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TRASTORNOS DISRUPTIVOS, DEL CONTROL DE LOS IMPULSOS Y LA

CONDUCTA
La undécima edición de los Encuentros Jurídico-Psiquiátricos de Córdoba
estuvo dedicada a debatir sobre los Trastornos del control de los impulsos y su
relación con las personalidades antisociales, dado el interés de ambas
especialidades a la hora de evaluar su culpabilidad y peligrosidad. Los temas
que se trataron pusieron de manifiesto, otra vez más, que la explicitación de los
términos en cuanto a su esencia, formalidad y finalidad es del todo necesaria
para evitar los malos usos en la praxis médico-forense y en la jurídica. Por otra
parte, se constata, de nuevo, que juristas y psiquiatras están destinados a
encontrarse en un espacio común de entendimiento conceptual. A primera
vista, la cita de Dorado Montero que antecede a este prólogo puede dar la
impresión de parecer un contrasentido con los fines que desde hace doce años
venimos persiguiendo con estas jornadas anuales, si no fuese porque esas
palabras provienen de un libro que publicó en 1905 bajo el título “Los peritos
médicos y la justicia criminal”, con el que intentó sentar las bases de un futuro
entendimiento de juristas y psiquiatras, una vez que ambos hubiesen
abandonado sus prejuicios. Dorado Montero fue una persona que dedicó la
mejor y más productiva parte de su vida académica a la defensa del
“correccionalismo penal”. Sus palabras deben ser entendidas desde el interés
que este jurista tenía en defender que la pena no debía ser retributiva sino
correctiva de la voluntad criminal, en base a un estudio psicológico y, también,
de que el tratamiento del interno debía ser individual, sobre la base del estudio
de su peligrosidad criminal. Del mismo modo, en este libro, uno de sus autores,
el magistrado Carlos Lledó, afirma en el comienzo de su capítulo: “en el
permanente dialogo, nunca exento de tensiones, entre Psiquiatría y Derecho
ocupa sin duda un lugar estelar la necesaria determinación de que las
personas deban o no responder penalmente de sus actos, lo que
tradicionalmente y desde las distintas ópticas se ha venido conectando con el
libre albedrio, la capacidad de ser motivado por la norma o, en su formulación
más clásica, la conservación de las básicas capacidades de entender y querer;
esto es, conocer qué conductas son socialmente inaceptables y poder actuar
conforme a esa comprensión”. Los trastornos del control de los impulsos y las
personalidades psicopáticas, ahora englobadas en la denominación de
“antisociales”, plantean al psiquiatra y al jurista innumerables desasosiegos
intelectuales e incertidumbres prácticas. En este tipo de nosotaxias es donde
se hace más explícita la esencia de un peritaje psiquiátrico, el análisis motivado
de los mecanismos e intensidad de las distorsiones o anulaciones que puedan
haber existido en las funciones psíquicas que intervienen en los fenómenos del
conocer y del querer que son los que fundamentan el principio de culpabilidad.
Las personas que poseen estas patologías son las que ocasionan más dolor a
la sociedad y provocan mayor número de víctimas. Por ello, el añadido de la
peligrosidad postdelictual cobra un interés máximo. La sociedad siempre se ha
preservado de sus miedos y de sus peligros. No es legítimo juzgar desde el
presente lo acertado de sus condenas, pues como decía Foucault, “la
organización que los hechos sociales han tenido en la historia es natural,
porque se la han dado los mismos hombres”. En cada momento de la historia
de las sociedades, los límites de la anormalidad los marcan los hombres de ese
tiempo concreto. La impulsividad, la falta de empatía y de remordimiento son
unos elementos semiológicos muy consistentes y persistentes en estas
patologías, por lo que se convierten en indicadores muy fiables de que los que
las poseen repetirán sus conductas dañinas para la sociedad y sus personas.
Son individuos con potencial de peligrosidad social muy alto. En la peligrosidad
postdelictual reside la alarma social. La peligrosidad hace surgir lo que Ortega
denominaba el peligro que es el otro; esto es, la sospecha de que su presencia
entre nosotros no puede traer nada más que hechos malévolos y de que la
tranquilidad no ha de venir nada más que de la segregación y/o del
internamiento. Las víctimas de estos delincuentes y las que temen llegar a
serlo retroalimentan la alarma social ante este tipo de sujetos y nos sitúa ante
el problema añadido de la victimización. En los capítulos de este libro se da
cumplida respuesta a estos dilemas y se pone de manifiesto una vez más la
fertilidad de estos encuentros.
Los trastornos disruptivos del control de los impulsos y de la conducta (DSM-5,
APA, 2013) incluyen afecciones que se manifiestan con problemas en el
autocontrol del comportamiento y las emociones mientras que otros trastornos
del DSM-5 pueden tratar sobre problemas de la regulación del comportamiento
y las emociones, los trastornos disruptivos se traducen en conductas que violan
derechos de los demás (por ejemplo: agresión, destrucción de la propiedad), o
llevan al individuo a conflictos importantes frente a las normas de la sociedad o
las figuras de autoridad.
Las causas que subyacen en los problemas del autocontrol del comportamiento
y las emociones pueden variar sustancialmente dentro de los trastornos
disruptivos y así como entre los propios individuos dentro del mismo grupo
diagnóstico.
Estos trastornos se dan de forma más frecuente en el sexo masculino que en el
sexo femenino.
A menudo los trastornos disruptivos se presentan de forma comórbida, es
decir, asociada, al trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) en
sus formas impulsivas-hiperactivas, cuando existen factores desencadenantes
biológicos y/o ambientales (entorno) como consumo de sustancias, entornos
desestructurados, experiencias de bullying, problemas socio-afectivos o
antecedentes familiares. Estas situaciones pueden actuar de catalizadores para
la presencia de este tipo de patologías, especialmente en la etapa de la
adolescencia.
Para prevenir este tipo de patologías asociadas es fundamental el diagnóstico
precoz y una intervención temprana eficaz y multimodal de los síntomas.
TDAH TRASTORNOS DISRUPTIVOS

