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Apunte curso Problemáticas Contemporáneas de la Sexualidad

Apunte primera unidad cultura y sexualidad

Género y Sexualidad, algunas relaciones entre cultura y


biología
Magdalena Rivera

En este texto abordare el concepto de género y la relación de este con la


cultura y la biología. Me surgen para comenzar algunas preguntas sobre la
masculinidad y femineidad ¿Son la expresión “natural” de la biología del
macho y la hembra ?, ¿Es la expresión de la biología del macho y la hembra
modeladas por su entorno cultural?, ¿Qué es lo masculino?, ¿Qué es lo
femenino?

Me interesa comenzar analizando sobre que bases biológicas se asienta el


género, como se ha construido este conocimiento y que relación tiene el origen
de lo que sabemos sobre lo físico con la cultura. Me parece importante e
considerar que “nuestra concepción del género afecta el conocimiento sobre el
sexo producido por los científicos en primera instancia” (Fausto-Sterling, 2006,
p.17), es decir la cultura impregna la creación de los conocimientos biológicos
y estos no están ajenos a ella. Qué se estudia, cómo se estudia, que
preguntas se plantean los científicos, que respuestas buscan y que los mueve
a elegir su objeto y metodología de investigación esta relacionado con la
cultura en que estos están inmersos.

“En las últimas décadas, la relación entre la expresión social de la


masculinidad y la feminidad y su fundamento físico ha sido objeto de acalorado
debate en los terrenos científicos y social” (Fausto-Sterling, 2006, p.17) Es
interesante la relevancia que ha tomado este tema no solo en espacios
académicos sino que también ha llegado a publicaciones destinadas a público
general y a las conversaciones cotidianas.

“Money, Ehrhardt y las feministas de los setenta establecieron los términos de


debate: el sexo representaba la anatomía y fisiología, y el género representaba
las fuerzas sociales que moldeaban la conducta. Las feministas no
cuestionaban la componente física del sexo; eran los significados psicológicos
y culturales de las diferencias entre varones y mujeres –el género- lo que
estaba en cuestión. Pero las definiciones feministas dejaban abierta la
posibilidad de que las diferencias cognitivas y de comportamiento pudieran
derivarse de diferencias sexuales.” (Fausto-Sterling, 2006, p.18)

Pero, ¿Qué es eso físico y biológico que constituye el sexo?, ¿Cuáles son las
“bases biológicas” de la masculinidad? A primera vista esta respuesta pudiera
parecer simple, sin embargo la biología presenta mayor complejidad que la

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expresión clara y evidente de dos sexos. “Cuando más buscamos una base
física simple para el sexo más claro resulta que “sexo” no es una categoría
puramente física. Las señales corporales que definimos como masculinas y
femeninas ya están imbricadas en nuestras concepciones de género”. (Fausto-
Sterling, 2006, p.19) La dificultad que puede presentar un intersexual donde se
mezclan aspectos de ambos sexos es ilustrativa. “Por ejemplo, si un bebé
nace con dos cromosomas x, oviductos, ovarios y útero, pero un pene y un
escroto externo, ¿es niño o niña? Casi todos los médicos dirían que es una
niña, a pesar del pene, por su potencial para dar a luz, y recurrirían a la cirugía
y tratamientos hormonales para validar su decisión. La elección de los criterios
para determinar el sexo, y la voluntad misma de determinarlo, son decisiones
sociales para las que los científicos no pueden ofrecer guías absolutas”
(Fausto-Sterling, 2006, p.19)

“Machos y hembras se sitúan en los extremos de un continuo biológico, pero hay


muchos otros cuerpos (…) que combinan componentes anatómicos
convencionales atribuidos a uno y otro polo. (…) Si la naturaleza nos ofrece más
de dos sexos, entonces nuestras nociones vigentes de masculinidad y femineidad
son presunciones culturales” (Fausto-Sterling, 2006, p.48)

