México, 23 de abril de 1936. Querido Jean Paulhan: Mi vida
aquí parece milagrosa: puedo decirlo. Lo que he obtenido de la Cía. Trasatlántica para partir obtengo aquí del gobierno, de grupos diversos, de la Universidad, etc., etc., para continuar mi viaje, para internarme en México. Espero al regresar poder contarle muchas cosas extraordinarias y que podrán mostrarle a todo el mundo que en efecto el mundo es doble y triple y todo marcha por planes y por regiones. Se me conduce y se me protege. Es lo que puedo decir. He tenido terribles disgustos materiales, pero no han durado mucho y he salido adelante mediante un concurso de circunstancias que muestran que hay una fuerza activa y vigilante que me protege. Cuando le cuente los hechos estará convencido. México es un país extraordinario: tiene fuerzas en reserva y si puede decirse al desnudo. Yo no me equivoqué al tratar de venir aquí. Solamente que como en todas partes hay el mundo oficial y el otro. Pero el otro es tan fuerte que el mundo oficial se transforma. Insista, le suplico, con Gallimard para que mi libro sobre el teatro aparezca al fin y aparezca sin tardanza:
Hay varios artículos que muchas gentes que debieran haber
leído no los leyeron porque fueron publicados en revistas y no en libro. Y además ha dado vuelta la Rueda del Tiempo. Y otras cosas que este libro contiene se han vuelto de actualidad. Otras van a subir al primer plano de esta misma actualidad porque la conciencia del mundo cambia, y no son jamás los mismos objetos que despiertan la conciencia de la gente. Lo que era sutil e impermeable por el lado abstracto de su naturaleza, sin cambiar de presentación, de forma, se vuelve totalmente concreto de repente. Usted comprende, querido Jean Paulhan, que me importa estar en mi tiempo y que mis ideas las utilizan otros. Lo que veo en México me prueba que siempre he estado en la buena vía. Importante es que no por razones puramente comerciales me vea yo frustrado del beneficio de todo aquello que he pensado antes que todo el mundo en este tiempo. Me parece inmoral. Lo repito: lo exijo de nuevo. Hable de este libro a André Gide, a André Malraux. No es posible que después que usted haya hablado con ellos no encuentre en ellos aliados. Aquí el Gobierno hace traducir mis textos y los publica en volumen. Se trata de cosas nuevas que he escrito sobre la Cultura, la Tradición, la Magia, México y el Destino. En París no he tenido más que fracasos. He dejado París dejándole textos que no han aparecido. Aparecerán dentro de diez años cuando todo el mundo haya chupado la sustancia y que yo tenga el aspecto, diciendo lo que digo, de continuar imitándome. Esto no es posible. Tengo la gracia de decir que mi libro El teatro y su doble, los dos textos destinados a Mesures contienen ideas esenciales, ideas renovadas, las bases de una verdadera ciencia, una manera de volver a empezar en pequeño, pero lo contienen, con toda una tradición 259 perdida. En este momento el mundo busca los fundamentos y no es el momento de rechazar los libros, las obras que sugieren las bases para publicarlas, en lugar de quién sabe quién que hará dinero inmediatamente y no tendrá ningún futuro, y sea lo que piensen en Gallimard un libro como El teatro y su doble puede hacer dinero si una propaganda juiciosa lo sabe enviar a donde hace falta. Muchas centenas de ejemplares pudieran ser vendidas en México. Que Gallimard no me pague si quiere, pero que el buen Dios haga aparecer ese libro. Es importante que Gallimard sepa que la Revolución se incuba en todas partes y que es una Revolución para la cultura, en la cultura y que no hay más que una sola mágica cultura tradicional, y que la locura, la utopía, el irrealismo, el absurdo van a convertirse en la realidad. Que venga a México a darse una vuelta: comprenderá que un estado de cosas es muerto y que sobrevivimos actualmente a nosotros mismos y que es vano seguir agarrándose a ese cadáver. Que sería muy inteligente agarrarse a obras que contienen las bases de esta especie de locura durable. Yo espero, querido Jean Paulhan, recibir carta suya en donde se me diga que El teatro y su doble ha aparecido o va a aparecer, o que por lo menos me dé una fecha de aparición. He tenido tremendos, graves problemas de dinero, pero se lo repito: el cielo me ha ayudado milagrosamente. Así que no es bajo este aspecto financiero que le pido ahora que presente a Gallimard la cuestión de la publicación de mi libro, sino sus aspectos de necesidad intelectual, moral, que después traerá dinero. México es una ciudad de temblor de tierra: quiero decir que es un temblor de tierra que no ha terminado de 260 desarrollarse y que se ha petrificado en su lugar. Y esto en el sentido físico del término. Las fachadas se enfilan y forman montañas rusas, toboganes. El terreno de la ciudad parece minado, agujereado por las bombas. No hay casa que esté en pie, un solo campanario. La ciudad contiene 50 torres de Pisa. Y las gentes tiemblan como su ciudad: parece que están en pedazos también ellos, sus sentimientos, sus citas, sus asuntos todo es un enorme rompecabezas del que a veces se sorprende uno que pueda recomponerse, que se pueda con el tiempo llegar a reconstruir su unidad. Hay en México una mezcla imposible de razas: Indios con Indios, Mayas con Aztecas, Aztecas