Los trastornos disruptivos del control de los impulsos y de la conducta incluidos


en el DSM-5

TRASTORNO NEGATIVISTA DESAFIANTE (TND)


El Trastorno negativista desafiante se presenta mediante un patrón de enfado/
irritabilidad, discusiones/actitud desafiante o vengativa y que se exhibe durante
la interacción por lo menos con un individuo que no sea un hermano.

TRASTORNO EXPLOSIVO INTERMITENTE (TEI)


El Trastorno Explosivo Intermitente (TEI) es un trastorno psicológico que se
caracteriza por la presencia de un patrón aleatorio de reactividad conductual
agresiva y desproporcionada sin un motivo ni objetivo concreto, ocasionando
alteraciones o perjuicios graves en el entorno físico y social y el propio
individuo.

TRASTORNO DE CONDUCTA
El trastorno de conducta se manifiesta a través de un patrón repetitivo y
persistente de comportamiento en el que no se respetan los derechos básicos
de otros, las normas o reglas sociales propias de la edad.

TRASTORNO DE LA PERSONALIDAD ANTISOCIAL


La persona que presenta una personalidad antisocial manifiesta un patrón
general de desprecio y violación de los derechos de los demás que se presenta
desde la edad de 15 años. Entre los compartimientos recurrentes encontramos:
fracaso para adaptarse a las normas sociales en lo que respecta al
comportamiento legal; irritabilidad y agresividad, indicados por peleas físicas
repetidas o agresiones; falta de remordimientos, como lo indica la indiferencia o
la justificación del haber dañado, maltratado o robado a otros; despreocupación
imprudente por su seguridad o la de los demás, irresponsabilidad persistente,
indicada por la incapacidad de mantener un trabajo con constancia o de
hacerse cargo de obligaciones económicas, impulsividad o incapacidad para
planificar el futuro, etc.

PIROMANÍA
La persona denominada pirómana muestra un comportamiento caracterizado
por la reiteración de actos o intentos de prender fuego a las propiedades u
otros objetos, sin motivo aparente junto con una insistencia constante sobre
temas relacionados con el fuego y la combustión. Estas personas pueden estar
también interesadas de un modo anormal por
coches de bomberos u otros equipos de lucha contra el fuego, con otros temas
relacionados con los incendios y en hacer llamadas a los bomberos.
CLEPTOMANÍA

La cleptomanía es un trastorno psicológico por el cual la persona denominada


cleptómana o cleptomaníaca tiene una conducta repetitiva de apropiarse de
aquello que le es ajeno. Hay que distinguirlo de la actividad del ladrón
esporádico o habitual, cuyo objetivo es el enriquecimiento ilícito buscando un
beneficio personal. En cambio, en la cleptomanía, el momento del robo se
convierte en sí mismo en la finalidad del acto, no persiguiendo un
enriquecimiento personal ni el perjuicio de la persona a quien roba.
Otro trastorno disruptivo, del control de los impulsos y de la conducta
especificado
Esta categoría se aplica a presentaciones en las que se predomina los
síntomas característicos de un trastorno disruptivo, del control de los impulsos
y de la conducta, que causan un malestar clínicamente significativo o deterioro
en las aéreas social, laboral o de otros tipos importante para el individuo, pero
que no cumplen todos los criterios de ninguno de los trastornos de la categoría
diagnostica de trastorno disruptivo, del control de los impulsos y de la conducta.

Trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH


A. Patrón persistente de inatención y/o hiperactividad-impulsividad que
interfiere con el funcionamiento o el desarrollo, que se caracteriza por (1) y/o
(2):
 Inatención: Seis (o más) de los siguientes síntomas se han mantenido
durante al menos 6 meses en un grado que no concuerda con el nivel de
desarrollo y que afecta directamente las actividades sociales y
académicas/laborales:
1. Con frecuencia falla en prestar la debida atención a detalles o por
descuido se cometen errores en las tareas escolares, en el trabajo o
durante otras actividades (p. ej., se pasan por alto o se pierden detalles,
el trabajo no se lleva a cabo con precisión).
2. Con frecuencia tiene dificultades para mantener la atención en tareas o
actividades recreativas (p. ej., tiene dificultad para mantener la atención
en clases, conversaciones o la lectura prolongada).
3. Con frecuencia parece no escuchar cuando se le habla directamente (p.
ej., parece tener la mente en otras cosas, incluso en ausencia de
cualquier distracción aparente).
4. Con frecuencia no sigue las instrucciones y no termina las tareas
escolares, los quehaceres o los deberes laborales (p. ej., inicia tareas,
pero se distrae rápidamente y se evade con facilidad).
5. Con frecuencia tiene dificultad para organizar tareas y actividades (p. ej.,
dificultad para gestionar tareas secuenciales; dificultad para poner los
materiales y pertenencias en orden; descuido y desorganización en el
trabajo; mala gestión del tiempo; no cumple los plazos).
6. Con frecuencia evita, le disgusta o se muestra poco entusiasta en iniciar
tareas que requieren un esfuerzo mental sostenido (p. ej., tareas
escolares o quehaceres domésticos; en adolescentes mayores y
adultos, preparación de informes, completar formularios, revisar artículos
largos).
7. Con frecuencia pierde cosas necesarias para tareas o actividades (p. ej.,
materiales escolares, lápices, libros, instrumentos, billetero, llaves,
papeles del trabajo, gafas, móvil).
8. Con frecuencia se distrae con facilidad por estímulos externos (para
adolescentes mayores y adultos, puede incluir pensamientos no
relacionados).
9. Con frecuencia olvida las actividades cotidianas (p. ej., hacer las tareas,
hacer las diligencias; en adolescentes mayores y adultos, devolver las
llamadas, pagar las facturas, acudir a las citas).
 Hiperactividad e impulsividad:
Seis (o más) de los siguientes síntomas se han mantenido durante al
menos 6 meses en un grado que no concuerda con el nivel de desarrollo
y que afecta directamente a las actividades sociales y
académicas/laborales:
1. Con frecuencia juguetea con o golpea las manos o los pies o se retuerce
en el asiento.
2. Con frecuencia se levanta en situaciones en que se espera que
permanezca sentado (p. ej., se levanta en la clase, en la oficina o en otro
lugar de trabajo, o en otras situaciones que requieren mantenerse en su
lugar).
3. Con frecuencia corretea o trepa en situaciones en las que no resulta
apropiado. (Nota: En adolescentes o adultos, puede limitarse a estar
inquieto.)
4. Con frecuencia es incapaz de jugar o de ocuparse tranquilamente en
actividades recreativas.
5. Con frecuencia está “ocupado,” actuando como si “lo impulsara un
motor” (p. ej., es incapaz de estar o se siente incómodo estando quieto
durante un tiempo prolongado, como en restaurantes, reuniones; los
otros pueden pensar que está intranquilo o que le resulta difícil
seguirlos).
6. Con frecuencia habla excesivamente.
7. Con frecuencia responde inesperadamente o antes de que se haya
concluido una pregunta (p. ej., termina las frases de otros; no respeta el
turno de conversación).
8. Con frecuencia le es difícil esperar su turno (p. ej., mientras espera en
una cola).
9. Con frecuencia interrumpe o se inmiscuye con otros (p. ej., se mete en
las conversaciones, juegos o actividades; puede empezar a utilizar las
cosas de otras personas sin esperar o recibir permiso; en adolescentes y
adultos, puede inmiscuirse o adelantarse a lo que hacen otros).
B. Algunos síntomas de inatención o hiperactivo-impulsivos estaban presentes
antes de los 12 años.
C. Varios síntomas de inatención o hiperactivo-impulsivos están presentes en
dos o más contextos (p. ej., en casa, en la escuela o en el trabajo; con los
amigos o parientes; en otras actividades).
D. Existen pruebas claras de que los síntomas interfieren con el funcionamiento
social, académico o laboral, o reducen la calidad de los mismos.
E. Los síntomas no se producen exclusivamente durante el curso de la
esquizofrenia o de otro trastorno psicótico y no se explican mejor por otro
trastorno mental (p. ej., trastorno del estado de ánimo, trastorno de ansiedad,
trastorno disociativo, trastorno de la personalidad, intoxicación o abstinencia de
sustancias).
Por último, destacar que puede diagnosticarse el TDAH Presentación
combinada, si se cumplen los criterios de inatención e
hiperactividad/impulsividad; TDAH Presentación predominante con falta de
atención, si se cumplen los criterios de inatención, pero no los de
hiperactividad/impulsividad; o TDAH Presentación predominante
hiperactiva/impulsiva, si se cumplen los criterios de hiperactividad/impulsividad,
pero no los de inatención.
Trastorno negativista desafiante

