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HISTORIA DE LA LEGISLACIÓN PROCESAL ECUATORIANA

La herencia castellana.-

Para entender lo que pasaba en el sistema de administración de justicia durante la colonia es


necesario echar un vistazo a lo que ocurría en la metrópoli castellana que trasladó sus instituciones
y su derecho a América.

Según la teoría, históricamente dominante, del origen divino del poder político, encarnado en la
potestad regia, plenitudo potestatis, el oficio de rey, vicario de Dios en la Tierra (Partidas, II, 1, leyes
5 y 7), esto es, su desempeño al “fazer justicia e derecho en el Reyno en que se es Señor”, resultaba posible
por el ejercicio de las potestades normativa, jurisdiccional y gubernativa, que eran los medios de
garantizar el cumplimiento de la justicia y del derecho para todos los súbditos. El ejercicio de estas
potestades requería de una organización administrativa al servicio del poder regio, capaz de
controlar el extenso territorio del Reino desde la Corte, basada en la noción de oficio público,
vinculado al juramento de servicio al rey. Entre los oficios públicos, el oficio por excelencia era el
de juez o alcalde, officium iudicis. La fidelidad al rey vinculaba al juez con el titular último de la
jurisdicción, el soberano, facultándole y obligándole, al mismo tiempo, a impartir justicia a los
particulares. De ahí derivaba el carácter bifronte de la responsabilidad judicial: de un lado, frente
al rey, por incumplimiento de obligaciones juradas como oficiales; de otro, frente a los particulares,
por los perjuicios ocasionados con el uso abusivo o negligente del oficio. De este modo fueron
establecidas dos vías de exigencia de responsabilidad a oficiales públicos en el ejercicio de sus
cargos: la inquisitiva, en el primer caso; la acusatoria, en el segundo. La responsabilidad del oficial
por culpa (negligencia maliciosa, denegación de justicia, imprudencia, impericia, ignorancia) era de
naturaleza civil y se concretaba en el resarcimiento del perjuicio patrimonial inferido al agraviado,
que comprendía el daño y las costas, estimado al libre arbitrio del juez. La responsabilidad del
oficial por dolo (resolución injusta a sabiendas, cohecho, falsedad) era de naturaleza criminal,
subrogaba a su juzgador en la posición del agraviado, pudiendo someterlo al mismo daño, además
de tener cabida el arbitrio regio, conllevando la pena ordinaria, de infamia, la pérdida del oficio,
para sancionar el quebrantamiento del juramento de servicio al rey (Vallejo García-Hevia, 2015, p.
66).

De otra parte, en la edad media, la Iglesia Católica impuso en Europa un Estado teocrático que se
manifestaba incluso en la forma de los juicios con inspiración romano-canónica. El sistema escrito
y la lentitud de los juicios fueron siempre preocupación de autoridades y súbditos.

Es sabido que el problema de la larga duración de los juicios acompañó toda la Historia del
proceso en Castilla desde la Baja Edad media. Fue una de las características del modelo procesal
expandido por Europa de la mano del ius commune, derivada del incremento en el número y
complejidad de actuaciones en que se tradujo el deseo de proporcionar cauce de expresión
adecuado a cuantas circunstancias contribuyeran a la mejor precisión de cada conflicto en
particular y facilitaran su ulterior resolución, así como de las cautelas con las que se pretendió
garantizar tal objetivo. (Alonso Romero, 2001, p.23)

Pleitos hay que duran veinte y treinta años, se dijo en las Cortes de Segovia de 15321, pleitos tan largos que
la vida de los litigantes se iba en ellos sin que les vieran el fin, como dijeron a Felipe II en 15632. Y los

1 Petición 5, Cortes de los antiguos reinos de León y de Castilla, Madrid, Real Academia de la Historia, 1861-1903 –CLC–
IV, pp. 528-529.
2 C. Madrid 1563, sesión de 23 abril (Actas de las Cortes de Castilla, Madrid, 1877 y ss. I, 102-104) y petición 102 (pp.
397-398).
procuradores de las Cortes de Madrid, en 1528, dijeron que las dilaciones de los pleitos: “aunque se
den en ellos buenas sentencias, son mas dannosas e perjudiçiales que si se diesen malas sy fuesen dadas brevemente”3
(sic).

El deseo de alcanzar mayor brevedad en los juicios orientó buena parte de los cambios
experimentados en la regulación normativa del proceso desde que el modelo procesal del Derecho
común apareció en Castilla y paulatinamente consiguió sustituir a los sencillos juicios
altomedievales, en general, muy rápidos, con la inestimable ayuda que supuso su inclusión, a
mediados del siglo XIII, en las obras jurídicas de Alfonso X, El Sabio: Fuero Real (Vallejo, 1985,
p. 495-704) y Partidas4, fundamentalmente.

Las Partidas consagraron este modelo ya conocido tierras en hispanas gracias a una temprana
literatura procesal romano-canónica (Pérez Martín, 1999, p. 318), al que la doctrina siempre
denominó “ordo iudiciorum”, “figura de juicio”, o también “orden y figura de juicio” o “tela de juicio”, el
orden de los juicios por antonomasia. Se basaba en la tradición romana (nunca del todo olvidada
en la praxis procesal de la Iglesia), sobre la que una intensa labor de reelaboración jurisprudencial
en torno al Corpus justinianeo y a la nueva normativa canónica lentamente lo había ido modelando
desde el siglo XI en adelante, y consistía en la sucesión ordenada de diferentes actuaciones
distribuidas en tres fases, con específica función procesal: en la primera se fijaban las posturas de
los litigantes, la petición del actor y la respuesta ante ella del demandado; en la segunda se intentaba
probar; y, en la tercera, el juez sentenciaba sobre los elementos de convicción alegados y
demostrados en juicio. Las conclusiones de las partes cerraban las dos primeras fases con la
solicitud al juez de la apertura de la siguiente, entendiéndose que los litigantes renunciaban a
aportar más elementos, bien para definir su pretensión ante el asunto debatido, bien para
demostrarla. A partir de este esquema básico, propio del sistema acusatorio, se desenvolvía la
planta común de todos los juicios ordinarios, tanto civiles como criminales.

El principio de escritura regía toda la ordenación procesal de las Partidas. En el desempeño de su


oficio, por eso los jueces debían tener consigo:

escriuanos buenos, e entendidos, que escriuan, en libro, apartadamente, las cartas de personerias, que aduzen
ante ellos, los personeros, del demandador, e del demandado e las demandas: e las respuestas, e los otorgamientos,
que las partes fizieren en juyzio: e los dichos de los testigos: e los juyzios: e todas las otras cosas, que fueren y
razonadas de manera que por oluidança: nin por otra razon, non pueda nacer y dubda ninguna5.

Así se manifestaba la fuerte impronta canónica del texto alfonsino, el particular valor dado por la
Iglesia al formalismo en respuesta a su preocupación por la fragilidad humana y su desconfianza
hacia los jueces (Alonso Romero, 2001, p.3), que le había llevado a conservar el sistema romano
de la escritura y a erigir en máxima de las actuaciones judiciales el célebre aforismo “quod non est in
actis, non est in scriptis, non est in hoc mundo”.

Como modelo alternativo apareció el proceso sumario que en 1306 la célebre bula clementina Saepe
contingit pretendió concretar y que, gracias a un valioso aporte doctrinal, se perfiló como un nuevo
orden procesal en todo el ámbito del Derecho común. Con sus orígenes en el Derecho estatutario
italiano y su temprana acogida en la legislación pontificia, este orden de juzgar que el pontífice

3 Petición 62 (CLC IV, p.477).



4 Las Siete Partidas, o Partidas, simplemente, es un cuerpo normativa elaborado en la corona de Castilla, durante el
reinado de Alfonso X, El Sabio, (1252-1284), cuyo propósito era alcanzar cierta uniformidad jurídica en el reino. Su
denominación primigenia era: “Libro de las Leyes”, pero durante el siglo XIV se lo empezó a llamar Partidas debido
a las partes o secciones en que se encuentra dividido.
5 Partida III, 4, 7. 


2
Clemente V impuso se convirtió en el modelo al que en todas partes apuntaron los intentos de
superar las tres notas que desde muy pronto acompañaron a la figura iuditii: complejidad, lentitud y
carestía. Representó el prototipo de proceso breve hacia el que indefectiblemente se volvían todas
las miradas siempre que la necesidad de rapidez se imponía de modo especial, bien fuera por las
características del órgano judicial, bien por las de la materia a juzgar, bien por las personas que se
veían envueltas en los juicios.

La clementina Saepe contingit procuró hacer posible la cláusula simpliciter et de plano ac sine strepitu et
figura iudicii6 y, sobre ese margen de maniobra otorgado al juez que le permitía también actuar en
días feriados, interrogar a las partes en cualquier momento y dictar sentencia sin necesidad de
conclusión expresa de aquéllas, liberó al proceso de la exigencia de libelo y litis contestatio, dispuso
que las peticiones de las partes constasen claramente desde el inicio del litigio desmembradas en
posiciones y artículos, y condensó toda la prueba en un único término probatorio, si bien mantuvo
la obligatoriedad de la sentencia escrita y su estricta dependencia de los méritos del proceso, lo
pedido y demostrado en él, sin admitir más verdad que la resultante de las actas procesales 7.

Es en estos términos como el asunto se plantea por los juristas castellanos, pues no existió en
Castilla una disposición equivalente a la Saepe contingit donde se precisara ese modelo procesal
sumario que tuvo también aquí un amplio campo de acción 8. La regulación de su peculiar orden
fue, en consecuencia, cuestión puramente jurisprudencial, obra de la doctrina y el estilo judicial.
Así se intentó dar cuerpo a un modelo definido sólo por su genérica alteración del orden solemne
y su brevedad: “Causa summaria dicitur, in qua juris ordo omnino non exigitur, sed Judex breviter causa cognita
sententiam dicit”9. Abordado por los juristas castellanos a partir de las exigencias impuestas por ese
orden trascendental, sirvió también para examinar desde esa perspectiva el alcance del poder del
rey (De Dios, 1997, p.229)10.

Pero, a salvo de ese tipo de exigencias impuestas por motivaciones extraprocesales, era
evidente que éste no era un mundo para prisas, ni tan siquiera, se diría, para plazos. En las
Cortes de Segovia de 1532 se puso de manifiesto que la preclusividad no funcionaba, y que
con artículos emergentes e incidentes muchas veces los reos conseguían que se abrieran las
conclusiones. En la práctica, la marcha de los juicios se mostraba excesivamente dependiente
del impulso de las partes y sus abogados. No era tampoco un mundo al alcance de cualquiera,
y es evidente que había intereses corporativos que pugnaban por mantener su complejidad.
Pero no hay que ver en el fracaso de estos intentos de abreviación solamente la malicia de que
siempre se culpó a jueces y abogados, ni la desidia, ni el exceso de trabajo, ni la inercia de unas
rutinas burocráticas asentadas, ni la resistencia de los particulares frente al cambio de situación
que podría suponer la sentencia. Aun recayendo sobre todo ello buena parte de la
responsabilidad del problema, hay una razón más profunda que también lo explica y obliga a

6 De ahí que se incluyera en el título “De verborum significatione”, c. 2, Clem. V, p. 11. 



7 Salvo esto último, nada era de cumplimiento inexcusable: la clementina advertía que, pese a la presencia de la cláusula,
el juicio no quedaría viciado de nulidad si se tramitaba según el solemnis ordo, siempre y cuando las partes no se opusiesen
expresamente a ello.
8 Sólo en algunas normas se hacía hincapié en alguno de sus requisitos, como, por ejemplo, la Instrucción de
corregidores de 1500, cap. 36, donde se disponía que los abogados hicieran sus escritos en hojas de pliego enteros
bien ordenados “aunque las causas sean sumarias” y que aún en los casos en que los jueces actuasen sumariamente no
dejasen “de rescibir las excepciones legitimas y probanzas necesarias” (NR III,6,27, NoR XII,32,3).
9 YÁÑEZ PARLADORIO, Quotidianarum differentiarum..., Dif. 137, núm. 6; SUÁREZ DE PAZ, Praxis..., I Annotatio,
núms. 15 y 31. En la línea, también en esto, del Tractatus de ordine judiciorum, de MARANTA, donde, tras definir el juicio
ordinario (“illud, quod ordinarié tractatur, iuris ordine seruato”), presentaba al sumario como “illud, quod summarié tractatur sine
solemnitatibus praedic- tis” (P. IV, dist. X).
10

3
no considerar la brevedad como un valor absoluto: en aquella cultura jurídica no podía ser
rápida la declaración del Derecho por vía procesal, una operación infinitamente más compleja
que hoy día, porque infinitamente más complejo era el ordenamiento jurídico de referencia.
No eran caprichosas las solemnidades de los juicios: eran un criterio de verdad. Varios siglos
de un rico trabajo doctrinal estaban detrás de ellas, ideadas para la mejor alegación y prueba
del asunto litigioso en un horizonte jurídico de extraordinaria riqueza donde era impensable el
célebre silogismo liberal que quiso reducir la sentencia a la simple adecuación de la situación
controvertida a la ley. El tiempo era necesario. (Alonso Romero, 2001, p.53)

Esta rica tradición jurídica se remonta al Fuero Juzgo, a su vez heredero del Liber Iudiciorum y más
remotamente de la Lex Visigothorum, que estuvieron vigentes antes de las Partidas en la Península
Ibérica. Prieto-Castro (1958, pp. 268-269) sostiene que los distintos cuerpos normativos que
vinieron después no introdujeron cambios fundamentales en la estructura del proceso:
Ordenamiento de Alcalá de 1348; Ordenanzas de Medina de 1489; las Ordenanzas de Madrid de
1502; Ordenanzas de Alcalá de 1503, texto donde más decididamente se abordó la política de
abreviación de los juicios; Leyes de Toro de 1503; Nueva Recopilación, de 1567; y, Novísima
Recopilación de las Leyes de España, de 1805.

La colonia.-

El territorio que actualmente conforma la República del Ecuador permaneció como colonia
española en América aproximadamente 300 años, desde 1534, Fundación de Quito, hasta la
independencia, el 24 de mayo de 1822, en que adhirió a Colombia. Cabe destacar que no todo el
tiempo del coloniaje fue igual. Según Quintero (1991, p.13-56) podemos ubicar tres etapas de la
colonia: Una primera etapa en la que los conquistadores abandonan las armas y se establecen a
cultivar la tierra, explotar las minas, asegurándose de la opresión al indígena mediante leyes e
instituciones que garanticen sus prebendas; la fundación de villas y ciudades en el vasto territorio
conquistado y el consecuente asentamiento de congregaciones religiosas, sus avanzadas
evangelizadoras hacia tierras desconocidas; en un segundo momento se consolida y expande el
sistema hacienda, como eje de las relaciones sociales, económicas, políticas y de dominación; y, un
tercer período de polarización entre “criollos” y “chapetones” por el control político y económico
colonial, azuzado por las reformas borbónicas y la consecuente caída de la producción textil de
Quito (la rebelión de los estancos), que desembocará en las guerras de la Independencia.

Como ha quedado señalado, la tradición jurídica española era muy rica y desarrollada para la época.
Pero antes como hoy, la fuente de injusticia no está en la ley sino en la conducta de los seres
humanos que deben aplicarla. De ahí que, per se, no se pueda culpar al derecho Castellano o al
derecho Indiano del régimen opresor e injusto que trajo consigo la conquista para los habitantes
de América. Las instituciones y el derecho se aplicaban a la medida y conveniencia de la autoridad
española y de los terratenientes criollos que se resume en el célebre dicho: “la ley de acata, pero no se
cumple”.

En la colonia la administración de justicia dependía exclusivamente de los centros de poder.


Cualquier conflicto de alguna importancia debía resolverse en sede Virreinal, o, peor aún, en la
lejana metrópoli ibérica. “Las esperanzas de justicia eran pues en la práctica vanas y estériles”. La creación
de las Reales Audiencias en América, precisamente tuvieron como propósito – al menos original
– la creación de tribunales de justicia en territorios apartados, como sucedía, por ejemplo, con
Quito, equidistantemente lejana, tanto de Lima como de Bogotá.

El eminente historiador ecuatoriano Federico González Suárez indica que:

4
España había organizado el gobierno de sus colonias de América, dividiendo las Indias
occidentales en dos grandes virreinatos: el de Méjico o de la Nueva España, en la parte del
Norte; y el de Lima o el Perú para las regiones del Mediodía. Los virreyes tenían la suprema
autoridad, en lo civil, en lo militar, en lo político y en lo puramente administrativo, y ejercían
además una supervigilancia sobre las audiencias reales, establecidas en sus respectivos
territorios. Lo judicial estaba reservado a las audiencias, cuyos presidentes, en el distrito de su
tribunal, ejercían también, aunque con subordinación a los virreyes, una parte de esa autoridad
casi omnímoda, que en mano de éstos había depositado el monarca de Castilla … La
Audiencia, según la cédula de su erección, debía componerse de un Presidente y tres Oidores,
un fiscal, dos notarios o escribanos y un portero.

Ismael Sánchez Bella (1980, pp. 486 y 487), nos hace el siguiente repaso:

Coincidiendo con la subida al trono del segundo de los Austrias, Felipe II, en 1556, se lleva a
cabo por el Consejo de Indias una estructuración judicial del Virreinato peruano. Hasta
entonces sólo existía la Audiencia de los Reyes o Lima, creada en 1543 para administrar justicia
en los vastos territorios del antiguo Imperio incaico. Al Norte, fuera de los límites de ese
imperio pero dentro del Virreinato del Perú quedaba la Audiencia de Santa Fe, establecida en
1548, y la zona de Panamá, que judicialmente había contado con audiencia propia desde 1538
a 1543, año en que se había trasladado a los confines de Guatemala y Honduras, con
jurisdicción en toda América Central. Ahora se crean nuevas Audiencias: en 1559, la de la Plata
de los Charcas, y en 1563, la de Quito, la de Concepción, en Chile (que se suprimirá muy
pronto, en 1573, para volver a reestablecerse en Santiago en 1606), y, nuevamente la de
Panamá. Chile y Panamá quedan como tribunales de justicia de zonas marginales del
Virreinato, pero los distritos de las Audiencias de Quito y Charcas abarcan territorios que se
siguen considerando parte de una misma unidad que se denomina “Perú” y, a veces, Reino 11.

El sistema judicial en la colonia servía exclusivamente a los intereses de la Corona Española


preocupaba como estaba en hacer rentables sus dominios en América. Sólo las autoridades
españolas y la clase terrateniente “criolla” tenían acceso a jueces y tribunales: algunos sabían leer y
escribir, o alguien lo hacía por ellos; la administración de justicia se manejaba en castellano, con lo
cual aproximadamente el 90% de la población que era indígena y hablaba quichua y otras lenguas
vernáculas, quedaba excluida de hecho. Además estaban las costas del proceso, pues la evacuación
de pruebas y la asesoría abogadil implicaban altas erogaciones que indígenas, cholos, negros no
podían pagar, ni siquiera gran parte de la clase mestiza. A esto se unía el costo del papel, muy
escaso en aquella época, y el costo del envío, de una judicatura a otra, por correo de los expedientes.
Por si algo faltase, los jueces eran también terratenientes emparentados o, al menos conocidos,
con los principales de cada jurisdicción territorial, con lo cual cualquier litigio en el que interviniera
un indígena o mestizo, desde el inicio, ya estaba resuelto en su contra.

Nuevamente, González Suárez nos revela lo que acontecía:

Por otra parte, las relaciones de amistad de los gobernadores, de los corregidores y de los
alcaldes con los encomenderos y con los vecinos acaudalados, las acepciones de personas en
pueblos, cuyos principales vecinos, ordinariamente habían vivido con los magistrados y los
jueces en la vida expansiva de los campamentos; y los empeños y las condescendencias, tan
comunes y fatales entonces como ahora, hacían punto menos que ilusoria la administración de

11 En 1590 los Oficiales Reales decomisan ciertas botijas de vino que han llevado desde Lima algunos vecinos de
Guayaquil por ir sin registro y no haber pagado al salir derechos de almojarifazgo “y los dueños de las botijas alegan
no deberlos, por ser la ciudad de los Reyes y la de Guayaquil todo un Reino y que la Ordenanza que manda se paguen
derechos de lo que se trajere de México o de Chile es por ser diferentes Reinos”. La Audiencia, que da al Rey esta
información, pide se le aclare qué debe hacer (Carta de la Audiencia al Rey, Quito, 18 de abril de 1590, Archivo General
de Historia, Quito).

5
justicia. No hay estímulo tan poderoso para la relajación de la moral pública como la debilidad
de la autoridad; y, cuando se cuenta con la impunidad, hasta los hombres virtuosos se echan
muchas veces por la resbaladiza pendiente de los escándalos. La necesidad de un tribunal de
justicia y de una autoridad respetable se hacía, pues, sentir más y más cada día en la colonia.

Los litigios judiciales de carácter civil se referían básicamente a conflictos de tierras, derivados de
contratos de compraventa, recaudación de impuestos por parte de la Hacienda pública, herencias,
legados y donaciones, causas de expropiación de tierras a indígenas. En materia criminal, estaban
los homicidios, robos y otros atentados contra la propiedad privada, evasión de estancos al licor y
a los cigarrillos. Los tribunales eclesiásticos ejercían jurisdicción conforme al derecho Canónico de
la Iglesia Católica y el Santo Oficio12 (tribunal de la Inquisición) muchas veces invadía el ámbito
ordinario civil o criminal. Al margen de estos últimos, los procesos más importantes posiblemente
hayan sido los juicios de residencia 13 que no eran otra cosa que la cuenta que se tomaba de los
actos cumplidos por un funcionario público al terminar el desempeño de su cargo. (Vallejo García-
Hevia, 2015, p. 66).

No es gratuita la afirmación de que las leyes penales en la Colonia fueron aplicadas con severidad.
Las sanciones iban desde multas pecuniarias, prisión, azotes, confiscación de bienes, hasta
destierro, mutilación de miembros y la pena capital mediante horca. Los azotes eran públicos y
vejatorios: se obligaba a recorrer la ciudad sobre una mula, con el pregonero que las precedía
anunciando la sentencia a gritos. Ni la pena de azotes, ni la de trabajos forzados se aplicaban a los
nobles pero eran aplicadas, en cambio, severamente a los indios y mestizos. (Benítez y Costa, 1991,
p.212-213).

La horca, que era la forma de ejecutar la pena capital, se realizaba en acto público, siempre antes
del medio día. Desde el momento en que el condenado salía de la cárcel con destino al patíbulo
comenzaban a tocar las campanas de las iglesias en forma fúnebre; el condenado salía con grillos
en los pies sobre un jumento y tirado por el verdugo. Llevaba puesta una túnica blanca de género
y un gorro colorado. Luego de ejecutada la sentencia, el cadáver quedaba colgado hasta el
anochecer o se lo despedazaba, a veces, para exponerlo al público en las entradas y salidas de la
ciudad. A los cómplices, especialmente si eran menores de edad, se les hacía presenciar la ejecución
y pasar debajo de los cadáveres.

12 Cuando ya se había empezado a poblar las Indias Occidentales y a predicar en ellas la fe católica, Francisco Jiménez
de Cisneros, regente del reino, cardenal-arzobispo de Toledo e Inquisidor General (1507-1517), encargó a los primeros
obispos … que procediesen en las causas de fe que en sus distritos se ofreciesen, no sólo por la autoridad ordinaria
que por su oficio y dignidad les compete como a pastores de sus ovejas, sino también por la delegada de inquisidores
apostólicos que él les daba y comunicaba”. Juan Solórzano Pereira, Política Indiana (1ª. Ed., Madrid, 1647) edición a
cargo de Francisco Tomás y Valiente y Ana María Barrero, 3 tomos, Madrid, 1996, Tomo II, Libro IV, cap. 24, núm.
4, p.1729).
13 “Había que tener en cuenta que el elemento humano que pasaba a América, sobre todo en los primeros años de la conquista, estab a
compuesto en su mayoría por hombres de espada y aventureros poco inclinados a dejarse manejar por curiales instalados a varias semanas
de marcha de sus campos de operaciones. El que abandonaba su casa, su familia y sus amigos para venir a algún rincón de Améri ca a
rodearse de infieles y a pasar todas las incomodidades imaginables, era natural que aspirase a amasar rápidamente la fortuna que le
permitiese volver a disfrutar de la vida civilizada. Todas estas circunstancias explican la adopción de diversas medidas de control,
declaraciones de bienes, vigilancia recíproca de los organismos americanos, vivitas, juicios de cuentas y de residencia. Estas instituciones que
España creó o perfeccionó, llegaron a formar una tupida malla que dificultaba el enriquecimiento ilícito. Al mismo tiempo que
salvaguardaban los intereses del erario, protegían al vasallo y le daban oportunidad de hacer valer sus derechos. Con ellas la corona ejercía
una vigilancia permanente sobre el personal destacado en ultramar, cuya honestidad y capacidad era aquilatada no sólo en el momento de
hacerse la designación, sino que era objeto de revisión periódica y constante. Los autos en los que se conservan las actuaciones llevadas a
cabo en cumplimiento de estas medidas de fiscalización, constituyen balances minuciosos que reflejan el nivel moral y político de los
funcionarios de las Indias. A través de las varias residencias por las que pasaba normalmente toda persona con cargos oficiales, podía
seguirse, como en un cuadro clínico, los altibajos de su carrera, las tentaciones a las que había sucumbido, sus defectos y t ambién sus
virtudes” (Mariluz Urquijo, 1952, p. 5 y 6).

6
La cadena de prisión perpetua, en el caso de las mujeres, se cumplía en los conventos, en donde
se les encerraba en condición de criadas, para toda la vida. En el caso de los hombres, eran
deportados al castillo de Chagre en Panamá o a Valdivia en Chile. La prisión temporal se cumplía
en Guayaquil, en la fábrica de tabaco (González Suárez, 1966: VI, p.176)

Se debe anotar además que existía una justicia policial para los asuntos menos importantes y
domésticos, que eran resueltos por los Tenientes Pedáneos, después denominados Tenientes
políticos, y comisarios. Estos asuntos se referían a pérdida de acémilas y ganado, rapto de niñas
indígenas (considerado de menor importancia), injurias menores, peleas entre indígenas, hurtos y
robos menores.

