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Recientemente hablé con un pastor, el pastor Fernando, que me dijo con gozo
que 450 personas dejaron su iglesia de 600. ¿Por qué estaba feliz?
La sana doctrina debe ser el contenido de cada sermón, de cada estudio bíblico,
de cada canción y de cada libro que leamos en la iglesia. Y debemos amarla.
Aquí hay 8 razones por qué hacerlo:
1. Debemos amar la sana doctrina porque Dios ama la sana doctrina.
Las Escrituras ordenan que los líderes “retengan la palabra fiel que es conforme
a la enseñanza” y que “sean capaces también de exhortar con sana doctrina y
refutar a los que contradicen” (Tito 1:9). La sana doctrina fluye de las palabras
de Dios y de su voluntad revelada en las Escrituras. Dios nos dio Su Palabra y
sana doctrina para que podamos conocerle, amarle, obedecerle, y enseñar a
otros acerca de Él y de lo que Él ha hecho por nosotros en Cristo. Amémosla
porque le amamos a Él.
2. Debemos amar la sana doctrina porque hace madurar tanto a los individuos como a la
iglesia.
1 Timoteo 1:10 nos dice que existe una forma de vivir que es contraria a la sana
doctrina. La doctrina correcta está ligada a la manera correcta de vivir, y esto es
lo que quiere decir Pablo cuando habla del “pleno conocimiento de la verdad
que es según la piedad” (Tito 1:1). La sana doctrina nos enseña acerca de un
Dios santo y que está airado con el pecado, pero que nos ama lo suficiente
como para sacrificar a Su Hijo en nuestro favor, para librarnos de ese pecado. La
sana doctrina de un Dios santo produce gente santa.
Las Escrituras apuntan a tres fuentes de doctrina: los demonios (1 Timoteo 4:1),
los hombres (Mateo 15:9), y Dios mismo (Tito 2:10). La sana doctrina fluye de
Dios mismo, y es incorruptible y dadora de vida. La sana doctrina es un ancla de
verdad que nos guarda de ser “llevados de aquí para allá por todo viento de
doctrina” (Efesios 4:14). El amor por la sana doctrina será un “escudo de
verdad” contra las mentiras y las doctrinas del enemigo, que son rampantes hoy
día, incluso en muchas iglesias.
Las Escrituras preparan a los hombres y a las mujeres para toda buena obra (2
Timoteo 3:17). Del mismo modo, una enseñanza sana de las doctrinas de las
Escrituras cataliza tanto el servicio como el testimonio, al instalar una convicción
profunda y un gozo real en la vida de los cristianos. Escuchar la verdad de las
Escrituras enseñada claramente exaltará la misericordia y la gracia de Dios, lo
cual hará que estemos agradecidos y obedezcamos Sus mandamientos para ser
luz en el mundo y proclamar el evangelio, “adornando la doctrina de Dios
nuestro Salvador” (Tito 2:7-10).
7. Debemos amar la sana doctrina porque esto significa amar a Cristo mismo.
Nada me hace tener que contenerme como cuando escucho a los cristianos
decir: “no necesito doctrina, ¡solamente quiero amar a Jesús!”. Esta gente no
entiende que la doctrina es la que nos habla de Jesús, que es la Verdad hecha
carne (Juan 14:6). Jesús vino a predicar (Marcos 1:38). Su predicación incluía
comunicar doctrina que proclamaba quién es Él y cómo deben vivir sus
discípulos en relación con Él y con el mundo.
Contemplar las verdades acerca de Dios y Sus obras entre los hombres nos hace
maravillarnos con asombro de su bondad (Salmos 107). La adoración no es
solamente el resultado de la doctrina: es la razón por la que la doctrina existe.
Pablo ejemplifica esto concluyendo una de las porciones más ricas de las
Escrituras en cuanto a doctrina con la siguiente doxología: ”¡Oh, profundidad de
las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son
sus juicios e inescrutables sus caminos!” (Romanos 11:33).
Dios quiere que la sana doctrina llene la iglesia con creyentes santos, que
exalten y proclamen a Cristo y que maduren diariamente en el conocimiento de
Dios y la obediencia a Él.