con Zapotecas, Zapotecas con Tarascos, Tarascos con Totonacas, Totonacas con Otomíes, Otomíes con Huastecos, Huastecos con Zacatéeos, Zacatéeos con Cachiqueles, Cachiqueles con Criollos, Criollos con mestizos de Criollos, mestizos de Criollos con Yaquih, Yaquis con Ki-Ka-Púes, Ki-KaPúes con Rien du Tout, y cuando se llega a la Nada es que intervienen los seres irreductibles, los Tarahumaras vegetarianos, y los Lacandones que no son más que 300 y que morirán por no ayudar a la dominación por sí misma condenada de los Blancos. Todas estas razas hierven, digo hierven, se enracinan sobre ellas mismas, ceden, se bastardizan y mueren. Hay quienes se acuestan con su madre para no acostarse con los blancos, pero las Madres devienen estériles, han dejado de alimentar la raza, y la raza se va a un país "donde la Madre de todo el mundo cuida de que sus hijos guarden siempre un peso sobre ellos". La política del Gobierno no es Indigenista3 quiero decir que no es de espíritu Indio. No es tampoco lo Pro-India que los periódicos pretenden. México no busca convertirse o volver a convertirse en Indio. Simple261 mente el Gobierno de México protege a los Indios en tanto que hombres, no en tanto que Indios. Después de la Revolución el Indio ha dejado de ser el paria de México; pero es todo. No se le ha dado un lugar aparte. Yo diría más: no se le protegen sus ritos; se contentan con respetar sus costumbres. No es la misma cosa. Y bien que oficialmente el prejuicio de raza se ha combatido, hay un estado de espíritu más o menos consciente, pero general, que quiere que los Indios sean todavía de raza inferior. Se sigue sin embargo tomando a los Indios por salvajes. Se considera a la masa India como inculta y el movimiento que domina México es "elevar a los Indios incultos hacia una noción occidental de la cultura, hacia los beneficios (SINIESTROS) de la civilización". Hay Maestros de Escuelas, que aquí se llaman Los Rurales, que van a las masas indígenas para predicar el evangelio de Karl Marx. Pero antes del evangelio de Karl Marx estas masas Indias consideradas incultas están en el mismo estado de espíritu del que estaba Moctezuma frente a las prédicas infantiles de Cortés. Durante 4 siglos no ha cesado de propagarse este error Blanco. Enfermos, aplastados, diezmados y en parte degenerados, los Indios conservan el recuerdo de su vieja, sobrenatural cultura, producto de sobrenatural inspiración. De este modo en lugar de tratar de elevar a los Indios a la cultura son los mestizos de criollos (los criollos son aquí los descendientes de los Blancos) quienes debieran elevarse hasta la cultura de los Indios. Esta cultura subsiste, en harapos, pero subsiste. Los secretos de la curación mediante plantas que para nuestro espíritu de Blancos forma parte de no sé qué brujería natural constituyen en realidad los restos de una antigua Ciencia oculta de 262 la curación. Y los Indios con su brillante atavismo saben percibir todavía los orígenes de esta Ciencia. Son los herederos de un tiempo en que el mundo poseía todavía una cultura que era vida; porque para ellos la civilización no puede separarse de la cultura y la cultura del movimiento mismo de la vida. Lo saben y lo dicen en un lenguaje que ya no entendemos porque somos demasiado inteligentes. Y hemos acabado de olvidar lo que era "el hogar murmurante de vida". Para los Indios la vida es un lugar murmurante, es decir un fuego que resuena, y la resonancia de vivir desposa todos los grados del diapasón. Hay un ruido que hace morir las plantas y ese ruido al compás que mueren algunas plantas es el que acompaña el alma del hombre en el momento en que se consume. Por eso las prédicas sociales de los Evangelistas de Marx les hacen reír. Curad primero la vida, dicen, sólo así renacerá el estado Social dentro de los límites ruidosos, porque es en el crepitar del fuego que la vida anuda sus fuerzas. Y esta idea medular superior viviente en los borborigmos de sangre explica por qué a menudo se recibe a balazos a los Maestros de Escuela. El Gobierno les ofrece tierra a los Indios pero junto a urnas electorales y los Indios protestan que no quieren urnas, ni tierras, sólo Libertad. En la práctica esta cuestión no es simple. Aquí también hay que hacer diferencia. A menudo es por fanatismo cristiano que los Indios, que son todos campesinos rehusan tierras y urnas movidos por los "Sacerdotes" católicos que se insurreccionan contra los enviados del Gobierno. Pero es también por fanatismo pagano, es para defender su Jiculi (Dios del Peyote), su Raienai (el Sol), su Mecha (la luna) que toman sus fusiles. Al fanatismo religioso de los Tarahumaras, de los 263 Yaquis, de los Seris, responde del lado oficial un fanatismo socialista. Para algunos Maestros Rurales Karl Marx es también un dios; y después de Marx, le he oído decir a uno de ellos, sabemos lo que nos va a traer la Historia, y es en virtud de esta ciencia eterna y definitiva que podemos educar a nuestros Hijos. Nunca terminaría, querido amigo, si quisiera describir el estado de México. Puede usted ver que es apasionante y debo agregar que existen en todas partes Hombres convencidos, y cuyo honesto fanatismo se apoya en la más indiscutible buena fe. Finalmente y esperando buenas noticias de París aprieto afectuosamente sus manos.