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LEIGH BARDUGO
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LEIGH BARDUGO
Sinopsis
Nikolai Lantsov siempre ha tenido un don para lo imposible. Nadie sabe lo que
soportó en la sangrienta guerra civil de su país... y tiene la intención de que siga así.
Ahora, mientras los enemigos se reúnen ante sus fronteras debilitadas, el joven rey debe
encontrar una forma de llenar las arcas de Ravka, forjar nuevas alianzas y detener una
amenaza creciente al alguna vez grandioso Ejército Grisha.
Pero con cada día, una magia oscura dentro de él se fortalece, amenazando con
destruir todo lo que ha construido. Con la ayuda de un joven monje y una legendaria
Impulsora Grisha, Nikolai viajará a lugares en Ravka donde la magia más profunda
sobrevive, para desterrar el terrible legado en su interior. Arriesgará todo por salvar a su
país y a sí mismo. Pero algunos secretos no están destinados a permanecer enterrados...
y algunas heridas no están destinadas a sanar.
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Grishaverso
Trilogía The Grisha
Shadow and Bone
Siege and Storm
Ruin and Rising
Historias Cortas
0.1 - The Demon in the Wood
1.5 - The Tailor
Duología Nikolai
King of Scars
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DIMA ESCUCHÓ LAS PUERTAS DEL GRANERO azotarse antes que los
demás. Dentro de la pequeña casa de granja, la cocina burbujeaba como una cazuela en
la estufa, sus ventanas estaban cerradas firmemente contra la tormenta, el aire en la
habitación era cálido y húmedo. Las paredes traqueteaban con el alboroto de los
hermanos de Dima hablando unos sobre otros, mientras su madre tarareaba y marcaba
el ritmo con el pie para una canción que Dima no conocía. Ella sostenía la manga
rasgada de una de las camisas de su padre en el regazo, su aguja atravesaba la tela al
ritmo desigual de un gorrión ansioso, una madeja de hilo de lana pasaba entre sus dedos
como un gusano inquieto.
Dima era el más joven de seis niños, el bebé que había llegado tarde a su madre,
mucho después que el doctor que venía a la villa cada verano le hubiera dicho que no 7
habría más hijos. Una bendición inesperada, le gustaba decir a Mamá, abrazando a Dima
y mimándolo cuando los otros se habían marchado a hacer sus quehaceres. Una boca
indeseada que alimentar, su hermano mayor Pyotr bufaba.
Porque Dima era muy pequeño, con frecuencia lo dejaban fuera de las bromas de
sus hermanos, olvidado en las discusiones ruidosas de la casa, y por eso, en esa noche
de otoño, parado junto a la palangana, enjabonando la última de las cazuelas que sus
hermanos se habían asegurado de dejar para él, solo él escuchó el maldito golpe de las
puertas del granero. Dima se dispuso a tallar más fuerte, determinado a terminar su
trabajo e irse a la cama antes que cualquiera pudiera pensar en mandarlo a la oscuridad.
Podía escuchar a su perro, Molniya, gimoteando en la entrada de la cocina, rogando por
sobras y un lugar cálido para dormir mientras el viento se elevaba con un aullido furioso.
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Las ramas azotaron las ventanas. Mamá levantó su cabeza, las arrugas sombrías
alrededor de su boca se profundizaron. Frunció el ceño como si pudiera enviar al viento
a la cama sin cenar. —El invierno llega pronto y se queda mucho tiempo.
—Mmm —dijo Papá—, como tu madre. —Mamá le dio una patada con la bota.
Había dejado un vasito de kvas detrás de la estufa esa noche, un regalo para los
fantasmas de la casa que cuidaban de la granja y que dormían detrás de la vieja estufa
de hierro para mantenerse calientes. O eso decía Mamá. Papá solo rodaba los ojos y se
quejaba de que era un desperdicio de buen kvas.
Dima sabía que cuando todos se habían ido a la cama, Pyotr se lo bebía y se
comía la rebanada de pastel de miel que Mamá dejaba envuelta en tela. —El fantasma
de la bisabuela te atormentará —le advertía Dima algunas veces. Pero Pyotr solo se
pasaba la manga por la barbilla y decía:
—No hay fantasma, pequeño idiota. Baba Galina fue el almuerzo de los gusanos
del cementerio, y lo mismo te pasará a ti si no mantienes cerrada la boca.
Ahora Pyotr se inclinó y le dio a Dima un duro codazo. Dima con frecuencia se
preguntaba si Pyotr hacia ejercicios especiales para hacer más puntiagudos sus codos.
—¿Escuchas eso? —preguntó su hermano.
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—No hay nada que escuchar —dijo Dima mientras su corazón se hundía. La
puerta del granero…
Así que su hermano solo estaba intentando asustarlo. —No seas estúpido —dijo
Dima, pero estaba aliviado.
Dima ya tenía ocho años, lo bastante mayor para saberlo mejor, pero aun así sus
ojos se desviaron a las ventanas oscuras, hacia el patio iluminado por la luz de luna,
donde los árboles se inclinaban y sacudían en el viento. Se estremeció. Podría haber
jurado… solo por un momento, podría haber jurado que vio una sombra atravesar el
jardín, el borrón oscuro de algo mucho más grande que un ave.
Pyotr se rio y lo salpicó con agua jabonosa. —Juro que te vuelves más miedoso
con cada día que pasa. ¿Quién querría tu pequeña alma buena para nada?
Pyotr solo está enojado porque, antes de ti, él era el bebé, Mamá siempre le decía a
Dima. Debes intentar ser amable con tu hermano incluso cuando él es mayor pero no más sabio.
Dima lo intentaba. De verdad lo intentaba. Pero a veces sencillamente deseaba derribar
a Pyotr sobre su trasero y ver qué tanto le gustaba sentirse pequeño.
—Era el trabajo de Dima ocuparse de las caballerizas esta noche —dijo Pyotr 9
virtuosamente, y sus hermanos, reunidos alrededor de la mesa, cacarareaon como
gallinas alteradas.
—Lo haré yo —dijo Pyotr con un suspiro resignado—. Todos sabemos que Dima
le teme a la oscuridad.
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Pero Dima percibía que esto era una prueba. Papá esperaba que él se hiciera
responsable. —No tengo miedo —dijo—. Por supuesto que iré a cerrar las puertas.
—¿Una nueva?
—¿Hay magia?
Dima posó los ojos una vez en la imagen de Sankt Feliks en la pared junto a la
puerta, la luz de vela titilaba sobre su cara afligida, su mirada estaba llena de simpatía
como si supiera el frío que hacía afuera. Feliks había sido empalado en una espita de
ramas de manzano y cocinado vivo apenas horas después que hubiera ejecutado el
milagro de las huertas. No había gritado o llorado, solo sugerido que los pobladores le
dieran la vuelta para que las llamas pudieran alcanzar su otro lado. Feliks no le habría
temido a una tormenta. 10
Tan pronto Dima abrió la puerta de la cocina, el viento intentó arrancársela de la
mano. Él la azotó al salir y escuchó el cerrojo girar del otro lado. Sabía que era temporal,
una necesidad, pero aun así se sentía como si lo estuvieran castigando. Miró atrás a las
ventanas resplandecientes mientras forzaba a sus pies a bajar los escalones hasta la
hierba seca del patio, y tenía el horrible pensamiento de que tan pronto dejara la calidez
de la cocina, su familia se olvidaría de él, que si nunca regresaba, nadie gritaría ni haría
sonar la alarma. El viento borraría a Dima de su memoria.
Consideró la extensión iluminada por la luz de la luna que tendría que atravesar
más allá del gallinero y el cobertizo de los gansos hasta el granero, donde cobijaban a su
viejo caballo, Gerasim, y su vaca, Mathilde.
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—Dotado con sierras de acero —susurró, pasandose la mano sobre el nuevo
arado cuando pasó a su lado, como si fuera un talismán de la suerte. No estaba seguro
porqué las cuchillas eran mejores, pero cuando el arado había llegado, esas fueron las
palabras que su padre había repetido orgullosamente a sus vecinos, y a Dima le gustó el
sonido fuerte. Hubo largas discusiones en la mesa de la cocina sobre el arado, junto con
todas las reformas agrícolas del rey y los problemas o esperanza que podrían traer.
Pero Papá estaba complacido. —¿Cómo puedes preocuparte con la panza llena y
el tejado remendado con brea nueva? Este fue el primer año que fuimos capaces de
cosechar suficiente de nuestros cultivos para vender en el mercado en vez de solo
mantenernos alimentados.
—¡Porque el rey cortó el diezmo del Duque Radimov a una pizca de lo que solía
ser! —exclamó Mamá.
—Lo haremos cuando el duque y sus amigos nobles asesinen al rey en su cama.
—¡El Rey Nikolai es un héroe de guerra! —dijo Papá, agitando su mano por el 11
aire como si los problemas pudieran desvanecerse como humo de pipa—. No habrá
derrocamiento sin el ejército que lo respalde.
Hablaban en círculos, debatiendo las mismas cosas noche tras noche. Dima no
entendía mucho, solo que debía mantener al joven rey en sus plegarias.
«Détente», se regañó Dima, «Pyotr abrió las puertas solo para que tuvieras que salir al frío
o que te avergonzaras al negarte». Pero Dima le había demostrado a sus hermanos y a su
padre que podía ser valiente, y ese pensamiento lo entibió, aunque de todas formas se
subió el cuello del abrigo hasta las orejas y tembló ante lo cortante del viento. Solo
entonces se dio cuenta de que ya no oía ladrar a Molniya; no estaba junto a la puerta
intentando entrar a la cocina cuando Dima salió.
―¿Molniya? ―la llamó, pero el viento se llevó su voz―. ¡Molniya! ―la llamó
otra vez, pero solo un poco más fuerte, en caso de que algo más que su perra estuviera
ahí afuera escuchando.
Paso a paso cruzó el patio, las sombras de los árboles saltaban y temblaban sobre
el suelo. Más allá de los bosques podía ver la franja ancha del camino. Llevaba hasta el
pueblo, y luego hasta la iglesia. Dima no se atrevió a recorrerla con la mirada. Era
demasiado fácil imaginar un cuerpo vestido con ropas roñosas cojeando por el camino,
arrastrando terrones de tierra de cementerio a su paso. 12
Oyó un gimoteo suave desde algún lugar en los árboles. Dima gritó. Unos ojos
amarillos le devolvieron la mirada desde la oscuridad. El brillo de su farol cayó sobre
patas negras, pelaje erizado y dientes descubiertos.
La luz dorada de las ventanas de la casa parecía imposiblemente lejana. Tal vez
debería regresar y pedir ayuda, claramente no podían esperar que enfrentara a un lobo
él solo. Pero ¿y si no había nada adentro? ¿O si era un gato que Molniya había atrapado?
Entonces todos sus hermanos se reirían, no solo Pyotr.
Dima avanzó arrastrando los pies, manteniendo el farol frente a él. Esperó a que
la tormenta amainara y sujetó la pesada puerta del borde para que no lo golpeara al
entrar.
El granero estaba oscuro, apenas entraban rayos de luz de luna. Dima se adentró
un poco más en la oscuridad. Pensó en los ojos amables de Sankt Feliks, la rama
espinosa del manzano atravesándole el corazón. Entonces, como si la tormenta solo
hubiera estado tomando aliento, el viento se elevó.
Las puertas detrás de Dima se cerraron de golpe, y la débil luz del farol se
extinguió.
Afuera podía oír la tormenta embravecida, pero el granero estaba en calma. Los
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animales se habían quedado en silencio como si estuvieran a la espera, y podía oler su
miedo amargo por sobre la dulzura del heno… y algo más. Dima conocía ese olor de
cuando sacrificaban a los gansos para las festividades: el penetrante olor a cobre de la
sangre.
«Regresa», se dijo.
«Corre», se dijo Dima. «Grita». Pensó en los gansos que se acercaban tan confiados
a Pyotr, en que no emitían sonido de protesta los escasos segundos antes de que su
hermano les quebrara el cuello. «Estúpidos», había pensado Dima en ese entonces, pero
ahora entendía.
La cosa se irguió de su postura agazapada, una silueta negra, y dos alas enormes
se desplegaron de su espalda, con los bordes rizándose como humo.
―¡Papá! ―intentó gritar Dima, pero la palabra no fue más que un soplo de
respiración.
Dima sintió algo tibio deslizándose por su pierna y comprendió que se había
orinado.
El monstruo se lanzó.
Una figura entró a zancadas al granero con un abrigo gris oscuro; un viento
extraño le levantaba el largo cabello negro. La luna le iluminó las facciones y Dima lloró
con más fuerza, porque era demasiado hermosa para ser una persona común, y eso
significaba que era una Santa. Había muerto y ella había venido a acompañarlo a las
tierras brillantes.
La cosa siseó, tirando inútilmente de sus cadenas. Aleteó una, dos veces,
intentando levantarla, pero ella sujetó la cadena en su puño y extendió la otra mano
hacia delante. Otra ráfaga de viento golpeó al monstruo, estampándolo contra la pared
del granero. Golpeó el suelo, cayó de rodillas, y se volvió a poner de pie de una forma
tambaleante e inestable que lo hizo parecer curiosamente humano, como papá cuando
se quedaba hasta tarde en la taberna. La Santa tiró de la cadena, murmuró algo y la
criatura siseó otra vez cuando el viento se arremolinó alrededor de ellos.
No era una Santa, comprendió Dima, era Grisha, una soldado del Segundo
Ejército, una Impulsora que podía controlar el viento. Se sacó el chal de los hombros y
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lo lanzó sobre la cabeza de la criatura, pasando con su presa capturada junto a Dima,
mientras el monstruo seguía luchando y chasqueando los dientes.
—Por los daños ―le dijo, con ojos brillantes como joyas a la luz de la luna―.
No viste nada esta noche, ¿entendido? Muérdete la lengua o la próxima vez no le pondré
la correa.
Dima asintió, sintiendo lágrimas frescas cayendo por las mejillas. La Grisha alzó
una ceja. Nunca había visto un rostro como el de ella, más adorable que cualquier ídolo
pintado, ojos azules como el agua más profunda del río. Le lanzó otra moneda y él se
las arregló apenas para atraparla en el aire.
Dima observó mientras salía por las puertas del granero. Obligó a sus pies a
moverse. Quería regresar a la casa, encontrar a su madre y enterrarse en sus faldas, pero
estaba desesperado por ver una última vez a la Grisha y a su monstruo. Los siguió tan
silencioso como pudo. En las sombras del camino iluminado por la luna esperaba un
gran carruaje, su conductor vestido de negro. Un cochero bajó de un salto y sujetó la
cadena, ayudando a subir la criatura a rastras.
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Dima sabía que debía estar soñando, a pesar del peso frío de la moneda de plata
en su palma, pues el cochero no miró al monstruo y dijo ¡Sube, bestia!, o ¡nunca más le
darás problemas a estas personas!, como diría un héroe en una historia.
En cambio, en las sombras profundas de los pinos bamboleantes, Dima creyó oír
decir al cochero:
«Vil». ¿Ya era bastante malo que tuviera que irse corriendo a través de la campiña
ravkana en la oscuridad de la noche en un carruaje prestado y destartalado, pero que ella
hubiera tenido que hacerlo con una ropa como ésta? Inaceptable. Se quitó el abrigo. El
hedor todavía se aferraba a la seda de su kefta azul bordada que tenía debajo, pero ahora
se sentía un poco más ella misma.
Los cascos de los caballos retumbaban, las ruedas del carruaje resonaban y
saltaban, mientras que a su lado el rey de Ravka rechinaba sus dientes afilados como
agujas y tiraba de sus cadenas.
Zoya mantuvo su distancia. Había visto lo que una de las mordidas de Nikolai
podía hacer cuando estaba en este estado, y ella no tenía ningún interés en perder una
extremidad o algo peor. Una parte de ella había querido pedirle a Tolya o Tamar, el
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hermano y la hermana que servían como guardias personales del rey, que viajaran dentro
del carruaje con ella hasta que Nikolai recuperara su forma humana. Su padre había sido
un mercenario shu que los había entrenado para pelear, su madre era una Grisha de
quien ambos habían heredado los dones de Cardio. La presencia de cualquiera de los
gemelos hubiera sido bienvenida. Pero su orgullo lo evitó, y también sabía lo que le
costaría al rey. Un testigo de su miseria ya era bastante malo.
Afuera, el viento aullaba. Era menos el aullido de una bestia que la risa fuerte y
salvaje de un viejo amigo, conduciéndolos. El viento hacía lo que ella quería, desde que
era niña. Sin embargo, en noches como estas, no podía evitar sentir que no era su
sirviente sino su aliado: una tormenta que se alzaba para enmascarar los gruñidos de
una criatura, para ocultar los sonidos de una pelea en un granero destartalado, para
provocar problemas en calles y tabernas del pueblo. Este era el viento del oeste, Adezku,
el creador de travesuras, un digno compañero. Incluso si ese granjero les contara a todos
en Ivets lo que había visto, la gente del pueblo se lo atribuiría a Adezku, el viento pícaro
que empujaba a las mujeres a las camas de sus vecinos y hacía que los locos
pensamientos pasaran por las cabezas de los hombres como si fueran espirales de hojas
muertas.
Zoya tomó el paquete del piso del coche y sacó una camisa blanca limpia y un
abrigo forrado de piel, ambos finamente confeccionados pero arrugados, vestimenta
apropiada para un rey que había pasado la noche deambulando.
Sin una palabra, Nikolai levantó sus muñecas encadenadas. Las garras se habían
retraído, pero sus manos aún estaban marcadas por las débiles líneas negras que había
llevado desde el final de la guerra civil hace tres años. El rey a menudo usaba guantes
para esconderlas, y Zoya pensaba que era un error. Las cicatrices eran un recordatorio
de la tortura que había sufrido a manos del Darkling, y el precio que había pagado junto
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a su país. Por supuesto, eso era solamente una parte de la historia, pero era la parte que
los ravkanos estaban mejor preparados para manejar.
Zoya abrió las cadenas con la pesada llave que llevaba alrededor del cuello.
Esperaba que fuera su imaginación, pero las cicatrices en las manos de Nikolai parecían
más oscuras últimamente, como si estuvieran decididas a no desaparecer.
Una vez que sus manos estuvieron libres, el rey se quitó la camisa arruinada del
cuerpo. Usó la ropa de cama y el agua del frasco que le entregó para lavarle la sangre
del pecho y la boca, luego se echó más agua sobre las manos y se las pasó por el pelo. El
agua goteaba por su cuello y hombros. Estaba temblando bastante, pero se parecía a
Nikolai otra vez, con los ojos color avellana claros, el dorado húmedo de su cabello
retirado de su frente.
—Espero que haya sido una de las granjas de gansos más de moda. —Buscó a
tientas los botones de su camisa limpia, con los dedos todavía temblando—. ¿Sabemos
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lo que maté? ¿O a quién? —La pregunta quedó suspendida en el aire.
Zoya apartó las temblorosas manos de Nikolai de sus botones y se encargó del
trabajo ella misma. A través del fino algodón, podía sentir el frío que la noche había
dejado en su piel.
—Qué excelente ayuda de cámara haces —murmuró él. Pero ella sabía que
odiaba someterse a estas pequeñas atenciones, odiaba ser lo suficientemente débil como
para requerirlas.
La simpatía solo empeoraría las cosas, por lo que mantuvo su voz brusca. —
Supongo que mataste a muchos gansos. Posiblemente un poni peludo. —¿Pero eso había
sido todo? Zoya no tenía forma de saber en qué se había metido el monstruo antes de
que lo encontraran—. ¿No recuerdas nada?
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—Sólo destellos.
Estaban preocupados pero desconcertados. Tolya y Tamar no eran del tipo que
dejaban escabullirse a Nikolai. —¿Cómo los pasaste? —Zoya había preguntado mientras
Genya curaba el rasguño y David disertaba sobre el sonambulismo. Pero si Nikolai había
estado preocupado, no lo había mostrado.
Eso es lo que hacía que viajar fuera tan peligroso. Pero Nikolai no podía
permanecer secuestrado tras los muros de Os Alta para siempre.
—Genya tendrá que hacer más potente mi tónico —dijo ahora, poniendose el
abrigo.
Hasta ahora el monstruo se había contentado con ataques a ganado, sus víctimas
se limitaban a ovejas destripadas y ganado drenado. Pero ambos sabían que solo era una
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cuestión de tiempo. Cualquier poder que quedara hirviendo dentro de Nikolai ansiaba
más que carne de animal.
—El último incidente fue apenas hace una semana. —Él se pasó una mano por
la cara—. Creí que tenía más tiempo.
—Está empeorando.
«Está peor de lo que deja ver», pensó Zoya. Nikolai siempre era más dadivoso con
los halagos cuando estaba fatigado. Era verdad, ella lucía esplendida, incluso despue´s
de una noche angustiosa, pero Zoya sabía que al rey no podría importarle menos su
apariencia.
Una semana antes, los pobladores de Ivets habían emprendido el recorrido detrás
de la carroza festonada del Duque Radimov para celebrar el Festival de Sankt Grigori,
batiendo tambores y tocando pequeñas arpas para imitar el instrumento que Grigore
había confeccionado para apaciguar a las bestias del bosque antes de su martirio. Pero
cuando alcanzaron el Obol, el Puente de madera que cruzaba la garganta del rio había
cedido. Antes que el duque y sus vasallos pudieran desplomarse al agua rugiente debajo,
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otro puente había saltado debajo de ellos, aparentemente floreció de las mismas paredes
del abismo y las rocas dentadas del suelo del cañón. O eso habían proclamado los
reoprtes. Zoya le había puesto poca credibilidad a los cuentos, los atribuyó a la
exageración, tal vez incluso alucinación colectiva… hasta que había visto el puente por
sí misma.
El sonido de las ruedas cambió cuando el carruaje rodó sobre el puente, desde el
traqueteo del camino a un constante tun, tun, tun. El puente que tan milagrosamente
había aparecido de la nada no era de piedra o ladrillo o madera. Sus vigas y travesaños
blancos eran huesos y tendons, sus contrafuentes y muelles estaban unidos con
montones de cartílago. Tun, tun, tun. Estaban viajando encima de una columna
vertebral.
—¿Un coro?
—¿Cómo llamarían a un puente hecho de huesos que aparece justo a tiempo para
salvar a un pueblo entero de la muerte? —preguntó Nikolai.
—La gente podría sentir que esa descripción se queda corta para esta maravilla.
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Y era una maravilla… a la vez elegante y grotesca, una masa de vigas cruzadas y
arcos altísimos. Desde que apareció, los peregrines habían acampado a cada extremo,
manteniendo vigilia día y noche. No levantaron la cabeza cuando el carruaje pasó.
—¿De qué otra forma podría alguien crear esa clase de puente o un terremoto
cuando quiere?
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Jurda parem. Zoya deseaba nunca haber escuchado las palabras. La droga fue un
producto de un experimento en un laboratorio shu. Podía tomar el poder de un Grisha
y transformarlo en algo totalmente nuevo y totalmente peligroso, pero el precio por esa
pequeña gota de gloria era la adicción y eventualmente la muerte. Ella podría hacer
posible que un Fabricador desquiciado hiciera temblar la tierra o que un Corporalnik
hiciera un puente a partir de un cuerpo. Pero ¿con que fin? ¿Podrían los shu estar usando
esclavos Grisha para desestabilizar Ravka? ¿Podría el Apparat, el supuesto consultor
espiritual de la corona, estar envuelto en esto? Hasta ahora, él solo había declarado que
estaba rezando sobre los incidentes y planeando hacer una peregrinación a los sitios.
Zoya nunca había confiado en el sacerdote, y no tenía duda que, si él tuviera la forma
de escenificar un milagro, también podría encontrar una forma de usar el espectáculo
como una ventaja.
Pero la verdadera pregunta, la pregunta que los había traído a ellos hasta Ivets,
era que cualquiera de esos extraños sucesos que estaban ocurriendo alrededor de Ravka
estaban atados al poder oscuro que se escudaba dentro de Nikolai. Los sucesos habían
comenzado alrededor del mismo tiempo que los hechizos nocturnos de Nikolai. Podría
ser una coincidencia, pero habían venido a Ivets con la esperanza de conseguir alguna
pista, alguna conexión que pudiera ayudarlos a ellos a liberar a Nikolai de la voluntad
del monstruo. 25
Ellos alcanzaron el otro lado del puente, y el retumbar tranquilizador del
ordinario camino de tierra llenó el coche una vez más. Era como si un hechizo hubiera
caído.
—Tenemos que dejar al Duke Radimov hoy —dijo Nikolai—. Y espero que nadie
me haya visto aleteando por los terrenos.
Zoya quería acceder, pero ya que habían hecho el viaje… —Puedo doblar tu dosis
de tónico de Genya. Todavía queda otro día de negociaciones.
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—Dejemos que Ulyashin los maneje. Quiero regresar a la capital. Tenemos
muestras del puente para David. Él puede descubrir algo que podamos usar para tratar
con …
—¿La enfermedad?
Zoya rodó los ojos. Él hablaba como si estuviera siendo atormentado por una tía
malhumorada. Pero había una importante razón para que estuvieran en Ivets. Ella había
tenido desconfianza del viaje, escéptica del puente, precavida del riesgo, pero también
sabía que la cumbre del comercio les presentaba una buena oportunidad: un cierto
Hiram Schenck y sus dos hijas casaderas.
Ella golpeó sus dedos contra el asiento de terciopelo, insegura de cómo proceder.
Había esperado organizar una reunión entre Nikolai y las chicas Schenck sin que él se
diera cuenta que ella había intervenido. Al rey no le gustaba ser guiado, y cuando sentía
que había sido presionado, podía ser tan testarudo como… bueno, como Zoya misma.
—Habla, Nazyalensky. Cuando presionas tus labios así, pareciera que le hubieras
hecho el amor a un limón.
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—Limón suertudo —dijo Zoya con un resoplido. Se alizó la tela de su kefta sobre
el regazo—. La familia de Hiram Schencks lo acompañó hasta Ivets.
—¿Y?
Nikolai rió. — ¿Es por eso por lo que estuviste de acuerdo con este viaje? Para
¿poder satisfacer tus ansias de emparejamiento?
—Acepté porque alguien tenía que asegurarse que no te comieras a nadie cuando
tus huésped no invitado se pusieran hambrientos en mitad de la noche. Y no soy ninguna
mamá entrometida que quiere ver a su querido hijo casado. Estoy tratando de proteger
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tu trono. Hiram Schenck es un miembro antiguo del Consejo Mercante. Él casi podría
garantizar la indulgencia en los préstamos de Kerch a Ravka, por no decir de la masiva
fortuna que una de sus lindas hijas heredaría.
—Despiadado.
—Zoya, no puede cortejar bien a una novia si no hay una oportunidad de llevarla 27
a una cena.
—Tú eres un rey. No tienes que cortejar a nadie. Para eso son el trono y las joyas
y el título, y una vez que estés casado, tu reina se convertirá en tu aliada.
—O ella puede salir gritando desde nuestro lecho nupcial y decirle a su padre que
comencé por mordisquear el lóbulo de la oreja y entonces traté literalmente de comerme
su oreja. Podría comenzar una guerra.
—Pero no lo hará, Nikolai. Porque para ese momento ustedes habrán dicho sus
votos, tú le habrás encantado para que te ame, y entonces serás su problema.
—No hago nada dulcemente, Su Alteza. —Ella sacudió sus mangas—. ¿Por qué
dudas? Hasta que te cases, hasta que tengas un heredero, Ravka se mantendrá
vulnerable.
—Siempre la romántica.
—Siempre práctica.
—Dejando de lado los prospectos de novias de Kerch, necesitamos escapar antes que
Schenck pueda preguntarme más detalladamente sobre los izmaras’ya. 28
Zoya maldijo. —Así que los gemelos estaban en lo cierto, había una fuga en
nuestro antiguo sitio de investigación.
Los izmaras’ya eran barcos que navegaban bajo la superficie del agua. Podrían ser
vitales para la supervivencia de Ravka. Schenck no había planteado el tema del izmars’ya
con el rey a la ligera. ¿Qué intentaría hacer con esta nueva información?
Otro duro silbido sonó desde fuera del carruaje, dos notas rápidas: la señal de
Tolya que se estaban aproximando a la puerta de entrada.
Zoya sabía que podría haber cierta confusión entre los guardias. Nadie había
visto el coche salir, y no llevaba ningún sello real. Tolya y Tamar lo habían mantenido
en la calle, fuera de la finca del duque solo en caso de que Nikolai se deslizara de su
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correa. Ella había ido a encontrarlos tan pronto como se dio cuenta que estaba
desaparecido.
Habían tenido suerte esta noche. Habían encontrado al rey antes que hubiera
llegado muy lejos. Cuando Nikolai volaba, Zoya podía sentirlo montando en sus alas y
usar esta ruptura en su patrón para localizar sus movimientos. Pero si ella no hubiera
estado en la granja cuando estuvo, ¿Qué hubiera pasado? ¿Podría Nikolai haber matado
a ese niño? La cosa dentro de él no era solo un animal hambriento sino algo mucho peor,
y ella sabía con absoluta certeza que eso anhelaba una presa humana.
Nikolai asintió y abrió sus brazos para ella mientras el carro traqueteaba hasta
detenerse. —Entonces ven aquí, Zoya, y bésame dulcemente como una recién casada
haría.
Vaya con el decoro. Gracias a las visitas nocturnas de Zoya para asegurarse que el
rey estaba seguramente restringido en sus habitaciones, se chismorreaba mucho que su
relación era mas que política. Los reyes tomaban meretrices, y peores cosas se habían 29
rumoreado sobre los lideres antes. Zoya solo esperaba que las chicas Schecnck fueran
del tipo de mente abierta. La reputación del rey podría resistir un pequeño escándalo;
no podría sobrevivir a la verdad.
Zoya tomó un segundo termo del empaque y se echó unas cuantas gotas de
wiskey como si fuera perfume antes de dárselo a Nikolai, quien tomó un largo trago,
mientras regaba el resto deliberadamente sobre su abrigo. Zoya se alborotó el cabello,
dejo que su kefta se deslizara de un hombro, y fácilmente se acurrucó en los brazos del
rey. La representación era necesaria, y era el rol más fácil de jugar, algunas veces
demasiado fácil.
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Él enterró su cara en su cabello, inhalando profundamente. —¿Como es que yo
huelo como mierda de ganso y wiskey barato y tu hueles como si hubieras corrido a
través de un campo de flores silvestres?
—Crueldad.
—Su Alteza, no nos habíamos dado cuenta de que estaba afuera esta noche
Zoya no podía ver la cara del guardia, pero pudo oír la sospecha en su voz.
—Tu rey no tiene el hábito de pedir nada, menos aún permiso —dijo Nikolai, su
voz perezosa, pero con un indiscutible borde de monarca quien no sabía de nada más
que de gratificaciones fáciles.
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—Por supuesto, por supuesto —dijo el guardia—. Nosotros solo tenemos su
seguridad en mente, mi rey.
Zoya lo dudaba. Ravka del Oeste estaba reprimida bajo los nuevos impuestos y
leyes que habían venido con la unificación. Estos guardias deberían vestir la doble
águila, pero su lealtad pertenecía al duque quien gobernaba esta finca y quien se había
eregido en oposición al gobierno de Nikolai a cada momento. Sin duda su amo estaría
emocionado de descubrir los secretos del rey.
Zoya convocó su tono más lastimero y dijo: —¿Por qué no nos estamos
moviendo?
Zoya sintió la tensión de Nikolai. Ella estaba tan conmovida como molesta que
él pensara que a ella le preocupaba lo que cualquier bufón creyera. Pero no había
necesidad de jugar a ser corteses esta noche.
Le dio al guardia una larga mirada y dijo: —No tienes ni idea. —Él se rió y les
indicó pasaran.
—Lo haré —él dijo cansado—. Haré todo eso. Pero no esta noche. Esta noche
finjamos que somos una vieja pareja de esposos.
Si cualquier otro hombre hubiera dicho tal cosa, le hubiera dado un golpe en la
mandíbula. O posiblemente lo llevaría a su cama por algunas pocas horas. —¿Y que
implica eso?
—Diremos algunas mentiras como hace una pareja de esposos. Podría ser un
buen juego. Vamos, esposa. Dime que soy un hombre apuesto que nunca envejecerá y
quien morirá con todos sus dientes. Asegúrate que lo crea.
—No lo haré.
LEIGH BARDUGO
—Entiendo. Nunca has tenido talento para engañar.
—Querido esposo —dijo, asegurándose que su voz sonaba dulce como la miel—
. ¿Sabías que las mujeres de mi familia pueden ver el futuro en las estrellas?
Su tono era alegre, burlón, pero Zoya lo conocía demasiado bien. —Todo va a 32
salir bien —dijo con toda la convicción que pudo reunir—. Nosotros resolveremos este
problema como hemos resuelto todos los otros antes. —Levantó la cabeza para verlo. Él
tenía los ojos cerrados; una arruga de preocupación estropeaba su frente—. ¿Me crees?
—Sí.
Ella se alejó de él y se acomodó la ropa. Las falsedades eran inevitables, tal vez
incluso necesarias entre un esposo y una esposa. Un general y su rey no podían
permitírselas.
«Imagínate en un baño caliente con un plano lleno de caramelos». Tal vez sencillamente
llenaría la bañera con caramelos y sería muy decadente en la empresa. Podría volverse
33
la moda. Baños de caramelo y estropajos hechos de gofres.
Nina sacudió la cabeza. Este lugar la estaba volviendo loca lentamente. Sus
manos estaban perpetuamente cortadas, su piel perforada por diminutos cortes por su
manera torpe de manejar el cuchillo; el olor del pescado nunca abandonaba su cabello,
y la espalda le dolía de estar de pie enfrente de la envasadora desde el amanecer hasta el
anochecer, lloviera o hiciera sol, protegida de los elementos por nada más que un toldo
de latón corrugado. Pero no había muchos trabajos para mujeres solteras en Fjerda, así
que Nina (bajo el nombre Mila Jandersdat) felizmente había aceptado el puesto. El
trabajo era extenuante, pero facilitaba a su contacto local llevarle mensajes, y su punto
ventajoso entre los barriles de pescado le daba una visión perfecta de los guardias que
patrullaban el puerto.
LEIGH BARDUGO
Había montones de ellos hoy, patrullando los muelles en sus uniformes azules.
Kalfisk, los llamaban los lugareños (calamar) porque tenían los tentáculos en todo. Elling
se asentaba donde el río Stelge se encontraba con el Isenvee, y era uno de los pocos
puertos a lo largo de la costa rocosa del noroeste de Fjerda con fácil acceso al mar para
navíos grandes. El puerto era conocido por dos cosas: contrabando y pescado. Merluza,
pejesapo, abadejo; salmón y esturión de las ciudades rivereñas al este; blanquillo y
caballa real de lomo plateado de las aguas profundas.
Nina trabajaba junto a dos mujeres: una viuda hedjut llamada Annabelle, y
Marta, una solterona de Djerholm que era tan intolerante como una grieta entre los
tablones del piso y constantemente sacudía la cabeza como si todo la desagradara. Su
charla ayudaba a Nina a distraerse y era una fuente bienvenida de rumores e información
legítima, aunque podía ser difícil notar la diferencia entre ambos.
—Dicen que el capitán Birgir tiene una nueva amante —empezaba Annabelle.
Marta fruncía los labios. —Con los sobornos que acepta, ciertamente puede
permitírsela.
—Más hombres de Gäfvalle hoy. El río se está volviendo acre junto al viejo
fuerte.
Gäfvalle. Una de las ciudades rivereñas. Nina nunca había estado allí, nunca
había escuchado de ella hasta que había llegado con Adrik y Leoni dos meses antes bajo
órdenes del rey Nikolai, pero su nombre siempre la incomodaba, el sonido venía
acompañado por una clase de suspiro en su interior, como si el nombre de la ciudad
fuera menos una palabra que el inicio de un encantamiento.
LEIGH BARDUGO
Ahora Marta golpeó la base de su cuchillo contra la superficie de madera de su
mesa de trabajo. —El capataz se acerca.
—Tu ritmo está atrasado de nuevo —ladró a Nina—. Es como si nunca hubieras
destripado pescado.
—Sí, señor —dijo Nina sombríamente. Dejó caer los hombros y agachó la cabeza
cuando lo que realmente deseaba era empezar a cantar. La paga por los trabajos de
empacado era considerablemente más baja, así que tenía que hacer una buena
representación de su derrota, pero entendió el mensaje real de Hilbrand: el último de los
fugitivos Grisha que habían estado esperado al fin había llegado a salvo a la casa segura
de Elling. Ahora dependía de Nina, Adrik y Leoni embarcar a los siete recién llegados a
bordo del Verstoten.
—Tendrás que moverte rápidamente —dijo él sin mirarla—. Hay rumores de una
inspección sorpresa esta noche.
«Por supuesto que sí». Sin duda la inspección sorpresa era idea del capitán Birgir.
De todos los kalfisk, él era el más corrupto pero también el observador más agudo. Si
deseabas que un cargamento legal atravesara el puerto sin que quedara atrapado una
eternidad en la aduana… o si deseabas que un cargamento un poquito ilegal evitara
atraer la atención… entonces sobornar a Birgir era el costo.
LEIGH BARDUGO
«Un hombre sin honor» —dijo la voz de Matthias en su cabeza. «Debería
avergonzarse.»
Nina bufó. »Si los hombres se avergonzaran cuando debieran, no tendrían tiempo para
nada más.»
«Él no se parece nada a mí. Que racista eres, Nina Zenik. No todos los fjerdanos se parecen».
—Sabes lo que Girgir les hizo a esos polizones —dijo Hilbrand—. No tengo que
decirte que seas cuidadosa.
—No, no tienes que hacerlo —dijo Nina más bruscamente de lo que tenía
intención. Era buena en su trabajo, y sabía exactamente lo que estaba en riesgo. Su
primera mañana en los muelles, había visto a Birgir y uno de sus matones favoritos,
Casper, arrastrar a una madre e hija de un ballenero con destino a Novyi Zem y
golpearlas brutalmente. El capitán había colgado pesadas cadenas alrededor de sus
cuellos con letreros que se leían drüsje: bruja. Entonces las había rociado con un batido 36
de desperdicios y entrañas de pescado de las envasadoras y atado fuera de la estación
del puerto al sol ardiente. Mientras sus hombres miraban, riendo, la peste y la promesa
de comida atraía a las gaviotas. Nina había pasado su turno observando a la mujer
intentando escudar el cuerpo de su hija con el suyo, y escuchando a las prisioneras gritar
en agonía mientras las gaviotas picoteaban y enterraban las garras en sus cuerpos. La
mente de ella había girado con un millar de fantasías de asesinar a los guardias del puerto
de Birgir donde estaban parados, de llevarse a la madre e hija a un lugar seguro. Podría
robar un bote. Podría forzar a un capitán de barco a que se las llevara lejos. Podría hacer
algo.
Pero había recordado muy claramente la advertencia de Zoya al rey Nikolai sobre
la conveniencia de Nina para una misión encubierta: —No tiene ni un hueso de sutileza
LEIGH BARDUGO
en el cuerpo. Pedirle a Nina que no atraiga la atención es como pedirle al agua que no
corra ladera abajo.
—Espera. —Hilbrand le sujetó el brazo antes que ella pudiera deslizarse a la luz
del sol. Él vaciló, luego barbotó—: ¿Realmente eres ella? ¿La chica que superó a Jarl
Brum y lo dejó sangrando en un muelle de Djerholm?
LEIGH BARDUGO
Nina arrancó su brazo del agarre. Ella había hecho lo que tenía que hacer para
liberar a sus amigos y mantener el secreto de jurda parem fuera de manos fjerdanas. Pero
era la droga la que había hecho posible la victoria, y había cobrado un terrible precio,
cambiando el curso de la vida de Nina y la mera naturaleza de su poder Grisha.
«Si nunca hubiéramos ido a la Corte de Hielo, ¿Matthias seguiría vivo? ¿Mi corazón
seguiría completo?» Preguntas inútiles. No había respuesta que lo trajera a él de vuelta.
Nina fijó a Hilbrand con la mirada avasalladora que había aprendido de Zoya
Nazyalensky en persona. —Soy Mila Jandersdat. Una joven viuda que toma cualquier
trabajo para llegar al final de la semana y espera conseguir un trabajo de traductora.
¿Qué clase de tonta lucharía con el Comandante Jarl Brum? —Hilbrand abrió la boca,
pero Nina continuó—: ¿Y qué clase de bocazas se arriesgaría a comprometer la cubierta
de un agente cuando tantas vidas están en riesgo?
Los Santos nunca habían sido populares entre la gente del norte… hasta que
Alina Starkov había destruido el Abismo. Entonces altares a ella habían empezado a
LEIGH BARDUGO
surgir en países muy lejanos de Ravka. Las autoridades fjerdanas habían hecho su mayor
esfuerzo por aplastar el culto de la Santa del Sol, etiquetándola de una religión de
influencia extranjera, pero aun así, pequeños reductos de fe habían surgido, jardines
cultivados en secreto. Las historias de los Santos, sus milagros y martirios, se había
vuelto en un código para aquellos solidarios con los Grisha. Una rosa para Sankta
Lizabeta. Un sol para Sankta Alina. Un caballero ensartando un dragón con su lanza
podría ser Dagr el Duro de un cuento infantil… o podría ser Sankt Juris, que había
derrotado a una gran bestia y fue consumido por sus llamas. Incluso los tatuajes que
cubrían los antebrazos de Hilbrand eran más de lo que parecían: un enredo de astas,
frecuentemente portados por los cazadores del norte, pero arreglados en bandas
circulares para simbolizar el poderoso amplificador que Sankta Alina alguna vez había
portado.
—Es lejía. En cubas. Aparentemente preservan pescado con él como alguna clase
de manjar local.
Nina respiró hondo. Matthias la querría enfocada en esta misión. —¿Ellos están
aquí?
La comprensión llegó cuando los ojos de Nina se ajustaron y vio las figuras
acurrucadas en las sombras: un hombre barbudo con un abrigo de color rata almizclera
y un hombre mucho más viejo con una gruesa mecha de cabello blanco. Dos niños
pequeños se asomaban por detrás de ellos, los ojos muy abiertos y asustados. Cuatro
fugitivos. Debería haber siete.
Leoni miró a Nina, luego a los Grisha fugitivos, ofreciéndoles una cálida sonrisa.
—Ella es una amiga. No se preocupen.
No parecían tranquilizados.
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—Jormanen fin denam danne näskelle —dijo Nina, el tradicional saludo Fjerdano a
los viajeros. Sean bienvenidos y esperen la tormenta. No era del todo apropiado para su
situación, pero era lo mejor que podía ofrecer. Los hombres parecieron relajarse con las
palabras, aunque los niños todavía parecían aterrorizados.
—Grannem fin kerjenning grante jut onter kelholm —dijo el hombre mayor en la
respuesta tradicional. Te agradezco y solo traigo gratitud a tu hogar. Nina esperaba que eso
no fuera del todo cierto. Ravka no necesitaba gratitud; necesitaba más Grisha. Se
necesitaban soldados. Solo podía imaginar lo que Zoya haría de estos reclutas.
—¿Capturados?
LEIGH BARDUGO
—Probablemente.
—Tal vez tuvieron un cambio de corazón —dijo Leoni, abriendo una botella de
algo azul. Siempre se podía contar con ella para encontrar un resultado positivo, sin
importar lo poco probable que fuera—. No es fácil dejar atrás todo lo que amas.
—Lo es cuando todo lo que amas huele a pescado y a desesperación —se quejó
Adrik.
No era bueno en absoluto. Especialmente con los Kalfisk arrastrándose por los
muelles. Pero Leoni era una de las Fabricadoras más talentosas que Nina había
conocido.
En los últimos años, el gobierno fjerdano comenzó a vigilar sus fronteras más de
cerca y prohibió los viajes para sus ciudadanos. Las autoridades estaban pendientes de
que los Grisha intentaran escapar, pero también querían frenar la marea de personas que 41
viajaban a través del Mar Verdadero hacia Novyi Zem en busca de mejores empleos y
un clima más cálido, personas dispuestas a enfrentar un nuevo mundo para vivir libres
de la amenaza de la guerra. Muchos ravkanos habían hecho lo mismo.
Nina sacó un pañuelo limpio de su bolsillo y secó la frente de Leoni. —Tú puedes
manejar esto.
—No es bueno —dijo Nina—. Esa nave tiene que estar fuera del puerto al
atardecer. El capitán Birgir está planeando una de sus incursiones sorpresa esta noche.
Leoni dejó escapar un largo suspiro, luego movió la barbilla hacia el hombre con
el abrigo color rata almizclera. —Nina, tendremos que hacerte pasar por su esposa.
—Enok.
—Bueno, que suerte, Enok. Estás a punto de adquirirme como esposa. Disfruto
las siestas largas y los compromisos cortos, y prefiero el lado izquierdo de la cama.
Nina intentó no pasearse mientras Leoni trabajaba y Adrik hablaba en voz baja
a los fugitivos. ¿Qué les había pasado a las otras tres Grisha? Nina recogió los
documentos de migración descartados, conjuntos de documentos de valor incalculable
LEIGH BARDUGO
que nunca se utilizarían. Dos mujeres y una chica de dieciséis desaparecidas. ¿Habían
decidido que una vida ocultas era mejor que un futuro incierto en una tierra extranjera?
¿O las habían tomado prisioneras? ¿Estaban en algún lugar allá afuera, asustadas y solas?
Nina frunció el ceño ante los papeles. —¿Eran realmente estas mujeres de Kejerut?
Nina se estremeció cuando ese extraño suspiro llenó su cabeza otra vez. Kejerut
estaba a pocos kilómetros de Gäfvalle. Pero todo eso podría significar nada.
Se frotó los brazos, tratando de disipar el frío repentino que se asentó en ella.
Deseó que Hilbrand no hubiera mencionado a Jarl Brum. A pesar de todo lo que había
pasado, era un nombre que aún tenía poder sobre ella. Nina lo había derrotado a él ya
sus hombres. Sus amigos habían destrozado el laboratorio secreto de Brum y habían
robado a su rehén más valioso. Debería haber caído en desgracia. Debería haber
significado el fin de su mando sobre los drüskelle y sus brutales experimentos con jurda
parem y los prisioneros Grisha. Y sin embargo, de alguna manera, Brum había
sobrevivido y continuó prosperando en los rangos más altos del ejército Fjerdano. «Debí 43
haberlo matado cuando tuve la oportunidad.»
Pero la misericordia era un lujo que Matthias podía permitirse. Estaba muerto,
después de todo.
Adrik agitó su mano, dirigiendo una cálida ráfaga de aire Impulsor sobre los
documentos. —Es bueno ser útil. 44
—Estoy segura de que serás muy útil cuando tengamos que volar cometas.
Intercambiaron una sonrisa, y Nina sintió una punzada de irritación, luego quiso
patearse por ser tan injusta. El hecho de que ella fuera miserable no significaba que todos
los demás deberían serlo.
Pero mientras todos se dirigían hacia los muelles con los fugitivos a cuestas, Adrik
comenzó a darles instrucciones, y Nina sintió que su temperamento volvía a desatarse.
Aunque él era su oficial al mando, ella había perdido el hábito de acatar órdenes durante
su tiempo en Ketterdam.
Leoni y Adrik abrieron el camino hacia el Verstoten. Eran visibles, pero de una
manera que encajaba con el tumulto del puerto; una mujer zemení y su marido, una
LEIGH BARDUGO
pareja de comerciantes con negocios en los muelles. Nina deslizó su brazo a través del
de Enok y se quedó un poco atrás con su nueva familia, manteniendo una cuidadosa
distancia.
Rodó los hombros, tratando de concentrarse, pero eso solo sirvió para agudizar
el borde de su tensión. Su cuerpo se sentía mal. Allá en Os Alta, Genya Safin la había
confeccionado al borde de lo que sus habilidades le permitirían. El nuevo cabello de
Nina era resbaladizo, liso y casi blanco como el hielo; sus ojos eran más estrechos, el
verde de su iris cambió al azul pálido de un glaciar del norte. Sus pómulos eran más
altos, sus cejas más bajas, su boca más ancha.
—Me veo cruda —se quejó cuando había visto la profundidad lechosa de su
nueva palidez.
Los muslos de Nina todavía eran sólidos, su cintura aún gruesa, pero Genya le
había empujado hacia atrás las orejas, había aplanado sus senos e incluso había
cambiado la posición de sus hombros. El proceso había sido a veces doloroso cuando se
alteraba el hueso, pero a Nina no le importaba. Ella no quería ser la chica que había
sido, la chica que Matthias había amado. Si Genya pudiera hacerla alguien nuevo en el
exterior, tal vez el corazón de Nina la complacería y latiría con un nuevo ritmo también. 45
Por supuesto, no había funcionado. Los fjerdanos veían a Mila Jandersdat, pero ella
seguía siendo Nina Zenik, la legendaria Grisha y la impenitente asesina. Ella seguía
siendo la chica que ansiaba los gofres y que cuando buscaba a Matthias en la noche y no
lo encontraba lloraba hasta que se dormía.
El brazo de Enok se tensó bajo sus dedos, y vio que dos miembros de la policía
del puerto esperaban en la pasarela que llevaba al Verstoten.
—Una vez que estemos fuera de la bahía, nos iremos en un bote de remos a la
orilla. Tú y tu familia viajarán a Ravka, donde podrán vivir sin miedo.
LEIGH BARDUGO
—¿Se llevarán a mis hijos? ¿Se los llevarán a esa escuela especial?
—Solo si eso es lo que deseas —dijo Nina—. No somos monstruos. No más que
tú. Ahora cállate.
Pero una parte de ella quería darse la vuelta y caminar de regreso a la casa segura
cuando vio que uno de los guardias era el campeón matón de Birgir, Casper. Metió la
cara en el cuello del abrigo.
Los guardias les hicieron las preguntas habituales: ¿Cuánto tiempo habían estado
en el país? ¿Dónde habían visitado durante su estancia? ¿Conocían a los agentes
extranjeros que trabajaban dentro de las fronteras de Fjerda? Luego los saludaron con 46
poca ceremonia.
Ahora era el turno de Enok. Ella le dio un apretón en el brazo y él dio un paso
adelante. Nina podía ver el sudor que goteaba en su sien, sentir el ligero temblor en sus
manos. Si ella hubiera podido arrebatar los papeles y entregárselos a los guardias, lo
habría hecho. Pero las esposas fjerdanas siempre diferían a sus esposos.
Nina estaba impresionada por la facilidad con que Enok mentía, pero si había
pasado su vida escondiéndose como Grisha, debía tener mucha práctica.
—¿Y por qué es preferible una vida de romperte la espalda en Novyi Zem a una
con un empleo honesto en Fjerda?
—Viviría y moriría en el hielo si por mi fuese —dijo Enok con tal fervor que Nina
sabía que estaba diciendo la verdad—. Pero los empleos son escasos y a los pulmones
de mi hijo no les gusta el frío.
—Tiempos difíciles para todos. —El guardia se volvió hacia Nina—. ¿Y qué vas
a hacer en Cofton?
Se lo entregó a Casper, quien levantó una ceja. Entonces la cara del guardia se
rompió en una sonrisa satisfecha. Nina lo recordó viendo a las gaviotas desgarrar a las
Grisha encadenadas al sol, sus picos ensangrentados con trozos de piel y cabello.
Casper les hizo un gesto con la mano. —Que Djel los cuide.
Pero no habían puesto un pie en la pasarela cuando Nina escuchó una voz que
decía: —Un momento.
LEIGH BARDUGO
Birgir. ¿No pudieron tener un poco de suerte? El sol ni siquiera se había puesto.
Deberían haber tenido más tiempo. El padre de Enok vaciló en la pasarela al lado de
Leoni, y Adrik le dio a Nina un leve movimiento de cabeza. El mensaje era claro: no
comiences un problema. Nina pensó en los otros fugitivos Grisha que estaban en la
bodega de la nave y se quedó callada.
Birgir estaba entre Casper y el otro guardia. Era bajo para ser un fjerdano, sus
hombros estaban inclinados como los de un toro, y su uniforme le quedaba tan
impecablemente bien que Nina sospechaba que había sido hecho a la medida.
—Ha sido un duro día de viaje para todos nosotros —le dijo Enok a Birgir con
amabilidad—. Los chicos se mueren de ganas de descansar.
—Los ojos de Casper no son, ni de lejos, tan buenos como los míos.
—Pero nuestra embarcación está a punto de partir —intentó Nina desde detrás
del hombro de Enok.
Birgir echó un vistazo al Verstoten, y a los chicos que no dejaban de tirar de las
LEIGH BARDUGO
manos de su padre.
Los ojos fríos de Birgir barrieron a Adrik y Leoni. Dio una palmada contra las
escrituras con la mano enguantada.
Casper echó mano de su silbato, pero antes de que pudiera tomar aire para
hacerlo sonar, los brazos de Nina salieron disparados hacia delante. Dos delgadas
esquirlas de hueso salieron volando desde las fundas cosidas en las mangas de su abrigo;
todo lo que vestía tenía varias entrelazadas. Los dardos se incrustaron en la tráquea de
Casper, y de su boca salió un estertor agudo. Nina giró los dedos, y las esquirlas rotaron.
El guardia se dejó caer sobre el embarcadero, arañándose el cuello.
—Te conozco —dijo Birgir, apuntándole con la pistola con los ojos duros y
brillantes como piedras de río.
Nina sacudió los dedos. Las esquirlas de hueso abandonaron la tráquea de Casper
y regresaron a las fundas escondidas en su brazo. Él boqueó sobre la dársena, con los
labios húmedos por la sangre y los ojos en blanco mientras intentaba respirar.
Birgir se rio.
—Te estamos apuntando con dos pistolas. ¿Crees que puedes matarnos a ambos
antes de que uno de nosotros dispare?
—Trabajas en un puerto —continuó—. Sabe lo fácil que es que las ratas se metan
en las paredes, que devoren un lugar desde dentro. —Birgir bajó un poco la mano que
LEIGH BARDUGO
sostenía la pistola. Ahora la vigilaba con atención; no con ojos severos de policía, sino
con la mirada de un hombre que no quería escuchar pero tenía que hacerlo, tenía que
saber el final de la historia—. El enemigo ya está dentro de ti, las células malas están
devorando a las otras poco a poco; justo ahí, en tus pulmones. Raro para un hombre tan
joven. Te estás muriendo, capitán Birgir —dijo con suavidad, casi con amabilidad—.
Yo solo voy a ayudarte un poquito.
Las dársenas estaban curiosamente estáticas. Podía oír cómo las olas rompían
contra la quilla del Verstoten, y los gritos de las gaviotas. Dentro de ella el coro susurrante
saltó, con un sonido casi alegre.
Por un momento, Nina había estado a solas con la muerte en la dársena, como 51
dos viajeros agotados, compañeros de tiempo atrás. Pero ahora veía cómo la estaban
mirando los demás: los fugitivos Grisha, Adrik y Leoni, incluso el capitán de la
embarcación y su tripulación por encima de la barandilla de esta. Quizá debería haberle
importado; quizá a parte de ella le importaba. El poder de Nina era aterrador, una
corrupción del poder Cardio con el que había nacido, retorcido por el parem. Y, aun así,
le había cogido cariño. Matthias había aceptado la oscuridad en su interior y la había
animado a hacer lo mismo; pero lo que Nina sentía no era aceptación. Era amor.
Adrik suspiró.
—No voy a echar de menos esta ciudad. —Se giró hacia la tripulación de la
nave—. Dejen de mirar y ayudenos a subir los cuerpos a bordo. Nos desharemos de ellos
cuando lleguemos a aguas abiertas.
LEIGH BARDUGO
«Algunos hombres merecen tu compasión, Nina.»
—Qué bien que para entonces nos habremos ido hace tiempo.
—Ya no podremos contar con este puerto —añadió Leoni—. Van a reforzar la
seguridad.
—No me estoy poniendo de lado de nadie —dijo Leoni—. Solo hago una
52
observación.
—Nina, no estoy enfadado contigo. Intento pensar qué vamos a hacer ahora.
—Nadie está enfadado —dijo Leoni, adoptando el mismo ritmo que Nina—.
Hemos liberado un barco lleno de Grisha de ese horrible sitio. Y no es como si Birgir y
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los imbéciles de sus kalfisk no tuvieran muchos enemigos en el puerto. Podrían haberse
metido en problemas con cualquiera durante su inspección sorpresa. Yo a esto lo llamo
una victoria.
—Por supuesto que sí —dijo Adrik—. Si puedes encontrar una forma de darle un
giro agradable a algo, lo haces.
—¿Estás tarareando? —había preguntado Adrik una vez, incrédulo, cuando los
habían obligado a pasar una hora sacando su trineo del fango—. ¿Cómo puedes ser una
optimista inagotable? No es sano.
Leoni había dejado de tararear para considerar con seriedad la pregunta mientras
intentaba engatusar a su caballo para que tirase.
—Supongo que es porque casi me muero de pequeña. Cuando los dioses te dejan
echarle otro vistazo al mundo, es mejor aprovecharlo.
En ese momento alzó los ojos hacia las lentejuelas de estrellas sobre ellos
mientras dirigía el bote hacia la costa.
Nina se aferró a sus remos. El rey Nikolai había enviado al Verstoten para atracar
y comerciar en Elling durante casi un año antes de que el equipo de Adrik empezase con
su misión. Era un navío familiar que apenas había llamado la atención. Una tapadera
perfecta. ¿Se había precipitado a actuar? El capitán Birgir había sido un hombre egoísta,
LEIGH BARDUGO
no uno recto. Quizá había tenido demasiadas ganas de verlo muerto. Pero ella estaba así
desde que murió Matthias: un momento bien, y al siguiente lista para gruñir y lanzar
mordiscos como un animal salvaje.
—Iremos al sur —decía Leoni—. Solo va a hacer más frío. Podemos volver en
unos pocos meses, cuando se hayan olvidado del bueno del capitán Birgir.
—Sí, lo sé —dijo Nina—. Pero ya has oído lo que dijo ese anciano. Las chicas
desaparecen en Kejerut.
Una cosa era oír la voz de su amante muerto, y otra distinta afirmar que podía
sentir... ¿El qué, exactamente? No lo sabía. Pero no creía que los susurros en su mente
fueran solo imaginaciones. Algo la atraía hacia el este, hacia las ciudades fluviales.
LEIGH BARDUGO
—Hay algo más —dijo Nina—. Las mujeres con las que trabajaba dijeron que el
río cerca de Gäfvalle se había vuelto ácido, que la ciudad estaba maldita.
Ahora tenía la atención de Adrik. ¿Qué le había dicho una vez a Jesper en
Ketterdam? ¿«Sabes cuál es la mejor manera de encontrar a los Grisha que no quieren ser
encontrados? Busca milagros y escucha los cuentos para antes de dormir». Historias sobre brujas
y sucesos increíbles, advertencias sobre lugares malditos; eran señales de cosas que la
gente normal no comprendía. A veces eran poco más que folclore local. Pero a veces
había Grisha escondidos en estos lugares, disfrazando sus poderes, viviendo con miedo.
Grisha a los que ellos podrían ayudar.
Nina se frotó los brazos. «Eres como un perro con un hueso, Matthias.»
«Un lobo. ¿Alguna vez te conté cómo me destrozaba Trassel las botas si no las ataba a una
rama fuera de su alcance?»
Lo había hecho. Matthias le había contado todo tipo de historias para distraerla
mientras se recuperaba de la influencia del parem. La había mantenido con vida. ¿Por
qué no había sido ella capaz de hacer lo mismo por él?
—Nina… —Leoni vaciló—. Ahí fuera hay tierra firme. Un país bello. Podrías
encontrar un sitio para él.
Nina miró las aguas oscuras, las luces que brillaban en la costa. «Encontrar un sitio
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para él». Como si Matthias fuera un armario viejo o una planta que necesitaba la cantidad
justa de sol. «Su sitio está a mi lado». Pero aquello ya no era cierto. Matthias se había ido.
Solo quedaba su cuerpo, y sin el cuidadoso mantenimiento de Leoni, hacía tiempo que
se habría descompuesto. Nina sintió la presión de las lágrimas en la garganta. No iba a
llorar. Llevaban en Fjerda dos meses. Habían ayudado a casi cuarenta Grisha a escapar
de la ley fjerdana. Habían atravesado cientos de kilómetros de terreno estéril y llanuras
nevadas. Habían visto muchos lugares donde dejar descansar a Matthias. Ahora tenían
que hacerlo. Lo harían. Y una de sus promesas para él se cumpliría.
—Una cosa más —dijo Adrik, y Nina pudo oír la autoridad con que hablaba,
muy distinta de su habitual tono triste—. Nuestra misión es encontrar a reclutas y
refugiados. Descubramos lo que descubramos en Gäfvalle, no estamos allí para iniciar
una guerra. Reunimos informantes, abrimos comunicaciones, damos una ruta de escape
a quienes la quieran, y eso es todo.
—Ese es el plan —dijo Nina. Tocó con los dedos las esquirlas de hueso de sus
guantes.
El anciano Conde Kirigin era un mercante ravkano del oeste que había ganado
grandes sumas de dinero intercambiando armas e información (y cualquier otra cosa que 57
no estuviera clavada al piso) a los enemigos de Ravka. Pero su hijo había servido con
Nikolai en Halmhend, y a cambio de conservar su considerable fortuna aparte de evitar
la desgracia de ser despojado de su título y ver a su padre refundido en la cárcel para
siempre por traición, el joven Kirigin había jurado tanto dinero como lealtad a la corona.
Un trato más que razonable.
Las exigencias de Nikolai habían sido poco ortodoxas: Kirigin ya era un poco
liberal. Ahora debía de vivir decadentemente, gastando salvajemente, y manteniendo
una reputación como un notorio libertino y escalador social. El joven conde había
aceptado el rol con entusiasmo, organizando elaboradas fiestas renombradas por su
depravación y haciendo su mayor esfuerzo para abrirse paso en los hogares de los nobles
ravkanos que poseían los títulos más ilustres y antiguos aunque tuvieran fortunas menos
LEIGH BARDUGO
generosas. Se vestía absurdamente, bebía excesivamente, y vacilaba con tan buen ánimo
estupido que su nombre se había convertido en sinónimo de riqueza y bufonería: «Oh, el
hijo de los Gritzki es un terror y poco probable que consiga algo en la vida, pero al menos no es un
Kirigin.»
Por eso, cuando Kirigin compró una vasta franja de tierra al este de Os Alta,
nadie parpadeó. «Por supuesto que Kirigin desea estar cerca de la capital», susurraban en sus
salas y saloncitos. «Intenta ganarse el favor del rey y las familias antiguas, sin duda. Pero ¿qué
hombre sensato y de buen crianza dejaría a su hija acercarse a ese arribista?» y cuando Kirigin
encargó a alguna mente maestra zemeni para que diseñara un recinto de placer para él
como nadie había visto en tierra ravkana; ¿completado con obras de excavación que
requerían contratar un millar de hombres para que cavaran un valle donde no había uno
antes, una cava de vinos que decían se extendía un kilómetro bajo la tierra, y un vasto
lago que requirió Grisha Mareomotores para llenarlo y requería de días para cruzarlo
por bote? Bueno, nadie pestañeó. Sacudieron la cabeza cuando Kirigin encargó globos
de aire caliente y se rieron detrás de sus manos cuando los pantanos desde donde él
lanzaba excursiones estaban frecuentemente plagados por la niebla. «Derrochador,
grotesco, obscenso», dijeron a coro. Y todos esperaron invitaciones a una de las fiestas
espectaculares de Kirigin.
Ravka era muchas cosas para él: una gran dama que requería consante cortejo,
un niño obstinado no dispuesto a pararse por su propio pie, y con más frecuencia: un
hombre ahogándose… cuanto más Nikolai se esforzaba por salvarlo, más fuerte luchaba
aquél. Pero con la ayuda de los científicos y soldados en la Ciénaga Dorada, aún podría
arrastrar su país de vuelta a la costa.
—¡Su Alteza! —dijo Kirigin mientras bajaba las escaleras para saludar a Nikolai.
Su cabello naranja había sido arreglado en un peinado relamido, y estaba vestido con un
LEIGH BARDUGO
abrigo violeta y de brocado dorado completamente inapropiado para la hora. Junto a
Tolya, vestido de sólido oliva grisáceo y montado en su enorme caballo pura sangre,
Kirigin lucía como un actor en la obra equivocada—. ¿Cómo se puede esperar que
prepare los mejores entretenimientos cuando no me da aviso de su llegada?
«Por los Santos», Nikolai a veces se preocupaba que Kirigin había tomado su rol
como un reprobo con un poco de entusiasmo exagerado. —Solo no emborraches a todo
mi gabinete —dijo—. Necesito unos pocos ministros coherentes a mano.
El conde sonrió. —No sería una forma muy mala de irse, ¿eh?
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—Kirigin, viejo amigo —dijo Nikolai—. Eres un buen compañero. ¿Por qué no
te encuentras una linda chica a la que le guste cazar y pueda sentir afecto hacia un
gandul?
Kirigin agitó los pies como un escolar. —Solo no puedo evitar sentir que el
comportamiento frío de la Comandante Nazyalensky enmascara un espíritu tierno.
Kirigin pareció horrorizado, pero Nikolai sospechaba que Tolya tenía razón.
Había llegado a reconocer el fenómeno bizarro de la belleza de Zoya, la forma en que
los hombres amaban crear historias alrededor de ella. Decían que era cruel porque la
habían herido en el pasado. Proclamaban que era fría porque sencillamente no había
conocido al compañero correcto que la calentara. Cualquier cosa para suavizar sus
bordes afilados y endulzar su carácter… ¿y cuál era la diversión en eso? La compañía de
Zoya era como una bebida fuerte. Vigorizante… y era mejor abstenerse si no podías
aguantar la fuerza.
El ceño fruncido de Tolya era lo bastante profundo para plantar semillas en él.
—La corona no debería asociarse con semejantes exhibiciones.
—Tal vez no —concedió Nikolai—. Pero a la gente ravkana le gustan sus líderes
con el toque justo de lo indecoroso en ellos. No confían en un hombre de demasiada
virtud.
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Tolya entrecerró sus ojos dorados. —¿Y realmente confias en un hombre con tan
poca?
—Sé que no lo apruebas, pero Kirigin ha interpretado el rol que yo le pedí que
hiciera. Puede que no sea el sujeto más brillante, pero es leal.
Aun así, Nikolai pensaba que ni Zoya ni Tolya le daban suficiente crédito al
conde. La afabilidad y falta de ambición de Kirigin ocultaban un buen corazón. Era un
hombre honorable con ideas románticas de deber con su país y profunda vergüenza por
la forma en que su padre se había comportado… algo con lo que Nikolai podía
simpatizar. Nikolai estaba plenamente consciente de la reputación de su propio padre.
Era una de las muchas razones por las que mantenía las visitas públicas a Lazlayon al
mínimo.
Nikolai se alegró de ver a dos jardineros emerger de los setos tan pronto como él
y Tolya abandonaron el camino de grava. El personal de Kirigin, desde la criada hasta
el aseo y el jefe de limpieza, estaba formado por los espías del rey.
—¿Algún halcón en el cielo? —gritó Nikolai, usando el código que les permitiría
pasar sin activar los protocolos de seguridad.
—No, pero oímos que hay zorros en el bosque —contestó uno de los hombres, y
regresaron a su trabajo.
Los códigos cambiaban cada semana y eran solo una de las formas en que
mantenían seguros los verdaderos negocios de la Ciénaga Dorada.
