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Índice

C a p ít u l o i

ENTRE LA S BRUMAS
DEL TIEM PO
L a ú lt im a r e u n ió n

En la intensidad de los relatos de mi madre, de sus compañeros y de


mis hermanos mayores viví día a día su época, a tal punto, que en muchos
momentos de mi vida me parecía pertenecer a ese pasado.

Mi infancia me permitió estar en contacto directo con los fundado­


res del PSR y en alguna infantil medida también participar de su mundo.
Observé la elaboración de diarios y memorias, oí sus conversaciones sobre
mensajes y discursos, la planeación de sus huelgas, el tono de sus versos,
canciones y chispazos. Repetían episodios de rebeldía, audacia, espionaje,
delación. Fueron sin duda años demasiado importantes para todos: tocaba
a su fin la plenitud de aquel puñado de revolucionarios mientras que para
mí empezaba la vida.

Con mi hermano Tomás (Nene Bay, como yo le decía) merodeábamos


por ahí buscando que alguno nos encaramara en sus rodillas: yo quería ser
como ellos, imitarlos, y dejaba de jugar para observarlos: se entendían a señas,
movimientos de manos y cabezas, guiños de ojos y hablando en jerigonza: apa-
copos-tepe-mopos-lopos-nipi-ñopos. Nosotros entendíamos todo, pero ellos no
lo sabían. Ha sido un hermoso recuerdo y estoy segura que en ese tiempo se
inició una formación, mejor, una convicción de lo que habría de ser en mi vida
y por lo que habría de sacrificar tanto.

Entre las brumas del tiempo voy enfocando cuidadosamente una


escena de finales de 1935, hasta que el lente precisa cada cara, cada acti­
tud, todo el ambiente. Quizá convenga recordar lo que sucedió en aquella
reunión, tal como entonces lo comprendí, viviéndolo, y tal como ahora lo
recuerdo, enriquecido con lo que más tarde oí contar sobre ella, siempre y
cuando mi memoria sea capaz de atar los cabos de ese episodio... y otros
acontecimientos. Ahí estaban Tomás Uribe Márquez, María Cano, César
Guerrero, Juan C. Dávila, Urbano Trujillo, Carlos Cuéllar, Elvira Medina,
Enriqueta Jiménez, Julio Buriticá... eran más, muchos más... y por lo me­
nos 8 ó 10 comisionados que venían de lejos; yo sabía por ósmosis quiénes
eran. Veo a María Cano... Oigo su voz... la mirada brillante con expresión
vivaz y un taconeo nervioso por la sala, de aquí para allá, de allá para acá
antes de empezar la reunión. Esa mirada y el movimiento de su cuerpo
reflejaban su espíritu.

Los antiguos dirigentes del PSR conocían bien el lugar. Alzaban a los
niños con familiaridad, recibían los refregones afectuosos del perro Ney,
M a r ía T il a U r ib i

volvían a admirar las palomas mensajeras de otros tiempos, com entaban


los libros del estante y alababan el paisaje, los rosales y girasoles que se
veían por la ventana.

Para nosotros y para Ney las reuniones de los mayores nos parecían
una fiesta porque los visitantes nos llevaban bizcochos; en la mesa había más
pan que de costumbre y de remate era día de ponerse los vestidos de cuello
marinero. Ney era un perro de mirada expresiva, inmenso, amarillo y con
personalidad acentuada. Para 1935, con 11 ó 12 años encima, ya estaba reti­
rado pero había vivido la época revolucionaria como cualquier mortal: aquel
tiempo en que lo sacaban a las manifestaciones en primera fila y él compar­
tía la conciencia colectiva porque no le aullaba a la luna sino a la policía, se
regocijaba alrededor de las banderas de 3 ochos ladrando con voz afectiva
y yo llegué a creer que lo único que le faltaba era cantar La Internacional.
Más que un perro lo sentíamos como una especie de hermano bueno que nos
acompañaba en cuanta aventura o juego iniciábamos. ¡Cuántas cometas se
hubiera llevado el viento de no haber sido porque Ney sujetaba las cuerdas
con su hocico! De él quedaron historias sin fin, como también de las palomas,
que habían cargado mensajes de los revolucionarios con más efectividad y
seguridad que el correo. Los niños nos sentíamos importantes, nos pedían
que recitáramos el Rui Rin Renacuajo, La pobre vicjecita y festejaban el avance
de nuestro deletreo. Las letras las reconocíamos en los libros, había muchos,
pero no sólo en la biblioteca sino distribuidos en el comedor, las mesitas de
noche, el cuarto de la plancha y hasta en los anaqueles de la despensa: en la
parte de abajo estaban las mazorcas, el banano y la yuca y de ahí para arriba
l a Divina Comedia, Crimen y Castigo y textos de Alejandra Kolontay...

Me parece que fue en esa ocasión cuando hablaron de nosotros, de


enviarnos a Moscú. Ese era un ofrecimiento particular, especie de premio
de consolación que ofrecía el Partido Com unista Colombiano (PCC) para
formar a un grupo de niños. Pero no, el punto central de su discusión era
otro: analizaban lo sucedido desde el año 30, y la posibilidad de encontrar
condiciones favorables para que varios de ellos reingresaran a la lucha
aportando su experiencia.

En la reunión algunos ocupaban asientos, a las mujeres les cedieron


el sofá, la mecedora y las sillas y todo indicaba que iba a com enzar un gran
acto porque la greca estaba lista y rodeada de muchas tacitas de café. María,
Elvira y Enriqueta pendientes de nosotros nos hablaban bajito, una por
una o las tres al tiempo, parecían un trío pedagógico. ?Te arreglo el lazoí y

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Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Entre las brumas del tiempo

cuando se agachaba para hacerlo María se llenaba de expresión maternal;


Enriqueta o Tatica, com o la llamaban todos cariñosamente, quería que nos
estuviéramos afuera y nos había apilado muñecos, ringletes y el ábaco en
el corredor enladrillado.

Mientras tanto Elvirita nos dejaba tareas: que el maromero quede


boca-abajo... laven el caballo de palo... tomen la pizarra y el gis para dibujar
las letras.

La amistad de ellas se remontaba a muchos años atrás y seguía siendo


sólida. Demasiadas circunstancias las unían: de un lado, militaban en la
vida sin doblarse ante las adversidades políticas porque amaban la lucha.
De otro, mantenían esa solidaridad femenina que prevalece en las conver­
saciones más íntimas y en los puntos de vista de mujeres diferentes, y en
este caso, de mujeres que llevaron vidas más profundas que muchas de sus
contemporáneas. Tenían en común, además, su juventud, gustos por las
mismas lecturas y por los versos de Gabriela Mistral, Juanita de Ibarbourou
y la colombiana -proscrita para la época- Laura Victoria, que recitaban
por su gusto por la declamación. Comentaban temporadas vividas en las
cárceles y tenían una cierta dosis de vanidad femenina... A las niñas nos
fascinaba ver cuando se aplicaban polvos en la cara con blancura de tiza y
parecían jazmines, y tocábam os sus vestidos de telas resbalosas que a ellas
les parecían bonitos. Ese mismo rasgo, años atrás, las impulsó a tomarse
esta fotografía para establecer quién era la más alta. Nunca imaginaron
que iría a ser utilizada como primicia en la primera plana de El Espectador
años después.1

Organizadoras de gran visión, habían cumplido en los años Veinte


funciones educativas, políticas, culturales y sociales y en la vida diaria
formaron parte del grupo prototipo de líderes naturales que al margen de
los nombramientos formales mueven las cosas. Era el grupo donde siempre
estuvieron Tomás, Mahecha y María, porque tenían don de magisterio y
una gran sensibilidad, antena, sentido de las cosas.

Nunca como ese día debieron estar todos tan convencidos de la nece­
sidad de vivir, pero a Tomás le quedaba poco tiempo de vida y aquella fue su
última reunión y también la del grupo. El creía que cada quien debía tomar
su decisión, continuar con sus ideales y avanzar, era lo que recomendaba. Por
supuesto, si algunos resolvían ingresar al Partido Comunista Colombiano,

' Diano El Espectador, febrero 9 de 1929, Bogotá

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M a r ía T ila U r ib e

De izquierda a derecha Enriqueta Jiménez. M a n a C a no


y Elvira M edina, 1927

en grupo o independientemente, tendrían que calibrar colectivam ente las


ventajas y las desventajas con toda la gama de resultados posibles. Tomás
confiaba en las capacidades y sanas intenciones de sus compañeros y eso
arrojaba más incertidumbre ante cualquier elección: por fuera no eran más
que ruedas sueltas; por dentro, el matrimonio podría fracasar. ¡Qué disyunti­
va!. Enriqueta y Elvira pensaban ingresar al PCC, y aunque no lo sintieron
fácil, lo hicieron al año siguiente, en 1936.

María, por su parte, no había dejado de apoyar a los trabajadores


que la solicitaban y esperaban y continuaría apoyándolos, aún sabiéndose
oficialmente rechazada por el PCC, pues ella nunca ingresó al nuevo partido.
Como de costumbre tenía un vestido oscuro, sencillo y en la cabeza una
peineta le aprisionaba a u n lado el pelo negro, blondo y corto que doblaba
detrás de las orejas. Unas poquitas pecas en la cara angulosa la agraciaban
y esa actitud segura de si misma st reflejaba también en el tono de su voz.

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Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Entre las brumas del tiempo

Ese era su mejor instrumento, tomaba inflexiones que expresaban lo que


iba sintiendo. De su elocuencia, decían, exaltaba hasta el delirio haciendo
gritar, reír, llorar, reflexionar o actuar a la gente, a los millares que la habían
oído por 6 años en su vida activa del PSR. porque a partir de 1930 jamás
volvió a la plaza pública. Tiene el poder misterioso de la transmisión, decía
Tomás, que alguna vez se expresó así de María:

¿Ustedes ñola han oído hablará Es elocuente, subyuga, fascina, convierte


con sus discursos. Solo que es un poco retórica. A María, para oírla hablar
bien, para oírle expresar conceptos verdaderamente elocuentes hay que
disgustarla. Ella, si llega a de|arse dominar por la ira es de una elocuencia
avasalladora. Basta recordar lo que nos sucedió cuando en la primera fila
de sus oyentes encontró un joven bien vestido que al oír sus palabras,
sonreía. .. !Qué maravillosa elocuencia adquirió entonces! Y una vez que
estábamos en Tunja, las autoridades quisieron disolver la masa obrera
que nos oía enviando por una parte de la calle un pelotón de policías y
por el opuesto otro de soldados. Las tropas avanzaban; la masa debajo
de nosotros bullía, lista a estallar. Nunca he visto mejor a María. Cada
palabra suya era un latigazo, cada frase una certera saeta...2

Cuando la reunión empezó los niños no pasamos de la puerta pero,


sin entender lo que decían los grandes, oíamos y observábamos todo: una
ortofónica de esquina ignorada por los visitantes, en la mesa de centro la
figura de un labriego tallada en madera, un lienzo de “Las segadoras” colgado
en la pared central, enfrente un óleo de Caitán Obeso. Había otros cuadros
bien dispuestos... pero no los recuerdo. En cambio, cierro los ojos y veo en
su conjunto al grupo, magos de la palabra uno por uno, discutiendo con
distinta actitud: alguien agitaba los brazos com o aspas de molino; en su
turno, otro señalaba un periódico; Tomás prendía su pipa y el “Negro”, el
inolvidable “Negro” Guerrero, volteaba el asiento y se sentaba en él colo­
cando el espaldar adelante.

Contra todo lo que pueda esperarse, eran muchas las explosiones


de risa. Años más tarde, muchos años más tarde “T a ta ” con su memoria
fotográfica nos hacía ver el pasado a través de sus ojos, descubriendo la
personalidad de cada cual o relatando con gracia sus vivencias; por fortuna
-decía- podíamos hacer del dolor y el humor primos hermanos y por eso la risa
aun en momentos como aquel, tiempos en que no nos sentíamos en capacidad de
juzgar, condenar, descalificar ni copiar... eso lo aprendimos después. Con ella y
por ella ciertamente pude reconstruir aquella reunión, la figura y el carácter

1 Entrevista a Tomás Uribe Márquez. E l Espectador, m arzo 7 de 1929, pág 14

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M a r Ia T il a U r ib e

de muchos de sus compañeros, sobre todo de aquellos que enfrentaron la


lucha, sabiendo reír de casi todo. Sucedía que en 1930 todo había cambiado
para los socialistas revolucionarios, entre otras razones, por la línea trazada
por la Internacional Comunista (IC) reunida en Buenos Aires, la cual marcó
un rumbo para varias organizaciones y partidos populares que existían en
América Latina, consistente en su disolución y la formación apresurada y
mecánica de partidos comunistas que los reemplazaran.

Los nuevos criterios políticos eran verdades incuestionables. La IC


exigía partidos monolíticos, eminentemente obreros, marxista-leninistas
y el PSR no había reunido esas caracterízticas; se componía de obreros,
campesinos, indígenas, artesanos e intelectuales com o correspondía a la
realidad social de esa época. Apenas algunos socialistas empezaban a conocer
el marxismo y en ocasiones habían salido al escenario público hablando de
Lenin y admirando la revolución rusa.

La Internacional Comunista y el PCC, a partir de su fundación en


1930, no le reconocieron al PSR antecedentes revolucionarios, endilgán­
dole carácter de liberal y además de caótico, desvanecido y acabado. Por
esto procedieron a darle sepultura. De remate veían en los ex-dirigentes
socialistas-revolucionarios un grupo de lo que ellos denominaban putchis-
tas' y aislaban todo lo que oliera a PSR, es decir, con ellos se estrenó en
Colombia la etapa de las purgas y otros métodos que también vivieron
cientos de revolucionarios del mundo; los funcionarios reemplazaban a los
dirigentes, los aparatos sustituían la convicción y la creatividad. Obviamen­
te los socialistas no podían persistir en su lucha fuera de la IC a riesgo de
convertirse en herejes y ser perseguidos sin misericordia, com o lo fueron
muchos posteriormente.

Es de suponer que los veteranos socialistas quedaron asqueados del


tratam iento al que habían sido sometidos y hay que saber que tam poco
encajaban en las nuevas perspectivas políticas; era abismal la diferencia que
existía entre lo que se había propuesto el PSR, su estrategia y sus métodos,
con lo que la IC ordenaba y el nuevo partido asumía. Eran dos maneras de
entender y encarar los problemas, que ya iremos viendo en la medida en
que transcurran estas páginas.

Pero había otras razones que agudizaban más la situación: según los
veteranos, se había apagado el fuego de la lucha, la CON había desaparecido

1 entuno alemán equivalente a preparar un golpe de Estado sin apoyo popular.

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Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Entre las brumas del tiempo

en 1929 y ellos mismos habían cometido serísimos errores. Además, que­


daron diezmados por la persecución gubernamental, el terror y la cárcel,
los destierros y la masacre de la zona Bananera. En síntesis, en 1930 se
encontraron los socialistas en un área de incertidumbre, en medio de una
marea de juicios y preguntándose: ?qué hacer¿, a tiempo que se iniciaba en
nuestro país la etapa Olaya Herrera con su abanico de ilusiones, presagio
de segura frustración.

La reunión avanzaba. Habían pasado cinco años y estábam os en


mitad de los T rein ta: otras circu n stan cias, nuevos hechos, gobierno
liberal, distintos problemas. El PCC, el m ism o que había hecho peda-
citos aquella historia del socialism o revolucionario considerando todo
lo anterior com o error, en otros aspectos había tenido aciertos y crecía,
nuevas gentes ingresaban a él. En lo internacional un hecho conm ovía a
Europa y el mundo y ya se vislumbraba la tragedia: Hitler había tomado el
poder en 1933; la faz del planeta iba a cam biar con la perspectiva de otra
guerra mundial y nadie podría perm anecer indiferente. Los asistentes a la
reunión sentían que su papel en las luchas populares no había concluido,
por eso estaban allí, analizando lo sucedido desde el año 30 y la posibili­
dad de en con trar soluciones favorables para aportar su experiencia; por
eso algunos de ellos, no teniendo desde dónde más actu ar orgánicam ente,
ingresarían al PCC a pesar de los adjetivos que recibieron, muchos de los
cuales por fortuna olvidaron.

Al concluir la reunión Tomás estaba visiblemente cansado, cada quien


había decidido el camino a seguir y en el ambiente pesaron las palabras
finales de Tomás: mantenerse hasta el fin leal e incorruptible fuese cual
fuese la ruta escogida. El no era un sectario -record ab an-, no le gustaba la
intransigencia, sólo amaba el trabajo político constructivo, el más sencillo
posible.
* * *

Aquella modesta casa de estilo colonial situada en la Sabana de Bogotá,


donde vivió Tomás sus últimos años, quedaba en la mitad de una especie de
bosque, era un lugar amable y allí se respiraba paz. Una vez traspasada la verja
de madera había que transitar un camino bordeado de flores y cubierto en lo
alto por un entrecruzado de árboles sembrados a los lados. Los perros vivían
adelante, los palomares de varios pisos se encontraban al lado del aljibe y
muy atrás, cerca a las eras de las hortalizas, estaban el sitio de ordeño de dos
pacientes vacas y un pequeño gallinero.

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M a r ía T ila U r ib e

Pero la vida allí no fue rutina; hasta 1936 los fines de semana la casa
se volvía lugar de reunión, de intercambio con diversos visitantes o com ­
pañeros de anteriores luchas que no podían dejar sus hábitos de conversar,
leer, estudiar y debatir los problemas del día. Tomás los atendía poniendo a
su disposición sus libros y su experiencia; era imposible ignorarlo, borrar su
autoridad política y moral o desconocer el cúmulo de su información sobre
geografía, historia, tradición y cultura de nuestro país y del movimiento de
masas que había florecido en sus entrañas. Por eso acudían a él compañeros
del campo y dirigentes obreros que fraguaban la famosa Fedenal*, o jóvenes
estudiosos, inclusive los que se acercaban al Partido Comunista. Porque en
todo momento Tomás fue profundamente respetuoso de quienes le habían
impuesto forzado marginamiento político.

Tampoco todo era rigor. Entre sus v isitan tes estaban, adem ás,
otros amigos; allí llegaban su hermano Jorge Uribe Márquez, José Vicente
Combariza (“José M ar”), el poeta De Greiff y otros más, por lo general
en grupo. O tras veces esperaba a Juan C. Dávila que casi siempre traía un
soneto nuevo, al maestro Uribe Holguín y demás contertulios de “La gruta
simbólica”. En la espaciosa sala se escuchaba entonces recitar la poesía de
José Asunción Silva y Rubén Darío y era inevitable la música de entonces,
los danzones cubanos de Barbarito Diez entreverados con los inmortales
“Coro de los Martillos”, “La marcha triunfal de Aída” o el “Brindis de la
Traviata”, favoritas de Tomás; y con las nacionales del m aestro Luis A.
Calvo y de los propios músicos visitantes. Innumerables son los recuerdos
personales y colectivos en torno del nombre de Tomás.

P r i m e r o s p a s o s d e u n a v id a

Tomás nació en Medellín, el 26 de noviembre de 1886 en un hogar


burgués, de ideas avanzadas, propias de la época. El padre, don Luis Uribe
Latorre, de lejano origen vasco, era persona im portante en la sociedad
antioqueña, fundador de la Escuela de Minas en Medellín. Era aquella una
familia progresista, liberal y laica que creía en los avances de la ciencia y la
educación técnica, de aquellas que se llamaban demo-liberales y también
“solferinas por anticlericales, e identificaban a la Iglesia con los sectores
más reaccionarios y atrasados.

• La Federación Nacional de Transporte Fluvial (FEDENAL), nació en 1934

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Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Entre las brumas de! tiempo

Tomás no recibió ninguna educación religiosa, en cambio, vivió en un


ambiente familiar frecuentado por los intelectuales de entonces, donde se res­
piraba radicalismo liberal a desayuno, almuerzo y comida. Creció en contacto
con una generación mayor que la suya, que se movía en el mundo de la cultura
y de la política y dentro de ésta, la guerra, a la que pertenecía el general Uribe
Uribe, primo hermano de don Luis. Según el mismo Tomás, los planteamientos
y discusiones que oyera desde niño al tío-segundo, quien llegaba en el momento
menos pensado a la casa en busca de ayuda, le impactaron y despertaron su
interés por los problemas sociales y políticos. La guerra civil de los Mil Días
era el tema obligado: los nombres de combatientes, los muertos, o quienes se
incorporaban, eran familiares para el niño; nombres que, por recomendación
materna, no repetía en el colegio.

Tomás fue el segundo entre nueve hermanos, ocho hombres y una


mujer. A los catorce era joven de gran vigor y confianza en sí mismo; las
costumbres hogareñas influyeron en la formación de su carácter porque sus
padres ordenaban para los hijos hombres una férrea disciplina, distribuida
entre el tiempo de estudio y las labores en la hacienda, al lado de los tra­
bajadores. Por eso y com o buen maicero, a esa edad manejaba el machete,
montaba en pelo para amansar uno que otro potro y realizaba labores que,
según las costumbres de esa raza que fuera de colonizadores, lo formaban
■‘pa'm acho”. En el colegio había logrado colocarse un curso antes de su
hermano mayor, porque en esa época subían de grado a los estudiantes
destacados. Fue allí, en el colegio, donde sufrió Tomás la primera experiencia
pública de su vida, que además de adelgazarlo un poco más lo marcó para
siempre. El la catalogaba com o una experiencia paradójica, porque a la vez
que la sentía de ingrata recordación también le había dado el tim onazo de
su vida, colocándolo al lado del general Uribe y sirviéndole de coraza para
adquirir valor frente a las adversidades.

L a e x c o m u n ió n

El joven Tomás venía escandalizando a m aestros y compañeros de


estudio por su anticlericalismo e ideas rojas, no sólo expresadas verbalmente,
sino con la elaboración de hojas que firmaba y fijaba en las esquinas del
barrio y las paredes del colegio. Eran cuestionam ientos - a su m od o- frente
a las actitudes autoritarias de ciertos curas, de m aestros férreos y de nor­
mas disciplinarias verticales e injustas. Tamaño desafío y atrevimiento no
los perdonó el señor Obispo, a quien llegó la noticia del rebelde y, ¡vade

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M a r ía T ila U r ib e

retro! Tomás fue excomulgado públicamente en 1901. Carteles en el atrio,


vergüenza desde el pulpito, expulsión del colegio y cupo en el infierno,
según la usanza.

La excomunión de Tomás significó para la familia el rechazo en ciertos


círculos. La madre debió soportar miradas de espanto y cuchicheos de beatas;
dudas de algunos com erciantes para venderle víveres o telas; sentencias
del prefecto de disciplina del colegio para con la oveja descarriada y, a su
paso, m urmuraciones lastimeras encomendando la familia Uribe M árquez
al Sagrado Corazón de Jesús. Pero en una sociedad de habituales extrem os
com o la antioqueña, en donde no era difícil encontrar en una misma familia
com ecuras y místicos, m anirrotos y avaros, prostitutas, monjas y otros
sorprendentes contrastes, también hubo voces y actitudes comprensivas,
amigables y hasta indignadas con el castigo que en ese medio y para esa
época significaba nada menos que el destierro.

El joven abandonó su ciudad en una de las siguientes madrugadas con


el carriel al hombro y las pocas pertenencias que le empacó la madre; ella, con
entereza, había hecho causa común con su hijo. Contaba él que al llegar al
filo de la m ontaña volvió a mirar la ciudad y después de recibir un beso en la
frente inició el descenso, oyendo a sus espaldas la voz sollozante que decía:
¡cuándo podrá volver...! La madre nunca supo que a sus íntimas y solidarias
primas Carmen Lucía y María Cano, días antes Tomás les había dicho en uno
de sus arranques: "aquí volveré /’ero a echarle mierda a la caverna". De un m a­
torral salió un campesino a su encuentro al term inar la cuesta y ya aclarando
el día. Era uno de los hombres del general Uribe, que esperaba para guiar al
nuevo y casi niño soldado: Tomás, entusiasmado, había decidido incorporarse
a las filas de los "chusmeros", en la guerra civil de los Mil Días.*

Como estafeta y muchacho de confianza permaneció por un año al lado


del tío, aprendiendo de él, recibiendo lecciones de hombre, familiarizándose con
las armas, las ideas y el vocabulario de quienes vivían en la lucha. Ese capítulo

La guerra de los Mil Días se inició en 1899 y term inó en 1902, pero sus secuelas fueron
de larga duración pues la guerra continuó en los espíritus. En ella tom aron las armas
105.000 hombres: 70.000 por el gobierno conservador y 35.000 por los liberales cuyo jefe
m áxim o fue el general Uribe Uribe. Se libraron 218 com bates entre los dos bandos: las
batallas de “Peralonso” y “Palonegro” fueron las más grandes. La derrota política fue de
los liberales que iban tras el poder, en lo m ilitar fue considerada un em pate. Colombia
quedó en ruinas, los campos desolados, la población enferma. Los historiadores han esti­
mado entre 80 y 100 mil los m uertos en esa guerra.

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Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Entre las brumas deI tiempo

de su vida le permitió conocer el país de las guerrillas y emboscadas; él decía


que andaban con la muerte a cuestas y ni cuenta se daban.

En 1902 la guerra terminó. Tomás volvió a Medellín prácticam ente


en secreto, com o si estuviera en territorio enemigo y una vez allí sus padres
lo llevaron a casa de otro familiar m ientras hacían los arreglos para que el
joven saliera del país con dirección a Europa. Fue una nueva experiencia
completamente opuesta a la anterior, que Tomás vivió en casa de este otro
tío suyo, hombre culto, de vocación pedagógica que lo tom ó por su cuenta,
poniéndole en sus manos las llaves de la biblioteca. Así pasó de la etapa en
que aprendió tácticas, avances, santos y señas, del tiempo en que vio arriar
bestias de los hatos para donde estuviera la tropa arranchada y fumó con
los soldados acurrucados en corrillo, a otro de silencio y sosiego, donde lo
iniciaron en el am or a la lectura. Ahí soñó con “Don Q uijote”, con la heroí­
na del D ante Alighieri, conoció a Iván, Dimitri, Aliosha y otros personajes
dostoievskianos, a los poetas y narradores de historias profanas y de vidas
de santos. De ese tiempo de encierro forzoso entre libros, anotaba Tomás
que, en virtud de esa paradoja que es tan frecuente en el desenvolvimiento
de la razón, la vida del Santo de Asís y las enseñanzas de San Agustín con­
tribuyeron eficazm ente en su cam ino hacia el Socialismo.

Uno o dos años después Tomás salía para Londres com o sólo podían
hacerlo pocos, muy pocos m uchachos de su tiempo, pues era reducido el
número de aquellos que podían estudiar en universidades extranjeras o si­
quiera conocer otras latitudes. Para sostener hijos en el Viejo Continente, la
familia debía poseer negocios de exportación y de im portación, que dejaban
inmensas ganancias. Don Luis exportaba café y traía mercancías, además,
contaba con parientes en cargos diplomáticos. Veinte años después, en su
época política de penurias, en los días de hambre con sus compañeros, Tom ás
solía reflexionar sobre los privilegios con los que contó hasta su juventud, a
los que renunció precisamente en su última etapa de Barcelona.

Provisto de incipiente inglés, tu to r colombiano y pensión moderada


según el criterio de sus padres, inició el m uchacho el viaje hasta Barran-
quilla; ahí debió esperar el barco que lo llevaría en veinte días a Londres. Ese
joven vital que conocía de cerca la cara de la m uerte se sentía frágil frente a
lo desconocido: Europa era una mancha, una silueta caprichosa en el mapa
y el resultado final de la excomunión. Sin embargo, la perspectiva era más
que interesante: term inar secundaria, convertirse en ingeniero agrónomo
y... conocer mundo, sueño dorado de cualquier joven m ortal.

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M a r ía T ila U r ib e

E u r o p a , un g r a n m u r a l

En 1904 no había una... sino varias Europas: la de los grandes


acontecim ientos políticos sembrados de contradicciones y tendencias; la
colonialista, generadora de tragedia hum ana; la de las movilizaciones de
masas, m arcando una época nueva en el m ovim iento obrero internacional;
la Europa influenciada por los literatos y novelistas del siglo anterior, con
la autoridad intelectual de los franceses Balzac, Dum as, Zolá; la que aún
proyectaba la fastuosa Bella Epoca de los sectores exclusivos, el espectáculo
de las óperas, las revistas ligeras de la Leo Candinni, la Caieté Parisienne,
la Mistinguette y la em oción de los aplausos para los dram as clásicos; la
de los pintores que retrataban las costum bres de las gentes sencillas,
los escritores-periodistas que despreciaban las m onarquías, hablaban de
convicciones y cuestionaban el colonialism o; la de los artistas y los inte­
lectuales... En fin, después de unos años de internado, en los que term inó
su secundaria, ante los ojos del universitario Europa aparecía com o un
inm enso mural lleno de trazos, colores y espacios al que no se sabía por
dónde em pezar a mirar.

Esa variedad le dio la oportunidad a él, sus dos herm anos, un primo
y un grupo de amigos estudiantes de enterarse de acontecim ientos tras­
cendentales. Japón, Inglaterra, Estados Unidos, Alemania, Rusia Zarista,
Francia e Italia enviaban tropas o misiones a China desencadenando una
de las más grandes torm entas de fuego de la humanidad. Por su parte, el
pueblo chino deseaba acabar con el feudalismo y en su suelo se fraguaban
muchas insurrecciones populares. Eran tiempos, además, de otros aconte­
cim ientos históricos, com o el desarrollo del socialismo inglés y el inicio del
hundimiento del imperio Austro-H úngaro.

El impulso revolucionario lo aportaba Rusia con su primera revolu­


ción en 1905, primer cim bronazo de la burguesía europea, que tuvo eco di­
recto entre los ya fuertes movimientos de trabajadores de Alemania, Francia,
Inglaterra y otros países de Europa e incidió igualmente en los movimientos
de liberación nacional de la India, Egipto y de las naciones sometidas por
el imperio Austro-Húngaro. Los trabajadores, estudiantes e intelectuales
en España, Italia y Francia principalmente, apoyaban los resultados de esas
luchas. La Segunda Internacional era muy activa y sus reuniones, congresos y
debates repercutían en todas aquellas gentes y en muchos políticos europeos
importantes. Por su lado los anarquistas se hacían sentir en todo el continente.
Era, indudablemente, una Europa política, en la que el proletariado crecía y

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Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Entre las brumas del tiempo

hacía sentir su presencia. Quizá todos estos hechos pesaban mucho más que
los recuerdos de la Bella Epoca del siglo anterior.

Al lado de estos im portantes sucesos históricos existían las otras


Europas y Tomás no estuvo ajeno a ninguna de esas facetas; se aficionó al
teatro, a la lectura de las novelas clásicas y otras y a la ópera. Empezó a leer
a los críticos y escritores de tem as nuevos y revolucionarios, a interesarse
por la complejidad política que se reflejaba en todas y cada una de las so­
ciedades. Para un tem peramento como el suyo, fundamentalmente rebelde
y con una sensibilidad social extrem a, esto último significó un peldaño más
en el desarrollo de su pensamiento. El lenguaje normal y corriente de las calles
-d ecía- fue para mí un poderoso instrumento de aprendizaje y reflexión. Tenía
necesariamente que impresionarme con la actitud de la gente en las movilizacio­
nes, con su vocabulario directo; tenía necesariamente que conmoverme ante tanta
gente con los mismos problemas.

No fue Londres sino París su centro vital; a esta ciudad acudía en los
veranos durante su vida de estudiante; después fue su centro de actividades
y proyectos. Desde allí despegó para Egipto con su hermano Gabriel -estu ­
diante de Filosofía, también en Londres- y decidió, allí mismo, su etapa final de
Barcelona. París -d ecía- fue mí universidad, y también el punto de encuentro con
sus principales amigos latinoamericanos, sus dos hermanos Gabriel y Jorge (el
menor de los Uribe Márquez, hacía poco había llegado a Europa para estudiar
Derecho Penal en Roma) y Francisco De Heredia. El grupo se relacionó a través
de afines y variadas inquietudes y se citaba en los sitios de rigor de entonces:
el parque de Luxemburgo, el cementerio de Pére Lachaise o ciertos cafés que
— según expresión de Tomás— eran centros de inteligencia y osadía. En torno
a las discusiones sus integrantes acordaron, en especie de pacto, leer y estudiar
filosofía antigua y moderna, occidental u oriental; a los fundadores, continua­
dores y reformadores políticos y filosóficos. Tomás recordaba esas reuniones
medio bohemias con emoción, donde nombraban al influyente filósofo Carlos
Marx, al que, a propuesta de Tomás, empezaron a conocer.

Gabriel, a quien llamaron “el poeta”, influyó indudablemente en la


vida y el horizonte político de sus dos hermanos y de su primo; habituados
a examinar colectivam ente el tránsito de sus vidas y a ayudarse en las acti­
vidades que emprendían, fue él quien más impulsó el estudio voluntario del
grupo al que hacía bajar de las especulaciones abstractas a los problemas que
los rodeaban. A través suyo surgían interrogantes y dudas en la intensidad
de la vida interior de cada uno. Por su iniciativa viajaron a Egipto en las
vacaciones del último año de estudios.

37
M a r ía T ila U r ib e

Gracias a ese viaje, Tomás pudo ver sobre el terreno las infamias del
colonialismo, fenómeno en el que nunca antes había meditado, y acercarse a
su hermano en el terreno de las preferencias políticas. Esta etapa fraterna ha­
bría de quebrarse muy pronto con la trágica m uerte de Gabriel en Londres
en 1909; Tom ás lo recordaba con una visión fugaz hecha de retazos en los
que se fundían num erosos recuerdos personales, su pensamiento -co n tab a
de Gabriel-se encontraba crispado por insatisfacciones, búsquedas e impotencias:
empecinado en variar el curso de los acontecimientos pero sin respuestas políticas
y en darle un timonazo a su vida pero sin precisar hasta qué punto.

La vida continuó. Poco a poco -recordaba Jo rg e- se sumaban circuns­


tancias que maduraban a Tomás aunque faltaban muchos años en su vocación
de revolucionario. Sin embargo, el proceso estaba en marcha... Daba él -Jo rg e -
la imagen de un Tomás joven, de gran imaginación y lucidez, que soltaba
frases agudas en las polémicas del café o del grupo lector; irritado cuando
se refería a los burgueses; con sentido del orden en la vida cotidiana.

En cuanto a cóm o se veía Tomás a sí m ism o en esa etapa de su ju­


ventud, reconocía que había encontrado a América por los caminos de la
vieja, arrogante y civilizada Europa y que, antes de llegar a la médula de los
problemas, su pensamiento se fue desenvolviendo poco a poco, unlversa­
lizándose, estructurándose, sufriendo un proceso de cambios enmarcado
en épocas distintas. Subrayaba aquello que creía grande, com o sus etapas
en Barcelona o Egipto.

Para un observador atento, la com paración de la miseria africana


con la opulencia europea tenía que traducirse en otra reflexión. A Tomás le
creó instintivam ente un sentim iento nacionalista (en el mejor sentido de la
palabra) al evocar su propio continente y su país. Ese viaje se convirtió en
un choque y despertó su interés por saber algo más en el terreno teórico,
fue entonces cuando inició sus escritos:

Desde el último cuarto de siglo pasado, los grandes estados del mundo
se han lanzado a la búsqueda de colonias. Hasta entonces solamente
Inglaterra, Rusia y en parte Francia, tenían colonias. De 1884 a 1900
aparecieron en la escena Alemania, los EE.UU. y el Japón. Durante este
período han sido conquistadas Asia, Africa y América, territorios de una
población de 570 millones de habitantes.

Gran Bretaña tiene 46 millones de habitantes, y sus colonias 429. Por cada
inglés 9 esclavos coloniales. Francia, con 39 millones, tiene 45 de súbditos.
Bélgica, con 7, tiene 17.5 millones de súbditos coloniales. Holanda, con
7, tiene 49.5 millones de esclavos coloniales.

38
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Entre las brumas del tiempo

Los 5 Continentes miden 134 millones de kilómetros cuadrados, de los


cuales 90 son de colonias, y tienen 1.750 millones de habitantes, de los
cuales 1.250 están sometidos... Nos hemos separado de los que hubié­
ramos debido guardar y hemos guardado a los que hubiéramos debido
separar de nosotros.

E n B a r c e lo n a

Barcelona era un auténtico hervidero político; de su vida en esa ciudad


Tomás destacaba la enorme tradición de las luchas populares, campesinas,
mineras. Cientos de hojas, periódicos, movimientos y huelgas se veían allí,
donde nació a partir de 1860 el proletariado español y la lucha por la inde­
pendencia de Cataluña. El peso diario de los anarquistas y de la Federación
Ibérica Anarquista era grande: en las Casas del Pueblo y en el aire de toda
la ciudad se respiraban el socialismo y el anarquismo.

T o m á s en B a rce lo n a

Yo entonces era liberal y vivía en Barcelona -dijo Tomás en una entrevista


años después-. Un día paseaba por las Ramblas cuando me detuvo un ven­
dedor ambulante. Extrajo del bolsillo del abrigo una colección de postales
obscenas. Yo las vi rápidamente y le dije: no compro esto porque no tiene
ningún arte. Entonces, juzgándome hombre serio y no queriendo perder
al cliente, extrajo del bolsillo un montón de obras socialistas. Compré

39
M a r ia T ila U r ib e

algunas, de Lenin, Pablo Iglesias y Bakunin. Me fui a casa, en un quinto


piso, y las leí de un tirón; leía todavía cuando comenzaba a amanecer.
Entonces, en confidencias con mi almohada, me convencí de una cosa: que
yo no era liberal, que no había sido nunca liberal: que era socialista...

Ahora, la historia com pleta fue así:

Terminados sus estudios, el anhelo de Tomás era volver, tenía entu­


siasmo, ideales y deseo de trabajar con otras gentes; quería combinar las
dos tendencias aparentem ente opuestas que amaba: la tierra y la política.
Pero una iniciativa de su padre y de un viejo amigo de éste lo puso en con­
travía: se trataba de instalar una fábrica en Barcelona, en la que el amigo
fuera socio industrial y el hijo socio capitalista. Tomás llegó a esa ciudad y
se encontró con un recibimiento digno del más refinado burgués: el socio,
un señor catalán, le tenía alojamiento preparado en el Hotel Colón de la
plaza central de Cataluña con el Paseo de Gracia y recepción en uno de los
salones de La Maison Dorée; ignoraba que su huésped era ya un hombre
desligado de compromisos sociales, indiferente a los convencionalismos,
con repulsión hacia el alarde del dinero. Tomás sentía desgano y fastidio
hacia el proyecto que lo apartaba de su profesión, del regreso anhelado y
de la ya diferente visión adquirida del mundo. Más lo hacía por una obli­
gación tácita, especie de retribución a los desvelos de don Luis, o para no
defraudar sus aspiraciones de ver al hijo convertido en potente industrial.
Pero lo defraudó y en grande 5 ó 6 meses después, tiempo en el cual se sintió
asfixiado, haciendo lo que no quería, no sabía y no debía pero al mismo
tiempo trabajando con ímpetu.

Luego vino lo del vendedor am bulante: era aquel hombre a quien


Tomás le compraba diariamente periódicos en la Rambla de Cataluña, y
estableció con él una relación de cam aradería que se trocó en una especie
de complicidad a partir del ofrecimiento y com pra de la literatura socialista.
M ientras Tomás se sorbía los libros com o esponja, el “am igo” vende-perió­
dicos le compraba la comida para ahorrarle el tiempo de comedor, le llevaba
más y más libros y term inó buscándole otra vivienda. Sim ultáneamente le
presentaba obreros y gentes de las fábricas que lo invitaron a sus sitios de
trabajo. Sobra decir que Tomás, con engañifas de supuestos viajes cortos y
urgentes empezó a perdérsele al socio m ientras éste, entusiasmado con el
dinero girado por don Luis desde Colombia, avanzaba en la empresa. Tomás
conoció los barrios pobres, las miserables buhardillas y cuartos oscuros
donde vivían los obreros con sus mujeres e hijos. Frente a una situación

40
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Entre las brumas del tiempo

tan penosa, amplios sectores habían sido influenciados y mediatizados por


la burguesía catalana; pero anarquistas y socialistas, con visiones y acciones
diferentes, agitaban y movilizaban otros sectores de la población.

Sobre esto meditaba en aquella ciudad, observaba a las masas de


obreros y a los jóvenes de cierta posición que frente a la represión continua
y despiadada se sumaban a los obreros engrosando las filas anarquistas y
socialistas. En esa ciudad Tomás vio una guerra sin cuartel entre el estado
y esa masa potente, pero neutralizada por la falta de organización. Casi
todo su tiempo estuvo dedicado a la lectura. Finalmente, tom ó la decisión
que lo condujo a la independencia de la riqueza o los honores que ésta da,
y desapareció para el socio, dejándole la inversión y la fábrica. A su padre
le envió una carta que seguramente le hizo pasar un mal momento.

Con estrellas brillándole en los ojos y un cargam ento de libros socia­


listas se embarcó para M éxico, en 1910. Pero a la altura de Las Bermudas
el transatlántico empezó a trepidar y vino el naufragio. ¡H ay que botar la
carga! Tomás llora cuando ve las cajas de los libros en el mar... Los pasajeros
escriben sus mensajes que, metidos entre botellas encorchadas, tiran al
agua; los botes se atiborran de sobrevivientes hasta que un barco, al am a­
necer, los divisa y rescata. Así llegó Tomás a la tierra de Emiliano Zapata
y de los campesinos rebeldes, inyectado de nuevas ideas, resuelto a iniciar
su vocación de revolucionario y a buscar la manera de ganarse la vida. Lo
importante, pensaba, era estar en América!

41
C a p ít u l o II

EL SOCIALISMO NO E S
COMO LA IMAGEN DE UN LAGO
A n teced en tes

De socialismo se habló y escribió en Colombia desde comienzos de


este siglo. Aún antes, a mediados del siglo pasado las Sociedades Democrá­
ticas, organizaciones progresistas defensoras de la libertad de los esclavos,
que aún quedaban, tenían ya alguna influencia de los socialistas utópicos y
románticos franceses. Aquella influencia, sin embargo, era más bien literaria
y estaba en cabeza de ciertas personas que tenían acceso a informaciones
especialmente de Francia y estaban ligadas al terreno de la cultura (no la
cultura académica); eran gentes lectoras, por lo general artesanos, con un
real sentido de justicia. El tema adquirió para ellos más interés a raíz de las
consecuencias de la Comuna de París (1871-80), o sea, que el pensamiento
socialista a fines del siglo pasado y principios del presente fue importante
en la vida de las organizaciones artesanales y de muchos intelectuales
colombianos.

Se habló y escribió también desde el siglo pasado de dos vertientes


socialistas: La cristiana y la liberal o liberal-socializante. El más cabal
representante de este socialismo cristiano fue Manuel María Madiedo,
quien desde finales del siglo pasado escribió sobre el tema, autor de la
novela “M anuela”, una trama con fondo de lucha de clases en las cer­
canías de Bogotá, quien desde finales del siglo pasado escribió sobre el
tema. Murillo Toro, José María Samper y naturalm ente el general Rafael
Uribe Uribe se destacaron dentro de la otra corriente. No hay que olvi­
dar que Uribe Uribe, participante en las guerras civiles de 1876 y 1885,
luego parlamentario, e iniciador del levantam iento de 1899, tuvo una
actuación de gran im portancia como ideólogo del liberalismo. Cuando
lo asesinaron venía empeñado en reformar las leyes a favor de los tra­
bajadores; fue él iniciador en la legislación colombiana de los proyectos
de ley sobre accidentes del trabajo y defendió en su periódico El Trabajo
de Medellín ideas socialistas diferentes a las del socialismo científico;
elaboró la teoría del socialismo de Estado, orientada hacia el cooperati­
vismo y a una función reguladora con fines de promoción económ ica y
protección del trabajo.

De allí se derivaron seguidores; con frecuencia hubo personas que


quisieron hacer del Liberal un partido de los trabajadores, avanzado,
con ideas socialistas, donde pudiera llevarse a cabo una revolución.
De esa cuna nació Jorge Eliécer Gaitán, que siempre se identificó con
el partido liberal y pensó que era a través de él que podría llegarse al

45
M a r ía T il a U r ib e

socialism o.* Durante los años Veinte aum entó el número de personas
que principiaron a nuclearse en los grupos socialistas, lo cual contribu­
yó a que tom ara form a el proceso que desem bocó en la conform ación
del PSR.

En el año de 1910 prendieron con alguna fuerza las ideas socialistas


en nuestro país pues significaban un permanente cambio en el que se
mezclaban ideas y acciones sobre la sociedad y su injusticia. Los grupos
no se conocían entre sí pero se iban comunicando lentam ente, eran ar­
tesanos que se unían y sacaban una hoja o un periódico 4 ó 5 veces; así
sucedía en Bucaramanga, Cali, Bogotá o en ciudades de la costa. Por lo
menos se sabe de 40 miniperiódicos u hojas socialistas que salieron a la
luz no como parte de un movimiento amplio o nacional, sino aislada­
mente, de manera local. Estos grupos surgieron en las ciudades, centros
de acción de los artesanos e intelectuales progresistas. En ellas el peso de
la Iglesia era ligeramente menor que en el campo en donde el clero ejercía
total dominio, lo que hacía retardar cualquier intento socialista y más aún,
socialista-revolucionario.

Sin embargo, aquellos grupos de artesanos socialistas sembraron in­


quietudes en distintos sectores del campo y la ciudad, como los trabajadores
de los puertos fluviales, los hombres que abrían trochas para las líneas de
ferrocarriles, los jornaleros, los peones de las minas de oro, carbón y sal.
Hasta entonces, la población colombiana era escasa, menos de 6 millones de
habitantes diseminados en un vastísimo territorio, el 85% de ellos situados
en el campo, por lo que las ciudades eran prácticamente aldeas. De 1910
en adelante comenzó lentam ente a urbanizarse el país que por lo demás,
estaba desvertebrado, sin vías ni medios de comunicación.

' Cuando Luis Tejada le propuso a Jorge Eliécer Gaitán en 1924 que ingresara a las filas del
socialismo, éste sostuvo, en respuesta, que sería a través del partido liberal que se podría
hacer esa revolución en que pensaba Tejada. Y precisamente en su libro "Las Ideas S ocia­
listas en C olom bia" hizo la siguiente afirm ación: “No es destrozando la corriente política
que en Colom bia representa al partido avanzado o de oposición como m ejor se labora por
el triunfo de los altos principios que guían hoy los anhelos reformadores de los pueblos.
Pensamos que es m ejor luchar porque las fuerzas progresistas de Colom bia inscriban en
sus novelas de batalla la lucha por las nuevas ideas, por la salud del proletariado y por la
reivindicación necesaria de los actuales siervos del capital”.

46
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ El socialismo no es como la imagen de un lago

C o r r ie n t e s d iv e r s a s

El socialismo como aspiración humana es muy antiguo, tanto como lo


ha sido el sentimiento de justicia de millones de gentes de diverso pensamien­
to. En el pasado existieron distintas corrientes socialistas llamadas ingenuas,
utópicas, románticas para significar que partían de proyectos irrealizables. En
1848 dos jóvenes abrieron otra nueva corriente de pensamiento, publicaron
en Londres, en idioma alemán, el famoso manifiesto que empieza con la frase
"Un fantasm a recorre el inundo Por supuesto que Carlos Marx y Federico
Engels no crearon las revoluciones pero les dieron un medio de expresión.
El marxismo se convirtió en una herramienta política y la aparición del
pensamiento marxista incorporó al socialismo el estudio de la economía, la
sociología y otras ciencias con la intención de dar tratamiento y solución a
los problemas sociales. Pero el socialismo no es como la imagen de un lago
sereno, podríamos compararlo más bien con un río cuyo cauce se forma por
una variedad de corrientes que de pronto se juntan o se separan, languidece
donde menos se espera o se vigoriza donde no hay esperanzas.

Y existieron varios tipos de socialismo: el que derivó hacia el comu­


nismo, la social-democracia, el socialismo anarquista, libertario; el socia­
lismo cristiano, el liberal-socializante y otras variantes... en varios de ellos
se reflejó con fuerza una contradicción contemporánea: la relación entre
los dos sexos: la situación de inferioridad de las mujeres y sus luchas por
la igualdad económico-social, derechos civiles, política que cuestionaban y
enfrentaban la sociedad patriarcal.

En Colombia estas ideas socialistas aparecieron tardíamente en com­


paración con Argentina, Uruguay, Chile, Brasil y Cuba. Posiblemente la
inmigración europea temprana a esos países explica en parte que hubiesen
llegado a ellos las ideas socialistas. Algunas fechas son ilustrativas: en 1858
apareció en Argentina el periódico llamado “El Proletario”; en 1860, en Méxi­
co La Cartilla Socialista, con ideas derivadas de Eourier el socialista utópico;
en 1885 se desarrollaron huelgas de trabajadores tabacaleros en Cuba y de
textileros en México, que hablaban ya en nombre del socialismo. En 1872
se fundó en México el Gran Círculo de Obreros Socialistas y publicaron el
periódico El Socialista-, en 1890 se celebró el Primero de M ayo’ en Buenos

‘ El Primero de Mayo, Día Internacional del Trabajo, tuvo su origen en la famosa Huelga
General Obrera que estalló en Chicago en 1886 para conseguir la jornada de ocho horas.
Ese día más de sesenta mil trabajadores salieron a la calle con sus familias: habían

47
M a r ía T ila U r ib e

Karl M arx en 1891, Com posición hecha por Irene Von Treskov (Holanda)

Aires. En Colombia se celebró esta fecha sólo a partir de 1919(un intento


en 1914 no fue exitoso). En cuanto a las ideas anarquistas también llegaron
antes a los países nombrados que a Colombia.

adherido a la resolución de desfilar si antes de esa fecha no se les concedía la jornada


pedida. Era un sábado, día entero de trabajo. Dos días después, en retaliación, la policía
de Chicago desató la masacre y posteriorm ente los líderes de ese acontecim iento fueron
arrestados y condenados a m uerte en un juicio m iserablem ente amañado que generó
una m ovilización mundial. Esta epopeya repercutió en las generaciones siguientes en
todos los países, incluyendo el nuestro a partir de 1919, Las ocho horas de trabajo fueron
propuestas por primera vez en la historia por el C onsejo General del Trabajo de Estados
Unidos y el Congreso Obrero Internacional encabezado por Carlos M arx en Londres.

48
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ El socialisttto no es como la imagen de un lago

El desarrollo económico del país, que comenzó realmente a partir de


1920, también incidió en esa llegada tardía de las ideas socialistas. De ahí,
de ese desarrollo, se desprendió una nueva composición de clases. La par­
ticular importancia de ese decenio se debió a diversos factores, entre otros,
haber sido un período en que empezaron a vertebrarse en mejor forma los
diversos esfuerzos socialistas que venían de atrás, el nacimiento de la clase
obrera y el ingreso en alta proporción de las mujeres al trabajo, proceso
que se inició débilmente desde fines del siglo pasado, en los comienzos del
capitalismo industrial con el montaje de algunas empresas pequeñas. Esto
no quiere decir que las ideas socialistas afloraron en nuestras tierras sólo
por influencia de su desarrollo en otras latitudes, en nuestro país surgió
un pensamiento socialista como expresión de las condiciones económicas,
sociales, históricas y culturales de entonces.

Se ha señalado el año de 1916 como otro hito en el proceso de las ideas


socialistas, con la agrupación y organización de un movimiento campesino
que tuvo muchas facetas y que se produjo en diversas regiones agrícolas,
ya con el nombre socialista. Era el movimiento agrario llamado El Baluarte
Rojo de Loma Grande, en Montería, del cual Juana Julia Guzmán y Vicente
Adamo eran los principales líderes. Ese movimiento llegó a una verdadera
insurrección campesina en lucha por la tierra*. De él nos dejó el siguiente
relato el veterano del PSR, Carlos Cuéllar:
Juana Julia Guzmán estaba secundada por varios compañeros, Vicente
Adamo entre otros, desde 1916. Se organizó una liga campesina fuerte en
el país y llegaron a la toma de la tierra con la ilusión de que iban a librar
la tierra, sin pensar en que el Estado estaba detrás de cada hacendado.
La región de Montería fue invadida por la tropa y la masacre de cam­
pesinos fue tremenda. La destrucción, las persecusiones, las violaciones
fueron tremendas. Esta fue la primera actitud revolucionaria del pueblo
y también la primera actitud reaccionaria del régimen conservador de
entonces. Esto fue ya en 1919. Este movimiento repercutió en todo el
país y trajo la formación de Ligas Campesinas en una serie de regiones: en
Boyacá, en la región de Moniquirá; en el Tolima, en la región del Líbano;
en Cundinamarca dio comienzo el movimiento del Nilo y empezó, desde
entonces, el movimiento campesino por los lados de Viotá...3

‘ El libro "El Retorno de la Tierra" de Orlando Fals Borda ilustra las luchas sociales de la
región y el destacado papel de Juana Julia Guzm án y Vicente Adamo.
’ Entrevista realizada por Marcel Silva a Carlos Cuéllar cedida para este libro. 1960.

49
M a r ía T il a U r ib e

El co m ie n z o d e u n a é p o c a

Por el año de 1919, en que se coronaron iniciativas como la creación


de la Unión Obrera y el lanzamiento del “M anifiesto Socialista”, un hecho
de importancia sucedió en Bogotá: el gobierno de Marco Fidel Suárez dictó
un decreto permitiendo la libre importación de una serie de mercancías como
uniformes, camisas, calzado, que perjudicaba grandemente a los artesanos y
por el cual éstos se movilizaron en defensa de sus intereses. Sobrevinieron
entonces los acontecim ientos de marzo: se llevó a cabo una manifestación
de protesta y la respuesta del gobierno fue la bala. Diez muertos entre los
m anifestantes quedaron tendidos en la plaza de Bolívar de Bogotá, entre
ellos los obreros-artesanos Domingo Garzón y Tiburcio Campos, dos de
sus líderes. Otra parte del relato de Carlos Cuéllar nos da una idea más
general de este momento:
...Existía una tendencia insurrecional de los artesanos en las ciudades,
la formación de un artesanado fuerte que empezaba a luchar, como en
las viejas Sociedades Democráticas del siglo pasado, por reivindicaciones
propias. Así tenemos que, cuando el gobierno conservador decidió pedir
8.000 uniformes de parada para el ejército a Alemania, los sastres y los
artesanos de Bogotá, muchísimos de ellos sin trabajo, fueron reprimidos
violentamente por las tropas dirigidas por el general Briceño, ante lo cual
hicieron un movimiento fuerte que llegó a la acción armada para defender­
se en las calles de Bogotá. Hubo heridos en la cara, golpeados en la cabeza,
hubo bajas; según el comunicado oficial de la presidencia, 10 muertos, 15
heridos y 300 prisioneros por amotinarse contra el orden social, pero el
movimiento fue tan popular y tan fuerte que logró detener la importa­
ción de los uniformes alemanes, es decir, una defensa de los artesanos de
Bogotá, de la mano de obra colombiana frente al deseo de importar eso.
Como consecuencia de este movimiento despertaron las gentes...

En ese acontecimiento, suceso citado como el comienzo de una época,


hubo otro aspecto de importancia: la participación femenina. No fueron sola­
mente los sastres quienes se organizaron y convocaron a la manifestación,
también estuvieron ahí las trabajadoras de La M aestranza, costureras y con-
feccionistas de uniformes militares. Unos y otras dieron la batalla y fueron
igualmente eficaces en la organización y en la protesta. En realidad, no había
antecedentes similares por aquello de que a la mujer no se le concebía, ni
ella se concebía en la calle; sin embargo, la mayor parte de las trabajadoras
se hizo presente en la movilización: ¡rompieron el ancestral encierro! De
ahí en adelante hubo presencia, participación y decisión de la mujer.

50
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ El socialismo no es como la imagen de un lago

Tres meses después de aquel acontecimiento se llevó a cabo la mani­


festación para conmemorar el Primero de Mayo de 1919 que tuvo mucha
importancia. Por primera vez los trabajadores -m ujeres y hombres- unieron
esfuerzos para buscar la manera de mejorar sus vidas: pedían mejor trato,
mejores salarios y jornales y se atrevieron a solicitar que se cumpliera el
derecho de reunión consagrado en la Constitución del 86. Para esa fecha
los oradores hablaron en nombre del socialismo y de una organización de
partido. Con esas propuestas, la anterior “Plataforma” y el deseo popular de
buscar la independencia de los dos partidos y su paternalismo, se iniciaba
la etapa moderna de las ideas socialistas en nuestro país.

T o m á s en M é x ic o

Volvamos a Tomás en esta etapa pues antes de ese Primero de Mayo


de 1919, había estado en Bogotá, entonces pequeña ciudad, y desde luego
no estuvo aislado de aquel grupo que se llamaba socialista y había ela­
borado la plataforma, ni de aquellas ideas que ya eran las suyas aunque
quizás aún confusam ente. Desde cuando regresó a América, a México,
habían pasado ocho años largos. Retrocedamos entonces en el tiempo para
saber cómo vivió Tomás en el país azteca y cómo llegó posteriormente a
Colombia.

Llegó allí al comienzo del período más álgido y convulsionado de


la Revolución Mexicana (1910), cuando surgieron fuertes corrientes con
marcado programa socialista, en medio de una lucha armada popular y
la correspondiente contrarrevolución de los terratenientes y hacendados.
Pancho Villa creaba el Ejército Libertador del Norte y Emiliano Zapata el
Ejército Libertador del Sur. En particular este último -tam bién Villa, aunque
en menor grado- tenía como bandera fundamental de lucha la Reforma
Agraria, por esto sus partidarios fueron conocidos como los agraristas; al
lado del reparto de las tierras levantaban las banderas del trabajo y la edu­
cación. En 1914 los dos Ejércitos Libertadores convergieron sobre la capital,
Ciudad de México, tomándola; fue una invasión de peones y campesinos,
componentes inmensamente mayoritarios de esos Ejércitos.

Se destacaban escritores y periodistas de indudable filiación revo­


lucionaria que luchaban contra la dictadura de Porfirio Díaz desde 1900,
encontrándose entre los más destacados los hermanos Flórez Magón, perio­
distas organizadores, combatientes. La Revolución Mexicana puso término

51
M ar J a T ila U r ib e

a 34 años de Porfiriato, época de expansión del capitalismo, de expropiación,


humillación y atropello a los campesinos y a la naciente clase obrera.

La etapa en México constituyó una nueva y fuerte influencia en la


vida y la imaginación de Tomás y fue el golpe de gracia de su definición polí­
tica. No bien había llegado a vivir en el piso de un joven amigo de París, éste
lo enteró de que en el Estado de Morelos, tierra de Zapata, se concentraban
95 agrónomos partidarios de la revolución a quienes llamaban voluntarios;
los mismos que una vez derrotado Porfirio Díaz se organizaron en comi­
siones agrarias encargadas del deslinde y la repartición de tierras. Como
ingeniero agrónomo Tomás se vinculó a ellos después de ser presentado y
recomendado por su amigo anfitrión. Recordaba él que la camaradería y el
optimismo iban de la mano en los ranchos donde se reunían los agrónomos,
y muy pronto se vio participando en las disertaciones y el estudio de lo que
debía ser la Reforma Agraria.

Hermosa debió ser aquella manera de iniciarse en la práctica de


la vida política, al com partir la em oción de lo que significaba para los
campesinos del hermano país la devolución de sus tierras, ríos, lagos y
bosques arrebatados durante la violencia del “Porfiriato”. El avance de
los ejércitos libertadores corría parejo con la lucha en las zonas urbanas,
donde los batallones de resistencia continuaban formándose en las fábricas.
De ahí la urgencia del programa o ley de tierras, en el cual se restablecería
la posesión agraria comunitaria, se prohibiría la compraventa, el arren­
damiento y la caución de la tierra. Esa experiencia afianzó en Tomás el
sentido intem acionalista de su lucha contra los gobernantes déspotas y
sus élites corrompidas; fue antecedente en su compromiso con los ve­
nezolanos diez años después y de su apasionada defensa de la causa de
Sandino en 1927.

La Reforma Agraria mexicana sirvió de base a la posterior constitu­


ción y en su primera etapa, además, proclamaba como propiedad de la
nación las tierras y aguas comprendidas dentro de sus lím ites territoria­
les. Esta cláusula impedía a las compañías extranjeras apoderarse de las
tierras y las riquezas que entrañaban, lo que constituyó otra profunda
enseñanza para Tomás, al comprender cómo la revolución mexicana puso
en peligro las enormes inversiones de los monopolios norteamericanos y
los planes expansionistas de los Estados Unidos, que no sólo pensaban
en apoderarse del resto de M éxico sino en desplazar sus fronteras hasta
Panamá.

52
Los a ñ o s e s c o n d ld o s ] [ El socialismo no es como la imagen de un lago

F in a l m e n t e en C o l o m b ia

El regreso constituyó brusco cambio que aprovechó para cancelar la


deuda con su padre por la desobediencia de Barcelona. Trabajó a su lado
intensamente pues de intensidades vivió Tomás; de cada proyecto hablaba
con un cierto grado de pasión porque para él tenían la calidad no del recuerdo
sino de la experiencia: "pasé casi cuatro años como si no hubiera vivido sobre
la tierra sino dentro de ella" decía de aquellas faenas de sol a sol. Examinaba
las matas de café como si fueran esmeraldas y en otros momentos inno­
vaba técnicas de producción, veía con su papá otros tipos de rentabilidad,
ayudaba en la administración o cambiaba la trilladora para modernizar la
hacienda cafetera de don Luis. Con los trabajadores descuajó dos montes
para que parcelaran y pararan un pequeño caserío.

Pero la realidad colombiana era bien diferente a la del país azteca,


allí los grandes latifundios copaban el territorio entero mientras que aquí
éstos estaban sólo en ciertas regiones, pues si algo sobraba en otras era
tierra y monte. Antioquia era semillero de colonizadores, hombres que
con un sentimiento de independencia o en búsqueda del derecho a tener
tierra se internaban en las áreas vírgenes para transformarlas en cafetales.
Tomás encontró un problema agrario diferente, mucho más complejo por
su diversidad, según las características de cada departamento o cada re­
gión, situación que empezó a estudiar de acuerdo a sus propios criterios y
visión. Para el gobierno entonces el problema agrario se reducía a permitir
la colonización, otorgaba títulos para pequeñas parcelas refundidas en la
cordillera sin pensar en más: ni caminos ni ayuda alguna que facilitara en
algo tan encomiable labor. Las demás circunstancias, necesidades o inevi­
tables conflictos sociales en el resto del país le eran ajenos.

Cuando Tomás llegó a Medellín tenía 25 años, cuando salió de la


montaña antioqueña había cumplido 28. De su trabajo quedaron buenos
resultados, pero necesitaba ampliar la investigación emprendida, conocer
algunas personas con quienes ya se había relacionado por cartas y continuar
su apremiante vocación política. Esta se vio estremecida por el terrible
golpe que le significó el asesinato del general Uribe Uribe, por quien sentía
inmenso cariño y admiración.

Entre uno y otro viaje Tomás volvió a desprenderse de sus ancestros


para ubicarse en Bogotá, justamente en aquella época en que la capital se
vio azotada por diversas calamidades naturales: el terremoto de 1917 al

53
M a r ía T ila U r ib e

que siguieron diez días de temblores, dejó 15 muertos y un ambiente de


miedo en el que proliferaron las supersticiones con los más increíbles y
diabólicos presagios. El incendio forestal de Monserrate que duró varios
días y desencadenó definitivamente el pánico, y la mortífera epidemia de
gripa a finales de 1918. Tomás mencionaba esto último porque siendo ya
periodista del diario Gil-Blas, vivió la angustia colectiva: la gente caía muerta
en las calles sobre todo en los barrios más pobres, en un solo día cayeron
abatidas 200 personas. Sus ojos vieron familias enteras que se acostaban a
esperar la muerte en la impotencia.

Por esos hechos Bogotá permaneció medio paralizada cuando empe­


zaba la comunicación entre los círculos intelectuales, artesanales y algunos
obreros con ideas avanzadas. Sin embargo, fue por entonces que Tomás
inició su relación con algunas personas del núcleo que ya se llamaba so­
cialista, especialmente Juan C. Dávila, inseparable amigo de Jorge Uribe
Márquez y alternó con Armando Solano, Azula Barrera, Abel Botero, con
los intelectuales del grupo “Panidas” cuya figura más destacada era el poeta
antioqueño León de Greiff, hombre de extraña electricidad literaria, primo
hermano suyo por filiación materna.

A finales de 1919 Tomás emprendió nuevo viaje a Nueva York con el


encargo de comprar maquinaria para Gil-Blas; de esa ciudad regresó a Pana­
má. Lo que le sucedió en el Istmo, su singular viaje a Venezuela y la huida
de ese país ya lo sabremos, así como lo que siguió del año 22 en adelante,
cuando se integró definitivamente a la lucha revolucionaria colombiana,
todo lo cual relataré en su momento.

54
C a p í t u l o iii

LA IMÁGEN DE LOS VEINTE


Un p e r í o d o c l a v e

Los cambios y los descubrimientos técnicos de una época se tornan


en imagen cotidiana para sus sucesores; sin embargo, lo que nos parece
hoy común y silvestre en todos los órdenes de la vida tuvo un comienzo y
esa primera vez, o primeras veces, ese comienzo asombraba a la gente, la
impactaba. ¿A quién podría deslumbrar hoy ver un bombillo colgado de
un posteé Ciertamente a nadie pero en los años 20, cuando se empezaron
a instalar faroles en las esquinas de Bogotá, la gente se arremolinaba por la
noche para ver el espectáculo, aunque la luz eléctrica en otros lugares del
mundo estuviera iluminando hacía más de 30 ó 40 años. ?Y qué decir de
una emisión de radio como la que se estrenó en 1925¿ ? 0 de esa especie
de vagón movido con electricidad llamado tranvía^ Y así fue con el avión,
el primero de los cuales llegó en 1921, el automóvil, que se “popularizó"
dejando atrás los románticos coches de caballo o las primeras pavimenta­
ciones, que reemplazaban las calles empedradas.

La conocida imagen de la modernización de aquellos años incluía;


además, la maquinaria nueva para la producción fabril que aceleró la indus­
tria; las trilladoras de café, los telares. Fue el tiempo en que se incrementó
la transformación de las materias primas con el uso de las máquinas y
herramientas como palas y azadones de hierro en la agricultura. El salto se
dio también en el trabajo manual de los artesanos, que pasaron a utilizar la
técnica mecánica: máquinas de coser con pedal para los sastres, guarnecedo-
ras para los zapateros, modernos molinos para los panaderos, herramientas
diversas para los talleres de fundición, carpintería y por supuesto los de
electricidad y mecánica automotriz que empezaban a abrirse. De entre
muchos ejemplos he elegido estos pero ya es fácil deducir las novedades en
otros medios, y la transformación que esa tecnología de entonces obró en
la vida de las gentes; quizás fue similar a la transformación que estamos
viendo hoy con la electrónica, la robótica, los nuevos sistemas de comuni­
cación y la informática.

Desde luego, la modernización no se dio pareja en campos y ciudades.


Colombia era, por decir... como un país con cierto carácter de selva virgen,
con haciendas tradicionales en el campo de costumbres casi feudales como
lo describiera Jorge Isaacs en “María”; era también país de minas de oro,
sal, carbón y allí los mineros vivían en iguales condiciones al siglo pasado,
así nos lo mostró Osorio Lizarazo en su novela “Hombres bajo la tierra”.
Existían también formas de esclavitud, como la explotación cauchera del

57
M a r ía T ila U r ib e

Amazonas y el Orinoco impuesta a los indígenas, que hemos conocido a


través del inolvidable relato de José Eustasio Rivera en “La Vorágine”. Fuera
de lo anterior, en los campos colombianos ya se habían introducido formas
más modernas -cap italistas- como las plantaciones de cacao, tabaco y la
misma Zona Bananera donde se contrataba a los trabajadores. Al lado de
esa evidente estructura agraria el país empezó a conocer la industria y con
ella la modernización que respiraba el mundo occidental.

En la vida colombiana este decenio ha sido señalado como un período


clave y sobresaliente. Quienes vivieron ese tiempo asistieron a importantes
acontecimientos nacionales e internacionales que marcaron una etapa de
profundos cambios. Hecho trascendental, el que Europa dejara de ser la
primera potencia del mundo y los Estados Unidos asumieran ese rol. Esto
sucedió principalmente porque la Primera Guerra Mundial (1914-1917)
había dejado devastado al Viejo Continente mientras que Estados Unidos
permaneció al margen, convirtiéndose en gigantesco abastecedor de arma­
mento, carros, embarcaciones, aviones, municiones y equipos diversos;
es decir, su industria se disparó cambiando las relaciones del mercado en
todo el orbe.

Otro acontecim iento de singular importancia fue la revolución rusa


de 1917, que irradiaba su imagen al mundo con su ideario socialista y su
intenso sabor de heroica lucha popular contra el despotismo y los grandes
poderes mundiales. Casi todos los grupos socialistas y liberales de América
recibieron con entusiasmo y simpatía aquellos lejanos acontecimientos
que nutrían sus periódicos, comunicados y conversaciones diarias y la
revolución mexicana en pleno desarrollo (subestimada por el curso que
los acontecimientos tomaron después en ese país), cuya constitución de
1917 cambió la correlación de fuerzas sociales al proclamar las libertades
políticas fundamentales, el principio de la propiedad soberana de la nación
sobre la tierra y el subsuelo, las normas sobre el código de legislación obrera
y el procedimiento para aplicar la reforma agraria, así como la restricción
de los colosales poderes terrenales de la Iglesia. Todos aquellos avances en
el desarrollo de ese país fueron resultado del auge revolucionario. Los tra­
bajadores consiguieron legalmente, además, la jornada laboral de 8 horas
en 1924 y los derechos de huelga en 1925. Las ideas socialistas en América
recibieron estímulo e impulso, alimentadas por las luchas campesinas y
obreras en el hermano país mexicano.

En cuanto a las grandes transformaciones económicas en Colombia,


uno de los hechos más significativos fue el de la Deuda Externa contraída

58
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ La imagen de los Veinte

por los dos gobiernos de ese decenio (Pedro Nel Ospina 1922-1926 y Miguel
Abadía Méndez 1926-1930). Aquí se hace imperioso entreverar algunas cifras
mientras llegamos a una que otra historia menos solemne y aburrida. Para
empezar, la suma de la deuda dio origen a los nombres con los cuales se
bautizó el decenio, pues literalmente fue así: “la danza de los millones” o la
época de “la prosperidad al debe”. Por concepto de empréstitos extranjeros
entraron al país 203 millones de dólares; por el rapto del Canal de Panamá
25 millones que el gobierno norteamericano pagó a plazos; otros cuantos
millones de dólares nunca conocidos con precisión, por concepto de inver­
siones en la Zona Bananera y en petróleos, estos últimos entregados con
unos beneficios de oro a las compañías extranjeras mediante las concesiones
de “Mares” y “Barco”. El círculo de los millones se completó con el notable
aumento del precio del café en el exterior, que permitió buen incremento de
divisas. Al decir de los entendidos, la suma era descomunal para ese tiempo,
hubiera facilitado salir de la crisis anterior, agilizar el mercado e impulsar
las exportaciones. Estas, en su totalidad, alcanzaban sólo 60 millones de
dólares, cifra que contrasta con los empréstitos alcanzados.

Para controlar, distribuir o recomendar qué debía hacerse con tanto


dinero, el gobierno trajo misiones extranjeras que iniciaron la reforma
monetaria y financiera. En 1923 se dieron a la circulación los billetes y se
retiraron las monedas de oro y plata; en ese mismo año se creó el Banco de
la República, con la primera cuota de 5 millones que los norteamericanos
pagaron por Panamá; se reglamentaron los bancos comerciales, agrícolas,
prendarios. Se estrenaron los instrumentos negociables: cheques, pagarés,
letras. Se cambiaron o racionalizaron las funciones en los ministerios y se
creó también el Ministerio de Hacienda, el de Industria y la Contraloría; se
organizaron las instituciones fiscales. Todo bajo la asesoría de comisiones
de expertos norteamericanos, misión “Kemmerer”, recomendaciones que
fueron entonces incorporadas de inmediato a la legislación colombiana.
Aquella misión tuvo a su cargo todo el ordenamiento fiscal y la adminis­
tración pública.

Eran tiempos de la aceleración de la industria, por tanto los recursos


debían ser destinados para iniciar la infraestructura económica y física
necesaria para el desarrollo del capital. Fue en estos años cuando se em ­
pezaron a planificar las ciudades y en las Obras Públicas se emprendieron
canales, cables aéreos, construcción de carreteras, adecuación de puertos y
aumento de vías ferroviarias. Entre 1925 y 1930 se construyó la mitad de
!a red ferroviaria total del país.

59
M a r ía T il a U r ib e

Para el año 22 se habían tendido 1.481 kilómetros, y para el 29,2.434, es


decir, un aumento de 2/3 partes. Pero piénsese en lo que serían 1.481 kilómetros,
o aún 2.434, en un territorio tan extenso como el colombiano. Eran trozos,
tramos de ferrocarril que buscaban acercar los centros productores de café
a los puertos de salida, de tal manera que el fenómeno de la incomunicación
subsistía. Por esta razón la arteria clave del país, y que seguiría jugando un
papel principal en los años siguientes fue el río Magdalena.

Pero si algo caracterizó este período de la danza de los millones fueron


las abismales diferencias sociales, los extremos de riqueza y pobreza. Todo
el dinero favoreció a los fuertes que eran los mismos que controlaban el
Estado; y al lado de la pompa del progreso existió una inconmensurable
miseria. A su vez, pero ligado con lo anterior, la incompetencia administra­
tiva y la corrupción signaron al país. Los análisis posteriores sobre la época
muestran que se malgastaron los empréstitos para complacer a gamonales
y parlamentarios mientras cada región exigía justeza en la distribución:
muchos eran los negociados que hacían los funcionarios del Estado para
enriquecerse con la administración de esas sumas.

En la segunda mitad del decenio quienes más se favorecieron fueron


los allegados al presidente de la República; algunos dirigentes nacionales
hicieron público el abuso del crédito externo, saqueo que ya había desatado
el descontento en todos los ámbitos de la sociedad.

Las contradicciones sociales no eran desconocidas hasta entonces pero


en ese decenio se agudizaron violentamente. Esta es la parte de la historia
de los Veinte que ha quedado semioculta y sólo ha empezado a conocerse de
manera parcial recientemente. Los conflictos se desataron como huracanes
causando conmoción entre las inamovibles oligarquías de entonces. Fueron
años de intensa represión, atraso, problemas sociales, en que la rebeldía
tomó una dirección diferente con el encuentro de las nuevas ideas, métodos
y concepciones de lucha. El descubrimiento del poder de la huelga tomó
impulso a partir del año Veinte, se multiplicaron las formas de organización
popular, aparecieron nuevas visiones y objetivos políticos.

En el espíritu de esa época no pueden ignorarse ciertas características


del pueblo colombiano entrecruzadas con el ambiente de entonces. Algo
que sólo podemos comprender ahora al mirar retrospectivamente, pues los
rasgos de recursividad y originalidad, ese temperamento propio que distin­
gue al hombre común de nuestras tierras, renacieron en las agrupaciones de
trabajadores, imprimieron a sus acciones un sello original y auténtico. En

60
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ La imagen de los Veinte

cuanto a cómo se vivió en la época, imaginemos un mundo sin empaques


de plástico, comidas rápidas ni café instantáneo; sin cambios veloces que
hicieran sentir la angustia del afán y del estrés... donde quedaba tiempo
para pensar. Un mundo que no conocía la manipulación de la publicidad,
no asomaba la producción en masa ni la automatización, esos fenómenos
que han llevado a los seres humanos a un comportamiento pasivo y a un
conformismo generalizado. Un tiempo que no vivió la catástrofe de la
droga, en el que el hombre común no concebía el enriquecimiento fácil;
cuando inclusive un buen sector de la burguesía no había alcanzado extre­
mos tan descarados de corrupción ni impregnaba tan sencillamente con
su egoísmo desgarrador. Donde los valores del trabajo tenían fuerza en el
país. En fin, eran otras circunstancias y ello explica un claro espíritu de la
época que permitió a esa generación de trabajadores afianzar un sentido de
responsabilidad e ingresar en un proceso de descubrimiento, no solamente
en métodos de lucha, sino en otros aspectos; la exigencia de un espíritu
renovador se propagó por todas partes y se desarrolló en 1a vida cotidiana.
Eran tiempos en que se consideraba más sabio aprender en la vida misma
que en diez años de escuela.

Consciente o inconscientemente los revolucionarios de los Veinte fue­


ron seres creativos. El camino que recorrieron para enfrentar los problemas
estuvo lleno de recursividad y de inventiva, así no dieran respuestas finales
contundentes a los grandes problemas. ¿Qué podríamos admirar de estas
gentes que sacudieron su entorno en esos años de rebeldía^ Nada, como no
sea el maravilloso y visible proceso mental y el esfuerzo de la síntesis. Nada,
aparte de sembrar las semillas para proyectar al futuro su obra.

N ace la c la se o brera

La economía colombiana se desarrolló fundamentalmente en el


río Magdalena -canal de exportación- y en las regiones cafeteras, que se
expandían, con mujeres y hombres que iban transformando la estructura
social colombiana. En actividades como las Obras Públicas, los ferrocarriles
y la industria fueron surgiendo los primeros núcleos obreros, lentamente,
mediante la transformación del campesinado. Porque hasta entonces las
grandes masas campesinas habían estado atadas a las haciendas por medio
de variadas formas de sujeción: obligación de cumplir los contratos de
enganche, retención forzosa por deudas a través de anticipos en pesos o

61
M a r ía T il a U r ib e

en especie, o como aparceros o arrendatarios. Para facilitar la movilización


de esas grandes masas y garantizar la libertad de tránsito del trabajador, el
gobierno expidió la Ley de “Libre Circulación”. Así crecieron las concentra­
ciones obreras, por ejemplo: en 1923, en 13 frentes de trabajo de los FF.CC.
había 20.000 trabajadores, número que aumentó año tras año4; en las OO.PP.,
en 1926, trabajaban miles de obreros5; se estimó el número de trabajadores
cafeteros entre 500 mil y un millón y a lo largo del río Magdalena (según
el estimativo de uno de los líderes socialistas revolucionarios)6 vivían 270
mil personas entre trabajadores directos y sus familias. Por lo anterior irían
a tener tanta importancia puertos como Barranquilla, Barranca, Honda,
La Dorada, Girardot; o zonas cafeteras como El Líbano, o la región del Te-
quendama. De igual importancia era Medellín por la concentración fabril,
o Bogotá por ser el centro político-administrativo del país. No obstante,
Colombia tenía una población escarralada: en 1920 no llegaba a 7 millones
de habitantes7; Bogotá y Medellín, ciudades coloquiales, contaban con 150
mil habitantes la primera y la segunda no llegaba a 100 mil.

El proceso del nacimiento de la clase obrera se acentuó aún más con


la presencia de los enclaves norteamericanos. Se les llamó enclaves por el
poder con que contaban dentro -y fuera- del país donde se.establecían: la
United Fruit Co. -fusión de varias empresas Norteamericanas para explo­
tar el banano en América Latina- era dueña del transporte marítimo en
que llevaba la fruta; propietaria de más del 50% de las tierras de la Zona
Bananera; de la mitad del FF.CC. de Santa Marta; de las aguas con que
irrigaba las plantaciones, de los comisariatos donde los trabajadores debían
comprar todos sus productos; era una especie de Estado dentro del Estado.
Otros enclaves, además de la United Fruit Company en la Zona Bananera,
fueron: la Tropical Oil Company en Barrancabermeja; la Frontino Gold
Mines, en Antioquia y la Chocó Pacífico. Explotaban banano, petróleo,
oro y platino.

4 Bejarano, Jesús Antonio. La economía colombiana entre 1922 y 1929, en Nueva Historia de
Colombia, tomo V, Planeta Colombiana Editorial, Bogotá, 1989, pág. 65.
5 Datos de Alejandro López citados por Bejarano, op. cit., pág. 65.
6 Intervención de Raúl Eduardo Mahecha en la Conferencia de la IC, Buenos Aires, Ar­
gentina, 1929.
7 En 1925, con una población total aproximada de 6’729 mil, la Población Económicamente
Activa (PEA) era de 2 ’505 mil trabajadores. De éstos, el 31.4% (o sea, más o menos 788 mil)
estaban ubicados en ramas no agropecuarias (minería, industria manufacturera, construc­
ción, transporte, comercio y otros). Archila Neira, Mauricio. La otra opinión, Universidad
Nacional, pág. 210.

62
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ La imagen de los Veinte

Esa violenta irrupción de los capitales extranjeros proporcionó poder


a los gobiernos de entonces, pero a cambio de subordinación, dependencia
e hipoteca del futuro. Por otra parte, para explotar las riquezas que se iban
hacia el Norte, se necesitó de millares de asalariados: los campesinos y
también los ciudadanos pobres llegaron de lejanos y cercanos lugares for­
mando concentraciones para ese tiempo colosales y la primera consecuencia
obvia fue el surgimiento de grandes núcleos de obreros. Pensemos ahora
en la alteración de la economía por la demanda que implicaba esa masa de
trabajadores: el desarrollo del mercado interno, los problemas de vivienda,
el costo de vida, el valor de la tierra, de los arrendamientos en las ciudades
y la escasez de mano de obra en las haciendas tradicionales.

Los trabajadores quedaron repartidos en importantes sectores que


a su vez fueron las grandes zonas de conflicto en el país, así: trabajadores
de las minas: petróleo, oro, etc; obras públicas: carreteras, construcción de
puentes, edificios, etc; transportes fluviales y terrestres; un segundo sector lo
conformó el campesinado cafetero; un tercero, la incipiente industria fabril:
las fábricas textileras de Medellín eran grandes talleres sin organización
“científica”. Otro polo de conflicto fue el indígena.

Vale la pena anotar en este punto, que la clase obrera que se formaba
en Colombia (como en toda América Latina) tenía particularidades propias,
estaba lejos de ser la clase obrera fabril que previo Carlos Marx para Europa;
y aunque siempre ha sido difícil precisar los límites del término, en el Viejo
Continente se identificaba al obrero con la persona que trabajaba frente a
una máquina, o que fuera indispensable para la producción y distribución
de la mercancía. Por lo tanto, decir obrero en Europa era bien distinto a decir
campesino y completamente diferente a decir artesano: cada sector tenía
connotaciones propias. Aquí, en cambio, las fronteras entre los diferentes
sectores no podían trazarse de la misma manera, los veteranos socialistas
de los años Veinte afirmaban que obrero, campesino o artesano eran
sinónimos de pobreza y marginación social crecientes y esas condi­
ciones, sus tradiciones y costum bres y su grado de conciencia eran los
elementos de identificación.

Adelantándome un poco debo decir que el PSR no fue un partido


eminentemente obrero, entendido en el término clásico. En los albores de
su fundación, en 1925, el proletariado estaba empezando a conformarse;
los sistemas de pago se hacían a través de contratistas o de otros mecanis­
mos que no configuraban todavía típicamente un salario. Había muchos

63
M a r Ia T il a U r ib e

mineros pero la inmensa mayoría de ellos trabajaba por contrato y por


cuenta propia. En resumen, Colombia, con un desarrollo capitalista in­
cipiente, estaba más cerca de un país pastoril, en esas circunstancias era
difícil que existiera un partido obrero y menos aún marxista, porque esto
contravenía la realidad de la época. Aquí estoy expresando algo distinto al
enfoque de algunas valoraciones -ortod oxas- que han atribuido un papel
básico determinante a la clase obrera, y han señalado como error del PSR
el no haber sido marxista. Hoy se acepta casi en forma generalizada que
hasta los años 24, 26, el marxismo aún no había llegado a Colombia. Si
para el año de 1936, incluso hasta 1943-4, aún había una enorme escasez
de literatura marxista, ¿puede pensarse qué escasez habría en los años 23
y 24¿ Sencillamente había cierta simpatía hacia la Unión Soviética por el
impacto causado por la revolución de 1917, y un sentimiento socialista
anticapitalista. Pero realmente no se puede hablar de una formación mar­
xista ni en las juventudes, ni en los intelectuales, ni en ningún otro sector
porque de esa forma se estaría forzando la realidad.

P r e s e n c ia y l id e r a z g o d e l a r t e s a n a d o

...Aquí no se fabrica, aqu í se repara"


(letrero colocado en la puerta de una zapatería en el año 15).
"Como no es posible encontrar trabajo, se compra y se vende, se chapucea,
trampea, etc."
(aviso colocado en una trastienda en el año 26).

La presencia del artesanado fue muy im portante en Colombia


particularmente en los inicios, durante el desarrollo del capitalismo, pero
también en los años siguientes. En los años Veinte fue una de las expresio­
nes sociales más importantes, contaba con su propia tradición de lucha,
cultura y condiciones de vida. Había marcado la historia en tres destacados
momentos: las movilizaciones de las Sociedades Democráticas en el siglo
X IX; las jornadas de 1908-1909 contra la dictadura de Rafael Reyes y la
famosa protesta en 1919. A partir de esta última fecha y durante toda
la década, cientos de artesanos reactivaron su acción con su solidaridad
y presencia. Paulatinamente muchos de ellos fueron incorporándose a
talleres y fábricas, por eso -com o ya lo he anotado- con razón y también
por fuerza se terminó llamándoles obreros. Su liderazgo fue famoso en
las calles y plazas de Bogotá, especialmente en el barrio de “Las Cruces”,

64
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ La imagen de los Veinte

al impulsar la protesta urbana orientándola contra el régimen de la Hege­


monía conservadora.

Amplios sectores del artesanado se caracterizaban porque vivían


bien informados, elaboraban sus obras con finura y se enorgullecían de su
oficio; eran trabajadores de todas las horas del día, buenos lectores y con­
versadores. Muchos de ellos formaban grupos de tiple, bandola y guitarra,
o estudiantinas, eran cultores de la música, espontáneos de la poesía y la
narrativa oral; los artesanos se consideraban obreros y sentimentalmente
se sentían socialistas. En nuestro país y en América Latina su presencia y
liderazgo fue decisivo en el movimiento popular de entonces.

“Las Cruces” era el barrio popular por excelencia en donde se incu­


baban y originaban la inconformidad y la protesta, con tradición desde las
épocas de la independencia. Era también el barrio de los zapateros, de los
tranviarios, de los aurigas o conductores de coches, de los que arriaban las
muías cargadas de arena o miel y de muchísimos artesanos que empezaban a
colocarse en talleres y fábricas. Típica fue su Calle Segunda, por ella bajaban
los “cafuches” o contrabandistas del aguardiente cuyo jefe llamado “Papá
Fidel” era prácticamente el dueño de las faldas de Monserrate y Guadalupe
(entre los matorrales fabricaban de noche el tal menjurje que al decir de los
más sabios bohemios de Bogotá era mejor que la “basura” oficial). Bello su
parque con pila de agua adornada con angelitos donde jugaban los niños y
pintoresca su plaza con fama nacional por sus “fritangas”. Era, además, un
barrio de perros callejeros de todos los tamaños y figuras que fornicaban
en las esquinas.

En una de sus casas funcionó la “Liga de Inquilinos" desde 1920,


dirigida y asesorada por un reducido círculo de personas entre quienes es­
taban Juan C. Dávila, Leopoldo Vela Solórzano, Enriqueta Jiménez, Pablo
E. Rangel, Julio D ’Achiardi y Fideligno Cuéllar, todos ellos más tarde líde­
res del PSR. En otra se planearon las huelgas de los tranviarios y en la de
Patrocinio Rey, líder del gremio, se aprobó el “boicot” propuesto por Uribe
Márquez a los 100 tranvías que había en la ciudad en 1927. En sus calles
se fraguaron movimientos que hicieron historia, como el de 1929, contra
la “rosca” y el jefe de las Empresas Públicas, un manzanillo que prometía
mucho y no cumplía por razones obvias, ladrón destapado y protegido
del presidente Abadía Méndez, a quien la “chusma” apodó “Chichimoco”.
Definitivamente “Las Cruces” fue el barrio “estrella” del sector popular
y, al igual que en los núcleos obreros y demás sectores urbanos, entre sus
gentes nació el sentido colectivo, hallaban cada día una palabra nueva en

65
M a r ía T il a U r ib e

el hablar cotidiano; simultáneamente comenzaba a desarrollarse el barrio


obrero de La Perseverancia con características similares.

Otras imágenes de los Veinte fueron la música y el baile. Se usaban


los fonógrafos de cometa movidos por cuerda para oír la música del “char­
leston”, del “fox”; las canciones románticas y los tangos. Estos últimos
eran los preferidos popularmente porque se identificaban con la vida de
sus habitantes. En las huelgas se cantaba “El jornalero”, “Ladrillo está en
la cárcel”, “Dios te salve mi hijo” y otros como aquel de la primera época
de Carlos Gardel: "declaran la huelga/ hay hambre en las casas/ es mucho el
trabajo/ es poco el jornal/ y en ese entrevero/ de lucha sangrienta/ se venga de
un hom bre/ la ley patronal".6

El baile se hizo público principalmente en un salón central de nombre


“La Bomboniere”; donde iban jóvenes (algunas fueron militantes del PSR)
acompañadas por las madres. Había una modalidad en un salón ubicado en el
lejano sector de “Luna Park”, consistente en un premio en dineroa la pareja
que ganara una maratón de baile; las boletas para presenciar el espectáculo
eran costosas y se hacían apuestas. Allí se inscribían con anterioridad las
muchachas con sus novios o hermanos.

En torno de aquellos salones de baile unos judíos-polacos* establecie­


ron por primera vez el negocio de venderle a las jóvenes vestidos de fiesta,
en su mayoría largos. Instituyeron el sistema a plazos-, cada vestido valía
3 pesos y cada domingo debían pagarse 50 centavos (suma alta para aque­
llas muchachas). Luego ampliaron el negocio instalando talleres de tejidos
de suéteres y otras prendas que reemplazaron las mantillas y los gabanes
(abrigos). En esos talleres el control de los comerciantes judíos sobre la vida
y actos de las trabajadoras y el trato cruel no tuvieron parangón en Bogotá.
Esto se originó en los albores del año 27.

L a a r is to c r a c ia b o g o ta n a

“Ascanio Dunanis” (seudónimo de Tomás Uribe Márquez) en sus


crónicas del periódico G il-BIas (1918-19) se había referido a la república

8 Al i’ic de la Santa Cruz, tango de Delfino y Mario Batistella.


* Debemos anotar como hecho curioso que se generalizó denominar polacos o turcos a
los inmensos grupos de comerciantes judíos, sirios y de otras nacionalidades que se
establecieron en todo el país.

66
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ La imagen de los Veinte

conservadora como una sociedad rígidamente jerarquizada donde reinaba


una sensación de monotonía, lentitud y ambiente estacionario; esa continui­
dad subsistía a pesar de la modernización. Pertenecer a la "jai” o aristocracia
criolla era tener fortuna, vivir de las herencias, apoyarse en abolengos y
apellidos; árboles genealógicos enmarcados en las paredes de la sala y algunos
escudos de familia adornaban las portadas de las fincas de “Chapinero”,
aunque con frecuencia eran adornos más ficticios que ciertos.

Estas gentes, por lo general ligadas al ejercicio del poder, mantenían


un estilo de vida europeizante aunque ya empezaban a mandar a sus hijos
varones a estudiar a Estados Unidos. Las niñas bien tenían damas de com­
pañía con las que iban a la retreta los domingos y recibían las visitas de
los novios los jueves por la tarde. Las Doñas se ajustaban a los manuales
de conducta y urbanidad, se enjoyaban y usaban sus chalinas de encaje y
terciopelo para ir a las temporadas del Teatro Colón, bordaban primorosa­
mente y en el juego de “criquet” de los viernes arreglaban los matrimonios
de las hijas. Los señores aristocráticos discutían en el “Jockey” sus negocios
y entre partidas de poker y “tresillo” se jugaban fortunas, terminaban de
arreglar el orden jerárquico, armaban sus equipos políticos, decidían la con­
veniencia o no de leyes nuevas y discutían sobre la modernidad polarizados
en tendencias. Estaban los que rendían pleitesía al poder norteamericano
ligados a él por intereses millonarios, afinidad política y diplomacia; y los
más conservadores, protegidos y socios del moribundo imperio inglés y “las
Europas”, admiradores de sus monarquías, su cultura y su colonialismo.
Se les atribuía posturas nacionalistas por ciertos pataleos relacionados con
el cambio de socios. A estos abuelos de dinastías no les faltó una que otra
hacienda en la Sabana, caballos de polo, tías solteronas en trance de here­
darlos, entusiasmo e imitación por todo lo extranjero y la mayoría de ellos
exacerbado elitismo hasta para admitir nuevos socios del club.

Un inteligente joven “botones” del afrancesado Jockey Club contaba


que la votación para las admisiones las hacían introduciendo en una caja
de terciopelo pequeñas bolas, las blancas eran afirmativas y las negras ne­
gativas. Con ese sistema le negaron a Jorge Eliécer Gaitán años más tarde
su ingreso al Jockey Club.

Toda aquella aristocrática mentalidad relacionada con modas, cos­


tumbres, rigores y emoción por la pompa era transmitida a las capas medias
sobre todo en los centros urbanos. Era “gente decente” la que usaba ropa

67
M a r ía T ua U r ib e

gruesa y por lo general oscura, llevaba sus niños a colegios privados, sus
jóvenes niñas se casaban de punta en blanco y observaban todas las reglas
que les venían de arriba. Sin embargo, muchos hijos de estas familias, evi­
dentemente no tan “felices” como las oligárquicas, aparecieron asociados a
las nuevas ideas, al periodismo crítico, a la intelectualidad, al sindicalismo
y al obrerismo; valoraban ese espíritu y esa formación sólida que no pasaba
por la escuela. Algunos grupos o personas de esa generación de clase media
bogotana, que se meció entre tendencias, contrastes y rupturas, simpatizó
con el socialismo-revolucionario, se adhirió o ingresó a él. Pero dentro de ella
las mujeres estaban ausentes, porque su realidad era muy diferente a la del
hombre: vivían separadas de la producción material e intelectual, sólo unas
pocas excepciones arrojaron a un lado las toneladas de convencionalismos
para incorporarse a un cambio radical que en últimas fue subversivo, al lado
de cientos de mujeres de extracción popular.

Cuando las mujeres comenzaron a desplazarse en busca de trabajo


-lo que iría a suceder en forma creciente- esos sectores y la maquinaria
eclesiástica en algunas ciudades pusieron el grito en el cielo: ¿Mujeres
trabajando^ ... ¡La quiebra del hogar!... ¡La corrupción de nuestras santas
costumbres! Esas expresiones, comunes en los sermones de las misas, ha­
cían parte de una labor de desprestigio para quienes se decidían a trabajar;
hacia ellas se dirigían comentarios o se clavaban miradas de condena. La
campaña se daba también en niveles sociales y familiares: padres, hermanos
o compañeros se oponían de muchas maneras a que sus mujeres salieran del
hogar. La reacción no fue entonces el silencio sino la defensa, o el desafío
incluso, abierto o disimulado, actitudes que empezaron a generalizarse
aunque encerraban una dualidad: de un lado “atreverse” era pecaminoso, un
reto; de otro, ya les estaba pesando la moderna idea de que su resignación
y otras “virtudes” no les servían de nada.

In t e l e c t u a l e s y t r a b a ja d o r e s d e la c u ltu r a

Dentro de la corriente intelectual cultura y política se entrelazaban.


Es algo que suele suceder y sucedía, tanto en los grupos intelectuales de la
sociedad aristocrática que reforzaban el “establecim iento”, como en los que
cumplieron un papel diferente, viendo su sociedad críticamente, algo que
podría ser de otra manera. En los dos sectores existieron rasgos comunes:
definirse, hablar claro y actuar en consecuencia. De tal manera que uno

68
Los a n o s e s c o n d id o s ] [ La imagen de los Veinte

sabía frente a quién estaba porque no eran muchos los que jugaran a dos o
más aguas. Los hubo, claro está, que querían quedar a paz con Dios y con
el Diablo, bien por dinero o falta de conciencia (pero de la inconciencia no
me ocupo en este libro). Entre las razones que llevaron a esos grupos a la
inconformidad quiero destacar algunas.

La doctrina del senador Monroe de “América para los americanos”


(léase Latinoamérica para los norteamericanos) estaba en su apogeo, la
sintieron al rojo vivo las mayorías populares en cada país latino y, desde
luego, los intelectuales. Los gringos estaban de cuerpo presente en cada
territorio, a la vista y no escondidos, su explotación no era a distancia ni a
sus imposiciones se les llamaba diplomacia. Basta recordar en nuestro país
la orden del Departamento de Estado al gobierno colombiano, para que éste
asegurara la vida, honra y bienes de la United Fruit Co. Estaba fresca la
intervención de la “independencia” de Panamá o mejor, el “rapto”, como le
llamaron muchos colombianos, y a la orden el resto de invasiones militares
en América Latina en los primeros 30 años de este siglo: tres en Panamá
cuando era departamento colombiano, es decir, tres a Colombia; tres a
Nicaragua, quince en México, cinco en el Estado Libre de Panamá, siete en
Honduras, cuatro en Cuba, otras cuatro en la República Dominicana, una
en Haití, una en Guatemala; a Cuba la ocuparon por seis años la primera vez
y en la segunda por trece, dejaron la base de “Guantánamo”. A Nicaragua
la invadieron por siete años y nombraron presidente al pirata William
Walker. Es fácil comprender entonces que para los intelectuales conceptos
como saqueo de las riquezas naturales, imposiciones políticas, dependencia y
otras, por fuerza las definieran en relación con los Estados Unidos. Además,
porque en América Latina explotaban volcanes sociales y antiimperialistas
y porque se generó un sentimiento de rechazo del cual formaron parte inte­
lectuales de todos los países y los colombianos no estuvieron ausentes. De
ahí el sentido nacional (así decían)... eso que corre por la corteza terrestre,
eso que brota por las venas y no se puede cambiar por dinero.

