El ser humano necesita orientación, identidad, sentido y respuestas integrales al problema de la
existencia que la ciencia y la tecnología no pueden ofrecerle. Por eso, y aunque hoy la religión parece estar en crisis, la experiencia nos dice que el hombre y la mujer actuales están clamando por un destino absoluto de plenitud. No es posible abordar en el marco de esta exposición los diversos aspectos que entraña la pregunta: ¿qué entender por sociedad tecnológica?, ¿qué es creer en Dios?, ¿de qué fe hablamos...? En un primer momento, pondremos de relieve algunos rasgos de la actual sociedad tecnológica tras los cuales no es difícil rastrear la necesidad que siente el hombre contemporáneo de una experiencia diferente, una experiencia de "salvación". En un segundo momento, detendremos nuestra atención en el ser humano. Su primer problema no es Dios ni la religión, sino el acertar a vivir con la dignidad propia de su ser. El hombre de la sociedad tecnológica, como el de todos los tiempos, es un ser que busca dar un sentido a su existencia, realizarse en el horizonte de un proyecto humano y caminar alentado por una esperanza. Es precisamente a estos niveles donde comienza a clarificarse la aportación y los límites de la ciencia tecnológica y donde comienza a vislumbrarse la necesidad de Dios.
1.Una sociedad necesitada de salvación
Sociólogos y analistas estudian desde diversas perspectivas los rasgos que parecen definir el perfil del hombre contemporáneo. Sin duda, no todo es negativo. Lo que resulta preocupante es el vaciamiento interior, la trivialización de la existencia y la crisis de esperanza que se puede constatar, a pesar del progreso y los logros de todo tipo... Sólo quiero poner de relieve algunos rasgos tras los cuales no es difícil rastrear la necesidad que el hombre contemporáneo tiene de Dios. • Pragmatismo demoledor El desarrollo de la ciencia moderna y de la técnica ha introducido un modo de ser y de pensar que sólo mira a la eficacia, el rendimiento y la productividad. Cada vez parece interesar menos lo que pueda tener relación con el sentido último de la existencia, el destino del ser humano, el misterio del cosmos o lo sagrado. Todo queda descalificado por el pragmatismo. Sólo parece interesar el bienestar, el éxito, la seguridad. El hombre contemporáneo se encoge de hombros ante cualquier planteamiento más profundo sobre el ser humano, el mundo o Dios. ¿Para qué ocuparse de aquello que carece de respuestas claras y, sobre todo, de utilidad práctica? Sin embargo, el ser humano es demasiado grande para conformarse con cualquier cosa. No pocos analistas toman nota del número creciente de personas que, cansadas de vivir una vida tan "rebajada" buscan algo diferente. Es difícil vivir una vida que no apunta a ninguna meta. No basta tampoco con pasarlo bien. La existencia se hace insoportable cuando todo se reduce a pragmatismo y frivolidad. El hombre está hecho también para cultivar el espíritu, acoger al misterio y experimentar el gozo interior. • Racionalismo reductor Uno de los dogmas fundamentales de la cultura moderna es la fe en el poder absoluto de la razón. Se piensa que, con la fuerza de la razón, el hombre es capaz de resolver los problemas de la existencia. En la raíz de esta postura "racionalista" hay una convicción que ha ido creciendo progresivamente: lo único que existe es lo que el hombre puede verificar científicamente. Fuera de esto, no hay nada real. Si esto es así, naturalmente ya no hay sitio para Dios ni para la experiencia religiosa. El mundo se reduce sencillamente a un sistema cerrado que el hombre puede dominar desarrollando la ciencia y la tecnología. La fe en Dios queda, por tanto, descalificada de raíz como una postura ingenua y primitiva. Por otra parte, desconectada de toda relación con el Creador y privada de destino trascendente, la vida de la persona se va convirtiendo en un episodio irrelevante que hay que llenar de bienestar y de experiencias placenteras. Sin embargo, hace tiempo que los científicos más prestigiosos afirman que la razón no puede responder a todos los interrogantes y anhelos del ser humano. Y son ellos mismos quienes hablan también de la necesidad de que, junto a la ciencia, la humanidad siga cultivando la poesía, la ética y la experiencia religiosa. Por otra parte, se va tomando conciencia de que la pretensión "racionalista" de que no existe nada más que lo que el hombre puede conocer científicamente, no se basa en ningún análisis científico de la realidad. El hombre moderno ha decidido que no hay nada fuera de lo