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TEMA 1

LAS FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO. LA JERARQUÍA DE LAS


FUENTES. LA CONSTITUCIÓN. LA LEY. DISPOSICIONES NORMATIVAS CON
FUERZA DE LEY. EL REGLAMENTO

1. LAS FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO

Garrido Falla define las fuentes del Derecho Administrativo como “aquellas formas o
actos en que el Derecho Administrativo se manifiesta en su vigencia”.

Las fuentes del Derecho Administrativo son las mismas que las del resto del
ordenamiento jurídico español, que, según el artículo 1 del Código Civil, son:

1. La ley
2. La costumbre
3. Los principios generales del derecho

Podemos clasificar estas fuentes como fuentes directas, si bien, también se pueden
establecer como fuentes indirectas:

a. Los tratados internacionales


b. La jurisprudencia
c. La doctrina científica o doctrina de los autores

Se establecen como fuentes indirectas ya que:

 Las normas jurídicas contenidas en los tratados internacionales no serán de


aplicación directa en España en tanto no hayan pasado a formar parte del
ordenamiento interno mediante su publicación íntegra en el «Boletín Oficial del
Estado». (artículo 1.5 CC)
 La jurisprudencia complementará el ordenamiento jurídico con la doctrina que, de
modo reiterado, establezca el Tribunal Supremo al interpretar y aplicar la ley, la
costumbre y los principios generales del derecho. (artículo 1.6 CC)

2. LA JERARQUÍA DE LAS FUENTES

Una vez enumeradas las fuentes, se trata de determinar ahora su jerarquía, es decir,
el orden en que han de aplicarse al caso concreto.

En el código civil se proclama la preeminencia de la Ley, al establecer en el artículo


2.2 que “Las leyes sólo se derogan por otras posteriores” y determinar un valor
subordinado de aplicación a la costumbre y a los principios generales del derecho.

Así en el código civil en los artículos 1.3 y 1.4 se señala que:

1.3. La costumbre sólo regirá en defecto de ley aplicable, siempre que no sea
contraria a la moral o al orden público, y que resulte probada.

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Los usos jurídicos que no sean meramente interpretativos de una declaración de
voluntad, tendrán la consideración de costumbre.
1.4. Los principios generales del derecho se aplicarán en defecto de ley o
costumbre, sin perjuicio de su carácter informador del ordenamiento jurídico.

Por aplicación del artículo 1.3, las fuentes no escritas van a quedar relegadas en el
Derecho administrativo a la categoría de fuentes subsidiarias  criterio de primacia
del derecho escrito

Por otro lado, a la hora de establecer el orden de aplicación de las fuentes, podemos
aplicar también el criterio de la jerarquía del órgano de que emana la regla escrita
del derecho, así nos encontramos con la primacía de la Constitución, así como la
subordinación de las disposiciones administrativas respecto a las normas emanadas
del poder legislativo y dentro del poder ejecutivo, la clasificación ha de efectuarse en
función del órgano del que emanan.

Finalmente, el criterio de competencia, que tiene su fundamento en la coexistencia


de un conjunto de entidades territorialmente dotadas de autonomía para la gestión
de sus respectivos intereses, supone que cada uno de estos entes viene a constituir
un subsistema normativo propia y separado de los demás y del sistema general del
Estado; un subsistema compuesto por una norma de cabecera (el Estatuto, para
cada Comunidad Autónoma y la Ley de Bases de Régimen Local para las provincias
y municipios) y por las normas que sobre la base de aquélla dicte cada entidad.

Enumeración

Teniendo en cuenta todo lo anterior, y dentro de cada uno de los subsistemas a los
que nos hemos referido, se puede establecer el siguiente orden jerárquico de las
fuentes del Derecho Administrativo:

a) Fuentes directas.

