Sie sind auf Seite 1von 63

BUQUES

PALABRAS DE MIGUEL ALESSIO ROBLES 2

PALABRAS A JOSÉ AZUETA 3

BUQUES (Dramatis personae) 4

ACTO ÚNICO 5

Escena primera: 5

Escena segunda 24

Escena tercera 50
Buques

Palabras de Miguel Alessio Robles

“La grandeza de un pueblo se mide por las ideas que


defiende, por la excelsitud de sus artistas, de sus poetas,
de sus pensadores, de sus mártires. Cuando se habla de
Atenas, recordamos a sus artistas, cuando se habla de
Roma recordamos a sus jurisconsultos, cuando se habla
de España recordamos a sus poetas, cuando se habla de
Francia recordamos a sus escritores, cuando se habla de
Alemania recordamos a sus filósofos, cuando se habla de
Estados Unidos, tan fuertes, tan ricos, tan poderosos,
recordamos sus atropellos”.

Miguel Alessio Robles (1938)


Palabras a José Azueta

Esta historia está inspirada en la heroica hazaña del teniente José Azueta, cadete de la

escuela naval de Veracruz. Se dice que, durante la intervención armada de abril de 1914, este

joven de apenas 16 años de edad, sostuvo con valor un largo y encarnizado combate con los

invasores norteamericanos hasta que finalmente cayó herido de gravedad muriendo pocas

semanas después. Parte de la siguiente obra teatral está basada en hechos reales, otra parte es

ficción.
Buques

Obra en un acto de: Juan Cristóbal Castillo

GENTE:

Rubén Hinojosa. 28 años (teniente de la Escuela Naval).

Thora Bollinger. 26 años (alemana, hija de un exportador de armas).

Henry O ‘Casey. 30 años (periodista norteamericano)

Doña Queta. 55 años (la casera de la Posada Queta).

Frederick Fuston Flechter. 40 años (contraalmirante. Jefe de las fuerzas armadas

norteamericanas).

TIEMPO:

La primavera de 1914.

ESPACIO:

Una habitación de la Posada Queta. Puerto de Veracruz.


ACTO ÚNICO

ESCENA PRIMERA:

Posada Queta. Estancia de Rubén Hinojosa, cerca de la medianoche para el 21 de abril de


1914.
El lugar es modesto y sobrio. En tercer término, izquierda, una cama. Delante de esta, una
mesa mediana. En segundo término, derecha, un espejo y un lavabo seguido de un pequeño buró.
A lado de este, una puerta que lleva a la salida. De lado contrario, otra que conduce al baño. Al fondo,
un reloj marcando la hora. A lado de este, un retrato de Porfirio Díaz.
A foro, se encuentran— en una silla dirigida al frente —Rubén Hinojosa y Thora Bollinger.
Ella sentada sobre las piernas del otro. Él la rodea con sus brazos por la cintura y la mira con intenso
cariño, aunque ella parece no darse cuenta. Después de un momento, él se acerca lentamente y le
besa el cuello. Ella sonríe y cierra los ojos expresando sutil excitación.

THORA. — Supongo que… ya estas… ¡dispuesto!

RUBÉN. — (Se interrumpe. Sonriendo extrañado) ¿Dispuesto?

Ella ríe. Se vuelve a mirarlo coqueta.

THORA. — ¡Sí! Tú sabes.

RUBÉN. — No, no sé… ¿Qué?

THORA. — ¡Ouh, pues! Hazte el chistoso.

RUBÉN. — De verdad no sé a qué te refieres

Ella lo mira por un momento y luego no puede evitar soltar una carcajada.
RUBÉN. — ¡Thora! ¡Dime a qué te refieres!

Ella sigue riéndose. Él comienza a hacerle cosquillas. Ella ríe con más intensidad.

RUBÉN. — ¡Ande, señorita Bollinger! ¡Dígame! ¿A qué se refiere? Su teniente se lo ordena. Si


no, ¡la ajusticio!

THORA. — (Divertida) Mi teniente Rubén Hinojosa me lo ordena si no… ¿me ajusticia? (Pausa)
¿Qué es eso de ajusticia?

Rubén hace la mímica de la acción.

THORA. — ¿Con un rifle Bollinger?

RUBÉN. — Suena irónico, ¿no? Una Bollinger ajusticiada por un Bollinger.

THORA. — Quizá al momento que dispararas, no funcionaría. ¡Son de muy mala calidad!

RUBÉN. — Tratándose de ti, quizá hasta el mismo rifle, solo, haría su mejor esfuerzo.

THORA. — (Dándole un golpecito en la mano.) ¡Chistoso! Eres todo un chistoso, ¿sabías?

RUBÉN. — ¿Chistoso? ¿Qué quieres decir con chistoso?

THORA. — Que no eres para tomarte en serio. Eres un chiste. Alguien para que uno,
¡jajaja!, se la pase riendo.

RUBÉN. — (Con altanería bromista) ¡Ah! Señorita Bollinger, usted se refiere a que soy gracioso.

THORA. — Gracioso, chistoso. ¿Acaso no es lo mismo?

RUBÉN. — ¡No, señorita Bollinger! ¡Para nada! De acuerdo con el diccionario de la real
academia española, chistoso es un barbarismo…
THORA. — ¿Un qué?

RUBÉN. — Un término vulgar. Que sólo usan los pelados. (Pausa) Pero creo que tú no eres una
pelada, ¿verdad?

Un silencio. Ambos se miran un instante fascinados. Inmediatamente se besan con pasión. El


se levanta cargándola y ella lo rodea con las piernas a la altura de la cintura mientras siguen
besándose y acariciándose intensamente. Lentamente Rubén se dirige con ella hacia la cama.
Cuando llegan al borde, ella interrumpe las caricias del otro.

THORA. — ¡Espera! (Pausa) Por favor, ¡bájame!

Rubén la baja con delicadeza. Su actitud se vuelve respetuosa. Un silencio. Ella se sienta en
el borde de la cama esquivando la mirada del otro. Rubén se apoya en sus rodillas frente a ella.

RUBÉN. — (Sonriendo tímido, la mira de reojo) No te sientes segura todavía, ¿verdad?

THORA. — (Insegura) ¡No! Bueno… ¡no sé! Digo… quiero decir… ¡sí! (Pausa) ¡Te amo! ¡Ven,
dame un abrazo!

Rubén va hacia ella que lo recibe entre sus brazos. Por un instante, ella le acaricia el cabello.
Él levanta el rostro y le besa el cuello. Primero con ternura, pero su pasión va en aumento. Ella se
deja. Rubén, sin poder contenerse, se lanza a besarle los pechos sobre el vestido. Thora se resiste
débilmente.

THORA. — (Suplicando) ¡No, no! ¡Por favor!

Rubén sigue besándola y acariciándola. Ella ya no opone ninguna resistencia. Se acuestan en


la cama siguiendo con decisión su juego amoroso. Al momento que logra quitarle vestido de la parte
superior, Rubén se detiene en seco al toparse con el corsé.

RUBÉN. — ¿Y ‘ora? ¿Qué es esto?

THORA. — (Sonriendo con pudor) ¡Espera!


Thora se levanta para desamarrarse la faja, le cuesta trabajo. Rubén la mira con impresión
(tratando de comprender de qué se trata aquello).

RUBÉN. — (Sin dejar de verla, murmurando) ¡Vaya!

THORA. — (Fatigada) ¡No puedo! ¿Me ayudas?

Thora le da la espalda a Rubén mostrándole los nudos. Rubén se acerca a ella sonriendo con
curiosidad. Al momento que va a desatar una de las cuerdas, tocan a la puerta. Los jóvenes se
interrumpen.

RUBÉN. — (Alzando la voz) ¿Quién es? ¡Diga!

Se escucha una voz femenina detrás de la puerta de entrada.

VOZ. — (Con amabilidad) Una enorme disculpa por interrumpirte a estas horas de la noche,
Rubén.

Inmediatamente Thora se sube el vestido y se arregla lo mejor que puede.

RUBÉN. — (Suave) No es ningún problema doña Queta, ¿sucede algo?

VOZ. — Necesito pedirte un grandísimo favor. (Pausa) Verás, estoy un poco desesperada.
Me harías el favor de atenderme unos segundos si no es mucha molestia.

RUBÉN. — ¡Un segundo, por favor!

Rubén se arregla la ropa que trae puesta y se dirige a la puerta. Al abrir, doña Queta pasa sin
pedir permiso. Es una mujer parlanchina. Habla con cierta agitación y camina de un lado para el otro
de la estancia.

QUETA. — ¡Qué buena suerte encontrarte todavía despierto! Te pido nuevamente una disculpa.
Sabes muy bien que yo no soy una inoportuna, pero es que, me ha sucedido algo
verdaderamente grave. ¡Necesito ayuda! Y no sería capaz de pedírsela sino a
alguien de mi entera confianza, y de todos mis inquilinos a ti es al que más confianza
le tengo. Estos son tiempos muy difíciles y…

Queta hace una pausa dándose cuenta de la presencia de Thora.

QUETA. — (Sorprendida a Thora) ¡Oh! Disculpe. No la había visto. (Pausa) ¡Buenas noches!

THORA. — (Sonriendo tímida) ¡Buenas noches!

QUETA. — Me llamo Enriqueta. Pero a Rubén le gusta decirme Queta. Así que, como tú eres
su amiguita, me puedes decir de la misma forma, tesoro.

THORA. — ¡Mucho gusto! Yo soy Thora Bollinger.

QUETA. — ¡Oh, sí! ¡Ya sé! La futura esposa de este muchacho tan apuesto. Sinceramente te
envidio. No hay partido mejor en todo este puerto.

THORA. — Sí, lo sé. Le agradezco mucho el cumplido…

QUETA. — Eres extranjera, ¿verdad?

THORA. — Soy alemana. ¡Bueno! En realidad, soy alemana– norteamericana ya que…

QUETA. — ¿Thora? Extraño nombre. ¡Pero bonito! ¿Y es alemán? ¡Claro que suena alemán!
¿Sabes su significado? (A Rubén como justificando) ¡Es que a veces las personas
no sabes el significado de su propio nombre! A mí, en lo particular, me gusta todo
lo relacionado con el significado de los nombres. Conozco el significado de
numerosos nombres de origen hebreo, latino, griego, árabe, chino, hindú, sanscrito,
germano… ¡El tuyo es germano! De eso no tengo la menor duda, pero… ¿qué
significa? Nunca lo había escuchado.

THORA. — En realidad, hay pocas personas que se llaman como yo. Es una variante del
masculino Thor, el dios del trueno.

QUETA. — ¡Claro! ¡Thor! ¡Cómo no se me había ocurrido! También conozco algo de mitología.
Un erudito filólogo amigo de mi padre, allá en mi juventud, me instruyó mucho en
mitología griega, celta, escandinava y, por supuesto, germana. ¡Thora! ¡Claro, del
dios Thor! Lindo nombre, bonita. (Pausa) Bueno, qué gusto que te cases con mi
Rubén. Debes saber que, aunque lo veo muy poco, lo quiero como a un hijo y deseo
lo mejor para él; y viéndote así nada más, por pura impresión, estoy segura de que le
convienes en todos los aspectos. ¡Felicidades!

THORA. — Se lo agradezco nuevamente, señora Enriqueta.

QUETA. — ¡Queta! Recuerda: para ti, yo soy Queta.

THORA. — ¡Gracias Queta! Le explicaba, soy germana pero también norteamericana. De


ascendencia irlandesa. Mi padre, cuando era joven, en uno de sus viajes de
negocios…

QUETA. — (En tono grave) Bueno, bonita, disculpa que te lo diga, pero eso último que
mencionaste, ni lo cuentes. ¡Menos por estos tiempos ni por estos lugares!

RUBÉN. — (En tono amable pero sentencioso) ¡Doña Queta, no le diga eso a Thora! Se va a
sentir incomoda…, y yo también. Es mi invitada.

QUETA. — No te preocupes. Se ve a kilómetros que es una persona inteligente y sensible, por


lo tanto, sabe a qué me refiero. ¿O no, preciosa?

THORA. — (Pausa. Con sinceridad) Pues sí. Creo…comprender a qué se refiere, pero…

QUETA. — Sábete muy bien que no juzgo tu origen, ni a los tuyos; no tengo nada contra los
norteamericanos. Pero… ¡Dios mío! ¿Qué pasa? Estoy segura que el mismo pueblo
debe saber… ¡tu gente debe comprender cómo nos sentimos nosotros! Lo que está
sucediendo en Tampico es una actitud abusiva de parte de ustedes. Es increíble que
estén haciendo lo que están haciendo por tan poca cosa. Por el estúpido error de unos
prepotentes federales y…

RUBÉN. — Bueno, Doña Queta usted venía por un asunto urgente que tenía. (Pausa) Thora y yo
estábamos un poco ocupados así que… ¡dígame! ¿En qué le puedo servir?

