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¿Los adultos maduros piensan diferente a los jóvenes?

Para contestar la cuestión, se deben tener en cuenta ciertos puntos que se han tratado
previamente desde las lecturas de la unidad.

Desde el conocimiento construido, podemos pensar en que, de hecho, es posible afirmar que
el hombre maduro piensa diferente al joven, remitiéndonos a numerosos teóricos que
manifiestan el desarrollo psicológico y humano bajo una serie de etapas (algunas lineales,
otras no tanto), sin que esto implique un estándar para la conducta humana. Tenemos, por
ejemplo, autores como Piaget, quien establece 4 estadios de desarrollo humano, o a Erik
Erikson, quien establece que el paso de una a otra etapa del desarrollo implica la adquisición
de competencias que apunten a la consecución de metas que se presenten en la siguiente
etapa de vida.

Pero llama poderosamente la atención lo propuesto por Rober J. Havighurst, quien establece
que (muy por la línea de Erikson) que el desarrollo de un individuo se ve mediado por una serie
de tareas, y que estas las impone la cultura y el medio en el que se desarrolla el mismo.
También establece una serie de principios, dentro de los que destaca el claro
condicionamiento de la cultura sobre las tareas que debe afrontar el individuo, y el hecho de
que la complejidad de las tareas aumenta de manera progresiva a lo largo de la vida.

Es necesario tener en cuenta que la madurez juega un papel importante en dicho proceso,
pues, para establecer con claridad lo que un joven o un adulto maduro hacen o piensan, es
necesario tener claras las fronteras de ambas etapas. Así pues, y teniendo como precedente
que el adulto está permeado por circunstancias biológicas, legales, psicológicas y sociales
particulares ya expresadas con anterioridad, podemos tener un panorama más claro sobre la
temática abordada.

Regresando a Havighurst, este comenta que, para la adultez madura, las tareas a cumplir
pueden tomarse de la siguiente manera:

 Asumir las responsabilidades cívica y social del adulto.


 Establecer y mantener un nivel de vida.
 Realizar actividades recreativas propias del adulto.
 Ayudar a los hijos adolescentes a ser adultos responsables y felices.
 Relacionarse como persona con el cónyuge.
 Aceptar los cambios fisiológicos de la madurez y adaptarse a ellos.
 Adaptarse a los padres que envejecen.

El autor también se refiere a las tareas de la juventud, de la siguiente manera:

 Lograr relaciones maduras con personas de la misma edad y ambos sexos.


 Desarrollar independencia emocional.
 Desarrollo de un comportamiento socialmente aceptable.
 Alcanzar un rol masculino o femenino.
 Adquirir un sistema ético para la vida social.

De lo anterior, podemos evidenciar que la seriedad o dificultad de las tareas asignadas a la vida
adulta son en gran medida más complejas que las de la vida en juventud, y que estas últimas
constituyen un “paso a seguir” para la siguiente etapa, puesto que (nuevamente, muy por la
línea de Erikson) se consiguen elementos útiles para afrontar las tareas de la siguiente etapa.
Sin embargo, es necesario tener en cuenta que las condiciones y circunstancias peculiares de
cada individuo pueden afectar estas etapas, tareas o estadios, según se aborde uno u otro
autor. Por ello cabe destacar que, a pesar de que se esboza una estructura desde cada teoría,
estas pueden no ser seguidas al pie de la letra por diversos motivos que afectan el desarrollo
del individuo. Pero, a pesar de lo anterior, es cierto que las necesidades, dificultades y
circunstancias a las que un joven debe enfrentarse no son las mismas a las de un adulto, y
como muestra podemos ver los esquemas del desarrollo psicológico brindados por autores
como Havighurst, donde es evidente que, independientemente del medio y de las
particularidades de cada uno, los procesos de cada etapa son distintos, y cuando estos
procesos son diferentes, la manera de abordar cada situación también lo es.

Concluimos entonces que el joven y el adulto maduro piensan de manera distinta porque las
particularidades de cada etapa así lo requieren: el joven debe idear la manera de abordar sus
necesidades y circunstancias de una manera, y esta puede no ser válida para que el adulto
maduro aborde las suyas y sean satisfechas, este último debe establecer y llevar a cabo planes
de acción que difieren mucho de los de un joven, simplemente porque, repito, las necesidades
de ambas etapas no son las mismas.

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