1.º La Constitución
2.º Los Tratados Internacionales ratificados por las Cortes Generales y
publicados en el Boletín Oficial del Estado.
3.º La Leyes, tanto formales como materiales.
4.º Los Reglamentos.

b) Fuentes indirectas.

1.º La costumbre
2.º Los principios generales del derecho
3.º La jurisprudencia

Las fuentes directas pueden aplicarse sin ningún tipo de intermediación para decidir
sobre la cuestión planteada. Sin embargo, las fuentes indirectas sólo podrán
aplicarse en el supuesto de ausencia de fuente directa y siempre que con la misma
no se violente ninguna de las normas que componen las fuentes directas.

3. LA CONSTITUCIÓN

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4. LA LEY: CONCEPTO Y CLASES

IV.1.- Concepto y naturaleza.

El término ley tiene vulgarmente una doble acepción: a veces se habla de ley (en
minúscula) refiriéndose a cualquier norma jurídica y otras se emplea en sentido
estricto (en mayúscula), refiriéndose a la norma que tiene tal carácter en el sistema
jerárquico de fuentes, que es al que nos referimos ahora. En este sentido, la ley se
puede definir como “la norma jurídica dictada por los órganos estatales a los que el
ordenamiento jurídico atribuye el poder legislativo”.

Las Leyes constituyen la fuente ordinaria suprema después de la Constitución pues


no sólo regulan los aspectos más importantes de la acción administrativa, sino que
también fijan el campo de acción en los que puede moverse la potestad
reglamentaria del Gobierno. La importancia de la Ley como fuente del Derecho
administrativo es superior en España que en otros países, como Francia, en los que
existe una reserva reglamentaria. En España, al no existir esta reserva, el legislador
puede abarcar todo el ámbito de actuación que estime más conveniente y en la
forma que lo desee, ya que la única limitación la tiene por arriba, o sea, no efectuar
remisiones reglamentarias sobre los aspectos fundamentales en materias sujetas a
reserva de Ley.

En el ordenamiento español pueden distinguirse tres manifestaciones diversas de la


potestad legislativa. En primer lugar, una potestad legislativa que corresponde a las
Cortes Generales. En segundo lugar, una potestad legislativa que corresponde a los
Parlamentos de las Comunidades Autónomas. Y, en tercer lugar, una potestad
legislativa excepcional, que corresponde al Gobierno, a través de las modalidades
denominadas Decretos-Leyes y Decretos Legislativos; se trata en este caso de una
potestad derivada y subordinada, no obstante dar lugar a la emanación de normas
con rango de Ley, razón por la cual a estas normas no se las denomina leyes, sino
disposiciones normativas con fuerza de Ley.

III.2.-Clases de leyes.

Las diferentes clases o tipos de leyes que se contemplan en la Constitución


Española, se pueden dividir en dos grandes grupos: las leyes orgánicas y las leyes
ordinarias. Ambos tipos de leyes difieren tanto por el contenido material como por el
procedimiento de aprobación. Las leyes orgánicas tienen un contenido material
limitado, puesto que únicamente pueden regular aquellas materias concretas en las
que la Constitución exige este tipo de leyes, en cambio, las leyes ordinarias no
tienen esta limitación material. En cuanto al procedimiento de aprobación, las leyes
orgánicas precisan la mayoría absoluta del Congreso de los Diputados, cuando las
leyes ordinarias sólo requieren la mayoría simple.

Pero independientemente de la distinción entre leyes orgánicas y leyes ordinarias, a


las que nos referiremos con más detenimiento, la Constitución se refiere a diversos
tipos de leyes que, bien en su elaboración o en su aplicación, presentan alguna
especialidad. Entre las diferentes clases de leyes, pueden distinguirse las siguientes:

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a) Leyes de Bases, que constituyen una delegación legislativa que las Cortes
hacen al Gobierno para la formación de textos articulados en las materias y
con los requisitos expresamente fijados por la Constitución (art. 82).

