológico Minero y Metalúrgico, Serie D, Estudios Regiona-
les, Boletín 23: pp. 1-152.
Carlini, A. y G. J. Scillato-Yané (1999): “Evolution of Quaternary xenarthrans (Mammalia) of Argentina”,
en E. P. Tonni y A. L. Cione (eds.): Quaternary Vertebrate Palaeontology in South America. Quater-
nary of South America and Antarctica Peninsula 12: pp. 149-176.
Carlini, A. A. y E. P. Tonni (2000): Mamíferos Fósiles del Paraguay. Buenos Aires: Cooperación Técnica
Paraguayo-Alemana.
Carrette, E. (1922): “Cérvidos actuales y fósiles de Sudamérica. Revisión de las formas extinguidas pam-
peanas”, Revista del Museo de La Plata 26. Buenos Aires, pp. 393-472.
Carroll, R. L. (1988): Vertebrate Paleontology and Evolution. Nueva York: Freeman and Company.
Cartelle, C. (1994): Tempo Passado. Mamíferos do Pleistoceno em Minas Gerais. Belo Horizonte: Editora
Palco.
Castellanos, A. (1924): “Ciervos vivientes y extinguidos de la República Argentina (Nota preliminar)”,
Revista de la Universidad de Córdoba 11, pp. 111-134.
Castellanos, A. (1945): “Notas sobre algunas cornamentas de ciervos de los géneros Epieuryceros, Antifer
y Paraceros, y la descripción de Epieuryceros proximus n.sp.”, Publicaciones del Instituto de Fisiografía
y Geografía. Universidad Nacional de Litoral 24: pp. 5-23.
Cattoi, N. V. (1943): “Osteografía y osteometría comparada de los géneros Typotheriodon y Typotherium”,
Publicaciones de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, UBA, serie B 17: pp. 1-125.
176
B E STIARIO FÓSIL
Cattoi, N. V. (1957): “Una especie extinguida de Tapirus Brisson (Tapirus rioplatensis nov. sp.)”, Ameg-
hiniana 1: pp. 15-21.
Catzeflis, F. M., A. W. Dickerman, J. Michaux y J. A. W. Kirsch (1993): “DNA hybridization and rodent
phylogeny”, en F. S. Szalay, M. J. Novacek y M. C. McKenna (eds.): Mammal Phylogeny: Placen-
tals, 159-172. Nueva York: Springer-Verlag.
Chebez, J. C. (1996): Fauna Misionera. Buenos Aires: L.O.L.A.
Cifelli, R. L. (1993): “The phylogeny of the native South American ungulates”, en F. S.Szalay, M. J.
Novacek y M. C. McKenna (eds.): Mammal Phylogeny: Placentals, pp. 195-216. Nueva York:
Springer-Verlag.
Cione, A. L. y E. P. Tonni (1999): “Biostratigraphy and chronological scale of upper-most Cenozoic in the
Pampean area, Argentina”, en E. P. Tonni y A. L. Cione (eds.): Quaternary Vertebrate Palaeontolo-
gy in South America. Quaternary of South America and Antarctica Peninsula 12: pp. 23-51.
Cione A. L. y E. P. Tonni (2001): “Correlation of Pliocene to Holocene southern South America and Euro-
pean vertebrate-bearing units”, Bulletino della Società Paleontologica Italiana 40: pp. 1-7.
Cione, A. L., E. P. Tonni y L. Soibelzon (2003): “The broken Zig-Zag: Late Cenozoic large mammals and tortoi-
se extinction in South America”, Revista del Museo Argentino de Ciencias Naturales n. s. 5: pp.1-19.
Cozzuol, M. A. (1996): “The Record of the Aquatic Mammals in Southern South America”, en Arratia A.
(ed.): Contribution of Southern South America to Vertebrate Paleontology, Münchner, Geowissens-
chaftlich Abhandlungen (A) 30: pp. 321-342.
Deschamps, C. M., G. I. Esteban y M. S. Bargo (2001): “El registro más antiguo del género Lestodon
Gervais, 1855 (Xenarthra, Tardigrada, Mylodontidae) (Montehermosense, Plioceno tempra-
no)”, Ameghiniana 38: pp. 151-156.
Edmund, A. G. (1985): “The armor of fossil giant armadillos (Pampatheriidae, Xenarthra, Mammalia)”,
Texas Memorial Museum. Pearce Sellards Series 40: pp. 1-20.
