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Introducción
El Código Civil dedicó los arts. 1146 a 1155 a la responsabilidad contractual. Estos artículos constituyen el
derecho común, aunque es necesario completarlos con algunas disposiciones que figuran en los arts. 1136 y
siguientes que versan sobre el objeto y el contenido de la obligación. Sin embargo, estos artículos no
siempre son claros y la jurisprudencia ha realizado una labor creadora dándole a la responsabilidad
contractual un contenido que no se deduce de la sola lectura de los artículos del Código. Además, en la parte
del Código Civil consagrada a los contratos especiales, esto es, los arts. 1582 y siguientes consagrados a la
venta, al arrendamiento, al préstamo, al depósito y al mandato especialmente, hay varias disposiciones
referentes a la responsabilidad del deudor en determinado contrato, sin tener en cuenta las leyes
especialmente a los contratos que no aparecen en el Código Civil. De ello se deduce que la materia de la
responsabilidad contractual es inconexa. En una obra sobre las obligaciones en general, no hay razón para
estudiar la responsabilidad del deudor propia de determinado contrato, por ejemplo en calidad de vendedor,
arrendador, prestatario, mandatario, etc. Simplemente conviene precisar cuáles son los principios generales
de la responsabilidad contractual, puesto que el estudio de la responsabilidad particular del deudor en virtud
de ese contrato debe dejarse para una obra sobre los contratos especiales. (Tomado de la obra Teoría General
del Contrato, Tomo II, Edición 1993; de CHRISTIAN LARROUMET).
Debemos señalar que para que la responsabilidad se establezca en el plano contractual es preciso que
preexista un contrato, por lo que resulta importante determinar a partir de que momento nace el contrato. De
igual manera hay que saber cuándo termina el contrato, porque cuando el contrato ha cesado, la
responsabilidad no es contractual sino delictual o cuasidelictual. La Suprema Corte de Justicia ha dicho que
cuando hay una ruptura abusiva de manera unilateral de un contrato por una de las partes, ya no hay contrato
y la
responsabilidad que se deriva de ese hecho es una responsabilidad delictual y no una responsabilidad
contractual.
Para determinar los requisitos de validez de un contrato tenemos que remitirnos a los principios establecidos
por el Código Civil; pues se admite que cuando el contrato está afectado por una nulidad la responsabilidad
no es contractual sino delictual o cuasidelictual.
En definitiva, el marco de la responsabilidad contractual se determinará dependiendo de sí el autor del daño
y la víctima se encuentran unidos por un vínculo de naturaleza contractual; en caso contrario la
responsabilidad es
delictual o cuasidelictual, como sería de un tercero que se asocia con una de las partes contratantes para
violar el contrato; entre los contratantes la responsabilidad sería contractual, mientras que frente al tercero
asociado, la violación del contrato, la responsabilidad sería delictual o cuasidelictual. (Tomado de JORGE
A. SUBERO ISA, obra citada).
17.- La obligación de seguridad, también es obra la jurisprudencia en aplicación del artículo 1135 del
Código Civil. Consiste en la obligación que tiene el deudor de cuidar de la integridad corporal del acreedor.
Según la jurisprudencia, algunas obligaciones de seguridad son de resultado y otras son de medios. Por
ejemplo, para los dueños de hoteles y restaurantes, la obligación de seguridad es de resultado; ellos están
obligados a disponer para los clientes de sillas sólidas y seguras y de alimentos sanos.
Pero la obligación de seguridad que tienen frente a sus clientes, las empresas de espectáculos, los
organizadores de eventos artísticos y deportivos, el administrador de un parque de juego (caballitos), de una
piscina, de una playa, no es sino una obligación de medios.
Igualmente es de medios la obligación de seguridad puesta a cargo de las asociaciones deportivas y de los
establecimientos escolares que están obligados a tomar medidas de seguridad para sus miembros y alumnos.
Empero, es de resultado la obligación de seguridad que pesa sobre el transportista de personas y mercancía;
el dueño de una guardería (nursy) que recibe niños de poca edad y la obligación de los locadores o
arrendadores frente al locatario o inquilino.
