Septiembre de 2.018, se celebrarán elecciones generales en Suecia. Los últimos sondeos
prevén un 25% para los socialdemócratas; un 18% para el centroderecha y un 19% para Demócratas de Suecia –SD-, frente al 31,2%, 23,2% y 12,9% actuales, respectivamente. Hay preocupación ante el ascenso del SD. Un par de preguntas surgen de manera inmediata: ¿Quiénes se preocupan y por qué? Trataremos de responder, comenzando por la segunda cuestión. El SD se define como un partido patriota, que cuestiona la UE y la política inmigratoria. Por este motivo los medios lo califican de nacionalistas excluyentes, eurófobos y xenófobos. La etiqueta categorial adjudicada es la de populistas de extrema derecha. De la misma forma que el mundo financiero se sacó de la manga unos entes llamados agencias de calificación, cuyo objetivo es mantener a raya a los Estados, no vaya a ser que se le ocurra a alguno salirse del carril de los intereses económicamente correctos –evidentemente, la corrección económica no es científica, es un dogma establecido por quienes tienen el suficiente poder para imponerlo-, el mundo político tiene sus propias agencias de calificación de riesgo, en este caso ideológicas, cuya finalidad es dejar fuera del tablero político a los partidos con planteamientos incorrectos; o lo que es lo mismo: que cuestionen el dogma establecido. Los medios de comunicación ejercen esta labor disciplinada y eficazmente. Según las agencias de calificación mediáticas, el SD es un partido con muchas fobias. Una fobia es una aversión, y ésta, un rechazo o repugnancia hacia alguien o algo (RAE). Ser xenófobo no es cualquier cosa, significa sentir repugnancia hacia los extranjeros. Y eurófobo implicaría dirigir la aversión, el rechazo, la repugnancia, hacia lo europeo. Los medios han decidido que cuestionar una determinada política de inmigración convierte a quien lo hace en alguien que considera repugnante a cualquier inmigrante; y cuestionar a la UE, equiparable a rechazar lo europeo ¿Se puede ser más manipulador? Seguramente sí, pero esforzándose bastante. La UE no es Europa. Es una organización transnacional de la que forman parte varios estados europeos, cada uno a su modo y manera. Nada más. Cuestionar a la UE, o plantear la salida de dicha organización, no tiene nada que ver con sentir aversión por lo europeo. Y el único rechazo existente en el asunto de la inmigración es sobre la política desarrollada, no hacia el extranjero. Sin embargo este es el mensaje que nos quieren grabar en la cabeza. La gran “democracia” sueca creó una entente formada por los partidos del sistema y los medios de comunicación con el objetivo de ningunear la existencia del SD. Tanto la llamada centroderecha como los socialdemócratas se negaron a debatir con este partido, y los medios evitaron publicar noticias problemáticas protagonizadas por inmigrantes para no darle armas. ¿Puede llamarse democracia a un sistema que niega información a sus electores para que se hagan un recto juicio de las cosas y voten en consecuencia? Una democracia que miente no es democracia. Está sustituyendo el proceso volitivo de cada ciudadano, fundado en el conocimiento, por el adoctrinamiento y la manipulación. El SD es un partido indeseable en el sentido literal de no deseado. Pero, ¿quiénes no lo desean? Los mismos que instruyen a las terminales mediáticas para que los sitúen fuera del tablero político que ellos consideran decente, levantando así muros mentales en los votantes. Lo que se esconde detrás de estos juegos antidemocráticos es una fobia, esta sí verdadera: la aversión a que el pueblo decida cosas que no debe, que no están en el guión ¿Cómo llamaríamos a este comportamiento? Como lo que es: Demofobia. Los que tratan de expulsar de la contienda política a partidos porque no encajan en la jaula ideológica imperante deberían beber de su propia medicina y ser catalogados de demófobos. ¿No habíamos quedado en que la famosa cita de Evelyn Beatrice Hall –erróneamente atribuida a Voltaire- iba a misa?: “Estoy en desacuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo” No se trata de estar o no de acuerdo con el SD. Si se tratara de eso la democracia sería una ficción. A fecha de hoy, la frase de Hall es pura retórica. La admisión en el juego político tiene las cartas marcadas descaradamente por quienes reparten certificados de idoneidad. Sin tapujos Marcelino Lastra Muñiz