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Creer en Dios en una sociedad tecnológica

José A. Pagola

El ser humano necesita orientación, identidad, sentido y respuestas integrales al problema de la


existencia que la ciencia y la tecnología no pueden ofrecerle. Por eso, y aunque hoy la religión
parece estar en crisis, la experiencia nos dice que el hombre y la mujer actuales están clamando por
un destino absoluto de plenitud.
No es posible abordar en el marco de esta exposición los diversos aspectos que entraña la pregunta:
¿qué entender por sociedad tecnológica?, ¿qué es creer en Dios?, ¿de qué fe hablamos...?
En un primer momento, pondremos de relieve algunos rasgos de la actual sociedad tecnológica tras
los cuales no es difícil rastrear la necesidad que siente el hombre contemporáneo de una
experiencia diferente, una experiencia de "salvación". En un segundo momento, detendremos
nuestra atención en el ser humano. Su primer problema no es Dios ni la religión, sino el acertar a
vivir con la dignidad propia de su ser. El hombre de la sociedad tecnológica, como el de todos los
tiempos, es un ser que busca dar un sentido a su existencia, realizarse en el horizonte de un
proyecto humano y caminar alentado por una esperanza. Es precisamente a estos niveles donde
comienza a clarificarse la aportación y los límites de la ciencia tecnológica y donde comienza a
vislumbrarse la necesidad de Dios.

1.Una sociedad necesitada de salvación


Sociólogos y analistas estudian desde diversas perspectivas los rasgos que parecen definir el perfil
del hombre contemporáneo. Sin duda, no todo es negativo. Lo que resulta preocupante es el
vaciamiento interior, la trivialización de la existencia y la crisis de esperanza que se puede constatar,
a pesar del progreso y los logros de todo tipo... Sólo quiero poner de relieve algunos rasgos tras los
cuales no es difícil rastrear la necesidad que el hombre contemporáneo tiene de Dios.
• Pragmatismo demoledor
El desarrollo de la ciencia moderna y de la técnica ha introducido un modo de ser y de pensar que
sólo mira a la eficacia, el rendimiento y la productividad. Cada vez parece interesar menos lo que
pueda tener relación con el sentido último de la existencia, el destino del ser humano, el misterio del
cosmos o lo sagrado. Todo queda descalificado por el pragmatismo. Sólo parece interesar el
bienestar, el éxito, la seguridad. El hombre contemporáneo se encoge de hombros ante cualquier
planteamiento más profundo sobre el ser humano, el mundo o Dios. ¿Para qué ocuparse de aquello
que carece de respuestas claras y, sobre todo, de utilidad práctica?
Sin embargo, el ser humano es demasiado grande para conformarse con cualquier cosa. No pocos
analistas toman nota del número creciente de personas que, cansadas de vivir una vida tan
"rebajada" buscan algo diferente. Es difícil vivir una vida que no apunta a ninguna meta. No basta
tampoco con pasarlo bien. La existencia se hace insoportable cuando todo se reduce a pragmatismo
y frivolidad. El hombre está hecho también para cultivar el espíritu, acoger al misterio y
experimentar el gozo interior.
• Racionalismo reductor
Uno de los dogmas fundamentales de la cultura moderna es la fe en el poder absoluto de la
razón. Se piensa que, con la fuerza de la razón, el hombre es capaz de resolver los problemas de la
existencia. En la raíz de esta postura "racionalista" hay una convicción que ha ido creciendo
progresivamente: lo único que existe es lo que el hombre puede verificar científicamente. Fuera de
esto, no hay nada real.
Si esto es así, naturalmente ya no hay sitio para Dios ni para la experiencia religiosa. El mundo se
reduce sencillamente a un sistema cerrado que el hombre puede dominar desarrollando la ciencia y
la tecnología. La fe en Dios queda, por tanto, descalificada de raíz como una postura ingenua y
primitiva. Por otra parte, desconectada de toda relación con el Creador y privada de destino
trascendente, la vida de la persona se va convirtiendo en un episodio irrelevante que hay que llenar
de bienestar y de experiencias placenteras.
Sin embargo, hace tiempo que los científicos más prestigiosos afirman que la razón no puede
responder a todos los interrogantes y anhelos del ser humano. Y son ellos mismos quienes hablan
también de la necesidad de que, junto a la ciencia, la humanidad siga cultivando la poesía, la ética y
la experiencia religiosa. Por otra parte, se va tomando conciencia de que la pretensión "racionalista"
de que no existe nada más que lo que el hombre puede conocer científicamente, no se basa en
ningún análisis científico de la realidad. El hombre moderno ha decidido que no hay nada fuera de lo

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