Fausto-Sterling plantea que “las verdades sobre la sexualidad humana


creadas por los intelectuales en general y los biólogos en particular forman
parte de nuestros debates políticos, sociales y morales sobre nuestras culturas
y economías. Al mismo tiempo, los ingredientes de nuestros debates políticos
sociales y morales se incorporan, en un sentido muy literal, a nuestro ser
fisiológico.” (Fausto-Sterling, 2006, p.20)

La misma autora plantea “Los seres humanos somos biológicos (y, por ende,
seres naturales en cierto sentido) y sociales (y, por ende, entidades en cierto
sentido artificiales, o si se quiere, construidas). ¿Podemos concebir una
manera de vernos a nosotros mismos, a medida que nos desarrollamos desde
la concepción a la vejez, como naturales y artificiales a la vez” (Fausto-
Sterling, 2006, p.42).

Los conocimientos en torno al rol de las hormonas sexuales se gestan a


principios del siglo XX, en una época en que paralelamente comienzan los
movimientos de emancipación de la mujer. No sorprende, entonces, que en
esta búsqueda del rol de la biología en la diferencia sexual se halla investigado
en una línea que pretendía encontrar los sustratos físicos que hacían a un
hombre masculino y a una mujer femenina. “Heape y Bell hablaban de un
antagonismo sexual en un sentido social, y creían que las secreciones internas
contribuían a crear a las mentes y los cuerpos masculinos y femeninos”.
(Fausto-Sterling, 2006, p.192). “En manos de Steinach, las hormonas mismas
adquirieron características femeninas y masculinas. El sexo se hizo químico, y
la química corporal se sexualizó. El drama de la diferencia sexual no solo
emanaba de las secreción internas, sino que ya se estaba interpretando en

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ellas.” (Fausto-Sterling, 2006, p.193). Es interesante destacar que las llamadas


“hormonas sexuales” también cumplen funciones relevantes en otros órganos
del cuerpo y que las “femeninas” también se encuentran en el hombre y las
“masculinas” en la mujer, entonces el clasificarlas como “sexuales” es una
manera de verlas, pero no la única. Refiriéndose a este mismo autor, que
experimento en ratas y cobayas, Fausto-Sterling señala “la obra de su vida
entera tenía como premisa la idea no discutida de que debe haber una
distinción “natural” nítida entre masculinidad y femineidad. A pesar de que los
experimentos que realizó más bien difuminaba esta distinción, su descripción
altamente antropomórfica de sus resultados da idea de hasta qué punto sus
convicciones sobre las diferencias sexuales conformaron su ciencia”. (Fausto-
Sterling, 2006, p.193). Según la misma autora en las interpretaciones que dio
a sus resultados Steinach “Las funciones fisiológicas devinieron en una
alegoría política, lo que, irónicamente, las hizo más creíbles y no menos,
porque parecían compatibles con lo que la gente ya “sabía” sobre la naturaleza
de la diferencia sexual”. (Fausto-Sterling, 2006, p.197)

Es interesante detenerse en analizar el que las investigaciones científicas en


las que la interpretación dada a los resultados confirma lo que la gente cree y
vive en relación a la diferencia sexual, son ampliamente aceptados. Con cierta
frecuencia son destacados en la prensa este tipo de estudios, sin ningún
análisis crítico de la metodología ni de la interpretación de los resultados.
Estos son presentados como “la verdad científica” y finalmente crean el efecto
de validar los prejuicios y creencias por medio de la “ciencia”. Recuerdo un
estudio que salió en noticiarios y diarios que planteaba una causa genética
para la elección de colores diferentes entre hombre y mujeres. Sin embargo
este había sido realizado en adolescentes. ¿Cómo podía inferirse una causa
biológica cuando a esas alturas ya llevan años de vivir en una cultura?
Además decía que era así en diversas culturas y basaba esto en la inclusión
de un escaso número de participantes pertenecientes a etnias diferentes a la
predominante en el estudio.