El nacionalismo y el antiimperialismo iban paralelos con otro sen­


timiento: el rechazo a la cultura de la imitación de los usos (y abusos)
europeos, viejos males oligárquicos pobres y raquíticamente creativos, a
tiempo que los grupos racistas de ese continente sostenían la inferiori­
dad de los hombres y mujeres del trópico. El racismo -base del naciente
fascismo- tenía eco en nuestro país; por ejemplo, en el año 22 se prohibió
la entrada de turcos, chinos e hindúes como parte de una campaña para
mejorar la raza.

69
M a r ía T ila U r ib e

Al lado de esas expresiones brotaban otras eminentemente elitistas


como la fundación de los “grupos raciales selectos”, signo de distinción
que impulsaba el profesor López de Mesa. O los debates sobre la raza que
impulsó Laureano Gómez en sus conferencias del Teatro Municipal del año
27 cuando demostró que "nuestro p aís por su base étnica nunca podrá ser una
nación civilizada". Aunque esto fue más bien efímero marcó una separación
entre quienes hoy definiríamos como progresistas y reaccionarios.

Seguidos de estudiantes de clases medias provincianas, profesiones


liberales y periodistas, los intelectuales avanzados se incrustaron de lleno
en otra labor con una postura radical: defender algunas reivindicaciones,
como la huelga, que era lo novedoso. En el vocabulario de los trabajadores
afloraban las necesidades con términos precisos: legislación laboral... seguros
de trabajo... derecho de huelga. Las mujeres soltaban otros atrevimientos:
pensiones de jubilación... derechos maternales... derechos de los niños
trabajadores... puntos fuertes de afinidad entre obreros e intelectuales.
Las reivindicaciones influían intensamente en su sensibilidad y lucidez,
reconocían su justeza hasta el punto de llegar a pensar en una sociedad sin
el odio de la explotación.

Así que al incorporarse a estas luchas el compromiso fue grande. Al­


gunos priorizaron el trabajo con la gente, otros reprodujeron sus demandas
sociales, defendieron sus objetivos e incomodaron a los de arriba. Otros más,
sin llamarse socialistas, abrieron una grieta en el monopolio cultural ejercido
por la oligarquía, como el poeta León de Greiff o el gran maestro Rendón,
que pulverizó con sus caricaturas a los dueños del país y se solidarizó con
Tomás Uribe Márquez y María Cano en sus horas difíciles.

Gala de socialismo hizo otro grupo de intelectuales bien conocido:


Roberto García Peña, Gabriel Turbay, Alberto Lleras Camargo. porque si
algo había seguro en esos tiempos es que la moda no era lo de menos. Pero a
esas personalidades el socialismo apenas los tiñó o les dio dividendos según
el retrato escrito que en su momento hizo Tomás, en el que empieza:
...La fraseología docta y roja de esos académicos de la revolución es pura
cháchara oportunista para atrapar el voto popular. Al oírlos se piensa:
con apóstoles vanguardistas como Alberto Lleras Camargo el pueblo
trabajador tendrá al fin voceros genuinos... (ver anexo 2).

No podría subestimarse en forma alguna el papel que tuvieron algu­


nos trabajadores de la cultura, gentes que sin desvincularse de sus respecti­
vos oficios aportaron en el terreno del arte y se decían obreros; eran grupos

70
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ La imagen de los Veinte

de teatro, danza, música, cuentistas-obreros, comediantes, humoristas y


músicos. A estos grupos se les encomendaba la tarea de elegir “las flores
del trabajo” en Bogotá y otras regiones, pero quedaron en la penumbra, lo
que contribuyó a desdibujar una imagen ligada al PSR y a los comienzos
del movimiento obrero.

L O S GRUPOS DE SA V IN SK I

Interesante y pintoresco, este personaje es de referencia obligada y


continua en el socialismo de los Veinte. El era un ciudadano ruso que hacía
bastante tiempo había salido de su país -desde el año 16- poco antes de que
los bolcheviques tomaran el poder. Viajó por algunos países asiáticos y nadie
sabe por qué vino a radicarse en Bogotá hacia 1922. Según nos contara su
esposa en la ciudad de México muchos años después, Silvestre Savinski no
tenía formación marxista; en lo que no había nada fatalmente malo. Lo que
pasaba era que Savinski, hombre de muchas cualidades, recibía periódicos en
ruso y el único que podía traducirlos era él. Por tanto el local de su tintorería
se convirtió en sitio de tertulia, eje de grupos de estudiantes e intelectuales
que se fueron formando en torno a la lectura de los periódicos que él tradu­
cía, más que en torno a él mismo como teórico. En estos periódicos venían
artículos de Lenin y sobre Lenin que se comentaban animosamente allí. Uno
de esos grupos estaba conformado por estudiosos como “José M ar" y Luis
Tejada; no se trataba de ninguna escuela marxista como tal (no la hubo sino
hasta el año 32, su primera instructora fue la venezolana “Carmen Fortul”
-Inés Martel), sino de vivos admiradores de Lenin y la Revolución Rusa
que para ese tiempo lo eran millares y millones de personas en el mundo
entero. Precisamente Luis Tejada, quien lideraba el grupo de intelectuales
difundió esos planteamientos y se proclamó comunista al igual que al­
gunos de sus compañeros. Por esta razón se le sitúa como predecesor del
comunismo en nuestro país; evidentemente, así fue. Hay quienes citan a
Luis Tejada como fundador del comunismo en Colombia, lo que da lugar
a pensar que lo fuera del PCC, creado en 1930, si se ignora que él murió
en septiembre de 1924, a la temprana edad de 26 años.

De manera que la influencia y formación de Luis Tejada correspondían


a la situación general que vivía el país y a su propia edad. Su pensamiento
tuvo una evolución increíblemente acelerada: Poco antes, en 1922, había
mostrado gran entusiasmo por la candidatura liberal de Benjamín Herrera

71
M a r ía T il a U r ib e

(arrebatada por monstruoso fraude) en su periódico El Sol de Barranquilla;


pero en 1923 su radicalización fue total.

Luis Tejada (pariente cercano de María Cano) fue uno de los hom­
bres brillantes de su época, sus amenos y profundos escritos orientaron
y ejercieron influencia favorable a las nuevas perspectivas y definiciones
políticas; su relación con los socialistas fue de respeto recíproco, de diálogo,
de entendimiento.

M a p a p o l ít ic o d e l o s a ñ o s v e in t e

El partido conservador se sostenía en el poder hacía 43 años, se


caracterizaba por su apego a las tradiciones coloniales y la comunidad de
intereses con el clero. Era expresión de corrientes o sectores de terratenien­
tes que asentaban su fuerza, en gran parte, sobre el poder del cacicazgo,
el clientelismo, los compadrazgos, la repartición de puestos y beneficios.
En este partido también había contradicciones y tendencias, la corriente
disidente fue encabezada por el general Vásquez Cobo, quien se oponía al
manejo de ciertas políticas sobre todo económicas.

En la oposición el liberalismo. Según los acertados conceptos de


Mauricio Archila, en el sector tradicional sus políticos querían evitar la
revolución social con tácticas diferentes a las de la Hegemonía, darle a los
conflictos económicos atención evitando que se convirtieran en conflictos
políticos. Sus dirigentes estaban conscientes de la guerra social desatada
irremediablemente en esa década. Su política fue la de atraer a los sectores
populares, expresándoles que en el liberalismo cabían todas las aspira­
ciones de los trabajadores. En ambos partidos las decisiones se tomaban
en las cúpulas, que movían a las masas por pasiones antes que por ideas
-liberales vs. conservadores- a veces disimuladas, por lo general agresivas,
sobre todo aprovechando a esas gentes que el fanatismo vuelve taciturnas
y feroces.

En los dos partidos tradicionales cabían desde poderosos hasta menes­


terosos, pero en el partido liberal había más variantes, corrientes y matices:
sectores católicos, sectores ateos, liberales socialistas o radicales. Entre estos
últimos se formó una tendencia o grupo de ex-generales retirados, algunos de
ellos con cierto poder económico y político, relacionados con altos militares
venezolanos de tipo nacionalista. Pero me estoy desviando hacia un tema
que iremos a ver ampliamente en la segunda parte de este libro.

72
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ La imagen de los Veinte

Lo nuevo de los años Veinte en la escena política nacional fue la


corriente socialista que tuvo dos etapas: Partido Socialista, a secas, y el
Partido Socialista Revolucionario. El primero se inició con la “Plataforma”
de 1919, y tuvo vida por tres años largos hasta 1922-23; alcanzó a convo­
car una Convención Nacional, dos Asambleas Departamentales y varias
locales. Su dirección estuvo compartida por intelectuales y artesanos,
varios de ellos fueron: Juan C. Dávila, que fundó el periódico El Socialista
en 1920, Jorge Uribe Márquez, Patrocinio Rey, Julio D ’ Achiardi. Urbano
Trujillo, Angel María Cano, César Guerrero, Fideligno Cuéllar. Francisco
De Heredia, llegado a Colombia en 1922 fue su secretario general. También
estuvieron en ese partido Carlos Melguizo, Juan de Dios Romero y otros.
Con excepción de los dos últimos todos los demás irían a jugar un papel
de importancia en el PSR.

El partido socialista de 1919 dejó un documento central que en


alguno de sus puntos dice: "Llegada la hora de elegir miembros que han de
formar la Confederación Obrera, debemos poner nuestros ojos en aquellos obreros
verdaderamente socialistas... trataremos de salvar a l obrerismo de los políticos
de profesión". Se lanzaron a las elecciones con listas propias, superaron la
votación liberal en Medellín, Girardot y nueve ciudades más; su extinción
se debió en gran parte a su segunda salida electoral, cuando votaron por el
general Benjamín Herrera para presidente, presionados por sectores liberales
cercanos y por el mismo candidato quien formalmente les pidió su apoyo.
Después del fraude que le dio el triunfo al conservador Pedro Nel Ospina
en 1922, el desconcierto de los socialistas fue grande, a más de la derrota,
por el desencanto de sus bases que querían un partido propio. Estudiaron
entonces la conducta a seguir y produjeron otro documento: "...es inútil el
ejercicio del sufragio... mientras no se reforme la Ley electoral vigente...".

Entre los intentos de este primer socialismo se cuentan proyectos


como "... La defensa de los derechos económicos y políticos de la mujer". Si esto
parece muy banal, no lo fue, antes de los socialistas nadie había pensado
en ello. El punto primero de su plataforma decía: "¡a organización obrera
declara que debe ser libre, independiente y sin compromisos con los partidos
tradicionales ni sectas religiosas, que su política es económica y social y que
dentro de sus filas caben todos los ciudadanos de buena voluntad dispuestos a
luchar en causa común por las reivindicaciones del proletariado". En el punto
dos proclamaban los principios de "Libertad, Igualdad, Fraternidad". El
punto cuatro era contradictorio, decía: "Busca la reforma del estado y de
la sociedad, la equidad entre el valor del trabajo y el interés del capital"; y el

73
M a r ía T il a U r ib e

cinco recomendaba como bases principales de la emancipación obrera la


instrucción y el ahorro.

Al mirar en su totalidad aquellos postulados se encuentra un vacío


respecto de los problemas agrarios porque plantearon "la colonización para
los cam pesinos”. Pero hay que tener en cuenta que se trataba de los primeros
pinitos socialistas.

El PS como tal no dirigió huelgas pero asumió compromisos con los


trabajadores, porque quizá lo más interesante fueron sus gentes o gran parte
de ellas en Girardot, La Dorada, Honda y otras poblaciones, que si bien en­
cendieron y apagaron el nombre de un partido, continuaron cualificándose
en los años siguientes, no dentro de una radicalización liberal sino dentro
de una vocación revolucionaria; para ellos el solo hecho de haber sacado
tantas experiencias de sus errores fue ganancia.

A partir de 1923, ya desaparecido el PS, el panorama político de los


dos partidos tradicionales se fue ensombreciendo. La crisis del liberalismo
fue un tema tratado y aceptado por sus mismos políticos y se debía en
parte a que no tenían o no hacían presencia en ningún problema nacional:
en cuestiones de soberanía o de vinculaciones financieras con el exterior,
no opinaban o no les convenía hacerlo, era total su desvinculación con el
pueblo a pesar de sus intentos en dos Convenciones Nacionales para llenar
este vacío. Nada en ese partido o por lo menos en sus políticos se sentía
auténtico: solo literatura, promesas, bla, bla, bla. "El liberalismo se atrofia y
se deslíe en una inactividad corruptora", decía el editorial de “El Espectador”
el 27 de octubre de 1923.

Por su parte el partido conservador oscilaba entre la incompetencia


y la corrupción, se desintegraba en medio de roscas, inmoralidades admi­
nistrativas y la más cruda política de represión. En el último gobierno, el
de Abadía Méndez, todo en las voces de sus políticos se volvió fiereza, vio­
lencia de Estado, tratam iento de subversión y de ilegalidad para cualquier
reclamo.

La crisis en las cúpulas de los dos partidos era política y además


ideológica; no era una crisis con base en ideas encontradas, es que no te­
nían nada qué decir ni qué ofrecer. Y mientras esa crisis se acentuaba en
lo más alto de la pirámide social las ideas socialistas y las luchas populares
se convertían en un proceso diario que iba creando nuevas necesidades. El
mapa político cambió entonces en mitad de la década: hablar de socialis­
mo implicaba organización, solidaridad y por esto su curso fue tomando

74
Los a n o s e s c o n d id o s ][ U i imagen de los Veinte

proporciones nacionales; con sucesivos Congresos Obreros en los años 24,25


y 26 culminaba un proceso que por diferentes cauces y en distintos lugares
condujo a la conformación del Partido Socialista Revolucionario.

En buena parte del país se veía a los socialistas-revolucionarios alzan­


do tribunas, fundando periódicos, liderando las primeras grandes huelgas
en ferrocarriles y puertos, plantaciones agrícolas y campos petroleros. Su
principal lucha, la consecución de la jornada de 8 horas de trabajo. El PSR
libró muchas batallas en favor del campesinado, los barrios populares, los
desempleados, los indígenas y logró vincular a la clase popular en su con­
junto en apoyo de los obreros de las compañías norteamericanas.

Sus movilizaciones alarmaron por su beligerancia y tamaño al go­


bierno de Abadía Méndez, hasta el pánico. De ellas El Tiempo editorializó
en mayo de 1926: "...Se nota que las manifestaciones del PSR ya ocupan
muchas calles y plazas y que son más grandes que las procesiones del Sa­
grado Corazón". Su lucha contra la Hegemonía que se creía infalible fue
factor decisivo para el colapso o caída de ese gobierno. Las anteriores son
pinceladas generales de la etapa del socialismo-revolucionario en cuanto a
su ubicación en el mapa político nacional, pues este es el tema central del
presente libro.

La década llegó a su planicie final, bajo el influjo de la crisis del capi­


talismo mundial del año 29, el cambio de gobierno en 1930, y la extinción
de la época revolucionaria que antecedió a los dogmas.

75
C a p ít ulo IV

MUJERES Y VIDA COTIDIANA


E n c u en t r o con e l p r im e r o d e m a y o

Cuando los sastres y las trabajadoras de la “Maestranza” elevaron su


protesta en marzo de 1919, mucha gente de la entonces parroquial Bogotá se
indignó por la forma de proceder del gobierno y una gran parte se solidarizó
con quienes protestaron. Entre los indignados y solidarios estaba un señor
dueño de un almacén llamado “Egipto”, en la carrera 8a. con calle 11, tes­
tigo de esos hechos, que repetía a todo el que quisiera oírle cómo, cuando
esa movilización tocaba a su fin y más de 3.000 personas se disgregaban,
del mismísimo balcón de Palacio salieron las balas de la ametralladora que
dieron muerte a los manifestantes. En el piso del almacén su dueño había
acomodado a varios heridos y el pequeño depósito lo convirtió en escondrijo
de otros cuantos, gentes que volvieron después a darle las gracias por tanta
humanidad, convirtiéndose más tarde algunos de ellos en sus compañeros.
Ese señor se llamaba Leopoldo Vela Solórzano (1889-1945), de quien decían
que la sensibilidad era su pecado original.

Un año después, más exactam ente el Primero de Mayo siguiente,


una joven señora iba en dirección al almacén “Egipto” a recibir la ayuda
que Vela Solórzano le daba esporádicamente. Se llamaba Enriqueta Jim é­
nez Gaitán, tenía varios hijos, esperaba otro y enfrentaba una dura exis­
tencia pues la persona con quien se había casado, a pesar de ser maestro
inteligente y respetuoso era falto de ánimo, por lo que fue dejando poco
a poco en hombros de ella todas las cargas del hogar. La Señora bajaba de
los cerros orientales donde vivía, por la calle del “Camarín del Carm en”
y poco antes de llegar a la Plaza de Bolívar oyó un murmullo de voces y
de gritos que se fue agigantando, luego un silencio donde se destacó la
voz enérgica de un hombre arengando. Al desembocar en la plaza divisó
una multitud y le llamó la atención un grupo de mujeres, por lo que a
cierta distancia se paró a observarlas. Decía ella que las vio vestidas po­
bremente con sayas y mantillas, pañolones o sacos flojos; unas cuantas
calzaban zapatos de pulsera, otras, chinelas y otras más alpargatas. No
eran pocas las que alzaban niños tiernitos en sus brazos y algunos, los
mayores, tenían cachuchitas torcidas sobre sus cabezas. A los hombres
también los observó: algunos llevaban ruana, o vestidos con sacos de
solapas angostas y chalecos debajo; en la cabeza cachuchas o sombreros
embozados. El conjunto parecía un cuadro de figuras oscurecidas, pero
cobraba vida cuando la gente estiraba los brazos en señal de acuerdo con
el orador y lanzaba ¡vivas!

79
M a r ía T ila U r ibe

Nunca antes de ese día había visto espectáculo que se le pareciera.


Las únicas aglomeraciones que conocía eran las procesiones en donde ella
desfilaba sosteniendo una de las cintas azules colgadas de lo alto de la
imagen de bulto, casi siempre detrás de los “benefactores de los pobres”.
Tampoco había oído lo que le pareció curioso y atrevido pero interesante y
razonable y mientras la voz articulada del orador denunciaba la expoliación
a los pobres, la desconsideración a las mujeres y la hipocresía del clero, ella
asociaba en su pensamiento al Cura de “Belén”, quien le decía que iba a
obtener el cielo sufriendo iniquidades y desgracias en la tierra. Y cuando la
palabra injusticia volaba por los aires ella sentía que le caía precisa porque
vivía sobrecargada de trabajo, mal nutrida y dando a luz sus hijos muy
seguido. En ese tiempo no se permitían maestras de escuela con barriga
y por eso sabía que jamás podría cristalizar su vocación. Otros términos
se oyeron aquel día: opresión... derechos... socialismo... esas palabras, por
distintas, le sonaban extrañas, pero entendió el significado aunque después
olvidó las palabras. ■

La presencia masiva de las mujeres la animó a acercarse a indagar


qué pasaba, aunque con timidez; nunca le alcanzó el idioma para expresar
lo que sintió en aquella ocasión en que empezó a descorrérsele el velo de las
telarañas mentales, como ella decía; o lo que entendió al oír de boca de una
de las mujeres algo así como... Los pobres nos juntamos para tener ntás fuerzas.
Le estaban dando el primer campanazo, ¡porque a ella también la pobreza
la lamía! Hasta ese m omento no sabía que quien así le hablaba era una de
las “Capacheras” de la Cervecería de Germania‘ estas obreras, junto con
otras 45 organizaciones locales, habían convocado aquella conmemoración
del Día del Trabajo.

Y preguntó, oyó, observó. La relación fue rápida, le atrajo el tono


fraternal de las obreras: ¿Usted sabe escribirá -le susurraron- y el sentido
plural: entre nosotras nadie sabe... o nadie sabe bien, estamos formando el sin­
dicato... Ella anotó la dirección. Así conoció a las mujeres a quienes más
tarde ayudó a redactar actas, documentos, cartas, a quienes alfabetizó y de
las cuales mucho aprendió.

Terminado el acto los oradores bajaron de la tarima improvisada y


seguidos del grupo de las “Capacheras”, se dirigieron a la calle “Florián”
(carrera 8a). Ella no se alejó, por el contrario, caminó enredada entre la

* Elaboraban los capachos con hojas de juncos o de m imbres para proteger las botellas.

80
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Alu¡eres y vida cotidiana

gente hasta la segunda esquina; allí se detuvieron brevemente, respiraron


como si hubiera pasado el peligro, comentaron el éxito y la misma mujer
con quien había convenido la cita le presentó a uno de los oradores: Ju an C.
Dávila, a los pies de usted. Luego a otros de los convocantes y oradores que
le extendieron la mano con llaneza: Patrocinio Rey, Juan de Dios Romero,
Julio D ’Archiardi, Campo E. Rangel... Se sintió turbada por la deferencia
de los saludos... siendo señores tan importantes.

Enriqueta llegó finalmente a donde Vela Solórzano cargada de perió­


dicos que en el último momento le entregó un joven del grupo, de nombre
César Guerrero. Y ¡oh sorpresa!, de entre un maniquí de modista, que en
ese tiempo era el símbolo del encanto femenino, la mano de su dueño sacó
esos mismos periódicos y otros, entre ellos “El Luchador” de Medellín. Ahí
escribía un tal Raúl Eduardo Mahecha y “El Obrero Moderno” de Girardot
y se los mostró diciéndole: Qué sorpresa tan grata que seamos de los mismos
(de lo que se rieron hasta muchos años después).

Los periódicos registraban los triunfos de la huelga de los mineros de


Segovia (Antioquia) y del movimiento campesino del Sinú contra el des­
pojo de colonos, dirigidos por los mismos obreros de Montería. Hablaban
de la persecución para los artesanos de Bogotá, del abaleo a los campesinos
de Cunday, Melgar e Icononzo, de las Sociedades Obreras organizadas en
Girardot. El Gráfico de Bogotá destacaba lo siguiente: "Está cumpliéndose
una transformación económica en el país, por lo mismo, las crisis se acentúan
...la perspectiva es, pues, de cambios quizá radicales en nuestras costumbres".
Enriqueta leyó y releyó en los siguientes días toda esa información.

En cuanto al nombre del pequeño almacén, “Egipto” era país de


moda: las momias, las tumbas, las ruinas y el estudio de esas antigüeda- des
estaban a la orden del día y Leopoldo Vela Solórzano era un admirador de
esa cultura, además, leía. Se informaba de lo que pasaba en el mundo para
comentar los acontecimientos con los parroquianos y con los socialistas a
quienes se acababa de sumar para sacar adelante la iniciativa de la “Liga de
Inquilinos” de Bogotá.

Aquel episodio la volvió al revés como un guante (recordaba Enri­


queta) la vinculó con la lucha de los trabajadores a través de una actividad
permanente que duró casi por el resto de su vida, transformándola en una
mujer segura de sí misma, apasionada, crítica y con los ojos abiertos a la
reflexión. Pero ese Primero de Mayo de 1920 no podía suponer que unos años
más tarde haría parte de los fundadores del PSR, ni que en el horizonte se

81
M a r ía T ila U r ibe

asomaba la década decisiva en el desarrollo de la clase obrera, la llama de las


ideas socialistas-revolucionarias y el surgimiento de líderes comprometidos
con la lucha social: los años Veinte.

De esa manera Enriqueta nos revelaba las sensaciones que tuvo en


aquella fecha, en otras ocasiones nos hablaba de situaciones que influyeron
en su proceso o nos contaba cómo vivieron sus contemporáneas. No se trata
de heroínas y valientes sino de seres comunes que se movieron con fluidez
en los distintos niveles de su realidad, desde lo intuitivo a lo razonado y
de la vivencia personal a lo colectivo. Empecemos con el siguiente apunte
escrito por Juan Francisco Cuéllar, uno de los hijos de Enriqueta:
Ella nació en Bogotá (1894-1963) en un hogar de clase media y desde
muy niña la llevaron al hogar de sus abuelos, quienes le prodigaron sus
mejores cuidados y desvelos; su niñez transcurrió entonces dentro de
un marco de comodidades. En la edad escolar la llevaron a un colegio de
religiosas y su tránsito hogar-colegio-hogar le permitió relacionarse con
personas y familias del barrio. Siendo una niña vivaz, lentamente fue
entendiendo ciertas distancias entre el abuelo y la abuela, distancias de
carácter político esencialmente. Descubrió entonces que la abuela era una
ferviente partidaria de los liberales, mientras que el abuelo era conserva­
dor. Algunos hechos la llevaron a este convencimiento: por aquella época
se libraba la Guerra de los Mil Días y la abuela, corriendo toda clase de
riesgos, daba alojamiento a guerrilleros liberales que ascendían desde los
Llanos hasta Bogotá por el Páramo de “Cruz Verde” trayendo compañeros
heridos, o portando correos, o en busca de vituallas y alimentos. Otro
hecho le evidenció esa situación: Semanalmente partía hacia el páramo
una mujercita llevando un pesado canasto: era ropa para lavar en el río...
pero muy bien empacadas iban las municiones que la abuela recibía de
los liberales y enviaba a los guerrilleros de Choachí. Muertos los abuelos
Enriqueta quedó al cuidado de sus padres.
Otros dos hechos impresionaron a la pequeña Enriqueta: el fusilamiento
público de los tres hombres que atentaron contra el entonces presiden­
te, general Rafael Reyes en 1905, estrenando así la pena de muerte que
existió por primera vez en ese período. Iba de la mano de su mamá y
mezcladas entre la multitud que seguía el cortejo fúnebre la pequeña pudo
presenciar el momento en que los condenados eran sentados, amarrados
y vendados para recibir, momentos después, las descargas que segaron
sus vidas. Recordaría ella años después las lágrimas y los lamentos de las
mujeres que presenciaron el desfile y aquellas que se hicieron presentes
en el sitio mismo del holocausto.
El segundo acontecimiento fue el largo luto que guardó su madre por el
general Ricardo Gaitán Obeso, pariente muy cercano de ella; el dolor fra­
ternal y patriótico que la embargó por las circunstancias de su muerte en
Panamá. Aquel patriota no había obtenido respaldo alguno en su intención

82
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Mu¡eres y vida cotidiana

de impedir el “rapto” del “departamento” colombiano, y entonces, en una


hazaña quijotesca, escogió 100 hombres de tropa dispuestos a dar tan
desigual batalla. Fracasaron y el general Gaitán Obeso murió enfermo y
cumpliendo condena en una mazmorra de la Ciudad de Panamá.
Enriqueta se casó con Fideligno Cuéllar, lo que vino a significarle un cambio
de vida, en medio de una gran pobreza; también por las ideas y actividades
de su esposo, maestro de escuela y militante socialista. A fines de 1911
nació su primogénito, Carlos, que fuera su hijo cariñoso, su amigo, su
confidente. El se convertiría en un infatigable luchador socialista.
En 1920 comenzaron sus asomos al naciente movimiento obrero. Hacia
1923, habiendo llevado una vida de privaciones económicas, renunció al
catolicismo porque... padeciendo ¡anta necesidad, Dios no me alargó ¡a mano
para darme un pan que quitara el hambre a mis hijos. Detrás de esa decisión
tomó la de separarse de su ya lejano marido, que aparecía en la mísera
vivienda solo por la Cuaresma... En 1924 se celebró en Bogotá el Primer
Congreso Obrero y Campesino. Enriqueta asiste como delegada de un
grupo femenino, quizá el primero que hubo en Bogotá con ese carácter
y emprende su vida de militante política.

Muchos años más tarde ella contaba así la vida de las mujeres de su
tiempo: partíam os de un difuso sentimiento de inconformidad... de ira frente a
las injusticias que sentíamos en carne propia... llegamos a considerar inútiles las
costumbres arraigadas por la enseñanza religiosa, no queríamos seguir apoyando
la vida con reglas morales de tiempos remotos... Y nos fuimos acercando a la
fuerza política masiva y beligerante que no se podía ignorar (el PSR) y una vez
militantes, no nos quedamos solamente bordando banderas. Generamos cambios,
algunos equivalían a mencionar la sexualidad, tema intocable en ese entonces...

Aunque buena parte de aquellos procesos de cambio no afectaron a


todas las mujeres, fue en los sectores populares donde lentamente se habló
y defendió en Colombia el derecho al trabajo, a la instrucción, a la seguridad
social y a otras aspiraciones. Y lo hicieron sin excluir origen, edad o nivel
social de sus congéneres. Esto es algo que no podemos imaginar hoy, pero
tratemos de comprender que esos seres anónimos - y esas luchas ocultas de
datos que no se conocen pero que existen- hicieron aquellos sacrificios en
aras de un mejor futuro para las generaciones que les sucedimos.

L a s p r im e r a s h u e l g a s f e m e n in a s

Una agitada vida popular inundó ese primer año de la década y sur­
gieron situaciones que se robaron la atención y los comentarios de la gente,

83
M a r ía T ila U ribe

entre ellas, las huelgas: la de ferroviarios en La Dorada, línea de propiedad de


una compañía inglesa; la de operarios del cable aéreo de Mariquita; la huelga
en los ferrocarriles del Pacífico dirigida por liberales, en donde maquinistas
y fogoneros fueron engañados; la de los trabajadores del transporte fluvial
que arrastró a los hombres de los muelles marítimos y fluviales; la huelga
de ferroviarios en Barranquilla y Puerto Colombia; más los mil trabajadores
de distintos gremios de Bucaramanga y cuatro estallidos más en diferentes
puntos del país9. Lo insólito lo personificó una obrera textil, de Bello (An-
tioquia), Betsabé Espinal. Ella organizó a 300 mujeres en escuadrones para
hacer retroceder a los esquiroles, emitió convocatorias y acudieron cerca
de tres mil personas en su ayuda; puso la nota más alta en cuanto a cómo
conducir una huelga. Inicialmente la empresa quiso rebajar los salarios pero
la respuesta de las trabajadoras llegó tan lejos que consiguieron un 40% de
aumento salarial.

En los años Veinte se inició para las mujeres asalariadas un cambio


en sus condiciones materiales de existencia y en su mentalidad. Su incor­
poración al medio laboral, aunque incipiente, significó otra manera de vivir
en la familia y de enfrentar la sociedad. Aunque ignoraran el sentido de la
palabra plusvalía, sentían la explotación para sus compañeros y ellas mis­
mas y aunque no supieran leer comprendían que su trabajo producía. No
existía razón para ser tratadas como seres inferiores. Por su parte la naciente
industria necesitaba mano de obra barata y para eso estaban las mujeres y

9 Archila Neira. Mauricio. Cultura e iden tidad obrera. Colombia 1910-1947, Cinep, Bogotá,
1991.

84
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Mujeres y vida cotidiana

Leopoldo Vela Solórzano Cable aéreo de M a riq u ita

los niños, es decir, en nuestro medio se repitió el mismo fenómeno de las


revoluciones industriales de los países europeos en cuanto a la explotación
inicial del trabajo femenino e infantil. La mujer se encontró entonces dentro
de ese tipo de modernización sin derechos, sin seguridad, rodeada de riesgos,
maltratada, pero trabajando. A su vez el trabajo le proporcionó un ingreso
económico y una mayor posibilidad de independencia.

El temple de Betsabé Espinosa y el éxito de la gestión fueron como


un espejo para otros grupos femeninos; las capacheras y las telefonistas
se miraron en él y decidieron suspender labores, en las que serían las dos
primeras huelgas femeninas que hubo en Bogotá. Aunque los registros de
esos hechos fueron escasos, la lista de reivindicaciones presentada por las
capacheras supone un trabajo anterior interesante: por mejor trato/ Salarios
y sueldos iguales/ Igualdad civil de los hijos/ Preferencia a la madre/ Res­
peto a la esposa/Protección a la ancianidad/ Ayuda a la niñez/ Abolición de
la esclavitud doméstica/ Inspección médica domiciliaria (por enfermedades
infecciosas)/ Derecho a indemnización (en caso de contraerías)10.

Recogiendo la emoción y las palpitaciones humanas de las capacheras,


Enriqueta, que ya se había acercado a ellas, redactó el texto de solidaridad

' Dato cedido por Pepe Romero. Archivo de Juan de Dios Romero.

85
M a r ía T ila U r ibe

dirigido a Betsabé Espinosa, Matilde Montoya, Teresa Piedrahita y demás


textileras. Para recoger otras firmas visitó a las obreras cajetilleras que
empezaban a formar su sindicato; ahí conoció a Carlina de Mancera (ella
iría a destacarse en el PSR y a elaborar junto con su esposo el periódico La
Libertad en 1926). Para ese año Carlina escasamente redactaba las hojitas que
pasaban de mano en mano entre sus compañeras. Alrededor de las firmas
del texto de solidaridad -firm as que en buen porcentaje eran a ruego*- y
los comentarios por el triunfo de Betsabé, publicados por los periódicos, se
despertó mucho entusiasmo. Los grupos femeninos recién relacionados por
ese motivo acordaron entonces acercarse a la Liga de Inquilinos, convocar a
la movilización del Primero de Mayo de 1921, estar pendientes de las huelgas
y de las personas que las dirigían, establecer contacto con la “Sociedad de
Obreras Redención de la M u jer” de Girardot y, más adelante, buscar un
sitio propio de reunión. Todo y más se cumplió, según relataba Enriqueta.
Así se iniciaron las actividades femeninas entre los años 20 y 22; con base
en iniciativas, comunicación, espontaneidad y, sin lugar a duda, sacrificios.
Este tipo de inquietudes cuando se asumen como propias implican tiempo,
y en aquella época romper los convencionalismos del círculo social y religio­
so al que se pertenecía. Eran tiempos en que la palabra y la vida femenina
estaban perfectamente controladas y nada había fuera de su lugar.

E n l a s c a s a s d e l p u e b lo

La Liga de Inquilinos había tomado cuerpo, era una casa bien admi­
nistrada con vida intensa los fines de semana, situada en la Carrera 9a.
entre calles 2a. y 3a. Cerca a ésta, otra sede popular marchaba viento en
popa, era la Casa del Pueblo, abierta por esa figura democrática que fue
Carlos E. Restrepo en 1921. Ambas tomaron un carácter cultural desde su
fundación: se dictaban conferencias, se citaban los músicos para ensayar,
los domingos se abrían los programas de tiple, bandola y guitarra y se
alternaban los declamadores a mitad de la tarde. Estas casas llegaron a
ser insuficientes porque se convirtieron en punto de encuentro no solo de
gremios y sindicatos sino de familias enteras, para quienes el sentido de
solidaridad era sagrado. El pago de los arrendamientos corría por cuenta
de los sindicatos en ciernes o ya establecidos; las alcancías, que siempre
estuvieron presentes, se abrían cada mes para gastos menudos y el resto o
lo que hiciera falta lo ponía la gente: un butaco, unas tablas, dos manteles,

* Otra persona firmaba por el interesado, en caso de que éste lo solicitara.

86
Los a n o s e s c o n d id o s ] [ Mujeres y vida cotidiana

Inauguración de la Casa del Pueblo, 1921

una lámpara, bombillas. Por lo que hacía a las reparaciones se las repartían
los expertos; los arreglos estaban a cargo de manos femeninas, el transporte
que se necesitara lo hacían los aurigas y así todo lo demás.

El conferencista “estrella” o de más largo aliento de aquellos centros


sociales y políticos fue precisamente Juan Crisóstomo Dávila, que felizmente
adoptó el nombre compacto de Juan C. Dávila, a quien cariñosamente medio
Bogotá lo llamaba el “Mono” Dávila (1877-1962). A sus charlas concurría tan
nutrido auditorio que la casa estallaba porque interpretaba políticamente el
sentimiento popular y porque complacía a la gente con sonetos y letras de
canciones de su propia cosecha con otro elemento adicional: su extraordi­
naria simpatía. Además de abogado, periodista y revolucionario el “M ono”
era muchas cosas más: gallinazo inveterado, pulcro por naturaleza, con la
modestia y la naturalidad propia de quienes dominan demasiados temas
y graciosamente exagerado. Los personajes de sus relatos eran siempre de
tamaño mayor que el natural, ¡y era poeta! sobre todo POETA en esa década
en que el bambuco alcanzó sus años de gloria y sirvió para popularizar la
poesía conjugando así las tristezas de la gente. Según algunas versiones,
El “M ono” escribió en 1924 o 25, para quien iría a ser su compañera de
luchas y de siempre, Elvira Medina, la letra de una de las canciones más
fascinantes:

87
M a r ía T ila U r ibe

Presentimiento
Sin saber que existías te deseaba/Y antes de conocerte te adiviné,/Llegaste
en el momento en que te esperaba,/No hubo sorpresa alguna cuando te
hallé./El día en que cruzaste por mi camino/Tuve el presentimiento de
algo fatal/Esos ojos, me dije, son mi destino/Y esos brazos morenos son
mi dogal./Son tan tristes y breves nuestras vidas/Y es tan dulce soñar
con las quimeras, Y aunque tú me aseguras que si me olvidas/Sé que es
mío tu amor, aunque lo niegas.11

El éxito de las dos primeras sedes dio como resultado la apertura de


una tercera: la “sede Obrera” (calle 4a. era. 9a). Era una casona medio de­
rruida con 3 patios y una enramada atrás. En el solar los cargadores de miel
metían sus burros, los carpinteros sus bancos, los organilleros sus carritos
de música, cada quien se aparecía con herramientas de trabajo.

La cercanía de las tres sedes hacía posible que la gente saliera de uno
a otro sitio o se repartiera para asistir a los distintos actos. A veces, uno que
otro dirigente venía de alguna región a exponer problemas e iniciativas; así
llegó de visita a Bogotá la dinámica Belarmina González, presidenta de la
Sociedad de Obreras “Redención de la M ujer” de Girardot. Belarmina y sus
compañeras habían trabajado en la elaboración de una "Ley que reglamente el
trabajo de las mujeres y de los menores de edad". Al presentarse ella y sus com­
pañeras en la Casa del Pueblo buscaban ampliar y mejorar la iniciativa.

En esa oportunidad la casa se atestó de personas que fueron a oír a


Belarmina. Allí estaban las participantes de la Liga de Inquilinos del barrio
de las Cruces y del vecindario de los cerros orientales; las trabajadoras de
los teléfonos y su presidenta María Triviño; las capacheras, las cajetilleras,
las costureras y algunas personas invitadas por parientes y amigos, pues
oportuno es anotar que el prototipo de hombre socialista se caracterizó
por incorporar a sus actividades a esposa, hijas, hermanas, compañeras y
demás familiares, de ahí. que en buena medida esta sea la historia de fami­
lias enteras. Era corriente y contagioso situar a la mujer en una especie de
pedestal y nada que contribuyera a exaltarla se sentía postizo... algo estaba
cambiando en el estatus de la mujer en esos años.

11 En algunas versiones, la canción Presentimiento se presenta como de autor desconocido y


en otras se acredita su autoría a dos com positores diferentes. Jorge A ñez cita a Juan C.
Dávila com o autor de la letra de varios bambucos en su libro Canciones y recuerdos, Edicio­
nes Mundial. Bogotá, 1968, pág. 261. El verso final, desconocido popularmente, apunta
a reconocer la autoría de Dávila. Queda abierta la polémica.

88
Los años e s c o n d id o s ] [ Mujeres y vida cotidú
M a r ía T i ia U ribe

Una de las jovencitas invitadas llamó la atención de Carlina, Enriqueta


y las demás presentes; se interesó vivamente en conocer las condiciones
de vida de las mujeres de Girardot y luego ofreció a las capacheras y las
telefonistas su apoyo en las inminentes huelgas. Lo llamativo estuvo en
la manera de expresarse, posiblemente de acuerdo a su condición de en­
fermera: El sindicato es como un cuerpo -d ijo - si duele la cabeza duele todo, si
Ustedes son su corazón yo puedo ser una de sus manos; si cuidamos ese cuerpo
podremos vivir mejor...'2

Era Elvira Medina (1906-1979), activa, menuda, alegre; quien escu­


chaba su voz, que tenía una linda música, no podía olvidarla ya más. Estaba
acompañada por sus hermanas María y Susana, las tres eran sobrinas de
Vela Solórzano. A partir de ahí la vida de Elvirita cambió radicalmente;
empezó, al igual que Enriqueta, colaborando en las huelgas femeninas;
en ese tiempo no se necesitaba ser trabajador de la empresa en conflicto
para participar abiertamente en una huelga o en el comité organizador que
representara al sindicato.

Posteriormente, Elvira hizo de Girardot su segunda base, cuando


llegaba al puerto vivía en la casa-panadería de Urbano Trujillo y su esposa
Lolita, casa que fuera no solamente sitio de reunión sino de almuerzo y cena,
café y refresco de obreros y dirigentes, con una mesa de doce puestos siem­
pre dispuesta para calmar el hambre y la sed de quienes llegaran. Enriqueta
contaba de Elvira, que vivía fascinada y absorta en el presente, que estaba
“ahí" para darle una mano al que lo necesitara. Elvirita recorrió un camino
nada fácil, con una trayectoria que la llevó a ser otra de las fundadoras y
posterior dirigente del PSR.

L O S ESCENARIOS DONDE COINCIDÍAN LA S GENTES

1922 fue año accidentado pero afirmativo en la vida cotidiana de


aquellas gentes. En un país patriarcal, católico por excelencia, lo que se
saliera de los moldes tradicionales significaba el resultado de unas minorías
y minoría era aún la corriente socialista, aunque no estaba lejos de lograr
una realidad diferente.

En Bogotá, entre los escenarios donde coincidían las gentes, además


de las casas ya nombradas, y más con carácter de grupo, estaba la peluquería

12 Entrevista concedida por Susana Medina de Guerrero a la autora, /9S5.

90
L o s a ñ o s e s c o n d id o s ][ Mujeres y vida cotidiana

H uelga de las Capacheras. La jo ven Elvira M ed in a se destaca en prim era fila.

U rbano Trujillo, destacado lider de G irardot, el dia de su


segundo m a trim o n io con Lolita Trujillo, 1 9 2 4

91
M aría T ila U ribe

de Alejandro Lombo (calle 2a. carrera 5a.). Allí se reunía parte del gremio
de vendeperiódicos con Erasmo Valencia, Carlos F. León y Luis A. Rozo,
hombres preparados que empujaban una franja anarquista (era un grupo
alejado de los anarquistas doctrinarios, que en la Costa del Caribe dejaron
escuela). En la peluquería de marras se discutían los puntos que llevaba
Juan de Dios Romero, el “raro” del grupo por su espíritu de contradicción,
pero el hombre que obstinadamente sacaba las hojitas para los artesanos
y los borradores indicando cómo organizar un sindicato o cómo hacer un
pliego de peticiones. De otra parte, el almacén “Egipto” se volvió sitio de
encuentro del grupo femenino.

Finalmente, una tintorería situada en la calle 19 con carrera 8a. adqui­


ría fama en grande por la presencia diaria de grupos de estudiantes, obreros
e intelectuales donde -d ecían - circulaban en chorro las ideas y llegaban
las noticias del mundo!. A su dueño lo llamaban “el emigrante”, sin que lo
fuera. Era el ruso Silvestre Savinski, a quien ya me he referido.

Exceptuando este último lugar, que no frecuentaron las mujeres


(de lo que no oí jamás explicación alguna), de los otros no estuvieron au­
sentes; de cuando en cuando se pasaban por donde el señor Lombo, sobre
todo buscando a Juan de Dios. A las casas sociales asistían, participaban
en debates y en trabajos puntuales. En la medida de su tiempo se citaban
en el almacén para redactar, leer y comentar. Y como una lectura lleva a
otra, de Vargas Vila pasaban a Víctor Hugo; de “La Vorágine” al “Q uijote”,
lectura obligada en los años Veinte; a las historias de Charles Dickens;
intercambiaban ediciones de “M aría” o comentaban los sesudos escritos
de Armando Solano, director del “Diario Nacional”.

Al inicial grupo femenino se fueron sumando otras trabajadoras


jóvenes: Eufrosina Forero, ayudante en la zapatería de su padre y novia del
norteamericano “Jaime Navares”; Leonilde Riaño quien iría a ser en 1926 la
Flor del Trabajo del “Tequendama”, escritora, de quien decían que “Escribía
con alma de Amazona”; Julia Bohórquez, señora que tuvo el mérito de
trabajar día y noche para que sus dos hijos pudieran entregarse de lleno a
las lides del PSR y otros nombres de mujeres sin historia, sumidas o mejor
substituidas en la acción colectiva de los trabajadores. Ellas se propusieron
divulgar ciertos temas, los conocimientos que adquirían en las lecturas y en
sus charlas los profundizaban y extendían a sus hijos o a quienes vivieran
con ellas. Por ejemplo, relataban aquel oscuro episodio que sentían cerca
(origen posterior del 8 de marzo. Día Internacional de la Mujer):

92
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Mujeres y vida cotidiana

De izquierda a derecha: M a ría Triviño, presidenta teléfono s; Julia B ohórquez; una d irig e n te de las
costureas y bordadoras de B ogotá, cuyo n om bre p erm anece en el a n o n im a to ; C arlina de m ancera,
presidenta ca je tilleras y Elvira M ed in a.

“El 8 de marzo de 1911, en un mal ventilado taller que ocupaba los tres
últimos pisos de un edificio de diez, de la Triangle Shrwaist Company, de
Nueva York, estalló un incendio que atrapó a unas 500 muchachas inmi­
grantes que trabajaban promiscuamente, con el suelo lleno de materiales
inflamables, la basura amontonada por todas partes, sin escapes para
casos de incendio ni mangueras para agua; para peor, por aquello que la
empresa llamaba “impedir la interrupción del trabajo” la puerta de acero
que conducía hacia la salida había sido cerrada con llave. Para cuando pu­
dieron intervenir los bomberos, 147 obreras habían muerto carbonizadas
o al saltar desesperadamente hacia la calle”.1’

En torno a ese u otros hechos se suscitaban los comentarios; luego


comparaban, deducían, reflexionaban y les servía a todas para perder el
temor de hablar.

Proliferaron muchos otros sitios de reunión a escala modesta, en casas


de familia o lugares de trabajo. Así se fueron tejiendo las relaciones entre
los grupos de todo tipo, unos activos, otros menos, con hilos de amistad y
una manera diferente de ver la vida a partir de ellas mismas, reconociéndose
como protagonistas muchas veces silenciosas en ese mundo que les había

Historia del movimiento obrero, fascículo No. 39. pág. 987

93
M a r ía T ila U ribe

querido cortar las alas. En ese proceso se formaron las mujeres que más
tarde harían parte del socialismo revolucionario.

Por lo que hace a las huelgas eran en sí una escuela. Enriqueta anotaba
que la primera cosa im portante que había hecho en su vida había sido la
de participar en ellas. A hí se sentía crecer Ia personalidad... la confianza en
las propias capacidades, se sentía independencia y se conocían nuevos y buenos
amigos, compartíamos vivencias y problemas comunes... La participación sindical
la veían los hombres sobre todo en un sentido político y para nosotras, siendo una
vía de esclarecimiento, era más una forma de am pliar las perspectivas de vivir
fuera de los muros de las fábricas y de las paredes de la casa.

Un p e rs o n a je

He nombrado a Juan de Dios Romero de quien es necesario precisar


su imagen. Muchos de los grupos sindicales habían sido formados y eran
asesorados por él, la mayoría de ellos de mujeres, entre quienes fomentaba
la organización y cualificación contribuyendo a enfrentar la explotación
despiadada que soportaban las obreras. Es de este Juan de Dios desconocido
de quien quiero hablar, personaje que en aquellos primeros años fue cier­
tamente distinto al Juan de Dios conflictivo de años posteriores, cuando

Juan de Dios Rom ero, atrás, Salvador M urcia.

94
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Mujeres y vida cotidiana

hizo objeto de su furia a unos cuantos socialistas y a quien (también) en


etapas posteriores de su vida se le persiguió y vilipendió. Su aporte inicial
tuvo mucho de meritorio. Para empezar, políticamente fue una especie de
clérigo suelto y personalidad indomable por cualquier forma organizativa.
Era incansable escribiendo y se inició con "El manual sindical", quizá la pri­
mera herramienta útil para los trabajadores. En otro escrito corto titulado
"Los mártires de Chicago ", divulgó el origen del Primero de Mayo y en 1921
elaboró "El alm anaque social", una hoja calendario que colgaban los artesa­
nos en sus sitios de trabajo. En 1922 escribió "Postulados para la niñez"-, a
partir de ese tiempo se hizo cargo de El Socialista, que no siguió atendiendo
el “M ono” Dávila por sus múltiples compromisos en Bogotá y Girardot,
periódico de vida larga por el cual se conoció su nombre.

Juan de Dios nació en el pueblo llamado Caparrapí, de una familia de


liberales radicales. Su padre era un provinciano narrador de anécdotas con
un gran sentido del humor y no era católico; algún día vendió la tierra, dejó
de ser alcalde y se trasladó con su familia a Bogotá. La madre era protestante
activa, Juan de Dios decía que a su manera era una revolucionaria por cuanto
era distinta. La señora enviudó muy pronto y quedó en la pobreza porque a
don Adelio, hombre confiado y bonachón, lo habían engañado en los nego­
cios. No podía con todos los gastos de sus hijos; por eso acudió al padrino
del niño, quien asumió su educación enviándolo donde los Salesianos, y ahí
empezó su calvario. Por venir de una madre protestante lo consideraron un
niño producto del diablo, de la maldad; vinieron las vejaciones: le hacían
dormir sin colchón, sobre las tablas, para sacarle el demonio de su espíritu;
además, debía ser “convertido" y para eso lo hicieron objeto de ceremonias
y rituales de miedo.

A “Juan del Diablo que era como lo llamaban sus superiores delante
de los demás niños, le dieron la oportunidad de ser recibido como católico
y para eso se ofició una misa especial en la que debía comulgar de primero.
Pero sucedió que el niño al regresar a su puesto cometió el sacrilegio de sa­
carse la hostia de la boca... Aquel acto y sus consecuencias lo volvieron triste,
silencioso y aquietado, pero de inmediato su padrino lo rescató y tranquilizó
diciéndole que más bien aquel había sido un acto de amor.

Sin embargo, en el Juan de Dios joven hubo como una vuelta de


tuerca, nada le quedó de triste ni de silencioso, su activismo se desató de
manera parecida al de los Testigos de Jehová (con su A talaya), es decir, no
paraba ni en domingos o feriados, lloviendo o en buen tiempo, tuviera o

95
M a r Ia T ila U ribe

no salud porque hacer proselitismo fue su especialidad; a Juan de Dios se


le veía en las puertas de fábricas y talleres, levantando audiencia en ciertas
cigarrerías o cafés donde se encontraba la gente aunque no se citara, o en las
esquinas destinadas para colocar carteles de noticias, o frente a los muros
de la Iglesia de Santo Domingo, sitio en donde se fijaban los letreros de las
excomuniones. Así lo recordaban quienes fueron sus amigos en distintas
épocas, acompañado de una veta humorística que le mereció el mote de
“Bambuco”.

Enriqueta, que fue una narradora virtuosa y sabía colocar las


pausas, “retratar” lo que había visto y resaltar lo indispensable, contaba
las ocurrencias de Juan de Dios y anotaba que mientras los oyentes se
reían él permanecía con los ojos pensativos. El Socialista es tan encendido
que alum bra -d ecía -; y cuando alguien le preguntó qué había dicho un
orador retórico de la oligarquía... tuvo instantes bellísimos y cuartos de hora
pesadísim os.

Pasados unos años ella le insistió para que reflexionara e ingresara al


PSR, pero dejó de hacerlo después de la respuesta: jam ás sería miembro de
un partido que adm itiera tipos como yo. La amistad entre algunos socialistas
y Juan de Dios fue interm itente, él mismo la ubicaba como de enemigos
íntimos. Pero se agrió después del primer Congreso Obrero, de donde lo
sacaron físicamente por decisión unánime con la única excepción del voto
de su primo hermano Guillermo Hernández Rodríguez.

Ese episodio se produjo, según lo recordaban quienes lo conocieron


bien, por reflejos de su personalidad; como que no aceptaba disciplina
alguna ni acataba horarios ni se ceñía a planes, y no se redimió jamás,
por el contrario, defendía su derecho a ser un desastre. Agregaban que
orientaba a los trabajadores con criterios economicistas y se desesperaban
por su individualismo. Tantos “encantos” le hacían entrar en diferentes
choques con la gente, sin embargo, no todas sus acciones tenían reper­
cusiones dramáticas y de ese río de recuerdos también hay que rescatar
aquellos que lo situaron como auténtico pionero de la construcción de la
organización sindical.

En decenas de gremios se vio su trabajo incansable y efectivo porque


llevaba sus proyectos a término. Durante su vida gestionó personerías jurí­
dicas para no menos de 40 sindicatos (incluida una tarea bastante original:
intentó organizar en Bogotá el sindicato de prostitutas) particularmente
para fábricas y talleres donde laboraban mujeres.

96
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Mujeres y vida cotidiana

N uevo s pla n es, co stu m br es y leyen d as

En 1922 el gobierno pasaba de manos del conservador Marco Fidel


Suárez, de tan triste recordación, a las de su copartidario Pedro Nel Ospina.
De esa manera continuaba la Hegemonía en el poder. Pero ya había una
distinta actitud y visión entre la gente, entonces surgieron situaciones y
hechos de importancia, porque si bien esas elecciones dieron al traste con
el primer Partido Socialista, trajeron implícita una contradicción: para no
ir a remolque de los liberales grandes sectores viraron hacia la tendencia
socialista, alertados por el gobierno que mostraba colmillos afilados a los
sectores populares. En consecuencia se desató una dinámica de búsqueda,
una necesidad de nuevos planes, orientaciones y teorías que no se dieron
únicamente en Bogotá. Anhelando solución a los problemas la gente quería
crear una alternativa hacia la construcción de unas condiciones dignas de
vida. De ahí la explicación a la insistencia de formar otro partido también
socialista pero de características más definidas, necesidad impulsada por
los dirigentes y personas más fogueadas, incluyendo varias mujeres, que
veían como único camino cohesionarse a través de una organización política
propia. La iniciativa vino a ser reforzada por Francisco De Heredia, quien
retornó al país en ese año y por Tomás Uribe Márquez, que llegó poco
tiempo después. Ninguno de los dos era ajeno al proceso colombiano del
que se habían separado en razón de sus viajes.

El fraude electoral del año 22 dejó inconformidad entre esa mayoría


que votó por el general Benjamín Herrera, figura democrática a la cual los
altos heliotropos de la Hegemonía llegaron a tildar de socialista Sectores
obreros, campesinos, las cada vez más amplias capas medias y la misma
prensa liberal hacían sentir en desigual forma su cansancio con el orden
hegemónico, su indignación por los atropellos de la policía y los caciques
durante las elecciones.

En medio Bogotá los temas se desbocaban en cuanto a reivindica­


ciones: que vamos a pedir mejor trato, que la anemia tropical se mete por
los pies y en los cafetales deben aprovisionar a las mujeres y a los niños de
calzado, que las trabajadoras de la fábrica de cerillas van a salirle al patrón
con huelga si no suprime el empleo de fósforo blanco, que fíjese que los
obreros de la pintura se están jodiendo por el tal arsénico y el sulfato de
plomo, etc. Al lado de estos aspectos de referencia diaria iban parejos otros
que comenzaban a hacer parte de la vida cotidiana, como los adelantos del

97
M a r ía T ila U ribe

momento: la novedosa ropa interior de algodón, cuchillas gillete en vez de


barberas, un tipo de papel raro y especial para el W.C., ollas esmaltadas, un
jabón que no era de ceniza sino de belladona para el baño y otros artículos
simples que constituyeron un ascenso en la calidad de vida y la salud de
los hogares pobres. .

En las veladas nocturnas de familiares y amigos no faltaban los temas


sobre fenómenos ocultos que apasionaban a toda audiencia independien­
temente de edad y condición; cada persona relataba episodios de difuntos,
espantos y aparecidos o procedimientos para invocar espíritus y divinidades
o para ahuyentar demonios y equivalentes.

Todo en el ambiente santafereño era propicio para esa otra realidad de


lo sobrenatural porque la onda del espiritismo le daba cuerda a los periódicos
y éstos a los lectores que vivían (al contrario de hoy) ávidos de información.
Los descubrimientos de guacas o “entierros” tuvieron su cuarto de hora en
esos años, posiblemente por las demoliciones de casas antiguas. No sobra
distraer unas líneas para contar dos episodios de personas que tuvieron que
ver con el “más allá” y al mismo tiempo con los socialistas.

Las proveedoras de títeres para los grupos escénicos de las Casas del
Pueblo eran tres ancianas señoritas de apellido Meló, que vivían al revés de
los demás mortales: trabajaban y cocinaban de noche y dormían de día. Las
señoritas Meló hacían muñecas y otras preciosuras cuando en las madrugadas
empezaron a observar en el límite del solar de su casa cierta fosforescencia
que no desaparecía ni con agua bendita, rezos y otros remedios que les
aconsejaron para conjurar el “maleficio”. Con los pelos de punta resolvieron
marcharse a otra casa y quienes vinieron a enriquecerse con el “entierro” fue­
ron los nuevos inquilinos, precisamente una familia de titiriteros, socialista.
Triste fue el epílogo para las señoritas Meló porque murieron una tras otra
de melancolía al saber que la cal de los huesos y los metales produjeron los
fenómenos físicos de las luces moradas; pero afortunado para la causa, por
las anualidades que donaron los nuevos ricos de ahí en adelante.

No muy lejos de la casa del “hechizo” vivía una pareja alocadamente


excéntrica que no perteneció a ningún grupo pero fue centro de atracción
de todos ellos. El fue célebre, conocido con el nombre de Biófilo Panclasta,
ella había sido monja, primero de claustro después de “caridad”. Decían
que había sido hija o nieta de Cacique o Jefe de Tribu y de su vida posterior
al convento sólo sabían que escribía cuartillas con seudónimo masculino
y posteriormente con su nombre en Clarín, el tabloide que dirigía Erasmo

98
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Mujeres y vida cotidiana

Valencia, o en El Libertador, el periódico que dirigía su marido, como la


siguiente: "Dejé de ser hermana de la caridad porque como tal no podía hacer
la caridad y por caridad entiendo am or: Amé los liberales como perseguidos, mas
como perseguidores ya no merecen el entusiasmo de mi corazón ni el esfuerzo de mi
pluma". Se llamaba Julia Ruiz y tenía “hinchas” que imprimían sus lacónicos
textos en tipos góticos y papel lustrillo para repartirlos. Su nombre hoy
dice poco, pero por ahí anduvieron quienes se consideraban orgullosamente
anarquistas porque Julia, mujer bondadosa, sencilla y de figura indígena, fue
sustento económico no solo de su alto y ancho marido, sino de sus amigos
y las actividades políticas de los mismos.

Ese dinero no salía todo del negocio de muebles que tenía en la ca­
rrera 9a, entre calles cuarta y quinta, porque el local se cerraba casi a diario
para dar espacio a las reuniones masculinas, sino de otro oficio respetable
y semiclandestino: poner el naipe. Julia era entonces una pitonisa-política
que escribía contra las injusticias, creía en la reencarnación y decía ver el
cordón de plata de ciertas personas; lectora de notables espiritistas franceses
y admiradora de Sir Arthur Conan Doyle, el creador de “Sherlock Holmes”,
según las lenguas socialistas, ella en varias ocasiones alertó sobre una huelga
muy grande al pie del mar y al final de la década... diciendo que así como
en el pasado lo habían hecho los Centuriones de Roma, así mismo unos
hombres rubios ordenarían a sus subalternos morenos que hicieran de la
muerte su oficio y lo organizaran a lo grande. Después de la masacre de
las Bananeras todo el mundo recordó esa predicción.

Julia Ruiz ofrecía encantamientos, ilusiones, pócimas o cualquier otra


panacea a su clientela que los lunes y martes era la “distinguida”: señoras de
la “jai” y uno que otro de sus poderosos consortes. El miércoles descansaba,
los jueves y viernes atendía un grupo de las más elegantes “de la vida” y tal
cual viejo verde; y el sábado iban a confrontar sus vidas modistas, Señoras
de la Congregación de María y en menos proporción sindicalistas y obreras.
Ese día la tarifa era mínima.

Una de las personas que conoció la casa de la adivina (pues la pareja


daba donaciones para los periódicos y las huelgas) contaba que al traspasar
el patio tapizado de azaleas y geranios Julia Ruiz era irreconocible: esperaba
envuelta en una tela a manera de túnica. Parecía salida de la selva: miste­
riosa e hirsuta. El ambiente era una mezcla de paganismo y cristianismo:
la bandera tricolor al fondo hecha de papel chino y una cruz más arriba; en
las ramas de dos o tres palmiches media docena de pájaros vivos y también

99
M a r ía T ila U ribe

disecados. Sobre la mesita central herraduras y al desgaire la baraja españo­


la. No faltaba ningún elemento encantador. Julia, que a veces se expresaba
como católica y a veces como escéptica, ostentaba collares con colmillos,
candongas, en sus dedos exhibía anillos dobles, uno de ellos con una cala­
vera, símbolo de la muerte y la suerte.

El marido de Julia Ruiz, “Biófilo Panclasta”, fue un personaje espe


cial. El decía ser el único colombiano que conoció personalmente a Lenin
y contaba muchas otras historias de sus viajes lejanos. Fue amigo personal
de Mahecha y otros socialistas; hombre amable, espontáneo, original. Bió­
filo, el nombre que usaba, significa en griego amante de la vida; Panclasta,
destructor de todo.

100
C a p ít u l o V

HISTORIA Y BIOGRAFÍAS S E
ENCUENTRAN Y ENTRELAZAN
DE MUCHAS MANERAS
De aquella década remota y actual son estas evocaciones, Ellas nos
remiten a entrañables escenarios y a seres lanzados, decididos, que dialoga­
ron desde sus sentimientos y convicciones. ¿En qué momento se cruzaron
sus vidas¿ ¿Cómo fueron las relaciones de estos personajes que vivieron
para la imposibilidad pero hicieron posibles tantas cosas¿

R aúl E duardo y su h er m a n a M a r ía C l a u d in a

Sin que existiera aún una infraestructura orgánica que lo respaldara,


pero con el apoyo de varios sectores de trabajadores del ferrocarril y líderes
de Girardot y Bogotá, Raúl Eduardo Mahecha (1884-1939) decidió en el
año 22 irse a vivir al recién fundado pueblo de Barrancabermeja, que nació
grande por la cantidad de gente que llegó a trabajar en esa hermosa tierra,
cuna de la principal explotación petrolera: la de la Tropical Oil Co., conocida
como la “Troco” (subsidiaria de la actual Exxon). Su decisión era apoyar
a los trabajadores del oleoducto Barranca-Infantas, así como a quienes la­
boraban en la refinería y, en general, a la población en sus reclamos contra
los atropellos de la compañía norteamericana.

En Girardot se le había hecho un sencillo acto de despedida en la


casa del “Alto de la Cruz" de Lolita y Urbano Trujillo, por parte de Juan C,
Dávila, del joven Angel María Cano, Jorge Del Bosque y otros amigos. Allí
estaba Jorge Uribe Márquez, quien iba de paso para la población cafetera
de El Líbano.

Ninguno ignoraba la posición independiente de Mahecha respecto


de la candidatura liberal que ellos apoyaban. El no creía en las promesas de
los de arriba y menos aún en la idea de reclamar participación en sus go­
biernos, actitud que le valió, después de la lección fulminante, más respeto
y confianza entre sus compañeros. Para entonces Mahecha era un hombre
formado; nacido en El Guamo (Tolima) había participado en la guerra de
los Mil Días, en la que se enroló siendo casi un niño en el bando conser­
vador. Posteriormente su pensamiento se fue transformando en la medida
en que vivía al lado de los trabajadores, recorrido que hizo con firmeza y
originalidad porque no separaba la defensa de sus intereses de las creencias
y tradiciones populares, que más bien impulsaba por hacer parte de ellas.

Mahecha era un hombre intuitivo, con sentido del mito, amante e in­
fluenciado por la naturaleza. Tenía un rostro moreno y en su piel le quedaban

103
M a r ía T il a U r ib e

leves huellas de viruela, por eso algunas veces le decían “M ediotuso”. De


ojos muy negros y mirada al frente, se destacaba por su facilidad de palabra
y su oratoria y al igual que muchos de sus compañeros, como correspondía
a ese tiempo, era también buen jinete y de inagotable resistencia para ca­
minar y nadar. De sus viajes a los países centroamericanos hizo escuela y a
su regreso empezó a escribir editoriales en periódicos obreros de Girardot
y Medellín, que hacían reflexionar sobre temas sentidos, como el siguiente
fragmento en el que muestra parte de su propio proceso:
“Cuando en 1914 se ventilaba en las Cámaras el asunto del trabajo con­
ciliatorio en los EE.UU., que tendía a reanudar relaciones amistosas con
esa potente nación y a reparar en parte la herida que en 1903 hiciese a
nuestra soberanía, guiados de una intuición patriótica protestamos ante
nuestros superiores, a pesar de nuestra corta edad, de aquella aprobación
que considerábamos como lesiva para nuestra dignidad de pueblo libre.
Pero las amonestaciones de nuestro padre y de los maestros tendientes a
hacernos ver el marcado interés para el porvenir comercial que a nuestra
patria traería tal tratado, hicieron que reaccionáramos en favor de él,
aunque allá en el fondo de nuestra conciencia de niño, de patriota, una
voz gritaba siempre ino! Más tarde tocónos salir de nuestro país y vivir
cerca de aquella nación; entonces, en el trato directo con ellos llegamos a
tener el pleno conocimiento de que personalmente el americano era bue­
no, noble, leal y desinteresado. Sus industrias y sus hombres se captaron
nuestras simpatías y llegamos a ser acérrimos partidarios del Tratado.
Mas como las apariencias engañan, engañados por ellos fuimos. No ha­
bíamos creído que en el país de aquellos buenos amigos hubiese hombres
en cuyos pechos germinase aún el morbo del imperialismo.
(...)

El Senado americano ha dado un paso que deja al descubierto todas sus


intenciones y aquellos que llenos de fe confiados en su nobleza, hemos
podido observar que tras ese barniz se ocultaba el deseo insaciado de
rapiña. De rapiña digo y no de conquista porque no conquista hubo
sino rapiña: fue el caso de Cuba, el de Puerto Rico, el de Nicaragua y el
de Panamá. Y víctimas iguales lo están siendo Costa Rica y Honduras,
y acabarán por ser víctimas también Centroaménca y toda la América
Latina si no ponemos más eficacia en nuestra unión y no solidarizamos
más nuestros comunes intereses".
El Luchador, Medellín, agosto 14 de 1919

La anterior muestra da la medida de por qué Mahecha partió para


Barranca a enfrentarse directamente con los representantes del imperio y

104
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Historia y biografías se encuentran >• entrelazan Je muchas maneras

consecuente con lo que pensaba, se dedicó a organizar a los trabajadores de


los campos petroleros de la Tropical. En esa labor participó María Claudina
Mahecha, no como acompañante o añadido de las actividades organizativas.
Ella tuvo la misma claridad, decisión y empeño de su hermano y como él,
dejó de lado la posibilidad de una vida apacible para dedicar el poco tiempo
de existencia que le quedaba a la causa en la cual creyó. Posiblemente su
temprana desaparición facilitó el olvido posterior de su nombre, pero su
atención en la calle y en la oficina abierta a los problemas de los trabaja­
dores fue permanente. El 12 de febrero de 1923, ocho meses después de
haber llegado Mahecha con su hermana a Barranca, fundaron, en medio
de un cariño general, la famosa Unión (Sindical) Obrera de Barranca. De
ahí en adelante -escribió alguna vez Mahecha a Tomás- empezó realmente
mi vida revolucionaria. De la situación de Barranca en aquella época y del
papel que dentro de ella jugó Mahecha hablaré más adelante.

C am peó n d e l a l i b e r t a d d e c o n c ie n c ia

De Jorge Uribe Márquez (1894-1960) se han ocupado las crónicas


de los periódicos para recordarlo como uno de los oradores más brillantes
y resistentes que se haya conocido en el Congreso; o como el segundo
hombre a bordo de la “JEGA” (el movimiento que encabezó Jorge Eliécer
Gaitán años después) y director del famoso periódico Jornada-, o también
como el autor de los primeros proyectos de ley sobre el divorcio. Pero han
olvidado -o han querido olvidar- la época que el mismo Jorge catalogara
como la más fructífera de su vida: los años Veinte.

Sus amigos lo vieron como impulsivo y racional, demonio y santo,


loco genial o cuerdo peligroso y de él quedaron anécdotas sin fin; como
aquella de su facilidad para disfrazarse y disfrazar a los demás cuando eran
buscados por la policía, en los años difíciles del socialismo revolucionario.

Siempre se comentó la utilidad y eficacia de su capacidad de acción y


movilización emprendida en los años 22 y 23, pasando de una a otra ciudad
y haciendo estaciones intermedias. Vivía enterado de lo que pasaba en cada
sitio por lo que en algunas regiones lo llamaban “El Correo”. En Cúcuta
ejerció su profesión de abogado criminalista en casos muy sonados que le
dieron popularidad y dinero. Gran parte ese dinero lo gastaba en Medellín,
su ciudad natal, impulsando círculos literarios no exclusivos ni elitistas sino
de arraigo popular. Era amigo de muchos, fue él quien presentó o relacionó

105
M a r ia T il a U ribe

Jorge Uribe M árquez en la tum ba de Tomás, 1937

a María Cano con Mahecha. A Bogotá venía invitado a algunas reuniones


o a departir con “José M ar” y Luis Tejada, especializados en Lenin y la
Revolución Rusa, y en general con los inquietos grupos de la tintorería de
Savinski, porque hacía parte de ellos y era considerado el orador de mostrar
para ciertas ocasiones (en la Plaza de Bolívar fue quien anunció la adhesión
del PS a Benjamín Herrera). Sus discursos fueron más bien una colección de
incendios y dejaron historia. A las compañías americanas y sus representan­
tes aludía de frente en las plazas públicas, con una jerga árida: ...La historia
tendrá que acabarlos de condenar y el infierno también terminó diciendo una
vez en medio de una salva de aplausos. En Bucaramanga desafió en duelo
al gerente de la Tropical, Mr. J. F. Lehan, fijándole sitio, fecha y arma para
un encuentro al que naturalmente sólo asistió el retador acompañado de su
padrino y seguidos de un grupo de trabajadores que maldecían y echaban
pestes de los gringos.

De la oligarquía no se le quedó nadie entre el tintero: El presidente y su


beodo ministro -a sí se refería al general Rengifo en una manifestación pública
de Bucaramanga en 1927- sufren una enfermedad especia! que no les permite
darse cuenta de que el mundo cambia... se llama retraso mental. Y en El Líbano

106
L o s AÑOS ESCONDIDOS ] [ Historia y biografías se encuentran y entrelazan de muchas maneras

se le tornó la situación difícil según este testimonio de un veterano: Jorge


Uribe M árquez vivió aqu í mucho tiempo, yo tengo un libro de él (El Divorcio en
Colombia), ese libro está dedicado a mi papá. Fue abogado muy notable y gran
orador... El salió de aqu í a raíz de las elecciones del año 26, cuando eligieron al
¿fido Abadía, después de un discurso en que dijo p ara terminar algo a sí como...
Vamos a empedrar las calles de El Líbano con cabezas de curas y de godos". El
cura de aquí que era ntala persona, le presentó un memorial a l Presidente de la
República por lo que dijo Jorge Uribe Márquez. El estaba aqu í con el hermano de
Gerardo Molina, * Juan C., profesor de derecho minero, eran muy amigos y
ambos antioqueños... de verdad que Jorge Uribe fue pantalonudo.u

"Campeón de la libertad de conciencia” irían a llamar a Jorge a partir


de 1925, por su lucha contra la pena de muerte y por haberse convertido en
abogado defensor de los presos sociales (políticos). En El Socorro, Santander,
fundó Pluma Libre ya como vocero del PSR, y dirigió en Bucaramanga Vox
Populi en el año 28. Allí mismo sufrió cárceles pero desde la celda continuó
escribiendo a sus lectores:
Nuestra pluma, nuestra palabra, nuestro entusiasmo y nuestra vida
misma pertenecen al socialismo revolucionario, así sean de implacables
las persecuciones oficiales contra nosotros.15
Alguien tendrá que decirle a las futuras generaciones cómo luchamos por
ellas en las veredas, en las capitales y en la misma cárcel.1'

F r a n c i s c o D e H e r e d i a M á r q u e z ( 1889 - 1927 )

Por su entrañable amistad, identidad política y sostenida comunica­


ción con Tomás, es imposible separar la vida de estos dos revolucionarios.
De Heredia llegó a Colombia (a Medellín) en los comienzos del año 22,
venía de México, Costa Rica y Panamá, en este último país había estado en
contacto directo con Tomás. Pero, ¿quién era Francisco De Heredia1?

Mencionado en numerosos escritos lacónicamente como figura del


PSR, socialista que “abrigaba una concepción política que lo situaba bien

Gerardo M olina fue dirigente socialista, escritor, catedrático.


1 Entrevista realizada en 1991, en poder de la autora.
Carta a María Cano fechada 23 de junio de 1928, profusamente publicada Aparece en el Perió­
dico Vía Pofnth de Bucaramanga del 4 de junio de 1928 Tomado de: Marín Iván Alaria Cano
en el amanecer de la Clase Obrera. Instituto Sindical María Cano, ISMAC, Bogotá, I9S>.
Periódico Pluma Libre, Sogam oso, 1927.

107
M a r ia T il a U rjbe

Francisco De Heredia Marquez, 1925

adelante de sus contemporáneos”17, personaje de importancia, etc., también


fue bautizado como “clubman”, “aristócrata” y otras ubicaciones que al
quedar en el aire sirvieron para invalidar su real compromiso y el aporte que
dio por lo que creyó y luchó. La verdad es que a las personas que volvían
de Europa se les consideraba como aristócratas cosmopolitas por aquello
de que sólo podían ir a ese continente jóvenes de familias adineradas y De
Heredia pertenecía a una de ellas.

De Francisco De Heredia se podría decir que era una personalidad


democrática tal y como hoy lo entendemos, y fue otro convocante de la
rebeldía. Detestaba las diferencias de clase y por eso nunca estuvo de acuerdo
con el sistema de su tiempo. Siendo dueño de una inteligencia despierta y
un pensamiento crítico, se sumergió siempre en proyectos colectivos.

17 M edina, M edófilo Historia ¡iel Partido Comunista de Colombia, C en tro de Estudios e Inves­
tigaciones Sociales. CHIS, B ogotá. 1980. págs. 81 y 82.

108
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Historia y biografías se encuentran y entrelazan de muchas maneras

Recordemos los años compartidos en Europa con el grupo de estu­


diosos, sus actividades intelectuales y su relación con los hermanos Uribe
Márquez; después de esa etapa De Heredia partió para Italia por algunos
años. Suele suceder que hay países o ciudades que dejan huellas imborrables
cuando se viven con intensidad, eso le sucedió con aquel país, inclusive por
su vida sentim en tal y desde luego por su vida política. La experiencia
italiana lo dejó im pactado, le im presionaba de manera especial lo que
allá acontecía y lo estudiaba; com o la m agnitud del surgim iento del
fascismo o el desarrollo de los C oncejos O breros Italianos. En Roma
conoció algunos dirigentes latinoam ericanos y allí inició sus lecturas
de Carlos M arx.

Por todos estos antecedentes De Heredia no llegó a Colombia


como solían (y suelen) llegar los hijos de la burguesía; no le interesaba
recibir embajadas, ministerios y demás posiciones de dinastía, prefirió
abandonar ese cam ino para m eterse al lado opuesto, es decir, escogió
lo difícil, no lo fácil. Nunca alardeó de lujos o aficiones inútiles, sabía
que la acum ulación de capital era producto de la languidez de muchos y
por eso se autoabastecía con su propio trabajo. D ejó el dinero heredado
de su padre’ para com prar m imeógrafos, papel, máquinas de escribir y
otros elem entos propios de estas lides.

No fue empresario teatral, como se lee en “Los Inconformes”; posi­


blemente esta deducción la hizo Torres Giraldo porque De Heredia poco
mencionaba su vida anterior, o porque lo conoció en una de sus gestiones
para cooperar con unos parientes cercanos, los hermanos Uribe De Brigard,
en la traída de una compañía de teatro lírico español, cuestión accidental.
Estudió Ciencias Políticas en Londres y dominaba cuatro idiomas.

En su infancia provincial sus primos (María Cano y los hermanos


Uribe Márquez) lo llamaron “El M ico” por su agilidad para subirse a los
árboles y con ese apodo lo conocieron sus compañeros socialistas revolu­
cionarios. El “M ico” Heredia evidentemente era socio del Jockey Club y era
allí donde aparentaba ser un burgués perezoso y gozón con ciertas ideas
locas. El y sus compañeros siempre creyeron útil su frecuencia a esa sede
exclusiva, para enterarse de lo que pensaban los oligarcas de entonces e
informarse de sus planes y decisiones.

Gabriel De Heredia. Liberal. M urió en la Batalla de Palonegro, Guerra de los Mil Días.

109
M a r ía T il a U r ib e

Claro está, se necesitaba tener la personalidad polifacética del


“M ico” porque según decían, ningún otro pisco lo hubiera podido hacer tan
bien. Jovial y dicharachero, parece que encantaba a los señores del Jockey
por sus anécdotas, sus especulaciones filosóficas y sus aficiones al teatro.
El ponía de su parte, contaba Miguel Angel, uno de los muchachos que De
Heredia había recomendado en el club como botones. Este joven, muchos
años después refería: A partir de la derrota de ¡as elecciones y con la jefatura
del general Herrera, vino la gran convención Liberal de Ibagué en 1923, en la
cual la consigna central fue tomarse el movimiento de m asas que se estaba d esa­
rrollando en el país. Entonces vino una lucha contra los liberales que planeaban
esa absorción. Los liberales decían una cosa en los periódicos y hacían otra a la
hora de la verdad, y de aquellas cosas que nunca se saben es que Francisco De
Heredia sí se enteraba bien de ciertos planes, o si no los socialistas no les hubie­
ran podido salir adelante tantas veces... Se enteraba bien porque los oía en los
salones del Jockey. *

Año y medio antes de su arribo a Medellín, en la ciudad de Panamá,


De Heredia y Tomás habían estado en contacto directo con los revoluciona­
rios venezolanos en una relación política muy estrecha que dejó para Uribe
Márquez la experiencia del Libro Azul, nombre que ambos le daban a esa
etapa de finales de 1921 y comienzos del 22.

L a s dos ca ra s de “E l L ib r o A zu l”

Ese relato es uno de los primeros recuerdos que tengo de Tomás,


cuando sus amigos le pedían que les leyera algunos trozos, lo que siempre
alargaba las tertulias... Se trataba del original del “Libro Azul de Venezuela”.
Un gran libro empastado en cuero negro con letras doradas en el lomo y
unas 200 páginas escritas a mano con esa perfecta escritura de entonces,
tinta indeleble azul-morado, impecable. Había sido escrito y editado en
ese país, pero no quedaba ninguna copia, era casi una leyenda. Parte de la
historia de ese libro fue así:

Cumplida la gestión de la compra de la maquinaria para el periódico


G il B las en Nueva York, Tomás regresó a Panamá, allí se reencontró con
Francisco De Heredia y ambos entraron en conexión con unos amigos

* G rabación en poder de la autora.

110
Los AÑOS ESCO ND ID OS ] [ Historia y biografías se encuentran y entrelazan de muchas maneras

venezolanos que habían conocido en México, era un grupo de desterrados


en lucha contra el dictador Juan Vicente Gómez.* Estos amigos relacionaron
a Tomás y De Heredia con el general Emilio Arévalo Cedeño, llamado “Jefe
de los Ejércitos de la Revolución Venezolana”.

En ese tiempo Tomás escribía con el seudónimo de “Ascanio Du­


nanis" las aventuras de un personaje de ficción, satírico, que reflejaba la
vida bogotana al que le puso por nombre “Juan Máximo Gris”. Pero esas
crónicas se acabaron en Panamá, porque Tomás se fue apasionando con las
actividades políticas de sus amigos hasta llegar a formar parte de ellas y
canceló sus compromisos con el diario bogotano Gil Blas.

Panamá en esos años fue punto de encuentro de gentes de diversas


corrientes que encarnaban ideales continentales de lucha. En torno a esa
visión, que se materializó por todo el decenio en un “proyecto Pan-latino”,
se encontraron más de una veintena de hombres de Venezuela, Ecuador,
Nicaragua, Colombia, México, Perú, Cuba y otros países: proyectaban un
organismo continental que englobara una alianza de todas las tendencias
sinceramente revolucionarias de América Latina. Esa fue una parte de la
versión dejada por Tomás de lo que vivió en Panamá, la otra se refería al
proyecto de los venezolanos, los que anhelaban el derrumbe del sanguina­
rio Juan Vicente Gómez y rechazaban la entrega y robo del petróleo, de la
cual el dictador era principal artífice. De Heredia y Tomás se identificaron
con esa lucha hermana y el segundo aceptó sin vacilar la tarea que al poco
tiempo le encomendaron: escribir un documento sobre la situación interna
de Venezuela. Este trabajo quedó bajo la responsabilidad de Carlos León,
segundo hombre después de Arévalo Cedeño, Tomás y De Heredia. Los tres
planearon la acción: De Heredia se quedaría en Panamá en comunicación,
atento a cada paso de Tomás quien debía desplazarse a Venezuela, lo que
constituía de hecho una situación de peligro; pero una casualidad excep­
cional hizo que este episodio adquiriera ribetes de novela. Es de anotar que
la personalidad de Tomás encajaba en este riesgo que tomó como propio.
Muchas veces prefería lo difícil a lo fácil, lo imprevisto a lo rutinario, el
riesgo a la tranquilidad; además respondía a su pensamiento. En cuanto a
la casualidad excepcional que surgió en los momentos de tomar tal deter­
minación, ésta merece un punto y aparte y fue así:

HI general Juan V icen te G o m ez fue presidente de Venezuela de 1 9 0 8 a 1915, de 1922 a


19 2 9 y de 1931 a 1 9 3 5 .

I l l
M a r ía T il a U r ib e

Unos amigos del dictador Gómez buscaban afanosamente, por en­


cargo suyo, un periodista que escribiera las bellezas del régimen en el propio
terreno y en medio del panorama de tempestades que vivía Venezuela.

El título debía ser algo así como El libro azul de Venezuela. Teniendo
en mente su misión política, Tomás se presentó y fue escogido entre varios
periodistas. Así obtuvo el contrato que, a la palabra (en esos tiempos la
palabra valía), debía cumplir en 3 ó 4 meses, una buena remuneración y
una casa para ubicarse adecuadamente en Maracay, para donde salió muy
pronto. Los primeros cinco días lo alojaron en la mismísima Hacienda de
“El Paraíso”18propiedad del General, luego lo reubicaron en una casa central
de la ciudad, con todo y ujier.

Así comenzó Tomás su doble trabajo. Como huésped del presidente


nadie dudaba de él, se movía a su antojo de una ciudad a otra, de día o de
noche, tomándose todo su tiempo para leerle trozos al encargado de don
Juan Vicente, un hombre de mirada dura y labios apretados, imagen de la
aspereza y el cálculo. A la vez formaba parte del engranaje revolucionario en
un país donde el miedo habitaba cada casa; donde se asesinaba oficialmente
y la tortura servía de inspiración a otras castas latinoamericanas.

Cada página del Libro Azul, no el titular sino el secreto, que escribía
con ritm o acelerado, era una patética denuncia de la situación interna con
toda su corrupción y perversión. Una vez terminado iría a su destino (Ca­
racas) para salir a la luz. Simultáneamente, el escrito oficial lo hacía lento,
y de él, Tomás recordaría después: "...Casi me cuesta "un cariño" de don Juan
Vicente porque no le puse adjetivos como los estilados por los muchos Vallenitas
Lanz* que explotan a los tiranos".

El diferente ritmo de trabajo permitió que el objetivo se cumpliera:


cuatro meses después el libro clandestino entraba en prensa. Unas horas
más tarde Tomás debía desaparecer dejando la corrección de pruebas en
manos de otro compañero. Pero... por alguna desgraciada casualidad - o quizá
maliciosas sospechas- el libro dejó de ser clandestino cuando empastaban
los últimos ejemplares y como era de esperarse, las órdenes del tirano de
Maracay fueron fulminantes: ¡quemar el libro secreto en el mismo lugar de
su publicación y localizar inmediatamente al indeseable colombiano! De
los trabajadores de la imprenta no se volvió a saber jamás.

18 E n tre v ista a T om ás Uribe M árquez. El Espectador, m arzo 3 de 1929.


* Se refería a un periodista venal de la época.

112
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Historia y biografías se encuentran y entrelazan de muchas maneras

Tomás, con la ayuda de compañeros venezolanos, huyó esa madru­


gada hacia Panamá llevando consigo aquel original. Allí lo esperaba De He­
redia. Fue él quien avisó a Jorge Uribe Márquez y a Jaime Nevares (nombre
de combate del norteamericano James Harfield) de la huida de Tomás de
Venezuela y su arribo a Panamá, para que acudieran en su ayuda. Ambos se
responsabilizaron de la segura llegada a Colombia del importante compañero
que traía conexiones con los revolucionarios venezolanos.

La i>etite histoire du livre bleu de Venezuela fue para mí como un enigma


porque mientras estuvo a mi alcance nunca pude leerla por estar escrita
íntegramente en francés. Mantuve el original por años junto a otros do­
cumentos escritos y gráficos: cartas de María Cano a Tomás, Enriqueta y
otros dirigentes; datos y mapas del sistema organizativo del PSR; fotogra­
fías del Tercer Congreso, de manifestaciones y de huelgas; un borrador del
Programa del PSR, algunos ejemplares de Revolución, el periódico de los
socialistas en Bogotá; mensajes del venezolano Arévalo Cedeño a la CON
y al PSR; planos de trochas y regiones del Tolima enviados por Quintín
Lame; el diario de cárcel de Tomás; aspectos organizativos de la historia
de las Bananeras, así como algunos brazaletes que los trabajadores usaron
antes y el día de la masacre. Son documentos que hoy deberían reposar en
una Biblioteca Nacional, como aporte a la historia y a la cultura del país,
y que me fueron arrebatados en un allanamiento a mi casa -m arzo del
año 7 7 - por la IV Brigada de Institutos Militares de Puente Aranda. A la
presente, ignoro su paradero.

Terminado este episodio la decisión de los dos (Tomás y De Heredia)


fue la de regresar. Ellos tenían desde antes comunicación con María Cano
y varios dirigentes socialistas; a través de esas cartas estaban enterados de
nombres, problemas, perspectivas y esperanzas de quienes estaban en la
lucha diaria colombiana.

De Heredia fue el primero en llegar a Medellín, pero preocupado por


la persecución a Tomás de parte del gobierno venezolano, tomó la exagerada
determinación de hacer llegar a la familia Uribe Márquez la noticia de su
fallecimiento; suponía que de las iras del dictador Juan Vicente Gómez y su
muy buena relación con el presidente colombiano, Tomás debía cuidarse
por lo menos en ese primer tiempo.

Tras semejante aviso la madre de Tomás cubrió los muebles de la sala,


piano y cama de su hijo con velos negros, en la casa se hablaba a media voz
y hasta los oficios de la cocina se hacían sin ruido. Pero esto no duró mucho

113
M a r ía T il a U r jb e

porque Tomás llegó detrás de De Heredia y Medellín les sirvió de antesala


para enrutarse con dirección a la política en su propio país, labor que inició
a la sombra, cuidadosamente, por la circunstancias anotadas.

La intención de Francisco De Heredia tampoco era mostrarse, por


el contrario, deseaba hacer un trabajo discreto, prestar una colaboración
efectiva pero las situaciones lo abrumaron, el año 22 era de confusión y
desorden para los socialistas.

Ese fue el panorama encontrado por De Heredia y por supuesto el


mismo que vio Tomás. Pero si bien era preocupante que no hubiera una
cohesión para enfrentar el régimen antipopular y políticamente reaccionario,
también era alentadora la existencia de esos sectores móviles e innovadores
que con diferencias y dificultades, eran solidarios entre sí. Alentadora era
la fuerza de los trabajadores, el ambiente que se respiraba en sus luchas, el
despertar de la conciencia colectiva, en fin, el espíritu que caracterizó esos
años pero que en ese instante necesitaba una inyección de organización,
coordinación y comunicación.

Así las cosas, casi inmediatamente después de la llegada de De Heredia


sucedió lo inesperado para él: con improvisación y completa aceptación lo
eligieron Secretario General del primer partido socialista. Su postulación
la hicieron entre otros Juan C. Dávila, Vela Solórzano y los líderes obreros
de Girardot. Esto fue para él de gran aliento e importancia, porque estando
demasiado cerca la extinción de ese partido preparaban con entusiasmo la
etapa siguiente de reagrupación, que dio como resultado la organización
del Primer Congreso Obrero Nacional.

M a r ía C a n o s e e n c u e n t r a co n s u s p r im o s

HERMANOS

Después de largos años de ausencia volvieron a encontrarse en Me­


dellín Tomás, Jorge, Francisco De Heredia y María de los Angeles Cano
Márquez (1887-1967) a finales del año 22. Felizmente, por la razón sencilla
de que existían entre ellos demasiados lazos de afinidad desde muy niños,
por ser hijos de tres inseparables hermanas: Tila, Salomé y Amelia Márquez
Obregón. Ahora recordaban animosos las comidas, los regaños y los cuidados
de infancia porque fueron los mismos; el trayecto a la escuela con la pizarra
al cuello, la sentencia de “Tom” en Medellín cuando lo excomulgaron, las

114
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Historia y biografías se encuentran y entrelazan de michas maneras

rabietas de Jorge, las trenzas de María y las novias del “M ico”. Además de
los recuerdos familiares estaban plenos de felicidad por la resurrección de
Tomás y llenos de emoción por ese encuentro que consideraban demasia­
do importante; nada casual sino producto de una circunstancia que entre
todos crearon mediante su anterior comunicación y conocimiento de lo
que se proponían. Querían sus vidas sencillas y entregadas a la suerte de
su pueblo, dispuestos a entrar y salir de sus luchas con el mismo ritmo del
aire en los pulmones.

Hasta ese momento el proceso de María era el de una persona imbuida


de humanismo y un enorme sentido de conmiseración. Vivía en compañía
de sus tres hermanas en la casa que les dejaron sus padres al morir. Era un
ambiente sobrio, sin lujos pero sin estrecheces y entre ellas siempre predo­
minó un buen entendimiento y amistad. María había leido bastante para
su tiempo, para su condición de mujer y para su edad, y si algo le afligía
era la pobreza en que vivían muchas familias, al punto de comunicarse con
ellas para saber cuáles eran sus necesidades, sus sueños y esperanzas. Esas
eran sus preocupaciones, que podrían ser las mismas de otras mujeres que
también dedicaban esfuerzos y tiempo para ayudar a quienes consideraban
desvalidos. La diferencia estuvo en que María no aceptó la caridad como
remedio y resolvió combatir la injusticia; de ahí que iniciara una campaña de
agitación social con el nombre de Comités de Auxilio para impedir la práctica
desalmada de los desahucios. Hay que anotar que si nunca le dijeron señorita
como era de rigor, fue porque prefirió que la llamaran “Mariacano”, como
le decían sus amigos de tertulia. Porque además frecuentaba un círculo de
gentes con inquietudes literarias y ella misma había sido una de las funda­
doras de la revista Cyrano que editaba ese grupo. También escribía para el
periódico El Correo Liberal.

Esas actividades se veían raras en ese medio pazguato y santurrón


de entonces, pero María no sentía ningún temor en desafiarlo; de hecho se
necesitaba valor ya fuera para enfrentarse o para ignorar los comentarios que
suscitaba cuando salía sola, volvía en la noche a casa o cuando, con amigos,
entraba a un café. Todo indica que a María, a pesar de saberse motivo de
discusión en muchos mentideros, le sobró ese valor.

Seguramente los temas tratados en los días de ese encuentro por el


grupo de primos no fueron simples y, sin que puedan reproducirse porque
seria ir más allá de los hechos, por las referencias posteriores de Jorge, por
lo metódico de las actividades que emprendieron y los objetivos a los que

115
M a r Ia T il a U r ib e

apuntaron conjuntam ente con otros dirigentes, se deduce no sólo la iden­


tidad con que fueron metiendo en orden sus ideas sino las preocupaciones
que sentían inmediatas. Tomás y Francisco De Heredia habrían manifestado
-según Jorge- que tenían mucho qué aprender en Colombia y empezaron por
analizar los asuntos que estaban a la orden del día en discusiones y debates.
¿Cómo recopilar las experiencias y producir un cierto ordené ¿Qué pasos
dar para la coordinación de los trabajadores en todo el país¿

Hasta ese m omento muchas de las personas más nombradas sólo se


conocían de oídas, María hacía poco había sido presentada a Mahecha y
con Torres Giraldo no se conocía. Los problemas a la vista eran complejos,
era preciso desarrollar una labor en múltiples aspectos y unas tácticas con
la menor cantidad posible de errores; estas debían partir de los mismos
trabajadores y de sus dirigentes. Afortunadamente, aunque dispersos, todos
ellos iban en una misma dirección como una poderosa corriente eléctrica.
Esos tiempos eran así.

Y era precisamente el peso del cambio social lo que incidía en la evo­


lución y acercamiento de María Cano a los problemas obreros y populares.
También contaron en ello sus familiares y compañeros porque apreciaron
y valoraron sus capacidades; finalmente, en su evolución, fue pieza clave
el proyecto PSR en el que María jugó un papel de primera línea. Es decir,
ella no actuó sola o aisladamente, ese era un estilo contrario a su manera
de ser.

La relación entre María y Tomás estaba marcada por dos épocas; la


muy lejana, propia de dos jóvenes primos, con los recuerdos de las normas
de acero que se empleaban antaño en los colegios pero también con las
lecciones de amables profesores, y la del primer retorno de él a Medellín,
cuando llegó de México, oportunidad en que cruzaron secretos de primeros
amores y aventuras, se corrigieron versos, escucharon canciones y evocaron
poetas, como correspondía a dos románticos con almas parecidas. Después
las misivas escritas sin urgencia; un voluminoso paquete de cartas vivas,
atadas con una cinta de seda que María conservaba.

Eran tiempos pasados. Ahora hablaban en presente y futuro. Tomás


acompañaba a María por la ciudad, conocía sus amigos de tertulia y departía
con las gentes que cariñosamente le decían “M ariacano”. Fueron días de
reflexión, coincidencias y decisiones que para ella representaron un salto
por la cabal comprensión de que no podía seguir enfrentándose sola armada
de alfileres al desequilibrio social y a los prejuicios.

116
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Historia y biografías se encuentran y entrelazan de muchas maneras

P r e s e n c ia d e T omás

A los compañeros socialistas los fueron enterando de su presencia


lentamente, cuestión que corrió a cargo de María, De Heredia y los más
cercanos. Tomás era en el medio objeto de alusiones permanentes por venir
de una labor revolucionaria en Venezuela, haber vivido los ya lejanos epi­
sodios en México y gozar de cierto prestigio ganado en los años que estuvo
en Bogotá como periodista. Aquellos fueron motivos suficientes para que
se encontrara ante muchas preguntas, consultas y expectativas tales que
parecía como si se tratara de la llegada de un hombre con fórmulas para
todo. A eso contribuía el cuidado que ponían los más enterados de lo que
había ocurrido en Venezuela; no lo dejaban salir solo, atisbaban antes de
entrar o salir de algún sitio, le prohibían tal o cual entrevista o le procura­
ban las que creían convenientes. Pasado algún tiempo el “M ono’' Dávila,
con quien Tomás no había dejado de escribirse, le preparó en Girardot
una reunión (preludio de la Convención Socialista del año 23) en la que
lo presentó como el compañero que esperábam os hace tiempo. El objetivo era
ver los problemas inmediatos y buscarle la comba al palo para declarar la
abstención, cuestión a la que le daban el nombre de huelga electoral o de!
sufragio, con lo que Tomás se mostró acorde.

A continuación de aquel encuentro César Guerrero montó cabalga­


duras para Tomás y un grupo considerable de compañeros, salieron hacia
Icononzo, área de agudos conflictos, para encontrarse con Quintín Lame
y algunos representantes de cabildos indígenas19. Semanas más tarde Julio
Ocampo Vásquez y Jorge Uribe Márquez lo pusieron en contacto con Higi-
nio Forero, Pedro Narváez “El Zapatero de El Líbano” y otros dirigentes de
esa localidad. Era un viaje que se hacía en ese tiempo de Bogotá a Cambao
por carretera destapada en un día, ahí pasaban la noche, luego iniciaban un
segundo tramo a caballo hasta Armero en cinco horas; la etapa final hasta
El Líbano también se hacía a caballo y por otras cinco horas.

El Líbano era para esos momentos punto neurálgico en la economía


nacional y otro polo de atención social, como las bananeras o las tierras que
producían el petróleo. De ese centro cafetero las compañías norteamericanas
y alemanas sacaban el café de exportación por el río Magdalena hasta el
puerto marítimo de Barranquilla.

’ D ocu m en tos de esas fechas in cau tad os en el allanam iento m ilitar de 1977.

117
M a r ía T ila U r ib e

Después de su regreso de El Líbano, Tomás hizo otros viajes, en el


último de ellos (fecha y sitio no establecidos) se conoció personalmente
con Raúl Eduardo Mahecha. Ambos deseaban este momento, se habían
leído mutuam ente y tenían referencias recíprocas muy precisas por María,
Jorge y amigos comunes, inclusive se habían cruzado mensajes; estos dos
hombres se entendieron de un golpe y en su relación que duró para siempre
primaron la amistad y el respeto, posiblemente por su identidad política y
la manera como encararon los problemas.

Para ese mom ento Tomás no era un líder y realmente no se lo propo­


nía, miraba a su país de manera novedosa, original, en permanente cambio e
inició su trabajo pacientemente, tratando de no llamar la atención y no por
su condición de fugado del infierno venezolano sino por su estilo y particular
manera de ser: él sentía rechazo por quienes usaban figuras exhibicionistas
o se empeñaban en figurar. Era un hombre político, de acción, un apasionado
de sus ideas aunque varios autores se hayan empeñado en retratarlo sólo
como el intelectual, el conspirador, el teórico.