Como hecho anecdótico, pero muy decidor porque ilustra los ritualismos atávicos que se
inventaban los jueces al administrar justicia, encontramos una sentencia de 1783 que, en el
territorio de Quito, ordenaba lo siguiente:

…atento el mérito de la causa y la ninguna prueba de las excepciones alegadas por Manuel Cobos,
que debo condenar y condeno a éste, a la pena ordinaria de parricida que se la impondrá, sacándosele
de la Cárcel donde se halla, arrastrado a la Cola de un Caballo por las calles públicas acostumbradas,
a voz de pregonero que haga manifiesto su delito: Del cual modo será conducido al Lugar de la Horca,
compuesta de tres palos, donde será suspendido por un cordel del pescuezo “hasta que naturalmente
muera”; y el Cadáver será medito en un zurrón o saco de cuero, con un perro, una culebra, un gallo y
jimio, o mono, y cerrada la boca, será arrojado en el río más ynmediato: esta sentencia se modificará
al rreo poniéndose a buena custodia (sic)14.

La Gran Colombia.-

El proceso independentista no fue breve ni puntual. A partir de la gesta heroica del 10 de agosto
de 1809 y la masacre del 2 de agosto de 1810, se desencadenaron acontecimientos que concluyeron
en la batalla del Pichincha el 24 de mayo de 1822, sellando definitivamente la Independencia de
España. A los efectos de este estudio, no se puede dejar de mencionar el “Pacto solemne de sociedad y
unión entre las provincias que forman el Estado de Quito”, conocido como la Constitución Quiteña de
181215, en donde, por primera vez en nuestros territorios, se divide la autoridad del Estado en tres
poderes: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, independientes entre sí. En efecto:

…es sorprende la cantidad de elementos modernos de que se halla imbuida la Constitución


quiteña de 1812, sea porque mira resueltamente hacia el futuro o porque se basa en un
pensamiento definitivamente ilustrado y en muchos casos con claras influencias de las
revoluciones estadounidense y francesa. (Landázuri, 2012, p.370).

La Constitución de Cúcuta16, sancionada el 30 de agosto de 1821, es decir antes de nuestra


independencia, declaró “en su fuerza y vigor las leyes que hasta aquí han regido en todas las materias y puntos

14 Cita del Dr. Héctor Orbe, que se remite al estudio: Justicia penal en la colonia y justicia penal en nuestro país, del Dr. Miguel
Ángel Aguirre.
15 El 4 de diciembre de 1811 se instaló el “Soberano Congreso de Quito”, con 18 miembros, que representaban a los
diversos barrios y estamentos de la capital, así como a las poblaciones de Ibarra, Otavalo, Latacunga, Ambato,
Riobamba, Guaranda y Alausí. Dos meses después promulgó la Constitución.
16 El Congreso de Cúcuta, reunido en la Villa del Rosario de Cúcuta entre el 30 agosto y el 3 de octubre de ese año,
bajo la presidencia del Libertador Simón Bolívar, tuvo por objetivo la unificación de las Provincias Unidas de la Nueva
Granada y la Confederación Venezolana en una sola nación. Aquel Congreso dictó la Constitución de Cúcuta que, a
partir del 24 de mayo de 1822, pasó a ser también la Norma Suprema de los antiguos territorios de la Real Audiencia

7
que directa o indirectamente no se opongan a esta Constitución, ni a los decretos y leyes que expidiere el Congreso”
(art. 188). En otras palabras, las leyes españolas, las Leyes de Indias, las Nuevas Leyes de Indias,
las Siete Partidas, siguieron rigiendo en nuestro territorio luego de las guerras de emancipación, no
sólo durante la Gran Colombia sino bien entrada la República.

Mediante ley de 22 de agosto de 1821 “se extingue para siempre el tribunal de la inquisición, llamado también
santo oficio: jamás podrá reestablecerse, y sus bienes y rentas se aplicarán al aumento de los fondos públicos” (art.
2).

Inmediatamente, el Congreso de Bogotá de 1821 dictó la ley de 12 de octubre sobre organización


de Tribunales y Juzgados conforme a la ley de división Territorial de Colombia, se establecieron
tres Cortes de Justicia: Norte, Centro y Sur, este último “compuesto de departamento del Cauca y los que
se formen de las provincias de Quito, con residencia en esta ciudad, luego de que fuera liberada y entretanto, el
tribunal debería residir en Popayán”17.

El 24 de junio de 1823 se crea en el Departamento de Quito una Corte Superior de Justicia


conforme a la ley de 12 de octubre de 1821. Ley de 6 de octubre de 1821 sobre uso de papel sellado
en todos los juzgados y tribunales civiles de la República de cuatro clases 1ra., 2da., 3ra. y 4ta. clase

El tercer Congreso Ordinario reunido en Bogotá el 2 de enero de 1825 organizó el Pode Judicial
en Colombia, dictó leyes de procedimiento judiciales como la de Procedimiento Civil, promulgada
el 13 de mayo de 1825 que fue luego sustituida con la denominada Ley que Arregla el
Procedimiento de las Causas Civiles, del 12 de diciembre de 1829. Se procuraba organizar un
sistema de administración de justicia en un territorio vasto, sin vías de comunicación, con recursos
económicos absolutamente exiguos y con una población desorientada sobre los alcances que sobre
su destino implicarían las luchas de la independencia.

La experiencia Grancolombiana fue efímera, antes incluso de la muerte del Libertador, el 17 de


diciembre de 1830, ya Venezuela y Nueva Granada se habían separado, y el Distrito del Sur
tímidamente, y muy a pesar de su voluntad, se veía avocado también a iniciar su andadura
republicana.

Los primeros años de la República.-

En los albores de la República, uno de los primeros decretos18 que puso en vigencia el General
Juan José Flores, a la postre “Jefe de la administración del Estado del Sur de Colombia”, durante

de Quito, liberados por Sucre en la Batalla del Pichincha. En el preámbulo de aquella Constitución se dice: “El Poder
Judicial donde los asaltos de la intriga pierden toda su fuerza y el rico todo su ascendiente; a donde nadie puede llegar con rostro sereno, si
no va revestido con los simples adornos de la justicia, está destinado a dirimir imparcialmente vuestras contiendas, reprimir al malvado, y
favorecer la inocencia: en tan respetuoso lugar rinden todos homenaje a la Ley; y allí veréis las pasiones desarmadas, cortadas las tramas
del artificio, y descubierta la verdad”.
17 José María Groot, (1941), Historia de la Gran Colombia, 1819-1830, Caracas, Cooperativa de Artes Gráficas, p. 152.
18 La primera norma expedida fue una Circular “Declarando que los indígenas que están en servicio de postas ó de guías, sean
ecsimidos del pago de tributos” (sic), puesta en vigencia el 25 de mayo de aquel 1830. Luego vino el primer Decreto
convocando “al Congreso Constituyente para el 10 de agosto de 1830 en la ciudad de Riobamba” que entró en vigor el 31 de
mayo. El segundo Decreto reglamentó en 44 artículos, y tres disposiciones generales, la forma en que se realizarían
las elecciones para el Congreso Constituyente que se acababa de convocar. Se adjuntaban tres modelos de Actas: para
Asambleas Parroquiales; para la Junta Reguladora del cantón o circuito; y, para la Asamblea electoral provincial.
Después del Decreto que analizamos se dictaron los siguientes que tenían que ordenaban “que todos los efectos importados
por los puertos del Súr, paguen en la aduana de Guayaquil los derechos que adeudasen; y que la plata y oro en pasta ó amonedados que
esportaren, paguen igualmente los derechos respectivos de estracción” (sic). En los siguientes decretos se ordena que el Congreso
Constituyente tendrá la facultad de nombrar a los altos funcionarios del Estado, y asigna el sueldo de mil pesos anuales
para el Secretario General, para el despacho de todos los negocios de la administración pública.

8
aquel convulsionado mes de mayo de 1830, fue el decreto titulado “Designando el tribunal que deba
decidir en última instancia, las causas que conocía la Alta Corte de la República bajo el régimen central”. En este
decreto, fechado el 2 de junio, considerando que “una de las más urjentes necesidades públicas es la
subrogación del tribunal que decida las últimas instancias de que conocía la Alta Corte de la República bajo el
régimen central” (sic) y que “este arreglo provisorio debe acomodarse al estado de los fondos públicos”, ordena: la
composición de la Corte Superior de apelaciones, regula el recurso de nulidad, otorga competencia
para conocer la 3ra. Instancia que estaba reservada a la Alta Corte con sede en Bogotá, y señala
término para interponerse el recurso de queja.

Los gobernantes de las nuevas repúblicas se vieron en la imperiosa necesidad de atender, antes que
a cualquier otra ley, a las que dieran paso a la solución de conflictos judiciales que venían
gestándose desde la colonia y durante la Gran Colombia.

Nuevamente el 5 de julio, se pone en vigor una nueva Circular “Previniendo que se observe el decreto
sobre procedimiento judicial, espedido por S. E. El Libertador en 12 de diciembre de 1829, mientras se resuelva
otra cosa por el Congreso Constituyente” (sic). En esta ocasión Flores hace constar “República de
Colombia, Estado del Súr, Prefectura Departamental del Ecuador”, ante la consulta formulada por
la Corte de Apelaciones.

El 11 de septiembre de 1830 se dicta la Primera Constitución ecuatoriana que, en seis artículos


regulan el Poder Judicial: La justicia será administrada por una Alta Corte de Justicia, por Cortes
de apelación, y por los demás tribunales que establezca la ley (art. 45). Para ser magistrado de la
Alta Corte se requiere: tener 40 años de edad y haber sido ministro de alguna de las Cortes de
apelación (art. 46). Se establece en cada capital departamental una Corte de Apelación “para facilitar
á los pueblos la administración de justicia” (sic) (art. 47). Para ser magistrado de las Cortes de Apelación
se exigía ser abogado en ejercicio; tener 30 años de edad; y, haber sido juez de primer instancia, o
asesor por cuatro años, o haber ejercicio “con buen crédito su profesión por seis años” (art. 48).

En ningún juicio habrá más de tres instancias. Los tribunales y juzgados fundamentarán siempre
sus sentencias (art. 49). La responsabilidad de los ministros de la Alta Corte de Justicia se exigirá
en el Congreso, la de los ministros de las Cortes de Apelaciones en la Alta Corte, la de los prefectos,
gobernadores y jueces, en las Cortes de Apelación. Dispone que una ley especial determinará las
atribuciones, el orden y forma de las cortes de justicia y demás tribunales (art. 50). Los magistrados,
jueces y empleados no pueden ser destituidos sino en virtud de sentencia judicial, ni suspensos
sino por acusación legalmente intentada. Todo empleado es responsable de su conducta en el
ejercicio de sus funciones (art. 57). Ningún ciudadano puede ser distraído de sus jueces naturales,
ni juzgado por comisión especial, ni por ley que no sea anterior al delito. Se conserva fuero
eclesiástico, militar y de comercio (art. 58). Nadie puede ser preso o arrestado sino por autoridad
competente, a menos que sea sorprendido cometiendo un delito, en cuyo caso cualquiera puede
conducirle a la presencia del juez (art. 59). A nadie se exigirá juramento en causa criminal contra sí
mismo, contra su consorte, ascendientes, descendientes y parientes dentro del cuarto grado de
consanguinidad y segundo de afinidad (art. 60). Ninguna pena será trascendental a otro que al
culpado. Queda abolida la pena de confiscación de bienes, excepto la de comisos y multas en los
casos que determine la ley (at. 61). Nadie puede ser privado de su propiedad, ni esta aplicada a
ningún uso público sin su consentimiento y sin recibir justas compensaciones a “juicio de buen varón”
(art. 62). La casa de un ciudadano es un asilo inviolable por tanto no puede ser allanada sino en los
casos precisos, con los requisitos prevenidos en la ley. (art. 65).

Finalmente establece que: “Este Congreso constituyente nombra á los venerables curas párrocos por tutores i
padres naturales de los indijenas, ecsitando su ministerio de caridad a favor de esta clase inocente, abyecta i miserable”
(sic) (art. 68).

9
El 28 de septiembre de 1830, solamente 17 días después de promulgarse la Primera Constitución,
el mismo Congreso Constituyente19 del Estado del Ecuador en la República de Colombia 20 reunido
todavía en Riobamba, reformó la Ley Orgánica del Poder Judicial que en 1825 había promulgado
el Congreso de Colombia, expresando en sus considerandos el deseo de “facilitar la administración de
justicia que había continuado tan centralizada como en época de la Colonia” y que resultaba inepta para
satisfacer los anhelos de justicia. Esta ley, contenida en 102 artículos, pese a su carácter elemental
y confuso, en el que se mezclan disposiciones orgánicas y procesales, debe considerársela como el
primer embrión de nuestro derecho procesal, pues contiene disposiciones para el juicio ejecutivo,
para las impugnaciones, para las nulidades procesales, pero sobre todo, “porque sitúa por primera vez,
en territorio ecuatoriano el ejercicio soberano de la jurisdicción”. (Cruz Bahamonde, 1995, p.13)

La administración de justicia no era gratuita. Cada acto o diligencia tenía un costo que era sufragado
por las partes a los correspondientes actuarios, ya sean alcaldes, secretarios, escribanos o alguaciles.
Los abusos por los cobros en la administración de justicia, se venía arrastrando desde la época
colonial, por lo que el 21 de septiembre de 1830, el Congreso Constituyente decretó que las Cortes
de Apelaciones presenten al gobierno un reglamento de aranceles para su respectivo distrito, pues
la ley de 23 de julio de 1814, al uniformar los aranceles en todos los tribunales y juzgados, ha dado
lugar al entorpecimiento de muchas causas, “por no contener un justa proporción con el trabajo de algunos
curiales y otros empleados de justicia”.

El 26 de septiembre de 1830, el Congreso Constituyente expidió la Ley que determina el modo de


proceder contra los conspiradores. Es una ley de carácter penal, pero que contiene preceptos
procesales, que los resumimos así: “para prevenir las funestas consecuencias de la desorganización social que
ha padecido la República i con el fin de precaver de todo ataque a la seguridad interior i esterior del estado” decreta
que son perseguidos y juzgados los conspiradores contra el Estado, los que incurran en este crimen
quedan sujetos a la jurisdicción común ordinaria, salvo si son eclesiástico o militares en cuyo caso
se respetará su fuero. El juez procederá inmediatamente a evacuar todas las diligencias necesarias
de oficio: tomará la confesión del reo dentro de 24 horas; nombrará fiscal y al defensor; escuchadas
la acusación y la defensa, se abrirá la causa a prueba por el término de 8 días. Concluido el termino
de prueba, el juez concede el término de tres días para que fiscal y acusado presenten sus
alegaciones; el juez dictará sentencia dentro de tres días, y remitirá en la posta al letrado (juez de
letras) previa citación, quien la despachará en el término asignado de tres días.; la sentencia se
consultará a la corte de Apelación del distrito, la que la conformará, revocará o enmendará, en un
término de 6 días. La ejecución corresponderá al juez de primera instancia.

El 23 de marzo de 1831, José Fernández Salvador, encargado de la presidencia de la República,


dicta un breve decreto en el que fija aranceles judiciales “para cortar de raíz los abusos que se habían
introducido en el foro”.

El 8 de noviembre de 1831, el Congreso Constitucional del Estado del Ecuador, reunido en Quito,
dicta la “Ley de Procedimiento Civil”, sancionada ocho días más tarde, por el presidente Juan José
Flores21. El cuerpo normativo contiene 223 artículos, divididos en 17 capítulos. En sus
considerandos se expone que “es indispensablemente necesario fijar las reglas que deban guardarse en dicho

19 El mismo Congreso Constituyente reunido en Riobamba, el 21 de septiembre de aquel mismo año de 1830, decretó
que cada una de las Cortes de Apelación presente en treinta días un reglamento de aranceles para su distrito.
20 Recordemos que tal era la denominación primigenia que habíamos adoptado, pues no estaba claro si estábamos
constituyendo un nuevo Estado o formando una coalición de Estados con Venezuela y Nueva Granada.
21 Ley publicada en el Primer Registro Auténtico No. 24, páginas 192 hasta 225.

10
procedimiento para que se evite la retardación en los pleitos, i se logre la más pronta administración de justicia”
(sic).

El 25 de agosto de 1835 la Convención Constituyente, reunida en Ambato, dicta la Ley de


Procedimientos Civiles, sancionada por el presidente Vicente Rocafuerte que, en aquella ocasión
se refiere al sistema de legislación como “decrépito en sustancia y en sus formas, compuesto de partes
heterogéneas, elemento de un régimen monárquico, el más absurdo y vicioso”, y propone:

Para salir de este laberinto legislativo, lo más acertado sería seguir el ejemplo de la República
de Bolivia, abandonar en lo posible la legislación española y adoptar los códigos civiles,
criminales y de procedimiento que están en vigor y fuera en el Alto Perú. Hemos abolido en
el Guayas las Ordenanzas de Bilbao, cuyo mérito nadie podrá disputar; y las hemos
reemplazado ventajosamente con el nuevo código de comercio, correspondiendo este ensayo
a las más ligeras esperanzas22.

Prontuario de los Juicios, su Orden, Sustanciación e Incidencias, es una obra escrita por el doctor José
Gutiérrez en 1782, en Chacras. Según Troya (1978, p.84) es un erudito resumen de las reglas
procesales de la época, ilustrado con multitud de citas que apoyan las tesis sustentadas. Pues bien,
esta obra fue publicada en Quito el 21 de febrero de 1842, en Imprenta Alvarado, por Juan Pablo
Sanz23, reimpresión corregida y aumentada con los comentarios de “unos Abogados del Ecuador”
cuya identidad se desconoce, pero de cuya existencia se da fe en el Prólogo que textualmente cita
el Dr. Troya Cevallos:

Hemos cumplido con lo que prometimos al público cuando le anunciamos la reimpresión de


este Manual. Se han corregido prolijamente las citas de las leyes, que casi todas estaban
equivocadas en el original impreso en Lima, y se han mejorado el estilo en algunos puntos que,
por la mala construcción de los períodos, presentaba un sentido oscuro o ambiguo. Por medio
de Notas puestas al fin de cada parágrafo se han advertido las alteraciones que han hecho
nuestras leyes a la antigua práctica española. Finalmente se han agregado varios juicios, tales
como el de contrabando, de alimentos, denuncia de obra nueva, juicios de comercio y la ley de
Imprenta. Toca ahora al público el juzgar si hemos llenado nuestro compromiso y
correspondido a las esperanzas del gran número de personas que nos han favorecido con sus
suscripciones. Los Editores. Los actuarios e investigadores que quieran dedicar su atención a
este Libro de no más de 170 páginas, encontrarán de seguro mucho para la historia, en esta
versión ecuatoriana de la Obra del Doctor Gutiérrez, adaptada a nuestro medio. (Troya, 1978,
p.84).

El 16 de junio de 1843, la Convención Constituyente reunida en Quito, dicta una nueva Ley de
Procedimientos Civiles, aprobada por el presidente Flores que había vuelto al poder. Tres días más
tarde se agrega a esta ley el capítulo correspondiente a la jurisdicción coactiva.

Con el advenimiento de la Revolución Marcista, el 10 de marzo de 1848, el presidente Vicente


Ramón Roca, mediante decreto, puso en vigencia una nueva Ley de Procedimientos Civiles. El 24
de octubre de 1863, cuando ya se encontraba vigente el Código Civil24, se dicta una nueva Ley de
Procedimientos Civiles, promulgada por el presidente Gabriel García Moreno.

22 El Dr. Troya Cevallos (1978, p. 81) supone que Rocafuerte se refiere al Código de Procederes de Santa Cruz, del
año 1832, del cual Couture en su libro Proyecto de Código de Procedimiento Civil, confiesa haberse transcrito una buena
parte en el Código de Procedimiento Civil de 1878, vigente en Uruguay.
23 El Dr. Troya Cevallos sostiene que se trata de incunable nacional, del cual se afirma sólo existen en el país dos o
tres ejemplares.
24 El Código Civil entró en vigencia el 1 de enero de 1861.

11
Para el año 1867 vio luz el libro titulado: Instituciones del Derecho Práctico Ecuatoriano, del ilustre
historiador ecuatoriano Pedro Fermín Cevallos, que bien merece ser considerada como la obra
primigenia del procesalismo ecuatoriano. En ella, el mismo autor justifica su trabajo así:

Para señalar lo que hoy practican los tribunales y juzgados de la República, y no lo que
practicaban los del tiempo de las leyes de partida y aún los de las posteriores, era menester que
tuviéramos una obra que, abrazando todas las disposiciones de nuestras leyes orgánicas y de
procedimiento, abrazase también cuanto en esta materia establece el Código Civil, y cuantas
otras antiguas han quedado todavía en vigor mientras no tengamos el Código de
Enjuiciamientos. Era menester que el autor de tal obra hubiese entresacado de las antiguas lo
no derogado, lo no alterado, lo no modificado por las instituciones y leyes patrias, para que así,
mediante la compaginación, unidad y armonía, pudiera el estudiante de derecho contar con un
guía único, y no con los mil que ahora tiene entre diferentes libros, cuadernos y acaso impresos
sueltos, sin hallarse por esto seguro de haber dado con todos los necesarios para llegar al fin
propuesto. De otra manera, teniendo que aprender la materia tal por el autor cual, y tales y
tales por otros y otros distintos, y no pudiendo conocer por sí mismo qué parte de las antiguas
leyes o de las doctrinas de los expositores, se hallan vigentes, y qué parte derogadas, alteradas
o modificadas, seguiría, como hasta hoy, cuando no aburrido, por demás embarazado en el
estudio de una ciencia que, como todas, demanda hilación y concierto entre las diferentes
materias de que se compone.

Código de Enjuiciamientos Civiles de 1871.-

Algunos autores estiman que el primer código procesal ecuatoriano es el aprobado por la
Convención Nacional de 1869, que entró en vigencia el 10 de agosto de 1871, denominado Código
de Enjuiciamientos en Materia Civil, durante la segunda presidencia de García Moreno 25. Lo cual
no es nada atinado por todos los antecedentes que venimos exponiendo. Este Código estuvo
inspirado, según señala Mejía ( 2017, p. 84) en la ley española de 1855, y en los códigos argentino
y peruano.

El 9 de octubre de 1879 se pone en vigor la 2da. edición del Código que había sido preparada por
la Corte Suprema de Justicia, durante la presidencia del tristemente célebre Ignacio de Veintemilla.
El 1 de abril de 1882, entra en vigencia la 3ra. edición mientras seguía a cargo del gobierno el
déspota. Nuevamente la Corte Suprema fue la encargada de preparar el proyecto. La 4ta. edición
del Código de Enjuiciamientos Civiles, entró en vigor el 13 de agosto de 1887, en la presidencia
de José María Plácido Caamaño. En 1890 se publicó la obra: Manuel de Procedimientos Judiciales
de José M. Borja que ponía algo de luz sobre las instituciones procesales que, con tantas y
continuas reformas se habían vuelto farragosas.

En 1892, durante la administración de Antonio Flores Jijón, se puso en vigencia la 5ta. edición del
Código de Enjuiciamientos Civiles; y, en 1900, el 19 de febrero, el general Eloy Alfaro puso en
vigencia la 6ta. edición. El Viejo Luchador, en 1896, se quejaba: “El servicio judicial ha venido siendo
una llaga social gangrenosa, porque las disposiciones legales subsistentes dan lugar a toda clase de abusos”.
Menciona a los jueces honrados, pero sujetos a guiarse por leyes tenebrosas, y termina
proponiendo el sistema de arbitraje para cuestiones civiles, a fin de favorecer al litigante honrado.

El mismo Alfaro puso en vigor la 7ma. edición el 12 de junio de 1907, a partir del trabajo realizado
por la Corte Suprema de Justicia.

25 Publicado junto con la segunda edición del Código Civil de aquel año 1871.

12
El Dr. Víctor M. Peñaherrera, refiriéndose a la edición de 1907, manifestaba: “ninguna ley ha sido tan
inestable y sujeta a vicisitudes y cambios, en efecto, el Código de 1871 fue reformado sustancialmente en 1879. Y
éste, en 1880, con lo cual hízose una nueva edición, que contenía las reformas de los años 85, 86, 90 y 92. En
1899 se hizo otra edición, que contenía las reformas de los años 94, 96 y 97. Siguen la de 1900 y la de 1907”.
Y sentenciaba: “porque desde entonces (1848) y en todo tiempo, ha sido entre nosotros el Código de
Enjuiciamientos tema obligado de todas las legislaturas”. (Peñaherrera, 1912-27)

Finalmente, el 1 de agosto de 1918, en la presidencia de Alfredo Baquerizo Moreno26, se puso en


vigencia la 8va. y última edición del Código de Enjuiciamientos Civiles, que duró hasta 1938. Sin
embargo debemos destacar que el Dr. Manuel Eduardo Escudero, Ministro Juez de la Corte
suprema de justicia, con aprobación del Presidente Provisional de la República, Isidro Ayora,
publicó una edición privada en 192827.

Código de Procedimiento Civil.-

El 1 de abril de 1938, bajo el régimen de Alberto Enríquez Gallo, se dictó el Código de


Procedimiento Civil que, en buena, parte recogía el contenido de su antecesor. La terminología
fundamental se conservaba, así como sus defectos, entre los que destacan las numerosas e inexactas
definiciones y una evidente imprecisión en los términos y vocablos que utiliza.

En el año 1955, durante la tercera administración del Dr. Velasco Ibarra, se promulgó la 2da.
edición de aquel Código, bajo la responsabilidad de la Comisión de Legislación.