QUETA. — Sí. (Pausa) ¡Perdón, mi’ijo! No es mi intención arruinarte la velada. Es sólo que…no
puedo evitar externar lo que pienso, ¡tú sabes! (Pausa) Bueno… ¡te cuento lo que
me sucede! Mañana se vence el plazo que tengo para recuperar las joyas de mis
padres y… la verdad… con todo el dinero que he logrado juntar no me alcanza para…

RUBÉN. — ¿Necesita que le adelante lo de la renta?

QUETA. — Sabes que no te lo pediría si no tuviera necesidad. Desde que empezó todo este
proceso de cambio, dizque revolucionario; desde que todo mundo dejo de
entenderse con el Old Men siento que mi vida ha empezado a irse para abajo; sobre
todo en el aspecto económico.

RUBÉN. — Este cambio. Esta revolución es para bien, doña Queta…

QUETA. — Presiento que si la situación no mejora me voy a ver orillada a vender esta casa que,
no sólo representa la fuente principal de mis ingresos, sino también el lugar donde yo
nací. Donde yo he vivido toda mi vida.

RUBÉN. — Debe tener fe. El mismo don Porfirio, de alguna forma, bendijo todo lo que está
sucediendo. Somos ya un país maduro. Apto para que seamos nosotros quienes
legítimamente ejerzamos el poder. Que seamos capaces de elegir a nuestros
gobernantes.

QUETA. — (Escéptica) ¿Tú crees? Mira lo que ha pasado desde que se embarcó rumbo a París.
Entra un gobernante honesto, respetuoso, humanitario, pero… ¡estúpido!

Thora no puede evitar soltar una pequeña risa.

QUETA. — ¡Sí, señorita Thora! ¿A poco no tengo razón? Con el perdón de la palabra, pero eso
es lo que era el licenciado Francisco Madero. Además: ¡un orate! Se necesita algo
más que buenas intenciones para ser líder. Algo más que… ¡no se qué sea! Y don
Pancho… ¡pus no lo tenía! No sé cómo vea usted. ¡Y por eso le sucedió lo que le
sucedió! Era una tumba que el mismo cavó con su forma de hacer las cosas. ¡Pero
eso no es lo peor! Lo peor es lo que ha terminado por germinar de todo eso. Lo
peor… lo peor… (Sin poder contener el llanto) …es ese hijo de puta malnacido de
Victoriano Huerta en la presidencia, señorita y disculpe la expresión. ¡Ese hombre
es un asesino! ¡Es una mala persona! ¡Y una mala persona no puede ser gobernante
de ninguna parte!

Rubén se acerca a Enriqueta y la abraza consolador. Thora la mira comprensiva.

RUBÉN. — Doña Queta, no está bien que usted siga en ese plan. Lo hecho, hecho está y nadie
lo puede cambiar.

QUETA. — (Con furia) ¡Cómo que nadie lo puede cambiar! Es necesario que alguien quite a ese
animal de un puesto que no le corresponde. ¡Que nadie le otorgo! ¡Que arrebató como
un criminal! Una acción que sólo ha venido a causarnos profundas penas.

RUBÉN. — Eso lo entiendo perfectamente. Y puede ser que yo esté de acuerdo con usted.
(Pausa) Lo que no me parece es, como se empeña usted en consumirse en un rencor
impotente. ¡Olvídelo! Nada se puede hacer ya.

QUETA. — ¡Tienes razón, mi´ijo! Me había jurado sepultar todo lo relacionado con ese triste
recuerdo, pero platicando con tu novia me han venido los recuerdos y… ¡es difícil
olvidar, pues!

RUBÉN. — Mire, le voy a dar lo de la renta y le voy a prestar un poco más de dinero. Después
de eso, ¿me promete que se irá a la cama? ¡Tiene que descansar!

Enriqueta asiente con la cabeza. Rubén se dirige al pequeño buró cerca del lavabo. Saca de
este un fajo de billetes. Regresa con Enriqueta.

RUBÉN. — (Entregándole el dinero) ¡Tomé! Le doy todo lo que me queda por el momento.
Enriqueta toma el dinero con alivio. Está a punto de agradecérselo al otro cuando toma
conciencia del tipo de billetes que le han entregado. Los revisa casi todos con preocupación.

QUETA. — ¡Son sólo billetes del cuerpo del ejército del noreste! ¡Puros bilimbiques! No me
sirven de nada.

RUBÉN. — ¿No hay algunos de Tampico?

QUETA. — (Revisando) No. ¡Aun así! Esos tampoco ya me los reciben. Ya hay una orden por
parte del gobierno federal de desconocer toda esa basura constitucionalista.

RUBÉN. — ¿Con quién tiene empeñada sus joyas?

QUETA. — Don Fidencio. Y precisamente fue él, el que me dijo que no iba a aceptar ningún
bilimbiques, así fueran sabanas o dos caras.

RUBÉN. — Vaya mañana usted y dígale que yo mismo me comprometo a que ese dinero valga.

QUETA. — Pero es que…

RUBÉN. — ¡Dígaselo! Confíe en mí.

Un silencio. Enriqueta baja el rostro resignada.

QUETA. — Está bien. (Pausa. Con una leve sonrisa) Gusto en conocerla, Thora. Perdón por la
interrupción a estas horas. ¡Buenas noches!

THORA. — El gusto es mío, también. ¡Y no se preocupe! Por el contrario, ¡gracias por hablarme
con sinceridad! ¡A calzón quitado! Como dicen ustedes por acá.

QUETA. — Sólo le puedo decir que, no creo que la culpa sea de mexicanos, yanquis o
extranjeros, sino de aquellos que tienen la posibilidad de treparse a una silla
presidencial sin que nadie diga ni pio y luego no saben qué carajos hacer. Con
permiso.
Enriqueta está a punto de salir, pero se detiene.

QUETA. — ¡Mi´ijo! Se me olvidaba decirte. Te vino a buscar en la tarde que no estabas un tal
Henry Oquesi.

Al escuchar este nombre, Thora reacciona con un gesto a la expectativa. Escucha atentamente
lo que dicen los otros.

RUBÉN. — (Extrañado) ¿Henry Oquesi? (Pausa) ¡No lo conozco!

QUETA. — Decía que para un asunto personal. Parece ser que se trata de un periodista yanqui.

RUBÉN. — ¿Venía sólo?

QUETA. — No. Lo acompañaba otro gringuito. Le dije que quizá sólo mañana temprano te podría
encontrar ya que el 22 de abril tú regresas a la escuela naval. Dijo entonces que igual
se daba una vuelta a la hora del lonsh. (Bromeando) Así dijo: ¡el lonsh!

RUBÉN. — Bueno… ¡pues gracias, doña Queta!

Enriqueta sale. Rubén cierra la puerta tras salir ella. Inmediatamente se vuelve a Thora. Ella, al
sentir la mirada del otro, trata de ocultar la expresión de interés que le ha dejado la noticia de Queta.

RUBÉN. — (Apenado) ¡Perdónala! Es una ingenua, pero tiene buenos sentimientos. Sólo habla
por el dolor que le ha provocado todo lo que está pasando.

THORA. — A mí me pareció una persona bastante lúcida. (Pausa) Dime, ¿algo en especial le
hizo el presidente?

RUBÉN. — El hijo mayor de Enriqueta fue reclutado por las tropas federales hace unos meses
para pelear contra las fuerzas de Villa. Hace dos semanas llegó la noticia que Villa
tuvo un enfrentamiento con el batallón donde él se encontraba.
THORA. — ¿Murió?

RUBÉN. — Parecer ser que sí. Hasta donde se sabe, nadie resultó con vida. (Pausa. Con ironía
y desprecio) ¡Otra carnicería inhumana de nuestro famoso líder de la división del
norte!
THORA. — Si es así, ¿porque el rencor contra Huerta si fue Villa el que lo mató?

RUBÉN. — El ejército constitucionalista se hace cada vez más grande. Y nosotros sólo contamos
con…

THORA. — (Extrañada) ¿Nosotros? ¿Por qué dices “nosotros”?

RUBÉN. — Bueno…, las tropas federales contaban en su mayoría sólo con soldados viejos o
inexpertos. Militares que no han hecho nada en más de veinte años más que
emborracharse con don Porfirio en las parradas de Chapultepec. Saben tanto de
guerra como dos niños jugando a los soldaditos. Huerta parece tener muy claro esto
ya que, desde que tomó el poder, no ha dejado de tomar civiles y todo tipo de
personas a diestra y siniestra, para aumentar el número de soldados a su favor. Eres
reclutado con o sin tu voluntad y obligado a pelear; de lo contrario, te fusilan o te
entierran de por vida en San Juan de Ulúa.

THORA. — ¿Qué es San Juan de Ulúa?

RUBÉN. — Una espantosa prisión que... (Pausa) Olvidémoslo, ¿sí? No estamos aquí para
recordar cosas tristes así que…

Rubén se le acerca sonriendo. Ella le devuelve la sonrisa. Se besan y comienzan nuevamente


el juego amoroso. Después de un momento, ella lo aparta con delicadeza.

THORA. — (Ocultando su curiosidad) Rubén, ¿cómo dijo Enriqueta que se llamaba el


periodista norteamericano que te vino a buscar?

RUBÉN. — (Recordando) ¿Henry…? ¿Henry…Oquesi?

THORA. — (Pronunciando correctamente) ¡O ‘Casey!


Un silencio. Thora no puede evitar que ciertos pensamientos crucen por su mente. Rubén
parece notar esto.

RUBÉN. — ¿Lo conoces?

THORA. — (Disimulando) ¡No, no!

RUBÉN. — ¿Has oído hablar de él? (Pausa) Tiene algo que ver con tu padre, ¿no es así?

THORA. — (Con risa nerviosa) ¿Con mi padre? ¡No, para nada! ¡Cómo crees! (Pausa. Coqueta)
¿En que estábamos, mi príncipe azul?

RUBÉN. — (Sonriendo. Bromista) ¡No soy tu príncipe azul! ¡Soy tu sapo!

Rubén se arroja a besarle el cuello apasionadamente a Thora. Ella ríe divertida. Deseosos uno
del otro, se besan apasionadamente lazándose a la cama. Tocan a la puerta. Rubén y Thora siguen
enfrascados en lo suyo. Después de un momento, se escucha que tocan insistentemente. Thora
interrumpe el juego.

THORA. — ¡Rubén! ¡Rubén! ¡Están tocando!

RUBÉN. — (Besándola) ¡Que toquen! ¡No hay nadie!

THORA. — Puede ser algo importante. ¡Hay que responder!

Rubén deja de besarla. Decidido, tratando de ocultar su molestia, se acomoda la camisa. Al


ver que ella esta presentable, Rubén se dirige a la puerta sin abrir.

RUBÉN. — ¿Sí? ¿Quién llama?

QUETA — (Fuera) Disculpa que te moleste otra vez, mi’ijo.

Rubén abre la puerta, vemos a Queta pálida sin moverse de la entrada.


QUETA. — ¡Ay, Rubén! Creo que algo muy grave está sucediendo.

RUBÉN. — ¡Tranquilícese! ¿Qué sucede?

QUETA. — ¿La verdad?, yo no lo sé. Pero tus compañeros de la escuela preguntan por ti. Dicen
que necesitan hablar contigo urgentemente.

RUBÉN. — ¿Quién viene? ¿Uribe?

QUETA. — No sé quién sea Uribe.

RUBÉN. — El muchacho que a veces viene a comer aquí conmigo.

QUETA. — ¡Ah, sí! Él esta con los otros. ¡Pero baja! Necesitan hablar contigo.

RUBÉN. — Si andan borrachos y es una de sus acostumbradas bromas dígales que ya me las
pagaran pasado mañana.

QUETA. — (En tono grave) ¡No, no Rubén! Hablaban algo acerca de los buques norteamericanos
anclados en el golfo.

RUBÉN. — (Pausa) Diles que en seguida bajo.

QUETA. — ¡Sí! Con permiso.

Queta sale. Rubén se arregla para salir.

THORA. — (Consternada) ¿Otra vez los buques?

RUBÉN. — Sí. Se me pasó contarte. Se han acercado más de la cuenta. (Pausa) Es extraño
porque el límite donde ellos pueden estar quedó claramente definido. Les
preguntamos las razones por las que se acercaron y nos dieron evasivas. La verdad,
no sé cómo concluyó ese asunto. (Pausa) En seguida vuelvo para ver qué procede.
Rubén sale. Thora queda un momento sola a la expectativa. Aparece Queta con un plato de
galletas caseras. Se acerca a la otra para ofrecerle.

QUETA. — Aprovecho el momento para ofrecerte, preciosa. Las hago especialmente para
darles la bienvenida a mis huéspedes.

THORA. — ¡Ouh! Que generosa de su parte. Pero la verdad, no tengo apetito. Rubén y yo
cenamos demasiado. ¡Pedimos unos steaks enormes!