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La orilla sur del lago estaba cargada de neblina antinatural y solo cuando él y
Tolya habían atravesado la neblina vieron que los muelles bullían con los ingenieros de
Grisha y del Primer Ejército. Sobre las aguas estaban alineadas los últimos prototipos
de la flota de hidroplanos de Nikolai. La flota real se construía en una base oculta en la
costa de Ravka: pequeños artilleros y enormes barcos de transporte que podrían
transportar todo, desde tropas hasta aeronaves. Suponiendo que Nikolai pudiera
encontrar el dinero para financiar el proyecto. Ni siquiera Kirigin era lo suficientemente
rico como para modernizar toda una marina.
A Nikolai le hubiera gustado quedarse y observar las pruebas, pero hoy tenía
otras prioridades.
Él y Tolya ataron sus caballos en una de las grutas cubiertas de musgo y entraron
a las cuevas. El aire debería haber sido húmedo, pero la gruta no era real, y la humedad
en los laboratorios y los pasillos en el interior estaba estrictamente regulada por
Impulsores.
Nikolai sabía que Tolya casi había muerto en el derrumbamiento de una cueva
durante su tiempo con la Invocadora del Sol.
—Deberías esperar arriba. Míralos probar los nuevos motores. Me vendría bien
un informe sobre su éxito.
Él apretó el nudo que sujetaba su largo cabello negro y dobló sus enormes brazos
tatuados. —Tamar dice que los miedos son como las malas hierbas. Crecen salvajes si
se dejan desatendidos.
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La buena y excelente Tamar… la gemela de Tolya era esencialmente intrépida.
—¿Así que forzarte a venir bajo tierra es un poco de jardinería liviana?
Les llevó un poco más de tiempo encontrar a David Kostyk, ya que el Fabricador
trabajaba en todas las divisiones del laboratorio. Pero finalmente lo descubrieron
encorvado sobre un conjunto de planos por los vastos tanques donde se estaban
construyendo en miniatura los últimos prototipos de sus nuevos sumergibles. Las
mangas de su kefta púrpura de Fabricador estaban gastadas, y su pelo marrón mal
cortado le daba la apariencia de un perro peludo sumido en su pensamiento.
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A través del cristal, Nikolai vio la versión más reciente de su flota submarina. En
tierra, parecían torpes: anchos, planos y desgarbados, como si alguien hubiera tomado
una pieza de metal de calidad y la hubiera convertido en un panqueque alado. Pero
debajo de la superficie, se convertían en algo elegante y sinuoso: depredadores que se
deslizaban por las profundidades, sus movimientos guiados por Mareomotores, sus
equipos proporcionaban aire respirable a través de una combinación de poder Impulsor
y un filtro que había llevado a Nikolai y David la mayor parte de un año para
perfeccionarlos. El verdadero reto sería armar la flota. Solo entonces sus barcos se
convertirían en una verdadera escuela de tiburones. ¿Después de ésto? No importaría
cuántos buques de guerra construyeran los enemigos de Ravka. Los izmars’ya podrían
moverse a través de los océanos del mundo sin ser vistos y atacar sin emerger nunca.
Cambiarían la cara de la guerra naval.
David levantó la vista de donde estaba consultando con Nadia Zhabin sobre el
sistema de péndulo y válvula que estaban desarrollando para apuntar misiles. —Están
probando los motores de superficie hoy —dijo.
—¿Es de mañana?
—El amanecer fue mi primera indicación —dijo Nikolai—. ¿Cómo lucen los 65
nuevos misiles?
—Todavía estamos tratando de que sigan su curso —dijo Nadia, con sus rasgos
pálidos y puntiagudos teñidos de azul por la luz que se refleja en el tanque. Era una
Impulsora que había luchado al lado de la Invocadora del sol con su hermano menor,
Adrik, pero había demostrado su verdadero potencial en el diseño de armas. Ella había
estado íntegramente en el desarrollo de los izmars’ya—. Creo que estamos cerca.
Nikolai tocó los planos en la mesa. —Si las pruebas de combustible para los
motores de superficie van bien, ¿cuánto tiempo tardarán en funcionar los izmars’ya?
—Excelente.
«Encontraré un modo». Toda su vida, Nikolai había creído eso. Su voluntad había
sido suficiente para moldear no solamente su destino, sino también su propia identidad.
Había elegido lo que quería que la gente viera: el hijo obediente, el pícaro irresponsable,
el soldado capaz, el político confiado. El monstruo amenazaba todo eso. Y no estaban
más cerca de encontrar una manera de expulsar la cosa de lo que lo habían estado hace
seis meses. ¿Qué tendría que hacer sino seguir moviéndome? Los animales inferiores se
quejaban y luchaban cuando habían sido atrapados en una trampa. El zorro encontraba
una salida.
—Pero…
—No discutas, David. Me dan ganas de volar algo para hacer valer mi autoridad.
Necesito al Triunvirato reunido. Y voy a necesitarte a ti y a Nadia para comenzar a
trabajar en un nuevo prototipo de los izmars’ya.
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Nadia se quitó el pelo rubio de los ojos. —Puedo empezar ahora, su Alteza.
Nadia enarcó las cejas. —¿Supongo que Su Alteza tiene una razón?
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LEIGH BARDUGO
GÄFVALLE.
Mientras más se acercaban al pueblo, más difícil era oír los murmullos en su
cabeza. A veces Nina podía jurar que oía voces, formas tenues de palabras que apenas
alcanzaba a comprender. Otras veces el sonido disminuía como si fuera el sonido del
viento pasando por los juncos.
«Diles, mi amor».
Pero ¿qué podía decirles? Podía ser que el sonido no fuera nada, que fuera una
alucinación auditiva, algún remanente de su episodio con parem.
No había posadas en sí, solo un bar con dos habitaciones ya ocupadas. El dueño
les dijo que el convento en la colina a veces alojaba huéspedes.
―Las damas del convento lavan la ropa de los soldados ―les dijo―. No les
importa tener un par de manos extra para ayudar con los quehaceres.
―Deben tener mucho trabajo con la vieja fábrica funcionando ―dijo Nina en
fjerdano―. Es bueno para el negocio.
Leoni alzó la vista a la montaña para ver la vieja fábrica, con sus grandes edificios
cuadrados con ventanas oscuras.
El convento estaba ubicado a las afueras del pueblo, en el lado norte, casi bajando
directamente la ladera de la fábrica. Era un bloque redondo blanco como la leche con
techo con torreta, lo que lo hacía parecer más una torre en busca de un castillo. La gran
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capilla que sostenía estaba construida con maderos robustos y ásperos, y la fachada era
una entrada con ramas de fresno entretejidas en nudos complicados.
Nina hizo las presentaciones, explicando que hacía de traductora para una pareja
comerciante vendiendo sus mercancías, y —preguntó si podían quedarse en la propiedad
mientras exploraban el área.
―Pescador.
―Las puertas se cierran a las diez campanadas todas las noches, y no se vuelven
a abrir hasta la mañana. Les pedimos que se dediquen a leer o a la meditación silenciosa
a esa hora para no interrumpir a las muchachas en sus estudios.
Nunca fallaba.
―¿Racionada?
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―Sí, la extraemos de un pozo en Felsted, y eso requiere un gran viaje.
El río se ha vuelto amargo por el lado del antiguo fuerte. Entonces la Madre del Pozo
no quería que las personas a su cargo bebieran de este afluente del río, pero tampoco
estaba dispuesta a discutirlo. Era posible que las Doncellas del Manantial solo lavaran
los uniformes de los soldados, pero también era posible que supieran lo que estaba
sucediendo en la fábrica.
―Caminemos.
Nina revisó las ataduras de la lona antes de dirigirse por el costado de la montaña,
caminando a un ritmo pausado y hablando en zemení en voz muy alta para llamar la
atención. Caminaron paralelos al camino que llevaba a la fábrica, pero se dieron el 73
tiempo de señalar aves y detenerse a admirar las vistas del valle. Tres turistas dando una
caminata, nada más.
―Son los lobos que pasan desapercibidos los que se devoran la mayoría de las
ovejas.
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Adrik soltó un bufido, pero casi parecía complacido.
Tras ellos, Nina puso los ojos en blanco. Si la iban a obligar a continuar en una
misión con dos personas comenzando este baile de continuos halagos y repentinos
sonrojos, moriría. Una cosa era encontrar felicidad y perderla, y otra completamente
diferente que te lanzaran la felicidad de otra persona como un segundo trozo de pastel
no deseado. Pero claro, ella nunca rechazaría un segundo trozo de pastel. «Esto me hará
bien», se dijo. «Como los vegetales y las lecciones de aritmética, y probablemente las disfrutaré de
la misma forma».
Al final caminaron por un hueco entre los árboles que daba a la entrada de la
fábrica. Al verla, el susurro de voces se alzó en su mente, más fuerte que el viento
sacudiendo los pinos. Dos soldados estaban apostados a las enormes puertas dobles, y
había más ubicados a lo largo de los parapetes.
―Fue un fuerte antes de ser una fábrica ―dijo Nina, señalando lo que parecían
viejos nichos tallados en las paredes de piedra. Había un gran embalse detrás del edificio
principal, y se —preguntó si el agua era utilizada para enfriar la maquinaria que estaba
operando al interior.
―Supongo que tiene buena ventaja estratégica ―dijo Adrik con su voz 74
deprimente―. Terreno en altura. Un lugar seguro para refugiarse en caso de ataque o
cuando el río se desborda.
«El poder de Djel», pensó Nina. «El Manantial, la furia del río».
―Podría ser cualquier cosa ―opinó Leoni―. Mineral de las minas, pescados,
fanegas de jurda.
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Nina se pasó las manos por los brazos y miró las chimeneas.
―No es jurda, podría olerla. ―Las pequeñas dosis de jurda la habían ayudado
con su calvario con parem, pero la habían dejado con una sensibilidad extrañamente
aguda a ella―. ¿Qué piensas? ―le —preguntó a Adrik―. ¿Nos quedamos?
―Pienso que quiero ver el interior de ese fuerte, pero me conformo con saber qué
demonios vertieron en el agua.
―Si fuera de las minas, los pescadores se hubieran amotinado para que la
clausuraran. El miedo es el que mantiene a las personas del pueblo en silencio.
―Si te dijera que necesitamos polvo mágico para hacerme vomitar mentas,
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probablemente me dirías que puedes montar algo.
―Probablemente ―replicó Leoni con una sonrisa―, solo tendría que intentarlo.
―No podemos quedarnos mucho tiempo aquí sin atraer sospecha ―dijo
Adrik―. No hay demasiado comercio pasando por el pueblo para justificarlo. Y no
quiero quedarnos aislados por la nieve si viene una tormenta grande.
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―Lo sé ―dijo Nina. Ella los había presionado a venir aquí, y esperaba que
encontraran más que una fábrica de municiones reactivada―. Démosle una semana.
Los susurros se elevaron en su mente otra vez, pero Nina los ignoró. En cambio,
miró hacia el valle, el denso bosque y el afluente centelleante cortando entre los árboles
como una cadena en un joyero, el pulcro pueblito dividido por el camino. No se sentía
como territorio enemigo; se sentía como un lugar tranquilo donde las personas venían
para hacer sus hogares e intentar hacer una vida, donde el asunto de los soldados y las
guerras no era nada más que una intrusión.
En otra vida, ella y Matthias habrían formado su hogar en un lugar así. Habrían
discutido sobre qué tan cerca de una ciudad deberían vivir. Nina habría anhelado estar
cerca de gente y entusiasmo; Matthias habría refunfuñado que prefería el silencio.
Habrían alcanzado un compromiso. Habrían discutido y se habrían besado para hacer
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las paces. Pero ¿dónde se habrían sentido más seguros juntos? ¿En Fjerda? ¿En Ravka?
¿Habrían encontrado algún lugar donde sentirse verdaderamente libres y felices? En otra
vida, otro mundo.
Decir las palabras era como sentir su corazón partiéndose, el golpe de un hacha,
la hoja hundiéndose en la corteza y suave madera blanca.
LEIGH BARDUGO
―No deberías ir sola ―dijo Adrik sin entusiasmo. Sonaba como si estuviera
contemplando ponerse un par de calcetines empapados.
―Puedo ir so…
Adrik comenzó a bajar la colina y les hizo una seña para que lo siguieran; su
comportamiento abatido desapareció en un instante y emergió el luchador curtido. Se
mantuvieron pegados a las sombras, moviéndose con cuidado, avanzando lentamente.
Había un grupo de hombres jóvenes con los uniformes grises fjerdanos reunidos
alrededor de un arroyo, hablando a gritos. Dos estaban a caballo, los otros habían
desmontado y estaban intentando calmar a un caballo que de alguna forma se había
espantado y lanzado a su jinete. Nina notó que la bota del soldado estaba atrapada en el
estribo, y que el caballo lo estaba arrastrando por el arroyo mientras iba a medio galope
por las aguas poco profundas, casi aplastando la cabeza del soldado con sus cascos. Solo 77
bastaría un golpe fuerte y le aplastaría el cráneo al muchacho.
―Y sería un soldado fjerdano menos que nos molestara ―dijo Nina en voz baja.
«Nina.»
Pero desde que Mathias la había dejado, desde que se lo arrebataron, Nina había
perdido la parte de ella que se preocupaba por los demás. ¿Cuál era el punto de todo
esto? Salvas una vida solo para ver otra ser tomada. El bien falleció. ¿y el mal? Nina veía
a los jóvenes fjerdanos en sus uniformes, asesinos en preparación. ¿Qué derecho tenían
ellos de haber sobrevivido cuando su Matthias, su hermoso bárbaro, se había ido?
«Nina.»
Deseaba poder ponerse las manos en los oídos y decirle que la dejara en paz. Pero
era la última cosa que ella quería.
Vamos —dijo Adrik—. Si dejamos a Leoni a sus propios recursos , ella podría
invitarlos a una fiesta de pijamas
Ahí fue cuando Nina de dio cuenta que no eran hombres en absoluto, eran
jóvenes mujeres vestidas como soldados fjerdanos.
Nina levantó sus manos para tratar de hacer la paz. —Déjenos ayudar a su
compañero. Mi amiga zemeni conoce de caballos—. Ella realmente esperaba que ese
fuera el caso y no solo el optimismo de Leoni tomado de yo acaricie una vez a un poni.
—Necesito una cuerda —dijo suavemente, sin quitar la vista del caballo.
Uno de los jinetes se adelantó. Tenía que medir uno ochenta de alto y era todo
músculo. Su piel tenía el tibio y suave tono castaño que usualmente indicaba los
ancestros hedjut en el extremo norte, y unos pocos mechones de cabello rojizo eran
visibles a través del casco de su armadura. Ahora que estaba más cerca Nina podía ver
que sus uniformes eran muy grandes, mal adaptados. Robados.
La chica atrapada en los estribos gimió, intentando enderezarse lejos del agua
poco profunda. Ella tenía el cabello amarillo pajizo que estaba comenzando a salirse
alrededor de sus hombros, y estaba sangrando bastante desde un corte en la frente. Pero
estaba viva y su cráneo todavía en una pieza, por el momento.
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Leoni mantuvo los ojos rápidamente en el caballo mientras enrollaba la soga en
un lazo. Ella lo movió gentilmente, vueltas perezosas, su voz continuamente baja,
murmurando mientras ellos observaban. Entonces, sin perder el ritmo, lanzó el lazo en
un arco suave. Éste aterrizó perfectamente sobre la cabeza del caballo, jalando,
echándose para atrás, usando su fuerza, pero sin pelear. Al final el caballo se asentó.
La chica alta, quien le había dado a Nina la soga dio un paso adelante, pero Leoni
le dio una rápida sacudida a su cabeza.
Ella liberó la bota de la niña del estribo, y entonces rápidamente liberó la soga y 80
dejó que el caballo se soltara.
Por un largo momento la chica caída estuvo tendida en el agua. Entonces soltó
un sollozo y se levantó. Sus compañeras corrieron hacia ella, jalándola desde la
corriente.
Leoni llevó el caballo hacia donde estaba Nina junto con la chica alta. —¿Alguna
idea de que lo asustó? —preguntó en zemeni.
Nina tradujo, pero la chica alta no respondió, ella solo entrecerró sus ojos
cobrizos. —¿Qué están haciendo aquí?
—Nosotros lo teníamos bajo control —ella insistió. Entonces miró hacia el norte,
a los árboles—. Vinieron desde los bosques del norte. No hay nada por allá.
—Eso hemos averiguado. Nosotros somos nuevos por estos lares. ¿Explorar es
considerado un crimen en Gäfvalle?
—¡AH! —dijo Nina, y se volvió hacia Adrik y Leoni—. El edificio que vimos era
alguna clase de fábrica. —Mejor mantener su ardid en caso de que cualquiera de esas
mujeres hablase un poco de zemeni. Ella se volteó de nuevo hacia la chica alta—.
Pensamos que lucía un poco como un fuerte ¿Qué hacen ellos allá? — ¿ —preguntó
inocentemente.
Nina adoptó un semblante mas serio y se dio cuenta que era las formas de
Matthias las que estaba imitando. —Cabalgar a horcajadas, vistiendo pantalones,
brincando en los bosques sin chaperonas… Podría ser irresponsable de nuestra parte no
decir nada a la Madre del Pozo, especialmente dada la generosidad de nuestros
anfitriones.
La chica alta se puso cenicienta, y Nina sintió una puñalada de culpa. Si ella
realmente era de la edad de Nina, sería muy vieja para ser novicia. Todas ellas los serían.
¿Eran estas chicas las fuereñas entonces? ¿Las chicas quienes no habían sido escogidas
para novias? ¿Qué pasaba con las mujeres fjerdanas quienes no conseguían su lugar
como madres o esposas? Ravka estaba rota en muchas formas, pero al menos a Nina se
le había permitido entrenar como soldado, para convertirse en quien ella debía ser.
—La lavandería. Los soldados envían sus ropas al convento para limpiarlas.
—Entonces son ladronas también —dijo Nina. Ella podía sentirlo por estas
chicas, pero no iba a romper su tapadera por ellas.
Nina lo dudaba. No era la primera vez o la última vez que estas chicas “tomaban
prestados” uniformes o caballos. Desde lejos, podían mantener el ardid de que eran
LEIGH BARDUGO
soldados en entrenamiento y vagar por los lados de la ciudad con una libertad que de
otra manera no disfrutarían. Pero ¿A qué riesgo? Nina no podía imaginar el castigo si
eran descubiertas.
Adrik puso un ojo crítico sobre las novicias, fingiendo considerarlo. —Muy bien.
No hablemos de este día.
Nina asintió hacia la chica alta, a quien los hombros le cayeron de alivio. Las
otras también parecían aliviadas mientras empujaban a su amiga herida dentro de un
sillín.
—¡Y es mejor que nosotros no las veamos de nuevo por aquí! —dijo Adrik en un 83
torpe fjerdano.
—No señor. Por supuesto que no —dijo la chica, pero mientras se giraba, Nina
vio una chispa de desafío en sus ojos cobrizos. Las otras podrían estar acobardadas, pero
no esta chica. Ella tenía un tipo diferente de corazón. Ella montaría. Ella cazaría. Ella
pelearía cuando pudiera. Y así era como se iba a mantener viva.
Cuando las novicias se habían ido del claro, Nina dijo: Ellas no van a hablar.
—¿Por qué?
¿Cómo responder aquello? —Yo… Yo solo pienso que tal vez haya más que ver.
—El coro dentro de ella asintió.
—Sí, señor —dijo Nina, sin que se notara ni una pizca de la frustración que
sentía. La obediencia nunca había sido uno de sus puntos fuertes, ella había estado
tomando sus propias decisiones desde hace tanto tiempo. Pero quería ser un soldado de
Ravka, y eso significaba volver a aprender a hacer lo que le decían.
«¿De verdad, Matthias? ¿Debería tratar de morder a Adrik la próxima vez que me moleste? 84
No soy un lobo. Soy una dama de buena cuna… así que la carne suena bien.»
No había nada que ver aquí, pero los susurros en la cabeza de Nina habían
crecido hasta ser un clamor, y ahora ella podía oír que las voces no estaban 85
emocionadas, estaban angustiadas.
Nina las alcanzó con su poder, la cosa que el parem había creado en ella. Sentía
el flujo de un río invisible que ningún hombre podía contener. Esta era la muerte, una
fría e inevitable marea, y cuando se enfocaba, podía sentir dónde se lanzaba y dónde se
arremolinaba. Dejó que su mente se sumergiera dentro de ese frío, buscando esas voces.
«Nina, regresa»
LEIGH BARDUGO
El agua ya no se sentía fría.
Ella vio hacia la pesada sombra de la fábrica y sintió un profundo frío en los
huesos. Las voces habían retrocedido, pero todavía podía oírlas llorando. Sabía quiénes
eran. Mujeres y niñas en centenas. Todas ellas muertas.
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LEIGH BARDUGO
Nikolai habría deseado evitarle a Tolya, y a sus propios oídos, el trauma del
camino, pero su jefe de seguridad había insistido que estaba bien. Además, Nikolai había
recibido noticias de que el campamento de peregrinos de las afueras de las murallas de
la ciudad había crecido en días recientes y que algunos estaban demandando una
audiencia con el Rey. Todo lo que necesitaba era que un fanático demasiado resentido
se lanzara bajo los cascos de alguno de los jinetes reales. Nikolai no tenía la intención
de convertir a nadie en mártir hoy.
Emergieron por detrás de una cascada artificial, no lejos de los establos reales, el 87
camino hasta ellos estaba monitoreado por dos de los guardias del palacio de mayor
confianza de Nikolai. Con sus uniformes blancos con dorado, cabello oscuro dividido
pulcramente a un lado, ambos rostros cubiertos con el solemne desinterés de los soldados
por la atención, bien podrían ser hermanos ambos guardias, pero en cuanto a sus
disposiciones no podían ser más diferentes. Trukhin siempre estaba riéndose y lleno de
bravuconería; Isaak era tan tímido que a menudo le costaba hacer contacto visual.
«Suena como Kuwei». Nikolai admiraba el don del chico shu para los desastres.
Especialmente porque el joven Inferno era problema de Zoya. —Eso no suena tan grave.
Isaak hizo una pequeña reverencia. —Su acento está mejorando, Su Majestad.
El guardia aclaró su garganta. —Bien, la palabra Zemeni para día es can, no cav.
Al menos que su intención sea preguntar cómo está mi burro.
—Espero que tu burro esté bien, pero siempre debes sentirte libre para corregirme
cuando cometa un error.
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—Sí, Su Alteza —dijo Isaak, incómodo.
—No te preocupes —dijo Nikolai mientras les daban la espalda a los jardines y
se dirigían al Gran Palacio—. No pasa muy a menudo.
Palabras fáciles. Palabras viejas. Cada día era más difícil comprobar su veracidad.
A través de los árboles, Nikolai alcanzó a vislumbrar las terrazas doradas del
Gran Palacio, apiladas como las capas glaseadas de la torta de té más cara del mundo.
Sus ancestros habían disfrutado todo en excesos… excepto del buen gusto. Pero él no se
detendría ahí todavía. En vez de eso, giró hacia la izquierda con dirección al Pequeño
Palacio, pasando a través del bosque hasta vislumbrar sus domos dorados, con el lago
de color azul reluciente con una pequeña isla en el centro, apenas visible a la lejanía.
LEIGH BARDUGO
Nikolai había pasado bastante tiempo ahí, y aun así había algo sobre este lugar
—las altísimas torres, las antiguas paredes de madera con madre perlas incrustadas y
talladas con cada tipo de flor y bestia existente. Siempre había sentido como si viajara a
un territorio extranjero, dejando el nuevo mundo atrás y adentrándose a un lugar donde
se podían encontrar oscuros negocios. Probablemente debería dejar de leer tantas
novelas.
Los Grisha estaba por todos lados, en los uniformes kefta de colores brillantes;
uniformes que Tolya y Tamar se habían negado rotundamente a utilizar, optando por
los colores oliva monótonos de los Primeros Soldados en su lugar. Los gemelas dejaron
sus brazos desnudos, con su piel profundamente bronceada mostrando las marcas del
Santo Sol.
Para la mayoría de los asuntos del estado, el Triunvirato Grisha visitaba a Nikolai
en el Gran Palacio, en la misma sala donde se reunía con sus ministros y gobernadores.
Pero cuando necesitan hablar —hablar de verdad sin miedo a ser escuchados— venían
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hasta acá, a las cámaras que había construido el Darkling. Él fue un hombre que había
sobresalido en el arte de guardar secretos; la sala de guerra no tenía ventanas y tenía una
sola entrada que no era accesible sin irrumpir en el propio Pequeño Palacio. Las paredes
estaban alineadas con mapas de Ravka hechos al viejo estilo. Habrían encantado a
Nikolai de joven… de haber tenido permiso de estar en algún lugar cercano al palacio.
—Decir que estamos en problemas es como decir que Tolya tiene hambre —
respondió Zoya ignorando el ceño fruncido de Tolya y sirviéndose té del samovar—. ¿Se
supone que debería estar sorprendida?
LEIGH BARDUGO
Se había vestido en el kefta de lana azul que la mayoría de los Etherealki usaban
en climas fríos, con bordados de plata en los puños y dobladillos, y piel de zorro gris en
el cuello. Mostraba pocas señales de fatiga a pesar de pasar días y noches viajando para
regresar a Os Alta. Zoya era siempre una general, y su apariencia impecable era parte de
su armadura. Nikolai miró sus botas perfectamente lustradas. Era un rasgo que
respetaba.
—Oh no —gruñó Genya—. Cuando hablas de esa forma, las cosas están por salir
terriblemente mal. —Su kefta era rojo Corporalki, solo un tono más oscuro que su
cabello, sus puños estaban bordados en azul oscuro. Una combinación usada
únicamente por Genya y su regimiento de Confeccionistas. Pero los puños y dobladillos
del kefta de Genya también tenían detalles con hilos dorados para combinar con el sol
engalanado sobre el parche de su ojo en memoria a Alina Starkov. Nikolai había añadido
el sol en ascenso a su propia heráldica Lanstov, un gesto que podía admitir había sido
tomado por la necesidad de cortejar la opinión pública tanto como su sentimiento
personal. Aun así, algunas veces se sentía como si Alina los siguiera de cuarto en cuarto,
su presencia era tan tangible como el calor del sol de verano, aunque la chica ya se había
ido hace mucho tiempo.
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Nikolai golpeó su cuchara contra su taza. —David y Nadia están cerca de
perfeccionar el sistema de armas en los izmars’ya.
David no se molestó en levantar la mirada de la lectura que había traído con él:
un tratado sobre filtros osmóticos que Nikolai había encontrado muy útil. —Tienes
razón, Genya. Este debe ser un problema serio.
Hiram Schenck y los mercaderes del Consejo Kerch aclamaron que querían los
izmars’ya como medida de defensa contra sus vecinos shu y la posibilidad de bloqueos
fjerdanos. Pero Nikolai sabía que era más que eso. Todos lo sabían. Los kerch ya tenían
un blanco en mente: los barcos zemeni.
Los zemeni habían construido su armada naval y habían establecido sus propias
rutas de comercio. Ya no necesitaban los puertos kerch o sus navíos, y por primera vez,
el poderoso Kerch, quien había gobernado los mares y el comercio mundial de forma
indiscutible por tanto tiempo, tenía competencia por la que preocuparse. No solo eso, 91
sino que los zemeni tenían ventajas que los kerch no podía igualar: extensas tierras de
cultivo, madera y minas propias. Si Nikolai era honesto, le tenía celos a la forma en la
que el joven país había prosperado. Esto era lo que una nación podía hacer sin enemigos
en sus fronteras, y sin la constante amenaza de guerra.
—Los zemeni han sido aliados fuertes —dijo Tolya—. Nos han prestado ayuda,
y han estado a nuestro lado cuando nadie más lo haría.
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Tamar cruzó sus brazos. —Pero no pueden perdonar nuestros préstamos. Los
kerch controlan la deuda de Ravka. Podrían paralizarnos con tan solo deslizar una
pluma.
Nikolai contempló el mapa frente a él. Shu Han al sur. Fjerda al Norte. Ravka
atrapada entre ambos. Si Ravka pudiera mantener sus fronteras, su nación se convertiría
en un poco más que un campo de batalla entre dos grandes poderes; y Nikolai le había
prometido paz a su gente, una oportunidad para reconstruir. Tanto los fjerdanos como
los shu poseían grandes ejércitos, pero el ejército ravkana estaba reducida por pasar años
en guerra entre dos frentes. Cuando Nikolai había tomado el mando de las fuerzas de
Ravka después de la guerra civil, él sabía que no podían igualar los números de sus
enemigos. Ravka solo podía sobrevivir usando la innovación para estar un paso
adelante. Su país no quería estar en guerra de nuevo. Él no quería estar en guerra de
nuevo. Pero para fabricar aeronaves, barcos, o armas en cualquier cantidad importante,
necesitaban dinero y acceso a recursos que solo los préstamos Kerch podían proveer. La
solución parecía simple… excepto que ninguna decisión fue alguna vez simple, incluso
si era una capaz de poner a un lado pensamientos sobre aliados y honor.
Tamar golpeó su talón contra la pared. —Tienen que ser los kerch.
Geya juntó sus manos y las presionó. Había lágrimas en su único ojo color ámbar.
—Entonces…
Nikolai odiaba aplacar sus esperanzas, pero todos tenían que entender la realidad
de la situación —Desafortunadamente, la fórmula para el antídoto requiere una gran
cantidad de tallos de jurda. Diez veces el número de plantas necesarias para crear treinta
gramos de jurda parem.
Zoya levantó el vial, lo giró entre sus manos —La Jurda solo crece en Navyi Zem.
Ningún otro clima la sustentaría.
—Más Grisha esclavizados —dijo Zoya—. Mas Grisha usados como armas
contra Ravka. Más muertes Grisha. —Colocó el vial en la mesa de nuevo—. Si le damos
a los kerch los planos para los izmars’ya, perderemos a Novyi Zem como aliado y nuestra
oportunidad de proteger a nuestros Grisha —Quizá a los Grishas del mundo— del
parem. —Con un pequeño golpe del dedo, hizo que el frasco girara lentamente en
93
círculos sobre la mesa—. Si le decimos que no a los kerch, entonces no tendremos el
dinero para armar y equipar adecuadamente al Primer Ejército. De cualquier forma,
perdemos.
Genya volteó hacia Nikolai. —Harás un viaje diplomático, entonces. Visita a los
kerch, visita a los zemeni. Haz esa cosa que sueles hacer donde usas muchas palabras
para decir algo simple y los distraes del problema.
—Nada me gustaría más que otra oportunidad para hablar —dijo Nikolai—. Pero
temo que tengo otras malas noticias.
—El monstruo se hace poderoso. —Listo, lo había dicho. Sin un asomo de duda
en su voz, ni siquiera una pequeña nota de preocupación, a pesar de que quería ahogar
las palabras.
Genya se estremeció. Entendía mejor que nadie la oscuridad que habitaba dentro
de Nikolai. Estaba atada a los nichevo’ya, a los mismísimos monstruos que la habían
aterrorizado. El Darkling había echado a sus soldados sombra sobre ella cuando lo
traicionó. Había perdido un ojo por esas criaturas, y sus mordidas habían dejado su
cuerpo cubierto en cicatrices que no podían ser curadas. Nikolai aún se maravillaba ante
la particular crueldad del asunto. El Darkling había sabido que Genya valoraba la
belleza como su escudo, así que se la había arrebatado. Él sabía que Nikolai dependía 94
de su mente, su talento para pensar en salidas de cualquier situación, así que había
dejado que el demonio robara la habilidad de Nikolai de hablar y pensar racionalmente.
El Darkling pudo haberlos matado, a cualquiera de los dos, pero en su lugar había
decidido castigarlos. Podría haber sido un poder ancestral, pero sin duda tenía una veta
de mezquindad.
—David —dijo Genya, con la piel pálida bajo las cicatrices—. ¿Es eso posible?
¿Podría estar volviéndose más fuerte?
—No debería —dijo—. No tras haber estado dormido tanto tiempo. Pero el poder
que creó la presencia dentro del rey no era poder Grisha normal. Era merzost.
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—Una abominación —murmuró Tolya.
Para deshacerse del monstruo, Nikolai había permitido que lo sometieran a calor
y frío extremos. Había llamado a Invocadores del Sol conmocionados para que usaran
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su poder con él, sin más resultado discernible que la sensación de que lo estaban tostando
desde dentro. Sus agentes habían registrado bibliotecas de todo el mundo, y habían
recuperado los diarios del legendario Fabricador Ilya Morozova tras meses de
excavación entre los escombros de la Rueca, sin obtener nada más que frustración. Esa
frustración lo había llevado a Ivets, al puente de hueso, en un intento fútil de encontrar
una conexión entre la oscuridad dentro de él y los extraños sucesos en Ravka. Quizá
había estado esperando que los Santos obrasen un milagro. Pero, de momento, debía de
haber recortes en intervenciones divinas.
—Así que ven el problema —dijo ahora—. No puedo viajar sin arriesgarme a
quedar expuesto, pero no puedo seguir escondiéndome en la capital sin levantar
sospechas y arriesgar el futuro de Ravka con los zemeni y los kerch. ¿Acaso no les
prometí problemas particularmente deliciosos?
—Ya veo —dijo Zoya—. ¿Qué tan borracha se supone que debo acabar para que
todo esto empiece a tener mejor pinta?
96
—Me temo que no hay suficiente vino en todas las bodegas de Kirigin —concedió
Nikolai—. Y lamento decir que necesitaremos estar sobrios para esto. Los kerch, los
zemeni, los fjerdanos y los shu, vamos a traerlos a todos. Vamos a montar una pequeña
representación para que sepan que Ravka y su rey tienen una salud perfecta.
—Será una completa catástrofe, claro. Quizá una bonita explosion, un poco de
metal volando. Igual podemos fingir ahogar a unos cuantos marineros. Lo que sea para
convencer a los kerch de que nuestros tiburones no están en condiciones de navegar, y
conseguir el mayor tiempo posible. —Nikolai casi podía sentir al demonio recular,
intimidado ante la promesa de un plan de acción—. Vamos a meter a todos esos
diplomáticos y mercaderes y políticos bajo nuestro techo. Hacemos que todos hablen, y
luego escuchamos. Zoya, necesitaremos que tus Impulsores creen un mapa acústico para
tener oídos en todos lados.
—Ahí lo tienes.
97
Tamar lo consideró.
—Me gusta la idea de abordarlos a todos a la vez, pero ¿qué posible razón
podríamos tener para reunir a nuestros enemigos y aliados bajo este techo sin levantar
aún más sospechas?
—Si tuviera a alguien que no fuera Genya Safin al mando, igual me preocuparía.
—Deja que siga —dijo Genya—. David nunca me hace cumplidos bonitos.
—Necesito tener feliz a Genya —dijo Nikolai—, o podría volverse contra mí.
—Entonces sugiero que me regales joyas y dinero. —Se levantó, y Nikolai podía
98
ver que su mente estaba trabajando, como la de un general contemplando su ataque. Se
paseó lentamente frente al mapa, mientras el Abismo aparecía y desaparecía detrás de
ella—. Si vamos a traer a estas eminencias aquí, nos hará falta una razón mejor que un
festival con calabazas y fajos de trigo.
—Ni hablar.
Pero Zoya tenía la expresión petulante de una mujer que había ganado una
discusión antes de que comenzara.
—Como tú mismo has dicho, ya no puedes viajar, así que es esencial que las
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potenciales prometidas vengan a ti.
—Exactamente por eso debes hacerlo —dijo Zoya—. Podemos reunir a estas
potencias. Incluso creo que tienes el encanto y la astucia para sacar ventaja a nuestros
enemigos. Pero ¿cuánto tiempo puedes conseguirnos? ¿Seis meses? ¿Un año? ¿Y luego
qué, Su Alteza?
—Es una razón ideal para traerlos aquí a todos —dijo Genya.
—Sabía que te volverías contra mí. Solo que no pensaba que fuera a ocurrir tan
pronto.
—Nikolai —dijo Zoya en voz baja—, has dicho que el monstruo está haciéndose
fuerte. Si es cierto, esta podría ser tu mejor oportunidad.
Aun así, cada parte de su ser se rebelaba ante la idea de casarse. No tenía tiempo
99
para cortejar a alguien como era debido con tanto trabajo que hacer. No quería casarse
con alguien a quien apenas conocía. No se atrevía a revelarle sus secretos a una extraña.
El peligro para la mujer que eligiera sería demasiado. Todo buenas razones. Todo
excusas convincentes. Pero el monstruo había iniciado la cuenta atrás.
Nikolai paseó la mirada por la habitación. Esta gente lo conocía como nadie más.
Confiaba en él. Pero el demonio en su interior podría cambiar todo aquello. ¿Y si se
fortalecía y seguía erosionando su control, devorando la voluntad que lo había guiado
tanto tiempo? «Abominación.» Recordaba la forma en que Genya se había estremecido.
¿Y si él era el hombre ahogándose y arrastraba con él a Ravka?
Nikolai inspiró hondo. ¿Por qué posponer lo inevitable? Seguro que había alguna
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ventaja para el pelotón de fusilamiento en lugar de la tortura lenta.
Zoya sonrió.
—Los invitaremos a todos —dijo Genya, atrayendo pluma y tinta hacia ella,
incapaz de disimular la emoción—. Podemos acogerlos a todos en palacio. Piensen en
todas las cenas, los tés y los bailes.
—Piensen en todas las cenas, los tés y los bailes —dijo David con aire sombrío.
—Muy bien.
La falsa Lantsov.
—Habrá otro —dijo Zoya—. Alguien más para reclamar el nombre Lantsov.
Mayor razón para engendrar un heredero y asegurar el trono.
—He dicho que elegiré una esposa, y lo haré —dijo Nikolai, intentando no sonar
tan petulante como se sentía—. Incluso me arrodillaré y recitaré poesía romántica, si
quieres. 101
—Podría hacerte una selección —se ofreció Tolya, que parecía genuinamente
feliz por primera vez desde que cruzaron el pasaje subterráneo desde la Ciénaga Dorada.
El resto del día lo invirtió en reunirse con ministros, hacer planes para carreteras
y acueductos que no podían permitirse, escribir cartas a los kerch para solicitar prórrogas
de los préstamos, y ponerse al día con la correspondencia de todo el mundo, desde el
Mariscal de la Isla Errante hasta los admirantes de su flota que pedían fondos para
reparar la flota ravkana. Todo ello requería concentración, finura, y una paciencia
infinita, y todo ello se le antojaba menos pesado que el trabajo de encontrar una reina.
Pero al final cayó la tarde, y Nikolai tuvo que enfrentarse a Zoya y su ejército de
prometidas en potencia.
La lista de Zoya seguía y seguía, chica tras chica; un desfile de doncellas deseosas.
—Las novias van a ser una excusa para nuestras reuniones con los kerch y los
zemeni —dijo él—. Quizá podemos convertir esto en una primera ronda, más un
preludio a un enlace que un enlace en sí.
102
Zoya ordenó los papeles ante ella.
—¿Ahora mismo?
—Aún eres joven. Tienes todos los dientes. Y las fuerzas armadas de Ravka aún
no han probado la derrota. Tus dudas son muy poco regias. Muy poco tú.
Cierto. Era muy bueno tomando decisiones. Las disfrutaba. Eran como quitar
trampas para animales en un bosque para ver un camino abierto. Pero cuando pensaba
en elegir una esposa, las ramas se inclinaban hacia él y se encontraba deseoso de que lo
dejasen solo en la oscuridad. Quizá solo no, precisamente. Le gustaban bastante el
silencio de aquella sala, la calidez del fuego, y la arpía de acero sentada frente a él.
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Zoya volteó el papel que estaba sujetando para llamar su atención.
—Es importante tener estandares, Nazyalensky. ¿Estás segura que los shu la
enviarán?
—La invitación será a la flamilia real. Pero considerando la forma en que la gente
adora a la princesa Ehri, sospecho que su hermana mayor no lamentara verla salir del
país. Si envían una de las hermanas más jovenes. —Se encogió de hombros—. Sabremos
que no van en serio con una alianza. Pero una novia shu nos libraría de la necesidad del
oro de Kerch.
—¿Quién sigue?
—Pertenece a una de las familias más poderosas en Kerch. Además, Alina solo
era unos pocos años mayor cuando le lanzaste la esmeralda Lantsov.
Por supuesto que sí. Le gustaba Alina, tal vez incluso había empezado a amarla.
Y tal vez alguna parte arrogante de él había esperado que ella sencillamente dijera que
sí. Él era un rey, después de todo, y un bailarín pasable. Pero ella había conocido al
Darkling mejor que nadie. Tal vez ella había percibido lo que estaba enconandose en su
interior. Habían pasado años, y aun así el rechazo de ella aún ardía.
—Los padres de Elke Marie Smit la casarán, aun así, probablemente con algún
mercader. Estoy segura que estaría más complacida con un rey.
—No. ¿Siguiente?
—No, Zoya.
Zoya rodó los ojos pero eligió otro papel. —Linnea Opjer.
—No.
—Oh, por todos los Santos y su sufrimiento, Nikolai. Ahora estás siendo
sencillamente difícil. Tiene veintitrés y según se dice, hermosa, de temperamento
tranquilo, tiene talento para las matemáticas…
—Notable, lo sé. —Solo los ojos eran diferentes, diminutas manchas de azul en
lugar de avellana… y la barba, por supuesto. Pero mirar la miniatura era como mirar al
futuro, a un Nikolai un poco mayor, un poco más solemne, con arrugas en las comisuras
de los ojos. 105
Zoya la arrojó al fuego.
Él estiró la mano, pero las llamas eran demasiado altas, y retrocedió, su ira se
incendió ante la vista del diminuto lienzo derritiéndose en su marco.
Los ojos azules de Zoya relampaguearon. Levantó la barbilla como para decir:
«¿Qué es un rey mortal para una reina que puede invocar tormentas?» —Eres mi rey. Y deseo
que permanezcas como mi rey. Incluso si eres demasiado tonto para proteger tu derecho
al trono.
—Juré protegerte. Proteger este reino. Tenía todo el derecho. —Ella retiró su
mano de un tirón—. ¿Qué tal si Magnus Opjer viniera a este palacio? ¿O fuera invitado
a algun banquete contigo en Kerch? Todo lo que haría falta sería una simple mirada para
que la gente supiera…
—En ese día bien podrías ponerme grilletes y lanzarme a tus calabozos. —Ella
cruzó la habitación, le quitó la copa de las manos y la dejó en la mesa—. Pero esta noche
eres tú quien llevará cadenas.
Nikolai soltó un suspiro. —Después de los asuntos de esta tarde, será un alivio.
Abrió sus aposentos. Los sirvientes tenían permitido el acceso para limpiar solo
bajo la supervisión de Tolya y Tamar y solo una vez a la semana. Él no tenía valet
personal y se bañaba solo.
—Agua salada en las venas —le había dicho uno de su tripulación—. Nos
volvemos locos si estamos demasiado tiempo en tierra. —Nikolai no se volvería loco, al
menos no por estar varado en tierra. Había nacido para ser rey, incluso si su sangre
contaba una historia diferente, y vería su país ir a la victoria de nuevo. Pero primero
tenía que sobrevivir a la noche.
Se sentó al borde de la cama, removió sus botas y cerró los grilletes de hierro
alrededor de cada uno de sus tobillos, entonces se recostó. Zoya esperó y él estaba
agradecido por eso. Era algo pequeño ser el que se encadenara, pero le permitía
mantener el control durante un poco más de tiempo. Solo cuando Nikolai hubo
asegurado el grillete a su muñeca izquierda, ella se aproximó.
LEIGH BARDUGO
—¿Listo?
Ella tironeó del cerrojo especial que David había forjado. Con un repentino
traqueteo, tres cadenas se dispararon por su cuerpo hacia las rodillas, vientre y hombros.
Él era fuerte cuando la bestia se apoderaba de él, y ellos no podían arriesgarse. Él lo
sabía, debería estar acostumbrado a la experiencia de estar encadenado, y aun así todo
lo que deseaba era forcejear.
—Sé que vas a algún lugar muy tarde por la noche, Zoya —la pinchó. Tenía
curiosidad pero estaba más ansioso por una distracción—. Te han visto en los terrenos,
aunque nadie parece saber a dónde vas.
—Mantente quieto —espetó ella—. Eres peor que un niño a quien le dieron
demsiados pasteles.
—Allí está. Tan afilada, tan caústica. Mejor que cualquier canción de cuna. —
Cuando el último candado hizo clic, la manga de ella se deslizó, revelando el brazalete
de plata que rodeaba su muñeca, trozos de hueso o lo que podrían haber sido dientes
fusionados con el metal. Él nunca la había visto sin él y no estaba seguro siquiera que
pudiera ser removido. Sabía un poco de amplificadores. Incluso había ayudado a Alina
a asegurar las escamas de la sierpe de mar, el segundo de los amplificadores legendraios
de Morozova. Pero podía admitir que existía un universo completo que no conocía. —
Dime algo, Nazyalensky. David dijo que transgredir los límites del poder Grisha tiene
repercusiones. Pero ¿no los amplificadores hacen justo eso? ¿El parem es diferente?
Zoya rozó el metal con los dedos, su cara estaba pensativa. —No estoy segura
que el parem sea tan diferente del merzost. Como merzost, la droga requiere un sacrificio
terrible por el poder que concede: la voluntad de un Grisha. Incluso su vida. Pero los
amplificadores son algo más. Son criaturas raras, atadas a la creación en el corazónd el
mundo, la fuente de toda la creción. Cuando un amplificador cede su vida, ese es el
sacrificio que el universo requiere. El vinculo está para siempre forjado con el Grisha
que suelta el golpe fatal. Es algo terible, pero también hermoso. Merzost es…
—¿Incluso tú?
Una pequeña sonrisa tocó los labios de Zoya. —Especialmente yo. El poder es
protección. —Antes que Nikolai pudiera preguntar qué quería decir, ella añadió—: pero
el precio para esa particular clase de poder es demasiado alto. Cuando el Darkling
intentó crear sus propios amplificadores, el resultado fue el Abismo. —Extendió el
brazo, el brazalete destelló a la luz de la lámpara—. Esto es suficiente para mí.
—Los dientes de tiburón portados por los gemelos —contemplo Nikolai—. Los
huesos kestrel de Genya. He escuchado las historias detrás de todos ellos. Pero tú nunca
LEIGH BARDUGO
me has contado la historia del amplificador que portas.
—Me has descubierto. —Lamentaba verla marcharse, sin importar cuál actitud
llevara—. Buenas noches, Comandante.
110
LEIGH BARDUGO
—Necesito té —dijo Zoya. ¿Cómo podría el mundo estar cayéndose a pedazos 111
antes del amanecer? No era civilizado. Se sirvió una taza del samovar y tomó los
documentos de la mano de Tamar. Había más repartidos por la mesa—. ¿Dónde
golpearon esta vez?
Zoya se sentó con fuerza. —¿Tantos? —Los shu habían usado sus almacenes de
jurda parem para desarrollar un nuevo tipo de guerrero: soldados diseñados por
Fabricadores Grisha, perfeccionados con mayor fuerza, alas, puños pesados, huesos
irrompibles y sentidos intensificados. Los llamaban khergud.
—Ella lo hizo, ¿verdad? —dijo Zoya con amargura—. Qué afortunado, entonces,
que nuestro buen rey haya enviado a nuestra principal fuente de información sobre estos
soldados shu a miles de kilómetros de distancia.
—Ya era hora —dijo Tamar. —Nina estaba perdida en su dolor. Le hará bien ser
de utilidad.
—Qué consuelo será cuando ella sea capturada y ejecutada —replicó Zoya. Se
pellizcó el puente de la nariz. —Los shu nos están probando, empujando más lejos en
nuestro territorio. Tenemos que hacerles retroceder.
—Sería una cosa si pudiéramos atacarlos en casa —dijo Tamar. Pero mis fuentes
no han tenido la suerte de descubrir los lugares donde están creando y entrenando a los
soldados khergud.
112
Se hizo un nudo en el estómago de Zoya cuando pensó en esas bases, en los
Grisha "voluntarios" que los shu había hecho adictos al parem para crear estas
monstruosidades. Alcanzó otro archivo. —¿Son estas las disecciones? —Tamar asintió.
Los cuerpos de dos soldados khergud habían sido recuperados de Ketterdam y devueltos
al Pequeño Palacio para su estudio. Tolya se había opuesto, alegando que estaba mal
"profanar" el cuerpo de un soldado caído. Pero Zoya no tenía paciencia para buenos
sentimientos cuando su gente estaba siendo robada desde sus fronteras.
—Este metal —dijo Zoya, señalando las notas que David había hecho en el
margen de uno de los detallados bocetos anatómicos creados por el Corporalki—. El que
están usando para cortar los huesos. No es solo acero Grisha.
LEIGH BARDUGO
—Es una aleación —dijo Nadia—. Están combinando el acero Grisha con el
rutenio. Es menos maleable pero más duradero.
—Es extremadamente raro. Solo hay unos pocos depósitos conocidos en todo el
mundo.
Tamar se inclinó hacia delante. —Pero los shu lo están obteniendo de alguna
parte.
Tamar pasó los pulgares sobre sus hachas. —Cuando lo hagamos, lideraré el
ataque.
Zoya esperaba que fuera pronto. Estaba ansiosa por una pelea. Miró el reloj de
la repisa. Era hora de despertar al rey.
Una neblina fría se había deslizado sobre los terrenos en la noche, cubriendo los 113
árboles y los caminos de piedra en un velo de nubes. Pasó por el bosque, bajo un dosel
de ramas retorcidas. Florecerían blancas, luego rosas, luego rojas como la sangre cuando
llegara la primavera, pero por ahora solo eran de madera gris y espinas. Salió a los
cuidados setos y los extensos céspedes que rodeaban el Gran Palacio, faroles arrojaban
luz en halos borrosos sobre los terrenos aún oscuros. El palacio parecía una novia antes
de su boda, sus terrazas de piedra blanca y estatuas doradas envueltas en niebla. Debería
haber sido pacífico, esta suave hora gris antes del amanecer. Pero todo lo que podía
pensar era en los khergud, zemenis, fjerdanos, kerch.
Cada día trabajaba con nuevos reclutas en el Pequeño Palacio y dirigía los
asuntos del Segundo Ejército. Había crecido bajo su mando, recuperándose lentamente
de las heridas que el Darkling les había hecho—heridas que casi habían sido golpes
LEIGH BARDUGO
mortales. «¿Cómo pudo hacerlo?» Ella todavía se preguntaba. El Darkling había
acumulado la fuerza del Segundo Ejército durante generaciones, aumentando sus
números, mejorando su entrenamiento y solidificando su propia influencia. Él había
cultivado los talentos de jóvenes Grisha, les había ayudado a desarrollar sus habilidades.
Los había criado como niños. ¿Y cuando sus hijos se habían portado mal? Cuando su
intento de golpe de estado había fallado y algunos de los Grisha se habían atrevido a
estar junto a Alina Starkov contra él. Los había asesinado. Sin vacilación ni
remordimiento. Zoya los había visto caer. Ella casi había estado entre ellos.
«Casi», se recordó a sí misma mientras subía los escalones del palacio. «Pero
sobreviví para liderar el ejército que él construyó y casi destruye». Zoya se había comprometido
a hacer del Segundo Ejército un poder a tener en cuenta de nuevo. Ella había ido más
profundo dentro de las fronteras de Fjerda y Shu Han, traspasó las orillas de la Isla
Errante y las fronteras de Novyi Zem en busca de Grisha que desearan aprender a luchar
y que podría dar su lealtad a Ravka. Estaba decidida a capitalizar ese crecimiento, a
reunir una fuerza incluso mayor que la que el Darkling había levantado. Pero eso no
sería suficiente. Tenía la intención de encontrar una manera de proteger a los Grisha en
todo el mundo para que nadie tuviera que vivir con miedo o esconder sus dones otra
vez: un organismo de gobierno con representantes de todas las naciones para
responsabilizar a sus países, una garantía de derechos y de castigo para todos. Cualquier 114
persona que intentara encarcelar o hacerle daño a su especie. Para que ese sueño sea
algo más que una fantasía placentera, Ravka tendría que ser fuerte… y también su rey.
Mientras Zoya caminaba por los pasillos del Gran Palacio hasta las habitaciones
de Nikolai, miró a dos sirvientes que permanecían fuera de su puerta y se encogieron
contra la pared como anémonas asustadas.
Ella sabía la forma en que suspiraban sobre su pobre rey. «Nunca ha sido el mismo
desde la guerra», susurraban, se desmayaban y se secababan los ojos cada vez que estaba
cerca. Ella no podía culparlos. Nikolai era rico, guapo y asediado por un pasado trágico.
Perfecto pasto de ensueño. Pero con su suerte, el rey ignoraría a las posibles novias
adecuadas que había encontrado, se enamoraría de una criada común e insistiría en
casarse por amor. Era justo el tipo de tontería romántica a la que era propenso.
LEIGH BARDUGO
Saludó a Tolya, llamó a una bandeja de desayuno, entró en el dormitorio del rey
y abrió las cortinas. La luz de la mañana se había vuelto pálida y rosada.
Nikolai le lanzó una mirada feroz desde su lugar entre las almohadas. —Llegas
tarde.
—Y estás encadenado a una cama. Quizá no sea el mejor momento para ser
crítico.
Zoya estaba agradecida por la charla. No tenía sentido, pero llenaba el silencio
de la habitación. Habían regresado a una rutina fácil después del casi desastre en Ivets,
pero ella nunca podría acostumbrarse a esta intimidad—el amanecer tranquilo, las
sábanas arrugadas, el pelo despeinado que hacía que Nikolai pareciera menos un rey y
más un niño necesitado de besos.
«Entretenme con historias animadas de tu infancia», le había dicho. Zoya dudaba que
al rey le divirtieran sus historias. «¿Debería contarte sobre el anciano con el que mi madre quería
casarme cuando yo tenía nueve años? ¿Debo decirte lo que pasó el día de mi boda? ¿Qué intentaron 115
hacerme? ¿El daño que dejé a mi paso?»
Nikolai entró en la sala de estar, con el cabello dorado bien peinado y las botas
lustradas, impecablemente ataviado como siempre.
LEIGH BARDUGO
—Te ves bien descansado —dijo con amargura.
Antes de que Zoya pudiera comenzar a ocuparse del asunto del día, la puerta se
abrió y entró Tamar, seguida por su hermano, con ojos dorados brillando, ambos
completamente armados.
Tolya asintió. —Tenemos Cardios en ropa común intercalados entre la multitud 116
y francotiradores en posición a lo largo de las paredes y la ladera más cercana. Sin
embargo, no hay mucha cobertura.
—Pero él tiene los medios, y sabe que no lo desafiaré con las tropas armadas.
LEIGH BARDUGO
Zoya frunció el ceño. —La Guardia Sacerdotal debería haberse disuelto hace
mucho tiempo. —Eran monjes guerreros, eruditos y soldados, y no había duda de que
su lealtad residía con el Apparat, no con su rey.
—Hemos tenido a nuestra gente circulando con los peregrinos todos los días y
reportando. Han sido mayormente pacíficos. Pero esta mañana uno de sus predicadores
los hizo enojar, y al Apparat no debe haberle gustado lo que escuchó.
Los soldados del rey esperaban junto a la fuente del águila doble con caballos
adicionales a cuestas.
—Todo muy cierto. Si alguna vez necesito estudiar para un examen de historia,
sé a quién acudir.
—Es más peligroso si no podemos ver lo que está haciendo. Su red es de gran
alcance, y su dominio sobre la gente es algo que no puedo hacer nada para combatir
directamente.
Pasaron por las puertas y siguieron por las calles de la ciudad alta. —Deberíamos
haber celebrado un juicio después de la guerra —dijo Zoya—. Dar a conocer sus
crímenes.
—¿De verdad crees que hubiera importado? Incluso si la propia Alina Starkov se
118
levantara del Abismo a la luz del sol para denunciarlo, el Apparat todavía encontraría
una manera de sobrevivir. Ese es su don. Ahora pon tu cara más devota, Zoya. Te
conviertes en una encantadora hereje, pero necesito que te veas piadosa.
Zoya ordenó sus rasgos en un facsímil de calma, pero la perspectiva de tratar con
el Apparat siempre la dejaba atrapada entre la rabia y la frustración.
Nikolai había reconstruido la capilla real en los terrenos del palacio después de
la guerra y la había consagrado el propio Apparat;un gesto de reconciliación. Fue el sitio
de la coronación de Nikolai, donde la corona Lantsov se había colocado sobre su cabeza
y la piel de oso supuestamente sagrada, de Sankt Grigori, se había colocado sobre sus
hombros. Los paneles trípticos pintados de los santos habían sido retirados de los
escombros y restaurados, el oro de sus halos brillaba intensamente: Ilya en Cadenas,
LEIGH BARDUGO
Lizabeta de las Rosas. Alina se había sumado a su número con su cabello blanco y su
cornamenta, de modo que ahora catorce santos vigilaban el altar, reunidos como un coro
sereno.
Cuando pasaron por el puente y entraron en las calles de la ciudad baja, Zoya
pudo escuchar a las multitudes fuera de las dobles paredes, pero fue sólo cuando
hubieron desmontado y alcanzado la cima de las almenas que pudo ver bien a la
multitud reunida debajo. Escuchó su propio jadeo, sintió la conmoción viajar a través
de ella como una bofetada. Estos no eran los peregrinos ordinarios que viajaban a través
119
del país para rendir homenaje a sus santos; no eran del culto al sol que había crecido
alrededor de Alina Starkov y que a menudo venían a los muros del palacio para honrarla.
Estas personas vestían de negro. Las pancartas que levantaban estaban adornadas con
el sol eclipsado, el símbolo del Darkling.
Habían venido aquí para alabar al hombre que había destrozado la vida de Zoya.
Un joven clérigo estaba de pie sobre una roca. Tenía el pelo largo y salvaje de la
Guardia Sacerdotal, pero llevaba negro, no marrón. Era alto, huesudo y ella dudaba que
fuera mayor de veinte años.
—Al Darkling.
El Apparat había visto al rey y avanzaba por las almenas. Zoya podía ver a la
Guardia Sacerdotal detrás de él, con una túnica que llevaba el sol dorado de Alina,
armada con rifles de repetición.
—Y puedes ver por qué. ¿Has escuchado esta blasfemia? ¿Esta vil herejía?
¡Quieren que la iglesia reconozca al Darkling como a un santo!
—¿Para ti quién es este nuevo clérigo? —dijo Zoya, esforzándose por mantener
su tono de voz—. ¿Era un miembro de la Guardia Sacerdotal?
La cara del color de la cera del Apparat palideció aún más. —Perdóneme, Alteza.
Pero debe entender, éste no es un tema para que los reyes decidan. Es una batalla por el
alma de Ravka.
Nikolai le lanzó una larga mirada. —Estoy a favor de las opciones imprudentes,
Zoya, pero este es un asunto delicado. Tendrás que morderte la lengua.
—Hasta que sangre. —Ella quería echar un vistazo más de cerca a las personas
que adoraban la memoria del Darkling. Quería recordar cada una de sus caras.
Re’b Ravka, gritaban. Korol Rezni. Hijo de Ravka. Rey de las cicatrices.
«Tal vez menor de veinte años», pensó Zoya. El estrecho pecho del monje subía y
bajaba rápidamente. Su rostro era alargado, su piel pálida, excepto por dos puntos de
color frenético en sus mejillas que le daban la apariencia de un niño con fiebre. Sus ojos
122
eran de un verde melancólico en desacuerdo con el fervor en ellos.
Ella miró su cara larga. —Tendría más suerte tratando de hacer crecer un cuerno
en medio de la frente.
El monje agitó sus mangas negras como un cuervo a punto de emprender el vuelo.
—Dígale a su falso sacerdote que haga lo correcto y reconozca al Cielo Oscuro como a
un Santo.
—Lo consideraré —dijo Nikolai suavemente—. Pero primero debo pedirte que
te nos unas a desayunar.
LEIGH BARDUGO
—¿No voy a ser seducido! ¡No seré sobornado!
—Sí, pero ¿tomarás té o café? —Una risita nerviosa brotó de la multitud, la menor
liberación de tensión.
El chico levantó las manos al cielo. —¡La Era de los Santos ha llegado! ¡Las
señales aparecen desde el Nieveseternas hasta el Sikurzoi! ¿Crees que me dejaré engañar
por sus palabras simplistas y su actitud amistosa?
Nikolai se alzó sobre la roca. —No espero que seas seducido, sobornado o
influido por mi actitud que, sin duda, está ganando —dijo en voz tan baja que solo el
monje y Zoya y Tamar podían escuchar—. Pero puede que seas persuadido por el
francotirador ubicado detrás de ese gentil montículo, ¿lo ves? Excelente lugar para hacer
picnic, con órdenes de reventar tu cabeza como un melón de verano si levanto mi mano
derecha. —Nikolai levantó la mano y el chico se estremeció, pero el rey simplemente
ajustó la solapa de su abrigo.
123
—Me encantaría ser martirizado...
—No serás martirizado ... Yuri, ¿verdad? Serás un error. Esa bala rozará mi
hombro y me aseguraré de caer dramáticamente al suelo. El tirador confesará ser un
asesino que deseaba asesinar al rey Lantsov. Tal vez incluso dirá que era leal a la causa
del Santo Cielo Oscuro.
—¿Es más absurdo que el rey de Ravka se ponga en el camino de una bala de
francotirador para librar al reino de un monje advenedizo? Porque eso, mi amigo, es
toda una historia. —Nikolai extendió su mano—. Ven a desayunar. Mi cocinero hace
un maravilloso lomo de cerdo.
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—No como carne.
—Por supuesto que no —dijo Zoya—. Es a los animales a los que objetas matar,
no a las personas.
—El Darkling...
—No seas tonta —dijo Nikolai—. Estoy seguro de que tiene una madre. ¿Cierto,
Yuri? Una mujer agradable. ¿Vive en Valchenko?información sobre este chico.
Una oleada de risas pasó a través de la gente, todavía arrodillada pero agradecida
ahora, aliviada. Tamar le dio su caballo al monje y regresaron a través de las puertas.
—Perdóneme, Alteza. Pero ... no se puede confiar en una criatura como ésta.
—No lo sé —admitió el Apparat—. Era un erudito, uno bueno. Mejor que eso. 125
Sus teorías eran poco ortodoxas pero brillantes. Entonces hace un año desapareció sin
explicación alguna. Hasta que reapareció en nuestra puerta predicando este absurdo
evangelio.
—No —dijo el Apparat. Suspiró—. Pero creo que era inevitable que la gente
buscara hacer del Darkling un Santo.
Los ojos del Apparat sobresalían casi cómicamente de su cabeza. —¡No puede
querer hablar con él, darle esa credibilidad a su causa! ¡Es la mayor de las imprudencias!
Aunque Zoya podría haber estado de acuerdo con el sacerdote, ella todavía
quería agarrar sus ropas sucias y sacudirlo hasta que él reconociera que estaba hablando
con su rey y no con un suplicante. No es que ella fuera particularmente complaciente
cuando se trataba de Nikolai, pero era el principio de la cosa.
—Qué tragedia que sería. Tal vez haya una manera de apaciguarlos y
compensarte por este difícil día.
126
El Apparat se erizó. —Los santos no necesitan oro.
—¿Un rey se inclina tan fácilmente ante un hombre sin título? —preguntó Zoya
mientras se alejaban. Ella había dicho que se mordería la lengua, y lo había hecho, pero
LEIGH BARDUGO
eso había dejado a su genio hirviendo—. Estás ayudando al Apparat a construir su red
de espías. Lo estás haciendo más fuerte.
—En algún momento, podrías considerar tratarme como algo más que a un
tonto. Créeme, Zoya. Puedes llegar a disfrutarlo.
—¿Y?
Zoya miró por encima del hombro y vio que el sacerdote los observaba desde las
puertas de la ciudad, con ojos tan oscuros como fosas. Nikolai podría bromear todo lo
que le gustara, pero cada concesión que hacían al Apparat se sentía como un mal paso.
El viejo rey, el Darkling, Alina Starkov, todos habían negociado con el sacerdote y todos
habían pagado con sangre.
Zoya se aseó y se puso ropa para dormir. Hubo un tiempo donde había sido capaz
de dormir profundamente bajo los domos del Pequeño Palacio, pero eso fue antes del
golpe de estado del Darkling. Él había destrozado su fe en que nada podía tocar este
lugar, este hogar que alguna vez había sido un paraíso. Ahora tenía el sueño ligero… y
se despertó de forma instantánea ante el sonido de un golpe en la puerta de su recámara.
—No lo creo. Ninguna alarma sonó. Pero no podemos estar seguros. Tenemos
suerte de que esto no pasara en el verano.
Zoya tropezó y casi cayó escaleras abajo. ¿Sueltas? ¿Entonces alguien sabía el
secreto de Nikolai? ¿Habían buscado sabotear su trabajo para mantenerlo oculto? Las
implicaciones eran abrumadoras.
Cabalgaron con fuerza sobre el puente y a través de las calles de la parte baja de
la ciudad. Haciéndole una señal a los guardias, atravesaron como rayo las puertas y las
famosas paredes dobles de Os Alta. ¿Qué tan lejos había llegado Nikolai? ¿Qué tan lejos
podía ir? Lo mejor era que volara lejos de la ciudad, lejos de cualquier lugar altamente
poblado. Zoya se dirigió hasta las corrientes invisibles que fluían alrededor de ellos, cada
vez más alto, buscando la interrupción del viento en el que volaba Nikolai. No era
LEIGH BARDUGO
solamente el tamaño y el peso de él, sino también su maldad la que rozaba contra su
poder. Merzost. Abominación. La mancha de algo monstruoso en su sangre.
Aquí y allá, Zoya veía una linterna encenderse detrás de un vidrio, una madre
atendiendo a un inquieto infante, un empleado trabajando tarde hasta altas horas de la
madrugada. Enfocó su atención en el cielo y le hizo un gesto a los gemelos para que
siguieran. Nikolai se movía hacia el centro de la ciudad.
Esperó entre las sombras, la mirada fija en las agujas del ayuntamiento. La noche
se sentía muy tranquila. Zoya tenía la incómoda sensación de que la estaban observando,
pero las tiendas y los edificios que rodeaban la plaza no mostraban señales de vida. En
lo alto, la línea del techo del ayuntamiento pareció cambiar. Una sombra saltó del techo,
con las alas abiertas contra el cielo iluminado por la luna. Zoya levantó sus manos y se
LEIGH BARDUGO
preparó para derribar a Nikolai, pero él giró en círculo y se instaló en el imponente pico
del campanario de la iglesia.
—Maldición.
Echó un vistazo a las muescas abiertas en las piedras del campanario. Incluso con
su amplificador, nunca lograría el control necesario para volar. Solo un Grisha bajo los
efectos del Jurda Parem podrían lograr esa hazaña.
Ahí, a lo alto, posado sobre los aleros, captó un destello de los ojos del monstruo
en la oscuridad. Solo podía identificar su figura. Su pecho estaba desnudo, sus
pantalones desgarrados guindaban en la parte baja de su cadera. Sus talones se curvaban
sobre las vigas del campanario.
Un gruñido bajo llegó hasta ella, parecía reverberar a través de las tablillas del
suelo.
El gruñido se detuvo, luego continuó, más grueso y más alto que antes. Un nudo
de miedo se ubicó en su estómago. ¿Así se sentía ser una pequeña criatura atrapada, sin
salida, en el bosque?
—Nikolai —espetó, sin permitir que el terror entrara en su voz. Pensó que sería
algo muy malo si se daba cuenta de que tenía miedo—. Baja hasta acá.
Ella vio al monstruo notar su herida, su debilidad. Este soltó un largo suspiro,
tensando los músculos. ¿Durante cuantas noches le había prohibido divertirse? ¿Durante
cuando tiempo estaría esperando el momento para herirla? Necesitaba ayuda.
—¡Tolya! —gritó—, ¡Tamar! —Pero, ¿podían oírla a tal distancia? Zoya divisó la
campana.