El 31 de marzo de 1960, en la presidencia de Camilo Ponce Enríquez, apareció la 3ra. edición del
Código28, aunque en 1973 la Corporación de Estudios y Publicaciones hizo una nueva publicación
del Código. 27 años más tarde, el 13 de enero de 1987, el Plenario de las Comisiones Legislativas
del Congreso Nacional, aprobó la 4ta. Edición del Código de Procedimiento Civil, a la que se
denominó “codificación” 29. La última codificación del Código de Procedimiento Civil la realizó la
Comisión de Codificación del Congreso Nacional en el año 2005 30 incluyendo disposiciones y

26 El Congreso Nacional encargó el 30 de septiembre de 1912 a la Academia de Abogados de Quito la revisión de los
Códigos de la República y una nueva edición de ellos. El Presidente Alfredo Baquerizo Moreno autorizó a la Academia
en 1917, la nueva edición del Código de Enjuiciamientos Civiles, mediante Decreto de 24 de junio de 1918, que entró
en vigencia el 1 de agosto de ese mismo año. Constaba de 1085 artículos y recibió la aprobación de la Corte Suprema
de Justicia.
27 La publicación se titula: Código de Enjuiciamiento Civil, con la Jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia de
la República del Ecuador, coleccionada por el Dr. Manuel Eduardo Escudero, Ministro Juez de este Tribunal, Tomo
I, Quito, Imprenta Nacional, 1928.
28 Publicada en el Suplemento al RO 1202 de 20 de agosto de 1960. Suplemento que contiene además la Constitución
y Leyes de la República, en impecable edición, exenta de errores gramaticales y tipográficos.
29 Publicada en el RO 687 de 18 de mayo de 1987, edición llena de errores tipográficos y gramaticales y, sobre todo,
de alteraciones o reformas arbitrarias que la deterioran por completo, habiéndola convertido en un instrumento
diminuto y de muy baja calidad técnica.
30 Codificación 2005-011, publicada en el Suplemento al RO 58, de 12 de julio de 2005.

13
concordancias de medio centenar de normas relacionadas31, que estuvo vigente hasta el año 201632.
El CPC aun mantenía una terminología decimonónica, hablaba de “alguaciles”, “oficial mayor”,
“secretario relator”, ahora desaparecidos.

Los abogados, jueces y docentes universitarios fuimos formados bajo el imperio de esta Ley
procesal, que aprendimos a utilizar y comentar. La jurisprudencia de varias décadas fueron
burilando sus instituciones junto con la doctrina nacional, que ciertamente es escaza. Ahora nos
enfrentamos a lo nuevo y desconocido.

Código Orgánico General de Procesos.-

El Código Orgánico General de Procesos, sucesor actual de todos los mencionados, fue aprobado
por la Asamblea Nacional el 12 de mayo de 2015, pero con un período 12 meses de vacatio legis33,
por lo que su entrada en vigor ocurrió el 12 de mayo de 2016. El COGEP pretende “la innovación
y transformación del sistema procesal más importante de la vida republicana del Ecuador…que simplifica las vías
procesales; establece la oralidad en todos los procedimientos judiciales; vuelve realidad los principios de lealtad y
buena fe; alienta el uso de los métodos alternativos para la solución de controversias; y, fortalece la celeridad y la
transparencia en la tramitación de las causas…”34. Declaración de buenas intenciones y anhelos que,
como en muchas ocasiones, no se concretan en la práctica y el servicio judicial continúa siendo
complejo, lento, caro, aquellas tres notas que en la edad media buscaba combatir la bula clementina
Saepe contingit.

El COGEP deroga al anterior Código de Procedimiento Civil, a la Ley de Casación, cuyo articulado
con algunas modificaciones incorpora en su texto; y, la ley de la Jurisdicción Contencioso
Administrativa. Reforma de manera importante normas del Código Orgánico de la Función
Judicial; el capitulo procedimental del Código Orgánico Tributario; el capítulo de procedimientos
judiciales del Código de la Niñez y Adolescencia; varios artículos del Código Civil; el Código del
Trabajo en lo atinente al procedimiento laboral; la Ley para el Juzgamiento de la Colusión.
Introduce cambios en los siguientes cuerpos normativos: Código Aeronáutico, Ley Orgánica de
Garantías Jurisdiccionales y Control Constitucional, Ley de Compañías, Ley de Inquilinato, Ley de
Caminos, Ley de Mercado de Valores y Código Orgánico Monetario y Financiero, Ley de Aviación
Civil, Ley Notarial, Ley de Gestión Ambiental, Ley de Prevención y Control de la Contaminación
Ambiental, Ley de Propiedad Intelectual (sustituida por el Código Orgánico de la Economía Social
de los Conocimientos, Creatividad e Innovación, Código de Ingenios), de la Ley de Arbitraje y
Mediación; Ley Orgánica para la Defensa de los Derechos Laborales, y, por último, “otras
disposiciones de igual o menor jerarquía que se opongan a lo dispuesto a la misma”.

31 “En efecto, el sistema procesal civil ecuatoriano es exclusivamente ritualista; la falta de sistematización por
instituciones hace que el actual Código adjetivo no constituya una herramienta adecuada ni para los operadores de
justicia, ni para los usuarios del servicio. La última codificación, publicada en el Registro Oficial No. 58 de 12 de julio
de 2005, incorpora reformas que no han sido significativas. Hay que señalar que el Código de Procedimiento Civil
ecuatoriano en vigencia siguió el modelo del Código de 1938, con pocas reformas; éste a su vez transcribió, con
pequeñas alteraciones, el Código dictado por la Convención Constituyente de 1869 y publicado en 1871 y sus
numerosas reformas, el cual a su vez se inspiró en el Código Procesal peruano y en la Ley de Enjuiciamiento Civil
española de 1855, lo que hace concluir que la legislación procesal civil tiene corte decimonónico, y urge su adaptación
a las nuevas corrientes legislativas, jurisprudenciales y doctrinarias” (PROJUSTICIA, 2007, p. 12)
32 De acuerdo a la Disposición Transitoria Segunda del COGEP, los procesos iniciados con el CPC seguirán
sustanciándose hasta su conclusión conforme a la normativa vigente al momento de su inicio. Como en Ecuador los
procesos son largos y duran años, existen todavía (a finales de 2019) un considerable número de causas que se tramitan
en base al CPC.
33 Según Disposición Final Segunda del COGEP, aunque las disposiciones que regulan el remate entraron en vigencia
en ciento ochenta días exclusivamente.
34 Presentación del Código Orgánico General de Procesos, COGEP, por el Presidente del Consejo de la Judicatura.

14
Se declaran normas supletorias del COGEP: el Código de la Niñez y Adolescencia, el Código
Orgánico Tributario, el Código Civil, el Código del Trabajo y el Código de Comercio (actualmente
reemplazado por uno nuevo).

En su corta vida, el COGEP ha sido reformado en tres ocasiones35, que han añadido, modificado,
o suprimido 54 artículos de su texto original. La Corte Constitucional ha emitido dos sentencias 36
que declaran inconstitucionales su texto, la última sobre el texto del proyecto de Ley Reformatoria,
antes de que entre en vigencia.

La oralidad en Ecuador.-

La Constitución de 1945 que nunca llegó a entrar en vigencia, por primera vez establecía que las
leyes procesales adoptarán en lo posible el sistema verbal (art. 93). Un disposición casi idéntica fue
incorporada en la Constitución de 1967: “Las leyes procesales procurarán la simplificación y eficacia de los
trámites; adoptarán en lo posible el sistema oral, y nunca se sacrificará la justicia a la sola omisión de formalidades”
(art. 200, inciso 4). Es decir, el anhelo de un procedimiento oral cumplió media centuria en nuestro
medio.

Nuevamente la Constitución de 1979, con la que inauguramos el nuevo y último período


democrático, disponía que “Las leyes procesales procurarán la simplificación, uniformidad y eficacia de los
trámites; adoptarán en lo posible el sistema oral” (art. 93). Pero mientras estuvo vigente, tampoco se logró
concretar la oralidad en los procesos judiciales.

La Constitución de 1998, sancionada en Riobamba, nuevamente se decantó por la oralidad en el


sistema procesal ecuatoriano cuando ordenaba que: “La sustanciación de los procesos, que incluye la
presentación y contradicción de las pruebas, se llevará a cabo mediante el sistema oral, de acuerdo con los principios:
dispositivo, de concentración e inmediación” (art. 194). La redacción es más precise e incisiva, quizás por
eso, el legislador, al fin, de preocupó de la implantación de la oralidad aunque sea en forma parcial.
En efecto, en Ecuador se inició la introducción de la oralidad en la sustanciación de los procesos
penales, con la expedición del nuevo Código de Procedimiento Penal en enero de 2000, luego en
los de niñez y adolescencia, con el Código de la materia, promulgado el 3 de enero de 2003; y, en
los procesos laborales, cuya ley reformatoria fue publicada en el RO 146 de 13 de agosto de 2003,
mediante la cual se introdujo un juicio oral por audiencias y abreviado. El procedimiento civil y los
otros tipos procesales debieron esperar una nueva Carta Fundamental y una década más todavía.

Finalmente, la actual Constitución de 2008 ordena, al referirse a las garantías jurisdiccionales, que
“el procedimiento será oral en todas sus fases e instancias” (art. 86, núm. 2, letra b CE), y más adelante
insiste en “que la sustanciación de los procesos en todas las materias, instancias, etapas y diligencias se llevará a
cabo mediante el sistema oral, de acuerdo con los principios de concentración, contradicción y dispositivo” (art. 168,
núm. 6 CE).

35 Reformas al COGEP introducidas en la Ley Orgánica para el Fomento Productivo, Atracción de Inversiones,
Generación de Empleo y Estabilidad y Equilibrio Fiscal, publicada en Registro Oficial Suplemento 309 de 21 de agosto
de 2018. Ley Orgánica Reformatoria del COGEP, publicada en RO 517 de 26 de junio de 2019.
36 Resolución de la Corte Constitucional No. 6, publicada en Registro Oficial Suplemento 19 de 14 de noviembre del
2017, que dispone la interpretación condicionada de los artículos 27 y 28 del COGEP. Dictamen 003-19-DOP-CC de
la Corte Constitucional, caso 0002-19-OP, de 14 de marzo de 2019, que declara la inconstitucionalidad de 11 artículos
del Proyecto de la Ley Orgánica Reformatoria al COGEP (luego publicada en RO de 26 de junio de 2019).

15
Según apreciamos, el legislador constitucional ecuatoriano dispuso la implementación del
“sistema oral” de una manera dogmática e irreflexiva, cometiendo tres gravísimos errores a
nuestro entender: 1. Ordenar que la oralidad se aplique en todas las materias. 2. Ordenar que
la oralidad se aplique en todas las etapas y diligencias del proceso. 3. Ordenar que la oralidad
se aplique en todas las instancias y fases del proceso. (Mejía Salazar, 2018, p.133).

Respecto de este interesante comentario que compartimos en su mayor parte, nos permitimos
señalar, en relación a la primera crítica, que no sabemos cuáles procesos podrían ser diseñados
para que se evacúen de forma escrita. Por lo que a nuestro entender hace bien la Constitución en
señalar que – por principio - todos los procesos sean orales. Coincidimos en cambio, cuando se
señala el error de la indiscriminada orden constitucional para que se aplique la oralidad en todas
las diligencias del proceso, porque sencillamente es imposible que una demanda, con todo su
formalismo y tecnicismo pueda efectuarse de manera oral, y lo mismo podemos decir de la
contestación a la demanda, de la reconvención y su respectiva contestación, sólo para señalar las
más importantes, incluso de la misma sentencia que, necesariamente, debe reducirse a escrito, aun
cuando en un primer momento haya sido pronunciada de manera oral. En cuanto a la oralidad en
todas las etapas del proceso, también advertimos que la norma constitucional se excede más allá
de lo conveniente pues en la tramitación de los recursos (apelación, casación, de hecho y los
horizontales) resulta casi imposible hablar de una procedimiento oral, pues en la mayoría de los
casos estamos ante una tramitación breve que se reduce a analizar el expediente escrito por parte
del juez superior.

El sistema oral es la fundamental novedad que trae el COGEP y, por eso, será materia de análisis
en la mayor parte de esta obra.

16
CAPÍTULO I: ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA: PRINCIPIOS Y
GARANTÍAS CONSTITUCIONALES Y LEGALES

1.1. Derechos fundamentales y proceso

1.1.1. Estado constitucional de derechos.-

El primer artículo de la Constitución declara que Ecuador “es un Estado constitucional de derechos y
justicia, social, democrático, soberano, independiente, unitario, intercultural, plurinacional y laico” (art. 1 CE).
Con lo cual desde el principio la norma constitucional pondera la realización de la justicia como
inherente al Estado Ecuatoriano. Julio César Trujillo comenta así este primer artículo:

… en la definición del art. 1 está comprendido el concepto clásico del Estado de derecho,
iniciado por Locke en el siglo XVI, recogido siglos más tarde por la Declaración de la
Independencia y en las primeras Enmiendas de la Constitución de los Estados Unidos de
América y de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, este concepto digo está
comprendido en el art. 1, porque al decir Estado constitucional se está diciendo que el Ecuador
es un Estado de derecho, ya que la Constitución es norma jurídica, como consta en varios
artículos del texto constitucional (artículos 424 y 425, entre otros), la organización, funciones,
competencias, facultades, etc., del Estado son legítimas en cuanto se hallan previstas y son
ejercidas según sus normas jurídicas, además reitera este mismo concepto el art. 226 cuando
dispone que los poderes públicos no pueden actuar válidamente sino en ejercicio de
competencias y facultades que le son atribuidas en la Constitución y las leyes.

Se refuerza y no debilita este concepto, en el art. 1, cuando prescribe que el Ecuador es un


Estado constitucional de derechos y justicia, el plural derechos significa que, en nuestro caso,
el Estado al servicio de derechos constitucionalmente garantizados, tanto que en caso de
conflicto de las normas constitucionales entre sí, han de prevalecer las normas que reconocen
derechos sobre las que confieren poderes, cuanto que designa también que las mismas leyes y
más normas jurídicas son válidas en cuanto sirven para garantizar la dignidad del ser humano
(art. 94) y para este mismo fin, se han de formular y ejecutar las políticas públicas y servicios
públicos (art. 85).

Respecto de los derechos fundamentales, recordemos que no son creación de la Constitución, pues
ésta se limita a consagrarlos y su no reconocimiento no condiciona la existencia de aquellos ni
impide su existencia dentro de un Estado de Derecho (Oyarte, 2016, p.449). En consecuencia, el
reconocimiento de los derechos y garantías establecidos en la Constitución y en instrumentos
internacionales de derechos humanos, no excluye los demás derechos derivados de la dignidad de
las personas, comunidades, pueblos y nacionalidades, que sean necesarios para su pleno
desenvolvimiento (art. 11, núm. 7, CE).

En efecto, la legitimidad de los derechos individuales “no radica en que hayan sido reconocidos por el
Estado, sino que, por el contrario, el Estado tiene legitimidad en cuanto que es expresión y garantía de tales derechos”
(García Pelayo, M., 1959, p. 150).

De este modo, el objetivo final del constitucionalismo es garantizar los derechos fundamentales
de la persona humana, y es ése el propósito que justifica la existencia misma del Estado moderno.

1.1.2. Derechos fundamentales y proceso.-

Pero ¿cuál es la relación entre derechos fundamentales y los derechos procesales que se consagran
en la Constitución? Para despejar el tema recurramos a la reflexión de Robert Alexy:

17
Los derechos a los procedimientos judiciales y administrativos son esencialmente derechos a
una tutela jurídica efectiva. Una condición para una tutela jurídica efectiva es que el resultado
del procedimiento garantice los derechos materiales del respectivo titular de los derechos
procesales. A la garantía de los derechos materiales hay que referir la fórmula del Tribunal
Constitucional Federal que describe de la siguiente manera la tarea del derecho procesal: “El
derecho procesal sirve para la producción de decisiones conformes a la ley que, desde este punto de vista, son
correctas, pero que, además, dentro del marco de la corrección, son justas”. Todo esto indica que, en el
ámbito del procedimiento, hay que relacionar dos aspectos: uno procedimental y otro
material.

Existen dos modelos fundamentales diferentes de la relación entre el aspecto procedimental


y el material. De acuerdo con el primer modelo, la corrección del resultado depende
exclusivamente del procedimiento. Si el procedimiento ha sido llevado a acabo
correctamente, el resultado será correcto. No existe un criterio independiente del
procedimiento para juzgar acerca de la corrección. De acuerdo con el segundo modelo,
existen ciertas pautas de corrección independientes del procedimiento. El procedimiento es
un medio para lograr esta corrección en la mayor medida posible, así como para llenar los
márgenes de acción que estas pautas dejan abiertos … Sin embargo, aquí no se trata de una
teoría procedimental general, sino de juzgar a cerca de la relación entre los procedimientos
jurídicos y los derechos fundamentales. Si uno se limita a este punto, puede decirse que sólo
el segundo modelo hace justicia a la idea de los derechos fundamentales. En algunos aspectos
decisivos, los derechos fundamentales son no-procedimentales (Alexy, R., 2017, p.433).

Es decir, la observancia de preceptos relativos al procedimiento no garantiza por sí misma el


respeto a los derechos fundamentales de las partes procesales. El formalismo judicial no es
sinónimo de apego a los valores inherentes al ser humano que implicarían necesariamente la
realización de la justicia. La existencia de derechos, principios y reglas relativas al procedimiento
judicial, por tanto, no puede hacernos perder la perspectiva de que la tutela judicial efectiva tiene
un contenido material, no sólo procedimental. Cuando entran en pugna el contenido material con
la forma procedimental - conforme el interesante fallo recogido por Alexy - debe prevalecer el
primero pues, el derecho procesal sirve para la producción de decisiones conformes a la ley que,
desde este punto de vista, son correctas (modelo procedimental), pero que, además, dentro del
marco de la corrección, deben ser justas (modelo material). De ahí que el sistema procesal sea un
medio para la realización de la justicia (art. 169 CE).

1.2. Supremacía constitucional.-

1.2.1. Constitución, norma suprema.-

Hernán Salgado define así la supremacía constitucional:

En el ordenamiento jurídico, orden gradado y jerarquizado, la Constitución ocupa el nivel


normativo superior, tiene la mayor jerarquía jurídica, a esto se denomina la superlegalidad o la
supremacía de la Constitución. Lo dicho significa que las normas constitucionales se
caracterizan por tener una fuerza jurídica especial y superior, una superlegalidad; ello le pone
a la cabeza del ordenamiento jurídico del Estado, confiriéndole una preeminencia indiscutible.
De lo expuesto es fácil deducir que la Constitución es el fundamento sobre el cual se levanta
la totalidad del orden jurídico y ella determina las condiciones de validez de todas las demás
normas. (Salgado, 2004, p.51)

La Constitución es la norma suprema y prevalece sobre cualquier otra del ordenamiento jurídico,
por tanto, carecen de eficacia jurídica las normas y actos del poder público que no le guarden
obediencia (art. 424 CE).

18
Puesto que todas las personas, autoridades e instituciones están sujetas a la Constitución (art. 426,
inc. 1, CE), los jueces administran justicia con sujeción a ella, a los instrumentos internacionales
de derechos humanos y a la ley (art. 172 CE; art. 125 y 129, núm. 1, COFJ).

1.2.2. Tratados y convenios internacionales de derechos humanos.-

Los tratados internacionales de derechos humanos ratificados por el Estado que reconocen
derechos más favorables a los contenidos en la Constitución, prevalecen sobre cualquier otra
norma jurídica o acto del poder público (art. 424, inc. 2, y art. 426, inc. 2, CE). En estos tratados
se aplican los principios pro ser humano, de no restricción de derechos, de aplicabilidad directa y
de cláusula abierta establecidos en la Constitución (art. 417 CE).

Se prohíbe la celebración de tratados o instrumentos internacionales en los que el Estado


ecuatoriano ceda jurisdicción soberana a instancias de arbitraje internacional 37 en controversias
contractuales o de índole comercial, entre el Estado y personas naturales o jurídicas privadas 38 (art.
422 CE).

1.2.2.1. Declaración Universal de los Derechos Humanos39.-

En la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 ya encontramos preceptos que


dicen relación con garantías y principios procesales: la libertad e igual en dignidad y derechos (art.
1); prohibición de torturas, tratos crueles e inhumanos y degrantes (art. 5); reconocimiento de la
personalidad jurídica (art. 6); igualdad ante la ley y derecho a igual protección de la ley (art. 7);
derecho a un recurso efectivo ante tribunales nacionales competentes que ampare contra actos que
violen derechos fundamentales (art. 8); nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni
desterrado (art. 9); derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oído públicamente y con
justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la determinación de sus derechos y
obligaciones o para el examen de cualquier acusación en materia penal (art. 10); toda persona
acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su
culpabilidad y en juicio público en el que se aseguren todas las garantías necesarias para su defensa.
Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de cometerse no fueron delictivos
según el Derecho nacional o internacional. Tampoco se impondrá pena más grave que la aplicable
en el momento de la comisión del delito (art. 11); en caso de persecución, toda persona tiene
derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en cualquier país, pero este derecho no podrá ser
invocado contra una acción judicial realmente originada por delitos comunes o por actos opuestos
a los propósitos y principios de las Naciones Unidas (art. 14).

1.2.2.2. Convención Interamericana de Derechos Humanos.-

37 Incumpliendo este mandato constitucional, la Ley para el Fomento Productivo, Atracción de Inversiones y
Generación de Empleo, agrega dos artículos a continuación del artículo 16 del Libro II del Código Orgánico de la
Producción, Comercio e Inversiones, el primero dice: “Arbitraje.- Para contratos de inversión que superen los diez millones de
dólares de los Estados Unidos de América, el Estado deberá pactar arbitraje nacional o internacional en derecho, de conformid ad con la
ley”. Ley 0, de 7 de agosto de 2018 (Suplemento a RO 309 de 21 de agosto de 2018).
38 Se exceptúan aquellos que establezcan solución de controversias entre Estados y ciudadanos en Latinoamérica por
instancias arbitrales regionales o por órganos jurisdiccionales de designación de los países signatarios. En este caso no
pueden intervenir jueces de los Estados que sean parte de la controversia (art. 422 CE).
39 Aprobada y proclamada por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en su resolución 217 A (III), de 10 de
diciembre de 1948.

19
La Convención Interamericana de Derechos Humanos40contiene los siguientes preceptos
aplicables a la actividad jurisdiccional:

Garantías judiciales: 1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro
de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido
con anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella,
o para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier
otro carácter. 2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia
mientras no se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda persona tiene
derecho, en plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas: a) Derecho del inculpado de ser
asistido gratuitamente por el traductor o intérprete, si no comprende o no habla el idioma del
juzgado o tribunal; b) Comunicación previa y detallada al inculpado de la acusación formulada; c)
Concesión al inculpado del tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su defensa;
d) Derecho del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un defensor de su
elección y de comunicarse libre y privadamente con su defensor; e) Derecho irrenunciable de ser
asistido por un defensor proporcionado por el Estado, remunerado o no según la legislación
interna, si el inculpado no se defendiere por sí mismo ni nombrare defensor dentro del plazo
establecido por la ley; f) Derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el tribunal
y de obtener la comparecencia, como testigos o peritos, de otras personas que puedan arrojar luz
sobre los hechos; g) Derecho a no ser obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse culpable,
y h) Derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior. 3. La confesión del inculpado
solamente es válida si es hecha sin coacción de ninguna naturaleza. 4. El inculpado absuelto por
una sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo juicio por los mismos hechos. 5. El proceso
penal debe ser público, salvo en lo que sea necesario para preservar los intereses de la justicia
(artículo 8).

Principios de legalidad y de retroactividad: Nadie puede ser condenado por acciones u omisiones
que en el momento de cometerse no fueran delictivos según el derecho aplicable. Tampoco se
puede imponer pena más grave que la aplicable en el momento de la comisión del delito. Si con
posterioridad a la comisión del delito la ley dispone la imposición de una pena más leve, el
delincuente se beneficiará de ello (artículo 9).

Derecho a indemnización: Toda persona tiene derecho a ser indemnizada conforme a la ley en
caso de haber sido condenada en sentencia firme por error judicial (artículo 10).

Igualdad ante la ley: Todas las personas son iguales ante la ley. En consecuencia, tienen derecho,
sin discriminación, a igual protección de la ley (artículo 24).

Protección judicial: 1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro
recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare contra actos que violen
sus derechos fundamentales reconocidos por la Constitución, la ley o la presente Convención, aun
cuando tal violación sea cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.
2. Los Estados Partes se comprometen: a) A garantizar que la autoridad competente prevista por
el sistema legal del Estado decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso;
b) A desarrollar las posibilidades de recurso judicial, y c) A garantizar el cumplimiento, por las
autoridades competentes, de toda decisión en que se haya estimado procedente el recurso (artículo
25).

40Denominada “Pacto de San José de Costa Rica”, fue suscrita en la Conferencia Especializada Interamericana sobre
Derechos Humanos San José, Costa Rica del 7 al 22 de noviembre de 1969. En vigencia desde el 18 de julio de 1978.
Son parte de la Convención 25 Estados. Ratificada por Ecuador el 8 de diciembre de 1977.

20
1.2.2.3. Otros Convenios de Derechos Humanos.-

El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos 41, aprobado en 1966, contiene disposiciones
muy similares a la Convención Interamericana de Derechos Humanos, de la cual sin duda es fuente
principal. En este Pacto, los Estados Partes se compromete a garantizar que: a) Toda persona
cuyos derechos o libertades reconocidos en el Pacto hayan sido violados podrá interponer un
recurso efectivo, aun cuando tal violación hubiera sido cometida por personas que actuaban en
ejercicio de sus funciones oficiales; b) La autoridad competente, judicial, administrativa o
legislativa, o cualquiera otra autoridad competente prevista por el sistema legal del Estado, decidirá
sobre los derechos de toda persona que interponga tal recurso, y desarrollará las posibilidades de
recurso judicial; c) Las autoridades competentes cumplirán toda decisión en que se haya estimado
procedente el recurso (Artículo 2.3). Los derechos civiles que tienen relación con aspectos de
procedimiento judicial están desarrollados en el 14.

La Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia Contra la


Mujer, “Convención de Belem do Para” 42, prescribe que toda mujer tiene derecho al
reconocimiento, goce, ejercicio y protección de todos los derechos humanos y a las libertades
consagradas por los instrumentos regionales e internacionales sobre derechos humanos. Estos
derechos comprenden, entre otros: … f. el derecho a igualdad de protección ante la ley y de la
ley; g. el derecho a un recurso sencillo y rápido ante los tribunales competentes, que la ampare
contra actos que violen sus derechos (Artículo 4).

Además, los Estados Partes condenan todas las formas de violencia contra la mujer y convienen
en adoptar, por todos los medios apropiados y sin dilaciones, políticas orientadas a prevenir,
sancionar y erradicar dicha violencia y en llevar a cabo lo siguiente: … f. establecer
procedimientos legales justos y eficaces para la mujer que haya sido sometida a violencia, que
incluyan, entre otros, medidas de protección, un juicio oportuno y el acceso efectivo a tales
procedimientos; g. establecer los mecanismos judiciales y administrativos necesarios para asegurar
que la mujer objeto de violencia tenga acceso efectivo a resarcimiento, reparación del daño u otros
medios de compensación justos y eficaces (Artículo 7).

En la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer 43, los
Estados Partes se comprometen a: … c) Establecer la protección jurídica de los derechos de la
mujer sobre una base de igualdad con los del hombre y garantizar, por conducto de los tribunales
nacionales competentes y de otras instituciones públicas, la protección efectiva de la mujer contra
todo acto de discriminación (Artículo 2).

La Convención sobre los Derechos del Niño44 determina que en todas las medidas concernientes
a los niños que tomen instituciones públicas o privadas de bienestar social, tribunales, autoridades

41 Aprobado y abierto a la firma, ratificación y adhesión por la Asamblea General en su resolución 2200 A (XXI), de
16 de diciembre de 1966, vigente desde el 23 de marzo de 1976.
42 Ratificada por Ecuador el 10 de enero de 1995.
43 Aprobada y abierta a la firma y ratificación, o adhesión, por la Asamblea General en su resolución 34/180, de 18
de diciembre de 1979, vigente desde 3 de septiembre de 1981.
44 Aprobada y abierta a la firma y ratificación por la Asamblea General en su resolución 44/25, de 20 de noviembre
de 1989, en vigor desde el 2 de septiembre de 1990. Están en vigor también el Protocolo facultativo de la Convención
sobre los Derechos del Niño relativo a la venta de niños, la prostitución infantil y la utilización de niños en la
pornografía. Asamblea General - Resolución A/RES/54/263 del 25 de mayo de 2000; y, el Protocolo facultativo de
la Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la participación de niños en los conflictos armados. Asamblea
General - Resolución A/RES/54/263 del 25 de mayo de 2000.

21
administrativas u órganos legislativos, se tendrá una consideración primordial a atender el interés
superior del niño (Artículo 3.1).

Otros Convenios Internacionales sobre Derechos Humanos45 son: Pacto Internacional de


Derechos Económicos, Sociales y Culturales46; Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos47; Segundo Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos, destinado a abolir
la pena de muerte48; Convención Internacional sobre la
Eliminación de todas las Formas de Discriminación Racial 49; Convención sobre la Eliminación de
todas las Formas de Discriminación contra la Mujer 50; Convención sobre los Derechos del Niño51;
Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes 52; y,
Convención Internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores
migratorios y de sus familiares53

1.2.2.4. Instrumentos internacionales que contienen disposiciones procesales.-

Código de Derecho Internacional Privado Sánchez de Bustamante (1928); Convención de Viena


sobre Relaciones Diplomáticas (1961); Convención de Viena sobre relaciones Consulares (1963);
Convención de Nueva York sobre la obtención de Alimentos en el Extranjero (1956); Convención
Interamericana sobre Exhortos o Cartas Rogatorias (1975), y su Protocolo Adicional; Convención
Interamericana sobre Recepción de Pruebas en el Extranjero (1975); Convención Interamericana
sobre Eficacia Extraterritorial de las Sentencias y Laudos Arbitrales Extranjeros (1979);
Convención Interamericana sobre Obligaciones Alimentarias (1989); Convención de Viena sobre

45 Según el Documento: Los principales tratados Internacionales de Derechos Humanos, Oficina del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Nueva York, 2006.
46 Aprobado y abierto a la firma, ratificación y adhesión por la Asamblea General de la ONU en su resolución 2200
A (XXI), de 16 de diciembre de 1966.
47 Aprobado y abierto a la firma, ratificación y adhesión por la Asamblea General de la ONU en su resolución 2200
A (XXI), de 16 diciembre de 1966.
48 Aprobado y proclamado por la Asamblea General de la ONU en su resolución 44/128, de 15 de diciembre de
1989.
49 Aprobada y abierta a la firma y ratificación por la Asamblea General de la ONU en su resolución 2106 A (XX), de
21 de diciembre de 1965, y modificada por la resolución 47/111 de la Asamblea General de la ONU, de 16 de
diciembre de 1992.
50 Aprobada y abierta a la firma y ratificación, o adhesión, por la Asamblea General de la ONU en su resolución
34/180, de 18 de diciembre de 1979. Protocolo Facultativo de la Convención sobre la eliminación de todas las formas
de discriminación contra la mujer, aprobado por la resolución 54/4 de la Asamblea General de la ONU, de 6 de
octubre de 1999, y abierto a la firma, ratificación y adhesión el 10 de diciembre de 1999.
51 Aprobada y abierta a la firma y ratificación por la Asamblea General de la ONU en su resolución 44/25, de 20 de
noviembre de 1989. Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la participación
de niños en
 los conflictos armados, aprobado y abierto a la firma, ratificación y adhesión por la resolución 54/263
de la Asamblea General,
 de 25 de mayo de 2000. Protocolo facultativo de la Convención sobre los Derechos del
Niño relativo a la venta de niños, la prostitución infantil y la utilización de niños
 en la pornografía, aprobado y
abierto a la firma, ratificación y adhesión por la resolución 54/263 de la Asamblea General de la ONU,
 de 25 de
mayo de 2000.
52 Aprobada y abierta a la firma, ratificación y adhesión por la Asamblea General de la ONU en su resolución 39/46,

de 10 de diciembre de 1984. Protocolo Facultativo de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos
 o Penas
Crueles, Inhumanos o Degradantes, aprobado por la Asamblea General de la ONU en su resolución 57/199, de 18
de diciembre de 2002 (aún no entrada en vigor).
53 Aprobada por la Asamblea General de la ONU en su resolución 45/158, de 18 de diciembre de 1990 (no está en
vigor).

22
el Derecho de los Tratados (1969); Convención Interamericana sobre Exhortos y Cartas
Rogatorias (1975); Estatuto del Tribunal de Justicia de la Comunidad Andina de Naciones,
Decisión 500 (2001); y, Convención para Suprimir la Legalización de los Documentos Públicos
Extranjeros, Convención de la Haya sobre la Apostilla (1961); Convención sobre el
Reconocimiento y Ejecución de Sentencias Arbitrales Extranjeras (1961); Tratado para establecer
reglas uniformes en materia de Derecho Internacional Privado, Lima (1878); Tratado sobre
Derecho Internacional Privado entre la República del Ecuador y la República de Colombia (1903);
y, Pacto sobre Ejecución de Actos Extranjeros (1911).

1.2.3. Aplicación directa de los derechos.-

Los derechos se pueden ejercer, promover y exigir de forma individual o colectiva ante autoridades
competentes, que están obligadas a garantizar su cumplimiento (art. 11, núm. 1, CE). Los derechos
consagrados en la Constitución y en los instrumentos internacionales de derechos humanos son
de inmediato cumplimiento y aplicación. Son plenamente justiciables y no puede alegarse falta de
ley o desconocimiento de las normas para justificar la vulneración de los derechos y garantías
establecidos en la Constitución, para desechar la acción interpuesta en su defensa ni para negar el
reconocimiento de tales derechos (arts. 11, núm. 3 y 426, inc. 3, CE; art. 142, inc. 1, LOGJCC;
arts. 5 y art. 4, inc. 1, COFJ).

La aplicación directa de la Constitución implica que no es necesario que sus preceptos deban estar
desarrollados por normas secundarias para hacerse efectivos, tanto si se refieren a derechos
fundamentales o a otras disposiciones de la Carta Fundamental. Si no existe ley de desarrollo, no
se puede exigir condiciones para su ejercicio que sólo mediante ley se pueden establecer (art. 11,
núm. 3, inc. 2; art. 132 núm. 1; y, art. 133, núm. 2, CE). Pero, el principio de aplicación directa de
la Constitución se utiliza a falta de norma secundaria, y no cuando ésta existe y es inconstitucional
(Oyarte, 2016, p.26). En este caso el juez no puede declarar esta inconformidad y debe remitir la
consulta a la Corte Constitucional (art. 428 CE).

1.2.4. Principio de cláusula abierta.-

La comunidad internacional asumió la tarea de crear un sistema que protegiera a los individuos del
exceso en el ejercicio del poder por parte de los gobernantes: “Parecía claro que no era posible dejar
entregado a la “soberanía” de cada Estado el destino de los individuos” (Nash Rojas, 2006, p.174). Con el
reconocimiento internacional de estos derechos, los Estados tienen igual deber de respetarlos y de
ajustar su legislación para un cumplimiento efectivo de los derechos humanos.

Por su parte, la Corte Interamericana de Derechos Humanos en opinión consultiva declaró:

La Corte debe enfatizar, sin embargo, que los tratados modernos sobre derechos humanos en
general, y en particular la Convención Americana, no son tratados multilaterales del tipo
tradicional, concluidos en función de un intercambio recíproco de derechos para el beneficio
mutuo de los Estados contratantes. Su objeto y fin son la protección de los derechos
fundamentales de los seres humanos, independientemente de su nacionalidad, tanto frente a
su propio Estado como frente a los otros Estados contratantes. Al aprobar estos tratados sobre
derechos humanos, los Estados se someten a un orden legal dentro del cual ellos, por el bien
común, asumen varias obligaciones no en relación con otros Estados, sino hacia los individuos
bajo su jurisdicción54.

54 Corte Interamericana de Derechos Humanos, Opinión Consultiva 2/82, de 24 de septiembre de 1982.

23
El Derecho Internacional de los Derechos Humanos tradicionalmente se ha introducido en los
ordenamientos de los Estados, mediante tratados internacionales debidamente ratificados,
estableciéndose en la normativa propia de cada país reglas de tratamiento para estos instrumentos.
Pero en las últimos años se han incorporado en las Constituciones estatales “cláusulas abiertas” o
“cláusulas de apertura” a los derechos humanos consagrados en tratados internacionales, con el
propósito de ampliar el ámbito de protección de esos derechos. Al convertirse en derechos
constitucionales son directamente aplicables y gozan de la protección que la Constitución ofrece a
los derechos contenidos en ella, independientemente de su regulación o desarrollo legislativo
(Brewer Carías, 2008, p.523). En Ecuador, la cláusula abierta consta en el art. 417, en concordancia
con el 11, núm. 7, de la Constitución.

La inclusión dentro del texto constitucional de la cláusula abierta tiene como propósito, por un
lado, evitar aplicaciones equívocas entre sistemas internos y externos de protección de derechos
humanos y, por otro, otorgar seguridad jurídica a jueces y tribunales que deben aplicar estas
normas. Existe inserción explícita cuando los ordenamientos constitucionales contemplan
expresamente los derechos humanos y les dan una supremacía constitucional, como en el caso
ecuatoriano; otros los constitucionalizan; algunos les dan superioridad sobre las leyes; y, por fin,
hay ordenamientos que los asimilan con las leyes (Nikken, 2013, p.43).

1.2.5. Inconstitucionalidad de normas regresivas.-

El contenido de los derechos se desarrolla de manera progresiva a través de normas, jurisprudencia


y políticas públicas. El Estado genera y garantiza condiciones necesarias para su pleno
reconocimiento y ejercicio. Cualquier acción u omisión de carácter regresivo que disminuya,
menoscabe o anule injustificadamente el ejercicio de los derechos es inconstitucional (art. 11, núm.
8, CE).

Según la Organización de los Estados Americanos (2005), medidas o normas regresivas son
“aquellas disposiciones o políticas cuya aplicación signifique un retroceso en el nivel del goce o ejercicio de un derecho
protegido”55. La noción de regresividad puede entenderse, entonces, en doble vertiente: el primera
es normativa y dice relación al retroceso de contenidos que una norma posterior cambia respecto
de una norma anterior. Sin embargo, se debe precisar tal como lo hizo la Corte Constitucional de
Colombia (2008), en que los alcances de una norma regresiva, pueden entenderse en el siguiente
sentido: “1. cuando se recorta o limita el ámbito sustantivo de protección de un derecho; 2. cuando aumentan
sustancialmente los requisitos exigidos para acceder al respectivo derecho” (Corte Constitucional de Colombia,
2008)56. El segundo es el de regresividad por resultados de políticas públicas en materia de derechos
sociales.

El principio de prohibición de regresividad es un correlato del principio de progresividad (Torres,


N., 2015, p.98), que bien podría definirse como la dimensión reactiva del mismo (Pisarello, 2006,
p.317). El principio de progresividad de los derechos se encuentra reconocido en el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, en la Convención Americana sobre
Derechos Humanos y en el Protocolo de San Salvador de la OEA.

1.2.6. Principio Iura Novit Curia.-

55 Organización de los Estados Americanos (2005). Normas para la confección de informes periódicos previstos en
el Protocolo de San Salvador. Resolución de la Asamblea General de la OEA en su trigésimo quinto período ordinario
de Sesiones. AG/RES. 2074 (XXXV-O/05). Fort Lauderdale, Florida, Estados Unidos de América, 7 de junio de
2005.
56 Corte Constitucional de Colombia (2008). Sentencia C-507/08. Expediente D-6987. 21 de mayo de 2008.

24
En materia constitucional, los jueces aplican las normas constitucionales y las previstas en
instrumentos internacionales de derechos humanos, aunque las partes no las invoquen
expresamente (art. 426, inc. 2, CE; art. 4, núm. 13 y 76, núm. 1, LOGJCC).

Aunque no ha sido unánime la jurisprudencia constitucional, mencionemos que la Corte


Constitucional ha resuelto dentro de una acción de incumplimiento:

… que en aplicación de la regla de interpretación constitucional Iura Novit Curia (el juez
conoce el derecho) y aplicación directa de la Constitución, el juez constitucional a partir de
la activación de una garantía jurisdiccional, está facultado para fundamentar su fallo en
disposiciones constitucionales no señaladas por las partes o en estimaciones no
fundamentadas en derecho57. (Corte Constitucional, 2009).

El análisis de constitucionalidad o legitimidad, en forma privativa, corresponde al juez


constitucional, quien puede fundamentar su decisión en cualquier precepto constitucional
vulnerado, aunque no haya sido invocado expresamente por el accionante (art. 19, inc. 2, COFJ).
Tratándose de la acción de protección y de las demás garantías jurisdiccionales, se debe agotar el
análisis sobre la violación de derechos fundamentales provenientes del acto u omisión
impugnados, aunque el peticionario lo haya fundamentado en uno distinto o incluso equivocado
(Oyarte, 2016, p. 15).

También en procedimientos reglados por el COGEP, el juez debe corregir omisiones o errores de
derecho en que hayan incurrido las partes que intervienen en el proceso. Sin embargo, no puede
conceder o declarar mayores o diferentes derechos a los pretendidos en la demanda, ni fundar su
decisión en hechos distintos a los alegados por las partes (art. 91 COGEP). Disposición que no es
aplicable cuando de esa forma se puedan vulnerar derechos reconocidos en la Constitución y en
instrumentos internacionales de derechos humanos (art. 140 COFJ).

1.2.7. Acción extraordinaria de protección.-

La acción extraordinaria de protección 58 ante la Corte Constitucional, contra sentencias o autos


definitivos en los que se ha violado por acción u omisión derechos reconocidos en la Constitución,
procede cuando se han agotado los recursos ordinarios y extraordinarios dentro del término legal,
a menos que la falta de interposición de estos recursos no fuera atribuible a negligencia de la
persona titular del derecho constitucional vulnerado (art. 94 CE). Puede ser interpuesta por
cualquier persona o grupo de personas que han sido o han debido ser parte en un proceso (art. 59
LOGJCC), en el término de veinte días desde la notificación de la decisión judicial a la que se
imputa la violación, para quienes fueron parte, y, para quienes debieron serlo, el término corre
desde que tuvieron conocimiento de la providencia (art. 60 LOGJCC).

Se presenta ante el juez, sala o tribunal que dictó la sentencia o auto definitivo, quien ordena
notificar a la otra parte y remite el expediente completo a la Corte Constitucional en el término de
cinco días. La sala de admisión en el término de diez días verifica: 1. Que exista un argumento
claro sobre el derecho violado y la relación directa e inmediata, por acción u omisión de la
autoridad judicial, con independencia de los hechos que dieron lugar al proceso; 2. Que el

57 Corte Constitucional en transición. Sentencia No. 002-09-SAN-CC (suplemento RO 566 de 8 de abril de 2009).
58 Debe tenerse presente que además la Constitución prevé las siguientes acciones constitucionales en el marco de las
garantías jurisdiccionales: acción de protección (art. 88 CE), acción de hábeas corpus (arts. 89 y 90 CE), acción de
acceso a la información pública (art. 91 CE), acción de hábeas data (art. 92 CE), acción por incumplimiento (art. 93
CE).

25
recurrente argumente, la relevancia constitucional del problema jurídico y de la pretensión; 3. Que
el fundamento de la acción no se agote en lo injusto o equivocado de la sentencia; 4. Que el
fundamento de la acción no sea la falta de aplicación o errónea aplicación de la ley; 5. Que el
fundamento de la acción no se refiera a la apreciación de la prueba por parte del juez; 6. Que la
acción se haya presentado dentro de término; 7. Que la acción no se plantee contra decisiones del
Tribunal Contencioso Electoral durante procesos electorales; y, 8. Que al admitirse el recurso
extraordinario de protección se permita solventar una violación grave de derechos, establecer
precedentes judiciales, corregir la inobservancia de precedentes establecidos por la Corte
Constitucional y sentenciar sobre asuntos de relevancia y trascendencia nacional.

Declarada la inadmisibilidad, se archiva la causa y se devuelve el expediente al juez o tribunal que


dictó la providencia, dicha declaración no es susceptible de apelación. Si la admite se procede al
sorteo para designar juez ponente, quien sin más trámite elabora y remite el proyecto de sentencia
al pleno para su conocimiento y decisión. La admisión de la acción no suspende los efectos del
auto o sentencia objeto de la acción. Esta identificación incluye una argumentación clara sobre el
derecho y la relación directa e inmediata, por acción u omisión (art. 62 LOGJCC).

La Corte Constitucional tiene término de treinta días para resolver la acción y determinar si en la
sentencia se han violado derechos constitucionales del accionante. Si declara la violación, ordena
la reparación integral al afectado (art. 64 LOGJCC).

Ahora bien, se ha cuestionado que una acción contra sentencias o decisiones judiciales significaría
una especie de tercera instancia, con la demora en la duración de los procesos que ello implica;
rompiendo además el principio de jerarquía de la Corte Nacional en la administración de justicia
ordinaria, al admitir una “intromisión” de la justicia constitucional; y, por último, contradiciendo el
principio de cosa juzgada y el de seguridad jurídica en general. Ante estas críticas, bien cabe tener
en cuenta que:

Constituye … un profundo error concebir al juez o al tribunal de justicia ordinaria como
opuesto o separado al de la justicia constitucional, desvinculado de la Constitución, como
alguien que aplica mecánicamente normas aisladas del sistema jurídico, sistema cuyo
fundamento y unidad reside en la Constitución. En un Estado constitucional, justicia ordinarias
y justicia constitucional son complementarias y guardan permanente comunicación. Aunque
algunas competencias son privativas de cada una, otras competencias, como por ejemplo el
conocimiento de la acción de amparo y protección, son necesariamente complementarias,
hasta el punto que los jueces ordinarios deben actuar en ocasiones como jueces
constitucionales, mientras que los Tribunales Constitucionales bregan por influir con su
jurisprudencia sobre la interpretación constitucional de la justicia ordinaria. … De hecho,
conforme a una noción amplia de garantía constitucional, los jueces de la justicia ordinaria
integran las denominadas garantías jurisdiccionales ordinarias de la Constitución. Cuando estas
garantías no operan adecuadamente es indispensable que se activen las garantías
jurisdiccionales especiales o constitucionales como la acción extraordinaria de protección. De
esta forma, la justicia ordinaria y la constitucional deben coordinar y complementarse entre
ellas a efectos de asegurar los derechos y la supremacía de la Constitución. (Grijalva, 2012,
pp.262-264).

1.2.8. Orden jerárquico para la aplicación de las normas.-

El orden jerárquico de aplicación de las normas jurídicas queda establecido así: Constitución;
tratados y convenios internacionales; leyes orgánicas; leyes ordinarias; normas regionales y

26
ordenanzas distritales59; decretos y reglamentos; ordenanzas; acuerdos y resoluciones; y, demás
actos y decisiones de los poderes públicos (art. 425 CE).

La Constitución determina el procedimiento para su propia reforma (arts. 441 a 444 CE; y, art. 73
LOFL), así como el trámite para la aprobación de leyes orgánicas y leyes ordinarias (arts. 132 a 140
CE; y, arts. 52 a 66 LOFL). Pero no señala la forma en que se elaboran decretos, reglamentos,
ordenanzas y demás normas inferiores, cuyo procedimiento está reglado en normas inferiores
dispersas.

1.2.9. Interpretación de la norma constitucional.-

Anotemos que la interpretación auténtica de la Constitución es potestad de la Corte Constitucional,


con carácter vinculante (arts. 429 y 436, núm. 1 CE), mientras que la interpretación auténtica de la
ley corresponde a la Asamblea Nacional (art. 20, núm. 6, CE).

La norma constitucional se interpreta por el tenor literal que más se ajuste a su integralidad y, en
caso de duda, en el sentido que más favorezca a la plena vigencia de los derechos y que mejor
respete la voluntad del constituyente, de acuerdo con los principios generales de la interpretación
constitucional (arts. 427 y 11, núm. 5, CE; y, art. 6 COFJ).

Cuando un juez, de oficio o a petición de parte, considera que una norma jurídica es contraria a la
Constitución o a los instrumentos internacionales de derechos humanos que establezcan derechos
más favorables que los reconocidos en la Constitución, suspende la tramitación de la causa y remite
en consulta el expediente a la Corte Constitucional que, en un plazo no mayor a cuarenta y cinco
días, resuelve sobre la constitucionalidad de la norma. Cumplido el plazo sin pronunciamiento de
la Corte, el perjudicado puede interponer la acción correspondiente 60 (arts. 428 CE y 4 COFJ).

De conformidad con el art. 3 de LOGJCC, quedan expeditas las siguientes reglas de interpretación
jurídica constitucional y ordinaria, sin perjuicio de que en un caso concreto se utilicen una o varias
de ellas:

Reglas de solución de antinomias61: en caso de contradicción entre normas jurídicas, se aplica la

59 Las normas regionales y ordenanzas distritales, aunque mencionadas en la norma constitucional, no han tenido
aplicación práctica por no responder ese tipo de división territorial a la realidad social, política y geográfica del país.
60 El proceso sigue sustanciándose si transcurrido el plazo previsto la Corte no se pronuncia. Si la Corte resuelve
luego de dicho plazo, la resolución no tiene efecto retroactivo, pero queda a salvo la acción extraordinaria de
protección por parte de quien hubiere sido perjudicado por recibir un fallo o resolución contraria a la resolución de la
Corte Constitucional. No se suspende la tramitación de la causa, si la norma jurídica impugnada por el juez es resuelta
en sentencia. El tiempo de suspensión de la causa no se computa para efectos de la prescripción de la acción o del
proceso (art. 4, inc. 3, 4 y 5, COFJ).
61 “La antinomia es la situación en que dos normas pertenecientes a un mismo sistema jurídico, que concurren en el
ámbito temporal, espacial, personal y material de validez, atribuyen consecuencias jurídicas incompatibles entre sí a
cierto supuesto fáctico, y esto impide su aplicación simultánea. Antes de declarar la existencia de una colisión
normativa, el juzgador debe recurrir a la interpretación jurídica, con el propósito de evitarla o disolverla, pero si no se
ve factibilidad de solucionar la cuestión de ese modo, los métodos o criterios tradicionales de solución de antinomias
mediante la permanencia de una de ellas y la desaplicación de la otra, son tres: 1. criterio jerárquico (lex superior derogat
legi inferiori), ante la colisión de normas provenientes de fuentes ordenadas de manera vertical o dispuestas en grados
diversos en la jerarquía de las fuentes, la norma jerárquicamente inferior tiene la calidad de subordinada y, por tanto,
debe ceder en los casos en que se oponga a la ley subordinante; 2. Criterio cronológico (lex posterior derogat legi priori),
en caso de conflicto entre normas provenientes de fuentes jerárquicamente equiparadas, es decir, dispuestas sobre el
mismo plano, la norma creada con anterioridad en el tiempo debe considerarse abrogada tácitamente, y por tanto,
ceder ante la nueva; y, 3. Criterio de especialidad (lex specialis derogat legi generali), ante dos normas incompatibles, una
general y la otra especial (o excepcional), prevalece la segunda, el criterio se sustenta en que la ley especial substrae

27
competente, la jerárquicamente superior, la especial o la posterior.


Principio de proporcionalidad: si no es posible resolver la contradicción a través de las reglas de


solución de antinomias, se aplica el principio de proporcionalidad, según el cual se comprueba que
la medida en cuestión proteja un fin constitucionalmente válido, que sea idónea, necesaria para
garantizarlo y que exista el debido equilibrio entre la protección y la restricción constitucional.