Se incrustó entonces en una labor de coordinación y organización


que apuntara al Primer Congreso Obrero, continuó encontrándose con sus
antiguos conocidos o conociendo otros dirigentes populares, oyéndolos,
alternando con ellos y sentó base en Bogotá. No tenía ninguna otra dirección
preestablecida, la ruta que tom ó fue saliendo en la medida en que andaba
camino-, él recogía impresiones y experiencias -era su costumbre apuntarlo
tod o- que fueron objeto de estudio en los años siguientes, pues sobre los
distintos terrenos y conviviendo con la gente escribió las condiciones de
vida de los trabajadores de campos y ciudades en una vieja máquina de
escribir.

Se ha querido encontrar el pensamiento político de Tomás; en par­


te, se ve en sus escritos, aunque quizá un noventa por ciento de ellos han
desaparecido. Indudablemente se trataba de un pensamiento en evolución
al contactar la realidad nacional, bien diferente a la del pasado y otras que
él conocía. En uno de sus escritos (ver anexo 2) trató de explicar cómo
debían estar organizadas las gentes política y gremialmente, en una clara
referencia a la diferencia existente entre la cuestión sindical y la cuestión
política. También hace referencia a las diferencias que él entendía debían
existir entre el sindicato y las ligas campesinas, de tal manera que en este
sentido no dejó confusión alguna. Por eso es errónea, a mi juicio, la afir­
mación de algunos historiadores que lo han definido como de tendencia

118
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Historia y biografías se encuentran y entrelazan de muchas maneras

anarcosindicalista. Su pensamiento se manifestó en su actividad, en sus


escritos y en la relación y comunicación con los demás.

Me atrevo a resaltar dos aspectos concretos que naturalmente van a


desembocar o establecer resultados en otros, ellos son: primero, la impor­
tancia que tuvo para él la presencia mayoritaria del campesinado, junto con
los indígenas, a quienes consideraba muy cerca los unos de los otros y parte
esencial del proyecto socialista. Estos fueron problemas casi obsesivos en
sus escritos, sus conferencias, sus charlas a los grupos y en su profesión de
ingeniero agrónomo. Y segundo, el fenómeno del colonialismo, que Tomás
relacionó con la dependencia de nuestro país tanto del ya menguado impe­
rialismo inglés, como del -para entonces- moderno norteamericano.

En los pocos apuntes que se conservan de Tomás aparecen notas


entrecomilladas, comentadas y luego comparadas con Colombia o América
Latina, de autores como Juan Andrade, Rosa Luxemburgo, Lenin, Trotsky,
etc. Hay que anotar que la rigurosidad de las citas no eran lugar común en
ese tiempo, por lo menos entre los socialistas colombianos, y lo que Tomás
y sus compañeros enarbolaron como la bandera del socialismo no fueron
estrictamente sus teorías sino la lucha contra las desigualdades; su problema
era cómo cambiar el orden social.

En las lecturas que hacían Tomás y algunos de sus compañeros, según


referencias de Enriqueta, Dávila, Elvira Medina y otros, incluían a José Car­
los Mariátegui (1894-1930). Evidentemente se aprecia una afinidad política
entre las tesis del pensador peruano y la visión de los primeros. A Mariátegui
se le conoció en su momento en América Latina, como un analista de la
realidad peruana: su opción por la revolución o variación radical del curso
de la sociedad, su afán por articular la tradición con la modernización, sus
críticas a la democracia parlamentaria y otros planteamientos suyos, si
bien es cierto eran conclusiones pertinentes al Perú, no eran ajenas para la
realidad colombiana y la de otros países latinoamericanos.

Tomás, como producto de sus viajes, lecturas y amistades, era hom­


bre bien informado. En uno de sus apuntes alude a los países asiáticos con
muchos datos económicos, políticos y culturales; en otro al líder cubano
José Antonio Mella y su asesinato en México; en varios a los problemas de
países suramericanos como Uruguay, Paraguay, Argentina, Chile. Fue él la
persona designada por su partido para asistir a la conferencia de la IC en
Buenos Aires en 1929, se había preparado teóricamente para mostrar un
camino socialista propio, a partir de un país agrario y atrasado. No pudo

119
M a r ía T il a U r ib e

asistir por las circunstancias que veremos finalmente. Lo que es importante


destacar es su interpretación de los problemas políticos y sociales con una
óptica distinta a la europea. Conocido el pensamiento de Mariátegui, es
evidente que los socialistas revolucionarios, Tomás en particular, vieron los
problemas en forma muy similar, aunque por las referencias ya anotadas,
nunca supe que hubiera existido correspondencia entre María Cano o Tomás
con Mariátegui, cuestión que se ha llegado a afirmar en algunos artículos
de prensa y debe investigarse.

120
C apítulo V I

ENHEBRANDO HISTORIAS
“N u e stra p a la b ra ” y 1924

De Cali regresó a Bogotá un jovenzuelo trayendo un paquete de


periódicos y una carta de respuesta de Torres Giraldo para Tomás, con­
firmando su presencia en el Primer Congreso Obrero. El mensajero había
vivido en la casa de la Cooperativa de Obreros del Valle, donde había una
imprenta abandonada que mediante pequeños arreglos servía para sacar
La Humanidad, el periódico que editaba Torres Giraldo. Tenía catorce años
larguitos y hablaba con la propiedad de un hombre adulto, respondía a
todas las preguntas que se le hacían sobre los braceros de Buenaventura,
los fogoneros de Dagua, los m aquinistas de la Pacífico; repetía nombres
propios, costumbres, opiniones, proyectos, historias de huelgas, vida y
milagro de estos trabajadores porque cada vez que salía La Humanidad
este jovenzuelo, que se llamaba Carlos Cuéllar (1911-1984), se encargaba
de llevar los paquetes a los sitios distantes. Su información provenía de
que en cada lugar escuchaba los comentarios de los obreros, que a su vez,
lo devolvían con razones o lo mandaban donde otros en alguna misión.
Lo más desconcertante era que el muchachito no contento con tal carga
de trabajo que es de suponer por tantos oficios al tiempo, había resuelto a
motu proprio sacar su personal periódico, una hoja tamaño oficio a la que
le puso el nombre de Nuestra Palabra porque la redacción, curioso sistem a
periodístico que se había inventado, consistía en colocar los apuntes que
hacía, muy al pie de la letra de lo que decían los trabajadores que él consi­
deraba sesudos. El papel para Nuestra Palabra lo tomaba de la Cooperativa,
la tinta se la regalaba Torres Giraldo, la distribución la hacía entreverando
su periódico con La Humanidad y cuando llegaba donde los obreros no
sólo lo felicitaban sino que lo aprovisionaban de yucas, panelas y plátanos
para la vuelta.

Venía resuelto a trabajar en lo que le pusieran y al poco tiempo el


grupo que había tomado en sus manos la organización iniciada por Tomás,
De Heredia, “El M ono” y demás compañeros recurría a él para todo. Car­
los, lleve esta carta a las fábricas de pastas; vuélese hasta el Sindicato de
la Industria Harinera, no se venga sin el boletín, mándele este telegrama a
Mahecha, ¿ya vino el cachifo con la razón de los tranviarios^... El muchacho
tenía fibra pero era algo teatrero, gesticulaba y cambiaba la voz para imitar
lo que veía y lo que quería. Y como quiera que debía combinar su activi­
dad con un trabajo remunerado a riesgo de morirse de hambre, se volvió
vendedor de libros. Entre diligencias tocaba puertas, convencía para que le

123
M a r ía T ila U ribe

compraran. Silbando y con una valija de cartón prensado recorría media


ciudad ganándose el corazón de todos.

?Y podemos imaginar las intimidades, la cotidianidad, los pequeños


y grandes problemas, el sinnúmero de gentes que el joven conoció en medio
del desarrollo de aquel proceso^ La vida revolucionaria fue su escuela, ahí
saboreó todos los gajes del oficio, todos los altibajos, penurias, satisfaccio­
nes, afanes y sorpresas posibles de la vida de un militante. Pero no de un
militante ciego, él quería superarse, leía, leía y estudiaba.

Pues bien, cincuenta años m ás tarde, con el mismo entusiasm o y


vitalidad que lo acompañaron siempre, Carlos Cuéllar quiso meter los re­
cuerdos de nuevo en su corazón y desde ahí ofrecerlos al corazón y la mente
de las personas. Fue quizá el último acto de entrega de esa personalidad que
puede resumirse en la palabra fértil, porque la vida se le extinguió cuando
nos dejaba estas memorias:
...Era una época brillante, una página en la historia colombiana y una
página en la historia del socialismo, ahí aprendimos a pensar y a actuar en
defensa propia. Pero imposible entenderlo sin los inicios del capitalismo
o sin la presencia de la clase obrera que desde 1923 se organizó con los
trabajadores de Barranca y los de la colonia bananera, en 1924 se hizo
fuerte en el río Magdalena, en los centros cafeteros, en los transportes
ferroviarios y urbanos, o fuera de la dinámica de los líderes... imposible
entenderlo. Se llevaron a cabo en ese año diecisiete huelgas y tres movi­
mientos de ¡os sin trabajo, casi todos con éxito, aunque para el Gobierno
los trabajadores eran los causantes de los males nacionales. En Girardot
la Junta Organizadora de los tres mil obreros sin trabajo la dirigió Angel
María Cano, que era un peluquero y un verdadero líder. Eran terribles los
abusos de las agencias que enganchaban a los desocupados para llevárselos
de caucheros a la frontera con el Brasil, con Perú o a las zafras de Cuba.
De allá nunca volvían ni sus familias sabían más de ellos.
En Bogotá era Salvador Murcia, otro líder verraco, él se puso al frente
de las reivindicaciones de los cuatro mil desocupados;20 pedían que en
las obras públicas no se establecieran preferencias de partido o de secta;
Murcia logró para ellos una ayuda eficiente de los demás trabajadores, les
decía: si a esa gente la despidieron por labores que nos favorecen a todos,
ahora tenemos que brindarles apoyo. Además publicó carteles, explicaba
que un noventa por ciento o más de trabajadores estaban por fuera de la
ley, porque sólo a los obreros de las empresas grandes se les consideraba
dentro de la ley, y eso no era de conocimiento público.

20 El Espectador, abril 7 de 1924.

124
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Enhebrando historias

Angel María Cano, 1928

A esos acontecimientos siguieron muchos otros, si confirmamos que eso


es cierto podemos interpretar el movimiento revolucionario de los años
Veinte con la formación de una red; los braceros de todos los puertos se
organizaron y ese despertar en el río Magdalena que era nuestra arteria
vital, el eje de la economía del país porque por ahí se sacaba el tabaco
de Ambalema que todavía quedaba, se sacaba el café de La Dorada y de
otras regiones, eso... esos núcleos vienen a ser el mejor soporte para que
surja posteriormente el partido.
Viene entonces 1924. Convocado por el Sindicato Obrero o la Sede Obre­
ra se hace el Primer Congreso Nacional de Trabajadores, dentro de ese
estado de luchas, búsquedas y contradicciones, que trata de canalizar y
darle una orientación a la cosa... Muchos historiadores hablan de que era
una cuestión liberal, ¡no! En realidad la gente estaba desilusionada del
liberalismo y quería formar un movimiento aparte, independiente.
En ese despertar es que surgen Tomás Uribe Márquez, María Cano,
Francisco De Heredia, y establecen comunicación con Mahecha, Quintín
Lame y con Torres Giraldo. Aquí había un grupo numeroso que esperaba a
Uribe Márquez, con ese grupo es que él empieza a desplegar una actividad
inmensa moviendo los mimeógrafos, haciendo debates al interior de las
organizaciones, coordinando reuniones, ¡caramba! ese hombre era un
ciclón, repartía trabajo y producía ideas todas las horas del día. A través
de sus artículos de prensa él planteó la lucha por la toma de la tierra en
forma organizada. Esa fue su orientación, eso se puede ver en muchos
periodiquitos del país; la lucha por la tierra en forma organizada, metó­
dica e increíble para entonces, y comienza a cruzar correspondencia con
todas las regiones. Es decir, con cualquier líder de cualquier parte... Samuel

125
M a r ía T ila U ribe

Hernández de Tunja recibía cartas de Tomás, Ismael Toledo recibía cartas,


es decir, cada tipo recibía... y esa correspondencia fue importante en la
fusión del movimiento. Además tenía un directorio telefónico colosal.
Tomás, César Guerrero, “Jaime Navares” y Dávila visitaron a Savinski y
a los dos o tres grupos de intelectuales que iban allá para-que se suma­
ran activamente al proyecto. Savinski y Felipe Lleras Camargo, que era
más inteligente y mejor preparado que el hermano, dedicaron tiempo y
entusiasmo al trabajo.
El Primero de Mayo era la fecha fijada para el Congreso Obrero, poco antes
se instaló la Conferencia Socialista que los historiadores casi no mencio­
nan, como de unos veinte dirigentes, ahí estaba Savinski. Recuerdo que
fue la primera vez que me pusieron a la pata de alguien y ese alguien fue
Mahecha... Y yo, sáquele los papeles, hágale apuntes, reparta Vanguardia
Obrera... Doce, catorce o dieciséis horas diarias trabajaba Mahecha, el
hombre que se le enfrentó a todas las boas feudales de su región. Ahí se
habló de las tendencias que iban a concurrir al Congreso: los comunistas,
que no tenían masas ni ninguna conexión más que con las ideas de Marx,
y eran pocos; a Luis Tejada lo apreciaban mucho. Los anarquistas, que aquí
eran Juan de Dios Romero y Erasmo Valencia y los liberales-socialistas
como Bernal Azula, Hernández Rodríguez, Moisés Prieto que tenía un
negocio en Pacho y después se metió al Partido Liberal.
En esa reunión preliminar se habló de las reivindicaciones, que debían ser
descubiertas en el mismo lugar, porque cada región era distinta, y de las
ocho horas de trabajo. Los socialistas querían amarrar lo que tenían y era el
grupo mejor colocado; ellos se metían, trabajaban y por lo mismo exigían
a la hora de la verdad, lo que más valoraban era el papel de las mayorías.
Una vez terminada la Conferencia todos nos fuimos al Congreso.

Dejemos por un momento las memorias de Carlos para ver los si­
guientes aspectos: para ese momento Bogotá concentraba un buen número
de trabajadores oficiales y empleados públicos que iniciaban el sindicalismo
dentro de los aparatos del Estado. En el sindicalismo eran m uy importantes
el gremio de la construcción y sectores de la naciente industria manufactu
rera. De los trabajadores urbanos los más organizados, que irían a convertirse
en verdadero fortín de resistencia, eran: el sindicato de la industria harinera
que incluía a todos lo panaderos y a los obreros de fábricas de pastas; los tran­
viarios, el sindicato de la Energía Eléctrica, el sindicato de Bavaria, albañiles
y similares y los ferroviarios de la línea de Cundinamarca. Con la misma
vehemencia se veía la participación de los artesanos.

En cuanto a la actuación femenina, según como se le mire: era baja


en cuanto a sindicalización. No era fácil que las mujeres de pequeños o
medianos talleres se sindicalizaran. Pero en cambio según los testimonios,

126
Los AÑOS e s c o n d i d o s ] [ Enhebrando historias

la participación femenina se sentía inmensa por su beligerancia, por su


despliegue de actividad. Las m ujeres citaban, entusiasm aban, daban
solidaridad; frente a la persecución eran resistentes, en la organización
disciplinadas, ise crecían en las movilizaciones! De todos modos ya había
sindicatos o estaban en preparación, éstos y otros grupos de mujeres se
reunieron con anterioridad para enviar sus representantes al Congreso.
Ellas fueron Elvira Medina y Enriqueta Jiménez, elegidas no en nombre
sindical sino femenino. Enriqueta era, además, la secretaria de la Liga de
Inquilinos desde hacía un año. ¡Y se llegó el gran día! Pero volvamos a darle
la palabra a Carlos Cuéllar:
Fue ahí donde surgieron los grandes líderes, donde se les vio por primera
vez reunidos... Y es así que cuando Pedro Nel Ospina instala en el Teatro de
Colón, el Primero de Mayo de 1924, el Primer Congreso Obrero Nacional,
Raúl Eduardo Mahecha pronuncia un discurso frente a él, pero un discurso
que no se había dado nunca en la historia de Colombia, que planteaba la
destrucción del capitalismo y la muerte de esos bandidos explotadores,
y todo en presencia del presidente. ¡Ay! Se desarmó el tablado, la gente
vivaba, fue la locura, nunca se había hablado así a un gobernante, nunca
les habían dicho tantas cosas de frente, pues... ¡tremendas, increíbles!
Ese Congreso lo instaló el Presidente de la República porque algunos
programas obreros los elaboraban el alcalde de Bogotá y otros políti­
cos “populares” con discursos sin sustancia para efectos de recíprocos
aplausos, se llamaban unos a otros “honorables”, prometían y decían
sin decir; oyéndolos no daban ganas de pensar ni de creer... Después de
esa instalación los notables desaparecieron, el Congreso continuó sus
sesiones en el Edificio Liévano.

O t r a s m u je r e s o l v id a d a s

Enriqueta y Elvira se habían entrevistado con Belarmina González en


Girardot; Antonia Romero, presidenta de la “Sociedad Unión Femenina de
Sevilla” (Valle); Mercedes Corzo, de El Socorro; Soledad Herrera, quien fuera
después Flor del Trabajo de Ibagué; Clementina Garzón, de Honda y Carlota
Rúa, del Sindicato Obrero de La Dorada. Carlota se perfilaba como la líder
natural en su región, pronto iría a ser otra de las oradoras que encendiera
con sus arengas hasta Puerto Berrío. Ella fue la gestora de la iniciativa que
salió de aquel congreso: la protesta ante el gobierno por el hecho de que el
servicio militar fuera obligatorio sólo para los pobres. Carlota lo concibió
como resultado de experiencias familiares y de sus compañeras del campo,
¡or qué los ricos no tienen tal obligación^ ¿Por qué la tropa se conforma

127
M a r ía T ila U ribe

de campesinos y de gente pobre de las ciudades^ Sabía además, que a las


madres otros aspectos las llenaban de angustia: a sus muchachos los nom­
braban soldados a puntapiés y después les negaban comida, problemas que
ya habían ocasionado conatos de rebeldía al interior del Ejército. Por otra
parte, la perspectiva de m ás escasez en el hogar: o no se podría contar con
los jóvenes en las labores del campo, o no se podría contar con su salario en
las zonas urbanas. El alegato no estaba escrito; para ese momento Carlota
no sabía leer ni escribir de corrido (aunque de ella se conocieron escritos
en la década siguiente, firmados por Carlota Rúa de M ontoya). Enriqueta
y Elvira tomaron los apuntes y la primera se hizo cargo de presentar la
proposición de viva voz ante los delegados del Congreso. ¿Quién mejor
que ella -decía Elvirita- podría hacerlo^ Su hijo Carlos estaba próximo a ser
obligado a prestar el servicio, ¿quién mejor que Enriqueta para transmitir
lo expuesto por la joven Carlota, que interpretaba su propio sentimiento
y el de miles de madres^

Diecisiete días duraron las deliberaciones de aquel evento, del que


no quedaron informes concluyentes* pero sí versiones coincidentes con la
de Carlos Cuéllar:
...De manera que como ya lo han anotado otros, el Congreso sí tuvo
una tendencia socialista, una liberal y una comunista. Por parte de la
tendencia liberal lo primero que se oyó fue la propuesta para que no se
hablara de política ni de partidos... Y a eso le salieron los socialistas con
otra proposición que presentó “El Mono”; consistía en que evidentemente
el movimiento obrero debía desvincularse completamente de los partidos
tradicionales, y eso fue lo que se aprobó. Los intelectuales comunistas
propusieron que se recogiera plata para hacerle una estatua a Lenin, la
adhesión del Congreso a la IC, la adopción de las veintiún condiciones
de la Internacional y que se adoptara el nombre comunista. La adhesión
se aprobó pero no se podían adoptar las veintiún condiciones, los líderes
pensaban que el nombre podía ser cualquier otro pero no comunista; lo de
la estatua no cuajó. Pero en síntesis, una serie de líderes dirigiendo masas
eran los orientadores de la corriente socialista, es decir, la tendencia que
estaba en contacto con la lucha de masas era la socialista revolucionaria
dentro de las tres.

* Se sabe que las conclusiones fueron llevadas a la C asa del Pueblo donde funcionaba la
U nión Local, y entregadas bajo responsabilidad de Patrocinio Rey. C om o tan tos otros
docum entos, se tuvo noticia de ellos hasta 1930 por el propio Patrocinio Rey, pero
después desaparecieron. La hipótesis m ás segura, que no es otra cosa que un llamado de
atención para las futuras investigaciones, es que toda la historia de los 20 fue entregada
por Patrocinio Rey a la reunión del PCC denominada Am pliado en julio de 1930. Patro­
cinio ingresó al PCC a su fundación, ese año.

128
Los ANOS ESCONDIDOS ] [ Enhebrando historias

Se n e c e s it a b a un p a r t id o p a r a d a r l e f o r m a a l

SOCIALISM O

La idea de socialismo era fascinante, pero socialismo no era más


que un nombre, lo importante era lo que estaba detrás. Simpatizaban con
la 1C y querían tender un puente con aquella entidad porque para ellos la
revolución tenía un aspecto internacional, por eso aprobaron la adhesión.
Dentro de la polémica no finalizada quedó un interrogante: ¿hasta dónde,
para aquella época era adecuado el nombre de Partido Comunista^ Entre
las veintiún condiciones había una contundente: abolir el nombre socialista
para reemplazarlo por el de comunista, lo que justamente no hicieron.
Aquello era un impedimento muy grande -decía Carlos Cuéllar- los
socialistas necesitaban un partido ligado a mucha gente y el nombre
comunista asustaba. Pero eso no derivó en antagonismos ni los socialistas
adoptaron posiciones de gobierno.

¿Y por qué socialism o-revolucionaricr Esta fue la respuesta de


Carlos:
Nosotros veíamos el socialismo revolucionario como una vía de solución
de problemas tan graves como la miseria, el atraso; desde ahí peleába­
mos contra esos lastres que nos lastimaban tanto y colmábamos viejos
anhelos... aquella frustración de una independencia a medias y luego el
dominio del bipartidismo. No es que fuera una cuestión solamente de
nombre pero llamarse socialista revolucionario era pensar por nosotros
mismos, expresar rebeldía y conseguir avances. En fin, el Congreso fue un
eslabón muy interesante y aunque se llamó obrero fue más un encuentro
de trabajadores que representaban la nación, ese pluralismo, esa multi­
plicidad constituyó su riqueza. Allí se promovió la defensa de los presos
sociales y en eso la abanderada fue siempre María Cano; se reclamó la
abolición del servicio militar obligatorio. Al final se repartió un programa
político que habían terminado de redactar Tom ás y De Heredia.
De ahí entramos en una etapa organizativa dirigida en Bogotá por
Tomás; él dio la orientación de preparamos para un segundo congreso,
crear el directorio central obrero, poner a funcionar los mimeógrafos y
aumentar las correrías de los líderes por todo el país. Ya había equipo
y los distintos sectores entraban en efervescencia. De los indígenas,
Quintín Lame hizo mucha historia en el Congreso. Y bueno, se definió
que lo inmediato era una etapa de organización, porque el problema
del partido seguía siendo central. Para ese momento Torres Giraldo no
estaba de acuerdo con la idea de partido, él decía que había que hacer
federaciones sindicales y así lo consignó en La Humanidad. Claro que no
se conocen más referencias que las de él pero en el Valle había más gente,
dirigentes obreros, estaban a punto de irse a la famosa huelga... Es que

129
M a r ía T ila U ribe

De pie: Juan de Dios Romero, "Dimitri Ivanovich", Francisco De Heredia,


Pablo E. Mancera; sentados: Salvador Murcia, Carlos Melguizo, Estanislao
García. 1924

el movimiento sindical del Valle era el más desarrollado orgánicamente


hasta ese año 24, de ahí en adelante el río Magdalena lo sobrepasó. En
cuanto a los comunistas o del grupo que había resuelto llamarse así,
con la muerte de Luis Tejada prácticamente terminó su primera etapa.
Por otra parte, las propuestas liberales ya no tenían cabida, el germen
revolucionario había sido más fuerte.

No hay que perder de vista que en ese momento las tendencias no


se habían formado de una manera precisa, no puede decirse que los grupos
socialistas o las personas que se definieron tempranamente como comu­
nistas, o quienes se llamaron anarquistas fueran puros, en el sentido de
altamente teóricos o de escuela, porque esto sería contravenir la realidad
de la época. No había puros de ningún lado, puros m arxistas o puros comu­
nistas, etc. Había posiciones inconformistas, clasistas y como todavía no
les tocaba esquivar los peligros del dogmatismo, los grupos no avanzaban

130
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Enhebrando historias

discutiendo qué es la verdad sino ensayando con prácticas y conjeturas la


realización de esa verdad. Tampoco tuvieron carácter de capilla, fueron
grupos abiertos más bien de amigos que se reunían, discutían y cocinaban
ideas aunque se dieran posiciones distintas frente a los mismos hechos. A
los puntos de reunión iban los m ás interesados en fomentar la organización
de gremios o sindicatos, o quienes querían saber cómo elevar una petición
o un reclamo. También iban gentes con iniciativa que ayudaban a identi­
ficar los problemas comunes, y curiosos, porque la entrada era libre y los
debates públicos. Desde luego, sí se consideraba una necesidad adquirir
conocimientos de la estructura de la sociedad y ya está claro que dejaban
atrás las formas mutualistas para incrementar sindicatos que hicieran uso de
la huelga. Todo o casi todo giraba en torno a los trabajadores: sus penurias,
urgencias, posibilidades y esperanzas.
Naturalmente entre las tendencias surgieron problemas pero no en
un sentido irreconciliable. Quien logre penetrar un poco en el espíritu de
los Veinte apreciará un proceso no contaminado aún, donde no existía la
filosofía de la sospecha, solidario a pesar de las diferencias políticas. No se
había impuesto el estrecho espíritu de secta, de exclusivismo y persecución
que más tarde se irradiaría desde Moscú. Pensemos que estas gentes no
inventaron la lucha entre el capital y el trabajo y que más bien en esa lucha
se fueron haciendo, por lo que tenían más motivos para hermanarse que
para odiarse, sin que esto suponga la inexistencia de conflictos.

P r e s e n c ia y r a str o de Q u in t ín L am e

En una época en que la sociedad llamaba a los indígenas salvajes,


el Congreso en pleno se puso de pie para recibir, oír y apoyar a Manuel
Quintín Lame Chantre (1880-1967), acto significativo que identificaba
el pasado indígena con el presente m estizo y criollo. El dirigente llegó al
evento con la decisión de incorporarse al movimiento revolucionario, de esa
manera ampliaba la dimensión de las luchas indígenas y unificaba comunes
aspiraciones con los otros sectores. Para los socialistas se trataba de recibir
a un hermano; admiraban en él, desde 1910, su capacidad de dinamizar
y movilizar a su “raza proscrita” cuando fue elegido Jefe, representante
y defensor general de todos los Cabildos Indígenas del Cauca, luego del
Tolima y el Huila. Pero esa capacidad para abrir los ojos al país indio que
reclamaba justicia desde el alba de los tiempos no lo era todo; más que un
número de indígenas puros representados por Quintín Lame, reencontraban

131
M a r ía T ila U r iíf .

Quintín Lame (Fotografía cedida por Estela Piedrahita).

132
L o s a ñ o s ESCONDIDOS ][ Enhebrando historias

en él la afirmación de sus propias raíces y valores, cuando dio testimonio


del espíritu de nuestro pueblo:
¡Antes de 1492 los indios produjeron obras de arte, escritos y jeroglíficos,
tallas en duras piedras, sobre el lomo de empinadas cordilleras, que la
cólera de los siglos no ha podido destruir!

Quintín Lame, a quien Tomás definía como hombre más bien calla­
do pero contundente a la hora de la reflexión, empezó dando las gracias
al Congreso por haberle dado voz y voto para exponer la situación de los
miles de indígenas que lo tenían a él como jefe. Luego, en un discurso lleno
de equilibrio entre la naturaleza y el progreso, hizo historia desde 1788,
refirió su viaje a Quito para buscar los títulos coloniales que favorecían a
los indígenas, así como el sufrimiento que le había ocasionado el ser llevado
a prisión veintiséis veces por defender lo que en justicia le pertenecía a su
gente. Contó costumbres por cierto muy democráticas de sus pueblos y citó
casos concretos de persecución a los indígenas. Se extendió en denuncias
contra alcaldes y autoridades que les arrebataban tierras y herramientas.

La presencia y actuación del Cacique de Tierradentro sirvieron de


aliento espiritual y espejo de entusiasm o para los oyentes, sus palabras
tuvieron la llama que logra hacer olvidar las diferencias, por la perspec- tiva
de aunar fuerzas latentes frente a la Hegemonía, para la cual su presencia
en el Congreso significó un desafío, no pasó desapercibida. Por lo menos
eso se deduce de lo que vino después en cuanto a represión, censura, mili­
tarismo, etc. Cada conflicto indígena fue bautizado de ahí en adelante con
el estribillo de “complot para derribar el gobierno”.

Recordemos que la población nativa era aún numerosa a pesar de


la destrucción causada por las guerras de exterminio desde la época de la
invasión española, la m atanza continua a través de la represión militar y
las condiciones en que quedaban después de desalojos y persecuciones. A
pesar de estas prácticas genocidas (que aún subsisten) había regiones donde
se desarrollaba la resistencia indígena. Para ese tiempo los protagonistas
eran los grupos de la Sierra Nevada, los motilones, cumbales en Nariño,
guahibos en el Meta, además de los paeces y otros indígenas dirigidos por
Quintín Lame en Cauca, Tolima y Huila. Sus formas de lucha eran las
movilizaciones y los enfrentamientos con colonos blancos, terratenientes,
autoridades civiles y eclesiásticas. En la Guajira se habían visto avocados a
enfrentamientos con las autoridades de resguardos de la sal y de las perlas.
Los motivos más sentidos se referían a la defensa de sus tierras, cultivos,
cultura y propias autoridades y la existencia de su esclavización.

133
M a r ía T il a U ribe

Quintín Lame, como su secretario Abel Tique, Gonzalo Sánchez,


Eutiquio Tim oté y otros indígenas fueron hombres de mérito. Quintín
Lame, a su manera, fue un maestro de la comunicación y esto le permitió
fundar caseríos para las comunidades arrojadas de sus tierras y escuelas
para niños indígenas y campesinos. La palabra de Lame era acatada por
los indígenas al punto de cambiar ciertas costumbres im puestas por los
hacendados del Cauca; es el caso de los votos cautivos con los que contaban
en las elecciones; llevaban a votar a sus indios cada uno por el candidato de
su patrón y esa práctica la rechazó Quintín Lame.

Desde luego tantas ideas y rebeldía en un indio no podían admitirse


y el m ás rico latifundista de su región, en salvaguardia de su codicia y de
su poder, personificó todo su odio en Lame. Como un pontífice ofendido
pidió en el Congreso de la República que el indígena fuera desterrado de
Colombia, llamándolo “asno m ontés” . Se trataba de Guillermo Valencia, el
más acérrimo enemigo de Quintín Lame, heredero de nobiliario título: "la
Casa Valencia”, cuyos ancestros habían sido esclavistas.

Los antecedentes del odio que Guillermo Valencia sentía por Quintín
Lame se remontaban a muchos años antes. Según las memorias escritas
del dirigente indígena, en una ocasión en que se encontraba encalabozado y
amarrado, se presentó en persona el doctor Guillermo Valencia para golpearlo.
Y en otra ocasión fue más drástico:
Así deseó el doctor Guillermo Valencia unido con un puñado de hombres
no indígenas que lo secundaron, de la alta aristocracia del Cauca, destruir
mi pensamiento por medio de la barbarie y el cinismo, mandándome a
encerrar en un calabozo y ordenando se me pusiera en los pies una barra de
grillos de 28 libras durante un año incomunicado, orden que fue cumplida
y consta en auto en el proceso que está archivado.21

Agregó Lame que luego Valencia hizo correr la especie de que el indio
había sido desterrado o había muerto.

En la apasionante vida de Quintín Lame los sufrimientos no tuvieron


tregua y solo finalizaron con su muerte, no así su mensaje: éste quedó en
una perspectiva que nos lleva a reconocer la vigencia de las luchas indígenas
y campesinas. Al seguir su rastro, por lo menos en esa etapa de los años
Veinte, los hechos nos m uestran su participación en el proceso político y

21 Lame, Manuel Quintín. En defensa de mi raza, (recopilación), Com ité de Defensa del
Indio, Bogotá, 1971, pág. 57.

134
Los AÑOS e s c o n d id o s ] [ Enhebrando historias

social de esa década: primero, en los iniciales congresos obreros y luego al


colocarse al lado de los socialistas revolucionarios, aceptando el puesto que
le otorgaron en la dirección y conducción de ese partido.
* * *

Terminado el episodio del Primer Congreso demos paso a uno de


los temas que le dieron tono, por así decirlo, a la década: las huelgas. De
un total de 98 huelgas, 17 se produjeron en ese año 2422 despertando, de
paso, la politización de muchedumbres cuya inercia había pasado a mejor
vida pues no se comportaban ya como rebaños. Uno tiene la sensación de
que los trabajadores que se iban a la huelga estaban obsesionados con su
descubrimiento, porque además de los beneficios inmediatos que pudiesen
conseguir, a través de la huelga y la solidaridad se enfrentaban a todo lo que
representara el aparato del Estado y los sistemas de opresión.

F ogatas o breras

Resumen de algunas de ellas. En Bogotá, enero, la huelga de los tran­


viarios se llevó a cabo por el despido de 40 trabajadores y la petición de buen
trato; en esa ocasión el superintendente de los tranvías dio muerte a un
trabajador de un disparo. En mayo los universitarios de Bogotá y Medellín
iniciaron protestas por los métodos de enseñanza y disciplina, la libertad
de cátedra y la libertad religiosa. En julio los mineros del carbón del Valle se
fueron a la huelga por el mal trato del que eran objeto y las jornadas mayores
de 10 horas; una vez terminada se conformó la Federación Obrera del Valle.
Por los mismos motivos pararon los trabajadores de la Zona Bananera y los
textileros de Suaita, a quienes hacían cumplir jornadas de más de 13 horas
diarias. Otro tipo de conflicto social se presentaba entre los trabajadores
cafeteros de Cundinamarca y el Tolima por las condiciones forzadas de
trabajo; los paros y enfrentamientos fueron permanentes no solo en ese
año, o las movilizaciones, como en el caso de los colonos enfrentados a los
desalojos. Muchos de ellos tenían que internarse en la selva para seguir
colonizando, otros debían someterse como arrendatarios.

Seleccionemos ahora dos de estos conflictos, la huelga de Barranca y


la de la Zona Bananera, para relatar algunos aspectos que no suelen aparecer

Archila Neira, Mauricio. Cultura e identidad obrera, op. cit. págs. 435-439-

135
M a r ía T il a U ribe

en los datos escuetos. Lo que podría llamarse la primera gran fogata obrera
de Barranca fue la huelga de los 3.000 trabajadores en octubre de 1924
convocada por el incumplimiento de parte de la empresa de lo pactado en
enero: el reintegro de los obreros despedidos, la demanda de un mejor trato
y la solicitud de libertad para leer los periódicos. El ministro de Gobierno
viajó entonces a esa ciudad y desde un balcón notificó a la multitud que la
huelga había sido declarada fuera de la Ley. La silbatina no se hizo esperar
ni los murmullos y gritos de protesta de quienes oían la sentencia desde
abajo. De repente se oyó un disparo que salió de entre la algarabía callejera.
Nunca se pudo establecer quién lo hizo pero acto seguido el ejército, prestos
sus fusiles disparó contra la multitud y quedaron tendidos varios muertos
y heridos en medio de gran confusión.

Los hombres del Comité de Huelga, incluido Mahecha, fueron inme­


diatamente apresados y trasladados a Medellín en condiciones que ellos
denominaron de “perros”. Frente a esa situación, María Cano salió en su
defensa públicamente, acompañada en principio de un grupo de gentes
que a las pocas horas se multiplicó. A esta protesta se sumaron enseguida
los estibadores, bodegueros y navegantes del río Magdalena en Honda y
La Dorada y los trabajadores de los Puertos de Cartagena y Barranquilla en
un paro de solidaridad, reclamando, de paso, la reducción de sus jornadas
de trabajo de 12 y 14 horas diarias. Ante esa amenazadora solidaridad las
autoridades dejaron en libertad al Comité de Huelga, excepto a Mahecha,
pero desterraron del país a 300 huelguistas!

Conflictos entre los trabajadores también los hubo: a la región de


Infantas llegaban cientos de jóvenes campesinos en busca de trabajo y por
ende, muchachas de la m isma condición que se convertían en prostitutas.
La perspectiva de un cambio de vida, la atracción del salario o el anhelo
de independencia económica los llevaba hasta allí aunque perdieran toda
relación con su familia y su lugar de origen. Naturalmente, entre el con­
glomerado de trabajadores se formaron sectores distintos y no faltaron los
grupos cuyos salarios se volvían aguardiente en las cantinas. En principio
esa situación dejó fricciones y acarreó problemas con quienes se preocu­
paban por organizarse, pero más tarde, cuando la compañía incumplió su
palabra y aum entó malos tratos y discriminación, cuando a raíz de esta
primera huelga quedó en el ambiente aquello de que las manos ya no pueden
estar cruzadas, los trabajadores reaccionaron. La lucha, entonces contribu­
yó a formar su personalidad con valores distintos. Hacia finales de 1926,
estos trabajadores habían sido ganados por el socialismo y fortalecieron su

136
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Enhebrando historias

organización. Aurelio Rodríguez, otro de los líderes (a quien la USO debe


historia), compañero de Mahecha, contaba que después de esa huelga los
dirigentes y los periódicos obreros hablaban y escribían sobre la porción de
alcohol necesaria para mantener al trabajador contento pero embrutecido. Ese
tema fue tan importante como el de la nacionalización del petróleo, cuestión
mencionada por primera vez en ese año 24. De aquella huelga quedó una
mayor organización, muchos otros trabajadores se incorporaron a la USO
y la solidaridad fue la mejor lección.

Pero, ¿cuál fue la suerte de los 300 huelguistas de Barranca desterra­


dos a las islas del Caribe'- ¿Q ué pudo ser de estos hombres y todos los que
sufrieron el castigo del destierro^ En este sentido (la autora de este libro,
carente de datos, confía en que la investigación quede abierta por tratarse
de un castigo del cual fueron víctimas muchos socialistas revolucionarios)
solo queda añadir un comentario al margen: El destierro se oficializó con
la Ley de los Caballos23, cuando las fuerzas que pregonaban las cadenas y la
servidumbre condenaron al destierro a cientos de artesanos de las “Socie­
dades Dem ocráticas”, muchos de los cuales se radicaron en Costa Rica.

Esa práctica siguió hasta los primeros años del siglo con otros des­
dichados que llevaban encadenados hasta las selvas del Darién, o hasta el
mismo territorio panameño para luego abandonarlos a su suerte. En la dé­
cada de los Veinte cambiaron la ruta: a los desterrados se les embarcaba en
la Costa Atlántica con dirección a diferentes islas caribeñas. Así lo hicieron
con los indígenas que resistieron los ataques de las autoridades del resguardo
de la sal y de las perlas; con algunos huelguistas de la Zona Bananera en
ese mismo año 24 y con unos cuantos rebeldes de Santander al final de la
década. También se aplicó el destierro de manera individual, hubo casos en
que ese castigo se veía venir inevitablemente, entonces la persona señalada
se ahuyentaba del país. Bajo ese riesgo años más tarde salió de Colombia
Torres Giraldo; para Mahecha fue igual después de la masacre de la Zona
Bananera en 1928, sólo que ninguno de los dos resaltó esa circunstancia ni
en su historia quedó ninguna crónica de un destierro anunciado.

Vayamos ahora a la primera y corta huelga (3 días) de la Zona Bana­


nera, pues también allí se presentó una división entre los trabajadores: los
de la zona de cultivos promovían la organización como medio de defensa,

Ley de los Caballos, 1888: penas de confinamiento, expulsión del territorio, prisión o
pérdida de los derechos políticos por tiempo indefinido.

137
M a r ía T o a U ribe

pero confrontaban el doble problema de lucha con los patrones y con sus
compañeros, los cargadores del muelle. Estos últimos eran muy numerosos
y estaban en una situación de privilegio respecto de los demás obreros. Por
la versión que los dirigentes sindicales de la zona dieron a Pablo E. Mance-
ra, el socialista que se desplazaba hasta allí como emisario de la incipiente
organización de Bogotá, éste presentó el siguiente balance:
El problema es ante todo de moralidad -dijo Mancera- porque siendo
los que mejores salarios devengan, son disipados, y los que, inconscien­
temente tal vez, sirven de instrumento a la compañía imperialista que
tiene el nombre de United Fruit Co.., para destruir o debilitar toda la
organización de los obreros dignos... las familias de los cargadores viven
en la miseria porque ellos apenas destinan a las necesidades de su hogar
una centésima parte de su jornal y el resto, al llegar el fin de semana, lo
dedican a orgías y bacanales increíbles en las cuales el brandy y el whisky
no escasean, esfumándose así el producto del trabajo humano sin prove­
cho para nadie y como una ironía y un insulto para los trabajadores dignos
y laboriosos que en la misma región defienden con energía y abnegación
los derechos de todos.24

Con el correr del tiempo se dieron condiciones favorables para que


esa penosa situación se transformara, una de ellas fue la conducción que
los líderes dieron a los problemas, porque la dirigencia de la Zona, como
equipo, fue quizá una de las más notables de la época no solo en cuanto a
capacidad y eficacia sino por el sentido humano que dieron a su lucha. De
hombres tan respetados y queridos como José Garibaldi Russo (Rusito).
Erasmo Coronel, quien fuera presidente del sindicato, asesinado en la ma­
sacre del 28; Sixto Ospino, el dirigente de Aracataca y el campesino Adán
O rtiz Salas, solo se oía decir que eran verdaderos apóstoles. “Rusito”, por
ejemplo, y Ortiz Salas (en mi recuerdo personal de los años 40) parecían
am bos una sum a de todas las experiencias, hablaban con una sabiduría que
resaltaba por su sencillez y a decir verdad hasta la figura ascética les ayuda­
ba. Para todos ellos lo m ás importante eran las personas, sus familias, sus
problemas menudos o gigantes, cuestión fácil de comprender si pensamos
en que su vida transcurrió con todas las ventajas de la zona: paludismo,
analfabetismo, inundaciones, derrumbes, dengue, disentería y abandono del
Estado y aunque no pasaron por escuela alguna sí llegaron a obtener títulos
oficiales que el periódico m ás grande de Colombia exaltaba: conspiradores,
igualados, subversivos, perezosos, plebes, turbamultas, etc.

24 El Espectador, noviembre de 1924.

138
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Enhebrando historias

“C a m in a n t e n o h a y c a m in o , s e h a c e c a m in o a l

andar”

Los sindicatos, nacidos de una necesidad social, tenían como priori­


dades solicitar buen trato por parte de los capataces y luchar por la reducción
de la ¡ornada laboral. La libertad de leer los periódicos fue otra reivindicación
muy extendida en la segunda mitad del decenio: resultaba sospechoso para
los patronos que un obrero intentara leer o deletrear algún periódico ro­
deado de sus compañeros. La disciplina en los lugares de trabajo era férrea,
exigía el máximo esfuerzo físico y mental de un ser humano y estos debían
trabajar 14 o más horas diarias, durante 6 días, sin remuneración dominical.
El ambiente de trabajo era despótico, de desprecio hacia los trabajadores
a quienes controlaban hasta la respiración. A su vez, estos trabajaban con
resistencia y desconfianza, en medio de riesgos y accidentes de todo tipo.
A pesar de estas condiciones infrahumanas, al interior de las agrupaciones de
trabajadores se fueron dando los primeros debates y orientaciones sobre las
huelgas y su organización; se fueron “haciendo” sobre la marcha y creando
sobre la marcha. Parecería que inspiraron al poeta cuando escribió “Caminante
no hay camino, se hace camino al andar”.

Desde luego no podría esperarse que en etapa tan temprana existiera


entidad para los problemas laborales, por eso los trabajadores tuvieron que
empezar por proponer legislación y presionaron pidiendo la apertura de
la oficina general del trabajo, que atendiera cuestiones relacionadas con
huelgas, soluciones eficaces para los derechos de los ciudadanos pobres,
elaboración de un código de trabajo y asuntos relacionados con las labores
de las mujeres y los niños. Quienes trabajaban en sus casas insistían en dos
aspectos que les beneficiaban: prohibir la industria a domicilio y la fijación
de los tipos de trabajos en lugares visibles. Los dirigentes de los sin trabajo
solicitaban prohibir el enganche para países extranjeros y leyes que acaben
con las agencias de colocación. El acaparamiento y la especulación quedaban
englobados, las gentes relacionaban estos aspectos con los anteriores, bus­
cando que una oficina de trabajo se hiciera cargo de todo, posiblemente
por la orfandad en que se encontraban. Eran peticiones que hacían a través
de carteles y de pequeñas pero constantes movilizaciones callejeras, por lo
general organizadas por sectores sindicales.

Ante el clamor, el gobierno creó entonces en ese año 24 la Oficina


General del Trabajo (más tarde Ministerio del Trabajo) prácticamente ig­
norada por las empresas hasta muchos años después, carente de legislación

139
M a r ía T ila U ribe

y ante la indiferencia de los funcionarios del Estado para con los derechos
mínimos de los trabajadores colombianos. Durante esa década la Oficina
del Trabajo no solucionó conflicto alguno, los proyectos y solicitudes de
los trabajadores generalmente los declaraba cuestión de orden público-, los
problemas pasaban a manos del director de la policía, general Jiménez, un
tipo hecho de alambre de púas, sabueso censor de inquisición que arremetía
contra los trabajadores sin pensarlo dos veces.

L a b o r e s y c o n d u c ta s d e l o s s o c i a l i s t a s en
1925

(Relatos de un veterano). Cerca a una de las "C asas del Pueblo”, por
la calle del Divi-Divi -calle 4a entre 7a y 8a- unos cuantos socialistas al­
quilaron una pieza a donde llevaron la primera herramienta moderna que
tuvieron para imprimir: un mimeògrafo, pues hasta ese tiempo lo conocido
era el planígrafo: dos tablillas de madera con una mallita y entintando a
mano cada hoja. Allí sacaron reclamos, denuncias, vida sindical, manifiestos
e hicieron conocer aspectos de lo que sucedía en otras partes, hablaban de
Juana Julia Guzmán, Vicente Adamo y los líderes agrarios del Sinú encar­
celados en la ciudad de Cartagena. Por nombre le pusieron La Chispa. Este
boletincito iría a ser precursor de uno de los periódicos del PSR.

Aquella labor nació secreta: tuvo que ser así porque en las primeras
de cambio se llevaron a uno de los muchachos que estaba distribuyendo
hojas por debajo de las puertas. Se trataba del ya mencionado joven Miguel
Angel, quien se ufanaba de que a pesar de ser un “piernipeludo” de panta­
lones cortos y cachucha, resistió azotes y amenazas... sin hablar.

Cuando tuvimos la oportunidad de reencontrar a ese muchacho que


ahora tiene 78 años25, halló en su memoria un cúmulo de asociaciones libres
que empezó a ordenar, sacando sin ningún esfuerzo acontecimientos que
creía enterrados hacía tiempo. El siguiente es el primer relato de lo que él
consideraba característico del medio socialista y sus rasgos humanos:
Le puedo contar cosas que nadie sabe -nos decía Miguel Angel-porque
yo conocí a los líderes de Bogotá, entré hasta las cocinas de sus casas,
supe de sus gustos, sus parentescos, cómo enseñaban, cómo se casaban...
me tenían cariño porque no los defraudé. Recuerdo aquel viejito que le

25 Grabación de 1992, en poder de la autora.

140
Los AÑOS e s c o n d i d o s ] [ Enhebrando historias

gustaba empezar a leer libros por el final, Pablo E. Mancera, me parece


verlo: bajito, blanco, calmado y muy decente; fue uno de los primeros im­
presores pero era maderero de oficio y tallador, hombre meritorio aunque
después olvidado. El empezó a publicar creo en 1925, un periódico con el
que prendía la mecha, se llamaba La Libertad. También sacaba cancioneros
y versos como aquel de 62 estrofas que le valió la excomunión a Rafael
Pombo y a quienes lo publicaran:
¡Oh! ¡Que misterio espantoso /¡es este de la existencia! ¡Revélame
algo, conciencia/¡Háblame, Dios poderoso! /¿Por qué vine yo a nacer¿
/¿Quién a padecer me obligad /¿Q uién dió esa ley enemiga /de ser para
padecerá/ ...
La Libertad la vendíamos a dos centavos... digo, el periódico, y los can­
cioneros y versos a centavo. En “Las Cruces” la compraba toda la gente
-es que allá vivía el viejito en una casita sumamente pobre-, pero la vo­
ceábamos en “Belén”, “Egipto” y “La Candelaria”. Su esposa, la señora
Carlina, era muy buena y muy trabajadora. Ella también escribía y ambos
ayudaban a dirigir la “Liga de inquilinos”, allá los conocí, luego los vi en
la calle del Divi-Divi, fueron muy queridos en el PSR.

De esa manera continuamos oyendo, más que a un anciano, al joven


de entonces. Logró trasm itim os la época, algunos aspectos de otros per­
sonajes y acontecimientos que siendo serios se sentían graciosos. Miguel
Angel continuaba sus anécdotas ilustrativas así:
A muchos les dio por ponerse seudónimos, en parte, porque se arreciaba
la represión y esa era una manera de defenderse, fíjese que cuando me lle­
varon por repartir La Chispa, que fue la primera vez, me preguntaron más
que todo por el “Chiverudo”; era el nombre por el que llamaban a Felipe
Lleras, pero yo no lo sabía. El vivía en la cuadra de abajo del Divi-Divi,
allá funcionaba otro mimeògrafo. A los mimeógrafos también les tenían
nombres: el del “Chiverudo” se llamaba “el mágico”, al de “Nevares” le
decían “diacrònico” y al del “Negro” Guerrero lo apodaban “sincrónico”.
Lo mismo que a los grupos, eso fue un poco más tarde en el PSR, pero se
empezó a perfilar desde 1925: había un grupo que llamaban “La Sociedad
de amigos de la muela cordal”, porque lo dirigía Pedro Barrero que era
dentista; al que dirigía D ’ Achiardi lo llamaban “los defensores del queso
de cabeza” porque algunos trabajaban en una fábrica de carnes frías y al
grupo del viejo Onda le decían “los observadores de las tortugas”, según
D' Achiardi, porque eran sospechosos de ociosidad.
El “Chiverudo ” era muy simpático, a todos nos hacía reír y a los “cachifos”
nos hacía estudiar. El vivía con doña Emma Quevedo en las primeras dos
habitaciones de una casa inmensa; por las tardes el “Chiverudo” y doña
Emma se metían a las tiendas de las “Cruces” o de la “Candelaria “, eran
medio bohemios, él a veces le daba por hablar en verso y ella sí era de
armas tomar, en ocasiones se indignaba ante las improvisaciones en que
él le hacía ciertas mofas. El “Chiverudo” era muy, muy amigo de Tomás

141
M a r ía T ila U ribe

Uribe Márquez y pasaban horas enteras escribiendo juntos para los mi-
meógrafos, papeles que yo debía llevar corriendo de un lugar a otro.
Lo de los seudónimos se volvió de concurso. Recuerdo a Marcos, después
del segundo congreso su trabajo era organizar a la gente en los comités
que se formaron en los barrios por las libertades públicas, eran comités
de socialistas, liberales y también conservadores, ahí cabía toda la gente
que rechazaba la pena de muerte. Ese Marcos era joyero, callado, y de
pronto salieron llamándolo “Vasilovich”. A Bemal, el joven gordito que
tenía la cabeza entre los hombros y hablaba y hablaba sin parar lo pu­
sieron “Cucarronov”... también estaba “Burroienko” un tipo que escribía
letreros en las paredes, cosa que se consideraba un anatema. Una vez,
cuando la palabra control salía de la boca del ministro Rengifo a cada
rato y se había puesto de moda, lo cogieron escribiendo: “el ministrillo
tiene el control de la mentira “, pero mire dónde, en una pared de Pala­
cio. La policía lo soltó por bruto. Lo de los sobrenombres fue por toda
la década; a Ismael Toledo el dirigente de El Líbano le dijeron siempre
“Corazón de León”. Un tipo bien parecido era “Navares” nada “mono” a
pesar de ser gringo; se le notaba, eso sí, el timbre extranjero pero eso no
importaba porque con él el diálogo era corazón a corazón. El se casó en
“ceremonia" con Eufrosina Forero dos años después, la hija de un líder
zapatero-filósofo. Era muchacha previsiva pero todo lo contrario de su
compañero en el aspecto, es decir, de una fealdad perfecta, por eso les
decían “el hombre y el monstruo”. “Navares” tuvo sus altercados por
amor propio con D ’Achiardi, él era el que había bautizado a la pareja así.
Es que DAchiardi era tipo de muchas picardías pero al mismo tiempo
un gran amigo, alegre y generoso, inseparable con Servio Tulio Sánchez
y Patrocinio Rey; los tres tenían a su cargo un mimeògrafo y trabajaban
muy cerca de Tomás, a quien querían y respetaban mucho.
En 1925 se estrenaron cuatro mimeógrafos y empezaron a pagar una im­
prenta con los dineros de los ocho sindicatos que funcionaban en la sede
de la Unión Local, sede que atendía Tomás, donde funcionaban los tran­
viarios, “Bavaria”, Tipógrafos, los obreros de la construcción, la industria
harinera y otros. Bueno, se avanzaba; la Liga de Inquilinos obtuvo un radio
Philco de los primeros que llegaron al país, donado por el “Mico” Fieredia...
Imagínese las caras de los obreros, de las señoras y de los niños... oíamos
boquiabiertos ese aparato. En la Casa del Pueblo se abrió bibliotequita ahí
leíamos Raza de Bronce del boliviano Alcides Arguedas; Los de Abajo, una
novela del mexicano Mariano Azuela y otras de la Revolución Francesa.
Pero nadie se quedaba sin leer Ante los Bárbaros de Vargas Vila, hacíamos
corrillos para hablar de lo que ahí decía:
“¿Cuál es el peligro de América Latinad El peligro yanqui... He ahí cerca
de seis lustros que vengo anunciando a los pueblos de América Latina
el peligro yanqui... Ante las hordas del Norte que se aprestan a avanzar
sobre nosotros, demos el grito de ¡Alerta! La fuerza se repele con la fuerza.
Bolívar dio la palabra salvadora, en los espasmos de la muerte... ¡Unión!

142
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Enhebrando historias

dijo el moribundo; Unión de México y los pueblos latinoamericanos,


unión de la antigua Colombia, unión del Perú y Bolivia, unión de Chile
y los pueblos del Plata, unión de todo el Continente. Salve América, tú
serás libre mientras quede un cóndor en tus cimas... Luchar o abdicar,
vencer o perecer, unirnos o morirnos; la unión o la desaparición, he ahí
el dilema”.
Que yo me acuerde, en ese año conté cuatro máquinas de escribir Re­
mington, las compraron entre Vela Solórzano, el “Mono” Dávila y Tomás,
que donó su dinero personal a la causa, igual que él “M ico” Heredia, era
normal, sin que nadie lo pidiera cada cual se esforzaba por entregar lo
que pudiera y cuando pudiera. Vela Solórzano fue siempre el tesorero y
él mismo daba de sus dineros. Hasta el viejo Onda que tenía fama de
“amarrado”, pero el dinero de la causa era lo único sagrado para él. Los
periodistas y los intelectuales que llegaban iban aportando todo lo que
pudieran además de su trabajo, hasta un carro, en el PSR se tuvo de
todo, hasta transporte. Pero hacían esto sin pompa, con la simplicidad
más grande y esto lo veo ahora porque en ese tiempo lo único que yo
hacía, y me sentía importante, era llevar los dineros y ayudar a cargar las
compras que se hacían. Definitivamente esas gentes estaban distanciadas
del dinero, aunque lo necesitaban, pero lo empleaban bien.

Un sem est r e de avances

De los rasgos humanos que después de tantos años volvieron a la


memoria de Miguel Angel, considerados por él como característicos del
mundo socialista volveremos a ocupamos luego, para dar paso a algunos
acontecimientos que transcurrieron en los seis primeros meses del año 25,
correspondientes a la etapa de organización planeada en el primer congreso.
Para los socialistas fue un semestre de avances: se proponían llevar a cabo el
Segundo Congreso Obrero en julio de ese año y fundar, durante el evento, la
Confederación Obrera Nacional (CON), necesidad de alcances nacionales.
Además, María Cano preparaba su primera gira.

En aquel semestre estallaron una serie de huelgas, nueve de ellas en


el mes de julio, la mayoría con éxito por lo que algunas empresas hicieron
reajustes salariales para evitar m ás huelgas. El estrene del año había sido en
enero, cuando los trabajadores del FF.CC. de La Dorada hicieron rechinar sus
bielas y junto a ellos los del cable aéreo de Mariquita. Esas huelgas fueron
declaradas ilegales, sus trabajadores atacados con bayoneta calada y mu­
chos de ellos llevados a la cárcel. Al frente de esos sucesos estuvo Francisco
De Heredia quien iría a traer al Segundo Congreso toda la información.

143
M a r ía T ila U ribe

El ambiente era de enfrentamiento y el panorama de esperanza, pero


todo sumado resultaba una carga de responsabilidad abrumadora para los
socialistas pues muchas huelgas y conflictos sociales estaban siendo lide­
rados por ellos. Sus nombres y las luchas que dirigían se oían ya de boca
en boca y a ellos se estaban refiriendo claramente los periódicos, unos para
atacarlos, otros para defenderlos. Se aludía a Mahecha como el dirigente de
Barranca, a Torres Giraldo en el occidente del país; a Uribe M árquez como
coordinador nacional, a María Cano como el símbolo de los obreros colom­
bianos por haber sido elegida Flor del Trabajo el Primero de mayo ese año:
a “R usito” y Erasmo Coronel en la Zona Bananera; a Quintín Lame como
el vocero indígena; a Ismael Toledo, en El Líbano; a Jorge del Bosque y Julio
Buriticá en el corredor del río Magdalena, en Girardot a Urbano Trujillo
y Angel María Cano y así, al resto de dirigentes de Boyacá, Santanderes y
demás zonas, pues la característica de los dirigentes socialistas es que todos
estaban vinculados activamente a las luchas populares.

En medio de esos avances con fisonomía socialista se da la primera


gira de María Cano, por la región minera de Segovia (Antioquia), invitada
por los trabajadores de las minas de oro; explotaciones de las compañías
inglesas y norteamericanas “Chocó Pacífico”, “Segovia Gold M ain” y otras
menores. Esa primera gira fue de gran importancia por varios aspectos: el
despertar de ese sector minero, grande numéricamente y completamente
olvidado, significaba otro polo de lucha antimperialista en la geografía
colombiana; en momentos en que estaba a las puertas la fundación de la
CON, ese sector sería otro pilar en la estructura socialista. El hecho de que
los trabajadores se hubieran organizado para invitar a la representante
de la fuerza que se apartaba de los partidos tradicionales era igualmente
significativo, y mucho m ás encomiable tratándose de una mujer. Esa gira
marcó la vinculación de M aría al movimiento obrero, puso al descubierto
sus dotes de oradora, orientadora y organizadora en grande y dejó ver de su
personalidad magnética, la faceta poco común en el mundo político, de no
aparecer como una iluminada solitaria. Esa era una apreciación de Tomás
y de aquel encuentro de María con los mineros escribió:
...El norte de Antioquia -sección de las minas de oro más ricas del país- per­
tenece casi exclusivamente a empresas imperialistas inglesas y yanquis en las
que trabajan no menos de treinta mil peones bajo condiciones tan primitivas
como en las colonias de Africa. Allí, igual que en las demás minas del país
-oro, carbón, etc - no se reconoce a los obreros el derecho de asociación, ni
se observan las pocas y deficientes leyes sociales vigentes, al mismo tiempo
que los salarios son miserables y los mineros sufren las consecuencias de un
trabajo extenuante y del paludismo endémico... (Ver anexo 2).

144
Los a n o s e s c o n d id o s ] [ Enhebrando historias

Para el gobierno todas aquellas situaciones, a las que se sumaba el


malestar social en Bogotá por los desalojos del Paseo Bolívar fueron más que
inquietantes, se sintió acosado y buscó “remedios”; allanamientos masivos
para el Primero de M ayo en todo el país en busca de rebeldes; retenciones,
detenciones y declaración oficial del “descubrimiento de un complot para
derribar la hegemonía” el 5 de junio siguiente. El plato fuerte iría a ser el
proyecto de ley sobre pena de muerte que presentaría uno de sus voceros,
Guillermo Valencia, el mismísimo perseguidor de Quintín Lame, el 20 de
julio durante la instalación del Congreso Nacional.

O r d e n d e e x p r o p ia c ió n

En Bogotá, además de la huelga de tranviarios, de harineros y otras


y de la presencia de los sin-trabajo en las calles, en los primeros meses de
ese año 25 se desataron las protestas contra el gobierno municipal por la
campaña supuestamente de “saneación” del Paseo Bolívar y los barrios orien­
tales. El conflicto ganaba proporciones preocupantes por los desalojos para
veintenas de familias que vivían allí y estaba liderado por los socialistas del
vecindario: grupos de capacheras, obreros y buena cantidad de costureras
que trabajaban a domicilio entre quienes estaba Enriqueta. Para todos ellos
y en general para los habitantes del inmenso sector el tratamiento no podía
ser más cruel, según el relato hecho por ella a partir de su caso.

La casita de Enriqueta tenía el nombre de “Villa-fá”: dos cuartos, un


pequeño corredor y una cocina. La puerta de entrada cedía al sesgo apenas
la empujaban con el hombro y adentro la pobreza, todo el piso de tierra
bien barrido y en orden. De tiempos anteriores conservaba dos retratos al
óleo que en “Villa-fá” servían de postigos para las ventanas y un gobelino
que dividía los cuartos, pues los demás objetos, un cofre de la abuela, un
bastón, un quinqué de tiempos en que no había luz eléctrica, un sable con
historia y hasta ciertos distintivos religiosos se le habían esfumado poco a
poco en las casas de empeño. A esa vivienda se había pasado con sus hijos
cuando se la cedió su dueño, un antiguo conocido de sus abuelos que se
sentía en deuda con la familia y la favoreció dejándole la casa en la parte
alta de “Belén”.

En los barrios orientales casi todas las casas eran propias; ya por la
ocupación de pedacitos de tierra sin dueño conocido, donde las familias
iniciaban la construcción adobe tras de adobe para parar su casa; o por

145
M a r ía T i i a U ribe

tradición desde tiempos inmemoriales o por coincidencia, como en el caso


de Enriqueta. En los primeros meses de ese año se empezaron a ver per­
sonas extrañas recorriendo vericuetos y callejas y mirando las casas; eran
avaluadores, señores enviados por la alcaldía que preguntaban nombres y
hacían apuntes cuidadosos. Luego la gente recibía citaciones y una vez en
la oficina de la Tesorería se les notificaba, de una parte el avalúo o valor
fijado: 150 a 180 pesos por casa cuando el promedio de las m ism as podía
llegar a 700 pesos que representaban 15 o más años de trabajo. Además les
mostraban un papel y les daban una orden: ¡firme aquí!, ¡tome 150 pesos
y firme aquí!. Llegaba a tal punto el engaño, sin otra finalidad que robarlos
con la irracional disculpa de tratarse de barrios antihigiénicos, que a muchos
jefes de hogar, hombres o mujeres, les hacían firmar a ruego sin que supieran
de qué se trataba. Para algo habría de servir el analfabetismo y el temor de
los humildes frente a la autoridad de los letrados. Luego venía el desalojo:
los haberes tirados a la calle, un acta, dos firmas y sellos en la puerta. La
diligencia quedaba consumada ignorando protestas de vecinos o llantos y
súplicas de los interesados que debían resolver como lo más urgente dónde
pasar esa y las siguientes noches. Después... la orden del alcalde para el
siguiente turno. Y todo en nombre de la Ley.

Pero sucedió que personas mayores, niños y adolescentes se pusie­


ron como tarea entrar en “guardia" para hacerle pasar malos ratos a los
avaluadores; por los atajos por donde pasaban los señores para hacer sus
inventarios les llovía agua y barro, adem ás les huchaban los perros, nadie
contestaba sus preguntas, o los desinformaban.

Por otra parte, la ciudadanía se polarizó: los que estaban de parte de


los moradores protestaban en calles o denunciaban en escritos, y los que
estaban en contra, estos últimos minoría. El Tiempo sentenció en un artículo
a los moradores y refiriéndose al sector lo llamó, “una sodoma inflamada
de chicha”; el jefe de la policía -el hombre púas- envió a sus uniformados
para hacer cumplir las órdenes, pero nada valió... como un gran clamor las
gentes ahogaron las voces oficiales de expropiar para sanear.

Cuando llegaron los avaluadores para concluir su labor una mujer


joven de figura frágil, de pelo negro y pequeños ojos canela que no era otra
sino Enriqueta, estaba sobre una plataform a im provisada razonando con
voz firme y muy alta: ...cuando esto lo adquieran los ricos del gobierno entonces
habrá agua, luz y será higiénico... pero lo que es por ahora nadie debe abandonar
su casa... No era oradora pero tenía a su haber tres circunstancias: vivía

146
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Enhebrando historias

en el barrio; tenía ya cinco años de experiencia contra las injusticias y


había muchísimos socialistas presentes respaldándola y dispuestos a todo.
Subían dando ánimo a los moradores y a su resistencia, a la vez, estos
los recibieron con vivas al socialismo revolucionario. La batalla se ganó
temporalmente y de aquel último episodio quedó la siguiente versión de
Miguel Angel:
Patrocinio Rey, que además de tranviario era boxeador y tenía unas manos
que hubieran pulverizado un ladrillo, se había encargado de reunir a todas
las “mangas bravas” socialistas, a todos los buenos trompadachines que
eran muchos, para entrenarlos en la defensa contra la policía. Nosotros,
con Garlos, Hernando Restrepo el que vino a ser dirigente sindical, Gabriel
Reyna y los demás pelafustanes también íbamos los domingo hasta el
río Bogotá donde nos entrenaban, desde allá viene mi afición al boxeo.
Bueno, esa tarde ya habían mandado a los “bolilludos” para amedrentar y
meterle terronera a la gente, y entonces la legión de socialistas entrenados
se le encaró y le dieron una mano...! De ahí en adelante cuando se hacían
las manifestaciones esas sí grandes, todo el mundo iba preparado para la
guachafita, si los “chapóles” atacaban ahí la tenían... Claro que después
la policía quedaba deseosa de descargar sus porras en cabezas de gente
mal vestida, porque pa’ mansalvera a la policía nadie le gana.

La belleza de lo r o m á n t ic o

“Villa-fá” se volvió punto de reunión, casi una sede política y Tomás


uno de los m ás asiduos visitantes. Llegaba hasta allí cargado de panes,
a planear con Enriqueta y los demás compañeros nuevas actividades, o
para hablar con el joven Carlos. Así nació una amistad honda, sincera,
entre Tomás y Enriqueta y entre él y los hijos de ella, hasta ese punto en
que las personas se vuelven tan indispensables que ya no pueden vivir
distantes.

En lo sentimental él era un solitario cansado quizá de aventuras


ya pasadas, atraído por el talento más que por la belleza en las mujeres
y empezó a encontrar en ella afinidad en opiniones, gustos o disgustos
hasta llegar a fascinarse con su manera de ser y actuar, por lo que terminó
sintiéndola parte de él mismo. Para ella fue igual, pensaba una y otra vez
en las facciones, los gestos y las costumbres de Tomás; pero debió sopor­
tar un tiempo de lucha interior porque su renovada visión del mundo no
alcanzaba a librarla de ciertos tabús o conductas prohibidas, que le venían
por formación y estaban vivas en el medio ambiente.

147
M a r ía T ila U ribe

Era época en que las mujeres solteras mayores de 20 años se consi


deraban solteronas y el sexo les estaba vedado; las casadas (perfectas) erai
propiedad del m arido y las que dieran el paso de la separación -com o er
el caso de Enriqueta- se enfrentaban al escándalo público y el menosprecia
masculino, inclusive familiar. Para ellas, adquirir una nueva relación trai
el riesgo de ser vistas y tratadas como matas, pecadoras pues se considt
raban socialmente adúlteras. Debían ahuyentar la tentación, tragarse e
sufrim iento aunque el sacrificio terminara destruyéndolas: todo en ara
del buen nombre y el “honor”, no tanto el propio sino el de los hombre
de la familia.

Enriqueta quería ser ella misma pero no le fue fácil salir de su cára
mental. Sin embargo, sus ojos, acostum brados por tantos años a mirar h
cia el suelo y a girar entre las cosas de la casa ya se habían levantado par
observar los espacios abiertos, las plazas, las calles y su mirada ganó e
profundidad; su personalidad había sufrido un cambio desde aquel tiemp<
cinco años atrás, en que no sospechaba que la vida prometía algo mejo
había aprendido a pensar y estaba enamorada.

En cuanto a él, en su diario de cárcel (del que abrigo la esperanz


de que se encuentre en los archivos militares de Puente Aranda), escrito o
borde a borde con letra diminuta, dejó consignados todos sus s e n t i m i e n t o

148
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Enhebrando historias

hacia ella desde la tarde en que la vio plena sobre la tribuna improvisada, así
como aquella dualidad inicial que se expresaba en sus ojos: con la mirada
lo aceptaba, lo involucraba o lo rechazaba. Luego entrecomillaba: "parecía
desarmada pero en realidad era desarmante"... m ás adelante recordaba la
línea de su espalda, el collar de la coquetería, la sombra de sus ojos... su
difumado. "Pareces hecha de porcelana perfecta" escribió en el doblez de una
página del diario.

Después de muchos años ese diario, poético y delicado cuando se


trataba de recordar los años vividos con su “Tata”, también era una pieza
central para conocer muchas cosas ocultas de la historia política de los
Veinte. Leerlo era como reconstruir una conversación íntima con María
Cano, Mahecha o Torres Giraldo, o como penetrar en las más secretas
decisiones de su partido. Algunas de sus páginas estaban dedicadas a la
letra menuda de la reunión de la IC en Buenos Aires, al aparato que había
montado, a las graves incidencias inmediatas en Colombia y en otros países
de América Latina.

Aparte del diario, las más bellas referencias del amor entre Tomás y
Enriqueta estuvieron a cargo de sus compañeros y amigos, a uno de ellos
le decía en una carta: "no es bella pero sí brillante y apasionada, que es lo mis­
mo". También de sus hijos y por supuesto de ella misma que vibraba aún
después de muchos años con un verso, un objeto o un aroma que expresara
los sentimientos que él le hizo sentir... y le era imposible escuchar música
sin caer en evocaciones.

149
C apítulo V II

SEGUNDO CONGRESO OBRERO


20 D e ju l io d e 1925

En el recuento de lo sucedido durante el Segundo Congreso hay que


empezar con la sorpresa que significó la noticia dada por los periódicos de
la expulsión de Savinski del país, su inmediata orden de prisión firmada
por el hombre-púas general Jiménez, quien lo incomunicó y se encargó de
sacarlo en extradición para México. En los entretelones de esa expulsión,
que causó indignación entre los círculos intelectuales y obreros socialistas
por el cariño que él había sabido granjearse, estuvo el hecho de que unos
policías se convirtieron en “correo” entre Savinski y sus compañeros. Gra­
cias a ellos el “emigrante” pudo trasmitir durante los tres días que le dieron
de gracia sus recomendaciones personales, entre ellas, la decisión de donar
su tintorería de la calle 19 a sus compañeros socialistas y que ésta fuera
administrada por Patrocinio Rey. También por ellos Savinski conoció el
contenido de los carteles que el Segundo Congreso hizo colocar en las calles
de Bogotá respaldándolo; ponían su nombre como ejemplo y protestaban
a la vez por la medida. Era evidente: a él, como después a Vicente Adamo,
les castigaron sus ideas. A la hora final de su salida Savinski pudo ver en la
calle a la gente agolpada, despidiéndolo con gestos amistosos. Los asistentes
al Congreso estaban allí...

Pero estos socialistas ignoraron, aunque lo presentían, que cada uno


de los pasos de su actuación pública considerados por ellos como legales,
eran reportados al Departamento de Estado de Washington, que a su vez,
recomendaba lo que debía hacerse o dejarse de hacer con los anarquistas o
socialistas o comunistas colombianos. La expulsión de Savinski, por ejemplo,
fue reportada al Secretario de Estado.

La votación para elegir la directiva del congreso, inicialmente de siete


miembros, se hizo nombre por nombre y fue la siguiente:26 Quintín Lame,
Tomás Uribe Márquez, Torres Giraldo, Salvador Murcia y Francisco De
Heredia, socialistas; además, Moisés Prieto y Luis David Forero, liberales
que irían a ingresar al PSR el día de su fundación.

Según la detallada memoria de los socialistas, la afirmación de que


el Segundo Congreso fue preparado por la tendencia anarco-sindicalista no
fue exacta. Es verdad que asistieron algunos y aportaron; la Unión Sindical,

Medina, Medófilo. op. cit., págs. 90 y 91. 2. El Espectador, ¡ulio 25 de 1925.

153
M a r ía T il a U r ib e

organismo dirigido por Luis A. Rozo estuvo presente en el congreso pero la


organización del evento fue tarea íntegra de los socialistas. Posiblemente
esa versión pudo tener asidero en un hecho que Carlos Cuéllar y otros
veteranos explicaban así: después de la instalación, el primer discurso fue
el de Rozo. Por entonces El Espectador sacaba la sección "Vida Obrera", en
ella colaboraban algunos de sus amigos y publicaron íntegramente sus
palabras, a tiempo que omitieron otras intervenciones y aspectos de fondo
que se dieron allí.

Empezando por el final, el Congreso dejó sentada una protesta contra


la expansión del gobierno de los EE.UU. en territorios latinoamericanos: en
Panamá se producía una intervención norteamericana contra las manifesta­
ciones populares; en Nicaragua se completaban 13 años de ocupación militar:
en Honduras había guerra civil y los marines intervenían abiertamente; en
Venezuela los trabajadores del petróleo denunciaban el robo de esa riqueza por
parte de las compañías norteamericanas y se lanzaban a una huelga similar a
la de Barrancabermeja. La protesta terminaba diciendo: "... sin darnos cuenta,
vamos a ser otra colonia a l estilo de Panamá".

Presentaron un saludo a la revolución mexicana: en muchos países se


llevaban a cabo simultáneamente actos de apoyo a su pueblo, a los que se
sumaban intelectuales destacados de entonces: Miguel de Unamuno, José
Ortega y Gasset, José Vasconcelos, Miguel Angel Asturias, José Ingenieros
entre otros, acababan de asistir a un acto en París de respaldo a la revolu­
ción mexicana. El otro saludo fue para el proceso soviético (La URSS era
un signo esperanzador, las noticias sobre su desarrollo estaban a 70 años
de ser una perversión).

En lo nacional consignaron una protesta por la decisión del gobierno


de traer ingenieros hidráulicos para labores de dragado en el río Magdalena.
Un respaldo a la Asociación de Barranquilla que había hecho pública su
inconformidad: “aquí hay gente capaz -decían los trabajadores-, hombres
que llevan 20 y 30 años navegando por el río Magdalena y sus afluentes,
ellos pueden desempeñar esos cargos”.

Frente a las FF.AA. el Segundo Congreso tam bién se m anifestó:


"no teniendo Colombia peligro de guerras internacionales, esas fuerzas están
destinadas a acallar la rebeldía y la altivez de las fuerzas libres y conscientes”.

Como denuncia, la más destacada de los sectores obreros se basó en


los informes de los trabajadores de Honda, Mariquita, La Dorada y sitios

154
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Segundo congreso obrero


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B í f W l « l Of St»tt
In fo rm e del consulado de los
E.E.U.U. sobre la expulsión de
Savinsky de Colom bia, 1925

cercanos. El portador de la correspondencia fue Francisco De Heredia: "la


oficina del trabajo -denunció De Heredia- nada ha hecho para cumplir las
obligaciones contraídas con los obreros”.

Para el estudio de un problema que creyeron vital como el indígena,


se creó una comisión especial. Quintín Lame elaboró un proyecto cuyo
cuerpo de ideas giraba en torno al colectivismo. Luego solicitó al Congreso
que interviniera ante los poderes públicos porque las herramientas para las
labores de la tierra les habían sido nuevamente arrebatadas a los indígenas;
pedía, o más bien exigía, su inmediata devolución.

En cuanto a los problemas agrarios, Tomás presentó una ponencia en


donde destacaba la importancia de la historia mostrando una tradición viva
y una relación con el pasado que no era sólo venerar a los muertos, más que
eso, la defensa de una cultura vital y la lucha por la defensa de la tierra en
forma organizada. En esa perspectiva se esforzó por informarse lo mejor
posible del mundo campesino colombiano: la cotidianidad de los colonos
pobres, las relaciones sociales en las haciendas cafeteras, las condiciones
de vida en cada región con su historia local, la producción agraria de cada
departamento, la tradición de los campesinos, su religiosidad. Leía todo lo

155
M a r ía T il a U rib e

referente al agro, lo que escribía la gente y las informaciones oficiales, pasaba


horas escuchando y preguntando a los comisionados que venían del campo,
apuntándolo todo, reflexionando con ellos y visitando las regiones. Esa in­
formación oral, directa -decía- era su mejor estudio. Y concluía: "Colombia
entregada a la estrecha tutela del capitalismo, es una colonia económica de los
imperialismos yanqui e inglés; su más profundo problema es el agrario, dentro
de la necesidad urgente de abolir la servidumbre que pesa sobre los trabajadores
del campo, con salarios de 5 centavos por 10 o más horas de trabajo". Tomás
tenía fe en la fuerza y organización propia: "No esperar bienestar alguno que
proceda de la oligarquía del país, porque la actual organización social de castas
se perpetuará en sus privilegios históricos si no se opone a ello la acción conjunta
de los desposeídos p ara imponer el derecho a las tierras’’. (Ver anexo 2).

Precisamente en ese año y por primera vez cientos de campesinos,


desde el Valle hasta Antioquia, despojados en masa, quemados sus ranchos,
iniciaron el éxodo por distintos caminos sin poder volver porque el ejército
no se lo permitía; presentaron resistencia colectiva y enviaron un memorial
a la Cámara de Representantes sobre la necesidad de la Reforma Agraria.

Los dos proyectos presentados en el Segundo Congreso, el indígena y


el agrario, quedaron unificados y en manos de una comisión para su estudio
bajo la responsabilidad de Tomás, con Cecilia y Pablo E. Mancera que habían
colaborado intensamente en la ponencia, así como Ocampo Vásquez y otros
dirigentes agrarios, no todos presentes en el Congreso. Este estudio fue
concluido y aprobado por el PSR en el primer semestre del año 27.

Existieron dos razones para que aquel Congreso se caracterizara por


una visión optimista: sentían el momento como una suma de los años de
lucha y de esa experiencia y allí mismo nacía la Confederación Obrera
Nacional (CON). No obstante, en pelea tan desigual con el poder del Estado,
la cárcel era una realidad creciente, lo que les obligó a ponerle atención a la
comisión creada en el anterior Congreso de apoyo y asistencia a los Presos
Sociales. Recordemos que el número de presos crecía en la medida en que
las huelgas aumentaban, es decir, que de cada conflicto en cualquier parte
del país quedaba un saldo de trabajadores presos, por lo general, aquellos
que más se destacaban en la organización y orientación de las huelgas o
quienes conformaban los Comités organizadores que representaban a los
sindicatos. De los obreros de Barranca de la huelga del año anterior, aún
estaban presos muchos de ellos. Al frente de esta comisión quedó María
Cano, quien debía visitar ministros y autoridades para abogar por los pre­
sos; en la parte jurídica Jorge Uribe Márquez y Juan C. Dávila, quizá los

156
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Segundo congreso obrero

primeros abogados que se dedicaron a defender presos sociales (políticos).


La solidaridad era el otro elemento. En esta comisión junto a María Cano
y complementando su trabajo estuvieron Fanny Moreno, María de los
Ángeles Niño, Leonilde Riaño, Sofía López, María Rico, Cecilia Cuéllar,
Judit Restrepo y otras jóvenes y no solo en lo que tuviera que ver con los
presos sino en lo relacionado con otras situaciones; Elvira Medina, como en
un apostolado enseñaba a poner inyecciones y daba nociones de primeros
auxilios entre grupos de mujeres de toda condición.

Como quiera que se avecinaban las elecciones presidenciales, este tema


afloró con otra ponencia presentada por el “Negro” Guerrero con la propo­
sición de abstención: "... porque no vamos a disentir ni a decidir sino a votar
incondicionalmente". No era nada nuevo para los 27 delegados que venían de
discutir en sus regiones el asunto. En Bogotá también le habían dedicado
tiempo al debate y algún periódico registró la posición del congreso presen­
tada por Tomás: "mientras que los obreros no sean una fuerza completamente
organizada deben abstenerse de ir a los comicios p ara cualquier elección".27 Es
decir, los socialistas no cerraban las puertas a una posterior participación
electoral. Pero en esos momentos ni el liberalismo tenía chance porque la
Hegemonía siempre obtenía kilométrica ventaja por el fraude. Tres meses
después los liberales lanzaron listas para elecciones municipales y tomaron
irrespetuosamente el nombre de Tomás, lo que provocó su reacción, pero
El Espectador no publicó la enérgica rectificación exigida.28

Además de los anteriores, los puntos fuertes fueron el acuerdo de la


realización del III Congreso Obrero y como objetivo central la creación de
la CON, lo que veremos después de consignar esta otra vivencia de Miguel
Angel, que habla de la letra menuda de aquel evento:
En la Casa del Pueblo fue donde se reunió el Congreso —recordaba el
veterano— estaba adornada con palmas y en el zaguán pu sieron let reros,
uno de ellos decía: "nunca es libre el hombre que no piensa”. Había otro... "el
ideal de virtudes del hombre obrero ", ahí se leían cosas contra el alcoholismo,
el respeto a las mujeres, los niños y los ancianos.
El primer día hubo banda, tocaron la Marsellesa y los pelafustanes can­
tamos en italiano un himno que nos habían enseñado para el Congreso
y que dice así:
'Avanti popolo, /alla ricossa /bandiera rossa, bandiera rossa. /Avanti po­
polo /allá ricossa /bandiera rossa, trionferà. /Bandiera rossa la trionferà /

El Espectador, julio 25 de 1925


El Espectador, octubre 3 de 1925, pág. 1.

157
M a r ía T ila U r ib e

bandiera rossa la trionferà /bandiera rossa la trionferà. /E viva il socialismo


e la libertad.”
El Congreso lo abrió Maria Cano con un discurso muy elocuente, la
gente entusiasmada aplaudía a los delegados, sólo que el ambiente esta­
ba saturado por la preocupante situación del proyecto de pena capital
presentado en el parlamento. La sorpresa fue grande, pero los socialistas
nada gallinas, ahí mismo empezaron a convocar manifestaciones y a crear
comités contra eso, y la gente acudió. Ellos decían: vamos a jugárnosla
con reveses y suertes, y como había muchos liberales de peso que estaban
contra el cadalso y mucha gente del pueblo pues... no era difícil derrotar
al gobierno. ¡Y lo derrotaron!

El fatídico proyecto había sido presentado el 20 de julio, día de


nuestra independencia, por Guillermo Valencia. Los socialistas sabían que
significaba para ellos maldición sobre sus cabezas, los demócratas verdade­
ros lo repudiaban y el periodismo, convertido para entonces en una actitud
renovadora, desplegaba en su contra otra batalla; el torrente de oposición
fue incontenible. Por otro lado, eran los últimos meses de Pedro Nel Os-
pina y bien se sabe que en sus estertores cada gobierno quiere limpiar su
imagen, suficiente tenía aquél con haber encarcelado y amedrentado sin
parar y con el fatídico proyecto no había salido bien librado. María Cano, ya
descollante figura socialista, había empezado a llenar las plazas perorando
contra la pena de muerte. En Medellín hablaron ella y Carlos E. Restrepo,
hombre adelantado para el momento quien dijo: “Al paso que vamos no es
extraño que dentro de poco nos matáramos, discutiendo la inquisición y
la esclavitud”. El Espectador editorializó sin descanso contra esa medida y
los intelectuales que estaban preparando una convención radical-socialista
de la juventud y el obrerismo, convocada por el joven Jorge Eliécer Gaitán.
enfilaron sus baterías contra el patíbulo conjuntamente con los socialistas-
revolucionarios. En síntesis, hubo un engarce de liberales, socialistas y no
pocos conservadores para derrotar el fatídico proyecto que fue archivado,
lo que estimuló la organización popular.

C re a ció n de l a CON
M om ento estelar del Congreso fue la fundación de la Confederación
Obrera Nacional (CON), cuya primera labor fue su propio fortalecimiento
y la incorporación de nuevos sectores. No creo que haya respuesta cate­
górica si se trata de considerar aquella como la primera Central Obrera
Nacional. El hecho real es que la CON superó una simple confederación

158
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Segundo congreso obrero

sindical por sus características pues allí estaban representados los obre­
ros, los artesanos, las mujeres, el movimiento campesino, los indígenas,
el sindicalismo y los sectores populares que en ese tiempo constituían
una sola fuerza. Además, la CON fue el espacio por excelencia que hizo
posible el proyecto socialista-revolucionario, aunque entre la creación de
la primera y la fundación del partido transcurrió un año largo, proceso
que Tomás explicaba así:
“Los socialistas no podíamos dar los dos pasos al tiempo: para la CON
había ya circunstancias maduras mientras que el partido debía darse
como resultado de un paciente proceso porque se precisaba calibrar,
tener prudencia y esperar el momento propicio para que su nacimiento
y vida fueran firmes”.

En la CON tuvieron igual importancia los sectores considerados como


sujetos de una revolución de la que ya se hablaba en voz alta, aunque no
en términos de categorías o análisis profundos. La revolución era un sen­
timiento, una imaginación y un descubrimiento y ser revolucionario era
sinónimo de pasión, saberse rebelde frente a tanta injusticia y desterrar el
individualismo. La CON fue clara en cuanto a su acción autónoma frente
al Estado y a la empresa y sencilla en el contenido de sus luchas que inició
contra la pena de muerte, para enfrentarse luego a la especulación, el acapa­
ramiento y la inflación, auténticos azotes del pueblo. Convocó varias veces
boicoteos contra los acaparadores, ejerció presión sobre el gobierno para que
controlara los precios e impulsó las cooperativas de consumo. Otro de sus
pasos fue el de afiliarse a la Internacional Sindical Roja. Su lucha principal
fue la jornada por las ocho horas de trabajo, conquista que vino a darse por
lo menos en el papel once años después, al igual que el descanso dominical
remunerado que se consiguió parcialmente en 1926. Esos y otros avances
hay que contemplarlos en un proceso que se hizo día a día y no estuvo
definido ni garantizado más que por el respaldo popular.

La d if u s ió n d e l a s i d e a s s o c i a l i s t a s , un d e l it o

El panorama se ensombrecía gradualmente en el segundo semestre de


1925. El proyecto de la pena de muerte fue aprobado para delitos políticos y
delincuencia común en primera, segunda y tercera instancia, quedando listo
para pasar a la aprobación del Senado. En el último debate de la Cámara,
además de un nutrido aplauso para los promotores, terminaron con esto:
Viva el clero católico! ¡Vivan Dios y el Papa!

159
M a r ía T il a U r ib e

Con cada debate una considerable carga de arbitrariedad se acentuaba:


en Bogotá las casas del pueblo fueron registradas, los allanamientos a los
hogares de los trabajadores se multiplicaron, la Unión Local y la Federación
tuvieron que sesionar por lo general con la policía presente. En octubre
de ese año, durante una de las discusiones del proyecto de Ley y como
respuesta a las m anifestaciones de rechazo en las ciudades, el ejército y la
policía arremetieron contra los manifestantes en Bogotá, Cali, Medellín,
Barranquilla y abalearon la movilización de Calamar, dejando un saldo de
cinco muertos y muchos heridos.

Esto dio lugar a que los socialistas buscaran formas de defenderse;


se reunían a veces en casas distantes, sabaneras, a la orilla del río Bogotá y
decidieron como táctica dedicar gran parte de sus energías a conocer cómo
vivía la tropa (policía y ejército) para penetrar en los cuarteles con su propa­
ganda. Además, se extendió como pólvora entre los trabajadores que se iban
a las huelgas el acuerdo o tarea de hablar personalmente, en lo posible, con
los uniformados. Lo mismo se hacía en las calles, es decir, los socialistas iban
provistos de hojas escritas para entregarlas a los policías y según la actitud
pasaban a un corto diálogo. Así empezó esta labor dirigida a los soldados,
que vino a ser componente de importancia en la estrategia de ese partido.
Y como quiera que las circunstancias de rebeldía interna aumentaban en
los cuarteles, cierta aceptación entre la tropa fue tomando cuerpo, no era
raro que soldados y huelguistas fraternizaran en algunos casos. El gobierno
puso el grito en el cielo por encontrar en los cuarteles propaganda y pasó
a convertir en delito la difusión de las ideas socialistas.

Se arreciaron de ahí en adelante las persecuciones selectivas a los


socialistas y a quienes se llamaron anarquistas. Después del Segundo Con­
greso los arrestos de dos días a dos meses por cuenta de los hombres-púas
o del Juez de Prensa y Orden público se multiplicaron. Puede decirse que
ahí empezó el viacrucis carcelario para muchas personas y se acentuaría
aún más con el gobierno de Abadía Méndez. Años más tarde los veteranos
contaban sus entradas o salidas, o las de otros, por docenas y no había
exageración alguna. El campeonato se lo llevó Q uintín Lame: de los 128
encarcelamientos que resistió durante su vida, una buena parte fueron en ese
decenio, de ahí para abajo se perdió la cuenta. Líderes de la Zona Bananera.
Girardot y otros sitios eran llevados a la cárcel tres, cuatro o más veces por
año; Julio Buriticá, por ejemplo, pasaba tantos días encerrado que — decían—
no sacaba el colchón ni los elementos de aseo para no cargarlos. Mahecha

160
L o s a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Segundo congreso obrero

161
M a r ía T il a U r ib e

conoció más de tres penitenciarías, otras tantas cárceles y un número no


establecido de estaciones de policía; a Salvador Murcia lo llevaban con los
desempleados sin más explicación que la de por si acaso. Torres Giraldo es­
tuvo siete meses preso, Tomás fue arrestado en cuatro ocasiones; el “M ono”
Dávila fue retenido varias veces estando en el ejercicio de su profesión como
defensor de presos sociales. Los arrestos de Patrocinio Rey, Mancera, Unda,
D ’Achiardi y muchos otros coincidían a veces, entonces aprovechaban el
tiempo para planear sus siguientes actividades políticas. El “Negro” Guerrero
solía decir, recordando ese pasado, que le fastidiaba encontrarse con Juan
de Dios Romero en los patios porque no podían evitar lanzarse sentencias
doctrinarias. Juan de Dios estuvo ocho veces en la cárcel durante los últimos
seis años del decenio y el director del antro terminó suscribién dose a El
Socialista. Todas estas gentes fueron detenidas una u otra vez por el delito
de difusión de las ideas socialistas, eran presos políticos. En todo caso, para
no perder la práctica el ministro Rengifo (del gobierno Abadía) ordenaba
el encarcelamiento general antes de cada primero de Mayo.

El período de 1925 al 30 puede arrojar a cualquier investigador la


cifra proporcionalmente más alta de retenciones y arrestos políticos cono­
cidos en nuestra historia. Y aparte del anecdotario hay que pensar en que
tanto abuso de poder de aquellos gobernantes tuvo entre sus objetivos el
de castigar a los indoblegables para aniquilarles su resistencia física. Los
días iniciales a pan y agua, el cemento por cama, los cepos, la humedad,
el desaseo, las enfermedades que allí campeaban y el trato cruel permiten
imaginar los resultados.

Además de las cárceles se dieron las agresiones físicas igualmente


selectivas; el primer caso le sucedió a Francisco De Heredia y por las cir­
cunstancias de esa doble vida que él llevó parecería un tanto novelesco. Fue
la víspera del segundo congreso, cuando venía cargado de denuncias de los
trabajadores que lo habían nombrado su vocero. Por ser 20 de julio en el
“Jockey ” se celebraba la fiesta patria, acto al que estaba invitado. Desde el
tren notó que lo seguían y reconoció a un sujeto que había visto atisbando
a los trabajadores en La Dorada; al apearse lo atacaron y apuñalaron de
consideración, aunque por la oportuna intervención de los fogoneros que
vieron el lance, no fue de muerte. Herido llegó a su casa, se hizo la curación
que creyó del caso, se cambió y lo increíble es que asistió a la fiesta; creía su
deber estar al tanto de lo que allí se hablaba y evidentemente, esa noche al
entrar presenció los brindis por el proyecto de pena de muerte que al otro

162
Los AÑOS e s c o n d id o s ] [ Segundo congreso obrero

día sería presentado. De Heredia resistió unos minutos antes de desmayar­


se, por fortuna fue atendido por un pariente suyo de confianza. Enfermo
asistió al Segundo Congreso y tuvo alientos para exponer las denuncias de
los trabajadores que creyeron en él.

E l p r o y e c t o f e m e n i n o y e l m u n d il l o d e l a

AGUJA

No he mencionado el proyecto de organización femenina en Bogotá


encomendado por el Segundo Congreso a Enriqueta, Elvira y sus compañe­
ras. Se trataba de un tipo de organización que no se refería únicamente a la
cuestión sindical sino más bien a otros aspectos: organizarse en grupos de
acuerdo al sitio de vivienda o al tipo de trabajo, hacer llegar la propaganda
a los cuarteles o entregarla en forma directa y a la mano, formar parte de
los comités barriales contra el cadalso y repartir más atención a los presos
de quienes Enriqueta decía: "no podíam os dejarlos abandonados porque se
desanimaban, se perdían, para nosotros era obligatorio... como curar heridos en
una batalla".

Precisamente en el año 25 Enriqueta y Elvira iniciaron su correspon­


dencia y su gran amistad con María Cano. En las cartas recibían trozos de
sus discursos que luego leían y repartían entre quienes ya participaban o
se iniciaban en las luchas sociales.
“Amigas, compañeras... romped las ligaduras de la indolencia, la morda­
za del escepticismo... sois fuerza latente, hacedla útil. Que se rompan
cadenas de prejuicios, de errores, de ignorancia. Por esto mi afán es
organizaras, para que seáis poderoso elemento, necesario para el avance
de la civilización”.29

Todas ellas encontraron en María un símbolo y en el proyecto feme­


nino un espacio para conocerse, intercambiar ideas y soltarle las riendas a su
rebeldía. Aquellas mujeres que se enfrentaron a su tiempo tuvieron osadía
porque si bien los hombres eran perseguidos por su actuación política, a
ellas se les señalaba no solo por eso sino por su condición femenina.

Para ese tiempo empezaron a aparecer en Bogotá más y más mujeres


del mundillo de la aguja que se incorporaron en masa a la organización

Magazin Dom inical No. 89, El Espectador.

163
M a r ía T il a U r ib e

iniciada por las socialistas, a quienes es preciso dedicar unas líneas en esta
historia.

Niveladas en la pobreza y en la opresión, estas obreras constituye­


ron otra franja en el gran relato de la explotación, que no suele tenerse en
cuenta quizá por no representar un sector considerado como importante en
el conjunto de la industria de ese tiempo. En realidad las costureras vivían
en una especie de mundo invisible y oculto pero de ellas quedaron relatos
que oímos a Enriqueta, quien pertenecía al gremio como bordadora, a Judit
Restrepo y a otras mujeres de familias diferentes.

En su primera fase este trabajo de la costura o del bordado fue de


base artesanal pero luego surgieron los talleres, en ellos se vigilaba a las
trabajadoras con ojos no precisamente comprensivos, como puede dedu­
cirse del aviso colocado en los periódicos y en las puertas de los talleres de
invariable texto: “Se necesita exmilitar para supervisar labores femeninas
de costura”. •

No había muchas alternativas, infinidad de mujeres se metían de


aprendices aunque no recibían pago sino hasta muchos meses después.
Muchas niñas iban a instituciones de monjas, que tenían redes de docenas
y docenas de muchachas como aprendices y como tales produciendo pero
gratuitamente.

En un artículo escrito por Tomás que tituló “La tragedia de la costu­


rera”, explicaba que en los talleres el salario estaba entre 1.50 y 2.00 pesos
semanales y en la casa la docena de vestiditos la pagaban a 20 centavos y
la de camisas a 15. Si el promedio de horas trabajado en el taller era de 12.
en la casa debían aumentarlas considerablemente para elaborar siquiera 10
docenas de vestidos en una semana y así nivelarse. Entonces tenían que
acudir a los familiares como ayudantes pero nunca llegaron a cuantificarse
las horas trabajadas por las hijas, hermanas o madres que junto a la mujer
identificada como trabajadora cosían, planchaban o confeccionaban parte de
esa ropa. El artículo de marras -firm ado con el seudónimo de “Tom Henry”-
terminaba diciendo: “...costureras de grandes almacenes y tiendas de ropa: si
queréis defenderos de las garras inmisericordes, formad vuestra sindical de
clase. Para hacer respetar y pagar vuestro trabajo, tened en cuenta que una
sola de vosotras es un cero, pero sí a ese cero se anteponen muchas otras
cifras, cantará otro gallo a los succionadores de vuestro esfuerzo”.

Ese vocabulario era el usual porque no era fácil distinguir la línea divi­
soria entre las dos actitudes que expresaban simultáneamente las costureras:

164
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Segundo congreso obrero

por una parte, la idea de organizarse o demandar mejor pago era ajena en
su trayectoria de sumisión, supersticiones y sacrificios. Por otra, entendían
los cambios que estaban ocurriendo, surgía entre ellas la conciencia de su
propia explotación y deseaban cambiar lo injusto de sus vidas. Las afecciones
comunes en las costureras eran las deformaciones en la columna vertebral
o los accidentes, cuando se les encajaban las agujas en los dedos. Los ojos
también sufrían, no era extraño que en la noche cosieran o bordaran a la luz
de un quinqué; también era frecuente para las planchadoras, consideradas
como ayudantes de costura, la artritis y el reumatismo.