Al parecer existe un escaso espíritu crítico en el procesamiento de la


información y cuando algo es presentado como “científico” es interpretado
como a la vez cierto y objetivo. Sin embargo, como hemos visto el
conocimiento científico no se crea sino dentro de la cultura en que quienes
investigan están inmersos y esta altamente teñido de ideología. Otro factor
relevante es que es más fácil que se considere cierto algo que confirma lo que
ya se cree. Un estudio que presente ideas divergentes en relación a las
hegemónicas necesitará probar de manera mucho más exhaustiva su rigor
metodológico.

En esta línea es interesante analizar el fenómeno ocurrido en Chile con el libro


“Viva la diferencia” de Pilar Sordo, el cual estuvo por muchas semanas en la
lista de los más vendidos en el país. La autora plantea un sustrato biológico de
la diferencia entre hombres y mujeres. Esto lo justifica con un estudio (del que
no menciona los datos ni metodología en forma precisa), realizado por ella, en

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el que a hombres y mujeres “Se les hizo asociar libremente las palabras
folículo u óvulo o útero y espermio (…) El objetivo fue permitir la asociación
libre respecto a todo lo que se les ocurriera en cada opción” (Sordo, 2005,
p.18). Los resultados mostraron que: “En relación a óvulo las palabras más
escogidas tenían que ver con el concepto de retener, acoger, espera,
menstruación, dolor, vida, amor, solo y lento. Y en relación a espermio las más
mencionadas por todos, sin distinción de edad, fueron rapidez, soltar o se
sueltan, competencia, muchos, meta, avanzan, sexo, eficientes, obstáculos y
carrera” (Sordo, 2005, p.21). Lo más sorprendente de este estudio es la
interpretación que Sordo realiza de los resultados, “Al hacer el análisis de
todos los términos que la gente expresó en sus asociaciones, podemos extraer
las primeras conclusiones sobre cómo lo biológico es extrapolable a la
psicológico y dar cuenta de las primeras diferencias entre lo másculino y lo
femenino o, en términos más generales, entre hombres y mujeres”. (Sordo,
2005, p.21). ¿El qué las personas hagan asociaciones de características a
células cómo puede probar que es extrapolable lo biológico a lo psicológico?
A mi entender lo que podría deducirse es que los participantes del estudio
asocian a esos conceptos biológicos las características expuestas, el que
hagan esta asociación no tiene como demostrar que se pueden extrapolar, ni
menos que halla una causalidad biológica, solo comprueba lo que la gente
cree al respecto.

La misma autora plantea: “Pareciera ser que dentro de lo masculino es natural


la capacidad de desprenderse y soltar los procesos; de hecho un hombre no
puede generar vida si sus espermios no salen de él. Por otra parte una mujer
no puede generar vida si no puede retener un bebé dentro de si misma”.
(Sordo, 2005, p.26). Es interesante ver como Sordo toma una parte del
proceso biológico de la reproducción y lo pone de relieve como algo
fundamental y diferenciador, siendo que el mismo proceso podría verse de
múltiples otras maneras, por ejemplo una mujer tampoco puede quedar
embarazada si no “suelta” el óvulo del ovario y si no “suelta” en el proceso del
parto tampoco podría ser madre; a su vez los espermatozoides necesitan un
proceso de maduración y si no fueran “retenidos” el tiempo suficiente saldrían
inmaduros sin capacidad de fecundar. Si es por procesos fisiológicos que
incluyan el “soltar” y el “retener” el ser humano posee gran cantidad de ellos en
diversos sistemas por ejemplo el digestivo en que se absorben ciertos
nutrientes (se “retienen”) y se expulsan otros compuestos (se “sueltan”) por
las deposiciones; los sistemas respiratorio y renal también combinan un
“soltar” y “retener”. Podría continuar con múltiples ejemplos a nivel de la
biología del ser humano, gran parte de ellos vitales y que de no producirse nos
llevarían a la muerte y que funcionan sin distinción de sexo. Entonces la
pregunta que me planteo es ¿Por qué Sordo toma ese ejemplo en el que
encuentra una diferencia entre hombre y mujer, omitiendo los miles de
procesos fisiológicos que no presentan diferencias y los que podrían
interpretarse de forma contraria? La autora continua “Sin embargo, estas dos
funciones al parecer tan estrictamente biológicas pueden traslaparse y
extrapolarse hacia ámbitos que van más allá de la biología misma”. En esta

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frase creo que hay una respuesta, Sordo buscaba algo biológico sobre lo cual
poder darle un sustrato y causa “natural” a características culturales de la
diferencia entre hombres y mujeres, y es así como elige sobre que proceso
biológico poner su foco, lo interpreta desde su cultura y luego esa
interpretación la usa para validar una causa física de la diferencia.

