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depresión mayor
1. Ansiedad
Figura 1. Emergencia de los trastornos mentales durante la adolescencia. Uno de cada cinco adolecente
posee una enfermedad mental que persistirá en la vida adulta. Imagen y descripción tomada de Casey y
Lee, 2015.
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Existen diferentes formas en las cuales se puede presentar un TA, puede ser
ansiedad generalizada, fobia social, fobia específica, estrés postraumático o
ataque de pánico (Byrd y Brook, 2014; Rose y Devine, 2014). Cada una de
estas manifestaciones de la ansiedad tendrás características específicas. En
estados unidos se ha planteado que los TA ocupan el 18.1% de los casos de
enfermedad mental (Byrd y Brook, 2014). En este mismo país se calcula que
un tercio de la población presentara un TA en algún punto del ciclo vital
(Johansen, 2013).
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“estrés” ya que describen perfectamente el procesos de adaptación y mala
adaptación biológica ante factores estresantes (McEwen y cols., 2015). El
consumo de sustancias como el alcohol y tabaco, la presencia de insomnio y
mala alimentación, contribuyen a dañar este sistema de equilibrio en el
organismo (McEwen y cols., 2015).
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Figura 2. Respuesta al estrés en sujetos de diversas edades
Figura 2. Diferencias en reactividad emocional a las señales de amenaza. Los adolescentes (A) muestran una mayor
reactividad de la amígdala a las señales de amenaza (rostros temerosos) en comparación con los niños y los adultos.
(B) Regiones corticales y subcorticales asociadas con el tiempo de reacción para los estímulos que generan miedo. La
región de la amígdala izquierda mostró una correlación positiva con el tiempo de reacción (arriba), y la región del PFC
ventral (CPFV) mostró una correlación negativa con el tiempo de reacción (parte inferior). Imagen y descripción tomada
de Casey y Lee, 2015
Figura 3. Las tres regiones del cerebro que se muestran en la ilustración tienen un papel importante a nivel cognitivo y
conductual en la regulación de la respuesta autónoma y a nivel del eje HPA. Los receptores de glucocorticoides y
mineralocorticoides fueron reconocidos por primera vez en la formación del hipocampo, lo que demuestra que los
esteroides suprarrenales afectan al cerebro en más de un sentido a través del hipotálamo, que ahora se sabe que
incluye efectos sobre la memoria espacial y episódica y la regulación del estado de ánimo. En el hipocampo, el estrés y
los glucocorticoides provocan contracciones dendríticas y la pérdida de espinas dendríticas. Factores estresantes y
traumáticos agudos causan un aumento de la densidad de la columna vertebral en las neuronas de la amígdala
basolateral, y el estrés crónico conduce a la expansión de las dendritas de la amígdala basolateral. Sin embargo, la
amígdala medial muestra una pérdida inducida por el estrés crónico de espinas dendríticas. Estas alteraciones están
implicadas en el aumento de la ansiedad. Dentro de la corteza prefrontal, el estrés crónico hace que las neuronas
pierdan ramificación y exista una contracción dendrítica que se asocia con rigidez cognitiva, mientras que las neuronas
corticales orbitofrontales expanden sus dendritas los cual se correlaciona con la aparición de una mayor vigilancia. En
el córtex prefrontal se ha reportado que existe una pérdida de la capacidad de resiliencia y deterioro de la memoria,
también se atrofia la regulación circadiana del sueño. Estas tres regiones cerebrales han contribuido a nuestro
conocimiento de los mecanismos celulares y moleculares que subyacen a la respuesta fisiológica de la ansiedad.
Imagen y descripción tomada de Casey y Lee, 2015.