La obligación de seguridad puede ser una obligación principal o accesoria. Es una obligación principal de
seguridad, en la opinión de Javier Tamayo Jaramillo, en el caso de los contratos siguientes: Contratos de
hospitalización de un enfermo, contratos relativos a la educación y alimentación de niños de poca edad; los
contratos de reclusión psiquiátricos, cine, salones de belleza, guardería y accesorios o subyacentes, sin que
sea unánime el punto de vista de los tribunales y los autores, en los contratos de cuidados médicos,
espectáculos de deportes, en los de distracciones de parques zoológicos, en los de alquiler de piscinas, en los
de hotelería, en los de peluquería y en los de lavandería.3
¿Cuál sería el criterio para determinar si el deudor está obligado por una obligación contractual de
seguridad, accesoria o subyacente?. La obligación de seguridad es principal en todos aquellos contratos en
los que el acreedor, físicamente queda bajo el control del deudor, de forma tal que sin esa especie de
dependencia espacio-temporal, el deudor no tiene forma de cumplir su obligación principal. Existe un nexo
entre la obligación principal, la cual sin la obligación accesoria de seguridad, no sería prácticamente posible
cumplir la primera. La obligación de seguridad existe sin que sea necesario que las partes la hayan pactado.
Ella nace desde el momento en que el contrato por su naturaleza, lleva implícita en forma subyacente esa
obligación, y aun en los casos en que los contratantes, la hayan descartado, por lo que el acreedor podrá
siempre favorecerse de la responsabilidad civil contractual.
20.- EL DAÑO: Necesidad de un daño. El daño, llamado también perjuicio, es un elemento de la
responsabilidad civil. Si la inejecución o la mala ejecución de una obligación originada por un contrato no
acarrea daño para el acreedor no habrá responsabilidad del deudor. En efecto, sabemos que la
responsabilidad precisamente tiene por objeto reparar el daño causado por la inejecución o la mal ejecución
de la obligación. Si, por ejemplo, la ejecución de la obligación no ofrece ya ningún interés para el acreedor,
su inejecución no causará perjuicio y la responsabilidad del deudor no se podrá decretar.
Por ejemplo, cuando un arrendatario reprocha la supresión del teléfono del sitio alquilado para la
explotación de un restaurante, no sufre ningún perjuicio si en el momento de esta supresión, el restaurante
no se explotaba (Civ. 3ª, 5 de mayo de 1976, en J. C. P., 1976, IV, pág. 211). Así también, si un notario
comete una falta convirtiéndose en adjudicatario del inmueble de su cliente, no se podrá admitir su
responsabilidad si, no resulta perjuicio alguno para el cliente (Civ. 1ª, 27 de abril de 1982, en Rép. not.,
1982, pág. 38, con nota de Vion).
21.- Daño e inejecución de la obligación. No hay que confundir el daño y la inejecución de la obligación. El
daño no consiste simplemente en la inejecución de la obligación. Resulta de la inejecución, culpable o no, de
la obligación, según el caso. La inejecución de la obligación no se identifica con
el daño. Es su causa. Es porque la obligación no fue ejecutada por lo que el acreedor puede sufrir un daño
cuya reparación se debe imponer al deudor, si
dicha inejecución le es imputable y si se cumplen otras condiciones de su responsabilidad. Sin embargo, se
trata de saber si la ejecución defectuosa de la
obligación permite presumir la existencia de un daño o si corresponde al acreedor probar el daño.
La solución no es la misma según que se trate de una obligación de pagar una suma de dinero o de otra
obligación de dar, de hacer o de no hacer. El régimen jurídico de las obligaciones de pagar una suma de
dinero no es el mismo que el de las demás obligaciones, desde varios puntos de vista, sin tener en cuenta que
los elementos del daño no son tampoco iguales así como tampoco sus características. El régimen jurídico de
las obligaciones de pagar una suma de dinero es mucho más simple.
23.- Presunción irrefragable de la existencia del daño. Mientras que, en cuanto a obligaciones distintas de las
que consisten en el pago de una suma de dinero, el acreedor no puede limitarse a invocar la inejecución para
que se presuma un perjuicio, se admite un principio inverso en cuanto a las obligaciones de pagar una suma
de dinero. Desde el momento en que el deudor se encuentra en mora, lo que se debe probar en las
condiciones que veremos más adelante, el acreedor tiene derecho a exigir la reparación del perjuicio que
resulte de la mora sin tener que probar su existencia.
