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Las habilidades del abogado del siglo XXI (bueno, algunas)

Es muy habitual que cuando se hable de las habilidades del abogado caigamos en la
tentación de limitarnos a identificar unas pocas, si bien pronto reparamos en que
éstas son verdaderamente insuficientes. Ello es así, debido a que la amplitud y
dificultad de las actividades que desarrollamos los abogados, unida a la complejidad
de los vínculos humanos que se crean durante nuestra prestación, hacen que el
abogado, como hombre renacentista que es, venga obligado a disponer de
innumerables conocimientos y habilidades necesarios para “sobrevivir” en su
quehacer diario.

Por lo tanto, si me preguntaran cuales son las habilidades que deben constituir prenda
del buen abogado, yo diría un número quizás inabarcable, puesto que si
reflexionamos sobre esta cuestión, todas las habilidades necesarias para vivir
adecuadamente en sociedad, es decir, para disfrutar del ocio y del negocio, van a
ser absolutamente ineludibles para el abogado debido a la especial naturaleza y
características de su trabajo.

No obstante, teniendo en cuenta el propósito de este post, vamos a identificar y


sistematizar aquellas que consideramos más importantes desde nuestra perspectiva,
quedando por tanto abierta la inclusión de cualquier otra que pueda encajar en la
relación.

Pero, ¿Qué entendemos por habilidad?

Nuestros diccionarios suelen definirla como la capacidad de una persona para hacer
una cosa bien y fácilmente, o como aptitud, competencia capacidad de hacer algo
correctamente, con facilidad, destreza e inteligencia. Sin embargo, en nuestro caso,
cuando hablamos de habilidades, vamos a referirnos no solo a dicho significado,
sino que igualmente vamos a incluir algunas virtudes y principios que social,
culturalmente y profesionalmente vienen aceptadas como esenciales para el
desarrollo íntegro de la persona y que, por su contenido, son plenamente aplicables
a la actividad del abogado.

Expuesto lo anterior y entrando en materia, a continuación vamos a realizar un


ejercicio de clasificación de las habilidades del abogado teniendo en cuenta tanto
el carácter profesional de nuestro trabajo y, cómo no, las funciones más
representativas de la actividad del abogado. Una vez expuestas, realizaremos una
reflexión final a modo de conclusión.
Una última cuestión, clasificaremos las habilidades en los siguientes
grupos: Generales; Profesionales; Sociales; Empresariales; Comerciales y
Psicológicas.

HABILIDADES GENERALES: Entendemos por habilidades generales aquellas


destrezas que se consideran recomendables para toda persona y cuya posesión se
entiende socialmente como un componente positivo y favorable para su
personalidad, pues su disfrute facilitará el crecimiento tanto personal como
profesional de su titular.

En nuestra profesión, participada de factores como la necesidad de realizar un


trabajo y un esfuerzo continuo prolongado en el tiempo, sometido a
innumerables tensiones e imprevistos, y en el que la interacción con los clientes
y operadores jurídicos es esencial, serán de relevancia las habilidades que nos
permitan actuar con responsabilidad en el cumplimiento de nuestra actividad y en la
relación con los demás.

Para ello, el abogado deberá estar revestido de habilidades como la constancia,


la disciplina y laboriosidad (esenciales para el trabajo diario); la prudencia,
paciencia, serenidad y autocontrol (necesarias para la interacción con terceros)
y, finalmente, como un principio informador de los anteriores, la honestidad y
sinceridad.

HABILIDADES PROFESIONALES: Las habilidades profesionales serán


aquellas que empleamos activamente en nuestra profesión como una
herramienta directa para el desarrollo de nuestra actividad y que sin ellas no
podría concebirse la figura del abogado. Por lo tanto, son
habilidades indispensables tanto para el ejercicio de la profesión como para la propia
conceptualización del profesional como tal.

Estas habilidades podríamos dividirlas en dos clases, las derivadas de estatuto


privilegiado que informa el desempeño de nuestra función y las obligaciones
principales en su desempeño, reglas éstas que constituyen fiel reflejo de la tradición
y cultura profesional y que nutren nuestro Código Deontológico. Por otro lado se
encontrarían las habilidades que son necesarias para el desarrollo de las tres
actividades que realiza el abogado en su actividad profesional ya citadas: el
consejo jurídico, la mediación y negociación y, finalmente, la defensa ante los
tribunales.

Respecto a las primeras, debemos señalar que tras siglos de experiencia, nuestros
códigos profesionales han entendido que nuestra profesión se rija de acuerdo con
determinados postulados, lo que ha sido precisamente pensando en garantizar que
nuestra función se desarrolle a satisfacción de los intereses del cliente y de la
sociedad, por lo que el abogado deberá dar cumplimiento a los mismos. Entre estas
habilidades o principios rectores de nuestra actividad se encuentra la
independencia, diligencia, lealtad, responsabilidad y cualquier otro principio
que derive de nuestro estatuto profesional.

En cuanto a las segundas, es decir, las necesarias para realizar la mejor ejecución de
nuestras diversas funciones, podemos realizar la siguiente clasificación:

Generales: Competencia técnica, comunicación oral y escrita, inteligencia,


imaginación, capacidad de estudio, comprensión lectora, habilidad para utilizar
las tecnologías de la información y las comunicaciones más avanzadas,
capacidad de análisis y síntesis, capacidad de abstracción, flexibilidad y
adaptación mental.