Flynn, J. J. y C. C. Swisher III (1995): “Cenozoic South American land mammal ages: correlation to global
geochronologies”, en W. A. Berggren, D. V. Kent, M. P. Aubry y J. Hardenbol (eds.): Geochrono-
logy, Time Scales and Global Stratigraphic Correlation. Special Publication 54: pp. 317-333. Tulsa,
Oklahoma: Society for Sedimentary Geology.
Flynn, J. J. y G. D. Wesley-Hunt (2005): “Carnivora”, en K. D. Rose y J. D. Archivald (eds.): The Rise of
Placental Mammals. Origins and Relationships of the Major Extant Clades, pp. 175-198., Baltimore
and London: John Hopkins University Press.
Forasiepi, A. M. (2003): “Nuevo registro de Conepatus primaevus (Mammalia, Carnivora, Mustelidae)
del Pleistoceno de la provincia de Buenos Aires, Argentina”, Revista del Museo Argentino de
Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia n. s. 5: pp. 21-29.
Frenguelli, J. (1921): “Sobre un nuevo proterotérido del Pampeano superior de Córdoba”, Actas de la
Academia Nacional de Ciencias de Córdoba 7: pp. 7-23.
Galliari, C., U. Pardiñas y F. J. Goin (1996): “Lista comentada de los Mamíferos Argentinos”, Mastozoo-
logía Neotropical 3: pp. 39-61.
Gasparini, G. M. y A. E. Zurita (2005): “Primer registro fósil de Tayassu pecari (Link) (Mammalia, Ar-
tiodactyla) en la Argentina”, Ameghiniana 42:pp. 473-480.
Gaudin, T. J. (1999): “The morphology of xenarthrous vertebrae (Mammalia: Xenarthra)”, Fieldiana Geo-
logy, n. s. 41: pp. 1-38.
BESTIARIO FÓSIL
177
Gaudin, T. J. (2003): “Phylogeny of the Xenarthra (Mammalia)”, Senckenbergiana Biologica 83: pp. 27-40.
Gervais, H. y F. Ameghino (1880): “Les mammiferes fossiles de l’Amerique du Sud”, en A. J. Torcelli,
(ed): Obras completas y correspondencia científica de Florentino Ameghino II: 511-645. La
Plata: 1914.
Gheerbrant, E., D. P. Domning y P. Tassy (2005): “Paenungulata (Sirenia, Proboscidea, Hyracoidea, and
relatives)”, en K. D. Rose y J. D. Archivald (eds.): The Rise of Placental Mammals. Origins and
Relationships of the Major Extant Clades, pp. 85-105. Baltimore and London: John Hopkins Uni-
versity Press.
Gingerich, P. D. (2005): “Cetacea”, en K. D. Rose y J. D. Archivald (eds.): The Rise of Placental Mam-
mals. Origins and Relationships of the Major Extant Clades, pp. 234-252. Baltimore and London:
John Hopkins University Press.
Goin, F.J. (1995): “Los marsupiales”, en M. T. Alberdi, G. Leone y E. P. Tonni (eds.): Evolución Biológica
y Climática de la Región Pampeana durante los Últimos Cinco Millones de Años. Un Ensayo de Co-
rrelación con el Mediterráneo Occidental. Monografías CSIC, Madrid 12: pp. 165-179.
Goin, F. J. (1999): “Quaternary marsupials from Southern South America”, en E. P. Tonni y A. L. Cione
(eds.): Quaternary Vertebrate Palaeontology in South America. Quaternary of South America and
Antarctica Peninsula 12: pp. 137-147.
Gómez Villafañe, I. E., M. Miño, R. Cavia, K. Hodara, P. Courtalón, O. Suárez y M. Busch (2005):
Roedores. Guía de la provincia de Buenos Aires. Buenos Aires: L.O.L.A.
Hautal, R. (1899): “Reseña de los hallazgos en las cavernas de Última Esperanza (Patagonia austral)”,
Revista del Museo de La Plata 9: pp. 411-420.
Heinonen Fortabat, S. y J. C. Chebez (1997): Los Mamíferos de los Parques Nacionales de la Argentina.
Buenos Aires: L.O.L.A.
