José Natanson oscar Ugarteche claudio Scaletta martín Abeles

ignacio Ramonet Frédéric Lordon Gilbert Achcar Serge Halimi

el dipló, una voz clara en medio del ruido Capital Intelectual S.A.
Paraguay 1535 (1061)
junio 2015 Buenos Aires, Argentina
Publicación mensual
Año XVI, Nº 192
Precio del ejemplar: $38
En Uruguay: 100 pesos

www.eldiplo.org

El enorme peso económico y la capacidad de lobby político de las

finanzas hacen necesario pensar nuevas estrategias para regularlas.

¿Es posible limitar

al poder financiero?

Dossier

Reuters

América Latina: las raíces de la violencia

por Carlos Santiso A pesar de los avances sociales registrados en la última década, la violencia no cede
y Nathalie Alvarado en América Latina. Con una tasa de homicidios comparable a la de las zonas de
Páginas 12 y 13 guerra, el problema excede los flagelos del crimen organizado y el tráfico de drogas.
2|
La democracia del
minuto a minuto
Presidentes sin mandato bajo una ciudadanía acechante
por José Natanson
E
ntre asombrado y enojado por la
deriva anti-republicana de la se-
gunda oleada de gobiernos desde la
recuperación de la democracia en
América Latina, Guillermo O’ Don-
nell escribió en 1994 un artículo en
el que una vez más demostró su extraordinaria ca-
pacidad para conceptualizar algo que estaba delan-
te de nuestros ojos pero que no podíamos ver (1).
Con la idea de democracia delegativa, O’ Don-
nell definió una “nueva especie” de régimen polí-
tico: la democracia delegativa es democrática por-
que tiene legitimidad de origen, es decir que sur-
ge de elecciones limpias y competitivas, y porque
mantiene vigentes las libertades políticas básicas,
como las de expresión, reunión, prensa y asocia-
ción (aunque en algunos casos amenazadas). Sin
embargo, es una democracia menos liberal y repu-
blicana que la democracia representativa, ya que
tiende a no reconocer los límites constitucionales
y legales de los poderes del Estado.
La concepción básica es que la elección le da al
presidente el derecho, y la obligación, de tomar las
decisiones que crea más convenientes, sujeto sólo
al resultado de futuros comicios. El resultado de
esta autoconcepción es que el gobierno conside-
ra un estorbo la “interferencia” de las institucio-
nes de control, incluyendo a los otros dos grandes
poderes del Estado (el Legislativo y Judicial) y a
los mecanismos de rendición de cuentas (audito-
rías, fiscalías, etc.). Bajo este tipo de régimen, las
políticas públicas suelen implementarse de ma-
nera abrupta e inconsulta. Y aunque el gobierno
por supuesto debe enfrentar diversas relaciones
fácticas de poder, suele hacerlo mediante vínculos
nula o escasamente mediados institucionalmente.
En las democracias delegativas, el presidente
se considera la encarnación, o al menos el más au-
torizado intérprete, de los grandes intereses de la
nación. En consecuencia, se siente por encima de
las diversas partes de la sociedad (incluyendo a los
partidos) y no cree necesario rendir cuentas salvo
en las elecciones.
Contrapeso
Elaborado con los ojos puestos en los gobiernos
de Menem y Fujimori, el concepto se popularizó
velozmente hasta convertirse casi en un lugar co-
mún de los análisis políticos (2). Dos décadas des-
pués, y a la luz de la misma experiencia latinoame-
ricana que le dio origen, la definición pionera de
O’Donnell puede completarse con la referencia a
un fenómeno cada vez más notorio, que no anula
pero sí agrega un dato al planteo original: me re-
fiero a una ciudadanía que, cada vez más autóno-
ma y libre, ejerce una vigilancia constante sobre
los actos de gobierno y constituye un contrapeso
decisivo para cualquier administración.
Esta ciudadanía no se retira a su mundo pri-
vado una vez que eligió a sus representantes;
se mantiene en guardia, alerta como un gato de
sueño liviano capaz de despertarse apenas per-
cibe el rechinar de una puerta, un crujido en el
piso, el sonido de los pasos de un desconocido.
Una “ciudadanía de la desconfianza”, de acuer-
do a la definición del politólogo Isidoro Cheres-
ky (3), influida como nunca por los medios de
comunicación y dispuesta a manifestar su re-
chazo a través de los dos polos mediante los cua-
les se expresa públicamente: las encuestas (el
polo-opinión pública) y la calle (el polo-estalli-
do). Contra la idea original de O’Donnell, la ciu-
dadanía no cede todo el poder en el dispositivo
representativo. A la manera de los buenos nego-
ciadores, siempre se guarda algo.
Si las cosas no avanzan como suponía, la ciudada-
nía hace sentir el rigor de su presencia pública inclu-
so a los pocos días de la elección, tal como confirman
diferentes casos recientes. En Brasil, a menos de tres
meses de asumir su segundo mandato, Dilma Rous-
seff enfrentó una serie de movilizaciones de protesta
e incluso versiones de impeachment, lo que agravó la
debilidad de un gobierno afectado por el escándalo
de corrupción en Petrobras y la recesión económica.
En Chile, también poco después de jurar para un se-
gundo período, Michelle Bachelet enfrentó una serie
de fuertes resistencias a sus planes de reforma y se vio
obligada a cambiar medio gabinete, mientras su ima-
gen pública se desplomaba. En la Argentina del 2008,
Cristina enfrentó el conflicto del campo menos de seis
meses después de llegar a la Presidencia.
Aquí y ahora
La perspectiva resulta útil para entender el con-
texto en el que asumirá el nuevo gobierno. Como
los conductores de televisión, que ya no esperan el
rating al final del programa sino que lo siguen en
vivo a través del minuto a minuto, el próximo pre-
sidente deberá relegitimarse no ya cada dos años
sino todos los días. Situación que, si por un lado le
agrega una presión extraordinaria que subraya la
dimensión cruel del ejercicio del poder, por otro
habilita un margen de maniobra que le permite al
líder ir corrigiendo el rumbo de la manera que lo
crea más conveniente.
En efecto, los presidentes actuales llegan al po-
der liberados de una serie de ataduras que en el pa-
sado ejercían un límite fundamental a su acción de
gobierno. En primer lugar, porque se han debili-
tado los condicionamientos sociológicos del voto:
sectores populares que se inclinan por candidatos
de derecha no peronistas (en el Sur de la ciudad de
Buenos Aires, por ejemplo), una clase media que ha
perdido su tradicional vehículo de expresión polí-
tica y un troskismo que asciende en provincias con-
servadoras (Mendoza) y hasta feudales (¡Salta!). En
otras palabras, el voto ha dejado de ser el reflejo casi
automático de una voluntad social preexistente a la
que el representante debe obedecer y se ha conver-
tido en un interrogante dificilísimo de atrapar: are-
na que se escurre entre los dedos.
Pero además ocurre que los partidos, que tradi-
Edición 192 | junio 2015
cionalmente dotaban de estabilidad y un mínimo
de previsibilidad al sistema político, se han frag-
mentado y difuminado. No han desaparecido del
todo, claro, pero ya no son capaces de generar adhe-
siones permanentes de personas, familias o comu-
nidades, del mismo modo que los referentes socia-
les o corporativos no logran trasladar su ascenden-
te a la dimensión política: el moyanismo social que
no vota a los candidatos de Hugo Moyano o el la-
natismo cultural que no se inclina por Elisa Carrió.
La ausencia de electorados estables crea un es-
tado de confusión que, si en algunos momentos
deriva en alianzas grotescas, en otros se desliza
hacia las acusaciones exageradas, notoriamente
en el caso de Carrió, que conforme va ampliando
la frontera de lo admisible (primero para aceptar a
los radicales, después a los ex kirchneristas, ahora
al PRO) va aumentando la intensidad de la crítica
a quienes quedan afuera (“narcotraficantes”).
Es en este contexto que se produce el ascenso
de los líderes de popularidad. Verdaderos amos y
señores de nuestra política, los líderes procuran
el apoyo de un electorado amplio y desafiliado de
adhesiones u obligaciones previas, lo que los lle-
va a diluir las apelaciones ideológicas fuertes en el
aguarrás de un discurso de tonalidades emotivas
en el que cualquier precisión programática, cual-
quier referencia concreta puede poner en peligro
toda la estrategia. Obligados a ser iguales a la gen-
te pero a la vez distintos, los candidatos se limitan
a exhibir su buena imagen y formular una enun-
ciación vaga de la dirección de su futuro gobier-
no, tal como demostró el paso de los tres favoritos
–Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa–
por ShowMatch. En palabras de Cheresky, cam-
pañas sin promesas ni programas.
Como señalamos, la consecuencia de este nuevo
paisaje representativo es que, una vez en el gobier-
no, los presidentes gozan de un espacio amplio pa-
ra ejercer su voluntad. Sin el condicionamiento de
partidos o sindicatos, que al fin y al cabo cumplie-
ron un rol apenas subsidiario durante la campaña,
y eximidos de la obligación de aplicar una plata-
forma que nunca exhibieron, los “presidentes sin
mandato” no deben rendir cuentas a ninguna es-
tructura orgánica y se sienten libres para gestionar
de la manera que les parezca más conveniente.
Es, hasta cierto punto, lógico. Por motivos que
exceden al autor de este editorial, y que van del
impacto de la globalización a la velocidad acele-
rada de los flujos financieros, de las caracterís-
ticas del nuevo orden económico internacional
a la hiperconectividad que habilitan las nuevas
tecnologías, gobernar es cada vez menos aplicar
un programa determinado y cada vez más en-
frentar circunstancias cambiantes en un entor-
no en permanente mutación.
En este marco, el único límite es el que impo-
ne la ciudadanía y, cada vez más, los tribunales,
constituidos en un nuevo actor político: si por un
lado es cierto, como escribió O’ Donnell, que los
 |3

Staff
Di­rec­tor: José Natanson

Re­dac­ción
Carlos Alfieri (editor)
Pablo Stancanelli (editor)

Debatir el
Creusa Muñoz
Luciana Garbarino
Laura Oszust

desarrollo
Se­cre­ta­ria
Pa­tri­cia Or­fi­la
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argentino
Co­rrec­ción
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Diagramación
Cristina Melo

Co­la­bo­ra­do­res lo­ca­les
Martín Abeles
Fernando Bogado
Nazaret Castro por Alejandro Grimson*

A
Julián Chappa
Imelda Duffard
Verónica Gago
presidentes suelen recurrir a diversas Pablo Gandolfo rgentina atraviesa un momento
Alejandro Grimson
estrategias para atenuar el control de la Federico Lorenz
muy particular. El escenario políti-
justicia, por otro es verdad que los jue- co plantea el riesgo cierto de retor-
ces han ampliado su esfera de influencia
Editorial Josefina Sartora
no a políticas neoliberales. Pero el
Claudio Scaletta
hasta abarcar cuestiones que en el pasa- Bárbara Schijman déficit mayor es que la forma espe-
do hubieran quedado totalmente fue- Oscar Ugarteche cífica que asume la puja política en
ra de su radar: por citar un ejemplo no el país, en un contexto de polarización aguda, ha re-
kirchnerista, Macri tuvo que desactivar Ilustradores legado no sólo los debates de ideas, sino la propia ela-
varios recursos de amparo para poder Gustavo Cimadoro boración de programas y proyectos. Esto se expresa
aplicar una decisión tan banal como el cuando las confrontaciones se plantean en términos
Tra­duc­to­res
cambio de mano de la Avenida Pueyrredón. más de identidad que de programas y líneas de trabajo.
Julia Bucci
Georgina Fraser En este contexto, hay dos tareas relevantes: por un
Gobierno Teresa Garufi lado, promover la elaboración de ideas prospectivas
Este contexto, común a buena parte de las demo- Aldo Giacometti que, lejos de agotarse en un diagnóstico, tengan una
cracias contemporáneas, se conjuga, en la Argen- Florencia Giménez Zapiola verdadera capacidad propositiva. Por otro, difundir-
tina de hoy, con la situación de normalidad política Víctor Goldstein las en un lenguaje accesible a un público interesado.
y económica que, todo así lo indica, marcará el ini- Patricia Minarrieta Es en ese sentido que nos proponemos abrir de-
cio del nuevo gobierno. En efecto, a diferencia de Bárbara Poey Sowerby bates sobre los modelos de desarrollo para Argenti-
Gustavo Recalde
los comienzos del alfonsinismo, el menemismo y Carlos Alberto Zito
na, priorizando los análisis de la economía política
el kirchnerismo, el próximo presidente no asumirá acerca de las potencialidades y alternativas produc-
en medio de un vacío pro-refundacionista sino en Diseño original tivas y fiscales, pero atendiendo también al carácter
un escenario económico que, por más problemas Javier Vera Ocampo multidimensional de las desigualdades y las injusti-
que arrastre, necesariamente implicará continui- cias. Mediante los aportes de académicos e intelec-
dades: la posibilidad de desatar los nudos de infla- Producción y circulación tuales con reconocimiento público, buscamos pro-
ción, dólar y crecimiento con cierta calma. Norberto Natale mover la elaboración y confrontación de ideas.
Esto quizás explique la asombrosa similitud Esto implica salir de las discusiones puntuales
entre Scioli, Massa y Macri, los tres candidatos Publicidad sobre una u otra medida, sobre un tipo de actividad
con más chances de llegar a la Presidencia. Per- Maia Sona económica, sobre una u otra decisión fiscal o pro-
publicidad@eldiplo.org
tenecientes a una misma generación política, la contacto@eldiplo.org
grama social. El objetivo es analizar y debatir op-
distancia que los separa es más corta que la de ciones más integrales de desarrollo, en las que uno
cualquier otra elección desde la recuperación ww­w.el­di­plo.org de los ejes pasa, por supuesto, por la tensión entre la
democrática (pensemos si no en Alfonsín-Lú- perspectiva neoliberal y la redistributiva, pero sin
der, Menem-Angeloz, De la Rúa-Duhalde, Me- dejar de lado otras tensiones vinculadas a las eco-
Fotocromos e impresión: Rotativos Patagonia S.A. Aráoz de Lamadrid
1920, Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Le Monde diplomatique

nem-Kirchner). Como ocurre en las democra-
cias desarrolladas, que son democracias de la
normalidad y no de la emergencia, las opciones
tienden a converger. De este centro difuso, cu-
yo signo de los tiempos es el set de ShowMatch,
surgirá el nuevo presidente. Un líder que, libe-
rado de un mandato fuerte, deberá improvisar
sobre la marcha, como los conductores de te-
levisión que van reinventando su programa de
es una publicación de Capital Intelectual S.A., Paraguay 1535
(C1061ABC) Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina, para la nomías extractivas, la seguridad ciudadana, las jus-
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tructural y restricción externa; Paula Abal Medina,
Pero que asuma con un margen amplio no sig- que analizará la precarización y las políticas labora-
nifica que pueda dormir del todo tranquilo porque les; Eleonor Faur, que examinará desde nuevos án-
La circulación de
Le Monde diplomatique,

en el fondo sabe que una sociedad vigilante lo ob-
servará de cerca: el más mínimo ruido puede hacer
que se despierte y camine hasta la cocina, donde
esperan las cacerolas. g
1. “Delegative Democracy”, Journal of
Democracy, Vol. 5, Nº 1, enero de 1994.
2. El mismo O’Donnell lo recuperó más tarde para aplicarlo
a las gestiones de Álvaro Uribe, Hugo Chávez y los Kirchner,
en las que veía algunas similitudes con el modelo original.
Disponible en www.clubpoliticoargentino.org
3. Isidoro Cheresky, El nuevo rostro de la democracia,
Fondo de Cultura Económica, 2015.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
edición Cono Sur, del mes de
mayo de 2015 fue de 25.700
gulos las desigualdades y políticas de género; Gabriel
ejemplares. Kessler, que profundizará en la cuestión de la seguri-
dad ciudadana, y Gabriela Delamata, que se ocupa-
Capital Intelectual S.A. rá de los temas medioambientales. Cada uno de ellos
publicará un artículo en el Dipló a partir de esta edi-
ción y hasta fin de año, cuando, no casualmente, asu-
Le Monde diplomatique (París) mirá el nuevo gobierno. Al mismo tiempo, los debates
serán abordados en tres mesas redondas en las que
Fundador: Hubert Beuve-Méry también participarán José Natanson y los coordina-
Presidente del Directorio y
Director de la Redacción: Serge Halimi
dores del proyecto, Alejandro Grimson y José Nun.
Director Adjunto: Alain Gresh Confiamos en que los artículos y las intervencio-
Jefe de Redacción: Pierre Rimbert nes constituyan una contribución para cargar de
1-3 rue Stephen-Pichon, 75013 París ideas el debate público argentino. g
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 4| Edición 192 | junio 2015
Dossier
¿Es posible
limitar al poder
financiero?

Las grandes corporaciones financieras, que concentran buena parte del negocio a nivel
mundial, gozan de una ventaja inestimable: su quiebra implicaría una crisis tan grave
que los gobiernos terminan rescatándolas. Cada vez más poderosos, los bancos logran
evitar las regulaciones de las instituciones que deberían controlarlos.
Los riesgos económicos de la financiarización

Bancos demasiado
grandes para quebrar
por Oscar Ugarteche*

Distrito financiero de Pudong, Shanghai, China (Aly Song/Reuters)

U
n fenómeno nuevo viene re-
corriendo el capitalismo con-
temporáneo: la financiariza-
ción. Si hasta los años 70 la
lógica de acumulación del ca-
pital estaba centrada en la ca-
pacidad productiva e industrial, a partir de en-
tonces ha ido cambiando para ubicarse, cada vez
más, en lo financiero. La rentabilidad que el sec-
tor real de la economía no produce es generada
por la actividad financiera. Dado que las econo-
mías están abiertas y las cuentas de capital es-
tán perfectamente abiertas, esto ha llevado a una
concentración del ingreso mundial y una con-
centración aun mayor de los ingresos nacionales.
La financiarización es el proceso por el cual
los mercados financieros ganan espacio para
definir el funcionamiento de la economía en su
conjunto. La incidencia de las finanzas en el PIB
es creciente: en Estados Unidos, por ejemplo,
llega al 31%. Bruce Bartlett, ex asesor de Reagan
y Bush, escribió que los beneficios del sector fi-
nanciero son más en forma de renta económica
–básicamente, algo por nada– que el retorno de
un mayor valor económico (1).
En todo caso, los especialistas coinciden en
que la actividad financiera concentra el ingreso,
controla una porción creciente del PIB y ejerce
una influencia política enorme. Un dato ilustra el
fenómeno: entre 1980 y la actualidad, todos los se-
cretarios del Tesoro de Estados Unidos, salvo tres,
han provenido del sector financiero, mientras que
en el período anterior, entre 1960 y 1980, todos,
salvo dos, provinieron del sector productivo.
Este universo de bancos y actividades finan-
cieras se puede dividir en dos partes. Hay banca
y hay “banca sombra”. La banca sombra no re-
cibe depósitos. No es, por lo tanto, un banco en
sentido estricto, y no está sujeta a ninguna regu-
lación. En la medida que no toma depósitos, la
banca sombra canaliza ahorros pero no presta.
No es sujeto de quiebra porque no asume ries-
gos; simplemente los transfiere. En esta catego-
ría entran los fondos buitre, también llamados
instituciones del mercado de deuda castigada
Del otro lado están los bancos tradicionales,
unos demasiado grandes para quebrar y otros del
tamaño correcto como para hacerlo. Esto hace
que los más pequeños sean entidades anidadas
dentro del sistema de regulaciones mientras que
los otros no. Los más grandes, en efecto, son su-

jetos de regulaciones que no deben de cumplir
porque, dado que no pueden quebrar, no tienen
nada que perder. Esta banca conformaba lo que
tradicionalmente se llamaba el sistema financie-
ro y estaba constituida por un conjunto de otras
instituciones, lideradas por el FMI, que la mori-
geraban y amainaban su riesgo sistémico en ope-
raciones internacionales.
En Estados Unidos, ocho bancos (0,15% del to-
tal) centralizan el 73% de los activos financieros,
mientras el 99,85% de los bancos sujetos de regu-
lación sólo centralizan el 27% restante (2). Visto
en el plano global, existen 33 instituciones finan-
cieras sistémicamente importantes, de las cua-
les ocho son de Estados Unidos, cinco de Japón,
cinco de Francia, cuatro de Gran Bretaña, tres de
China, dos de Suiza, dos de España, una de Ale-
mania, una de Holanda, una de Suecia y una de
Italia. Estas instituciones se reúnen en el B-20
y definen las agendas financieras del G-20. Son
también las que el Acuerdo de Basilea III intenta
regular, por lo menos en cuanto a su base de capi-
tal en cada país. Al ser bancos globales, sus opera-
ciones deberían estar reguladas globalmente. Sin
embargo, el Plan Stiglitz, aprobado por la Asam-
blea General de las Naciones Unidas en 2009, que
apuntaba en este sentido, fue bloqueado por deci-
sión de Estados Unidos y otros países.
Delitos financieros
A este escenario se suma que, entre la banca
sombra no regulada y las grandes instituciones
financieras se ha creado una red de institucio-
nes a las que no alcanzan las pocas regulaciones
internacionales. A lo sumo pueden ser limitadas
por las leyes nacionales en los casos en que vio-
lentan la libertad de mercado o cometen delitos
financieros dentro de su territorio.
Un ejemplo son los acuerdos de mercado para
fijar los precios de monedas extranjeras. Esto ha
llevado a la Comisión de Seguridad y Comercio
de Estados Unidos (SEC, por su sigla en inglés)
a aplicar una multa a seis bancos que operan en
Nueva York (Bank of America, Union de la Ban-
que Suisse, Royal Bank of Scotland, Citibank,
Barclays y JP Morgan) porque se coludieron pa-
ra fijar los precios de monedas extranjeras por
arriba o debajo del precio de mercado durante
el periodo inmediatamente anterior a la caída
de Lehman Brothers en 2008. Del mismo modo,
siete bancos –Barclays, Royal Bank of Scotland,
HSBC, Citigroup, Deutsche Bank, JP Morgan y
UBS– fueron multados por coludirse para fijar
la tasa de interés interbancaria de Londres por
arriba o abajo del mercado, estafando de este
modo a todo el sistema financiero internacional
ya que es la tasa de referencia internacional.
En febrero de este año, el Departamento de
Justicia y la Comisión de Comercio de Futuros
en Materias Primas (CFTC) de Estados Unidos
abrieron auditorías a una serie de bancos acusa-
dos de colusión relacionada con metales precio-
La arquitectura financiera internacional
Tenedores de bonos
Deudor
soberano
Agencias calificadoras
de riesgo
BIS Basilea
sos: se sospecha que se comunicaron entre sí pa-
ra establecer las coordenadas dentro de las cua-
les se van a mover los precios spot, futuros, swap
y forward en sus distintos plazos. Las maniobras
de colusión podrían haber sido cometidas de
manera continua entre 2008 y 2013, cuando ha-
brían aumentado artificialmente los precios por
encima del mercado hasta alcanzar un cierto va-
lor para luego vender el inventario físico que al-
gunos habrían guardado. En ese caso, no cabrían
solo multas sino también penas de prisión
Pero, más allá de estas medidas, las conductas
criminales de este tipo no podrán ser prevenidas
mientras no exista algún tipo de supervisión fi-
nanciera global. Mientras ello no suceda, la posi-
bilidad queda abierta a estas y otras operaciones
delictivas que son detectadas años más tarde y pe-
nalizadas con una multa que, por más grande que
sea, siempre será menor que el daño al bien públi-
co global de, por ejemplo, mover la tasa de interés
de referencia internacional (LIBOR) de su nivel
real, bajar el precio del oro de golpe, subirlo, o ju-
gar con los precios futuros de las monedas.
Regulación
Los esfuerzos por controlar estos bancos siem-
pre son resistidos por ellos, que logran sacar ga-
nancia incluso de donde no la hay: de hecho, mu-
chos de los delitos mencionados más arriba fue-
ron cometidos en 2008, cuando la banca estaba
perdiendo dinero por sus operaciones en el mer-
cado hipotecario.
En 2008, cuando estalló la crisis hipotecaria en
Estados Unidos, se impuso la pregunta acerca de si
debe de existir tal cosa como un banco que es de-
masiado grande para quebrar. Ese fue, de hecho,
un tema del Informe Stiglitz elaborado a pedido
de Naciones Unidas e ignorado no solo por los go-
biernos sino por buena parte de la prensa interna-
cional. En el mundo de las finanzas, el retorno de
la inversión se mide por el riesgo, que define la ta-
sa de retorno. Pero si un banco es demasiado gran-
de ya no importa si la inversión estuvo mal hecha
porque siempre habrá quien lo rescate.
Pero no se trata solo de eso. Al mismo tiempo,
si el tamaño en activos totales del banco es muy
grande, ¿qué capacidad de negociación tiene el
Estado? Su enorme tamaño convierte a las gran-
des instituciones financieras en las dueñas del
poder real. Cuando se analiza por ejemplo la lista
de aportantes a las campañas electorales en Esta-
dos Unidos es fácil constatar que el sector finan-
ciero encabeza el ranking con el 21% del total. En
el Congreso de Estados Unidos, cinco de las ocho
grandes instituciones financieras internaciona-
les, encabezadas por Goldman Sachs, están en-
tre quienes más dinero aportaron para la última
campaña electoral (allí se encuentra Elliot Asso-
ciates, el fondo buitre que demanda a Argentina).
Algo similar ocurre con el lobby: los datos más
actualizados muestran que la Asociación de Ban-
queros de Estados Unidos, donde los ocho gran-
Fondos buitre
Cortes de Justicia
del Distrito Sur de
Nueva York
Bancos de inversión
|5
des bancos tienen presencia vital, es la principal
aportante de dinero, seguida por… cuatro de los
ocho grandes bancos (Citigroup Inc, Wells Far-
go, JPMorgan Chase & Co, Bank of America) (3).
Además de la banca sombra y las grandes ins-
tituciones financieras, existen tres empresas ca-
lificadoras de riesgo –Fitch, Standard & Poor’s y
Moody’s– que controlan el 95% del negocio de
las calificaciones en Estados Unidos. Y no sólo
se ocupan de los bancos, sino que califican tam-
bién a los países y a las empresas. La actual ar-
quitectura financiera deja el orden financiero
básicamente en manos
de las calificadoras de
Entre 1980 y la riesgo y las Cortes de
Nueva York, y tanto los
actualidad, todos tenedores de bonos co-
mo los bancos que lide-
los secretarios del raron las operaciones
quedan a su merced.
Tesoro de Estados Cuando, entre 2005
Unidos, salvo tres, y 2008, las calificado-
ras de riesgo le otor-
han provenido del garon la certificación
AAA a las hipotecas de
sector financiero. mala calidad (subpri-
me), los bancos las ca-
nalizaron hacia los in-
versionistas (hay que
observar cómo se des-
plazó el concepto de
acreedor/deudor al de inversionista). Luego se
hizo evidente que los bancos sabían que las hi-
potecas eran de mala calidad y que las empaque-
taron en nuevos instrumentos que emitieron con
el sello AAA por las mismas calificadoras. JP
Morgan, el banco más grande de Estados Unidos,
aceptó una multa de 13 mil millones de dólares
en 2013, luego de una serie de investigaciones en
sus operaciones riesgosas relacionadas a lo que
se consideró fraude con la venta de hipotecas an-
tes del estallido de la crisis.
En total fueron trece los bancos multados por
cometer fraude con la venta a terceros –muchos
bancos europeos y fondos de inversión, jubilación
y viudez– de bonos colateralizados con hipotecas
que ellos sabían que eran basura pero que habían
comprado con la certificación AAA de las tres ca-
lificadoras. Entre estos trece bancos se encuen-
tran los ocho que han sido multados por los deli-
tos mencionados más arriba, junto a, entre otros,
Merrill Lynch (quebrado y absorbido por el Bank
of America), Washington Mutual (quebrado y ab-
sorbido por JP Morgan) y Countrywide Financial
(absorbido por Bank of America).
Daños
Las operaciones con papeles basura generaron la
crisis del 2008 y la contagiaron al resto del mun-
do. Sumadas, las multas que se les aplicaron a los
bancos responsables son las más altas de la histo-
ria. Sin embargo, el daño producido a la economía
mundial aún se siente. Los rescates de los bancos
americanos y europeos derivaron en crisis fiscales
impensadas. Y también llevaron a un crecimiento
y concentración de la banca. En efecto, los bancos
quebrados fueron comprados por los bancos más
grandes, previamente rescatados, como parte de
una política pública de hacer crecer a las institucio-
nes financieras, haciéndolas más grandes y, por lo
tanto, imposibles de quebrar. g
1. http://economix.blogs.nytimes.com/2013/06/11/
financialization-as-a-cause-of-economic-malaise/
2. Federal Deposit Insurance Corporation (FDIC).
3. www.opensecrets.org/industries/index.php
*Investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de
la UNAM y del Sistema Nacional de Investigadores (CONA-
CYT). Autor del libro El gendarme de las finanzas. Historia crí-
tica del FMI, de próxima aparición en Capital intelectual.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 6|
En la Argentina de la pos-convertibilidad los bancos se han
comportado como parásitos del desarrollo. Orientando sus
escasos créditos al consumo y no a la producción, se asegu-
ran ganancias extraordinarias con bajo riesgo.
El deslucido rol del sector financiero
Lejos de contribuir
al desarrollo
por Claudio Scaletta*
E
l capitalismo, como todo régimen, tiene
sus mitos fundantes. Uno de ellos, muy
potente, es el rol de los bancos como mo-
tores del desarrollo. Quizá quien mejor
haya sintetizado épicamente esta idea sea
el gran economista conservador Joseph Shumpeter,
quien ensalzó el rol del empresario innovador como
pieza clave para el “desenvolvimiento” económico (1).
Este empresario mítico, que ni siquiera actuaba como
“homo economicus” buscando su propio beneficio, si-
no por el puro “placer de crear”, no era nada sin la inter-
vención del banquero, quien guardaba para sí la visión
de la dirección del proceso de desarrollo, una suerte de
planificador omnisciente, y facilitaba los recursos para
las nuevas inversiones. La tesis sostenía que las inno-
vaciones no se realizaban con los recursos existentes,
como los ahorros de las empresas innovadoras, pues
ello alteraría el “equilibrio del ciclo”, la normal repro-
ducción del capital, sino que eran necesarios recursos
nuevos creados ad hoc por los bancos.
En rigor, esta creación de dinero “de la nada” es lo
que realmente sucede cuando un banco acredita un
préstamo en la cuenta de su cliente. No solamente el
Estado crea medios de pago (2). La síntesis shumpete-
riana, entonces, es que la potencia creadora del empre-
sario necesita de la visión y la creación de dinero de los
banqueros. Aunque alejada de la realidad, la perspec-
tiva subsiste hasta el presente en el imaginario capita-
lista: es el poderoso supuesto según el cual alcanza con
tener una idea buena y rentable para luego encontrar
Dossier
¿Es posible
limitar al poder
financiero?
Centro financiero de Singapur (Edgar Su/Files/Reuters)
un banco deseoso de financiarla. Supone también que
el mercado no necesita ninguna fuerza externa para or-
ganizar el proceso productivo de la forma que más con-
viene al desarrollo. En una época de pleno debate con el
keynesianismo naciente, incluso las crisis no debían ser
evitadas, pues permitían la famosa “destrucción crea-
dora” que arrasaba darwinianamente con las empresas
incapaces de subsistir y premiaban a las innovadoras.
Aunque el relato de Shumpeter es simpático, la
evidencia histórica muestra que no es así como fun-
ciona el sistema financiero global, por más que existan
algunas excepciones, ni tampoco es así, dicho sea de
paso, como se financian los procesos de innovación.
En este contexto, bajar estas ideas al caso argentino
no resulta muy complejo: alcanza con preguntarse
en qué medida la banca local acompañó la corriente
principal de la financierización global y en qué me-
dida y sentido financió los procesos productivos. En
particular, interesa concentrarse en el comporta-
miento de los bancos durante la última década tras la
profunda crisis de salida de la convertibilidad.
El poder de los números
Es imposible acercarse al análisis del comporta-
miento del sector financiero sin hacer el esfuerzo
por retener algunos números (3). Los primeros re-
fieren al tamaño relativo del sector expresado por la
relación entre volumen de créditos y PIB. El prome-
dio para la década 2003-2013 fue en Argentina de 28
por ciento, contra 39 en México y 92 en Brasil. Para el
Edición 192 | junio 2015
conjunto de América Latina la relación fue de 60 por
ciento. Si la comparación se realiza con economías
más desarrolladas el retraso impresiona aun más. La
tasa alcanza 142 por ciento en China, 144 en Corea del
Sur y 225 en Estados Unidos. El promedio mundial,
siempre para la misma década, fue de 161 por ciento.
Luego del tamaño relativo, la segunda cuestión que
define el panorama atañe a los destinos de estos présta-
mos escasos. Y en este punto lo primero que se observa
es que el crédito al sector primario permaneció estan-
cado en el último cuarto de siglo, con una media en tor-
no al 10 por ciento del total. El dato no dice mucho tra-
tándose de una actividad que también mantuvo relati-
vamente estable su participación en el PIB. Más llama-
tiva es la caída del crédito a las manufacturas. Durante
la desindustrialización de los 90, el total de préstamos
para el sector manufacturero pasó del 35 al 15 por cien-
to y tras el shock de la crisis se estabilizó en valores in-
feriores al promedio de la ya mala década anterior, os-
cilando en torno al 16 y 17 por ciento del total a partir de
2005. Un comportamiento similar, pero más abrupto,
mostró la construcción: el crédito cayó más del 50 por
ciento en los últimos veinte años, aunque siempre en
niveles muy bajos, de algo más del 5 por ciento del total
a comienzos de los 90 a poco más del 2 en el presente.
Desde mediados de la década pasada, y en especial en
los últimos años, el único rubro que creció significati-
vamente fue el de los créditos personales, que pasaron
del 25 por ciento en 2000 al 35 en la actualidad.
En suma, la foto del presente muestra que un 2 por
ciento de los créditos se destinan a la construcción, cer-
ca del 12 a la producción primaria, alrededor del 17 a la
industria y el 35 por ciento a las personas.
Para completar el panorama quedan dos cuestio-
nes: las razones que determinaron este comportamien-
to del sector financiero y el modo en que se desempeña-
ron las distintas ramas de la banca (privada, ya sea na-
cional y extranjera, pública, y entidades no bancarias).
Comenzando por los motivos de esta actuación, se
puede señalar que, librados al mercado y sin ninguna re-
gulación, los bancos, en tanto empresas, buscarán los ni-
chos de mayores ganancias y menor riesgo. De hecho, la
reconfiguración hacia la banca personal, cuyos servicios
son más caros y sus intereses mayores, fue acompañada
por un impresionante aumento de la rentabilidad. Un in-
dicador habitual para medir las ganancias de los bancos
es el de la Rentabilidad sobre Activos (ROA). Para el con-
junto del sistema financiero argentino, esta medición no
dejó de crecer desde la salida de la crisis. Se volvió posi-
tiva en 2005 y se duplicó, del 2 al 4 por ciento, en los últi-
mos cinco años. En 2011, por ejemplo, la rentabilidad de
la banca argentina duplicaba a la de Brasil y triplicaba a
las de Corea del Sur y Estados Unidos.
Analizando por segmentos del negocio, las entida-
des financieras no bancarias, especializadas en finan-
zas personales y caras, y la banca privada, extranjera y
nacional, registraron ganancias por encima del prome-
dio del negocio, mientras que la banca pública estuvo
por debajo. La menor rentabilidad de los bancos esta-
tales se explica fundamentalmente porque fueron los
únicos que se corrieron parcialmente de la tendencia a
privilegiar el destino de los créditos personales.
Un segundo dato tendencial respecto a la década
del 90 es que el sistema financiero ya no tiene al sector
público entre sus principales clientes. En febrero de
2015, el crédito al sector privado representaba 55 por
ciento del activo del conjunto del sistema, en tanto que
al sector público solo alcanzaba 3 por ciento. Diez años
antes, en diciembre de 2004, el sector público era el
destinatario de 42 por ciento del crédito. Si se desglosa
este fenómeno por ramas, se advierte que obviamente
las entidades no bancarias no le prestan al Estado, que
la banca privada prácticamente tampoco lo hace, pues
tanto los bancos nacionales como los extranjeros le
prestan menos del 1 por ciento en relación a sus activos,
y que sólo está presente en esta función la banca públi-
ca, con una exposición del 20 por ciento de sus activos.
Déficit funcional
Revisados los números, es posible sacar las principa-
les conclusiones que definen las nuevas tendencias del
comportamiento de las finanzas locales y sus serias li-
mitaciones cuando se las considera desde la perspecti-

va del desarrollo. Los resultados más evidentes indican
que, a pesar del crecimiento económico de la última dé-
cada, el sistema continúa subdesarrollado, tanto si se lo
compara con las principales economías del mundo co-
mo con economías similares. En Argentina, el peso del
crédito en relación al PIB es bajo por donde se lo mire:
la mitad respecto del promedio latinoamericano y me-
nos de un quinto del promedio mundial.
Este subdesarrollo contrasta con sus elevadas ga-
nancias. Si bien el sistema acompañó las tendencias in-
ternacionales de reorientarse a los nichos de negocio
de mayor rentabilidad y menor riesgo, ser dueño de una
entidad financiera en el mercado local supone ganar el
doble que en Brasil y el triple que en Estados Unidos.
El aspecto cualitativo clave, sin embargo, no resi-
de ni en el reducido tamaño ni en las elevadas ganan-
cias, sino en el déficit funcional. Si lo que se busca es
consuelo puede decirse que la reorientación hacia los
créditos de corto plazo a los individuos para consumo,
en detrimento del financiamiento de largo plazo a las
empresas para producción, sigue las tendencias de la
mayoría de los países del mundo. Pero si se mira desde
el ámbito estrictamente local se destaca que en la últi-
ma década el aporte de la banca al desarrollo fue nulo.
Su función se limitó a montarse en la tendencia de un
modelo que enfatizó el consumo como instrumento
de expansión del mercado interno, pero cuyo talón de
Aquiles sigue siendo la planificación del desarrollo. La
evidencia indica que cualquier recuperación indus-
trial o de la actividad que haya existido no se realizó
con el apoyo del sector financiero, como debería ha-
ber ocurrido según el mito shumpeteriano, sino que,
por el contrario, el sector financiero se montó sobre
esta recuperación. Más concretamente, no funcionó
como motor del desarrollo, sino como su parásito (4).
En este contexto, sorprende que, ante semejante
déficit funcional, el rol de la banca permanezca com-
pletamente ausente del debate político electoral. El ac-
tual gobierno produjo algunos avances por vía de la re-
forma de la Carta Orgánica del Banco Central, una vir-
tual recuperación del rol de la entidad en la conducción
del sistema que puede ayudar a recanalizar el crédito
hacia la producción, pero que por ahora es insuficiente.
Siguiendo la macroeconomía local se observa que,
tras la crisis del neoliberalismo, las nuevas políticas
económicas heterodoxas de la última década dieron
lugar a un proceso de crecimiento sostenido que, en el
presente, encuentra su límite en la restricción externa.
Por ello la economía necesita superar sus restricciones
estructurales; es decir, pasar del crecimiento al desa-
rrollo, lo que a su vez exige financiar el proceso.
Si se observan las experiencias internacionales, to-
dos los países de industrialización tardía abordaron de-
cididamente el problema de la financiación, lo que su-
pone la elección previa de sectores y actores, es decir un
plan de desarrollo. En el caso paradigmático de Corea
del Sur, la banca fue nacionalizada. En China, aunque
existe banca comercial, el Estado controla práctica-
mente la totalidad del crédito. India apostó inicialmen-
te al modelo de mercado, pero tras el fracaso de la expe-
riencia recurrió también a la nacionalización.
En la economía local se observa que el sector pú-
blico no necesita de los bancos para financiarse, lo
que implica un grado de libertad inicial, y que el sis-
tema financiero, abandonado a la voluntad del mer-
cado, no financia la producción en términos agrega-
dos. En consecuencia, cualquier proceso de desarro-
llo deberá avanzar con una reforma financiera más
profunda. La experiencia kirchnerista es un ejemplo
de que determinadas transformaciones estructura-
|7
les requieren previamente procesos de acumulación
política. El mejor ejemplo es YPF, cuya recupera-
ción demandó primero el triunfo electoral del 54 por
ciento en 2011. Una reforma financiera de máxima
sería la nacionalización del sistema, una propuesta
que por ahora está afuera de la agenda política. Una
reforma intermedia supone profundizar el rol de la
banca pública y la creación de un banco de desarro-
llo, que podría cumplir la misma función que una
conflictiva nacionalización plena. Otra vez, ambas
reformas suponen un plan de desarrollo previo, tam-
bién ausente del debate político.
El escenario internacional es favorable a este tipo
de iniciativas, como demuestran las recientes creacio-
nes del Nuevo Banco de Desarrollo de los Brics (NBD)
y del Banco Asiático de Inversión en Infraestructura
(AIIB). También existen buenas experiencias en la re-
gión, entre las que se destaca el siempre citado BNDES
brasileño. Pero un banco de desarrollo sin un plan rec-
tor detrás puede llevar a los errores del pasado, como el
fallido Banade argentino. Si tras las próximas eleccio-
nes no se produce una improbable ruptura del actual
proceso político, podría comenzar a plantearse este de-
bate, tan necesario como ausente. g
1. Joseph A. Shumpeter, Teoría del desenvolvimiento
económico, Fondo de Cultura Económica, 1997.
2. “El dinero es deuda”, documental:
www.youtube.com/watch?v=zigHDdIosM8
3. MECON, BCRA y Banco Mundial.
4. Alan Cibils, “Sistema financiero y desarrollo: revitalizar
el papel de la banca pública”, Universidad Nacional
de General Sarmiento, AEDA, mayo de 2015.
*Economista y periodista.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 8| Edición 192 | junio 2015
Dossier
¿Es posible
limitar al poder
financiero?