b) Leyes Marco, que son aquellas en que por atribución de las Cortes
Generales, las Comunidades Autónomas reciben la facultad de dictar, en
materias de competencia estatal y para sí mismas, normas legislativas en el
“marco de los principios, bases y directrices que fije la ley (art. 150.1)

c) Leyes de Transferencia, que son leyes orgánicas a través de las cuales el


Estado transfiere a las Comunidades Autónomas facultades que
corresponden a materias de las que es titular el Estado (art. 150.2).

d) Leyes de Armonización, que están destinadas a establecer, por parte del


Estado, los principios necesarios para armonizar las disposiciones
normativas de las Comunidades Autónomas “cuando así lo exija el interés
general” (art. 150.3).

e) Legislación Básica, que son las leyes que contienen los principios y
aspectos fundamentales de la regulación de una determinada materia sobre
la que tienen competencia legislativa tanto el Estado como las
Comunidades Autónomas. A diferencia de la las Leyes de Bases que no son
directamente aplicables, la legislación básica se aplica directamente. La
materia regulada por la legislación básica puede ser desarrollada por las
Comunidades Autónomas, pero con respeto a lo establecido en aquella.

f) Leyes de Presupuestos. La especialidad más característica de estas leyes


es que su elaboración y, por consiguiente, la iniciativa, corresponde
exclusivamente al gobierno. Además, tienen un desarrollo parlamentario
singular, precisándose la conformidad del Gobierno para la tramitación de
las enmiendas que supongan aumento de los créditos o disminución de los
ingresos presupuestarios. Por otra parte, estas leyes tienen una serie de
limitaciones y así no pueden crear tributos (art. 134.7), ni regular materias
que no tengan una relación directa con los ingresos y gastos como ha
declarado en Tribunal Constitucional. Las especialidades aquí reflejadas
también le son de aplicación a las leyes de presupuestos de las
Comunidades Autónomas, incluida la prohibición de regular materias
ajenas, como también ha declarado el Tribunal Constitucional.

III.3.- Las leyes orgánicas.

La figura de las leyes orgánicas es una de las novedades más sobresalientes de la


Constitución de 1978, y también una de las más complejas y discutibles. En una
primera aproximación, pueden describirse como un tipo especial de leyes para cuya
aprobación se requiere un quorum especialmente reforzado en el Congreso de los
Diputados, por referirse a materias a las que la Constitución otorga una particular
relevancia. Son, pues, dos notas que la caracterizan: una nota material (el ámbito a
que se refieren) y una nota formal (el procedimiento de elaboración).

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Desde el punto de vista material, las leyes orgánicas deben referirse necesariamente
a las materias expresamente previstas en el art. 81 de la Constitución, en el que se
establece que “son leyes orgánicas las relativas al desarrollo de los derechos
fundamentales y de las libertades públicas, las que aprueben los Estatutos de
Autonomía y el régimen electoral general y las demás previstas en la Constitución”.
Este precepto diseña lo que podríamos llamar el ámbito necesario de actuación de
las leyes orgánicas: dichas Leyes han de regular necesariamente estas materias, de
tal forma que su regulación no puede ser llevada a cabo mediante leyes ordinarias;
pero, a la inversa, las leyes orgánicas, no pueden operar fuera de estas materias,
siendo inválidas en la medida en que regulen cuestiones no comprendidas en la
enumeración del articulo 81 o materias en las que otros preceptos de la Constitución
las exigen, salvo que se trate de temas conexos con la regulación principal.

Por otro lado, las leyes orgánicas se caracterizan por un dato formal, cual es el
procedimiento exigido específicamente para su aprobación. De acuerdo con el
apartado segundo del articulo 81 Constitución, la aprobación, modificación o
derogación de las leyes orgánicas exigirá mayoría absoluta del Congreso, en una
votación final sobre el conjunto del proyecto”. Este es el único requisito que
caracteriza a las leyes orgánicas: el texto de la misma deberá ser votado
globalmente en el Congreso por la mayoría cualificada citada; la ley orgánica no
precisa ser aprobada por mayoría especial alguna en el Senado, siguiendo en esta
Cámara el procedimiento normal de elaboración de las Leyes.