A. Un patrón de enfado/ irritabilidad, discusiones/actitud desafiante o vengativa


que dura por lo menos seis meses, que se manifiesta por lo menos con cuatro
síntomas de cualquiera de las categorías siguientes y que se exhibe durante la
interacción por lo menos con un individuo que no sea un hermano.
Enfado/irritabilidad
1. A menudo pierde la calma.
2. A menudo está susceptible o se molesta con facilidad.
3. A menudo está enfadado y resentido.
Discusiones/actitud desafiante
4. Discute a menudo con la autoridad o con los adultos, en el caso de los
niños y los adolescentes.
5. A menudo desafía activamente o rechaza satisfacer la petición por parte
de figuras de autoridad o normas.
6. A menudo molesta a los demás deliberadamente.
7. A menudo culpa a los demás por sus errores o su mal comportamiento.
Vengativo
8. Ha sido rencoroso o vengativo por lo menos dos veces en los últimos
seis meses.
B. Este trastorno del comportamiento va asociado a un malestar en el individuo
o en otras personas de su entorno social inmediato (es decir, familia, grupo de
amigos, compañeros de trabajo) o tiene un impacto negativo en las áreas
social, educativa, profesional u otras importantes.
C. Los comportamientos no aparecen exclusivamente en el transcurso de un
trastorno psicótico, un trastorno por consumo de sustancias, un trastorno
depresivo o uno bipolar. Además, no se cumplen los criterios de un trastorno de
desregulación perturbador del estado de ánimo.
Nota: Se debe considerar la persistencia y la frecuencia de estos
comportamientos para distinguir los que se consideren dentro de los límites
normales, de los sintomáticos. En los niños de menos de cinco años el
comportamiento debe aparecer casi todos los días durante un periodo de seis
meses por lo menos, a menos que se observe otra cosa (Criterio A8). En los
niños de cinco años o más, el comportamiento debe aparecer por lo menos una
vez por semana durante al menos seis meses, a menos que se observe otra
cosa (Criterio A8). Si bien estos criterios de frecuencia se consideran el grado
mínimo orientativo para definir los síntomas, también se deben tener en cuenta
otros factores, por ejemplo, si la frecuencia y la intensidad de los
comportamientos rebasan los límites de lo normal para el grado de desarrollo
del individuo, su sexo y su cultura.
Trastorno explosivo intermitente
A. Arrebatos recurrentes en el comportamiento que reflejan una falta de control
de los impulsos de agresividad, manifestada por una de las siguientes:
1. Agresión verbal (p. ej., berrinches, diatribas, disputas verbales o peleas)
o agresión física contra la propiedad, los animales u otros individuos, en
promedio dos veces por semana, durante un periodo de tres meses. La
agresión física no provoca daños ni destrucción de la propiedad, ni
provoca lesiones físicas a los animales ni a otros individuos.
2. Tres arrebatos en el comportamiento que provoquen daños o
destrucción de la propiedad o agresión física con lesiones a animales u
otros individuos, sucedidas en los últimos doce meses.
B. La magnitud de la agresividad expresada durante los arrebatos recurrentes
es bastante desproporcionada con respecto a la provocación o cualquier factor
estresante psicosocial desencadenante.
C. Los arrebatos agresivos recurrentes no son premeditados (es decir, son
impulsivos o provocados por la ira) ni persiguen ningún objetivo tangible (p. ej.,
dinero, poder, intimidación).
D. Los arrebatos agresivos recurrentes provocan un marcado malestar en el
individuo, alteran su rendimiento laboral o sus relaciones interpersonales,
tienen consecuencias económicas o legales.
E. El individuo tiene una edad cronológica de seis años por lo menos (o un
grado de desarrollo equivalente).
F. Los arrebatos agresivos recurrentes no se explican mejor por otro trastorno
mental (p. ej., trastorno depresivo mayor, trastorno bipolar, trastorno de
desregulación perturbador del estado de ánimo, trastorno psicótico, trastorno
de la personalidad antisocial, trastorno de personalidad límite), ni se pueden
atribuir a otra afección médica (p. ej., traumatismo craneoencefálico,
enfermedad de Alzheimer) ni a los efectos fisiológicos de alguna sustancia (p.
ej., drogadicción, medicación). En los niños de edades comprendidas entre 6 y
18 años, a un comportamiento agresivo que forme parte de un trastorno de
adaptación no se le debe asignar este diagnóstico.
Nota: Este diagnóstico se puede establecer además del diagnóstico de
trastorno de déficit de atención con hiperactividad, trastornos de conducta,
trastorno negativista desafiante o trastorno del espectro del autismo, cuando
los arrebatos agresivos impulsivos recurrentes superen a los que habitualmente
se observan en estos trastornos y requieran atención clínica independiente.
Trastorno de la conducta
A. Un patrón repetitivo y persistente de comportamiento en el que no se
respetan los derechos básicos de otros, las normas o reglas sociales propias
de la edad, lo que se manifiesta por la presencia en los doce últimos meses de
por lo menos tres de los quince criterios siguientes en cualquier de las
categorías siguientes, existiendo por lo menos uno en los últimos seis meses:
Agresión a personas y animales (criterios 1-7), destrucción de la
propiedad (criterios 8 y 9), engaño o robo (criterios 10-12) e
incumplimiento grave de normas (criterios 13-15):
1. A menudo acosa, amenaza o intimada a otros.
2. A menudo inicia peleas.
3. Ha usado un arma que puede provocar serios daños a terceros (p. ej.,
un bastón, un ladrillo, una botella rota, un cuchillo, un arma).
4. Ha ejercido la crueldad física contra personas.
5. Ha ejercido la crueldad física contra animales.
6. Ha robado enfrentándose a una víctima (p. ej., atraco, robo de un
monedero, extorsión, atraco a mano armada).
7. Ha violado sexualmente a alguien.
8. Ha prendido fuego deliberadamente con la intención de provocar daños
graves.
9. Ha destruido deliberadamente la propiedad de alguien (pero no por
medio del fuego).
10. Ha invadido la casa, edificio o automóvil de alguien.
11. A menudo miente para obtener objetos o favores, o para evitar
obligaciones (p. ej. “engaña” a otros).
12. Ha robado objetos de valor no triviales sin enfrentarse a la víctima (p. ej.,
hurto en una tienda sin violencia ni invasión; falsificación).
13. A menudo sale por la noche a pesar de la prohibición de sus padres,
empezando antes de los 13 años.
14. Ha pasado una noche fuera de casa sin permiso mientras vivía con sus
padres o en un hogar de acogida, por lo menos dos veces o una vez sí
estuvo ausente durante un tiempo prolongado.
15. A menudo falta en la escuela, empezando antes de los 13 años.
B. El trastorno del comportamiento provoca un malestar clínicamente
significativo en las áreas social, académica o laboral.
C. Si la edad del individuo es de 18 años o más, no se cumplen los criterios de
trastorno de la personalidad antisocial.
Especificar si:
312.81 (F91.1) Tipo de inicio infantil:
Los individuos muestran por lo menos un síntoma característico del trastorno
de conducta antes de cumplir los 10 años.
312.82 (F91.2) Tipo de inicio adolescente:
Los individuos no muestran ningún síntoma característico del trastorno de
conducta antes de cumplir los 10 años.
312.89 (F91.9) Tipo de inicio no especificado:
Se cumplen los criterios del trastorno de conducta, pero no existe suficiente
información disponible para determinar si la aparición del primer síntoma fue
anterior a los 10 años de edad.
Especificar si:
Con emociones prosociales limitadas:
Para poder asignar este especificador, el individuo ha de haber presentado por
lo menos dos de las siguientes características de forma persistente durante
doce meses por lo menos, en diversas relaciones y situaciones. Estas
características reflejan el patrón típico de relaciones interpersonales y
emocionales del individuo durante ese período, no solamente episodios
ocasionales en algunas situaciones. Por lo tanto, para evaluar los criterios de
un especificador concreto, se necesitan varias fuentes de información. Además
de la comunicación del propio individuo, es necesario considerar lo que dicen
otros que lo hayan conocido durante periodos prolongados de tiempo (p. ej.,
padres, profesores, compañeros de trabajo, familiares, amigos).
Falta de remordimientos o culpabilidad:
No se siente mal ni culpable cuando hace algo malo (no cuentan los
remordimientos que expresa solamente cuando le sorprenden o ante un
castigo). El individuo muestra una falta general de preocupación sobre las
consecuencias negativas de sus acciones. Por ejemplo, el individuo no siente
remordimientos después de hacer daño a alguien ni se preocupa por las
consecuencias de transgredir las reglas.
Insensible, carente de empatía:
No tiene en cuenta ni le preocupan los sentimientos de los demás. Este
individuo se describe como frío e indiferente. La persona parece más
preocupada por los efectos de sus actos sobre sí mismo que sobre los demás,
incluso cuando provocan daños apreciables a terceros.
Despreocupado por su rendimiento:
No muestra preocupación respecto a un rendimiento deficitario o problemático
en la escuela, en el trabajo o en otras actividades importantes. El individuo no
realiza el esfuerzo necesario para alcanzar un buen rendimiento, incluso
cuando las expectativas son claras, y suele culpar a los demás de su
rendimiento deficitario.
Afecto superficial o deficiente:
No expresa sentimientos ni muestra emociones con los demás, salvo de una
forma que parece poco sentida, poco sincera o superficial (p. ej., con acciones
que contradicen la emoción expresada; puede “conectar” o “desconectar” las
emociones rápidamente) o cuando recurre a expresiones emocionales para
obtener beneficios (p. ej., expresa emociones para manipular o intimidar a
otros).
¿Qué son los trastornos disruptivos, del control de los impulsos y de la
conducta?
Todos los niños se portan mal de vez en cuando. Esto es normal cuando están
poniendo a prueba los límites para ver cuando no significa realmente no. La
mayoría de los chicos tienen explosiones de enojo y, algunas veces, utilizan la
agresión para resolver problemas. Estas cosas son parte del crecimiento y del
proceso para aprender a ser independiente.

