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Los Dominios del Aprendizaje

Las personas nos movemos en tres niveles que están en constante interrelación y búsqueda de
coherencia: el lenguaje, el cuerpo y las emociones.

Coherencia Dinámica
Lenguaje

Emociones Cuerpo

Somos un cuerpo que vemos, que sentimos, que respira, que asume disposiciones específicas.
Somos las emociones que sentimos y nos predisponen para la acción.

Somos en, con y desde el lenguaje; somos las promesas que hacemos, las ofertas y pedidos que
expresamos, las declaraciones con las cuales nos comprometemos, las afirmaciones en las que
creemos, las conversaciones internas y públicas que sostenemos.

Comunicación: Escuchar Efectivamente1

Toda comunicación involucra hablar y escuchar, que no es “oír” pasivamente la información. Es un


acto personal más bien activo e interpretativo, basado en sus competencias, su historia, su cultura
y sus compromisos con la gente involucrada en la conversación. En las redes humanas que
componen una organización, es crucial que las personas hablen y comprendan el mismo lenguaje.
Así como en una organización quienes la forman, necesitan compartir distinciones lingüísticas
relacionadas con el trabajo, es igualmente importante que compartan distinciones básicas para la
coordinación efectiva en las conversaciones de todos los días.

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Resumen: “Ontología del Lenguaje” Echeverría, Rafael. Cap. II y III. . J.C. Sáez Editor. 1998. Santiago de Chile.

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ESCUCHAR = OIR + INTERPRETAR

DISTINCIONES PARA ESCUCHAR ESCUCHAMOS DESDE


 Valores  Nuestra historia
 Intereses  Nuestro mundo de intereses
 Problemas o Quiebres  Nuestras emociones y
 Hábitos y Prácticas estados de ánimo
 Nuestros juicios
 Nuestra corporalidad

Decimos lo que decimos y los demás escuchan lo que escuchan; decir y escuchar son fenómenos
diferentes. Por lo tanto, cuando escuchamos, no permanecemos como observadores neutrales e
indiferentes. Estamos reconstruyendo las acciones del orador e inventando historias acerca de por
qué se dijo lo que se dijo.

Todo hablar es capaz de abrirnos o cerrarnos posibilidades. Cuando escuchamos, lo hacemos desde
nuestro compromiso actual en el mundo. No podemos evitar preguntarnos: “¿cuáles son las
consecuencias de lo que se está diciendo?, ¿de qué forma lo dicho altera el curso de los
acontecimientos?, ¿de qué forma el mundo se rearticula a partir de lo dicho?, ¿de qué forma las
transformaciones que genera el hablar afectan mis inquietudes?, ¿qué oportunidades, qué riesgos,
conllevan estas transformaciones?”.

Escuchar remite a tres ámbitos diferentes:


 Acción
 Inquietudes; que le confieren sentido a la acción
 Lo posible; definido por las circunstancias de las acciones del hablar

Una buena relación interpersonal descansa, en una medida importante, en nuestra capacidad de
hacernos cargo del otro antes de que éste lo pida, lo cual lo logramos escuchando sus inquietudes
y haciéndolas nuestras. Para ello, una condición fundamental es la actitud de apertura, es decir,
despojarnos de lo que nos hace ser un individuo particular y observar a otros desde lo que tenemos
en común con ellos.

Por otra parte, cabe señalar que nuestro estado emocional condiciona la forma en que vemos el
mundo y el futuro. Asimismo, también condiciona lo que escuchamos. Por lo mismo, si nos interesa

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escuchar efectivamente, debemos habituarnos a observar, en primer lugar, nuestro estado
emocional cuando conversamos y, en segundo lugar, el estado emocional de la persona con quien
conversamos, ya que no seremos escuchados como esperamos si el estado emocional no es el
adecuado para llevar a cabo la conversación.

Para escuchar debemos:

a) Distanciarnos de “nosotros mismos”. Al hacer esto, aceptamos la posibilidad de que existan


otras formas particulares de ser.

b) Afirmar el hecho de que compartimos una forma común de ser con la persona que estamos
hablando.