III.4.- Las leyes ordinarias.

Las leyes ordinarias son el instrumento normal de realización de la función legislativa


por parte de las Cortes. Pueden referirse a cualquier materia que no esté reservada
por la Constitución a otro tipo de norma y constituyen la legislación habitual de las
Cortes.

Constitucionalmente cabe distinguir entre leyes de Pleno y leyes de Comisión. A


estos efectos, el art. 75.2 de la Constitución dice que “Las Cámaras podrán delegar
en las Comisiones Legislativas Permanentes la aprobación de proyectos o
proposiciones de Ley. El Pleno podrá, no obstante, recabar en cualquier momento el
debate y votación de cualquier proyecto o proposición de ley que haya sido objeto
de esta delegación”.

Debe señalarse, no obstante, que la propia Constitución, en su art. 75.3 exceptúa de


esta posibilidad la reforma constitucional, las cuestiones internacionales, las Leyes
orgánicas y de Bases y los Presupuestos Generales del Estado.

III.5.-Las disposiciones normativas con fuerza de ley.

Existen dos categorías de disposiciones dictadas por el ejecutivo con fuerza de ley,
que son las únicas posibles en nuestro país: las que el Gobierno dicta como
consecuencia de una expresa delegación del poder legislativo y las dictadas por
razones de extraordinaria y urgente necesidad, que reciben respectivamente el
nombre de legislación delegada o Decretos-Legislativos y Decretos-leyes. De estas
dos clases de disposiciones normativas, los órganos de gobierno de las

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Comunidades Autónomas únicamente tienen atribuido la facultad para aprobar
Decretos-Legislativos, pero no Decretos-leyes, los cuales quedan reservados al
Gobierno de la Nación.

III.5.1.- Los Decretos-leyes.

Se entiende por Decreto-ley, dice García de Enterría, toda norma con rango de Ley
que emana, por vía de excepción, de un órgano que no tiene el poder legislativo,
concretamente del Gobierno o Consejo de Ministros.

El art. 86 de la Constitución reconoce al Gobierno la facultad de dictar disposiciones


legislativas bajo la forma de Decretos-leyes en casos de extraordinaria y urgentes
necesidad. Ahora bien, como dijo el Tribunal Constitucional en su sentencia de 31 de
mayo de 1982, “esta posibilidad se configura, no obstante, como una excepción al
procedimiento ordinario de elaboración de las leyes y en consecuencia está
sometida en cuanto a su ejercicio a la necesaria concurrencia de determinados
requisitos que lo legitiman”. Estos requisitos, añade, “están recogidos en la
Constitución configurando tres bloques definidos:

a) La exigencia de que el Decreto-ley se dicte exclusivamente para afrontar


una situación de extraordinaria y urgente necesidad;
b) La limitación en cuanto a la materia sobre la que puede incidir un Decreto-
ley, lo que supone el que en ningún caso pueda afectar al ordenamiento
de las instituciones básicas del Estado, a los derechos, deberes y
libertades de los ciudadanos regulados en el Título I de la Constitución, al
régimen de las Comunidades Autónomas ni el Derecho electoral general y
c) La necesidad, por último, de que los Decretos-leyes sean sometidos
inmediatamente al Congreso de los Diputados para su debate y votación
de totalidad, en el plazo de los treinta días siguientes a su promulgación,
con objeto de que se resuelva por el mismo en cuanto a su convalidación
o derogación.

III.5.2.- Los Decretos-Legislativos.

La legislación delegada encuentra su fundamento en la autorización que el poder


legislativo concede al ejecutivo para regular una materia que debería ser objeto de
ley formal, mediante Decreto, al cual se concede el valor y eficacia de ley formal.
Sus manifestaciones son: el desarrollo de las Leyes de Bases y los textos
refundidos.

