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EL CINE
Y SU
DOBLE
ELBOD
Avatares del doppelgänger en pantalla
Se dice que cada uno de nosotros tiene un doble que pertenece al pasado o que viene del
futuro. La literatura tiene registros sobre la existencia del doppelgänger. Es curioso cómo
actúa esa versión malvada de uno mismo. Resulta que es como mirarse al espejo. El cine ha
desentrañado ese misterio y el doppelgänger ha tomado acción a través de la pantalla para
jugar a que existe la magia. En esta nota conoceremos más acerca de ese misterio.
Eduardo A. Russo
El doble
guignol. No deberíamos extrañarnos esto es posible. Aquí aparece el nada Un número de larga tradición en el
delirio –e incluye en un momento
inolvidable la irrupción de un tercero
routine. ta y en suspenso elaborada por Kies-
lowski, tal vez el caso más pertur-
de estas raras series de coincidencias desestimable desempeño espectacular cine cómico revela de forma aleccio- en discordia dentro del duelo de do- bador y claustrofóbico de un drama
bles–. Y pronto la rutina accedió al de dobles fue propuesto por David
ámbito hogareño vía televisión en un devorador y mortífero organiza la Cronenberg en Pacto de amor (Dead
célebre pasaje de Yo quiero a Lucy, intriga entera de Psicosis (1960), Ringers, 1988). En este film mesura-
enfrentando a Lucille Ball y el mis- aunque tal vez la pieza hitchcockia- damente extremo, la crisis de identi-
mísimo Harpo en un duelo que de- na que de modo más ejemplar haya dad de los gemelos Mantle cede ante
muestra por el absurdo y con desopi- incursionado en la tradición del dop- la vida presentada como un evento
lantes detalles el poder de los dobles pelgänger sea el capítulo dirigido material, polimorfo y sin salida, ha-
en pantalla. Hasta hoy, es posible ver por el cineasta para la serie Alfred ciendo de cada ‘yo’ una ficción frágil,
el número en varios sketches que, en Hitchcock Presenta: El caso de Mr. una cáscara que cede ante una pul-
toda la gama de calidades posible, Pelham (1955). Tom Ewell interpre- sión de muerte de la que el doble no
retoman y comentan desde el humor ta allí un ejecutivo inexorablemente es más que una máscara.
la vieja conmoción del encuentro con desplazado por un doppelgänger que
el doble. invade su espacio hasta los ámbitos
más íntimos, en una trama cuyos De lo especular a lo
determinantes oscilan entre lo psi-
especulativo
Obsesionados por el cológico y lo decididamente diabóli-
co. El tono del episodio despliega un En la primera versión cinematográfi-
doble humor negro y desesperado hasta lo ca de Frankenstein (J. Searle Dewey,
Un director clave, en lo que a dobles terminal: el asedio hace tambalear 1910), se produce un instante reve-
respecta, ha sido Alfred Hitchcock. no solo la identidad de quien padece lador cuando la criatura, una copia
Es posible ver sus implicancias más su presencia, sino también su mun- malhecha del barón Frankenstein, es
negras en un registro que por el rea- do entero. Como si introdujera por derrotada: literalmente se disuelve
lismo accede a la metafísica en las su misma aparición una suerte de en un espejo de cuerpo entero. Pre-
desventuras de El hombre equivoca- anomalía cósmica, una cuña de ex- vio al auge del cine fantástico ale-
do (1956), con su seriedad desusada plosiva antimateria en el mundo co- mán, este pequeño film rodado en
para el cineasta, y sin duda es una nocido. Y hablando de obsesos, bien la factoría Edison revela ese curioso
oscura atracción ligada al nudo entre las variaciones sobre Hitchcock que saber del cual Mario Praz advertiría:
erotismo, muerte y doppelgänger lo desarrolla Brian de Palma entre los llamar ‘Frankenstein’ a la criatura,
que motoriza el giro en espiral eter- setentas y noventas como intrinca- llevando el nombre de su creador,
Vida robada no de Vértigo (1958). No hace falta dos ensayos donde el doppelgänger bien podría designar un oscuro jue-
destacar hasta qué punto un doble es un elemento central. go de dobles generado por una cien-
cia sin límite, como ocurriría en el tadas al cine ofrecen un verdadero convoca un mundo que parece os- jugando desde sus años iniciales
más evidente Dr. Jekyll y Mr. Hyde, catálogo de dobles en sus diferentes cilar entre su fuente declarada y las tiene que ver, sin dudas, con cierto
de Robert. L. Stevenson. Estas na- posibilidades narrativas. Entre ellas oscuras ficciones de un Kafka, don- tipo de desdoblamiento. O más bien
rraciones prototípicas, ancestros de destacamos por su condición bri- de la irrupción del doble es un factor de una secuencia de desdoblamien-
la ficción especulativa, no son sino llantemente reflexiva Una mirada a que instala una corrosiva anomalía tos en serie.