La mayoría de los niños aprenden que habrá consecuencias si se niegan a


escuchar a los padres, tienen rabietas o le pegan a la gente. Pero algunos
niños actúan enojados, desafiantes y agresivos a pesar de las consecuencias.
Si esta conducta es severa y continúa por seis meses o más tiempo, podría ser
un signo del trastorno disruptivo, del control de los impulsos y de la conducta.

Hay dos trastornos disruptivos, del control de los impulsos y de la conducta: el


trastorno de conducta (TC) y el trastorno negativista desafiante, TND (ODD, por
sus siglas en inglés). Estos dos trastornos son diferentes uno de otro, aunque
los niños con TC podrían también tener TND.

¿Qué es el trastorno de conducta?


El trastorno de conducta es una condición seria que, por lo general, no es
diagnosticada hasta la adolescencia. No hay ninguna causa conocida. Se cree
que puede ser causada por la combinación de factores genéticos, psicológicos
y del medio ambiente.
El TC parece estar relacionado con el temperamento de los niños. El
temperamento se refiere al estado de ánimo general y la manera de pensar con
la que nacemos. Algunas personas son fáciles de llevar y positivas. Pero los
niños con TC tienden a ser niños difíciles y negativos. Pareciera que disfrutan
causar daño y lastimar a las personas. Otros signos de TC incluyen:
Mentir sin sentirse mal por eso
Conducta amenazante hacia otros (pelear, acoso escolar (bullying), abuso
emocional)
Robar y destruir cosas
Negarse a seguir las reglas o las leyes
El signo más importante es que los niños con TC no tienen respeto o no les
importan los derechos o sentimientos de las otras personas. Esto es muy
diferente del TND y el TDAH.
¿Qué es el trastorno negativista desafiante?
Los síntomas del TND aparecen típicamente antes de los 8 años de edad.
Aunque los síntomas, por lo general, se observan en diferentes lugares (como,
por ejemplo, la escuela y el hogar), éstos podrían ser más notorios en un lugar
que en otro. Los signos del TND incluyen:
No cooperar a propósito
No seguir las reglas
Discutir, incluso sobre cosas pequeñas sin importancia
Una actitud negativa e irritable general
La mayoría de los niños podrían mostrar algunos de estos síntomas de vez en
cuando. Pero los niños con TND presentan estos síntomas por más de seis
meses y, además, ocurren casi todos los días.