“Viva la diferencia” es un libro que pretende validar el origen biológico de lo


masculino y lo femenino mediante el mecanismo de investigar las
características culturales que se le atribuyen a la biología y luego, de forma
circular, justificar que estas características son de causa biológica porque las
personas entrevistadas las relacionan con conceptos biológicos. En el libro
Sordo usa con frecuencia frases como “los hombres naturalmente”, “una
capacidad estructural”, “principios básicos de lo masculino y lo femenino”, “la
urgencia de que las mujeres vuelvan a sus esencias”, entre otras que dejan la
sensación, al lector poco crítico, de que hay algo biológico de fondo en ese
comportamiento. De esta misma manera podríamos probar, por ejemplo, que
el corazón (órgano biológico) es el lugar físico que determina los sentimientos,
porque si preguntamos a diferentes personas a que asocian la palabra corazón
probablemente nos responderán amor, sentimientos, cariño, afecto, entre otros
conceptos relacionados. De seguro el error lógico en este caso sería evidente
para la gran mayoría de los chilenos.

Sin embargo algo pasa en el tema de lo masculino y femenino, al estar tan


imbuidos en él, y acostumbrados a una fuerte impregnación cultural no
explicitada en la literatura científica, y otras publicaciones que es más difícil
poder evidenciar los argumentos que no se sustentan. Existe además un temor
a la pérdida de los límites entre lo masculino y lo femenino. No es extraño el
escuchar comentarios como “si ya las mujeres no son mujeres y los hombres
no son hombres que va a ser de esta sociedad”, donde se refleja una
sensación de que la diferencia clara entre lo masculino y lo femenino es
fundante de esta cultura y su difuminación es el camino al abismo.

Los niños son criados para “ser hombres” reforzando su masculinidad de una
manera que niega y coarta el desarrollo de las características tipificadas como
femeninas. Sin embargo, lo masculino y lo femenino como excluyentes y
contrapuestos es solo una posibilidad y actualmente existen otros modelos.

La relación entre masculinidad y femineidad se planteó en un inicio como


excluyente, a más masculinidad menos femineidad y viceversa, sin embargo
en 1974 se creó otro modelo. En base a sus experimentos en roedores
“Whalen propuso un modelo ortogonal de la sexualidad murina en el que
masculinidad y femineidad variaban de manera mutuamente independiente. El
mismo animal podía ser a la vez muy masculino y muy femenino, muy
femenino y nada masculino (o viceversa) o poco de ambas cosas” (Fausto-
Sterling, 2006, p.266). Según refiere la misma autora “Whalen publicó su
modelo ortogonal el mismo año que la psicóloga Sandra Bem popularizara la
idea de la androginia y concebía una escala para medir las variaciones

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independientes de masculinidad y femineidad en las personas” (Fausto-


Sterling, 2006, p.267).

Modelo Lineal

Masculinidad Femineidad

Modelo Ortogonal

Masculinidad

Femineidad

Lo interesante del modelo ortogonal es que al plantear lo masculino y lo


femenino no como categorías contrapuestas ni excluyentes abre nuevas
posibilidades en el desarrollo de las masculinidades y femineidades. Un

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hombre no deja de ser masculino por desarrollar características tipificadas de


femeninas, ni una mujer deja de ser femenina por el desarrollo de su
masculinidad.

El desarrollo de cualidades atribuidas al otro género es una opción de


desarrollo positiva que vale la pena explorar. Las mujeres en los últimos años
han ingresado al mundo del trabajo, comenzado a tener cargos de poder,
juegan “deportes de hombre”, entre otras actividades típicamente masculinas.
Sin embargo el ingreso de los hombres al mundo femenino ha sido más lento,
quedándose con la dificultad de estar en una situación en que la mujer entró a
su mundo y ellos aun no logran integrarse al femenino.