Las Leyes de Bases, previstas en el art. 82 de la Constitución, deben delimitar con


precisión el objeto y alcance de la delegación legislativa, los principios y criterios que
ha de seguir el Gobierno en su ejercicio y no podrán afectar a materias para las que
se exija una Ley Orgánica. La delegación legislativa, debe de otorgarse al Gobierno
de forma expresa para materia concreta y con fijación del plazo para su ejercicio,
agotándose por el uso que de ella haga el Gobierno mediante la publicación de la
norma correspondiente.

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Las Leyes de Bases no son directamente aplicables y una vez aprobado el texto
articulado agotan su función en servir de criterio de interpretación jurisprudencial del
mismo.

Otro tipo de Decretos-Legislativos son los que constituyen los textos refundidos. A
diferencia de los textos que desarrollan las Leyes de Bases, no innovan el
ordenamiento, es decir, la labor que se confía al Gobierno es puramente técnica:
sistematizar y articular en un texto único una pluralidad de leyes que inciden sobre
un mismo objeto, sin alterar la regulación material que de esa pluralidad de normas
resulta, si bien esta autorización también puede incluir la de regularizar, aclarar y
armonizar los textos legales que han de ser refundidos.

IV.- EL REGLAMENTO: CONCEPTO Y CLASES

IV.1.- Concepto y fundamento.

El Reglamento se configura como la fuente más característica del Derecho


Administrativo, ya que es propia de esta rama del Derecho y, además, la más
importante desde el punto de vista cuantitativo, aunque no desde el punto de vista
cualificativo, dado que por aplicación del principio de jerarquía normativa, los
reglamentos están sujetos a la Constitución y a las leyes.

Por Reglamento se entiende la disposición normativa de carácter general y de rango


inferior a la Ley emanada del poder ejecutivo en virtud de su potestad reglamentaria,
o como dice García de Enterría de forma más sencilla “se llama Reglamento a toda
norma escrita dictada por la Administración”.

El fundamento material de esta potestad de la Administración se encuentra en que


en una sociedad como la actual, cuyas interrelaciones son cada vez más complejas
y sutiles, se requiere que la Administración goce de una facultad mediante la cual
asegure el mantenimiento de unos supuestos básicos comunes. En definitiva, como
dijo el Tribunal Supremo en su sentencia de 17 de febrero de 1998, “la justificación
de la potestad reglamentaria es la siguiente: que la ley, por si misma, es insuficiente
para regular la convivencia de la sociedad y la gestión de los intereses de la
comunidad. Esta es la razón por la que la Ley llama al reglamento que una vez
dictado conforme a Derecho pasa a formar parte del ordenamiento jurídico,
complementando a la Ley”. El fundamento formal de la potestad reglamentaria se
encuentra recogido en el art. 97 de la Constitución que atribuye al Gobierno el
ejercicio de "la potestad reglamentaria de acuerdo con la Constitución y las Leyes", o
lo que es lo mismo, "con sometimiento pleno a la Ley y al Derecho"(Art. 103.1 CE).

IV.2.- Clases de Reglamentos.

La doctrina mayoritaria clasifica los reglamentos en función de las siguientes


variables

IV.2.1.-Por el órgano del que emanan.

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Según el órgano del que emanan, los reglamentos pueden clasificarse en estatales,
autonómicos, locales e institucionales.

IV.2.2.- Por sus efectos.

En función de los efectos que de los mismos se derivan, los reglamentos pueden
denominarse jurídicos o propiamente normativos, que son los que regulan las
llamadas relaciones de supremacía general y organizativos o administrativos, que o
bien son de carácter orgánico, o bien, si se refieren a los administrados, lo hacen en
cuanto éstos están incursos en las llamadas relaciones de supremacía especial.

IV.2.3.- Por su relación con la ley.