Junto con la reactivación económica y del consumo, en los últimos años en Argentina
se produjo el fenómeno de la inclusión de los sectores más humildes de la sociedad
en redes financieras bancarias y extrabancarias, a menudo informales y con pocas
exigencias de garantías. Pero los intereses de los préstamos son elevadísimos.
Préstamos con tasas de interés exorbitantes

Las finanzas incorporan

a las clases populares
por Verónica Gago*

L
Deutsche Bank, Fráncfort, Alemania (Kai Pfaffenbach/Reuters)

a idea de la inclusión ha llegado a las
finanzas. El Banco Provincia y el Ban-
co Nación la incorporaron como par-
te de sus eslóganes: mayor bancariza-
ción es mayor inclusión social. Esta es
una de las maneras en que las finanzas se traman
con los sectores populares que quedaban tradi-
cionalmente relegados del mundo financiero. Pe-
ro aún antes, los préstamos, las tarjetas de crédi-
to y la masificación del consumo fueron las vías
mediante las cuales el sistema financiero penetró
las economías populares. La reactivación alteró el
paisaje. Si se camina por varios barrios del conur-
bano, se comprobará que la ebullición de ferias y
locales comerciales es indisimulable. En varios
municipios se constata lo mismo: que las colas en
las sedes de Tarjeta Naranja o Efectivo Sí son el
triple de largas que en los bancos. Pero no son ex-
cluyentes. Muchos beneficiarios de planes socia-
les son también los que toman préstamos en estas
instituciones financieras no bancarias.
Desde mucho antes que los bancos públicos
desembarcaran en el sector de las microfinanzas, to-
da una red de iniciativas comerciales de diverso tipo
(bancarias y no bancarias privadas) viene viabilizan-
do múltiples operaciones financieras en territorios
donde la economía es dinámica pero no siempre tiene
CUIT –aunque tributariamente no deja de ser una
aportante desventajosa–, se maneja mayoritariamen-
te en negro, paga tasas de interés altísimas y tiene un
nivel enorme de cumplimiento de sus obligaciones.
¿Cuál es el vínculo entre las finanzas, la inclusión
social y las economías populares? ¿Qué rol juega el
Estado? ¿Se financia sólo el consumo?
El mapeo de las ofertas
Un primer ejercicio. Si alguien en el conurbano bo-
naerense sale a la búsqueda de crédito, ¿con qué se
encuentra? ¿Cuál es el mapa de oferentes de dinero?
Hay al menos cuatro niveles. El primero que apare-
ce, el más fácil y cercano, es el prestamista privado o
un conglomerado de privados que en una escribanía
o en una casa ofrece efectivo a sola firma. Se llega por
conocidos, un dato que circula de boca en boca. Una
segunda instancia es el llamado “proveedor”. Por
ejemplo, el que financia entre el mayorista Diarco y
el kiosco de barrio. Financia en dinero (aunque pue-
de hacerlo también en mercadería) a los pequeños
comerciantes y/o ambulantes que no pueden com-
prar la cantidad que se exige en el proveedor mayo-
rista directo. Estos proveedores resuelven para el
sector minorista informal, además, el hecho de no te-
ner CUIT –o no tenerlo en regla– ni tener capacidad
de inversión ni stock. Este papel también lo cumplen
los llamados “teleros” que son los que venden telas
para los talleres textiles pequeños, uno de los rubros
más dinámicos entre los tomadores de crédito.

Estas dos instancias –prestamistas privados
y proveedores– son las más usuales y más velo-
ces. Funcionan en negro. Son préstamos que se
consiguen con fotocopia de DNI o de tarjeta. Sus
tasas de cumplimiento son altísimas. Pero aun
más sus intereses (lo cual deja a los prestamistas
más que cubiertos frente a la porción mínima de
incumplimientos). No dejan de crecer y alimen-
tan un flujo enorme de microemprendimientos
(desde las ferias a los llamados bolishoppings), pe-
ro también nutren préstamos rápidos para con-
sumo o situaciones excepcionales –que varían de
una urgencia quirúrgica a una fiesta de quince–.
Los intereses se cobran por mes. Eso hace que el
prestatario o usuario no los sienta como exorbi-
tantes sino que al fragmentarlos como cuota, se
refuerza la idea de que se los puede afrontar y se
diluye –al menos en la percepción cotidiana– la
inmensa especulación financiera que los impulsa.
La lógica de la cuota disimula así la tasa de interés
calculada anualmente.
Después, en un tercer escalón, están los prés-
tamos tipo “Efectivo, Sí”, “Financiera Cordial”
–que en estos casos puntuales comparten los di-
rectorios con los bancos a los que pertenecen: Ga-
licia y Supervielle–. Hay otras que pertenecen a
grandes compañías financieras (Credilogros, por
ejemplo). Y otras que son tarjetas específicas,
también de bancos o supermercados (Tarjeta Na-
ranja, Tarjeta Shopping, Tarjeta Carrefour), etc.
Estos instrumentos financieros tienen un costo
mayor al 120% según información oficial.
Finalmente, encontramos organizaciones como
Fie-Gran Poder, incorporadas a la Red Argentina de
Instituciones de Microcrédito (RADIM), que se es-
pecializan en créditos productivos, no cobran gas-
tos de administración e involucran un tipo de “edu-
cación financiera” que privilegia a un microempre-
sariado popular con ansias de formalización. Víctor
Ruilova, su director, explica que en la red hay die-
ciséis organizaciones que tienen una cartera de 60
mil personas en todo el país. “Es aun poco y muy
sectorizado geográficamente, por eso también si-
guen multiplicándose otras formas de endeuda-
miento”, explica. Florencia Montes de Oca, direc-
tora ejecutiva de la RADIM, dice que el monto pro-
medio de los créditos es de ocho mil pesos “que es
un monto que en dólares, para ponerlo en compa-
ración con la región, nos hace estar muy por debajo
del promedio y a un costo todavía mucho mayor”.
¿Para qué se usa el dinero?
Los sectores productivos más dinámicos en térmi-
nos de demanda de crédito –según informantes de
los distintos niveles aludidos– son dos: el sector
textil y el sector frutihortícola. No es casual que
sean los dos sectores con un fuerte protagonismo
productivo de migrantes bolivianos y con inscrip-
ción territorial privilegiada en el conurbano bo-
naerense. El sector textil, además, produce cada
vez más para exportar a países limítrofes, por me-
dio de redes comerciales informales (y en articu-
laciones cada vez más intensas con China). Lue-
go, se destaca el sector frutihortícola, que se está
desplazando de la zona originaria de su desarrollo
en Escobar –donde ha crecido la especulación in-
mobiliaria por la presión a favor de los countries
del gobierno local–, hacia la zona sur, cercana a La
Plata. Allí la inversión de quinteros que producen
fruta y verdura para toda la ciudad de Buenos Ai-
res está a la vista. El tercer sector demandante de
créditos es el sector comercial, que se dedica a la
venta de todo tipo: en verdulerías y en locales de
ropa en gran medida, pero también otros rubros
de alimentos y servicios.
El ingreso del Banco Provincia y el Banco Ciu-
dad en el mundo de las microfinanzas hace más
difícil el crecimiento de organizaciones sociales
de microcrédito en términos de normativas, se-
gún analizan distintos involucrados en el sector.
Este ingreso de los bancos formaliza un cambio
de paradigma que se define como “préstamos sin
garantías” para captar un sector social que antes
quedaba excluido del radar bancario. Para Montes
de Oca, sin embargo, “los bancos no reemplazan a
las organizaciones sociales de microcrédito porque
no llegan a los territorios de la misma forma, aun
si amplían sus carteras; sabemos que mucha pobla-
ción no va a acercarse a un banco, por su naturaleza,
por su metodología, etc.”. Para Ruilova, hay además
una competencia que favorece a los bancos: “Con
plata del Estado, que le cuesta cero al banco, com-
piten con nosotros, con dinero que fondeamos con
costos bajos que van entre el 16% y 27% para llegar
a los microemprendedores”. La diferencia de tasas
entre los bancos y las organizaciones de RADIM es
de veinte puntos aproximadamente.
Sin embargo, la llamada “inclusión financiera”
que ahora publicitan los bancos públicos tampoco
elimina a los participantes más desregulados. Más
bien las opciones se suman. Como dice alguien en
una cola de Efectivo ya: “Vamos a todas las venta-
nillas a la vez, no hay que descartar ninguna, el pro-
blema es que una sirve para pagar a la otra y así pa-
rece que no tiene fin”.
En el mapeo de las instituciones financieras
no bancarias sobresalen también los negocios co-
merciales que financian a sus propios clientes.
Los rubros que ganan la pulseada por lejos son los
locales de ropa deportiva, los celulares y los elec-
trodomésticos, dentro de los cuales la venta de
motos tiene una gran porción de la cartera. Aun
cuando hay un interés objetivo de estos comer-
cios con que no se los identifique como sector fi-
nanciero, juegan un papel fundamental.
Hay que tener en cuenta que en Argentina la po-
blación bancarizada en los pronósticos más optimis-
tas llega sólo al 30%, cifra que incluye los planes so-
ciales (el Banco Nación da la cifra de un 17% del PIB).
La inclusión diferencial
Los sectores populares se incluyen en las finanzas
pero pagando tasas de interés que los inscriben en
una relación de endeudamiento esencialmente
desventajosa, especialmente en los créditos dedi-
cados al consumo. La PROCELAC (Procuraduría
de Criminalidad Económica y Lavado de Activos),
en un informe de fines de 2013, ya había detecta-
do la relación estrecha entre la generalización de
instrumentos financieros por los cuales el sistema
financiero penetró la economía de los sectores po-
pulares y la manera en que sus elevados costos re-
producían y ampliaban las desigualdades sociales.
El mapeo realizado localiza los mayores niveles de
endeudamiento en los barrios más pobres y sobre
todo en las villas. Esto llevó a que la PROCELAC,
junto al programa ATAJO (Agencias Territoriales
de Acceso a la Justicia), elaborara recientemente
unos folletos para trabajar con sectores populares,
con el fin de explicar cómo salir de la base de datos
privada VERAZ e incluso para denunciarla, por-
que si han pasado cinco años se tiene derecho a
que la deuda, aún si sigue existiendo, no siga apa-
reciendo registrada.
Según fuentes diversas, se calcula que el endeu-
damiento promedio entre clases medias y clases
bajas es similar en términos porcentuales (entre
25 y 30% de los ingresos). Sólo que, nuevamente, la
diferencia se hace evidente en las tasas de interés
que se pagan por estar endeudado en cada clase so-
cial. La tasa de interés puede ser entendida como la
medida de la “explotación financiera” a la que cada
clase queda sometida.
La explotación financiera por el endeudamien-
to masivo de sectores a los que se consideraba tra-
dicionalmente “excluidos” produce varias noveda-
des. Por un lado, que muchas veces se deben conse-
guir actividades “extra” para pagar esas deudas, lo
cual habilita una proliferación de economías ilega-
les, truchas y/o informales para solventar las obli-
gaciones y una consecuente y progresiva violencia
territorial ligada al modo en que las finanzas “ate-
rrizan” en los barrios. Por otro lado, que una bue-
na porción de la transferencia de dinero del Estado
por medio de subsidios y planes sociales es absorbi-
da por instituciones financieras bancarias y no ban-
|9
carias, transformando al Estado como garantía de
un paradigma de préstamos “sin garantía”.
Varios líderes territoriales sostienen que se tra-
ta de educar financieramente a estos sectores, en
una moral más ligada a la producción y a la respon-
sabilidad microemprendedora. Pero esa pedagogía
posible está más vinculada al uso productivo del
endeudamiento que a su desarrollo impulsado di-
rectamente por el consumo que es, sin dudas, uno
de sus motores insoslayables. Una muestra de ese
diferencial de tasa es el plan del gobierno Ahora 12,
que permite fragmentar el consumo a tasa cero y
que es ampliamente usufructuado por clases me-
dias y medias-altas (su masividad en los shoppings
de barrios caros es notable) pero también alcanza a
las clases medias bajas.
Un campo de batalla
Distintos enfoques teóricos hablan de una “finan-
cierización de los derechos sociales”, que signifi-
ca que el acceso a dere-
chos se realiza a través
de la mediación de ins-
La irrigación de trumentos financieros.
dinero en los Este escenario tiene una
doble faz: a la vez que
barrios proviene de permite mostrar su di-
mensión inclusiva tam-
múltiples fuentes bién revela que el modo
de operativizarla es en el
y abre nuevas marco de la hegemonía
de las finanzas. Las fi-
preguntas sobre su nanzas se vuelven así un
lugar adonde se trasla-
regulación. dan diferentes disputas.
Por un lado, en términos
de reconocimiento de
los sectores socialmen-
te productivos. En este sentido, que las economías
populares en América Latina se vuelvan parte de
la contabilidad y la institucionalidad nacional (e,
incluso, que en algunos países sean incorporadas
constitucionalmente, como pasa en Bolivia, Ecua-
dor y Venezuela) es parte de un reconocimiento de
hecho a su dinamismo social y a su capacidad de in-
novación de formas de producción, comercio y con-
sumo y no sólo en tanto meras economías de subsis-
tencia. Por otro, que la explotación financiera recai-
ga sobre ellas como un modo de replicar y agudizar
las desigualdades sociales convierte a ese espacio
en un nudo de problemas al que la palabra “inclu-
sión” no resuelve mágicamente.
La irrigación de dinero en los barrios proviene
así de múltiples fuentes. Es indisociable de la reacti-
vación económica de los últimos años. Pero también
abre nuevas preguntas sobre cómo se regula este mer-
cado financiero y, a la vez, cómo la regulación reorde-
na los oferentes de dinero (que permiten en algunos
casos blanquear dinero de muy diverso tipo). A su vez,
la cuestión política clave es cómo impacta la adqui-
sición cada vez más amplia de deuda en los sectores
populares. La extensión de nuevas economías que
tienen escenarios predilectos en la llamada informa-
lidad no puede analizarse de manera desconectada
respecto de las instituciones y la llamada economía
formal. Por el contrario: es la mixtura y el ensambla-
je de muchos de sus componentes lo que exhibe a las
finanzas como un nuevo código común. Un código ca-
paz de traducir la heterogeneidad del mundo del tra-
bajo (de changas a microemprendimientos, de traba-
jos formales por temporadas a actividades free-lance,
de empleos formales que duran poco a informales que
pueden estabilizarse) a relaciones más homogéneas
entre acreedores y deudores.
Aun así, como se siente en cualquier estación de
trenes del conurbano o en la proliferación de nego-
cios que crecen por las calles adyacentes, las finan-
zas desembarcaron en nuevos territorios y parece
que llegaron para quedarse. g
*Doctora en Ciencias Sociales (UBA) y miembro del Colectivo Situaciones.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
10 |
Modelos de desarrollo en debate
Obstáculos para el
cambio estructural
por Martín Abeles*
Ricardo Stupía, sin título, 2012 (fragmento, gentileza Galería Jorge Mara - La Ruche)
A partir de este número el Dipló publica una
serie de artículos realizados por profesio-
nales convocados por el IDAES-UNSAM,
con el apoyo de la Fundación Heinrich Böll
de Alemania, para poner en cuestión los
modelos de desarrollo en Argentina. Aquí,
Martín Abeles analiza el crecimiento eco-
nómico y el cambio estructural en el país.
L
a visión estándard u ortodoxa del
desarrollo económico dio un giro
sutil pero efectivo en los últimos
quince años: dejó de hablar prio-
ritariamente de política econó-
mica y pasó a centrarse en las instituciones.
El punto de inflexión se produjo luego
de la crisis financiera del Este Asiático en
1997, que tras una seguidilla de episodios
similares (Rusia, Brasil, Turquía y Argen-
tina) amenazó con socavar la legitimidad
de las reformas de mercado.
El cambio de eje –de las políticas a las ins-
tituciones– supuso un fenomenal acto de
indulgencia histórica. Las inconsistencias
que se ponían de manifiesto en esas crisis ya
no eran el producto de políticas erradas (de
apertura, desregulación y privatización) sino
que obedecían a la inadecuación de las insti-
tuciones encargadas de llevarlas a cabo (1).
La persistencia (práctica e ideológica)
de las reformas de mercado es una prue-
ba del éxito de ese viraje epistémico, que se
vislumbra entre otras cosas en la apelación,
cada vez más difundida, al buen “clima de
negocios” o a la “seguridad jurídica” –dos
de las expresiones más utilizadas, elevadas
a categorías analíticas– como condiciones
necesarias para el desarrollo.
En este marco, el desafío desde la eco-
nomía heterodoxa es doble. Por un lado,
volver a hablar de política económica
–de los instrumentos y ejes de intervención
pública imprescindibles para el desarrollo–
y, por otro, dar cuenta de manera más con-
sistente de la dimensión institucional.
El caso argentino
Para un país de industrialización intermedia
como Argentina, un patrón de crecimiento
virtuoso, que consiste en un cambio en la es-
tructura productiva que tienda a incorporar
actividades más complejas en un marco de
inclusión social, implica aumentos persis-
tentes de la productividad y el empleo que
le permitan al aparato productivo acortar la
brecha tecnológica con las economías avan-
zadas y, al mismo tiempo, incorporar más
trabajadores al empleo formal. Ello sólo pue-
de ocurrir en el marco de un fuerte proceso
de diversificación productiva, que promue-
va el surgimiento de nuevas actividades, más
intensivas en conocimiento, capaces de em-
plear a las personas desplazadas por el pro-
pio avance tecnológico (2).
La CEPAL ha realizado distintos estu-
dios sobre la reciente evolución de la es-
tructura industrial argentina. Luego de la
crisis de 2001-02, la industria manufactu-
rera creció fuertemente, por lo menos has-
ta 2011. Ello supuso un punto de inflexión
en la tendencia a la desindustrialización
observada en los veinticinco años anterio-
res e hizo posible un fuerte aumento en la
productividad que, a diferencia de la dé-
cada precedente, se produjo de manera si-
multánea con el aumento del empleo (so-
bre todo hasta 2008) e indujo la creación
de nuevas empresas manufactureras.
La matriz tecno-productiva no experi-
mentó, sin embargo, grandes transforma-
ciones. Si bien la mayoría de las actividades
reflejaron aumentos de productividad, estos
no fueron suficientes para seguirles el paso a
los países más avanzados. Las ramas de más
alto contenido tecnológico tendieron a cre-
cer por encima del promedio general de la
industria (pasaron de representar el 9,8% de
la producción en 2003 al 12,4% en 2013) pe-
ro siguieron predominando las actividades
de baja tecnología (alimentos, papel, made-
ra, tabaco), que aún concentran más del 70%
de la producción y el empleo industriales.
El tipo de inserción externa de la industria
también revela la persistencia de ciertas res-
tricciones: todos los agrupamientos indus-
triales, a excepción de las actividades de me-
nor complejidad tecnológica, arrojan saldos
comerciales fuertemente deficitarios.
Existen indicios de cambio estructural,
sobre todo en los análisis más desagregados,
que se manifiestan, por ejemplo, en cierta
mejora de las exportaciones de alta tecnolo-
gía. Pero se trata de actividades que no resul-
tan gravitantes desde un punto de vista ma-
croeconómico, y que, por lo tanto, no logran
convertirse en una fuerza de cambio endó-
gena. Ello puede deberse en parte a la falta de
una acción más decidida en materia de polí-
tica industrial y tecnológica (que analizamos
a continuación), pero también a las restric-
ciones derivadas de la inercia inherente a to-
do proceso de transformación.
La política industrial
La necesidad de una política industrial y
tecnológica regresa a la agenda pública en
los 2000. En este regreso coexisten, sin em-
bargo, distintos tipos de instrumentos: des-
de los inspirados en el enfoque estándard,
market-friendly, de fallas del mercado, has-
ta algunas iniciativas más ambiciosas de
desarrollo emprendedor fundadas en la
necesidad de crear nuevas empresas diná-
micas en sectores estratégicos.
Se vislumbran, en la práctica, distintas
“capas geológicas” de políticas, con cierta
superposición o baja articulación entre los
distintos instrumentos (3). En materia de
generación de oportunidades tecnológicas,
se inició un conjunto de proyectos en satéli-
tes, energía y defensa, bajo un esquema im-
pulsado “desde arriba” y se avanzó en cier-
ta reorientación de los fondos de apoyo a la
ciencia y la tecnología para fortalecer capa-
cidades (como en biotecnología). En cuan-
to al impulso a la generación de capacidades
tecnológicas, se advierte cierta evolución
desde instrumentos horizontales (indiscri-
minados) hacia otros más focalizados, como
los Fondos Tecnológicos Sectoriales. Los re-
gímenes promocionales, en cambio, fueron
en general diseñados en base a criterios he-
redados (el régimen de Tierra del Fuego o el
de la industria automotriz), aunque surgie-
ron ciertas experiencias puntuales, aún in-
cipientes, como el caso del régimen de mo-
tocicletas. Las políticas de financiamiento
blando, orientadas en su mayoría a PyMEs,
también se expandieron, en buena medida,
producto de la reforma de la Carta Orgánica
del BCRA, aunque en su aplicación aún pre-
valece un enfoque horizontal. Finalmente,
vuelven a cobrar cierta relevancia las políti-
cas de compre gubernamental (particular-
mente en salud y defensa).
Estas iniciativas revelan la existencia de
un importante potencial de articulación en
torno a un conjunto de “proyectos estruc-
turantes” a partir de empresas mixtas en
sectores estratégicos en las áreas de defen-
sa, comunicaciones (satélites), salud y agro-
biotecnología, por no mencionar el comple-
jo nuclear o la recientemente re-nacionali-
zada YPF. Este tipo de acciones “desde arri-
ba”, combinada con acciones “desde abajo”
a partir de la interacción de las agencias tec-
nológicas existentes (los distintos centros
del CONICET, la CNEA, la CONAE, el IN-
TA, las universidades nacionales) permiti-
rían difundir más rápidamente las capaci-
Edición 192 | junio 2015
dades tecnológicas y promover más efecti-
vamente el desarrollo de la industria de bie-
nes de capital (“industria de industrias”). Si
bien luego de algunas contramarchas pare-
ce producirse un avance en los aprendizajes
institucionales necesarios para este tipo de
articulación, no se percibe aún una visión
estratégica compartida que permita inte-
grar diagnósticos y coordinar de modo más
eficaz las distintas acciones.
Inercia estructural y economía política
La fase inicial de un proceso de desarrollo,
en una estructura productiva desequilibra-
da como la argentina, se encuentra estrecha-
mente ligada al crecimiento de los sectores
existentes, que, por definición, no presen-
tan grandes atributos tecnológicos. Son esos
sectores los que pueden aprovechar inicial-
mente un shock externo positivo o el estímu-
lo de la demanda estatal. Las actividades más
sofisticadas, portadoras del cambio estruc-
tural (aquellas que permiten tasas más ele-
vadas de crecimiento de la productividad y
una mayor posibilidad de difusión de nuevas
capacidades), aun cuando emergieran tem-
pranamente en el proceso de cambio estruc-
tural, no lograrían convertirse en una fuerza
gravitante endógena hasta bastante avanza-
do el proceso, por una cuestión “aritmética”.
Habida cuenta de esta dimensión tem-
poral, la cuestión central remite no sólo
a la mayor o menor convicción acerca de
la necesidad y eficacia de las políticas in-
dustriales y tecnológicas –aunque ello ob-
viamente es una cuestión central– sino a
la existencia o no de un actor o coalición
social capaz de orientar la agenda estatal
en la dirección del desarrollo económico
y de sostener esa agenda en el tiempo. El
problema práctico-histórico, como siem-
pre, no radica tanto en la conformación de
una agenda estatal y un equipo de gobier-
no esclarecidos en materia de desarrollo
industrial y tecnológico (aunque eso cier-
tamente ayuda), sino en la falta de una de-
manda “privada” de desarrollo económi-
co propiamente dicho, que trascienda los
círculos académicos. Lo que intentamos
es subrayar las dificultades objetivas que
se encuentran en la base de la construc-
ción de una coalición social capaz de llevar
adelante y sostener en el tiempo semejante
agenda de política industrial y tecnológica.
Las instituciones son un problema. Las
capacidades son esenciales. Pero antes es-
tán los actores sociales. g
1. Ha-Joon Chang, “Institutions and economic
development: theory, policy and history”,
Journal of Institutional Economics, 2011.
2. “Cambio estructural para la igualdad: una visión
integrada de desarrollo”, CEPAL, Santiago de Chile, 2012.
3. Pablo Lavarello y Marianela Sarabia, “La política
industrial en Argentina durante los 2000: pluralidad de
enfoques a la luz de la experiencia internacional”, Serie
CEPAL- Naciones Unidas, Oficina de Buenos Aires, 2015.
*Director de la Oficina de la CEPAL en Buenos Aires. Las opi-
niones expresadas en este artículo son personales y no nece-
sariamente representan la visión institucional de la CEPAL.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
CICLO DE CHARLAS
Lunes 15 de junio, 18 hs - Centro Cultural de
la Cooperación, Av. Corrientes 1543
Crecimiento, precarización laboral y cultura
Martín Abeles, Paula Abal Medina, Alejandro
Grimson
Lunes 13 de julio, 18 hs - IDAES, Paraná 145
Restricción externa y problemática de género
Martín Schorr, Eleonor Faur, José Natanson
Lunes14 de septiembre, 18 hs - IDAES
Seguridad y medioambiente
Gabriel Kessler, Gabriela Delamata, José Nun

En pleno debate en el Congreso estadounidense por la aprobación del
Acuerdo Transpacífico (TPP), entre cuyos promotores se encuentra el
presidente Barack Obama, conviene revisar el abrumador balance del
Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
A veinte años del TLCAN…
El libre comercio y
sus promesas
por Lori M. Wallach*
C
elebrado entre México, Esta-
dos Unidos y Canadá, el Tra-
tado de Libre Comercio de
América del Norte (TLCAN)
entró en vigor el 1º de enero
de 1994, en medio de un sinfín de pro-
mesas. Sus promotores repetían: será
capaz de permitir el desarrollo de los
intercambios comerciales, estimular el
crecimiento, crear empleos, reducir la
inmigración clandestina. Mientras que
The Washington Post se maravillaba an-
te la “lista de nuevas oportunidades y
ventajas” que ofrecía (14 de septiembre
de 1993), The Wall Street Journal se re-
gocijaba ante la idea de que pronto los
consumidores podrían gozar “de una
vasta gama de productos a precios más
bajos” (7 de agosto de 1992). En cuanto
a Los Angeles Times, aseguraba: “El TL-
CAN generará muchos más empleos de
los que destruirá” (29 de mayo de 1993).
Estos tranquilizadores comentarios
se referían a un acuerdo comercial de un
nuevo tipo. El TLCAN no se contentaba,
como sus predecesores, con reducir los
aranceles aduaneros y aumentar las cuo-
tas de importación; también implicaba
una nivelación de las normas y preveía
para los inversores extranjeros medidas
muy protectoras. Además, autorizaría a
las empresas a impugnar directamente
políticas nacionales, demandando a los
Estados ante los tribunales –disposicio-
nes que hoy figuran en el proyecto del
Acuerdo Transatlántico (TTIP, por su
sigla en inglés)– (1).
Realizar su balance luego de veinte
años permite medir la brecha que sepa-
ra los anuncios de la realidad. E incita a
desconfiar de los evangelistas del libre
comercio.
Impacto en Estados Unidos
En 1993, los economistas Gary Hufbauer
y Jeffrey Schott, del Peterson Institute
for International Economics, explica-
ban que el TLCAN iba a provocar un cre-
cimiento de intercambios comerciales
con México y Canadá que suscitaría la
creación de ciento setenta mil empleos
antes de finalizado el año 1995. Menos
de dos años después de esas estruendo-
sas declaraciones, el mismo Hufbauer
reconocía que el efecto sobre el empleo
era “prácticamente nulo”. Y agregaba:
“Para mí, la lección es que debo abste-
nerme de hacer previsiones” (2). Esta
confesión no impide que hoy el Institu-
to Peterson multiplique las predicciones
optimistas con respecto al TTIP…
Lejos de haber brindado nuevas op-
ciones a las empresas estadounidenses
y haberlas alentado a contratar, el TL-
CAN favoreció las deslocalizaciones in-
dustriales y la apertura de sucursales
en el extranjero, en especial en México,
donde la mano de obra es barata. En el
sector agrícola, una multitud de empre-
sas estadounidenses especializadas en
la transformación de productos alimen-
tarios también se instalaron en el Sur. El
debilitamiento de las normas sanitarias
y medioambientales engendrado por el
acuerdo les permitió aprovechar los ba-
jos salarios mexicanos. En efecto, antes
de 1994 estaba prohibido importar ha-
cia Estados Unidos muchos productos
alimentarios procesados en México por
considerarlos peligrosos. En ese enton-
ces, sólo una planta mexicana que pro-
cesaba carne bovina estaba autorizada a
exportar sus productos al Norte. Vein-
te años más tarde, las importaciones
de carne bovina mexicana y canadien-
se aumentaron un 133%, llevando a la
quiebra a miles de agricultores (3).
El déficit comercial de Estados Uni-
dos con México y Canadá no dejó de
profundizarse: mientras que en 1993 al-
canzaba apenas 27.000 millones de dó-
lares, en 2013 superaba los 177.000 mi-
llones (4). Según los cálculos del Econo-
mic Policy Institute, entre 1994 y 2010
el déficit comercial con México dio lu-
gar a una pérdida neta de 700 mil em-
pleos en Estados Unidos (5). En 2013,
845.000 estadounidenses se beneficia-
ron del programa de “Asistencia por
Ajuste Comercial” (Trade Adjustment
Assistance), destinado a los trabaja-
dores que perdieron su empleo por las
deslocalizaciones en Canadá y México
o por el aumento de las importaciones
provenientes de esos países (6).
El TLCAN no sólo disminuyó la can-
tidad de empleos en Estados Unidos, si-
no que también afectó su calidad. Los
asalariados de la industria despedidos
se volcaron al sector ya saturado de los
servicios (hotelería, entretenimiento,
restauración, etc.), donde se paga me-
nos y las condiciones son más preca-
rias. Este flujo de nuevos trabajadores
fomentó la baja de los salarios. Según el
Bureau of Labor Statistics, los dos ter-
cios de obreros despedidos por razones
económicas que en 2012 encontraron
un trabajo tuvieron que aceptar un em-
pleo peor remunerado. Para la mitad de
ellos, la baja superaba incluso el 20%.
Considerando que ese año un obrero
estadounidense ganaba en promedio
47.000 dólares anuales, eso equivale a
una pérdida de ingresos de unos 10.000
dólares. Lo que explica por qué en Esta-
dos Unidos hace veinte años que el sa-
lario medio se estanca mientras que la
productividad obrera aumenta.
Entre 1994 y 2010
el déficit comercial
con México
dio lugar a una
pérdida neta de
700 mil empleos
en Estados Unidos.
Ya desde 1993 algunos promotores
del TLCAN habían previsto ese fenó-
meno de destrucción de empleos y es-
tancamiento salarial. Pero en ese en-
tonces aseguraban que la operación se-
guiría siendo beneficiosa para los tra-
bajadores estadounidenses, quienes
podrían comprar productos importa-
dos más baratos y así aumentar su po-
der adquisitivo. Salvo que el aumento
de las importaciones no necesariamen-
te genera una baja de precios. Por ejem-
plo, en el rubro alimentario, a pesar de
que se triplicaron las importaciones de
México y Canadá, el precio nominal de
los productos alimentarios en Estados
Unidos aumentó un 67% entre 1994 y
2014 (7). El descenso de precios de al-
gunos pocos productos no bastó para
compensar las pérdidas sufridas por los
millones de trabajadores sin estudios,
que vieron cómo su salario real bajaba
un 12,2% durante ese período (8).
Impacto en México
Pero los obreros estadounidenses no
son los únicos que padecieron el TL-
CAN. El acuerdo también tuvo efec-
tos desastrosos en México. Autorizado
a exportar sin trabas, Estados Unidos
inundó al país de su maíz subvenciona-
do y cultivado con agricultura intensi-
va, provocando una baja de precios que
desestabilizó la economía rural. Millo-
nes de campesinos expulsados del cam-
po migraron para hacerse contratar en
las maquiladoras (9), donde presiona-
| 11
ron los salarios a la baja, o intentaron
pasar la frontera e instalarse en Estados
Unidos. El éxodo rural también exacer-
bó los problemas sociales en las ciuda-
des mexicanas, lo que llevó a que se in-
tensificara la guerra de la droga.
Según el presidente Carlos Salinas
de Gortari, que presidía México cuando
entró en vigor el acuerdo, el TLCAN te-
nía que permitir reducir el flujo de mi-
grantes que trataban de pasar al Norte.
“México prefiere exportar sus produc-
tos antes que a sus ciudadanos”, lanzaba
en 1993, asegurando que su vecino tenía
la opción de “recibir los tomates mexi-
canos o recibir a los emigrantes mexica-
nos que cultivarían esos tomates en Es-
tados Unidos”. En 1993, 370.000 mexi-
canos habían ingresado en Estados Uni-
dos; eran 770.000 en 2000; 4,8 millones
de ellos vivían allí clandestinamente en
1993; en 2012, eran 11,7 millones…
La explosión del precio de los pro-
ductos de primera necesidad explica
esas masivas partidas. El creciente uso
del maíz estadounidense para producir
etanol terminó por provocar, a mediados
de los años 2000, un aumento de precios
que tuvo graves consecuencias en Méxi-
co, un país ahora dependiente de las im-
portaciones agrícolas estadounidenses.
El precio de las tortillas –el ali-
mento básico en ese país– aumentó un
279% (10) entre 1994 y 2004. En vein-
te años, el precio de los productos de
primera necesidad se multiplicó por
siete; el salario mínimo, tan sólo por
cuatro. Mientras que el TLCAN tenía
que aportar la prosperidad, más del
50% de los mexicanos (y el 60% del
campesinado) hoy viven bajo el um-
bral de pobreza. En veinte años, entre
1994 y 2014, el Producto Interno Bruto
(PIB) por habitante de México apenas
aumentó el 24%, o sea un crecimiento
anual promedio del 1,1%. Entre 1960 y
1980 había saltado un 102% (es decir
3,6% por año). Si México hubiese se-
guido creciendo a ese ritmo, su nivel
de vida actual rondaría el de los países
europeos…
Las hermosas promesas se volatili-
zaron, y sería bueno hacer el balance
de este fracaso para construir un mo-
delo de integración económica más
justo. Ahora bien, lejos de aprender de
esos errores, los actuales negociado-
res del TTIP parecen empeñados en
reproducirlos. g
1. Véase “Un tifón amenaza a Europa”, Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, diciembre de 2013.
2. The Wall Street Journal, Nueva York, 17-4-95.
3. “Interactive Tariff and Trade Dataweb”,
US International Trade Commission,
http://dataweb.usitc.gov
4. Ibid.
5. Saldo entre los empleos creados y los empleos
perdidos. Gary C. Hufbauer y Jeffrey J. Schott,
“Nafta: An assessment”, Peterson Institute for
International Economics, Washington DC, 1993.
6. Public Citizen, Trade Adjustment Assistance
Database, 2013, www.citizen.org/taadatabase
7. “CPI for food at home for all urban consumers”,
“Consumer Price Index Database”, Bureau of
Labor Statistics, Departamento del Trabajo
de Estados Unidos, Washington DC.
8. “Wage Statistics for 2012”, Social Security
Administration, febrero de 2014.
9. Situadas en la frontera con Estados Unidos, las
maquiladoras son fábricas abiertas a los capitales
extranjeros que ensamblan bienes destinados a la
exportación y exentos de aranceles aduaneros.
10. Véase Anne Vigna, “Sin maíz no
hay país”, Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, marzo de 2008.
*Directora de Public Citizen’s Global Trade
Watch, Washington, DC, www.citizen.org
Traducción: Teresa Garufi
12 |
América Latina y el Caribe presentan una de las tasas de homicidios
más elevadas del mundo. A pesar de la disminución de la pobreza
y de los avances de la protección social durante la última década,
la violencia se ha incrementado. El tráfico de drogas y el crimen
organizado, ejes del problema, no acaban de explicar el flagelo.
Los motivos del crimen en América Latina y el Caribe
Una región sumida
en la violencia
por Carlos Santiso y Nathalie Alvarado*
A
unque América Latina y el Ca-
ribe están oficialmente en paz,
la región acusa tasas de homi-
cidios comparables a las de las
zonas de guerra. La masacre
de cuarenta y tres estudiantes mexicanos
en Iguala, en septiembre de 2014 (1), acen-
tuó el malestar frente a una violencia fuera
de control. Cada día, casi trescientas ochen-
ta personas son asesinadas en la región. De
acuerdo con las cifras de la Oficina de las
Naciones Unidas contra la Droga y el Delito
(UNODC) (2), dos tercios de esas personas
son asesinadas mediante el uso de armas de
fuego. Con el 10% de la población mundial,
la región concentra el 30% de los homici-
dios y acusa una tasa de 25 asesinatos por
año cada 100.000 habitantes, es decir, más
de cuatro veces la tasa mundial (6,2).
Las actividades criminales no están
igualmente repartidas en el plano geográ-
fico. América Central y el Caribe se ven
particularmente afectados. El aumento
de los delitos relacionados con el tráfi-
co de drogas y las bandas, que facilitan la
impunidad y la circulación de armas, ali-
mentan el círculo infernal de la crimina-
lidad. Honduras, estadísticamente el país
más violento del mundo, tiene la increí-
ble tasa de 90,4 homicidios cada 100.000
habitantes, seguido por Venezuela (53,7),
Belice (44,7) y El Salvador (41,2).
Además de los asesinatos, la inseguridad
engloba a la extorsión, los secuestros, el ro-
bo, el tráfico y la violencia hacia las muje-
res. Las estadísticas oficiales, establecidas a
partir de informaciones incompletas, no re-
flejan su amplitud. Muchos crímenes no se
denuncian por miedo a las represalias o por
desconfianza hacia las instituciones que se
supone tienen que hacer respetar la ley. Por
ejemplo, según Envipe 2014 (3), el último
estudio sobre actos de violencia llevado a
cabo por el Instituto Nacional de Estadísti-
ca y Geografía (INEGI) mexicano, alrede-
dor del 94% de los crímenes cometidos en
2013 no fue denunciado a las autoridades.
Sólo la mitad de los casos habría sido objeto
de una investigación preliminar.
Otro indicador de las proporciones a las
que llegó el sentimiento de inseguridad: la
última encuesta del Instituto Latinobaró-
metro (4) muestra que este tema inquieta
más que el desempleo a los ciudadanos de
doce de los dieciocho países observados. En
2005, la criminalidad constituía la principal
preocupación del 5% de los latinoamerica-
nos; en 2013, del 30%.
El costo económico de las actividades
criminales llegaría a alrededor del 13% del
Producto Interior Bruto (PIB) en prome-
dio en la región (5). De acuerdo con el Glo-
bal Peace Index, en 2014, los gastos relacio-
nados con la prevención y la reparación de
violencias ocasionadas contra personas y
bienes absorbió el 20% del PIB en Hondu-
ras, el 15,5% en El Salvador, el 8,7% en Gua-
temala y el 7,4% en Panamá.
La trampa de las desigualdades
Muchos factores contribuyen a la insegu-
ridad en la región. Por supuesto, el tráfico
de drogas y el crimen organizado exacer-
baron las dinámicas de la violencia en el
transcurso de la última década; pero, según
UNODC, sólo el 30% de los homicidios es-
tá relacionado con el crimen organizado y
con las bandas. La estrategia de “la mano
dura” y los códigos penales represivos por
lo general agravaron la situación.
México (Tomás Bravo/ Reuters/ Latinstock)
La violencia suele empezar en el hogar:
la que se relaciona con las mujeres no deja
de aumentar. En doce países estudiados por
la Organización Mundial de la Salud (OMS)
(6), una mujer de cada tres entre los 15 y los
49 años, es víctima de violencias domésti-
cas, generalmente por parte de una pareja
o ex pareja. Sin embargo, la mayoría de ellas
no denuncian estas agresiones y la atención
que se les presta sigue siendo insuficiente.
La mayoría de los autores de homici-
dios, así como el 40% de las personas ase-
sinadas, son hombres de entre 15 y 29 años.
En América Latina, el 60% de la población
tiene menos de 30 años. Los hombres que
viven en entornos desfavorecidos tienen
una posibilidad sobre cincuenta de ser
asesinados antes de cumplir los 31 años
(7). Un joven de cada cinco, es decir, trein-
Edición 192 | junio 2015
ta y dos millones de personas –el equiva-
lente de la población de Perú– no tiene ni
trabajo ni estudios. El sentimiento de alie-
nación y la falta de perspectivas económi-
cas, al igual que la circulación masiva de
drogas, de alcohol y de armas, incentivan
los comportamientos criminales. Las ac-
tividades ilegales se presentan como más
lucrativas que un trabajo tradicional, y las
bandas dan un sentimiento de pertenencia
y de protección en un contexto de pobreza
y de dislocación familiar.
El problema es particularmente agudo
en los medios urbanos, donde reside alre-
dedor del 80% de la población. Los homi-
cidios se concentran en los barrios de bajos
ingresos, por lo general en el conurbano.
Según el Instituto Igarapé, entre las diez
ciudades con más homicidios del mundo,
siete están en los países de América Latina
y el Caribe. Alepo, en Siria, figura en el pri-
mer lugar de la lista, seguida de cerca por
San Pedro Sula, en Honduras.
Paradójicamente, la criminalidad au-
mentó en la región incluso cuando el nivel
de pobreza disminuyó en el transcurso de
la última década y la protección social ex-
perimentó importantes avances. A pesar
de estas tendencias positivas, la pobreza
extrema, las desigualdades de ingresos y la
economía informal siguen siendo muy im-
portantes, y apenas si se estabilizan en los
países de ingresos medios. Según la Comi-
sión Económica de las Naciones Unidas pa-
ra América Latina y el Caribe, en 2014, 167
millones de personas (cerca del 30% de la
población) todavía vivían en la pobreza y 67
millones, en la extrema pobreza.
La región parece estar atrapada en la
trampa de las desigualdades. Y éstas pesan
más que la pobreza en el aumento de la cri-
minalidad y de la inseguridad. La violencia
se expande con mayor facilidad en los gru-
pos empobrecidos de las zonas urbanas.
Sin embargo, a cada tipo de crimen le co-
rresponde un grupo particular: los homici-
dios afectan sobre todo a los habitantes de
los barrios pobres; los robos y los secuestros
apuntan más bien a la clase media; mientras
que los sectores acomodados tienen los me-
dios como para protegerse de la violencia
viviendo recluidos en residencias protegi-
das. Al día de hoy la región cuenta con más
agentes de seguridad privados que policías.
La evolución de la criminalidad frente a
la actual desaceleración económica sigue
siendo una gran desconocida.
Escuelas del crimen
Mientras que el crimen organizado es cada
vez más organizado, el Estado sigue siendo
demasiado poco eficaz para controlarlo. El
crimen, la corrupción y la impunidad for-
man un círculo vicioso, ya que las institu-
ciones encargadas del mantenimiento del
orden pierden toda legitimidad popular. La
eficacia de las políticas de seguridad sufre
además disfuncionalidades en la gestión de
los sectores judicial y policial. A la policía
le cuesta dar vuelta la página de un pasado
autocrático dominado por la doctrina de
la seguridad nacional surgida en la Guerra
Fría, mientras que, al término de una trans-
formación radical, la violencia política le
dejó el lugar a su doble criminal. En algu-
nos países, los servicios de seguridad que
hasta hace poco reprimían al pueblo ahora
pretenden asegurar su protección. La tran-
sición se hace no sin roces…
Al no confiar en la policía, son pocas las
víctimas que presentan denuncias. Cuan-
do a pesar de todo lo hacen, sus gestiones
quedan paradas o no terminan en ninguna
sentencia –o cuando llegan a alguna sen-
tencia no lo hacen en plazos razonables–.
En cuanto a los gobiernos, privilegian la
represión en detrimento de la prevención.
Buscan cada vez más reformar sus códigos
penales y reorganizar los procesos de inves-