En otras palabras, se presume la existencia del daño por el solo hecho de haber comprobado la mora en le
ejecución. Se trata inclusive de una presunción irrefragable, en el sentido de que el deudor no podrá probar
el acreedor no sufrió ningún perjuicio en razón de la mora. Este principio lo confirma el
art.1153 del C. C., según el cual los daños y perjuicios por retardo en la ejecución de una obligación de
pagar una suma de dinero, que se dominan
intereses moratorios, “se deben sin que el acreedor esté obligado a justificar ninguna pérdida”.
Se oponen los intereses moratorios a los daños y perjuicios compensatorios, los cuales tienen por objeto
compensar, es decir, reparar las consecuencias perjudiciales de la inejecución de una obligación de la cual se
sabe que no será ejecutada o las de una ejecución defectuosa distinta del retardo.
24.- Punto de partida de los intereses y elementos del daño. En segundo lugar, el art. 1153 del C. C., aclara
que, salvo una excepción, los intereses
moratorios de una suma de dinero “solo se deben desde el día del requerimiento del pago”. Aunque el
perjuicio efectivamente sufrido por el acreedor a causa de la mora no se haya probado, la ley considera que
el perjuicio que presume no se podrá reparar sino cuando el acreedor haya intimado al deudor a que pague.
En otras palabras, el requerimiento es una condición de la presunción de existencia del perjuicio que resulta
de la mora. Mientras el acreedor no se queje por la mora, es decir, mientras no haya intimado al deudor a
pagar, no sufre perjuicio. Sin embargo, como veremos, hay casos en los cuales el acreedor queda exonerado
de intimar a pagar al deudor y en este caso, los intereses moratorios corren de pleno derecho a partir del día
en que se hubiera debido cumplir la obligación. Para daños y perjuicios suplementarios, no basta comprobar
un perjuicio distinto del retardo, sino que es preciso que el deudor sea de mala fe, conforme lo dispone el art.
1153, inciso 4 del C. C. V. infra, núm. 647.-
25.- Perjuicio económico no corporal y consecuencias económicas del perjuicio corporal. El daño
económico, que a veces también lo calificamos de daño material, es el daño sufrido por el patrimonio del
acreedor en razón de la inejecución, de la ejecución defectuosa o del retardo en la ejecución de la
obligación. En principio, se evalúa con bastante facilidad en dinero, puesto que consiste en un atentado
contra el interés de orden patrimonial. En realidad, se pueden considerar dos clases de daños económicos.
La primera clase, a la cual se podría reservar la denominación de daño material stricto sensu, corresponde a
un perjuicio contra los intereses de orden
patrimonial, sin que haya el mismo tiempo de daño contra la integridad corporal. Es el perjuicio patrimonial
en el estado puro. Por ejemplo, un bien
que se debe entregar o restituir y no se hace. Un bien que se ha deteriorado parcial o totalmente.
La segunda clase de perjuicio económico resulta del daño contra la integridad corporal. Se trata de las
consecuencias económicas del perjuicio corporal. Por ejemplo, el pasajero que muere en un accidente de
tránsito.
El interés de distinguir el perjuicio económico no corporal y el perjuicio económico corporal, depende
especialmente del hecho de que, en el caso en que el acreedor, víctima de un perjuicio corporal, es afiliado al
seguro social, esta entidad tiene derecho de obtener del deudor el reembolso de las prestaciones pagadas y
que reparan las consecuencias del perjuicio corporal. (cf. Crim., 9 de febrero de 1988, en J. C. P., IV, pág.
141, que admite que la
pérdida del estatuto directivo a consecuencia de un accidente de trabajo, es un perjuicio económico, lo que
permite a la seguridad social ejercer su acción para reclamar los daños y perjuicios debidos a causa de este
perjuicio por el responsable).-
“Lucrum cessans”. El lucrum cessans está constituido por la falta de ganancia del acreedor, a causa de la no
ejecución o de la mala ejecución de la obligación. Dejar de ganar es esencial en el daño corporal, cuando en
razón de la disminución de sus aptitudes fisiológicas el acreedor de la obligación no ejecutada ya no está en
condiciones de desempeñar una actividad remuneratoria. Esto ocurre durante todo el tiempo de la
hospitalización, que da lugar a una incapacidad temporal total. Pero puede haber una incapacidad definitiva,
que no será en general sino parcial, cuando el atentado contra la integridad física se prolongue en el tiempo
no permitiéndole ya a la víctima la misma actividad remuneratoria que tenía antes.