En la medida en que sus problemas se generalizaron las costureras


sintieron la necesidad de comunicarse y lo hicieron a través de la organiza­
ción de mujeres socialistas, allí sus luchas tuvieron más una identidad de
clase que de sexo, por eso sus actividades tomaron una dirección de apoyo
a otros sectores. Y es que en ese mundo donde las mujeres fueron tantas
veces las protagonistas vinieron a ocurrir cambios solo hasta muchas déca­
das después, quizá esto haya sido otro factor para el olvido de las primeras
épocas. Sin embargo, al incrementarse las actividades colectivas los grupos
en comunicación renovaron sus valores y pusieron en alto el coraje, el
sacrificio, la solidaridad y el honor.

A c t u a n d o p ú b l ic a y l e g a l m e n t e

Llegamos al final del año 25 cuando Tomás y sus contemporáneos


tomaron la decisión de actuar pública y legalmente. Pues, aunque el gobierno
aspiraba a imponer su completa hegemonía política, económica, militar,
jurídica y moral sobre sus gobernados el socialismo aparecía como una
necesidad histórica y en Colombia tenía ya poder de convocatoria. Era una
fuerza que podría llegar lejos en la medida en que fuera capaz de elaborar
una alternativa y un programa para las mayorías marginadas por siglos y
eso lo entendían los socialistas criollos. De ahí que en estas preliminares
del Tercer Congreso aumentaron organización y comunicación allí donde
existían bases materiales para formar y formarse en un movimiento abierto,
de importancia.

La relación con la Hegemonía era de clara confrontación, sin embargo,


aún no se había desatado con tanta fuerza el rosario se supuestos “complots”
que llegó con el siguiente gobierno. Es cierto que el destierro y la cárcel
estaban a flor de piel -e n la huelga de tranviarios de diciembre de ese año

165
M a r ía T il a U r ib e

encarcelaron a 41 huelguistas- pero también es cierto que los socialistas


propagaban sus ideas, respondían vehementemente a la política de intole­
rancia y actuaban irreverentemente. El episodio personificado por María
Cano en el Cabildo de Ibagué durante su segunda gira y presenciado por
varios compañeros suyos fue una muestra. No les acompañaba, entonces,
la idea de conspirar contra la Hegemonía, esta surgió después, acosados,
como defensa y mediante un proceso (“El espíritu conspirativo estaba en las
m asas” diría María Cano en una de sus trascendentales cartas). Ese proceso
se dio en la medida en que el régimen arreció su brutalidad, se agudizaron
las secuelas del desempleo, la caída de los ingresos familiares, la crisis de los
servicios públicos, las alzas en los víveres y por supuesto, las huelgas.

Tomás nunca descartó la dimensión violenta de cualquier revolución;


lo había sentido en M éxico y lo había vivido en Venezuela. Para Colombia,
pensaba, era tarea de largo aliento y sobre todo de organización, camino que
empezaba apenas y del cual se preguntaba con singular optimismo si una
perspectiva de diez años sería suficiente para llegar al poder. Por el momento
la situación era aún soportable: escribía y de hecho, si quería, firmaba con
nombre propio -igual que sus com pañeros- artículos, llamamientos, hojas
volantes, cartas abiertas y otros documentos; daba conferencias en las sedes
obreras de distintas ciudades; hacía como el que más reuniones políticas
en su casa; se movía de un lado a otro sin sentirse vigilado. Es decir, ni él
ni sus compañeros tenían en mente en ese año ninguna actividad de tipo
clandestino; la prensa obrera y los periodistas amigos, incluido El Especta­
dor, reseñaban sus pasos. O tra cosa era la prudencia: si queremos cambiar
las cosas debem os saber cómo hacerlo, repetía con expresiva mirada que sus
compañeros com partían porque a nadie le faltaba malicia indígena y como
en un acuerdo tácito, muchas de sus actividades las movían discretamente
así no estuvieran todavía aplastados por el acoso policial.

Era el tiem po del primer año de vida de la CON, ahora los dirigentes
ya no actuaban de manera aislada en sus regiones, lo hacían públicamente
porque en buena medida tenían como garantía el respaldo de la Confede­
ración. Teniendo en cuenta la inexperiencia organizativa de sus dirigentes
y las dificultades de comunicación, ésta se apersonaba en la medida de sus
posibilidades de los conflictos sociales en su conjunto: tomas de tierra de
los indígenas, organización campesina, reclamos barriales, concentraciones
de protesta, huelgas en varios puntos del país. En ese primer año de vida
la CON realizó encuentros regionales ágiles y representativos en varios
departamentos, y conformó, antes de la trascendental reunión de Venadillo.

166
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Segundo congreso obrero

una dirección con el resonante nombre de Estado Mayor, que alcanzó en


1927 su nómina completa con más de 40 nombres; esto afirmaban Juan C.
Dávila, C. Cuéllar, Elvira Medina y otros veteranos. Para ese Estado Mayor
fueron elegidos algo más de 20 dirigentes.

A la cabeza de la Dirección de la CON continuaron los siete miem­


bros elegidos inicialmente en el Segundo Congreso Obrero: Quintín Lame,
Tomás, Torres Giraldo, Mahecha, De Heredia, Salvador Murcia, etc.

Todos ellos estructuraron y materializaron el partido año y medio


después. Por eso el PSR no nació como una organización política aparte
de los trabajadores sino al revés: estos le dieron vida. Por lo general, los
dirigentes de la CON tam bién lo fueron del PSR, no existió una división
tajante entre partido y Confederación Obrera y así, el auge del movimien­
to sindical de los V einte y el crecim iento del socialismo-revolucionario
corrieron entrelazados, circunstancia que evitó que la CON viviera a
remolque del PSR.

El P lan d e V e n a d il l o

El desarrollo del plan de Venadillo hay que buscarlo en la casa de


una calle medio empinada del barrio de las Cruces, a la que los socialistas
le pusieron por nombre “la Casa del Angelito”, porque en el primer patio
tenía una pequeña pila de agua con una réplica del símbolo de Bruselas.
La había alquilado Tomás para Enriqueta, sus hijos y él mismo, después de
la decisión que los llevó a dar el paso de conformar una nueva familia. En
esa decisión habían coincidido los sentim ientos y las reflexiones no solo
de los muchachos y ellos dos sino de sus compañeros más cercanos, que
celebraron con alegría la inauguración del nuevo hogar.

Tenía esa casa en su fachada dos ventanas con barritas “arrodilla­


das” y al entrar al zaguán se sentía el aroma de las canangas o enredaderas
del patio; varias alcobas para la familia y dos más para los visitantes. Allí
dormían María Cano cuando venía a Bogotá, al igual que Mahecha. Torres
Ciraldo y otros compañeros. Entre las 6 y las 9 de la noche llegaba a la casa
un buen número de personas a dejar o discutir docenas de informes, cartas
o artículos. Se encontraban a veces despreocupadamente y en otras ocasio­
nes parecían un verdadero m otor ejecutivo resolviendo problemas. Era un
ambiente amable donde se tom aba café en torno a una mesa y de vez en

167
M a r ía T il a U r ib e

cuando se hacían tertulias con tiple, añoradas hasta muchos años después.
El “M ono” Dávila recordaba la inevitable pregunta de Elvirita al entrar:
¿Cómo estam os hoy de presos¿ y añadía que al verla se sentía atravesado
como corazón de cupido. Ella a su vez contaba que a esas tertulias se lle­
gaba sin afán y el humor permanecía al acecho. Disfrutaban de una buena
conversación, repasaban o jugaban con las palabras ejercitando acertijos
mentales: acrósticos, charadas y otros retruécanos de tradición santafereña.
Luego venía lo inevitable: terminaban precisando ideas y dándole vueltas
a los problemas del país.

Como quiera que el trabajo político se elaboraba en la propia vida,


entre una y otra huelga, uno y otro conflicto, de las reuniones de la CON
surgió el proyecto de que la asamblea Interdepartam ental de Venadillo
sirviera com o plataform a para la fundación del partido. El trabajo de
preparación quedó en cabeza de Tomás, por eso “la Casa del Angelito” fue
en buena medida escenario de preparación de los tres temas centrales: el
acuerdo de la abstención electoral; esbozo de un programa para el nuevo
partido y algunos puntos doctrinarios para la organización sindical. Se­
m ejante tarea para ayudar a delinear el futuro era de dimensión nacional
y suponía conform ar muchos grupos distintos para elaborar los puntos
en un tiem po menor a un año. Pero no partían de cero. Sobre esto venían
debatiendo de tiempo atrás, eran temas políticos estim ulantes; ahora se
trataba de enriquecer los contenidos dándoles más consistencia y precisión,
de acuerdo a los aportes recogidos de manera directa y en alguna medida a
los avances teóricos. No en vano pensaban y vivían cada libro, cada material
que llegaba y el estudio que hacían de Colombia les permitía profundizar,
pero sobre todo interpretar su historia.

Los resultados de esa reunión debían constituir solamente propuestas


para llevar al Tercer Congreso Obrero, fijado por la CON para finales del
año 26; sería allí donde surgirían los ajustes y ampliaciones a los temas
centrales; lo que evidenciaba un método flexible, contrario al caudillismo.
Esto se ceñía, como atrás he señalado, a la etapa preparatoria que se habían
trazado desde 1924 y en la que venían trabajando intensamente.

Sim ultáneam ente con la tarea encomendada a Tomás, la CON desig­


nó a María Cano para otro trabajo de dimensión: una nueva gira política
que abarcara tres departamentos pero fundamentalmente el Tolima, para
difundir las ideas y dinamizar las movilizaciones soldando a la vez la or­
ganización. Ella salió de Medellín hacía Puerto Berrío, luego a La Dorada,

168
Los AÑOS ESCO ND ID OS ] [ Segundo congreso obrero

Honda, Mariquita e Ibagué; de ahí a Piedras, Doima, Coello y Venadillo,


continuó a Girardot y la región del Tequendama para finalizar en Bogotá.
En todo este trayecto iría acompañada de Ignacio y a ellos se sumarían por
tramos muchos otros compañeros. Como puede verse se trataba de dos
trabajos distintos pero complementarios en tanto respondían a un mismo
proyecto, pero por el camino los unieron haciendo coincidir geográficamente
conferencia y gira en Venadillo.

En la búsqueda del qué hacer y cómo hacerlo se encontraron docenas


de socialistas durante varios meses en “la casa del Angelito” para gestar
el primer esbozo del programa, que no separó en mucho lo sindical de lo
político; se dieron cita allí delegados de varias regiones para sentar las bases
de la organización sindical y consolidar la política de la huelga electoral con
un nuevo argumento: la seguridad de que por ese medio le restarían fuerzas
a los partidos tradicionales para sumarla al sentimiento de rebeldía.

R e d d e a p o y o e c o n ó m ic o

En Bogotá entró en acción un equipo de trabajo donde se destacaron


varias personas, de manera especial el “Negro” Guerrero, excelente colabo­
rador de Tomás, de viva chispa política, cuya mejor contribución fue pro­
yectarse en la vida de sus compañeros comunicando nuevos pensamientos
y coordinando su trabajo. Luego se sumaron espontánea mente otros y se
creció el número de quienes buscaban apoyo económico (tarea que no suele
aparecer en los análisis políticos pero que es clave en el desenvolvimiento de
cada episodio). A este frente dedicaron especial atención inicialmente Fran­
cisco De Heredia, Dávila, Felipe Lleras y en alguna medida Tomás, porque
veían insuficiente las contribuciones sindicales y los aportes individuales
o grupales que administraba celosamente Vela Solórzano, depositario y
responsable del dinero.

Recurrieron entonces a su propia capacidad de convicción y la sen­


sibilidad de los amigos, muchos ya declarados socialistas y con deseos de
ingresar en una empresa que consideraban realista e inmediata otros que
solo estaban en el plan de la curiosidad y la expectativa, o los que deseaban
apoyar pero sin aparecer. En este último grupo que llamaron “de los radica­
les” tenían amigos ricos, políticos metidos en el duro oficio de la oposición
y algunos generales de la República (retirados) de los de corte antiguo,
liberales y beligerantes, a quienes apodaron “los Panchos”.

169
M a r ía T il a U r ib e

A través de cartas, llamadas, visitas y pequeñas reuniones form a­


ron una red de apoyo económ ico que se m ultiplicó, a ella contribuyeron
algunos intelectuales solventes, librerías castigadas por vender libros
que la hegemonía consideraba subversivos, incluidos Anatole France y
Bernard Shaw; periodistas del Diario Nacional y colum nistas de "El Es­
p ectador", entre otros. Conseguir dinero o donarlo voluntariam ente fue
com prom iso no solo de los más convencidos sino de quienes optaban
por la política: “José M a r” donaba los honorarios de sus traducciones;
Rafael Azula Barrera y otros intelectuales del grupo de “Los Bachués” de
tendencia nacionalista e indigenista, ponían sus casas y oficinas a dis­
posición; el “M ico” Heredia entregó sus haberes, Jorge Uribe M árquez
donó su propia vivienda del barrio la candelaria, Abel Botero se convirtió
en m ecenas, M oisés Prieto daba mensualidades considerables. La lista
fue larga y en ella tam bién estaba la familia de titiriteros, nuevos ricos
a raíz del encuentro de la guaca, con altas donaciones. Esfuerzo y satis­
facción probablem ente iban de la mano porque como era de esperarse,
la perspectiva de edificar sobre bases más sólidas un proyecto político
que nacía de la CON prendió com o bola de nieve; se trataba de auspiciar
una empresa de la que se había carecido hasta ahora y por ella no pocos
estaban ansiosos.

Una h uelg a en la n och e d e p a z

Al term inar el año 25 el sindicato de “cronistas” se lució con una


proposición novedosa y atrevida: el descanso dominical remunerado.

M ientras tanto los tipógrafos convocaban a otra exitosa manifesta­


ción en protesta por las detenciones. La primera había sido en julio, cuando
M ahecha aún estaba en la cárcel de Barranca y Angel María Cano había
sido llevado al panóptico de Neiva. El nuevo preso era ahora Patrocinio
Rey, dirigente de los tranviarios. Estos habían decretado una huelga diurna
por la destitución fulminante de más de 80 de sus compañeros. Cuando
iniciaron la protesta, el gerente de los tranvías, un general activo, tuvo la
brillante idea de cortar por lo sano declarando cesantes a todos los trabaja­
dores, 600 en total. Quiso así paralizar la organización sindical que, entre
otras cosas, acababa de decretar su independencia de los dos partidos y
elaboraba encuestas entre los trabajadores para saber quiénes optaban por
la abstención, quienes no y por qué.

170
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Segundo congreso obrero

No contento con esto, el gerente resolvió llevar como esquiroles a


los propios policías bajo su mando y ahí fue la d eb a c k porque los unifor­
mados ignoraban el manejo de los carros: chocaron los tranvías entre sí,
los incendiaron, dejaron inservibles algunos, descarrilaron otros. Docenas
de accidentes diarios llevaron a la ciudadanía a pedir garantías y de paso,
en un memorial, a solidarizarse con los trabajadores.

El 23 de diciembre en la casa de Patrocinio Rey se llevó a cabo la re­


unión de la cual salió la decisión de no mover ni un solo carro en la noche
del 24.

En el atardecer de esa nochebuena los obreros se pararon en hilera para


obstaculizar la entrada de los esquiroles que llegarían a intentar movilizar los
coches. Pero cuál no sería su sorpresa cuando al empezar la “noche de paz”
se acercaron a hurtadillas dos policías para alertarlos: el general había dado
la orden de dispararles, orden que debía cumplirse a media noche.

Confundidos, los tranviarios no acertaban a dar una salida al peli­


gro; optaron finalm ente por quedarse como estaban, pero no bien habían
regresado a sus puestos vieron venir cientos de lucecitas que en principio

171
M a r ía T il a U r ib e

creyeron pólvora de nochebuena. Era una muchedumbre, mujeres y hom ­


bres que llegaban a rodearlos y a pasar la noche con ellos. La masacre no se
consumó por la solidaridad de la población.

El único atropello que la policía cometió esa noche fue a un hombre,


lejos de allí, a quien agredieron a culatazos por haber gritado ¡Viva la huelga!
Era uno de los 500 zapateros que había quedado sin trabajo después de que
el gobierno, como en 1919, pidió al extranjero 12.000 pares de calzado para
el ejército; el herido, señor Forero, padre de Eufrosina, era un viejo, viejo
en la sabiduría de sus palabras más que en sus años.

El último episodio de ese año referente a los trabajadores fue el regalo


de Año Nuevo que la “Andian Corporation” dio a sus obreros: aumentó su
jornada de trabajo a nueve horas y media, no así su jornal.

172
C a p ítu lo VIII

BAJO EL SIGNO DE
LA ESPERANZA
( A ño d e l T e r c e r C o n g r e s o )
C ontactos d ir e c t o s

Todos los que seguían con atención el rumbo que tomaba América
Latina en 1926, encontraban un proceso paralelo o parecido en muchos
sentidos al que se vivía en Colombia. Era un ramillete de realidades similares
en cuanto a historia, desarrollo y vida de sus pueblos, unos más adelante,
otros menos y cada cual con sus propias características; éstas incidían en el
pensamiento y la acción de los socialistas colombianos que se empeñaban
en hacer posible sus sueños, al querer dejar el mundo diferente a como lo
encontraron. Las noticias llegaban, pero era necesario profundizar algunos
acontecimientos y sólo existían unos pocos aunque importantes canales
directos. Con los socialistas ecuatorianos Ignacio sostenía correspondencia,
había estado allí intercambiando experiencias con sus dirigentes y conocía
la situación. En el hermano país estaba creciendo la simpatía por las ideas
socialistas y se preparaba la fundación del Partido Socialista Revolucio­
nario Ecuatoriano para el mes de mayo. Pero a diferencia de Colombia,
era el movimiento estudiantil y sus campañas contra los retardatarios y
anquilosados profesores quienes jalonaban ese proceso, apoyados por un
Núcleo Central-, el movimiento obrero y popular estaba aún lejos de tener
la magnitud que aquí ya existía y el Ecuador no había emprendido su
etapa de industrialización. La otra diferencia era el clero, más sectario y
omnipotente que el colombiano, inquisitorial si se quiere, porque azuzaba
y hacía salir a la gente armada de palos y piedras para atacar a quienes se
dijeran socialistas. Sin embargo el P S R y el PSRE, guardadas proporciones,
tuvieron vidas paralelas y finales políticos con una misma particularidad:
fueron suprimidos por mandato de la IC en 1930.

María, Ignacio y Francisco De Heredia se carteaban con amigos pana­


meños, costarricenses, mexicanos y otros. No solo Ignacio había estado en
Panamá en ese año, tam bién De Heredia y se encontraron allí, conocieron y
se reunieron con líderes de otros países, se incorporaron a la Liga Mundial
Anti-imperialista y se comprometieron a organizar la Sección Colombia a su
regreso. Por esas cartas los socialistas se enteraban, hasta donde era posible,
de los acontecim ientos en Nicaragua. Precisamente este país soportaba la
nueva intervención norteamericana en ese año de 1926, en momentos en
que el Congreso destituía al presidente Bautista; la respuesta masiva se
estaba desatando a través de la resistencia popular dirigida por Augusto
César Sandino, que iniciaba la lucha armada contra la Guardia Nacional y
las tropas de invasión gringas. Francisco De Heredia debía hacer otro viaje a

175
M a r ía T il a U r ib e

San José y Panamá para establecer nuevos contactos, viaje que fue pospuesto
para el año siguiente, cuando el PRS estuviera pisando duro en la escena
nacional y se despejara la situación en Panamá, bastante peligrosa en razón
de que los EE.UU. acababan de ampliar los territorios ocupados en la Zona
del Canal mediante nuevo tratado. Esa situación estaba causando malestar
y represión por las protestas callejeras y a nadie se le escapaba que ciertas
autoridades panameñas tenían entre ojos a los colombianos.

La comunicación con los venezolanos inicialmente a cargo de Tomás,


se hacía a través de varios canales; con familias amigas en Caracas que pa­
saban las cartas directamente a los revolucionarios o a la mano de llaneros
amigos y tam bién con un italiano de nombre Enrique del Vechio, residente
en Colombia desde hacía años. La situación de Venezuela era otra historia
de atropellos y usurpaciones de los más fuertes sobre los más débiles.

Con dos y medio millones de habitantes en los años Veinte, ese país
había vivido de la exportación del cacao y el café hasta que apareció el
petróleo en la Costa O riental del Lago de Maracaibo, en la primera década
del siglo. Como Colombia, era un país rural en un 80% pero su desarrollo
industrial era mínimo. Apareciendo el petróleo y tras una corta pero in­
tensa historia de rapiña de las compañías norteamericanas por arrebatarlo,
finalm ente ganaron la partida al imponer a su hombre de confianza en el
poder: Juan Vicente Gómez; por ello el imperialismo no necesitó propiciar
golpes de Estado ni desembarcar marinería, pues contaba con un gobierno
de traición nacional. La “dictadura petrolera” funcionó entonces: "a la sombra
de Ju a n Vicente Gómez la oligarquía caraqueña comenzó a satisfacer sus apetitos
de riqueza a costa de cualquier precio y perdido todo sentimiento de dignidad
n acional"30. El dictador era dueño de la tercera parte de la tierra venezolana
y sus bienes se calculaban en 800 millones de bolívares. Ingresos extras por
vender pedazos de patria llenos de ese barro negro que además

Fue por este tiem po cuando se llevó a cabo el magno robo histórico
a través de barcos con doble fondo: primero llenaban el espacio no oficial
y luego empezaban a cargar los barcos oficialm ente; “La Shell”, la “Con­
trolled” y la “Texas” pagaban solamente la cantidad de barriles que estaba
en la parte de arriba, el resto... y esto sucedió por años.

Al igual que en la Barrancabermeja de Colombia, en los campamentos


petroleros venezolanos de la cerca para adentro estaba el lujo, las canchas

30 Brito Figueroa, Federico. Historia economica y social de Venezuela, Caracas.

176
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Bajo el signo de la esperanza (Año del tener congreso)

de golf, las casas ostentosas, los convertibles de Henry Ford; de la cerca


para afuera los ranchos de los trabajadores con niños barrigones, sin salud
y mujeres vencidas por la necesidad y la pobreza crítica. Pero no solo unos
cuantos trabajadores vivían así, eran todos, con sus familias, los que so­
portaban esta situación, razón por la cual los socialistas-revolucionarios se
solidarizaron con los trabajadores petroleros del vecino país y con la lucha
de Arévalo Cedeño, a quien Tomás llamó “el Sandino Venezolano” en el
perdido “Libro Azul”.

Este tipo de sucesos internacionales del Ecuador, Panamá, Centro-


américa, Venezuela y M éxico tuvieron mucho peso en las publicaciones
del PSR. Cada noticia, cada rumor que corriera sobre ciertos aconteci­
mientos era trabajo para mover mimeógrafos y pequeñas rotativas, así
multiplicaron la información de América Latina y el mundo destacando
lo fundamental.

P r e n s a o b r e r a y p r e n s a a l ia d a

La prensa constituyó en la época el medio de comunicación por


excelencia. Además de la liberal y la conservadora esta fue la forma más
utilizada para la difusión de la corriente nueva. Los periódicos de cobertura
local eran la herramienta ideal para nuclear, organizar, saber qué pasaba en
la familia social de los de a bajo y qué en la familia de arriba. Uno de ellos fue
Vanguardia Obrera que Mahecha reproducía con la famosa imprenta cargada
en una muía; con ella recorría de la ceca a la meca editando ejemplares en
cada región y enseñando a los trabajadores no solo la parte técnica sino
redacción, con su correspondiente ortografía. De ello fue testigo el propio
Tomás, con quien M ahecha discutía ideas para Vanguardia Obrera, pues
en alguna ocasión se encontraron haciendo el periódico sobre un champán
aguas abajo del río Magdalena, con muía y equipo, en medio de un grupo
de bogas.

El número de periódicos socialistas-revolucionarios llegó a ser de 19


en el país. Los principales fueron:

Vox Populi en Bucaramanga, dirigido en su primera etapa por los


hermanos Cote y en su segunda por Jorge Uribe Márquez. En 1927 se
convirtió en un diario.

La H um anidad en Cali, dirigido por Torres Giraldo, diario a partir


de 1927.

177
M a r ía T il a U r ib e

V anguardia O brera de Barranca, Puerto Berrío, Puerto Wilches,


etcétera, dirigido por Mahecha.

La Ju sticia en Medellín, dirigido en su segunda etapa por María Cano,


semanario.

La Chispa en Bogotá, 1926, dirigido por Tomás, irregular. "Nueva


Era" de Bogotá, 1927.

Revolución de Bogotá, dirigido por Tomás en su primera etapa, luego


por el “Negro” Guerrero, quincenal.

El Pueblo en Girardot, dirección de Urbano Trujillo y Ángel María


Cano, semanario.

Por la Unión en Ciénaga, Magdalena (no hay datos)

Bohem ia Libre en Buenaventura (sin datos).

Quindío en Quindío (sin datos).

El Factor en Fusa, (sin datos).

El M icrobio en Riosucio, Caldas (sin datos).

Cortafrío, El Tábano y El Colorado en El Líbano, dos de ellos dirigidos


por Pedro Narváez y Segundo Piraquive con sus hijos.

La L ibertad en Bogotá, dirigida por Mancera y su esposa Carlina.


1925-1928. Mensual.

Germina! en Puerto Wilches (sin datos).

Correo Rojo en el Cauca (sin datos).

En esta lista no aparecen los periódicos de los sindicatos y las Fede­


raciones de la CON, como el de los obreros de la industria Flarinera en
Bogotá o El Ferroviario de Girardot y otros.

Pero aquel periodismo era también producto de muchos sacrificios y


es oportuno contar cómo lo hacían. Por lo general, cada periódico era res­
ponsabilidad de dos, tres o cuatro personas incluido el jovenzuelo ayudante,
y tam bién por lo general operaban en el cuarto de atrás de alguna casa o
en la enramada de un solar. Digamos sin exagerar que el director, el jefe de
redacción y el gerente administrativo debían turnarse para organizar los
chivaletes, buscar el tipo, armar el molde renglón por renglón, ajustarlo,
diseñar, entintar la máquina, colocar el papel, mover la imprenta a mano,
sacar las pruebas, corregir, imprimir y compaginar el periódico. Barrer y

178
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Bajo el signo de Ia esperanza (Año de! tercer congreso)

salir a vocearlo donde no hubiera policías era ya tarea de los “correos rojos”,
aunque no siempre: aún a Francisco De Heredia se le veía abriéndose paso
con el claxon de su Ford tres patadas en sus tardes de libertad para llevar
La Chispa a las concentraciones obreras.

Obviamente el estilo carecía de rigideces o academicismos, simple­


mente el periodista era un hombre que enseñaba que todo podía cambiar
porque todo estaba en ellos mismos.

Su objetivo era m ostrar al ojo las cosas que todavía no se veían


bien. Porque había un desfase entre lo que se decía y lo que se vivía, era
necesario hacer ver lo político como algo que servía para comprender las
cosas de la vida, dando a conocer las reglas del juego, para que así la gente
no tuviera dificultades en participar en ellas y a su vez distinguiera entre
lo político y la politiquería. Pero la idea de cambiar el mundo sin cambiar
el interior del Hombre era imposible; de ahí que estos pioneros crearon
cultura al difundir y ejercer su propia ideología y la de sus compañeros,
pues al lado de las olas de reclamos, las noticias de América y el mundo
y lo em inentem ente político hacían cuadros de honor, resaltaban los
rasgos de la personalidad de algún trabajador o la actitud sobresaliente
que hubiese tenido en una huelga. También hicieron campañas contra el
alcoholismo, el vicio del juego, la indolencia frente a la miseria humana,
la caridad capitalista; o en pro de algo: no olvidar a los enfermos de Agua
de Dios, la ciudad del olvido. O tra campaña que prendió como fuego fue
la que adelantó el dirigente sindical, profesor Fideligno Cuéllar en 1927,
para que se considerara la Educación Física y el ajedrez como materias
obligatorias entre los niños y los jóvenes.

Las recomendaciones también constituyeron tema permanente: el


trato deferente a los ancianos, la responsabilidad frente a los hijos, el respeto
a la mujer. En aquel periodismo la ética y la cultura se vincularon al trabajo
y ya sabemos que estos valores e intereses son serios.

Hablando en términos más amplios, en ese gremio muchos empe­


zaron su carrera como tipógrafos, otros eran profesionales -especialmente
abogados-era también trabajo de intelectuales, de trabajadores de distintos
oficios u obreros prácticos en redacción de artículos. La profesión no se
hacía en academias, nadie se diplomaba; sin embargo, ni en la Universidad
se hubiera podido hacer el tipo de periodismo de aquel tiempo. Fueron
periodistas metidos en política, economía, historia, geografía, y se caracte­
rizaron por su entrega al trabajo.

179
M a r ía T il a U r ib e

F id e lig n o C u e lla r Jim é n e z. 1 8 8 5 - 1 9 6 6 .

El cambio experimentado en la conciencia universal cuyo eco llegó a


Colombia en esos años y los cambios radicales que se dieron al interior de nues­
tro país, los colocaba en la obligación de ofrecer otra visión del mundo.

Fueron muchos los periodistas y no pocos los periódicos aliados del


socialismo revolucionario. Pero no se crea que el gobierno de Abadía Méndez
miró con tolerancia estos periódicos de carácter político más amplio, ni por
supuesto la prensa socialista. Toda esa actividad fue reprimida: periódicos
clausurados, cerrados, espiados; correspondencia interceptada y leída; vigi­
lancia a parientes y amigos; jueces de Prensa y Orden Público para el delito
de prensa. Aquella fue una labor titánica en aras del triunfo de la alegría y
la justicia humanas, ejercida por escritores medio bohemios que buscaban
el sustento diario. De ellos dijo alguien, si bien estos periodistas y escritores no
lograron cam biar la sociedad, a l menos consiguieron cam biar ¡a sensibilidad.

L os “c o rre o s ro jo s ”

Aquel periodismo dejó escuela o por lo menos alumnos. En la prensa


obrera de Bogotá laboraban los correos rojos y en ese proceso no pocos se
convirtieron años más tarde en sindicalistas eficientes y buenos periodistas.
Pero ¿quiénes eran los correos rojos, qué hacían^

180
Los AÑOS e s c o n d id o s ] [ Bajo el signo de la esperanza (Año del tercer congreso)

Eran niños de diez a dieciséis años y a ellos es justo dedicar unas


líneas. De los galopines del PSR se dijeron y repitieron tantas cosas y casos
que hoy es imposible recopilarlo todo, de cualquier manera, decir correo
rojo era referirse a un muchacho vivaz, capaz de retener razones, resuelto y
curioso, listo a salirle al paso a lo que fuera. Especie de diablillos hacelotodo
estos chicos se formaron para la calle y la plaza aprendiendo verdades por
sí mismos y al pie de los mayores.

La organización de los correos rojos se debió a la necesidad que tenían


los socialistas de enviar ciertas cartas directamente, por la evidente violación
de la correspondencia. Por ello se procuraron otras formas de comunicación,
lentas, rudimentarias y limitadas a casos especiales, pero formas al fin que
hicieron parte de la inventiva revolucionaria de esos tiempos. Una de ellas
estuvo a cargo de algunos voluntarios que entrenaron palomas mensajeras.
En otras oportunidades colaboraban los muchachos. Ese fue el aporte de
jóvenes o casi niños colombianitos -n o se sabe cuantos- hijos de trabajadores
o trabajadores ellos mismos, que aprendieron a caminar grandes distancias,
atravesar ríos crecidos, vivir lo bello, lo malo y lo enigmático del trópico y
desarrollar argucias frente a lo desconocido.

Entre sus aventuras de razoneros, vendeperiódicos, repartidores de


hojas y correos estaban las propias de la edad y la época, que consistían en
echar trompo, coleccionar y cambiar películas, jugar bolas o hacer pillerías.
Por la escuela pasaron interm itentem ente, quizá por eso y por los hábitos
adquiridos en el PSR y de sus propios padres, aquellos muchachos además
de aprender un oficio se hicieron en su mayoría autodidactas.

L O S FERROVIARIOS

Los ferroviarios fueron la auténtica raíz de la clase obrera colombiana;


antes que los trabajadores de la Zona Bananera, los petroleros, los trabajadores
de las obras públicas o cualquier otro gremio ellos fueron su origen. El primer
ferrocarril, nacido en el siglo X IX , funcionó en Panamá cuando ese país era
departamento de Colombia; sus primeros obreros fueron esclavos libertos,
uno de ellos, Pedro Prestán, fue el primer trabajador mártir: colgado de un
poste en el ferrocarril de Colón por hacer un reclamo. Estos obreros cons­
truyeron las líneas del ferrocarril y luego movieron los trenes. Después
~ya lo sabemos- se extendieron las redes por todo el territorio nacional y
para esa labor trajeron panameños experimentados.

181
M a r ía T il a U r ib e

Uno de los dirigentes socialistas, de la familia ferroviaria de Cundi-


namarca, era el encargado de dar el primer largo pitazo para anunciar la
huelga. De allí en adelante y mientras durara el conflicto los prolongados
lamentos de las locomotoras se sucederían uno a continuación de otro, noche
y día. Los trenes que fumaban y que muchas veces se quedaban parados en
medio de la selva ahora estaban quietos en la Estación de la Sabana, como
dormidos en brazos de los maquinistas y los fogoneros que habían decretado
la huelga de los ferrocarriles de Cundinamarca. Fue esta la primera de las tres
grandes huelgas de ferroviarios en este año y el primero de los 17 conflictos
obreros desatados en 1926, que tuvieron la particularidad de ser un rosario
de solidaridad, sucediéndose unos en apoyo de otros.

Durante la noche los trabajadores prendían grandes fogatas y a la


luz de las llamas discutían sus asuntos, repartían la comida, recordaban
historias y no faltaba un tiple y alguien que entonara las canciones de moda.
Entre ellos sus familias; eran gentes que llevaban una pobreza con dignidad
en donde lo m aterial no contaba tanto, y la im portancia de la política se
ampliaba en su vida cotidiana como un estado ánimo, como una terapia de
choque que rompía la uniformidad de sus vidas.

En las fogatas nocturnas los obreros más viejos contaban a los jóve­
nes su origen, pero tam bién hablaban de lo nuevo; el saludable desorden

182
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Bajo el signo de la esperanza (Ano del tercer congreso)

socialista del cual formaban parte en las grandes batallas y en las pequeñas
cosas. Contaban los antiguos ferroviarios que en vida del PSR los maqui­
nistas llevaban en sacos el correo: cartas, documentos y miles de volantes
que debían llegar a cercanas lejanías para ser leídos por alguien y luego
comentados. Los trenes de Bogotá a Girardot se encontraban a mitad de
camino y con previo pitazo -q u e era su lenguaje- paraban, así los trabaja­
dores podían intercambiar periódicos. Otra historia era la de la comida: las
mujeres entregaban a los fogoneros los almuerzos envueltos en hojas de
plátano y el guarapo en zurrones, para que en la parada los pasaran a sus
compañeros que venían en contravía.

También relataban entre risas los trabajadores de las líneas Bogotá-


Tunja y Bogotá-Girardot las peripecias de los más pacientes, encargados de
amaestrar las palomas para transportar los mensajes del PSR.

La huelga del ferrocarril de Cundinamarca fue reforzada con la


solidaridad de dos líneas anexas y en este punto el joven Joaquín Alonso
y veinte de sus compañeros fueron encarcelados. Hubo tristeza, se creía
paralizado el movimiento. Pero rápidamente las caras se tornaron alegres
por la respuesta sorpresiva de los trabajadores del ferrocarril de Girardot,
concentración obrera de más fuerza y prestigio cuyo paro asustó a los
gerentes. Susto que fue mayor cuando a estos últimos se unieron los tra­
bajadores del Alto Magdalena, Neiva a La Dorada, y a ellos siguieron más
de dos mil mujeres de las Trilladoras de café. Los periódicos llenaron sus
primeras planas, los militares enviaban batallones de esquiroles a diestra y
siniestra que causaban desastres por su impericia; los dirigentes socialistas
no dormían de tanta actividad; el abogado que coordinaba las acciones,
el “M ono” Dávila, soltaba latinajos que los obreros no entendían y los
niños, cuando veían en la calle a los uniformados se mofaban gritándoles
Pi... Pi...

Varios meses después, con toda la experiencia anterior, se vino la


extraordinaria huelga del ferrocarril del Pacífico. Torres Giraldo fue su
dirigente y por su acertada actuación se ganó merecidamente la autoridad
que le correspondió en el Tercer Congreso Obrero. Desde luego, contó con
compañeros de gran capacidad, firmeza y experiencia; nombres anónimos
que lograron paralizar todo el occidente del país. Gracias a esta batalla nada
fácil, los trabajadores obtuvieron para ellos y la posteridad la reivindicación
del descanso dom inical remunerado y un avance hacia la jornada de las ocho
horas diarias.

183
M a r ía T ua U r ib e

IA GRAN HUELGA
SEGUN UN TE

LA « A 1)8 GIRARDOT CONTÌNOA SIN SOLUCIONAR;


E M SKIOKADO D £ l B . DK I„0ÜSTR1AS l EL HA 111)0 íiiF E C M A ( i f i í M l i (M R C IA IIK Dfi M O TA
j t n u a m a n eh m m asísmak a w intìsvem oh db. arrisa p la s cías, fijjviai.es ksi ah
US u n n u s LA HO SC! O T * Od PARO COiJHO. Eli CIKASDOT IHÍKRESA0A8 EX JI|EH i m LA RUMA
r s i t t . i « « A P C M u t t H ia ) » »ila© 1001 r» r « i m u ì i r o c à w u <to *•., provoca» l ì t . \c¿ s i ì t * ; m . n m an y ro w *-*
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184
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Baje el signo de la esperanza (Año del tercer congreso)

V e n a d il l o , a n t e s a l a d e l T ercer C o n g reso

Para dirigir las campañas preparatorias del Tercer Congreso la CON


designó como personeras a varias mujeres: María Cano en Antioquia,
Enriqueta y Elvira en Bogotá, Bertilda Forero en El Líbano, Clara Isabel
Clavijo en Ocaña, Soledad Herrera en Ibagué, Carlota Rúa, Magdalena
Soler y Segunda Rentería en la región de Honda, y otros cuantos dirigentes
en sus respectivas ciudades o regiones. Como responsable nacional de la
campaña fue designado Tomás, tarea que multiplicó su correspondencia,
viajes, trasnochadas, madrugadas y naturalmente la relación con muchos
trabajadores y líderes locales. Fue un espacio de tiempo sencillo, efectivo,
de acciones minuciosas, enlace de los tres Congresos y proyección al futuro.
El acompañante de todas las horas para Tomás fue el “Negro” Guerrero,
ambos planeaban y se movían entre una buena dosis de calor humano por
los recibimientos entusiastas y las despedidas recalcadas con un, ¡nos ventos
en Venadillo!

El “Negro” vino a ser -veinte años después- quien recordara las sali­
das sistemáticas o desorganizadas que hacían, las peripecias de sus viajes,
los nombres de la gente, las anécdotas. De manera muy viva relataba que
Higinio Forero y Piraquive, los líderes socialistas de El Líbano, le regalaron
a Tomás un caballo. Alguna vez al llegar allí les dieron la noticia de que el
animal estaba enfermo, acostado en el solar de la casa donde lo cuidaban.
Tomás que adoraba al jamelgo, decidió por compasión darle dos días de
plazo para suspenderle el sufrimiento con un tiro de gracia. Faltando poco
se presentó Bertilda con un campesino quien propuso aplazar la ejecución
por unas horas, plazo en el cual él con sus rezos lo haría revivir. Bertilda les
dijo: magia blanca! sin más explicación, refiriéndose a la operación oculta del
brujo. Era obvio que en esos lugares los rezos eran mágicos, pero mágico era
solamente una palabra, no una respuesta que explicara nada. Sin embargo,
sabiendo agotados todos los remedios, sin hablar pero incrédulos aceptaron
el rezo; el “Negro” decía que con ojos de clave! vieron al poco tiempo que el
caballo se recuperaba hasta pararse como si nada le hubiera acontecido.

Aparte de la anécdota, que no desprecié, vayamos a Venadillo, an­


tesala del Tercer Congreso. Este sitio fue escogido por quedar a mitad de
la gira de María, por la facilidad para el desplazamiento de indígenas y
campesinos, por ser punto de importancia de la línea ferroviaria que cu­
bría el nororiente del Tolima y ser otro hormiguero socialista. Comenzaba
noviembre, tiempo antes los comisionados se habían dedicado a trabajar

185
M a r ía T il a U r ib e

con más com bustión y durante ese proceso preparatorio -aludido solo en
breves térm inos políticos- surgió un aspecto que vino a plasmarse en esa
Conferencia, luego se convirtió en sello de marca del Tercer Congreso y
term inó haciendo cuerpo con el PSR.

Sucedió que en las cartas y sin saber a qué horas una expresión
empezó a generalizarse reflejando un sentim iento espontáneo y propio
de la gente: la frase que llameara en todos los corazones era la de “Salud y
Revolución Social”, saludo o despedida que en principio solo se dio en las
cartas y después fue verbal. Quienes lo contaban no sabían precisar de donde
llegaron las primeras misivas con ese saludo, posiblemente — decían— fue
iniciativa de los socialistas de El Líbano; el hecho es que en la Conferen­
cia de Venadillo el térm ino ya era familiar. Allí mismo se decidió adoptar
como emblema la bandera roja con los tres ochos blancos. Esa bandera era
un distintivo mundial de los trabajadores en su lucha por obtener 8 horas
de trabajo, 8 de descanso y 8 de estudio. Su origen se remontaba más o
menos a 1860, ya había sido adoptada en otros países de América Latina y
en Venadillo alguien se apareció con una.

Aunque en su historia aquella bandera representaba solamente a la


clase obrera (hablando en términos europeos), aquí fue distinto: se vio enar-
bolada en las movilizaciones urbanas, en las huelgas, en las marchas cam­
pesinas; adornaba infinidad de viviendas de la ciudad y el campo, pequeños
talleres artesanales, se le veía en los champanes del río, en las cabinas de las
locomotoras o en los cafetales. Donde quiera que el PSR tuviera influencia,
o en sus actos, la bandera roja con los tres ochos blancos se desplegaba al
viento. Los socialistas se apoyaron en símbolos que resultaron poderosos,
necesarios y justos.

Entre las delegaciones que llegaron a Venadillo estaba la de la Zona


Bananera; sus dirigentes habían estado particularmente activos en los meses
anteriores fundando la Unión Sindical de Trabajadores del Magdalena, en
esa explotación que contaba con 25.000 trabajadores. Presentes también
estaban los indígenas, que habían constituido el Supremo Consejo de In­
dios, representantes de sus Cabildos; los delegados del transporte fluvial;
los de las trilladoras de café de la región de El Líbano, que ocupaban 1.300
obreras y 400 obreros. Al decir de Torres Giraldo, había delegaciones de los
Departamentos del Tolima, Huila, Santander, Cundinamarca, Antioquia,
Valle y Caldas; si agregamos las reminiscencias de Elvira y Enriqueta, de
algo más de cien delegados por lo menos la cuarta parte eran mujeres.

186
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Ba¡o el signo de Ia esperanza (Año del tercer congreso)

H u e lgu ista s en barranca, 1 9 2 7


M a r ía T il a U r ib e

Una suma de factores hicieron de aquella Conferencia el aliento


esperanzador que sustentaba la lucha socialista: los temas de discusión ya
mencionados, el éxito de la gira de María, la nutrida y calificada concurrencia
y como resultado “el plan de Venadillo” que habría de presentarse al Tercer
Congreso para su aprobación. Según Tomás el “plan” estaba inacabado pero
interpretaba el sentir general sobre todo porque era el momento de forzar
la historia conformando sin tardar el partido, aún sin tener la organización
necesaria, la militancia disciplinada ni la teoría resuelta. Todos estaban
conscientes de que existía una cierta improvisación pero también seguros
de que sería una organización desarrollada en el movimiento popular; era
hora, entonces, de liquidar la etapa preparatoria, dar el salto y aunque no
esperaban el paraíso terrenal de la noche a la mañana, al menos sabían
dónde se estaba construyendo organización con más coherencia, cuál era
la relación entre los dirigentes y las bases, tenían una visión de conjunto
sobre los problemas nacionales y su práctica era colectiva, decisoria, desde
abajo.

Solo teniendo en cuenta los verídicos testim onios de compañeros


y familiares de Tomás, es posible reconstruir en parte algunos hechos de
esta etapa donde se aparejaron más triunfos que lágrimas, ternuras y des­
cubrimientos. Contaban que de Venadillo salieron para Ibagué, allí María
protagonizó la escena que agrandó su prestigio*. En cada estación les es­
peraban caras sonrientes, ¡vivas! tal cual totuma de guarapo y entusiasmo,
pero nada comparado con lo que les aguardaba en Girardot. Estaban los
huelguistas triunfantes, marineros y braceros, su huelga había trascendido
por el rosario de triunfos y acontecim ientos que se dieron en ella. Cuando
todo empezaba, Angel María Cano en calidad de dirigente de los huelguistas,
el “M ono” Dávila como personero y Julio Ocampo Vásquez fueron a hablar
con la primera autoridad municipal para arreglar las cosas; el alcalde, que
era quien había puesto la cita, en vez de dialogar los tomó presos. Y ¡ahí
fue Troya! Los trabajadores amarraron nueve barcos colombianos y otros
de una compañía gringa. En ese trance, el gobierno aventó al Batallón de
“Ferrocarrileros” como esquiroles pero ninguno de sus hombres pudo mover
un buque y se convirtieron en burlesco. Luego avisaron por toda la ciudad
que la tropa protegería a los obreros que se retiraran de la huelga, y no se

* Tal hecho tuvo lugar en Ibagué, luego de una espléndida recepción popular, cuando
el Cabildo quiso “halagarla” con una copa de champaña en sus salones. El público se
aglomeró junto al edificio, ocupó patio y corredores mientras que los “escogidos” alzaban
sus copas. Como era de rigor, el oferente pronunció un discurso de fronda demagógica

188
Los AÑOS e s c o n d i d o s ] [ Bajo el signo de la esperanza (Año del tercer congreso)

movió nadie. Resultado, alzando los puños los obreros consiguieron mejor
comida, diez minutos para el desayuno (que antes debían tomar parados),
media hora para el almuerzo, atención en caso de accidente y por primera
vez en la historia del país la siguiente reivindicación:

Punto 10: "En toda fiesta nacional y en la del trabajo (Primero


de M ayo) se reconocerá el jornal doble, si se trabaja, y sencillo si no se
trabaja".

En esa euforia, dirigentes, huelguistas y medio Girardot acudieron


al recibimiento de los que venían de Venadillo, citado en un acto de plaza;
ahí María arengó con su habitual capacidad de estremecimiento y desafió,
porque como era de esperarse la policía estuvo presente, pero posiblemente
al ver tanta gente dispuesta a lo que fuera optó por retirarse a prudente
distancia. El turno en la palabra fue del “M ono”, que cerró el acto con un
breve discurso tan político como poético.

La caravana que venía desde Venadillo se creció en Girardot y un tren


atiborrado de revolucionarios, con la bandera de los tres ochos flameando
en la locomotora llegó a Bogotá el 20 de noviembre de 1926, para acudir al
Tercer Congreso Obrero Nacional, que debía iniciarse en 24 horas.

En la “Casa del Angelito” la política estaba al rojo vivo, había que


dar ideas para cada necesidad, no olvidar un detalle, solucionar cien im­
previstos al tiempo, cosas que hacían con fervor, con pasión. Alguien se las
había arreglado para llegar con anterioridad a conseguir la tela para hacer
las banderas, Julia Bohóquez dirigía la hechura a un grupo de costureras en
la Casa del Pueblo. El acto iba a ser en el Teatro Bogotá, una sala inmensa
con arcos de madera llenos de arabescos a lado y lado; cada columna debía
adornarse con una bandera y habría otras cubriendo el telón y las mesas en
el gran escenario. En las numerosas sillas, cara al público, se sentarían los
integrantes del Estado Mayor de la CON y demás dirigentes.

En algún m om ento María, Elvira y Enriqueta se encerraron en una


habitación para dedicarle un mom ento a cierta situación de la que se rei­
rían por el resto de sus vidas. La amistad entre ellas ya era firme y por lo
mismo, cuando pasaban temporadas sin verse sabían que continuaba el

y lírica, al cual contestó la súper-emotiva revolucionaria arrojando la copa con violencia


al suelo para enseguida salir a un balcón y hablarle al pueblo. Tal hecho fue propalado
rápidamente y comentado, lógicamente, bajo muy contradictorios puntos de vista. Para
el pueblo llano, eso fue una machada!!, (libro citado, p. 840). Torres Giraldo.

189
M a r ía T iía U r ib e

La cuididata de la prciua
LLCMlSIWADODELI.DEIIDUSTItlASmiA SIDO IIF B IIIM If lIS E S m iB U C W E IlU r t K M C n i
jefe del EJE«crro eh cibardot asigham a u u t o y e m o « t a a m i a io e u s a u . p u iíu l e s esta*
U S NAVIERAS UMJOU1CIO» DEL PAIOtOMO. El GIIAIKT IHTERESADAS EX ¡jUEJIOSISA U HUELGA
UTIL 1 U *U. Bttft «R WMn U M I4U K El LO* rlHOCMUHIt M 1« nmflUfl 1« COMiSTKN U K l ’M* T MMU
Ll 1 * 0 0 » « L» t'Ttm'CK» Ml ««IlftO U El "»■ HIUMkM. M i l CMUM u a U.TO WDNiH U I M U M IC-
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r> : -SSe^átxa:'áagarjSgat £ S ? 55rSf^¿

mismo entendim iento en lo más importante y en lo trivial también. Para


esa ocasión, m om ento tan ansioso y largamente esperado, habían planeado
con anterioridad lucirse hermosas; no se trataba de agradar p a ra merecer
porque tenían objetivos concretos, simplemente, como las demás mortales,
del encanto fem enino nunca estuvieron ausentes. Elvirita se había encar­
gado de conseguir atuendos, lo que hizo con creces porque sus dos tías,
encanecidas y peripuestas, muy de acuerdo con las actividades de la joven,
sacaron lo que creyeron mejor de su baúl para que ella se presentara ante
sus compañeras con cajas que contenían vestidos de terciopelo, sombreros
recargados, bolsitos de brillantes y una colección de cuellos de encaje de
bolillo, como si se tratara de prendas para salir a una representación teatral.
Antes de abrir las cajas se sintieron abrumadas y curiosas, luego se midieron
la ropa y estando en esas Ies sobrevino una risa entrecortada que derivó
poco a poco en carcajadas porque no se veían a sí mismas elegantes sino
disfrazadas, o como vestidas por sus enemigos. Terminaron por hacer a un
lado tanto destello, flecos y lamés y se fueron al acto tal como eran.

Mientras tanto, en la casa del pueblo se agolpaba la gente; letreros de


bienvenida, hojitas de instrucciones, Tom ás y el “Negro” Guerrero firmando
credenciales, intercambio de periódicos. En la cocina habían montado las ollas
desde el alba y los niños repartían el “Romancero” que Doña Carlina y el señor
Mancera editaron para la ocasión. Contenía páginas ilustradas, versos de Julio
Flórez, frases de discursos vibrantes y la letra de un himno poco conocido
que el Maestro Gaona (padre) y el violinista Carlos Arturo Rodríguez habían
enseñado a niños, jóvenes y un grupo de mujeres para que lo cantaran por
primera vez al día siguiente: se llamaba “La Internacional”.

190
Los a ñ o s ESCO ND ID OS ] [ Bajo el signo de Ia esperanza (Año del tercer congreso)

El s o l de e s t a h is to ria

No era el inicio de una historia sino el capítulo siguiente, la conti­


nuación del pensamiento y acción de José Antonio Galán, en un evento que
no correspondió exactam ente a un Congreso sindical sino a un encuentro
abierto y revolucionario de organizaciones.

El teatro ya estaba lleno y aún quedaba afuera gente ansiosa por


entrar, por lo que invito al lector a imaginar la escena.

Cuando apareció en la calle el nutrido grupo de mujeres encabezado


por María Cano, los compañeros se quitaron el sombrero haciendo venias,
les cedieron el andén y como quiera que la presencia femenina infundía
ánimo, al entrar al teatro la ovación no se hizo esperar. Con otra aclamación
fueron recibidos tres hombres que llegaron en bloque con otros dirigentes:
Torres Giraldo, Tomás y Mahecha. Con anterioridad Mahecha había esta­
do encarcelado, mediante un buen m ontaje por la supuesta muerte de un
esquirol. Durante su cautiverio los socialistas multiplicaron sus petardos y
en actos públicos, varios de ellos protagonizados por María en Antioquia y
Tomás en Bogotá, reclamaron su libertad y la de diez compañeros más. Ese
día en el teatro, a manera de homenaje al líder, se fijó un inmenso cartel con
una frase que Mahecha esgrimió en la primera huelga: “Las libertades no
se piden, se toman”. En aquella época en que la consigna era novedosa,
esa frase -d ecían - se volvió nacional.

El gran ausente era Q uintín Lame. El “Cacique de Tierradentro”


una vez más estaba preso. “Cada indio de América debe ser dueño de un
pedazo de tierra” -h abía d ich o- “Mi compromiso es con mi pueblo, mi
misión es bajar del m onte al valle a defender la raza indígena proscrita”.
La liberación del dirigente indígena se convirtió allí mismo en un propó­
sito, cuestión encomendada a M aría Cano quien posteriorm ente no dejó
piedra sobre piedra para conseguirla; entraba sin permiso para hacerse
oír de m inistros y parlam entarios m ientras los socialistas convocaron al
pueblo bogotano a una dem ostración de fuerza que resultó sobrada, el 30
de noviembre de 1926.

Preso también estaba Vicente Adamo, extranjero para las autoridades,


hermano para los campesinos del Sinú y los revolucionarios de entonces que
valoraban en toda su dimensión el que alguien dejara su terruño para venir
a compartir la suerte. No se trataba de la sola prisión; como Savinski en los
días del Segundo Congreso, el turno de expulsión era ahora para Adamo,

191
M a r ía T il a U r ib e

razón por la cual ni él ni la incansable Juana Julia Guzmán, su compañera,


pudieron asistir al congreso donde los esperaban.

Dos intervenciones femeninas enmarcaron el acto del Tercer Con­


greso: las palabras de inaguración de Sofía López, la “Flor del trabajo de
Bogotá” y el discurso final de María Cano. Entre las delegaciones, además
de las que venían de Venadillo estaban las representaciones de empresas
Públicas Urbanas, Ingenios Azucareros como “La M anuelita”, Agrícolas,
Petroleros, Inquilinos, de Transporte fluvial, Ferroviario, Obreros de la
Construcción, en fin, toda la gama de trabajadores de concentraciones
fundam entales elegidos en asambleas y conferencias regionales, lo que
garantizaba fuerza y respaldo para sus decisiones. De todos ellos emanó la
propuesta para los nombres de la mesa directiva, momento solemne porque
los aclamados juraron defender la bandera de tres ochos: ¡Salud y revolución
social! Luego se generalizó el coro con la letra de la introducción del Himno
Nacional de C olom bia’ : ¡Hoy que Ia am ada patria nos con vida/y que debemos
todos com batir/ hemos de d ar por ella nuestras vidas / que morir por la patria
no es m orir/ es vivir!. Y a continuación: Arriba los pobres del mundo/en pie

* Esta disiente frase del Himnio Nacional fue suprimida sin saberse cuando ni por quienes.

192
Los AÑOS e s c o n d i d o s ] [ Bajo el signo de la esperanza (Año del tercer congreso)

los esclavos sin p a n / y gritemos todos unidos/ Viva Ia Internacional! Mientras


tanto se nombraba a Torres Giraldo como Presidente, María Cano Primera
Vicepresidenta, Mahecha Segundo Vicepresidente, Tomás Uribe Márquez
como Secretario General. El último día (4 de diciembre) se constituyó el
Comité Central Ejecutivo del PSR y en votación aparte se eligió como Se­
cretario General del partido a Tomás.

En ese mismo Comité Central quedaron Francisco De Heredia en el


Frente Internacional (específicamente para América Latina), Leopoldo Vela
Solórzano en el de Finanzas y Guillermo Hernández Rodríguez, estudian­
te de Derecho que atendió el Frente Estudiantil hasta casi dos años más
tarde, cuando gestionó su viaje a Moscú. El Frente Estudiantil nació allí
mismo con la presencia del grupo “radical de las juventudes y el obreris­
mo”, im portante sector del Externado de Derecho, Facultades de Medicina
e Ingeniería y algunos núcleos de bachillerato. Estos jóvenes se volvieron
pregoneros de las ideas y vincularon a muchos otros estudiantes al PSR, lo
que no era tan difícil porque en la Universidad circulaban las historias de
los triunfos revolucionarios, a tiempo que los estudiantes observaban que
la política de los dos partidos era estar cerca de los problemas pero muy
lejos de las soluciones.

Un gesto solidario de los estudiantes fué el de unirse a los delegados,


que en uno de los 14 días de sesiones fueron encargados por el Congreso
para solventar una situación de desastre en el sur de la ciudad; se trató de
un caso de emergencia por las inundaciones habidas después del torrencial
aguacero que en Bogotá se denominaba “cordonazo de San Francisco",
especie de diluvio del que no se escapaba la ciudad en los últimos días de
noviembre. Los delegados que vivían en aquel sector llegaron angustiados
y sin pensarlo dos veces, esa tarde medio Congreso salió en auxilio de las
familias víctimas de la lluvia.

Un d e b a te

Habrían pasado pocas horas después de la inauguración cuando


Tomás le dio lectura al “Plan de Venadillo” en la plenaria, documento base
sobre el cual deberían trabajar las comisiones; sucedió entonces que Luis
A. Rozo y Carlos León se apartaron del problema fundamental, la creación
de un partido que enfrentara el poder en unas pocas manos. Ellos sostenían

193
M a r ía T il a U r ib e

que "todo partido político es perjudicial a la acción económica del sindicalismo


y a los principios de la noción de clase"3'

Lo dijo Juan de Dios Romero y ahí mismo se formó un batiburrillo


fenomenal. Como es de suponer el chaparrón verbal no pasó a más porque
los contradictores eran pocos, pero básicamente porque su visión en ese
m om ento iba en contravía del cauce político del Congreso. Este grupo era
heterogéneo; los veteranos decían que no se podía confundir a Valencia con
Rozo o con León, ni a Juan de Dios, a quien le encantaba formar bochinches,
con aquellos dos. A pesar de las contradicciones reconocían sus actividades
y todo lo valioso de su lucha. De otra parte, el hecho mismo de que se les
firmara credencial conociendo de sobra cómo pensaban, demuestra que no
existía tem or alguno en aquel tiempo a planteamientos distintos. En sus
vivencias, Carlos Cuéllar hacía esta breve referencia:
Después de que se retiraron Rozo, León y Juan de Dios, las sesiones pa­
recían inspiradas por la cordialidad. Ellos se fueron a sacar unos carteles
contra la CON y el PSR, para su mal, y tuvimos que contestar con otro
que redactó Tomás con energía pero sin destemple, para no confundir
a los trabajadores. El “Negro”, D ’ Achiardi, el “M ono”, “Tata” y otros sí
tenían una pelea casada con los anarquistas, era una pelea política por­
que por otra parte si se necesitaban se buscaban... decían que fuera del
problema central no existían diferencias ideológicas irreconciliables... No
se trataba de luchas de poder, no había caso, lo que sí tenía un límite era
que trataran de obstaculizar la organización del partido...

Ese limite se presentó con el grupo mencionado que vivía en Bogotá,


por su rechazo a toda forma de autoridad. Rozo y León, pero particular­
m ente Juan de Dios tuvieron una labor de oposición y enfrentam iento que
los llevó a una relación equivocada con los socialistas la mayoría de las
veces. Pero no toda su labor fue negativa, porque, tal como lo vieron otros
ojos, ellos libraron muchas batallas contra la opresión y se entregaron a la
causa que consideraron justa.

Enriqueta narraba historias personales y colectivas donde tenía


arraigo la com prensión para tratar de lograr m ejores formas de conviven­
cia: es cierto - d e c ía - q u e el anarquismo que estaba en cabeza de Rozo perdía cada
vez m ás terreno, pero es falso que hubiera desaparecido; Valencia trabajaba en
favor de los cam pesinos en Fusa, pero quería ser él solo; Ju an de Dios unas veces
nos insultaba y otras se acercaba a darnos la mano. Relataba ella que entre el

31 Periódico El Tiempo, noviembre 30 de 1926

194
Los AÑOS ESCO ND ID OS ] [ Bajo el signo de ¡a esperanza (Año del tercer congreso)

escepticismo, la duda o la aceptación de sus compañeros había solicitado


que se le extendiera credencial a Juan de Dios, como se había hecho con
Valencia, León y otras personas. Hasta ahí esa amistad había sido estrecha
(quizás es un poco exagerado el verbo) aunque Enriqueta no le perdonaba
a Juan de Dios que entrara en cuanto corazón femenino latía. De ahí en
adelante los diálogos se espaciaron, las confidencias terminaron pero si­
guieron intercambiando favores, datos, libros y periódicos.

Fuera de Bogotá hubo otras corrientes anarquistas de significación,


como en la Costa, lejanas ya de las primeras etapas anarquistas europeas
porque no rechazaban las luchas económicas reivindicativas, ni a los in­
telectuales en el seno de las organizaciones obreras, ni invitaron a acción
alguna de tipo destructivo.

Com o correspondiera a tiem po más moderno y a otra realidad,


fueron grupos y personas que impulsaron las organizaciones sindicales
y crearon conciencia en varios sectores: la Zona Bananera, las Ligas
de Inquilinos, los m ism os petroleros, etc.; muchos dirigentes fueron
formados con sus enseñanzas y su ejem plo. Si en Colombia aquella
corriente no llegó a desarrollarse considerablem ente, como en algunos
países latinoam ericanos, seguramente se debió a que en su práctica, una
vez enfrentados a la solución directa de los problemas, recurrieron pre­
cisamente a las formas de organización que teóricam ente rechazaban:
en Barranquilla y en la Zona formaron sindicatos, en Bogotá se creó la
Unión Sindical, Juan de Dios gestionó docenas de personerías jurídicas y
así muchos otros ejemplos.

A PROPÓSITO DEL LIBRO “ L O S INCONFORMES” Y

de T o rres G ir a l d o

Después del informe de la CON y de su decisión de crear la Federa­


ción Obrera Nacional de los transportes fluviales y terrestres, el Congreso
en pleno tom ó la de fundar el Partido. Para ese paso existió una comisión
de estudio, de la que habló Torres Giraldo en Los Inconformes (pág.846) así:
"La comisión creada especialmente para estudiar la iniciativa de la fundación
del partido presentó en la sesión plenaria del 2 de diciembre sus conclusiones
en todo favorables a l pensam iento mayoritario del Congreso". ?Cómo explicar
entonces que tres páginas antes (843) hubiera afirmado: "Debemos anotar

195
M a r ía T i la U r ib e

que los dirigentes del Congreso no teníamos ni pensado ni previsto el caso, los
iniciadores del partido improvisaban y la m asa de los delegados espontaneista
y alegre, aplaudía".

Tal contradicción nunca se la explicaron los veteranos socialistas que


alcanzaron a conocer la primera edición, como tampoco la afirmación que
se encuentra al final del capítulo donde narra el Tercer Congreso: "Debemos
anotar aqu í que todos los miembros del prim er ejecutivo fueron después miembros
del PC” (848). Incomprensible -d ecían - porque fue de dominio público que
Tomás, Mahecha y María Cano nunca ingresaron al Partido Comunista.
Otros líderes socialistas comentaron que en 1930 Ignacio ya estaba más
cerca de los nuevos que de sus compañeros del PSR y agregaban: Desde
ese tiempo Torres Giraldo evitó cualquier posible influencia de estos tres
dirigentes. Cuando regresó de Moscú en 1935 fue nombrado Secretario
General del Partido Comunista hasta 1942, fecha en que ese partido pro­
dujo su expulsión, por sus métodos de trabajo, pero también con acusaciones
injustas e ignominiosas. Sin embargo, había compartido con ellos aquello
de que su pasado político en el PSR era pecaminoso.

En cambio, para nadie resultó sorpresa el tratam iento que le dio a


Mahecha en el siguiente capítulo, donde lo ataca sin ningún miramiento
y le desconoce su capacidad de organización. Quienes vivieron esa etapa
observaban que Torres Giraldo nunca sintió aprecio por el hombre que pre­
cisam ente organizó la Unión Sindical Obrera de Barranca. Era un problema
personal pero tam bién político: la formación en la URSS era inflexible, no
concebía autenticidad revolucionaria a quien estuviera por fuera o al margen
de los partidos com unistas. Según Torres Giraldo (de épocas posteriores
a los veinte), "... Los dirigentes pro-m arxistas hemos juzgado siempre la línea
revolucionaria por la actitud hacia la Unión Soviética” (1013) y la actitud de
Mahecha, si bien no fue contraria tampoco resultó incondicional. Esa misma
formación atribuía categoría política solo a quien recitara de memoria frases
de los clásicos. Que sea el libro el que hable: "... Sus discursos revelaban - dice
de M a h ech a - ausencia casi de todo conocimiento sobre la revolución soviética,
pero en cam bio rico arsen al en su memoria de grandes y pequeños episodios de
la s luchas popu lares en C olom bia...” (852).

En todo caso esas relaciones nunca marcharon bien. Mahecha le criti­


caba su sobredosis ególatra y a Torres Giraldo le desagradaba la personalidad
irreverente de M ahecha (incluyendo un chiflido deliberado que utilizaba
Mahecha para llamar a sus amigos). Dudo de que Ignacio fuese un hombre

196
Los AÑOS e s c o n d i d o s ] [ Bajo el signo de la esperanza (Año del tercer congreso)

amable, sospecho que era bastante difícil, frío, pero los hombres que han
influido en las organizaciones avanzadas no siempre han sido personas en­
cantadoras. Ignacio (1892-1968) era un hombre de figura elevada, delgado,
con una nuez prominente; hablaba a saltos, repetía las últimas palabras de
sus frases con énfasis y persistencia, se calmaba o enardecía según el caso.
Entonces me parecía que se aumentaba su estatura y a mis ojos de niña su
aspecto me hacía pensar que era un prestidigitador. Unas veces hablaba de
María exaltando su capacidad, otras la minimizaba (y esto hasta el fin de
sus días); si ella estaba presente simulaba no darle importancia; le corregía la
postura, las palabras, le anotaba el más pequeño detalle o se venía lanza en
ristre por su descote, su despeinado o las pepas que a él le parecían impúdicas
en su collar. Era en esos momentos que Enriqueta terciaba solidarizándose
con María, y él, agitando sus brazos como aspas de molino, escampaba los
chaparrones que “Tata” le enviaba con centellas de humor. Mientras tanto
María permanecía callada. No resulta sencillo comprender cómo una mujer
de las ideas y personalidad de María Cano se comportara con él con esa
mansedumbre. Enriqueta lo fustigaba y era directa: ?Y en la casa, cómo va
la democracia^ O ante sus justificaciones de ancestral machismo le decía:
Usted tiene recursos dialécticos para todo.

A Torres Giraldo debemos el que no se haya perdido definitivamente


la historia de esa época. Los Inconformes han sido el punto de partida, pero
quizá, por tratarse del único protagonista con un cargo directivo en el PSR,
se han tomado muchas de sus citas sin ningún reparo. Hay que reconocer la

197
M a r ía T il a U r ib e

importancia de su trabajo y toda esa información consignada por años. Sin


embargo, Ignacio escribió sus libros muchos años después de haber regresado
de la URSS y haber sido el máximo dirigente del PC, por lo que sus conceptos
y la interpretación del papel jugado por el PSR ya habían cambiado.

Y una anotación para tener en cuenta finalmente, <jue no está por


demás, es la hipótesis, sostenida por diversas personas, que piensan que a
Los Inconformes, en su primera edición se le hicieron correcciones y cambios,
en relación con los originales manuscritos.

A r t is t a s , in t e l e c t u a l e s y m a c h e t e r o s

Se ha dicho que la presencia campesina era mayoritaria en el Con­


greso. Cierto es, ante todo por el tipo y atuendo porque los obreros de
las plantaciones de cacao, caña, tabaco, las bananeras y otros se vestían,
pensaban y sentían como campesinos; al fin de cuentas era ese su origen.
Por entonces se usaban pañuelos “rabo de gallo”, sombreros “jipa”, ruanas
de lana o ponchos de algodón según el clima de donde procedieran e inva­
riablemente se colgaban al cinto machetes envainados en cuero limpio. De
ahí la palabra m acheteros, con la que en el PSR se denominó a la masa que
colmó sus filas, especialmente a los cortadores de caña de Puerto Tejada y
a los cortadores de banano.

Y con los macheteros, nuevos y viejos intelectuales radicalizados,


entre ellos Abel Botero, Napoleón Molina, Pablo Emilio Sabogal, Castrillón,
M oisés Prieto; algunos quedaron vinculados al ejecutivo. O tro grupo de
ochenta estudiantes destacados, entre ellos José Francisco Socarrás formaron
parte de toda esa ola de apasionante fogosidad presente en el Congreso. El
acuerdo era transm itir a las organizaciones populares que organizaran la
resistencia. ¡Úsese la huelga! fue la orientación dada a los centros obreros y
sus órganos de prensa; perentoria advertencia de esa generación interesa­
da en provocar respuestas, plantear propuestas y dejar para sus hijos otra
manera de vivir.

Los demás puntos aprobados en la plataforma reiteraron y afian­


zaron acuerdos anteriores, con los cuales se id en tificaron los recién
ingresados:

-Trabajar prioritariamente entre los grandes sectores de trabajadores


de laciudad y el campo buscando preparar el terreno para la revolución
social.

198
Los AÑOS e s c o n d id o s ] [ Bajo el signo de la esperanza (Año del tercer congreso)

-B u sca r c o n ta c to con los m o v im ien to s rev o lu cio n a rio s del


Continente.

-Llevar a la práctica la huelga electoral.

Esta última cuestión nada fácil porque significaba un desafío abierto


para el régimen y un debate político de profundidad. Es de anotar que la
huelga electoral no tuvo para los socialistas carácter de principio.

Los fundadores del partido convocaron a corto plazo una Convención


Nacional en La Dorada con el fin de mejorar y activar los aspectos organizati­
vos, ampliar los Frentes Unicos y aprobar finalmente el programa. Asimismo,
reiteraron la atención a los presos sociales. En el plano sindical renovaron el
impulso a la CON, también denominado Secretariado, que creó a partir de
esa fecha la Sección de Trabajo anti-imperialistade la Confederación.

Para el primer período proyectaron como fundamental la búsqueda de


formas organizativas que garantizaran la ejecución de sus planes. El punto
de partida consistía en buscar un estilo de trabajo que generara : buenas
relaciones políticas cotidianas. A eso contribuía el libro que Tomás acababa
de escribir con el título Rebeldía y Acción,32 un documento que elaboró
para la futura formación de los jóvenes, en el que recogió lo que creyó mejor
del socialismo criollo a través de preguntas y respuestas. Después de la elec­
ción, su discurso copó el tema: "Valorar las capacidades de ¡a gente, rotar las
responsabilidades y darle paso a los jóvenes para que dirijan sus luchas". Entre
abrazos Tomás entregó el puesto de la CON a otro compañero pues "ningún
cargo será definitivo", para dedicarse por entero a la tarea del Partido.

Tocaba a su fin el Congreso. Los artistas que venían contribuyendo


en las veladas populares y obreras habían puesto el toque alegre con una
presentación teatral dirigida por el comediante Rafael Burgos, muy conocido
entonces por sus comedias ligeras y también trágicas. En los entreactos se
escuchaban flautas de millo, chuchos y peinillas envueltas en papel celo­
fán para acompañar sus cantos; y los siete hermanos Nieto, humoristas y
músicos, hacían reír y participar a la gente repitiendo estribillos y cantares
populares. Estos hermanos punteaban el tiple, tocaban las cucharas de
palo de naranjo y uno de ellos era un virtuoso de la bandola. En una de
las últimas noches de noviembre se fueron a dar una serenata a la casa del

Periódico La Humanidad, Cali, junio 26 de 1926; y en Archila Neira, Cultura c identidad


obrera, op. cit. pág. 115.

199
M a r ía T il a U r ib e

200
Los AÑOS e s c o n d i d o s ] [ Bajo el signo de la esperanza (Año del tercer congreso)

“Angelito” que alojaba en esas noches un número considerable de delegados;


la fiesta se prolongó hasta el amanecer y fue memorable, más que a nadie
para Tomás, por ser el día de su cumpleaños.

El 4 de diciembre fue fecha de despedidas: cuántos abrazos, caras


alegres, parabienes. El espíritu de los revolucionarios se había afinado en
las maratones del Tercer Congreso y el signo de la esperanza se les veía en
la frente. Cada quien retornaba a su plantación, a su mina, a su máquina,
a su hogar. Los socialistas bogotanos recogieron las banderas para otra oca­
sión y el grupo de costureras se fue a rezar el Angelus en acción de gracias,
a tiempo que los dirigentes se sentían más entusiastas, más decididos y
más inteligentes.

La adhesión a la Internacional Comunista, propuesta desde el Primer


Congreso por Luis Tejada y el grupo comunista, había sido aprobada. Este
punto también fue consignado por Torres Giraldo en sus libros. Valga ahora
actualizar las versiones de otros veteranos y algunos comentarios, para los
cuales pido de antemano la indulgencia de los entendidos y la paciencia de
los desentendidos.

C o i n c id e n c ia s y d if e r e n c ia s co n l a IC

En aquel tiempo los revolucionarios colombianos no se oponían a la


IC o Komintern.* La adhesión a la IC les permitía a los socialistas establecer
coordinación con el movimiento obrero internacional y también necesitaban
de su apoyo; entendían que la revolución tenía un aspecto internacional y
al condenar en el Congreso la expansión del imperialismo norteamericano y
vigorizar sus contactos con otras organizaciones revolucionarias de América,
acrecentaban ese aspecto internacional.

Pero aquí surge una primera pregunta: ?en qué se identificaban con la
IC y qué los sep araba de ella¿

Las referencias, los escritos que se conservaron, los discursos, la plata­


forma, el posterior programa, pero sobre todo los hechos, registrados en su

El Komintern surgió como el Estado Mayor de la Tercera Internacional para centralizar


los partidos comunistas en forma rigurosa, trazando para todos ellos su estrategia y su
táctica, siendo, por tanto, un centro único de dirección mundial y dejando en la práctica
sin independencia a ningún partido. El PC soviético tenía influencia total en la Tercera
Internacional.

201
M a r ía T il a U r ib e

m omento por los periódicos, son indicadores que pueden llevar a reflexionar
pese a que no se ha vislumbrado por ninguna parte una polémica rica sobre
estos temas. Es evidente una formulación marxista en su plataforma, por
las conclusiones, necesariamente desprendidas de análisis y además, de
acuerdo con los postulados en aquel m omento de la Tercera Internacional
(línea que vino a ser abandonada en 1935, a raíz del ascenso del fascismo
al poder). Se hablaba por entonces de “clase contra clase” para referirse a la
lucha del proletariado contra la burguesía hacia el socialismo. De acuerdo
con su visión, los socialistas-revolucionarios colombianos al adherirse a la
1C se adherían al mundo del futuro. Cuestión diferente es que como socia­
listas no existieran para la IC, puesto que una de las 21 condiciones para el
ingreso a ella era precisamente abolir ese nombre. La respuesta llegó hasta
después de pasados tres años.

En cuanto a la diferencia, ella estaba en el contenido asignado a los


términos porque no eran los mismos. El PSR arrancaba con una composición
social amplia, reivindicaba al campesinado como el sector mayoritario, resal­
taba de los indígenas su personalidad al conservar sus costumbres, lenguas
y formas colectivas de trabajo como bases materiales. En el térm ino clase
obrera -com o vimos anteriorm ente- incluían al artesanado y en general a la
gente que soportaba injusticias y pobreza entre ellos los artistas, escritores,
periodistas y demás trabajadores de la cultura: "obreros de la cultura" les lla­
maban. Ninguno de estos sectores ocupaba para el PSR un sitio exclusivo,
es decir, eran igualitarios.

Estas apreciaciones (o caracterizaciones) que hacía el PSR contraria­


ban la teoría de que el campesinado era una fuerza de pequeños propietarios
ávidos de tierra, de riqueza y por lo tanto antisocialistas, pensamiento
generalizado de los com unistas europeos. Sobre esto polemizaba la IC; esa
visión sostenía, además, la supremacía del proletariado y la sujeción del
campesinado a este último. El otro ingrediente era la realidad indígena,
de la que no se ocupó la IC, pero que para el caso de América Latina y
Colombia era fundamental. En sus escritos Tomás usaba la expresión "go­
bierno obrero y cam pesin o", pero haciendo referencia a los indígenas y con
dos particularidades: la primera, considerándolos como parte del sector
campesino, con especiales características; la segunda, no supeditándolos a
los campesinos o al proletariado. Reconoció la existencia de un problema
indígena en particular: el proletariado debía orientar su política en defensa
de sus propias reivindicaciones pero respetando las de los indígenas y aso­
ciando las dos hacia un mismo objetivo. En otra parte del mismo artículo

202
Los AÑOS ESCO ND ID OS ] [ Bajo el signo de la esperanza (Ano del tercer congreso)

anotaba, ya refiriéndose a la cuestión indígena: "El partido del proletariado


orienta su política en el sentido de asociar a las suyas las reivindicaciones de los
indígenas". (Ver anexo 2).

Si bien este vocabulario coincidía parcialmente con el de la IC, el


enfoque y análisis de las notas y artículos de Tomás, tanto para referirse
al problema agrario que fue al que más atención dio, como a otros temas,
no utilizó aquella denominación de "dictadura del proletariado". Es proba­
ble que él y obviamente sus compañeros vieran algunas noticias sobre las
polémicas de la IC.

Esas discusiones que eran el plato fuerte en Europa, eran también


novedad y el tema preferido de los círculos “cultos” en Bogotá. Los debates
sobre las tendencias y las inconsecuencias de la Segunda Internacional en
los años 22, 23 Y 24 se dieron sobre todo en el ambiente ameno de la tin­
torería de Savinski, donde se entendía el marxismo de diversas maneras.*
Pero al materializarse el trabajo revolucionario, las polémicas y los escasos
libros que despertaron interés no fueron suficientes (no podían serlo).
Para Tomás -lo repetía en las reuniones y almuerzos domingueros de su
última vivienda- esos análisis no se desprendieron de los libros sino de la
comprensión de la realidad indígena. Siempre admiró la conciencia de su
propio valor, opuesta -d ecía - como lo propio y auténtico, a la inautèntica y
ajena civilización europea. Para él era determinante el papel de los indígenas
en el proceso social colombiano: su resistencia para que subsistieran, sus
culturas. Resaltaba el peso de las intervenciones y la presencia de Quintín
Lame en los dos primeros Congresos.

Afirmar que en el PSR se precisaron las discrepancias con la IC es jus­


tamente lo que no hay que decir porque sería ir más allá de las circunstancias
conocidas. Recordemos que la documentación del Tercer Congreso corrió
la misma suerte de las anteriores y para completar, también desapareció el
informe escrito que Tomás llevó a la famosa reunión denominada “Amplia­
do” en 1930. ¡Qué inmenso vacío para la historia de aquella organización!
¡Qué lamentable que esas evidencias no hubieran servido para preservar la
memoria viva de nuestro pasado!

' Luis Tejada en el Primer Congreso anotaba: “Esos 21 puntos no solo dejan la libertad;
sino “que expresan la necesidad de que cada partido socialista afiliado a la Tercera Inter­
nacional, conserve o asuma una fisonomía nacional, acorde con los problemas particula­
res del país donde exista o nazca". ("El Espectador", mayo 7 de 1924)

203
M a r ia T ua U r ib e

Una segunda pregunta: ¿pasaron por alto la cuestión del nom breí Los
dirigentes del m omento, o por lo menos su núcleo central si bien se defi­
nían como revolucionarios se llamaban a sí mismos comunistas, solo que
al interior de su partido. Si no tomaron en consideración ese nombre ni
lo exigieron al conjunto de miembros y no lo hicieron público, fue porque
creyeron que lo acertado para Colombia era la creación de un PSR, que
con un lenguaje propio y una comprensión de la realidad nacional -d e la
que eran capaces- le diera cauce a sus objetivos. "Ese nombre despertaba
resistencias", afirmaban y fueron cautos en aquellos años. El núcleo que
he llamado central no ignoraba que nuestro pueblo y por tanto la base
social de su partido, especialmente la femenina, era católica. O tro de los
razonam ientos fue el de Torres Giraldo: "Los delegados", en su gran mayoría,
estábam os en la brecha del comunismo (...) Sin embargo, recelamos de crear un
partido comunista, sentimos temor de que pudiera aislarnos de las masas, de que
llegáram os a constituir una secta!" (844).

Y por último: ¿De qué revolución hablaban¿ En varios países de América


Latina y en otros (de los que hoy llamamos Tercer Mundo), estaba la discu­
sión de qué se entendía por revolución, o mejor aún, qué tipo de revolución
se debía impulsar. Algunos creían que la lucha debía ser para desarrollar el
capitalismo y obtener así el propio desarrollo de la clase obrera, única llama­
da a hacer la revolución, seguida de los demás sectores. Esto suponía entrar
en alianza táctica con la burguesía progresista, no pelear con ella, porque era
esta burguesía la que proporcionaba el desarrollo de la industrialización y
tenía algún grado de independencia frente al imperialismo. La denominación
para esta perspectiva era la de revolución democrático-burguesa.

Para otros se trataba de una lucha no interrumpida que diera paso a la


revolución de tipo socialista, (en el futuro sería Cuba uno de esos ejemplos);
en este caso, por lo general, hablaban de revolución agraria-antim períalista.
Sea como fuere se trató de dos concepciones diferentes que dividieron al
mundo revolucionario (polémicas que cobran vigencia con las crisis y fra­
casos de los partidos comunistas a nivel mundial).

En aquella época se partía de analizar si un país era capitalista o no


lo era. Esto porque los teóricos m arxistas (muchos de ellos personas por
encima de toda sospecha) consideraban que los propietarios del campo, los
latifundistas y los terratenientes no eran capitalistas, sino señores feudales
que se oponían al desarrollo capitalista. A su juicio los capitalistas estaban
representados básicam ente por la burguesía industrial; de ahí que la lucha

204
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Bajo el signo de la esperanza (Año del tercer congreso)

de los partidos comunistas fue, ante todo, antifeudal y procapitalista. La


cuestión originó una de las más grandes confusiones asentadas por años.
El quebradero de cabeza para los revolucionarios (sobre todo para los del
Tercer Mundo) era en síntesis, si su lucha debía ser porque se desarrollara
el capitalismo, por no existir, o si ella hacía parte de una lucha que pasara
directamente hacia el socialismo.

Tomás creyó en esta última alternativa y así se entiende al leer con


detenimiento sus cartas, diario y el único bloque de artículos que no se per­
dió. El hacía referencia a: "terratenientes-rentistas, terratenientes- empresarios...
Unos y otros son capitalistas; unos y otros son explotadores". Es decir, no hizo
ningún tipo de contradicción: "Si se es terrateniente se es capitalista". Hizo
referencias al hecho de que en Colombia sí existía un capitalismo y ana­
lizó por qué. Inclusive habló de los "capitalistas mestizos", y de "burguesía
mestiza". Este fue un punto de clarificación respecto a cuál era la etapa que
él preveía para el futuro.

En cuanto a su diario (escrito en 1929), en él aludía a su partido como


la organización que había iniciado la ruptura con el imperialismo tanto inglés
como norteamericano, su lucha contra el capitalismo y todas las desventuras
que este acarreaba, sin desconocer que introducía la modernización al mo­
dificar las estructuras feudales. En la lectura de esas páginas su prosa, que
había seguido el pulso de los terribles acontecimientos de la Zona Bananera,
también tenía la capacidad de desenmascarar el oportunismo y la traición,
y el trasfondo de cada tema era obsesivo: desarrollar métodos opuestos a la
politiquería criolla... en fin, eran ideas anotadas como políticas que habían
sido del PSR. Lo que no aparecía por ninguna parte era el tema de fortalecer
el capitalismo, ni saludaba su crecimiento (o sea que su camino no era el
europeo ni tenía una imagen lineal del etapismo*.

Es interesante señalar que en alguno de sus artículos apuntó: "La


revolución agraria que favorezca a los campesinos pobres y medios con la entrega
de tierras, la colectivización de las mismas, el trabajo moderno de la tierra a través
de Ia técnica y los sistemas de mercadeo, no serán posibles dentro de! capitalismo
"El paso de la revolución agraria-anti-im perialista a la revolución socialista será

’ Para analizar diferencias y particularidades producidas en el mundo a través del tiempo,


el materialismo histórico señaló grandes etapas: comunidad primitiva, esclavismo, feuda­
lismo, capitalismo. ...formas que no en todas partes del mundo tuvieron características
similares ni se produjeron en la misma época. El desarrollo de las organizaciones sociales
ha sido diferente en Europa, Asia y Africa, o América. Esta teoría agregó en continuidad
y hacia el futuro otros reagrupamientos: el socialismo y finalmente el comunismo.

205
M a r ía T il a U r ib e

rápido". Estas ideas de Tomás muestran algunas metas o inquietudes que


tanto él como sus compañeros suponían para una Colombia socialista. Sin
embargo, como no se consumía marxismo y estos temas no eran de manejo
común por esos años, la disparidad con la IC no tuvo un giro nítido como
el que se le dio en el Perú y en otras partes... O por lo menos no quedaron
registros de debates. (Esos análisis tom arían mucha fuerza treinta años
más tarde a la luz de las revoluciones china y cubana). Entonces otras eran
sus preocupaciones: debían prepararse para resistir el gobierno de Abadía
Méndez, del cual estaban seguros, seguiría ensombreciendo gradualmente
la historia de Colom bia y por tanto alistarse para vivir una experiencia
en la que el horizonte era de desafío.

206
C a p ít u l o IX

EL ÚLTIMO GOBIERNO
DE LA HEGEMONÍA
S e a b re e l te ló n

La descripción, hecha con testim onios socialistas de esa generación


casi perdida, que soñaba con que algún día se escribiera esta historia y se
pudiera llevar a las escuelas, retrataba la Hegemonía como un círculo de
poder impenetrable, exclusivo, donde sus dueños desataron una de las más
grandes cargas de arbitrariedad aunque a los ojos de los demás Colombia
aparecía como una democracia. La historia del gobierno de Abadía Méndez
la relataban con un rictus amargo, más o menos así:

\Jn gobierno que no fue respetado ni acatado, una cúpula en el poder donde
cam peaban la zancadilla, el engaño, la m áscara y las influencias, un Alinistro
de Guerra, cabeza de la m aquinaria infernal de las Bananeras, que sin embargo
acabó con fam a de hombre ingenuo y un presidente de caminadito m arcial que
con lo único que se identificaba era con su plata, estuvieron haciendo patria desde
el 20 de julio de 1926.

...E lpaís entró en un panoram a de tempestades, los empréstitos contraídos


con los Estados Unidos ocasionaron la dependencia de los; países latinoam erica­
nos y eso se reflejó en todos los hogares. Ya la injerencia europea, especialmente
inglesa, había decaído en casi todo el Continente, ahora los ojos, mentes, y bolsi­
llos dependían de los gringos. De esa dependencia no todos fuimos responsables,
los nortemericanos no habrían podido imponerse si no hubieran tenido socios
que, a su vez, ganaron en poder y acumulación de riquezas. A ludías fortunas se
amasaron entonces.

A grandes rasgos esa fue la visión sobre aquel gobierno y otros que
en América Latina desataron en la misma época la persecución contra todo
lo que se opusiera a sus designios: personas, partidos, sindicatos, grupos
o sectores rebeldes o simplemente en desacuerdo. Si éstos eran fuertes y
amenazaban la alianza, los gobernantes criollos pedían ayuda de sus pro­
tectores gringos. Tal el caso del desembarco cómplice de cinco mil marines
a Nicaragua en diciembre de 1926.

Pero a cada caso un tratam iento adecuado. Uno de los países con
más alta inversión norteam ericana era Chile y en el litigio que por aquel
entonces se presentó entre ese país y el Perú, el fallo arbitral lo dio el go­
bierno de los Estados Unidos favoreciendo al país austral. Supuestam ente
las intervenciones im perialistas se hacían “en defensa de los intereses de
los ciudadanos estadounidenses”, léase monopolios, por lo que la injerencia

209
M a r ía T ila U r ib e

en los asuntos internos se volvió lo común. Este caso se rubricó con un


solemne compromiso: la oligarquía chilena (que ya había dado muestras
de su criminalidad contra los mineros en Puerto M ont, 1911) aceptó ser la
cabeza de la maquinaria de contrainsurgencia en todo el Continente. De
esa manera se desató en ese país la más rabiosa persecución anticomunista.
Pero partían de un supuesto: aseguraban que los conflictos sociales eran ar­
tificialm ente producidos, inducidos por unas cuantas personas que recibían
órdenes directas de Moscú. Por una parte, esto evidenciaba los dos grandes
campos en que se había dividido el mundo; por otra, las burguesías se tapa­
ban los ojos ignorando el hambre ajena, las enfermedades, las necesidades
de estudio y superación; y esto se sentía como una guerra sin dinamita
pero igualmente mortal. De ahí los conflictos sociales en América Latina,
que fueron dejando un ferm ento revolucionario.

Como de la práctica se extrae la teoría, la guerra interior iniciada en


Chile se convirtió en escuela; si en Venezuela los métodos estaban en bruto.
en Chile los sofisticaron, corrigieran y aumentaron, no para quedárselos
sino para ofrecerlos con experiencia y rutina incluidas a los gobiernos aná­
logos. Así nació este historial de profesionalización de oficiales en el arte
de la represión y el exterminio de las ideas políticas, cuyo primer y más
sobresaliente alumno fue un colombiano, coronel por entonces y agregado
m ilitar de la Embajada en Santiago de Chile, que de discípulo pasó a ser
m aestro con el cargo de “Jefe de la Comisión M ilitar de Estudio en Chile y
Argentina”. A la postre, este fue el hombre que dirigió en persona la masacre
de las Bananeras: el general Carlos Cortés Vargas.

En una nueva etapa el ejército colombiano fue entrenado por las


misiones militares chilenas, formadas a su vez en la feroz disciplina anti­
popular prusiana (alemana). Por entonces la idea de hacerse militar para
defender las fronteras empezó a quedar atrás o en la cabeza de unos pocos
generales, de esos que en la sala de su casa colgaban el sable y la bandera
tricolor para cuando la patria los llamara. Como una leyenda esa corriente
se extinguía para dar paso a la nueva mentalidad, acorde con la convulsiva
situación colombiana, las relaciones con los Estados Unidos y los nuevos
objetivos y no pocos oficiales estaban en esa línea de cambio, entre ellos
el m inistro de Guerra Ignacio Rengifo, que en el gobierno anterior había
desempeñado el cargo de gobernador del Valle.

Allí como en otras regiones habían cogido ventajas las huelgas, la


resistencia, el puño en alto, la palabra y la actitud de las gentes; existía un

210
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ El último gobierno de la hegemonía

aire de rebelión que les provenía de la observación directa y de una reali­


dad que más que todo les pesaba y perseguía. De ese ambiente el nuevo
ministro de Guerra podía hablar mucho, como que vio el Departamento
que administraba completamente paralizado y a la deriva hasta que los
trabajadores del ferrocarril del Pacífico levantaron su huelga. Sin duda eran
un poder y una amenaza no sólo encima de los trenes sino en las planta­
ciones de caña y otras concentraciones cuando de reclamar derechos se
trataba. Había que contenerlos! Y en eso, el primer oficial que estableció
una lógica de la operatividad militar y una estrategia preventiva no fue el
entonces gobernador, que se ocupaba más de llevar una buena vida, sino
su inmediato asesor, el comandante de la Tercera División del Ejército de
Cali, Gregorio Victoria. Era conocido entre la sociedad porque exhibía la
belleza de su enjoyada esposa, entre la tropa por ser un duro y entre los
trabajadores por echa-bala. El inteligente general Victoria contribuyó a
alimentar la cabeza reaccionaria del general Rengifo, quien con investidura
de ministro emprendió dos tareas: modernizar el ejército y trazar la estra­
tegia de contención al socialismo revolucionario colombiano. Dos tareas
y en la práctica una sola que sabía asegurada, porque no estaba.aparte ni
era independiente de las intenciones y los intereses de los altos políticos,
por el contrario, como el agua y la tinta, ejército y gobierno fueron un solo
cuerpo. Esas dos tareas se iniciaron justam ente con el período de elevación
del socialismo-revolucionario.

L a h u e lla de l o s h e ch o s

Hay momentos, hechos y circunstancias claves que en cualquier sem­


blanza del PSR es necesario abordar. Uno de estos momentos fue la tercera
gira de María a Boyacá para llevar el mensaje del recién fundado partido,
también fueron Mahecha, Tomás, Torres Giraldo y otros de sus compañeros.
Esta gira, preparada por la delegación que asistió al Congreso, se desarrolló
en ese período protagónico del PSR, y fue vista así por El Espectador:
María Cano fue puesta en libertad con sus compañeros
...se tuvo noticia ayer de que en las horas de la noche del día martes
fueron arrestados en la ciudad de Tunja las Señoritas María Cano y
Sofía López, Flores del Trabajo de los obreros de Medellín y Bogotá,
respectivamente, y los señores, Ignacio Torres Giraldo, Raúl Eduardo
Mahecha, Tomás Uribe Márquez y Servio Tulio Sánchez, quienes fue­
ron a ese departamento invitados por la Federación Obrera de Boyacá,

211
M arla T il a U r ib e

a fin de que hicieran conocer las labores del Tercer Congreso Obrero
reunido recientemente en Bogotá. (...). Como la multitud le pidiera
insistentemente que hablara, la señorita Cano pronunció una vibrante
conferencia acerca de la creación del Partido Socialista Revolucionario
y de la situación de las masas trabajadoras de Boyacá. (...). Después
de pronunciados varios discursos por la señorita Cano y los señores
Torres Giraldo y Mahecha se presentó al salón donde esto tenía lugar,
una comisión de las autoridades locales con orden expresa de arrestar a
los comisionados del Congreso Obrero. A pesar de las protestas de los
asistentes la orden fué cumplida de una manera estricta. (...).

La condición para la excarcelación fue la de abandonar inmediata­


mente Boyacá, según resolución dictada por el gobernador, y así lo hicieron
con abundante escolta. Pero... aquí viene la versión de Torres Giraldo, en­
treverada con otros datos coincidentes y repetidos por los socialistas:
Pronto reconstruimos la gira y marchando de noche y según el plan para
esquivar los focos principales de la reacción ¡entramos a Sogamoso en
verdadera apoteosis!33 Esta vez se tomaron más precauciones, pues la
policía estaba advertida; la delegación llegó a Sogamoso, allí se concentró
gente hasta del Casanare, y durante tres días estuvimos en trance de
oradores. Pero... desde el primer día se nos dijo que estabamos bloquea­
dos, que las carreteras y caminos comarcales estaban cortados con repe­
tidos retenes de policía para chequear cuando saliéramos de Sogamoso.
¡Caeríamos de nuevo en las garras del horrible jefe! (En Sogamoso no se
atrevería a proceder) Dos choferes de camión que recorrían la ruta hacia
Bogotá, planearon la manera de “pasamos por las narices” del iracundo
jefe policial, y construyeron un túnel de madera en el planchón del más
grande de los camiones y allí se nos introdujo. Luego se cubrió el dicho
túnel con fardos de alpargatas, cajones con huevos, jaulas con gallinas y
costales con frutas, todo de habitual transporte a la capital. Por encima
de tal cargamento gente del lugar cubierta con sus grandes ruanas grises.
Salimos de noche. El camión del túnel marchaba adelante. Al llegar a un
retén nos rodeaban los policías, apuntaban por todas partes la luz de sus
lámparas, y en algunos casos empezaban a introducir varillas de hierro.
Pero llegaba precisamente a la línea el otro camión, arreglado en forma
que se hacía sospechoso, y los requisadores nos soltaban para caerle con
avidez. Después de cada retén nuestro camión reducía la marcha para
descontar la demora del otro. En un retén nuestro camión recogió a tres
campesinos, quienes, al llegar al siguiente y al oír que la requisa empezaba
con el grito “¿Viaja gente en ese camión¿”, contestaron en perfecto coro
de iglesia: “¡No señor, aquí no vamos sino nosotros!” Bueno, la cosa fue
que a la una de la madrugada pisamos tierra de Cundinamarca y allí se
nos desempacó, luego de “pasar por las narices” del iracundo jefe policial

33 Torres Giraldo, Ignacio. Los inconformes, Editorial Latina, tom o 4, pág. 850.

212
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ El último gobierno de la hegemonía

a quien el mismo día dirigimos desde Bogotá un flamante telegrama que


seguramente le afectó el hígado”34

Su estadía en territorio cundinamarqués estuvo alentada por las me­


jores perspectivas que tuvieron a su haber: en el parlamento los amigos del
PSR (Armando Solano, Hernández Rodríguez, Gabriel Turbay Cote, Bossa
Navarro, Cuberos Niño y otros) desataban un debate alrededor de la detención
de los cuatro dirigentes en Tunja, y al regresar a Sogamoso medio pueblo
en las calles estaba esperándoles, a la expectativa. Había llegado el punto en
que la cantidad de apoyo se convierte en calidad, por lo que alojamiento,
seguridad, acompañamiento y bestias para transportarse sobraban.

Después de Sogamoso los dirigentes tomaron direcciones opuestas:


María e Ignacio regresaron a Bogotá en el camión de marras mientras Tomás
y Mahecha continuaron en dirección al Llano, acompañados por otros so­
cialistas baquianos. Y en medio de las peripecias que afrontaron por el acoso
policial y de las adversidades que previeron por las trochas desconocidas, a
toda rienda fueron a reunirse con un grupo de la dirección revolucionaria
venezolana. Ese encuentro selló el compromiso de ayuda a la organización
hermana, paso importante del que algunos veteranos siempre tuvieron qué
decir o qué contar y con el que se dio término a la agitada gira.