El lenguaje como generador de realidades

El lenguaje, uno de los componentes básicos de toda conversación, define y delimita, como lo
señalara Ludwig Wittgenstein, una forma particular de vida. Con Wittgenstein se inaugura una
nueva rama en la filosofía: la filosofía del lenguaje. Sin embargo, era necesario ir todavía más
lejos y corregir el papel pasivo y meramente descriptivo que la propuesta metafísica le confería al
lenguaje, al subordinarlo al predominio de la razón y a su búsqueda de verdades absolutas. Una
contribución decisiva será realizada por el filósofo del lenguaje J. L. Austin al reconocer que el
lenguaje, lejos de ser pasivo y descriptivo, es activo y generativo. A través de nuestras
conversaciones transformamos el mundo y creamos nuevas realidades.

Las conversaciones participan en la construcción de nuestras identidades, en la formación de


nuestras relaciones personales, en la creación de posibilidades y de futuros diferentes. Dado el
carácter activo y generativo del lenguaje, los seres humanos estamos en un proceso permanente
de transformación. En este sentido, más importante que conocerse o descubrirse a si mismo, por
muy importante que ello pueda ser, es participar activa y responsablemente en el proceso de
nuestra propia invención.

La noción de competencias genéricas

La propuesta de la “ontología del lenguaje” implica el reconocimiento de un conjunto de


competencias genéricas que forman parte del arte de la conversación. No importa dónde, cuándo o
con quién conversemos, no importa de qué estemos hablando, no importa el idioma que utilicemos,
toda conversación se sustenta en un conjunto delimitado de competencias. Ellas inciden no sólo en

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los resultados que alcanzamos a través de esas conversaciones. Nuestras competencias o
incompetencias conversacionales nos constituyen en el tipo de ser humano que somos y ello
condiciona el tipo de vida que nos cabe esperar.

Por lo tanto, más allá de nuestras competencias técnicas específicas, los seres humanos operamos
a partir de determinadas competencias genéricas que se expresan en la forma como conversamos.
Lo interesante de estas competencias es que al incorporarlas, descubrimos que muchos de los
obstáculos que encontramos en nuestro desempeño y en nuestra búsqueda por sentido a nuestra
vida, encuentran en ellas su raíz.

El principio del carácter no lineal del comportamiento humano

Uno de los grandes saltos que permite inaugurar las bases sólidas de la noción de competencias
genéricas, es el reconocimiento de un principio llamado “el principio del carácter no lineal del
comportamiento humano”. ¿Qué se quiere decir con esto? Que los seres humanos encontramos
límites en nuestra capacidad de acción y de aprendizaje. El aprendizaje es una de las actividades
más interesantes de las que somos capaces de desarrollar. La competencia de aprendizaje es la
madre de todas las demás competencias, es una acción dirigida a incrementar nuestra capacidad
de acción. Quién ha aprendido a aprender puede aprender muchas otras cosas. Por tanto, si alguna
competencia es importante es precisamente la competencia de aprender.

El principio al que se apunta sostiene que los seres humanos no pueden incrementar lineal e
indefinidamente su capacidad de acción. No pueden aprender linealmente cualquier cosa que se
propongan. Tanto en su capacidad de acción, como en su capacidad específica de aprendizaje,
encuentran límites, se enfrentan con obstáculos que les impide alcanzar determinados resultados.
La capacidad de acción y de aprendizaje no es continua ni homogénea. Cuando nos preguntamos
por los factores que inciden en el comportamiento de las personas, podemos apuntar con facilidad
a los que llamamos “los factores visibles del comportamiento humano”.

Entre ellos cabe mencionar, en primer lugar, determinadas predisposiciones biológicas. Algunos
nacen, por ejemplo, con ciertos talentos para la música, las matemáticas, la articulación discursiva,
la pintura, etc.

En segundo lugar, podemos reconocer el importante papel de las competencias técnicas adquiridas
a través del aprendizaje. Si queremos desempeñarnos adecuadamente en el manejo de un nuevo
software, tomamos el manual correspondiente y lo aprendemos.

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En tercer lugar, cabe mencionar a las herramientas y la tecnología. Cambiando de herramienta
logramos resultados que antes no nos eran posibles.