Hooker, J. J. (2005): “Perissodactyla”, en K. D. Rose y J. D. Archivald (eds.): The Rise of Placental Ma-
mmals. Origins and Relationships of the Major Extant Clades, pp. 199-214. Baltimore and London:
John Hopkins University Press.
Horovitz, I. y M. R. Sánchez-Villagra (2003): “A morphological analysis of marsupial mammal higher-level
phylogenetic relationships”, Cladistics 19: pp. 181-212.
Irwin, D. M. y A. C. Wilson (1993): “Limitations of molecular methods for establishing the phylogeny
of mammals, with special reference to the position of elephants”, en F. S. Szalay, M. J. Novacek y
M. C. McKenna (eds.): Mammal Phylogeny: Placentals, 257-267. Nueva York: Springer-Verlag.
Kappler, C. (1986): Monstruos, demonios y maravillas a fines de la Edad Media. Madrid: Akal.
Kraglievich, L. (1928): “Contribución al conocimiento de los grandes cánidos extinguidos de Sud
América”, Anales de la Sociedad Científica Argentina 106: pp. 25-66.
Kraglievich, L. (1928): “Mylodon darwini Owen, es la especie genotipo de Mylodon Owen. Rectificación
de la nomenclatura genérica de los milodontes”, Physis 9: pp. 169-185.
Kraglievich, L. (1930). “Nuevos megalonícidos gigantescos de los géneros Megalonychops Kragl. y Dihe-
terocnus Kragl, Revista del Museo de La Plata 32: pp. 9-21.
Kraglievich, L. (1937): Manual de Paleontología Rioplatense. Osteología Comparada de los Mamíferos.
Montevideo: El Siglo Ilustrado.
Kurtén, B. y L. Werdelin (1990): “Relationships between North and South America Smilodon”, Journal of
Vertebrate Paleontology 10: pp. 158-169.
178
B ESTIARIO FÓSIL
Marshall, L. G., R. Hoffstetter y R. Pascual (1983): “Mammals and Stratigraphy: Geochronology of the
continental mammal-bearing tertiary of South America”, Palaeovertebrata, mémoire extraordinaire:
pp. 1-93.
Marshall, L. G., R. Hoffstetter, R. Pascual, O. Reig, M. Bombin y A. Mones (1984): “Mammals and
Stratigraphy: Geochronology of the continental mammal-bearing Quaternary of South America”, Pa-
laeovertebrata, mémoire extraordinaire: pp. 1-76.
Massoia, E., A. M. Forasiepi y P. Teta (2000): Los Marsupiales de la Argentina. Buenos Aires: L.O.L.A.
McKenna, M. C. y S. K. Bell (1997): Classification of Mammals Above the Species Level. Nueva York,
Columbia University Press.
Menégaz, A. N. y E. Ortiz-Jaureguizar (1995): “Los artiodáctilos”, en Alberdi M. T., G. Leone y E. P.
Tonni (eds.): Evolución Climática y Biológica de la Región Pampeana durante los Últimos Cinco
Millones de Años. Un Ensayo de Correlación con el Mediterráneo Occidental. Monografías CSIC,
Madrid 12: pp. 311-337.
Meng, J. y A. R. Wyss (2005): “Glires (Lagomorpha, Rodentia)”, en K. D. Rose y J. D. Archivald (eds.):
The Rise of Placental Mammals. Origins and Relationships of the Major Extant Clades, pp. 145-158.
Baltimore and London: John Hopkins University Press.
Mones, A. (1986): “Palaeovertebrata Sudamericana. Catálogo sistemático de los vertebrados fósiles de
América del Sur. Parte I. Lista preliminar y bibliografía”, Courier Forschungsinstitut Senckenberg
82: pp. 1-625.
Mones, A. (2002): “Iconografía antigua y sinonimia objetiva del megaterio, Megatherium americanum
Cuvier, 1796 (Mammalia: Bradypoda: Megatheriidae)”, Comunicaciones Paleontológicas, Museos
Nacionales de Historia Natural y Antropología 33: pp. 161-191.
Nabel, P. E. y F. X. Pereyra (2002): El Paisaje Natural. Bajo las Calles de Buenos Aires. Buenos Aires:
Publicación del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia.