Nikolai —el monstruo— se arrastraba hasta ella, agachado, sus pies con garras
se movían silenciosamente sobre las tablillas del suelo, el movimiento era extrañamente
inhumano. Era Nikolai, pero a la vez no era Nikolai. Las elegantes líneas de su rostro
eran las mismas, pero los ojos eran negros como la tinta. Las sombras de sus alas
parecían palpitar y ceder.
Los labios de él se tornaron en una sonrisa —no había otra palabra para ello—
revelando colmillos tan afilados como agujas que brillaban como pedazos de obsidiana.
Desde algo lugar, muy por debajo, escuchó una puerta cerrarse de golpe. ¿Tolya?
¿Tamar? No importaba. No llegarían a tiempo. Zoya podía invocar un rayo, pero sin
ambos brazos para controlar la corriente, sabía que lo mataría.
Levantó su brazo otra vez. La ráfaga alejó a la criatura, pero sus garras se
aferraron al suelo de madera y se arrastró hacia delante. Con las alas aferradas
fuertemente a su cuerpo, y su oscura mirada fija sobre ella.
Golpeó su brazo bueno a un lado, con la suficiente fuerza para hacerla pensar
que podría haberse roto ese hueso también. El viento se disipó y las alas del monstruo
se abrieron ampliamente.
LEIGH BARDUGO
Abrió su boca… y habló.
—Zoya.
No debió haber confiado en su poder. No debió haber creído que no temía morir.
No debió pensar que Nikolai no le haría daño.
La puerta del campanario se abrió de golpe y Tamar entró, con Tolya detrás de
ella.
—Hemos invitado a emisarios de cada país para ser testigos de este horror —dijo
Tolya. A ver a Nikolai ceder a su sed de sangre, a actuar como audiencia mientras el rey
se convertía más en monstruo que en hombre.
Zoya le había dado su vida al Segundo Ejército, al sueño de que podían construir
algo mejor. Ella había creído que, si su país era lo suficientemente fuerte, el mundo podía
cambiar para los de su tipo. Ahora ese sueño colapsaba. Zoya pensó en las historias que
Nina les había contado sobre la prisión de la Corte de Hielo. Pensó en los khergud,
emergiendo de los cielos para robar los Grisha de la seguridad de sus tierras. Recordó
los cuerpos esparcidos en los terrenos del Pequeño Palacio la noche del ataque del 135
Darkling. No permitiría que pasara de nuevo. Se negaba.
—No me gusta dejar a Leoni atrás —dijo Adrik, con su solemne voz como el
tono de una campana particularmente triste—. Son apenas amigables en el convento, y
ella no habla la lengua.
Nina y Adrik habían salido del valle, el trineo jalado detrás de sus monturas, con
un fuerte viento a sus espaldas. Nina montaba de lado, sus pesadas faldas unidas detrás
de ella. No era una gran jinete para empezar, y esta concesión hacia las sensibilidades
fjerdanas era uno de los elementos más desafiantes de su cubierta.
Mientras se alejaban más del pueblo, los susurros rosaban en su cabeza como si
protestaran. Ahora que ella sabía que los muertos la habían traído a Gäfvalle, el sonido
parecía estar haciéndose más claro, más alto, las suaves voces de las pérdidas tiraban de
sus pensamientos. No le había dicho a Adrik ni a Leoni sobre las tumbas en la fábrica 136
todavía. El incidente en la puerta del este la había dejado muy conmocionada.
El frío había hecho que la piel de Adrik se pusiera rosada bajo sus pecas, y parecía
un poco como un actor malhumorado cuyas mejillas habían sido pintadas para actuar.
—Ella es un soldado bajo mi comando. Yo nunca cruzaría esa línea.
—Ella no estará bajo tu comando cuando esta misión termine, Adrik, y es obvio
que a ella le gustas.
LEIGH BARDUGO
—¿Le gusto? —sonaba desconsolado con respecto a la noticia. Nina no se dejó
engañar.
—¿No lo estabamos todos? Inclusive si ella te cortara en dos con unas pocas y
bien escogidas palabras, es difícil enfocarse en nada más que lo bien que luce haciéndolo.
—¿Horriblemente?
—No podría haberme mostrado más desprecio. Sus insultos eran mucho más
fáciles de soportar que el que Nadia se preocupara constantemente por mí.
—Eso es lo que hacen las hermanas. Asumo. Tú eras tan mamá gallina cuando
regresamos del Abismo. —Ambos habían sido niños realmente. Nina había sido una
LEIGH BARDUGO
estudiante en la escuela Grisha cuando fueron evacuados hacia el orfanato en Keramzin.
Pero Adrik había rogado ir con su hermana, para pelear junto a la Invocadora del Sol.
Él no había estado ahí cuando el Darkling tomó a Nina y a los otros estudiantes como
rehenes.
—No estaba preocupado por ustedes —dijo Adrik—. Si todos hubieran muerto y
yo hubiera sido el único que dejó la escuela, ¿Puedes imaginarte como de agotador
hubiera sido vivir con la culpa?
Nina se obligó a reírse, pero ella sabía todo sobre la culpa. Frecuentemente se
preguntaba porque ella había sobrevivido tanto a ser capturada por los drüskelle, como
del naufragio, a la locura de Kaz Brekker y el consumo de parem. Ella era la única Grisha
conocida que había vivido después de una dosis de la droga. ¿Que lo había hecho
posible? ¿Era esa cepa particular de jurda parem? ¿Era su deseo de herir a Jarl Brum y a
sus cazadores para sobrevivir? Oportunidad, fortuna, destino. Ella no sabía que nombre
darle a esto. Algunas veces sentía como si Matthias la había mantenido en este mundo
por pura fuerza de su voluntad.
«Pajarito rojo, tú escoges cada día el trabajo de vivir. Cada día escoges seguir. No hay fallo 138
ahí, Nina.»
Su voz era tan clara ahora, tan fuerte. Porque era su despedida final. Porque una
vez que Matthias estuviera en el suelo, él pertenecería a Djel.
Ella deseó que Inej estuviera a su lado, que el Espectro estuviera en alguna parte
en todo este silencio. Nina anhelaba su quietud, su bondad. Ella estaba agradecida con
Adrik, pero él no había conocido a Matthias. Y él tampoco conocía realmente a Nina.
Ya no.
Adrik tomó un termo de su bolsillo, vertió una pequeña cantidad de fluido negro
dentro de una taza de cobre, y lo contempló escéptico.
—¿Qué es exactamente?
—Solo sé que es destilado de la savia del pino. Uno de los pescadores dijo que
era bueno para combatir el frío. —Tomó un sorbo e instantáneamente comenzó a toser
y a golpearse el pecho—. Santos, es desagradable.
LEIGH BARDUGO
—Tal vez solo querían decir que esto te mata, así no tienes que preocuparte por
el frío más nunca.
—O tal vez solamente querían venderlo demasiado caro a los turistas. —Le
ofreció a ella el termo, el cual Nina rápidamente declinó. Por un momento se sentaron
viendo fijamente a las aguas del río pasar. Al final dijo—. Nunca me dijiste cómo murió.
Nina no estaba segura de qué decir. O si quería decir algo. Los detalles de la
subasta de Ketternam eran desconocidos para la mayoría en Ravka inclusive entre los
Grisha, y Nina no dudaba que Adrik estuviera aterrado de descubrir que ella había esta
trabajando con una banda de criminales. —Yo realmente no lo sé. Estábamos…
trabajando juntos en Ketterdam. Lo peor de la misión lo habíamos superado. Creímos
que todos estábamos a salvo. Pero entonces Matthias apareció, sangrando. Le habían
disparado. —Él la encontró, a pesar de lo fatal de su herida, a pesar del dolor que sentía.
Para un último beso, por un adiós final—. Había drüskelle en la ciudad, y ellos
ciertamente tenían razones para querer a Matthias muerto. Pero todos nosotros
teníamos precio sobre nuestra cabeza. La gente estaba sedienta por nuestra sangre, y las
calles eran un bendito desastre.
Ella todavía podía ver su sangre manchándole la camisa, sentir entre sus dedos
los suaves vellos de su nuca en su regazo. Su cabello había comenzado a crecer
140
propiamente, grueso y dorado. —Él nunca me dijo quién fue el responsable —dijo.
Matthias no quería que ella cargara con eso. Él había sabido que en su dolor, ella
atacaría. Pero él debió de haber entendido que el misterio de su muerte la castigaría. Ella
había pensado que su nueva misión trabajando con los Hringsa en Fjerda, dando a los
Grisha la libertad, podía aliviar su dolor y su culpa, pero no se sentía mejor de lo que
había estado al comienzo de todo esto. —Eso me carcome.
—Y conseguiste tu deseo.
LEIGH BARDUGO
—Y, sin embargo, mi brazo no creció de nuevo. Ninguno de mis amigos volvió
a la vida.
—Yo puedo ayudar con eso —dijo Nina, y estuvo aliviada cuando Adrik se rio
con su risa seca y renuente. Algunos Grisha palidecían ante cualquier mención de su
nuevo poder. Ella había sido una Cardio una vez, sentido el pulso del mundo latiendo
junto con su corazón. El Parem la había cambiado. Nina se había sentido como un fraude
sentada bajo el domo dorado en el Pequeño Palacio, vistiendo su kefta roja. Ella ya no
podía manipular a los vivos, oír el flujo de su sangre o la canción de sus células. Pero los
muertos hicieron su puja… y suponía que también ella hizo su puja. Ella había ido a
Gräfvalle, después de todo.
Nina terminó el resto de su té. Podía sentir a Adrik esperando. Ella sabía que era
tiempo. Tal vez dejar a Matthias descansar sería la cosa que la ayudaría a liberar su
corazón de esta carga. Solo sabía que no podía seguir de esta forma.
Porque ella nunca los había conocido. Había crecido en un hogar de niños
abandonados nada diferente a un orfanato en Keramzin. No había registro de los padres
de Nina. Ella había sido una más de los niños que habían llegado sin papeles o historia.
Keletchka, como ellos los llamaban, desde una caja de frutas. A ella le habían dado el
nombre de uno de los patronos de la casa y había vestido ropas donadas que llegaron
atadas en grandes sacos y olían a los químicos donde las habían hervido, para asegurarse
que estuvieran libres de piojos.
«Esto es ahora, pensó ella. Cualquier chispa que hubiera ardido en ella antes no
había comparación con esta pena.
Pero en ese entonces, ella no había sido infeliz, sin importar los coros y las
aburridas lecciones y las comidas que eran mayormente repollo. Había siempre ruido y
compañía y juegos que jugar. Ella se había apuntado como la saludadora oficial de la
casa, dando la bienvenida a los recién llegados, ayudando a los nuevos bebes, y
ofreciendo su muñeca de trapo, Feodora, a cualquier que pudiera necesitar un amigo en
su primera noche en los dormitorios.
Además, el personal siempre la había tratado bien. Vamos, pequeña Nina, cuéntanos
las noticias, diría Baba Inessa, sentando a Nina sobre un taburete en la cocina, donde
podía chupar corteza de pan y ver a las mujeres mientras trabajaban.
Nina tenía solo siete años cuando conoció a su primer tirano. Su nombre era
Tomek, y lo cambió todo en el orfanato. No era el más alto ni el más fuerte, sino
simplemente el más cruel, deseoso de pegar y morder incluso a los huérfanos más
pequeños. Si alguien tenía un juguete, lo rompía. Cuando un niño estaba durmiendo
142
tranquilo, los pellizcaba para despertarlo. Era todo modales y hoyuelos cuando el
personal estaba cerca, pero en cuanto desaparecían, volvía el Tomek cruel.
Una mañana, justo tras el Festín de Sankt Nikolai, Baba Inessa le dio a Nina una
naranja para compartir con los demás niños. Nina les advirtió que guardasen silencio,
pero se rieron y gritaron de alegría hasta que, por supuesto, Tomek se pasó para
investigar y se la arrebató de las manos.
LEIGH BARDUGO
—¡Devuélvemela! —gritó mientras él hundía los pulgares en la piel encerada de
la naranja—. ¡Es para todos!
Pero Tomek y sus amigos se burlaron sin más. —Ya estás lo bastante gorda —dijo,
y la empujó con tanta fuerza que ella cayó de culo al suelo.
—Mira lo roja que estás —dijo Tomek, aún con la boca llena—. Pareces una
manzana podrida.
Nina se asustó, pero más que nada, se enfadó. Aovillada en el suelo, sintió que
algo en ella cambiaba, algo se estiraba lujosamente, como un gato intentando alcanzar
un rayo de sol. La disnea y el miedo la abandonaron, y fue como si pudiera sentir los
pulmones de Tomek mientras se expandían y contraían. Apretó los puños con fuerza.
—Mira lo… —Tomek hipó. Entonces sus amigos hiparon. Fue divertido. Al
143
principio. Dejaron de tocar a Nina. Se miraron unos a otros y soltaron risitas, y el sonido
se quebró con pequeños jadeos de asombro.
Siguieron hipando.
Siguió así, todos hipando y gimiendo hasta bien entrada la noche, como un grupo
de ranas insatisfechas.
Nina descubrió que podía hacer todo tipo de cosas. Podía calmar a un bebé
lloroso. Podía aliviar su propio dolor de tripa. Podía hacer que la nariz de Tomek
LEIGH BARDUGO
moquease y moquease y moquease hasta que tuviera la camisa entera empapada de
mocos. A veces tenía que impedirse a sí misma hacer algo demasiado terrible. No quería
ser una tirana ella también. Unos pocos meses después, los Examinadores Grisha habían
ido al orfanato, y habían llevado a Nina al Pequeño Palacio.
—Es una niña alegre —le dijo Baba Inessa a la mujer Grisha con un kefta rojo—
. Intenten no arrebatárselo.
Nina supo cuál era el lugar en cuanto lo vio: una arboleda en la ribera, un lugar
donde los viajeros podían descansar y donde el agua se arremolinaba como si el río
también estuviera descansando. «Aquí», se dijo a sí misma mientras desmontaba y
desataba una pala y un pico del trineo. «Aquí.»
Le llevó horas cavar. Adrik no podía ayudar con la tarea, pero usó su poder para 144
que el viento no le tirase de la ropa y para proteger la lámpara cuando el cielo empezó a
oscurecerse.
Nina no sabía qué tan hondo cavar, pero siguió hasta que estaba sudando con el
abrigo, hasta que le salieron ampollas en las manos, y luego hasta que se rompieron las
ampollas. Cuando paró, jadeando, Adrik no esperó a su señal, y empezó a desatar la
lona del trineo. Nina se obligó a ayudarlo, se obligó a apartar las cajas y el equipamiento
que escondía su verdadera mercancía. «Aquí.»
Matthias estaba arropado en lino tratado especialmente por los Fabricadores del
Pequeño Palacio para preservarlo de la putrefacción, y reforzado por Leoni. Nina pensó
en apartar el lino, y ver su hermoso rostro una vez más. Pero no podía soportar la idea
de ver sus rasgos inmóviles y fríos, su piel azul. Ya era bastante malo tener el recuerdo
LEIGH BARDUGO
de su sangre en las manos de ella para siempre, la herida bajo sus palmas, de su corazón
deteniéndose. La muerte tenía que ser su amiga y aliada, pero la muerte se lo había
llevado a él de todas formas. Por lo menos podía intentar recordarlo como fue.
Con dificultad, Nina y Adrik hicieron rodar su cuerpo desde el borde del carro.
Era grande y pesado. Cayó en la tumba con un sonido sordo horrible.
Nina se cubrió la cara con las manos. Nunca había estado tan agradecida por el
silencio de Adrik.
—Sé que nunca te importaron los dulces. —Le tembló la voz mientras dejaba
caer un puñado de caramelos suaves. Tamborilearon—. Pero de esta manera estoy
contigo, y puedes guardármelos para cuando te vuelva a ver. Sé que tú no te los vas a
comer.
145
Sabía lo que tocaba ahora. Un puñado de tierra. Otro. «Te amo», le dijo,
intentando no pensar en el sonido sin gracia de la tierra, como la metralla, como
estallidos repentinos de lluvia. «Te amé.»
Tenía los ojos vidriosos por las lágrimas. Ya no podía verlo. La tierra se elevó
más. Pronto nevaría, quizá incluso esa noche. Cubriría su obra, como una mortaja
blanca e intacta. Y cuando llegase la primavera, la nieve se derretiría y se filtraría en el
suelo y llevaría el espíritu de Matthias al río, a Djel. Por fin estaría con su dios.
Nina se arrodilló sobre el frío suelo, oyendo cómo el ruido de las pezuñas del
caballo de Adrik se desvanecía. Podía oír el rugir del río, sentir la humedad de la tierra
a través de la lana gruesa de sus faldas. El agua escucha y comprende. El hielo no perdona.
Palabras fjerdanas. Las palabras de Djel.
Se enjuagó las lágrimas de los ojos. Esta era la primera mitad de su deuda pagada.
Lo había traído a casa, a la tierra que él amaba. Debería haber algo para marcar este
momento, una campana que tocar, un coro que cantase para él, algo para que ella
supiera que era hora de decir el último adiós.
«Escucha, Nina.»
LEIGH BARDUGO
No quería, pero sabía que no podía seguir escondiéndose de ellas; las voces de
los muertos, que la llamaban, montaña abajo, a través de la ciudad, sobre el hielo. Las
voces de mujeres, de niñas, con corazones angustiados. Algo les había pasado en la cima
de aquella colina.
Aquello no era una alucinación. Tampoco era locura. El coro era real, y la habían
llevado allí por una razón. Nina había tenido la esperanza de que su misión con Adrik
y Leoni fuera suficiente para empezar a sanar. No lo había sido. Pero las chicas de la
montaña se negaban a ser ignoradas.
«Justicia.» La habían traído hasta allí, y necesitaban que las escuchase, no al eco
de un amor al que no podía aferrarse.
Nina posó una mano sobre su corazón entonces, mientras el dolor dentro de ella
se rompía, y el hielo cedía. Solo había aguas oscuras debajo, el sufrimiento horrible de
saber que él se había ido de verdad, la dolorosa comprensión de que nunca volvería a 147
oír su voz.
—Nunca estuviste aquí —susurró, lagrimeando con fuerza esta vez—. Nunca
estuviste aquí. —Todo ese tiempo, había querido creer que él seguía con ella, pero había
sido siempre su propia voz, hablándose a sí misma en el silencio, obligándose a hacer el
esfuerzo de vivir cuando todo lo que quería era dejarse ir.
«Adiós, Matthias.»
Se habían reunido en la sala de guerra esa mañana, y Nikolai había pedido café
en vez de té. Le había cogido gusto durante sus días universitarios en Ketterdam.
Aunque, entre su agotamiento y el dolor de cabeza que lo había atacado desde el
incidente en Balakirev la noche anterior, no le hubiera importado tener algo más fuerte
en su taza.
El incidente. Qué expresión más generosa. Tolya le había contado los nefastos
detalles de su pequeña demostración en el campanario. Casi había asesinado a uno de
sus generales más valiosos, uno de sus únicos amigos, la persona que lo había ayudado
por dos años a dirigir este país, como un barco maldito, quien había guardado sus
148
secretos y en quien había confiado en que lo hiciera sin cuestionarlo. Casi había matado
a Zoya.
―Entonces les diremos que ha habido un brote de cólera o una fuga enorme de
aguas residuales ―dijo Tolya.
―¿Entonces nuestras opciones son parecer indecisos, débiles, o que la capital esté
nadando en excremento?
LEIGH BARDUGO
Zoya había estado en silencio en la reunión hasta ahora, merodeando cerca del
samovar con los brazos cruzados, manteniendo la distancia. Sabía que debía disculparse
con ella, pero por una vez en su ridícula vida, estaba sin palabras. Y antes de que pudiera
lidiar con ese fracaso en particular, había un problema con la fiesta que tan
ingeniosamente había planeado… la que el demonio en su interior parecía determinado
en interrumpir.
Nikolai le dio otro sorbo al café amargo, esperando que le aclarara la cabeza.
―Si hablas de ese horrible monje que parece un palo de escoba, entonces…
—Pondré una placa en la pared del palacio conmemorando esta fecha como la
mañana en la que Nikolai Lantsov perdió el sentido. El chico es un lunático, un fanático.
Adora al hombre que comenzó una guerra civil y asesinó a la mitad del Segundo
Ejército.
―Adora un ideal, algo de lo que todos hemos sido culpables en algún momento
149
u otro.
Zoya le dio la espalda, pero no antes de que viera su mirada herida. Zoya
Nazyalensky no demostraba miedo, pero el dolor había sido inconfundible. Nikolai
quería detener la reunión y… no sabía qué, exactamente, pero sí sabía que la respuesta
correcta a casi matar a alguien no era intentar ofender a esa persona al día siguiente.
―Majestad ―saludó Yuri con rigidez. Era tan alto que tuvo que agacharse para
entrar a la sala, y tan delgado que parecía que una corriente de aire podría darle vueltas
y llevárselo―. Me advirtieron de su labia. Habla de partir el pan, pero pasé la noche
confinado en lo que realidad es una celda…
―El color está bien, son los guardias armados los que me ofendieron. ¿Así trata a
todos sus invitados?
―Tolya ―susurró Nikolai―. Creo que te está llamando mala compañía. —Se
inclinó hacia atrás y apoyó los codos en los brazos de la silla―. Yuri, tienes enemigos.
Esos guardias estaban ahí para tu protección.
Y por eso Nikolai había enviado pan, bacalao ahumado y kvas de muy buena
calidad a las personas acampadas a las afueras de la ciudad, regalo de la corona… los
150
hombres con la panza llena se quejaban menos. En realidad, Nikolai había tenido la
intención de ver a Yuri ayer, pero el asunto en la tarde le había quitado el tiempo. Y en
la noche, bueno, eso ciertamente también le afectó.
―¿Una de los lacayos del rey? ―Zoya ignoró las protestas de Yuri y dijo―: Se
da cuenta de que todos los miembros del Triunvirato pelearon en contra de su adorado
Santo Oscuro en la guerra civil?
―Sí, sí, por supuesto. ―El monje se subió las gafas de montura metálica por su
larga nariz―. Lo sé. Pero, bueno, David Kostyk, el gran Fabricador que forjó el primer
amplificador utilizado por Sankta Alina. ―David lo miró impávido y regresó a su
lectura―. Zoya Nazyalensky, quien una vez fuera una de las soldados preferidas del
Darkling. ―Zoya hizo una mueca―. Y luego, Genya Safin, por supuesto, la Primera
Confeccionista, quien lleva las marcas de la bendición del Darkling.
Genya se encogió.
―¿Bendición? 151
―¿Perdón? ―exclamó Zoya, ya levantando las manos para conjurar una
tormenta o retorcerle el cuello a Yuri. Tamar se llevó las manos a las hachas. Tolya de
verdad gruñó.
―Cuando era un año mayor que tú, el Darkling me lanzó sus monstruos,
criaturas nacidas del poder que veneras tanto. Les gustaba la carne humana. Tuvo que
obligarlos a detenerse.
Genya alzó una mano, y Nikolai se alegró de ver que Yuri cerró la boca.
―Un error de su parte ―dijo Nikolai en voz baja―, dejar sobrevivir a tal
soldado.
―Piensa dos veces antes de usar la palabra bendición, monje. ―Genya se sentó y
cruzó las manos―. Procede.
―¿En serio? ―murmuró él, distraído, le besó los nudillos y continuó leyendo.
LEIGH BARDUGO
―Yo… perdónenme, estoy abrumado. —Yuri se sentó, luego se volvió a
levantar, como si no pudiera evitarlo―. De pensar que estoy en las habitaciones que
Cielo Oscuro mismo construyó. ―Se llevó los dedos a las vetas negras que marcaban el
Abismo de Sombras en el mapa―. Es… es demasiado glorioso de contemplar. ¿Es cuero
de vaca?
―¡Extraordinario!
―Espera ―dijo Zoya con sus ojos azules entrecerrados―. Dijiste el Cielo Oscuro
mismo, no sus ancestros.
Yuri se giró del mapa con una sonrisa petulante en los labios.
―Sí, así es. Sé que solo hubo un Darkling, un hombre de gran poder que fingió
su muerte muchas veces. Una precaución contra mentes estrechas que podrían haber
temido su extraordinario poder y su larga vida.
Yuri pestañeó.
―Dijiste algo el otro día, que se venía la Era de los Santos, ¿a qué te referías?
―¿De qué otra forma explica los milagros sucediendo por toda Ravka?
Para sorpresa de Nikolai, el joven monje se sentó a la mesa y se inclinó sobre ella,
con expresión seria.
―Su Majestad, sé que no es un hombre de fe, pero las personas creen que estos
sucesos no son fenómenos en búsqueda de explicación. Creen que son obra de Santos.
―Ah ―exclamó Yuri―, pero algunas personas creen que todos los milagros
antiguos eran obra de Grisha.
―¿Lo haría más fácil de creer en lo divino? —preguntó Yuri, con sus gafas
brillando―. Si digo que estas obras son de la «creación en el corazón del mundo»,
¿ayudaría? También he estudiado teoría Grisha.
―Los Santos están regresando a Ravka, y Cielo Oscuro estará entre ellos.
―El Darkling está muerto ―dijo Genya, y Nikolai se fijó en los nudillos blancos
de sus manos apretadas―. Vi su cuerpo arder.
―Sí, por supuesto, ese fue su martirio y su cuerpo fue destruido. Pero el poder
del Darkling era extraordinariamente antiguo, ancestral. Puede que haya desaparecido,
o puede que siga vivo en el mundo y su espíritu con él.
Zoya presionó los labios, cruzando los brazos firmemente contra su cuerpo, como
para alejar el frío.
―¿Crees que todos estos incidentes separados, estos supuestos milagros, están
relacionados con el Darkling? —preguntó.
―¿Así se ven los acólitos del Darkling? ―susurró Zoya―. Si hubiéramos dejado
un cuerpo, estaría revolcándose en su tumba. 155
―¡Ajá! ―exclamó Yuri tras encontrar las pequeñas banderas de tela que podían
fijarse en el cuero. Los mapas estaban llenos de pequeños agujeros donde antiguos
líderes habían planeado campañas militares.
―El Abismo ―dijo Nikolai. El patrón era claro, una radiante estrella con el
corazón en el centro del Falso Océano.
LEIGH BARDUGO
―Santos ―murmulló Zoya.
Los sitios de milagros se estaban acercando a ese lugar central, el lugar donde
una vez había estado el Abismo, el último bastión del Darkling… donde se había
enfrentado a Alina Starkov y había muerto por su mano. Victoria, o eso parecía en ese
momento: un país unido, la posibilidad de paz, y Nikolai repentina y rápidamente
purificado del demonio que había batallado por control. Había creído que la oscuridad
en su interior había sido derrotada en el momento de la muerte del Darkling. Había
creído que la guerra había terminado.
Y aun así el monstruo se había alzado para controlarlo otra vez. ¿Había estado
siempre ahí, perturbando sus sueños, su compañero constante, esperando su momento?
¿O algo lo había despertado?
156
Nikolai miró los alfileres distribuidos por el mapa. ¿Había un patrón o Yuri estaba
viendo lo que quería ver? ¿O acaso este fanático ingenuo estaba jugando a algo más
profundo?
―No tengo razón para mentir ―dijo Yuri―. Hace solo unos días, una señal
apareció en el Abismo. Un lago de roca negra, un sol en eclipse.
—No puedes saber eso —dijo Zoya agitando la mano con desdén.
—Fue el sujeto de mis estudios en la Guardia Sacerdotal. Está todo en los textos.
—El Libro de Alyosha. Los Salmos Sikurian. Puede verlo ilustrado en la Istorii
Sankt’ya.
—Era un lugar sagrado —insistió Yuri—. El lugar donde Sankt Feliks fue
atravesado por los manzanos, un lugar antiguo de sanación y poder glorioso donde los
hombres llegaban a ser purificados.
—No, no lo hizo —dijo Tolya—. Está hablando sobre el obisbaya. ¿No es cierto, 157
monje?
—Yo… yo…
—Ni idea —dijo Zoya. Genya se encogió de hombros, e incluso David sacudió
la cabeza.
—El obisbaya —dijo—. El Ritual del Espino Ardiente. ¿Sabes cómo fue creado el
primer Guardia Sacerdotal?
LEIGH BARDUGO
—Eso son historias de niños —dijo Zoya burlona.
Yuri vaciló, entonces dijo: —Empieza con el primr rey Lantsov, Yaromir el
Determinado. —Cerró los ojos, su voz se hizo más confiada, incluso con cadencia—.
Antes de él, el territorio en el que se convertiría Ravka era poco más que una colección
de provincias en guerra lideradas por reyes contenciosos. Él los sometio y los unió debajo
de su bandera de la doble águila. Pero la invasión desde Fjerda en el norte y Shu Han en
el sur fueron implacables y pusieron al joven reino en un estado constante de guerra.
—Sí —dijo Yuri, abriendo los ojos, el fervor los hacia arder como forja—.
Siempre. Los monjes aceptaron luchar por el rey. No pidieron oro ni tierra sino solo que
uno de ellos permaneciera siempre al lado del rey para que Ravka pudiera estar siempre
LEIGH BARDUGO
devota a la adoración de los Santos. Los monjes entraron en batalla y dispersaron a los
enemigos de Ravka, haciéndolos retroceder y formando las fronteras que aguantarían,
más o menos, durante mil años. —La voz de Yuri se elevó, cautivada en el recuento de
su historia, toda la vacilación había desaparecido—. Pero la batalla duró tanto que
cuando terminó y era tiempo de regresar a sus formas humanas, no pudieron. Su líder
los trajo al sitio de un antiguo bosque de espinos, y allí soportaron un ritual peligroso: el
obisbaya. Aquéllos que sobrevivieron se volvieron hombres una vez más y su líder tomó
su lugar junto a Yaromir. Eventualmente, el monje que estaba más cerca del rey se le
dio el título de Apparat, y los soldados sagrados que lo rodeaban se convirtieron en la
Guardia Sacerdotal.
Tamar tocó el diente de tiburón en su cuello con los dedos. —En esa versión, los
animales en los que se convirtieron eran los primeros amplificadores. Sus espíritus
hicieron más fuertes los poderes de los monjes.
Nikolai estudió a Yuri. La historia era extraña, sin duda, y probablemente más
ficción que un hecho. Aun así… —Un ritual para purgar a la bestia de un hombre.
¿Exactamente qué conllevaba eso? 159
Yuri se subió las gafas por la nariz, el erudito confiado se desvaneció con un
gesto. —No estoy seguro. Existían… existen textos confusos.
Una sonrisa tocó los labios del monje. —Supongo que no.
—Y aun así terminaste ante mis verjas, llamándome un traidor y ladrón. —Yuri
al menos tuvo la educación de removerse—. ¿Qué te trajo aquí?
—No. —El dolor en su voz era palpable. Nikolai creía entender. Hubo un tiempo
cuando las palabras habían sido el único lugar donde él podía encontrar solaz. Ningún
libro perdía la paciencia con él o le decía que permaneciera quieto. Cuando sus tutores
lanzaban las manos al aire por la frustración, era la biblioteca la que le había enseñado
a Nikolai historia militar, estrategia, química, astronomía. Cada lomo había sido un
umbral abierto susurrando: Entra, entra. Aquí existe una tierra que nunca antes has visto. Aquí
existe un lugar para ocultarte cuando estés asustado, para jugar cuando estés aburrido, para
descansar cuando el mundo parezca cruel. Yuri conocía ese solaz. Él había sido un erudito
alguna vez. Tal vez le gustaría volver a ser uno.
—Eres un huésped bienvenido que no quiero que se aleje demasiado. Y tal vez
puedo conseguirte acceso a algo de material de lectura.
—Tal vez.
LEIGH BARDUGO
—Eso sería… No, debo regresar con mis compañeros adoradores fuera de la
ciudad. No puede mantener…
Yuri elevó la barbilla. —Por el Cielo Oscuro, puedo esperar una eternidad. Pero
no juegue juegos conmigo, Su Majestad. No vine a la capital para que se rieran de mí o
despediciar el tiempo.
—Se requiere tiempo, sí; pero no desperdiciado —dijo Nikolai—. Renuncié a ello
en mi juventud.
Zoya rodó los ojos, y Tolya escoltó a Yuri por la puerta hasta el cuidado de dos
guardias de palacio.
Cuando Yuri se hubo ido, Nikolai se levantó para mirar más de cerca los
marcadores en el mapa. Tras la marcha del monje, el silencio en la habitación se sentía
pesada, como si otra presencia hubiera entrado en los aposentos, algo antiguo e
innombrable.
Genya suspiró. —¿Podemos culparlo por verse atraído por la fuerza del Darkling?
Todos lo estuvimos.
—¿No sabíamos? —Genya ajustó su parche del ojo—. Yuri es un chico asustado
buscando algo más grande que sí mismo para que le de significado a su vida. Hay gente
como él por toda Ravka.
LEIGH BARDUGO
—Eso es lo que me preocupa.
Tolya se sentó junto a su hermana, y Nikolai captó la mirada que pasó entre ellos.
Este no era el momento para mantener secretos. —¿Qué pasa?
Tolya hundió sus grandes hombros. —Tal vez haya algo en la historia de Yuri.
La Guardia Sacerdotal no siempre fueron lacayos del Apparat. Eran guerreros sagrados
que servían a la corona también. Cuando yo era más joven, no deseaba más que
unírmeles.
Tolya asintió. —Tuve que cuestionar una orden sagrada que proclamaba desear
guerreros pero negaba a una luchadora como Tamar.
Tamar descansó las manos sobre sus hachas. —Los Santos tenían un plan
diferente para nosotros.
—Ah —dijo Nikolai—. ¿Pero qué han planeado los Santos ahora? Zoya, cuando
162
me liberé de la finca del Duque Radimov en Ivets, ¿dónde me encontraste?
Nikolai tocó su dedo en el mapa. —Un camino al noreste. Pero cada vez que me
he liberado del palacio, me he dirigido al noroeste. Cada vez he tomado la misma ruta,
solo he ido un poco más lejos. ¿Qué tal si la criatura está intentando llegar a ese punto
en el Abismo? ¿Qué tal si quiere librarse de mí tanto como yo quiero librarme de él?
—¿O qué tal si estos supuestos milagros son un plan para alejarte del palacio? —
dijo Zoya.
—No hay lugares seguros. Ya no. —Él mismo había probado eso anoche—.
Genya me preparará un tónico más fuerte. David forjará cadenas más gruesas. Voy a ir
de peregrinaje.
—¿A algún mistico bosque de espinos? —dijo Zoya—. Incluso si existió alguna
vez, el Abismo despareció todo a su paso. Ya no hay nada allí.
Tolya dijo una larga retahíla de palabras, solo unas pocas de las cuales Nikolai
pudo entender. Entonces dijo: —La fe perdida son las raíces de un bosque olvidado, esperando
desarrollarse una vez más.
Zoya entrecerró los ojos. —Acordamos nada de poesía durante las reuniones.
—Es ravkano litúrgico —objetó Tolya—. Es del Libro de Alyosha, que tal vez
conocerías si alguna vez fueras a la iglesia.
—Es una maravilla que haya sobrevivido tanto tiempo sin semejane
163
conocimiento.
—¿Qué quieres decir con el único erudito? —preguntó Zoya—. No puedes tener la
intención de viajar con el monje.
LEIGH BARDUGO
Genya se removió en su asiento. —Lucirá como si le estuvieras dando apoyo al
culto de los Cielo Oscuro. No me gusta el mensaje que eso envía.
—Nos aseguraremos que Yuri esté disfrazado, y no tengo intención de tomar una
ruta directa al Abismo —dijo Nikolai—. Tal vez haya algo que podamos aprender en
los otros sitios de milagros, y visitarlos me dará la oportunidad de pasear entre mis
súbditos antes de escoger una esposa. Tenemos ejércitos amasándose ante ambas
fronteras, nuevos pretendientes Lantsov surgiendo para hacer proclamas sobre el trono.
Nuestras arcas están vacías y nuestros aliados son escasos. No puedo permitirme perder
el apoyo de la gente común. Vamos a necesitarlo en los días por venir.
—¡Y qué tal si eso no conduce a nada? —preguntó Genya—. ¿Qué tal si el
Darkling te dejó con esta maldición y no hay respuestas que encontrar?
Zoya posó los dedos sobre la mesa. —¿Qué tal si Yuri descubre la verdad sobre
el monstruo?
Zoya frunció los labios. —No me gusta nada de esto. Hay demasiado espacio
para el desastre.
Se giró hacia la gente reunida frente a él: sus consejeros, sus soldados, su familia.
Necesitaba que creyeran, sino en las historias de Yuri, entonces en Nikolai mismo, la
persona que había sido antes del Darkling y la guerra. Enderezó las solapas de su abrigo
de terciopelo y guiñó el ojo.
165
LEIGH BARDUGO
El cielo se veía más gris que púrpura, herido como si tuviera un hematoma
profundo, y el aire se sentía húmedo contra sus mejillas. La nieve había empezado a caer
en suaves ventisqueros.
Nina nunca había visto una tormenta llegar tan rápido. El viento soplaba fuerte,
y la nieve empañaba a todo el blanco mundo. Gruzeburya. Incluso los ravkanos tenían
un nombre para este viento. El Bruto. No por el frío que traía, sino por la forma en que
te cegaba como un matón en una pelea sucia. Nina estaba dividida entre tratar de seguir
el sonido del río de regreso al campamento y el temor de poder alejarse demasiado de la
orilla y caer.
166
Siguió avanzando, entrecerrando los ojos contra lo blanco. En un momento,
pensó que escuchaba la voz de Adrik llamándola, vislumbró la brillante bandera amarilla
que habían levantado sobre la tienda, pero un momento después se había ido.
«Estúpida, estúpida, estúpida.» Ella no había sido hecha para semejantes lugares.
Nina no sobreviviría una noche sin refugio en este clima. No tenía más remedio que
continuar.
—Bien hecho, Zenik —suspiró. Tenía solo dieciocho años, ¿por qué se sentía tan
cansada? ¿Por qué todo lo anterior parecía brillante y lo por delante le parecía sombrío?
Tal vez no había venido aquí para enterrar a Matthias y reclamar su nuevo propósito.
Tal vez ella hubiera venido al hielo, a este lugar frío e implacable, a morir.
No habría Santos para recibirla en una costa más brillante. Los Grisha no creían
en una vida después de la muerte. Cuando morían, volvían a la creación en el corazón
del mundo. Era un pensamiento que le trajo poco consuelo.
Nina se volvió hacia el campamento. No había nada más que empezar a marchar
de nuevo. Pero antes de que pudiera dar un paso, los vio: cinco enormes formas en la
nieve. Lobos.
Dos lobos saltaron. Las manos de Nina se dispararon y los fragmentos de hueso
volaron verdaderamente, perforando los cuerpos de los animales en dos golpes limpios
y duros. Los lobos aullaron y aterrizaron en la nieve, inmóviles. El sonido rompió su
corazón. Al menos eran muertes limpias. Al final, tal vez eso era todo lo que cualquiera
podía esperar.
Pero los otros ya se estaban acercando. Había algo extraño en la forma en que se
movían. Sus ojos brillaban casi de color naranja y se encorvaban y se movían como si
estuvieran animados por algo más que hambre. ¿Qué estaba mal con ellos? No había
tiempo para pensar.
Se abalanzaron. Nina se lanzó. Esta vez su objetivo era menos seguro. Un lobo
cayó, pero el otro se abalanzó, aterrizando sobre ella con un peso que la hizo caer sobre
la nieve.
El lobo blanco se volvió hacia Nina, con sangre en el hocico. El animal era
enorme y espigado, pero no se retorcía ni agitaba como lo habían hecho los grises. Algo
los había estado infectando, algo que había entrado en el torrente sanguíneo de Nina,
pero esta criatura se movía con la gracia natural e infalible de las cosas salvajes.
El lobo blanco se acercó a ella. Nina se puso de rodillas, extendiendo las manos
para evitarlo, alcanzando otro fragmento de hueso con su poder.
—¿Trassel?
¿El lobo de Matthias? No podía ser. Una vez le dijo que cuando moría un
drüskelle, sus hermanos devolvían su isenulf a la naturaleza. ¿Trassel había buscado al
chico que había amado para unirse con él incluso en la muerte? 169
—Trassel —dijo ella con suavidad. El lobo inclinó su gran cabeza hacia un lado.
Nina escuchó los cascos. Antes de que ella pudiera comprender lo que estaba
sucediendo, una chica entró en el claro.
A Nina le llevó un momento entender lo que estaba viendo: la muchacha alta del
convento. Esta vez llevaba pantalones de cuero y pieles, y el pelo castaño rojizo de su
cabello caía por su espalda, alejado de su rostro por dos largas trenzas. Parecía una reina
guerrera, un silfo del hielo, sacado de la leyenda de los fjerdanos.
—¡Oye! —La chica trató de empujar a Nina lejos, claramente sorprendida por su
fuerza. Pero Nina había sido entrenada como soldado. Puede que no estuviera entrenada
como una guerrera fjerdana, pero era bastante fuerte.
—El otro ... ¿estás ida? ¿Y, de todos modos, cómo sabes órdenes drüskelle?
Nina encontró lágrimas calientes corriendo por sus mejillas. Puede que nunca
volviera a ver a Trassel nuevamente. ¿Y si Matthias se lo había enviado? ¿Lo había
convocado aquí para ayudarla? —¡No tenías derecho!
Pero Nina no podía detenerse. Ella quería que la golpeara. Quería devolverle el
golpe. Agarró a la chica por el cuello.
Nina empujó su propio poder contra el de la otra chica, sintió que su fuerza viva 171
y vibrante vacilaba. Con lo último de su fuerza, Nina agitó sus dedos y un fragmento de
hueso voló de su vaina hacia su muslo. Golpeó a la chica en el costado, no con fuerza,
rebotó en la nieve. Pero fue suficiente para romper su concentración.
Nina se tambaleó hacia atrás, tratando de recuperar el aliento, con los dedos
apretados contra su esternón. Ella no había sentido el poder de los Cardio en su contra
por años. Se había olvidado de lo aterrador que podía ser.
—¡Estaba tratando de salvar tu vida! ¿Por qué te importa un lobo de todos modos?
Eres peor que los drüskelle.
Ahora, eso era algo que Nina nunca había esperado escuchar. —Ese lobo me
salvó de un ataque. No sé por qué. Pero no quería que lo lastimaras. —Esta chica era
Grisha, y Nina casi la había matado—. Reaccioné exageradamente.
—¿Eso existe?
—Un dardo.
Toda la confianza de la chica se disolvió, el miedo apagó su fuego como una ola
rebelde. —No lastimé a nadie.
Pero Nina no había hablado sin pensar. El poder Grisha era tan bueno como una
sentencia de muerte o peor en este país.
—No voy a hacerte daño, y no voy a ayudar a nadie a hacerte daño. —La cara
de la chica se mostró cautelosa. El viento se levantó, agudizándose—. Pero nada de eso
importará si las dos morimos aquí.
La muchacha alta miró a Nina como si realmente se hubiera vuelto loca por la
nieve. —No seas tonta.
—No te gusta saltarte las comidas, ¿verdad? —dijo la chica con un gruñido.
—Puedes ser azotada por usar esos comandos, sabes —dijo la chica—. Djel
Commenden. Eso se considera una blasfemia sino es un drüskelle quien está hablando.
Más mentiras entonces. —Un chico de nuestro pueblo sirvió en las filas.
—¿Cuál es su nombre?
Nina recordó la pelea en la Corte de Hielo. —Lars. Creo que murió hace poco.
«Y nadie lo quiere de vuelta.» Él había cerrado un látigo sobre ella y la había puesto de
rodillas antes de que Kaz Brekker hubiera llegado a rescatarlos.
—Parece que no somos las únicas que tuvimos esta idea —dijo. Había luces en
las ventanas de la pequeña casa de campo, y ella podía escuchar fuertes voces desde
dentro.
175
La otra chica retorció las riendas en sus manos, quitándose el guante para
acariciar la nariz del caballo. —No me di cuenta de que tanta gente sabía de este lugar.
Probablemente hay hombres adentro que vinieron a esperar el paso de la tormenta. No
estaremos seguras aquí.
Nina se acercó a la puerta, ignorando el arma que apuntaba hacia ella, esperando
que el hombre que la sostenía no estuviera lo suficientemente borracho como para
dispararle a una chica desarmada, o a una chica que parecía desarmada.
Nina subió los escalones y sonrió dulcemente al hombre grande mientras la otra
chica la seguía. —Gracias a Djel, hemos encontrado refugio para pasar la noche. —Ella
miró por encima de su hombro hacia la cabaña. La sala estaba llena de hombres, al
menos diez, todos reunidos alrededor de un fuego. Nina sintió que la tensión aumentaba
a través de ella. Este era un momento en el que a ella le hubiera gustado ver a un grupo
de drüskelle, que no bebían y que tenían un código estricto con respecto a las mujeres.
No había nada que hacer sino enfrentar la situación con descaro—. ¡Y entre caballeros
para protegernos!
176
—¿Quién eres? —dijo el hombre con suspicacia.
Nina lo empujó como si fuera la dueña del lugar. —¿No tenemos suerte, Inger?
Vamos a estar delante de ese fuego. Y cierra la puerta... —Ella puso una mano en el
pecho del hombre—. Lo siento, ¿cuál era su nombre?
Él parpadeó. —Anders.
Se arrastraron dentro, y ella recibió las miradas de los hombres con una sonrisa.
—Sabía que Djel nos guiaría en nuestro camino, Inger. Seguramente tu padre tendrá
una recompensa saludable para todos estos finos compañeros.
LEIGH BARDUGO
Por un momento, la chica parecía confundida, y Nina pensó que podrían estar
perdidas. Pero entonces su rostro se aclaró. —¡Sí! Sí, por cierto! Mi padre es muy
generoso cuando se trata de mi seguridad.
—¿Hacer guardia? —dijo un hombre con pobladas cejas naranjas cerca del fuego.
—Durante la noche.
—El padre de Lady Inger es muy generoso, pero no se puede esperar que otorgue
diez mil krydda a cada uno de ustedes, por lo que deben elegir quién será el beneficiario.
—Ese fue el precio la última vez, ¿no es así? Cuando nos quedamos varadas en
ese lugar divertido al sur. Aunque supongo que ahora que estás comprometida con el 177
hombre más rico de Overüt, puede ser el doble del precio.
—¿Han oído hablar de Bernhard Bolle, quien hizo su fortuna con truchas
ahumadas? ¿E Ingvar Hals, que posee tierras forestales desde Elbjen hasta Isenvee?
Bueno, Lennart Bjord se eleva sobre todos ellos.
—Me suena familiar —dijo alguien junto al hogar. Nina lo dudaba mucho, ya
que lo había inventado hace unos momentos.
LEIGH BARDUGO
—Fui el primero en saludarlas —dijo el hombre grande con el rifle—. Es justo
que yo obtenga la recompensa.
—Ahora, no se enojen demasiado —dijo Nina como una maestra de escuela con
un chasquido en su voz cuando los hombres comenzaron a debatir quién tomaría la
guardia—. Lennart Bjord tendrá algo para todos.
—Eso fue patético —silbó la chica, apoyando los codos en sus rodillas y tirando
de su falda sobre las puntas de sus botas.
—¿Disculpa?
—Nos hiciste parecer débiles. Cada vez que nos comportamos de esa manera,
solo hace que sea más fácil para los hombres mirarnos y ver nada más que suavidad.
La chica enjuta se acercó el abrigo. —Lo odio. Odio como nos ven. Mi padre es
de la misma manera. Piensa que una mujer que quiere pelear, cazar o valerse por sí
misma no es natural, que les niega a los hombres la posibilidad de ser protectores.
Nina resopló. —Realmente es una tragedia para ellos. ¿Qué piensa tu madre?
—Mi madre es la esposa perfecta, excepto que no le dio hijos varones a mi padre.
Ella hace lo que le ordena. —La chica suspiró. Parecía cansada de repente, la emoción
de la lucha y la tormenta desaparecieron. Su cabello, ese color extraordinario; como el
bosque en otoño, castaño, rojo y dorado, yacía tempestuoso y enredado contra sus
mejillas marrones—. No puedo culparla. Así es como funciona el mundo. Ella está
preocupada de que me convierta en una marginada.
La chica se frotó la frente con la mano. —Lo siento. Eso fue irreflexivo.
LEIGH BARDUGO
Nina la estudió. Había algo implacable en sus rasgos: los pómulos afilados, la
nariz rigurosamente recta. Solo sus labios carnosos le daban un toque de suavidad. Era
un rostro desafiante, terco en sus líneas. Hermoso.
—No somos tan diferentes como podrías pensar. —Nina inclinó la cabeza hacia
los hombres, que ahora luchaban por el derecho a una recompensa generosa que
ninguno de ellos vería jamás—. Es el miedo lo que hace que tu padre actúe así, lo que
hace que los hombres escriban reglas absurdas que dicen que no puedes viajar sola o
andar en bicicleta como deseas.
La otra chica contuvo una carcajada. —¿Por qué deberían tener miedo? El
mundo les pertenece.
—Pero piensa en todas las cosas que podríamos lograr si se nos permitiera hacer
las cosas que ellos hacen.
Nina le guiñó un ojo. —Me has visto sonreír tontamente. Si alguna vez decido
coquetear, tendrás que sentarte para ello.
180
La chica sofocó un resoplido. —Soy Hanne.
—Realmente no quieres que nos quedemos dormidas, ¿verdad, Mila? —La cara
de Hanne lo sabía.
—Descansa —le dijo a Hanne, y se dio cuenta de que estaba sonriendo por
primera vez en meses.
181
LEIGH BARDUGO
Los preparativos para el gran viaje de Nikolai por los sitios de los milagros
requería días de planificación por el personal del rey. Las provisiones habían sido
aseguradas, los vehículos estaban listos para el cambiante clima, la ropa apropiada
estaba empacada, y las cartas enviadas a los nobles y gobernadores en los pueblos que
intentaban visitar. Zoya se encontró chasqueándole a todo el mundo más de lo usual.
Ella sabía por las conversaciones que había tenido que estaba en uno de sus otros estados
de ánimo, pero los beneficios de regir incluían no mezclar sus palabras con miel. Ella
hacía su trabajo. Lo hacía bien. Si sus estudiantes, sirvientes y seguidores Grisha no
podían aceptar unas cortantes replicas en cambio, ellos estaban en el maldito país
equivocado.
Ella hubiera podido ser capaz de relajarse si todos no se hubieran movido tan
lentamente. Pero eventualmente los vagones fueron empacados, el carro preparado, y
182
los escoltas fueron enviados por delante para verificar las condiciones de las vías para la
procesión real. El itinerario específico para el viaje debería mantenerse en secreto, pero
tan pronto como la gente de Nikolai conociera que su rey estaba viajando, ellos podrían
salir en gran número para ver a su dorado héroe de guerra.
Zoya no estaba segura de qué pensar sobre las historias de los monjes sobre el
bosque de espino o de la conversación de los gemelos sobre la Guardia Sacerdotel y el
obisbaya. Parte de ella decía que era tonto apuntar sus esperanzas en dicha misión, en los
desvaríos de fanáticos de quienes, claramente, creían en Santos y toda la pompa y
sinsentido que traían con ellos.
LEIGH BARDUGO
Se dijo a sí misma que la jornada podría ser buena para el afianzamiento de la
corona y de Nikolai, sin importar lo que consiguieran. Se dijo a sí misma que si todo se
volvía nada, podrían conseguir otra forma de atravesar los próximos meses, para
apaciguar a sus aliados y mantener a sus enemigos acorralados. Se dijo a sí misma que
el verdadero Nikolai estaría en control, no el monstruo que había visto esa noche en la
torre del campanario.
Pero Zoya había sobrevivido por ser honesta consigo misma, y tenía el
conocimiento de que había otro temor luchando dentro de ella, debajo de la ansiedad
que acompañaba los preparativos de este viaje, debajo de la prueba de mirar dentro de
los ojos del demonio y ver su hambre. Tenía miedo de lo que ellos pudieran encontrar
en el Abismo, ¿Qué tal si los tontos adoradores que se inclinaban ante Cielo Oscuro
tuvieran razón, y estas ocurrencias bizarras anunciaban el regreso del Darkling?
—Esta vez estaré lista para él —susurró Zoya las palabras en la oscuridad, debajo
del techo de las habitaciones que el Darkling había ocupado una vez, en el palacio que
había construido desde la nada. Ella no era mas una inocente niña, desesperadamente
tratando de probarse a sí mima en cada momento. Era un general con una larga cuenta
de cuerpos y una memoria aún más larga.
«El miedo es un fénix.» Palabras que Liliyana le había dicho a ella hace años y que
183
Zoya había repetido para otros muchas veces. «Tu puedes verlo arder cientos de veces y
todavía regresara». No se dejaba gobernar por sus miedos. No tenía ese lujo. «Tal vez sea
así», pensó, «pero no te ha impedido evitar a Nikolai desde esa noche en la torre del campanario.»
Odiaba esa fragilidad de sí misma, odiaba que ella ahora mantenía a Tolya o Tamar
cerca cuando estaba encadenando al rey a su cama, que inclusive en los salas de reunión
se encontraba en guardia, como si esperara ver por encima de la mesa de negociación, a
sus ojos avellana volverse negros. Sus miedos no tenían uso, no eran productivos, y
sospechaba que era algo que el monstruo podía disfrutar.
Zoya miró la pequeña botella que Genya le entregó. Estaba tapada con un tapón
de vidrio. —¿Es suficiente?
—Más que suficiente —dijo Genya—. Dale a él una gota inmediatamente antes
de dormir, y una segunda si tienes algún problema. Algo más de eso y hay una buena
oportunidad de que lo mates.
Los labios de Genya se torcieron en una sonrisa. —¿Estás diciendo que nunca
has querido matar a Nikolai?
Genya le dio otra botella, esta era redonda y roja. —Usa esto para despertarlo en
la mañana. Solo descórchalo y colocalo para que lo respire por la nariz.
—¿Qué es exactamente?
184
—Un destilado de jurda y amonio. Básicamente un estimulante de muy rápida
acción.
Genya pasó los dedos sobre la curvada superficie del maletín. —Este proceso no
será fácil para él. Será como ahogarse cada noche y ser revivido cada mañana.
Zoya envolvió las botellas en algodón y las colocó gentilmente en el maletín, pero
cuando se movió para cerrar la tapa, Genya colocó una mano sobre las suyas.
LEIGH BARDUGO
—Hicimos estos sedantes tan fuertes como es posible —dijo—. Pero no
entendemos que es lo que tratamos de controlar. Zoya, debes saber que no estás a salvo
con él.
Zoya sabía eso mas que nadie. Había visto el horror que acechaba dentro de
Nikolai tan cercanamente como para negarlo. —¿Qué me sugieres que haga?
David apretó los labios en una fina línea, y Zoya supo que ellos lo habían
discutido, que Genya lo creía. Un nudo indeseado se elevó en su garganta, pero todo lo
que ella pudo fue levantar una ceja. —¿Porque eres muy buena en una pelea? Nikolai
necesita guerreros con él.
—No estoy retrasada —dijo Tamar detrás de él—. Mi esposa solo está
malhumorada.
Zoya miró más allá del hombro de Tolya y vio a Tamar sosteniendo la mano de
Nadia, claramente tratando de convencerla con su encanto.
—Mantente segura —le susurró Zoya. Mantente segura. Como si esas palabras
pudieran conjurar alguna clase de hechizo.
—Tengo que creerlo. Ravka no puede soportar otra toma de poder, otro golpe,
otra guerra. Nikolai es insufrible, pero es la única opción que tenemos
—Lo haré —prometió Zoya, aunque no sabía si era una promesa que pudiera
mantener.
Aunque Yuri se había retorcido las manos y se quejaba de forma lastimera, había
sido convencido de dejar a un lado su tunica negra por el marrón áspero de un monje
ordinario, así podía viajar con ellos anónimamente. Se había rendido con bastante
facilidad. Yuri creía que la agenda secreta de este viaje, la visita a los sitios milagrosos y 187
el Abismo, era para determinar si Cielo Oscuro debiá ser canonizado como Santo y
construir una iglesia en el sitio de su martirio.
—Pero para que eso suceda —Nikolai había advertido—. Necesito conocer todo
lo que puedas determinar sobre el obisbaya, el ritual, la ubicación del bosque de espino,
la completa noción de la purificación.
Zoya sabía que Nikolai esperaba que la investigación del monje pudiera llevarlos
a un ritual que pudiera purgar de él al monstruo, pero incluso si ellos de alguna manera
tuvieran éxito, ella tenía que preguntarse dónde terminaría todo esto.
LEIGH BARDUGO
—¿Qué haremos con él cuando todo esto termine? —preguntó a Nikolai—. La
gente se rebelará si realmente intentas hacer al Darkling un Santo. Podrías comenzar
una guerra santa y darle al Apparat la oportunidad perfecta de un rotundo desafío contra
ti, y lo haría bajo el estandarte de Alina.
El rey había recorrido el país justo después que el Darkling había sido vencido,
cuando entró en el hueco dejado por sus padres exiliados y dentro del trono. En vez de 188
mantenerse en la capital como los aristócratas habían esperado, Nikolai había tomado
los caminos y los cielos, viajando con el resto. Zoya apenas conocía al rey entonces, y
ciertamente no había confiado en él. Ella había entendido que él era la mejor esperanza
de sobrevivir de su fracturado país y podía admitir que había mostrado ingenuidad
durante la guerra civil, pero también era un Lantsov, y su padre no había traído más que
miseria a Ravka. Por todo lo que sabía Zoya de momento, el nuevo rey podría ser poco
más que una catástrofe atractiva de hablar rápido en ciernes.
Pero Nikolai había hecho algo en lo que muchos hombres habían fallado: la había
sorprendido. Había apuntalado las fronteras de Ravka, negociado nuevos préstamos con
Kerch, reestablecido sus puestos militares, y usado la flota que había construido en su
vida secreta como el corsario Sturmhond para mantener a los fjerdanos atascados en el
LEIGH BARDUGO
mar. Había visitado pueblos y ciudades, repartiendo comida, hablando con líderes y
nobles locales, empeñando cada gramo de su encanto para ganar su apoyo y cimentar la
opinión pública a su favor tras la destrucción del Abismo. Cuando por fin había vuelto
a Os Alta, había diseñado una bandera nueva con el sol ascendente tras el águila bicéfala
de los Lantsov, y había sido coronado por el Apparat en la capilla real recién construida.
Zoya había sentido el revuelo de lo que podría haber sido esperanza.
Pero ahora, mientras viajaban de aldea en aldea, Zoya entendía que la tarea de
unificar Ravka y construir una nueva base para el Segundo Ejército había sido la parte
fácil. Arrastrar al país a un futuro estaba siendo más duro. Nikolai había pasado su vida
esperando para gobernar y aprendiendo a hacerlo, pero mientras que Nikolai buscaba el
cambio, Ravka lo combatía. Sus reformas sobre los diezmos y las leyes de propiedad de
las tierras habían provocado enfados entre los nobles. «Claro que los siervos deberían tener
derechos», protestaron, «poco a poco». El rey iba demasiado lejos, y se movía demasiado 189
deprisa.
Zoya sabía que Nikolai era consciente de la resistencia que había crecido contra
él, y pretendía usar este viaje para ayudar a derrotarla. Los días eran para viajar y ganarse
al pueblo llano a través de espectáculos y regalos de dinero o comida. Por las tardes, su
grupo se alojaba en los hogares de nobles y gobernadores locales, y asistía a grandes
cenas hasta bien entrada la noche. Tras las comidas, Nikolai se apartaba con el líder de
la casa, discutiendo reformas, pidiendo ayuda, alisando plumas alborotadas por el
peligro del cambio. A veces Nikolai le pedía a Zoya que los acompañara cuando todo lo
que ella quería era dejarse caer en la cama.
Eso era cierto. Los nobles aún se emocionaban con historias de la guerra y la
fuerza del Segundo Ejército. Pero Zoya también sabía que su presencia, mordaz y ácida,
cambiaba la atmósfera en la sala, haciendo que la conversación pareciese menos una
negociación que un intercambio amistoso. Era otra razón por la que Nikolai necesitaba
desesperadamente una reina. Así que hacía lo que podía para plasmar una sonrisa en su
cara y ser agradable, y a veces daba su opinión respecto a las fuerzas Grisha si a alguien
se le ocurría preguntar. La dejaba agotada.
—¿Cómo lo haces? —le escupió a Nikolai una noche mientras dejaban una sesión
particularmente productiva con un duque en Grevyakin. Este había empezado la
conversación decidido a rechazar la sugerencia de Nikolai de usar sus campos para
plantar algodón, pidiendo la vuelta de las viejas usanzas. Todo su hogar estaba lleno de
obras de madera campesinas y telas tejidas a mano, decorados de un tiempo más simple
en que se podía contar con un siervo para crear cosas bonitas para su amo y muriendose
de hambre educadamente en silencio. Pero dos horas y varios vasos de licor fuerte
después, el viejo duque estaba rugiendo de risa con los chistes de Nikolai y había
prometido consagrar dos más de sus granjas al algodón. Otra hora más, y prometió
permitir que construyeran un nuevo molino y una desmontadora de algodón en su 190
propiedad—. ¿Cómo les cambias la opinion y haces que te agradezcan la experiencia?
—Tiene el desdén nobiliar por el comercio, pero le gusta la idea de verse como
un gran benefactor. Así que me limité a señalar que, con todo el tiempo y dinero que
ahorrarán sus trabajadores, tendrán más horas que dedicar a los ornamentos que tanto
le gustan. Su propiedad podría convertirse en un faro para artistas y artesanos; el nuevo
mundo sosteniendo al viejo, en lugar de reemplazándolo.
—No me refería a eso, de todas formas —dijo Zoya mientras Tolya los guiaba a
las cámaras donde Nikolai descansaría—. ¿Cómo haces esto? —Movió una mano desde
la corona de su cabeza dorada hasta sus botas perfectamente pulidas—. Días en el
camino, escasas horas de sueño. —Su voz cayó a un susurro—. Que te droguen cada
noche y ser rehén de algún tipo de mal inmortal en tu interior. Pero aun así te las arreglas
para parecer fresco y alegre. Apuesto a que, si el duque lo hubiera pedido, podrías haber
pasado otra hora jugando a las cartas y contando batallitas de la guerra.
—Solo admite que necesitas que te quieran tanto como ellos necesitan quererte.
—Creo que el cansancio te pega, Zoya. La palidez. Las sombras bajo los ojos. 191
Pareces una heroína de novela.
—Aún.
Parecía que se habían ganado al viejo duque, pero si había tenido contacto con
los oponentes de Nikolai en el oeste de Ravka o con uno de los supuestos Lantsov,
necesitaban saberlo.
Una vez que Nikolai se hubo quitado las botas y dejado caer sobre la cama bajo
una pintura grotesca de Sankta Anastasia curando la debilitante plaga, Zoya se sacó la
botellita del bolsillo.
Nikolai se estremeció.
—Sea lo que sea lo que cocieron David y Genya, se parece menos a dormir y más
a que te den un puñetazo en la mandíbula.
Zoya no dijo nada. Los sedantes que le habían dado antes habían sido pociones
simples que lo habían dejado un poco mareado y, por lo general, roncando antes de que
Zoya abandonase la habitación. Pero con esta nueva mezcla, Nikolai se quedaba
inconsciente en menos de un suspiro; y no parecía que estuviera durmiendo. Su quietud
era tanta que ella se descubría presionando con los dedos el hueco bajo su mandíbula,
192
buscando la lentitud como de melaza de su pulso. Drogarlo era como verlo morir cada
noche.
—Solo sé que es lo bastante fuerte para que te calles —dijo. Alzó la botella pero
la mantuvo fuera de su alcance—. Dime cómo lo haces. ¿Cómo sobrevives a toda esta
farsa sin fin, a estrechar manos sin sentirlo verdaderamente?
—Tú lo logras cada día en el Pequeño Palacio, Zoya. Pese a toda tu bravata, sé
que no siempre te sientes lista o fuerte, pero das un buen espectáculo.
—Quizá. Pero yo soy siempre yo. Tú cambias como la luz sobre el agua. Estos
momentos, estas interacciones, solo parecen alimentarte. ¿Cuál es tu secreto?
LEIGH BARDUGO
—El secreto… —se burló Nikolai. Alargó la mano, y ella dejó caer el vial de plata
sobre su palma—. Supongo que el secreto es que no soporto estar solo. —Destapó la
mezcla—. Pero hay lugares a los que no puede ir nadie con nosotros.
Zoya viajaba con la escolta que abría camino. A veces Nikolai viajaba en el carro
con Tolya y Yuri, pero por lo general se montaba a horcajadas sobre uno de sus caballos
blancos, flanqueado por sus guardias, con Tamar siguiéndolo a una discreta distancia.
No vestía el fajín y uniforme formales de militar que había usado su padre, sino el abrigo
verde militar de los soldados del Primer Ejército. Se había ganado el respeto del ejército
sirviendo en la infantería antes de convertirse en oficial, y las medallas que llevaba en el
pecho no eran ceremoniales, sino ganadas en batalla.
En cada aldea y ciudad, Zoya veía al rey hacer su particular tipo de magia.
Incluso la forma en que se sentaba sobre el caballo cambiaba en función de la gente a la
193
que saludara. A veces estaba relajado, cómodo sobre la silla, con el sol reflejado en el
pelo y las botas perfectamente pulidas mientras sonreía y saludaba a sus queridos sujetos.
A veces se mostraba sobrio y heroico, de pie sobre plataformas y en balcones para
dirigirse a multitudes mientras estas rezaban en sus iglesias y se reunían en las plazas del
pueblo. Aunque Zoya y él se esforzaban por ocultar la urgencia de su misión, cabalgaban
sin descanso cada día y no pasaban nunca más de una sola noche en cualguier parte.
Habían asignado tres semanas a este viaje. Descubrieran o no algo en el Abismo, estarían
de vuelta en la capital para prepararse con tiempo para el festival.
—¿Y de dónde saldrá en realidad todo el dinero? —preguntó Zoya esa noche.
—¿Los kerch? ¿Mi rica prometida? Quizá el Apparat pueda vender un altar
bonito.
Pero ahora ella veía lo que pretendía cuando concedió la petición del Apparat
para iglesias nuevas. El Apparat conseguiría esos lugares de culto, más lugares para
llenar de espías y leales a él, pero la gente no pensaría en el sacerdote cuando rezase sus
plegarias y oyese repicar las campanas de la iglesia. Pensaría en su rey dorado, y
susurraría acerca del día en que había visitado su aldea.
—Yo crecí en un lugar como éste —dijo Zoya mientras entraban al siguiente
desagradable lugar—. Sin esperanzas. Hambriento. La desesperación hace que la gente
haga cosas feas, y siempre son las niñas las que sufren primero.
—¿Por eso insistes tanto en las nuevas fábricas que estamos construyendo?
Podía sentir el escrutinio de Nikolai. —No sabía que tenías algo de simpatía hacia
las personas comunes.
«Alguna vez fui bastante común. Liliyana y Lada eran comunes.» —No tiene nada que
ver con la simpatía. Para que los Grisha salgan adelante, necesitamos a Ravka fuerte.
—¿Sabes qué fue lo que cambió todo en mi villa? —Mantuvo sus ojos sobre el
camino, surcado con huecos y piedras rotas del tren de la noche anterior—. El
Reclutamiento. Cuando la guerra estaba tan calamitosa que la corona se vio forzada a
empezar a reclutar niñas al igual que niños para luchar.
—Para algunos —le concedió Zoya—. Pero para otros, nos ofreció un escape,
una oportunidad para ser otra cosa más que la esposa de alguien y morir en el parto.
Cuando era pequeña, antes de que mis poderes emergieran, soñaba con ser soldado.