Por último, reconocemos también la importancia de “factores emocionales”, los que podemos
agrupar en lo que llamamos motivación. Nadie pone en duda que el nivel de motivación incide en el
desempeño de personas y equipos. Lo anterior hace pensar que si encontramos dificultades en
obtener determinados resultados, bastaría tocar algunos de estos factores para disolverlas. Ello, sin
embargo, no funciona así. Muchas veces nos encontramos con serias dificultades para obtener un
determinado resultado e intuimos que ninguno de estos factores es capaz de conducirnos a su
disolución. Sucede que estos problemas son a menudo los que más afectan nuestra existencia, los
que más nos importan.

Más allá de aquellos factores visibles que afectan el comportamiento, existen también otros
invisibles a la mirada espontánea, que juegan un papel determinante en nuestro desempeño. Estos
son “los factores ocultos del comportamiento humano”. Ellos son fundamentalmente dos: el
tipo de observador que somos y los sistemas a los que pertenecemos. Observador y sistema.

Todo ser humano hace sentido de lo que acontece de una determinada manera y, por tanto,
interpreta el mundo a su manera y desarrolla un comportamiento de acuerdo al sentido que le
confiere al acontecer. Dado cómo interpreta lo que está pasando, va a actuar de una o de otra
forma. A la vez, dada la interpretación que lo guía, una amplia gama de acciones quedan también
excluidas de su umbral de posibilidades. Nadie interpreta el acontecer exactamente de la misma
forma. Cuando miramos al mundo o cuando nos miramos a nosotros mismos, observamos lo que
vemos con los lentes particulares del tipo de observador que somos. Nuestra mirada espontánea,
sin embargo, asume que observamos lo que está allí y no suele reconocer que esa mirada está
condicionada por el tipo de observador que somos.

En los hechos, observamos el mundo no sólo de acuerdo a como éste es, sino también de acuerdo
a como nosotros somos.

Una premisa fundamental de “la mirada ontológica” consiste en reconocer la noción de observador
y en aprender a observar no sólo el acontecer del mundo, sino también el tipo de observador que
somos, tanto uno mismo como los demás. Sin la noción de observador “la mirada ontológica” se
clausura. Uno de los principales obstáculos que, por lo tanto, fija límites en nuestra capacidad de
desempeño es el tipo de observador que somos: los factores lingüísticos, emocionales y corporales

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desde las cuales observamos el mundo. Mientras no modifique el tipo de observador que hoy soy,
seguirán habiendo cosas que me serán imposibles de realizar.

Nuestra capacidad de acción no sólo está condicionada por el tipo de observador que somos. De
manera igualmente efectiva estamos también condicionados por los sistemas en los que
participamos y por las posiciones que ocupamos en su interior. Todos participamos de múltiples
sistemas y cada uno de ellos contribuye a constituirnos en un tipo particular de observador y
promueve en nosotros determinadas acciones, inhibiendo otras. No es extraño reconocer que al
cambiar de un sistema a otro, vemos aparecer comportamientos que en el sistema anterior eran
inimaginables o vemos desaparecer comportamientos que antes nos eran habituales. Por lo tanto,
los sistemas a los que pertenecemos juegan un papel determinante en nuestro comportamiento.

La noción de sistema, al igual que la noción de observador, no es parte de nuestra mirada


espontánea. Nuestra mirada espontánea observa eventos, secuencias de eventos, incluso relaciones
entre un evento y otro. Pero no percibe la estructura que conforma la específica configuración de
relaciones de los sistemas de los que somos parte. Como sucede con la noción del observador, la
mirada sistémica requiere también ser “cultivada”. No cabe esperar que ella surja de manera
espontánea, al menos en una gran mayoría de los seres humanos.

Si deseamos disolver determinados obstáculos en nuestro comportamiento y, particularmente, si


buscamos estabilizar esos nuevos patrones de comportamiento, muchas veces no basta con la
transformación del tipo de observador que somos. Es también necesario hacer cambios en los
sistemas en los que participamos. De lo contrario, nuestros cambios personales serán de muy
escasa duración. Parte importante de la mirada ontológica consiste en tener en “la mira” no sólo el
cambio del observador, sino también la transformación del sistema. La mirada ontológica, por
tanto, no sólo introduce un observador del observador, sino que introduce también a un observador
sistémico que reconoce que las personas se constituyen en el conjunto de relaciones en las que
participan y en su particular configuración o estructura.