En relación a las diferencias cerebrales entre hombres y mujeres, si bien es


cierto que algunos estudios las han encontrado (aunque algunos autores
tienen reticencia en cuanto lo concluyente de esos resultados), aun si fueran
ciertas estas diferencias esto no implica necesariamente que sean de causa
biológica. El cerebro humano tiene gran plasticidad y capacidad de aprendizaje
que queda plasmado en áreas cerebrales. Es por eso que una socialización y
estímulo diferente en el desarrollo de habilidades puede crear diferencias a
nivel cerebral entre hombre y mujeres sin ser estas sean necesariamente de
causa biológica, sino que pueden ser una “huella” de la cultura en el sustrato
anatómico. Es por esto que las formas distintas en que se educan a niños y
niñas si puede crear diferencias que generen un sustrato físico para estas. Por
ejemplo las mujeres pueden desarrollar una mejor motricidad fina que les
permita realizar con mayor precisión ciertas labores como coser, ya que desde
muy pequeñas se les enseñó a hacerlo; y esta habilidad puede estar reflejada
a nivel cerebral con un desarrollo mayor de las áreas implicadas en esta tarea.

Los estudios de las diferencias cerebrales entre los sexos suelen tener gran
cobertura de prensa y no solo son publicados en revistas científicas sino que
parte de sus conclusiones llegan a los medios masivos. Sucede que al ser
presentados a público general, en muchas ocasiones, algunas conclusiones
presentadas cautelosamente como posibilidades por los investigadores son
llevados al nivel de certeza por los periodistas. Es así como se va creando la
idea de que existe una diferencia clara entre los cerebros de hombres y
mujeres, la que sería de origen biológico y estaría validada por los estudios
científicos.

No es que no exista algo biológico relacionado con la masculinidad y la


femineidad, pero la relación entre la fisiología y el comportamiento revierte una
alta complejidad. Por otra parte podemos decir que nada que haga el ser
humano puede salirse de su biología y por lo tanto la masculinidad y la
femineidad necesariamente se asientan en un sustrato biológico. Sin embargo
ese sustrato no tiene porque ser exclusivo de los hombres para la
masculinidad ni de las mujeres para la femineidad. Además pueden existir
múltiples posibilidades de que esa masculinidad y femineidad se construya y

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exprese en un cuerpo, ya sea con anatomía claramente de macho, de hembra


o en algún rango intermedio.

Que no exista una causa biológica clara de las diferencias por sexo no
significa que todos somos iguales y que tenemos necesariamente las mismas
habilidades y potenciales. Existen diferencias entre individuos debidas a
diversos factores donde ser hombre o mujer es uno más dentro de muchos y
no necesariamente el más relevante. Por ejemplo, en los resultados
académicos vemos en Chile que las diferencias mayores no están entre
hombre y mujeres sino entre los distintos estratos socioeconómicos.

La diversidad entre individuos es muy valiosa y enriquecedora y el que no


existan claras diferencias por sexo no significa que seamos todos homogéneos
ni que dejen de haber personas masculinas o más femeninas que otras.

En esta compleja relación entre la biología y cultura más que buscar las
hormonas o zonas cerebrales que generan ciertos comportamientos creo que
tiene más sentido el indagar en los significados culturales dados a las
estructuras biológicas, desmitificando ciertas determinaciones rígidas y a la
vez ir en la senda de cómo construir formas de ser (femeninas, masculinas o
que se identifiquen de otra manera) acordes con la vida que queremos vivir a
nivel personal y la sociedad que queremos construir a nivel colectivo.

Referencias:

• Fausto-Sterling, Anne. (2008). Cuerpos sexuados. (1 Ed.) Barcelona:


Editorial Melusina.

• Sordo, Pilar. (2005).¡Viva la diferencia!.(1 Ed.) Chile: Editorial Norma.

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