tigación. Así, las altas tasas de criminalidad
de la región corroboran lo que afirma la teo-
ría de la economía de la criminalidad (8): los
futuros delincuentes son agentes raciona-
les; calculan los beneficios que pueden es-
perar obtener de las actividades criminales
y los riesgos que implican. Si las sanciones
con las que se enfrentan (arresto, severidad,
certeza y rapidez de la sentencia) les pare-
cen desdeñables, entonces los peligros que
corren parecen menores.
El estado de las cárceles agrava todavía
más el balance de los Estados. Las encar-
celaciones masivas, en condiciones deplo-
rables, reforzaron el poder de los jefes de
banda, tanto adentro como afuera, porque
muchos jóvenes temen represalias al ser en-
carcelados. Los autores de faltas menores
esperan meses, e incluso años, antes de ser
juzgados. En 2012, entre el 20% y el 50% de
los prisioneros estaba en prisión preventiva
en el conjunto de la región, y en Bolivia más
del 80% (9). De acuerdo con el Centro In-
ternacional de Estudios Penitenciarios, de
10 millones de prisioneros en el mundo, 1,3
millones están en los países de América La-
tina y el Caribe, es decir 229 detenidos cada
100.000 habitantes, mucho más que la me-
dia mundial de 144 (10). Además, en el trans-
curso de las dos últimas décadas, la tasa de
encarcelación aumentó un 120% debido a la
intensificación de las guerras relacionadas
con la droga. Demasiadas prisiones parecen
haberse vuelto escuelas del crimen más que
lugares de rehabilitación. La alarmante si-
tuación de los centros de detención juvenil
arrastra un alza de las tasas de reincidencia.
Posibles soluciones
Pero algunos programas empiezan a dar
sus frutos. Primero, en el campo de la pre-
vención: varias iniciativas superaron las
pruebas en lo que respecta a la violencia
hacia las mujeres. En El Salvador, un pro-
grama bautizado Ciudad Mujer les aporta
a las víctimas servicios de calidad, coor-
dinados y rápidos, como acceso a la pla-
nificación familiar y a la anticoncepción,
una ayuda inmediata en caso de agresión y
asistencia jurídica y psicológica. Propone
formación profesional, mediación y ayuda
a la creación de empresas, así como servi-
cios de salud, de nutrición y de guardería.
Colombia, Trinidad y Tobago y México se
inspiraron en esta experiencia.
También se trata de reformar a la po-
licía. Ecuador adoptó en ese campo una
nueva doctrina que da resultados conclu-
yentes. Entre las reformas estructurales
que emprendió el país, la creación de poli-
cías de proximidad permitió estrechar los
lazos con las comunidades. Mejoró la ca-
lidad y la actualización de la información
relativa a la criminalidad, que acto segui-
do sirve para guiar el despliegue de los re-
cursos. El presupuesto destinado a la se-
guridad se duplicó, pasando del 1% al 2%
del presupuesto total, y los funcionarios
ganan un mejor salario que sus homólo-
gos de la región. El Estado invirtió más de
80 millones de dólares en la creación de
cuatrocientas comisarías de proximidad
y en la instalación de más de un millón de
“botones de pánico”, alarmas colocadas
en lugares públicos y comercios. Estas re-
formas generaron mejoras considerables:
en tres años, la tasa de homicidio cayó un
64%, para llegar a 8 homicidios por año ca-
da 100.000 habitantes en 2014. Con el apo-
yo del Banco Interamericano de Desarro-
llo, Colombia, Uruguay, Brasil y Honduras
pusieron en marcha reformas semejantes.
El paso siguiente es limitar la impuni-
dad. En un establecimiento muy moder-
no que responde a las más altas normas
internacionales, Panamá experimenta un
modelo de rehabilitación innovador para
los delincuentes menores con el objetivo
de prevenir la reincidencia. Un tercio de
la población carcelaria juvenil se benefi-
cia de este proyecto, que brinda acceso a
servicios de salud, programas deportivos,
formaciones técnicas y aprendizajes pro-
fesionales. Los primeros resultados indi-
can cambios de comportamiento y una
baja de la tasa de reincidencia. Este tipo
de iniciativa sigue siendo sin embargo
muy poco frecuente en la región.
Y por último es importante mejorar
la gobernanza. El estado de Pernambu-
co, en el noreste de Brasil, reorganizó su
gestión de políticas de seguridad con la
introducción de métodos modernos, ta-
les como el seguimiento de los objetivos
de resultados por parte del mismo go-
bernador del estado. El Pacto por la Vida
(Pacto Pela Vida), instaurado en 2007,
pasó ampliamente las pruebas. Según la
Secretaría de Defensa Social, la tasa de
homicidios cayó cerca de un 40% entre
2006 y 2013 en todo el estado, y un 60%
en Recife, la capital –aunque sigue sien-
do muy elevada, con 35 homicidios cada
100.000 habitantes (11)–.
Frente a un desafío complejo, los re-
sultados de las iniciativas ya puestas en
marcha proveen ejemplos prometedo-
res de aquello que puede reducir la cri-
minalidad y apaciguar la violencia que
sufren los países de América Latina y
el Caribe. La lucha contra la crimina-
lidad sin embargo debe ir a la par de
la reducción de las desigualdades y la
ampliación de salidas económicas para
los jóvenes, a través de una mayor mo-
vilidad, de una mejor educación y de un
| 13
mejor acceso al empleo. La violencia
representa un desafío tanto social co-
mo securitario. g
1. Véase Rafael Barajas y Pedro Miguel, “El naufragio
del Estado mexicano”, Le Monde diplomatique,
edición Cono Sur, diciembre de 2014.
2. “Global Study on Homicides 2013”,
UNODC, Viena, 2014.
3. Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre
Seguridad Pública (ENVIPE) 2014, INEGI, México, 2014.
4. Una encuesta anual que se realiza en dieciocho
países latinoamericanos a cerca de veinte mil
personas. La primera se realizó en 1995.
5. Rodrigo Soares y Joana Naritomi, “Understanding
high crime rates in Latin America”, en Rafael Di
Tella, Sebastian Edwards y Ernesto Schargrodsky
(dirs.), The Economics of Crime: Lessons for and from
Latin America, University of Chicago Press, 2010.
6. Organización Mundial de la Salud y Organización
Panamericana de la Salud, “Violence against
women in Latin America and the Caribbean: A
comparative analysis of population-based data
from 12 countries”, Washington, DC, 2012.
7. Helen Moestue, Leif Moestue y Robert Muggah,
“Youth violence prevention in Latin America and the
Caribbean: A scoping review of the evidence”, Norwegian
Peacebuilding Resource Centre, Oslo, 15-8-13.
8. Gary Becker, “Crime and punishment: An
economic approach”, Journal of Political
Economy, vol. 76, Chicago, 1968.
9. “Citizen Security and Justice Sector
Framework Document”, Banco Interamericano
de Desarrollo, Washington, DC, 2014.
10. “World Pre-trial and Remand Imprisonment List”,
International Centre for Prison Studies, Londres, 2014.
11. Caio Marini y Humberto Falcão Martins, “Todos
por Pernambuco em tempos de governança:
Conquistas e desafios”, Secretaría de Planificación y
de Gestión del Estado de Pernambuco, Recife, 2014.
*Respectivamente jefe de la División de Capacidad
Institucional del Estado del Banco Interamericano
de Desarrollo y coordinadora del grupo encargado
de la seguridad ciudadana de esa división.
Traducción: Aldo Giacometti
14 |
Yanis Varufakis habla en el European Business Summit, Bruselas, 7-5-15 (Emmanuel Dunand/AFP/Dachary)
Tan pronto se produjo el triunfo de la formación política de
izquierda Syriza en las elecciones griegas, los bancos acreedores de
la impagable deuda helena y las autoridades de la Unión Europea,
con Alemania al frente, desataron un implacable acoso contra
Atenas. El gobierno griego se encuentra hoy acorralado.
Un arsenal de presiones sobre Grecia
El golpe de Estado
silencioso
por Stelios Kouloglou*
E
n Atenas, “todo cambia y to-
do sigue igual”, como dice una
canción tradicional griega.
Cuatro meses después de la
victoria electoral de Syriza, los
dos partidos que gobernaron el país des-
de la caída de la dictadura, el Movimiento
Socialista Panhelénico (Pasok) y la Nueva
Democracia (derecha), están totalmente
desacreditados. El primer gobierno de iz-
quierda radical en la historia del país des-
de el “gobierno de las montañas” (1), en los
tiempos de la ocupación alemana, goza de
una gran popularidad (2).
Pero aunque ya nadie menciona el nom-
bre de la “troika”, detestada por ser res-
ponsable del desastre económico actual,
las tres “instituciones” –Comisión Euro-
pea, Banco Central Europeo (BCE) y Fon-
do Monetario Internacional (FMI)– conti-
núan con su política. Amenazas, chantajes,
ultimátums: una nueva “troika” le impo-
ne al gobierno del nuevo primer ministro
Alexis Tsipras la austeridad que aplicaban
dócilmente sus predecesores.
Con una producción de riqueza que se
redujo un cuarto desde 2010 y una tasa de
desempleo del 27% (más del 50% entre los
menores de 25 años), Grecia vive una cri-
sis social y humanitaria sin precedentes.
Pero a pesar del resultado de las eleccio-
nes de enero de 2015, que le dieron a Tsi-
pras un mandato claro para terminar con
la austeridad, la Unión Europea sigue en-
dosándole al país el rol de mal alumno cas-
tigado por los severos maestros de Bruse-
las. ¿El objetivo? Desalentar a los votantes
“soñadores” de España u otras partes que
todavía creen en la posibilidad de gobier-
nos opuestos al dogma germánico.
La situación recuerda el Chile de co-
mienzos de la década de 1970, cuando el
presidente estadounidense Richard Nixon
trabajó para derrocar a Salvador Allende
para impedir desbordes similares en otras
partes del patio trasero de Estados Unidos.
“¡Hagan que la economía grite!”, había or-
denado el presidente estadounidense. Una
vez que eso se hizo, los tanques del general
Augusto Pinochet tomaron el relevo...
El golpe de Estado silencioso que se
desarrolla en Grecia se vale de una caja de
herramientas más moderna –desde agen-
cias de calificación de riesgos hasta los
medios de comunicación, pasando por el
BCE–. Ya con la tenaza activada, al gobier-
no de Tsipras sólo le quedan dos opciones:
dejarse estrangular financieramente si
persiste en querer aplicar su programa
o renunciar a sus promesas y caer,
abandonado por sus votantes.
Aislar a Syriza
Fue justamente para evitar la transmisión
del virus Syriza –la enfermedad de la espe-
ranza– al resto del cuerpo europeo que el
presidente del BCE, Mario Draghi, anun-
ció el 22 de enero de 2015, o sea tres días
antes de las elecciones griegas, que el pro-
grama de intervención de su institución
(en base al cual el Banco Central compra
60.000 millones de euros por mes en títu-
los de deuda a los Estados de la zona euro)
sólo sería concedido a Grecia bajo ciertas
condiciones. El eslabón débil de la zona eu-
ro, el que más ayuda necesita, sólo recibiría
ayuda si se somete a la tutela bruselense.
Los griegos son cabezas duras. Votaron
a Syriza, obligando al presidente del Eu-
rogrupo, Jeroen Dijsselbloem, a llamarlos
al orden: “Los griegos deben comprender
que los principales problemas de su econo-
mía no desaparecieron por el sólo hecho de
que se llevó a cabo una elección” (Reuters,
27 de enero de 2015). “No podemos hacer
excepciones con tal o cual país”, confirmó
Christine Lagarde, directora general del
FMI (The New York Times, 27 de enero de
2015). Al tiempo que Benoît Cœuré, miem-
bro del directorio del BCE, iba más allá:
“Grecia tiene que pagar, son las reglas del
juego europeo” (The New York Times, 31 de
enero y 1 de febrero de 2015).
Una semana más tarde, Draghi demos-
traba que también sabemos “hacer que la
economía grite” en el seno de la zona eu-
ro: sin la menor justificación, cerraba la
principal fuente de financiamiento de los
bancos griegos, reemplazada por la Emer-
gency Liquidity Assistance (ELA), un dis-
positivo más costoso que debe ser renova-
do cada semana. En síntesis, colocaba una
Edición 192 | junio 2015
espada de Damocles sobre la cabeza del
gobierno. En la misma línea, la agencia de
calificación de riesgo Moody’s anunciaba
que la victoria de Syriza “influía negati-
vamente sobre las perspectivas de creci-
miento” de la economía griega (Reuters,
27 de enero de 2015).
El libreto del Grexit (la salida de Gre-
cia de la zona euro) y del default de pago
volvía a estar a la orden del día. Apenas
dos días después de las elecciones de ene-
ro, el presidente del Instituto Alemán de
Investigación Económica, Marcel Fratzs-
cher, ex economista del BCE, explica-
ba que Tsipras estaba jugando “un juego
muy peligroso”: “Si la gente comienza
a creer que es realmente serio, se podría
asistir a una fuga masiva de los capitales
y una avalancha hacia los bancos. Hemos
llegado al punto en el que se vuelve posi-
ble salir del euro” (Reuters, 27 de enero de
2015). Ejemplo perfecto de profecía auto-
rrealizada que llevaba a agravar más la si-
tuación económica de Atenas.
Syriza disponía de un margen de ma-
niobra limitado. Tsipras había sido elegido
para renegociar las condiciones relaciona-
das con la “ayuda” de la que se benefició su
país, pero en el marco de la zona euro, ya
que la idea de una salida no cuenta con un
apoyo mayoritario entre la población. A es-
ta última los medios de comunicación grie-
gos e internacionales la convencieron de
que un Grexit constituiría una catástrofe
de dimensiones bíblicas. Pero formar parte
de la moneda única toca otras cuerdas, ul-
trasensibles en el caso de Grecia.
Desde su independencia, en 1821, Gre-
cia osciló entre su pasado dentro del Im-
perio Otomano y la “europeización”, un
objetivo que, tanto para los ojos de las eli-
tes como para los de la población, siempre
significó la modernización del país y su sa-
lida del subdesarrollo. Se suponía que for-
mar parte del “núcleo duro” de Europa iba
a materializar ese ideal nacional. Así, du-
rante la campaña electoral, los candidatos
de Syriza se sintieron obligados a sostener
que la salida del euro constituía un “tabú”.
En el centro de la negociación entre el
gobierno de Tsipras y las “instituciones”
está la cuestión de las condiciones fijadas
por los prestamistas: los famosos memo-
rándums que, desde 2010, obligan a Atenas
a aplicar devastadoras políticas de austeri-
dad y aumento de los impuestos. Sin em-
bargo, más del 90% de los depósitos de los
acreedores les vuelven directamente –¡a
veces ya al día siguiente!–, dado que están
afectados al pago de la deuda. Como resu-
mió el ministro de Economía, Yanis Varu-
fakis, quien reclamaba un nuevo acuerdo
con los acreedores, “Grecia pasó estos úl-
timos cinco años esperando el préstamo si-
guiente como el drogadicto que espera su
próxima dosis” (1 de febrero de 2015).
Pero como el no pago de la deuda equi-
vale a un “acontecimiento de crédito”, es
decir, a una especie de bancarrota, el des-
bloqueo de la dosis es un arma de chanta-
je muy poderosa en manos de los acree-
dores. En teoría, dado que los acreedores
necesitan que se les pague, se habría po-
dido imaginar que Atenas disponía de un
incentivo de negociación importante. A
menos que la activación de ese incentivo
hubiera llevado al BCE a interrumpir el fi-
nanciamiento de los bancos griegos, pro-
vocando la vuelta al dracma.
Así, no sorprende que, apenas tres se-
manas después de las elecciones, los die-
ciocho ministros de Economía de la zo-
na euro hayan enviado un ultimátum al
miembro número diecinueve de la familia
europea: el gobierno griego tenía que apli-
car el programa que heredó de sus prede-
cesores o cumplir con sus compromisos
consiguiendo el dinero en otro lado. En
este caso, concluía el diario The New York

Times, “muchos actores del mercado fi-
nanciero piensan que Grecia no tiene mu-
chas más opciones que dejar el euro” (16
de febrero de 2015).
Para escapar a los ultimátums asfixian-
tes, el gobierno griego solicitó una tregua
de cuatro meses. No reclamó el depósito
de 7.200 millones de euros, pero esperaba
que, mientras duraba el alto el fuego, las
dos partes llegaran a un acuerdo que in-
cluyera medidas para desarrollar la eco-
nomía y luego resolver el problema de la
deuda. Hubiera sido torpe hacer caer de
inmediato al gobierno griego; por lo tanto,
los acreedores aceptaron.
Los grandes medios en campaña
Atenas pensaba que podría contar –provi-
soriamente, al menos– con las sumas que
iban a volver a sus cajas. El gobierno es-
peraba disponer, en las reservas del Fon-
do Europeo de Estabilidad Financiera,
de 1.200 millones de euros no utilizados
en el proceso de recapitalización de los
bancos griegos, así como 1.900 millones
que el BCE había ganado sobre las obli-
gaciones griegas y había prometido res-
tituir a Atenas. Pero, a mediados de mar-
zo, el BCE anunciaba que no iba a restituir
esas ganancias, mientras que los minis-
tros del Eurogrupo decidían no solamen-
te no depositar la suma, sino transferirla
a Luxemburgo, ¡como si temieran que los
griegos se fueran a convertir en ladrones
de bancos! El inexperto equipo de Tsi-
pras, que no contaba con semejantes ma-
niobras, había dado su acuerdo sin exigir
garantías. “Cometimos un error al no pe-
dir un acuerdo escrito”, reconoció el pri-
mer ministro en una entrevista a la cade-
na de televisión Star, el 27 de abril de 2015.
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El gobierno seguía gozando de una gran
popularidad, a pesar de las concesiones que
consintió: no reconsiderar las privatiza-
ciones decididas por el gobierno anterior,
aplazar el aumento del salario mínimo, au-
mentar más el impuesto al valor agregado
(IVA). Por esto, Berlín lanzó una operación
que apuntaba a desacreditarlo. A fines de
febrero, la revista Der Spiegel publicaba un
artículo sobre las “relaciones tortuosas en-
tre Varufakis y Schäuble” (27 de febrero de
2015). Uno de los tres autores era Nikolaus
Blome, recientemente transferido del Bild
al Spiegel, y protagonista de la campaña lle-
vada a cabo en 2010 por el periódico contra
los “griegos vagos” (3). El ministro de Eco-
nomía alemán, Wolfgang Schäuble, quien
–hecho raro en la historia de la Unión Eu-
ropea, pero también de la diplomacia inter-
nacional– ironizaba públicamente sobre su
homólogo griego, al que calificaba de “estú-
pidamente ingenuo” (10 de marzo de 2015),
era presentado por la revista alemana como
un Sísifo condescendiente, desconsolado
por el hecho de que Grecia estuviera conde-
nada a fracasar y abandonar la zona euro. A
menos que, insinuaba el artículo, Varufakis
fuera destituido de sus funciones.
Mientras se multiplicaban fugas, pre-
dicciones sombrías y amenazas, Dijssel-
bloem realizaba un nuevo movimiento es-
tratégico, al declarar a The New York Times
que el Eurogrupo examinaba la eventuali-
dad de aplicar a Grecia el modelo chiprio-
ta, o sea una limitación de los movimientos
de capitales y una reducción de los depósi-
tos (19 de marzo de 2015)… Un anuncio que
cuesta interpretar de otra manera que no
sea como una tentativa –infructuosa– de
provocar un pánico bancario. Mientras que
el BCE y Draghi apretaban aun más el nudo
1 5/15/15 6:33 PM
corredizo, limitando más las posibilidades
de los bancos griegos de financiarse, Bild
publicaba una pseudo crónica sobre una
escena de pánico en Atenas, no dudando
en alterar una foto banal de unos jubilados
que hacían cola ante un banco para cobrar
su jubilación (31 de marzo de 2015).
A fines de abril, la operación de Ber-
lín dio sus primeros frutos. Varufakis fue
reemplazado por su adjunto Euclid Tsaka-
lotos para las negociaciones con los acree-
dores. En ese entonces este declaró: “El
gobierno debe hacer frente a un golpe de
Estado de una nueva clase. Nuestros agre-
sores ya no son, como en 1967, los tanques,
sino los bancos” (21 de abril de 2015).
Por el momento, el golpe de Estado si-
lencioso sólo alcanzó a un ministro. Pero
el tiempo trabaja a favor de los acreedores,
que exigen la aplicación de la receta neoli-
beral. Cada uno con su obsesión. Los ideó-
logos del FMI piden la desregulación del
mercado de trabajo así como la legaliza-
ción de los despidos en masa, que les pro-
metieron a los oligarcas griegos, propieta-
rios de los bancos. La Comisión Europea,
es decir Berlín, reclama que se continúe
con las privatizaciones susceptibles de in-
teresar a las empresas alemanas, y que se
las haga al menor costo. En la intermina-
ble lista de ventas escandalosas se destaca
la que efectuó el Estado griego en 2013 de
veintiocho edificios que sigue utilizando.
Durante los próximos veinte años, Atenas
deberá pagar 600 millones de euros de al-
quiler a los nuevos propietarios, o sea casi
el triple de la suma que percibió gracias a
la venta –y que volvió en forma directa a
los acreedores–.
En posición de debilidad, abandona-
do por aquellos de los que esperaba apoyo
| 15
(como Francia), el gobierno griego no pue-
de resolver el principal problema al que se
enfrenta el país: una deuda insostenible. La
propuesta de organizar una conferencia
internacional similar a la de 1953, que exi-
mió a Alemania de la mayor parte de las re-
paraciones de guerra y abrió el camino al
milagro económico (4), se ahogó en un mar
de amenazas y ultimátums. Tsipras se es-
fuerza por obtener un acuerdo mejor que
los anteriores, pero seguramente éste esta-
rá alejado de sus anuncios y del programa
votado por los ciudadanos griegos. Jyrki
Katainen, vicepresidente de la Comisión
Europea, fue muy claro al respecto ya al día
siguiente de las elecciones legislativas: “No
vamos a cambiar de política en función de
elecciones” (28 de enero de 2015).
Entonces, ¿tienen sentido las eleccio-
nes, si un país que respeta lo principal de
sus compromisos no tiene derecho a mo-
dificar su política? Los neonazis de Ama-
necer Dorado disponen de una respues-
ta ya lista. ¿Se puede descartar que éstos
se beneficien más con un fracaso del go-
bierno de Tsipras que los partidarios de
Schäuble en Atenas? g
1. Véase Joëlle Fontaine, “Antes nazis que comunistas”,
Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, julio de 2012.
2. Según una encuesta del 9 de mayo publicada
por el periódico Efimerida ton Syntakton, el
53,2% de la población consideraría “positiva” o
“más bien positiva” la política del gobierno.
3. Olivier Cyran, “‘¡Que los griegos vendan sus islas!”, Le
Monde diplomatique, edición Cono Sur, mayo de 2015.
4. Véase Renaud Lambert, “Syriza y la deuda alemana”,
Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, marzo de 2015.
*Periodista y documentalista. Diputado europeo
independiente, elegido por la lista de Syriza.
Traducción: Bárbara Poey Sowerby
16 |
La crisis que sacude a la Unión Europea no arrastra mecánicamente a
los gobiernos salientes. Ni siquiera cuando las políticas que aplicaron
agravaron la miseria social. Esta es una de las lecciones que dejaron las
elecciones generales británicas de mayo, que volvieron a otorgarle el
triunfo al gobierno conservador ultraliberal de David Cameron.
Inesperado resultado electoral en el Reino Unido
¿Por qué perdió el
laborismo?
por Owen Jones*
David Cameron en 10 Downing Street luego de la victoria, Londres, 8-5-15 (Stefan Wermuth/Reuters)
P
ara los laboristas, fue una
derrota a campo abierto. Un
tornado que pocos se espe-
raban. Hasta ese momento,
las encuestas se habían mos-
trado tan monótonas como un cielo in-
vernal en Gran Bretaña. Ubicaban a los
tories del primer ministro David Came-
ron, electo en 2010, cabeza a cabeza con
el Labour de Edward Miliband. Incluso,
el mismo día de las elecciones, las en-
cuestadoras habían anunciado una leve
tendencia a favor del segundo. Editoria-
listas y “expertos” habían dado su vere-
dicto al unísono: Miliband pondría su
cepillo de dientes en el cuarto de baño
del Número 10 de Downing Street. No
como cabeza de una mayoría parlamen-
taria, pero sí gracias al apoyo del Partido
Nacional Escocés (SNP), favorable a la
independencia.
No todos desconocían los errores
históricos de los sondeos, como cuan-
do predijeron la victoria de los laboris-
tas en 1992. No obstante, ninguno había
anticipado el resultado que dibujaron
las encuestas en boca de urna: un avance
decisivo de los conservadores. Entre los
militantes laboristas, la incredulidad del
primer momento fue transformándose
en pánico a medida que avanzaba la jor-
nada electoral. Resultó que los primeros
números estaban equivocados. Los to-
ries no sólo estaban en primer lugar, sino
que, por un estrecho margen de doce es-
caños, obtenían su primera mayoría par-
lamentaria en veintitrés años.
¿Cómo se explica esta derrota de los
laboristas? ¿No fue a manos de los conser-
vadores –y sus aliados liberaldemócra-
tas– que los británicos sufrieron la degra-
dación más importante en su nivel de vi-
da desde la época victoriana (1837-1901),
una caída a profundidades inusitadas pa-
ra la Unión Europea? ¿No se enfrentaron
al recorte más severo de los servicios pú-
blicos y la protección social en décadas?
¿Y todo esto en medio de la reactivación
económica más tímida del siglo?
Si bien los conservadores no pudie-
ron vanagloriarse de un tsunami azul,
obtuvieron un mejor resultado que en
2010. Es la primera vez que esto le su-
cede a un partido en el poder desde la
victoria del conservador Anthony Eden
en 1955. Sin embargo, sólo obtuvieron
un 37% de los votos, contra el 36,1% que
habían logrado cinco años atrás, es de-
cir, un incremento de alrededor de seis-
cientos mil votos.
Experta en coaliciones, la canciller
alemana Angela Merkel habría tranqui-
lizado a Cameron cuando, en 2010, éste
Edición 192 | junio 2015
tomó posesión del cargo junto al diri-
gente liberaldemócrata, Nicholas Clegg:
“¡El más chico de los dos partidos siem-
pre termina destruido!”. No se equivoca-
ba. Hasta su llegada al poder, el partido
de Clegg había ido captando su electo-
rado entre los conservadores mostrán-
dose menos radical que la organización
apodada “the nasty party” (literalmente,
“el partido malvado”). Paralelamente,
los liberaldemócratas habían logrado
conquistar a un electorado de izquierda
decepcionado por el New Labour, que
interpretó la alianza con Cameron co-
mo una traición. En 2010, consiguieron
cincuenta y siete escaños y el 22% de los
votos. Con sólo un 7,9% de los sufragios
en el escrutinio de mayo, hoy están en
peligro de extinción: sus ocho diputados
apenas llenan un taxi londinense…
Así, Cameron aprovechó el fracaso
de su compañero, pero aun más el de su
principal adversario, Miliband. En rea-
lidad no es que los conservadores hayan
ganado las elecciones, sino que los labo-
ristas las perdieron...
Los motivos de la derrota
La socialdemocracia europea está atra-
vesando una crisis: retrocede tanto an-
te una forma de populismo de izquier-
da como ante una derecha xenófoba.
En este aspecto, el Reino Unido no es
una isla: los laboristas cedieron terreno
frente al progresista SNP y los Verdes
por un lado, y frente al Partido de la In-
dependencia del Reino Unido (UKIP)
de Nigel Farage, por el otro (1).
La nación escocesa le proveyó al Par-
tido Laborista sus primeros dirigentes,
así como un bastión electoral histórico.
En 2010, el Labour había obtenido cua-
renta y uno de los cincuenta y nueve es-
caños escoceses, contra seis del SNP. En
2015, una revolución política sacudió las
tierras que se extienden al norte del Mu-
ro de Adriano: los laboristas sólo pudie-
ron conservar una única banca, mien-
tras que el SNP acaparaba cincuenta y
seis, con exactamente el 50% de los vo-
tos. Un resultado inaudito para un par-
tido que se posicionaba claramente a la
izquierda de Miliband, pero que se ex-
plica, en gran medida, por el impacto del
thatcherismo en la región. Los escoce-
ses, que se encuentran entre las princi-
pales víctimas del neoliberalismo, han
sido constantes en su rechazo a los tories
desde los años ochenta. El sentimiento
de traición que provocó la llegada al po-
der del New Labour de Anthony Blair
en 1997 abrió un espacio político a la iz-
quierda que fue ocupado por el SNP –al
menos en el plano teórico–.
Pero los nacionalistas también se vie-
ron beneficiados con el referéndum so-
bre la independencia escocesa que tuvo
lugar el 18 de septiembre de 2014 (2). Si
bien la mayoría votó en contra, Escocia
se mantuvo dentro del Reino por una
diferencia mucho más ceñida de lo es-
perado. La campaña por el “no” estuvo
marcada por el chantaje y el caos histé-
rico alimentado por los grandes medios
y el sector privado. En esa ocasión, la
estrategia del Labour, que prefirió unir
sus fuerzas con las de los tories en vez
de organizar su propia campaña, resultó
catastrófica: se ganó la hostilidad de un
gran número de sus electores tradicio-
nales en Escocia, para quienes se con-
virtió en el partido de los “tories rojos”.
En política, como en el amor, algunas
veces las rupturas brutales alimentan la
más viva hostilidad.
Al quedarse sin su ciudadela esco-
cesa en el norte, el partido de Miliband
también estaba preparando su derrota
en el sur. La única esperanza de los labo-