¿Hay una conexión entre el TND y el TDAH?


El trastorno negativista desafiante y el TDAH tienen síntomas similares.
Algunos chicos podrían tener los dos, TDAH y TND. Los investigadores no
están seguros de cuál es la conexión entre ellos, pero algunos piensan que
podría ser el hecho de que los niños con TDAH tienen dificultad para controlar
la conducta impulsiva y las emociones. Esto hace que sea difícil para estos
niños tomar turnos y pensar antes de actuar. También podría contribuir al
constante reflejo de decir “¡No!” que a menudo es parte del TND.
¿Cómo son diferentes los trastornos disruptivos, del control de los
impulsos y de la conducta y el TDAH?
No todos los niños que tienen TDAH tienen el trastorno disruptivo, del control
de los impulsos y de la conducta. Del mismo modo, no todos los niños con el
trastorno disruptivo, del control de los impulsos y de la conducta tienen TDAH.
Los niños con TDAH pueden tener problemas para seguir las reglas y, quizás,
se desesperen con facilidad y se enojen, pero estos son solamente algunos de
los tantos síntomas.
La manera en que el cerebro funciona en los niños con TDAH hace que les sea
difícil quedarse quietos y controlar la conducta impulsiva. El cerebro madura
más lentamente en los niños con TDAH que en los niños que no tienen este
trastorno. Los niños con TDAH podrían también los niveles de las substancias
químicas en el cerebro más bajos, las cuales ayudarían a regular sus estados
de ánimo y sus movimientos.
El resultado de estas diferencias en el desarrollo del cerebro podría lucir
parecido a las dificultades que se presentan en la conducta disruptiva. Pero no
todos los niños con TDAH tienen una estructura constante de conductas
negativas. Los niños con TDAH podrían reaccionar a su medio ambiente y
ponerse muy inquietos o molestos, pero los niños con el trastorno disruptivo,
del control de los impulsos y de la conducta parecieran estar buscando peleas,
discusiones, maneras de rebelarse y romper las reglas.
Seguir adelante
Saber que el trastorno disruptivo, del control de los impulsos y de la conducta y
el TDAH no es lo mismo puede ser de ayuda tanto para usted como para su
hijo. Esto es algo para conversar con su hijo en la medida en que él se prepara
para la auto abogacía. De esta manera, él aprenderá la manera de informar a
las personas acerca de sus propias dificultades. También, podría ayudarle a
usted a abogar más eficazmente por las necesidades de su hijo. Pero lo más
importante es que estar más informado le hará entender mucho mejor los
síntomas de su hijo mientras planea los próximos pasos.
Puntos clave
 Todos los niños pueden ser negativos y tercos de vez en cuando, pero esto
no quiere decir que tengan un trastorno disruptivo, del control de los
impulsos y de la conducta.
 El trastorno disruptivo, del control de los impulsos y de la conducta y el
trastorno de oposición desafiante son dos condiciones médicas distintas y
son diferentes de las dificultades de atención.
 Conocer las diferencias entre el TDAH y los trastornos disruptivos, del
control de los impulsos y de la conducta puede ayudarle a usted y a su hijo
a hablar con otras personas acerca de sus dificultades.

Psicopatía

El constructo de la psicopatía asociado a la personalidad ha sido foco de


investigación clínica en las últimas décadas, es una de las dimensiones más
estudiadas por su relevancia como predictor de gravedad y recidiva de
conductas disociales. Los estudios que evalúan la psicopatía han reportado
tres factores fundamentales que integran el constructo: CE, narcisismo e
impulsividad. La mayoría de los estudios se habían enfocado en población
adulta, o bien, en muestras pequeñas de población infantil (predominantemente
varones) referida a la atención clínica, lo cual limita la generalización de los
hallazgos. La evaluación de la conducta psicopática ha sido estudiada por
medio del cuestionario de tamizaje de psicopatía (PSD por sus siglas en inglés)
el cual ha sido adaptado para población infantil. Consiste en 20 reactivos con
versión para padres/tutor y para maestros. El análisis factorial de este
instrumento en la población general ha identificado dos factores: Rasgos
narcisistas/impulsividad y rasgos de «callo» /insensibilidad emocional.34

No existe una alternativa terapéutica racional diseñada específicamente para


tratar los especificadores del CE y la psicopatía; las actuales opciones se han
centrado en el TD y TAP sin que se detallen acciones concretas para estos
especificadores.