Ponderación: criterio que establece una relación de preferencia entre los principios y normas,
condicionada a las circunstancias del caso concreto: cuanto mayor sea el grado de la no satisfacción
o de afectación de un derecho o principio, tanto mayor tiene que ser la importancia de la
satisfacción del otro.

Interpretación evolutiva o dinámica: las normas deben entenderse a partir de las cambiantes
situaciones que ellas regulan con el objeto de no hacerlas inoperantes o ineficientes o de tornarlas
contrarias a otras reglas o principios constitucionales.


Interpretación sistemática: Se interpretan las normas a partir del contexto general del texto
normativo, para lograr la debida coexistencia, correspondencia y armonía entre todas las
disposiciones.

Interpretación teleológica62: Atiende a la finalidad que persigue el texto de la norma.


Interpretación literal: Cuando el sentido de la norma es claro, se atenderá su tenor literal 63, sin
perjuicio de que, para lograr un resultado justo en el caso, se puedan utilizar otros métodos de
interpretación.

Otros métodos de interpretación: la interpretación de normas jurídicas, cuando fuere necesario,


atiende a principios generales de derecho, a la equidad y a principios de unidad, concordancia
práctica, eficacia integradora, fuerza normativa y adaptación.

Finalmente, conviene tener presente que, en caso de conflicto entre dos leyes de la misma materia
que contemplen sanciones diferentes para un mismo hecho, se aplica la menos rigurosa, incluso si
su promulgación es posterior a la infracción. En caso de duda sobre una norma que contenga
sanciones, se aplica en el sentido más favorable al infractor (art. 76, núm. 5, CE).

1.3. Responsabilidad del Estado por inadecuada administración de justicia.-

1.3.1. Obligación de reparar.-

El Estado y toda persona que actúe en ejercicio de una potestad pública (jueces), están obligados
a reparar las violaciones a los derechos de los particulares por falta o deficiencia en la prestación
de servicios públicos (administración de justicia), o por acciones u omisiones de sus funcionarios

una parte de la materia regida por la de mayor amplitud, para someterla a una reglamentación diversa (contraria o
contradictoria)”. Sentencia del Cuarto Tribunal Colegiado en materia Civil del Primer Circuito, Amparo directo
293/2009, de 4 de junio de 2009, México (publicada en Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta. Tomo XXXI,
Febrero de 2010, Pág. 2788) .
62 La interpretación teleológica considera el objeto, motivo o fin razonable de la ley.
63 La primera regla de interpretación que trae el Código Civil dice: “Cuando el sentido de la ley es claro, no se desatenderá su
tenor literal, a pretexto de consultar su espíritu” (art. 18, núm. 1 CC).

28
y empleados en el desempeño de sus cargos (art. 11, inc. 10, CE). Puntualmente, el juez es
responsable por detención arbitraria, error judicial, retardo injustificado, inadecuada
administración de justicia, violación del derecho a la tutela judicial efectiva y por violación de los
principios y reglas del debido proceso (art. 11, inc. 12, CE; y, arts. 15; 20, inc. 2; 32, inc. 1; 124,
inc. 1; y, 127 COFJ).

Si una sentencia condenatoria es reformada o revocada, el Estado repara a la persona que ha


sufrido pena como resultado de tal sentencia y, declarada la responsabilidad por tales actos de
servidores públicos, administrativos o judiciales, repite en contra de ellos (art. 13, inc. 11, CE; art.
10 CIDH).

1.3.2. Procesos por mal funcionamiento de la administración de justicia.-

La acción por mal funcionamiento de la administración de justicia se propone ante el juez de lo


contencioso administrativo de su domicilio. Si hay derecho para ello puede reclamar
indemnización de daños y perjuicios y reparación de daño moral. El legitimado pasivo en estas
acciones es el presidente del Consejo de la Judicatura. El trámite de la causa es el previsto en el art.
299 y siguientes del COGEP y la acción prescribe en el plazo de cuatro años contados desde que
se realizó el último acto violatorio del derecho 64 (art. 32 COFJ).

Las causas por indemnización de daños y perjuicios y por daño moral que se propongan contra
jueces, fiscales y defensores públicos por retardo, negligencia, denegación de justicia o
quebrantamiento de la ley, se sustancian ante el juez de lo civil del domicilio del demandado 65 (art.
34 COFJ). En cambio, si se demanda al Estado son los tribunales distritales de lo contencioso
administrativo los competentes para conocer y resolver acciones en que se reclame reparación de
daños y perjuicios causados por error judicial, retardo injustificado o inadecuada administración
de justicia, violación del derecho a la tutela judicial efectiva, y por violaciones de los principios y
reglas del debido proceso, sin perjuicio de las sanciones penales (art. 217, núm. 9, COFJ). 


1.3.3. Derecho de repetición del Estado.-

Cuando el Estado es condenado a reparar, debe ejercer inmediatamente el derecho de repetición


contra los responsables del daño producido, sin perjuicio de responsabilidades, administrativas,
civiles y penales a que haya lugar (art. 11, inc. 11, CE). De haber varios responsables, todos quedan
solidariamente obligados al reembolso del monto total pagado más intereses legales desde la fecha
del pago y costas judiciales (art. 33, inc. 1, COFJ). En estos casos, son competentes también los
tribunales distritales de lo contencioso administrativo para conocer y resolver las causas que
instaure la administración para repetir las indemnizaciones que hubiere tenido que pagar por
sentencias firmes dentro de juicios contencioso administrativos, por la responsabilidad declarada
de sus servidores o de las personas que, por delegación, concesión o privatización, se les haya
entregado servicios públicos (art. 217, núm. 14, COFJ).


64 Aunque el art. 34 del COFJ indica que la acción prescribe en 4 años desde que se consumó el daño.
65 Se cita al presidente del Consejo de la Judicatura y a los servidores que intervinieron en los actos que se alega fueron
violatorios de los derechos del perjudicado, quienes tienen las más amplias garantías para ejercer su derecho a la
defensa, pero están en la obligación de comparecer a juicio y aportar la prueba para demostrar que los actos que
originaron los perjuicios no se debieron a dolo o negligencia suya, sino a caso fortuito o a fuerza mayor. No se admite
como causa de justificación el error inexcusable ni la existencia de orden superior jerárquica. Si en sentencia se declara
que los servidores no han justificado su conducta se dispondrá que el Estado pague la indemnización por daños y
perjuicios y por daño moral, y que de inmediato el Consejo de la Judicatura inicie el procedimiento coactivo contra
los responsables para el reembolso de lo que el Estado ha debido pagar al perjudicado (art. 33, inc. 2 y 3, COFJ).

29
La repetición contra servidores públicos por violación de derechos tiene por objeto declarar y
hacer efectiva la responsabilidad patrimonial por dolo o culpa grave en el ejercicio de sus funciones,
cuando el Estado ha sido condenado a reparar materialmente mediante sentencia o auto definitivo
en un proceso de garantías jurisdiccionales o en una sentencia o resolución definitiva de un
organismo internacional de protección de derechos. La acción prescribe en tres años, a partir de
la realización del pago hecho por el Estado (art. 67 LOGJCC).

1.4. Garantías jurisdiccionales

1.4.1. Finalidad.-

Las garantías jurisdiccionales, según la Constitución, comprenden: la acción de protección, la


acción habeas corpus, la acción de acceso a la información pública, la acción de habeas data, la
acción por incumplimiento y la acción extraordinaria de protección (arts. 88 a 94 CE). Tienen
como finalidad la protección eficaz e inmediata de derechos reconocidos en la Constitución y en
instrumentos internacionales de derechos humanos, la declaración de violación de uno o varios
derechos, así como la reparación integral de los daños causados por su violación (art. 6 LOGJCC).
Aunque este trabajo no es un estudio de derecho procesal constitucional, es importante que se
mencionen aquí sus reglas y contenido porque resultan orientadoras para la administración de
justicia ordinaria que es la materia que nos ocupa.

1.4.2. Acción ciudadana.-

La acción ciudadana se ejerce en forma individual o en representación de la colectividad, cuando


se produce violación de un derecho o amenaza de su afectación, su ejercicio no impide las demás
acciones garantizadas en la Constitución y la ley (art. 99 CE). Por este motivo, cualquier persona,
grupo de personas, comunidad, pueblo o nacionalidad puede proponer las acciones previstas en la
Constitución (art. 86, núm. 1, CE).

La acción es popular porque la podrá ejercer cualquier ciudadano del pueblo, pudiendo
ejercerla en forma individual, o en representación de la colectividad, lo que recuerda, de alguna
manera, las acciones de clase estadounidense. Su reconocimiento, resalta el carácter
democrático participativo, y, a su vez, se considera como una de las vías de la participación
democrática. Por consiguiente, su ejercicio es eminentemente de carácter político, porque el
pueblo por medio de un ciudadano podrá cuestionar los actos normativos que expiden los
gobernantes, cuando sean violatorios de los derechos constitucionales (fundamentales,
económicos, sociales, culturales, colectivos, etc.). (Rodríguez-Arana, 2012, p.313).

1.4.3. Reglas.-

Es competente el juez del lugar en el que se origina el acto u omisión o donde se producen sus
efectos y son aplicables las siguientes normas de procedimiento: a) El procedimiento es sencillo,
rápido, eficaz y oral en todas sus fases e instancias; b) Son hábiles todos los días y horas; c) Las
acciones pueden ser propuestas oralmente o por escrito, sin formalidades y sin necesidad de citar
la norma infringida (principio Iura Novit Curia). No es indispensable el patrocinio de abogado para
proponer la acción; d) Las notificaciones se efectúan por los medios más eficaces al alcance del
juez, del legitimado activo y del órgano responsable del acto u omisión; e) No son aplicables las
normas procesales que tiendan a retardar su ágil despacho (art. 86, núm. 2, CE).

1.4.4. Procedimiento.-

30
Presentada la acción el juez convoca inmediatamente a una audiencia pública y, en cualquier
momento del proceso, puede ordenar la práctica de pruebas y designar comisiones para recabarlas.
Se presumen ciertos los fundamentos alegados por la persona accionante cuando la entidad pública
requerida no demuestre lo contrario o no suministre información. El juez resuelve la causa en
sentencia y, constatada la vulneración de derechos, debe declararla, ordenar la reparación integral
- material e inmaterial - y especificar e individualizar las obligaciones, positivas y negativas, a cargo
del destinatario de la decisión judicial, y las circunstancias en que deban cumplirse. Las sentencias
de primera instancia pueden apelarse ante la corte provincial. Los procesos judiciales finalizan con
la ejecución integral de la sentencia o resolución (art. 86, núm. 3, CE).

Las medidas cautelares pueden ordenarse conjunta o independientemente de las acciones


constitucionales de protección de derechos con el propósito de evitar o hacer cesar la violación o
amenaza de violación de un derecho (art. 87 CE).

1.4.5. Ejecución de sentencia.-

Cuando los servidores públicos no cumplen una sentencia o resolución el juez debe ordenar su
destitución, sin perjuicio de la responsabilidad civil o penal a que haya lugar. Si es un particular
quien incumple la sentencia o resolución, se hace efectiva la responsabilidad determinada en la ley
(art. 86, núm. 4, CE). Desacato?

Se pueden ordenar medidas cautelares conjunta o independientemente de las acciones


constitucionales de protección de derechos, con el objeto de evitar o hacer cesar la violación o
amenaza de violación de un derecho (art. 87 CE).

Las sentencias ejecutoriadas se remiten a la Corte Constitucional para el desarrollo de su


jurisprudencia (art. 86, núm. 5, CE). 


1.5.- Garantías, principios y reglas procesales en la Constitución

1.5.1. Gratuidad de la justicia.-

La gratuidad de la justicia es uno de los principios consagrados desde las primeras constituciones.
La actual Carta Fundamental declara que el acceso a la administración de justicia es gratuito,
delegando a la ley el establecimiento del régimen de costas procesales (arts. 75 y 168, núm. 4, CE;
y, art. 12 COFJ). 


A las personas que no puedan acceder a asistencia jurídica privada, la Defensoría Pública les presta
servicio legal, técnico, oportuno, eficiente, eficaz y gratuito, en el patrocinio y asesoría jurídica de
los derechos de las personas, en todas las materias e instancias 66 (art. 191 CE; y, art. 286 COFJ).

Las facultades de jurisprudencia, derecho o ciencias jurídicas de las Universidades deben organizar
consultorios jurídicos gratuitos (art. 193 CE; y, art. 292 COFJ), y los egresados de las carreras de
derecho o ciencias jurídicas deben realizar en forma obligatoria un año lectivo de asistencia legal
gratuita para la ciudadanía en organismos y dependencias del sector público; o, en comunidades,
pueblos y nacionalidades indígenas que ejerzan funciones jurisdiccionales (art. 339 COFJ). Por

66 Anhelo éste que, pese a las buenas intenciones de la Constitución y la ley, no logra hasta la presente hacerse efectivo
por una variedad de motivos que van desde aspectos logísticos y presupuestarios hasta la falta de estímulo a los
profesionales del derecho que trabajan en la Defensoría Pública y, por ende, su falta de compromiso y pobres
resultados en sus defensas.

31
constituir la abogacía una función social al servicio de la justicia y del derecho, la asistencia legal
gratuita para la ciudadanía constituye un modo de restituir a la sociedad ecuatoriana el beneficio
de la educación superior recibida de ella (art. 340 COFJ).

1.5.2. Seguridad jurídica.-

El derecho a la seguridad jurídica se fundamenta en el respeto a la Constitución y en la existencia


de normas jurídicas previas, claras, públicas y aplicadas por autoridades competentes (art. 82 CE).
Los jueces deben velar por la constante, uniforme y fiel aplicación de la Constitución, los
instrumentos internacionales de derechos humanos, los instrumentos internacionales ratificados
por el Estado, las leyes y demás normas jurídicas (art. 25 COFJ).

Por ello, el Estado tiene la obligación de entregar recursos suficientes para satisfacer las
necesidades de un servicio judicial que garantice la seguridad jurídica y su incumplimiento es
considerado como obstrucción a la administración de justicia (art. 14 COFJ).

Pese a todo, como dice Ángel Polibio Chávez:

Una de las mayores carencias que sufre el Ecuador contemporáneo es la falta de seguridad
jurídica, que se refleja fundamentalmente en la inconsistencia de su normatividad, afectada por
múltiples, repentinas y coyunturales reformas y una debilidad institucional que proyecta la
imagen de un país en el que los límites del quehacer ciudadano solamente están dados por la
posibilidad de salir indemne cuando se infringe la ley o se vulneran las instituciones (Chávez,
2007, p.1).

1.5.3. Celeridad67.-

A toda persona se debe garantizar la tutela efectiva de sus derechos con sujeción a principios de
inmediación y celeridad (art. 75 CE), por lo que los servidores judiciales deben aplicar el principio
de debida diligencia en procesos de administración de justicia (art. 172 CE; 20, 124, y 128, núm. 5,
COFJ).

Específicamente, la administración de justicia debe ser rápida y oportuna, tanto en la tramitación


y resolución de la causa, como en la ejecución de lo decidido (arts. 20; 124; 127; 128, núm. 5; 130
núm. 9 y 12, COFJ). Se establece la recusación del juez por demora en el despacho.

Pero la celeridad procesal no puede ser un fin en sí mismo, pues no cabe celeridad sin cuidado del
debido proceso, sin sentencias técnicas y justas, sin atención debida y respetuosa al justiciable, sin
respeto a los derechos humanos. Por eso, tal vez, es mejor hablar de una duración razonable del
proceso (Callegari, 2011, p.121) que permita a jueces y más servidores judiciales, en atención a las
circunstancias y problemáticas en que desenvuelven su trabajo día a día, llegar a resoluciones lo
más apegadas a la justicia.

67 En materia constitucional, dentro de los principios procesales, se establece el principio de economía procesal, en
virtud del cual el juez debe tener en cuenta las siguientes reglas: a) Concentración: reunir la mayor cantidad posible de
cuestiones debatidas, en el menor número posible de actuaciones y providencias. El juez debe atender
simultáneamente la mayor cantidad de etapas procesales;
 b) Celeridad; limitar el proceso a las etapas, plazos y
términos previstos en la ley, evitando dilaciones innecesarias; y, c) Saneamiento: las situaciones o actuaciones afectadas
por la omisión de formalidades pueden ser convalidadas por la parte en cuyo favor se establecen (art. 4, núm. 11,
LOGJCC).

32
1.5.4. Inmediación.-

La inmediación judicial efectiva es uno de los objetivos más caros que se aspira alcanzar mediante
el sistema oral en los procesos. Se entiende que a través de ella se puede lograr cambiar el rostro a
una justicia que se percibe lejana por los ciudadanos, humanizando el proceso, al permitir a las
partes "ver la cara del juez" a quien han confiado la resolución del asunto (Palomo Vélez, P., 2009).

Como quedó anotado, el principio de inmediación está garantizado en el art. 75 de la Constitución.


En otras palabras, los procesos se sustancian con la intervención directa de los jueces que conocen
de la causa (art. 19, inc. 3, COFJ).

En aplicación de este principio, el juez que inicia una audiencia debe dirigirla y permanecer en ella
y su ausencia injustificada produce nulidad no subsanable de la diligencia. La audiencia puede
reiniciarse con un juzgador distinto al que inició la diligencia, sólo por caso fortuito o fuerza mayor
(art. 81 COGEP). Igualmente, los servidores judiciales deben ejecutar personalmente las funciones
de su puesto con honestidad, diligencia, celeridad, eficiencia, lealtad e imparcialidad (art. 100, núm.
2, COFJ).


1.5.5. Oralidad.- 


Asumiendo que la oralidad no es un principio sino un sistema, dejamos señalado que la Norma
Suprema ordena que en la sustanciación de los procesos en todas las materias, instancias, etapas y
diligencias se aplica el sistema oral, de acuerdo con los principios de concentración, contradicción
y dispositivo (arts. 168, núm. 6 y 86, núm. 2, letra a, CE). El sistema oral será desarrollado más
adelante (infra 1.9.3).

1.5.6. Buena fe procesal.-

La mala fe procesal, el litigio malicioso o temerario, la generación de obstáculos o dilación procesal,


son proscritos y sancionados (art. 174, inc. 2, CE).

El juez debe calificar si el ejercicio del derecho de acción o de contradicción ha sido abusivo,
malicioso o temerario a efecto de la condena al pago de costas procesales en las que se incluyen
honorarios de la defensa profesional de la parte afectada. El litigante abusivo, malicioso o
temerario también es condenado a pagar al Estado los gastos incurridos por ese comportamiento
(art. 12 COFJ). Además, cuando la mala fe o la temeridad resulten plenamente acreditadas procede
la condenada al pago de daños y perjuicios. Existiendo prueba de ellos, se fija el monto de la
indemnización en la misma sentencia, de lo contrario se tramita como incidente. La parte
condenada puede repetir contra el defensor por cuyo hecho o culpa ha merecido esa condena (art.
148 COFJ).

Es atribución jurisdiccional del juez rechazar oportuna y fundamentadamente las peticiones,


pretensiones, excepciones, reconvenciones, incidentes de cualquier clase, que se formulen con
manifiesto abuso del derecho o evidente fraude a la ley, o con notorio propósito de retardar la
resolución o su ejecución. Igualmente tiene el deber de rechazar de plano escritos y exposiciones
injuriosos, ofensivos o provocativos, sin perjuicio de la respectiva sanción (art. 130, núm. 13,
COFJ).

33
Los jueces deben exigir a las partes y a sus abogados una conducta de respeto recíproco e
intervención ética, teniendo el deber de actuar con buena fe y lealtad 68. Se sanciona especialmente
la prueba deformada, todo modo de abuso del derecho, el empleo de artimañas y procedimientos
de mala fe para retardar indebidamente el progreso de la litis. Las partes procesales y sus defensores
que indujeren a engaño al juez son sancionados (art. 26 COFJ; art. 23 LOGJCC). Por este motivo
los jueces, en uso de sus facultades y deberes genéricos, deben denegar de plano los pedidos
maliciosos y rechazar escritos y exposiciones injuriosas, ofensivas o provocativas, sin perjuicio de
la respectiva sanción69; y, denunciar ante autoridad competente casos de ejercicio ilegal de la
abogacía (art. 129, núm. 4 y 5, COFJ; y, art. 173 COGEP).

Cuando las alegaciones de falsedad se decidan en contra de quien la propuso, el juez sanciona la
mala fe y deslealtad procesal conforme con la ley. Igual sanción aplica a la parte que presentó la
prueba, cuando en el proceso se ha justificado la falsedad (art. 173 COGEP).

1.6.- El debido proceso

Señalemos que el debido proceso siendo, por sí mismo, un derecho, es a la vez una garantía de
eficacia del resto derechos constitucionales y legales. Por eso las reglas, principios, garantías y
derechos que se integran en el concepto de debido proceso (legalidad, derecho a la defensa, juez
natural, actuación de pruebas, tutela judicial efectiva, contradicción, etc.) no sólo un tienen valor
propio o autónomo, sino además un valor instrumental en relación a todos los demás derechos.
(Grijalva, 2012, p. 273).

Anotemos, además, que los derechos, garantías, reglas y principios del debido proceso son aporte
del Derecho Penal que al integrarse en la norma constitucional pasan a tener aplicación no sólo en
materia penal, sino en todo proceso judicial, administrativo y de cualquier otra índole. Por ello, de
modo general, la Constitución dispone que las normas procesales consagran los principios de
simplificación, uniformidad, eficacia, inmediación, celeridad y economía procesal y hacen efectivas
las garantías del debido proceso. No se sacrifica la justicia por la sola omisión de formalidades (art.
169 CE).

Las garantías básicas del debido proceso (art. 76 CE) 70 aplicables en toda causa que determine
derechos y obligaciones de cualquier naturaleza, y que dicen relación con el procedimiento judicial
reglado por el COGEP, son recogidas de la siguiente manera por la Constitución vigente:

68 Al respecto cabe tener presente que a fin de observar una conducta procesal correspondiente a la importancia y
respeto de la actividad judicial los jueces, en observancia de sus facultades correctivas, deben:
1. Devolver escritos ofensivos o injuriosos, sea que las injurias vayan dirigidas contra el juez, servidor del tribunal o
juzgado, la contraparte o su defensor, sin perjuicio de lo dispuesto por el COIP; 2. Expulsar de las actuaciones
judiciales a quienes alteren su desarrollo o atenten contra su legal evolución. Si se trata de una de las partes, se le
impone además los apercibimientos que hubieren sido aplicables de no haber asistido a la actuación; 3. Declarar en
sentencias y providencias respectivas, la incorrección en la tramitación o error inexcusable del servidor judicial; 4.
Sancionar a los defensores privados que no comparezcan a cualquier audiencia judicial, con multa de hasta dos salarios
básicos unificados del trabajador en general, salvo caso fortuito o fuerza mayor; y, 5. Aplicar las demás sanciones
legales. De la providencia que imponga la sanción se puede recurrir en la forma prevista en la ley. La interposición del
recurso de apelación sólo suspende la ejecución de la sanción y no impide el trámite y resolución de la causa principal
(art. 131 COFJ).
69 En cambio, en uso de sus facultades coercitivas, los jueces pueden imponer multa compulsiva y progresiva diaria
destinada a que la parte o a quien corresponda, cumpla sus mandatos con arreglo al contenido de su decisión, sin
perjuicio de las consecuencias legales que, al momento de la resolución de la causa, produzca la contumacia de la parte
procesal; y, remitir los antecedentes a la Fiscalía General, si estimare que la resistencia a la orden judicial pueda
encuadrarse en infracción penal (art. 132 COFJ).
70 Que tienen su concordancia con las Garantías Judiciales (art. 8) garantizadas en la Convención Americana sobre
Derechos Humanos.

34
1.6.1. Principio de legalidad o reserva de ley.-

El principio de legalidad o de reserva de ley se decanta en dos vertientes: en la tipificación de


infracciones y en el establecimiento de sanciones (art. 132, núm. 2, CE). Por ello, nadie puede ser
juzgado ni sancionado por un acto u omisión que, al momento de cometerse, no esté previsto en
la ley como infracción ni se le aplica sanción no prevista en la ley (art. 76, núm. 3, CE).

Además, los jueces administran justicia con sujeción a la Constitución, a los instrumentos
internacionales de derechos humanos y a la ley (art. 172 CE), garantizan el cumplimiento de la ley
y el derecho de las partes.

Tampoco tienen validez y carecen de eficacia probatoria las pruebas obtenidas o actuadas con
violación de la Constitución o la ley (art. 76, núm. 4, CE). Producido el conflicto entre leyes
sancionatorias se aplica la menos rigurosa incluso si su vigencia es posterior a la infracción. La ley
establece la debida proporcionalidad entre infracciones y sanciones (art. 76, núm. 6, CE).

La Constitución determina una reserva legal diferenciada para las leyes orgánicas71 (art. 133 CE) y
para las leyes ordinarias72 (art. 132 CE), sin que ninguna pueda invadir, legítimamente, el ámbito
de la otra. Hay que atender además que existen materias reservadas a otras categorías normativas
como ordenanzas, reglamentos y más.

1.6.2. Doble instancia.-

La sustancia última de la doble instancia, o doble conforme, la encontramos en la falibilidad de los


jueces que siendo seres humanos están expuestos al error. Pero no sólo ésto, es posible también
que en la instancia, la defensa no haya sido apropiada o, finalmente, que no se haya podido obtener
prueba en un primer momento y posteriormente sí.

Según explica Couture:

Instancia es la denominación que se da a cada una de las etapas o grados del proceso, y que va
desde la promoción del juicio hasta la primera sentencia definitiva, o desde la interposición del
recurso de apelación hasta la sentencia que sobre él se dicte (Couture ,1978, pp.169-170).

Recordemos que en nuestro país estuvo vigente el sistema de triple instancia, mediante recurso de
tercera instancia, que fue eliminado de la legislación ecuatoriana en 1993 73, al tiempo que se
incorporaba el recurso extraordinario de casación. Desde entonces tenemos un sistema de doble
instancia.

