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8 razones para amar la sana doctrina

Recientemente hablé con un pastor, el pastor Fernando, que me dijo con gozo
que 450 personas dejaron su iglesia de 600. ¿Por qué estaba feliz?

Fernando llevaba años predicando un mensaje de prosperidad y prometiendo


sanidad a su iglesia. Y a su redil le encantaba. Pero luego dos de sus hijos
murieron en un período corto de tiempo, uno de violencia y el otro de
enfermedad. Su mensaje de prosperidad empezó a desmoronarse. ¿Dónde
estaba la bendición de Dios? ¿Por qué le estaba pasando esto?

Dios le reveló al pastor Fernando que él estaba predicando un falso mensaje


que hizo daño a su congregación y los dejó sin preparación al enfrentarse a la
profunda realidad del sufrimiento. Predicar esta doctrina falsa parecía dar
resultados a corto plazo, pero a la larga estaba llevando a la gente tras riquezas
y bendiciones que la Biblia nunca promete, y quitando el enfoque de las
promesas mayores de las Escrituras.

La iglesia necesita sana doctrina para poder enfrentar las complejidades de la


vida y de la fe.

¿Qué es la sana doctrina?

La doctrina es “enseñanza escritural de verdades teológicas”[1]. Añadir el


término sano a doctrina aguza la definición con las ideas de “saludable” o
“adecuado”[2]. Por tanto, una definición de lo que la Biblia quiere decir cuando
habla de sana doctrina es la siguiente:

La sana doctrina es la enseñanza bíblica y adecuada de verdades teológicas que


llevan a la salud espiritual y a vidas transformadas tanto de los individuos como
de la iglesia

La sana doctrina debe ser el contenido de cada sermón, de cada estudio bíblico,
de cada canción y de cada libro que leamos en la iglesia. Y debemos amarla.
Aquí hay 8 razones por qué hacerlo:
1. Debemos amar la sana doctrina porque Dios ama la sana doctrina.

Las Escrituras ordenan que los líderes “retengan la palabra fiel que es conforme
a la enseñanza” y que “sean capaces también de exhortar con sana doctrina y
refutar a los que contradicen” (Tito 1:9). La sana doctrina fluye de las palabras
de Dios y de su voluntad revelada en las Escrituras. Dios nos dio Su Palabra y
sana doctrina para que podamos conocerle, amarle, obedecerle, y enseñar a
otros acerca de Él y de lo que Él ha hecho por nosotros en Cristo. Amémosla
porque le amamos a Él.

2. Debemos amar la sana doctrina porque hace madurar tanto a los individuos como a la
iglesia.

La doctrina que no es sana trastorna la fe, extravía a la gente, y finalmente nos


hace perder el tiempo, como le sucedió al pastor Fernando. Enseñar sana
doctrina lleva a la madurez espiritual, tanto en individuos como en la iglesia en
su conjunto (Efesios 4:11-14). Conforme nos alimentamos de sana doctrina,
vamos teniendo menos gusto por la teología que da comezón de oír pero que
luego nos deja insatisfechos y necesitados de lo que verdaderamente
necesitamos. La sana doctrina hace crecer nuestra fe y nos lleva a invertir el
tiempo sabiamente para Cristo y Su Reino, haciendo madurar a la gente y a la
iglesia a la imagen de Cristo.

3. Debemos amar la sana doctrina porque fluye del evangelio.

En 1 Timoteo 1:11, Pablo dice que la sana doctrina es “según el glorioso


evangelio del Dios bendito”. El evangelio es un mensaje para ser proclamado y
enseñado. La sana doctrina es la sustancia de la verdadera enseñanza del
evangelio. Nuestro amor por el evangelio debería estar fuertemente atado con
el amor por la sana doctrina, ya que comunica las verdades del evangelio que
traen salvación a los oyentes (1 Timoteo 4:16).

4. Debemos amar la sana doctrina porque nos lleva a la santidad.

1 Timoteo 1:10 nos dice que existe una forma de vivir que es contraria a la sana
doctrina. La doctrina correcta está ligada a la manera correcta de vivir, y esto es
lo que quiere decir Pablo cuando habla del “pleno conocimiento de la verdad
que es según la piedad” (Tito 1:1). La sana doctrina nos enseña acerca de un
Dios santo y que está airado con el pecado, pero que nos ama lo suficiente
como para sacrificar a Su Hijo en nuestro favor, para librarnos de ese pecado. La
sana doctrina de un Dios santo produce gente santa.