Nami, H. G. y A. N. Menégaz (1991): “Cueva del Medio: aportes para el conocimiento de la diversidad
faunística hacia el Pleistoceno-Holoceno en la Patagonia Austral”, Anales del Instituto de la
Patagonia, Serie Ciencias Sociales 20: pp. 117-132.
Novacek, M. J. (1999): “100 million years of land vertebrate evolution: the Cretaceous- Early Tertiary tran-
sition”, Annals of the Missouri Botanical Garden 86: pp. 230-258.
Novas, F. E. (2006): Buenos Aires, Un Millón de Años Atrás. Buenos Aires: Siglo Veintiuno Editores.
Nowak, R. M. (1991). Walker’s Mammals Species of the World. 5.º ed. Baltimore and London: Johns
Hopkins University Press.
Olrog, C. y M. Lucero (1980): Guía de los Mamíferos Argentinos. Tucumán: Ministerio de Cultura y
Educación. Fundación Miguel Lillo.
Osborn, H. F. (1936). Proboscidea. A monograph of the discovery, evolution, migration and extinction of
the mastodonts and elephants. Vol. I- Moeritherioidea, Deinotheiroidea, Mastodontoidea. Nueva
York: American Museum of Natural History 1.
Pardiñas, U. F. J. (1995): “Los roedores cricétidos”, en M. T. Alberdi, G. Leone y E. P. Tonni (eds.):
Evolución Biológica y Climática de la Región Pampeana durante los Últimos Cinco Millones de Años.
Un Ensayo de Correlación con el Mediterráneo Occidental. Monografías CSIC, Madrid 12: pp.
229-256.
BESTIARIO FÓSIL
179
Pardiñas, U. F. J. (1999): “Fossil murids: taxonomy, palaeoecology, and palaeoenvironments”, en E. P. Tonni
y A. L. Cione (eds.): Quaternary Vertebrate Palaeontology in South America. Quaternary of South
America and Antarctica Peninsula 12: 225-254.
Pardiñas, U. F. J. y M. Lezcano (1995): “Cricétidos (Mammalia, Rodentia) del Pleistoceno tardío del
nordeste de la provincia de Buenos Aires (Argentina). Aspectos sistemáticos y paleoambienta-
les”, Ameghiniana 32: pp. 249-265.
Pardiñas, U. F. J., G. D’Elía y P. E. Ortiz (2002): “Sigmodontinos fósiles (Rodentia, Muroidea, Sigmo-
dontinae) de América del Sur: estado actual de su conocimiento y prospectiva”, Mastozoología
Neotropical 9: pp. 209-252.
Pasquali, R. C. y E. P. Tonni (2004): Los Mamíferos Fósiles de Buenos Aires. Cuando los Gliptodontes Ca-
minaban por la Avenida de Mayo. Córdoba: Editorial Científica Universitaria.
Pascual, R. (1966): “IV Vertebrata”, en A. Borrello (ed.): Paleontografía Bonaerense. La Plata: Comisión
de Investigaciones Científicas.
Pascual, R. y E. Ortiz Jaureguizar (1990). “Evolving climates and mammal faunas in Cenozoic South Ame-
rican”, Journal of Human Evolution 19: pp. 23-60.
Pascual, R., E. Ortiz Jaureguizar y J. L. Prado (1996): “Land Mammals: Paradigm for Cenozoic South
American geobiotic evolution”, en A. Arratia (ed.): Contribution of Southern South America to
Vertebrate Paleontology. Münchner, Geowissenschaftlich Abhandlungen (A) 30: pp. 265-319.
Patterson, B. y R. Pascual (1972): “The fossil mammal fauna of South America”, en A. Keast, F. C. Erk
y B. Glass (eds.), Evolution, Mammals and Southern Continents, pp. 274-309, Nueva York: State
University of New York Press.
Paula Couto, C. de (1945): “Sobre un macrauquénido gigante, Macraucheniopsis gen. nov. del Pampea-
no inferior de la Argentina”, Notas del Museo de La Plata (Paleontología) 10: pp. 233-257.
Paula Couto, C. de (1979): Manual de Paleomastozoología. Río de Janeiro: Academia Brasileira de Cien-
cias.
Politis, G. G., J. L. Prado y R. P. Beukens (1995): “The human impact in Pleistocene-Holocene extinctions
in South America. The Pampean case”, en E. Johnson (ed): Ancient Peoples and Landscapes, pp.
187-205. Lubbock: Museum of Texas University.