Según la relación que los reglamentos pueden tener con la ley, éstos se clasifican en
reglamentos ejecutivos o secundum legem, reglamentos independientes o extra
legem, y los reglamentos de necesidad o contra legem.

a) Reglamentos ejecutivos.

El concepto de reglamento ejecutivo es, hoy, ciertamente ambiguo. En


principio, todo reglamento viene a ejecutar, directa o indirectamente, alguna Ley. Por
ello, este concepto se ha venido restringiendo para designar aquellos reglamentos
que, de forma directa, y sin pasos normativos intermedios desarrollen los preceptos
de una Ley, ya sea este desarrollo total o parcial. Desde el punto de vista formal, el
reglamento ejecutivo se diferencia de los restantes por la circunstancia de que su
aprobación debe ir necesariamente precedida del dictamen del Consejo de Estado o
del órgano consultivo de la Comunidad Autónoma, dictamen de considerable
importancia en el plano jurídico, y cuya ausencia determina, según la jurisprudencia,
su nulidad en los supuestos de impugnación directa.

b) Reglamentos independientes.

Se trata de un concepto difícil, por cuanto alude a dos hechos diversos. En sentido
estricto, se entiende por reglamento independiente aquel que no viene a desarrollar
de ninguna forma los preceptos de una ley; es, por tanto, un reglamento dictado por
la Administración en uso libérrimo de su potestad reglamentaria, y sin recibir para
ello previa habilitación de ley formal alguna.

c) Reglamentos de necesidad.

Este concepto responde a una teoría clásica, conocida con el nombre de teoría de
las circunstancias excepcionales. De acuerdo con ella, cuando en la vida de una
comunidad se producen estados de alteración o gravedad considerable, que ponen
en cuestión el funcionamiento normal de las instituciones (así, por ejemplo, los
supuestos de catástrofes o de situaciones revolucionarias), se entiende que dicha
alteración produce un apoderamiento excepcional y especialmente enérgico en favor
de las autoridades gubernativas para adoptar todo tipo de medidas, in cluso normas,
dirigidas a evitar la producción de mayores daños o a corregir los ya causados.
Estas normas, dictadas por las autoridades gubernativas con motivo de la

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producción de estas circunstancias excepcionales, son las conocidas como
reglamentos de necesidad.

En el ordenamiento jurídico español anterior a la Constitución este tipo de


reglamentos venían implícitamente admitidos por preceptos tales como el artículo
117 Ley de Régimen Local y el artículo 17 de la Ley de Orden Público, que atribuían,
respectivamente, a los Alcaldes y a los Gobernadores civiles la potestad de adoptar
cuantas medidas fueran necesarias para evitar o corregir los daños causados con
motivo de catástrofes y acontecimientos similares. En la actualidad, hay que estar a
lo establecido en los preceptos de la Ley Orgánica 4/1981, de 1 de junio, que regula
los estados de alarma, excepción y sitio, los cuales prevén específicamente este tipo
de normas, aunque sin indicar su efectividad ni su ámbito.

Estos reglamentos tienen un carácter marcadamente excepcional, en la medida en


que se sobreponen y, en cierta forma, suspenden la aplicación de las Leyes en el
territorio al que afecte la situación de emergencia antes aludida; poseen por ello,
también, un carácter temporal limitado a la duración de la situación anormal.

V.- OTRAS FUENTES DEL DERECHO ADMINISTRATIVO

Examinadas las diferentes fuentes directas, procederemos a estudiar las fuentes


subsidiarias a las que se refiere el art. 1 del Código Civil, o sea, la costumbre, los
principios generales del derecho y la jurisprudencia.

V.1.- La costumbre.

La costumbre puede definirse como la expresión del sentir popular expresado por la
repetición de una serie de actos sobre un orden determinado de derecho. Se trata,
por tanto, como observa De Castro, de una norma creada e impuesta por el uso
social.