QUETA. — ¿Unos qué?

THORA. — ¿Cómo se dice…? (Pausa) ¿Carne?

QUETA. — ¡Ah! Comieron bistec.

THORA. — ¡Eso, bistec! ¡Y eran así de grandes! (Thora le hace la medida con los dedos) ¡Yo
no pude con el mío! Se lo pase a Rubén. ¡Me impresiona como le gusta el bistec!
Siempre que vamos a comer, lo pide.

QUETA. — No lo culpo. (Pausa) Él probó la carne hasta después de los diez años.

THORA. — ¿Cómo dice?

QUETA. — ¿No te lo ha contado? Pasó una infancia terrible. A los seis años lo pusieron a
trabajar en una hacienda cerca de 12 horas diarias alimentándose sólo de tortillas
con frijoles.

THORA. — Ya veo.

QUETA. — ¿De veras nunca te ha contado?

THORA. — No.

QUETA. — También lo comprendo. No es fácil confesar ese tipo de cosas. (PAUSA) ¡Ya te
contará! Espera el momento adecuado.

Un silencio.

QUETA. — ¡Por favor! Al menos prueba una. No es porque las prepare yo, pero son exquisitas.

THORA. — Bueno. ¡Una nada más!

QUETA. — ¡Por supuesto! Hay que conservar la figura.

Thora toma una galleta y la prueba. La hace un gesto de satisfacción.

QUETA. — ¡Están buenas, verdad! Mi secreto es que las mezclo con un poco de canela, anís y
utilizo azúcar morena. (Pausa) ¡Ay, Dios mío! Vieras cómo me preocupa todo lo que
está sucediendo. Desde que llegaron esos mentados buques no hemos tenido un
solo día de paz. Ya va para tres años de eso. Fue precisamente en la época en que
el Old Men se embarcó en el Ipiranga para abandonarnos a la buena de Dios. Si él
estuviera aquí, hace rato que los hubiera puesto de patitas en la calle. ¡No tienen nada
que hacer aquí! Dígame, Thora, ¿qué quieren de nosotros? ¡Nada de lo que
hacemos les parece a los mentados güeros! (Pausa. Tomando conciencia)
¡Disculpa!

THORA. — No, ¡está bien! ¡Continúe!

QUETA. — Que, si hacemos esto, ¡no les parece! Que, si hacemos aquello, ¡menos! ¡Estoy
segura que se quieren cobrar lo de Tampico!

THORA. — Mantenga la calma. Probablemente se trata de una movilización sin importancia. Es


lo más seguro.

QUETA. — ¡Dios te oiga, bonita! Porque sólo eso nos faltaría. Que encima de tanto desbarajuste
por todos lados, nos invadieran aquellos como en el cuarenta y siete.

THORA. — Las circunstancias son diferentes. Los norteamericanos están preocupados por lo
que está sucediendo en México. Lo único que quieren es una garantía de que se
respeten los derechos de sus ciudadanos radicados aquí.

QUETA. — Dime una cosa, querida, ¿tú qué te consideras? ¿alemana o yanqui?

THORA. — La verdad, nunca me he hecho esa pregunta, pero le puedo decir que casi toda mi
infancia y juventud viví en Alemania. Mis raíces más fuertes están allí. Mi padre tiene
una acería. Exporta numerosas armas a diferentes países.

QUETA. — ¡Oh! Ya veo.

Un silencio.

THORA. — Una pregunta, Queta.

QUETA. — ¡Dime, querida!

THORA. — Ese tal Henry O ‘Casey que vino a buscar a Rubén, ¿cómo era?

QUETA. — Un hombre maduro. Unos veintiocho años por lo menos. Al igual que su compañero.
¡Típicos gringuitos! Reservados. Extremadamente amables. El tal Henry hablaba
bien el español. El otro no sé porque siempre estuvo callado y sólo se limitaba a
sonreírme con cortesía. (Pausa. Sonriendo) Le diré que me parecieron muy
atractivos. ¡Pero sobre todo este último! El calladito. ¡Verdad de Dios que estaba
chulo el condenado güero!

THORA. — (En tono confidencial) Y, bueno… si no es mucha indiscreción, me podría decir si


habló algo más con usted de lo que hace un momento le dijo a Rubén. (PAUSA)
¿Acaso preguntó… por mí?

QUETA. — (Extrañada) ¿Por ti?

THORA. — Sí. O por alguien parecido a mí. Si Rubén se encontraba con una extranjera.
QUETA. — (Con sinceridad) No. La verdad no. (Pausa. Reflexionando) Aunque ahora que lo
mencionas. (Pausa) ¡Espera! Antes de irse me preguntó si Rubén alquilaba este
cuarto él solo o vivía acompañado de alguien. A lo cual respondí que mi Rubén en
realidad vive internado en la escuela naval y que sus temporadas de descanso las
pasaba conmigo. Y sí, algunas veces, desde que lo conozco, ha rentado el cuarto
acompañado de algún otro compañero necesitado de albergue que no siempre es el
mismo. Cuando le dije esto, hizo una mueca como de no estar muy de acuerdo con
la respuesta. Luego se despidió amablemente y se fueron.

Un silencio. Thora denota preocupación.

QUETA. — Lo conoces, ¿verdad?

THORA. — Sí. (Pausa)

QUETA. — ¿Alguien en tu… pasado?

THORA. — ¡No! Se trata de… ¡mi primo! (Pausa) Aun así, presiento que no tiene nada de bueno
que venga a verme.

QUETA. — ¿Por qué?

THORA. — Seguramente lo ha enviado mi padre. (Pausa) ¡O mi madre! Se oponen a que esté


con Rubén y me quieren convencer de que es un matrimonio que no me conviene.

QUETA. — Linda, si estas convencida de tu amor, nada en este mundo te podrá separar de la
decisión que has tomado.

THORA. — Eso lo sé. No dudo ni un instante de lo que siento por Rubén. (Pausa) Me preocupa
que, el influido por las ideas de ellos, sea precisamente él. ¡Es tan honesto y
tan correcto! Me da miedo que, si nos encuentran, lo vayan a marear con sus
ideas de que no me merece y que va a ser incapaz de darme todo lo que una mujer
de mi altura necesita. ¡Los conozco!
QUETA. — ¡Pero no sabes cómo te quiere él! Cuando lo veo no hay una sola platica en la cual
no te mencione.

THORA. — ¡Por supuesto! Sé que soy correspondida. Pero a veces siento que su amor llega a
tal punto que se devalúa. ¡A veces siento que él cree que no me merece!

QUETA. — (Con sutil orgullo herido) ¡Bueno, preciosa, te diré que él ha tenido numerosas
pretendientes! Además…

THORA. — ¡Le pido un favor!

QUETA. — ¡El que quieras!

THORA. — No le diga a Rubén lo que le he revelado. ¡No quiero que vea a mi primo mañana!
Así que trataré…

Se escuchan pasos de alguien que se acerca. Queta le hace una seña a Thora con el dedo de
que guarde silencio. Aparece Rubén. Camina con decisión hacia el baño. Comenta mientras pasa de
largo.

RUBÉN. — Nos han llamado de emergencia a todos los cadetes de la escuela. El general
Gustavo Mass solicita nuestra presencia urgentemente.

Rubén se mete al cuarto de baño. Cierra la puerta.

THORA. — ¿Qué sucede?

RUBÉN. — (Desde el baño) Los buques se encuentran prácticamente en la costa.

QUETA. — (Alarmada) ¡En la costa!

THORA. — ¿Y qué han dicho? ¿Cuál es su justificación?

RUBÉN. — No lo sé. No me dijeron.


Un silencio largo. Las dos mujeres se miran sin saber que decir. Después de un momento,
Rubén sale del baño vestido con su uniforme de teniente. Se acerca a las otras.

THORA. — ¿Pasa algo grave?

RUBÉN. — Esperemos que no. (Pausa) De cualquier forma, parece ser que Mass nos convoca
para que guardemos la calma y reaccionemos de manera diplomática en dando caso
de que a estos “cuates” se le ocurra desembarcar.

THORA. — Sí. Es lo que mejor conviene. ¡Acuérdense de Tampico!

QUETA. — ¡Exacto! No hay que darles un pretexto.

RUBÉN. — Regresaré en cuanto me sea posible.

THORA. — ¡Cuídate!

Rubén y Thora se abrazan y se besan. Él sale con decisión de la estancia. Thora y Queta lo
observan salir con consternación y temor.

OSCURO
ESCENA SEGUNDA

El mismo lugar. Cerca de las cinco de la mañana del mismo día.


Thora se encuentra sentada en la silla donde antes estuviera con Rubén. Inclinada, con la cara
apoyada en sus manos y los codos sobre las piernas, se nota sumamente preocupada. Hay un
silencio sepulcral en el que sólo se escucha el segundero del reloj que marca la hora.
Después de un momento, tocan a la puerta. Thora se levanta precipitadamente para abrir. A
mitad del camino se paraliza. Pausa. Se escucha que vuelven a tocar. Ella mira con extrañeza la
puerta de entrada. Paralizada no se decide a moverse. Continúan los toques insistentes.

THORA. — (Desconfiada) ¿Quién llama?

VOZ. — (Con marcado acento norteamericano) Disculpe, ¿no encontrarse teniente Rubén
Hinojosa? (Pausa) Siento mucho molestar fuera de horas, pero tratarse de un asunto
extrema importancia…

Una pausa larga. Thora hace un gesto de reconocimiento.

THORA. — (Con disimulo) ¡No se encuentra! Hace unas horas fue llamado al regimiento para
una emergencia. No sé a qué horas regrese y…

Ella se interrumpe. No sabe que decir. Un silencio.

VOZ. — Thora? Thora Bollinger? It´s you? (Pausa) Do you hear me? 1

Thora decidida se dirige a la puerta y la abre. Henry O ‘Casey, un norteamericano de casi


treinta años, de aspecto desaliñado se encuentra parado en la entrada. Ambos se miran por un
instante.

THORA. — (Con molesta sorpresa) Hi, Henry! 2

1 ¿Thora? Thora Bollinger? ¿Eres tú? (Pausa) ¿Me escuchas?


2 ¡Qué tal, Henry!
HENRY. — Hello, cousin! What a surprise! 3

THORA. — (Irónica.) Meinen Sie es wirklich so? 4

Un silencio. Henry la mira con cierto rubor.

HENRY. — ¿Can I…? 5

Thora camina hacia el interior del cuarto sin hacerle ningún gesto de invitación a Henry. Este
se introduce lentamente en la estancia.

THORA. — Ruben und ich sind arm. Ich kann dich nicht zu einem Kaffee einladen. (Pausa) Platz
zum Sitzen? Keine! Es gibt nur einen Stuhl. Wenn du dich setzen willst. 6

Henry se sienta.

HENRY. — Can we speak in English? I understand half of what you say. You know my German
is not very good. 7

THORA. — Wenn Sie in Ihrer Sprache sprechen, spreche ich in meiner. 8

Un silencio largo. Henry la mira con gesto de súplica.

HENRY. — Please! I beg you! 9

THORA. — Hagamos una cosa: ¡ni tú ni yo! ¡Lleguemos a territorio neutral! Hablemos en
español. ¡Idioma del cual estoy profundamente enamorada!

3 ¡Hola, prima! ¡Qué sorpresa!


4 ¿De verdad lo dices?
5 ¿Me permites?
6 Rubén y yo somos muy pobres. No te puedo invitar ni un café. ¿Lugar para sentarse? ¡Hay una silla! Si quieres siéntate tú.
7 ¿Podemos hablar en inglés? Entiendo la mitad de lo que me dices. Tú sabes que mi alemán no es muy bueno.
8 Si tú hablas en tu idioma, yo hablo en el mío.
9 ¡Por favor! ¡Te lo suplico!
HENRY. — Very well! 10 (Pausa) Me parece buena idea.

Una pausa. Ambos primos se miran directamente a los ojos. La atmósfera es tensa.

THORA. — (Con desafío) ¿Qué quieres, Henry? Te ha enviado mi padre, ¿verdad?


Seguramente te mandó un telegrama, te dijo que me había fugado con un pelado y
que me llevaras de los cabellos si era necesario. (Pausa) ¡Pues te informo que eso
no va a suceder! ¡Yo no muevo un pie de esta casa! Y si intentas algo, te las
tendrás que ver con Rubén.

HENRY. — ¿Estás tú casada?

THORA. — (Pausa) Sí.

HENRY. — That isn’t true! 11

THORA. — ¡Pues cree lo que quieras!

HENRY. — ¡Imposible! (Pausa) Primero, porque acabas de dudar momento en que pregunté.
Segundo, porque… llegaste hoy. Es difícil casar tan rápido.

THORA. — (Con dolor) Entonces…, si fuiste enviado por mi padre, ¿verdad?

HENRY. — ¿Por qué decir eso?

