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Antecedentes:
La década de los noventa significó para el Perú una etapa que pocos podremos olvidar. Por
un lado se combatió de manera efectiva al terrorismo y se logró una relativa estabilidad
económica; pero, por otro lado, se vivió una época donde las redes de corrupción hicieron
suyas todo el aparato estatal. (Sandro Hernández Diez), según informes en toda la década
de los 90 la corrupción en licitaciones por parte de funcionarios públicos se perdió más de
3000 millones de soles, para esto existe una fecha clave que es el 5 de abril de 1992 fecha
del autogolpe. Cabe indicar que en esta fecha se dio el desmontaje de la Contraloría
General, Esta institución fue reorganizada, disminuyéndose notablemente su capacidad de
actuación, restándole atributos legales.
Sin perjuicio de lo señalado hasta este punto, podemos adelantar que en las investigaciones
revisadas se aprecia que, en general, el problema recurrente que identifican los autores en
las contrataciones estatales es la corrupción, ya sea mediante dadivas, sobornos y favores
políticos, mediante acuerdos entre funcionarios y privados que participan en los procesos
convocados por el entidades estatales, el débil o nulo control, la ejecución incorrecta de los
contratos, etc
Siendo en la contratación estatal donde resulta más evidente la injerencia de estas prácticas
degenerativas, ya que a través de la misma se ejecutan los recursos públicos destinados a
los diferentes cometidos del Estado; siendo las áreas más sensibles la contratación pública.
El Estado demanda unos bienes y/o servicios, a través de funcionarios que deciden
comprarlos de acuerdo a los procedimientos establecidos para garantizar principios
públicos como la transparencia y la economía en la selección de las ofertas, o por el
contrario, optan por no considerar estos principios contratando a quien garantice el pago de
un soborno. El funcionario tiene la oportunidad, por ejemplo, de restringir los oferentes, y
garantizar una elección determinada, definiendo y ponderando variables de conveniencia
para un elegido contratista y no para el Estado.
Los contratistas llegan incluso a manipular la información con el fin de presentar una oferta
especialmente baja en precios que permita ganar la licitación. Estos contratistas son
considerados como los únicos capaces de ofrecer productos o servicios al Estado, los que
pasan a desempeñar una posición dominante en el mercado contractual del Estado,
restringiendo la libre competencia.