ristas consistía en obtener el apoyo del
SNP para conformar un gobierno. Pero
los tories no se privaron de convertirlos
en su línea de ataque favorita. Uno de
los afiches que imaginaron los asesores
de comunicación de Cameron mostraba
al dirigente laborista, muy chiquito, en
el bolsillo de su homólogo nacionalista
escocés, Alexander Salmond: “¡Voten a
Miliband y obtendrán a los nacionalis-
tas escoceses!”, clamaban los conserva-
dores, sugiriendo que los laboristas pon-
drían a los electores ingleses a merced
de los separatistas del norte. Esta ame-
naza sobre Inglaterra, que los medios
conservadores pertenecientes al magna-
te Rupert Murdoch cubrieron de tartán,
probablemente haya sido decisiva el día
de las elecciones.
Miliband también debía hacer frente
a otra dificultad, insuperable. La crisis
financiera de 2008 estalló cuando los la-
boristas estaban en el poder. Su incapa-
cidad para regular a los bancos, embria-
gados con el elixir neoliberal, acrecentó
la gravedad del derrumbe. Por la misma
época, en la oposición, los conservado-
res recomendaban una desregulación
aun mayor, pero sorprendentemente la
prensa parece no recordarlo. Cuando
los hechos tienen tan poco peso, no hay
nada más fácil que reescribir la historia.
Los tories lo vienen haciendo muy bien
desde 2010: no, la causa de la crisis no
fue la ignominia de los banqueros, ¡sino
los gastos desmesurados de los laboris-
tas estatistas! “Tuvimos que solucionar
el caos que el Labour había dejado tras
de sí”, suspiraba el gobierno saliente du-
rante la campaña de 2015, antes de agre-
gar “¿Por qué habría que darle las llaves
del auto al piloto que causó el acciden-
te?”. Paradójicamente, esa situación con-
dujo a algunos críticos progresistas del
New Labour (incluido el autor de estas
líneas) a defender su balance en el ámbi-
to del gasto público, lo que probablemen-
te aumentó la confusión. Con el éxito de
la operación de los tories, la credibilidad
de los laboristas en materia económica se
acerca peligrosamente a cero, mientras
que la economía del país sufre, en primer
lugar, a causa del programa de austeridad
impuesto… por los tories.
Los tories no
sólo estaban en
primer lugar, sino
que obtenían su
primera mayoría
parlamentaria en
veintitrés años.
Para hacer frente a esta ofensiva,
el discurso de los laboristas no logró
transmitir un mensaje claro. Miliband
recurría con frecuencia a un lenguaje de
estilo universitario, sin resonancia po-
pular y adoptaba nuevos conceptos tan
apresuradamente como los abandona-
ba: “el sector ahogado”, para nombrar
a las clases medias exigidas por demás,
“la promesa británica”, para expresar
su certeza de que las próximas genera-
ciones vivirían mejor, e incluso el “One
Nation Labour”, una recuperación de la
idea de unidad nacional (“One Nation”)
promovida por el conservador Benja-
min Disraeli (1804-1881).
Estas propuestas, lanzadas al cielo po-
lítico cual globos de helio, sin la menor
coherencia de conjunto, terminaron por
desaparecer de todos los radares: la pro-
mesa de llevar, de aquí a 2020, el salario
mínimo a un nivel similar al que lo habría
empujado la inflación, el congelamien-
to temporario de las facturas de energía
y el compromiso de promover la compe-
tencia en el mercado de la electricidad, el
regreso a un tipo marginal de impuesto
(para el tramo superior) del 50%, es de-
cir, el nivel adoptado por Japón, el im-
puesto sobre las propiedades valuadas en
un valor superior a dos millones de libras
(alrededor de 2,7 millones de euros), la
mansion tax, tomada del programa de los
liberaldemócratas. Si Miliband hubiese
llegado al poder, el Reino Unido habría
seguido teniendo el tipo de gravamen pa-
ra empresas más bajo del G7 y, por pri-
mera vez, los laboristas se habrían com-
prometido a reducir el gasto público año
a año durante su mandato. Con respecto
a la inmigración, en la actualidad el par-
tido se posiciona a la derecha de Blair, a
quien le reprocha el haber dejado entrar
al país a un número demasiado elevado
de europeos del Este.
Mientras que en Escocia el desencan-
to de los electores respecto del Labour
los llevó a volcarse al nacionalismo de
izquierda del SNP, en las grandes aglo-
meraciones del norte de Inglaterra el
fenómeno benefició al UKIP. En efecto,
cuatro millones de electores apoyaron
a dicho partido, aunque, por el sistema
| 17
electoral británico de tipo uninominal
mayoritario a una vuelta, sólo obtuvo
una banca. Esta apertura les permitió a
los conservadores obtener escaños con
los que contaban los laboristas.
Perspectivas
¿Qué esperanza queda para el Labour?
Dentro del partido y en los medios ya ha
comenzado a imponerse un discurso: la
razón de la derrota sería una deriva a la
izquierda, que se explicaría por un pro-
grama muy poco favorable para las em-
presas. Los candidatos a suceder a Mi-
liband, quien renunció al día siguiente
de la derrota, ya anunciaron un giro de
timón en este sentido. En cuanto a elabo-
rar una estrategia que les permita recu-
perar la confianza de los que desertaron
de las filas del partido para ir a votar al
SNP, los Verdes o el UKIP: nada. Del la-
do de Unite, principal sostén sindical del
Partido Laborista, numerosas voces se
alzan para exigir la ruptura de los lazos
entre las dos estructuras. ¿El Labour po-
dría sobrevivir sin esa proximidad histó-
rica? Una izquierda radical, apoyada por
los sindicatos, ¿podría encontrar un es-
pacio donde imponerse, como lo hicie-
ron Syriza en Grecia o Podemos en Es-
paña? Antes que nada, habrá que esperar
que la cólera dé lugar a la esperanza. g
1. Véase Owen Jones, “Colère sociale, vote à droite”,
Le Monde diplomatique, París, octubre de 2014.
2. Véase Keith Dixon, “Escocia debate su
independencia”, Le Monde diplomatique, edición
Cono Sur, Buenos Aires, septiembre de 2014.
*Autor de The establishment. And how they get away
with it, Allen Lane, Londres, 2014.
Traducción: Georgina Fraser
18 |
Con el pretexto de la crisis de Ucrania, los dirigentes occidentales
boicotearon las ceremonias del 70º aniversario de la Liberación en
Moscú. En 2014, por encargo del presidente de Francia, el ex ministro
Jean-Pierre Chevènement se había reunido con el presidente Putin a
fin de resolver el conflicto. A continuación, sus reflexiones.
El peligro de eternización de la crisis ucraniana
¿Hacia una nueva
Guerra Fría?
por Jean-Pierre Chevènement*
L
a disolución de la Unión Sovié-
tica, decidida a fines de 1991 por
Boris Yeltsin, presidente de Ru-
sia, y por sus homólogos ucra-
niano y bielorruso, se desarrolló
pacíficamente porque su presidente Mijail
Gorbachov no se opuso. Pero esta decisión
encerraba conflictos potenciales: en un es-
pacio multinacional como este, veinticin-
co millones de rusos quedaban fuera de las
fronteras de Rusia (que en el último censo
de 1989 contaba con 147 millones de habi-
tantes, contra 286 para la entonces URSS),
además de que esta reunía entidades muy
diversas. Por otra parte, el trazado capricho-
so de las fronteras multiplicaría las tensio-
nes entre Estados sucesores y minorías (Al-
to Karabaj, Transnitria, Osetia del Sur, Abja-
sia, Adjaria, etc.). Muchos de estos Estados
multiétnicos nunca antes habían existido.
Era, precisamente, el caso de Ucrania, que
sólo había sido independiente tres años a lo
largo de su historia –de 1917 a 1920–, gracias
a la derrota de los ejércitos zaristas.
La Ucrania tal como nació el 25 de di-
ciembre de 1991 es un Estado compuesto.
Entre las dos guerras mundiales la región
occidental formaba parte de Polonia. La
región oriental está poblada de rusófo-
nos ortodoxos. Las costas del Mar Negro
antes eran otomanas. Crimea nunca, an-
tes de la decisión de anexión impuesta sin
consulta previa por Nikita Kruschev, en
1954, había sido ucraniana.
La tradición del Estado es reciente:
menos de un cuarto de siglo. Las privati-
zaciones de los años 1990 dieron lugar a
una clase de oligarcas que controlan el Es-
tado más de lo que el Estado los controla.
La situación económica está muy degra-
dada; el endeudamiento es considerable.
El futuro de Ucrania –la adhesión a la Or-
ganización del Tratado del Atlántico Nor-
te (OTAN) o la neutralidad– es por lo tan-
to inseparable de la reconfiguración de
la relación de fuerzas a escala europea y
mundial. Ya en 1998, Zbigniew Brzezins-
ki escribía que el único medio de impedir
Donetsk, 2-4-15 (Dimitar Dilkoff/AFP/Dachary)
que Rusia se volviera una gran potencia
era sustraer a Ucrania de su influencia (1).
Es fundamental recordar los hechos
para comprender. La crisis ucraniana ac-
tual era previsible desde la “Revolución
Naranja” (2004) y desde la primera tenta-
tiva de su adhesión a la OTAN (2008). Es-
ta crisis podría haberse evitado si tan solo
la Unión Europea, al momento del lanza-
miento de la “asociación oriental” (2009),
hubiera convenido con Ucrania la nego-
ciación del acuerdo de asociación, de ma-
nera que fuera compatible con el objetivo
de la asociación estratégica Unión Euro-
pea-Rusia de 2003: crear un espacio de li-
bre circulación “de Lisboa a Vladivostok”.
Se habría necesitado, por supuesto, te-
ner en cuenta la complejidad de las eco-
nomías ucraniana y rusa (2). La Unión
hubiera así evitado ser instrumento de
los partidarios de la expansión cada vez
más al Este de la OTAN. En su lugar,
Bruselas puso a Ucrania ante el dilema
imposible de tener que elegir entre Eu-
Edición 192 | junio 2015
ropa y Rusia. El presidente ucraniano
Viktor Yanukovitch dudó: la oferta rusa
era, desde el punto de vista financiero,
claramente más sustancial que la oferta
europea. Por ello solicitó el aplazamiento
de la firma del acuerdo de asociación que
debía ser concluido en Vilna, capital de
Lituania, el 29 de noviembre de 2013.
Ignoro si el comisario europeo compe-
tente, Stefan Füle, siguió las directivas de
José Manuel Durão Barroso, por entonces
presidente de la Comisión Europea, o si el
Consejo Europeo deliberó alguna vez so-
bre una cuestión que llevaba en germen
la más grave crisis geopolítica de Europa
desde la de los euromisiles (1982-1987)
(3). El presidente Putin declaró que, en
enero de 2014, le fue negada, por las auto-
ridades europeas (Barroso y Herman Van
Rompuy), y en Bruselas mismo, toda posi-
bilidad de discutir el contenido del acuer-
do de asociación con Kiev, bajo el pretexto
de la soberanía de Ucrania.
Alientos externos
La postergación de la firma del acuer-
do por el presidente Yanukovitch fue la
señal de las manifestaciones llamadas
“proeuropeas” de Maidán, que culmina-
rían el 22 de febrero de 2014 en su des-
titución. Que la Unión Europea hiciera
soñar a una parte importante de la opi-
nión ucraniana es comprensible. Lo que
hay que preguntarse, sin embargo, es si la
Comisión Europea estaba acreditada pa-
ra promover las normas y los estándares
europeos fuera de la Unión.
Las manifestaciones de Maidán fueron
alentadas por múltiples visitas de repre-
sentantes europeos, pero sobre todo es-
tadounidenses, con frecuencia enviados
destacados (4), mientras que organiza-
ciones no gubernamentales y medios ini-
ciaban una verdadera guerra de informa-
ción. Este apoyo explícito a manifestacio-
nes que dependían principalmente de or-
ganizaciones de extrema derecha –Praviy
Sektor y Svoboda– se prestaba sin duda a
confusión entre lo que era competencia
de la Unión Europea y las iniciativas de la
OTAN, de las de Washington y sus servi-
cios. La “exportación de la democracia”
puede revestir distintas formas...
La no aplicación del acuerdo del 21 de
febrero de 2014, que preveía una elección
presidencial para fin de año, y la destitu-
ción inconstitucional, a partir del día si-
guiente, de un presidente que tenía, sin du-
da, muchos defectos pero que, aun así, fue
elegido, puede pasar por una “revolución”
o un golpe de Estado. Es esta última inter-
pretación la que prevaleció en Moscú. Aun-
que Crimea haya sido rusa antes de 1954,
no es discutible que la decisión de organi-
zar su anexión a Rusia, aun cubierta por un
referéndum, fue una reacción despropor-
cionada. Es contraria al principio siempre
afirmado por Rusia del respeto por la inte-
gridad territorial de los Estados, en parti-
cular cuando este principio fue infringido
con la separación de Kosovo de Yugoslavia.
Putin en Crimea hizo prevalecer los inte-
reses estratégicos de Rusia en el Mar Ne-
gro antes de cualquier otra consideración,
temiendo sin duda que el nuevo gobierno
ucraniano no respetara el acuerdo que pro-
longaba el arrendamiento de la base naval
de Sebastopol a Rusia hasta 2042.
Esta crisis fue, pues, un desliz. La ane-
xión de Crimea no estaba programada:
Putin, que a fines de febrero clausuraba
los Juegos Olímpicos de Sotchi –preten-
dida vidriera de la victoria rusa–, reac-
cionó excesivamente a un acontecimien-
to que tampoco la Unión Europea había
programado, aun si, por imprudencia,
lo alentó. Está claro que esta última fue
desbordada por iniciativas ajenas, aun-
que en su interior se encontraran bastio-

nes importantes. La cuestión que hoy se
plantea es saber si los europeos van a po-
der retomar el control de la situación.
Putin no había previsto que Estados Uni-
dos fuera a aferrarse de la anexión de Cri-
mea para decretar sanciones, en un prin-
cipio limitadas ( julio de 2014) y más tarde
mucho más severas (septiembre). A prin-
cipios de mayo de 2014, se declaraba listo a
circunscribir el conflicto. Alentaba a las re-
giones rusófonas a encontrar una solución
a sus problemas dentro de Ucrania. El 10 de
mayo, François Hollande y Angela Merkel
aludían, en Berlín, a una descentralización
que Ucrania debía incluir en su Constitu-
ción. El 25 de mayo, Petro Porochenko fue
elegido presidente e inmediatamente reco-
nocido por Moscú. El “formato de Norman-
día” (Ucrania-Rusia- Alemania-Francia)
fue esbozado el 6 de junio. La crisis parecía
poder ser reabsorbida pacíficamente.
Pero en el verano todo se disipa: las au-
toridades de Kiev lanzaron hacia las “re-
públicas autoproclamadas” una “opera-
ción antiterrorista” que levantó contra
ellas a la población de Donbass. El asunto
no duró mucho a causa de la descompo-
sición del ejército ucraniano, a pesar del
apoyo de “batallones de voluntarios” pro-
Maidán. Firmados el 5 de septiembre, los
acuerdos de Minsk I declararon un cese
del fuego. Seis días más tarde, el 11 de sep-
tiembre, Estados Unidos y la Unión Euro-
pea comenzaron a imponer sanciones se-
veras, oficialmente para garantizar la apli-
cación de cese del fuego. Los bancos, in-
movilizados por las sanciones estadouni-
denses, afectaron el comercio eurorruso,
que se vio progresivamente frenado, si no
paralizado. Rusia decretó contrasancio-
nes en el sector alimentario y se volcó ha-
cia los países “emergentes”, en particular
China, para diversificar su comercio exte-
rior y su participación industrial en detri-
mento de Europa Occidental.
La trampa se vuelve a cerrar
Al mismo tiempo, el precio del petróleo se
desplomó. Y a fines de 2014, la cotización
del rublo también se desplomó: un dólar
pasó de valer 35 rublos a 70. Por falta de
continuidad, los acuerdos de cese del fue-
go se estancaron. Kiev lanzó una segunda
ofensiva militar, que terminó fracasando
como la primera. Gracias a la iniciativa de
los jefes de Estado reunidos por Hollande
en el formato de Normandía y con la impli-
cación de la Organización para la Seguri-
dad y la Cooperación en Europa (OSCE), el
12 de febrero de 2015 (5) se firmaron nue-
vos acuerdos, llamados Minsk II.
La trampa se vuelve a cerrar: las san-
ciones occidentales se hacen, en princi-
pio, para ser levantadas. Ahora bien, si en
el aspecto militar los acuerdos de Minsk
II se aplicaron bastante bien, en el aspec-
to político hubo dificultades. Esto obede-
ció a una secuencia bien definida: voto de
una ley por la Rada (el Parlamento ucra-
niano), elecciones locales en el Donbass,
reforma constitucional, ley de descentra-
lización, nuevas elecciones, y por fin recu-
peración por parte de Kiev del control de
su frontera con Rusia. Pero el 17 de marzo
último, la Rada adoptó un texto que altera
esta secuencia estableciendo como condi-
ción previa la “retirada de los grupos arma-
dos”. El bloqueo del costado político de los
acuerdos de Minsk por el gobierno de Kiev
orienta en realidad el conflicto ucraniano
hacia un “conflicto congelado”. De este
modo el levantamiento de las sanciones es
tomado como rehén en un verdadero cír-
culo vicioso: en principio, estas sólo pue-
den ser prorrogadas por unanimidad. En
realidad, se aplica la “ley del consenso”: ya
Merkel anunció, el 28 de abril de 2015, que
las sanciones europeas serán prorrogadas
probablemente hasta fines de junio.
| 19
De hecho, estamos en presencia de una ción de subordinación respecto de Esta- mato Normandía” debe ser el medio de
guerra que no se reconoce. El debate ate- dos Unidos. La rusofobia mediática ma- aplicar Minsk II, en síntesis, de levantar la
nuado entre los que desean –generalmen- nifiesta la capacidad de amoldar la opi- oposición de Ucrania a la aplicación del as-
te en voz baja– el mantenimiento de la nión pública, como ya ocurriera durante pecto político del acuerdo. Y Europa man-
asociación eurorrusa tal como había sido la Guerra del Golfo en 1990-91. Ese condi- tiene incentivos financieros.
concebida a principios de los años 2000 y cionamiento de la opinión descansa sobre Es hora de que una “Europa europea”
los partidarios de una política de conten- la ignorancia y la incultura cuando se trata se manifieste. Para empezar podría tra-
ción, incluso de rechazo de Rusia, es de- de la realidad rusa contemporánea, o bien tar de convencer a Estados Unidos de que
cir en realidad de una nueva Guerra Fría, sobre una construcción ideológica mani- su verdadero interés no consiste en dejar
refleja un choque de voluntades entre quea y manipuladora. a Rusia fuera de “Occidente”, sino en re-
Washington y Moscú. Se está desatando Rusia manifiesta una verdadera capaci- definir con ella las reglas de juego mutua-
una guerra por poder. Opone por una par- dad de resiliencia. Le toca a Francia encar- mente aceptables y propias para restaurar
te al ejército ucraniano y los “batallones de nar, en formato de Normandía –ella tomó una confianza razonable. g
la iniciativa–, el máximo interés por Euro-
pa. Es difícil aceptar que nuestra política 1. Zbigniew Brzezinski, Le Grand Echiquier,
Washington busca exterior esté obstaculizada por corrientes Fayard-Pluriel, París, 1997.
extremistas o revisionistas. Por mi parte, 2. Véase Julien Vercueil, “Las raíces
a la vez aislar a no pongo un signo igual entre comunis- económicas de la crisis ucraniana”, Le Monde
mo y nazismo, como lo hacen las “leyes de diplomatique, edición Cono Sur, julio de 2014.
Rusia y ajustar su la memoria” votadas por la Rada de Kiev 3. Después de la instalación de misiles nucleares
de mediano alcance SS20 en la URSS y en Europa
el 9 de abril último. En la crisis ucraniana,
control sobre el la Alemania conservadora de Merkel me
Central, a partir de 1977, la OTAN proyecta instalar
misiles equivalentes (Pershing II y Cruise) en Europa
resto de Europa. parece demasiado alineada con Estados
Unidos. Puede estar tentada de abandonar
Occidental. Las negociaciones sobre un fondo de
manifestaciones no prosperan y los euromisiles son
provisoriamente su “Ostpolitik” tradicio- instalados a partir de 1983. Estos arsenales serán
nal hacia Rusia para una penetración en desmantelados después de la firma, por Ronald Reagan
voluntarios” sostenidos por Estados Uni- Ucrania. El número de los establecimien- y Mijail Gorbachov, del Tratado sobre las Fuerzas
dos y sus aliados, y por otra parte a las mi- tos industriales germanos en Ucrania al- Nucleares de Alcance Intermedio, a fines de 1987.
licias llamadas “separatistas” que, en prin- canzaba a mil ochocientos en 2010, contra 4. En particular, Victoria Nuland, secretaria de Estado
cipio, encuentran su apoyo en la población cincuenta para Francia. Ucrania prolonga adjunta estadounidense para Europa y Eurasia, el
senador estadounidense John McCain o el ministro
del Este rusófono y, por supuesto, en una naturalmente la fuente de mano de obra
de Asuntos Exteriores alemán, Guido Westerwelle.
ayuda rusa disfrazada con los colores de a bajo costo de Mitteleuropa, una ventaja
5. Véase Igor Delanoë, “Ucrania entre la guerra y la paz”,
la ayuda humanitaria. La continuación de comparativa para la industria alemana que Le Monde diplomatique, edición Cono Sur, marzo de 2015.
este conflicto puede conducir a hacer de en la actualidad tiende a sufrir el aumen- 6. Que el lector excuse esta referencia a La Fontaine.
Ucrania una antorcha de discordia perma- to de los salarios en los países de Europa Sus fábulas todavía describen nuestro universo.
nente entre la Unión Europea y Rusia. A Central y Oriental. Alemania debe conven- 7. Discurso de Berlín, 9 de noviembre de 2014.
través de una verdadera cruzada ideoló- cer a los europeos de que ella no es un sim- 8. Bundesnachrichtendienst: servicio
gica ampliamente transmitida, Washing- ple bastión de la política estadounidense de información alemán.
ton busca a la vez aislar a Rusia y ajustar su en Europa, como podría inducir a pensar
control sobre el resto de Europa. la instrumentalización del BND (8) por la *Ex ministro francés.
Los heraldos de una nueva Guerra Fría National Security Agency (NSA). El “for- Traducción: Florencia Giménez Zapiola
nos describen a Rusia como una dictadu-
ra fundamentalmente hostil a los valores
universales y que aspiraría a reconstituir
la URSS. Para los que conocen la Rusia de
hoy, esta descripción es exagerada, incluso
caricaturesca. La popularidad de Putin se
debe a la vez a la recuperación económica
que supo operar en un país que había per-
dido la mitad de su Producto Bruto Inter-
no en los años 1990 y a la interrupción de la
disgregación del Estado que logró. Su pro-
yecto no es imperial, sino nacional. Es un
proyecto de modernización de Rusia, da-
do que esta, como todo Estado, sin duda,
tiene intereses normales de seguridad.
Se puede evidentemente tratar de reani-
mar viejos miedos: están los que toman el
Pireo por un hombre (6) y a Putin por un
país. Rusia de hecho está en plena transfor-
mación. La sociedad rusa está marcada por
el aumento de muchas capas medias que,
en 2012, se oponían al retorno de Putin al
poder, pero que hoy parecen sumarse a él.
Mijail Gorbachov considera que Occiden-
te, desde 1991, ha tratado injustamente a
Rusia como un país vencido, mientras que
el pueblo ruso es un pueblo evidentemen-
te europeo (7). Se intenta borrar el hecho
de que este país pagó el tributo más pesado
en la guerra contra la Alemania nazi. Asis-
timos así a una verdadera reescritura de la
historia, como si el anticomunismo debiera
sobrevivir al comunismo eternamente.
En efecto, las bases materiales de la Gue-
rra Fría –la oposición de dos sistemas eco-
nómicos e ideológicos antagónicos– no
existen más. El capitalismo ruso tiene, es
verdad, su especificidad, pero es un capita-
lismo entre otros; los valores conservadores
afirmados por Putin apuntan, sobre todo, en
su espíritu, a cicatrizar las llagas abiertas du-
rante el paréntesis de setenta años que fue el
bolchevismo en la historia rusa.
La verdadera apuesta de la crisis ucra-
niana actual se relaciona con la capacidad
de Europa de afirmarse como un actor
independiente en un mundo multipolar
o, al contrario, su resignación a una posi-
20 |
Al inundar el mundo con su cuantiosa producción petrolera, Riad
provocó una baja del 50% en el precio del petróleo, lo que hace no
rentable la extracción por fracking con la que EE.UU. había logrado su
autoabastecimiento. Así presiona a Washington contra su acuerdo con Irán.
Arabia Saudita impone el precio
La nueva geopolítica
del petróleo
por Ignacio Ramonet*
¿
En qué contexto general se está
dibujando la nueva geopolítica
del petróleo? El país hegemónico,
Estados Unidos, considera a Chi-
na como la única potencia con-
temporánea capaz, a mediano plazo (en la
segunda mitad del siglo XXI) de rivalizar
con él y amenazar su hegemonía solitaria
a nivel planetario. Por ello, Washington
instauró secretamente, desde principios
de los años 2000, una “desconfianza es-
tratégica” con respecto a Pekín.
El presidente Barack Obama deci-
dió reorientar la política exterior esta-
dounidense considerando como crite-
rio principal este parámetro. Estados
Unidos no quiere encontrarse de nue-
vo en la humillante situación de la Gue-
rra Fría (1948-1989), cuando tuvo que
compartir su hegemonía mundial con
otra “superpotencia”, la Unión Soviéti-
ca. Los consejeros de Obama formulan
esta teoría de la siguiente manera: “Un
solo planeta, una sola superpotencia”.
En consecuencia, Washington no ce-
sa de incrementar sus fuerzas y sus ba-
ses militares en Asia Oriental para in-
tentar “contener” a China. Pekín cons-
tata ya el bloqueo de su capacidad de
expansión marítima por los múltiples
“conflictos de los islotes” con Corea
del Sur, Taiwán, Japón, Vietnam, Fili-
pinas… Y por la poderosa presencia de
la VIIª flota de Estados Unidos. Parale-
lamente, la diplomacia estadounidense
refuerza sus relaciones con todos los
Estados que poseen fronteras terres-
tres con China (exceptuando a Rusia).
Lo que explica el reciente y espectacu-
lar acercamiento de Washington con
Vietnam y Birmania.
Esta política prioritaria de atención
hacia el Lejano Oriente y de conten-
ción de China sólo es posible si Estados
Unidos logra poder alejarse de Medio
Oriente. En este escenario estratégi-
co, Washington interviene tradicional-
mente en tres campos. Primero, en el
campo militar: Washington está impli-
cado en varios conflictos, especialmen-
te en Afganistán contra los talibanes y
en Irak-Siria contra la organización del
Estado Islámico (EI). Segundo, en el
campo diplomático, en particular con
la República Islámica de Irán, a obje-
to de limitar su expansión ideológica e
impedir el acceso de Teherán a la fuer-
za nuclear. Y tercero, el campo de la so-
lidaridad, especialmente con respecto
a Israel, para quien Estados Unidos si-
gue siendo una especie de “protector
en última instancia”.
Esta “sobre-implicación” directa de
Washington en la región (particular-
mente después de la Guerra del Golfo
en 1991) mostró los “límites de la po-
tencia americana”, que no ha podido
realmente ganar ninguno de los con-
flictos en los cuales se implicó fuerte-
mente (Irak, Afganistán). Conflictos
que han tenido, para las arcas de Wash-
ington, un costo astronómico con con-
secuencias desastrosas incluso para el
sistema financiero internacional.
Reducción del campo de batalla
Actualmente Washington tiene claro que
Estados Unidos no puede realizar simul-
táneamente dos grandes guerras de al-
cance planetario. Por lo tanto, la alter-
nativa es la siguiente: o Estados Unidos
continúa implicándose en el “pantanal”
de Medio Oriente en conflictos típicos
del siglo XIX, o se concentra en la urgen-
te contención de China, cuyo impulso
fulgurante podría anunciar la decaden-
cia a mediano plazo de Estados Unidos.
La decisión de Barack Obama es ob-
via: debe enfrentar el segundo reto,
pues éste será decisivo para el futuro de
Estados Unidos en el siglo XXI. En con-
secuencia, América debe retirarse pro-
gresivamente –pero imperativamente–
de Medio Oriente.
Aquí se plantea una pregunta: ¿por qué
Estados Unidos se ha implicado tanto en
Medio Oriente hasta el punto de descuidar
al resto del mundo, desde el fin de la Guerra
Fría? Para esta pregunta, la respuesta pue-
de limitarse a una palabra: petróleo.
Desde que Estados Unidos dejó de ser
autosuficiente en petróleo, a fines de los
años 1940, el control de las principales
zonas de producción de hidrocarburos se
convirtió en una “obsesión estratégica”
estadounidense. Lo cual explica parcial-
mente la “diplomacia de los golpes de Es-
tado” de Washington, especialmente en
Medio Oriente y en América Latina.
En Medio Oriente, en los años 1950,
a medida que el viejo Imperio Británico
se retiraba y quedaba reducido a su ar-
chipiélago inicial, el Imperio america-
no lo reemplazaba mientras colocaba a
la cabeza de los países de esas regiones
a sus “hombres”. Sobre todo en Arabia
Saudita y en Irán, principales produc-
tores de petróleo del mundo, junto con
Venezuela, ya bajo control estadouni-
dense en aquella época.
Un panorama cambiante
Hasta hace poco, la dependencia de
Washington respecto del petróleo y del
gas de Medio Oriente le impidió con-
siderar la posibilidad de retirarse de
la región. ¿Qué ha cambiado entonces
para que Estados Unidos piense aho-
ra en retirarse de allí? El petróleo y el
gas de esquisto. Cuya producción por
el método llamado fracking aumentó
significativamente a comienzos de los
Los sauditas
consideran que
el acuerdo que
Washington
prepara con Irán
es demasiado
favorable a Teherán.
años 2000. Eso modificó todos los pa-
rámetros. La explotación de ese tipo de
hidrocarburos (cuyo costo es más ele-
vado que el del petróleo “tradicional”)
fue favorecida por el importante au-
mento del precio de los hidrocarburos,
que en promedio superaron los 100 dó-
lares por barril entre 2010 y 2013.
Actualmente, Estados Unidos ha re-
cuperado la autosuficiencia energética
e incluso está convirtiéndose otra vez
en un importante exportador de hidro-
carburos. Por lo tanto, puede ahora por
fin considerar la posibilidad de retirar-
se de Medio Oriente. A condición de
cauterizar rápidamente varias heridas
que a veces datan de más de un siglo.
Por esa razón, Obama retiró la casi
totalidad de las tropas estadouniden-
ses de Irak y Afganistán. Estados Uni-
dos participó muy discretamente en los
bombardeos de Libia. Y se negó a inter-
venir contra las autoridades de Damas-
co, en Siria. Por otra parte, Washington
busca a marcha forzada un acuerdo con
Teherán sobre el tema nuclear. Y presio-
na a Israel para que su gobierno progre-
se urgentemente hacia un acuerdo con
los palestinos. En todos estos temas se
percibe el deseo de Washington de ce-
rrar los frentes en Medio Oriente para
pasar a otra cuestión (China). Y olvidar
las pesadillas de la región petrolera.
Todo este escenario se desarrolló
perfectamente mientras los precios del
petróleo seguían altos, a alrededor de
Edición 192 | junio 2015
100 dólares por barril. El precio de ex-
plotación del barril de petróleo de es-
quisto es de aproximadamente 60 dó-
lares, lo que deja a los productores un
margen considerable (entre 30 y 40 dó-
lares por barril).
Aquí es donde Arabia Saudita de-
cidió intervenir. Riad se opone a que
Estados Unidos se retire de Medio
Oriente. Sobre todo si antes Washing-
ton establece un acuerdo sobre el te-
ma nuclear con Teherán. Acuerdo que
los sauditas consideran demasiado fa-
vorable a Irán. Y que, según la monar-
quía wahabita, expondría a los saudi-
tas y más generalmente a los sunnitas,
a convertirse en víctimas de lo que lla-
man “el expansionismo chiita”. Hay
que tener presente que los principales
yacimientos de hidrocarburos saudi-
tas se encuentran en zonas de pobla-
ción chiita.
Considerando que dispone de las
segundas reservas mundiales de pe-
tróleo, Arabia Saudita decidió usar el
petróleo para sabotear la estrategia es-
tadounidense. Oponiéndose a las con-
signas de la Organización de Países Ex-
portadores de Petróleo (OPEP), Riad
decidió, contra toda lógica comercial
aparente, aumentar considerablemen-
te su producción y hacer de ese modo
bajar los precios del petróleo, inun-
dando el mercado de petróleo barato.
La estrategia dio rápidamente resulta-
dos. En poco tiempo, los precios del pe-
tróleo bajaron en un 50%. El precio del
barril descendió a 40 dólares (antes de
subir ligeramente hasta aproximada-
mente 55-60 dólares actualmente).
Esta política dio un duro golpe al
fracking. La mayoría de los grandes
productores estadounidenses de gas de
esquisto están actualmente en crisis,
endeudados y corren el riesgo de que-
brar (lo que implica una amenaza pa-
ra el sistema bancario estadouniden-
se, que había ofrecido generosamente
abundantes créditos a los neo-petrole-
ros). A 40 dólares el barril, el esquisto
ya no resulta rentable. Ni las excavacio-
nes profundas “off shore”. Numerosas
compañías petroleras importantes ya
han anunciado que cesan sus explota-
ciones en alta mar por no ser rentables,
provocando la pérdida de decenas de
miles de empleos.
Una vez más, el petróleo es menos
abundante. Y los precios suben lige-
ramente. Pero las reservas de Arabia
Saudita son suficientemente impor-
tantes como para que Riad regule el
flujo y ajuste su producción de mane-
ra de permitir un ligero aumento del
precio (hasta 60 dólares aproximada-
mente). Pero sin que supere los lími-
tes que permitirían al fracking y a los
yacimientos marítimos a gran profun-
didad recomenzar la producción. De
este modo, Riad se convirtió en el ár-
bitro absoluto en materia de precio del
petróleo (parámetro decisivo para las
economías de decenas de países, entre
los cuales figuran Argelia, Venezuela,
Nigeria, México, Indonesia, etc.).
Estas nuevas circunstancias obli-
gan a Barack Obama a reconsiderar sus
planes. La crisis del fracking podría re-
presentar el fin de la autosuficiencia de
energía fósil en Estados Unidos. Y, por lo
tanto, el regreso a la dependencia de Me-
dio Oriente (y también de Venezuela, por
ejemplo). Por ahora, Riad parece haber
ganado su apuesta. ¿Hasta cuándo? g
*Director de Le Monde diplomatique, edición española
© Le Monde diplomatique, edición española
 Henri Michaux, sin título, 1984 (Gentileza Galería Jorge Mara - La Ruche)

Dossier

Complots,
que los hay
los hay
Los conspiracionistas atribuyen cualquier conmoción
mundial a Occidente, los judíos, Wall Street o los maso-
nes... Y encuentran un eco importante, fundado en ejem-
plos históricos y en un discurso político monopólico. A
menudo delirantes y paranoicas, las teorías conspirativas
muestran ante todo un urgente deseo de comprender.

Un síntoma de desposesión, por Frédéric Lordon 22 | El éxito de los rumores en el

mundo árabe, por Akram Belkaïd 24 | América Latina y la “mano negra” de Washington,
por Franck Gaudichaud 26 | “El 11 de Septiembre es un dogma”, por Julien Brygo 28
22 |
Dossier
Complots,
que los hay
los hay
Se suele considerar a los adeptos a las teorías conspirativas como individuos
irracionales, delirantes. Sin embargo, sus análisis se basan en razonamientos
simples y en el rechazo a las versiones oficiales de los acontecimientos.
Expresan así el descrédito hacia las instituciones y el secretismo de las elites.
Contra el monopolio del discurso público
Un síntoma de desposesión
por Frédéric Lordon*
V
erlas por todas partes; no verlas
en ninguna parte: en materia de
conspiraciones, es raro que la dis-
cusión eluda uno de estos dos es-
collos simétricos. En 2004, cuan-
do las cinco grandes firmas de
Wall Street lograron, a fuerza de presiones, una
reunión que se mantuvo largamente en secreto,
en la Securities and Exchange Commission (SEC),
ente regulador de los mercados de capitales esta-
dounidenses, para obtener la abolición de la “regla
Picard” que limitaba a 12 el coeficiente de endeu-
damiento global de los bancos de inversiones (1),
hacía falta una reticencia intelectual lindante con
la lisa y llana obturación, para no ver allí la acción
concertada y encubierta de un grupo de interés
particularmente poderoso y organizado. Así que,
conspiraciones, que las hay las hay. Como ésta, por
ejemplo, que por otra parte se coronó con éxito.
Sin duda, no abarca la totalidad del análisis que
la crisis financiera reclama, y quizá sea esa una de
las debilidades más visibles de las teorías conspira-
tivas, aun cuando señalen hechos comprobados: su
“monoideísmo” (2), el elemento único que lo expli-
cará todo, la idea exclusiva que da cuenta del todo,
la reunión oculta que lo decidió todo. Ejemplo tí-
Henri Michaux, sin título, 1972 (fragmento, gentileza Galería Jorge Mara - La Ruche)
pico de monoideísmo conspirativo: Bilderberg (o
la Trilateral) (3). ¡Bilderberg existe! La Trilateral
también. El problema, por tanto, no surge del esta-
blecimiento de ese o esos hechos, sino de la causa-
lidad que se les otorga. Tal es el caso de Bilderberg
o la Trilateral, erigidos en organizadores únicos y
omnipotentes de la globalización neoliberal. Para
deshacer el monoideísmo de la visión conspirati-
va, alcanza con invitarla a prestarse a una expe-
riencia de pensamiento contrafáctico: imagine-
mos un mundo sin Bilderberg ni Trilateral, ¿ese
mundo hipotético habría evitado la globalización
neoliberal? Evidentemente, la respuesta es “no”.
De ello se deduce, por contraposición, que esos
cónclaves ocultos no fueron los agentes sine qua
non del neoliberalismo, y quizá ni siquiera los más
importantes. Sin embargo, esa no es una razón pa-
ra omitir referirse a Bilderberg y la Trilateral, que
indiscutiblemente dicen algo sobre el mundo en
que vivimos.
Confiscación del debate público
Bastaría entonces, a veces, cierta compasión inte-
lectual para retener lo que pueden tener de razo-
nable ciertas tesis que de inmediato son descalifi-
cadas, bajo la etiqueta ya infamante de “conspirati-
Edición 192 | junio 2015
vas”, dejar a un lado sus digresiones explicativas, y
conservar, aunque reordenándolos de manera dis-
tinta, ciertos hechos y acciones concertadas bien
reales, pero cuya negación la doctrina neoliberal
se esfuerza en efectuar. Es cierto que la negación
genérica de los hechos de dominación (empleados
y empleadores, por ejemplo, son “co-contratantes
libres e iguales en un mercado laboral”...) forma
parte constitutiva de la visión del mundo de los do-
minantes, empezando, por supuesto, por todos los
hechos de amiguismo explícito, gracias a los cuales
los intereses dominantes confluyen en la produc-
ción, reproducción y profundización de su domi-
nación. Probablemente sea en vano imaginar que
se pueda sostener en las controversias mediáticas
una posición intermedia, que conjugaría la regula-
ción de ciertas derivaciones extravagantes (y has-
ta escandalosas) de las teorías conspirativas con
la idea de que la dominación, cuando tiene lugar
principalmente dentro y por las estructuras, tam-
bién es en parte el resultado de acciones colectivas
deliberadas de los dominantes. Sin duda, este tipo
de distinciones es demasiado pedir, y ya podemos
imaginar los groseros comentarios que conver-
tirán esta opinión en una defensa apologética del
conspiracionismo y los conspiracionistas...

Con todo, sería tiempo de convocar, de alguna
manera, a un pensamiento no conspiracionista de
las conspiraciones, o dicho de otro modo: 1) reco-
nocer que a veces hay maniobras concertadas y di-
simuladas –que podremos llamar conspiraciones–
y 2) negarse a hacer de la conspiración el esquema
explicativo único de todos los hechos sociales, y
agregar incluso que de todos los esquemas dispo-
nibles, es el menos interesante, en general el me-
nos pertinente, ese hacia el que metodológicamen-
te, hay que volcarse en última instancia... ¡incluso
cuando sea el que corresponde!
Sin duda, encontramos de todo sobre el conspi-
racionismo: pinturas sarcásticas de sus más desta-
cados delirios (lo cierto es que no escasean...), revi-
sión de sus temas fetiche, o eruditos análisis de sus
psicopatologías. Pero de análisis político, ¡nada! El
poder deletéreo de los efectos de descalificación, la
fuerza selectiva de los locutores, las características
sociales asociadas a esa misma selectividad, la adju-
dicación de la palabra legítima a unos y su absoluta
negación a los otros, procediendo, también en este
caso, mediante una amalgama que confunde en la
enajenación mental y en la prohibición de hablar a
toda una categoría, o incluso a un conjunto de ca-
tegorías sociales, a partir de unos pocos extravia-
dos, para convertir al discurso político en asunto
monopólico de los “representantes” asistidos por
expertos: todos estos mecanismos, exacerbados en
los medios de comunicación franceses, deberían no
obstante atraer la atención sobre las motivaciones
específicamente políticas que están en juego en el
debate sobre el conspiracionismo –pero en lugar de
ello, todo son cacareos o gritos falsamente horrori-
zados porque, por aislados que sean, los exabruptos
conspiracionistas proporcionan a la desposesión la
mejor razón del mundo–.
Desposesión: quizá esta sea la palabra que ofrece
la mejor entrada política al hecho social –y no psí-
quico– del conspiracionismo. Porque en lugar de ver
en éste un delirio sin causa, o bien sin más causa que
la esencia retrasada de la plebe, podría verse allí el
efecto, sin duda aberrante pero bastante previsible,
de una población que no renuncia a comprender lo
que le sucede, pero se ve sistemáticamente despro-
vista de los medios para hacerlo: acceso a la informa-
ción, transparencia de las agendas políticas, debates
públicos en profundidad (entiéndase: algo distinto a
las indigentes papillas que, bajo ese nombre, sirven
los medios de comunicación masivos), etc. Decidi-
damente, el acontecimiento político más importante
de las últimas décadas, el referéndum sobre el Tra-
tado Constitucional Europeo de 2005, demostró de
qué es capaz, así sea en un extraordinario clima de
adversidad, un cuerpo político al que se le concede
tiempo para la reflexión y el debate: apoderarse de
los temas más complejos y apropiárselos, para pro-
ducir un sufragio esclarecido.
Fuera de estas condiciones excepcionales, todos
los recursos, o casi, para entender las fuerzas histó-
ricas que lo embisten y sobre todo, para participar en
las deliberaciones que deciden su destino, le son de-
negados. Ahora bien, como señala Spinoza, el sí mis-
mo no debería sufrir suspensión alguna: “Nadie pue-
de renunciar a la facultad de juzgar” (Tratado Políti-
co, Alianza, Madrid, 1986), cuando además, ésta se
ejerce como se puede, en las condiciones que le son
dadas y con el encarnizamiento de la desesperación,
si por añadidura lo único que tiene para pensar es
su desgracia. El conspiracionismo no es la psicopa-
tología de unos pocos extraviados, es el síntoma ne-
cesario de la desposesión política y la confiscación
del debate público. Lo mismo ocurre con la recien-
te estupidez de reprochar al pueblo sus errores de
pensamiento, cuando se ha organizado tan metódi-
camente su privación de todo instrumento de pensa-
miento y se lo ha relegado fuera de toda actividad de
pensamiento. Nadie lo dice mejor que Spinoza: “Que
la plebe carece en absoluto de verdad y de juicio, no
es nada extraño, cuando los principales asuntos del
Estado se tratan a sus espaldas y ella no puede sino
hacer conjeturas por los escasos datos que no se pue-
den ocultar. Porque suspender el juicio es una rara
virtud. Pretender, pues, hacerlo todo a ocultas de los
ciudadanos y que éstos no lo vean con males ojos ni
lo interpreten todo torcidamente, es una necedad
supina. Ya que, si la plebe fuera capaz de dominarse
y de suspender su juicio sobre los asuntos poco co-
nocidos o de juzgar correctamente las cosas por los
pocos datos de que dispone, está claro que sería dig-
na de gobernar, más que de ser gobernada” (Tratado
Político, VII, 27, ibid.).
Representaciones
Pero más aun que la desposesión, el conspiracionis-
mo, donde las élites constituyen una irremediable
minoría, podría ser el paradójico signo de que, en
realidad, el pueblo accede a la mayoría de edad, por-
que está harto de escuchar con deferencia a las au-
toridades y se propone representarse el mundo sin
ellas. Solo le falta una cosa para entrar en ella com-
pletamente y esquivar ardides como el del conspi-
racionismo, inevitablemente diseminado en todo
debate público: el ejercicio, la práctica, el hábito...
es decir, todo aquello que las instituciones de la con-
fiscación (representación, medios de comunicación,
expertos) le niegan y éste sin embargo se esfuerza
por conquistar en los márgenes (asociaciones, edu-
cación popular, prensa alternativa, reuniones públi-
cas, etc.), porque es ejerciéndose como se forman las
inteligencias individuales y colectivas.
El debate sobre la “ley de 1973” en Francia, que
supuestamente prohíbe el financiamiento moneta-
rio de las deudas públicas, debería ser visto espe-
cíficamente como una de las etapas de ese apren-
dizaje, con su característico proceso de ensayos y
errores. Por supuesto, la “ley de 1973”, que en cier-
tas regiones de Internet es objeto de una actividad
efervescente, sufrió no pocos bandazos: desde el
video de atmósfera conspiracionista de Paul Grig-
non, Money as Debt, que saca a la luz una gigantesca
conspiración monetaria –los bancos privados son
los que producen el dinero– ¡en términos que po-
dían leerse en cualquier manual de economía de los
últimos años del secundario!, hasta la pesada in-
sistencia en renombrar la ley, primero “Ley Pom-
| 23
pidou”, pero sólo para llegar luego a “Ley Roths-
child”, en la que algunos no verán más que una alu-
sión a las conexiones entre el poder político y la al-
ta finanza (4), mientras otros darán vía libre a toda
clase de otros sobreentendidos...
En medio de todas esas escorias, un principio de
compasión política podría ver, sin embargo: 1) ese
pequeño milagro de los no-expertos que se adue-
ñan de una cuestión evidentemente técnica, pero
cuyas implicancias polí-
ticas destinan al debate
Sería tiempo menos restringido posi-
de convocar, de ble: la moneda, los ban-
cos; 2) el surgimiento, tal
alguna manera, a vez desordenado pero fi-
nalmente saludable, de
un pensamiento no cuestionamientos sobre
la legitimidad de las tasas
conspiracionista de interés, la financia-
ción de las deudas públi-
de las cas, las figuras posibles
de la soberanía moneta-
conspiraciones. ria, el lugar adecuado de
los emisores de moneda
en una sociedad demo-
crática; 3) una intensa
actividad polémica, en el mejor sentido del término,
con una kilométrica producción de textos, lanza-
miento de sitios o blogs, controversias documenta-
das en todos los sentidos, etc. Todo ello, sí, en medio
de ignorancias elementales, de algunos desborda-
mientos notorios y de evidentes errores; algunos de
los más encarnizados denunciantes de la ley de 1973
empiezan a comprender que persiguieron a un fan-
tasma escurridizo... Sin embargo, como un ejercicio
colectivo de pensamiento que vale en sí mucho más
que todas sus imperfecciones, y en el cual, hacien-
do a un lado todos los sarcasmos, habría que ver un
momento del típico proceso de aprendizaje de en-
trada en la mayoría de edad. Como es de esperar, las
élites establecidas sacan partido de las vacilaciones
del aprendizaje, para rechazar el aprendizaje mis-
mo. Las comprendemos: está en juego, precisamen-
te, la desposesión de los desposeedores. g
1. El coeficiente de endeudamiento designa al múltiplo de
deuda, en relación a los fondos propios, que un banco puede
contratar para financiar sus colocaciones en los mercados.
2. Es decir, la concentración patológica del
pensamiento en un solo tema.
3. La Comisión Trilateral, fundada en 1973 para afianzar
la cooperación entre los países atlantistas de América del
Norte, Europa y Asia, reúne a personalidades de los círculos
de poder (intelectuales, dirigentes políticos y económicos).
Bilderberg, grupo informal creado en 1954 en el contexto
de la Guerra Fría, funciona con el mismo principio, pero se
focaliza en la relación entre Europa y Estados Unidos.
4. Puesto que antes de llegar a ser primer ministro, Georges
Pompidou fue banquero de negocios en Rothschild. Nótese, con todo,
que dejó de ser banquero en 1958 y que la mencionada ley es de 1973...
*Economista. Autor de La Malfaçon. Monnaie européenne et sou-
veraineté démocratique, Les Liens qui libèrent, París, 2014.
Traducción: Patricia Minarrieta
24 | Edición 192 | junio 2015