THORA. — Porque sólo él te pudo haber dicho que, precisamente hoy, hui de la capital (Pausa)
¡Sólo él!

Un silencio.

HENRY. — Fue casualidad cómo enterarme. (Pausa) Yo llamar por razón de emergencia.
Contesto desesperado. Al principio creyó que a ti secuestrar, pero luego recordó algo

10 ¡Muy bien!
11 ¡Eso no es cierto!
que… dejar claro lo sucedido.

Pausa. Thora mira directamente a Henry, el cual le rehúye la mirada.

THORA. — (Con sutil ironía) ¿Te mencionó qué era ese algo?

HENRY. — (Inseguro) No. (Pausa) Do you know it? 12

THORA. — (Sonriendo con sorna) Sí. Una carta anónima. Alguien que… (Lo mira directamente
a los ojos) … ¡no se cuando descubrió mi relación con Rubén!, se lo hizo saber a mi
papá sin revelar su identidad. (Pausa) Mi padre es un hombre extraño, Henry.

HENRY. — ¿Por qué decir tú eso?

THORA. — (Riendo) Nunca imagine que reaccionara como lo hizo. Pensé que su primer impulso
sería molerme a golpes llamándome prostituta. (Pausa) Pero, en vez de eso, sólo se
limitó a decirme que partíamos para la capital por razones de fuerza mayor, y de ahí,
en unos días, a Essen. (Pausa) Estoy segura que allá pensaba casarme cuanto
antes. (Con risa nerviosa) ¿Te das cuenta? ¡Nunca me enfrentó! Hasta el momento
no hemos hablando del asunto directamente.

HENRY. — (En torno paternalista) Because there is nothing to talk about, primrose 13.

THORA. — Henry! Speak Spanish! 14

Pausa. Thora lo mira con reproche. Henry, se levanta y se dirige a ella pasándole el brazo por
el hombro en tono protector.

HENRY. — I don’t know what… 15 ¡la verdad no sé lo que a ti pasando! Experimentas crisis de
edad. Pero pienso que has hecho tú un acto impulsivo. ¡Muy impulsivo! (Pausa)
¡Para juventud que tienes no saber lo que quieres aun!

12 ¿Tú lo sabes?
13 Porque no hay nada de qué hablar, pimpollo.
14 ¡Henry! ¡Habla español!
15 No se qué…
THORA. — ¿Tú crees?

HENRY. — ¡Absolutamente! (Pausa) Tú tener futuro demasiado importante para conformarte…


¡esto!

THORA. — ¿Lo dices porque mi padre es rico? ¿Por qué nuestra familia es importante?

HENRY. — ¡En parte! Pero no es fundamental.

THORA. — ¿Y qué es lo fundamental?

HENRY. — You! 16 (Pausa) Eres una persona… ¡extraordinario!

THORA. — (Con risa burlona) ¿Extraordinaria, dirás? ¡Lo siento! ¡No creo ser extraordinaria!

HENRY. — ¡Claro tú eres! Yo conocer tú.

THORA. — ¡Tú no me conoces en lo absoluto, Henry! Todas las veces que he platicado contigo
sólo te he enseñado la estúpida cara que ustedes quieren ver. ¡Los malditos hombres
con sus costumbres anticuadas que nos quieren como piezas de ornato en su casa!
¡Hablando de arte, de cultura y chismes de sociedad! (Pausa) Pero, mi querido
Henry, debo decirte que del deber ser al querer ser existe un solo y pequeño paso que
a mi no me ha costado ningún trabajo dar.

HENRY. — Sigo pensando mismo que decir hace un momento: has tomado decisiones
precipitadas porque tienes falsa visión. (Sonriendo) Life is more intricate than you
think, primrose 17.

Silencio. Ante la última frase en inglés de Henry, Thora respira hondo conteniendo el coraje.
Va y se sienta en la silla. Henry la observa como si se tratara de un niño.

16 ¡Tú!
17 La vida es más complicada de lo que tú crees, pimpollo.
THORA. — Si es así… si la vida es más complicada de lo que realmente yo creo, entonces,
prefiero que la vida me de las sorpresas directamente a mí. ¡No necesito
intermediarios! ¡Ni tú, ni mi padre y ni ningún futuro marido que me tenga como parte
de su enorme colección de triunfos!

HENRY. — (Con un suspiro) Bueno, vamos a abordar cuestión desde otro punto de vista…

THORA. — (Muy molesta) ¡No quiero abordar ninguna cuestión desde ningún punto de vista!
¡Quiero que te vayas y no quiero volver a verte! Y si intentas algo por la fuerza, ¡ya
lo sabes! ¡Ahí está Rubén! Es teniente de la escuela naval…

HENRY. — (Suplicando) Please, Thora! Give a break, come on! 18

Un silencio. Thora hace expresión de bajar la guardia.

HENRY. — I just want you to tell me one thing… 19

THORA. — Spanish, please! 20

HENRY. –– (Pausa) ¿Cómo imaginar tú vida en tres años, junto a hombre que acabar de elegir
como marido?

THORA. — ¡No me he puesto a pensar en eso y no me interesa! Sólo sé que lo amo, y que
es lo único importante para mí en estos momentos.

HENRY. — ¿Y por qué lo amas?

THORA. — No lo sé. (Pausa) Quizá porque no se parece a ningún hombre que haya conocido
hasta el momento. (Con sincera emoción) ¡Es… distinto!

HENRY. — (Despectivo) It's a Mexican! 21

18 ¡Por favor, Thora! ¡Dame una oportunidad, vamos!


19 Solo quiero que me digas una cosa…
20 ¡español, por favor!
21 ¡Es un mexicano!
THORA. — ¿Y qué que sea un mexicano? ¡No comprendo!

HENRY. — Persona improvisada. Sin cultura. Tú eres persona privilegiada, él no.

THORA. — ¡Privilegio! Pues si es por eso, ¡te lo regalo, primito! Creo que lo quiero tanto, que no
me importaría involucionar hasta llegar a su nivel.

HENRY. — (Con repentina furia contenida) For Christ’s sake! It’s just a greaser! ¡Un indio del
montón! A fucking beaner! 22

THORA. — (Respondiendo con la misma furia) Y tú, ¿qué eres? ¡Sólo un pobre irlandés! ¿Ya
se te olvidó donde podrías estar en estos momentos si no fuera por el apoyo que
durante mucho tiempo te dio mi padre? ¡Serías otro estúpido más en ese cochino
barrio de Queens! ¡Emborrachándote, teniendo hijos como conejo y suplicándole a
la virgen María que haga tu vida más llevadera!

HENRY. — Thora! What are you saying! You don’t talk like that! 23

Un silencio. Henry mira impresionado a Thora. No da crédito a lo que ha escuchado. Thora le


sostiene la mirada sin arrepentirse de sus palabras.

THORA. — (Indignada) ¡Cómo te atreves a juzgar a Rubén o cualquier mexicano si todos saben
que los irlandeses son unos estúpidos atrasados!

HENRY. — Shut up! Don’t talk like that! 24

THORA. — ¡Hablo como quiero!

HENRY. — (Con Decisión) Look! 25 ¡No permito que a mí hables así! (Pausa) No sé qué hacer
ese hombre del cual tú enamorada, pero conducta tuya no es la adecuada. ¡Él es
nocivo! ¡Tienes que admitir!

22 ¡Por Dios! ¡Es sólo un grasiento! ¡Un jodido frijolero!


23 ¡Thora! ¡Qué estás diciendo! ¿Tú no hablas así!
24 ¡Cállate! ¡No hables así!
25 ¡Mira!
THORA. — ¡Vete! ¡Ya no quiero discutir contigo!

Pausa. Se miran directamente a los ojos. Henry con suplica de que baje la guardia. Thora
sigue impávida.

HENRY. — Forgive me! (Pausa) No debo expresar así… de mexicanos. ¡Dar cuenta de que es
justo lo que reprochas! (Pausa) Ellos… después de todo… son católicos como
nosotros. (Citando) “The material principles must be subordinated to the supreme
moral principles. To God!” 26

THORA. — (Con sutil sorna) ¿Sigues siendo un ferviente partidario de Woodrow Wilson?

HENRY. — Of course! 27 ¡Es el mejor presidente que tener Estados Unidos en mucho tiempo!
¡Desde Abraham Lincoln!

THORA. — ¡A mí no me lo parece! (Pausa. Ríe) Es más, creo que es mil veces peor que
Victoriano Huerta. (Pausa) Huerta es un bruto sanguinario. Pero Wilson es un
hipócrita, un mentiroso. ¿Qué es peor?

HENRY. — ¿Quieres iniciar debate político conmigo?

THORA. — ¿Por qué no? Mi vida ha tomado un rumbo del cual no me arrepiento y estoy
dispuesta a seguir hasta sus últimas consecuencias, así que… ¿qué opinas de lo
que acabó de exponerte?

HENRY. — Querida Thora, no vayas por la tangente…

THORA. — ¡Wilson es un hipócrita, Henry! ¿Crees que el verdadero interés que tiene al enviar
sus buques a las costas mexicanas sea el de salvaguardar los intereses de gringos
radicados aquí?

26 “Los principios materiales deben estar subordinados a los principios morales supremos. ¡A Dios!”
27 ¡Por supuesto!
HENRY. — ¡No uses término de gringos! ¡Despectivo y no escucha bien! Ladies don’t talk like
that! 28

THORA. — ¡No me vengas ahorita con sermones de lo que es hablar bien! ¡Ya tuve suficiente
de eso! (Pausa) ¡Respóndeme a lo que te pregunte!

HENRY. — (Molesto) I didn’t understand! What it’s your point? 29

THORA. — ¡Wilson es un hipócrita ¡Un lobo disfrazado de oveja! En sus discursos habla de
altruismo, justicia y bondad. Habla de lograr un bienestar mundial. ¡Para América
entera! Pero la realidad es que en este país se impone de una manera hostil. ¿Qué
haces esos buques aquí, Henry?

Un silencio.

HENRY. — Haber problemas graves esta tierra. Problemas que afectar seriamente.

THORA. — ¿Problemas que afectan seriamente? ¿A quién?

HENRY. — To the Mexican, of course! 30

THORA. — ¿A los mexicanos a los poderosos de tu país? ¡Esos poderosos de los cuales Wilson
es su títere!

HENRY. –– ¡Tienes que irte conmigo! Esto no sólo que ver con tu padre. Asunto extrema
importancia.

THORA .–– (Costernada) ¿Qué quieres decir con eso?

Henry evade la mirada de Thora.

28 ¡Las damas no hablan así!


29 ¡No te entendí! ¿Cuál es tu punto?
30 ¡A los mexicanos, por supuesto!
THORA. — ¿Quién venía esta tarde contigo cuando buscabas a Rubén? Tu amigo Jack London.
El escritor y corresponsal de guerra, ¿verdad? (Pausa) Esos buques en la costa…
¿Wilson ha dado la orden de invadir México?

Un silencio. Henry baja la cabeza.

THORA. — (Gritando) ¡Henry! ¡Dímelo, por favor!

HENRY. — I can´t! We can’t say anything! 31

THORA. — Si no me dices qué está pasando, no me voy contigo.

HENRY. — (Escéptico) And if I told you? You would come with me? 32

THORA. — Por lo menos, meditaría tu propuesta.

HENRY. — ¡Shit! 33

Henry se dirige a la salida dispuesto a irse, abre la puerta, pero Thora lo intercepta suplicante.

THORA. — Henry, please! I need to know it! 34

Una pausa. Henry hace un gesto de resignación. Da vuelta y se dirige lentamente a la silla. Se
sienta.

HENRY. — Dos días atrás recibo un telegrama urgente del New York times. Querían que
comunicara con ellos antes posible. (Pausa) Cuando llamo, ellos explican que existía
rumor de una ocupación por parte de americana fuerza naval se llevaría a cabo en
Veracruz. (Pausa) Ellos no decir nada más, pero recibí instrucción de no mover de
aquí.

31 ¡No puedo! ¡No podemos decir nada!


32 Y si te lo dijera, ¿vendrías conmigo?
33 ¡Mierda!
34 ¡Henry, por favor! ¡Necesito saber!
THORA. — ¿Quieren que tú cubras el reportaje?

HENRY. — Sí. Soy corresponsal de guerra.

THORA. — (Indignada) ¡Entonces es un hecho que ustedes invaden este país!

HENRY. — Lo acabo decir: ¡rumores! Pero es intervención armada. ¡Intervención justa, of


course!

THORA. — ¿Justa para quién?

HENRY. — ¡Para todos! Principalmente México. ¡Ya viste situación que se encuentra! Wilson
tenía razón respecto Huerta desde que disolvió cámara diputados y encarcela 108
diputados. ¡Ese enfermo de silla presidencial hay que quitar pronto! ¿Tú sabes
cuánto asesinato lleva that piece of shit? 35 ¿Tú sabes que murió Gastón Santos?