71 Son leyes orgánicas: 1. Las que regulan la organización y funcionamiento de las instituciones creadas por la
Constitución; 2. Las que regulan el ejercicio de los derechos y garantías constitucionales; 3. Las que regulan la
organización, competencias, facultades y funcionamiento de los gobiernos autónomos descentralizados; 4. Las
relativas al régimen de partidos políticos y al sistema electoral (art. 133 CE).
72 Aunque la Constitución no lo exprese directamente, debemos entender que son leyes ordinarias las que: 1. Regulan
el ejercicio de tos derechos y garantías constitucionales; 2. Tipifican infracciones y establecer las sanciones
correspondientes; 3. Crean, modifican o suprimen tributos, sin menoscabo de las atribuciones que la Constitución
confiere a los gobiernos autónomos descentralizados; 4. Atribuyen deberes, responsabilidades y competencias a los
gobiernos autónomos descentralizados; 5. Modifican la división político-administrativa del país, excepto en lo relativo
a las parroquias; 6. Otorgan a los organismos públicos de control y regulación la facultad de expedir normas de carácter
general en las materias propias de su competencia, sin que puedan alterar o innovar las disposiciones legales (art. 132
CE).
73 Mediante Ley No. 27, publicada en RO 192 de 18 de mayo de 1993.

35
Garantía básica del debido proceso es poder recurrir de los fallos o resoluciones en todos los
procedimientos (art. 76, núm. 7, letra m, CE; y art. 8.2, letra h, CADH). Las sentencias de primera
instancia pueden apelarse ante la respectiva corte provincial (art. 86, núm. 3, CE).

Los actos administrativos de cualquier autoridad del Estado pueden ser impugnados tanto en vía
administrativa como en sede judicial (art. 173 CE; y, art. 31 COFJ).

De cualquier manera, debe tenerse presente lo resuelto por la Corte Constitucional:

Sin embargo, aun cuando el derecho a un doble pronunciamiento es un derecho constitucional,


esto no significa que el legislador deba establecer recursos en todo proceso, incluso en aquellos
que por su naturaleza sean innecesarios, pues el derecho a recurrir de un fallo no es absoluto 74.
(Corte Constitucional, 2013).

1.6.3. Non bis in idem.-

Nadie puede ser juzgado más de una vez por la misma causa y materia prescribe la norma
constitucional (art. 76, núm. 7, letra i, CE). Esto da lugar a dos instituciones procesales de singular
trascendencia: la cosa juzgada y la litis pendencia, que serán tratadas más adelante. Por el momento
dejemos sentado que para que procedan estos dos institutos deben concurrir una triple identidad
en los procesos: subjetiva (las mismas partes); objetiva (la misma cosa, cantidad o hecho que se
reclama); y, causal (la misma causa de pedir).

1.6.4. Juez natural.-

El juez debe ser independiente, imparcial y competente. Nadie puede ser juzgado por tribunales
de excepción o por comisiones especiales creadas para el efecto (art. 76, núm. 7, letra k, CE; art.
10 DUDH; art. 8.1. CADH; y, art. 14.1 PIDCP).

Para Hernán Salgado el principio de independencia jurisdiccional no es consecuencia del concepto


de separación de poderes, o de la fórmula de limitación y control del poder por el poder, sino que
tiene la finalidad instrumental de que la Función Judicial cumpla sus funciones “sin interferencias
extrañas” y el fin último de que “los órganos jurisdiccionales resuelvan con criterio puramente jurídico, sin que
la política u otras influencias puedan torcer la correcta administración del derecho”.

Por otra parte, el ejercicio de la jurisdicción requiere necesariamente la heterocomposición de los


litigios, entendida como el mecanismo por el cual se encarga resolver el conflicto a un tercero
imparcial. Si algo legitima al juez, es justamente esa falta de interés en el proceso (Oyarte, 2016,
p.245). Toda posibilidad que implique duda sobre la imparcialidad del juzgador le obliga a
excusarse y, si no lo hace, procede la recusación.

Finalmente, sólo el juez competente puede juzgar a una persona, con el trámite propio de cada
procedimiento (art. 76, núm. 3, CE). Sobre la competencia del juez hablaremos más adelante.

1.6.5. Derecho a la defensa

Como ninguna persona puede ser privada del derecho a la defensa en ninguna etapa o grado del
procedimiento (art. 76, núm. 7, CE), conviene tener presente el elenco de garantías que lo integran:

74 Corte Constitucional. Sentencia No. 008-13-SCN-CC, de 14 de marzo de 2013.

36
1.6.5.1. Asistencia técnica legal.-

Derecho a ser asistido en procedimientos judiciales por el abogado de su elección o por un


defensor público, no puede restringirse el acceso ni la comunicación libre y privada con su
defensor, por este motivo, nadie puede ser interrogado sin la presencia de abogado particular o
defensor público ni fuera de los recintos autorizados para el efecto (art. 76, núm. 7, letras f y g,
CE)

Derecho a ser asistido gratuitamente por un traductor o intérprete si no comprende o no habla el


idioma en el que se sustancia el procedimiento (art. 76, núm. 7, letra e, CE)

1.6.5.2. Publicidad.-

Los procedimientos son públicos salvo excepciones legales, por tanto, las partes pueden acceder a
documentos y actuaciones del procedimiento y deben contar con tiempo y medios adecuados para
la preparación de la defensa75 (art. 76, núm. 7, letras b y d, CE; art. 13, inc. 1, COFJ). (ver infra
1.9.7).

1.6.5.3. Derecho a ser escuchado.-

Los justiciables tienen derecho a ser escuchados en el momento oportuno y en igualdad de


condiciones y a presentar de forma verbal o escrita las razones o argumentos de los que se crean
asistidos y replicar los argumentos de la otra parte; tienen derecho a presentar pruebas y contradecir
las que se presenten en su contra. Testigos o peritos están obligados a comparecer ante el juez o
autoridad y responder al interrogatorio que se les haga (art. 76, núm. 7, letras c, j, h, CE).

1.6.5.4. Debida motivación.-

Las resoluciones de los poderes públicos deben ser motivadas, y no existe motivación si en la
resolución no se enuncian las normas o principios jurídicos en que se funda y no se explica la
pertinencia de su aplicación a los antecedentes de hecho. Los actos administrativos, resoluciones
o fallos que no se encuentren debidamente motivados se consideran nulos y los servidores
responsables serán sancionados 76 (art. 76, núm. 7, letra l, CE; arts. 89, 90, núm. 5, COGEP; y, art.
130, núm. 4, COFJ).

La Corte Constitucional ha señalado que la motivación de una sentencia implica necesariamente


una argumentación referida al tema del litigio, que permita conocer la ratio decidendi, o sea, cómo
ha llegado el juzgador a sus conclusiones, poniendo en evidencia el nexo causal entre hechos y
norma aplicable77. Desde luego, el juez conserva su libertad en la interpretación de la ley, y la
resolución así tomada no es arbitraria porque se fundamenta en un criterio de racionalidad78. No

75 Es infracción grave del servidor judicial reincidir en la omisión del envío de la información a la que está obligado Formatted: Font: 10 pt
(art. 108, núm. 5, COFJ).

Formatted: Font: Garamond, 10 pt

76 Formatted: Font: 10 pt
Constituye infracción grave del servidor judicial no haber fundamentado debidamente sus actos administrativos,
resoluciones o sentencias (art. 108, núm. 8, COFJ).
77 Corte Constitucional. Sentencia No. 003-14-SEP-CC, en el caso No. 0613-11-EP (Suplemento RO 184, de 14 de
febrero de 2014).
78 Corte Constitucional. Sentencia No. 012-11-SEP-CC, en el caso No. 0177-10-EP (Suplemento RO 572, de 10 de
noviembre de 2011).

37
se debe perder de vista que aunque las sentencias obligan directamente a quienes fueron parte del
proceso, la ratio decidendi crea un precedente para que el juzgador lo observe en el futuro, en virtud
de la regla stare decisis.

En adición, el juez tiene la obligación de expresar en su resolución la valoración de todas las


pruebas de las que se haya servido para justificar su decisión (art. 164, inc. 3, COGEP).

1.6.6. Tutela judicial efectiva.-

Como ya se ha manifestado, toda persona tiene derecho a la tutela efectiva, imparcial y expedita
de sus derechos e intereses, con sujeción a los principios de inmediación y celeridad; en ningún
caso quedará en indefensión (art. 75 CE).

Doctrinariamente la tutela judicial efectiva tiene cuatro vertientes: acceso a los órganos de
administración de justicia; que la petición de justicia sea procesada; que el proceso concluya en una
decisión motivada; y, que se cumpla decisión judicial.

1.6.6.1. Acceso a los órganos de administración de justicia.-

A partir de que se declara gratuito el acceso a la administración de justicia (art. 168, núm. 4, CE),
la Norma Suprema establece que los operadores de justicia son responsables de cumplir con la
obligación estatal de garantizar el acceso de las personas y colectividades a la justicia. El Consejo
de la Judicatura establece medidas para superar barreras estructurales de índole jurídica, económica,
social, generacional, de género, cultural, geográfica, o de cualquier naturaleza que sean
discriminatorias e impidan la igualdad de acceso y de oportunidades de defensa en el proceso (art.
22 COFJ).

1.6.6.2. Que la petición de justicia sea procesada.-

No es suficiente haber accedido a la administración de justicia, es necesario que esta petición o


pretensión jurídica sea atendida dentro de los parámetros procesales establecidos previamente en
la ley procesal, bajo las garantías, principios y reglas del debido proceso.

Los jueces tienen el deber fundamental de garantizar la tutela judicial efectiva de los derechos
declarados en la Constitución y en los instrumentos internacionales de derechos humanos o
establecidos en las leyes, cuando sean reclamados por sus titulares o quienes invoquen esa calidad,
cualquiera sea la materia, el derecho o la garantía exigido (art. 23, inc. 1, COFJ). La desestimación
por vicios de forma únicamente se produce cuando hayan ocasionado nulidad insanable o
provocado indefensión (art. 23, inc. 2, COFJ).

Es facultad esencial de los jueces ejercer las atribuciones jurisdiccionales de acuerdo con la
Constitución, los instrumentos internacionales de derechos humanos y las leyes; por lo tanto,
deben: cuidar que se respeten los derechos y garantías de las partes procesales en los juicios; velar
por una eficiente aplicación de los principios procesales;
 y, convalidar de oficio o a petición de
parte los actos procesales verificados con inobservancia de formalidades no esenciales, si no han
viciado al proceso de nulidad insanable ni han provocado indefensión (art. 130, núm. 1, 2, 8,
COFJ).

38
1.6.2.3. Que el proceso concluya en una decisión motivada.-

Dentro de los derechos de libertad la Constitución reconoce y garantiza a las personas el derecho
a dirigir quejas y peticiones individuales y colectivas a autoridades y a recibir atención o respuestas
motivadas (art. 66, núm. 23, CE).

Por lo tanto, los jueces tienen el deber de resolver los asuntos sometidos a su consideración con
estricta observancia de los términos previstos en la Constitución, los instrumentos internacionales
de derechos humanos, los instrumentos internacionales ratificados por el Estado, la ley, y los
méritos del proceso (art. 23, inc. 1; y, art. 129, núm. 3, COFJ).

Bajo el epígrafe de “Principio de la obligatoriedad de administrar justicia”, el COFJ determina que


los jueces no pueden excusarse de ejercer su autoridad o de fallar en los asuntos de su competencia
por falta de norma u oscuridad de las mismas, y deben hacerlo con arreglo al ordenamiento
jurídico, de acuerdo a la materia (art. 28, inc. 2, COFJ).

En el afán por insistir en este punto, el legislador lleva la obligación judicial a límites que rozan la
arbitrariedad al disponer que, para garantizar la tutela judicial efectiva y evitar que reclamaciones
queden sin resolución sobre lo principal, por el reiterado pronunciamiento de falta de competencia
de jueces que previnieron en el conocimiento en situaciones permitidas por la ley, los jueces están
obligados a dictar fallo sin que les sea permitido excusarse o inhibirse por no corresponderles (art. 23, inc. 3,
COFJ).

1.6.2.4. Ejecución de la sentencia y reparación integral.-

Los procesos judiciales finalizan con la ejecución integral de la sentencia o resolución (art. 86, núm.
3, CE), aunque se reconocen formas extraordinarias de conclusión del proceso: conciliación y
transacción, retiro de la demanda, desistimiento, allanamiento y abandono. Cuando no se cumple
la sentencia o resolución por parte de servidores públicos, el juez tiene la potestad de ordenar su
destitución, sin perjuicio de la responsabilidad civil o penal a que haya lugar. Si es un particular
quien incumple la sentencia o resolución se hacen efectivas las responsabilidades legales (art. 86,
núm. 4, CE). El incumplimiento de resoluciones judiciales es sancionable (art. 75 CE).

La reparación integral consta dentro de las garantías jurisdiccionales (art. 86, núm. 3, CE) y, en
forma específica, para víctimas de infracciones penales (art. 78 CE) y en caso de daños ambientales
(art. 397 CE).

1.6.2.5. Delitos contra la tutela judicial efectiva.-

Delitos contra la tutela judicial efectiva: prevaricato de los jueces o árbitros (art. 268 COIP);
prevaricato de los abogados (art. 269 COIP); perjurio y falso testimonio (art. 270 COIP); acusación
o denuncia maliciosa (art. 271 COIP); fraude procesal (art. 272 COIP); revelación de identidad de
agente encubierto, informante, testigo o persona protegida (art. 273 COIP); evasión (art. 274
COIP); ingreso de artículos prohibidos a los centros de privación de la libertad (art. 275 COIP); y,
omisión de denuncia por parte de un profesional de la salud (art. 276 COIP). Además, hay una
contravención contra la tutela judicial efectiva: omisión de denuncia (art. 277 COIP).

1.7. Principios de la administración de justicia y de la Función Judicial

1.7.1. Medio para la realización de la justicia y servicio público.-

39
En realidad, por declaraciones y principios, el sistema procesal ecuatoriano no tiene motivo para
quejarse. Esto es lo que constatamos en este acápite.

El sistema procesal es un medio para la realización de la justicia (art. 169 CE). Para ello, las normas
procesales consagran los principios de simplificación, uniformidad, eficacia, inmediación, oralidad,
dispositivo, celeridad y economía procesal, y hacen efectivas las garantías del debido proceso. No
se sacrificará la justicia por la sola omisión de formalidades (art. 18 COFJ).

La Función Judicial tiene la misión sustancial de conservar y recuperar la paz social; garantizar la
ética laica y social como sustento del quehacer público y el ordenamiento jurídico; y, lograr la plena
eficacia y acatamiento del ordenamiento jurídico (art. 21, inc. 1, COFJ).

La administración de justicia es un servicio público, básico y fundamental del Estado. El arbitraje,


la mediación y otros medios alternativos de solución de conflictos, constituyen una forma de este
servicio público, al igual que las funciones de justicia que en los pueblos indígenas ejercen sus
autoridades (art. 17 COFJ).

1.7.2. Independencia y autonomía.-

Los órganos de la Función Judicial tienen independencia interna y externa, autonomía


administrativa, económica y financiera. Toda violación a este principio conlleva responsabilidad
administrativa, civil y penal (art. 168, núm. 1 y 2, CE). 


Los jueces, en ejercicio de la potestad jurisdiccional, están sometidos exclusivamente a la


Constitución, a los instrumentos internacionales de derechos humanos y a la ley. Son
independientes frente a cualquier órgano o autoridad del Estado, incluso ante los demás órganos
de la Función Judicial79 (art. 8 COFJ).

Las providencias judiciales dictadas dentro de juicio, cualquiera sea su naturaleza, sólo pueden ser
revisadas a través de los medios de impugnación ordinarios y extraordinarios establecidos en la ley.
Los reclamos de los litigantes por actuaciones jurisdiccionales de los jueces en la tramitación y
resolución de las causas, no pueden utilizarse como mecanismos de presión a favor del quejoso o
reclamante, y se adoptan las medidas necesarias para evitarlo (art. 23 COFJ).

1.7.3. Unidad jurisdiccional.-

En virtud de la unidad jurisdiccional ninguna autoridad de otras funciones del Estado puede
administrar justicia ordinaria, sin perjuicio de las potestades jurisdiccionales reconocidas por la
Constitución (art. 168, núm. 3, CE; y art. 10 COFJ). 


La unidad jurisdiccional es la antítesis y la reacción contra las denominadas jurisdicciones


especiales, conceptuadas como aquellas en que se juzgaban, en el antiguo régimen, a la

79 El servidor judicial está sujeto a destitución por vulnerar, a pretexto de ejercer facultad de supervisión, la
independencia interna de los servidores de la Función Judicial (art. 109, núm. 1 COFJ).
 Ninguna autoridad pública,
incluidos las funcionarias y los funcionarios del Consejo de la Judicatura, podrá interferir en las funciones
jurisdiccionales, mucho menos en la toma de sus decisiones y en la elaboración de sus providencias. Los servidores
judiciales están obligados a denunciar cualquier injerencia o presión indebida en el ejercicio de sus funciones (art. 123
COFJ). Los vocales del Consejo de la Judicatura pueden ser sometidos a juicio político por las siguientes causales,
además de las determinadas por la Constitución y la ley: 1. Intromisión en el ejercicio de las competencias propias de
los jueces y juezas, fiscales y defensoras y defensores que violen su independencia judicial interna (art. 255 COFJ).

40
aristocracia y nobleza, o lo que es lo mismo, jurisdicciones que consagraban la no vigencia del
principio de igualdad … El principio de unidad requiere que cualesquiera que sean las personas
y el Derecho material aplicable, sean los Juzgados y Tribunales integrados en el Poder Judicial y
provistos, por ende, de un mismo status quienes ejerzan la potestad jurisdiccional. El principio
de unidad jurisdiccional exige que haya un solo Poder Judicial, el cual como no puede ser menos,
corresponde al Estado … De la unidad jurisdiccional deriva el subprincipio de exclusividad
que, en sentido positivo, significa que no puede atribuirse potestad jurisdiccional ningún órgano
que no esté integrado al Poder Judicial y, en su faceta negativa, tal exclusividad implica que los
jueces no pueden ejercer otra potestad que no sea la jurisdiccional (Zavala, X., 2000).

1.7.4. Especialización.-

La potestad jurisdiccional se ejerce por jueces especializados, aunque en lugares con escasa
población de usuarios o en atención a la carga procesal un juez puede conocer de varias o de la
totalidad de especializaciones. Las decisiones definitivas de los jueces se ejecutan en la instancia
determinada por la ley (art. 11 COFJ).

En términos generales, actualmente, la especialización de la justicia ordinaria está determinada del


siguiente modo: civil y mercantil; laboral; familia, niñez, adolescencia y adolescentes infractores;
violencia contra la mujer; contencioso administrativo; contencioso tributario; y, penal, penal
militar, penal policial y tránsito.

1.7.5. Dedicación exclusiva y carrera judicial.-

Los servidores judiciales no pueden ejercer la abogacía 80 ni desempeñar otro empleo público o
privado, excepto la docencia universitaria fuera de horario de trabajo. En particular, los jueces no
pueden ejercer funciones de dirección en partidos y movimientos políticos ni participar como
candidatos en procesos de elección popular 81 ni realizar actividades de proselitismo político o
religioso (art. 174 CE; y, arts. 16 y 103, núm. 1, COFJ). Están exentos de todo cargo militar,
electoral y de cualquier otra carga de servicio público, aún en tiempo de estado de excepción (art.
135 COFJ).

Se reconoce la carrera judicial en la justicia ordinaria por lo que se garantiza su profesionalización


mediante formación continua y evaluación periódica, como condición para la promoción y
permanencia en la carrera judicial. El ingreso a la Función Judicial cumple criterios de igualdad,
equidad, probidad, oposición, méritos, publicidad, impugnación y participación ciudadana (art. 170
CE; y, arts. 86, 87, 88 y 89 COFJ).

Los requisitos y procedimientos para designar servidores judiciales contemplan un concurso de


oposición y méritos82, impugnación y control social, propendiendo a la paridad entre mujeres y
hombres. Con excepción de los jueces de la Corte Nacional de Justicia, los servidores judiciales
deben aprobar un curso de formación general y especial, y pasar pruebas teóricas, prácticas y
psicológicas para su ingreso al servicio judicial (art. 176 CE).

80 Esta prohibición consta de manera repetitiva en los arts. 103, núm. 12; 109, núm. 6; y, 128, núm. 8, COFJ.
81 Las labores de dirección o administración en universidades y otros centros de docencia superior está prohibida por
no constituir ejercicio de docencia universitaria. Tampoco se puede desempeñar varios cargos titulares en la Función
Judicial (art. 16 COFJ). El servidor judicial cesa definitivamente en el cargo y deja de pertenecer a la Función Judicial
por desempeñar funciones de elección popular, desde el momento de su posesión; los jueces deben renunciar por lo
menos seis meses antes de la fecha de inscripción de su candidatura (art. 120 núm. 5 COFJ).
82 Los procesos de selección, concurso e ingreso a la Función Judicial están previstos en los arts. 51, 52, 53 y 54 del
COFJ.

41
1.7.6. Derechos de niños y adolescentes.-

Niñas, niños y adolescentes están sujetos a una legislación y a una administración de justicia
especializada y a operadores de justicia capacitados en la aplicación del principio de la protección
integral del menor. La administración de justicia especializada divide la competencia en protección
de derechos y en responsabilidad de adolescentes infractores (art. 175 CE).

En todas sus actuaciones, jueces y tribunales deben guardar especial consideración a la atención
del interés superior del niño (art. 3 Convención sobre los Derechos del Niño), en concordancia
con que todo niño tiene derecho a medidas de protección que su condición de menor requiere por
parte de su familia, de la sociedad y del Estado (art.19 CADH).

Los adolescentes pueden ejercer directamente aquellas acciones judiciales encaminadas al ejercicio
y protección de sus derechos y garantías. Los niños y niñas pueden pedir directamente auxilio para
la protección de sus derechos cuando deban dirigir la acción contra su representante legal (art. 65,
núm. 3, CNA).


1.7.7. Justicia indígena.-

Atendiendo sus tradiciones ancestrales y su derecho propio, dentro de su ámbito territorial, con
garantía de participación y decisión de las mujeres, las autoridades de las comunidades, pueblos y
nacionalidades indígenas83 ejercen funciones jurisdiccionales, para lo cual aplican normas y
procedimientos propios para la solución de sus conflictos internos, siempre que no sean contrarios a
la Constitución y a los derechos humanos reconocidos en instrumentos internacionales. El Estado
garantiza que las decisiones de la jurisdicción indígena sean respetadas por las instituciones y
autoridades públicas. La ley establece mecanismos de coordinación y cooperación entre la
jurisdicción indígena y la jurisdicción ordinaria (art. 171 CE).

1.7.7.1. Acción extraordinaria de protección contra decisiones de la justicia indígena.-

Quien estuviere inconforme con la decisión de la autoridad indígena en ejercicio de funciones


jurisdiccionales, por violar los derechos constitucionalmente garantizados o discriminar a la mujer
por el hecho de ser mujer, puede acudir a la Corte Constitucional y presentar la impugnación de
esta decisión, en el término de veinte días desde que la haya conocido. Se observarán los principios
que, sobre esta materia, se encuentran determinados en la Constitución, instrumentos
internacionales de derechos humanos de los pueblos y nacionalidades indígenas, demás
instrumentos de derechos humanos, y la ley (art. 65 LOGJCC; y, art. 24 COFJ).

La Corte Constitucional garantiza en el procedimiento: la comprensión intercultural de los hechos


y la interpretación intercultural de las normas a fin de evitar una interpretación etnocéntrica y
monocultural; la coexistencia y desarrollo de sistemas normativos, usos y costumbres de
nacionalidades, pueblos indígenas y comunidades de conformidad con el carácter plurinacional,
pluriétnico y pluricultural del Estado; que las autoridades de las nacionalidades, pueblos y
comunidades indígenas, gocen de un máximo de autonomía y un mínimo de restricciones en
ejercicio de sus funciones jurisdiccionales; la observancia de normas, usos y costumbres, y
procedimientos que son parte del derecho propio de la nacionalidad, pueblo o comunidad indígena
que constituyen el entendimiento intercultural del principio constitucional del debido proceso; en

83 La Constitución de 1998 ya reconoció a la justicia indígena (art. 191, inc. 4). Igualmente se reconoce a la justicia
indígena en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo, OIT (art. 9).

42
todo momento del procedimiento, cuando intervengan personas, grupos o autoridades indígenas,
se respeta la oralidad y se cuenta con traductores de ser necesario; la acción puede ser presentada,
por escrito o verbalmente, en castellano o en el idioma de la nacionalidad o pueblo respectivo,
cuando se reduzca a escrito, debe constar en la lengua propia de la comunidad y traducida al
castellano; e, impedir que en sentencias de justicia indígena se alegue la costumbre, la
interculturalidad o el pluralismo jurídico para violar derechos humanos o participación de las
mujeres (art. 66 LOGJCC).

1.7.8. Jurisprudencia obligatoria.-

Cuando sentencias emitidas por las salas especializadas de la Corte Nacional de Justicia reiteren
por tres ocasiones la misma opinión sobre un mismo punto, deben remitirse al pleno de la Corte
a fin de que delibere y decida en el plazo de hasta sesenta días sobre su conformidad. Si en dicho
plazo no se pronuncia, o si ratifica el criterio, esta opinión constituirá jurisprudencia obligatoria.
El juez ponente para cada sentencia es designado mediante sorteo y debe observar la jurisprudencia
obligatoria. Para cambiar el criterio jurisprudencial obligatorio el juez ponente sustenta las razones
jurídicas que justifiquen el cambio, su fallo debe ser aprobado de forma unánime por la sala (art.
185 CE; arts. 180, núm. 2, 182, 197 COFJ).