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1.2. Cambios neuroquímicos en los trastornos de ansiedad
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Figura 4. Atrofia funcional entre diversas regiones cerebrales
relacionadas con el trastorno de ansiedad generalizada
Figura 4. Hallazgos mediante resonancia magnética funcional sobre la desregularización emocional en el trastorno de
ansiedad generaliza. (a) sujeto normal, la corteza prefrontal y el córtex del cíngulo anterior inhiben la activación de la
amígdala, actuando como reguladores de la respuesta de miedo durante una prueba de regulación emocional. La
inhibición se simboliza en color rojo y la activación en color azul. (b) En pacientes con ansiedad generalizada, existe
una hipoactivación de las regiones corticales, lo cual se traduce en un déficit en la regulación emocional durante una
prueba que mide este dominio. GAD = trastorno de ansiedad generalizada; PFC = córtex prefrontal; córtex del cíngulo
anterior. Imagen y descripción tomada de Mochcovitch y colaboradores, 2014
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2. Depresión mayor
De acuerdo a los reportes del 2010 se estima que en el mundo existen 298
millones de casos de DM en el mundo, con una alta proporción de casos en
personas de entre 25 y 34 años de edad (Xu y cols., 2015). En este mismo año
también se calculó que la enfermedad afecta más a las mujeres (5.5%) que a
los hombres (3.2%) (Xu y cols., 2015), en pacientes femeninas parece existir
mayor riegos de suicidio, mayor duración de los episodios depresivos, mayor
severidad de los síntomas y se presentan episodios depresivos con mayor
frecuencia (Park y cols., 2014). En algunas ocasiones la DA es resistente al
tratamiento antidepresivo (Xu y cols., 2015) y la respuesta al tratamiento
empeora cuando existe comorbilidad con otros trastornos como la dependencia
al alcohol (Park y cols., 2014).
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2.2. Cambios neuroquímicos en la depresión mayor
Los antidepresivo que se prescriben para trata la depresión mayor son los
inhibidores selectivo de la recaptura de serotonina (ISRS) y norepinefrina (ISIN)
(Morrissette y Stahl, 2014). Estos fármacos actúan bloqueando la recaptura de
estos neurotransmisores aumentando la disponibilidad de los mismos en el
cerebro regulando así el estado de ánimo, los niveles de ansiedad y algunas
funciones cognitivas (Morrissette y Stahl, 2014). Inicialmente los ISRS activan a
los autorreceptores 5-HT1A, 5-HT1B y 5-HT1D eso provoca una disminución de
serotonina que con el tiempo, mediante un procesos de downregulation lleva a
un aumento de la producción de serotonina y a la estimulación de los
receptores serotoninérgicos postsinápticos (Morrissette y Stahl, 2014).
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importancia de combinar el tratamiento farmacológico con una intervención
psicológica (Anthes y cols., 2014). La terapia cognitivo conductual es una de
las intervenciones más estudiadas en la actualidad (Anthes y cols., 2014). Sin
embargo el mecanismo mediante el cual esta forma de intervención funciona
aún no está muy claro (Anthes y cols., 2014). Otro punto a favor del tratamiento
psicoterapéutico lo representan estudios mediante neuroimagen en donde se
observa que el tratamiento cognitivo conductual tiene un impacto sobre el
receptor 5-HT1A favoreciendo así el restablecimiento de la transmisión
serotoninérgica (Tiger y cols., 2014).
Figura 5. Los individuos con depresión presentan una sobre activación (rosa) de la amígdala cerebral y una
hipoactivación azul) de la corteza prefrontal. (1) la actividad en la amígdala que es asociada a la respuesta emocional,
puede reprimir la actividad en la córtex prefrontal, la cual está involucrada en ejecución. (2) algunas investigaciones
reportan que los antidepresivos atenúan la actividad en la amígdala, mientras que la terapia cognitiva conductual
incrementa la actividad de la corteza prefrontal. (3) el tratamiento farmacológico y la terapia cognitiva conductual
trabajan en dos vías diferentes, pero ambas parecen restaurar la estabilidad en estas regiones cerebrales. Imagen
tomada de Anthes y colaboradores, Nature, 2014.
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