Politis, G. G. y M. A. Gutiérrez (1998): “Gliptodontes y cazadores-recolectores de la Región Pampeana
(Argentina)”, Latin American Antiquity 9: pp. 111-134.
Prado, J. L., A. N. Menégaz, E. P. Tonni y M. C. Salemme (1987): “Los mamíferos de la Fauna Local
Paso Otero (Pleistoceno tardío), Provincia de Buenos Aires. Aspectos Paleoambientales y Bio-
estratigráficos”, Ameghiniana 24: pp. 217-233.
Prado, J. L., M. T. Alberdi, B. Sánchez y B. Azanza (2003): “Diversity of the Pleistocene Gomphotheres
(Gomphotheriidae, Proboscidea) from South America”, Deinsea 9: pp. 347-363.
Prado, J. L., M. T. Alberti, B. Azanza, B. Sánchez y D. Frassinetti (2005): “The Pleistocene Gomphotherii-
dae (Proboscidea) from South America”, Quaternary International 126-128: pp. 21-30.
Prevosti, F. J. (2006): “New material of Pleistocene cats (Carnivora, Felidae) from Southern South America,
with comments on biogeography and fossil record”, Geobios 39: pp. 679-694.
Prevosti, F. J. y P. Palmqvist (2001): “Análisis ecomorfológico del cánido hipercarnívoro Theriodictis
platensis Mercerat (Mammalia, Carnivora) basados en un nuevo ejemplar del Pleistoceno de la
Argentina”, Ameghiniana 38: pp. 375-384.
180
B E STIARIO FÓSIL
Prevosti, F. J. y S. F. Vizcaíno (2006): “Paleoecology of the large carnivore guild from the late Pleistocene of
Argentina”, Acta Palaeontologica Polonica 51: pp. 407-422.
Redford, K. H. y J. F. Eisenberg (1992): Mammals of the Neotropics. The Southern Cone: Chile, Argentina,
Uruguay, Paraguay. Vol. 2. Chicago and London: University of Chicago Press.
Reig, O. A. (1981): “Teoría del origen y desarrollo de la fauna de mamíferos de América del Sur. Museo
Municipal de Ciencias Naturales Lorenzo Scaglia”, Monografie Naturae 1: pp. 1-162.
Rose, K. D., R. J. Emry, T. J. Gaudin y G. Storch (2005): “Xenarthra and Pholidota”, en K. D. Rose y J.
D. Archivald (eds.): The Rise of Placental Mammals. Origins and Relationships of the Major Extant
Clades, pp. 106-126. Baltimore and London: John Hopkins University Press.
Rusconi, C. (1932): “Dos nuevas especies de mustélidos del piso Ensenadense: Grisonella hennigi n. sp.
et Conepatus mercedensis praecursor subs. n.”, Anales de la Sociedad Científica Argentina 113: pp.
42-45.
Rusconi, C. (1967): Animales Extinguidos de Mendoza y de la Argentina. Mendoza: Edición Oficial.
Saint-André, P. A. y G. de Iuliis (2001) : “The smallest and most ancient representative of the genus Me-
gatherium Cuvier, 1796 (Xenarthra, Tardigrada, Megatheriidae), from the Pliocene of the Bolivian
Altiplano”, Geodiversitas 23: pp. 625-645.
Sánchez-Villagra, M. R., O. Aguilera e I. Horovitz (2003): “The anatomy of the world’s largest extinct
rodent”, Science 301: pp. 1708-1710.
Schwartz, M. (1997): A History of Dogs in the Early Americas. New Haven and London: Yale Uni-
versity Press.
Scillato-Yané, G. J. (1976): “Sobre algunos restos de Mylodon (?) listai (Edentata, Tardígrada) proce-
dentes de la cueva Las Buitreras”, Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología, n. s. 10:
pp. 309-312.
Scillato-Yané, G. M., A. A. Carlini, S. F. Vizcaíno y E. Ortiz-Jaureguizar (1995): “Los Xenartros”, en M.
T. Alberdi, G. Leone y E. P. Tonni (eds.): Evolución Biológica y Climática de la Región Pampeana
durante los Últimos Cinco Millones de Años. Un Ensayo de Correlación con el Mediterráneo Occi-
dental. Monografías CSIC, Madrid 12: pp. 181-210.