El lucrum cessans no es exclusivo del daño corporal, pues se tomará en consideración siempre que la
inejecución de la obligación implique una falta de ganancia. Por ejemplo, si la fábrica cuya construcción
debía asegurar el deudor, no es entregada, o es entregada con retardo, o es entregada con
defectos que no permiten la rentabilidad prevista, el deudor deberá indemnizar al acreedor en cuanto a la
falta de ganancia.
26.- El daño moral. Razones de la reparación del daño moral en la responsabilidad contractual. Constituye
un daño moral el atentado contra los intereses del deudor distintos de los que son de orden patrimonial.
A diferencia del perjuicio económico, el perjuicio moral, puesto que recae sobre intereses
extrapatrimoniales, no es susceptible de ser objeto de una evaluación en dinero de una manera precisa. Es,
por lo demás, una de las razones por las cuales con frecuencia se ha sostenido que el daño moral no se debe
reparar. Constituyen daños morales el dolor que se deriva del ataque a la integridad física, la molestia o
disgusto que se experimenta después de una mutilación o de heridas, el atentado contra el aspecto físico, el
atentado contra sentimientos afectivos.
De una manera general, el perjuicio fisiológico constituido por el atentado a la integridad corporal, es
siempre un perjuicio moral. No será un perjuicio
económico sino cuando hay consecuencias de orden patrimonial, lo que no es evidentemente sistemático.
Muy rápidamente en derecho francés, la jurisprudencia admitió la reparación del daño moral en la
responsabilidad extracontractual. Los obstáculos con que se tropezaba, ya sea por la consideración según la
cual no se podía ganar dinero con intereses extrapatrimoniales, ya sea por la imposibilidad de la evaluación
del daño moral, se han salvado sin mayor dificultad. Por el contrario, en lo concerniente a la responsabilidad
contractual, la resistencia fue más tenaz, y fue por esto por lo que sólo muy tardíamente se admitió la
reparación del daño moral sufrido por el acreedor en virtud de la inejecución de la obligación. Es cierto que
podía haber una razón válida contra el daño moral en materia de responsabilidad contractual; a saber, que el
contrato tiene como efecto establecer una relación puramente económica entre los contratantes. Por lo tanto,
únicamente las consecuencias económicas de la inejecución deberían dar lugar a la responsabilidad
contractual.
27.-Características del daño. Daño cierto y daño previsible. Para ser reparable, el daño, tanto económico
como moral, debe tener ciertas características. Según el art.1151 del C. C., es preciso que el daño sea “una
consecuencia inmediata y directa” de la inejecución de la convención. En realidad, si el art. 1150 impone
una condición exclusiva de la reparación del daño por la responsabilidad contractual y que no se encuentra
en lo concerniente a la responsabilidad extracontractual, el art. 1151 no solamente no es exclusivo de la
responsabilidad contractual, sino que no es un texto que se pronuncie sobre una característica del daño. En
realidad, el daño directo no es más que una manera de designar la exigencia de un vínculo de causalidad
entre la inejecución imputable al deudor y el perjuicio sufrido por el acreedor. Además, de ninguna manera
se discute en los textos acerca de una característica indispensable del daño, común también a la
responsabilidad extracontractual y a la responsabilidad contractual. Se trata de la certeza del daño.
