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Esquema de la evolución económica: En este ensayo Mariátegui analiza el proceso socio-

económico peruano. Los incas desarrollaron una economía socialista, donde el trabajo
colectivo o comunitario tenía un carácter agrario y permitía el bienestar de la población. La
alimentación abundaba y la población crecía. La conquista española interrumpió brutalmente
todo ese desarrollo. Los españoles impusieron una estructura económica feudal y esclavista,
que resultó extraña a los pueblos indígenas. Feudal, porque las tierras y los indígenas fueron
repartidas a los encomenderos (latifundistas).Esclavista, porque se importó esclavos negros
para las haciendas de la costa, mientras que en las minas de la sierra se obligó a trabajar a los
indios mediante el sistema de la mita, una especie de trabajo forzado. La extracción de
metales preciosos fue la actividad principal, descuidándose la agricultura. El esquema virreinal
reprimía asimismo el comercio de las colonias, pues estas solo podía comerciar con la
metrópoli los productos que la Corona les imponía producir. La independencia surgió entonces
instigada por los comerciantes criollos (blancos nacidos en América) que deseaban la libertad
de comerciar con el mundo, como una respuesta a las necesidades del desarrollo capitalista de
la civilización occidental. Fue por ese motivo que Inglaterra, cuna de la economía de
librecambio, apoyó la independencia latinoamericana. Pero una vez lograda la independencia y
fundada la República, la nueva clase dirigente criolla mantuvo las estructuras socio-
económicas de la colonia. La situación del indígena se empeoró al fortalecerse la clase
terrateniente o latifundista de origen colonial (semifeudal). La burguesía nacional (clase
capitalista), todavía débil al iniciarse la República, empezó a fortalecerse durante el período
del guano y del salitre (mediados del siglo XIX), pero sin poder suplantar del todo a la clase
terrateniente. Tras la guerra con Chile, se perdió la riqueza guanera y salitrera; el Perú entró
entonces en una penosa etapa de Reconstrucción, en la que se debió entregar los ferrocarriles
a los banqueros británicos, como prenda y garantía de nuevas inversiones que permitieran la
recuperación del país. La nueva fuente de riqueza constituyó la minería, especialmente la
practicada en la sierra central. La dependencia con el capital extranjero no desapareció ni
siquiera ante la aparición de nuevos rubros de riquezas naturales (caña de azúcar y algodón,
destinados a la exportación); por el contrario, con ello se ahondó el carácter centralista,
costeño y dependiente de la economía peruana. A partir del Oncenio de Leguía (década de
1920), el país pasó a depender del capitalismo norteamericano, cuya manifestación más
notoria fueron los empréstitos millonarios. Según Mariátegui, en su tiempo coexistían en el
Perú las tres economías: la feudal (gamonalismo), la burguesa (capitalismo) y algunos residuos
de la economía comunista indígena en la sierra (comunidades indígenas). Pero señalaba que la
preeminencia la tenía el sistema feudal, por ser el Perú un país mayoritariamente agrícola.

El problema del indio: “Todas las tesis sobre el problema indígena, que ignoran o eluden a
éste como problema económico-social, son otros tantos estériles ejercicios teóricos, —y a
veces sólo verbales—, condenados un absoluto descrédito. No las salva a algunas su buena fe.
Prácticamente, todas no han servido sino para ocultar o desfigurar la realidad del problema».
Mariátegui concibe el problema del indio no como un asunto racial, administrativo, jurídico,
educativo o eclesiástico, sino como un problema sustancialmente económico cuyo origen está
en el injusto régimen de propiedad de la tierra denominado gamonalismo.

Se conoce como gamonalismo a un sistema de explotación de los campesinos indígenas en las


haciendas de la sierra del Perú. Los gamonales o terratenientes acaparaban inmensas
latifundios donde hacían trabajar a los indios como siervos, manteniéndoles en la más
paupérrima pobreza y cometiendo sobre ellos los más nefandos abusos; asimismo, estos
gamonales detentaban un considerable poder local (muchos llegaban a ser senadores,
diputados, alcaldes y prefectos) y contaban con pequeños contingentes armados. Era pues,
una auténtica feudalidad o semifeudalidad enquistada en el Perú, como rezago del
colonialismo español.

Mientras subsista esta forma de propiedad todo intento por solucionar el problema del indio
quedará disuelto en la estéril denuncia lírica o en la prédica oportunista e inconsciente.
Terminar con el gamonalismo, con la feudalidad, significa devolver más que tierras; significará
para la raza desposeída su rendición histórica, la recuperación de su esencialidad moral su
auténtica integración a la vida nacional. «La solución del problema del indio tiene que ser una
solución social. Sus realizadores deben ser los propios indios. Este concepto conduce a ver en
la reunión de los congresos indígenas un hecho histórico. Los congresos indígenas,
desvirtuados en los últimos años por el burocratismo, no representaban todavía un programa;
pero sus primeras reuniones señalaron una ruta comunicando a los indios de diversas
regiones. A los indios les falta vinculación nacional. Sus pro-testas han sido siempre regionales.
Esto ha contribuido, en gran parte, a su abatimiento. »