THORA. — (Pausa. Preocupada) No. No sabía. ¡Pero cómo!

HENRY. — Pocos días después de velada que pasa con nosotros. ¡Desaparecer! Después, su
madre encontrar el cuerpo apuñalado afuera de casa de ella, junto con diputados
más.

THORA. — (Espantada) ¡Qué horror! (Pausa larga) Aun así, sigo pensando que ese es un
problema que deberían resolver los mexicanos, no los gringos.

HENRY. — (Molesto) Do not use the word gringos! You insult me! 36

THORA. — ¡Es lo que se merecen! Por ser unos condenados expansionistas. ¡Unos ladrones!

HENRY. — ¿Y mexicanos van a poder solos con toda esta situación? ¿Carranza y aliados
constitucionalistas armados con mosquetones? ¡Please! 37

35 … ese pedazo de mierda!


36 ¡No uses la palabra gringos! ¡Me insultas!
37 ¡Por favor!
THORA. — (Con ironía) ¡Y por eso ustedes los están dotando lo mejor que pueden! (Ríe) ¡Los
van a ser ganar! De eso no hay la menor duda. Pero no precisamente para darle el
control del país a un Zapata o a un Villa que sería lo justo, ¿verdad? ¡No, que va!
Mejor, después de que aquellos ganen justamente la guerra, hay que poner en el
poder a un Félix Díaz. ¡O al elegante escritor Federico Gamboa que, como fiel
borrego, se adapta a todos los preceptos de los “científicos”!

HENRY. — ¡Por favor, prima! (Sonriendo) ¡Tú estás diciendo puras tonterías!

THORA. — No, Henry. Sabes perfectamente a qué me refiero. ¡Sé más de política de lo que te
imaginas! Así que no me vengas con tus cuentos sobre la “gran democracia” que te
acogió en su seno y te vio crecer.

HENRY. — ¿Y tú qué…? ¿No vienes acaso de un país igual que mío? ¿Sabes de lo que enteré
esta mañana?

THORA. — ¡No, no quiero saber!

HENRY. — Una de las razones por las cuales Estados Unidos va tomar tal medida es por
imprevisto llegada de…

THORA. — ¡Vete!

HENRY. — …buque Ipiranga a costas de golfo de México. Do you remember the Ipiranga, little
cousin? 38

THORA. — ¡Vete!

HENRY. — El buque alemán en el que hace unos años se embarcó Porfirio Díaz huyendo de
arresto. (Pausa) ¡El mismo el cual tú llegaste por primera vez a este país! (Pausa) ¡El
mismo que ahora se esta utilizando para traer armas al gobierno de Victoriano
Huerta! (Pausa) ¡Rifles y cañones Bollinger! Mismos ayudan a seguir oprimiendo a
hombres como tu Rubén Hinojosa.

38 ¿Recuerdas el Ipiranga, pequeña prima?


THORA. — (Después de una pausa, sonriendo con ironía casi en susurro) Ein Bollinger stirbt an
einem Bollinger. 39

HENRY. — (Sin comprender) What? 40

Un silencio largo.

HENRY. — Thora…

THORA. — ¡Vete, Henry! ¡Por favor, te lo pido!

HENRY. — Prometiste ir conmigo si revelaba que estaba sucediendo.

THORA. — Te prometí que lo meditaría.

HENRY. — ¿Y bien?

THORA. — ¡No puedo irme contigo! (Pausa) Algo ha pasado esta noche que nos hemos vuelto
a ver. (Pausa) Creo que te he conocido mejor y… ¡me siento decepcionada! (Ríe)
Nunca pensé que fueras alguien excepcional, pero si, por lo menos… un poco
diferente. ¡Pero ahora veo que no es así!

HENRY. — (Herido) ¿Qué es diferente para ti? (Pausa) ¿Ser como ese greaser cadete el cual
dices amas? El sólo comprende órdenes, emborracharse y divertirse con putas
cuando pasa rato libre.

THORA. — ¡Quizá! Al menos en su ingenuidad, es menos hipócrita. ¡Y eso lo hace distinto!

HENRY. — (Aburrido) ¿Distinto a quién?

THORA. — A ti. A mi papá. ¡A todos los hombres que he conocido hasta que llegó él! Nadie tiene

39 Un Bollinger muere de un Bollinger.


40 ¿Qué?
su humildad. Su inocencia. ¡Su preciosa sencillez para vivir!

HENRY. — Él está deslumbrado contigo y por eso lleva como en guantes de seda. Tú eres algo
que él jamás soñó que podía alcanzar. ¡Llenas más de sus expectativas! (Pausa)
Pero deja que baje el deslumbre. ¡Te trata como la criada! Así son todos los
mexicanos.

THORA. — Te pido por favor que te vayas, Henry. ¡Ya no eres bienvenido!

HENRY. — (Con dolor) I suppose that I’ve never been welcome in your life, isn’t? 41

THORA. — Goodbye, Henry! 42

HENRY. — Very well! I just want to you listen one more thing… 43

THORA. — ¡Vete! ¡No quiero oír nada más!

HENRY. — I’ve a letter from your father… 44

THORA. –– Henry, Spanish, please or I don’t talk to you! 45

Henry suspira conteniendo el coraje.

HENRY. –– Esa carta es dirigida a director de la escuela naval militar. Él pide libere de sus
responsabilidades al cadete Rubén Hinojosa. ¿Razones que tu padre dar? ¡Yo no
saber! Pero esto servir para dejarlo en libertad y que salga de puerto.

THORA. — ¡Henry!

HENRY. — ¡Yo dársela si prometes venir conmigo! Así tú poder salvar vida de ese individuo.

41 Supongo que nunca he sido bienvenido del todo en tu vida, ¿verdad?


42 ¡Adiós, Henry!
43 ¡Muy bien! Sólo quiero que escuches una cosa más…
44 Tengo una carta de tu padre…
45 ¡Henry, habla español o no platico contigo!
THORA. — ¡No me chantajees! Es poco probable que eso no funcione.

HENRY. –– Tu padre fue militar, Thora. Además, poderoso e influyente. Siempre consigue lo que
desea. (Pausa) Por otro lado, nosotros tener poco tiempo. La intervención se dará
pronto. Se hora y fecha exacta.

THORA. — ¿Cuándo? (Pausa) ¡Tú no puedes saber algo así! Es estricta información entre el
poder ejecutivo y los militares.

HENRY. –– ¡Te digo que sé! ¡Te lo juro! La información a mi llega de muy buena fuente.

Un silencio. Thora lo mira indecisa.

THORA. — ¿Por qué me haces esto?

HENRY. — ¡Es única opción que dejas para yo ayudarte!

Un silencio.

THORA. — ¡No lo haré!

Se escucha la voz de Rubén que se acerca.

RUBÉN. — (Fuera) ¡Tienes que hacerlo, Thora!

Aparece Rubén en la entrada (que anteriormente quedó abierta). Henry se vuelve para verlo.

RUBÉN. — ¡Él tiene razón! Algo muy extraño está sucediendo.

THORA. — ¡Yo me iré si tú te vas conmigo!

RUBÉN. — No puedo hacer eso.

THORA. — ¿Qué ha sucedido?


RUBÉN. — Aparentemente nada grave. Parece ser, que el general Mass sostuvo una breve
plática por cable con el contraalmirante Fuston Flechter, de las fuerzas navales
norteamericanas. Según este último, no hay porque alarmarse. Los buques están
haciendo ejercicios navales ajenos a los intereses de México y por eso se han
acercado a la costa. Explicó también, que por ahí se había soltado un rumor acerca
de la posible intervención de militares navales en el puerto de Veracruz. Dijo que
eran sólo eso: ¡rumores infundados! Probablemente de alguno espía europeo
interesado en desprestigiar la política de Wilson. (PAUSA) Lo que si me parece
extraño fue que, el propio Mass, se retirará con su ejército federal a Tejería apenas
amanezca. Según él, por órdenes de la secretaria de guerra. Poco después, antes
de romper filas, nos dio la estricta orden de portarnos de manera diplomática dado
el caso de que a los marinos yanquis se les ocurriera desembarcar en la playa.

Un silencio. Thora y Rubén se miran fijamente.

THORA. — ¿Quieres saber qué está pasando en realidad? ¡Yo ya lo sé! ¡Porque me lo dijo él!
(Señala a Henry) Así que te lo voy a decir…

HENRY. — (Molesto) Thora, you don’t have to tell him that information! 46

THORA. — ¡Cállate!

HENRY. — You will be a traitor to the country! 47

THORA. — Henry, speak Spanish, because Ruben cannot understand the things that you are
saying! (Pausa) Traitor? Later I'll tell you what it really means to be a traitor. 48 (A
Rubén) ¡La intervención es una realidad! Wilson ha dado la orden de que las tropas
desembarquen en el puerto. ¿La razón? El Ipiranga viene en camino con armamento
Bollinger para las tropas de Huerta. Wilson lo debe querer confiscar…

46 Thora, ¡no tienes porqué dar esa información!


47 ¡Serás una traidora a la patria!
48 ¡Henry, habla español, porque Rubén no puede entender lo que estás diciendo! (Pausa) ¿Traidor? Más tarde te diré lo que
realmente significa ser un traidor.
RUBÉN. — (Desesperado) ¿Cuándo va a ser eso?

THORA. — ¡No lo sé! (Pausa) Sólo Henry lo sabe, pero asegura que no hay mucho tiempo. Tiene
una carta de mi padre para el director de escuela militar pidiéndole que te libere de
cualquier responsabilidad. Pero sólo se la va dar si yo prometo irme con él.

Un silencio largo.

RUBÉN. — Vete con él y no se preocupen por mí. Es lo más conveniente.

THORA. — ¿Por qué lo crees así? (Pausa) No estás seguro de que me amas, ¿verdad?

RUBÉN. — ¡Es de lo que más seguro!

THORA. — ¿Entonces por qué dices lo que dices? ¡Si yo me escapó, no te veo interesado en
huir conmigo!

RUBÉN. — ¡Lo haría! Pero no puedo dejar la situación como está. ¡Y menos con lo que me
estas revelando! Las tropas federales se retiran en poco tiempo. ¿Quién va a
defender el puerto?

THORA. — ¡Evidentemente, tú no! ¡Ni tus compañeros! Nunca han peleado en una verdadera
guerra. No son soldados profesionales.

Rubén agacha la cabeza.

RUBÉN. — El puerto está a merced de los invasores.

HENRY. — ¡Thora tiene razón, muchacho! Sin tropas federales, prácticamente ustedes no
puedes hacer nada.

RUBÉN. — Desde que tengo dieciséis años he sido entrenado como militar. Me han enseñado
que el deber de cada uno de nosotros es enfrentar sin temor a los enemigos.

THORA. — (Con creciente desesperación) ¡Por favor! ¡No salgas ahorita con esas ridiculeces
de corte militar! No es el momento para hacerte el machito. ¡Es el momento de luchar
por mí! ¡Por nosotros! Además, el general Mass ha dado orden de no agredir a los
yanquis si estos pisan suelo mexicano, ¿no?

RUBÉN. — En este caso, no creo que respetemos sus órdenes. Está en juego nuestro honor.
¡La dignidad de nuestro país! ¡Gustavo Mass nos ha traicionado! No le importa lo
que los invasores hagan aquí

Un silencio largo.

RUBÉN. — (A Thora) Estarás mejor con él.

THORA. — (Extrañada) ¿Qué estás diciendo?

RUBÉN. — Te ama tanto como yo. Se le ve en el rostro.

THORA. — (Riendo) Querido, estas confundido. ¡Henry es sólo mi primo! Es periodista y


trabajaba para el New York Times. Sólo viene a cubrir la noticia como corresponsal
de guerra.

RUBÉN. — ¡Pero insiste en llevarte con él! (Pausa) ¡Y parece ser que no le agrado! Se le ve en
los ojos.

HENRY. — (A Rubén) No lo tomes mal. Tú deber ponerte en mis zapatos. Padre de Thora está
en desesperado. No sabe dónde esté su hija. No conoce quien es tú… ¡Al igual que
yo! ¡Yo tampoco conozco tú! ¡No sé cuál serán tus verdaderas intenciones!

RUBÉN. — (Con ironía) Es cierto. Lo único que usted sabe es que soy pobre, moreno y…
¡mexicano! (Sonriendo) Suficiente para desacreditar a cualquiera, ¿no?

THORA. — ¿Pobre? (Pausa) ¿Por qué dices que eres pobre? ¡Tú no eres pobre!

RUBÉN. — Todos los mexicanos somos pobres. De alguna forma. ¡Hasta los más ricos!

THORA. — ¡Que cosas estas diciendo! Tu familia tiene una prospera tienda de abarrotes.
RUBÉN. — (Riendo con sarcasmo) ¡Puede que eso sea cierto! ¡Puede que no! Después de todo…
con un mexicano no sabe.