28.-La certeza del daño: Noción de daño cierto. Tratándose de responsabilidad contractual, lo mismo que de
responsabilidad extracontractual, únicamente un daño cierto puede dar lugar a la reparación. No hay que
confundir el carácter cierto del daño con su prueba. En efecto, el acreedor puede estar en condiciones de
probar los elementos de un daño que puede sufrir, sin estar al mismo tiempo en condiciones de invocar un
daño cierto. El daño cierto es un daño del cual se sabe inmediatamente que se ha realizado o que se realizará
con toda seguridad. Se le opone al daño puramente eventual cuya realización es hipotética. No se podría
reparar el daño eventual, puesto que si no se realizara, el acreedor se enriquecería (cf. Civ. 3ª, 25 de marzo
de 1987, en J. C. P.,1987, IV, pág. 192, fallo que casó una decisión de un tribunal de apelación que había
decretado la indemnización de un perjuicio eventual, concediéndole a una persona indemnizaciones por
daños en reparación de perjuicios que esta podría experimentar en el futuro en virtud del uso abusivo de una
servidumbre de paso). La noción misma de reparación implica que el daño sea cierto, porque se trata de
restablecer un equilibrio roto por la ocurrencia del daño. Sin embargo, la certeza no implica que el daño se
haya producido antes de haberse pedido la reparación. Un daño futuro es un daño cierto, desde el momento
que no se tiene duda de que se realizará. Por ejemplo, si la mercancía comprada para ser revendida
posteriormente no se entrega y se admite que no lo será, el comprador sufre un perjuicio cierto, puesto que él
se ha comprometido con un adquirente a revendérsela, aun cuando la falta de entrega por parte del primer
vendedor sea anterior al momento en que el comprador deba entregar al subadquirente. En efecto, el
perjuicio del primer comprador resulta de no poder entregar al
subadquirente. Este perjuicio, que es futuro, es al mismo tiempo un perjuicio cierto.
Sin embargo, el perjuicio futuro, aun cuando sea cierto, no se puede reparar antes de ocurrir sino cuando se
puede evaluar inmediatamente. En el caso
contrario, se esperará a que su evaluación sea posible antes de ordenar su reparación.
30.-bis.Cadena de daños. La relación de causalidad implica que el daño sufrido por el acreedor se deba a la
actividad del deudor, también implica que entre las consecuencias perjudiciales, solamente se le carguen al
deudor aquellas que se puedan relacionar con el daño inicial sufrido por el acreedor.
Se trata de contemplar de otra manera la relación de causalidad que no deja de tener vínculos con la que se
acaba de ver y ciertamente habría arbitrariedad si
se condena que allí hay un aspecto del vínculo de causalidad independiente del primer aspecto. En efecto,
siempre se trata del vínculo entre la actividad del deudor y el daño sufrido por el acreedor. Pero es preciso
suponer que en lugar
de sufrir un solo daño, el acreedor sufre varios daños en cadena. El problema consiste en saber si el deudor
está obligado a la reparación de todos los daños.Supongamos, por ejemplo, que el vendedor de una casa no
la entrega al comprador. Como este había anunciado la entrega del inmueble que ocupaba, se vio obligado a
tomar en arriendo otro inmueble para poder vivir.
En vista de esa operación, él acepta tomar en arriendo una casa en el estado en que se encuentra. Al no poder
ocuparla en ese estado, debe hacer unas obras. Pero como no tiene medios disponibles, debe hacer un
préstamo a una elevada tasa de interés para realizar las obras, las cuales no las puede efectuar rápidamente el
maestro de obra y por ello se ve obligado a alojarse en un hotel durante algún tiempo, lo que hace que corran
los intereses del préstamo. Por consiguiente, la inejecución original de la obligación de la entrega da lugar al
desembolsos en cadena que constituye otros tantos perjuicios para el acreedor. ¿Se debe pensar que todos
estos desembolsos constituyen una conciencia de la inejecución de la obligación de entrega?.
El art. 1151 del C. C. dice que “los daños y perjuicios no deben comprender, respecto a la pérdida sufrida
por el acreedor y la ganancia de que ha sido
privado, sino aquello que sea una consecuencia inmediata y directa de la inejecución de la convención”. A
decir verdad, este texto no es de una precisión tal que permita resolver fácilmente el problema. En efecto, se
puede
pensar que todos los daños sufridos por el acreedor en el ejemplo anterior, son daños directos, siguiendo la
idea de que no se hubieran producido si no
hubiera habido inejecución inicialmente, bajo reserva, naturalmente, de que se hayan podido prever en el
momento de hacer e l contrato, lo cual es otro
problema. Sin embargo, en cuanto a la preocupación por precisar que solamente lo que es una consecuencia
inmediata y directa de la inejecución la obligación
es objeto de la reparación, no hay duda de que el art. 1151 trata de adoptar una concepción restrictiva en
materia de causalidad.