Ahora nos resta imaginar cuánto aprendieron en esos días que


comieron en cocinas distintas, las emociones que debieron sentir al ver a
los campesinos aglomerados hablándoles con confianza y la pobreza que
contemplaron y no pudieron olvidar jamás:

Con sólo cruzar las carreteras boyaccnses -escribía Tomás en el artículo


titulado “La servidumbre agraria en Boyacá”-e/ viajero se da cuenta del estado
de esclavitud y miseria del campesino, que vive en chozas sórdidas y primitivas,
ranchitos de terrón cubiertos con p a ja podrida o en galpones junto con los animales
del patrón, usando como lecho cueros o tablas sobre estacas o simplemente en el
suelo; el peón boy acense cantina descalzo y vive harapiento... (Ver anexo 2).

Cuando María regresó a Bogotá Mahecha y Claudina la estaban es­


perando para iniciar la cuarta gira. Debía recorrer el río Magdalena desde
Girardot hasta Barranca, donde se preparaba la gran huelga, e iría acompa­
ñada por Ignacio. Por su parte, Mahecha era esperado con ansiedad por los
trabajadores petroleros y Tomás retornaba a Bogotá para continuar con la

" Torres Giraldo, Ignacio. M aría Cano. Apostolado Revolucionario, págs. 78 y 79.

213
M a r ía T il a U r jb e

estructura organizativa del partido, tarea que había dejado muy adelantada
en Boyacá. "En esas giras Torres Giraldo y Tomás Uribe M árquez se ocupaban
de resolver los problem as políticos organizativos que se planteaban en los Núcleos
Locales del socialismo revolucionario//3S

C o b e rtu ra o rg a n iz a tiv a 1926

Fue por este tiempo que el proceso inició esa dimensión espontánea y
popular sin la cual no hubiera podido ir tan lejos y en ello influyó el hecho
de que los socialistas no hacían de su lucha una actividad aparte, impe­
netrable y propia sino que a ella fusionaban hijos, compañeras, cuñados,
padres, amigos, el señor de la esquina, los vecinos. Ya he mencionado que
esta es la historia de familias enteras.

Entre las cosas que alzó el viento y se llevó el olvido están las formas
voluntarias como se agrupaban familias y parejas en los núcleos locales,
que fueron parte de la base popular del PSR y se multiplicaron por todo el
país. El estilo carecía de nombramientos formales: no existía el “compañero
presidente” sino Pedro o José; el “secretario” era quien supiera leer y escribir
mejor, pero le decían Juan o María o como se llamara. Posiblemente así las
relaciones eran menos distantes, más personales y afectivas. Muchos de es­
tos núcleos venían de atrás, habían sido comités contra la pena de muerte,
grupos barriales iniciados en la protesta o gremios afines no sindicalizados.
O tros despegaban con gentes agrupadas por oficios: núcleos de músicos,
aguadoras, marchantas, deshollinadores, floristas... y si alguien quería contar
acciones de importancia bastaba con que diera el número de núcleos por él
fundados. Gastón Caicedo, típico personaje del socialismo-revolucionario y
afilador de oficio, no dejó ni un sólo organillero por fuera de los núcleos lo­
cales y él llevaba la batuta. Otros muchos compartían la obsesión y llegaron
a calcularse para el año 27 en más de 100 los núcleos locales de Bogotá.

O tro de los niveles de organización fueron las numerosas Sociedades


Obreras. El historiador Gonzalo Sánchez cuenta que a través de ellas se
reclutaba a los m ilitantes del PSR y posteriormente a los protagonistas del
levantam iento del año 2936. Las Sociedades Obreras tuvieron proporciones
nacionales y de ellas se desprendieron a partir del año 26 las Asociaciones

35 Medina, Medófilo, op. cit., págs. 115 Y 116.


38 Sánchez, Gonzalo. Los bolcheviques del Líbano, Ecoe Editores, segunda edición, Bogotá.
1981, pág. 73.

214
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ El último gobierno de la hegemonía

de Segundo Grado Regionales, y otros organismos que tuvieron distintos


nombres: Comités Obreros Socialistas, Centros o Sociedades Obreras, Co­
mités Femeninos de Trabajo, Procomunales Obreras, Cooperativas, etc. La
lista original (que incluimos completa en el anexo 3, se conservó porque fue
otra de las incautadas a Torres Giraldo en 1928) contiene 122 organizaciones
en total. Las primeras son:

ORGANIZACIONES OBRERAS SOCIALISTAS DEL PAÍS

• FEDERACIÓN CENTRAL OBRERA DE ANTIOQUIA


Medellín, Antioquia.
• FEDERACIÓN REGIONAL OBRERA DE ANTIOQUIA
Departamento de Antioquia.
• COM ITÉ OBRERO SOCIALISTA DE SOPETRÁN
Antioquia (Pablo Ruiz).
• CO M ITE OBRERO SOCIALISTA SAN JERÓNIM O
Antioquia (Manuel A. Echavarría).
• COM ITE OBRERO SOCIALISTA DABEIBA
Antioquia (Juan de Dios Betancurt).
• C O M IT É OBRERO SOCIALISTA FRONTIN O
Antioquia (Pedro Elejalde).
• COM ITÉ OBRERO SOCIALISTA YARUMAL
Antioquia (Enrique Mery).
• CO M ITÉ OBRERO SOCIALISTA RIONEGRO
Antioquia (Adolfo Giraldo E.).
• COMITÉ OBRERO SOCIALISTA SEGOVIA
Antioquia (Félix A. Correa).
• COM ITÉ OBRERO SOCIALISTA T IT IR IB Í
Antioquia (José Jaramillo).
• COMITÉ OBRERO SOCIALISTA REMEDIOS
Antioquia (Leonel Olano).
• SINDICATO OBRERO SOCIALISTA ZARAGOZA
Antioquia (Roberto Herrera).
• CENTRO OBRERO SOCIALISTA CONCORDIA
Antioquia (Juan Villa).
• COMITÉ OBRERO SOCIALISTA VALDIVIA
Antioquia (Eduardo Rojas).

215
M a r ía T il a U r ib e

• FEDERACION OBRERA ENVIGADO


Antioquia (Jesús M. Isaza).
• SINDICATO OBRERO PUERTO BERRÍO
Antioquia (Eugenio Cárdenas Villate).
• FEDERACIÓN OBRERA DE CALDAS
Manizales, Caldas.
• CENTRO FEMENINO OBRERO
Caldas - Manizales, Caldas.

Un buen porcentaje de estas organizaciones fue dirigido por artesa­


nos y algunas con existencia anterior se incorporaron al PSR conservando
sus nombres.

Para efectos de su organización los dirigentes socialistas dividieron


el país en 5 zonas, e intentaron darle organización celular hasta 1928; la
primera circular de ese año firmada por Tomás y Torres Giraldo, terminaba
con estas palabras: ■
Es necesario proceder a la organización donde no existe y a la compac-
tación donde ya esté iniciada. Para este fin nos ofrecemos irrestricta­
mente. Donde haya tres hombres libres, se debe construir una célula
revolucionaria. Donde exista un ser altivo se debe clavar una bandera
de revolución.

Por su insistencia en lo que consideraba vital, Tomás mantuvo algunos


criterios para la cuestión organizativa: estimulaba el paso de los jóvenes a
puestos de responsabilidad como una tarea inaplazable, mediante el estudio
y trabajo político. Esta preocupación que ya habíamos mencionado es a todas
luces comprensible, entre otras razones porque en los años Veinte el pro­
medio de vida era muy bajo, Tomás como Torres Giraldo, Mahecha y otros
dirigentes que estaban en tomo a los 40 seguramente creían haber entrado
en la ancianidad. Otro de sus desvelos era la organización en las regiones
y zonas campesinas; el país ocupaba más de las tres cuartas partes de los
casi 7 millones de habitantes en actividades agrícolas37 y una de las tareas
organizativas era la creación de muchas cooperativas en esos lugares.

Sobre cuál pudo ser el número de militantes del PSR no hay respuesta.
Se conserva otra lista con el título original de “clientes del club rotario”, en
que aparecen 177 poblaciones de 15 departamentos con 563 responsables de
actividades políticas y gremiales. Su encabezamiento es como sigue:

37 Bejarano, Jesús Antonio, op. cit. pág 55.

216
Los ANOS ESCONDIDOS ] [ El último gobierno de la hegemonía

CLIENTES DEL CLUB ROTARIO*

ANTIOQUIA

Puerto Berrío: Zaragoza:


Félix A. Correa Roberto Herrera
Jesús Ramírez José H. Tafur
Juan de J. Vásquez Rafael Mejía
Juan C. Londoño Segovia:
Dabeiba: Escolástico Alvarez
Manuel Echavarría Eugenio Cárdenas
Ovidio Prada

Pero aquella organización no era centralizada, de disciplina estricta


que utilizara la crítica y la autocrítica como herramientas de análisis, no se
dio en ella la sujeción de unos organismos inferiores a otros superiores ni
se habló de principios organizativos. Las principales características del PSR
en este sentido obviamente obedecieron a su época, a los razonamientos
de sus m ilitantes más capaces y estructurados y consistieron, como ya lo
hemos visto, en un sistema libre de elección de los dirigentes, un partido
de base social amplia y de raigambre popular y un programa que vino a ser
publicado en 1927. El mismo Tomás, conocedor de la carente organización
de su partido, declaraba en 1929: “¿Que si creo en la eficacia de una revolu­
ción en C olom bia¿ M ientras el partido socialista no organice celularmente a los
trabajadores no solo no creo en esa eficacia sino que juzgo un suicidio colectivo
cualquier intento"31. Añadía en la misma entrevista que para organizar un
partido con base celular se requerían por lo menos seis años.

Falta algo en este recuento, referente a Bogotá y propio para una


crónica sobre el PSR: la historia, relatada por el “Negro” Guerrero, de una
mujercita del barrio de las Cruces, comparable de alguna manera a los
personajes típicos como lo fueron “Pomponio”, “Plácido Plá”, el “Bobo de
los tranvías” e inclusive la “Loca Margarita” posteriormente. Se trata de la
Señorita Conchita” Agüitas de Gualanday”, a quien llamaban así porque
siempre llevaba un canastico con yerbas aromáticas curalotodo: “agüitas,
agüitas de Gualanday” repetía con voz nasal la señorita Conchita cuando

Ver lista completa en el Anexo 3.


El Espectador, marzo 7 de 1929, pág. 4.

217
M a r ía T il a U r ib e

le abrían la puerta para comprarle yerbabuena, manzanilla, hojas de coca,


limonaria y otras para curar el estómago, el corazón, el insomnio... Pues tenía el
remedio para todo. Pero este oficio se le volvió accesorio porque se convirtió
en una especie de “activista” que llevaba razones, informaba sobre sitios de
reunión y anunciaba los últimos o próximos sucesos de “desorden” público.
Al lado de las yerbas o debajo, mantenía volantes y propaganda socialista
que repartía en inquilinatos, casas y tiendas con maneras clandestinas. Así
pasó sus últimos años esta mensajera, envidia de cualquier organización
popular de años posteriores.

U na c u ltu r a q ue l l eg ó m u y hondo

La razón por la cual muchas mujeres acudieron al socialismo-revolu­


cionario de manera individual, colectiva o familiar no fue únicamente
de orden político (de clase) o económico (por reivindicaciones). Podrían
darse uno de estos motivos, o los dos, pero el verdadero imán consistió
en que allí se descubrían a sí mismas como personas, no sólo con fertili­
dad corporal sino mental. Imaginemos una m uchacha que ya no llevaba
la cabeza baja com o su mamá y sus tías, que dejaba de taparse la boca
cuando reía y aumentaba el tono de su voz, se cortaba el pelo “a la garçon”
y se iba a trabajar a un taller. Una compañera de trabajo o una amiga le
contaba que había un lugar frecuentado por hombres donde se hablaba
de tem as terrenales. Ella iba, después de oir que el mundo no se reducía
a la ventana, que allí se derrumbaban las ideas viejas poco a poco, que
podía aproximar su cuerpo al de los hombres sin que apareciera como
pecaminoso; después de aprender y practicar un lenguaje distinto ? podría
volverse atrás, cuando su vida cobraba otro sentido y encontraba razones
para reivindicarse^

El m om ento era propio a las aspiraciones de las m ilitantes, por el


cam bio general de mentalidad en relación con la imagen femenina. In­
cluyendo la moda, que subía de un golpe la falda hasta la rodilla, dejaba
por primera vez las piernas entre medias de seda, bajaba los escotes hasta
donde el pudor de cada chica lo permitía y anulaba los corsets. Arman­
do Solano en una crónica sobre la moda femenina de los años Veinte,
escribió:
“Los teólogos dedicados a la modistería, he aquí una sorpresa que nos
reservaban nuestros tiempos. En los años Veinte, la falda pasó del tobillo

218
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ El último gobierno de la hegemonía

a la rodilla y el escote, de la garganta al pecho; subieron las faldas y


bajaron los escotes. Los curas, que tradicionalmente reglamentaron
la moda de una manera pasiva, porque la censura al respeto estaba
interiorizada, tuvieron que salir al pulpito a hablar de la moda. Esto
evidencia, por lo menos, un cambio en el control tradicional eclesiástico
sobre la vida cotidiana y sobre la mujer, ya que el cura está a la defensiva
desde el púlpito, contradiciendo de hecho su tradicional ofensiva en el
confesionario; es algo que ha cambiado ya en la sociedad, el teólogo
ocupado de la moda...”.39

En el PSR se impulsó con vehemencia todo aquello que fue propio


del socialismo: la emancipación femenina, el plano material de igualdad,
el respeto, los niveles parejos de participación y decisión, en fin, sin que
hubiesen reglas absolutas en estos asuntos entró la preocupación por la
cuestión femenina, contraviniendo la mentalidad tradicional. Se empe­
zaron a tocar temas hasta entonces prohibidos, espinosos, como el de la
prostitución y sus causas. Cuestionaron la campaña que por entonces de­
sató la élite criolla señalando el comercio sexual como “la perversión de la
sociedad”, pero al mismo tiempo estimulando su práctica. Se ocuparon del
vicio de la droga (morfina en ese tiempo) y del vicio del licor, igualmente
combatido a nivel estatal e igualmente estimulado con las políticas fisca­
les que desde entonces se inventaron para aumentar su consumo (desde
allá viene el título que se ganó Colombia de “Estado cantinero”). En 1927
Tomás publicó una serie de artículos con esos temas que le ocasionaron
citaciones y multas del Juez de Prensa y Orden Público; con el último de
ellos titulado “Los Celestinos”, el funcionario lo arrestó por varios días y
remató el castigo con lo que creyó un remedio infalible: decomisarle la
máquina de escribir (Ver anexo 2).

Esa especie de destape recogía agudos problemas y abría las puertas


para la mayor presencia femenina. La palabra, claro, era la comunicación
y en medio de ese modelo de transmisión de la palabra que se vivía en el
PSR, Enriqueta y Elvira daban charlas en serie sábados y domingos a los
núcleos locales que las solicitaban; aclaraban el compromiso socialista
con la emancipación de la m ujer y decían cómo entendían la educación
para explicársela a los hijos. Después extendieron su radio de acción como
lectoras en grupos de obreros y com ités femeninos de trabajo. María

” Tomado de: Correa, Hernán Daño. La cotidianidad cultural y política en los años veintes,
en Jornadas del centenario del natalicio de M aría Cano, Comité Centenario María Cano,
Medellín, 1987, pág. 13.

219
M a r ía T il a U r ib e

utilizaba un desenfrenado juego de palabras para subvertir el orden moral


dominante:
“Sois el gran motor que mueve la prodigiosa máquina del progreso. Si se os
necesita, haced que se os respete. Y un día yo os lo vaticino: se os amará...
Amigas, hermanas mías, quiero que en vuestras mentes y en vuestras
almas se encienda este fuego sagrado que os hará libres. Quiero que, pene­
trándonos en la santa misión del amor, cerca al hombre, no os contentéis
con el sacrificio, que es una fase de la resignación, sino que, valientemente
os unáis para la lucha en la conquista de la igualdad. Jamás os hablaré de
resignación, esto es apocamiento, esto es cobardía...”

También Cecilia de Mancera exhortaba al cambio en las hojas de “La


Libertad”, es decir, las socialistas aflojaron el freno que el ambiente imponía
a las demás mujeres y en esa búsqueda su proceso fue más importante que
el fin, porque al querer transformar la sociedad se transformaron ellas mis­
mas, mucho o poco según el caso. Entonces nuevas visiones de la relación
hombre-mujer llegaron a concretarse: las organizaciones obreras iniciaron
debates sobre su situación tanto en el hogar como en el trabajo; la prensa
popular invitaba a quienes quisieran elevar el nivel de conocimiento y la
formación de la mujer. Escritores y estudiosos dedicaron su tiempo al tema,
entre ellos Jorge Uribe Márquez, que a partir de los expedientes de “ilegiti­
midad” y lo que recogía al interior del PSR, confeccionó e hizo público un
“escandaloso” proyecto sobre divorcio e igualdad entre los hijos porque la
ley establecía completa diferencia entre los llamados legítimos y los naturales
(este proyecto sólo tuvo entrada y fue leído por él en el Congreso nueve
años más tarde):
...La necesidad social y humanitaria de levantar el nivel moral y legal de
los hijos que han nacido fuera del matrimonio, y que la legislación actual
coloca en una irritable situación de parias sin derecho a tener padres, no
obstante no haber pedido a sus progenitores la vida.
Se sanciona a éstos, lo que es obra de sus padres, por una sociedad que se
tilda de cristiana y a nombre de una moral injusta que establece la más
repugnante desigualdad civil entre quienes llevan la misma sangre, las
mismas taras, las mismas virtudes de la raza.
Por tales leyes se pretende establecer diferencias y desigualdades donde
la naturaleza proclama la igualdad y solo para aparentar ciertos conven­
cionalismos y prejuicios sociales; y para libertar a ciertos padres desna­
turalizados que carecen del más bello de los sentimientos humanos: el
amor al hijo escudado en una Ley que impide al hijo llegar hasta ellos
para reclamar el derecho a vivir. Pero si solo el matrimonio por amor es
moral, también lo será solamente aquel en que continúe el amor. El amor

220
Los a ñ o s e s c o n d id o s ]f El último gobierno de la hegemonía

no durará igual en todos los hombres y cuando acabe es mejor para ellos
y para la sociedad que acabe el matrimonio.40

Aún se recuerda el desprecio social que existió para los hijos naturales
y para sus madres, y aunque en los sectores populares esta condición era (y
ha sido) común, aquel desprecio no hubiera significado preocupación de no
ser porque tenía consecuencias en la vida diaria, sobre todo para las mujeres
y los niños. Ellas no podían aspirar a ciertos trabajos si no mostraban la
partida de matrimonio; los niños no entraban como gente decente a la escuela
si en su partida de bautismo figuraba la frase "hijo de padre desconocido".
Eran personas en "pecado mortal" y el señalamiento era inevitable.

L a u n ió n l i b r e

A manera de respuesta y como reflejo de los valores que evolucio­


naban, en las Federaciones y demás organismos obreros cobró sentido
el reconocim iento a la unión libre, en actos que realizaron con toda la
intensidad doctrinaria. El am or como única razón de la unión se convirtió en
una especie de movilizador cultural y surgió lo que llamaron en el PSR “el
contrato libre y amoroso”.

Lo del PSR, como se nota, fue toda una cultura que se metió en la
sangre de las mujeres y hombres de la cordillera, el río, los valles y cafetales,
llegó hasta sus más hondas fibras y los condujo no sólo al coraje de la lucha
sino además al baile y la alegría. En Bogotá seis destacados líderes socialistas
decidieron unir sus vidas antes, durante y después del Tercer Congreso Obre­
ro41. Pero esa cultura no atravesó impunemente los años de la hegemonía,
fue controlada con severidad cuando trascendió su práctica, sobre todo en
Girardot, los puertos del río y El Líbano. De este último lugar Gonzalo Sán­
chez recogió varias actas y cartas ilustrativas en los juzgados o Tribunales,
copias de sentencias de Jueces que calificaron esos hechos como “seducción”
cuando no de “curiosos”42.

Una anotación final: si las mujeres participaban en la organización,


en la ejecución de las acciones y en parte en la formulación de la política era

1 Lozano, Pedro Pablo. El divorcio en Colombia, tom o 1, Imprenta Nacional, Bogotá, págs.
14,15 Y 17.
1 En la defensa que hace Jorge Eliecer Gaitán de Tomás Uribe Márquez menciona su casa­
miento. El texto completo está publicado en El Tiempo, mayo 20 de 1929, pág. 13.
Sánchez, Gonzalo, op. cit., págs. 78,79,82-84.

221
M a r ia T iia U rib h

porque querían que la igualdad marcara el paso. Pidieron entonces control


para la conducta individual, normas disciplinarias para los hombres que
abusaran del alcohol y dieran malos tratos en el hogar. A esas normas de­
bían sujetarse en primer lugar los dirigentes y todos aquellos que juraran
comprometerse. Además, la condena a la práctica de la poligamia y otros
excesos porque no pocos jóvenes socialistas tenían más hijos de los que
un soltero debe tener. Pero se necesitaba más de un siglo para cambiar el
pensamiento y aquella mentalidad que aseguraba la supremacía masculina
en las normas morales. Según narraba Enriqueta, encontraron oposición
abierta entre grupos de obreros y encubierta de algunos dirigentes que
brindaban confianza y apoyo a las muchachas pero sólo para que se ani­
maran a impulsar un pequeño catálogo de reivindicaciones económicas.
En todo caso encabezaron la primera quiebra de la sociedad patriarcal en
nuestro país.

A lia n z a s d e l PSR
Al empezar 1927 la Hegemonía con 41 años, estaba deteriorada pero
conservaba su poder. Por eso el PSR insistió en alianzas y no en aparecer
como un partido conformado sólo por obreros y los de abajo. No obstante,
como no quedaron documentos de debates, uno se pregunta: ¿Hasta dónde
pudieron tener en cuenta todas las dimensiones de su luchad Se sobreentien­
de que el PSR había alcanzado para esas fechas una significación política;
eran fuertes las fuerzas que lo sustentaban, pero ¿midieron el grado de
avance de esas fuerzas^ ¿En qué casos estimaron transitorias o sólidas sus
alianzas^ ¿Calibraron las contradicciones entre las distintas corrientes^ Y
al buscar el debilitamiento político y militar de la Hegemonía ¿previeron
las modificaciones que podrían presentarse^

Es claro que entre el momento de la fundación del partido y el m o­


m ento de la reunión de La Dorada del año 27 cambiaron muchas circuns­
tancias que ya iremos viendo. M ientras tanto, en el terreno de la práctica
habían avanzado las alianzas como uno de los aspectos tácticos del PSR.
Esas alianzas dinamizaron la nueva y nada despreciable corriente socialista,
pero al mismo tiempo, algunos individuos de esos grupos jugaron un papel
nefasto en el destino final del socialismo-revolucionario.

Tales alianzas se dieron en dos direcciones: la primera, con los libera­


les-socialistas, intelectuales a quienes ya nos hemos referido. Con el tiempo

222
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ El último gobierno de la hegemonía

quedaron confusiones y equívocos respecto de esta corriente porque sus


nombres fueron echados en un sólo saco, sin diferenciarlos, a tiempo que
se trataba intelectuales de distinta naturaleza. Los socialistas reconocieron
siempre el valioso aporte de Armando Solano, que renunció a la Dirección
del Diario N acional para ingresar al PSR; Pablo Emilio Sabogal, abogado de
la Liga de Inquilinos que prestó siempre sus servicios gratis; Abel Botero,
“José M ar”, Diego Luis Córdoba, Angel María Carrascal y tantos otros
de Bogotá o provincia. Naturalmente hubo otros, los del papel nefasto, a
quienes se referían los veteranos como aduladores, envidiosos, vanidosos, y
todo lo que caracteriza a ciertos letrados. A la hora final del PSR en que los
dirigentes estaban en las cárceles, el destierro o el cementerio fueron ellos
quienes tornaron en sus manos el control político. Años después, el dogma­
tismo procedió a llamar “pequeñoburgueses” a tirios y troyanos, copiando
esquemas que en nuestro medio trajeron más perjuicio que beneficio.

La segunda alianza la hizo el PSR con una franja de los llamados


generales (los llamaron “Panchos”) de tradición liberal-radical. Para varios,
si no para todos ellos, aún estaban vivas las luchas de la Guerra de los Mil
Días (veinticinco años atrás) y la idea de que “frente a los godos las cosas
se resuelven a plomo”. También para muchos de ellos debía estar viva la
herida por el asesinato del general Uribe Uribe, trece años antes. No quedó
establecido cuántos de ellos eran de carrera y cuántos de campo de batalla.
No conformaban una corriente como tal, eran más bien individualidades,
unidades sueltas seguidores del más destacado de ellos, Leandro Cuberos
Niño; simpatizaban con el socialismo-revolucionario fundamentalmente
por su “antigodismo”, era pues una simpatía coyuntural y débil.

A estos generales un Inri los marcó en vida y hasta después de muertos


por la sentencia que finalmente les dictó la IC, señalándolos como “los viejos
jefes del partido liberal que encauzaron la conspiración del PSR”, “Generales
agentes de Wall Street”, “latifundistas que explotan a sus peones” y “jefes
militares del PSR” (Ver anexo 2). Tales esquemas se repitieron tantas veces
de manera literal después de 1930 en documentos, artículos, discursos,
reuniones y libros que acabaron por ser aceptados como “verdad” y sobre
ellos tuvieron la última palabra no pocos comunistas que metieron el “coco”
en la época prehistórica de su partido. Nadie podría negar -sin generalizar-
que en el grupo de los generales hubo quienes quisieron servirse del PSR,
o los que actuaron atropelladamente, o aquellos que jamás entendieron de
qué se trataba el socialismo, o algún par de retardados a quienes los tenían
en cuenta más por caridad que por eficiencia, pues sobre “Los Panchos” se

223
M a r ía T il a U r ib e

tejieron también anécdotas risueñas. Pero lejos, muy lejos estuvieron de


ser una franja compacta militar con los poderes que les atribuyó la IC; la
prueba está en que sólo uno de ellos figuró con título mayor al de militante
o responsable de algún núcleo local.

Pero, ¿quiénes eran, dónde estaban, cómo actuabany qué represen­


taban estos generales^ Existía entre esta treintena de hombres un común
denominador por aquella tradición bipartidista que venía desde la guerra
de los Mil Días y servía para dividir regiones, pueblos y hasta familias
enteras. Se trataba de la política del “porque sí”, que consistía en que los
descendientes de liberales debían ser “rojos” y los de los conservadores “azul-
turquí”. Para algunos de ellos ya era hora de tomarle cuentas a la Hegemonía,
olfateaban que el PSR podía sacudir la apatía y congelamiento liberal. En
este partido no encontraban posibilidad alguna política o bélica, por eso
volvieron sus ojos a la organización que cohesionaba a la gente y hablaba
de llegar al poder; pues aunque éste no había sido tomado ni en Alemania
ni en Inglaterra nuestros socialistas-revolucionarios estaban empeñados en
variar el curso de los acontecimientos.

Los había también más humanistas que guerreros, que encontraron


de interés los aspectos programáticos y analíticos del PSR y se acercaron a
participar en los debates sobre los grandes temas de justicia social. En donde
puede llegarse a generalizar el pensamiento de los generales es en la veta
nacionalista que los animó: casi todos expresaron su solidaridad con los
militares venezolanos igualmente nacionalistas e inclusive Cuberos Niño,
Nogales Méndez y otros tenían comunicación con ellos y les brindaron ayuda
hasta el año 29. En consecuencia eran anti-imperialistas a su modo, llamaban
a los gringos “los raptores de Panamá”. Y como el sentimiento anti-yanqui
seguía creciendo en Colombia, ya por los acontecimientos de la huelga de
Barranca que para esos momentos (enero 1927) estaba en su punto crucial
o por los atropellos en las minas de oro y en la Zona Bananera, o por la
actitud colonialista de la compañía americana y también por la solidaridad
con Nicaragua, varios de ellos se sumaron a la campaña llamada “Alianza
Dem ocrática” que el PSR adelantaba. El general Nieto, por ejemplo, quemó
por primera vez públicamente una bandera norteamericana en Bogotá y
convirtió su casa en sitio de reuniones de cuantos vecinos del barrio de La
Candelaria se contagiaron por ese viento y ese fuego.

Es imposible precisar o siquiera acercarse al proceso personal de aque­


llos aliados del PSR; cada uno tendría un pasado y un trabajo precedentes

224
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ El último gobierno de la hegemonía

posiblemente mayores en su experiencia militar que en la frescura política


(pero la intención en este escrito es ubicarmos allí donde ya la memoria no
existe para que pensemos lo impensado de esa época). ¿Cuántos llegaron al
PSR accidentalmente1? ¿Cuántos por amistad, conveniencia, convicción o
afinidad en algunos aspectos^ Solo se puede hacer una síntesis de sus acti­
vidades para no aventurarse en hipótesis. En cuanto a sus nombres (faltan
algunos) y sitios de trabajo político, fueron los siguientes:

Cuberos Niño: era para entonces vicepresidente del Senado y poco


después presidente del Directorio Liberal. Según Tomás, aún en cargos
de tanta resonancia era un adversario del estruendo. Se incrustó en los
debates contra la pena de muerte, encabezó en el Senado el rechazo por el
encarcelamiento de los líderes socialistas en Tunja; se sumó a la campaña
de solidaridad con Nicaragua y tuvo otras actitudes de apoyo registradas
por entonces en la prensa.

Nogales M éndez: Periodista barranquillero, vivió en Venezuela por


el tiempo en que Tomás estuvo en ese país; allí se conocieron. Según el
mismo Nogales Méndez dejara escrito43, conoció los suplicios aplicados
en las cárceles de Juan Vicente Gómez, por el horror que esa situación le
ocasionó decidió publicar posteriormente en Barranquilla las atrocidades de
Eustaquio Gómez, primo del sátrapa venezolano, ladrón del tesoro público y
torturador, entre otros, de los colombianos Darío Casaro y Lara Colmenares,
simpatizantes de la causa rebelde. Por esas denuncias el entonces cónsul
venezolano lo demandó ante el Juez Tercero de Orden Público, pero Nogales
Méndez con su particular dignidad y bien documentado como estaba, no
sólo salió vencedor en la querella sino que logró desatar en la opinión pública
barranquillera una verdadera ola de repudio hacia Juan Vicente Gómez y
de simpatía por los rebeldes venezolanos. En noviembre del año siguiente
(1928) el ministro de Venezuela en Colombia desató una persecución contra
Nogales Méndez, a quien el ministro Rengifo ya le había puesto el ojo por
su vinculación con el PSR y los revolucionarios del hermano país.

Pablo Emilio Bustamante; Jo sé del Rosario Duran: mediadores en conflic­


tos y huelgas, el primero en Girardot, el segundo en la Zona Bananera.

11 El artículo titulado El GeneraI Nogales Méndez y el Cónsul de Venezuela fue publicado en el


periódico La Prensa, Barranquilla, noviembre 1 de 1928. En ese diario aparecieron otros
artículos sobre el tema. Biblioteca Departamental.

225
M a r ía T il a U r ib e

General Saavedra (y su hija); D im as Borrero (en Moniquirá): de ellos


rememoraban los veteranos su contribución en ganado, bestias y dinero
para los militantes y grupos socialistas. Brindaron cobertura para hacer
posibles las reuniones con los venezolanos, de quienes se consideraban
igualmente aliados. Para ellos el pensamiento de Bolívar era su más grande
ideal. Anhelaban volver a una Gran Colombia sin fronteras, sin esas líneas
divisorias amañadas, trazadas para dividir los pueblos artificialmente. De
forma similar pensaban los siguientes:

Chaves Pinzón; Galvis (en Bogotá): amigos de infancia, beligerantes,


envueltos en los sucesos del Consejo de Guerra en 1929, sobre el que vol­
veré finalmente.

Justo L. Duran (Bucaramanga): orador, colaborador en Vox Póputi y


donante de periódicos socialistas de los Santanderes.

Dem etrio M oran, H oracio Trujillo; "Teleche" (M edellín): señalados


directamente por el ministro Rengifo de un acuerdo con otras gentes para
tomarse los cuarteles en Medellín en un día no indicado de 1929.

Isidro Parra: Personaje liberal en El Líbano, ni opositor ni colaborador


del PSR, pero amigo personal de algunos dirigentes socialistas a quienes
ayudó.

Vespaciano Jim énez (en Cartagena): único en servicio activo. Se sabe


que mantenía relación con Nogales Méndez y se le mencionó más que todo
porque fue víctima del delirante general Rengifo, cuando este dio por hecho
que venía un barco de Inglaterra con un gigantesco cargamento de armas
para los socialistas. Sem ejante noticia tuvo un despliegue sensacional en la
prensa del país en abril de 1928. En realidad se trataba de un episodio pro­
tagonizado por contrabandistas de armas, extranjeros, que nada tenía que
ver con Colombia, como se aclaró finalmente. El m ontaje lo urdió Rengifo
para evitar la movilización del Primero de Mayo, fecha para la cual hizo
detener a mucha gente incluido Vespaciano Jiménez, supuesto hombre clave
del asunto, con algunos comerciantes importantes de Cartagena.

En las listas de m ilitantes responsables de grupos socialistas, figuran


los nombres de otros siete “generales” en sus respectivas regiones:
Narciso Castellanos Chiquinquirá
Teófilo García Cumaná (Cund.)
Carlos Heredia San Bernardo (Cund.)

226
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ El último gobierno de la hegemonía

Apolonio Cruz Une (Cund.)


Jeremías Castro Quetame (Cund.)
Antonio Valbuena Yacopí (Cund.)
Félix Venancio Pardo Bucaramanga

Otro general figuró en El Socorro, dos más en Guataquí (Cundinamarca);


un pariente político de Soledad Herrera, también llamado general, en
Ibagué; el general Nieto padre de los hermanos Nieto, músicos, en Bogotá
y el coronel Pedro Arguello, en Paime (Cundinamarca). En el Tolima otro
más actuó con la misma calidad. En cuanto a los restantes no se tienen
más datos aparte de las borrosas remembranzas de los veteranos. Quizá
nunca supieron la sentencia que recayó sobre ellos y sirvió de baldón
para los socialistas; quizá el sumarse a los revolucionarios y no a los que
mantenían el statu quo, les hizo morir en paz con su país.

L a p e n e t r a c ió n a l o s c u a r t e l e s

Entre las borrosas remembranzas que acabamos de mencionar fi­


guraban las ayudas que obtuvieron de algunos de aquellos generales para
conocer la intimidad de los cuarteles. Para los socialistas se trataba de hacer
posible lo necesario, y necesario era neutralizar la tropa en la creciente
carga represiva y en su utilización como fuerza de trabajo para romper
las huelgas. Asignaron entonces importancia estratégica a la penetración
en los cuarteles, que comenzó en Bogotá de manera constante a través de
volantes, periódicos, cancioneros y romanceros con páginas ilustradas.
El sistema fue simple pero efectivo y no siempre fue el mismo; necesitó
del concurso de muchas personas, por lo general mujeres y niños que se
rotaban. En principio consistía en envolverle el pan, la panel a, tal cual
librito de ortografía o cualquier otro artículo que los soldados invariable­
mente compraban cada día, en las hojas impresas. Para eso contaron con
algunos dueños de tiendas en los alrededores de los cuarteles (donde hoy
están el Hotel Tequendama y el Palacio de Nariño); después entraron la
propaganda en los carritos que ordinariamente dejaban el bastim ento al
pie de la cocina; también los afiladores y otros pregoneros portaban la
propaganda por si al pasar eran solicitados. Una vez adentro las misivas,
no faltaba el soldado que pudiera leerlas, pasarlas, remitirlas a su pueblo,
guardarlas debajo del colchón o entregarlas a sus familiares el día de la visita.
Y eran de este estilo:

227
M a r ía T il a U r ib e

"En las garras de los reclutadores"

...El cuartel es un antro de corrupción por donde todos los años desfilan
millares de campesinos que la disciplina militar convierte en muñecos
de resorte, atentos al grito del amo o a la señal caprichosa del sable. En
el servicio militar obligatorio se transforma el trabajador del campo en
un ente servil, sólo atento a las personas interesadas en su mansedum­
bre porque saben que así siempre habrá gente dispuesta a sacrificarse
defendiendo los intereses de los privilegiados. Es en el cuartel donde
el hombre se adiestra para matar a sus semejantes; es allí donde se le
enseña al humilde el manejo de las armas que impone la sinrazón del
déspota; es en esos cuarteles donde se fomenta el odio, la vileza y la
insolencia...44

"El partido socialista habla así a las madres campesinas"

...Vosotras, también esclavas, despreciadas por esta sociedad de lobos


voraces, ayudad a abolir el militarismo, oponeos al servicio de recluta­
miento, que demasiadas lágrimas han surgido de vuestros débiles pechos
y de vuestras ya secas pupilas a causa de esa iniquidad (Ver anexo 2).

La orientación de penetrar a los cuarteles se extendía por carta a to ­


dos los dirigentes del país, como en ésta dirigida a Mahecha, Russo, Sixto
Ospino y otros:
...Hay que organizar un movimiento de simpatía individual hacia los
soldados a efecto de procurar la fratemalización, a fin de alcanzar esto
ustedes procederán a imprimir hojas diversas para repartirlas a la tropa,
a la vez que obtendrán la manera de celebrar con algunos grupos de ellos
conferencias privadas de confratemalización.
Tomás Uribe Márquez, Secretario General.45

Tropa viene de “troppus” rebaño, pero en los años Veinte ese rebaño
no fue tan pasivo. En parte esa circunstancia permitió que en la segunda
mitad de la década se llevaran a cabo las conferencias privadas de confraterna-
lización en muchos sitios y en los cuarteles circulara la propaganda con una
buena dosis de malicia indígena. Y no era para menos: crecía el descontento
en las fuerzas armadas por los atrasos hasta de diez meses en los pagos, el
trato cruel, el hambre por la falta de raciones... Soldados, policías y guardia

44 Archivo personal.
45 Aparte de la carta enviada por Tomás en 1928 a los dirigentes de la Zona Bananera. Se
puede leer en su totalidad en el capítulo 11 de este libro. Archivo personal.

228
Los a n o s e s c o n d id o s ] [ El último gobierno de la hegemonía

- ¿Y quieres que devuelva este salchichón?


- Si, y le dices al tendero que que si no me envuelve las
cosas en un folletín más interesante, ¡remos a comprar a
otra tienda.

civil protagonizaron por esos años sublevaciones, protestas, huelgas, “franca


rebeldía”, cuando no deserciones. Algunos de estos casos fueron:

- Protesta por retiro de 30 agentes de la Policía de Ibagué, julio de 1920.


- Protesta del Ejército en la misma ciudad, agosto 1921.
- Sublevación del Ejército en Tunja por falta de raciones, enero de
1922.
- Franca rebeldía de 20 policías en Manizales, noviembre de 1923.
- Huelga de los guardias civiles en Girardot, febrero de 1924.
- Hechos subversivos en Bogotá, abril de 1925.
- Hechos subversivos en M anizales, febrero de 1926.
- Hechos subversivos en Calamar, julio de 1926.
- Conato de rebeldía en Girardot, segundo semestre de 1926.
- Franca rebeldía de la tropa en Bogotá, 1927.
- Deserciones de grupos de soldados en la Zona Bananera, noviembre
de 192 846

Hay que aclarar que con su campaña los socialistas no pretendían


que se dieran insurrecciones en los cuarteles sino la toma de conciencia

Los ocho primeros casos se encuentran en el artículo de Mauricio Archila aparecido en


la colección Historia de Colombia, fascículo 86, pág. 1607. Los siguientes dos casos son
memorias de los socialistas, y el último se encuentra registrado en Arango, Carlos, Sobre­
vivientes de las Bananeras, segunda edición, Ecoe editores, Bogotá, 1983.

229
M a r ía T ila U r ib e

dentro de ellos. A esos conatos de rebelión se sumaron otras situaciones y


el mismo general Victoria expresaba en carta a su ministro:
Quienes prestan el servicio militar no llegan allí por convicciones ciuda­
danas sino forzados por la inscripción. Pero no solamente la tropa llega al
cuartel contra su voluntad sino que allí está mal alojada, mal alimentada,
mal vestida, mal tratada. Y si, además, todos los reclutas provienen de
las clases más incultas y miserables, no solo se dan cuenta que el servicio
militar pesa exclusivamente sobre ellas sino que un gran porcentaje de
esos contingentes es desafecto al gobierno y a las instituciones que rigen
la nación; hay más, esas clases que vienen a los cuarteles traen la simiente
del anti-militarismo, del desconocimiento de toda autoridad y extraviadas
por las disolventes ideas del socialismo, ideas que van apoderándose de la
mente irreflexiva de las masas trabajadoras que así se van convirtiendo
en el problema más grave que habrá de presentársele al país.

El m inistro apretaba los dientes, identificaba al enemigo en calles,


plazas, im prentas, en la tienda de la esquina, el taller, la fábrica, los vecin­
darios pobres y hasta en las mucuras de los niños que recogían agua en el
“Chorro de Padilla”; pues hasta ellos llegaron los detectives del “hombre
púas” para romperles los chorotes en búsqueda de propaganda. Entonces
concibió el “D ecreto 707 de Alta Policía” que dictó en abril de ese año 27;
según su letra, la policía secreta podía allanar cualquier recinto, prohibir
reuniones, prohibir la palabra en público y arrestar por “sospecha”. Es de­
cir, con ese decreto se iba a la cárcel medio pueblo para que el otro medio
escarm entara. Peligroso y tramposo, quiso sujetar a la gente para pedir
permiso de ejercer sus derechos, mas no lo consiguió con el Decreto.

Desde luego, esto no fue una respuesta exclusiva para la infiltración


a los cuarteles sino, en general, por el ascenso del socialismo-revolucio­
nario y del movimiento obrero. La radicalización de los conflictos a partir
de enero de 1927 incluía amenazas de huelga general, violencia defensiva
y agitación revolucionaria con el consiguiente resultado de la movilización
radical y la solidaridad de los sectores populares y medios. Todo esto estaba
determinado básicamente por dos causas: la tremenda situación económica
que se soportó en ese período de inflación, acaparamiento, especulación,
“serruchos” y demás lacras conocidas, y la comprensión generalizada de esos
mismos sectores de defenderse de la llave estado-patronal-fuerzas armadas.
En este último aspecto fue clave el papel jugado por el PSR, con todos sus
errores, en la historia de las luchas sociales en Colombia.

Cuando el decreto se dio a la luz, en vísperas del Primero de Mayo,


habían transcurrido 3 de las 10 huelgas que se dieron ese año: un mes antes,

230
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ El último gobierno de ¡a hegemonía

la de los choferes de Bogotá; dos meses antes, la de los ferroviarios de Am-


balema y en enero la gran huelga de los petroleros en Barranca (segunda
en su historia).

El ministro era ahora el hombre fuerte, líder de la caverna por su


profunda filosofía: si el PSR y sus huelgas significaban la chispa incendiaria,
su objetivo era eliminarlos. De esa manera los hombres de bien podrían vivir
tranquilos, especular tranquilos, acaparar tranquilos y condecorarse los unos
a los otros por compatriotas. ¡Atrás el PSR y sus asquerosas utopías!

Y para utopías -co n tab an - “Tabaco” y “Fray Lingote”. Dos cronistas


discípulos del “Negro” Guerrero y campeones en la multiplicación de hojas
que se iban para los cuarteles. “Tabaco” era el mismo que había tenido su
“bautizo” de comisaría cuando lo cogieron empapelando las paredes de Pala­
cio, al que le decían en privado “Burroienko”; adoptaba las poses de Trotski
y usaba anteojitos diminutos y gruesos como aisladores de piano. Estos dos
tipos nunca se separaban aunque conformaban una pareja de contrastes: “Ta­
baco", bajito y enjuto, “Fray Lingote” alto y “cuajao”; el primero hablaba en
forma desfallecida mientras el segundo era atropellado; calmado era “Tabaco”
y el otro parecía una mata de nervios. Se parecían en cuanto que ambos eran
soñadores impenitentes, para su archivo intelectual redactaban entre otros
el esbozo de una constitución para cuando Colombia fuera socialista. Uno
de los dos tuvo en sus manos una carta de los revolucionarios venezolanos,
cartas que terminaban con frases de Bolívar y ambos se las arreglaron para
hacerla llegar a un oficial mala sangre, comandante de guardia de Palacio, o
mejor a la boca del mismo porque se la metieron entre un pan. Sobra hablar
del castigo que le infringió al batallón pues la frase decía:
“Maldito sea el soldado que dispare contra el pueblo, y si lo hace, se quede
sin patria y sin bandera”.
Simón Bolívar

LA HUELGA DE BARRANCA EN LOS OJOS DE UN ADOLESCENTE


"... La relación, correspondencia y coordinación de los líderes socialistas
era intensa: eran ingeniosos, porque las cartas no siempre llegaban. Ven­
cían las distancias a lomo de muía o caminaban, utilizaban el telégrafo,
los trenes o los carros de manivela que había que empujar. Pero ellos no
siempre podían desplazarse por trochas y ferrocarriles, por eso muchos
jóvenes hacíamos de correo: el correo rojo. Caminábamos por días con
un morral al hombro que por la noche nos servía de almohada o nos tre­
pábamos a las embarcaciones del río o a los vagones, a veces viajábamos

231
M a r ía T ib \ U r ib e

escondidos entre los bultos de café o de carbón. Así fuimos a Cali, Honda,
Barranca, Tunja, nos le medimos al Magdalena y recorrimos regiones del
Tolima, Santander, Cundinamarca y otras. Eramos seguramente muchos
pero yo conocí más a los de mi grupo, que recuerde... estaban Pedro,
Guillermito Rodríguez, Hernando Restrepo, Gabrielito Reyna, Leónidas
y otro chiquitín. Encontrábamos descanso, escondite y pan algunas veces
en la casa de Juan de Dios (Romero), aunque él se mantenía a distancia
de la organización y tareas del partido.
Una vez Pedro y yo debíamos ir a Barranca a llevar una carta y razones
a Mahecha. Salimos a la madrugada... era enero de 1927. Llegamos en
mitad de la huelga... aquello fue terrible, quién lo vió no lo pudo olvidar.
Habían nombrado alcalde militar y declarado el Estado de Sitio. La ciu­
dadanía estaba del lado de los huelguistas y también los comerciantes
locales, toda esa gente enviaba como 3.000 raciones diarias para el otro
lado, donde estaban los huelguistas. Pero había hambre, mucha hambre
porque los trabajadores eran 8 o 10 mil según decían, más sus familias.
Nosotros teníamos que encontrar a Mahecha y entregarle la carta que
mandaba Tomás. La carta nos la dio el “Mico” Heredia con la adverten­
cia de regresar con la respuesta de su puño y letra. No se vengan sin esa
respuesta, carajo, ¡o no vuelvan! nos dijo.
Ya la huelga tenía un apoyo muy fuerte‘ habían parado los ferroviarios en
casi todo el país, los marinos y los braceros de las compañías navieras, mu­
cha gente. Esa capacidad del PSR para activar la solidaridad era inmensa.
Antes de salir nosotros de Bogotá ya habían salido más de veinte socialis­
tas como delegados a estimular los paros. Tomás, De Heredia, el “Negro”,
las mujeres, nadie paraba y dormían por momentos. El movimiento en
las imprentas era colosal y había que improvisar la gente: llegaba un
grupo de panaderos a ver qué hacían y los ponían a mover la “dúplex",
llegaba un tipo como Sabogal y lo mandaban con las aguadoras a vender
periódico, llegaban los tranviarios y los ponían a escribir...
Nosotros llegamos de mañana a Barranca, sin saber por dónde empezar
a buscar a Mahecha, entonces nos dirigimos donde había gente, al pie
del río, ahí estaban los braceros así en toda la orilla porque llegaba un
barco y querían que se uniera al paro y no descargara, estaban gritando:
¡No descarguen compañeros, no descarguen! Los trabajadores del barco

* ’’Hoy cuentan los huelguistas con 7.000 hombres unidos estrechamente. El comercio co­
lombiano, así como la colonia siria, ha contribuido generosamente al sostenimiento de
los trabajadores en paro. El obrerismo ha tomado hoy de los almacenes de aprovisiona­
miento $4.589... de Antioquia, Cundinamarca, Santander, Huila, Cauca, Valle, Tolima y
Nariño llegan sin cesar telegramas de adhesión... El entusiasmo es inmenso... Nadie bebe
aguardiente... los obreros de la Andian se han unido al movimiento y acaban de parar
las bombas del oleoducto, los obreros de los barcos de la Tropical acaban de unirse a la
huelga...” (Comunicado de Mahecha en enero 12 de 1927).

232
Los AÑOS e s c o n d id o s ] [ El último gobierno de la hegemonía

estaban desmontando el puente y contestaban: ¡No vamos a descargarle


nada a la Tropical, venimos a ayudarles! Alguien nos mandó a la orilla,
como a quince o veinte que estábamos en ese grupo y nos fuimos a
recibir el puente. Fue cuando llegó la tropa, el oficial venía bramando
¡DESCARGUEN! ¡Quiten esos hijueputas! y nos mandó la tropa y nos
pusieron así los fusiles, nosotros teníamos el río detrás y no teníamos ni
para dónde coger y, pues, nos enfrentamos, así, con el fusil a un metro
del pecho y detrás de nosotros el río, de manera que listos al paredón nos
les enfrentamos, nos les botamos y les agarramos los fusiles y toda esa
cosa, así, pero como locos y los tipos no dispararon.
Pedro llevaba la carta y de pronto salió corriendo. Creo que se botó al
río con toda esa gente. A mi me cogieron preso y me llevaron con otros
sobre un vagón a puro sol, me caían las chispas de la locomotora y me
metieron después en una cárcel por unos días, acostado en el suelo,
con una disentería tremenda... Ser revolucionario en ese tiempo no
era una pera en dulce, no era tener una teoría para ser revolucionario
como es hoy...
...A media noche entró un suboficial, me parece verlo, llamó a dos de
los que estaban ahí presos conmigo, luego oí que le dijeron: traiga al
muchacho. Entró uno de ellos y me sacó, el suboficial dijo en voz baja:
váyanse. Entre la oscuridad buscamos un sitio y ahí dormimos mientras
amanecía. Cuando me desperté estaba solo y me dio mucho miedo.
Tenía hambre; habría caminado un poco cuando vi un perro que llevaba
en la jeta un pan largo, le salía a lado y lado del hocico, entonces me le
tiré; fue una lucha tremenda y larga, por defenderse soltó el pan y me
mordió el tobillo, pero se lo quité, y lo espanté a patadas y piedra, luego
me senté en un tronco y me comí el pan. Desde entonces creo que puedo
enfrentarme a todas las adversidades de la vida.
Yo seguí deambulando, vi a los trabajadores y sus familias que iniciaban
el éxodo hacia el monte o en balsas y canoas por el río, porque se sabe
que de tantos miles solo vinieron a quedar 300 trabajadores en Barranca.
Ya había pasado el 19 de enero día del enfrentamiento, ya habían reco­
gido los muertos47. Esa marcha era fúnebre pero no me quise ir con ellos
porque pensaba en Pedro y en la carta que él tenía en el bolsillo. Por ahí
el 25 de enero, creo, oí el grito de Pedro: Carlos, hermano! me encontró
en una tiendecita donde pedí comida, la señora nos dio, a él y a mí, una
ración de yuca y plátano y nos fuimos otra vez hasta el centro, luego al
río, a Pedro le habían dicho que Mahecha estaría por allí. El buque que
habíamos visto llegar el primer día estaba desierto y había otro cerquita,
el cañonero... Colombia.

’ El Espectador de la fecha dio cuenta de 15 muertos.

233
M a r Ia T il a U r ib e

Nunca pudimos entregarle la carta a Mahecha ni traer su respuesta


porque en esa oportunidad, escondidos entre los matorrales de la orilla
vimos la brutalidad de las escenas: los gendarmes traían a Mahecha y
otros compañeros a golpes de culata, se caían porque tenían amarradas
las manos y los metieron en el cañonero. Eso fue todo lo que pudimos
contar cuando llegamos a Bogotá, pero aquí nos recibieron con cariño,
el mismo De Heredia nos llevó donde el médico y parecía un papá...".
(Relato de Carlos Cuéllar Jiménez).

Carlos sobrevivió al paludismo, las brasas de la locomotora y una


disentería; Pedro a los mismos quemones con tizones candentes y la pica­
dura de una culebra voladora.

Durante los 21 días que duró la huelga fueron arrestados en los


puertos del río: Jorge del Bosque y Ocampo Vásquez en Honda; Carlota
Rúa, Servio Tulio Sánchez y otro dirigente tuvieron mejor suerte porque
cuando fueron por ellos ya estaban bien lejos de la ciudad. Todo el comité
directivo de la Federación del Trabajo, en Cali incluido Torres Giraldo; An­
gel María Cano y tres directivos más de Girardot, sin duda ellos fueron los
más mal tratados porque los trajeron a Bogotá amarrados con lazos por el
cuello y los brazos, entre un camión destinado a transportar locos de alta
peligrosidad. A María Cano la amordazaron en Medellín con una multa de
500 pesos si hablaba en público, suma para entonces muy alta (se podría
decir que esa suma se la ganaba un trabajador en un año), naturalmente el
PSR canceló dicha multa.

El com ité de huelga de Barranca con Mahecha a la cabeza fue asal­


tado por la tropa por orden del Jefe Nacional de Policía y conducido, como
prisioneros de guerra, al cañonero que vieron los niños. Sin embargo, la
gente respondía a pesar de la prisión, no tenía miedo de pensar y actuar
a riesgo personal, a ratos dentro del imperio de la anarquía y otras veces
con las orientaciones del partido. Las organizaciones de base formaron una
red de comités de huelga para cumplir con el comunicado que el Comité
Ejecutivo Socialista sacó en Bogotá.
Solicitamos a todos los sindicatos y organizaciones socialistas-revolucio­
narias adhesiones al conflicto de Barranca y el envío de todos los recursos
posibles para el mantenimiento de la huelga.

Las respuestas no se hicieron esperar. Durante el tiem po que duró


la huelga, inclusive en sitios donde los trenes estaban listos para llevar
la tropa tan pronto como lo ordenara el gobierno, se colocaron carteles
com o este:

234
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ El último gobierno de Ia hegemonía

* B Gobierno decretó ayer el**?» "

, criado de litio en Bu tm c « *** .


------

Se invita al obrerismo del puerto para el domingo a una manifestación


de protesta contra el imperialismo yanqui. Los doce obreros muertos
porque pedían pan, marcan una hora sangrienta en el movimiento del
proletariado de Colombia. A tal punto llega el miedo y el cinismo del
gobierno que ha declarado a Barranca en Estado de Sitio, para asesinar a
mansalva a los obreros en huelga.

Aquellos días se vivieron con distinta ansiedad en cada región, para


los dirigentes de Bogotá fueron cruciales porque si el régimen no se atre­
vió a echarles el guante, posiblemente por miedo a la respuesta del pueblo
bogotano que tenía un espíritu combativo muy alto, sí destacó detectives
noche y día para que los siguieran. Con esos taimados a cuestas -com o les
llamaban- tuvieron que recurrir a la imaginación y el ingenio; cambiar de
aspecto, de actitudes, reunirse en sitios inimaginables como en una iglesia,
entre los arbustos de Monserrate, en el Salto de Tequendama y hasta en las
mismas narices de la oligarquía porque ocuparon un reservado del Jockey
Club, del que tenía la llave De Heredia y vigilaban los “botones” de marras.
Ahí elaboraron el anterior comunicado; ahí redactó Tomás la proposición
para que un Tribunal de Honor se apersonara de los problemas de la huelga
y ahí también planearon la manifestación de apoyo.

La manifestación resultó grandiosa no sólo por su número sino por­


que no siendo Bogotá una ciudad donde los norteamericanos estuvieran
de cuerpo presente, su esencia fue resueltamente anti-imperialista, Era una
multitud que la prensa estimó en treinta mil48. La organización que trazó el
PSR se cumplió a la letra: filas de 8 en fondo, banderas de 3 ochos, todos los
niños a la calle, orden y vigilancia. En la primera fila tomados por los brazos

Un dato igual se encuentra en Medina, Medófilo, op. cit., pág. 109.

235
M a r ía T il a U r ib e

iban Tomás, De Heredia (que hizo su aparición pública en esa fecha), Dávi-
la, los intelectuales y oradores Eliseo Arango y Bernal Azula; el líder obrero
Patrocinio Rey, el “Negro” Guerrero, Enriqueta y Elvira; en ella aparecía el
perro “Ney” a su lado. Esa imagen quedó indeleble en una fotografía que se
conservó por muchos años49, Seguían en el desfile los primeros voluntarios
del contingente para ir a pelear al lado de Sandino, los intelectuales jóvenes,
los obreros, barrios populares, sindicatos y gremios. En el parque de San­
tander los manifestantes cantaron por primera vez la Internacional.

Las mismas escenas con el mismo contenido político y humano se


repetían simultáneamente en la otra gran manifestación de la ciudad de
Bucaramanga donde habló Jorge Uribe Márquez, y en menor proporción
en movilizaciones que hubo en otros sitios. Las demostraciones de solida­
ridad fueron muchas y en fechas distintas. Otra de ellas se dio en Bogotá
espontáneamente el día que trajeron a los sumariados girardoteños con la
soga al cuello. De Heredia, Tomás y media docena de socialistas fueron a
recibirlos y cuál no sería su sorpresa al-ver la gente aglomerada abriéndoles
camino entre los ¡Vivas!. Recibimiento y despedida porque en Girardot otra
muchedumbre había acompañado a los presos a la hora de su salida.

Pero a Dios rogando y con el mazo dando. Los socialistas creyeron del
caso mover todos los resortes posibles ante la situación y resolvieron hablar
con el excelentísimo Abadía Méndez, para eso fueron designados Tomás y
Francisco De Heredia. Y fueron con más escepticismo que optimismo pero
ese fue el manejo que en ese m omento el PSR le dio a su política; (estas
acciones irían a ser duramente criticadas por la IC como pruebas de “retro­
ceso”) (Ver anexo 2). Armados de honestidad llegaron a Palacio a negociar,
no a transigir, porque sabían que si transigían les cogían ventaja. Iban en
nombre de su gente, no en el de ellos propio y tenían ventajas, sobre todo
por la contradicción pública del ministrillo, que en entrevista a El Tiempo,
después de palabras prepotentes agregó esto:
La solidaridad entre los huelguistas es tan completa, que habiendo el mi­
nisterio dispuesto enviar municiones a la compañía que está en Beltrán,
no pudo hacerlo, porque cuando se embarcaron en Girardot las cajas
del parque, la marinería en masa abandonó el barco, declarando que en
ningún caso transportaría las municiones, hubo necesidad de descargarlas
para que el buque pudiera zarpar.50

49 Dicha fotografía reposaba en el baúl decomisado por la IV Brigada de Institutos Militares


en marzo de 1977.
50 El Tiempo, enero 25 de 1927.

236
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ El último gobierno de la hegemonía

A eso se sumaba lo que había dicho este mismo periódico en su


primera página:
El gobierno nescesita abordar con resolución el problema de la propa­
ganda socialista-revolucionaria a todo lo largo de la línea esencial de
comunicaciones del país, de Bogotá a Barranquilla. La huelga de Barranca
ha demostrado que en cualquier momento y con mayor eficacia que el
verano los socialistas pueden paralizar todo el tráfico entre el interior y
la Costa. (...) Hoy por hoy, el comercio (la industria, la prosperidad y la
bienandanza) de todos los habitantes del interior están pendientes de
la buena voluntad de los señores socialistas. Ya ellos han decretado que
a Bogotá no llegará gasolina y el gobierno ha sido incapaz de burlar las
órdenes de los huelguistas.

Nadie ignoraba en que consistía la propuesta: arreglo de los pro­


blemas en Barranca (en el solo punto de la salud había dos médicos para
tres mil obreros y los medicamentos se suministraban sin examen previo,
invariablemente eran quinina, aspirina y yodo); no más encarcelamientos y
libertad para los detenidos; rectificación sobre los cargos hechos al alcalde de
Barranca (destituido) de ser otro cabecilla de la huelga; no impedir a María
Cano su legítimo derecho de usar la libertad de palabra, consagrado en la
constitución. Y un último puntico: investigación a las autoridades civiles y
militares por la matanza de los obreros. A cambio se levantarían las huelgas
de solidaridad que representaban un conflicto de extensión nacional, el
transporte y la producción del país volverían a la normalidad.

La negociación no llegó a ninguna parte. En referencias de Tomás,


cuando ellos llegaron a Palacio salió el espantajo con la bandera tricolor
terciada que había mandado a hacer a doble ancho a invocarles patrioterismo,
reconocerles inteligencia como personas, hablarles de sus deberes familiares,
etcétera, etcétera, etcétera. Al resultado de su filosofía individualista lo llama
democracia, decía Tomás y resumió al excelentísimo con estas palabras: es
ducho en el manejo de la hipocresía. Un mes después De Heredia le dirigió
una extensa carta51 al señor Abadía, que fue profusamente publicada. Con
guante blanco pero con gran firmeza prácticamente repitió la entrevista,
revivió uno a uno los hechos y de paso destapó de una buena vez por todas
la posición política de su partido:
...Somos revolucionarios... hemos adoptado ese nombre y aspiramos a
merecerlo. Queremos cambiar el orden social existente. Pero lo haremos
con pleno Derecho y dentro de la Ley que nos rige52.

51 El Tiempo, enero 22 de 1927, pág. 1 Y siguientes.


33 El Tiempo, febrero 2 7 de 1927.

237
M a r ía T il a U r ib e

Imaginemos por un momento la gigantesca sorpresa de los círculos


de la sociedad y del Jockey Club en los que se movía el “m ico” Heredia,
ante tal destape!

Todos los que participaron en los análisis posteriores de la huelga


(historiadores y quienes tomaron parte en el conflicto) coincidieron en
decir que había hecho tem blar las bases mismas del régimen, que fue presa
del pánico. Y es explicable: Ya el país estaba hipotecado, los préstamos
representaban a su vez un chantaje, “no hay préstamos sin petróleo y
sin préstamos el régimen se desploma” decía El Tiempo. ¿Con qué cara le
salían a la potencia Norteamericana si el conflicto se había originado contra
la política de sus monopolios en su mismo territorio^ ¿Y qué explicación
darle ante las demostraciones masivas de anti-imperialismo¿ El problema
era hondo y mucho más mirado en perspectiva pero para eso estaban los
estrategas oficiales. Ellos trazaron como directriz acusar a los socialistas y
sus aliados de estar preparando la revolución armada y hacer ver en cada
huelga una “insurrección bolcheviquje”. Para paralizar la acción de los
dirigentes vinculados a los trabajadores y a los problemas económicos y
sociales del país, interceptaron sus vidas con cuanta vigilancia, cinturones
militares, multas, arrestos, cierre de periódicos, allanamientos y demás
sistemas democráticos encajaron en el mencionado Decreto de Alta Policía.

Para bien o para mal en esos análisis se contemplaban otros aspectos.


María Cano en su artículo publicado en Nueva Era los sintetizó así:
El primer triunfo está hecho. Pocos son los días transcurridos desde la
proclamación del Partido Socialista Revolucionario de Colombia y en tan
poco tiempo ha desenmascarado a los enemigos del proletariado, a la faz
del mundo entero, y al empuje con que empieza a levantar se ha hecho
temblar toda la plutocracia.
El primer triunfo está hecho. Ha sido sellado con sangre de mártires y
tendrá por himno el rumor de las cadenas de quienes no tiemblan hoy
ante la presión ni mañana temblarán ante el cadalso, buscando la libertad
para sus hermanos.
La huelga de Barrancabermeja, con sus solidarizaciones, ha hecho temblar
el gobierno, haciéndolo movilizar sus fuerzas, saliéndose de la legalidad
y la justicia, mostrándose ante las demás naciones como un gobierno
débil y carcomido, cuyos cimientos vacilan ante una huelga pacífica y
ajustada a la Ley. (...).

Torres Giraldo también se refirió a la importancia del costo político


que tuvo la huelga para la imagen del gobierno, pero puso más peso en lo

238
Los ANOS e s c o n d id o s ] [ El último gobierno tle la hegemonía

María Cano. Foto de Floro Piedrahita.

239
M a r ía T il a U r ib e

De izquierda a derecha: Maecha, Ricardo López, Floro Piedrahita, Julio Buriticá. Panóptico deTunja, marzo
de 1927. Delitos: asonada, sedición.
Historia de esta foto: Floro Piedrahita, reconocido fotógrafo de la época, vivia en Barranca. En esa ciudad
lo apresaron durante la histórica huelga petrolera que dirigiera Maecha. Los condujeron a pie hasta Tunja
amarrados con cadenas por la cintura. El llevaba su cámara en las manos. Uno de los guardianes, curioso
por esa "máquina", le pidió que le enseñara. Estos iban montados en muías. Ya en el penal y frente a
cepo, Floro le explicó como hacerlo; así que aquel guardián anónimo fué quien tomó esta foto para la
posteridad. (Cedida para este libro por Estela Piedrahita).

240
Los a n o s e s c o n d id o s ] [ El último gobierno de la hegemonía

negativo: "terriblederrota"53, “un fracaso” (escribió treinta años después) y


criticó ácremente a Mahecha.

En su momento el Com ité Ejecutivo Socialista dio su apoyo al líder,


pieza clave de esa dirección colectiva; en el punto 5 decía el comunicado:
Ratificamos los poderes dados por esta dirección al compañero Raúl
Eduardo Mahecha para asumir la dirección del movimiento en Barranca,
en nombre del socialismo-revolucionario.54

Mahecha resaltó el aspecto de la solidaridad de esta manera:


Llamamos a la solidaridad de los obreros del Magdalena... El gobierno
mandó 2.000 hombres a Girardot para masacrar a los obreros en huelga,
ipero los compañeros marítimos se negaron a embarcarlos! ... Se les
rodeó a esos 2.000 hombres de manera que no podían ir ni para atrás ni
para adelante. Vinieron 3.000 hombres de Bogotá y los compañeros no
les dieron buques. Mandaron las fuerzas de Medellín y los compañeros,
solidarios, les respondieron que no había trenes para transportar a los
masacradores...55

Además de los aspectos mencionados, mucho tiempo después algu­


nas personas precisaron otra situación característica de la época, no sólo
de esa huelga: la imposibilidad de controlar el ímpetu de los trabajadores
o de las gentes de cualquier sector. Algunos, destacados, vivían en una
etapa de constante enfrentamiento; se lanzaban a ofensivas no planeadas,
elaboraban comunicados por su cuenta, invitaban a acciones sin prepa­
ración. Muchas veces los dirigentes se vieron desbordados por iniciativas
incontrolables a las que tenían que sumarse o no oponerse, a riesgo de
acusaciones injustas de los mismos trabajadores. Cuando crecía la marea
-recordaban- nadie podía contenerla y relataban episodios terminados en
fracaso o en suerte. De la huelga de Barranca sostenían que estaba prevista
para un tiempo después.

Sea como fuere, no es difícil concluir que dentro de los distintos ni­
veles de experiencias, limitaciones o apasionamientos un aspecto por demás
evidente los unificaba: no aceptaban la dominación norteamericana, ni su
arrogancia ni su explotación y pensaban que sobre las riquezas naturales el
pueblo colombiano tenía derechos. Es que además de reclamar buen trato,
derecho a la lectura y mejores salarios querían construir una nación.

53 Torres Giraldo, Los inconformes, op. cit., pág. 865.


; El Tiempo, enero 27 de 1927.
Palabras pronunciadas en la conferencia de la IC, 1929.

241
M a r ía T il a U r ib e

V i d a s e n e b u l l ic ió n

Para el mes de febrero los dirigentes presos empezaron a quedar en


libertad y varios de ellos se dirigían a Bogotá, donde se preparaba un sencillo
acto en honor de los trabajadores petroleros y de Mahecha, aún preso con
sus compañeros; con qué sufrimientos abominables soportaron aquella
odisea que además significaba un golpe duro para el PSR.

Para esas fechas Tomás presentó un proyecto de prensa en el que


planteaba como prioritario el sostenimiento de los dos periódicos en Bogotá.
Ya Vox Pópuli y La H um anidad estaban a las puertas de ser diarios en Cali y
Bucaramanga respectivamente, Nueva Era y Revolución debían salir semanal
el uno y mensual el otro. La ola periodística invadía el ambiente y aquella
campaña fue un éxito. Por la suscripción de los tabloides socialistas se pa­
gaba entre ochenta centavos y un peso mensual, independientemente de la
periodicidad con que salieran y contaban con avisos. Los encabezamientos
de las cartas para nuevos suscriptores eran de este tenor:
Salud y Revolución Social
No ocultándose a usted la enorme importancia de la propaganda del
periódico que divulga y defiende los sacros principios del Socialismo Revo­
lucionario; siendo el periódico socialista un apóstol que en la tranquilidad
del hogar enseña cotidianamente las enseñanzas... etc, etc.
Francisco Cote, Jorge Uribe Márquez

En Bogotá las suscripciones no tuvieron siempre carácter personal.


Familias enteras o personas pobres, aun iletrados, compraban cualquiera de
los dos voceros en compañía y buscaban a alguien que les leyera. En esto
de leer periódicos había campeones y el viejo Carlos Unda era uno de ellos;
lo rodeaba la gente del barrio los domingos desde por la mañana mientras
el viejo se bañaba los pies en un platón, hasta entrada la noche; a esa hora
ya se había aprendido casi de memoria el contenido. Esa práctica lo volvió
erudito de noticias y cuando terminaba de comentarlas el viejo seguía con
historias, por ejemplo, explicaba con referencias textuales que Aquiles,
Briceida y Agamenón eran personajes de La Ilíada. Otra modalidad de tipo
pedagógico fue la que introdujeron maestros como Julio Buriticá en Girardot,
Fideligno Cuéllar en Bogotá y otros con la utilización de los periódicos en el
estudio: describir, narrar, argumentar y comentar sobre temas sociales fue
tarea que pusieron aquellos profesores en las escuelas. En cuanto a la venta
era labor de todos quienes quisieran participar en ella: los estudiantes lo

242
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ El último gobierno de la hegemonía

hacían en sus horas libres más que todo en los cafés y tertuliaderos santafe-
reños; los cobradores del tranvía ofrecían los periódicos a los parroquianos
que se montaban en los coches; los afiladores y vendedores de cachivaches
los llevaban a las casas de sus clientes. La fiebre cobijaba también a ciertos
personajes de alto vuelo; alguna vez se presentó uno de los parlamentarios
amigos a ver en qué ayudaba, alguien sin conocerlo le preguntó: ?Y usted
qué hace¿ el padre de la patria contestó: soy abogado pero quiero trabajar
de vendeperiódico.

Por otra parte sobraban voluntarios en los núcleos locales y demás


grupos organizados para lo que tuviera que ver con el trabajo de apoyo:
la comunicación de sus actividades, noticias, datos, etc; la elaboración o
redacción de notas, artículos o crónicas, dibujos o pequeños gráficos fueron
labores apetecidas por lo novedosas y agradables. El aprendizaje se hacía
en la práctica, sin teoría alguna, pero luego vinieron la confrontación y los
razonamientos porque de ese dinamismo que generaba cierto orgullo se
desprendió otro vínculo que los unificaba en un nivel digamos especializado;
los entusiastas aprendices formaron su propia instancia y pidieron instruc­
tores... más trabajo para “Tabaco”, “Fray Lingote” y otros duchos.

La vida de los dos periódicos que se editaban en Bogotá estaba en­


trelazada: material que no cupiera en uno se iba para el otro; dinero, papel
o tinta que llegara (y en esto Armando Solano y los amigos de El Diario
N acional los proveyeron generosamente) se repartía; los grupos de planta
se confundían y el equipo básico de redacción era el mismo. En este los fijos
eran Tomás, el “Negro” Guerrero, “José M ar”, De Heredia, Felipe Lleras y
demás inquietos que a su vez recibían colaboraciones y escritos de toda
la nómina de intelectuales, sin que faltaran los de Armando Solano que
contribuía con análisis y una continuación del “glosario sencillo”. Cuando
concibieron su trabajo, poco antes del Tercer Congreso, el proyecto fue re­
flejar el mundo en formatos pequeños que serían herramientas para plantear
cuestiones nuevas, promover y establecer relaciones con personas y grupos
identificados con los mismos intereses y denunciar, pinchar la base misma
de la injusticia, decir lo que había que decir mostrando dónde estaban las
víctimas y dónde sus verdugos.

Quienes giraron en torno a esa vida y conocieron todos sus avatares,


amén de la pasada por cárceles y comisarías, disfrutaron también de uno
de los lados amables de la época socialista y conservaban una colección de
historias sencillas pero interesantes llenas de humanidad, tristezas, alegrías

243
M a r ia T ila U r ib e

y tensiones permanentes. Llegaban a las discusiones desprevenidos a aportar


lo que tenían, aprender lo que podían y reflexionar en cómo estaban cami­
nando; ahí tenían cuerda para rato. El “Negro” Guerrero, negado a seguir el
curso común y lineal de la mayoría de los mortales, echaba mano de la ironía
para no hacer tan solemne la pobreza. “José M ar” se proponía en sus escritos
alentar a la humanidad, provocar el vuelo, abrir las ventanas; él, con otros
intelectuales convertidos en militantes se asesoraban del albañil Manuel
Abella y del herrero Patrocinio Rey para escribir notas ágiles de no más de
50 líneas de linotipo y con otros obreros salían a realizar labores de adoctri­
namiento. De Heredia escribía largo y directo; emotivo y receptivo recogía
todo lo que giraba a su alrededor y rectificaba versiones malintencionadas
del gobierno. Felipe Lleras, quien para entonces apenas tenía dónde dormir y
con qué comer y beber, sobre todo beber, a medio palo la emprendía contra
el establecimiento y le cargaba la mano al periódico de mayor circulación
en el país, del que recomendaba leer con la nariz tapada por su contenido
ultraderechista. Para Tomás el acto de escribir era como una defensa, escribir
era su cura, como el diván para los pacientes del sicoanálisis porque soltaba
todo lo que se le venía a la cabeza pero en función docente. Los periódicos
socialistas alentaban el trabajo político a partir de las necesidades de la
gente, unían a los temas el sentido y la acción cooperativa.*

Muchos otros participaron de esa vida en ebullición, desde obreros


que salían de su labor corriendo para las reuniones del periódico hasta un
tipo que llevaba diez años sin trabajo; desde los ágiles de la buena prosa
que podían, escribiendo al sesgo o en un apunte breve, retratar la realidad
entera, hasta alguien que cargó con el sambenito político de ser el autor de
cuantas ordinarieces produjera el PSR; o ese otro que creía que siendo sucio
y desharrapado lo consideraban buen revolucionario. También estaba el viejo
luchador que decidió ser la sombra de Tomás, especie de protector^ h on o rem
y voluntario para cualquier gestión; en el argot de entonces, un geniol. Era el
viejo D ’Achiardi, carpintero del sindicato de la construcción, un protestón
de grueso calibre que expresaba sus argumentos con un 99 y medio por
ciento de vulgaridades pero en presencia femenina se iniciaba como un

“El movimiento cooperativista estaba adquiriendo fuerza en el país al punto que de Bu-
caramanga, Manizales y otras ciudades se pedía al secretariado el envío de comisionados
capaces de ayudar a la organización de cooperativas locales. En diciembre (1926) se había
organizado ya una cooperativa obrera en Puerto Berrío. En el Valle se proyectaba ampliar
el radio de las cooperativas de producción y consumo con secciones de crédito popular,
y marchando sobre esta orientación se preparaban los planes...” (Torres Giraldo. libro
citado, p. 855)

244
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ El último gobierno de la hegemonía

auténtico cachaco bogotano, saludaba de venia y beso en mano. Luego se


le olvidaba, llamaba a los enemigos políticos hijueputas irredentos y seguía
con una serie de apelativos impublicables. Sin embargo, no se le veía como
a un patán, era más bien un loco de esos que caen simpáticos.

La '‘principal”, que no era otra sino la tintorería heredada de Savin-


ski, era el sitio de encuentro de estas gentes, su oficina. En esas reuniones
nadie bostezaba ni se dormía entre otras cosas por el calor de las enormes
pailas donde se teñía la ropa, de ahí salía constantemente un vaho que lo
inundaba todo. Así se combinaban el ámbito intelectual iticrescctuio con el
pesado trabajo de mantener vivo el fuego y revolver la ropa con palas tan
grandes como remos, tarea en la que colaboraban los más asiduos. Des­
cansaron cuando la tintorería fracasó, no por efectos del Decreto Policial
sino porque un grupo de acomedidos se puso a teñir un montón de abrigos
claros recomendados a Patrocinio Rey y quedaron de distintos colores. El
daño desacreditó la tintorería pero el local siguió cumpliendo su cometido
periodístico por buen tiempo.

Con toda esa actividad surgió la iniciativa de hacer un evento nacional


al que le alcanzaron a dar el pomposo nombre de Primer Congreso de Periodis­
tas y Escritores Revolucionarios, pero había avanzado la represión, el gobierno negó
el permiso y conminaba los periódicos. Decidieron entonces aplazarlo, a tiempo
que p ara otras exigencias del momento continuaron impulsando sus luchas más
allá de los reducidos límites que les permitía la burguesía.

245
C a p ít u l o X

LAS BATALLAS DE 1927


R u p t u r a s, m ís t ic a , ferv o r

Estos fueron los ingredientes de ese año 27 en cada actividad del


PSR y si las élites m iraban su rebeldía casi como un crimen, por otra parte
tanta dinám ica despertaba la em oción de los aplausos, porque en ningún
punto del m apa los socialistas perm anecían quietos; tal es la naturaleza de
un trabajo revolucionario pues por definición, este se mueve con dem asiada
rapidez para aquellos que están inm ersos en él. Com o en un engranaje las
actividades se concentraban, de una parte, en la atención al envío de los
trabajadores a las zonas cam pesinas; de otra, en ese candente paisaje natural
y social que era (y es) Barranca en donde volvía a salir Vanguardia Obrera
con la llegada de M ahecha. La im prenta había sido destruida después de la
huelga, lo m ism o su casa; él obtuvo la libertad después de 4 m eses, en un
juicio por sedición que no prosperó y m ediante 2 mil pesos de fianza. En la
primera edición el líder convocó a una conferencia regional de sindicatos,
grupos cam pesin os y asociaciones artesanales, casi inm ediatam ente se
constituyó la Federación D epartam ental del Trabajo, com o una seccional
de la CO N .

Sim ultáneam ente otros hechos sucedían en tres ciudades de im portan­


cia: en M edellín se fundaba La Justicia dirigido en su primer tiem po por un
revolucionario boliviano. En Barranquilla se adherían al PSR dirigentes que
hasta entonces se definían com o anarquistas, agrupando de paso corrientes
no opuestas pero que habían m archado separadam ente. Allí m ism o se fun­
daba El Proletario, dirigido por A dolfo M artá, acto en el que estuvo presente
una representación de Bogotá presidida por el “N egro” Guerrero.

Esa delegación tam bién estuvo en la despedida del contingente de


colom bianos que salió del país para ponerse a las órdenes de los patriotas
nicaragüenses. A ntes que Farabundo M artí, quien se unió a Sandino en el
año 28 y an tes que M achado y los venezolanos, llegados a continuación, el
contingente encabezado y preparado por el socialismo revolucionario arribó
a N icaragua. En él iban A lfonso Alexander, periodista y escritor de m uy
alto nivel oriundo de Pasto, quien vino a ser consejero personal y secretario
general de Sandino, y Rubén Ardila, Santandereano, a quien llamaban “Capi­
tán C olom bia”. En el “enganche a N ica”, como se le llamó a esta labor, cada
voluntario tenía que ser entrevistado primero por la delegación encabezada
por el “N egro” Guerrero, y después, ya en Nicaragua, por el com isionado
de Sandino que era el general Julio César Rivas.

249
M a r í a T ila U rjb e

De pie: Rubén A rd ila (Colom bia), José de Paredes (México), General A u g u sto Sandino, G regorio
G ilb e rt (República D om inicana). Sentados: Froylán Turcios (Honduras) y Farabundo M a rtí (El
Salvador).

Por entonces y a nivel m undial estaba causando indignación el fa­


m oso juicio a los trabajadores italianos Sacco y Vanzetti y en Bogotá ciu­
dad cuasi aislada del m undo, los socialistas com partieron ese sentim iento
encabezado en otras latitudes por figuras tan im portan tes com o Henry
Barbusse, Jo sé Vasconcelos y m uchos otros intelectuales de la m ism a talla.
Sacco y Vanzetti fueron dos obreros an arquistas acusados injustam ente de
asesin ato por un tribunal norteam ericano que los condenó a m orir en el
verano de 1927, sentencia a la que se llam ó asesin ato legal. Para conducir
la cam paña, la dirección socialista dejó en cabeza de Enriqueta y Elvira la
organización total de los actos, m anifestaciones y com unicados sobre el
caso. Ellas repartieron m iles de insignias o pequeñas cintas rojinegras con
la inscripción “Sacco y V anzetti no deben m orir”, cintas que se adherían
con alfileres a las solapas, las ruanas o los som breros; realizaron reuniones
y m ítines en barrios y fábricas, finalm ente citaron a los trabajadores a una
m an ifestación que no contó con perm iso previo, pero se fue nutriendo de
esquina en esquina y tom ó por sorpresa a las autoridades. El com unicado
dirigido a W ashington que form ó parte del caudal rem itido a esa ciudad
desde los m ás rem otos confines, circulaba de m ano en m ano en Bogotá y
fue fijado en las esquinas. A la letra decía:

250
L o s a ñ o s e sc o n d id o s ][ Las batallas de 1927

Protestamos en nombre del obrerismo organizado de Colombia contra la


criminal actuación de la justicia Norteamericana por la condena a muerte
de los trabajadores Sacco y Vanzetti.

Partido Socialista Revolucionario.

De otra parte M aría C an o realizaba su quinta gira por el “viejo ”


Caldas, Valle y Cauca, organizada para preparar la Convención Nacional
de La Dorada, es decir una gira de conocim iento y análisis.

El encargado de la recepción en M anizales era el periodista obrero y


socialista Rafael Botero, quien recibió a M aría en el terminal de A m agá en
medio de una dem ostración minera sin precedentes; de ahí partieron por
el Cañón de A rm as hasta la ciudad de A guadas, luego a Salamina, Neira y
M anizales. En todos esos sitios los ferroviarios encabezaron las m anifesta­
ciones para oírla y apoyarla. Siguió a Pereira, Cartago, Zarzal, Buga, Tuluá y
Cali hablando ante las m ultitudes y recibiendo delegaciones de mineros del
carbón, de trabajadores de la caña de azúcar, de ligas campesinas y de mujeres
como la sociedad Unión Femenina de Sevilla; Antonia Romero, su presidenta,
había preparado con lujo de detalles una nutrida visita a María.

En Cali la concentración popular se llevó a cabo en el parque de San


Nicolás y fue preparada por M anuel J. Romero; en D agua el recibimiento
estuvo a cargo de los ferroviarios del Pacífico y de los obreros de la cons­
trucción del Valle; en Buenaventura por los trabajadores portuarios. Sin
descanso siguió a Popayán y Piendamó, ahí la recibieron los sindicatos de
oficios y las ligas cam pesinas. Para desandar el cam ino regresó por la ruta
de Ibagué, hizo estación en Calarcá y finalm ente llegó a Medellín.

C om o las anteriores esta gira fue m uy accidentada o quizá m ás... no


obstante fue un éxito. N o sería posible recapturar hoy la apoteosis de esa
quinta salida, que sólo puede com pararse a escala con los recibim ientos
populares a Jorge Eliécer G aitán en los años 4 0 , o con el torbellino revo­
lucionario que desataba el paso de Cam ilo Torres Restrepo en los años 60.
Por fortuna quedaron versiones de los discursos de M aría y el testim onio
de Ignacio que la acom pañaba:
María, desde la tribuna de un segundo piso, ante una plaza colmada de
gentes que la aclamaban, inició su altiva arenga. Pero empezaron a pro­
ducirse incidentes de provocadores, y observó que había destacamentos
de fusileros, con bastante coraje siguió hablando hasta que sonaron to­
ques de corneta ordenando la dispersión del público. María invitó a sus
oyentes a permanecer con ella en sus sitios y los fusileros hicieron una

251
M a r ía T ii a U ribe

descarga al aire como intimidación. Los dirigentes que acom pañaban a


María en el balcón, observando que había huellas de balas en la pared
casi a la altura de sus cabezas, trataron de entrar a la fogosa oradora. Pero
ésta no accedió, y sacando energía y valor co mo fuego de una hoguera
reconstruyó la vértebra de su arenga dirigiéndose a los soldados: “Hijos
de virtuosos campesinos y abnegados obreros, ¿cóm o podríais disparar
al pecho de vuestros hermanos^ Un día entregaréis los fusiles, volveréis
al trabajo y seréis vosotros, aquí o en otro sitio de Colombia, quienes
estaréis unidos, de pie valerosamente, oyendo el mensaje de las ideas
que os harán libres”.

In d íg e n a s y c a m p e s in o s

Y m ás allá (hablando geográficam ente) estaba la rebeldía indígena y


cam pesina. Aunque había existido siem pre en esos años se sentía distinta
porque los cam pesinos se m ovilizaban por sí solos, ya no, com o en la guerra
de los Mil D ías, por jefes liberales o conservadores. El origen de esa rebeldía
estab a en las calam idades sufridas por la gente y en su protesta contra la
preponderancia de las autoridades. Aquellos estallidos encontraban ecos de
solidaridad pero eran por lo general aislados, sin organización y term inaban
ahogados. Los m ás significativos y que lograron conseguir algunos avances
se dieron en las regiones donde el PSR era vigoroso: Santander, Tolim a y
C undinam arca en la región del Tequendam a.

Puesto que he vuelto la m irada hacia esas regiones debo an otar que
el PSR había hecho una nueva subdivisión del país en nueve zon as geográ­
ficas señalando su propia fuerza o debilidad, la im portancia económ ica, la
m ayor concentración de trabajadores y algunas diferencias culturales. En los
apun tes de Tom ás estaban dem arcadas com o m uy im portantes las regiones
indígenas situ adas en Cauca, Tolima y Huila, dirigidas por Q uintín Lame,
y las tres cam pesin as ya an otadas. En Santander ubicaba la vasta extensión
cuadrangular que iba desde Puerto Wilches, pasando por la G óm ez hasta
Sab an a de Torres y luego al sur en dirección a San Vicente de Chucurí, para
llegar nuevam ente h asta Barrancaberm eja. La segunda región la m arcaba
desde La D orada y Puerto Salgar hacia el sur tom ando el norte del Tolima
con El Líbano, Lérida, Venadillo, A m balem a y vecindades. La tercera era la
región del Tequendam a en Cundinam arca, desde Fusagasugá hasta Girardot,
con sesgos en dirección a Viotá, Tocaim a y otra m edia docena de pueblos
o caseríos aledaños.

252
Los a ñ o s e sc o n d id o s ][ Las batallas de 1927

En otros puntos el PSR tenía influencia pero era m ás bien de carácter


agitacional, es decir, su peso político era considerable pero nunca alcanzó
a tener las proporciones que la Hegem onía le dio, ni puede atribuírsele
participación en los m uchos conflictos sociales que se dieron por aquel
tiem po en el cam po.

En la región del Tequendam a hubo rebeliones m enores en haciendas


como El Yulo y El Cucharo en Tocaima, La Arabia en Jerusalén, Calandaim a y
Ceilán en Viotá, o El Chocho, la fam osa finca de los Caballero en Fusagasugá,
que contaba con m ás de ocho mil arrendatarios. En esas haciendas los cam ­
pesinos tom aban terrenos baldíos, enm ontados, partes de alguna extensión
que reclam aban propia por haber sido de sus ancestros pero que después y
sin saber cóm o resultaban con “dueño”. En eso consistían las rebeliones, sin
embargo, el gobierno anunciaba casi a diario la inminencia de la revolución
arm ada, situación que en algún escrito Tom ás retrató así:
"...Aquí se va tomando la costumbre de calificar de complot cualquier
simple reclamación de un obrero. Ahí tiene usted a dos labradores de la
hacienda El Chocho en calidad de reos comunistas por el solo hecho de
reclamar, en nombre de 700 compañeros, que los dueños de aquel lati­
fundio permitieran la libertad en la venta de los productos cultivados
por los trabajadores”.

Pero al m enos en este caso se trataba de un reclamo, en otras opor­


tunidades ni siquiera eso había, com o lo sucedido en m arzo de 1927 a los
indígenas de la Guajira en el perdido caserío de C astilletes: Abadía M éndez
no vaciló en decir que ellos estaban pasando arm as y guerrilleros de Vene­
zuela para el PSR. En esa oportunidad la causa fue nuevam ente el robo de
sus tierras: la policía pegó primero, los indígenas se defendieron, la prensa
reportó nueve indígenas m uertos y tres policías pero acom odó la noticia
con la versión del señor presidente.

Com o la gota que desbordara el cáliz fue aquella m atanza, las mujeres
indígenas de puntos m uy distan tes se solidarizaron con las guajiras, que
debieron huir de su caserío en circunstancias de angustia y absoluta m ise­
ria. Produjeron entonces un m anifiesto que recorrió el país, m arcado con
la firm a o huella dactilar de las indígenas, que evoca a la Gaitana, cuando
los torturadores españoles le dieron m uerte a su hijo. Algunos apartes son
los siguientes:
Ha llegado la hora, que las hijas del país alcen su voz para exigir justicia
social después de 435 años.(...) De las entrañas de la mujer indígena
nacerán nuevas flores, y en medio de la nación colombiana crecerá un

253
M a r ía T il a U r ibe

magnífico jardín. Un día todos sabrán de la civilización de los explota­


dores, calumniadores, usureros y ladrones que han destruido el país, las
plantas y los bosques. A nuestros hermanos, hijos, esposos los tiranos los
han engañado con alcohol, envenenando sus sentidos, pudiendo así arre­
batarnos las viviendas, las cosechas y la tierra de nuestros antepasados.
Para comprobar a las autoridades de las 14 provincias de Colombia que,
“los indios me lo han vendido”, los opresores falsificaron documentos y
títulos de propiedad. (...)
H oy tenemos el coraje nosotras, las indias colombianas de ocho depar­
tam entos que firmamos este documento, y unidas como una bandada
de águilas furiosas lucharemos nosotras m ismas para la recuperación de
nuestra tierra. (...)

A ntes de seguir adelante, recordem os que en el Segundo Congreso


se había nom brado una com isión para los asu n tos cam pesinos. Esa co­
m isión, am pliada en el transcurso de dos años im pulsó la agrupación de
los cam pesinos dentro de lo que ya se conocía con el nom bre de Ligas y
a ellas aportó toda clase de experiencias y m ínim as bases organizativas.
Para asegurar la coherencia de este trabajo la com isión propuso un m éto­
do de intercam bio, consistente en enviar obreros del río M agdalena con
práctica en la organización sindical56 para que vivieran por algún tiem po
entre los m acheteros y m ejoraran sus Ligas. Esta fue una de las tareas en
la que Tom ás puso todo su em peño íntim o y personal y necesitó de una
labor inm ensa pues en cada paso y para cada caso había que desentrañar
ideas, enviar correspondencia, preparar a los visitantes y coordinar con los
cam pesinos el posterior trabajo. La tarea fue adoptada com o política del
PSR en 1927 y los dirigentes zonales la asum ieron com o propia. Fue valiosa
la ayuda que dieron los braceros del río y algunos trabajadores bogotanos
de la construcción en las zon as cafeteras y aunque no fue un trabajo de
grandes proporciones tuvo el m érito de ser el prim ero de este tipo en el
país. A lgunos apun tes concernientes se encontraban en el diario de Tom ás
y en artículos posteriores com o este:
La confusión entre sindicato y liga campesina es frecuente y en ella in­
curren las directivas cuando generalizan las consignas de lucha entre los
trabajadores agrícolas. (...) Conviene establecer con claridad la diferencia
entre arrendatarios-braceros, arrendatarios-aparceros y trabajadores se-
miproletarios del campesinado que laboran en tierra ajena y propia; estas
categorías, junto con la peonada, constituyen el gran conglomerado de
la esclavitud agraria.

54 Medina. Medófilo. op. cit., pág. 117.

254
L o s a ñ o s e sc o n d id o s ][ Las batallas de 1927

Si se establece como problema estratégico la lucha entre explotados y


explotadores las clases afines tienen una misma finalidad política, pero
diferentes modalidades organizativas. (Ver anexo 2).

Por lo que hace a la zona del Tequendam a (hay carencia de fuentes


de otros sitios) a pesar de ser por entonces otra región agobiadoram ente
rural y agobiadoram ente analfabeta, dos periódicos cumplieron un papel
de importancia: El Factor de Ftisa y El Pueblo de Girardot. Ellos reflejaban
todos los aspectos hum anos que podían darse entre los límites sur y norte
y según testim onios de quienes sobrevivieron a Urbano Trujillo y Angel
M aría Cano, en Girardot no había piragua, locom otora o cafetal, granero
o tienda, taller u oficina donde no se encontrara a alguien leyendo un pe­
riódico socialista.
H istorias parcialm ente folclóricas... pero veraces
...En esas regiones obligaban a los campesinos a cumplir el mayor número
de jornadas, eran a veces tan prolongadas que debían traba]ar en su par­
cela a la luz de la luna. La primera familia en ese proceso de la toma de la
tierra contra el latifundio, por allá en el año 26 fue la de Jesús Piñeros. De
sus 7 hijos, Emilio y Pedro se iniciaron como correos rojos y todos fueron
conocidos como los Viracachá. (En la década siguiente algunos de ellos
irían a ser dirigentes de la región). También estuvo entre los primeros
Agustín Velázquez, a quien llamaron los campesinos el abogado del monte
porque sabía de leyes y su saber lo ponía a disposición de los pobres. El
otro líder fue José Ramírez, el Comandante —así lo llamaban- de todos
los campesinos de la región. Ellos iniciaron muchas ligas que funciona­
ban en cualquier casa de monte. La gente se comunicaba por medio del
cacho que sonaba para alertar, para mensajes y otras cosas. Cuando iba
subiendo la Guardia Departamental a desalojar a las familias sonaba un
cacho por aquí otro por allá, entonces la guardia intuía que las familias
estaban en alarma, que podrían salir los macheteros y decidía mejor no
ir y regresaban. Antes, cuando los campesinos no se percataban de que la
guardia subía ni había unión, los desalojos eran más frecuentes, a veces
por la noche; entonces la familia tenía que irse dejando el sembradito, a
pedir posada en otra casa de monte.
Eran tiempos en que todavía se le pegaba a la gente: de niña vi a mi padre
Abraham Molina, que era latifundista y una vez, porque un campesino
cometió una falta, lo colgó del botalón, así, y comenzó a azotarlo. El
botalón era un tronco grueso que le pelaban la corteza y lo dejaban para
amarrar las bestias. Entonces se me desgranaron las lágrimas, ese castigo
se me quedó grabado para siempre. Años más tarde me fui a Bogotá y
conocí a Luis Bonilla el dirigente de la construcción, él empezó a decirme
muy claro qué quería decir esta lucha.

255
M a r ía T ila U ribe

Después, cuando volví a vivir a la región del Tequendama, vi que los


macheteros cogían ventaja, destruían los cercos, se negaban a pagar
diezmos y primicias* y la renta a los terratenientes y tenían armas con
las que se defendían o se alzaban.
Luis Piñeros, Agustín Velázquez, José Ramírez y los macheteros se alzaron
en armas muchas veces; combatían por la tierra en la parte alta de Viotá,
se metían a la montaña y se tom aban la tierra para llevar luego a sus
familias. A mi casa llegaban los campesinos malheridos muchas veces.

E stas h istorias fueron narradas por una cam pesina nacida en Cóm -
bita (Boyacá) cuyo nom bre fue Adela M olina; nunca supo leer ni escribir
pero a ella acudía la gente para consultarla o pedirle ayuda pues convirtió
su vida en un perenne com prom iso con los desvalidos h asta su m uerte en
los años 50. Adela, m ujer generosa y profundam ente hum ana, incluía en
sus relatos el final de la vida de los líderes. No concibo -d e cía - la ingratitud
humana, no puedo aceptar que se borre de la memoria de la gente nombres como
Jesú s Romero después de una vida de entrega a sus semejantes.

Luego continuaba en sus relatos, como el de Rosario M iranda:


En Anapoima había una familia, tenía una finca que se llamaba “El Vol­
cán ” y una de sus hijas era Rosario, una joven bravia de trenzas negras
que usaba revólver al cinto y montaba muy bien a caballo con zamarros.
Un día se fue a la cárcel porque había un preso: vengo a preguntar por
José -d ijo - ¿dónde lo tienen^ Hubo un silencio y al intentar entrar los
guardias se lo impidieron amenazándola con las armas. Entonces montó
a caballo y con todo y animal se entró hasta la oficina del alcalde que
estaba con el comandante de guardia. No se inmutaron y apenas le die­
ron a entender que el preso estaba incomunicado en una casa rústica, no
sin antes galantearla. Suponiendo dónde, la joven se dirigió a ese sitio y
lo divisó amarrado junto con unas bestias pero al acercarse oyó que el
guardia le advertía: ¡no pase! o usted verá. Sin perder tiempo buscó a un
campesino para que diera aviso y regresó a la casa rústica, vigilándola
a prudente distancia. Al poco rato vio llegar al tal comandante y unos
hombres de guardia; iban a llevar al preso hasta Girardot, amarrado a la
cola del caballo del caporal de la finca pero el campesino escondido más
abajo había dado la alarma y empezaban a sonar los cachos. Ahí mismo
aparecieron los labriegos que terminaban sus labores. Todos iban detrás
del amarrado ya saliendo del pueblo y estando en esas vino Rosario a
galope, frenó y dijo: ¡suéltenlo! no dió tiempo de nada porque sacó el
machete y le dio un m achetazo a la cola del caballo; en la confusión que
se formó el caporal quedó muerto y el preso desapareció.

’ Diezmo: Obligación de pagar a la Iglesia la décima parte del producto del trabajo.