1.7.9. Colaboración con la Función Judicial.-

Podemos visualizar dos dimensiones de colaboración con la Función Judicial, una externa y otra
interna. En la dimensión externa, están obligados a colaborar y cumplir sus providencias las otras
Funciones del Estado, sus organismos y dependencias, los gobiernos autónomos descentralizados
y los regímenes especiales (art. 30, inc. 1; 129, núm. 7, COFJ); la Policía Nacional que tiene como
deber inmediato auxiliar a los jueces y ejecutar eficazmente sus resoluciones (arts. 30, inc. 2; 130,
núm. 7, COFJ; y, art. 231 COGEP); y, en fin, todas las personas e instituciones del sector privado
tienen el deber prestar auxilio a los jueces y cumplir sus mandatos dictados dentro de los procesos
(art. 30, inc. 4, COFJ). Las personas que, estando obligadas a dar su colaboración, auxilio y ayuda
a los jueces, no lo hicieren sin justa causa, incurrirán en delito de desacato (art. 30, inc. 5, COFJ).

En la dimensión interna los jueces tienen el deber de cooperar con otros órganos de la Función
Judicial cuando están ejerciendo facultades jurisdiccionales (art. 30, inc. 3, COFJ). Deben prestarse
mutuo auxilio para la práctica de todas las diligencias que fueren necesarias y se hayan ordenado
en la sustanciación de asuntos judiciales (art. 129, núm. 6, COFJ).

El juez está facultado para requerir a las personas naturales o jurídicas, la información necesaria.
Las requeridas están obligadas a proveerla de manera inmediata y clara haciendo uso de los medios
tecnológicos más eficientes (art. 71 COGEP).

1.8. Principios legales

En primer lugar, nos referiremos a los principios de concentración, contradicción y dispositivo


que, aunque son mencionados en la Constitución (art. 168, núm. 6, CE), no tienen ningún
desarrollo en la Norma Fundamental, por lo que se debe recurrir a su tratamiento legal. También
el COFJ consagran principios de simplificación, uniformidad y eficacia que dicen relación con la
economía procesal (art. 18 COFJ). A ellos hay que añadir los principios de congruencia, probidad,
gradualidad, preclusión, verdad procesal e interculturalidad.

1.8.1. Principio de concentración.-

43
Por el principio de concentración debemos entender la necesidad de desarrollar la máxima
actividad del procedimiento en la audiencia oral, o en la menor cantidad de sesiones (evacuación
de pruebas, intervención de peritos, testigos). El principio de concentración apunta a que el juicio
oral se realice sin interrupciones injustificadas, pues va ligado a una necesaria continuidad ya que
no podría pensarse en concentración de actuaciones sin el indispensable encadenamiento de los
diferentes actos procesales.

Por lo que no sólo se trata de reunir la actividad procesal en la menor cantidad posible de actos
para lograr la concentración que contribuya a la celeridad del proceso (art. 19, inc. 3, COFJ), sino
que el juez pueda introducirse en la comprensión cabal de todo el litigio de una sola vez, con el
propósito de formar su convencimiento antes de resolver.

1.8.2. Principio de contradicción.-

En palabras de Ferrajoli (1995), el contenido del principio de contradicción tiene una fuerte
asimilación con el principio de igualdad:

Para que la contienda se desarrolle lealmente y con igualdad de armas, es necesaria, por otro lado,
la perfecta igualdad de las partes: en primer lugar, que la defensa esté dotada de la misma capacidad
y de los mismos poderes que la acusación; en segundo lugar, que se admita su papel contradictor
en todo momento y grado del procedimiento y en relación con cualquier acto probatorio, de los
experimentos judiciales y las pericias al interrogatorio del imputado, desde los reconocimientos
hasta las declaraciones testificales y los careos84. (Ferrajoli, L.,1995, p.614).

Este principio recorre en forma transversal el COGEP, al conceder la ocasión para que las partes
puedan oponerse y contradecir la demanda, la contestación a la demanda, la reconvención, en
audiencia y fuera de ella, así como oponerse y contrarrestar la prueba contraria (arts. 160, inc. 4; y
165, COGEP).

1.8.3. Principio dispositivo.-

El proceso judicial se promueve por iniciativa de parte legitimada. Los jueces resuelven según lo
fijado por las partes como objeto del proceso y en mérito de pruebas pedidas, ordenadas y actuadas
de conformidad con la ley (arts. 19, inc. 1; y, 27 COFJ; y, art. 5 COGEP).

Pero, a contrario sensu, el ordenamiento jurídico establece que, una vez iniciado el proceso, los jueces
están obligados a proseguir el trámite dentro de los términos legales sin esperar petición de parte,
salvo cuando la ley disponga lo contrario (art. 20 COFJ). También es facultad de los jueces ordenar
de oficio, con las salvedades señaladas en la ley, la práctica de las pruebas que juzguen necesarias
para el esclarecimiento de la verdad (art. 130, núm. 10, COFJ).
Y, en consonancia con todo esto,
se manda que los jueces están obligados a proseguir el trámite de los procesos dentro de los
términos legales, el incumplimiento de esta norma se sanciona de acuerdo con la ley. Si se declara
el abandono por no haberse proseguido el trámite por el tiempo que señala la ley, como
consecuencia de la incuria probada de los jueces, y demás servidores y funcionarios que conocían
de los mismos, éstos son administrativa, civil y penalmente responsables (art. 139 COFJ).

Para zanjar esta contradicción, la Corte Nacional de Justicia85, resolvió que: “El impulso del proceso
corresponde a las partes y la omisión de esta carga procesal no es atribuible a la o el juzgador”. “Interpretación”
que contradice, al menos, los tres preceptos legales expresos que se acaban de enunciar.

84 Ferrajoli, Luigi, Derecho y Razón, Editorial, Trotta, 1995, Madrid, p. 614.


85 Mediante Resolución No. 07-2015, de 1º de junio de 2015 (RO No. 539 de 9 de julio de 2015), artículo 5.

44
1.8.4. Principio de probidad.-

La probidad, en términos generales, es la rectitud y moralidad a que debe ajustarse la conducta


humana y, en lo público, la que debe observarse en el ejercicio de funciones públicas. El vocablo
tiene su origen en la voz probitas y significa bondad, rectitud de ánimo, hombría de bien, integridad
y honradez en el obrar. Es sinónimo de honorabilidad (Diccionario de la Lengua Española).
Algunos autores asocian la probidad con lo contrario a la corrupción 86.

De ahí que todo servidor de la Función Judicial en el desempeño de sus funciones debe observar
una conducta diligente, recta, honrada e imparcial (art. 21, inc. 2, COFJ).

1.8.5. Principio de interculturalidad.-

Los servidores judiciales deben considerar elementos de la diversidad cultural relacionados con las
costumbres, prácticas, normas y procedimientos de las personas, grupos o colectividades que estén
bajo su conocimiento, buscando el verdadero sentido de las normas aplicadas de conformidad a la
cultura propia del justiciable (art. 24 COFJ).

1.8.6. Principio de la verdad procesal.-

Nuestra legislación introduce el principio de la verdad procesal al ordenar que los jueces resuelven
únicamente atendiendo a los elementos aportados y a los hechos alegados por las partes (art. 27
COFJ; y, art. 91 COGEP). Pero este principio bien merece el siguiente análisis.

La diferenciación entre verdad material y procesal como cosas distintas se le atribuye al gran jurista
italiano Francesco Carnelutti, en su amplia obra iniciada en los albores del siglo XIX, desarrollada
especialmente en su libro “La Prueba Civil”, en 1915.

En derecho cuando hablamos de “verdad material” nos referimos a aquellos hechos que ocurren
efectivamente en la vida cotidiana, no necesariamente controvertidos, es por esta razón que se le
denomina también verdad real.

En el juicio las partes tienen que probar los hechos que han afirmado en la demanda y en sus
excepciones. Una vez trabada la litis corresponde al juez decidir “únicamente atendiendo a los elementos
aportados por las partes”, y ésta es la frase que da inicio a la idea de “verdad procesal”, pues el juez
queda supeditado a tomar su decisión exclusivamente sobre lo que las partes han probado o no.

Pero la teoría de Carnelutti, que acepta sin beneficio de inventario el COGEP, tiene más de un
detractor. Por ejemplo, los profesores Taruffo y Ferrer, sostienen que la tensión entre verdad
material y verdad procesal, sólo es supuesta, y para ello apuntan que el problema de la
sistematización de la teoría de las pruebas ha sido esa distinción marcada entre “averiguación de la
verdad” y “fijación de los hechos en el proceso”. En relación a la primera, dicen que se debe aceptar el
contexto de incertidumbre en que se produce la decisión judicial, como en cualquier área del
conocimiento humano, en que las decisiones son tomadas con la información que se obtiene, por
lo que la incompletitud de información, o la carencia de cualidad, o fiabilidad, no son fundamento
suficiente para distinguir entre verdad material y procesal. Aquello llevaría a admitir,
86
Entre otros: Reyes Riveros, J. (1995), Probidad y corrupción, Revista de Derecho, No. 6; y, Orellana Vargas, Patricio, (2004)
Probidad y corrupción en Chile. El punto de quiebre, Polis, Publicado el 05 septiembre 2012, consultado el 19 julio 2019.
URL: http://journals.openedition.org/polis/6120.

45
equivocadamente, que, a más de la verdad material, puede existir una verdad judicial, una médica,
una arquitectónica, una propia de la ingeniería, otra de la administración, de las artes, de la
economía, de la sociología, psicológica, química, y en cada área del conocimiento humano, lo que
resulta en un absurdo absoluto.

El otro aspecto señalado por Carnelutti, tiene que ver con el contexto reglado en que se dicta la
decisión judicial. Pero lo mismo ocurre en otras ramas del conocimiento, que deben indagar por
la verdad bajo ciertas limitaciones, métodos, protocolos y reglas, en las que influyen la nuevamente
incompletitud y fiabilidad, para tomar la mejor decisión con la información disponible, pero ello
tampoco justifica que existan diferentes clases de verdad, debiendo adoptarse un “patrón de
corrección” para que la decisión resultante sea la más cercana a la verdad material, y para lo cual,
entre otros aspectos, deben crearse incentivos necesarios para la maximización de la calidad de los
elementos de juicio y estándares para su valoración (Taruffo 2016 y Ferrer 2018).

Entonces, resultaría desechada la posibilidad de distinción entre realidad material y procesal que
pudiera conducir a un margen de discrecionalidad que se decante en arbitrariedad del juez. Ha de
admitirse que la averiguación y verificación de la verdad es un objetivo necesario para la realización
del derecho y se identifica de mejor manera con la idea de Estado constitucional, el debido proceso,
el derecho la prueba, no sólo en el entendido de su promoción, sino su control y debida valoración
y, finalmente, con el derecho al acceso a la justicia y la tutela judicial efectiva (Hung, 2018, p. 314).

1.8.7. Principio de congruencia.-

La congruencia exige al juez que su pronunciamiento en sentencia se corresponda con el objeto


del proceso, resuelva sobre las peticiones realizadas por las partes y decidan los puntos litigiosos
del proceso (art. 92 COGEP). La doctrina distingue tres tipos de incongruencia:

1.8.7.1. Incongruencia ultra petitum.-

Se produce, en término simples, cuando se otorga más de lo que se ha pedido, partiendo de la


concesión inicial de lo solicitado. Es necesario, por tanto: a) que se haya concedido todo lo pedido
y algo más; y, b) que se trate estrictamente de algo más, no de algo diferente.

1.8.7.2. Incongruencia extra petitum.-

Ocurre cuando sin omitir algunos de los pronunciamientos exigidos por los litigantes, ni otorgar
más de lo pedido, se resuelve sobre algo que no es ni se corresponde con las pretensiones
deducidas por los litigantes.

1.8.7.3. Incongruencia por omisión de pronunciamiento o citra o minima petita.-

Se produce cuando el juzgador deja de resolver alguno de los asuntos que son materia de la litis.
La omisión de pronunciamiento, por su parte, roza peligrosamente con la figura de la prevaricación
y constituye clara violación del derecho a la tutela judicial efectiva (Deu, 2009, p.211).

1.8.8. Principio de imparcialidad.-

La actuación de los jueces debe ser imparcial y respetuosa de la igualdad ante la ley. Los jueces
deben resolver siempre las pretensiones y excepciones que hayan deducido los litigantes, sobre la
única base de la Constitución, los instrumentos internacionales de derechos humanos, los
instrumentos internacionales ratificados por el Estado, la ley y los elementos probatorios aportados

46
por las partes (art. 9 COFJ).

Con la finalidad de preservar el derecho a la defensa y a la réplica, no están permitidas audiencias


o reuniones privadas o fuera de las etapas procesales correspondientes, entre el juez y las partes o
sus defensores, salvo que se notifique a la otra parte con una antelación no menor a cuarenta y
ocho horas (arts. 9 y 103, núm. 14, COFJ)

1.8.9. Principio de gradualidad.-

La administración de justicia ordinaria se desarrolla por instancias o grados. La casación y la


revisión no constituyen instancia ni grado de los procesos, sino recursos extraordinarios de control
de legalidad y de error judicial en fallos de instancia (art. 10, inc. 2, COFJ).

1.8.10. Principio de uniformidad.-

Implica que los procesos tienen una misma estructura, con etapas y momentos para desarrollar
determinadas actuaciones procesales específicas, y, finalmente, similares reglas, garantías y
principios que guían la actuación procesal de las partes y del juzgador (arts. 169 CE; y, art. 18
COFJ). Está íntimamente relacionado con los principios, garantías y reglas del debido proceso, así
como con el principio de seguridad jurídica.

1.8.11. Principio de preclusión.-

1.9. Principios generales del COGEP

1.9.1. Ámbito y supletoriedad.-

El COGEP, vigente desde mayo del año 201687, regula - con estricta observancia de las garantías del
debido proceso - la actividad procesal en todas las materias, excepto en la constitucional, electoral y
penal88. Es además norma supletoria de la Ley Orgánica de Garantías Jurisdiccionales y Control

87 La Asamblea Nacional aprobó el texto el 12 de mayo de 2015, estableciendo un esquema progresivo de entrada en
vigor. Así, las normas que reforman el COFJ, la Ley Notarial y la Ley de Arbitraje y Mediación y aquellas que regulan
períodos de abandono, copias certificadas, registro de contratos de inquilinato y citación, entraron en vigencia
inmediatamente; las disposiciones sobre remate entraron en vigor en 180 días; y, para el resto del corpus juris, la mayor
parte, concedió 12 meses de vacatio legis. Finalmente, dispuso que: los procesos en trámite a la fecha de entrada en
vigencia del COGEP continúen sustanciándose hasta su conclusión con la normativa vigente al momento de su inicio;
las demandas interpuestas hasta antes de la implementación del COGEP se tramitan con la norma aplicable al
momento de su presentación; los procedimientos coactivos y de expropiación sieguen sustanciándose de acuerdo con
lo previsto en el Código de Procedimiento Civil y el Código Orgánico Tributario, según el caso (Disposiciones
Transitorias Primera y Segunda del COGEP).
88 En estas materias rigen las normas procedimentales establecidas en la Ley Orgánica de Garantías Jurisdiccionales y
Control Constitucional, en la Ley Orgánica Electoral y de Organizaciones Políticas de la República del Ecuador,
Código de la Democracia, y en el Código Orgánico Integral Penal, respectivamente.

47
Constitucional89, del Código Orgánico Integral Penal90 y de la Ley de Arbitraje y Mediación91
(Disposición Final Segunda COGEP). Aunque todas ellas hacen referencia al anterior Código de
Procedimiento Civil, es evidente que dicha supletoriedad se traslada al actual COGEP en atención
a que en la Disposición Transitoria Primera se dispone que, en todas las disposiciones legales o
reglamentarias vigentes, se sustituya: Código de Procedimiento Civil, Ley de la Jurisdicción
Contencioso Administrativa y Ley de Casación, por Código Orgánico General de Procesos.

A su vez, se declara que en todo lo no previsto en el Código Orgánico General de Procesos, se


observará, de forma supletoria, las disposiciones vigentes del Código Orgánico de la Niñez y
Adolescencia; Código Orgánico Tributario; Código Civil, Código del Trabajo y Código de
Comercio (Disposición Final Primera COGEP).

De cualquier modo, la entrada en vigor del COGEP no ha sido pacífica, pues su normativa ha
entrado en pugna con disposiciones de carácter procesal contenidas en normas dispersas. Por
ejemplo, ha surgido la duda respecto de las disposiciones que trae la LAM sobre el procedimiento
a seguirse en caso de renuncia tácita al convenio arbitral propuesta como excepción (art. 8 LAM)
que difiere con el procedimiento previsto en el art. 294, núm. 1 del COGEP 92. En relación al
trámite de nulidad del laudo arbitral, existe la Resolución 08/2017, de 22 de marzo de 2017, de la
Corte Nacional de Justicia que contiene las “Reglas para el Trámite de la Acción de Nulidad del
Laudo Arbitral”, en la que básicamente se declara la aplicabilidad de las normas del COGEP (arts.
4, 79, 93 y 94) sobre las de la LAM (art. 31).

Se debe señalar que por mandato constitucional 93 los conflictos colectivos de trabajo están
sometidos en todas sus instancias a los tribunales de conciliación y arbitraje, y al procedimiento
determinado en el Código del Trabajo94. Por lo que las normas del COGEP no son aplicables a
este tipo de causas.

Advirtamos además que existe un elenco de normas con contenido procesal que se encuentran
dispersas y vigentes, en algunos cuerpos legales, como en el Código Civil, Código del Trabajo,
Código de Comercio, Código Tributario, entre otros.

Las materias regladas por el COGEP son las civiles, comerciales, laborales, contencioso tributarias,
contencioso administrativas, familia, mujer, niñez y adolescencia e inquilinato.

89 “En todo aquello no previsto expresamente en esta Ley, se estará a lo dispuesto supletoriamente en sus reglamentos,
en el Código Civil, Código de Procedimiento Civil, Código de Procedimiento Penal y la Ley Orgánica de la
Procuraduría General del Estado, en lo que fueren aplicables y compatibles con el Derecho Constitucional”
(Disposición Final LOGJCC).
90 “En lo no previsto en este Código se deberá aplicar lo establecido en el Código Orgánico de la Función Judicial y
el Código de Procedimiento Civil, si es aplicable con la naturaleza del proceso penal acusatorio oral” (Disposición
General Primera, COIP).
91 “En todo lo que no esté previsto en esta Ley, se aplicarán supletoriamente las normas del Código Civil, Código de
Procedimiento Civil o Código de Comercio y otras leyes conexas, siempre que se trate, de arbitraje en derecho” (art.
37 LAM).
92 Como lo hace notar el Dr. Santiago Guarderas I. En su obra: Comentarios al Código Orgánico General de Procesos
(COGEP), Arts. 1 al 111, Corporación de Estudios y Publicaciones, Quito, 2017, pp. 14 y 15.
93 Los conflictos colectivos de trabajo, en todas sus instancias, están sometidos a tribunales de conciliación ya arbitraje
(art. 326, núm. 12 CE).
94 Ver: Capítulo II De los Conflictos Colectivos, Título V, del Código del Trabajo (arts. 467 y siguientes CT).

48
El COGEP de su parte, introduce y desarrolla, aunque no del modo más atinado como lo
manifestaremos oportunamente, los principios de: dirección del proceso; proceso oral por
audiencias; dispositivo; de inmediación; de intimidad; y, reitera, el de transparencia y publicidad.

1.9.2. Principio de dirección del proceso.-

El juez ejerce la dirección del proceso, controla las actividades de las partes procesales y evita
dilaciones innecesarias, puede interrumpir a las partes para solicitar aclaraciones, encauzar el debate
y realizar las demás acciones correctivas (art. 3 COGEP).

Este principio fue introducido en nuestra legislación en el año 2009, dentro de la LOGJCC 95.
Posteriormente, en febrero de 2014 se incluyó una norma similar en el COIP (art. 5, núm. 14).
Para precisar y aclarar las nuevas atribuciones de los jueces, el COFJ señaló expresamente las
facultades y deberes genéricos, jurisdiccionales, correctivas y coercitivas que les corresponden (arts.
129 a 132 COFJ). De hecho, para empatar perfectamente el tema de las actividades correctivas de
los jueces, al entrar en vigencia el COGEP, se cambió el artículo 131 del COFJ (Disposición
Reformatoria Segunda, núm. 3, COGEP).

1.9.3. Sistema oral.-

La oralidad para Chiovenda:

… significa que el juez debe conocer de las actividades procesales (deducciones, interrogatorios,
exámenes testificales, cotejos, pericia, etcétera etc.), no a base de escritos muertos, sino a base de
la impresión recibida; y también refrescada por los escritos, de estas actividades ocurridas ante él,
por él vistas, como suele decirse. (Chiovenda, G., 1922, p.133).

Resulta muy didáctica la distinción que hace Alcalá-Zamora y Castillo (1992) entre “principio de
oralidad” y “proceso oral”. El “principio de oralidad”, para el maestro español, “No es más que uno
de los que rigen la actividad procesal, o sea el relativo al medio de expresión en los juicios, en contraste con el de
escritura”. La oralidad se agota, por tanto, en que los actos procesales se realicen de modo oral.

Pero el referido autor aclara:

Cuando se habla de oralidad, se propende a darle al concepto un sentido más amplio que el antes
consignado, o sea a identificarla con un determinado tipo de proceso en que además de ella,
convergen otros principios, como los de inmediatividad, concentración, publicidad e identidad física
del juez. (Alcalá Zamora y Castillo, 1992, p.16).

Esta noción de proceso oral trasciende de la oralidad lingüística (consistente en el mero uso de la
palabra hablada en el proceso), e incluso de la oralidad procesal en sentido estricto (consistente en
la realización de actividad procesal en audiencia), e implica la adopción de una oralidad en sentido
pleno, entendida esta como una bandera o idea-símbolo, detrás de la cual se cobijan una serie de
principios procesales (Reyna Vargas, 2017, pp.17-18) –inmediación, concentración, economía,
celeridad y publicidad– para cuya realización resulta ser idóneo que la actividad procesal se lleve a
cabo en audiencia; todo lo cual se da con la intención de que, mediante la concurrencia de los
principios mencionados, se logre un “proceso más rápido, concentrado y eficiente, y [un] proceso más fiel a

95 El juez debe dirigir los procesos de forma activa, controlar la actividad de los participantes y evitar dilaciones
innecesarias. En función de este principio, el juez puede interrumpir a los intervinientes para solicitar aclaraciones o
repreguntar, determinar el objeto de las acciones, encausar el debate y demás acciones correctivas, prolongar o acortar
la duración de la audiencia (art. 4, núm. 6, LOGJCC).

49
una metodología concreta y empírico-inductiva en la búsqueda de los hechos y en la valoración de las pruebas”
(Cappelletti, 1972, p.78). En conclusión, la oralidad en sentido pleno implica la realización de
actividad procesal en audiencia, reunidas las partes con el juez, siendo lo verdaderamente
importante lo actuado en ella y no el acta que lo documenta, lográndose a través de ello la
realización de los principios de inmediación, concentración, economía, celeridad y publicidad, con
miras a un proceso más próximo a la justicia, de modo que, tal como asevera el profesor Ángel
Landoni Sosa (2011, p.325): “La sede del tribunal deja de ser el lugar en donde se presentan y se intercambian
escritos para formar el expediente, y se transforma en el lugar donde se hace el proceso con la presencia de sus
protagonistas esenciales”.

La sustanciación de los procesos en todas las instancias, fases y diligencias se desarrollan mediante
el sistema oral, salvo los actos procesales que deban realizarse por escrito. Las audiencias pueden
realizarse por videoconferencia u otros medios de comunicación de similar tecnología, cuando la
comparecencia personal no sea posible (art. 4 COGEP). Esta norma legal no es sino la concreción
del precepto constitucional contenido en el art. 168, núm. 6 de la Constitución. Cabe recordar que
ya la Constitución de 1998, en su Disposición Transitoria Vigésima séptima ordenaba la
“implementación de la oralidad en la sustanciación de los procesos”. Desde entonces el
ordenamiento jurídico empezó a avanzar en esa dirección, concretándose la oralidad en materias
penal, constitucional, laboral, alimentos. Hasta antes de la entrada en vigencia del COGEP estaba
pendiente el juicio oral en materia civil, contencioso administrativo y contencioso tributario.

Desde luego, la oralidad no es absoluta, pues existen actos procesales que necesariamente deben
realizarse por escrito: la demanda (art. 142 COGEP); contestación a la demanda (art. 151)
reconvención (art. 154 COGEP); contestación a la reconvención (art. 155 COGEP);
pronunciamientos judiciales (art. 90 COGEP); solicitud de nulidad (art. 111 COGEP);
fundamentación de la apelación (art. 257 COGEP); fundamentación y contestación de la apelación
(arts. 257 y 258 COGEP); interposición del recurso extraordinario de casación (art. 266 COGEP).

Se rompen ciertos esquemas paradigmáticos y por primera vez se admite que las audiencias puedan
realizarse por video conferencia u otros medios de similar tecnología, cuando la comparecencia
personal no sea posible (arts. 4 y 293 COGEP). En concordancia con la autorización para que las
actuaciones procesales puedan realizarse a través de medios electrónicos, informáticos,
magnéticos, telemáticos u otros producidos por la tecnología (arts. 116 COGEP).

1.9.4. Sistema dispositivo.-

Se sienta el principio básico de que corresponde a las partes procesales el impulso del proceso,
conforme con el sistema dispositivo (art. 5 COGEP). Ratificando de este modo el precepto del
COFJ que sostiene: Todo proceso judicial se promueve por iniciativa de parte legitimada. Las
juezas y jueces resuelven conforme con lo fijado por las partes como objeto del proceso y en
mérito de las pruebas pedidas, ordenadas y actuadas de conformidad con la ley (art. 19 COFJ).