Lo que parece esencial en el problema de saber lo que se debe entender por consecuencia inmediata y directa
de la inejecución de la convención se reduce a la determinación de una posible ruptura en el encadenamiento
casual de las consecuencias perjudiciales. Se trata de saber si los perjuicios en cadena se relacionan
necesariamente con el perjuicio original o bien si hubo una circunstancia exclusiva que las originó y que era
independiente del hecho imputable al deudor, caso en el cual habría una ruptura del encadenamiento de
las causas. De esta manera, en nuestro ejemplo, la necesidad en que se encuentra el comprador de tomar en
arrendamiento un inmueble para vivir debido a la inejecución de la obligación de entrega del vendedor es
una consecuencia necesaria de esta inejecución. En cambio, la necesidad de hacer algunos trabajos en el
inmueble alquilado se debe al hecho de que el arrendatario aceptó un inmueble que no se encontraba en buen
estado según las condiciones del contrato de arrendamiento, lo cual es independiente de la inejecución de la
obligación de entrega. En cuanto al préstamo, se hizo necesario por la falta de medios del arrendatario y no
por la inejecución de la obligación de entrega. Lo mismo ocurre en lo relacionado con el hecho de que el
maestro de obra no pueda hacer el trabajo rápidamente. Es la acumulación de trabajos del maestro de obra la
que obliga a su cocontratante a instalarse en el hotel y no la inejecución de la obligación de entrega del
vendedor. Por consiguiente, hay una ruptura en la relación de casualidad, en la medida en que, a partir de
cierto momento los perjuicios sufridos por el comprador ya no se pueden considerar como consecuencias
normales del perjuicio inicial. Es cierto que no siempre es fácil determinar si hay ruptura en el
encadenamiento de las causas. Corresponde determinarla al juez a la luz de todos los elementos propios de
cada caso, y a veces depende mucho más del instinto que de la razón.( Tomado de la obra Teoría General del
Contrato, vol. II, Ed. Temis 1953, de CHRISTIAN LARROUMET)
32.-Formas: Según los términos del artículo 1.139 del Código Civil, la constitución en mora se efectúa por
un acto de un ujier: “una interpelación u otro acto equivalente”, por ejemplo, una citación. Pero, en materia
mercantil, es suficiente con una carta certificada.
Por sí sola, la simple llegada del vencimiento no es suficiente, por lo tanto, para que el deudor se encuentre
en mora. Así era ya en Roma: “dies non interpellat pro homine”(el día no interpela por el hombre). El
antiguo derecho francés, en los siglos XVI y XVII, había admitido la regla contraria: “dies interpellat pro
homine”: cuando se había fijado un término, su llegada constituía, de pleno derecho, en mora al deudor; ésa
es también la solución adoptada por los códigos modernos. Pero, a partir del siglo XVIII, la regla romana se
impuso en Francia; se encuentra establecida en el artículo 1.139 del Código Civil.
Si la simple estipulación no produce, por sí sola, la mora, las partes pueden convenir válidamente que será
de otro modo. “El deudor se constituye en mora... por el efecto de la convención, cuando ésta incluye que,
sin necesidad
de acto y por el vencimiento del término tan sólo, el deudor estará en mora” (art. 1.139 del Cód. Civ.).
33.- Ambito.- El artículo 1.146 que hace necesaria la constitución en mora para que el deudor se encuentre
en retraso, está inserto en el Título de los contratos. La jurisprudencia concluye de ello, con razón, que el
acreedor de
una obligación extracontractual no está sujeto a constituir en mora al deudor de la obligación de reparar
(Civ.,14 de enero de 1920; S. 1921. 1. 100). Así pues, la víctima de un delito o de un cuasidelito tiene
derecho, sin constitución en mora y desde la realización del daño, a la reparación del perjuicio que le haya
causado el responsable al no cumplir inmediatamente con su obligación; desde el instante en que se haya
producido el daño, el responsable está en mora.