HENRY. — Thora! Are you listen to him? He’s making fun of us! In our own face! Let’s go out of
here! 49

THORA. — (Consternada. A Rubén) No entiendo a qué te refieres.

RUBÉN. — La verdad, es que no he sido del todo honesto contigo.

THORA. — ¿Por miedo?

RUBÉN. — Sí, por miedo a tu rechazo.

THORA. — Mira, algo me contó Queta hace unas horas, cuando bajaste a ver a tus compañeros.
(Pausa) ¡No me importa que haya sucedido antes contigo ni como haya sido! Lo
único que me interesa ahorita es este presente y…

RUBÉN. — ¿Aunque en algún momento llegues a enterarte de acciones mías nada agradables?

THORA. — (Con inseguridad) Sí… ¡te lo digo! Estoy segura de que te amo y…

HENRY. — Cousin, don’t be precipitate again. The boy is telling you that you have to think more
about your decision to be with him! He himself recognizes that he isn’t worthy of
you! 50

RUBÉN. — (Con dignidad) ¡Comprendo eso último que dice! (Pausa) ¡Yo no he dicho ni he
querido dar a entender que no soy digno de ella! También estoy muy enamorado y
lo único que quiero es que sea feliz.

49 ¡Thora! ¿Lo estás escuchando? ¡Se está burlando de nosotros! En nuestra propia cara! ¡Salgamos de aquí!
50 Prima, no seas impulsiva. ¡El muchacho te está diciendo que debes pensar más en tu decisión de estar con él! ¡Él mismo reconoce

que no es digno de ti!


HENRY. — (Enfrentándolo) ¡Es eso! Y tú duda que ella es feliz a tu lado, ¿o no?

RUBÉN. — Dudo que ustedes la dejen en paz, si se llega a unir conmigo. (Pausa) Ustedes los
extranjeros, ¡tanto los gringos como los europeos!, están tan orgullosos de sí
mismos. ¡De sus logros en la ciencia y en la tecnología! Pero no se han dado cuenta
que precisamente eso los ha vuelto codiciosos. Son tan celosos de sus propias
cosas… ¡y de las ajenas!

HENRY. — I don’t have to keep listening to this crap! (A Thora) Let’s go out of here! 51

THORA. — ¡Yo no voy a ningún lado si Rubén no se va conmigo! ¡Y habla en español, por favor!

HENRY. — ¡Tenemos que ir! ¡Nuestra vida corre peligro!

THORA. — ¿Y por culpa de quién? ¿De los mexicanos?

HENRY. — ¡Pues sí! ¡Así es! ¡Efectivamente! Por culpa de los mexicanos. Es poco rebuscado
de entender, pero es así son como niños que, jugando con una pistola cargada,
entonces debe venir un adulto a…

THORA. — … a aprovecharse de esa situación para robarles sus tierras, su petróleo y una
infinidad de riqueza en materia prima, ¿o no? Aparte de encontrar la manera de
controlar su política interna, ¡claro esta!

Henry está a punto de decir algo, pero se contiene dando un resoplido.

RUBEN. –– ¡Tienes que irte con él, Thora! Quien sabe qué va a pasar aquí.

THORA. –– (Sonriendo) ¡Que poco me conoces tú también, Rubén! Si piensas quedarte para
defender el honor de tu país, ¡yo me quedaré a tu lado! Veré cómo deliberadamente
te batirás a muerte con mis compatriotas. ¡Nada podré hacer! Salvo enterrarte
después de que te maten. Lloraré y te recordaré toda mi vida. ¡Pero no pienso irme
dejándote aquí!

51 ¡No tengo porque seguir escuchando esta mierda! (A Thora) ¡Salgamos de aquí!
RUBEN. –– (Con auténtico temor) ¿Crees que yo no siento miedo? ¡No miedo de perderte! ¡Ni
miedo a que se apoderen de nuestra patria! ¡Ni miedo a la vergüenza! (Sonriendo
con nervios) ¡No! ¡Miedo a que me maten! ¡A morirme! ¡A dejar de existir! ¡Tengo
miedo a perder mi vida!

THORA. –– ¡Vámonos! ¡Huye con nosotros! (Viendo a su primo) Henry me ayudará a convencer
a mi padre para que te proteja por cualquier conflicto que tengas en un futuro.

HENRY. — (A Rubén) Con gusto haré lo que me pide Thora. Pero tienes que prometer que tú
disculpas con mi tío Adolf por lo sucedido y arrepientes por idea de casamiento.
Porque yo quiero creer que todavía no ha pasado nada, ¿o sí?

RUBÉN. — ¿Está negociando conmigo?

HENRY. — Si quieres ver desde ese punto de vista.

RUBÉN. — (Burlón) Ustedes los yanquis. De cada tres palabras que pronuncian, una es
negocio… ¡O dólar! Todavía recuerdo hace dos años exactamente. Llegó el rumor de
que su embajador estaba muy asustado por lo que estaba sucediendo aquí, por lo
tanto, solicitaba más de doscientos fusiles para armar a sus compatriotas residentes
en toda la república. Se lo comentó a uno de nuestros generales. Este, para
complacerlo, le dijo: seguro, nosotros podemos ayudarlo. A lo que el embajador
replicó: ¡Por supuesto que no! Necesitamos armas, claro está… ¡pero de mi país!
¡Si no, no sería negocio para nosotros! (Ríe abiertamente) Para ustedes es negocio
la política, el petróleo, las armas. Ahora veo que también las cuestiones
sentimentales, ¡íntimas!

HENRY. — (Muy molesto) I love my cousin! ¡Yo sólo deseo lo mejor para ella! Pero también me
dar cuenta que es muy joven y no entiende la magnitud de las decisiones. ¡Yo hablo
con usted, de hombre a hombre! Usted acaba de hablar con honestidad. Confiesa que
es cobarde y que ante todo prefiere salvar su propia vida…

RUBÉN. — ¡Yo nunca dije que fuera cobarde! En ningún momento me ha cruzado la idea de
abandonar el puerto…
HENRY. — (Con risa burlona) ¡Pero usted debió verse si mismo! Su cara de espanto era bien
chistosa…

THORA. –– Chistoso es un barbarismo, Henry. ¡Habla bien español!

HENRY. –– (A Thora) Your lovely and powerful lieutenant is just a chicken! 52

Rubén, realmente enojado se le acerca amenazante. Henry retrocede.

RUBÉN. — ¡Eso no se lo toleró a usted ni a nadie!

Thora se interpone entre Henry y Rubén. Este último se contiene.

RUBÉN. — No le contesto como se debe porque es el primo de la mujer que amó, que si no…
(Pausa) ¡Usted no tiene idea de dónde vengo yo ni lo que soy capaz de hacer!
¡Cuando era niño trabajaba más de doce horas diarias en la tierra de un estúpido
gordo, dueño de una tienda de raya que nos tenía a dieta de frijoles y tortillas sin
posibilidad de tener algo mejor en toda nuestra mentada vida! (Pausa) Tuve que
robar, engañar… ¡matar!, para lograr estar donde me encuentro. ¿Y sabe qué?
¡No me arrepiento! A la larga, me he dado cuenta que es el único camino válido. ¡No
esperando a que los extranjeros me dijeran como vivir o trabajar mejor! ¡Ni
esperando a que un nuevo presidente cambiara la situación! ¡O que la revolución
gane la batalla! ¡No! Es sólo por uno mismo como se logran las cosas en este mundo.
Quizá no haya sido el camino adecuado, pero mi vida ahora es distinta… ¡es mejor!
¡He sufrido! ¡Me ha ido del carajo así que no voy a soportar que un estúpido gringuito
bien comido me diga gallina!

HENRY. — (Picado) ¿Sí…? ¿Y por qué estás tú seguro que todos los norteamericanos nadamos
en oro? ¡Tú estás convencido que todos nosotros somos Rockefeller! (Pausa) ¡Yo
venir de uno de los peores barrios de New York y se perfecto a que te refieres! Yo
sé lo que es comer durante semanas la misma porquería y sin solución por ningún

52 ¡Tu encantador y poderoso teniente es sólo una gallina!


lado a conflictos. (Pausa) Pero yo pensar que, lo importante aquí, no somos nosotros
ni nuestra pobreza. ¡Thora es importante! Y tú pareces amarla demasiado. ¡No seas
egoísta!

RUBÉN. — ¡De acuerdo! Pero la única razón por la que lo pienso apoyar, es porque me
prometerá que ella estará bien porque si no es así, ¡le juro que te busco y le dejó el
cuerpo agujereado como una coladera!

HENRY. — ¡Puedes estar completo seguro y…!

THORA. — (Interrumpe enfurecida) ¡Cállense!

Un silencio. Henry y Rubén la miran.

THORA. — ¡Esto…! ¡Esto es precisamente lo que no soporto! ¿Qué soy para ustedes? ¡Un
trofeo, verdad! Se decide que sucederá conmigo, pero no se me consulta. (Pausa)
Henry, ¡ya te lo dije! Yo no me voy contigo si Rubén no me acompaña. ¡Fin de la
conversación!

Una pausa larga. La luz del amanecer comienza a penetrar a través de las ventanas del
fondo.

HENRY. — (Suplicante a Rubén) ¡Tú tienes que venir con nosotros! Se trata de la vida de la
mujer que tú amas.

RUBÉN. — (Pausa) Está bien. (A Thora) Te prometo que, si en dos días el conflicto no pasa a
mayores y se resuelve, te alcanzaré donde te encuentres.

THORA. — (Viendo a Henry) ¿Está bien? ¿No corre peligro?

Henry niega levemente con la cabeza.

THORA. — ¡Bien! Te veré en la plaza del puerto a las doce en punto. Ahora si nos disculpas,
quisiera pasar unas horas con Rubén.
Ante esta noticia, el rostro de Henry se va descomponiendo lentamente.

THORA. — (A Rubén) ¡Lo haré sólo porque me has dicho que me alcanzarás! ¡Confió en ti!

Un silencio largo, en que Henry no se mueve y la mira insistentemente.

THORA .–– ¿Qué pasa, Henry? ¡Vete ya! No quiero verte, aunque sea estas pocas horas.

HENRY. — (Preocupado) Thora, I think it is very necessary that you come with me in this precise
moment. 53

THORA. — ¡No! Las cosas no van a hacer como tú quieres. Si Rubén se viene conmigo,
encontraré la forma de que mi padre lo acepté. (PAUSA) Se que hablo de algo
prácticamente imposible, pero…

HENRY. — (Más desesperado) No! Is not that! It is… 54

THORA. — What…? 55

Otro silencio. Rubén y Thora miran inseguros a Henry que baja la mirada y trata de ocultar su
angustia.

THORA. — Henry, ¿qué ocultas? (Pausa) Para mañana a las doce es demasiado tarde,
¿verdad? (Pausa. Con creciente ira) Es eso, ¿cierto? (Pausa) ¿Quién te dio la
información de la hora y el día? (Pausa) Answer me, Henry! 56

HENRY. — ¡Jack! ¡Jack London!

THORA. — (Despectiva) ¡Ya me imaginaba! Ese borracho arribista.

53 Thora, creo que es muy necesario que tu vengas conmigo en este momento.
54 ¡No! ¡No es eso! Es…
55 ¿Qué…?
56 ¡Contéstame, Henry!
HENRY. — (Molesto) Él no es ningún borracho. ¡Es un gran escritor! Vino a cubrir la noticia para
el Collier’s Weekly.

THORA. — Por lo que he oído, es sólo un vagabundo. ¡Un aficionado! No creo que su
información venga de una buena fuente, como dices. Pero bueno, ¿qué te dijo?

HENRY. — Apenas me informaron de lo que sucedía, llegó a verme. Fuimos a una cantina por
unas copas. Hablamos de conflicto. Yo le conté a él que tenía que rescatarte a ti de
una decisión estúpida que tomaste. Ayer en la tarde me acompañó aquí. Nos dijeron
que Rubén no encontrarse. Nos despedimos. Ya me fui a dormir, pero pienso que él
se quedar preocupado porque a pocas horas me fue a buscar y diciéndome que si
te quería salvar a ti, lo tenía que hacer pronto ya que la intervención estaba programa
para hoy mismo, a diez de la mañana. (Pausa. Culpable) ¡Es por eso que yo estar
aquí!

Un silencio largo. Thora mira detenidamente a Henry. Se le acerca lentamente.

THORA. — (Con creciente ira) Du wolltest Ruben hierlassen, um getötet zu werden, oder? 57
(Gritando) You are pig, Henry! A disgusting pig! I hate you! 58

HENRY. — You are confusing everything. Things are not as you think and ... 59

Rubén se acerca dispuesto a intervenir en la disputa de los otros dos, pero en ese momento una
lluvia de balas de ametralladora rompe los vidrios de las ventanas del fondo, así como la lámpara
que iluminaba el espacio. El lugar queda en penumbra. Rubén saca su pistola de la funda. Después,
se dirige a una de las ventanas con precaución.