Dossier
Complots,
que los hay
los hay

Henri Michaux, sin título, 1981 (fragmento, gentileza Galería Jorge Mara - La Ruche)

Las teorías conspirativas ganan fuerza también en el mundo árabe. Así, la

población y los gobernantes logran eludir sus propias responsabilidades en
determinados sucesos y culpar sistemáticamente a Occidente e Israel. El éxito
de estas teorías se explica por el papel de los servicios de inteligencia.
El éxito de los rumores en el mundo árabe

Un mal enraizado que

lo explica todo
por Akram Belkaïd*

E
n octubre de 2012, el diario pri-
vado egipcio Al-Masri Al-Youm
publicó un artículo en el que afir-
maba que Tzipi Livni, ex ministra
de Relaciones Exteriores de Is-
rael, habría reconocido, en las co-
lumnas del diario británico The Times, haberse
librado a actos sexuales con varias personalida-
des árabes cuando trabajaba como agente para el
Mossad. Un comercio carnal destinado “a impli-
carlos en escándalos sexuales, hacerlos cantar y
obtener información secreta y concesiones polí-
ticas que favorecieran a Israel” (1).
La noticia, que se difundió rápidamente a tra-
vés de las redes sociales y diferentes medios de
comunicación, en particular televisivos, encen-
dió al mundo árabe. De Rabat a Mascate, pasan-
do por El Cairo, un gran número de editorialis-
tas vieron allí una nueva prueba del complot per-
manente del Estado hebreo contra sus vecinos.
Sin embargo, Al-Masri Al-Youm dio rápidamente
marcha atrás y pidió perdón a sus lectores: Livni
nunca hizo tales declaraciones, ni a The Times ni
a ningún otro medio. “Pero ya era demasiado tar-
de, la información se propagó con la velocidad de
un rayo. No sirvió de nada que lo desmintiéramos
varias veces, aún hoy mucha gente cree que Tzipi
Livni tuvo relaciones sexuales con dirigentes ára-
bes, palestinos en particular, para lograr que le re-
velaran sus secretos u obtener ventajas diplomá-
ticas para Israel”, reconoció un ex periodista de la
publicación. Una rápida verificación lo confirma:
sitios de Internet, foros e incluso periódicos si-
guen replicando esta falsa información, sin nunca
mencionar las desmentidas de Al-Masri Al-Youm.
Sin embargo, en noviembre de 2012, el perio-
dista y poeta druso israelí, Salman Masalha, cri-
ticó, en un texto redactado en árabe, a las gran-
des plumas que se dejaron engañar por el famoso
artículo y que no reflexionaron sobre las causas
de su propia credulidad (2). La idea del complot
está tan omnipresente en el mundo árabe que
su llamado a la razón no surtió gran efecto. Hay
que reconocer que, con frecuencia, la muamara
–término que designa un complot o una conspi-
ración– aparece de plano como una fantasía y, en
tales casos, termina en la sección de informacio-
nes insólitas. Fue lo que sucedió en 2010, cuando
Mohamed Abdel Fadil Shousha, en ese entonces
gobernador de Sinaí del Sur, invocó la pista de los
tiburones asesinos que el Mossad habría planta-
do en el Mar Rojo para atacar a los bañistas en el
balneario de Sharm El Sheikh y perjudicar así al
turismo egipcio (3).
Premio a lo irracional
Pero las acusaciones de complot también surgen
para explicar hechos más importantes. La idea de
que los atentados del 11 de Septiembre constitu-
yen una sórdida maquinación, en la que Israel ha-
bría desempeñado el papel principal, es amplia-
mente defendida por todos los sectores sociales.
Las revueltas árabes de 2011, con su consecuen-

te inestabilidad y multiplicación de conflictos,
también son reconsideradas bajo la luz de mane-
jos invisibles de las grandes potencias occidenta-
les. Pasada la euforia de los primeros tiempos, en
particular tras la renuncia forzada del presidente
egipcio Hosni Mubarak, las explicaciones cons-
piracionistas se difundieron con rapidez en todos
los niveles de las distintas sociedades. En Argelia,
Marruecos, e incluso en las monarquías del Golfo,
no es raro escuchar o incluso leer que la Central
Intelligence Agency (CIA), los servicios secretos
franceses y el Mossad condujeron a los pueblos
árabes a rebelarse con el objetivo de sembrar el
caos y reforzar la influencia de Israel (4).
Esta misma grilla de lectura se aplica a la si-
tuación siria. A pesar de la violencia que Bashar
Al Assad ejerce contra su pueblo, tanto él como
su régimen son presentados como víctimas de un
plan hábilmente concebido en Washington para
debilitar a uno de los rivales regionales del Esta-
do hebreo (5). Ni siquiera el Egipto del presidente
Abdel Fattah Al Sissi escapa a este tipo de análisis.
Si bien las autoridades muestran cierta tenden-
cia a eludir el tema, sus portavoces en numerosos
programas de televisión no se privan de afirmar
que las grandes manifestaciones de 2011 contra el
ex presidente Mubarak nacieron de un complot
urdido por Estados Unidos e Israel –una variante
agrega a Qatar a la lista de conjurados– para llevar
a los Hermanos Musulmanes al poder y socavar la
grandeza de Egipto. “La teoría conspirativa en el
mundo árabe es, ante todo, un premio a lo irracio-
nal –apunta un diplomático jordano en misión en
Ginebra–. Su fuerza reside en que puede propo-
ner cualquier idea sin que se la pueda cuestionar,
ya que los argumentos más racionales son barri-
dos de un plumazo. Uno se encuentra sumergido
en un universo fantasioso en el que la lógica ele-
mental ha perdido validez.”
Deseosos de ocultar sus propias carencias y
descalificar a sus enemigos, los dirigentes políti-
cos árabes tienen una gran responsabilidad en la
difusión y permanencia de las teorías conspirati-
vas. En Marruecos, se acusa a la vecina Argelia de
ser la causa de todos los males debido a la posición
que tomó en el conflicto del Sahara Occidental. A
fines de los años 1990, por ejemplo, diarios cerca-
nos al poder y a los servicios de seguridad sospe-
chaban que Argelia estaba presionando a las gran-
des empresas occidentales para que renunciaran a
encontrar petróleo en el subsuelo del Reino; lo que
explicaría por qué hasta el día de hoy en Marrue-
cos no hay explotación de hidrocarburos.
En Argelia, los complots se relacionan casi sis-
temáticamente con Francia, ex potencia colonial
que seguiría manejando los hilos, sobre todo para
favorecer a tal o cual facción del poder. Muchos ar-
gelinos, incluso aquellos que nacieron varias dé-
cadas después de la independencia, piensan que el
“deuxième bureau” (“segunda oficina”) –expresión
que designó durante mucho tiempo a los servicios
secretos franceses (1871-1940)– sigue decidiendo
la suerte del país. La idea de que París controla a
los dirigentes argelinos está presente en todo el
espectro político: tanto los islamistas como los
nacionalistas del Frente de Liberación Nacional
(FLN) denuncian una y otra vez la existencia del
“hizb frança”, el “partido de Francia”.
Evasión de la responsabilidad
Más allá de las especificidades nacionales, el éxito
de las teorías conspirativas se explica por el papel
primordial que desempeñan los servicios secre-
tos en el mundo árabe. “Los mujabarat [agentes
secretos] influyen en la opinión pública a través
de la difusión permanente de rumores –expli-
ca un analista del Centro de Estudios Políticos y
Estratégicos de Al-Ahram, en El Cairo–.Tales ru-
mores reafirman cierta manera de ver el mundo
y refuerzan todo lo que respalda la existencia de
complots. Es una constante árabe. Hoy por hoy al-
canza con decir en un café o en la calle que los
jóvenes militantes demócratas reciben dinero de
Occidente para dar crédito a la idea de que sus rei-
vindicaciones se inscriben en un complot contra
la soberanía de Egipto.”
Según admite un especialista en inteligencia
argelino, los rumores siempre han sido “ejerci-
cios” organizados por la Seguridad Militar para
evaluar la credulidad de las masas y reforzar la
idea de que existen amenazas persistentes con-
tra Argelia. “Pasa el tiempo y cada vez más me
alucina y me entristece la recurrencia de las teo-
rías conspirativas y el éxito que tienen en nues-
tro país –confiesa el sociólogo argelino Nacer Ja-
bi, quien ve en ello la propensión de algunos de
sus conciudadanos a buscar justificaciones más
o menos racionales a lo inexcusable–. Si hay un
atentado, se lo relativiza, se buscan explicacio-
nes dilatorias, se encuentran excusas para tal o
cual acto de violencia.” Según este académico,
que también deplora la inconsecuencia respecto
de los dictadores árabes caídos en desgracia que
de repente se vuelven bienhechores añorados,
la inclinación al complotismo se explica por “el
abandono o la inexistencia de una conciencia de
ciudadano, el rechazo del debate contradictorio
y la negación de la propia responsabilidad. El cul-
pable siempre es el Otro”.
En un mundo árabe que lucha con dificultad
por imponerse como protagonista en la escena in-
ternacional, la teoría del complot permite echar-
les la culpa a terceros, en particular si son occi-
dentales, y evitar así una autocrítica que los regí-
menes no quieren hacer. Las diferentes explica-
ciones en cuanto a la emergencia de la organiza-
ción del Estado Islámico (EI) lo ilustran a la per-
fección. “Es mucho más fácil decir que a Daesh
lo crearon los imperialistas que reflexionar sobre
nuestros propios demonios. Así no tenemos que
preguntarnos sobre su fanatismo y los horrores
cometidos en nombre de la religión”, evalúa Amer
Murad, un joven docente iraquí.
La permeabilidad del mundo árabe a las teo-
rías conspirativas también tendría su origen en
los primeros tiempos del islam. Como lo señala
| 25
Mohamed Ourya, profesor en la Universidad de
Sherbrooke (Canadá), el mundo musulmán es-
tá impregnado por la idea de que “los judíos [de
Medina] complotaron contra Mahoma” y obraron
para impedir el auge del islam (6). Lejos de ser
consideradas como una simple peripecia de los
comienzos del islam, las difíciles y a veces violen-
tas relaciones entre los primeros creyentes y las
tribus judías de Arabia siguen dando que hablar
y son objeto de múltiples escritos y extrapolacio-
nes que borran siglos de una cohabitación que,
la mayoría de las veces, fue más pacífica que en
Occidente. Para Ourya, esta obsesión histórica se
traduce en una tenden-
cia a explicar cualquier
Los dirigentes evento importante por
medio de una conspira-
árabes tienen ción que se inscribe en
una larga seguidilla de
una gran ataques contra el islam.
El académico también
responsabilidad recuerda que en todas
en la difusión las épocas hubo teólo-
gos musulmanes que
de las teorías insistían en el papel
que desempeñó, en 656,
conspirativas. un tal Abdullah Ibn Sa-
ba, judío convertido al
islam, en un complot
contra el poder de Uz-
mán, el tercer califa que sucedió al profeta. Dicha
conspiración llevó a la gran fitna –o “gran discor-
dia”– cuyas consecuencias políticas y teológicas
siguen moldeando el mundo musulmán. Es por
eso que, tanto en Arabia Saudita como en otros
países con mayoría sunnita, se escucha frecuen-
temente a los predicadores afirmar con virulen-
cia que el nacimiento del chiismo, la segunda ra-
ma del islam, la cual se debe justamente a las que-
rellas de sucesión del Profeta, es un “complot ju-
dío”. Todo esto alcanza para persuadirse de que
cualquier gestión que busque aminorar el impac-
to de las teorías conspirativas en el mundo árabe
implica una relectura serena y racional de la his-
toria del mundo musulmán. g
1. El artículo, publicado en línea el 2 de octubre de
2012 y en la edición en papel al día siguiente, fue
retirado del sitio de Internet del periódico.
2. Salman Masalha, “Pourquoi les Arabes préfèrent-ils le
mensonge à la vérité ?”, www.elaph.com, Londres, 26-11-12.
3. “Shark attacks not linked to Mossad says
Israel”, BBC News, Londres, 7-12-10.
4. “Le document secret qui prouve que le
‘printemps arabe’ a été provoqué par les Etats-
Unis”, www.algeriepatriotique.com, 21-9-14.
5. “En Syrie, c’est une guerre impérialo-sioniste qui vise
l’islam et la chrétienté”, www.tunisie-secret.com, 22-6-13.
6. Mohamed Ourya, Le Complot dans l’imaginaire
arabo-musulman, tesis de grado en Ciencias Políticas,
Universidad de Québec, Montreal, febrero de 2008.
*Periodista.
Traducción: Georgina Fraser
26 |
Dossier
Complots,
que los hay
los hay
Henri Michaux, sin título, 1974 (Gentileza Galería Jorge Mara - La Ruche)
Los gobiernos latinoamericanos miran siempre hacia el
Norte para explicar sus dificultades. Un antiimperialismo
mecánico que se fundamenta en los múltiples complots, gol-
pes e injerencias que sufrió la región en el último siglo.
América Latina y la “mano negra” de Washington
El peso de
la historia
por Franck Gaudichaud*
“
En todo momento –escribía en 1959
el periodista Herbert Matthews– se
plantea la cuestión: si América Lati-
na no estuviera de nuestro lado, nues-
tra situación sería dramática. Sin ac-
ceso a los mercados y a los productos
de América Latina, Estados Unidos quedaría re-
ducido al estatus de potencia de segundo rango”
(The New York Times, 26 de abril de 1959). De es-
ta preocupación nació, a principios del siglo XIX,
la imagen de la región como un “patio trasero” a
proteger –y someter–, cueste lo que cueste. En un
principio, el proyecto se ocultó tras los ropajes
de una preocupación solidaria: en 1823, el presi-
dente James Monroe condenaba el imperialismo
europeo y proclamaba “América para los ameri-
canos”. Pero su doctrina pronto se transformaría
en un instrumento de dominación del Norte so-
bre el Sur del continente.
Por momentos violento, por momentos discre-
to, el expansionismo de Estados Unidos en Amé-
rica Latina moldeó a tal punto la historia del con-
tinente que muchos intelectuales siguen viendo la
“mano negra” de Washington detrás de cada uno
de los obstáculos con los que tropiezan los regíme-
nes progresistas de la región. A la hora de buscar
responsables de sus problemas domésticos, los go-
biernos latinoamericanos no siempre se resisten a
servirse de este antiimperialismo mecánico, que a
veces linda con las teorías conspirativas. Es cierto
que el sentimiento antiyanqui no surge de la nada
en el continente de José Martí (1): es fruto de más
de ciento cincuenta años de injerencias bien rea-
les, incontables acciones encubiertas y verdaderos
complots, manifestaciones de una voluntad de he-
gemonía que vivió varias evoluciones históricas.
Por todos los medios
Entre 1846 y 1848, México fue despojado de la
mitad de su territorio en beneficio de su vecino
del Norte. Luego, entre 1898 y 1934, los milita-
res estadounidenses intervinieron en veintiséis
oportunidades en América Central: derroca-
ron presidentes e instalaron otros; fue la época
en que pusieron a Cuba y Puerto Rico bajo tute-
la (1898) y tomaron el control del canal intero-
ceánico de la antigua provincia colombiana de
Panamá (1903). Se abrió entonces una etapa de
imperialismo militar destinado a secundar la “di-
plomacia del dólar” y el acaparamiento de los re-
cursos naturales por medio de empresas como la
United Fruit Company, fundada en 1899.
Pero la caja de herramientas imperial de Wash-
ington no se asemeja necesariamente a una arme-
Edición 192 | junio 2015
ría. En 1924, Robert Lansing, secretario de Estado
del presidente Woodrow Wilson, observó: “Tene-
mos que abandonar la idea de instalar un ciuda-
dano estadounidense en la presidencia mexica-
na, porque eso nos llevaría inevitablemente a una
nueva guerra. La solución requiere más tiempo.
Tenemos que abrir las puertas de nuestras uni-
versidades a jóvenes mexicanos ambiciosos y en-
señarles nuestro modo de vida, nuestros valores
y el respeto a nuestra ascendencia política. […]
Al cabo de algunos años, estos jóvenes ocuparán
cargos importantes, empezando por la presiden-
cia. Sin que Estados Unidos haya tenido que gas-
tar ni un centavo ni disparar un solo tiro, harán
lo que nosotros deseamos, y lo harán mejor y con
más entusiasmo que si lo hubiéramos hecho noso-
tros mismos” (2). Las universidades abrieron sus
puertas, sin por ello dejar a los militares desem-
pleados. En 1927, en Nicaragua, los marines crea-
ron la Guardia Nacional, al frente de la cual desig-
naron al futuro dictador Anastasio Somoza…
Con la Guerra Fría, Washington desarrolló una
nueva doctrina, la de “seguridad nacional”. La on-
da expansiva de la Revolución Cubana (1959), el
desarrollo de las guerrillas marxistas –en El Salva-
dor y en Colombia principalmente– y de la Teolo-
gía de la Liberación, la tentativa de una “vía chilena
hacia el socialismo” (1970-1973) o incluso la insu-
rrección sandinista en Nicaragua (1979) estimula-
ron la cruzada anticomunista de Estados Unidos.
Como revelan crudamente miles de archivos ac-
tualmente desclasificados, la Central Intelligence
Agency (CIA) –creada en 1947– y el Pentágono se
mostraron dispuestos a todo: campañas mediáti-
cas de desestabilización, financiamiento a oposi-
tores, estrangulamiento económico, infiltración de
las Fuerzas Armadas, apoyo a grupos paramilita-
res contrarrevolucionarios. Estados Unidos apoyó
activamente los golpes de Estado que bañaron en
sangre a la región (en Guatemala en 1954, en Bra-
sil en 1964, en Chile en 1973, en Argentina en 1976,
etc.). Por sí sólo, Fidel Castro habría sido objeto de
638 intentos de asesinato entre 1959 y 2000. Vene-
no, cigarros bomba, máquinas de fotos trucadas: la
imaginación de los servicios secretos parecía no te-
ner límites. Estados Unidos además se encargó de
formar a centenares de oficiales latinoamericanos
en la Escuela de las Américas. Aportaron agentes y
material (radios, manuales de interrogatorios) en
la “Operación Cóndor”. Lanzada en 1975, esta últi-
ma constituyó una verdadera multinacional de las
dictaduras del Cono Sur, destinada a acosar, tortu-
rar y ejecutar opositores en todo el mundo (3).
En ese campo, la acción del gobierno de Ri-
chard Nixon (1969-1974) contra el presidente chi-
leno Salvador Allende representa un caso de ma-
nual. Incluso antes de que el dirigente socialista
asuma su mandato, el 3 de noviembre de 1970, la
CIA, la embajada de Estados Unidos y el secretario
de Estado Henry Kissinger organizaron una am-
plia red de operaciones clandestinas para voltear-
lo. A partir del mes de octubre, la CIA se puso en
contacto con los militares golpistas, entre los que
estaba el general Roberto Viaux. Paralelamente,
medidas de boicot económico internacional y de
sabotaje (entre las que se cuenta el financiamiento
de la huelga de los camioneros en octubre de 1972)
permitieron hacer “madurar” la situación. Final-
mente, los dirigentes más conservadores de la De-
mocracia Cristiana y de la derecha chilena conta-
ron con un generoso apoyo, al igual que la pren-
sa de oposición. Según un informe del Senado de
Estados Unidos, “la CIA gastó un millón y medio
de dólares para financiar El Mercurio, el principal
diario del país e importante canal de propaganda
contra Allende” (4). Su propietario, tanto en aquel
entonces como hoy en día, Agustín Edwards, figu-
ra entre los ex colaboradores de la CIA.
Poder de influencia
Con el fin de las guerras civiles en América Cen-
tral y las transiciones democráticas en el Cono
Sur, Estados Unidos cambió de hombro su fusil.
En los años 1990, la promoción del “Consenso
de Washington” (5) y el auge de las democracias
neoliberales en la región le permitieron asentar
su hegemonía mediante la defensa del mercado.
En 1994, el presidente William Clinton propuso
la creación de un Área de Libre Comercio de las
 | 27

Américas (ALCA). “Nuestro objetivo es garanti-
zarles a las empresas de Estados Unidos el con-
trol de un territorio que va del Polo Norte a la An-
tártida” (6), expondría algunos años más tarde el
secretario de Estado Colin Powell. Pero Washing-
ton no contaba ni con el rechazo popular a esas
políticas ni con la llegada de gobiernos progre-
sistas a la región. En 2005, el proyecto del ALCA
fue rechazado. La integración de los países de la
región se intensificó, en detrimento de Estados
Unidos, que fue dejado de lado: se creó la Unión
de Naciones Suramericanas (UNASUR) en 2008
y luego la Comunidad de Estados Latinoamerica-
nos y Caribeños (CELAC) en 2013.
Barack Obama no rompió con ciertos linea-
mientos fundamentales. Los memorandos de “es-
trategia de seguridad nacional” de 2010 y 2015 des-
va. Frente a una América multipolar, cada vez más
orientada hacia Asia y agitada por muchos movi-
mientos de resistencia social, Estados Unidos usa
la diplomacia para seguir manteniendo el control.
Así, la lucha contra los gobiernos latinoameri-
canos considerados en el Norte como “populistas”
ahora descansa principalmente en el poder de in-
fluencia, el soft power: el “trabajo” de las opiniones
públicas mediante los medios de comunicación
privados, pero también el desarrollo de una red de
organizaciones no gubernamentales y fundaciones
que reciben varias decenas de millones de dólares
por año para “apoyar la democracia” inspirándo-
se en el modelo de las “revoluciones de color” de
Europa del Este. El 12 de marzo pasado, Diosda-
La promoción de
do Cabello, presidente de la Asamblea Nacional
de Venezuela, denunciaba el rol de Miriam Korn-
los acuerdos de
favores de las oligarquías locales, y de Washington.
El método consiste en destituir dirigentes demo-
cráticos electos, pero considerados demasiado agi-
tadores, con el aval de una parte de los parlamentos
nacionales. ¿Complot o arte de la relación de fuer-
zas? La diferencia puede ser muy leve… g
1. José Martí (1853-1895), fundador del Partido
Revolucionario Cubano, es uno de los heraldos
de la independencia de América Latina.
2. Citado por James D. Cockcroft, Mexico’s Revolution. Then
and Now, Monthly Review
Press, Nueva York, 2010.
3. Véase John Dinges,
Operación Cóndor. Una década
de terrorismo internacional
en el Cono Sur, Ediciones B,

tacan que América Latina sigue siendo una prio-
ridad para Estados Unidos, en particular en ma-
teria de aprovisionamiento energético –de donde
se desprende la obsesión de Washington con Ve-
nezuela– y de control militar continental. Des-
de 2008, se inauguraron nuevas bases (bajo la di-
rección del Comando Sur del Ejército de Estados
Unidos) y sistemas de vigilancia electrónica, so-
bre todo gracias al indefectible aliado colombia-
no. Los expertos del Pentágono siguen pensando a
la región según los preceptos establecidos por Ni-
cholas Spykman en 1942 (7): por un lado, una zona
de influencia directa que integra a México, el Mar
Caribe y América Central; por el otro, los grandes
Estados de América del Sur (en particular Brasil,
Chile y Argentina), cuya unión conviene impedir.
Para lograrlo, la promoción de los acuerdos de libre
comercio es considerada como finalmente más efi-
caz que formas más directas de intervencionismo
(véase Wallach, pág. 11). El reciente acercamiento
entre Washington y La Habana, que apunta a rom-
per con el creciente aislamiento de Estados Uni-
dos en la región y al mismo tiempo abrir un nue-
vo mercado, también se inscribe en esta perspecti-
blith, directora para América Latina del National libre comercio es Santiago de Chile, 2004.
4. “Covert Action in Chile.
Endowment for Democracy (NED), en el financia-
miento de la oposición, así como también su apoyo considerada más 1963-1973”, Informe Church,
Senado de Estados Unidos,
a sindicatos y asociaciones antichavistas.
¿Farsa bolivariana? Queda por verse. El 31 de eficaz que formas Washington DC, 1975.
5. Véase Moisés Naim, “Avatars
marzo de 1997, The New York Times informaba
que el NED había sido pensado para “llevar a buen más directas de du ‘Consensus de Washington’”,
Le Monde diplomatique,
puerto públicamente lo que la CIA había realizado
discretamente durante décadas” (8). Y los docu-
intervencionismo. París, marzo de 2000.
6. “Les dessous de
l’ALCA (Zone de libre-
mentos que WikiLeaks hizo públicos demuestran
échange des Amériques)”,
que Estados Unidos financia a la oposición vene-
Alternatives Sud, Centre
zolana desde la llegada de Hugo Chávez al poder, tricontinental (Cetri), Louvain-la-Neuve (Bélgica), 2003.
en 1998 (9). En 2013, el presidente ecuatoriano Ra- 7. Nicholas Spykman, America’s Strategy in World Politics: The
fael Correa frenó a su vez toda actividad de coo- United States and the Balance of Power, Harcourt, Nueva York, 1942.
peración con la Agencia de Estados Unidos para 8. Véase Hernando Calvo Ospina, “Más discreta y
el Desarrollo Internacional (USAID), mientras su tan eficaz como la CIA”, Le Monde diplomatique,
homólogo boliviano Evo Morales expulsaba a esta edición Cono Sur, Buenos Aires, julio de 2007.
organización “independiente”, por considerar que 9. Jake Johnston, “What the WikiLeaks Cables say
“conspiraba” en su contra. about Leopoldo López”, Center for Economic and
Policy Research, Washington DC, 21-2-14.
No por ello el Departamento de Estado abando-
nó sus antiguos y eficaces métodos, como demos-
tró sobre todo el golpe de Estado contra Chávez en
*Profesor Titular de la Universidad Grenoble-Alpes y copre-
2002. En Honduras (2009), después en Paraguay sidente de la Asociación Francia América Latina (FAL).
(2012), “golpes institucionales” contaron con los Traducción: Aldo Giacometti
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Dossier
Complots,
que los hay
los hay
Henri Michaux, sin título, 1980 (Gentileza Galería Jorge Mara - La Ruche)
La asociación ReOpen911 milita por la reapertura de la inves-
tigación sobre los atentados del 11 de septiembre de 2001 en
Estados Unidos. Crónica de su última asamblea general, el
pasado 2 de mayo. Una jornada llena de dudas.
En torno a una caída de 110 pisos
“El 11 de Septiembre
es un dogma”
por Julien Brygo*
“
¿Cuántos de ustedes consideran que las to-
rres del World Trade Center se derrumba-
ron a causa del incendio producido por el
impacto de los aviones y creen en la versión
oficial?” Este 2 de mayo de 2015, una so-
la mano se levanta en el anfiteatro del D’Artagnan,
un albergue juvenil parisino. Unas setenta perso-
nas asisten allí a la asamblea general de la asocia-
ción ReOpen911, que milita por la reapertura de la
investigación de los atentados de 2001. El hombre
que hace la pregunta, Richard Gage, ostenta el títu-
lo de presidente de la organización estadounidense
Architects & Engineers for 9/11 Truth (“Arquitectos
e ingenieros por la verdad sobre el 11 de Septiem-
bre”). Recién llegado de Estados Unidos, insiste:
“Vine a decir la verdad y a discernir los hechos de la
ficción”. Frente a un público principalmente com-
puesto por hombres blancos cuarentones, prosigue
su sondeo introductorio: “¿Cuántos de ustedes tie-
nen dudas de que las torres se hayan derrumbado a
causa del incendio producido por el impacto de los
aviones?”. Diez manos se levantan. La pregunta fi-
nal bastará para evaluar el grado de adhesión del pú-
blico a la tesis hoy presentada: “¿Cuántos de ustedes
están convencidos de que las torres se derrumbaron
a causa de una demolición controlada?”.
“¿Por qué no trajeron a sus amigos? –pregunta
Gage a las cuarenta personas que levantaron la ma-
no–. ¡Seguramente porque los perdieron desde que
les confesaron que cuestionaban la versión oficial!”
Explosión de risas en la sala. Puede entonces comen-
zar la larga demostración de Gage, sustentada en sus
“cuatrocientas conferencias dictadas en ochenta y
cuatro ciudades estadounidenses y en treinta y cin-
co países”. Consiste en dos largas horas de una pre-
sentación en PowerPoint, durante la cual el público,
conquistado, es sometido varias decenas de veces a
la misma imagen: la de los rascacielos que caen de
manera totalmente simétrica, perfectamente rectos.
Signo evidente, para nuestro experto, de lo que se de-
nomina una “demolición controlada”.
La imposibilidad de un debate
“La última vez que me entrevistaron –cuenta Ar-
naud (1), informático desempleado–, el periodista
me preguntó qué pensaba yo del hecho de que Elvis
Presley estuviera en una isla desierta con Marilyn
Monroe.” Para este treintañero, que administra el
sitio de Internet de la asociación, el objetivo del
día es transmitir la idea de que “existen dudas” y
que los defensores de la versión oficial “no disipan
esas dudas”. Sébastien, recepcionista temporario
que se ocupa de las tareas de traducción y subtitu-
lado de las películas que pone en línea ReOpen911,
aclara su pensamiento: “No digo que lo hicieran los
estadounidenses o el Mossad; lo que digo es que
no creo en la versión oficial. Sin duda, hay muchos
conspiracionistas en esta asociación. Pero también
somos muchos los que simplemente expresamos
dudas sobre las incoherencias evidentes del in-
forme oficial. A la mayoría de los integrantes, nos
impresiona la imposibilidad de un debate público.
Miren a Mathieu Kassovitz, Marion Cotillard (2)...
El 11 de Septiembre es un dogma”.
Sébastien no tarda mucho en mencionar a Alain
Soral, “el monigote con quien a menudo nos com-
paran y que nos robó todo al añadir al final la pala-
bra ‘judío’” (3). Otros se indignan frente a las últi-
Edición 192 | junio 2015
mas declaraciones de Caroline Fourest, Pierre-An-
dré Taguieff o Gérald Bronner, a quienes conside-
ran sus principales detractores, o también por el
último libro de Philippe Val, ex directivo de Charlie
Hebdo y de France Inter, y según ellos, uno de los
personajes públicos que más se opone al cuestio-
namiento de la versión oficial.
Si bien cada miembro de ReOpen911 tiene su
propia explicación del fenómeno, todos compar-
ten una pasión: pasar ininterrumpidamente las
imágenes de esos edificios que caen verticalmen-
te, pero que, según ellos, no debieron derrumbarse
así. Para fundamentar esa tesis, el gran pope del 11
de Septiembre convoca sucesivamente a los bom-
beros y sus reacciones en caliente, los peatones y
sus comentarios en directo, las comparaciones con
otros edificios dinamitados y especialistas de todo
el mundo, que explican que entre los escombros se
halló termita, un poderoso explosivo. Con un siste-
ma de diez criterios –de la “destrucción repentina
en el nivel de impacto de los aviones” a la “presen-
cia de hierro fundido y microesferas de hierro”, pa-
sando por las “eyecciones laterales de vigas de ace-
ro en un radio de 180 metros, a 95 kilómetros por
hora”–, el conferencista explica, puntero láser en
mano, que “ningún avión es capaz de hacer caer
cien mil toneladas de acero estructural”. Y aunque
uno no entienda nada del asunto, el impacto de las
imágenes basta para grabar profundamente en cada
espíritu la certeza de que “se nos oculta la verdad”.
Hay que reconocer que, a veces, la historia defien-
de a los partidarios de las teorías conspirativas. Ar-
naud, quien se define claramente como “de izquier-
da”, invoca al historiador progresista estadouniden-
se Howard Zinn y su trabajo –hoy reconocido por
todos– de deconstrucción de la Guerra de Vietnam,
que incluye “el ataque bajo falsa bandera a un navío
estadounidense en el Golfo de Tonkín”. Ese ataque
al destructor estadounidense USS Maddox, en 1964,
desencadenó la Guerra de Vietnam. Y no fue lleva-
do a cabo por buques torpederos norvietnamitas,
sino por navíos survietnamitas, aliados de Estados
Unidos. Por su parte, el presidente de ReOpen911 en
Francia, un joven que se hace llamar Lixi, hace alu-
sión a “los policías que se envían a las manifestacio-
nes para provocar peleas y así poder arrestar a mani-
festantes. ¡Si eso no es una conspiración!”.
Derivaciones
En el anfiteatro, Gage insiste en volver a los “he-
chos”. Planos generales de los escombros, exa-
men minucioso de las vigas de acero, análisis de
los polvos, revisión de la simetría de las caídas.
“Hay más –intenta moderar Sébastien, un poco
decepcionado por la conferencia–. Es una lásti-
ma que nos hayamos concentrado únicamente en
estas torres, cuando hay tantas cosas más: los de-
litos de iniciados de los dueños de acciones, las
relaciones entre las familias Bush y Ben Laden, el
atentado contra el Pentágono...”
Si bien las observaciones técnico-arquitectóni-
cas aparentemente apasionan al público, su creen-
cia en un autoataque estadounidense se afianza,
sobre todo, por sus derivaciones: “Las guerras que
acarreó costaron entre dos y tres trillones de dó-
lares, y todos los medios de comunicación que se
niegan a reabrir el caso pertenecen a industriales
del armamento, de los bancos, de las aseguradoras
y el petróleo, sectores que sacaron abundante pro-
vecho del 11 de Septiembre”, se oye desde el escri-
torio. “El 90% de los medios de comunicación per-
tenecen a seis corporaciones. Los medios tienen un
programa, un plan que no coincide en absoluto con
el nuestro. Debemos convertirnos en los medios”,
dispara Gage en medio de los aplausos, y acto segui-
do, pide al público que “done sus euros”, mientras
hace circular una caja por la sala. Objetivo: recolec-
tar varios cientos de miles de dólares, para financiar
una “investigación independiente sobre el derrum-
be de la torre 7 del World Trade Center”. g
1. Las personas entrevistadas no quisieron dar su apellido.
2. En entrevistas a la televisión en Francia o Estados Unidos, los
dos actores franceses declararon no creer en la versión oficial.
3. Véase Evelyne Pieiller, “Les embrouilles idéologiques de
l’extrême droite”, Le Monde diplomatique, París, octubre de 2013.
*Periodista.
Traducción: Patricia Minarrieta
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30 |
En América Latina, las luchas emancipadoras del siglo XX lograron
en ocasiones unir a religiosos y laicos, tal el caso de la Teología de
la Liberación. En el mundo musulmán, este tipo de alianzas parece
inconcebible con los partidarios ultraortodoxos del islam político.
Cristianismo, islamismo y progreso social
La religión, entre
liberación e integrismo
por Gilbert Achcar*
Q
ue la religión sobreviva aún al
alba del quinto siglo después
de la Revolución Científica
representa a priori un enigma
para cualquiera que adhiera a
una visión positivista del mundo. Pero si
bien la religión perduró hasta nuestra épo-
ca como parte de la ideología dominante,
también produjo ideologías combativas,
que objetan las condiciones sociales o po-
líticas vigentes. Y lo hacen con un éxito in-
negable. Dos de esas ideologías han estado
en el centro de la escena durante las últi-
mas décadas: la Teología de la Liberación
cristiana y el integrismo islámico.
La correlación entre el auge de cada
uno de esos movimientos y el destino de
la izquierda laica en sus respectivas regio-
nes constituye un indicio revelador de sus
propias naturalezas. Mientras que el des-
tino de la Teología de la Liberación coin-
cide con el de la izquierda laica en Amé-
rica Latina –donde de hecho actúa como
un componente de izquierda en general,
y es percibida como tal–, el integrismo is-
lámico se desarrolló en la mayor parte de
los países de mayoría musulmana como
un competidor. Reemplazó a la izquierda
en el intento de canalizar la protesta con-
tra lo que Karl Marx llamaba la “miseria
real” y contra el Estado y la sociedad que
son considerados responsables de la mis-
ma. Esas correlaciones disímiles –positi-
va en el primer caso, negativa en el segun-
Niños aprenden a leer y recitar el Corán, Peshawar, Pakistán, 16-4-15 (Fayaz Aziz/Reuters)
do– dan cuenta de una profunda diferen-
cia entre los dos movimientos históricos.
La Teología de la Liberación ofrece la
principal manifestación moderna de lo
que Michael Löwy llama, retomando un
concepto forjado por Max Weber, la “afi-
nidad electiva” entre cristianismo y socia-
lismo (1). Más precisamente, la afinidad
electiva entre la herencia del cristianismo
primitivo –cuya extinción permitió que el
cristianismo se volviera la ideología ins-
titucionalizada de la dominación social
existente– y el utopismo “comunístico”
(2). Así, en 1524-1525, el teólogo Thomas
Müntzer pudo formular en términos cris-
tianos un programa para la rebelión de los
campesinos germanos, que Friedrich En-
gels describió en 1850 como una “anticipa-
ción del comunismo en la imaginación”(3).
Esta misma afinidad electiva explica por
qué la ola mundial de radicalización políti-
ca de izquierda que se inició en la década de
1960 pudo adoptar en parte una dimensión
cristiana –en particular en los países “peri-
féricos”, donde la mayoría de la población
era cristiana, pobre y oprimida–. Se la ob-
servó particularmente en América Lati-
na, donde, a partir del inicio de esa década
del 60, la radicalización fue impulsada por
la Revolución Cubana. La principal dife-
rencia entre esta ola moderna de radicali-
zación y el movimiento de los campesinos
germanos analizado por Engels reside en el
hecho de que, en el caso latinoamericano, la
corriente cristiana del utopismo “comunís-
tico” no se combinaba tanto con una nos-
talgia por formas de vida comunitarias del
pasado (aunque fuera posible semejante di-
mensión entre los pueblos autóctonos) co-
mo con aspiraciones socialistas modernas,
del tipo de las que mantenían los revolucio-
narios marxistas latinoamericanos.
Utopía medieval reaccionaria
En cambio, el integrismo islámico creció
sobre el cadáver en descomposición del
movimiento progresista. A comienzos de
la década de 1970 se vivía el declive del na-
cionalismo radical impulsado por las cla-
ses medias; un declive simbolizado por la
muerte de Gamal Abdel Nasser, en 1970,
tres años después de su derrota frente a Is-
rael en la Guerra de los Seis Días. En forma
paralela, fuerzas reaccionarias que utiliza-
ban al islam como estandarte ideológico se
expandieron en la mayor parte de los paí-
ses de mayoría musulmana, atizando las
llamas del integrismo para incinerar los
restos de la izquierda. Colmando el vacío
creado por el derrumbe de esta última, el
integrismo islámico no tardó en conver-
tirse también en el vector principal de la
oposición más fuerte a la dominación occi-
dental; una dimensión que había integrado
desde el comienzo, pero que se había ate-
nuado durante la era nacionalista laica.
Una intensa oposición a la dominación
occidental prevaleció nuevamente en el
Edición 192 | junio 2015
seno del islam chiita después de la Revo-
lución Islámica de 1979 en Irán, y volvió
a recuperar protagonismo en el seno del
islam sunnita a comienzos de la década de
1990, cuando destacamentos armados de
integristas pasaron del combate contra la
Unión Soviética al combate contra Esta-
dos Unidos. Este cambio sucedió a la de-
rrota y a la desintegración de la primera,
y al consecutivo retorno militar a Medio
Oriente del segundo.
Fue así como sobre la vasta extensión
geográfica de los países de mayoría musul-
mana llegaron a coexistir dos tipos princi-
pales de integrismo, caracterizados uno
por su colaboración con los intereses oc-
cidentales y el otro por su hostilidad res-
pecto de estos. El bastión del primer tipo
es el reino saudita, el más oscurantista de
todos los Estados islámicos. El bastión del
tipo antioccidental en el seno del chiismo
es la Républica Islámica de Irán, mientras
que Al Qaeda y su avatar, la organización
del Estado Islámico (EI), representan para
los sunnitas su punta de lanza actual.
Todas las corrientes del integrismo is-
lámico se dedican de la misma manera a
lo que se puede describir como una uto-
pía medieval reaccionaria, es decir un
proyecto de sociedad imaginaria y mítica
que no mira hacia el futuro, sino hacia el
pasado. Todos buscan reinstaurar la so-
ciedad y el Estado mitificados del islam
de los primeros tiempos. En eso compar-
ten una premisa formal con la Teología
de la Liberación cristiana, que se refiere
al cristianismo primitivo. Sin embargo,
el programa de los integristas islámicos
no consiste en un conjunto de principios
idealistas que apuntan a un “comunismo
de amor” y que emanan de una comuni-
dad oprimida de pobres que viven en los
márgenes de su sociedad, comunidad cu-
yo fundador sería atrozmente eliminado
por los poderes establecidos. Ese progra-
ma tampoco invoca alguna forma anti-
gua de propiedad comunal, como fue, en
parte, el caso del levantamiento de los
campesinos germanos del siglo XVI.
Los integristas islámicos tienen más
bien en común la determinación de ins-
taurar un modelo medieval de domina-
ción de clase, antes “realmente existente”
aunque mitologizado; un modelo surgido
hace poco menos de catorce siglos y cu-
yo fundador –un mercader convertido en
profeta, señor de la guerra y constructor
de Estado y de imperio– murió en la cima
de su poder político. Como toda tentativa
de restaurar una estructura social y polí-
tica de varios siglos de antigüedad, el pro-
yecto del integrismo islámico equivale ne-
cesariamente a una utopía reaccionaria.
Este proyecto se encuentra en afinidad
electiva con el islam ultraortodoxo, que con
el apoyo del reino saudita se convirtió en la
corriente dominante dentro de la religión
musulmana (4). Este islam alienta un enfo-
que literalista de la religión por medio de su
culto sin par del Corán, considerado como
palabra divina definitiva. Lo que, en nues-
tros días, en la mayoría de las otras religio-
nes es privativo del integrismo en tanto co-
rriente minoritaria –es decir, fundamental-
mente, una doctrina que preconiza la ela-
boración de una interpretación literal de
las escrituras religiosas– desempeña un rol
esencial en el islam institucional dominan-
te. En razón del contenido histórico espe-
cífico de las escrituras a las que intenta ser
fiel, el islam ultraortodoxo alienta particu-
larmente doctrinas para las cuales una ela-
boración de la religión conforme a la fe su-
pone un gobierno fundado en el islam, en la
medida en que el Profeta luchó duramente
para instaurar un Estado así. Por la misma
razón, favorece en particular la lucha ar-
mada contra toda dominación no islámica,
refiriéndose a la historia y a la guerra que

el islam llevó adelante contra las demás
creencias al momento de su expansión.
Afinidades electivas
Reconocer esta afinidad electiva entre is-
lam ultraortodoxo y utopismo medieval
reaccionario, después de haber subrayado
la que vincula cristianismo primitivo y uto-
pismo “comunístico”, no tiene que ver con
un juicio de valor, sino con una sociología
histórica comparativa de las dos religiones.
A fin de cuentas, reconocer sus afinidades
electivas de ninguna manera significa que
no existan tendencias contrarias en cada
una de las dos. Así, el cristianismo integró
desde su fundación tendencias que alimen-
taban diversos tipos de doctrina reaccio-
naria y de integrismo. Inversamente, las
escrituras islámicas comprenden algunos
vestigios igualitarios del tiempo en que los
primeros musulmanes constituían una co-
munidad oprimida, los que sirvieron para
formular versiones “socialistas” del islam.
Además, que haya afinidades electivas
diferentes en el cristianismo y en el islam
no significa que la evolución histórica real
de cada religión haya seguido naturalmen-
te la pendiente de su afinidad electiva es-
pecífica. Por supuesto, esta evolución se
adaptó a la configuración real de la socie-
dad de clases con la que cada una está im-
bricada –una configuración extremada-
mente diferente de la condición social ori-
ginal en el caso del cristianismo, menos en
el caso del islam–. Durante varios siglos, el
cristianismo histórico “realmente existen-
te” fue menos progresista que el islam his-
tórico “realmente existente”. En el seno de
la propia Iglesia Católica, en nuestros días
se desarrolla un duro combate entre, por
un lado, una versión dominante reaccio-
naria representada por Joseph Ratzinger
(el ex papa Benedicto XVI) y otros simila-
res a él y, por el otro, los partidarios de la
Teología de la Liberación, a los que la radi-
calización de izquierda en América Latina
les dio un nuevo impulso.
Reconocer una afinidad electiva entre
cristianismo y socialismo no significa que
el cristianismo histórico fuera fundamen-
talmente socialista. Semejante afirmación
esencialista sería absurda. De la misma
manera, reconocer la afinidad electiva en-
El integrismo
islámico creció
sobre el cadáver
en descomposición
del movimiento
progresista.
tre el corpus islámico y el utopismo me-
dieval reaccionario de nuestra época, que
adquiere la forma del integrismo islámico,
de ninguna manera equivale a pensar que
el islam histórico era esencialmente inte-
grista –¡ciertamente no lo era!– o que los
musulmanes estén condenados a caer bajo
la férula del integrismo, sean cuales fueren
las condiciones históricas. Pero tanto en el
caso del cristianismo (original) como en el
del islam (literalista), este conocimiento es
una de las claves para comprender los dife-
rentes usos históricos de cada religión en
tanto estandarte de protesta.
Nos permite comprender por qué la Teo-
logía de la Liberación cristiana pudo con-
vertirse en un componente tan importante
de la izquierda en América Latina, mientras
que todas las tentativas de producir una ver-
sión islámica de esta misma teología perma-
necieron marginales. También nos ayuda a
percibir por qué el integrismo islámico pu-
do ganar la enorme importancia que tiene
en nuestros días dentro de las comunidades
musulmanas y por qué suplantó con tanta
facilidad a la izquierda en la encarnación del
rechazo de la dominación occidental, aun-
que en términos socialmente reaccionarios.
La idea orientalista superficial, am-
pliamente extendida hoy, según la cual
el integrismo islámico es la inclinación
“natural” y ahistórica de los pueblos mu-
sulmanes es totalmente aberrante, dado
que ignora hechos elementales. Así, por
ejemplo, hace algunas décadas uno de
los partidos comunistas más importantes
del mundo, un partido que, por lo tanto,
se fundaba oficialmente en una doctrina
atea, ejercía sus actividades en el país que
cuenta con la mayor cantidad de musul-
manes: Indonesia. A partir de 1965, ese
partido fue ahogado en sangre por mili-
tares indonesios apoyados por Estados
Unidos. Otro ejemplo: a fines de la década
de 1950 y comienzos de la de 1960, la prin-
cipal organización política en Irak, sobre
todo entre los chiitas del sur del país, no
era un movimiento dirigido por un reli-
gioso cualquiera, sino, también en este
caso, el Partido Comunista. Por otra par-
te, Nasser, que presidió el giro “socialista”
de Egipto en 1961, era un creyente sincero
y un musulmán practicante, aun cuando
fuera a convertirse en el peor enemigo de
los integristas. La influencia que alcanzó
| 31
en el apogeo de su prestigio en los países
árabes y en otros sigue sin ser igualada.
Por lo tanto, conviene situar cualquier
uso del islam, como de cualquier otra re-
ligión, en sus condiciones sociales y po-
líticas concretas, así como es importan-
te operar una distinción clara entre el is-
lam cuando este se vuelve un instrumento
ideológico de la dominación de clase y de
género, y el islam como indicador de iden-
tidad de una minoría oprimida, en los paí-
ses occidentales, por ejemplo.
A pesar de esto, el combate ideológico
contra el integrismo islámico –contra sus
ideas sociales, morales y políticas, pero
no contra los principios espirituales bá-
sicos del islam en tanto religión– debería
seguir siendo una de las prioridades de
los progresistas en el seno de las comuni-
dades musulmanas. En cambio, hay muy
poco para objetar a las ideas sociales, mo-
rales y políticas propias de la Teología de
la Liberación cristiana –exceptuando su
adhesión al tabú cristiano general de la
interrupción voluntaria del embarazo–,
incluso para los ateos endurecidos de la
izquierda radical. g
1. Michael Löwy, Guerra de dioses. Religión y política
en América Latina, Siglo XXI, México, 1999.
2. El adjetivo “comunístico” es usado aquí para distinguir
ese utopismo de las doctrinas comunistas formuladas
después del advenimiento del capitalismo industrial.
3. Friedrich Engels, La guerra campesina en Alemania,
Capitan Swing, Madrid, 2008 (1ª edición, 1850).
4. Véase Nabil Mouline, “Tradicionalismo y
autoritarismo en el mundo árabe”, Le Monde
diplomatique, edición Cono Sur, marzo de 2015.
*Autor de Marxisme, orientalisme, cosmopolitisme, Actes
Sud, Arles, 2015, libro del que se adaptó este texto.
Traducción: Bárbara Poey Sowerby
32 |
A partir de la aplicación este año de la Nueva Escuela Secundaria
en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, el autor de este artículo
reflexiona sobre los desafíos y los prejuicios existentes en torno a
la enseñanza y el uso de la escritura en la escuela secundaria.
Entre el modelo “represivo” y el “expresivo”
Escribir en el secundario
por Fernando Bogado*
L
os comentarios más usuales
en relación a la escritura de un
alumno en el secundario suelen
caer rápidamente en un diag-
nóstico fatal compuesto de dos
claras aseveraciones: o los chicos no escri-
ben o, si escriben, escriben mal. La fatali-
dad de tal observación suele aparecer tanto
del lado de los padres como de los docen-
tes, directivos o, en el peor de los casos, de
algún especialista que tilda rápidamente
de insuficiente y catastrófica la práctica de
escritura llevada adelante por un adoles-
cente, acompañando esas observaciones
con recuperaciones poco afortunadas de
tiempos que, por distantes e irreflexivos,
parecen mejores (“antes no se tenía ni un
error de ortografía en la carpeta”, etc.).
¿Hasta qué punto se escribe “mal” o “no
se escribe” en una escuela secundaria hoy?
Y, sobre todo: ¿de qué manera se piensa la
escritura en la educación secundaria por
parte de cada uno de los actores que com-
ponen ese complejo vínculo (Estado in-
cluido, claro está)? La aplicación este año
de la Nueva Escuela Secundaria (NES) en
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CA-
BA) permite revisar estas idas y vueltas en-
tre escuela y escritura, atendiendo tanto a
los prejuicios sostenidos por algunos acto-
res, al planeamiento volcado en el diseño
curricular de esta propuesta y a las consi-
deraciones teóricas manejadas por algu-
nos expertos en torno al tema.
La Nueva Escuela Secundaria
Realicemos una breve contextualización.
El diseño curricular de la NES fue apro-
bado el 10 de marzo de 2014 a través de la
Resolución del Ministerio de Educación
de la Ciudad de Buenos Aires N° 1.346, y
tiene como marco legislativo, entre otros
documentos oficiales a nivel Ciudad o Na-
ción, el artículo 32 de la Ley de Educación
Nacional N° 26.206, el cual prevé la posi-
bilidad de revisar y actualizar la estructu-
ra curricular de la educación secundaria a
los fines de generar, por caso, una escuela
más inclusiva y de calidad –directiva que
afecta al diseño curricular de las diversas
provincias y de la CABA–.
Las polémicas despertadas por las mo-
dificaciones a la currícula vigente dentro
de la NES fueron varias: las tomas y mo-
vilizaciones registradas en agosto y sep-
tiembre de 2013, llevadas adelante por
alumnos pero con el apoyo de varios sin-
dicatos docentes, tenían como objetivo
detener el cambio de currícula propuesto
por el ministro de Educación de la Ciudad,
Esteban Bullrich, y revisar situaciones co-
mo el hecho de que Historia o Geografía
se conviertan en “opcionales” dentro del
Ciclo Orientado (los últimos años) de la
NES, entre otros reclamos. El resultado
de esa contienda derivó en el retraso de la
León Ferrari, Barjuleta cabruñada, 1964 (Gentileza Galería Jorge Mara - La Ruche)
aplicación del Ciclo Básico (1° y 2°) de la
NES en la Ciudad por un año y el planteo
de nuevas jornadas institucionales a lo lar-
go del 2014 con el objetivo de seguir dis-
cutiendo la naturaleza e implementación
de esta nueva currícula. Aun así, algunas
escuelas comenzaron con la implementa-
ción prevista, pasando a ser consideradas
por el Ministerio de Educación de la Ciu-
dad como “escuelas pioneras”.
Dentro de Diseño Curricular del Ciclo
Básico 2014-2020, texto que estuvo circu-
lando por las escuelas de la Ciudad y que
sirvió de documento de consulta en las
diversas Jornadas Docentes destinadas a
pensar la NES, se describen las nuevas pro-
puestas en función de una caracterización
de la situación escolar a nivel secundario
que bien podría concordar con un diag-
nóstico general dado en otros puntos geo-
gráficos del país. Tal como se declara en
la “Presentación”, el objetivo central de la
propuesta es revertir “la limitada significa-
tividad de las experiencias y de los aprendi-
zajes promovidos en la escuela secundaria
para muchos adolescentes, los altos niveles
de desgranamiento y rezago en el avance de
los estudiantes”, considerando así “la ne-
cesidad de dar lugar a una mayor variedad
de estrategias de enseñanza y formatos pe-
dagógicos”. Dentro de la planificación de
la currícula podemos encontrar, entonces,
materias que siguen la lógica tradicional de
la división de disciplinas, como “Matemáti-
ca” o “Lengua y Literatura” (ambas con una
carga horaria de cinco horas cátedra sema-
nales para los cursos del Ciclo Orientado)
y espacios destinados a presentar nuevas
estrategias pedagógicas como los llama-
dos “EDI” (“Espacio de Definición Institu-
cional”), dos horas cátedra semanales ca-
racterizadas como un espacio dentro de la
Edición 192 | junio 2015
grilla que permite “a las escuelas aumentar
su autonomía en la definición y el desarro-
llo de su oferta curricular en función de la
identidad y el proyecto educativo propio”.
O sea, dos horas en que la escuela puede
elegir qué dar en función de su proyecto
pedagógico o a partir de las características
de su población docente y de su alumnado .
¿Por qué es pertinente revisar la distri-
bución de horas expresada en la Resolu-
ción N° 1.505 del Ministerio de Educación
de la Ciudad? Porque, junto con lo plantea-
do en el Diseño Curricular, muestra la im-
portancia que se le da en el Ciclo Básico a
un determinado número de materias (algo
que se puede observar por su carga hora-
ria) e instaura la posibilidad de que cada
escuela encare la tarea educativa de la ma-
nera que le parezca más pertinente en fun-
ción de sus características (tal como lo ve-
mos en la definición de un EDI). Por ejem-
plo, varias escuelas han pensado en utilizar
los EDI para llevar adelante actividades li-
gadas a la expresión artística o el desarrollo
de técnicas de estudio, a través de talleres
literarios o de producción textual –inclu-
yendo en la definición de textos produc-
ciones como la historieta o el free-style pro-
pio de la música rap–, tratando de incenti-
var a los alumnos a participar dentro de la
comunidad escolar y a aprender el manejo
de ciertas herramientas de escritura vincu-
lándolas con experiencias mucho más cer-
canas a las de los adolescentes.
Aun así, por más bienintencionado que
encontremos el planteo, la distribución de
horas y la aparición de estos nuevos espa-
cios arroja una serie de interrogantes de di-
fícil resolución. En principio, el hecho mis-
mo de que se deje librada a la voluntad de
las instituciones la manera en la cual se ad-
ministran los EDI deposita en los docentes
la responsabilidad de cubrir con su “crea-
tividad” personal la ausencia de políticas
mejor organizadas. El hecho mismo de que
muchas escuelas destinen esos espacios
al trabajo de los alumnos con la escritura
también sirve para pensar que escribir en
el secundario sigue siendo un problema
central cuya solución no se avizora.
Del “buen uso” del lenguaje
¿Qué hacer con la escritura de los alum-
nos en la escuela media? ¿Hay que incen-
tivarla creativamente para que después
pueda ser usada como herramienta en el
marco de las horas de las materias más
tradicionales? Esta situación replica tam-
bién directamente en el debate en torno
a la interdisciplinariedad de los saberes
en la escuela media, permitiendo pensar
hasta qué punto es lícito mantener una or-
ganización del saber escolar en materias
“estancas” y, en última instancia, cómo
realmente producir un cambio dentro de
la organización de esas materias que afec-
te tanto la manera en la que se imparte un
saber determinado como la forma en que
se evalúa su manejo y adquisición.
La escritura atraviesa todas estas consi-
deraciones y, en algún sentido, las eviden-
cia: ciertos prejuicios frente a la escritura
de los alumnos no permiten ver que hay to-
do un sistema detrás que orienta a la escri-
tura para que pueda ser evaluada y no para
que demuestre la adquisición y el manejo
de un determinado saber. Hasta tal pun-
to la escritura en el secundario debe ser
“evaluable” que priman en muchas clases
de diversas materias los exámenes multi-
ple choice, reduciendo el acto de escribir
al funcionamiento más general y abstracto
posible: marcar una opción.
Y aquí vamos a otro de los problemas
que el desarrollo curricular de la NES
plantea: la escritura aparece fuertemente
mencionada como problema en el apar-
tado dedicado a “Lengua y Literatura”,
sobre todo, en el desarrollo del contenido

troncal “Herramientas de la lengua. Uso y
reflexión”. Allí, se hace hincapié en la re-
flexión en torno a la escritura como “herra-
mienta” de estudio, apuntando a la adecua-
ción y a la cohesión como consecuencias
primordiales del “buen uso” del lenguaje y
de la escritura. La escritura de ficción, en
la “Presentación” de la materia, aparece
mencionada sólo a partir de su capacidad
para “crear nuevas realidades, reelaborar
información obtenida para aprender e in-
formar a otros sobre lo aprendido” e “inte-
ractuar socialmente”. La escritura es divi-
dida en dos aspectos centrales: aquella que
es usada con fines gnoseológicos, como he-
rramienta de conocimiento y transmisora
de información, y la escritura como ejerci-
cio ficcional, atrapada en un triple grillete:
el “imaginativo”, de nuevo el gnoseológi-
co y, por último, el social, definición que,
apurada, puede muy bien equipararse a un
modo de articulación moral.
En conclusión, al mismo tiempo que
no se problematiza el funcionamiento de
la escritura en las demás materias, se re-
serva a la materia especializada en el ob-
jeto (digamos, “Lengua y Literatura”) el
trabajarla y desarrollarla con el alumno
pero concentrándose, fuertemente, en su
virtud comunicativa y no en la deriva de
sentido que todo ejercicio literario supo-
ne, quedando la literatura, en sí misma,
relegada al espacio de “placer” estético o
de vínculo con algún tipo de tradición.
Lo que la Nueva Escuela Secundaria
ofrece termina repitiendo el mismo pano-
rama que en más de una oportunidad di-
versos teóricos han criticado: la escritura y
su desarrollo aparece como valor pero muy
bien no se sabe qué hacer con ella o cómo
caracterizarla. Además, la idea de “comu-
nicabilidad” sigue repitiendo el esquema
“computacional” de los 90, cuya tenden-
cia a la informatización de los saberes y a
su relación con lo absolutamente laboral
(saberes comunicables, que puedan tener
su espacio en una práctica cotidiana y que
revistan cierta utilidad) le sigue quitando
terreno a lo literario. La corrección expre-
siva aparece aggiornada y, en tanto conte-
nido curricular, vivita y coleando.
Pensar escribiendo
Existen dos modelos en pugna a lo largo de
toda la historia de la escritura en el secun-
dario. El primer modelo es “expresivo” y
tiende a considerar que el alumno, a partir
de su mera subjetividad, puede muy bien
producir un texto interesante cuya evalua-
ción pasa más por el esfuerzo colocado en
la actividad de escribir antes que en el re-
sultado. Con tal de que escriba, puede es-
cribir cualquier cosa. En el otro extremo,
tenemos un modelo “represivo” que con-
sidera que la correcta escritura en el se-
cundario tiene que adecuarse a los límites
gramaticales y tiene que poder sortear con
éxito cualquier reto de escritura con cierta
corrección medida más desde el lado orto-
gráfico antes que en lo que respecta al con-
tenido: casi no se dice nada, pero se escribe
“bien”, utilizando las formas correctas.
Los dos modelos siguen apareciendo
en cualquier práctica docente en el secun-
dario a la hora de ver qué es lo que escri-
ben los alumnos y, también, surgen como
fantasmas recurrentes en cualquier tipo
de planificación en los niveles implicados
en este complejo proceso didáctico. Uno
de los desafíos de la NES y de cualquier
proceso de didáctica de la escritura es po-
der superar estos extremos a partir de una
propuesta que regule la escritura pero que
no se concentre en lo estrictamente orto-
gráfico y represivo. En líneas generales, el
desafío siempre abierto es el de poder con-
La escritura es
la herramienta
principal en la
formación en
libertad y de la
libertad de los
sujetos.
trolar y comprender una gramática de la
escritura e, inclusive, de la ficción, que na-
da o poco tiene que ver con la tradicional
corrección escrita.
El trabajo de algunos teóricos, como el
de Maite Alvarado (ver recuadro), trata de
revisar las aristas del problema sin simpli-
ficarlo: en varios artículos escritos a lo lar-
go de su carrera insiste con la idea de re-
gresar a un modelo retórico para encarar
el trabajo de escritura en el secundario,
pero llevado a la actualidad; así, tanto es-
te modelo como los mencionados en el pá-
rrafo anterior tienen que lidiar con dos si-
tuaciones puntuales que no están del todo
contempladas en sus formulaciones.
La primera tiene que ver con una ca-
racterística de los tiempos que corren: es-
ta generación de adolescentes es una de las
generaciones más vinculadas a la escritura
de las existentes en cualquier otro momen-
to de la historia de la humanidad. Además
del grado de alfabetización alcanzado, co-
mo mínimo, por el mundo occidental (con
sus grandes huecos y lagunas, claro está), la
aparición de dispositivos que descansan en
modos de la escritura convierte a los más
jóvenes en usuarios intuitivos que pueden
manejar con destreza diversos dispositivos
de escritura para comunicarse. Desde el te-
clado de un celular hasta el manejo de una
tablet o una notebook, los chicos de doce,
trece o catorce años pueden muy bien uti-
lizar esas herramientas y comunicarse con
éxito a través de un código propio de cier-
tos medios, como los presentes en las redes
sociales y sus muy variadas formas de chat
o en las técnicas del posteo o la redacción
en formatos de microblogging (como Twit-
ter). No es necesario recurrir a ningún ín-
dice para darse cuenta de esta realidad co-
tidiana que afecta a todos los adolescentes
de todas las clases sociales: ¿cómo actúa la
escuela en esas circunstancias?
En otros tiempos no muy lejanos, la es-
cuela era la responsable de generar técni-
cas de aprendizaje y manejo de aparatos de
escritura diversos, como la máquina de es-
cribir (hasta comienzos de los 90, muchas
escuelas todavía impartían clases de meca-
nografía como contenido obligatorio). Hoy
en día, la institución no debe encargarse de
repetir un manejo que se da por fuera de lo
escolar, sino que debería actuar plantean-
do una distancia a la comunicación inme-
diata propia de estos formatos virtuales. La
escritura digital actúa con la pretensión de
lo instantáneo: se puede comunicar en el
momento cómo cualquier persona se sien-
te o qué es lo que piensa. Cierta idea de lo
“expresivo” domina la comunicación co-
tidiana y, en este caso, la escuela tiene que
poder actuar como un agente retardatario
que establezca una distancia entre la ex-
presión y la escritura para poder suscitar
algún tipo de reflexión en torno a lo que se
escribe y cómo se escribe, sobre todo, para
adecuarse a formatos menos “intuitivos”,
como la escritura literaria. Cualquier tipo
de reflexión abre la posibilidad de una de-
mora que, en última instancia, densifica la
comunicación y la abre a nuevos campos
del pensamiento, el ético incluido.
La segunda situación tiene que ver con
la falta de consideración en los modelos y
las planificaciones de las diferencias so-
cioeconómicas de los alumnos, sobre to-
do, en tiempos de una escuela secundaria
obligatoria y dispuesta a toda la pobla-
ción. Hay una idea bastante abstracta de
lo que debe ser la escritura en el secunda-
rio que todavía sigue suponiendo un es-
critor y lector de clase media que posee
cierto bagaje cultural y, mal o bien, cier-
ta biblioteca personal que puede explorar
con curiosidad si se le da el incentivo ne-
cesario. Pero, ¿qué pasa con los alumnos
que provienen de villas miseria, quienes
no tienen la posibilidad de acceder a esta
“biblioteca familiar” o que, inclusive, po-
seen una muy pobre formación primaria
que debe ser retomada y recuperada en la
formación en el nivel medio?
Los desafíos que presenta la didácti-
ca de la escritura en las escuelas secunda-
rias son muchos, y el mínimo muestreo que
surgirá de la implementación de la NES en
la Ciudad de Buenos Aires puede arrojar
algunos resultados en torno a estas proble-
máticas que afectan de manera directa las
ideas que tenemos en torno a la formación
en el nivel medio. La escritura no es una
práctica más, sino uno de los saberes cen-
trales cuya reflexión es necesaria en el se-
cundario, por eso evidencia ciertos temas
recurrentes en la planificación educativa a
nivel nacional: la incidencia de las nuevas
tecnologías, la puja entre modelos peda-
gógicos expresivos o correctivos, la impor-
tancia de los recortes sociales a la hora de
pensar en los alumnos, etc. También evi-
denciará problemas ligados a la formación
de profesionales reflexivos que cuenten
con la capacidad y las herramientas para
poder afrontar estos desafíos pero, sobre
todo, mostrará las limitaciones en las pla-
nificaciones más generales de una política
educativa, la cual es la que piensa, sobre to-
do, los objetivos de un proceso educativo.
El pedagogo francés Philippe Meirieu,
invitado por el Ministerio de Educación
de la Nación en octubre de 2013, ubicó cla-
ramente el punto central de muchos de
| 33
los problemas que posee la planificación
educativa en cualquiera de sus instancias:
“Tenemos una especie de liberalismo to-
tal en cuanto a las finalidades, y un control
tecnocrático absoluto sobre las modalida-
des. Ese me parece que es uno de los mayo-
res pecados de las democracias. Creo que
nuestros países democráticos necesitan fi-
nalidades educativas claras, necesitan un
contrato educativo entre la nación y la es-
cuela”. Las discusiones en torno a las mo-
dalidades no deben perder de vista la arti-
culación que tienen con una finalidad, con
un objetivo que la Nación misma tiene que
establecer, y la escritura, en un Estado de-
mocrático, es la herramienta principal en
la formación en libertad y de la libertad de
los sujetos, una práctica fundamental que
no debe quedar librada a la mera suerte. La
escritura activa y crítica puede y debe for-
marse en el secundario; queda por ver có-
mo conseguimos este objetivo. g
*Escritor y docente. Autor de Jazmín paraguayo. Poesía
reunida 2014-2006. Profesor de Lengua y Literatura
en el Colegio Nº 2 D.E. 1 “Domingo F. Sarmiento” y en la
cátedra de Teoría y Análisis Literario “C” (Letras/UBA).
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
Escritura e invención
en la escuela
Maite Alvarado (selección y
prólogo de Yaki Setton)
FCE, Buenos Aires, diciembre
de 2013, 352 páginas.
Maite Alvarado (1953-2002) es uno de los nom-
bres más representativos dentro del ámbi-
to intelectual nacional en lo que se refiere a la
compleja relación entre educación primaria y
secundaria y la escritura. Los cambios registra-
dos en el último cuarto del siglo XX en Argentina
en lo que se refiere a la producción e interpreta-
ción de textos han tenido en la figura de Alvara-
do un personaje recurrente (por no decir prin-
cipal protagonista, casi). El presente libro, una
recopilación de artículos publicados, inéditos
y de reseñas de obras de literatura infantil, no
hace otra cosa que mostrar los vaivenes de una
fundamental perspectiva en torno a la ubicación
que el escribir tiene dentro de las escuelas. Así,
podremos ver el pasaje de una noción de “escri-
tura” como resultado de una labor artesanal que
exige cuidado y atención –la “buena letra” que el
enfoque en la caligrafía y la ortografía propicia-
ba durante la primera mitad del siglo pasado en
las escuelas– a la “escritura” de carácter expre-
sivo, defendida por algunos proyectos pedagó-
gicos que, por liberarse de la fuerte constricción
de las reglas del pasado, olvida el rol orientador
que puede llegar a tener una pauta o protoco-
lo de escritura. Alvarado critica ambas nociones
para defender una idea de la escritura que se ali-
menta del pasado –el de la Antigüedad, con la
retórica como principal bandera y su visión es-
tratégica antes que reglada– para avanzar hacia
adelante. Y es que escribir es inventar, disponer;
digamos, casi como construir (el futuro). g
F.B.
34 |
A menudo reducido a clichés –crestas, jeans rotos– el punk fue
más que la expresión de un gusto juvenil por la provocación. Este
movimiento, rechazo de un sistema que generó crisis social, ética y
estética, impulsó a que cada uno buscara sus propias respuestas.
El punk, último gran movimiento rebelde
¡Hacelo vos mismo!
por Eric Tandy*
F
ue a través de un artículo pu-
blicado en el verano de 1975
en el New Musical Express
(NME), semanario musical
británico cuya tirada ronda-
ba los doscientos mil ejemplares, que el
Reino Unido, futuro hogar de acogida
del movimiento punk, supo de la exis-
tencia de una escena musical vigorosa
emergente en el Bowery, barrio pobre
del bajo Manhattan. El NME daba cuen-
ta del Top 40 New York Unrecording
Rock Bands Festival, una serie de con-
ciertos organizados en un bar oscuro y
mugriento transformado en club musi-
cal improvisado: el CBGB. “El sonido era
horrible, correteaban ratas detrás del es-
cenario”, contaría más tarde la cantan-
te Patti Smith, parroquiana del lugar, a
la revista estadounidense Rolling Stone.
Los grupos de rock que destacaba el
artículo se llamaban Ramones, Blon-
die o Television. Ninguno había sacado
un disco aún. Hasta entonces, sólo Patti
Smith, con la ayuda de su amigo fotógra-
fo Robert Mapplethorpe, había logrado
financiar en junio de 1974 un 45 rpm con
dos títulos: Hey Joe/Piss Factory. En Hey
Joe, adaptación actualizada de un stan-
Gustavo Cimadoro (www.tumblr.com/blog/cima-cima-doro)
dard antaño popularizado por Jimi Hen-
drix, evocaba a Patti Hearst, hija de un
multimillonario californiano que, tras
haber sido raptada por un grupúsculo
que se reivindicaba de extrema izquier-
da, participó en acciones terroristas. La
publicidad para el vinilo, del que se edi-
taron dos mil ejemplares, se limitó a un
pequeño folleto en el diario The Village
Voice que indicaba los lugares –disque-
rías o librerías de Greenwich Village–
donde se lo podía comprar. El procedi-
miento era inédito; en esa época, los ar-
tistas debutantes, hasta los más refrac-
tarios a la comercialización, más bien
trataban de contactar sellos existentes
para que se hagan cargo de la fabricación
y distribución de un disco.
Los Ramones aceptaron trabajar con
su manager cuando éste consiguió el di-
nero, prestado por su madre, para com-
prarles una batería. Autoproducción,
rebusque, difusión en círculos restringi-
dos: la etiqueta Do It Yourself (“Hacelo
vos mismo”) pronto definiría ese activis-
mo marginal. Las bases fueron estable-
cidas de manera provocadora y fantasio-
sa por Abbie Hoffman, cofundador del
Youth International Party, en su best-
seller Steal This Book, publicado en 1971.
“Un manual que era un ‘corte de mangas’
al sistema”, según Gary Valentine, músi-
co de Blondie, en su autobiografía (1).
Nihilismo en el aire
El término, abreviado DIY, pega perfec-
tamente con el espíritu de una microes-
cena musical neoyorquina que inventaba
sus propios códigos con total autonomía
y que, tanto artística como visualmente,
no tenía la ambición de seducir a las mul-
titudes. Remeras rotas (Richard Hell de
Television), jeans agujereados y campe-
ras de cuero (Ramones), omnipresencia
del negro: la sencillez vestimentaria iba
de la mano con la urgencia de las músi-
cas, siempre rudimentarias, a veces in-
ventivas, pero que jamás recurrían a la
sofisticación ni a los artificios sonoros.
La voluntad de minimalismo rompía
con el rock exitoso de la época, super-
producido financiera y musicalmen-
te. El primer 33 rpm de los Ramones le
costó 6.300 dólares al sello Sire Records,
mientras que la Warner invirtió cerca de
un millón de dólares en la producción
del álbum Rumor de Fleetwood Mac, nú-
mero uno en ventas del año 1977.
Edición 192 | junio 2015
Lo que se buscaba ya no era la exce-
lencia artística, ni tampoco la inserción
en el mercado. Las palabras oídas en el
CBGB no buscaban seducir. Brutales,
provocadoras o, a la inversa —en un gru-
po como Television—, metafóricas, ins-
piradas por los poetas simbolistas fran-
ceses y los de la Beat Generation, eran
irónicas o líricas, pero raramente entu-
siastas o positivas. En esto, iban a con-
tracorriente de las utopías o los compro-
misos colectivos de la generación prece-
dente, la del Flower Power de San Fran-
cisco y Woodstock, los ideales hippie y la
oposición a la Guerra de Vietnam.
La guerra terminó, el 30 de abril de
1975, cuando el Ejército Popular viet-
namita entró en Saigón. Nueva York, en
bancarrota, despedía a cientos de agen-
tes municipales. La periodista y guionis-
ta canadiense Mary Harron, directora de
las películas independientes I shot An-
dy Warhol y American Psycho, describía
una megalópolis violenta: “Flotaba el
nihilismo en el ambiente, una fascina-
ción mórbida… La impresión de que es-
tabas a punto de desintegrarte y de que
seguías el camino de esa ciudad ruinosa,
en quiebra. Sin embargo, también había
algo casi místico, algo maravilloso en vi-
vir ahí” (2). En el Bowery, mientras los
Heartbreakers cantaban “Nacidos para
perder”, los Ramones aportaban una su-
tileza cruel: “Ahora voy a esnifar pega-
mento, ahora tendré algo que hacer”. Ri-
chard Hell proclamaba en su mejor can-
ción (“Blank Generation”) que pertene-
cía a la “generación del vacío”…
En enero de 1976 Mary Harron parti-
cipó en el lanzamiento DIY de un fanzine
local que mezclaba cómic, fotonovelas de-
lirantes, imágenes de grupos posando de-
lante de paredes de ladrillos y entrevistas
iconoclastas; “¿Qué tipo de hamburguesas
preferís?”, le preguntaban por ejemplo a
Lou Reed. ¿El nombre de la revista? Punk.
Fue escogido por uno de sus fundadores,
Legs McNeil, “porque parecía encarnar el
lazo que unía todo lo que amábamos: bo-
rracho, odioso, pícaro pero no presuntuo-
so” (3). Designando en argot a los “perdi-
dos”, a los “menos que nada”, el término,
pronto adjudicado a todo cuanto se pare-
ce de cerca o de lejos a un grupo de rock
de la nueva tendencia, rápidamente fue
adoptado en Londres, donde comenza-
ba a aparecer un microfenómeno bastan-
te parecido: en algunos pubs, grupos de
debutantes tocaban piezas furiosas que
atraían a un público todavía restringido.
También se lo podía encontrar en las dis-
querías especializadas de la ciudad, aque-
llas donde estaba el álbum de Patti Smith,
las primeras apariciones de sellos inde-
pendientes británicos, estadounidenses e
incluso parisinos distribuidos fuera de los
grandes circuitos comerciales, o fanzines
armados con fotocopiadoras.
Urgencia, violencia, abandono de los
puntos de referencia precedentes que pa-
recen estúpidos o mentirosos: esto es lo
que saluda la juventud británica de la se-
gunda mitad de los años setenta. Porque
vive en un país en crisis: la cifra del millón
de desocupados fue superada; los crédi-
tos para la educación fueron cortados; el
Ejército Republicano Irlandés (IRA) po-
nía bombas en lugares públicos; las huel-
gas se sucedían una tras otra. La inflación
alcanzaba el 25%. En 1976, el primer mi-
nistro James Callaghan pedía ayuda al
Fondo Monetario Internacional.
Nuevos modos de expresión
Los Sex Pistols resumieron perfecta-
mente esta situación de caos y de tribu-
lación con su eslogan “No Future”. En
su 45 rpm Anarchy in the UK, también
cantaban “Your future dream is a shop-
 | 35