Zoya resopló —Siempre tuve madera para General. —Pero su madre solamente
había visto el valor de su hija en la belleza. El rostro de Zoya había sido su mejor dote
desde la tierna edad de nueve. De no ser por Liliyana, habría sido subastada como un
ternero fresco. Pero, ¿podría culpar a su madre? Recordaba las crudas manos de Sabrina,
sus ojos cansados, las líneas de su delgado cuerpo; perpetuamente agotado y sin
195
esperanzas. Y aun así, después de todos estos años, Zoya no encontraba ni un rastro de
perdón para su desesperada madre y su débil padre. Se podían pudrir. Les dio un golpe
a sus riendas.
Zoya y el resto del grupo de Nikolai cabalgaron a través de los campos de cebada
e inspeccionaron la nueva fábrica de armamentos, soportaron el canto de un coro de
niños, y luego tomaron té con el consejo local y el director del coro.
—Deberías envenenar al director del coro por castigarnos con esa atrocidad. —
se quejó Zoya.
—Estuvieron adorables.
—Estuvieron monótonos.
LEIGH BARDUGO
Zoya fue forzada a hacer una pequeña demostración de invocación para el grupo
de mujeres locales y resistió las ganas de volar la peluca del magistrado del pueblo.
—¿Se te ha ocurrido alguna vez —dijo Zoya, mirando al delgado monje hablar
animadamente a un asediado Tolya—, que todo esto es inverosímil? ¿Qué el Apparat y
el monje no son enemigos? ¿Qué ambos te querían lejos de la seguridad de la capital y
lo han logrado como querían para sus problemas?
—Por supuesto que sí —dijo Nikolai—. Pero tales artimañas están mucho más
allá del considerable alcance del Apparat. Me duele el orgullo decirlo, pero aquí quizá
196
esté en marcha algo que es mucho más grande que nosotros.
—Habla por ti mismo —dijo ella. Pero observando a los árboles caídos, sintió
como si una mano invisible los guiara, y no le gustaba—. No confío en él —dijo Zoya—
. En ninguno de ellos.
—El Apparat es un hombre ambicioso, y eso significaba que puede ser manejado.
—Porque logré sonreír durante todo el concierto del coro, así que claramente yo
soy el mejor actor que ha existido. —Nikolai le dio un golpe con los talones a su
caballo—. Sigamos a nuestra próxima ciudad, Nazyalesky. O mantenemos las
esperanzas, o vacilamos.
La aldea era como todas las demás, excepto por la vista de un bonito lago. Esta
vez serían recibidos por una banda desafinada y un desfile de ganados y vegetales
gigantes.
—Ese calabacín es tan ancho como mi estatura —dijo Nikolai entre dientes
mientras sonreía y saludaba con la mano. 197
—Y el doble de guapo.
—¿No hay peregrinos? —les preguntó Tolya mientras se alejaban de las afueras
de la ciudad.
LEIGH BARDUGO
—Los peregrinos se mantienen en los confines de la aldea —dijo el sacerdote.
Era un hombre mayor con una pulcra barba blanca y gafas parecidas a las de Yuri—.
Solo se le permite acceso al sitio a los visitantes bajo supervisión y a ciertas horas. La
catedral está siendo reparada, y deseamos conservar el trabajo de Sankta Lizabeta.
—Es extraordinario, y no algo que deba ser picado en pedazos como recuerdos.
Emergieron en la cima de una alta colina apilada junto a una catedral rodeada de
andamios, sus cúpulas doradas brillaban bajo el sol del final de la tarde. Una estatua de
Sankta Lizabeta se erigía en la entrada. Un motín de rosas rojas había florecido a través
de la piedra, abriendo su cráneo velado. Las flores caían sobre la estatua en salvaje
profusión, rodeando sus faldas de mármol en un amplio círculo como un charco de 198
sangre. Su dulce olor palpitaba en una ola espesa como jarabe que parecía brillar con el
calor del verano.
Lágrimas negras caían de los ojos de Lizabeta. Brillaban tan fuerte como
obsidiana, como si se hubieran congelado ahí o hubieran sido invocadas de la misma
piedra.
LEIGH BARDUGO
En el valle de abajo, Zoya pudo ver la extensión de Kribirsk en la distancia y el
brillo de las arenas blancas muertas que una vez habían sido El Abismo de Sombras más
allá. Estaban cerca.
Nikolai siseó, y Zoya lo miró fijamente. Los ojos de los demás estaban fijos en la
estatua, pero antes de que Nikolai pudiera tirar el puño de su guante de vuelta a su lugar,
Zoya vislumbró las oscuras venas pulsar en negro, como si… como si lo que sea que
estuviera dentro de él hubiera reconocido algo familiar aquí y despertado. Parte de ella
quería alejarse, con miedo de ver al demonio emerger, pero era un soldado y nunca
vacilaba.
Zoya quería empujarlo hacia las rosas. —¿No están fabricados todos los martirios
para lucir de esa forma?
Zoya se cruzó de brazos. —Ahora dile a nuestro rey cómo la gente agradeció a
la joven Lizabeta por este milagro.
—Bueno —dijo Yuri, jugando con un hilo suelto de su manga—. Los aldeanos
al norte demandaron que Lizabeta repitiera ese milagro y salvara también a su ciudad,
pero no pudo —aclaró su garganta—. La amarraron y descuartizaron. Se dice que las
rosas se volvieron rojas por su sangre.
LEIGH BARDUGO
—Y ésta es la mujer que se supone responde las oraciones de las personas. —
Zoya cortó una rosa de su tallo, ignorando el ahogo horrorizado del sacerdote local. Su
esencia era empalagosa. Todo en este lugar le ponía los nervios de punta. Sentía como
si alguien la mirara desde los domos de la catedral, desde las sombras de los árboles—.
¿Por qué todos sus Santos deben ser mártires?
—¿Crees que Lizabeta estaba dispuesta a ser despedazada? ¿Qué hay de Demyan
cuando fue golpeado con rocas hasta la muerte? ¿O Ilya, encadenado y lanzado a un río
para ahogarse? —Estaba cansada de los milagros, cansada del miedo cabalgando a su
lado a diario, y absolutamente cansada de historias que terminaban en sufrimiento para
aquellos que se atrevían a ser valientes, o extraños, o fuertes—. Si yo fuera Lizabeta, no
habría perdido mi tiempo escuchando el lloriqueo de…
―¡ZOYA!
Algo la tenía sujetada, algo con alas, y por un momento Nikolai se preguntó si
de alguna forma el demonio había saltado de su piel. Pero no, las alas de su captor eran
unas enormes maravillas de ingeniería que aleteaban en el cielo mientras se alzaban más
alto.
Otro soldado alado se acercaba hacia él, una mujer de pelo negro atado en lo alto
de la cabeza, y bíceps armados con bandas de metal gris. Khergud. Los shu se habían
atrevido a atacar la procesión real.
―Espero que una parte de ti siga siendo de carne y hueso ―masculló. Sujetó el
cuello de la khergud, apuntó la daga al punto entre la mandíbula y la garganta de la
soldado, y oró por precisión mientras enterraba la hoja.
Nikolai no esperó para ver si Tolya y Tamar se liberaban, ya estaba oteando los
cielos en busca de Zoya y su captor.
Estaban enzarzados en una lucha en las alturas mientras Zoya pateaba y luchaba
con el khergud que la sostenía. El soldado le rodeó la garganta con un brazo enorme. Iba
a estrangularla hasta que se quedara quieta.
Abruptamente, Zoya se quedó inmóvil, pero era demasiado rápido para que
hubiera perdido la conciencia.
Nikolai sintió que el aire a su alrededor crepitaba. El khergud había asumido que
202
Zoya era como los otros Grisha, que no podía invocar si tenía los brazos sujetos. Pero
Zoya Nazyalensky no era una Impulsora común.
Sobre las alas metálicas del soldado shu crepitó un relámpago, y él se estremeció
y tembló. El cuerpo del khergud se volvió flácido, y él y Zoya se precipitaron al suelo.
«No, no, no». Nikolai corrió hacia ellos, mientras su mente formaba y desechaba planes.
Inútil, inservible; no había forma de alcanzarlos a tiempo. Un gruñido salió de su pecho.
Saltó, el aire le azotó la cara, y entonces la tenía en sus brazos. «Imposible. La física no
permitiría…»
Nikolai vio su propia sombra en el suelo, muy por debajo, una mancha oscura
enmarcada por alas que salían de su propia espalda. «El monstruo es yo y yo soy el
LEIGH BARDUGO
monstruo». Hizo una mueca, como si de alguna forma pudiera escapar, y observó que la
sombra del monstruo se crispaba.
Zoya estiró su brazo libre hacia abajo, y un cojín de aire se formó bajo ellos,
frenando su velocidad de golpe. Rodaron del cojín y cayeron al suelo en un montón sin
gracia. En un segundo ella se estaba alejando de él, con las manos alzadas y sus ojos
azules muy abiertos.
Zoya golpeó las manos contra el pecho del soldado, y él comenzó a convulsionar
mientras su piel se volvía roja y se alzaba humo de su torso; su cuerpo se estaba
incendiando por dentro.
El olor que emanaba del cuerpo quemado del khergud era empalagoso. Hasta ahí
llegó el interrogatorio.
Nikolai bajó la vista a sus manos. Sus dedos seguían manchados de negro,
encorvados en garras; habían perforado los guantes. Nikolai respiró profundo. Pasó un
largo momento, luego otro. Al fin, sus garras se desvanecieron.
―Lo sé, Yuri ―dijo tan firme como pudo―. Es un gran truco. ¿Vas a
desmayarte? 204
―No. Puede ser. No lo sé.
―Estarás bien. Todos lo estaremos. ―Las palabras eran tan obviamente falsas
que Nikolai tuvo que esforzarse por no reír―. Necesito que mantengas en silencio.
Tolya, Tamar, ¿están ilesos? ―Ambos asintieron. Nikolai se obligó a mirar a Zoya―.
¿Estás bien?
―No hubo gritos en la villa ―dijo Tamar, mientras utilizaba su poder para
revisar los signos del sacerdote―. Ni alarma. Si alguien hubiera visto a los khergud,
habrían llegado corriendo.
Afortunadamente el ataque había sido lo bastante lejos del pueblo para evitar
atraer la atención.
―No quiero intentar explicar los soldados con alas metálicas ―dijo Nikolai―.
Ocultaremos los cuerpos.
―Déjenlos en las rosas ―dijo Tamar―. Enviaré dos jinetes por ellos después del
atardecer.
―Me temo que tiene una contusión ―le dijo Nikolai, ayudando al sacerdote a
ponerse de pie.
LEIGH BARDUGO
―¡Lo vi! La estatua… Ven, destrozó la estatua, ¡nuestra estatua de Sankta
Lizabeta!
―No ―insistió Nikolai, y señaló la viga que habían logrado arrancar del saliente
de la catedral―. ¿No ve la viga rota? Se soltó de los travesaños y lo golpeó a usted y a la
estatua. Tiene suerte de no haber muerto.
―Hermano ―le imploró el sacerdote a Yuri―. ¡Dime que no viste lo que yo vi!
Caminaron de vuelta por el camino del bosque hasta el pueblo, donde muchos de
los lugareños seguían celebrando en la plaza del pueblo, y dejó al sacerdote a su cuidado. 206
―No me gusta mentirle a un sacerdote ―dijo Tolya mientras montaban sus
caballos para cabalgar a la casa parroquial donde pasarían la noche.
―Entonces tendrás que llevar a cabo algún tipo de penitencia ―dijo Nikolai, con
exasperación en aumento. Estaba agradecido de Tolya, respetaba la fe de los gemelos y
su importancia para ellos, pero no podía preocuparse por la conciencia de Tolya cuando
LEIGH BARDUGO
su mente estaba intentando lidiar con el ataque shu sobre la procesión real y un demonio
que ya no quería esperar a que llegara la oscuridad.
―Puedes comenzar por masajearme los pies ―le dijo Zoya al monje.
―El sacerdote estará bien ―le dijo Nikolai a Yuri para tranquilizarlo―. Y
aprecio tu tacto.
―Hice lo que creí era correcto ―repuso el monje, más callado y reservado de lo
que Nikolai lo había visto, con la mandíbula alzada de forma terca―. Pero espero una
explicación, majestad.
207
―Bueno ―dijo Zoya, mientras observaban a Yuri cabalgar adelante del grupo―,
¿ahora qué?
―¿Te refieres a qué hacemos ahora que cocinaste de adentro hacia fuera a una
fuente valiosa de información? ―Su voz tenía un subtono que no lamentaba del todo.
No era propio de Zoya cometer un error de ese tipo.
―Es posible que no estuviera completamente bajo control. Sospecho que estás
familiarizado con la sensación.
Porque no fue solo el ataque khergud lo que la había perturbado. Era el recuerdo
de esa noche en la torre del campanario, de otro monstruo alado. Uno que hoy había
mostrado nuevamente las garras.
LEIGH BARDUGO
—Remotamente —murmuró.
—Y no estaba hablando sobre los khergud —dijo Zoya, dejando atrás el repentino
escalofrío entre ellos. —¿Qué vas a hacer con el monje?
Ya había pasado la puesta del sol cuando, por fin, Nikolai pudo retirarse de la
cena y reunirse con los demás en los alojamientos que el gobernador local les había
proporcionado.
Nikolai cerró la puerta, sin saber cómo empezar. Pensó en el cuerpo del soldado
shu cortado sobre una mesa. Había visto archivos de disección, los dibujos detallados
presentados por Fabricadores y Corporalkis. ¿Era eso lo que requería este problema?
¿Que alguien lo abra y lo separe? Lo haría con gusto, pensó. «Si esta cosa pudiera aislarse
y extirparse como un tumor, me acostaría debajo del escalpelo y guiaría yo mismo la mano del
cirujano.»
Fue Yuri quien habló primero desde su lugar en el piso. —Él le hizo esto,
¿verdad?
—Sí —dijo Nikolai simplemente. Había pensado en las mentiras que podría
inventar para apaciguar el miedo y la curiosidad del monje. Pero al final, sabía que la
verdad, al menos en parte, sería más ventajosa. Yuri quería creer en los santos, y los
santos requerían el martirio.
Sin embargo, ahora que había llegado el momento de hablar, Nikolai no quería
contar esta historia. No quería que fuera su historia. Pensó que la guerra estaba en el
209
pasado, pero se negaba a permanecer allí.
Sacó una botella de brandy del aparador, eligió una silla y estiró las piernas
delante del fuego. Era una pose de facilidad y confianza, una que había asumido muchas
veces. Se sentía falso.
Los ojos de Yuri se posaron en las líneas negras que se extendían sobre los
nudillos y dedos de Nikolai. —Korol Rezni —dijo en voz baja—. Rey de las Cicatrices.
He escuchado las historias.
—Dame ese brandy —dijo Zoya—. No puedo tolerar este grado de estupidez con
la cabeza despejada.
Nikolai se sirvió un trago antes de pasar la botella, pero sabía que burlarse de
Yuri no serviría de nada. ¿No se decía que la verdad era liberadora? ¿Algún tipo de
tónico para el alma? Según la experiencia de Nikolai, la honestidad se parecía mucho al
té de hierbas, algo que las personas bien intencionadas recomendaban cuando no
quedaban mejores opciones.
—El Darkling tenía un don para infligir la miseria —continuó—. Sabía que el
dolor o el encarcelamiento serían demasiado fáciles de soportar para mí. Así que usó su
poder para infectarme con la oscuridad viva. Fue mi pago por ayudar a la Invocadora
del Sol a escapar de su alcance. Me convertí en... no sé exactamente en qué me convertí.
Parte monstruo, parte hombre. Tenía hambre de carne humana. Estaba casi enloquecido
con la necesidad. Casi. Lo suficiente de mi propia conciencia aún vivía en mí, por lo que
continué luchando contra los impulsos del monstruo e incluso reuní a los volcra para
enfrentar al Darkling en el Abismo.
En ese momento, Nikolai no sabía si había algún motivo para seguir luchando,
si alguna vez volvería a ser él mismo. Ni siquiera sabía si el Darkling podría ser 210
asesinado. Pero Alina lo había logrado, armada con una hoja de sombra envuelta en el
propio poder del Darkling y mojada con la sangre de su propio linaje.
—No elegí nada. Simplemente sucedió. Creo que la descarga que envió Zoya a
través de mi cuerpo me permitió volver a mí mismo. —Tomó un largo sorbo de su
vaso—. No puedo tener esta cosa poseyendome en un campo de batalla o en medio de
una función estatal. La posición de Ravka es precaria, y la mía también. La gente acaba
de empezar a recuperarse de la guerra. Quieren estabilidad y liderazgo, no un monstruo
nacido de pesadillas.
Paz. Una oportunidad para recuperarse, para construir sus vidas sin el miedo 211
constante de la batalla, la amenaza de la inanición. En este viaje, Nikolai había visto el
progreso que Ravka había hecho con sus propios ojos. Su país no podía permitirse ir a
la guerra otra vez, y había hecho todo lo posible para asegurarse de que no tendrían que
hacerlo. Pero si el monstruo emergía, si Nikolai revelaba esta presencia oscura, podría
ser lo mismo que poner a su país en el camino de la violencia.
—¿No? —dijo Zoya desde su posición—. ¿Las personas que aún llaman a los
Grisha brujos, a pesar de los años que han mantenido a este país a salvo? ¿Quién les
impide poseer propiedades en sus ciudades?
—La gente siempre está buscando a alguien a quien culpar por su sufrimiento —
dijo Yuri con seriedad—. Ravka ha visto tantas luchas. Es natural que.
—El Darkling puede merecer ocupar su lugar entre los Santos, pero eso no puede
suceder hasta que me libere de esta aflicción.
Yuri asintió, luego asintió de nuevo. Miró sus huesudas manos. —Pero, ¿es algo
de lo que hay que deshacerse?
Zoya expulsó una risa amarga. —Piensa que has sido bendecido por el Santo
Cielo Oscuro. 212
Yuri empujó sus gafas más arriba en su larga nariz. —Bendición y maldición son
palabras diferentes para la misma cosa.
Detrás de él, Zoya puso los ojos en blanco. Ni Tolya ni Tamar parecían felices.
—Lo haré —dijo Yuri—. Por supuesto que lo haré. Le llevaré al bosque de
espino. Edificaré una pira santa.
Yuri parpadeó. —¿Quiero decir, uno espera que simplemente sea una pira?
Tolya tomó una torre y la giró en su mano. —No está del todo claro, pero eso
parece ser lo que señala la mayoría de los textos.
213
—Sí —dijo Yuri, atento ahora—. Aquí hay algunas sugerencias de que Sankt
Feliks puede haber sido de hecho un miembro de la Guardia Sacerdotal, y hay un texto
con un ritual para leer durante el proceso. Tolya y yo hemos estado tratando de
asegurarnos de que el idioma esté intacto.
Las cejas de Nikolai se alzaron. —¿Sankt Feliks? ¿No fue ensartado en una rama
de manzano y cocinado a muerte como un kebob sagrado?
Tolya se encogió de hombros y estiró su cuerpo enorme. —Es una clase de poesía.
—Destino —dijo Nikolai mientras abría la puerta a sus aposentos—. Fe. Temo
que estamos en territorio desconocido, Nazyalensky. Creí que emitirías una protesta más
alta para pincharme.
LEIGH BARDUGO
—¿Qué hay que objetar? —preguntó Zoya, reacomodando las piezas del ajedrez
que los gemelos habían dejado desarregladas—. Si el bosque de espino ha desaparecido,
nuestras esperanzas se hacen polvo, regresamos al palacio con las manos vacías y
atravesamos esta fiesta o cumbre o como lo quieras llamar con nuestras mejores
habilidades.
Nikolai se sentó al borde de su cama y se retiró las botas. —¿Y si existe? ¿Si el
destino nos ha estado guiando todo el tiempo?
Zoya elevó una ceja. —Entonces será mejor que creas que el destino piensa que
serás un buen rey.
—Es un acto de guerra —terminó Nikolai—. Pero no estaban tras de mí. No creo
que tuvieran idea de quiénes eramos. Estaban cazando Grisha, y encontraron a tres de
ustedes.
Nikolai colocó sus botas al costado de la cama. —Te debo una disculpa.
—No fuiste tú —dijo ella con un agitar de su mano—. No seas torpe. —Pero
permaneció en el umbral.
¿Pero cómo responder? ¿Por qué le importaba en lo que se convertía Ravka? Rota,
necesitada, frustrante Ravka. La gran dama. La niña llorona. El hombre ahogándose
que te arrastraría bajo el agua en vez de ser salvado. Este país que tomaba demasiado y
no daba nada a cambio. Tal vez porque él sabía que su país y él eran iguales. Nikolai
siempre había deseado más. Más atención, más afecto, algo nuevo. Había sido
demasiado para sus tutores, sus niñeras, sus sirvientes, su madre. Nadie había sabido
bien qué hacer con él. Sin importar cómo lisonjeaban o qué castigos ideaban, él no podía
estarse quieto. Le daban libros y él los leía en una noche. Se sentaba en una lección de
física y entonces él intentaba dejar caer una bala de cañón desde el tejado del palacio.
Desarmó un costosísimo reloj bronce dorado y lo volvió a ensamblar con un dispositivo
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abominable que chirreaba y tintineaba sin cesar, y cuando su madre sollozó por la
herencia arruinada, Nikolai la había mirado con confundidos ojos avellana y dijo: —
¡Pero… pero ahora indica la fecha además del tiempo!
La única persona que podía conseguir que el joven príncipe se comportara era su
hermano mayor. Nikolai había venerado a Vasily, que podía montar y blandir un sable,
y a quien se le permitía sentarse en las reuniones de estado mucho después que Nikolai
fuera enviado a la cama. Vasily era importante. Vasily sería rey algún día.
Los tutores aceptaban trabajos en las tierras salvajes de Tsibeya. «Mis nervios»
decían. «La tranquilidad será buena para ellos.» Las niñeras renunciaban a sus puestos para 217
atender a sus madres enfermas en la costa. «Mis pulmones», explicaban. «El aire del mar
será un tónico». Los sirvientes sollozaban, el rey enfurecía, la reina era llevada a su cama
con sus polvos para el dolor de cabeza.
Una mañana, cuando tenía nueve, Nikolai llegó a su salón de clases sintiéndose
muy emocionado sobre el ratón en un frasco que había planeado liberar en la bolsa de
su maestro, solo para descubrir que habían dispuesto otra silla y escritorio, y otro chico
estaba sentado allí.
—Nikolai.
Pero por una vez, Nikolai permaneció callado. Estaba ocupado ideando cómo
podría hacer que Dominik hablara más.
—Espera hasta que escuches el grito que suelta Mitkin —dijo Nikolai—. Suena
como una tetera escandalizada.
El tutor Mitkin sí gritó, y Nikolai, que pretendía quedarse con cara de piedra, no
pudo restringir su propia risa… hasta que Mitkin le dijo a Dominik que viniera al frente
de la habitación y extendiera las manos.
LEIGH BARDUGO
El tutor tomó una delgada rama de su escritorio, y mientras Nikolai observaba
horrorizado, Mitkin la azotó sobre las palmas de Dominik. Dominik soltó un pequeño
gimoteo.
Nikolai llamó a los guardias, gritó hacia el pasillo por ayuda, pero Mitkin no se
detuvo. Azotó la rama contra las manos y antebrazos de Dominik diez veces, hasta que
la carne del niño era una masa de ampollas rojas, y su cara estaba arrugada y mojada de
lágrimas.
Mitkin dejó a un lado la vara. —Cada vez que usted se comporte mal, Dominik
será golpeado.
—¡Eso no es correcto! No es justo… ¡el castigo debería ser mío! —Pero nadie
levantaría la vara contra un príncipe.
—Escuché maullar a ese pequeño chaval —dijo Vasily—. Son solo unos cuantos
latigazos. No sé por qué estás haciendo tanto alboroto. 219
El siguiente día, Nikolai se quedó sentado tranquilamente en su silla. Rompió su
silencio solo una vez, cuando Mitkin salió de la habitación.
—Lo lamento por lo que sucedió ayer —le dijo a Dominik—. Nunca dejaré que
suceda de nuevo.
—Es para lo que estoy aquí, moi tsarevich. Por favor no se sienta mal.
—Estás aquí para aprender a leer y escribir y sumar, y eso es todo —dijo
Nikolai—. Yo lo mejoraré. Lo prometo.
Nikolai mantuvo esa promesa. Se quedó en silencio cada día después de eso. No
se escabulló en la cocina para robar pasta de almendras. No desarmó nada valioso, corrió
LEIGH BARDUGO
por el pasillo de retratos ni inicio ningún incendio. Todos se maravillaron ante los
cambios forjados en el joven príncipe y aplaudieron al tutor Mitkin por su ingenio.
Lo que no sabían era que, entre todo el silencio y tranquilidad, Nikolai y Dominik
de alguna forma consiguieron hacerse amigos. Inventaron su propio código para
comunicarse en sus libros de lecciones y construyeron botes de juguete con velas
funcionales que lanzaron en el jardín de agua abandonado donde nadie se aventuraba
nunca. Se dieron títulos el uno al otro que cambiaban cada día, algunos grandes:
Dominik el Atrevido, Nikolai el Justo, y algunos menos: Dominik el Pedorro, Nikolai
el Grita Arañas. Aprendieron que mientras no perturbaran la calma del palacio, a nadie
le importaba lo que hicieran, y si parecían estar esforzándose en sus estudios, nadie se
molestaba en revisar si estaban memorizando fechas o intentando descifrar cómo
construir una bomba.
Cuando tenía doce, Nikolai pidió una lectura extra en química e historia kaelish
y se retiró a la biblioteca cada tarde durante horas para estudiar en silencio. De hecho,
la lectura y ensayos le tardaban muy poco tiempo, y tan pronto aceleraba en revisarlos,
se disfrazaba con un jubón de campesino y se escabullía del palacio para visitar a la
familia de Dominik en el campo. Trabajaba en los campos, aprendía a arreglar carretas
y equipo de granja, a ordeñar vacas y apaciguar caballos, y cuando cumplió trece años,
tomó su primer bebida alcoholica casera desde una taza de latón abollada.
220
Cada noche, se acostaba agotado, feliz de tener una ocupación por primera vez
en su vida, y en las mañanas presentaba a sus maestros un trabajo impecable que los
hacía preguntarse si tal vez Nikolai se convertiría en un gran erudito. Al final resultó que
el príncipe no era un niño malo; él simplemente no tenía ningún don para permanecer
ocioso.
—Ella misma lo ahogó —le dijo Dominik a Nikolai al día siguiente—. Ella había
dejado de producir leche porque su familia se está muriendo de hambre.
Aun así, las cosas podrían haber continuado de esa manera si Vasily no hubiera
descubierto a Nikolai volviendo a escondidas al palacio una noche. Ya tenía quince
años, y los años de salirse con la suya con el engaño lo habían hecho descuidado.
—Ya revoloteando a las campesinas —había dicho Vasily con desprecio—. Eres
peor que padre.
—Su familia perderá su estipendio. Es posible que no puedan alimentarse sin él.
—Pudo ver su propia cara de enojo reflejada en brillantes paneles azules veteados de
oro—. Dominik no estará exento del Reclutamiento el próximo año.
Vasily aún era más alto que Nikolai, aún pesaba más que él. Metió un dedo en el
pecho de Nikolai y dijo: —No me digas lo que debo o no debo hacer, Sobachka. Seré un
rey, y tú siempre serás Nikolai Nada.
Pero mientras Vasily había estado entrenando con instructores que nunca lo
habían presionado demasiado y que siempre se aseguraban de dejar que el futuro rey
ganara, Nikolai había pasado sus días jugando con los campesinos que no sabían la nariz
de quién hacían sangrar.
Una vez más, Nikolai prometió que arreglaría las cosas con Dominik, aunque
esta vez sería más difícil. Comenzó por idear formas de canalizar dinero a la familia de
su amigo. Pero para hacer más, necesitaría influencias, algo que su hermano poseía
222
simplemente por haber nacido primero.
No se detuvo con sus padres. Nikolai se presentó ante los miembros del gabinete
de su padre y les hizo preguntas halagadoras sobre el gobierno y las finanzas. Escribió a
los comandantes militares para felicitarlos por las victorias e indagar sobre las estrategias
que desplegaban. Mantenía correspondencia con armeros y constructores navales y se
dedicaba a aprender idiomas, la única cosa en la que no sobresalía particularmente, para
poder abordarlos en sus propias lenguas. Cuando el otro hermano de Dominik fue
enviado al frente, Nikolai utilizó toda la influencia que tenía para reasignarlo a un lugar
donde la lucha era leve. Y para entonces, tenía considerable influencia.
Como era tradición entre los nobles, Vasily aceptó la comisión de su oficial y
trató su servicio militar como simbólico. Nikolai se unió a la infantería. Sufrió 223
entrenamiento básico con Dominik en Poliznaya, y viajaron juntos a su primera
comisión. Dominik estaba allí cuando Nikolai recibió su primera bala, y Nikolai estaba
allí cuando Dominik cayó en Halmhend, para no volver a levantarse.
—¿El revolucionario?
LEIGH BARDUGO
Zhirov había sido un radical en el tiempo del abuelo de Nikolai.
Dominik asintió. —Este país —gritó Zhirov—. Ni siquiera pueden colgar a un hombre
correctamente.
—Yo lo mejoraré —prometió Nikolai, tal como lo había hecho hace muchos años 224
en el aula de Mitkin—. Voy a encontrar una manera.
Había presenciado mil muertes desde entonces. Sus pesadillas habían estado
plagadas por innumerables campos de batalla. Y, sin embargo, era esa promesa a
Dominik lo que lo persiguía en sus horas de vigilia. Pero, ¿cómo iba a explicarle todo
esto a Zoya, todavía sentada pacientemente en la esquina de la cama, manteniendo la
distancia?
Levantó la vista hacia el techo de nido de abeja y dejó escapar un largo suspiro.
—Creo que puedo arreglarla —dijo al fin—. Siempre he sabido que Ravka está
quebrada, y he visto la forma en que quiebra la gente a cambio. Las guerras nunca cesan.
El problema nunca se detiene. Pero no puedo dejar de creer que, de alguna forma,
LEIGH BARDUGO
encontraré la manera de superar a todos los reyes que vinieron antes y componer este
país. —Él negó con la cabeza y se echó a reír—. Es el colmo de la arrogancia.
—No esperaría menos de ti —dijo Zoya, pero su voz no era cruel—. ¿Por qué
mandaste a Nina lejos?
—¿Qué? —La pregunta lo tomó por sorpresa, aún más por la manera rápida y sin
aliento en que Zoya había pronunciado las palabras, como si las forzara a salir de sus
labios.
—No lo sé.
—No voy a pedirte que me perdones por lo que sucedió en el campanario. 225
—Tú hablaste —dijo ella lentamente—. Esa noche en Balakirev. Dijiste mi
nombre.
—Pero ... —Nikolai se enderezó. La bestia nunca había tenido lenguaje antes, no
cuando había estado infectado durante la guerra, y por lo que sabía, no ahora que el
monstruo había regresado. Cuando el Darkling lo había infectado, incluso en los
momentos en que Nikolai era capaz de poner su conciencia en primer plano, no había
podido leer, no había podido comunicarse. Era uno de los elementos más dolorosos de
su transformación—. Tal vez eso es algo bueno. Tal vez mi conciencia estaba tratando
de encontrar un camino a través. Hoy…
Él hizo una pausa. —Estoy tentado de decir que fue miedo o que tu imaginación
te superó ... —Ella lo miró fijamente—. Pero preferiría no ser abofeteado.
—Sé que no tiene sentido. Podría haber sido el miedo o la pelea, pero realmente
creí que querías matarme. No sólo estabas hambriento. Estabas impaciente. —Zoya
apretó los puños contra sus muslos—. Te gustó asustarme.
Quería decir que no la habría lastimado, que habría detenido la cosa dentro de él
antes de que pudiera hacerlo. Pero se negó a hacer que cualquiera de ellos sintiera el
deshonor de esa mentira.
—Espero que no. —Ella aflojó los puños—. Espero que haya un bosque de espino
debajo de las arenas del Abismo. Espero que toda esta conversación sobre rituales
mágicos y sacerdotes guerreros resulte ser algo más que un relato fantasioso. Pero si no
hay cura y si esta cosa en ti es más que una maldición que dejó el Darkling, si está
tratando de usarte para encontrar un camino de regreso a este mundo... —Ella lo miró,
sus ojos azules feroces a la luz de lámpara. Sintió el profundo pozo de la pérdida dentro
226
de ella, el dolor que ella se esforzaba tantísimo por esconder—. Pondré una bala en tu
cerebro antes de dejar que eso suceda, Nikolai.
Los hombres que habían gobernado Ravka habían amado el poder más de lo que
habían amado a su gente. Era una enfermedad. Nikolai lo sabía, y había jurado que no
sería ese tipo de líder, que no sucumbiría. Y, sin embargo, nunca había estado seguro de
que, cuando llegara el momento, pudiera hacerse a un lado y renunciar al trono, aquello
por lo que había luchado tanto y por mucho tiempo. Y si se dejara ser más monstruo
que hombre, significaría que había fracasado. Así que dejaría de lado sus dudas y sus
deseos. Intentaría ser mejor. Y la mujer que tenía delante se aseguraría de proteger a
Ravka. Incluso de sí mismo.
LEIGH BARDUGO
Le tomó la mano y le dio un beso en los nudillos. —Mi despiadada Zoya, cargaré
el arma yo mismo.
227
LEIGH BARDUGO
Nina y Hanne tomaron turnos para dormitar, los hombros presionados juntos,
haciendo un espectáculo de dormir, mientras sus “guardias” se quedaban levantados.
Cuando ambas estaban en peligro de caer exhaustas, se preguntaban a cada una alguna
de estas cosas: dulce favorito, libro favorito, recuerdo favorito. Nina aprendió que
Hanne adoraba los bollos de crema rellenos de natilla de vainilla; tenía un secreto gusto
por las horribles novelas populares de Katterdam, mientras más sangrientos mejor,
aunque las traducciones eran difíciles de encontrar; y que a ella le gustaba … coser.
—Es una habilidad muy útil —dijo Hanne de manera defensiva—. ¿Quién 228
remendaba las medias de tu esposo?
—Yo lo hacía, por supuesto —mintió Nina. Aunque se suponía que los soldados
deberían saber usar una aguja e hilo, nunca lo había hecho. Siempre terminaba yendo
con huecos en sus medias—. Pero no lo disfrutaba. La Madre del Pozo debe aprobarlo.
—Estaríamos encantadas, por supuesto —dijo Nina con los dientes apretados.
Para sorpresa de Nina, Henna intervino —No pensamos que ustedes quisieran
detenerse con nosotras para hacer nuestra penitencia con las Mujeres del Pozo. ¡Pero
que maravilloso! Entiendo que las hermanas se alegran de actuar el skad para cualquier
visitante masculino por solo una pequeña tarifa. —Nina había leído sobre el skad.
Soportarlo era el sello de la masculinidad de los fjerdanos, pero también ocasionalmente
una sentencia de muerte. Esto requería un voto de tres meses de celibato y un ritual de
purgado con lejía para limpiar el espíritu.
—Solo sigan derecho por la plaza principal en Overüt —dijo Nina—. Es la casa
mas grande en el bulevar.
—Busquen una con los tejados más grandes —agregó Hanne—. Los más
puntiagudos de la ciudad.
Hanne miró sobre su hombro y le dio a Nina una sorprendente sonrisa malvada.
—Mi educación religiosa debe ser buena para algo.
Él agitó la mano hacia ellas, y Nina sabía que su alivio a que ella hubiera
sobrevivido la tormenta era real, incluso mientras él hacia un gran espectáculo de parecer
indignado por los pantalones de Henna.
—Pensé que a los zemeni no les importaban ese tipo de cosas —refunfuñó Henna.
—Su esposa es zemeni. Él es kaelish, y está preocupado porque estás tú por tu 230
cuenta. Realmente… ¿Qué estabas haciendo ayer aquí afuera?
Henna movió su cara arriba hacia el cielo, cerrando los ojos. —Necesitaba
cabalgar. Cuando el clima está por cambiar es el mejor momento. Los campos están
vacíos entonces.
—Soy voluntaria para buscar agua fresca. La Madre del Pozo solo estará feliz de
no tener que decirle a mi padre que su hija murió por exposición en el medio de una
tormenta.
—Cabalga con nosotros un poco más —Nina le dijo a Henna mientras montaba
su propio caballo.
Henna parecía como si quisiera retirarse, pero Nina sabía que la otra chica no
quería arriesgarse a una ofensa cuando estaba todavía desesperada en asegurar el silencio
de Nina.
Así que Nina estaba en lo correcto; ellas tenían casi la misma edad. —No estás
lista para tomar los votos. —Hanne le dio una sacudida a su cabeza—. Pero no puedes
ir a casa. —Otra sacudida de su cabeza—. ¿Así que entonces qué?
Hanne no dijo nada, su mirada fija en la nieve. Ella no quería hablar, o tal vez
sentía que ya había dicho mucho.
LEIGH BARDUGO
Nina la miro de reojo. —Puedo decirte que estás ansiosa por una última
oportunidad de cabalgar antes de regresar.
—Puedo decirlo por la forma en que tus ojos se fijan en el horizonte, la forma
que sostienes las riendas. —Nina dudó, entonces añadió—: El truco de actuar es creer
la mentira tú misma, al menos un poco. La actuación comienza en el cuerpo. Si quieres
convencer a alguien de algo, debes comenzar con la forma en cómo se mueve tu cuerpo.
Esto dice cientos de historias antes de que abras la boca.
—¿Estas segura de querer saber? —Una de las cosas es ver la verdad de alguien.
Y otra decírselas a ellos.
—Eres fuerte, pero tienes miedo de que cualquier lo vea, así que te encorvas y
tratas de hacerte mas pequeña. Tú solo estás a gusto cuando piensas que nadie te está
viendo. Pero entonces…
232
Hanne le dio una mirada cautelosa. —Yo sé cómo luzco.
«¿De verdad?» A Nina le habría gustado decirle a Henna que ella podía pasearse
por Os Alta, con todo su metro ochenta de estatura, con su cabello castaño bañado-en-
jarabe-de-fresa y sus ojos de moneda-de-cobre, y unos cientos de cortesanos de Ravka
podrían escribir canciones de su belleza. Nina podría ser la primera. Pero eso conduciría
a unas pocas preguntas.
Al menos ella podía ofrecerle algo a Henna. —No le diré a nadie qué eres.
Los ojos de Henna se volvieron duros. —¿Por qué? Ellos te premiaran. Informar
sobre una Grisha significa un peso de plata. ¿Por qué serías tan amable?
LEIGH BARDUGO
«No estoy siendo amable. Estoy ganando tu confianza. Pero no te sentenciaré a muerte si
puedo evitarlo.»
—Porque te las ingeniaste para salvar mi vida cuando podrías haber cabalgado
lejos —dijo Nina, entonces dio el salto—. Y no creo que los poderes Grisha te hagan
malvada.
—Te entiendo —dijo Nina, aunque cada parte de ella protestaba—, pero no
puedes. Así que la pregunta es si quieres odiar lo que eres y ponerte a ti misma en gran
riesgo de ser descubierta, o aceptar esa cosa que está dentro de ti y aprender a controlarlo.
—«O abandonar este país totalmente abandonado por los santos .»
—No creo que funcione de esa manera —dijo Nina—. Pero yo sé que si los
Grisha no usan sus poderes, eventualmente comienzan a enfermar.
Henna tragó. —Me gusta usarlos. Me odio a mi misma cada vez, pero solo quiero
volverlo a hacer. 233
—Hay algunos —dijo Nina cuidadosamente—, quienes creen que dicho poder es
un regalo desde Djel y no una clase de calamidad.
—Esos son los susurros de los herejes y los paganos. —Cuando Nina no
respondió, Hanne dijo—. Tú nunca me dijiste que paso con tu hermana
—¿Realmente?
«No, no realmente. Cualquier hermana mía podría ser una Cardio haciendo la guerra a tu
gobierno ignorante y corto de vista .» —Sí —Nina mintió—. Yo recuerdo mucho de las
LEIGH BARDUGO
lecciones que ella recibía. Había algo de preocupación de que yo pudiera ser una
latente… corrupción, así que también me enseñaron junto con ella. Podría ser capaz de
ayudarte a controlar tus poderes también
«Porque intento bombearte por información mientras lo hago y meterte algo de sensatez al
mismo tiempo». Después de todo, Nina había logrado llegar a uno de los fjerdanos cabeza
dura. Tal vez había probado que tenía un talento para eso.
—Porque una vez alguien hizo lo mismo por mi hermana —dijo—. Es lo menos
que puedo hacer. Pero necesitaríamos un pretexto para pasar el tiempo juntas en el
convento. ¿Cómo te sientes sobre aprender zemeni?
«Ella tiene miedo de su poder», pensó Nina. «Pero puedo quietarle ese miedo.»
Hanne la miró fijamente, casi incrédula. Entonces ella apretó sus tacones en los
flancos de su caballo y salió en un fuerte galope, el cuerpo bajo, la cara vuelta hacia el
viento, como si ella y el animal fueran uno, una criatura hibrida nacida salvaje. ¿Tan
pocas personas habían sido amables con Henna para que ella pudiera sorprenderse tanto
por un pequeño gesto de generosidad?
Una hora después, Nina y Adrik entraron a los establos del convento. Se habían
ido durante una noche, pero para Nina fue como si hubiera pasado toda una larga
estación. Su mente se sentía sobrecargada de emociones e información nueva. Matthias.
Trassel. Hanne. Las mujeres enterradas en la fábrica. Las marcas de dientes palpitaban
en su antebrazo. Había sido atacada por lobos, por todos los Santos. Necesitaba un baño
caliente, un plato de gofres, y como doce horas de sueño.
Leoni les hizo un saludo con la mano cuando los vio. Estaba postrada en un
banquito en una esquina oscura de los establos, escondida de los curiosos ojos de los
transeúntes por algunas cajas que Nina y Adrik habían dejado atrás. Había montado una
pequeña estufa de campamento, y el espacio alrededor de ella estaba lleno de envases y
frascos de vidrios que debía haber estado usando para hacer pruebas en muestras de
agua.
—Pensé que volverían más pronto —dijo con una sonrisa. 235
Adrik guió su caballo a una caseta. —Nina decidió tener una aventura.
Leoni se puso de pie, luego se apoyó con la mano de la pared —Yo —Sus ojos se
pusieron en blanco y perdió el equilibrio.
LEIGH BARDUGO
—¡Leoni! —gritó Nina mientras ella y Adrik corrían a su lado, alcanzándola justo
antes de que colapsara en el suelo. La acostaron con cuidado junto a la estufa del
campamento. Estaba empapada en sudor y su piel se sentía como fuego.
Los ojos de Leoni se abrieron. —Eso fue inesperado —dijo, y luego tuvo el
descaro de sonreír.
—Este no es momento para estar de buen humor —dijo Adrik—. Tu pulso está
acelerado y estás hirviendo.
—Creo que rompí una de las pruebas —dijo Leoni, con voz entrecortada—.
Estaba intentando sacar los contaminantes de las muestras, aislarlos. Quizá mi cuerpo
absorbió algo. Te dije que los venenos son complicados de trabajar.
—Te llevaré de vuelta a los dormitorios —dijo Nina—. Puedo buscar agua
limpia…
—Podemos atenderla aquí —dijo Adrik—. Podemos acomodarla detrás de los 236
trineos. Puedo hacer una fogata y hervir algo de agua para té.
Nina preparó una cama con cobijas para Leoni, fuera de la vista del patio
principal, e intentó ponerla cómoda ahí.
—No me di cuenta de que sus heridas fueran tan graves —dijo Adrik.
—No lo eran —dijo Leoni, bebiendo lentamente—. Creo que fue el río. Estuvo
en el agua por un rato, y tenía una herida abierta.
—Por todos los Santos —dijo Adrik—. ¿Qué demonios están haciendo en esa
fábrica?
—No lo sé, pero —Nina dudó, luego dijo de forma cortada—. Pero hay tumbas
por toda esa montaña. Detrás de la presa, por todos los patios de la fábrica. Las sentí por
todos lados.
Los ojos de Leoni estaban cerrados. Su pulso acelerado parecía haberse aplacado
un poco: una buena señal. 237
—¿Hay más agua limpia? —preguntó Nina—. Deberíamos intentar bajar la
fiebre. ¿Y podrías ver si hay algo de carbólico en su botiquín?
—Por supuesto.
—Espera —dijo Adrik—. ¿Hablas en serio? —Se sentó junto a Leoni y se masajeó
las sienes con sus dedos—. Una soldado envenenada, otra atacada por lobos. Esta
misión va de mil maravillas.
LEIGH BARDUGO
Nina sacó un pedazo de tela del trineo y lo rompió en dos. Uso una mitad para
hacer una compresa para Leoni y la otra para limpiar y apretar la herida en su brazo.
—Algo parecido. —Nina no estaba lista para hablar sobre Trassel. La última cosa
que necesitaba era el escepticismo de Adrik—. Creo que posiblemente la mordida tenía
parem.
—¿Qué?
Nina le lanzó una mirada a Leoni, cuyos parpados se abrieron. —No puedo estar
segura, pero los lobos no se comportaban de forma normal. Se sintió como parem.
—Entonces tu adicción…
Nina sacudió la cabeza —Estoy bien, por ahora. —Eso no era completamente
cierto. Incluso la sugerencia de parem era suficiente para sentir el despertar del hambre
animal. Pero el tirón de la necesidad parecía más opaco de lo que esperaba.
Asintió y logró apoyarse sobre los codos. —No lo he aislado aún. ¿Por qué no
nos dijiste sobre las tumbas cuando las encontraste, Nina?
LEIGH BARDUGO
—¿Estás segura de que no quieres volverte a dormir? —preguntó Nina. Miró las
compresas que tenía dobladas en sus manos—. No sé por qué. Creo… creo que ellas me
guiaron a la entrada este.
—¿Quién te guio?
—Sé que sueno como si me volví loca, pero tenemos que entrar a esa fábrica. Y
creo que conozco a alguien que nos puede ayudar.
Nina llevó a Leoni de vuelta a los dormitorios antes de que cayera la noche y la
acostó en su cama. Su fiebre había disminuido y ya se sentía mejor; prueba mayor de
que lo que sea que encontró en el agua no era parem. Entonces, ¿Qué les pasaba a los
lobos, y que había en sus mordidas? ¿Y qué había matado a la novicia?
De pie, en el borde del bosque, Nina miró hacia la fábrica, sus luces brillaban,
doradas bajo el atardecer, las ventanas del ala este estaban oscuras. Pensó en las raíces
enredadas de las cenizas de Djel, talladas en las paredes de la presa.
Hay veneno en este lugar. Casi podía saborearlo, amargo en su lengua. ¿Pero qué tan
profundo está?
LEIGH BARDUGO
La mañana siguiente, Nina se alegró al encontrar una invitación a la oficina de
la Madre del Pozo que había sido deslizada bajo su puerta. Nina debía reunirse con ella
y Hanne después de las oraciones de la mañana para discutir las posibilidades de
lecciones de idioma. Así que Hanne quería aprender más sobre sus dotes Grisha…
incluso si era solo para controlarlos.
Nina quería gritar. Había sido una espía para Zoya Nazyalensky en la Isla
Errante. Había pasado un año sola en Ketterdam haciendo trabajos para Kaz Brekker.
Se había infiltrado en la Corte de Hielo como un chica de la Colección. Podría ser nueva
en este juego en particular, pero había tenido mucho en riesgo en bastantes ocasiones.
—Puedo controlar esto, Adrik —dijo, lo más calmada que pudo—. Sabes que ella
es nuestro mejor activo. Podemos averiguar lo que está pasando en esa fábrica. No 240
necesitamos que alguien más lo haga.
Nina dejó a Adrik y a Leoni en los establos y cruzó el patio hacia la capilla,
pasando a través de las pesadas puertas cubiertas por sus elaborados nudos de ramas de
ceniza. La dulce y amarga esencia de las paredes de madera la envolvieron, se tomó un
momento para permitirle a sus ojos ajustarse a la penumbra. El aire estaba frío y pesado,
los bancos estaban iluminados por el brillo de las linternas y por la débil luz del sol que
se colaba por algunas delgadas ventanas por encima del transepto. No había altar, ni
escenas pintadas de Santos —en su lugar había un enorme árbol extendido a lo largo del
ábside de la capilla, con sus raíces extendiéndose hasta la primera fila de bancos. El
fresno de Djel, alimentado por el Manantial.
«¿De quiénes son las oraciones que oyes?» Se preguntó Nina. «¿Escuchas las palabras de
los soldados? ¿O de Grisha fjerdanos encerrados en las celdas de Jarl Brum?» Los susurros en su
cabeza parecieron suspirar —¿arrepentidos? ¿Nostálgicos? No lo sabía. Alisó sus faldas
y se apresuró a través del pasillo lateral hacia la oficina de la Madre del Pozo.
—Enke Jandersdat —dijo la anciana mujer cuando Nina entró, refiriéndose a ella
por su título de viuda—. Hanne me dice que estás dispuesta a ofrecer lecciones de
zemeni. Espero que sepas que este convento no puede cubrir las tarifas de un tutor. 241
Hanne permaneció en silencio, vestida con su delantal azul pálido y su elegante
blusa blanca, con los ojos puestos en sus imprácticas zapatillas de fieltro. Su cabello
castaño rojizo estaba cuidadosamente trenzado y arreglado en una corona apretada en
su cabeza. El uniforme no le quedaba bien. Nina sintió la necesidad de agarrar los
alfileres de las trenzas de Hanne y ver todo ese glorioso cabello caer de nuevo.
—Por supuesto —dijo Nina. —No requeriría ningún pago. Todo lo que le pido
es que nos permita gozar de su hospitalidad un poco más y, si tiene una olla de cobre,
que puedan prestársela a mis empleadores. —Leoni estaba segura de que podría
continuar sus experimentos de manera segura ahora que sabía con lo que estaba
tratando, pero los instrumentos de cobre serían una gran ayuda.
LEIGH BARDUGO
—Parece una oferta demasiado generosa —dijo la Madre del Pozo, con los labios
apretados en una línea sospechosa.
—Me ha atrapado —dijo Nina, y vio que los ojos de Hanne se ensanchaban.
Santos, si Hanne tenía la intención de continuar viviendo en este miserable país, ella
necesitaría unas clases de engaño. Tal vez una pasantía en Ketterdam. No habían
atrapado a Nina, pero podía decir que La Madre del Pozo pensaba que tenía algún tipo
de segundas intenciones, así que tenía que darle una. —La verdad es que no puedo
continuar mi trabajo como guía mucho más tiempo. El viaje es una dificultad, y en algún
momento necesito buscar un puesto más permanente para proveerme.
—Oh no, por supuesto, entiendo. Pero una referencia de la Madre del Pozo de
Gäfvalle significaría mucho para otros fjerdanos que buscan un maestro para sus hijos.
La Madre del Pozo se pavoneó, levantando la barbilla. Ser religioso era poca
defensa contra la adulación. —Bien. Puedo ver cómo eso podría ser una bendición.
Veremos qué bien puedes hacer con nuestra Hanne. Es un poco tarde para que ella
aprenda un nuevo idioma. Pero para ser sincera, es un alivio verla interesada en
cualquier cosa que no implique un jugueteo fangoso en el bosque.
242
La Madre del Pozo las acompañó a un aula vacía y les dijo que tenían libertad
para trabajar hasta la hora del almuerzo. —Espero que sigas con tu otro trabajo, Hanne.
A tu padre no le gustará que te conviertas en una carga para esta institución.
—Sí, Madre del Pozo —respondió ella obedientemente. Pero cuando la mujer
mayor se fue, Hanne lanzó una mirada oscura hacia la puerta y se dejó caer en uno de
los escritorios.
—Ella me considera uno de sus fracasos. Soltera a los diecinueve años, sin
perspectivas y sin señales de un verdadero llamado de Djel.
LEIGH BARDUGO
—¿Se supone que todas las Doncellas del Manantial tengan el llamado? —
preguntó Nina mientras cogía un trozo de tiza y comenzaba a conjugar un verbo zemení
en el tablero de pizarra que cubría la mayor parte de una pared.
—No lo sé. Algunas dicen que sí, afirman tener visiones. Pero no estoy segura de
que Djel tenga interés en chicas como yo. ¿Realmente quieres renunciar a tu vida como
guía?
—No —dijo Nina, tratando de mantener sus letras de tiza rectas—. Todavía no
estoy lista para vivir en un solo lugar. —Solo cuando dijo las palabras, se dio cuenta de
que eso podría ser cierto. Había estado inquieta en Ravka, y ahora se preguntaba si
podría estar inquieta en cualquier lugar en que intentara establecerse.
—Un poco. No tienes que ser buena en eso. —Ella hizo un gesto hacia la
pizarra—. Comenzaremos con este verbo: bes adawa. —Levantó las manos y plantó las
piernas en la primera postura que le enseñaron a cada Grisha—. Pelear.
243
La lección duró dos horas. Nina comenzó justo como su propia educación había
comenzado en el Pequeño Palacio: enseñándole a Hanne a usar su poder Cardio sobre
sí misma.
—¿Cómo sabes todo esto? —dijo Hanne. Sus mejillas estaban enrojecidas por el
uso de su poder, y su cabello había escapado de sus trenzas para rizarse en sus sienes—
. ¿Realmente aprendiste todo de la maestra de tu hermana?
—Sí —dijo ella—. Presté mucha atención. Pero eres tan natural. Estás asimilando
muy rápidamente. —Eso al menos era cierto. Hanne tenía una facilidad con su poder
que era algo especial. Pero su rostro estaba preocupado—. ¿Qué pasa? —preguntó Nina.
—Esa palabra. Natural. —Hanne pasó su dedo por una de las hojas donde había
garabateado la conjugación de otro verbo zemení. Su caligrafía era trágica—. Cuando
era más joven, mi padre me llevaba a todas partes. A montar. A cazar. Era poco
ortodoxo, pero él anhelaba un hijo, y creo que creía que no había nada de malo en ello.
Me encantó. Peleas, equitación, correr libre. Pero cuando me hice mayor y llegó el 244
momento de presentarme en la corte... no pude olvidarme de ello.
«¿Y por qué deberías hacerlo?» Pensó Nina. Ella no tenía un gran amor por los
caballos y prefería no correr a ningún lado a menos que la persiguieran, pero al menos
le permitieron esas oportunidades.
Hanne cruzó los brazos, encorvando los hombros, pareciendo querer hundirse en
sí misma. —Antinatural, me llamaron. El cuerpo de una mujer está destinado a ser
suave, pero el mío era duro. Una dama está destinada a dar pasos pequeños y gráciles,
pero yo daba zancadas. Era un hazmerreír. —Hanne miró hacia el techo—. Mi padre se
culpó a sí mismo por corromperme. Yo no podía cantar ni pintar, pero podía limpiar un
ciervo y ensartar un arco. Podía construir un refugio. Todo lo que quería era escapar al
bosque. Dormir bajo las estrellas.
LEIGH BARDUGO
—Eso suena... bueno, eso suena horrible —admitió Nina—. Pero creo que puedo
entender el atractivo.
Su mirada era sombría, y Nina se preguntó qué futuro sombrío estaba viendo. —
¿Qué pasa si vuelves a fallar?
—Encuentro una forma de encajar, o hago votos y vivo el resto de mi vida aquí,
en servicio a Djel entre las Mujeres del Pozo. —Ella frunció el ceño—. Me gustaría ser
una Inferno en lugar de una Cardio.
—Eso es ridículo —dijo Nina sin pensar, con su orgullo erizado. ¿Cómo podría 245
alguien querer ser Invocador en lugar de Corporalki? «Todo el mundo sabe que somos la
mejor Orden.»—. Quiero decir... ¿por qué alguien querría ser un Inferno?
Palabras peligrosas. Y tal vez Nina debería haber fingido estar escandalizada. En
cambio, ella sonrió. —El charco más grande del mundo.
—Lo soy —dijo Hanne sin un indicio de vacilación—. Pienso en eso cada vez
que salgo. Solo desaparecer. Hacer creer a todos que me perdí en una tormenta o que fui
arrastrada por el río.
«Idea bestial. Ven a Ravka.» —Entonces, ¿por qué no hacerlo? ¿Por qué no solo ir?
Hanne la miró fijamente, sorprendida. —No podría hacer eso a mis padres. No
podría avergonzarlos de esa manera.
Nina por poco evitó poner los ojos en blanco. «fjerdanos y su honor.» —Por
supuesto que no —dijo ella rápidamente. Pero no pudo evitar pensar en Hanne
246
cabalgando en el claro, con el rifle levantado, las trenzas sueltas, una guerrera nata.
Había oro en ella, Nina podía verlo, el brillo se atenuaba por los años que le decían que
había algo malo en la forma en que estaba hecha. Esos destellos de la verdadera Hanne,
la Hanne que debía ser, la estaban distrayendo. «No estás aquí para hacer una nueva amiga,
Zenik», se reprendió a sí misma. «Estás aquí para obtener información.»
—Ella no lo hará.
LEIGH BARDUGO
—Si mis amigos y yo hubiéramos sido menos generosos, podría haberlo hecho.
Ahora Hanne se echó hacia atrás y sonrió con confianza. «Ahí estás», pensó Nina.
—Hubiera sido tu palabra contra la mía. Hubiera estado bien vestida con mi delantal y
dentro de las paredes del convento antes de que ustedes llamaran a la puerta de la Madre
del Pozo.
Nina levantó las manos para hacer las paces. —Solo creo que podrías considerar
más cautela.
—Lo dice la chica que me enseña habilidades Grisha en los pasillos de Djel.
Hanne levantó una ceja. —O tal vez solo piensas que eres mejor siendo audaz.
247
«Pruébame», pensó Nina. Pero todo lo que dijo fue: —De vuelta al trabajo. A ver
si puedes hacer que mi corazón se acelere.
LEIGH BARDUGO
Kribirsk había sido un puerto, pero ahora el territorio oscuro conocido como el
Falso Océano había desaparecido, y Kribirsk era solo otra ciudad pequeña con poco que
ofrecer más que una historia triste.
Los negocios de Kribirsk eran los mismos que siempre habìan sido: posadas,
burdeles, sastrerías… solo había menos. Solo la iglesia había cambiado. El sencillo
edificio desgastado con su domo azul alguna vez había estado dedicado a Sankt
Vladimir. Ahora un resplandeciente sol dorado colgaba sobre la entrada, una señal de
que el edificio había sido consagrado a Sankta Alina del Abismo.
Zoya había tardado mucho tiempo en pensar en Alina como algo más que una
rival. Había resentido los dones de la huérfana, envidiado su posición con el Darkling.
No había entendido lo que significaba el poder entonces o el precio que cualquier de
ellos estaría forzado a pagar por él. Después de la guerra, Alina había elegido una vida
de paz y anónimato, comprado con la charada de su muerte, pero su nombre y su
leyenda solo habían crecido. Zoya se sorprendía de descubrir que le gustaba ver el
nombre de Alina en iglesias, le gustaba escucharlo dicho en las oraciones. Ravka había
dado demasiado de su amor a hombres como el Darkling, el Apparat, incluso los reyes
Lantsov. Le debían un poco a una chica huérfana sin sentido del estilo para vestir.
Aunque el símbolo que coronaba la entrada de la iglesia había cambiado, sus 249
paredes exteriores permanecían igual. Estaban cubiertas con los nombres de los muertos,
víctimas de la matanza del Darkling en Novokribirsk, la ciudad hermana de Kribirsk, la
ciudad que alguna vez había estado casi directamente al otro lado del Abismo de
Sombras. El sol y el tiempo habían desvaído la escritura pintada, así que era casi ilegible
para cualquiera que no tuviera en su corazón los nombres de los perdidos.
«Un día esas palabras se desvanecerán a la nada», pensó Zoya. La gente que guardaba
luto por los muertos también desaparecerían. «Yo desapareceré. ¿Quién me recordará
entonces?» Zoya sabía que si caminaba a la esquina suroeste, encontraría los nombres de
Liliyana Garin y su guardia. Pero no haría esa caminata, no trazaría esas letras torpes
con los dedos.
LEIGH BARDUGO
Después de todo este tiempo, aún no había encontrado un final para su pena. Era
un pozo oscuro, un lugar de eco en el que alguna vez había lanzado una piedra, segura
que llegaría al fondo y le dejaría de doler. En su lugar, continuaba cayendo. Se olvidó
sobre la piedra, se olvidó del pozo, a veces durante días o incluso semanas seguidas.
Entonces pensaría en el nombre de Liliyana, o su vista se detendría en el botecito pintado
en su pared del dormitorio, su bandera de dos estrellas congelada en el viento. Se sentaba
a escribir una carta y se percataba que no tenía a quién escribirle, y el silencio que la
rodeaba se convertía en el silencio del pozo, de la piedra aún cayendo.
No, no giraría a esa esquina de la iglesia. No tocaría esos nombres con los dedos.
No hoy. Zoya tocó los flancos del caballo con los talones y giró su montura hacia la
ciudad.
Tolya estaba alojado al otro lado de la calle con el monje. Juntos, los gemelos
eran demasiado llamativos, y esta parada en particular del itinerario real era mantenida 250
en secreto. Habían enviado el gran carruaje dorado y sus escoltas resplandecientes a
Keramzin. Allí, la partida sería recibida por la pareja que manejaba el orfanato, y sabían
que podían confiarles los secretos de la corona.
Envió misivas similares a los Grisha estacionados por todo Ravka, con
instrucciones de vigilar día y noche y peticiones de que sus enlaces del Primer Ejército
apostaran soldados adicionales en torres y atalayas. Habría sido más rápido que los
Grisha en los puestos de control hicieran las peticiones directamente, pero el protocolo
era el protocolo. Alguna parte de ella siempre resentiría este baile, pero estos gestos
existían para preservar la dignidad de la gente involucrada. Los Grisha no deseaban ser
vulnerables, y el Primer Ejército deseaba mantener su autoridad.
Una vez que Nikolai hubo desayunado, trabajaron lado a lado, mayormente en
silencio, solo ocasionalmente consultándose el uno al otro.
—Una de las fuentes de Tamar dice que existen rumores que un miembro de la
guardia real shu desea desertar —dijo Zoya, leyendo el archivo que Tamar le había
dejado. 251
—¿Un miembro del Tavgharad? Eso sería tremendo.
Zoya asintió. —La fiesta será la oportunidad perfecta para hacer contacto.
—¿Estás diciendo que mi Festival de Tonterías Otoñales fue una idea brillante
después de todo?
—No dije semejante cosa. Pero nos aseguraremos de que tengas tiempo suficiente
para coquetear con la princesa shu y que Tolya y Tamar tengan una oportunidad para
interactuar con la guardia real.
Zoya apartó el archivo y dijo: —¿Harás que Pensky requiera más soldados en
Arkest para los puestos vigilancia? —Él era el general del Primer Ejército con el que
Zoya más trataba—. Creo que podrían estar particularmente abiertos a un ataque
khergud.
—Porque le he enviado dos peticiones de tropas el último mes, así que sería mejor
si esta petición viniera de ti.
Nikolai gruñó, con una pluma entre los dientes, entonces se la arrancó y dijo: —
Le escribiré a Pensky. Pero ¿eso significa que deberíamos reasignar a los Grisha cerca
de Halmhend? ¿Y puedes tú requerir una servilleta para mí? He derramado té sobre esta
nota al embajador kaelish.
Zoya envió dos servilletas flotando sobre la mesita y las dejó caer en una pila
junto al codo de Nikolai. Ella agradecía la tranquilidad esta mañana, el regreso a la
rutina.
Había ocasiones como esta, cuando trabajaban uno al lado del otro, cuando el
ritmo entre ellos era tan fácil que su mente se volvía una traidora. Miraba el alboroto de 252
la cabeza dorada de Nikolai inclinada sobre alguna correspondencia o sus largos dedos
abriendo un rollo y ella se preguntaba cómo sería cuando él finalmente se casara, cuando
le perteneciera a alguien más, y perdía esos momentos de paz.
Zoya aún sería el general de Nikolai, pero sabía que sería diferente. Él tendría a
alguien más a quien molestar y en quien apoyarse y con quien discutir por encima del
arenque. Ella había hecho que los hombres se enamoraran de ella con anterioridad,
cuando era joven y cruel y le gustaba probar su poder. Zoya no deseaba, la deseaban. Y
así era como le gustaba. Era mortificante admitir que no estaba en absoluto segura de
poder hacer que Nikolai la deseara, y más mortificante pensar que una parte de ella
anhelaba intentarlo, saber si él era tan inmune a su belleza como parecía, saber si alguien
LEIGH BARDUGO
como él, lleno de esperanza y luz y un comportamiento optimista, podría amar a alguien
como ella.
Pero incluso cuando su mente le jugaba estos juegos desagradables, Zoya sabía
no dejarlos ir muy lejos. Sus cuidadosos tratos con el Primer Ejército, su monitoreo de
los asuntos Grisha por toda Ravka dejaban perfectamente claro que (incluso si Nikolai
la hubiera visto como algo más que una comandante capaz), Ravka nunca aceptaría una
reina Grisha. Alina había sido diferente, una Santa, atesorada por la gente, un símbolo
de esperanza para el futuro. Pero para la gente común de Ravka, Zoya siempre sería la
bruja cabello de cuervo que gobernaba las tormentas. Peligrosa. No digna de confianza.
Nunca le darían su precioso hijo dorado a una chica nacida del rayo y el trueno y sangre
común. «Y no podría ser de ninguna otra forma.» Una corona estaba bien y era buena, una
sensiblería hecha para los melodramas conmovedores, pero Zoya había descubierto el
poder del miedo hace mucho tiempo.
—¿Por qué nunca podemos ir encubiertos como gente adinerada? —se quejó 253
Zoya, aceptando la odiosa capa que Tamar le había traído y abrochándosela por encima
de su kefta.
—¿En serio? —replicó Zoya—. No recuerdo que ninguno de ellos estuviera allí.
Si hubieran estado, recordarían todos los nombres de los muertos, no solo su precioso
Darkling.
—Yo estuve en los muelles secos antes —dijo Tamar rápidamente—. Hay
habladurías de un nuevo campamento aproximadamente a quince kilómetros al oeste.
Nikolai debió percibir el deseo de Zoya de romper cada hueso del cuerpo del
monje, porque se interpuso entre ellos y dijo: —Entonces allí es donde empezaremos.
Yuri, tú permanecerás con nosotros y no interactuarás con los peregrinos.
—Pero…
—No quiero que te reconozcan. No quiero que nos reconozcan a ninguno. Ten
en mente lo que está en juego aquí. —Colocó una mano sobre el hombro de Yuri y
añadió desvergonzado—. La propia alma de una nación.
Dos Impulsores junior estaban listos junto al mástil, con apariencia ansiosa y
rídiculamente jóvenes en su kefta azul. Era una tarea fácil para los estudiantes que se
preparaban para graduarse; lejos de la lucha pero donde podían practicar sus lenguajes
y obtener la sensación de seguir órdenes. Tolya estaba parado en la proa. En la popa,
Zoya y Yuri flanqueaban a Nikolai. Tamar montaba guardia al otro lado del monje, en
caso que tuviera la compulsión de intentar ponerse en contacto con sus compañeros
fanáticos.
LEIGH BARDUGO
Zoya mantuvo su chal levantado pero observó a los Impulsores de cerca mientras
levantaban sus brazos e invocaban corrientes de aire para llenar las velas. Era difícil no
pensar en sus primeros días en el Segundo Ejército, del terror de la primera vez que
cruzó, rodeada por la oscuridad, reteniendo el aliento y esperando escuchar el grito de
los volcra, el batir de sus alas mientras llegaban buscando presas.
«Su mayor esfuerzo no los mantendrá con vida», deseó ladrar. —Vi morir a mis amigos
en estas arenas. Lo menos que estos jóvenes zoquetes pueden hacer es aprender a pilotar
un esquife medio vacío para cruzarlas.