Por el contrario, la constitución en mora es necesaria en materia contractual. Pero el principio contiene
algunas excepciones: por razón de su
naturaleza, algunas obligaciones contractuales quedan excluidas de esa necesidad:
Las obligaciones de no hacer (art. 1.145). En efecto, cuando el deudor haya infringido una obligación de no
hacer, ha realizado el acto que le estaba prohibido; ¿de qué serviría en lo sucesivo requerirle para que se
abstuviera?
El mal está hecho.
Las obligaciones de dar o de hacer que no pueden ser cumplidas sino en un momento que le deudor ha
dejado transcurrir (art. 1.146). Como la obligación
no podría cumplirse ya en lo sucesivo, tampoco serviría para nada en este supuesto requerir al deudor para
que la cumpliera.
Las obligaciones continuas. Son aquellas que necesitan, para su cumplimiento, una acción continua, como la
obligación que pesa sobre el propietario de un inmueble alquilado, de conservar ese inmueble o el ascensor;
exigir una constitución en mora sería compeler al acreedor, en este caso, al inquilino, a notificar sin
interrupción al deudor la existencia de la obligación; se precisaría una constitución en mora renovada
continuamente, lo cual es inconcebible (Civ., 13 de noviembre de 1940; D. A. 1941. J. 2; Gaz. Pal., 1941. 1.
52; en contra: Civ., 11 de enero de 1892; S. 1892. 1. 117; D. 1892. 1. 157 y nota de PLANIOL).
Para todas las demás obligaciones contractuales, el deudor no está en retraso más que si ha sido constituido
en mora por el acreedor.
35.-Fecha en El asunto es muy controvertido. Tracemos, no obstante, un cuadro resumido de las soluciones
que se han dado en derecho positivo.
A priori se puede vacilar entre cinco fechas (el día de la falta; aquel en el cual se realiza el daño; aquel en
que se coloca al responsable en mora de reparar; el día del emplazamiento ante el juez competente; el día de
la última decisión de fondo del asunto). Como pueden transcurrir muchos años entre el momento del daño y
su reparación, ¿cuándo nace, pues, el derecho a la reparación?
Después de muchas peripecias, la jurisprudencia decidió seguir por el camino de una transacción amigable.
En materia contractual como en materia
delictual, el derecho a la indemnización nace el día en el cual es causado el daño (directo, actual, cierto,
previsible, etc.). Sin embargo, este derecho
permanece virtual, mientras no haya sido “constatado” por una decisión judicial, la cual evaluará el daño
sufrido teniendo en cuenta su monto, el día en que será proferida la decisión (interés práctico: el responsable
no se beneficiará de la depreciación monetaria después del día del daño).
Del nacimiento del derecho el día del daño, se deducen diversas consecuencias, particularmente las
siguientes: las condiciones para poner en práctica la responsabilidad deben estar reunidas antes de esta fecha
(por ejemplo, aquella que se casa in extremis con el herido, no será indemnizada como viuda):
36.-Observación subsidiria. En materia contractual, la deuda por reparación, no es exigible sino a partir del
día en que el deudor ha sido constituido en mora para la ejecución (art. 1146 del C. C.). Para una deuda civil
la constitución en mora debe ser hecha por medio de una notificación efectuada por un oficial ministerial
especial (huissier) (art. 1139 del C. C.). Para una deuda comercial, esta prueba del requerimiento se puede
aportar por cualquier medio suficiente que convenza plenamente al juez; en la práctica es suficiente.
una simple carta recomendada ( esto es una carta con acuse de recibo)
En consecuencia, ninguna indemnización se debe por el perjuicio que resulta de un simple retardo
(indemnización moratoria) anterior a la constitución en mora. Por consiguiente la constitución en mora tiene
una gran utilidad práctica. Como la culpa consistente en la no ejecución de una obligación es a menudo
difícil de establecer, la constitución en mora no seguida de una respuesta (o de una justificación), pone de
manifiesto la mala voluntad del deudor.
Además, si después de la constitución en mora una causa extraña interviene, haciendo imposible la
ejecución, la responsabilidad del deudor no se libera por ese hecho.
37.-Extinción del derecho a la reparación. En materia contractual, la ejecución puede exigirse siempre que la
obligación nacida del contrato no haya prescrito (v. infra los diversos plazos de la prescripción extintiva).