RUBÉN. — (Con orden marcial) ¡Al suelo! ¡Tírense al suelo!

Los ataques de ametralladora continúan. Rubén contesta con algunos tiros. Henry y Thora se
arrojan al suelo y se arrastran desesperados hacia la mesa de la izquierda. Se meten debajo de ella.
Rubén analiza con sumo cuidado, la situación en el exterior. Queta aparece por la entrada, apenas

57 Querías dejar a Rubén aquí para que lo mataran, ¿verdad?


58 ¡Eres un cerdo, Henry! ¡Un cerdo asqueroso! ¡Te odio!
59 Estás confundiendo todo. Las cosas no son como tu piensas y ...
se asoma.

QUETA. — (A Thora y a Henry) ¡Vengan conmigo! ¡Vamos al sótano! ¡Los van a matar!

RUBÉN. — ¡Hagan lo que ella dice!

QUETA. — ¡Vamos!

Después de un momento, Henry y Thora gatean desesperados hacia la salida. Hacen mutis
junto con Queta. Rubén sigue disparando por un momento hacia la calle. Luego regresa al interior.
Se tira al suelo para sacar debajo de la cama una cajita de balas. Se para con ella. Abastece su arma
y la prepara. Después, sale lentamente hacia el exterior con mirada dudosa y tratando de contener
su miedo.

OSCURO
ESCENA TERCERA

El mismo lugar. Hacia el mediodía. Dos semanas después.


En la cama, yace Rubén con numerosos vendajes. Su estado es lamentable. Dormita. En la
silla, cercana a la cama, se encuentra doña Queta. Con seriedad mira al vacío sumida en un
sentimiento de profundo rencor e impotencia. A lo lejos se escucha una marcha militar
norteamericana. Después de una larga pausa, en la que parece haber tomado una decisión muy
meditada, Queta se acerca a la pequeña mesa del cuarto donde yace la pistola de Rubén. Saca
aquella de su funda y decidida se dirige a la puerta de entrada. En ese preciso instante se topa con
Thora que viene vestida con una mascada y ropa cómoda. Carga una charola que contiene un platón
con caldo de pollo. Se impresiona al ver a Queta en tal estado.

THORA. — Doña Queta… ¿pasa algo? (Pausa) ¡¿Qué piensa hacer?!

Thora deja el platón en la mesa.

QUETA. — (Con odio) ¡Lo voy a matar! (pausa) ¡Lo voy a matar! (Con lágrimas de terrible
impotencia) ¡Le juro que lo voy a matar, señorita Thora!

THORA. — ¡Tranquilícese! ¡¿De qué habla?!

QUETA. — ¡¡Señorita Thora, si no lo mato, me doy un tiro yo!!

Un silencio largo en que las dos se miran, la angustia de Thora ante la actitud de la otra va
creciendo.

THORA. — ¡Por favor, deme la pistola! (Pausa) ¡Queta! ¡¿Qué quiere hacer?!

QUETA. — (Con rabia) ¡Ese cochino puerco! ¡Esa mierda con patas!

THORA. — ¿De quién habla? ¡Deme el arma!

QUETA. — No le importó que se tratara de unos chamacos. Sabía que sólo eran unos
chamacos. (Pausa larga. Rompiendo en llanto) ¡Como mi hijo!
Queta baja lentamente el arma. Thora la abraza en señal de consuelo. Queta la recibe
efusivamente. Abandonándose al llanto. Después de un momento, Thora la encamina a la silla. Queta
se sienta. Thora aprovecha la ocasión para quitarle el arma. Está decidida a meterla en su funda,
pero la ve por instante. Sonríe con ironía dolorosa.

THORA. — (En susurro para sí misma) Ein Bollinger! (Pausa) Das Leben ist anderswo. 60

Thora deja la pistola en la mesa. Un silencio largo. Se vuelve a Queta.

THORA. — A ese hombre seguro lo amenazaron los marines.

QUETA. — ¡No importa! Debió haber tenido valor. ¡Qué poca falta de güevos!

THORA. — Sí, todos los que estábamos aquí para recibir esto debimos tener valor, ser
solidarios. Pero él no lo tuvo, tenía miedo de morir.

Silencio.

QUETA. — ¡No tenían más de 20 años! A uno de ellos lo conocía, le encantaban mis
empanadillas de guayaba, siempre venía a comprarme y platicábamos largo rato. Se
llamaba… ¡Gilberto!

THORA. — ¡Los pudimos enterrar!

Enriqueta la mira con gesto interrogativo.

THORA. — ¡Los yanquis los querían quemar! Son astutos, no querían dejar evidencia. (Irónica)
Henry tuvo que reportar que la movilización norteamericana resultó muy satisfactoria:
murieron cuatro personas y 23 heridos.

QUETA. — Entraron a la casa corriendo. Se toparon conmigo. Ni una palabra dijeron; yo entendí,
arrojándome a cerrar la puerta con la tranca lo más rápido que pude. Apenas pasaron
unos minutos… ¡destrozaron la entrada a puro balazo! El espanto no me permitía

60 ¡Una Bollinger! (Pausa) La vida está en otra parte.


comprender que pasaba… sólo vi a esos dos cabrones güeros rematándoles el
cráneo con la culata de sus fusiles.

THORA. — Pero ¿quién le dijo a usted que aquel hombre había delatado a los muchachos?

QUETA. — Don Fidencio oyó todo clarito desde la ventana de su casa: Si, son esos que se
entregaron como voluntarios, están ahí, en la Posada Queta.

Un silencio largo

THORA. — ¡Traje esto a Rubén!

QUETA. — ¡Gracias!

Thora coloca el plato en la mesa. Silencio largo.

QUETA. — ¡Vete del puerto, preciosa! Regresa con tu padre. Por lo que me has contado acerca
de ti, corres peligro, ¿o no?

THORA. — No. (PAUSA) Es verdad que es peligroso seguir aquí pero no puedo abandonar a
Rubén.

QUETA. — Quizá tu primo tiene razón. Eres demasiado joven y todo esto… nosotros… ¡no te
convenimos!

Thora va a la mesa. Toma la pistola y la funda. Se las muestra a Queta.

THORA. — En esto me convertiría si regreso con mi padre. En un pedazo de fierro insensible que
escupe muerte. ¡Para tener tanto hay que convertirte en esto! (Pausa) Algo en usted
y en mí ya se ha vuelto así de frío. ¡Pero yo no quiero eso para toda mi vida!

Queta toma la pistola y con tranquilidad la guarda en la funda. La pone nuevamente sobre la
mesa. La marcha militar norteamericana se escucha más cercana.
QUETA. — ¡Esos mentados güeros que no se quieren largar! ¿Ya qué más quieren? Ya nos
humillaron. Ya nos mataron a nuestros chamacos. ¿Qué más? ¡Dime, Thora!

THORA. — Ese maldito de Flechter sigue en la Jefatura de Policía. ¡Hace más de una semana
que debió haber levantado su estúpida ley marcial!

QUETA. — ¡Sólo esperó que se cumpla lo de enviarnos a la brigada de mujeres sonorenses!


(Con coraje) Si tuvieron oportunidad de conocer la cobardía del dizque ejército
federal del mamarracho ese que tenemos por presidente, tus paisanos no tienen la
menor idea de cuando a las mexicanas nos han llenado de los calcetines de
piedritas. ¡Se los va a llevar el carajo!

THORA. — ¡Claro que sí! Es una realidad. Y no es lo único: ya vio que Carranza envió una
protesta al gobierno de Estados Unidos y pidió apoyo a las naciones
latinoamericanas. ¡No nos pueden dejar solos!

QUETA. — ¡Dios te oiga, mi´ija! ¡Dios te oiga! Los que si te digo es que, por mí, no vuelvo a
recibir a ningún pinche gringo en esta casa. ¡Así estén tan guapos como aquel que
acompañaba a tu primito! ¡Doña Queta no les vuelve a abrir el corazón en su vida!
Están completamente endemoniados. ¡Yanqui es sinónimo de diablo, que si no!

Al decir esta última frase, Henry ha aparecido por la entrada. Carga una maleta Queta, esta
dispuesta a salir, pero al toparse con él, baja el rostro un poco apenada por sus palabras.

QUETA. — (Casi inaudible) Con permiso.

Henry y Thora se miran por un instante. Ella, después va y pone la charola sobre la mesa.

HENRY. –– (Refiriéndose a Queta) What happened with her? 61

THORA. –– Dos cadetes trataron de ocultarse aquí. Queta trató de ayudarlos, pero un mexicano
los delató y los marines entraron y los mataron.

61 ¿Qué pasa con ella?


HENRY. –– Mexican! They are like the snakes!

Un silencio.

THORA. — (Burlona) ¿Cómo estas, O’ Casey? ¡Regresaste! ¡Qué sorpresa! Dijiste que no
pensabas volver.

HENRY. — Cambiar de opinión.

THORA. — ¿Y eso?

HENRY. — Flechter está preocupado por la vida de Rubén.

THORA. — Sag es mir nicht!62

HENRY. — En unos momentos llegará con un cirujano. En el hospital, los doctores han dicho
que sus heridas, no tener un cuidado especial, poder ser peligrosas.

THORA. — ¡Pues mejor para él! Si Rubén muere, dormirá tranquilo todas las noches sabiendo
que no se lo encontrará debajo de su cama esperándolo con un cuchillo.

HENRY. — ¡Esto es serio! No hay tiempo para hacer chistes.

THORA. — ¡Yo también estoy hablando en serio! Doña Enriqueta no quiere a ningún estúpido
gringo aquí. ¡Así que te largas en este momento y le dices a tu querido contraalmirante
que aquí no pone un pie o le rompemos el cráneo a patadas!

Thora mira desafiante a Henry. Este, por un momento no sabe que decir ante tal agresividad.
Pausa larga.

HENRY. — Vine también a decir a ti que tu padre zarpó para Europa.

THORA. — ¿De veras? ¿Y desde dónde?

62 ¡No me digas!
HENRY. — Yucatán. Un Barco inglés.

THORA. — Seguramente pagó algún soborno para que ocultaran su identidad.

HENRY. — ¡No lo sé! Pero él no tiene para cuando volver. Con la confiscación del material
bélico de Ipiranga está un poco paranoico y siente que el gobierno de Estados
Unidos lo puede ir a buscar hasta Europa misma para encarcelarlo.

THORA. — ¡Y no le falta razón! Tu gobierno considera bandoleros a todos aquellos que afectan
directa o indirectamente sus intereses económicos.

Un silencio. Henry cierra los ojos aguantando el coraje ante este comentario.

THORA. — De todas formas, independientemente de eso, creo que no pensará regresar en


mucho tiempo. Con el seguro triunfo de los constitucionalistas ya no podrá hacer
aquí sus acostumbrados negocios sin pagar ni un sólo centavo de impuestos e
indemnizaciones. (PAUSA) ¡Qué gracioso! Va a tener muy cerca allá al viejo don
Porfirio, pero ya no le va a servir de nada. Lo que son las cosas, ¿verdad?

HENRY. — No quiero hablar de política. ¿Qué piensas hacer?

THORA. — ¿Qué pienso hacer de qué?

HENRY. — No sé… ¡de tu vida! Tu padre ya no está. ¡No tienes apoyo de ningún tipo! Estaba
pensando que deberías venir conmigo o… ¡bueno!, tú y Rubén deberían venir
conmigo. Hay rumores de otra posible intervención armada desde la frontera. La
gente, sobre todo en California, esta enfurecida contra los mexicanos; quieren que se
le someta a toda costa con las bayonetas.

THORA. — Lo que hace la prensa, ¿no?


HENRY. — Let your sarcasm for a moment! This is serious! We have to… 63

Henry se interrumpe al ver que Rubén se remueve en la cama.

THORA. — ¡Déjame sola con él! ¡Por favor!

Henry está a punto de salir, pero parece acordarse de algo. Saca un libro de su maleta y se lo
entrega a Thora.

HENRY. — Es un regalo para Rubén.

THORA. — (Sonriendo) ¿De parte tuya?

HENRY. — No. Se lo manda Jack London.

THORA. — ¿Y qué es?

HENRY. — Un relato. Se llama: El mexicano.

THORA. — ¡Hermoso título!

HENRY. — Es conmovedor. (Pausa) Jack está un poco impresionado con el heroísmo de Rubén.