POSTULADOS DE LA ONTOLOGÍA DEL LENGUAJE

 Interpretamos a los seres humanos como seres lingüísticos. El lenguaje es la clave para
comprender los fenómenos humanos, es lo que hace de los seres humanos el tipo
particular de seres que son.

 Interpretamos el lenguaje como generativo. El lenguaje no sólo nos permite describir la


realidad, el lenguaje crea realidades, por lo tanto es acción.

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 Interpretamos que los seres humanos se crean a sí mismos en el lenguaje y a través de él.
El ser humano no es una forma de ser determinada, ni permanente. Es un espacio de
posibilidad hacia su propia creación.

 No sabemos cómo las cosas son. Sólo sabemos cómo las observamos o cómo las
interpretamos. Vivimos en mundos interpretativos.

PRINCIPIOS DE LA ONTOLOGÍA DEL LENGUAJE

 No sólo actuamos de acuerdo a cómo somos, (y lo hacemos), también somos de acuerdo a


cómo actuamos. La acción genera ser. Uno deviene de acuerdo a lo que se hace. La
acción no es sólo la manifestación de un determinado ser que se despliega en el mundo, es
también la posibilidad de que ese mismo trascienda a sí mismo y devenga un ser diferente.

 Las personas actúan de acuerdo a los sistemas sociales a los que pertenecen. Pero a través
de sus acciones, aunque condicionados por estos sistemas sociales, también pueden
cambiar tales sistemas sociales.

Los Actos del Habla

Son cinco las distinciones lingüísticas a través de las cuales toma forma la coordinación humana:
afirmaciones, declaraciones, juicios, peticiones y promesas.

Las Afirmaciones se definen como enunciados expresados por el orador que son un hecho.
Pueden ser verdaderas o falsas, pero siempre pueden ser verificadas a través de una observación
independiente. Son proposiciones acerca de nuestras observaciones. Ejemplo: “ayer llovió en
Santiago”, “obtuve un 7 en el examen”.

Nuestra responsabilidad: demostrar la veracidad de lo que afirmamos ante la comunidad que nos
escucha. Por lo tanto, contraemos una responsabilidad social por su veracidad. En otras palabras,
nos comprometemos a la posibilidad de proporcionar un testigo que corrobore nuestras
observaciones o, en su defecto, de cumplir con cualquier otro procedimiento que, en la comunidad
a la que pertenecemos, se acepte como evidencia.
Cuando hacemos afirmaciones hablamos del estado de nuestro mundo y, por lo tanto, estamos
hablando de un mundo ya existente. Las afirmaciones tienen que ver con lo que llamamos
normalmente el mundo de los “hechos”.

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Las Declaraciones son actos del habla hechos por aquellos que se han garantizado la autoridad
de conversar en nombre de una comunidad de gente. Cuando hacemos declaraciones no hablamos
del mundo, generamos un nuevo mundo para nosotros. La palabra genera una realidad diferente.
Después de haberse dicho lo que se dijo, el mundo ya no es el mismo de antes ya que es
transformado por el poder de la palabra. Las declaraciones, entonces, son compromisos que se
tornan en posibilidades y/o hechos en el momento de hablar. Ejemplo: cuando decimos en nuestra
casa “es hora de cenar”, cuando una madre dice a su niño “ahora puedes ver televisión”. La acción
de hacer una declaración genera una nueva realidad, es la expresión más clara del poder de la
palabra.

Nuestra responsabilidad: validar y cumplir lo declarado creando contextos de acción. En este


sentido, cuando declaramos algo nos comprometemos a comportarnos consistentemente con la
nueva realidad que hemos declarado. Por otra parte, nos comprometemos por la validez de nuestra
declaración. Esto significa que sostenemos la autoridad para hacer tal declaración y que ella fue
hecha de acuerdo a normas socialmente aceptadas.