LOS TRASTORNOS DEL CONTROL DE LOS IMPULSOS Y LAS


PSICOPATÍAS

ayudar a comprender cómo funciona el cerebro, pero no nos puede explicar,


por sí sola, la conducta humana. Además, lo que conocemos de
neuroanatomía funcional es aún muy inespecífico y bastante generalizado. De
hecho, los hallazgos en neurociencia aún tienen una capacidad muy limitada
como apoyo en el proceso diagnóstico en Psiquiatría. Por lo tanto, no es
posible creer que unas anomalías detectadas puedan explicar y justificar una
conducta en un momento dado y la responsabilidad sobre la misma. Con los
conocimientos actuales pensar que se ha localizado e identificado el proceso
que permite funciones complejas como la toma de decisiones o la conciencia
del bien y del mal es simple e ingenuo. Sin embargo, esta afirmación no es
contradictoria con el hecho de que, a veces, existen cerebros gravemente
dañados en los que la libertad de acción está comprometida.
LA IMPULSIVIDAD EN LOS TRASTORNOS MENTALES

La impulsividad puede expresarse como rasgo de la personalidad, es decir


como un constituyente básico de la personalidad, de expresión precoz en la
vida del sujeto y que impacta en múltiples áreas del sujeto (en este caso
hablaríamos de alguien que es impulsivo en su naturaleza) o se puede
manifestar como un estado, como un síntoma, en el que las conductas
impulsivas o actos perjudiciales aparecen de forma puntual, sin planificación y,
en general, como respuesta a perturbaciones ambientales o biológicas (por
ejemplo, en el curso de una intoxicación por sustancias psicoactivas), con un
impacto variable en el funcionamiento del individuo.

LA IMPULSIVIDAD COMO RASGO DE PERSONALIDAD

La impulsividad puede ser un rasgo de personalidad. Pero, ¿qué es un rasgo


de personalidad? Cuando hablamos de personalidad hablamos del concepto
popular de lo que llamamos “Yo”, de lo que se considera que son sus gustos,
apetencias, temores, virtudes, fortalezas, debilidades... es decir, del conjunto
de características que le diferencia de los demás y le hacen ser un individuo
único. Por lo tanto, consideramos que personalidad es el conjunto único y
perdurable de características que pueden variar en respuesta a diferentes
estímulos. La personalidad es lo que lo que nos permite predecir la conducta
de alguien conocido por nosotros, anticipar sus respuestas y sus emociones.
Es aquello que nos caracteriza en nuestra forma de captar la realidad,
entenderla, responder emocionalmente ante ella y comportarnos. Personalidad
es, pues, aquel patrón de características en nuestra forma de sentir, responder,
emocionarnos y relacionarnos con los otros. La personalidad está constituida
por un conjunto de rasgos. El rasgo no sería sino el elemento básico de la
personalidad y es lo que nos predispone a responder de forma similar o igual a
diferentes estímulos. Se expresaría en la forma congruente y duradera de
reaccionar a nuestro ambiente, proporcionando coherencia en nuestro
comportamiento. Los rasgos causan la conducta, no surgen como respuesta a
determinados estímulos. Permiten predecir lo que una persona haría ante una
situación determinada. Tenemos unos rasgos centrales, no son más de 5-10,
que son los que mejor.

definen nuestra conducta y son los que utilizamos para describir a alguien
próximo. Los rasgos se combinan en dimensiones, que no serían sino super
factores. Desde esta perspectiva dimensional todos los seres tenemos los
mismos rasgos, pero no están presentes en la misma intensidad en cada uno
de nosotros ni en la misma combinación. Nos diferenciamos cuantitativamente,
ofreciendo cada uno de nosotros un perfil de rasgos específicos. Cuando la
impulsividad es un rasgo dimensional importante de la personalidad, su
anomalía caracteriza a la misma y la presentación clínica de los diferentes
trastornos psiquiátricos. Sería un fenómeno estable y difícilmente modificable.
Es el caso de los trastornos de personalidad estructurados sobre la
impulsividad, como es el caso del trastorno de personalidad límite o del
trastorno antisocial (disocial) de personalidad.
LA IMPULSIVIDAD COMO ELEMENTO CONSTITUYENTE DE LOS
TRASTORNOS DE PERSONALIDAD

Los trastornos de personalidad son desviaciones extremas del modo como un


individuo normal, en determinada cultura, percibe, piensa, siente y se relaciona
con los demás. De aquí que los trastornos de personalidad se definan como un
patrón persistente de experiencias internas y del comportamiento que se
manifiesta en las cognición, afectividad, funcionamiento interpersonal y control
de los impulsos. Este patrón se extiende a una amplia gama de situaciones
personales y sociales, es estable en el tiempo y se ha empezado a manifestar
en la adolescencia o en el período de adulto joven. Este patrón provoca
malestar clínicamente significativo o deterioro en el funcionamiento del
individuo. Las nosologías al uso (DSM, CIE) permiten diferenciar trastornos
específicos de la personalidad. Como se refería con anterioridad, en dos de
ellos la impulsividad es uno de los ejes sobre los que se estructuran sus
síntomas. Es el caso de los trastornos de personalidad límite y el trastorno
antisocial. En el trastorno de personalidad límite el patrón dominante es la
inestabilidad en las relaciones interpersonales, de la imagen de sí mismo y de
los afectos, con una impulsividad marcada. Los sujetos con este trastorno
tienen una marcada tendencia a actuar de forma muy impulsiva, sin valorar las
consecuencias, con conductas que pueden llegar a ser agresivas o
autodestructivas y con mucha dificultad para controlar la ira (Dell’Osso et al,
2010). El otro trastorno específico de la personalidad en el que la impulsividad
es parte fundamental es el trastorno disocial (o antisocial) de la personalidad.
Se suele expresar clínicamente de forma precoz, antes del inicio de la vida
adulta, incluso antes de los 15 años de edad y en ocasiones de forma aún más
precoz en la infancia, de tal manera que la DSM5 recoge una categoría
diagnóstica (Trastorno de conducta) reservado para aquellos niños que
presentan características de este trastorno, pero aún no pueden ser
diagnosticados como tal. Este trastorno se caracteriza por un patrón dominante
de inatención y vulneración de los derechos de los demás. Los sujetos con
trastorno antisocial se definen por su ausencia de empatía, su elevada
concepción de sí mismos y la presencia de un cierto encanto superficial. La
impulsividad es ubicua y cardinal en este trastorno y está presente en
síntomas, experiencias y conductas del sujeto como la irresponsabilidad
manifiesta que muestra a la hora de asumir sus responsabilidades laborales,
domésticas, económicas o la desatención a su propia seguridad y la de los demás.