256
Los AÑOS ESCONDIDOS ][ Las batallas de 1927

A dela M o lin a (1889-1955)

En sus vivencias, Adela M olina incluía alusiones a los C on sejos


C am pesinos citados en luna llena, para que la gente que procedía de luga­
res distan tes pudiese viajar por los intrincados cam inos de la cordillera sin
tropiezos. Eran reuniones de 2 o 3 días que se hacían en hondonadas, donde
los cam pesinos ventilaban sus asu n tos rodeados de m aizales, m atas de café
y reses escuálidas. Una vez term inados estos consejos la gente se disgregaba
con sigilo evitando encontrarse con la guardia rural, que no necesitaba de
m otivos para llevar preso a quien se encontrara en el cam ino aplicándole
la Ley de mendicidad y vagancia.

Esa medida, adoptada por las autoridades desde 1922 estaba en vi­
gencia, era otra perla del régimen que confundía los térm inos de acuerdo
al caso: mendigos podrían ser los indígenas o los cam pesinos corridos de sus
tierras; vagos aquellos m iles que día a día aum entaban en número por falta
de trabajo. De esa m anera la pobreza se convirtió en un delito que se pagaba
con penas h asta de 18 m eses de confinam iento en la colonia penal.

M ientras todos esos acontecim ientos se desarrollaban en cam pos


y ciudades, una cuajada realidad debilitaba la propia unidad del régimen:
su política económ ica dictaba una ley de em ergencia para propiciar la
im portación de alim entos. Esto afectó fuertem ente a los sectores m ás im ­
portantes de terratenientes, que ya eran hom bres con otra visión: querían
poner a producir la tierra hasta entonces cubierta de maleza. Se presentaron
a continuación serias diferencias políticas en el Congreso y sobrevino un
conato de golpe de Estado por parte de los m ism os conservadores. Esa puja
degradó aún m ás la autoridad del gobierno ante los ojos de la población, que

257
M a r ía T ila U ribe

veía venir la agudización del problem a agrario por la m edida económ ica y
desesperaba con el encarecim iento de la vida m ientras que los salarios no
aum entaban. Sin buscar correctivos para la situación social, la H egem onía
continuó priorizando el rem edio para su desprestigio: ¡m ás represión! y
sobrevino el acontecim iento de las casas m arcadas.

La é tic a d e l E s t a d o P o lic ia l

Se trató de un golpe sicológico que im pactó a gran cantidad de gente


de la pueblerina Bogotá (y otros lugares) cuando algún día al levantarse en­
contraron casas m arcadas con una cruz negra, como sólo se había conocido
en la época del Santo Oficio de la Inquisición. La reacción de los ciudadanos
fue general: los m ás conscientes se indignaron, las señoras en los barrios
lavaban paredes y puertas, los desprevenidos se asom braban, los curas y las
beatas se persignaban. Las casas m arcadas resultaron ser las del Pueblo, las
de reuniones de grem ios y sindicatos, unas cuantas de fam ilias socialistas y
tam bién de sus parientes y otras tantas seguram ente por sospecha. Nadie
dio explicación. Los socialistas dijeron no creer en coincidencias y hubo un
hecho casual: las casas am anecieron m arcadas del 25 al 26 de abril, la noche
del 27, según se enteró De Heredia de fuente segura, el m inistro dio la orden
de un allanam iento m asivo en todo el país. Precisamente por la rapidez con
la que De Heredia hizo correr la alarm a no quedó un papel en su sitio, ni en
las sedes populares nadie para abrir la puerta, ni los socialistas durm ieron
en la m ism a cam a durante unas noches. El m inistro había enviado a todos
los gobernadores una com unicación en la cual ordenaba:
Sírvase usted disponer inmediatamente lo conveniente para que, sin falta,
el día jueves 28 de los corrientes a las 5:30 de la mañana o a las 6:00 de
la tarde como usted lo juzgare más acertado, según las horas de trabajo,
costumbre y dem ás circunstancias locales se practique por la policía
nacional, departamental o municipal, o por la guardia civil, una ronda en
debida forma y precisamente a la misma hora, es decir, simultáneamente
en todos y cada uno de los cam pam entos o residencias de trabajadores
de empresas públicas o particulares, que se hallen dentro del territorio de
su jurisdicción, y en los cuales haya más de 10 trabajadores, con el único
objeto de decomisarles a éstos todas las armas que tengan en su poder,
guardadas o en mano, ya sean de fuego o blancas como puñales, lanzas,
cachiporras, peinillas y machetes largos o de hoja angosta, etc.57

57 Las citas de este subcapítulo son tom adas de: Rojas Guerra, José María. Documentación de
Ignacio Gómez Rengifo, Cidse, Universidad del Valle, Cali, 1989.

258
Los a n o s e sc o n d id o s ][ Las batallas de 1927

El pretexto sirvió a la policía para ,llevarse sospechosos por docenas


y dejar lo que encontraron a su paso com o si hubiera habido un incendio
(que no otra cosa suelen ser los allanam ientos aparte del am edrentam iento)
porque obviam ente no existían arsenales por ninguna parte. Ni lanzas, ni
puñales, ni cachiporras, la gente de trabajo no usaba arm as ni en la casa de
los socialistas las había y los m achetes en el cam po eran sólo herram ientas
de trabajo.

Ciertam ente, quien no quería vérselas con el régimen debía m ante­


nerse lo m ás alejado posible de las expresiones, estudios o actos que rozaran
los tem as políticos. Pero en aquel tiem po era una obligación moral tom ar
parte en el debate público, m uchas eran las voces que protestaban aparte de
los socialistas frente a cualquier atropello venido de cualquier parte; a eso le
llam aban integridad. Y hombres íntegros había: el 30 de abril un colum nista
El Espectador publicaba un artículo sobre la algarabía guerrera del m inistro
Rengifo y su colaborador el m inistro de Gobierno; los periódicos de pro­
vincia no se callaron la boca, m uchos de ellos querían instituciones dignas
y lim pias, identificadas con el interés público; en la Cám ara se iniciaron
debates y los estudiantes fijaron carteles. Cada sector del PSR, por su lado,
citaba a los ciudadanos a foros abiertos. Tenía que crearse una conciencia
pública de condena a ese poder transitorio en cuya política todos los medios
eran justificados por los fines: la ética del estado policial.

En ese concierto de protestas sobresalía un hombre que dom inaba


con sus caricaturas el panoram a intelectual bogotano, dotado no solo de
integridad sino de genio: el M aestro Ricardo Rendón. Cuando le apuntaba
al m inistro (que adem ás de arbitriario tuvo fam a de beodo) no lo rompía
con estridencia sino con fina ironía.

La figura de Rengifo era la im agen represiva del gobierno. Toda la


furia y la indignación popular se concentraron en él desde un principio, pues
suele suceder que la gente com ún es especial cuando se trata de descubrir
la realidad bajo la apariencia (instintivam ente si se quiere). El olfato p o­
pular distingue a aquel que no le im porta el distanciam iento entre pueblo
y gobierno, entre pueblo y poder por m ás que diga lo contrario. En este
caso ese rechazo se volvió racional por los actos, declaraciones, posturas
del m inistro y por sus resultados.

Para Rengifo el PSR se convirtió en punto obligado de referencia dia­


ria; cada huelga, m ovilización o acto sería el que provocaría el estallido de
la revolución, idea fija com partida por el alto gobierno que avaló, preparó y

259
M a r ía T il a U r jb e

El pueblo. — S olo pido ju sticia, estoy desarm ado.


Rengifo. - Ud. está desarm ado, pero yo no.

ju stificó el poder m ilitar para librar la guerra interior. Fue aquella una nueva
concepción de guerra que dividió la época en antes y después: quedaba atrás
el país de las guerras civiles entre liberales y conservadores y aparecían las
raíces de lo que conocem os h asta hoy; los socialistas revolucionarios que­
daron ubicados en el lím ite de esos dos períodos históricos.

Los prim eros p asos para defender la patria iban de la m ano del de­
creto policial: reducir a la im potencia a los dirigentes para desactivar el
m ovim iento popular. Para juzgarlos y condenarlos era necesario allegar
pruebas y evidencias de culpabilidad; para conseguirlas el m inistro ordenó
a los com an dan tes de los cuerpos de tropa y dem ás oficiales instruir a sus
subalternos en la im plantación de la nueva disciplina, cuyo fundam ento
era la acción contra las doctrinas enem igas, con un ítem: el poder m ilitar
por encim a del procedim iento judicial, porque a este últim o lo consideraba
inocuo. Las órdenes se plasm aron en hechos: el prim er consejo de guerra se
lo acom odaron a M ahecha y sus com pañeros, com o ya vim os.

Se delineaba un tipo de oficial que no se interesaba por nada fuera


de los ascen sos y la disciplina pero esta disciplina no era consciente, nada
de razon am ien tos: obediencia ciega y cum plim iento form al, de acuerdo a
la línea que lan zó el m inistro en la que no faltaban los sustos:
Todo procedimiento en contra de estos principios deberá ser reprimido
y castigado con severidad pues la negligencia en este particular la

260
Los a ñ o s e sc o n d id o s ][ Las batallas de 1927

considerará el M inisterio com o una acción de cooperación para el


fomento de las doctrinas que se combaten.

Así, el eje de la calificación y capacitación de oficiales dependía del


nuevo com portam iento, entonces la cacería de brujas sobrepasó cualquier
cálculo de im aginación y para encam inarse al mejor éxito de la cam paña
algunos m ilitares obraron por hipótesis:
Me he puesto a pensar en cuáles serían las actividades bélicas del socia­
lismo y... -sigue el oficial- si un poderoso grupo de hombres se tomara
todos los aviones, los entregara a los aviadores mexicanos y rusos para
que ellos los cargasen con explosivos y volaran arrojando sus bombas
sobre los cuarteles del ejército y la policía... etc, etc, entonces sucedería
que mientras tanto en el río Magdalena cien mil obreros seleccionados
para tal fin bla, bla, bla, y simultáneamente los bolcheviques de Bogotá,
destruyeran las comunicaciones, tomaran posesión de... -y sigue la lista-
bancos, aduanas, almacenes de víveres, todos los bienes urbanos y los
rurales con sus semovientes... - y sigue la lista-. Y por tanto -term inaba-
confío en que no esquivará su ayuda a este movimiento salvador.

O tro visionario de nom bre David Velilla le hizo al m inistro un esti­


m ativo de 200 mil revolucionarios distribuidos de la m itad del país para
arriba:
El gremio de labradores sim patiza con el comunismo; los pobladores
del río Magdalena son en lo general comunistas; hay poblaciones como
Calamar, donde sin distinción política, religiosa ni social, todos sus ha­
bitantes son bolcheviques...

Tam poco faltaron los energúm enos:


Com o conservador oficial ejército permítome informarle insostenible
peligrosa situación este puerto, debido infundadas exigencias dictadura
guacherna azuzada cuatro bellacos, hales dado ahora impedir embarques
gasolina petróleo, amenazan...

y otro, m ás práctico, de apellido Cogollos, le daba esta solución:


...lo indicado es perseguir a los conferencistas y propagadores de las
malas ideas.

N i escasearon los que salieron m ás papistas que el Papa, com o un


oficial de apellido Iragorri, de Cali:
Sé de un modo positivo que en el Ejército aquí hay unos cuantos oficiales
que pertenecen a la Tercera Internacional de Moscou... -y finalizaba dando
en el clavo para descubrirlos- acaso algún detective vivo, que venga con
el carácter de militar... ¡piense en esto!

261
M a r ía T ila U r ibe

El general sí tuvo quien le escribiera durante sus tres largos años


de m inisterio y con cada inform e aum entaba el voltaje y aum entaban los
g asto s para la guerra interior:
- Cálculo aproximado del valor de los sobresueldos que se han reconocido
a favor de los oficiales del ejército, por razón de sus estadías en Puerto
Wilches, Puerto Berrío, etc., tanto.
- G astos llevados a cabo por razón de dos huelgas, tanto.
- Egreso ocasionado por la Resolución Número 76/1927 dictada por el
Ministerio de Guerra, por medio de la cual se reconoce a los individuos
de tropa que marcharon a Buenaventura, tanto.
- Diferencia diaria por concepto de peluquería, lavado, alimentación,
tanto.
- G astos extraordinarios por útiles de imprenta ocasionados por la huelga
de Girardot, tanto.
- Valor guarniciones que hubo que crear para orden público, tanto.

y junto a los totales, n otas preventivas: No es posible someter este dato


a la refrendación del Señor Contralor General de ¡a República, porque la mayoría
de estos pagos se hicieron sin su conocimiento -sigue la ju stificación - por tanto
tales documentos no los conoce la Contraloria... (!)

A los presupuestos de guerra que figuraban en los datos oficiales habría


que agregarles las transferencias de gigantescos recursos tom ados de otros m i­
nisterios y otros presupuestos. La “D anza de los M illones” dio para todo.
- Traída de asesores suizos expertos en contrainsurgencia.
- Designación de comisiones para comprar armam ento en el exterior.
- Custodia de todas las carreteras del país y destinación de detectives
para cada tren.
- Transporte de oficiales en comisión y ubicación de material de guerra
en diferentes plazas.
- Aum ento de gastos de espionaje, pago de inform antes, delatores,
policía secreta.

Seguram ente hubo quienes asum ieron ese clim a de guerra com o
an tídoto para el descontento y el auge popular; no faltaron quienes lo con­
sideraron com o un aum ento de la calam idad social, de alto costo político
para la Hegem onía; pero otros le sacaron provecho... porque la guerra, la
guerra organizada y declarada, no es un instinto hum ano sino una form a
de robo planificado y coordinado: un negocio.

262
Los a ñ o s e sc o n d id o s ] [ Las batallas de 1927

La c o n v e n c ió n d e La D o r a d a

El 18 de septiembre de ese año 27 se dio comienzo a la m ás im portante


reunión en la vida del PSR, a la que asistieron las mujeres y hombres m ás
capaces de esa organización aproxim adam ente en número de 50, m ás una
docena de am igos e invitados. Por sus objetivos iniciales y tam bién poste­
riores, fue una reunión típicam ente PSR, es decir; una convención política
y no un congreso sindical. O bviam ente allí estaban varios de los dirigentes
de la CO N , otros estaban en las cárceles.

La convención se proponía traducir en m ateriales las decisiones del


Tercer Congreso: declarar la cuestión del nombre, reglam entos, estatutos,
alianzas, program a de trabajo y programa político. Eso fue lo acordado
inicialm ente y en tal virtud los socialistas sacaron el perm iso cum pliendo
con los requisitos establecidos. En el oficio el m inistro de Gobierno se com ­
prom etía a am parar la convención. Poco después el funcionario cam bió de
opinión, cerró la posibilidad de acción legal y por fuerza la convención tuvo
dos caras, una abierta y otra secreta. N aturalm ente una determ inación de
esta naturaleza fue la expresión del momento, de un conjunto de situaciones
vividas con antelación.

La Convención se desarrolló entre una atm ósfera de fuego: dos días


después de instalada y en m itad de una plenaria irrumpieron las fuerzas
policivas para cum plir la orden de arrestara los convencionistas. Ese hecho
determ inó aún m ás la decisión de preparar la etapa de clandestinidad como
defensa ante el acoso policial, decisión que se tom ó por unanim idad en el
recinto donde hacinaron a los detenidos. Es decir, el punto de viraje en su
política lo m arcaron los socialistas sesionando en la cárcel.

Para rehacer los antecedentes y el desarrollo de la convención prefiero


dejar de lado lo que podría resultar un análisis frío a posteriori y apoyarm e,
una vez m ás, en los relatos de quienes sobrevivieron a esos acontecim ien­
tos. ¡H abía que oírlos! Eran media docena de protagonistas que llegaron
a viejos y se daban cita cada vez que podían en la casa del Alto de la Cruz
(años 1955 al 60), en Girardot.

N adie diría que esos apacibles ancianos que se turnaban de un ta ­


blero de ajedrez a otro de parqués habían sido los rom ánticos e intrépidos
revolucionarios de otros tiem pos. Cuando term inaban sus partidas hacían
corrillo afuera, en el andén, sen tados en m ecedoras, entonces em pezaba
lo m ás interesante: su im aginación, su razón, sus em ociones y su vigor

263
M a r ía T i i a U ribe

revivían si se tratab a de traer a cuento algún hecho sobresalien te de sus


añ os de lucha, porque eran, al fin y al cabo, los episodios de su juventud.
En su conversación conservaban el estilo sencillo de m ostrar la realidad en
vez de form ularla pero lo m ás herm oso era que, com o an taño, pensaban
en su país com o un jardín, con una vida m ás hum ana, com o la poesía;
eso n os ayudaba a im agin ar su época y a m irar m ás profundam ente su
experiencia de vida. C on m is herm anos y otros hijos de so cialistas revo­
lucionarios rem em orábam os años despu és aquellas pláticas, en las que
e stab a incluido este episodio.

La D orada no era un apagado y pasivo pueblo de tierra caliente: era


un puerto floreciente con comercio, vida nocturna y abundante m ercado;
la presencia de los trabajadores era superior a la de la población, allí estaban
los braceros del río, los obreros constructores del nuevo tram o de ferrocarril,
los ferroviarios y los cargadores de café. La ciudad era considerada un fortín
socialista, por eso se citó allí la convención.

La llegada de cada delegación fue m otivo de alegría: m urga en la


plaza, vivas, pañuelos que batían. El grueso de las delegaciones llegó desde
Bogotá en un tren que entró al puerto prolongando el pitazo; los de El Lí­
bano entraron de a caballo, los de Barranca y otros puertos del río llegaron
en cham panes; de a pie tam bién venían algunos m acheteros de regiones
vecinas. Al día siguiente m ientras la Convención se instalaba la joven M ag­
dalena Soler, que tenía a su cargo el “Socorro R ojo’’ de esa región, organism o
para ciudar a los presos sociales, disponía lo pertinente a la atención de las
delegaciones.

El prim er acto fue la elección de la m esa directiva a la que llam a­


ron presidium, para ella fueron elegidos cinco m iem bros: Pedro N arváez,
Tom ás, M ahecha, Torres Giraldo y Urbano Trujillo. Este últim o tuvo que
abandonar la reunión por la noticia de la enferm edad de su hijita M aría y
fue reem plazado por Jorge del Bosque.

El segundo m om ento fue luctuoso por la m uerte de Francisco De


Heredia en julio de ese año. El estaba en una especial m isión acordada por
el PSR para establecer contactos en los países centroam ericanos. Ya se había
entrevistado en San José de C osta Rica con Gonzalo Viques candidato a la
presidencia de la república58 y había dictado una conferencia en la Univer­
sidad Popular sobre el socialism o revolucionario en Colom bia. Su paso por

58 Diario Nacional, agosto 12 de 1927, Bogotá.

264
Los a ñ o s e sc o n d id o s ][ Las batallas de 1927

Panamá tam bién había arrojado buenos resultados, se proponía seguir al


Salvador, M éxico y retornar en septiembre para la conferencia de La Dorada.
Pero lo sorprendió un incendio en el hotel “Francés” donde se alojaba y en
el se extinguió su vida.

En la Convención alguien pidió que dejaran una silla vacía en su


honor en medio de rostros entristecidos por el lam entable accidente. Com o
en los versos de Bertolt Brecht ...
Hay hombres que luchan un día y son buenos
Hay otros que luchan un año y son mejores
Pero, hay quienes luchan toda la vida
Esos son los imprescindibles

A él había pedido Tom ás la lectura del programa político con el cual


debía iniciarse el trabajo de aquel primer día, docum ento redactado por
los dos en el apartam ento de Palermo, producto de un m ar de consultas y
debates. Tom ás tenía un nudo en la garganta cuando sacó de sus papeles
el program a, entonces, una voz y otra voz y luego m uchas le pidieron que
lo leyera. ¡Q ué m om ento difícil! pero sacó coraje de donde no tenía y em ­
pezó la lectura, m ientras repasaba m entalm ente cómo habían construido
tan inm ensa am istad; casi una vida juntos que les permitía entenderse por
reflejos.

M e estoy refiriendo a un texto deliberadamente olvidado, desterrado


posteriormente y que vino a ser conocido sólo con el paso del tiem po59. Cons­
taba de 29 puntos, era un proyecto político inventado por los rom ánticos,
con form ulaciones que si bien hoy pueden aparecer curiosas no estaban tan
m al orientadas porque enseñaban para qué sirve el Estado. Típicam ente
revolucionario se encam inaba hacia el socialism o; en últim as apuntaba a
conseguir cierta seguridad para el futuro, cierto derecho a una parte m ás
equitativa en los productos del trabajo, a vivir con los hijos una hora de sol
en jugarretas, a suprim ir la angustia de la renta y el diario:

- Abolición de toda esclavitud en el ser humano.

- Abolición del salario y creación de un sistem a de partición.

- C onquista de la libertad en la m ás alta concepción espiritual.

- Protección obligada por parte del Estado al niño y al anciano.

- Obligación de dar habitación a todo ser humano.

59 Revista Opción No. 21, citada.

265
M a r ía T u a U ribe

Bien leído, sign ificab a de hecho el cam bio to tal del ap arato del
Estado.

-El control de la producción y la distribución.

-La abolición de los im puestos.

-La abolición del servicio m ilitar obligatorio.

-La revisión del derecho de propiedad privada.

Los pun tos siguientes expusieron a sus autores a la burla, al recha­


zo, pero ayudaron a abrir la puerta para que entraran quienes tenían una
conciencia crítica:

-La igualdad en la vida entre la m ujer y el hombre.

-La con quista de la igualdad social, económica, política y civil.

-El desarrollo de todas las facultades en el individuo.

?Y quiénes perdieron el tiem po en ideas que no servían de nada¿


declararon los m ás pragm áticos sobre los dos siguientes:

-El derecho absoluto del Estado sobre las riquezas naturales.

-La creación de la riqueza natural por medio del em pleo del propio

esfuerzo.

-N acionalización de tierras.

-Educación gratuita.

-Apoyo a los artistas.

C om o puede apreciarse, el program a no hablaba de repartición sino


de nacionalización de las tierras. M ás que preocuparse de la econom ía de
m ercado, se ocupaba de una vida m ás hum ana y un ser hum ano mejor.
Intentó lo que, com o avance y originalidad se dijo m ás tarde, h asta hace
poco tiempo: Educación gratuita. Su últim o punto seguram ente fue concebido
por artistas, escritores, inventores y deportistas: apoyo por parte del Estado
a todo esfuerzo e iniciativa individual.

Tom ás term inó de leer. El program a fue aprobado con firm as y pala­
bras sinceras. Ya De Heredia no estaba junto a él pero en ese m om ento su
nom bre estuvo m ás presente que nunca.

266
L o s a ñ o s e sc o n d id o s ][ Las batallas de 192.7

"La detención": la escena representa a tom as U ribe M árquez y a M aría Cano en la película M aría Cano
(Dirección Cam ila Loboguerrero).

267
M a r ía T ila U r ibe

C o n v e n c ió n e n l a c á r c e l

Ese prim er día el juez nacional de policía ordenó la censura telegráfica


y acto seguido suspender la reunión, pero una m ultitud afuera lo impidió.
Esto causó desorden, levantaron la sesión antes de tiem po y algunos de
los asisten tes se fueron a tratar de arreglar el problem a con las autorida­
des. Regresaron tranquilos: asu n to arreglado. M ientras tan to los dem ás
tom aron un descanso, hubo charlas y acercam iento entre los delegados.
Fue la oportunidad en que Enriqueta y Elvira conocieron al enviado de la
cooperativa de Puerto Berrío, Eugenio C árdenas Villate, hom bre que no les
dejó buena im presión y de quien hicieron m ás tarde com entarios a Tom ás
y al “M o n o ” D ávila: vacilante, hombre sin fe, no nombra amigos ni mujer ni a
nadie —y agregaban— su origen es borroso, un hilo invisible lo une al PSR. Pero
Tom ás y el “M on o” rechazaron esas apreciaciones por inconsistentes... Les
cortaron las alas de su fantasía. ¡Qué equivocación!

El día 22 se inició con un proyecto sobre la necesidad de proteger a


los dirigentes, luego entraron a la plenaria para discutir los asu n tos indíge­
nas y estan do en eso los de la fuerza pública irrum pieron sorpresivam ente,
m alhirieron a las gentes que estaban afuera y entraron al recinto haciendo
escándalo. El m ism o juez había ordenado apresar ipsofacto a los dirigentes
m ás conocidos, veinte o treinta en total.

“En la cárcel, gracias a que se nos hacinó en una sola cuadra o salón,
y gracias también a un poco de ingenio para burlar la vigilancia, logramos re­
construir /a convención y dilucidar los problemas esenciales...", escribió Torres
Giraldo en su Historia Política.60

En relación con aquel ep isodio se sabe que con an ticipació n el


gobernador de Boyacá había enviado al m inistro Rengifo la siguiente co­
m unicación: "Esta convención socialista revolucionaria tiene por objeto fijar
fecha estalle revolución, distintos puntos, y no la aprobación de programa ese
p artido"6t. Según el gobernador, el dato fue producto de la delación de un
conocido “ socialista” de Tunja de nom bre Jesú s A renas (los Veteranos se
m urieron sin saberlo).

Las decisiones de La Dorada, sin em bargo, no salieron im provisada­


m ente sino en un proceso, cosa explicable por la violencia oficial de aquella

80 Torres Giraldo, Ignacio. Síntesis de historia política de Colombia, tercera edición, pág. 60.
61 Roja... Guerra, op. ci t.

268
Los a ñ o s e sc o n d id o s ][ Las batallas de 1927

época. En los antecedentes se contaba el primer plan insurreccional presen­


tado en Venadillo por los propios socialistas Julio O cam po Vásquez, Pedro
Narváez, Urbano Trujillo, Jorge Uribe M árquez, Jorge del Bosque, N eftalí
Arce y otros, com o una necesidad de que el PSR actuara desde un com ienzo
de m anera abierta pero tam bién conspirativa (la palabra conspiración tenía
para los revolucionarios de los países latinoam ericanos la m ism a connota­
ción de clandestinidad, es una consecuencia de esa época).

Pese a la presión de los prim eros los dem ás delegados que estuvieron
en Venadillo no se inclinaron en esa dirección, aunque estaban convenci­
dos de dos cosas: la primera, que no había llegado todavía el m om ento de
actuar en form a conspirativa; la segunda, que la ocasión llegaría porque
la insurrección popular sería inevitable. La razón con la que persuadieron
en esa oportunidad a los m ás radicales fue la de que no podían adelantar
perspectivas de ese tipo m ientras no fuera un hecho la fundación del partido,
ni aun en seguida. Dicho a la m anera de los veteranos, no podían ensillar
antes de traer las bestias.

En La Dorada, entonces, no fue nuevo el planteam iento ni tom ado


por iniciativa de la generación liberal guerrillera que había soltado las armas
en 1902 62, es que ya había transcurrido un período de maduración en el que
se conjugaron causas, consecuencias, circunstancias. Los cam pesinos no
perm anecían pasivos, entre los pobres de las ciudades aparecían quienes ins­
tigaban a la rebelión, los obreros libraban sus batallas con saldos de m uertos
y heridos, en fin, se trataba del hambre, del paro y de la guerra, cuestiones
resum idas en el prim er punto del acuerdo de La Dorada: "Inevitabilídad del
desenlace por la vía armada de la situación en que las fuerzas de la reacción han
puesto a las masas. Por tanto, necesidad de coordinación de las acciones con miras
a la confluencia en una insurrección nacional para sustituir al régimen”.' '

O bviam ente, ese acuerdo operó de hecho en alianza con los sectores
partidarios del levantam iento arm ado. ¿Fue aquella una decisión descabe­
llada^ ¿U n a determ inación ingenua^ Las respuestas pueden ser infinitas,
pero lo cierto es que las cosas cam bian y m ás en el péndulo de la política.
Para los revolucionarios de los Veinte, falibles como cualquier m ortal, aque­
lla decisión era el paso a seguir; no estaban dispuestos a ser indiferentes
ante lo intolerable, no querían convertirse en el freno de las m ayorías y no
tenían el obstáculo del miedo. Por lo que podem os juzgar hasta ahora, la

62 Torres Giraldo. Ibid.


63 Medina, Medófilo. op. cit., pág. 112.

269
M a r ía T ila U ribe

insurrección era una prueba m ás del tem peram ento y de la m ente de esa
cultura socialista.

La otra cara de la estrategia del PSR seguía siendo la abierta. En frente


único con los grupos liberales de izquierda adoptaron una serie de tareas
para la labor política de m asas, nuevas unas, o com o continuidad del trabajo
anterior, otras. La Convención aprobó el viaje de algunas personas a M oscú;
designó siete m iem bros para el ejecutivo y reeligió a Tom ás com o Secretario
General del PSR, con una nueva y nada pequeña responsabilidad: crear la
com isión perm anente o núcleo central que organizara la defensa del PSR
y diera el paso a la clandestinidad. Era el hom bre m ás adecuado para una
em presa que exigía realism o y acción.

Las p reocupacion es que asaltaro n a T o m ás fueron descom un ales.


¿Q u ién que tenga ideas no sabe lo que significa una decisión, y de tal
m agn itud, que bien puede acabar en triunfo o en catástro fe^ ¿En qué
situ ación m e encontraría, en que situ ación se encon traría u sted si tu ­
viera que asu m ir esa gran respon sabilidad por decisión del co n ju n to de
su s com pañ eros^

A nte la actitud de los m ás extrem istas Tom ás puso reparos; cada


razonam iento suyo era m ás una pregunta que una aseveración, pues no
faltaron quienes trataran de m ezclar la aventura con las acciones precipi­
tadas, o los partidarios de construir únicam ente una organización de acero.
Por fortuna la sen satez y la serenidad eran m ayores y ante alguna dificultad
por cuestiones de form a, alguien le hizo ver que de claudicar él, el paso de
todas m anera iba a darse, pero sin él.

Supongo que reflexionó la idea varias veces. En cuestiones de fondo


estab a convencido de que, com o la población, una m ilitancia casi desam ­
parada necesitaba al m enos una cobertura que le diera seguridad. Se requería
dem ostrar no solam ente en la intención sino en la acción. Y a partir de ahí
una contradicción: de asum ir la tarea tenía que sacrificar su perm anente
con tacto con las m asas.

Los hechos de La D orada tuvieron repercusión nacional. En las se­


m an as siguientes proliferaron avisos de protesta por el encarcelam iento,
editoriales y prim eras planas en el Diario Nacional, artículos de fondo en
El Espectador, declaraciones y escritos de los convencionistas en la Prensa
Obrera. Las palabras del general Joaquín Tiberio Galvis, testigo presencial
de la convención, reclam aban "el libre uso de los derechos que confiere la
constitución” y 19 congresistas, incluidos conservadores, citaron al m inistro

270
L o s a ñ o s e sc o n d id o s ][ Las batallas de 1927

de Gobierno para que diera explicaciones. Este dijo que los socialistas se
habían reunido para decretar una huelga general y agregó sin pudor que
en su carácter de conservador reaccionario, enviaba una calurosa felicitación al
Director de la Policía.

N ada había que hacer con el gobierno y su política fanática, pero


aquella jornada fue m em orable por la autenticidad y las razones aludidas:
“el partido conservador ha solicitado la intervención de gobiernos exter­
nos para m antenerse en el poder", dijo Felipe Paz. Luego precisó el Habeas
Corpus, invocó los Derechos H um anos y term inó diciendo:
Desde el presidente y sus ministros hasta el último alcalde, todos los
miembros del régimen forman parte del plan para perseguir violentamen­
te y acosar sin piedad a los socialistas. Estos se han permitido encauzar
sus pensamientos hacia las reformas sociales, no entendidas a la manera
de la mayoría conservadora de la Cámara, sino como la transferencia
que implique la eliminación de toda casta y todo privilegio64

De la cárcel fueron liberados los delegados gracias a la presión po­


pular y el debate en la Cám ara. Un grupo de ellos se reunió en Bogotá para
rem atar las conclusiones.

Ú l t im a s g ir a s d e M a r ía C ano

Concluida la labor de La D orada M aría Cano inició su sexta gira por


tierras de Santander con Torres Giraldo y otros acom pañantes, invitada
por el periódico Vox Populi. Puerto Wilches y La Góm ez fueron las primeras
estaciones, luego pasaron a Bucaram anga el 8 de diciembre, después a la
región cafetera de Rionegro y Puerto Santos. Según Ana Benedicta Prada,
destacada joven que ya se perfilaba como dirigente de las obreras tabacaleras,
en Bucaram anga fue im presionante la recepción pública donde habló M aría
Cano, an tes de recibir delegaciones de varios sectores. Las ideas socialistas
encontraron en esas regiones un am biente propicio para su desarrollo, los
sem anarios Vox Populiy Pluma Líbre cumplieron un papel importante porque
al lado de tradicionales historias, leyendas y versos inform aban la realidad
nacional, a la vez que eran voceros de los trabajadores. M aría Cano no igno­
raba ninguno de esos aspectos ni las condiciones de vida de las tabacaleras,
precisadas m ás tarde por Benedicta en este corto relato:

64 Diario Nacional, septiembre 24 de 1927, Bogotá.

271
M a r ía T ila U ribe

M aria Cano, Santander, 1927

Yo trabajé en la fábrica de cigarrillos “Villamizar”, allí cumplíamos dos


jornadas: de 7 a 12 y de 1 a 6, diez horas diarias en total, por eso queríamos
que se implantara la jornada de ocho horas. Pero no teníamos sindicato,
los sindicatos eran organizaciones casi clandestinas. La fábrica quedaba
en Bucaram anga, los cam pesinos traían el tabaco de Floridablanca,
Piedecuesta, Girón, Lebrija... Pero no eran dueños de las plantaciones,
había otros pequeños que sí cosechaban en una parcelita. En la fábrica
trabajábam os unas setecientas mujeres en total, los hombres que había
estaban para levantar bultos o eran mecánicos. N osotras trabajábamos
en grandes salones, con máquinas de hierro para hacer los rollos que
son el alma del tabaco. Las que envolvían esos rollos lo hacían en mesitas
pequeñas, individuales, con cuchillos de punta redonda que se llamaban
pácoras; con ellos cortaban la hoja, hacían tiras y envolvían el tabaco,
luego los amarraban por cincuentas. Por la tarde llegaban a contarnos la
producción y nos pagaban cada día.
La lucha de las trabajadoras era también por la salud, m ás que todo por
un médico, porque el trabajo del tabaco es malsano, produce mucha
tuberculosis, posiblemente por la nicotina. Esa enfermedad era la que
m ás nos atacaba y también por la escasez de alimentos, la falta de cui­
dados, la pobreza. Las obreras tosían y tosían dentro de esos salones o
ese gran salón.

La sexta y la séptim a giras de M aría fueron continuas, la últim a se


llevó a cabo entre enero y m arzo de 1928, de allí en adelante ya no existieron

272
Los a ñ o s e sc o n d id o s ] [ Las batallas de 1927

condiciones para m ás. En ésta visitó en primer térm ino a Calamar, C artage­
na y Barranquilla. Pero los m ejores resultados se vieron en su correría por
Santa M arta, Ciénaga, Sevilla y A racataca, ahí fijó su centro de operaciones
para seguir a El Retén, Fundación y Tucurinca. Los organizadores de esa
segunda etapa fueron los dirigentes socialistas de la Zona, los m ism os que
posteriormente dirigirían la huelga. Del PSR formaban parte principalmente
los obreros y colonos que trabajaban en las plantaciones de la United Fruit
Com pany, pero todos los pobladores se m ovilizaban para escuchar a María;
eso agrandaba el prestigio del socialism o revolucionario y de los dirigentes
de la Unión Sindical de Trabajadores del M agdalena. De paso, ella fundaba
ligas cam pesinas con esos pobladores. En Santa M arta visitó los barrios en
actos populares m uy nutridos e incluso hubo un gesto significativo de parte
de la Unión Obrera, organización sindical distinta a la USTM , en alguna
medida supeditada a la United Fruit, la que se sum ó a las m ovilizaciones
del PSR y facilitó locales para las reuniones, incluyendo un teatro donde
M aría celebró el acto final de su gira.

N o obstante, no todo corrió sobre ruedas, en Tucurinca fue obstacu­


lizada por funcionarios norteam ericanos y autoridades sujetas a la com pa­
ñía; Torres Giraldo anotó:
María Cano, la agitadora socialista había sido recibida con grandes
despliegues populares de entusiasm o cuando visitó la Zona Bananera
en febrero. Tanto ella como sus camaradas fueron duramente atacados
por el gobernador del Magdalena en su discurso del 20 de julio.65

Todas las giras de M aría tuvieron repercusión nacional. Donde la


palabra se m uestra com o dueña total del ser hum ano es en el cam po de las
ideas y a M aría se le adm iró por la claridad y autenticidad con que defendió
las suyas; la prensa daba cuenta de qué decía y qué pasaba en cada una de
sus correrías y ella m ism a com entaba por escrito al Secretario General y
dem ás com pañeros de la Dirección lo acontecido.* Por otra parte, Tom ás
era el destinatario de docenas de cartas que hablaban de esas giras, hasta
él llegaba el dolor, la palpitación del tem or o la satisfacción de los hechos
cum plidos. Aquella fue la últim a gira de María, en marzo de 1928 regresó
a Medellín para asum ir la dirección del periódico La Justicia.

65 Torres Giraldo, Los Inconformes, op. cit., pág. 897.


' Cartas al respecto se encontraban en el baúl decomisado por la B.l.M.

273
M a r ía T ila U ribe

1928, AÑO D ECISIVO

En los prim eros m eses de 1928 el gobierno nacional con su estratega


el m inistro de Guerra, inició otra cam paña de encarcelam ientos para los
m iem bros del Partido Socialista. El 27 de abril arrestaron a Torres Giraldo
con 180 trab ajado res del Q uindío, en A rm enia; en Girardot, an tes del
Primero de M ayo hubo retenciones m asivas que atendía Ju an C. D ávila, a
quien tam bién encerraron. En M edellín seguían cada paso de M aría Cano,
del dirigente sindical M anuel M arulanda V élez* y dem ás m iem bros de la
Dirección de A ntioquia; en Neiva m etieron a los patios al “N egro” Guerrero
y cien trabajadores m ás; en H onda se perdió la cuenta. En Bogotá algunos
dirigentes se refugiaron en el apartam ento de Palermo, sitio m om entánea­
m ente seguro y en la tintorería de Savinski arrestaron al grupo de personas
que preparaban el m aterial para el Día del Trabajo. Rengifo tenía o se le había
conferido el poder de ju zgar las ideas escritas y había in stituido el índice
de los periódicos prohibidos. En el caso de Vox Poyuli, al propietario de la
editorial M.A. G óm ez, donde se editaba, le llegaron am en azas de m uerte,
sistem a que se extendió a otras editoriales que sacaban periódicos socialis­
tas; de esa m anera consiguieron que las im prentas em pezaran a negarse a
seguir editando. Esa fue la situación que Jorge Uribe M árquez encontró al
salir de la cárcel en m arzo de ese año, luego de contrarrestar un proceso en
el que intentaron arrebatarle su honra y su buen nom bre. En carta a M aría
C an o dejó esta radiografía del m om ento que se com enta sola:
...No recibimos sus primeros telegramas porque nuestra correspondencia
es violada descaradamente por los sabuesos oficiales (...) En la circular que
el primero de nosotros [Pacho Cote] envió en días pasados a las directivas
socialistas y que publica el periódico que usted dirige, está pormenorizada
la situación que ha planteado el Gobierno en este departamento, espe­
cialmente en Bucaramanga y Rionegro. La persecución continúa siendo
cada día m ás implacable y los socialistas vivimos, puede decirse, con un
pie en la cárcel o listos a arreglar m aletas rumbo al destierro...
El golpe fascista dado por la burguesía en convivencia con el funcionarismo,
consistente en atribuirle un asesinato vulgar al socialismo santandereano,
no dio el resultado apetecido por nuestros enemigos porque la conciencia
popular no se dejó mistificar por la campaña miserable que emprendió el
periódico conservador “Vanguardia Liberal”. Por encima del concepto del
fiscal, que pedía la libertad incondicional del sindicado Uribe Márquez,

’ El jefe guerrillero de nuestros días, tomó su nombre en homenaje de aquel líder asesinado
en 1949.

274
L o s AÑOS ESCONDIDOS ] [ Las batallas de 1927

el juez de la Policía Nacional, Señor L. S. Hurtado Mendoza, llevó su


apasionam iento hasta el extremo de exigirle caución hipotecaria [de
1500], lo que servía de índice demostrativo de la sevicia empleada por
dicho funcionario al investigar con torpeza mayúscula el delito perpetrado
anónimamente el 28 de febrero.
Otorgada la caución referida el segundo de nosotros goza de libertad
desde hace algunos días aunque esa libertad es relativa dada la vigilancia
ridicula y exagerada a que lo tiene sometido el Gobierno, en términos de
ser conducidas a la cárcel las personas que lo visitan (...) Creimos al salir
de la prisión poder continuar las interrumpidas ediciones de Vox Populi,
pero nuestro deseo se ha estrellado contra una dolorosa realidad, cual es
la de no poder contar ni nosotros ni el socialismo bumangués con una
imprenta propia, pues el propietario de la editorial donde se editaba,
por razones que no es del caso detallar, se ha negado rotundamente a
permitimos continuar publicando el periódico.
La felicitamos por sus brillantes labores al frente de L a Ju stic ia alta
tribuna desde la cual envía la luz de su alma libre a las muchedumbres
irredentas de esta desventurada Colombia de los Rengifos y los Abadías.
(...)

Fraternalmente suyos y de la causa,


Francisco Antonio Cote
Jorge Uribe Márquez 66

El Gobierno acom odó la noticia de cierres de periódicos, allanam ien­


tos y arrestos antes del Primero de M ayo: hizo saber que fueron en ¡’revisión,
pues se esperaba una huelga general que convertiría el ¡Día del Trabajo en
la insurrección arm ada! Con ese m étodo abom inable -contaban quienes
vivieron la historia desde el lado o p u esto - llevaron m ás ruina a los hogares
y atem orizaron a la población. Sin em barg,o el m ovim iento huelguístico no
decayó. Los trabajadores portuarios en Barranquilla se fueron a la huelga
el prim ero de abril y en otros lugares del río M agdalena am enazaron con
extenderla si no arreglaban el conflicto. C om parativam ente eran m ás los
grupos que intentaban organizarse que los que no lo hacían, así fuera a
tum bos, con tendencias diferentes o equivocaciones. M irado en su conjunto
la onda organizativa siguió en ascen so en ese año 28 a pesar de la represión;
como en el siguiente ejem plo los socialistas recibían com unicaciones de
todas partes del país:

66 Carta publicada en el periódico El Socialista, junio 23 de 1928.

275
M a r ía T ila U ribe

Os hacemos saber que este Sindicato, instalado el 6 de julio de 1927 con


la asistencia de un reducido número de compañeros, cuenta hoy, gracias
a la constante actividad de la mayor parte de sus componentes, con la
casi totalidad del gremio, más o menos trescientos compañeros. Hemos
sostenido varias luchas de las que hemos salido bien y mal: mal debido a
la poca comprensión de fraternidad que debe reinar entre nosotros, pero
gracias a la propaganda escrita se nos han ido desarraigando los prejuicios y
los errores en que se vegeta en la actual sociedad, basada en el egoísmo.67

Una situación explicable se dio para estas fechas, la gente en plan de


visita iba a deliberar a las cárceles con los retenidos, o a conocerlos, cosa
que hacían desde los m ocosos de prim eras letras h asta los m ás viejos y
respetables personajes. A eso contribuían las adhesiones de personalidades
y num erosos grupos com o el de la Federación N acional Estudiantil, que en
m ayo lanzó este m anifiesto:
En nuestra condición de estudiantes de espíritu nuevo declaramos que no
tenemos nexos con los partidos históricos en que durante largos años se
dividió la opinión colombiana. Pertenecemos al Partido Socialista Revo­
lucionario que busca la justicia económica, la realización positiva de los
fines humanos, la verdad pura y sincera en todos los aspectos.
Firmas
Darío Samper, Roberto García Peña, Juan Francisco Mújica, Sabas Calde­
rón, Vicente Arenas, Diego M ontaña Cuéllar, Luis Alberto Bravo y otras
sesenta firmas respaldaban el manifiesto.68

En abril, A rm ando Solano enviaba una carta al Partido Liberal en la


cual declaraba públicam ente su ingreso al PSR y añadía:
Considero mi línea de conducta absolutamente lógica, porque el socialis­
mo procura hoy la realización de las tesis y de los anhelos que el liberalis­
mo encarnaba y defendió en los cam pos de la polémica y la muerte.69

Y tres días an tes del Primero de M ayo C uberos Niño, tam bién pú­
blicam ente se dolía de su tradicional m ilitancia por “no poder concebir un
liberalism o que se aparte del pueblo, que haga de su causa, una causa ex­
tranjera y mire en él solam ente un aliad o”70, palabras que en boca de quien
era el presidente del Partido Liberal tenían peso.

67 Rojas Guerra, op. cit.


68 Caicedo, Jaime. Apuntes sobre la historia del movimiento estudiantil, trabajo inédito, citado
por Medófilo Medina, op. cit., pág. 130.
w Carta publicada en el periódico Claridad, abril de 1928.
70 Diario Nacional, abril 28 de 1928.

276
Los a ñ o s e sc o n d id o s ] [ Las batallas de 1927

A parte de los políticos hacia el PSR canalizaron sus sim patías otras
gentes, ingenieros que dirigían obras públicas, abogados de provincia, al­
gunos m édicos, farm aceutas, personas todas estas que exteriorizaban su
com placencia verbalm ente y hacían presencia en diferentes actos. Ese tipo
de actitudes o las labores de apoyo al socialism o se sintieron oportunas;
si en trance tan difícil hasta Sanín Cano habló de “pasarse al socialism o”
quería decir que este era el cam ino nuevo y así lo entendía el olfato popular.
La desbandada del liberalism o hacia la joven organización política preocupó
a los dirigentes liberales m ás lúcidos como Alfonso López Pumarejo, quien
señaló en el m om ento la necesidad de darle un viraje a su partido para rescatar
el espacio perdido. En una carta que hizo pública, decía López:
María Cano nos ha colocado a usted y a mí, como a los otros liberales
de Colom bia... en una posición m uy desairada. Confesémoslo cándi­
damente. N osotros los liberales jam ás nos habríamos atrevido a llevar
al alm a del pueblo la inconformidad con la miseria... En condiciones
m uy adversas, luchando con todo género de resistencias, Uribe M ár­
quez, Torres Giraldo y M aría Cano adelantan la organización de un
nuevo partido político que lleva trazas de poner en jaque al régimen
conservador.71

Ese aum ento cuantitativo colm aba el anhelo del PSR de ser la ex­
presión de grandes m asas, pero en m om entos en que se incrementaban
persecuciones y cárceles para los conductores más acatados del Partido
creaba, com o creó, situaciones nada fáciles de resolver. Es el caso de la
llegada de algunos liberales an siosos por encontrar protagonism o al pre­
sentir que a la H egem onía le llegaba su hora, pero no de manera sana sino
oportunista. También les preocupaba la entrada de varios estudiantes m uy
fogosos, an gustiados por acabar con ciertas características del socialism o
revolucionario y abrazarse cuanto antes a los m andatos de la IC. El hecho
es im portante en función de las visiones posteriores, cuando algunos de
ellos form aron parte del grupo de censores del año 30. En su diario de
cárcel Tom ás anotó que los problem as em pezaron en tiem pos de la A sam ­
blea N acional de julio, que desde un com ienzo él desarrolló un persistente
antagon ism o con tales actitudes, cuestionadas también por M ahecha y los
m ás cercanos. Y es así que en el apartam ento de Palermo se reunían diez
o quince socialistas con las debidas precauciones preocupados por esos y
otros m otivos com plem entarios.

71 El Tiempo, abril 26 de 1928.

277
M a r ía T ila U ribe

Esto últim o era referido por Dávila, Elvira y otras personas, sobre
todo por “T ata” , porque Tom ás llegaba a esas reuniones acom pañado de
su com pañera, de algunos de los hijos de ella y del perro “N e y ” com o si se
tratara de cualquier paseo hogareño. Allí se encontraban con los líderes de
la C O N y entre todos hacían esfuerzos por com binar lo descom unal de la
estrategia con el realism o m ás elem ental de la táctica.

El Partido tenía un perfil definido, pero no solidez en su organiza­


ción, cuestión de grueso calibre, porque era im prescindible saber articular
el trabajo legal que adm itiera la Hegem onía, con la lim itación de la praxis
clan destin a. De m anera que las incertidum bres, in terrogan tes y dudas
aso m ab an por in stan tes, eran explicables por la guerra im puesta y las
altern ativas recién nacidas con las que debían defenderse los socialistas.
Y aunque la m ente puesta a obrar no cesa, no tenían respuestas para infi­
nidad de sus problem as, las estaban construyendo; apenas com enzaban a
plantearlas cuando reapareció, con estruendo, el in strum ento jurídico que
reunía todos los proyectos de ley creados por la H egem onía contra aquellos
que no le fueran fieles o sum isos: La Ley Heroica. ¡El socialism o quedó
ilegalizado de un golpe!.

B a jo el terro r de la L ey H e r o ic a

El eslabón final de la cadena con la que aprisionaron las libertades


públicas y los derechos h um anos fue este Decreto, que en su A rtículo
Primero decía:
“Constituye delito agruparse, reunirse o asociarse bajo cualquier de­
nominación. De acuerdo con el Artículo 47 de la Constitución están
prohibidas las asociaciones o agrupaciones de cualquier clase que como
el bolchevismo o el comunismo se propongan realizar alguno o algunos
de los siguientes propósitos [y figuran entre otros]... fomentar el rela­
jam iento de la disciplina militar; provocar o fomentar la abolición o el
desconocimiento del derecho de propiedad”.

O sea que no se trataba de establecer sanciones para los actos con­


tra la propiedad, sino de castigar la duda m ism a sobre la legitim idad de la
propiedad privada. Sigue el texto con:
"... difundir ideas que tiendan a extinguir el sentimiento de la noción de
patria; atacar la religión católica; promover, estimular o sostener huelgas
violatorias de las leyes que las regulan”.

278
Los a ñ o s e sc o n d id o s ][ Las batallas de 1927

El delito de opinión quedó establecido mediante la competencia de


los Jueces de Poiicía para investigar y castigar los actos que la ley indicaba.
"Los Jueces de Prensa y Orden Público secuestrarán escritos, impresos, dibujos y
demás instrumentos de propaganda delictuosa..."

C ontem plaba, adem ás de la censura, m ultas a los directores de pe­


riódicos para “responder por los costos del juicio” y ordenaba en el Artículo
Q uinto: "Impedir la fijación de carteles, avisos, impresos murales en que se
provoque o instigue a cometer cualquiera de los delitos de que trata esta Ley".

El gestor, quien redactó el m arco jurídico preventivo y luego presentó


el proyecto en nom bre del Gobierno para “hacer frente al m ayor peligro
que haya enfrentado la R epública” no podía ser otro que el m inistro Ren-
gifo. Y aquel año, a pesar de la aplastante superioridad de las arm as y los
elem entos jurídicos, se convirtió en algo así como un m ano a m ano entre
la H egem onía y el m ovim iento popular, entre aquélla y el PSR.

D espués del Primero de M ayo recuperaron la libertad m uchas perso­


nas, entonces los socialistas reactivaron su solidaridad con Nicaragua, otra
vez invadida por los m arin es norteam ericanos, lograron convocar nuevas e
im portantes m anifestaciones de apoyo. En cam bio fracasaron en su intento
de crear el frente de defensa de una política nacional en m ateria petrolera,
que respaldara la inciativa presentada en el Congreso (por el m ism o grupo

279
M a r Ia T ila U ribe

distin guido con el que trabajaban) de: constituir com pañías estatales para
la explotación y refinación de petróleo y construcción de oleoductos. Pero
donde m ás se sintió la actuación pública del PSR fue en la resistencia para
evitar la aprobación del proyecto “Heroico”, llamado por el pueblo liberticida.
La propuesta salió a la calle a través de las organizaciones sindicales y se
form aron com ités y grupos de gentes con cualquier filiación o sin ella; la
cam pañ a fue creciendo y el PSR contribuyó notablem ente a la constitución
de un bloque o C om ité N acional contra la expedición de la Ley Heroica,
organism o en el que participaron Ram ón Bernal A zula y otros por el socia­
lism o, personalidades de la m inoría liberal de la Cám ara, generales aliados
y voceros de prensa, Sanín C an o entre ellos; tam bién hubo representación

280
Los a n o s e sc o n d id o s ][ Las batallas de 1927

estudiantil. De ahí se derivaron dieciséis C om ités Seccionales en distintas


ciudades del país. El Com ité Nacional convocó a m ovilizaciones que se
hacían precedidas de m ítines, las m ás im portantes ocurrieron en el m es de
octubre: el 12 en Medellín, habló M aría Cano y el m ism o día los periódicos
registraron m ás de diez mil m anifestantes en Bogotá. La ciudad estaba
literalm ente colm ada de propaganda socialista fijada en las esquinas y
puertas de las casas, de acuerdo a la recomendación final de la hoja, que en
algunos apartes decía:
Por la defen sa de la vida
Un grito de miseria se oye en todo el país; los trabajadores necesitamos
-siquiera, como medida inmedita - el alza general de los salarios, la
revisión de los contratos de arrendamiento de tierra para los campesi­
nos, mejoras en la alimentación, vestuario e higiene para los soldados.
Luchemos colectivamente contra el Proyecto Heroico que va a cercenar
el mínimo de garantías existentes. Acción solidaria para evitar que se siga
explotando y envenenando al pueblo con el alcohol oficial.
Todos, hombres, mujeres y niños debemos asistir a la manifestación de
defensa social que saldrá el viernes 12 a las tres de la tarde del Parque
Centenario. Dentro de diez días empezará a subir el precio de la harina,
el maíz, la papa, el arroz, el azúcar... Quedarse ese día en la casa o en
el trabajo equivale a no tener conciencia libre, ni siquiera instinto de
conservación.
Nota: lea esta hoja y péguela en la puerta de la casa.72

Pero todo fue inútil. El m inistro volvió a dar la orden de encerrar y


en otros casos vigilar a los dirigentes socialistas nuevamente con el novelón
del com plot, a partir de la discusión del proyecto en la Cám ara. El efecto fue
de radicalización general, pero hubo estragos. En cientos de hogares donde
habían funcionado los com ités contra la pena de muerte y ahora contra el
Proyecto Heroico, se vivieron la zozobra de la vigilancia y los allanam ien­
tos. Un golpe en la puerta y las m iradas se paralizaban, a los niños se les
enseñó a callar y desconfiar. ¡Que no salgan a la calle los ancianos! ¡Que
se guarden las banderas de tres ochos! y el paso de los serenos aceleraba el
ritm o de los corazones.

Los tabloides socialistas se voceaban cada vez menos. En la redada,


el prim er local atrapado fue la tintorería de Savinski: las m áquinas salta­
ron en pedazos y el archivo de escritos, esas hojas que hasta días antes

72 Archivo personal.

281
M a r ía T ila U ribe

alentaban a la hum anidad, las botaron al viento. La censura entraba por la


puerta ancha, no propiam ente la del periodism o, sino la gubernam ental y
burda, la m ordaza. Las noticias fueron subordinadas al criterio m ilitar y no
pocas páginas se convirtieron en un com unicado de policía. Sin embargo,
bajo esas condiciones, por coraje, conciencia o por decencia seguían apare­
ciendo aquí y allá titulares, editoriales, colum nas... y es cuando el M aestro
Rendón acom pañado siem pre por la gracia peculiar de su hum or dibuja la
radiografía de los ridículos disparates de la leyenda arm ada del m inistro,
sin que faltaren los consabidos dados y la botella al cinto.

Por su parte los socialistas contraatacaban:


...Nosotros -escribía Jorge Uribe M árquez en esa carta que desbordaba
decoro- no trepidaremos ante la borrasca de persecuciones que se ha
desatado sobre el socialismo revolucionario colombiano, y menos en los
precisos m om entos en que es menester aunar esfuerzos y voluntades
para defender la bandera que juramos defender en todos los campos,
cueste lo que costare”.

Sus denuncias sobre los atropellos a los obreros y sus fam ilias eran
publicadas sim ultáneam ente en: Diario Nacional, G il Blas, La M añana de
C ú cuta y Pluma Libre del Socorro con el título de “Santander en las garras
del fascism o ”. En M edellín batallaba m ientras tan to M aría C an o cuando
La Justicia lograba escapar a la censura, atacaba las form as represivas; con
la Federación Obrera de A n tioquia m antenía el ánim o y la organización.
Torres Giraldo y sus ciento ochenta com pañeros habían logrado la libertad
por el insostenible absurdo jurídico, en Cali irregularm ente se volvía a leer
La Humanidad.

M ahecha editaba en el m onte o sobre el río la Vanguardia Obrera y en


Bogotá salían los prim eros núm eros clandestinos de Revolución. Los m ism os
esfuerzos se hacían en otras zonas urbanas o cam pesinas.

En los niveles organizativos vinieron desajustes, pliegues y repliegues;


el hombre púas o un juez de prensa y orden público encerraban o liberaban a
capricho.

La últim a detenida de abril fue la incorregible M isia C onchita “A güi­


tas de G u alan d ay”, la vendedora de yerbas arom áticas, que con una triste
expresión de viejita m ascando agua agonizó en un cam astro de la C asa
Correccional del Buen Pastor.

282
C a pít u lo X I

LA INSURRECCIÓN
P ro y contra

Todo se hacía bajo estricta reserva, era imprescindible para sortear la


vigilancia de Rengifo y evitar la cárcel pero también porque el PSR en ese
año se convirtió en un partido insurreccional.

Pienso que ese paso riguroso obedeció a que los socialistas no se acos­
tumbraron a aceptar la salmuera del abusivo ejercicio del poder y tampoco
formaba parte de su cultura el oponerse a la rebelión, por decir lo menos.
No se trataba de una postura pretenciosa, fue su propósito, en el intento de
solucionar la hecatombe en curso provocada por la Hegemonía, en el que el
PSR seguía siendo el centro del problema. A esto se sumaba la atmósfera que
se vivía en América Latina, aunque... tal vez los revolucionarios no estaban
destinados a actuar como aceleradores en el tren de la historia, sino como
frenos de emergencia, según la expresión de Walter Benjamín.

Las más grandes decisiones se tomaron en julio en la Asamblea


Nacional del Socialismo Revolucionario, de la que también desapare­
cieron los documentos que se elaboraron a pesar de su carácter secreto.
La Asamblea creó las bases organizativas de la insurrección, el tiempo
para llevarla a cabo correspondería a los últimos meses de la Hegemonía,
la fecha se fijaría en su momento. Por relatos fragmentarios — algunos
ya consignados por los historiadores— se han establecido tres puntos
claves decididos en esa Asamblea: además del anteriormente anotado,
el acuerdo del levantam iento simultáneo con los rebeldes venezolanos y
la proyección de la huelga de la Zona Bananera. Tomémosle uno a uno
en un intento aproximado pues todo esto es más complejo de como aquí
se consigna.

Sobre el primer punto, las condiciones en que se gestó la insurrección,


pesaba ante todo esa realidad convertida en un alarido insoportable. En la
balanza los socialistas contaban con las bases sociales que los sustentaban:
estaban ligados a casi todos los movimientos huelguísticos, los dirigían, par­
tían de ellos; si los obreros eran minoría contaban con sectores de tradición
guerrera campesina, se referían a ellos (en las amarillentas cartas perdidas)
en términos de macheteros. Más el apoyo indígena y la fusión con algunos
beligerantes sectores urbanos y sus tendencias insurreccionales. Todo esto
les hizo pensar en detener al país con una serie de huelgas obreras en el
sector de los transportes y en los enclaves norteamericanos, es decir, una
huelga general unida a la insurrección.

285
M a r ía T íl a U r ib e

A lo anterior sumaban dos consideraciones: estaban en los estertores


de la Hegemonía a la que le quedaba un año de mandato acosada por las
contradicciones internas; percibían en esa crisis otro síntoma favorable
para la fase insurreccional: la antesala de la gran depresión. Los préstamos
del exterior estaban a punto de cancelarse, el crack económico echaba por
tierra el optimismo financiero y era incierto el mercado para los productos
colombianos: café, petróleo, banano. En síntesis, se enturbiaba la estructura
económica y por tanto política del país.*

Contestatarios o revolucionarios, no buscaron ser reconocidos por


Abadía ni reconciliarse con Rengifo y valientemente se lanzaron a prepa­
rar la insurrección; era un derrotero por el cual valía la pena vivir. Desde
la casa donde se reunía la Asamblea se cavilaba sobre el asalto al poder,
sincronizado en las capitales de departamento y en los puertos de río, con
la obstrucción de las comunicaciones, telégrafos y teléfonos; la toma de
control de las guarniciones militares, los centros neurálgicos y las depen­
dencias gubernamentales.

Pero -com o decía el “Negro" Guerrero- ninguna insurrección popular


se puede llevar a cabo con el “Manual de Urbanidad de Carreño”, había que
construir un aparato militar inherente al Partido que respaldara la huelga
general. Esto no significaba cualquier tipo de violencia o que en esa idea
cupieran atentados individuales. A este propósito se refirió Tomás en la
entrevista que le hicieron en 1929. Una de sus esperanzas era la formación
de un Consejo Provisional de Gobierno Central, apoyado por Juntas Seccio­
nales, tal como lo expresaron Torres Giraldo, Mahecha, Tomás y María en
muy diversas oportunidades.

Hasta ahí los más gruesos razonamientos de los socialistas, sin


tocar por ahora los acuerdos con los venezolanos. Pero en el otro plato
de la balanza pesaba no solamente el inmenso poder del enemigo sino
otras circunstancias evidentes o que fueron saliendo con el correr del
tiempo. Tenían en su contra la inexperiencia de la clandestinidad, errores
en su manejo, incomunicación, encarcelamiento de sus mejores líderes; (a
Quintín Lame acababan de dictarle sentencia); más lo no previsto y lo
que pensaron resolver por el camino y no pudieron, algunas situaciones

' La crisis del año 29 abarcó el mundo capitalista en su conjunto, particularmente a los
Estados Unidos, pero no se limitó a los países más poderosos, repercutió en los más
débiles aunque con crisis menores. Se comenzó a vislumbrar desde el año 28 y entre el
29 y el 33 tuvo su punto dramático.

286
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ La insurrección

incontrolables por lo contradictorias. Un cúmulo de aspectos que llevan


a concluir que las condiciones en que se gestó la insurrección no fueron
las más favorables.

U na d ir e c c ió n f o r m a l y o t r a r e a l

Como resultado de la nueva estrategia la Asamblea tomó la decisión


de conformar una dirección dual: para los asuntos políticos creó el Comité
Central Ejecutivo (CCE) y para lo correspondiente a la organización insu­
rreccional, el Comité Central Celular (CCC). No fue una decisión alegre y
rápida pero sí unánime, de la que se desprendieron problemas a corto y largo
plazo. Ya lo han anotado los historiadores: En la dirección del CCC quedaron
los nueve hombres de mayor autoridad política, especialmente Uribe Márquez, con
un secretariado de tres miembros. El CCE, en cambio, quedó en manos de hombres
de poca autoridad73. Torres Giraldo anotó que el paralelismo inicial se trans­
formó en una creciente absorción del CCE e incluso de la CON por parte del
CCC; cierto, pero anudó esa idea con otra que se convirtió en versión única:
que esa absorción se debió a la ilusión sobre la conspiración, como factor
que resolvería todos los problemas y al menosprecio, aunque no asumido
ideológicamente, del movimiento económico y político de las masas.

Desde luego existieron variantes de ese enfoque como el que consi­


deraba la ilusión como uno de los factores de la insurrección, pero no el
único; no había entonces menosprecio hacia las masas. Esas otras voces
argumentaban que las circunstancias de una lucha popular cambian radical­
mente cuando se está ante una fuerte tiranía. Pero poco de esto trascendió,
no hubo polémicas, ningún documento de consideración, sólo curiosidades,
como esta parte final de los relatos de Carlos Cuéllar (último romántico
que, sin imaginarlo, ha terminado casi de copartícipe de este libro). Carlos
lo sabía tácitamente, en su registro aparecen los hechos con el impacto de
lo que suele pasarse por alto en la vida cotidiana; por su manera de decir
las cosas uno siente el cariño y la intención, él infundía vida y dotaba de
alas esos hechos:
...No entré a trabajar con el Comité Central porque los riesgos serían
mayores. Era un frente con una dirección desguarnecida, bueno esa no es
la palabra, pero dentro del Comité Central del PSR quedaron intelectuales
como Bernal Azula, Felipe Lleras, Pablo Emilio Sabogal, además Servio

Medina, Medófilo. op. cit., pág. 128.

287
M a r ía T il a U r ib e

Tulio Sánchez que nunca quiso llamarse Socialista Revolucionario sino


Comunista. Es decir, le podría dar veinte nombres que pasaron por ahí
hasta los últimos, los que vinieron de Moscú.
Entre estos primeros había gente inteligente, con fundamentación
ideológica, con algún conocimiento de los problemas sindicales y más
de los políticos, escritores pero, a la hora de la verdad,-ineficaces para la
organización. Felipe Lleras era un orador para hablar a los tumultos, era
un orador formidable, tipo simpático pero organizativamente nada. No
hacía más que tomar pelapinga, porque a la pobreza le agregaba el vicio.
Es decir, en toda organización —ustedes lo saben— hay una cuestión
formal, la cuestión formal era el Comité Central que dejaba entrar a
dirigir a cuanto tipo, bueno a los Napoleones Molinas, piscos vistosos
para pasarla, para figurar, porque a estas alturas se desgranaba la gente
ante cualquier hojita de convocatoria firmada por el PSR.
La cuestión real era el CCC, el comando superior, es decir Tomás, Ma-
hecha, María Cano que para esos momentos era víctima de la calumnia
que las autoridades de Medellín habían lanzado, con la noticia de que
ella envenenaba el acueducto. María Cano estaba dedicada a la política
abierta pero conocía bien toda la cosa interna. En fin, allí había gente
eficiente, todos los que sabían organizar barrios, oficios, ambientes. Y
entonces nosotros, los “Correos Rojos” y los otros, los obreros que de­
fendieron las imprentas hasta última hora y toda esa gente buena, los
luchadores sindicales pues... jodidos por la represión, no nos íbamos a
exponer a que nos metieran a la cárcel por estar detrás de Felipe Lleras o
Moisés Prieto oyendo sus disertaciones. ...y le dije a mi madre, que vivía
en una permanente tensión mental pero sabía disimularlo, “no es tiempo
de quimeras, yo me voy a trabajar con el CCC”. Tremendo pues ¿ustedes
saben qué quiere decir eso¿
...?Que cómo fue, señora, el trabajo del CCC ¿ Pues como son las cosas
cuando son del alma, en realidad esa época era un cataclismo social. Creo
que Torres Giraldo se quedó corto cuando habló de ocho mil presos porque
en 1928 llegaban a más.*
Así que ustedes lo saben porque conocieron después otra época de violen­
cia. Nadie confiaba en el reclamo directo y nos topábamos con el fomento
constante de la rebelión que en algunas partes era un desorden, brotes
aislados y desesperados de la gente, como en Chiscas. En ese pueblito se
amotinaron como trescientos un día que no aguantaron más, allá había
socialistas y cómo es la vida, no lo pudieron impedir, quisieron evitar el
caos y entonces les dijeron traidores. Después los amotinados salieron

* No menos de ocho mil dirigentes proletarios activos en las luchas y sus organizaciones
estaban en las cárceles del país al arribo del Primero de Mayo de 1928. (Los Inconformes,
Tomo IV, p. 914)

288
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ La insurrección

para el hospital o fueron a templar a la cárcel y no consiguieron nada fuera


de injuriar al cura y ponerle un ojo negro al alcalde. Rengifo aprovechó
para anunciar la revolución armada de Chiscas.
En otras partes la cosa fue distinta, sin carnets pero con malicia indígena;
sin sueldos, ni viáticos ni giros de Moscú pero con mística. Y no eran dos
o tres grupitos, era mucha gente por un lado metiéndole al sindicato, al
barriecito, y por otro entendiendo por organización militar la planeación,
la disciplina, la orientación contra el peso externo. Esa espontaneidad
tenía que organizarse y alcanzamos a entrar en una etapa de preparación
de claves, de casas fuera de toda sospecha, entrenamientos, formaciones
con jerarquía; y llegamos a practicar cómo tomar tal montaña, cómo
defender tal cosa... en eso los reservistas y también unos soldados en
franquicia nos entrenaban. Y nos afinamos en las comunicaciones que se
hacían en forma de postas: de aquí a La Dorada, de ahí a Puerto Berrío, con
estaciones intermedias de recibo, ramificaciones de reparto, puntualidad,
itinerarios, contactos; que los “Correos Rojos” tuviéramos dónde llegar,
dormir secretamente... Es decir, eso significaba una cantidad de trabajo,
una cantidad de gente pensando. Así conocí la preparación del CCC más
que todo en Bogotá.
...¿Anécdotas«?- Por docenas, día sin anécdota era día perdido. Mire, a
“Tabaquito” que lo conocían los detectives porque era igualito a Trots­
ky, lo cogieron escribiendo en una pared: “Indicio de la grandeza de una
República es el rigor de sus castigos”. Se salvó, porque en vez de firmarle
“Maquiavelo”, le puso “Rengifo” y confundió a los tiras. Pero detrás venía
atisbándolo Patrocinio Rey que era cliente seguro para las guachafitas
plenas y en vez de esperar a ver qué pasaba se le lanzó al grupo de tiras
y los encendió a trompadas. Lo redujeron y se lo llevaron y también se
salvó, porque en vez de meterlo por subversivo el Juez le multó la mano.
Unas eran de cal y otras de arena, nos angustiábamos cuando emprendían
camino los dirigentes y nos reíamos después por las mañas que se daban:
Jorge Uribe Márquez se desvanecía disfrazado; para evitar ser visto ese
señor primoroso que era el “Mono” Dávila se volvió noctámbulo y viajaba
envuelto en una ruana y en el decurso de su persecución, Torres Ciraldo
simulaba negocios. Y de Mahecha sí que había anécdotas, se hacía pasar
por doctor en brujería. En la huelga de Rionegro entretenía a la gente
contando cuentos de muertos y aparecidos, eso lo conoció Tomás y hasta
lo relató en un periódico.

S it u a c ió n e n l a z o n a b a n a n e r a

Según el mismo “Rusito" relatara diecisiete años más tarde, uno de los
puntos cruciales de aquella Asamblea era el informe de la Zona Bananera.

289
M a r ía T ila U r ib e

Lo que debía discutirse era el qué hacer ante una situación con muchas
facetas que venía de atrás, pero que día a día se agravó hasta desembocar
en la huelga cuatro meses después.

Los delegados a la Asamblea no eran ajenos a la situación, era algo


que los desvelaba, bien por indignación, bien por el compromiso que ya
tenían como Partido. Muchos habían estado allí: Tomás conoció sobre el
terreno la vida de los obreros a raíz de la huelga del año 24, invitado por
los dirigentes; María Cano y Torres Giraldo habían fundado ligas campe­
sinas; Mahecha iba sin descanso y Vanguardia Obrera era familiar entre
los bananeros; Jorge Del Bosque y Julio Buriticá se habían desplazado en
varias ocasiones, valientemente, porque eran viajes con tramos a pie o en
bestias prestadas. Así mismo, a la Zona habían sido enviados el año anterior
hombres del río y del gremio de la construcción en el plan de intercambio.
Pero ¿cuál era la situación de la Zona para ese m om ento1? Es algo a lo cual
bien vale la pena referirse.

Desde que la compañía se instaló (diez u once años antes) contrató


informantes, luego amplió la modalidad comprando testigos para acusar a los
trabajadores cuando eran detenidos. Las detenciones se multiplicaron con la
Ley Heroica, los presos eran trasladados con grilletes y cadenas en los pies ar­
tefactos que más tarde “Ruso”, Mahecha y otros testigos conocieron marcados
con el nombre de “United Fruit Company”. Los problemas que afectaban a
los obreros los hacían sentir casi esclavos, por eso sus luchas iban en muchos
sentidos: por la tierra, contra los contratos, la carga y las jornadas de trabajo,
los riesgos, las humillaciones, las condiciones de vida en general.

De veinticinco a treinta mil hombres se repartían las labores para


hacer posible el cultivo y la exportación del banano: desmonte o desyerbe por
hectáreas, luego el descepe; construcción de canales y acequias, irrigación
de cultivos, corte, recolección de fruta, acarreo al ferrocarril y transporte
de ahí a Santa Marta en catorce locomotoras y treinta vagones; finalmente
meter el banano a los barcos. Cinco o seis trenes llenos cada día, un barco
diario cargado con cien mil racimos con destino a Europa o los Estados
Unidos. La fruta mala se quedaba para el consumo interno.

La época de corte era cruel y paradójicamente la anhelada por los


trabajadores para ganar algo más. De dieciséis, dieciocho y veinte horas
diarias eran las jornadas a las que los obreros llevaban a sus niños para que
ayudaran, A los niños no se les pagaba, su trabajo quedaba incluido en el del
padre; cada obrero debía cortar entre trescientos y cuatrocientos racimos

290
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ La insurrección

diarios. Naturalmente ese hormiguero humano estaba expuesto a lo peor:


víctimas por causa de picaduras de serpiente, cortaduras de machete, trozos
de árboles. Los accidentes los atendían los propios trabajadores, aunque de
su salario les descontaban el 12% para el mantenimiento de un hospital en
Santa Marta. A veces a los moribundos les daban una boleta para el hospital
por si alcanzaban a llegar.

El malestar más generalizado se debía a la forma como eran con­


tratados en época de corte: la compañía pagaba $5,00 pesos por obrero al
contratista; éste al subcontratista $3,50; éste al trabajador $2,00, equiva­
lente al salario diario por el máximo de racimos cortados diariamente, y era
tal la afluencia de gente para encontrar trabajo (de cien hombres treinta o
cuarenta lo conseguían) que muchas veces el contratista se divertía con una
suerte inhumana: hacía que su capataz corriera en una muía, si el aspirante
a obrero corría a la par con el animal le daban el trabajo.

“El Infierno”, llamaron los obreros a ese pedazo de patria donde los
consumieron junto con sus familias; historia prohibida en los textos de
estudio hasta que el frío sentido del olvido casi borró la infamia. Historia
contada en un principio por los trabajadores, luego desvanecida; más tarde
reencontrada por algunos autores que consideraron un compromiso histó­
rico su divulgación, plasmada en la escultura de Arenas Betancur, relatada
por Alvaro Cepeda Zamudio en "La Casa Grande", recogida por Carlos José
Reyes, reconstruida en la obra teatral "Soldados" de Enrique Buenaventura,
tema de canciones populares, inspiración del Nobel García Márquez en
'Cien Años de Soledad". De ella, un hombre avejentado llamado Sixto Ospino
(1900-1940), quien fuera en su juventud trabajador y dirigente de la huelga,
nos dejó la mejor versión escrita en letra obrera, cuyo texto comienza así:
“En los primeros años de la década de los 20, de una aldea situada en la
margen oriental del río Magdalena, denominada 'Tenerife', de algún abo­
lengo histórico pues fue asiento de mando de la corona española y frente
a sus costas se libraron grandes batallas en la gesta emancipadora (...) De
esa aldea, lugar de donde soy oriundo, partimos unos amigos corriendo
la aventura, atraídos por el despertar de las actividades económicas de
la United Fruit Company (... ) Allí nos concentramos; pasan los años
y el trapiche de la U nited Fruit muele generaciones tras generaciones
botando bagazos humanos, viejos prematuros, sobras de paludismo y
de tuberculosis...”

Aquellos trabajadores vivieron en tambos, durmieron en esteras de


hojas de plátano invadidos por los zancudos y como en los campos petroleros

291
M a r Ia T oa U r ib e

de Venezuela, de la cerca para afuera sus mujeres se avejentaban en plena


juventud dobladas por la miseria. Por eso los bananeros solicitaban la cons­
trucción de campamentos. La compañía norteamericana no pagaba el trabajo
en efectivo sino en vales de su comisariato, práctica que les salía más venta­
josa: ahí compraban los trabajadores desde zarazas, enjalmas y forjas hasta
carne; desde cerveza y aguardiente hasta quinina, purgantes y calmantes.
Que se les permitiera comprar en otras partes era otra petición para un total
de nueve reivindicaciones que recogían lo más elemental, lo más urgente en
cuanto a necesidades y dignidad de los seres humanos se refiere.

La huelga era un clamor, mas no las condiciones para llevarla a cabo.


La Unión Sindical del Magdalena era débil en su organización, los 40 sindi­
catos y ligas campesinas que funcionaban en las fincas o en el mismo monte
lo eran más de nombre o intención, los obreros ignoraban la preparación y
los detalles de una huelga. En la fugaz experiencia del año 24 sólo habían
intervenido los ferroviarios y los trabajadores de los muelles, ahora era
distinto; se trataba de éstos y de los hombres de las plantaciones que eran
la mayoría y constituían la inmensa base del PSR.

Después de la información necesaria elaborada inteligentemente las


posibilidades de la huelga se veían distantes, sin embargo no podían rendirse
ante los males del país y resolvieron que la tarea se emprendiera por parte
de los dirigentes locales más fogueados; ellos debían formar a los demás
y comprometerlos en la defensa de su causa. Tomás propuso entonces el
desplazamiento de Mahecha con su gente, su imprenta y su muía, además
de Buriticá, Del Bosque y otros cuadros de distintas regiones para que vi­
vieran en la Zona y reforzaran a los líderes locales, cuestión que implicó el
desmantelamiento del CCC.

C o l o m b ia n o s y v e n e z o l a n o s e n lu c h a

SIMULTÁNEA

Autorizado por la Asamblea de julio, Uribe Márquez salió para Cho-


contá a cumplir la cita con Arévalo Cedeño en un Congreso que selló el
acuerdo con los venezolanos, la alianza con la izquierda liberal y marcó el
comienzo de esa etapa en términos militares; lo que supone un complejo
cruce de caminos por sus múltiples relaciones y significados y es en este
segundo semestre del año 28 donde se nubla la historia. La siguiente recopi­
lación no es producto de una investigación exhaustiva sino de informaciones

292
Los ANOS ESCONDIDOS ] [ La insurrección

que acumulé y empaté para dar un aporte en la difícil tarea de reconstruir


hechos desarrollados en la clandestinidad hace 65 años.

De la asistencia se sabe que estuvieron allí las personas designadas


para la dirección del CCC con la presencia de Tomás, excepción hecha de
quienes se fueron para la Zona Bananera. Por los venezolanos, Arévalo
Cedeño, el general Carabaño, Pedro Elias Aristigueta, un chileno de apelli­
do Maggill, instructor de los rebeldes del hermano país y dos o tres más.
Por la izquierda liberal Cuberos Niño, Nogales Méndez, Chaves Pinzón, el
general Joaquín Tiberio Galvis y dos integrantes del equipo parlamentario.
Cuberos Niño llegó en su condición de Senador, con los dos últimos; los
demás asistieron puede decirse, por su reconocida actividad y conocimien­
tos militares, todos formaban parte del Frente o Bloque en defensa de las
libertades públicas. Este nuevo paso era pues una continuación de ese Frente
alimentado por sectores liberales potencialmente revolucionarios.

En esos momentos la alianza no solamente era para detener la Ley


Heroica sino para derribar ese régimen vergonzoso; unos y otros estimaron
indispensable unir fuerzas. No fue entonces secreta aquella alianza, ni un
hecho tramado por un grupo o un caudillo. El CCC cumplía el acuerdo de
la Asamblea Nacional.

Tal como lo han consignado lacónicamente algunos autores, el levan­


tamiento en Colombia debía desarrollarse en coordinación con una rebelión en
Venezuela contra la dictadura de Ju an Vicente Gómez; o al revés: el levantamiento
en Venezuela debía partir de la frontera colombiana. El hecho fue ese, pero...
¿por qué acordaron estratégicamente esa lucha en forma simultánea^ Esta
parte nunca ha quedado completamente clara y la interpretación que de
ella se ha hecho la ha dejado más confusa. Según ésta se debió a la gran
significación que Uribe Márquez le otorgó a la coordinación con los patrio­
tas venezolanos, pues se esperaba que la acción en Venezuela estimulara el
ánimo rebelde en los Santanderes.

Tal afirmación se hizo con base en una frase o respuesta que Tomás
dio a un reportero un año después sobre otros temas; él dijo: “Las zonas
revolucionarias del país siempre han sido las mismas: Cauca Viejo, Tolima
Viejo y Santander Viejo”.

La cuestión podría verse casi en el terreno de una conjetura, pero


aún así, una decisión de esa naturaleza no podía ser el resultado de una
perentoria resolución personal. Es más lógico mirar el origen de esa y otras
ligeras hipótesis con la perspectiva de la experiencia y de la historia, porque

293
M A R fA T ila U r ib e

por varias décadas el significado de la lucha del PSR quedó suspendido sobre
silencios, determinado por la leyenda negra que condenó al PSR y sus diri­
gentes a la cola del Partido Liberal como menor de edad (cuando no a cosa
vil, desechable, materia de ninguna estimación como en las definiciones
del “Pequeño Larousse”). -

El últim o dato de Chocontá del que se tuvo noticia fue el acuer­


do de un equis número de armas financiadas por los venezolanos que
debían adquirirse, fabricarse y concentrarse en suelo colombiano. Un
porcentaje de ellas quedaría aquí. Esa determinación pudo partir de la
lógica del menor riesgo; los venezolanos venían con trayectoria en sus
intentos armados y conocían bien las represalias del ejército federal de
Juan Vicente Gómez.

Hasta ahí el primer rastro. Pienso que sucedió mucho más de lo que
autores y memorialistas dicen que sucedió, pues resulta evidente que esa
doble y ligada historia no fue tan simple como hasta hoy se ha visto (ojalá
algún día pueda desentrañarse esta historia). En todo caso, en Chocontá
quedó pendiente una nueva entrevista que se realizó casi con seguridad
alrededor del 15 de octubre, fecha en la que los venezolanos regresaron
¿Qué sucedió en el lapso de casi tres meses entre la reunión de Chocontá
y la cita de octubre^

Aquella esperanza que nació de un anhelo utópico en el que no cabía


la derrota, pronto empezó a trocarse en graves dificultades para los venezo­
lanos que sufrieron un rudo golpe en el camino de su rebeldía; el que marcó
quizás (sin el quizás) su posterior fracaso. Días después de Chocontá, el
grupo del cual estaba al mando el general Carabaño logró apoderarse de
una considerable fortuna de propiedad del dictador: sesenta mil dólares.
Seguidos o delatados, poco tiempo después, el 23 de agosto, cuando se
disponían a tomarse Cumaná, el Ejército Federal rodeó el sitio donde se
encontraban, atacándolos ferozmente. Se defendieron durante varios días,
lograron romper el cerco y unos cuantos escaparon con parte del dinero
hacia los muelles de Cariaco, pero la mayoría murió allí mismo, entre ellos
Carabaño y otros de los venezolanos que había venido a Chocontá. Duro
revés fue aquél, que afectó los planes y la moral en materia grave, y dejó
aislados a Arévalo Cedeño, Carlos León y Alcántara en algún lugar de la
frontera colombo venezolana.

M ientras tanto los socialistas efectuaban dos reuniones en Bogotá y


Sogamoso para continuar con lo pertinente al plan insurreccional. Del CCC

294
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ La insurrección

HOY FUE DESTROZADO


EL EJERCITO REBEI DE
El gobierno capturó a Cara baño, Anstigucta, Gomes Rubio, v ,
ria, Méndez, Rojas y al chileno Maggill. - Una batalla sangr v nLi

CLTMANA ESTA BA EN PODER DE LOS REVOLUCION A R ]OS

nacional se derivaron las Direcciones Celulares de El Líbano, San Vicente de


Chucurí74, Girardot y Honda que fueron las organizaciones más conocidas,
así como de otros lugares: el Valle, Puerto Tejada y en menor escala algunas
regiones de Cundinamarca.

En el Tolima el revuelo insurgente existió en Ibagué, allí movía las


cuerdas Soledad Herrera en varias poblaciones; pero el fuerte era El Líbano
con el liderazgo de Pedro Narváez e Higinio Forero. Los acompañaba en la
dirección el ex secretario del Concejo de apellido Villalobos, los sastres Jesús
Talero y W. González, el carpintero Eduardo Reyes, el carnicero Gerardo
Arango y un comerciante independiente, Faustino Arango, de quien se
cuenta que sacrificó su modesta fortuna en aras del proyecto revoluciona­
rio. El hombre de acción fue Narváez, Villalobos se destacó como la figura
intelectual del movimiento.

En San Vicente de Chucurí, entre los líderes del movimiento se en­


contraban: el ex juez Carlos Humberto Durán, a quien se le recordó más
como el teórico que exponía los principios del socialismo revolucionario en
conferencias y artículos. Con él los hermanos Rafael y Francisco Galvis, He-
liodoro Ochoa, Guillermo Rivera, Pedro Rodríguez y Rodolfo Flórez. Los dos
últimos herreros, oficio para entonces muy importante y de gran prestigio
popular porque en tomo a la forja se reunía la gente para herrar los caballos,
transporte de entonces sobre todo en el campo. Especie de patriarcas, res­
petados y socios entre sí, fueron ellos los nucleadores, los organizadores del
proyecto. En San Vicente el carácter de la insurrección tuvo parecido con El
Líbano, según las memorias de Jorge Uribe Márquez quien, una vez salido
de la cárcel y sin poder continuar en Bucaramanga, se desplazó a esa zona
para contribuir como enlace con El Líbano, La Dorada, Honda y Bogotá.
Lamentablemente, no se encuentran referencias de esos nexos.

4 Vargas Velásquez, Alejandro. Tres momentos de la violencia política en San Vicente cíe Chucurt,
en Revísta Análisis Político, No. Bogotá, pág. 33.

295
M a r ía T il a U r ib e

Como es de suponer en Girardot gremios y personas se comprometieron


de diversas maneras. En una casa del Alto de la Cruz, diagonal a la de Urbano,
funcionó el cuartel general; la peluquería de Cano, situada al pie del río, sirvió
como albergue de “Correos Rojos”; los vagones fueron testigos mudos de
encuentros con los revolucionarios del Huila, el Tequendama y Bogotá.

Por lo que hace a Bogotá, la dirección tenía sobre sus hombros abru­
madoras responsabilidades, empezando por la coordinación de las regiones,
o sea, la conducción del nivel popular que era al fin y al cabo la base que
sustentaba el proyecto insurreccional. El otro aspecto era el desarrollo del
proyecto en la propia ciudad, en otras palabras, no descuidar ciertos niveles
en el manejo de la política abierta, de la que no podían desprenderse hasta
tanto el CCE tuviera toda la información para articular grupos, personas,
cambios de responsables y demás circunstancias propias de una modificación
organizativa. En resumen, el equipo humano de Bogotá era consistente, pero
debía diferenciarse de la Dirección Nacional del CCC, lo que no ocurrió. Cada
militante de cualquier calidad era un todero, los dirigentes debían repicar y
andar en la procesión. La ausencia de los tres miembros del secretariado del
CCC que se fueron para la Zona Bananera constituyó una falla irreparable y
no hubo sustitución. Esta se hizo de manera informal con los líderes locales
que de pronto llegaban o enviaban emisarios. Ocampo Vásquez debía ocupar
uno de esos lugares por su experiencia y capacidad, pero permanecía más en
El Líbano que en la capital y al decir de sus compañeros era un revolucionario
maleducado y obstinado, un fiasco en algunos aspectos: individualista, testa­
rudo como una muía y... nunca supo lo que es secreto. Sacaba hojas confidenciales
por su cuenta a las que le colgaba la frase “Salud y Revolución Armada",
hojas que no se sabía adonde iban a parar, por supuesto que no era el único
con ese pecado de divulgar proyectos en ciernes, cuestión incontrolable.

La incomunicación, por demás comprensible en aquella época se


convirtió en una dificultad insalvable para los socialistas. El CCC como tal
no pudo atender una de las tareas para la cual se había creado.

La relación con los aliados de la izquierda liberal quedó en cabeza de


pocos, Uribe Márquez en primer lugar, y según él mismo relatara la gestión
se empezó a complicar en la medida en que llegaron otros jefes con distintas
perspectivas, intereses individuales y estilos inconvenientes para labores
de esa naturaleza. Desde luego, decir que esto último fue el factor único
que pesó negativamente en el balance final, sería una adulteración que va
más allá de los propios acontecimientos; no hubo una sola causa sino una
combinación de factores.

296
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ La insurrección

Pese a todo en agosto el grado de radicalización popular era inmenso.


La palabra clave era insurrección, no por la figura en sí, sino por el postulado
que la inspiraba; el concepto clave era liberación, por lo menos en la cabeza
de quienes querían transformar el país en algo parecido a un vergel. En todas
estas gentes resaltaba el contraste entre sus sueños y magnificencias con la
asfixiante limitación geográfica, ideológica, cultural y logística.

Los núcleos locales de todo el país habían sido blanco del Gobierno,
durante los cinco meses que duró la discusión de la Ley Heroica. Las listas de
ubicación y nombres de principales cabezas incautadas por imprevisión de
Torres Giraldo, en su detención del 27 de abril en Armenia, proporcionaron
suficiente información. Las organizaciones de base se debilitaron: unas se
disgregaron, otras cansadas de batidas quisieron vencer por resistencia y se
ocultaron; a veces se cambiaban de nombre, células en algunos casos. Fuera
como fuera no se sentía frustración, la resistencia aumentaba con acciones
diarias, pequeñas y sospresivas de los distintos sectores; el lenguaje popular
consignó desde entonces aquella sentencia de "la ley es para los de ruana''.

El 27 de octubre se estremecía Bogotá con otra gran demostración ma­


siva en un intento extremo por impedir la aprobación de la Ley Heroica, en
lo que fue la manifestación más numerosa de 1928. Un día después, el 28 de
octubre, Torres Giraldo, Uribe Márquez, Mahecha y otros líderes disimulaban
o cambiaban sus aspectos para iniciar el viaje a Mariquita; iban a concentrarse
con el objeto de analizar la situación nacional y apoyar al CCC. A María Cano,
para que pudiera llegar a su destino, Floro Piedrahita la había traído en el tren
camuflada entre canastos. Venía de los éxitos de las manifestaciones de Mede-
llín y de impulsar la actividad política abierta, pues sólo con sus compañeros
más cercanos y a escondidas conspiraba. También Torres Giraldo lo consignó
en aquella versión para que la pensemos en el contexto de su época:
Ayudó al enlace y decisión de los dirigentes regionales del Plan, de los
encargados de conseguir armas de corto y largo alcance, de fabricar
bombas de dinamita y de entrenar a los jefes de vanguardias obreras y
campesinas. Aunque no participó en posición de comando superior ni
trató con altos jefes civiles y militares de la izquierda liberal (papel que
concentró el PSR en su Secretario General y en el CCC que a propósito
se creó) María, tanto como yo, fue, en líneas generales solidaria con
esta proyectada salida revolucionaria que había previsto la Convención
Socialista de La Dorada.75

Torres Giraldo. M aría Cano. Apostolado Revolucionario, pág. 116, citado en Alaría Cano en
el amanecer de la Clase Obrera, op. cit.

297
M a r ía T ila U r ib e

En la reunión de M ariquita, Mahecha expuso la inminencia de la


huelga, cuestión que sus compañeros estimaron inconveniente si se preci­
pitaba, es decir, los socialistas tratarían de estirar su estallido hasta julio
del año siguiente cuando (esperaban) las condiciones estarían maduras
tanto en la Zona como en el resto del país; pues todo indica que fue en
M ariquita donde se fijó el mes para la insurrección. Días antes de aquel
encuentro el Diario N acional había publicado una carta abierta dirigida a
Armando Solano en la cual Mahecha le exponía los nueve puntos que irían
a ser incluidos en el Pliego de Peticiones. El texto tenía un color rojo encen­
dido y su correspondiente anuncio: "... no descansaremos hasta ver ondear el
rojo de los descam isados sobre ¡a cúpula chata del Capitolio.76

En esa misma reunión Tomás consignó sus más inmediatas preocu­


paciones: las direcciones locales no se habían vuelto a reunir, había inco­
municación y por tanto en cada sitio las decisiones se tomaban sobre la
marcha; la Dirección Nacional estaba desdibujada aunque existieran las
Direcciones Locales.

Por otra parte, existía el peligro real de perder el control del movi­
miento, era prudente temer el entusismo de ciertas personalidades liberales
del más alto nivel, que él consideraba agazapadas detrás de los radicales
y “Los Panchos". El CCE no envió a Mariquita ningún delegado, lo que se
interpretó como una cobardía frente a la situación del momento. Situación
que Torres Giraldo definió así:
La curva del movimiento revolucionario de las masas trabajadoras entraba
en un período de depresión. Las huelgas se sucedían cada vez con menos
frecuencia y menor solidaridad. Las directivas superiores de la CON y
del PSR caían cada vez más -por la persecución y el encarcelamiento de
los dirigentes obreros- en poder de intelectuales que no iban al pueblo
trabajador ni a sus organizaciones de base, reduciendo en consecuencia
su labor a la fraseología de izquierda, a la estéril relación de grupos a
“alto nivel”.’7

El 2 de noviembre la mayoría conservadora del Congreso, con las


debidas excepciones, aprobaba el proyecto liberticida sin cambiarle una
coma. La histórica represión política, militar y económica de los años Veinte
cerraba así cualquier esperanza de redención para las mayorías populares.
Sin embargo, no había llegado a su último peldaño.

76 Diario Nacional, octubre 20 de 1929.


77 Torres Giraldo. Apostolado Revolucionario, op. cit., pág. 115.

298
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ La insurrección

V i c i s i t u d e s d e l a c l a n d e s t in id a d

Ese mismo día vuelve a aparecer el rastro de los venezolanos. Pero


antes debo comentar la situación de Tomás, representativa de otros socia­
listas en Bogotá y el resto del país.

Mientras estaba en la reunión de Mariquita la policía visitó tres veces


“la Casa del Angelito”, con suficiente demostración de cortesía como para
tomar medidas. La Dirección Celular de Bogotá citó entonces a Enriqueta
para exponerle la forma de evadir los peligros; querían tender en torno a
él un círculo de seguridad y señalarle recomendaciones. Una especie de
promoción roja y sentimental porque al lado de las advertencias proponían
rodearlo de respeto y reconocimiento. En la tabla de restricciones figuran: no
empeñarse en luchas menudas que sacrificaran lo alcanzado; su trabajo debía
hacerse bajo estricta reserva para evadir la vigilancia; sólo ellos (incluían
a “Tata”) podían llegar hasta él, llevarle los comisionados, los trabajadores
o personas que necesitaran consultarlo. Las protecciones se extendían a las
casas dispuestas para su alojamiento -Uribe Márquez tuvo en sus seis me­
ses de vida clandestina no menos de ocho o diez domicilios- además, ropa
distinta para cambiar de aspecto y la prohibición terminante de volverse a
encontrar con su perro. “N ey” quedó, al igual que Tomás y muchos otros
socialistas en el anonimato de la vida clandestina.

Hasta cierto punto el dirigente se sometió a esas rigurosidades que


marcaban una gran diferencia entre el largo período de su vida anterior ubi­
cado en los cauces legales y el nuevo. Era cuidadoso para garantizar que las
posibilidades llegaran a su límite, pero había necesidades imperiosas por la
misma dinámica política que lo forzaban a hacerse presente en sitios y re­
uniones lejanas o locales. Sometido a un ritmo de trabajo agotador, intenso,
que hubiera necesitado de un numeroso equipo humano, debía distribuir las
horas del día sin descanso, resolver problemas, tomar decisiones. Escribía
con desasosiego artículos con seudónimos para los periódicos prohibidos
o firmados para otros casos; cartas y documentos para sus compañeros,
pronunciamientos públicos o memos con delicadas o insignificantes reco­
mendaciones, porque veía las cosas en su conjunto y en el detalle.

A una de esas reuniones debían asistir en esos primeros días de


noviembre Arévalo Cedeño, Isidro Núñez y otros venezolanos; acababan
de entrar de incógnito a Bogotá por el camino de los Llanos. Venían a en­
trevistarse con sus aliados y a recibir la parte del armamento convenido.

299
M a r ía T ila U ribi

Para ese mom ento la correlación de fuerzas entre los colombianos había
variado por el aumento de liberales radicales y la disminución, por fuerza
de las circunstancias, de los socialistas. Prácticamente el peso lo llevaba
Uribe Márquez, que iba acompañado a cada reunión de Urbano Trujillo
y compañeros distintos. Para contrarrestar esa situación de debilidad
Tomás logró un adecuado equilibrio apoyándose en las bases del sector
popular (socialista) que sustentaba el proyecto insurreccional: además
de los eficaces de El Líbano, Santander y en menor proporción Honda
y Girardot, estaban los macheteros de Puerto Tejada, por eso, y casi por
derecho propio, obtuvo para ellos la cuota de armas que debía quedar en
territorio colombiano.

En esa trilogía de aliados la mayor afinidad política se daba entre el


PSR y los venezolanos; pero lo que garantizaba a estos últimos confianza
en su difícil empeño, era la alianza entre los colombianos.

El tipo de los más entusiastas jefes radicales era el de hombres con


capacidad de asumir los riesgos que supone todo acto de esta naturaleza
Pero había dos peros: en varios de ellos -n o en todos- pesaba el pasado de
la Guerra de los Mil Días. Su concepción política era de lucha entre los
dos partidos tradicionales; la militar, de guerra regular o algo parecido:
en ella no cabían los movimientos de masas sino el enganche, en este
caso de llaneros para formar pequeños ejércitos. En esa línea de acción,
la autenticidad popular con propios objetivos e intereses que impulsaba
el socialismo revolucionario, ¿dónde quedaba^ Posiblemente los únicos
que no tenían la respuesta eran estos mismos jefes de radicalismo liberal
propio de la época. Pero a su vez, ellos mantenían el sueño de la integración
C ontinental y algo más: pesaba su influencia entre los viejos sectores del
ejército que eran, paradójicamente, los nacionalistas y a su manera los
revolucionarios.