Doctrinariamente96 el principio dispositivo se manifiesta en cuatro aspectos fundamentales:

96 Puede consultarse: Montero, Juan, La prueba en el proceso civil (Navarra, Thomson Aranzadi, 2005), p.473. Del mismo
autor: Los principios políticos de la nueva ley de enjuiciamiento civil; Los poderes del juez y la oralidad (Valencia, Tirant lo Blanch,
2000), p.64; Etxeberría, José, Las facultades judiciales en materia probatoria en la LEC (Valencia, Tirant lo Blanch, 2003),
p.23 ss.; Cappelletti, Mauro, El testimonio de la parte en el sistema de la oralidad. Contribución a la teoría de la utilización probatoria
del saber privado de las partes en el proceso civil (La Plata, Librería Editorial Platense, 2002), I, pp.314-316; y del mismo autor:
El proceso civil en el derecho comparado (Lima, Ara Editores, 2006), pp.36-50; Carreras, Miguel, Facultades materiales de
dirección, en Estudios de Derecho Procesal, con Fenech, Miguel (Barcelona, Librería Bosch, 1962), p.256; Pecchi,
Carlos, La participación del juez en el proceso civil. Su aplicación al CPC chileno, en Boletín Mexicano de Derecho
Comparado, 24 (1975), p.865.

50
1. La actividad jurisdiccional sólo se inicia por petición del actor, es decir, todo órgano
jurisdiccional actúa rogadamente, "nemo iudex sine actore", principio recogido en el artículo 141 del
COGEP, que deja clara la titularidad privada de los derechos reclamados y permite separar las
funciones de parte y juez en aras de la imparcialidad.

2. La determinación concreta del interés cuya satisfacción se pide al órgano jurisdiccional es


facultad exclusiva de las partes: la pretensión del actor y las excepciones del demandado, señalan
límites al objeto del juicio y el juez carece de potestad para modificarlos.

3. El órgano jurisdiccional debe ser congruente con los límites impuestos por la pretensión y las
excepciones, ne eat iudex ultra vel extra petita partium. Lo que doctrinariamente se conoce como
principio de congruencia (arts. 91 y 92 COGEP).

4. Las partes son las únicas que pueden disponer de los derechos e intereses que están en juego,
res in iudicium deductae (retiro de la demanda, desistimiento, allanamiento, conciliación, transacción,
abandono).

Cualquier potestad judicial que interfiera en estos actos es una intromisión ilegítima del Estado en
la libertad de los individuos y en la titularidad de sus derechos. Entonces, solamente si los poderes
de intervención judicial no interfieren ni afectan a estos elementos, el legislador puede dotar al juez
de potestades (arts. 129, 130, 131 y 132 COFJ).

Pero el legislador ecuatoriano no está claro sobre el alcance del principio dispositivo y ha incluido,
en su afán por eliminar obstáculos a la celeridad procesal, varias disposiciones legales que lo
contradicen:

 Durante la audiencia preliminar el juez puede ordenar la práctica de prueba de oficio (art.
294, núm. 7, letra b, COGEP).

 Dentro de sus facultades de dirección puede indicar a las partes los asuntos a debatir,
moderar la discusión, impedir que sus alegaciones se desvíen hacia aspectos no pertinentes
y ordenar la práctica de pruebas cuando sea procedente (art. 80, inc. 2, COGEP).

 El juez puede, excepcionalmente, ordenar de oficio y dejando expresa constancia de las


razones de su decisión, la práctica de prueba que juzgue necesaria para el esclarecimiento
de los hechos controvertidos (art. 168 COGEP), en concordancia con que es facultad
esencial de los jueces ordenar de oficio, con las salvedades señaladas en la ley, la práctica
de las pruebas que juzguen necesarias para el esclarecimiento de la verdad (art. 130, núm.
10, COFJ).


 El juez debe aplicar el derecho que corresponda al proceso, aunque no haya sido invocado
por las partes o lo haya sido erróneamente (art. 140 COFJ) (principio Iura Novit Curia).

 Los jueces están obligados a proseguir el trámite de los procesos dentro de los términos
legales, el incumplimiento de esta norma se sanciona de acuerdo con la ley (art. 139 COFJ).

 También la LOGJCC dispone que el juez tiene el deber de impulsar de oficio los procesos
constitucionales hasta llegar a su conclusión (art. 4, núm. 5, LOGJCC).

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 Pero el punto de quiebre llega al desarrollar el principio de celeridad, cuando se afirma que:
en todas las materias, una vez iniciado un proceso, los jueces están obligados a proseguir
el trámite dentro de los términos legales, sin esperar petición de parte, salvo los casos en que la
ley disponga lo contrario (art. 20 COFJ).

Al parecer esta discrepancia se ha zanjado con la Resolución No. 07-2015, del 10 de junio de
201597, relativa al “abandono de los procesos en materias no penales”, de la Corte Nacional de Justicia,
cuando declara: “El impulso del proceso corresponde a las partes y la omisión de esta carga procesal no es atribuible
a la o el juzgador” (art. 5 Res. 07/2015).

En cualquier caso, quedan las siguientes reflexiones:

1.- El sistema garantista no puede construirse en base a una enumeración amplia y repetitiva de
derechos y garantías procesales, sin discriminación alguna. Algunos principios y derechos tienen
una contrapartida directa con otros: publicidad-intimidad; impulso dispositivo-impulso; sistema
escrito-sistema oral. Como pueden – y de hecho lo hacen - entrar en conflicto y colisionan entre
sí, la norma jurídica debe regular en forma precisa el alcance, los límites y las excepciones de cada
uno. Como esta delimitación entre los principios de celeridad y dispositivo están difusos, se ha
dado paso a disposiciones concretas absolutamente contradictorias, como se acaba de anotar.

2.- Resulta forzado admitir que en un Estado constitucional de derechos y justicia una resolución
indebidamente titulada con fuerza de ley , de la Corte Nacional de Justicia, deje –vía interpretación –
sin efecto práctico disposiciones legales expresas.

3.- La posibilidad de que el juez pueda disponer la práctica de diligencias o pruebas, en


circunstancias especiales, no parece reñir necesariamente con el principio dispositivo, si las
condiciones para que ello ocurra estuvieran previa y claramente determinadas en la ley. Así como
no se rompe el principio de publicidad procesal cuando se lo modula para proteger la intimidad,
el honor el buen nombre y la seguridad de las personas.

1.9.5. Principio de inmediación.-

En aplicación del principio de inmediación, el juez interviene en las audiencias junto con las partes
procesales (evacuación de prueba y demás actos procesales). Son delegables exclusivamente las
diligencias que deban celebrarse en territorio distinto al de su competencia 98. Las audiencias que
no sean conducidas por el juez serán nulas 99 (art. 6 COGEP). Todo esto en concordancia con la
norma que ordena que los procesos se sustanciarán con la intervención directa de los jueces que
conozcan de la causa (art. 19, inc. 3, COFJ).

El principio de inmediación tiene directa relación con el principio de oralidad, de hecho, la oralidad
tiene como finalidad última hacer posible la cercanía y el contacto directo del juez con las partes
procesales y los auxiliares de la justicia. Con motivo de las audiencias orales el juez interactúa con
las partes, las conoce, las escucha, está cercano y conoce de viva voz sus pretensiones, pruebas y
alegaciones.

97 Publicada en RO 539 de 9 de julio de 2015.


98 Los jueces pueden efectuar dentro del territorio nacional reconocimientos o inspecciones en lugares donde no
ejerzan competencia, cuando consideren que esas diligencias son necesarias para verificar la verdad. Pero para la
práctica de cualquier otra diligencia judicial, deprecarán o comisionarán al juez competente en ese lugar (art. 145
COGEP).
99 Los procesos se sustancian con la intervención directa de los jueces que conozcan de la causa (art. 75 CE; y, art. 19
COFJ).

52
Son varias y reiterativas las disposiciones jurídicas que hablan de este principio: arts. 75 (principios
de inmediación y celeridad) y 169 (derecho al acceso gratuito a la justicia y a la tutela efectiva,
imparcial y expedita de sus derechos e intereses, con sujeción a los principios las normas procesales
consagrarán los principios de simplificación, uniformidad, eficacia, inmediación, celeridad y
economía procesal) de la Constitución; art. 100, núm. 2, COFJ (son deberes de los servidores
judiciales ejecutar personalmente las funciones de su puesto con honestidad, diligencia, celeridad,
eficiencia, lealtad e imparcialidad).


1.9.6. Principio de intimidad.-

Iniciemos expresando que el Estado reconoce y garantiza a las personas el derecho a la protección
de datos de carácter personal, que incluye el acceso y la decisión sobre información y datos de este
carácter, así como su correspondiente protección. La recolección, archivo, procesamiento,
distribución o difusión de estos datos o información requieren autorización del titular o el mandato
de la ley (art 66, núm. 19, CE).

En aplicación de este derecho, el COGEP – bajo el erróneo epígrafe de principio de intimidad -


ordena a los jueces garantizar que los datos personales de las partes procesales se destinen
únicamente a la sustanciación del proceso y se registren o divulguen exclusivamente con el
consentimiento libre, previo y expreso de su titular 100, salvo que el ordenamiento jurídico imponga
la obligación de incorporar dicha información con el objeto de cumplir una norma
constitucionalmente legítima (art. 7 COGEP).

Poniendo en contexto este nuevo derecho 101, tenemos necesariamente que relacionar su
aparecimiento con la llegada de las nuevas tecnologías de la información a todos los ámbitos de la
vida humana. Nuevas tecnologías que se caracterizan por el uso de medios telemáticos, que traen
consigo realidades virtuales y nuevas problemáticas producto de la velocidad de su transmisión, la
infinita capacidad de almacenamiento y un procesamiento inmediato a escala planetaria que
pulverizan las barreras del tiempo y el espacio. Los medios de comunicación modernos utilizan
esta tecnología que se renueva constantemente y se basa fundamentalmente en el uso del Internet.
Uno de los principales problemas que ha traído consigo la sociedad de la información es la
utilización de los datos de carácter personal con fines comerciales, es decir, la información personal

100 “La relevancia del derecho a la intimidad personal y familiar en el Estado constitucional de derechos y justicia es
fundamental al momento de garantizar una adecuada protección y desarrollo de las personas, y sirve como un límite
a las afectaciones que pretendan incidir en la esfera más sensible de los seres humanos: su propio ser y su familia”.
Sentencia No. 003-14-SIN-CC de 17 de septiembre de 2014, Corte Constitucional del Ecuador.
101 La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948 tiene el mérito de pretender un reconocimiento
universal. Sin embargo, con el paso del tiempo se evidenció que muchos derechos no estaban especificados en la
Declaración, sino simplemente sugeridos o esbozados y que, por tanto, era necesario actualizar el documento con
declaraciones, procedimientos o pactos anexos. El mismo concepto de derechos humanos se fue ampliando
progresivamente hasta adquirir nuevos significados. En la década de los 80 surgieron las primeras reivindicaciones del
cuidado del medioambiente, una cuestión en la que hasta entonces pocos habían pensado, pese a que estaba sugerida
en el artículo 25 de la Carta original, que trata sobre la salud. Así, empezó a hablarse de derechos humanos de segunda
generación, que son básicamente los de carácter económico, social y cultural, y más tarde de los derechos de tercera
generación, vinculados a valores como la solidaridad. Los derechos humanos de tercera generación son una
actualización de la Carta de 1948 y están motivados por una serie de preocupaciones globales propias de finales del
siglo XX y principios del XXI, principalmente el deterioro del medioambiente y sus efectos negativos en la calidad de
vida de las personas. A grandes rasgos, se resumen en: derecho al desarrollo sostenido; derecho a la autodeterminación
de los pueblos; derecho a la paz; derecho a la protección de los datos personales; derecho al patrimonio común de la
humanidad; y, derecho a gozar de un medioambiente sano. La lista de los derechos humanos de tercera generación no
es absoluta, está en permanente transformación y no es nada raro que incluya nuevos derechos en función de las
preocupaciones mundiales de nuestro tiempo.

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convertida en mercancía. Es así que frente a los beneficios que genera esta hipercomunicación
acelerada, han surgido también los abusos y lo usos ilícitos que atentan contra la intimidad de la
persona humana que ve invadida su privacidad desde múltiples espacios y actores. La información
que ingresa, por cualquier medio o motivo, a la web queda a disposición de poderosos motores de
búsqueda que, en fracción de segundos, obtienen información sobre la cual pueden elaborar
perfiles de consumidores potenciales, tendencias de consumo, pero también bocetos del ser
humano que pueden servir para encasillarlo en ciertos niveles o nichos respecto de cualquier cosa:
incumplidor-cumplidor, puntual-impuntual, sociable-poco sociable; consumidor-no consumidor,
etc. Y más allá de eso, el “rastro digital” puede determinar que aspectos negativos de la persona
sirvan para su discriminación actual y futura.

Todo esto nos lleva a condenar la simpleza con la que el COGEP encarga al juez garantizar los
datos personales de las partes que intervienen en los juicios, sin considerar que los datos de carácter
personal102 quedan consignados dentro del proceso por pedido de la misma ley y que la
Constitución y el mismo COGEP garantizan los principios de transparencia y publicidad (infra)
de los procesos judiciales, llegándose a afirmar incluso que la publicidad es la mejor garantía de
una correcta y eficiente administración de justicia. Los derechos a la intimidad y a la protección de
datos personales se repelen recíprocamente con el derecho a la libertad informativa y a la
publicidad, entonces corresponde al legislador encontrar el justo equilibrio, la modulación
adecuada, la ponderación inteligente para que los derechos de unos no conculquen los derechos
de otros.

Como está la norma del art. 7 del COGEP, aislada, fuera de contexto, sin definiciones claras 103, sin
otras normas que la amparen y den viabilidad, simplemente es “un saludo a la bandera”.

1.9.7. Principio de transparencia y publicidad.-

El principio de transparencia y publicidad de los procesos judiciales está tratado del siguiente modo
en el COGEP: la información de los procesos sometidos a la justicia es pública, así como las
audiencias, las resoluciones judiciales y las decisiones administrativas. Exclusivamente se admitirán
excepciones necesarias para proteger la intimidad, el honor, el buen nombre o la seguridad de
cualquier persona. Son reservadas las diligencias y actuaciones procesales previstas como tales en
la Constitución de la República y la ley (art. 8 COGEP).

Este artículo reproduce el principio de publicidad consagrado en la Constitución como uno de los
principios rectores de la administración de justicia (en todas sus etapas, los juicios y sus decisiones
son públicos, art. 168, núm. 5, CE) y como una garantía del derecho a la defensa (los

102 “El tratamiento de datos personales debe estar concebido para servir a la humanidad. El derecho a la protección de los datos personales
no es un derecho absoluto, sino que debe considerarse en relación con su función en la sociedad y mantener el equilibrio con otros derechos
fundamentales, con arreglo al principio de proporcionalidad. El presente Reglamento respeta todos los derechos fundamentales y observa las
libertades y los principios reconocidos en la Carta conforme se consagran en los Tratados, en particular el respeto de la vida privada y
familiar, del domicilio y de las comunicaciones, la protección de los datos de carácter personal, la libertad de pensamiento, de conciencia y de
religión, la libertad de expresión y de información, la libertad de empresa, el derecho a la tutela judicial efectiva y a un juicio justo, y la
diversidad cultural, religiosa y lingüística” Considerando 4 del Reglamento UE, 2016/679 del Parlamento Europeo y del
Consejo de 27 de abril de 2016 relativo a la protección de las personas físicas en lo que respecta al tratamiento de
datos personales y a la libre circulación de estos datos.
103 Sólo para poner un ejemplo, muy básico, el concepto de dato personal aceptado generalmente se refiere a “toda
información sobre una persona física identificada o identificable; y como persona física identificable toda persona
cuya identidad pueda determinarse, directa o indirectamente, en particular mediante un identificador, como por
ejemplo un nombre, un número de identificación, datos de localización, un identificador en línea o uno o varios
elementos propios de la identidad física, fisiológica, genética, psíquica, económica, cultural o social de dicha persona”
(art. 5, núm. 1, del Reglamento Europeo de Protección de Datos Personales).

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procedimientos son públicos salvo las excepciones previstas por la ley. Las partes pueden acceder
a todos los documentos y actuaciones del procedimiento, art. 76, núm. 7, letra d, CE) 


La exigencia de publicidad del juicio se encuentra recogida explícitamente en normas


internacionales tales como el artículo 8.1 CADH y el 14.1 del PIDCP. La publicidad significa que
las actuaciones del juicio deben realizarse a puertas abiertas, es decir, que cualquier persona debe
poder ingresar a la sala de audiencias y observar qué es lo que ocurre en ella. En este sentido, la
publicidad es un mecanismo de control ciudadano, pero también de las partes para fiscalizar el
adecuado comportamiento de los jueces, el ejercicio idóneo del derecho de defensa y que los juicios
se desarrollen de conformidad a lo que la ley señala 104.

La primera excepción al principio de publicidad la impone la misma ley procesal para proteger la
intimidad, el honor, el buen nombre o la seguridad de las personas (art. 8 COGEP). Además, es
considerada información reservada aquella contenida en documentos calificados como tales por el
Consejo de Seguridad Nacional por razones de defensa nacional (art. 17 LOTAIP).

De acuerdo a las circunstancias de cada causa, los miembros de los tribunales colegiados pueden
decidir que las deliberaciones para la adopción de resoluciones se lleven a cabo privadamente.

La publicidad de las audiencias se encuentra limitada del siguiente modo: a) pueden ser grabadas
solamente por el sistema implementado por la autoridad competente; b) está prohibido fotografiar,
filmar o transmitir la audiencia; c) su contenido no puede ser difundido por ningún medio de
comunicación, pero las partes, exclusivamente, pueden acceder a las grabaciones oficiales; d) no se
conferirá copia cuando el juez considere que podría vulnerarse los derechos de niñas, niños,
adolescentes, familia, secretos industriales o información de carácter tributario; e) el contenido de
la grabación oficial puede ser objetado hasta veinticuatro horas después de realizada la audiencia;
y, f) en todos los casos en que se entregue copia de la grabación de una audiencia, se prevendrá de
la responsabilidad por el manejo abusivo de la información (art. 83 COGEP).

Está prohibido que las audiencias sean grabadas por medios de comunicación social, autorizando
exclusivamente grabaciones oficiales de diligencias y audiencias que permitan la constancia
procesal de las mismas. Finalmente, se prohíbe a los jueces dar trámite a informaciones sumarias
o diligencias previas que atenten a la honra y dignidad de las personas o a su intimidad (art. 13
COFJ).

El principio de publicidad tiene una doble función. Hacia dentro, publicidad interna, debe servir
para garantizar que las partes procesales se encuentren informadas de lo que ocurre en el proceso,
de la actividad del juez, de la contraparte, de la actividad de los auxiliares de la justicia, de la
presentación y evacuación de pruebas, de los plazos y términos, de lo resuelto en autos y en
sentencia. Hacia fuera, publicidad externa, ofrece la posibilidad de que el proceso sea conocido
por cualquier ciudadano que tuviera interés legítimo (deberíamos entender la mera liberalidad) en
enterarse de cómo se desenvuelve un proceso y lo que en él se resuelve, sea a través del expediente

104 El párrafo 168 de la Sentencia de la Corte Interamericana en el caso Palamara (véase caso Palamara Iribarne vs.
Chile, sentencia de 22 de noviembre de 2005) destaca estas mismas ideas acerca de la publicidad señalando: “La
publicidad del proceso tiene la función de proscribir la administración de justicia secreta, someterla al escrutinio de las partes y del público
y se relaciona con la necesidad de la transparencia e imparcialidad de las decisiones que se tomen. Además, es un medio por el cual se
fomenta la confianza en los tribunales de justicia. La publicidad hace referencia específica al acceso a la información del proceso que tengan
las partes e incluso los terceros”. En palabras similares también se ha pronunciado la Corte Europea sobre la materia en
variados casos. Entre otros véase Sentencia de la Corte Europea de Derechos Humanos de 26 de septiembre del año
2000, case of Guisset v. France, párrafo 72.

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físico o digital, sea asistiendo a las audiencias. Igualmente, si se trata de un proceso en desarrollo
o si se trata de uno concluido.

En aplicación de esta función externa, tenemos que es atribución jurisdiccional del juez ordenar,
si lo estima procedente, a pedido de parte y a costa del vencido, la publicación de la parte resolutiva
de la decisión final en un medio de comunicación designado por el tribunal o juez, si con ello se
puede contribuir a reparar el agravio derivado de la publicidad que se le hubiere dado al proceso
(art. 130, núm. 14, COFJ).

Además, sin perjuicio de la publicación de las resoluciones mediante las cuales se declara la
existencia de jurisprudencia obligatoria, a efectos de control social se publican en el Registro Oficial
todas las sentencias de casación y de revisión que dicten las diversas salas especializadas de la Corte
Nacional de Justicia (art. 197 COFJ).

1.10.- Interpretación de la ley procesal

El COFJ faculta a la Corte Nacional de Justicia a dictar resoluciones interpretativas en caso de


duda u oscuridad de las leyes, de modo general y obligatorio (art. 180, núm. 6, COFJ)105, mientras
la Asamblea Nacional dicta la correspondiente ley interpretativa (arts. 120, núm. 6, CE y art. 69 y
ss., LOFL). Aunque se debe entender que la facultad entregada a la Corte Nacional es supletoria,
es decir, a falta de ley interpretativa de la Asamblea Nacional 106, no deja ser extraño que similar
facultad haya sido concedida – vía ley - a dos órganos, cuya naturaleza, funciones y facultades son
distintos107.

Podemos extraer de los dispersos textos legales los siguientes principios interpretativos de la ley
procesal:

1. Al interpretar la ley procesal, se debe tener en cuenta que el objetivo del proceso es la
efectiva vigencia de los derechos (art. 29 COFJ). Es obligación del juez cuidar que se
respeten los derechos y garantías de las partes procesales en los juicios (art. 130, núm. 1,
COFJ);

2. Los jueces tienen obligación de velar por la constante, uniforme y fiel aplicación de la
Constitución, los instrumentos internacionales de derechos humanos, los instrumentos
internacionales ratificados por el Estado, las leyes y demás normas jurídicas (art. 25 COFJ).
La norma constitucional y los instrumentos internacionales de derechos humanos
prevalecen sobre los preceptos legales que se les opongan (art. 129, núm. 1, COFJ);

105 Corresponde al Pleno de la Corte Nacional de Justicia: “…6. Expedir resoluciones en caso de duda u oscuridad
de las leyes, las que serán generales y obligatorias, mientras no se disponga lo contrario por la Ley, y regirán a partir
de su publicación en el Registro Oficial” (art. 180, núm. 6, COFJ).

106 “Sólo al legislador toca explicar o interpretar la ley de un modo generalmente obligatorio” (art. 3 CC).

107 Al respecto, el Dr. Rafael Oyarte expresa: “Si bien el ex Tribunal Constitucional en dos fallos previos había
confirmado la facultad de la Corte Suprema de Justicia para dictar esta clase de normas de conformidad con el entonces
artículo 15 de la Ley Orgánica de la Función Judicial, hoy equivalente al artículo 180, número 6, del Código Orgánico
de la Función Judicial (Resoluciones del Tribunal No. 036-2001-TC y 0005-2003-TC), en una Resolución posterior
limitó absolutamente esta potestad, señalando que ésta “desborda el límite de su potestad jurisdiccional”, agregando
que la interpretación realizada a través de esa clase de actos “sólo puede tener el carácter y proyección, limitada a la
orientación de la actividad jurisdiccional” (Resolución del Tribunal Constitucional No. 0009-2006-TC). En: Debido
Proceso, Op. Cit. p. 461).

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3. La doctrina y la jurisprudencia sirven para interpretar, integrar y delimitar el campo de
aplicación del ordenamiento legal, así como para suplir la ausencia o insuficiencia
normativa (art. 28 COFJ).

4. Las dudas en la interpretación de normas procesales se aclaran aplicando los principios


generales del derecho procesal, de modo que se cumplan las garantías constitucionales del
debido proceso, se respete el derecho de defensa y se mantenga la igualdad de las partes
(art. 29 COFJ).

5. Los vacíos de las leyes procesales se suplen con normas para casos análogos y, a falta de
éstas, con principios constitucionales y generales del derecho (art. 29 COFJ).

6. Los jueces administran justicia aplicando la norma jurídica pertinente (art. 129, núm. 2,
COFJ) y deben velar por una eficiente aplicación de los principios procesales (art. 130,
núm. 2, COFJ).

7. Se debe propender a la unificación del criterio judicial sobre un mismo punto de derecho
(art. 130, núm. 3, COFJ).

8. Los jueces deben convalidar de oficio o a petición de parte los actos procesales verificados
con inobservancia de formalidades no esenciales, si no han viciado al proceso de nulidad
insanable ni provocado indefensión (art. 130, núm. 8, COFJ).

9. El juez debe aplicar el derecho que corresponda al proceso, aunque no haya sido invocado
por las partes o lo haya sido erróneamente. Sin embargo, no puede ir más allá del petitorio
ni fundar su decisión en hechos diversos de los que han sido alegados por las partes. Esta
última disposición no es aplicable cuando se puedan vulnerar derechos reconocidos en la
Constitución y en los instrumentos internacionales de derechos humanos (art. 140 COFJ).

Como ya se dejó indicado (en el punto 1.2.9. de este capítulo, supra) la LOGJCC (art. 3) trae reglas
de interpretación para las normas constitucionales, pero debemos entender que son aplicables
también para la ley procesal ordinaria: las reglas de solución de antinomias;
el principio de
proporcionalidad; la ponderación; la interpretación evolutiva o dinámica; la interpretación
sistemática; la interpretación teleológica; la interpretación literal; en fin, la interpretación que
atiende a los principios generales del derecho y la equidad, así como a los principios de unidad,
concordancia práctica, eficacia integradora, fuerza normativa y adaptación (supra 1.2.9.).

Respecto de la vigencia temporal de la ley procesal (art. 163, inc.2, COFJ) tenemos que:

a. Las leyes concernientes a la sustanciación y ritualidad de los juicios, prevalecen sobre las
anteriores desde el momento en que deben comenzar a regir;

b. Las diligencias, términos y actuaciones que ya estuvieren comenzadas, se rigen por la ley
que estuvo entonces vigente; y,

c. La ley posterior mediante disposición expresa puede alterar la competencia ya fijada. Si se


suprime una judicatura, la ley determina el tribunal o juzgado que debe continuar con la
sustanciación de los procesos que se hallaban en conocimiento de la judicatura suprimida.

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