THORA. –– (Irónica) ¿Sólo un poco? ¡Qué lástima que esa poca impresión no se vio reflejada en
el reporte que hizo sobre esta “honesta intervención justa”! (Pausa) ¡Rubén es un
hombre! Tú eres un pedazo de porquería irlandesa que traba amistad con borrachos,
convenencieros y estúpidos. (Llorando) Nadie resiste tantas horas al enemigo con
una sola ametralladora. Una ametralladora que pudo usar por a su amigo Uribe ya
le habían clavado una bala en la frente, ¡Un muchacho de trece años! (Ríe nerviosa)
De lo contrario, Rubén sólo hubiera podido defenderse con su pistola. (Con burla)
¡Qué gran hazaña la de los tuyos! Aplastaron a un enemigo formado de unos cuantos
cadetes de no más de veinte años y personas mayores y agotadas que en su vida
habían disparado un arma. Habrá que hablar también de ladrones y prisioneros de

63 ¡Deja decir tus sarcasmos por un momento! ¡Esto es serio! Tenemos que…
San Juan de Ulúa. Resultan seres humanos de mejor calidad que tu Jack London.
¡Pero tú, mi querido primo Henry O’ Casey, siéntete muy orgulloso de él, de Flechter,
de sus marinos y de tu maravilloso pueblo democrático y soberano!

HENRY. — (Habla como si no la hubiera escuchado) Jack piensa que esta nación necesita
personas talladas en su madera. Sólo así se podrá salvar de ser un país dependiente
y oprimido.

THORA. — Get out of my sight! 64 (Pausa. Henry la mira impresionada) Go away or I kill you! 65

Henry hace mutis cerrando la puerta. Una pausa. Thora observa la caratula del libro.

RUBÉN. — (Rompiendo el silencio) ¿En qué idioma está?

Thora se vuelve con rapidez a observarlo. Se acerca al otro y se sienta a su lado, en la cama.

THORA. — Es mejor que no hables, Rubén.

RUBÉN. — Dime si está en español.

THORA. — No. Es un libro en inglés.

RUBÉN. — ¡Qué mala pata! (Pausa) Bueno, quizá tú me lo puedas ir traduciendo. (Tose
escandalosamente).

THORA. — (Molesta) ¿Ves? Te dije que no hablaras, Rubén.

RUBÉN. — Me siento mejor aquí, ¿sabes?

THORA. — ¡No hables!

RUBÉN. — Estaba harto de ese cochino hospital.

64 ¡Fuera de mi vista!
65 ¡Vete o te mato!
THORA. — ¡Vamos! Necesitas comer algo.

Thora va por el plato de caldo en la mesa, pero en ese momento tocan la puerta de entrada.
Thora va hacia ella y la abre. En la entrada vemos nuevamente a Henry seguido de el contraalmirante
Frederick Fuston Flechter, un norteamericano alto, de aspecto imponente. Va vestido con su
uniforme de gala. Thora mira ambos con absoluto desprecio pero se contiene de comentar cualquier
cosa.

HENRY. — The Rear Admiral wish you to help him translate some words he wants to exchange
with Lieutenant Rubén Hinojosa. 66

Un silencio. Thora sólo los mira fijamente. Ligeramente asiente con la cabeza. Henry mira al
contraalmirante respetuosamente. Este le devuelve la respuesta de la misma forma.

FLECHTER. — Very well. Look! Sorry to bother you and to show up like this. I’m rear admiral
Frederick Fuston Fletcher, commander-in-chief of the U.S. naval forces. The thing is
that… A few hours ago, I went looking for Lieutenant Rubén Hinojosa at the port
hospital and they informed me he had been transferred here. 67

THORA. — This is where he lives. 68

FLECHTER. — May I come in and exchange some words with him making use of you, of course, as
interpreter? 69

Thora se acerca a Rubén que, durante el discurso de Flechter ha logrado recargarse sobre
sus codos. Ve, en la entrada, a Henry y al contraalmirante Flechter con una mirada cargada de rencor
y odio. Thora la susurra algo al oído. Después de una pausa, Rubén le contesta afirmativamente con
un gesto. Thora va hacia Flechter y lo invita a pasar. El contraalmirante entra con paso solemne y

66 El contraalmirante desea que le ayudes a intercambiar unas palabras con el teniente Rubén Hinojosa.
67 Muy bien. ¡Mire! Lamento molestarle y mostrarme así. Soy el contralmirante Frederick Fuston Fletcher, comandante en jefe de
las fuerzas navales de los Estados Unidos. Lo que pasa es que ... hace unas horas, fui a buscar al teniente Rubén Hinojosa al hospital
del puerto y me informaron que lo habían trasladado aquí.
68 Aquí es donde él vive.
69 ¿Puedo entrar e intercambiar algunas palabras con él haciendo uso de usted, por supuesto, como intérprete?
marcial al cuarto seguido de Henry que, respetuoso, le cede el paso. Se detiene a cierta distancia de
Rubén mirándolo con benevolencia, pero sin perder la seriedad. Thora ha quedado en medio de los
dos. Henry, a un lado de Flechter, mira su prima dándole a entender que se comporte.

FLECHTER. — Lieutenant Rubén Hinojosa, rear admiral Frederick Fuston Fletcher here, from the
U.S. naval forces, greeting you respectfully.

THORA. — (A Rubén) El Contraalmirante Frederick Fuston Flechter te saluda respetuosamente.

FLECHTER. — The matter that brings me here is… I deeply admire you! I admire your braveness,
courage, and resolve as a military man.

THORA. — (A Rubén) El asunto que lo trae es que te admira profundamente. Admira tu valor,
tu coraje y tu determinación como hombres de armas.

FLECHTER. — My soldiers and I were truly moved by your feat the day we found ourselves in the
unfortunate need to intervene in the port of Veracruz.

THORA. — Él y sus soldados están conmovidos con la hazaña que hiciste el día que ellos se
vieron en la lamentable necesidad de intervenir aquí en el puerto.

FLECHTER. — You will see that it is matters outside our own decisions which decide these events,
so I wouldn’t want you to continue regarding us as enemies.

Un silencio. Thora hace un sutil gesto renuente ante las últimas frases de Flechter. Henry la
mira sentencioso.

THORA. — Dice que son cuestiones ajenas a sus decisiones la que lo obligan a realizar estos
sucesos. (Con sonrisa irónica) Por lo tanto, no quiere que lo veas como un enemigo.

FLECHTER. — I come as a brother, waving the banner of peace. I’m here to offer Lieutenant Hinojosa
the services of a fellow surgeon to save his life, as we all wish for in good faith.

THORA. — Viene fraternalmente, cargando la bandera de la paz, así como ofreciéndote los
servicios de un cirujano norteamericano para que puedas salvar la vida, ya que él y
sus soldados lo desean de buena fe.

Una pausa larga. Rubén lanza un suspiro.

RUBÉN. — (Mirando a Flechter directamente a los ojos) ¡Del invasor no quiero ni la vida! ¡Usted
no es bienvenido en esta casa y tampoco su cirujano! Si quiere desquitarse
interviniendo en ella, como lo hizo en el puerto con sus soldados, ¡adelante! ¡¡Al
teniente Rubén Hinojosa no le importa morir!!

Ante las frases de Rubén, Henry le niega sentencioso a Thora a que traduzca literalmente.
Thora mira a Henry por un instante desafiante y luego dice lo siguiente con sentimiento.

THORA. — He says: “¡I don’t want anything from the invader, not even life! Neither you nor your
surgeon are welcome in this house! If you want to get even by invading it, go ahead!
Lieutenant Rubén Hinojosa no longer cares about living. (Sonríe con sorna y le hace
el saludo marcial burlonamente) Have a good afternoon, rear admiral Fletcher! 70

Flechter hace un gesto de indignación mirando a Henry. Suelta un resoplido, da la media vuelta
y se va. Henry y Thora se miran por un instante. El primero no da crédito a lo que ha visto. Esta a
punto de reprender a Thora con un golpe, pero esta va rápidamente a la mesa desfunda la pistola y
lo amenaza. Henry baja el guardia inmediatamente asustado. Camina hacia atrás quedando a la
altura de la entrada. Una pausa. Thora deja la pistola en la mesa, toma el platón con caldo y se sienta
a lado de Rubén en la cama. Henry los observa inmóvil.

RUBÉN. — (Con voz débil) ¡Estoy harto del pollo!

THORA. — ¡No hables! Necesitas comer.

RUBÉN. — ¿Por qué sólo pollo? (Pausa) ¿No podrías conseguir un bistec grueso y jugoso?

THORA. — ¡No hables!

70 ¡Qué tenga muy buena tarde, contraalmirante Fletcher!


RUBÉN. — Ándale, ¡consígueme un bistec!

THORA. — ¡No puedes comer bistec!

RUBÉN. — De niño nunca pude. (Pausa) ¡Pero ahora ya puedo! Porque ya soy grande. ¡Uno
crece, se hace más grande! ¡Toma conciencia! ¡Aprende!

THORA. — ¡Ya por favor! Te vas debilitar más de lo que estás.

RUBÉN. — ¡No importa! Pienso que, de ahora en adelante, voy a estar contigo para siempre.
(Pausa larga) ¿Thora?

THORA. — (Con lágrimas en los ojos) ¡No hables!

RUBÉN. — ¿Te acuerdas como nos conocimos? Más bien, ¿por qué nos conocimos?

THORA. — ¡No! ¡Recuérdamelo tú!

RUBÉN. — Fue por los buques.

THORA. — (Extrañada) ¿Por los buques?

RUBÉN. — Yo estaba en la plaza. Con mis compañeros. (Pausa) Con Uribe y Jorge Alasio…
¿recuerdas? El que luego te hacía reír mucho porque imitaba tu acento.

THORA. — ¡Chistoso! Los dos me agarraban de a chiste. ¿Soy chistosa!

RUBÉN. — ¡Gra-cio-sa!

Una pausa. Ríen ambos.

RUBÉN. — Tú paseabas por ahí.

THORA. — Seguramente harta del ambiente que flotaba en la hacienda. ¡Nos topamos muchas
veces! Al menos yo te ubiqué mucho antes de la primera vez que me atreví a
peguntarte algo.

RUBÉN. — Y no recuerdas que fue, ¿verdad?

Silencio. Thora lo mira interrogativa.

RUBÉN. — Fueron los buques. Querías saber qué diablos hacían ahí desde hacía tanto tiempo.

THORA. — (Sonriendo) ¿De veras dije eso?

RUBÉN. — Sí. Además, te preguntabas porque nosotros permitíamos semejante ultraje en


nuestras costas. Yo no supe que contestarte e inmediatamente cambiaste de tema
y no paramos de platicar en dos horas.

THORA. — Fue un buen pretexto para conocerte. ¡Me moría de ganas!

RUBÉN. — De cualquier manera, creo que por fin has obtenido la respuesta que no te pude dar
entonces.

THORA. — ¡Estamos vivos! ¡Es lo importante!

Thora lo mira conmovida. Pausa. Los dos son presa de un ataque de risa que expresa una
inmensa alegría.

RUBÉN. — Prométeme que vas hoy a comer a donde siempre vamos. Prométeme que irás…
¡pedirás un bistec grande y te lo comerás en mi honor! Se me antoja mucho y
quiero… quiero… quiero…

Rubén se remueve en su lugar tosiendo de forma alarmante. Escupe sangre. Henry se mueve
desde su lugar sin saber que hacer. Sale por la entrada

THORA. — (Asustada) ¡Rubén! ¡Rubén! ¿Qué pasa? ¡Te digo que no hables! ¡No hables, por
favor!
Rubén deja de toser. Con los ojos abiertos, su cuerpo yace inmóvil. Henry regresa con doña
Queta.

QUETA. — ¡Dios mío! ¡¿Qué pasa?!

HENRY. — Pronto, señora, hay que mandar a alguien que avise a hospital.

Queta sale rápidamente.

THORA. — (Con un llanto compulsivo) Ich habe dir gesagt, nicht zu reden! Du darfst nicht reden!
Warum hast du gesprochen ...?! 71

Thora abraza sollozando el cuerpo inerme de Rubén. Un silencio largo. Henry se acerca un
poco, se da cuenta de lo sucedido. Por la entrada regresa Queta. Se da cuenta también de la
situación. Ella se coloca en una esquina a cierta distancia impávida, conteniendo el llanto. Thora se
levanta y se lanza impulsivamente a los brazos de su primo a llorar. Él la trata de consolar. Después
de un momento, ella se desprende de él rechazándolo con delicadeza.

THORA. — (Con decisión, a Henry) No pienso irme contigo. ¡Me quedaré aquí! No me importa
lo que suceda. Me quedo con los mexicanos, y si es necesario, pelearé con ellos.

Thora hace mutis empañada de lágrimas. Henry trata de detenerla, pero se contiene. Silencio
largo. Henry baja el rostro. Una pausa. Se vuelve a Rubén. Va a la mesa y toma el libro de Jack
London. Se acerca al cadáver y se lo pone entre sus brazos. Acto seguido, le cierra los ojos.

HENRY. — ¡Descansa, muchacho!

Henry se levanta y, al darse la vuelta, se topa con la mirada de Queta. Ella lo mira fijamente,
con sutil odio impotente.

OSCURO. FINAL

71 ¡Te dije que no hablaras! ¡No puedes hablar! ¿Por qué hablaste ...?!

Das könnte Ihnen auch gefallen