Asesoramiento: Saber escuchar, empatía, cortesía, concentración.

Negociación: Capacidad de negociación, vocación conciliadora, alta resistencia a


la frustración.

Intervención en el Foro: Oratoria en su más amplio sentido, y derivada de la


misma, dominio del lenguaje verbal y no verbal, argumentación,
memoria, imaginación, claridad de ideas, previsión, naturalidad.

HABILIDADES SOCIALES: El abogado desempeña su labor en un contexto en el


que tiene necesariamente que interactuar con otras personas desde
perspectivas bien diferentes. Con los clientes interviene primero para captarlos.
Una vez captados, para recorrer el largo camino de la resolución del asunto
encomendado y, cómo no, para fidelizarlo. Con los restantes operadores
jurídicos actuará bien para persuadirlos y convencerlos de la bondad de nuestra
argumentación (jueces) o para negociar o trabajar en equipo (otros abogados).

Consecuentemente, el buen abogado deberá ser una persona sociable que domine
las técnicas de comunicación, ser extrovertido y saber relacionarse con los
demás en cualquier contexto. Igualmente deberá saber transmitir una imagen
adecuada (presencia)

HABILIDADES EMPRESARIALES: Los despachos de abogados son empresas de


servicios, extremo éste que, a estas alturas, resulta incontrovertido. Por ello, nuestros
despachos deben gestionarse como verdaderas empresas, adoptando los
sistemas, procesos y herramientas propias del mundo empresarial de modo que
el abogado pueda liderar, organizar, planificar y controlar su negocio. Para ello es
inevitable el acceso y permanente aprendizaje de habilidades de dirección, gestión y
organización de empresas.

En este campo, el abogado deberá ser un buen estratega, tener liderazgo, ser
proactivo, saber gestionar, organizar y planificar el tiempo, dominar las
técnicas de trabajo en equipo, saber delegar, etc...

En este apartado incluimos igualmente el dominio de un segundo idioma, que a


nuestro juicio debe ser el inglés, actualmente vinculado estrechamente con el mundo
de los negocios, pues debido a la globalización ya más que consolidada, la habilidad
del dominio de este idioma será fundamental para nuestro crecimiento.

HABILIDADES COMERCIALES: Hay que destacar la necesidad que tiene el abogado


de disponer de las habilidades que lo conviertan en un verdadero comercial,
entendiéndose por comercialidad la capacidad de atraer y captar clientes. Para
ello, el abogado deberá concienciarse de la importancia que la actividad comercial
tiene para la creación y crecimiento de los despachos profesionales, y el papel que
dichas competencias y habilidades jugarán en su propio crecimiento profesional, bien
individualmente, bien en la jerarquía profesional de la firma.

A tal efecto, el abogado deberá formarse en técnicas de marketing, y


especialmente las materias comerciales, deberán ser un referente continúo, ya
que las capacidades comerciales se adquieren a través de su conocimiento y
puesta en práctica.

Igualmente, el abogado deberá dominar las técnicas de atención al cliente,


indispensables para generar la satisfacción del cliente a través de un servicio
excelente y de calidad.

HABILIDADES PSICOLOGICAS: La profesión de abogado requiere de conocimientos


psicológicos, entendiendo por éstos, desde un concepto amplio, todos aquellos que
pueden guardar una relación con el comportamiento humano de las personas
con las que interactuamos ya citadas.

Efectivamente, el componente humano, aunque a veces se olvide, es un elemento


esencial de nuestra actividad que tiene una repercusión constante, consciente o
inconsciente, en el devenir de todos y cada uno de nuestros trabajos. Conocer
estas habilidades psicológicas es de inestimable ayuda para la interacción diaria con
esas otras personas.

Los conocimientos psicológicos en nuestra actividad tienen innumerables


aplicaciones, tanto para regular nuestra actuación como para la interacción con
terceros. Respecto al empleo para el propio abogado podemos destacar la capacidad
del pensamiento positivo, la resistencia a la frustración, el emplear las técnicas
de la visualización y el empleo de todas las técnicas que nos permitan estar con
nosotros mismos, aprender a conocernos y obtener la tan ansiada relajación
mental y corporal. Respecto a los demás, toda técnica que nos ayude a conocer
la forma de ser de las personas será bienvenida, destacándose igualmente la
empatía, el saber escuchar de forma activa, la atención, etc...

CONCLUSION:

Estoy seguro que a medida que hayas ido leyendo esta clasificación, te habrán surgido
numerosas ideas sobre otras herramientas, destrezas, virtudes o principios que son
igualmente aplicables. También te ha podido ocurrir que consideres que algunas
habilidades no son aplicables a nuestro sector. Todo es posible. Lo importante de esta
experiencia es llegar a sorprendernos con la ingente cantidad de habilidades que
debemos dominar, lo que nos debe hacer reflexionar sobre cuestiones de suma
importancia y que paso a epigrafiar:

1. Que nuestra actividad es de una riqueza impresionante en todos los


aspectos del conocimiento teórico y práctico.

2. Que para el necesario desarrollo de nuestra actividad hemos de estar


creciendo constantemente en el conocimiento de nuevas habilidades y
destrezas.

3. Que desarrollamos un trabajo muy importante en nuestra sociedad,


dotado de una gran complejidad y que requiere de una altísima
preparación técnica y humana de quienes lo realizamos.

Vamos, que ser abogado es algo grande, muy grande.

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