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EL AUTO CUIDADO es más que un simple deber, es esencial, sobre todo si tenemos la tarea de cuidar niños.

Cuidar a nuestros hijos requiere de una gran dosis de tiempo y energía. Por ello, hay que recordar que
funcionamos mejor (en nuestra vida personal y como madres) cuando nos sentimos mejor. Para ser madres
sanas y eficaces, primero tenemos que ser seres humanos sanos y eficaces. Cuidarnos a nosotras mismas es
uno de los trabajos más importantes que uno tiene.

Parte importante del auto cuidado requiere desarrollar una autoestima adecuada, la que nos permita
generar niveles de fortalecimiento que favorezcan el sentido de control personal y puedan desarrollar
habilidades para cambiar las propias condiciones personales y sociales, en lugar de tener un rol pasivo.

Todas las personas tienen autoestima, pero no todas las personas tienen una autoestima sana. Una
autoestima sana no quiere decir que siempre nos sintamos “lo máximo”. Una sana autoestima puede
medirse por la habilidad para enfrentar los altibajos de la vida. Sentirse triste o deprimido es parte normal
de la vida, mantenerse permanente en ese estado es un indicador de que la autoestima no es sana.

Para lograr una sana autoestima, a veces tenemos que hacer algunos cambios que nos ayuden a desarrollar
una actitud más valiente y creativa. Ello requiere, entender que siempre vamos a tener la oportunidad de
convertir las experiencias negativas en positivas.

Por otro lado, es también importante reconocer que vamos a poder cumplir mejor nuestro rol como madres,
cuando nos sentimos bien. ¿No les ha pasado que muchas veces se sienten estresadas, cansadas y
frustradas? ¿No sienten que a veces son como una bomba de tiempo a punto de explotar? Y qué cualquier
situación, por pequeña que sea, ¿Es muchas veces la que nos hace explotar?

Cada uno de nosotros requiere un positivo tiempo fuera, un momento para relajarnos y recargar energía y el
tomarnos este tiempo para cuidarnos, no tiene porque hacernos sentir culpables; es fundamental tener un
tiempo especial para uno mismo, así sea simplemente para divertirse.

Para hacerlo, podemos empezar por reservar un tiempo cada semana para nuestras propias actividades y
aprender así a tratarnos a nosotras mismas como una prioridad. Cuando lo hagamos, vamos a descubrir que
tenemos más energía para asumir las responsabilidades del día a día. Otorgarnos la libertad de hacer algo
que nos gusta, nos hará sentir más vivas y alegres.

Debemos recordar también que, no sólo es importante cuidarnos emocionalmente, sino también cuidar
nuestro cuerpo, nuestra mente y nuestro espíritu, alimentando cada una de estas partes. A nivel físico,
debemos poner atención a lo que comemos, si dormimos lo suficiente, si hacemos ejercicio. Mantengamos
nuestra mente ocupada, leyendo un libro, escuchando música, tomarnos unas vacaciones o lo que
disfrutemos hacer. Y alimentemos nuestro espíritu ayudando a los demás, estando en silencio, haciendo
meditación o haciendo aquello que sea significativo para nosotros.

Al inicio puede ser difícil el cambio, pero recordemos que, en la medida en que nosotras estemos bien, es
mucho más probable que nuestros hijos también puedan estar bien. Al postergar nuestras necesidades y el
auto cuidado por diferentes razones, le estamos dando a nuestros hijos el mensaje que el cuidado personal
no es tan importante.

Cuanto más cómodas y tranquilas nos sintamos, mayor será la probabilidad de que tomemos mejores
decisiones. Tratarnos bien es un componente esencial de una buena salud en general.
CUIDADO MUTUO yo me cuido, tú me cuidas, yo te cuido, nos cuidamos.

La salud y felicidad de una persona se nutre en gran medida de la red de vínculos que tenga.
Cuando una persona tiene a quien acudir para confiarle lo que siente y piensa, y es escuchada y
acompañada con interés en lo que le está ocurriendo, aumenta su capacidad de afrontar los retos.
A su vez, cuando una persona es elegida para confiarle algo delicado aumenta su valía ante los
otros y ante sí misma. La capacidad de desarrollo de una familia depende de la calidad de los
vínculos entre sus integrantes. A su vez el cultivo de vínculos de cuidado mutuo es el objetivo
superior del desarrollo familiar porque de estos depende su felicidad. En las relaciones de
parentesco no siempre se construyen vínculos afectivos, ni de cuidado mutuo sino que muchas
veces hay discordia que lleva a actos de violencia y abusos peores que los que ocurren entre
personas que no tienen relación de parentesco. En las relaciones de parentesco muchas veces hay
frialdad, indiferencia, negligencia y descuido en vez de calidez, conocimiento, aprecio, afecto y
cuidado mutuo.

Entendemos que existe un vínculo afectivo entre dos o más personas cuando éstas

1. se reconocen como un “nosotros”,

2. Reconocen que el afecto que se expresan mutuamente es importante,

3. la frecuencia de encuentros crea un ritmo en su vida cotidiana,

4. la relación dura lo suficiente para dejar huella y

5. obtienen beneficios al compartir.

En todos los vínculos afectivos se da la experiencia de sentirse unidos, de disfrutar la compañía del
otro y de sentir alegría con el bienestar del otro. Los vínculos afectivos Querer al otro y querer lo
mejor para el otro no hace que sepamos automáticamente qué es lo mejor para el otro ni que
hagamos lo mejor para el otro. Querer lo mejor para el otro impulsa a saber y poder hacer lo
mejor para el otro. Por lo tanto los vínculos afectivos se vuelven vínculos de cuidado cuando
además del afecto hay una acción de cuidado tan efectiva como sea la comprensión de la situación
del otro.

El campo del Cuidado se refiere a la acción y los resultados de la acción de cuidado del otro. Este
campo inició en la Ética y ha trascendido a la Psicología, al Trabajo social, la Sociología, al Derecho,
a la Política y a la Economía por referirse a la acción y a la interacción de cuidado del otro en el
hogar y al cuidado profesional e institucional del otro, es decir, por estar referida a la producción
de la sociedad misma y a su reproducción material.

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