Santos, odiaba estar aquí. Habían pasado casi tres años desde la destrucción del
Abismo, pero una extraña tranquilidad permanecía en sus fronteras, la quietud de un
campo de batalla donde habían caído buenos soldados. Los esquifes de cristal que el
Darkling había utilizado para entrar en el Abismo habían sido saqueados y desmontados
desde hace mucho, pero el naufragio de otros vehículos yacía esparcido por los muchos
kilómetros del Abismo. Algunas personas trataban los mástiles partidos y los cascos
rotos como templos para los muertos. Pero otros habían saqueado lo que podían de ellos: 255
madera, lona, cualquier cargamento que llevaran los esquifes perdidos.
Y aun así, mientras se adentraban más en las arenas grises, Zoya se preguntó si
la quietud reverente en los bordes del Falso Océano habían sido pura imaginación, los
fantasmas de su pasado nublándole la visión. Porque mientras viajaban más al oeste, el
Abismo cobró vida. A donde sea que mirara, veía altares dedicados a la Santa del Sol.
Negocios destartalados habían prosperado como la viruela sobre las arenas: posadas y
restaurantes, capillas, tenderos vendiendo curas sagradas, trozos de los huesos de Alina,
perlas de su kokoshnik, retazos de su kefta. Hizo que la piel de Zoya hormigueara.
—Siempre les hemos gustado más muertos —dijo—. Nadie sabe qué hacer con
una Santa viva.
LEIGH BARDUGO
Pero la mirada de Nikolai estaba enfocada en el horizonte. —¿Qué es eso?
Más adelante, Zoya podía ver un borrón oscuro. Lucía como una sombra
proyectada por un banco de nubes espesas, pero el cielo encima estaba despejado. —
¿Un lago?
Zoya consideró empujarlo por la borda. —Si señalara un grifo goteando, dirías
que era un milagro.
Aun así, conforme se acercaban, Zoya vio que la forma en el horizonte no era un
cuerpo de agua sino un resplandeciente disco negro de piedra, al menos de un kilómetro
y medio de un lado a otro, perfectamente redondo y brillante como un espejo.
—Este es el lugar donde cayó el Cielo Oscuro —dijo Yuri, con reverencia en la
voz. 256
¿Lo era? Zoya no podía estar segura. La batalla era un recuerdo de llamas violeta
y miedo. Harshaw sangrando en el suelo, los cielos llenos de volcra.
—Siglos antes —continuó Yuri—. El Cielo Oscuro se paró en este mismo sitio y
desafió las reglas que ataban el universo. Solo él se atrevió a intentar recrear los
experimentos del Forjador de Huesos, Ilya Morozova. Solo él miró a las estrellas y
exigió más.
Yuri giró ojos suplicantes hacia ella. —¿Cómo puedes estar segura? ¿Cómo
puedes saber que el Abismo no fue un desafío que los Santos dispusieron frente al
Darkling?
—Tú mismo lo dijiste. Él desafió las reglas que ataban el universo, que gobiernan
nuestro poder. Él violó el orden natural.
Cómo envidiaba la certeza de este chico, sus visiones, su ridícula creencia de que
el dolor tenía un propósito, de que los Santos tenían alguna clase de plan.
—¿Por qué tiene que ser un quién? —exigió Zoya—. Tal vez así es sencillamente
cómo funciona el mundo, como trabaja. ¿Lo que importa es que cuando los Grisha se
extralimitan con su poder, hay un precio. La lección está erigida en todas nuestras
historias, incluso los cuentos que les narran a los pequeños niños otkazat’sya como tú.
Yuri agitó la cabeza obcecado. —El Hereje Oscuro eligió este lugar con cuidado.
Tiene que haber una razón. 257
—Tal vez le gustó la vista —replicó.
—Hay lugares como este por toda Ravka —dijo él, con voz conciliadora—.
Lugares que han servido a dioses antiguos y nuevos Santos, que han sido construidos y
derruidos y reconstruidos, porque la gente regresaba a ellos una y otra vez para venerar
—Nikolai se encogió de hombros—. Tal vez estaban atraídos por el poder.
—Oh, gracias —dijo Zoya. Nikolai le lanzó una mirada de advertencia que ella
ignoró con alegría—. ¿Está a cargo aquí?
—En el Santo Cielo Oscuro. —El peregrino hizo un gesto al brillante disco de
piedra. No mostraba ninguna imperfección, más oscuro que cualquier noche—.
Contemplen los signos de su regreso.
—Él amaba Ravka. Solo quería hacernos fuertes y salvarnos de reyes débiles.
—Los grandes hombres suelen ser víctima de las mentiras de sus enemigos. ¿Qué
Santo ha caminado entre nosotros que no se enfrentase a dificultades en esta vida? Nos
han enseñado a temer a la oscuridad…
—Los ricos pueden permitirse dejar las luces encendidas —dijo Nikolai con
suavidad. Tiró del brazo de Zoya, arrastrándola de vuelta al esquife y lejos de los
peregrinos.
—Suéltame —bufó ella—. ¿Dónde está el santuario para mi tía? ¿Para San
Harshaw? ¿Para Sergei o Marie o Fedyor? ¿Quién los adorará y encenderá velas en sus
nombres? —Sintió la desagradable punzada de las lágrimas en la garganta, y se las tragó.
Esta gente no se merecía sus lágrimas; solo su ira. 259
—Zoya —susurró Nikolai—. Si sigues atrayendo la atención, podrían
reconocernos.
Tenía razón, y ella lo sabía. Pero aquel lugar, ver ese símbolo en esos pendones…
Era demasiado. Se giró hacia Nikolai.
—Aman la fuerza —dijo—. Vivir en Ravka ha significado vivir con miedo mucho
tiempo. Él les dio esperanza.
—Todas esas vidas perdidas, todo por lo que hemos trabajado, y estos idiotas
están listos para reescribir la historia. —Sacudió la cabeza, deseando poder sacar los
recuerdos, arrancarlos para siempre—. No lo sabes, Nikolai. La batalla en la Hiladora.
Ver cómo le arrancaban el brazo a Adrik. Su sangre… Empapó la dársena. No podíamos
limpiarlo. La gente a la que perdimos aquí. Sobre esta arena. No te acuerdas. Tú eras el
demonio entonces. Pero yo me acuerdo de todo.
—Recuerdo lo suficiente —dijo él, y había un filo en su voz que Zoya no había
oído nunca antes. Posó las manos sobre sus hombros, apretando—. Me acuerdo, Zoya,
y prometo que no permitiré que el mundo lo olvide. Pero necesito que vuelvas a mí.
Ahora necesito tener a mi general a mi lado.
—Quizá deberíamos permitir que se involucren —dijo él—. O podríamos decir que
estamos buscando reliquias de la batalla para un museo…
—Puede que eso solo los enfurezca —dijo Nikolai—. Dirán que el sitio es sagrado
y no puede ser tocado, o querrán cavar ellos mismos para localizar objetos para sus
altares.
A Zoya no le importaba lo que quisieran los peregrinos. Si tenía que verlos a ellos
y sus pendones negros otro minuto más, pensó que iba a perder la cabeza.
Pero su ira había escapado de las ataduras, y podía sentir la tormenta alzarse.
Todo lo que tomó fue un ligero giro de muñecas y la arena cambió, formando crestas,
luego dunas, alzándose más y más alto. Vio a Genya acurrucada en su chal negro, con
los brazos llenos de cicatrices. Vio a Harshaw muerto sobre la arena, con el pelo rojo
261
como una bandera caída. Las fosas nasales de Zoya estaban llenas del olor de la
bergamota y la sangre. El viento rugió, como si estuviera anunciando su rabia.
Ella dejó que las arenas cayesen. Sintió un fuerte mareo, y por un momento el
mundo pareció titilar y torcerse. Le cedieron las rodillas, y cayó de lleno sobre la cubierta
del esquife, aterrada por la oleada de náuseas que la había dominado.
—¿Nikolai?
—¿Qué acaba de pasar? —preguntó ella, levantándose—. Por qué… —Pero las
palabras murieron en sus labios.
Tolya, Tamar, los Impulsores, todos los que habían estado cerca del esquife
habían desaparecido también. 262
—¿Dónde están? —dijo Yuri—. ¿Qué les ha pasado? ¿Qué has hecho?
—¡No he hecho nada! —protestó Zoya—. Era una tormentita. Nadie estaba en
peligro.
Zoya se giró hacia el oeste. Sobre ellos pendía un palacio hecho de la misma
arena de color hueso que el Abismo. Pero era más una ciudad que un palacio, una
estructura masiva que se alzaba con arcos y picos, mientras las nubes se arremolinaban
en torno a sus capiteles más altos. Había algo en su arquitectura, su enorme escala, que
le recordaba el puente de Ivets.
LEIGH BARDUGO
Sonó un chillido desde algún lugar distante. Volcra, pensó Zoya, aunque sabía
que no podía ser.
Sonó otro chillido, y luego otro, seguidos del murmullo de un trueno mientras
formas oscuras parecían surgir del palacio, moviéndose hacia ellos a velocidad increíble.
263
LEIGH BARDUGO
.
264
LEIGH BARDUGO
Nikolai había visto muchas cosas asombrosas: los ponis de niebla de la frontera
Zemeni, que se dice que son tan rápidos que cuando corren se vuelven invisibles; una
sierpe de mar que se abrió paso a través del hielo del norte; el mundo borrándose ante él
mientras montaba los vientos con las alas de un monstruo en su espalda, pero sus ojos
no podían entender lo que veía acercarse en picada hacia él desde el cielo.
Yuri estaba de rodillas, rezando. Zoya levantó los brazos y Nikolai ya podía sentir
la arena azotando el esquife mientras convocaba al viento en su defensa.
Tan pronto como escuchó ese grito en el aire, Nikolai desenfundó sus revólveres
y se preparó para enfrentar a los volcras. Esperaba monstruos sombra o alguna nueva
encarnación de poder del Darkling. Demonios, tal vez una parte de él esperaba que el
mismo Darkling, el Cielo Oscuro resucitado, viniera a plagar a todos con carisma y 265
malas intenciones.
—Lo siento, no puedo ofrecer mejores palabras en este momento. Parece que
estoy paralizada por el miedo.
—Zoya, lo que sea que hayas hecho para traernos aquí, este sería el momento de
deshacerlo.
—Si pudiera, lo haría —gruñó ella, luego lanzó una pared de viento hacia arriba.
—¡Tienes armas!
Las manos de Zoya se dispararon hacia arriba, y una cúpula de aire se formó
sobre sus cabezas. Las llamas golpearon la barrera. Nikolai podía sentir el calor
chamuscando sus cejas.
—Eso es correcto.
—Voy a levantar las arenas de nuevo —dijo Zoya—. Si traigo una tormenta lo
suficientemente grande, tendremos cobertura para llegar a... a algún lugar. Tendrás que
trabajar en las velas; no podré controlar la tormenta y dirigir el esquife. 267
—Hazlo —dijo Nikolai, mirando las líneas. Eran primitivas en el mejor de los
casos, pero lo había hecho en mares más rocosos que estos.
Abrió fuego, tratando de darle cobertura a Zoya mientras ella barría sus brazos
hacia adelante y las arenas del Abismo, o dondequiera que estuvieran, se alzaron con
un zumbido. Ya no había sutileza, no era necesario enmascarar sus acciones para
engañar a los peregrinos. En su lugar, la tormenta cobró vida con un comienzo parecido
a un hombre que despierta de un mal sueño, un repentino muro de fuerza que empuja a
las criaturas hacia atrás, las arenas formando un muro giratorio para ocultar la fuga de
el esquife.
Nikolai enfundó sus revólveres y tomó las líneas, soltando la vela. El lienzo se
desplegó, llenándose de aire, conduciéndolos hacia el este y de regreso hacia lo que
LEIGH BARDUGO
esperaba que aún fueran los límites del Abismo. Sean cuales fueren estas criaturas, su
poder tenía que estar atado a este lugar.
—¡Nos vamos a caer! —gritó Nikolai. Tenía la extraña sensación de que una
mano gigante los estaba lanzando deliberadamente sobre las arenas.
Sin la tormenta de Zoya, los cielos estaban despejados otra vez. Una forma surgió
de la arena delante de ellos, luego otra, luego otra: un pelotón de soldados de arena. No
tenían rostro, pero sus uniformes eran detallados. Parecían las pinturas de los antiguos
268
soldados ravkanos, el ejército de Yaromir el Determinado, vestidos en pieles y bronce,
pero todo forjado en arena. Zoya levantó las manos y lanzó una feroz ráfaga de viento
a las filas de los soldados, pero se mantuvieron firmes e inmóviles.
—Creo que se nos están mostrando cuán superados estamos —dijo Nikolai.
—¿Por quién?
LEIGH BARDUGO
Los soldados de arena avanzaron como uno, y el sonido era como un disparo de
escopeta. Zoya y Nikolai estaban espalda con espalda, rodeados. Junto a ellos, Yuri
permanecía de rodillas, con el rostro lleno de una especie de júbilo.
—No sé cómo luchar contra esto —dijo Zoya. Ella de alguna manera había
estabilizado su voz, pero él podía escuchar el miedo ahí—. ¿Es esta la parte donde
morimos?
El dragón estaba volando sobre su cabeza. Si estas criaturas querían que Nikolai
muriera, eligieron un elaborado medio para que sucediera, así que algo más tenía que
estar en juego, con suerte algo que le permitiera negociar la seguridad de Zoya y Yuri.
—No, esta es la parte donde el rey de Ravka se entrega a sí mismo, y el amor que
nunca hemos tenido vive en baladas y canciones.
Él arrojó sus revólveres a la arena y levantó las manos, explorando las filas de
soldados de arena, las figuras en el cielo, el montañoso cuerpo del monstruo 269
merodeando detrás de sus filas.
El dragón giró bruscamente en el aire y se lanzó hacia ellos. Tal vez tenían la
intención de matarlo, después de todo.
—Al diablo —murmuró ella, y lo tiró a la arena, apoyándose ante él con los pies
plantados y los brazos levantados.
Nikolai saltó por sus armas, listo para aprovechar la oportunidad que ella le
ofreció, pero antes de que pudiera apuntar, el dragón lanzó un ensordecedor rugido. Su
mandíbula se abrió y el fuego brotó. Esta vez, la llama se encendió de color azul, más
brillante y más caliente que antes, lo suficientemente caliente como para derretir piedra
o arena.
—¡Zoya! —gritó Nikolai, pero Zoya ya había apretado sus manos y las levantó
de nuevo, lanzando un viento helado contra el ataque del dragón.
Fuego azul iluminó su rostro. Su cabello se alzó como una corona negra
alrededor de su cabeza, y sus ojos brillaron como el cobalto, como si ella también ardiera
con el fuego del dragón.
Zoya gritó mientras las llamas del dragón golpeaban contra la fuerza de su poder.
Apretó los dientes, y Nikolai vio que brotaban gotas de sudor en su frente. Abrió fuego
sobre el dragón, pero sus balas parecían fundirse incluso antes de que se acercaran a las
escamas de la criatura. El hielo cristalizó en el esquife caído, cubrió las manos de Nikolai 270
y las filas de los soldados de arena que los rodeaban.
Nikolai estaba de pie, tropezando hacia ella, seguro de que estaba a punto de
verla consumida por las llamas. Pero el dragón detuvo su fuego. Flotaba en el aire,
observando.
—El niño rey —dijo el dragón, merodeando hacia adelante, con la cola azotando
el aire. Su voz era un retumbar bajo, como un trueno en un pico distante—. El héroe de
guerra. El príncipe con un demonio dentro de su corazón. —Nikolai no estaba seguro
de si estaba más sorprendido de que la criatura pudiera hablar o de que sabía lo que los
había traído a este maldito viaje.
El dragón se inclinó hacia delante. Sus ojos eran grandes y plateados, sus pupilas
rendijas negras.
—Si quisiera hacerle daño, ella sería cenizas, niño. Todos ustedes lo serían.
—Claramente parecía que querías hacerle daño —dijo Nikolai—. ¿O es así como
los de tu clase saludan amistosamente?
Zoya lanzó un aullido de angustia pura. Era un sonido tan desesperado, tan
crudo, que Nikolai apenas podía creer que provenía de la boca de su general.
Ella agarró algo que brillaba en su mano y lo apretó contra su pecho, sus sollozos
no eran como nada que él hubiera escuchado. Le tomó un momento forzar sus dedos a
LEIGH BARDUGO
abrirse. Acunado en la palma de ella, vio las mitades rotas de su brazalete de plata. Su
amplificador estaba roto.
—Juris, detén esto —dijo una mujer, emergiendo de entre las filas de soldados.
Llevaba un vestido de florecientes rosas que florecían y morían en enredaderas alrededor
de su cuerpo. Su cabello dorado era una masa zumbante de abejas que se arremolinaban
y se agrupaban alrededor de su radiante rostro—. Ya tuviste tu batalla. Ellos saben lo
que están enfrentando.
—La primera poca emoción que hemos tenido en años, Elizaveta, y pareces
decidida a negarme mi diversión. Muy bien.
—Tú mataste al dragón —dijo Nikolai—. Está... está en todas las historias.
—A veces las historias son vagas en los detalles —dijo Juris con una brillante
sonrisa—. Ven, niño rey. Es hora de que hablemos.
LEIGH BARDUGO
Isaak tenía poco que hacer, solo permanecer lo más quieto posible, mirar a Genya
y dejar que su mente vagara por el camino que lo llevó a esta incomprensible situación.
¿Había empezado con la muerte de su padre? ¿Con el reclutamiento? ¿Comenzó durante
la campaña del norte, cuando sirvió bajo la bandera de Nikolai Lantsov? Su príncipe
273
había tenido dieciocho años, solo unos meses más que el propio Isaak. Isaak llegó a
admirar a su comandante, no solo por su valentía, sino también por la forma en que
podía pensar en una difícil situación. Nunca olvidaba un nombre, nunca dejaba de
preguntar por un pariente enfermo o el progreso de una herida.
El príncipe elogió el don de Isaak para los idiomas y sugirió que cultivara el
talento ahora que era tiempo de que Isaak dejara el frente.
—No estoy seguro de que eso sea algo que mi familia pueda pagar —admitió
Isaak con algo de vergüenza—. Pero ciertamente lo consideraré, Su Alteza.
Regresó a casa y comenzó a buscar trabajo tan pronto como pudo. Los meses
pasaban mientras Isaak tomaba trabajos ocasionales y esperaba a que su cuerpo se curara
para poder regresar al servicio activo y el pago que su familia necesitaba tan
desesperadamente. Entonces, una tarde, llegó a casa y encontró a su madre esperándolo
con una carta. Había pasado un largo día paleando estiércol, por lo que se ganó los seis
huevos que llevaba casa suavemente acunados en los pliegues de su camisa. Casi los
dejó caer cuando vio que la carta en la mano de su madre estaba estampada con la cera 274
color azul pálido del sello de la doble águila del príncipe.
Querido Isaak,
Nikolai Lantsov,
La madre y las hermanas de Isaak se reunieron para tocar el fino y pesado papel
y presionar con sus dedos el trazo del sello de cera. Su madre lloró tanto porque su hijo
se iba y porque el príncipe les había hecho este gran honor. Los puestos en la guardia de
palacio usualmente estaban reservados para los héroes de guerra y los hijos de nobles
menores.
No siempre fue fácil. Conocía poco más que los confines de su pequeño pueblo
y la rutina del ejército, y no estaba seguro de qué le resultaba más intimidante: los platos
con su filigrana dorada, las damas en sus joyas, o simplemente la vista de la Segunda
Armería, soldados en sus keftas roja, azul y púrpura moviéndose por los terrenos. Pero
con el tiempo, encontró su lugar y se adaptó a los ritmos y requisitos de la vida de
palacio. Cuando el Darkling organizó su ataque al trono, Isaak tomó las armas para
apoyar el nombre de Lantsov. Y cuando el príncipe Nikolai se convirtió en el rey
Nikolai, se mantuvo en pie en la capilla recién reconstruida y observó a su rey coronado
con orgullo en su corazón.
LEIGH BARDUGO
La vida había continuado. Isaak se volvió fluido en shu, zemeni, kerch y suli.
Obtuvo un sueldo extra trabajando como traductor de la corona y, a pesar de las
advertencias de su rey, Isaak desarrolló un gusto por la poesía de todo tipo.
Luego llegó la convocatoria. Isaak había estado de guardia en la entrada del ala
sur cuando Tamar Kir-Bataar lo buscó. Isaak estaba confundido y más que un poco
asustado. No todos los días se era llamado ante el Triunvirato Grisha, aunque se sintió
aliviado al descubrir que Zoya Nazyalensky todavía viajaba con el rey, por lo que al
menos podía evitar su mirada mordaz de desdén. Ella podía marchitar las bolas de un
hombre con solo levantar una ceja.
Él pasaba poco tiempo en el Pequeño Palacio y nunca se aventuró más allá del
Salón de la Cúpula Dorada, pero Tamar lo escoltó a través de las enormes puertas dobles
adornadas con las flechas agrupadas del Triunvirato y recorriendo los sinuosos pasillos
hasta una pequeña habitación bordeada de elaborados mapas de Ravka y el mundo.
Genya Safin y David Kostyk estaban allí, junto con el gemelo de Tamar, Tolya,
que era tan alto que casi rozaba el techo y con quien Isaak intercambiaba volúmenes de
versos. Se sorprendió al ver a los dos gemelos, al menos se podía contar con que uno
estuviera en compañía del rey.
—Capitán Andreyev, ¿no te sientas? —preguntó Genya Safin. Para su sorpresa, 276
ella le sirvió té y preguntó por su salud, y solo entonces dijo las palabras que cambiarían
el curso de su vida—. El rey está desaparecido.
La historia que siguió fue realmente extraña, e Isaak sabía que solo le contaban
los detalles más mínimos: el rey Nikolai y la comandante Nazyalensky estaban viajando
con los Bataar cuando desaparecieron de las arenas del Falso. Aunque los gemelos
buscaron tan extensamente como lo permitía la discreción, no encontraron señal de
ellos.
—Todavía no sabemos si el rey necesita ser rescatado o si está más allá de eso —
dijo Genya—. Pero sí sabemos que, si nuestros enemigos se enteran de la desaparición
del rey, seguramente aprovecharán nuestra vulnerabilidad. No hay una línea clara de
LEIGH BARDUGO
sucesión para el trono de Ravka, y es esencial que nadie descubra que estamos sin un
gobernante hasta que se pueda encontrar al rey o se ponga una estrategia en juego.
—Por supuesto —murmuró Isaak, pensando en el pánico que crearía entre las
personas.
—¿A mí?
—Ese era un plan de contingencia que el propio rey concibió en caso de que
estuviera lesionado o... incapacitado —dijo ella con suavidad—, aunque no teníamos
ninguna razón para pensar que tendríamos que actuar tan pronto o con tan poca
277
preparación. Tú estabas en su lista de candidatos. Eres de aproximadamente la altura
correcta. Puedes hablar varios idiomas. Creo que puedo confeccionarte para que te
parezcas al rey y puedas engañar incluso a los guardias que lo han vigilado durante años.
—Correcto —dijo Genya—. Lucir como Nikolai solo será el primer desafío.
Hablar como él, caminar como él y todo lo demás... bueno, eso depende de ti.
—Yo... no pueden querer que finja ser él —dijo Isaak. Era impensable. Absurdo.
—Seguramente el proceso podría retrasarse. Si el rey tiene que elegir una reina...
LEIGH BARDUGO
—Las prometidas podrían ser postergadas —dijo Tamar—. Pero hay asuntos de
seguridad nacional que no pueden serlo. Tenemos información que sugiere que un
miembro del Tavgharad puede estar listo para desertar. Esta puede ser nuestra única
oportunidad de establecer contacto con ella y conocer la ubicación de los valiosos activos
militares shu.
Tavgharad. La traducción literal era “Puño de piedra”, pero Isaak sabía que la
palabra se refería a las soldados de élite que custodiaban y servían a la familia real shu.
Si una de ellas estaba dispuesto a convertirse en traidora, no se sabía qué información
podría obtenerse.
Pero fue Genya con su boca cicatrizada la que lo persuadió cuando añadió:
—Y también tu rey.
Isaak dijo que sí. Por supuesto que dijo que sí. Era su deber como soldado y lo
menos que podía hacer por el rey que hizo tanto por él y su familia.
Pero el más extraño de todos estos procesos era el tiempo que pasaba aquí, debajo
de esta cúpula de cristal, sudando a través de su ropa en presencia de Genya Safin con
su único ojo de color ámbar y su cabello del color del atardecer. Aunque Isaak sabía que
solo estaba realizando una tarea, era difícil no sentir que lo estaba estudiando,
prestándole atención, y se había enamorado un poco de ella. Era un enamoramiento
tonto. Ella estaba claramente enamorada de David Kostyk, el brillante Fabricador que
LEIGH BARDUGO
se sentaba en silencio durante muchas de sus sesiones, leyendo pilas de documentos y
garabateando en una gigante tableta de papel de dibujo. Pero su aparente gusto por los
hombres sin pretensiones hacía que ella le gustara más. Una de sus cicatrices tiraba de
la esquina izquierda de su boca ligeramente hacia abajo, y él se encontraba soñando
despierto con besarla allí. Era rápidamente devuelto a la realidad por el fuerte golpe del
dedo de ella en su hombro.
O:
A veces los otros venían a leerle un libro sobre la historia del Kerch o le hacían
preguntas sobre las rutas comerciales mientras Genya trabajaba. Otras veces hablaban
de estrategia, y se esperaba que él no hiciera nada más que sentarse allí como un trozo
de arcilla.
—Podemos escabullirlo fuera del palacio a través de los túneles después del
anochecer —dijo Tamar, girando una de sus hachas de una manera que hizo que Isaak
sudara aún más—. Luego montar el regreso del rey de su peregrinación a la mañana
siguiente. Parecerá que acaba de hacer una parada en la finca del conde Kirigin.
279
—¿Cómo explicamos la ausencia de Zoya? —preguntó Tolya.
Genya se echó hacia atrás para examinar el trabajo que estaba haciendo en la
barbilla de Isaak.
—Diremos que se quedó atrás para viajar a Os Kervo. —Se frotó los ojos y buscó
su taza de té—. No lo entiendo. Nadie simplemente se desvanece.
Tolya gruñó.
LEIGH BARDUGO
—Tal vez Zoya finalmente se cansó de él y lo enterró debajo de un montón de
arena. —Pero Genya no se rio—. O tal vez esto es obra del Apparat y él está de vuelta
en el negocio de los golpes de estado.
—Si ese es el caso —dijo David—. Él vendrá por nosotros dentro de poco.
Genya se dejó caer en una silla y apoyó la cabeza en sus manos. Isaak nunca la
había visto tan derrotada, y le dolía el corazón.
—Ya es casi idéntico al rey —dijo David, mirando el rostro de Isaak—. Diría que
es tu mejor trabajo. 280
Genya desechó el cumplido con un gesto de la mano.
—No son solo los rasgos. Es la forma en que Nikolai los habita, la inclinación de
su boca, la inclinación de su cabeza. Podríamos engañar a los invitados, tal vez incluso
a algunos de los cortesanos, ¿pero a los sirvientes? ¿Los ministros reales? ¿Personas que
lo ven todos los días, que han cenado con él y han bailado con él? Olvídalo. Esto no
tiene remedio.
—Lo siento —dijo Isaak. Odiaba pensar que le estaba fallando a su país y a su
rey, así como a la talentosa chica que tenía ante él.
—Lo siento —dijo Isaak de nuevo sin pensar, y luego hizo una mueca.
—Ni siquiera estoy seguro de qué seríamos culpables —consideró David—. ¿Es
una traición hacerse pasar por un rey si lo haces para el beneficio del rey?
Isaak odiaba ver a estas valientes personas perder la esperanza. Recordó a Nikolai
Lantsov posado junto a su cama de enfermería, pensó en la sonrisa de su madre y en las 281
mejillas regordetas de sus hermanas la última vez que regresó a casa.
Se echó hacia atrás, colocó un brazo sobre la parte superior de su silla y dijo con
toda la arrogancia que podía reunir:
—Genya, mi amor, pide el brandy. No puedes esperar que tolere esta condena
cuando estoy tan sobrio.
—Mejor.
LEIGH BARDUGO
—¿Mejor? —gritó Genya, aplaudiendo con alegría—. ¡Fue perfecto! Hazlo otra
vez.
—¿Estás dando las órdenes ahora? Espero que esto signifique que puedo
permitirme una siesta real.
Se sonrojó.
282
LEIGH BARDUGO
—Te ves mal, niño rey —retumbó Juris, que había retomado su forma de dragón.
El dragón resopló.
¿Cuatrocientos años? Nikolai miró a Zoya, pero su mirada estaba distante, su mano
alrededor de su muñeca izquierda desnuda.
La arena se elevó, levantándolos más alto y Nikolai vio que las tres agujas
rodeaban una estructura de domo, una masa de terrazas y palacios y cascadas de arena
que brillaban en el gris crepúsculo.
Pasaron por debajo de un gran arco y entraron en una amplia cámara circular,
cuyas paredes brillaban con mica. La arena bajo sus pies se convirtió en piedra y una
mesa redonda se levantó desde el suelo, su centro era una geoda lechosa. Elizaveta les
hizo un gesto para que se sentaran en las sillas de piedra que surgieron al lado.
—Por favor, deja de hacer eso —dijo Elizaveta, sus abejas zumbando en
284
aflicción—. Y por favor, siéntate.
—Sí. Pero la santidad requiere martirio. Todos ustedes parecen muy vivos. A
menos que esta sea la otra vida, en cuyo caso estoy muy mal vestido. O demasiado
elegante. Supongo que depende de tu idea del cielo.
LEIGH BARDUGO
—¿Siempre habla tanto? —preguntó Juris a Zoya, pero ella no dijo nada, solo
miró a la llana extensión de un cielo incoloro sobre ellos.
Yuri agarró la vid, presionando su rostro contra las hojas, llorando. Vaya con el
gran erudito.
—¿Algo de esto importa? —dijo Zoya torpemente—. ¿Por qué traernos aquí?
¿Qué es lo que quieren?
Juris volvió sus ojos rasgados hacia ella, su cola moviéndose en un largo y
sinuoso chirrido sobre el suelo.
—Ojalá pudiéramos haberlos llevado a otra parte, joven Zoya —dijo Elizaveta—
. Tuvimos poder antes de que la palabra Grisha fuera susurrara alguna vez, cuando a lo
extraordinario todavía se le llamaba milagro y magia. Hemos vivido vidas tan largas que
empequeñecerían la historia de Ravka. Pero este lugar, este lugar en particular en el
Abismo, siempre ha sido sagrado, un lugar sagrado donde nuestro poder estaba en lo
más grande y donde estábamos más profundamente conectados con la creación en el
corazón del mundo. Aquí, cualquier cosa era posible. Y aquí estábamos atados cuando
el Darkling creó el Abismo.
—¿Qué? —preguntó Zoya, una chispa de interés por fin entrando en sus ojos.
—No podemos dejar este lugar —dijo Grigori—. No podemos asumir forma
física en ningún lugar, excepto aquí.
—Sobrevivió y se volvió casi tan poderoso como uno de nosotros —dijo Grigori.
El dragón resopló.
—No lo adulen.
—Así que, naturalmente, debo morir. Todo esto es muy civilizado, pero si
querían asesinarme, ¿por qué no hacerlo durante la batalla?
—No podemos matarte, niño rey. Por un lado, sabemos el malestar que causaría
en tu país y no deseamos ver morir a más personas si no es necesario. Además, incluso
en tu muerte, el poder podría sobrevivir. No, la maldición del Darkling debe ser
quemada de ti.
Elizaveta asintió.
—Felicitaciones, Yuri —dijo Nikolai—. Parece que podrás ponerme en una pira.
—Ustedes crearon esos milagros —dijo Zoya—. El puente, las rosas, el terremoto,
las estatuas sangrantes, el disco negro, todo para traernos aquí.
—La Era de los Santos —declaró Yuri—. Tal como fue prometida.
La vid de Elizaveta se enrolló un poco más fuerte alrededor de los hombros del
monje.
—Nuestro poder todavía puede llegar más allá de los límites del Abismo, pero
solo en los lugares donde todavía somos adorados.
288
—El poder de un Grisha no se basa en la fe —dijo Zoya con enojo.
Un poco como Sankt Feliks del Manzano, después de todo. De repente, la pira
no sonaba tan mal.
—Es... peligroso —reconoció Elizaveta—. Hay medios que podemos usar para
prepararte para el juicio, pero no puedo prometer que saldrás ileso.
Elizaveta suspiró.
289
—¿Es necesario poner esto en la luz menos favorable?
—El poder del Darkling será erradicado de una vez por todas. Los límites del
Falso Océano se romperán. La vida volverá al Abismo y seremos libres.
—¿No lo sabes, brujita? —dijo Juris—. Un gran poder siempre tiene un precio.
Elizaveta asintió.
—Cuando salgamos de los límites del Abismo, seremos mortales una vez más.
—Otkazat’ya, dirías. Sin el poder Grisha. Humanos que vivirán vidas breves y
morirán muertes permanentes.
—No creas que es una elección fácil —dijo Elizaveta, con un poco de amargura
en su voz—. Hemos pasado cientos de años debatiendo al respecto. Pero no podemos
seguir así. Esto es lo que el universo exige para liberarnos de esta vida media.
—Una eternidad es suficiente —dijo Juris—. Quiero caminar por el mundo una
vez más. Regresar a las orillas de mi patria. Tal vez enamorarme de nuevo. Quiero nadar
en el mar y tumbarme bajo el sol. Quiero envejecer y morir y pasar a reinos que nunca 290
he explorado.
—Pero eso puede suceder de todos modos —dijo Elizaveta—. Todo está
conectado, unido a la creación en el corazón del mundo. A medida que el poder dentro
de ti se hace más fuerte, no hay manera de saber qué tipo de reacción en cadena podría
desencadenar.
LEIGH BARDUGO
—Querrán discutirlo —dijo Grigori—. Pero haz tus elecciones rápidamente.
Merzost es impredecible y todos los días el monstruo que hay dentro de ti se hace más
fuerte.
—No hay nada que discutir —dijo Nikolai. Tenían sus respuestas y el tiempo era
corto—. ¿Cuándo empezamos?
291
LEIGH BARDUGO
Nina se apresuró hacia el comedor del convento, un lugar con un horario estricto
con el que sabía que Hanne siempre podría estar vacío en momentos específicos. Si una
novicia infeliz estuviera buscando un lugar seguro para esconder ropa, este sería un lugar
obvio para ello. Se puso de rodillas e hizo su camino alrededor del perímetro del pasillo, 292
golpeando ligeramente los nudillos contra las baldosas de loza del suelo. Casi había
perdido la esperanza cuando su golpe devolvió un extraño eco. Hueco.
A pesar de la tristeza e ira que había llevado con ella a Fjerda, podía admitir que
le gustaba viajar en este país. Le gustaba ver los negocios ordinarios de las vidas de los
fjerdanos, recordando que eran personas y no monstruos, que la mayoría anhelaba
prosperidad y paz, una buena comida, una cama cálida para dormir por la noche. Pero
también conocía los prejuicios que muchos de ellos tenían, que aún creían que los Grisha
merecían ser quemados en una pira. Y nunca podría olvidar de qué era capaz el gobierno
de Fjerda, el sufrimiento que había soportado a manos de los drüskelle que la habían
matado de hambre en la bodega del barco, la pesadilla de las celdas de Grisha en la Corte
de Hielo, donde Jarl Brum había tratado de convertir a su especie en armas contra sí
293
mismos.
Nina llegó a las rocas que dominaban la entrada principal a tiempo para ver llegar
el carro del convento y las puertas abiertas. Tropezó por la pendiente hacia la carretera,
deslizándose sobre sus talones y casi perdiendo el equilibrio por completo. La forma del
cuerpo que Genya le había dado aún se sentía extraño y nunca había tenido talento para
el sigilo.
—Pero… pero… no entiendes… tuve que… tuve que usar el tocador —susurró
Nina en tonos de gran agonía.
—¿El qué?
—Pero tuve que irrrr —se lamentó—. Y van a estar muy enojadas.
Nina se apresuró a cruzar la entrada que conducía a una gran cámara central
llena de maquinaria pesada, inmensa y silenciosa a la luz de la luna acuosa desde las
ventanas. La siguiente habitación reveló enormes toneles, pero era imposible decir qué
podrían contener. Puso su mano contra el costado de uno de ellos. Aún tibio. ¿Estaban
fundiendo metales aquí? ¿Mezclando tintes?
LEIGH BARDUGO
La siguiente sala contuvo la respuesta: pilas ordenadas e interminables de
cilindros rechonchos y en forma de bala del tamaño de calabazas, filas tras filas de
municiones para tanques. ¿Realmente estaban haciendo municiones aquí? ¿Eran los
venenos en el río un subproducto corrosivo de las líneas de montaje? Pero si es así, ¿por
qué la mordedura del lobo había enviado una descarga a través de su sangre? No tenía
sentido.
No era demasiado tarde para volver. Había confirmado que se trataba de una
fábrica de municiones, un objetivo militar para los bombarderos de Ravka si llegaba la
guerra. Pero los susurros no habían cesado y no querían que se fuera. Cerró los ojos y
escuchó, dejándoles guiar sus pasos hacia la derecha, en la oscuridad del ala este
295
abandonada.
Cada parte de ella protestó que estaba perdiendo su tiempo mientras hacía su
camino por el corredor. Esta ala de la fábrica estaba desierta. No había visto linternas
en las ventanas al anochecer y el techo de la esquina más alejada estaba caído donde
había cedido a la nieve o al tiempo y nunca había sido reparado. Pero las voces la
atrajeron. «Más cerca», susurraron, voces jóvenes y viejas. Ahora tenían una claridad
diferente: más claro, más fuerte, el recuerdo de su dolor vibrando a través de cada
palabra.
La oscuridad era tan completa que tuvo que moverse a lo largo de las paredes,
arrastrando los dedos sobre ladrillos desiguales, con la esperanza de que no tropezara
con un pedazo de maquinaria descuidada y aterrizar sobre su trasero. Pensó en ese techo
LEIGH BARDUGO
en ruinas. ¿Hubo algún tipo de accidente en la fábrica que llevó al ala a ser abandonada?
¿Eran las tumbas que había sentido? ¿Las mujeres habían trabajado aquí y habían sido
enterradas en la montaña? Si es así, no encontraría nada más que vieja miseria en este
lugar.
Entonces lo oyó, un gemido alto y agudo que erizó el vello de sus brazos. Por un
momento, no estaba segura de si el sonido estaba en su cabeza o si había venido de algún
lugar más profundo en el ala este. Estaba demasiado bien familiarizada con la muerte
para creer en fantasmas.
«¿Importa de dónde proviene?» pensó ella, con el corazón acelerado. ¿Qué estaría
haciendo un infante en el ala en ruinas de una antigua fábrica? Se obligó a continuar
moviéndose a lo largo de la pared, escuchando, ignorando el sonido irregular de su
propia respiración.
Por fin vio un tenue as de luz debajo de una puerta más adelante. Hizo una pausa.
Si había soldados al otro lado de la puerta, no tenía modo de justificar su presencia allí.
Estaba demasiado lejos del cuerpo principal del edificio para fingir que simplemente se
había perdido.
Escuchó un ruido detrás de ella y vio que el círculo bamboleante de una linterna
se aproximaba. Nina se apretó contra la pared, esperando ver a un soldado uniformado. 296
En su lugar, la luz de la lámpara captó el perfil de una mujer vestida con el delantal de
una Doncella del Manantial, con las trenzas amontonadas sobre su cabeza. ¿Qué estaba
haciendo tan lejos de las demás?
A una muchacha que no podía tener más de dieciséis años la estaban haciendo
caminar de arriba a abajo a lo largo del corredor por una Doncella del Manantial. Sus
pies estaban descalzos y llevaba un vestido gris claro que se estiraba sobre su vientre
sobresaliente.
—Sí puedes —dijo la Doncella, con voz firme mientras guiaba a la chica por el
codo.
297
—Necesita comer —dijo otra de las mujeres del convento—. Se saltó el desayuno.
—Podemos caminar para ayudar al bebé a venir o puedo sentarte por algo de
semla1. El azúcar te dará energía durante el parto.
Nina miró por la fila de camas a las mujeres y las niñas. La más joven parecía
tener unos quince años, la mayor podría haber estado en sus treinta años, pero los
estragos de la droga hacían difícil saberlo. Algunas acunaban pequeños bultos debajo de
sus finas mantas, otras se encorvaban sobre estómagos altos y sobresalientes. Algunas
podrían no haber estado embarazadas, o podrían no mostrarlo aún.
Nina sintió su cuerpo temblar, escuchó el trueno de los latidos en los oídos. ¿Qué
era este lugar? ¿Quiénes eran estas mujeres?
«Ayúdanos.» ¿Podrían estas ser las voces que había oído? Pero ninguna de las
mujeres estaba mirando a Nina. Fueron los muertos los que la habían convocado.
«Justicia.»
La puerta detrás de Nina se abrió de nuevo y como una sola, las pacientes en sus
camas giraron sus cabezas como flores en busca del sol. 298
—¡Ella está aquí! —gritó una de ellas cuando la Madre del Pozo entró. Estaba
empujando un carrito.
Las mujeres comenzaron a levantarse de sus camas, pero la Madre del Pozo dio
un breve y cortante: —¡Quietas! —Se hundieron obedientemente contra sus
almohadas—. No habrá prisas ni empujones. Recibirán sus inyecciones cuando nos
acerquemos a ustedes.
Los Grisha bajo la influencia del parem eran más poderosos. Podían lograr cosas
que de otra manera eran inimaginables incluso con el más extraordinario amplificador.
Jarl Brum había intentado experimentar en Grisha con la droga con la esperanza de
convertirlos en armas para ser usadas contra Ravka, pero siempre bajo condiciones
cuidadosamente controladas. Sus Grisha cautivos habían sido confinadas a celdas
especialmente construidas que les prohibían usar sus poderes y el parem había sido
mezclado con un sedante para intentar hacer a los prisioneros más obedientes.
La Madre del Pozo avanzó por la línea, entregando jeringas a las hermanas,
quienes inyectaron el brebaje naranja dentro de brazos que esperaban. Nina escuchó
unos sollozos, un gemido bajo y contento, un gruñido
—Pero nunca se lo das a las madres después de que vienen los bebés.
La chica lloró con más fuerza y Nina no sabía si estaba hambrienta por la droga
o temía a lo que estaba sugiriendo la Doncella del Manantial lo que hizo que la chica se
cubriera la cara y llorara.
Las mujeres retrocedieron en sus camas, con los dedos flexionados a los costados.
El fuego en las linternas saltó. Una ráfaga de viento cambió una pila de sábanas. La
LEIGH BARDUGO
niebla se juntó sobre la cama de una chica, debía ser Mareomotora. Pero todas eran
dóciles, no dieron ni un solo signo de desafío. Los Grisha con parem no se comportaban
de esta manera. Era un estimulante. ¿La droga había sido combinada con otra sustancia?
¿Era esto lo que había envenenado a los lobos? Si de alguna manera Nina se las arreglaba
para robar una jeringa, ¿Leoni sería capaz de discernir qué nuevas atrocidades habían
inventado los fierdanos? ¿Y cómo habían sobrevivido las chicas el tiempo suficiente con
la droga para tener hijos, tal vez múltiples hijos?
Un bebé comenzó a llorar en una de las pequeñas cunas. Una Doncella del
Manantial tomó una botella de la parte inferior del carrito y recogió al bebé, calmándolo.
Nina se presionó contra la pared, temiendo que sus piernas pudieran ceder. Esto
no podía ser. Pero si las madres estaban ingiriendo parem… entonces los bebés también
lo estarían. Nacerían adictos a la cosa. Perfectos esclavos Grisha.
Nina se estremeció. ¿Era este el trabajo de Brum? ¿De alguien más? ¿Había otras
bases que se habían dedicado a estos experimentos? ¿ Por qué pensé que estas pesadillas se
detuvieron en la Corte de Hielo? ¿Cómo pude haber sido tan ingenua?
Su mirada se posó en una mujer acostada y aturdida, la cara casi tan pálida como
300
su almohada. Una chica joven yacía en la cama junto a ella. Nina agarró la pared para
estabilizarse. Las reconoció. La madre y la hija de los muelles de Elling. Birgir las había
enviado aquí. Nina deseaba haberlo matado más lentamente.
¿Era esto lo que había sido de las mujeres Grisha que no habían logrado llegar a
la casa segura en Elling? ¿Estaban en esta habitación en este momento? Chicas desaparecen
de Kejerut. No cualquier chica. Grisha.
Una campana sonó en algún lugar de la fábrica. La Madre del Pozo aplaudió y
varias de las Doncellas del Manantial se reunieron para seguirla.
—Que tengas una buena noche, Marit —dijo a una de las mujeres uniformadas
cuando se fue—. Tendremos un turno para relevarte mañana por la noche.
LEIGH BARDUGO
Nina se deslizó detrás de ellas cuando salieron del dormitorio. Se mantuvo en la
penumbra, tratando de estabilizarse y pensar en la tarea que tenía por delante: salir de
la fábrica. Pero su mente se sentía fracturada y salvaje, llena de las imágenes de esa
habitación.
Más adelante podía ver a las Doncellas del Manantial acercándose a los guardias
en la puerta principal.
—¿Qué rezagada?
—No sé, trenzas, con delantal. Se veía igual que el resto de ustedes.
—Pónganse en fila.
A través de los vidrios rotos, podía ver las luces parpadeantes de la ciudad en la
distancia, porciones de nieve en el suelo del bosque muy por debajo.
Escuchó pasos y vio a otro escuadrón de soldados armados cargando a través del
ala oeste con botas pesadas.
—¿Cómo sabemos siquiera que alguien está aquí? —Se quejó otro.
Cayó rápido y golpeó el suelo con fuerza. Su hombro y cadera gritaron ante la
fuerza del impacto, pero Nina reprimió cualquier sonido mientras rodaba cuesta abajo,
incapaz de detener su impulso. Cayó en la línea de los árboles, golpeó la base de un pino
y se obligó a ponerse de pie.
Ahí, el convento, con sus ventanas aún oscuras, aunque podía ver linternas en los
establos, en el patio de la capilla, el plato de sobras que había dejado para Trassel.
Nina se quitó los zapatos enlodados, se deslizó dentro de la cocina, cerró la puerta
y metió la llave debajo de la lata de harina. Se apresuró a su habitación, ya arrastrando
su ropa arruinada sobre su cabeza.
—¿Por qué?
Nina oyó portazos y voces en la entrada del convento. Se quitó la ropa, se limpió
la cara y las manos con el interior de su blusa y metió todo el desastre empapado en el
baúl al pie de su cama.
—Oh, Nina —gimió Leoni—. Por favor, dime que solo estabas consiguiendo un
bocadillo de medianoche.
—No hay necesidad. —La Madre estaba en el umbral de la puerta, con una
304
severa cara redonda y las manos dobladas sobre la lana azul oscuro de su delantal—.
Explícate, Enke Jandersdat.
Nina abrió la boca, pero antes de que pudiera decir una palabra, Hanne apareció
detrás de la Madre del Pozo.
—¿Qué?
—Sabía que mis ropas sucias serían descubiertas en mi habitación, así que
planeaba lavarlas yo misma.
—Salí a montar solo esta mañana. Verás que las ropas son de mi talla, demasiado
largas para Mila. Es mi culpa, no de ella.
—Lo entiendo, Madre —dijo Hanne, su miseria clara. No era ninguna actuación.
Había arriesgado su futuro en el convento por salvar a Nina.
—Y tú, Enke Jandersdat —dijo la Madre del Pozo—. Tu función aquí es instruir
a Hanne en el idioma zemeni, no ocultar sus comportamientos perturbadores. Tendré
que reconsiderar todo este acuerdo.
—Sí, Madre del Pozo —dijo Nina en tono arrepentido y observó a la mujer
arrastrar a Hanne por el pasillo, cerrando la puerta detrás de ella.
LEIGH BARDUGO
Leoni se dejó caer sobre las almohadas.
—Por favor, dime que lo que sea que encontraste en la fábrica valió la pena.
—Valió la pena. —Pero había visto la mirada en los ojos de Hanne cuando la
Madre del Pozo se la llevó, iba a querer respuestas.
Nina pensó en el castigo que Hanne recibiría, lo que una carta a su padre podría
significar. Le debía a Hanne, tal vez su vida. Ciertamente le debía la verdad.
«Ayúdanos.»
306
LEIGH BARDUGO
Zoya había pensado que serían llevados a nuevas habitaciones que servirían
como su vivienda. En cambio, Juris y Grigori se fueron y con un gesto de la mano de
Elizaveta, la mesa y las sillas cayeron al suelo. Un momento después, nuevos muros se
alzaban a su alrededor. La arena se retorció y se arqueó, formando tres puertas alrededor
de una cámara central, todo del color de hueso viejo, sin vida y lixiviado por el sol.
Zoya no estaba segura de cuánto más podía soportar. El mundo se sentía como
si le hubiera sido arrancado.
Abrió la puerta, aunque era difícil siquiera pensarla como una puerta cuando no
había existido momentos antes.
—Podrías morir.
—Un riesgo que siempre hemos estado dispuestos a asumir. De hecho, creo que
te ofreciste poner una bala en mi cabeza no hace mucho tiempo.
—No lo sé.
—Y, sin embargo, aceptaste bailar a la primera oferta como un niño en un baile
de campo.
—Lo hice.
Zoya apoyó la cabeza contra el borde de la ventana y miró hacia la nada más
allá. ¿Los Santos habían estado contemplando esta misma vista vacía durante cientos de
años?
—Si estos son los Santos —dijo—, entonces, ¿a quién hemos estado rezando todo
este tiempo?
—¿Otro...? —Le tomó un momento entender a qué se refería. Sin darse cuenta,
Zoya había dejado que su mano volviera al lugar donde había estado su amplificador.
Se obligó a soltar su muñeca—. No puedes conseguirme otro —dijo ella con voz llena de
desprecio. «Bien.» Mejor eso que autocompasión—. No funciona de esa manera. He
usado ese brazalete, esos huesos, desde que tenía trece años.
Nikolai y Zoya saltaron. Juris estaba en la puerta. Estaba en forma humana, pero
la forma del dragón parecía yacer sobre él.
—¿De qué? —replicó Zoya, sintiendo que la ira se encendía dentro de ella,
familiar, bienvenida, mucho más útil que el dolor.
LEIGH BARDUGO
—Para tu primera lección —dijo—. El niño rey no es el único que tiene algo que
aprender.
***
Zoya no quería ir con el dragón, pero se obligó a seguirlo por los retorcidos
pasillos del loco palacio. Se dijo a sí misma que podría aprender más sobre el ritual que
se esperaba que Nikolai soportara y determinar los verdaderos motivos de los Santos.
La voz más fuerte dentro de ella dijo que si conocía a Juris, podría encontrar una manera
de castigarlo por lo que le había quitado. Era demasiado consciente de su pulso latiendo
debajo de la piel de su muñeca desnuda. Se sentía desnuda, vulnerable y completamente
mal.
Aun así, por mucho que le hubiera gustado dedicar sus pensamientos a la
venganza, el camino que estaban tomando requería toda su atención. El palacio era
inmenso y aunque algunas habitaciones individuales parecían tener características
específicas, la mayoría de los pasillos, escaleras y pasajes estaban forjados con la misma
arena brillante e incolora. No ayudó que no importara dónde estuviera dentro de la
310
enorme estructura, siempre tenía la misma vista: una amplia extensión gris de nada.
—Puedo sentir tu ira, bruja de la tormenta —dijo Juris—. Hace crujir el aire.
—Puedo llamarte como quieras. En mi época, bruja era la palabra que los
hombres utilizaban para las mujeres de las que debían alejarse. Creo que eso te describe
muy bien.
—Creo que no —dijo Juris—. Una de las únicas alegrías que me quedan es correr
peligro y el Abismo ofrece pocas oportunidades para ello.
LEIGH BARDUGO
¿Siquiera se caería si lo empujaba, o simplemente brotarían alas y flotaría
suavemente al pie de la escalera?
Juris parecía ser un hombre de unos cuarenta años. Era tan grande como Tolya,
tal vez más grande y Zoya podía imaginar que debía haber constituido una figura
desalentadora con una espada en la mano. Podía ver un camino de escamas sobre su
cabello afeitado, como si sus rasgos de dragón se hubieran deslizado en su cuerpo
humano.
—No tengo preferencia. Siempre soy humano y dragón. Cuando deseo leer,
discutir, beber vino, tomo la forma de un hombre. Cuando deseo volar y estar libre de
molestias humanas, soy un dragón.
Miró por encima del hombro y sus ojos brillaron plateados, las pupilas se cortaron 311
mientras sonreía, sus dientes un poco demasiado largos y depredadores para su boca
humana.
—Lo dudo —dijo con más confianza de la que sentía. Si todavía tuviera su
amplificador, no habría habido ninguna duda.
—¿Sankt Juris que mató al dragón era realmente un Grisha que lo convirtió en
su amplificador? —Conocía bien la historia; todos los niños de Ravka lo hacían: el
guerrero que había ido a superar una bestia y luchó contra ella tres veces antes de
LEIGH BARDUGO
finalmente vencerla. Pero ahora tenía que preguntarse cuánto era una leyenda y cuánto
era un hecho.
«En los viejos tiempos.» ¿Entonces había verdad en las historias del Espino
Ardiente? ¿Esos monjes no habían sido hombres ordinarios sino Grisha que habían
tomado las formas de bestias para guerrear mejor contra los enemigos de Ravka? ¿Los
teoristas Grisha y los eruditos religiosos lo habían entendido tan mal? Zoya no lo sabía.
Su mente cansada y maltrecha no podía encontrarle sentido.
Entraron a una cámara enorme que lucía a la vez como una caverna y el gran
salón de un castillo antiguo forjado en piedra negra. Un blasón colgaba en una pared
alta encima de una chimenea lo bastante alta para que Zoya entrara de pie. El blasón
mostraba tres estrellas de seis puntas y era del tipo que las familias kaelish utilizaban,
aunque Zoya no conocía su iconografía lo bastante bien para identificar qué nombre
Juris podría haber proclamado alguna vez. Una pared había quedado completamente 312
abierta a los elementos, el amplio horizonte de arena muerta era visible más allá. El
borde dentado de encima hizo sentir a Zoya un poco como si estuviera mirando al
mundo a través de la abertura de una cueva. O la boca de una bestia en cuya panza había
cometido el error de aventurarse.
—Puedes decir eso, pero sé que el entrenamiento me hizo una mejor Impulsora.
—No precisamente. Pero yo empecé con una ignorancia tan profunda como la
tuya e, igual que tú, con nada más que el viento salvaje en la punta de mis dedos.
—En incontables guerras. Fui un héroe para algunos. Otros me habrían llamado
un invasor, un bárbaro, un saqueador de templos. Intenté ser un buen hombre. Al
menos, eso es lo que recuerdo.
—No todos nosotros nos acoplamos a la nobleza tan bien como tu rey.
LEIGH BARDUGO
Zoya paseó por el perímetro de la habitación. Había poco que mirar. Aparte de
las armas acomodadas en la pared, todo era piedra negra; el marco de la gran chimenea
donde las llamas azules saltaban y bailaban, las decoraciones encima, el blasón sobre la
pared.
—Si esperas que maldiga a Nikolai por su bondad, tendrás que esperar un rato.
—No me equivoco con nada. ¿Realmente crees que estabas destinada a pasar tu
vida en servidumbre? No puedes decirme que no has contemplado lo que significaría ser
una reina.
«Todos aquellos a quienes fallaste.» ¿Qué sabía él sobre nada? Zoya dejó el caballo y
se frotó los brazos. No le gustaba la forma en que hablaba el dragón. Sus palabras
traqueteaban en su interior, la hacían pensar en esa piedra caída, ese pozo vacío, ese
LEIGH BARDUGO
vacío infinito. «No mires atrás», Liliyana le había advertido una vez. «No mires atrás por
mí». Zoya no había escuchado entonces, pero había aprendido a acatar esas palabras.
—No encontrarás vino aquí, brujita. Ni tampoco sueño. Ni descanso del olvido.
—Hay poco más que contar. Una bestia hambrienta vino a nuestra tierra,
quemando todo a su paso, devorando a todos aquellos que osaron enfrentársele.
Distraída, Zoya tocó con el dedo la bola de una maza en la pared. Juris debía
haber tenido las armas con él cuando quedaron atrapados en el Abismo.
—¿De qué?
315
—Religión bárbara, invasores extranjeros, los peligros del mundo moderno.
—Nunca has escuchado a Tolya recitar poesía. ¿Así que el gran guerrero fue a
encontrar al dragón en su guarida?
—Tengo una idea. —Nunca olvidaría la primera vez que vio a Juris con sus
vastas alas extendidas… y deseaba saber cómo había derrotado a la bestia—. ¿Qué
hiciste?
LEIGH BARDUGO
—Lo que hacen todos los hombres asustados. La noche anterior a que fuera a
encontrar al dragón, me puse de rodillas y recé.
—Nunca proclamé ser un Santo, Zoya. Ese solo es el nombre que me dio un
mundo desesperado. Esa noche yo no era más que un hombre asustado, un chico, en
realidad, apenas dieciocho años. Recé al dios del cielo que había cuidado a mi familia,
el dios de las tormentas que mojaba los campos y se alimentaba de marineros
descuidados. Tal vez ese es el dios que aún me cuida. Todo lo que sé es que algo
respondió. Cuando me enfrenté al dragón y respiró fuego, los vientos se elevaron a mis
órdenes. Fui capaz de arrebatarle el aliento, igual que tú intentaste hacer conmigo. Dos
veces nos enfrentamos y dos veces nos retiramos para atender nuestras heridas. Pero en
el tercer encuentro, le asesté un golpe fatal.
—Tal vez debí haberme sentido triunfante. Es lo que esperaba. Pero cuando el
dragón cayó, no conocí más que el arrepentimiento.
—¿Por qué? —preguntó, aunque siempre había sentido lástima por el dragón en 316
la historia de Juris, una bestia que no podía evitar su naturaleza.
—El dragón fue el primer desafío verdadero que había conocido como guerrero,
la única criatura capaz de enfrentarse a mí como un igual en el campo. No pude evitar
respetarlo. Mientras hundía sus mandíbulas en mí, supe que él se sentía igual que yo. El
dragón y yo éramos lo mismo, conectados al corazón de la creación, nacidos de los
elementos y diferentes a cualquier otro.
Zoya no lo había hecho, en realidad. Los Grisha que nacían como amplificadores
eran raros y con frecuencia servían como Examinadores, utilizando sus habilidades para
buscar la presencia de poder Grisha en niños. El Darkling en persona había sido un
amplificador, igual que su madre. Era una de las teorías de porqué había sido tan
poderoso.
—No —admitió.
Zoya se congeló. No podía saber. Nadie sabía lo que había hecho esa noche, lo
que había visto.
—Cuando estás ligado a todas las cosas, no hay límite a lo que podrías saber. El
momento en que ese brazalete cayó de tu muñeca, lo vi todo. La joven Zoya sangrado
LEIGH BARDUGO
en la nieve, corazón lleno de valor. Zoya en la ciudad perdida. Zoya del jardín. No
podías protegerlos entonces y no puedes protegerlos ahora, no tú y no tu monstruoso
rey.
«No mires hacia atrás por mí.» El pozo dentro de ella no tenía fondo. Lanzó una
piedra en la oscuridad y cayó con ella, sin parar. Necesitaba salir de esta habitación,
alejarse de Juris.
Zoya no quería hablar de esa noche. El dragón sabía cosas que no podría saber.
Se obligó a reír.
—Tal vez. Pero eres débil, ¿así que quién puede estar seguro?
Zoya curvó su labio. Se mantuvo a sí misma firme, aunque la rabia dentro de ella
saltó.
Zoya se paró y empujó sus manos hacia adelante. La tormenta tronó hacia él, un
tiro directo de viento y ira que levantó a Juris y lo mandó rodando, patinando por el
suelo de piedra liso y derecho a la boca de la cueva. «Débil.» Una fracción de la fuerza
que había controlado con su amplificador. Pero rodó por el borde y se desvaneció, la
sorpresa en su rostro fue como un bálsamo para el corazón de Zoya.
¿Lo rompió? Sin su amplificador, convocar su poder era como extenderse por
algo y calcular erróneamente la distancia, sintiendo tus dedos cerrándose sobre nada
más que aire. Siempre había sido poderosa, pero era la vida del tigre la que le había dado
su verdadera fuerza. Y ahora se había ido. ¿Qué era, quién era sin él? Si alguna vez
conseguía liberarse de este lugar, ¿cómo se suponía que regresara a su comando?
—Dame una pelea digna y puedes irte a esconder a donde quieras. Elige un arma.
319
—Soy el arma. —O lo había sido—. No necesito un garrote o una espada.
Ella la cogió torpemente con las dos manos. Era demasiado pesada. Pero no tenía
tiempo para pensar. Él ya estaba saltando hacia ella, un enrome sable en sus manos.
—Has pasado tu vida solo eligiendo los caminos en que sabías que podrías
sobresalir. Te ha hecho perezosa.
LEIGH BARDUGO
Zoya hizo una mueca y bloqueó, tratando de recordar su educación hace tiempo
con Botkin Yul-Erdene. Habían usado cuchillos y estoques e incluso habían tomado
prácticas de tiro con pistolas. Zoya había disfrutado de todo eso, especialmente el
combate cuerpo a cuerpo, pero había tenido pocos motivos para practicar sus
habilidades desde entonces. ¿Cuál era el punto de usar sus puños cuando podía mandar
una tormenta?
—No está mal —dijo él mientras lograba esquivar una de sus estocadas—. Usar
tu poder se ha vuelto muy fácil para ti. Cuando peleas de esta manera, tienes que
centrarte tan enteramente en sobrevivir que dejas de pensar en todo lo demás. No te
preocupes acerca de lo que vino antes o lo que sucederá después, lo que has perdido o
lo que podrías ganar. Hay solamente este momento.
—¿Qué posible ventaja es esa? —dijo Zoya—. ¿No es mejor ser capaz de predecir
lo que viene después?
—¿Qué puerta?
Zoya hizo una finta a la derecha y se acercó para negarle a Juris la ventaja de su 320
mayor alcance.
—¿Lo es? —preguntó, hundiendo otra vez su espada. El choque de metal llenó
sus oídos—. La tormenta está todavía fuera de ti, algo a lo que le das la bienvenida y de
lo que te proteges a la vez. Ella grita fuera de la puerta. Sacude las ventanas. Quiere que
lo dejes entrar.
Su espada silbó contra la carne de su brazo y sintió el dolor como una quemadura.
Zoya sabía que estaba sangrando, pero no importaba. Solo quería saber que él también
podía sangrar.
Zoya estaba de pie temblando, sus ojos abiertos. Había sentido su fuerza
duplicarse, triplicarse, la fuerza de un torbellino en sus miembros. No debería haber sido
posible, pero no podía negar lo que había sentido, o lo que había hecho. La prueba estaba
en el arma rota que yacía a sus pies. Flexionó la mano alrededor de la empuñadura de
su espada. «La tormenta está en tus huesos.»
LEIGH BARDUGO
—Veo que por fin tengo tu atención —dijo el dragón.
Miró hacia él. Había robado su amplificador, había roto alguna parte de ella. Le
pagaría por eso y él le ayudaría a aprender a hacerlo.
Zoya cayó de nuevo en posición de lucha y levantó su espada, ligera como el aire
en sus manos.
322
LEIGH BARDUGO
Adrik estaba furioso, todavía meláncolico, pero furioso. Era como que te gritaran
a través de una toalla mojada.
—Si Hanne no hubiera intervenido para ayudar, lo habrías sido. Ahora estás en
deuda con esa chica.
—Ya estaba en deuda con ella. ¿Y has olvidado que es Grisha? No hablará. No
a menos que quiera ponerse en peligro.
—No —dijo Nina—. Tiene que haber una manera de sacar a las chicas.
LEIGH BARDUGO
Adrik la miró con su expresión de abatimiento y derretido.
—De una dosis. Nos estás diciendo que a estas chicas les han dado dosis durante
meses.
—No con parem ordinario. Los fjerdanos están probando algo nuevo, algo
diferente. Es por eso que Leoni se enfermó, pero no tuvo una reacción real. Es por eso
que mi propia adicción no se desencadenó de nuevo.
—Nina…
Le agarró el brazo.
—El Segundo Ejército sabe más ahora que nosotros cuando tomé parem, Adrik.
Han progresado en un antídoto. Es posible que los Fabricadores y Sanadores en el
Pequeño Palacio puedan ayudarlas.
—¿Entiendes lo que has hecho, Nina? Incluso si decidieron que la noche anterior
no fue más que un poco de falta de comunicación, van a aumentar la seguridad en esa 324
fábrica. Pueden denunciar el incumplimiento a sus superiores. Necesitamos dejar esta
ciudad mientras podamos, o corremos el riesgo de comprometer a toda la red de Hringsa
y cualquier posibilidad de que Ravka pueda actuar sobre la información que descubriste.
Ni siquiera obtuviste una muestra del medicamento que han desarrollado.
—No lo haré, Adrik. Me puedes dejar aquí. Dile al rey que deserté.
—Esas mujeres van a morir. Puedes inventarte cualquier final feliz que quieras,
pero sabes que es verdad. No me pidas que sacrifique la esperanza de vivir por la
comodidad de la muerte.
LEIGH BARDUGO
—No estamos aquí solo para reclutar soldados…
—Estamos aquí bajo las órdenes del rey. Estamos aquí para salvar el futuro de
nuestra gente. Ravka no sobrevivirá sin más soldados y los Grisha no sobrevivirán sin
Ravka. Vi al Segundo Ejército ser diezmado por el Darkling. Sé lo que hemos perdido y
cuanto más tendremos que soportar perder. Tenemos que preservar la red. Se lo debemos
a cada Grisha que vive con miedo.
—No puedo dejarlas atrás, Adrik. No lo haré. —«Me trajeron aquí.» Eran la razón
por la que finalmente había podido dejar descansar a Matthias. Las voces de los muertos
la habían devuelto a la vida con su necesidad. No les fallaría—. Leoni —suplicó ella—.
Si estuviera ahí arriba, alguien a quien amabas…
—No. Tomé el apellido de su familia y juré que honraría su sacrificio, que haría
algo de la vida que ella me dio. —Movió su barbilla hacia la fábrica—. Si no estamos
aquí por las chicas de ese pabellón, ¿entonces qué estamos haciendo aquí?
LEIGH BARDUGO
Adrik suspiró.
Leoni sonrió, esa sonrisa brillante de mil amaneceres. Adrik contuvo el aliento
como si hubiera recibido un golpe en el estómago.
—Lo sé —dijo ella—. Pero también sé que luchaste junto a Alina Starkov.
Perdiste el brazo por un demonio de la sombra y seguiste luchando. No viniste a este
país para jugar a lo seguro, Adrik.
—No lo he hecho.
—Bueno, voy a hacerte una pila tan alta que tendrás que escalarla.
—Fácil —dijo ella—. Lo hacemos a la mitad del día. Y nos aseguraremos de que
nos vean venir.
***
Nina no estaba del todo segura de que Hanne asistiera a su próxima lección, ya
sea porque la Madre del Pozo podría prohibirlo o, porque no quería hablar con Nina de
nuevo. Pero decidió ir al aula de todos modos.
—¿Enke Jandersdat?
Nina casi saltó a la rama más cercana. Una mujer joven estaba de pie al borde de
los árboles, con las manos tirando nerviosamente de las faldas de su vestido de color
azul pálido. Le tomó a Nina un largo momento darse cuenta de que había visto a la
novicia antes, vestida como un soldado fjerdano en las orillas del río. ¿Habría oído a
Nina hablar ravkano?
Grette… Debía referirse a la chica que había muerto por exposición al agua.
—Su madre vino a recoger su cuerpo. Fue terrible. Pero ¿si su familia supiera
como ella consiguió esas lesiones? La vergüenza…
—Por supuesto que no —dijo la chica con seriedad, casi suplicante—. Nunca más.
Nina le creyó.
—Dime —dijo Nina— ¿fue idea de Hanne robar los uniformes? —Hanne era
esencial para el plan de Nina. Cuanto más la entendiera, mejor. Y podía admitir que 328
también tenía curiosidad.
—Yo… ella…
—Hanne… Hanne toma riesgos que no debería. —Una pequeña sonrisa tiró de
sus labios—. Pero puede ser difícil no querer seguirla.
—No es solo eso —dijo la chica—. Hanne… A veces la gente pide ayuda al
convento y la Madre del Pozo no les otorga ayuda, por buenas y adecuadas razones, por
supuesto.
—¿Y Hanne va con ellos? —preguntó Nina, sorprendida. ¿Esa chica salvaje y
desaliñada con un rifle en la espalda y una daga en la cadera? Era difícil de imaginar.
—Oh, sí —dijo la chica—. Tiene un don para ello. Se ha hecho cargo de más de
un caso sin esperanza e incluso ayudó a dar a luz a bebés, uno que se revolvió en el
vientre de su madre.
«Es una Sanadora», se dio cuenta Nina. «Está usando su poder y ni siquiera lo sabe.»
Recordó que Hanne había dicho de las otras novicias: «Es un juego para ellas. Un poco de
disfraces infantiles, una oportunidad de atreverse.» Nina había pensado que entendía, pero en
329
realidad no lo había hecho.
—Si hubiera contado sobre nosotras —dijo la chica—, Hanne habría tenido que
detenerse. La Madre del Pozo…
—No diré ni una palabra —dijo Nina—. No creo que Djel pueda fruncir el ceño
ante tanta amabilidad.
—Yo también. —La chica arrancó un grupo de agujas de pino de una rama—. A
veces… creo que Gäfvalle no nos quiere aquí.
LEIGH BARDUGO
—¿Al convento?
Nina quería presionar más, pero una campana comenzó a sonar dentro de la
capilla.
Nina se apuró después. Si Hanne decidió ir a clase, Nina no quería llegar tarde.
Adrik ya había enviado un mensaje a la red de Hringsa en Hjar para asegurarse de que
un barco estuviera esperando, suponiendo que de alguna manera se las arreglaran para
sacar a las mujeres de la fábrica. Pero Hanne no vino hoy, Nina tendría que buscarla y
encontrar una forma de volver a ganarse su favor. Necesitaba a Hanne para el plan que
tenía en mente y, si era honesta consigo misma, no le gustaba mucho la idea de que
Hanne estuviera enojada con ella.
—La Madre del Pozo dice que puedo continuar con mis lecciones, ya que no
quiere que me dejen inactiva.
—Eso es incr…
—No dije que yo quería continuar —susurró Hanne furiosa—. ¿Qué estabas
haciendo en la fábrica? Quiero la verdad.
LEIGH BARDUGO
«Y me gustaría poder dártela. Toda.» Pero a pesar de lo que había aprendido de la
chica en el bosque, no confiaba tanto en Hanne. Aún no.
Nina le indicó que entrara y cerró la puerta. Se apoyó contra ella. Había pasado
la noche anterior pensando en cómo responder a las preguntas de Hanne.
—Pero tu dijiste…
—No sé cómo sucedió, pero fue sorprendida usando su poder Grisha y fue
apresada por los drüskelle.
—También fue apresado. Y condenado a muerte por albergar secretos. Creo que
trajeron a Thyra aquí.
—La fábrica es solo una parte de la historia. Los soldados mantienen a las chicas
Grisha en el ala abandonada de la fortaleza. Están experimentando en ellas. La Madre 331
del Pozo está ayudando, junto con algunas otras Doncellas del Manantial.
—No harían eso. Los Grisha descubiertos son llevados a la Corte de Hielo para
su juicio.
Juicios en donde nunca eran encontrados inocentes y en los que siempre eran
sentenciados a muerte. Pero las sentencias rara vez se llevaban a cabo. En cambio, Jarl
Brum había encarcelado en secreto a esos Grisha y los había sometido a dosis de parem.
—No te cubras los oídos y pretendas que no sabes de lo que son capaces los
hombres, Hanne. Dime algo: ¿Han desaparecido mujeres y niñas de Kejerut? ¿De
Gäfvalle? ¿De todas las ciudades del río?
LEIGH BARDUGO
—¿Desaparecido? —Hanne se burló.
—Todas esas cosas pasan. Así es cómo es vivir aquí. Fjerda tiene maneras
difíciles. —Su voz era defensiva pero también orgullosa.
Aún así, Nina no creía que se hubiera imaginado la ligera vacilación, el rápido
destello de miedo en la cara de Hanne.
Hanne se mordió el labio y miró por la ventana del salón. Tenía un puñado de
pecas en el puente de la nariz, no doradas como las de Aldrik, sino rosadas, el color del
332
caqui maduro.
—Había una chica aquí —dijo vacilante—, Ellinor, una novicia. Siempre se era
muy reservada. Una mañana se había ido. Las hermanas nos dijeron que había
asegurado una oferta de matrimonio y se había ido a Djerholm. Pero cuando me
escabullí en el bosque para montar ese día, vi a la Madre del Pozo. Estaba quemando
las cosas de Ellinor.
¿Había sido esta una de las mujeres a las que Hanne había atendido en secreto?
¿Había salido a montar una fría tarde y tocó su puerta, solo para encontrar que Sylvi y
su esposo se habían ido?
—Sé que te han enseñado a odiar a los Grisha, Hanne… a odiarte a ti misma.
Pero lo que la Madre del Pozo y esos soldados están haciendo a esas mujeres es
imperdonable.
Nina pensó en Matthias tendido sangrando en sus brazos. Pensó en las chicas
alineadas como muñecas deformes en la penumbra de la vieja fortaleza. Pensó en la
forma en que Hanne se encogía de hombros como si de alguna manera pudiera hacerse
invisible.
No se esperaba que hiciera mucho más que decir “gracias” cuando le entregaron 334
un elegante par de revólveres de Novyi Zem o un cofre de lapislázuli lleno de pájaros de
piedra preciosa de Kerch. Pero a pesar de la pretensión de los regalos y el cortejo, Isaac
sabía que había enemigos acechando en esta sala llena de aliados. ¿Quién era un activo
potencial para el rey? ¿Quién quería hacerle daño?
Isaak sonrió a los rostros de la delegación de Fjerda, todos altos, rubios y regios,
con sus delgados cuerpos vestidos de blanco brillante y gris pálido, como si se hubieran
traído el hielo. Aceptó sus regalos de perlas marinas y recordó las dos balas fjerdanas
que le habían quitado de su muslo después de lo de Halmhend. Los fjerdanos habían
apoyado al Darkling en la guerra civil. Habían sido al menos parcialmente responsables
de la muerte del hermano mayor del rey, Vasily. Todos los miembros de cada delegación
habían sido examinados, pero seguían siendo riesgosos. Al menos el trabajo de Isaak
como guardia lo había preparado para tales amenazas.
LEIGH BARDUGO
La partida shu era enteramente femenina. La Princesa Ehri Kir-Taban usaba
sedas con esmeraldas bordadas con hojas de plata, su largo cabello oscuro recogido en
peines con joyas. Era conocida como la menos bella pero la más amada de las cinco
hermanas reales. Las Tavgharad marchaban detrás de su protegida, expresiones fijas y
miradas vacías que Isaak había dominado durante su propio entrenamiento como
guardia de palacio. Pero estas no eran soldados ordinarios. Eran luchadoras élite,
entrenadas desde la infancia para servir a la dinastía Taban. Llevaban uniformes negros,
el pico de un halcón tallado en granate en la hombrera izquierda, boinas negras
colocadas en un ángulo agudo sobre sus cabellos bien atados. Tamar había dicho que
una tenía la intención de desertar. «¿Pero cuál?» Se preguntó Isaak, escudriñando sus
rostros. Parecían halcones con sus bocas severas y sus brillantes ojos dorados. ¿Por qué
una de ellas le daría la espalda a su país y traicionaría a las mujeres para las que habían
sido entrenadas a proteger? ¿Realmente una de ellas tenía la intención de desertar, o era
una trampa para el rey? La princesa se tambaleó ligeramente en su reverencia, un ligero
brillo de sudor en su labio superior, e Isaac vio el rostro de la guardia directamente detrás
de ella endurecerse aún más. Sabía que no debía, pero sentía lástima por la princesa
cuando se levantó de su reverencia y le dio una sonrisa temblorosa. Había tenido la más
mínima probada de lo que significaba ser de la realeza, y no le gustaba en absoluto.
Isaak no había entendido realmente lo que significaría llevar el rostro del rey, 335
caminar en sus zapatos. Tolya y Tamar habían sacado a Isaak del palacio la noche
anterior a la finca del notorio Conde Kirigin. Le hubiera gustado ver los terrenos de la
infame Ciénaga Dorada, pero al amanecer, con Isaak vestido con el abrigo de olivo
preferido del rey Nikolai, lo pusieron encima de un exquisito caballo castrado blanco, y
el grupo había regresado a la ciudad para dar un paseo a la capital. A ellos se les había
unido un grupo de guardias y soldados vestidos de militares, el séquito del rey, y esa
había sido la primera prueba de Isaak. Pero nadie había hecho más que inclinarse ante
él o saludarlo. Había estado a salvo entre los gemelos Bataar y un equipo de soldados
Grisha, incluida la esposa de Tamar, Nadia, mientras cabalgaban por el campo y luego
volvían por la parte baja de la ciudad.
LEIGH BARDUGO
Había recordado la primera vez que había visto Os Alta, lo asombrado que había
estado por su bullicio y tamaño. No parecía diferente ahora que lo veía a través de los
ojos de un rey.
—¿Qué?
—Miras todo como un campesino con los muy ojos abiertos —dijo Tamar—.
Debes mirar al mundo como si te perteneciera.
—Podrías ordenar que esta ciudad y todos sus edificios fueran quemados hasta
los cimientos.
Isaak se estremeció.
336
—Al menos puede sentarse bien en un caballo —refunfuñó Tolya.
La forma en que todos miraban a Isaak lo asustaba. Isaak había sido un don
nadie, un soldado del Primer Ejército y luego un guardia del palacio. En la parte baja de
la ciudad, la gente se había dirigido a él con respeto o resentimiento cuando veían su
uniforme. Recordó el orgullo de vestir el blanco y oro por primera vez, la extraña
LEIGH BARDUGO
experiencia de que la gente se apartara de su camino o le ofreciera un vaso de kvas gratis,
mientras que otros escupían en la calle y maldecían en voz baja cuando lo veían pasar a
él y a sus camaradas. No había sido nada parecido a esto. ¿Había mirado al rey de la
manera en que lo hacía esta gente, lleno de gratitud y admiración? ¿Y qué hay de los
otros, que miraban al rey con sospecha y, a veces, con temor absoluto?
—¿Y ellas? —dijo Isaak, moviendo la cabeza hacia una de las ventanas donde las
chicas se habían posado, vestidas con sus mejores vestidos, con el cabello rizado, las
mejillas y los labios rosados—. El rey no es... no es de los que pierden el tiempo con
plebeyas, ¿verdad?
Tamar rio.
—Has leído los viejos cuentos de príncipes que se enamoran de plebeyas y reyes
convierten campesinas en reinas. Nikolai no tiene novia. ¿Puedes culparlas por esperar
337
que una de ellas llame su atención? ¿Que no se enamore instantánea e inequívocamente
de la belleza de una chica o de la curvatura de su cuello o de su cabello castaño, como
suelen hacer los reyes en las historias?
—No es necesario que seas tan buena respecto a todo lo que la ciudad baja tiene
para ofrecer —dijo Nadia con brusquedad.
Tamar no se disculpó, solo le dio una sonrisa conocedora que hizo que la sangre
corriera por las mejillas de Nadia.
Tolya dio al trono el empujón más ligero con su pie, e Isaak se dio cuenta de que
era su momento de hablar.
Se levantó.
—Amigos míos... —Su voz se quebró, y vio a Genya cerrar los ojos como si
tuviera dolor. Se aclaró la garganta y volvió a intentarlo—. Amigos míos. —Comenzó
en ravkano, repitiéndose en shu, zemeni y fjerdano—. Les doy la bienvenida a Ravka y
les agradezco que hayan dado este pequeño paso hacia una paz que espero sea
provechosa y fructífera para todos nosotros. En este momento, no somos naciones;
somos amigos que comeremos juntos. —Isaak se detuvo tal como se le instruyó y dejó
que un poco de la sonrisa elegante de Nikolai tocara sus labios—. Y beberemos juntos.
Que esta noche marque el comienzo de una nueva era. —«Y déjenme terminar la cena sin
ahogarme con un pedazo de cordero o causar una guerra.»
Isaak asintió, las puertas a ambos lados del trono se abrieron, y la multitud se
abrió para dejarlo pasar.
338
Ni siquiera había entrado en el comedor antes de que ocurriera el desastre. Los
sirvientes abrieron las puertas, e Isaak, centrado en lo sudorosas que se habían puesto
sus manos en los guantes, hizo lo que había sido entrenado para hacer y había hecho
durante años: se hizo a un lado, deslizándose para ponerse en posición de firmes, ojos
con una mirada medio enfocada que le habían enseñado sus mayores, junto con el
método de lustrar sus botas y la técnica apropiada para coser un botón, ya que «ningún
sirviente necesita ser molestado por alguien como nosotros.»
Los guardias siempre cedían el paso a los de mayor rango, y en un palacio, casi
todo el mundo era de mayor rango, incluidos muchos de los sirvientes más valiosos.
Pero nadie era más importante que el rey de Ravka.
LEIGH BARDUGO
Isaak sintió el grito ahogado tanto como lo oyó y tuvo la repentina sensación de
que el suelo se había disuelto debajo de él, que caería y seguiría cayendo hasta que
golpeara suelo duro. En ese momento, Genya se alzaría por encima de él y lo patearía
con su pie calzado lujosamente.
—Su Alteza —dijo la princesa shu, que entraría primero en el comedor, ya que
su delegación había hecho sus últimas presentaciones. Lucía tan asustada como él se
sentía.
Hizo una reverencia poco pronunciada y usó los segundos que ganó para fijar
una sonrisa segura en su rostro.
—Pero...
LEIGH BARDUGO
—Cállate, David.
—En el mejor de los casos, nuestros visitantes piensan que Nikolai es excéntrico,
y en el peor, que está loco.
«¿Por una pequeña violación de la etiqueta?» Isaak hizo lo mejor que pudo para no
mostrar su angustia cuando tomó asiento y comenzó la comida. Había miles de reglas
que recordar cuando se trataba de una cena formal, pero habían esquivado a muchos de
ellos esta primera noche sirviendo a sus invitados un festín de campesinos ravkanos, con
violines y bailes.
La tarde pasó sin incidentes, e Isaak agradeció a todos sus Santos por ello, aunque
hubo otro momento de tensión cuando el embajador de Fjerda preguntó por la
extradición de Nina Zenik.
Genya respondió rápidamente que la chica Grisha había estado en una misión
comercial a Kerch durante casi dos años.
—Coma, Alteza.
Isaak se las arregló para masticar y tragar algunos bocados, y pronto, para su gran
asombro, la cena había terminado.
LEIGH BARDUGO
Los invitados se dispersaron a sus aposentos, y Tolya y Tamar lo llevaron por el
pasillo, a través de los pasillos traseros reservados para el rey, a las habitaciones reales.
Pero justo cuando estaban a punto de entrar, Tolya puso su enorme mano sobre
el pecho de Isaak.
—Felicidades —dijo con una sombría sonrisa—. Debes haber sido convincente
si alguien ya está tratando de matarte.
341
LEIGH BARDUGO
Nikolai cerró los ojos. Incluso si no pudiera dormir, podía intentar ordenar su
mente. El demonio roía constantemente su sentido de control, y la extraña experiencia
de ser arrancado de su realidad y empujado a esta no ayudaba. Pero él era un rey, y tenía
que considerar el futuro de un país.
Tolya y Tamar habían visto a Nikolai y Zoya desaparecer con Yuri en la tormenta
de arena. ¿Qué harían ellos? Realizar una búsqueda, luego crear una historia de portada,
colocar a esos jóvenes Impulsores en algún lugar donde no puedan contar historias. Los
gemelos llevarían la noticia de su desaparición a Genya y David… Después de eso, su
imaginación le falló. ¿Qué curso de acción elegirían? Si solo hubiera tenido la
LEIGH BARDUGO
oportunidad de trabajar con Isaak o con uno de los otros candidatos para su suplente,
ellos podrían tener una opción. Pero ¿intentar algo así con tan poco tiempo para
prepararse? Bueno, Nikolai podría haber sido lo suficientemente tonto como para
intentarlo, pero Genya y los demás eran demasiado sensatos como para prestarse a ese
tipo de desastre.
Tendría que encontrar una novia de inmediato, hacer la alianza que Zoya había
presionado tanto. Casarse con una desconocida. Una actuación de civilidad sin
verdadero compañerismo. Él estaría actuando por el resto de su vida. Suspiró. Este lugar
lo estaba volviendo malhumorado.
—Perdóname —dijo Grigori, tres bocas hablando esta vez, apareciendo en caras
vagas y luego disolviéndose—. Hace mucho tiempo que estamos solos aquí, y no puedo
sentirme cómodo en espacios cerrados.
—Sí.
—Por favor, no lo hagas por mí. Los rumores dicen que yo también tengo un don
para lo monstruoso.
—Ya no puedo controlar la forma que tomo. Una vez fui solo yo y el oso, pero
ahora un pensamiento entra en mi mente y mi cuerpo corre a enfrentarlo. Es agotador.
—No sé si debería mencionar esto —dijo Nikolai—. Pero me han dicho que la
piel del oso que te mató está en la bóveda de la capilla real en Os Alta. La usé en mi
coronación.
—Me temo que a sus sacerdotes se les ha vendido una falsificación —dijo
Grigori, la imagen la piel parpadeando sobre sus hombros de nuevo—. Ese oso nunca
murió, al igual que yo nunca morí de verdad.
—Creo que recuerdo tu historia. Eras un Sanador. —Un joven sanador, famoso
por sus curaciones de los casos más desesperados. Había sanado al hijo de un noble
afligido por alguna plaga, y el médico del noble, probablemente temiendo que estuviera
a punto de quedarse sin trabajo, había acusado a Grigori de tráfico de magia oscura.
Grigori había sido enviado al bosque para ser desgarrado por bestias, pero él había
formado una lira a partir de los huesos de aquellos que habían pasado antes por el bosque
y tocó una canción tan suave, que los osos del bosque se habían acostado a sus pies. Al
día siguiente, cuando Grigori salió del bosque ileso, los soldados del noble le ataron las
manos y lo enviaron de regreso al bosque. Incapaz de tocar su lira, Grigori fue atacado
por los mismos osos que habían dormido a sus pies la noche anterior. Lectura sangrienta
para un joven príncipe. Era una maravilla que Nikolai hubiera dormido cuando era niño.
—Yo era un Sanador —dijo Grigori, con sus muchas piernas dobladas en la
rodilla como si pudiera descansar sus muchas barbillas sobre ellas—. Pero hice cosas
que quizá no debería haber hecho. Hice bebés de madres que no tenían ninguno. Hice
novias para los hombres que las deseaban. Hice un gran soldado, de tres metros y medio
de altura con puños como rocas, para proteger el castillo de un conde.
345
—Material para cuentos infantiles —dijo Nikolai, recordando los cuentos de
brujas y golems de pan de jengibre de sus niñeras.
—Tal vez —dijo Grigori—. O tal vez es solo otra historia. Todo fue hace tanto
tiempo. —Su forma entera pareció desplomarse, un oso durmiente, un hombre cansado,
la carga de su encarcelamiento se posó sobre él—. No me verás mucho en tu estancia
aquí. No me gusta que me miren, y encuentro difícil cambiar mis costumbres de
ermitaño. Pero si hay algo que necesites, por favor, no dudes en venir a mi torre. Sé que
no es un lugar acogedor, pero te aseguro que eres bienvenido.
—Gracias —dijo Nikolai, aunque pudo admitir que tenía poco deseo de entrar
en una torre hecha de hueso y cartílago.
—Elizaveta puede ser una maestra dura, pero espero que no seas disuadido de tu 346
objetivo. Hay mucho en juego con tu éxito. Para todos nosotros.
—Me gusta apostar en mí siempre que puedo. Pero usualmente con el dinero de
otras personas.
Ahora Grigori se inclinó hacia adelante, un coro de cabezas humanas con ojos
oscuros, mandíbulas como hocicos llenos de dientes puntiagudos de animales. Nikolai
tuvo que forzarse a sí mismo a no dar un paso atrás.
Nikolai también lo había sentido, esta carrera hacia el cambio. Las fronteras
estaban cambiando; las armas estaban evolucionando. Era imposible saber qué vendría
después.
—¿Sabes por qué el monstruo dentro de ti despertó? ¿Por qué el poder del
Darkling pudo emerger después de todo este tiempo? Comenzó con la droga parem. Hizo
posibles cosas que nunca deberían serlo. Alteró los límites del poder Grisha.
—¿Parem?
347
—Si la droga hubiera sido erradicada…
—Nosotros tratamos.
Nikolai sintió que se suponía que debía decir algo profundo, colocar su mano
sobre su corazón, hacer un voto solemne. Fue salvado de tales exhibiciones por Yuri,
quien entró a la cámara desde el pasillo. Así que el monje no había estado murmurando
silenciosamente salmos en su habitación.
—Sankt Grigori —dijo con una profunda reverencia, sus gafas resplandeciendo
como monedas—. Perdóneme. No quise interrumpir.
—Oh, Su Alteza, no, no. Ciertamente no. Pero tengo algunos pensamientos sobre
el ritual, y Elizaveta… —Vaciló sobre su nombre como si incluso hablar de eso fuera un
rito sagrado—. Elizaveta desea comenzar su entrenamiento.
—Muy bien —dijo Nikolai, enderezándose los puños—. Vamos a buscar a Zoya.
—Raramente lo es, pero me gustaría que ella fuera igual. —Yuri frunció el ceño,
pero Nikolai sabía que no iba a contradecir a su rey en esto—. Ahora solo tenemos que
encontrarla.
Sintió un tirón en la pierna del pantalón y miró hacia abajo. El cachorro de oso
en sus ruedas óseas estaba allí. Yuri soltó un pequeño grito.
Nikolai y Yuri siguieron al oso al final del pasillo, y mientras se movían, las
paredes parecían ondularse, como en respuesta a su paso. Una vez más, Nikolai tuvo la
sensación de que era algo realista, pero sin vida. No había nada que hacer sino continuar.
Su mundo se había deslizado hacia lo extraño, y él podía adaptarse o volverse loco.
Podía ver que Yuri estaba incómodo cuando cruzaban el puente. 349
—¿Es que no te gustan las alturas o que no apruebas a la comandante
Nazyalensky?
—Esas cosas que ella dijo a los peregrinos… —Yuri negó con la cabeza—. No
entiendo su ira. Los crímenes del Darkling son muchos, pero ella era una de sus
favoritas.
—¿Odio?
—Un poco. Todos los combustibles queman de manera diferente. Algunos más
rápidos, algunos un poco más calientes. El odio es un tipo de combustible. Pero ¿el odio
que comenzó con devoción? Eso crea otro tipo de fuego.
—Lo sé, por supuesto, sí. Sí. Pero encuentro… encuentro que no estoy totalmente
en desacuerdo con sus motivos.
—Eran extremos —concedió Yuri—. Pero quizá… ¿quizá en algunos casos sea
necesario?
—¿No lo estoy?
—El Darkling quería la paz. Un Ravka más fuerte. Un refugio para los Grisha.
Esas son todas las cosas que me gustaría ver bajo mi reinado.
—Sí —dijo Yuri—. ¡Exactamente! No era un buen hombre, pero era un hombre
de visión…
Nikolai levantó una mano. Dudaba que la mente de Yuri pudiera cambiar, pero
si adoraba al Darkling, debería por lo menos hacerlo con los ojos abiertos, y había límites
en cuanto a lo ecuánime que podía ser Nikolai.
LEIGH BARDUGO
—Hay una diferencia entre visión y el engaño. El Darkling afirmó servir a Ravka,
pero eso dejó de ser cierto cuando Ravka no le sirvió. Él afirmó amar a los Grisha, pero
ese amor se disolvió cuando no lo eligieron como su maestro. Rompió sus propias reglas,
y casi rompió una nación en el proceso.
—Vamos —dijo Nikolai—. Puedo ver que tienes más para decir.
—Pues…
Nikolai sonrió.
—Puede que haya tenido una juventud salvaje, pero también tomé mis
precauciones.
Yuri se sonrojó.
—Quiero decir sus futuros hijos e hijas. ¿Está seguro de que serán aptos para
gobernar?
—Está bien, Yuri —dijo él—. Hay una razón por la que he fortalecido a los
gobernadores locales y he puesto más poder en las manos de sus asambleas. Ravka no
siempre necesita un monarca. Pero el cambio lleva tiempo.
«Y puede que no sea posible.» Se había referido a lo que le dijo a Zoya. Los ravkanos
se sentían atraídos por figuras de poder, de fuerza. Nunca se les había permitido
aprender las formas de gobernar por sí mismos porque las decisiones siempre habían
sido tomadas por reyes, Darklings, generales, sacerdotes. Con el tiempo eso podría
cambiar. «O quizá muera en este ritual y el país se hundirá en el caos.»
«O no», pensó mientras el cachorro de oso los llevaba al santuario interno de Juris
y la presencia de dos luchadores atrapados en combate. Los dientes de Zoya estaban al
descubierto, y empuñaba hachas gemelas del tipo que favorecía Tamar, aunque parecían
más antiguas y menos refinadas. Juris la estaba atacando con un gran sable.
Juris se volvió bruscamente y bajó su espada en forma de arco. Zoya levantó sus
hachas, y parecían brillar con fuego azul. Cuando las cuchillas se encontraron con el
empuje de la espada de Juris, el relámpago crujió de las cuchillas del hacha, y el gran
guerrero rugió, humo saliendo de su armadura de escamas negras.
¿Qué acababa de hacer Zoya? ¿Y cómo había resistido el poder del golpe de Juris?
—¡Bien! —dijo Juris mientras se separaban. Hizo rodar los hombros como si casi
ser cocinado vivo fuera una experiencia común. Tal vez para un dragón antiguo lo era.
Se aclaró la garganta.
—¿Para qué? —Sus ojos eran tan azules que parecían brillar.
—Hemos sido convocados por Elizaveta. Quiero que estés allí para aprender
sobre el ritual.
El dragón resopló.
LEIGH BARDUGO
—Su tiempo es mejor pasado conmigo. El bosque de espino es un camino que
recorres solo, rey niño.
—Pero es un camino muy arduo —dijo Nikolai—. ¿Quién llevará mis bocadillos?
Juris negó con la cabeza y se volvió hacia Zoya, que ya había colgado sus hachas
en la pared.
—Suficientemente cerca.
Una vez más Juris resopló, esta vez desde su enorme hocico y con la fuerza
suficiente para enviar un torbellino a través de toda la cámara.
—Y para ese entonces tú serás polvo en el suelo, por lo que ni siquiera estarás
aquí para regodearte por eso.
Nikolai sabía que los Grisha vivían largas vidas y que cuanto mayor era su poder,
más tiempo sobrevivían. ¿Cuántos años podría vivir Zoya para proteger a Ravka y la
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línea Lantsov? ¿Podía ella dirigir a Ravka sabiamente, o sucumbiría a la locura de la
eternidad como lo había hecho el Darkling? ¿Y la gente de Ravka la aceptaría? O, con
el tiempo, ¿la considerarían antinatural? Él estaría muerto para entonces, estos
problemas estaban más allá de su cuidado o control, pero ese no era un pensamiento
alegre.
Yuri dejó de caminar tan bruscamente que Nikolai casi se topó con él.
La torre de Elizaveta se alzaba ante ellos, sus paneles ámbar brillaban dorados en
la extraña y plana luz del Abismo. Nikolai podía ver las formas de insectos gigantes
congelados dentro de cada panel, y toda la estructura parecía zumbar como una gran
colmena.
No había mostrado tanta veneración por el dragón, notó Nikolai, pero la torre de
Juris había dado la impresión de la guarida de una bestia. Este lugar se sentía como un
templo, terrorífico y santo.
Nikolai se inclinó, y Elizaveta hizo un gesto hacia una mesa donde había una
pequeña olla de barro.
—El juicio es tanto físico como mental. Su propósito es separar hombre de bestia
y bestia de hombre. El dolor será como nada que hayas conocido, pero peor será
enfrentar al monstruo.
Esta vez la sonrisa de Elizaveta era de lástima, como si pudiera sentir el miedo
que Nikolai llevaba dentro de él, la ira y confusión que lo habían plagado desde que el
demonio se había apoderado de él.
—Un remanente del poder del Darkling. Una franja de su propia intención y
ambición. Más allá de eso, no puedo estar segura. El monstruo no desea que lo extirpen.
LEIGH BARDUGO
Intentará confundirte para evitar que completes el ritual y utilices el espino. Si eso
sucede, se apoderará de ti completamente. ¿Crees que puedes ganar? —preguntó
gentilmente.
—La Santa del Sol —bufó—. Que desesperada está la gente por milagros. Que
bajo caerán. —Nikolai vio que Zoya entrecerraba los ojos y le posó una mano sobre el
brazo. No estaban aquí para defender el legado de Alina.
Nikolai suponía que debía estar intimidado. Un hombre sabio probablemente lo 357
pensaría dos veces sobre ser empalado en un espino gigante, pero no sentía nada más
que anticipación. La idea de que esto era algo que podía enfrentar y conquistar, o incluso
ser destrozado por ella, era mucho más fácil que aceptar la noción de una pesadilla que
tendría que soportar para siempre. Había empezado a creer que esta cosa estaría con él
siempre. Había partes de él que despreciaba: la ambición sin límite, el rasgo interesado
que Alina había notado tan precisamente… y si Elizaveta tenía razón, el monstruo
traería esas armas y peor en la lucha contra él. Así que adelante. Sabía que su deseo por
vivir probaría ser más grande al final.
—Eso espero —dijo Elizaveta—. Hemos esperado una eternidad por ti, Nikolai
Lantsov. Sería una vergüenza si nos fallaras ahora.
Nikolai intercambió una mirada con Zoya. Yuri estaba mirando a Elizaveta con
adoración desnuda. Útil como siempre.
—¿Por qué un traje? —preguntó Zoya, frunciendo el ceño—. ¿Por qué no solo
una araña?
—¿Dónde consiguió el traje? ¿Cómo abrochó los botones? ¿Por qué siente la
necesidad de vestirse para la ocasión?
Zoya gritó, su expresión era sobresaltada y asustada antes que sus instintos
entraran en juego. Lanzó las manos al frente, impactando las paredes luminosas con la
fuerza de su poder. Una sustancia dorada empezó a elevarse desde sus pies, llenando la
cámara.
Nikolai intentó llegar a Zoya, pero el bosque de espino creció entre ellos en un
enredo salvaje e impenetrable. Había espinas a su alrededor, una pared de mortales
puntas grises.
—Sé que no vas a matarla —dijo, aunque no sabía eso—. Juris la necesita.
—Tendrás que volar, mi rey —dijo la voz de Elizaveta—. O nunca serás libre, y
tampoco nosotros.
Elizaveta lo miró desde abajo, con expresión triunfante. Yuri sollozaba. Junto a
ellos, Zoya flotaba en un sarcófago dorado, como un ángel atrapado en ámbar, sus ojos
cerrados, su cuerpo quieto.
Se giró hacia Elizaveta, bufando. «Yo soy el monstruo y el monstruo soy yo.» Podía
sentir al demonio luchando por controlar incluso mientras le prestaba su fuerza. Pero 360
Elizaveta solo sonrió, gentil, caritativa. Con un agitar de su mano, las paredes de ámbar
que contenían a Zoya colapsaron y el bosque de espino se marchitó en el suelo.
Él atrapó el cuerpo flácido de Zoya antes que pudiera caer. Estaba cubierta en
savia dorada. Elizaveta cerró el puño y Zoya empezó a toser. Ella abrió los ojos, las
pestañas estaban pegajosas de resina, parpadeó en confusión, entonces su cara se inundó
de terror y empezó a removerse en sus brazos.
Todo lo que deseaba era enterrar sus garras en la carne de ella. Todo lo que
deseaba era consumirla.
LEIGH BARDUGO
«Recuerda», exigió. «Recuerda quién eres.»
Nikolai le permitió ayudarlo a levantarse, se forzó a celebrar con los otros. Pero
había sentido la voluntad del monstruo, y se preguntó, cuando el tiempo llegara, si sería
capaz de igualar su ferocidad.
—Hemos hecho arreglos para que pases tiempo con la princesa shu antes del
almuerzo. —Había dicho Tamar.
—Ser encantador. Pregúntale sobre sus guardias y hace cuánto tiempo que las
363
conoce. Consíguenos cualquier información que puedas.
—¿No pueden Tolya y tú simplemente hablar con las Tavgharad sobre su infancia
shu o algo así?
—Somos peores que los ravkanos para ellos —dijo Tamar—. Tuvimos un padre
shu, pero llevamos los tatuajes de la Santa del Sol y servimos a un rey extranjero.
Isaak no sabía qué decir a eso. Se consideraba a sí mismo un patriota, pero podía
admitir que, a diferencia del rey, Ravka nunca había sido particularmente amable con
él.
—Oh, por amor a todos los Santos, Tolya, eso es la última cosa que debería hacer.
—Tamar se arrodilló frente a Isaak—. Solo escúchala. Hazle preguntas. Las mujeres no
quieren ser seducidas. Quieren ser vistas y escuchadas. No puedes hacer ninguna de esas
cosas si estás pensando en estrategias de como conquistarla, o recitando la Cuarta
Epopeya de Kregi.
—No hay una Cuarta Epopeya de Kregi —gruñó Tolya—. La tercera quedó
364
inacabada por el poeta Elaan.
El lago estaba demasiado frío para nadar, pero los Mareomotores habían
calentado su superficie para que la niebla se alzara del agua en densas nubes, que los
Impulsores manipularon para hacer los símbolos de diferentes países y familias. Isaak se
había permitido tomar unos sorbos de una pequeña copa de vino de albaricoque en
forma de campana para aliviar sus nervios, pero aún permanecía alerta, escuchando la
conversación mientras uno de los embajadores de Fjerda preguntaba si podían visitar la
escuela Grisha.
—Pero me temo que puede que le resulte aburrida. Los estudiantes actualmente
viajan con sus maestros como parte de su instrucción.
—¿Todos ellos?
Isaak nunca había pensado que los estudiantes Grisha estorbaran. Estaban
ocupados, y la escuela estaba lo suficientemente aislada del resto del palacio que
LEIGH BARDUGO
hubieran tenido problemas para llegar a cualquier lugar sin previo aviso. No, los habían
trasladado por su seguridad. Y los fjerdanos lo sabían.
—¿Evacuaron? —dijo Genya con una risa divertida—. Eso implicaría algún tipo
de amenaza. —Dio unos golpecitos juguetones al embajador en la rodilla—. ¡Una
amenaza! A un grupo de niños que podrían prender fuego a esta barcaza y detener los
corazones de todos en ella con el movimiento de una mano. —Ella se frotó los ojos—.
Es demasiado gracioso.
Isaak se volvió hacia Genya mientras los fjerdanos caminaban hacia la barandilla
del balandro para admirar la vista y posiblemente para pensar.
—Por supuesto —dijo Genya, toda la alegría se había ido—. ¿Crees que
mantendríamos uno de los mejores activos de Ravka aquí donde una bomba o un gas
venenoso podría eliminar a toda una nueva generación de Grisha en un momento? Un
fjerdano temeroso es menos propenso a actuar, y solo disfruto la idea de que tengan
malos sueños sobre un grupo de niños.
—Pero ser la favorita de la reina —dijo Isaak—. ¿Eso debe haber sido un gran
honor?
—Dulce Isaak —dijo con una sonrisa—. Nikolai Lantsov me perdonó hace 367
mucho tiempo, y en ese momento se ganó mi lealtad para siempre. El Darkling me tiró
al agua, luego me vio ahogarme para cumplir sus propios propósitos.
—¿Cruel? Oh, sí. Pero no me dejó a las depredaciones del rey para castigarme.
Él simplemente nunca consideró mi miseria. ¿Qué era la angustia de una chica si podía
ayudar a ganarle un imperio? Él estaba jugando un largo y complicado juego. Fue solo
cuando me atreví a pensar por mí misma, cuando interferí con su gran plan, que puso
sus monstruos contra mí y…
Un fuerte chapoteo sonó desde algún lugar del lago. Se detuvieron a tiempo para
ver una nube de seda amarilla hundiéndose bajo de la superficie cerca de una barcaza
LEIGH BARDUGO
llena de miembros de la delegación de Kerch. Una de las hijas del comerciante había
caído al agua y se estaba hundiendo rápidamente.
—Hay Grisha…
—¡Nunca surgió!
Isaak no podía creer que hablara en serio, pero una mirada a su expresión dejó
en claro que esto no era broma. «Bueno», pensó mientras saltaba la barandilla y se lanzaba 368
al agua con lo que esperaba fuera un mínimo de gracia, «al menos si me ahogo, no tendré
que sentarme con ellos durante la cena.»
El agua estaba muy fría, y cuando se hundió, todo lo que había en el cuerpo de
Isaak le exigía que se moviera, luchara, hiciera algo para volver al calor y al aire. «No
falles». Permaneció quieto, el dolor acumulándose en sus pulmones cuando el pánico
comenzó a establecerse. Miró hacia arriba, hacia arriba, hacia el tenue brillo de la luz en
la superficie. Parecía increíblemente lejano, el oscuro y silencioso lago a su alrededor,
un cielo interminable, sin estrellas. Un lugar podrido para morir. «¿Esto es todo?» Se
preguntó. «¿Realmente me voy a ahogar para preservar la reputación del rey como un héroe?»
LEIGH BARDUGO
Entonces Nadia lo agarró del brazo. Estaba rodeada por una burbuja de aire que
había creado y que dos Mareomotores a su lado estaban impulsando hacia adelante. Ella
lo tiró al círculo de aire y él respiró hondo, jadeando.
—Agárrala —dijo Nadia, y tan pronto como su mano se cerró sobre su muñeca,
volvieron a disparar entre el agua.
Emergieron del lado opuesto de la pequeña isla en el centro del lago, lejos de las
embarcaciones de recreo. Tolya y Tamar estaban esperando. Llevaron a Birgitta a los
escalones de uno de los pabellones de prácticas y comenzaron a trabajar para tratar de
revivirla.
Un momento después, Birgitta tosió, agua del lago salió de sus labios.
369
—Dispérsense —ordenó Tolya.
—Sé encantador —dijo Tamar mientras desaparecía con los demás en la niebla—
. Eres un héroe.
Isaak se inclinó sobre la muchacha, tratando de recordar que sería la cara del rey
la que vería.
Sus largas pestañas revoloteaban. Ella lo miró con los ojos verdes aturdidos y se
puso a llorar.
Bueno. Tal vez ser guapo no era una cura para todo.
LEIGH BARDUGO
—Casi te ahogas —dijo él—. Tienes motivos para estar emocional. Ven, tenemos
que calentarte.
Isaak también se sentía congelado y agotado, pero se obligó a hacer lo que creía
que se vería mejor. Deslizó su brazo bajo las piernas de la chica y la levantó en sus
brazos. Por todos los Santos, era pesada. ¿Era necesaria tanta seda?
Ella apoyó su cabeza contra su pecho, e Isaak cruzó la isla, sus dientes
castañeando, sus botas rechinando húmedamente, hasta que emergieron de los árboles
en la orilla opuesta de la isla.
—¡Ahí están!
—¡Ella está fresca como una rosa! —dijo Isaak—, pero el doble de húmeda. Nos
vendría bien algo de ropa seca y té caliente.
La multitud estalló en aplausos. Isaak dejó a Birgitta antes de que sus brazos se
rindieran, depositándola sobre la arena como un montón de ropa mojada. Se inclinó y
370
consiguió detener el castañeteo de sus dientes lo suficiente como para besarle la mano.
***
Nikolai no empleaba ayudante de cámara, lo que había sido un alivio para Isaak;
no había tenido a nadie que le ayudara a vestirse desde que era niño. Se puso los suaves
calzones y botas del rey, la camisa y los tirantes, el abrigo entallado bordado con el águila
de Lantsov. Podría admitir que la ropa tampoco era una mala parte del trato. Habían
sido confeccionados meticulosamente y eran tan cómodos como elegantes. Mientras
Isaak se ajustaba el abrigo, sus dedos tocaron algo en el bolsillo derecho. Siempre
encontraba cosas escondidas en los bolsillos de la ropa del rey, una nota que el rey se
había garabateado a sí mismo o un bosquejo de lo que podría ser un nuevo invento, una
pequeña cuenta de plata. Esta vez se sacó un pequeño nudo de alambre de su abrigo.
Había sido diseñado con la forma de un barco de vela. Lo puso en el tocador del rey.
—Pensamos que esto puede ser algo bueno —dijo Tamar al entrar Isaak en la
sala de estar. 371
Se unió a ellos junto al fuego, contento por el calor.
—No era lo ideal —dijo Genya, sirviéndole una taza de té—. Perdiste tu
oportunidad de hablar con la princesa Ehri. Pero hicimos lo mejor que pudimos, y el rey
pareció un héroe.
—Muy heroico —dijo Tolya—, como un príncipe de los poemas épicos. Y así
Iván el del Cabello de Oro la cargó a través de la...
Isaak no estaba de acuerdo, pero dudaba que este fuera el momento de debatir
poesía.
Genya empujó a David, y levantó la vista del tratado que estaba leyendo.
—Rastreamos el detonador que se usó para colocar gas arsénico en la puerta del
rey. Lo más probable es que sea fjerdano.
—Por supuesto que no. No es algo que podamos probar y, en cierto modo, son
buenas noticias.
—Por supuesto —dijo Isaak. Se rascó la oreja—. ¿Exactamente cómo son buenas
noticias?
—Ya sospechábamos que los fjerdanos no venían a jugar. Si hubiera sido de los
kerch o los shu, habríamos tenido motivos reales para preocuparnos. Esto significa que
los shu siguen abiertos a una alianza. Teníamos curiosidad por ver quién podría atentar 372
contra la vida del rey.
—Lo sé —dijo Isaak. Pero ¿lo sabía? ¿Y podía realmente quejarse? Era el destino
de un soldado ser prescindible. El trabajo de un guardia era ponerse entre su gobernante
y el daño. ¿No era eso exactamente lo que estaba haciendo ahora?
—Fuimos cautelosos. Pero había poco que aprender. Y dudo que algún miembro
del Tavgharad sea tan tonto como para poner detalles condenatorios en el papel.
—¿Han entrado?
—El verdadero trabajo ocurre en otro lugar —dijo Tamar—. Incluso plantamos
algunos planos falsos para que los encontraran. Todo esto debería ayudar a preparar el
escenario para nuestra actuación en la Ciénega Dorada.
—Usaremos el lago del conde Kirigin para mostrarle a Kerch nuestro prototipo
de izmars'ya. —Una mirada pasó entre los otros que Isaac no entendía, pero eso no era
nada nuevo. Asumió que alguien le diría qué era exactamente un izmars'ya para que
pudiera asentir sabiamente sobre el tema cuando llegara el momento.
—Aquí hay notas para la cena de esta noche. No se espera que des un discurso,
pero este será un asunto más formal, así que tendrás que hacer todo lo que esté en tu
mano para parecer relajado. Mañana es la cacería.
—No como caza un caballero. Pero Nikolai nunca fue muy aficionado a este
deporte. Le gustan los zorros. La cacería es solo una excusa para cabalgar y conocer a
las candidatas. Recuerda que debes repartir tu conversación de manera uniforme entre
ellas. Repasaremos los detalles esta noche después de la cena.
Salieron e Isaak dejó caer la cabeza hacia atrás, mirando el techo dorado. Se
sentía cansado e inquieto. Miró las notas sobre los cubiertos y cómo comer ostras y las
tiró a un lado. Necesitaba despejar su mente.
Tolya retrocedió unos pasos mientras Isaak bajaba por el pasillo, pero todavía era
inquietante saber que estaba siendo observado. Había rumores de que Nikolai había
huido de la universidad para seguir una vida de aventura en altamar como el corsario
Sturmhond. Una historia ridícula, pero Isaak podía entender el impulso. ¿Quién no
elegiría ese tipo de libertad por encima de esta representación constante? Pasó por la
galería de retratos, ignorando las pinturas de incontables reyes y reinas de Lantsov, y
entró en el conservatorio.
Una chica estaba sentada junto a uno de los estanques, no una chica, una
princesa. Ehri Kir-Taban. Hija del Cielo. Los shu usualmente llevaban los nombres de
uno o ambos de sus padres, pero la familia real tomó el nombre de la primera reina Shu
y fundadora de la dinastía Taban. Había guardias ravkanos y shu Tavgharad
estacionados en el perímetro de la sala. Debería haberse dado cuenta antes, pero estaba
demasiado preocupado. La distracción era algo que ni un guardia ni un rey podían
permitirse.
Así que esta era su oportunidad. Podía compensar su falta de conversación con
la princesa y tratar de recolectar la información que Genya y los demás necesitaban. «Sé
encantador.» Claro. Encantador.
Pero antes de que pudiera decidirse por una buena línea de apertura, la princesa
levantó la cabeza.
—Soy una invitada aquí. No puede haber intrusión. —Miró a los guardias—. ¿Le
gustaría sentarse y hablar un rato?
«Listo. Ni siquiera tuve que preguntar.» Sin embargo, seguía queriendo darse la
vuelta y salir corriendo por la puerta. Pero decir que no ahora sería visto como un
desaire. Además, Tolya podría bloquear la puerta y negarse a dejarle pasar.
Isaak se sentó a su lado en la ancha roca junto al estanque. El aire olía a azahar
dulce, y el bajo chapoteo de los peces que jugaban en el agua era calmante. Podría haber
sido un lugar agradable para descansar si no fuera por los guardias que brillaban en las
LEIGH BARDUGO
puertas. Juró que cuando tuviera su cara de nuevo y volviera al trabajo, trataría de
parecer un poco más amistoso.
—Es un placer.
—Apenas lo es —murmuró con una pequeña sonrisa—. Sin duda vino aquí para
estar solo, tan solo como es posible, como yo.
—¿Su hermana?
—Makhi Kir-Taban, Nacida del Cielo, nuestra princesa más celestial que
heredará la corona y gobernará sabia y justamente durante muchos años.
—¿Y qué harás tú? —preguntó Isaak. «Una mujer quiere que la escuchen.»
—Por favor —dijo suavemente, tanto para tranquilizarla como porque encontró
que era genuinamente curioso—, me gustaría saberlo.
—Sí, pero no están obligados a posar y pavonearse solo para ser vendidos como
enseres. —Ella palideció, dándose cuenta de lo que había dicho—. Perdóneme, no quise
decir... Sería mi mayor honor...
—No se disculpe. Por favor. Le pedí tu honestidad. No espero que todas las
mujeres que conozco estén ansiosas por casarse conmigo.
—Al principio no. —Esa fue una respuesta mucho más Nikolai, aunque la
princesa parecía un poco decepcionada.
—Puede compensarme —dijo Ehri—. He sido honesta con usted; ahora tal vez
comparta un secreto conmigo. Es lo justo.
«No soy el rey de Ravka, solo un tipo humilde y gruñón tratando de no transpirar con su
ropa elegante.» No, esa no era definitivamente la respuesta correcta. Isaak suponía que
debía decir algo coqueto, pero no estaba seguro de qué secretos le pertenecían a él y
cuáles al rey.
LEIGH BARDUGO
—Muy bien. Mi secreto es que deseaba estar solo, pero que sigo disfrutando de
su compañía. Ha sido una mañana dura.
—¿En serio?
—¿Perdón?
Una princesa que quería ser guardia de palacio y que le gustaban las armas. Ella
era al menos interesante.
—¿Cómo puede estar tan segura de que la chica Schenck saltó? —preguntó. 378
—Porque mis propios asesores me sugirieron que hiciera lo mismo anoche.
La estudió.
Ante eso, Isaak se echó a reír, y luego se contuvo. Esa no era la risa de Nikolai.
Vio a uno de los guardias del palacio ladeando la cabeza. Trukhin. Isaak había trabajado
innumerables turnos con él alrededor del palacio. Tenía todas las razones para reconocer
la risa de Isaak.
Por todos los Santos, Isaak ya estaba cansado de esta farsa. Pero la princesa le
había dado una oportunidad.
—Si no puede manejar un rato sentada en una roca, no veo cómo puede esperar
desempeñar el papel de guardia de pie en posición de firmes durante horas.
—Confieso que sé poco del Tavgharad —dijo Isaak, esperando que su voz sonara
379
natural—. ¿Son convocadas de familias nobles?
—El linaje Taban. Soy una de las joyas más pequeñas de la corona.
—Debe ser una vida dura, aunque sea gratificante. ¿Dejan a sus familias como
los Grisha?
—Están felices de hacerlo. —Pasó una mano sobre el agua—. Creo que es más
difícil para los gemelos.
—¿Gemelos?
—Son muy comunes entre nuestra gente. —Ella inclinó la cabeza hacia Tolya—
. Como el Keb-Bataar.
—Todos lloran la primera flor. ¿Quién llorará por el resto que caiga?
Isaak no pudo evitar sonreír. Parecía que el consejo de Tolya sería útil después
de todo.
—Me quedaré a cantar para ti, mucho después de que haya pasado la primavera.
380
—¿Lo conoce? —dijo Ehri sorprendida.
—Lo aprendí cuando estudiaba shu por primera vez. —Era un poema titulado
simplemente “Kebben’a”, y hubo un debate considerable sobre si el título debía ser
traducido como Mi Querida o Mi Familiar o Mi Indicada.
—Es un viejo poema, muy pasado de moda, pero describe bien el espíritu kebben.
—Creo que estaba ambientado con música —dijo Isaak—. ¿Me han dicho que
toca el khatuur?
—Podríamos ir a cabalgar.
—Eructar.
—Con fervor.
Y por los dos senderos del jardín vio a las candidatas y a sus acompañantes
acercándose como una bandada de aves de presa bellamente vestidas.
—Debo admitir que muchas cosas —dijo Isaak—. El rey es un hombre sencillo.
Nina sabía que sacar a las mujeres del fuerte no sería un reto menor. La seguridad
sería más estricta gracias a su pequeño truco, pero al menos podían esperar que los
soldados pudieran pensar que la infracción había sido el resultado de la broma de un
novato o un intento de reunión con un soldado, no el trabajo de un espía ravkano.
Cuando Nina se reunió con Leoni y Adrik para planear, mantuvieron sus
conversaciones en zemeni y se aseguraron de hablar bien lejos del convento, bajo la
cubierta de una de sus excursiones para vender los dispositivos de carga. En realidad, les
hicieron ventas a algunos de los pescadores locales que intentaban cazar gamos por las
pieles y carne ahora que los peces parecían estar muriendo. Tendrían que reponer
pronto. 382
Esa mañana, Nina había visto un destello de pelaje blanco apareciendo y
desapareciendo a través de los árboles mientras salían de la ciudad. Se había alejado de
Adrik y Leoni y se abrió camino hacia el bosque tan silenciosamente como pudo. Allí,
había visto a Trassel, merodeando por las orillas del río. Su corazón se había atascado
en su garganta cuando había vislumbrado las otras formas en el bosque. Lobos grises.
Pero estos animales no parecían tener los ojos anaranjados y los cuerpos delgados de los
que había encontrado en el hielo. Cada vez que uno de ellos se movía hacia el agua,
Trassel le chasqueaba las mandíbulas y los lobos grises se lanzaban hacia los árboles.
«Él los está arreando», se dio cuenta. «Los está alejando del río envenenado.»
El plan parecía bastante simple: sacar a las mujeres y sus bebés y pasar por el
punto de control en la base de la colina antes de que alguien supiera que las prisioneras
estaban desaparecidos.
—Necesitamos una distracción —dijo Nina—. Una vez que estemos despejados,
las bombas iniciarán un incendio en la parte activa de la fábrica que se extenderá a la
sala de maternidad. Para cuando se haya extinguido y se den cuenta de que no hay
cadáveres que encontrar, las chicas estarán bien encaminadas hacia Hjar. —Allí, un
ballenero encargado por miembros de la Hringsa estaría esperando para llevarlas a
Ravka. En realidad, la tripulación estaría esperando a los fugitivos Grisha, no a una
marea de mujeres jóvenes y bebés adictos a lo que Leoni sospechaba que era parem
sintético o algo muy parecido. Pero Nina encontraría alguna forma de explicarlo—. No
podemos decirles a las chicas quiénes somos. No si las queremos dóciles.
383
Leoni se veía inquieta.
—Puedo hacerlo —dijo Leoni—. Creo. Pero... —Miró el nudo que estaba
atando—. ¿Y si no vuelven de esto? Podríamos estar condenándolas a un viaje horrible,
tal vez incluso a la muerte.
Nina recordaba la agonía de su batalla con parem demasiado bien. Ella había
rogado por la muerte, rezó por ella. Sin Matthias, no estaba segura de haber podido
mantenerse. Y esa había sido la primera lucha. ¿Qué habría hecho ella sin Inej para darle
un propósito? ¿O Jesper para hacerla reír? Incluso ese pequeño bastardo de Kaz había
hecho su parte, despiadado hasta el final. Los había necesitado a todos para mantenerla
en marcha en aquellos largos y despiadados días mientras luchaba para regresar a sí
misma. Estas mujeres estarían sin familia o amigos en un país extranjero. Tendrían que
aprender a apoyarse la una en la otra. Si sobrevivían.
384
Nina miró a Leoni, a Adrik.
—No fingiré que estoy pensando con claridad. Al ver a esas mujeres, a esas chicas
de esa manera... entiendo lo que hace el parem. He pasado por esa guerra. Sé lo que
elegiría.
—¿Y estás dispuesta a tomar esa decisión por ellas? —dijo Adrik.
—Pero ¿cómo se supone que debemos convencer a las madres o a los guardias de
que un hombre con un solo brazo y dos mujeres tienen algún asunto pendiente para estar
allí?
—¿Crees que no notarán que apenas puedo hablar fjerdano y que estoy tratando
de conducir un equipo de caballos con una mano?
—Hanne ayudará.
—Ella es Grisha.
—Y se odia a sí misma. No creas que ella no va a volcar ese odio hacia nosotros.
Incluso si superamos esto sin revelar quiénes somos realmente, ella será la única que
tendrá que enfrentar las consecuencias cuando nos vayamos. —Nina se movió
LEIGH BARDUGO
incómoda y Adrik enarcó las cejas—. Crees que ella irá con nosotros. Oh, Zenik. Pensé
que Leoni era la optimista desesperada.
Adrik la estudió.
—No nos hagas la única opción, Nina. No es algo que Hanne perdonará.
***
Hanne rodó los ojos, y Nina encontró difícil no reírse. Si este era el peor desafío
que enfrentaban los siguientes días, Nina consideraría que eran en realidad muy
afortunadas.
Pero mientras guiaba a Hanne y Kori con algo de vocabulario básico: silla,
escritorio, ventana, cielo, chica, nube, sonó un golpe y una novicia asomó la cabeza a través
LEIGH BARDUGO
de la puerta. Era la chica de mejillas como durazno que se había acercado a Nina en el
bosque, una de las mismas novicias que había montado con Hanne como soldado
fjerdano.
—¿Qué sucede?
—La Madre del Pozo me envió a recogerte, Hanne —dijo la novicia—. Tu padre
está aquí.
Todo el cuerpo de Hanne pareció derrumbarse como una flor marchitándose por
una helada repentina. Nina la había visto asustada, enojada, pero esto era algo nuevo y
no bienvenido, como si todo el fuego que la animara se hubiera extinguido repentina y
abruptamente.
Hanne cerró su libro de ejercicios y se levantó. Nina sabía que no debería, pero
mientras Hanne pasaba a su lado, le sujetó la mano y la apretó con fuerza. Hanne echó
un vistazo a la Doncella del Manantial, quien las estaba observando con ojos
entrecerrados, y le devolvió el apretón.
387
—Todo estará bien —susurró Nina—. Adawe. —El primer verbo que le había
enseñado a Hanne. Lucha.
Cuando alcanzaron la capilla, la novicia las condujo por un largo pasillo, y Nina
se percató que se dirigían a la misma oficina donde ella y Hanne se habían reunido con
la Madre del Pozo para discutir sobre las clases de lenguaje.
La Madre del Pozo esperaba ante su escritorio, igual que antes, y un hombre alto
de porte militar estaba parado junto a la ventana, con las manos unidas detrás de la
espalda. Una gruesa cicatriz roja corría por la base de su cráneo pálido. Nina sintió que
algo frío se desenrollaba en su vientre.
—Madre del Pozo —dijo Hanne, haciendo una profunda reverencia—. Min
fadder.
Nina sabía quién sería antes de que se girara. Pero no había nada que pudiera
hacer para detener el terror que se apoderó de ella mientras miraba una vez más a los
fríos ojos azules de Jarl Brum.
La última vez que Nina había encontrado a Jarl Brum, él había intentado
encarcelarla y esclavizarla. Ella había estado en las garras de su primer y única dosis de
jurda parem cuando lo había enfrentado a él y sus drüskelle en el puerto de Djerholm. Ella
388
había deseado asesinarlo, y podría haberlo hecho con solo un pensamiento. Pero
Matthias le había rogado que le mostrara piedad, y ella lo hizo. Había dejado vivos a
Brum y sus hombres, aunque en un último acto mezquino, le había arrancado el cuero
cabelludo de la cabeza. Aparentemente alguien se lo había vuelto a coser.
Nina se hundió en una reverencia baja, enfocando sus ojos en el piso, intentando
robar un momento para reunir sus agallas y ocultar su miedo. «Contrólate, Zenik,» se
ordenó. Brum había visto a través de su disfraz torpe cuando lo conoció en la corte de
Hielo, pero ahora había sido confeccionada por la maestra, Genya Safin. Sus huesos y
cuerpo habían sido alterados, y sabía que su dominio del lenguaje fjerdano era prístino.
Recordaba lo que le había dicho a Hanne, que la actuación empezaba con el cuerpo, y
ahora mismo Nina necesitaba dar la actuación de su vida. En lugar de ocultar su miedo,
lo utilizaría. Era su desprecio lo que necesitaba enterrar.
LEIGH BARDUGO
Cuando se elevó de su reverencia, no era Nina Zenik; era Mila Jandersdat, una
chica cuyo sustento bien podría depender del favor de Jarl Brum.
—Gracias, Papá.
Él suspiró.
—Sé que lo lamentas. —Su mirada cambió a Nina, quien inclinó la cabeza y
dirigió sus ojos al piso modestamente—. ¿Y ella es tu nueva maestra? Es lo bastante
joven para ser estudiante aquí.
—Ella servía como guía a los comerciantes zemeni que llegaron la semana pasada
—dijo Hanne.
—Eso me dice la Madre del Pozo —dijo Brum, avanzando hacia Nina—. Una
389
desconocida llega con dos extranjeros, y solo días después la seguridad en la fábrica es
comprometida. Una coincidencia improbable.
Nina lo miró con lo que esperaba que fuera consternación perpleja. Brum le cogió
la punta de la barbilla y le levantó el rostro.
Quien sea que le hubiera vuelto a coser la piel en la cabeza lo había hecho con
considerable habilidad, pero su cabello dorado había desaparecido y no había forma de
ocultar la cicatriz que rodeaba su cráneo como la gorda cola rosa de una rata. Un
Sanador Grisha o Confeccionista lo podría haber desvanecido, pero por supuesto él
tendría que permitir que uno se acercara a su cabeza. Nina deseaba recibir su mirada
incisiva con una fulminante propia. En su lugar, permitió que sus ojos se llenaran de
lágrimas.
LEIGH BARDUGO
Brum frunció el ceño.
—Dieciocho, señor.
—Enviudaste joven.
—Perdido en las aguas. —Una lágrima rodó por su mejilla. Nina no podría haber
pedido que estuviera mejor sincronizada.
—Tus lecciones —dijo Brum pensativo—. Sí, creo que la influencia de una chica
con modales campestres podría ser buena para ti, Hanne. Pueden continuar.
LEIGH BARDUGO
Nina se hundió en otra reverencia.
—El comandante Brum está felizmente casado con una mujer de noble cuna.
—Dudo que te preocupe en absoluto. Sabía que había más detrás de tus motivos
que un simple puesto de maestra.
«Y tú eres la peor clase de hipócrita»«, pensó Nina, con la ira refulgente. Esta mujer
había administrado parem… o algo parecido, a jóvenes y mujeres. Se había puesto su
pequeño hábito piadoso y camindao los pasillos de esa fábrica con su droga maldita,
ayudando a los soldados a crear esclavas. «Cuando esas chicas desaparezcan, voy a
asegurarme que Jarl Brum te culpe. Entonces veremos qué tanto disfrutas las atenciones del buen
comandante.»
—¿Cómo te atreves...?
—No estoy segura de que sea un ambiente sano para una chica como Hanne.
Una pena —dijo Nina mientras se giraba para irse—. Pero rezaré por usted.
A pesar de que Nina disfrutó de hacer morder el anzuelo a la Madre del Pozo, se
alegró de las sospechas de la mujer. «¿Cuál es la forma más fácil de robar la cartera de un
hombre?» Kaz Brekker había explicado una vez. «Dile que vas a robar su reloj.» Si esa bruja
malhablada pensaba que la meta de Nina era convertirse en la amante de un hombre
rico, entonces se distraería de su verdadero plan. 392
«¿Y si Brum está mintiendo? ¿Y si sabe exactamente quién soy?» Nina había sido
engañada por Brum una vez antes y casi había perdido la vida en el proceso. Esta vez,
sería más cautelosa. Cuando volviera a enfrentarse con Jarl Brum, no tenía intención de
dejarlo en pie.
—¿Qué fue eso? —dijo Hanne. Kori no estaba por ninguna parte, y Hanne iba y
venía, su delantal ondeando detrás de ella—. Temblando como una hoja en una
tormenta. Llorando como una niña asustada. Esa no eras tú.
Nina sintió una repentina oleada de ira. Lo que había visto en el fuerte, el shock
de volver a ver a Brum, los crímenes de la Madre del Pozo, era demasiado.
LEIGH BARDUGO
—Apenas me conoces —dijo ella.
—Sé que eres lo suficientemente valiente como para querer ayudar a tu hermana
y lo suficientemente imprudente como para entrar en una fortaleza militar para hacerlo.
Sé que eres lo suficientemente inteligente como para engañar a una habitación llena de
cazadores borrachos y lo suficientemente generosa como para ayudar a una amiga
desesperada. ¿O todo eso también es una actuación?
Nina quería gritar. ¿Cómo puede ser que la feroz y enérgica Hanne sea la hija de
Brum? ¿Y por qué no podíaver lo que él era?
—No lo sé.
—No lo sé —repitió.
«Sí lo sabes», pensó Nina. «Sabes lo que ese bastardo intolerante haría, pero tienes
demasiado miedo de admitirlo.»
Nina quería tomarla por los hombros y sacudirla. Quería subir a Hanne a un
caballo y cabalgar hasta que llegaran a la orilla. Pero ella no podía pensar en nada de
eso, no si iban a liberar a las chicas del fuerte. Adawesi. Luchamos. Y Nina sabía que
pelear significaba usar todas las herramientas a su disposición, incluso la culpa de
Hanne.
LEIGH BARDUGO
—Le debes a tu padre elguardar este secreto. —Nina se sintió enferma al decir
esas palabras, consciente del efecto que tendrían. Hanne no le debía nada a Brum, pero
Nina se obligó a continuar—. Si supiera que eres Grisha, lo pondría en una posición
imposible. Su reputación y su carrera correrían un gran riesgo.
—Hanne, mírame. —Nina esperó, y por fin Hanne levantó la vista. Sus ojos
vibrantes estaban secos, pero angustiados, y Nina sabía que el dolor no era por ella
misma sino por la vergüenza que le causaría a su padre—. Este país... este país hace
cosas terribles a sus mujeres y a sus hombres. Tu padre piensa como lo hace porque fue
educado así. Pero yo no puedo ayudarlo. No puedo arreglarlo. Puedo ayudar a mi
hermana. Puedo ayudarte a ti. Y haré lo que tenga que hacer para que eso sea posible.
Si eso significa batir las pestañas hacia tu padre y convencerlo de que soy un modelo de
mujer fjerdana, lo haré.
—Miré a tu padre de la forma en que quiere que lo miren, como a un héroe. 394
Hanne pasó su calloso pulgar a lo largo del viejo escritorio de madera.
—No —dijo Nina, y eso, al menos, era la verdad. Le había contado a Hanne
innumerables mentiras, pero nunca la había halagado, nunca la había manipulado de
esa manera—. Cuando dije que tenías talento, lo decía en serio. Cuando dije que eras
gloriosa, también lo dije en serio. —Hanne la miró a los ojos y, por un momento, Nina
sintió como si no estuvieran atrapadas en esta clase o incluso en este país. Estaban en
un lugar mejor. Estaban en algún lugar libre—. Nuestro primer trabajo es siempre
sobrevivir —dijo—. No me disculparé por ello.
—Sí.
—Se quejó —dijo Nina, y de repente tuvo que mirar hacia otro lado, porque no
era un mercader ficticio el que le había venido a la mente, sino Matthias, con su estricta
corrección y su brillo de desaprobación y su corazón amoroso y generoso—. Se quejaba
todo el tiempo.
Nina agitó la cabeza y apretó las palmas de sus manos contra sus ojos, incapaz
de detener las lágrimas que venían, sin quererlo. Santos, estaba cansada.
Hanne buscó en el escritorio y dejó que sus dedos rozaran la mano de Nina.
Nina sabía que debía bajar la cabeza, hacer algún comentario sobre cómo
controlar su audacia de espíritu, demostrar que le importaban un bledo los métodos
fjerdanos. En vez de eso, ella resopló y dijo:
Hanne se rio.
Ella asintió, sorprendida por todo lo en serio que lo decía. Hanne puede que no
fuera ruidosa ni imprudente con sus palabras, puede que incline la cabeza ante su padre
y la Madre del Pozo, pero nunca había dejado que Fjerda la quebrara. A pesar de sus
reverencias y su charla sobre el honor de la familia, había permanecido desafiante.
Hanne suspiró.
—Bien. Porque mi padre quiere que cenes con nosotros esta noche después de
visitar la fábrica.
—Mañana por la mañana. —La mirada de Hanne era firme, conocedora—. Estás
planeando algo.
396
—Sí —dijo Nina—. Sabías que lo haría. No actuaré hasta que él se haya ido. Pero
voy a necesitar tu ayuda.
«De general del ejército Grisha a cebo para un monstruo.» No era una posición que
disfrutara, y solo el progreso que había hecho en la guarida de Juris evitó que su
temperamento sacara lo mejor de ella.
397
Hoy, ella había llegado temprano a los aposentos de Elizaveta. Yuri y Nikolai
aún no habían aparecido, y la propia Santa no estaba por ninguna parte. ¿O lo estaba?
La gran cámara dorada zumbaba con el sonido de los insectos. Si le creía a Juris, todos
ellos eran ella.
Seis lados de la cámara. Seis lados para cada panel ámbar que comprendía sus
paredes elevadas. ¿Era por esto que el Pequeño Palacio había sido construido sobre un
plano hexagonal? Zoya había visto la forma repetida en los edificios de los Grisha, sus
tumbas, sus lugares de entrenamiento. ¿Todo había comenzado con la colmena de
Elizaveta? Había túneles que conducían desde cada una de las seis paredes. Zoya se
preguntó a dónde iban.
LEIGH BARDUGO
—Fuiste una de sus estudiantes, ¿verdad?
Zoya saltó ante el sonido de la voz de Elizaveta. La Santa estaba junto a la mesa
donde el árbol de espino que había crecido todavía se extendía sobre la superficie.
—No necesitas jugar a ser tímida conmigo, Zoya. Yo también lo conocí. —La
sorpresa de Zoya debió mostrarse, porque Elizaveta dijo—: Oh, sí, todos nos cruzamos
con él en un momento u otro. Lo conocí cuando acababa de comenzar su servicio a los
reyes de Ravka. Cuando aún estaba en mi juventud.
Zoya sintió un escalofrío ante la idea de cuán antigua debía ser Elizaveta. Su
conexión con la creación en el corazón del mundo le había concedido la eternidad.
¿Estaba ella realmente lista para rechazarla?
—¿Sabía lo que eras? —preguntó Zoya en su lugar—. ¿Lo que podías hacer?
—No —dijo Elizaveta—. Apenas yo lo sabía. Pero él sabía que yo tenía un gran 398
poder, y eso le atraía.
«Siempre fue así». El Darkling apreciaba el poder por encima de cualquier otro
rasgo. Zoya a veces se preocupaba si podía ser muy parecida.
—Cuentas con suerte —dijo ella—. Si él hubiera sabido el alcance de tus dones,
te habría perseguido hasta que pudiera usarlos para sí mismo.
Elizaveta se rio.
—O tú lo subestimaste.
¿Y debería Zoya buscar su aprobación? ¿Fingir ser algo más que ella?
—Mi rey valora mi lealtad y mi capacidad para dirigir un ejército. Él tendrá a su 399
esposa para sonreír tontamente y abrazar a los huérfanos.
—Hay una razón por la que te uso a ti y no al monje para provocar a su demonio.
—¿Y eso es todo lo que hay? Veo la forma en que sus ojos te siguen.
—Cuidado, joven Zoya. Una cosa es ser vista por un simple hombre, y otra cosa
es llamar la atención de un rey.
La atención era fácil de conseguir. Los hombres la miraban y querían creer que
veían bondad debajo de su armadura, una chica amable que emergería si solo tuviera la
oportunidad. Pero el mundo era cruel con las chicas amables, y siempre había apreciado
que Nikolai no pidiera eso. ¿Por qué lo haría? Nikolai hablaba de asociaciones y aliados,
pero él era un romántico. Quería el amor de una clase que Zoya no podía dar y nunca
recibiría. Tal vez el pensamiento picaba, pero ese pinchazo de dolor, la incómoda
sensación de que se había perdido de algo, pertenecía a una niña, no a un soldado.
Zoya miró hacia abajo, a uno de los túneles. Parecía más oscuro que los demás.
El olor a miel y savia que emanaba de allí no era del todo correcto, la dulzura pinchada
por la mancha de la podredumbre. Podría haber sido su imaginación, pero las abejas
incluso sonaban diferentes aquí, sin el zumbido de los insectos ocupados por el perezoso
y agitado campo de batalla saciándose de los muertos.
—¿Qué hay ahí abajo? —preguntó Zoya—. ¿Qué hay de malo con ellas?
400
—Las abejas son cada parte de mí —dijo Elizaveta—. Todo triunfo, toda tristeza.
Esta parte de la colmena está cansada. Está cansada de la vida. Esa amargura se
extenderá al resto de la colmena hasta que toda la existencia pierda su sabor. Por eso
debo abandonar el Abismo, por eso tomaré una vida mortal.
—La mayoría de nosotros puede ocultar nuestras más grandes heridas y anhelos.
Así es como sobrevivimos cada día. Fingimos que el dolor no está allí, que estamos
hechos de cicatrices en lugar de heridas. La colmena no me concede el lujo de esa
mentira. No puedo seguir de esta manera. Ninguno de nosotros puede.
LEIGH BARDUGO
El espino que se enroscaba debajo de la mano de Elizaveta brotó repentinamente
con flores blancas que se tornaron rosadas y luego rojo sangre ante los ojos de Zoya.
Elizaveta asintió.
—La mayoría de las mujeres sufren espinas por el bien de las flores. Pero los que
ejercemos el poder nos adornamos con flores para ocultar el aguijón de nuestras espinas.
«Sé más dulce. Sé más gentil. Sonríe cuando estés sufriendo.» Zoya había ignorado estas
lecciones, a menudo en detrimento de ella. Ella era todo espinas.
***
Zoya asintió, alcanzando las hachas a las que les había encontrado gusto. Le
gustaba el peso y el equilibrio de ellas, y le recordaban a Tamar. ¿Estaba nostálgica? Ella
había perdido la noción del tiempo aquí. Sin comida. Sin descanso. Horas sangradas en
días.
—Todos están tan preocupados con enumerar sus heridas y atenderlas —dijo—.
Es agotador.
—Solo puedes invocar al viento. El agua y el fuego también deberían estar a tus
órdenes.
—El agua es mi elemento más débil, lo confieso. Vengo de una isla muy húmeda.
Nunca me ha gustado la lluvia. 402
—¿Estás diciendo que puedo convocar todas las órdenes?
No parecía posible, pero en poco tiempo, Juris le había demostrado que los
límites del poder de los Grisha eran más flexibles de lo que jamás había creído. «¿No
somos todas las cosas?» Eran palabras que recordaba de hace mucho tiempo, de los escritos
de Ilya Morozova, uno de los Grisha más poderosos que se hayan conocido. Había
teorizado que no debería haber órdenes de Grisha, ni divisiones entre poderes, si la
ciencia era lo suficientemente pequeña. Si toda la materia pudiera dividirse en las
mismas partes pequeñas, entonces un Grisha suficientemente talentoso debería poder
manipular esas partes. Morozova tenía la esperanza de que crear y combinar
LEIGH BARDUGO
amplificadores fuera el camino hacia un mayor poder de Grisha. Pero ¿y si hubiera otra
manera?
—Muéstrame.
Juris se movió, sus huesos crujieron y volvieron a formarse cuando tomó forma
de dragón.
—Sube. —Zoya vaciló, mirando a la enorme bestia que tenía ante ella—. No es
una oferta que le haga a cualquiera, bruja de la tormenta.
—Resiste —dijo.
—Oh, es eso lo que se supone que debo… —Zoya jadeó y se aferró con fuerza
cuando las alas de Juris aletearon una vez, dos veces, y se lanzó al cielo incoloro.
El viento se precipitó contra su cara, levantando su cabello, haciendo que sus ojos 403
se humedecieran. Ella había volado antes, había viajado en los artilugios voladores de
Nikolai. Esto no era nada de eso. Podía sentir cada cambio que hacía Juris con las
corrientes mientras montaba el viento, el movimiento de los músculos debajo de sus
escamas, incluso la forma en que sus pulmones se expandían con cada respiración. Podía
sentir la fuerza de una estampida en el cuerpo debajo de ella, el poder de un mar agitado
por la tormenta.
No había nada que ver en el Abismo de los Santos. Era toda tierra estéril y
horizonte plano. Tal vez eso era enloquecedor para Juris: volar por kilómetros y no ir a
ninguna parte. Pero a Zoya no le importaba. Podía quedarse así para siempre con nada
más que el cielo y la arena rodeándola. Ella se rio, su corazón saltando. Esta era la magia
que le habían prometido de niña, el sueño que todas esas historias de hadas habían
LEIGH BARDUGO
ofrecido y nunca se habían cumplido. Deseaba que la chica que había sido pudiera haber
vivido esto.
—¡No hay nada que ver! —Pero eso no era del todo cierto. Más adelante,
vislumbró una mancha irregular en el paisaje. Supo al instante lo que era—. Da la vuelta
—exigió—. Quiero volver.
—Da la vuelta. —La fuerza de la tormenta llenó sus huesos, y trató de mover la
cabeza del dragón.
El pasado vino corriendo hacia ella. ¿Por qué ahora? ¿Por la charla de Elizaveta
sobre las heridas? ¿Las burlas de Juris? ¿El tormento de ser ahogada cada día mientras 404
Nikolai se hacía más distante? No quería pensar en Liliyana o en todo lo que había
perdido. Solo había viento y oscuridad delante de ella, el cielo gris muerto, las ruinas de
una ciudad perdida debajo.
Y, sin embargo, fue el recuerdo del rostro de su madre lo que llenó la mente de
Zoya.
La belleza de Sabina había sido asombrosa, del tipo que detenía a hombres y
mujeres por igual en la calle. Pero había hecho un mal trato. Se había casado por amor,
un apuesto chico suli con hombros anchos y pocas posibilidades. Durante un tiempo,
fueron pobres pero felices, y luego fueron simplemente pobres. Mientras se morían de
hambre y escasez, el afecto entre ellos también se desvaneció. Largos días de trabajo y
LEIGH BARDUGO
largos meses de invierno se llevaban la belleza de Sabina y su espíritu. Ella tenía poco
amor para dar a la hija que llevaba.
Zoya trabajó duro por el afecto de su madre. Siempre fue la primera en sus clases,
siempre se aseguró de comer solo la mitad de su cena y darle a Sabina el resto. Se quedó
en silencio cuando su madre se quejaba de dolores de cabeza y robó melocotones para
Sabina de los huertos del duque.
—Podrías ser azotada por eso —dijo su madre con desaprobación. Pero se comió
los melocotones uno tras otro, suspirando con satisfacción, hasta que su estómago se
revolvió y los vomitó junto a la pila de leña.
Zoya tenía nueve. No quería ser una novia, pero no quería disgustar a su madre,
que la acariciaba y la arrullaba como nunca lo había hecho. Por primera vez, Sabina
parecía feliz. Cantaba en la cocina y cocinaba comidas elaboradas con los regalos de
carne y verduras que le enviaba Valentin Grankin.
La tía Liliyana había venido desde Novokribirsk para la ceremonia, o eso había
pensado Zoya hasta que escuchó a su tía suplicarle a Sabina que lo reconsiderara.
Liliyana era más joven que Sabina y rara vez se hablaba de ella. Se había
marchado de casa con escasa fanfarria y se había enfrentado al viaje mortal a través del
Abismo de Sombras para hacerse una vida en la ciudad de Novokribirsk. Era un buen
lugar para una mujer sola, donde se podían obtener propiedades baratas y los
empleadores estaban tan desesperados por los trabajadores que con mucho gusto
ofrecían puestos a mujeres que de otro modo estarían reservados para los hombres.
LEIGH BARDUGO
—Él no la lastimará, Liliyana —dijo Sabina bruscamente mientras Zoya se
sentaba a la mesa de la cocina, sus pies descalzos rozaban las tablillas de madera del
piso, el círculo perfecto de su pastel de naranja sin tocar en el plato que tenía delante—.
Dijo que esperaría a que ella sangrara.
—¿Y entonces qué? ¿Viviremos de su escasa paga? ¿Ella servirá hasta que muera
o esté herida para que pueda seguir viviendo sola y pobre como tú?
—Es mejor ser una mujer sola que una mujer en deuda con un anciano que no
puede manejar a una esposa de su edad. Y fue mi decisión hacerlo. En unos pocos años,
Zoya tendrá la edad suficiente para tomar sus propias decisiones.
406
—En unos pocos años, Valentin Grankin habrá encontrado a otra chica guapa
para ocupar sus intereses.
—¡Alguien que haga algo por esta loca! —había gritado Sabina—. ¡Ella no es mi
hermana!
Grankin volvió a levantar su bastón. Zoya comprendió entonces que su tía iba a
ser asesinada ante el altar de la iglesia y nadie iba a evitarlo. Porque Valentin Grankin
era un hombre rico y respetado. Porque Liliyana Garin no era nadie en absoluto.
Zoya gritó, el sonido desgarrándose de ella, un grito animal. Una ráfaga de viento
salvaje golpeó a Valentin Grankin, tirándolo al suelo. Su bastón cayendo ruidosamente.
Zoya apretó sus manos, su miedo y rabia brotaron de ella en una inundación. Una pared
de viento batiente estalló a su alrededor y explotó en los aleros de la iglesia, soplando el
techo de sus amarres con una grieta desgarradora. El trueno retumbó a través de un cielo
sin nubes.
LEIGH BARDUGO
Los invitados a la boda gritaron su terror. La madre de Zoya miró a su hija con
ojos asustados, agarrando el banco detrás de ella como si pudiera colapsar sin su apoyo.
—¡No puedes venderla ahora! Ella es Grisha. Va contra la ley. Es propiedad del
rey e irá a la escuela para entrenarse.
Zoya corrió hacia su tía. Ella no estaba segura de lo que había hecho o lo que
significaba, solo quería estar tan lejos de esta iglesia y de estas personas y del odioso
hombre en el piso como pudiera estarlo.
***
Fue Liliyana quien se llevó a Zoya, todavía vestida con sus galas de boda, a Os
408
Alta. No tenían dinero para posadas, por lo que dormían en zanjas y se metían en
bosquecillos, temblando de frío.
—Imagina que estamos en un barco —decía Liliyana—, y las olas nos están
meciendo para dormir. ¿Oyes crujir los mástiles? Podemos usar las estrellas para
navegar.
—¿A dónde vamos a navegar? —había preguntado Zoya, segura de que podía oír
algo crujir en el bosque.
—A una isla cubierta de flores, donde el agua de las corrientes tiene un sabor
dulce como la miel. Sigue a esas dos estrellas y guíanos hacia el puerto.
LEIGH BARDUGO
Cada noche, viajaban a algún lugar nuevo: un litoral donde las focas plateadas
ladraban en las orillas, una gruta enjoyada donde eran recibidos por el señor de las verdes
orillas de las profundidades, hasta que por fin llegaron a la capital e hicieron el largo
paseo hacia las puertas del palacio.
Los desconocidos murmuraron el uno al otro por un momento, sobre las pruebas
y cuándo los últimos Examinadores habían viajado por esas partes. Luego, la mujer
levantó la manga de Zoya y apoyó la palma de la mano sobre la piel desnuda de su
brazo. Zoya había sentido una oleada de poder correr a través de ella. El viento sacudió
las puertas del palacio y azotó los árboles.
409
—Ah. —Había dicho la mujer en un largo suspiro—. ¿Qué regalo ha llegado a
nuestra puerta con un aspecto tan desaliñado? Vamos, te daremos de comer y te
calentarás.
Zoya había agarrado la mano de Liliyana, lista para comenzar su nueva aventura
juntas, pero su tía se arrodilló y dijo suavemente:
—Tengo que ir a casa para atender a mis gallinas. No quieres que ellas se
enfermen, ¿verdad? Además —dijo, alisando el cabello lejos de la cara de Zoya—, aquí
es donde perteneces. Aquí verán la joya dentro de ti, no solo tus bonitos ojos.
LEIGH BARDUGO
—Por los inconvenientes —dijo el joven, y dejó caer una moneda en la palma de
Liliyana.
—Estaré bien. Estaré mejor que bien sabiendo que estás a salvo. Ve ahora, puedo
escuchar las gallinas cacareando. Están muy enojadas conmigo. —Liliyana besó ambas
mejillas de Zoya—. No mires atrás, Zoya. No me mires atrás por mí ni por tu madre ni
por Pachina. Tu futuro está esperando.
Pero Zoya miró atrás de todos modos, esperando ver por última vez a su tía
saludando a través de esas imponentes puertas. Los árboles habían abarrotado el
camino. Si Liliyana todavía estaba allí, Zoya no podía verla.
Por ley, a los padres de los estudiantes de Grisha se les pagaba un estipendio, una
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rica tarifa para mantenerlos cómodos. Cuando Zoya se enteró de esto, ella le pidió al
tesorero que le enviara el dinero a su tía en Novokribirsk en cambio.
—Todavía no.
Incluso a los diez años ella había tenido una disposición tan fría en sus ojos que
él simplemente puso su pluma en el papel y dijo:
Fue solo una vez que se había alejado de los muelles y dejó a sus acompañantes
atrás que había echado a correr, su corazón en alto, llevándola con pies ligeros sobre los
adoquines hacia la pequeña tienda de la esquina de Liliyana.
Cuando vio a Zoya, presionó sus manos contra su corazón como si pudiera saltar
de su pecho.
—¿Qué voy a hacer con esto? ¿Mirar mi vieja cara? —dijo Liliyana—. Envíaselo
a tu madre como una ofrenda de paz.
LEIGH BARDUGO
—Es un regalo para ti —respondió Zoya—. Así puedes ver en él cada mañana a
la persona más hermosa que he conocido.
***
Cuando el Darkling usó a Alina para ganar el control del Abismo y expandirlo,
destruyó Novokribirsk para mostrar su poder a sus enemigos. La oscuridad había
consumido la ciudad, convirtiendo sus edificios en polvo y a su gente en presa para los
monstruos antinaturales que vagaban por sus profundidades.
A raíz del desastre, todos los cruces habían cesado, y las noticias de las víctimas
habían tomado semanas en llegar a Kribirsk. El Segundo Ejército estaba en caos, la
Invocadora del Sol había desaparecido o había sido asesinada, y se decía que el Darkling
había emergido en algún lugar del Ravka Occidental. Pero a Zoya no le importó. Solo
podía pensar en Liliyana. «Ella estaría sentada en su pequeña tienda con Lada y sus gallinas,»
se dijo a sí misma. «Todo estará bien.» Zoya esperó y rezó a cada Santo, volviendo a los
diques secos de Kribirsk día tras día, pidiendo noticias. Y finalmente, cuando nadie la
ayudó, comandó un pequeño esquife por su cuenta y entró al Abismo sin nadie que la
412
protegiera.
Ella sabía que, si los volcras la encontraban, moriría. No tenía luz ni fuego para
combatirlos. No tenía armas además de su poder. Pero tomó la pequeña embarcación y
entró en la oscuridad sola, en silencio. Había viajado largos kilómetros hasta los restos
rotos de Novokribirsk. La mitad de la ciudad había desaparecido, tragada por la
oscuridad que llegaba hasta el final de la fuente en la plaza principal.
—Yo… ella trató de ayudarme cuando llegó la oscuridad. Ella me empujó fuera
del camino para que pudiera correr. Si no fuera por ella…
—Ella debió haberte dejado morir —espetó Zoya al viejo cliente, y le dio la
413
espalda. Encontró una calle tranquila, acurrucada contra un muro bajo de piedra, y lloró
como no lo había hecho desde que era una niña.
Zoya había robado un caballo y había cabalgado toda la noche hasta la capital.
Ella encontraría al Darkling. Lo destruiría. Le quitaría el sueño de gobernar Ravka
incluso si ella misma tuviera que liderar al Segundo Ejército.
Zoya nunca le contó a Alina los detalles de por qué había elegido luchar junto a
ella, por qué se había vuelto contra el hombre que una vez había venerado. No
importaba. Ella había estado hombro con hombro con la Santa del Sol. Ellas pelearon y
ganaron. Habían visto al Darkling arder.
—No quiero que sane —dijo Zoya enojada, con las mejillas llenas de lágrimas.
Abajo, vio la versión de Novokribirsk que existía en este mundo crepuscular, una cicatriz
negra en las arenas—. La necesito.
—Zoya de la ciudad perdida. Zoya del corazón roto. Podrías ser mucho más.
—¿Por qué no vinieron? —sollozó ella, sorprendida por las nuevas lágrimas que
brotaban de ella. Ella había creído que se le habían secado desde hacía mucho tiempo—
. ¿Por qué no los salvaron? ¿A todos ellos?
—¿Puedes perdonarnos? —preguntó Juris—. ¿Por ser necios? ¿Por ser frágiles?
¿Por ser falibles a pesar de nuestros grandes poderes? ¿Puedes perdonarte a ti misma?
Por amar al Darkling. Por seguirlo. Por no haber salvado a Liliyana. Por no
proteger al Segundo Ejército. La lista de sus crímenes era demasiado larga.
«Zoya», retumbó el dragón. Era menos una palabra hablada que un pensamiento
que entró en su cabeza, una sensación de eternidad. «Abre la puerta. Conecta tu pasado a tu
futuro.»
Zoya apoyó la cabeza en el cuello del dragón y sintió que la fuerza fluía a través
de ella. Ella escuchó su corazón latir al mismo tiempo que el suyo, lento e implacable, y
debajo de él, un sonido más profundo, más bajo, uno que tocaba todo, el sonido del
universo, la creación en el corazón del mundo. Deseaba poder ser lo suficientemente 415
fuerte para esto, pero lo que Juris quería de ella, no podía encontrar su camino hacia
eso.
«Tú eres el conducto, Zoya. Devolverás a los Grisha a lo que estaban destinados a ser antes
de que el tiempo y la tragedia corrompieran sus poderes. Pero solo si puedes abrir la puerta.»
«Porque elegiste este camino. Porque tu rey confía en ti». Juris inclinó el ala y regresó al
palacio. «Porque eres lo suficientemente fuerte como para sobrevivir a la caída.»
LEIGH BARDUGO
—Bueno para nosotros. Malo para nuestra guardia Tavgharad —dijo Tamar—.
Hemos rastreado los envíos de rutenio a Koba. Si su hermano ha sido reclutado en el
programa khergud, puede que no esté contenta con eso. Muchos candidatos no 416
sobreviven, y los que sí, cambian mucho.
Isaak no sabía mucho sobre los soldados khergud, solo que se rumoreaba que
estaban en algún lugar entre el hombre y la máquina de matar.
—No será fácil —dijo Tolya—. Los guardias shu rara vez están solos. Pero
centrémonos en eso.
—Gracias por tu hospitalidad —dijo Isaak, según las instrucciones—. Sabíamos 417
que podíamos contar con tu discreción.
—Por supuesto —dijo Isaak—. Ella no está actualmente en la capital, pero estoy
seguro de que estaría feliz de unirse a la diversión.
Kirigin parpadeó.
LEIGH BARDUGO
—¿Ella lo haría?
—¿Dije algo malo? —le susurró a Tolya mientras recorrían un camino de grava
iluminado por antorchas.
—Zoya Nazyalensky no estará feliz de unirse al conde Kirigin para nada —dijo
Tolya.
—Nada de diversión.
—Como sabe —dijo Isaak en kerch, recitando el discurso que Genya y Tolya
habían preparado para él—, nunca me he conformado con estar confinado en tierra. He
viajado por los cielos. He cabalgado el mar. Pero luego comencé a preguntarme: ¿por
qué la frontera que yace bajo las olas que tanto amo debería estar cerrada para nosotros?
Y así nació… —Movió dramáticamente el brazo a babor—, ¡el izmars’ya!
El agua al lado del velero comenzó a hacer espuma y surgir. Lo que parecía la
espalda de una bestia plateada salió a la superficie. Isaak ahogó un grito. Deseó que los
demás lo hubieran preparado para el tamaño de la cosa. Empequeñecía el velero.
LEIGH BARDUGO
Schenck agarró la barandilla, tratando de asimilarlo todo.
—Increíble —dijo—. Pensar que estaba debajo de nosotros todo el tiempo. Ahora
veamos lo que puede hacer.
Entonces un fuerte estruendo sonó desde muy cerca. El agua junto al bote más
cercano explotó en una enorme columna. La goleta de aspecto elegante, a estribor, se
colapsó, las luces de las linternas se prendieron en sus velas y las encendieron. La
embarcación comenzó a hundirse, haciendo agua a un ritmo alarmante, como si alguien
hubiera desgarrado su casco.
Bum. Otro barco se derrumbó, este era un enorme y viejo galeón. Otro, un cúter
bonito. Incluso si estas naves hubieran sido tripuladas y hubieran intentado montar
algún tipo de defensa, no había nada a lo que disparar. No había ninguna señal del
izmars’ya, solo la calma de la superficie del lago.
Un escalofrío viajó a través de Isaak, uno que no tenía nada que ver con la noche 419
fresca o la niebla sombría alrededor de la orilla del lago. Así que esta era la razón por la
cual los kerch estaban tan ansiosos por estos barcos submarinos. Podrían atacar en
cualquier momento sin riesgo para ellos mismos, un enemigo invisible. Fue un
pensamiento aterrador.
Isaak no sabía cómo responder. Nadie lo había preparado para este tipo de
interrogatorio. Pensó que solo ofrecerían una demostración y luego se retirarían a la casa
del conde Kirigin para calentarse.
LEIGH BARDUGO
—Todo a su debido tiempo —dijo Isaak, o lo habría dicho. Pero no había
pronunciado la primera palabra cuando el izmars'ya rompió las aguas junto al velero con
un rugido ensordecedor. Su flanco de metal se estrelló contra el velero, derribando a
Isaak y los otros a la cubierta. Hiram Schenck gritó.
El casco del izmars’ya se había roto, y el cuerpo interior de la nave era visible. Se
estaba llenando de agua cuando los miembros de la tripulación gritaron e intentaron
levantarse por las paredes de metal. Hubo otro fuerte estruendo cuando sus tanques de
combustible explotaron en gigantescas nubes de llamas. Isaak escuchó un fuerte gemido,
seguido de otro y luego otro, mientras los misiles del izmars'ya se lanzaban al cielo
nocturno, uniéndose a los fuegos artificiales de Kirigin.
Un misil perdido rozó uno de los mástiles del velero y lo partió en dos. Isaak
empujó a Hiram Schenck a un lado antes de que se derrumbara sobre el comerciante.
—¡Sácanos de aquí! —gritó el capitán, y el Impulsor llenó las velas restantes con
viento, llevándolos rápidamente a la orilla.
Cuando finalmente entraron en la sala de estar del rey e Isaak se quitó el abrigo
mojado, estaba preparado para una larga noche de estrategias y recriminaciones. En
cambio, Tamar se tiró en el sofá y se echó a reír. Tolya recogió a David en un brazo y
Genya en el otro y los hizo girar a ambos.
—La forma en que Schenck chilló —cantó Tamar—. Creo que puede haberse
mojado los pantalones.
—Casi hice lo mismo —dijo Tolya—. ¿Se suponía que el misil golpeara el mástil?
LEIGH BARDUGO
—Por supuesto que sí —dijo David con severidad—. Dijiste que querías un
espectáculo.
—Brillante.
—Maldición.
421
—Lo sentimos —dijo Genya, agachándose sobre su rodilla y mirándolo
implorantemente—. De verdad.
—Estaba tan emocionado —dijo Isaak. Se quitó la bota izquierda y observó cómo
se derramaba lo que parecía la mitad de un lago sobre la alfombra—. Finalmente, algo
salió mal y no tuve nada que ver con eso.
LEIGH BARDUGO
La noche antes del ritual, Nikolai se sentó con Zoya frente al fuego en sus
aposentos. Yuri se había retirado temprano para orar.
Insistió en que estaba listo para el ritual. Elizaveta quería demorarse unos días
más, así él podía dominar su control, pero Nikolai no estaba dispuesto a arriesgarse.
Necesitaba volver a la capital. Pero era más que eso. Podía sentir que el monstruo se
hacía más fuerte cada día, y sospechaba que se había vuelto más fácil hacer que su
demonio se levantara porque quería estirar sus alas. Podía saborear la posibilidad de 422
libertad.
—Mañana —respondió él. O lo que sea que mañana fuera en este lugar maldito.
Nunca había deseado dormir tanto, por algún alivio de los pensamientos sobre el
desafío por venir. Podía sentir al monstruo esperando. De alguna manera sabía que
mañana se enfrentarían, y estaba listo. Su anticipación era más aterradora que el hecho
de que tendría que atravesar su pecho con una espina en cuestión de horas. Nikolai
ansiaba desesperadamente una copa de vino. No, olvida el vaso. Él iría directamente a
la botella.
LEIGH BARDUGO
Pero no había vino. Nada de comida para llenar un plato. Estaba hambriento y,
sin embargo, su estómago nunca gruñía. Tenía sed y, sin embargo, su boca nunca estaba
seca.
Nikolai observó a Zoya mirando las llamas. Ella flexionó los dedos y saltaron las
chispas. Todavía no podía entender lo que Juris le había enseñado a ella en este corto
tiempo. Llevaba la misma ropa que llevaba la mañana en que desaparecieron, aunque
hacía mucho tiempo que desechó la áspera capa. Estaba agradecido por la familiaridad
de la seda azul oscuro de su kefta.
Ella se sentó con una rodilla hacia arriba, con una mejilla apoyada en ella.
Nikolai se dio cuenta de que nunca la había visto tan en calma. En la corte, Zoya siempre
se movía con gracia, sus pasos suaves, su mirada aguda e implacable como la hoja de
un cuchillo. Pero se dio cuenta ahora que era la gracia de una actriz en el escenario. Ella
siempre estaba actuando, siempre en guardia. Incluso con él.
—¿Qué es?
—Un dragón.
—No dejes que Juris escuche eso. Piensa lo suficiente de sí mismo tal y como es.
—¿Cómo?
LEIGH BARDUGO
—En calma.
Zoya suspiró.
—David y Kuwei han estado desatendidos por mucho tiempo. Por lo que
sabemos, han explotado la mitad de la capital.
Ella lo recogió y le dio la vuelta, frunciendo el ceño ante el sello de cera que había
impreso con su anillo distintivo.
—¿Qué es esto?
—No te preocupes, no te he escrito una carta de amor. —Ella giró el rostro hacia
el fuego. ¿Era siquiera la mención del amor demasiado para las despiadadas
sensibilidades de Zoya?—. Esta es una orden real que te declara protectora de Ravka y
te hace comandante del Primer y Segundo Ejército.
—Estoy tratando de hacer lo que es responsable. Creo que me está dando una
indigestión.
Zoya tiró la carta al suelo como si el papel le hubiera chamuscado los dedos.
—Eres una de las Grisha más poderosas que el mundo ha conocido, Zoya. Si
alguien puede proteger a Ravka, eres tú.
—Ambos lo sabemos bien. ¿Y mencioné que la posición viene con unos zafiros
realmente espectaculares? —Nikolai apoyó sus manos en sus rodillas—. Si los gemelos
y el Triunvirato no pudieron ocultar nuestra desaparición, es posible que Ravka ya esté
en crisis. Ambos sabemos que es posible que no sobreviva al ritual y que alguien tenga
que restablecer orden. Cada hombre y mujer que afirme tener una gota de sangre
Lantsov hará una oferta por el trono, y nuestros enemigos aprovecharán la oportunidad 425
de destrozar el país. Elige a una de las pretendientes para respaldarlo, la más inteligente
o la más encantadora o...
—¿Lo ves? Fuiste hecha para esto. Junta a los Grisha. Intenta salvar a nuestra
gente.
—Prefiero mirar una cosa directamente que dejar que me atrape por sorpresa. —
Sonrió—. No me digas que me extrañarás.
Ella sacó una delgada cadena del cuello de su kefta y se la pasó sobre la cabeza.
La llave que había usado para los grilletes de él. La colgó de su dedo.
—Tu amplificador... —La mano de Zoya se contrajo, y él supo que ella estaba
resistiendo la tentación de tocar su muñeca desnuda—. ¿Me dirás cómo lo conseguiste?
Ella alisó la seda de su kefta sobre sus rodillas. Él pensó que no iba a hablar,
simplemente a sentarse allí, en silencio como una piedra hasta que él se rindiera
esperando. Zoya era perfectamente capaz de eso. Pero al final ella dijo:
—Tenía trece años. Yo había estado en el Pequeño Palacio por casi cinco años.
El Darkling llevó a un grupo de Grisha a Tsibeya. Había rumores de que los tigres
blancos de Ilmisk habían regresado, y sospechaba que al menos uno de ellos era un
amplificador.
—Ella dejó a sus cachorros. Abandonó a los tres. Los hombres del Darkling los
encerraron en una jaula para que los Grisha pudieran pelear por quién merecía más sus
dientes. Toda la noche pudimos escuchar a la madre merodeando por el perímetro del
campamento, gruñendo y aullando. Mis amigos hablaron en la oscuridad sobre
perseguirla. Sabía que todos estábamos fanfarroneando, pero no podía dejar de pensar
en los cachorros. Así que cuando el campamento estaba dormido, creé una distracción
para los guardias derribando una de las tiendas con una ráfaga de viento, y saqué a los
cachorros de la jaula. Eran tan pequeños —dijo con la sonrisa más pequeña—.
Realmente no podían correr, solo rodar un poco, tropezar por sí solos. Hice que
siguieran alejándose del campamento. Santos, tenía miedo. —Sus ojos estaban muy lejos
ahora, como si estuvieran mirando esa noche de antaño—. Todavía estábamos a la vista
427
de las antorchas cuando me di cuenta de que no estaba sola.
—¿La madre?
Negó.
—Un macho. No sé por qué, pero él fue directo a los cachorros. Entré en pánico.
Debería haber luchado, usado mi poder, pero todo lo que podía pensar era cubrir sus
cuerpos con el mío. Cuando el macho atacó, sus garras rasgaron a través de mi abrigo y
mi kefta hasta la piel de mi espalda. —Los puños de Zoya se apretaron—. Pero protegí a
esos cachorros. Recuerdo... recuerdo que tenía los ojos cerrados y cuando los abrí, la
nieve se veía negra a la luz de la luna. —Ella volvió el rostro hacia el fuego—. Estaba
manchada con mi sangre. Podía sentir a los cachorros retorciéndose contra mí, aullando
LEIGH BARDUGO
de terror, sus pequeñas garras afiladas como agujas. Eso fue lo que me hizo volver a
sentir, esos diminutos y viciosos pinchazos. Reuní lo último de mi fuerza y reuní la
ráfaga más poderosa que pude. Abrí los brazos y lancé al macho volando. Fue entonces
cuando el Darkling y sus guardias vinieron corriendo. Supongo que estuve gritando.
—¿Mataron al tigre?
—Los otros Grisha estaban furiosos —dijo—. Pero yo maté al tigre blanco. El
amplificador solo podía pertenecerme. Entonces vendaron mis heridas y reclamé los
dientes del tigre para mi muñeca. Él me dejó con esto.
La luz del fuego atrapó la superficie nacarada de las cicatrices. Fue un milagro
que ella sobreviviera.
—Él dejó su marca en mí y yo en él. Nos hicimos daño mutuamente. Merece ser
recordado.
—Hubiera sido un castigo justo, pero no. Un amplificador tan poderoso era
demasiado raro para desperdiciarlo. Me pusieron el brazalete, fundieron los dientes del
viejo gato en plata para que nunca pudiera removerlo, así es como están diseñados todos
los amplificadores más potentes.
Ella miró por el marco abierto de la ventana a la extensión plana y gris del cielo.
LEIGH BARDUGO
—Cuando todo terminó, el Darkling me llevó a su tienda y me dijo: «Entonces,
Zoya, liberaste a los cachorros de tigre. Fue desinteresado. Y sin embargo, de alguna
manera eres tú quien terminó el día con mayor poder. Más que cualquiera de los mejores
que tú que han esperado pacientemente su turno. ¿Qué dices a eso?»
»Su desaprobación fue más dolorosa que cualquier herida de las garras de un
tigre. Una parte de mí siempre temió que me enviara lejos, me expulsara para siempre
del Pequeño Palacio. Le dije que lo sentía.
—Así que le dije la verdad. Levanté la barbilla y dije: «Por mí que se mueran.
Fue mi sangre en la nieve».
Nikolai sofocó una carcajada y una sonrisa se dibujó en los labios de Zoya. Se
fue casi instantáneamente, reemplazado por un ceño fruncido.
—Eso le complació. Me dijo que era un trabajo bien hecho. Y luego dijo:
«Cuidado con el poder, Zoya. No hay una cantidad posible que pueda hacer que te
amen.» 429
El peso de las palabras se asentó sobre Nikolai. «¿Es eso lo que todos estamos
buscando?» ¿Era eso lo que él había cazado en todos esos libros de la biblioteca? ¿En sus
inquietos viajes? ¿En su interminable búsqueda para apoderarse del trono y luego
mantenerlo?
—¿De nuevo? —Era imposible ver a Zoya como algo menos que poderosa.
LEIGH BARDUGO
Pero todo lo que dijo fue:
—Cuando Juris rompió ese brazalete, fue como si hubiera arrancado una
extremidad de mi cuerpo. No te lo puedes imaginar.
—Él me dijo... el Darkling dijo que, porque tenían mi olor en ellos, su madre no
los aceptó de regreso. —Su voz tembló un poco—. Dijo que los condené tan
seguramente como si yo misma les hubiera cortado la garganta. Que ella los dejaría
morir en la nieve. Pero no lo creo, ¿verdad?
Su rostro estaba firme, pero sus ojos estaban implorando. Nikolai sintió como si
estuviera mirando a la joven que ella había sido en esa fría y sangrienta noche.
—Bien —dijo ella—. Bien... —Ella dio un fuerte tirón a sus esposas, pareciendo
volver a sí misma—. Cada amante que he tomado ha preguntado acerca de esas 430
cicatrices. Invento una nueva historia para cada uno de ellos.
Zoya movió la barbilla hacia la orden sellada que aún yacía en el suelo.
Nikolai pensó en los suaves planos de su espalda marcada por esas arrugadas
cicatrices. Pensó en la terca inclinación de su barbilla. La imaginó acurrucada en la
LEIGH BARDUGO
nieve, arriesgando su posición con el mentor que ella adoraba, arriesgando su propia
vida para salvar a esos cachorros.
—Cuanto más sé de ti —dijo—, más estoy seguro de que eres exactamente lo que
Ravka necesita.
En ese momento, deseó que las cosas hubieran sido diferentes. Que no muriera
mañana. Que él podría ser guiado por su corazón en lugar del deber.
431
LEIGH BARDUGO
Nina nunca había soportado una cena tan larga y extraña. Una de las
habitaciones más bonitas de la capilla había sido preparada con una comida privada
para Brum, su hija y su nueva profesora de idiomas. La comida fue una mejora notable
a la comida sencilla del convento: perca sellada servida con mejillones, brotes de col y
crema, anguila ahumada, champiñones en escabeche y puerros estofados. Nina metió
dos diminutos huevos de codorniz en sus faldas por si Trassel tuviera paladar para cosas
más finas y se preguntaba si podrían terminar con galletas de almendras azucaradas. Se
podría planear el espionaje violento y todavía esperar el postre.
Brum había interrogado a Adrik y Leoni esa tarde, y al parecer sus respuestas lo
habían satisfecho. Nina había esperado que Adrik se negara a continuar con su plan
ahora que estaban enfrentando el escrutinio del comandante drüskelle, pero la había
432
sorprendido.
—Siempre pensé que moriría joven —dijo Adrik, melancólico como siempre—.
¿Por qué no hacerlo empujando mi bota por el culo de ese asesino?
Esta noche, ella era Nina Zenik, sentada frente a su mayor enemigo: el antiguo
mentor de Matthias y el arquitecto de algunos de los peores crímenes contra su gente.
Pero también era Mila Jandersdat, una chica pobre que cenaba con aquellos que estaban
muy por encima de su rango, mientras veía sufrir a su amiga.
Y Hanne era su amiga. Pensó en Hanne escapándose del convento para ayudar
en el parto de un niño no deseado. Pensó en ella agazapada sobre el cuello de su caballo,
corriendo por los campos, en su posición en el aula, con las manos levantadas en
LEIGH BARDUGO
posición de pelea, las mejillas enrojecidas. Una guerrera nata. Tenía una racha salvaje y
generosa que podría convertirse en algo mágico si solo se le permitiera florecer. Eso
podría pasar en Ravka. Definitivamente no iba a suceder en esta mesa.
—Si solo dejaras de lado estas actividades impropias y te aplicaras, sé que serías
bienvenida de nuevo en la corte. Solo piensa en lo bueno que sería estar todos juntos
otra vez.
—Sí, Papá.
—No me gusta la idea de que te quedes aquí, especialmente con las influencias
extranjeras que invaden estas pequeñas ciudades. La madre superiora me dice que una
novicia fue atrapada con el ícono de un santo pagano que estaba debajo de su almohada.
Perteneces a la Corte de Hielo.
—Sí, Papa.
433
Los intentos de Hanne de discutir sus estudios fueron rechazados con el
movimiento de una mano.
—Siempre has sido inteligente, Hanne. Pero eso no te hará ganar un marido
poderoso.
—¿No desearía una esposa con quien pueda hablar de política y asuntos de
estado?
Brum suspiró.
—Un hombre que pasa todo el día manejando los negocios del país no quiere
conversar sobre tales cosas con su esposa. Desea ser calmado, entretenido, que le
LEIGH BARDUGO
recuerden las cosas más suaves en este mundo, las cosas por las que luchamos tan duro
para proteger.
Nina sofocó una réplica. No estaba segura de poder mantener su excelente cena
en el estómago.
Nina usó el baño, luego revisó los bolsillos del abrigo que Brum había dejado
cuidadosamente doblado en la silla en la sala de estar. Encontró una carta llena de
comentarios sobre “el pequeño Lantsov” y alguien llamado Vadik Demidov. Hizo lo
mejor que pudo para guardar el resto de la información en la memoria, pero no podía
permitirse el lujo de irse de la mesa por mucho tiempo.
Nina apagó la vela y salió de la sala de estar. Jarl Brum estaba de pie en el
vestíbulo poco iluminado.
Los fjerdanos amaban su decoro, pero ella había empezado a preguntarse si les
encantaba hacer sus reglas simplemente por la emoción de romperlas.
LEIGH BARDUGO
—Perdóneme —dijo ella, haciendo una reverencia innecesariamente profunda—
. No quise ofenderlo. Me temo que mis modales rurales le han disgustado.
Brum colocó un dedo debajo de su barbilla, pero esta vez fue gentil cuando le
pidió que se enderezara e inclinara su cara hacia arriba.
Brum la estudió.
—Me voy mañana por la mañana, pero a menudo paso por Gäfvalle para
asegurarme de que la fábrica de municiones funciona sin problemas. —«Y para supervisar
tus experimentos», pensó Nina con un arrebato de furia—. Espero ver cómo progresan las
lecciones de Hanne.
—No tengo un puesto permanente aquí —dijo Nina, retorciéndose las manos—.
No estoy segura de cuánto tiempo tolerará mi presencia la Madre del Pozo.
Nina lo miró con toda la devoción que pudo reunir. Le apretó la mano con fuerza.
Tan pronto como su padre se fue, Hanne se apoyó contra la pared en alivio.
Nina levantó la burbuja de cera de vela caliente que había presionado contra el
anillo de sello de Brum para formar una impresión perfecta de su sello.
LEIGH BARDUGO
—Sí. El resto depende de ti.
***
Adrik tenía razón sobre el problema de entrar en la fábrica. Incluso con el sello
de Brum en una orden militar, no había forma de que los guardias de la entrada este
liberaran a las mujeres y bebes sin un convincente soldado fjerdano a cargo.
—Por supuesto, Madre del Pozo —dijo Hanne—. Enke Jandersdat puede
cuidarme. —Luego se inclinó hacia un lado de la cama y vomitó.
La Madre del Pozo se llevó la manga a la nariz para protegerse del olor.
Hanne gimió y se dejó caer sobre sus almohadas, luciendo claramente verde.
Nina se sentó en la cama y llevó un frasco de vidrio a los labios de Hanne.
—Necesitarás tu fuerza.
LEIGH BARDUGO
Hanne se acomodó en la cama, empujando una almohada detrás de su espalda.
Se había dejado el cabello suelto en una cascada marrón rosado alrededor de sus
hombros, y Nina sintió la necesidad de entrelazar uno de los gruesos rizos alrededor de
su dedo.
Nina abrió las cortinas para dejar entrar la mayor cantidad posible de luz solar.
La habitación de Hanne estaba en el segundo piso, por lo que no tenían que preocuparse
por miradas indiscretas.
—Solo una vez —mintió Nina. Todo su rostro y cuerpo habían sido
confeccionados para ser totalmente irreconocible. Incluso había intentado hacerlo unas
cuantas veces.
—¿Dónde empiezo?
—¿Más aterrador que la Madre del Pozo cuando ve a alguien pasar un buen rato?
Una pizca de sonrisa curvó los labios de Hanne, y pareció relajarse un poco.
—¿Estás segura? —dijo Nina, sosteniendo las trenzas gruesas y rojizas del cabello
de Hanne. Estaban atravesadas con oro y se sentían frías y sedosas en sus manos, como
el agua corriendo rápido—. Podríamos simplemente meterlo bajo tu gorra.
438
—No voy a poner en peligro todo este plan por mi vanidad. —Cerró los ojos con
fuerza—. Hazlo.
Se sintió como un crimen cortar un cabello tan magnífico, pero Nina tomó las
tijeras y cortó las gruesas hebras. Terminó el trabajo con la maquinilla de afeitar,
cortando el cabello de Hanne cerca del cráneo a la manera de los militares fjerdanos.
Solo los drüskelle mantenían su cabello largo. Cuando Hanne adaptara su rostro a su
estado original, podía afirmar que afeitarse el cabello había sido una penitencia para
Djel.
LEIGH BARDUGO
Nina arregló el cabello, lo recogió todo en una palangana y lo arrojó a la basura,
asegurándose de que estuviera bien enterrado. Cuando regresó, encontró a Hanne
sentada en su cama, mirando al espejo, con lágrimas en los ojos.
—No llores —dijo Nina, cerrando la puerta detrás de ella y corriendo al lado de
Hanne—. Volverá a crecer. Lo prometo.
—Eres perfecta, Hanne. Que tu padre no pueda valorar tu fuerza solo habla de
su debilidad.
—Deja los labios —dijo Nina bruscamente, luego se levantó para ocultar su
sonrojo—. Están bien.
439
LEIGH BARDUGO
Antes que empezara la reunión, hizo como sugirieron Genya y los otros y se
reunió en privado con sus ministros.
La reunión terminó con lo que parecía una nota positiva, e Isaak ya estaba
soltando un suspiro de alivio cuando se levantó y estrechó manos con los asistentes. Pero
justo cuando creyó que iba a hacer su escapada, Hiram Schenck lo acorraló y susurró
furiosamente.
Isaak ejecutó la estrategia ahora, mirando por encima de su nariz con feroz
desdén.
Schenck no se desalentó.
—¿Realmente cree que nos engañaría con ese teatrito de anoche? Estaban cerca
de completar los sumergibles y el sistema de misiles cuando recibimos nuestra
información hace meses, y todos sabemos que ustedes no descansan hasta que sus
inventos están perfeccionados. No pueden continuar coqueteando como una debutante
en un baile. Tendremos nuestro prototipo o los trataremos como el estado indigente que
son.
«Unos pocos días más», se dijo Isaak. «Unas pocas fiestas más. Puedo hacer esto.»
La noche anterior, después que fue a ponerse ropa seca, había escuchado a los
otros hablando en el salón.
—Creo que el Apparat sabe algo —dijo Tamar—. Envió una petición para una
audiencia con el rey para escuchar sobre su peregrinaje y exigiendo información sobre
Yuri. El sacerdote no se quedará quieto para siempre, y ha estado lejos de la ciudad
demasiado para mi gusto. Tiene su propio laberinto de túneles que entran y salen de la
capital. Hay demasiados lugares para ocultarse.
442
—Podríamos hacer que se involucre más con los huéspedes —dijo Tolya—.
Pedirle que ejecute un servicio…
Rodeó una esquina a la galería de retratos y se topó con la princesa Ehri y varios
de sus guardias… justo como el vigía de los gemelos había dicho que sería. Isaak se
esforzó por fingir sorpresa mientras saludaba a la princesa y charlaba sobre los
entretenimientos de la mañana.
—Nos pareció que el clima era demasiado fresco para la fiesta de jardín —dijo
Ehri—. Así que pensamos que podríamos pasear por la galería de retratos.
—¿Tal vez pueda ofrecerle un recorrido en esta ala del palacio? —Podría haber
jurado que sintió la aprobación de sus guardias. Realmente debían reportar los éxitos y
fallas de Ehri a su hermana.
Pasaron por el esplendor azul lapislázuli del salón principal y la sala de conciertos
443
y luego por algunas de las partes más humildes del palacio: el mohoso salón de trofeos,
sus paredes llenas con astas de ciervos y las cabezas de varios gamos grandes; la armería
con sus monturas y espadas anticuadas, y al final, las salas de entrenamiento.
—Sí —dijo Isaak. Él mismo había entrenado aquí y practicado con el rey—.
Tamar, ¿tal vez podrías darnos una demostración?
—Yo estaré feliz de luchar contigo. —Tenía una larga cicatriz que cruzaba su
elegante nariz.
—Tal vez yo pueda enseñarle una cosa o dos. —Isaak no deseaba presionarla,
pero también sabía que Tamar contaba con él para que creara una distracción mientras
ella intentaba hablar con Mayu. Una charla amigable mientras combarían no era ideal,
pero no había otra forma de tener a solas a una de las Tavgharad.
Isaak lanzó a Ehri una espada de práctica, y ella la atrapó en el aire con agilidad.
Él escuchó un murmullo de desaprobación de las Tavgharad.
LEIGH BARDUGO
—Princesa… —comenzó la mujer mayor.
Había subestimado radicalmente sus talentos. Era una mujer dotada con las
espadas y se movía sin indicio de vacilación. A lo lejos oyó los gruñidos de los otros
luchadores y se atrevió a echarles un vistazo. Vio a Tamar fácilmente derribar a Mayu
sobre su trasero. Se inclinó hacia abajo cuando ayudó a la chica a levantarse, y él solo
podía esperar que estuvieran intercambiando las palabras que necesitaban, asumiendo
que Mayu era la guardia que deseaba desertar.
Isaak escuchó un grito sobre su hombro, y tanto él como Ehri se giraron para ver
a Mayu doblarse y jadeando sin aliento.
—Y las mías también —agregó Isaak. ¿Qué había pasado? ¿Tamar había
obtenido la información que buscaba? ¿Todo esto era parte del plan?—. Puedo llevarla
a nuestra enfermería. Nosotros…
—Por favor —dijo Isaak—. No me gustaría pensar que uno de mis invitados se
haya visto perjudicado por lo que debería haber sido un poco de diversión.
—Si me lo permite, princesa —dijo Mayu, enderezándose—. Entre los shu, las
enmiendas tendrían que hacerse.
—Eso sería visto como un signo de favoritismo entre las otras aspirantes.
—Las otras no necesitarían saberlo —dijo Isaak antes de que se lo pensara mejor.
—No seas ridícula —dijo, sintiendo que sus mejillas se calentaban—. Sé el juego
que estamos jugando. ¿Qué le sacaste a Mayu?
—Es posible. Sin embargo, tenía miedo de algo y no pelea tan bien como
esperaba. No quise lastimarla, pero juzgué mal sus tiempos de reacción. Es joven y
nueva en las filas, por lo que es natural que sea una luchadora inferior a las otras
Tavgharad. Pero si está fallando en su entrenamiento, podría estar buscando salir antes
de que la echen.
—Yuyeh sesh, Isaak —dijo Tamar mientras le hacía un gesto a un sirviente para
que pusiera la sala de práctica en orden.
LEIGH BARDUGO
Desprecia tu corazón. Un dicho shu. Haz lo que hay que hacer. Sabía cómo se
suponía que debía responder, la forma en que un soldado shu respondería, tal vez la
forma en que un rey respondería: «Niweh sesh. No tengo corazón». Pero las palabras que
vinieron a la mente en su lugar fueron las de “Kebben’a” y la caída de la primera flor.
Él no era un guerrero shu, y no era un rey ravkano. Era solo un niño campesino
que quería cenar con una chica que había sido amable con él.
***
Cuando Isaak se reunió con Genya, David y los gemelos esa noche en su sala de
estar, esperaba que estuvieran emocionados ante la perspectiva de su cena secreta con
Ehri. En cambio, era como si hubiera entrado en un velorio.
Tolya se veía sombrío, la expresión de Tamar era asesina y Genya parecía que
había envejecido veinte años. Incluso David había dejado de lado su lectura y parecía, 448
si no que el mundo se estaba acabando, al menos algo preocupado.
Isaak se sentó con fuerza. Guerra. Apenas habían tenido tres años de paz.
—Se pone peor —dijo Tolya—. Están marchando bajo el estandarte Lantsov.
Isaak lo miró.
—No entiendo.
—¿Quién?
LEIGH BARDUGO
—Dice que es un primo Lantsov y el legítimo heredero del trono de Ravka.
—Una vez fue emisario de Ravka —continuó Tamar—. Opjer dice que tuvo un
romance con la reina de Ravka. Afirma que es el verdadero padre de Nikolai.
—Él tiene sus cartas —dijo Genya en voz baja—. Si pueden ser autenticadas…
—No —dijo Isaak, y se puso de pie, aunque no estaba seguro de por qué—. Ravka
ama a su rey. Se quedarán a su lado.
Isaak no podía creer lo que estaba oyendo. Abrió la boca para hablar y se
horrorizó cuando una risa ligeramente histérica escapó de sus labios.
LEIGH BARDUGO
—¿Se han vuelto locos? —Ellos lo miraron fijamente—. No soy Nikolai Lantsov.
No puedo liderar una nación en guerra. Esta farsa tiene que terminar.
—Sí —dijo Tamar—. Tengo espías en la Corte de Hielo, pero nada de esto es de
conocimiento común, ni siquiera entre la mayoría de los funcionarios de su gobierno.
***
La expectativa inicial que Isaak había sentido para su cena con Ehri había sido
completamente aniquilada por las noticias de Fjerda. Si el rey nunca volvía, ¿podían
ellos realmente pedirle vivir para siempre como Nikolai? Tal vez debería estar feliz ante 450
la perspectiva de ser rico y bien atendido. ¿No era esto lo que los libros de cuentos de
hadas prometían a muchachos humildes con buen corazón? Pero Isaak sabía que no era
héroe de una historia. Él era un chico tímido y un soldado promedio que había sido lo
bastante afortunado como para atraer la atención del rey, un golpe de buena fortuna que
podría pagar con su propia identidad.
Una mesa había sido colocada en los bosques de la isla en el centro del lago, lejos
del gran palacio y ojos curiosos. Los árboles circundantes se colgaron con linternas y en
algún lugar en las sombras podía oír la música suave de una balalaika. Un ambiente
romántico, y ofrecerá muchas oportunidades a Tamar de acercarse a las guardias
Tavgharad que serían ubicadas en el bosque.
LEIGH BARDUGO
Isaak había estado remando fuera de la isla al amparo de la oscuridad. Estaba
vestido con un abrigo de terciopelo verde azulado, uno que pensó que se adaptaba
particularmente bien a los colores del rey. Había encontrado otro racimo de cuentas de
plata en el bolsillo.
Se ponía cada vez más nervioso mientras esperaba. Estaba cansado del lujo y la
ropa fina. Continuó escribiendo cartas a casa, fingiendo que todo estaba como debería
ser en el palacio, pero todo lo que Isaak quería era sentarse en la cocina pequeña de su
madre y mirar hacia el jardín y jugar a las cartas con sus hermanitas. Quería estar con
gente que realmente lo conocía.
—Ya viene.
Ehri se movió lentamente al claro. Ella estaba vestida de seda verde hierba
451
bordada y un elaborado tocado de oro salpicada con esmeraldas tan grandes como su
uña del pulgar.
—No estoy segura —dijo Ehri—. Pero se siente como si un equipo de bestias de
carga estuviera sentado sobre mi cabeza, ¿así que entre dos y doce bueyes?
—Por supuesto que no. Las mujeres de la dinastía Taban nacen con cuellos
fuertes, un regalo del propósito divino.
LEIGH BARDUGO
—Tonto yo. —Se sintió relajarse. Hablar con Ehri era simplemente más fácil
que… con todo el mundo. Los gemelos, Genya, David, desde luego, las otras aspirantes.
Las otras novias potenciales parecían cuidadosamente elegir y seleccionar sus palabras,
diciendo las cosas que Isaak, o más bien Nikolai, quería oír. Pero Ehri no parecía
preocuparse mucho por ser elegida como su novia. Era un pensamiento que le consoló
y le apenó. Él no tenía ninguna duda que habría estado enamorada del Nikolai real y
eso lo ponía celoso de un hombre que ella nunca había conocido.
«Maldita sea.»
—Bueno, los criados lo hacían, pero mi madre me lo servía a mí cuando estaba 452
enfermo. —No tenía idea de si tal cosa era probable, pero sonaba bien—. ¿Qué hay de
usted? —preguntó apresuradamente.
—Hay un solo plato que comemos una vez al año durante las fiestas de
primavera. Pudín de leche moldeado para parecerse a una luna y con sabor a agua de
rosas. Sé que no suena muy bien, pero es la tradición de la manera de consumirla. Te
sientas con toda tu familia y cuentas historias y ves fuegos artificiales, e intentas hacer
que el pudín dure toda la noche.
—Sí.
—Me gustaría… me gustaría con mucho gusto dejarle visitar cada vez que quiera.
—No tenía idea si era una promesa que un rey pudiera mantener.
—No pensemos en ello —dijo Ehri, tocándose suavemente las lágrimas de sus
ojos con su servilleta—. Estamos aquí ahora, y debemos tratar de disfrutar. —Ella tomó
un bocado, y observó su rostro contorsionarse mientras tragaba.
Con una mirada a los guardias en el borde de los árboles, Isaak discretamente
inclinó su plato y dejó que el pedazo de gelatina se deslizara sobre el piso del bosque,
desplazándolo debajo de la mesa con su bota.
Juntos, ellos soportaron varios platillos y muchas gelatinas, celebró el sólido y 453
altamente reconocible filete de venado, y concordaron que lo que sea que fuera la
materia gris, estaba deliciosa.
—Es difícil, ¿no? —preguntó ella finalmente—. Sentarse aquí y fingi que nuestros
países no son enemigos.
—¿Tienen que serlo? —dijo Isaak. Las palabras sonaban torpes y poco
sofisticadas. O peligrosamente como una propuesta.
«Todos los días.» Pero, ¿qué diría Nikolai? De repente a Isaak no le importaba.
—Es una buena pregunta. Todo lo que sé es que no me siento como un rey.
—¿Qué siente?
—¿Está llena?
Isaak se echó a reír otra vez. Tomó un sorbo del vino helado que se había servido
454
con el platillo pasado y le preguntó a Ehri la misma pregunta que había estado
formulándose a sí mismo.
Ehri jugó con el tallo de su copa. Isaak tuvo el impulso de tomar su mano, pero
sabía que no estaba permitido. Extraño que un rey pudiera comandar un ejército, pero
él no podía sostener la mano de una chica que le gustaba. Y le gustaba Ehri. Había
estado enamorado de Genya, demasiado abrumado por su posición social y la idea de
que tal mujer podría ponerle atención a él. Ehri era diferente. Es cierto que él apenas la
conocía. Ella era una princesa nacida de la antigua sangre real. Ella estaba sentada
LEIGH BARDUGO
delante de él con suficientes esmeraldas para comprar y vender la totalidad de la ciudad
natal de Isaak. Pero ella lo sorprendía en todo momento. Ella era cálida y reflexiva y
parecía que fingir le importaba tan poco como a él. Si hubieran sido dos personas
normales, si se hubieran conocido en el baile del pueblo en vez de en una habitación
rodeada de cortesanos… Isaak tuvo que preguntarse a sí mismo. «Como si hubiera tenido
el coraje de hablar con una chica como esta.» Pero quizá Ehri, amable y divertida Ehri, le
habría tenido lástima y le habría concedido un baile.
—Esos son pensamientos peligrosos para alguien como yo. —Ehri sacudió su
cabeza lentamente, las esmeraldas brillando en su pelo—. Las cosas que imagino, las
cosas que deseo no son las reflexiones de una reina.
Ehri sonrió.
—Más como una niña ingenua. Un fin a la guerra. Una oportunidad para la gente
del pueblo a elegir su propio futuro. Un mundo en el que las familias no son divididas
por dificultades… o el deber. Debo sonar muy tonta para usted. 455
—En absoluto —dijo Isaak—. Si no soñamos, ¿quién lo hará?
El último plato había sido servido. Pronto los guardias vendrían a buscarlos. Tan
ansioso como Isaak había estado, encontró que lamentaba que la noche terminara.
456
LEIGH BARDUGO
Esperaron bajo un cielo gris. Podría haber sido el amanecer. Podría haber sido el
atardecer. Las cosas mágicas ocurrían en los tiempos intermedios. Los amplificadores
sagrados de Morozova aparecieron en el crepúsculo. El ciervo. La sierpe de mar. El
pájaro de fuego. Quizá los Santos harían lo mismo.
Nikolai se paró en las arenas flanqueado por Zoya y Yuri sobre el lugar donde
los sacerdotes guerreros se transformaron, donde el Darkling abrió el mundo y creó el
Abismo, y donde, años más tarde, finalmente fue derrotado. Si había poder en este lugar,
Nikolai solo podía esperar que fuera amistoso y que ayudaría a destruir los restos de la
maldición que el Darkling dejó atrás.
—Él quiere esto más que nadie —dijo ella, y miró la piedra negra de su torre en
la distancia—. No tengo ninguna duda de que él está mirando.
Yuri estaba de pie junto a Zoya, todo su cuerpo vibrando con tensión o fervor.
En sus temblorosas manos sostenía las páginas de texto que continuó traduciendo sin la
ayuda de Tolya. Elizaveta insistió en que permaneciera con Nikolai y recitara la
ceremonia.
—Las palabras son sagradas —dijo Elizaveta—. Deben ser habladas como lo
fueron una vez. Yuri también tiene su papel que desempeñar en esto.
El monje presionó las páginas contra su pecho ahora. Sus ojos parecían muy
abiertos y sobresaltados detrás de los lentes de sus gafas.
El monje asintió.
—Eres un buen hombre. Puedo tener fe en el Cielo Oscuro y tener fe en eso 458
también.
—Por supuesto que volveré —dijo—. No confío en nadie más para hacer mis
alabanzas.
Zoya cerró los ojos. Ella volvió el rostro, dejando que su mejilla descansara
contra su palma.
—Nikolai...
—Es hora —dijo ella, y levantó las manos—. Nikolai Lantsov, prepárate.
Ella soltó un grito y la madera de espino brotó de la arena. Los tallos rodearon a
Nikolai y Zoya, torciéndose y retorciéndose, y la espesura creciendo a su alrededor como
si estuviese tejida en un telar invisible. Yuri comenzó a cantar.
«Nikolai Nada», dijo la voz. «Mentiroso. Fraude. Heredero de nadie. Farsante en el trono.
Veo quién eres.»
Pero Nikolai conocía esas crueldades. Las había soportado toda su vida. «Se
necesita más que sangre para hacer un rey.»
«Dime qué se necesita para gobernar», dijo la cosa con esa voz burlona. «¿Coraje?
¿Valor? ¿Amor por las personas?»
«¿Qué crees que vieron en ti para hacerte tan indigno? Todas esas medallas obtenidas, tu
flota de barcos, tus hazañas heroicas, tus fervientes reformas. Sabes que nunca será suficiente.
Algunos niños nacen desagradables. Sus madres no los amamantan. Se les deja morir en el bosque.
Y aquí estás, venido a llorar tu fin, solo en el bosque de espino. »
«No estoy solo». Tenía a Zoya, incluso a Yuri, y Grigori y Elizaveta vigilándolos.
«Tengo tu encantadora compañía. »
LEIGH BARDUGO
Ahora la oscura voz rio, bajo y largo, la alegría desbordando en una marea negra.
«Adelante, hazlo, entonces. Coloca la espina en tu pecho. ¿De verdad crees que importará?
¿Realmente crees que algo puede hacerte el hombre que eras antes?»
Antes de la guerra. Antes de que el Darkling hubiera puesto esta maldición sobre
él. Antes del asesinato de Vasily, la revelación de los crímenes de su padre, la emboscada
en la Rueca, las innumerables batallas que costaron tantas vidas.
«¿Cómo crees que fui capaz de agarrar tu corazón y cavar tan profundamente? Me diste
suelo fértil y por eso eché raíces. Nunca serás lo que fuiste. La podredumbre se ha extendido
demasiado lejos. »
«Eso es una mentira». Elizaveta le había advertido a Nikolai que el demonio trataría
de engañarlo. Entonces, ¿por qué las palabras sonaban verdaderas?
«Oh, haces un buen espectáculo. Compromiso, paciencia, un desempeño sin fin de buenas
obras para demostrar que aún eres el confiado príncipe, el descarado corsario, entero, feliz y sin
miedo. Todo ese trabajo para esconder al demonio. ¿Por qué? »
«Otro rey débil ». La voz era sabia, casi compasiva. «Tú mismo lo dijiste. » 462
«No soy mi padre. »
«Por supuesto que no. No tienes padre. Te diré por qué escondes al demonio, por qué te
envuelves en compromiso, diplomacia y desesperado encanto rezumante. Es porque sabes que, si te
vieran de verdad, se darían la vuelta. Verían las pesadillas que te despiertan, las dudas que te
acosan. Sabrían lo débil que eres y darían la espalda. Usa la espina, expúlsame. Seguirás siendo
un hombre roto… demonio o no. »
¿Era este el verdadero miedo que lo había perseguido durante todos estos largos
meses? ¿Que no encontraría cura porque la enfermedad no era el demonio? ¿Que la
oscuridad dentro de él no pertenecía a otra cosa sino a él solo? Había sido un tonto. Lo
que soportó en la guerra, las decisiones que tomó, las vidas que terminó con balas,
cuchillas y bombas, no había magia que pudiera quemar eso. Él era humano entonces.
LEIGH BARDUGO
No tenía ningún demonio al que culpar. Podría purgar al monstruo de su cuerpo, pero
el desastre de la vergüenza y el arrepentimiento permanecerían. ¿Y qué pasaría cuando
la lucha comenzara de nuevo? El pensamiento lo volvió increíblemente cansado.
La risa del demonio rodó sobre él. «No para ti», dijo la voz. «No para Ravka. Jamás.
»
Nikolai sabía que vino aquí con un propósito. Expulsar al monstruo. Salvar a su
país. Salvarse a sí mismo. Pero esos no eran necesariamente lo mismo. No podía volver.
No podía curarse a sí mismo. No podía recuperar la parte de él que se había perdido.
Entonces, ¿cómo iba a ser un líder?
«Deja la espina. »
«Deja la espina. No todos los días pueden terminar en victoria. No todos los soldados
pueden ser salvados. Este país no sobrevivirá a un rey roto. »
El derecho a lavarse las manos de esta interminable lucha y dejar de fingir que de
alguna manera era mejor que su padre, más digno que su hermano. Se le debía eso,
¿verdad?
LEIGH BARDUGO
«Sí,» cantó el demonio. Yo llevaré a Ravka a salvo a la orilla.
Zoya nunca lo perdonaría, pero Zoya seguiría adelante. Con pérdidas y heridas
propias. Zoya no descansaría.
¿Él que se había ganado? ¿Qué se le debía a él? ¿Cuál era su derecho?
Pero cada día podría intentar ganárselo. Si se atrevía a continuar con esta herida
en su corazón. Si se atrevía a ser el hombre que era, en lugar de rezar para volver al
hombre que alguna vez fue.
Tal vez todo lo que dijo el monstruo era verdad. Todo lo que Nikolai hizo o haría 464
por su gente nunca podría ser suficiente. Una parte de él tal vez siempre permanecería
más allá de la posible reparación. Puede que nunca fuera un hombre verdaderamente
noble o un rey verdaderamente digno. Al final, puede que no fuera más que un buen
cabello y un don para el engaño.
Pero él sabía esto: no descansaría hasta que su país también pudiera hacerlo.
Tal vez no. Pero si amabas algo, el trabajo nunca terminaría. «Recuerda quién eres.
»
LEIGH BARDUGO
Nikolai lo sabía. Era un rey que apenas empezó a cometer errores. Era un soldado
para quien la guerra nunca terminaría. Era un bastardo dejado solo en el bosque. Y no
tenía miedo de morir este día.