El grupo central lo asesoraba Cuberos Niño, defensor y aliado de pri­


mera importancia del PSR, no obstante relacionado con las personalidades
liberales del curubito, ¿Qué pesaría más en su balanza^ Imposible afirmar
una u otra cosa, no tanto por la sinceridad que mostró en sus acciones y
declaraciones, sino porque, al no llegar con éxito al final, lo que pueda decirse
son especulaciones. Lo seguían de cerca algunos de los congresistas y jefes
liberales que habían formado parte, hasta el 2 de noviembre, del Frente o
Bloque en defensa de las libertades públicas. Algunos eran revolucionarios
como Benjamín Daza, otros estaban con los revolucionarios.

300
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ La insurrección

Y entre los jefes que llamaron militares Nogales Méndez, Chaves


Pinzón, “Teleche”, Demetrio Moran, el general Saavedra y dos o tres más de
Moniquirá, un don fulano llanero que desde chiquito estaba metido en cosas
de armas... en fin, conformaban un buen grupo, tenían como su territorio
los Llanos Orientales, Arauca en primer término; desde ahí ayudaban a los
venezolanos hacía tiempo.

Sobra decir que tenían conocimiento cabal de la región, de sus habitan­


tes, de las vías de penetración a los poblados, que de paso eran por aquel tiempo
caseríos donde no había ni telégrafo. Pero no sobra aclarar que los grupos de
llaneros no permanecían con la misma gente; así como llegaban se iban los
hombres por muchas razones, era un constante enganche de reemplazos.

La reunión de los aliados, arquitectos de tantas combinaciones pro­


gresistas y revolucionarias, que deseaban mandar al traste por partida
doble a la Hegemonía y a Juan Vicente Gómez, tuvo una segunda etapa en
las cercanías de Moniquirá. El último acuerdo fue el de hacer una segunda
entrega de armas a los venezolanos para lo cual fijaron como fecha el mes
de febrero de 1929.

Y bueno, así se dieron las cosas en ese pasado que necesariamente


existió, sin asomos de mala fe por parte de los revolucionarios. No era
época de interpretaciones científicas, no las hubo entre los rebeldes de
nuestra tierra, ni entre los venezolanos ni en Centroamérica, tierra de
otras insurrecciones más desarrolladas pero igualmente frustradas como
la de El Salvador en 1932. Esto no impide que con el tiempo se aprecien las
circunstancias, confusiones, aciertos o desatinos que a nuestros ojos tienen
las organizaciones políticas y el PSR no es la excepción. Ahora bien, debo
continuar con algunas huellas escritas que dan cuenta de lo que siguió a la
reunión con los venezolanos, pero visto desde el ángulo opuesto. Con todo,
no parece posible asimilar satisfactoriamente aquella odisea:

Documento No. 099554 -Noviembre 21 1928


Se tienen informes fidedignos de que en la ciudad de Bogotá se en­
cuentra actualmente el general R. Arévalo Cedeño quien ha venido en
preparativos de invasión a Venezuela. (...) Arévalo envió a su secretario
a conferenciar con el súbdito italiano Enrique Del Vecchio, negociante
en ganado... Convendría establecer vigilancia policial por medio de
agentes de seguridad al Señor Vecchio, para ir sobre la pista de Arévalo
y sus acompañantes. También podría establecerse idéntica vigilancia
en la casa de unos señores Chaves Pinzón de Bogotá, a donde en varias
ocasiones se hospedó el general Arévalo Cedeño.

301
M a r ía T il a U r ib e

Está para llegar a esta ciudad el general Nogales Méndez también en


trabajos revolucionarios contra el gobierno de Venezuela. Este señor
por sus antecedentes es hombre de acción y desde la costa Atlántica ha
venido preparando una propaganda contra el citado gobierno. Nogales
Méndez por sus escritos en Barranquilla y por sus relaciones en Europa
es con toda seguridad hombre de ideas y propósitos comunistas o sub­
versivos en todas las regiones donde habita...
Documento No. 008555 -Noviembre 22 1928
...La Honorable Legación de Venezuela pide la detención provisional del
Coronel Emilio Arévalo Cedeño, cuya extradición se propone solicitar...
Documento No. 009556
Datos fisonómicos del Coronel Emilio Arévalo Cedeño: estatura mediana,
delgado, trigueño claro, cabellos negros lisos, ojos negros vivos, nariz regu­
lar perfilada, boca grande con el labio superior más pronunciado, manos
quemadas por el sol, pómulos algo salientes, bigote poblado y negro.
Isidro Núñez, venezolano, negociante en ganado, está en contacto con
el Coronel Arévalo Cedeño... Se rumora que está alojado en la casa del
Doctor Chaves Pinzón o en Chapinero en casa del Señor Luis Lleras Co­
dazzi. Se hace necesario vigilar a Benjamín Daza.
Documento No. 008557 -Diciembre 13 1928
...Me permito manifestarle que el Coronel Emilio Arévalo Cedeño salió de
esta ciudad de incógnito con destino a los llanos de Arauca, por la vía de
Sogamoso, Labranzagrande, etc. En compañía de él salió el Señor Isidro
Núñez, ganadero, y posiblemente el general Nogales Méndez...
Documento No. 009558 -Diciembre 13 1928
(transcribe el siguiente telegrama) “Ubalá, 9 de diciembre de 1928.-
M INISTRO GUERRA.- Bogotá.- Como copartidario adicto gobierno
informo a Usía general Arévalo Cedeño pasó colina Mámbita, tomó
vía Meta conduciendo armamento, municiones. Próximo correo iránle
informes.- Servidor, SERGIO VERGARA."
Este telegrama se le transcribió al intendente del Meta, quien contesta:
“Extraordinario.- Intendencia Nacional, Meta.- Villavicencio, 11 de
diciembre de 1928.- MINISTRO GUERRA,- Bogotá.- Honor referirme
1.603 del 9 recibido hoy. Si Arévalo Cedeño dirígese frontera venezolana,
debe penetrar llanos provincia Casanare, llegar Fundación venezolanos
ríobueno, Churrión, Arriba, Orocué; pasar M eta, seguir margen
derecha por Comisaría Vichada, fin tomar Puerto Carreño o invadir
territorio federal Amazonas, como ha hécholo repetidas ocasiones.
Si su señoría desea suscrito Intendente haga persecución, harálo
gustosamente: Necesita órdenes, instrucciones especiales, por tocarle

302
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ La insurrección

salir fuera juridicción. Urge obrar activamente. Respetuosamente,


BUENAVENTURA BUSTOS”...
Documento No. 009559 -26 de diciembre de 1928
...El Señor Ministro de Venezuela no ha solicitado la extradición del
Coronel Emilio Arévalo Cedeño...
De acuerdo con la Ley 22 de 1871,..., “Policía de Fronteras’’,... la Legación
de Venezuela ha solicitado que se vigile al Coronel Arévalo Cedeño y a
los Señores Nogales Méndez e Isidro Núñez, quienes maquinan contra
la paz de Venezuela, y es a esto a lo que se contrae la súplica que hace a
usted este despacho...

La h u elg a de l a zo n a ba n a n era

Hacia el 12 de noviembre Tomás retornó de Chocontá, recibió una


carta firmada por Mahecha, Erasmo Coronel, José Montenegro, Sixto Os-
pino, Ruso, Adán O rtiz Salas, Aurelio Rodríguez y demás dirigentes de la
Zona, comunicándole la determinación de declarar la huelga el 13 del mismo
mes. Le exponían las circunstancias de fuerza; el hecho de que la Unión de
Trabajadores del Magdalena asumía la dirección de la huelga votada por
unanimidad y nombraban como negociadores a Erasmo Coronel y José
Montenegro. Le solicitaban de manera especial orientaciones y criterios.

Cuando Mahecha llegó a la Zona, una vez terminada la reunión de


Mariquita, lo esperaban sus compañeros en una casa pajiza para discutir,
no aquello que él llevaba en mente, sino lo relacionado con la huelga, que
exigían miles de trabajadores debido a las condiciones verdaderamente
inhumanas que soportaban.

¡La huelga se había precipitado! Esa decisión preocupaba a los so­


cialistas de Bogotá, los cogía de sorpresa en momentos en que más de la
mitad de los dirigentes de la CON estaban en la cárcel y otros cercados en
sus regiones. Debían hacerle frente sin esperar nada del CCE que práctica­
mente era un adorno. En huelgas anteriores la dirección de Bogotá enviaba
gente al lugar del conflicto para ayudar en labores urgentes y necesarias
como conseguir la solidaridad de la población, obstaculizar la labor de los
esquiroles, atender niños o ancianos, familiares de los trabajadores o ayudar
a pensar... De esa manera los huelguistas podían concentrarse y se sentían
acompañados. Ante este nuevo hecho hicieron lo mismo. El grupo lo coor­
dinó un sastre de apellido Medina, resuelto y batallador, reclutó gente en

303
M a r ía T ila U ribh

Bogotá, Girardot y otros lugares en término de días por encima de cualquier


filiación política. De ahí que en ese grupo se alistara “Biófilo Panclasta" y
otros que como él querían ser útiles. “Biófilo” era por lo demás amigo de
Mahecha y conocía la Zona Bananera. De diferente manera trabajó para
la huelga Juan de Dios Romero, que a partir de esa fecha dejó de atacar a
los líderes socialistas en su periódico. También llegó Alberto Castrillón.
venía de Barranquilla procedente de Moscú y se dirigió a la Zona donde lo
sorprendió la huelga.

A pocos días de la primera carta llegó otra igualmente urgente des­


de Ciénaga a manos de Tomás. Esta vez le comunicaban el primer ultraje
a los trabajadores: la compañía maniobró de mil maneras impidiendo la
presentación legal del pliego. Le comentaban además que grupos de traba­
jadores en Aracataca, Riofrío y Sevilla y dos de los dirigentes acababan de
ser encarcelados, así como la llegada de numerosos rompehuelgas. En una
palabra, la compañía, apoyada por el comandante general del ejército que
acababa de llegar, intentaba romper abruptamente la huelga. Los firmantes
eran los mismos y le insistían finalmente en sus orientaciones. Por su parte
las noticias de prensa daban cuenta del exceso de facultades atribuidas al
recién llegado Carlos Cortés Vargas, nombrado por el ministro Rengifo Jefe
Militar y Civil del Departamento del Magdalena, por lo cual el gobernador
anteponía objeciones; y de cómo el Inspector del Trabajo de Ciénaga acep­
taba la legitimidad de los nueve puntos presentados por los trabajadores.

En carta aparte Mahecha le exponía la indignación de los obreros y la


decisión de llevar a cabo algunas acciones de fuerza. Tomás intensificó aque­
llos propósitos en su primera comunicación a Ciénaga, enviada a la mano
de Medina, dirigida a los firmantes y demás compañeros de la USM:

. ..Ante las circunstancias presentadas corresponde a los trabajadores en


huelga seguir la siguiente línea de conducta: no obteniendo reconoci­
miento de los reclamos pasados ni de las leyes y en vista de la actividad
humillante del gobierno entregado virtualmente a la compañía yanqui,
los huelguistas deben proceder a organizar la acción directa sorpresiva
mediante el sabotaje de las comunicaciones de todo orden, la interven­
ción forzada al trabajo de los rompehuelgas, la destrucción de zonas
bananeras para impedir el corte y franca actitud defensiva sin que nada de
esto implique conducta abierta de rebeldía en guerra, sino la modalidad
de la propia defensa ante los desafueros que se están cometiendo.

Pasaba Uribe Márquez a señalar la importancia de la confraterniza­


ción con la tropa, y continuaba:

304
LOS AÑOS ESCONDIDOS ] [ La insurrección

Es necesario que organicen un asalto a las cárceles para liberar a nuestros


compañeros presos, los más destacados de los cuales deben ocultarse para
dirigir la acción. Convendrá sobremanera que establezcan una directiva
clandestina encargada de actuar en reemplazo de quienes sean apresados
nuevamente. Enviaremos un delegado a Barranquilla y otro a Cartagena
a fin de obtener la generalización del movimiento de solidaridad. En otros
sectores del país se hará lo propio. Las comunicaciones por avión hacia esta
capital deben ser puestas en Barranquilla, porque a buen seguro hay control
sobre el correo en este sector. No está por demás advertirles la necesidad de
mantener el carácter de la huelga como un movimiento antimpenalista.
Esta circunstancia hará cambiar el aspecto de las cosas y obligará al Go­
bierno a presentar una actitud desdorosa ante la opinión pública.
La prudencia es virtualidad que sólo ha de tenerse cuando se ve que el
enemigo accede mediante tratado formal hecho con las condiciones
de estilo en estas emergencias. El portador indicará algunos medios
basados en la experiencia para que el movimiento adquiera las fases
requeridas.
Tomás Uribe Márquez, Secretario General PSR.

Este intercambio epistolar prosiguió mientras duró la huelga, pero


los comunicados de Tomás salieron de las manos de los dirigentes y fueron
leídos por grupos de huelguistas en veredas y ranchos y entre los platanales.
Con el transcurrir de los días, cuando los trabajadores se arremolinaban
para gritar sus necesidades y discutir sus cuitas, eran a veces sorprendidos
por los uniformados que luego pasaban a sus superiores las hojas y los
periódicos decomisados. En Bogotá, la orden de captura a Uribe Márquez
fue entonces publicada en las esquinas.
* * *

Para el ministro y los hombres que manejaban el poder era de tras­


cendental atención generalizar el ambiente bélico, tanto para aplastar la
huelga considerada como insurrección, como para mantener su bienestar
económico y consolidar su posición política (a Rengifo sus inmediatos
llegaron a candidatizarlo como presidenciable). En la situación interna
de la Hegemonía se ahondaba la división por la proximidad de la elección
presidencial, las contradicciones entre sus dos corrientes se presentaban con
furor inusitado. Con razones de tanto peso el hombre fuerte del Gobierno
le arrebató al ministro de Industrias y Jefe de la División del Trabajo el
manejo de la situación y le otorgó poderes plenos a su antiguo agregado
militar de la Embajada de Colombia en Chile.

305
M a r ía T ila U ribe

En la Zona la situación tenía distintos visos. La organización sin­


dical se había subdividido en 63 secciones para una m ejor operatividad
había nombrado un Com ité Central o Directiva de cuatro miembros
secretos para caso extrem o; la orden perentoria era: ¡No se corte! El
com ercio, largam ente desplazado por el Com isariato de la compañía y
sus dueños pequeños o medianos, porque no había grandes, humillados
por su condición de colom bianos donaban diariam ente para los huel­
guistas m edicam entos, víveres y papelería. Los ganaderos sacrificaban
reses que enviaban gratis a los trabajadores; los productores de banano,
gentes con pequeñas finquitas que vendían a la compañía su producido,
estaban con la huelga; eran otras víctim as de la United que les imponía
el precio de compra y cuando reclamaban, los directivos por órdenes del
gerente les botaban la fruta o les suprimían el agua para el riego. Y algo
inusitado, por contrario a las dañinas ideas generalizadas, fue el hecho
de que m uchos de los trabajadores norteam ericanos se solidarizaron
con los criollos.

Otros aspectos también son dignos de mención como el beligerante


papel femenino. Josefa Blanco, quien se llamó a sí misma obrera de los obreros,
secretaria del Sindicato de Orihueca, tuvo bajo su responsabilidad a cien
obreros; con ellos vigilaba que no hubiera corte, se metía entre los guineales
y no pocas veces emboscó y redujo pequeños grupos de uniformados para
llevárselos luego al Comité de Huelga, bien para sacarles información, para
hacerles reflexionar si era del caso, o para juzgarlos. Petrona Yance, recor­
dada por su temperamento alegre, fe en el triunfo y la recursividad con que
planeaba cada acción, fue la más destacada dirigente de las 800 mujeres que
participaron en la huelga: echaban machete a los cultivos para impedir el
corte de esquiroles; se movían por la Zona como enlaces; en sus canastos
cubrían con almojábanas las herramientas utilizadas para descarrilar los
trenes que transportaran tropa; repartían Vanguardia Obrera, El Obrero de
Ciénaga y otro pequeño tabloide socialista.

Las actitudes de compromiso fueron lo común; el hijo del alcalde de


Aracataca avisaba a los obreros los planes de los jefes militares; el capellán
de la Cárcel Municipal defendía a los detenidos; la población entera estaba
con la huelga y hasta a los indigentes se les vio al pie de los manifestantes.
Antes de que el comandante en jefe Cortés Vargas decretara el Estado de
Sitio y la censura en el área de conflicto, varios periódicos, entre ellos
D iario de Córdoba y L a Nación, diario conservador, estuvieron al servicio
de la huelga. Pero nada podría compararse a la significación que tenía

306
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ La insurrección

encontrar soldados solidarios, ellos sabían lo que costaba la desobedien­


cia, el precio que debían pagar tan sólo por una sonrisa complaciente. Sin
embargo, hubo deserciones individuales y de grupos en el primer tiempo
de la huelga, reclutas que se negaron a disparar y otros que entregaron
sus armas a los obreros.
* * *

Estábamos en 1928, en el mundo, porque en Colombia parecía que


no se hubiera salido de las épocas del Virrey Sámano y el “Pacificador"
Morillo, sólo que ahora no se trataba de españoles.

Todo el mundo sabía que en las noches a la mansión del gerente


de la United acudían sus homenajeados, Cortés Vargas entre ellos, para
dis- frutar de excelentes platos, derroche de licor y compañía de mujeres
colombianas y extranjeras. El comandante general no sólo era el escogido de
Rengifo y representante del Gobierno sino instrumento incondicional del
gringo. Desde que llegó mostró violencia y arrogancia hacia los nacionales
pero acudía solícito a cualquier seña del gerente o de sus funcionarios. Su
primera orden la dio en presencia de éstos, que la celebraron complacidos:
encarcelar al Inspector del Trabajo de Ciénaga por declarar a la prensa que
la razón estaba de parte de los obreros.

Cortés Vargas, para quien la vida del hombre no era más que una
lucha entre las especies superiores y las inferiores como sucede en las leyes
de las sociedades animales, tramó entonces el engaño con dos actitudes a
la vez: hacer saber por carteles que se implantaría una más estricta regla­
mentación de orden público; un trabajador que se atrevió a romper el aviso
en Riofrío fue muerto a tiros por un oficial de policía. Y citar al general
José del Rosario Durán, único que podía desempeñar la misión que iba a
solicitarle por ser conocido como amigo de los socialistas, para el siguiente
cuento: la necesidad de negociar. La fecha, el 5 de diciembre. El sitio, la
plaza de Ciénaga.

La noticia circula: que el Gobierno llama a los trabajadores para arre­


glar lo del Pliego. Deciden concentrarse en Ciénaga el día 5, para desplazarse
el 6 a Santa Marta y efectuar allí una manifestación; ponen a funcionar
los trenes y transportan los carros llenos de obreros, mujeres con niños,
ollas, banderas de Colombia y de los tres ochos. Una población entera, la
de Pueblo Viejo llegó portando un retrato de Bolívar. Acuden aproxima­
damente cinco mil y la plaza se llena. No aparece el Gobierno... Que sí,
que ya viene... Que se descarriló el tren... Tengamos paciencia. El tiempo

307
M a r ía T il a U rib e

empieza a correr y los trabajadores prenden leña para hacer la comida; esa
noche deberán dormir ahí hombres, mujeres y niños a la espera de Cortés
Vargas y el gobernador que deberán llegar de un momento a otro. Pero si
de una parte hay alegría y hasta baile porque la compañía ha accedido y
eso significa el triunfo, de otra hay indignación por los últimos quinientos
trabajadores presos que se encuentran hacinados entre los vagones a muy
poca distancia de Ciénaga. Que los liberen, será lo primero que van a exigir
antes de entrar a la negociación.

Ya anochece. Casi todos los dirigentes de la huelga están presentes y


de pronto alguien le habla a Mahecha que el Ejército viene a matar. Dos o
tres más llegan corriendo a dar una noticia: un grupo de los más conocidos
hombres de Cortés Vargas ha detenido al Gobernador que venía a cumplir
su misión, diciéndole que los huelguistas se habían rebelado, acababan de
asaltar un barco, violar las puertas del mercado y estaban esperándolo para
matarlo. El Gobernador, ante el peligro, se devuelve. ¡Cuánta infamia! Pre­
cisamente, para guardar una actitud prudente los huelguistas acudieron a
Ciénaga después de guardar 7.800 machetes en sus casas, medida solicitada
por sus dirigentes.

Troya es troya, dice Sixto Ospino, desconfiemos. Viene un cruce de ra­


zonamientos y se decide: Mahecha va a hablar. Un toque de cacho y el líder
se sube a un vagón, la gente ansiosa atiende y él arenga a pleno pulmón:
COMPAÑEROS, ¡ESTO ES UN ENGAÑO! ¡RETIRENSE A SUS CASAS
O AL LADO SUR DE CIENAGA PORQUE ACABAMOS DE TENER CO­
N OCIM IEN TO DE QUE SE PREPARA UN ASESINATO C OLECTIVO!1
¡¡¡VAMOS A SER ABALEADOS! Entre la multitud también hay hombres
de Cortés Vargas que buscan crear confusión. Varias voces salen entonces
de sitios distintos protestando por las palabras de Mahecha: ¡Cobardes!
¡Traidores! ¡Se han vendido! ¡La directiva de la huelga está vendida! Viene
más confusión, alguna gente se retira, unos están a favor y otros en contra
de la determinación. Entre los que desfilaron estaban los acusadores -di­
ría después “Rusito”- . Finalmente alguien da una solución: que se vayan
algunos de los negociadores hasta Santa Marta acompañados de un buen
número de compañeros.

Así lo hicieron. Abordaron el tren estacionado más adelante pero..


Al llegar a Santa Marta los toman presos. No a todos, Mahecha con un
pequeño grupo logra escapar. El general Durán, que ya para ese momento
estaba incluido en el comité negociador va también a la cárcel.

308
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ La insurrección

Mucho más tarde, casi a la medianoche del 6 de diciembre, otro tren


se va acercando a Ciénaga, en él viene en persona Cortés Vargas. Cuando
se detiene y la gente lo ve le exige que libere él mismo a los detenidos;
mientras tanto 300 soldados descienden en su mayoría por el lado opuesto
y un pequeño grupo de huelguistas llega luego a desenganchar los vagones
de la locomotora, con el propósito de asegurar que esa misma noche todo
quede arreglado. El “comandante general” rodeado de uniformados inicia
un tramo a pie, pero en dirección a la plaza.

Perfectamente amaestrados y con una fiereza que sólo superaba su


ignorancia esos 300 hombres del ejército rodean la plaza, taponan todas
las bocacalles con ametralladoras y fusiles estratégicamente instalados.
Un primer toque de corneta y una voz militar fuerte y amenazante lee
el Decreto de turbación del orden público. Gritos: ¡Viva la huelga! ¡Viva
el Libertador Simón Bolívar! ¡Viva el socialismo revolucionario! La gente
mirando a los soldados les grita que no usen las armas contra los suyos. La
multitud no se mueve. Aunque llenos de indignación algunos trabajadores
intentan lanzarse contra la tropa y una voz los detiene. ¡Están perdidos!
Cortés Vargas sin pérdida de tiempo da la orden: ¡FUEGO! La primera
descarga se hace al centro de la masa, caen los cuerpos y los sobrevivientes
se dispersan llenos de terror. Un segundo toque de corneta... Quedan vo­
ces gritando ¡Viva Colombia! ¡Viva la huelga! y por segunda vez la voz de
Cortés Vargas: ¡FUEGO! Caen más cuerpos y la sangre corre a borbotones.
Al tercer toque la gente sólo alcanza a gritar ¡Viva la...¡ El resto de la frase
queda ahogado por las balas.

El tableteo duró cinco minutos, después el silencio. El 6 de di­


ciembre en la plaza sólo quedaron banderas ensangrentadas, un retrato
desgarrado de Bolívar y nueve cadáveres. Los demás los botaron al mar.
Alguien dijo que esos cuerpos simbolizaban los nueve puntos del pliego
de peticiones.

¿Cuántos muertos en realidad hubo¿ Las narraciones populares


orales y escritas difieren notablemente: de 800 a 3 mil. Las oficiales: ¡de
15 a 20! Sin embargo, el tiempo y los datos recogidos laboriosamente por
diversos investigadores concluyen que de la plaza de Ciénaga fueron unos
1.200 (familias enteras con gran cuota de niños); y los de las plantacio­
nes bajo la arremetida posterior del ejército durante 15 días, no menos
de 800. Aquel fue el “bautizo de fuego” para los obreros y trabajadores
colombianos.

309
M a r ía T ila U r ib e

V io l e n c ia s , d e s g a r r a d u r a s y e s p e r a n z a s

Durante 120 días se desató la persecución por todas las zonas, se


oían las descargas del Ejército que disparaba contra todo en cualquier
parte, m ataba sin preguntar nada, aquello era un horrible desfile de
m uertos. La casa sindical, la imprenta y la cooperativa que funcionaban
en Ciénaga fueron saqueadas por los m ilitares y en el tiem po que siguió
a la m asacre Cortés Vargas dispuso los Consejos de Guerra verbales, por
indicación que hicieron los funcionarios y agentes de la compañía frutera.
De más de 700 sobrevivientes presos juzgaron a 136, entre ellos a varias
mujeres y a C astrillón, tam bién al médico que se atrevió a decir que las
balas dum-dum con las que seguían matando a los trabajadores estaban
prohibidas desde la Primera Guerra Mundial, pues atravesaban hasta
los rieles. Juzgaron igualmente a los m aquinistas que no obedecieron la
orden de transportar los cadáveres para echarlos al mar, a periodistas,
a profesores, con penas hasta de 25 años. En defensa de los condenados
ese mismo año Jorge Eliécer Gaitán inició la revisión de los procesos de
guerra com o vocero principal en el Congreso. Su gestión, importante
página en la historia de la defensa de los presos políticos, terminaría
con éxito.

En la Zona caravanas de gente huían al monte. En medio de la perse­


cución algunos trabajadores intentaron resistencia, en Sevilla desarmaron
a un pelotón de soldados y apresaron al oficial que los comandaba. Hubo
enfrentam ientos y combates. En Orihueca otro grupo hizo lo mismo apo­
yado con fusiles que recibió de manos de unos cuantos soldados; al pie de
esos 28 combatientes estuvo Erasmo Coronel, pero en desventaja e inexperto
en ese tipo de luchas, en cualquier momento cayó malherido y los guardias
lo remataron a sangre fría. A Petrona Yance le quitaron la vida a culatazos
y patadas. A José G. Ruso los indígenas de la Sierra Nevada le dieron re­
fugio. Del sastre Medina y algunos de los que con él se fueron no se supo
más, los que regresaron a Bogotá tuvieron noticia de ellos hasta el día de
la masacre. “Biófilo Panclasta” también regresó avejentado y silencioso. Se
había cumplido la profecía tal como la visualizó premonitoriamente Julia
Ruiz, su amada pitonisa. Mahecha, herido y con su cabeza puesta a precio
de muchos dólares se replegó monte adentro; unos pescadores lo sacaron
entre bultos de yuca hasta Barranquilla, diez días después llegó a Cartagena.
Pero la historia propone y la geografía dispone, de ahí a Panamá y del Istmo
se alejó aún más, hasta México.

310
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ La insurrección

Cortés Vargas: - yo m até cien...


A badía: - Eso no es nada, yo m até doscientos.

La compañía norteamericana dispuso para los obreros y empleados


que regresaran a sus puestos la rebaja de salarios y sueldos en un veinte
por ciento; Cortés Vargas había cumplido su misión con creces. Antes de
regresar a Bogotá, dispuesto a servir y servirse de los intereses que nacen
de la afición fatal del olor a la sangre, cruzó con su ministro los siguientes
mensajes:

General Cortés Vargas

Ciénaga o Barranquilla.
...Restablecido orden público en Provincia Santa Marta, Ministerio
cumple grato deber felicitar usted y por su conducto a jefes y oficiales
han actuado bajo su dependencia, por manera inteligente, acertada y
patriótica (...) Supo cumplir la delicada misión que le fue encomendada
(.•• ) La República habrá de premiar algún día los buenos y oportunos
servicios de ustedes. Amigo Servidor, Ignacio Rengifo.

Cortés Vargas contesta a Rengifo


Creo haber interpretado el espíritu que anima a Ud. con respecto al
magno problema de la paz y de la tranquilidad del país; estoy tranquilo
en espera del fallo de la opinión pública, que puede tener Ud. la segu­
ridad, Señor Ministro, que en todas mis actuaciones brillará la luz del
más puro patriotismo, sin que nada logre empañarlo (...) Ud. tiene en
esta provincia muchos amigos de ambos partidos, pues han visto claro

311
M a r ía T ila U r ib e

que sin su intervención el desastre hubiera sido inevitable. Con la mayor


discreción he logrado ir unificando la opinión a ese respecto. Ayer en
El Retén el pueblo respondió a los vivas del futuro presidente Doctor
Rengifo, con gran entusiasmo.
Creo, Su Señoría, que dentro de breve tiempo podré dar aviso de que se
ha terminado de juzgar a los delincuentes que están detenidos (...) Mi
único propásito ha sido y es sacar avante el nombre de Su Señoría y dejar
muy bien sentada la buena fama del Ejército.

La r e s is t e n c ia

La militarización tomó entonces proporciones excesivas y los cuer­


pos llamados de inteligencia engancharon cientos de personas; nada difícil
por ese tiempo en que un cincuenta por ciento de la población estaba sin
trabajo. En Bogotá, a cada sindicato o lugar público de reunión quienes pri­
mero llegaban eran los detectives, las otroras brillantes Casas del Pueblo se
veían deshabitadas, sin vida; se acabaron las conferencias, las reuniones
sociales, los domingos festivos. Lo único permanente era la presencia de dos
o tres subalternos del hombre-púas jugando cartas encima de una mesa. En
el río los mejores hombres eran buscados, a los pobladores que dijesen no
haberlos visto los medio mataban a golpes por complicidad. En las zonas
indígenas detuvieron a otros integrantes del Supremo Consejo de Indios,
y es por estas fechas que se reúne el Congreso de Cafeteros de la región del
Tequendama, los campesinos habían concluido la elaboración del pliego
en el que incluían la derogación de la Ley de Vagancia, casos concretos de
robos de predios, lanzamientos y despojos. Cuando los siete líderes de la
región llegaron a presentar el pliego fueron detenidos, traídos a Bogotá y
acusados de ir a ese Congreso con el plan de colocar bombas.

Tantos golpes a la vez redujeron a su mínima expresión la organiza­


ción popular, aunque no la llevaron a su liquidación; los cuadros y dirigen­
tes que aún quedaban, las raíces crecidas del PSR, el coraje de las masas y
el mismo instinto de conservación fueron factores para la resistencia en
muchos sitios. Era una resistencia con diferentes expresiones; ya de repul­
sión y desobediencia generalizada por todo lo que viniera del régimen o de
quienes lo sustentaran, pero también activa y en otros casos desesperada.
Muchos vieron como única salida responder a la violencia con violencia
y esa situación explosiva a la que había llegado el movimiento social se
conectó en algunos lugares con el proyecto insurreccional, que mal o bien

312
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ La insurrección

hasta este tiempo persistía aunque con repercusiones dramáticas. Y no lo


hicieron para ganar fama ni dinero, era una múltiple minoría cuyos ánimos
estaban violentos, desgarrados por lo sucedido y todavía mantenían la
esperanza de la redención.

En este punto tal vez sea conveniente agregar algo sobre cómo obtu­
vieron armas, cuáles fueron y de dónde salieron, pues para los viejos mili­
tantes eran familiares algunos episodios que relataban como quien cuenta
una película, sin magnificencia ni mayor precisión en los detalles o en las
fechas. Esas huellas aunadas a trabajos aparecidos posteriormente hacen
posible la ampliación y mejor comprensión de aquel momento.

Buena parte de la población estaba alinderada en el campo del levan­


tamiento armado, los más activos, replegados, se proponían armarse. Era
corriente y abundaban los papelitos con aquel método de la cadena de la
fortuna, con el cual cada lector debía reproducir por cinco el contenido, pero
con textos como este: cada trabajador debe conseguir una carabina y ponerla a
funcionar a s í como hace el Gobierno. Lo que pasó en la zona no se va a repetir.

Se hablaba mucho de las armas que estaban en Puerto Tejada, la


región de grandes plantaciones de caña y población negra era de referencia
obligada, pero la incomunicación era casi total y de esos diez mil machete­
ros (número aludido más que todo en sentido figurado) que esperaban el
momento indicado para entrar en acción se obtuvo con el tiempo la versión
de que esas armas quedaron enterradas.

Se habló también del episodio protagonizado por el “Negro” Guerre­


ro, José Alvarez y un grupo de rebeldes de Neiva, Gigante y Campoalegre,
lugares a los que había llegado con ímpetu la filiación socialista. Según el
propio “Negro”, dedicaron gran parte de su materia gris para cometer el
desmán de sustraer del regimiento “Cabal" un número (no lo establecía)
de fusiles que luego repartieron y quedaron guardados en ranchos o bohíos
literalmente durmiendo el sueño de los justos porque nunca fueron utili­
zados; pero la acción evoca de inmediato la figura de la guerrilla posterior
a los años cincuenta.

De la insurrección del norte del Tolima nuevamente hay que citar al


investigador Gonzalo Sánchez, quien dio cuenta en su libro de los contin­
gentes de campesinos bien armados, unos trescientos hombres dotados de
algunos fusiles Mausser y Grass, heredados de la Guerra de los Mil Días;
escopetas, diversos instrumentos de trabajo como machetes de doble filo;
bombas de dinamita que irían a ser transportadas en bueyes desde las

313
M a r Ia T iia U r ib e

fundiciones locales para el momento de la insurrección; unas pocas cara­


binas y lentes de campaña.

En el Valle, anteriormente, grupos de huelguistas habían preparado la


voladura de los rieles para obstruir el paso del tren que conducía a la tropa
Nunca quedó claro si el hecho se consumó, pero el origen de los explosivos
estuvo en la pólvora y la dinamita de uso corriente para la construcción de
carreteras o ampliaciones de líneas ferroviarias. Al quedar estos trabajos
paralizados, no sólo en el Valle, los obreros y a veces los ingenieros sustraje­
ron esos elementos; en villorrios y caminos se comentaban las acusaciones
hechas por las autoridades, sobre la finalidad del hurto continuado para
fabricar bombas.

Y para crónicas urbanas la del hallazgo de granadas o bombas case­


ras en Girardot y Bogotá (febrero de 1929), escándalo este el más crecido
sobre la insurrección, con evidencia reportada a Washington como prueba
de la eficacia policiva criolla, al encontrar no sólo el cuerpo del delito sino,
además, culpables. Pero aquel arsenal, exhibido en una fotografía confusa y
arreglada78, estaba en otra parte; la noticia fue burda y diferente a la realidad
en la que sí existió el movimiento coordinado con los venezolanos, incluida
la infiltración, como veremos adelante.

Y así como en la Zona Bananera, otros grupos o soldados hubo que


contribuyeron con fusiles entregados voluntaria y concienzudamente. Dis­
tinto el caso de ciertos altos empleados oficiales con olfato, como el entonces
Director de la Escuela de Radio y otros de quienes, se supo, hicieron su
negocio por partida doble; vendieron secretos y armas a los revolucionarios
y cobraron luego a Minguerra por la delación. Todo y más existió, a la par
que corría la noticia de la gente alistándose, de las armas, las deserciones
de los soldados, la alianza con los venezolanos... Una ola pública de rumo­
res crecía y no se sabía qué era cierto y qué no. Simultáneamente otra ola
de medidas, efectivos militares y castrenses, batidas, rondas y más cárcel
para detectar y reprimir cualquier despliegue. Aquello se volvió un círculo
vicioso: a más represión, más atracción de los inconformes por incorporarse
a las filas de la insurgencia; a más insurgencia, más obsesión de los efectivos
por reprimir la rebelión.

78 El Tiempo, marzo 8 de 1929.

314
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ La insurrección

El hom bre y el m o m e n t o h is t ó r i c o

Uribe Márquez y sus compañeros tuvieron plena conciencia del mo­


mento. En una declaración que tiempo después él daba a la prensa raciona­
lizaba demasiado: "7Que si creo en Ia eficacia de una revolución en Colombia¿
Mientras el Partido Socialista no organice celularmente a los trabajadores no sólo
no creo en esa eficacia sino que juzgo un suicidio colectivo cualquier intento"79.
En este posterior momento hablaba para que otros en el futuro sacaran de
la experiencia una enseñanza, cuestión relativa, porque cada situación y
cada época traen características distintas. En las que a él correspondieron
no estuvo dispuesto a abandonar la política trazada por el socialismo re­
volucionario y se quedó al lado de la insurrección.

Aunque la causa perdía aliento por el temor de lo acontecido en la


Zona, Tomás consideró este como un momento de definiciones y si algo le
animó fue ver el temple y el sentido de dignidad de las gentes pero también
su angustia, impotencia e ira. Tuvo conciencia de que esta sería una etapa
definitiva para el país, los trabajadores y su propia vida, eso lo discutía en
la intimidad familiar de su casa, que para ese tiempo quedó a medio camino
entre Las Cruces y San Cristóbal, hasta allá se deslizaba acompañado de “Ne­
vares”, D ’Achiardi, el “Negro” u otros de sus colaboradores más próximos.
En esas ocasiones escuchaba a Enriqueta y los muchachos con un cariño y
suavidad extremos, luego venían las recomendaciones para cada uno; Ce­
cilia recordaba que a veces confundía los sentimientos con las reflexiones;
a Carlos le hablaba de hombre a hombre en términos políticos; a los más
pequeños les estimulaba su preguntadera infantil con explicaciones para
cada cosa. Ya adultos añoraban la forma como Tomás Ies enseñaba a enhebrar
las agujas, atarse los cordones de los zapatos, cuidar las matas, soplar para
silbar y cómo ellos encontraban placer en hacerlo cada vez mejor.

Esas visitas se prolongaban hasta la madrugada cuando quedaban los


dos solos hablando de los problemas y de su propio destino, “Tata era la
guardadora de sus secretos, la compañera con la que vivió una verdadera
historia de amor. Al empezar el alba comenzaban a despedirse y con esa
manera constante y romántica que trascendía en sus diálogos, volvían a
armarse de sostenida cautela. El siguiente encuentro sería en otra parte,
Tomás le proponía claves para su ubicación y ella iría a buscarle; así aprendió

' El Espectador, mayo 31 de 1929.

315
M a r Ia T ila U r ib e

a mimetizarse y despistar con ardides a los detectives. Aunque precaria­


mente, ella tenía resuelta su manutención y la de sus hijos, contaba con
una modesta suma que le enviaban a Tomás de Medellín (residuos de años
anteriores cuando se calificó como buen empresario al lado de su padre).
Lo que le preocupaba a ella no era el deterioro de la situación económica
sino la persecución. Carlos, con su tono patético, se ponía el dedo en la
sien y comenzaba a hacerlo girar mientras le anunciaba: a finales de esta
semana me quedo sin empleo, si me va bien, porque lo más probable es
que me detengan.

Enriqueta hacía parte de uno de los núcleos de Bogotá, con los Man-
cera, Alejandro Borrero, Patrocinio Rey y otros del gremio, pero asistía con
Tomás a los grupos llamados activos y a los del aparato sindical, lo que hacía
con Juan C. Dávila o el “Negro” por la autoridad que le daba el haber sido
miembro de la Nacional hasta la Asamblea de julio.

En diciembre de 1928 llegaron las invitaciones para la Primera Con­


ferencia Sindical en Montevideo y la Primera Conferencia (en América) de
la Internacional Comunista que debería realizarse en Buenos Aires el 10. de
junio de 1929. Dos eventos demasiado importantes que merecían cualquier
esfuerzo de comunicación, y se corrió la voz. Con ese motivo se coordina­
ron reuniones ágiles y pequeñas de consulta a las que asistieron diversos
trabajadores, directivos de Bogotá y otros lugares y también quienes habían
estado vinculados a los periódicos; se trataba de proponer los nombres de
los delegados que fueran a esas conferencias. Tales consultas dieron como
resultado la selección de Uribe Márquez para ir a Buenos Aires, inclusive
con el voto de Felipe Lleras, Bernal Azula y otros integrantes del CCE.
Hasta ese momento no existía ningún antagonismo, si bien en la refriega
política diaria estaban distanciados o casi al margen, ellos consideraban a
Tomás como el más indicado. Para ir a Montevideo se propusieron varios
nombres, de todos modos la consulta debía extenderse a las regiones para
escoger los definitivos.

Tomás decidió entonces concentrarse en algún lugar en compañía de


Enriqueta para iniciar la preparación de un trabajo teórico como aporte de
lo que pudiera presentarse en Buenos Aires, bien por él mismo o por otros
de sus compañeros. María Cano era su candidata y para discutir el asunto
le pidió que viniera en enero a Bogotá. Pacientemente quería darle tiempo al
tiempo para tomar una decisión, consideraba muy importante aquel evento,
tenía el apoyo financiero del PSR y de los Amigos del Diario N acional, pero su
objetivo en ese momento era articular el movimiento insurgente para que no

316
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ La insurrección

perdiera su carácter nacional. Era lo prioritario, se había comprometido con


la gente de cada región para, sobre el terreno, debatir los asuntos urgentes y
cuanto antes mejor. Si no tuviéramos tanta gente encerrada ni a M ahecha lejos
-le decía a sus más cercanos compañeros- tal vez me iría con gusto a Buenos
Aires, a sí evitaría por un tiempo este acoso insoportable de Rengifo. Aunque
para sus compañeros y la misma Enriqueta la reticencia de Tomás cuando
hablaba de Buenos Aires encerraba otro elemento que Dávila consideraba
como defecto en un hombre político: Tomás rehuía estar en primer plano. En
las reuniones no quería llamar la atención, a cualquiera se le ocurría pedirle
que dijera tal o cual cosa y todos lo escuchaban en silencio, de pronto una
carcajada general rompía la trascendencia del asunto porque sus alusiones
a los hechos políticos estaban salpicadas de ironías.

R e g r e s a n l o s v ia je r o s

En ese lapso empezaron a regresar los hombres que estaban en Moscú:


Neftalí Arce, quien se había ido con Hernández Rodríguez para asistir a la
fecha clásica de octubre en 1927; Moisés Prieto que había salido desde 1926
a raíz del Tercer Congreso Obrero; Acosta, que viajó con Alberto Castrillón
al empezar el año 28; este último hizo su viaje para asistir al Cuarto Con­
greso de la Internacional Sindical Roja en nombre de la sección sindical de
Cali, pues a esta ciudad lo había llevado Torres Giraldo como redactor de
La H um anidad, desde 1925.

Castrillón fue el primero en llegar a Barranquilla, donde lo detuvie­


ron pocos días, luego pasó a la Zona y ya conocemos su actuación allí. La
permanencia en la Rusia soviética hizo que los viajeros regresaran con un
disco de luz en su cabeza, similar al que llevan los santos glorificados. Eran,
simplemente, “hombres de Moscú”. Aunque en aquellos años era mucho
más suave y menos comprometeror -u obligatorio- que lo que esa expresión
significaría años después. De hecho tenían una trinchera ya tomada: habían
trabajado y obtenido la admisión -tard ía- del PSR como sección de la IC.

Para trazar la línea, los recién llegados prepararon entonces una


reunión el 25 de diciembre en nombre del CCE o más propiamente de la
dirección del Partido, que hubo de realizarse clandestinamente en Bogotá.

En ella no participaron ni Uribe Márquez, ni María Cano, ni Torres


Giraldo ni Raúl Eduardo Mahecha, por lo que actuaron como dirección

317
M a r ía T il a U r ib e

“perse”, a pesar de ser ajenos a la situación del país y del PSR. Torres Giraldo
en “Apostolado Revolucionario” anotó refiriéndose a esa reunión, que en
ella no se realizó “ningún examen de la heroica huelga de las Bananeras y
por consiguiente ninguna orientación para las masas que seguían luchando
en diferentes sitios del país, ningún examen del plan de rebelión armada, a
la sazón quebrantado; nada sobre los dirigentes obreros perseguidos y por
centenares encarcelados”, y agregó: "Esa dirección quedó en manos de intelec­
tuales que no estaban vinculados a las masas trabajadoras".

Tomás en su momento dirigió a Moisés Prieto, Felipe Lleras y Bernal


Azula quienes estuvieron en la mesa directiva, una carta pidiéndoles res­
peto, lealtad, los increpaba además porque nadie los había facultado para
las decisiones que tomaron y los invitaba a conversar. En su Diario aludía a
esas personas como izquierdistas de moda, desprovistas de profundidad y
de riesgos y esos hechos los subrayaba con esta conclusión: "las resoluciones
estaban aprobadas, el debate interno quedaba en el limbo". Para comprender
mejor la actitud de Tomás volvamos a Torres Giraldo y las cuestiones plan­
teadas en esa reunión:
Algunas resoluciones teóricamente justas -que nadie trató después de
llevar a la práctica- y que tenían por único fin impresionar bien a los
organismos internacionales. Y, claro, encabezada por el Doctor Prieto, se
acoge la lista de delgados a las Conferencias Continentales de Montevideo
y Buenos Aires, y se faculta al Comité Central Ejecutivo, o sea, el propio
triunvirato, para que, si lo juzgaba conducente, participara el PSR en los
debates electorales de 1929, lo que dio por resultado que Felipe Lleras
Camargo fuera electo el 12 de Mayo como Representante a la Cámara,
en una plancha de alianza con los liberales disidentes. Exacto; estos
“socialistas cultos” que detestaban -y delataban- el bloque de masas
para la lucha revolucionaria, inclusive armada, ¡buscaban y conseguían
aliarse con sus congéneres de clase para romper la táctica de la abstención
electoral que sostenían las propias directivas del liberalismo!

El anterior recuento permite comprender el derrotero final que en lo


interno le esperaba al PSR.

318
C a p ít u l o X II

FINAL DE LA DÉCADA
P e q u e ñ o e s l a b ó n d e una c a d en a s in ie s t r a

Eugenio Cárdenas Villate, el responsable de la Cooperativa de Puerto


Berrío, se había hecho presente en la conferencia departamental de Antio-
quia que en los días de la huelga presidió María Cano. Llevó como trofeo un
buen resultado de la Cooperativa y un papel con firmas de socialistas en el
que se solicitaba su inclusión en la dirección antioqueña. Augusto Quevedo.
Manuel Marulanda y los demás acogieron la petición sin reparos, suficiente
mérito era mostrar dos años de trabajo y la confianza de sus compañeros,
además, lo conocían desde la Convención de La Dorada. María, fuera de la
impresión comentada por Enriqueta y Elvira que recordaba bien, no tenía
nada en su contra; la elección de Cárdenas Villate estaba asegurada y fue
un hecho al terminar la reunión.

A raíz de la tragedia de la Zona, María Cano había escrito un extenso


artículo con el título “Hambre y Plomo”. Cárdenas Villate se ofreció entonces
a distribuir las copias que debían reproducirse y con ese pretexto viajó a
Bogotá en los primeros días de enero de 1929. Naturalmente, una vez que
estuvo en la capital le quedó fácil conocer a quienes tenían a su cargo las
actividades clandestinas, que para ese momento lo era casi todo, incluyendo
el texto que traía y de uno a otro llegó al núcleo al que pertenecía Enriqueta,
por quien había preguntado insistentemente.

La primera cita la cumplieron frente a un baratillo en el que vendían


toda clase de cacharros, “Tata”, que a través del olfato percibía el peligro,
llegó antes de la hora sumida en un juego de dudas y desconfianza. Cuando
estaba mirando la vitrina oyó las melosas palabras del sujeto que le ofrecía
comprarle el sombrero que estaba en exhibición. Tenía unos ojos hinchones
que le daban aire de matón pero se creía un Rodolfo Valentino y era uno de
esos tipos que para galantear son ordinarios y cuando se ven rechazados se
vuelven prepotentes y agresivos. La primera táctica le falló, luego le entregó
las copias del documento de María y le pidió un bloque de las últimas
hojas que se estaban metiendo a los cuarteles. Era aquel volante -quizá el
último de la colección- dinamita pura, pues por carteles y prensa se había
prevenido a la ciudadanía que a quien se encontrara distribuyéndolo se le
aplicaría con todo rigor la draconiana ley. La hoja decía:
Jóvenes campesinos: Si algún día caéis en las garras de los reclutadores,
acordáos que Cristo enseñó a no matar, y aunque os lo ordenen vuestros
superiores, por ningún m otivo y en ningún caso dispararéis vuestros
rifles para asesinar a vuestros hermanos los obreros. Amad a vuestros

321
M a r ía T ila U m be

SE ACENTUA INTENSAMENTE LA PROPAGANDA


BOLCHEVIQUE!» LOS CUARTELES ¥ ENTRE LOS
CAMPESINOS LAS CIRCULARES SORPRENDIDAS
Texto de ios impoitóníes documentos q u e fueron cogidos por ios
altos oficiales en la fábrica de m o n icio n es y en los coárteles. Ar­
cillar enriada por ios bolcbeviqnes a los campesinos. La la r s e lle ­
sa comunista. £1 » m iste rio de guerra Yigila a los ^olefaeTiqnes

semejantes, con mayor razón si ellos pertenecen a vuestra misma


clase. Todos somos hermanos. Todos somos pobres, CON BALAS NO
SE CAMBIA EL HAMBRE DE NUESTRAS FAMILIAS. Por cada cien
habitantes hay noventa y cinco pobres; luego la mayoría pertenece al
partido de los pobres, o sea al.SOCIALISMO.

El texto pertenecía a la segunda ofensiva iniciada pocos meses antes


con buena suerte y ya había llegado a los contingentes de Huila, Nariño.
Caldas, Antioquia, Boyacá, oriente de Cundinamarca y Norte de Santan­
der. La cuestión era grande y había provocado una explicación del general
Victoria en otro de sus habituales textos confidenciales, tan curiosos como
melancólicos, que decía:
Un gran porcentaje de estos contingentes es desafecto al Gobierno y a
las instituciones que rigen la Nación; hay más, esas clases que vienen a
los cuarteles traen la simiente del antimilitarismo, del desconocimiento
de toda autoridad y extraviadas por las disolventes ideas del socialismo,
ideas que van apoderándose de la mente irreflexiva de las masas traba­
jadoras que así se van convirtiendo en el problema más grave que habrá
de presentársele al país.80

A la segunda cita se apareció Enriqueta con una sola hojita en la


mano en vez de un bloque, le dio al tipo cualquier explicación y procedió
a despedirse pero el hombre, cargoso, se empeñaba en preguntarle a quién
podría entregarle un dinero de apoyo que traía, excedente de las ganancias
de la Cooperativa, y malempleaba las palabras con las que quería impresio­
narla: tácito, explícito, déficit, superávit, etcétera, etcétera. Ella contestaba
con monosílabos, creía que haciéndose la tonta él no se sentía estúpido.

80 Rojas Guerra, op. cit., pág. 89.

322
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Final de la década

hasta que apareció la pregunta precisa: iDónde está el tío Totní -así le decían
a Tomás los más cercanos-. Suficiente motivo para despedirse de manera
cortante, obviamente lo desinformó. Por fortuna, pensaba, el hombre no
era más que un accidente chocante y no lo volvería a ver; había repetido
que al otro día saldría de Bogotá.

A ojo de buen cubero el proyecto insurreccional estaba más que de­


bilitado para 1929. Enriqueta calculaba que la militancia se había reducido
en más de la mitad; después del 6 de diciembre -musitaba- la gente estaba
licita de impotencia, la gente quedó llena de miedos y de dolo!:.. Sin embargo,
los núcleos que quedaban querían traspasar, ir más lejos de sus esperanzas,
sus gentes vivían con igual intensidad episodios pintorescos o dramáticos
y esos dobles momentos de alegría que producen el ser y el hacer en la lucha
política, cuando no está anestesiada. Se refería ella al grupo para el cual le
asignaron responsabilidades de control; encargado de elaborar cascarones o
“tarros” que deberían ser entregados vacíos a los venezolanos. Vacíos, porque
su contenido iba a ser explosivo y obviamente nadie puede transportar carga­
mento tan peligroso listo para entrar en acción. Los cascarones tenían como
ruta principal los Llanos y como fecha de entrega febrero; pero inicialmente
los embutían en canastos, circulaban de mano en mano entre el grupo, cada
quien daba su opinión y todos se sentían peritos. También servían para en­
tretener a los niños llorones poniéndoselos de juguete. El contenido que los
convertiría en granadas estaba en otra parte pero nunca nadie dijo dónde,
posiblemente otros grupos menos folclóricos serían los encargados. En ese
mes unos zapateros de apellido Pedraza que hacían sutiles experimentos y
ensayos cuidadosos empezaron con pruebas en la Sabana de Bogotá, a las
que asistían los de más confianza como Urbano Trujillo y dos o tres perso­
nas de Girardot, Vela Solórzano, el “M ono” Dávila y otros responsables. En
distintos días iban las personas que asumirían la tarea final de entregarlos a
los venezolanos: Chaves Pinzón, Vespasiano Jiménez, “Teleche” y la hija del
general Saavedra. Era ella mujer alta y varonil que tuvo fama de intrépida,
la recordaban como muy recursiva para desplazarse por distintos lugares
organizando a la gente pero su nombre quedó en el anonimato. De todo aquel
elenco los encargados de elaborar los artefactos eran los obreros: Ernesto Rico,
jefe de mecánicos de los tranvías municipales y Rafael Izquierdo, latonero;
además el farmaceuta Ezequiel Campos, presidente de los núcleos socialistas
de los barrios orientales y los activos zapateros Pedraza.

Hacia la mitad de enero sucedieron hechos preocupantes, los socia­


listas y algunos de sus amigos vieron sus nombres en carteles como los

323
M a r ía T il a U r ib e

que estuvieron de moda en los Estados Unidos para atrapar a Dillinger


o Al Capone; Rengifo los hizo colocar en las estaciones ferroviarias y en
las piedras de los caminos ofreciendo recompensas por sus cabezas. En la
región de Honda el “SE BUSCA” señalaba a Viana, Del Bosque y Carlota
Rúa; en el oriente a la hija del general Saavedra, también los hubo en la
Sabana de Bogotá y en la Región del Tequendama, señalaban entre otros a
Elvira Medina que recorría hasta Girardot atendiendo a los presos sociales
y a los enfermos (uno de esos avisos lo guardó Susana, la hermana de Elvi­
ra Medina, durante años). Mientras tanto detenían a Pedro Narváez y en
Girardot capturaban de nuevo a Angel María Cano.

Por esos mismos días de enero llegó a Bogotá María Cano para exa­
minar las consecuencias de lo acontecido en la Zona. Traía aportes para
el documento que debería llevarse a Buenos Aires, el cual esperaban que
Tomás sustentara. Ella no aceptó la posibilidad de hacer ese viaje a menos
que algo grave ocurriera. Nada era de extrañar para esos momentos en que
habían llegado rumores de que a Uribe Márquez alguien en el Gobierno lo
quería muerto. A pesar de las malas noticias el ánimo se mantenía y en eso
contribuyó la presencia y alta moral de María.

Los problemas que se discutieron ciertamente eran graves, graves y


nefastos. Como resultado de la ley del más fuerte estaban frente a un apa­
rato sindical disuelto; en las ciudades el PSR se reducía, entraba en crisis y
en ese mom ento de decidir entre morir o salvarse dirigentes como Servio
Tulio Sánchez, Ocampo Vásquez, algunos estudiantes e intelectuales bus­
caban sitio en la tendencia contrapuesta que acababa de aparecer, sin duda
minoritaria pero apoyada en Moscú. Y ahí no acababan las calamidades.
Varios de los aliados de la izquierda liberal se habían vuelto esquivos; que­
daban pocos generales entusiastas que no tenían fuerzas ni la gente para
mantener utopías.

Del examen de enero quedaron tres conclusiones: María Cano retor­


naría a Medellín para preparar un encuentro o reunión de sobrevivientes
en el mes de febrero; Uribe Márquez debía terminar el documento para
asistir a la Conferencia de Buenos Aires en junio, pero antes, él, Dávila y
otros visitarían las regiones insurgentes. ¿Debían continuar o detenerse.
Dávila salió para Girardot y Tomás para Puerto Tejada donde encontró una
compleja situación: seiscientos macheteros habían sido sorprendidos por
un ataque a bala, agresión hecha por la tropa y un terrateniente de nombre
Emilio Ochoa, autorizado por el gobernador para arrebatarles el pedazo de
selva donde vivían. Exasperados los campesinos tomaron las armas que

324
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ FinaI de la década

tenían guardadas y repelieron el asalto, pero pusieron sobre alerta a las


autoridades, que naturalmente iniciaron una investigación. ¿De dónde
habían sacado esas armas¿

El 6 de febrero Enriqueta recibió un llamado urgente de Ezequiel


Campos, quien le pidió encontrarse con alguien para obtener un dato. Con
las indicaciones del caso salió en busca de ese alguien pero con uno de los
“tarros” en su bolso, encargo que el crédulo farmaceuta le entregó para que
se lo diera al contacto. Y ¡oh sorpresa! en el lugar y con las señas, indica­
das estaba esperándola Cárdenas Villate; si la presencia de ese imbécil la
ensombrecía, ese día la dejó paralizada. El hombre no le dio ningún dato
y más bien aprovechó su estupor para pedirle el “tarro”. Quién iba a ima­
ginar que ese artefacto vendría a ser la principal acusación en su condena
y paradójicamente su propia salvación. La escena la estaban presenciando
dos mirones a muy corta distancia, los mismos que luego la siguieron por
cuanta calle y vericueto ella cruzó angustiada con la intención de escabu-
llírseles. Finalmente, pudo hacerlo sin dudar de que estaban atrapados, veía
en Cárdenas Villate un traidor, un eslabón de cadena siniestra, quizá guiado
por otros con más bagaje en la cabeza.

E l d erru m be

Muy tarde llegó a su casa, desfallecida, y estaban esperándola: ¡Queda


usted detenida por portar bom bas de dinam ita! No pudo entrar siquiera. Los
muchachos, impotentes, oyeron el batiburrillo que armó la policía cuando
se llevaron a la madre. Horas antes la casa había sido literalmente asaltada,
requisados sus cuartos, destruidos sus sencillos haberes sin que encontraran
nada. Intentaron llevarse presos a los niños, pero Olga, una de las hijas de
Enriqueta, de sólo doce añitos le replicó a los uniformados: "no nos pueden
llevar porque la orden de captura es para mi mamá"*'. En la madrugada de ese
mismo día cayeron sobre Tomás que estaba solo.

Por las tapias que rodeaban el patio y el zaguán aparecieron en multi­


tud los quepis y los revólveres de los policías. ¡Entréguese! Entonces pensó
que la policía sola no hubiera dado con su paradero por lo que entre ellos
tenía que haber un delator.

81 El Espectador, febrero 8 de 1929, pág. 1.

325
M a r ía T oa U r ib e

Con pocas horas de diferencia detenían en Medellín a María Cano


mientras esa misma noche se desarrollaban en esa ciudad, Cali y Bogotá pa­
recidas escenas. Más temprano que tarde había llegado el desastre! Y es aquí
cuando se produce el dramático punto de giro de la trayectoria del PSR, que
haría cenizas las esperanzas acumuladas por sus victorias. El 8 y 9 de febrero,
los días y los meses siguientes los periódicos anunciaron la conmoción con
un alud de versiones y declaraciones oficiales. Algunos subían de color los
contenidos confundiendo a los sectores de gentes incautas y desprevenidas,
a esa franja de opinión pública a la que sólo le llega la información de un
lado sin posibilidad de conocer el otro. Había que leer entre líneas:
“Fue difícil encontrar a Uribe Márquez, oculto desde la finalización de
las Bananeras”. “Se encontró un túnel muy bien diseñado donde estaban
los explosivos “. “Gracias a un agente de seguridad se dio con los sitios
tanto en Bogotá como en Girardot”. “Caen numerosos líderes que se en­
contraban en varios puertos del río Magdalena”. “Minguerra en posesión
de un archivo secreto”. “Granadas eran guardadas entre los ferrocarriles,
iban para Venezuela”. “Planos de-Bogotá en donde debían colocarse las
bombas”. “Los presos pasan de cien”.

El golpe con el que les madrugó la Hegemonía dejó en Consejos de Gue­


rra por Rebelión a más de cuarenta personas en Bogotá, veinte en Medellín,
otras tantas en Cali, Girardot, Cúcuta y Tunja. María Cano resultó sindicada
de culpabilidad en la rebelión; sus hermanas, los niños y las mujeres que
vivían de paso en su casa y hasta los amigos que estaban de visita quedaron
allí mismo retenidos. Augusto Quevedo, ex cónsul en Trinidad, fue el otro
implicado en el “com plot”. Cayó también Torres Giraldo, detenido cerca de
Medellín; corrió el rumor de que sobre él caería la pena del destierro, aunque
no existía legalmente. Dávila y Elvira Medina quedaron presos en Girardot
Él, por estar implicado en la huelga de la zona; a ella le cobraron muy alto
la defensa de los presos sociales y por los peligrosos escritos encontrados en
su casa: un paquete de hojas con el título “Meditación del Soldado”, otro
dirigido a los obreros y campesinos de Colombia que venía desde México:
cantos, coplas, versos y cuentos escritos por los campesinos de la región
del Tequendama y un libro sobre técnicas policiales. Simultáneamente Del
Bosque es detenido en Honda con otros socialistas por formar parte de la
conspiración y en el ojo del huracán Uribe Márquez es señalado como el
conductor rojo y jefe de la rebelión. Por otra parte los generales “Teleche" y
Demetrio Morán, poco tiempo más tarde, serían acusados de los "incendios
en M edellín provocados por los socialistas", según la información d e Mundo al
D ía. M ientras tanto, a Vespasiano Jiménez y Chaves Pinzón les decomisan

326
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Final de la década

W £N TARDI

n . M í A Í 'O Í 'N I»r

* E S T E NUMERO INCLUYE E L SUPLEM ENTO Y VAI

EL PRODUCIDO DEL
F.C . DEL PACIFICO
EL MES DE AGOSTO
EL AVANCE RECIENTE DE
Lo» tren«» del F e r r o c a r r il del P a cifico no pudieron «alir hoy do Cali. LAS DIVERSAS OBRAS PU­
La» bodega» y oficina* d e la e stació n fu ero n c e rra d a « p o r la p re­ BLICAS NACIONALES
sión de lo* huelguista». ■ El p a ro e» gen eral a lo la rg o d e la linea
; tam b ién en ei m uelle de B u en av en tu ra. - N um eroso» obrero « de
fa b rica» «e »olidarizan co n lo« ferro v iario «. - L a« fu erza« pública»
ton im p otente« p a ra d om in ar el m ovim iento. • E l G e n eral V áaquez
Cobo ta m p o co pudo h a c e r n ad a por c o n ju rarlo . - L a« co ad icio n e«
que exig e n lo« obrero » en h u e lg a .-E l je fe d e lo« 5 0 0 0 hoelgu U taa

EL PLAN DE OBRAS
• Y DE EMPRESTITO
ESTA TERMINADO
SE P R E S EN TA R A M AÑ AN A
A LA C A M AR A ALÜ UNOS
O f R E G L O DE LOS RUMORES

PUERTOS DEL PAIS LrwalSQt e f


SOBRE LOS? MARES
u c*s» nitvi* tte«î

BOGOTANA
TFRFSt

327
M a r Ia T ila U r ib e

en Bogotá 13 fusiles Grass y carabinas y Cuberos Niño es señalado por el


m inistro como el otro cabecilla del golpe.

Seguían ocurriendo cosas que no dejaban piedra sobre piedra y no


cesaban de ocurrir: no quedó taller de fundición, latonería, tren, locomotora,
champán del Magdalena, casa sindical, cooperativa o liga de inquilinos por
donde no hubiera pasado el ciclón; ni cárceles con espacio, y la resonancia
de los acontecim ientos produjo el lenguaje más acelerado en el ritmo de la
violencia de esos años.

A su vez, con su carga de distorsiones la legación norteamericana


reportaba a Washington hasta dos veces diarias la odisea, (según se muestra
en el facsímil que se publica en el anexo 1).

Las gentes fueron juzgadas por grupos y en algunos casos indivi­


dualmente. Las diligencias en Bogotá las adelantó el jefe de detectives de la
Policía Nacional y Juez de Orden Público Rojas Granados, un tipo bastante
consumido y de maneras torpes que pretendían resultar refinadas. Bien
preparado para recibir al grupo donde estaban Uribe Márquez, Enriqueta
Jim énez, Ernesto Rico, Ezequiel Campos y acompañado de su horrible
comitiva, alistaba lo pertinente para iniciar el Consejo de Guerra en el que
serían juzgados de inmediato.

Desde el primer momento los presos quedaron recluidos en las peni­


tenciarías o en las cárceles de mujeres, incomunicados, encalabozados por
tres días a pan y agua. Muchos de los socialistas revolucionarios no tuvieron
defensa. Se recuerda que el abogado Criales (padre) de Girardot, asumió la
defensa de Juan C. Dávila, Elvira Medina, Vela Solórzano y otros acusados.

G a it á n , d e f e n s o r d e T omás U r ib e M árq uez

Pero todo juicio político está precedido de una historia oculta y la


historia subyacente en el caso Uribe Márquez se encontraba en la estruc­
tura de la defensa planeada por el brillante joven Jorge Eliécer Gaitán82. La
estrategia fue compartida con Jorge Uribe Márquez, quien no podía figurar
ni aparecer pero se entregó por completo al caso de su hermano, y no fue
fácil. Noches enteras debatiendo los argumentos de fondo y estudiando
meticulosamente los de forma. Jorge Uribe se cogía la cabeza, dudaba de la

82 El texto completo de la defensa fue publicado en El Tiempo, mayo 20 de 1929, pág. 13.

328
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Final de la década

aceptación de esa estrategia por parte de Tomás. La disyuntiva era: acepta la


responsabilidad total en el intento de conformar una fuerza militar grande
en hombres y medios para derrocar al régimen, y en ese caso le espera la
condena por el resto de su vida, o convertimos en pecado venial lo que
en principio se ve como mortal, so pretexto de una acción concreta que
no puede llegar a probarse. Sobre esto último apostaba Gaitán un triunfo
jurídico y una corta condena.

Para Gaitán el caso Uribe Márquez era continuidad de los procesos


de la Zona Bananera -en los que ya había obtenido el triunfo político y los
presos comenzaban a quedar en libertad- así se lo manifestó a Enriqueta a
quien visitó en “El Buen Pastor” antes que a Tomás. Ella consideró hábil y
certera la figura jurídica planeada; no quería héroes, ni ser la viuda de un es­
pectro viviendo en penitencia. Por lo demás confiaba en Gaitán como jurista,
como demócrata y como hombre de calidad humana (él hizo la defensa sin
aceptar un solo centavo de su defendido ni de su familia) y profesaba por
doña Manuelita, la madre de Gaitán, admiración y cariño profundo como
todas las maestras de su época. Días después a Tomás le llegaba un diminuto
papelito enrrollado entre un tubo dental con un emocionante mensaje de
aliento, reflexión y amor: ¡Estás a llí por querer hacer polvo la injusticia y el
desamor; confía en la defensa!, estoy em barazada. De esa manera lo enteró de
que iba a ser padre.

Cuando se vieron por primera vez después de la captura estaban


colocados en estrados, ante tribunales y jueces inculpándolos y ellos dos
descubriéndole caras nuevas a la ley en medio de tensiones, cruzándose
miradas de sombras y de luz. Se oyen tres golpes de martillo para iniciar el
juicio y las frases pertinentes. El denunciante no podía ser otro que Cárdenas
Villate; el delito, REBELIÓN. Luego llega el momento esperado: ¡Tiene la
palabra la defensa...!

"Hablo como defensor de Tomás Uribe M árquez en la causa que por dis­
tintos delitos se adelanta contra él, empezó diciendo Jorge Eliécer Gaitán en
uno de esos discursos cuya oratoria lo hicieron famoso desde Roma, cuando
fue discípulo predilecto de los preclaros juristas italianos. Y continuó: Decía
Carrara que 'cuando la Policía se mezcla en las cuestiones jurídicas se atiende
frecuentemente más a la voz de la pasión que a la de la lógica'. Luego atacó
con un primer y demoledor golpe directo contra el Juez, pues tenía en su
mano una carta escrita por el homólogo de Orden Público de Honda al
Prefecto de Detectivism o (o sea, al mismo Rojas Granados), con fecha 22
de noviembre. En ella el juez de Honda le decía a Rojas Granados que tenía

329
M a r ía T il a U r ib e

en su poder a un socialista de apellido Anzola, y agregaba: 'Creo que usted


no tendrá ya que ponerle reparos a la captura de Uribe M árquez. He mantenido
incomunicado a Anzola, si la indagatoria se verifica a q u í no hay modos, sin que
el apoderado se entere de lo que se trata. Yo con cierta maña he llevado a la gente
a l convencimiento de que se trata de un cuantioso robo..."

De manera que existe a q u í -d ijo Gaitán poniendo la carta sobre la


mesa y ante el asombro de todos los presentes- la confesión de dos hechos
delictuosos por parte del funcionario: primero, el no haber tomado la indagato­
ria en el término que la ley señala, segundo, haber atribuido a los detenidos la
comisión de un robo no verificado, lo cual constituye una calumnia. Semejante
sorpresa, cuestión que el mismo Tomás ignoraba, dejó al Juez en una incó­
moda situación defensiva y a Gaitán dueño del terreno. Y siguió avanzando
en un juicio donde no hubo confrontación de principios ni alegatos polí­
ticos de fondo. Jorge Eliécer Gaitán evitó cualquier tema sustancial y sólo
tangencialm ente aludió a l grave interés social, a l esclarecimiento y precisión
de unos hechos que han sido razón y-eje de la intranquilidad del p a ís en varios
años; y afirm ó: pero no hubo rebelión ni complot comunista y menos revolución.
A Uribe M árquez le adjudicó un carácter apático, sin ningún atributo
intelectual (!). De común acuerdo, Tomás guardaba silencio y calma, aún
en m om entos en que uno de los acusados para defenderse habló más de
la cuenta. No era hombre que tropezara o cayera de rodillas y eso el Juez
lo advertía, de ahí que cuando le ordenaba ¡de pie el acusado! se lo decía
con 220 w atios en los ojos.

Las reglas de procedimiento eran estrictas y precisas, los prisioneros


carecían de una copia de las acusaciones, por eso, en el caso de Enriqueta, ella
ignoraba cuál podría ser la principal incriminación en su contra. Considero
que el mom ento culminante del drama ocurrió en el careo con Cárdenas
Villate. Posiblemente el hombre sin tener en cuenta que en esa diligencia lo
mínimo adquiere trascendencia, aceptó y repitió el nombre que Enriqueta le
diera al objeto entregado y recibido por él aquel 6 de febrero. Quedó entonces
muy claro que nunca se trató de una bomba, granada o explosivo alguno,
simplemente era un “tarro” y así también lo llamaron los mirones testigos.
Aunque esto fue definitivo en el resultado final, lo que más le impresionó a
“T ata” fue haber conocido a un ser sin escrúpulos, que en el careo tiritaba
como un gozque y no podía mirarla de frente; es decir, el hecho mismo del
premio al delator, el ver recompensado al que cambia los valores humanos
y prefiere añadir al delito la ignominia (Cárdenas Villate una vez terminado
el juicio fue sacado por el gobierno para Buenos Aires).

330
LOS AÑOS ESCONDIDOS ] [ Final de la década

Durante los tres meses que duró este viacrucis aparecía a momentos
un hálito optimista por el curso que tomaban los juicios. La opinión pública
estaba dividida, los mensajes de aliento y la solidaridad nunca faltaron, los
compañeros y amigos respondían y el Maestro Rendón inclinaba la balanza
a favor con sus caricaturas.

El último día y en medio de un silencio sepulcral una voz leyó el


veredicto: Tomás Uribe M árquez ...queda usted sentenciado a dos años de
prisión, con las siguientes penas accesorias: vigilancia por dos años a partir
de su liberación; pérdida de todo empleo público y de cualquier pensión a que
tuviera derecho; privación perpetua de los derechos políticos: no voto, no opinión,
no escritos, no candidaturas, no hablar en público y pago de los costos del juicio.
Enriqueta Jim enez G aitán: debe cumplir una pena de tres meses de prisión. El
mismo tiempo para los demás detenidos.

Durante el tiempo que duró el Consejo de Guerra el recorrido para


los presos de la reclusión al cuartel y viceversa les parecía eterno, más que
todo por lo inhumano de la vida en la cárcel. Es este un aspecto que bien
vale la pena conocerse. ¿Cómo eran esas criptas, que no otra cosa parecían,
en esos años¿

331
M a r ía T iia U r ib e

U na f i e l r e p r e s e n t a c ió n d e l m e d io e v o

El Panóptico.* -tras cuyos muros ni usted ni yo quisiéramos jamás


haber estado encerrados- visto desde afuera parecía (y parece) una fortaleza
rectangular y escueta con muros de piedra aproximadamente de quince
metros de alto. Fue construido a imagen y semejanza de un penal de Illi­
nois dei siglo X V II y como aquel, cualquiera se perdía en su enjambre de
patios, celdas y catacumbas. En 1929 la atmósfera interior estaba cargada
de rigores: gritos de órdenes y prohibiciones se mezclaban con estridencias
de cadenas y cerrojos. Después de pasar el primer tramo de viejas oficinas
de dirección, administración y personal de guardia empezaba el horror en
el inmenso corredor central con aspecto de túnel y en las galerías o tramos
laterales de celdas. A esas galerías los presos les habían puesto nombres:
“Hotel Circunstancias”, “El Solitario”, “El M uñequero”. Tenían capacidad
para 500 hombres pero en ese año cada celda albergaba tres o cuatro pre­
sos. En los patios, sitios donde los hombres permanecían hasta las tres de
la tarde, hora de encierro, algunos presos se procuraban trabajos de tipo
artesanal, objetos que hacían de cabuya y de cacho; en uno de ellos forjaban
grillos y cadenas que eran orgullo del penal y su hechura privilegio de los
reos más antiguos. Pero estos inmensos corrales también eran lugares de
suplicios...

En la parte baja del primer patio a la izquierda, destinada para presos


sociales, estuvieron Tomás, el “mono” Dávila y las demás personas juzgadas
por entonces. En el centro del patio había una gran pila de agua, ahí, a las
cinco de la mañana debían meterse los hombres desnudos a bañarse. De
hecho significaba rechazo y riesgo por el helaje del agua y la intemperie, a
esto se añadía una práctica sádica: en torno de esa pila los guardianes arma­
dos con largos palos de punta de aguijón punzaban el cuerpo de los presos
que evitaran zambullirse, estos sólo podían salir del agua después de diez
minutos de indignidad. A renglón seguido y en ayunas venían los turnos
de presos para el cepo. Los había de tres clases: el que fijo al tobillo del reo
le servía de prisión, como el que le aplicaron a Mahecha y sus compañeros
después de la huelga de Barranca. El del palo: el preso sentado y amarrado
debía sostener entre sus brazos un madero de regular grosor a la altura de
la nuca. Y el de cabeza, quizá de más crueldad: se trataba de una rueda de

* Penitenciaría Central de Bogotá. A partir del 9 de abril de 1948 (“El Bogotazo”), se con­
vertiría en el Museo Nacional. (Carrera 7a., calle 32)

332
LOS AÑOS ESCONDIDOS ] [ Final de Ia década

madera colgada, que se abría horizontalmente por la mitad y en sus tres


orificios el preso colocaba su cabeza y sus manos; luego lo aprisionaban
con la otra mitad. Este era el cepo número 3, al que asignaron a Tomás
durante los primeros 60 días por una hora diaria, antes de ser conducido
al Consejo de Guerra.

Sin embargo, después de unos días ya él había sabido ganarse un


lugar de respeto y estim ación. Por cuenta propia los guardianes rebajaron
el tiempo de cepo. Simulaban cumplir el castigo haciendo pantomimas y
dando órdenes. De esa tortura Tom ás no quiso que Enriqueta se enterara,
vino a hablar de ella cuando obtuvo su libertad y tam bién en su diario:
"... siento el frío agarrotándom e los dedos, traspasándom e el alm a...". Ella
hizo otro tanto respecto de lo que observó y sintió en “El Buen Pastor”,
cuestiones que relató tiempo después.

C á r c el d e m u je r e s

Rapadas por adúlteras, resultó ser la imagen que más impactó a Enri­
queta de algunas de las ochenta mujeres que allí vio reunidas en un corredor
sórdido, a semejanza de un fresco de la miseria humana: ladronas, golfas,
patronas de burdeles, necesitadas y harapientas cuyo único abolengo era la
pobreza; contrabandistas, inocentes, pobres de espíritu que miraban como un
perro cuando suplica desesperadamente. Todas llevaban camisones grises, la
cara lavada. Todas tenían la obligación de coser, bordar, remendar o tejer para
la clientela de las monjas. Ninguna podía bañarse desnuda bajo el chorro de
guadua, ninguna podía pintarse la boca, ninguna faltaba a misa diaria para oír
invariablemente que esta vida es un valle de lágrimas y vinimos aqu í para sufrir.
La rutina no la quebraba nadie, la uniformidad la rompían las cabezas de las
adúlteras, mujeres de toda clase social y condición que por suerte estaban allí
o por bondad del marido pues la ley consagraba (y consagró por muchos años
más) el uxoricidio legalizado (Art. 591 del Código Penal de entonces), que
a la letra decía: "El homicidio es inculpable absolutamente cuando se cometa en la
persona de la mujer legitima o de quien viva a su lado honradamente, a quien se
sorprenda en acto carnal con un hombre que no sea su marido (...) o no en el acto
carnal pero sí en otro deshonesto, aproximado, o preparatorio de aquel, de modo
que no se pueda dudar de! trato ilícito que entre ellos exista".

Sin embargo, maridos había que no castigaban con la muerte a su


mujer y apelaban a otro artículo (712 del mismo Código Penal), que decía:

333
M a r ía T il a U r ib e

"La mujer que cometa adulterio sufrirá una reclusión por el tiempo que quiera el
marido..."-, quedaba libre de adulterio sólo si el marido lo consentía, era una
cosa; pero entre más alta la escala social más placer del señor por someterla
a la muerte en vida de la reclusión.

Enriqueta estuvo en “El Buen Pastor” tres meses, mucho tiempo


cuando se trata de vivir en la cárcel, pero no por ello dejó de pensar ni de
ser optimista y graciosa. Paradógicamente -d ecía- la cárcel también fue una
experiencia útil en mi caso. Durante el tiempo en que el grueso de los socia­
listas estuvo preso, de febrero a noviembre, se precipitaron acontecimientos
de suma importancia en Bogotá, como los sucesos estudiantiles de junio
Enriqueta salió en libertad antes de que esos hechos ocurrieran.

O r i g e n d e l 8 y 9 d e ju n i o

Los acontecim ientos de junio del año 29 han sido vistos histórica­
mente como raíz de los movimientos estudiantiles. Los aniversarios del 8
y 9 de junio y el asesinato de Gonzalo Bravo Pérez se han conmemorado
posteriormente de distintas maneras inclusive luctuosas, por otras muer­
tes de otros estudiantes que han donado sus vidas en las mismas aunque
posteriores fechas.

No obstante, aquellas jornadas tensas e intensas quedaron con la


apariencia de un simple trozo en la película política de su tiempo, por eso
en su balance se hace necesario descorrer otros pliegues para descubrir lo
esencial de una década sorprendente y dramática. Es decir, los motivos que
hicieron vibrar al pueblo en las calles capitalinas con toda la indignación y
el coraje, fueron también el medio para obtener el logro de otros fines. Ese
fue el trasfondo de la película.

Los hechos se precipitaron en cinco días como resultado del largo


reino de la arbitrariedad y conservaron el vigor anterior de campo de
batalla o tono que el PSR había entronizado. El nuevo "florero de Lló­
rente” com enzó con la destitución del alcalde de Bogotá, Luis A. Cuervo,
nombrado por el gobernador, que erró de plano al designar un hombre
que no pertenecía a ninguna rosca. Alguien tenía que ir en contravía y el
valeroso alcalde resolvió emprender una campaña de moralización que
inició por lo alto, removiendo a los gerentes del tranvía, el acueducto
y el secretario de Obras Públicas. Sucedía que la estructura burocrática
descansaba en un sistem a de “roscas” para otorgar empleos y posibilitar

334
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Final de la década

el enriquecimiento de pequeños grupos a costa del erario público. Una de


esas bandas de ladrones de cuello blanco controlaba la administración y los
servicios públicos en la capital del país y de ella era jefe el ministro de Obras
Públicas Arturo Hernández, apodado por la ciudadanía “Chichimoco”, o
también “Caradefraude”. El alcalde se enfrentó entonces a la rosca del mu­
nicipio, al mismo gobernador Meló y en la Nación a los ministros Rengifo
y Hernández; de ahí su destitución precedida de entrevistas diarias en El
Espectador y de respuestas de los “ofendidos” en El Tiempo. Presintiendo
su destitución el alcalde había reunido al Concejo con el fin de que se
creara una junta encargada de investigar los negocios sucios de la rosca,
en la que también contaba un cuñado de Abadía Méndez, secretario del
gobierno municipal.

Estos gerentes y directores administrativos llamados popularmente


‘manzanillos” tenían un inmenso poder, sus firmas eran órdenes y su papel
en las elecciones de los últimos años era el de garantizar el fraude en una
ciudad como Bogotá, de mayoría liberal y también de intensa abstención
impulsada desde 1922 y aumentada por el PSR más tarde. Sus métodos
consistían en sacar policías y matones a la calle los días de elecciones que
atacaban con cal en los ojos a los contrincantes, luego, aturdían o herían a
sus víctimas con tubos y puñales. El voto en los años Veinte no era secreto,
irse a las urnas era irse a las manos, conseguir golpizas, quedar malherido y
además perder. Los votos de la mayoría conservadora salían de los empleados
del municipio que votaban en ocasiones hasta quince o veinte veces, cues­
tión que pudo establecerse porque esos votos superaban quince o veinte
veces el número de los mismos. “Chichimoco” en pocos años fue gerente
del tranvía, diputado, miembro de la Junta de Empréstitos Extranjeros,
representante, senador y finalmente ministro.

Aquella corrupción y el índice de pobreza rebosaban la copa de la


indignación popular y ese 5 de junio se generaba en la tarde un movimiento
social de rechazo a la rosca y apoyo al alcalde, que tomaba senderos im­
previstos. La agitación política la encabezaron en principio los estudiantes,
algunos diarios y asociaciones artesanales; luego se sumaron sindicatos,
obreros de distintos gremios y gente de barrios, es decir, los sectores donde
más se había desarrollado el socialismo revolucionario. Pero 1929 ya era
otro momento, el PSR había perdido por completo el control político en la
vida pública y sólo quedaban sus enseñanzas: los métodos organizativos,
las experiencias de cómo hacer grandes movilizaciones o pequeños comités
barriales para resistencias multitudinarias.

335
M a r ía T il a U r ib e

Esa tarde numerosas personas se dirigían al Capitolio lanzando vivas


al alcalde y mueras a la rosca municipal en lo que la prensa denominó como
una cruzada de salud. Y esa noche se organizaron grupos para visitar perió­
dicos, pasar la voz convocando una manifestación para el día siguiente y
como antes, establecer el boicoteo a los tranvías; con la diferencia de que en
él no participaron los tranviarios. Estos trabajadores junto con los del acue­
ducto y el aseo fueron llamados por la rosca, que estaba apoyada en Cortés
Vargas, nombrado Jefe Nacional de Policía después de la masacre. Al ver la
respuesta multitudinaria los manzanillos resolvieron organizar militarmente
a esos trabajadores y procedieron a repartirles armas para que atacaran la
manifestación del día siguiente. Gracias a la conciencia de esos trabajadores
aquel enfrentamiento fratricida no se dio; pensemos que venían de jornadas
difíciles y eran ya hombres con una mentalidad distinta. Desde luego, algunos
de ellos protagonizaron cruce de bofetones con la gente en las calles.

Pero esa misma noche ocurrían otros hechos en los salones del Jockey
Club y del Gun Club de Bogotá: los políticos liberales comenzaron a reunirse
para conform ar la llamada Junta de Notables, altas figuras de la sociedad
bogotana, como lo describieran los periódicos de su tiempo. Y lo eran. La
nómina de quienes tomaron en sus manos la situación la componían los
doctores Lleras Acosta, Uribe Cualla, Camacho Carreño, Luis Cano, Holguín
y Caro, Enrique Santos, Nieto Caballero y otros importantes personajes
liberales. Aquellos centros sociales y exclusivos se convirtieron en casas de
resistencia al régimen, salían de allí llamamientos, peticiones de renuncias y
comunicados hacia los periódicos. La opinión de cada notable era divulgada
en segundos por más de trescientas personas que permanecían en la calle,
a las puertas del club. Esa misma noche salió de uno de los clubes la orden
de fijar carteles convocando a la manifestación.

Al atardecer del día 6 los atrios del Capitolio estaban colmados. Gaitán
estaba allí, tenía ya una aureola merecida que aclamaba la gente y lo sen­
tían auténtico, más cerca de su pueblo que de los notables. Sin embargo su
importante actuación vino a tener dos filos porque a la vez que defendía con
devoción derechos esenciales centrándose en la protesta popular, su carisma
servía de palanca para las segundas intenciones de los socios del Jockey. El
joven inició su discurso; apasionado en el ademán, persuasivo en el dejo de
su voz popular, coherente y claro en el razonamiento:
A esta manifestación de protesta no han debido invitar solamente a
los universitarios (...) No se trata aquí de la queja de un partido, no es
la voz del Partido Liberal o del Partido Conservador aisladamente, es la

336
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Final de la década

voz angustiosa de la ciudadanía bogotana que pide que se arroje de los


puestos oficiales a quienes han mancillado el nombre de la ciudad y de
la República. (...) Porque es menester tener en cuenta que muchos de
los personajes que usufructúan los mejores gajes del Gobierno, debieran
estar más bien en los rastrillos del presidio, a sabiendas de que existe una
Ley Heroica, como falsificadores de la opinión pública.

Entre los elementos simbólicos que los manifestantes portaban algu­


nos aludían a la masacre de Ciénaga; pues no hubo movilización o evento
político entre 1929 y 1930 sobre los cuales no gravitaran Las Bananeras:
una calavera ensartada en un palo, fémures, esqueletos y calaveras pintadas
y adornadas con racimos de banano y leyendas: “Venimos del Magdalena”,
“Cortés Vargas, aquí estamos”. Los manifestantes llevaron todo el día por
todas partes esos emblemas.

El día 7 aumentó la agitación pero ya con la presencia de la policía en


las calles, los primeros disparos los hicieron a mitad de la tarde y eso exaltó
aún más los ánimos de los manifestantes que respondieron a la bala con
piedra, resultando algunos agentes y manifestantes malheridos.

Uno de los sitios más vulnerables era el Diario Nacional (carrera sép­
tima, calle 17) sobre todo por el odio que Cortés Vargas le tenía al periódico.
Allí se dieron cita en esos días los socialistas revolucionarios aún buscados;
allí trabajaban varios de los muchachos que se habían desempeñado como
correos rojos; de allí salió la decisión de levantar barricadas para defenderse
de un seguro ataque. En eso estaban con grupos de universitarios cuando
llegó la carga de caballería, que entraba de sur a norte disparando. Dos
jóvenes cayeron heridos por las balas, uno de ellos era Carlos Cuéllar. (ver:
foto superior en “mundo al día”).

A las diez de la noche un grupo de estudiantes, cuya labor era llevar


noticias a los periódicos, pasaba por la carrera octava con la calle novena.
Repentinamente los policías de la Guardia de Palacio dispararon contra ellos
y una de esas balas penetraba en la espalda del estudiante Bravo Pérez que
se desplomaba sin vida.

El 8 de junio, sábado de luto y de victoria, la ciudadanía se despertó


aún más resuelta. Ya no iba solamente contra los gerentes sino contra Cortés
Vargas, los ministros Hernández y Rengifo y el gobernador Meló. La junta de
Notables en nombre de la ciudadanía y utilizando como medio de presión el
cadáver de Bravo Pérez, que transportaban los manifestantes con dirección
al Palacio, conferenciaba por teléfono desde el Jockey con el presidente.

337
M a r ía T ila U ribe

c Defensor de fa Derechos de Bogotá” ,


jo hoy el M . de Gobierne, Dr. Rodríguez Piago
M U N D Q S A L D I A 24
OU*IO («ánco M U T IH I [»«*»»

«Vi VI Ymmm 1 i, imi, L I»». MflOJtO III!

E! Comercio, la Industria, la Banca, la Prensa',


les Estudiantes y el Pueblo vibran de indignación
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1 R ftliiu a a (U1 dofior Lai* A«|arta Cmrrm a m
(turila d* A lcald e.

2 0 .-(an uciáa aité a o sa de lai E a p r m i ¿«I Traa-


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338
Los a ñ o s e s c o n d id o s ][ Final de la década

A Abadía Méndez no le quedaba otro camino que el de disolver a sus


subordinados, de Rengifo, hizo una defensa parcial; pero el momento le
fue adverso al ministro que quedó sin base cuando el general Eliseo Arango
confesó una conspiración en que Rengifo había participado. El presidente
ofreció entonces la destitución de los tres altos personajes más odiados por
el pueblo, no le quedaba otra alternativa y aunque el ministro no salió de
inmediato toda la fortaleza del Gobierno se venía al piso. Era el día 9.

El éxito había sido para los Notables, que estructuraron sus orienta­
ciones de cara a los hechos y con plena conciencia de sus logros; de ahí en
adelante, si se garantizaba la prestación de los servicios públicos mejoraría
la calidad de vida; y con la caída de la rosca y de los asesinos del Gobierno
aparecía el Partido Liberal, o más propiamente sus más altos jerarcas, como
la alternativa para el país. Por eso no se trató de un simple juego coyuntural
ni de una especulación en el vacío. Fueron cinco días en que las retóricas
de salvación se transformaron en la salvación de los grupos con retórica.
En ese punto ya no había que localizar el problema en la hegemonía sino
en prepararse para abrazar el poder político y por tanto económico dentro
del más puro, ambicioso y ortodoxo capitalismo.

El resultado final despojó de visos socialistas la visión de los pro­


blemas en su conjunto, las interrelaciones entre un problema y otro, las
cuestiones de contenido y aparentemente las contradicciones internas. De
aquí salieron los Notables para la Conferencia Liberal de Apulo y para la
escogencia de presidente liberal. En muy poco tiempo subirían al poder re­
cogiendo las palmas y los triunfos del socialismo revolucionario, que había
puesto la rebeldía y los muertos para tumbar al régimen.

C o n f e r e n c ia d e l a In t e r n a c io n a l C o m u n is t a
en B uen o s A ir e s

Por los mismos días en que sucedían los acontecimientos de junio


en Bogotá se desarrollaba en Buenos Aires, del I o al 12 de ese mes, la Con­
ferencia de la IC. Fueron a ella en nombre de la Dirección del PSR Moisés
Prieto y Heraclio Matallana, un socialista de los círculos “cultos” de Boyacá.
La actitud del grupo, que funcionaba desde el 25 de diciembre como CCE,
frente a los encarcelamientos de febrero había sido de total indiferencia;
ninguna solidaridad pública ni privada, ni una sola palabra de aliento, ni
un solo mensaje. Los dirigentes que habían tenido entre sus prioridades la

339
M a r ía T il a U r ib e

atención a los presos sociales, vinieron a conocer en la prisión el olvido de


quienes se decían dirección del Partido.

Según consideraciones posteriores de Tomás, el hecho de que se


atribuyeran esa calidad no hubiera sido criticable en situación de apremio,
así saltaran las formas democráticas del PSR. Por el contrario, un grupo de
recuperación hubiera sido la salida adecuada para sacar a flote el nombre del
Partido en m om ento tan difícil, mientras buscaban salidas a las recientes
contradicciones internas. Pero no fue así, desvinculados de todo lo que había
acontecido y haciendo a un lado discrepancias y diálogos, iniciaron una
labor de maniobra detrás del escenario, de división interna, de descrédito
hacia los dirigentes encarcelados y enviaron informes amañados a la IC.

A ese primer informe enviado desde Bogotá respondió la IC en el


término de la distancia con una carta demoledora contra los dirigentes
presos. Calificaba los planes y la organización misma del CCC como una
expresión de putchismo, término que ya había sido aplicado por la IC a otros
partidos como una sentencia, como una excomunión. Y ser descalificado
por la IC no era cualquier cosa, esa entidad que representaba lo nuevo en
el mundo tenía un extraordinario poder, era a las fuerzas internacionales
de izquierda lo que el Papado a la Iglesia. Por lo demás, esa carta que llegó
en febrero desde Buenos Aires aconsejaba sobre lo que ya había sido hecho:
Es preciso -decía la carta - organizar el partido absolutamente independiente y
distinto a los dem ás...; es preciso que los obreros y campesinos pobres más activos,
los más consagrados, entren y se organicen en el partido,, es necesario crear una
red organizativa... etc., etc.; hay que crear un semanario como órgano central del
partido, controlado y dirigido por el Comité Central con corresponsales en todos
los rincones del país, en todas las grandes empresas, con una página sindical.
Ignoraban los amigos de la IC que el PSR había sostenido 19 periódicos
y había contado con quinientas sesenta y más organizaciones populares
como base de su organización. Ignoraban muchas cosas y no se tomaron
el trabajo de averiguarlas. Les bastó la carta-informe que el grupo del 25 de
diciembre enviaba en nombre del CCE. En realidad a este grupo se habían
sumado después de febrero unos cuantos estudiantes que reactivaron el
nombre comunista, inclusive alguno de ellos sacó afanosamente borrador
de un Programa, como si no existiera el aprobado en La Dorada.

Ya en Buenos Aires los delegados Prieto y Matallana se encontraron


con la sorpresa de que Mahecha estaba allí. De México logró salir para
Montevideo al Congreso Sindical, al que asistieron por Colombia Fideligno

340
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Final de la década

Cuéllar a nombre de los maestros y profesores socialistas; Vela Solórzano


que había salido de la cárcel, en su calidad de presidente del Secretariado
Central Obrero y Servio Tulio Sánchez a nombre del CCE. De Montevideo
Mahecha pasó a Buenos Aires, los demás regresaron a Colombia. Obvia­
mente debió ser desconsolador para él encontrar su Partido representado
por estas dos personas (de cuya actuación se supone que los historiadores
oficiales debieron averiguarlo todo a través de la versión de esa conferencia,
consignada en el libro “El Movimiento Revolucionario en América Latina”,
fuente que citan y a la cual me remito).

Naturalmente la actuación de estas dos personas no pudo ser más


pobre: Prieto afirmó que la tarea de organización sindical era imposible
en Colombia por el atraso político de los trabajadores, sin más; y trató
de responder los reproches que Mahecha le hizo. Matallana se detuvo en
otra cosa intrascendente. No llevaron ponencia alguna y desde luego ni
por curiosidad intentaron conocer antes de irse el documento escrito de
puño y letra de Tomás, trabajo que incluía los aportes de María Cano y
sus compañeros de Antioquia, así como lo recogido en Bogotá, Girardot y
otros lugares. Porque en esa ponencia que Tomás terminó de elaborar con
un ritmo prácticamente clandestino consultó hasta los apuntes políticos
dejados por Francisco De Heredia. En varios aspectos ese documento podría
haber resultado una ponencia incómoda, sobre todo para Vittorio Codovilla,
italiano-argentino formado en Europa en las filas de la IC y hombre orquesta
de la reunión de Buenos Aires, pues es claro que los socialistas entendían
de manera distinta la revolución, algunos conceptos tenían para ellos otras
imágenes y manejaban otros métodos.

Uribe Márquez reproducía en esa ponencia el proceso socialista de


esa década; profundizaba los problemas obreros, campesinos e indígenas
sin descuidar los aspectos culturales, que se habían debatido en los dos úl­
timos Congresos; adjuntaba ejemplares de los periódicos socialistas. Otros
aspectos, imposibles de reconstruir por el paso del tiempo, se referían al
futuro inmediato de Colombia, la política de abstención, algunas situaciones
históricas y las condiciones en que vivía el pueblo colombiano; cuestión que
marcaba gran diferencia con la visión europea. Igual que la definición de
clase (anotada capítulos atrás), tal vez ahí radicaba la diferencia sustancial
del socialismo en Europa y en América.

Codovilla dirigió el debate, presentó los puntos que debían tratarse,


era el delegado de la Internacional para América Latina, como quien dice,

341
M a r ía T oa U r ib e

iba a trazar la línea para todo el Continente, para millones de luchadores,


para una veintena de países con realidades distintas, para procesos revolu­
cionarios llenos de complejidades.

De todas maneras el interés de la IC se centró más en Argentina,


donde estaba el Buró Suramericano de esa entidad; también en Chile y
Uruguay, es decir en los países de tradición europea. Pero, ?Y Colombia^
En la cátedra que dictó el hombre de la Internacional se refirió a los impe­
rialismos yanqui e inglés:

“El primero desaloja al segundo en la dominación de América Latina, lo


que determina una inestabilidad social en estos países, cuyas burguesías
son agentes de uno u otro imperialismo”.

Este análisis era el mismo del PSR, sobre esto los dirigentes habían
ido más lejos en sus escritos y conferencias. Dijo también que el carácter de
la revolución para América Latina era democrático-burgués, luego agregó:
"Las conquistas de Ia revolución podrán llevarse a cabo, únicamente si se tiene
en cuenta que las m asas obreras y campesinas serán la fuerza motriz de la mis­
ma y bajo la hegemonía del proletariado". Lo de la hegemonía no funcionaba
en el PSR, pues el que luchara por intereses comunes era bienvenido a ese
partido (además la palabreja en Colombia era una calamidad). No habló
del problema indígena, olvidó que para los colombianos era vital. En fin.
las definiciones teóricas de la conferencia quizá no importaran tanto a los
socialistas revolucionarios, lo que dio lugar a que de ellos se afirmara que en
general no habían desarrollado en forma clara estos problem as de la táctica y la
estrategia de un verdadero partido comunista . 8 3 Bien mirada, la afirmación era
cierta pero la conclusión falsa, porque los socialistas sí habían desarrollado
esos problemas pero en form a distinta, mal o bien, según con el criterio
que se le mire.

