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Comisión: 6
Lib: 329547030
En Japón, en los años 90, la depresión no era tenida en cuenta como una
problemática psicológica:
El modelo atencional era puramente biomédico. George Engel realizo una crítica al
modelo biomédico que reinaba en los finales de los años 70 y comienzo de los años
80, ya que decía que este modelo, reduccionista, era insuficiente debido a que
consideraban que las enfermedades “mentales” eran producto de las alteraciones
físicas y subyacentes, dejando de lado los aspectos psico-sociales que pueden
influenciar en dichas patologías (Engel, G., 1977). En este caso a las personas que
manifestaban los síntomas de la depresión les recomendaban ir a “descansar”.
“Los psicólogos deberán conducirse de forma proba, con firme sentido del honor en el ejercicio de su
profesión. Cooperando con su formación y actualización continua en el avance de su práctica
profesional y en el beneficio de la comunidad” (código Fe.P.B.A. ART: 3.3.3)
“Los psicólogos se preocupan y trabajan para mitigar las causas del sufrimiento humano. En sus
acciones profesionales tienen en cuenta los derechos de sus pacientes o clientes, estudiantes,
participantes de investigación y otras personas afectadas Los psicólogos tratan de evitar el mal uso
de su trabajo. Punto E: Responsabilidad Social. Código A.P.B.A.
No se tomaba a la depresión con la gravedad que se requería, siendo que era una
patología que estaba siendo la causante de una preocupante problemática a nivel
social ya que Japón era y es uno de los países líderes en suicidios por año, y como
causa principal se encuentra la depresión. Tal vez porque era un asunto doméstico
y escondido por miedo a la posible estigmatización en el ambiente familiar, como
laboral y social. Hay que ser éticamente responsables a la hora de diagnosticar,
brindar una atención integral al paciente respetando los derechos y dignidad de las
personas, ya que si uno se equivoca podemos causar un daño a un mayor en el
paciente, en su subjetividad, como también afectar su vida social, laboral, etc. En
este caso la depresión estaba poco difundida como enfermedad mental, y se la
redujo un simple “Resfrió del alma”, con el lema de que “podría pasarle a
cualquiera”, a partir de la campaña de marketing de una reconocida farmacia. Acá
surge un dilema ético con respecto a las nuevas modas y a la responsabilidad de los
medios de comunicación masivo, como estos pueden influir en el modo de pensar y
de actuar de la población. Desde ese momento la cantidad de gente diagnosticada
con el trastorno del estado de ánimo se duplico en poco tiempo.
Por otro lado, la labor medica estaba fuertemente atravesada por la cultura:
Los japoneses tienen una conceptualización del suicidio muy diferente a la que
tenemos en nuestro país. Para ellos el suicidio es un acto de honor, una acción
“moralmente responsable”. Esta concepción data de la antigua Japón, en la época
de los samuráis, los cuales preferían suicidarse antes de rendirse, para conservar
su honor. Acto que era replicado por los militares en la Japón imperial. Walter Reich
(2007) decía que el diagnostico psiquiátrico puede formularse como una
construcción social, que tiene lugar en un contexto social. Por lo tanto, todo
comportamiento de los ciudadanos es juzgado en relación con una norma social.
Luego del primer caso que llego a tribunales, Ichiro Oshima, una empleada de la
empresa Dentsu que se suicidó luego de haber pasado por una grave depresión,
por el gran estrés, tras trabajar demasiadas horas por día, se comenzó a tener un
poco más de concientización acerca de esta situación como realmente algo que
estaba afectando a la población, especialmente a los empleados. El suicidio y la
depresión comenzaron a tener otro color.
El Estado no tomaba como algo preocupante las altas tasas de suicidio, por
lo que no era asunto de políticas públicas para su prevención y tratamiento:
punto k: “todo paciente tiene derecho a tomar decisiones relacionadas con su atención y su
tratamiento dentro de sus posibilidades”.
La medicalización de la vida hace de la cura del cuerpo una obligación y transforma a los que se
ocupan de atender la salud en “aliviadores” del dolor físico, desconociendo la enorme complejidad de
la existencia humana” (Friedman, P., 2007).
“Cuando así lo exija el bien del propio consultante, debio a que este, por causas de su estado,
presumiblemente haya de causarse un daño causarlo a otros” (art: 2.8.1.1)
“Cuando se trate de evitar la comisión de un delito o prevenir los daños que pudieran derivar del
mismo” (art: 2.8.1.2)
Ley 26.657:
Art: 14. “La internación es considerada como un recurso terapéutico de carácter restrictivo, y solo
puede llevarse a cabo cuando aporte mayores beneficios terapéuticos que el resto de las
intervenciones realizables en su entorno familiar, comunitario o social”
Art: 20: “La internación involuntaria de una persona debe considerarse como recurso terapéutico
excepcional en el caso de que no sean posibles los abordajes ambulatorios, y solo podrá realizarse
cuando a criterio del equipo de salud mediare situación de riesgo cierto o inminente para si o para
terceros”...
“La publicidad deberá hacerse en forma mensurada, incluyendo los datos indispensables para la
información útil; en ningún caso deberá ser exagerado de modo que transgiverse en algún sentido la
índole y eficacia de los servicios” (Cod. Fe.P.B.A. art: 6.1.1.2.)
Con respecto a la critica que podría a la concepción de salud mental sostenida por
Japón hasta los años 90, es que era un modelo muy restrictivo, ya que tomaba las
enfermedades mentales desde lo físico, dejando de lado las subjetividades. Desde
el punto de vista de la autonomía del paciente, este modelo era autoritario. Desde el
texto de Franca-Tarrago, “Las implicaciones éticas de las antropologías
subyacentes a las teorías psicológicas”, podríamos denominarlo como un modelo
médico-naturalista, para el cual las enfermedades mentales son causa de un
antecedente biológico o un mal funcionamiento neuronal. (Franca-Tarrago, 1996),
negando la libertad y la responsabilidad de las personas, por eso es antiético. Luego
de la gran campaña de publicidad efectuada por la empresa farmacológica, los
diagnósticos de depresión aumentaron, así como también su medicalización, en
este punto podría decirse que hubo un quiebre en la psiquiatría japonesa; ese
fenómeno social hizo que se convirtiera en un modelo médico-social de la salud
mental. Dicho modelo social considera que todos aquellos comportamientos que
practica la mayoría de la población son considerados “saludables”, aunque en
realidad sean sumamente destructivas. Si dicha conducta es “útil” para la mayoría
de la sociedad puede considerarse como “normal”, y todo lo contrario pasaría a
definirse como “anormal”. Ósea que los diagnósticos están atravesados por la
cultura y el contexto social. Como es el caso de Japón, es una sociedad que está
acostumbrada a vivir con elevadas tasas de estrés, generalmente por las cantidades
de horas de trabajo que deben hacer por semanas, y a partir del significado que
tiene en ellos el suicidio como un acto de honor. Como decía Reich los diagnósticos
son una construcción cultural, ya que están vistos y conceptualizados desde la
propia realidad social. Para nuestro país este modelo es inaceptable tanto a nivel
ético como a nivel de los Derechos humanos de las personas.
Bibliografía: