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UNA CONCEPCIÓN

AUSTRALIANA DEL
ALMA EN LA VIDA Y
EN LA MUERTE
(murngins)

Cada hombre o mujer


murngin tiene dos almas.
Una es considerada
fundamental y real, y se
cree que es la verdadera
alma, el alma del
corazón, mientras que la
otra es una especie de
engaño, que apenas vale
nada, y que sólo
vagamente se relaciona
con el «hombre verdadero
». La primera se llama
birimbir o warro,
mientras que la
segunda es el mokoi, o
alma fantasmal, y es el
espíritu del pozo
totémico, que puede verse
reflejado en el agua
cuando alguien se
mira en ella. También se
hace presente al individuo
durante los
sueños buenos. Cuando
muere un hombre, el
warro se vuelve
«igual que un pez», y
vive en los emblemas
totémicos y a su
alrededor...
El alma engañosa se
llama también alma
fantasmal o de sombra
antes de la muerte, y
mokoi cuando abandona
el cuerpo y marcha
a la jungla o al terreno
cubierto de matorrales.
«Nuestros ancianos
cuentan que el alma de
sombra es como un
espíritu malo. Es lo
que me hace ser malo. Mi
sombra siempre viene
conmigo. Las
sombras de las demás
cosas y criaturas no son
almas, sino sombras».
Se supone que el mokoi
sobrevive más o menos al
hombre, y viene
a ser una especie de doble
nebuloso del mismo. A
veces se oye
decir que sólo la cabeza
de un hombre se ha
convertido en mokoi
al morir, y que ese mokoi
no tiene cuerpo. Cuando
se pinta el
mokoi o se le representa
en las danzas, siempre
tiene cuerpo, pero
se le hace aparecer
contrahecho, feo y
repugnante.
El warro pasa por
constantes cambios de
condición. Tiene su
origen en el pozo
totémico, llega hasta su
padre humano en sueños
y bajo circunstancias
milagrosas, para luego
pasar al seno de la
madre, donde permanece
alojado el número normal
de meses, para
vivir luego en el corazón
del nuevo organismo
humano durante el
período de vida que
normalmente le
corresponde, a menos que
sea
arrebatado por la magia
negra de un hechicero.
Después de la muerte
transcurre un período de
indecisión entre el país de
los vivos
y el de los muertos, pero
al final retorna al pozo
totémico del que
un día saliera. En el
símbolo del alma y en sus
relaciones con los
elementos sagrados y
profanos de la
civilización murngin
vemos
reflejados los valores y la
estructura de la sociedad.
El alma aporta
el elemento eterno de la
vida cultural al individuo
entre los murngins.
Eleva al hombre del nivel
meramente animal y
profano, permitiéndole
participar plenamente en
los eternos valores
sagrados
de la civilización que fue,
es y será. Liga definitiva
y eternamente
al hombre en cuyo
corazón reside a su tótem,
símbolo de toda
unidad ciánica en la
cultura murngin, ya que el
alma, a la hora de
la muerte, pasa a ser uno
de los elementos que se
asocian con el
agua totémica del clan, el
agua que es la esencia de
la vida. Allí
viven los grandes
antepasados totémicos
que existieron en los
tiempos de las hermanas
creadoras Wawilak

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