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A partir del año 1913, se incluyen por primera vez prácticas de seguridad para el
laboratorio de microbiología. Estas pautas, se ampliaron en el siglo XXI, hasta incluir
no sólo la manipulación adecuada de los materiales biológicos peligrosos hallados
al procesar las muestras o manipular microorganismos infecciosos, sino también
seguridad en caso de incendio o problemas eléctricos, la manipulación, el
almacenamiento y la eliminación de compuestos químicos y sustancias radiactivas.
Nuestro ambiente de trabajo nos exige seguir ciertos parámetros universales, como
ser: EPP o equipo de protección personal, normas de conducta como no correr
dentro de las instalaciones, no gritar, no comer ni beber, etc. Disponibilidad de
instrumentos y equipos de laboratorio, uso de viñetas en los reactivos y sustancias,
etc.
Ahora bien, siguiendo estas normas se prevén muchos accidentes que puedan
atentar contra la salud y la estructura del laboratorio, y eso es lo que se busca para
obtener resultados óptimos y un buen rendimiento de trabajo. Además de lo
mencionado, se necesita cierto nivel de capacitación del uso de reactivos, y tener
muy en cuenta que estaremos rodeados de peligro, al que nos expondremos
constantemente; manipular las sustancias con sumo cuidado es de vital
importancia, y además de eso, el conocer su información es aún más importante.
Los reactivos tienen en el exterior del contenedor, algo llamado etiqueta, en la que
está plasmada la información necesaria, tanto así para saber su composición
química, los riesgos que provoca, el ambiente en el que debe guardarse, y ciertos
pictogramas o “dibujitos” que dan información inmediata sobre la sustancia.