dos muestras de la presencia de esta la oscuridad (A Scanner Darkly, Ri- en un mundo normativo tan absur-
La irrupción de un doble en pan-
configuración del doppelgänger en chard Linklater, 2006). do como implacable. En El hombre
talla instala al espectador en una po-
la matriz del género. Al menos desde duplicado, la coartada psicológica y
sición por la cual resulta interpelado
Metrópolis (1927), la figura del robot una serie de elementos de trabajoso
de modo inmediato. Como si en esa
suele convocar al doppelgänger en Extrañezas del simbolismo instalan al doble como
situación resonase esa duplicidad que
sus versiones más letales, despla- enigma a descifrar, aunque –para
zándose de lo fantasmagórico hacia doppelgänger bien de la película– toda interpre-
se abre al ver un film, sentado en una
butaca y a la vez dentro del espacio
lo maquínico; mientras las invasio- contemporáneo tación posible no disipa el clima de
del cine, sabiendo que está viendo
nes alienígenas optan por suplantar pesadilla. Ambas, más allá de sus lo-
Arribando a la pantalla actual y más una película y a la vez sintiéndola
uno por uno al género humano repli- gros parciales, hablan del potencial
allá de difundidos casos mains- como algo que lo mueve de modo tan
cando dobles casi perfectos, como lo intacto de un arquetipo del cual aún
tream como El club de la pelea o El intenso que no debería ser solo eso.
atestiguan Invasores de Marte (W. cabe esperar avatares significativos.
cisne negro, en ese terreno que va- Vive su vida, y a la vez, temporaria
Cameron Menzies, 1953) o La inva-
gamente puede calificarse como cine pero simultáneamente, esas otras vi-
sión de los ladrones de cuerpo (Don
independiente; dos rarezas recien- das fantasmales que se despliegan de-
Siegel, 1956) ¿Cómo se invade a la
tes se suman al tema y variaciones Epílogo: el doble lante suyo. En la doble vida que rige
Tierra? Armados de pragmatismo,
los extraterrestres suelen pensar
del doppelgänger en el cine: El do- que acecha en la al espectador cinematográfico sospe-
ble, (The Double, 2013), del británi- chamos, de manera oscura, que allí
que más efectivo que arrasar el pla-
co Richard Ayoade y Enemy (2013)
oscuridad toma lugar el inquietante encuentro
neta con armas galácticas, pueden
del canadiense Dennis Villeneuve. Examinar al doppelgänger lleva a entre lo reconocible y lo desconocido;
ser los dobles.
La primera, adaptada del relato del pensar el cine y nos recuerda a ese una situación en esos términos que
Dentro del género, acaso quien mismo nombre escrito por Fiodor sujeto ante la pantalla que no por Rimbaud plantease de forma insupe-
más lejos llevó las implicancias del Dostoievsky. La segunda, versión familiar resulta menos extraño: el rable en una carta a George Izambard,
doppelgänger fue Philip K. Dick, de El hombre duplicado, de José espectador. Parte sustancial del jue- el 13 de mayo de 1871: Je est un autre, Una mirada a la oscuridad
cuyas ficciones profusamente adap- Saramago. La película de Ayoade go que los espectadores han venido yo es otro.