ping scheme” (“Tu sueño futuro es un ca electrónica, que, al utilizar el vinilo internautas (4). Ya no se necesita pasar mercantil: simplemente se ha convertido
proyecto de shopping”). Los Sex Pistols en un momento en que la industria del por la red de distribución de las majors, en el complemento indispensable de su
fueron en parte una construcción DIY disco sólo se desvivía por el CD, se pu- que, debido a la desaparición de cadenas modo de expresión. El espíritu libertario
de su mentor, Malcolm McLaren, un sieron desde el comienzo al margen del de tiendas del tipo Virgin o HMV, resul- se ha vuelto raro en el rock… g
treintañero fascinado por los situacio- sistema de las majors. ta cada vez más limitada e ineficaz. El
nistas que siempre lamentó que el Reino Regularmente desviado de sus orí- procedimiento es bastante comparable 1. Gary Valentine, New York Rocker,
Unido nunca haya vivido el equivalente genes por los publicitarios, convertido al de los adolescentes que, hace cuaren- Sidgwick & Jackson, Londres, 2002.
a Mayo del 68. Quería hacer propaganda en eslogan –“Just Do It!” para Nike, por ta años, se expresaban fuera del negocio 2. Jon Savage, England’s Dreaming. Los Sex Pistols
y el punk rock, Mondadori, Barcelona, 2009.
de agitación utilizando las nuevas for- ejemplo–, el DIY asociado a Internet re- de la música y hacían una recorrida por
3, Gillian McCain y Legs McNeil, Por
mas de rock, al tiempo que, según Brian presenta hoy uno de los mejores medios sus allegados para tratar de financiar 45
favor, mátame. La historia oral del punk,
James, guitarrista de los Damned, tam- para los jóvenes artistas de hacer existir rpm asociados al último gran movimien- Celeste Ediciones, Madrid, 1999.
bién trataba “de ganar la mayor cantidad y difundir sus proyectos. La recaudación to rebelde que renovó en profundidad 4. Véase Jacques Denis, “Tous producteurs”, Le
de dinero posible”. Organizó el encuen- de fondos participativa permite que los la historia del rock. Pero, para la mayo- Monde diplomatique, París, marzo de 2014.
tro de los cuatro miembros de los futu- músicos promuevan su trabajo por Inter- ría de los músicos de hoy, raramente po-
ros Pistols con ayuda de Bernie Rhodes, net con el objeto de financiar la produc- litizados, el DIY no tiene nada de un ac- *Periodista.
su socio, que luego se convertiría en el ción y distribución futura a través de los to de rebelión o de oposición al sistema Traducción: Víctor Goldstein
manager de The Clash, grupo que, con
un primer álbum con letras socialmen-
te comprometidas, sentaría las bases del
extremismo Street Punk y Oï!, futuros
movimientos cuya esencia realmente
era proletaria. Todos frecuentaban con
mayor o menor asiduidad SEX, la tien-
da de ropa donde su compañera Vivien-
ne Westwood proponía sus creaciones,
que él consideraba como prototipos que
debían alimentar las futuras modas de
la calle. “Era un Do It Yourself, una idea
que sin duda yo contribuí a engendrar…
Lo que era sensacional con mi ropa es
que todo el mundo podía imitarla”, de-
cía McLaren al NME en mayo de 1980.
Háganlo solos, ustedes mismos… La
fuerza comunicativa, la inmediatez y la
aparente facilidad de ejecución de las
piezas de los Sex Pistols, producidas
en sus comienzos por el sello EMI (que
rápidamente resignaría el contrato de-
bido a escándalos repetidos), dio a una
multitud de adolescentes sin medios
financieros las ganas de expresar sus
frustraciones, sus odios, pero también
su voluntad de no quedarse ahí, de sa-
lir de los modelos antiguos. Las ganas
de actuar, la necesidad de grabar rápi-
damente prevalecía sobre la noción de
profesionalismo o la búsqueda del éxi-
to. A fines de 1976, muchos formaban
grupos de rock o se improvisaban como
diseñadores gráficos, escribían en fan-
zines, montaban sellos locales distri-
buidos por una red de tiendas indepen-
dientes… Esa efervescencia y esa ener-
gía dieron lugar a un cambio de reglas,
tanto a nivel creativo –la necesidad de
perfeccionar una grabación dejó de ser
primordial– como en el modo de difu-
sión: nuevos lugares para hacerse oír,
nuevas maneras de grabar y de produ-
cir la música, y por lo tanto, nuevos so-
nidos… Las disquerías independientes,
entonces numerosas en las ciudades,
difundían el movimiento. En Francia,
los okupas acogerían algunos años más
tarde a los pioneros del rock llamado al-
ternativo, en primer lugar adoptado en
los medios anarco-libertarios antes de
interesar a un público más amplio.
Esa perturbación de las costumbres
artísticas prosiguió en los años ochen-
ta en la escena punk estadounidense
llamada hardcore, que creó un circuito
de conciertos alternativos y se adueñó
de lugares que hasta entonces sólo eran
utilizados por artistas locales y que lue-
go aprovecharán los grupos grunge co-
mo Nirvana o Pearl Jam, influidos por
el punk-rock de los orígenes. En el ám-
bito del rock, el DIY habrá permitido el
advenimiento del Lo-Fi (abreviatura de
“low-fidelity”, “baja fidelidad”, en opo-
sición a Hi-Fi, “high-fidelity”), que de-
signó una corriente mayor del rock in-
dependiente de los años noventa: los ar-
tistas –Beck, por ejemplo– graban sus
álbumes autoproducidos en sus casas
en grabadoras de cuatro pistas. “Hága-
lo usted mismo” se convirtió también en
la consigna de los pioneros de la músi-
36 |
Ábaco, proyección 2007 (fragmento, gentileza Fundación Telefónica)
Según ciertos enfoques, la mitad de los
usuarios de Internet serían adictos a la red. La
ciberdependencia, investigada desde los 70, es
objeto de controversias médicas y políticas.
¿Se puede ser adicto a Internet?
El enfermo virtual
por Virginie Bueno*
“
¿Pasa usted más tiempo en In-
ternet de lo que hubiera supues-
to inicialmente? ¿Hay sitios que
no puede evitar? ¿Le parece di-
fícil estar desconectado durante
varios días?” Estas preguntas extraídas
del test de Orman, difundido en distin-
tas revistas, permitirían diagnosticar la
adicción a Internet (1). De acuerdo con
este tipo de evaluación, cerca de la mi-
tad de la población conectada estaría
afectada. Y la más formidable pande-
mia de la historia estaría expandiéndo-
se por el planeta. China ya hizo de esta
“patología” una prioridad de salud pú-
blica. Redes internacionales trabajan
sin descanso con el fin de elaborar diag-
nósticos estandarizados, ensayos clíni-
cos, protocolos de tratamiento y cam-
pañas de prevención.
Es un hecho: a un número creciente
de internautas cada vez les cuesta más
desconectarse. Su actividad on line in-
vade poco a poco los otros comparti-
mentos de su existencia, en detrimen-
to de su sociabilidad, su trabajo, sus es-
tudios. ¿Pero se trata realmente de una
enfermedad? El carácter patológico del
fenómeno no parece generar consenso
dentro de la comunidad científica. En
2008, la inclusión de la adicción a Inter-
net en la quinta edición del repertorio
de las enfermedades mentales (Diag-
nostic and Statistical Manual of Mental
Disorders, DSM-5)(2) fue rechazada a
falta de elementos convincentes. Pero
el debate continúa, en particular dentro
de la Organización Mundial de la Salud
(OMS), en vistas de la publicación, en
2017, del manual de clasificación inter-
nacional de las enfermedades.
De farsa a realidad
La historia de la ciberdependencia se
remonta a los años 70, cuando Joseph
Weizenbaum, ingeniero en el Instituto
de Tecnología de Massachusetts (MIT),
constató entre sus colegas un “ansia por
programar” caracterizada no sólo por
el largo tiempo en que estas personas
estaban conectadas, sino también por
el descuido de sus hábitos de higiene y
su desocialización (3) –cuadro típico,
según él, de un “problema mental”–. En
los años 90, los temores y el entusias-
mo que acompañaron el desarrollo de
Internet impulsaron las investigacio-
nes sobre la experiencia del mundo vir-
tual y sus propiedades potencialmente
adictivas: anonimato, evasión, accesi-
bilidad e interactividad. La ciberde-
pendencia se manifestaba entonces en
tres sub-dimensiones: el videojuego, el
cibersexo y la sociabilidad. Pero, antes
de ser tomada realmente en serio, la pa-
tología fue introducida como una farsa.
En 1996, en el afán de criticar la multi-
plicación de los problemas repertoria-
dos en el DSM –de ciento seis en 1952
a cuatrocientos en 1994–, el psiquiatra
neoyorquino Iván Goldberg imaginó
un desorden que consideró “ridículo”:
el de la adicción a Internet (4). Posteó
en un foro de terapeutas una parodia de
diagnóstico clínico.
Ese mismo año, la enfermedad en-
tró en el léxico médico por una vía más
ortodoxa: Kimberley Young, psicólo-
ga en Pittsburgh, aplicó a las prácticas
en línea el reconocido diagnóstico del
“juego patológico” y difundió esta idea
en foros de discusión de personas auto-
diagnosticadas. Young prolongó la ex-
periencia: compró espacios publicita-
rios en línea y adquirió incluso la pala-
bra clave “Internet adiction” en Yahoo
(5). Fueron muchos los que respondie-
ron, y las demandas de consulta eran
reales. De allí en más, el mecanismo
psicológico de la “impulsión” –caracte-
rizado por el control difícil, incluso im-
posible, de un comportamiento impul-
sivo e identificado como nocivo– sería
identificado como la causa de los pro-
blemas psicológicos y sociales ligados a
la utilización de Internet: incapacidad
de resistir al deseo de conexión y sensa-
ción de falta, con sus consecuencias so-
ciales negativas (divorcio, dificultades
profesionales, escolares y financieras).
En 2013, los redactores del DSM-5
suprimieron el “juego patológico” de la
categoría de los “trastornos del control
de la impulsión” (6). Según ellos, la dis-
posición a no despegarse de la pantalla
podría ubicarse en una nueva categoría
genérica, la de los “trastornos ligados a
una sustancia y adictivos” (7). La idea
suscitó enseguida controversia: Allen
Frances, redactor de la versión prece-
dente del DSM, y Stan Peele, teórico de
las dependencias comportamentales,
denunciaron la biologización del con-
cepto de adicción (8). En efecto, reem-
plazar el perfil de “dependiente” por el
de “adicto” (leve, moderado o severo),
y sumar al cuadro el síntoma de “deseo
irresistible”, implica la existencia de un
riesgo biológico común a la adicción a
Internet, al juego y a la droga. El sínto-
ma de “deseo”, causado teóricamente
por una desregulación en la producción
de dopamina, se diagnostica por me-
dio de una simple cuestión planteada al
paciente: “¿Ha tenido usted alguna vez
tanto deseo de consumir droga al punto
de no poder pensar en otra cosa?” (9).
Criterio económico
La diferencia es crucial: según este
enfoque, los individuos diagnostica-
dos –con razón o sin ella– como ci-
berdependientes podrían recibir un
tratamiento farmacológico antideseo.
¿Pero la dificultad para desconectar-
se durante una semana es acaso sín-
toma de una necesidad fisiológica, o
de una sociedad en la que las activi-
dades sociales, escolares y profesio-
nales pasan todas por la mediación de
la Red? Internet, como lugar del ex-
ceso, puede también contribuir a su-
ministrar el remedio: ofrece un espa-
cio de intercambio entre los usuarios
y los médicos a través de los foros de
información, una herramienta de tra-
tamiento gracias a las consultas psico-
lógicas en línea e incluso aplicaciones
lúdicas que permiten limitar el tiempo
de conexión a los sitios cronófagos –el
apoya-muñeca Pavlov Poke, por ejem-
plo, que manda una pequeña descarga
eléctrica en caso de conexión a un si-
tio prohibido–. Más allá de la contro-
versia médica, la caracterización de la
adicción a Internet da lugar a una crí-
tica más directamente política. Para
Edición 192 | junio 2015
las investigaciones futuras, los redac-
tores del DSM-5 aceptaron el diagnós-
tico del psiquiatra chino Tao Ran, quien
relaciona la adicción con las “seis horas
de conexión cotidiana durante más de
tres meses, fuera de las actividades es-
colares y profesionales”.
¿Pero en nombre de qué normas y
de qué valores se elabora un diagnós-
tico científico que jerarquiza prácticas
sociales en función de su productivi-
dad económica? Al recortar el tiempo
de trabajo y de aprendizaje de la adic-
ción a Internet, Tao subraya de manera
implícita lo impensado de esta noción.
En un universo marcado por la conmi-
nación profesional y educativa a la co-
nexión permanente, una frontera mo-
ral separaría prácticas sanas y prácticas
patológicas en función de un criterio
tácito de utilidad económica. Sería nor-
mal quedarse ocho horas por día en la
oficina pegados a una pantalla; en cam-
bio, seis horas cotidianas delante de un
videojuego obligarían a un tratamiento
médico. La adicción a Internet se pre-
senta en el DSM-5 como una enferme-
dad descontextualizada de los sistemas
económicos y de las herramientas in-
formáticas que se benefician con la de-
pendencia: industrias del videojuego y
de los programas, redes sociales...
Sólo el prisma neurocientífico reduce
el campo de investigación y las solucio-
nes posibles. Hasta ahora, la gestión de
los usos excesivos de Internet sigue sien-
do social, cultural y política. No es objeto
de ningún consenso internacional. Aun-
que Estados Unidos y China adhieren a la
hipótesis estandarizada de una enferme-
dad neurológica, difieren en la manera de
encararla. Los primeros instauran un sis-
tema de cuidados competitivo y privati-
zado determinado por las aseguradoras
privadas; el segundo creó campos de re-
cuperación al modo militar, que implican
un encierro hospitalario y el reconoci-
miento de la enfermedad por el paciente.
Francia y Quebec privilegian una pers-
pectiva comprensiva y psicosocial, caso
por caso. Tras la traducción del cuestio-
nario diagnóstico de Young en 2006, Ja-
pón descubrió la dimensión de este “pro-
blema social” y financia desde entonces
centros de tratamiento. g
1. “Les addictions sans drogue(s)”,
Toxibase, N° 6, junio de 2002.
2. Véase Gérard Pommier, “La bible
américaine de la santé mentale”, Le Monde
diplomatique, París, diciembre de 2011.
3. Joseph Weizenbaum, Puissance de l’ordinateur et
raison de l’homme : du jugement au calcul, Editions
de l’Informatique, Boulogne-Billancourt, 1981.
4. Véase David Wallis, “Just Click
No”, The New Yorker, 17-1-97.
5. Kimberley S. Young, “Internet addiction:
The emergence of a new clinical disorder”,
CyberPsychology & Behavior, Vol. 1, N° 3, 1996.
6. Ting-Kai Li, Charles P. O’Brien y Nora Volkow,
“What’s in a word? Addiction versus dependence
in DSM-5”, American Journal of Psychiatry,
Vol. 163, N° 5, Arlington (Virginia), 2006.
7. Nancy M. Petry y Charles P. O’Brien, “Internet
gaming disorder and the DSM-5”, Addiction,
Vol. 108, N° 7, Hoboken (New Jersey), 2013.
8. Allen Frances, Saving Normal: An Insider’s Revolt
Against Out-of-Control Psychiatric Diagnosis,
DSM-5, Big Pharma, and the Medicalization
of Ordinary Life, Harper Collins, Nueva York,
2013; Stanton Peele, “Politics in the diagnosis
of addiction”, Huffington Post, 15-5-12.
9. Diagnostic and Statistical Manual of Mental
Disorders, 5th ed., Asociación Estadounidense
de Psiquiatría, Washington DC, 2013.
*Profesora titular de Sociología en la Uni-
versidad de Montreal, Quebec.
Traducción: Florencia Giménez Zapiola

En su última novela, El impostor, el escritor español Javier Cercas
narra la vida de Enric Marco, un héroe cívico para millares de
españoles hasta que en mayo de 2005 un historiador reveló que
su historia de vida era mentira. Un relato que le permite a Cercas
reflexionar sobre los usos del pasado y abrir la memoria a la crítica.
La historia a medida
La real vida inventada
de Enric Marco
por Federico Lorenz*
H
asta mayo de 2005, Enric
Marco era un héroe cívico
para millares de españo-
les. Militante anarquista
de la CNT (la legendaria
central sindical), combatiente republi-
cano durante la Guerra Civil española,
en la que había sido herido; deportado
sobreviviente del campo de concentra-
ción nazi de Flossenbürg; resistente
clandestino al franquismo y secretario
general de la renacida CNT en la déca-
da del 60; luego figura destacada de la
FAPAC, la asociación de padres y ma-
dres catalanes que enfrentó a la LOG-
SE, la nueva ley de educación españo-
la. Y durante el estallido del interés por
la llamada “memoria histórica”, Marco
llegó a ser el presidente de la Amical de
Mauthausen, la principal asociación de
deportados españoles.
Fue el encargado de hablar en nom-
bre de todos ellos en el primer homenaje
que les dedicó el Parlamento español. Y
en mayo de 2005, a días de hablar ante el
presidente Rodríguez Zapatero en el ac-
to central de homenaje a los deportados,
en Mauthausen, Enric Marco, ese hom-
bre que encarnaba en su vida la histo-
ria legendaria y heroica de la República
(esa experiencia mítica), de la resisten-
cia al franquismo y del horror de los cam-
pos nazis, fue desenmascarado como un
impostor gracias al trabajo de un histo-
riador “al margen del mundo académi-
co”, Benito Bermejo, que demostró que
el “prisionero 6.448”, era un mentiroso,
y llamó a uno de los dirigentes de la Ami-
cal para preguntarle si estaba dispuesto a
que un mentiroso hablara en nombre de
su tío, que sí había sufrido en los campos.
Redactó un informe, y se supo la verdad:
Marco había tejido durante décadas una
larga mentira hilada con hebras de false-
dades y medias verdades. En ese proceso
se había armado una historia a medida.
El impostor
A partir del escándalo se produjo un
acalorado debate: ¿había que condenar-
lo sin más? ¿No era cierto, como alegaba
en su defensa Marco (tiene actualmen-
te 93 años), que gracias a esas “altera-
ciones” había logrado que la verdad y
la historia de los derrotados alcanzaran
estado público, se construyeran memo-
riales, se fijaran fechas, se organizaran
actividades en las escuelas?
De estos temas trata El impostor, la
nueva novela de Javier Cercas (1). Se
trata, advierte el autor, de una “nove-
la sin ficción”, un “relato real”, puesto
que la verdadera ficción es la vida que
Marco construyó e hizo pública con re-
tazos de verdades y datos ciertos que
la volvieron verosímil. Un libro escrito
con el acuerdo de Enric Marco, que ac-
cedió a ser entrevistado durante horas
por Cercas, quien a lo largo de nueve
años entrevistó a numerosos testigos y
revisó archivos en los lugares en los que
había transcurrido la vida de Marco.
El impostor está escrito “a mediados
de 2014, cuando en España ya pocos se
acuerdan de la llamada memoria histó-
rica” (2), y por eso también es una crí-
tica del boom de la memoria en Espa-
ña, un fenómeno que con sus propias
características y particularidades tam-
bién vivimos en Argentina. Fenómeno
del que el mismo Cercas “se benefició”,
como le recuerda Marco en el único ca-
pítulo ficcional de la obra. El libro, en
consecuencia, se transforma también
en una incómoda y ambigua invitación
a la reflexión acerca de los pasados que
nos inventamos, de las relaciones entre
verdad y verosimilitud, de la ética, de
las decisiones tomadas en contextos di-
fíciles, de las relaciones promiscuas en-
tre historia y memoria. En síntesis, de
los usos políticos del pasado.
No es la primera vez que Javier Cer-
cas aborda la historia de la Guerra Ci-
vil española. En 2001, publicó Soldados
de Salamina, donde narra la conmove-
dora historia de Miralles, un miliciano
republicano que le perdonó la vida a un
franquista. Pero toda la empatía que ge-
nera Miralles se transforma en viscosas
incertidumbres a medida que nos aden-
tramos en la historia de Enric Marco,
malversador, en la mirada de Cercas,
de la historia de miles que enfrentaron
su destino con dignidad. Porque Mar-
co es un tipo “común, carismático, astu-
to”, uno de tantos que, tras la victoria de
Franco, “estaba aceptando la vida bár-
bara, abyecta y claustrofóbica impues-
ta por los vencedores, que había dado a
torcer su brazo ante el terror y la estulti-
cia” (3). Cercas no lo juzga por eso. “Na-
die está obligado a ser héroe”, escribe en
reiteradas oportunidades; pero lo que
no puede hacer es usurpar la historia de
quienes sí lo fueron. Como en el caso de
los jóvenes militantes de la incipiente y
efímera UJA (Unión de Jóvenes Antifas-
cistas), a cuyos integrantes conoció pero
de la que no fue parte. Y, sobre todo en el
zurcido magistral de su historia inven-
tada: la adulteración de una lista de de-
portados españoles a Flossenbürg, para
ser él, Enric Marco, el prisionero 6.448,
y sepultar a Enric Moner Castell, la ver-
dadera víctima de la barbarie. Al borro-
near y repasar con paciencia la lista na-
ció Marco, el héroe de la transición.
¿Marco estuvo en Alemania? Sí, pero
llegó como miles de trabajadores dentro
de un convenio entre Franco y Hitler. No
fue un prisionero político, sino que fue a
parar a una cárcel común. ¿Marco peleó
El libro se
transforma también
en una incómoda y
ambigua invitación
a la reflexión acerca
de los pasados que
nos inventamos.
en la Guerra Civil? Sí, pero no fue herido
como lo cuenta. ¿Vivió clandestino en la
España franquista? Sí, pero no fue un re-
sistente, sino uno de la mayoría, que in-
tentó sobrevivir como pudo, y el camino
hallado fue el de inventarse una historia
extraordinaria que reunía y agregó a lo
largo del tiempo los tópicos más sensi-
bles y emotivos de las memorias españo-
las. Así, el pasado anarquista que ocultó
en la década de 1940, fue el que exhumó
para ganar prestigio entre los rebeldes
estudiantes españoles de los años sesen-
ta y los viejos sindicalistas (que siempre
lo miraron con suspicacia). Cuando notó
el peso que las memorias del nazismo ga-
naban en la discusión pública, estudió a
fondo un campo pequeño, Flossenbürg,
del que no se registraban sobrevivientes
españoles, y narró una y mil veces su vida
allí: la armó con anécdotas que la abun-
dante historia testimonial le proveyó.
Marco, en definitiva, es un fenome-
nal buscavidas de la memoria.
Espejo
“La verdad es que usted soy yo”, le dice
Marco a Cercas. Y si hay algo que ver-
daderamente incomoda en la historia
| 37
del impostor es la certeza de que, más
allá de las rocas Escila y Caribdis, del
dilema entre “los que dijeron que No”
y “los que dijeron que Sí”, acechan las
aguas opacas, acaso espesas y pesti-
lentes, de la grisura de los millares de
situaciones intermedias de quienes
convivieron como pudieron, como qui-
sieron, como decidieron hacerlo, con
tiranías y humillaciones. La historia
de Marco, entonces, es una enorme in-
terpelación acerca de los valores que
orientan nuestras conductas, tanto co-
mo una llamada de atención acerca de
la importancia, en las aproximaciones
históricas sobre las dictaduras (como
el caso argentino), de prestar atención,
más allá de los extremos binarios, a las
historias de quienes convivimos con
la violencia, el horror y el autoritaris-
mo. Un viaje introspectivo que podría
no ser agradable, pero que es social-
mente necesario. Y que depende tanto
de quienes estén dispuestos a abrir sus
memorias a la crítica, como de las nue-
vas generaciones emergentes del mun-
do construido sobre pactos de silencio
y gobernabilidad, pero también sobre
agachadas y vergüenzas.
“En el fondo, Marco tenía razón al
decir en sus charlas que la historia de
su vida era un reflejo de la historia de
su país, pero no la tenía porque la his-
toria de su vida guardara la más mínima
relación con la historia que él contaba
–una historia poética y rutilante, llena
de heroísmo, de dignidad y de grandes
emociones–, sino porque era sobre todo
la historia que él ocultaba –una histo-
ria prosaica y vulgar, llena de fracasos,
indignidades y cobardías–. O, dicho de
otro modo, si Marco hubiera contado en
sus charlas su historia verdadera, en vez
de contar una historia ficticia, narcisis-
ta y kitsch, hubiera podido contar con
ella una historia mucho menos halaga-
dora que la que contaba, pero también
mucho más interesante: la verdadera
historia de España” (4).
El deber de entender
De la novela emerge la idea de que para
Cercas la ficción es más eficaz que la His-
toria para narrar el pasado, pero a la vez
es un historiador quien, como quería Da-
vid Viñas, hace de “aguafiestas” y desen-
mascara al impostor. En todo caso, lo que
la novela muestra es el complejo proce-
so de conformación de relatos acerca del
pasado reciente, la trama sensible y den-
sa de sensibilidades superpuestas que
conforman una narración lineal acerca
del pasado. En tiempos del tan denostado
“relato”, Javier Cercas reivindica la ne-
cesidad de entender, aun a riesgo de ori-
llar la justificación, como un deber de las
generaciones “nuevas” frente a quienes
vivieron un pasado legendario que con-
diciona su presente.
“Por favor, déjame algo”, le dice
Marco a Cercas en una de las ocasiones
en las que el escritor lo confronta con
su mentira. Un pedido angustioso que
seguramente aún hoy haríamos mu-
chos de nosotros. g
1. Javier Cercas, El impostor, Buenos Aires,
Random House Mondadori, 2015.
2. Javier Cercas, op. cit., pág. 306.
3. Javier Cercas, op. cit., pág. 105.
4. Javier Cercas, op. cit., pág. 412.
*Historiador, investigador adjunto del CONICET (Ins-
tituto Dr. Emilio Ravignani, UBA). Autor, entre otros
libros, de Unas islas demasiado famosas. Malvinas, his-
toria y política, Capital intelectual, Buenos Aires, 2013.
© Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
 38 | Edición 192 | junio 2015
Libros
del mes

Ensayo Sociología

Ed Ruscha, South to Sunset, 1999 (Gentileza Christie’s)

Ensayo

Clases medias Punteros, malandras y

porongas
Ezequiel Adamovsky et al. (comps.) Jorge Ossona
Ariel; Buenos Aires, septiembre de 2014. Siglo XXI; Buenos Aires, septiembre de
292 páginas, 179 pesos. 2014. 296 páginas, 198 pesos.

El concepto de “clase media” es uno de los Jorge Ossona aborda la problemática

más polisémicos y esquivos del campo de
las Ciencias Humanas. Probablemente sea
también uno de los que más fuertemente
se preste a diferentes apropiaciones por
parte del sentido común. Desde la década
de 1990, señalan los compiladores, se ha
producido una importante renovación de
de la toma de tierras como una de las
modalidades más destacadas de movi-
lización popular durante la nueva era
democrática iniciada en 1983.
Para ello, el autor describe las activi-
dades políticas, inmobiliarias y delicti-
vas que transcurren en Campo Unamu-

El sueño, la
los abordajes acerca de las clases medias,
aunque algunos sectores son especialmen-
te reactivos a estas perspectivas enrique-
cedoras y mantienen miradas más clásicas,
no –parcela ubicada en una de las zonas
menos habitables de Villa Fiorito– e
identifica a cada integrante de la pirámi-
de de poder según su grado de proximi-

última utopía
como aquella que reduce la idea de clase dad con la dirigencia política tradicional.
media a un “rango de ingresos”. Esta com- Estas técnicas de ocupación dan ori-
pilación está pensada como una puerta de gen a nuevos actores sociales que nacen
entrada a los estudios de las clases medias al calor de la marginalidad. Entre ellos, los
desde las perspectivas específicas de la punteros, malandras y porongas; los cula-
Sociología, la Historia y la Antropología, tas y los escruchadores; los evangelios y
dirigida a estudiosos y estudiantes inte- los umbandas; los barderos, los guachi-
El capitalismo del siglo XXI ha invadido resados en el tema. El libro se divide en nes, los drogones; los hormigas y los pun-
todas las esferas de la vida: es un con-
24/7 tres partes. Cada una de ellas abre con un tas de lanza, exponentes de un mundo
El capitalismo tardío y el fin del sueño
tinuum 24/7 (24 horas al día y 7 días texto en el cual se presentan e historizan donde se fusionan el fútbol, la religión,
por semana) de imágenes, acciones y las principales renovaciones conceptuales la delincuencia, el narcotráfico, así como
Jonathan Crary vivencias dedicadas a la producción y metodológicas que desde los diversos la política, con sus fines trascendentes y
Paidós; Buenos Aires, abril de 2015. y al consumo. Con las nuevas tecno- campos se han producido en relación con loables, y sus sueños legítimos.
156 páginas, 179 pesos. logías, se desdibujan las fronteras del el concepto de “clase media”. Los siguen Punteros, malandras y porongas centra
tiempo de trabajo y de no trabajo, de estudios de caso de Argentina y Brasil, su atención en dos períodos de ocupacio-
lo privado y lo público; el capital logra, abordados desde cada una de las discipli- nes territoriales: aquellas que se sucedie-
en fin, penetrar en la vida cotidiana, nas. En particular, en la parte historiográfi- ron entre los años 80 y principios de los
robarnos el tiempo, arrebatarnos toda posibilidad de construir con los otros espa- ca, resulta de particular relevancia el aná- 90, y un segundo aluvión entre 1997 y
cios de cooperación que escapen a la lógica del interés individual. lisis comparado de Geoffrey Cross sobre 1999. Con claridad y precisión, el historia-
Con Internet y los múltiples aparatos que perfilan esa sucesión infinita de pantallas las clases medias europeas. Clases medias dor delinea las lógicas y metodologías de
frente a nuestros ojos –y con toda una industria dispuesta a investigar hacia dónde se diri- es una herramienta teórica y metodológi- estos procesos, los intereses y las estructu-
ge nuestra mirada en esas pantallas–, el capitalismo habría logrado un objetivo que se evi- ca ágil que tanto presenta el estado de los ras de poder que los subyacen, y los usos
debates disciplinares como ofrece estudios de la pobreza que se esconden detrás de
denció desde la invención de la iluminación artificial y la fábrica moderna: el desarrollo de
para ver su materialización. necesidades genuinas y urgentes.
una relación con el tiempo y el trabajo desligada de las temporalidades cíclicas de la natu-
raleza. Con la fábrica moderna emerge –sugiere Crary– un espacio autónomo en el que el
Federico Lorenz Bárbara Schijman
trabajo se puede desconectar de la comunidad y del propio entorno natural; pero durante
dos siglos persistieron espacios y tiempos consagrados a la comunidad o a la familia. Con
las nuevas tecnologías invadiendo cada rincón de nuestra cotidianidad, el capitalismo del
siglo XXI parece haber traspasado esas fronteras. Más aun: somos ese “sujeto obediente”
que se somete a esa intrusión biométrica de forma voluntaria, mientras ingiere alimentos
tóxicos sin quejarse: es “la abdicación absoluta de la responsabilidad por la vida”.
Biografía Nueva edición póstuma de esta biografía
de Augusto C. Sandino, publicada en una
Crary dibuja un presente distópico donde los poderosos se congratulan de que con- versión breve en 1955, que permanece a
templemos esas nuevas tecnologías como emancipadoras y democratizadoras, pues pesar de sus años como la “enciclopedia del
esos espacios virtuales son mucho más fáciles de vigilar y controlar que los de la interac- sandinismo”. Esta nueva edición recupera la
ción cara a cara. “Las tecnologías sólo conceden libertades cuando están subordinadas versión completa publicada en Nicaragua en
a sentimientos fraternos”, advierte, y las redes sociales sólo serán emancipadoras si 2004 para los 70 años del asesinato de San-
dino y los 50 años del encuentro de Grego-
detrás de esas interacciones virtuales existen unos lazos humanos verdaderos.
rio Selser con la epopeya del héroe revolu-
Hay, sin embargo, una esfera de la vida que resiste, indómita, o casi: el sueño.
cionario nicaragüense. En efecto, el periodis-
Mientras dormimos, nos desconectamos de las falsas subjetividades que nos impo-
ta argentino trabajaba sobre la Guatemala
nemos en la vigilia, y nos concedemos un tiempo de descanso que no está regido
de Arbenz cuando la frustración provocada
por la acumulación del capital; es más: al dormir nos entregamos, lo sepamos o no,
por su derrocamiento y el descubrimiento
al cuidado de los otros. Y soñando conseguimos imaginar otros mundos posibles,
donde las sociedades humanas alcancen a vislumbrar otras formas de resolver sus Sandino de Sandino –no era tarea fácil reunir a la
General de hombres libres distancia información sobre los sucesos de
necesidades que no sean las que el capitalismo decreta. América Central– lo llevaron a cambiar de
El capitalismo no ha logrado robarnos el sueño, aunque no faltan quienes lo intentan, rumbo y reflejar a través de su historia, las
Gregorio Selser
sufragando investigaciones científicas que se encaminan a que no necesitemos dormir sin peripecias imperiales en el “Mediterráneo
Peña Lillo-Continente; Buenos Aires,
perder en productividad, o a que vivamos bajo la eterna luz del día. El ensayo de Crary, apo- norteamericano” y las luchas de indepen-
noviembre de 2014.
calíptico y esperanzador a la vez, comienza ilustrando las pesadillas de un posible futuro de 576 páginas, 279 pesos. dencia latinoamericanas. Años más tarde,
insomnes adictos a las pantallas, y termina con una imagen inspiradora: la de un futuro sin citando a Martí, Selser celebraría la figura
capitalismo que comienza con alguien que está durmiendo, soñando un mundo compartido. de Sandino: “En esos hombres van miles de
hombres, va un pueblo entero, va la digni-
Nazaret Castro dad humana. Esos hombres son sagrados”.

Sociología
Trabajo y negociación
colectiva
Clara Marticorena
Imago Mundi; Buenos Aires, julio de 2014.
248 páginas, 220 pesos.
Tesis doctoral basada en el interrogante
sobre los cambios producidos en las rela-
ciones laborales y las condiciones de traba-
jo en la nueva etapa abierta en Argentina
con la crisis de 2001 hasta inicios de 2008.
Esta investigación retoma multiplici-
dad de autores, realiza un análisis pro-
fundo basándose en categorías marxistas
y propone indagar si los cambios produ-
cidos durante la última década suponen
una reversión del avance del capital sobre
el trabajo operado en los años noventa.
No es una explicación meramen-
te descriptiva de la posconvertibilidad
sino el análisis académico de diversos
momentos atravesados por la relación
capital-trabajo o el plano económico-cor-
porativo, entendiendo a la negociación
colectiva como lucha de clases.
Otro eje importante es la dinámica de
la posconvertibilidad en función de dos
momentos: uno caracterizado por la pro-
fundización y reproducción en extensión
del deterioro de las condiciones laborales;
mientras el segundo está signado por la
puja distributiva entre capital y trabajo.
Asimismo, se delinea un debate sobre el
significado de la centralización/descen-
tralización de la negociación colectiva.
En conclusión, esta propuesta teórica
subraya los cambios en la dinámica labo-
ral y los procesos de continuidad en las
características del trabajo asalariado y la
negociación colectiva, fundamentada en
una exhaustiva bibliografía de relevancia
internacional.
Imelda Duffard
Investigación
El robo de Buenos Aires
Gabriela Massuh
Sudamericana; Buenos Aires, septiembre de
2014. 320 páginas, 199 pesos.
Por su título, El robo de Buenos Aires podría
parecer un libro sin más valor ni objetivo
que golpear al gobierno de la Ciudad
de Buenos Aires. Pudiera tra-
tarse de un ejercicio fútil de
ese periodismo tan en boga
que acumula datos y denun-
cias sin conceptos ni reflexiones.
Nada de eso ocurre en este
libro, cuyo contenido es mucho
más interesante que lo que el título
sugiere. Gabriela Massuh avanza en
Historia
Con Trotsky de Prinkipo a
Coyoacán
Jean van Heijenoort
IPS; Buenos Aires, julio de 2014.
160 páginas, 110 pesos.
Con presentación y traducción de Tununa
Mercado, invalorable testimonio de siete
años de exilio de León Trotsky, relatados
por Jean van Heijenoort, su secretario, tra-
ductor y guardaespaldas entre octubre de
1932 y noviembre de 1939.
Van Heijenoort relata aquí, habiendo
sido protagonista privilegiado, la atmós-
fera en que vivía uno de los personajes
más complejos e influyentes del siglo XX,
acompañándolo en su derrotero por Tur-
quía, Dinamarca, Francia, Noruega y Méxi-
co, países desde los que Trotsky –luego de
haber sido expulsado de Rusia por Stalin
a comienzos de 1929– se las ingenió para
continuar publicando el Boletín de la Oposi-
ción en ruso y, sobre todo, derramando una
catarata de libros, folletos y artículos.
Ese impresionante caudal de material no
hubiese sido publicado y difundido sin el
titánico y multifacético trabajo de Van Hei-
jenoort, quien tradujo –sobre todo del ruso
al francés– gran parte de toda la producción
de Trotsky de aquel período, además de
colaborar en la clasificación, comentarios y
publicación de los mismos. A diferencia de
otros libros sobre el tema, éste se basa en
el minucioso cotejo de fechas y sucesos con
el formidable archivo personal del autor,
aportando valiosa –y en muchos casos
inédita– información, en buena parte con-
sagrada al período mexicano en Coyoacán
(1937-39), siendo testigo directo de la ínti-
ma e intensa relación que Trotsky entabló
con personajes de la talla de Diego Rivera,
Frida Kahlo y André Breton.
Julián Chappa
describir las fuerzas estructurales que lle-
van a la transformación de Buenos Aires,
y que nunca son sólo la existencia de fun-
cionarios corruptos. Tampoco se trata de
un sesgado panfleto anti PRO, ya que apa-
recen justipreciadas las responsabilidades
pasadas y las complicidades presentes.
Para la autora, la clave en la transfor-
mación de Buenos Aires es el tránsito
de una ciudad desigual pero integrada a
una conformada por islas y signada por
la segregación. Utiliza categorías como
“extractivismo urbano” y “acu-
mulación por desposesión”,
para explicar ese proceso. La
construcción desmedida que
se inició con la reactivación
económica desde el 2002
tiene una causa definida.
En la construcción se
reciclan los excedentes
generados por la soja.
Las viviendas en la
Arte
Formas dominantes
Diálogos sobre estética y política
José Fernández Vega
Taurus; Buenos Aires, septiembre de 2013.
144 páginas, 199 pesos.
Durante la primera década de este siglo,
José Fernández Vega realizó entrevistas
a renombrados filósofos del arte en oca-
sión de sus visitas a Argentina. Respetan-
do los diversos estilos, puntos de vista
y abordajes de los entrevistados, estas
conversaciones trazan un panorama de
la situación actual del arte, con particular
énfasis en su relación con la política.
Comienza con las palabras polémi-
cas de Arthur Danto, quien reflexiona
sobre el arte pop y el fin de la histo-
ria del arte, con la consagración del
pluralismo y la diversidad, ideas que
comparte Hans Belting, quien afirma
que el arte “se ha salido de su marco”.
Thierry de Duve se expresa de manera
semejante, aunque advierte sobre los
riesgos que implica creer que el arte ha
muerto. De Duve sostiene –como otros–
la vigencia de Kant. Gianni Vattimo
reflexiona sobre el sentido en la obra
de arte contemporánea y es quien hace
referencia al mercado. Slavoj Zizek por
su parte, prefiere mantenerse en el
terreno de la política, con algunas refe-
rencias al cine. Con ácido humor, Zizek
se ocupa de analizar el estado de las
democracias posmodernas después de
las utopías, y muestra un agudo conoci-
miento de la realidad argentina.
Este libro, ágil y dinámico, muestra en
ajustada síntesis el estado de la cultura
y el arte contemporáneos en la situación
histórica actual, de desafíos estéticos y
políticos.
Josefina Sartora
ciudad no se construyen para ser habita-
das sino para ser refugio de valor.
Así, el precio de la vivienda no surge
del costo del ladrillo, la mano de obra ni
por el libre juego de la oferta y la demanda
sino del volumen de recursos que se reci-
clan por esa vía. Es un precio especulativo
desconectado de las personas y sus ingre-
sos. Por ese mecanismo las viviendas se
vuelven inaccesibles.
Para evitar que el mercado aliente
fuerzas destructivas, el Estado debe
intervenir corrigiendo esas tendencias.
Lo contrario ocurre en la Ciudad Autó-
noma de Buenos Aires, donde el Estado
articula políticas que alientan la especu-
lación. En estas páginas, Massuh demue-
le al gobierno de la Ciudad con la misma
eficacia que éste demuele la Ciudad y la
calidad de vida en pos de la especulación
inmobiliaria.
Pablo Gandolfo
| 39
Fichero
Hanns y Rudolf
Thomas Harding
Galaxia Gutenberg-Del Nuevo
Extremo; Bs. As., marzo de
2015. 376 páginas, 290 pesos.
En 1946, Hanns Alexander, un judío alemán
hijo de uno de los médicos más reconocidos
de Berlín en 1920, se propuso encontrar a
Rudolf Höss, el Kommandant de Auschwitz,
responsable de la muerte de más de dos
millones de personas, quien se ocultaba bajo
una nueva identidad. Su testimonio era nece-
sario para garantizar justicia en Nüremberg. A
través de la vida de ambos, el autor describe
la historia de Alemania desde la Primera Gue-
rra Mundial hasta la derrota del nazismo.
Derechos humanos en
Argentina
CELS
Siglo XXI; Buenos Aires,
abril de 2015.
640 páginas, 150 pesos.
Decimonoveno informe sobre la situación
de los derechos humanos en Argentina
del Centro de Estudios Legales y Sociales,
que cumple 35 años desde su fundación
en plena dictadura. Dedicado a los acon-
tecimientos más relevantes de 2013 y
2014, el informe invita a reflexionar ante
el próximo cambio de gobierno sobre las
transformaciones del ciclo kirchnerista y
las relaciones entre organismos de dere-
chos humanos y Estado en democracia.
Cien años de arte argentino
María José Herrera
Biblos-OSDE; Buenos Aires,
diciembre de 2014.
378 páginas, 288 pesos.
Jefa de investigación y curadoría del
Museo Nacional de Bellas Artes entre
1999 y 2012, la autora ofrece una síntesis
de los grandes movimientos y tendencias
del arte argentino entre el último tercio
del siglo XIX y la actualidad. Motivada por
un deseo de divulgación general, presenta
un estado de la cuestión de los distintos
períodos, jugando con las tensiones entre
las poéticas y su contexto social y artístico.
La analfabeta que era un
genio de los números
Jonas Jonasson
Salamandra; Barcelona,
marzo de 2014.
416 páginas, 195 pesos.
Desopilante intriga geopolítica. Nombeko
Mayeki, una niña analfabeta dotada de una
inteligencia abrumadora, vaciadora de letri-
nas en Soweto durante el apartheid, logra
escapar a su destino y se encuentra refugia-
da en Suecia a fines de los años 80 en pose-
sión de una bomba atómica de tres megato-
nes. Allí conoce a un ciudadano inexistente
cuyo idiota hermano mellizo busca eliminar
a la monarquía por todos los medios.
 40 | Edición 192 | junio 2015
Editorial

Sumario
Staff 3

Derechización,
Editorial
La democracia del minuto a minuto 2
por José Natanson

Debatir el desarrollo argentino 3

manual de uso
por Alejandro Grimson

Dossier
¿Es posible limitar
al poder financiero?
Bancos demasiado grandes para quebrar 4
por Serge Halimi* por Oscar Ugarteche