El monstruo chilló. Pero Nikolai no sintió ningún dolor en absoluto, solo calor
como si un incendio se encendiera en su pecho. Por un segundo pensó que podría estar
muerto, pero cuando abrió los ojos, el mundo permaneció: la madera de espino, el cielo
crepuscular, la esfera dorada. Tuvo un breve momento para preguntarse por qué
Elizaveta no había liberado a Zoya todavía. Y entonces vio al monstruo.
Era una forma de sombra pura que flotaba frente a él como si estuviera
suspendido en un espejo. Sus alas batiendo suavemente en el aire. En el lugar donde
estaría el corazón de la criatura, un delgado fragmento de luz brillaba. La espina. Así
que este era el demonio. La cosa oscura que lo manejaba, jugaba con él, le robaba la
voluntad. «Yo soy el monstruo y el monstruo soy yo». No estaban tan separados como le
hubiera gustado fingir, pero recordó las palabras de Elizaveta: «solo uno de ustedes
sobrevivirá.»
La savia aún estaba llenando la esfera dorada alrededor de Zoya a pesar de que
él ya había convocado al monstruo. Ella gritaba y golpeaba sus puños contra sus
costados.
La mente de Nikolai luchó por dar sentido a lo que Elizaveta estaba diciendo.
—Eres una prisionera aquí —dijo Nikolai—. ¡Después de todo esto, no puedes
querer quedarte!
—Ciertamente no. Los límites del Abismo permanecerán intactos, y aquí mis
hermanos permanecerán cautivos todavía. Pero yo seré libre porque estaré atada a él.
—El Darkling.
—El verdadero rey de Ravka. Su espíritu vivió con su poder. Solo necesita un
recipiente. 466
El matorral se separó y Nikolai vio un cuerpo pálido sobre un féretro de ramas.
«No puede ser». Él se paró en las orillas del Abismo y observó cómo se quemaba el
Darkling, y sin embargo, aquí estaba su cuerpo, entero e incorrupto. Tenía que ser una
especie de ilusión, o un brillante facsímil.
Yuri estaba de pie junto al féretro, las páginas del litúrgico ravkano descartadas.
Llevaba una túnica de rosas negras adornada con el sol en eclipse.
—Perdóneme —dijo, con el rostro arrepentido—. Ojalá no tuviera que ser así.
Desearía que ambos pudieran sobrevivir este día. Pero Cielo Oscuro es la mayor
esperanza de Ravka. Él debe regresar. —Encuentro que no sé por qué rezar.
—No, Yuri. —No le gustaban las súplicas en su voz. Eso no provenía de un rey—
. No hagas esto.
—Usted es un buen hombre —dijo Yuri—. Pero Ravka necesita más que un
hombre. —Levantó la mano y agarró la espina.
«¿Por qué escondes al demonio? Porque estaba enojado, hambriento, lleno de anhelo
un animal roto. Y aunque a Nikolai tal vez no le gustara, esas cosas aún eran parte de
467
él. «Los iguales se buscan». Él luchó contra el demonio. Ahora él lo alimentaría.
Nikolai cerró los ojos e hizo lo que esa oscura voz le dijo que hiciera. Soltó al
perfecto príncipe, al buen rey. Alcanzó todas las cosas heridas y vergonzosas que había
estado tan seguro de que tenía que ocultar. En este momento, no fue amable ni
misericordioso o justo. Él era un monstruo.
Cuando Nikolai abrió los ojos, estaba mirando a Yuri desde un ángulo diferente,
lo suficientemente cerca como para ver la mancha en sus lentes, los hirsutos vellos de su
barba. Nikolai sintió que sus alas se batían el aire, sintió que su corazón de demonio se
aceleraba. Soltó un gruñido y se lanzó contra el monje.
LEIGH BARDUGO
Su tiempo tenía que ser preciso. La Madre del Pozo y sus Doncellas del
Manantial se ocuparían de sus cargos en el pabellón de la fábrica y regresarían en algún
momento después de la medianoche. Nina no quería correr el riesgo de cruzar caminos
con ellas, pero también necesitaba asegurarse de que tuvieran tiempo para recuperar a
las chicas, colocar los explosivos y atravesar el punto de control que conducía al camino
hacia al pueblo. Si los guardias en el punto de control obtenían una señal de que algo
andaba mal en la fábrica, bien podrían decidir investigar los vehículos que pasaban. Y si
eso sucediera, no habría dónde esconderse.
Dos horas antes del amanecer, Hanne ató sus pechos y sacó un delantal sobre
uno de sus uniformes militares robados. Ella mantuvo un chal envuelto alrededor de su
cabeza.
468
Ella y Nina se escabulleron por las cocinas y fueron a encontrarse con Leoni y
Adrik en el cobertizo de curtido abandonado donde esperaban con el carromato cerrado
que habían asegurado. Ayudaron a Adrik a ponerse el uniforme y le rellenaron la manga
suelta con algodón, guardando el extremo en el bolsillo para disfrazar la mano que
faltaba. Hanne guardó su delantal y tomó el asiento del conductor con Adrik a su lado,
mientras que Nina y Leoni, ambas vestidas como Doncellas del Manantial, se subieron
a la parte de atrás.
El camino que conducía a la entrada oriental era recto pero rocoso, y Nina sintió
que su corazón latía con los cascos de sus caballos mientras avanzaban lentamente por
la colina. No había vuelta atrás ahora. Ella le había mentido no solo a Hanne, sino
también a Adrik y Leoni sobre lo que pretendía lograr hoy. La idea se le había ocurrido
durante su larga cena con Jarl Brum. Podría ser una locura. Podría fallar
espectacularmente, pero Nina comenzó a preguntarse si habían estado tratando de
arreglar a Fjerda con la herramienta incorrecta.
Finalmente, los caballos bajaron la velocidad y Nina escuchó las voces de los
guardias. El carro se detuvo de nuevo. Habían llegado a la entrada oriental del fuerte.
Los susurros en su mente se elevaron, guiándola. «Nina», corearon. Ella se estremeció.
Los muertos sabían su nombre.
«Justicia», exigieron. Pensó en las tumbas que rodeaban este lugar, todas las
mujeres, las niñas y los niños que se habían perdido aquí. 469
«Serán los últimos», prometió ella.
Matthias le había rogado una vez que reservara un poco de misericordia para su
pueblo, y ella había jurado que lo haría. Pero las chicas de esa ala eran fjerdanas. Sus
hijos eran fjerdanos. Eran ciudadanos de Gäfvalle y Gjela y Kejerut. La gente de este
país necesitaba que se lo recordaran.
—No todos saben sobre el trabajo que el Comandante Brum ha autorizado aquí
—dijo Hanne, siguiendo el guión que Nina había preparado para ella—. Nos enteramos
de que los gobernadores locales vienen a la fábrica para investigar las quejas sobre los
venenos en el río. No necesitamos más problemas.
¿ Otro soborno? ¿Significaba eso que se había pagado a los funcionarios locales
para que miraran para otro lado sobre la contaminación del río o sobre las chicas en el
ala abandonada?
—Espera un minuto —dijo el guardia. Abrió las puertas traseras del carro y miró
a Leoni y Nina en sus delantales—. ¿Qué están haciendo estas dos aquí?
—Por el bien de Djel, ¿crees que voy a cuidar a un grupo de mujeres que lloran y
bebés cagones? —dijo Hanne—. ¿Tal vez te gustaría venir y limpiar sus culos?
470
Santos, ella realmente tenía talento nato.
—No gracias.
—Vamos —dijo Adrik, llevándolos a las grandes puertas dobles—. Todo eso
llevó más tiempo del que se suponía.
Hanne se había tapado la boca con una mano. Ella estaba sacudiendo la cabeza.
Sylvi Winther, recordó Nina, una de las personas que Hanne había atendido en
secreto.
La chica de ojos huecos miró hacia arriba, pero no había ningún reconocimiento
en sus ojos. Hanne se puso a su lado, pero la chica se encogió, confundida.
LEIGH BARDUGO
—Soy yo —dijo Hanne—. Yo… —Y entonces recordó su uniforme, su rostro
alterado—. Yo… lo siento.
—Es algo nuevo —dijo Nina con dulzura—. Los llevaremos a todos a una nueva
base.
—Sí.
—Sí —dijo Hanne, con voz ronca—. Y comida fresca y brisa marina. Será un
viaje difícil, pero lo haremos lo más cómodo posible. —Al menos eso era cierto.
Una a una les ofrecieron las dosis a las chicas y comenzaron a llevarlas al
carromato. 472
Adrik consultó su reloj.
—En marcha.
Levantó el brazo y las orejas de Nina saltaron cuando dejó caer la presión en la
fábrica para crear una manta acústica y enmascarar sus movimientos.
Nina conocía mejor la distribución del piso de la fábrica, así que llevaría a Leoni
a colocar los explosivos mientras Adrik y Hanne terminaban de cargar a las prisioneras
y sus bebés. Ayudó a Leoni a apilar las bombas improvisadas en una canasta debajo de
un montón de sábanas sucias y se adentraron más en el corazón del fuerte. Estaba
felizmente silencioso, el día aún no había comenzado, y gracias a Adrik, sus pasos no
hicieron ningún ruido para romper el silencio.
LEIGH BARDUGO
Nina se dirigió hacia el cuerpo principal de la fábrica y hacia el ala occidental,
tan cerca como se atrevió a los cuarteles y las cocinas. Ella no quería correr el riesgo de
encontrarse con ninguna patrulla. Ella colocó los pequeños explosivos a lo largo de la
pared mientras se dirigía hacia atrás, todos ellos conectados por un fusible largo.
Nina acababa de colocar la última de sus bombas cuando escuchó un grito. Leoni.
Ella corrió de vuelta al pasillo principal en pies silenciosos. Cuando entró, escuchó voces
y se encogió contra una cubeta polvorienta, mirando a su alrededor.
Leoni estaba de espaldas a Nina, con los brazos en alto. Jarl Brum tenía una
pistola dirigida a ella. Nina se aferró a la tina, permaneciendo lo más quieta posible.
Sus voces tenían una calidad extraña y apagada. ¿Brum lo oyó? ¿Sabía que el
poder de Grisha estaba funcionando? Lentamente, Nina se deslizó por la hilera de
maquinaria. Si ella pudiera ponerse detrás de Brum, podría desarmarlo.
—No hablo tu lengua fea —dijo—. Y sé que entiendes más de lo que pretendes.
—Sabía que no eran solo comerciantes. ¿Dónde está tu compatriota? ¿Y qué hay
de la tutora, Mila Jandersdat? ¿Sabe que son espías?
—Eres muy calvo —dijo Leoni, todavía en zemeni—. Esa no será la peor cosa
que Mila Jandersdat te haga.
—Esas no son mujeres —se burló Brum—. Son Grisha, y estaré encantado de
administrarte tu primera dosis. El poder de Fjerda está a punto de descender sobre ti.
LEIGH BARDUGO
Alcanzó una palanca en la pared, y Nina sabía que iba a sonar una alarma.
—¡Espera! —gritó, sin saber qué pretendía, y en ese momento Jarl Brum se
desplomó en el suelo.
—Él lo sabía —dijo ella con voz quebrada—. Él lo sabía. —Luego se arrodilló
junto a él y acunó su cabeza sangrante—. Papá —dijo, las lágrimas deslizándose por sus
mejillas—. ¿Cómo pudiste?
—Vamos —dijo Nina—. Tenemos que conseguir a las chicas y salir de aquí.
Nina no sabía si quería reír o gritar. Jarl Brum era el comandante de los drüskelle,
la mente detrás de la tortura de innumerables Grisha. No era solo un soldado. «Reserva
un poco de misericordia para mi pueblo.» 474
—Tenemos que irnos —dijo Leoni—. Si no encendemos el primer fusible pronto,
las bombas no se dispararán a tiempo. Suponiendo que funcionen.
—Él es mi padre —dijo Hanne, con los ojos llenos de esa determinación feroz
que Nina amaba tanto—. No lo dejaré.
—Supongo que quería decir adiós —murmuró ella mientras lo arrastraban hacia
la parte trasera de la carretera. Las chicas lo miraron con vago interés. El sedante
definitivamente se había asentado.
—Tenemos que irnos —insistió Nina. Saltó y corrió de vuelta a la sala para poner
los fusibles.
—¡Detente!
Nina se dio la vuelta. La Madre del Pozo corría por la sala, flanqueada por
soldados armados con rifles. Por supuesto que Brum no había estado solo. 475
—¡Tú! —dijo la Madre del Pozo, su cara roja de rabia—. ¿Cómo te atreves a usar
el atuendo de una doncella? ¿Dónde están las prisioneras? ¿Dónde está el comandante
Brum?
—¡Agárrala! —dijo la Madre del Pozo, pero Nina ya estaba levantando las
manos.
—Es solo una chica —dijo la Madre del Pozo—. ¿Qué clase de cobardes son?
—No solo una chica —dijo Nina. El susurro se elevó en ella. Mujeres fjerdanas.
Niñas fjerdanas, pidiendo justicia, gritando en el silencio de la tierra. Abrió la boca y las
dejó hablar.
—Soy Petra Toft. —Las palabras salieron de los labios de Nina, pero no reconoció
su propia voz—. Me abriste y sacaste al niño de mi vientre. Me dejaste para desangrarme hasta
morir cuando pedí ayuda.
—Soy Siy Engman. Te dije que había abortado, que no podía llevar a un niño a término,
pero me hiciste concebir una y otra vez. Sostuve a cada muerto en mis brazos. Les di a cada uno un
nombre.
—Soy Ellinor Berglund. Fui tu alumna, dejada a tu cuidado. Confiaba en ti. Te llamé
Madre del Pozo. Rogué por tu misericordia cuando descubrí mis poderes. Morí pidiendo otra dosis.
—¿Qué es esto? —dijo la Madre del Pozo, con las manos entrelazadas contra su
corazón. Ella estaba temblando, sus ojos tan abiertos como lunas llenas.
476
Mujer tras mujer, niña tras niña, pronunciaron sus nombres y Nina las nombró.
Vengan a mí. A través de la tierra, arañando el suelo, vinieron, una masa de miembros
en descomposición y huesos rotos. Y algunas de ellas se arrastraron.
La Madre del Pozo retrocedió, su rostro era una máscara de terror. Tropezó con
su delantal y cayó al suelo de piedra. Un bebé se acercó a ella a cuatro patas. Sus
miembros gorditos seguían intactos a pesar de sus labios azules y sus ojos vacíos.
LEIGH BARDUGO
Los muertos se habían hecho cargo de los guardias, que yacían sangrando en
montones silenciosos. Ahora avanzaron hacia la Madre del Pozo. Nina se dio la vuelta
para irse.
—No me dejes —suplicó la Madre del Pozo cuando el bebé agarró sus faldas.
—Te dije que rezaría por ti —dijo Nina mientras cerraba la puerta y daba su
orden final a sus soldados—: denle la misericordia que se merece.
***
Trassel. Su mente decía que era una tontería pensar eso, pero su corazón lo sabía 477
mejor. Ahora entendía por qué nunca había tomado la comida que ella había dejado. Al
lobo de Matthias le gustaba cazar a su presa. Desde algún lugar de la montaña, escuchó
un largo y triste aullido, y luego un coro de respuestas haciendo eco en el valle. ¿Los
lobos grises que había salvado? Tal vez Trassel ya no tendría que quedarse solo. Tal vez
finalmente se había despedido también.
—Nada —dijo Nina—. Cierra tus ojos. Descansa. Obtendrás otra dosis pronto.
Bajaron por la colina. Brum yacía debajo de una manta, su cuerpo rodaba de un
lado a otro cuando el carrito saltaba sobre una zanja.
Hanne tiró de las riendas y miró por encima del hombro a Nina.
—¡Detente!
—Estamos transportando…
—El comandante Brum vino por aquí hace casi una hora. Dijo que nadie debía
pasar sin su permiso directo. —Se volvió hacia otro guardia y dijo—: Envía a alguien a
la fábrica para averiguar qué está pasando.
—Djel en toda su gloria —dijo el soldado mientras la luz de la mañana caía sobre
las mujeres dentro de la carreta—. ¡Agarren a los conductores! Y haz que estas
prisioneras vuelvan a subir la montaña.
479
LEIGH BARDUGO
Zoya no gritaba. Ella sofocó su pánico mientras la savia cubría su caja torácica y
había detenido sus golpes en la esfera dorada. No podía comprender lo que estaba
viendo. Hace tres años, había visto el cuerpo del Darkling quemarse hasta las cenizas.
Había murmurado el nombre de su tía mientras él había desaparecido en el ardor de las
llamas Inferno al lado del cuerpo de Sankta Alina.
Pero no había sido Alina Starkov quien estuvo en esa pira, solo era una chica
confeccionada para parecerse a ella. ¿Los partidarios del Darkling habían utilizado el
mismo truco?
Ella vio a Yuri acercarse a la criatura de sombra que se cernía como un extraño
fantasma frente a Nikolai. Ella había detectado la presencia del Darkling esa noche en
la torre del campanario, pero no quería creer que él podría volver.
«Ciega. Ingenua. Egoísta.» Zoya aguantó el aliento mientras Yuri se extendía para
tomar la brillante espina, pero de repente el monstruo estaba atacando el monje. Ella vio
el cuerpo de Nikolai contra la madera de espino como un insecto clavado en una página.
Sus ojos estaban cerrados. ¿Él podía controlar la criatura?
No había tiempo para pensar en ello. Zoya había intentado golpear la esfera con
la energía de la tormenta, pero no sirvió de nada. Ahora se centró en la savia que
LEIGH BARDUGO
componía sus muros, las pequeñas partes que la formaban, la figura de su núcleo. Ella
no era Mareomotora. Antes de Juris, esto habría estado más allá de sus capacidades.
Pero ahora... «¿no somos todas las cosas?» Ella se concentró en obligar a las partículas
diminutas a vibrar más rápido, aumentó la temperatura de la savia, perturbó la estructura
de la esfera. Sudor se formó en su frente mientras el calor se levantaba y ella temía que
se cocinará en su propia piel.
«¿Hacia qué estás corriendo, brujita?» A Juris. A la ayuda. Pero ¿qué pasaba si el
dragón ya sabía lo que pretendía Elizaveta? ¿Qué pasaba si la estaba viendo desde su
guarida negra incluso ahora y riéndose de su ingenuidad?
El viento tartamudeó. Los pasos de Zoya se redujeron. Ella miró hacia arriba a
la roca negra. ¿Cuánto tiempo podría utilizar Nikolai la figura del monstruo para
mantener a Yuri y a la Santa a raya? ¿Zoya estaba corriendo hacia un aliado o
caminando a una trampa, desperdiciando tiempo valioso? Otra traición. No estaba
segura de que pudiera soportarlo. Pero tendría que hacerlo. No era lo suficientemente
poderosa como para enfrentar a Elizaveta por su cuenta. Necesitaba la ira del dragón. 481
No había tiempo para lidiar con los pasajes sinuosos del palacio, y ella dudaba
que pudiera encontrar su camino. En su lugar, dejó que la tormenta la lanzara hacia
arriba, alto en el cielo y a la boca de la guarida de Juris.
—Ella me ofreció vino. Después de cientos de años. Hidromiel hecho del fruto
nacido de sus vides. Ella dijo que lo había estado guardando. Era dulce, pero no era
vino.
—Era combustible.
—Solo nuestro propio poder puede destruirnos. Mis llamas me quemaron desde
el interior.
—No —dijo Zoya—. No. —Su corazón estaba demasiado lleno de pérdidas—.
Traeré a Grigori. Él puede sanarte.
—Es demasiado tarde. —Juris agarró su muñeca con una fuerza sorprendente—
. Escúchame. Pensamos que habíamos convencido a Elizaveta de renunciar a su poder,
pero esa nunca fue su intención. Si ella se libera del Abismo, nada será capaz de
controlarla. Debes detenerla.
Zoya sacudió la cabeza. Todo en lo que podía pensar era en el rostro de su tía.
Zoya había sido responsable de su muerte. Ella podría haber detenido al Darkling, si
hubiera mirado más de cerca, si hubiera entendido, si no hubiera sido consumida por su
propia ambición.
—No soy tu tía —gruñó Juris—. Soy tu maestro. Eres una estudiante capaz.
Demuéstrame que eres una grandiosa.
—No la tengo.
—No hay límite al poder que puedes obtener. La creación en el corazón del
mundo no tiene límites. No debilita. No cansa. Pero debes encontrarlo.
—¿Y si lo hago todo mal otra vez? —¿Y si le fallaba a Juris como le había fallado
a los otros? Su vida estaba llena de muchos fantasmas.
—Por favor —dijo Zoya. Ella era lo que siempre había temido ser: una chica
perdida, indefensa, siendo llevada por el pasillo de la capilla de Pachina—. No me dejes.
No tú también. 483
Él había empujado su espada con una mano.
—Zoya de la ciudad perdida. Zoya del jardín. Zoya sangrando en la nieve. Eres
lo suficientemente fuerte para sobrevivir la caída.
En el mismo instante, Zoya sintió las garras del dragón perforar su pecho. Ella
gritó, el dolor como la punzada de un rayo, abriéndola. Sintió su sangre empapar la seda
contra su cuerpo, un sacrificio. Juris lanzó un pesado suspiro y cerró sus brillantes ojos.
Zoya presionó su rostro en sus escamas, escuchando el ruido pesado del corazón de él,
del suyo. ¿Esto era la muerte, entonces? Ella lloró por ambos mientras su ritmo
comenzaba a disminuir.
Pasó un momento. Una era. Las garras de Juris se retractaron. Ella podía oír
solamente un latido de corazón ahora, y era el suyo.
Zoya no sentía dolor. Cuando bajó la mirada, vio que su kefta estaba rota, pero la
sangre ya no fluía. Tocó sus dedos sobre su piel. Las heridas que Juris le había hecho ya
habían sanado.
Pero ¿qué tenía que hacer ahora? No era Fabricadora. Ese era el don de Elizaveta.
Zoya había roto los límites dentro de su orden, pero ¿se atrevería a desafiar los
límites de las demás órdenes?
«Cualquier cosa que valga la pena hacerse siempre comienza como una mala idea.»
Palabras de Nikolai. Terrible consejo. Pero tal vez era tiempo de prestar atención. Ella
se centró en las escamas en su mano, sintió sus bordes, las partículas que las formaban.
Se sentía extraño y mal, y supo al instante que este trabajo nunca sería natural para ella,
pero en este momento su pobre habilidad tendría que ser suficiente. Zoya dejó que las
LEIGH BARDUGO
escamas la guiaran. Podía sentir la forma que querían tomar, podía verlo claramente
quemando en su mente como una rueda negra, no, una corona. «Juris». Avasallador
hasta el final. Ella empujó a un lado la imagen y forzó a las escamas a formar dos grilletes
alrededor de sus muñecas en su lugar.
Tan pronto como las escamas la tocaron, sellado el vínculo, sintió el flujo de
fuerza de Juris a través de ella. Pero esto era diferente de lo que había sido con el tigre.
«Abre la puerta». Podía sentir su pasado, los eones que él y el dragón habían vivido
fluyendo a través de ella, amenazando con abrumarla en la corta mota de su vida.
«Tómala, entonces, dijo ella. Soy lo suficientemente fuerte para sobrevivir la caída.
485
LEIGH BARDUGO
Detrás del hombro del guardia, Nina vio que los pescadores giraban sus cabezas
hacia el sonido de un bebé que lloraba.
Nina miró a través de los listones. Hanne y Adrik habían sido arrancados del
carromato y estaban flanqueados por hombres armados. La multitud de lugareños
alrededor del carro estaba creciendo.
—Da la vuelta a esta carreta y ponte en marcha —gruñó el guardia a los soldados
que ahora estaban sentados en el asiento del conductor. Las riendas se movieron y los
caballos dieron algunos pasos tentativos hacia adelante, pero los pescadores se habían
puesto en la carretera, bloqueando el camino del carromato.
—Muéstranos lo que hay en el carro —dijo un hombre grande con una gorra roja.
Otro dio un paso adelante, con las manos abiertas en un gesto abierto y razonable.
—Podemos escuchar a los bebés llorando. ¿Por qué intentas llevarlos a una
fábrica de municiones?
Una nueva voz habló desde algún lugar que Nina no podía ver.
Nina se movió al otro lado de la carreta y vio que más gente del pueblo se había
reunido, atraída por la conmoción en el punto de control. 487
—¿Por qué no lo harían? —dijo una mujer—. Ya envenenaron nuestro río.
—Ella tiene razón —dijo la dueña de la taberna que Nina reconoció desde su
primer día en la ciudad—. Mataron a esa chica en el convento. Mataron el ganado de
Gerit.
—No hay ninguna enfermedad —dijo Nina desde las sombras del carro—. Los
soldados han estado experimentando con estas chicas.
—¿Eres del convento? —preguntó el hombre, y Nina asintió. Que ese miserable
delantal y las horribles trenzas rubias le dieran un poco de credibilidad.
La multitud se adelantó para mirar a las mujeres y las niñas. Nina conocía el 488
poder del prejuicio que llevaban consigo. Ella lo había visto en Matthias, sintió su peso.
Pero ella también había visto cómo cambiaba esa carga, esa roca aparentemente
inamovible erosionada por la comprensión. Si eso podía suceder con un soldado drüskelle
que había sido educado para odiar a su clase, ella tenía que creer que también podría
suceder con estas personas. Las chicas en este carromato no eran brujas poderosas que
hacían llover destrucción. Estos no eran soldados enemigos sin rostro. Eran chicas
fjerdanas arrancadas de sus vidas y torturadas. Si la gente común no podía ver la
diferencia, no había esperanza para nadie.
—Cille —dijo él, con lágrimas en sus ojos mientras subía al carro, su cabeza
golpeó el techo—. Cille, pensé que estabas muerta. —Se arrodilló, levantándola en sus
brazos.
—¿Qué le hicieron? —gritó el joven pescador, con las mejillas mojadas, la cara
casi púrpura de rabia.
—Pensé que ella fue a Djerholm para servir como institutriz —dijo una mujer.
—Ellinor Berglund —dijo ella—. Petra Toft. Siv Engman. Jannike Fisker. Sylvi
Winther. Lena Askel.
—¡Se llevaron a Cille! —gritó el joven pescador—. ¡Se las llevaron a todas!
489
Sonó un disparo. El guardia del puesto de control sostenía su rifle en el aire.
—Dulce Djel —dijo el hombre de gorra roja, apuntando hacia el viejo fuerte—.
La presa.
LEIGH BARDUGO
—Oh Santos —dijo Leoni—. Algo está mal. Mis proporciones deben haber
estado mal, yo...
Nina y Leoni salieron de la parte trasera del carro. Arriba, oscuras columnas de
humo salían de las llamas de la fábrica. Pero mucho más aterrador era el muro de agua
que se precipitaba hacia ellos. La presa se había roto, y una ola gruñendo espumó y
formó espuma por la montaña, arrancó árboles y aplastó todo a su paso.
—¡Muévete! —gritó Leoni—. ¡Esa agua está cargada de veneno! Quien la toque,
estará acabado. —La culpa y el miedo en su rostro lastimaron el corazón de Nina, pero
así era como tenía que ser. Fjerda no necesitaba piedad. Necesitaba milagros.
—Leoni —dijo Adrik mientras la gente se agolpaba, formando una cuña detrás
de él—. ¿Puedes hacerlo?
Ella asintió, decidida, y tocó con sus dedos las joyas de su cabello, moviendo los
labios en una oración susurrada. Nina pudo escuchar la advertencia de Leoni en su
cabeza: «Los venenos son un trabajo difícil.»
LEIGH BARDUGO
La ola corrió hacia ellos, agitándose con espuma y trozos de escombros, tan altos
y anchos que parecían bloquear el sol.
Adrik empujó su mano hacia adelante, y la ola se partió, hendida por la fuerza
de la ráfaga que convocó, rodeando a la gente del pueblo en una inundación furiosa.
Cuando el agua pasó, Leoni levantó las manos y Nina vio una nube amarillenta
aparecer en el aire a su alrededor. Ella estaba sacando el veneno del agua.
La nube de veneno creció sobre ellos mientras el agua caía una y otra vez. Al
final, la marea se había agotado, pero Leoni continuó extrayendo el veneno hasta que el
diluvio se había reducido a un goteo.
Los brazos de Leoni temblaban, sus labios se retiraron en una mueca. Adrik se
giró, enfocando el viento, convirtiéndolo en un pequeño ciclón, recogiendo el veneno y
conduciéndolo a la caseta de vigilancia vacía. Con un giro de su muñeca, la puerta se
cerró de golpe. Agarró a Leoni contra él antes de que ella pudiera colapsar.
En el nuevo silencio, Nina podía oír a los bebés llorar, a la gente llorar. Ella no
sabía cuánto daño podría haber hecho el agua a los edificios de abajo.
LEIGH BARDUGO
La multitud miraba a Adrik y Leoni. Los soldados levantaron sus rifles. Nina se
preparó para llamar a los cadáveres de la fábrica para protegerlos. Pero ella esperaba,
esperaba...
Los huesos de las chicas perdidas en la montaña, forjadas por el poder de Nina
en algo nuevo.
Pero ella no se arrepintió. El trabajo que ella, Adrik y Leoni habían estado
haciendo, el trabajo de la Hringsa, no era suficiente. No importaba cuántos Grisha
492
hayan salvado, siempre habría más que no podrían salvar. Siempre habría un fjerdano
con sus tanques y sus piras y hombres como Jarl Brum para encender el fósforo. A menos
que Nina encuentre la manera de cambiarlo todo.
—Bajen los brazos —dijo el hombre de la gorra roja cuando el pueblo de Gäfvalle
se puso de rodillas—. Hemos visto milagros hoy.
—¡Alabado sea Djel! —gritó Nina. Se arrodilló ante Adrik y Leoni en su delantal
de Doncella del Manantial—. Y alabados sean los nuevos santos.
LEIGH BARDUGO
Zoya aceleró a través de las arenas, rezando que no fuera demasiado tarde. Había
pensado una vez que sólo un Grisha bajo las garras de parem podía volar. Ahora llegó
sobre la tormenta, elevada por encima de las nubes. Era casi como si pudiera sentir a
Juris debajo de ella.
Pero cuando el Creador de Cuerpos comenzó a gritar, Zoya se dio cuenta de que 493
no eran las espinas lo que lo habían tumbado, sino los insectos que Elizaveta había fijado
sobre su cuerpo. Pequeños agujeros y surcos comenzaron a aparecer en su carne
mientras los insectos lo consumían. Su cuerpo se rompió, tratando de escapar. Se
estremeció, tembló y luego abrió mil bocas para gritar mientras era devorado.
Yuri se quedó atrás de Elizaveta, como un niño escondido detrás de las faldas de
su madre, sus manos presionadas contra sus labios como para sofocar su propio terror.
Chico estúpido. ¿Había sabido lo que Elizaveta pretendía desatar? ¿Su Santo Cielo
Oscuro le había prometido menos derramamiento de sangre, o a un fanático religioso
simplemente no le importaba?
LEIGH BARDUGO
El Creador de Cuerpos se estremeció y colapsó. Elizaveta soltó un grito de triunfo
y descendió sobre los cuerpos de Nikolai y la criatura hecha sombra, ambos ahora
mantenidos en su lugar por las vides de la madera de espino.
Zoya tomó dos piezas rotas de obsidiana de su manga y las chasqueó juntas. Una
chispa era todo lo que necesitaba. Una pequeña chispa rugió hacia Elizaveta, quien se
giró sorprendida.
—Pensé que eras lo suficientemente sabia como para huir, Zoya. Llegas tarde. El
espíritu del Darkling pronto entrará en su cuerpo. No hay razón para que seas una
víctima de esta batalla.
—Mi rey yace sangrando. Soy su súbdita y su soldado y vengo a pelear por él.
—Tú eres Grisha, Zoya Nazyalensky. No necesitas estar sujeta a nadie y nada.
Zoya pudo sentir el tirón del poder incluso ahora. Siempre estaría con ella, esta
hambre de más. Pero había conocido a tiranos antes.
—Lo robé de las arenas del Abismo y dejé un señuelo en su lugar. Estaba dentro
de mi poder. —Tal como Zoya sospechaba. Y no le importaba. Pero quería mantener a
Elizaveta hablando.
—¿Preservaste su cuerpo?
No. Nunca. Pero el poder al que estaba atada ahora no necesitaba ser confiscado
ni robado.
—¿Es aquí donde presento mi gran visión para la paz? ¿Un imperio unificado sin
fronteras o bandera? —Elizaveta se encogió de hombros—. Podría dar ese discurso. Tal
vez el Cielo Oscuro hará valer el esfuerzo. Solo sé que quiero ser libre y que quiero sentir
mi poder una vez más.
Era una necesidad que Zoya entendía, y ella sabía qué preguntas hacer, las
mismas preguntas que se había planteado a sí misma cuando la oscuridad se arrastró
dentro ella.
—No tendrás nada de mí —dijo Zoya. Ella levantó las manos y sus mangas
cayeron de nuevo. Las escamas negras brillaban en el crepúsculo.
—Debí haber sabido que Juris respiraría el tiempo suficiente para hacer algo
noble y desacertado. Bueno, viejo amigo —dijo—, no importará. —Con un barrido de
su brazo, dos tallos de color hierro se dispararon hacia Zoya, sus espinas brillando como
la cola de púas de una criatura de mar.
LEIGH BARDUGO
Zoya levantó sus manos, y un torbellino feroz atrapó los tallos, retorciéndolos y
arrancándolos de la madera de espino por la raíz. Zoya los arrojó de vuelta hacia
Elizaveta.
—Qué feroz que eres —dijo la Santa—. Juris tenía razón al hacerte su estudiante.
Lamento que su conocimiento muera contigo.
Esta vez, la mitad de la madera pareció levantarse, una masa gruñendo de tallos
gordos y espinosos. Zoya sacó la humedad del aire en una onda fría, recubriendo los
tallos en escarcha, congelando su savia desde adentro hacia afuera. Con una ráfaga de
aire estruendoso, los destrozó en el viento.
Zoya levantó las arenas para cubrirse y se dejó caer en picado al bosque de espino.
Mientras Elizaveta hablaba, Zoya había vagado al otro lado del círculo, al féretro en el
que descansaba el cuerpo perfectamente conservado del Darkling. Ella tuvo el momento
más breve para mirar ese hermoso rostro, esas manos elegantes. Zoya lo había amado
con toda su necesidad de codicia y adoración en su corazón femenino. Ella había creído
496
que él la apreciaba, que se preocupaba. Ella habría hecho cualquier cosa por él, luchar y
morir por él. Y él lo había sabido. La había cultivado igual que había cultivado su propio
misterio, como había nutrido la soledad de Alina Starkov y el deseo de pertenecer de
Genya. «Nos usó a todos, tal como está usando a Elizaveta ahora. Y yo dejé que sucediera.»
—Quémate como se suponía debías hacer —susurró Zoya. Ella bajó su brazo, y,
tan fácilmente como si estuviera invocando una suave brisa, el rayo fluyó en un
chasquido preciso y ensordecedor. Golpeó el féretro con un resplandor de chispas y
llamas crecientes. Zoya vio salir una sombra del fuego, como si intentara huir del calor.
LEIGH BARDUGO
—¿Qué has hecho? —gritó Elizaveta. Se precipitó hacia el Darkling mientras la
madera de espino trataba de levantarlo y alejarlo de la hoguera.
Pero Zoya concentró el calor de sus llamas hasta que se volvieron azules como el
fuego de dragón de Juris. La madera de espino comenzó a desplomarse sobre sí misma.
Los tallos se retorcieron alrededor de los tobillos de Zoya, pero ella reunió sus
chispas y las quemó, chamuscándose en el proceso. El fuego iba a tomar algo de práctica.
Elizaveta se había lanzado a la pira para tratar de recuperar lo que quedaba del
cuerpo del Darkling. Zoya sabía que, aunque las llamas podrían causar dolor a
Elizaveta, no la detendrían. Solo el propio poder de Elizaveta blandido contra ella sería
suficiente para poner fin a una Grisha tan antigua. Zoya tenía unos minutos para actuar.
—Me encargaré de ti más tarde —gruñó, moviendo dos dunas con una gran
ráfaga para rodearlo. Lo enterró hasta el cuello.
«¿Y si te termino a ti también?» No había tiempo para dudar. Zoya sacó la espina.
Nikolai aulló mientras sangre negra salía de su pecho. Zoya fue golpeada hacia atrás por
el tronco de un árbol.
«Está bien», pensó Zoya. «Salvé a Nikolai. Mantuve a Elizaveta confinada al Abismo».
Finalmente había detenido al Darkling. Que Elizaveta se lleve su corazón. Pero la voz
de Juris rugió dentro de ella, y casi pudo ver su mofa: «¿Renuncié a mis escamas para esto?
Somos el dragón. No nos rendimos.»
Zoya sintió que las ramas apretaban más. La madera de espino era la creación de
Elizaveta. Pero la savia en su interior fluía como sangre, como un río movido por las
mareas.
Elizaveta gritó de ira y el zumbido de los insectos llenó las orejas de Zoya.
Los tallos se giraron, los picos feroces de sus espinas sobresaliendo hacia
Elizaveta demasiado rápido para que ella cambiara de rumbo o forma. Su cuerpo golpeó
las lanzas de espinas con un ruido sordo y húmedo. Quedó colgada a meros centímetros
de Zoya, empalada en las garras de su propia creación.
Zoya retorció las espinas y vio desaparecer la luz de los ojos de Elizaveta. Pudo 498
jurar que oyó al dragón gruñir su aprobación.
Ravka podía caer. Los Grisha y el Segundo Ejército podrían dispersarse. Pero el
mundo estaría a salvo de Elizaveta y del Cielo Oscuro.
«Esta vez te salvé», pensó mientras colapsaba. «Esta vez, lo hice bien.»
LEIGH BARDUGO
No sería seguro para las mujeres Grisha y sus hijos, o para Adrik y Leoni,
permanecer en Gäfvalle, a pesar de cómo se sintieran las personas del pueblo. Los
soldados sobrevivientes de la fábrica se reunirían. Tropas serían enviadas a imponer el
orden después del desastre. Todos tenían que irse antes de eso.
En el caos, Hanne regresó al convento para restaurar sus rasgos y volver a ponerse
su túnica, fingiendo estar tan sorprendida como los demás por los terrores en la ciudad.
Nadie podía encontrar la Madre del Pozo, así que fue fácil para Hanne escaparse una
vez más y regresar a la encrucijada, donde encontró a Nina instruyendo a un joven
pescador que había acordado conducir el carromato al puerto.
Nina había sabido que esto iba a llegar, y tan pronto como el pescador se había
ido a ver a su hermana reubicada en el carromato, se volvió a enfrentar a la ira de Hanne. 499
Pero Hanne estaba calmada. Su voz fue firme.
—No he estado haciendo las preguntas correctas, ¿verdad? Pregunté qué eras, no
quién.
Nina se había cambiado de nuevo a uno de los vestidos de Mila. Ella pasó sus
manos sobre las pesadas faldas.
—Nina Zenik. —Los ojos cobre de Hanne eran duros—. La chica que mutiló a
mi padre. La Bruja de Cadáveres.
—Soy una agente que trabaja para el gobierno ravkano. Vine a este país para
liberar a gente como tú, gente Grisha que vive con miedo.
—Las habilidades que te enseñé. Todo lo que te conté sobre la forma en que
funciona este país, sobre la corrupción en su núcleo. —Nina tomó un respiro y se tocó
el corazón con una mano—. Esto es real, Hanne.
—Me usaste.
Hanne tragó con dificultad, y Nina supo que estaba recordando a las chicas en
sus camas en el pabellón, los bebés en las cunas, su sufrimiento.
—¿Hay más?
—Más bases. Más fábricas. Más laboratorios. No fingiré que todos los Grisha son
buenos. O todos los ravkanos. No lo son. Tal vez yo tampoco. Todo lo que sé es que lo
que tu padre y sus hombres están haciendo está mal. Tienen que ser detenidos. —Ella
LEIGH BARDUGO
puso su mano en el hombro de Hanne, con miedo de que pudiera alejarse—. Nosotras
podríamos detenerlos.
A pesar de las penas y los peligros del día, a pesar de los desafíos que se
avecinaban, Nina sintió que una nueva ligereza la poseyó.
—Salvaremos a todos.
—No más mentiras —acordó, y Nina deseó, con todo su corazón, que pudiera
ser verdad.
***
—Sí. No gracias a ti. Leoni no cometió un error con los fusibles. Tú causaste ese
accidente —dijo—. Tú arreglaste esas explosiones para que volaran la presa. Me pusiste
a mí y a Leoni y a innumerables civiles inocentes en riesgo.
—Los fjerdanos no nos aceptarán como personas, así que tal vez es hora de que
nos vean como Santos. Y así es cómo lo haremos, ciudad por ciudad, milagro por
milagro. Ya están susurrando tu nombre aquí, igual que susurran el nombre de Sankta 502
Alina. Te garantizo que mañana habrá altares dedicados a ti por todo este camino. —
Ella levantó su cabeza—. Aunque puede que no te guste cómo los están llamando.
—Sankta Leoni de las Aguas. —Hizo una pausa—. Y Sankt Adrik el Desigual.
—Hay algo más —dijo Nina, aunque sabía que Adrik nunca perdonaría lo que
ella le diría a continuación—. No compartí toda la información en la carta de Brum.
—No estaba claro. Solo decía que Lantsov no sería un problema para alguien
llamado Demidov. Que sus espías creían que la situación se resolvería sin interferencias
pronto.
Adrik maldijo.
—Tenemos que llegar a Hjar lo antes posible. ¿Cómo pudiste ocultar una
amenaza a la vida del rey?
¿Qué diferencia podría hacer? Siempre había amenazas a la vida del rey. Nikolai
tenía a Tolya y Tamar para velar por él, y Adrik habría insistido en cancelar el plan para
que pudieran viajar a Hjar y localizar a un miembro de la red con acceso que podría
informar a la capital. El rey de Ravka tenía mucha gente para protegerlo. Las chicas de
la cima de la montaña solo tenían a Nina.
—Fue un día perdido —dijo ella—. Hay tiempo para informar al rey.
—Esa no era tu decisión para tomar. Pero no lo discutiré contigo ahora. Puedes 503
responder por lo que has hecho de nuevo en Ravka.
—Nina…
—Sé lo que tengo que hacer, Adrik, y no volveré a tener una oportunidad como
esta. Ravka me hizo una soldado. Ketterdam me hizo una espía. Hanne puede ayudarme
a convertirme en algo completamente diferente.
—Sí.
—No vamos a tener ninguna manera de llegar allí. Estarás sin aliados, sin
recursos. Si las cosas van mal, no tendrás ninguna salida.
LEIGH BARDUGO
Nina miró a los escombros humeantes de la fábrica.
504
LEIGH BARDUGO
—Estás bien.
Nikolai suspiró.
—Odio decirlo, pero vamos a tener que dejarlo vivir. Necesito toda la
información que podamos reunir sobre el culto del Cielo Oscuro y cómo los Santos nos
trajeron aquí. Creo que pudo haber sido Elizaveta quien abrió las cadenas la noche que
salí del palacio.
—¿Cómo?
—Ella dijo que su poder podía extenderse más allá del Abismo, pero solo donde
la fe de la gente era más fuerte. Yuri estaba en el palacio esa noche. Tal vez Elizaveta lo
usó para enviar sus viñas o sus insectos más allá de mis guardias.
—Puedes elegir nuestro próximo invitado. Quiero respuestas, el monje vive. Por
ahora.
—No me gustaría nada más que eso, pero no me siento muy bien, y preferiría no
morir con esta ropa. Tenemos que ver si podemos encontrar la manera de salir de aquí.
Zoya apartó las dunas de Yuri, y lo arrastraron sobre su espalda. Ataron sus
manos con tiras de tela de la kefta de Zoya y lo amordazaron por si acaso.
LEIGH BARDUGO
—Nikolai —dijo Zoya, poniendo una mano en su brazo mientras ella convocaba
una oleada de aire para llevar al monje—. ¿Funcionó? ¿Eres libre?
No tuvo el corazón para decirle que todavía podía sentir al monstruo en algún
lugar dentro de él, debilitado, lamiendo sus heridas, pero esperando la oportunidad de
volver a levantarse.
***
Continuaron, a pesar de sus heridas y su fátiga, hasta que por fin vieron luces en
la distancia, y finalmente, las arenas grises y muertas del Abismo se convirtieron en un
prado suave. Aunque a Nikolai no le hubiera gustado nada más que endilgarse a la 507
hospitalidad de un granjero, no podían arriesgarse a ser descubiertos. Se refugiaron en
un viejo cobertizo de equipamiento. Era húmedo e incómodo, pero era eso o descansar
bajo las ramas de un huerto de ciruelas, y Nikolai no deseaba estar cerca de un árbol.
Fue un placer cerrar los ojos y sentir el sueño caer sobre él. Él nunca lo daría por
sentado otra vez.
Zoya partió antes del amanecer hacia Kribirsk y regresó más rápido de lo esperado
con caballos, una bolsa llena de ropa de viaje y un joven Grisha Sanador para atender
las heridas de Nikolai.
—Lo siento, Su Alteza. —Se disculpó el chico mientras sanaba pinchazos en las
manos de Nikolai—. Esto probablemente dejará una cicatriz. Todavía estoy entrenando.
LEIGH BARDUGO
—¿Una cicatriz truhanesca? —preguntó Nikolai.
—Igual de buena.
—Juro que pasan por un entrenamiento cada más suave. Una pequeña mirada y
estuvo a punto de pedir sales de olor.
Nikolai no dijo nada. Esta vez no lo confundió. Cuando Zoya miró al chico, sus
ojos brillaron plateados y sus pupilas se convirtieron en rendijas. Por un momento, había
estado mirando a los ojos del dragón. ¿Qué había hecho Zoya para liberarlos? Esa
pregunta tendría que esperar hasta que estuvieran a salvo en el palacio.
Antes de entrar a Os Alta, Zoya ató las manos de Nikolai y ató cuerdas a las
bridas del caballo de él y de Yuri para que ambos se vieran como prisioneros mientras
los guiaba por la ciudad baja, a través del gran canal y hacia los amplios bulevares que
LEIGH BARDUGO
llevaban por la suave pendiente y atravesaban las puertas doradas del palacio. No vieron
pancartas de luto, ni banderas a media asta. Nadie se amotinaba en las calles. O bien
Nikolai era decididamente menos popular de lo que había esperado, o de alguna manera
Genya y David habían logrado mantener su desaparición en secreto.
Y, sin embargo, al ver por primera vez el águila doble coronada sobre las puertas
y el tejado dorado del Gran Palacio en la distancia, su corazón se elevó. Estaba en casa.
Había sobrevivido, e incluso si no estaba curado, de alguna manera él, Zoya y los demás
encontrarían la manera de seguir adelante. El demonio que estaba dentro de él lo conocía
bien, pero ahora Nikolai también conocía al demonio.
Zoya se dirigió a los guardias en servicio, se echó la capucha hacia atrás y dijo:
—¿Tienen papeles?
—Me haré cargo de ellos. Pero si me haces esperar más por un baño caliente,
también me haré responsable de tu lenta muerte.
Estaba claro que una especie de gran fiesta estaba en progreso. Las pasarelas
estaban iluminadas con faroles y la música flotaba desde las brillantes ventanas del Gran
Palacio.
—¿Es posible que realmente hayan pasado por todo esto? —dijo Zoya con
incredulidad.
—¿Cómo puedes hacer un baile para un rey que no está aquí? —preguntó
Nikolai. Posiblemente no podrían haber intentado confeccionar a alguien para que
ocupara su lugar, ¿verdad? No habría tenido tiempo de entrenarlo, especialmente para
un evento con tantos asistentes.
No estaban seguros de lo que podría estar esperándolos adentro, así que revisaron
las ataduras del monje y le dieron una gota de la mezcla para dormir de Genya por si
acaso. Lo escondieron detrás de un seto y aceptaron separarse hasta que encontraran un
510
miembro del Triunvirato o alguien con quien pudieran hablar sin causar un alboroto.
Nikolai se dirigió a lo largo del flanco sur del palacio, manteniéndose en las
sombras mientras la música llegaba a él desde la fiesta interior. Vio movimiento en el
conservatorio. ¿Una pareja reuniéndose para una reunión clandestina? Él los dejaría
solos. Se apresuró a lo largo de la pared de cristal salpicada de naranjos en miniatura y
estaba a punto de doblar la esquina cuando vio... a él mismo.
«Tal vez estoy equivocado y están discutiendo asuntos de estado,» pensó Nikolai
esperanzado.
En ese momento, la pareja se acercó el uno a la otra. El falso rey de Ravka tomó
a la princesa en sus brazos. Ella inclinó su cara hacia él, sus ojos se cerraron, sus labios
se separaron. Fue entonces cuando Nikolai vio el cuchillo en las manos de ella.
LEIGH BARDUGO
Las palmas de Isaak estaban empapadas. No había sido fácil evadir a Tolya y
Tamar. Los gemelos eran mercenarios experimentados con un don para aparecer
cuando menos se los quería.
Pero al ver por primera vez a Ehri en el conservatorio, supo que con mucho gusto
habría esquivado a mil soldados entrenados para que estuvieran aquí ahora mismo. No
tenía idea de cómo ella había perdido a sus guardias o cuánto tiempo tendría con ella
antes de que fueran descubiertos. Solo sabía que quería mirarla para siempre. Su vestido
era del color de las peras verdes, sus elaborados pliegues bordados con halcones. Los
broches de esmeralda brillaban en la oscura caída de su cabello.
«Isaak», quería rogarle que dijera. ¿Cómo sería escucharla llamándole por su
512
nombre real?
—Estoy aquí —susurró él. Ella se volvió y sonrió, y fue como tener un puño en
su pecho—. No estaba seguro de que vendrías.
—No estaba segura de poder hacerlo. Mis damas se han estado preocupando por
mí desde el amanecer. No pensé que encontraría un segundo a solas para escapar de
ellas.
—Me alegro de que lo hayas hecho. —Esa fue una subestimación absurda, pero
no se le ocurrió nada más que decir.
Ella dio un paso hacia él, y sin pensarlo, él dio un paso atrás, manteniendo la
distancia entre ellos. Él vio el dolor en su rostro y se sintió como el peor tipo de persona.
LEIGH BARDUGO
—Lo siento —dijo él rápidamente, aunque sabía que las disculpas no eran fáciles
para los reyes.
—No —dijo—. No. Pero hay algo que necesito decirte. —Isaak giró sobre sus
talones, caminando frente a los naranjos, el olor dulce de las flores nublaba el aire. Había
planeado innumerables cosas para decir, pero ninguna de ellas parecía correcta en este
momento. Era un chico pobre de un pueblo pequeño. Era un guardia de palacio. Pensó
que era feliz. Había sido feliz hasta que todo esto comenzó. ¿Pero ahora?
Isaak deseaba poder tomarla en sus brazos y besarla, pero no podía hacer eso
cuando cada palabra que le había dicho era una mentira. Y, sin embargo, no podía
decirle la verdad, no cuando podía poner en riesgo a toda una nación.
—¿Qué sucede? —dijo él, queriendo borrar todo lo que le había causado dolor.
—Nada —dijo ella—. Solo que desearía que este momento pudiera durar.
LEIGH BARDUGO
Quería decirle que podía, pero no sabía si eso era cierto. Él no podía ofrecerle
nada. Y aquí estaba la pegajosa realidad: no tenía idea de lo que el Triunvirato realmente
quería de él. ¿Le pedirían a Isaak que desempeñara este papel para siempre mientras
gobernaban Ravka? Pensó que no había manera de poder ser el rey que necesitaban,
pero cuando había cenado con Ehri, comenzó a preguntarse si tal vez, con ella a su lado,
podría hacerlo. ¿Alguna vez Genya y los demás permitirían tal cortejo? Si se negaran,
¿tendría el coraje de oponerse a ellos? Y lo que es peor, el pensamiento que lo había
mantenido despierto desde aquella feliz noche en la isla: ¿Qué pasaría si el verdadero
rey regresaba y escogía a Ehri como su prometida? ¿Isaak tendría que verlo cortejarla y
casarse con ella? ¿Se pararía en la capilla de la boda real? ¿Ehri se daría cuenta de que el
hombre con el que se casaría no era el hombre que había estado aquí en este
conservatorio, esta noche, con el corazón lleno de anhelo?
—También deseo que pudiera durar —dijo—. Desearía que no hubiera nadie en
el mundo excepto tú y yo, que no hubiera países, ni reyes ni reinas.
Él dio un paso más cerca, y luego ella se deslizó en el círculo de sus brazos. Ella
era ágil, casi demasiado. Ella era perfecta.
—Ehri —dijo mientras la atraía hacia él, mientras ella inclinaba su hermoso
rostro hacia el de él como invitación—. ¿Podrías amarme si no fuera un rey? 514
—Podría —dijo ella, y él no entendió por qué sus ojos estaban repentinamente
llenos de lágrimas—. Sé que podría.
—¿Qué está mal? —Él ahuecó su mejilla, limpiando las lágrimas con su pulgar.
Sintió una sacudida, como si ella lo hubiera empujado, y miró hacia abajo. Algo
sobresalía de su pecho. Su mente daba sentido a la forma cuando el dolor lo golpeó. Una
daga. El mango blanco estaba tallado con un lobo. Oyó un golpeteo furioso contra el
cristal, como si un pájaro intentara entrar en el invernadero.
Ella cayó con él, arrodillándose, sus lágrimas fluían ahora libremente.
LEIGH BARDUGO
—Por mi país —dijo ella mientras lloraba—. Por mi hermano. Por mi reina.
—No lo entiendes. —Trató de decir él. Una risa surgió de sus labios, pero sonó
mal, como una burbuja estallando.
—Mi único consuelo es que nunca pudiste haber sido mío. Pero debes saber que
con mucho gusto habría sido tuya.
—No Ehri.
Desde algún lugar podía oír gritos, el sonido de pasos apresurados corriendo
hacia ellos.
Isaak observó, indefenso, mientras ella agarraba la daga y clavaba la hoja en su 515
propio corazón.
LEIGH BARDUGO
Nina se vistió con cuidado. Su vestido era color lavanda pálido, de corte modesto,
perfectamente adaptado a los colores y la figura generosa de Mila Jandersdat. No llevaba
joyas. ¿Qué adornos podría permitirse una viuda pobre? Pero el mayor adorno de una
mujer fjerdana era su virtud. Nina le sonrió a la chica en el espejo, la expresión dulce y
sin culpa.
Se arregló el cabello en una corona trenzada ordenada que habría hecho que la
Madre del Pozo se sintiera orgullosa y se encaminó hacia el solario. Las grandes
ventanas de cristal estaban rodeadas de escarcha y, a través de ellas, podía ver el foso de
hielo y, más allá, las brillantes agujas de la Isla Blanca. La Corte de Hielo era tan
deslumbrante como ella recordaba.
Escuchó pasos detrás de ella y se volvió para ver a Jarl Brum acercándose, con 516
su esposa en el brazo. Eran una pareja notablemente hermosa, alta y de huesos finos.
La esposa de Brum tomó la mano de Nina. Su grueso cabello castaño caía casi
hasta su cintura, y llevaba un vestido de seda dorada que hacía que su piel marrón
brillara como el otoño. Nina podía ver de dónde Hanne había sacado su belleza.
—El honor es mío —dijo Ylva—. Entiendo que mi esposo te debe la vida.
LEIGH BARDUGO
Una vez que el carromato se fue, Nina y Hanne despertaron a Brum. Le habían
dicho que salieron corriendo después de la explosión y encontraron su cuerpo a un lado
de la carretera. Tuvo la suerte de haber escapado de las aguas y el desastre en la fábrica
con poco más que un fuerte golpe en la cabeza. Independientemente de las sospechas
que Brum había sostenido con respecto a Mila Jandersdat, se habían asentado por el
hecho de que ella había permanecido en Gäfvalle cuando la pareja zemeni y las
prisioneras Grisha habían huido.
—No hice nada —dijo Nina a Ylva—. Fue Hanne quien mostró verdadero
coraje.
517
—Y esa es otra deuda que te debemos —dijo Ylva—. Jarl me dice que eres
responsable del cambio notable en nuestra hija.
—¡No puedo tomar créditos por eso! Le doy crédito a la propia influencia y tutela
constante de la Madre del Pozo, que Djel la guarde.
La verdad era que Nina merecía mucho crédito por la transformación de Hanne.
Ella le había enseñado a vestirse para adaptarse a su figura larga y delgada; le enseñó a
pararse con sus hombros hacia atrás y caminar con la gracia de una dama; y, por
LEIGH BARDUGO
supuesto, Nina le había enseñado a actuar. En cuanto a la confianza de Hanne, ella
encontraría la manera de ganársela y tal vez incluso de merecerla. De algún modo.
—Hanne me dice que por fin está lista para dejar de lado sus tonterías y encontrar
un marido. No sé qué magia trabajaste en ella, pero estoy agradecido. Ella ha cambiado
mucho.
«Antes era perfecta», pensó Nina. «O lo habría sido si no la hubieras podado y tironeado
como un jardinero demasiado entusiasmado tratando de moldear un arbusto ingobernable.»
Nina sonrió.
—Creo que era solo cuestión de tiempo antes de que Hanne descubriera quién se
suponía que deba ser.
Hanne se volvió hacia su padre, su rostro feliz y sereno. Llevaba un rojizo más
profundo, y sus pecas parecían polen en sus mejillas. Su cabello todavía estaba muy
corto.
518
—Me temo que varios generales han venido a discutir asuntos aburridos de la
guerra. El propio Vadik Demidov llegará pronto a la capital —dijo Brum. Nina esperaba
que sí. Tenía la intención de aprender todo lo que pudiera sobre el impostor Lantsov y
los planes de batalla de Fjerda—. Intentaremos no aburrir a las damas.
Tan pronto como le dio la espalda, Hanne le guiñó un ojo a Nina y su mirada se
encendió.
519
LEIGH BARDUGO
Zoya escuchó el alboroto y corrió hacia él. Ella había percibido lo erróneo de la
noche incluso antes de que ella escuchara el grito de Tolya. Lo sintió en el aire, como si
el crujido del rayo que ella controlaba tan fácilmente ahora estuviera en todas partes, en
todos lados. Había sido de esa manera desde que reclamó las escamas de Juris. Él estaba
con ella, toda su vida, todo lo que había aprendido, los crímenes que había cometido,
los milagros que había realizado. Su corazón latía con el de ella, «el corazón del dragón»,
y ella pudo sentir ese ritmo uniéndola a todo. «La creación en el corazón del mundo». ¿Ella
realmente creyó en ello antes? Quizá. Pero eso no le importó. El poder tenía que ser
protegido, preparado y perfeccionado, la única defensa que podía tener contra todo el
dolor que había conocido. Ahora era algo más.
Todo era diferente ahora. Su visión parecía más aguda, como si la luz describiera
520
cada objeto. Ella podía oler la hierba verde del exterior, el humo de leña en el aire,
incluso el mármol, ella nunca se había percatado de que el mármol tenía un aroma. En
este momento, corriendo por esta sala familiar hacia el clamor en el conservatorio, ella
no sintió miedo, solo un sentido de urgencia para poner algún tipo de orden en los
problemas que sabía que iba a encontrar.
Pero ella no podía haber anticipado el desastre que le esperaba. Cerró las puertas
del conservatorio detrás de ella y empañó el vidrio con niebla en el caso de transeúntes.
La seguridad se había caído a pedazos sin ella aquí. No era de extrañar.
Tamar se arrodilló al lado de una chica shu con una daga en su pecho. Genya
estaba llorando. Tolya, David y Nikolai, todavía vestido con prendas de prisionero,
LEIGH BARDUGO
estaban parados alrededor de otro cuerpo, un cadáver que parecía muy similar al rey.
Todo el mundo estaba gritando a la vez.
Al unísono el grupo dio vuelta hacia ella y al instante tenían las manos hacia
arriba, listos para luchar.
—¿Cómo sabemos que realmente eres tú? —gruñó Tamar, sin interrumpir su
trabajo en la chica shu. Parecía una causa perdida. La chica aún tenía color en las
mejillas, pero la daga parecía que había perforado su corazón. Zoya se negó a mirar más
de cerca al otro cuerpo. Era muy difícil no pensar en Nikolai clavado en la madera de
espino, su sangre regando las arenas del Abismo.
—Genya —dijo Zoya con calma—. Una vez me emborraché y te insistí que me
hicieras rubia.
—Lucía barata.
—Es una historia larga —dijo Nikolai y le exigió a Tolya que lo bajara.
—Tal vez —dijo Nikolai—. Pero fue usada por una chica shu.
—No —dijo a Tamar—. Eso estaría más allá de mi habilidad. La daga golpeó un
poco a la derecha.
—No lo sé. Solo estoy tratando de estabilizarla. Nuestros Sanadores serán capaz
de hacer el resto.
—Lo vi pasar todo—dijo Nikolai—. ¿Ella lo atacó… a mí? A él. Entonces blandió
la daga sobre sí misma.
—¿Así que los shu están tratando de incriminar a Fjerda? —dijo Tolya.
—Es más difícil sin flujo de sangre —dijo Genya—. Pero puedo intentarlo.
LEIGH BARDUGO
—Se lo debemos al menos a su madre. —Nikolai sacudió la cabeza—. Sobrevivió
a la frontera. Debía haber dejado el peligro atrás.
—Esto no tiene sentido —dijo Genya—. ¿Por qué no solo asesinar al rey, o al
hombre que ella creyó que era el rey? ¿Por qué intentar suicidarse también? Y ¿por qué
sacrificaría su título de princesa para hacer el trabajo?
—Ella no lo hizo —dijo Nikolai—. Tráeme ropa limpia. Volveré a la fiesta para
acabar con esto. Quiero hablar con Hiram Schenck. Es el miembro con más alto rango
del Consejo de Comerciantes de Kerch, ¿no?
—Lo estará. Por un tiempo. Mantén las puertas del conservatorio cerradas y deja
el cuerpo de Isaak aquí.
523
—Nosotros no deberíamos… —comenzó Tolya, pero Nikolai levantó una mano.
—Solo por ahora. Juro que va a tener el entierro que se merece. Traigan a la
delegación shu a la habitación de mi padre en una hora.
—No lo harán —dijo Zoya—. No hasta que sepan que su plan ha tenido éxito y
el rey está muerto.
Nikolai se levantó, como si sus heridas no le dolieran, como si los horrores de los
últimos días nunca hubieran pasado, como si el demonio dentro de él hubiera sido
conquistado después de todo.
A la vista del cuerpo en el piso al lado de los árboles de limón, la guardia comenzó
a temblar.
—Pero... —dijo, mirando al rey muerto y luego de regreso a Nikolai—. Pero tú,
¿dónde está la princesa?
—Con mucho gusto —dijo Nikolai. Él hizo gestos hacia la guardia—. Quisiera
que todos conocieran a la real princesa Ehri Kir-Taban, hija favorita de los shu, segunda
en la línea al trono.
—El Khatuur —dijo Zoya—. Dieciocho cuerdas. La princesa Ehri es una maestra.
—Sí —dijo Nikolai—, y para dar una razón a los shu para ir a la guerra. El
monarca de Ravka es asesinado, también un miembro de la familia real shu. Tendrían
todas las excusas necesarias para que sus ejércitos marchen a nuestros países sin líderes,
y utilizarlo como base para lanzar un ataque a la frontera sur de Fjerda. Llegarían a la
fuerza con ninguna intención de marcharse.
Ahora la guardia, o más bien la princesa, cerró los ojos como si estuviera
derrotada. Pero ella no lloró y no tembló.
—No lo creo.
—Tus guardias han sido aseguradas —dijo Zoya—. Sospecho que una de ellas
tenía órdenes de hacerte desaparecer antes de que llegases a tu retiro pastoral. Puedes
interrogarlas tú misma.
—Deberías tener tanta suerte —dijo Nikolai—. No, tengo un destino mucho peor
para ti en mente.
—No soy muy bueno para dar nombres a las mascotas, pero como quieras.
Zoya se sorprendió por la forma en que esas palabras pinchaban… ¿qué? ¿Su
corazón? ¿Su orgullo? Ella había sabido que este fin era inevitable. Era el curso por el
que había luchado y arengado. Entonces, ¿por qué sentía que había dejado su flanco
526
abierto una vez más?
—No lo haré —dijo Ehri, con el rostro feroz, el rostro de una reina.
—¿Qué hacemos con la chica herida? —dijo Genya una vez que la princesa había
sido escoltada fuera del conservatorio y los gemelos habían regresado.
—Creo que sí —dijo Tamar—. Ella tiene un hermano, un gemelo. Creo que fue
llevado para ser entrenado para los khergud. Ella tal vez esperaba sacarlos a los dos de
Shu Han.
—Debería ser una conversación interesante una vez que esté consciente —dijo
Nikolai. Se arrodilló una vez más junto a Isaak—. Le escribiré una carta a su madre
mañana. Al menos podemos darle una pensión de héroe y asegurarnos de que su familia
no se quede sin nada. 527
—¿Y el cuerpo? —preguntó Tolya en voz baja.
—¿El Apparat?
—El impostor Lantsov. Supongo que no importa. Pero sí, le di a Schenck los
verdaderos planes. Vamos a la guerra. Estaremos muy necesitados de los fondos de
Kerch, así como de nuestros nuevos amigos shu.
—¿Yuri? —dijo Genya—. ¿Qué hizo él? ¿Aburrir a alguien hasta la muerte?
Zoya tiró de la cuerda y el monje dio un paso hacia la luz. Su capucha cayó hacia
atrás.
Genya se quedó sin aliento, alejándose, su mano volando hacia el parche que
cubría su ojo perdido.
—No. No puede ser. No. —Nikolai colocó una mano firme en su hombro.
El monje todavía era demasiado alto y delgado, pero se movía con una nueva
gracia. Su rostro estaba bien afeitado y sus gafas habían desaparecido. Su cabello se veía
más oscuro, apartado de su frente, y la forma misma de sus rasgos parecía haberse
alterado, los huesos avanzaban a líneas más afiladas y elegantes. Sus ojos brillaban de
color gris, el color del cuarzo.
—Imposible.
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—Improbable —dijo Nikolai con suavidad.
Cuando Zoya había destruido el recipiente que Elizaveta había preservado tan
amorosamente, había visto una sombra salir del fuego, pero no había entendido lo que
significaba en ese momento. El poder del Darkling se había fracturado, parte de él había
permanecido en el soldado sombra herido que el ritual casi había destruido y que aún
vivía en Nikolai. Pero el resto, el espíritu que había comenzado a sangrar de ese soldado
al cuerpo que Elizaveta había preparado... Zoya debería haber sabido que el Darkling
no se perdería su oportunidad de ser libre.
Yuri había conseguido su deseo. Él había ayudado a su santo a regresar. ¿el joven
monje se había entregado voluntariamente? ¿Alegremente? O en esos momentos finales
LEIGH BARDUGO
de fuego y terror, ¿le rogó quedarse con su vida? Zoya sabía que no habría piedad del
Santo Cielo Oscuro. El Darkling no estaba en el negocio de responder oraciones.
—Si lo matamos, puede que nunca me libere del demonio que hay dentro de mí.
—Había dicho Nikolai—. Y estamos a punto de estar en guerra. Tengo la intención de
utilizar todos los recursos que tenemos.
Nikolai insistió en que había una manera de usar su poder. Zoya quería verlo
arder de nuevo.
Así que ella esperaría. Podría ser paciente. La bestia dentro de ella conocía la
eternidad.
Ahora Zoya miró a Genya con sus cicatrices en las manos presionando su boca,
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a la furia de Tolya, a Tamar con sus hachas estiradas. Miró a su rey y a la mujer que
pronto sería su esposa.
»«
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