El problema de la tierra: Mariátegui estudia la cuestión agraria unida necesariamente a la del


indio, reivindicando el derecho de éste a la tierra, para lo cual era necesario sacarlo del estado
de servidumbre que suponía el feudalismo de los gamonales. Luego, muestra cómo el
colonialismo que destruyó y aniquiló la economía incaica de tipo “comunista", no supo
reemplazarla más que con el feudalismo. ¿Qué le pasó a la comunidad agraria del ayllu? A
pesar de las leyes escritas, de las Leyes de Indias, la comunidad indígena fue despojada por el
feudalismo, cuyas expresiones eran el latifundio y la servidumbre. Mientras que Europa, por el
siglo XVIII, tomaba otro rumbo al fortalecerse y ascender al poder la clase que desplazó y
liquidó el feudalismo: la burguesía o clase capitalista (la revolución francesa fue una revolución
burguesa). Pero revolución de la independencia hispano-americana «encontró al Perú
retrasado en la formación de su burguesía...» Si bien se abolieron las mitas, se dejó en pie la
aristocracia terrateniente, la que si bien ya no conservaba “sus privilegios de principio,
conservaba sus posiciones de hecho. Seguía siendo en el Perú la clase dominante». Esta clase,
apoyada por el militarismo gobernante, retardó el surgimiento de una vigorosa burguesía
urbana. Y recién se intentó una reorganización gradual de este problema cuando se promulgó
el Código Civil (1852), que favoreció la formación delas pequeñas propiedades, en desmedro
de los grandes dominios señoriales y de la comunidad indígena, al mismo tiempo. No obstante,
la pequeña propiedad no prosperó, y por el contrario el latifundio se consolidó y extendió,
siendo la única perjudicada la comunidad indígena, la misma que, pese a todo, logró
sobrevivir.

El latifundio de la costa era distinto del latifundio serrano; el costeño evolucionó hacia modos
y técnicas capitalistas, en tanto que el de la sierra conservó íntegramente su carácter feudal,
resistiendo a la transformación industrial y capitalista; aun así no logró destruir la comunidad
indígena. El latifundio costeño cada vez más ligado al capital extranjero prefirió desplazar los
tradicionales cultivos alimenticios por el cultivo de algodón de exportación, generando un
círculo vicioso de importación de alimentos y exportación de materias primas.

Indistintamente del tipo de latifundismo, éste impedía el desarrollo del capitalismo nacional,
ya que los terratenientes obraban como “intermediarios o agentes del capitalismo
extranjero»; como una barrera para la inmigración blanca; se oponían a la renovación de
métodos, cultivos, etc.; era incapaz de atender la salubridad rural; particularmente en la sierra
el feudalismo agrario se mostraba del todo inepto como creador de riqueza y de progreso. En
una palabra, agrega Mariátegui, «que el gamonal como factor económico, está, pues,
completamente descalificado».

Como a Mariátegui más le importaba seguir (y proyectar para el Perú futuro) la "comunidad
agraria indígena", estudia el destino de ésta bajo el régimen republicano. A pesar de la
absorción feudalista, la comunidad ha subsistido por el espíritu del indio: a pesar de las leyes
de cien años de régimen republicano, no se ha tornado individualista.

Regionalismo y centralismo: Cuando el Perú nació a la vida independiente, eligió como


sistema político administrativo el Centralismo, rechazando el Federalismo. Sin embargo,
muchas ciudades del Perú han venido desde entonces reclamando la atenuación del excesivo
centralismo proveniente de la capital, Lima. Para Mariátegui, este problema, en cierto modo,
viene vertebrando todos los demás. Aunque reconoce que existe, sobre todo en el sur
peruano, un sentimiento regionalista, dicho regionalismo no parece ser más que «una
expresión vaga de un malestar y un descontento». El problema planteado entre Centralismo y
Federalismo es de larga data. El Centralismo se apoya en el caciquismo y gamonalismo
regionales (dispuestos, no obstante, a reclamarse federalistas de acuerdo a las circunstancias),
mientras que el Federalismo recluta sus adeptos entre los caciques y gamonales en desgracia
ante el poder central. Ciertamente, uno de los vicios de la organización política del Perú es y
sigue siendo su centralismo. Pero entiende Mariátegui que toda descentralización que no se
dirija a solucionar el problema agrario y la cuestión indígena, «no merece ya ni siquiera ser
discutida», porque, advierte, no es este problema meramente político, ni desde este solo
punto de vista ella alcanzaría para solucionar los problemas esenciales. Por otra parte es difícil
definir y demarcar en el Perú regiones existentes históricamente como tales. No obstante
Mariátegui estudia las tres regiones físicas: la Costa, la Sierra y la Montaña (que no significan
regiones en cuanto a la realidad social y económica), afirmándonos que la Montaña carece aún
de significación socio-económica; en cambio, «la actual peruanidad se ha sedimentado
entierra baja» o Costa, y la Sierra es el refugio del indigenismo.

«Las formas de descentralización ensayadas en la historia de la República, han adolecido del


vicio original de representar una concepción y un diseño absolutamente centralistas», dice
Mariátegui. Formula enseguida sus puntos de vista sobre cómo debe enfocarse la nueva
descentralización en el Perú. Primero, debía quedar esclarecida la solidaridad del gamonalismo
regional con el régimen centralista, a fin de evitar confusiones.

Luego debía escogerse entre el gamonal o el indio: «no existe un tercer camino». Mariátegui,
naturalmente, opta por el indio. Porque, lo más cierto es que «ninguna reforma que
robustezca al gamonal contra el indio, por mucho que aparezca como una satisfacción del
sentimiento regionalista, puede ser estimada como una reforma buena y justa». En conclusión,
para los nuevos regionalistas, la regionalización debe contemplar simultáneamente el
problema del indio y de la tierra.

También estudia el problema de la capital, concerniente a todas las capitales de América, y


sostiene que la suerte de Lima está subordinada a los grandes cambios políticos, tal como lo
enseña la historia.

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