La existencia de la costumbre como fuente del Derecho Administrativo, así como su


jerarquización, a diferencia de lo que sucede con la costumbre como fuente del
Derecho civil, ha sido discutida por la doctrina, si bien debe de afirmarse que aún por
parte de quienes la consideran como fuente del mismo reconocen su escasa
virtualidad. Dentro de la costumbre, podemos distinguir los siguientes supuestos:

a) Costumbre a la que se remite la ley, como por ejemplo en materia de


aprovechamientos de bienes comunales en cuyo caso si debe reconocérsela como
fuente del Derecho administrativo.

b) La costumbre como expresión de las prácticas administrativas. En este


caso, la costumbre no se considera fuente del Derecho administrativo ya que la
Administración no se encuentra vinculada por el precedente administrativo, debiendo
únicamente motivar su actuación cuando se separe del criterio seguido
anteriormente.

V.2.- Los principios generales del derecho.

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Los principios generales del derecho, dice el art. 1 del Código Civil, "se aplicarán en
defecto de ley o costumbre, sin perjuicio de su carácter informador del ordenamiento
jurídico". En este sentido, el Tribunal Constitucional declaró en su sentencia de 2 de
febrero de 1981 que “Los principios generales del Derecho incluidos en la
Constitución tienen carácter informador de todo el ordenamiento jurídico -como
afirma el art. 1.4 del Título Preliminar CC- , que debe así ser interpretado de acuerdo
con los mismos.

Estos principios generales del derecho expresan, en el concepto de García de


Enterría, "los valores materiales básicos de un ordenamiento jurídico, aquellos sobre
los cuales se constituye como tal, las convicciones ético jurídicas fundamentales de
una comunidad". En su opinión, no se trata simplemente de unas vagas ideas o
tendencias morales que puedan explicar el sentido de determinadas reglas, sino de
principios del derecho, esto es, formulas técnicas del mundo jurídico, que por ser
generales, transcienden de un precepto concreto y organizan y dan sentido a
muchos. Este autor viene a destacar su funcionalidad como límite al ejercicio de la
actividad discrecional de la Administración, al ser informadores de todo el
ordenamiento jurídico.

V.3.- La jurisprudencia.

En último lugar, debemos destacar por su enorme importancia, el cometido de la


jurisprudencia, que complementará el ordenamiento jurídico con la doctrina que, de
modo reiterado, establezca el Tribunal Supremo al interpretar y aplicar la ley, la
costumbre y los principios generales del derecho (art. 1.6 del Código Civil).

La jurisprudencia por sí solo no integra el ordenamiento jurídico, pero la doctrina del


Tribunal Supremo al interpretar y aplicar dicho ordenamiento establece unas pautas
que si no vinculan directamente al resto de los órganos judiciales, sí condiciona en
gran manera su ejercicio por la auctoritas del órgano del que emana.

Esta importancia es especialmente significativa respecto de las sentencias dictadas


en recursos de casación en interés de Ley, tanto por el Tribunal Supremo, respecto
de la normativa estatal, como por los Tribunales Superiores de Justicia respecto de
la interpretación y aplicación de las normas emanadas de la Comunidad Autónoma
respectiva, puesto que en las mismas, de ser estimatorias, se debe fijar la doctrina
legal, la cual vinculará a todos los Jueces y Tribunales inferiores, si la sentencia
procede del Tribunal Supremo y a los Jueces de lo Contencioso-Administrativo con
sede en el territorio a que extiende su jurisdicción el Tribunal Superior de Justicia si
la sentencia procede de estos Tribunales, para lo cual se dispone en los artículos
100.7 y 101.4 de la Ley de la Jurisdicción Contencioso-Administrativa, que estas
sentencias deben publicarse en el BOE o en el BO de la Comunidad Autónoma,
según la referida sentencia proceda, respectivamente, del Tribunal Supremo o de un
Tribunal Superior de Justicia.

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