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EL DESEMPLEO

En Guatemala, el registro del desempleo abierto presenta serias deficiencias,


como corresponde a una economía poco formalizada. El sub-registro del
desempleo es más agudo en las mujeres porque éstas tienden a declararse como
amas de casa (inactivas) cuando quedan desempleadas. Sin embargo, las cifras
señalan que sufren regularmente de un mayor desempleo que los varones. El
desempleo afecta más duramente a la población joven, y en su interior, las
jóvenes sufren más el problema. La composición del desempleo abierto por ramas
de actividad muestra que la desocupación en la industria afecta más a los
hombres y el que se produce en el sector servicios golpea más a las mujeres,
aunque también alcanza a un número considerable de desempleados varones.
La crisis económica mundial incrementó de 5,3% a 5,9% la tasa de desempleo en
Guatemala, donde el 75% de la Población Económicamente Activa (PEA) se
encuentra en la economía informal. Datos oficiales indican que la PEA en
Guatemala asciende a 4,9 millones de personas, sin embargo, el 75% de ellas se
encuentran en la informalidad, es decir, sólo un millón cuenta con un empleo
formal en este país centroamericano.
Según el Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN), la economía
informal incide en los niveles de pobreza del país, que afecta a más del 50% de
los 13 millones de habitantes, toda vez que el ingreso de un trabajador formal es
de unos 250 dólares mensuales, mientras el de un trabajador informal es de unos
120 dólares.
En Guatemala, el registro del desempleo abierto presenta serias deficiencias,
como corresponde a una economía poco formalizada. Es difícil creer que durante
una crisis económica como la de los años ochenta, las tasas de desempleo hayan
oscilado en torno al 3% (2,2% en 1980, 3,5% en 1987 y 2,0% en 1989). Ahora
bien, aunque éste no sea un indicador correcto de la dimensión de las dificultades
para obtener empleo (especialmente entre la población indígena), sí puede
tomarse en cuenta para seguir las variaciones del problema, así como para
examinar su composición interna.

El subregistro del desempleo es más agudo en las mujeres porque éstas tienden a
declararse como amas de casa (inactivas) cuando quedan desempleadas. Sin
embargo, las cifras señalan que sufren regularmente de un mayor desempleo que
los varones. Durante los ochenta, sus tasas fueron casi el doble de las de ellos, lo
que significaba que llegaban a ser un 40% del total de desempleados.

El desempleo afecta más duramente a la población joven, y en su interior, las


jóvenes sufren más el problema que sus coetáneos varones. Estas diferencias son
aún más grandes cuando se trata de obtener el primer empleo: en 1987, sólo un
tercio de los varones desempleados entre 15 y 30 años eran nuevos entrantes al
mercado de trabajo, mientras entre las jóvenes desempleadas la mitad de ellas no
había conseguido su primera ocupación.

La composición del desempleo abierto por ramas de actividad muestra que la


desocupación en la industria afecta más a los hombres y el que se produce en el
sector servicios golpea más a las mujeres, aunque también alcanza a un número
considerable de desempleados varones.
De manera introductoria sabemos que la desocupación o paro, en el mercado de
trabajo, hace referencia a la situación del trabajador que carece de empleo y por
tanto, de salario. Por extensión es la parte de la población que estando en edad,
condiciones y disposición de trabajar de la población económicamente activa
carece de puesto de trabajo.
Ahora bien, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT) señaló que el
mercado laboral en el mundo permanece hundido, con un récord de 205 millones
de desempleados y marcando por tercer año consecutivo su mas alto nivel de la
historia. Pese al repunte del crecimiento económico en ciertos sectores, el número
oficial de desempleados permaneció en 192.7 millones en el 2017. Es una
recuperación sin empleo y por eso la OIT, en su Global Employment Treds 2017
sostuvo que la presunta reactivaciòn económica global carece de impacto en esta
esfera.
Aunque muchos países han comenzado a vivir la reactivaciòn, las variaciones en
el desempleo son exasperantemente insignificantes tanto en términos absolutos
como relativos. De acuerdo al informe de la OIT, el indice de desocupación global
fue de 5.5% en 2017, de 5.6% al año siguiente, y en el 2019 será de 7.7%,
equivalente a 203.3 millones de personas sin trabajo. Este será el tercer año
consecutivo con más de 200 millones de individuos oficialmente sin empleo.
Juan Somavia, director general de OIT, sostuvo que pese a la fuerte diferenciación
de la recuperación de los mercados del planeta, los tremendos costos humanos de
la recesión siguen presentes. La crisis estancó la posibilidad de conseguir
empleos estables, pues hay en todo el mundo 1,530 millones de personas con un
empleo vulnerable o temporal. La ocupación vulnerable ha permanecido en ese
nivel desde el 2008, contrariamente a la paulatina y significativa tendencia a su
reducción en los años previos al inicio de la crisis.
Los altos niveles de desempleo son un dolor de cabeza en tiempos normales, no
cuesta imaginar lo que puede llegar a ser en estos tiempos que no tienen nada de
normales. Las grandes cantidades de dinero público empleada para rescatar a los
bancos, muestra ahora su efecto boomerang con los cuantiosos recortes de
gastos y el aumento de los impuestos.
Concluyendo que los niveles de desempleo a nivel mundial han tenido un aumento
sin precedentes y con esto un aumento en el número de trabajadores en riesgo de
caer en la pobreza.
El origen de este desempleo a nivel mundial se debe a la crisis generada en los
Estados Unidos de Norteamérica por la burbuja inmobiliaria que se vivió durante el
gobierno de George Bush y de las acciones terroristas cometidas contra el World
Trade Center en New York en el 2001.

América Latina no se escapa de esto, por lo tal muestro una gráfica del desempleo
del año 2012.

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