5. Debemos amar la sana doctrina porque nos guarda de la falsa doctrina.

Las Escrituras apuntan a tres fuentes de doctrina: los demonios (1 Timoteo 4:1),
los hombres (Mateo 15:9), y Dios mismo (Tito 2:10). La sana doctrina fluye de
Dios mismo, y es incorruptible y dadora de vida. La sana doctrina es un ancla de
verdad que nos guarda de ser “llevados de aquí para allá por todo viento de
doctrina” (Efesios 4:14). El amor por la sana doctrina será un “escudo de
verdad” contra las mentiras y las doctrinas del enemigo, que son rampantes hoy
día, incluso en muchas iglesias.

6. Debemos amar la sana doctrina porque nos lleva a la acción.

Las Escrituras preparan a los hombres y a las mujeres para toda buena obra (2
Timoteo 3:17). Del mismo modo, una enseñanza sana de las doctrinas de las
Escrituras cataliza tanto el servicio como el testimonio, al instalar una convicción
profunda y un gozo real en la vida de los cristianos. Escuchar la verdad de las
Escrituras enseñada claramente exaltará la misericordia y la gracia de Dios, lo
cual hará que estemos agradecidos y obedezcamos Sus mandamientos para ser
luz en el mundo y proclamar el evangelio, “adornando la doctrina de Dios
nuestro Salvador” (Tito 2:7-10).

7. Debemos amar la sana doctrina porque esto significa amar a Cristo mismo.

Nada me hace tener que contenerme como cuando escucho a los cristianos
decir: “no necesito doctrina, ¡solamente quiero amar a Jesús!”. Esta gente no
entiende que la doctrina es la que nos habla de Jesús, que es la Verdad hecha
carne (Juan 14:6). Jesús vino a predicar (Marcos 1:38). Su predicación incluía
comunicar doctrina que proclamaba quién es Él y cómo deben vivir sus
discípulos en relación con Él y con el mundo.

8. Debemos amar la sana doctrina porque al final nos lleva a la adoración.

Contemplar las verdades acerca de Dios y Sus obras entre los hombres nos hace
maravillarnos con asombro de su bondad (Salmos 107). La adoración no es
solamente el resultado de la doctrina: es la razón por la que la doctrina existe.
Pablo ejemplifica esto concluyendo una de las porciones más ricas de las
Escrituras en cuanto a doctrina con la siguiente doxología: ”¡Oh, profundidad de
las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son
sus juicios e inescrutables sus caminos!” (Romanos 11:33).

Dios quiere que la sana doctrina llene la iglesia con creyentes santos, que
exalten y proclamen a Cristo y que maduren diariamente en el conocimiento de
Dios y la obediencia a Él.

El pastor Fernando ha aprendido mucho desde que dejó de predicar el mensaje


de prosperidad y comenzó a centrarse en enseñar las Escrituras. Aunque mucha
gente ha abandonado la iglesia, nuevas personas han venido, ansiosas por
escuchar la vedad. Los adolescentes que solían sentarse en la parte de atrás de
la iglesia y enviar mensajes de texto durante el servicio se han movido ahora a
las filas de adelante y han comenzado a servir y a alcanzar su comunidad. Este
es un cuadro de la sana doctrina en acción. Enseñar sana doctrina es
importante.

El lugar donde comienza la sana doctrina

Aunque estudiar doctrina en la iglesia local es una forma fantástica de crecer,


quizás lo más importante que podemos hacer diariamente es estudiar las
Escrituras con fidelidad y cuidado. Conforme hemos entrenado a pastores en el
programa Pastores Entrenando a Pastores, hemos visto que a menudo el
crecimiento en la sana doctrina viene cuando la Palabra derriba las doctrinas
que no son sanas, que están enraizadas en un marco teológico defectuoso, en
valores culturales específicos, o simplemente en no leer las Escrituras en su
adecuado contexto histórico, bíblico y literario.

Prestemos atención al mandamiento de Pablo en 2 Timoteo 1:13 y “retengamos


la norma de las sanas palabras que hemos oído, en la fe y en el amor en Cristo
Jesús”.

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