LA IMPULSIVIDAD COMO SÍNTOMA

En otras ocasiones, la impulsividad no es parte de la forma de ser, sino que el


individuo la experimenta de forma puntual, en ocasiones como respuesta a
estímulos biológicos y ambientales y que se traduce en un “paso al acto”, en
una dificultad o incapacidad para controlar el impulso que experimenta y que
éste no se trasforme en acción. La impulsividad no es, en este caso, una
tendencia a la respuesta impulsiva, sino un síntoma que se expresa en forma
de actos impulsivos. Sobre la presencia de estos síntomas se constituye un
grupo de trastornos mentales, denominados de forma global “Trastornos del
control de impulsos” y que engloba varias categorías específicas. Son
trastornos que se caracterizan por la repetición de actos, sin motivación clara,
que no se pueden controlar y que, con frecuencia, dañan los intereses del
propio paciente o de los demás. Los pacientes actúan sin motivo ni razón clara,
simplemente por el impulso a actuar. Dicho acto suele tener una sola dirección
u objeto, lo que permite establecer una clasificación dentro de este grupo de
trastornos (Dell’Osso et al, 2006). Son trastornos conocidos y reconocidos
desde los inicios de la Psiquiatría. En la revisión que realizan Rodríguez y Haro
(2004) y que sigue fielmente la llevada a cabo por Berrios y Gili, señalan como
Matthey, en el año 1816, los describió por primera vez y los consideró como
perversiones de la voluntad y de las inclinaciones naturales, con conservación
de las funciones intelectuales; de aquí que los denominara como “impulsiones
sin locura”. Esquirol (1838) los denominó “monomanías instintivas” y
consideraba primaria la lesión de la voluntad. Los define como actos sin
motivos, como respuesta a impulsos irresistibles que se producen de forma
instintiva o voluntaria. Kraepelin (1889) los consideró como una “locura
impulsiva” y describió el impulso patológico que los lleva a actuar sin motivos
claros, simplemente por sentir el impulso irresistible a la acción y la demanda
inmediata de implementar dicho impulso. Señaló la vivencia de placer y
completa gratificación asociada a la realización del acto (lo que le diferenciaba
de la locura compulsiva, en la que se siente aversión hacia el acto realizado) y
el hecho de que estos impulsos presentaban una dirección única para cada
individuo, lo que permitía una clasificación. Es quizás Ribot, en 1904, quien
más se acerca a la actual concepción, señalando que el trastorno principal se
encuentra en la anulación del poder inhibir la conducta y controlarla, lo que es
la estructura más evolucionada de la voluntad. El concepto actual de trastornos
de control de impulsos recoge un variado grupo de trastornos (piromanía,
cleptomanía, juego patológico…) con características comunes en su patrón de
comportamiento. Su base fenomenológica es la presencia de impulsos
irresistibles a ejecutar un acto y se caracteriza por la incapacidad para la
reflexión previa al acto conductual, que se manifiesta en una doble vertiente: la
dificultad para resistir el impulso y la precipitación a los estímulos

CONCLUSIONES

Los padecimientos externalizados incluyen al TND y al TD como categorías


principales; constituyen algunos de los problemas más frecuentes y graves
dentro de los trastornos mentales de inicio en la infancia y la adolescencia. Las
manifestaciones con las que actualmente se diagnostica el TD son muy
heterogéneas, ya que incluyen conductas sumamente agresivas, asalto con arma
de fuego, violencia física y sexual) y otras menos agresivas mentir o irse «de
pinta»). Existe una continuidad importante de sujetos con TD, cuando se inicia de
forma temprana, a manifestaciones del TAP en la vida adulta. En la etiología de los
TCD participan componentes biológicos y psicosociales. El tratamiento de estos
padecimientos debe tener un enfoque multimodal o multisistémico que incorpore
dentro de sus intervenciones las aproximaciones farmacológicas, psicoeducativas y
psicoterapéuticas necesarias. A pesar de todas las opciones terapéuticas ya
comentadas existe poca especificidad por la gran variabilidad de las
manifestaciones conductuales. Algunos sujetos con TD y «callo emocional»
desarrollan psicopatía, la que constituye un especificador relacionado a las
conductas disruptivas más intensas y graves de los TCD.
TRASTORNOS DISRUPTIVOS, DEL CONTROL DE LOS IMPULSOS Y LA
CONDUCTA
INTEGRANTES

NARDY KARINA RIBERA PARDO


ALEJANDRA BASQUET

LICENCIADO
JUAN CARLOS DELGADILLO ESCOBAR

MATERIA
PSICOLOGIA DESCRIPTIVA

CARRERA
PSICOLOGIA

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