La IC, a la que los socialistas respetaban y veían también como quien


adquiere padre, quería partidos obreros y ya sabemos que para el PSR los
obreros eran los pobres. Y por último, dispuso que en todo el Continente
se crearan partidos comunistas, en voz bien alta Codovilla, trasladando
mecánicamente a América Latina un debate que en aquel m omento solo
tenía validez en Europa, dijo lo que significaba el nombre socialista: "La
traición a los intereses proletarios y la capitulación ante la burguesía" Otra ence­
rrona, porque en aquella ponencia que nunca llegó a su destino no se cedía

83 Medina, Medófilo. op. cit., pág. 139.

342
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Final de la década

de inmediato en la cuestión del nombre, se posponía, quizá para tiempos


futuros. O sea que mientras Codovilla trazaba la línea para América Latina
con la visión del comunismo europeo, el PSR quería la revolución a partir de
su país. La línea correcta, sin embargo, no admitió discusión, personas como
las que representaban a Colombia se limitaron y además gustosos a ejecutar
los mandatos de la IC. En cambio, los socialistas que debían retractarse y
rectificar su error, en el poco tiempo que les quedó de vida como partido no
lo hicieron, y Codovilla concluyó en forma altanera y al estilo de aquellos
europeos que se creen superiores:
Este partido que se llama Socialista Revolucionario, no tiene, de acuerdo
a su composición social, nada en común con un partido comunista.
Es un partido que goza de una considerable influencia sobre las masas
-admitió- pero que sigue practicando los métodos tradicionales de los
partidos latinoamericanos, basados en el caudillis mo. Existen jefes, con
jerarquías perfectas, y la base sólo cumple con las órdenes de arriba sin
discutir previamente los problemas.
En realidad el partido está compuesto por esos jefes organizados a la
manera de un estado mayor (aquí confundía a la CON con el PSR) y a
la masa se le puede considerar fuera del partido. De hecho la dirección
absoluta del partido es un solo hombre, Tomás Uribe Márquez. Ade- más
de esa dirección llamada CCC, existe un Comité Ejecutivo, o comité de
honor o algo parecido (se refería al Frente con los liberales durante la
Ley Heroica) integrado por escritores y parlamentarios liberales. Hay
todavía una gran confusión entre este partido y el liberal y es muy difícil
distinguir la frontera que separa a ambos, pues el estado mayor del PSR
incluye varios caudillos que, al mismo tiempo, pertenecen a la fracción
llamada revolucionaria del Partido Liberal.84

Los juicios de Codovilla provenían del Segundo Informe que el grupo


del 25 de diciembre había enviado con Moisés Prieto a Buenos Aires.

C o m e n t a r io a l m a r g e n s o b r e M ah ech a

Un periódico de Bogotá el 2 de abril de 1930 (10 meses después


de la Conferencia de Buenos Aires) ofreció como primicia el texto de la
intervención de Mahecha en la Conferencia de Buenos Aires, según decía,
completo y tomado del libro de la IC. La nota introductoria sobre “el

84 Baquero, Rafael. Treinta años de historia del Partido Comunista de Colombia, Bogotá, 1960,
pág. 15.

343
M a r ía T il a U r ib e

discurso político, económico y autobiográfico del Camarada Mahecha'’


escondía burla, pero al leer el contenido se encuentra que al corresponsal
no le faltó razón. Por otra parte, el historiador Medófilo Medina -quien
cita directamente las páginas del libro- hizo la referencia a ese discurso con
este encabezam iento: “Buena parte de su intervención en la Conferencia
de los Partidos Com unistas en Buenos Aires la dedicó M ahecha al análisis
de la huelga de las Bananeras y de su actuación en ella. Se trata de uno
de los m om entos más deplorables en la actuación política del caudillo
obrero. En efecto, la intervención constituye un conju nto de reflexiones
deshilvanadas y contradictorias sobre la batalla de las Bananeras dentro
de un lenguaje trem endista”.

El historiador precisa luego las contradicciones, exageraciones y


afirmaciones que colocaron a Mahecha en el terreno de la ficción.

Esta posición de Mahecha confunde y desconcierta en grado sumo,


no sólo por la vida, experiencia y actuaciones de Mahecha, sino porque su­
cede que sus escritos85 o los apartes de sus discursos publicados en diversos
documentos son piezas coherentes, estructuradas, serias; corresponden a un
hombre formado, observador. Su misma práctica de Vanguardia Obrera, el
celo del cual fue testigo Tomás aún por la redacción y la ortografía hablan
de un hombre cuidadoso; improvisaba, es cierto, pero sabía hacerlo. Sucede
también que El Espectador de julio 22 del año 29 publicó una entrevista
al líder hecha en La N ación, el periódico bonaerense que más se ocupo
de aquella conferencia, con el título “Mahecha relata las matanzas de las
Bananeras”. Este relato naturalmente sobrecogedor no tiene el tremendis­
mo, ni las contradicciones, ni el descuadernamiento que un año después
apareciera en el libro de la IC, con el título “Movimiento Revolucionario
Latinoamericano”.

Por tanto, necesariamente surgen dudas acerca de lo que realmente


Mahecha dijo, y el derecho a preguntarse: ¿Quién y con qué fidelidad trans­
cribió ese discurso^ ¿Quién hizo las actas de ese día¿”¿Interesadamente
quisieron presentar al único representante del socialismo revolucionario
como alocado, putchista y mentiroso^ ¿A quién (o quienes) le convendría
esa imagen con la que cobijaron a todo el PSR¿

85 Yunis, José y Hernández, Carlos Nicolás (recopiladores). Barrancabermeja, nacimiento de


la clase obrera, Tres culturas Editores, Bogotá, 1986.

344
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Final de la década

I n s u r g e n t e s d e E l L íb a n o y L a G ó m e z

Las insurreciones de julio de 1929 quedaron bajo una pátina tan gruesa
que es muy difícil reconocer lo que está debajo. Su significado político, so­
ciológico y humano quedó en los archivos judiciales y en la reducida visión
política del libro de Rafael Baquero con esta frase: “Aventuras insensatas
como la de El Líbano y La Gómez"86, cuyo contexto se refería a la tendencia
putchista del PSR. Para las generaciones militantes que siguieron de los Veinte
el tema se traía a cuento sólo de vez en cuando, servía como comentario
intrascendente que se olvida y se ignora y nunca llega a la reflexión, hasta
que apareció en 1976 el libro Los bolcheviques de El Líbano. Gonzalo Sánchez,
investigador e historiador de temas sociales, reconstruyó entonces la historia
de esa región, de infaltable referencia cuando del PSR se trate, con estas
frases: Usualmente descalificado como un movimiento “conspirativo”, el
“Movimiento de los Bolcheviques de El Líbano” tiene el mérito excepcional
de ser, quizá, la primera insurrección armada de América Latina en que un
ejército de campesinos, con dirección y en alianza de sectores urbanos, se
plantea el problema de la toma del poder en nombre de las ideas socialistas.”
Para el siguiente relato me baso en este serio libro; además, quiero explicar
el porqué no llegó orientación alguna a los insurgentes desde Bogotá, hecho
que no ha tenido respuesta, y también haré alusión a algunos sobrevivientes
octogenarios que en 1989 entrevisté en El Líbano.

La noticia de la “revolución de la cordillera” salía en todas las direc­


ciones en pocas horas. Los periódicos enviaban corresponsales, el Diario de!
Tolima lanzó dos ediciones diarias para informar lo que pasaba en El Líbano
y los cuatro o cinco corregimientos que lo circundaban.

Después de la huelga de las Bananeras la fecha para la insurrección


se confirmó alrededor del 28 de julio del año 29, fecha en que también
Arévalo Cedeño con su ejército revolucionario debía iniciar la ofensiva.
Pero vinieron los acontecimientos de febrero y lo que comenzó como un
plan de insurrección nacional se convirtió en levantamientos locales. Un
hecho incidió en ello: en Buenos Aires la IC había recomendado a Moisés
Prieto una vuelta inmediata al país con el fin de disuadir a los rebeldes de
que continuaran con los planes insurreccionales. Pero ni Prieto, ni ningún
otro elemento de la nueva dirección tuvieron a bien comunicarse con las

84 Baquero, Rafael, op. cit., pág. 14.

345
M a r ía T ila U ruse

regiones próximas a rebelarse, aunque tampoco guardaron discreción. Los


líderes de esas regiones esperaban de Bogotá la orden o señal para el levan­
tam iento, orden que no podía llegar porque la gente estaba encarcelada y
aquellos insurgentes, cada cual por su lado y de acuerdo a la palabra dada,
cumplieron con la acción.

Cuenta Gonzalo Sánchez que el carácter del levantamiento era masi­


vo, todo campesino era un militante potencial y los liberales de El Líbano se
habían comprometido con el plan de insurrección desde 1928. El potencial
m ilitar era considerable, sobre todo, si a ello se suma el apoyo generalizado
de los campesinos de la región. Los campesinos y artesanos conservadores
no tomaron las armas, pero no pocos de ellos aportaron un elemento ex­
tremadamente valioso en movimientos de esta índole: el silencio solidario.
Y en algunos casos más que el silencio la colaboración directa.

La señal convenida para dar el asalto era la explosión de tres bombas


cuyos blancos serían la casa del alcalde, la casa del Director de la Cárcel
Municipal y el cuartel de la Guardia Civil. La totalidad de los insurgentes
llevaba linternas envueltas en papeles rojos de seda para identificarse du­
rante el ataque, que debía iniciarse en la madrugada del 29 de julio.

Pero la jornada no era tan secreta, ni en Bogotá, ni en El Líbano, donde


un terrateniente que había percibido los desplazamientos nocturnos de cam­
pesinos dio aviso al poblado y como el ataque se presentía desde muchos días
antes, la Guardia Civil y voluntarios resistieron el asedio. Se neutralizó así la
acción de los rebeldes en la ciudad que no pudieron manifestarse en forma
masiva; los que lo hicieron alcanzaron a cortar las líneas telegráficas y las del
alumbrado eléctrico. Otros dos grupos de insurrectos se tomaban, mientras
tanto y en choques violentos, sendos corregimientos. En Murillo, los campe­
sinos, ondeando una bandera roja con tres ochos se tomaron la Corregiduría y
obligaron a las autoridades depuestas a rendirle honores al símbolo del nuevo
poder establecido. Y en otros dos corregimientos que estaban “plagados de so­
cialistas revolucionarios” hubo alarma, pero no ocupación ni enfrentamientos.
Probablemente daban por sentado el control absoluto de la región.

Pedro Narváez, “El zapatero”, convencido de su fuerza y posiblemen­


te creyendo que la insurrección se estaba llevando a cabo en muchos otros
sitios del país, envió una nota de desafío al alcalde desde una colina donde
se había atrincherado. Y las fuerzas contrarrevolucionarias encabezadas
por veteranos de la Guerra de los Mil Días y contando con un refuerzo
de hombres de a caballo que habían llegado el día 30, armados de tricolor

346
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Final de la década

nacional al pecho y banda parroquial, salieron al encuentro de los rebeldes.


El combate tuvo lugar el día 31 a las cuatro de la tarde a pocos kilómetros
de El Líbano. El héroe de los socialistas revolucionarios fue Higinio Forero,
quien para cubrir la retirada de sus compañeros lanzó una bomba cerca
al río, luego se atrincheró solo al otro lado del puente y resistió con una
carabina a los adversarios hasta que una bala lo atravesó. El Capitán Sáenz
lo remató a culata. Agrega en su documento Gonzalo Sánchez que no hay
un solo militante, de cualquiera de los contornos del municipio, que olvide ese
episodio, testimonio de valor y de abnegación.

Esto lo pude constatar en 1989, pues los ancianos que aún quedaban,
entre ellos un sobrino de Higinio Forero, quien me llevó a conocer el famoso
puente, recordaban los toques de cacho, las banderas, cada una de las actitudes
y los movimientos que allí sucedieron. Otro de los veteranos protagonistas
mostraba con orgullo el libro donde él figura como combatiente.

Pero volvamos al teatro de los acontecimientos. En uno de los corre­


gimientos quedó un saldo trágico de seis muertos, el propietario de una
gran hacienda cafetera entre ellos. Murió también un cabo en el combate
del famoso puentecito; el capitán que remató a Higinio fue herido y poste­
riormente condecorado. En los días siguientes llegaron nuevos contingentes
policiales enviados por el ministro Rengifo aún en su cargo, quien hablaba
en nombre de los dos Partidos. Ante ese presente de ebullición revoluciona­
ria, de cataclismo social y gigantesca ola represiva, nadie comía ni dormía
con reposo. Los campesinos y obreros se dispersaron, muchos huyeron en
pequeñas bandas al antiguo Caldas y al Valle. Protegidos por una de ellas
iban los más destacados líderes del movimiento socialista.

Aplastada la insurrección la represión continuó pero sin que se hiciera


en torno a ella ninguna publicidad. Un conocido líder caldense, Fermín López
Giraldo, describió años más tarde la actitud liberal frente al levantamiento
en los siguientes términos: "... para debelar aquel movimiento revolucionario,
el gobierno del señor A badía y del señor Rengifo no tuvo que limitarse a confiar
en la eficacia de los polizones conservadores, diestros en la matanza, los liberales
de El Líbano, que en las distintas jornadas electorales habían enfrentado sus
copartidarios a las huestes conservadoras se pusieron del lado de los elementos
conservadores y fueron a las veredas a apagar la hoguera revolucionaria (...) entre
esos oportunos e injustificables aliados se contaban liberales dirigentes, que habían
prometido a los rebeldes estar con ellos el día de la lucha".87

87 López Giraldo. El apóstol desnudo, pág. 20.

347
M a r ía T il a U r ib e

Ya a fines de agosto había alrededor de trescientos obreros y cam­


pesinos presos. A Ibagué llegaría un número aproximado de un millar. Las
escuelas en ambas ciudades fueron convertidas en prisiones; el alcalde
amenazaba con fusilar a los detenidos y éstos eran atados con lazos, por
parejas, forzados a bajar a pie hasta Armero, donde los recibía la gente con
alimentos y cigarrillos.

La represión desarticuló el M ovimiento de los bolcheviques de El


Líbano, ese epíteto que con tono acusador las autoridades contribuyeron a
difundir; pero el proceso de rebeldía impregnó la atmósfera de ese posterior
centro cultural y combativo que ha sido históricamente El Líbano.
* * *

Inconexos, los demás levantamientos se sucedieron como una celebra­


ción de los vestigios del PSR. En algunos lugares no pasaron de ser grupos de
campesinos que, azada, pica o garlancha en mano se presentaban decididos
a reclamar sus tierras o a rechazar las condiciones en que vivían sumidos. El
mismo 29 de julio autoridades y grandes hacendados se vieron sorprendidos
por esos grupos en zonas del Tequendama, La Dorada, el Valle, Santander
y Boyacá. Era el día fijado para la insurrección y debían cumplirla, así no
hubieran recibido información alguna de Bogotá, ni supieran de las cala­
midades y cambios que en todos los ámbitos se habían producido, incluida
la suspensión de última hora de la ofensiva venezolana por la inminente
segunda caída de Juan Vicente Gómez. Pese a todo se dio con distintas pro­
porciones en el área formada por el triángulo Puerto Wilches -S a n Vicente
de C hucurí- Barrancabermeja. Pero la zona de mayor impacto de la rebelión
de Santander fue la estación ferroviaria de La Gómez, municipio de Puerto
Wilches, donde los hechos se atribuyeron a los licénciamientos de obreros
del ferrocarril y a las amenazas de desocupación que ya pesaban sobre otros,
como resultado de los primeros efectos de la crisis mundial en el país. Jus­
tam ente uno de los líderes socialistas más destacados era Joaquín Ovalle.
ex empleado del ferrocarril, a quien acompañaban, entre otros, Plutarco
Suárez, un modesto tendero, Elias Vivas, otro de los dirigentes y la mayor
parte de los empleados de las oficinas y los almacenes del Ferrocarril.

Los rebeldes dieron muerte al jefe de los talleres del ferrocarril, in­
tentaron cortar las comunicaciones, asaltaron el cuartel de Policía, volaron
la ferro vía con dinamita y finalmente se apoderaron de las instalaciones
de la empresa, que convirtieron en prisión provisional para los enemigos
del movimiento.

348
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Final de la década

Como en El Líbano, para dispersarlos fue necesario el envío de cien


soldados y agentes de policía. En los enfrentamientos perdieron la vida tres
revolucionarios: Martín Castro, Pablo Emilio Jayamal y Mario Avisnaya. La
presencia accidental del cañonero “Colombia” en Puerto Wilches, el mismo
que había servido de cárcel a Mahecha y sus compañeros en la huelga de
Barranca, desalentó a los insurgentes de cualquier intento de toma de esa
población. Era la noche del levantamiento y decidieron entonces minar
la vía por la cual debían pasar el alcalde del puerto y treinta policías con
destino a La Gómez.

Mientras tanto, los trabajadores de la Gulf se amotinaban en la región


petrolera de “La Tigra”, clavaban banderas de tres ochos en los caminos y
los árboles; en la región del Carare circulaban movilizaciones obreras al grito
de “Viva el socialismo revolucionario, abajo el Gobierno”. Igual acontecía
en Barranca y otros sitios a lo largo del Magdalena.

El pueblo santandereano tenía una tradición revolucionaria y na­


cionalista que no pasaba desapercibida y creció con la penetración de los
enclaves norteamericanos. Lo que el Partido Socialista Revolucionario había
entendido claramente era que ese sentimiento movía a los obreros de la
zona de Barranca y poblaciones vecinas, que allí habían tomado conciencia
de que el régimen estaba entregando, palmo a palmo, el territorio nacional
al capital extranjero, desplazando a los campesinos colombianos y sobre-
explotando la mano de obra nacional.

A las seis de la tarde del día 28 se desencadenaron los disturbios


en San Vicente de Chucurí. Carlos Humberto Durán, Rodolfo Flórez,
Pedro Rodríguez, Helidoro Ochoa y Hermógenes Alvarez a la cabeza, se
dirigieron a la plaza y se tom aron algunos establecim ientos comerciales
para aprovisionarse de armas: machetes, escopetas de fisto, etc. Luego
ocuparon la Alcaldía M unicipal y después la cárcel. En la toma Hermó­
genes Alvarez perdió la vida. La alarma se extendió hacia Vélez, pues
hasta allí se desplazaron más de ciento veinte revolucionarios desde San
Vicente de Chucurí.

En el desplazamiento de refuerzos gubernamentales hacia los sitios


de la rebelión se combinaron policía, resguardos de renta, soldados y guar­
dia civil desde Girón, San Gil, Barichara, Zapatoca y Tunja. La autoridades
estaban dispuestas a actuar rápidamente y por eso Bucaramanga no quedó
inmune en ese clima de zozobra reinante y estuvo sometida a un régimen
de emergencia por dos semanas: se formaron cinco pelotones cívicos de cien

349
M a r ía T ila U r ib e

plazas cada una, patrullas, requisas, comisiones y relevos. El 31 de agosto


de 1929 había en Santander un total de 152 detenidos por cuenta del Juez
de Prensa y Orden Público.

Estos sucesos hicieron parte de una larga cadena continental de


levantamientos populares y fueron una prolongación en las crónicas de las
rebeliones colombianas. Frente a ellos hubo diferentes reacciones, El Tiempo
aclaraba que al liberalismo no le cabía actitud distinta a la de coincidir con el
Gobierno cualquiera que fuese, sobre el campo común del anticomunismo.
El Espectador concluía:
El día en que sea posible desentrañar el origen de estos movimientos...
estaremos entonces en capacidad de apreciar la distancia a que nos he­
mos mantenido con relación a nuestro pueblo, y la enorme proporción
de culpa que nos corresponde en los extravíos de que lo acusamos.88

Pero lo menos esperado fue la actitud del improvisado representante


del PSR ante la IC, Moisés Prieto, que en relación con los levantamientos
de julio envió una cobarde carta abierta a los periódicos donde renegaba de
su posición para sumarse al partido liberal.

P e n a s c u m p l id a s

La rebelión dejó de ser noticia después de los frustrados alzamientos


del socialismo revolucionario. En los cuatro meses siguientes la estructura
nacional de poder se debilitó definitivamente y surgieron diferentes facto­
res que contribuyeron para que la prisión no fuera tan prolongada como
todos la esperaban. Una sucesión de hechos directos o indirectos tendría su
incidencia en el tratam iento que iba a darse a los presos políticos. El ahon­
damiento de la división en el campo conservador con los dos candidatos
a la Presidencia -V ásquez Cobo y Guillermo Valencia- se hizo publico e
irreconciliable el 20 de julio, día en que se instaló el Parlamento. A partir
de ahí ciertos sectores y periódicos deslizaban el rumor de la amnistía que
el gobierno siguiente, a todas luces liberal, iría a conceder a los dirigentes
del PSR que quedaban presos. M ientras preparaba su salida, Rengifo había
quedado reducido a su mínima expresión: la caída de Cortés Vargas, la
imagen del ridículo que lo caracterizó y la jugada final de deslealtad con su
presidente, entre otras cosas, aplacaron su prepotencia hasta el punto de

Se refiere a los sucesos de El Líbano y Puerto Wilches. El Espectador, julio 20 de 1929.

350
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Final de la década

ocultarse para evadir cualquier declaración o pregunta sobre los cientos de


prisioneros. Por otra parte, a finales de agosto Jorge Eliécer Gaitán echó por
tierra definitivamente los consejos de guerra de la Zona Bananera, a través
de los debates de revisión de procesos en la Cámara. Pocos días después los
prisioneros quedaban en libertad.

Con ese final los acontecimientos de la Zona constituyeron para


la Hegemonía su mayor derrota, y no porque se refiriera a la riqueza acu­
mulada por los funcionarios del Estado, que quedaba incólume, sino por
el costo político y la consiguiente pérdida del poder para legislar sobre los
hombres y los bienes terrenales. En términos de Derecho, en el caso de la
Zona se sentó jurisprudencia, lo que dejaba sin piso juicios similares; para
María Cano, Uribe Márquez, Torres Giraldo y todos los complicados en esos
sucesos la repercusión fue positiva al punto que Tomás salió en diciembre,
cuando Jorge Eliecer Gaitán solicitó su libertad por los hechos relacionados
con la Zona Bananera y por los atenuantes de ilustración del sindicado,
buena conducta anterior y primer delito que se le castigaba. Tal como lo
vislumbró el inteligente abogado, en el caso Uribe Márquez se obtuvo un
triunfo político y una condena de 10 meses de prisión.

Torres Giraldo no fue llevado a juicio. Estuvo en calidad de arresto


hasta agosto, luego se embarcó con dirección a Hamburgo, para llegar a
Moscú a finales del año 29. María Cano y los presos de Antioquia salieron
poco después, los demás fueron quedando absueltos poco a poco.

Cuando los socialistas se encontraron fuera de las prisiones actuaron


en principio, como decir... como si fueran exilados en su propia tierra, todo
había cambiado y el panorama político era otro. El Partido Liberal había se­
llado un pacto de unión que se materializó en torno de su candidato Enrique
Olaya Herrera, embajador en Washington y excelente amigo de los Estados
Unidos, "Olaya fue quien, como representante diplomático del gobierno conser­
vador durante la Conferencia de La H abana en 1928 apoyó los planteamientos
de Mr. Hughes, Secretario de Estado Norteamericano, en el sentido de consagrar
la intervención norteamencana en los países latinoamencanoss9

De los amigos de la izquierda liberal, ovejas descarriadas para su par­


tido, muchos volvían al redil y en medio de la euforia los sectores populares
cifraban en el futuro presidente sus esperanzas. Aunque -según algunos

Tirado Mejía, Alvaro.

351
M a r ía T i ia U ríbe

historiadores- en ese retorno muchos ciudadanos, más que por convicción


lo hicieron por conveniencia, estaban rodeados de un ambiente hostil que
dificultaba las posibilidades de encontrar trabajo.

Por lo que hacía al PSR se hallaba prácticamente disuelto o reducido


a grupos. La nueva directiva la habían conformado en agosto y de ella era
Secretario General el estudiante Rafael Baquero,90 quien había asistido a
algunas reuniones del PSR poco tiempo atrás. Naturalmente no podía es­
perarse que los dirigentes recién salidos de la cárcel apoyaran esa directiva,
no sólo por el cambio radical en la orientación política sino por la actitud
acusatoria que asumió ese grupo mientras ellos estuvieron encerrados.
Como es de suponer esto había causado mucho daño, Tomás lo precisó
en sus notas y su diario, María Cano en sus cartas (ver anexo 1) y Torres
Giraldo en estas palabras:
A quienes habíamos sido dirigentes o activistas de masas del PSR y la
CON, se nos llamó simplemente putchistas y sobre tal base se armó la
campaña de difamación que incluía términos de la mayor ofensa. En
esa campaña fueron heridos y marginados promisorios cuadros obreros
en ascenso, y destruidos políticamente Tomás Uribe Márquez, el más
capaz y abnegado dirigente popular de la segunda década del siglo, y
María Cano, ¡la más brillante figura revolucionaria de mujer en nuestra
historia! y si no caí yo en esa absurda siega, eso se debió a que, desde
fines de 1929, ocupaba mi puesto en la Internacional Sindical Roja en
Moscú, y también a que, cuando me fue necesario, me defendí atacando
el oportunismo de los difamadores.91

Cuando Tomás dejó el penal y quedó atrás la colección de monstruos


represivos (esto lo saben bien quienes hayan pasado por allí), salió con la
sensación de haber conocido un mundo lejano y ajeno, en parte real y en
parte fantástico. Al llegar, su hogar desbordaba alegría, lo esperaba Enriqueta
con la bebé en los brazos; lo esperaban los muchachos con un calor huma­
no indescriptible, lo esperaba su perro “N ey” más zalamero que nunca. El
encontró todo absolutamente maravilloso y nuevo: la cama conyugal con
sus sábanas limpias, el gusto en las comidas, las preferencias dispuestas para
él. También la ciudad, el cielo azul y las mañanitas soleadas de diciembre; y
la gente, pues su temperamento batallador no pasó desapercibido para sus
semejantes, las visitas entraban y salían cargadas de regalos, había caras
amigas que venían desde lejos, no faltaban la música y las flores. El dinero

90 Medina, Medófilo. op. cit., pág. 150.


91 Torres Giraldo. Apostolado revolucionario, op. cit., pág. 131

352
Los a n o s e s c o n d id o s ] [ Final de la década

para pagar los costos del juicio se lo proporcionó una casualidad: al tomar
un periódico encontró el aviso de un concurso que ofrecía cuantioso premio
por una frase o slogan para anunciar un cigarrillo próximo a aparecer. Por
distraerse escribió y envió la que creyó apropiada: "Se empacan como joyas,
se venden como pan", y fue la ganadora. Paulatinamente la normalidad vol­
vió a su hogar para estabilizarlo, pero se sentía conmovido por situaciones
que eran irreversibles, como el hecho de comprender que la empresa de la
revolución ya no le pertenecía.

El 6 de diciembre de 1929 mucha gente salió a las puertas del cemente­


rio Central de Bogotá en homenaje al aniversario de las Bananeras, allí tuvo
lugar la apertura electoral socialista con un candidato a la Presidencia de la
República. Se trataba de Alberto Castrillón, cuyo nombre levantaban como
otro de los líderes de la huelga, y fue significativo que los comentarios de la
prensa aludieran a Castrillón como el candidato comunista y se asumiera
como un hecho la existencia del Partido Comunista. Pero era obvio que las
circunstancias no estaban para candidaturas y la campaña cayó en el vacío.
Entonces quienes la impulsaban, con un comportamiento errático, en el mes
de enero de 1930 se sumaron al candidato liberal. El 9 de febrero, día de la
elección presidencial, el triunfo de Olaya Herrera era indiscutible.

U n n u e v o ju ic io

Después del triunfo que dio nueva vida al partido liberal, llegó a
Bogotá una comisión de la IC con el objeto de protocolizar el fin del PSR
y la fundación del Partido Comunista. Estaba compuesta por el último de
los viajeros que retornaba de Moscú, el abogado Guillermo Hernández
Rodríguez, su esposa, la venezolana Carmen Fortul y otro funcionario co­
munista de nacionalidad norteamericana. Ellos instalaron lo que se llamó
“el Pleno Ampliado” el 5 de julio de 1930. El primer punto giró en torno
al enjuiciamiento del socialismo revolucionario y el llamado pul chismo, la
sentencia estaba escrita de antemano y quedó resumida en esta frase: "Esta
política no ha sido otra cosa que la herencia de la ideología del liberalismo
en las filas del proletariado”. Fueron señalados como responsables Tomás
Uribe Márquez, María Cano e Ignacio Torres Giraldo. El único que estaba
en el banquillo de los acusados en este nuevo juicio era Tomás: María no
asistió, Torres Giraldo estaba ausente y Mahecha, acusado posteriormente por
la conducción de la huelga y expulsado de un partido al que no perteneció,

353
M a r ía T ila U r ib e

estaba en la cárcel. Justam ente para asistir a esa reunión había entrado a
Colombia por la frontera ecuatoriana procedente de Europa.

Probablemente ignoraba que su expediente no estaba archivado


y tenía orden de captura. Su encarcelam iento fue el último acto de odio
y venganza contra el PSR, personificado en M ahecha, de parte de la
Hegemonía.

Al ampliado asistieron varios socialistas revolucionarios. En algunos


de sus relatos asomaba con indignación pero sin remedio el impacto de
las acusaciones, hechas con menosprecio altanero, acidez verbal y otras
amarguras en un ambiente aburridamente ortodoxo y encerrado en la re­
petición de citas. Hubo voces que resistieron los ataques y Tomás sustentó
su intervención con altura: adjuntó documentos con fechas, citas, nombres
de testigos. Su defensa estuvo en la misma línea de la que haría más tarde
María Cano, pero fue mas extensa, pues quiso enterar a los censores de
hechos que desconocían. Refirió cómo venían de luchas frontales contra las
compañías norteamericanas, de dirigir huelgas consideradas como subversi­
vas, de rechazar la pena de muerte, de ser blanco del Decreto de Alta Policía
y de pagar el exterm inio de la Ley Heroica. Admitió los errores largamente
reflexionados en el tiempo de cárcel y precisó que les faltó experiencia para
producir resultados tangibles y evitar su fracaso. Mas no hubo respuestas
ni análisis de situaciones tan complejas y quedó flotando la condena para
los “herejes”, con una visión distorsionada de larga duración. (La condena
y ocultam iento que de esa etapa hizo el PCC fue oficializada en su primer
documento histórico “30 años de historia del PCC”, de Rafael Baquero). De
su desaparecida defensa sólo quedaron notas en borrador:
“... La directiva en Colombia se ha propuesto entregar al archivo todo
lo que existía del PSR y excomulgar a sus componentes por combativos
que estos sean.
Que todo lo pasado fue malsano es ya una aberración morbosa incrustada
en la epidermis de la nueva era, para quienes la más mínima actividad
de quienes pertenecíamos al PSR es nociva influencia de la que no hay
que contaminarse. Esta táctica repulsiva y grosera constituye un estan­
camiento en el desarrollo del movimiento revolucionario de Colombia.
Para ellos ser revolucionario de la etapa pasada equivale a pertenecer a
un estado de degradación del que se debe huir.”

Algunos revolucionarios a la expectativa del qué hacer frente a la


nueva situación que veían como un vencer sin convencer, acudieron a Tomás
y aunque él sentía fastidio por quienes comandaban el nuevo partido, nunca

354
Los AÑOS ESCONDIDOS ] [ Final de la década

los desautorizó. Pesó más el respeto que tuvo por la IC, su entusiasmo por
la Rusia Soviética, la comprensión de lo que significaba el marxismo y el
convencimiento en su ciencia. En aras del futuro, ¿quién era él para oponerse
a la orden de pasar la antorcha a manos de ese grupo¿

Poco a poco esas personas y algunos sectores ingresarían en el nuevo


PCC y este partido llamaba a sus filas a diversos compañeros, pero muchos
dirigentes y un porcentaje nunca precisado de las bases del PSR quedaron
sin partido. En todo caso, ningún dirigente en aquella época primera de
los Treinta intentó una disidencia, cuestión que hoy nos puede sorpren­
der. Los socialistas terminaron por aceptar una realidad que les volvía el
Cristo de espaldas.

Entonces muchos enterraron sus lanzas para siempre; otros se traga­


ron su pensamiento crítico para acatar lo que dijera Moscú; hubo quienes
optaron por orientar a nuevos y antiguos compañeros colaborándoles de
manera personal mediante una labor de hormiga, silenciosa, constante.
Hubo casos en que el fracaso político llegó a asumir el carácter de frustración
total, como el suicidio de uno de los hermanos Piraquive, de El Líbano; o
como el de algunos obreros-periodistas de otros días que, entre el dolor y la
desesperanza, se volvieron alcohólicos. Pero no todo fue tristeza. Los años
escondidos del PSR fueron la raíz de un nuevo árbol que cubriría la escena
social en décadas futuras.

Finalmente hubo quienes, además de ser víctimas del maltrato po­


lítico y humano, quedaron físicamente deshechos por las cárceles. En este
último grupo se contaron María Cano y Mahecha pero sobre todo Tomás
a quien los médicos amigos obligaron a retirarse a la casa campestre donde
se llevó a cabo la última reunión con la que inicié este libro.

De esta manera el final vuelve al principio. Mi infancia regresa en


silencio y con ella los recuerdos de aquella reunión que cerró un ciclo,
días en que los veteranos sentían que su papel en las luchas populares no
había concluido y no querían permanecer indiferentes ante los nuevos
hechos. Por este tiem po casi todas las mujeres que fueron socialistas vol­
vieron a encontrarse. Un año después, a partir de 1936, estallaba la guerra
civil española y América desbordaba solidaridad con los republicanos en
lucha contra el generalísimo Franco, aliado de Hitler. Ellas conformaron
el grupo de vanguardia en la defensa de España y en torno a esa tarea
muchos de los niños de entonces aprendimos a conocer y a amar la vida
por su lado justo.

355
M a r Ia T il a U r ib e

Al lado de Julio Verne y ese otro librito llamado Corazón, que nues­
tras madres se turnaban para leer, nos enseñaban a cantar “El ejército del
Ebro”, el himno de los aviadores españoles y otras canciones cuyo contenido
poco a poco iríamos a descubrir, aunque a partir de otras circunstancias.
Simultáneamente nuestras manos armaban esferas con el papel metálico
de las cajetillas de cigarrillos, esferas que iban creciendo y pesando cada
vez más. Cientos de ellas, desde muchas ciudades latinoamericanas, eran
empacadas y enviadas a los republicanos que las convertían en municiones
para su defensa.

Entre las brumas del tiempo aparece aquella modesta casa sabanera
de estilo colonial. Allí se daban cita los fines de semana diversos visitantes
o compañeros de anteriores luchas, lo que me permitió en alguna infantil
medida familiarizarme con el mundo de sus vivencias y de sus proyectos. Fue
en la última reunión de 1935, cuando decidieron continuar con sus ideales
y avanzar, bien en sus espacios populares o ingresando al único partido de
izquierda que existía, el PCC, pues la vida del socialismo revolucionario
había sido segada el 16 de julio de 1930.

De todos esos hechos han transcurrido ya sesenta y tantos años,


mucho tiem po si lo medimos por la vida del hombre, pero poco si se
trata de historia, y de una historia que he traído no para que sobreviva
sino para que vuelva a vivir. Por lo general el curso de la existencia de sus
gentes se quebró en un antes: los luminosos años Veinte y un después:
las vueltas que siguió dando el mundo. De muchos de quienes desfilaron
por estas páginas perdí el rastro; de otros encontré vagos recuerdos y
gracias a los más cercanos y a sus relatos o m anuscritos, pude comple­
tar las piezas del rompecabezas. A la memoria de esos revolucionarios
que tuvieron el valor de abrir la brecha para que los demás pasaran, he
dedicado este trabajo.

Concluye así esta historia a la vez cercana y muy lejana. Abrigo la


esperanza de que otros llenen los vacíos de los que adolecen sus relatos.
Desde luego no pude anotar todo lo que me conmueve y mientras escribía,
ese pasado a veces me significó una carga de frustraciones pero a la vez un
espejo de entusiasm o y esperanza. Espero que la visión crítica sobre las
actuaciones de la Internacional Comunista, que tanto perjuicio causaron
al intervenir en los problemas internos del Socialismo Revolucionario,
aporte algo nuevo. Sobre todo en el período de rectificación que hoy está
a la orden del día, después de la desaparición de un mundo socialista en

356
Los a ñ o s e s c o n d id o s ] [ Final de la década

europa que no pudo ser construido. Ojalá nunca vuelvan a surgir pre­
potentes y miopes organismos internacionales, de ninguna naturaleza,
empeñados en impedir a los pueblos la búsqueda de sus propios caminos.
Así mismo, en lo que tiene que ver con esa primera época del PCC, examen
que corresponde a ese partido, a sus nuevas generaciones y a quienes saben
valorar con distinto criterio su experiencia. Anhelo muy sinceramente que
lo consignado no lleve, de ninguna manera, a petrificar la imagen de ese
partido que a través de la historia ha contado con muchos de los mejores
hijos de nuestro país.

F in a l d e u n a v id a

Tomás quedó marcado físicamente por la prisión en sus últimos años:


la humedad de los muros royó sus pulmones, la oscuridad de la celda afectó
sus ojos, y el cepo, aquel suplicio favorito para presos políticos, lo mató en
vida. La voz fogosa que en La Dorada leyó ante sus compañeros el Progra­
ma Socialista-Revolucionario y se dirigió con tono varonil a huelguistas y
campesinos, se tornó pausada, baja. Pero en ese cuerpo sacrificado al ideal
se agitó hasta la muerte el ánimo rebelde, se preservaron los ojos de color
de trigo, las pupilas con un mar de ternura y la actitud sencilla del hombre
que mira las cosas de abajo para arriba.

Los lujos en la última etapa de la vida de mi padre fueron la política,


la literatura, la música, los instantes de confianza en la causa, la utopía de
un futuro que quiso ayudar a forjar y el amor increíble y recíproco con su
compañera “Tatica”, mi madre, de quién él decía que le había arrebatado
los sentidos y era su faro o su guía. Gracias a ella, a sus cuidados, y a pesar
de los accesos de tos pudo él multiplicar su tiempo.

Continuó escribiendo en diversos periódicos, siendo la necesidad de


la organización popular, el motivo central de ellos. Como ingeniero agró­
nomo escribió “La cuestión agraria en Colombia” y “Campo Libre” con los
seudónimos de “Juan de la H oz” y “Tom Henri”. Estas colecciones fueron
publicadas por el diario Gil-BIas en su segunda etapa.

Otra parte de su tiempo lo entregó a la tierra con intensidad y especial


cariño; de ella derivaba parte del sustento para nuestra familia. Recuerdo que
obtuvo hortalizas de tamaños nunca vistos, injertos novedosos, abonos de
desechos, diseños diferentes en las siembras y distintos colores en las flores:

357
M a r Ia T iia U r ib e

las rosas negras, y las rojas con diminutos puntos blancos, le merecieron
comentarios de expertos92 y visitas de entendidos que iban a admirarlas.

Su inclinación didáctica lo acercaba a discutir con la gente sobre


todos los problemas del cielo y de la tierra, y en sus conversaciones, en
las que nada de lo hum ano le era indiferente, insertaba su concepción
del mundo.

El 19 de mayo de 1936 Tomás moría rodeado de amigos, compañeros


y familiares. Tres noches antes había estado departiendo con “José M ar“,
Diego Luis Córdoba y Jorge Uribe Márquez en un inolvidable sitio de
Bogotá, el “Tout va bien”; al salir, un aguacero torrencial los envolvió y a
él le sobrevino de manera fulminante la neumonía que lo llevó a la tierra,
primera y última pasión de su vida.

La autora (dererecha) con su padre y su hermano Tomás


(Nene Bay). Adelante el perro Ney.

92 Revista La Chacra, colección 1934, Buenos Aires, Argentina.

358
Los a n o s e s c o n d id o s ] [ Final de la década

Bogotá, 2 de marzo del 33

Mi querida Pepa:*

Sin conocerla, la conozco; Enriqueta y María me han hablado tanto de


Ud y de Aura, que soy íntimo de ambas por mil vínculos de confraternidad.
Permítame pues mi saludo con mis buenos votos de año nuevo.

Ya le habrá dicho mi Tatica muchas cosas en torno a nuestro amor:


Pero conviene que me conozca más y más Usted, a quien tan de veras ella
ama, ¿cómo hacerlo^ Traduciéndole sobre esta esquelita algo de mi yo
íntimo y desconocido:

En este tiempo en que la máquina moderna ha segado las flores


naturales, en que el mundo eléctrico ha fulminado los rincones risueñosde
las urbes, y los hombres se han echado a andar por sobre calles de asfalto,
yo amo aún el suspiro al claro de luna y me seduce más un alma millonaria
que un espíritu de judío acumulador: Amo al pueblo y odio a quienes le
explotan. En mis ideas he puesto -como en mi bolsillo de rebelde- un pañuelo
de seda. Los picos de mi lápiz destilan espíritu creado exhuberante y juvenil
y también pensamientos fríos y refinados. Veo el mundo y las cosas en un
espejo. Soy como un “chauffer” a quien no debe dársele dirección.

Y necesitaba un alma gemela. Ya la encontré y soy feliz, no tengo


miedo de recoger desilusiones en el amor de mi Tatica. Vivo preocupado
en exprimir el goce de la hora presente y ansioso por gustar el sabor nuevo
de la hora futura, sin volver la vista hacia atrás. Anhelo vivir muchos años
en presencia de la que tan certeramente me ha herido en el corazón. En
mi alma se acrisolan muchas almas concentradas y quintaesenciadas por
obra y gracia del amor con su imperio y con su fuego. Antes de conocer a
Enriqueta, era yo como el ombú de las pampas, símbolo de soledad, ahora
este solitario alegra su vivir con la misión suprema del amor orquestando
inauditas sinfonías.

* Pepita Jiménez Gaitán, hermana ausente de Enriqueta.

359
Le participo -henchido de gozo- que de nuestra unión ha aflorado una
dulce y linda muñequita que lleva el nombre de mi madre: Tilita.

El 4 de este enero colocaré una rosa en el nicho donde se halla su


santa madre; iré con María y Tatica, y uniremos todos ese minuto con el
recuerdo, de Ud y de Aura.

Físicamente, me encuentro estropeado a causa de diez meses y días


de prisión. Ya me recuperaré.

Escribámosnos, con la dirección que Tatica le diga. La amo a usted y


a su hijito adorado, como que soy parte de Enriqueta.

Suyo, afectísimo,
EPÍLOGO

Cito los nombres de quienes tuve noticia hasta el fin de sus días.

MARIA CANO. Por muchos años su nombre permaneció en el más com­


pleto olvido. Hoy es un símbolo de lucha de las luchas femeninas y
de los sectores clases populares. Murió en Medellín en muy tristes
condiciones personales.

IGNACIO TORRES GIRALDO. Sobrevivió varios años a María. En su retiro


escribió sus obras históricas. Murió en Medellín.

RAUL EDUARDO MAHECHA. Después de la última prisión se casó con


su antigua novia. Dedicó sus años finales a servirle a la gente. Murió
en 1939.

EUTIQUIO TIM O TE y JOSÉ GONZALO SÁNCHEZ. Se separaron po­


líticamente de Q UINTÍN LAME. Los primeros ingresaron al PCC,
Lame siguió solo con la bandera indigenista. Sánchez fue asesinado
en la violencia de 1950-1953.

URBANO TRUJILLO. Continuó en su lucha por muchos años Murió en


Girardot al lado de los suyos.

JOSÉ G. RUSSO Y SIXTO OSPINO. Ambos continuaron como dirigentes


de la Zona Bananera. Ospino murió en su pueblo natal al lado de su
numerosa familia. “Russito” murió en el Hospital de Santa Clara en
Bogotá en la más absoluta pobreza.

AURELIO RODRÍGUEZ Y ADÁN ORTIZ SALAS. Junto a los anteriores,


complementaron el grupo de dirigentes de la Zona Bananera. Aurelio
fue asesinado en su propia casa por el ejército en 1949. Adán Ortiz
M aría T ila U rjbe

estuvo en la región hasta 1947 y salió expulsado de allí por la violencia.


Los nombres de estos cuatro líderes estuvieron ligados al PCC.

CÉSAR GUERRERO. Vivió con su máquina de escribir a cuestas, murió po­


bre de bienes terrenales el 9 de abril de 1948 (con “El Bogotazo”).

MANUEL MARULANDA VÉLEZ. Líder sindical nacional comunista. Murió


en la cárcel en 1949, a causa de torturas recibidas.

ÁNGEL MARÍA CANO. Dirigente com unista de gran calado en Girar-


dot. Fue asesinado por la policía en la violencia (1950-53), cerca
a Girardot.

JORGE URIBE MARQUEZ. Representante a la Cámara de los años treinta


en adelante. Volvió a tener máxima actividad política al lado de Jorge
Eliécer Gaitán, fue el director del periódico Jornada.

EL M ATRIM ONIO MANCERA. Continuó su vida sencilla, de sacrificio. Él


y ella murieron en Bogotá en la década de los cincuenta.

RODOLFO FLOREZ. Dirigente popular muy acatado en San Vicente de


Chucurí y en zonas vecinas hasta su muerte.

ENRIQUETA JIM ÉNEZ GAITÁN. Continuó por siempre su lucha. Murió


en Bogotá rodeada del amor de sus hijos y amigos.

CARLOS CUÉLLAR. Consecuente con sus ideales, en su juventud fue


dirigente deportivo. M ás tarde dedicó su vida al trabajo relacionado
con la Seguridad Industrial. Murió en Bogotá en 1983.

JUAN DE DIOS ROMERO. H asta su muerte (1958) continuó asesorando


pequeños sindicatos y sacando el periódico El Socialista.

JUAN C. DÁVILA Y ELVIRA MEDINA. Llevaron una vida de servicio a la


humanidad. Murieron en Bogotá en medio del cariño de los suyos.

JULIO BURITICÁ Y FIDELIGNO CUÉLLAR. Dirigentes sindicales, ambos


trabajaron incansablemente por la causa del magisterio. Buriticá,
instructor de la escuela pública de varones en Girardot; Cuéllar,
sencillo maestro rural en los Llanos Orientales. Ambos murieron en
los años sesenta.

El hombre-púas, Chichimoco y su rosca, el asesino de las bananeras.


el presidente Abadía y su beodo ministro Rengifo, murieron viejos, felices
y ricos.

362
ANEXO 1

De las cartas políticas de M aría Cano enviadas en 1930 al primer


Secretario del PCC “Hernández Rodríguez”, a la IC y al Com ité Central del
Partido Com unista, publicamos solo una, que resume los aspectos centrales
de todas ellas.

Medellín, octubre 2 - 3 0

He leído el informe de las labores del ampliado en julio del presente año,
y como en él "condenan" actuaciones que se atribuyen exclusivamente a los c.c.
Tomás Uribe Márquez, Ignacio Torres Giraldo y María Cano, me permito hacer
anotaciones a! respecto.

No es mi intención que se rectifiquen los cargos que en dicho informe se


imputan, toda vez que ellos han sido hechos a priori, con determinado fin, y no
habiendo sido tenidos en cuenta los descargos con pruebas concluyentes que a
estos presentó el c. Uribe Márquez. No así con los del c. Castrillón, que no sólo
han sido anotados sino que se dan como atenuantes de su conducta. Pero, quiero
establecer la verdad.

Tomemos el punto principal: "La condenación del putchismo". Dice el


informe que "el ampliado estudió principalmente el origen de las desviaciones"
catalogadas de "putchismo" y considera: "Esta política no ha sido otra cosa que
la herencia de la ideología del liberalismo pequeñoburgués en las filas del prole­
tariado", y afirma, "fue desarrollada principalmente por los compañeros Tomás
Uribe Márquez, Ignacio Torres Giraldo y María Cano. El ampliado caracterizó
esta tendencia, sobre la base de las cartas de la IC, como una desviación que
fluía de la base social pequeñoburguesa de ciertos medios del partido y que

365
M a r ía T il a U r ib e

representaba propiamente una filtración de la ideología liberal dentro de los


rangos del movimiento obrero".

Cuando el ampliado afirma que son responsables los camaradas arriba


nombrados, debe haber presentado pruebas irrefutables de este grave cargo. Alas,
el informe nada dice a ese respecto.

A pesar de haber tratado ampliamente este punto de responsabilidad nuestra,


en carta a este comité, me permito hablar de ello nuevamente.

La asamblea de julio de 1928 trazó la línea política que hoy condena el


ampliado. ¿Fue éste el querer de los c.c. Tomás Uribe Márquez, Ignacio Torres
Giraldo y Mariano Canoi- El c. Ignacio Torres Giraldo se encontraba preso en
Manizales y M aría Cano (quien esto suscribe) hallábase detenida en su marcha
por la sequía del río Magdalena (puede comprobarse). Así ni Ignacio Torres
Giraldo ni M aría Cano pudieron hallarse en esa asamblea. Su influencia sobre
los asistentes no pudo ejercerse, a menos que fuera en forma telepática. Ningún
mensaje, ninguna voz emanada de ellos pudo presionar a los camaradas delegados
a la asamblea para hacer les tomar tal o cual determinación. El c. Tomás Uribe
Márquez, que sí estaba presente, se vio por el contrario presionado por el querer de
la asamblea. 7Pueden las resoluciones de esa asamblea recargarse a compañeros
que no asistieron a ellas ¿ ?Puede sindicarse a un solo compañero como causa de
la determinación de todos los asistentes a ella y que naturalmente traían normas
señaladas por sus representados(■ ?Puede decirse que lo que una asamblea de
más de cincuenta delegados en los que estaban representados los departamentos
del país, con sus correspondientes secciones campesinas, deliberó, fue a espaldas
de las masas¿ Es claro que hubo errores de organización y el muy grande, pre­
parar un movimiento de masas no existiendo un partido comunista militarizado
y consciente que guiara el movimiento. Errores estos en lo que no tuvimos nada
que ver ni el c. Ignacio Torres Giraldo ni quien esto escribe, porque, como queda
expuesto, no estuvimos presentes en las deliberaciones que tomaron.

Lo anteriorm ente expuesto puede comprobarse por los delegados que


asistieron a la ya mencionada asamblea.

-¿Q ué significado tienen las directivas o com ités en un partido comu­


nista^ Estos son puestos de responsabilidad dados a los más com petentes
com pañeros, y son ellos quienes dem arcan la ruta; orientan las masas:
organizan. Ahora bien. De todos los m ilitantes del Partido Socialista Re­
volucionario de Colombia, m uchos de ellos hoy en la directiva del partido
com unista, es conocido que ni el cam arada Ignacio Torres Giraldo ni María

3 66
Los a ñ o s e s c o n d id o s ][ Anexos

Cano fueron parte de la directiva. No habiendo pertenecido al CCC; no ha­


biendo concurrido a la asamblea plenaria; no formado parte de seccionales,
¿cóm o puede dársenos tan única responsabilidad^

Dice el informe que el ampliado caracterizó esta tendencia sobre la


base de las cartas de la Internacional Comunista. La IC ha calificado bien el
designado “putchism o”, Porque tal fue la manera com o le fue presentado,
ha condenado con justeza m ovimientos prem aturos y mal organizados.
Ella ha juzgado los hechos com o le fueron presentados.

Mas, la comisión que estudió en el terreno los hechos debe basarse


en ellos para clasificarlos, y más, para encontrar su procedencia. ¿Cóm o
estudió la com isión estos hechos^ ¿Quiénes suministraron las pruebas
inculpatorias¿ ¿Cuáles son estas¿

D ecíam os que el am pliado en su estudio en con tró que “esta des­


viación fluía de la base social pequeño burguesa de ciertos m edios del
partido y que representaba una filtración de la ideología liberal, e tc .”.
No puede efectuarse filtración donde existe com posición. Las m asas en
C olom bia solo habían recibido las em anaciones de la burguesía; así ellas
han sido com ponentes de los partidos burgueses desde que estos existen.
Sin conciencia revolucionaria; sin conocim iento de su deber com o clase,
los obreros y cam pesinos pobres en Colom bia han sido rebaño explotado
política y económ icam en te.

Al surgir el Partido Socialista Revolucionario en el Tercer Congreso


Obrero en 1926 (no en 1929 com o dice el informe), surgió con la consigna
de abstención electoral, com o táctica necesaria para apartar las masas de
los partidos tradicionales, com o medida de desliberalización. Fue enton­
ces cuando se delegó en los com pañeros Ignacio Torres Giraldo y María
Cano la labor de conferencias en el país. Esta táctica fue reafirmada por
la Convención de 1927 en La Dorada. Queda de paso demostrado lo in­
justificado del cargo hecho por el ampliado en lo referente a abstención
electoral. Si con espíritu desapasionado, con visión política se contempla
esta labor, ha de aceptarse su necesidad objetiva del momento, y su eficien­
cia, com probada por la rápida conquista de las masas hacia el partido y su
agitación revolucionaria. Si a la IC se le mostraran estos planos ideológicos,
tal cual era su faz, sería aprobada esta táctica y de ningún modo tachada
de anticom unista, porque en las primeras luchas de los bolcheviques en
Rusia tuvieron que declarar el boicoteo a la duma de 1905 com o necesidad
del m om ento.

367
M a r ía T il a U r ib e

El ampliado “condenó tam bién” la “política absurda sostenida por


antiguos m ilitantes del partido que sostuvieron la idea falsa de que nosotros
debemos estar por el hambre de las clases trabajadoras y por las leyes de
represión, porque así cream os el descontento de las m asas”. Soy militante
en el partido desde su form ación (1926) y no he tenido conocim iento de
que se haya dado esta línea política. M uy por el contrario: tocónos al c.
Ignacio Torres Giraldo y a mí organizar varias m anifestaciones de protesta
a leyes de represión y bárbaras masacres. (...)

La depuración del partido. Dice el inform e: “durante la época del


Partido Socialista Revolucionario penetraron dentro del partido varios
elem entos liberales que venían a capitalizar la revolución”. La visión del
ampliado a este respecto está errada, porque el que algunos de estos ele­
m entos form aran parte de un frente único para determ inada actuación no
significa la form ación en las filas del partido. Com o nada dice la masa del
proletariado que concurre a un m itin que orienta el partido, con la unifi­
cación en su programa y el ingreso en él.

“Es preciso an otar -sigu e el inform e- también com o consecuencia


de estos m ism os errores la procedencia de gentes que no han tenido una
disciplina con stante de trabajo y que desde hace m ucho tiem po se encuen­
tran en un estado de vagancia profesional. C ontra todos estos elementos:
terratenientes, liberales negociantes de la revolución, personas de manejos
impulcros con los dineros del proletariado, chantajistas, gentes sin oficio
habitual, etc., es preciso desarrollar una lucha decidida y enérgica para
sacarlos del partido y del m ovim iento obrero en general”.

Son exactas esas frases a las que a diario lanza el clero y la bur­
guesía; las que los oportunistas deslizan en los oídos de los obreros para
que se aparten de nuestro partido y su m ovim iento. Vagancia califican
ellos cuando en el léxico de la burguesía no encuentran el calificativo, que
tienen dentro del partido, el trabajo constante y abnegado en las labores
del mismo.

Sobre los casos de Prieto y Castrillón, sólo tengo que decir que al
analizar las actuaciones de Prieto se analizó sólo al hom bre y m uy som e­
ram ente éstas. Seguram ente ellas envuelven a m uchos de los que hoy, sin
censura, militan en el partido.

Respecto de Castrillón, adm iro la confianza simplista del ampliado


al tom ar fe de las protestas y contriciones de dicho cam arada. Estoy segura
de que procurará ajustarse a lo ofrecido en su trabajo de prueba; pero de

368
Los a ñ o s e s c o n d id o s ][ Anexos

quien se declaró abiertam ente en contra de la IC en sus cartas insultantes,


desconociendo su autoridad; de quien es consciente de la significación
profunda de su prisión y de la aún m ayor de su baja claudicación no puede
tom arse a fe sus dem ostraciones y deben temerse de él actuaciones más
perjudiciales en el futuro. Quisiera no tuvieran mis palabras voz de profecía,
com o lo fueron cuando dieron el alerta sobre Prieto y O campo Vásquez,
de Prieto ya hemos visto lo acertado del pronóstico; de Ocampo Vásquez,
las actitudes de siempre.

A los ch an tajistas Rom ero y Valencia está bien desenm ascararlos


an te las m asas, pero no juzgo el caso de expulsión, por cuanto ellos no
han pertenecido al partido, al cual han hecho la guerra siempre. Creo
este caso de expulsión com o el de M anuel Torres Giraldo, quien sólo
form ó parte de un frente transitorio, m uy sem ejante a la excom unión
que el catolicism o acostu m b ra para aquellos que nunca han pertenecido
a su dogma.

Y, term inando con el principio del informe, “La crisis económ ica”,
“Nuestra actitud frente a la concentración”, etc., es de lam entar que el
ampliado, al tratar de la crisis, sólo lo haya hecho desde el punto parcial,
no global, y sólo haya m ostrado la fase del café. Es, en efecto, esta una de
las causas, pero sólo una, y se han dejado en silencio precisamente aquellas
que m ayor labor revolucionaria pudiera dejar en el proletariado, en su lucha
de clases. Tal, el crack bursátil de Estados Unidos, causa m otriz de la crisis
de casi todos los países. (...)

Y por último: com o es incompatible la colaboración en los trabajos


de responsabilidad en el partido para quien tiene sobre sí los más duros
cargos, y com o consecuencia la desconfianza de las masas, pido a ese co ­
mité no los delegue en mí en lo sucesivo, y aún más, que mi nombre sea
quitado de la suplencia del com ité central ejecutivo. Es verdad que poco o
ningún daño pudiera hacer allí: pero no enmarca con el proceder del am ­
pliado. Es cierto que ninguna notificación he recibido sobre el particular,
pero he tenido conocim iento de ello por un ejemplar de la plancha de dicho
com ité que se ha enviado al com ité regional de esta ciudad. En cuanto a
este com ité regional, del que nunca he formado parte pero cuyas sesiones
siempre presencio, puede estar seguro el CCE de que, entretanto subsistan
los cargos injustificados que se me impugnan, no tom aré parte directa ni
indirecta en sus labores.

María Cano

369
M a r ía T il a U r ib e

Por su extensión es imposible transcribir todos los docum entos del


FBI con sus traducciones, por lo que en las siguientes páginas se reproducen
algunos de los más significativos.

Bogotá, Colombia, February 13, 1929

No. 126

The Honorable

The Secretary of State,

W ashington Sir:

I have the honor report th at the newspapers of February 9 carried


sensational accounts of the discovery of a large quantity of bombs and of a
com m unist plot to blow up various public and private buildings. Since that
tim e the local press has continued to carry a mass of sensational reports
and counter-reports in connection therew ith. It appears that the leaders
of the plot include one Tom ás Uribe M árquez w ho visited Russia about 18
months ago and has long been known for bis com m unistic ideas and acti­
vities, María Cano, whose revolutionary leanings and various propaganda,
tours throughout the country are familiar to the D epartam ent, (For example
see despatch No. 821.60 Gen. C ord./4 1341-G of M ay 3 1 ,1 9 2 8 ), and Torres
Giraldo, w ho w as arrested in Manizales in connection w ith a reported Labor
D ay conspiracy in 1928. (See despatch No. 13226 of M ay 8, 1928).

Your obedient servant, Jefferson Caffery.

Bogotá, Colombia, M arch 8 ,1 9 2 9 .

No. 168

The Honorable The Secretry of State,

W ashington

Sir: W ith reference to despatch No. 8 2 1 .0 0 B /8 1 2 6 of February 13,


reporting the sensational discovery of a quantity of bombs and a com m u­
nistic plot. I have the honor to report that the press has continued to carry
sensational new s item s em anating from all over the co u n try reporting
further discoveries, arrests, the release of some of those arrested, confes­
sions of guilt and declarations of innocence. The whole question remains,

370
Los a ñ o s e s c o n d id o s ][ Anexos

however, one of great confusion in the public mind nor have the definite
plans of the plotters been made public by the police authcrities. One of
the most sensational events was the arrest and imprisoment in Cúcuta of
General Leandro Cuberos Niño, one of the three directors of the Liberal
party, for alleged connection w ith the com m unists. His arrest appears to
be due to the discovery in bis house of a bomb which, it is asserted by bis
friends, was antiquated and usekless and kept by the General as souvenir
rather than as a weapon of destruction. At first it was charged that bis
arrest was made under the orders of President Abadía and that he was to
be broght to Bogotá for trial. This was, however, subsequently denied and
the Government is giving the impression that he was imprisoned on the
initiative of the local authorities un Cúcuta. Owing to the isolation of that
border city it is extrem ely difficult to ascertain the real facts, evidence and
m otives for bis arrest from this distance. W hatever maybe the significance
of the famous General’s imprisonment the fact remains that he has not
yet been released.

Throughout it all and in spite of sensational press reports the general


public all over the cou n try remains, as reported in the abovementioned
despatch No. 126 of February 13, curiosly calm and unexcited and appears
to regard the so-called plot w ith some amusem ent and more apathy. W ha­
tever the real significance of the bomb discoveries they have not caught the
usually inflammable public imagination.

This morging’s press carries an interview w ith Dr. Dávila Tello, the
present D irector of the National Police, together w ith photographs oí te
captured bombs and “elem ents of subversive propaganda”.

As of possible interest to the D epartm ent there is enclosed one


such photograph irom this m orning’s EL TIEM PO and a clipping from
th at sam e journal con tain ing Dr. Tello's interview. In this interview
the D irector of Police states that the Chief of the D etective Bureau, Dr.
Rojas Granados, has alm ost com pleted a 4 0 0 page docum ent containing
all the facts in connection w eith the investigation carried out in Bogotá.
He further states that the com m unists had a “serious organization" and
had divided the co u n try into zones w ith the object ofblowing up public
buildings and overthrow ing the Government by violence and substituting
it by com m unism . For this purpose, he states, tue com m unists possessed
a large q u an tity of gases, narcotic bombs and high-powered explosives, as
well as ordinary arm s and am m unition. The m ovem ent w as apparently

371
M a r ía T il a U r ib e

on begin w ith the seizure of the M agdalena River tow n s. The declara­
tions of Tom ás Oribe M árquez, apparently the ring leader of the plot
(who visited Russia last year) to the effect th at the w hole schem e was
to o verth row the dictatorship of General Juan Vicente G óm ez and that
the bombs w ere not for use in Colom bia, he categorically qualifies as an
absurd excuse of M árquez to avoid paying the penalty of bis guilt. The
D irector of Police also stated th at there are now about fifty of the leaders
in prison, th at the num ber of bombs found in Bogotá w as betw een 160
and 20 0 , th at Raúl M ahecha, leading agitator of the Santa M arta strike,
appears to have escaped and th at m any of the details of the plot have
been discovered but th at the date on w hich the uprising w as to occur
had not been set by the leaders.

I have the honor to be, Sir,

Your obedient servant,

Jefferson Caffery

Enclosures:

1/and 2 /, as stated.

See 8 2 1 .0 0 Gen C on d /12 for No. 360-G

From Colombia (Caffery) Dated June 4 ,1 9 2 9

To name

Regarding: Trial of leaders of alleged com m unist plot in Colombia


The trial of the leaders of the alleged com m unist plot (see despatch No. 126
of February 13, 168 of m arch 8 and page 4 of the last General Conditions
Report) resulted in the condem nation of Tomás Uribe M árquez, Enriqueta
D. Cuellar and Ernesto Rico, to tw o and one-half years of imprisonment.
This light sentence and the failure to reveal that the leaders had any well
organized plan or any possibilities of success brought from the opposition
press renewed assetions that the whole affair w as entirely opera bouffe
designed to picture Rengife in the light of a hero and savior of this country.
The fact th at the plot appears to have contained so little real danger has
som ew hat retarded Rengifo's presidential candidacy. There is enclosed a
clipping from EL NUEVO TIEM PO of M ay 28, dealing w ith the trial and
sentence.

372
Los a ñ o s e s c o n d id o s ][ Anexos

M anagua, 9 de m arzo de 1994

I H N -0 0 6 2 -9 4

Estimado com pañero: En respuesta a su solicitud sobre los nombres


de los colombianos que combatieron junto a Sandino en el Ejército Defensor
de la Soberanía Nacional (EDSN), le transm ito la siguiente información
que hemos encontrado.

RUBÉN ARDI LA GÓM EZ

Uno de los más jóvenes integrantes de la Legión Latinoamericana.


Se integró al EDSN, a finales de 1927.

ALFONSO ALEXANDER

Fungió com o Secretario del General Sandino.

Sin más por el m om ento lo saludo

A tentam ente,

MARGARITA VANNINI

Directora General

373
ANEXO 2

Ante la imposibilidad de publicar completos sesenta y cinco artículos


de fondo escritos por Tomás Uribe Márquez, se transcriben aquí fragmentos
de algunos de ellos que reflejan su pensamiento. Tal com o se ve no hubo
nada en él de liberal ni de “p utchista”, ni antes ni después de 1930.

Toda esperanza de m e jo ra m ien to en las cond iciones de tra b a jo de los


labriegos, si a n tes no se cu en ta con la propia organización clasista, es
irrealizable. En vano pueden cu m plir sus o frecim ien tos em bu steros
quienes viven a costa del trab ajo de los cam pesinos y obreros; la miseria
que a z o ta a los trabajad ores del cam po, desde los tiem pos coloniales
hasta el presente, seguirá pasando de generación en generación m ientras
no surja la in corp o ración organizativa.

(De la colección Campo Libre)

El g ra n m a e s tro de m a sa s

Contra el latifundio, com o contra la dominación imperialista, existe


un medio de lucha: la sindicalización de los oprimidos, y una finalidad: la
revolución. Pero los trabajadores deben tener presente que eso no se consigue
sino mediante su propio esfuerzo y la orientación de su partido de clase, sin
atender para nada la lisonja palabrera de quienes perteneciendo a otros parti­
dos— son ajenos a la lucha de clase contra clase; esos pretendidos defensores
del proletariado quieren llegar a la masa obrera resucitando viejas frases de
demagogia y formulando espejismos embusteros e imposibles en este régimen
de la propiedad privada y la explotación del hombre por el hombre.

375
M a r ía T il a U r ib e

P r o p ia y a je n a e x p e r ie n c ia

Del propio m odo que los de arriba se asocian en federaciones de


com ercio, cafetera, de industriales, etc. los de abajo tienen el derecho de
proceder igualmente, organizándose para la defensa dé sus propios intereses
de clase. Los sindicatos de trabajadores asalariados son instituciones obreras
donde caben los hombres de todas las ideas políticas y religiosas, y donde
todos tienen igualdad de deberes y derechos, son los cuarteles generales
para la defensa de la clase obrera y campesina.

C o n c e n t r a c ió n d e l a p r o p ie d a d a g r a r ia

El punto de vista revolucionario es bien otro y consiste en trabajar la


tierra mediante la técnica avanzada de cultivo y dentro del sistema socialista
del esfuerzo colectivo agrupado, con franco apoyo del Estado y sin que el
hombre pueda explotar al hombre. ¿C óm o llegar a ésta solución^ Imposible
dentro del régimen capitalista de la propiedad privada.

A parcero s y a r r e n d a t a r io s

Precisa de consiguiente emprender la gigantesca obra de crear comités


de lucha y sindicatos en el campo, para plantear los problemas que interesan
más de inm ediato a los cam pesinos y ampliar el plan de reivindicaciones
siguiendo en un todo las consignas de clase, y anteponiendo la condición de
que la palabra central de los trabajadores es su lucha independiente com o
fuerza dirigente y absolutamente autónom a, en oposición a los explotadores
del esfuerzo humano.

Los DOS IMPERIALISMOS

Los imperialismos som eten a la m ayor sumisión al gobierno del


país, el que todo lo soporta para evitar las represalias, y han empezado ya
a adueñarse de inm ensas com arcas, com o la Zona Bananera, cuya historia
está escrita con sangre proletaria, las centrales azucareras — verdaderos
feudos suyos— y las tierras del petróleo, en donde se asesina a los traba­
jadores que se rebelan.

376
Los a ñ o s e s c o n d id o s ][ Anexos

A b r i m o s l a d is c u s ió n

Tenemos un programa concreto de fines inmediatos, cuyo renglón


fundamental es la cuestión de la tierra, consistente en la confiscación de
todas las grandes propiedades agrarias, incluyendo la tierra, los edificios,
la maquinaria, el ganado, los aperos, los sistemas de irrigación, para entre­
garlos a los campesinos pobres, sin tierra o con tierra insuficiente y mala,
a los arrendatarios, medieros, aparceros y peones. Esta sí es la verdadera y
única revolución agraria. Con la perspectiva de imponerle carácter socialista
mediante la nacionalización de la minas, empresas de transportes, campos
petroleros, ingenios de azúcar, etc.

L os p r o g r a m a s d e l u c e s

Ni colaboración de clase, ni reformismo a medias, ni reparto de selvas


en cuadritos. Todo eso no es más que nuevo alimento para los parásitos
capitalistas, es decir, para las tenias del cuerpo social. (...)

¿Sabéis dónde está la solución^ En el gobierno propio de los traba­


jadores, sin padrinos ni intermediarios ajenos a la concepción colectivista.
Los individualistas están enmarcados dentro de un partido que le tiene
miedo a las ideas y a las nuevas corrientes políticas.

¿Quién no sabe lo que pasa en la zona de Sumapaz, el Darién, el


Sinú, donde los agricultores son cazados a balazos por la guardia ejecutiva
enviada por las autoridades que am paran a supuestos dueños o herederos
coloniales^ ¿Q uién ignora que el origen de la riqueza de tanto “titán labra­
d o r” es el despojo que de las labranzas campesinas e indígenas se hacen
cotidianam ente en este país de civilismo constitucional^

Indicado el mal, bueno es hacer notar que el remedio que se obtendrá,


que el problema social de la latifundia y el despojo inmisericorde no podrá
solucionarse dentro de los cuadros del régimen capitalista en vigencia.

(De La cuestión campesina en Colombia)

El V a lle

Al Valle del Cauca (...) algunos ingenuos regionalistas nombran con


el m ote de la Argentina de Colombia para significar la extensión de sus

377
M a r ía T il a U r ib e

latifundios (...). Es verdad que en este país no los hay tan extensos como
en el Gran Chaco paraguayo, pero sí tenem os latifundios y estancias gana­
deras de leguas y leguas, lo mism o que regiones enteras que constituyen
un Estado dentro de otro (...) Los terratenientes Cabal, Molina, Holguín,
Restrepo, Caicedo Lalinde, Sanclemente, ,etc, convirtieron el antiguo Valle
dividido en predios de cultivadores en pequeña escala, en unas cuantas
grandes haciendas de ganadería.

A n t io q u ia

El norte de Antioquia -sección de las minas de oro m ás ricas del


p aís- pertenece casi exclusivam ente a empresas imperialistas inglesas y
yanquis en las que trabajan no menos de 30 mil peones bajo condiciones
tan primitivas com o en las colonias de Africa. (...) Allí no se reconocen el
derecho de asociación ni se observan las pocas y deficientes leyes sociales
vigentes.

H u il a

El Huila, sección esencialmente agrícola (...) cuyos habitantes (cam ­


pesinos e indígenas) son analfabetas en su gran m ayoría (...) produce café,
cacao, arroz, maíz, trigo, papas, caña de azúcar, fique, etc. En la industria
m anufacturera cuenta con la fabricación de sombreros suazas (...) En la
gran m asa de labriegos huilenses el indígena constituye el núcleo central
(...) el cam pesino de esta garganta andina vive en un rancho o bohío de
construcción primitiva.

C o m u n i d a d e s in d í g e n a s

Los am os criollos, nietos de los amos chapetones, han despojado a las


comunidades indígenas de sus propiedades tradicionales, es decir, han conti­
nuado la obra no term inada por los primeros conquistadores. En Colombia
hay com arcas donde los indios están obligados a la prestación de servicios
gratuitos a los propietarios y a sus familias, lo m ism o que a las autoridades
(...) El indígena nuestro es lógicam ente desconfiado porque hace cien años
que se le está engañando con leyes de protección que no se cumplen (...)

378
Los a ñ o s e s c o n d id o s ][ Anexos

Los blancos y mulatos “civilizados" han llevado a las comunidades de los


indígenas la sífilis, el alcohol y la estupidez teocrática.

El c a s o de V io tá

Y aunque para la burguesía lo más sagrado es la propiedad privada,


cuando se trata de despojar a los pobres se justifica el ataque a lo ajeno
(...) desde la com petencia en la venta, el acaparam iento y la usura de los
préstamos sobre cosecha, hasta los enredos judiciales y la violencia (...) y
cuando los campesinos, hostigados por las autoridades, por los dueños de
la tierra, por las circunstancias de carestía (...) rompen la disciplina de la
tradición y la mecánica de la costumbre, perturban y sacuden el espíritu
de la severa sociedad burguesa, a la vez que incitan a no guardar fidelidad
a eso que llaman los capitalistas orden social establecido, se les desconoce
todo derecho, se les encarcela, se les gradúa de comunistas peligrosos y, por
último, se les masacra.

Después del café, en segundo térm ino está la industria de la caña de


azúcar (...) La vida de los trabajadores en los trapiches es aún más miserable
que la de los braceros del café. Para ellos la jornada de trabajo es de 14 horas,
sin que la labor nocturna les sea reconocida (...) Tomemos com o ejemplo
cualquiera de los 14 departam entos colombianos, para que las observacio­
nes estadísticas y de condiciones de trabajo sirvan de norma, ya que no
puede señalarse excepción de sistemas en ninguna de las secciones porque
en todas reina la iniquidad del irrespeto al trabajo humano (...) Santander,
por ejemplo, produce cerca de dos millones de kilos de azúcar, tres millones
de kilos de miel y panela suficientes para satisfacer el consumo de Boyacá,
Cundinamarca y Norte de Santander.

(De Campo Libre).

La e s c la v itu d a g r a r ia

(Sobre la declaración de un candidato a la Cámara.) El más ajeno a la


concepción socialista, y más aficionado a la iluminación demagógica lanza
las estupendas frases que suman su programa: “¿Cuál es mi programa de
labores^ Sencillamente lo resum o en las palabras por el pueblo y para el
pueblo. Por el pueblo porque me considero carne de su carne; de él vengo,

379
M a r ía T il \ U r ib e

a él vuelvo, de él soy siempre”. ?Qué es eso¿ Simples palabra efectistas,


meras ilusiones interm itentes para engañar a las masas. En vez de palabras
chispeantes y lugares com unes que recuerdan la Revolución Francesa, los
trabajadores podrían preguntarle a ese rico hacendado que tan am oroso se
m uestra con ellos, cual aptitud asumiría en las cám aras ante el denuncio
del (...) docum ento-ignom inia...

L a s e r v i d u m b r e a g r a r i a e n B oy a c á

Los dueños de la tierra emplean un sistem a de arraigo consistente


en entregar al trabajador una suma de dinero por adelantado, cuya can­
celación -c o n salarios bajísim os- se transm ite de padres a hijos. Y com o el
cam pesino es analfabeto le roban en las cuentas, sin que le quede el recurso
de huir porque las autoridades aprisionan al labriego que se les sale de la
jaula, devolviéndolo al am o para que le pague en trabajo.

El peón de en g an ch e

En el país m ás libre de América, cuya constitución es una ejemplaridad


y donde el ciudadano es com pletam ente libre (...) se ofrece a los labriegos
determ inado jornal, alim entación suficiente y vivienda. Luego de engan­
chados se les conduce custodiados y se les hospeda en casetas pajizas de
la hacienda. D urante las dos primeras sem anas no se les paga. El tercer
domingo se les da veinte centavos “para jabón y lavandería” y cuando -co m o
es n atu ral- surge la voz de reclamo, se les notifica que los jornales ofrecidos
serán pagados después de transcurridos dos meses de prueba. Pero si alguno
se retira antes de este plazo, pierde el derecho a reclam o (...) El peón de
enganche que enferme no sólo deja de recibir alim entos sino que tiene que
desocupar la finca inm ediatam ente (...) Si muere una res, los trabajadores
tienen que com prar esa carne.

REFEREN CIAS P O S T U M A S SO BRE


T O M Á S URIBE M ARQUEZ

A la m uerte de Tomás, decenas de organizaciones sindicales, barriales


y otras de periódicos hicieron referencia a su m emoria.

380
Los a ñ o s e s c o n d id o s ][ Anexos

Cuando se escriba la historia de los últimos movimientos revolucionarios


que han hecho las masas en Colombia, necesariamente se destacará en
primera línea el nombre de Tomás Uribe Márquez.

Espíritu esencialmente combativo. Hombre que desechó en más de una


ocasión halagüeñas posiciones, para seguir impertérrito en los cuadros
revolucionarios de combate. (...)

Tomás Uribe Márquez sintetizaba al genuino líder revolucionario y sus


vastos y profundos conocimientos sobre el intrincado problema social
lo colocaba a toda hora a la cabeza de la vanguardia de inconformes, que
llenos de ideal y pletóricos de razón queremos resquebrajar el anticuado
sistema social existente, por otro más justo o más humano.

Al morir Uribe Márquez, deja vivo y palpante el ejemplo de su titánica


lucha en defensa de los postulados revolucionarios. El proletariado
colombiano que pudo en muchas ocasiones conocer el valor, el estoicis­
mo, la decisión y el desinterés de este insigne luchador, sabrá rendirle
homenaje a su memoria, redoblando los esfuerzos para llevar a cabo la
Revolución social.
(Periódico "Guillotina", Medellín)

P a l a d ín d e l a d e m o c r a c i a

Ha muerto Tomás Uribe Márquez, “El TíoTom ”, como familiarmente se


le llamaba. Su vida fue toda una brecha de carácter y de valor civil.

(...)
EL GLADIADOR se descubre ante la tumba del amigo, y envía su sincera
expresión de pesar a toda su estimable familia.
(Periódico El Gladiador)
* * *

Corría el año de 1925 preñado de actividades revolucionarias por parte de


una juventud ansiosa de transformar el sistema social, caduco y feudal
que aún regía los destinos de una nación, cuando se presentaba Tomás
Uribe como uno de los delegados que integraran el Segundo Congreso
Obrero reunido en esta capital, congreso en el cual puso de relieve su
talento y gran actividad; amor a la causa del proletariado y espíritu de
revolucionario irreductible. Por tales razones este congreso lo eligió para
que integrara la Federación Nacional, a cuyo cuidado quedó la dirección
de todas las actividades obreras dentro del país. Reunido el Tercer Con­
greso Obrero en virtud de convocatoria hecha por esta central nacional,
fundó allí, en compañía de Torres Giraldo, Mahecha, María Cano y

381
M a r ía T iia U r ib e

otros, el Partido Socialista Revolucionario con el ánimo de dar en tierra


con la dominación caciquil y para dirigir la organización obrera que por
entonces era numerosa y aguerrida, especialmente a todo lo largo del
río Magdalena, desde Girardot hasta Santa M arta y la Zona Bananera.
Perdida la huelga a que se vieron llevados los obreros de este último lugar,
mediante el abaleo de los trabajadores por las tropas de Cortés Vargas,
vinieron días aciagos para los hombres de mayor relieve del movimiento
revolucionario siendo entonces conducido Tomás Uribe al “panóptico”,
donde purgó por largo tiempo su amor a la causa de la humanidad.

Salido de aquella prisión, donde principió a minarse su existencia, hubo


de sufrir la decepción de ver desautorizada por Moscú su actividad revo­
lucionaria y suplantada su autoridad por elementos ajenos a las luchas
encausadas y dirigidas por él. Pero como los hombres de su temple no
se amilanan ante la adversidad, Tomás sigue trabajando a su manera
y dentro de las posibilidades por la causa que tanto amara y a la que
dedicara todos sus desvelos.

Hoy desaparece entre nosotros después de luchar y luchar, que fue su


lema: espectáculo magnífico que sólo presenta el mar y los hombres
excepcionales.

Tomás Uribe Márquez tuvo una vida dedicada en su mayor parte a la


lucha permanente por la transformación política en un principio, y luego
por el advenimiento de una sociedad más humana y justa, acaba de bajar
a la tumba el compañero y el amigo con cuyo nombre encabezamos las
presentes líneas.

Fue Tomás Uribe uno de aquellos hombres hijos de una generación


que ya se extingue en Colombia, que se distinguieron por su amor a la
democracia y libertad de la república. Es por tales causas que se le ve
a los diez y siete años al lado de Uribe Uribe, Vargas Santos y Fosión
Soto hacer la campaña más larga que se haya registrado en la historia de
nuestras guerras civiles, y en el que se dieron cita todos los enemigos del
oscurantismo para sentar las bases de una paz verdadera cimentada en
las garantías ciudadanas a que todo colombiano tiene derecho.

(Periódico de Ibagué cuyo título no se logra establecer por lo borroso.)


***

(...) tal era Uribe Márquez, un filántropo: todas sus fatigas siempre desin­
teresadas; todas sus angustias, sufridas hasta en lo más íntimo; todas las
preocupaciones, llevadas resignadamente; todas sus ambiciones, flor de un
ideal. Todo, todo lo padeció Tomás Uribe Márquez por amor a la humani­
dad: las reivindicaciones de las clases desválidas, nervios en el destino de
una nación, fue el único objetivo de aquel querido amigo. Y por ellas luchó,
por ellas fue perseguido, por ellas llegó a las más inmundas mazmorras,
por ellas no surgió como surgen esos copos de espuma que con tanto afán

382
Los a ñ o s e s c o n d id o s ][ Anexos

se desvanecen, y -io h ironía!- ellas, ávidas de víctimas, olvidaron a Uribe


Márquez cuando llegaron los oportunistas de la hora de nona (...)

Mas él, sin sufrir siquiera el dolor de la ingratitud, que Tomás lo tomaba
como cosa natural, nunca desmayó (...)

Sobre la tumba del amigo, coloca el DIARIO NACIONAL su guirnalda


(...).
(.Diario Nacional, Bogotá)
* * *

(...) murió anoche, en Bogotá, don Tomás Uribe Márquez (...)

Cuando salió de la celda, para pasar al despacho del director del presi­
dio, Uribe Márquez llevaba en la mano un libro de Trostki, que había
salvado en los pliegues de su viejo gabán. Y con su charla queda, dijo
simplemente:

-“No; si por desgracia no es verdad que la revolución sea inminente”.

Y luego refirió sus aventuras de guerrillero en Venezuela, donde había


luchado en compañía de Arévalo Cedeño. Esa entrevista con un personaje
que, por obra del señor Rengifo, había alcanzado el prestigio de un terro­
rista tenebroso, sanguinario oculto en una cueva y dedicado a fabricar
máquinas infernales, produjo un enorme éxito editorial de El Tiempo.

Pero la verdad sobre Uribe Márquez era otra. Conspiraba, por afición,
por convicción, pero no dominaba ese difícil oficio más que cualquiera
de sus jóvenes y alegres compañeros de entonces.

(El Espectador, Bogotá)


* * *

Como corresponde a quienes tienen de la vida un concepto real, la


existencia batalladora de Tomás Uribe Márquez se apagó en Bogotá. En
las plazas, veredas y caminos el trabajador le vió erguirse para predicar
en medio de las bayonetas de la jauría conservadora, los postulados de
Justicia y Libertad exornados por la dialéctica bebida en las fuentes del
marxismo. Como socialista doctrinario, su verbo rebelde fue una bandera
de combate contra el sistema capitalista y el yugo extranjero; y su vida,
un canto emocionado a la revolución social.
(Periódico Pluma Libre, El Socorro, Santander)

Con la muerte de Tomás Uribe Márquez desaparece uno de los más


interesantes y genuinos tipos de revolucionario que haya existido en
Colombia en los últimos años. (...) había en el fondo de su ansiedad de
combates una infinita misericordia que se extendía sobre los menesterosos
como un deseo de protección.

383
M a r ía T il a U r ib e

Uribe Márquez fue uno de los precursores en la lucha de reivindicaciones


de carácter social y económico, iniciada en un periodo difícil y tremendo,
cuando era peligrosa toda audacia. (...)

Cierto ministrillo de guerra, que se cubrió perpetuamente de ridículo


bajo la sanción implacable de la opinión pública, condenó en Tomás
Uribe Márquez todos los peligros que corría el régimen conservador,
cuando los crímenes y desafueros de la hegemonía socavaron los cimien­
tos de su estabilidad. El revolucionario fue perseguido con sevicia, tratado
como criminal, encarcelado siendo víctima de las consecuencias de ese
delirio de persecución que se apoderó del funcionario ebrio y pecador.
La famosa Ley Heroica, uno de los gritos de estertor de la fraudulenta
hegemonía, fue originada casi por las actividades propagandistas de Tomás
Uribe Márquez y María Cano, y tenía por objeto establecer fórmulas
arbitrarias que permitieran considerar como malhechores a quienes se
sentían incómodos dentro de la ignominia conservadora.

(Periódico Unión Liberal)


* * *

El Sindicato Obrero Municipal de Bogotá deplora la dolorosa desaparición


del señor Tomás Uribe Márquez, acaecida el 19 de los corrientes, presen­
tando su vida como un alto ejemplo de lealtad, abnegación y apostolado,
y al mismo tiempo manifiesta que colaborará gustoso en los homenajes
que se preparan.

(Juan de Dios Tavera M., Salomón Maldonado, Francisco


Lozano,Marco A. Peñuela. SIGUEN MAS FIRMAS).
* * *

Rindió su ultima jornada este defensor de la clase obrera que supo re­
clamar altiva y rebeldemente los derechos negados al pueblo sufrido e
irredento. Su obra tevolucionaria no quedará trunca; su memoria será la
tea que reduzca a cenizas la Sodoma inclemente de la burguesía.

(Periódico Tipos, Girardot).

LA OPINIÓN DE JORGE REGUEROS PERALTA*

...Las impresiones personales que yo tengo de Tom ás son extraordi­


nariam ente favorables porque fue un hom bre que me impresionó
profundamente. Lo conocí en el año de 1929... era yo estudiante de
bachillerato (...) lo que sí puedo aseverarle a usted es que se trataba

* Una de las personas que conocieron a Tomás y que aún vive.

384
Los a n o s e s c o n d id o s ][ Anexos

de un gran líder carismàtico. Era un hombre de figura magra, delgado,


alto, con unos ojos claros y extraordinarios... un hombre que imponía
respeto cuando se entraba en contacto con él. Es decir, frente a él se
estaba como frente a una persona no común. Hombre de gran fuerza
espiritual, un espíritu en ebullición que se sentía. Y además en esas
impresiones personales, era un hombre cuya inteligencia se veía en los
ojos, se le sentía gran talento; y yo puedo decir que muy pocas gentes
he conocido en la vida con esa característica, que se le vea la inteligencia
en los ojos, que el espíritu emerja en la mirada (...)

Tom ás llenaba a cabalidad el tipo de dirigente revolucionario que


entonces se necesitaba (...). Esa es mi primera impresión. El secretario
del PSR fue Tomás, eso ya nos está señalando su preeminencia y su
importancia, porque en ese Congreso estaban una serie de figuras de
esa época como Torres Giraldo, María Cano, Neftalí Arce, una serie de
figuras prestantes y si él fue el elegido eso ya está determinando una
valoración revolucionaria de su figura...

Su colaboración en los primeros del 30 fue valiosa, escribiendo, usaba


seudónimos. (...) En mi criterio es que la gran huelga de las bananeras
liquidó al PSR. Este partido empeñó, y en eso fue consecuente toda su
fuerza, todo su capital político en la huelga (...) Hay una trilogía de
mujeres que yo en algunos estudios he exaltado, que son Enriqueta
Jiménez, María Cano y Elvira Medina, mujeres que crearon movimiento
revolucionario tal vez con mayor valor que nosotros los varones. (...)
Las pugnas en el PCC fueron terribles y... ¿Por qué TU M no se liga al
nuevo partido^ Porque nunca quiso participar de esas pugnas, él no se
ligó a eso, no se ligó a lo minúsculo y horrible.

DEL PERIÓDICO CLARIDAD

Tiene de Uribe Uribe el don proselitista, del presidente Márquez, el


sentido del estadista y de su tocayo el apóstol la duda.

Ni locos entusiasmos, ni desfallecimientos de histeria. Discreto cuando


obra. Prudente, si habla. Incendiario, como escritor. Modestia de eru­
dición. Lógico.

URIBE MÁRQUEZ VISTO POR LUIS VIDALES

“Lo que él tenía era una disposición de que todo lo concebía en grande.
(...) Mucho después vine a conocerlo, pero cuando hablé con él lo vi un
hombre muy sincero, muy sano de pensamiento, muy sano de alma, me
gustó mucho esa conversación con él”.

385
ANEXO 3

Las siguientes listas fueron incautadas por el ejército a Ignacio Torres


Giraldo:

Organizaciones O breras Socialistas del país

FEDERACIÓN CENTRAL OBRERA DE ANTIOQUIA


Medellín, Antioquia.
FEDERACIÓN REGIONAL OBRERA DE ANTIOQUIA
Antioquia, D epartam ento de Antioquia.
C O M ITÉ OBRERO SOCIALISTA DE SOPETRAN
Antioquia (Pablo Ruiz).
C O M ITÉ OBRERO SOCIALISTA SAN JERÓNIM O
Antioquia (M anuel A. Echavarría).
C O M ITÉ OBRERO SOCIALISTA DABEIBA
Antioquia (Juan de Dios Betancurt).
C O M ITÉ OBRERO SOCIALISTA FRO N TIN O
Antioquia (Pedro Elejalde).
C O M ITÉ OBRERO SOCIALISTA YARUMAL
Antioquia (Enrique M ery).
C O M ITÉ OBRERO SOCIALISTA RIONEGRO
Antioquia (Adolfo Giraldo E.).
C O M ITÉ OBRERO SOCIALISTA SEGOVIA
Antioquia (Félix A. Correa).
C O M ITÉ OBRERO SOCIALISTA TITIRIBÍ
Antioquia (José Jaramillo).

387
M a r ía T il a U r ib e

C O M ITÉ OBRERO SOCIALISTA REMEDIOS


Antioquia (Leonel Olano).
SINDICATO O BRERO SOCIALISTA ZARAGOZA
Antioquia (Roberto Herrera).
C EN TRO O BRERO SOCIALISTA CO N CORD IA
Antioquia (Juan Villa).
C O M ITÉ OBRERO SOCIALISTA VALDIVIA
Antioquia (Eduardo Rojas).
FEDERACIÓN OBRERA ENVIGADO
Antioquia (Jesús M. Isaza).
SINDICATO O BRERO PUERTO BERRIO
Antioquia (Eugenio Cárdenas Villate).
FEDERACIÓN OBRERA DE CALDAS ‘
Manizales, Caldas.
C EN TRO FEM EN IN O OBRERO
Caldas - M anizales, Caldas.
FEDERACIÓN OBRERA DE BOYACÁ
Tunja, Boyacá.
FEDERACIÓN OBRERA DE M O NIQ UIRÁ
Moniquirá, Boyacá.
FEDERACIÓN OBRERA DE SANTANDER
Bucaram anga, Santander del Sur.
SOCIEDAD PR O CO M UN A L DE OBREROS
Santa M arta, Magdalena.
UNIÓN OBRERA - C úcuta, Santander del Norte.
SOCIEDAD DE OBREROS LIBRES - Neiva, Huila.
CEN T R O “EL GRITO DEL PUEBLO ” - Quibdó, Chocó.
FEDERACIÓN OBRERA DE CUN D IN AM ARCA - Bogotá.
UN IÓ N OBRERA DE COLO M BIA - Bogotá.
SINDICATO DE ALBAÑILES - Bogotá.
SINDICATO DE “BAVARIA” - Bogotá.
SINDICATO DE “FENICIA” - Bogotá.
SINDICATO DE “VO CEA D O RES” - Bogotá.
SINDICATO “O B R ER O ” - Bogotá.
CON FED ERACIÓ N OBRERA NACIONAL - Cali, Valle del Cauca.
FEDERACIÓN OBRERA DEL VALLE - Cali, Valle del Cauca.
FEDERACIÓN OBRERA DEL CAUCA - Popayán, Cauca.
SOCIEDAD RICAURTE - Pasto, Nariño.
FEDERACIÓN O BRERA - Pasto, Nariño.

388
Los a ñ o s e s c o n d id o s ][ Anexos

C O M ITÉ OBRERO (SOCIALISTA) - Buenaventura, Valle.


BIBLIOTECA OBRERA - Buenaventura, Valle.
C O M ITÉ OBRERO - Dagua, Valle.
BIBLIOTECA OBRERA - Bolívar, Valle.
SOCIEDAD OBRERA - Pradera, Valle.
SINDICATO OBRERO (SAN ISIDRO) - Pradera, Valle.
COOPERTIVA OBRERA - Cali, Valle.
COOPERATIVA OBRERA - Piendamó, Cauca.
COOPERATIVA OBRERA - San Antonio, Valle.
COOPERATIVA OBRERA - Barrancas, Valle.
COOPERATIVA OBRERA - Buga, Valle.
COOPERATIVA OBRERA - Bucaramanga, Santander del Sur.
UNIÓN DE TRABAJADORES - Las Cañas - Florida-Valle.
LIGA OBRERA ANTIALCOHÓLICA - Sandoná, Nariño.
FEDERACIÓN OBRERA DEL QUINDÍO - Armenia - Caldas.
FEDERACIÓN OBRERA DE M ONTENEGRO - M ontenegro, Caldas.
CEN TRO OBRERO CALARCA - Calarcá - Caldas.
CEN TRO OBRERO - Buga, Valle.
UNIÓN OBRERA - Tuluá, Valle.
SOCIEDAD EL CARÁCTER - La Unión, Nariño.
CEN TRO OBRERO - Palmira, Valle.
CEN TRO OBRERO - Pereira - Caldas.
CEN TRO OBRERO - San Miguel de Perdomo - Tolima.
SINDICATO OBRERO - Ambalema, Tolima.
SINDICATO OBRERO - Venadillo, Tolima.
SINDICATO OBRERO - Honda, Tolima.
SINDICATO OBRERO - Líbano, ToLima.
SOCIEDAD OBRERA DE EL LÍBANO - Tolima.
C O M ITE OBRERO SOCIALISTA - Líbano, Tolima.
SINDICATO OBRERO - La Dorada, Caldas.
C EN TRO “REDENCIÓN DE LA M UJER” - La Dorada, Caldas.
SINDICATO OBRERO - Barrancabermeja.
FEDERACIÓN REGIONAL OBRERA DE GIRARDOT
SINDICATO FLUVIAL - Girardot.
SOCIEDAD OBRERA - Girardot.
SINDICATO OBRERO - Ciénaga.
FEDERACIÓN OBRERA - Rionegro, Santander del Sur.
SINDICATO DE LOMAGRANDE - M ontería, Bolívar.
SOCIEDAD “REDENCIÓN DE LA M UJER” - M ontería, Bolívar.

389
M a r ía T il a U r ib e

FEDERACIÓN OBRERA - Sogamoso, Boyacá.


FEDERACIÓN OBRERA - Piedecuesta, Santander del Sur.
C O M ITÉ OBRERO - Socorro, Santander del Sur.
UNIÓN OBRERA - San Vicente, Santander del Sur.
UN IÓ N OBRERA - Málaga, Santander del Sur.
FEDERACIÓN OBRERA - Cartagena, Bolívar.
FEDERACIÓN OBRERA - Barranquilla.
SOCIEDAD OBRERA FERRO-W ILCHES - Puerto Wilches
FEDERACIÓN OBRERA - Ocaña.
SINDICATO OBRERO - Ocaña.
C EN T R O OBRERO - La Mesa, Cundinamarca.
UNIÓN FEM EN IN A DEL TRABAJO - Rionegro, Santander del Sur.
C O M ITÉ O BRERO - Cáqueza,Cundinam arca.
FEDERACIÓN OBRERA - Ibagué.
SINDICATO O BRERO - Ibagué.
SINDICATO DE BRACEROS - Beltrán, Tolima.
SOCIEDAD OBRERA DE CAMPESINOS - Purificación, Tolima.
FEDERACIÓN OBRERA DEL TEQ UEN D AM A - Cundinam arca.
C EN TRO O BRERO (SOCIALISTA) - San Lorenzo, Tolima.
PRO CO M U N A L OBRERA - Ibagué.
FEDERACIÓN OBRERA - Buga.
C O M ITÉ O BRERO LA G OM EZ - Santander del Sur.
C EN T R O O BRERO PALO NEGRO - Diríjase a La Gómez.
FEDERACIÓN OBRERA - Facatativá, Cundinamarca.
C EN T R O O BRERO - Zipaquirá -Cundinam arca.
FEDERACIÓN OBRERA - Chiquinquirá - Boyacá.
C O M ITÉ O BRERO - Miraflores - Boyacá.
C O M ITÉ OBRERO - Riosucio - Caldas.
C EN T R O O BRERO - Corozal -Bolívar.
SINDICATO OBRERO - M ompós.
SINDICATO O BRERO - El Banco - Magdalena.
C EN T R O OBRERO - Guaduas -Cundinam arca.
C EN T R O O BRERO - Villavicencio - Intendencia del M eta.
C EN T R O O BRERO - Tum aco -Nariño.
C O M ITÉ O BRERO - Sincelejo - Bolívar.
C O M ITÉ O BRERO - Riohacha -M agdalena.
FED ERACIÓN OBRERA - Pamplona.
C O M ITÉ OBRERO - Garzón -Huila.

390
Los a ñ o s e s c o n d id o s ][ Anexos

C O M ITÉ OBRERO - Túquerres -Nariño.


C O M ITÉ OBRERO - Ibarra -Nariño.
C O M ITÉ OBRERO - Bolívar -Cauca.
C O M ITÉ OBRERO SABANA DE TORRES - Santander del Sur.
C O M ITÉ OBRERO - Puerto Santos - Puerto Wilches - Santander del Sur.
FEDERACIÓN OBRERA - Puerto Colombia.
C O M ITÉ OBRERO - Fusagasugá -Cundinamarca.
CEN TRO OBRERO - Charalá -Santander del Sur.

COBERTURA ORGANIZATIVA
DEL PARTIDO SOCIALISTA REVOLUCIONARIO

No. No.
Unidades No.
de organizaciones de militantes
territoriales de poblaciones
obreras responsables

Antioquia 16 25 13
Atlántico 2 3 1
Bolívar 6 16 5
Boyacá 5 65 32
Caldas 8 30 8
Cauca 4 16 2
Cundinarnarca 17 106 41
Casanare - 6 2
Huila 1 13 7
Magdalena 4 28 10
M eta 1 8 3
Nariño 7 11 3
Santander del Norte 4 14 6
Santander del Sur 15 90 15
Tolima 13 73 15
Valle 17 59 15

TOTALES 120 563 177

391

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