En materia delictual y cuasidelictual existe la sola prescripción de treinta años del derecho común, que se
cuenta a partir del día del daño. Por otra parte, si la culpa civil es, además, constitutiva de una infracción “la
acción
civil prescribe según las reglas del Código Civil”. Luego la acción pública prescribe más rápidamente, no
obstante: cfr. art. 10 del Código de
Procedimiento Penal, texto de 1980, el cual deroga la vieja regla de la unidad de las prescripciones.
38.-La indemnización en derecho común. La finalidad de la responsabilidad civil consiste en una restitutio
in integrum. Es preciso colocar de nuevo a la víctima en la situación en que se encontraría si el daño no se
hubiere producido, todo esto a expensas del responsable (Cas. Civil 2°, 8 de abril de 1970).
La reparación en especie consiste en borrar o anular el daño desde el punto de vista de la víctima. Este
procedimiento constituye la regla; la reparación en especie debe ser pronunciada por el juez cuando una
parte lo requiera, si al menos la operación es técnicamente posible. Aun siendo considerable el costo, hay
lugar a ordenar la reparación de un inmueble dañado, o a la inversa, la destrucción de un inmueble colocado
parcialmente en el terreno de otro.
Hay muchas clases de técnicas que corresponden a la idea de la reparación integral en especie: el franco
simbólico, o la publicación de la sentencia en materia de difamación; el “laissé pour compte” (rechazo de la
mercancía); la resolución judicial; la ejecución del contrato por un tercero a expensas del responsable; la
validación a un contrato nulo con el fin de castigar una culpa delictual que es el origen de la nulidad (es el
caso del incapaz que disimula maliciosamente su incapacidad),etc.
La asignación de una indemnización en dinero (los daños y perjuicios) constituye, en la práctica, la técnica
más usual de reparación. Siendo el dinero “la medida de todas las cosas”, puede compensar todos los
perjuicios, aún los morales (véase supra, la critica del derecho positivo). A ella se recurre cuando la
reparación en especie es imposible de realizar.
indemnización (cláusula penal fijada no variable; por ejemplo, las arras en la venta); acuerdo que reduce la
prescripción o que descarta la necesidad de una constitución en mora, etc.
41.-Observaciones. a) Ciertas cláusulas draconianas frecuentemente son impuestas por la parte más fuerte,
ya sea para oprimir a su cocontratante, ya sea, al contrario, para liberarse fácilmente de las consecuencias de
su propia inejecución. Por lo tanto,-el legislador ha tenido que intervenir en estos casos;
y de ahí que ciertas leyes especiales prohiben ciertas cláusulas que excluyen las responsabilidad (por
ejemplo, en el transporte de personas).
b) En caso de falta grave o dolosa (por ejemplo, falta grave del piloto en el transporte aéreo) las cláusulas
que excluyen o limitan la responsabilidad no tienen ningún efecto.
La intención común de las partes y la teoría de la causa en los contratos sinalagmáticos (véase supra estas
nociones) conducen a modalidades de sanciones específicas.
En principio, el incumplimiento suficientemente grave respecto de los compromisos por uno de los
contratantes, autoriza a la otra parte a diferir por su propia cuenta el pago de su prestación, la cual constituye
la causa o contrapartida de la anterior (es la llamada exceptio non adimpleti contractus).
Además, desde el momento que la inejecución (así sea parcial) presente una gravedad suficiente, le es lícito
al acreedor, ya sea perseguir la inejecución del contrato conforme al derecho común, ya sea escoger el
tribunal competente con el fin de solicitar la resolución judicial del contrato (art. 1184 del C. C.).
El pronunciamiento de la resolución es facultativo para el juez; en la práctica ha de tener en cuenta tanto el
perjuicio causado por la no ejecución como la gravedad de la culpa por la inejecución ( Tomado de
DERECHO DE LAS OBLIGACIONES, de Jacques Dupichot, Ed.Temis,1984,Bogotá)
BIBLIOGRAFIA
3.- MAZEAUD, HENRI, LEON Y JEAN, Lecciones de Derecho Civil, Parte Segunda, Vol. II, La
Responsabilidad Civil. Los cuasicontratos. Ediciones Jurídicas Europea, Buenos Aires, 1960.