Lejos de contribuir al desarrollo 6

C
por Claudio Scaletta

Préstamos para las clases populares 8

ortejos de manifestantes, partici-
pación en las elecciones, ejercicio
del poder. Estos tres tipos de ac-
ción política tienen una caracte-
rística común: las categorías po-
pulares se alejan o quedan al mar-
gen de las mismas. Cuando, el 11 de enero pasado,
millones de franceses manifestaron su solidaridad
con las víctimas de los atentados en París, la movi-
lización de las clases medias contrastó una vez más
con aquella, más modesta, del mundo obrero y la
juventud de los barrios desfavorecidos. Desde ha-
ce años, la “calle” se aburguesa. Las urnas también.
En cada elección o casi, la tasa de participación cae
a la par del nivel de ingreso. Y la “representación
nacional” corre la misma suerte, ya que su cara se
confunde con la de las clases superiores. ¿Es la po-
lítica un deporte de elite?
En el caso de la izquierda europea esto ya es ob-
servable. Creado a principios del siglo XX por los
sindicatos, el Partido Laborista británico tenía co-
mo vocación representar al electorado obrero. En
1966, el 69% de los trabajadores manuales le daba
su voto; esa participación se redujo al 45% en 1987,
y al 37% en el escrutinio del 7 de mayo pasado. El
blairismo estimó que había que darles prioridad a
las clases medias. Misión cumplida: fue con el elec-
torado más burgués de su historia que los laboris-
tas acaban de sufrir un resonante revés electoral
(véase Jones, pág. 16)…
¿Es representativo el sistema?
“El creciente desencanto de los medios populares
con los partidos de izquierda, observable en todas
las democracias occidentales electivas –señala el
politólogo Patrick Lehingue–, acaso tenga que ver
con el hecho de que los representantes surgidos de
medios desfavorecidos, y que por tanto sufrieron
sus condiciones de existencia, son cada vez más
raros.” Veamos: en 1945, un cuarto de los diputa-
dos franceses eran obreros o empleados antes de
ser elegidos; hoy en día sólo son el 2,1%. En 1983,
setenta y ocho intendentes de comunas de más de
treinta mil habitantes todavía provenían de esas
dos categorías sociales (que siguen siendo mayo-
ritarias en la población); treinta años después no
eran más que seis (1).
¿Es representativo el sistema? Más de la mitad
de los estadounidenses considera que el Estado
debería redistribuir la riqueza gravando fuerte-
mente a los más pudientes. Entre éstos –humanos
al fin– sólo un 17% comparte el mismo anhelo (2).
El funcionamiento de las democracias occidenta-
les garantiza sin embargo que su opinión se impon-
drá también en ese terreno, sin verdadero debate.
Tanto más tranquila se siente esa clase consciente
de sus intereses cuanto que los medios de comuni-
cación que posee resaltan temas de distracción que
hechizan el debate público. Y enfrentan a las cate-
gorías populares entre sí.
Cuando este sistema está bien aceitado, sólo
queda convocar a expertos muy eruditos con la mi-
sión de recordarnos que tanto la apatía de unos co-
mo el enojo de otros se explican por la “derechiza-
ción” de nuestras sociedades… g
1. Patrick Lehingue, “Les classes populaires et la
démocratie représentative en France”, Savoir/Agir,
Nº 31, Bellecombe-en-Bauges, marzo de 2015.
2. Véase Noam Scheiber, “2016 hopefuls and wealthy are
aligned on inequality”, The New York Times, 30-3-15.
*Director de Le Monde diplomatique.
Traducción: Aldo Giacometti
por Verónica Gago
Obstáculos para el cambio estructural 10
por Martín Abeles
A veinte años del TLCAN… 11
por Lori M. Wallach
El crimen en América Latina 12
por Carlos Santiso y Nathalie Alvarado
Un arsenal de presiones sobre Grecia 14
por Stelios Kouloglou
¿Por qué perdió el laborismo? 16
por Owen Jones
Ucrania, ¿hacia una nueva Guerra Fría? 18
por Jean-Pierre Chevènement
La nueva geopolítica del petróleo 20
por Ignacio Ramonet
Dossier
Complots, que los hay los hay
Un síntoma de desposesión 22
por Frédéric Lordon
Rumores en el mundo árabe 24
por Akram Belkaïd
América Latina, el peso de la historia 26
por Franck Gaudichaud
“El 11 de Septiembre es un dogma” 28
por Julien Brygo

Cristianismo, islamismo y emancipación 30

por Gilbert Achcar

Escribir en el secundario 32
por Fernando Bogado

Punk: ¡Hacelo vos mismo! 34

por Eric Tandy

El enfermo virtual 36
por Virginie Bueno

La real vida inventada de Enric Marco 37

por Federico Lorenz

Libros del mes 38

Editorial: Derechización, manual de uso 40
por Serge Halimi

Suplemento # 31:
La educación en debate
Universidad Pedagógica Buenos Aires
 La educación
en debate
¿Por qué faltan los
docentes?
por Leandro Bottinelli*
C
omo tantos otros, el ausentis-
mo docente es un tema en cuya
definición se juegan relaciones
de poder entre gobiernos, sin-
dicatos, docentes, medios de
comunicación y familias. La controversia
está marcada además por la limitada dis-
ponibilidad de datos y estudios consisten-
tes, lo que vuelve más dificultosa la elabo-
ración pública del problema. Más allá de
ello, parece haber un acuerdo entre los ac-
tores respecto de que se trata de una pro-
blemática que reviste gravedad, en parti-
cular desde el punto de vista pedagógico
por el impacto que tiene en las rutinas de
enseñanza y aprendizaje. Pero el acuerdo
parece terminar allí ya que los discursos se-
ñalan cifras de ausentismo muy diferentes,
factores distintos que lo explicarían y es-
trategias disímiles para abordarlo.
Lo técnico y lo político
El ausentismo laboral como problema,
más allá de la enseñanza, está presente
en buena parte de los estudios especiali-
zados sobre el trabajo. Los planteos más
tradicionales se preocuparon por sus im-
pactos en los costos y en la productividad.
Sin embargo, más allá de estas preocupa-
ciones de tipo microeconómico, el ausen-
tismo laboral fue visualizado también co-
mo un desafío para el orden social. Una
reciente investigación de Victoria Haidar
(1) analiza la constitución de los primeros
discursos públicos sobre el ausentismo la-
boral en la Argentina de comienzos del si-
glo XX. En el marco del Centenario, y con
la cuestión social como gran preocupa-
ción para la elite oligárquica, funcionarios
gubernamentales, políticos y hombres de
empresa denunciaban con frecuencia la
cuestión del ausentismo, enfatizando no
tanto sus consecuencias económicas si-
no sus impactos en términos del cuestio-
namiento de la autoridad y las jerarquías
sociales. Al mismo tiempo, los estudios ya
comenzaban a señalar la influencia que
tenían sobre el ausentismo las condicio-
nes laborales y de salud de la población
trabajadora, superando paradigmas ex-
plicativos que pivotaban sobre la indolen-
cia o la débil moral de los empleados.
Desde algunos años antes se vislum-
braba también una preocupación por el
ausentismo en el sector educativo. Las
investigadoras de la UNIPE Ana Vitar y
María Eugenia Grandoli (2) identificaron
diversos discursos que tematizaban el au-
sentismo en los orígenes del sistema edu-
cativo argentino. Cuatro años después de
sancionada la Ley 1.420 de Educación Co-
mún en 1884, un apartado de la revista El
Monitor expresaba las preocupaciones de
las autoridades educativas por la cuestión:
“No nos parece cosa fácil de averiguar los
motivos que obligan a los maestros a faltar
con demasiada frecuencia a sus tareas… si
por cualquier nimiedad faltan a sus debe-
res, si por cualquier fútil causa faltan a sus
clases contando de antemano con la com-
placencia de sus superiores, los esfuerzos
de las autoridades por dignificar el ma-
gisterio serán completamente estériles.
Maestros hay que la mitad del tiempo que
dura el año escolar se lo pasan fuera de la
escuela: hoy faltan por el mal tiempo, ma-
ñana por enfermedad, pasado con licen-
cia y así constantemente, de donde resul-
ta que sus clases en lugar de adelantar se
desmoralizan y atrasan” (3). Estos apun-
tes históricos son útiles para llamar la
atención sobre el carácter marcadamente
político e ideológico de los debates públi-
cos sobre el ausentismo laboral (docente o
no), algo que no debe conducir a restarle
importancia a la problemática pero sí a en-
cuadrarla más allá de los mitos, los prejui-
cios o los discursos de campaña.
Multicausalidad
Una vasta producción especializada en el
marco de las relaciones del trabajo bus-
ca dar cuenta de los factores que contri-
buyen a explicar el ausentismo laboral en
general, un punto de partida estimulante
para comprender el problema en el sector
docente. Un primer tópico común de ca-
si todos los enfoques es el reconocimiento
#31
junio
2015
de su carácter multicausal, ya que está de-
terminado por variables organizacionales
(liderazgo, clima de trabajo), regulacio-
nes externas (la legislación laboral), con-
diciones de salud y por la motivación y el
compromiso de los trabajadores con la ta-
rea y la institución. Los enfoques más mo-
dernos redirigen la mirada no tanto hacia
los controles sobre el ausentismo, sino
más bien hacia estas condiciones o carac-
terísticas de la organización y del trabajo.
En la actividad docente los modelos ex-
plicativos del ausentismo tienen algunas
particularidades propias de una tarea que
mayoritariamente se desenvuelve en la ór-
bita del empleo público y de una actividad
de servicios personales. En cuanto al ca-
rácter de empleo público, el rasgo más des-
tacado es el alto nivel de regulación de la
actividad definido en los estatutos docen-
tes. En ellos se establecen las modalidades
de licencias de distinto tipo que, según la
perspectiva ideológica, son consideradas
o bien como un marco de derechos labo-
rales ganados por los docentes, o bien co-
mo una regulación laboral excesivamente
permisiva. Por otra parte, el desarrollo de
actividades laborales signadas por el trato
intensivo con personas, en las que la carga
de compromiso emocional es alta, produ-
ce en algunos contextos lo que se conoce
como “síndrome del quemado” (burn out),
una patología caracterizada por el cansan-
cio emocional, los sentimientos negativos
respecto a las personas a las que se dirige
la tarea y el bajo nivel de satisfacción con
el propio trabajo y sus resultados. Algunos
estudios señalan que estas afecciones son
más frecuentes entre los docentes de es-
cuelas de contextos sociales vulnerables.
Las enfermedades profesionales de los
docentes son un aspecto que suele pasar
inadvertido para la opinión pública debi-
do a que muchos siguen considerando a la
docencia como un trabajo vocacional que
no puede estar afectado por caracterís-
ticas propias del empleo en general. Para
una parte de la sociedad pueden resultar
inverosímiles las cifras que dan cuenta de
Suplemento
la extensión de estas afecciones o, direc-
tamente, ser concebidas como excusas de
los elevados niveles de ausentismo. En ese
esquema de percepción, los casos de do-
centes o directivos que sufren maltratos
físicos por parte de estudiantes o de sus fa-
milias y que alcanzan notoriedad pública
en medios masivos de comunicación son
visualizados como expresiones de la de-
cadencia en la autoridad de la docencia
y nunca como una expresión más de las
complejas condiciones en que se desarro-
lla la tarea docente en algunas institucio-
nes. Más allá de que este tipo de casos son
minoritarios y no expresivos de las enfer-
medades profesionales, vale la pena este
señalamiento para dar cuenta de la difi-
cultad que existe para visibilizar las afec-
ciones laborales de la docencia.
Cifras escasas
¿Qué dicen los datos sobre los niveles de
ausentismo? Los estudios que se han publi-
cado en Argentina son escasos y parciales,
en la medida que recortan el análisis a algu-
na o algunas provincias e, incluso, sólo a un
conjunto no representativo de escuelas en
su interior. Por otra parte, los indicadores
que se utilizan en los estudios también son
diferentes, lo que dificulta el análisis com-
parativo. En algunos casos se consideran
las licencias como indicador directo de au-
sentismo; entre otros, se toma el porcentaje
de la masa salarial que se destina al pago de
sueldos de suplentes. La información pue-
de asumir también otras formas de presen-
tación, como por ejemplo: porcentaje de
trabajadores que se ausentó al menos una
vez al mes o porcentaje de horas de clase en
las que los estudiantes no tuvieron clases
por ausencia de su docente, o las tuvieron
pero con un suplente. Esta diversidad de
criterios e indicadores resulta en una ver-
dadera babel de cifras de ausentismo, que
es el resultado tanto de la poca disponibili-
dad de información por el hermetismo gu-
bernamental (dificultando la producción e
intercambio de estudios especializados),
como de los diferentes enfoques ideológi-
cos y metodológicos del problema.
Un estudio de Juan Doberti (4) sobre
cuatro provincias (Formosa, La Pam-
pa, Río Negro y Santa Fe) indica que los
reemplazantes que ocupan los puestos
que dejan los docentes titulares que piden
suplencias son el 21 por ciento en el pro-
medio simple de las cuatro provincias. Sin
embargo, el trabajo aclara que las licen-
cias no equivalen linealmente a ausentis-
mo ya que, además de las licencias por en-
fermedad o maternidad (para mencionar
algunas de las más conocidas), existe en
el sistema educativo una extendida can-
tidad de licencias de tipo funcional o ad-
ministrativo, que habilitan al docente d
 II | La educación en debate #31 ¿Por qué faltan los docentes?
d a cumplir su labor en otro puesto o fun-
ción. Se trata de licencias que no impli-
can un gasto adicional en términos presu-
puestarios cuando son sin goce de sueldo,
para ocupar, por ejemplo, un cargo de ma-
yor jerarquía de manera interina. Además,
como suelen ser de larga duración, habi-
litan el nombramiento de un docente su-
plente que asume el cargo de modo pro-
longado sin los efectos negativos en lo pe-
dagógico que pueden tener las suplencias
fugaces. El estudio de Doberti evidencia
que las suplencias de doble erogación –
aquellas que son con goce de sueldo y que
obligan al Estado a abonar dos sueldos por
el mismo cargo– equivalen al 7 por cien-
to del costo total de los puestos de trabajo,
ya que en dos de cada tres licencias no hay
costos económicos por ser sólo un “en-
roque de personas”. El artículo concluye
que, debido a que las licencias de doble
erogación no son las más frecuentes, re-
ducir su volumen no tendría el impacto
presupuestario que a veces se sugiere.
Un estudio reciente de Silvia Monto-
ya (5) analiza el problema en la Ciudad de
Buenos Aires. El indicador más agregado
que se presenta señala que en la Ciudad
de Buenos Aires los docentes toman vein-
te días de licencia en promedio en un año,
lo que equivale a un 11 por ciento del to-
tal de un calendario escolar de 180 días de
clase (calendario que subestima el total de
días de trabajo anuales en la docencia). En
cuanto a los motivos de licencias, el princi-
pal es enfermedad (44 por ciento del total)
seguido por actividades de formación y ca-
pacitación (22 por ciento). Agrega que las
licencias sin justificación no superan el 6
por ciento del total y que (contrariamente
a lo que indica la literatura especializada
y/o puede ocurrir en otros territorios) no
hay concentración del ausentismo en zo-
nas vulnerables de la Ciudad. El trabajo se-
ñala que existe una leve asociación negati-
va entre ausentismo y niveles de aprendi-
zaje medidos por pruebas estandarizadas,
en línea con lo reportado por algunos es-
tudios internacionales y lo señalado habi-
tualmente respecto del impacto pedagógi-
co del ausentismo.
Otro estudio empírico sobre varias pro-
vincias (Santa Fe, Buenos Aires, Misiones,
Mendoza, Río Negro y La Pampa) es el de
Florencia Mezzadra (6). El informe no
presenta un indicador agregado de ausen-
tismo para las seis provincias debido a la
diversidad de la estructura de la informa-
ción, difíciles de sumar. Sin embargo, los
datos de algunas de las jurisdicciones ana-
lizadas muestran rasgos que vale la pena
mencionar. Una constatación interesante
es que el ausentismo se concentra sólo en
una parte del colectivo docente, ya que en-
tre el 30 y el 50 por ciento de los docentes
(según niveles de enseñanza, provincias
o partidos) no solicita licencias en todo el
año. Por otra parte, resulta más marcado el
ausentismo en el secundario (en ocasiones
por encima del 20 por ciento) que en otros
niveles de enseñanza (de 12 a 14 por cien-
to). La cantidad de licencias que se solici-
tan va creciendo a lo largo de los meses del
año hasta un pico máximo en agosto, para
luego descender. Este dato responde a un
rasgo estacional vinculado a las enferme-
dades de las vías aéreas (más importantes
en los meses de otoño e invierno), iden-
tificadas como las principales causantes
de ausentismo: faringitis, angina, gripe y
bronquitis representan el 40 por ciento del
total de las licencias por enfermedad.
El rango en que se mueven los distintos
tipos de indicadores de los pocos y parcia-
les estudios de ausentismo docente va de
valores en torno al 10 por ciento, y pueden
alcanzar, en algunos casos puntuales, has-
ta el 25 por ciento. Se trata de valores que
Paradojas
“Los profesores pueden tener motivos
personales para faltar y están justifica-
dos. Pero a veces se toman dos o tres días,
y durante ese tiempo hay alumnos que
quedan sin clases. Y a la semana siguiente
vuelven a tomarse otros días. No son to-
dos los profesores, pero pasa. Es bastan-
te común que dos veces por semana haya
algún profesor que falte. Me sorprende si
en una semana no falta ninguno. Lo pa-
radójico es que también nos quejamos
cuando vienen todos los días. Pero eso
ya pasa por nosotros.” (Ali Lescano, estu-
diante de 6° año de la Escuela Secundaria
N° 22 de Malvinas Argentinas)
Sam Francis, sin título, 1977-78 (Gentileza Christie’s)
se ubican por encima de los registrados en
otras actividades laborales. Al respecto, un
informe del Ministerio de Trabajo (7) pre-
senta diversos indicadores de ausentismo
en empresas del sector privado que van
desde 4 hasta 16 por ciento. En la adminis-
tración pública los valores de ausentismo
tienden a ubicarse más cerca de lo indica-
do en la docencia que los registrados en el
sector privado empresarial. Una parte de
las diferencias observadas se explica por
aspectos estructurales de cada sector la-
boral como, por ejemplo, la muy alta pro-
porción de mujeres que trabajan en la do-
cencia y que implica un mayor impacto de
las licencias por maternidad en los indica-
dores de ausentismo que incluyen a este
tipo de licencias en su definición. Si bien
las cifras están construidas mediante dis-
tintas metodologías y no son directamen-
te comparables, las diferencias intersec-
toriales permiten suponer que existe un
margen importante para mejorar los valo-
res de ausentismo docente.
Estrategias integrales
En las últimas dos décadas, las adminis-
traciones provinciales (quienes tienen a
su cargo la gestión del personal docente
del sistema no universitario de enseñan-
za) han ensayado diversos caminos para
disminuir los niveles de ausentismo. Como
rasgo general puede decirse que los princi-
pales han sido los incentivos salariales por
presentismo (en particular en la década
del noventa) y la reforma de los sistemas de
control de salud laboral (más importantes
en la última década). Tanto la implementa-
ción como los resultados de estas estrate-
gias pueden ser dispares, debido a marchas
y contramarchas en la implementación
de iniciativas no exentas de dificultades y
conflictos. En cuanto a resultados, hay pro-
vincias que lograron avances en la reduc-
ción del ausentismo. Mezzadra menciona
los casos de Río Negro y Buenos Aires gra-
cias a la introducción de cambios en los sis-
temas de control de la salud laboral.
En la docencia, como en cualquier
otra actividad laboral, el ausentismo es
un síntoma de problemas diversos. Tan-
to las distintas experiencias de cada ju-
risdicción como los estudios reseñados
contienen aprendizajes sobre líneas de
trabajo que parecen funcionar mejor.
Por ejemplo, y dado que el problema es-
tá concentrado en ciertos perfiles, nive-
les de enseñanza o escuelas, el abordaje
tiene que involucrar estrategias específi-
cas y focalizadas. El plus por presentis-
mo puede también resultar en un aporte
en la medida en que se articule con otras
estrategias como las mencionadas; por sí
solo, no parece ser eficaz. Una adecuada
conducción pedagógica de la escuela y el
compromiso del docente con el proyec-
to institucional son también factores que
aparecen asociados con menores niveles
de ausentismo. Programar las activida-
des de formación y capacitación de modo
que no se superpongan, o lo hagan en una
mínima proporción, con la actividad del
aula frente a alumnos parece ser también
una línea recomendable. La mejora en
los sistemas de supervisión médica pare-
ce resultar eficaz para desincentivar los
casos de simulación, pero su eficacia es
limitada si no se articula con iniciativas
de prevención de las enfermedades más
comunes de la profesión.
Hay un camino que se puede transitar
para reducir el ausentismo sin lesionar
los derechos laborales de los docentes. La
tarea de la política es encontrarlo, mejor
aun, construirlo. g
1. Victoria Haidar, “La aparición y declinación del
ausentismo como problema para el gobierno de la
población trabajadora (Argentina, siglo XX)”, Revista
Trabajo y Sociedad, Nº 20, Buenos Aires, 2013.
2. Ana Vitar y María Eugenia Grandoli, “El trabajo
de la docencia en perspectiva histórica”, proyecto de
investigación en curso, Universidad Pedagógica.
3. El Monitor, año 9, Nº 141, 1888, Ministerio de Educación.
4. Juan Doberti, “Las licencias del personal
docente: del mito a la evidencia empírica”, ponencia
presentada en el Segundo Congreso Argentino de
Administración Pública, Buenos Aires, 2001.
5. Silvia Montoya, Presentismo y licencias en el
sector docente de gestión estatal de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires. Análisis y Propuestas
de Reforma, Buenos Aires, UCA, 2013.
6. Florencia Mezzadra, El ausentismo docente en la
Argentina, Buenos Aires, CIPPEC, 2001, inédito.
7. Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad
Social, “Incidencia del ausentismo laboral
en las empresas privadas de los principales
centros urbanos. Primer semestre de 2014”.
*Integrante del Observatorio Educativo de la UNIPE.

Mario Oporto,
diputado nacional
Mitos y
realidades
por Diego Herrera*
“
Aun cuando puedan refutarse
los mitos que sobredimensionan
al ausentismo docente, eso no
implica negar que se trate de un
problema serio”, sostiene el diputado
nacional (FPV) y profesor de Historia
Mario Oporto, un funcionario que co-
noce la problemática desde adentro:
estuvo al frente de la Dirección Gene-
ral de Cultura y Educación de la Pro-
vincia de Buenos Aires durante ocho
años, primero entre 2001 y 2005 y lue-
go entre 2007 y 2011.
¿Cuáles son esos mitos que sobredi-
mensionan el ausentismo docente?
Uno es que por cada cargo docente hay
cinco sueldos. La verdad es que duran-
te mi gestión en la Provincia de Buenos
Aires podíamos tener cerca de 350.000
cargos. Si fuera cierto lo que dicen, se
tendrían que haber emitido 1.700.000
cheques por mes y no se emitían más de
400.000. Otros creen que si hay un 22%
de suplentes en todos los casos también
cobra el titular. Si el profesor de Geogra-
fía pasa a ser el rector suplente de la es-
cuela, deja de cobrar su sueldo como do-
cente titular.
¿Cuál es la principal causa del au-
sentismo?
Está muy vinculado a un problema más
general, que es el ausentismo en el em-
pleo público. A veces se pone la mirada
sólo en el docente porque su ausencia
en un aula se nota mucho más que la
ausencia en una oficina. Si en una ofici-
na de diez personas falta una, trabajan
las otras nueve. En un aula falta el do-
cente y no hay nadie.
¿Las faltas al trabajo están ligadas a
particularidades de la tarea docente?
Existe un ausentismo pequeño de todos
los días que no incide en el presupuesto
porque no se pone un suplente, pero sí
afecta en la organización institucional.
A veces no es por enfermedad: un do-
cente salió de una escuela hacia otra y
perdió el tren. Las enfermedades profe-
sionales, como las ligadas a la pérdida de
voz o a la salud mental, también gene-
ran un grado alto de pedidos de licencia.
Por último, es una profesión fuertemen-
te feminizada en la edad fértil y hay una
gran cantidad de ausencias por embara-
zo. Es un panorama complejísimo que
lleva a un ausentismo alto.
¿Cómo podría reducirse el problema?
Hay que darles importancia a la medi-
cina preventiva y a la salud laboral. No
todos faltan por vagancia, por negli-
gencia. Segundo, no creo que haya que
cambiar el estatuto. Es tan fácil o difí-
cil conseguir licencias como en cual-
quier estatuto laboral. Lo que hay que
hacer es aumentar el control, y esa es
una responsabilidad del Estado. Hay
que ser muy exigente con aquellos pe-
queños núcleos que abusan, mienten
o mantienen situaciones de falsa en-
fermedad o de privilegios.
¿Alcanza sólo con la medicina preven-
tiva y el control sobre las licencias?
Se necesitan buenos equipos direc-
tivos y las evaluaciones del personal
deben ser serias. Si un docente tiene
un alto porcentaje de faltas injustifi-
cadas, debe redundar en su carrera.
Es una tarea que hay que hacer junto
con los gremios. Son muchas medidas
que hay que tomar en forma conjunta:
desde la mejora de las condiciones de
trabajo hasta la medicina preventiva,
el control y la sanción.
¿Cómo podrían mejorarse las condi-
ciones laborales?
Tenemos que trabajar sobre las con-
diciones concretas, según qué tipo de
ambiente, en qué escuela, con cuántos
alumnos por curso. Y hay que discu-
tir sobre el cargo docente, porque se-
guimos teniendo un concepto del siglo
XIX: la maestra que cobra por un cargo
de cuatro horas cuando su tarea deman-
da mucho más tiempo. Por otro lado, el
profesor de secundario no debería viajar
de un lado a otro.
¿Existe un clima de trabajo que hace
que el docente no quiera permanecer
en el aula?
El ausentismo crece en los lugares más
vulnerables, donde el docente está ago-
biado por los problemas sociales, donde
se frustra porque hace mucho esfuerzo
para, a veces, obtener escasos logros de
aprendizaje. Trabajar en escuelas de al-
ta vulnerabilidad es casi una especiali-
zación que tendría que ser reconocida.
También trabajar en una escuela pri-
vada, de ricos, donde las familias creen
que al docente pueden tratarlo como a
un empleado doméstico, es desgastan-
te. Pero los que trabajamos en la docen-
cia sabemos que es una tarea desgas-
tante, nos formamos para eso.
¿Es presupuestariamente viable con-
tar con un equipo docente en cada es-
cuela que pueda cubrir las licencias
breves?
Todo en educación es muy caro, pe-
ro si hemos decidido como sociedad
educar al conjunto de la población,
vamos a tener que invertir para eso.
Si tengo una política educativa vin-
culada a tener directores con dedica-
ción exclusiva, voy a tener que tener
más salario. Si creo que una escuela no
puede funcionar sin un equipo multi-
disciplinario de apoyo a los docentes
para atender casos particulares, esos
son cargos rentados. No hay políti-
ca educativa que no esté vinculada a
aumentar los cargos. Coincido en que
habría que tender a contar con algu-
nos docentes con un cargo más amplio
que puedan estar en la escuela para
cubrir licencias.
¿Cómo influyen los paros en el ausen-
tismo?
Si cualquier conflicto se dirime con un
cese de actividades, eso daña mucho a
la institución. No podemos negar, aun-
que nos duela, que es una de las causas
de la migración hacia la escuela priva-
da. Nadie debe ofenderse porque uno
marque que hay demasiado ausentis-
mo, y tampoco podemos negar las difi-
cultades y las condiciones laborales con
las que se enfrentan los docentes todos
los días. Es un problema serio y hay que
solucionarlo. g
*Licenciado en Ciencias de la Comunicación, docente
y miembro del equipo editorial de UNIPE.
Roberto Baradel y Vilma Alvarado, gremialistas
Mejor control y más
sentido al trabajo
D
e entrada, el secretario gene-
ral de Suteba, Roberto Bara-
del, propone invertir los tér-
minos de la conversación:
“Hablar de ausentismo docente hace
que parezca una cuestión generalizada
cuando no lo es”, dice y propone pre-
sentar el tema “desde la positiva” y ha-
blar de “mejorar la asistencia de alum-
nos y docentes a las escuelas de toda la
Provincia de Buenos Aires”. La dife-
rencia en la manera de aludir al proble-
ma, sin embargo, no le quita relevan-
cia. “Es una cuestión de agenda que el
Estado y las organizaciones sindicales
deben abordar”, reconoce. Y remata:
“Queremos que haya sanciones cuan-
do se detecte algún abuso administrati-
vo. Si un docente tomó una licencia por
enfermedad y está de viaje, se tiene que
aplicar una sanción”.
Para abordar seriamente la proble-
mática, sostiene Baradel, es necesario
no confundir cantidad de suplencias
con porcentaje de ausencia de los do-
centes. Cuando un docente titular to-
ma un cargo de mayor jerarquía de ma-
nera interina –como cuando un maes-
tro pasa a ser director–, los chicos no
se quedan sin clases: se asigna un su-
plente. Además, ese maestro que asu-
me otro cargo deja de percibir el salario
correspondiente a su cargo de docente
titular. Las licencias por accidentes de
trabajo y por enfermedades profesio-
nales tampoco deberían considerar-
se ausentismo “porque se producen a
causa de la tarea que realiza el trabaja-
dor”. Por último, las licencias por ma-
ternidad –en una tarea que emplea un
70% de mujeres– también deberían
excluirse de las causas de ausentismo.
“Salvo que quieran abolir el derecho a
la maternidad”, ironiza.
Una vez hecha esta discriminación,
podrían abordarse las causas de las in-
asistencias. En este punto, Vilma Alva-
rado, secretaria de Salud de SUTEBA,
toma la palabra y cita estadísticas ofi-
ciales del año 2010: “Las licencias más
comunes son las de corta duración. El
73% del total no supera los tres días y
el 28% corresponde a consultas médi-
cas”. Según esta dirigente, las consul-
tas se realizan en horarios laborales de-
bido a una pobre oferta de turnos en los
hospitales o porque muchos docentes
deben trasladarse para atenderse, da-
do que carecen de especialistas en sus
distritos de residencia. Por otra parte,
señala, un 39% de las licencias se debe
a enfermedades en las vías aéreas su-
periores: gripe, faringitis y bronqui-
tis. “Esto tendría que cambiar porque
se invirtió mucho en infraestructura
–explica–, pero hubo y sigue habiendo
problemas de hacinamiento en las au-
las y falta de ventilación o de vidrios.”
De esta manera, las licencias breves
tendrían un alto impacto en la pérdida
de días de clases. “La Dirección General
de Escuelas tendría que tomar cuenta
de estos datos –reclama Alvarado–, por-
que no ponen suplentes por menos de
tres días, y esto impacta en la continui-
dad pedagógica”. La situación –com-
pleta– también podría mejorar median-
La educación en debate | III
te el lanzamiento de programas de pre-
vención de enfermedades como la dis-
fonía y la mejora de las condiciones de
trabajo que, alerta Baradel, son al mis-
mo tiempo las condiciones de aprendi-
zaje de los chicos. Además, en la escuela
secundaria, donde se concentra la ma-
yor cantidad de pedidos de licencias, se-
ría necesario modificar la organización
del trabajo: “Muchos profesores tienen
entre seis y ocho escuelas. Se necesita la
concentración horaria en, a lo sumo, dos
o tres escuelas”, subraya el gremialista.
Quizás el reclamo con menos pren-
sa de los que realiza la conducción de
SUTEBA sea la exigencia de un mayor
control por parte del Estado. “Se terce-
rizó el sistema de reconocimientos mé-
dicos y, como el Estado se retrasa en pa-
gar, restringen la cantidad de médicos.
Pero, además de todo eso, no controlan
absolutamente nada”, se queja Baradel.
Y se suma Alvarado: “Un montón de da-
tos están desaprovechados. Hay que sa-
ber de qué se enferman los docentes, pe-
ro lo único que se hace es justificar o no
la inasistencia”. Este control, concuer-
dan, sería la mejor vía para evitar que al-
gunos docentes abusen de las licencias
médicas. “Puede haber un docente que
todos los lunes falte –argumenta la diri-
gente–, pero si la prestataria lo manda a
la casa sin una lectura del historial, no se
lo ayuda. Si existe un problema de salud,
alguien tendría que decir: ‘Usted tiene
gastroenteritis todos los lunes, vamos a
pedirle unos estudios’”.
“Hay que modificar el estatuto pe-
ro sin eliminar derechos. Para algunos
modificar el estatuto es quitar licencias
por maternidad o que los docentes va-
yan a trabajar enfermos”, sostiene Bara-
del. Un cambio en la forma de selección
de los equipos directivos, opina, podría
ayudar a que los maestros se ausenten
menos: “Tiene que valorarse más la
práctica de los equipos de conducción
en las escuelas”. Alvarado comparte la
idea: “Está demostrado que si el docen-
te está identificado con un proyecto ins-
titucional y hay una buena conducción
pedagógica, falta menos porque le en-
cuentra mayor sentido a su tarea”. g
D. H.
El sistema
“Si por un lado hay un abuso del do-
cente cuando pide demasiadas licen-
cias, por otro lado no hay un sistema
de salud que acompañe. Hay que ir
enferma a la Dirección de Reconoci-
mientos Médicos entre todos los que
están enfermos. Yo prefiero faltar y
que me descuenten. Lo mismo cuan-
do tenés que llevar a tus hijos en me-
dio de toda la gente que está enfer-
ma. El médico tendría que ir a tu casa.”
(Graciela Galarza, profesora de Plás-
tica en la Escuela Técnica N° 8 Juan
Bautista Alberdi y en la Escuela Me-
dia N°22, ambas de La Plata)
 IV | La educación en debate #31 ¿Por qué faltan los docentes?

Carlos Piana, director Algunos casos son docentes que sufrie- Juan José Arias, docente ceptores y para los directivos”. Se-
ron intentos de asalto en el trayecto a su gún Arias, son un gran número de

El tamaño Poco
casa o que intervinieron para separar a causas las que forman “un cóctel que
dos chicos y fueron golpeados. Si todas hace que muchas veces se termine
las ausencias fueran por condiciones de faltando”: problemas edilicios, ba-

de la carpeta trabajo, se encuadrarían en la ART.

salario, jos salarios, desvalorización del rol
docente y hasta el choque entre una

médica
¿El docente de la escuela pública se en- cultura docente más volcada hacia lo
ferma más que el de la privada?
Yo trabajo en una escuela subvenciona-
da y no veo que haya el mismo ausentis-
más letrado, y la del estudiante, más cer-
cana a lo audiovisual. “A veces –aña-
de– las propias condiciones labora-

E licencias
n la Escuela Media N° 8 de Pi- mo. Voy tres días por semana y los casos les generan problemas físicos y psi-
lar estudian 1.800 estudiantes son muy puntuales: “¿Qué le pasó a fula- quiátricos”. Así, una mejor situación
y trabajan 400 docentes. Car- no que no vino? ¿Qué raro que no vino?”. laboral podría mejorar los índices de
los Piana comenzó a dar clases No se nota el ausentismo. ausentismo: “Ahora está instituido
allí en 1987 y lleva ocho años al frente que se paga poco y se trabaja en ma-

“
de la Dirección. Además, es docente de ¿Cómo resolvería el problema? Cuando ingresé a la docencia era las condiciones; a cambio, el docente
Biología en la escuela de gestión privada Habría que rever el estatuto, específica- más crítico y etiquetaba: ‘Este es puede tomarse ciertas atribuciones
Nuestra Señora de Fátima. “Si voy a mi mente en lo que corresponde a las licen- un buen profesor; este otro es un en lo que respecta a las licencias”.
médico y le digo: ‘Che, estoy extenuado. cias. Lo tenemos que revisar entre todos: chanta’. Ahora soy más contem- No obstante, matiza: “Quizá habría
¿Me das dos días?’, ¿quién puede com- hagamos esa discusión. Los chicos no plativo. El trabajo docente es bastante profesores que, con mañas de años,
probar una gastroenterocolitis, un can- pueden estar sin clase por falta de pro- ingrato y es poco lo que te reconocen seguirían haciendo lo mismo”.
sancio, un desorden?”, se queja Piana fesores. Nos ponen en vilo porque tene- los alumnos, los directivos, el siste- De acuerdo con Arias, existe una
sobre la facilidad con que se obtienen mos desertores y repitentes, pero el au- ma”, reflexiona Juan José Arias, do- gran diferencia entre “lo que imagi-
las licencias médicas. sentismo docente, ¿cuándo lo tratamos? cente del área de Comunicación en la namos que vamos a encontrar en el
Secundaria N° 4 de La Matanza, en la aula y lo que realmente sucede”. Esto
¿Maneja alguna estadística sobre au- ¿Cómo afectan los paros la continui- Escuela de Enseñanza Media N° 3 del genera frustración: “A ningún docen-
sentismo docente en su escuela? dad de las clases? Bajo Flores y, en el nivel terciario, en te lo preparan para tratar un proble-
Manejamos lo que comúnmente se llama Hay un paro, y el acatamiento en la es- la sede Villa Lugano de la Escuela Su- ma grave de adicción, o para ayudar
carpeta médica. Allí se juntan los justifi- cuela pública es del 98%. El año pasa- perior Brigadier Alvarado. Como las a un alumno que te dice: ‘Mi papá es-
cativos que traen los docentes que faltan. do, los estatales empezamos las clases materias que dicta, todas del área de tá preso’. Son cosas que nos superan
Esa carpeta siempre es muy abultada. el 31 de marzo y los privados, el 9. Pare Comunicación, tienen escasa carga y no sabemos para dónde disparar”.
el gremio que pare, el docente para. Se horaria, se ve obligado a tomar mu- A un clima de aula complicado, se su-
¿Cómo repercute este ausentismo en ha perdido la convicción de pertene- chas y diferentes asignaturas: Comu- ma, según el docente, el poco recono-
la rutina escolar? cer a un gremio. nicación, Cultura y Sociedad, Dise- cimiento de la tarea desarrollada en
El ausentismo es muy notorio y cuando ño y Producción de Sonido, Diseño y las escuelas públicas: “Si en el priva-
faltan cuatro docentes de un turno que- ¿Cambió algo en el aula que hace que Producción de Imagen, Cultura y Me- do hacés buena letra, te pueden dar
dan muchas secciones libres. Quizá cien el trabajo sea más desgastante? dios de Comunicación I y II, Comuni- más horas o algún cargo directivo. En
chicos están sin clase. Seguramente el clima de aula no es el cación I y II, y Periodismo. la pública muchas veces no importa
mismo que hace diez o quince años. Ha “El ausentismo docente –dice– lo bueno que hagas”. g
¿Cuáles son las principales causas? cambiado nuestra sociedad, la estruc- influye en la rutina del alumno y
El 95% de las licencias son médicas. tura familiar. Por lo que veo con los es- también genera problemas para el
Hay un 2% con licencias gremiales. tudiantes más chicos, a los docentes les profesor que no falta, para los pre- D. H.
También tenemos un porcentaje de cuesta tener autoridad. Los chicos los
inasistencias por enfermedad cróni- avasallan. Eso seguramente hace que
ca. Acá en la escuela hay docentes que el docente quiera huir de la secundaria
hace quince años están con cambio de básica y trabajar en el ciclo superior, o,
función o tareas pasivas. a veces, tomar licencia y sacarse el pro-
blema de encima. La construcción de la noticia
¿Por qué tantas enfermedades? ¿Tie-
nen que ver con las condiciones de ¿Podría cambiar la situación con me- “En las notas de los medios gráficos nunca queda claro qué definición de ausentismo
trabajo? jores condiciones de trabajo? docente se construye. A veces se utilizan como sinónimos ausentismo, paro y licencia
La mayoría de las faltas tienen que ver Por supuesto. La concentración de ta- docente. Relatan cómo fue una jornada durante un día de paro y, en lugar de hablar de
con patologías comunes que llevan a un reas sería una buena herramienta para acatamiento, dicen: ‘El ausentismo docente fue de un 90%’. Al considerar todo como
docente a estar dos, tres, cinco o quince la inasistencia. Siempre fuimos taxis. A sinónimo se vincula demasiado el tema del ausentismo docente con la pérdida de días
días fuera del aula. Si las enfermedades mí me llevó, fácil, veinte años concen- de clase. No importa si los días se perdieron porque hay que hacer obras de infraes-
se debieran a las condiciones de traba- trar horas en una misma escuela. Te tructura en la escuela, porque hay jornadas pedagógicas, porque hay docentes con
jo, las licencias pedidas tendrían que ser llenás de horas: veinte, treinta, cuaren- licencias por maternidad o porque han sido agredidos por un alumno. No importa. Si
las contempladas por la ART. Sin em- ta módulos. ¿Cómo solucionás esto? se pierden clases, se tematiza como ausentismo docente.” (Martín Sosa, licenciado en
bargo, sólo tenemos doce docentes en Con un sueldo básico bueno. g Periodismo e investigador de AmerSur, especializado en el análisis de la oferta infor-
esa situación, o sea, con enfermedades mativa sobre educación, ciencia y tecnología. Analizó la información sobre educa-
profesionales o accidentes de trabajo. D. H. ción en medios argentinos durante 36 meses, entre 2012 y 2014)

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