Juicios

Se llaman Juicios a los enunciados hechos por alguien, como interpretacin para la coordinación
posterior de una acción o para abrir nuevas posibilidades. Cuando son hechos responsablemente,
los juicios son siempre específicos dentro de algún dominio, pudiendo o no estar convalidados por
afirmaciones o hechos. Los juicios pueden ser consensuados con otros, pero nunca pueden ser
verdaderos o falsos. Pueden ser también “válidos” o “inválidos”, dependiendo de la autoridad que
tenga la persona para hacerlos, y “fundados” e “infundados” de acuerdo a la forma en que se
relacionan con una determinada tradición, es decir, la forma como se relaciona con el pasado.
Nuestra responsabilidad: comprometernos, primero, a tener la autoridad para emitirlos y, segundo,
a proporcionar sus fundamentos.

Las peticiones

Las peticiones son compromisos que requieren que alguna acción sea realizada dentro de una
franja determinada de tiempo; siempre están asociados a alguna condición de satisfacción. Un
pedido no es un deseo. Su objetivo es satisfacer intereses o necesidades de alguien. Demanda una
respuesta que puede ser una aceptación (una promesa), una declinación o una contraoferta.

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ELEMENTOS DE LA FRENTE A UNA PETICIÓN LA
PETICIÓN RESPUESTA PUEDE SER
 Orador  Sí
 Oyente  No
 Acción Futura  Apertura a una
 Factor Tiempo Negociación
 Condiciones de
Satisfacción

Las promesas

Las promesas son compromisos para realizar alguna acción solicitada. Para que esto suceda es
necesario, tanto al hacer la promesa como al cumplirla, que ambas partes lleguen a un acuerdo
sobre lo que se está prometiendo. Para hacer la distinción de una promesa decimos que
necesitamos un “otro”, otra persona que se comprometa con nosotros, o bien que nosotros nos
comprometamos con ella, a realizar una acción. Una promesa no solicitada es una oferta, que
estará condicionada a que sea aceptada por otro. Las promesas pueden ser revocadas. En ese
caso, la persona debe hacerse responsable de las consecuencias de esta acción y de sus efectos
sobre su relación con los otros.

Nuestra responsabilidad al hacer peticiones, ofertas y/o promesas, es que contengan todos los
elementos que la conforman. Existe, además el compromiso de la sinceridad de la promesa
involucrada y de tener la competencia para cumplirla. La sinceridad, en este contexto, es el juicio
que hacemos de que las conversaciones y los compromisos públicos contraídos por la persona que
hizo la promesa concuerdan con sus conversaciones y compromisos internos. La competencia, por
su parte, guarda relación con el juicio de que la persona que hizo la promesa está en condiciones
de realizarla efectivamente, de modo de facilitar las condiciones de satisfacción acordadas.

Cuando falta cualquiera de estos dos factores, sinceridad o competencia, la confianza se ve


afectada. Por lo tanto, normalmente decimos que confiamos en alguien que hizo una promesa,
cuando juzgamos que esa persona es sincera y competente al hacerla. La desconfianza, por el
contrario, surge del juicio que hacemos de que, quien promete, carece de sinceridad y/o
competencia y que, por lo mismo, no podemos asegurar el cumplimiento.

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Con el propósito de que observes con detenimiento de qué manera tu performatividad
docente impacta en la interacción que generas con tus estudiantes en el aula, te
pedimos que puedas responder estas preguntas en el foro del módulo.

1. ¿Qué declaraciones haces antes de comenzar tu clase? Al finalizarla, ¿has cumplido con esas
declaraciones? ¿Qué impacto han tenido esas declaraciones?
2. ¿Qué juicios te surgen cuando no logras tus objetivos definidos durante una clase? ¿Qué juicios
tienes de tu clase? ¿Y de tus estudiantes? ¿Qué juicios crees que ellos pueden tener de ti?
¿Puedes fundar esos juicios?
3. Si tuvieras que presentarte a partir de afirmaciones ante una audiencia de estudiantes, ¿qué
dirías de ti mismo/a? ¿Esas afirmaciones te abren o cierran posibilidades?
4. ¿Qué oferta eres como docente?
5. ¿Cómo consideras que es tu coherencia emocional, corporal y lingüística? ¿Cómo crees que la
observan tus estudiantes?
6. ¿Qué dominio de aprendizaje (emocional, corporal, lingüístico) consideras que necesitas trabajar
más para mejorar tu performatividad docente? ¿Por qué?
7. ¿Qué descubriste o de qué te diste cuenta al responder estas preguntas?

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