Scotese, C. R. (1998): Continental Drift (0-750 Million Years) a Quicktime Computer Animation. Arling-
ton: University of Texas.
Scott, K. M. y C. M. Janis (1993): “Relationships of the Ruminantia (Artiodactyla) and an analysis of the
characters used in ruminant taxonomy”, en F. S. Szalay, M. J. Novacek y M. C. McKenna (eds.):
Mammal Phylogeny: Placentals, 282-302. Nueva York, Springer-Verlag.
Simpson, G. G. 1(950): “History of the fauna of Latin America”, American Scientist 38: pp. 361-389.
Simpson, G. G. (1980): Splendid Isolation. The Curious History of South American Mammals. Yale Uni-
versity Press.
Soibelzon, L. H. (2004): “Revisión sistemática de los Tremarctinae (Carnivora, Ursidae) fósiles de
América del Sur”, Revista del Museo Argentino de Ciencias Naturales, n. s. 6: pp. 105-131.
Tauber, A. A. (2000): “Hallazgos de Proterotheriidae (Mammalia, Litoptena) en el Pleistoceno de Cór-
doba, Argentina”, Ameghiniana 37: pp. 157-162.
Theodor, J. M., K. D. Rose y J. Erfurt (2005): “Artiodactyla”, en K. D. Rose y J. D. Archivald (eds.):
The Rise of Placental Mammals. Origins and Relationships of the Major Extant Clades, pp. 215-233.
Baltimore and London: John Hopkins University Press.
BESTIARIO FÓSIL
181
Tonni, E. P. (1992): “Tapirus Brisson, 1762 (Mammalia, Perissodactyla) en el Lujanense (Pleistoceno
Superior-Holoceno Inferior) de la provincia de Entre Ríos, República Argentina”, Ameghiniana
29: pp. 3-8.
Tonni, E. P., A. A. Carlini, G. J. Scillato-Yané y A. J. Figini (2003): “Cronología radiocarbónica y condi-
ciones climáticas en la Cueva del Milodón (sur de Chile) durante el Pleistoceno tardío”, Ameg-
hiniana 40: pp. 609-615.
Tonni, E. P. y R. C. Pasquali (2005) : Mamíferos Fósiles. Cuando en las pampas vivían los gigantes. 2.º ed.
Córdoba: Editorial Científica Universitaria.
Tonni, E. P., A. L. Cione y A. J. Figini (1999): “Predominance of arid climates indicated by mammals in the
pampas of Argentina during the Late Pleistocene and Holocene”, Palaeogeography, Palaeoclimatology,
Palaeoecology 147: pp. 257-281.
Vucetich, M. G. y D. H. Verzi (1999): “Changes in diversity and distribution of caviomorph rodents during
the Late Cenozoic in southern South America”, en E. P. Tonni y A. L. Cione (eds.): Quaternary Ver-
tebrate Palaeontology in South America. Quaternary of South America and Antarctica Peninsula
12: pp. 207-223.
Webb, S. D. (1985): “Late Caenozoic mammal dispersals between the Americas”, en F. G. Stehli y S. D.
Webb (eds.): The Great American Biotic Interchange, pp. 357-386. Nueva York: Plenum Press.
Zurita, A. E., A. A. Carlini, G. J. Scillato-Yané y E. P. Tonni (2004): “Mamíferos extintos del Cuaternario
de la Provincia del Chaco (Argentina) y su relación con aquellos del este de la región pampeana
y de Chile”, Revista Geológica de Chile 31: pp. 65-87.
Zurita, A. E. (2002): “Nuevo gliptodonte (Mammalia, Glyptodontoidea) del Cuaternario de la provincia
de Chaco (Argentina)”, Ameghiniana 39: pp. 175-182.
Zurita, A. E., G. J. Scillato-Yané y A. Mones (2007): “Aspectos nomenclaturales de la Familia Glypto-
dontidae (Mammalia, Xenarthra): el caso de Sclerocalyptus Ameghino, Hoplophorus Lund y la
Tribu Sclerocalyptini”, Ameghiniana 44.
Wyss, A. R. y J. J. Flynn (1993): “A phylogenetic analysis and definition of the Carnivora”, en F. S. Szalay,
M. J. Novacek y M. C. McKenna (eds.): Mammal Phylogeny: Placentals, pp. 32-52. Nueva York:
Springer-Verlag.